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En la arcada
Carlos Póo Urbach
19
Bajo el dosal de la esculpida arcada eres visión de blanca vestidura, que de una estrofa esquiva la clausura por suplicantes ritos evocada Por locas inquietudes agitada, tus ojos, que abrillantan la ternura, fíjanse, escrutadores, en la oscura sombra de la avenida enarenada En la tiniebla nocturnal imitas, inmóvil en el rico barandaje, virgen enferma o moribundo nardo. Viendo en el horizonte de tus cuitas cruzar con resplandores de celaje la última rima del ausente bardo!
HORA CÁLIDA
Fernando María Guerrero
19
¡Oh calor de la siesta filipina, calor de corazón, calor de fragua, en que hierve en la copa cristalina, con temblores estuosos, hasta el agua! Una suave molicie que alucina irrumpe en nuestra carne, y la cabeza, como agobiada de sopor, se inclina florecida de rosas de pereza. Hay como una decadencia en las pupilas húmedas de pasión, y mientras fiera la luz solar sobre las cosas arde, beben las almas graves y tranquilas el vino del Ensueño y la Quimera en el cálido vaso de la tarde....
En la brecha
Francisco Javier Ugarte y Pages
19
No es feliz quien sus cabras apacienta del monte en la escabrosa lejanía, condenado al rigor de cada día en lucha con el sol y la tormenta No es feliz el que plácido se asienta del magnate en la fértil compañía, sometido al enojo o la falsía del mismo que sus medros acrecienta No es el sabio feliz, ni el poderoso, esclavos de lo ignoto y lo imprevisto -Sólo yo, santo Dios, seré dichoso, si en tus huestes intrépido me alisto y ante el fuego enemigo salgo al coso a dar la cara y defender a Cristo
A Bretón de los Herreros
Manuel del Palacio
19
No por ti, por la patria vierto llanto, que apurando miserias y dolores, ve caer uno a uno, los mejores hijos que fueron su placer y encanto Roto en jirones el purpúreo manto, la sien orlada de marchitas flores, del genio ante los últimos fulgores muda se inclina con terror y espanto ¡Ay, los dioses se van! dijo un poeta, y gracias si en la noche del olvido se agita alguna vez su sombra inquieta. Si en mi tiempo, Bretón, hubiera sido, dijera el vate la verdad completa: «¡Los dioses no se van, no! ¡Ya se han ido!
LO QUE NO LLEGA
Fernando María Guerrero
19
¡Pascua! Tu tienes para mi pueblo repercusiones de un son alegre de villancicos y fiestas locas; tú tienes hora en que se animan las ilusiones, en que sonríen, besan y cantan almas y bocas. Pero tu nombre también nos dice cosas amargas, cosas que evocan, bajo el auspicio de un sol incierto, do antigua espera las horas lentas, las horas largas, y el paso triste de nuestra Raza por el desierto. Ya las campanas dan a los aires su algarabía; ya agrestes flautas tañan endechas y pastorales; ya están los templos y los belenes, hechos un ascua... Llegan perfumes de amores nuevos con la alegría, llegan ternuras que borran odios y curan males... ¡Sólo no llega de nuestro pueblo la Libre Pascua!....
En el segundo centenario de D. Pedro Calderón de la Barca – VI
Numa Pompilio Llona
19
¡Del universo alado peregrino águila audaz, tu portentoso vuelo abraza la extensión de tierra y cielo, y salva los linderos del destino: como la mente angélica de Aquino, arrebatada de infinito anhelo, más allá te hundes, del azul del cielo, en la esencia del Ser Único y Trino. Mas, bajando, después, del firmamento, con sosegados giros circulares en tu vuelo recorres, vagabundo, los dilatados ámbitos del viento, la ancha faz de la tierra y de los mares, los tenebrosos senes del profundo!
Aunque yo, mi Roselia...
Manuel Justo de Rubalcava
19
Aunque yo, mi Roselia, considero que tu infiel corazón me das partido, con mucha más lealtad lo he recibido devolviéndote el mío por entero Tus finezas no igualan a mi esmero dando el corto pedazo que has tenido pues yo sin vil reparo te he ofrecido todo el bien que a ninguno dar espero Solo soy en mi amor, jamás te iguales a quien sabe finísimo ofrecerte su corazón, sin partes desiguales Todo favor que espero merecerte es, Roselia, la causa de mis males, ¿e intentas a mi ingenio parecerte?
A la memoria de mi hermano
Mercedes de Velilla Rodríguez
19
Como la amante yedra al muro asida, como dos aves juntas en su vuelo, como lago tranquilo copia el cielo, mi vida fue reflejo de tu vida. ¿Y has podido partir, alma querida, dejando sola, en infecundo suelo, la pobre yedra, que en su amargo duelo, no será por tus brazos sostenida? ¡Ya el muro de mi hogar se ha derrumbado; ya consiguió la muerte su victoria; pero es más grande la que tú has logrado: Que de la muerte triunfe tu memoria, y es algo de tu ser, que me has dejado, el destello bendito de tu gloria!
Sonetos – III
Melchor Palau y Català
19
¡Pobre Pallas! la ignara muchedumbre que vio en ti descompuesta levadura, testigo de tu muerte ser procura, yo no sé si por vicio o por costumbre Que pisabas del Gólgota la cumbre, has crecido en tu orgullo sin mesura, quizá que temblaría la natura y apagaría el sol su viva lumbre ¡Pobre Pallas! cuando la justa mano te infligió duro y ejemplar castigo, sólo mostraste con delirio insano que no pudo en tu pecho hallar abrigo ni el amor del hermano hacia el hermano, ni el hermoso perdón al enemigo.
Soneto
Mercedes de Velilla Rodríguez
19
Sueño: ¿por qué si ahuyentas mis dolores hora no acudes al acento mío? Ven, que tú calmas mi dolor impío; ven, no te muestres sordo a mis clamores Ven, que escucho fatídicos rumores entre el silencio aterrador, sombrío; ven, que en tus brazos contemplar ansío el ángel celestial de mis amores ¡Cuánto le adora el alma dolorida! Mas su fiero desdén me da la muerte; que yo no quiero sin amor la vida ¡Ay! si consigo la dichosa suerte de contemplarlo cuando esté dormida, ¡déjame, sueño, que jamás despierte!
Confidencia
Francisco Javier Ugarte y Pages
19
Jamás ambicioné la investidura que un azar de la suerte me ofrecía y me niega otro azar, -locuaz decía un viejo, que bajaba de una altura -Ave que gira errante en noche oscura esperando la luz del nuevo día, mi espíritu cristiano sólo ansía, tras vida honrada, salvación segura No apetezco riquezas ni oropeles, ni aspiro a coronar mi frente helada con guirnaldas de mirtos y laureles. Pero anhelo que, al fin de mi jornada, pedestales, brocados y doseles ¡no basten a premiar mi vida honrada!
Búscate a ti mismo...
Luis Rodríguez Embil
19
Búscate a ti mismo, si quieres hallarte, mas no en tus palabras, ni en tus obras, ni en tus actos, ni en nada que pueda enturbiarte la visión, y te haga pensar que eres quien habla, actúa, crea; tan sólo al negarte podrás poseerte; si ciñen tu sien coronas, de todas has de despojarte antes de ser libre y alcanzar el Bien Por que tus coronas te son tan extrañas como los torrentes, como las montañas -que, al igual que todo, son sueño y no más-. En la oración tácita que pronuncia el hombre, él es el sujeto, sin forma y sin nombre, y es el predicado todo lo demás.
A una señorita con motivo de haber entrado en religión
Rafael María Baralt
19
En la cándida frente el sacro velo muestras como señal de la victoria que sobre el mundo y su falaz memoria consiguió tu virtud, hija del cielo Así burlaste mi amoroso anhelo palma inmortal labrándote de gloria; cuando, ausente de ti, será mi historia llamarte en vano y sin cesar con duelo ¡Espíritu feliz! de la clausura del cuerpo desatado, alegre, altivo, libre de tu prisión miras la altura; Mientras con mi pasión el alma enclavo en este oscuro suelo, donde vivo del ya imposible amor mísero esclavo
Las diosas
Manuel María Flores
19
Cuando en un día de proscripción y duelo en busca ya de playas extranjeras, de Cuba abandonasteis las praderas, el sol de fuego y el brillante cielo; Sin duda que en amargo desconsuelo viéndoos partir lloraron sus riberas, y al deciros adiós en sus palmeras gimió la brisa del nativo suelo. Porque si Cuba es concha de los mares, vosotras sois sus perlas más hermosas; si Cuba es un jardín entre palmares, vosotras sois sus flores más preciosas; y si Amor levantare sus altares, de esos altares os hiciera diosas.
Idilio salvaje – VII
Manuel José Othón
19
¡Es mi adiós! Allá vas, bruna y austera, por las planicies que el bochorno escalda, al verberar tu ardiente cabellera como una maldición, sobre tu espalda. En mis desolaciones, ¿qué me espera? -ya apenas veo tu arrastrante falda- una deshojazón de primavera y una eterna nostalgia de esmeralda. El terremoto humano ha destruido mi corazón y todo en él expira ¡Mal hayan el recuerdo y el olvido! Aun te columbro, y ya olvidé tu frente; sólo ¡ay! tu espalda miro, cual se mira lo que se huye y se aleja eternamente
A Enrique Tamberlick, al ver su «Otelo»
Manuel del Palacio
19
¡No muere el arte, no! ¡Mientras potente vibre tu voz que los espacios llena; mientras pintado el júbilo y la pena, la noble inspiración arda en tu frente; mientras te aclame la asombrada gente monarca soberano de la escena, y el alto aplauso que do quier resuena vaya hacia ti como hacia el mar la fuente ¡El arte vivirá! ¡Numen del alma! tiene siempre un atleta que en sus hombros le lleve cual las vírgenes su palma; y cuando el mismo Dios causando asombros, vuelva la tierra a su primera calma, ¡aún flotará del mundo en los escombros!
Martí
Jorge Casals y Llorente
19
Gigante paladín de un Continente, divino ruiseñor de la mañana; ¡en la fértil llanura americana tus trinos fueron luz en el ambiente! Con tu genialidad de omnividente fuiste el asombro de la hueste hispana; dictó el destino su sentencia arcana ¡y la inmortalidad besó tu frente! ¡Qué sueño tan hermoso fue tu sueño! ¡Qué realidad tan magna la «utopía» que alimentaste con tenaz empeño! Rugió la tempestad de la metralla ¡y el machete rimó su epifanía en el revuelto campo de batalla!
En el muladar
Pedro Antonio de Alarcón
19
Mendigo: tu blasfemia me estremece Deja que olvide a Dios el venturoso; pero tu labio hambriento y asqueroso con renovada fe bendiga y rece: Todo, menos su Dios, le pertenece al opulento, sano y poderoso, y el pobre, enfermo, triste y haraposo, de todo, excepto de su Dios, carece Dios es al cabo el único enemigo del vano, del audaz, del sibarita, y la sola esperanza, el solo amigo del que llora, padece y necesita ¡Sin Dios, el universo se anonada! ¡Sin Dios, el rico es Dios, y el pobre nada!
A Belisa
Indalecio San Román
19
La primera de amor dulce metralla que a tu orgullo lance, Belisa bella, consideré cayera cual centella en ese corazón cota de malla Perdido al verme en la primer batalla creíste que mi amor se ahorcara en ella, mas no ha nacido con tan mala estrella ni tú has de ser inexpugnable valla Una traílla tengo de bambolla con que armar zipizape que haga bulla y darte con mi amor pan y cebolla. Busca para guardarte una patrulla si ha de morir mi amor tú eres la argolla y yo, Belisa hermosa, la cabulla.
Al Rey Nuestro Señor
Felipe Pardo y Aliaga
19
Invención de estrambótico artificio, existe un rey que por las calles vaga, rey de aguardiente, de tabaco y daga, a la licencia y al motín propicio. Voluntarioso autócrata, que oficio hace en la tierra de ominosa plaga: príncipe de memoria tan aciaga que a nuestro Redentor llevó al suplicio Sultán que el freno de la ley no sufre, y de cuya justicia no hay reintegro: rey por Luzbel ungido con azufre; zar de tres tintas, indio, blanco y negro, que rige el continente americano, y que se llama Pueblo Soberano.
A S. M. la reina doña Isabel II
Rafael María Baralt
19
Vierte tu sangre con furor insano horrendo crimen, y al trocar la tierra fecundiza tu sangre cuanto encierra de sublime y heroico el pueblo hispano Te protege el Señor; por él, en vano tu cuna de oro contrastó la guerra; y del puñal, que a tu valor no aterra, más grande y bella te guardó tu mano. Así tras noche tenebrosa y fría al sol más puro que el rosado Oriente con acrecido amor saluda el hombre; Y la belleza al contemplar del día, del sumo Dios con pasmo reverente saluda humilde el infernal renombre
A una flor
Nicolás Arnao
19
Nítida flor que por la noche helada tenue te besa del rocío la gota y el pajarillo de candente nota vuela a libar tu miel en la alborada Ya abierto el cáliz, en botón, cerrada, grato el perfume de tus hojas brota, triste el galán te halaga en su derrota o en su ilusión la dama enamorada Desde la humilde choza hasta el palacio recorre tu inocencia las escalas; ciñes la frente de mentida Fama, o de la Gloria en el empíreo espacio; hechizo de los prados que regalas al seno femenil tu tierna trama
Amor oculto
Manuel del Palacio
19
Ya de mi amor la confesión sincera oyeron tus calladas celosías, y fue testigo de las ansias mías la luna, de los tristes compañera Tu nombre dice el ave placentera a quien visito yo todos los días, y alegran mis soñadas alegrías el valle, el monte, la comarca entera. Sólo tú mi secreto no conoces, Por más que el alma con latido ardiente, sin yo quererlo, te lo diga voces; Y acaso has de ignorarlo eternamente, como las ondas de la mar veloces la ofrendan ignoran que les da la fuente
Besos del pensamiento
Nicolás Arnao
19
Valiente lira, dulce compañera, no me abandones, no, mi cara amiga, ni dejes si la crítica me hostiga, estregarte en su garra carnicera. Acompáñame siempre prisionera del amor que mi alma te prodiga; y fecunda y festiva te bendiga mi inspiración en la hora postrimera Riega flores de amor, disipa el llanto, devuelve al pecho triste la alegría, y sonora y feliz, renueva el canto, como las aves saludando al día Mientras tiernas las notas de tu acento posen sus besos en mi pensamiento.
Crepúsculo
José J. Villa
19
El horizonte, con cambiantes grises, de grana y oro, y perlas se colora, y ya luce jirones de la aurora, ya del iris espléndidos matices. Del esmaltado suelo los tapices el sol a trechos con sus rayos dora, y cual negro crespón que descolora, baja la sombra en mágicos deslices. Como un ángel que expira delirante abrazado a una diosa, en ese instante muere la tarde en brazos de la noche. Y yo al mirarla, entristecido, siento que en el jardín del alma abre su broche la delicada flor del pensamiento
Madrugada en el campo
Federico Escobar
19
En la vasta llanura, que es serrallo, muge, Sultán con astas, viejo toro; las vacas, odaliscas, le hacen coro y cada buey eunuco es un vasallo. Relincha en el potrero el Rey Caballo tal vez celoso de un potranco moro; y al lado trovador, de plumas de oro, alegre en el cortijo canta el gallo. Y en el corral está con la totuma sacando a chorros leche que da espuma, la campesina que una vaca ordeña, mientras su esposo, rústico montuno, en el bohío espera el desayuno para ir en busca de mazorca y leña
Mis pestañas
Nicolás Arnao
19
Después de andar de burro en la espesura despeñado en deslindes, cual de antojos, vengo a caer que me han faltado ojos con que pasearme en la literatura De letras descargado, a la ventura, salgo al campo a batirme con despojos, sin haber puesto sesos en remojo de grande erudición o de cultura Y al ser un letricida, no es extraño que alguna vez o todas de un tropiezo; pues me he pasado de la vida el año, si aquí no caigo, allí no me enderezo, pero he salvado tras las musarañas quemar como los sabios mis pestañas
Musa mía
María Alicia Domínguez
19
Musa mía, unas veces tocada de Misterio; Pálida como un lienzo funeral Silenciosa, fragante a flores secas de viejo cementerio lívido el canto traes en la boca tediosa Y a la herida que sangra le aplicas el cauterio de la verdad que es trágica y me das toda rosa con tristes amarillos Salmodia tu salterio una nota que tiene sinceridad de losa Y entonces todo el verso se ahueca mientras flota en torno a mis estrofas la blanca veste rota de mi juventud bella que huele a Primavera En vano es que pretenda que te alegres, en vano, porque todo el esfuerzo de mi deseo humano logra sólo tu risa de fugaz calavera
El chambergo
Juan González Olmedilla
19
Extraña adarga en la panoplia vieja, yace olvidado el fanfarrón sombrero junto a una espada de bruñido acero que el clamor de unas lámparas refleja Batió sus plumas junto a alguna reja, la brisa helada del nevado Enero, y ante un áureo chapín, un caballero alfombró con su airón, cierta calleja ¡Quién diría al verle en la tranquila estancia, bajo el prestigio de fulgentes luces que fue cimera de la intemperancia, y pendón de victoria en tantas brechas, entre el estruendo de los arcabuces y el agudo silbido de las flechas!
Ipandro Acaico
Ignacio Montes de Oca y Obregón
19
Triste, mendigo, ciego cual Homero, Ipandro a su montaña se retira, sin más tesoro que su vieja lira, ni báculo mejor que el de romero. Los altos juicios del Señor venero, y al que me despojó vuelvo sin ira de mi mantel pidiéndole una tira, y un grano del que ha sido mi granero ¿A qué mirar con fútiles enojos a quién no puede hacer ni bien ni daño, sentado entre sus áridos rastrojos, y sólo quiere en su octogésimo año, antes que acaben de cegar sus ojos morir apacentando su rebaño?
Flores y almas
Luz Gay
19
Del perfumado edén do florecieron heterogéneas plantas primorosas, osé arrancar unas gallardas rosas cuyas espinas, pérfidas, me hirieron Mártires de mis ansias también fueron los lirios de hojas tersas y sedosas, y al troncharlos fragancias olorosas derramando su savia me ofrecieron Almas hay, que vulgares y mezquinas hieren, como las rosas con espinas, al que inconscientemente los agravia; almas hay, superiores, que prefieren cual los sensibles lirios, si les hieren sufrir la herida y derramar la savia
Autorretrato
Félix Etchegoyen
19
Soy un hombre feliz: la vida mía sin blasonar de griega ni romana, esfuerza y es salud cada mañana, es lucha, y es amor, y es alegría. Tengo de Don Quijote la manía, y por Dama, una bella americana que, mejor que la dama tobosana, robusto infante de mi sangre cría. Es mi amigo sin par un libro abierto, y es la memoria de mi padre muerto mi religión sagrada y mi consuelo. Vivo conforme con mi propio sino, y llamando al pan, pan, y al vino, vino, nunca he doblado mi cerviz al suelo.
Patria
Miguel Antonio Caro
19
¡Patria! Te adoro en mi silencio mudo, y temo profanar tu nombre santo Por ti he gozado y padecido tanto cuanto lengua mortal decir no pudo No te pido el amparo de tu escudo, sino la dulce sombra de tu manto: quiero en tu seno derramar mi llanto, vivir, morir en ti pobre y desnudo. Ni poder, ni esplendor, ni lozanía, son razones de amar Otro es el lazo que nadie, nunca, desatar podría Amo yo por instinto tu regazo, madre eres tú de la familia mía: ¡Patria! de tus entrañas soy pedazo.
Soneto
Ángel de Estrada
19
Así le ve la mente lisonjera magnificado en su destino incierto, pues en la pampa para siempre ha muerto el gaucho, con su poncho y su quimera Pero aún en ranchos el trovar venera su tradición, al cultivarle un huerto, cree que cruz de su tumba en desierto la Cruz del Sur de la nocturna esfera Evoca en la guitarra, conmovido, al payador que el entregó su palma al diablo audaz y que la morir vencido tardes y auroras se llevó en el alma; y si indagáis lo que la nota esconde en la cadencia del vaivén responde:
Bion de Smirna
Ignacio Montes de Oca y Obregón
19
No temen las Piérides hermosas las áureas flechas del traidor Cupido; antes adoran al rapaz de Gnido, y sus pisadas siguen obsequiosas Del poeta se alejan desdeñosas en cuyo seno Amor no encuentra nido; mas si alguien canta, de su arpón herido, al vate todas cercan presurosas. Víctima yo de su venganza ruda, si a dioses canto o ínclitos varones, se pega al paladar mi lengua muda. Mas si a Lícida infiel, o al niño ciego emprendo celebrar, en mis canciones, ¡cuánta dulzura entonces! ¡Cuánto fuego!
Soy
Francisco Lles
19
Soy Ahäsverus, llevo el fardo de mis años repleto de amarguras y torvos desengaños por el dorso de un mundo de imperturbable calma, mientras que en el desierto líbico de mi alma, bajo la ardiente arena de fúnebre tristeza, sepulto mis ensueños de amor y de grandeza Y soy lo Inconocido En la metempsicosis brusca de mis ideales, germinó la apoteosis del desencantamiento que dio a mi mal protervo, toda la sanguinaria ferocidad de un cuervo cuyas alas innobles en mis entrañas tiende; y el cadáver sin forma de mi espíritu, hiende con el negro dolabro de su pico lardoso, eternamente impío y eternamente odioso.
En la conciencia
Jacinto Labaila
19
Si con justicia obramos, si vivimos una vida moral irreprochable, dulce satisfacción inexplicable del corazón en lo interior sentimos Si obrando torpemente, no seguimos de la virtud la senda favorable, punzador malestar e indominable del alma en lo más íntimo sufrimos Ese regulador del fuero interno, que viviendo en nosotros, ríe o gime, de nuestra alma en el pliegue más profundo, ese regulador perenne, eterno, es la noción que en la conciencia imprime del Bien y el Mal el Hacedor del mundo
A Santa Teresa de Jesús
José Peris y Pascual
19
Fue de ciencia y virtud alto portento, preciosa flor del suelo castellano, decoro del vergel Carmelitano, de la Iglesia bellísimo ornamento. Siempre en su Esposo fijo el pensamiento, tiende hacia El el vuelo soberano, y por lograr favores de su mano, llega hasta el pie de su divino asiento. Traspasado con flecha abrasadora, no es ya su corazón quien le da vida, sino el de Cristo que en su pecho mora. Vive de amor, aunque de muerte herida, y sublima y excelsa y triunfadora, la inmensidad del cielo es su medida.
Ayala
José Selgas y Carrasco
19
Hoy es aniversario de tu muerte; enlutado recuerdo de la vida, anuncio de la eterna despedida que fin igual a todos nos advierte Dichoso tú si, valeroso y fuerte, cambiar pudiste en la final partida la ruin miseria que la tierra anida por la alta fama que te cupo en suerte. Hoy, al cumplirse el término del año, mientras goza del alma la victoria, del triste mundo a la flaqueza extraño. En alta vos me dice tu memoria: «La loca vanidad ¡qué desengaño! El genio y la virtud ¡qué hermosa gloria!»
La primera cana
Fernando Mayoral Oliver
19
Derramando perfumes y armonía tendió sus alas sonrosada aurora, y un rayo de su luz encantadora al verter claridad me anunció el día Dejé el mullido lecho en que dormía, y en tan risueña y matutina hora comencé mi «toilette» restauradora, ante un espejo que en mi cuarto había. Mas pronto al descubrir con la mirada un cabello cual hebra plateada, por el dolor y por el llanto ciego dije: ¡Señor! ¡es mi vejez que empieza! ¿O es que al cubrir la nieve mi cabeza quiere apagar del corazón el fuego?
La envidia
José Selgas y Carrasco
19
Helado el corazón y el alma loca, implacable en el odio que la inspira, ennegrecen sus ojos cuando mira, y mancha con sus manos cuanto toca. El bien ajeno su furor provoca, y en las sordas tristezas de su ira envenena el ambiente que respira, y es su legua un puñal y es hiel su boca. Así nace, así vive, así perece; el tormento que más la desespera está en el menosprecio que merece; y si alguna virtud tener pudiera, con el rencor que todo lo aborrece a sí misma también se aborreciera
Tú y mis versos
Merced Valdés Mendoza
19
Celos te dan los plácidos cantares con que en noches hermosas y serenas, engaño los rigores de mis penas y adormezco la voz de mis pesares. Celos tienes de Cuba y sus palmares y también de las blancas azucenas que de inocencia y de hermosura llenas se levanta al pie del Almendares Quieres al fin, que de la lira mía arrojando las cuerdas en el suelo enmudezca la triste melodía; mas deja tanto afán y desconsuelo, pues son mis versos luz de noche umbría y tu mi sol y nacarado cielo.
II
Francisco Lles
19
Toma el último fruto, el más querido por el último ser, que todo rueda; y es muy hondo el rescoldo que nos queda del bien que pudo ser y nunca ha sido Se va el tren y nos deja Algo perdido para siempre va en él, y lo que hoy veda sin prejuicio, mañana tal vez pueda rencores dar hasta el ayer vivido Toma el último tren, que ya está en marcha, porque tiene el vivir fríos y escarcha que tornan el espíritu cobarde; y porque si la carne se resiste, llegan al alma, intensamente triste, más ansias de volver, cuando ya es tarde.
A Madrid en la entrada victoriosa de Su Majestad A
Mariano Zacarías Cazurro
19
Ya del bronce triunfal el ronco trueno te anuncia a ti, la villa coronada, que su hijo augusto, con la sien orlada de lauros, torna de su madre al seno El, que fue a tus desdichas nunca ajeno; él, que es de tu esperanza la alborada de paz, por la victoria hoy alcanzada, palmas viene a pedirte como bueno Eco de la de Dios llena el ambiente de tu pueblo la voz, y ejecutoria presta nueva a su trono, que es su cuna; ciñendo tres coronas a su frente, de oro, el Derecho; de laurel la Gloria; de pacífica oliva, la Fortuna.
Nunca mi labio...
Alberto Valero Martín
19
Nunca mi labio romperá el secreto, que por mí será siempre indescifrable, del dolor me traspasa, inexorable, toda mi entraña, todo mi esqueleto. Mas si rompiendo esta cruel cadena mi fin abrevio con mi propia mano, y queréis penetrar en el arcano del íntimo por qué de tanta pena, preguntadle a la hembra olvidadiza que mi vida amustió con los dos trazos de una cruz de traición y de ceniza A la mala mujer que hizo pedazos mi juventud, que es sólo ya una triza, y el corazón también, entre tus brazos
Anima stultorum
Vicente Colorado
19
¡El alma es inmortal!, me repetía un necio que conmigo disputaba; y mi razón ante él se sublevaba con frases de amarguísima ironía ¡Qué el alma es inmortal!, yo me decía; esa sola desdicha nos faltaba, que el necio (y de hito en hito le miraba) llegase a eternizar su tontería. Después me habló de Dios (¡era preciso oírle) y de las penas del Infierno, y dijo lo que quiso y como quiso; mientras que yo, para mi fuero interno, como Dante, leí en el Paraíso estas palabras: Tonticomio eterno
Cristianos al uso
Felipe Pérez y González
19
-Yo soy cristiano -Y ¿ama la pobreza? -Tonto es quien la riqueza no prefiere Yo soy cristiano -¿A su enemigo quiere? -Dar, como prueba, un palo en la cabeza. Yo soy cristiano -¿Y por las calles reza? -El que lo ve mi santidad infiere Yo soy cristiano -Y ¿odia, injuria, hiere? -Si es por mi bien, no hacerlo es gran simpleza. Yo soy cristiano -Entiendo; es caso llano Tal nombre es para muchos, por lo visto, muestra de mercader o apodo vano. -Yo soy cristiano En preguntar no insisto Es la moda del día: ser cristiano, despreciando las máximas de Cristo.
Dios en el alma
Belisario Peña
19
Dios, que con gloria propia resplandeces; que tienes por poder la omnipotencia, por tesoro de luces la omnisciencia, e imperas sobre todo y no obedeces, tú, que no menguas, ni recibes creces; que, actual la eternidad en tu presencia, miras en ti con ser lo que es potencia, y, mudándolo todo, permaneces; y tú, que eres el dueño en tal manera de todo cuanto existe, que de hecho lo que no fuera tuyo no existiera, aquí eres mío, y sin estar estrecho, cabes, cual si el amor te redujera, en el mísero barro de mi pecho.
Al poeta José Benito Amado
José María Posada
19
Nota de ingratitud yo mereciera, por falta de respeto y simpatía, si al cantor de la cándida María frases de admiración no dirigiera Reproduce lo bello de manera que el alma s embelesa y extasía ante cuadros que sólo pintaría quién tal misión del cielo recibiera Campiña, santuario, amor sublime, piadosa devoción, sentida historia A todo, de verdad el sello imprime. Y, guiado del arte, por más gloria, cuanto del Genio por primor se estime, da, cual rico manjar, a mi memoria.
El amor y el olvido
José Selgas y Carrasco
19
Hija querida de la dulce aurora, pura como sus tímidos fulgores, entre infinitas y galanes flores una más bella acariciaba Flora. Alzábase la flor encantadora, y creciendo en bellísimos colores, mostraba su ternura a los favores del solícito afán de su señora Flora halló una mañana carcomido el hermoso botón, y en él escrita la huella de un gusano maldecido «Tú eres la rosa del amor bendita, y ese gusano ruin es el olvido » Dijo, y lloró sobre la flor marchita.
El borracho
Antonio Plaza
19
Generoso en la copa, ruin en todo; ronca la voz, inyecta la mirada, párpados gruesos, faz abotargada y siempre crudo cuando no beodo. Perdida la razón, goza a su modo, y nunca estar en su razón le agrada; que el vino es todo, la razón es nada, y sólo vive al empinar el codo. Cuando a inflamarle empieza el aguardiente, lenguaraz, atrevido y vivaracho, es intrépido, franco y excelente amigo; pero juzgo sin empacho que no es franco, ni amigo, ni valiente; porque el borracho en fin, sólo es borracho
Poema didáctico: definición del soneto
Felipe Pérez y González
19
El soneto es poema bien sucinto, de leyes rigidísimas, severas, que en ficciones y cosas verdaderas nunca debe salir de su recinto: Terrible complicado laberinto, nivel de burlas y compás de veras, que suele remontarse a las esferas mejorado de Apolo en tercio y quinto. Sus parte han de ser todas perfectas, derivadas de un solo pensamiento, sin estribos, tacones, ni muletas; en los fines está su encantamiento, y es la piedra de toque de poetas o el Caribdis y potro de tormento.
Soneto
Fernando Maristany
19
Alabe otro la faz o los cabellos de su amada, o alabe el marfil blanco con que formó Natura el pecho y flanco; cante otro de sus ojos los destellos Yo a una belleza incorruptible tal que aun ingenio divino no ha trazado; un espíritu franco y elevado que no sienta su peso corporal Lleno de esta elocuencia, que deriva del saber, de esa amable honestidad de actos bellos y gracia nada esquiva Si mi arte se pudiera a la bondad de la materia igual, si estatua viva tendría que durar más de una edad
A los estudiantes
Julián del Casal
19
Víctimas de la cruenta alevosía doblásteis en la tierra vuestras frentes, como en los campos llenos de simientes palmas que troncha tempestad bravía Aun vagan en la atmósfera sombría vuestros últimos gritos inocentes, mezclados a los golpes estridentes del látigo que suena todavía ¡Dormid en paz los sueños postrimeros en el seno profundo de la nada, que nadie ha de venir a perturbaros; los que ayer no supieron defenderos solo pueden con alma resignada, soportar la vergüenza de lloraros!
Incertidumbre
Antonio José Olmedo
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Un látigo de fuego ha cruzado el Abismo y la Tierra ha temblado al estallar el trueno; el Hombre ha desatado todo su ancestralismo, y la blanca Paloma se ha enterrado en el cieno. Vanos han sido veinte siglos de cristianismo para dulcificarle y para hacerle bueno, y sigue siendo esclavo de su bajo egoísmo, de sus torpes pasiones y de su desenfreno. Aun grazna el negro Cuervo de la desolación por sobre las doctrinas del que murió en la Cruz ¿Adónde marcha el Hombre sin fe ni orientación? ¿Quién dirá la palabra que del mal le desvíe y en lugar de tinieblas su alma llene de luz? La caravana pasa mientras la Esfinge ríe.
La quena
José Santos Chocano
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No la flauta del dios, alegre avena del bosque griego, en que trinar solía; es flauta cual paloma en agonía la que en las noches de los Andes suena ¡Cuán profundo lamento el de la quena! La quena en medio de la puna fría desenvuelve su larga melodía más penetrante cuanto más serena Desgranando las perlas de su lloro, a veces hunde el musical lamento en el hueco de un cántaro sonoro; y entonces finge, en la nocturna calma, soplo del alma convertido en viento, soplo del viento convertido en alma.
En pleno sol
Fernando de Zayas
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Como un chorro de fuego, de la altura, diamantina cascada al mundo arroja del sol la esfera coruscante y roja y, al beso ardiente de su lumbre pura, canta su amor el ave en la espesura, se abre la nueva flor, tiembla la hoja, y del henchido grano se despoja la seca espiga de la mies madura En busca de la sombra va el ganado; al aprisco sus pasos acelera mordiscando al pasar la yerba erguida Y el rudo labrador deja el arado y va al rústico hogar donde le espera la amante esposa y la frugal comida
Soneto gráfico
José Santos Chocano
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Dime, si has visitado la Real Armería, ¿qué sentiste ante aquellas antiguas armaduras? Mi verso evocativo perfila las figuras heroicas que se pierden en esa lejanía Poeta que a ti llego desde un remoto día, ¿cómo podré halagarte con mis palabras duras, si estoy enamorado de aquellas aventuras y sólo siento aquella vetusta poesía? ¿Quieres oír mi canto? Visita el gran museo de las armas; y, entonces, colmarás tu deseo, posando en esas viejas panoplias tus miradas Tal, ya que a tu capricho mi inspiración someto, como una de esas viejas panoplias, mi soneto desdobla el abanico de sus catorce espadas.
Obstinación
Julián del Casal
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Pisotear el laurel que se fecunda con las gotas de sangre de tus venas; deshojar, como ramo se azucenas, tus sueños de oro entre la plebe inmunda; doblar el cuello a la servil coyunda y, encorvado por ásperas cadenas, dejar que en el abismo de tus penas el sol de tu ambición sus rayos hunda; tal es ¡oh soñador! la ley tirana que te impone la vida en su carrera; pero, sordo a esa ley que tu alma asombra, pasas altivo entre la turba humana, mostrando inmaculada tu quimera, como pasa una estrella por la sombra.
Las mujeres del porvenir
Carlos Gagini
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Cuando a serios estudios, consagradas penetren de la ciencia en los arcanos y rompan esos lazos inhumanos con que el hombre las tiene esclavizadas. Cuando en otros principios educadas conquisten sus derechos soberanos y el porvenir se labren con sus manos, con sus manos callosas pero honradas. Cuando dejen de ser las voluptuosas bestias de amor, para el placer vendidas Cuando más ilustradas y afanosas no puedan en la lucha ser vencidas, ¡para los ricos faltarán queridas, para los pobres sobrarán esposas!
Soneto
Marcelino Menéndez Pelayo
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Nunca manché con vil lisonja el plectro, nunca encomios tejí de la privanza, ni hice puñal la lira, que a venganza consagran vates con punzante metro Consagré sumisión, respeto al cetro, cuando humana pasión hizo mudanza; nada a mis ojos vale lo que alcanza quien sin virtudes opulencia impetra. Despojada de todo vine al mundo, prestome bienes mil naturaleza, que me robó mi hado furibundo; mi alma ansía la suprema alteza, en deleznables glorias no me fundo, vuelvo a la tierra pobre y sin tristeza.
Rosas
Esther Lucila Vázquez
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Rosa de fuego era al nacer el día el áureo sol de vivos resplandores, y la luna, a la tarde, en los alcores, «como rosa de nieve se entreabría» ¡Oh, fresca Rosa de la patria mía, que estando de la vida en los albores, a las pintadas y fragantes flores tu arrogante colora desafía! Radia en tus ojos negros el vislumbre de la rosa de fuego de la aurora con eternal y poderosa lumbre, y en tus mejillas delicadas arde la nacarada luz deslumbradora de la rosa de nieve de la tarde
Al pie de la cubana
Francisco Javier Blanchie
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Alto el empeine, contorneado y breve, ya lánguida se mueva, o ya de prisa, el pie de la cubana apenas pisa bien luzca en rica alfombra o grama leve Desnudo, al alma de placer conmueve, ya lo bese el arroyo, ya la brisa, y si calza de blanco o seda lisa, dudo si es de ámbar, si de espuma o nieve ¡Hermoso pie! El alma al contemplarlo cien encantos y cien trémula advierte ¡Siente una agitación tan dulce y sana! Yo diera mi existencia por besarlo, porque es muy dulce recibir la muerte, ebrio de amor, al pie de la cubana.
El Estrecho de Magallanes
José Santos Chocano
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El capitán osado navega en la insegura noche del mar Su barco, de crujidora quilla, que ve, de pronto, abierta la trágica cuchilla de un monte en dos partido, por ella se aventura Las velas se desgarran y hay vientos de locura; allá, hacia un lado, a veces, una fogata brilla; y enronquecidos lobos, desde una y otra orilla, hacen sonar sus gritos sobre la noche oscura. Las olas ladran , ladran en los abruptos flancos; y envueltas en espumas, parecen perros blancos contra los lobos negros en las riberas solas Y el barco sigue , sigue y al proseguir de frente, como iban separándose ante Moisés las olas, se van también abriendo las tierras, lentamente.
Dedicatoria
Marcelino Menéndez Pelayo
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Recibe de mis versos el presente debido a tu belleza soberana, en tus aras tal vez ofrenda vana, tal vez recuerdo de mi amor ardiente Yo vi, señora, tu beldad riente en la sonante playa layetana, donde eleva Favencia la romana hacia las nubes su murada frente Te vi, te amé, mi corazón fue preso entre los rayos de tus claros ojos, entre las nubes de tu crencha hermosa ¡Feliz quien pueda, de tus labios rojos, ebrio de amor, arrebatar un beso, y venga sobre mí la muerte odiosa!
Vespertino
Juana Borrero
19
hacia el ocaso fúlgido titila el temblador lucero vespertino, y a lo lejos, se escucha del camino el eco vago de lejana esquila Como escuadrón de caprichosa fila nubecillas de tono purpurino se desvellonan en celaje fino, etérea gasa, que disuelta oscila El rayo débil que las nubes dora, lentamente se extingue, agonizante, sus fulgores lanzando postrimeros; y la noche se presta vencedora a desceñir sobre el cenit triunfante su soberbia diadema de luceros
Funesta dualidad
Jorge Pombo
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Siento otro Yo que contra mí se empeña, que en todo influye y todo me acibara, un Yo que si de mí se retirara, me hiciera ver la vida hasta risueña. Sólo una gracia, al parecer pequeña, humilde, al Yo fatal le demandara: que alguna vez, siquiera, me dejara salir del diario afán sin contraseña Concedida tal gracia, el Yo visible mostrárase cual es, no cual ha sido por causa superior e irresistible Mas como existe siempre el Yo oprimido, y existe el Yo opresor, no me es factible la auto-semblanza que se me ha pedido
A Murillo
Mario Méndez
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¡Siglo el tuyo cruel! Rayo del cielo, ahogado por jirón de niebla oscura, tu espíritu cruzó la tierra impura en un signo de barbaries bajo el duelo; del humo de las piras tras el velo cubrió Dios por no verle, su faz pura, y en su infinito amor a la criatura otra vez en tus cuadros bajó al suelo. Tu Siglo mata, mientras mueres triste, el alma en Dios, el corazón en calma, bendiciendo el calvario que subiste. Y amando el Arte sin ansiar la palma, del dolor en las aras ofreciste la purísima hostia de tu alma
Soneto
Jorge Pombo
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Catorce versos forman los sonetos; catorce bardos con primor los hacen; catorce estrellas en la «Gruta» nacen que iluminan a incrédulos sujetos Veintiocho veces escuché cuartetos que en verdad, plenamente satisfacen a todos los poetas que aquí yacen esperando principie los tercetos ¡Estoy con ellos! El temor me invade de improvisarlos ante Rivas Frade, Valencia y Gómez ¡Me metí en la gorda! Mas llegué al último ¿Podré sacarlo? ¡Si no puedo, que vengan a acabarlo Julio Flórez, Restrepo y Soto Borda!
Soneto
Marcelino Menéndez Pelayo
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No sé por donde lleva mi fortuna el curso vago de mi incierta vida, por recios huracanes combatida, desde el primer sollozo de la cuna Ora esplendor de gloria me importuna de la ciencia en las lides adquirida; ora es mi alma del amor herida, y me lamento al rayo de la luna Paso la vida entre memorias tristes, recordando la faz de mi Belisa; y como cera me deshace el llanto ¡Oh los que alguna vez su rostro vistes, su dulce boca, su gentil sonrisa, decidme si hay olvido a tal encanto!
A la poesía
Esther Lucila Vázquez
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¡Oh, celeste raudal de melodía que jamás enmudeces ni te agotas; en ti palpitan las sublimes notas que arrancan de tu plectro la Armonía! Si de ti me aparté, si en triste día miré las cuerdas de mi lira rotas, hoy con fuerza mayor en mi alma brotas e invocarte de nuevo me extasía. Esta corona de perfume agreste, ¡Oh, Deidad!, que en tus aras deposito pueda tocar la fimbria de tu veste! Y al elevar a ti mi pensamiento, de la edad en el piélago infinito, ¡blanca estela de luz deje mi acento!
Los lagos
José Santos Chocano
19
Copia el lago en sus vidrios palpitantes cuanto se asoma en su contorno vago, como si fuera el voluptuoso halago de una coquetería de gigantes Llega un río cual sarta de diamantes; y, por virtud de milagroso mago, en el fondo del bosque, deja un lago como un collar de chispas relumbrantes. Al ver el lago, entonces, se dijera que la larga serpiente que antes era se ha ensortijado entre la selva hosca; porque así son, en la montaña andina, el río una serpiente que camina y el lago una serpiente que se enrosca
El paseo por el Tínima
Anacleto Bermúdez
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Atormentado por la pena impía a la orilla del Tínima vagaba, y sus corrientes puras aumentaba con el acerbo llanto que vertía. «¿Adónde está Mirtila?» le decía con débil voz que lenta resonaba, y el eco de lejos me escuchaba, «¿Adónde está Mirtila?» repetía. De las serenas ondas de repente dando al aire las bellas hebras de oro, una ninfa salió, que blandamente enjugar quiso mi angustiado lloro: La vi, no era Mirtila, odié su encanto, bajé los ojos y volví a mi llanto.
La última vez
José Santos Chocano
19
Se yergue la figura del Cid embalsamado, de espaldas contra el muro del templo silencioso; no hay nada en el silencio que turbe su reposo, no hay nada en tal reposo que mengüe al gran soldado. Dijérase que el tiempo se duerme fatigado Hasta el mandoble mismo parece ya mohoso; y sobre la armadura del ínclito coloso las fúnebres arañas sus telas han colgado Impávido judío, con planta retadora, entrando en aquel templo, profana aquella hora: llega hasta el héroe, y prueba tocar su faz sagrada. Y, cual si recobrase la vida de repente, fue entonces cuando el héroe definitivamente sacó por la vez última un palmo de su espada
El torrente
Fernando de Zayas
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No quema el sol: alumbra suavemente, el claro monte, el prado sin cultivo, y rumosoro, alborozado y vivo corre entre guijas el veloz torrente ¿Qué impulso lleva, en su caudal latente, que a las bellezas del paisaje esquivo, cruza, cual descubierto fugitivo al vago ruido que a su espalda siente? De pronto el lecho a su corriente falta, por el boquete de una roca hendida, como airoso bridón, se yergue y salta, ruge entre espumas, pero ruge en vano, y muere cual las ondas de la vida del infinito en el revuelto océano
Marina
Julián del Casal
19
Náufrago bergantín de quilla rota, mástil crujiente y velas desgarradas, írguese entre las olas encrespadas o se sumerge en su extensión ignota. Desnudo cuerpo de mujer que azota el viento con sus ráfagas heladas, en sudario de espumas argentadas sobre las aguas verdinegras flota Cuervo marino de azuladas plumas olfatea el cadáver nacarado y, revolando en caprichosos giros, alza su pico entre las frías brumas un brazalete de oro, constelado de diamantes, rubíes y zafiros
Vespertino
Julián del Casal
19
Pensativo, vagando entre las ruinas de las viejas moradas señoriales, que rodean espesos matorrales erizadas de múltiples espinas, veo las azuladas golondrinas llegar a las regiones tropicales, donde no braman vientos invernales ni oscurecen el cielo las neblinas Pasan después los rudos labradores, caído el hombro al peso de la azada en que dejó la tierra impuras huellas; y mostrando sombríos esplendores aparece la noche coronada con su diadema fúlgida de estrellas
Soneto
Fernando Maristany
19
¡Cuán bella sois, señora! Lo sois tanto, que yo no vi jamás cosa más bella; miro la frente y pienso que una estrella mi senda alumbra con un brillo santo Miro la boca, y quedo en el encanto de la dulce sonrisa que destella; miro el áureo cabello, y veo aquella rede de amor que tendió con tierno canto Y de terso alabastro el seno y cuello, los brazos y las manos, finalmente, cuanto de vos se mira o bien se cree, es admirable, ¡oh, sí! , y a pesar de ello, permitid que os lo diga osadamente: mucho más admirable es aun mi fe.
La frase de Cortés
José Santos Chocano
19
El Rey del Sol, el hombre que vio a sus pies la Esfera, enderezando al punto su testa coronada, preguntó: -¿Quién detiene mi carroza?- Una espada es menos penetrante que una pupila fiera Vergonzante que un día su harapos zurciera con un rayo de gloria, resistió la mirada; y arrojó a las alturas una frase vaciada en los épicos moldes de la clásica era Tal el Rey: -¿Quién detiene mi carroza? Aquel hombre se acercó respetuosos, y, en lugar de su nombre, -¡Quién te ha dado más tierras que tu padre!- le dijo Carlos V abrió entonces su carroza al instante; y rogándole luego que pasara adelante, lo sentó a su derecha, como Dios a su Hijo.
Evocación
Antonio José Olmedo
19
¿Te acuerdas? bajo el palio azul-turquí del cielo marchábamos unidos; y la dulce belleza del vesperal paisaje, nos trajo la tristeza de nuestras pobres vidas señeras, sin consuelo Un tapiz de esmeralda perfumado en el suelo; Filomena brindaba alegre su riqueza Nos miramos muy cerca Tu voz, toda terneza, tremaba ardiente, y suave como de terciopelo. -¡Quiéreme mucho, amor mío! ¡Quiéreme mucho! Exoraste en acento que todavía escucho Tembló de envidia y celos una encarnada flor. que al borde del camino lloraba sus agravios Yo te besé en la rosa sangrante de tus labios consagrando aquel beso nuestro divino amor.
Siempre
José Selgas y Carrasco
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Pasa feliz la juventud ufana, soñando dichas que el amor le envía, como risueña pasa cada día la hermosa luz de la gentil mañana El breve sueño de su pompa vana la sombra apaga de la tarde umbría, como paga en el alma la alegría la oscuridad de la tristeza humana Huyó mi juventud; todo el encanto que vi risueño en mi candor primero, fue a sepultarle en el tremendo abismo; pero dichoso yo vivo entre tanto, porque este dulce afán con que te quiero, aquí en mi corazón siempre es el mismo.
A los Santos Reyes
Felipe Pérez y González
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Bienvenidos seáis, ¡oh Reyes Santos! pronto la vuelta dais de ver al niño, que hallaríais más limpio que un armiño, entre pastores y sencillos cantos. De regocijo romperíais en llantos al mirar en Belén al pobre aliño; de María y José su gran cariño os tendría a los tres como en encantos Supuesto que sabéis lo que allí pasa, y que en la tierra y cielo está mandando Manolito Jesús , pedid sin tasa que por España siga procurando; pues que tenemos ya dentro de casa al mayoral virtuosos ¡el gran Fernando!
Desencanto
Antonio Plaza
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Nuestra senda regada está de llanto, el placer del placer es el suicidio, detrás de la ilusión está el fastidio y detrás del fastidio el desencanto. Lleno yo de fastidio y de quebranto, sin fuerza ya contra la suerte lidio, y muerto para el mundo, sólo envidio a los muertos que guarda el camposanto El infierno sus furias desenfrena, viento de maldición en torno zumba, que apenas el destino me condena, y he de pensar hasta que al fin sucumba; con el peso brutal de la cadena, que arrastra el hombre hasta la negra tumba.
Último amor
Enrique Rivas Casala
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Dame a beber enamorada loca el néctar que las penas desvanece aquel que la razón nos oscurece y la fiereza del valor provoca Dame con el perfume de tu boca, el veneno sutil que me enardece, y el dormido volcán que se estremece vuelva otra vez a conmover la roca De la edad juvenil y los engaños, haz que de nuevo se despierte el brío, renacerá también de aquellos años, la ardiente sangre que apagó el hastío, si me dejas; ¡con tantos desengaños entre la nieve moriré de frío!
Felicitación en el día del santo
José María Posada
19
Dichoso yo, que por favor del cielo, encontré lo que tanto deseaba, para apagar la sed que me abrasaba, andando por los yermos de este suelo. Sed de un amor de paz y de consuelo tras de otro amor que el alma me angustiaba, ostentando el placer de verla esclava, rendida siempre a su imperioso anhelo. Al verme en tan penosa desventura guiado por impulso misterioso, ofrecí al Eterno mi amargura; miróme compasivo, y, bondadoso, entregóme a un Arcángel de dulzura, celoso de mi bien y mi reposo.
III
Francisco Lles
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De este presente, que será pasado, análisis muy hondos lo más fútil y más mimo traerá, cuando ya inútil sea el afán de desandar lo andado Y cuando hubiere el corazón cansado otra noción entre lo bello y lo útil, besarás, sollozando, la inconsútil túnica virginal con que has amado Y lo trascendental será un martirio; y tú, paloma de candores, lirio de purezas y amor, desvanecida la fe, con el pasado en desacuerdo, ¡llorarás, bajo el ala del Recuerdo, las inutilidades de la vida !
A Scevola
Merced Valdés Mendoza
19
Tiende la mano Scévola, arrogante, sobre el carbón en ascuas convertido, y no exhala su boca ni un gemido, ni oscurece una sombra su semblante. Lleno de fuego el pecho palpitante, a un combate glorioso, decidido, es un volcán que brota enfurecido la hirviente lava de su amor triunfante Tiembla a su aspecto el mísero tirano, y su futura suerte comprendiendo cobarde rompe el cetro soberano; y allí entre tanto, Scévola, sonriendo, le muestra altivo su abrasada mano, al monarca, y al mundo confundiendo.
Gula
José Selgas y Carrasco
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¿Qué no te quiero? Pues mi amor confiesa que es jamón puro tu beldad jugosa, que tus mejillas son pomas de rosa, y son tus labios regalada fresa; que es tu regazo suculenta presa, y salsa tu mirar siempre sabrosa, trufas tus besos, tu blancura hermosa limpio mantel en abundante mesa Dices «comedme» y yo me desayuno, y un plato dejo y otro plato tomo, que así el banquete tu menú convida. Mayor que mi apetito no hay ninguno; sólo puedo olvidarte cuando como, y comiendo, mi bien, paso la vida.
Soneto
Gaspar Galcerán de Gurrea y Aragón
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Escríbeme voarcé que le haga coplas, metido entre gavetas y atambores; no se tiran muy bien Marte y amores, pues se espanta Cupido de manoplas. Ora va de soneto: «Los Ciclopas fueron de hierro grandes macheadores » No voy bien por aquí «Campo de flores » Tampoco por aquí, viento que soplas A pesar de poesía y del oficio, parece que la vena está opilada, pues salen estrujados los concetos. Déjeme hacer tres años exercicio; que yo le compondré una carretada de canciones, de liras y sonetos
A Dante
Vicente Colorado
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También a mí tu sufrimiento alcanza cuando recorro la ciudad doliente, en donde llora la extinguida gente el eterno dolor sin esperanza Entre el espanto y el dolor avanza mi espíritu angustiado, tristemente, temeroso de un Dios que eternamente hace sentir al hombre su venganza Mas cuando al fin, tras sufrimiento tanto, el Paraíso a vislumbrar empiezo, en esperanzas truécase el quebranto; deténgome a su umbral, de hinojos rezo, penetro luego en su recinto santo, y en cruz los brazos ante Dios bostezo.
Y muriendo por ti...
Alberto Valero Martín
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Voy a morir Mi espíritu me advierte que silenciosa, imperturbable y fiera con pisar cauteloso de pantera, me acosa persigiéndome la muerte ¡Y muriendo por ti, muero sin verte! ¡Qué triste llegará mi hora postrera! ¡No cerrarás mis ojos cuando muera ni llorarás sobre mi cuerpo inerte! Yo era dichoso cuando eras mía Hoy me traicionas, y mi amor gigante término pone a mi existencia fría ¡Y sabe Dios si acaso en el instante en que sufro mi bárbara agonía deliras en los brazos de otro amante!
Narváez
José Selgas y Carrasco
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Ni Cortés, ni Cisneros, ni Pelayo; pero dado este tiempo tan estrecho, si no fue grande hombre hecho y derecho, fue por lo menos memorable ensayo. De genio audaz y pronto como el rayo, de su propia arrogancia satisfecho, no cupo nunca en su ambicioso pecho cobarde envidia ni pueril desmayo Dio pasaporte a Bulwer; su osadía de Europa entera el ánimo levanta; su brazo anima y a luchar la impele Murió sin heredero, y todavía a la revolución su nombre espanta señal de que le dio donde le duele
Valencia a la Virgen
José Peris y Pascual
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Señora, cuando el sol de primavera borda mi manto de fragantes flores, a impulso de dulcísimos amores a ofrecértelas vengo placentera Y cuando luce blanca cabellera de escarcha y nieve, el tiempo en sus rigores, elevo a ti los férvidos clamores de un pueblo fiel que te ama y te venera Cuando la tierra en la nocturna calma, del sueño en brazos, plácida reposa, obsequios para ti medita mi alma. Y cuando dora el sol mi vega hermosa y el aura mece la flexible palma, de amor a ti mi corazón rebosa
En la historia
Jacinto Labaila
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De la historia del mundo en los anales con claridad comprende la experiencia que en ellos la Suprema Omnipotencia indelebles imprime sus señales Por un rasero mide a los mortales, su justicia no tuerce la clemencia; a su inmutable y eternal presencia el grande y el pequeño son iguales. Dios dirigió la honda del pigmeo que acusara la muerte del gigante, así abatiendo la soberbia loca Dios al César francés, cuyo deseo fue el mundo sostener, cual otro Atlante, como a un esclavo encadenó a una roca
Karma
Francisco Lles
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(Gentes que piden Cristos para crucificarlos, Bobadilla poniendo cadenas a Colón ) Pan en boca de hambriento sea tu corazón, que, por ser, bueno, puedes, por amor, perdonarlos. Nuestro Dios no es de ellos Tu Dios, que es de bondades, -porque cada uno lleva su Dios en uno mismo- dira: «Busca disculpa a su fariseísmo, y a sus piraterías abre tus heredades » Y lo harás, y, reptando, cubrirán tus montañas; alimento y abrigo le darán tus entrañas de árbol fuerte Es inútil tu protesta de hoy que has de sentir muy pronto nuevas ansias de darte, y, aunque cambies de rumbos, serás, en cualquier parte agua clara del mismo manantial de Tolstoy.
El turbador
Francisco Lazo Martí
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En silencio la selva se recrea: ya no turba su paz el rudo hachero a cuyo golpe aquel roble altanero vibraba con un ritmo de odisea Junto al árbol que un hálito menea, presa de oculto mal yace el bracero: y a través de la fronda un sol artero con lanza de cien puntas lo alancea Abrazado a su hacha de combate, contraída la faz, el ceño adusto, en garras de la fiebre se debate. Y bajo el roble -de su vida ignota- finge su cuerpo miserable arbusto que despiadado el vendaval azota
Soneto
Ángel de Estrada
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«No soy nota, soy alma; el instrumento me infunde normas de expresión soñada y en el refrán de mi impulso alada profundo suena un eternal lamento Mi voz convierte en alegría la viento, puebla la inmensa soledad callada de espectros, y la luna, conjurada, teje el sudario de mi antigua acento Si hoy la guitarra con mi numen suena, en arpas de Israel dice el quebranto de los desiertos, sollocé en la quena Sobre las tumbas de las razas canto, y me proclama con amor el llanto hija inmortal del cielo y de la pena
Siempre tú
Carolina Coronado
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La niebla del diciembre quebrantaba del sol los melancólicos fulgores cuando en mi corazón de tus amores el acento primero resonaba El segundo diciembre se acercaba trayendo para mí nieblas mayores, que a merced de los vientos bramadores tu nave en el Atlántico bogaba Y el tercero diciembre aparecía templado, alegre como el mayo hermoso y eras tú mi suspiro todavía El cuarto arrebatado, tempestuoso, vino a robarme la ventura mía, ¡ay!, mas no a dar a mi pasión reposo.
San Ignacio Mártir
Ignacio Montes de Oca y Obregón
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A padecer en Roma, como reo de alta traición, me llevan diez sayones de índole más feroz que los leones que me reserva el rojo Coliseo ¡Romanos! Acceded a mi deseo: no ablanden vuestras tiernas oraciones ni bestias, ni imperiales corazones, ni me arranquéis de mártir el trofeo. Yo estaba entre los niños inocentes que de Jesús acarició la mano, a despecho de apóstoles renuentes De Cristo ahora soy maduro grano que de las fieras molerán los dientes y cocerán los hornos de Trajano
Al soneto
Miguel Antonio Caro
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¡Honor de los alados instrumentos! ¡Tú, lo más bello que de oriente a ocaso vio el peregrino, suspendiendo el paso, nadar suave en los delgados vientos! ¡Flor y luz de gallardos pensamientos! ¡Cifra de la esbeltez! ¡Mágico vaso labrado por las diosas del Parnaso, y el más breve y feliz de los portentos! ¡Tú, en edad de heroísmo y bizarría, gloria de los errantes trovadores, delicia a la beldad que te acogía! ¡Copa gentil, permite que de flores te corone también la diestra mía, y en ti el labio encendido libe amores!