title
stringlengths 1
210
| author
stringlengths 4
41
| century
stringclasses 4
values | text
stringlengths 292
3.56k
|
---|---|---|---|
En la arcada | Carlos Póo Urbach | 19 | Bajo el dosal de la esculpida arcada
eres visión de blanca vestidura,
que de una estrofa esquiva la clausura
por suplicantes ritos evocada
Por locas inquietudes agitada,
tus ojos, que abrillantan la ternura,
fíjanse, escrutadores, en la oscura
sombra de la avenida enarenada
En la tiniebla nocturnal imitas,
inmóvil en el rico barandaje,
virgen enferma o moribundo nardo.
Viendo en el horizonte de tus cuitas
cruzar con resplandores de celaje
la última rima del ausente bardo!
|
HORA CÁLIDA | Fernando María Guerrero | 19 | ¡Oh calor de la siesta filipina,
calor de corazón, calor de fragua,
en que hierve en la copa cristalina,
con temblores estuosos, hasta el agua!
Una suave molicie que alucina
irrumpe en nuestra carne, y la cabeza,
como agobiada de sopor, se inclina
florecida de rosas de pereza.
Hay como una decadencia en las pupilas
húmedas de pasión, y mientras fiera
la luz solar sobre las cosas arde,
beben las almas graves y tranquilas
el vino del Ensueño y la Quimera
en el cálido vaso de la tarde.... |
En la brecha | Francisco Javier Ugarte y Pages | 19 | No es feliz quien sus cabras apacienta
del monte en la escabrosa lejanía,
condenado al rigor de cada día
en lucha con el sol y la tormenta
No es feliz el que plácido se asienta
del magnate en la fértil compañía,
sometido al enojo o la falsía
del mismo que sus medros acrecienta
No es el sabio feliz, ni el poderoso,
esclavos de lo ignoto y lo imprevisto
-Sólo yo, santo Dios, seré dichoso,
si en tus huestes intrépido me alisto
y ante el fuego enemigo salgo al coso
a dar la cara y defender a Cristo
|
A Bretón de los Herreros | Manuel del Palacio | 19 | No por ti, por la patria vierto llanto,
que apurando miserias y dolores,
ve caer uno a uno, los mejores
hijos que fueron su placer y encanto
Roto en jirones el purpúreo manto,
la sien orlada de marchitas flores,
del genio ante los últimos fulgores
muda se inclina con terror y espanto
¡Ay, los dioses se van! dijo un poeta,
y gracias si en la noche del olvido
se agita alguna vez su sombra inquieta.
Si en mi tiempo, Bretón, hubiera sido,
dijera el vate la verdad completa:
«¡Los dioses no se van, no! ¡Ya se han ido!
|
LO QUE NO LLEGA | Fernando María Guerrero | 19 | ¡Pascua! Tu tienes para mi pueblo repercusiones
de un son alegre de villancicos y fiestas locas;
tú tienes hora en que se animan las ilusiones,
en que sonríen, besan y cantan almas y bocas.
Pero tu nombre también nos dice cosas amargas,
cosas que evocan, bajo el auspicio de un sol incierto,
do antigua espera las horas lentas, las horas largas,
y el paso triste de nuestra Raza por el desierto.
Ya las campanas dan a los aires su algarabía;
ya agrestes flautas tañan endechas y pastorales;
ya están los templos y los belenes, hechos un ascua...
Llegan perfumes de amores nuevos con la alegría,
llegan ternuras que borran odios y curan males...
¡Sólo no llega de nuestro pueblo la Libre Pascua!.... |
En el segundo centenario de D. Pedro Calderón de la Barca – VI | Numa Pompilio Llona | 19 | ¡Del universo alado peregrino
águila audaz, tu portentoso vuelo
abraza la extensión de tierra y cielo,
y salva los linderos del destino:
como la mente angélica de Aquino,
arrebatada de infinito anhelo,
más allá te hundes, del azul del cielo,
en la esencia del Ser Único y Trino.
Mas, bajando, después, del firmamento,
con sosegados giros circulares
en tu vuelo recorres, vagabundo,
los dilatados ámbitos del viento,
la ancha faz de la tierra y de los mares,
los tenebrosos senes del profundo!
|
Aunque yo, mi Roselia... | Manuel Justo de Rubalcava | 19 | Aunque yo, mi Roselia, considero
que tu infiel corazón me das partido,
con mucha más lealtad lo he recibido
devolviéndote el mío por entero
Tus finezas no igualan a mi esmero
dando el corto pedazo que has tenido
pues yo sin vil reparo te he ofrecido
todo el bien que a ninguno dar espero
Solo soy en mi amor, jamás te iguales
a quien sabe finísimo ofrecerte
su corazón, sin partes desiguales
Todo favor que espero merecerte
es, Roselia, la causa de mis males,
¿e intentas a mi ingenio parecerte?
|
A la memoria de mi hermano | Mercedes de Velilla Rodríguez | 19 | Como la amante yedra al muro asida,
como dos aves juntas en su vuelo,
como lago tranquilo copia el cielo,
mi vida fue reflejo de tu vida.
¿Y has podido partir, alma querida,
dejando sola, en infecundo suelo,
la pobre yedra, que en su amargo duelo,
no será por tus brazos sostenida?
¡Ya el muro de mi hogar se ha derrumbado;
ya consiguió la muerte su victoria;
pero es más grande la que tú has logrado:
Que de la muerte triunfe tu memoria,
y es algo de tu ser, que me has dejado,
el destello bendito de tu gloria!
|
Sonetos – III | Melchor Palau y Català | 19 | ¡Pobre Pallas! la ignara muchedumbre
que vio en ti descompuesta levadura,
testigo de tu muerte ser procura,
yo no sé si por vicio o por costumbre
Que pisabas del Gólgota la cumbre,
has crecido en tu orgullo sin mesura,
quizá que temblaría la natura
y apagaría el sol su viva lumbre
¡Pobre Pallas! cuando la justa mano
te infligió duro y ejemplar castigo,
sólo mostraste con delirio insano
que no pudo en tu pecho hallar abrigo
ni el amor del hermano hacia el hermano,
ni el hermoso perdón al enemigo.
|
Soneto | Mercedes de Velilla Rodríguez | 19 | Sueño: ¿por qué si ahuyentas mis dolores
hora no acudes al acento mío?
Ven, que tú calmas mi dolor impío;
ven, no te muestres sordo a mis clamores
Ven, que escucho fatídicos rumores
entre el silencio aterrador, sombrío;
ven, que en tus brazos contemplar ansío
el ángel celestial de mis amores
¡Cuánto le adora el alma dolorida!
Mas su fiero desdén me da la muerte;
que yo no quiero sin amor la vida
¡Ay! si consigo la dichosa suerte
de contemplarlo cuando esté dormida,
¡déjame, sueño, que jamás despierte!
|
Confidencia | Francisco Javier Ugarte y Pages | 19 | Jamás ambicioné la investidura
que un azar de la suerte me ofrecía
y me niega otro azar, -locuaz decía
un viejo, que bajaba de una altura
-Ave que gira errante en noche oscura
esperando la luz del nuevo día,
mi espíritu cristiano sólo ansía,
tras vida honrada, salvación segura
No apetezco riquezas ni oropeles,
ni aspiro a coronar mi frente helada
con guirnaldas de mirtos y laureles.
Pero anhelo que, al fin de mi jornada,
pedestales, brocados y doseles
¡no basten a premiar mi vida honrada!
|
Búscate a ti mismo... | Luis Rodríguez Embil | 19 | Búscate a ti mismo, si quieres hallarte,
mas no en tus palabras, ni en tus obras, ni en
tus actos, ni en nada que pueda enturbiarte
la visión, y te haga pensar que eres quien
habla, actúa, crea; tan sólo al negarte
podrás poseerte; si ciñen tu sien
coronas, de todas has de despojarte
antes de ser libre y alcanzar el Bien
Por que tus coronas te son tan extrañas
como los torrentes, como las montañas
-que, al igual que todo, son sueño y no más-.
En la oración tácita que pronuncia el hombre,
él es el sujeto, sin forma y sin nombre,
y es el predicado todo lo demás.
|
A una señorita con motivo de haber entrado en religión | Rafael María Baralt | 19 | En la cándida frente el sacro velo
muestras como señal de la victoria
que sobre el mundo y su falaz memoria
consiguió tu virtud, hija del cielo
Así burlaste mi amoroso anhelo
palma inmortal labrándote de gloria;
cuando, ausente de ti, será mi historia
llamarte en vano y sin cesar con duelo
¡Espíritu feliz! de la clausura
del cuerpo desatado, alegre, altivo,
libre de tu prisión miras la altura;
Mientras con mi pasión el alma enclavo
en este oscuro suelo, donde vivo
del ya imposible amor mísero esclavo
|
Las diosas | Manuel María Flores | 19 | Cuando en un día de proscripción y duelo
en busca ya de playas extranjeras,
de Cuba abandonasteis las praderas,
el sol de fuego y el brillante cielo;
Sin duda que en amargo desconsuelo
viéndoos partir lloraron sus riberas,
y al deciros adiós en sus palmeras
gimió la brisa del nativo suelo.
Porque si Cuba es concha de los mares,
vosotras sois sus perlas más hermosas;
si Cuba es un jardín entre palmares,
vosotras sois sus flores más preciosas;
y si Amor levantare sus altares,
de esos altares os hiciera diosas.
|
Idilio salvaje – VII | Manuel José Othón | 19 | ¡Es mi adiós! Allá vas, bruna y austera,
por las planicies que el bochorno escalda,
al verberar tu ardiente cabellera
como una maldición, sobre tu espalda.
En mis desolaciones, ¿qué me espera?
-ya apenas veo tu arrastrante falda-
una deshojazón de primavera
y una eterna nostalgia de esmeralda.
El terremoto humano ha destruido
mi corazón y todo en él expira
¡Mal hayan el recuerdo y el olvido!
Aun te columbro, y ya olvidé tu frente;
sólo ¡ay! tu espalda miro, cual se mira
lo que se huye y se aleja eternamente
|
A Enrique Tamberlick, al ver su «Otelo» | Manuel del Palacio | 19 | ¡No muere el arte, no! ¡Mientras potente
vibre tu voz que los espacios llena;
mientras pintado el júbilo y la pena,
la noble inspiración arda en tu frente;
mientras te aclame la asombrada gente
monarca soberano de la escena,
y el alto aplauso que do quier resuena
vaya hacia ti como hacia el mar la fuente
¡El arte vivirá! ¡Numen del alma!
tiene siempre un atleta que en sus hombros
le lleve cual las vírgenes su palma;
y cuando el mismo Dios causando asombros,
vuelva la tierra a su primera calma,
¡aún flotará del mundo en los escombros!
|
Martí | Jorge Casals y Llorente | 19 | Gigante paladín de un Continente,
divino ruiseñor de la mañana;
¡en la fértil llanura americana
tus trinos fueron luz en el ambiente!
Con tu genialidad de omnividente
fuiste el asombro de la hueste hispana;
dictó el destino su sentencia arcana
¡y la inmortalidad besó tu frente!
¡Qué sueño tan hermoso fue tu sueño!
¡Qué realidad tan magna la «utopía»
que alimentaste con tenaz empeño!
Rugió la tempestad de la metralla
¡y el machete rimó su epifanía
en el revuelto campo de batalla!
|
En el muladar | Pedro Antonio de Alarcón | 19 | Mendigo: tu blasfemia me estremece
Deja que olvide a Dios el venturoso;
pero tu labio hambriento y asqueroso
con renovada fe bendiga y rece:
Todo, menos su Dios, le pertenece
al opulento, sano y poderoso,
y el pobre, enfermo, triste y haraposo,
de todo, excepto de su Dios, carece
Dios es al cabo el único enemigo
del vano, del audaz, del sibarita,
y la sola esperanza, el solo amigo
del que llora, padece y necesita
¡Sin Dios, el universo se anonada!
¡Sin Dios, el rico es Dios, y el pobre nada!
|
A Belisa | Indalecio San Román | 19 | La primera de amor dulce metralla
que a tu orgullo lance, Belisa bella,
consideré cayera cual centella
en ese corazón cota de malla
Perdido al verme en la primer batalla
creíste que mi amor se ahorcara en ella,
mas no ha nacido con tan mala estrella
ni tú has de ser inexpugnable valla
Una traílla tengo de bambolla
con que armar zipizape que haga bulla
y darte con mi amor pan y cebolla.
Busca para guardarte una patrulla
si ha de morir mi amor tú eres la argolla
y yo, Belisa hermosa, la cabulla.
|
Al Rey Nuestro Señor | Felipe Pardo y Aliaga | 19 | Invención de estrambótico artificio,
existe un rey que por las calles vaga,
rey de aguardiente, de tabaco y daga,
a la licencia y al motín propicio.
Voluntarioso autócrata, que oficio
hace en la tierra de ominosa plaga:
príncipe de memoria tan aciaga
que a nuestro Redentor llevó al suplicio
Sultán que el freno de la ley no sufre,
y de cuya justicia no hay reintegro:
rey por Luzbel ungido con azufre;
zar de tres tintas, indio, blanco y negro,
que rige el continente americano,
y que se llama Pueblo Soberano.
|
A S. M. la reina doña Isabel II | Rafael María Baralt | 19 | Vierte tu sangre con furor insano
horrendo crimen, y al trocar la tierra
fecundiza tu sangre cuanto encierra
de sublime y heroico el pueblo hispano
Te protege el Señor; por él, en vano
tu cuna de oro contrastó la guerra;
y del puñal, que a tu valor no aterra,
más grande y bella te guardó tu mano.
Así tras noche tenebrosa y fría
al sol más puro que el rosado Oriente
con acrecido amor saluda el hombre;
Y la belleza al contemplar del día,
del sumo Dios con pasmo reverente
saluda humilde el infernal renombre
|
A una flor | Nicolás Arnao | 19 | Nítida flor que por la noche helada
tenue te besa del rocío la gota
y el pajarillo de candente nota
vuela a libar tu miel en la alborada
Ya abierto el cáliz, en botón, cerrada,
grato el perfume de tus hojas brota,
triste el galán te halaga en su derrota
o en su ilusión la dama enamorada
Desde la humilde choza hasta el palacio
recorre tu inocencia las escalas;
ciñes la frente de mentida Fama,
o de la Gloria en el empíreo espacio;
hechizo de los prados que regalas
al seno femenil tu tierna trama
|
Amor oculto | Manuel del Palacio | 19 | Ya de mi amor la confesión sincera
oyeron tus calladas celosías,
y fue testigo de las ansias mías
la luna, de los tristes compañera
Tu nombre dice el ave placentera
a quien visito yo todos los días,
y alegran mis soñadas alegrías
el valle, el monte, la comarca entera.
Sólo tú mi secreto no conoces,
Por más que el alma con latido ardiente,
sin yo quererlo, te lo diga voces;
Y acaso has de ignorarlo eternamente,
como las ondas de la mar veloces
la ofrendan ignoran que les da la fuente
|
Besos del pensamiento | Nicolás Arnao | 19 | Valiente lira, dulce compañera,
no me abandones, no, mi cara amiga,
ni dejes si la crítica me hostiga,
estregarte en su garra carnicera.
Acompáñame siempre prisionera
del amor que mi alma te prodiga;
y fecunda y festiva te bendiga
mi inspiración en la hora postrimera
Riega flores de amor, disipa el llanto,
devuelve al pecho triste la alegría,
y sonora y feliz, renueva el canto,
como las aves saludando al día
Mientras tiernas las notas de tu acento
posen sus besos en mi pensamiento.
|
Crepúsculo | José J. Villa | 19 | El horizonte, con cambiantes grises,
de grana y oro, y perlas se colora,
y ya luce jirones de la aurora,
ya del iris espléndidos matices.
Del esmaltado suelo los tapices
el sol a trechos con sus rayos dora,
y cual negro crespón que descolora,
baja la sombra en mágicos deslices.
Como un ángel que expira delirante
abrazado a una diosa, en ese instante
muere la tarde en brazos de la noche.
Y yo al mirarla, entristecido, siento
que en el jardín del alma abre su broche
la delicada flor del pensamiento
|
Madrugada en el campo | Federico Escobar | 19 | En la vasta llanura, que es serrallo,
muge, Sultán con astas, viejo toro;
las vacas, odaliscas, le hacen coro
y cada buey eunuco es un vasallo.
Relincha en el potrero el Rey Caballo
tal vez celoso de un potranco moro;
y al lado trovador, de plumas de oro,
alegre en el cortijo canta el gallo.
Y en el corral está con la totuma
sacando a chorros leche que da espuma,
la campesina que una vaca ordeña,
mientras su esposo, rústico montuno,
en el bohío espera el desayuno
para ir en busca de mazorca y leña
|
Mis pestañas | Nicolás Arnao | 19 | Después de andar de burro en la espesura
despeñado en deslindes, cual de antojos,
vengo a caer que me han faltado ojos
con que pasearme en la literatura
De letras descargado, a la ventura,
salgo al campo a batirme con despojos,
sin haber puesto sesos en remojo
de grande erudición o de cultura
Y al ser un letricida, no es extraño
que alguna vez o todas de un tropiezo;
pues me he pasado de la vida el año,
si aquí no caigo, allí no me enderezo,
pero he salvado tras las musarañas
quemar como los sabios mis pestañas
|
Musa mía | María Alicia Domínguez | 19 | Musa mía, unas veces tocada de Misterio;
Pálida como un lienzo funeral Silenciosa,
fragante a flores secas de viejo cementerio
lívido el canto traes en la boca tediosa
Y a la herida que sangra le aplicas el cauterio
de la verdad que es trágica y me das toda rosa
con tristes amarillos Salmodia tu salterio
una nota que tiene sinceridad de losa
Y entonces todo el verso se ahueca mientras flota
en torno a mis estrofas la blanca veste rota
de mi juventud bella que huele a Primavera
En vano es que pretenda que te alegres, en vano,
porque todo el esfuerzo de mi deseo humano
logra sólo tu risa de fugaz calavera
|
El chambergo | Juan González Olmedilla | 19 | Extraña adarga en la panoplia vieja,
yace olvidado el fanfarrón sombrero
junto a una espada de bruñido acero
que el clamor de unas lámparas refleja
Batió sus plumas junto a alguna reja,
la brisa helada del nevado Enero,
y ante un áureo chapín, un caballero
alfombró con su airón, cierta calleja
¡Quién diría al verle en la tranquila estancia,
bajo el prestigio de fulgentes luces
que fue cimera de la intemperancia,
y pendón de victoria en tantas brechas,
entre el estruendo de los arcabuces
y el agudo silbido de las flechas!
|
Ipandro Acaico | Ignacio Montes de Oca y Obregón | 19 | Triste, mendigo, ciego cual Homero,
Ipandro a su montaña se retira,
sin más tesoro que su vieja lira,
ni báculo mejor que el de romero.
Los altos juicios del Señor venero,
y al que me despojó vuelvo sin ira
de mi mantel pidiéndole una tira,
y un grano del que ha sido mi granero
¿A qué mirar con fútiles enojos
a quién no puede hacer ni bien ni daño,
sentado entre sus áridos rastrojos,
y sólo quiere en su octogésimo año,
antes que acaben de cegar sus ojos
morir apacentando su rebaño?
|
Flores y almas | Luz Gay | 19 | Del perfumado edén do florecieron
heterogéneas plantas primorosas,
osé arrancar unas gallardas rosas
cuyas espinas, pérfidas, me hirieron
Mártires de mis ansias también fueron
los lirios de hojas tersas y sedosas,
y al troncharlos fragancias olorosas
derramando su savia me ofrecieron
Almas hay, que vulgares y mezquinas
hieren, como las rosas con espinas,
al que inconscientemente los agravia;
almas hay, superiores, que prefieren
cual los sensibles lirios, si les hieren
sufrir la herida y derramar la savia
|
Autorretrato | Félix Etchegoyen | 19 | Soy un hombre feliz: la vida mía
sin blasonar de griega ni romana,
esfuerza y es salud cada mañana,
es lucha, y es amor, y es alegría.
Tengo de Don Quijote la manía,
y por Dama, una bella americana
que, mejor que la dama tobosana,
robusto infante de mi sangre cría.
Es mi amigo sin par un libro abierto,
y es la memoria de mi padre muerto
mi religión sagrada y mi consuelo.
Vivo conforme con mi propio sino,
y llamando al pan, pan, y al vino, vino,
nunca he doblado mi cerviz al suelo.
|
Patria | Miguel Antonio Caro | 19 | ¡Patria! Te adoro en mi silencio mudo,
y temo profanar tu nombre santo
Por ti he gozado y padecido tanto
cuanto lengua mortal decir no pudo
No te pido el amparo de tu escudo,
sino la dulce sombra de tu manto:
quiero en tu seno derramar mi llanto,
vivir, morir en ti pobre y desnudo.
Ni poder, ni esplendor, ni lozanía,
son razones de amar Otro es el lazo
que nadie, nunca, desatar podría
Amo yo por instinto tu regazo,
madre eres tú de la familia mía:
¡Patria! de tus entrañas soy pedazo.
|
Soneto | Ángel de Estrada | 19 | Así le ve la mente lisonjera
magnificado en su destino incierto,
pues en la pampa para siempre ha muerto
el gaucho, con su poncho y su quimera
Pero aún en ranchos el trovar venera
su tradición, al cultivarle un huerto,
cree que cruz de su tumba en desierto
la Cruz del Sur de la nocturna esfera
Evoca en la guitarra, conmovido,
al payador que el entregó su palma
al diablo audaz y que la morir vencido
tardes y auroras se llevó en el alma;
y si indagáis lo que la nota esconde
en la cadencia del vaivén responde:
|
Bion de Smirna | Ignacio Montes de Oca y Obregón | 19 | No temen las Piérides hermosas
las áureas flechas del traidor Cupido;
antes adoran al rapaz de Gnido,
y sus pisadas siguen obsequiosas
Del poeta se alejan desdeñosas
en cuyo seno Amor no encuentra nido;
mas si alguien canta, de su arpón herido,
al vate todas cercan presurosas.
Víctima yo de su venganza ruda,
si a dioses canto o ínclitos varones,
se pega al paladar mi lengua muda.
Mas si a Lícida infiel, o al niño ciego
emprendo celebrar, en mis canciones,
¡cuánta dulzura entonces! ¡Cuánto fuego!
|
Soy | Francisco Lles | 19 | Soy Ahäsverus, llevo el fardo de mis años
repleto de amarguras y torvos desengaños
por el dorso de un mundo de imperturbable calma,
mientras que en el desierto líbico de mi alma,
bajo la ardiente arena de fúnebre tristeza,
sepulto mis ensueños de amor y de grandeza
Y soy lo Inconocido En la metempsicosis
brusca de mis ideales, germinó la apoteosis
del desencantamiento que dio a mi mal protervo,
toda la sanguinaria ferocidad de un cuervo
cuyas alas innobles en mis entrañas tiende;
y el cadáver sin forma de mi espíritu, hiende
con el negro dolabro de su pico lardoso,
eternamente impío y eternamente odioso.
|
En la conciencia | Jacinto Labaila | 19 | Si con justicia obramos, si vivimos
una vida moral irreprochable,
dulce satisfacción inexplicable
del corazón en lo interior sentimos
Si obrando torpemente, no seguimos
de la virtud la senda favorable,
punzador malestar e indominable
del alma en lo más íntimo sufrimos
Ese regulador del fuero interno,
que viviendo en nosotros, ríe o gime,
de nuestra alma en el pliegue más profundo,
ese regulador perenne, eterno,
es la noción que en la conciencia imprime
del Bien y el Mal el Hacedor del mundo
|
A Santa Teresa de Jesús | José Peris y Pascual | 19 | Fue de ciencia y virtud alto portento,
preciosa flor del suelo castellano,
decoro del vergel Carmelitano,
de la Iglesia bellísimo ornamento.
Siempre en su Esposo fijo el pensamiento,
tiende hacia El el vuelo soberano,
y por lograr favores de su mano,
llega hasta el pie de su divino asiento.
Traspasado con flecha abrasadora,
no es ya su corazón quien le da vida,
sino el de Cristo que en su pecho mora.
Vive de amor, aunque de muerte herida,
y sublima y excelsa y triunfadora,
la inmensidad del cielo es su medida.
|
Ayala | José Selgas y Carrasco | 19 | Hoy es aniversario de tu muerte;
enlutado recuerdo de la vida,
anuncio de la eterna despedida
que fin igual a todos nos advierte
Dichoso tú si, valeroso y fuerte,
cambiar pudiste en la final partida
la ruin miseria que la tierra anida
por la alta fama que te cupo en suerte.
Hoy, al cumplirse el término del año,
mientras goza del alma la victoria,
del triste mundo a la flaqueza extraño.
En alta vos me dice tu memoria:
«La loca vanidad ¡qué desengaño!
El genio y la virtud ¡qué hermosa gloria!»
|
La primera cana | Fernando Mayoral Oliver | 19 | Derramando perfumes y armonía
tendió sus alas sonrosada aurora,
y un rayo de su luz encantadora
al verter claridad me anunció el día
Dejé el mullido lecho en que dormía,
y en tan risueña y matutina hora
comencé mi «toilette» restauradora,
ante un espejo que en mi cuarto había.
Mas pronto al descubrir con la mirada
un cabello cual hebra plateada,
por el dolor y por el llanto ciego
dije: ¡Señor! ¡es mi vejez que empieza!
¿O es que al cubrir la nieve mi cabeza
quiere apagar del corazón el fuego?
|
La envidia | José Selgas y Carrasco | 19 | Helado el corazón y el alma loca,
implacable en el odio que la inspira,
ennegrecen sus ojos cuando mira,
y mancha con sus manos cuanto toca.
El bien ajeno su furor provoca,
y en las sordas tristezas de su ira
envenena el ambiente que respira,
y es su legua un puñal y es hiel su boca.
Así nace, así vive, así perece;
el tormento que más la desespera
está en el menosprecio que merece;
y si alguna virtud tener pudiera,
con el rencor que todo lo aborrece
a sí misma también se aborreciera
|
Tú y mis versos | Merced Valdés Mendoza | 19 | Celos te dan los plácidos cantares
con que en noches hermosas y serenas,
engaño los rigores de mis penas
y adormezco la voz de mis pesares.
Celos tienes de Cuba y sus palmares
y también de las blancas azucenas
que de inocencia y de hermosura llenas
se levanta al pie del Almendares
Quieres al fin, que de la lira mía
arrojando las cuerdas en el suelo
enmudezca la triste melodía;
mas deja tanto afán y desconsuelo,
pues son mis versos luz de noche umbría
y tu mi sol y nacarado cielo.
|
II | Francisco Lles | 19 | Toma el último fruto, el más querido
por el último ser, que todo rueda;
y es muy hondo el rescoldo que nos queda
del bien que pudo ser y nunca ha sido
Se va el tren y nos deja Algo perdido
para siempre va en él, y lo que hoy veda
sin prejuicio, mañana tal vez pueda
rencores dar hasta el ayer vivido
Toma el último tren, que ya está en marcha,
porque tiene el vivir fríos y escarcha
que tornan el espíritu cobarde;
y porque si la carne se resiste,
llegan al alma, intensamente triste,
más ansias de volver, cuando ya es tarde.
|
A Madrid en la entrada victoriosa de Su Majestad A | Mariano Zacarías Cazurro | 19 | Ya del bronce triunfal el ronco trueno
te anuncia a ti, la villa coronada,
que su hijo augusto, con la sien orlada
de lauros, torna de su madre al seno
El, que fue a tus desdichas nunca ajeno;
él, que es de tu esperanza la alborada
de paz, por la victoria hoy alcanzada,
palmas viene a pedirte como bueno
Eco de la de Dios llena el ambiente
de tu pueblo la voz, y ejecutoria
presta nueva a su trono, que es su cuna;
ciñendo tres coronas a su frente,
de oro, el Derecho; de laurel la Gloria;
de pacífica oliva, la Fortuna.
|
Nunca mi labio... | Alberto Valero Martín | 19 | Nunca mi labio romperá el secreto,
que por mí será siempre indescifrable,
del dolor me traspasa, inexorable,
toda mi entraña, todo mi esqueleto.
Mas si rompiendo esta cruel cadena
mi fin abrevio con mi propia mano,
y queréis penetrar en el arcano
del íntimo por qué de tanta pena,
preguntadle a la hembra olvidadiza
que mi vida amustió con los dos trazos
de una cruz de traición y de ceniza
A la mala mujer que hizo pedazos
mi juventud, que es sólo ya una triza,
y el corazón también, entre tus brazos
|
Anima stultorum | Vicente Colorado | 19 | ¡El alma es inmortal!, me repetía
un necio que conmigo disputaba;
y mi razón ante él se sublevaba
con frases de amarguísima ironía
¡Qué el alma es inmortal!, yo me decía;
esa sola desdicha nos faltaba,
que el necio (y de hito en hito le miraba)
llegase a eternizar su tontería.
Después me habló de Dios (¡era preciso
oírle) y de las penas del Infierno,
y dijo lo que quiso y como quiso;
mientras que yo, para mi fuero interno,
como Dante, leí en el Paraíso
estas palabras: Tonticomio eterno
|
Cristianos al uso | Felipe Pérez y González | 19 | -Yo soy cristiano -Y ¿ama la pobreza?
-Tonto es quien la riqueza no prefiere
Yo soy cristiano -¿A su enemigo quiere?
-Dar, como prueba, un palo en la cabeza.
Yo soy cristiano -¿Y por las calles reza?
-El que lo ve mi santidad infiere
Yo soy cristiano -Y ¿odia, injuria, hiere?
-Si es por mi bien, no hacerlo es gran simpleza.
Yo soy cristiano -Entiendo; es caso llano
Tal nombre es para muchos, por lo visto,
muestra de mercader o apodo vano.
-Yo soy cristiano En preguntar no insisto
Es la moda del día: ser cristiano,
despreciando las máximas de Cristo.
|
Dios en el alma | Belisario Peña | 19 | Dios, que con gloria propia resplandeces;
que tienes por poder la omnipotencia,
por tesoro de luces la omnisciencia,
e imperas sobre todo y no obedeces,
tú, que no menguas, ni recibes creces;
que, actual la eternidad en tu presencia,
miras en ti con ser lo que es potencia,
y, mudándolo todo, permaneces;
y tú, que eres el dueño en tal manera
de todo cuanto existe, que de hecho
lo que no fuera tuyo no existiera,
aquí eres mío, y sin estar estrecho,
cabes, cual si el amor te redujera,
en el mísero barro de mi pecho.
|
Al poeta José Benito Amado | José María Posada | 19 | Nota de ingratitud yo mereciera,
por falta de respeto y simpatía,
si al cantor de la cándida María
frases de admiración no dirigiera
Reproduce lo bello de manera
que el alma s embelesa y extasía
ante cuadros que sólo pintaría
quién tal misión del cielo recibiera
Campiña, santuario, amor sublime,
piadosa devoción, sentida historia
A todo, de verdad el sello imprime.
Y, guiado del arte, por más gloria,
cuanto del Genio por primor se estime,
da, cual rico manjar, a mi memoria.
|
El amor y el olvido | José Selgas y Carrasco | 19 | Hija querida de la dulce aurora,
pura como sus tímidos fulgores,
entre infinitas y galanes flores
una más bella acariciaba Flora.
Alzábase la flor encantadora,
y creciendo en bellísimos colores,
mostraba su ternura a los favores
del solícito afán de su señora
Flora halló una mañana carcomido
el hermoso botón, y en él escrita
la huella de un gusano maldecido
«Tú eres la rosa del amor bendita,
y ese gusano ruin es el olvido »
Dijo, y lloró sobre la flor marchita.
|
El borracho | Antonio Plaza | 19 | Generoso en la copa, ruin en todo;
ronca la voz, inyecta la mirada,
párpados gruesos, faz abotargada
y siempre crudo cuando no beodo.
Perdida la razón, goza a su modo,
y nunca estar en su razón le agrada;
que el vino es todo, la razón es nada,
y sólo vive al empinar el codo.
Cuando a inflamarle empieza el aguardiente,
lenguaraz, atrevido y vivaracho,
es intrépido, franco y excelente
amigo; pero juzgo sin empacho
que no es franco, ni amigo, ni valiente;
porque el borracho en fin, sólo es borracho
|
Poema didáctico: definición del soneto | Felipe Pérez y González | 19 | El soneto es poema bien sucinto,
de leyes rigidísimas, severas,
que en ficciones y cosas verdaderas
nunca debe salir de su recinto:
Terrible complicado laberinto,
nivel de burlas y compás de veras,
que suele remontarse a las esferas
mejorado de Apolo en tercio y quinto.
Sus parte han de ser todas perfectas,
derivadas de un solo pensamiento,
sin estribos, tacones, ni muletas;
en los fines está su encantamiento,
y es la piedra de toque de poetas
o el Caribdis y potro de tormento.
|
Soneto | Fernando Maristany | 19 | Alabe otro la faz o los cabellos
de su amada, o alabe el marfil blanco
con que formó Natura el pecho y flanco;
cante otro de sus ojos los destellos
Yo a una belleza incorruptible tal
que aun ingenio divino no ha trazado;
un espíritu franco y elevado
que no sienta su peso corporal
Lleno de esta elocuencia, que deriva
del saber, de esa amable honestidad
de actos bellos y gracia nada esquiva
Si mi arte se pudiera a la bondad
de la materia igual, si estatua viva
tendría que durar más de una edad
|
A los estudiantes | Julián del Casal | 19 | Víctimas de la cruenta alevosía
doblásteis en la tierra vuestras frentes,
como en los campos llenos de simientes
palmas que troncha tempestad bravía
Aun vagan en la atmósfera sombría
vuestros últimos gritos inocentes,
mezclados a los golpes estridentes
del látigo que suena todavía
¡Dormid en paz los sueños postrimeros
en el seno profundo de la nada,
que nadie ha de venir a perturbaros;
los que ayer no supieron defenderos
solo pueden con alma resignada,
soportar la vergüenza de lloraros!
|
Incertidumbre | Antonio José Olmedo | 19 | Un látigo de fuego ha cruzado el Abismo
y la Tierra ha temblado al estallar el trueno;
el Hombre ha desatado todo su ancestralismo,
y la blanca Paloma se ha enterrado en el cieno.
Vanos han sido veinte siglos de cristianismo
para dulcificarle y para hacerle bueno,
y sigue siendo esclavo de su bajo egoísmo,
de sus torpes pasiones y de su desenfreno.
Aun grazna el negro Cuervo de la desolación
por sobre las doctrinas del que murió en la Cruz
¿Adónde marcha el Hombre sin fe ni orientación?
¿Quién dirá la palabra que del mal le desvíe
y en lugar de tinieblas su alma llene de luz?
La caravana pasa mientras la Esfinge ríe.
|
La quena | José Santos Chocano | 19 | No la flauta del dios, alegre avena
del bosque griego, en que trinar solía;
es flauta cual paloma en agonía
la que en las noches de los Andes suena
¡Cuán profundo lamento el de la quena!
La quena en medio de la puna fría
desenvuelve su larga melodía
más penetrante cuanto más serena
Desgranando las perlas de su lloro,
a veces hunde el musical lamento
en el hueco de un cántaro sonoro;
y entonces finge, en la nocturna calma,
soplo del alma convertido en viento,
soplo del viento convertido en alma.
|
En pleno sol | Fernando de Zayas | 19 | Como un chorro de fuego, de la altura,
diamantina cascada al mundo arroja
del sol la esfera coruscante y roja
y, al beso ardiente de su lumbre pura,
canta su amor el ave en la espesura,
se abre la nueva flor, tiembla la hoja,
y del henchido grano se despoja
la seca espiga de la mies madura
En busca de la sombra va el ganado;
al aprisco sus pasos acelera
mordiscando al pasar la yerba erguida
Y el rudo labrador deja el arado
y va al rústico hogar donde le espera
la amante esposa y la frugal comida
|
Soneto gráfico | José Santos Chocano | 19 | Dime, si has visitado la Real Armería,
¿qué sentiste ante aquellas antiguas armaduras?
Mi verso evocativo perfila las figuras
heroicas que se pierden en esa lejanía
Poeta que a ti llego desde un remoto día,
¿cómo podré halagarte con mis palabras duras,
si estoy enamorado de aquellas aventuras
y sólo siento aquella vetusta poesía?
¿Quieres oír mi canto? Visita el gran museo
de las armas; y, entonces, colmarás tu deseo,
posando en esas viejas panoplias tus miradas
Tal, ya que a tu capricho mi inspiración someto,
como una de esas viejas panoplias, mi soneto
desdobla el abanico de sus catorce espadas.
|
Obstinación | Julián del Casal | 19 | Pisotear el laurel que se fecunda
con las gotas de sangre de tus venas;
deshojar, como ramo se azucenas,
tus sueños de oro entre la plebe inmunda;
doblar el cuello a la servil coyunda
y, encorvado por ásperas cadenas,
dejar que en el abismo de tus penas
el sol de tu ambición sus rayos hunda;
tal es ¡oh soñador! la ley tirana
que te impone la vida en su carrera;
pero, sordo a esa ley que tu alma asombra,
pasas altivo entre la turba humana,
mostrando inmaculada tu quimera,
como pasa una estrella por la sombra.
|
Las mujeres del porvenir | Carlos Gagini | 19 | Cuando a serios estudios, consagradas
penetren de la ciencia en los arcanos
y rompan esos lazos inhumanos
con que el hombre las tiene esclavizadas.
Cuando en otros principios educadas
conquisten sus derechos soberanos
y el porvenir se labren con sus manos,
con sus manos callosas pero honradas.
Cuando dejen de ser las voluptuosas
bestias de amor, para el placer vendidas
Cuando más ilustradas y afanosas
no puedan en la lucha ser vencidas,
¡para los ricos faltarán queridas,
para los pobres sobrarán esposas!
|
Soneto | Marcelino Menéndez Pelayo | 19 | Nunca manché con vil lisonja el plectro,
nunca encomios tejí de la privanza,
ni hice puñal la lira, que a venganza
consagran vates con punzante metro
Consagré sumisión, respeto al cetro,
cuando humana pasión hizo mudanza;
nada a mis ojos vale lo que alcanza
quien sin virtudes opulencia impetra.
Despojada de todo vine al mundo,
prestome bienes mil naturaleza,
que me robó mi hado furibundo;
mi alma ansía la suprema alteza,
en deleznables glorias no me fundo,
vuelvo a la tierra pobre y sin tristeza.
|
Rosas | Esther Lucila Vázquez | 19 | Rosa de fuego era al nacer el día
el áureo sol de vivos resplandores,
y la luna, a la tarde, en los alcores,
«como rosa de nieve se entreabría»
¡Oh, fresca Rosa de la patria mía,
que estando de la vida en los albores,
a las pintadas y fragantes flores
tu arrogante colora desafía!
Radia en tus ojos negros el vislumbre
de la rosa de fuego de la aurora
con eternal y poderosa lumbre,
y en tus mejillas delicadas arde
la nacarada luz deslumbradora
de la rosa de nieve de la tarde
|
Al pie de la cubana | Francisco Javier Blanchie | 19 | Alto el empeine, contorneado y breve,
ya lánguida se mueva, o ya de prisa,
el pie de la cubana apenas pisa
bien luzca en rica alfombra o grama leve
Desnudo, al alma de placer conmueve,
ya lo bese el arroyo, ya la brisa,
y si calza de blanco o seda lisa,
dudo si es de ámbar, si de espuma o nieve
¡Hermoso pie! El alma al contemplarlo
cien encantos y cien trémula advierte
¡Siente una agitación tan dulce y sana!
Yo diera mi existencia por besarlo,
porque es muy dulce recibir la muerte,
ebrio de amor, al pie de la cubana.
|
El Estrecho de Magallanes | José Santos Chocano | 19 | El capitán osado navega en la insegura
noche del mar Su barco, de crujidora quilla,
que ve, de pronto, abierta la trágica cuchilla
de un monte en dos partido, por ella se aventura
Las velas se desgarran y hay vientos de locura;
allá, hacia un lado, a veces, una fogata brilla;
y enronquecidos lobos, desde una y otra orilla,
hacen sonar sus gritos sobre la noche oscura.
Las olas ladran , ladran en los abruptos flancos;
y envueltas en espumas, parecen perros blancos
contra los lobos negros en las riberas solas
Y el barco sigue , sigue y al proseguir de frente,
como iban separándose ante Moisés las olas,
se van también abriendo las tierras, lentamente.
|
Dedicatoria | Marcelino Menéndez Pelayo | 19 | Recibe de mis versos el presente
debido a tu belleza soberana,
en tus aras tal vez ofrenda vana,
tal vez recuerdo de mi amor ardiente
Yo vi, señora, tu beldad riente
en la sonante playa layetana,
donde eleva Favencia la romana
hacia las nubes su murada frente
Te vi, te amé, mi corazón fue preso
entre los rayos de tus claros ojos,
entre las nubes de tu crencha hermosa
¡Feliz quien pueda, de tus labios rojos,
ebrio de amor, arrebatar un beso,
y venga sobre mí la muerte odiosa!
|
Vespertino | Juana Borrero | 19 | hacia el ocaso fúlgido titila
el temblador lucero vespertino,
y a lo lejos, se escucha del camino
el eco vago de lejana esquila
Como escuadrón de caprichosa fila
nubecillas de tono purpurino
se desvellonan en celaje fino,
etérea gasa, que disuelta oscila
El rayo débil que las nubes dora,
lentamente se extingue, agonizante,
sus fulgores lanzando postrimeros;
y la noche se presta vencedora
a desceñir sobre el cenit triunfante
su soberbia diadema de luceros
|
Funesta dualidad | Jorge Pombo | 19 | Siento otro Yo que contra mí se empeña,
que en todo influye y todo me acibara,
un Yo que si de mí se retirara,
me hiciera ver la vida hasta risueña.
Sólo una gracia, al parecer pequeña,
humilde, al Yo fatal le demandara:
que alguna vez, siquiera, me dejara
salir del diario afán sin contraseña
Concedida tal gracia, el Yo visible
mostrárase cual es, no cual ha sido
por causa superior e irresistible
Mas como existe siempre el Yo oprimido,
y existe el Yo opresor, no me es factible
la auto-semblanza que se me ha pedido
|
A Murillo | Mario Méndez | 19 | ¡Siglo el tuyo cruel! Rayo del cielo,
ahogado por jirón de niebla oscura,
tu espíritu cruzó la tierra impura
en un signo de barbaries bajo el duelo;
del humo de las piras tras el velo
cubrió Dios por no verle, su faz pura,
y en su infinito amor a la criatura
otra vez en tus cuadros bajó al suelo.
Tu Siglo mata, mientras mueres triste,
el alma en Dios, el corazón en calma,
bendiciendo el calvario que subiste.
Y amando el Arte sin ansiar la palma,
del dolor en las aras ofreciste
la purísima hostia de tu alma
|
Soneto | Jorge Pombo | 19 | Catorce versos forman los sonetos;
catorce bardos con primor los hacen;
catorce estrellas en la «Gruta» nacen
que iluminan a incrédulos sujetos
Veintiocho veces escuché cuartetos
que en verdad, plenamente satisfacen
a todos los poetas que aquí yacen
esperando principie los tercetos
¡Estoy con ellos! El temor me invade
de improvisarlos ante Rivas Frade,
Valencia y Gómez ¡Me metí en la gorda!
Mas llegué al último ¿Podré sacarlo?
¡Si no puedo, que vengan a acabarlo
Julio Flórez, Restrepo y Soto Borda!
|
Soneto | Marcelino Menéndez Pelayo | 19 | No sé por donde lleva mi fortuna
el curso vago de mi incierta vida,
por recios huracanes combatida,
desde el primer sollozo de la cuna
Ora esplendor de gloria me importuna
de la ciencia en las lides adquirida;
ora es mi alma del amor herida,
y me lamento al rayo de la luna
Paso la vida entre memorias tristes,
recordando la faz de mi Belisa;
y como cera me deshace el llanto
¡Oh los que alguna vez su rostro vistes,
su dulce boca, su gentil sonrisa,
decidme si hay olvido a tal encanto!
|
A la poesía | Esther Lucila Vázquez | 19 | ¡Oh, celeste raudal de melodía
que jamás enmudeces ni te agotas;
en ti palpitan las sublimes notas
que arrancan de tu plectro la Armonía!
Si de ti me aparté, si en triste día
miré las cuerdas de mi lira rotas,
hoy con fuerza mayor en mi alma brotas
e invocarte de nuevo me extasía.
Esta corona de perfume agreste,
¡Oh, Deidad!, que en tus aras deposito
pueda tocar la fimbria de tu veste!
Y al elevar a ti mi pensamiento,
de la edad en el piélago infinito,
¡blanca estela de luz deje mi acento!
|
Los lagos | José Santos Chocano | 19 | Copia el lago en sus vidrios palpitantes
cuanto se asoma en su contorno vago,
como si fuera el voluptuoso halago
de una coquetería de gigantes
Llega un río cual sarta de diamantes;
y, por virtud de milagroso mago,
en el fondo del bosque, deja un lago
como un collar de chispas relumbrantes.
Al ver el lago, entonces, se dijera
que la larga serpiente que antes era
se ha ensortijado entre la selva hosca;
porque así son, en la montaña andina,
el río una serpiente que camina
y el lago una serpiente que se enrosca
|
El paseo por el Tínima | Anacleto Bermúdez | 19 | Atormentado por la pena impía
a la orilla del Tínima vagaba,
y sus corrientes puras aumentaba
con el acerbo llanto que vertía.
«¿Adónde está Mirtila?» le decía
con débil voz que lenta resonaba,
y el eco de lejos me escuchaba,
«¿Adónde está Mirtila?» repetía.
De las serenas ondas de repente
dando al aire las bellas hebras de oro,
una ninfa salió, que blandamente
enjugar quiso mi angustiado lloro:
La vi, no era Mirtila, odié su encanto,
bajé los ojos y volví a mi llanto.
|
La última vez | José Santos Chocano | 19 | Se yergue la figura del Cid embalsamado,
de espaldas contra el muro del templo silencioso;
no hay nada en el silencio que turbe su reposo,
no hay nada en tal reposo que mengüe al gran soldado.
Dijérase que el tiempo se duerme fatigado
Hasta el mandoble mismo parece ya mohoso;
y sobre la armadura del ínclito coloso
las fúnebres arañas sus telas han colgado
Impávido judío, con planta retadora,
entrando en aquel templo, profana aquella hora:
llega hasta el héroe, y prueba tocar su faz sagrada.
Y, cual si recobrase la vida de repente,
fue entonces cuando el héroe definitivamente
sacó por la vez última un palmo de su espada
|
El torrente | Fernando de Zayas | 19 | No quema el sol: alumbra suavemente,
el claro monte, el prado sin cultivo,
y rumosoro, alborozado y vivo
corre entre guijas el veloz torrente
¿Qué impulso lleva, en su caudal latente,
que a las bellezas del paisaje esquivo,
cruza, cual descubierto fugitivo
al vago ruido que a su espalda siente?
De pronto el lecho a su corriente falta,
por el boquete de una roca hendida,
como airoso bridón, se yergue y salta,
ruge entre espumas, pero ruge en vano,
y muere cual las ondas de la vida
del infinito en el revuelto océano
|
Marina | Julián del Casal | 19 | Náufrago bergantín de quilla rota,
mástil crujiente y velas desgarradas,
írguese entre las olas encrespadas
o se sumerge en su extensión ignota.
Desnudo cuerpo de mujer que azota
el viento con sus ráfagas heladas,
en sudario de espumas argentadas
sobre las aguas verdinegras flota
Cuervo marino de azuladas plumas
olfatea el cadáver nacarado
y, revolando en caprichosos giros,
alza su pico entre las frías brumas
un brazalete de oro, constelado
de diamantes, rubíes y zafiros
|
Vespertino | Julián del Casal | 19 | Pensativo, vagando entre las ruinas
de las viejas moradas señoriales,
que rodean espesos matorrales
erizadas de múltiples espinas,
veo las azuladas golondrinas
llegar a las regiones tropicales,
donde no braman vientos invernales
ni oscurecen el cielo las neblinas
Pasan después los rudos labradores,
caído el hombro al peso de la azada
en que dejó la tierra impuras huellas;
y mostrando sombríos esplendores
aparece la noche coronada
con su diadema fúlgida de estrellas
|
Soneto | Fernando Maristany | 19 | ¡Cuán bella sois, señora! Lo sois tanto,
que yo no vi jamás cosa más bella;
miro la frente y pienso que una estrella
mi senda alumbra con un brillo santo
Miro la boca, y quedo en el encanto
de la dulce sonrisa que destella;
miro el áureo cabello, y veo aquella
rede de amor que tendió con tierno canto
Y de terso alabastro el seno y cuello,
los brazos y las manos, finalmente,
cuanto de vos se mira o bien se cree,
es admirable, ¡oh, sí! , y a pesar de ello,
permitid que os lo diga osadamente:
mucho más admirable es aun mi fe.
|
La frase de Cortés | José Santos Chocano | 19 | El Rey del Sol, el hombre que vio a sus pies la Esfera,
enderezando al punto su testa coronada,
preguntó: -¿Quién detiene mi carroza?- Una espada
es menos penetrante que una pupila fiera
Vergonzante que un día su harapos zurciera
con un rayo de gloria, resistió la mirada;
y arrojó a las alturas una frase vaciada
en los épicos moldes de la clásica era
Tal el Rey: -¿Quién detiene mi carroza? Aquel hombre
se acercó respetuosos, y, en lugar de su nombre,
-¡Quién te ha dado más tierras que tu padre!- le dijo
Carlos V abrió entonces su carroza al instante;
y rogándole luego que pasara adelante,
lo sentó a su derecha, como Dios a su Hijo.
|
Evocación | Antonio José Olmedo | 19 | ¿Te acuerdas? bajo el palio azul-turquí del cielo
marchábamos unidos; y la dulce belleza
del vesperal paisaje, nos trajo la tristeza
de nuestras pobres vidas señeras, sin consuelo
Un tapiz de esmeralda perfumado en el suelo;
Filomena brindaba alegre su riqueza
Nos miramos muy cerca Tu voz, toda terneza,
tremaba ardiente, y suave como de terciopelo.
-¡Quiéreme mucho, amor mío! ¡Quiéreme mucho!
Exoraste en acento que todavía escucho
Tembló de envidia y celos una encarnada flor.
que al borde del camino lloraba sus agravios
Yo te besé en la rosa sangrante de tus labios
consagrando aquel beso nuestro divino amor.
|
Siempre | José Selgas y Carrasco | 19 | Pasa feliz la juventud ufana,
soñando dichas que el amor le envía,
como risueña pasa cada día
la hermosa luz de la gentil mañana
El breve sueño de su pompa vana
la sombra apaga de la tarde umbría,
como paga en el alma la alegría
la oscuridad de la tristeza humana
Huyó mi juventud; todo el encanto
que vi risueño en mi candor primero,
fue a sepultarle en el tremendo abismo;
pero dichoso yo vivo entre tanto,
porque este dulce afán con que te quiero,
aquí en mi corazón siempre es el mismo.
|
A los Santos Reyes | Felipe Pérez y González | 19 | Bienvenidos seáis, ¡oh Reyes Santos!
pronto la vuelta dais de ver al niño,
que hallaríais más limpio que un armiño,
entre pastores y sencillos cantos.
De regocijo romperíais en llantos
al mirar en Belén al pobre aliño;
de María y José su gran cariño
os tendría a los tres como en encantos
Supuesto que sabéis lo que allí pasa,
y que en la tierra y cielo está mandando
Manolito Jesús , pedid sin tasa
que por España siga procurando;
pues que tenemos ya dentro de casa
al mayoral virtuosos ¡el gran Fernando!
|
Desencanto | Antonio Plaza | 19 | Nuestra senda regada está de llanto,
el placer del placer es el suicidio,
detrás de la ilusión está el fastidio
y detrás del fastidio el desencanto.
Lleno yo de fastidio y de quebranto,
sin fuerza ya contra la suerte lidio,
y muerto para el mundo, sólo envidio
a los muertos que guarda el camposanto
El infierno sus furias desenfrena,
viento de maldición en torno zumba,
que apenas el destino me condena,
y he de pensar hasta que al fin sucumba;
con el peso brutal de la cadena,
que arrastra el hombre hasta la negra tumba.
|
Último amor | Enrique Rivas Casala | 19 | Dame a beber enamorada loca
el néctar que las penas desvanece
aquel que la razón nos oscurece
y la fiereza del valor provoca
Dame con el perfume de tu boca,
el veneno sutil que me enardece,
y el dormido volcán que se estremece
vuelva otra vez a conmover la roca
De la edad juvenil y los engaños,
haz que de nuevo se despierte el brío,
renacerá también de aquellos años,
la ardiente sangre que apagó el hastío,
si me dejas; ¡con tantos desengaños
entre la nieve moriré de frío!
|
Felicitación en el día del santo | José María Posada | 19 | Dichoso yo, que por favor del cielo,
encontré lo que tanto deseaba,
para apagar la sed que me abrasaba,
andando por los yermos de este suelo.
Sed de un amor de paz y de consuelo
tras de otro amor que el alma me angustiaba,
ostentando el placer de verla esclava,
rendida siempre a su imperioso anhelo.
Al verme en tan penosa desventura
guiado por impulso misterioso,
ofrecí al Eterno mi amargura;
miróme compasivo, y, bondadoso,
entregóme a un Arcángel de dulzura,
celoso de mi bien y mi reposo.
|
III | Francisco Lles | 19 | De este presente, que será pasado,
análisis muy hondos lo más fútil
y más mimo traerá, cuando ya inútil
sea el afán de desandar lo andado
Y cuando hubiere el corazón cansado
otra noción entre lo bello y lo útil,
besarás, sollozando, la inconsútil
túnica virginal con que has amado
Y lo trascendental será un martirio;
y tú, paloma de candores, lirio
de purezas y amor, desvanecida
la fe, con el pasado en desacuerdo,
¡llorarás, bajo el ala del Recuerdo,
las inutilidades de la vida !
|
A Scevola | Merced Valdés Mendoza | 19 | Tiende la mano Scévola, arrogante,
sobre el carbón en ascuas convertido,
y no exhala su boca ni un gemido,
ni oscurece una sombra su semblante.
Lleno de fuego el pecho palpitante,
a un combate glorioso, decidido,
es un volcán que brota enfurecido
la hirviente lava de su amor triunfante
Tiembla a su aspecto el mísero tirano,
y su futura suerte comprendiendo
cobarde rompe el cetro soberano;
y allí entre tanto, Scévola, sonriendo,
le muestra altivo su abrasada mano,
al monarca, y al mundo confundiendo.
|
Gula | José Selgas y Carrasco | 19 | ¿Qué no te quiero? Pues mi amor confiesa
que es jamón puro tu beldad jugosa,
que tus mejillas son pomas de rosa,
y son tus labios regalada fresa;
que es tu regazo suculenta presa,
y salsa tu mirar siempre sabrosa,
trufas tus besos, tu blancura hermosa
limpio mantel en abundante mesa
Dices «comedme» y yo me desayuno,
y un plato dejo y otro plato tomo,
que así el banquete tu menú convida.
Mayor que mi apetito no hay ninguno;
sólo puedo olvidarte cuando como,
y comiendo, mi bien, paso la vida.
|
Soneto | Gaspar Galcerán de Gurrea y Aragón | 19 | Escríbeme voarcé que le haga coplas,
metido entre gavetas y atambores;
no se tiran muy bien Marte y amores,
pues se espanta Cupido de manoplas.
Ora va de soneto: «Los Ciclopas
fueron de hierro grandes macheadores »
No voy bien por aquí «Campo de flores »
Tampoco por aquí, viento que soplas
A pesar de poesía y del oficio,
parece que la vena está opilada,
pues salen estrujados los concetos.
Déjeme hacer tres años exercicio;
que yo le compondré una carretada
de canciones, de liras y sonetos
|
A Dante | Vicente Colorado | 19 | También a mí tu sufrimiento alcanza
cuando recorro la ciudad doliente,
en donde llora la extinguida gente
el eterno dolor sin esperanza
Entre el espanto y el dolor avanza
mi espíritu angustiado, tristemente,
temeroso de un Dios que eternamente
hace sentir al hombre su venganza
Mas cuando al fin, tras sufrimiento tanto,
el Paraíso a vislumbrar empiezo,
en esperanzas truécase el quebranto;
deténgome a su umbral, de hinojos rezo,
penetro luego en su recinto santo,
y en cruz los brazos ante Dios bostezo.
|
Y muriendo por ti... | Alberto Valero Martín | 19 | Voy a morir Mi espíritu me advierte
que silenciosa, imperturbable y fiera
con pisar cauteloso de pantera,
me acosa persigiéndome la muerte
¡Y muriendo por ti, muero sin verte!
¡Qué triste llegará mi hora postrera!
¡No cerrarás mis ojos cuando muera
ni llorarás sobre mi cuerpo inerte!
Yo era dichoso cuando eras mía
Hoy me traicionas, y mi amor gigante
término pone a mi existencia fría
¡Y sabe Dios si acaso en el instante
en que sufro mi bárbara agonía
deliras en los brazos de otro amante!
|
Narváez | José Selgas y Carrasco | 19 | Ni Cortés, ni Cisneros, ni Pelayo;
pero dado este tiempo tan estrecho,
si no fue grande hombre hecho y derecho,
fue por lo menos memorable ensayo.
De genio audaz y pronto como el rayo,
de su propia arrogancia satisfecho,
no cupo nunca en su ambicioso pecho
cobarde envidia ni pueril desmayo
Dio pasaporte a Bulwer; su osadía
de Europa entera el ánimo levanta;
su brazo anima y a luchar la impele
Murió sin heredero, y todavía
a la revolución su nombre espanta
señal de que le dio donde le duele
|
Valencia a la Virgen | José Peris y Pascual | 19 | Señora, cuando el sol de primavera
borda mi manto de fragantes flores,
a impulso de dulcísimos amores
a ofrecértelas vengo placentera
Y cuando luce blanca cabellera
de escarcha y nieve, el tiempo en sus rigores,
elevo a ti los férvidos clamores
de un pueblo fiel que te ama y te venera
Cuando la tierra en la nocturna calma,
del sueño en brazos, plácida reposa,
obsequios para ti medita mi alma.
Y cuando dora el sol mi vega hermosa
y el aura mece la flexible palma,
de amor a ti mi corazón rebosa
|
En la historia | Jacinto Labaila | 19 | De la historia del mundo en los anales
con claridad comprende la experiencia
que en ellos la Suprema Omnipotencia
indelebles imprime sus señales
Por un rasero mide a los mortales,
su justicia no tuerce la clemencia;
a su inmutable y eternal presencia
el grande y el pequeño son iguales.
Dios dirigió la honda del pigmeo
que acusara la muerte del gigante,
así abatiendo la soberbia loca
Dios al César francés, cuyo deseo
fue el mundo sostener, cual otro Atlante,
como a un esclavo encadenó a una roca
|
Karma | Francisco Lles | 19 | (Gentes que piden Cristos para crucificarlos,
Bobadilla poniendo cadenas a Colón )
Pan en boca de hambriento sea tu corazón,
que, por ser, bueno, puedes, por amor, perdonarlos.
Nuestro Dios no es de ellos Tu Dios, que es de bondades,
-porque cada uno lleva su Dios en uno mismo-
dira: «Busca disculpa a su fariseísmo,
y a sus piraterías abre tus heredades »
Y lo harás, y, reptando, cubrirán tus montañas;
alimento y abrigo le darán tus entrañas
de árbol fuerte Es inútil tu protesta de hoy
que has de sentir muy pronto nuevas ansias de darte,
y, aunque cambies de rumbos, serás, en cualquier parte
agua clara del mismo manantial de Tolstoy.
|
El turbador | Francisco Lazo Martí | 19 | En silencio la selva se recrea:
ya no turba su paz el rudo hachero
a cuyo golpe aquel roble altanero
vibraba con un ritmo de odisea
Junto al árbol que un hálito menea,
presa de oculto mal yace el bracero:
y a través de la fronda un sol artero
con lanza de cien puntas lo alancea
Abrazado a su hacha de combate,
contraída la faz, el ceño adusto,
en garras de la fiebre se debate.
Y bajo el roble -de su vida ignota-
finge su cuerpo miserable arbusto
que despiadado el vendaval azota
|
Soneto | Ángel de Estrada | 19 | «No soy nota, soy alma; el instrumento
me infunde normas de expresión soñada
y en el refrán de mi impulso alada
profundo suena un eternal lamento
Mi voz convierte en alegría la viento,
puebla la inmensa soledad callada
de espectros, y la luna, conjurada,
teje el sudario de mi antigua acento
Si hoy la guitarra con mi numen suena,
en arpas de Israel dice el quebranto
de los desiertos, sollocé en la quena
Sobre las tumbas de las razas canto,
y me proclama con amor el llanto
hija inmortal del cielo y de la pena
|
Siempre tú | Carolina Coronado | 19 | La niebla del diciembre quebrantaba
del sol los melancólicos fulgores
cuando en mi corazón de tus amores
el acento primero resonaba
El segundo diciembre se acercaba
trayendo para mí nieblas mayores,
que a merced de los vientos bramadores
tu nave en el Atlántico bogaba
Y el tercero diciembre aparecía
templado, alegre como el mayo hermoso
y eras tú mi suspiro todavía
El cuarto arrebatado, tempestuoso,
vino a robarme la ventura mía,
¡ay!, mas no a dar a mi pasión reposo.
|
San Ignacio Mártir | Ignacio Montes de Oca y Obregón | 19 | A padecer en Roma, como reo
de alta traición, me llevan diez sayones
de índole más feroz que los leones
que me reserva el rojo Coliseo
¡Romanos! Acceded a mi deseo:
no ablanden vuestras tiernas oraciones
ni bestias, ni imperiales corazones,
ni me arranquéis de mártir el trofeo.
Yo estaba entre los niños inocentes
que de Jesús acarició la mano,
a despecho de apóstoles renuentes
De Cristo ahora soy maduro grano
que de las fieras molerán los dientes
y cocerán los hornos de Trajano
|
Al soneto | Miguel Antonio Caro | 19 | ¡Honor de los alados instrumentos!
¡Tú, lo más bello que de oriente a ocaso
vio el peregrino, suspendiendo el paso,
nadar suave en los delgados vientos!
¡Flor y luz de gallardos pensamientos!
¡Cifra de la esbeltez! ¡Mágico vaso
labrado por las diosas del Parnaso,
y el más breve y feliz de los portentos!
¡Tú, en edad de heroísmo y bizarría,
gloria de los errantes trovadores,
delicia a la beldad que te acogía!
¡Copa gentil, permite que de flores
te corone también la diestra mía,
y en ti el labio encendido libe amores!
|
Subsets and Splits