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1947-10-23
En un acto en Tartagal en el que el general Perón, que impuso al presidente de Bolivia Enrique Hertzog la Orden del Libertador
Mi patria, en recuerdo y en honor del Gran Capitán de los Andes ha creado la Orden del Libertador, con la cual distingue a los que sirven al sentido y al sentimiento sanmartiniano, haciendo por ella un señalado servicio. Por decisión del gobierno argentino e interpretando el sentimiento profundo del pueblo argentino, os quiero colocar personalmente esta insignia que ha de unirnos con los lazos más puros que nuestros criollos proclaman, que son los de la amistad. Hemos hecho, a lo largo de nuestra vida, un culto de esa amistad, entregamos con ella el corazón de los argentinos. Ese corazón os dirá, excelentísimo señor, de todo nuestro respeto, nuestro afecto y nuestra consideración. He querido hacerlo en un cuadro de Granaderos a Caballo, que son los que conservan las glorias y las tradiciones del Gran Capitán, manteniendo en sus informaciones el lustre jamás mancillado en la historia entera de nuestra Nación. Este marco os recordará, querido amigo y presidente, que en la Argentina tenéis también un amigo que os sabrá tender la mano u os pedirá ayuda cuando la necesite. Con la misma sencillez, con el mismo sentido del honor y con el mismo culto de la amistad, con que ha de jugarse la vida cuando la necesitéis, os pedirá la vuestra, si es menester para salvarnos. ................
1947-10-25
En una concentración obrera en la ciudad de Resistencia :
Compañeros: Desde lejos he venido pensando en la suerte de poder compartir con ustedes el júbilo y la alegría que deben sentir al realizar ésta fiesta del trabajo, porque el trabajo representa en sí la única y verdadera fiesta de los que quieren hacer de su patria una nación grande, justa y libre. Llego aquí, señores, convencido de que Resistencia, al festejar en la Fiesta del Algodón los frutos del trabajo honrado y del sacrificio creador, está poniendo los jalones de una nueva nacionalidad apegada a las virtudes de la raza, olvidando lo que han hecho durante tanto tiempo hombres sin conciencia para matar los valores de nuestro espíritu. Quiera Dios que los mandatarios de ésta hora sepan cumplir mejor con su deber. Y el deber de la hora es uno sólo: proceder con honradez, trabajar para beneficiar al pueblo, y dar a cada uno de los ciudadanos lo que cada uno de ellos merece y se gana con el sudor de su frente, con su trabajo y con su sacrificio. No necesitamos mandatarios extraordinarios sino, repito, hombres que sepan cumplir con su deber. En último análisis, es el pueblo quien elige a los hombres que han de dirigirlo, y ese pueblo no ha de equivocarse, no debe equivocarse en la elección de sus hombres. Por mi parte, desde que estoy en el gobierno he tratado de ir paulatinamente contemplando las necesidades del pueblo y, hasta tanto los territorios nacionales puedan elegir por sí mismo los hombres y los funcionarios que han de administrar sus gobiernos, yo los he ido designando. Con el tiempo, los territorios nacionales elegirán sus gobernantes, pero es preciso que tengan presente que, al elegirles, no debe volver a producirse el terrible fenómeno de designar hombres que, en lugar de propender al progreso del territorio que les corresponda gobernar, hagan toda suerte de combinaciones para estancarlo en beneficio personal. Señores: tendrán los territorios los derechos políticos que injustamente no poseen: pero mediten ustedes profundamente que, al ejercer esos derechos, han de tener muy en cuenta que un error en la elección de los hombres será fatal para ustedes, porque los derechos mal ejercidos implican un peligro aún mayor que cuando no se ejercen esos mismos derechos. Compañeros: este entusiasmo desbordante que estamos presenciando y que constituye la verdadera fuerza del espíritu porque pone de manifiesto los más nobles sentimientos de los hombres, ha de convertirse en la fuerza motriz que impulsará a la nueva Argentina. Sé bien que en estos territorios es donde el patriotismo es más puro y más consciente; sé bien que ése patriotismo que ustedes sienten por la Patria Grande y por la Patria Chica y que representa el reflejo del sincero patriotismo que sentimos todos los argentinos, ha de constituir la nueva antorcha que ilumina el camino de una nueva Patria, grande, poderosa y justa, donde la soberanía de la Nación sea lo más preciado, donde su independencia política sea conservada férreamente y donde cada uno de ustedes piense que, en esta patriada que realizamos para conquistar nuestra independencia económica, su deber es el de morir en su puesto antes que ceder un sólo paso. Compañeros: conozco muy bien las fatigas que cada uno de ustedes soporta todos los días; sé bien el esfuerzo que representa el poder abastecer al país en una de sus más importantes industrias: sé bien como se está trabajando en esta tierra; sé bien que los problemas sociales no han sido todavía resueltos en su conjunto. Pero ustedes, en su mayoría hombres de trabajo, deben pensar que lo que no se ha hecho en cincuenta años no se puede hacer en uno solo. La justicia social, señores, ha de cumplirse integralmente. Pueden ustedes estar absolutamente seguros de que ha de llegar aquí en todas sus formas, para que en ésta tierra cada hombre que trabaja pueda vivir con la dignidad con que debe hacerlo todo ser humano. He cruzado todo el Chaco, y como argentino me avergüenzo de que todavía en ésta tierra no haya agua ni viviendas y de que la gente viva poco menos que como animales. Lástima que lo que me pasa a mí, no les haya ocurrido a otros hombres desde hace cincuenta años, porque si ellos se hubieran avergonzado como me avergüenzo yo, no contemplaríamos el panorama inaudito de esta tierra que nunca fue defendida por sus gobernantes, ni por los pobladores mismos. Porque, tengan ustedes la firme convicción, no habrá gobierno que solucione esos problemas si cada uno de ustedes no arrima el hombro a fin de mejorar y dignificar esta desastrosa vida del Chaco. Es necesario que reflexionemos sobre estas necesidades y sobre la forma de ponerles remedio. El Chaco debe extender los beneficios del adelanto y de la civilización hasta el interior de su territorio. Hemos de hacer el esfuerzo que sea preciso para dotarlo de agua, de comunicaciones y de viviendas en el más corto plazo posible. Yo espero, señores, de las autoridades del territorio una preocupación constante por esos problemas; y espero también que cada uno de los pobladores ha de poner de su parte todo el empeño que sea menester para llevar adelante ese plan de gobierno, del que tantos hablan pero el que tan pocos apoyan decididamente. Todos esos problemas han de solucionarse y espero que los sean en el menor tiempo posible. Sin embargo, no han de ser la inquietud ni el apresuramiento lo que contribuya a resolverlos, sino el trabajo permanente, constante, de todos los días y de todas las horas, que será confiado a cada uno de los hombres. Volviendo, señores, a esta fiesta del algodón, a la que el gobierno de la Nación se asocia por mi intermedio y con mi propia presencia, quiero repetirles que constituye una satisfacción para nosotros el compartir con ustedes estos alegres momentos en que se festejan los frutos del trabajo y del sacrificio. Hemos querido traerles con nuestra presencia el estímulo que merecen los pueblos laboriosos y justos; hemos querido con nuestra presencia traer al Chaco la comprensión y la simpatía con que el gobierno de la Nación sigue al último de los argentinos donde el último de los argentinos también cumple con su deber. Los problemas de ustedes son los problemas nuestros, y, cuando ustedes no son felices, la culpa es nuestra porque nosotros hemos sido puestos en los cargos que desempeñamos para hacer la felicidad de los argentinos. Si pasáramos por la función pública en forma intrascendente e inoperante, la culpa será nuestra pero también un poco de ustedes que no supieron elegir a los hombres que habrían de dirigirlos. Si nosotros estimulamos, sentimos también el estímulo; y, al llegar hasta el Chaco con los deseos de compartir con ustedes los momentos dichosos en que se ven fructificar los esfuerzos realizados, recibimos también el estímulo de este pueblo generoso, que, con su entusiasmo y su fervor, le está diciendo a sus gobernantes que tienen fe en los destinos de la Nación y confianza en los hombres que lo representan y trabajan por el bien de la patria. Por eso les agradezco a todos el que me hayan dado la oportunidad de llegar hasta aquí para tener la dicha de saludarlos en forma personal, y les deseo que en estas fiestas, como en el trabajo que culmina en ellas y como en la propia vida de estos hermosos lugares, sean ustedes inmensamente felices y dichosos. ...........
1947-10-25
En un banquete ofrecido al general Perón por el gobernador del Chaco
Sería difícil para mí sustraerme a tan gratísima obligación y quiero decir algunas palabras en esta comida. Termino de recorrer gran parte del territorio de mi patria con la sensación feliz de ver en plena realización tantas cosas con las que venía soñando desde hace muchos años. Todos los países del mundo tienen normalmente en su desarrollo dos etapas clásicas. Tales etapas están identificadas en la historia de los pueblos por lo que podríamos llamar las épocas de las pequeñas realizaciones y los tiempos de las grandes realizaciones. Las pequeñas realizaciones que han venido sucediéndose desde el momento en que fuimos políticamente libres, eran pequeñas realizaciones lógicas en el devenir de los tiempos, y probablemente no obedecieron en forma integral a todas nuestras aspiraciones y a todos nuestros sentimientos de patriotas. Tales fueron las épocas de las críticas realidades coloniales. Superada esa primera etapa con la declaración de nuestra independencia económica, pudimos comenzar a pensar en grandes realizaciones; pudimos pensar en entrar "por la puerta grande" a cumplir estas realizaciones de gran envergadura. Conocedor como soy de la historia del mundo en todos los tiempos, no me extraña que ese fenómeno haya ocurrido en la Argentina y que muchas generaciones que nos han antecedido estuvieran enfermas de pequeñez en las realizaciones y no se animaran nunca a encaminarse hacia la realización de grandes obras que pusieran el prestigio propio en tela de juicio. Cuando había que realizar grandes obras los hombres pensaban en que podían fracasar. Nosotros ya no podemos pensar de esa manera. O realizamos grandes obras o hemos fracasado antes de comenzar. Ese es el concepto con que estamos llevando adelante toda la planificación que nos hemos propuesto desarrollar. Es indudable, señores, que nuestro movimiento debe tener un sello característico, el cual ha de marcar una época en nuestra patria porque si no, no habremos cumplido con nuestro deber. Veo comenzar aquí, en Resistencia, la realización de esta época que ha de ser marcada por nuestro movimiento. Es necesario que cada uno de los hombres de este territorio, al empeñarse en su trabajo, piense en las grandes realizaciones y tenga fe infinita de realizar, realizar y realizar, día y noche, para formar en este emporio naciente una gran obra que será la obra de su trabajo y de su sacrificio. Ese esfuerzo hará colocar un jalón más dentro de la marcha de la nación hacia la realización de su inmenso destino, que ningún argentino puede olvidar como obligación primordial de su vida. Señores: he visitado con cierto detenimiento sólo dos regiones del Norte Argentino, Manuela Pedraza y Resistencia, y en las dos vi ya impreso el sello de las grandes realizaciones. Por eso llego hasta aquí con la inmensa felicidad de verme comprendido, por lo menos en estas dos regiones. Entre ellas hay un interregno que es triste pero halagüeño a la vez. Los pobres hombres que están combatiendo al desierto en este infierno verde, que es el monte del Chaco, son los primeros pioneros que están poniendo los jalones iniciales de nuestras grandes realizaciones del futuro. Ellos también merecen el reconocimiento del gobierno y el apoyo de sus conciudadanos. Hemos de llegar, señores, a donde nunca se ha llegado, a los lugares más apartados del país, para llevar a ellos el aliento, la ayuda y el apoyo oficial, porque para el gobierno de la nación no existen provincias ni territorios; todos los lugares del país, cualquiera región del mismo, es digno de su atención, y el gobierno tiene la obligación de concurrir a ella, sea con su esfuerzo, sea con su sacrificio o con el esfuerzo y el sacrificio de todos los argentinos de esta tierra nuestra. Ese es nuestro movimiento. Y es lógico que no seamos comprendidos por algunos, por todos aquellos que, cuando tenían delante de sí una empresa, pensaban que habían fracasado antes de comenzar la tarea de disponerse a vencerla. De eso hemos estado enfermos. Es necesario, pues, que nos convenzamos de una vez por todas que somos un país rico, un país poderoso, que podemos emprender cualquier empresa con la seguridad de que hemos de salir triunfantes. Esa es la mentalidad nueva de la nueva Argentina. Y de que somos capaces de ponerla en marcha, hay 16 millones de argentinos que están convencidos y que saben que hemos de llegar a los objetivos que nos propongamos. Entendiéndolo así, comprendiendo profundamente el significado de lo que es emprender una gran empresa, el gobierno está decidido a emprenderla, a realizarla, y, si ello no fuera posible, caeríamos muertos durante la marcha. Por eso, señores, nosotros no podemos estar ausentes en el momento en que el territorio del Chaco, que es una de las nueve hijas predilectas del gobierno central, nos llama para festejar un triunfo anual de su esfuerzo, de su sacrificio y de su trabajo. No estará ausente jamás el Poder Ejecutivo de la Nación donde haya un esfuerzo que estimular y que reconocer. Nadie, cualquiera sea la situación y el pensamiento de los hombres que pueblan nuestra tierra, podrá jamás sentirse abandonado por un gobierno que tiene la obligación de propugnar lo bueno y anatematiza lo malo. Esa es nuestra función y yo he de cumplirla al pie de la letra, día a día, mes a mes, año por año. Y he de llegar al Chaco todas las veces que sea necesario para compartir con todos los habitantes de este noble territorio el triunfo del trabajo y del esfuerzo, que es el único triunfo que en estos tiempos y en esta tierra se justifica y se glorifica. Para terminar, quiero hacer un breve brindis que lleve en su evocación un recuerdo para los que pusieron en este territorio, a disposición del trabajo, los inmensos montes que hoy estamos explotando: los expedicionarios al desierto que nos legaron esta tierra para el trabajo fecundo. Con el pensamiento puesto en ellos, que se sacrificaron y murieron en la lucha por la conquista de tantas leguas de tierra argentina, quiero brindar porque siga el Chaco en este esfuerzo creador, que es el único esfuerzo que el hombre no ha glorificado todavía suficientemente, por la grandeza de la patria y por la felicidad de cada uno de los señores que nos acompañan. ...........
1947-10-26
En la fábrica FANDET en la ciudad de Resistencia
Hay actos que realmente me producen una profunda impresión, tal es como la ceremonia que en esta fábrica nos ha puesto en contacto con Dios y las palabras de este trabajador, tan gratas a mi corazón. Ellas evidencian, señores, que estamos en presencia de esa transformación que soñamos para nuestra Argentina. Tenemos con los trabajadores que piensan como el que acabamos de oír, una deuda de gratitud que la Nación no podrá pagar nunca. Es reconfortante oír en nuestra tierra este nuevo mensaje de trabajo, de sacrificio y de comprensión. Y cuando ese mensaje sale de los labios de un hombre humilde, su valor es verdaderamente extraordinario. Por eso los hombres de corazón bien templado, aquellos a quienes todavía el cerebro no se les ha marchitado, sientan latir su corazón con violencia frente a actos como éste, que ponen en evidencia que nuestro país ha salvado una etapa triste y entra en un período feliz y placentero. No habrá una felicidad que colme más plenamente el alma de un argentino que se sienta tal, que oír hablar este idioma en nuestros establecimientos. ¿Qué piden nuestros obreros? Un policlínico y una mutualidad. Y eso es lo que vienen pidiendo hace dos mil años los hombres que están animados por la más sublime de todas las doctrinas, la doctrina de Cristo: curar a los enfermos y ayudar a los que no pueden subvenir integralmente sus necesidades. Señores, sigamos así: que en toda nuestra tierra se hable este mismo idioma, y entonces podremos estar persuadidos que vamos estructurando una nueva patria, una nueva y gloriosa nación para todos los tiempos. Que Dios ilumine el espíritu de todos los argentinos para que esto que es cimiento y vida, vaya penetrando en todos los entendimientos y en todos los corazones. Y cuando a los ojos de todos los hombres de esta tierra asome una lágrima al oír hablar y ver sentir así, la Argentina habrá salvado todas sus etapas: será libre, grande, soberana, y habrá vencido a los tiempos. ...............
1947-10-30
Declaraciones del general Perón sobre su entrevista con el presidente de Bolivia, Enrique Herzog
Regreso de Yacuiba con el espíritu reconfortado. A lo largo de toda la ruta, he podido pulsar el sentimiento y el pensamiento del pueblo, sin distinción de categorías. Y él me ha prestado el estímulo que significa la cordialidad y el entusiasmo. Es indudable que ese sentimiento traduce una clara visión de los pobladores de esa extensa y rica zona argentina, que vieron en la ratificación del tratado entre ambos países el punto de partida de una política de mejoramiento económico que redundará en beneficio de ambos países y que contribuirá a la vez a consolidar las relaciones entre Argentina y Bolivia, unidas ya por vínculos históricos que no es necesario recordar. Queda así demostrado que los pueblos, cuando se ven interpretados en sus aspiraciones, tienen una clara intuición para reprobar o aplaudir los actos de sus gobernantes, porque la masa trabajadora, por encima de fórmulas y textos, sabe buscar y encuentra la esencia de las determinaciones de sus gobernantes. Por eso me reconforta y me incita a seguir por el derrotero que me he trazado, la expresión de calor popular que he percibido. Este calor popular se ha hecho también extensivo a nuestro hermano, el presidente de Bolivia, en tierra argentina, del mismo modo que la he sentido yo en tierras bolivianas. Por ello, constituyó un símbolo de la hermandad que estrecha a las dos naciones la unión de mi nombre al del mandatario boliviano. Para mencionar sólo algunos de los aspectos de mi viaje, quiero destacar la magnífica impresión que me he llevado con motivo de la visita que efectuamos al campamento petrolífero de Sanandita. He podido constatar, en la modernidad de la técnica que impera, en la eficacia de las instalaciones levantadas y en la empeñosa laboriosidad de los técnicos y obreros de Bolivia, un Índice de la potencialidad que puede desarrollar la república hermana. Bolivia y Argentina, por medio del trabajo, cuya ratificación hemos firmado conjuntamente con el Presidente de Bolivia, doctor Herzog, tendrán en este documento el instrumento que hará posible no sólo la adecuada contemplación de ambas economías, sino la oportunidad de que el afianzamiento de esas relaciones económico-comerciales convierta en efectiva y duradera esa fraternidad que desde hace más de un siglo mantenemos sin alteración, porque nos une una raigambre de tradición heroica, pero que no se había materializado a través de una efectiva comunión de intereses y posibilidades económicas, que son, hoy, formas prácticas, reales, de concretar la armonía y cordialidad entre los pueblos. El tratado con Bolivia ratifica la orientación de nuestro país en materia de política económica. Queremos contribuir a crear, por medio del establecimiento de relaciones económicas y comerciales francas, claras y sin reservas mentales ni designios ocultos, esa democracia económica a la que aspiramos los pueblos de América, como complemento de la independencia política, para que ésta sea verdaderamente efectiva. Estos principios ya tienen su basamento en la Declaración de la Independencia Económica formulada en Tucumán el 9 de julio, y los sucesivos actos de mi gobierno, encaminados todos al logro de ese fin. Esto es, por otra parte, el mejor camino para afianzar la justicia social que constituye el objetivo central de mi programa de gobierno. Quiero insistir en la necesidad de llegar a una efectiva cooperación económica entre los pueblos del mundo. En este aspecto, la Argentina está materializando sus propósitos. En el caso con Bolivia, he impartido las instrucciones necesarias para que sean sorteadas las pequeñas dificultades de carácter aduanero que frecuentemente se presentan al comercio chico que se desarrolla a lo largo de la línea fronteriza. Estas actividades están generalmente en manos de personas humildes, y al facilitarles su labor, se contribuye a mejorar su economía individual y a fomentar ese pequeño comercio. Estos aspectos contempla también el pensamiento del presidente de la República hermana, doctor Herzog, animado del mismo espíritu de justicia social, que constituye el anhelo y la aspiración de todos los pueblos del mundo. . Hasta aquí lo que puedo esbozar a grandes rasgos en cuanto al alcance inmediato de la ratificación del tratado. Quiero ahora destacar que me impresionó profundamente la franqueza del pensamiento del presidente Herzog. Su clara visión de los problemas que afligen al mundo lo lleva a interpretar hora con un sentido de la realidad poco común, aunque coincidente con la necesidad de arbitrar soluciones de tipo social como fundamento real para una paz duradera. Como observación de carácter personal, puedo afirmarles que el presidente de Bolivia, a través su indiscutible simpatía, se convirtió de inmediato en un verdadero amigo de las poblaciones argentinas que visitó conmigo; el pueblo, sin distinción de jerarquías, lo aclamó constantemente, viendo sin duda en el mandatario boliviano el intérprete de una fraternidad nunca desmentida. ......................
1947-11-13
Ante un grupo de intelectuales
Señores: Abusando de la amabilidad de ustedes, me voy a permitir hacer una exposición un poco larga para tocar algunos puntos que me parecen importantes en el aspecto de la revolución cultural que todavía está por establecerse y realizarse. En esta revolución nuestro movimiento ha debido proceder con método en algunos momentos y sin métodos en otros. Nosotros hemos sido más bien agentes de acontecimientos que se han producido sin contar con una dirección racional por nuestra parte. Más bien hemos sido hombres de contramedidas que de medidas. El movimiento se produjo como uno de los tantos a que nos tiene acostumbrada la historia política e institucional de nuestro país. Aún para imponer nuestros puntos de vista en la interpretación de los acontecimientos históricos que hemos vivido, ha sido necesario luchar y esa lucha ha sido imperturbablemente continuada desde la iniciación de los acontecimientos que dieron lugar a nuestro movimiento. Yo interpreto nuestro movimiento de una manera diferente a como lo han interpretado muchos otros argentinos, y parece que los hechos me han venido dando hasta ahora la razón. El éxito en la imposición de mis puntos de vista ha estado, en mi concepto, apoyado por esa circunstancia, porque creo haber acertado en la interpretación real del movimiento que, producido el 4 de junio como golpe de estado, se convirtió después en un verdadero movimiento transformador. La historia argentina nos presenta un caso extraordinario de repetición síquica de todos esos movimientos, que nunca terminaron bien. Si analizamos la historia patria desde hace sesenta u ochenta años hasta nuestros días, observamos la repetición de un movimiento esporádico cada ocho, diez o doce años y lo vemos fracasar sistemáticamente. Sin embargo, han sido movimientos populares que no fueron interpretados por los encargados de realizar la acción de manera que produjese una reforma que satisficiera plenamente las aspiraciones del pueblo que realizaba el movimiento revolucionario. Por eso fracasaron todos nuestros movimientos revolucionarios. Y el análisis de esos hechos nos llevaría a conclusiones que creo que son lógicas. Realizada nuestra independencia política en 1820, el pueblo, como término medio, comenzó a sentir otra clase de inquietudes que los gobernantes de todos los tiempos, desde la independencia hasta ahora, no supieron interpretar, en mi concepto. La independencia política de la Nación era una parte pequeña dentro de la independencia integral del país a que se refirió el doctor Martínez Zubiría. Se trataba de aceptar como norma definitiva lo que solamente era aparente. Por esa razón las inquietudes populares fueron gestando distintos movimientos y en cada uno de ellos los hombres que estaban al frente del golpe de estado venían a esta casa y muchas veces juraban en este salón restituir el imperio de la Constitución y hacerla cumplir por los mandatarios y por el pueblo. Vale decir, que ese movimiento revolucionario se había convertido, tácitamente en una institución constitucional, con lo que la revolución, que es un hecho en sí tácitamente anti-constitucional o inconstitucional, venía en defensa de la Constitución. El análisis de los hechos nos demuestra claramente que esos hombres que llegaron al poder por un movimiento violento, eran hombres de buena fe y que traían buenas intenciones, pero que no supieron realizar los programas para cumplir esas buenas intenciones. En ello yo veo el defecto capital de todos esos movimientos revolucionarios. Lo que el pueblo quiere desde nuestra independencia política y desde nuestra organización nacional es encarar los otros procesos de independencia que nos han sido negados sistemáticamente. Es indudable que interpreté en el momento actual la revolución del 4 de junio como un hecho económico y no como un hecho político. Todas los anteriores revolucionarios habían interpretado los movimientos como un hecho político: habían cambiado los hombres, habían puesto nuevos gobernantes y habían así preparado un ciclo de diez años para una nueva revolución, una revolución con los mismos principios, con la misma justicia y con más o menos, una orientación similar a la anterior. Y también con el mismo resultado: el fracaso. Nosotros interpretamos ese movimiento revolucionario como un hecho económico-social, porque en nuestro concepto era ésa la aspiración popular que impulsaba a este movimiento. Ese es nuestro punto de partida para el movimiento que nació en esa revolución. Sería largo enumerar todas las demás cosas que se han ido sucediendo desde que esa revolución se encausó económica y socialmente hasta nuestros días, en que muchas promesas de esa revolución se han ido cumpliendo con una reforma social, con una reforma económica y con una reforma política que estamos encarando. Señores: posiblemente en la historia de los movimientos de nuestro país ningún hombre tuvo ocasión tan propicia ni una orientación tan clara dentro de nuestra misma concepción como el gobierno que inició Hipólito Yrigoyen en 1916. En mi concepto, él cometió un grave error, aún cuando la orientación que el imprimió a su gobierno era la misma que nosotros hemos pretendido dar a nuestro movimiento. El inició, quizá con no mucha claridad, pero sí con gran intuición y dirección más o menos común con la nuestra, un tipo de reformas similar a la que nosotros propugnamos. Pero las reformas, para que tengan éxito, deben asegurarse en una base que las consolide, y él no aseguró tales bases. En este tipo de movimiento revolucionario, es la base social del tiempo en que vivimos la primera que debe consolidarse. Quien no cuente hoy con las masas populares, no gobierna. Hoy el gobierno tiene formas un poco diferentes a las que estamos acostumbrados a conocer a lo largo de la historia, como que son producto de una evolución sui-géneris hacia un desenvolvimiento sociológico distinto a todos los que hemos conocido. Por esa razón, cuando se produjo la revolución pensamos que lo primero que había que hacer era tomar la base social, porque ella iba a ser la determinante de este movimiento. Y tomamos la base social, hicimos eslogan, como se hace siempre en estas cosas, y después vino la tarea de la hormiga, trabajando nosotros durante un año y medio o dos años hasta conseguir el objetivo que perseguíamos para entregar la bandera de la revolución al pueblo, ya que desde el pueblo venía el movimiento revolucionario, entregándosela conformada con una doctrina que decía tener su mística. Eso lo realizamos desde la Secretaría de Trabajo y Previsión. Nosotros, en el plan que nos habíamos propuesto, habíamos escalonado, como primer objetivo a alcanzar, la captación y dominio de la masa popular, y ello fue obtenido. A este respecto les dirá a ustedes algo más: llegó un momento, cuando la lucha se hizo un poco fuerte entre los que estábamos trabajando en la masa, y esa misma masa, contra las fuerzas contrarias, en que yo recurrí a una concentración manifestando que si no teníamos en la misma trescientos mil hombres renunciaría. Pero afortunadamente hemos tenido mucho más. Desde ese momento juzgamos que habíamos conseguido el apoyo de la masa social y con el apoyo de la misma podríamos iniciar los trabajos para duplicar, triplicar y hasta cuadruplicar su número. Todo eso sucedió de acuerdo a lo que habíamos previsto, es decir, la revolución había triunfado como la veía y la interpretaba yo. Pudimos encarar entonces, de inmediato, el segundo aspecto, o sea el segundo objetivo perseguido: la base económica, ya que con la base social sola no hubiéramos hecho sino llevar al país al caos provocando una carrera entre precios y salarios que se hubiera traducido indudablemente, en la ruptura del equilibrio económico-social. Era necesario en ese momento abocarse al problema económico y en esa lucha hemos estado desde casi un año antes de hacerme cargo del gobierno. Con la nacionalización del Banco Central, que fue una medida tomada por el gobierno anterior de acuerdo a lo que le pedimos que se hiciera para que nos dejara una base firme en este sentido, se cierra un ciclo económico y un círculo de organización económica que nos dio la base, es decir, la posibilidad de asegurar con el gobierno social, por el dominio de la masa, el gobierno económico de la Nación, para no vernos reducidos, como estuvieron los gobiernos anteriores, a ejercer solamente el gobierno político, que es sólo una apariencia de gobierno. Tomada esa base económica, nosotros llegamos al gobierno. En el gobierno cumplimos con la conquista de esa base en forma sólida, lo que nos permitió realizar otra serie de actos que nos llevaron a la independencia económica de que les he hablado, y que considerábamos nosotros un hecho absolutamente indispensable, sin el cual hubieran fracasado todas las reformas que queríamos imponer. Señores: tenemos el gobierno político obtenido por las elecciones que todos conocemos, de manera que, en un sentido general, con el dominio de la base social, de la base económica y de la base política nosotros habíamos obtenido en una sola mano el poder que el gobierno necesita para sustentarse. Es necesario ahora impulsar el movimiento y seguir en el orden de las reformas paulatina y sucesivamente, sin las cuales creo que no llegaríamos a imponer nuestros puntos de vista tal cual los interpretamos y sentimos nosotros. La otra base que quedaba por tomar era la justicia, porque era lógico pensar en ella si ambicionábamos la consolidación jurídica de las reformas obtenidas. Un Estado no puede llegar a consolidarse si no tiene como base de su estructura la justicia, y ello nos ha llevado a la reforma de nuestra justicia, ya realizada en cuanto a hombres, y a realizarse en cuanto a codificación de la legislación, lo que se encuentra en estudio y ha de concretarse a corto plazo. Esta sería la cuarta base que nos serviría, no sólo para ejercer el poder sino también para consolidar la acción de nuestro movimiento en el tiempo y en el espacio. Iniciamos también la conquista de la quinta base u objetivo del movimiento, a que se ha referido el doctor Martínez Zubiría, es decir, la cultura nacional. En el plan del gobierno hemos establecido claramente todos estos aspectos a que me vengo refiriendo, ya que es un plan que no contempla solamente el desarrollo de una parte de las actividades, sino el conjunto de ellas, buscando una combinación armónica, porque entendemos que en el desarrollo de un cuerpo institucional, como en el de un cuerpo físico, es necesario que sea todo absolutamente armónico: cuestión de origen patológico, como dice el doctor Figuerola. Por esa razón es que en el plan de gobierno damos a la parte científica- cultural un espacio y una consideración tan grande como la importancia que le asignamos, porque todas esa reformas es necesario hacerlas también en el orden espiritual; y si al principio no hemos hablado mucho del espíritu, ello se debe a la necesidad, también mencionada por el doctor Martínez Zubiría, de que primero es necesario vivir para después filosofar. Fue necesario afirmar toda la idealidad que representa nuestro plan, nuestra ambición y nuestra aspiración en una base más o menos sólida que creo que hemos alcanzado. ¿En que consiste la reforma en el aspecto cultural? En primer término, nosotros hemos estructurado todo el orden de la instrucción pública. Hemos creado nuevas formas y estamos cambiando la orientación en todo lo relativo a la enseñanza primaria, secundaria, técnica y especial. La nueva ley universitaria da a la Universidad argentina un nuevo carácter y una nueva orientación. Quedaría todo lo que se refiere al resto de la cultura, porque es difícil separar lo que es ciencia de lo que es cultura general. Quedarían las artes y las letras, que deben ser consideradas muy especialmente dentro del plan, como han sido consideradas. La reforma universitaria, la de la enseñanza primaria, secundaria, especial y técnica, puedo asegurarles, en lo fundamental está realizada. Ahora debemos encarar la parte expresa de la cultura, como ha hemos considerado en el plan de gobierno. Señores, mañana he de hablar con los profesores universitarios, que me han hecho el honor de designarme doctor honoris causa, lo que yo agradezco profundamente, y he de aprovechar esa oportunidad para fijar puntos generales sobre el aspecto cultural. En primer lugar, la Universidad ha de ocuparse de una parte importante de la cultura nacional y hemos de orientar, uniforme y racionalmente, desde la enseñanza primaria a la secundaria, a la especial, a la técnica y a la universitaria, con una unidad absoluta en la concepción de lo que debe ser nuestra cultura, la cultura argentina. Yo no creo señores que a esta altura de la marcha de la Nación nosotros podamos volver por otros fueros que no sean los de nuestra raza y que no sean los de nuestra propia cultura. De manera que en esto no habrá otro cambio que el que represente volver a retomar los cauces de los que nos hemos apartados lastimosamente, para volver a encontrarnos en lo que somos y en lo que debemos ser, y sobre esa orientación tratar de superarnos. No creo que en este aspecto pueda ser otra la orientación de la cultura argentina. Señores: el aspecto general de nuestra cultura solamente puede ser orientado y realizado por el gobierno si él cuenta con la colaboración de los hombres entendidos en esos aspectos. El gobierno solo puede dar un objetivo y una organización. Lo demás lo deben dar los hombres, lo deben dar ustedes. El gobierno no puede realizar. Es una colaboración de los intelectuales que sienten y piensan como nosotros. Por eso, cuando me dijeron que ustedes llegaban hasta acá para conversar sobre estos puntos, les he de confesar francamente que me produjo una enorme satisfacción, porque el Estado aspira a que los intelectuales formen una agrupación o una asociación que los identifique en sus propias tendencias y que haga desaparecer -lo que es lógico que exista en cada uno de los intelectuales, con sus círculos propios- esas pequeñas rencillas que se producen. Deben agruparse en una sola organización para luchar por la obtención del objetivo común a todos: el objetivo de la Nación. Es necesario subordinar todas las pequeñas cosas que se producen durante la marcha, y las pequeñas interferencias, al objetivo nacional. Si cada uno de los señores se dispone a luchar en este ejército, diríamos así, para alcanzar ese objetivo -y nosotros podemos decir que en cada uno de los intelectuales hay un luchador- , el éxito puede descontarse desde ya, porque el Estado va a apoyar su propia orientación con todos y por todos los medios posibles. De manera que, señores, la tarea previa a realizar es que ustedes se organicen, se unan, lleguen a tener en el problema general una unidad de concepción y en los hechos obren después con una unidad de acción, sin lo cual no vamos a poder esperar un éxito tal halagüeño y tan grande como el que todos ambicionamos. Es lógico, señores, que el aspecto cultural del país haya marchado totalmente a la deriva por la simple razón de que nosotros hemos poseído una sola virtud: la de no tener organización ni orientación en ninguno de los aspectos fundamentales de la Nación. Nunca el gobierno ha dicho cual es el pensamiento básico sobre el cual había de elucubrarse el conjunto de las actividades de la Nación, ni en lo social, ni en lo político, cultural, ni en muchos otros aspectos. Por esa razón, mi principal preocupación fue la de formular un plan de gobierno donde cada uno sepa lo que el gobierno quiere a cada uno de los aspectos contenidos en el mismo. El aspecto cultural también está explicado en el plan de gobierno; lo único que tenemos que hacer es tomar esas ideas básicas y ponerlas en ejecución, y para eso es que necesito la acción individual de cada uno de ustedes. Entre ustedes y el gobierno, ¿como no se va a poder realizar una acción que nos lleve a la consecución de esos aspectos? Tendremos inconvenientes, pero si el hombre no aprende en la vida a vencerlos, no sé que puede aprender de más útil para seguir adelante; y cada uno de nosotros tiene más o menos dentro de sí un luchador que será necesario ponerlo pronto en marcha y en actividad porque si no cada día que pasa estamos perdiendo tiempo que después será difícil recuperar. Yo creo que en esto, como en todas las cuestiones que presuponen una acción de conjunto, todo está en la organización. A menudo en la Argentina los hombres que han tenido más éxito han sido aquellos que han sabido gobernar el desorden, porque ese ha sido en verdad el ambiente que hasta ahora hemos vivido nosotros. Quien ha sabido gobernar mejor el desorden, ha sido siempre un triunfador en nuestro país. Y si no, analicemos nuestro propio movimiento: nosotros hemos ganado porque manejamos mejor el desorden que los otros. Se dice que los austriacos no se podían explicar como Napoleón podía manejar a esa cantidad de gente que se le venía encima ganándole las batallas. Ellos estaban acostumbrados a marchar bien formados, a maniobrar en forma ordenada: sin embargo Napoleón con su gente dispersa, les ganaba las batallas. Es que había conseguido manejar el desorden. En nuestro país, también es necesario acostumbrarse a manejar el desorden, y por lo pronto nosotros debemos estar decididos a gobernar y a manejar por ahora el desorden; después, quizá podramos llegar a tener la satisfacción de manejar lo organizado. Ya he dicho muchas veces que en este país, donde se estudian tantas cosas, que se está formando desde hace más de cien años, nunca he visto que se estudie organización. La organización es una ciencia que se puede considerar en su parte pura y en su parte de aplicación. En otros países se le da una importancia extraordinaria. Cuando yo llegué a Italia me encontré en Turín con un curso de organización pura que duraba ocho meses, ligado a otra materia; y después, en Milán, con uno de organización aplicada que duraba otros ocho meses, ligado a otra serie de materias. Lo primero que se me ocurrió preguntar a los jerarcas de allí fue porque estudiaban tanta organización. Me respondieron: "Porque nosotros estamos en un momento de evolución, en que todo está desorganizado, y, como estamos reestructurando, lo lógico es enseñar a nuestros hombres organización". Yo pensé que a nosotros, que hace cien años que estamos desorganizados, no se nos ocurre estudiar para organizarnos. Es una cosa bien lógica, a mi modo de ver: nosotros tenemos que empezar a estudiar organización porque de lo contrario vamos a seguir siempre en ese estado de desorganización y desorden en que hemos vivido hasta ahora. Ustedes que están en el ritmo de la cultura, se dan cuenta de que no puede haber desorden más grande que el que reina en nuestro campo cultural. Y como nosotros hemos querido comenzar a organizarlo, aquellos que dominaban en el desorden y que tenían sus ventajas con él dicen que somos dictadores y que queremos poner a la gente a marchar a compás y con el fusil al hombro, uniformando los criterios y las ideas. No se trata de eso, sino de organizar las fuerzas para tratar de obtener el mayor provecho con el menor sacrificio y organizar la cultura para que no sigamos implantando en nuestro país cosas contrarias a nuestra idiosincrasia, a nuestra raza, a nuestra religión y a nuestra lengua, sino que implantamos e impongamos nuestra propia cultura. Yo pienso que el problema argentino en el aspecto cultural no está en el hombre, sino en la organización. Nosotros ya tenemos los hombres necesarios; lo que no tenemos son los argentinos precisos. En el aspecto cultural, como en todos los demás aspectos, un ejército de franco-tiradores será difícil que llegue al éxito de conjunto, que es lo que necesitamos: el buen éxito para la Nación y no el buen éxito individual para cada uno de los hombres. En este aspecto, considero que tenemos que disciplinarnos un poco; tenemos que unirnos, formar organizaciones de todo tipo y ponerlas al servicio de la Nación, lo que quiere decir al servicio común. Si no realizamos ese milagro y seguimos como estamos, no creo que lleguemos a obtener lo que todos ambicionamos. Más, señores, piensen ustedes que las fuerzas del mal que trabajan en el campo cultural están organizadas, y nosotros, que nos consideramos las del bien, estamos desorganizados. Hay un principio según el cual lo único que vence al número es la organización. Es probable que seamos muchos más los que pensamos de una manera determinada y muchos menos los que piensan en el campo contrario al nuestro. Pero ellos están organizados y nosotros no y entonces el problema parte de esta premisa: es menester organizarse, organizar las fuerzas del Estado y las fuerzas civiles, primer punto sin el cual es inútil hablar de otras cosas. Sería el caso de aquel que se levanta todos los días y, al encontrar hormigas en su jardín, las junta en un plato y las echa al fuego, con lo cual no solucionará nada pues al día siguiente encontrará más hormigas. Es necesario ir al hormiguero y eso se consigue con una buena organización. No se puede dejar que cada hombre haga lo que pueda, en forma totalmente desordenada. Por eso, yo me encargo de organizar en lo referente a la cultura la parte que corresponde al Estado y ustedes se encargan de organizar lo que corresponda a los hombres: les aseguro que, cuando juntemos las dos organizaciones, desde ese momento el buen éxito estará totalmente asegurado. Porque el Estado, cuando se ejerce como lo ejercemos nosotros, con el gobierno social, el gobierno económico y el gobierno político, es de un poder tan extraordinario que si no lo hacemos sentir es porque no queremos, no porque no podamos. Necesitamos dar a cada hombre no un puesto sino una tarea; y que la cumpla, y que la cumpla bien. Nosotros ya estamos en marcha sobre este tipo de reforma. El Ministerio de Justicia e Instrucción Pública, que en mi concepto sufre de elefantiasis, es algo demasiado ampuloso y grande para poder ser manejado por un ministro. Es necesario desdoblarlo, sobre todo en esta época revolucionaria en que estamos encarando la reforma de toda nuestra legislación. Es necesario modernizar los códigos, en todo orden. Nos regimos por un Código de Comercio que contempla la navegación a vela, hoy que llegamos a Europa en cuarenta y ocho horas. El Código de Procedimientos tampoco anda más ligero que a vela. Todo eso hay que modificarlo. Este movimiento quedaría incompleto e inconexo si no modificáramos toda la codificación del derecho argentino en sus distintos aspectos; y para realizar eso pienso dividir el ministerio y crear un Ministerio de Justicia exclusivamente dedicado a la conformación y estructuración de una nueva codificación de todo el derecho argentino, para crear una época también en esto. Porque en este aspecto también soy ambicioso; creo que nuestro movimiento debe marcar una época en lo que al derecho se refiere. Ello nos llevará a la posibilidad de establecer un ministerio o una Subsecretaría de Educación en donde estará representado el gobierno integral de toda la instrucción pública del país, para poder sistematizar, coordinar y sincronizar todas las actividades en un ciclo racional y continuado, reduciendo enormemente todas las exigencias formales que hoy existen, para formar hombres de criterio y de acción y no diletantes y generalizadores como los que estamos formando en mi concepto, con la instrucción que se imparte hoy en día en nuestro país. Es necesario ir a una enseñanza práctica y no la teórica y verbalista a que nos tiene acostumbrado el sistema actual de la enseñanza. Es necesario estructurar una enseñanza primaria, secundaria, especial y técnica de acuerdo a las necesidades, e ir también a la Universidad para que sea una verdadera disciplina científica para los hombres que van a especializarse en cualquier profesión. Es necesario crear el Instituto formador en la Universidad, una rama de la investigación científica donde se lo haga trabajar la muchacho para que no ande por las calles haciendo lo que no debe hacer, y una serie de academias que profundicen la investigación científica y la extensión cultural y profesional. Señores: esto ya está organizado y se está cumpliendo en parte. El otro aspecto sería crear dentro de ese ministerio la Subsecretaría de Cultura, que tomaría todos los demás aspectos en lo que se refiere a las letras y a las artes en forma de que sean y también actividades que pertenezcan al Estado; porque hoy parece que las letras y las artes no pertenecen a actividades del Estado y se delegan a cualquiera que se le ocurra pensar que se podría hacer esto o aquello. Es necesario que el Estado dé también en este aspecto su propia orientación, que fije los objetivos y que controle la ejecución para ver si se cumplen o no. En muy poco tiempo eso va a estar organizado. No vamos a formar un cuerpo burocrático que se reduzca al decir de un hombre a otro, "déle trámite", hasta que llega el maquinista que es quien, en último análisis, da el trámite a todas las cosas. Les adelanto que eso no se va a transformar en una cosa inocua e inoperante. Una vez que ustedes se organicen me podrán ofrecer los hombres que yo necesito para cumplir las funciones que se les ha de encomendar en forma viva, entusiasta, con capacidad y con amor, que es con lo único que salen las cosas bien en esta vida. Espero que ustedes se organicen en forma de sociedad, espero que se unan, que piensen como piensen, sientan como sientan y quieran como quieran, pero que cumplan dentro de la orientación que sin duda alguna fijará el Estado. Si los hombres no tienen orientación es porque no se les ha dado. No creo que los hombres que trabajan en los campos adversos a los nuestros sean malos o de mala voluntad. Hay hombres equivocados, hombres que están trabajando en una dirección porque les da más rendimiento que trabajar en la otra. Si lo traemos a la nuestra y les damos los que ellos ambicionan es probable que trabajen con tanto ahínco y buena voluntad como lo hacían en la otra. Los otros días me decía un periodista de un diario que no es afecto a nosotros: "Yo escribo en contra porque me pagan, pero el día que me jubile va a ver que pluma voy a ser para usted". Señores, esa es la realidad de la vida. Por otra parte, en ese sentido si el Estado no tiene servidores es porque no los busca. En nuestro país hay un gran número de buenos servidores, pero hay que buscarlos, guiarlos y ayudarlos. Por eso, señores, cuando cuento con personas que entienden esta función con un poco de sacrificio me doy por satisfecho y me doy por muy bien servido cuando tengo hombres que trabajan con un poco de sacrificio de su parte para ayudar al Estado. Si ustedes realizan esta unión yo les aseguro que en poco tiempo más les podré ofrecer la organización que ha de regir en el futuro la cultura argentina. Será una organización como deben ser estas organizaciones. Primero, crearla para cumplir un objetivo. Segundo, debe tener un alto grado de simplicidad, porque en cuanto la compliquemos la efectividad va a ser siempre en razón inversa a su complicación. Tercero, esta organización debe ser de un alto grado de perfectibilidad, es decir que sea capaz de ir evolucionando para no anquilosarse en un procedimiento en estos tiempos en que, como dice el doctor Martínez Zubiría, cada diez años surge un nueva generación. La perfectibilidad está en la evolución que esta organización ha de tener en sí. Finalmente, es necesario la estabilidad, sin la cual, señores, sería tarea de locos estar iniciando cada día una cosa nueva. Yo les ofrezco una organización de esta índole. Hoy he querido solamente conversar sobre todo esto para expresarles a ustedes mis ideas. En cuanto a la orientación de fondo esa es la cuestión sobre la que no se puede improvisar. Tenemos grandes bases sobre las cuales hemos de ir organizando paulatinamente las ideas directrices. Organizada la Subsecretaría de Cultura del Ministerio de Educación, los hombres que vayan allí serán los que han de fijar y ajustar detalladamente cada uno de los aspectos con su objetivo, su orientación y la forma de ejecución, para después poner eso en marcha y en acción. He querido solamente realizar una conversación completamente improvisada, para dar a ustedes las ideas que el gobierno tiene a este respecto y dejarlos así, en libertad de pensamiento. ¿Como podemos ensamblar una actividad con otra? Es inútil que tomáramos medidas ahora para ir retomando el mercado argentino que hemos perdido, porque si lo hiciéramos individualmente o con medidas más o menos fragmentarias o aleatorias, no habríamos conseguido nada. Esto hay que hacerlo en forma integral; sino las soluciones van a ser todas aleatorias. En un asunto que hay que encararlo en una acción de conjunto para terminar con lo otro e imponer lo nuestro. Las pequeñas acciones llevan a pequeñas soluciones y la solución a este respecto no puede ser pequeña, ha de ser una gran solución. Por eso, después de lo conversado les voy a pedir que los jueves por la tarde, al menos por una temporada, realicemos conversaciones, unas veces con literatos, otras con pintores, otras con escultores, es decir, cada vez con una de las actividades en que ustedes pueden fraccionarse gremialmente, para ir así ajustándonos, en una discusión más personal e inmediata a una tarea de conjunto. Mientras ustedes, con la buena voluntad que tienen, tratan de formar una agrupación o sociedad que los reúna para trabajar en conjunto, nosotros les haremos llegar oportunamente las tareas de estudio general, problemas que solamente pueden resolver ustedes que están bien compenetrados de los distintos aspectos de cada una de estas cosas. Realizado esto, pondríamos en marcha el organismo para el que es necesario considerar dos aspectos fundamentales: la organización y los hombres, y en materia de hombres deseo que ustedes sean quienes los elijan, dentro de esa organización que se va a encargar de todo lo que representa la cultura. Esa sería la acción que desarrollaríamos todos nosotros; yo soy un soldado más cuando debo trabajar en una cosa como ésta. Después de responder a breves aclaraciones formuladas por los señores Mom, Mendilaharzu y Martinez Zubiría, vinculados al problema de la burocracia, expresó el general Perón: Es una cuestión que tenemos actualmente en estudio. Tendría que hablar mucho si debiera referirme a la administración. Comenzaría por decirles que cuando llegamos al gobierno lo primero que hice fue preguntar cuantos empleados teníamos, cuanto cobran, donde están; el Estado no tenía ese dato, y no lo tenía porque no tenía el haber patrimonial que ahora hemos inventariado. Ese es, señores, el estado natural de nuestra organización. Nosotros hemos hecho ya el censo de los empleados y funcionarios del Estado, del cual no se disponía. Ahora de allí pasamos a la racionalización, que estamos estudiando y eso está ligado a toda nuestra legislación. La ley de contabilidad determina lo que debe hacerse en cuanto a expedientes y había que hacerlo. Mientras no hagamos un estudio y una revisión total de nuestras leyes no podremos modificar esa situación. Por ejemplo, cuando yo estuve en el Ministerio, si moría un oficial o un soldado no había ningún trámite que cumplir; en cambio si moría una mula yo tenía que firmar el acta de defunción. La ley de contabilidad que nosotros tenemos y que recién hemos cambiado, es otro anacronismo tremendo, sobre todo en estos tiempos en que la oferta y la demanda han influido en la transformación y orientación del mundo. Es necesario ponernos al día, andar en aeroplano y no utilizar la navegación a vela en cuanto a nuestras leyes. Todo eso es materia de reforma sucesiva; no se puede hacer un golpe, porque sino vamos a provocar un caos y no podremos entendernos unos con otros. Yo he sido un enemigo del "déle trámite" porque mata la inteligencia y el amor a la responsabilidad. Nosotros tenemos que establecer que el que recibe un expediente lo resuelve, para que el mismo no pase de una oficina a otra. Tras breve cambio de ideas con los asistentes, el general Perón terminó su exposición expresando: Entonces, concretando, para dejar una cosa establecida, ustedes, de acuerdo con el presidente de la Comisión de Cultura organizarían una comisión que tuviese en su seno representación de cada uno de las actividades para estudiar los asuntos de conjunto, y después subcomisiones para cada una de esas ramas, a fin de estudiar los asuntos particulares. Entonces nosotros formaríamos en la Secretaría Técnica, con la Comisión Nacional de Cultura, un consejo para estudiar todos esos asuntos, hasta que realicemos la organización definitiva de la Subsecretaría de Cultura. Así tendremos el organismo y los hombres, con lo que habrán logrado nuestras aspiraciones. ...........
1947-11-14
Al recibir el título de Doctor Honoris Causa otorgado por las Universidades argentinas
Me es particularmente difícil en esta ocasión encontrar la palabra adecuada que traduzca con fidelidad los sentimientos que me embargan desde que me fue discernida la distinción de las universidades argentinas. Tanto más difícil me resulta cuanto arraigada está en mi conciencia la magnitud del problema universitario argentino. Desde que tengo uso de razón he oído debatirlo y su solución tardaba a pesar de no tratarse de un asunto trivial, de no constituir un problema que sólo afectara a un núcleo más o menos importante de ciudadanos cultos, sino que su trascendencia llega hondamente a todos los grupos sociales del país y, trasponiendo los linderos de la patria, se clava ante la consideración de todos los pueblos de la tierra que puedan juzgar de nuestro mayor o menor peso específico ante el concierto de países civilizados. Comprenderéis que un asunto de tal importancia, al que he dedicado largas y profundas meditaciones, de las que me he creído obligado defensor aun en los momentos oscuros de mi vida de soldado, ha de golpear fuertemente en mi corazón, cuando, por obra de la voluntad de mis conciudadanos, me ha sido dable contribuir a resolverlo y cuando vuestra generosidad ha querido expresar un reconocimiento del que no debo ser único deudor. Sólo puedo aceptar el honor que me hacéis si permitís que lo comparta con aquellos leales colaboradores que han puesto también su empeño -al que han añadido su capacidad y su versación- en estudiar, proyectar y resolver el problema universitario. Sólo así podría aceptar este homenaje que colma mis ambiciones de argentino. Sólo así podía venir a reunirme con los componentes de nuestras universidades y festejar junto a ellos el magno acontecimiento que representa establecer unas bases sólidas sobre las que se asiente el venturoso porvenir de la cultura patria. Señores: En mi concepto de gobernante y de argentino ha venido primando una idea que no vacilo en calificar de noble porque se encuentra compartida por todos los habitantes del país que anteponen su amor a la tierra que les vio nacer a toda otra clase de consideraciones. Esa idea no es otra que el anhelo del engrandecimiento de la patria, de verla elevarse día por día, no ya al nivel de las naciones más adelantadas, sino, a ser posible, por encima de ellas. El deseo es ambicioso, pero cuando la ambición no se ejerce en beneficio propio, sino que se derrocha hacia todos y cada uno de los demás, constituye un estímulo inapreciable. En el desenvolvimiento de esa idea de superación argentina he tratado de formar un concepto integral, pues el crecimiento biológico de las naciones, lo mismo que el de los individuos, ha de realizarse en forma pareja y equilibrada, ya que el desarrollo de un miembro o de una función orgánica a expensas de los otros entra de lleno en el campo de la patología. Las manifestaciones de la vida colectiva nunca tienen un sentido aislado. Por el contrario; todas las actividades se coordinan y enlazan entre sí. Se puede ansiar un gran desarrollo industrial del país, pero si al mismo tiempo que se impulsa ese aspecto de la economía no se acrecienta el aspecto cultural mediante la formación de técnicos y de investigadores, nada o muy poco se logrará. Y aun dentro de ese aspecto de intensificación cultural -necesario para el desarrollo industrial-, no cabe tampoco establecer distingas ni preferencias. La cultura constituye un todo indivisible, y ni siquiera se concibe un país en el que, por ejemplo, las ciencias físico-matemáticas estuviesen muy avanzadas mientras que permaneciesen en un gran retraso comparativo las ciencias jurídicas y económicas, o viceversa. La vida la formamos entre todos, y para el proceso de desarrollo industrial del país se requiere lo mismo la colaboración de los técnicos en la fabricación de los distintos productos, que la de los economistas conocedores de las posibilidades consumidoras del país, la de los médicos mantenedores de condiciones de salubridad indispensables al trabajo y la de los juristas que establezcan las condiciones de una relación civilizada entre los hombres. Insisto en este concepto cuya vulgaridad soy el primero en proclamar, porque me ha servido para inspirar el Plan de Gobierno, que tendrá, y seguramente tiene, sus defectos, pero que obedece a ese sentido integral y armónico a que me vengo refiriendo. Una gran parte del Plan está encaminada a incrementar las obras públicas que sirvan de base a nuestro progreso industrial y económico. Más al lado de esas normas se han establecido otras de estructuración jurídica, de desarrollo cultural y, sobre todo, de intensificación y mejoramiento docente. De ahí nacen los proyectos de ley incluidos en el Plan sobre Enseñanza Primaria, Secundaria, Técnica y Universitaria. No es caso de detenerme en los aspectos de la Enseñanza Primaria y Secundaria, pero en la Argentina, por sus condiciones de formación, resulta evidente que la mano de obra especializada y la mano maestra en determinadas ramas de la producción es deficiente, cuantitativa y cualitativamente. El primer paso para subsanar el mal habría de buscarse en la capacitación profesional del elemento obrero. En mi discurso de explicación del Plan a los señores senadores y diputados afirmé, entre otras cosas, que desde mis primeras actuaciones al frente de la Secretaría de Trabajo y Previsión he querido la formación de escuelas para la instrucción de menores en la industria y he aspirado a lograr la formación de buenos operarios mediante la creación de escuelas de aplicación técnica, de perfeccionamiento y politécnicos, y he propugnado también el establecimiento de escuelas tecnológicas para la agricultura y ganadería. Esto constituye el primer jalón de la obra a realizarse. El segundo está representado por la Universidad. La primera cuestión que a mi juicio se ha de plantear, porque de ella depende la orientación y el sentido que se quiera dar a la enseñanza, es la de si la investigación tecnológica ha de tener preferencia con relación a la científica. El simple enunciado de la cuestión ya indica su enorme trascendencia. Está muy extendida la opinión de que para el desarrollo industrial de un país se necesitan más los hombres técnicos, entendiendo por tales los poseedores de una práctica, que los meramente teóricos. De ser ello cierto, tendríamos que enfocar las enseñanzas medias y superiores con un criterio de formación de trabajadores expertos en las diversas ramas. Sin embargo, esa idea no sólo se encuentra superada, sino que ha sido desechada, porque está demostrado que únicamente y sobre el campo de la ciencia pura puede florecer el progreso técnico, cuando menos el tecnicismo depurado que se necesita para afrontar las grandes empresas. De ahí que al organizar la nueva Universidad argentina se haya de defender el principio de la ciencia pura. El conocimiento de la aplicación práctica de la ciencia ha de venir después como consecuencia de aquélla. Pero todavía ese concepto resulta insuficiente, porque al formar la Universidad se tienen que resolver estos dos aspectos: 1) ¿Qué se entiende por ciencia pura?; y 2) ¿Cómo se puede llegar a su conocimiento? En cuanto al primero de ellos, no tengo por qué entrar a establecer definiciones. No hablo como profesor, porque no quiero incurrir en la vanidosa presunción de dirigiros la palabra ex cátedra por el solo hecho de haber recibido el título honorífico con que me habéis honrado, sino como hombre de gobierno, y en ese sentido, os digo que, por desgracia, en nuestras universidades ha sido muy corriente la confusión entre la ciencia pura y la ciencia verbalista. Puedo decir esto sin detrimento de los profesores actuales y de los que les han precedido, ya que entre ellos hay y ha habido auténticos hombres de ciencia y grandes profesores. El defecto no era de ellos, sino del sistema docente. El reconocimiento de los propios errores constituye la única virtud que nos puede llevar a la enmienda. Estará bien ofuscado quien no reconozca que nuestros profesionales se han formado oyendo -cuando les oían- a los maestros o leyendo en sus libros. Las prácticas de seminario, el aprendizaje sobre la realidad, tenía por su insignificancia un valor escasísimo. De trabajos de investigación y de extensión universitaria no hay ni qué hablar. No ya el hombre de ciencia, sino el mero profesional, se forman después de salir de la Universidad. Ésta, a lo sumo, ha dado al estudiante una idea orientadora que luego habrá de desarrollar. El magister dixit es necesario, pero es insuficiente. El maestro, además de decir, ha de hacer; ha de convivir con sus alumnos, ha de' trabajar con ellos, no ya, como equivocadamente se cree, para mostrarles la aplicación práctica de los conocimientos, sino para que vivan la ciencia pura, para inculcar en ellos el amor a la investigación y a las grandes especulaciones del pensamiento. Una universidad que haga esto es la que yo siento y anhelo, y por eso deseo que la nueva Ley Universitaria sirva para la creación de verdaderos centros científicos. La cátedra propiamente dicha ha de estar acompañada de los Institutos de Investigación. He dicho en otra ocasión que las universidades no. deben limitar sus tareas a la formación de profesionales, sino que deben cumplir paralelamente los fines más elevados de fomentar la cultura y realizar la investigación científica de altos vuelos. En los países donde la Universidad ha concebido así su función, se ha hecho acreedora al respeto de todos los ciudadanos y ha sido el factor principal del progreso científico. Es necesario situar en el primer plano de la actuación universitaria la extensión y la investigación científica. Basta leer la nueva Ley para comprender que es ésa su idea madre. En la Universidad se ha de afirmar una conciencia nacional histórica. No ha de haber lagunas entre los albores de nuestra personalidad política independiente y la historia que arranca hace más de tres milenios, de los berroqueños riscos pirinaicos y carpetovetónicos. Se ha de afirmar la continuidad histórica y, al mismo tiempo, organizar la investigación científica y preparar a los investigadores para el progreso de las ciencias, las letras y las artes; difundir el saber y la cultura; preparar para el ejercicio de las profesiones liberales; crear un cuerpo dedicado a la vida científica; crear y sostener institutos de investigación y cursos de perfeccionamiento; divulgar las investigaciones científicas y fomentar el desarrollo de publicaciones y actividades sociales, jurídicas, económicas, literarias y filosóficas. De acuerdo con la idea expuesta, se ha de iniciar un proceso evolutivo que vaya desde la cátedra al instituto y del instituto a la agrupación de institutos. La cátedra es el primer paso y representa, podríamos decir, la célula del sistema. Representa el saber de un hombre transmitido a sus discípulos y a sus oyentes. Pero eso no basta, porque la ciencia del individuo se atrasa y se anquilosa si carece de los medios necesarios para los estudios comparativos y para el desenvolvimiento de sus propias teorías y de su propia ciencia. Para impedir esto se debe tender a que los profesores se vean asistidos de una tal cantidad de elementos de trabajo, humanos y materiales, que su labor pase di" la enseñanza magistral, y aun de las prácticas de seminario, a la función científica de investigación. Cuando eso se haya logrado, habrá nacido el instituto. Y todavía el instituto no cumple la aspiración suprema, porque sigue representando una tendencia hasta cierto punto individualista. El catedrático, convertido en director del instituto, sigue siendo el orientador de la investigación a través de sus teorías personales; pero esas teorías tienen que ser contrastadas con otras que, sobre ser igualmente respetables, pueden resultar contradictorias. De esa lucha de doctrinas surge la verdadera ciencia. Por eso la necesidad de formar agrupaciones de institutos. Y esa necesidad cumple otra finalidad. En efecto. No hay un aspecto del saber humano que pueda vivir aisladamente. Todos, aun aquellos que parecen más dispares, se encuentran vinculados y unidos en una cadena cuyos eslabones representan una mayor o menor afinidad según se encuentren más próximos o más remotos. De poco serviría un instituto de fisiología si no estuviese vinculado a otro de anatomía, ni uno de legislación del trabajo si no se le vincula con iguales institutos de sociología y economía. Así es en todo. Este modo de sentir la ciencia ha de llevar a quienes la cultivan a una posición de altruismo, en el sentido de que la obra a realizar se ha de hacer colectivamente y ha de tener un valor también colectivo. Entiéndase bien que cuando hablo de acción colectiva no quiero decir que se deban despreciar o menospreciar las iniciativas individuales. Por lo contrario; creo que en la iniciativa individual se encuentra el principal motor del progreso social. El afán de sobresalir, el ansia de gloria, el deseo de mando, la codicia misma representan factores tan estimables que sin ellos viviríamos probablemente como los hombres primitivos. Para mí, la acción colectiva representa el esfuerzo de la sociedad para alcanzar la meta deseada. Es posible que un hombre solo, trabajando aisladamente, logre llegar a descubrimientos científicos de gran trascendencia; mas eso tiene muy escaso valor para la vida y para la cultura de un pueblo. No basta con que un hombre o muchos hombres hagan ciencia, sino que es preciso que en cada nación se cree el clima necesario para el desarrollo de la ciencia. Tal es el sentido colectivo a que me he referido. Si nos fijamos en los países que marchan a la cabeza de la ciencia, observaremos que el progreso de ella obedece tanto a la labor de determinados hombres como al auspicio y al calor que reciben de quienes no realizan labor científica. En nuestra patria, por ejemplo, el sentimiento humanitario de solidaridad social se manifiesta -tampoco con mucha frecuencia- en la fundación o en la aportación económica de fines caritativos y benéficos. Sería de desear que quienes han alcanzado situaciones de privilegio se acordasen igualmente del inmenso bien que podrían realizar impulsando con su dinero la investigación científica. También el fin que persiga la ciencia ha de encaminarse hacia el bienestar social. Repito ahora lo que creo haber dicho en alguna otra ocasión y posiblemente ante algunos de mis oyentes. Es muy interesante que las conquistas de la ciencia lleven el beneficio a una o a unas determinadas personas; pero es mucho más importante que se beneficien todas ellas. Entre un arquitecto que sepa construir un hermoso rascacielos y otro que ponga sus conocimientos al servicio de la solución del problema social de la vivienda que agobia al mundo, es éste mucho más útil que aquél. Lo mismo se puede decir de todas las actividades profesionales. No quiero terminar la exposición de mis puntos de vista sobre la necesidad de impulsar la investigación científica sin señalar la conveniencia de enaltecer la formación de academias de las diferentes ramas del saber humano, que sirvan no sólo como premio a los hombres que se hayan distinguido en las respectivas disciplinas, sino también como institutos de orientación científica y cultural. Claro es que en esta materia se debe aquilatar muy bien para la 'selección, distinguiendo los valores verdaderos de la ficción de esos valores, lo que representaría el mejor medio de consagración de hombres de ciencia y de teorías científicas, siempre, naturalmente, que esas academias no constituyan, cual es frecuente en muchos países, organismos anquilosados, a veces valladar insalvable del progreso científico por su exceso de celo en la defensa de un sentimiento conservador, sino instituciones ágiles que más se preocupen de ayudar a los investigadores de fuera que de proteger el prestigio de sus componentes. ¿Es ardua la lucha que debemos entablar para conseguir estos ideales? ¿Poseemos los elementos que se necesitan para alcanzarlos? ¿Existen los hombres capacitados para la lucha? ¿Tenemos la decisión irrevocable de vencer los obstáculos que se nos presentan? Si otros pueblos llegaron a las altas cumbres del saber y fueron fuentes de inspiración y sostenimiento de otros pueblos o de otras épocas, ¿por qué la Argentina no puede apetecer el lugar que Dios reserva a los que resultan vencedores en las más terribles pruebas? Señores: Me permito exponer ante vosotros, doctos profesores, hombres dedicados al estudio y personas cultas que me escucháis, mi punto de vista como hombre de mi generación, como ciudadano formado en la cultura de mi pueblo y como hombre que lleva sobre sí la responsabilidad del gobierno de su patria y que tiene el deber de conducirla por el rumbo glorioso que ha seguido cuando su trayectoria no se separó de todo aquello a lo que debe su personalidad. No debéis ver en mis palabras un prurito de erudición, que sería pedantería, ni mucho menos el propósito de emular a los que por su profesión y su preparación deben ser nuestros maestros. Ved solamente en la relación de mis ideas cómo un argentino, que quiere por encima de todo a su patria, recoge e impulsa lo que está en el ánimo de todos, aunque muchos no sepan definirlo, para sentar una bella afirmación que sea para el futuro la base de nuestro desarrollo docente y nuestro porvenir cultural. Creo firmemente que la cultura es determinante de la felicidad de los pueblos, porque por cultura debe entenderse no sólo preparación moral y arma de combate para sostener la posición de cada hombre en la lucha cotidiana, sino instrumento indispensable para que la vida política se desarrolle con tolerancia, honestidad y comprensión. Pero cuando una Nación recupera su ser nacional, cuando un país se reencuentra después de haberse diluido en tanteos triviales e influencias extrañas a su tradicional modo de ser, la cultura se convierte en fuerza de inimaginables proyecciones. Este postulado constituye mi gran preocupación. Ya en un mensaje al Congreso expuse brevemente el desenvolvimiento de la cultura argentina y me referí a la seguridad que tengo de su glorioso porvenir. En el Plan de Gobierno se indicó esquemáticamente que la cultura se forma por tradición y por enseñanza, y se conserva en bibliotecas, museos y archivos, perfeccionándose por la conjunción de sus factores integrantes, a saber: el hombre, en su afán de superación; la sociedad, en su progreso evolutivo nacional, y el Estado, como expresión de sus componentes y en cumplimiento de su irrenunciable misión educadora. A la cultura directamente heredada, a nuestro acervo tradicional, he de referirme esta noche. Pero conviene que dedique un breve espacio al origen de nuestro saber: la cultura grecorromana, de la que debemos ser y somos continuadores, y que fue en su tiempo inicial síntesis de las que florecieron anteriormente, como la caldea, la persa y la egipcia, culturas que se desvanecieron en el tiempo posterior a Alejandro para ser absorbidas definitivamente por las formas helenísticas. Quiero referirme especialmente a la cultura griega como base de las conclusiones a que debo llegar, porque ella constituye en sí y fue formada por un proceso tan característico, tan consecuente consigo mismo, tan recio y definido y tan unido dentro de su variedad que no ha habido otra forma de civilización que pueda comparársele. La historia de la cultura griega es la exposición del prodigio que nos lleva súbitamente desde el brutal sistema de la tiranía oriental a las más elevadas y no superadas cumbres de la sapiencia humana. Al florecer de la cultura griega se ha llamado con razón asombroso momento en el que se produce el fenómeno creador más fecundo de la vida de la humanidad, porque facilitó la comprensión del cristianismo y dio lugar al nacimiento de la civilización occidental, que todavía sigue nutriendo con su savia las modernas disciplinas culturales. El prodigio de la cultura griega consiste en que no sólo apareció y floreció cuando los helenos existían, formaban pueblos, organizaciones políticas, sistemas artísticos, órdenes arquitectónicos y escuelas filosóficas, sino que después de sometidos esos pueblos y hasta disgregados y desaparecidos como Estados, continuó el espíritu heleno fecundando los siglos hasta el presente. Todo lo griego pertenece a un mismo proceso cultural. Nada que hubiera creado el hombre anterior deja de ser conocido, captado, transformado, en una palabra helenizado, dentro de su característica variedad y unidad al mismo tiempo, aprovechándose maravillosamente del legado de las civilizaciones anteriores o simultáneas. Las formas de organización de la sociedad, las matemáticas, la medicina, la arquitectura, la escultura, la poesía y el derecho existían ya creados y en sus distintas formas lo aprovecharon los griegos, pero transformando radicalmente sus conceptos por su pasión por los principios de medida y perfección. Y ello pudo ocurrir en virtud de un ajuste que coloca al pueblo griego en rango de progenitor de la humanidad por su genio creador en el campo filosófico al plantear los problemas de la mente, despreciando mitos y prejuicios y adelantándose a través de los siglos con Platón y Aristóteles. Sintetiza un autor el genio griego con la siguiente relación: "En el templo de Apolo en Delfos aparecían en su pórtico máximas como ésta: "Nada con exceso. La medida ante todo". Según la primera de estas sentencias, todo exceso en sí es un mal, y según la otra, la medida en sí es un bien. Se contraponen, por lo tanto, exceso y medida. En los días de la madurez del genio griego esta comprensión de la vida obtendrá diversas formulaciones: una, en la filosofía; otra, en la política; las restantes, en el arte. Todas ellas nos darán el sentido del equilibrio, la fórmula mágica del arte de conducir hombres y gobernar pueblos. Los valiosos elementos que integraban la cultura griega fueron después captados por el pueblo romano. Roma añadió un sentido que debía ser el que facilitara materialmente la comprensión y adopción de los principios filosóficos griegos y la propagación y extensión del cristianismo, y con él, la desaparición de los mitos panteístas. Me refiero al sentido del Imperio y al concepto del Derecho que, juntamente con la extensión en el mundo civilizado de la lengua del Lacio, fue la base determinante de nuestra civilización. No es preciso analizar para ello la historia de la Monarquía, de la República y del Imperio romano como instituciones políticas. Roma fue siempre imperial, porque, por designio divino, para la evolución del mundo debió ser así. El verdadero poderío de Roma se desarrolló en su organización administrativa y en su prodigioso genio militar formado para defensa del Imperio; en la definición y evolución de su Derecho y en el cultivo de su lengua, que era propagada a los pueblos conquistados que, al captar civilización tan superior, contribuían a universalizar y refundir la cultura grecorromana en el mundo conocido cuya capital era Roma. Roma no poseyó figuras científicas, pero asimilándose a las 'enseñanzas griegas prosperó asombrosamente en arquitectura, astronomía, matemáticas, ciencias físicas y literatura. Permitió, además, que su codiciada colonia, la Península Ibérica, se compenetrara tan hondamente con la Ciudad Madre que no sólo le proporcionara grandes escritores y filósofos, sino que también le diera emperadores. Los godos, los dominadores que siguieron a los romanos, una vez convertidos al cristianismo, asimilaron la cultura romana que hallaron en España y, por el uso del latín, dieron lugar al nacimiento de las lenguas romances y con ellas al idioma que hablamos en tierras de Hispanidad. Y cuando Alfonso el Sabio quiso codificar el Derecho Ibérico, dio forma al Derecho Romano, base de los primeros cuerpos legales que fueron estudiados y aplicados en nuestra América. No hay que olvidar que el Imperio Romano en sus últimos tiempos era cristiano. Roma seguía siendo capital del mundo como sede del Romano Pontífice, y la cultura grecorromana, conservada durante la Edad Media en abadías y conventos después de la caída de Bizancio, resurgió avasalladora con el Renacimiento. En ese estado del mundo surge otro acontecimiento trascendental con sabor de epopeya y figuras de leyenda. Unos hombres que pueden compararse a los héroes de la mitología llegan a las "islas y tierra firme de las Indias". Letrados unos, analfabetos los más, clérigos otros, pero todos impregnados de esa cultura milenaria cuya formación tan esquemáticamente vengo relatando. Yesos hombres van sembrando con su fe, su lengua y su sangre, semillas de esa cultura cuya posesión muchos ignoraban. Y sus romances y canciones, sus tradiciones y sus costumbres, saturados de siglos de civilización, son captadas por aborígenes que viven una vida atrasada en muchas centurias. Así, en el folclore del norte argentino, en lengua aborigen se cantan, interpretadas con forma singular, antiguas leyendas medioevales europeas, y un buen día, un feliz día, un soberano que vive en otro continente crea una Universidad en Córdoba del Tucumán a imagen y semejanza de la de Salamanca. Y así se realiza el milagro que nos hace legatarios de la cultura clásica. Señores: La declaración de nuestra independencia política dio entrada a todos los vientos de opinión y a todas las luces y sombras del saber. Los profesores aquí reunidos podrán enjuiciar con magistral erudición y sobrados argumentos la labor cultural desarrollada en nuestra Patria en lo que llevamos de organización nacional. Yo, sin su preparación, pero no cediendo en un ápice en su patriotismo, he de afirmar con tristeza que buena parte del gran legado cultural que recibimos de España lo hemos olvidado o lo hemos trocado por advenedizos escarceos, introducidos a la par por los potentados, que dilapidaban sus fortunas en ciudades alegres y cosmopolitas y regresaban cantando loas a su propia disipación, y por los vencidos de los bajos fondos de cualquier parte del mundo, que llegados a nuestras playas y a fuerza del número y por obra del contacto directo y constante con nuestro pueblo, lograban infiltrarle un indefinible sentimiento de repudio de las manifestaciones espontáneas de todo lo tradicional hispano-criollo. Así, la literatura, la ciencia, el derecho, la filosofía, el arte, han adquirido formas híbridas, difusas y apagadas; siendo cada día menor el sentido de grandeza y el afán ascensional que ha de animar a las verdaderas creaciones del espíritu, para que alcancen realmente atributos de universalidad y perennidad. La cultura de la raza latina en América, a pesar del sello auténticamente español, alcanza jerarquía universal y sabor de eternidad porque supo fundir el alma peninsular en los viejos moldes del clasicismo grecolatino. Si se hubiera limitado a traducir los clásicos y adaptar su vida al estilo de Grecia o de Roma, ni hubiera alcanzado el esplendor de los Siglos de Oro castellanos ni hubiera podido parangonar sus héroes con los de la Ilíada y la Eneida. Pero España supo libar las esencias de la antigüedad y construir monumentos imperecederos que han sido el germen de las culturas de nuestro continente. Del maridaje de dioses y héroes, filósofos y artistas de la vieja Atenas; de los reflejos imperiales de la antigua Roma redimida por el Signo de la Cruz, de la fusión de la ley de Dios y el derecho de Roma que supo amalgamar con sentido ascético y caballeresco nuestra Madre España ha de salir de nuestra tierra americana, por la unión entrañable de su ancestral señorío y nuestra esplendorosa juventud, la nueva fórmula humanística que eleve al hombre a las más altas cimas de la civilización moderna. La riqueza espiritual que, con la Cruz y la Espada, España nos legó -esa Cruz y esa Espada tan vilipendiadas por nuestros enemigos y tan escarnecidas por los que con su falsa advocación medraron-, fue marchitándose hasta convertirse en informe montón irreconocible, hecho presa después del fuego de los odios y de las envidias que habían concitado con su legendario esplendor. Pero antes de convertirse definitivamente en cenizas, las pavesas del incendio aún nos bastarán para que en nuestras manos se conviertan en antorchas, que remozando el alma máter de la Universidad argentina, traspase las fronteras, despierte la vacilante fe de los tibios y semidormidos pueblos que aún creen más en las taumaturgias del oro que en los veneros que encierran el espíritu y la voluntad de trabajar y ennoblecerse y tenga aún fuerzas suficientes para llegar al corazón de Castilla y decir con acento criollo y fe cristiana: "¡España, Madre Nuestra, Hija Eterna de la Inmortal Roma, heredera directa de Atenas, la grácil, y de Esparta, la fuerte: somos tus Hijos del claro nombre; somos argentinos, de la tierra con tintineos de plata que poseemos tu corazón de oro. Como bien nacidos hijos salidos de tu seno te veneramos, te recordamos y vives en nosotros! Precisamente porque somos hijos tuyos sabemos que nosotros somos nosotros. Por esto, sobre lo mucho que tú nos legaste, hemos puesto nuestra voluntad de seguir hacia arriba hasta escalar nuevas cumbres y conquistar nuevos laureles que se sumen a los ya eternos que supimos conseguir. Por esto abrimos de nuevo las viejas arcas que guardan los restos de la cultura que esparcisteis por el mundo a la sombra de banderas flameantes defendidas por espadas invencibles. Tus filósofos, humanistas, poetas y artistas; y tus juristas, místicos y teólogos, cuando vieron que las antorchas de la revolución espiritual y el vaho del materialismo hacían peligrar el tesoro secular que acumulaste, decidieron ponerte a buen recaudo que evitara tu profanación". Pasaron los siglos del olvido y las horas de ingratitud. Nosotros, los argentinos, tus hijos predilectos, hemos labrado en el frontispicio de nuestras universidades una leyenda de imperial resonancia, una leyenda de filial gratitud y de sabor hogareño, una leyenda que dice: "No se pondrá jamás el sol de nuestra cultura hispánica". Ahora lo que nos toca hacer es incrementarla, pulirla, elevarla. Hemos de pasar de la etapa primera de asimiladores de cultura a la de creadores de cultura. Hemos de sentar las bases de un porvenir esplendoroso. Vivimos la rara fortuna de poseer una poderosa fuerza económica y unas inagotables reservas de fuerza moral. El interés de la patria exige que la Universidad argentina sea un luminar potente que penetre en las inteligencias de todos los argentinos y arroje haces de luz hacia el exterior. Que la fecunda labor pastoril y agrícola sea ampliada con la obra industrial, y ambas completadas y ennoblecidas con un empuje formidable en el terreno de la cultura. Debemos tener tenso el arco y afiladas las flechas. Nuestro horizonte cultural ha de perderse en la lejanía como el infinito marca la única salida posible de nuestras pampas. Nuestros anhelos de superación han de ser tan arraigados y potentes como creo que sienten cuantos me rodean. Pero no debe ser una fugaz llamarada ni una esporádica ilusión los resortes que muevan nuestro ánimo; ha de ser un continuado ejercicio de nuestra voluntad; ha de ser una constante dedicación de todos nuestros esfuerzos, ha de ser la consagración de todas nuestras voluntades. Queremos una Argentina grande por la generosidad de su sentimiento; grande por la potencialidad de los bienes con que Dios la ha prodigado; grande por el espíritu esforzado y por el temple criollo de sus hijos, y grande, en fin, por su contribución científica al progreso de la cultura universal. En vuestras manos está lograrlo, No deseamos una cultura oficial ni dirigida; no deseamos un molde uniforme al que se sujeten los universitarios; no queremos hombres adocenados y obsecuentes a una voz de mando. Queremos una Universidad señera y señora; una Universidad libre de tutelajes e interferencias; pero quiero que sepáis claramente que cuando el calor oficial se necesite para dar impulso a la labor universitaria, prometo, como que hay Dios, que allí encontraréis siempre al general Perón. ...................
1947-11-20
Conferencia en la Liga por los Derechos del Trabajador
Debo advertir, antes de comenzar esta pequeña disertación, que no me he propuesto hacer una exposición académica sobre los derechos del trabajador. Los derechos del trabajador, en mi concepto, más que interpretarlos, se sienten o no se sienten. De manera que no es precisamente una disertación de tal carácter la que yo voy a hacer, sino que me propongo simplemente hablar sobre el tema exclusivamente de acuerdo a como lo siento yo, sin haber preparado absolutamente nada, porque creo que en esta forma les daré un pensamiento vívido de cual es el origen de esos derechos, que hemos proclamado con anterioridad. Nosotros establecimos, hace ya tiempo, señores, entre tantas otras cuestiones referidas a los derechos de los hombres que trabajan, una doctrina que es simple pero real y justa, extraída, como todo lo que ha de ser extraído para que sea real, de la verdadera realidad que el pueblo vive, no inspirada en otro sentimiento que el de interpretar esa realidad. El éxito que nosotros hemos tenido en el campo político, en mi concepto, está basado, más que en ningún otro factor, en haber sabido interpretar una realidad que otros no veían; y considero que el error más grave que puede cometer un hombre político, aún cuando, como yo, no sea realmente un político, es no apreciar con claridad el panorama de los verdaderos problemas cuya solución encarará, hacia el gobierno o desde el gobierno, con beneplácito y acuerdo de la masa ciudadana que representa como opinión pública. Cuando un político no ve claramente el panorama comete errores de tal naturaleza que poco a poco lo van desprestigiando, apartándolo de su verdadera posición y del prestigio necesario para que el gobierno que ejerce tenga la autoridad popular que debe tener, ya que los gobiernos modernos que no gobiernan las masas populares, en realidad no gobiernan, aunque ellos crean lo contrario. En este aspecto de la interpretación de las masas populares, nosotros tenemos una concepción tan vieja como nuestra posición: cuando nuestro pueblo -porque fue "nuestro" pueblo- luchó por obtener la independencia política del país y realizó el extraordinario esfuerzo y el cruento sacrificio de miles de vidas, que se ofrecieron para la supervivencia de nuestra patria, esperó, no el premio, pero sí una igualdad social para que una vez obtenida esa libertad pudiera ser vivida con honor, con dignidad y con placer. Pero fue defraudado por nuestras clases dirigentes, y de ahí nació lo que yo llamo "el dolor de la tierra". Los que se llamaron, y especialmente llamó Martín Fierro, "doctorcitos de la ciudad", escamotearon el triunfo de esas masas populares y las relegaron al "dolor de la tierra", mientras ellos disfrutaban de los bienes y de la felicidad que la naturaleza había puesto en esta tierra para todos y no para una parte de la población. También fue Martín Fierro quien dijo en aquella oportunidad a que se debía eso. Decíamos que el ideal de la justicia que los hombres pueden asegurar es que seamos todos iguales ante la ley. Lo sostenemos y, a fuerza de sostenerlo sinceramente, nos hemos convencido de que esa es ya la realidad, que es cierto, pero en realidad de verdad dista mucho de serlo. Pues decía Martín Fierro que la ley es como la telaraña: el bicho grande la rompe y pasa y el chico queda prendido en ella. Nuestras inmensas masas populares estaban en esa situación, con otro grave inconveniente: el de que nosotros, que teníamos la obligación de crearles, aún dentro de ese medio, un margen mejor de vida, nos habíamos despreocupado, indiferentes y egoístas, del problema de los que disfrutaban de una menor felicidad que nosotros. Es menester comenzar por reconocerlo para comenzar a ponerle remedio. Nosotros pensamos que todo esto, que es una realidad que no hemos sabido modificar a lo largo de tantos años, solamente puede corregirse si reaccionamos contra esos errores, los que llevarán paulatinamente a nuestra patria a una diferencia de clases que no debe existir en una tierra como la nuestra, tan bien dotada y tan abundante como para que, no dieciséis, sino ciento sesenta millones de hombres puedan vivir con dignidad y felicidad. Señores: al establecer los derechos del trabajador, nosotros hemos querido compensarle a nuestra clase popular su menor grado de felicidad y de dignidad en la vida. De dignidad real, sobre la cual no hay que hacerse ilusiones. Creamos, empíricamente, lo que pudimos crear en el momento oportuno: la Secretaría de Trabajo y Previsión. ¿Qué era la Secretaría de Trabajo? Les diré cual fue la verdadera concepción con que se creó, porque yo fui su creador y el inspirador de todas las obras que allí se realizaron. Veíamos a nuestra pobre gente empujada desde todos los lugares; iba a todas partes a pedir, y, cuando lograba conseguir algo, salía amargada a pesar de haberlo conseguido. Veíamos al desgraciado que no tenía donde recurrir, que debía afrontar mil situaciones que se le creaban: desde el agente de policía, que lo sacaba del banco de la plaza, hasta quien lo recibía mal, aún para darle de comer, o para ayudarlo. Era así vilipendiado por una sociedad -responsable de ese estado de cosas, al cual no había sabido poner remedio- que lo repeliera en todos los medios donde tomara contacto con ella. Si la sociedad somete al individuo al convencionalismo de sus leyes cuando él está de pie y puede obedecerlas, cuando está en la desgracia tiene la obligación de hacerse cargo de ese hombre a quien ha sometido a ese convencionalismo legal. Este, en el fondo, no es otra cosa que la costumbre hecha ley, que los hombres acostumbran a obedecer. Pensamos señores, que para poder igualar en la realidad eso que ha sido siempre una ficción, -que somos los hombres iguales ante la ley- solamente podría existir un camino: dar al sector desheredado algunos derechos que pueden ser generalizados para todos, con un valor real y efectivo. Así nació la Secretaría de Trabajo y Previsión. Yo creé el organismo, llamé a todos los empleados, les hablé, los instruí, llamé hasta a los ordenanzas y les dije: "Vamos a hacer una casa donde el más desgraciado llegue y pueda mandar, porque alguna parte debe tener donde él mande; un organismo donde llegue un hombre a defender sus derechos que no se le han aceptado en ninguna parte y que allí se le acepten, o por lo menos, se estudie su problema para solucionarlo". Es natural que entre la gente que entonces llegó a la Secretaría tuviéramos que aguantar muchas cosas, pero lo hacíamos con un alto espíritu de resignación; porque esos que nunca habían mandado, a quienes nunca se les había permitido, siquiera, tener un desplante con cualquier funcionario, algunas veces se excedían. Pero, señores, si es común excederse en tantas cosas, ¿por qué no habríamos de tolerar que esa pobre gente, que nunca se había excedido, lo hiciese ahora por primera vez? Con ese espíritu la Secretaría pasó a ser la Casa de los Trabajadores y se comenzó a estructurar algo más racional y orgánico. Y es, precisamente, del espíritu de esa casa que han nacido los Derechos de Trabajador. Estas ideas básicas, que han inspirado la política que hemos seguido desde entonces, es necesario llevarlas adelante si queremos realizar la verdadera unidad nacional, haciendo desaparecer divisiones que no se justifican en el pueblo argentino, reaccionando contra ese mal ingénito nuestro de haber aceptado esas divisiones como fatalidades históricas. Los pueblos están sometidos a ciertas fatalidades históricas, pero estas también se modifican mediante la contracción, la inteligencia y la abnegación de los mismos. De esa primera concepción, simplista si se quiere, de los derechos del trabajador, pensamos nosotros que pudiera surgir una verdadera base para el nuevo derecho argentino, y en este sentido quisimos cristalizar en diez reglas, concretas y simples, la nueva base sobre la cual los juristas pudiesen desarrollar una verdadera doctrina que encuadrase los derechos reales, y no teóricos, de esta masa popular que nosotros, genéricamente, llamamos "de trabajadores", aunque muchos no se distingan realmente por el trabajo. Durante la marcha de la revolución nosotros hemos encarado algunas reformas de trascendencia, dicho sea esto con respecto a algunas opiniones que creen que nuestro movimiento es un movimiento inorgánico y anárquico. Esas reformas van desde el campo social, primera base conquistada por la Revolución -que se fundó precisamente, en una nueva concepción de la justicia social- a la conquista de la base económica, -que nos ha producido tantas luchas y tantos sinsabores, como así también tantas satisfacciones-, y luego a la toma de la base política, realizada por el favor del pueblo, al que procuramos interpretar. Siguieron otras fases revolucionarias que dieron motivo, en cada caso, a una profunda transformación, mediante una serie de reformas que han de ser substanciales. Y entre todas esas reformas, creo que una de las más trascendentes, porque ha de ser consolidatoria de nuestra obra, es la reforma del derecho argentino. Es inadmisible que la República Argentina tenga su codificación desperdigada, ha más de un siglo, y que en estos momentos el Código de Comercio, por ejemplo, tenga todas sus disposiciones acordes con la navegación a vela, en momentos en que se habla ya de la navegación estratosférica. Aunque ese hecho, por sí sólo, no justificara suficientemente la reforma de la justicia, nosotros, como argentinos, tendríamos la obligación de encararla para ponernos al día, suprimiendo todos los errores y defectos que han llevado al pueblo argentino a realizar más de veinte pequeñas y grandes revoluciones tras un objetivo que todavía no ha logrado la Nación. La realización de la reforma, en lo que concierne a la legislación argentina y especialmente en el aspecto de la justicia, es necesario que interprete el momento; dictar justicia para el momento y no para lo que pensaron, fueron y realizaron nuestros antepasados de la cuarta o quinta generación. Los derechos del trabajador fijan solamente un aspecto, o punto de partida, para que el jurista apoye en él la moderna concepción de cómo ha de legislar nuestro derecho al trabajo; para que esta concepción, netamente revolucionaria, se ponga en marcha, en ejecución, tan pronto como ello sea posible. Sabemos perfectamente que si esa reforma se redujera a los hombres, habríamos realizado sólo una parte de nuestro programa. Es necesario que ella que llegue a los códigos y que llegue, además a los organismos más representativos de la nacionalidad, como así también a su carta básica. Los Derechos del Trabajador, creo yo, deben ser agregados, como se ha propuesto, a la Constitución del país, para que jamás puedan ser olvidados. Porque así como los derechos del hombre y del ciudadano han remediado algunos males y avances sobre la libertad de los hombres, en general, los del trabajador, que se circunscriben a la clase popular es protegida por la ley y por el Estado, equilibran el derecho a vivir con dignidad y felicidad e impiden la mayor gravitación de una parte de la población sobre el resto, que no puede llevar sino a la división de la sociedad y a la destrucción del orden interno de las naciones. Es indudable que, como dice un viejo principio militar, la verdadera obra de arte nunca consiste en un plan: la verdadera obra de arte consiste en realizarlo. En ese sentido, señores, el año 1948 hemos de iniciarlo con lo que podríamos llamar la reforma del derecho argentino. Cuando se producen movimientos que tienen la trascendencia del nuestro, la etapa no se consolida si los hombres de talento, de patriotismo y de virtud que existen en el país, además de los entendidos en las distintas materias, no se reúnen y se ponen seriamente a trabajar para que se concrete en un conjunto de reglas lo que sería la codificación rectora de las normas de conducta de los hombres, de las instituciones y de las leyes. Y eso es lo que aspiramos a realizar. Hemos de aislar al Ministerio de Justicia y lo hemos de dedicar exclusivamente al estudio de la codificación del nuevo derecho argentino, de fondo y de forma, para ponernos al día también en este aspecto. Para esa labor hemos de llamar a colaborar a todos los argentinos, piensen como piensen y sientan como sientan, porque es menester llegar a una conclusión que sea aceptable para todos los sectores de la vida argentina. Creo que nadie se ha de negar a una colaboración que representará, quizás, la más importante obra que cumplirá la revolución. Con ello aspiramos a consolidar nuestro movimiento, en el tiempo y en el espacio, para que las futuras generaciones argentinas tengan algo que agradecer nuestro paso por la vida, ya que en caso contrario no justificaríamos la necesidad de haberla vivido y ni valdría la pena haber pasado por ella. La constitución de la Liga por los Derechos del Trabajador indica dos cosas fundamentales: primero, que esa declaración, sentida por un enorme sector de la actividad nacional, ha obtenido adeptos en toda la clase trabajadora; segundo, que llevará a todas las partes de nuestro país, y aún al exterior, esta nueva filosofía argentina que será la base, en mi concepto, para un mundo mejor. A quienes quieran seguir esto nos les está vedado el conocimiento de lo que aquí ocurre, y, si lo siguen, tengo la intuición de que no ha de ser para mal de ningún pueblo, sea afecto o desafecto a nuestra manera de pensar. Los Derechos del Trabajador, difundidos, serán de un efecto extraordinario. Ya algunos organismos mundiales han podido apreciar, siquiera sea someramente, la profunda intención que estos derechos llevan en sí. Realmente, he observado con alguna sorpresa, como un Congreso de trabajadores, opuso dificultades a la consideración de derechos que hacen a la esencia misma de la vida de la clase productora, mientras que se aceptan ellos por organismos internacionales que representan tipos de sociedad que se fundamentan en las más opuestas concepciones del derecho y de la economía. Es que, señores, he recogido la experiencia de que esos congresos internacionales de trabajadores lo que menos tienen es, casualmente, esto último. Son hombres que no trabajan con la sinceridad y lealtad con que estamos trabajando nosotros. No trabajan, tampoco, por una causa superior, sino sirviendo intereses de pequeños grupos, ya que son dirigentes a sueldo de quienes les mandan al congreso y jamás representantes de los obreros. No obstante, nosotros, para mucha gente, no defendemos a la clase trabajadora sino que nos estamos sirviendo de ella y dirigiendo el movimiento sindical, aunque en un año y pocos meses hemos realizado todo lo que ellos han dejado de hacer en un siglo. Señores: la formación de la Liga de los Derechos del Trabajador tiene un alto fin que cumplir: llevar a la conciencia de nuestro pueblo, a la conciencia de todos los demás pueblos, la convicción de que hay una sola solución para terminar con la lucha de clases, la que ha de terminar con el mundo si no se termina con ella. Y esto se justifica en alto grado, dadas las condiciones en que las masas trabajadoras viven hoy en el mundo. No creo que esas formaciones que se llaman socialismo y comunismo respondan a otra causa que al denominado régimen capitalista de explotación. Los comunistas y socialistas no son ya ni siquiera causa, sino efecto, y cuando suprimamos la verdadera causa, que es el Estado capitalista con la explotación del hombre por el hombre, pasará poco tiempo para que no tengamos ni noticia de los que han sido el comunismo y el socialismo. Véase, si no, el experimento a que nos hemos sometido nosotros mismos y que estamos realizando. Es indudable que tengo mis más enconados adversarios entre los socialistas y el hecho se debe a que he realizado muchas cosas buenas que ellos sólo mencionaron durante casi cincuenta años. Es lógico, pues, que sean mis enemigos, porque no estuvieron leal y sinceramente con las ideas que sostuvieron. Por mi parte, no he hecho otra cosa que llevar a la práctica lo que ellos dijeron y no fueron capaces de realizar. ¡Si ni siquiera pensaron, muchos de ellos, que pudieran lograrlo! Hay una diferencia más sustancial todavía, y es que nosotros hemos trabajado con lealtad y sinceridad para el pueblo, y hemos actuado para conseguir el bien de la Nación. Ellos a menudo difundieron sus ideas sin fe, y aún cuando se propusieron llevarlas a la práctica no fue en provecho de toda la Nación sino en beneficio propio. Esto explica por qué triunfamos nosotros y por qué fracasaron ellos. La Liga por los Derechos del Trabajador cumplirá con esa hermosa función: actuar con la lealtad y sinceridad que no se conocieron antes en nuestro país para promover un movimiento que tiende a suprimir la lucha entre los hombres y a ligarlos en sus intereses, en sus virtudes y en sus objetivos. ¿Por qué digo "ligarlos en sus intereses"? Porque en esta clase de movimientos es menester, antes que nada, ser objetivo, ser realista -como dicen otros- o sea, encarar los hechos por su finalidad y con un profundo conocimiento de lo que es el hombre. Los hombres, como las naciones, no tienen amigos permanentes sino intereses permanentes. Cuando entre dos amigos se contraponen sus intereses, tardan poco en ser enemigos. Y cuando a dos enemigos se les ofrecen intereses paralelos, tardan poco en ser amigos. Esto es lo que la vida enseña. Lo que nosotros buscamos es poner en paralelismo los intereses de todos los argentinos, para que todos empujen en la misma dirección y con la misma intensidad. Si esta finalidad se logra, los procesos de lucha irán disminuyendo y los de colaboración y cooperación irán aumentando. Y así llegará, Dios mediante, un hermoso momento para la vida argentina en que dieciséis millones de almas, sin distingos de banderías, partidos o ideologías, trabajen por el país en cualquier campo, con cualquier ideología y en cualquier partido en que se encuentren. La Liga por los Derechos del Trabajador es también una bandera de la doctrina que ha de crearse en base a estos diez verdaderos mandamientos, que permitirán con el tiempo una mayor colaboración y cooperación entre los que conciben y los que ejecutan en nuestra tierra. Esos principios han de ser difundidos con verdad y sinceridad, sin las deformaciones a que estamos acostumbrados a recurrir cuando no nos conviene, o nos conviene demasiado una cosa; sin buscar interpretaciones capciosas o torcidas sino así, simples y reales, como ellos son si se presentan en una escueta enunciación que permita interpretarlos sin otra intención que el deseo de aplicarles rectamente. Cuando esos derechos, conocidos y practicados por los hombres y por el Estado, alcancen un alto grado de aplicación, los hombres que de ellos disfruten advertirán que a tales derechos, como sucede con otras cosas en la vida, corresponden deberes y obligaciones. Es necesario dar a nuestro pueblo, en primer término, los derechos, y fijarle después las obligaciones, porque de lo contrario no pueden ser aceptadas de buen grado. La acción que la Liga puede desarrollar tecnificando esos principios presentando el análisis de la síntesis que representa cada uno de los Derechos del Trabajador, haciéndolos conocer y practicar, ha de ser de un beneficio cuyas proyecciones todavía no podemos medir. Esos derechos le dan nombre a una institución, lanzados en todas direcciones, constituirán quizás una de las más grandes conquistas de nuestro movimiento. Es conocida por antigua la técnica de desdoblamiento en las funciones para llevar a cabo movimientos de gran envergadura, como es el nuestro. La técnica es simple y nace de un gran principio que establece la forma de lucha. Cuando se ataca frontalmente un objetivo, llega un momento en que los adversarios detienen su avance. En milicia acostumbramos a lanzar columnas colaterales que, desbordando, actúan sobre la retaguardia de nuestros adversarios para librar allí una lucha decisiva. La Liga por los Derechos del Trabajador, en mi concepto, es la más extraordinaria y formidable columna colateral que lanzamos para que penetre profundamente en todos los sectores en que estamos detenidos por la acción de los adversarios; tiende a caer sobre el flanco y la retaguardia y debilitar las posiciones contrarias, a efectos de que allí, donde no llega nuestro movimiento y nuestra doctrina, lleguen los hombres de esta asociación. Con esta Liga y con la independencia económica de la Nación, hemos de formar las dos columnas más fuertes de sustentación de nuestro movimiento. Me toca a mí, con todo el pueblo argentino, defender la independencia económica. A ustedes les corresponde defender los derechos del trabajador, con el enorme entusiasmo, la capacidad, la sinceridad y la lealtad que reconozco en todos los componentes de esta meritoria agrupación. No desearía abundar en mayores consideraciones. Les he expresado cabalmente todo cuanto pienso. Consideren que soy también un componente de esta entidad; piensen que estoy al servicio de esta causa, que yo vengo defendiendo desde hace tanto tiempo, y que he de hacerme siempre presente en todas las decisiones que ustedes adopten y en todos los trabajos que realicen, porque así consolidaré la acción que ustedes desarrollen. Finalmente, deseo que tengan todo el éxito que merecen, y solamente he de pedirles, para bien de esta asociación, muy pocas cosas. En primer término, les pido que mantengan un alto grado de tolerancia para con los compañeros y los adversarios. Solamente la comprensión y la tolerancia harán eficaz la acción de esta Liga. La lucha no es función de ustedes, sino la persuasión. Según tengo entendido, esta entidad se ha formado para convencer a los argentinos de la necesidad de una causa noble que ha de cumplirse. La función ha de ser, pues, de persuasión y no de lucha. Hay otros campos para batallar y desparramar la simiente que consideramos justa y noble. La persuasión ha de llegar a todas partes y todos los hombres, aún cuando fuera necesario recurrir a la resignación. Recordemos la famosa frase de Licurgo, cuando uno de sus más encarnizados enemigos le saltó un ojo de un bastonazo y él contestó al ataque con aquellas palabras tan hermosas: "Pega, pero escucha". Esa es nuestra función: que peguen, pero que escuchen. La palabra y la persuasión son armas mucho más poderosas que un fusil o un garrote. En segundo lugar, deseo pedirles que, juntamente con esa acción persuasiva y pacífica, constituyan una organización que sea siempre de orden y traten de incidir en la vida nacional buscando la paz y el amor entre los hombres, sin lo cual, nada puede considerarse de un provecho superior para la Nación. Además, quiero que esta asociación, que ha de servir tan eficazmente a nuestro movimiento, no permita que se filtre la política en sus filas, pues tan pronto ello sucediese, habría penetrado el germen de la disociación. Para que la obra de ustedes sea efectiva, deben actuar en lo intelectual y en lo moral como un bloque granítico, considerando que no hay nada mejor para un hombre de la Liga que otro hombre de la Liga. Por último, señores, agregaré que nuestro movimiento no es político, es un movimiento nacional. Por tal motivo, nunca hablo yo de "partido" porque no partimos de nada. Queremos incorporar a nuestro gran movimiento a todos los argentinos que quieran realizar lo mismo que nosotros, que sientan las mismas patrióticas inquietudes y que deseen llevar a nuestro pueblo por su verdadero rumbo, que había perdido, encaminándolo hacia los valores eternos y no hacia los circunstanciales, volviendo por el alma criolla que todos ponderamos y que todos tenemos que sentir profundamente, aunque a veces nos apartemos de ella. Esta doctrina netamente argentina, al unificarnos, nos ha de llevar a actuar con nobleza netamente argentina. En este movimiento debemos perdonar los agravios, olvidar las injurias, pasar por alto los errores y ayudar a los hombres a rectificarse para que se incorporen a nuestra lucha en aras de un objetivo superior. Por ello, pase lo que pase, les pido que jamás se sectaricen, sino que se universalicen; que llamen a su seno a todos los hombres de buena voluntad, honrados y capaces, porque de la conjunción de hombres en diversas maneras de sentir y de pensar saldrá lo genuinamente criollo con sus verdaderos valores constructivos. La Liga será tanto más grande cuanto más tolerante sea con los demás, para que los demás sean también tolerantes con ella. No me explicaría la constitución de un organismo de lucha en este momento en que todos nos hallamos empeñados en lograr la paz. Algunos hacen grandes diferencias entre la paz interna y la paz internacional, sin darse cuenta de que en los tiempos que corren la paz internacional se altera cuando no hay paz interna, y viceversa. Señores: en este difícil momento que vive la humanidad, la Argentina es una ínsula relativamente tranquila, en donde los hombres comienzan a olvidar y a no proferir injurias contra los demás hombres, salvo contadas pero no honrosas excepciones; en donde comenzamos a asociarnos para colaborar y para construir, entre nosotros muchos de los que antes fueron nuestros adversarios; y donde tampoco escapa la agrupación de algunos ancianos que todavía quieren pelear, lo que califica verdaderamente este movimiento de pacifista ya que, los que podemos pelear, no queremos hacerlo, aunque los que no pueden tengan todavía deseos de seguir peleando. Señores: dentro de estas ideas, que son las que ustedes mismos han concretado para las bases, de la asociación; dentro de esta concepción, que creemos no es equivocada, pues sigue una doctrina que ya es conocida por todos nosotros y que consideramos que es perfectamente adaptada a la realidad y a las necesidades argentinas, comienza a funcionar esta Liga que agrega un eslabón más a la cadena que nos encontramos empeñados en fabricar los argentinos, cadena de comprensión, de unión y de colaboración para formar una Argentina más grande y mejor, una Argentina donde todos veamos de una manera similar, apreciemos las cosas de igual modo y resolvamos, en comunión y en acuerdo, todos los problemas que presenta la vida nacional, sin embanderarnos en luchas estériles e inútiles. La lucha, por el contrario, ha de ser para construir; esa es la verdadera lucha anhelada por los argentinos que pensamos todos los días, por lo menos una vez, en nuestra patria. Esta clase de lucha es la que iniciará la Liga por los Derechos del Trabajador. Yo felicito, como primer mandatario de la Nación, a cada uno de los ciudadanos que se encargan de la realización de esta magnífica obra. La veo ya difundida, a través del tiempo y de la distancia, sobre todo nuestro territorio, y aún saliendo al exterior y fundando filiales en todo el mundo para llevar al ánimo de los hombres de todas las regiones de la tierra una convicción fundamental: la de que, por sobre todas las cosas, hay algo que no debe olvidarse sin grave riesgo, y que consiste en la necesidad de que aquellos que hayan alcanzado una mejor vida, un mejor estado material y una dignidad superior, se ocupen de ayudar, de dar la mano y de favorecer a los que no han tenido la fortuna de alcanzar ni esa virtud, ni esa dignidad, ni ese bienestar. Con esto, señores, me despido de ustedes por el día de hoy, ya que viviré permanentemente ligado a esta institución; y al expresarles mis sinceros deseos por la prosperidad personal de cada uno de sus componentes, espero también que todos los años podamos reunirnos en este día para festejar los triunfos alcanzados por nuestra prédica y para poder decir: tenemos tantos más adherentes que se han sumado con sinceridad y con lealtad a esta obra de bien que sólo persigue el amor entre los hombres y la colaboración entre los argentinos. .......................
1947-11-22
En una visita al Club Huracán :
Amigos de Huracán: Entre las numerosas preocupaciones que el gobierno tiene, por encarar en forma integral todas las actividades que, de una manera directa o indirecta, inciden sobre la tranquilidad, la felicidad y el sosiego de la sociedad argentina, el aspecto relativo a la cultura física es una de las principales que en este momento estamos tratando de propugnar. Desgraciadamente, nuestro país no había encargado el apoyo que el Estado tiene obligación de prestar a las asociaciones que están cumpliendo una función de extraordinaria importancia en el perfeccionamiento físico de nuestra raza. Esa es la razón por la cual hemos iniciado una política de apoyo, de ayuda, de consejo y de organización a todos los clubes, especialmente a los populares que, como Huracán, nuclean un alto número de personas que se benefician con los servicios, diríamos colectivos, de una entidad que acciona en bien de un barrio populoso, simpático y admirable. Señores: Yo soy un hombre con inclinaciones profundamente populares. Si algún honor podría llegar a lo más profundo de mi corazón, es el homenaje que las multitudes de trabajadores y de hombres humildes pueden tributarme. Sabiendo lo profundamente popular que es esta institución, el haberme discernido el honor de ser socio honorario y el haber querido tener la amabilidad de recordármelo con una medalla, que aprecio y que agradezco profundamente, me llena de gratitud y reconocimiento. Siempre me sentí ligado profundamente a esta institución, por ser popular y argentina, y desde hoy en adelante tendré presente este gesto que colma toda la satisfacción a que pueden aspirar hombres que están, como yo, cumpliendo una función social. Sé bien, señores, cual es el mérito que en esta inmensa barriada de Caseros tiene el Club Huracán. Sé como trabaja el Club y que ofrece a sus asociados, como así también cual es el esfuerzo que realiza por llevar adelante el deporte en nuestra tierra. Reconozco tales méritos y como gobernante estoy obligado a apoyarlo y a propugnarlo para que ello se extienda a todo el territorio de la nación. Cuando numerosos clubes como Huracán cubran todo el territorio de la Nación, habremos hecho un inmenso bien a la patria, porque habremos sustraído a nuestros jóvenes del vicio y de los lugares donde los hombres no ganan en salud ni en virtud, para convertirlos en deportistas que van preparando el alma y el cuerpo para ser ciudadanos virtuosos y dignos. Señores: Agradezco profundamente que ustedes se hayan acordado de mí para brindarles la satisfacción de estos hermosos momentos. Se los agradezco porque soy un hombre profundamente sentimental y no hay estímulo tan grato para mi espíritu como el saber que he podido hacer bien en algún sentido a los hombres que lo merecen por su trabajo, por su dedicación y por sus condiciones. Antes de retirarme quiero expresarles a ustedes la seguridad de mi gratitud y decirle al señor presidente del Club, en mi nombre y en el de mi señora, cuanto le estamos reconocidos por su amabilidad. Al mismo tiempo, deseo pedirle que haga presente a toda la institución que cuando llegue el momento en que necesite del apoyo oficial para cualquier actividad, no lo daré como un favor que se dispensa inmerecidamente sino como una obligación de gobernante. Por último, formulo mis más fervientes votos porque la prosperidad y el éxito acompañen permanentemente a este Club, y no puedo dejar de expresarles que el general Perón estará compartiendo espiritualmente con ustedes cada una de las conquistas que se vayan obteniendo en el local social o en el estadio. ....................
1947-11-27
Ante un grupo de artistas plásticos
Hace unos días nos reunimos con un núcleo de personas que tenían las mismas inquietudes que nosotros vamos teniendo desde hace ya tiempo, al encarar el problema de la cultura en forma integral. Nuestra aspiración, señores, no es pasar por entre las cosas con una cierta indiferencia, como se acostumbra a hacer en nuestro país, sino crear nuevas formas, nuevos sistemas y, sobre todo, una obra de fondo que consolide de una manera permanente nuestra cultura. La revolución o el movimiento que nosotros representamos quiere tener el alto grado de tolerancia que deben tener estos grandes movimientos cuando son realmente grandes y profundos, y no reducirse a simples cuestiones de forma, a que suelen limitarse los pequeños movimientos. Nosotros queremos realizar en la República una obra de transformación que modifique los errores existentes que todos conocemos, y que dé nacimiento a una nueva creación que represente el pensar de los argentinos de nuestras generaciones. Cualquiera sea nuestra colocación, nosotros juzgamos los hechos por los resultados que han dado y no por las causas que han provocado esos resultados, y así nuestro interés está en llegar con el mínimum de esfuerzo a conseguir grandes resultados. Para llegar a lo que hemos realizado, hemos tenido necesidad, primero, de consolidar materialmente nuestro pensamiento. Por eso hemos buscado en el campo de las actividades consolidar primero una base social, porque la inquietud nacional, la de un mayor número de hombres, estaba en la solución de esos problemas sociales. Encaramos después la consolidación de una base económica, sin la cual es difícil poder realizar ni consolidar ninguna obra. Posteriormente, encaramos la consolidación de una base política, pues nuestro sistema democrático es la única forma de llegar con justicia a realizar una obra que esté de acuerdo con lo que piensa la mayoría de la población. Realizadas estas tres reformas fundamentales, podremos encarar la verdadera obra de fondo, de creación, que es necesario realizar para que las cosas trasciendan en el devenir del tiempo y la gente no nos olvide dentro de pocos años. Esa obra, que en mi concepto es la verdadera obra de consolidación, queda por cumplirse. Hemos obtenido la posibilidad de hacerla; ahora veremos si tenemos el acierto de llevarla a cabo. Dentro de este concepto, hemos encarado una reforma que llegue a consolidar algo que es indispensable y fundamental para la vida del país, que se adapte a las nuevas formas y que modifique los errores y los inconvenientes que ya conocemos. Me refiero a la justicia. Allí también se esta tratando de llegar a una transformación profunda. Vendría después todo lo que se refiere a la instrucción pública en sus distintos aspectos, empezando por la primaria, secundaria, universitaria y técnica, y agotado todo eso -de lo cual ella no se puede separar- todo lo que se refiere a la cultura. Perdonen ustedes que yo ya haya hecho esta revisión sintética del panorama, pero era necesaria para encuadrar dentro de él, con sentido de universalidad e integralmente, el problema que nosotros queremos encarar. Cuando me refiero a cultura me refiero preponderantemente a las artes y a las letras, que son el andamiaje fundamental de este aspecto, ya que toda la parte científica y de otras características se desarrolla en otro campo, con una organización posiblemente más afirmada y más consolidada. En esto señores, podríamos culpar en gran parte al Estado de no haber realizado una tarea más racional; y en parte, también, a nuestros artistas, que no han tenido la suficiente conciencia social para unirse en su acción. Si se hubiesen unido en una acción común el Estado no podría resistir en manera alguna a los requerimientos que surgieran de la colectividad de artistas, para determinar lo que el país debe hacer, no en su beneficio sino en el de la Nación misma y de su cultura, ya se trate de un aspecto de las artes o de las letras. Señores: Yo, como representante del Estado, solamente puedo ofrecerles una cosa: la acción estatal que ha de traducirse en la organización y los medios. Lo demás, lo tienen que dar ustedes: los hombres. En nuestro país ha funcionado una organización estatal encargada de esta función que, hasta ahora en mi concepto, no ha cumplido su finalidad, porque ha carecido de hombres, y no porque no los haya en la República Argentina, sino porque, como ustedes acaban de decirlo, los hombres que han dirigido cada una de esas actividades, no han sido personas entendidas, no han sido técnicos; por eso el Estado necesita de la colaboración de ustedes para poder poner en funcionamiento, acertadamente, la organización que él crea y para emplear eficientemente los medios que pone a disposición de la misma. Yo les ofrezco esos medios y esa organización y espero de ustedes su colaboración. Yo les daré el material; ustedes me darán el alma para esa organización, porque sería inútil que yo creara un hermoso y ampuloso organismo si estuviera destinado, como ha ocurrido hasta ahora, a carecer del alma y de la inspiración necesaria para cumplir sus finalidades. Refiriéndome ahora en forma directa a las artes plásticas, he querido ir circunscribiendo a círculos menores lo que ya ha hemos conversado con una numerosa representación de todas las esferas de la cultura nacional. Llegando a circunscribir, iremos tecnificando nuestra acción. Yo creo, como ha dicho el maestro Quirós, que tenemos dos funciones fundamentales a cumplir, respecto a las cuales nuestra generación tiene una inmensa responsabilidad. La República Argentina quizás nunca se ha encontrado en mejores condiciones que en este momento para encarar una obra de gran aliento. Nuestro país, hasta ahora, ha estado enfermo de realizaciones de pequeñas cosas, y yo quiero enfermarlo de realizaciones de grandes cosas. Soy de los que creen que cada individuo es capaz de realizar el objetivo que se propone; es cuestión de la acción y del acierto con que lo resuelva. Pero los pequeños hombres tienen siempre pequeños objetivos, y nuestra aspiración ha de ser la de tener grandes objetivos, porque siempre hay tiempo para limitar las aspiraciones y, por el contrario, se carece siempre de tiempo para ampliarlas, cuando uno no tiene la persuasión absoluta de que puede realizarlas. Creo, señores, que nosotros hemos adquirido un grado de cultura suficiente, pero si nos conformamos con eso seríamos un pueblo que ha comenzado ya su decadencia, y a los cien años de vida no creo que ningún pueblo pueda encontrarse en esa situación. A ese grado de cultura alcanzado, debemos ponerle por delante objetivos de superación, es decir, que debemos trazar nuevos jalones, colocarlos delante de toda esa cultura aprendida y heredada y ponernos a trabajar para llegar a ellos. Ese sería para mí el primer objetivo. El segundo sería, como lo ha dicho el maestro Quirós, contribuir a elevar el arte y las bellas artes en toda esta zona del hemisferio que pertenece a nuestra raza y a nuestras costumbres. No creo que hayamos realizado ni aprovechado todo lo que la naturaleza y la providencia han puesto a nuestra disposición. Creo que tenemos que trabajar más. Creo, señores, que el genio es también trabajo. Y creo más: en nuestro país todavía no se trabaja lo suficiente. Es necesario que la Argentina se acostumbre a trabajar más en todas las actividades. Es indudable que este es un objetivo que también debemos perseguir. Estas cuestiones se obtienen más con el sacrificio que con ninguna otra condición humana. El Estado es culpable, por lo menos en un ochenta por ciento, de que ello no se haya realizado en nuestro país, porque no ha sabido crear el clima necesario para que nuestros artistas vivan su clima. Esto es tan viejo como la historia del mundo. Es necesario, especialmente en las inclinaciones artísticas, que los países sean capaces de crear un clima y claramente se ve que las distintas etapas de la historia de los pueblos van indicando el progreso o la decadencia de su arte, según haya existido o no un clima propicio a esta clase de creaciones del alma y de la inteligencia humana. Le decía los otros días al maestro Quirós: "Yo, que he visitado el Vaticano, sé que puede hacer el gobierno por el arte". Todos los artistas que han llegado a la cumbre, en todas partes del mundo, han sido necesariamente ayudados por los gobiernos, porque esa es una función eminentemente estatal. Si el artista no recibe ayuda del Estado, no podrá nunca realizar integralmente su objetivo, porque la vida con sus necesidades tendrá que restarle muchas energías, y sabemos perfectamente que la vida humana es corta para llegar a concluir un verdadero artista en toda la acepción de la palabra. Sé bien que ustedes conocen mejor que yo el fondo del problema y sé también que mediante la colaboración y cooperación de todos el Estado puede cumplir su función tal cual yo la concibo y como aspiro a que se realice. En mi concepto, crear salones y escuelas no es cosa difícil y el Estado puede hacerlo con poco sacrificio. La tarea difícil es la de formar artistas y la de llevarlos adelante. Esa, señores, es una tarea que el Estado sólo no puede cumplir. Por estas razones es que les solicito la colaboración, la que más que formal o administrativa, debe ser de fondo; debe ser un movimiento de conjunto de todos los artistas colaborando en la obra común, no para bien de persona determinada alguna, sino para bien del conjunto de todas las personas. Por esa razón hemos de estructurar una Subsecretaría de Cultura dentro del futuro Ministerio de Educación, de manera que se sepa que en el aspecto cultural el Estado cumple su función dirigiendo estas actividades con el asesoramiento y la colaboración de los hombres del género y no de burocracias, porque si creamos una burocracia más, fracasaremos como todas las veces que se confió a una burocracia la realización de una obra constructiva. Por eso, y para concretar la obra, quisiera que ustedes, que han tenido la amabilidad de llegar hasta aquí, elijan cuatro o cinco pintores y cuatro o cinco escultores y otros tantos arquitectos, para constituir una comisión encargada de estudiar todo lo referente a las artes plásticas. Sé que es una tarea difícil, porque los artistas, en general, tienen sus divergencias, pero aprovecharemos esas divergencias para llevar al organismo estatal a crearse las inquietudes de todos los sectores artísticos. En esto, descarto cualquier cuestión de carácter político o de otro carácter, porque lo que juega aquí no son los votos sino el talento, y donde este se encuentre iré a buscarlos, aunque sea un enemigo personal. Por eso, señores, una vez constituidas las comisiones de cada una de las distintas actividades de las artes y de las letras, formaremos un organismo que tendrá la tarea de organizar y de dirigir inicialmente todas esas actividades. Y si en el futuro fracasamos, yo tendré entonces el recurso de decir que la culpa es de los artistas argentinos. Yo pondré en manos de ustedes, dándoles libertad absoluta, lo necesario para proceder a la organización. Yo acostumbro a dar a los hombres una responsabilidad, pero acostumbro también a darles la libertad necesaria para que ellos defiendan su chance. Y así he de proceder ahora, poniéndome a servir las decisiones que ustedes mismos tomen en defensa de los intereses del arte argentino, no de ninguna persona determinada. Otra de las cosas que me preocupa, señores, dentro de esta clase de actividades, es terminar con la diferencia de sectores. Yo tengo la triste experiencia de que cualquier obra que se sectarice, muere. Lo sectario, enemigo de lo universal, no tiene en este aspecto ninguna chance, porque reduce su campo de acción y nosotros no vamos a sectarizar sino a universalizar. En algunos casos, señores, yo he fracasado por haber encargado la organización de alguna actividad a hombres que han ido luego allí con un criterio estrecho y ha hecho sectarización política, poniendo a su lado a un grupo de amigos y así pasamos el tiempo en esa pequeña lucha y la obra grande no se lleva a cabo. Yo digo esto, porque en la designación de esa comisión quisiera que figuraran hombres de todos los ángulos, representativos de todas las tendencias, porque con una sola tendencia no hemos de hacer absolutamente nada. Que peleen un poco entre ellos, pero sin trascender al resto del cuadro, donde debemos hacer una tarea de aglutinación. Todo el que venga a hacer una tarea constructiva en ésta será bienvenido, y si él tiene razón, se la daremos como es natural, porque de esta lucha, de esta discusión, ha de salir lo que sea más provechoso para la Nación. El arte es una cuestión tan difícil y tan compleja, que los que hoy tienen razón, dentro de cincuenta años pueden no tenerla, y lo que nosotros tratamos es de no ser propietarios ni de la razón ni de la verdad hoy, para no tener después que reconocer que hemos estado equivocados. La Comisión que represente a los plásticos desde este momento, o desde el momento que ustedes la designen, se va a incorporar a la Secretaría Técnica de la Presidencia, para hacer después una reunión plenaria y encarar ya la organización del organismo que ha de dirigir la cultura en general, en todos sus aspectos. Dentro de la ciudadela de humanidades que ha de construirse, hemos de colocar todo lo que se refiere al arte. Hemos de construir allí las escuelas y los grandes salones de exposición de distinto tipo. Las artes plásticas estarán junto con la Arquitectura, a pesar de que la Facultad de Arquitectura y Urbanismo quiere tener su propio museo -la gente no quiere unirse, quiere dividirse- pero me parece que es mejor colocar todo junto, pues no podemos gastar tanta plata para hacer dos salones; haremos uno y grande. El Museo de Bellas Artes ya está proyectado. Se construirá, posiblemente, en el centro de esa gran ciudadela que tendrá humanidades, filosofía y letras, arquitectura, urbanismo y todos los grupos de la cultura, con los locales necesarios para las exposiciones de distintos tipos. Esa es la idea, y ya están votados los fondos; se lo vamos a agregar a la ley universitaria y los iremos construyendo paulatinamente. Si ustedes me ayudan, y ponen también de su parte un poco de trabajo para llevar adelante esto, yo creo que podremos realizar una obra extraordinaria. El Estado puede dar medios que no puede conseguir el que se dedica a esta clase de trabajo; el Estado puede hacer por la creación de un clima adecuado lo que no pueden hacer los artistas. El Estado puede proteger el arte nacional de una manera como no lo pueden hacer los artistas; el Estado puede realizar una propaganda interna e internacional que no podrían llevar a cabo los artistas aisladamente. En fin, el Estado puede promover movimientos culturales internos y externos, en una forma como no lo podrían hacer los artistas. Realizando una labor bien coordinada, en uno o dos años se pueden obtener resultados absolutamente desconocidos para nuestro ambiente, dando a la República Argentina un movimiento como no hemos conocido. Yo creo que si todos cumplimos con nuestro deber, tendremos la inmensa satisfacción de haber puesto la piedra fundamental a este nuevo movimiento argentino, que tanta falta hace en nuestro país, en defensa de las artes y de las bellas letras. Ya hemos vencido en otras actividades; trataremos de superarnos en ésta del espíritu y de la inteligencia, que tanta importancia tiene para el país. Señores: yo termino dejando en manos de ustedes este asunto, rogándoles que designen lo antes posible esa comisión, para que comencemos a trabajar en estas cuestiones y podamos iniciar una tarea de acercamiento con los demás artistas que, por una u otra causa, no han llegado hasta nosotros. El deseo mío es el de contar con la mayor colaboración y cooperación. No hemos llamado a los artistas para una cuestión política, sino para una cuestión nacional. De manera que no interesa lo que piensan o sienten. El deseo nuestro es el de hacer el bien nacional, de manera que estaremos agradecidos y gratos a todo aquel que quiera colaborar con esta obra, sin distinción de colores políticos o creencias de cualquier naturaleza. Este es un movimiento amplio. Por eso yo les ruego a ustedes, que tienen vinculaciones con todos los artistas, traten de interesarles en esta cruzada, sin distinción de colores. Y, sobre todo, para que esto marche y vaya adelante, creo que tenemos que interesar grandemente a la juventud y encarar el asunto con un criterio amplio, para que no hagamos una oligarquía artística, porque entonces no vamos a ninguna parte. Dejémosle el camino abierto a todos los muchachos que tengan aspiraciones. De cada cien de ellos, noventa fracasarán, cinco saldrán mediocres, pero a lo mejor, dos o tres saldrán buenos, y esa cosecha es la que el país necesita y a la que el país aspira. Yo tuve un gran amigo escultor, el "chivo" Cullen, que murió hace tiempo. Recuerdo que él tenía una casa en la calle Riobamba, a la que le llamaba "el templo". A ella acudían los artistas que no tenían donde vivir, y él los alojaba y los ayudaba. Desde allí, según me habían dicho, había mandado varios a Italia, donde habían trabajado y triunfado. Yo siempre le conservé gran cariño porque, aunque tenía sus rarezas, era un gran amigo. Siempre he pensado que en estas cuestiones del arte es indispensable que el Estado se preocupe de crear también algunos "templos", y yo los he de crear. Hay una cantidad de muchachos que nunca llegan a nada, que se sienten artistas, que algunas veces se visten "como artistas"; pero de entre ellos a veces salen algunos que valen, y eso es parte también del clima que nosotros debemos crear. Por eso pienso que podemos encarar entre todos una tarea grande que alcance, no solamente a los que ya son artistas, sino también a los que están formándose y a los que tienen aspiraciones de serlo. Si nosotros actuamos acertadamente en todos estos aspectos, probablemente llevaremos a la masa popular un mayor sentido artístico y una educación artística, con todas las deformaciones y las insuficiencias con que el arte llega a las masas, pero es necesario interesar a éstas por el arte, creando el verdadero clima para llegar a esos objetivos. Todo ese programa ya lo habíamos meditado y al poner en el Plan Quinquenal el capítulo que se refiere al aspecto cultural, habíamos ya organizado de una manera general nuestras ideas para establecer un plan a realizar. Afortunadamente, ahora llega el momento de ponernos en marcha. La comisión que ustedes designen será responsable ante ustedes y ante mí de la forma como se pongan en marcha todas esas ideas que todos compartimos, pero que representan todavía una utopía difícil de realizar. Creo que, con la buena voluntad de ustedes, con la colaboración del gobierno y con todos los medios materiales que yo pueda poner a disposición de esta obra, ella puede cumplirse satisfactoriamente. Yo no tengo más que decir. Si alguno de ustedes quiere hacer alguna manifestación, lo escucharé muy gustoso. Expresan sus opiniones varios concurrentes predominando el temperamento de constituir una Comisión que gestione la organización de una sola entidad que agrupe a los artistas. Con ese motivo, general Perón expresó: No quiero dejar pasar la oportunidad sin decir que si todos los artistas plásticos se uniesen y formasen una sociedad, no solamente tendría influencia en la vida política del país, sino también en el extranjero, mientras que no representan nada las pequeñas sociedades. Creo que la idea expuesta es brillante y que ha de ayudar a la unión de todos los artistas. Así, si se ayuda a un sindicato para levantar su local social también ayudaré a los artistas plásticos para que construyan su propia casa, que después la pagarán despacio. La comisión que se designará tendría dos funciones: la de asesorarnos a nosotros, y la tarea de unificación del gremio. Bien. Entonces el señor Presidente de la Comisión de Cultura podría tomar a su cargo la designación de esa comisión, buscando el acercamiento de todos los artistas plásticos para formar un verdadero organismo que los represente a todos. Eso es lo fundamental. Que nosotros sepamos que lo que se propone, se propone en nombre de todos los artistas plásticos del país. Ese sería, pues, el primer paso: nombrar la comisión que represente a la asociación y también a los que no están asociados. Luego esa comisión seguiría trabajando en colaboración con nosotros para la tarea del plan cultural, hasta tanto la asociación confirmara a sus representantes en sus puestos o eligiera otros nuevos, para que la representara en la Secretaría Técnica de la Presidencia y dirigir estas actividades hasta que organicemos todo. Bien. Debo dejarlos, no sin antes agradecerles muchísimo, señores, su presencia y su colaboración. ....................
1947-11-29
Ante los ministros de Hacienda de las provincias :
Señores Ministros: Tengo un gran placer en saludarles y agradecerles la amabilidad que han tenido de haber llegado hasta aquí, después de cumplir con las tareas que los ha congregado en esta Capital, con motivo de la reunión de Ministros de Hacienda, que tiene para nosotros mucha importancia, especialmente para el desarrollo de los planes, tanto del gobierno nacional como de los gobiernos provinciales. Hace pocos días he hablado extensamente con los señores gobernadores de provincia y les he expresado la necesidad de impulsar el trabajo, en la misma forma como lo hacemos aquí. Sé que ustedes constituyen un resorte muy importante en el desarrollo de toda acción que los gobiernos provinciales pueden cumplir, así como nuestros organismos financieros y económicos lo tienen para la realización del plan de gobierno, de extraordinaria importancia. Hemos cambiado un poco el criterio antiguo de que el ministro de Hacienda era un señor que se limitaba a decir cuales eran las posibilidades con que se contaba. Nosotros hemos cambiado en el orden nacional el sistema de tener solamente un ministro de Hacienda a quien se le sobrecargaba con toda clase de responsabilidades y trabajo, que él difícilmente podía cumplir en toda la amplitud que la función le imponía, ya que el Estado no dispone de otros órdenes de estudios económicos que los que hace el propio Ministerio de Hacienda. La constitución del Consejo Económico Nacional así como la reforma general del sistema bancario, ha traído en el orden nacional otros sistemas. El Ministro de Hacienda normalmente se limita a decir si se puede o no realizar una obra teniendo en cuenta las disponibilidades de fondos con que se cuenta. Es el encargado de buscar los fondos para realizarla. Es decir, encaramos con el objetivo y no nos dice que la obra no puede hacerse por falta de dinero, sino que se va a arreglar para conseguirlo y el dinero se consigue de una manera o de otra. Sé que es la misma función que ustedes están desempeñando, porque cuando se quiere realizar una obra, el dinero siempre se encuentra. Si estuviéramos en Grecia, Checoslovaquia, o quizás en Francia misma, Italia, España, etcétera, podríamos decir que no tenemos de donde sacar la plata, pero en la República Argentina hay muchos lugares de donde sacarla, como también hacer producir el dinero para realizar obras. El Plan Quinquenal tiende a crear trabajo, a dividir las actividades de la nación en forma tal que todos se pongan a trabajar. Como consecuencia de la política que se ha seguido hasta ahora aquí al encararse grandes obras, ellas duraban no más de seis años porque cada Presidente quería poner en ellas la chapa con su nombre y el de los ministros. Para la Nación, las obras de gran trascendencia no pueden terminarse en cinco años. Por eso hemos encarado grandes obras, pero, no lo ha sido para siete, ocho o diez años, sino para cuarenta años. La falta de continuidad ha hecho que un gobierno se interese y otro no y que se haya gastado diez veces más de lo que debía costar una obra que ha durado cuarenta años, cuando se podía haber terminado en diez. Con respecto a nuestro Plan Quinquenal, ha sido calificado de optimista y ambicioso. No hay tal, lo que quiero es iniciar las grandes obras para terminar las que sea posible. El que me suceda tendrá que continuar el plan. De esta manera estamos creando trabajo y obligando a la gente a que realice obras productivas. Creo, señores, que el sistema a seguir en las provincias es exactamente el mismo. No hay que olvidar que nosotros disponemos de un giro circulante anual muy superior al que había cuando nos hicimos cargo del gobierno. El antiguo sistema bancario había conseguido obtener un giro anual de la circulación fiduciaria equivalente a cuatro veces la emisión; vale decir, unos dieciséis mil millones de pesos, considerando que el valor de la emisión fuera de cuatro mil millones. Ahora estamos girando ya ocho veces el valor de la emisión, de modo que la riqueza anual en circulación ha pasado a ser de treinta y dos mil millones de pesos. Y hemos de llevarlo a diez veces, para poner así, aproximadamente, cuarenta mil millones de giro anual. Ese aumento de riqueza significará un aumento de la inflación, pero también una mayor actividad, que es lo que a nosotros nos interesa. De cualquier manera, la inflación que pueda producirse la mantendremos siempre un veinte por ciento por debajo de la que afronte el país de menor inflación. No podemos abandonar la relación natural que debe existir en el comercio internacional. Siempre he pensado que, en el orden económico, íbamos a vivir sin ninguna crisis durante los seis años de mi gobierno. Hoy, como resultado de nuevos estudios que se están realizando, creo que vamos a tener sesenta años sin crisis. Las necesidades del mundo van aumentando, calculándose ese aumento en unos veinte millones por año, en lo referente a los productos fundamentales que nuestra tierra produce. Estados Unidos ya ha limitado los saldos exportables. Australia, Canadá podrán seguir abasteciendo en la proporción en que lo han hecho hasta ahora. Lo cual quiere decir que el déficit de esos productos irá aumentando, lo que nos permitirá aumentar nuestra producción, una vez que hayamos resuelto el problema del transporte, ya que hemos de aumentar esa producción solamente en la medida en que podamos exportarla. Solucionado este problema, haremos propaganda, pagaremos más los productos, impulsaremos más la producción, seguros de que todo lo que produzca la República lo podremos vender a buen precio y no a los precios que antes nos fijaban. Todo eso abre posibilidades económicas muy grandes a nuestro país. Les he hechos esta pequeña disquisición para que puedan llevar ustedes un sentido, diremos así, optimista, en la apreciación del factor económico y, especialmente, del financiero. No nos va a faltar dinero. No digo que nos vaya a sobrar, pero por lo menos tendremos abundancia, como que este año el Ministro de Hacienda va a poder cerrar el ejercicio financiero de 1947, por primera vez en la historia argentina, con superávit. Vamos a ver con que argumentos nos combatieron los que dicen que tiramos el dinero, que no sabemos lo que hacemos, cuando sepan que hay cien o doscientos millones de pesos de superávit en el presupuesto de 1947. Todo esto nos debe impulsar a buscar las soluciones económicas que posibiliten la realización de obras, empleando bien el dinero. Ustedes, los ministros de hacienda, tienen que cuidar que se emplee bien el dinero, porque estamos muy acostumbrados a invertirlo mal. Y emplear bien el dinero quiere decir invertirlo en obras útiles, y obras útiles en mi concepto, son aquellas que benefician, en forma directa o indirecta, a la población que necesita. En el país se ha estado haciendo todo lo contrario, dando el dinero a la gente de recursos y sacándoselo en gran parte a quienes lo necesitaban. Sirve de ejemplo el Instituto Movilizador, que hizo perder ochocientos millones de pesos, repartidos a señores que han sido o son todos millonarios. Nuestra política ha de ser totalmente distinta. Por eso nosotros podremos ayudar, no extraordinariamente ni más allá de nuestras posibilidades, pero sí en la medida de lo que podamos, a los gobiernos de provincia, para que ellos realicen su obra. El plan de gobierno comprende solamente grandes lugares. El relleno y la coordinación de las zonas económicas ha de ser motivo de los planes provinciales, que pueden tener una visión más inmediata y rápida sobre las obras que realizan y ajustarlas a una mayor conveniencia. El gobierno nacional ha distribuido las obras del Plan Quinquenal sin distinción de provincias o territorios, contemplando las grandes necesidades y teniendo en cuenta el conjunto. El resto corresponde al orden provincial. Estamos dispuestos a prestar a la economía de cada provincia toda la ayuda necesaria, hasta agotar las posibilidades financieras de la nación, ya sea en el ejercicio del año o dentro del plan quinquenal; más allá, nosotros no podremos. Por otra parte, iremos formando una pequeña bolsa de reserva, por lo que pueda acontecer, aunque no creo que ninguna contingencia peligrosa nos amenace: las cosechas de este año ya están salvadas y las lluvias que se están produciendo favorecerán la cosecha de maíz. No creo que haya problemas este año. Pero pueden sobrevenir en el futuro. Debemos tener en cuenta que si ocurriera la desgracia de que Australia, Canadá, Estados Unidos o Rusia misma, sufrieran la pérdida de una cosecha, la situación del mundo sería catastrófica. Nosotros, si queremos compensar eso, debemos estar listos para producir en gran escala, lo antes posible, para reemplazar cualquier pérdida de cosechas en alguna parte del mundo o aquí mismo. Ya estamos estableciendo las conexiones necesarias para ello. Señores: no quiero hacerles perder más tiempo. Agradezco muchísimo esta visita, y les ruego que lleven a sus provincias el optimismo de que les he hablado, y que cada uno de ustedes sea un factor de impulsión para realizar obra. Con discursos no vamos lejos. Es solamente con obras como vamos a dejar patentizado en el territorio de la nación cual ha sido nuestra preocupación y cual nuestra capacidad de gobernantes. La conversación tiene quizá algún valor de propaganda, pero la realización tiene el valor objetivo de la obra que nadie puede borrar. Esa es la mejor propaganda y la mejor política. Por eso les pido que colaboren con los gobernadores para realizar obra de alguna manera. Estoy preparando un plan de construcción de viviendas, que han de ser bastante bien hechas, para llevar a cabo lo más pronto posible. El problema de la vivienda es pavoroso, incluso en Buenos Aires. Hay que persuadir a los gobernadores a que construyan más casas, porque si resolvemos el problema de la vivienda habremos realizado una obra muy importante, más importante de lo que nosotros mismos pensamos. Estamos haciendo barrios de quinientas a ochocientas mil casas a ritmo acelerado. Hemos hecho, también, dos exposiciones de casas prefabricadas: no valen nada y son caras. Con doce mil pesos se hace una casa de ladrillo, con su piso y sus instalaciones, y que un obrero puede ir pagando sin mayor esfuerzo por menos de lo que actualmente está pagando por la pieza de un inmundo conventillo. Los gobernadores quieren que les haga las casitas; yo les haré algunas, pero no todas. Hay que interesar a los gobiernos para que ellos tomen las medidas adecuadas porque, como les digo, este es un asunto muy importante. Nosotros estamos haciendo, por intermedio de Obras Sanitarias, obras de desagüe en el cinturón de esta ciudad: San Martín, Avellaneda, etcétera, con un plan de seiscientos millones de pesos. Esos pueblos no tienen en algunas partes, aguas corrientes, desagües ni nada. No cuesta tanto poner un caño general, y después otro cañito hasta la casa y las instalaciones. La gente a la cual llegue ese beneficio se acordará siempre de nosotros, pues tienen que ir a buscar su agua con tachitos cada vez que la necesitan. Es una obra que tiene importancia económica, política y social. La administración es como un peso que hay que arrastrar, y eso no debe ser. En vez de estar la administración al servicio del gobierno está la administración frente al gobierno; cualquier empleado se puede dar el placer de retardar el trámite de las cosas en veinte días y eso nos está haciendo perder mucho tiempo. Si nosotros no vencemos al burócrata, el burócrata nos vencerá a nosotros. Hemos aumentado el ritmo de trabajo, pero debemos llegar a aumentarlo en un cien por ciento. Se está estudiando la racionalización total, tomando ciclo por ciclo y tratando de reducir el trámite al menor número posible de hombres. El mejor sistema es el que utilizan los bancos, que es el más rápido y sin necesidad de pasar el asunto por el escribiente. Debemos usar más el teléfono, porque por correo se demora siempre más. En el puerto terminamos de reajustar los trámites. Allí se necesitaban hacer, para despechar o introducir una carga, treinta y cinco operaciones, con intervención de ocho ministerios. Eso podía ocurrir en el año 1940, cuando entraban catorce barcos por mes y salían trece, doce o diez; ahora entran cien barcos diarios y el asunto cambia. Afortunadamente, estamos solucionando ese asunto con bastante rapidez y el puerto marcha. Bien, señores, les auguro un gran éxito en las funciones que ustedes desempeñan en sus respectivas provincial. Acá estamos dispuestos a darles una mano en todo lo que sea posible y ayudarlos. No hacemos diferencia de provincias, y en ese sentido pueden ustedes estar absolutamente tranquilos. Cuando ayudamos a una provincia ni cuenta nos damos si es una u otra. ................
1947-12-11
Ante un grupo de escritores argentinos
Yo solamente quiero decir algunas palabras antes de entrar a considerar los asuntos concretamente o de llegar a realizaciones o conclusiones en esta reunión, que resulta tan interesante para mí. Señores: el problema fundamental nuestro, en todos los aspectos, es uno: organizarse. Este es un país que hasta ahora ha vivido sin organización. Es la realidad de nuestra vida. Este ha sido un país tan abundantemente dotado, que no ha tenido necesidad de echar mano a una perfecta organización para progresar, pero es indudable que en la falta de esa organización hemos tenido un factor negativo para nuestro avance. Mi aspiración es organizarlo todo para que exista dentro del país una línea y una norma racional, y para que cada uno de nosotros podamos, en la medida de nuestras fuerzas y de nuestra capacidad, realizar una obra útil y no vanos esfuerzos que se estrellen con los esfuerzos de los demás y los destruyan, siendo que todos trabajamos por un solo objetivo, que es el progreso general de la Nación y el engrandecimiento de nuestro país. Este problema de organización, que parece tan simple en su enunciado, resulta difícil en su realización. Abusando de la amabilidad de ustedes, comenzaría por expresar cual era el panorama que existía en la Nación cuando me hice cargo del gobierno, y como he ido cumpliendo las etapas de esa organización. Cuando yo llegué a esta casa me encontré con que el gobierno estaba formado por un presidente, con un despacho general a cargo de un oficial mayor, que era quien les llevaba los expedientes y le decía: "Aquí firma entera" o "Aquí media firma". Había también un secretario político que era el que se encargaba de distribuir los puestos de la administración pública. Todo eso era cuando había en este organismo de gobierno. Lo digo con sinceridad y sin tratar de hablar mal de nadie. Solamente lo digo para tratar de hacer resaltar lo que yo creo que es indispensable organizar para que un gobierno pueda funcionar racionalmente. No se me escapa que todas las omisiones y muchas de las injusticias y de las irrealizaciones que han existido, se han debido a esa falta de organización. Un presidente, por bien intencionado que sea, si no tiene los organismos necesarios y la colaboración de los hombres de buena voluntad, no puede en manera alguna satisfacer las enormes exigencias que un gobierno tiene. Desde entonces yo me dedique a una sola tarea: a mantener todo como estaba y no seguir en la fiebre de improvisaciones ni en la fiebre de cambios en busca de una perfectibilidad cada vez menos perfecta, a fuerza de improvisar en asuntos que se desconocían, poniendo en marcha cosas que se ignoraban y que estaban fuera de lo que es racional, lógico y orgánico. La revolución, con todos los beneficios que pueda tener -porque también tiene algunos beneficios- tiene un perjuicio extraordinario, que es el de las improvisaciones que pone en juego, desquiciando las cosas buenas, aun cuando improvisa algunas cosas malas. Mi primera idea fue, entonces, la de no modificar nada. Seguir, por lo menos por un año, tal como estaban las cosas para evitar así el entrar en el campo de las improvisaciones. Así he mantenido el gobierno, sin modificaciones y marchando por los cauces que tenía y tratando, al mismo tiempo, de ir perfeccionando lo existente, mientras planeaba una organización integral. Es esa organización, producto de muchas horas de desvelo, lo fundamental era tener un plan de acción, ya que en la vida todo lo que no obedezca a un plan orgánico, que fije objetivos y que trace normas congruentes en todas sus partes, será un fracaso, y sus resultados serán la anarquía. Desde entonces hasta ahora, sin producir cataclismos, he tratado de llegar a la organización. Hay dos clases de gobierno; el unipersonal, que al principio da mucho rendimiento, pero que fatalmente produce el cansancio del hombre y su anulación a poco de andar, y el orgánico, que prescinde un poco del hombre, para ir entregando las obras a equipos especializados, pero que tiene el defecto de que al principio marcha un poco lentamente hasta que tiene una organización. Este último sistema tiene la gran virtud de que, cuando se pone en marcha, su rendimiento es inmensamente superior al otro. Afortunadamente, Dios ha sido bueno conmigo, y puedo asegurarles hoy que el gobierno está organizando. Nosotros hemos logrado una organización de conjunto. El gabinete que siempre resulta heterogéneo o que generalmente realiza obras descoordinadas, ha llegado a la organización. Nosotros no trabajamos por ministerios, sino por equipos de ministerios. El único ministerio que no entra en los equipos es el de Relaciones Exteriores, porque, de acuerdo con la Constitución, es el secretario directo del presidente el que conduce las relaciones internacionales. Lo difícil de toda organización es asegurar una coordinación. Por esta razón es que nosotros hemos establecido dentro de nuestro organismo, compuesto -diremos- por el gabinete, una coordinación de primer grado. Esa coordinación de primer grado es nuestra doctrina. Hemos fijado una doctrina. En cada una de las políticas que deben establecerse, ya sean estas internacionales, internas, comerciales o culturales, hemos fijado un tipo de política congruente con las demás, con objetivos comunes y coadyuvantes a la acción de conjunto. Esa es la primera coordinación, diremos así, de tipo doctrinario. La coordinación de segundo grado está asegurada por el funcionamiento en equipos: un grupo político de ministros, otro económico y otro militar. Las grandes resoluciones que han de tomarse en cada uno de esos organismos, no se adoptan aisladamente en cada uno de los ministerios, lo cual crearía fricciones con el departamento que tiene a su cargo funciones relacionadas con él. La tercera coordinación es la que establece el presidente de la República entre los distintos equipos, para los trabajos de conjunto. Además, contamos con el Consejo Económico, organismo indispensable, sin el cual no me explico como podía marchar el país. En él intervinieron funcionarios y hombres de distintas actividades financieras y económicas del Estado. Contamos también con la Secretaria Técnica, indispensable para el estudio de los asuntos que deben ser sometidos a la resolución y aprobación de los ministerios y del presidente de la República. Una Secretaría Política se ocupa de realizar la verdadera reforma política que se pueda llevar a cabo desde el gobierno y que consiste, precisamente, en sacar la política de los campos que ella ha invadido sin derecho, para reducirla al ambiente que le es propio, con el objeto de que no interfiera la marcha del Estado sino que la ayude, pero desde otro campo colateral a la administración y al gobierno de la Nación. En eso consiste nuestra fundamental reforma. Porque, desgraciadamente, el país, está enfermo de cierto tipo de política que se infiltra en otras actividades, donde impide la marcha, crea fricciones y distorsiones de todo orden y de toda naturaleza. Además, se halla en funcionamiento un organismo de coordinación interministerial, para la ejecución directa del plan de gobierno. Tenemos también todos los organismos de información que son necesarios. Es indudable que un gobierno puede actuar tan bien como bien informado esté. Contamos con una Secretaria de Informaciones y Prensa y con otros organismos que tienen dentro del Estado, funciones absolutamente técnicas y únicas en ese sentido. El órgano central del gobierno está integrado por un equipo bastante numerosos de técnicos, cada uno de los cuales actúan en su especialidad, no con fines de política partidaria -que estamos radiando de la administración- sino con un solo fin político: llevar a la Nación adelante con el máximo de progreso y el mínimo de esfuerzo, en el menor tiempo. De acuerdo con lo que he dicho, podremos encuadrar en el panorama general de nuestra reorganización, la organización del aspecto cultural. La cultura no puede ser un compartimiento estanco dentro de las demás actividades de la Nación. En todas ellas interviene la cultura, que debe llegar en todos sus aspectos a todas las demás actividades del país. Tal es el concepto que yo tengo sobre este problema. Lo primero que debemos considerar es que, al realizar la organización de cada uno de las grandes actividades entre las cuales se encuentra, preferentemente, el aspecto cultural, no debemos olvidar los principios fundamentales que rigen la organización. En nuestro país, en materia de organización, se ha tratado hasta ahora de violar todos los principios que son fundamentales para que aquella resulte eficiente. Cuatro son los principios: la simplicidad, la objetividad, la perfectibilidad y la estabilidad. Cuanto se ha organizado en nuestro país, lo ha sido siempre con la máxima ampulosidad. No hay organismo que no esté enfermo de burocracia y de ampulosidad, por la sencilla razón de que ha sido creado más para repartir cargos que para cumplir una determinada finalidad. Contra eso hay que reaccionar, con eso hay que terminar para que eso no termine con el Estado. En lo que respecta a la objetividad, puedo decir que jamás en el país se pensó en organizar un instrumento para realizar una función. Generalmente había un hombre importante al que era necesario darle un cargo también importante; y entonces, se creaba una gran repartición, se ponía al frente de ella al candidato y después se veía que se hacia con ella. Les estoy diciendo lo que todos ustedes habrían podido apreciar miles de veces. Por el contrario, yo creo que hay que tener primordialmente en cuenta ese factor de objetividad; es decir, debe implementarse un organismo con un objetivo y, una vez creado el organismo, su acción debe guiarse por eso objetivo a fin de obtener el mayor rendimiento con el mínimo de esfuerzo. En cuanto a la estabilidad, reconozco que nuestro país, en algunos aspectos, ha mantenido una estabilidad orgánica exagerada. Dígalo si no el hecho de que aun hoy nos regimos por un Código de Comercio que contempla la navegación a vela, en momentos en que estamos en la navegación estratosférica. Con respecto a la perfectibilidad, hay algunos organismos tan perfectos que no alcanzan a tener horas de existencia cuando ya son cambiados. Estas dos condiciones antagónicas que son la estabilidad y la perfectibilidad, deben alcanzar un equilibrio razonable, porque a menudo, cuanto más estable es una institución, tanto menos perfecta va siendo con el correr del tiempo; y, cuando más perfecta es, su evolución la lleva a un cambio tan permanente que suele perder estabilidad. En organización, hay que llegar a un término medio aceptable, en el que sin sacrificar la estabilidad, se permita una evolución constante de las partes que lleve al más alto grado de perfectibilidad. Este es el enunciado teórico de lo que en otras partes se considera una verdadera ciencia en su estudio y un verdadero arte en su aplicación: la organización, materia que en todos los estudios argentinos brilla en forma absoluta por su ausencia. En este país nunca se ha estudiado organización; no conozco ningún programa de estudios que la incluya, pese a que en un país nuevo como el nuestro debería ser materia conocida por todos los argentinos. Eso explicaría, a mi modo de ver, el desorden en que hemos vivido durante los últimos cien años. Es claro que si pensamos formar médicos sin tener estudios de medicina, nadie le arrendaría la ganancia a los enfermos, del mismo modo que no habría quien le arrendase la ganancia a los argentinos si quienes han de organizarlos no conocen ni han estudiado que es organización. Señores: dentro de ese criterio es que nosotros pensamos que hemos de darle una estructura al Estado, y dentro del Estado dirigir desde allí también estructuras orgánicas en la Nación. El Estado es el responsable de dar las bases orgánicas a esa organización general que hemos de propugnar dentro de la Nación. No es que el Estado se vaya a proponer organizar cada cosa, porque no lo podría hacer, pero él tiene la obligación de dar las bases. ¿Cuales son las bases para toda organización de este tipo? El gabinete no tiene más que un medio para darlas; fijar su plan de gobierno, del que han de salir tosas las orientaciones para la organización de la Nación. Si uno no sabe que es lo que tiene que hacer, mal puede dirigir lo que el país tiene que realizar. Por esa razón, nuestra primera función fue redactar un plan de gobierno; mal o bien, pero redactarlo. Y dentro de él, fijar los objetivos, que son comunes para todas las actividades, y que formen en conjunto un solo objetivo para todo la Nación. A eso ha de subordinarse toda la Nación, porque alguien tiene que fijarlo. Cada argentino no puede tener un objetivo, porque entonces tendríamos dieciséis millones de objetivos en nuestro país, cada uno marcharía hacia su propio objetivo y el país no tendría en esa forma ningún objetivo determinado. Alguien tiene, pues, que fijarlo; y si me eligen a mí presidente de la República, me imagino que el obligado a hacerlo soy yo. Por esa razón hemos tratado de fijar ese objetivo. ¿Qué finalidad tiene el fijar un objetivo de conjunto? Creo que es para que todos las actividades del país se pongan en marcha hacia ese objetivo, cada una en la especialidad que le corresponda, para que todos los argentinos, como digo siempre recordando mi espíritu de futbolista en los años jóvenes, pateemos para el mismo arco, porque de lo contrario este va a ser un partido en que vamos a patear tan indistintamente que al final vamos a destruir el uno lo que hace el otro. Que nos pongamos todos en condiciones de marchar sobre ese objetivo; que cada uno, en su línea de acción, en su especialidad, en su actividad, realice el esfuerzo hacia ese objetivo y la Argentina marchará congruentemente hacia ese objetivo, que será el objetivo supremo de la Nación. Creo que eso lo hemos explicado suficientemente, he hablado muchas veces sobre la necesidad y la conveniencia de un objetivo común para todos los argentinos, fácil de enunciar y muchas veces difícil de realizarlo. Pero, con buena voluntad e insistiendo con toda la tenacidad de que somos capaces, creemos que algún día hemos de conseguir el milagro de que todos los argentinos vean eso como un asunto común para todos ellos, cualquiera sea su manera de pensar, de realizar o de sentir. Marchemos como los nobles caballos de un carro, que de cuando en cuando pegan una patada al de al lado pero todos tiran en la misma dirección. Yo, señores, ni siquiera critico la patada. En la vida no todos pueden ser santos y estoicos. Hay reacciones y reacciones. Pero lo fundamental es que todos tiremos y llevemos este carro a su destino, porque el destino a que llegue el mismo depende la felicidad de todos nosotros, pensemos de una manera o de otra. Y eso es lo que no debemos olvidar, y lo que debemos realizar. Esta disquisición, por la cual es pido disculpas, va dirigida a encuadrar este momento. Los señores que representan en general a los escritores argentinos dentro de esa marcha y hacia ese objetivo, tiene una magnífica tarea a realizar; porque los hombres medianamente cultos no pueden ignorar que la fuerza motriz que más impulsa al hombre está constituida precisamente por las ideas, y ustedes son los orientadores y los propulsores de las ideas colectivas, ya que la función del escritor es percibir el medio, pasarlo por el tamiz de la formas floridas, orientadas siempre hacia una educación superior del espíritu del pueblo argentino. Si los hombres que escriben no realizan esa función, no están cumpliendo con su deber. Todos, señores, somos servidores de una misma causa; todos laboramos para una misma finalidad; y en consecuencia, el problema argentino no es obligar a nadie a pensar de distinta manera de la que piensa, ni a realizar lo que no quiere realizar: el problema argentino es que todos, que pensamos de una manera más o menos similar, con pequeñas diferencias, dejemos los objetivos secundarios y nos ocupemos de atender el objetivo principal con las principales actividades de cada uno. En ese sentido, ¿como es posible que el Estado se desentienda de esta magnífica actividad de los hombres para dejarlos que, como francotiradores, realicen una obra que puede serles de provecho a ellos pero perjudicial para 200, 300 ó 16 millones de personas? Creo que, con un poco de buena voluntad, todos podemos ponernos de acuerdo. Eso es lo que tenemos que hacer en la tarea general a realizar, para que todos vayamos en una misma dirección; y el Estado tiene la obligación de realizar esa tarea y de ayudar a los hombres en su respectiva actividad. Sería muy poco inteligente el Estado que no se propusiera proceder así, porque ello es para bien del Estado, como lo es par bien de la Nación. En el aspecto de esta materia, señores, también dentro del Plan de Gobierno nosotros hemos tratado de ubicar la actividad al servicio de la ejecución del plan. En ese sentido, se bien que hay dos clases de literatura: una que llamaríamos comercial y otra que podríamos llamar ideológica o espiritual. En los tiempos presentes quizá tenga mucho más éxito la comercial, pero es indudable también que para los pueblos es de mucha más utilidad la espiritual. Si el Estado deja librada la medicina preventiva o la medicina curativa al criterio de los hombres con título o sin él -porque convendrán conmigo que hay escritores con títulos o sin ellos- algunas veces el curandero sobrepasa en fama al médico; y entre los escritores pasa lo mismo: que algunos curanderos sobrepasan al escritor. Y eso es algo humano. Digo esto porque es menester, en mi concepto, que el Estado tenga la obligación de no dejar curar al curandero para que puedan vivir los hombres y también los médicos. Y esa ha de ser una obligación del Estado sin menoscabar la libertad, porque si fuera necesario dar la libertad con la amplitud que algunos desean, sería cuestión de abrir las cárceles, porque ¿por qué los privamos de libertad? La libertad no puede ser para el mal sino para el bien de la Nación. Si a un asesino o a un ladrón lo encerramos en la cárcel y lo privamos de su libertad en defensa de la sociedad, al curandero también tenemos que perseguirlo y encerrarlo en la cárcel por ejercicio ilegal de la medicina. Y eso, por extensión; hay que hacerlo en todas las demás actividades. Ustedes preguntarán quién será el juez que ha de juzgar en cada caso en que se ha de imponer una limitación de la libertad. Señores: el juez es el consenso del bien público. Aquí ningún juez se puede equivocar cuando un hombre hace bien o mal a la sociedad. Y si alguno debe juzgar hechos que son delitos que escapan, en cierta manera, a los ámbitos de la justicia actual, no podemos confiar los hombres solamente en que la Justicia Divina, lo castigará. Nosotros, por lo menos, debemos impedir el mal en bien de nuestros semejantes y en bien, casi, de él mismo, que después será mejor premiado por la propia Divina Justicia. Todo ello implica un deber y una obligación impostergable para el Estado, de acuerdo a mi manera de ver este problema. Podríamos hablar extensamente sobre numerosos aspectos de ese asunto, pero sería inútil porque ustedes entienden mucho más que yo de él. Ustedes tienen a su favor un factor que yo no tengo. Yo he sido un modesto escritor en el orden militar donde, si se publicara una obra técnica, nadie puede ensañarse con uno. Pero en la lucha diaria ustedes han de haber vivido los problemas que yo les podría explicar solo teóricamente y, por lo tanto, en la realidad no valdría ni siquiera uno solo de los casos que ustedes han pasado, protestando por muchas de las cosas por la que hay que protestar en este país. Repito que el Estado tiene la obligación de realizar con esta actividad también una acción de profilaxis y de seguridad para el pueblo y para los propios escritores. Y nadie podrá reemplazarlos mejor en el manejo, vigilancia, organización y control de toda esta actividad, que los escritores mismos. Nosotros hemos fijado los grandes objetivos, hemos dado ligeras formas de realización solo a título de ejemplo y esperamos que sean los propios escritores quienes tomen en sus manos la ejecución de este trabajo, cargando así con la responsabilidad del triunfo o de la derrota. Yo, deseo ofrecer a los escritores argentinos una Subsecretaría de Cultura que sea un organismo que tenga acción, que realice, que estructure y que de formas permanentes a estas ideas. Y si es posible, que le de perennidad, ya que estas actividades representan lo más fundamental dentro del alma de la Nación. Nuestra Nación no tiene conformada un alma colectiva, como creo que debe tenerla ya que tenemos distintas escuelas y no sentimos intelectual y espiritualmente, uniformidad en nuestra manera de pensar. Nunca nos ponemos de acuerdo un argentino con otro. He observado, en Inglaterra y en muchos otros países, que aunque un militar y un abogado estén en contra, siempre piensan exactamente igual en las cuestiones fundamentales de la Nación porque tienen un origen común en su cultura. Los profesores parece que son todos de un tipo especial, con mentalidades muchas veces diametralmente opuestas y respondiendo unos a la escuela alemana, otros a la francesa, otros a la inglesa, y así sucesivamente. Es así como nos encontramos con un argentino abogado y un argentino militar que no pueden ponerse de acuerdo de ninguna manera. Es natural que así ocurra, ya que desde niños nos hemos formado de una manera diferente y no ha habido nada de común en la cultura de uno y otro. Si no formamos una cultura homogénea o semejante, estaremos permanentemente elaborado luchas internas. El problema argentino es uno solo. Es un problema de organización, vale decir, de poner de acuerdo a todos los argentinos. Eso será lo que nos de unidad en la doctrina argentina, para que alguna vez los argentinos, en lo referente a la Argentina, pensemos de una sola manera, o sea, de la única manera en que se puede pensar. En lo que se refiere a la instrucción y a la educación pública, el gobierno está considerando la reforma correspondiente, para que desde la escuela primaria se vayan formando hombres de criterio y hombres de carácter. La crisis de nuestro país en el orden de la enseñanza, según mi opinión, es crisis de criterio y de carácter. Nos faltan hombres que sepan discernir lo mejor y que tengan la fuerza espiritual necesaria para realizarlo. En ese sentido debemos orientar a la escuela primaria y a la enseñanza media y universitaria. En eso el gobierno no se va a equivocar y paulatinamente -porque todo esto no se puede alcanzar sino a lo largo de una evolución bastante costosa - realizaremos en el orden de la instrucción y de la educación de la juventud, una tarea que permita asegurar estas condiciones y la formación de un espíritu que sea argentino por sobre todas las demás cosas. En cuanto a la prolongación de esta obra en el tiempo y en el espacio, corresponde ceder su realización a la cultura, a lo que nosotros llamamos cultura en la organización estatal. En cada uno de los aspectos que se refieren a la ciencia, donde se deban hacer estudios de extensión, y en cuando se refiere a las demás actividades, a las artes y a las letras, debemos ceder a los hombres de letras la dirección de esos aspectos, reservándose el Estado el señalar la orientación general y el objetivo a alcanzar, dejando librado a los hombres técnicos y entendidos en esto la elección de los medios y la realización. Ese es el programa dentro del cual pensamos desarrollar nuestra actividad. El gobierno proyecta establecer una organización y mantenerla. Los hombres tienen que ofrecerlos ustedes, porque ustedes los tienen y el gobierno no. Y eso es lo que quería proponerles en esta reunión. Nosotros organizaremos las reparticiones, pero pobre de nosotros si nos ponemos a elegir a los hombres con ese peregrino criterio argentino de favorecer a los amigos o a los políticos, porque entonces, por hermosa que sea la organización, la habríamos destruido o, por lo menos, habríamos inyectado en ella, al crearla, el germen de su destrucción. En estas actividades la política no cuenta, sino que cuentan los hombres que tengan ideas, los cuales desgraciadamente, no abundan, y hay que buscarlos para ubicarlos en su verdadera capacidad. Dice muy bien Martín Fierro: No todos son domadores, / muchos son frangolladores...." En esto, señores, hay que hacer una selección y esa selección solo la pueden hacer ustedes, siempre -naturalmente- que en ella no prive otro factor más que la capacidad, pero la capacidad calificada con la virtud. Yo soy de los que creen que la capacidad suele ser un elemento negativo cuando no la acompaña la virtud; y tanto más negativo cuanto mayor sea la capacidad. Hay en este aspecto un amigo superior a todos los demás y ese amigo es la patria, es la Nación. Cuando es necesario sacrificarse por ella, la amistad más grande debe ceder. En esto he tenido siempre un concepto bien claro y característico: frente a la Nación, yo me hago el "hara kiri" y creo que todos tenemos la obligación de hacerlo. Antes de terminar estas palabras, que ya van siendo demasiadas, quisiera decirles que el gobierno va a poner por primera vez a disposición de los escritores argentinos la dirección de la cultura en el aspecto que les concierne. Y la ha de entregar en forma absoluta. Se bien que en esto no me equivoco, y pido a Dios que no se equivoquen ustedes en la elección de los hombres que han de poner al frente de esta actividad. Además de eso, el Estado ha de ofrecer a los escritores argentinos todo su apoyo y su ayuda directa o indirecta, que se unirá a todo lo que ustedes hagan por la defensa de su propia actividad. El Estado no omitirá sacrificio alguno en el sentido indicado. Afortunadamente tiene los medios necesarios para realizarlo. Para amenizar un poco esta conversación, les diré algo sobre los medios de que se puede disponer en le Estado. Ayer estuvieron a visitarme siete u ocho industriales y conversamos largamente sobre los problemas argentinos. Uno de ellos -inteligente y sagaz- me preguntó como andaba la plata. Le contesté que bastante bien, y le explique por que era así. Le dije: Como usted es comerciante, voy a darle las razones en el idioma que usted más entiende, que es el económico-comercial. Nosotros recabamos del Congreso el voto de seis mil millones de pesos para la ejecución del Plan de Gobierno. Es plan está en plena realización. Tenemos ya once diques cuya construcción se está efectuando, tenemos otros ocho cuyos estudios han terminado y se iniciará ya la construcción. En los cuatro puntos cardinales de la República, se está trabajando incesantemente. Vengo del norte de la República, de un pueblo llamado Manuela Pedraza, donde inauguramos obras sanitarias, aguas corrientes y un hospital; tengo noticias de Río Turbio en Tierra de Fuego, donde está marchando la línea férrea y el camino, y de donde sacaremos un millón de toneladas de carbón en 1950; en Mendoza vamos a inaugurar el día 21 el dique Nihuil, haremos una segunda Mendoza en San Rafael y otra tercera Mendoza en Malargüe con las obras hidráulicas proyectadas. He visto que se trabaja febrilmente en toda la República; pero a pesar de eso, de los seis mil millones que nos ha votado el Congreso no hemos gastado todavía un solo centavo, pues todo se está realizando con el presupuesto ordinario del año 1947. Y por si eso le parece poco le anuncio que vamos a cerrar el presupuesto del año 1947 con 300 ó 400 millones de pesos de superávit, por primera vez en la historia". Por eso digo, yo no tengo inconvenientes en dedicar esos 400 millones de superávit a las actividades culturales del país, si es necesario. Plata sobra; lo que hay que hacer es cuidarla y administrarla bien. Señores: yo les iba a proponer algo, terminando esta conversación; porque se lo que pasa en todas las colectividades, en todas las actividades. Con los escritores pasa lo mismo que con los pintores y con los escultores, hay pequeños núcleos de hombres que se han agrupado tras diversas escuelas, tendencias o ideologías. Lo único que no se puede separar a un escritor de otro son sus ideas, si realmente es uno hombre de ideas, porque el escritor tiene que acostumbrarse a tolerar las ideas de los demás para que le toleren a uno las suyas propias. No me explico, pues, que pueda haber escritores que estén distanciados uno de otros porque piensen de distinta manera. Lo lógico sería que los hombres de distintas ideas se acercaran para cambiar sus opiniones, convencerse uno a otros, si es posible, y si no, quedarse cada uno con sus propias ideas. Eso sería lo lógico, lo natural y conveniente, porque de ese cambio de opiniones, de esa discusión sale lo verdaderamente constructivo y útil para el país. Y eso no debe de ser nunca motivo de separación sino de unión. Por eso, como sé que hay varias sociedades, para que no desperdiciemos ningún valor de los escritores, lo previo es unirlos a todos ellos en una sociedad, o unir todas las sociedades. Para realizar una tarea de colaboración, lo primero es unirse espiritualmente, y para que yo pueda ofrecerle, no a un sector de los escritores argentinos, sino a todos los sectores, que puedan hacerse cargo de esa estructura, es necesario que todos puedan colaborar sin que nadie esté excluido d estas actividades. Estoy hablando con los escritores para un a tarea de cultura. No estoy hablando de política, sino de otras cosas más grandes, más importantes y que puedan traer mayor beneficio para el país y para el pueblo. Quizá yo no sea el más indicado, pero he sido un peleador y un luchador por mis ideas y creo que le hombre que no lucha por sus ideas no vale mucho. Cuando uno tiene una idea, debe hacerla triunfar si tiene razón, y si no tiene razón no conseguirá hacerla triunfar por mucho que luche. Por eso les pido que traten ustedes de realizar un acercamiento entre los hombres de letras, porque la Nación no está en condiciones de desperdiciar ninguno de sus hombres. Si tiene malas ideas, lucharemos por convencerlo; y si no es posible, lo dejaremos con sus ideas. Pero es previo a esto realizar una tarea de conjunto, unirse todos, que es lo más indicado. A los pintores yo he conseguido unirlos más o menos, lo que ya es un éxito para empezar, y espero que con los escritores podamos obtener también ese "más o menos". Lo que yo necesito es que cada una de las grandes actividades en que se divide el gremio de escritores esté representada para actuar en la Secretaría de Cultura, de manera que todos los sectores estén presentes sin olvidar a las señoras que ahora tiene voto y que hay que cuidarlas mucho. Quiere decir que en esta comisión no debe dejar de estar representada ninguna actividad de los escritores argentinos. Allí les crearemos ambiente también a los historiadores. Creo que en esto, señores, podemos llegar a una realización muy buena. Pero es preciso que ustedes estén unidos y que me puedan ofrecer, en lo posible, los mejores hombres, elegidos por ustedes mismos. Yo voy a pedir representantes de las distintas actividades. Después a ustedes yo les voy a decir: "yo necesito un hombre para esto o para esto otro". Y ustedes lo eligen. Si anda mal, me dicen que no sirve y lo cambiamos. Ahora que yo he expuesto mis ideas generales. Espero poder escuchar en estas reuniones que no son académicas, sino simples conversaciones, la opinión de cada uno de ustedes sobre sus problemas, que conocen más que yo. Srta. Pilar de Lusarreta.- Será tarea difícil, porque no estamos organizados y habrá que ir conversando a uno por uno. Sr. Presidente Perón.- Pero posible. Yo me conformo con que sea posible. Srta. Pilar de Lusarreta.- Ojalá, pero debemos poner aquí, sobre el tapete, las dificultades que existen para obtener, por lo menos, una organización sincera Sr. Presidente Perón.- Si ustedes se reúnen aquí esta misma tarde pueden dejar establecidas las bases. El que no quiera participar en este asunto, que no participe. Ya hicimos algo parecido con los pintores. Sr. Castro.- Es difícil, pero creo que podemos llegar a un acuerdo, como hicimos con los pintores, a pesar de las diferencias, etcétera, que existían. Dentro de poco pasaré al señor presidente un informe al respecto. Sr. Presidente Perón.- Yo, el 1 de enero, pongo en marcha la organización. Estará todo listo, esperando la persona que ustedes designarán. Yo no voy a entrar en los nombramientos. Ustedes se reúnen y cuando no estén conformes con la actuación de la persona designada, la sacan. Srta. Pilar de Lusarreta.- Hay dos organizaciones de escritores. Una de ellas, es argentinísima, y la otra es una sociedad antigua que no califico porque no la conozco. Esa sociedad tiene mucho más adherentes, porque tiene muchos años de actuación, cosa que no ocurre con la sociedad nuestra. Frente a esa situación, si se hace por votación, nos encontraremos en inferioridad. Sr. Cancela: Creo que el problema es relativamente sencillo. Hay dos sociedades. Una de ellas tiene 20 años de actuación, y yo fui uno de sus fundadores. La otra comenzó su actuación en diciembre de 1945 para protestar contra el libro "Iguazú". Esta sociedad no es tan poco numerosa. No somos inferiores ni en número ni en calidad, y si hemos llegado a la situación actual, es por la fuerza de las circunstancias. El núcleo fundador de la Asociación de Escritores Argentinos está constituido por los socios fundadores de la otra sociedad, la que tuvo su origen cuando un grupo de socios de esa otra sociedad fue acusado de colaboracionista. Se nos inició en esa oportunidad una especie de juicio de Nuremberg, cuyo resultado aún no conocemos. La inconducta consistía en que tanto el doctor Martínez Zubiría como el doctor Manuel Gálvez, como Leopoldo Marechal, como yo y otras personas que no recuerdo, habíamos tenido la audacia de opinar en argentino sobre problemas argentinos. Ese es el origen de nuestra asociación. Es un poco difícil aunar estas dos entidades. Además, no se estorban y hasta es conveniente que existan dos instituciones. La nuestra tiene el criterio bien definido: es el criterio del Plan Quinquenal. El que no es argentino nativo o naturalizado no puede formar parte de nuestra asociación, para que no ocurra otra vez lo sucedido en aquel proceso, en que el tribunal encargado de juzgarnos estaba constituido por un italiano que no ha perdido su acento nativo, dos uruguayos, un español rojo y por señores de apellidos raros. Todo ello para juzgar a hombre que tienen además de su obra literaria al servicio del país, abuelos que se remontan a lo que llaman la colonia. La cultura argentina debe estar en manos de argentinos con espíritu argentino. Queremos trabajar con la ayuda del gobierno, pero sin depender de él, sin creer que la acción estatal pueda realizarlo todo. Queremos defender el libro argentino, pero escrito por argentinos con espíritu argentino. Desde febrero de 1946 estamos trabando silenciosamente, sin subsidios del gobierno, organizando la Asociación tal como se debe organizar una institución que aspira a ser eterna, es decir, son un crecimiento lento, seguro y homogéneo. Somos ahora 300 personas que, cuando se adhieren los del interior, llegaremos a 500 escritores argentinos, unidos en un mismo ideal. Las coincidencias materiales son posibles, pero los ideales no pueden mezclarse. No podemos estar de acuerdo con gente que ha pedido la intervención extranjera para resolver problemas argentinos. Creo que se puede perdonar, pero no se puede olvidar. El que perdona es un hombre de buen corazón, un buen cristiano, pero el que olvida es un zonzo. No hay inconveniente en que ellos propongan sus candidatos. Basta con que se ajuste a la Constitución y que sea argentino. Nosotros propondremos los nuestros y seguiremos trabajando. Cuando se den cuenta que estábamos en lo cierto los que estuvimos con la revolución de junio y los que tomamos el 17 de octubre como fecha de realización de nuestra fiesta anual, vendrán hacia nosotros los que sean de buena fe. Pero no todos son de buena fe. El problema es sencillo. Hay solamente dos sociedades: la nuestra, la ADEA, que no es improvisada, y la otra, de la cual he sido uno de los fundadores. Me parece imposible que nosotros nos unamos, pues las heridas son demasiado recientes y además estoy seguro que no nos perdonarán. Nosotros los perdonaremos a ellos, pero no ellos a nosotros. Sr. Vedia.- A propósito de lo que acaba de manifestar el señor Cancela, debo decir, como representante de la SADE ante la Comisión Nacional de Cultura, que la nuestra es una sociedad de escritores argentinos. Por de pronto me ha elegido a mí para representarla, y yo también soy biznieto del general Nicolás de Vedia, guerrero de la Independencia, nieto del general Julio de Vedia, dos veces director del Colegio Militar y sobrino del general Nicolás de Vedia, recientemente fallecido y representante de la SADE. Debo decir además, que la SADE no es una entidad que rechace ideologías. Como lo ha expresado el señor presidente, los escritores no pueden sentirse afectados por las diferentes ideas. Al contrario, deben sentirse unidos. El señor Cancela dice que no podemos unirnos. Yo me atrevo a sostener, como miembro de la SADE, que podemos unirnos y que debemos hacerlo. Tal es mi criterio como representante de la SADE, y así he podido actuar en la Comisión Nacional de Cultura colaborando con los altos valores que la forman y sintiéndose honrado a cada instante con el apoyo de figuras tan eminentes como el doctor Martínez Zuviría, Carlos Ibarguren y el señor presidente de la Comisión. Quiero agregar que el tiempo que llevo en la Comisión he observado que allí no se rechazan las ideas. Sr. A. Castro.- Interpreto que no es difícil la solución del problema. La experiencia de teatro Cervantes nos dice que no debe desaparecer ninguna institución, que todas pueden convivir y que no hay necesidad de destruirlas. Por otra parte, quiero aclarar que no existen solamente dos entidades, como se ha dicho, sino que son aproximadamente cuarenta en todo el país, incluyendo instituciones de historia, juntas de estudios, etcétera. Debemos hacer lo que se hizo con los plásticos, en que cada institución designó su representante, y formar luego una comisión. Sr. Martínez Zuviría.- Hay 200 personas que no pertenecen a una sola entidad, sino a varias de ellas, y bastaría con que de aquí surgieran seis nombres para proponerlos al señor presidente, no para lo definitivo sino para la organización primordial. Yo me permitiría sugerirles de inmediato, con la seguridad de que interpretaría la opinión de todos: para comenzar por las damas, la doctora Palacios; podría anexar el doctor Ibarguren, el presidente de la Comisión de Cultura, doctor Castro, el señor Leónidas de Vedia, el señor Cancela y descubridor del cometa padre Bussolini. En esta forma creo que habríamos terminado la cuestión y estos señores podrían reunirse inmediatamente en el seno de la Comisión de Cultura, para resolver la forma en que han de actuar los escritores, a fin de proponer posteriormente al señor presidente los candidatos que se creyeran convenientes. Srta. Rosa Bazán de Cámara.- Yo sugeriría que cada escritor argentino llenase una ficha donde podría ponerse bajo juramento, su título, su obra, su orientación, lo que ha hecho por la patria. Con esas fichas podría formarse el "fichero intelectual de la Nación", para que el señor presidente o la Comisión de Cultura pudieran recurrir a él cuando quisieran saber quienes son los escritores argentinos. Sr. Presidente Perón.- Muy bien, pero previamente debemos formar un organismo que se ocupe de estas cosas y en eso estamos. Sr. Cancela.- No es necesario unir las dos sociedades. Se pueden proponer los candidatos sin ir a la fusión. Insisto que en punto a cultura y actividad intelectual es conveniente que exista cierta competencia; que de un lado estén los que los que sientan y piensen de una manera y del otro los que sientan y piensen de otra manera. Debemos aceptar la idea de Martínez Zuviría y nombrar una comisión que le proponga a usted los candidatos de cada sociedad. Srta. Lahite.- Pido que esa comisión tengan representación los escritores noveles que aspiran a hacerse conocer. Srta. Lusarreta- Que se hagan socios de una de las entidades. Sr. Bravo.- Y si no pertenecemos a ninguna de las sociedad de escritores y estamos al servicio de la Nación. Sr. Martínez Zuviría.- Propongo para integra esa comisión a estas seis personas: doctora Palacios, señor Castro, doctor Ibarguren, señor Cancela, señor de Vedia y padre Bussolini. Sr. Bravo.- Hay un núcleo ciertamente numeroso de asistentes que han aplaudido con vehemencia las palabras del señor presidente, y que no está afiliado a ninguna de las sociedades de escritores y que ha venido realizando una silenciosa pero fructífera labor. Ese es el caso mío. Soy autor de la publicación "Hablemos correctamente", y creo que en la misma situación se encuentran infinidad de escritores. Como todos hemos aplaudido los principios enunciados por el señor presidente, creo que el primer paso concreto consiste en aceptar lo que acaba de proponer el doctor Martínez Zuviría. Nombrar la comisión para que se dedique a la solución de estos problemas que nosotros ahora no podemos solucionar. Creo oportuno, en consecuencia, el nombramiento de una comisión provisional para que esa comisión venga a colabora de buena fe. Sr. De Labougle.- Propondría señor presidente, que esa comisión tuviera un numero impar. Que la misma se componga de siete miembros, incluyendo, en la misma al doctor Martínez Zuviría. Sr. Bussolini.- Quisiera que se me eliminara de la lista porque no me considero con derechos para formar parte de esa comisión. Sr. Arizaga.- Propondría que esa comisión que se forme, redacte un manifiesto dirigido al país, al pueblo argentino, notificándolo de los propósitos de la misma. Con ese manifiesto se notificaría a los que no están enterados de estas cuestiones, y esa gente trataría de hacerse presente. Podría ser un manifiesto que se publicara en todos los diarios y donde esté representada también la otra sociedad, y ya sería un principio de unión. Sr. Presidente Perón.- Si me perdonan, antes de seguir adelante. Creo que la función de esta comisión, como en el caso de los artistas plásticos, ya está perfectamente determinada. Lo que yo quiero es que se arbitre una solución convocándose a una reunión en la que se podrían discutir todos estos problemas. Me parece que es necesario que ustedes mediten este asunto. Hagan una reunión, discutan ampliamente el asunto y lleguen a alguna solución. Creo que es más lógico. Todos los aspectos parciales, como el caso de los escritores universales, podrán considerarse en ese momento. R. P. Dan.- Quiero formular una pregunta: ¿nos hemos reunido para defender nuestros derechos gremiales o para cumplir la finalidad indicada por el señor presidente, de integrar la cultura de la Nación? Sr. Presidente de la Nación.- Es indudable que en la consideración de los aspectos a que se refiere la pregunta, se trata de defender bienes nacionales, representados unos por la cultura y otros por los intereses del país. Para la función a que nos estamos refiriendo, debemos considerar fundamentalmente el segundo aspecto, pero sin descuidar el primero. Con esa actividad tan noble y tan indispensable para el Estado, vendrá la solución del otro problema. El Estado quiere que el escritor que se dedica a escribir para bien del país, en cualquier aspecto, tenga el premio de su trabajo, y que eso no le sea distorsionado o desviado en otras direcciones por hombres que no trabajan en bien del país sino con finalidades de otra naturaleza. En este sentido, el Estado tiene la obligación de defender esa actividad y la vida que la produce. Para ello necesita la colaboración de los escritores, porque el Estado no podría apoyar una actividad a la cual no considerara al servicio de la Nación. Yo no puedo hacer semejante cosa. Creo que es simple coordinar y armonizar esto si uno se despoja de cualquier idea de lucha, de toda otra consideración que no sea el beneficio de la Nación, que es el objetivo superior. Los demás objetivos son secundarios. Yo creo que esto se puede hacer perfectamente bien si esta comisión que con tanto acierto ha designado el doctor Martínez Zuviría, trabaja con el presidente de la Comisión de Cultura. No harán nada definitivo. Puede hacerse un llamado a los escritores, diciéndoles claramente cuales son nuestros objetivos, para no inducirlos a error. Ellos dirán: "Voy o no voy". Después de eso la comisión convocará a una reunión, que podrá hacerse en el Cervantes, como la otra, y de allí saldrán conclusiones definitivas. No creo tampoco que sea necesario fusionar, unir o destruir sociedades. Para mi eso es secundario. Lo que hay que unir es a los hombres, cualquiera sea su modo de pensar o de sentir. Creo que la lucha ha terminado para nosotros. Hemos dejado el fusil y ahora tomamos el violín para deleitarnos un poco. Es claro que el que venga a trabajar en esto tiene que tener una sola obligación: trabajar para la Nación, y trabajar lealmente. Si lo hace así, será bien venido, de cualquier ángulo de que provenga o cualquiera sea su manera de pensar. Creo que si ustedes se reúnen con buena voluntad, con tolerancia, que es lo más importante que deben tener los argentinos en estos momentos, y discuten estos asuntos, llegaremos a conclusiones satisfactorias. Por eso los invito a que, como se ha realizado ya por los plásticos con buen resultado, sean ustedes tan amables en molestarse otra vez y realizar esa reunión a fin de sacar de ella la representación de todas las entidades, aún de aquellas a las que ustedes les asignen poca importancia, porque de ese modo nadie se sentirá alejado sin justicia y sin necesidad. Quiere decir que no hay en esto una cuestión importante. Elijan bien los hombres a fin de que podamos unirnos a realizar una labor constructiva en bien de todos y no en bien de nadie en particular. De este modo encararemos también el problema de los editores. Debo decirles que me han votado 25 millones para subsidios a editoriales, suma que yo no puedo entregar sino por medio de los hombres que me asesoren. Sr. Cancela.- Cero que no debemos hacerle perder más tiempo al señor presidente con discusiones de detalles que podrían llevarnos muchos días. Formaremos la comisión que ha indicado y entregaremos al señor presidente los resultados de la actuación de la misma. .............. (1)La nómina de los asistentes a la reunión es la siguiente: Miguel A. Martínez Gálvez, José María Rosa (hijo), Héctor Sáenz Quesada, Alfredo Díaz de Molina, Silvina Bullrich, Arturo Cancela, Pilar de Lusarreta, Abel H. Bravo, Eduardo Colombres Mármol, Raúl de Labougle, Christovam de Camargo, Eduardo M. Suárez Danero, Antonio P. Castro, José Saadi, Juan O. Ponferrada, Sigfrido Radelli, Leónidas de Vedia, Horacio F. Rodríguez, Gustavo Martínez Zuviría, Emilio Cipolleti, Carlos Ibarguren, Julio L. Echeverría Benavente, Rafael González Villarruel, Raúl Salinas, Juan Solano Luis, Raúl Silva Montaner, León Rebollo Paz, Julio Jaime Répide, Juan Antonio Villoldo, Aníbal E. Sorcaburu, Hipólito J. Paz, Juan Zocchi, José Luis Cordero, Carlos Cossio, Atilio García Mellod, Raúl Scalabrini Ortiz, Josué Quesada, Héctor Villanueva, José H. Espigares Moreno, Rómulo Amadeo, Rosauro Pérez Aubone, Martín Gil, Arturo Carranza Casares, Paulino Musacchio, Jorge Newton, Homero Guglielmini, Juan Pablo Echagüe, Arturo Marasso, Vicente E. Márquez Bello, Alfredo Villegas Oromí, Mario L. Smith, Nicanor Alurralde, Alberto Alvarez Hidalgo, José A. García Medina, Oscar Roqué, Vicente García Medina, presbítero Guillermo Furlong Cardiff, Mercedes Bebán, Julia Prilusky Farny, Enrique P. Maroni, Alberto Vacarezza, Norberto Gorostiaga, Enrique Walter Phillippeaux, Arturo García Paladino, Pablo Ducrós Hicken, Ramón Roldán, Antonio Monti, Ismo P. Aimi, Blanca Alicia Casas, Miguel Ángel Gómez, Salvador Merlino, Armando Seco, Hilaire Chaneton, Augusto González Castro, Alberto Palcos, Ricardo Levene, Augusto Landa, Fortunato Mendilaharzu, Maruja Pacheco Huergo, Antonio Herrero, Sislan Rodríguez, Rodolfo Oyhanarte, Eduardo Acevedo Díaz, Manuel Gálvez, Delfina Bunge de Gálvez, Raúl A. Entraigas, Rosa Bazán de Cámara, Ana Emilia Lahitte, Ilda Pina Shaw, Sixto C. Martelli, Héctor C. Quesada, José León Pagano, Isidoro García Santillán, Juian Cuccurose, León Ortiz de Rosas, José María Goñi Moreno, Donato Santiago Criscuolo, Narciso Binayán, Alberto Franco, José de España, Antonio Pérez Valiente de Montezuma, José Torre Revello, Mittelbach, Mario Nitti, Armando Cascella, Raúl Guillermo Carrizo, José M. Castiñeira de Dios, Ramón Doll, Juan Francisco Giacobbe, teniente coronel Angustín G. Casá, Carlos Ibarguren (h), Federico Ibarguren, Arturo Martín Jauretche, Rafael Jijena Sánchez, Bonifacio Lastra, Tomás de Lara, Jorge Luna Valdez, Roberto Lascano, Héctor Augusto Llambías, Leopoldo Marechal, Claudio Martínez Paiva, Celina E. R. Nasso de Martínez Paiva, Rómulo Zabala, Bernardo Canal Feijoo, Baldomero Lamella, Roberto A. Bonamino, Belisario Roldán, Vicente Tan, Julio V. Otaola, Athos Palma, Jacinto R. Yaben, Juan Pablo Oliver, Rafael J. de Rosa, Aníbal F. Chizzini Melo, Amadeo Rodolfo Cirolli, Carlos Alberto Silva, José Luis Torres, J. Luis Trenti Rocamora, Oscar R. Suárez Caviglia, Juan Carlos Goyeneche, Olegario V. Andrade, Mariano López Palmero, presbítero Virgilio Filippo, Carlos Abregú Virreyra, Alberto Arizaga, Alfredo Tarruella, Raúl Quintana, Ángel Ferreyra Cortés, Alberto Franco, Alberto Daniel Falroni, Miguel Ángel Echeverrigaray, Ricardo Luis Dillon, Carlos M. Castro Cranwell, Enrique Carrillo Bárcena, Roberto Antonio Murga, Roberto Amador García, Carlos de Jovellanos y Paseyro, Miguel Ángel Gómez, Flora G. D. de Gómez Langhenheim. José Jaime Gálvez, Fernando P. Márquez, Raúl T. Esceiza Monasterio, Guilermo Lascerre Seguí Mármol, Carlos Mazzuca Mac Laish, Rosalba Aliaga Sarmiento, Jorge Atwell de Veiga, Carlos D. Viale, Enrique González Trillo, Carlos Stephen Soler, Ernesto Pedro Bustamante Barrenechea, Virgilio Oscar Sordelli, Antonio Montarcé Lastra, Alfredo Schock, Lucila de Gregorio Lavié, Luis Alfonso, Pedro Duillo Ferraro, Horacio Schiavo, Joaquín Linares, Arturo Cambours Ocampo, María Antonieta Centroni, presbítero Luis Gorosito Heredia, Ataliva Herrera, Josué T. Wilkes, Antonio Carlos Marfany, Manuel Vizoso Gorostiaga, José Luis Muñoz Azpiri, Mariano Fernández Mendoza, Elías Martínez Buteler, Luis Ortiz Behety, Emilio Suárez Calimano, Mario Carlos Troisi, Juan Carlos García Santillán, presbítero Rodolfo M. Ragucci, Julia Elena Palacios, Pacífico Rodríguez Villar, Lilio de Llamas, Valentín A. Thiebaut, Emilio Lagori, Juan Govi, Alejandro D. Isusi, Enrique Lavié, Vicente Trípoli, presbítero Ernesto Dann Obregón, Carlos Aparicio, Alfredo Goldsack Guiñazú, Juan Fuscaldo, María Angélica Cano de Trufó, Alberto López Fidanza, Franciso M. Santillán y Juan Unamuno.
1947-12-12
Al recibir a los cadetes de aviación que viajaron a España
En primer término, deseo agradecer al señor brigadier de la Colina la oportunidad que me brinda de poder decirles a ustedes algunas palabras. Desde hace algunos años la aviación argentina está desarrollando actividades que no pueden ser sino extraordinariamente gratas para un soldado. Esas numerosas actividades han impuesto muchos sacrificios, no solamente a la Nación sino también -los más importantes- al personal de Aeronáutica. Pero es indudable que en la vida militar únicamente los sacrificios son los que construyen. La vida fácil, la vida cómoda, no es la escuela del soldado, ni es compatible con la actividad creadora que la nación necesita de cada uno de sus hijos. Nosotros, con una nueva mentalidad, independizamos a la aviación dándole la importancia que ella debe tener en países que, como el nuestro, marchan a la cabeza de las naciones del mundo. El viaje que acaba de realizarse es la coronación de todos esos esfuerzos, que han venido haciendo de la aviación una verdadera fuerza, con cohesión espiritual, con el entusiasmo que es necesario tener para llevar adelante las cosas grandes, con la juventud que impulsa desde abajo y con los hombres maduros que, arrastrados por ese entusiasmo, ponen a su servicio la experiencia que dan los años y la sensatez que proporcionan los conocimientos. Es para mí una inmensa e intensa satisfacción -tal como no podría serlo, quizá, para ningún otro presidente de la República- poder contemplar la realización de este primer viaje a Europa llevado a cabo por nuestros muchachos, como coronación de esa serie de sacrificios efectuados, no en beneficio de ninguna empresa material, sino en aras de un ideal, como es, para la Argentina, el contar con una aviación que esté de acuerdo con la importancia de la nación y con los patrióticos deseos de todos los argentinos. Ustedes tienen el inmenso honor de pertenecer a la promoción de cadetes que al graduarse efectúa -por primera vez también en nuestra historia- un crucero internacional, vinculando a los dos países que, probablemente, representan hoy el más grande baluarte de nuestra raza. Esto podría no tener mayor importancia en los tiempos pasados, pero hoy, cuando luchamos denodadamente por conservar los valores del espíritu por sobre todos los demás valores, tiene una importancia extraordinaria, ya que considero que eso valores espirituales han de ser las fuerzas realmente decisivas para resolver la situación caótica que vive el mundo. Por eso felicito, en nombre de la Nación, al señor Secretario de Aeronáutica, que ha tenido esta brillante idea; a los señores jefes y oficiales que la han realizado con la alta pericia que esperamos de nuestra aviación, y a los cadetes que, como sangre nueva, vuelcan en esta empresa lo más hermoso que la vida tiene; los sentimientos y el entusiasmo de sus años juveniles. Espero que todos los años tengamos la satisfacción de repetir este viaje, y que cada año encontremos duplicada o triplicada nuestra aviación. Los países que olvidan que las fuerzas aéreas son hoy tan decisivas en la vida económica de las naciones como en el caso de guerra, realizan una labor derrotista en su propio perjuicio. No hay esfuerzo que nuestro país no haya de realizar en el futuro en tal sentido. Recuerdo que hace dos años teníamos una aviación militar muy escasa y casi ninguna aviación comercial. Y al analizar lo que hoy tenemos como fuerza aérea militar y como fuerza aérea comercial, siento una inmensa satisfacción. Cualquiera sea el esfuerzo que tengamos que realizar y el sacrificio a que debamos someternos, seguiremos adelante para llegar a cumplir, Dios mediante, nuestra aspiración inicial: tener pronto, lo antes posible, mil aviones en vuelo, y contar con fuerzas comerciales de aeronavegación que representen un elevado índice en esta parte del continente, tanto por su organización y por la eficiencia de sus servicios como por la cantidad y calidad de los aviones que podamos tener en movimiento. Si eso lo realizamos, aumentará nuestra satisfacción al contemplar nuevos viajes semejantes a éste por la conciencia del deber cumplido. Ustedes, que son hombres jóvenes, graben para siempre en su memoria lo que voy a decirles: cuando, con el brigadier de la Colina, nos hicimos cargo de nuestra aviación, no podíamos mantener más de doce aviones en vuelo. Nos hicimos entonces la promesa mutua de luchar sin descanso hasta poder mantener en vuelo mil aviones; y no la habremos cumplido mientras no los veamos volar sobre nuestros aeródromos. ............
1947-12-13
Mensaje radial con motivo del Día del Petróleo Nacional
La grandeza de un pueblo, derivada del bienestar de sus habitantes, se halla influida por diversos factores. Posiblemente, sean la laboriosidad y la honradez los principales, pero también depende mucho de las riquezas naturales que el territorio nacional encierre y del acierto y habilidad en su explotación. Un país rico con una población indolente, corre el riesgo de que sus riquezas naturales se pierdan o, lo que es más grave, vayan a aumentar la potencia económica de otros países. Si esto ocurre, se produce la peligrosa situación de caer en servidumbre y de que la independencia política no vaya acompañada de la independencia económica. Es este un punto al que me he referido con alguna frecuencia por la gran preocupación que he puesto en el curso de mi vida, en relación con la Argentina. A fuer de sinceros, debemos confesar, que en nuestra patria se venía produciendo la situación comentada. Nuestro suelo abunda en toda clase de bienes materiales. Sus condiciones agrícolas son insuperables, su sistema hidrográfico es capaz de crear insospechadas cantidades de riego y de energía, el subsuelo encierra tesoros minerales que algún día, cuando sean bien conocidos y bien aprovechados, se podrán definir como fabulosos, Y por si todo ello fuese poco, contamos con una de las riquezas más codiciadas y más necesarias en los tiempos modernos: el petróleo. Sin embargo, es fuerza reconocer que hasta el presente no hemos sabido disfrutar de todos esos beneficios y que por sobre ser tributarios de otros países, no ya en productos elaborados, sino en materias primas que poseemos en abundancia, hemos dejado que nuestra economía haya sido regida y aprovechada desde afuera. Más aún: siendo esa la realidad, debo también declarar que, a mi juicio, a esa situación no se ha llegado ni por culpa ni por defectos imputables a la masa popular. Muy por el contrario, ella contiene un material humano de primera calidad, porque el término medio del argentino es inteligente, laborioso, sufrido y hábil en las manualidades. Prueba de ello se encuentra en el hecho de que cuando se ha querido variar el rumbo y dar un fuerte impulso a nuestra economía, no nos ha fallado el elemento humano ni en el aspecto dirigente ni en el aspecto ejecutor. Tenemos, entonces, que reconocer que la culpa de aquella situación era la de las clases rectoras. En cuanto a los capitalistas, porque en el campo encontraban medios fáciles de acrecentar sin esfuerzo sus fortunas, dando a sus actividades un sentido absolutamente unilateral y primario. Y en cuanto a los gobernantes, porque preocupados por sus luchas de bandería y por las ansias de caudillaje, no tuvieron las inquietudes de los políticos de otros países, más preocupados que los nuestros por alcanzar un ideal presente y futuro de bienestar de las clases humildes y de engrandecimiento nacional. Es esa la gran culpa que les cabe ante la historia. Y conste bien que al decir lo que antecede hago una apreciación de carácter genérico, pues, examinado el asunto desde un punto de vista individual, sería torpe y sobre torpe falso, desconocer la existencia de algunos grandes estadistas a lo largo de los años de nuestra independencia. Desgraciadamente, constituyendo nuestros próceres casos aislados; su actuación de gobernantes ha pesado poco en la vida nacional, y prácticamente su labor se ha perdido ante la malicia, la torpeza o la incomprensión de quienes, compartiendo con ellos las responsabilidades del poder, no estaban a su nivel. Es grande Sáenz Peña con su ley electoral, pero ella no impidió el fraude organizado desde las alturas. Con éste se podrían multiplicar los ejemplos. Desde que me hice cargo de la primera magistratura del Estado vengo luchando por modificar esa situación anormal y no sólo en el sentido de incrementar nuestra economía mediante el desarrollo de la industria, de los transportes y de la explotación de las riquezas naturales, sino también procurando nacionalizar nuestra producción y nuestros medios de trabajo, rescatándolos de manos foráneas y de monopolios internacionales, lo que no es incompatible con el respeto y aún el aliento a cuantas personas de otras nacionalidades quieran venir a fundir su esfuerzo y su dinero con los nuestros. No peco de jactancioso si digo que en ambos terrenos he avanzado considerablemente y que, en cuanto se refiere a la nacionalización de las empresas de servicios públicos, la casi totalidad del camino ha sido ya recorrido. Afirmo que no daré ni un paso atrás y sí los que falten hacia adelante. La independencia económica proclamada en Tucumán este año; como complemento de la independencia política, no es ninguna utopía, pese a las sonrisas de quienes tienen al mismo nivel su malicia y su falta de patriotismo. Que mi preocupación no es de ahora y se manifiesta públicamente desde que asumí la presidencia de la nación, se acredita con la lectura de muchos de mis discursos y con el Plan de Gobierno que di a conocer a los cuatro meses de hacerme cargo del Poder Ejecutivo. Allí señalé mi aspiración de que los beneficios del plan alcanzasen a todos los argentinos y que la explotación de la riqueza comprendiese a nuestros tres millones de kilómetros cuadrados en lugar de la parte que se explota en la actualidad; y manifesté concretamente que había que ir pensando en la necesidad de organizar nuestra riqueza para evitar que continúe yendo a parar a manos de cuatro monopolios, mientras los argentinos no han podido disfrutar siquiera de un mínimo de tal riqueza. Esa organización -sostuve- ha de estar a cargo del Estado, sin que nos deba preocupar demasiado la imputación de que nuestra economía esté dirigida, ya que en ninguna parte es libre y la diferencia consiste, verdaderamente, en que la oriente el Estado para repartir la riqueza entre todos sus habitante o que la dirijan y absorban los oligopolios económicos para ir engrosando en el extranjero sus inmensos capitales. En este proceso de industrialización y de explotación de las materias primas contenidas en nuestras riquezas naturales, he creído siempre que una de sus bases esenciales estaba representada por el mayor y mejor aprovechamiento de todas las fuentes de energía motriz, indispensables para nuestro desarrollo económico y para nuestro bienestar social. De ello hube de dolerme ante los señores legisladores nacionales en mi discurso de presentación del Plan de Gobierno, señalando que un balance de las necesidades y recursos nacionales acusaría el pronunciado desequilibrio actual en materia de energía, cuya consecuencia directa es la ya crónica dependencia del exterior en orden al aprovisionamiento de combustibles industriales, tanto más sensible cuanto que esa dependencia contrasta con la ponderable riqueza potencial de nuestro patrimonio energético, todo lo cual nos marcaba el camino a seguir y definía la única política que cabría adoptar. El ritmo de nuestro progreso económico y el avance hacia la deseada autonomía energética, se encuentran supeditadas a las posibilidades de brindar los recursos nacionales aún inexplotados, cuyo racional aprovechamiento exige no malgastar las fuentes perecederas de energía y propulsar en cambio, la utilización de la potencia de nuestros ríos. Considero que aquellas palabras encierran un gran sentido en orden al problema petrolífero, que es el que motiva mis palabras en este día. Porque de una parte tenemos necesidad de extender nuestra industria y nuestra producción, lo que supone un mayor consumo de energías, y, por otra, tenemos que librarnos en la mayor medida posible de la dependencia exterior en el aprovisionamiento de combustibles. Para conseguirlo existen dos caminos: es uno, aumentar la explotación de todas nuestras fuentes de energía; y es otro, ahorrar la procedente de fuentes perecederas mediante una mayor amplitud en el uso de las imperecederas. En el caso del petróleo la cuestión se advierte claramente. Si en las circunstancias actuales necesitamos una cantidad fijada en ciento solo producimos cuarenta, debiendo importar el sesenta restante, deberemos poner fin a esa situación aumentando nuestra producción hasta donde sea posible, pero también usando otros elementos nacionales productores de energía, principalmente la fuerza hidráulica. Si con ella disminuimos, por sustitución, el consumo de petróleo, habremos aminorado el número índice de nuestras necesidades y será cada vez menor la diferencia entre nuestra producción petrolífera y nuestras exigencias consumidoras. A ello se encaminan las previsiones contenidas en la obra que estamos realizando y que ha de tener dentro de poco un magnífico exponente en la disminución del consumo de combustibles sólidos merced al aprovechamiento del gas desprendido de las explotaciones petrolíferas, que hasta el presente quedaba torpemente perdido. También debo señalar el impulso que se está dando a la explotación carbonífera de Río Turbio, que ha de contribuir en gran medida y en forma rápida a la solución del problema del combustible. El problema de la energía, tan vinculado al del petróleo, es, pues, como se ve, un problema de coordinación. Ya lo dije también en su oportunidad al señalar que planear en materia de energía es algo más que proyectar un programa de obras y construcciones. La falta de visión del conjunto ha llevado en otras épocas a realizar obras técnicamente irreprochables que no han llenado ninguna finalidad práctica, porque el agua y la energía en ellas acumulada no han contemplado ni las necesidades ni las posibilidades de cada región. En medio de la abundancia de nuestra naturaleza pródiga, y a causa de ella, el problema de la energía no fue ni tenido en cuenta, ni siquiera advertido, hasta que la paralización de las importaciones de combustible impuesta por la guerra las presentó con dramático relieve. Ya dije también que no nos interesaba dilucidar las causas de la incomprensión o indiferencia de los gobiernos responsables de aquella situación, porque lo que nos preocupaba, en cambio, era encarar decidida y aceleradamente la tarea, más constructiva, de administrar el patrimonio energético de la nación con la doble finalidad de salvaguardar sus recursos y de subsanar sus deficiencias. Como resumen de aquella situación y de ese cúmulo de torpezas, debo consignar, para poner fin a mis palabras, que en cuarenta años de explotación petrolífera el Estado no ha logrado extraer más que el cuarenta por ciento del petróleo que se necesita para abastecer las necesidades normales de país. No entro a averiguar las causas que han motivado esta extraordinaria lentitud en explotar las riquezas de nuestro subsuelo, pero afirmo que estoy decidido a modificar radicalmente la posición del Estado en punto al disfrute de las riquezas naturales. En vez de aguardar sesenta años para alcanzar la explotación suficiente, es nuestro deber hacer todo lo posible para acortar ese largo período. La política petrolera argentina ha de basarse en los mismos principios en que descansa toda la política económica: conservación absoluta de la soberanía argentina sobre las riquezas de nuestro subsuelo y explotación racional y científica por parte del Estado. Advirtiendo que cuando el Estado rescata la dirección inmediata y directa de los bienes que la nación posee, no debe ya despojarse del privilegio de seguir administrándolos, sin compartir funciones con otros intereses que no sean los que corresponden a todos los argentinos. ............................
1947-12-19
Ante inspectores de enseñanza primaria y secundaria
En primer término, les agradezco que hayan tenido la amabilidad de llegar hasta acá para darme la inmensa satisfacción de poderlos saludar personalmente. Tengo por el magisterio argentino, y especialmente por sus autoridades, el más alto respeto, que es común a todos los que todavía guardamos en el fondo de nuestro espíritu el reconocimiento hacia los que han contribuido a nuestra formación personal, que se dedican a esta noble profesión de enseñar cumpliendo uno de los mandamientos de nuestra ley religiosa y llenando ese inmenso vacío que todavía, por desgracia, existe en nuestro país. Frente a esta situación, ninguno de nosotros hace exageradamente todo lo que se podría y lo que se debería hacer en el país, para terminar de una vez por todas con la falta de enseñanza, que es atraso y que es una zancadilla a la civilización que nuestra patria debe alcanzar dentro del más corto plazo. Dentro de las previsiones que se han contemplado en el Plan de Gobierno -que hemos tratado de hacer tan ilimitadamente grande fuera posible, ya que los objetivos han de estar de acuerdo con las aspiraciones que nosotros debemos tener para el progreso y el perfeccionamiento de nuestro país- la enseñanza en sus diversos aspectos, ya sea en la rama primaria, secundaria, técnica, especial, universitaria, como así también la alta cultura, ha sido considerada en su totalidad sin olvidar ninguna de sus manifestaciones. Una de las críticas que se han hecho, es que el Plan de Gobierno contiene demasiadas cuestiones; vale decir, que al aspecto económico se le agregó el aspecto social, que a éste de le agregó el cultural, y que al cultural se le agregó la justicia, habiéndose mezclado un sinnúmero de problemas. Yo, en contra de esa crítica fácil, creo que si alguna virtud tiene este plan, es el de ser integral, porque en los organismos institucionales como en los individuos, ningún miembro o ningún órgano puede progresar en perjuicio de los demás, sino que ha de ser un proceso orgánico, donde ninguna cuestión se desarrolle exageradamente en perjuicio de otra que no se desarrolla. Lo que yo he buscado es armonizar perfectamente bien cada una de las actividades, dando a las normas de aplicación -como hemos llamado en el plan a todo lo que se refiere a la enseñanza, la ciencia y la cultura- el lugar que deben ocupar en un país que no solamente quiere tener vacas y gran producción, sino que también quiere contar con hombres que vayan progresando en su civilización, en su ciencia y en su cultura aparejadamente con el proceso del progreso económico, del progreso social y del progreso político. Señores: abusando de que ustedes hayan sido tan amables, yo me voy a extender quizá un poco en este plan, para no quitarle casualmente ese aspecto de integralidad que él debe tener. Cuando concebimos este plan, yo recuerdo que fijé los primeros objetivos que deben alcanzarse, mediante un estudio realista de la situación del país, de lo que el país había sido, y aún de su historia, porque creo que nada se puede hacer sin encarar la parte constructiva basándose en la experiencia que se tiene y en la apreciación real del panorama que se vive. Creo que uno de los grandes errores nuestros ha sido siempre preceder por planes más bien idealistas que realistas. Para nosotros, el procedimiento real es tan importante como el ideal. El primero fija las posibilidades; el segundo, las ambiciones. Y es necesario equilibrar perfectamente bien las ambiciones con las posibilidades, porque sino las realizaciones no se pueden concretar. Es así que siempre he considerado que uno de los grandes errores de nuestros hombres, ha sido no haber vivido perfectamente bien o enfocado perfectamente bien el panorama de la nación, antes de encarar cualquiera de las empresas que se habían de realizar. Generalmente, cuando uno tiene una falsa visión de la situación, comete errores de buena fe e inconscientemente, motivados por una falsa apreciación de la situación. Una mala situación lleva a una falsa apreciación de la situación, y ésta, a un error de resolución o a un fracaso en la ejecución. Yo me he cuidado de estas cosas en la elaboración del plan de gobierno pensando que el mismo debía tener un objetivo superior, tratando así de corregir los errores básicos de nuestro pueblo y de nuestras instituciones. La observación más o menos serena de estos hechos arroja una conclusión clara a este respecto. En nuestro país, fuerza es confesarlo, no se trabaja todo lo que debería trabajarse; nuestro principal defecto es casualmente, la haraganería, y esa es una cuestión que no tenemos mucho que decirla, porque en la misma cada uno de nosotros tenemos cierta experiencia. Es necesario terminar con ese señor que encontrándose debajo de un árbol y preguntándosele qué es lo que hace, contesta: "aquí estoy estando". Ese hombre tiene que producir, tiene que estar trabajando. Esa es una de las cosas fundamentales, y el plan está destinado precisamente, a la reactivación de la economía del país, la cual es necesario obtener para crear trabajo donde actualmente no lo hay. Con la creación del trabajo se crea riqueza, y con ella se crean posibilidades de un mayor bienestar general. El plan está destinado, en un primer término, a dar trabajo a los argentinos. El plan general ha de compartimentar la acción nacional y ha de meter a los argentinos dentro de cada uno de esos compartimentos para que, en el futuro, el que no produzca, no consuma en la medida de sus ambiciones, sino en la medida de sus posibilidades. Podremos llegar, con el tiempo, a que el que no produzca no tenga derechos a consumir. Es necesario que cada uno produzca, por lo menos, lo que consume, porque la única manera de enriquecerse es produciendo más de lo que se consume. Esta es la forma de enriquecer al país. Este es un problema simple. Tan simple, que si nosotros nos ponemos a la tarea, lograremos fácilmente su realización. Un país que tiene una cantidad de gente que produce más de lo que consume puede enriquecerse fácilmente, y es necesario recordar, en estos momentos, que no todo es lucha espiritual, sino que también entra la materialidad de las cosas. Lo espiritual y lo material es necesario llevarlo equilibrado, ya que fácilmente vemos como los países pobres son los que más difícilmente avanzan en el camino de la cultura, y los países ricos los que alcanzan más rápidamente un alto grado de civilización. Es necesario ser idealistas, pero con los pies puestos en la tierra. Esta es otra de las verdades que el hombre puede apreciar cuando filosofa. Señores: éste será el primer objetivo: terminar con lo que se ha llamado un país de holgazanes para hacer un país de trabajadores y de productores. El segundo defecto que aprecio en nuestro país -conocer los defectos es una virtud- es la falta de continuidad en la labor de la Nación. Aquí no se han hecho más que esfuerzos parciales y esporádicos. Esa es mi apreciación. Hay realizadas solamente muy pocas obras de aliento en nuestro país; y los países que no realizan obras de verdadera trascendencia, los que se conforman con vivir entre los que han creado los demás hombres, sin ponerse a crear nuevas cosas, no van lejos. Para ir lejos, para crear nuevas cosas, no se puede estar pensando en pequeñas realizaciones o etapas. Es necesario lanzarse a la construcción de grandes ciclos para beneficio de la Nación. Nada se consigue en poco tiempo sin sacrificio. Es necesario realizar obras de gran aliento, de verdadera trascendencia y de verdadero sacrificio. Nada vamos a construir sobre el placer y la molicie. Todo lo hemos de construir sobre el dolor, el sacrificio y el trabajo. Todos hemos observado -ustedes en calidad de maestros han sido observadores imparciales- que los niños llevan a la escuela la representación de los hogares en que viven y de la sociedad de que forman parte. Eso lo habrán podido observar mejor que yo. Yo también he sido un maestro en mis actividades. Ustedes reciben a los niños a los seis años; yo recibo a los jóvenes a los veinte años. Durante muchos años he pulsado lo que pulsan ustedes. Saben bien que aquí -y lo habrán criticado tantas veces como yo- nunca se ha emprendido ninguna empresa que durara más de cinco años, porque como los gobiernos terminaban cada cinco años, querían colocar en la gran obra la chapa que dijera: "Presidente, Fulano, Ministro Zutano". Es humano; pero eso no es lo que más conviene a la Nación. Sin continuidad de esfuerzo el país no puede ir adelante. No se pueden realizar obras trascendentales en cuatro años; las de verdadera trascendencia duran diez, veinte, cincuenta años y, a veces, siglos. Todos admiramos el esfuerzo realizado cuando decimos: el Duomo de Milán tardó 500 años en realizarse. Uno piensa: ¡que hombres éstos! Y ese es el verdadero elogio que ellos merecen, pues ellos han construido par su quinta generación, no para la suya. Así se hacen grandes y fuertes las naciones y los pueblos. Ese defecto es la característica de nuestro país. Naturalmente, saben que un sistema de diques no se puede terminar en cuatro o cinco años. El plan de gobierno -algunos lo han llamado quinquenal- no va a poderse terminar en ninguno de sus aspectos, científico, cultural etcétera, y eso ya lo sabía antes de esbozarlo. Pero aspiramos a hacer en cinco años todo aquello que podamos, dejándoles a los que nos sigan la tarea de perpetuarnos en el tiempo y en el espacio para extender esa acción. Solamente aspirando a esos enormes objetivos y marchando con la dirección de argentinos, que ha de guiarnos, con la buena voluntad y el entendimiento con que realizamos esto, han de perpetuarse esas inmensas miras durante varias generaciones. Con ello estaremos bien servidos en el reconocimiento que puedan tener hacia los que iniciamos esta obra. Este plan, no puede terminarse sino en una parte con lo que nosotros realizaremos. Si conseguimos dar esa continuidad, el plan también estará servido en otros de sus objetivos fundamentales. Para ello, es necesario realizar primero estos dos objetivos; hacer trabajar a los argentinos que no trabajan, señores, y que deben trabajar, y hacer que institucionalmente se dé una continuidad a la obra del Estado, una continuidad en la orientación de esa obra, para alcanzar los grandes objetivos. Terminado eso, basamos nosotros los demás objetivos en cada una de las grandes ramas en que hemos dividido el Plan de Gobierno y fijamos claramente cuales son esos objetivos, e indicamos las formas de alcanzarlos. Lo demás está confiado a los hombres que han de realizar. Lo que hemos querido solamente con esto es dar una orientación uniforme a todos los hombres que trabajan en nuestro país, para que cada uno en su actividad conozca cual es el objetivo que persigue la Nación, para que ninguno de nosotros trabajemos para nosotros mismos, sino para el país. En consecuencia, cuando hayamos conseguido poner a los 16 millones de argentinos en esa dirección, que todos marchen hacia un objetivo, con una visión de conjunto, con una unidad de concepción y con una unidad de acción, habremos realizado el milagro más extraordinario que puede realizar un pueblo: que todo el pueblo esté unido y marche en una misma dirección, pensando que cualesquiera sean los conflictos de opinión y de ideología, ninguno de ellos puede estar en contra del pueblo mismo, ni en contra de la Nación Argentina. Yo digo siempre, señores, ¿cómo es posible que un país pueda marchar sin una orientación que le dé al pueblo su absolutamente necesaria unidad de acción? Si se ha de enseñar en la República Argentina, no es posible enseñar sin tener siempre presente qué es lo que la Argentina quiere alcanzar en el devenir de los tiempos. No se forman hombres que sirven para todo, porque a menudo eso no sirve para nada. La enseñanza ha de tener una orientación constructiva, no sólo para el individuo sino para la Nación. No se puede enseñar ni formar hombres que no estén orientados en las necesidades nacionales, porque si no va a ocurrir lo que ocurre a menudo entre nosotros. ¿Cuál es el más grave de los inconvenientes que tengo yo en mi tarea de gobierno? Es poner de acuerdo a los hombres que han de trabajar para el país, porque ellos han sido formados en compartimentos estancos para trabajar por una causa nacional. Es decir, señores: yo llamo a un abogado y piensa de una manera; llamo a un militar y piensa de una manera diametralmente opuesta a la del abogado; llamo a un médico y está en desacuerdo con el militar y con el abogado. Es decir, hemos formado hombres desligados de los problemas que nos son comunes, en forma absoluta. Algunas veces vienen algunos hombres a hablarme y me parece a mí que me están hablando en chino, en japonés o en birmano y no en argentino, porque no conocen los problemas del país y hablan de una manera diametralmente opuesta dentro de la tarea que hemos de desarrollar para bien de la Nación. Es un fenómeno común que sucede en la Argentina. No sucede en otros países. Yo he visto otros países que piensan de una manera similar en todo aquello que pertenece a la esfera integral de la Nación. En sus ideas personales, dice nuestra Constitución la última palabra: sólo Dios se mete en las conciencias de los hombres. Y eso, señores, es respetable y todos debemos respetarlo; pero en lo que se refiere al esfuerzo común de la Nación, es inaceptable que pensemos de una manera diametralmente opuesta, porque uno de los dos estamos equivocados. Y en eso no puede haber equivocaciones, porque, si no, en vez de haber un país que trabaja por un objetivo, se convierte esto en un partido de fútbol donde once "patean" para un lado y once para el otro. Y eso no puede ser. Por eso mi tarea es extraordinariamente difícil. Yo estoy tratando de poner de acuerdo a los argentinos, para que todos pateemos para el mismo arco, sin lo cual este trabajo no puede realizarse. ¿Cómo hago eso? Lo primero es el Plan Quinquenal, o sea el Plan de Gobierno. Él está destinado a fijar una orientación común a todos los argentinos. En más o en menos, todas las grandes actividades del país están comprendidas dentro de la acción de ese plan, y si cada uno se decide a cumplir su función y sigue la dirección que el plan indica, habremos puesto en marcha el país hacia un objetivo y en una misma dirección. Con ello habremos ganado muchísimo; habremos ganado el que podamos caminar por ese camino del progreso, sin interferirnos y sin molestarnos unos a otros. Yo decía los otros días a unos señores que estuvieron aquí que no me interesan los adversarios políticos, porque mi acción de gobierno no es política, y que tampoco me interesan los que están contra el gobierno. Lo que me interesa es que todos -como los cuatro o seis nobles caballos de un carro- tiren en la misma dirección. No importa que de cuando en cuando uno de ellos le dé una coz al de al lado; lo que interesa es que el carro ande. Si nosotros conseguimos eso, las coces circunstanciales no tendrán ningún valor. Creo que esta obra no es una cuestión de política. Casualmente, lo primero que se encarará, después de la reforma social y de la reforma económica, ya realizada, es la reforma política. La reforma política tiene para nosotros un primer objetivo: barrer de las instituciones del país la política. Es decir, que dentro de la administración y del gobierno no se hace ni se debe hacer política, ni las influencias políticas pueden tener ningún valor. Este trabajo no es fácil realizarlo, después de tantos años en que la política fue la que regía todas las cuestiones dentro del país. Eso es explicable, porque generalmente en nuestro país se ha gobernado exclusivamente el aspecto político. Nadie se ocupó de gobernar el aspecto social, porque eso estaba librado a Dios y a las luchas entre el capital y el trabajo; ni tampoco nadie se ocupó de gobernar económicamente al país. Por eso nuestro movimiento anual de riqueza financiera que era de cuatro mil millones, nosotros lo hemos elevado a 11.500 millones. Lo cual quiere decir que el gobierno económico tiene un alto valor, más si se considera que en eso está involucrada la independencia económica del país, sin la cual es inútil que sigamos trabajando ni que trabajemos más, porque cuando hay una succión externa de la riqueza nacional, que únicamente nos deja lo suficiente para vivir, es lo mismo producir diez, veinte o cien mil millones, pues -como dije- nos dejan algo para vivir y lo demás se lo llevan. La independencia económica es la base de todo el sistema en los países modernos. En eso es donde yo gasto mi tiempo. No lo tengo para hacer política, ni me interesa la política, sino cuando se renueve el gobierno para asegurar que el que venga sea también un gobierno representativo del pueblo. Para mí, esa es la primera conquista que debemos concretar en la reforma política. Como digo, no es fácil; hay que hacerlo de a poco. Tendrán todavía ustedes y todo el país que sufrir algo la influencia política dentro de las instituciones, pero con la ayuda de ustedes mismos, con la ayuda de los señores ministros, del Presidente del Consejo y de todas las autoridades, iremos sacando paulatinamente toda influencia política para que dentro de los cuadros institucionales no exista nada más que un consideración: el hombre capaz, cuya capacidad esté calificada con la virtud, sin la cual a menudo la capacidad no es suficiente. Decía yo que la labor, en ese sentido, es dura y pesada; pero gracias a Dios los hombres que integran nuestros equipos de trabajo, porque yo no trabajo con hombres sino con equipos, son fuertes y sanos, y están convencidos de que es necesario sacrificar hasta la última hora en beneficio de la eficiencia del conjunto. Yo me felicito de tener la oportunidad de hablar personalmente con ustedes, porque ustedes pueden, en ayuda de nuestro trabajo, realizar una obra de extraordinario valor. Ustedes están en todo el territorio del país y son hombres escuchados por las poblaciones. Llegan a los hogares, como ha dicho el doctor Musacchio, por intermedio de los niños, los que suelen ser un vehículo de extraordinaria eficiencia. Ustedes tienen, en consecuencia, la oportunidad de aunar las voluntades y de ponerlas en marcha en favor de esta colaboración de conjunto. Yo no les pido sino que trabajen para el bien del país; que pongan sus voluntades y sus esfuerzos en la obra común para lograr la realización de estas grandes obras que nosotros iniciamos, porque creemos y estamos absolutamente persuadidos de que el país tiene que ir adelante mediante la ejecución de las grandes obras proyectadas, tanto en el campo intelectual, como en el espiritual o material. Al afrontar el problema de la enseñanza, nosotros hemos encarado uno de los aspectos más fundamentales de la misma, poniendo a los maestros que la imparten a la altura de sus necesidades. Este aspecto lo iremos mejorando aún más en la medida de lo posible, porque realmente, los maestros no estaban ni remunerados ni considerados como debían estarlo. En ese sentido, recuerdo siempre a los espartanos. Ese fue uno de los pueblos que primeramente reaccionó contra la costumbre de utilizar a los prisioneros esclavos de ellos en la enseñanza e instrucción de las juventudes de sus pueblos. Creo que los maestros cuyas aspiraciones no estén satisfechas, no pueden ser hombres que enseñen con la eficiencia y la elevación espiritual que deben tener los maestros que han de enseñar y formar nuestras juventudes. Por eso creo que el maestro debe llamar la atención de las autoridades, en el sentido de hacerles notar las posibilidades de elevar la vida al más alto límite que permitan las condiciones económicas de la Nación. Hasta ahora, creo yo, los maestros estaban un poco olvidados dentro del panorama nacional. Se había pensado en que tienen largas vacaciones y que trabajaban pocas horas. Cuando me dieron este argumento para no mejorarlos en su condición de maestros les dije: "No les den tantas vacaciones; háganlos trabajar más, pero páguenles". Además de eso, creo que no hemos cubierto todos los sectores de la enseñanza en la República Argentina. La enseñanza no puede reducirse a lo que estábamos acostumbrados. Es necesario ampliarla a todas las actividades nacionales. No puede ser que la enseñanza de un país, ya sea en el orden primario, secundario, especial y universitario, se reduzca a cuestiones fragmentarias y aleatorias, como lo hemos estado resolviendo. Ninguna actividad del Estado debe ser modelada en el sacrificio y el dolor de cada hombre. Hay que enseñarle lo que él debe hacer en su vida, porque bien decía Martín Fierro que "Árbol que nace torcido nunca su tronco endereza". Y es de pensar que el hombre cuya formación en la juventud es deficiente será un hombre que en su vida jamás volverá a enderezar su tronco. Creo que, como nosotros lo estamos haciendo, la enseñanza hay que extenderla a todas las actividades nacionales. No debe haber un operario por más humilde que él sea, que no haya recibido una enseñanza que lo capacite para rendir el máximo con el mínimo de esfuerzo. Esa es también la solución de un grave problema social. Esta extensión cultural a todos los aspectos de las actividades de una empresa de gran envergadura, la cual, sin la colaboración y cooperación de todos ustedes y de todos los maestros de la República, no podrá cumplirse acabadamente. Hemos estructurado una nueva planificación, que probablemente llevará a nuevos métodos pedagógicos en la enseñanza en la República Argentina. Yo solamente les pido que se preocupen ustedes de crear esos nuevos métodos pedagógicos, porque a los argentinos hay que enseñarles con un método argentino. No hay necesidad de recurrir a Pestalozzi ni a ninguno de los otros grandes pedagogos. Eso sí, podrá estar basado en ese método en los mismos principios del arte de enseñar en que basó Pestalozzi sus grandes postulados, pero adaptado a los argentinos que poseen una idiosincrasia distinta, una inteligencia diferente, viven en otro medio, piensan de otra manera y sienten de distinto modo. Eso es lo que debemos crear. Nuestros hombres educadores deben crear, no adoptar; cuando más deben adaptar. Pero, señores, debemos crear lo nuestro. Hay que crear nuestra escuela y hay que imponer nuestra enseñanza. Si eso se consigue, no continuaremos elucubrando sobre escuelas activas e inactivas. Elucubraremos sobre la escuela argentina y el maestro argentino llegará a ser un modelo por sus propios métodos porque, no hay nada que discutir, la metodología está directamente ligada al proceso y al problema propio de cada país, donde se enseña. Fuera de eso no hay nada más que herejías. Eso es lo que nosotros perseguimos, para lo cual pondremos en manos de los maestros otra cosa que también siempre les ha faltado: los medios necesarios. No se puede enseñar ni formar espiritualmente a un niño sin los elementos necesarios, o en un ambiente que es más bien para un establo que para una escuela. En ese aspecto, el esfuerzo es extraordinario. Necesitamos 10.000 escuelas. Creo que solamente podremos construir en cuatro años, 1.000 ó 1.500 escuelas. No podemos ir más allá porque también hay otras cosas que hacer. Pero, señores, creo que mediante el esfuerzo que está realizando el gobierno, de ahora en adelante podremos contar con una mayor posibilidad para ofrecer los medios necesarios a los maestros que en las distintas partes del país están sacrificado por su verdadero sacerdocio, que es la escuela en muchas partes. He recorrido muchas veces el país, y no olvido nunca la impresión que recibí de una escuela en Santa Catalina, en Jujuy, donde una maestra, con 10 ó 12 coyitas, llenaba su función en un medio precario, pero la llenaba. Vi después eso mismo en el Hito 1 de la República Argentina, casualmente el pueblo donde un maestro catamarqueño, con 45 grados de calor, tenía chicos en un ranchito de barro, pero enseñaba. Eso es lo que el maestro argentino tiene que perfeccionar y tiene que realizar. Señores, hemos de terminar, en lo posible, con todo eso. Será quizá para ustedes, señores inspectores, más grato recorrer las futuras escuelas argentinas y está en manos de ustedes hacer llegar al Consejo o al Ministerio, cuando sea oportuno y cuando sea necesario, sus protestas por la forma en que está funcionando la escuela tal o cual. Y si es necesario, llegar hasta el propio Ministerio para decirle: "Esta escuela no está en condiciones; o se hace una escuela para que funcione adecuadamente, o ciérrela". Porque para mí es peor formar niños en un ambiente como esos, que no formarlos. Quizá la naturaleza en que viven sea más adecuada que ciertos ambientes que yo he recorrido dentro de nuestro país, donde funcionan escuelas. Señores: ningún esfuerzo que realicemos en este sentido tendrá limitaciones de nuestra voluntad. Haremos todo lo que sea preciso para que dentro de las ideas del Plan vayamos lanzando los medios necesarios que, de acuerdo con la buena inspiración, la buena voluntad y el esfuerzo que ustedes realicen, completarán esa magnífica conjunción de lo que puede la voluntad y de lo que puede el esfuerzo que el país ha de realizar para mejorar la enseñanza en todos sus aspectos. Señores: es tal el placer que tengo yo en hablarles, que tendría el gusto de seguir haciéndolo; pero creo que les he pedido lo que yo quería pedirles, es decir, una absoluta cooperación para realizar nuestra enseñanza con más tesón, con más voluntad y llevar las posibilidades de lo que ustedes ven a nuestras autoridades del Ministerio de Justicia e Instrucción Pública, para que ellos conozcan las necesidades, para ir perfeccionando métodos, perfeccionando los medios y perfeccionando el conjunto de todo eso, que, bien armonizado, ha de permitir que el niño comience el ciclo en la edad infantil, alcance la universidad sin solución de continuidad y con profesores que hablen un mismo idioma y que vayan formando un tipo de hombre útil y virtuoso, que es lo que el país necesita, dejando que el resto lo haga él, y, sobre todo, tratando de formar hombres de criterio y capaces de realizar. Afortunadamente, ustedes han escuchado una serie de conferencias, y creo que en el futuro será conveniente que de cuando en cuando se hagan estas reuniones de todos los inspectores, en la Capital Federal o en cualquier otro lugar del territorio, a fin de cambiar ideas cuando estemos más avanzados en la unificación de métodos, y recibir así la impresión que los señores inspectores traigan de las zonas de acción. De esa manera se podrá dar la orientación general para que, así sea en La Quiaca o en Tierra del Fuego, en Buenos Aires o en Mendoza, todos trabajemos con unidad de concepción y con unidad de acción, sin lo cual formaremos hombres de regiones cuando lo que nosotros queremos formar son hombres de una sola intención, que sientan de una misma manera, que piensen de una manera similar y que sean capaces de obrar de un modo común. Solamente así aseguraremos la unidad nacional, base de toda la acción de conjunto que este país pueda realizar en el futuro. Señores: deseo que en el año que se va a iniciar sean ustedes inmensamente felices; que al retornar cada uno a su puesto lleve la persuasión absoluta de que cada uno de ustedes es una rueda importante en este inmenso mecanismo que es la Nación; que de cada una de esas ruedas depende el movimiento armónico de todo el país, porque en este enorme mecanismo cualquier rueda que falle va deteniendo la marcha del conjunto. Si cada uno de nosotros nos consideráramos no más de lo que somos, pero no menos de lo que podemos ser, es indudable que el país marcharía más aceleradamente e iría más lejos. Lo que yo quiero es despertar en la mente de cada argentino la idea de que es necesario que todos los trabajadores incansablemente, porque esa felicidad que tanto deseamos unos a otros la alcanzaremos mediante realizaciones. No hay que confiar todo en la Providencia; es necesario también ayudar a la Providencia. Lo que yo me propongo es que en esta tarea de hacer grande y feliz a nuestra tierra, ayudados por la Providencia, cada uno de nosotros pongamos el hombro también para ayudar a la Providencia. Les pido que lleven mi saludo cariñoso a todos los maestros y a todas las autoridades que ustedes encontrarán en el interior de la República, o en sus diferentes destinos, y que al hacerlo les digan cuál es nuestra intención. Nosotros no somos sino un grupo de argentinos de buena voluntad, que estamos haciendo todo lo que podemos hacer a fin de que las cosas anden cada día mejor. También deseo les digan que nuestra concepción del gobierno es amplia y de absoluto respeto por las ideas de los demás, pero también queremos que nuestras ideas sean respetadas. Creo que dentro de esas normas no podremos estar nunca unos contra otros y en mérito a ello les pido que me ayuden en esa tarea. El año 1947, dentro de la situación del mundo, ha sido muy malo. Nosotros la hemos sacado bien. El año 1948 ha de ser más difícil todavía, y quizá, si no termina en crisis, el 49 será terrible, porque esto se va incubando y no sabemos como va a terminar. El pueblo argentino no tiene más que una forma de capear el temporal, cualquiera sea, el momento o la situación en que el temporal se desencadene: estando unido como pueblo y marchando unido como nación. Nuestra desunión sería nuestro derrumbe. De la unidad del pueblo argentino, del aglutinamiento de todas sus fuerzas morales y materiales, puede salir la salvación, cualquiera sea el proceso que el mundo siga en estos años de encrucijada histórica. Esto es, finalmente, lo que yo les pido que lleven a todas partes. Que digan que estamos trabajando por eso, con un gran entusiasmo y firme voluntad; que lleven también a ellos nuestros deseos de que pasen unas felices fiestas; que el año 1948 sea propicio a todos y que todos sean muy felices. Muchas gracias, perdonen que por el número no pueda estrecharle la mano a cada uno de ustedes, como son mis deseos. Lleven, en cambio, la sensación de que, como argentino, los estrecho a todos y a cada uno. ......................
1947-12-20
En el acto en que hizo entrega de sus sables a los nuevos oficiales de las fuerzas armadas
Por segunda vez en la historia de la República, y con la misma fe y esperanza en los grandes destinos de la patria y de sus instituciones armadas, nos congregamos en este sitio para armaros con el sable que es atributo secular de caballeros y expresión simbólica de la dignidad del mando militar. Satisfecha, por vuestros propios merecimientos, la dura prueba a que os habéis sometido al impulso de una noble vocación, os incorporáis al cuadro de Oficiales de las Fuerzas Armadas de, la patria, con el beneplácito de vuestros superiores y del gobierno de la Nación. Cúmplese de este modo, una nueva .etapa de renovación orgánica, indispensable para llenar los claros que se producen en sus filas y mantener de este modo el encuadramiento indispensable de los organismos llamados a garantizar el bienestar y' la seguridad que la Nación requiere para su desenvolvimiento y progreso. Sois sangre nueva, animada de los mejores ideales, que incorpora al cuadro de oficiales para remozarlo y darle nuevos bríos al impulso de vuestra generosa juventud. Con renovadas esperanzas, el pueblo entero os contempla como nuevos custodios de su honor y de su soberanía y se dispone a entregaros a sus hijos, preciosas reservas que la Nación reclama y hermosa realidad de un porvenir venturoso al amparo de la fortaleza moral y espiritual que vosotros les inculcaréis en la honrosa tarea de instruirlos para la defensa de la patria. En mi doble carácter de comandante de las Fuerzas de Aire, Mar y Tierra -por mi condición de primer magistrado- y de camarada más antiguo -por el honrosísimo grado que detento con incomparable orgullo- cumplo con el gratísimo deber de acompañaros en este día tan señalado de vuestra carrera. Permitidme confesaros que mi corazón sensible a todo lo que atañe a la vida militar, no puede sustraerse a imborrables y caros recuerdos, y que me considere por ello despojado por un instante de mi condición de primer magistrado parra hablar y aconsejaros con el lenguaje sincero, leal y sencillo de un soldado del pueblo al que pertenecéis, pues quiero que os grabéis indeleblemente el concepto de que sois y seguiréis siendo pueblo viviente cualesquiera sea vuestro destino y tanto en el ejercicio del mando como en el de la subordinación. Jóvenes camaradas: os habéis graduado en la carrera de las armas con el único y noble propósito de servir exclusivamente los supremos intereses que motivan su existencia. No perdáis jamás de vista el concepto de que las Fuerzas Armadas constituyen una institución nacional, regida por disposiciones, cuyo fin es mantener a independencia e integridad de la patria y el imperio de la Constitución y de las leyes. Con cabal prescindencia de todo lo que escape al marco rígido de las normas y disposiciones que encuadran la vida profesional, haced oídos sordos a aquello que represente un interés personal o el de determinados sectores o grupos. Rechazad violentamente a aquéllos que desean medrar con la fuerza, que esperan beneficiarse con el desorden y el caos y que para lograr sus propósitos oscuros y mezquinos proclaman a todos los vientos los conceptos de patria y libertad, pero que esconden, en lo más profundo de su corazón, la perfidia, la maldad y el odio. Las Fuerzas Armadas son la síntesis del pueblo. No pertenecen, por lo tanto, a determinados partidos o sectores; ni pueden servir de instrumento de la ambición de nadie. Pertenecen a la patria, que es hogar común, y a ella se deben por entero. Observad fiel e imperturbablemente esta consigna, sin vacilaciones ni titubeos y cualesquiera sean las contingencias que os toque enfrentar. Podéis tener la convicción más absoluta que sólo procediendo así habréis de servir mejor los sagrados intereses de la Nación y merecer el aplauso y la consideración de vuestros semejantes. La solución de los problemas políticos incumbe exclusivamente al pueblo soberano, bajo la garantía de la Constitución y de la ley. Las Fuerzas Armadas de la patria, en su hora, hicieron posible el cumplimento de este precepto democrático. El pueblo argentino, profundamente reconocido por este señalado servicio, les ha brindado su aplauso generoso y sincero. Nadie, absolutamente nadie, tiene derecho a empañar esta obra magnífica que marca un jalón más en la recta y límpida tradición histórica de las armas de la patria, que siempre estuvieron y seguirán estando al servicio exclusivo de la Nación. Tiene el soldado un solo derrotero a seguir para colaborar en la grandeza del país; él está jalonado por el exacto y fiel cumplimiento de las obligaciones que impone el deber militar; por la subordinación y la obediencia al superior jerárquico; por la lealtad sincera y franca para con sus superiores; sus subalternos y para consigo mismo; por la sujeción a las leyes y reglamentaciones militares, y por la práctica constante de la modestia, la abnegación y espíritu de sacrificio que ennoblecen al soldado y le hacen impermeable a las pasiones bastardas y a las ambiciones mezquinas que lo harían indigno de vestir el uniforme. Alentado por su incontenible y patriótica vocación, y siguiendo imperturbable los principios y normas de conducta precedentemente indicados, el oficial debe empeñar todo su carácter y poner en juego su recia personalidad para que, sean cuales fueran las circunstancias con que la vida los haya enfrentado, las Fuerzas Armadas no dejen de constituir una, institución de orden y disciplina al servicio exclusivo de la Nación ni se transformen en un constante, peligro que menoscabe o entorpezca la voluntad del pueblo soberano. En tal forma podréis estar seguros que los jóvenes que anualmente se incorporen a las filas, cumplirán gustosos su. patriótica obligación y que si un día lo exigiera la defensa del patrimonio nacional, el pueblo todo se alistará tras de vosotros con el firme convencimiento de que el cuadro de oficiales es digno de mandarlo y conducirlo, si es preciso hasta el supremo sacrificio de la vida, porque le alienta una elevada moral y superiores fuerzas espirituales, y porque será siempre para sus subordinados un digno ejemplo de obediencia, de sacrificio, de desinterés y de renunciamiento a los halagos de la ambición y de las pasiones subalternas. Como dignos y celosos herederos de la tradición gloriosa de un ejército que dio la libertad a medio continente y como integrantes de un pueblo amante de la paz y del derecho y respetuoso de la autodeterminación de todos los pueblos del mundo, tenemos un generoso acervo que cuidar. Enemigos irreductibles de la guerra, no somos ni queremos ser un pueblo guerrero. Eminentemente pacifista, repudiamos la conquista y rechazamos el dominio en cualquiera de sus formas, prestando siempre fiel acatamiento y observancia de los pactos o tratados, ya que no admitimos fundar absolutamente nada en la arbitrariedad y la prepotencia. Respetamos al más débil y almas fuerte y exigimos con todo derecho la justa reciprocidad. Deseamos fervientemente la convivencia, la solidaridad y la leal y franca amistad con todas las naciones del mundo. Estamos firmemente decididos a contribuir, sin desmayos-y sin reparar en sacrificios, por el mantenimiento de la paz, ofreciendo toda nuestra cooperación económica, bregando por el triunfo de la razón y de la justicia y perfeccionando nuestras instituciones armadas con el respaldo moral y material de un pueblo consciente de sus deberes y que ha dado pruebas concluyentes de su amor por la libertad y la soberanía. Con profundo sentido humanitario, compartimos el dolor de todos los necesitados y les ofrecemos sin jactancia, nuestra ayuda generosa y desinteresada, sin escuchar siquiera a quienes dentro o fuera del país, pretenden desvirtuar la nobleza de nuestros sentimientos. Dentro de estos conceptos fundamentales, el gobierno procura honestamente encauzar la conducta de todos los argentinos por las sendas de la verdad, de la justicia y la confraternidad, evitando paralelamente el desarrollo de prédicas contrarias al progreso y la seguridad de la Nación impidiendo toda acción que tienda a desmembrar la unidad moral en la vida interna o externa de la democracia argentina. Cuando al término de este acto trascendente de vuestra vida recibáis el beso cariñoso de vuestras madres y el abrazo fuerte y apretado de vuestros padres, recoged en el primero, el mensaje de paz que os envían todas las, madres del mundo y en el segundo, la fortaleza física y moral de todos los hombres nobles de la tierra que sólo anhelan la seguridad, la tranquilidad y la concordia necesarias para estructurar un mundo mejor a la sombra augusta del trabajo, de la razón y de la justicia. Quiero daros un consejo: el mismo que he dado muchas veces al pueblo de la Nación y que os quiero repetir porque estoy firmemente convencido de que con ello hago un bien a la patria. Estoy persuadido, también, de que sabréis escucharme y poner en práctica lo que os pido: ¡Manteneos siempre unidos! No olvidéis jamás que vuestra profesión os ha .colocado en un mismo camino. Un índice seguro y característico del valor de los cuadros y de la buena educación que ha de distinguirlos, es la consideración que se deben todos los oficiales, cualquiera sea su graduación y la fuerza a que pertenezcan, como camaradas que son, porque todos cumplen una misma misión, todos habrán de correr los mismos peligros y todos profesan un mismo culto: el del honor y el sacrificio. La unidad indisoluble de las Fuerzas Armadas de la Nación nació con la patria al impulso del mismo anhelo de libertad e independencia. Se tonificó muy luego al conjuro de un idéntico y generoso sentimiento de redención de pueblos hermanos y se hizo carne en las sucesivas generaciones de, argentinos que custodiaron celosos las fronteras y el cielo de la patria. La libertad, supremo ideal de nuestro pueblo, fue conquistada por los caminos del mar y de la tierra, los que fueron regados por la sangre de nuestros héroes, sin distinción de armas ni de credos, luchando mancomunados por un solo ideal y a la sombra augusta del azul y blanco pabellón. Esta unión es vuestra herencia, sagrada e irrenunciable. Ella es la fuerza que habrá de acorazaros frente al choque de las más variadas ideologías, las que en su mayoría sólo persiguen la disolución v el confusionismo, y hasta el divorcio de las Fuerzas Armadas con el pueblo, olvidando qué aquéllas, por tener su origen en éste, constituyen sin duda su más pura expresión. Tanto en la paz como en la guerra, el hombre sigue siendo el factor preponderante, a pesar de los sorprendentes progresos de la técnica moderna. Por ello es que asignamos al 'aspecto humano prioridad entre todos los problemas y enfocamos su solución con un sentido cristiano, patriótico y humanitario de la vida. El mandato de nuestra Constitución nos prescribe corno una de las finalidades de la nacionalidad, la de promover al bienestar general y de asegurar los beneficios de la libertad. Nada hay más caro a nuestros espíritus que la vida del, pueblo y tenemos la conciencia de que la grandeza argentina ha de lograrse por el camino del mejoramiento espiritual y físico de sus hijos, con una alimentación, sana, una vivienda higiénica, una cultura adecuada y una participación justa y equitativa, en el goce de los bienes que el destino nos ha deparado. Habréis de coincidir conmigo en que es ridículo e ilógico esperar virtudes patrióticas en aquellos seres marcados por el egoísmo que, al negar a sus semejantes una justa retribución, les niegan el pan, aniquilan su vigor físico, les cierran el camino de la ilustración y finalmente les muestran las evidencias chocantes de la desigualdad, basadas no en los méritos ni aptitudes, sino, exclusivamente, en los privilegios de la riqueza. Comprensión entre hermanos, solidaridad social y abnegación en todos los actos de la vida, son los móviles que inspiran la política de mí gobierno en cuanto se refiere a la implantación de una verdadera justicia social, que no sólo promueva la unión indestructible de todos los argentinos sino que, al mismo tiempo, marque la iniciación de una efectiva era de progreso nacional, dentro de los cánones de una democracia dinámica y republicana que permita a cada individuo alcanzar, dentro de la sociedad, la posición que sus condiciones y aptitudes naturales le han reservado. Por eso, a las masas argentinas, las mismas que vosotros instruiréis, les hemos dado lo que en justicia les correspondía, y los beneficios derivados de tales medidas, podrán ser percibidos con meridiana claridad por nuestras futuras generaciones. Pero hoy ya podemos rendir el homenaje de patriotas a esas masas de trabajadores argentinos, que experimentando con toda su intensidad el significado de la nacionalidad, han abandonado toda posición extrema para cobijarse, en las grandes manifestaciones del trabajo, bajo el augusto pabellón nacional y cantar sólo nuestro himno de la libertad y de la paz. Y es así como, por la pureza, el optimismo y la fe en esas masas, la República da, en el concierto de las naciones, un envidiado espectáculo de paz social y de trabajo. Jóvenes camaradas: cúmplese hoy el último acto de vuestra promoción al grado de oficiales. A partir de este momento tendréis el insigne honor de ceñir en vuestro cinto el límpido acero del oficial argentino, como justo premio de méritos legítimamente conquistados tras dura y severa prueba de capacidad moral, intelectual, física y vocacional. Dios os los bendice; llevadlo con orgullo y con honor, y recordad que es un símbolo del mando que habréis de ejercer con dignidad en nombre de la Ley y sólo para bien de la patria, de su integridad y de su soberanía, y para sostén de la inmaculada bandera que jurasteis defender hasta perder la vida. Invocando la protección divina y el espíritu de los héroes que nos dieron patria; con el pensamiento puesto en los grandes destinos de la nacionalidad, haced la formal promesa de cumplir con vuestro deber, sin claudicaciones ni flaquezas, para bien de las generaciones presentes y futuras y para contribuir a la' materialización de una Argentina pujante y progresista, socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana. .....................
1947-12-31
Saludo a los trabajadores del país con motivo de la terminación del año
Antes que el telón de la historia cierre el capítulo de 1947 quiero hacer llegar a todos los que trabajan, mi cariño de compatriota y mi abrazo de compañero en la gran causa de la patria. Cuatro años han transcurrido desde que os dirigí aquel primer saludo de la Secretaría de Trabajo, cuando aún eran todas esperanzas. El recuento de la obra realizada deja la firme convicción de que esos cuatro años no han pasado vanamente. Subsisten algunas injusticias, pero podemos decir que obreros y patrones cumplen con su deber y existe el convencimiento definitivamente incorporado al espíritu de cuantos viven en nuestro suelo, de que en la Argentina ya no pueden ser vulnerados impunemente los derechos del trabajador, ni el campo gremial puede ser escenario de políticos inescrupulosos ni de ideologistas exóticos y antipatrias. Esta afirmación no es sólo una frase; es la frase con que se expresa una auténtica realidad. No deseo entrar en detalles porque el objeto que me he propuesto al hablar esta noche es saludarlos con motivo del comienzo de un año más, cuyas horas deberemos seguir consagrado al engrandecimiento de la patria; pero, si se compara la situación existente en 1943 con la del día de hoy, no es difícil comprobar que la mejora es notable. Han quedado ya cumplidos dos de los tres postulados esenciales que planteó la Secretaría de Trabajo y Previsión; se ha dignificado el trabajo y se ha humanizado al capital. Los trabajadores tienen hoy una consideración social de que antes no gozaban. No puede desconocerse este hecho más que por maliciosa ocultación. Bien sabéis todos vosotros que tanto en sus relaciones con los patronos como en la consideración general, y en los vínculos con los organismos oficiales, gozan los trabajadores argentinos de una atención, de un trato, y de unas consideraciones que no se sospechaban cuatro años antes. Cuanto mayor es el respeto que alcanza el trabajador, mayor es el grado en que el capital se vuelve más humano, más comprensivo y dispuesto a acudir a todos los llamados de solidaridad social, de compenetración entre clases y, en definitiva, de cooperación a la obra común que a todos corresponde realizar para hacer de la Argentina una Nación próspera, respetada y admirada, no sólo por sus riquezas sino por su saber, por sus virtudes y por el fraternal espíritu de sus hijos. Qué admirable ejemplo podríamos dar al mundo si, avanzando en el terreno de las realizaciones que hemos programado, al lado de las reformas de orden jurídico, económico, cultural y social contenidas en el Plan de Gobierno que paulatina y ordenadamente llevamos adelante, pudiéramos mostrar una potente unión de los argentinos que, deponiendo puntos de vista particulares y egoístas, se levantara por encima de mezquinos intereses de partidos y minúsculas discrepancias ideológicas, para ofrendar lo mejor de su espíritu y lo mejor de su vida a servir con altruismo, con entusiasmo y con exaltación, el único interés verdadero, el supremo interés de la gran Argentina que soñamos. No ha de ser fácil lograrlo. No ha de ser difícil porque pertenecemos a una raza de hombres unidos por su amor a la patria. Pero, desgraciadamente, fáciles a perder el ritmo que ha de conducirnos orgánica y ordenadamente a lograr los mayores beneficios en el menor tiempo posible. Fáciles somos al entusiasmo y fáciles a dejarnos entibiar la fe. Debemos precavernos contra esta natural inclinación. Debemos precavernos y poner la dosis suficiente de amor patrio para dejar algo de nuestro amor propio y de nuestras preferencias individuales cediéndolo como contribución y homenaje al bienestar general. Termina el año 1947 con un considerable saldo a favor de los hombres de trabajo. La proximidad de los acontecimientos impide abrir juicio sobre la primacía que en el futuro ocupará la Declaración de la Independencia Económica o la Declaración de los Derechos del Trabajador. Una y otra tienden a lo mismo: que junto al engrandecimiento nacional prospere y se engrandezca cada uno de los argentinos. Bastaría, pues, considerar estos dos hechos trascendentales para que se formara la convicción unánime de que no han quedado defraudadas las esperanzas que concibieron los trabajadores argentinos cuando, honrándome con su voto, me llevaron a la Presidencia de la Nación. Prometí en 1943, al ocupar la presidencia del viejo Departamento Nacional del Trabajo; reiteré hace cuatro años en mi primer saludo de año nuevo dirigido a los trabajadores; insistí hoy, cuando la experiencia de dichos cuatro años puede haberos llevado al convencimiento de que cumplo lo que prometo, que no habrá fuerza humana capaz de hacerme desviar de la senda de la justicia social, y que no cejarán mis esfuerzos hasta tanto haya logrado, para los trabajadores de mi patria, la felicidad que anhelan y a la que tienen absoluto derecho. Mis esfuerzos de cada día y de cada hora, junto con los de un puñado de hombres elegidos, son dedicados a esta tares de mejoramiento social. Deben pensar los patronos y los trabajadores que rara vez se llega a una profunda reforma, en el campo social, si no es por el camino de la opresión o de la violencia. Aquí, en nuestra tierra privilegiada, bendecida por Dios, la llevamos a feliz término dentro de la paz y en completo orden. Patronos y trabajadores deben meditar sobre esta halagüeña y excepcional situación. Sin duda coincidirán conmigo en que los primeros contribuirán mejor a que tan favorables condiciones prosigan, si se aprestan a cumplir sus deberes como un imperativo moral que brote de su conciencia, en vez de considerarlo impuesto por la ley; y los trabajadores contribuirán, por su parte, abandonando resabios de la época en que debían luchar para obtener mejoras, y poniendo todo su empeño en producir más y mejor. La Argentina debe aparecer ante el mundo como potencia de primer orden, y no puede lograrlo sin la voluntad unánime de conseguirlo. Espero que el año 1948 permita afianzar las conquistas sociales; incrementar las posibilidades de nuestra economía; propulsar todas las energías hacia el progreso y mejora en todo el ámbito nacional y acrecentar las posibilidades de una mejor enseñanza que impulse la obra cultural que tanto deseamos. Por encima de ello, comprensión y respeto entre los ciudadanos; mayor esfuerzo en la producción y hermandad verdadera entre todos los que tenemos la fortuna de habitar esta tierra, elegida por Dios para que sean posibles las más trascendentales reformas sociales sin violencias ni odios, sino por el contrario, con la complacencia en realizar una obra de bienestar común y con la satisfacción reflexiva de cumplir una justiciera reparación que la humanidad debe a los hombres de trabajo, a lo que se añade esta alegría de vivir y de crear que está anunciando el advenimiento de esta tan amada Argentina. Porque todos los argentinos seamos compañeros en la obra común de forjar una nueva y grande Argentina; porque los trabajadores mantengan alta la divisa y firme el corazón en el sostenimiento de la causa del pueblo y de la patria, y porque las legiones de hombres sencillos y sinceros que hoy forjamos la nueva historia de esta tierra tengamos al morir el consuelo de dejarla más grande, más honrada, más soberana y más libre, es que invoco a los manes de la Patria para que nos sean propicios en el año que comienza. A vosotros, compañeros, que la felicidad os acompañe y la dicha os colme de ventura, como siempre lo he anhelado y para lo cual trabajo noche y día sin otra ambición que la de veros felices en una patria amada, próspera y respetada. ...................
1947-12-31
Mensaje de fin de año a los argentinos que se encuentran en el exterior :
Compatriotas: Ni la distancia en el espacio ni la contraposición de ideas noblemente defendidas, son elementos suficientes de alejamiento intelectual entre los hombres cuando se encuentran unidos por un sentimiento superior como es el amor a la tierra en que hemos nacido o que hemos adoptado. En cambio el alejamiento en el espacio sirve para acrecentar lo que tenemos de afín esfumando o borrando lo que tengamos de divergente. También la separación de las ideas debería ser estímulo de reciproca comprensión y no fuente de rencores. La patria es por esencia el hogar y su adhesión a ella no puede ser desarraigada sin caer en acción vituperable. Igual que sucede con el hogar familiar, las personas de sentimientos limpios magnifican sus comodidades y sus virtudes y disminuyen sus defectos y vicios. Más el sentimiento de unidad en el amor patrio, no debe tener su expresión tan solo de dentro a afuera sino también de fuera a dentro. El recuerdo que los argentinos radicados en el extranjero dediquen a la Argentina, debe ser correspondido por el que nosotros, es decir los que nos hallamos en el territorio nacional, les ofrezcamos a ellos. Allí donde se encuentre un argentino, está la Argentina. Debemos hacerle notar nuestra solidaridad como apoyo y aplauso a su buen proceder, pues de la dignidad de su conducta depende en parte la idea que los demás pueblos formen de nuestro país. Ese deseo de expresión de solidaridad es el que me ha movido como presidente de los argentinos a dirigir personalmente la palabra a todos mis compatriotas del exterior, cualquiera sea el lugar del mundo en que se encuentren. Y lo hago en estos días de acogimiento hogareño, cuando se acrecen las nostalgias y se avivan las alegrías en quienes tienen el ánimo propicio a ellas y las tristezas en quienes las padecen. Pretendo que unos y otros sepan que en la patria más o menos lejana sus sentimientos son compartidos y que mis palabras interpretan fielmente el pensamiento de todos los argentinos. Va a terminar el año y nos adentramos en el nuevo con la incógnita de lo que nos tenga deparado. Esperemos que los beneficios obtenidos en el curso de 1947 se consoliden y acrecienten tanto en el orden de la tranquilidad pública como en el bienestar social y la prosperidad e independencia económica. Pero los argentinos no tenemos únicamente derechos y obligaciones para con nosotros mismos, sino también para con las demás naciones. Mis sentimientos quedaron expuestos en el llamado que oportunamente hice en favor de la paz mundial, roguemos para que esas ideas, rompiendo la confusión, las inquietudes y las tinieblas en que el mundo se debate, alcancen esplendorosa realidad. Ese es el objetivo que nos debemos proponer y para alcanzar el cual tenemos iguales posibilidades todos los argentinos, en la misma medida que contribuyamos a conseguirlo mereceremos el bien de nuestros ciudadanos. A todos ellos, deseo que por mi voz lleguen a su corazón los augurios de felicidad en el año que se inicia. ..................................
1948-01-11
Discurso radial con motivo de la inauguración del dique El Nihuil :
Señores : El plan de la patria está en marcha. Cada obra que se realiza es una etapa más en el cumplimiento del deber que nos habíamos propuesto cumplir cuando formulamos nuestra promesa ante el pueblo y cuando jurábamos nuestra decisión ante la historia. Mis primeras palabras de hace unos pocos años, aquellas que enunciaban lo que ya hoy estamos realizando, resbalaban sobre la conciencia escéptica del pueblo argentino, cansado de escuchar promesas vanas sólo destinadas a llenar los comités de cándidos votantes. Nuestros políticos sólo realizaban la felicidad de los que asumían en gobierno y la de los pequeños círculos que ellos representaban. Hay una historia nacional de lo que se prometió hacer y otra historia nacional de lo que se hizo. Y dentro de ese sistema de incumplimiento, lo único que quedó como saldo apreciable fue el escepticismo de todo un pueblo que aprendió a saber que detrás de las palabras dichas se escondían las obras frustradas. Por eso la política, que es y debe ser un medio de lucha para proponer e imponer dentro de la democracia un plan coherente de conquistas materiales y espirituales, se convirtió en un fin que agitaba los proyectos en el vacío con la sola intención de arrastrar a las masas que buscaban su bienestar y demandaban soluciones. Como simple ciudadano argentino que había contemplado la interminable sucesión de programas repetidos afanosamente en las vísperas de cada convocatoria electoral, sentía en mi corazón la amargura de cotejar esas magnificadas promesas con las magras realizaciones que de ellas surgían. Y luego, cuando el destino me colocó en el centro de las responsabilidades, cuando pude comprobar la amargura de tanto fraude, comprendí que ya estaban gastadas las palabras y que para comunicar mis intensiones al pueblo tenía que usar el lenguaje de los hechos, único idioma capaz de vencer al descreimiento que los demás habían sembrado en la conciencia del país. No hacer las obras exigidas por el progreso fue como trabar las ruedas de la vida argentina, pero inyectar el pesimismo y la desilusión en la conciencia nacional fue un crimen mucho mayor todavía, pues significaba, nada menos, que detener la inquietud y relajar prematuramente los músculos de un pueblo nuevo y pujante que, por su propia juventud, tenía la obligación de soñar y de crear, de sentirse artífice de su propio destino. Fue enorme el esfuerzo que debimos cumplir para vencer esa inercia popular de la cual el pueblo no era culpable y, gracias a la divina Providencia, tuvimos la fe necesaria para no desmayar ante nada y para transformar en energía optimista la tristeza y la indiferencia que amenazaban malograrlo todo para siempre. Dentro del proceso de los hechos públicos, cada revolución puede definirse con una sola palabra capaz de concentrar sus causas y sus consecuencias. Nuestra revolución, habrá de definir su sentido como la revolución de la verdad, como el movimiento nacido para reajustar los hechos a las palabras, como la eclosión experimentada en lo más hondo de la conciencia argentina para levantar las inercias, los pesimismos, y arrojar de nuestro espíritu para siempre el concepto de inferioridad que llegó a invadirnos. Poseíamos una heredad física de proporciones inmensas, y a fuerza de ir empequeñeciendo la conducta y, en consecuencia, el alma nos definíamos nosotros mismos como una pequeña potencia. Habíamos tenido una capacidad tal como para libertarnos políticamente a nosotros mismos y para libertar a nuestros hermanos. Sin embargo, de renuncia en renuncia, casi terminamos mendigando la libertad económica ante los poderosos de la tierra. Éramos dueños del grano para regarlos con sudor sobre los surcos, pero no éramos dueños de industrializarlo, de venderlo ni de comerlo siquiera. Éramos propietarios de la carne cuya baratura internacional se lograba en base a las peonadas retribuidas con jornales de miseria. Éramos poseedores de los ríos y sus aguas servían, en su mayor parte, para arrasar casas y sembrados en los trances de desborde, mientras sustituíamos la energía contenida en esos malogrados torrentes con el carbón y con el petróleo de otras tierras lejanas. Éramos los creadores de una inconmensurable fortuna económica, pero habíamos fabricado con nuestra lamentable inteligencia la legislación que colocaba el manejo de la economía y de la finanza en las manos sin patria del imperialismo internacional. Éramos los herederos de un pueblo que se debatió sin paga en las horas de sangre y hubimos de permitir que un progreso distorsionado y anormal atentara contra la fortaleza física y espiritual. Habíamos logrado concitar el arribo de grandes masas humanas llegadas desde Europa para trabajar en paz, y admitíamos que ellas y los hijos de ellas fueran víctimas de los engranajes de la injusticia social, hermanándola, en ese amargo destino, con las sufridas multitudes criollas. Poseíamos la semillas de un pensamiento, de un arte y de una literatura frutos de nuestra realidad, de nuestro paisaje, y originadas en las mejores fuentes clásicas y cristianas, y casi la esterilizamos arrojándolas al arenal del olvido, para sembrar inopinadamente semillas de culturas ajenas a la sensibilidad histórica de nuestro corazón. En pocas palabras, Dios nos había entregado una patria que nuestro próceres declararon fundada y estábamos haciendo todo lo posible para convertirla en factoría. Tienen que haber sido muy profundas las raíces de la argentinidad para no haber sucumbido a tantas agresiones. Tiene que haber sido muy auténtico este pueblo para haberse salvado de tantas asechanzas y tiene que haber sido muy afortunada nuestra lucha para haber podido conseguir que el país se lanzara por el camino nuevo que hoy transita y al cual parecía haber renunciado para siempre. Porque todo la grandeza de esta magna hora pertenece al pueblo que superándose así mismo retornó a la credulidad y nos otorgó, en heroico desenlace, el mandato que nos permitiría trabajar por su felicidad. Hoy se inaugura un dique destinado a domar las fuerzas de la naturaleza que, sueltas, son un peligro, y encausadas por el hombre constituyen un instrumento de bienaventuranza. Dentro de ese dique están las fuerzas que transforman en prados los desiertos y están las potencias energéticas que multiplican en cosas útiles los productos de la tierra. Pero esos campos y esas energías nos servirán para esclavizar al hombre y empequeñecerlo, porque junto con ese dique y con todas las obras materiales que habrán de seguirle, se perfeccionarán también las formas legales de la protección humana que, a manera de otro dique, servirá, para regular la ambición de los fuertes, de esos que librados a su propio impulso son arrasadores y despiadados como las aguas del torrente, pero que limitados por la ley pueden convertirse en elementos armoniosos para la vida y para el progreso. En este instante en que declaro inauguradas las obras de "El Nihuil", agradezco la colaboración de los técnicos y de los obreros que completaron mi pensamiento en el tramo difícil de la realización, y confieso que nunca me siento tan feliz como cuando puedo anunciar ante mi pueblo que una palabra mía se ha convertido en hecho para el bienestar de todos los compatriotas que la estaban esperando. Y en esta hora en que empiezan a concretarse en obras los impulsos de nuestro pensamiento, agradezco también a todos los que nos otorgaron su fe para poder materializarlo y a los que, si un día no creyeron en nosotros, hoy tienen la altura de corazón necesaria como para contemplar con cordialidad y patriotismo los esfuerzos que venimos haciendo para logar el resurgimiento de un país que no se merece otro destino que el de su noble grandeza. ...................
1948-01-27
En la inauguración de un local del Sindicato Obrero de la Alimentación
Aún bajo la emoción que han producido las palabras del compañero Costa, con motivo de la inauguración de este local del gremio de la alimentación, debo declarar que una de las más caras aspiraciones que tenemos los hombres de este gobierno es la de que cada uno de los sindicatos argentinos vaya poseyendo un local social que le permita ofrecer a sus afiliados las condiciones necesarias, con las que cuenta cada uno de los clubes que existen en el país y que han sido favorecidos por la fortuna, algunas veces inmerecidamente. Para un gremio de trabajadores, un local social es un templo de labor en beneficio del país. Es inconcebible que hayamos llegado hasta estos días sin que los sindicatos obreros argentinos dispongan de locales decentes para reunirse, para divertirse o para deliberar sobre cuestiones obreras. Por esa razón dentro del programa de gobierno, existe la determinación positiva de facilitar a los sindicatos argentinos la adquisición de locales y la construcción de policlínicos donde pueden atenderse los afiliados de modo tal que esa asistencia no resulte una limosna, sino un servicio que el propio gremio presta. Al llegar hasta aquí para compartir el justificado júbilo de ustedes, me siento un asociado más de esta benemérita institución gremial, pensando que con ello me hago, como ciudadano, uno de los más grandes honores a los que puede aspirar un hombre de esta tierra, cual es el de compartir con los trabajadores que están forjando la grandeza de la patria, sus momentos de alegría, del mismo modo que compartiría las tristezas o las desgracias. Sería injusto si no declarara públicamente los desvelos de la comisión directiva de este sindicato y la tenacidad y dignidad con que ha luchado para alcanzar beneficios para el gremio. Muy especialmente debo mencionar al secretario general, señor Raúl Costa, a quien veo y observo desde hace varios años trabajando incansablemente por su sindicato, viviendo y sacrificándose por él. Si todos los dirigentes obreros inspiraran su conducta en la de hombres como el señor Costa, el gremialismo argentino podría firmar, sin temor a equivocarse, que su triunfo habría sido alcanzado. Eso es lo que cada dirigente gremial debe hacer por su gremio: sacrificarse. Nada de lo que ha logrado el gremio de la alimentación se le debe al gobierno, pues éste solo ha cumplido con su deber. Quien ha gestionado las mejoras, quien ha estado noche y día trabajando por el gremio, es, precisamente, el señor Costa, aquí presente. Como un camarada más, rindo este homenaje a un hombre que lo merece desde todo punto de vista y a quien cuando le hemos hecho ofrecimientos de otra naturaleza para mejorar las condiciones de sus agremiados ha respondido invariablemente: "Lo haremos nosotros, lo compraremos nosotros, lo pagaremos nosotros. Nosotros no esperamos nada de nadie, como no sea de nuestro propio esfuerzo". Así hablan los hombres que tienen condiciones de su deber, pues las conquistas que los obreros alcancen han de ser el fruto de su propio esfuerzo, ya que nada les ha de venir del cielo ni del infierno, sino que lo alcanzarán en la propia tierra cuyo grandeza elaboran. Señores: este local será para los obreros de la alimentación un templo de confraternidad, de unión, de amistad y de compañerismo. Esto es lo que necesitaban nuestros sindicatos: fomentar la vida de relación, servirse los unos de los otros y servir de ese modo a la colectividad entera. La satisfacción que experimento esta noche es la que siente todo hombre bien nacido, al ver que sus compañeros de lucha y de vida marchan adelante, conquistando lo que en derecho les corresponde, pues la vida ha de ser algo más que comer y dormir. La aspiración de los hombres de esta tierra es la de llevar una existencia feliz, tener inquietudes espirituales y disfrutar de la vida. Para terminar, hago una invocación que todos ustedes sean inmensamente felices y para que puedan consolidar en esta casa la amistad de los compañeros y la unión del gremio de la alimentación; para que desde este día no haya en esta casa más que alegría y felicidad y para que cada vez que ustedes lleguen a ella lo hagan con el mismo cariño con que se entra y se bendice todos los días el hogar de los padres y el hogar de lo hijos. ................
1948-02-03
Conferencia de prensa sobre temas agrarios
GENERAL PERON: Una cuestión que para nosotros ha revestido cierto apasionamiento es la que se refiere a la situación agraria, especialmente a la situación del campo. Como el señor Durand ha hecho un viaje por la República y ha tomado una impresión directa de cual es el estado ambiente del campo, especialmente entre los chacareros, porque algunos decían que los chacareros estaban descontentos, lo que me parecía raro, dado que la situación bancaria demuestra que sus depósitos han aumentado en un 150%, cuando antes eran casi todos deudores, le he pedido que nos informa al respecto. Me preguntaba: ¿cómo puede ser que esté descontenta gente que gana cada vez más? Por esto, para tener una impresión real, es que le pedí el señor senador tuviera la amabilidad de tomar una visión directa del problema y a su regreso nos relatara sus observaciones personales. SEÑOR DURAND.-Llevo más de cincuenta años de trabajo en la agricultura y también en la industria y, en consecuencia, tengo mi experiencia. Últimamente he tenido oportunidad de recorrer diferentes zonas rurales. He de hacer una breve reseña de lo que sucedía en el agro argentino en la posguerra anterior, en momentos similares a los actuales, cuando no había divisas para la venta de nuestros productos y tampoco transportes. Esas fueron causas de la baja de los cereales en el año 1993, cuando de $37 los 100 kilos de trigo, bajaron a $3,70 y el maíz de $22 a $2, o sea menos que el valor de la bolsa. Mi cosecha de maíz no la pude vender a $1 la bolsa, es decir, mucho menos del costo de producción. ¿Que sucedería si volviéramos a la venta libre si actuasen Bunge y Born, Dreyfus y otros? No habiendo divisas, ni transportes suficientes, el producto bajaría a un precio catastrófico. Saben ustedes que cuando el agricultor, el productor, en general trabaja por debajo del costo de producción se ve obligado a despedir obreros y se producen las cesantías. En cambio, cuando se trabaja como ahora, por encima del costo de producción quiere decir que se gana y hay más trabajo para los obreros y éstos ganan más. Es lo que esta pasando actualmente y la prueba es que las sociedades rurales argentinas y la prensa en general, claman por la falta de brazos para la agricultura. ¿Como se puede hablar de extorsión a la producción cuando faltan brazos? Si se la extorsionara sobrarían brazos y habría pasantías. Si así no sucede es porque la situación es floreciente, puesto que nadie quiera perder, todo el mundo quiere ganar. Este proceso ha traído como consecuencia la gran valorización de la propiedad, porque hoy pasa todo lo contrario de lo que sucedía en el año 1933. En aquel entonces la propiedad se vino abajo, todo el mundo quería vender. ¿Quien vende hoy? Todos quieren comprar, pues como lo había dicho el presidente, los bancos están pletóricos de depósitos por los sobrantes de los agricultores y todos se están enriqueciendo. Todo esto se debe al Plan Perón, que permite trocar la producción argentina por elementos de clase, es decir, cambiar el trigo por carbón, por maquinas y otros elementos que necesitan al país para incrementar definitivamente la riqueza. Analicemos el problema del trigo durante el año pasado. Se calculo el remanente en 3.000.000.000 de pesos argentinos, y el señor Miranda hizo el milagro de mitigar el hambre de las naciones hermanas, pero estableciendo el precio internacional del trigo y no del monopolio que se acostumbraba a fijar, que hubiera sido de 30 pesos. Gran Bretaña tuvo que pagar el precio internacional de 60 pesos, es decir, el mismo precio que se fijó a las naciones de Europa, con lo cual los 3.000.000.0000 de pesos que nos ofrecían por la totalidad, ascendieron al doble. Esta ganancia no lo fue por divisas, por oro, por dinero en efectivo, sino por trueque de mercaderías que el país necesitaba. Por ello el país se halla en plena evolución de progreso y todo el mundo tiene trabajo, tanto en la agricultura como en la industria, es decir, es un fenómeno general que se observa en todas las Republicas. Quiero recordar también que los señores agricultores, soy uno de ellos, no deben olvidar que pocos años el gobierno compró trigo y maíz para quemarlo porque teníamos la navegación interrumpida. Todo el pueblo argentino gastó centenares de millones de pesos en cereales que se quemaban. Esa fue la situación. Se dio también que el gobierno argentino paga 20 pesos por el trigo y lo vende a 60 pesos, pero acabo de demostrar que esa venta no es por dinero efectivo sino que se hace trueque por mercaderías que se necesitan en el país. ¿No es justo aplicar el precio internacional cuando es bien sabido que las mercaderías que nos venden están triplicadas en sus valores anteriores a la guerra? El artículo tercero de la ley del Banco Central dice "es consejero y gestor del gobierno", pero hasta hace dos años el Banco Central era, en realidad, un banco extranjero. Era un banco extranjero que fijaba a esos "dumpings" internacionales -"cartells", como les llama el senador Molinari- , cien veces el capital que declaraban, como lo ha afirmado en pleno Senado de la Nación don Miguel Miranda. ¿En beneficio de quien? ¿En beneficio de quien? En beneficio de ellos. ¿Acaso nos han socorrido ellos cuando los precios cayeron verticalmente llevando la ruina y la desesperación al agro? En cambio, los miles de millones que nosotros vendemos ahora a interés bajo y en beneficio exclusivo de ellos, nos sirven para levantar las grandes obras que se están haciendo en la Nación; nos han servido para comprar el gas, para hacer el gasoducto, para llevar a nuestra marina mercante a ser, tal vez, la tercera del mundo, para adquirir los teléfonos, para fomentar la navegación fluvial, para construir diques en todo el país, etcétera, etcétera. Si hay diferencia entre los veinte pesos que el gobierno paga al productor y los sesenta pesos en que vende el producto, esa diferencia se traduce en beneficio para toda la Nación, para dar trabajo a todo el mundo GENERAL PERON - Y para subvencionar el mismo trigo. SR. DURAND - Efectivamente porque todo el mundo sabe que a aquí es donde se come el mejor pan y más barato. Con respecto a las críticas que se han hecho por la compra de automotores, aduciéndose que se pagaron caros, conviene no olvidar que las circunstancias actuales obligan al país a tener elementos automotores en cantidad suficiente como para realizar sus actividades. La prensa adversaria critica asimismo la inflación. Cuando asumió la presidencia el general Perón, la libra esterlina valía 72 pesos. Hoy vale lo mismo, o un poco menos. Y eso nos es un defecto, sino que es seguir el ritmo de los cambios mundiales, tratando de que no haya ni mucha inflación ni mucha deflación. Los grandes rotativos de la Capital desearían que con el stock de oro valoricemos nuestra moneda. ¿Que ocurría si, por ejemplo, se dictase mañana un decreto valorizando el peso? Sucedería que la libra, en lugar de valer 70 pesos, se pagarían a 35 pesos con lo cual tendrían que cerrar las industrias y se atacaría en su centro vital a la producción agrícola. A nosotros nos conviene recibir 70 pesos por libra y no 35 pesos, porque esa diferencia es la que se invierte en la obra de fomento. Es lo que hizo Pellegrini en los años 1899 y 1901, cuando advirtió el peligro que había por costar la libra 5 pesos, y por medio de un decreto elevo su valor a 11,40 pesos, reduciéndose el valor de peso de 100 centavos oro a 44 centavos oro. Es evidente que ello implicaba imponer a la industria extranjera un impuesto indirecto de cien por ciento. Esa gran prensa, eternamente ha de hacer esa crítica, porque todavía ellos pagan, o pagaban hasta hace poco, papel, tinta, cables, tipos de imprenta, máquinas, todo a oro, y aun la corresponsalía extranjera, y venden aquí a papel. Era más cómodo para ellos pagar 5 pesos por una libra y no 11.45, de acuerdo con la medida tomada por Pellegrini, que salvó la producción y a la industria, pero perjudicó a la banca internacional, porque se encontraron, de la noche a la mañana, con un capital aguado. Esos grandes diarios que nunca han sembrado nada, hacen su prédica con la obsesión de la valuación de la moneda y del aumento de la producción. Pero no puede aumentarse la producción castigándola en la forma que acabo de explicar. Hay que buscar un sano equilibrio, un término medio, porque si hay mucha inflación, se reajustan los precios, salarios y sueldos de acuerdo con valor adquisitivo de la moneda y con valor de los productos, pero si sigue la inflación no se logra la estabilización, y al día siguiente vienen las cuestiones sociales, los precios siguen subiendo y los salarios quedan estancados. Todo eso lo tiene en cuenta el gobierno. Yo que he viajado últimamente por catorce países puedo decir que esta es la única parte del mundo donde se vive bien y hay de todo en abundancia. En otros países hay escasez y una terrible carestía de la vida. Jamás se hubiera podido resolver este problema de posguerra -o hubiera ocurrido lo que en el año 1933- si no hubieran mediado las sabias previsiones del excelentísimo señor presidente y de su ministro de Economía, aquí presente. Para mí, han sido la salvación. Con respecto al estado de animo de la producción agrícola, considero que no puede ser mejor, por mas que algunos dirigentes desplazados por la actual política sigan haciendo una propaganda infernal y quiero demostrar que el gobierno lucra y que vende los productos por tres veces pero no vende nada a dinero efectivo, sino que se trueca, se cambia y se fía, se atiende tanto a las grandes nociones como las que no tienen nada, con un alto concepto de hermandad. El estado de ánimo del agro es inmejorable, puesto que todos ganan. Si a algunos los ha perjudicado la langosta o han sufrido una sequía prolongada, son la excepción de la regla. Puedo asegurar que las cosechas están dando amplia satisfacción a todo el agro argentino, y eso lo digo yo, que soy agricultor viejo, con más de cincuenta años de experiencia. Lo mismo ocurre con la ganadería. Nunca han tenido tantos beneficios los ganaderos. El gobierno esta haciendo lo posible por aproximar el precio de nuestro ganado al precio internacional., que es infinitamente superior. Y como el comercio es un reflejo directo del malestar o de la bonanza de la agricultura y de la ganadería, sin duda el comercio está bien. Eso es indudable. GENERAL PERON - Lo que nos ha informado el señor Senador es bien claro. Deseo hacer solamente un ligero comentario sobre el trigo. Nada más claro que todo cuanto se refiere a la negociación del trigo argentino. Se nos ha hecho aparecer como que cobramos demasiado caro y que estamos aprovechando el hombre del mundo para negociar con nuestro trigo. La Republica Argentina producto de alrededor de 7 millones de toneladas de trigo, de las cuales consume tres millones y medio exporta otro tanto. Compramos al chacarero a 20 pesos y entregamos al molinero para el consumo interno a 9 pesos el quintal, vale decir que perdemos 11 pesos el quintal. Esos 11 pesos están destinados a la subvención del consumo interno, porque seria injusto que en el país del trigo sus habitantes pagasen el mismo precio que en los países que no son sus productores de este cereal. Esta subvención permite comprar el pan a 35 y a 45 centavos el kilo, para las clases necesitadas, de modo que en nuestros hogares puede comerse el pan a un precio completamente razonable. Si vendiésemos al molino al mismo precio con el que lo adquirimos del chacarero, el pan valdría un peso el kilo. Como muy bien ha dicho el senador Durand, nosotros vendemos el trigo al exterior a 60 pesos nominales, pero no hacemos el negocio directamente con divisas sino por trueque de mercaderías, la mitad nos la pagan con mercaderías y la otra mitad no sabemos como la van a pagar, pero esos países necesitan trigo, tales son Francia, Italia, España y Grecia. Entonces, en el precio se reduce a un 50% porque los demás no pagan pero nosotros no podemos dejar de cumplir. No podemos estar haciendo planes, haciéndoles perder tiempo, y dejando que se mueran de hambre. Hemos hecho un plan y lo hemos puesto en ejecución, porque si seguimos discutiendo y esos países siguen sin trigo, no les arriendo la ganancia. Hemos destinado casi el 50% de nuestro remanente de exportación a países que necesitan el trigo y no pueden pagarlo. Creo que en vez de conversar de planes de abastecimiento es mejor abastecer, porque es más humano y más efectivo para el que tiene hambre y no tiene con que comprar el trigo. El Estado, en un ejercicio de 35 cosechas, lleva perdidos casi 400 millones, por lo que a la comercialización se refiere. Esa es la realidad; el trigo es uno de los factores que ha dado mayores pérdidas. El gobierno no hace negocio, esta defendiendo la producción y si no se manejara en esa forma tendría que venderla a un trust, a un monopolio comprador, que fijaría los 5,4 y 3 pesos, como en la otra guerra, cuando se dejó la libre comercialización. En ese entonces, el monopolio impuso el precio más bajo porque en materia comercial se va a la realidad y no hay que hacerse ilusiones. Todo cuanto se habla y se dice sobre esta materia son mentiras, lisa y llanamente. No son equivocaciones. Equivocación es cuando se desconoce la realidad y se dice una cosa por otra, pero cuando se conoce la situación y se afirma todo lo contrario se incurre en mentira. Aquí no hay error, se miente a sabiendas. Me refiero al exterior, porque todo esto obedece a una campaña. Los diarios argentinos no dicen eso porque saben que es así. Dicen que estamos cobrando caro y no cobramos ni la cuarta parte de lo que nos cobran por los materiales que ellos nos envían para producir trigo. Si el trigo es un artículo de primera necesidad lo mismo sucede con un tractor, porque sin éste no puede producirse el trigo. Un tractor lo pagamos en forma directa y además tenemos que pagar también por ese tractor en forma indirecta, un permiso de exportación. El aumento de los precios de los materiales en sí no sería tanto sino que lo que cuesta más caro es el permiso de exportación. El mismo gobierno norteamericano ha anulado unas compras por exceso de ganancias de los intermediarios. En esta especulación el gobierno americano no tiene nada que ver, pero es evidente que debido a ella estamos pagando precios enormes. En cambio, nosotros no solo no especulamos sino que el Estado pierde dinero con la negociación del trigo. Esta es la realidad. Mantiene el precio del trigo en el consumo interno y en el volumen general pierde dinero. SEÑOR MIRANDA.- Cuando se estudiaron estos problemas en el Consejo de Posguerra se preparó la reforma económica. Ustedes saben que anteriormente la economía del país estaba al servicio del capital. La reforma económica de la revolución, más bien dicho de su jefe, el general Perón, puso el capital al servicio de la economía del país. La nacionalización del Banco Central constituyó la base que preparó la defensa de la producción nacional. Ya en el gobierno del general Perón, vimos que las naciones compradoras del mundo se organizaron en el famoso "cartell" de las 21 naciones para fijar precios y cupos de compra a los productos nuestros: la comida. A ello contestamos diciendo que el gobierno era el único vendedor y pudimos desbaratar los planes fijados. No había aún asumido el presidente el mando cuando se produjo la cuestión del maíz. Yo vine a la Casa Rosada y le dije al presidente de la República que el maíz no debía venderse, pero el ministro de Industria y Comercio, coronel Saurí, opinó lo contrario, lo mismo que el director Urien. Se vendió el maíz, no sé si a 22 pesos y la consecuencia fue de que el país tuvo que sacrificar todos los cerdos porque no hubo maíz para alimentarlos. Nos quedamos sin gallinas y los huevos se pagaron a 3 pesos la docena. Todo ello por no habernos hecho caso. En pocas palabras, era cuestión de oponer al comprador único el vendedor único. Luego vino la lucha por el lino. Se había vendido a 17 pesos, y nosotros estudiando a fondo el asunto advertimos que se vendía muy mal puesto que la Argentina produce el 75% del total mundial. Entonces encaramos la industrialización del lino y dimos ocupación a 50.000 obreros; y el precio lo elevamos a $ 112. Es este el precio mundial del lino y tan es así que los Estados Unidos venden su producción a ese precio. Posteriormente vino la campaña del trigo, cuyo precio fue de 20, 22 y 26 últimamente de 60 pesos. Se dice que nosotros hambreamos el mundo por vender el trigo a ese precio. Pero yo pregunto si ese es un precio internacional o no. Y si no es un precio internacional, ¿por qué quieren comprarnos? Si en otros lados puede conseguirse trigo a un precio inferior al nuestro, no vendrían a comprarnos a nosotros. Otro tanto ocurre con el maíz. Ustedes recordarán aquella época en que los senadores y los diputados estaban peleados por el asunto del maíz. En esa oportunidad dijimos que no íbamos a venderlo hasta que nos pagasen 30 pesos, pero nos equivocamos, por que subió a 40 pesos. La Argentina es el único país exportador de maíz en el mundo, pues los Estados Unidos, con su enorme producción de 80 millones de toneladas no puede exportar porque lo consume todo. En Europa el único exportador es Rumania, pero no es competidor. Por consiguiente el maíz, nuestro se vende al precio internacional. Ese precio internacional está dado por la oferta, y si no hay más ofertante que la Argentina, es lógico que debe pagarse el precio que nosotros fijamos. Hemos defendido a los colonos al extremo de que dan cuenta sus depósitos bancarios. Me imagino que hubiera sido la situación si el gobierno del general Perón no hubiese adoptado esta serie de medidas. Recuerdo cuando el doctor Le Breton, siendo ministro en Francia en el época del hambre en Europa, ofreció nuestro trigo a $ 4.50 y el gobierno Francés manifestó no tener interés en la compra. Muchos opositores y desplazados critican al gobierno la no intensificación de la siembra del trigo. El gobierno no lo hace por una simple razón: nos encontramos sin bolsas, sin carbón, sin transportes y sin petróleo. Vean ustedes si en esas condiciones conviene intensificar la producción. Felizmente con nuestro sistema de trueque podemos conseguir las bolsas, el petróleo, el carbón y los transportes. Entre los últimos, están los famosos camiones del I.A.P.I., mediante los cuales pudimos aumentar la carga de exportación de 400.000 toneladas a 1.200.000. Es curioso señalar que mientras todo el mundo protesta por el precio de nuestro trigo, nadie dice nada sobre el precio de la carne. Con respecto a esto nos encontramos con algunas cosas desagradables. Un novillo de exportación debe recorrer una distancia media de 1.200 Kilómetros para llegar desde las zonas ganaderas o campos de pastoreo hasta los mercados de la capital o Avellaneda. Durante ese trayecto, ese ganado viaja en vagones especiales, que luego deben volver vacíos a los puntos de partida. Quiere decir que tenemos un viaje de 2.400 Kilómetros. Calculando que un animal de 500 kilos tiene un costo de traslado de 15 centavos por kilómetro, tenemos que ese costo es superior a los que nos pagan por la carne. Las empresas ferroviarias con sus sistemas perjudiciales para la economía del país transportaban gratis el ganado y el costo de ese transporte se cargaba a otras mercaderías que consumía el pueblo argentino. Cuando hagamos un detenido estudio de lo que nos cuesta el ganado pagando lo que debe pagarse por su transporte, llegaremos a la conclusión de que ni aún vendiéndolo al doble precio que el actual sería negocio. El único comprador importante que tenemos es Inglaterra, la que no discute los precios. Pero si tomamos, por ejemplo, al carbón necesario para transportar el ganado, veremos que desde 1938 hasta la fecha él ha aumentado en cuatro veces su valor. Quiere decir que si aplicamos el mismo coeficiente, el novillo que hoy vendamos a 220 pesos deberíamos venderlo a 880 pesos. Entonces sí que estaríamos de acuerdo. Entonces sí estaríamos de acuerdo. Entonces sí estaremos de acuerdo con la realidad. Discuten que nuestros precios son caros; pero en un estudio sencillo que hemos hecho consta que, además del carbón, que vale cuatro veces más, el fuel oil vale tres veces más y la nafta ha aumentado un sesenta por ciento, y ahora tiene un aumento nuevo; el acero en lingotes, 80% los aceros manufacturados, 120% la soda cáustica, 90% productos químicos, entre 150 y 300%, la hojalata, 95%, sin calcular lo que se llevan los intermediarios, que muchas veces es el doble. Estos son los precios oficiales. En fin, que se nos hace aparecer como los hambreadores del mundo, y un mero análisis demuestra que es a la inversa, que nos están pagando barato y vendiéndonos caro. En una negociación, hace pocos días, yo propuse que se nos entregasen las cosas que precisábamos a los precios de antes de la guerra y nosotros ofreceríamos nuestra carne también al precio de antes de la guerra. No se aceptó. Quiere decir, que tenemos razón, que lo que se pretende es vendernos caro y comprarnos barato. Cuando exportábamos toda nuestra cosecha de lino, por toda la producción cobrábamos 220 millones de pesos. Ahora en la primera etapa de nuestro plan, hemos ido casi a mil millones, y ahora viene la segunda fase; con el aceite a producir, el linoleum, las tinturas, el hule, todo lo que se calcula en unos 300 millones. Vamos a perder exportar 4.000 millones. Quiere decir, de que de 220 millones vamos a aumentar a 4.000 millones. Ese es el resultado de lo que muchos dicen inflación. Yo pregunto: ¿Inflación de qué? Nuestra inflación es muy diferente de la otra; no es que se emitan billetes porque hay producción. Hay muchos técnicos que dicen que hay mucho dinero en manos del pueblo. Puede ser; pero es que el pueblo antes no tenía cinco centavos y hoy tiene pesos en el bolsillo. Y eso no es inflación. Yo pregunto a los técnicos si la Argentina de hoy se podría manejar con menos circulante. No se podría porque el circulante tiene que estar de acuerdo con la producción. Creo, pues, que toda esa teoría de la inflación ha pasado de moda, o es intencionada. Corren rumores, y al respecto me han consultado varios banqueros, de que se va a devaluar el peso, o, que se va a convertir en el San Martín. ¿Por que? ¿Nuestra situación es, acaso la del franco o de la libra esterlina? Es a la inversa. Nosotros este año, si no tenemos inconvenientes, vamos a poder exportar de 8 a 10 mil millones. ¿Qué objeto tendría la desvalorización? Ella se explica cuando hay necesidad de vender; pero si el mundo es comprador de nuestros productos, ¿qué interés o conveniencia podríamos tener en esa desvalorización? Ninguna. De paso podemos desmentir estos rumores insólitos. Lo que ocurre, es que el comprador se le hace pagar mucho lo que vale poco, como, ellos nos hacen pagar lo que necesitamos. En las carnes estamos en desventaja; no podemos cobrar lo que vale, porque no la podemos guardar, pero esto no ha de durar mucho, porque yo supongo que si los compradores no pagan lo que vale la carne, habrá que cambiar de rubro. No podemos seguir vendiendo un kilo de carne a 52 centavos, a menos que un kilo de trigo, no podamos pagar la carne a 52 y el maíz a 40, cuando se necesitan 12 kilos de maíz para hacer un kilo de carne. El agricultor nunca ha estado mejor que ahora, ya puede estar seguro que el gobierno del general Perón lo va a defender a capa y espada. Ya dijo nuestro presidente el año pasado que se trataba de estabilizar los precios del campo y a eso vamos; y la industrialización traerá el equilibrio de la producción y el consumo, y traerá también como consecuencia una mayor cantidad de personas ocupadas. Eso se va a poder llevar adelante tan pronto como podamos organizar nuestro transporte. Si hoy exportamos el 25% de nuestra producción es debido a que no tenemos transportes, porque si los tuviéramos no habría esa porcentaje para exportar, porque la gente tiene con qué comprar carne, pero no la encuentra. SEÑOR DURAND.- Supongamos que volviéramos a la libre comercialización de la producción agraria: ¿Les sería posible a esas firmas esa enorme producción, no habiendo divisas? ¿Les sería posible trocar por mercaderías máquinas, buques, carbón? No. Entonces, quiere decir que las medidas sabias que ha tomado el señor presidente, con su secretario de economía, señor Miranda, salvan al agro de la Nación, sin la menor duda. Vivimos de nuestra producción y eso es lo que hay que salvar en primer término, reajustar todo lo demás de acuerdo con el precio de la moneda y de los productos. GENERAL PERON.- Aquí se ha dicho alguna vez: que se pierda la cosecha, pero que se salven los principios. Nosotros estamos de acuerdo con salvar los principios, pero salvando también la cosecha. UN PERIODISTA.- ¿Se podrían concretar las medidas que va a tomar el gobierno en adelante? GENERAL PERON.- Ya están todas tomadas. SEÑOR MIRANDA.- Se va haciendo por orden, por etapas, de acuerdo a nuestros planes. UN PERIODISTA.- Se habla mucho en el exterior respecto a la posible colaboración argentina en el Plan Marshall de recuperación. GENERAL PERON.- Nosotros no tenemos inconveniente en ayudar como estamos ayudando. Nosotros no solamente hemos vendido trigo a quienes no sabemos, cuándo y cómo van a pagar, sino que hemos regalado medio millón de toneladas. ¿Qué mejor plan para nosotros? Tenemos que cumplir con nuestro deber, como lo estamos cumpliendo y lo hemos cumplido ya. Nosotros no prometemos sino que realizamos; pensamos que mejor que decir es hacer y mejor que prometer es realizar. SEÑOR MIRANDA.- El Plan Marshall fija 700 millones de dólares, para toda América Latina, y nosotros solos ya hemos sobrepasado eso, porque vamos por los 5.000 millones. Y el Plan Perón está en ejecución desde junio de 1946. Lo mismo que sucede con los cereales pasó con los cueros, que se venden a 2.30 el kilo. SEÑOR DURAND.- Ningún productor de cueros ha perdido, pues han vendido a buen precio en todo momento. Los que han perdido algo son los acopiadores, que se han opuesto al plan de nuestro actual gobierno. Las grandes barracas que especulaban pueden haber sufrido algunos quebrantos, pero no los productores, que han obtenido buenas ganancias. GENERAL PERON.- Defender la producción es lo único que el gobierno ha hecho. SEÑOR MIRANDA.- Con respecto a los textiles, recuerdo que en 1929 alguien dijo que la Argentina era un país eminentemente textil, y como siempre, la gente se rió. Pero hoy nos encontramos con que las crisis que periódicamente sufría el algodón se han terminado. Nuestra producción de algodón no alcanza para nuestra industria. El valor del algodón lo está dando la industria, y eso no es inflación, sino riqueza. Con la lana ocurrirá lo mismo dentro de unos dos años. Consumiremos toda nuestra lana, y aún podremos comprar. Y eso tampoco será inflación. Quiere decir que la Argentina es un país textil por excelencia y a pesar de eso siempre hemos dependido del exterior. Se decía que el agua no servía y no sé cuantas cosas más, pero la realidad era otra. Alguien ha dicho que el gobierno se ha gastado las divisas. El señor presidente ha dicho en una ocasión, lo que eso nos ha producido. Si no hubiésemos gastado las divisas en la adquisición de buques, estaríamos gastándolas en el pago de fletes, con lo cual el final no nos quedaría nada. En cambio tenemos una flota. GENERAL PERON.-Una de las cosas que se menciona con más insistencia es la relativa a las compras de materiales por el I.A.P.I. La realidad es que todo el material adquirido por esa entidad hace un año, está valiendo ya más del 50 por ciento de lo que costó. SEÑOR MIRANDA.- Los resultados están a la vista. El I.A.P.I., que creíamos nos íbamos a dar una utilidad de dos mil millones, produjo un beneficio aún mayor. Sin los elementos traídos por el I.A.P.I. no tendríamos cosecha, porque la langosta se habría comido todo. Con esos elementos y con la ayuda del Ejército, salvamos la cosecha. Sin los medios de transporte suministrados por el I.A.P.I., no se hubiese elevado de 400.000 a 1.200.000 toneladas nuestra exportación. Antes de que llegaran los camiones los cereales se perdían en el campo; ahora no se pierde un sólo kilo. Todo lo que el I.A.P.I. ha traído ha costado la mitad. Con respecto a los jeeps se dice que alguien cobró la comisión. Muy bien; pero costaron 4.400 pesos y en cambio cuando se hizo una licitación, cotaban 12.000 pesos. GENERAL PERON.- Lo notable es el sistema de distribución. Esos camiones se han entregado a todo el que quiera trabajarlo, con prenda agraria. Algunos han pagado el precio a los siete u ocho meses de poseer el camión cuyo costo ha sido cubierto por los fletes ganados. Esto es una muestra de lo que el Estado debe hacer, puesto que la reactivación económica debe venir del Estado y no de otra parte. ¿Qué hubiese sido de nosotros si no hubiéramos comprado entonces ahora que no puede comprarse nada? ¿Cuál hubiese sido la situación de la cosecha argentina, con el abandono de los ferrocarriles, sin el material rodante necesario? SEÑOR MIRANDA.- Aunque los ferrocarriles estuviesen en buen estado, no habrían alcanzado, pues el país ha crecido mucho. Los teléfonos se compraron para hacer luego una sociedad mixta. Nosotros nos encontramos con que el sistema bancario existente le prestaba dinero a una empresa extranjera para explotar un frigorífico; pero ahora es otra cosa. Ahora el sistema bancario presta para comprar los teléfonos, se forma una empresa mixta, se colocan las acciones el público y se paga a los bancos que prestaron. El sistema bancario garantiza la economía del país, de los capitales que pertenecen al público. Se trabaja con el público y se paga a los bancos que prestaron. El sistema bancario garantiza la economía del país, de los capitales que pertenecen al público. Se trabaja con el crédito. El capital es reducido. Es una garantía para los ahorristas que antes no existía. SEÑOR MIRANDA.- Hay más. Antes había seis millones y se prestaban tres mil, quedando los otros tres, para responder a cualquier eventualidad. Hoy tenemos seis mil millones y los prestamos todos, es decir, todo lo que tenemos en circulación. GENERAL PERON.- En 1945, había 6 mil millones y se prestaban tres mil hoy tenemos 12.000 millones y se presta todo. SEÑOR DURAND.- Se nos ha criticado nuestra forma de compra, es decir, que en vez de nacionalizar negociamos amigablemente. Les quiero hacer notar la diferencia. Si se hubiesen nacionalizado los ferrocarriles, nos habrían aplicado el principio de la reposición, confirmado en fallos de la Suprema Corte. ¿Qué quiero decir esto? Castigar cada artículo por el uso que ha tenido, estableciendo el precio del día y, entonces, supóngase, la estación Retiro. ¿Cuánto vale en ese punto metro cuadrado? Lógicamente se ha centuplicado el valor. Una locomotora dura 40 años, pero considero el precio de hace 40 años y el actual. Los rieles duran 80 años, pero piensen lo que valían hace 80 años y el precio de hoy; se ha usado durante 40 años los corresponde una amortización del 50% pero le aplican el precio actual. Como este precio ha subido enormemente con relación al que tenía hace 40 años, la amortización no existe y habríamos salido con una pérdida inmensa. Entonces es mejor ir a la discusión amistosa como se ha hecho con los teléfonos y con los ferrocarriles. SEÑOR MIRANDA.- En el caso de los ferrocarriles nosotros calculamos simplemente la tierra y fijamos el precio de 1,12 el metro cuadrado. En ese precio iba incluido, puertos, hoteles, aguas corrientes, luz eléctrica, etcétera. La gente dice que se han comprado los ferrocarriles, pero en realidad se han comprado los ferrocarriles con todos sus anexos. Hay que pensar que hemos comprado también nuestra soberanía porque con los ferrocarriles se dirigía la economía del país. Cuando hacían falta vagones para transportar un producto no se conseguía. Con respecto a los fletes hemos visto lo que ocurría con la ganadería. Como se ve se han comprado los ferrocarriles y nuestra soberanía. SEÑOR DURAND.- Se ha procedido con criterio argentino y no con criterio de lucro como antes. Se ha actuado con criterio de fomento para solucionar los problemas sociales y evitar la descapitalización de alguna rama de la industria y de la producción. Antes se pensaba únicamente con el criterio del accionista; había industrias que estaban paralizadas; no se podían transportar a los puertos los productos del interior. SEÑOR MIRANDA.- Lo mismo pasa con la lana. Cuesta lo mismo la lana en Bahía Blanca que traerla a la Capital. Y eso porque iba directamente a Inglaterra. Está todo calculado. Cuando se estudia el desarrollo económico de nuestro país ustedes ven que todo estaba al servicio de Inglaterra. Digo esto, no para criticar a los ingleses sino a los hombres que hemos tenido antes. A los ingleses los admiro y aprendo de ellos. Cuando lo expliqué al jefe de la misión inglesa, que es australiano, lo del transporte de los novillos, dijo que en Australia sucedía lo mismo. GENERAL PERON.- Los integrantes de la misión son buena gente y discuten los negocios, nada más. SEÑOR MIRANDA.- Para resolver el transporte de la carne en el interior trajimos 300 camiones frigoríficos, que no pueden circular aún porque hay que reparar y ensanchar algunos caminos, como por ejemplo, los de San Luis, cosa que ya se está haciendo. Con otros 300 camiones quedan suelto el problema de la ganadería y proveeremos de carne al interior donde no se come. GENERAL PERON.- Y sin embargo, el dinero de un santiagueño vele lo mismo que el de cualquier otro habitante de la República. SEÑOR MIRANDA.- El problema del interior hay que resolverlo con transporte y civilización. Dentro de 6 ó 7 años tendremos 20 millones de habitantes que consumirán como 80. No podemos pensar en hacer ganadería en terrenos de riego. Ahora se consumen ciento cincuenta mil kilos más que el año pasado. Lo mismo pasa con el trigo. GENERAL PERON.- Quiero decir que había gente que no comía suficiente por falta de poder adquisitivo. SEÑOR DURAND.- Hasta hace poco los ganaderos creían que "vendían" directamente sus novillos a los frigoríficos y no era así, porque la llave de venta la tenían otros. Hoy la llave de venta la tiene el gobierno gracias al sistema actual de comercio implantado por nuestro Presidente que es el único que permite la defensa de nuestra producción. Anteriormente el intermediario se llevaba la ganancia y ahora se defiende al productor. SEÑOR MIRANDA.- El intermediario que se llevaba la ganancia no era de aquí sino del exterior. El sistema implantado consistía en que el país era gobernado políticamente por la clase ganadera. Los ingleses se arreglaban con ellos y por su intermedio manejaban al país, pero cuidando de que los ganaderos nunca ganan más del 5 por ciento. Fíjese que barato lo conseguían. Cuando uno estudia estas cosas saca conclusiones aterradoras. La Argentina ha sufrido una explotación científica en su economía. GENERAL PERON.- El paso que había que dar y que constituiría la base de todo era obtener la independencia económica. SEÑOR MIRANDA.- Sin nacionalizar el Banco Central nada se podía hacer. GENERAL PERON.- La independencia económica trae aparejado un sin número de problemas. Por ejemplo, hacía falta una flota mercante. Con ella podemos ir con nuestros productos a los puertos francos de los Estados Unidos y de otros países Europeos y constituir los antepuertos de distribución. Es muy lindo decir que somos libres, pero hay que afirmarlo mediante las medidas que estamos adoptando. Creo que hemos hecho lo fundamental y todo el sistema está en marcha; es cuestión ahora de no retroceder. SEÑOR MIRANDA.- Si en época de bloqueo económico hubiéramos contado con el millón doscientas mil toneladas de buques, no habríamos tenido que quemar nuestros cereales perdiendo 7 mil millones de pesos por diferencia de precio y dos mil millones por lo que quemamos, en total 9 mil millones en tres años. GENERAL PERON.- El milagro ya está realizado. Hemos cuidado de no decir palabra hasta ahora, pero ya que todo está listo no tenemos en estos instantes secretos de ninguna naturaleza porque no puede haber contra medida que anule lo realizado. SEÑOR MIRANDA.- El mundo aumenta anualmente en 20 millones de habitantes, pero la tierra no se estira, se desgasta, y la única solución está en la Argentina. Con elementos mecánicos podemos triplicar nuestra producción. Piensen ustedes por un momento si Norteamérica perdiera una de sus cosechas lo que ocurriría en el mundo. Piensen que el maíz no sirve solamente para la alimentación sino que de él se extraen muchos productos químicos. Nosotros carecíamos de fábricas para elaborar el lino y en cambio las tenía Chile, España, Italia, Francia y Bélgica, que no producen lino. Ni bien instalamos nuestras fábricas le dimos el valor que la correspondía al lino. Lo mismo ocurre con el maíz. Este se utiliza para obtener glucosa, azúcares, bebidas y hasta celulosa. Poseemos dos fábricas pequeñas para industrializar el maíz. Cuando terminemos con el lino la emprenderemos con la industrialización del maíz y verán el valor que adquirirá. Todo de golpe no se puede hacer. Si no vendemos más barato nuestro maíz subirá el precio de nuestros cerdos, en cambio con los precios actuales del maíz nosotros mismos nos hacemos la competencia. Lo mismo sucedía con el lino y yo prefiero que la torta de lino se pudra y no venderla barato, porque si no nos haremos la propia competencia. En vez de producir carne hay que hacer progresar el tambo. Inglaterra y Dinamarca producen leche: ningún país civilizado produce carne. GENERAL PERON.- Una vaca rinde en leche tres mil pesos y nosotros la vendemos a los 3 años a 300 pesos. SEÑOR MIRANDA.- Para formar un novillo se necesitan cuatro años y hay que dedicarle una hectárea. Esa hectárea dedicada a maíz produce 900 pesos y un novillo rinde 400 pesos. Y téngase en cuenta que para producir novillos debemos dedicarles las mejores tierras, despoblando nuestro territorio porque donde hay vacas hay grandes despoblados. Y todo para perder dinero encima. SEÑOR DURAND.- En los países que visité he observado la producción de trigo, llegando a la conclusión que el mejor trigo que se produce es el nuestro. Ello se debe a factores de orden climático porque en nuestra atmósfera hay un grado de humedad adecuado. En otras partes del mundo para conseguir esa humedad hay que regarlo que encarece el costo de la producción. Cuando se sale de la patria no se come buen pan hasta que se regresa. Recuerdo que en una oportunidad nuestra población creyó que los panaderos echaban bromo a la masa y no era así, porque el bromo era natural del grano. Durante muchísimos años tendremos una producción a un costo reducido y de inmejorable calidad. SEÑOR MIRANDA.- Téngase en cuenta que para la producción de granos hay una sola pampa en el mundo. Nuestra próxima cosecha de maíz la calculamos entre 8 y 10 millones de toneladas, pero si industrializamos para cerdos no va a ser mucho el saldo exportable. Nuestro país ha carecido siempre de dirección económica. También se critica que el Banco Central preste a la industria porque se dice que con ello se fomenta la inflación. Pero es necesario que eso se haga, pues de otro modo no hay industrialización posible. La Argentina es el único país en la historia que ha podido industrializarse sin inflación. GENERAL PERON.-Como ven hace tiempo que no los molestábamos. Pero la vez que lo hacemos le damos bastante. ..............
1948-06-28
En el acto de clausura de la una asamblea de la Confederación del Personal Civil de la Nación
No deseo pronunciar un discurso sino tener una conversación entre compañeros y amigos que se encuentran ocupados en una tarea común en bien del país. Los hombres del actual gobierno somos hombres modestos y sencillos que hacemos la vida normal de los que se sienten contraídos a sus tareas y a su trabajo. Cada uno de ustedes, como los demás compañeros de la administración pública, son también hombres que, al igual que nosotros, en forma sencilla y humana, están cumpliendo en todas las latitudes del país con este deber que es primordial entre todos: servir a la colectividad y a la patria. Ello ha de ser lo que nos una a cada uno de los servidores del Estado en una fe inquebrantable de servicio, en un afán innegable de servirlo bien, es decir, con capacidad y con honradez. Esa unión, que nace de una tarea común, donde la jerarquía desaparece para que aparezca en cambio la abnegación y el sacrificio de cada uno de los hombres que sirven en forma directa al Estado, esa unión, que ha de ser indestructible para que sea fructífera y que a de ser continuada entre los hombres que formamos el ejercito civil de la Nación, ha de ser la unión fundamental del país. En medio de todas las tribulaciones y trabajos que hemos debido afrontar para organizar el Estado, para organizar la administración, no nos hemos olvidado en ningún instante de sus servidores: la situación de los mismos ha sido, quizá, la preocupación más permanente del Gobierno. Pero en el afán de organizar esa entidad que recibimos -ustedes lo saben bien- totalmente desordenada, en la tarea de ir formando equipos para los trabajos del gobierno y la administración, hemos tenido muchas veces que posponer nuestros problemas para dar paso a otros más fundamentales: a los de la Nación. Hoy, señores esta todo en marcha y se ha considerado la posibilidad de estabilizar permanentemente el Servicio Civil de la Nación. Casualmente, esta tarde la comisión encargada del estudio del Estatuto me ha entregado las conclusiones a que ha arribado, comisión en la que han estado representados la Confederación, los funcionarios y los hombres de la administración. Estamos ahora en la tarea de revisar y de preparar una Ley Orgánica a remitirse al Congreso para su sanción, a fin de reglamentar y de estabilizar todas las actividades de la administración pública, para que nadie en el futuro esté sometido a las resoluciones discrecionales de otro. Los conceptos que he emitido cuando encargué esta misión fueron perfectamente claros y definidos, como lo son todos nuestros actos. Dije en esa oportunidad, simplemente, lo siguiente: mi aspiración, como funcionario de la Nación, es que en las actividades que correspondan a nuestra administración los hombres sean artífices de su propio destino, y que su progreso y su triunfo dependan de su trabajo, de su rendimiento y de su honradez. Aspiro a que, de una vez por todas, quede descartada en la apreciación del mérito de los hombres toda otra consideración que no sea su capacidad y su honradez; que no haya ningún factor de gravitación que no sea el bien del servicio y del Estado, de manera tal que cualquiera influencia, fuera de esa orientación, sea absolutamente inocua dentro de los méritos que han de aquilatarse para que los hombres marchen adelante en perfeccionamiento de sus funciones. Todo ello será contemplado, y en esa forma aspiro a poder ofrecer a los servidores civiles de la Nación una Ley Orgánica que, en primer término les garantice la estabilidad de una verdadera carrera administrativa; en segundo lugar, que les garantice el goce de sus derechos; y en tercer término, que los obligue a cumplir con sus deberes. Espero que en pocos días más esa Ley Orgánica será promulgada personalmente por el que habla en estos momentos. Señores: desde que yo me hice cargo del gobierno he luchado por mantener esa estabilidad. Yo no he querido que, como ya lo hemos presenciado en nuestro país, al advenimiento de un gobierno resultara la desgracia de muchos servidores del Estado. No hemos producido cesantías por otras causas que no sean incapacidad, o no concurrir a sus funciones, cosa que era habitual en otras épocas o por tratarse de personal que dentro de la función pública se dedicaba a otras actividades incompatibles con ella. Por cuestiones políticas no hemos dejado cesante a nadie, si esas actividades políticas no eran perjudiciales para el Estado. Pero esta tolerancia, realizada en apoyo de lo que he sostenido que es indispensable para el bien de la patria -la unidad de los argentinos- no está reñida, señores, con la energía que debemos tener cada uno de nosotros contra el funcionario que, emboscado, está trabajando contra la patria. A esos, señores, con la Ley Orgánica o sin ella, si es preciso, los vamos a arrojar por la ventana. ¿Quiénes son los que trabajan contra la patria en este momento? Lo he de decir en pocas palabras. Señores: hemos fijado como programa de la Nación Argentina la realización de una justicia social y el disfrute de la riqueza económica argentina para los argentinos. Ello implica las dos premisas básicas de todo nuestro movimiento: en lo social, una correcta distribución de los bienes para que no haya protegidos ni réprobos, sino argentinos solamente; en lo económico, la necesidad de convertir la economía capitalista de explotación, hasta ahora en auge en el país, en una verdadera economía social. Hasta ahora la economía estuvo al servicio del capital; de ahora en adelante, el capital estará al servicio de la economía. A eso nosotros llamamos economía social. El mundo andaría un poco mejor si en otras partes se encargaran de cambiar la explotación capitalista -ya sobrepasada por los hechos históricos- por una economía más social. Algunos se preguntan como un presidente de la República dice estas cosas. Las digo aquí, ante el mundo, y se las diría al diablo, si este viniera, porque, señores, la verdad es una sola, y esta es la verdad. ¿Cómo podemos seguir pensando en la amistad, en la hermandad y en la unión de los argentinos, si comenzamos por establecer que en la lucha por la vida cada argentino es un logo para otro argentino? Señores: la economía social que pretendemos establecer en el país no es una utopía, ni es difícil realizarla. Es suficiente con que satisfagamos las necesidades de los que carecen de todo, aunque para ello sea necesario suprimir lo superfluo a los que tienen de todo. La economía social que creamos es el contraveneno contra el capitalismo de explotación y el antídoto contra el comunismo. Digo que es el antídoto contra el otro extremo, porque éste, para suprimir los abusos de la propiedad del régimen capitalista, va a su supresión como solución. Por eso, lo primero que se le ocurre a uno cuando piensa estas cosas es que no hay que suprimir la propiedad para cortar el abuso, sino suprimir el abuso de la propiedad, cortándole todo lo que de demás tiene para que pueda repartirse y todos seamos propietarios. Esa es la primera premisa. La segunda es la de la independencia económica. De nada valían esas hermosas leyes a que nos tenían acostumbrados, si nunca se cumplían ni se podrían cumplir, porque faltaba la base económica. Para tener justicia social hay que crear la base económica. ¿Y como hemos de crear la base económica que sustente la justicia social? Con una Nación económicamente independiente, vale decir: si los bienes argentinos no los disfrutan otros pueblos fuera de nuestras fronteras. Por esa razón hemos considerado que sin esa independencia económica, que ya nos hemos apresurado a jurar, como en 1816 se juro la independencia política, no llegaremos a ningún lado; y así como en 1816 se tildo de traidores a la patria a todos aquellos que se opusieron a la libertad política, en esta oportunidad también se les podrá colocar en la espalda el título de traidores a la patria a todos aquellos que se opongan a la independencia económica. ¿Que representa para los argentinos la independencia económica? Para el argentino de 1948 representa lo mismo que representó la independencia política para el argentino de 1816. ¿O es que pueden ser divisibles la independencia y a libertad? La libertad es todo o no es nada. Ella no puede ser fragmentaria. No creo que un país pueda ser libre e independiente cuando esta amarrado por lo más sensible que tiene el hombre: el estómago. Así, a menudo me dicen algunos amigos, dirigentes gremiales, con toda franqueza y sinceridad: "Nos habían hecho el cuento de la libertad. Éramos todos libres; pero la cuestión estaba en nuestros salarios y en nuestras vidas. ¿Porque como iba a ser libre si me tenían atado a un salario y a una necesidad permanente? En estas condiciones -continuaba diciendo el amigo dirigente- gozábamos de una sola libertad: la de morirnos de hambre". En el hombre no hay libertad sin independencia económica. Toda otra libertad es aleatoria, mientras no tenga su independencia económica asegurada. Con los pueblos sucede lo mismo. Mientras la independencia de los pueblos no sea económica, es colonialismo disimulado. Por eso la segunda premisa de nuestra revolución es la independencia económica. ¿Quieren saber quienes son los traidores a nuestra revolución? Los que están en contra de la economía social y los que están en contra de la independencia económica. En todos los pueblos coloniales de la tierra hay naturales que sirven al colonizador. En cada país se los designa de una manera distinta, y aquí también tienen su nombre. Es que, señores, esta economía social y esta independencia económica ha desplazado a algunos hombres que estaban antes al servicio del colonialismo. A esos naturales que siempre servían al colonizador y que hoy, en vez de sentirse avergonzados de haber recibido dinero para trabajar en contra del Estado, para aconsejar a las grandes empresas en contra de las leyes argentinas y en contra de la patria, a esos hombres, repito, los perdonamos, porque creemos que han de arrepentirse algún día y no han de seguir trabajando contra la Nación para servir a los de afuera. Que nos combatan los que antes disfrutaron del colonialismo argentino, es humano, y, en cierta medida, no nos podemos quejar. Nos bastará con que no nos vuelvan a explotar; no tenemos por que enojarnos. Lo que sí puedo decir es que quienes antes explotaron al pueblo argentino no se han de beneficiar hoy, y si quieren gozar de la misma riqueza y de la misma tranquilidad tendrán que trabajar, porque nosotros no trabajamos ya para nadie sino para el pueblo argentino. A los que medraron a la sombra del colonialismo, a esos señores que hacen correr rumores, que andan diciendo por las calles que el peso sube, que el peso baja, yo les pregunto si la carne o el pan les cuesta más que hace un mes o dos, cuando el peso estaba en su extremo valor. Lo que ocurre es que no tenemos divisas. En este momento no las necesitamos, y si no contamos con muchas divisas es porque las gastamos en cosas que nos eran indispensables, y no estamos dispuestos ahora a seguir gastando en cosas superfluas que tengamos que pagar después con nuestro trabajo. Lo atinente al peso no es asunto de divisas sino de intercambio, y quien quiera vender a la República Argentina tendrá que comprarle también: sino no le compramos. Cuando se aplicó el bloque económico al pueblo argentino a nadie se le ocurrió que íbamos a pasarlo mal, y así fue; de manera que si un bloqueo económico no nos hizo nada, ¿qué nos hace aguantarnos dos o tres meses sin divisas? Todos estos rumores son ridículos. No soy tan torpe para no darme cuenta. Ya me lo había imaginado antes de que esto ocurriera: hay miles de señores que viven de esas divisas y si, por falta de divisas, no tienen trabajo, pues, que se vayan a trabajar a la cosecha. Estos señores salen de su casa a las diez de la mañana, que es la hora en que acostumbraban a levantarse, y recorrer todos los círculos: "no hay dólares, que cosa bárbara!. ¡Cómo estamos!". Esta es la realidad, y si no quieren seguir -como se dice en criollo- "en la palmera", que se busquen otra cosa. A mí no me pueden convencer que si no tenemos divisas para comprar medias de nylon, u otras cosas por el estilo, ello quiere decir que estamos económicamente mal. Alguna vez me pongo a pensar: ¿no estaremos mal? Y empiezo a hacer análisis, porque no acepto una afirmación sin desmenuzarla, y digo: retrocedamos diez o veinte años y miremos la situación. Debíamos doce mil quinientos millones de pesos al extranjero, y por esa suma pagábamos dos millones por día a los prestatarios, en concepto de intereses, y todavía, nos manejaban y nos hacían hacer lo que querían. Hoy nos deben a nosotros casi lo que debíamos, es decir, siete mil quinientos millones de pesos, y no debemos nada a nadie. Entonces, si hoy estamos mal, ¡cómo estaríamos antes! Paso a analizar otras cuestiones. No teníamos sino tres o cuatro barquitos prestados, que después tuvimos que devolver porque los tomamos del puerto cuando los países dueños estaban en guerra y no se los podían llevar. Hoy hemos comprado un millón y medio de toneladas de carga, los hemos pagado y son nuestros. Con estos barcos vamos a llevar la cosecha argentina, si es que otros no la quieren llevar. Antes, si no la querían llevar se nos pudría en la chacra. Ahora la llevamos nosotros y a ellos no les gusta. Esta es otra diferencia de situaciones a tener en cuenta. Pero hay más todavía. La cosecha de 1937 representó una exportación de dieciocho millones de toneladas y obtuvimos por ella mil seiscientos millones de pesos; en 1947 no enviamos dieciocho millones sino diez millones de toneladas, pero obtuvimos seis mil millones de pesos en lugar de los mil seiscientos. No voy a entrar al capítulo de sueldos y salarios; no me voy a ocupar de la inflación; no me voy a detener en el año 1918 cuando no había que comer, cuando existían en Buenos Aires "Villa Desocupación", cuando se veía en las calles la olla popular y el pan bazo se vendía en las comisarías. Ese era el cuadro de la posguerra anterior. Entonces, cuando alguien me dice que estamos mal, yo lo miro y observo: "Bueno, por lo menos nunca hemos estado mejor; ¡Cómo estaríamos antes y todos vivimos!" ¿Cómo no pueden decir que la economía esta mal? Como esto es evidente y nadie osaría hacérmelo creer frente a la elocuencia de los números, afirman que no es un asunto económico sino financiero. Es como si a un chacarero que ha tenido una buena cosecha, que la vende, cobra y se guarda la plata, le quisieran hacer creer que sus finanzas andan mal. No puede andar mal en sus finanzas si la cosecha la ha vendido bien de modo que, habiendo buena economía, las finanzas están aseguradas. Ante esta ultima afirmación, argumentan que es cuestión de valor de la moneda. ¿Y como un país rico, con buenas finanzas puede tener mala moneda? Que nos hagan toda la guerra económica que quieran. Tenemos la mejor moneda del mundo: la comida. Me he detenido en estas reflexiones, señores, porque podemos realizar la economía social, podemos conseguir la independencia económica a poco que no hayan en este país hombres que trabajen para nuestros enemigos, y a poco que nos unamos para realizarla. Porque como se ha dicho: "no es para mal de ninguno sino para bien de todos". ........................
1948-06-30
En la inauguración del Congreso Americano de Radiodifusión
La Asociación Interamericana de Radiodifusión, cuya existencia data de poco tiempo, viene desarrollando una labor de notable interés y de evidente eficacia, cuyo detalle resulta innecesario consignar porque es sobradamente conocido en los ambientes dedicados a esas actividades. Merece el apoyo incondicional de los gobiernos y de los centros culturales, porque su misión no puede ser ni más elevada ni más importante en el terreno social. Bastaría, para comprenderlo así, conocer que su objeto fundamental, estatutariamente establecido, consiste en situar la radiodifusión dentro de principios de libertad y de responsabilidad, y esto no como enunciado genérico de unos principios sino con el fin concreto de afianzar la paz y la solidaridad continental, fomentando la aproximación y el conocimiento entre los pueblos. En los momentos no ya graves sino trágicos y dolorosos que atraviesa la humanidad, sobre la cual se cierne la posibilidad de nuevas tormentas, apenas terminados los estragos de la anterior, representa la suya una labor elogiable al que no pueden volver la espalda ni los gobernantes ni los pueblos que consideran como su principal misión, y como su más completo deber, llevar a las naciones continentales y extracontinentales a una situación de armonía y de absoluta comprensión. La Argentina se encuentra entre esos pueblos, y su presidente, que se honra hoy dirigiéndoos la palabra, se cuenta entre los gobernantes empeñados en llamar al mundo a la cordura para que ceda en sus disputas y dirima sus controversias por los caminos del derecho. La colaboración que en ese sentido puede prestar la radio, fácilmente se comprende, porque en todos los tiempos la palabra hablada o escrita ha sido la mejor arma de convencimiento y de difusión de las ideas. Como procedimiento para conseguir el principio enunciado, la Asociación Interamericana de Radiodifusión defiende, entre otros métodos, la libertad de expresión de pensamiento. No hay para que decir que la Argentina, por su trayectoria democrática y por su esencia constitucional, considera esa libertad como sustancial a la vida de los pueblos y reprueba todo intento de cohibirla, cualquiera que sea el pretexto ideológico que se alegue. La falta de libertad de expresión del pensamiento no se justifica ni siquiera como medio de mantener el bienestar o el supuesto bienestar de unas clases determinadas. Queda a la responsabilidad de quienes utilicen esa libertad, el uso que de la misma hagan; y así como hemos de ver con agrado a quienes la empleen en la defensa de nobles ideales, tenemos que reprobar el proceder de quienes se valgan de ella para causar daños irreparables. La libertad de cada cual, trátese de individuos, colectividades o naciones, ha de estar, y jurídicamente está limitada por el respeto a la libertad y al derecho de los demás. Se puede utilizar la radio, como todo otro medio de divulgación del pensamiento, para afianzar la paz universal y los vínculos de solidaridad internacional; pero sería criminal utilizarla para propalar el odio entre los pueblos. La sanción a quien lo haga, no sólo debe ser moral sino también punitiva en un sentido material. En el orden de las relaciones individuales, cuando la expresión de un pensamiento agravia a una persona, ésta tiene el derecho de obtener judicialmente la correspondiente reparación. El derecho de los pueblos, cuando se ven agraviados, no debe ser de pero condición que el de los individuos. La gravedad, no debe ser de peor condición que el de los individuos. La gravedad del tema ha sido ya advertida por las representaciones de los gobiernos democráticos y examinada por las Naciones Unidas. Precisamente por eso considero un acierto que en el temario de la Asamblea que hoy se inicia se hayan incluido temas tan trascendentales como los relativos a la libertad de información y a la unificación de la legislación continental sobre radiodifusión. Tengo la plena seguridad de que en las conclusiones que se adoptan sabrán hacer compatibles el imprescriptible derecho individual para la libre emisión del pensamiento y el derecho, igualmente sagrado, de la paz internacional de la tranquilidad de los pueblos. Como presidente de la Argentina, deseo expresar la viva satisfacción que me produce el hecho de que la Primera Asamblea General de la Asociación Interamericana de Radiodifusión se celebre en Buenos Aires. Quiero cree que la elección no haya sido casual. Y pienso por ello que se encuentra motivada en el hecho de que pocas naciones como la Argentina, y pocas ciudades como Buenos Aires, pueden ostentar con mejores títulos una tradición de cultura, de amplitud de criterio, de sentimientos pacifistas y de cordialidad para los demás pueblos de América. Se explica así el empeño que las autoridades argentinas, y muy señaladamente la Administración General de Correos y Telecomunicaciones, han puesto en que la Asamblea constituya un éxito y en que los señores asambleístas, representantes de las 23 entidades que integran la Asociación Interamericana de Radiodifusión, se sientan cómodos. Están en su casa. La frase no representa una simple manifestación de cortesía, sino que contiene una realidad viva, porque en el continente americano la identidad de ideas, de credos, de intereses y hasta, en gran parte, de idioma, es tan absoluta que ningún americano se siente extraño en los demás países continentales. Naturalmente que la colaboración argentina, y su afán por el éxito de la asamblea, no podían quedar reducidos al aspecto material de la buena organización de los servicios ni a la elección afectuosa de unos festejos. Era indispensable que su interés adquiriese una forma sustancial con respecto a la finalidad misma de la asamblea. Con esa intención, con ese buen deseo, la Argentina ha presentado diez ponencias del mayor interés. Una de ellas defendiendo, precisamente, el derecho a la libertad de información; y otra sobre convivencia radiofónica internacional dentro del respeto a los principios de autodeterminación de los pueblos y de defensa de la propia soberanía. Si hago alusión concreta a estos dos temas, no es porque los otros ocho carezcan de interés, sino porque se refieren a cuestiones de orden técnico o a problemas internos de la propia Asociación; mientras que aquellos afectan a problemas de derecho público, nacional e internacional. Señores asambleístas: como Presidente de la Nación Argentina aprovecho la ocasión que no habéis deparado para que mi palabra llegue a los muchos millares de radio-oyentes que en toda América siguen el curso de esta Asamblea, y quiero que mis palabras les lleven, como en otras ocasiones, un mensaje de paz entre los hombres y entre los pueblos, porque entiendo que ambas ideas se encuentran íntimamente ligadas. Para la comprensión entre las naciones es requisito indispensable el bienestar social dentro de cada nación. Basta volver la vista al panorama mundial para comprenderlo así. El mundo se encuentra convulsionado, más que por discrepancias políticas por el antagonismo de ideas en lo económico y en lo social. Si queremos que los espíritus se aquieten y que las pasiones cedan el paso a las ideas progresistas, es indispensable que lleguemos todos al convencimiento de que no habrá tranquilidad posible mientras las relaciones entre los hombres no están inspiradas en su concepto de justicia social y en la persuasión de que la organización económica ha de estructurarse de tal manera que sus beneficios alcancen a toda la colectividad y no a una parte, más o menos extensa de la misma. En ese sentido de justicia y bienestar social se inspira toda mi política y es mi deseo que arma tan poderosa como la radio, para la difusión de las ideas, constituya el mejor vehículo de divulgación de las que dejo señaladas. Con ello habremos realizado una gran obra en servicio de la humanidad y de los pueblos que la integran. En definitiva, es éste el supremo ideal a que todos aspiramos. ...............
1948-07-05
En la comida de camaradería de las Fuerzas Armadas
Grato resulta a quien vive pendiente de las vibraciones del sentido nacional, hacer un alto en su constante batallar, replegarse sobre sí mismo y acogerse al calor del afecto de sus camaradas. Sensible como soy a los halagos de la amistad, nada puede saciar tan cumplidamente los anhelos de mi corazón como ponerse en contacto con mis compañeros de armas, mis hermanos de las horas indecisas y risueñas de mi juventud, mis compañeros en los momentos inciertos de las luchas definidoras de los derroteros que sigue nuestra patria en las horas aciagas que el mundo vive. Si en el silencio de vuestras vigilias, mientras permanecéis alerta en no importa cual de los cuadrantes de nuestra tierra, nuestros mares y nuestros cielos, os fuera dable contemplar mi corazón, podríais percibir como mis pensamientos se orientan hacia cada uno de vosotros, empeñados como yo en un esfuerzo constante y abnegado de cooperación sincera que nos permita llevar a nuestra patria al grado de esplendor que está logrando. Creo que ha sido posible obtener la prosperidad alcanzada, gracias a la abnegación, al esfuerzo y al patriotismo del pueblo, y dentro de él, de cuantos componen las fuerzas armadas argentinas. Conozco bien el valor de las palabras que acabo de pronunciar y sé que no constituyen un vano halago ni una efímera lisonja. Doy a tales palabras su significado preciso, aplicado a los conceptos que quiero explicar. Digo bien conscientemente que la Argentina ha logrado el esplendor de que hoy disfruta gracias a vuestra abnegación, porque teniendo los hombres de armas igual derecho que todos los demás ciudadanos a mejorar sus condiciones de vida, anteponen a esto cuanto representa una modernización y perfeccionamiento de los elementos que necesitan para hacer más eficiente su labor. Habéis fiado en la serenidad y en el espíritu equitativo que anima a la obra de gobierno, confiando en que el Poder Ejecutivo concedería toda la atención a que son acreedores las fuerzas armadas, pero que ello se haría sin precipitación y con todas las garantían que deben tener las obras duraderas. Puedo decir que vuestros anhelos, vuestros justos anhelos, no han de quedar defraudados. Vuestra conducta es mucho más meritoria si se tiene en cuenta que para mantenerla habéis hecho oídos sordos a quienes, por pasión política o por afán destructivo, andan siempre estableciendo comparaciones para asentar sobre ellas la protesta contra cualquier beneficio que se os concede, por muy merecido que resulte, y para deducir imaginarias postergaciones. A mi entender, quienes hablan así, ofuscados, olvidan el principio fundamental en toda democracia organizada, de que la profesión y las actividades no determinan desigualdades. Ante la ley y ante la autoridad, no sólo todos los ciudadanos son iguales sino que unos a otros se complementan. Y si es verdad la frase inmortal de uno de los más grandes clásicos castellanos de que "no habría un capitán si no hubiese un labrador", no es menos cierto, podemos añadir, que tampoco habría un labrador si no hubiese un capitán, porque el mantenimiento de la paz pública interior y exterior es requisito indispensable para la vida del trabajo, única fuerza del progreso y de la propiedad de las naciones. El gobierno habría faltado a su deber si únicamente hubiese contemplado parcialmente las necesidades colectivas. Digo también que el esplendor actual se debe a vuestro esfuerzo, porque en la tarea constante de llevar la mayor suma de bienestar a todos los ámbitos de la patria sois vosotros las avanzadas que alcanzan las más altas cumbres y las más apartadas lejanías; sois vosotros las avanzadas que desbrozan los más recónditos senderos y marcan los encuadres de los poblados que, andando el tiempo, constituirán nuevos emporios de riqueza y de cultura. Y digo, por último, que el esplendor actual se debe a vuestro patriotismo, porque sean cuales sean vuestras convicciones y vuestros ideales en lo que se refiere a la forma política de conducir los destinos de la patria, hacéis cado omiso de las preferencias personales y con el elevado espíritu que engendra el ejercicio de la milicia no tenéis más norte, no tenéis más orgullo que servir a nuestra patria y venerar nuestra bandera. Ciertos núcleos de la oposición acaban de lanzar a la calle públicamente sus inquietudes por la existencia de una tendencia militarista en la República, que según ellos constituye un peligro para la ciudadanía y para las instituciones. Quienes así opinan desconocen evidentemente la realidad nacional, las virtudes del cuadro de oficiales y la reciedumbre de las fuerzas armadas. El militarismo se caracteriza por la subordinación y orientación de todas las actividades nacionales al enfoque y pensamiento de un grupo militar que se resuelve en el país todo con el criterio que surge de hipotéticos conflictos, sin tener en cuenta el pensamiento civil, las posibilidades, los intereses y la voluntad nacional. Ni en la República existe militarismo, ni tampoco gigantescos planes armamentistas, ni intervención alguna en la conducción de los asuntos del Estado a espaldas de los mecanismos constitucionales. Como soldado, como argentino, y como presidente de la Nación, protesto por la gratuita ofensa que hiere profundamente el corazón de todos los soldados leales a la República, de esos soldados que ejercitan constantemente la abnegación, la obediencia y la subordinación, que diariamente ponen a prueba el carácter en el manejo de los hombres y que viven ocultando la inteligencia para lograr el dominio de los problemas técnicos, profesionales y humanos que abarcan, en las jerarquías superiores, hasta los más complejos de un Estado moderno. Porque comprendéis cabalmente la misión de custodios de la dignidad nacional y habéis dado al pueblo sobradas pruebas de que estáis al servicio exclusivo de la Nación, como garantía de orden, de paz, de justicia, de libertad, de progreso y de respeto a las instituciones y a la voluntad popular, y porque en vuestros buques, cuarteles y bases, la flor de la juventud argentina es nivelada democráticamente en el servicio de las armas como recaudo para asegurar, sobre bases ciertas, el futuro de la nación, el pueblo os brinda siempre la confianza y el cálido afecto de su simpatía. Para suerte de la República, equivocados están quienes subestiman los valores morales de las fuerzas armadas, porque ellas son la representación genuina del pueblo argentino, con todas sus grandezas y todas sus virtudes, por la razón fundamental de que su capital humano es carne y sangre de su pueblo, ya que sus cuadros y el personal incorporado voluntario u obligatoriamente a sus filas, proviene sin distinción de los más diversos hogares y regiones del país. Bendigo el acierto que representa poder vernos reunidos todos los hombres que constituimos la nervatura orgánica de la patria, símbolo de la más completa organización que pueden representar las agrupaciones humanas. Como hombre formado en ella y perteneciente a ella en cuerpo y alma, no puedo prescindir de sus enseñanzas en ninguno de los actos de mi vida, y a ellos he de recurrir con frecuencia para que me sirvan de punto de referencia o de modelo cada vez que tenga que enjuiciar las acciones de otros sectores sociales. Las múltiples obligaciones que me impone la investidura con que me ha honrado el pueblo de mi patria, me fuerzan a permanecer un tanto alejado de vosotros. La naturaleza propia de la función que ejerzo exige este temporal alejamiento. Si con ello me privo de los goces de la camaradería, hago ofrenda de este sacrificio a la imparcialidad que debe presidir todas mis decisiones de gobernante. Al llegar a la primera magistratura he tenido que renunciar a muchos de los hábitos, aficiones o costumbres de mi vida anterior, apartándome de ellos no sólo por la necesidad de dedicar todo mi tiempo al servicio del país, sino también, muy especialmente, de ofrecer a todo el pueblo la garantía de que me apartaba de los núcleos o círculos que, por la intimidad creada en una larga convivencia, podían dejarse sentir en mis decisiones de llevar adelante como presidente de todos los argentinos. Creo que también doy muestras, con ello, del grandísimo respeto que tengo a la independencia que las fuerzas armadas tienen en cuanto se refiere a la vida política, al no implicar a sus hombres ni a sus organizaciones en la trayectoria que sigue el país. Esta neutralidad de las fuerzas armadas constituye la mejor prueba del respeto a la libertad política que la Revolución del 4 de junio reivindicó para todos los argentinos. La imparcialidad con que son resueltos los problemas que crea la vida diaria de los Estados, no impide que se tenga una especial complacencia hacia los sectores de la sociedad que hasta hace pocos años parecían estar excluidos de toda consideración. La desigualdad de trato, la inferioridad de condiciones de vida, la injusticia con que los trabajadores eran tratados corrientemente, exigían una radical modificación tanto en la forma de orientar las soluciones como en lo que respeta a la profundidad de las reformas substanciales. Por esto, es una condición intocable de nuestro programa de gobierno, instaurar una economía social, de respeto y consideración entre todos los grupos sociales, que sustituya a la explotación capitalista e impida la venganza proletaria. Sólo en la paz, en la concordia, en la unión de todos los argentinos puede ser posible alcanzar las altas finalidades que ambicionamos. Esa misión constituirá la fuerza que la patria necesita para completar su independencia económica. Tenemos una consigna que cumplir, en esta hora solemne, relacionada con la marcha de la patria hacia sus mejores destinos, promoviendo la unidad del pueblo argentino sobre la base de una economía social y el perfeccionamiento de nuestras instituciones, para que cada uno pueda ocupar dentro de la sociedad el lugar que le corresponda según sus aptitudes naturales, desvirtuando de esta manera, para el futuro, el papel que hasta ahora habían jugado los privilegios de la riqueza en la felicidad y en el destino de los hombres, contrariando las leyes divinas y los sentimientos cristianos de nuestro pueblo. Debemos consolidar nuestra independencia económica como base fundamental de la economía social y de la independencia política, resguardando la heredad y sus riquezas de la voracidad del capitalismo internacional y de los trusts sin bandera que actúan negativamente en la vida de los pueblos, no solamente empobreciéndolos y explotándolos, sino también porque al mismo tiempo que siembran la miseria, incuban los gérmenes de la lucha de clases, las rebeldías, la desesperación y los motivos para las luchas internas. Consecuentes con esa línea de conducta y conscientes de nuestros deberes y responsabilidades, hace un año que proclamamos nuestra independencia económica y contrajimos el compromiso de luchar por ella hasta su total consecución. Hoy puedo decir con orgullo que, fiel a la orientación que preside los actos de mi gobierno, ya hemos reconquistado, para beneficio exclusivo de todos los argentinos, todas las poderosas compañías de ferrocarriles, los puertos, los teléfonos, el gas y algunas fuentes de energía. Surcan los mares del mundo, bajo la sombra augusta de nuestro pabellón, los buques de una cada vez más poderosa marina mercante de transporte, con sus bodegas repletas de alimentos destinados a subvenir las necesidades de la humanidad en todas las regiones del globo, vinculándonos con los pueblos occidentales cuyas riquezas quedaron sepultadas en el cataclismo bélico más grande de todos los tiempos. También una flota aérea del Estado vuela por los cielos de la patria en distintas direcciones y rebasa nuestras fronteras como pasajera de paz y de concordia, en un insuperable afán de acortar distancias y de unir pueblos. Resulta grato a mi espíritu de soldado reconocer el papel importante que están jugando las fuerzas armadas en la consolidación de nuestra independencia económica, no sólo como custodias de la soberanía nacional, sino también por su contribución efectiva y trascendente en el campo de la economía y del trabajo. Hablan de ello elocuentemente la Flota Mercante del Estado; el Instituto Aerotécnico; la F.A.MA. y el impulso creador de la Gobernación Marítima de Tierra del Fuego y de la Gobernación Militar de Comodoro Rivadavia, la explotación del carbón de Río Turbio o bien las actividades de la Dirección General de Fabricaciones Militares, que crea industrias, instala altos hornos, levanta fábricas y talleres donde también se produce material de uso civil, productos químicos y fertilizantes, institución que ahora está empeñada en echar las bases para la ejecución de un plan siderúrgico sobre el que descansará gran parte de nuestra capacitación industrial. Todo ello es realizado por nuestras fuerzas armadas sin perjuicio de las actividades culturales que se realizan en los colegios y liceos, instrucción de analfabetos, la preparación física y moral de nuestros conscriptos, y la capacitación de millares de jóvenes para los diversos oficios que se lleva a cabo en las escuelas de mecánicos y otras especialidades en las respectivas fuerzas. Por todo ello, hago llegar mi palabra de estímulo y reconocimiento a cada uno de los aviadores, marinos y soldados que colaboran en esta gigantesca obra, silenciosamente, desde el gabinete, el aula, los cuarteles, las fábricas y talleres, con la incitación a perseverar incansablemente en el rudo batallar del trabajo fructífero que ha de llevar al país por el camino de su grandeza. Para todo ello ha sido menester subordinar lo particular a lo nacional. Nuestra política económica y social ha roto con los moldes viejos hiriendo algunos intereses particulares en beneficio de la colectividad; y de la misma manera, los actos que realizamos en virtud de nuestra libertad económica hieren intereses extraños al país. Ello ha provocado las naturales reacciones, que se traducen en una persistente propaganda, en lo interno y externo, la que sólo pueda hacer víctimas en aquellos que desconocen las patrióticas finalidades de nuestros esfuerzos, e ignoran o simulan ignorar por conveniencias personales, los métodos que emplea el capitalismo internacional para la sujeción de los pueblos. En el camino que diariamente recorremos para consolidar los objetivos conseguidos y superar nuevas etapas, encontramos nuevos obstáculos e inconciliables resistencias. Natural es que así sea, porque la reforma económica no puede ser hecha instantáneamente; ha de ser consecuencia de una serie ininterrumpida de medidas escalonadas y sistemáticas. Y es lógico que los impacientes y los descontentos encuentren oportunidades para censurar aspectos aislados cuya repercusión en la obra de conjunto ignoran, cuya virtualidad propia desconocen y cuya esencia diluyen en un mar de rumores y confusiones. Lamentable es que esa campaña de rumores y confusiones que, por lo burda, no llega a prender entre el pueblo, puede minar la conciencia de ciertos núcleos que, por su cultura, deberían estar mejor dotados para comprender la obra de gobierno hasta en sus más mínimos detalles. Pero no me detendré exponiendo el sentido y la utilidad de gran número de los actos realizados en dos años, cada uno de los cuales bastarían para prestigiar toda la obra de un gobierno. Yo podría formular una sola pregunta a los propaladores de rumores y a los que, solapadamente, atacan nuestra política económica. La pregunta sería: ¿Que medida de gobierno ha perjudicado a la economía argentina? O, dicho de otra manera, quizá más amplia ¿que cosa anda mal en las finanzas argentinas? No importa que se nos señalen tendencias, o criterios más o menos elásticos, para conformar cada interés o satisfacer cada ambición; lo que importa es que, con pleno conocimiento de los hechos, se diga cual de estos ha sido el que ha perjudicado al país. La Argentina no debe nada a nadie, pero si escucháis a las fuerzas negativas que no regatean esfuerzos para perjudicar el prestigio del país y ultrajar nuestra dignidad nacional, la Argentina era más próspera cuando era deudora por ingentes sumas al extranjero. Los propaladores de infundios dicen que la Argentina anterior a la Revolución era más próspera que la actual. Pues bien, si entonces debíamos 10 mil millones de pesos al exterior y ahora nos deben 8 mil millones a nosotros, y aún tenemos por comerciar la cosecha actual, ¿es concebible que alguien se deje impresionar por esta campaña de rumores? Hoy percibimos 80 centavos por cada kilo que exportamos. Pero, según los que nos combaten, la Argentina era más rica cuando los extranjeros se llevaban nuestras cosechas y nos pagaban nueve centavos el kilo. Antes necesitábamos lanzar un empréstito para hacer un puente o un camino. Hoy hacemos infinitos puentes, muchos kilómetros de caminos y numerosas obras sin más que los recursos propios del presupuesto normal, que cerramos en 1947 con un superávit de 548.000.000 de pesos. ¿Es posible que se pretenda conmover la opinión nacional atribuyendo perfiles catastróficos a nuestras finanzas, teniendo una base económica tan saneada como la nuestra? ¿Que diferencia pueden tener sobre nuestro crédito las maniobras agiotistas de unos cuantos negociadores clandestinos -en la bolsa negra- de monedas extranjeras, cuyos manejos no pueden producir más daño que el que a sí mismo se causan los incautos que se dejan sorprender a su candidez? ¿Puede el gobierno impedir que algunos, demasiado crédulos, caigan en las redes de los cuenteros? Ni a la solidez de la economía ni a la envergadura de las finanzas pueden afectar estas insignificantes maniobras especulativas. Pero tampoco se nos escapa que la represión de estos bajos manejos dará lugar también a nuevos rumores, reprochándose al gobierno las medidas que adopte para evitar la especulación. Los hombres que tenemos la responsabilidad del gobierno, la conservación del orden y el mantenimiento del derecho, no podemos ni debemos dar oídos a esas campañas que tienen en el sentimiento de los desplazados, de los resentidos, de los envidiosos y de los impacientes. ¿Que problema tiene planteado la Argentina? El único es el de la falta de brazos. Ha sido tal el empuje dado a todas las actividades, ha sido tan honda la remoción de todos los ímpetus, ha penetrado tan profundamente en la conciencia de la población argentina el anhelo gubernamental de que todos las clases sociales se vean beneficiadas por la reactivación y el incremento de la riqueza nacional, que necesitamos el aporte de la inmigración para restablecer el equilibrio en el mercado de brazos. ¿Habrá alguien tan desaprensivo que pueda sostener que vivimos un momento de dificultades económicas, si consideramos que en el curso del años actual se exportan 10 millones de toneladas por un valor de 8 mil millones de pesos? ¿Que influencia puede tener sobre estas importantes cifras el que un pequeño porcentaje de algunos artículos perecederos se echen a perder esperando el momento de embarque? ¿Es posible que seamos tan insensatos que nos dejemos impresionar por hechos insignificantes que nada pesan en la marcha económica del país? He dudado mucho antes de estampar estas consideraciones. Estimaba ridículo referirme a ellas; consideraba impropio de vuestra atención consignarlas. Pero después de mesurado examen he decidido referirlas brevemente porque estando, como estáis, en contacto directo con todos los sectores de población, conoceréis los rumores que circulan en los círculos agitados por los inverosímiles argumentos aducidos por distintos medios interesados de difusión. Para terminar estas consideraciones, sólo añadiré que los intereses opuestos a la independencia económica de nuestra patria quieren llamar la atención del pueblo repitiendo que la economía debe "volver a su cauce normal la economía". Quiere decir que los trabajadores pierdan las conquistas logradas, que la explotación capitalista vuelva a actuar sin freno alguno, que esta explotación conduzca a las masas obreras a la decepción y a la anarquía, que el país vuelva a ser una colonia que por mil seiscientos millones de pesos ceda al extranjero casi el doble de lo que ahora, tratando como país independiente, vende por ocho mil millones. Al mismo tiempo que se pretende atacar de manera tan deleznable la obra económica y social realizada por el gobierno, se trata de crear en ciertos sectores extranjeros un ambiente de recelo que es necesario cortar con energía. No sin fundado disgusto debo hacer referencia a una persistente propaganda, pagada en el exterior, intentando sembrar la desconfianza hacia la Argentina moviendo el señuelo de nuestro hipotético armamentismo y militarismo, que constituiría un peligro. La finalidad de esta mezquina campaña, cuyos alcances y objetivos sólo se pueden comprender como una reacción de los trusts internacionales contra nuestra política económica y social, no han de encontrar eco alguno en los nobles sentimientos de los pueblos hermanos y amigos. Quiero declarar en este recinto, en presencia de todos los integrantes de las Fuerzas Armadas, que son tantos y tan fuertes los vínculos fraternos que unen a nuestros pueblos que nadie ni nada podrá destruirlos; porque sabemos que las fronteras de nuestros países son simbólicas líneas que, lejos de separar, más bien señalan los lugares por donde la unión ha sido sellada en forma indestructible e imperecedera. La República Argentina, en el concierto de las naciones y a través de su vida independiente, ha mostrado poseer una personalidad moral inconfundible, que se sustenta en la forma de pensar y de obrar de su pueblo, porque sabe cultivar la lealtad, los sentimientos humanitarios, la equidad y, en su vida, un alto sentido americanista. De nuestra buena fe sólo pueden dudar los mal intencionados. La posición de la República y sus problemas internacionales han sido expuestos claramente en Bogotá. Ningún otro problema existe, como tampoco existen intereses de nuestro país encontrados con los de otras naciones, pues de nuestra parte sólo nos mueve el deseo de su progreso y de su grandeza. La República Argentina ha observado siempre, en el campo internacional, una conducta basada en la más alta moral política, en la buena fe, en el respeto a todas las naciones de la tierra, a su soberanía y a su autodeterminación. En consecuencia, en una Nación que acredite poseer una conducta moral a toda prueba no se puede concebir, ni aceptar siquiera, la posibilidad de realizar actos inmorales que repugnarían a la tradición y a la conciencia de su pueblo. Los argentinos, que hemos comprendido siempre que sólo la paz y el trabajo rinden los frutos del amor que salvarán al mundo de otra hecatombe, vemos con inmensa alegría como la labor fecunda bate fuertemente los yunques, rotura las tierras y explota las riquezas, elaborando un mejor destino que alcanzará, seguramente, a todos los pueblos a quienes rendimos homenaje, asociándolos a nuestros sentimientos en el día de la libertad. Camaradas: tenéis que perdonarme si, llevado de un impulso de sinceridad y de afecto, he distraído con exceso vuestra atención. He querido abrir mi pecho entre vosotros para que, conociendo mi pensamiento y mi manera de conducir la marcha de la nación, sigáis colaborando en la consecución de los objetivos necesarios a toda obra de gobierno, colaboración que no se concreta, naturalmente, sólo a la que puede provenir de las Fuerzas Armadas. Bien sabéis que la busco entre todos los elementos civiles que integran la gran Nación Argentina. De ahí mi afán constante de estar en comunicación casi permanente con el pueblo. Conozco perfectamente que esto es objeto de censuras. Pero pienso perseverar en mi sistema porque soy lealmente demócrata y obtengo del pueblo la fuente de mi autoridad. Otros, que me discuten aquel título, no han acostumbrado a ponerse en contacto con el pueblo ni han hecho manar su autoridad de otro manantial que el fraude, ese fraude que terminó cuando las fuerzas armadas salieron a defender los derechos electorales de todos los ciudadanos. No necesito aclarar que cuando hablo del pueblo no lo hago en el concepto restringido de una clase determinada. Las fuerzas armadas son también pueblo y a nadie puede extrañar la satisfacción que me produce exponer ante ellas mi pensamiento, por lo menos una vez al año. Ahora bien, entiendo que una reunión de esta naturaleza no puede tener un sentido simplemente emotivo, aún siendo este muy importante, sino que he de llevar a una conclusión y a una afirmación de propósitos. Aquella y estos no pueden ser otros sino la reiteración ante todo el país, al cual no debemos y al cual servimos, de que las fuerzas argentinas de tierra, mar y aire tienen la función específica que corresponde a todos los ejércitos del mundo en defensa de la soberanía y de la independencia nacionales; pero tienen también la augusta misión de garantizar el libre ejercicio de los derechos ciudadanos, el respeto y el cumplimiento de las normas constitucionales que imponga la voluntad popular y el desenvolvimiento normal de sus instituciones. Sois, en definitiva, custodios de nuestras glorias y tradiciones y guardianes de nuestra organización republicana. En ese concepto os saludo como vuestro jefe y como vuestro camarada, pidiendo a Dios por vuestra ventura, por la prosperidad de nuestras fuerzas armadas y por la grandeza y felicidad de la patria. .................
1948-07-06
Ante un grupo de estudiantes brasileños de la ciudad de San Pablo
En primer término, señores, yo deseo agradecerles la amabilidad que han tenido en llegar hasta esta casa, para darme la inmensa satisfacción de poderlos saludar y ofrecerles lo que nosotros acostumbramos dar a los huéspedes, pues todo lo que es nuestro es también de ustedes. De manera que puede considerarse que están como en casa propia. Cuando, todos los años, realizan este viaje, yo tengo la inmensa satisfacción de poder conversar con ustedes. Algunos han criticado esa actitud, aquí y fuera de aquí, pero yo soy de los hombres que, a pesar de ser viejo, trato de conservar un poco los tesoros que la juventud tiene, porque creo que ellos no deben ceder ante la acción destructora del tiempo cuando se tiene un carácter fuerte para sentirse joven. Por eso el hablar con los jóvenes, es siempre, para mí, un momento de reposo espiritual y de gran satisfacción. Por otra parte, señores, pienso que nuestras patrias, América y el mundo, son de los jóvenes. Nosotros y las generaciones que nos han precedido, que son más viejas, hemos hecho muy mal uso de nuestras posibilidades, porque llevamos el mundo a una encrucijada casi sin salida, haciéndoles soportar los cataclismos más terribles que se conocen hasta nuestros días. De manera que si no confiamos en la juventud, los que hemos hecho tanto mal, ¿en quién podríamos confiar? Son ustedes los que tienen que arreglar el mundo que nosotros durante tantos años hemos desarreglado. Eso es un asunto que la humanidad debe comprender para formar una juventud inspirada en otros sentimientos, que sea capaz de realizar lo que nosotros no hemos sido capaces. Esa es la verdad, es la amarga verdad que la humanidad ha vivido, y es también la verdad más grande que en estos tiempos debemos sustentar sin egoísmos, porque éstos no han conducido más que a desastres. No reconocer eso, es no reconocer la situación; el que no lo reconoce comete toda clase de errores y hace una mala apreciación. Y de una mala apreciación sale una mala realización. Por esa razón yo tengo cierta predilección, por la juventud, por los muchachos, y, especialmente, por los niños, porque ellos serán los salvadores del mundo y no nosotros. Por esa simple razón hemos establecido que aquí nadie tiene privilegios, salvo los niños, porque están indefensos frente a los momentos en que vivimos. Ustedes quizá conozcan más o menos como estamos trabajando. Nosotros no tenemos otra ambición; la única que tenemos es la de resolver los problemas que se nos presentan y poner nuestra buena voluntad para ayudar a resolver los problemas que tienen en otras partes. No nos metemos nunca donde no nos llaman, pero no dejamos de ir nunca adonde nos necesitan. Esa es y seguirá siendo nuestra orientación. De modo que piensen ustedes quien pude hablar de las ambiciones argentinas, de nuestro imperialismo. Imagínense un imperialismo con dieciséis millones de habitantes. Sería ridículo pensar hacer un imperialismo basado en una población como la nuestra y en posibilidades como las nuestras. Ninguno de nosotros cree que somos más de lo que somos. Apreciamos perfectamente el panorama. Nuestro imperialismo es un imperialismo vertical, constructivo. Queremos elevar lo nuestro, y en eso creo que estamos en el mejor camino. Para llegar a eso hemos iniciado una marcha que hasta ahora nos está dando buen resultado. ¿En base a que se hace esa marcha? En base a reformas que evitan la lucha y desarrollan la cooperación entre los hombres. Somos decididos partidarios de la paz, del amor y del trabajo; no de la lucha. No creemos que en el mundo actual se necesitan luchadores; ya se luchado demasiado. Estamos propugnando el trabajo y para ello lo mejor que hay que hacer es dignificar el trabajo y dignificar a la vez a los trabajadores. Nuestra misión, como la interpretamos, es esa; elevar la cultura social del pueblo, dignificar el trabajo y humanizar el capital. En esas tres funciones estamos empeñados desde hace largo tiempo, y dentro de ello hemos hecho las reformas que han sido necesarias en el orden social, en el orden económico y en el orden político. En el orden social nosotros hemos tratado de elevar las condiciones de vida de nuestro pueblo. Buenos Aires no es el reflejo del resto de la República. Buenos Aires es solamente un pequeños sector de la República Argentina. Tan pronto se sale de Buenos Aires para internarse en el país es posible ver zonas donde existe el hambre, la mala alimentación, la enfermedad, la ignorancia -que es de las tantas enfermedades- y el dolor. Lo que queremos hacer nosotros es terminar con esas lacras en toda la República, y para ello creemos que lo que hay que hacer es crear el trabajo, que es uno de los factores fundamentales. Pueblo sin trabajo es pueblo ignorante. Pueblo de trabajadores tiene una cultura que va creciendo cada vez más. En nuestro país, como en muchos otros, existen zonas sin posibilidades de trabajo o con trabajo rudimentario, similar al de los pueblos casi primitivos. Esa es una realidad que nosotros conocemos y que queremos resolver. No en la forma en que se pensaba antes, es decir, llevando solamente escuelas. Escuelas hay en todas partes. Lo que hay que crear ahora es trabajo en toda la República. Abundante trabajo, digno y bien remunerado, porque si es cierto que los bienes materiales no hacen la felicidad, no podemos negar que ayudan mucho a lograrla. Por esa razón, no sólo son objeto de nuestra permanente atención los valores intelectuales y morales, sino también los materiales que trae el trabajo honrado de los pueblos. En eso estamos empeñados. Nuestra reforma social está destinada directamente a crear esas condiciones de trabajo. De esa manera terminaremos la lucha que desde hace 40 años vienen propugnando los marxistas en todo el mundo. Nosotros somos eminentemente anti- marxistas. Nuestra doctrina social es doctrina social-cristiana. Así dice el primer punto de la misma. Creemos que la verdad fue dicha hace más de dos mil años en el mundo, pero el mundo no se ha distinguido nunca por aceptarla y ponerla en práctica. Hasta ahora, en esa lucha que ha sido dura y difícil, nos ha ido bastante bien. Nosotros creemos que el comunismo solo se lo combate de dos maneras: peleándolo de frente, como hicieron los españoles -pero es demasiado cruel, demasiado caro el precio que hay que pagar en esa lucha- o pagándolo. Nosotros hemos decidido esto último y así lo vamos a terminar. Esa es la realidad, y no nos ha salido muy caro. En estos países de América el comunismo es más bien miseria, hambre y dolor. Si se termina con esa miseria, el comunismo no tiene el caldo de cultivo que necesita para proliferar, y va muriendo paulatinamente. La experiencia nuestra es real y absoluta. Tomemos nosotros paulatinamente el desenvolvimiento del comunismo en la Argentina y vemos que en estos últimos años ha disminuido globalmente un 35,7 por ciento, comprobado perfectamente con los datos estadísticos. Es decir que a esto no hay que tratarlo como un fenómeno catastrófico, con la lucha y con la policía, sino como se trata un proceso de infección, donde para destruirlo hay que emplear procedimientos científicos, que en este caso son de lo más simple: comida y buenas condiciones de vida. Es indudable, señores, que para llegar a esa posibilidad hay que ofrecerle al pueblo, además de condiciones de vida, un futuro. El mal de la humanidad es haber tenido un 80 por ciento de la población con un porvenir incierto. Si cada uno de nosotros pensase en este momento que su porvenir es incierto, en mi caso, yo mismo no tendría ni la tranquilidad, ni la seguridad con que actúo. El mundo ha tenido a su juventud, en un 80 por ciento, con un porvenir incierto, y eso lleva a la desviación de los hombres, jóvenes y viejos. Nosotros tratamos de asegurar el porvenir de toda nuestra juventud, ricos y pobres, dando a todos una misma posibilidad, que es cristiano, que es humano y que es divino. El programa que vamos desarrollando paulatinamente tiende a solucionar esos gravísimos problemas, que creemos sustentan todo el malestar de las sociedades modernas. En cuanto a nuestra ideología social, es bien conocida y bien clara. Nosotros creemos que los males de la humanidad provienen de un exceso de desequilibrio -que siempre ha soportado la humanidad- entre las clases que pueden y las que no pueden. Esa división, que han aprovechado las teorías marxistas para poner en lucha un sector contra otro, tiene su explicación en el sistema capitalista que rigió al mundo hasta nuestros días. ¿Que es el régimen capitalista? Es un sistema de explotación. La reacción contra eso, que no es otra cosa que el abuso de propiedad, nos ha llevado al comunismo, que a su vez, no es sino la supresión de la propiedad. Para mí, el régimen capitalista es la causa y el comunismo su consecuencia. Para suprimir los males del actual sistema capitalista de explotación, los comunistas presuponen que la solución está en suprimir la propiedad. Nosotros, en nuestra concepción ideológica, no creemos que la supresión de la propiedad sea un límite contra el abuso de ella. Eso es lo que llamamos nuestra tercera posición ideológica, que la hemos adoptado tanto en lo político, en lo económico, como en lo social. Es así que hemos lanzado ya todas nuestras reformas sociales, y estamos encarando una reforma judicial -con las reformas legales y constitucionales necesarias- que trata de poner a tono la legislación argentina para adaptar esa tercera posición a nuestro sistema institucional. Todas las reformas están influenciadas por ese factor. Nosotros hemos llegado ya a la modificación total del sistema de la antigua sociedad argentina, basado en el régimen capitalista de explotación. ¿En que forma? Dando derechos a los trabajadores. Todos los regímenes y todas las ideologías habían elucubrado sobre obligaciones, sobre posibilidades, con declaraciones más o menos aleatorias, románticas algunas, pero en general declamatorias todas. Nosotros hemos fijado los derechos que en la sociedad tienen los trabajadores. ¿Por que lo hemos hecho? He aprendido durante la vida, no en los códigos, no en el derecho que me han enseñado en la Escuela Superior de Guerra ni en los cursos de perfeccionamiento que he realizado, que la ley no es igual para todos. La ley no ha sido nunca en el mundo igual para todos. Martín Fierro es uno de los poemas clásicos argentinos y define muy bien todas esas cosas. Dice Hernández que la ley es como telaraña; que el bicho chico se queda prendido en ella y el bicho grande pasa y la rompe. En la práctica, la ley nunca ha sido igual para todo el mundo. ¿Por qué? Porque hay algunas agrupaciones poderosas y otras débiles. Las agrupaciones débiles, son como el bicho chico que queda prendido en la ley, mientras que las poderosas son como el grande que pasa y la rompe. Eso ha sido nuestro país, porque lo común, lo permanente, era que la ley nunca fuera igual para todos. ¿Por qué? Y, señores, porque no podían las agrupaciones débiles luchar frente a los poderosos. ¿Que hemos hecho? Dar a las agrupaciones débiles un derecho especial, que no tienen las fuertes, para equilibrar las fuerzas. En este orden de cosas propugnamos las agrupaciones de hombres con una defensa garantizada por el Estado. Creemos que la incorporación de esos derechos a la Constitución Nacional será la única manera de suprimir la actual injusticia; porque si no lo hacemos así continuarán las luchas y llevaremos al mundo, cada día más, hacia un cataclismo social. Contra ese estado de cosas estamos luchando, y hasta ahora con éxito. Han sucedido muchas cosas -yo he estado preso- y espero que continuarán sucediendo muchas cosas más. Soy de los que creen que lo perfecto no es morir en la cama. Soy un hombre de lucha y tengo mi criterio al respecto. Seguiré luchando, propugnando esto que creo que es lo justo que es la solución. Sin esto, no hay solución. Mientras sigamos lanzando grupos humanos contra otros grupos humanos, que visten bien o que visten mal, no vamos en camino de ninguna solución. Hay que atacar las causas, no los efectos. Cuando un hombre protesta no hay que pegarle; hay que escucharlo y ver porque protesta. Si tiene razón, hay que dársela. Es la única manera de que la humanidad puede reivindicarse a sí misma. De otro modo retrocederemos a la ley de la selva, que no es la más justa, aunque sea la más real. ¿En que consiste nuestra revolución económica muy criticada en algunas partes y alabada en otras? Toda la reforma económica responde también a una causa: la social. ¿De que valdría que nosotros estuviéramos elucubrando y construyendo castillos de naipes sobre nuestra reforma social, si no la sustentáramos con una reforma económica que la posibilite? El factor social en sí no es nada; en cambio lo es todo la sustentación del factor social. Las soluciones sociales están basadas en soluciones económicas, porque, en el fondo, todo se basa en lo que todos desprecian pero todos desean: el dinero. La creación de riqueza es la base de la sustentación de la solución social. Por esa razón hemos tenido que encarar la reforma económica. ¿En que consiste la reforma económica? La reforma económica descansa en dos principios fundamentales sin los cuales toda reforma en este país sería aleatoria y destinada a morir en corto plazo. Y si produjéramos tanto movimiento como el que estamos produciendo para una cosa que ha de durar poco, sería muy poco inteligente y crearíamos un factor de perturbación en la vida nacional. Pero lo que nosotros deseamos es dar una solución duradera. Las dos premisas que sustentamos con referencia a la revolución económica son éstas; la primera es crear una economía social para reemplazar la actual economía capitalista de explotación. Para eso lo que hoy es riqueza al servicio del capital queremos convertirla en capital al servicio de la riqueza y de la economía. La segunda premisa es la de la independencia económica. Sin la economía social vamos a un cataclismo social, vamos a la rebelión de las masas, es decir, al comunismo. Sin la independencia económica no es posible la economía social. Mientras fuéramos una colonia y nos explotaran desde el exterior, no dispondríamos de los medios para hacer una economía social; eso es lo que sucedía en nuestro país y sucede en muchos otros que no han logrado su independencia económica. Cuando la República Argentina era colonial, en 1937, exportó 18 millones de toneladas de cereales, por los cuales cobró 1.600 millones de pesos. En el año 1948 exportó 10 millones de toneladas y se cobró 8.000 millones de pesos. Esa es la diferencia que hay entre una explotación colonial tan magnífica y científicamente realizada que cuando producíamos 8.000 millones nos sacaban 4.000 y nos dejaban los otros 4.000 para vivir. Cuando producíamos 12.000 millones se llevaban 8.000 y nos dejaban siempre 4.000. Era una organización tan maravillosa que vivíamos permanentemente con un estándar limitado en toda la población, porque el remanente era sistemáticamente llevado al exterior por los grandes consorcios financieros internacionales. Ustedes preguntarán como se hacía eso. Era muy simple, y un sólo ejemplo les bastará para que se formen una opinión clara sobre estas cosas. Vamos a tomar un aspecto de la exportación argentina, quizá no el más importante: la carne. Exportábamos anualmente al Reino Unido por valor de 400 millones de pesos de carne. ¿Como nos pagaban los ingleses? Doscientos millones los sacaban de los fletes de los ferrocarriles ingleses de la Argentina; otros doscientos millones los sacaban de los fletes marítimos mediante los barcos ingleses; 150 por seguros y 50 por reaseguros. Total: 600 millones de pesos. De manera que, por comerse nuestra buena carne nosotros les mandábamos 200 millones de regalo. Ellos nos pagaban con servicios, pero los servicios eran de ellos. De manera que, sin la independencia económica, no valía la pena trabajar; nos dejaban lo justo para vivir. Un pueblo que se ve explotado en estas condiciones, por más esfuerzos que haga está siempre en lo mismo, tiene que bajar los brazos y ceder a ese sentimiento de rebelión que uno lleva encendido dentro del espíritu. De manera que para nosotros el problema era bien simple: nos independizábamos o nos resignábamos a vivir con ese estándar permanente de vida, renunciando a hacer una economía social y, probablemente, marchando directamente a un cataclismo social. ¿Como hicimos la independencia económica y la economía social? Sólo yo sé lo que he sufrido por embarcarme en una empresa tan terrible como esa. Tuvimos que pagar toda la deuda externa. La República Argentina llegó a deber 12.500 millones de pesos. Hemos pagado toda esa deuda porque no podíamos tratar de ser independientes estando sometidos a empréstitos que representan un drenaje material del que resulta un drenaje moral y espiritual; porque quien tiene una deuda de esa naturaleza y dice que gobierna el país, se equivoca; gobierna el que presta el dinero. Al pago de esa deuda siguió la compra de los ferrocarriles, la compra de la marina mercante y ahora estamos comprando todos los servicios telefónicos, telegráficos, de gas, de energía. Estamos comprando todos los servicios públicos, porque ellos no pueden ser empresas de explotación en un régimen de economía social. Tienen que ser elementos de prestación de servicios al más bajo precio, porque son para toda la población. De manera que todos nuestros servicios públicos y las tarifas las que resultan del costo más un veinte por ciento para conservación del material. Lo demás debe ir al beneficiario, es decir al público. Todos los servicios públicos en la Argentina actualmente son nacionales. Estamos reconquistando todo lo que se había perdido en ese sentido y hoy podemos decir que somos económicamente libres y absolutamente independientes. Por eso es que nos atacan desde todas partes. Todos los que antes hacían su negocio con nosotros y ahora no lo hacen, me atacan a mí; de lo que estoy orgulloso, pues yo no trabajo para ellos sino para el país. Actualmente nosotros tenemos ciertas obligaciones que se derivan de la independencia económica. Tenemos que organizar el transporte y la distribución de nuestra producción para no permitir que caiga en los consorcios internacionales, que son los que se la han llevado siempre dejándonos a nosotros sólo el derecho de producir. Nosotros pensamos que ahora no los dejaremos a ellos más que el derecho de consumir. Lo demás lo haremos todo nosotros, y por eso tenemos la producción en manos de nuestra gente. Tenemos los ferrocarriles, los puertos, una marina mercante propia y los puertos francos. Estamos construyendo grandes frigoríficos y depósitos en Sudamérica, en Centroamérica, en Norteamérica y en Europa. Llevamos todo por nuestros propios medios y comercializamos y distribuimos directamente nuestras mercaderías. Hacemos todas las operaciones hasta el consumo. Y a ellos no les queda sino el derecho de consumir. Creo que quien produce tiene derecho a eso, y que quien no lo hace así no es un país independiente: es una colonia. Nosotros teníamos que completar nuestra independencia política con esa independencia. ¿Como lo hemos realizado? Es simple. La independencia económica en este país se realizó de una sola manera. A los grandes consorcios financieros que actuaban dentro del país les hemos cortado la frontera las posibilidades, convirtiendo a esos consorcios internacionales en consorcios nacionales, porque a las fronteras ellos no llegan. De la frontera hacia el exterior actúa el Estado por medio de un organismo centralizador de la explotación, que se llama I.A.P.I., Instituto Argentino de Promoción del Intercambio. Es el que acopia, transporta y exporta, de modo que los antiguos consorcios internacionales de exportación terminan su función en la frontera, porque yo no puedo aceptar que en el país haya instituciones que no están comprendidas en la ley. A los consorcios internacionales se los somete a la ley del país dentro de sus propias fronteras; más allá de esas fronteras la ley es de ellos. Entonces, cuanto aquí funcione, funcionará cuando pueda estar controlado por una ley argentina. Más allá está el Estado con su derecho inalienable de mantener las relaciones internacionales, porque, como dice nuestra Constitución, es el gobierno de la Nación al encargado de las relaciones internacionales; y éstas no son sólo políticas, sino también económicas, sociales, culturales y de todo orden. Ese es un asunto confiado al Poder Ejecutivo de la Nación, conforme a nuestra Constitución, y yo no hago más que cumplir fielmente la Constitución al crear un sistema de esta naturaleza. Claro que lo combaten mucho, pero ¿como no lo van a combatir si antes esos beneficios iban en otras direcciones y ahora viene al Estado? ¿Que se hace con su producido? Subvencionamos los artículos de primera necesidad. El I.A.P.I. gana dos mi millones de pesos. ¿A donde van esos dos mil millones de pesos? Subvencionamos el pan, para que él pueda llegar a 35 a 45 centavos a la población, que es el precio a que se ven de aquí. Para poder mantener ese precio el Estado tiene que dar un 60 por ciento de subvención. Por cada quintal de trigo nosotros pagamos 20 pesos al chacarero, y el Gobierno se lo entrega al molino, para moler, a 9 pesos; es decir, que hay una pérdida de 11 pesos por quintal. Como nosotros consumimos casi cuatro millones de toneladas por año, vean la cantidad de dinero que aporta el Estado. Con lo que gana el I.A.P.I. subvencionados el pan, el aceite y la leche. Subvencionamos todos los artículos de primera necesidad para que estos sean accesibles a la gente pobre. Aquí algunas cosas son caras, pero los artículos de primera necesidad muy baratos. El pan cuesta 35, 45 ó 60 centavos. El que quiera pan de lujo lo paga 60 centavos; pero el pan grande cuesta 35 centavos el kilo. La leche cuesta 40 centavos el litro. El aceite cuesta 75 centavos el litro, cuando en realidad su precio sería de 2,75; subvencionado cuesta 75 centavos, como digo. Lo interesante es que todo el beneficio que antes obtenían los grandes consorcios capitalistas, hoy lo obtiene el Estado, que a su vez lo vuelca en el mercado en forma de subvención directa para los artículos de consumo de primera necesidad popular. Así hemos conseguido un estándar de vida bastante aceptable para nuestra población. De la parte económica podemos hablar mucho. Se nos dice que estamos cobrando muy caros los artículos que vendemos. Nosotros no somos los que cobramos caro; vendemos a los precios internacionales. Si vendiéramos más caro que los precios internacionales la gente no nos compraría. Aquí vino un señor americano que me dijo: "Nosotros vendemos a 42 pesos el quintal de trigo". Yo le dije: "Muy bien, cuánto tienen ustedes?" "Tenemos varios millones", contestó. "Se los compro todos", le dije. "Para mí es un buen negocio porque yo lo vendo a 50 y 60 pesos". "No, -contestó- nosotros no podemos vender". No pueden vender porque no tienen para vender. ¿Precios de pizarra? ¡Ah, no! Por ese lado no hay que hacer... Nosotros no podemos vender trigo más barato porque tenemos firmado con todas las naciones convenios donde se incluye la cláusula de la nación más favorecida, y si rebajamos a uno tenemos que rebajar a todos. A Brasil le damos una compensación. Que nos pague más el trigo y nosotros le pagaremos más el hierro, los tejidos y todas las cosas que le compramos. En ese sentido en el Brasil se ha hecho una campaña que no responde a la verdad. Nosotros no podemos bajar el precio del trigo pero como compensación le pagaremos más lo que adquirimos al Brasil. Por otra parte, con Brasil no tenemos inconvenientes. En ese sentido llegaremos al acuerdo que él quiera. Eso ya lo mandé a ofrecer. Aceptamos las condiciones que él desee. Nunca vamos a discutir. Está demás. Lo que piden se lo mandamos. Más nosotros muchas veces hemos querido mandar y de Brasil no han querido llevar. Yo siempre lo digo y siempre estoy dispuesto a hacer una transacción de cualquier naturaleza. A Río Grande y San Pablo, enviamos el trigo y la harina necesaria al precio argentino, es decir, subvencionado al 60 por ciento. Igual cosa sucede a través del puente internacional. ¿Y si eso lo hacemos en zonas donde son fáciles las comunicaciones, como lo vamos a hacer con el resto del Brasil? Es algo que nunca hemos puesto en claro. Y, sobre todo, por haberlo ofrecido mejores condiciones que a ningún otro país. Nosotros, para poder mantener una economía social, tenemos que negociar bien, porque la caridad bien entendida empieza siempre por casa. Sin embargo el esfuerzo nuestro para ayudar a Europa ha sido extraordinario. Ya hemos provisto de alimentos a Francia, España, Italia, Inglaterra, Holanda y Dinamarca por un valor superior a los ocho mil millones de pesos. Y nadie paga. A nosotros no nos han pagado un sólo centavo porque no tienen con que abonar. Pero se nos pone la situación un poco complicada porque ellos no pagan. Ustedes dirán que son deudas; pero para quien tiene un negocio y las deudas van tan arriba, el asunto es serio. Son asuntos que no se pueden apreciar mucho con el corazón: hay que apreciarlos también con el bolsillo porque son cuestiones económicas. No creemos que tengamos dificultades para cobrar, pero no es lo mismo tener todo el dinero en el bolsillo que no tenerlo. Eso nos obliga a compensar, a elevar más los precios de nuestra producción. No se trata de deseos sino de necesidades. Me decían el otro día que del Brasil se quejaban por el precio del trigo; pero el cacao, que antes nos lo vendían a 6 pesos, ahora nos lo cobran 104 pesos. De manera que en esto cada uno quiere hacer su negocio. Es lógico y humano y no se puede estar haciendo sutilezas. Lo que debemos hacer es crear un régimen directo, como ahora tenemos firmado con el Brasil. Ustedes nos pagan en cruzeiros y nosotros los pagamos a ustedes en pesos, y así nos liberaremos de todas las monedas de cambio. El que quiera comprar, compra. Luego se analiza la balanza de pagos y nosotros compensamos cualquier diferencia. Esa es la manera de comerciar, de intercambiar entre nosotros. Nosotros no hacemos comercio con el Brasil, sino trueque, como lo hacemos con otros países. Con ese sistema iremos adelante muy bien. Estas cuestiones económicas son muy interesantes y se puede hablar mucho acerca de ellas, pero solamente quiero decirles dos palabras con respecto a nuestra reforma política. Vamos a la reforma de la Constitución. No a una nueva Constitución porque la nuestra hasta ahora ha sido muy buena. Han sido malos ejecutores los hombres que la aplicaron. No soy partidario del cambio de la Constitución porque al final la gente se acostumbra y la cambia como cambia de traje. Solamente introduciremos algunas reformas para actualizarla. Esas reformas se refieren más a cuestiones formales, a la adaptación del texto de la Constitución al nuevo sistema implantado por nosotros, vale decir, el pasaje a una tercera posición: colocar a la Constitución Nacional en una tercera posición para suprimir la forma pecaminosa de la política. En este país, nunca el presidente ni los diputados, ni los senadores fueron elegidos legalmente, de acuerdo a la ley eleccionaria argentina. Siempre se ha hecho a base de fraude. Muchas veces la elección ya estaba hecha el día anterior a la emisión del voto con doble juego de urnas o, si no, directamente, como hacían los matones en el campo. Llegaba uno con su libreta, se le ponía el sello "votó" y se le devolvía el documento diciéndole que ya había votado. Al respecto circula un chiste muy conocido. El votante preguntaba: "Como? ¿No puedo saber por quien voté?" Y se le contestaba: "¿Y vos no sabés que el voto es secreto?" El voto secreto se consideraba como tal para el que votaba. Fue un sistema vergonzoso que tuvimos que soportar durante muchos años. Afortunadamente, hemos terminado con todo esto. Garantizamos los comicios con el Ejército. Las últimas elecciones, por lo menos, han sido más correctas, y en adelante el pueblo argentino no toleraría en manera alguna una incorrección en las elecciones, porque hemos hecho tanta agitación alrededor de esto que el día que se produzca se va a armar una de San Quintín, lo que siempre es mejor que volver al régimen anterior. De modo que creo que este terreno vamos bien. Lo que inquieta a mucha personas es nuestra tercera posición en el campo internacional. Dicen que en este momento no se puede estar en una tercera posición en lo internacional, sino que hay que estar con Occidente o con Oriente. Yo encontraría muy justo eso, si Oriente y Occidente se hubieran lanzado ya a la guerra. Pero, desde que el mundo es mundo, las situaciones internacionales han tenido dos horizontes que contemplar, uno, el horizonte mundial, es decir, la política internacional en el orden mundial, y otro en el orden local, en este caso continental. Yo les diría esto con pocas palabras; si se produce la guerra entre Rusia y Estados Unidos, nosotros estaremos decididamente con Estados Unidos, porque no podemos estar en otra posición por nuestra cultura, por nuestra religión y por muchas otras razones. Pero eso, en caso de guerra, que todavía no se ha producido. Como somos partidarios de la paz, creemos que se puede evitar la guerra. Para ello es necesario no sumarse a los que están echando leña a la hoguera. Nosotros propugnamos que debe haber paz, que esto no se puede resolver peleando. ¿Acaso la guerra va a resolver la situación del mundo? ¿Es que a un mundo hambriento, necesitado y dolorido, se le puede solucionar la situación quitándole lo que tiene para comer y arrastándolo al dolor y a la muerte? Hay que pensar en lo que viene después de la guerra. Por eso no queremos ser uno más de la comparsa que hace ruido para provocar esa guerra. Tratamos de influenciar en todos nuestros amigos para ir formando esta tercera posición y no sumamos a los que tienen deseos de pelear. Si la guerra fuera una solución para el mundo, yo sería el primero e ir a la guerra, pero ella nunca ha sido una solución para la humanidad. La solución ha sido la paz y el trabajo. ¿No pueden pensar los hombres en que es necesario dejar de luchar para dedicarse al trabajo y hacer una humanidad más feliz? ¿No es eso lo que deseamos todos nosotros? Es lo que sustentamos todos teóricamente, pero después nos sumamos a la teoría belicista de ir a la guerra. En la guerra pasada, nos mantuvimos alejados de ella, y la pasamos muy mal. Nosotros somos pacifistas y nuestro pacifismo lo demostramos no queriendo ir a la guerra, pero cuando ella se declara y se están jugando los destinos, es como una enfermedad; uno no la desea, pero cuando se presenta hay que curarla, hay que operar. Creemos que si en el mundo se formara una tercera gran opinión, que podría ser la latina, los dos bandos que están empeñados en ir a la guerra no se trabarían en lucha al ver que hay otro mirando, puesto que saben que el que gana en estos casos es el que observa. ¿Que se va a decidir en el mundo con esta lucha entre dos imperialismos? Nadie pelea por nada sino por el dominio del mundo. Este siempre ha tenido un patrón y por eso pelean. El que gane va a ser el nuevo patrón. Nosotros, aunque ganemos, ¿vamos a ser patrones? De ninguna manera; la vamos a pagar, pero seremos peones. Si el mundo se agrupase en una tercera posición, que podría ser la posición latino-cristiana, -que ya está moviéndose en el mundo-, se podría solucionar el problema de la guerra. Esta es nuestra posición, bien clara, y no lo negamos y no la negaremos nunca. ¿Por qué? Porque eso es lo que nuestro pueblo quiere. Yo no hago nada que no sea lo que el pueblo quiera. Estoy seguro, por otra parte, que no hay ningún brasileño que quiera ir a la guerra, como no hay ningún argentino que piense que la solución está en ella. En países inmensamente ricos, con mucha gente que tiene deseos de trabajar y de crear, ¿a quien se le va a ocurrir meterse inútilmente en la guerra? No quiero que mi país entre en ningún lío; antes me voy a mi casa. En la guerra cada uno trata de sacar la mayor ventaja. Soy militar y he sido profesor de historia militar durante quince años. Se bien lo que es la guerra, la conozco por dentro y por fuera. He estado en Europa durante la guerra anterior y sé lo que sufre el pueblo. Ahora no quiero hacerles perder más tiempo. Ustedes pueden ver en todo el país todo cuanto quieran. Estamos a disposición de ustedes y les facilitaremos todos los medios para que comprueben todas estas cosas que les digo. Les vamos a dar oportunidad para que vayan a todas partes, conversen con quienes quieran y pregunten todo lo que desee. Ponemos a disposición de ustedes los medios que necesiten, de cualquier orden. UN ESTUDIANTE: Quisiéramos visitar también la Secretaría de Trabajo y Previsión. SR PRESIDENTE: Con mucho gusto. Allí no hay audiencia; entra todo el mundo. Si nosotros a los obreros los hacemos esperar, aguardar en antesalas, no les damos a ese organismo el carácter que deba tener, pierde el sentido que hemos querido al crearlo. La Secretaría llena una finalidad social, ahí no existen prioridades. Mi mujer atiende allí, en su despacho, lo que se llama la Ayuda Social. Nosotros tenemos en la Secretaría todo lo que se refiere a legislación del trabajo, contratos colectivos etcétera, como así también todo lo relacionado con previsión social, jubilaciones, seguros etc. En cuanto a la Ayuda Social tiene por finalidad ponerse en contacto con toda aquella persona a quien no le alcanza la previsión social, que no tiene jubilación, que hay que darle subsidios, casa, alimentos, ropa etcétera. La Ayuda Social se mantiene con el impuesto que nosotros llamamos aquí el "impuesto a los tontos", es decir, el impuesto que se obtiene de los hipódromos y de la ruleta. Con sesenta millones de pesos provenientes de las ruletas y cuarenta millones de los hipódromos, son cien millones que ingresan para el sostenimiento de la Ayuda Social. Es decir, eso que en el fondo es un mal, nosotros lo ponemos al servicio del bien. ¿Como se desarrolla la Secretaría de Trabajo? Como Dios quiere y como se puede, para no desvirtuar la finalidad que se tuvo al crearla. Yo digo todo esto a modo de disculpa, pero les puedo asegurar que es interesante verlo. Ustedes son estudiantes de la Universidad Católica, y estamos nosotros luchando aquí para volver a lo inicial de nuestro sistema constitucional. La Constitución Argentina dice que debe adoptarse el sistema católico apostólico romano, y nosotros, en nuestra doctrina -cuyo libro tienen ustedes- decimos en el número uno que queremos una Argentina profundamente cristiana y profundamente humana. Por eso toda nuestra legislación social está inspirada en las encíclicas papales, que son para mí lo más grande que se ha hecho hasta ahora. Creo que nosotros somos los primeros en el mundo que estamos poniendo en ejecución la doctrina social cristiana, que nos da mucho resultado. Se está desarrollando en este país actualmente mucha labor; se están construyendo once diques y, simultáneamente, estamos tratando de producir la energía necesaria, que no teníamos. Encaramos, asimismo, la construcción de las grandes usinas hidroeléctricas. Hay grandes posibilidades. Por ahora estamos en el período de gestación. Estamos construyendo un gasoducto de mil setecientos kilómetros, desde Comodoro Rivadavia a Buenos Aires. Todo lo que ustedes quieran ver será satisfecho poniendo a su alcance los medios necesarios. Aquí no hay secretos de ninguna naturaleza. Si quieren entrar a los arsenales, a las fábricas militares, podrán hacerlo. Trabajamos honradamente y queremos que todo el mundo sepa lo que hacemos sin otra idea que la de agrandarnos y enriquecernos. Estoy aquí a sus órdenes. ...........
1948-07-07
En el acto de asunción del teniente coronel Juan F-. Castro como secretario de Transportes
Uno de los problemas que más interesa resolver en este momento es el de los transportes. La República Argentina, con su nueva orientación económica, necesita un sistema de transportes nacional coordinado, completo y lo más barato posible. Estas condiciones se pueden obtener, exclusivamente, por un procedimiento bien planificado y con realizaciones totalmente racionales. Hasta ahora, la República Argentina no había tenido su ministerio de transportes, porque, de haberse creado, no tendría que manejar, ya que casi todos los transportes del país eran extranjeros. La reconquista de los medios de transporte, que nunca debieron dejar de ser argentinos, y la conquista de la independencia económica, tienen una relación tan absoluta que no podría organizarse ésta última sin contar con la primera. Una de las críticas que nos han hecho -y que los señores que me escuchen conocen tan bien como nosotros- ha sido la del "pésimo" negocio, como algunos lo califican, ha resultado, en su costo, muy por debajo de cuanto podía haberse calculado. Siempre cito el caso de los ferrocarriles argentinos. Antes, los compradores de nuestra carne pagaban anualmente la mitad de lo que consumían. Ello resultaba del hecho de que nunca nos pagaban con dinero esa carne, sino con servicios que se prestaban en territorio argentino, pero por ferrocarriles de capital inglés, servicios que representaban la otra mitad del valor de las carnes. Nunca he culpado a los ingleses por esto; ellos hacían un negocio honroso. Los que hacíamos un deshonroso negocio éramos los argentinos. Abarcando sintéticamente la intervención de los transportes en la reforma económica, podríamos decir simplemente que, antes, como país colonial, a nosotros nos quedaba solamente el derecho de producir. El transporte interno, el acopio, la exportación, el transporte marítimo, la distribución y el consumo estaban en manos extranjeras. Hoy nosotros queremos cambiar el sistema: que sea a los que consuman nuestra carne a quienes les quede sólo el derecho de consumirla. Lo demás deberemos hacerlo nosotros; producirla en tierras argentinas, con hombres argentinos; transportarla en ferrocarriles argentinos; cargarla en puertos argentinos, con barcos argentinos; trasladarla a las vecindades de los centros de consumo y distribuirla allí por medios argentinos. Señores: no podríamos calcular, ni aproximadamente, los enormes beneficios que este nuevo sistema reportará. Me refiero a los beneficios materiales, que casi cuadruplicarán los obtenidos hasta ahora por nuestra producción. Pero si esos beneficios materiales fueran todavía pocos, debemos pensar que, en dignidad y en soberanía, los beneficios morales serán dobles. Estaría demás que no extendiese en explicaciones sobre lo que los transportes representan técnicamente para cualquier país; es el sistema circulatorio, sin el cual ningún organismo, ni biológico ni institucional, puede funcionar en forma perfecta. De ahí la necesidad de crear la Secretaría de Transportes, sin la cual no podrían obtenerse la coordinación y la armonía que deben existir entre nuestros distintos sistemas de transportes. Demasiado conocido es por nosotros el actual sistema de transportes argentino. Es simplemente un sistema colonial, que sirvió bien a la Argentina mientras ella fue solamente una colonia, como sucedió hasta hace poco; un sistema de transportes que era como de rayos de sol convergentes hacia un puerto de salida. Nosotros tenemos que dar vuelta a ese sistema para servir con nuestros transportes a toda la población, porque el concepto de la nueva economía argentina es dar de comer nuestra buena carne a los pobres provincianos del interior que hoy no pueden consumirla. Y yo sería muy feliz si durante mi gobierno, o aún durante mi vida, pudiera ver que cada argentino consume la carne que necesita; o mejor dicho, que exportáramos sólo el diez por ciento de la carne que producimos y el resto se destinara al consumo de nuestro pueblo. Digo esto sobre la carne, como podría decirlo con respecto a toda la producción del país. Creo que es necesario llevar los transportes al interior a fin de distribuir nuestra riqueza, crear trabajo y dar de comer a esa población que lleva más de un siglo de infraconsumo. Todo esto implica un plan de absoluta reversión de los transportes, plan que abarcaría desde el estudio integral de toda nuestra acción en forma de que un ferrocarril no esté haciendo la competencia a una línea fluvial que puede ser cinco veces más barata que aquél. También dentro de esta organización, dentro del ajuste de nuestros transportes, es preciso considerar el sistema tarifario. Actualmente sólo contamos con un sistema tarifario que es también colonial; barato para sacar y caro para introducir y repartir al interior de la República; barato para los artículos de exportación y caro para los de importación. Hay cosas demasiado evidentes, pero que se pueden citar como botón de muestra; una jaula en la que nuestros ferrocarriles transportan hacienda desde 1.000 kilómetros hasta que Buenos Aires, paga alrededor de trescientos pesos. Si se piensa que tiene que volver vacía, resulta que recorre 2.000 kilómetros por trescientos pesos. En cambio, un vagón de mercaderías que va de Buenos Aires al interior, a la misma distancia de 1.000 kilómetros, cuesta 4.700 pesos. ¿Por que es eso? Porque en los cálculos de la carne que vendíamos no cargábamos el flete, y como lo hacían el viaje eran los mismos que nos compraban la carne, se explica así la política ferroviaria. Hay muchas cosas que conocer y estudiar a fondo para poder corregir tantos males. Hay poblaciones del interior a las cuales nosotros mismos las bloqueamos económicamente, privándolas de las comunicaciones, porque a una empresa "x" no le conviene que los artículos producidos en esa región vengan a competir con los que se importan aquí en Buenos Aires, por ejemplo. Todo eso sucedía dentro de nuestra política tarifaria; todo eso sucedía dentro de nuestros transportes. Pero, ¿que podíamos hacer? Crear una Secretaría de Transportes o un Ministerio de Transportes, ¿para gobernar que? Si nosotros no estábamos gobernados desde la Casa de Gobierno: estábamos gobernados desde afuera. Por eso digo que en la reconquista argentina lo más importante es que los argentinos hayamos podido reconquistar para nosotros, además del gobierno político -que creíamos tener en nuestras manos- el gobierno económico y social de la República. Si algún programa puede satisfacer a los argentinos es, precisamente, el haber conseguido que en esta tierra algún día seamos nosotros los que comencemos a gobernar y no que seamos gobernados desde el exterior. Señores: estas cosas me parecen tan simples y tan justas que no debería existir ningún argentino que no las compartiera y las apoyara hasta con su propia vida. Desgraciadamente, son combatidas por un sector de los mismos argentinos. Esto no es nuevo; esta rama calificada en todos los países del mundo también existe, porque esto ha sido una colonia. Los perdonamos en nombre de intereses superiores; pero la historia, que no perdona, nos vengará a nosotros engrandeciendo nuestra conducta de perdón hacia los que en la historia figurarán eternamente con un baldón que es mejor no sancionar en este momento. Por eso, desde que compramos los ferrocarriles ha habido sabotaje, como ha habido sabotaje con los teléfonos desde que son nuestros. Quiere decir que, dentro de esa gente que realiza el sabotaje, están los ejecutores de otros que los dirigen desde la sombra. Es en tal virtud que, al tomar posesión de estos medios de comunicación, hoy argentinos, debemos pensar que todos los hombres de gobierno llevamos una gravísima responsabilidad, pero que también tenemos en la mano una autoridad extraordinaria para proceder por todos los medios, aún los más violentos, contra los saboteadores de nuestros servicios públicos. Todo ello me ha hecho meditar en la necesidad de elegir para este cargo a un hombre que tenga la energía, la decisión y el peronismo necesarios para cumplir bien sus funciones. En toda esta larga lucha que venimos sosteniendo, si hay un hombre a quien yo pueda haber aprobado en todas las ocasiones es el teniente coronel Castro. En la vida uno encuentra siempre dos clases de hombres: los que sirven y los que no sirven. Yo no soy de aquellos que creen que los hombres sirven para determinadas cuestiones. La técnica y la especialización es otra cosa, y entre ellos también los hay que sirven y que no sirven. Pero lo que me enseñó la vida es que hay hombres que sirven, y que entonces esos hombres sirven para todo, como también los hay que no sirven y que, por lo tanto, no sirven para nada. No sólo me refiero a la acción de los hombres, a sus conocimientos y a su capacidad, sino que espacialmente me refiero a su valor moral y a su honradez, porque por más inteligente, sabio y técnico que sea un hombre, si no tiene estos valores pasa a ser de los que no sirven para nada. El teniente coronel Castro, al hacerse cargo de esta Secretaría de Estado, asume frente a nosotros una enorme responsabilidad; pero él lleva también la más grande autoridad que puede tener un funcionario, porque cuando yo doy responsabilidad a un hombre le doy también la posibilidad de defenderla con su acción, poniendo en sus manos toda la autoridad que debe tener. Por esa razón estoy totalmente persuadido de que esta Secretaría de Transportes nace bajo los mejores auspicios. Tendrá con el andar del tiempo -cuando paulatinamente vaya tomando todos los servicios bajo su dirección y coordinación- una tarea sumamente difícil y compleja; para el tino, la capacidad, la energía y el carácter que le conozco al señor teniente corones, son para mí la garantía de que él ha de triunfar y de que su triunfo será de todos los argentinos. .............
1948-07-13
Ante los niños integrantes del coro polifónico del Colegio Salesiano de La Paz, Bolivia
Yo celebro muchísimo que ustedes hayan tenido la amabilidad de llegar hasta esta tierra de paz, de trabajo y de confraternidad. Los vínculos que nos unen son tan profundamente históricos y actuales que estaría casi de más que yo les dijese cuales son nuestros pensamientos y nuestros sentimientos para con los bolivianos. El señor embajador, que es un dilecto amigo mío y buen amigo de la Argentina, sabe bien cuanto estamos haciendo y trabajando para acercar a nuestros pueblos. Al recibir una delegación de niños que llegan de Bolivia, es para nosotros una satisfacción y un gran placer poderles ofrecer todo lo que tenemos, para que los días que permanezcan en esta los pasen lo mejor posible. Deseamos que en nuestro país nadie pueda tener privilegios, pero si ha de haberlos estarán reservados precisamente para los niños. Y no podemos dejar de pensar lo mismo para los muchachos de los países hermanos, con quienes compartimos los azares de la fortuna internacional, que pueden variar, pero que en manera alguna harán cambiar los sentimientos y la amistad que deben reinar entre nuestros pueblos. Nosotros, como personas mayores, representamos lo presente, que es tan efímero y tan corto. Ustedes, niños, representan en cambio lo futuro; son los que harán que los lazos que unen a la Argentina con Bolivia sean cada día más fuertes. Nosotros trabajaremos desde aquí por esa misma causa, pensando que en esa amistad y hermandad que defendemos va a descansar la futura felicidad, tanto de nuestro país como el de ustedes. Yo veo con profunda alegría esta visita de los niños bolivianos y les agradezco muchísimo a ustedes, que han hecho que esto sea posible. Por mi parte, les ofrezco cuanto sea necesario para que si lo desean, puedan permanecer unos días más aquí, como asimismo si quieren hacer algún viaje para conocer el país.
1948-07-15
Ante un grupo de estudiantes brasileños
Tendrán ustedes, todas las facilidades para poder visitar todo lo que estimen oportuno, sea con relación a la especialidad de sus estudios o de cualquier otro aspecto que promueva su interés. Contarán para ello con todas las facilidades, las más amplias, como las tienen ya las otras delegaciones de estudiantes brasileños que están visitando el país y que tanta simpatía despierta su presencia entre nosotros. No tengo más que recuerdos gratos de las gentilezas que me fueron dispensadas, cuando, como simple ciudadano, tuve la satisfacción de visitar el país de ustedes. Por lo tanto, ahora, en mi condición de Primer Magistrado, experimento especial satisfacción en brindarles a ustedes que representan la juventud estudiosa del país hermano, todas las facilidades que contribuyen a hacerles grata la estada en esta tierra, que por ser argentina debe llevarles a sentirse en la propia. Aquí podrán visitar cualquier punto del país, así como cualquiera de las diversas manifestaciones de nuestra actividad nacional. Espero, pues, a que la permanencia de ustedes, les permita experimentar al regreso, los mimos sentimiento que comprometieron mi gratitud cuando visite el gran país que es vuestra patria. ..........
1948-07-17
En la inauguración de la Primera Exposición de Salud Pública
No sería yo justo como aspiro a serlo siempre, si me substrajera al deseo de expresar públicamente mi felicitación al señor secretario de Salud Pública, por la inauguración de esta muestra, que para mí, como presidente de la Nación, tiene un significado claro: la interpretación de una nueva conciencia de la salud pública del país. ¿En que consiste esa conciencia? En lo mismo que consisten la conciencia social formada, la conciencia política en realización y la conciencia económica que estamos construyendo en el país. Antes, el individualismo había dejado a la colectividad argentina abandonada a sus propios medios. En lo social, se pretendía tener disociados a los trabajadores, impidiendo la organización del proletariado argentino. En lo político, se formaban sectas y partidos para dividir al pueblo argentino. En lo económico, existía una absoluta anarquía en la cual los intereses del país estaban por debajo de los intereses individuales y a la salud pública, existía un abandono absoluto frente a los males colectivos que afligen al pueblo, dejando a cada uno librado a sus propios medios en la defensa contra los males que aún azotan y azotaron al país durante tantos años. Nosotros vemos las cosas de distinto modo y luchamos por imponer nuestra manera de pensar, no con palabras ni con leyes que no se cumplen, sino con actos de gobierno y con realizaciones efectivas. Por eso, en lo social, estamos defendiendo al pueblo argentino en la conciencia de que, al hacerlo, defendemos a cada uno de sus trabajadores; en lo político, defendiendo la verdad y la realidad frente a la mentira y frente al fraude; en lo económico, defendiendo la economía argentina frente a las de cuatro o cinco consorcios capitalistas que pretenden explotarnos. Y esta acción tenía que llegar también a la salud pública para no dejar librado al individuo a sus propios medios. Era indispensable organizar la acción tendiente a la defensa de la salud pública con un sentido social, para defender a la colectividad contra el mal y no permitir la explotación del enfermo, a quien hay que curan realizando todo lo que sea necesario. Esta exposición, con todos sus pabellones, está mostrando el empeño de la Secretaría de Salud Pública para organizar la ciencia médica y anteponerla al avance del mal que había llegado ya, en algunos casos, a situaciones verdaderamente pavorosas. Los médicos argentinos habrán de recibir de esta exposición el beneficio moral que su conciencia de hombres de ciencia exigía, y también la Nación habrá de recibir sus beneficios de esta organización sanitaria, que en la vida biológica y moral preserva a los hombres por igual, igualándolos frente a la ciencia, para que en esto tampoco haya privilegiados, ya que la vida vale igual para todos. Por eso estoy persuadido de que el verdadero médico argentino, el que se debe a su conciencia de hombre de ciencia, el que se debe a su conciencia de argentino, ha de aplaudir nuestros actos. No nos aplaudirán los eternos especuladores de la ciencia, de quienes esta moda nada puede esperar. En nombre de esa ciencia y en nombre del gobierno de la Nación, presento mis felicitaciones al señor secretario y a todo el personal de médicos, empleados y obreros de Salud Pública, por esta muestra que hoy se inaugura. ................
1948-08-10
Ante integrantes de la Unión Sindical Universitaria
Yo veo con intensa satisfacción la organización estudiantil que desde hace tiempo esperamos. En el campo de las actividades universitarias, y de las escolares en general, cuando la gente de buena voluntad no se une para realizar una labor constructiva las personas de mala voluntad se juntan para emprender una obra destructiva. Esto es lo que a nosotros nos enseña la experiencia. Hasta ahora, este campo ha estado librado a la discrecionalidad de los hombres que han querido encarnar un movimiento universitario. En mi concepto, las fuerzas de destrucción triunfaron sobre las fuerzas de orden en la Universidad, y es así como ésta, en general, y todos los campos escolares en particular, han ido descomponiéndose paulatinamente. Todos los procesos de la vida son de organización o de descomposición; cuando no priva lo primero se impone lo segundo. Por esa razón hemos propugnado, desde los primeros momentos, la organización de la juventud argentina para una obra constructiva. Cuando he execrado la política dentro de la Universidad, me he referido a las actividades electoralistas y no a las que tienden a la defensa de la Universidad misma. Cuando los organismos, sean estos biológicos o institucionales, no crean sus propias defensas, caen en la enfermedad o en la descomposición. Nosotros somos los primeros interesados, desde el gobierno, en mantener una Universidad y una enseñanza general dentro del orden institucional. Pero hay varios órdenes institucionales. Uno abandona lo que de espiritual debe tener el movimiento y se organiza para el mal. La espiritualidad es la primera característica de una buena organización. Si esta no es espiritual, es inútil juntar hombres, porque se tendrán turbas y no organizaciones. Por esa razón, yo creo que lo primero que hay que darle a la Universidad Argentina, como a la enseñanza secundaria y a la primaria, es un alma. Sin ella, la enseñanza suele ser perjudicial en lugar de resultar beneficiosa. Preparar hombres no es una tarea simple, y para hacerlo hay que asegurarse que ellos sean buenos, ya que no hay nada más peligroso ni terrible que dar armas -no otra cosa es lo que se da a quien se enseña- cuando esas armas se han de poner en manos de una mala persona. Es necesario inculcar una moral, informar toda la enseñanza en esas columnas espirituales sin las cuales ella resulta negativa y hasta contraproducente. He afirmado que la República Argentina ha de iniciar en esta materia una nueva escuela filosófica, pero un tipo de filosofía integral, no aquella a la que nos tienen acostumbrados los últimos tiempos. Olvidando a los clásicos, para quienes la filosofía era la ciencia de las ciencias, la filosofía se ha convertido muchas veces en un instrumento de engaños y divagaciones incontroladas. En los comienzos de la filosofía, los griegos la estudiaron primero como ciencia de las ciencias y fueron desarrollándola después tópico por tópico, una por una, sin especialización, para conformar una ciencia integral. Después vinieron los metafísicos, que no sabían nada más que metafísica, pero, siendo la metafísica nada más que una pequeña parte de la ciencia, resultaron ser poseedores de un conocimiento unilateral, de un solo elemento espiritual que los llevó a la enorme cantidad de errores que cometió la humanidad. He dicho hace poco que el mundo poco tiene que agradecer a las últimas generaciones de hombres públicos que han regido sus destinos. Todas las generaciones, hasta la nuestra, han fracasado. Por lo menos es lo que podemos decir. De esta no sabemos si fracasará o no, pero poco tiene el mundo que agradecer a los hombres que la han conducido hasta nuestros días. Para llegar a esa conclusión no hay que hacer grandes elucubraciones; es suficiente observar el panorama del mundo, que nunca fue tan sombrío, ni ha presenciado jamás un caos como el actual. El mundo ha de salvarse por ustedes los jóvenes. De nosotros poco tiene que esperar después de lo que hemos hecho hasta nuestros días, llevándolo a la situación en que vive. Si la juventud no reacciona contra los errores de esas generaciones que han sido nefastos para el mundo, no sé donde esto terminará. Ustedes son los que tienen que salvarlo, y para ello tienen que reflexionar sobre los caminos que han de seguir. Si incurren en los mismos errores ¡pobre mundo! Pero señores, en estas luchas no todas son flores. Estas luchas significan esfuerzos y sacrificios. No se consigue nada duradero en la vida, sin esfuerzo y sin sacrificio. Les manifiesto esto, porque no solamente con entusiasmo se puede realizar una lucha de este tipo. Ustedes comienzan una lucha que ha de ser de sacrificio. Yo soy un hombre que me he formado en la lucha y que he accionado siempre en un medio de lucha. Para alcanzar la meta a que he llegado he tenido que sufrir muchos dolores y pasar por muchos sacrificios. Sin eso no se llega a ninguna parte. Por tal causa, es que les recomiendo que, para hacer una organización de este tipo, los que están dentro de ella deben estar resueltos a sacrificarse por el éxito de la acción. El que no se sienta con fuerzas para realizar un sacrificio de esta naturaleza debe abandonar y dar lugar a otro que se sienta con fuerzas para hacerlo, porque al iniciar la lucha deben prepararse, afilar las armas y estar listos para sacrificarse en esa lucha. Quizás ustedes no triunfen, pero han de triunfar los que vengan después de ustedes. La bandera que ustedes lleven será empuñada por otros muchachos que la llevarán adelante. Solamente así se puede triunfar. Yo interpreto que la lucha de ustedes es la misma que la mía, y en consecuencia, no habrá esfuerzos que yo no realice por poner el hombro y ayudar a la realización que ustedes mismo están empeñados en realizar. En ese sentido todo el apoyo, sin limitaciones, todo el apoyo de orden material, de orden espiritual y aún de orden institucional que nosotros podamos prestar a esta organización, deben descartarlo desde ya, pues está resuelto y se ha de prestar. En ese sentido, señores, he observado que los estudiantes, en general, son un poco meticulosos en pedir la ayuda. Son jóvenes, esa es la virtud que enaltece, y en la lucha señores, debemos de considerarnos ustedes y nosotros como hombres de una misma causa, y declarar desde ya que nos debe asistir una absoluta comunidad espiritual. Así se lucha. Sin esa aglutinación espiritual y sin esa formación de ideas, no se puede luchar. Sacrifiquen ustedes cualquier cosa a la unidad. Ya surgirán posiblemente, pequeñas divisiones. Pero el mal estaría en dejarlas proliferar: deben matarlas de raíz cuando aparezcan. Es indispensable sacrificar un gran hombre por una gran causa, y en esto señores, deben escalonar, como escalono yo los objetivos para cumplir con el país. Primero está el país, y a eso se sacrifica todo. Después está nuestro movimiento y a eso se sacrifican los hombres, si es necesario. Por el país se sacrifica el movimiento cuando es indispensable. Por el movimiento se sacrifican los hombres, cuando también sea necesario. En esto priva el espíritu colectivo sobre el individual. El que está en una lucha de esta naturaleza, debe sacrificar su personalidad a las necesidades y conveniencias de conjunto. El hombre que quiere personalmente imponer su voluntad, para un organismo, no es un hombre de organización. El sirve solamente para una cosa: para mandar. Y como el que manda es solamente uno, el tiene que esperar a que le llegue el turno para mandar, si quiere mandar. Pero cuando se trabaja en organismo, cada uno debe obedecer, que es una condición siempre más constructiva; pero más difícil también. Mandar es lo más fácil que hay; lo más difícil es obedecer. Por eso en organismos de esta naturaleza cada uno pone de sí todo cuanto puede para servir a una idea de conjunto. Las ideas individuales, si no están al servicio del conjunto, poco valen, y puedo decirles esto porque ya tengo experiencia en la formación de organizaciones de este tipo. Lo primero que surge son las divisiones. No se dividan porque en cuanto ustedes así procedan, empezará la descomposición y van al fracaso. Yo debo decirles esto a ustedes, que son muchachos porque yo ya soy un viejo que está luchando por seguir siendo muchacho. En esto señores, la lucha es lucha de conjunto. Mantengan ustedes una absoluta disciplina, disciplina estudiantil si quieren, que es también otro tipo de disciplina; porque algunos creen, cuando se habla de disciplina, que no hay más disciplina que la militar. La disciplina militar no tiene nada que hacer entre ustedes. Eso sirve y está bien para el Ejército, pero ustedes deben de tener otra disciplina; una disciplina de fondo, subordinándose a los objetivos de conjunto y haciendo, cuando están solos lo mismo que harían cuando están delante de sus compañeros: sirviendo con lealtad, con sinceridad y con verdadero sacrificio a la causa. En esa forma se triunfa, de otra manera se fracasa. El hombre debe hacer su examen introspectivo y ver si, al ocupar un puesto en una organización de ese tipo, es capaz de someterse al sacrificio a que es necesario someterse; a la obediencia que es preciso cumplir y a la colaboración que es necesario prestar al organismo. Si en ese examen aprecia que es capaz de cumplir, debe permanecer; de lo contrario, debe dedicarse a otra tarea, ya que en cualquier parte puede servir a la causa, de acuerdo con la propia personalidad. Después de estas palabras previas, vamos a examinar la parte formal de este asunto. En primer lugar, quisiera que me explicaran cómo se ha hecho la organización si es de tipo integral o solo parcial, porque es necesario abarcar todas las universidades. Señor Fonseca: Nuestro objetivo inmediato ha sido la constitución de la Unión Sindical en todos los institutos, facultades, colegios nacionales y escuelas técnicas de la capital, con miras a la futura constitución de la Unión Sindical Universitaria Argentina, para lo cual vamos a comenzar de inmediato a ponernos en relación con los grupos revolucionarios de cada una de las universidades del interior. Señor presidente: Tengo entendido que en la Universidad de La Plata ya está constituida una entidad semejante. Señor mayor Aloe: Hay en todas las universidades. Se va a convocar a un congreso, con delegados de cada una de las universidades, que se realizará en Buenos Aires; en él se echaron las bases de la Unión Sindical Universitaria Argentina y se elegirán las autoridades nacionales. Señor presidente: Sería interesante hablar con los estudiantes de cada una de las distintas universidades del interior, antes del congreso, para que nos pongamos todos en la misma tónica. Señor Fonseca: En la capital, hay un sindicato en cada facultad; los aquí presentes son miembros de sus comisiones directivas. También hay un sindicato en cada colegio nacional, en el Instituto del Profesorado y en las escuelas técnicas dependientes de la Secretaría de Educación. En las escuelas dependientes de la Dirección Nacional de Aprendizaje y Orientación Profesional, también hay algunos sindicatos. Señor presidente: Ahora son veinte mil, después serán cincuenta mil y dentro de poco cien o ciento cincuenta mil. Muy bien: sobre esta cuestión de los sindicatos ya hemos de hablar después extensamente, porque en esto tengo cierta experiencia. Hace mucho que estoy en contacto con los sindicatos y me place enormemente que ustedes se hayan organizado así, no porque yo sea sindicalista, puesto que en el fondo yo soy universalista, pero yo uno todo lo bueno que puede tener el sindicalismo. Siempre trato de seguir el derrotero contrario a todo lo que sea sectarización, y el sindicalismo es contrario a la sectarización. El fracaso del socialismo y del comunismo se debe a la sectarización. Por sectarios van a desaparecer, porque en la lucha el hombre no puede renunciar a las armas con que cuenta, sino que tiene que valerse de todas las que puede poseer. Cuando ustedes hagan el servicio militar van a observar que hay hombres que son partidarios de la artillería, otros de la caballería y otros de la infantería. Todas esas son ciertas formas de sectarismo, porque el ejército no puede combatir con una sola arma. Para combatir es necesario recurrir a la infantería, a la artillería, a la aviación, a la caballería, a los paracaidistas, etcétera. Imagínense cañones poderosos y formidables que vencerían de lejos; pero para combatir cuerpo a cuerpo tiene que utilizarse el puñal. Aquel que fuera partidario del cañón fracasaría en la lucha de cerca y lo vencerían. En las luchas sindicales pasa lo mismo. Hay hombres que renuncian a distintas formas de lucha porque están sectarizados. En la lucha hay que usar todo lo que está a disposición. Por eso yo encuentro acertado que ustedes hayan erigido un sindicato en vez de una organización estudiantil de otro tipo, porque, repito, no es que yo sea partidario del sindicalismo, sino porque utilizo de él todo lo que tiene de bueno. El sindicalismo, como todas las cosas, es bueno en cierta medida, sobrepasada la cual comienza a ser malo. ¿En qué consiste lo bueno del sindicalismo? En primer lugar, la bondad del sindicalismo está en el tipo de organización que es netamente popular, que no tiene círculos cerrados y que no actúa nunca por individuos ni por círculos, porque estos se destruyen dentro del sindicalismo. En el sindicalismo nadie lucha para un hombre sino que lucha para una organización. La resistencia admirable que la clase obrera ha ofrecido en su lucha con otros intereses, a pesar de estar sometida a enormes presiones, se debe al tipo de organización sindical que eligió. El que ideó el sindicalismo fue un hombre muy inteligente; en el mundo todo ha sucumbido menos la organización sindical. Todos los gremios, para bien o para mal, están organizados sindicalmente, y si resisten, por más que aprieten, es debido a ese tipo de organización. Mientras más los presionan más resisten, porque es un tipo de organización convergente. En nuestro país la organización política es divergente. En cuanto aparece un hombre van formándose detrás de él grupos políticos que van disociándose y combatiéndose entre sí. Por esa razón hay que estudiar un poco también en que consiste la organización sindical. En primer lugar, señores, el sindicalista, el hombre que forma un sindicato, retiene bien permanentemente y patente esa frase que yo he dicho para nuestro partido: que todos sean artífices del destino común, pero ninguno instrumento de la ambición de nadie. Eso es lo básico. Se lucha por al organización no se lucha jamás por un hombre de la organización. Señores: lo único que vence al número y que sobrevive al tiempo es la organización. Los hombres no han conseguido vencer ni al número ni al tiempo. De manera que lo que hay que hacer son organizaciones férreas, con hombres y no con un hombre. A pesar de todo lo que se diga, yo soy un hombre totalmente enemigo de los personalismos. Lo único que perdura, lo único fuerte que vence al número y al tiempo, son las organizaciones. ¿Cuáles son los peligros, del sindicalismo? Las desviaciones en la consecución de los objetivos. Al sindicalismo, como es obra de muchos hombres, le falta unidad de acción, unidad de concepción, porque una cantidad de individuos interpretan las cosas de distinta manera. Una organización centralizada como una comunidad, puede llegar a la unidad de concepción y a la unidad de acción. El organismo también puede llegar si en sus estatutos, declaraciones de principios y carta orgánica se establece claramente que es lo que se persigue, y si dentro del órgano a cada uno se le obliga a cumplir los postulados fijados. Pero esto es mucho más difícil que cuando está en manos de un solo hombre que es quien concibe, y el sólo hombre que realiza. Cuídense de ese peligro porque es el más grande de todos, pues la falta de unidad de concepción lleva a la falta de unidad de acción; esta lleva a los esfuerzos divergentes y estos llevan a la disolución. El otro grave peligro es el de sectarización, porque el sindicalismo mal organizado termina por canalizarse detrás de una causa única, y eso conduce fatalmente a la sectarización. Para ustedes eso sería otro peligro terrible. Es necesario escapar de todos los peligros del sectarismo. Mediten mucho sobre lo que les digo y llegarán a la conclusión absoluta de que todo eso es verdad. Verdad abonada por una observación permanente de estos problemas en las masas argentinas y por la experiencia personal que he adquirido en el manejo de estas grandes organizaciones. Los estudiantes deben dar un ejemplo de sindicalismo constructivo manteniendo una absoluta libertad dentro de la organización y una absoluta obediencia a los fines de la misma. No es fácil dejar libre al hombre para que juegue en un espacio determinado, pero ustedes deben conseguirlo. Para ello deben tener en cuenta tres factores fundamentales, el primero de los cuales es la coordinación espiritual. Esta se obtiene con una doctrina. Todos estos movimientos deben realizarse sobre la base de una doctrina. Ustedes tienen la doctrina peronista, que no es doctrina política sino nacional y sirve para cada una de las organizaciones internas del país. Días pasados se me criticaba porque se decía que había mandado al Ejército nuestra "Doctrina Peronista". Yo contesté que el que afirmaba eso era un ignorante. He sido profesor de Estrategia en la escuela Superior de Guerra, durante diez años, y sé bien que un ejército no puede tener sino una doctrina militar. Por ella, todos los militares conocen una situación real; sobre la base de ese conocimiento la aprecian de una manera parecida, para llegar a una resolución similar y, en consecuencia, actuar dentro de una norma más o menos general. Es decir, de una misma manera de ver surge una misma manera de apreciar y de una misma manera de apreciar surge una misma manera de resolver. La doctrina militar sale de la doctrina nacional. Un país sin doctrina es un país sin alma, y la doctrina no se sabe sino que se siente, se penetra, se comprende. Es lo que sucede en muchos aspectos de la vida. Algunas veces me han dicho que nunca he sido político. Es verdad. No lo he sido nunca ni lo seré, porque el día que yo fuera político, estaría perdido, ya que me dedicaría a aprender la política y la política no se aprende, se comprende. Por esa razón hay políticos que durante 50 años han actuado en política sin comprenderla y hay hombres que la han comprendido sin haberla practicado jamás. El procedimiento de uno y de otro en la vida política resulta totalmente distinto. Independizarse de los prejuicios de la política, es la liberación más grande del alma del hombre que actúa en ese campo, y ese concepto quiero inculcar a las masas argentinas. La base de la organización y de la coordinación de la acción de un organismo está en la unidad de espíritu. Todos deben pensar y sentir de una manera similar. Organizarse materialmente sin tener esa unidad espiritual, es preparar el fracaso y el resquebrajamiento a corto plazo de la organización. Nosotros tenemos una doctrina, practicamos una doctrina, sentamos una doctrina, que es esa doctrina que hemos cristalizado en algunas conclusiones sintéticas. Esa es la base de nuestra organización. Después hay que formar cuadros dirigentes. La organización de las masas, ya sean estudiantiles o de cualquier otra naturaleza, valen según valgan sus dirigentes. No soy de los que creen que la masa no piensa, como dicen algunos; que la masa solamente siente. Hay que hacer pensar a la masa. Eso de que la masa no piensa es de políticos para hacer ellos así lo que discrecionalmente se les ocurriera. Por eso nunca le dicen a la masa qué es lo que hay que hacer y cuáles son los problemas nacionales a resolver. En esa forma ellos lo resolverán todo a su paladar. Es mentira. Hay que hacer pensar a las masas. Ese analfabeto que golpea un terrón, puede pensar en un problema nacional. Hay que hacer que lo piense. Por eso el dirigente tiene una importancia extraordinaria, porque la masa ve el problema de acuerdo como se lo presenta un dirigente, y si éste es malo, la masa termina por ser mala. Si él enfoca mal, la masa terminará por equivocarse. De ahí la necesidad de tener buenos dirigentes. El buen dirigente es un conductor, y éste debe tener algo de artista. La conducción es un arte y el artista nace, no se hace a dedo, por decreto ni por elecciones. ¿Como se descubre el conductor? La masa tiene un olfato fino para descubrirlo. Lo percibe, lo huele. Por eso el dirigente no se hace, sino que surge de la masa. Mientras los ejércitos griegos eligieron a sus generales siempre resultaron victoriosos; pero cuando sus generales fueron impuestos por los gobiernos, los griegos sucumbieron frente a los romanos. Esa es la lección más grande de la historia en cuanto se refiere a los conductores. Alejandro y Ciro se formaron solos. Como consejo, eso es lo único que puedo decirles; que no digiten dirigentes. Dejen que salgan solos. Esos que tienen condiciones se van a imponer solos y ellos serán los dirigentes. Cuando ustedes quieran sustituirlos por otros, por amistad o por simpatía, se van a equivocar. Dejen que la masa, dejen que los muchachos elijan los hombres que han de dirigir. Yo nunca elijo: los hombres surgen. Si alguna vez el pueblo se equivoca al elegir me pongo contento porque a fuerza de equivocarse aprenderán a elegir el dirigente. Piensen mucho cuando tienen que elegir a alguien porque después lo tendrán que sufrir. Esto es un consejo que les da la experiencia y el sentido común. El conductor sea grande o chico, debe poseer algo de artista, porque la conducción es creación permanente; hay que ir creando cosas nuevas. El arte de dirigir presupone creación, porque de lo contrario no sería arte. En cuanto, señores, al resto de la organización material, consiste en reunir masas de muchachos que sientan y piensan como ustedes. A aquellos que hay que pagarles para que se acoplen, en mejor tenerlos enfrente que al lado. Estos movimientos son eminentemente espirituales; hay que convencer al hombre, pues es inútil pretender incorporarlo a nuestro movimiento en otra forma. Ya hay demasiados peronistas que vienen por otras causas que por el entusiasmo y la comprensión de nuestro movimiento. Los del otro bando también vienen, y por la misma causa que por estos peronistas a que me refiero: por conveniencia. Nosotros no tenemos oposición, sino opositores, y éstos, a menudo, conversan también con nosotros. Vienen a pedir la pitanza, como todos los demás; de manera que sabemos a que atenernos. Por eso digo que, dentro del movimiento estudiantil -si bien dentro del movimiento general de los hombres viejos, llenos de vicios unos y de virtudes otros, este panorama es tolerable- entre los muchachos es intolerable. Desgraciado el país que tiene jóvenes con esa inclinación a su edad, cuanto todos ellos deben ser idealistas rectos, leales y sinceros. Los muchachos son como esos libros flamantes, satinado el papel, limpio y puro. Después, a fuerza de leerlos, los libros se ajan, se ensucian y se marchitan; así son los hombres. Por eso sería intolerable que en una organización de muchachos prevalecieran los vicios que nosotros observamos en las organizaciones de los hombres viejos. Esta organización, primero espiritual y con unidad de doctrina; segundo, en la estructuración orgánica material de los cuadros y de las masas que componen el movimiento, ustedes tienen que ser juiciosos en su preparación. Tienen que trabajar incansablemente para convencer a los hombres, pues yo creo que es lo fundamental; el que firme la ficha es secundario. Decirle: ¿como piensa usted?, ¿qué piensa de esto?, ¿qué le parece el país?, ¿qué es lo que hay que hacer por él?, ¿se anima a trabajar por él? Es decir, persuadirlo. Entre los muchachos estudiantes la persuasión es la base. Después de eso, señores, organizados ustedes aquí en la Capital, haremos lo mismo en el resto del país. Y ahora viene la parte que me interesa a mí ofrecerles. Yo también he sido estudiante y, como ustedes, no andaba muy abundante de fondos. Si bien es cierto que la plata no hace la felicidad ayuda a lograrla. Se que ustedes necesitan locales y que un buen local contribuye a una buena organización. Nosotros tenemos ese local de la ciudad universitaria en la calle Corrientes, bien situado, al que hay que agregar unos cuantos pisos más, tarea en la que se está trabajando actualmente. Yo les voy a entregar a ustedes esa casa para que puedan tener la organización general de la Unión Sindical Universitaria Argentina, y también el local de la ciudad de Buenos Aires. Creo que hay un piso ya listo y habilitado. Pondremos a su disposición todos los muebles y elementos necesarios para que puedan desde ya empezar a trabajar. Se trata de un edificio que ha de tener seis pisos, y en él contarán también con las comodidades necesarias para hacer más amable la vida, tal como con justicia lo desean los muchachos y las muchachas. ..................
1948-08-11
Mensaje al encenderse los hachones de la "Llama de la Argentinidad" que dieron comienzo a los homenajes al general San Martín
Pueblo de la Nación: La llama de la argentinidad, que recorrerá los caminos de la patria conducida por la juventud y custodiada por la devoción ciudadana de toda la República, simboliza en su luz ardiente una afirmación de nuestra voluntad de insertar el presente en la razón histórica y una insobornable vocación de preparar el porvenir. Los pueblos de vida auténtica y definida son aquellos que, con plena conciencia de su historia y de su linaje, conceden primacía a su futuro, y lo van creando día a día en la conciencia de los hombres, con el imperativo de un quehacer nacional ineludible en el cual se funden todos los ideales y los sueños. Las conmemoraciones que se nutren en el recuerdo solemne del pasado despiertan esa visión ideal rectora de nuestros actos, como individuos y como Nación. Por eso, convoco a mi pueblo, bajo la advocación sagrada de su numen, el general don José de San Martín, para provocar en él una suerte de cosmovisión emocional que impregne de voluntad de futuro nuestra existencia actual. Encendida en la lámpara votiva que arde perennemente en el peristilo de la Catedral Metropolitana de Buenos Aires, símbolo de nuestro Padre de la Patria, va esta lumbre sagrada a todas las capitales de la nación. Sea ella, en el presente y el futuro, la luz que señale el derrotero del pueblo argentino, en marcha hacia sus grandes destinos, porque ella sintetiza el esfuerzo y la visión de las generaciones del pasado, la inquietud y firme voluntad de la presente y el legado más valioso que entregaremos a las del porvenir. Que arda por los siglos de los siglos, custodiada y veneradas por los pueblos, bajo la paternal mirada de Dios, que la protege. ...............
1948-08-12
Fue celebrado ayer el 142ª aniversario de la Reconquista de Buenos Aires :
Jóvenes argentinos: La juventud argentina del año 2006 querrá volver sus ojos hacia el pasado y exigir a la historia una rendición de cuentas encaminada a enjuiciar el uso que los gobernantes de todos los tiempos han hechos del sagrado depósito que en sus manos fueron poniendo las generaciones precedentes, y también si sus actos y sus doctrinas fueron suficientes para llevar el bienestar a sus pueblos y para conseguir la paz entre las naciones. Por desgracia para nosotros, ese balance no nos ha sido nada favorable. Anticipándonos a él, para que conste al menos nuestra buena fe y confesemos lealmente que ni los rectores de los pueblos ni las masas regidas, han sabido lograr el camino de la felicidad individual y colectiva. En el transcurso de los siglos, hemos progresado de manera gigantesca en el orden material y científico y si cada día se avanza en la limitación del dolor, es solamente en su aspecto físico, porque en el moral el camino recorrido ha sido bien pequeño. El egoísmo ha regido muchas veces los actos de gobierno y no es el amor al prójimo, ni siquiera la comprensión o la tolerancia, lo que mueve las determinaciones humanas. Esa acusación resulta aplicable tanto a los pueblos como a los individuos. Cierto de que en unos y en otros se dan ejemplos de altruismo, pero como hechos aislados de poca o de ninguna influencia en la marcha de la humanidad. Es cierto que en ocasiones parece que se ha dado un gran impulso en favor de los nobles ideales y de las causas justas; pero luego la realidad nos llama a si y nos hace ver que todo era vana ilusión. Apenas terminada una guerra, ponemos nuestra esperanza en que ha de ser la última, porque las diferencias entre las naciones se han de resolver por las vía del derecho aplicado por los organismos internacionales. Pocos años bastan para demostrarnos con un conflicto bélico de mayores proporciones el tremendo error en que habíamos caído. Hasta el aspecto caballeresco de las batallas se ha perdido y hoy vemos con el corazón empedernido como al cabo de veinte siglos de civilización cristiana, caen en la lucha niños, mujeres y ancianos. Apenas un conflicto social ha sido resuelto, vemos asomar otros de más grandes proporciones, no siempre solucionados por las vías de la inteligencia y de la armonía, sino por la coacción estatal o de las propias partes contendientes. En cada momento prevalece el más fuerte, no el mejor derecho. Frente a esta lamentable realidad: ¿de que han servido las doctrinas políticas, las teorías económicas y las lucubraciones sociales? Ni las democracias, ni las tiranías, ni los imperialismos antiguos, ni los mismos conceptos modernos, han sido suficientes para aquietar los espíritus, para pacificar las pasiones o para coordinar los anhelos. La libertad misma queda limitada a una hermosa palabra de muy escaso contenido, pues cada cual la entienda y la aplica en su propio beneficio. El capitalismo se vale de ella no para elevar la condición de los trabajadores procurando su bienestar sino para deprimirlos y explotarlos. Los poseedores de riqueza no quieren compartirla con los desposeídos sino acapararla y monopolizarla. E inversamente los falsos apóstoles del proletariado quieren la libertad más para usarla como arma en la lucha de clases que para obtener lo que sus reivindicaciones tengan de justas. No ha empezado a alborear el liberalismo económico cuando para impedir sus abusos tiene el Estado que iniciar una intervención cada día más intensa a fin de evitar el daño entre las partes y el daño a la colectividad. Pero tampoco su intervencionismo constituye remedio eficaz porque o es partidista o trata de anular las libertades individuales y con ellas a la propia persona humana. El mundo ha fracasado. Más este fracaso ¿será tan absoluto que no deje el mínimo resquicio a la esperanza? Posiblemente podamos mantener el optimismo con la ilusión de que el avance de la humanidad hacia su bienestar es tan lento que no lo percibimos; para que de cada evolución como de cada revolución queda una partícula, una pequeñísima partícula, aprovechable para el mejor desarrollo de la humanidad. El avance es invisible y está oculto por los propios vicios a que antes he aludido. Pero no por eso deja de existir. Se haría más perceptible si cada uno de nosotros de despojase de algo propio en beneficio de sus semejantes, si tratase de dirimir las discordias con la razón y no con la violencia. Dentro de mis posibilidades, así he procurado hacerlo y en ese sentido he orientado mi labor de gobernante. Válgame por lo menos la intención y sea ella la que juzguen y valoren mis críticos del porvenir. La humanidad debe comprender que hay que formar una juventud inspirada en otros sentimientos, que sea capaz de realizar lo que nosotros no hemos sido capaces. Esa es la verdad, es la amarga verdad que la humanidad ha vivido y es también la verdad más grande que en estos tiempos debemos sustentar sin egoísmos, porque me han conducido más que a desastres. En nuestra querida Argentina el panorama descrito se ha sentido sin ser cruento, pero en el orden general los hechos prueban que no ha sido el acierto la resolución que ha precedido nuestra realidad. La independencia política que heredamos de nuestros mayores, hasta nuestros días, no había sido efectivizada por la independencia económica que permitiera decir con verdad que constituimos una Nación socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana. Por eso nosotros hemos luchado sin descanso para imponer la justicia social que suprimiera la miseria en medio de la abundancia; por eso hemos declarado y realizado la independencia económica que nos permitiera reconquistar lo perdido y crear una Argentina para los argentinos, y por eso nosotros vivimos velando por que la soberanía de la patria sea inviolable e inviolada mientras haya un argentino que pueda oponer su pecho al avance de toda prepotencia extranjera, destinada a menguar el derecho que cada argentino tiene de decidir por sí dentro de las fronteras de su tierra. Contra un mundo que ha fracasado, dejamos una doctrina justa y un programa de acción para ser cumplido por nuestra juventud. Esa será su responsabilidad ante la historia. Quiera Dios que ese juicio les sea favorable y que al leer este mensaje de un humilde argentino, que amó mucho a su patria y trató de servirla honradamente podáis, hermanos del 2006, lanzar vuestra mirada sobre la gran Argentina que soñamos por la cual vivimos, luchamos y sufrimos. ....................................
1948-08-17
En el acto en plaza San Martín ante estudiantes secundarios que realizaron una marcha de antorchas denominada "Procesión de la argentinidad"
Jóvenes argentinos: Llegamos, una vez más, a esta histórica plaza para glorificar en el bronce al arquetipo de nuestra nacionalidad; al más grande de los argentinos; al Padre de la Patria; al general Don José de San Martín. Me han pedido que yo haga una alocución, probablemente con la intención de que encienda vuestro corazón de patriótico reconocimiento al general San Martín. Yo prefiero improvisaros una lección de historia, como las que he tenido por costumbre ofrecer durante años a mis queridos alumnos de la Escuela Superior de Guerra. La vida de San Martín constituyó la más gloriosa de las de todos los argentinos de nuestra historia. La vida de San Martín no es para ser solamente mentada: es para ser imitada, para que sirva de ejemplo a los argentinos y para que desde la muerte siga acaudillando a muchos millones de argentinos. San Martín fue el hombre de una causa, de ahí su extraordinaria grandeza. A esa causa ofrendó su vida; a esa causa rindió su espada; para esa causa fue genio, y por esa causa fue proscrito. Corría el tiempo de los años 1815-1816; en ellos, parecía que la causa de la patria estaba perdida, como si el sol de la libertad hubiera sido eclipsado por la desgracia. El orden interno empezaba a entrar en la anarquía. Los caudillos comenzaban a asomarse. La capitanía general de Chile, en poder del enemigo, sólo obedecía a las órdenes de Marcó del Pont. El Alto Perú, dirigido desde Lima, estaba totalmente en poder de los realistas. Paraguay se había segregado del Virreinato. Uruguay, en manos de los realistas, soportaba el sitio y la amenaza de una invasión portuguesa. En Cádiz se preparaba la más grande expedición que habría arribado hasta entonces al Río de la Plata. Solamente Buenos Aires era el refugio de la independencia de estas tierras; el resto de América, donde no gemían bajo el mando de la opresión, no creían ya en el milagro de nuestra libertad. Como siempre ocurre en los tiempos difíciles, surgieron entonces en nuestra tierra grupos de hombres flojos y grupos de hombres fuertes. Los hombres flojos mandaron a un embajador para que se entrevistara con Lord Stranford, embajador de Su Majestad Británica en Río, a efectos de ofrecerle que tomase el gobierno y asumiese la protección de estas tierras. Se dijo que la empresa de San Martín era una quimera inalcanzable. Se dijo más: que San Martín era un ambicioso y un ladrón. La historia, -es verdad y es justicia o no es historia-, ha debido reconocer el extraordinario valor de San Martín frente a la confabulación de los otros. San Martín realizaba en Mendoza el trabajo que solamente realizan los grandes de corazón y los grandes de ingenio. Pero los hombres flojos intentaron deponerlo de su gobierno de Cuyo, para que no pudiera llevar a cabo la expedición proyectada. El pueblo de Cuyo, tantas veces glorioso, se levantó entonces e impuso por la fuerza a San Martín en el gobierno. Él, allí con los fuertes; con los hombres a quienes la patria todo les debe levantó un ejército; con esos pobres paisanos a los que hoy recordamos en el Soldado Desconocido de la Independencia; con ese pueblo que dio todo a la patria; con ese pueblo jalonó los caminos de América con los signos de las cruces de sus sepulturas, mientras cuatro politicastros seguían difamando y calumniando al Gran Capitán de los Andes. Mediante ese corazón bien templado se paró al enemigo en el Norte, se transpuso los Andes, se cubrieron de gloria en Chacabuco, glorificaron hasta el numen de esos hombres extraordinarios en Cancha Rayada y Maipú; después el Perú; después el ostracismo. Esa es la historia de ese hombre que al volver varios años más tarde al Río de la Plata, rehusó el gobierno diciendo que quería dar a los hombres que tanto mal habían hecho a la República, el ejemplo de demostrarles la diferencia que hay entre un hombre de bien y un malvado, según sus textuales palabras. Él sólo fue el hombre de una causa: la causa de la patria. No lo entristecieron ni la calumnia ni la intriga, porque el corazón granítico de los hombres templados en la lucha no cede ni ante la acción destructora de tiempo, ni ante la calumnia o la intriga de los hombres. Por eso San Martín es dos veces grande: venció al enemigo y se venció a sí mismo con un renunciamiento que le hizo el más grande entre los grandes. Jóvenes argentinos: esta es la lección que en los tiempos perdurará mientras haya un argentino de corazón bien templado. El mundo está formado por hombres fuertes y por hombres flojos. Nuestra generación es la generación de una causa. Hemos de luchar por ella si somos fuertes e iremos a pedir la ayuda a terceros si somos flojos. No debemos ir a buscar ejemplos ni imitaciones en ninguna parte, cuando tenemos en nuestra historia la página más pura que la humanidad ha producido hasta nuestros tiempos. No debemos buscar inspiraciones extrañas cuando el general San Martín, allá en los Andes, hace más de cien años, dejó escrita para todos las generaciones argentina la gloria y la forma de alcanzarla. ..........
1948-08-20
Declaraciones para el diario Democracia
La personalidad de un ciudadano prominente, mucho más si como en nuestro caso se trata, precisamente, del presidente de la Nación, es materia y tema frecuente de la consideración y la opinión de sus connacionales. Nadie, en verdad, se siente desposeído del derecho de juzgar actitudes, costumbres y hábitos, expresiones y actos; con buena o mala fe.- Y la realidad es que el ejercicio de ese derecho como todos, está facilitado por la modalidad peculiarísima del primer magistrado de los argentinos, afanoso de hallarse en permanente comunicación con su pueblo, sin que su espontaneidad, desusada dentro de las normas del empaque protocolar, tengan el sentido de especuliaridad, sino más bien de manera difícil captar, en una entrevista con el general Perón, algo que se "nuevo y atrayente" para los lectores de un reportaje, ubicados dentro de los límites del territorio patrio, por la razón sencilla de que los habitantes del país han adquirido la impresión de hallarse cerca de su Presidente, junto a él, conviviendo material y espiritualmente las vicisitudes de este magnífico acontecer nacional de los argentinos. La presencia de la personalidad presidencial ha llegado a ser, de esa manera, común y frecuente, tanto que cuando el pueblo no lo ve, lo presiente a su lado. Quizá por esto mismo, resulte más adecuado y elocuente traducir llanamente como lo vimos al Jefe del Estado, casi sin adjetivaciones. Sin nada de ostentación, el Presidente es una personal sencilla, en su trato y en su vestido y es oportuno recordar que rara vez usa su brillante uniforme de general de la Nación, mostrándose cómodo dentro de su modesto traje de ciudadano. Cumple su misión de gobernante con la naturalidad que impone la observancia del título para acercarse a la vida social, a la que podría llegar por legítimo derecho. "De casa al trabajo y del trabajo a casa", es su consejo y también su conducta. Un poco inquietos, estamos ya instalados en el despacho del Presidente y debemos confesar que las características del amplio recinto produce en nosotros alguna sorpresa. El general Perón trabaja en lo que fue el comedor de la presidencia y ni siquiera ha modificado su decoración. Cavilamos sobre los motivos que el indujeron a escogerlo entre tantas dependencias de la Casa Rosada y creemos que ha privado la abundancia de luz que penetra por los tres ventanales que dan al Paseo Colón y uno sobre la calle Rivadavia. La mesa de trabajo, colocada estratégicamente para recibirla, revela el deseo del general Perón de gozar de la máxima claridad solar. ¿No resulta promisorio este afanoso intento de vivir en la luz? En el centro, una mesa de reuniones rodeada de asientos. En todos los ángulos, un ambiente severo y discreto, sin butacones señoriales ni sofás muelles. ¿Para que estarían colocados allí ese tipo de muebles? ¡Allí comienza la jornada antes que asome el sol y finaliza con el manto de la noche! El saludo llega a nosotros cuajado de cordialidad. El gesto del presidente traduce cabalmente la expresión de la confianza; sin ostentación, pero también sin protocolos. La diestra amable y acogedora, la sonrisa prodigada sin exageraciones, arranca, espontánea y vigorosa, la inmediata simpatía. Simpatía que no es administrada ni, por lo tanto, interesada. Es ingénita. No podemos sustraernos al análisis y los episodios pasan por nuestra mente en imágenes vertiginosas. Recordamos la vez que dijo ser hombre capaz de vivir con unos pocos pesos, cuando sus adversarios fracasaron en el intento de usar con sarcasmo sus palabras, tomándola con la frialdad matemática de una cifra. Y, sin embargo, como expresión metafórica de que sus gustos y aficiones son exactamente iguales a las de cualquier ciudadano de tipo medio, ninguna refleja más adecuadamente la intergiversable realidad. Ofrecido un asiento junto a la mesa, manera delicada de facilitar al periodista sus anotaciones, la pregunta surge tras una breve y lógica vacilación. Es que estamos ante el Presidente de una gran Nación y frente a una figura excepcional. La exclusión de un diputado -Señor Presidente: Últimamente se ha producido un hecho de indudable interés político y de importancia, porque es excepcional en la vida parlamentaria del país. Un diputado ha sido excluido de la Cámara con motivo de palabras que se consideraron ofensivas para la propia Cámara y para la persona del titular del Poder Ejecutivo. Es natural que la opinión pública esté interesada en conocer su parecer sobre el caso. -Podría excusar mi respuesta -nos dice el general Perón después de breve concentración de sus ideas- con la sola manifestación de que no se trata de un asunto de mi competencia. La conducta de los legisladores, es juzgada por sus compañeros y no por el Poder Ejecutivo. En realidad no me preocupé del problema antes de producirse, ni me he preocupado después. En lo que personalmente me afecta porque yo, que soy temeroso de las censuras serenas y objetivas y que respeto todas las opiniones sensatas, no doy ningún valor político a las ofensas. Me gusta, por lo contrario, medir la bondad de mi obra más por el desconcierto de mis enemigos que por las alabanzas de mis amigos. Cuando para rebatir lo que he dicho en unos artículos, en lugar de razonar se me quiere agraviar, pienso que será porque he acertado con mis palabras. Así pues -continúa diciendo el general Perón-, lo único que podría conturbar mi ánimo en este episodio, es lo que las expresiones inadecuadas pudieran tener de peligroso para las mismas instituciones democráticas en que se producen o en que se toleran. Ya lo advertí en mi mensaje de este año la Honorable Congreso. Si los diputados de la oposición proseguían su táctica de violencia en la acción y en las palabras no podrían llamarse luego a engaño, por la decepción popular en cuanto a la eficacia del Parlamento. La historia contemporánea es muy aleccionadora en ese sentido. Peor para quienes no lo tengan presente. Ellos serán los agresores de la democracia. Constitucionalidad Las palabras presidenciales son categóricas, pero el cronista no considera agotado el tema. -General -nos aventuramos a decir- sus manifestaciones revelan la serenidad de su conducta en cuanto se refiere al aspecto personal del problema y su acierto en la manera de juzgar sobre el mejor medio de defender nuestras instituciones republicanas y representativas. Pero en la Cámara de Diputados primero, y en algunos diarios después, se ha puesto en duda la constitucionalidad de la medida. ¿Que piensa el señor Presidente de esta faz del asunto? -Pues pienso simplemente que ese aspecto de la cuestión sí que me afecta como ciudadano y como Magistrado que ha jurado ante el Congreso cumplir la Constitución. El texto del artículo 58 es bien terminante. La Cámara respectiva puede aplicar a sus miembros una de estas tres sanciones: mera corrección "por desorden de conducta en el ejercicio de sus funciones"; remoción "por inhabilidad física o moral"; y exclusión de su seno. El hecho de que el precepto no señale las causas de exclusión, contrariamente a lo que hace cuando se refiere a la corrección y a la remoción, ya indica que se trata de una potestad discrecional. La inmunidad del legislador afecta a los otros poderes de Estado, pero no puede quedar por encima de la soberanía de la propia Cámara. Precisamente por tratarse de sanción tan grave y de facultades tan ilimitadas, se exige un "quorum" elevado de votantes acordes. Vuelvo a repetir que en el caso actual ni quiero ni debo opinar, porque ya lo ha hecho quien tiene la jurisdicción necesaria. En un terreno doctrinal, puedo manifestar mi criterio de que estas sanciones no afectan para nada a la libertad de expresión de los legisladores. Lo que no veo es ninguna razón que impida castigar .y repito que no me refiere a ningún caso concreto- a quien no sabe expresar su pensamiento sino mediante agravios a sus compañeros de legislatura, a los electores o a otros poderes. Los precedentes legislativos -Si Legislaturas anteriores -prosigue el primer magistrado- expulsaron a un diputado por retirarse del recinto en señal de protesta por un acuerdo que le desagradaba ¡que no habrían hecho si hubiese proferido palabras ofensivas! Y qué se habría dicho de esta legislatura si, cuando se ha retirado la oposición, hubiese adoptado igual medida! Otro tanto cabe señalar respecto al caso de exclusión de diputados por negarse a concurrir a una sesión. No obstante, los cimientos de nuestra organización democrática no se conmovieron, sino que se afianzaron. Algunos han dicho que aquello era inevitable en los momentos incipientes de nuestra vida constitucional. Respeto la opinión, pero creo que con mejor fundamento se podría sostener que por lo mismo que la organización era incipiente se había de cuidar de no rozar sus esencias. En cualquier supuesto, el problema de la oportunidad de una medida es de apreciación subjetiva. No guarda relación con el texto ni con el espíritu de la ley. Puede publicar sus ideas El cronista ha seguido atentamente las palabras del presidente de la Nación. La verdad es que no puede hacer en menos palabras una mejor exégesis del artículo 58, ni una apreciación más acertada de la práctica constitucional. El general Perón ha hablado con total serenidad, como si estuviese razonando ante un auditorio en el examen teórico de los hechos. Ello nos anima a formular otra pregunta que tratamos de disfrazar con un ropaje objetivo: ¿Puede el Presidente de la Nación hacer manifestaciones políticas en artículos periodísticos? Aún siendo afirmativa la respuesta ¿puede hacerlo a pedido de agencias extranjeras? El General Perón sonríe. No era difícil advertir el alcance de la pregunta. -Naturalmente que puede. Puede y debe. La hipocresía de una de las peores condiciones de los individuos. Todos los días los presidentes americanos hablan ante los periodistas nacionales y extranjeros. ¿Por ventura piensan quienes me critican que esos presidentes ignoran que sus manifestaciones se van a difundir por todo el mundo? No ya acusaciones a partidos políticos sino la presentación de graves fallas en la organización social se han hecho patentes días pasados en una Nación americana por boca de su Presidente, sin que por ello se haya conmovido ninguna estrella de su firmamento. Se ha tomado simplemente como un propósito de combatir el mal. Reverencia todo lo argentino -En mis artículos he presentado los antecedentes del momento actual argentino tal como yo, con acierto o con error, pero con toda buena fe, los veo y los siento. Por eso, en uso de mi perfecto derecho he censurado la actuación de los partidos políticos. Lo que no he hecho ha sido agraviar personalmente a nadie. Me lo impediría mi investidura y mi propia estimación. Pero defender claramente mi política y combatir la de los demás en cuanto no estoy conforme ¡naturalmente que lo he hecho! ¡Como lo han hecho otros presidentes argentinos! ¡Y lo seguiré haciendo! Quienes pretenden que mis palabras van en descrédito de nuestra gloriosa historia y de nuestros grandes próceres, faltan a la verdad a sabiendas y desorbitan mis conceptos. No me importa, porque el pueblo sabe muy bien de mi reverencia hacia todo lo argentino. Una forma de esa reverencia es señalar los defectos y no encubrirlos. Lo que sucede -continúa el general Perón- es que aquí se olvida frecuentemente que el jefe del Estado no es en nuestra Constitución un Poder moderador, sino el titular del Poder Ejecutivo. Sus funciones en ese orden, es decir dejando aparte las que le corresponden representativamente, son las de un primer ministro de los países del otro sistema. En los sistemas de Poder moderador, el presidente, como el rey, es el fiel de la balanza entre el Parlamento y el gobierno. En los sistemas presidencialistas el presidente es, según preceptúa el artículo 86 de la Constitución nacional, el gobierno mismo; la distinción es fundamental y elemental y las consecuencias, en cuanto a las posibilidades de acción del presidente, se comprenden sin esfuerzo. Justicia y tranquilidad social No podemos, discretamente, insistir en el tema; pero la palabra del general Perón nos atrae con tal fuerza que tampoco queremos finalizar el diálogo. El propio Presidente nos anima a proseguir, preguntándonos a su vez, con sonrisa amable: -¿Alguna otra pregunta? -Si, señor Presidente. Cuando se habla con Vd. es imposible dejar de lado el problema social. Sobre esta cuestión el público espera siempre, ávidamente, sus declaraciones. ¿Querría decirnos cual es, en ese aspecto, la cuestión momentánea más importante? Como no es cosa -nos dice- de pasar revista al problema en toda su integridad, ni ello cabría en el espacio de una conversación me parece que lo más interesante es señalar la firme posición del gobierno en materia de justicia social. Lo principal por el momento es proceder de tal forma que no se presenten incompatibilidades entre esas normas de justicia y el interés nacional de incrementar y de normalizar la producción. La necesidad de una política de salarios justos, en ningún caso ha de poner en peligro el desenvolvimiento industrial, entre otras razones por la muy elemental de que de nada servirían nuestras medidas en favor de la clase obrera, si al mismo tiempo no conseguimos para la Argentina una industria cada vez más floreciente. Esto se logra animando al capital privado nacional y extranjero para que haga aquí sus inversiones, lo que difícilmente se obtendría si no se garantiza el desenvolvimiento normal de las empresas. Fomento de la inmigración -Vinculo -sigue diciéndonos el señor Presidente- este problema con el de la inmigración. Nos falta mano de obra y mano maestra. Tenemos que fomentar esa inmigración tanto para poblar el país como para absorber un fuerte contingente de obreros industriales bien seleccionados. En este sentido, una de las cosas que hemos de cuidar es evitar que, a pretexto de una inmigración necesaria, vengan a nuestro país trabajadores que no se dediquen a las labores previstas; que no vengan profesionales disfrazados de obreros industriales, ni obreros industriales fingiéndose campesinos. Han de ser tomadas las precauciones necesarias para que cada cual cumpla en nuestra tierra la misión que le haya sido encomendada. De ese modo habremos dado un gran paso en favor de la producción y del ordenamiento de la justicia social. Con estas palabras, pone fin el jefe de Estado a sus significativas declaraciones, que agradecemos en nombre de DEMOCRACIA y de sus millares de lectores que tienen de esta manera la oportunidad de conocer el pensamiento directo del general Juan Perón, acerca de temas y cuestiones de palpitante actualidad nacional. .................
1948-08-20
En el acto de clausura del Primer Congreso Nacional Obrero Textil
En primer lugar quiero agradecerles las amables palabras que han tenido para conmigo y para mi señora. Nosotros no hacemos sino cumplir con un elemental deber de nuestros cargos. Siempre el cumplimiento del deber, practicado con verdadero amor por una causa, es mucho mejor que cuando ese amor no existe. Terminamos de escuchar de los compañeros que han hecho uso de la palabra, conceptos tan juiciosos y tan lindos y que caen muy bien en el corazón de los argentinos de esta nueva Argentina. Los deberes del sindicalismo de nuestros días no son cosas que puedan tomarse a la ligera. En la Argentina el sindicalismo, tiene hoy una gran importancia, quizá la más extraordinaria de todo nuestro movimiento político y social. Podríamos dividir la historia del sindicalismo argentino en tres etapas: la primera, del sindicalismo inicial, que fue la lucha de algunos idealistas que habían sufrido las vicisitudes de su vida; la segunda fue la lucha del sindicalismo que comenzaba a organizarse contra una oligarquía poderosa; la tercera, que es nuestro sindicalismo. Nuestro sindicalismo se encuentra frente a una oligarquía derrotada y derrumbada. Es natural que en cada una de estas etapas el sindicalismo haya tenido distintas funciones. En la primera etapa del idealismo inicial del sindicalismo argentino, que lo componían cuatro o cinco dirigentes sin masa o con una masa sin conciencia social, su función era lanzar ideas, ir llevando a la mente y al corazón de los trabajadores la conciencia de unirse para defenderse mutuamente. En la segunda etapa, de lucha, los dirigentes habían conseguido infiltrar entre los trabajadores la idea de sus reivindicaciones y defensas, pero solamente a una pequeña parte de la gran masa obrera. En la tercera, la nuestra, que ya ha despertado una absoluta conciencia social en la clase trabajadora, que ha triunfado, que ha derribado a sus enemigos, el sindicalismo tiene otra misión: consolidar lo conseguido por este movimiento para no perderlo en el futuro. Afortunadamente, el buen juicio y la acción que se desarrolla en las masas trabajadoras argentinas permiten vislumbrar la seguridad de que habrán de mantenerse todas las conquistas logradas hasta ahora por la clase obrera. El gobierno está trabajando por consolidarlas, en el campo económico, haciendo que la economía capitalista, que estaba al servicio del capital, se cambie por otra que ponga el capital al servicio de la economía. Vale decir, reemplazar la economía capitalista de la explotación de las masas por una economía social. Esto es lo primero que hemos alcanzado el 17 de octubre. La transformación de la economía argentina la han conseguido ustedes con su trabajo, con su unidad y con la consecuencia que los trabajadores argentinos mantienen con su propia clase. Que haya algunos que no lo hacen y que trabajan con finalidades políticas, que no son las de las clases trabajadoras, ¿que nos puede importar cuando sabemos que el 95% de los trabajadores argentinos no ha de dar un paso atrás en las conquistas obtenidas? Esta responsabilidad del sindicalismo argentino es la que obliga a tener sindicatos serios y bien organizados, con los mejores dirigentes que puedan surgir de la masa, para que sean eficaces orientadores y representantes honrados y leales de los sindicatos. Esta es la tarea que les incumbe a ustedes. Son ustedes los que tienen que elegir dirigentes honrados y capaces, porque si se equivocan los tendrán que sufrir. Debo agregar que tengo la evidencia del buen juicio con que actúan los obreros argentinos. Después de referirse a distintos aspectos de la independencia económica expresó: Siempre que hablo de la independencia económica de la Nación lo hago con conocimiento de causa, porque la estamos realizando desde el gobierno en forma orgánica. Tenemos un plan que se va cumpliendo. Todo lo que se hace dentro y todo lo que se hace afuera, nosotros lo habíamos previsto. Por eso es inútil que algunos patrones, en cuya mente ha privado siempre el pensamiento de una explotación extraordinaria de sus obreros, simulen ahora ser más obreristas que yo. No nos debemos enojar por ello; lo que tenemos que hacer es aprovechar que se hayan puesto buenos. Ciertas maniobras estaban perfectamente previstas. Lo que no les voy a permitir es que aumenten los precios más allá de los precios que deben regir. Eso no lo aceptamos. Señores: la República Argentina representa en el comercio mundial un 3%, y, entonces, no podemos tener la pretensión de fijarle al mundo cual ha de ser la política económica, si de inflación o de deflación, es decir, si vamos hacia arriba o hacia abajo con los precios y salarios. Esto lo determina la economía de todo el concierto de naciones, puesto que nosotros no vivimos colgados en la estratósfera como una estrella sino que estamos ligados a todos los demás países del mundo. Y si en el mundo suben los precios y salarios, no podremos bajarlos nosotros porque llevaríamos al país a una crisis económica muy difícil de reparar. Observemos que en el mundo hay una curva máxima y una curva mínima de inflación y nosotros nos mantenemos en el término medio. De lo que yo me preocupo es de crear trabajo. Los explotadores aprovechan la abundancia de la mano de obra para hacer bajar su valor; es decir, toman el trabajo como una vulgar mercadería que obedece a la ley de la oferta y la demanda, de una ley que ellos manejan a su conveniencia. ¿Que le hemos hecho nosotros? Les hemos arruinado el negocio porque hemos creado trabajo; hemos puesto en movimiento la máquina a toda fuerza para que no haya un solo argentino que no tenga donde ganarse la vida. Y es tal en este momento la falta de brazos, que hemos creído conveniente traer inmigrantes. Antes no lo hemos hecho porque ¿para que íbamos a permitir que vinieran inmigrantes italianos cuando había argentinos desocupados? Con la solución de este problema, el de crear trabajo, hemos podido elevar el estándar de vida de la población. ¿Por que? Porque hoy sucede que en la Argentina hay tanto trabajo que vemos lo que no habíamos visto nunca: avisos por todas partes pidiendo operarios para esto y aquello. Antes sólo existían las bolsas de trabajo, en las que los trabajadores esperaban horas, días y hasta meses hasta que a alguno se le ocurría darle alguna tarea por una miseria de jornal. Hoy trabaja el padre, trabaja la señora, trabajan los chicos y trabaja todo el mundo. Algunos se preguntan como es posible realizar este milagro; de donde sacamos dinero para pagar los ferrocarriles, los teléfonos, la marina mercante, etcétera. La respuesta es sencilla: sale de donde salió siempre, pero hoy se trabaja y la gente puede producir la riqueza, porque está en condiciones de hacerlo. Se refirió luego a la prosperidad económica de la clase trabajadora, que se refleja en las cuentas en depósitos en la Caja Nacional de Ahorro Postal, y añadió: Esto está demostrando que, contrariamente a lo que algunos aseguran, estamos conformando una clase trabajadora consciente que sabe lo que quiere y adonde van. Y demuestra también que mientras la clase trabajadora mantenga esta situación el país estará salvado. Refiriéndose a la función del Estado para formar hombres que amen a su patria, expresó: Si el Estado quiere tener hombres patriotas, debe levantarlos, debe dignificarlos y debe darles todo lo que necesitan y que por sí mismos no puedan conseguir. No se hacen patriotas con conversación. No se hacen patriotas con discursos. Los patriotas se forman cuando los hombres aman a su patria, porque su patria es grande, porque su patria es digna, porque hay solidaridad entre los hombres de la patria. Señores: cuando uno inicia una obra de justicia como la que estamos realizando nosotros -que quizá no va tan lejos como fueron nuestros deseos, pero que tampoco se queda tan atrás como fuera los deseos de los otros- se están echando las bases de una sociedad de hombres hermanados por iguales sentimientos de amor a la patria, a un a patria justa, a una patria que les garantice los derechos primordiales. De nada valen esos que todos los días nos hablan del derecho que no nos interesa. El derecho que nos interesa es el hacer que los argentinos puedan vivir dignamente en este suelo, comer todos los días, habitar en esta tierra con felicidad y defenderla en caso necesario. Hacer patria consiste en hacer cada día más felices a los argentinos. Lo demás, son palabras; y esto no se hace con palabras sino que se hace con hechos. Yo estoy persuadido, señores, de que en la República Argentina hay mucho más patriotismo hoy que en 1942. En ese sentido es que trabaja el peronismo. Esa es la concepción que el peronismo tiene de la patria. ¿Que es el peronismo?, han preguntado algunos legisladores en el Congreso, hace pocos días. El peronismo es humanismo en acción; el peronismo es una nueva concepción de lo político que descarta todos los males de la antigua política; es una concepción, en lo social, que iguala un poco a los hombres, que les otorga iguales posibilidades y les asegura un porvenir para que en esta tierra no haya ninguno que no tenga lo que necesita para vivir, aún cuando sea necesario que los que están derrochando a manos llenas lo que tienen no dispongan de ese derecho, en beneficio de los que no tienen; en lo económico, procura que todo lo argentino sea para los argentinos y que se reemplace la política económica que decía que ésta era una escuela permanente perfecta de explotación capitalista, por una escuela de economía social donde la distribución de nuestra riqueza, que arrancamos nosotros a la tierra y elaboramos nosotros, pueda distribuirse proporcionalmente entre todos los que intervienen a realizarla con su esfuerzo. Eso es peronismo. Y el peronismo, señores -lo saben ustedes mejor que yo- no se aprende, no se dice; se siente o no se siente. El peronismo es una cuestión del corazón más que de la cabeza. Afortunadamente, yo no soy de los presidentes que se aíslan sino que vivo con el pueblo, como he vivido siempre; de manera que comparto con el pueblo trabajador todas sus vicisitudes, todos sus éxitos y todos sus fracasos. Yo siento íntima satisfacción cuando veo que un obrero va bien vestido o asiste con su familia al teatro. Estoy entonces tan satisfecho como me sentiría yo en la misma situación del obrero. Eso es peronismo. Es halagador, señores, que el gremio se reúna para realizar su congreso, porque estos congresos siempre dejan un saldo positivo; siempre hay un beneficio derivado de la reunión de hombres de distintas regiones para compulsar problemas comunes, para conocerse entre sí, cambiar ideas, etcétera. De esas discusiones salen los beneficios que la organización necesita para ser cada día más perfecta. Yo analizo y sigo el desarrollo del movimiento gremial argentino desde hace cuatro o cinco años, con profunda dedicación. He visto que ustedes han formado una escuela sindical, lo que me parece una magnífica idea. Lo que yo quiero es formar las escuelas de capacitación para que los hombres jóvenes del movimiento obrero vayan a todas las actividades nacionales, para que tomen parte en la dirección. Por eso veo siempre con gran satisfacción que los gremios formen escuelas de capacitación, y el Estado ha de apoyar todo lo que se haga en ese sentido, sea para la capacitación gremial como para la política. Ahora, señores, el consejo final. En los sindicatos hay una sola clase de dirigentes: los que salen de la masa, de entre los propios compañeros. Si va con buenas intenciones, se asegura la seriedad y la perennidad de la organización. Yo comprendí desde el primer día que llegué al movimiento obrero que no era posible indicar dirigentes. Yo sólo he preguntado quien era el dirigente. Si yo hubiera hecho a dedo al dirigente, ese hombre me representaría a mí; y lo que yo necesito es que representen a la masa no a mí. Hay que apartarse de todo lo que pueda influir en un sentido que no sea la defensa gremial. A los hombres más honrados y más capaces, vengan de donde vengan y sean quienes sean, hay que ponerlos al frente de la organización. Si son honrados y capaces desarrollarán una buena acción. Pero si son capaces y vienen con malas intenciones, son más peligrosos que los incapaces. Organicen pronto el sindicato de ustedes, organícenlo rápidamente y pongan en marcha la organización sindical de los textiles. Que los hombres que ustedes elijan sean capaces, honorados y leales, porque el gremio textil es muy importante y debe estar bien organizado y dirigido. Destacó finalmente la importancia del movimiento obrero textil, para terminar expresando: Les ruego que trasmitan un cariñoso abrazo a los compañeros textiles de todo el país, haciéndoles presente que en mis tareas no sólo tengo presente a la gente que está cerca sino también a los que están lejos, diseminados en toda la República. .....................................
1948-08-21
En un acto realizado por la Federación de Obreros Ladrilleros de la provincia de Buenos Aires
Compañeros ladrilleros: Yo, que pocas veces puedo darme la satisfacción de llegar hasta esta casa, que guarda para mí tan buenos recuerdos de los trabajos realizados ya en los años 1944 y 1945, lo hago hoy con inmensa satisfacción para recordar, junto a ustedes, una fecha que es memorable en los anales del gremio de ladrilleros y que marca el comienzo de una nueva etapa para los hombres que sacrificadamente han trabajado tantos años en tan malas condiciones. Por eso, señores, tengo esa inmensa satisfacción de llegar hasta esta casa conmemorando un aniversario y enterarme que están ustedes bregando por la consecución de nuevas y justas reinvindicaciones, que los harán un poco más felices. Mis tareas son ya algo distintas a aquellas que en esta casa me daban tan grandes satisfacciones, a pesar de lo cual desde la casa de gobierno seguimos apuntalando cuanto hicimos aquí, ya que la justicia social y una verdadera obra social han de basarse en una buena situación económica. Nada puede durar en el orden social si no se consolida una buena situación económica, y para ello es preciso que aseguremos, desde la Casa de Gobierno, la supresión definitiva de la economía que sustentaba un capitalismo de explotación para convertirla en una economía social, vale decir, poner el capital al servicio de la economía y no, como antes, en que la economía estaba al servicio del capital de explotación. Señores: es difícil que ustedes, desde su situación de ciudadanos trabajadores, puedan darse cuenta de la enorme lucha que yo tengo para sostener minuto a minuto, hora a hora, día a día, mes a mes, para poder mantener y consolidar esta economía social que permitirá a los argentinos vivir con un poco más de holgura, a pesar de que aún será necesario quitar mucho de lo superfluo que los capitalistas acumulaban durante días y años de explotación del hambre y la miseria del pueblo. Esta lucha crea muchos enemigos, enemigos dentro del país y fuera de él. Nosotros tenemos que vencer a los que están dentro del país y vencer también a los que están fuera. Una economía social representa una mejor distribución de la riqueza y del bienestar, pero obliga también a poner en juego una mayor responsabilidad personal por parte de cada uno de los trabajadores. Los trabajadores deben ser los hombres que sustenten esa política social; ellos deben ser quienes la defienden, quienes la mantengan con su trabajo y, si un día fuera preciso, deben ser ellos quienes salgan a la calle para jugarse lo que sea necesario a fin de que la época de explotación no vuelva a reinar sobre nuestra tierra, y que la justicia social sea perennemente asegurada por la clase trabajadora argentina. En la lucha externa, también, es el pueblo argentino quien toma parte. No se trata de pelear con nadie; se trata de resistir con hombría y con valor las presiones que puedan sentirse desde fuera de la República. Por ejemplo, dicen algunos traficantes que existen dentro del país, que no tenemos dólares. Yo les pregunto a ustedes: ¿han visto alguna vez un dólar? Y entonces, ¿para que quieren ahora los dólares? La historia de los dólares es, simplemente, la presión externa para que nosotros no aseguremos nuestra independencia económica. ¿En que consiste nuestra independencia económica? En poca cosa, señores. En que no se lleven para otras partes y no se distribuyan los grandes consorcios capitalistas el producto de la riqueza argentina, que nuestros trabajadores arrancan a la tierra o aumentan transformándola con la industria. En pocas palabras se pueden explicar el problema de la falta de monedas extranjeras. Nosotros firmamos un tratado asegurando la convertibilidad de esas monedas y el país con el cual lo firmamos no cumplió. El problema de las divisas no es un problema de divisas. Es un problema de intercambio, porque nadie puede sustentar en el mundo la quimera de vender y no comprar. Si no nos compran no tendremos dólares y no compraremos. Todos los que hoy están luchando por decir que el gobierno, que el pueblo y que la Nación están en mala situación económica, ya sabemos quienes son: son los que han sido perjudicados por nuestra política económica. Pero yo les pregunto una cosa : ¿si este país debía antes 12.000 millones de pesos y hoy, no solo debe un centavo, sino que nos deben a nosotros ; si este país tenía ferrocarriles que eran de un consorcio capitalista extranjero que se llevaba todos los beneficios a su tierra y hoy esos ferrocarriles son nuestros y esa riqueza se queda en el país, si este país no tenía una marina mercante y, en consecuencia, pagaba anualmente miles de millones de pesos para transportar su riqueza, y hoy tiene una marina mercante que le permite sacar toda su producción y transportarla por nuestro cuenta; si este país tenía antes los puertos en manos extranjeras y hoy son todos argentinos; si este país comercializaba toda su producción por medio de consorcios extranjeros y hoy la comercializa por el Estado, lo cual representa una cantidad de 2.000 millones de pesos anuales que no se van hacia los otros países y quedan aquí; señores, -y podría seguir la enumeración- si hoy es mala la situación? ¿Como era antes? Piensen ustedes que todo eso se ha realizado pagándoles a nuestros obreros salarios decentes, para que vivan en condiciones dignas y no como antes, en que eran explotados permanentemente. Nuestra labor es simple. Estamos realizando una acción económica para sostener y consolidar la situación del proletariado argentino. No permitimos que los grandes "tiburones" de la política, del comercio, de la industria, de la producción y del tráfico monetario, se hagan ricos a costa del pueblo que trabaja. Ese es el único secreto que existe en todo esto. Los socialistas, los comunistas y toda la oposición se preguntan de donde sacamos el dinero. Lo sacamos, señores, de la riqueza nacional, pero con una diferencia; que antes ese dinero iba todo el extranjero y ahora queda en el país, que iba al extranjero para engrosar los tesoros de las compañías capitalistas y ahora, en cambio, el gobierno lo reparte entre sus ciudadanos. Se ha criticado el hecho de que el gobierno haya realizado la comercialización por intermedio del I.A.P.I. Al I.A.P.I lo critican. ¿Como no lo van a criticar? Lo que hace el IAPI antes lo hacían tres o cuatros consorcios capitalistas, con la diferencia de que ellos se quedaban con el dinero. Y nosotros, ¿que hacemos con el dinero? Este año el I.A.P.I. ha ganado 2.000 millones de pesos. ¿En que se emplea ese dinero? En subvencionar los artículos de primera necesidad. ¿Por que cuesta el pan cuarenta o cincuenta centavos el kilo? Porque lo subvencionamos con lo que gana el I.A.P.I. No hay ningún país en el mundo donde el pan cueste menos de 1 peso el kilo. El I.A.P.I. paga la mitad. Cada quintal que cuesta veinte pesos al Estado, este lo entrega al molinero a nueve pesos, perdiendo once, para que el pueblo pueda comer pan barato. El azúcar cuesta ochenta y cinco centavos el kilo -lo saben bien los tucumanos- pero se vende a cuarenta y cinco porque el Estado paga los otros cuarenta. ¿De donde sale ese dinero? Del I.A.P.I. El aceite cuesta dos cincuenta el litro, pero el Estado subvenciona la venta al pueblo al menudeo a un peso u ochenta y cinco centavos. ¿Quien paga la diferencia? El I.A.P.I. Y así, señores, podríamos seguir enumerando muchos artículos que son subvencionados, porque de otra manera el pueblo no podría consumirlos a los precios que saldrían. Ahora dicen: "Hay que bajar los precios". Eso es muy fácil decirlo, pero la mitad de los que lo dicen sabe que miente, que están diciendo algo que no es posible. ¿Por que? Porque la República Argentina no vive colgada en la estratósfera como una estrella; vive una vida de relación con los demás países del mundo, y si ellos tienen una política de inflación, ¿como la República Argentina puede sostener una política de baja y de deflación, que llevaría a la ruina a todo el país? La República Argentina representa el tres por ciento del comercio internacional y con ese tres por ciento no puede fijar la política que tiene que seguir la inclinación de la política internacional. Por otra parte, el precio guarda relación con el salario y con el sueldo. Yo les pregunto sí, cuando los artículos estaban baratos, ustedes podían comprarlos en las mismas condiciones que hoy, que están más caros. El secreto es el siguiente. Lo que hay que crear en los países es trabajo. Después no importa que suba el precio, porque el salario lo acompaña. Lo que hay que crear es trabajo. En el año 1941 salí yo de Italia y vine a la Argentina. Italia tiene una extensión de 300 mil kilómetros cuadrados, más o menos como la provincia de Santa Fe, y viven allí 45 millones de italianos. Todos trabajaban; no había desocupación. Llegué a la Argentina, que en una extensión de tres millones de kilómetros cuadrados, vale decir, diez veces la de Italia, tiene solamente 10 millones de habitantes, y pregunté cuantos desocupados había en el país. Diez mil, me contestaron. Quieren decir que el secreto está en crear trabajo. Ustedes dirán por que los otros gobiernos no creaban trabajo. Ahí está la combinación. Porque ellos consideraban al salario como una mercadería y si había muchos obreros y poco trabajo, el salario bajaba, debido a la poca demanda y mucha oferta. Teniendo diez mil desocupados que no sabían que hacer -ellos se movían buscando trabajo y se conchababan por cualquier paga-, eso hacía bajar el salario de todos los obreros. Por eso al régimen capitalista le convenía que existiesen siempre unos diez a doce mil desocupados, porque eso les permitiría mantener los salarios bajos. ¿Qué hicimos nosotros? Creamos trabajo, con lo que no sólo no hay desocupados, sino que los que pueden quedar desocupados son los patrones. Me dicen que eso produce inflación. Es cierto, pero es inflación de velocidad, de riqueza y no de pobreza. ¿Por qué? Porque creando trabajo hoy trabajan el padre, la madre, los hijos, y todos ganan dinero para la casa. De este modo, aunque cuestan un poco más los artículos, ellos pueden comprarlos porque tienen más entradas. Con esto podemos cumplir otra finalidad, que es la de poblar el país, traer inmigrantes de otras partes donde ya no tiene qué hacer. ¿Podíamos traer inmigrantes a la República Argentina cuando había desocupados criollos? Imposible. Para traer inmigrantes hay que crear trabajo primero. Ahora tenemos trabajo. Leemos en los diarios que se necesitan operarios, lo que hacía cien años que no se veía aquí. Ahora el cartelito ha cambiado y en todas partes vemos que se necesitan obreros, peones y empleados. Eso representa para la clase trabajadora su única defensa. Dios nos libre que llegue el día que eso cartelitos vuelvan a decir: "No hay empleo", porque entonces los salarios van a bajar. Para mantener ese ritmo hay que aumentar el consumo, porque al hombre no le interesa tener mucha plata en el bolsillo, ya que no se come la plata, no se tapa ni se viste con ella. Lo que necesita son bienes de consumo, y los bienes de consumo son los que hay que producir. Por eso he dicho: "Producir, producir y producir". Con ello aumentarán los bienes de consumo y los precios bajarán solos. Por eso digo que la solución de todo viene con la producción. Con ella se mantendrán los salarios, bajarán los precios y la situación irá mejorando cada día más. El gobierno se preocupa también de organizar una asistencia social que contribuirá a esa mejora. Así, la jubilación, por ejemplo, es aumento indirecto del salario. El que no goza de ella tiene que formársela guardando dinero. Las casas que estamos fabricando, no con la velocidad que quisiéramos, pero que estamos construyendo en toda la República en cantidad de miles y miles para poder dar casa barata, para que puedan ser propietarios los humildes, constituyen un aumento indirecto del salario. Los hospitales que se están construyendo en todas partes para que los obreros tengan su debida asistencia gratuita, es también un aumento. Por ahí hay que buscar la solución al problema social y por ahí la estamos buscando. Bien compañeros: para terminar quiero decirles que en la misma forma, con el mismo entusiasmo, con el mismo cariño, con la misma simpatía y con la misma satisfacción con que celebré hace tres años con ustedes la supresión de aquella inicua tapada que conocen bien, llego a esta reunión para celebrar con ustedes las nuevas conquistas. Dios quiera que cada día, trabajando más, produciendo una mayor riqueza para este país, podamos ir asegurando una mejor distribución, para que cada uno de ustedes se sientan más conforme, para que no haya viejos abandonados, enfermos que no se puedan curar, necesidades que no se puedan satisfacer; para que los chicos puedan ir a la escuela, seguir una carrera o un oficio, instruirse, prepararse, a fin de ir elevando la conciencia social de la masa, su cultura social y dignificando el trabajo para que en esta República no sea una carga, sino una bendición de Dios, y para que nos vaya haciendo cada día más grandes y más felices. .............
1948-08-27
En el acto organizado por la Cámara de Entidades del Comercio Minorista
Señores: Ante todo agradezco la amable invitación que la Comisión Directiva me ha hecho llegar para asistir a la cena de esta noche. Lo hubiera hecho con inmensa satisfacción si no fuera por la circunstancia de que yo me levanto a las cinco de la mañana. Si llego a quebrantar mi horario, mañana posiblemente ello incidiría sobre mi trabajo. Sin embargo, señores, yo les ruego que me consideren presente en mi espíritu en esta simpática comida que será una reafirmación más de nuestras viejas relaciones. Con referencia al memorándun que se termina de leer, yo podría considerar tres aspectos generales del mismo. En primer término, muchas de las afirmaciones que se han leído yo las comparto totalmente desde que ha sido en muchos de los casos quien las ha propugnado desde los primeros días, desde la Secretaría de Trabajo y Previsión. En cuanto al segundo grupo, son asuntos nuevos, que los consideraremos especialmente, para lo cual ha les he pasado al señor Ministro de Industria y Comercio, para que en conjunto con las autoridades que dirigen el gremio podamos trabajar en colaboración y coordinación en cada uno de esos aspectos. El tercer asunto es lo que concierne a las personas que están detenidas o procesadas por la ley de represión del agio, en cuyo caso ya le he pedido al señor Ministro del Interior, que tome las medidas para satisfacer estos deseos. Señores: la acción del gobierno en lo referente a la satisfacción de las necesidades personales de la población se dirige preponderantemente hacia ese sector de la población para quien la satisfacción de sus propias necesidades diarias de la vida, implica un mayor sacrificio en relación a su poder adquisitivo en salarios y sueldos. Nosotros consideramos que la satisfacción de esas necesidades no está solamente en que el hombre posea mucho salario y mucho sueldo, porque eso, traducido al romance normal, representa dinero y el dinero, por sí, no representa una satisfacción de esas necesidades si no concurren a la solución de ese problema otros factores. Consideramos que los sueldos y salarios que representan un poder adquisitivo satisfarán bien las necesidades de los individuos, si con ese dinero pueden adquirir los bienes de consumo necesarios para su subsistencia. De manera que la relación que ha de establecerse entre sueldos y salarios ha de tener una proporcionalidad tal, que un hombre de medianas posibilidades pueda satisfacer la adquisición de los bienes de consumo, las necesidades normales de su casa con la alimentación, el vestido, la habitación y los gastos subsidiarios para diversiones y otros efectos. En ese sentido, señores, es que hemos pedido siempre la colaboración y su cooperación de todas las entidades que intervengan en este ciclo de la satisfacción de las necesidades populares. Ustedes son un sector, un sector de ese ciclo, un sector de la distribución o de la comercialización, quizá, el más directo y el que representa un mayor volumen en el consumo. No se ha escapado a la consideración del gobierno que muchas veces ustedes son quienes reciben en forma directa el choque de la reacción de los consumidores, con injusticia muchas veces porque sobre ustedes está gravitando todo el otro amplio sector de la distribución y comercialización, y les llega la consecuencia de ese sector, teniendo que afrontar la reacción sin participar de las causas que la originan. Siendo así, señores, las autoridades que tienen en sus manos el contralor, han recibido las instrucciones necesarias para que esa injusticia a que puede dar lugar la circunstanciación de esa etapa de la comercialización, no pueda gravitar sobre una consecuencia producida por un hecho que escapa a todo su control y a toda posibilidad de modificación en tal estado de cosas. Señores: es indudable que la inflación exagerada de precios representa el fenómeno de esta posguerra, que se ha hecho sentir con una mayor preponderancia sobre todos los demás fenómenos económicos. La otra guerra, 14-18, trajo inmediatamente un período de deflación o de crisis que fue mucho más perjudicial que éste. Sin embargo, esto ha sido posible de armonizar y de equilibrar distribuyendo entre mayor número de personas el sacrificio y la abnegación para soportar un período que es siempre de crisis inflatoria o deflatoria, como consecuencia de la destrucción de los valores a que ha llevado al mundo a una larga guerra, de efectos tan desastrosos como los que ha sufrido la humanidad en estos últimos tiempos. Cada uno tenemos que pensar que en la otra guerra la crisis se hizo sentir sobre un número determinado de personas con mayor intensidad que sobre otro número. Esta se ha distribuido un poco más; se han emparejado un poco más las cargas y todos nos hemos sentido con menor intensidad el efecto de esa crisis, y en consecuencia, el sacrificio y la abnegación que hay que tener para soportarla es una cuestión fatal que la humanidad ha producido por un hecho guerrero. En este aspecto, el gobierno ha encarado la situación sin improvisaciones. Por ello ya en el año 1944 nosotros constituimos el Consejo Nacional de Posguerra que pudo encauzar muchos de los acontecimientos previsibles, que nos han llevado a la posibilidad de defendernos contra múltiples fenómenos catastróficos para el comercio, la industria y la producción, que en la otra guerra se hicieron sentir. Yo recuerdo que, cuando terminó la otra guerra, comprábamos el azúcar en las comisarías a un peso cincuenta; el pan, valía un peso; vendían unos panes grandes y nadie los podía comer. El comercio tuvo una crisis muy grave y de las casas argentinas, del comercio, de la industria y de la producción, un treinta por ciento quebraron en el primer año de la posguerra. Ninguno de esos fenómenos se ha producido en esta posguerra, y señores, debemos dar gracias a Dios que ello no haya ocurrido pero debemos reconocer que también que también nosotros hemos ayudado un poco a Dios par que eso no se produzca. Estamos aguantando un período de crisis en el mundo entero de la cual no existen antecedentes en la historia de la humanidad. Tan grave es la crisis que el mundo soporta, que no se tiene memoria de otra crisis tan espantosa como la que se está soportando en estos momentos. Algunos dicen: sí, pero nosotros no tenemos nada que ver con lo que ha pasado en Europa. Yo estoy de acuerdo: no tenemos nada que ver; pero las consecuencias las tenemos que sufrir aún cuando no tengamos nada que ver. Es lo mismo que le pasa al almacenero minorista cuando el mayorista que le provee ha especulado excesivamente y él tiene que vender a un precio prohibitivo. El no tiene nada que ver, pero las circunstancias suele sufrirlas él. Y esta pequeña injusticia, señores, es la ley de la vida. Nosotros ponemos remedio en todo cuanto ponemos remediar. Más allá de la previsión humana no creo que nosotros podamos tener la pretensión de llegar. Sin embargo, debemos reconocer, señores, que ustedes pueden ser unos colaboradores extraordinarios en esta obra de normalización para quitar la anarquía, para quitar ciertos factores que gravitan en forma sumamente desfavorable para la economía social de la Nación. Ha llegado un día, no para la República Argentina solamente sino para la humanidad, en que sin recurrir a una economía social, el mundo no podrá seguir armónicamente su marcha en el futuro. La economía capitalista ya ha sido sobrepasada por los tiempos. La defensa contra esa economía pura capitalista es la economía social; y en la economía social, nadie puede desentenderse del problema de nadie. Por eso, la aspiración del gobierno es compartir con cada uno de los ciudadanos ese tipo de economía social, ayudándolos en todo lo que el gobierno puede ayudarlos pidiéndoles la ayuda en todo lo que los ciudadanos pueden ayudar al gobierno. Esa es nuestra orientación. ¿Como puede hacerse efectiva esa ayuda? Es lo que yo quiero conversar brevemente con ustedes. La especulación juega un factor importante en la elevación de los precios. Es lo que llaman inflación en un sector de la inflación. Nosotros no somos tan ingenuos como para creer que con una ley podemos suprimir la inflación, mientras no aumente la producción o disminuya la demanda. Señores: eso es un ciclo que se cumple dentro de un mercado como el nuestro por esos factores que juegan fatalmente en la solución natural de los problemas naturales. La inflación justificada y natural por falta de producción, por encarecimiento de la producción, por distintos factores de la mano de obra, de la materia prima, de la mala organización industrial y comercial, de la falta de transportes y comunicaciones, en fin, la demanda excesiva, del aumento del consumo justificado, no se puede solucionar sino por el aumento de producción. Por esa razón hemos dicho al pueblo que la palabra de orden de nuestros días ha de ser: producir, producir y producir. Es una solución que viene a largo plazo, porque nadie puede producir de la noche a la mañana, porque hay que adaptar la industria, adaptar la distribución, adaptar la comercialización a las nuevas necesidades de un mayor consumo y, en consecuencia, de una mayor demanda. Pero, señores, hay un problema que gravita sobre esa inflación: es la superinflación o la inflación especulativa, que no tiene razón normal para existir, sino que gravita exclusivamente sobre el margen especulativo que el corazón de los hombres, desgraciadamente, tiene en mayor o menor proporción. Hay hombres que se conforman con ganar una cierta cantidad, y otros que no se conformen con ninguna cantidad. Entonces, lo que se trata es simplemente que por un tiempo, hasta que esto se normalice y hasta que la inflación justificada desaparezca, nosotros atemperaremos el deseo de ganar, sobre todo de ganar excesivamente. No se pide que sea esto un sacrificio permanente; se pide simplemente que comprendamos la hora que está viviendo el mundo y que estamos viviendo nosotros, y que pensemos que si la inflación natural de los precios le agregamos la inflación especulativa, tendremos siempre un problema sin solución, porque a ese aumento de los precios sobrevendrá un aumento de los salarios, y entraremos en una carrera de la cual no podremos salir jamás y llevaremos al país a una situación tal donde el final podría ser la desvalorización de la moneda, la pérdida del poder adquisitivo y aún la desorganización de la actual economía, para entrar en un nuevo régimen de un nuevo sistema económico que sería siempre, o representaría, un verdadero cataclismo en el orden económico. Por eso, el gobierno, tiene que apelar muchas veces a medidas que somos los primeros en no querer aplicar y en no querer poner en práctica, pero que deben arbitrarse por falta de colaboración, puesto que de otra manera en ningún caso serían necesarias. Señores, eso es lo único que nosotros queremos: evitar el seguir la carrera entre precios y salarios y estabilizar armónicamente en un equilibrio lo más perfecto posible, la economía de la Nación. En ese sentido es que yo, como presidente, un ciudadano más al fin y al cabo, de todos los demás, para colaborar en la obra de conjunto de la Nación, no con el gobierno, -porque el gobierno también es una pequeña parte de la Nación- les pido colaboración leal y sincera, con un poco de sacrificio algunas veces, puesto que en la vida no hay nada que se haga en beneficio de los demás que no sea un pequeño sacrificio personal de uno, o un pequeño perjuicio personal para uno de contemplar y colaborar con nosotros para que se realice una política, hasta que solucionemos la inflación natural, suprimir la inflación especulativa. Señores: ustedes pueden colaborar con nosotros para que los productores, los industrializadores y los distribuidores al por mayor o comercializadores al por menor entren en razón. Si nosotros podemos controlarlos -ustedes los controlan mucho mejor que nosotros- habrá que hacerles sentir a esos señores esta misma necesidad, es decir, que no sea solamente la ley de represión del agio la que pueda alcanzar a los hombres que con engaños o con otros sistemas pueden seguir aumentando la inflación que el país soporta, aunque no sea esto tampoco, una cosa del otro mundo. Si nos mantenemos como estamos, yo ya empiezo a estar casi conforme, porque la línea inflatoria argentina representa más o menos la media general de la inflación del mundo. Comprendan que tampoco quisiera yo un movimiento de deflación, porque representamos el tres por ciento del comercio del mundo, y como vivimos unidos al mundo y no colgados en la estratósfera, la Argentina no podría perseguir una política deflatoria mientras el mundo sigue una política de inflación, porque eso nos produciría un desastre. De manera que nosotros acompañamos al movimiento del mundo y soy feliz cuando al comparar las curvas me doy cuenta que la curva argentina está dentro de las curvas medias. No está en las mayores ni en las menores que el mundo soporta. Señores: para terminar, con mi agradecimiento, que es la ratificación de cuanto les he agradecido hasta ahora la colaboración que siempre me han prestado los comerciantes minoristas, hemos de considerar con los señores designados por las comisiones de ustedes, en el Ministerio de Industria y Comercio, como así también en el Consejo Económico Social, para incorporar las personas que trabajan con nosotros para contemplar todos los problemas que ustedes tienen y que he presentado en ese memorial, en la seguridad que la solución de cada uno de ellos ha de venir por la inmensa buena voluntad que - ustedes tengan la persecución más absoluta-, nosotros tenemos, ya que la solución de esos problemas representa para nosotros la solución de un problema de gobierno. Señores: muchas gracias, y les ruego nuevamente quieran, en la comida de esta noche, hacer presente que si no mediaran las circunstancias a que ya me he referido, hubiera tenido una inmensa satisfacción, de compartir con ustedes la mesa, que será amistosa y cordial como siempre. Y en cuanto a las demás cuestiones, hemos de abocarnos al estudio, hemos de tomar inmediatamente las medidas para que todas sus aspiraciones vayan siendo cumplidas paulatinamente, de acuerdo a los deseos de ustedes y al propio interés nuestro. ..............
1948-08-30
En la ceremonia de celebración del Día de Acción de gracias
El gobierno entiende retomar el pensamiento vivo de quienes nos dieron patria cuando consagra la festividad de Santa Rosa de Lima como el Día Nacional de Acción de Gracias. Elegimos la festividad de esta gloriosa americana porque nosotros completamos la aspiración de aquellos varones ilustres; la obra de los congresales de 1816 aseguró a los argentinos su autonomía política, puso en sus manos la facultad de determinar su destino sin interferencias extrañas y señaló ante el mundo el perímetro geográfico dentro del cual será sagrada nuestra soberanía: el acto que nosotros hemos realizado en 1947, en el mismo templo cívico donde ellos se congregaron hace una centuria, afirma ante propios y extraños nuestra libertad económica. Si es verdad que, en la complejidad del mundo moderno, una autarquía absoluta resulta imposible y absurda, es verdad también que la dignidad y la soberanía nacionales no son compatibles con la presencia de consorcios y grupos económicos cuyos intereses sean distintos a los de la Nación misma. Un día encendimos la llama de la libertad en la Plaza Mayor de esta ciudad de Buenos Aires. Todos los brazos se levantaron en alto, todos los corazones la alentaron con su vibración y todas las almas la protegieron con su idealismo. Nunca se apagó, siquiera por un instante, porque la mano de Dios la protegió contra todos los eventos de la fortuna. En 138 años han caído tronos seculares, se han borrado fronteras y se han aniquilado muchas construcciones políticas y jurídicas que parecían destinadas a combatir ventajosamente al tiempo. En tanto, nuestra bandera no se ató jamás al carro de ningún vencedor, ni las fronteras se humillaron al paso de ningún conquistador, ni nuestros ciudadanos se ensombrecieron con la presencia de enemigos afortunados. Si alguna vez nos arrastró la violencia de la lucha, no perdimos jamás el sentido de lo equitativo y de lo justo. No hemos caído en extremismos de ninguna clase. Hoy mismo, cuando se proclama desde todos los ángulos que el mundo debe dividirse fatalmente en dos grandes sectores -extrema derecha y extrema izquierda, comunismo y capitalismo- nosotros hemos proclamado solamente que es posible una tercera posición. Esta tercera posición se configura sobre tres realidades augustas: la justicia, de Estado a Estado, de grupos a grupos sociales, de persona a persona; la verdad, atmósfera transparente donde se vean las intenciones de los pueblos, de las colectividades, de los partidos políticos y de los individuos; la soberanía, donde no haya amos ni esclavos, porque la Providencia le ha dado a cada grupo humano un derecho sagrado al sol y a la vida. Dios ha querido que la Argentina sea un oasis de paz entre las tormentas del mundo. Las madres argentinas no quieren criar sus hijos para que perezcan en campos de batallas estériles. Nuestras universidades y escuelas dotan a la juventud con una amplia formación humanística, desposeída del concepto peyorativo de raza, sin odios, sin envidias, sin rebeldías innobles. La libertad conjugada con la paz y la cordura que ha reinado siempre entre nosotros, ha creado nuestra prosperidad y pujanza económica. Hemos hecho del trabajo una religión y un arte. Sabemos que los esfuerzos son recompensados generosamente por nuestra tierra. Somos el granero del universo. Cuando otros anhelan componer el mundo regándolo con sangre, nosotros deseamos arreglarlo con justicia, con razón, con fraternidad y con amor, sembrándolo de esperanzas. Si la mano de Dios ha sido pródiga en todo esto, más benigna aún aparece en la biografía de nuestros próceres. No hay filosofía más honda ni lección más grave para un pueblo que la que brota de sus hombres arquetipos. Son fuentes de inspiración, piedra de toque y escala de valores supremos. La mano de Dios ha encendido como antorcha el alma de nuestros próceres para iluminar los senderos de la patria. No hay palabras para agradecerle la protección dispensada al Gran Capitán en la epopeya libertadora, el temple que dio a su alma en el fuego sublime de las grandes virtudes cristianas, la honestidad de su carácter, la rectitud de su vida y la consistencia de su brazo. Nuestra concepción de las relaciones internacionales fue siempre americanista, porque entendemos que ello constituye una necesidad biológica, geográfica y espiritual. En la hora crucial de la prueba, cuando buscamos a quién darle nuestros más sagrados intereses para que los defendieran, elegimos a una santa americana. Santa Rosa de Lima era carne de nuestra carne y sangre de nuestra sangre. Por eso el Congreso de Tucumán, en la solemne sesión del 14 de septiembre de 1816, sanciona por aclamación unánime "que se elija por patrona de la independencia, a la Santa de América, Santa Rosa de Lima". Pidamos al Supremo Hacedor, fuente de toda razón y justicia, que prodigue sus dones para que nuestras leyes sean siempre sabias y justas; para que nuestras instituciones sean un molde genial donde realicemos las exigencias de la libertad en el más austero concepto de la dignidad humana; para que nuestros hogares sean crisol de mujeres fuertes y de varones preclaros; para que produzcan siempre los héroes necesarios para todas las epopeyas, los mártires para todas las nobles causas y los vencedores para todos los combates del bien contra el mal sobre la tierra. .....................
1948-09-04
Ante los delegados al congreso de la Confederación General Económica
Les agradezco que hayan tenido la amabilidad de llegar hasta aquí. Comparto totalmente la opinión de ustedes y estoy de acuerdo que en la República Argentina no pueden existir sueldos de las categorías que se acaban de mencionar, o sea de 40, 60 u 80 pesos. Es una cuestión que el gobierno ha defendido siempre. No nos interesan los altos sueldos. Nos interesan los bajos. No queremos que en el país haya sumergidos, y la única manera de evitarlo es darle a la gente un salario que le permita vivir con equidad. Es el abecé de nuestra lucha. La intransigencia en este orden de cosas estriba, naturalmente, en que no se puede seguir abultando los precios, porque lo que el hombre necesita para vivir no es ganar mucho dinero, sino obtener mayores bienes de consumo. Sería inútil iniciar la carrera entre precios y salarios, porque nos llevaría a la inflación. Por estas razones es que hay que fijar tipos de precios y mantenerlos. Nosotros sabemos bien que se pueden mejorar los sueldos, sacrificando un pequeño margen de las ganancias de los señores comerciantes. Ese no es un secreto para nosotros, y menos para ustedes. De manera que el punto que ha llegado el conflicto, queda una única solución. Si los señores patrones hacen cuestión diciendo que ellos no ganan lo suficiente para pagar esos salarios especialmente en las categorías menos remuneradas, que lo demuestren y se las permitirá aumentar los precios, siempre que antes cumplan el convenio. Para terminar este conflicto, la Secretaría de Trabajo y Previsión dará entonces una resolución al respecto, poniendo en vigencia el convenio realizado y diciendo que aquellos negocios donde los beneficios no permitan aumentar, deberán recurrir a la misma para comprobar, con intervención del Ministerio de Hacienda, que ellos no tienen suficiente ganancia. En ese sentido, no creo que haya muchos que puedan demostrarlo, de manera que con esto, el conflicto puede quedar solucionado en el día. Nosotros tenemos la mejor buena voluntad para escuchar a los patrones, porque no es una cosa que queremos hacer en su contra. Lo único que queremos es solucionar un conflicto que no tiene razón de ser, dando todas las garantías. Vamos a poner, en efecto, la cantidad de contadores que sea necesario. Ahora, yo quiero decir dos palabras referentes a la cuestión de precios y salarios, aprovechando la oportunidad de que están todos ustedes aquí, y que luego regresarán a sus distintos puntos de actividad, para que lleven la idea de nuestra orientación. La República Argentina representa, en el mundo, el tres por ciento del comercio. De manera que nosotros no podemos tener la pretensión de fijar una política mundial inflatoria o deflatoria. Es decir no podemos pensar que dirigimos, sino que somos una pequeña célula de ese inmenso sistema sideral. En consecuencia, cuando todos los países del mundo marchan en una inflación todavía ascendente, nosotros no podemos iniciar una política de deflación. Sería suicida. Sería colocarnos, siendo pescados, en el aire, o siendo hombres, en el agua. Hoy un clima que se vive en el comercio internacional. Fuera de él, uno se muere por falta de oxígeno, o por carecer de la forma de extraer el oxígeno del medio. De manera que tenemos que vigilar atentamente ese proceso. Pero hay que tener la habilidad de mantenerse en la curva media de la inflación, para no estar e la superinflación o en la infrainflación. La República Argentina, tiene actualmente una curva media que nosotros influenciamos decididamente con los tipos de subsidios a algunos artículos de primera necesidad. Uno de los sistemas para lograr ese equilibrio es subsistir artículos que por ser consumo normal de la clase menos pudiente, es necesario que los precios no vayan hacía arriba, permitiendo la inflación de los demás precios de los elementos que no son indispensables para la vida de los hombres. En esto hay muchos sistemas y muchas medidas para provocarlo. En ese momento nosotros podríamos provocar inmediatamente una crisis con solo retirar numerario, que tenemos en abundancia; podríamos retirar sin ningún peligro 3.000 millones de pesos de la circulación. Pero, ¿que produciría eso? produciría inmediatamente una caída, una entrada en picada de crisis para el país. ¿Es eso lo que conviene? No, por una simple razón. Si nuestra crisis fuera de necesidad, de pobreza, en ese caso sí, no habría más remedio que hacerlo. Pero nuestra inflación es de velocidad, de riqueza; aquí no hay pobreza, no es una cuestión que estemos manteniendo ficticiamente. Es una situación que naturalmente, está sometida a distintos factores internos e internacionales, que nos obligan a mantenerla. Por esa razón nosotros no podemos seguir en una carrera ilimitada entre salarios y precios, porque hoy ustedes obtienen un convenio de esta naturaleza en el que más o menos equilibran la posición, y mañana nos suben los precios. ¿En que estamos? Entonces es inútil todo lo que se haga. Es por eso que nosotros hemos fijado los precios no los hemos congelado, como dicen algunos porque si es justificado, como en este caso, se puede admitir un pequeño aumento en los precios, proporcional al aumento del salario que provoque caer en estas circunstancias. Se aumenta el 5% a los empleados y como consecuencia aumenta el 5% a todos los artículos. El gasto de los empleados resulta 10 millones de pesos, por ejemplo, y el aumento de los artículos produce 100 millones. Esa no es la proporción que debe existir. Nosotros tomaremos un balance y si vemos que producía un 10% de beneficios, que representaba un millón de pesos, con el aumento tendrán solamente un 9%, o sea 900 mil pesos de utilidad. Le vamos a permitir un margen de 100 mil pesos y nada más. Ese es, diremos, el control que hay que llevar y en eso esperamos contar con la colaboración de ustedes, que conocen tanto o mejor que nosotros el problema. Señores, no quiero seguir hablando de estas cosas que ustedes ya conocen perfectamente. No es la primera vez que yo las menciono. La situación nuestra es magnífica; no se puede encontrar en ninguna parte una situación mejor que la que estamos viviendo nosotros. Pero que hay que mantenerlo y está en razón directa con la riqueza que nosotros producimos. ¿Que hemos hecho nosotros? Hemos hechos un sistema que, por ser simple, da resultados. En primer lugar la independencia económica, es decir, cerrar todos los agujeros por donde se iba nuestra riqueza en beneficio de terceros que no éramos nosotros. En segundo lugar, aumentar el trabajo, es decir, dar trabajo. Es inútil que hubiéramos hablado de la justicia social, si no hubiéramos sido capaces de crear trabajos para elevar el beneficio social. La República Argentina siempre había tenido de diez a veinte mil desocupados; es una cosa que siempre me llamó la atención. Hoy no solamente no tenemos desocupados, sino que llegan los inmigrantes y se evaporan como el éter, porque hay una demanda extraordinaria de brazos en todas partes. Han desaparecido los cartelitos: "No hay empleo" y han sido reemplazados por otros que dicen "Se necesita empleados". Precisamente eso es lo que mantiene y propugna la elevación del estándar de vida y de los salarios. Eso no es nuevo, ni lo inventamos nosotros, sino que lo inventaron los patrones, solo que ellos lo hacían con la mercadería y nosotros lo hacemos con los hombres. Ellos en la fabricación producen solamente lo que puede mantener el precio y el que comercia no pone en venta el stock completo de lo que tiene, sino solamente lo suficiente para que no disminuya el precio. Nosotros hacemos lo mismo con los hombres; damos trabajo, creamos trabajo para que haya siempre demanda de mano de obra, a fin de que la mano de obra no se desprecie, como se desprecian los artículos cuando hay exceso de ofertas. Es un procedimiento de equilibrar una cosa con la otra. El lógico que el sistema capitalista siempre ha elucubrado para mantener una gran masa de desocupados. Todo este sistema, que es mucho más complejo de lo que la gente cree y que esta estudiando más a fondo de lo que se piensa, va develando diariamente nuevos procesos y nuevos fenómenos dentro de nuestro movimiento general en el comercio, en la producción y en la industrialización de nuestra riqueza. Todo este proceso, señores, nosotros lo conocemos perfectamente bien y vamos llevando una política que nos permitirá mantener este estándar de vida y proyectarlo en el futuro en forma que ya no sea posible volver a las etapas de la desocupación y a todos esos fenómenos ya conocidos. Para todo eso nosotros necesitamos la ayuda de ustedes. Nuestra confianza la tenemos puesta solamente en la gente de trabajo. Yo he repetido esto una y mil veces y lo seguiré en la clase de la gente que produce, en la gente trabajadora, que es lo que va a ser la beneficiaria de este sistema. Es decir, señores, conformar y consolidar definitivamente un sistema de economía social, porque una vez que eso se instaure en el país, el sistema capitalista de explotación no podrá volver, y no volverá jamás. Lo primero, entonces, es consolidar esas dos cosas, porque son la salvación del país y el mejoramiento a que aspira toda la clase trabajadora: mantener a cualquier precio la independencia económica y mantener a cualquier precio una economía social que destruya la economía capitalista. La instauración en el país de una economía social es algo que hacemos nosotros y nadie nos lo podrá quitar. La independencia económica no depende solamente de nosotros, sino que depende también de la lucha que mantenemos en el mercado internacional. Es lógico que aquellos que nos han colonizado y explotado durante un siglo no vean con buenos ojos que seamos económicamente libres, que queremos disponer de nuestra riqueza para nosotros, ya que ellos quisieran disponer de nuestra riqueza para ellos. De ahí la lucha que debemos mantener. Quieren que el I.A.P.I. desaparezca. Claro, porque el I.A.P.I. reemplaza a los consorcios capitalistas internacionales por medio de los cuales nuestra riqueza se iba a otra parte. El I.A.P.I. es un organismo de Estado. De manera que los consorcios internacionales capitalistas ya no meten la mano en esto, y los beneficios son para el Estado. Este año, esos beneficios han sido de 1.200 millones. Han sido 1.238 millones, descontando los subsidios que se pagan y que son cuantiosos. Solamente el azúcar cuesta más de 200 millones; el pan otros 200 millones. Todos los artículos de primera necesidad están subvencionados por el I.A.P.I. El I.A.P.I. compra el trigo al chacarero a $20 el quintal, y lo entrega al molinero a $9, perdiendo $11 por quintal, para que el pueblo argentino pueda comer pan a $ 0,45 el kilogramo. Lo mismo suceda con el azúcar, que cuesta $ 0,85 y se vende a $ 0,45; el I.A.P.I. paga $ 0,40 por kilogramo. Igualmente ocurre con la leche, el aceite y un sinnúmero de mercaderías que son lo comida de la gente pobre. Claro que si quieren baby beef, es o no lo va a subvencionar el I.A.P.I., sino solamente las cosas indispensables. A esa institución tan meritoria es a la que atacan en el Congreso. ¿Quienes? los que siempre defendieron a los consorcios capitalistas. Nosotros no la vamos a atacar, porque es el instrumento que ha reemplazado a esos consorcios. Y toda esa lucha contra esos elementos de nuestra independencia, es la lucha contra la independencia económica. Por eso seré muy feliz si el día que me muera puede decir: hemos conquistado y consolidado la independencia económica, porque con ello cada argentino habrá metido uno pesitos más en su propio bolsillo. Muchas gracias por la visita que ustedes me han hecho. Quiero terminar esta conversación pidiéndoles que cada uno de ustedes sea un defensor de nuestra independencia económica y un defensor de nuestra economía social, que son las dos columnas que soportan todo el edificio de esta felicidad de que estamos gozando los argentinos, en contraste con toda la necesidad y la desgracia que se ha pasado en los años que muchos de ustedes como yo han vivido. Asegurar eso para los que vengan es nuestra responsabilidad de argentinos y para ello hay que asegurar la independencia económica y la economía social. Sin esos dos factores no habremos hecho gran cosa. Por eso, siempre que tengo oportunidad de hablar con dirigentes de la capital y del resto del país, les digo estas cosas y les pido que defiendan esto que es la causa de la verdadera clase trabajadora. Por último les pido al el ir a su respectivas regiones, den un abrazo a todos los compañeros de parte mía y les hagan presente que aquí estamos trabajando incansablemente desde la mañana a la noche. ............................
1948-09-08
En un acto en la plaza 25 de Mayo en la ciudad de Santa Fe
Compañeros de Santa Fe: Celebro que esta concentración de trabajadores se realice en la plaza de Mayo. Para los argentinos, plaza de Mayo suena siempre a patria, porque las grandes crisis y las grandes glorias de la Nación se han resuelto y se han afirmado en las plazas de Mayo. Hace poco tiempo hicimos partir desde la histórica plaza de Mayo de Buenos Aires una antorcha encendida que siguió todos los caminos de la patria, para que esa llama, en todas las latitudes, ilumine todas las conciencias argentinas. Sé como esa llama ha sido recibida en todas las poblaciones, pero yo quiero referir en esta ocasión que significado tienen para la argentinidad los recorridos de esa llama. La patria tiene en este momento una causa justa que cuidar y objetivos que cumplir y mantener. Ese debe ser el significado de esa llama de la argentinidad, que podríamos hoy fijar como causa de nuestra revolución salvadora de la nacionalidad; y como objetivos que ningún argentino debe olvidar, la independencia económica de la Nación y la instauración en nuestra patria de una economía social que reemplace a la antigua economía capitalista de la explotación. ¿Que significa la independencia económica argentina? Señores: los argentinos de nuestros días pueden observar con sus propios ojos en la obra de estos dos años de gobierno, lo que significa la independencia económica. Debe saber también el pueblo argentino que esta independencia económica ya la hemos conquistado, pero hay que consolidarla y mantenerla y para eso tenemos todavía mucho que luchar contra los restos de la oligarquía que entregó el país, y que aún vive, y contra los restos de los grandes consorcios capitalistas que, hoy divididos, trabajan en el interior y en exterior. En cuanto se refiere a la economía social, que deseamos también consolidar en el país, es menester que los trabajadores sepan que si ellos no la defienden, que si ellos no se deciden a luchar hasta el último extremo por mantener esa economía social, algún día sus hijos o sus nietos volverán a sufrir la explotación de un régimen capitalista que no ha terminado todavía para siempre, desgraciadamente. Por eso, la consigna de la hora ha de ser, para todos los argentinos que no deseen vender el país al extranjero, que deseen instaurar en el país y consolidar definitivamente una economía social que dé a cada uno lo que a cada uno le corresponde, unirse y mantenerse alerta, siempre listos para luchar en el momento que sea necesario. En estos precisos momentos en que propugnamos la reforma constitucional para poner en la Constitución, con un sello de fuego que no sea borrado por el tiempo ni por los malos argentinos, las prescripciones necesarias que afirmen esa independencia económica y que afirmen esa economía social, se levantan en todas las latitudes de nuestra tierra los viejos vendepatrias, ya caducos en su capacidad y ya caducos en su traición, para combatir toda posibilidad de que afirmemos en las cartas magnas de la Nación y de las provincias las conquistas que este movimiento que nunca jamás ha sido más popular que en estos momentos. Tienen temor que alteremos los regímenes que ellos traicionaron y que nosotros afirmamos en los propios hechos de nuestra revolución; tienen temor de que no sepa el pueblo modificar la Constitución que creen que es de ellos y no del pueblo. Y cuando los fundamentos capciosos a que recurren no alcanzan, buscan entonces de inventar calumnias o infamias contra el gobierno. Resulta que ahora, nosotros, los que estamos gobernando, no somos honrados; en cambio, ellos, fueron muy honrados. Resulta que ellos entregaron al extranjero los ferrocarriles; entregaron al extranjero los puertos; entregaron al extranjero los servicios públicos; cerraban sus presupuestos con 500 millones de déficit; subían los impuestos todos los días; vendían todo lo que el pueblo acumuló con trabajo y con dolor... y ellos son lo honrados. Nosotros, en dos años de gobierno compramos todos los ferrocarriles, los teléfonos, los puertos, los servicios públicos, que ellos vendieron. Frente a ellos, que cerraban los presupuestos con 500 millones de déficit, nosotros los cerramos con 500 millones de superávit. Ellos comercializaban la cosecha perdiendo 400 millones de pesos; nosotros la comercializamos ganando 2.000 millones, para ser distribuidos en beneficio directo del pueblo. Y sin embargo, nosotros somos los ladrones y ellos los honrados. Pero conocemos la técnica. Hubo en este país un gobernante que también se ocupó del pueblo y, durante todo su gobierno, los mismos filibusteros de la política que hoy dicen que nosotros no somos honrados le hicieron también el ambiente para producir la destrucción del cimiento popular que lo apoyaba. Y ese gobernante cayó, y volvieron los ladrones. Compañeros: alguna vez debemos tener necesidad de decir las cosas por su nombre. Todos ellos están ricos y ninguno trabaja. Todos ellos son profesionales de la política. Todos ellos, por rara unanimidad, defienden a los consorcios capitalistas y defienden al extranjero. Y nosotros, que defendemos al país, que nos sacrificamos por el país, que luchamos por el país, somos los ladrones. Y ellos los honrados. Alguna vez habíamos de decirlo con la claridad que sólo entiende esta gente. Nosotros que estamos defendiendo a los pobres, nosotros que estamos defendiendo al pueblo, nosotros que estamos llevando el alivio a los desesperados y a los doloridos de una situación infame que ha terminado para bien de la Argentina, nosotros estamos negociando. Y ellos, que defienden los consorcios, y ellos, que defienden a los grandes poderes económicos del extranjero, ellos están defendiendo la Nación. Alguna vez había que decírselo. Y ahora comienzan otra vez a hacer propaganda solapada para mover entre el pueblo pasiones que no van a volver a despertar en nuestros días. Ya una vez hablamos de que nos iban a colgar a nosotros, hasta que les contesté encargando a cada descamisado comprar tres metro de cuerda, sin amenazar a nadie. El temor los enmudeció hasta ahora. Se han olvidado y vuelven otra vez a decir que nos van a colgar. No volveremos a comprar la cuerda pero que vayan sabiendo que el pueblo argentino comienza a cansarse de sus mentiras y de sus bravatas. Y que sepan, también, que yo, que he lanzado durante dos años el llamado de paz, a la tranquilidad, a la cooperación de todos los argentinos, piensen como piensen y sientan como sientan; yo, que les he perdonado todo lo que han cometido contra la Nación; yo que he pedido la paz, que he pedido la tranquilidad, no me va a temblar la voz el día que ordene que los cuelguen a todos. Compañeros: no debemos temer en nuestra tierra nada, porque la causa del pueblo es nuestra causa y nuestra causa es la causa del pueblo. Y cuando se están defendiendo, como defendemos nosotros, los deberes y los derechos de un pueblo; cuando hemos dado un ejemplo de magnanimidad y de justicia, no debemos temer a nadie, ni a nada, porque en esta causa no importa ni morir, si es necesario. Lo que debe saber el pueblo argentino, lo que debe sentir el pueblo argentino y lo que debe imponer el pueblo argentino son sus derechos frente a una oligarquía caduca que está dando las postreras patadas de su agonía. Y nosotros reconocemos que ese es un derecho inalienable: el derecho al pataleo. Pero, aún dentro de ese derecho, deben saber que si se nos ocurre -el día que se nos ocurra- los manearemos para que no pateen más. Compañeros: sabemos bien donde vamos y sabemos bien lo que queremos. Lo sabe el gobierno; lo saben sus elementos dirigentes; lo sabe el pueblo; lo saben los trabajadores, y es tiempo de que lo vayan sabiendo también ellos, porque caro les va a costar si olvidan que en esta tierra, cuando fue necesario imponer lo que el pueblo quiso, no importó el número de argentinos que debieron morir para imponerlo. Les hemos ofrecido la paz y el trabajo en colaboración con nosotros. Les hemos ofrecido olvidar un pasado que para los argentinos de corazón es inolvidable. Les hemos ofrecido el trabajo en unión, el trabajo en colaboración, y el trabajo en cooperación. Pero que sepan, y que sepan de una vez por todas, que si quieren guerra van a tener guerra. Y, por sobre todas las cosas sepan que, si se deciden por la guerra, de esa guerra o ellos o nosotros vamos a desaparecer. Señores: hace dos años que vengo predicando la paz. Ya estoy cansado, porque esos señores ni corrigen sus métodos ni arreglan su conducta. Y así como ellos procedieron antes con el pueblo, -cuando no arreglaban su conducta los llevaban a la cárcel-, si no arreglan su conducta seré yo quien los va a llevar a todos ellos a la cárcel. Señores: estoy decidido a que el pueblo imponga su voluntad y ellos saben bien que cuando el coronel Perón se decidió a hacer algo, lo llevó hasta el último extremo. Deberán saber también, de hoy en adelante, que el general Perón no ha perdido ninguna de las condiciones que tenía el coronel Perón. Compañeros: sé bien, porque en eso no me equivoco, que los ciudadanos argentinos -los que trabajan, no los que viven del trabajo ajeno- se bien que esos ciudadanos argentinos nos acompañan de corazón. Para mí no hay otro consejo que valga ni otra palabra que oiga que la de mi pueblo, que me ha colocado en la presidencia de la República para que se cumpla su mandato. Y deseo que ese pueblo sepa, y sepa de una vez por todas, que la justicia social, que los derechos del trabajador, que la independencia económica, que las conquistas alcanzadas por los trabajadores, no habrá fuerza humana, ni dentro del país, ni fuera del país, que pueda quebrantarlos en el futuro. Y que sepa también el pueblo argentino que estoy decidido a implantar todo cuanto nuestra doctrina establece; que lo implantaremos porque tenemos casi la unanimidad del pueblo argentino; que lo implantaremos porque eso es lo que quieren los argentinos; que si para implantarlo es necesario luchar, lucharemos. No vamos a olvidar que el pueblo argentino por implantar doctrinas semejantes ha luchado durante cincuenta años en lo interno y durante cincuenta años en lo internacional. Y no hemos de ser más flojos que nuestros antepasados: si es necesario luchar, lucharemos contra todas las fuerzas de la tierra. Yo sólo quiero, señores, decir dos palabras finales. Esas palabras, señores, son para recomendar a todos los trabajadores que estén tranquilos, que estén confiados, que sigan unidos, porque esta causa triunfa con la unidad del pueblo argentino y no con la disociación por la que luchan todos nuestros enemigos. Piensen los trabajadores que estas ocasiones se presentan una sola vez en la vida de los pueblos; piensen que esto lo imponemos ahora o nunca; piensen que cada uno de ustedes es un soldado de esta cruzada; que nadie debe abandonar su puesto de lucha; que nadie debe flaquear; que nadie debe escuchar las palabras sibilinas de algunos perturbadores de la conciencia de los hombres puros; piensen que de esa unidad, de esa pureza, de esas convicciones y de esa decisión ha de salir el triunfo de nuestra causa, que nos agradecerán las generaciones argentinas. ..........................
1948-09-08
En un acto en Esperanza con motivo de la celebración del Día del Agricultor
Amigos de Esperanza: No he de hacer un discurso sino que quiero darme la satisfacción de conversar breves momentos con ustedes. En primer término, en tierra de sementeras, en el Día del Agricultor, rindamos un homenaje a todos los que en esta tierra iniciaron la labranza de los campos argentinos, a los que viven, ya viejos, con sus recuerdos, y a los que ya se han ido dejándonos ese ejemplo de laboriosidad y de patriotismo. ¡Esperanza! Que no pudo ser otro el nombre que eligieron aquellos hombres extraordinarios cuando, en épocas de indios, llegaron a disputarle la tierra con sus herramientas de trabajo, para hacerla más fructífera, para hacerla más argentina, para hacerla más digna y para hacerla más conquistable para la felicidad de los hombres que la ocupan. Ningún hombre pudo haber colmado mejor sus esperanzas que los que la pusieron en esta tierra bendecida. Yo recuerdo siempre al valor que la palabra "esperanza" tiene para los hombres de buenos sentimientos. Vale tanto o más que una realidad. Y no olvido nunca una lección que aprendí de chico en la historia universal, que cuenta, por intermedio de Plutarco, que Alejandro el Grande, posiblemente el más grande de los hombres en la historia del mundo, cuando partía para iniciar la conquista de la Persia, siendo rey, repartió todos sus bienes; y, cuando no le quedaban ya bienes en su reino, un viejo general, que lo había sido de su padre, Filipo, le preguntó: "Y para ti, Alejando, ¿qué guardas?" Y él respondió: "Para mí, guardo la esperanza". Ese hombre, tan inmensamente grande, en esa grandeza que honra a los hombres, ha dejado escrita a las generaciones por los siglos de los siglos la orientación más grande que el espíritu humano pueda tener en la lucha por la felicidad y por la vida. Seguimos pensando y guardamos para nosotros lo que los materialistas desprecian: la esperanza. Porque de esa esperanza nacen las fuerzas que la humanidad ha de poner al servicio del vencimiento del mal y del beneficio del bien. Porque de esa esperanza nacen las fuerzas que hacen grande al hombre frente al materialismo que deprime y que aniquila a la humanidad en sus luchas por la conquista del bien. Llego a Esperanza después de casi cuarenta años transcurridos desde que inicié mi vida militar muy cerca de estas tierras. Termino de tener la inmensa satisfacción de abrazar a un viejo soldado de mi compañía en el año 1914, en el 12 de Infantería de Paraná. A lo largo de mi vida no me ha abandonado jamás el recuerdo de esos hombres que, desde estas regiones, fueron a prestar sus servicios a la patria en mi regimiento. Y no he olvidado a esos nobles "gringos", como les decíamos nosotros, que cantaban con nosotros en el regimiento "La hostería del número Ian", pero que tenían un corazón tan noble y tan grande como era la fortaleza física de sus músculos acostumbrados a luchar con la tierra y con el arado. Por esa razón me siento ligado a estas regiones de la patria tan profundamente que, cuando recibí la invitación de venir a Esperanza a festejar con ustedes el día del Agricultor, aún cuando mucha era la tarea resolví abandonarla porque yo también he de tener derecho a gozar de un día de felicidad entre los hombres por quienes trabajo. Señores: la agricultura... Yo he dicho muchas veces que la riqueza sale de una sola parte: de la tierra. Es allí de donde se arranca la riqueza. Algunos de nuestros adversarios políticos han dicho que nuestro gobierno estaba inclinado a favorecer la industria y que habíamos olvidado la agricultura y la ganadería. Ese signo de ignorancia no puede caber en el cerebro de los hombres que, asesorados y estudiando profundamente los problemas, quieren armonizar y organizar la riqueza del país. Queremos la industria; pero, ¿para qué sirve la industria? Solamente para valorizar las materias primas que los agricultores y ganaderos, como los mineros, arrancan a las entrañas mismas de la tierra. La agricultura, hasta nuestros días, había recibido un pago miserable a su esfuerzo, porque la materia prima debía ser totalmente exportada al extranjero. Recién ahora estamos valorizando la riqueza agrícola del país y he de dar, en el curso de esta conversación, cifras y datos que evidencian cuanto acabo de afirmar. Lo que queremos, sí, es que en lo económico-internacional ninguno de los países que han acostumbrado a hacerlo nos siga esquilmando a nosotros y a nuestro pueblo en su trabajo. Y en lo nacional, queremos que ningún hombre en esta tierra explote el trabajo ajeno, sino que cada uno produzca y viva en consonancia con lo que produce y no del trabajo de los demás. Es por eso, señores, que uno de los primeros problemas que nuestro gobierno ha encarado, es el de terminar con la explotación de la tierra haciéndola servir como un medio de explotación del que la trabaja. Nosotros sostenemos y hemos de realizar un programa integral para que la tierra sea del que la trabaja. En este programa, señores, el Consejo Agrario Nacional, creado hace ya muchos años por la ley Nº 12.636, destinaba diez millones de pesos anuales para expropiar los latifundios y entregar la tierra a los colonos que la trabajan. Calculamos que para expropiar la tierra, tal cual lo dice la ley 12.636, se necesitarían diez mil millones de pesos, vale decir, que los colonos tendrían la tierra, para trabajarla, de aquí a mil años. No es esa la ambición nuestra. Dentro de ese programa, hasta 1946, durante toda la existencia del Consejo Agrario, sólo se habían entregado -y eso no siempre a los agricultores que la trabajan - 53.000 hectáreas de tierra. Durante los años 1947 y 1948, nosotros hemos entregado ya 200.000 hectáreas. En el mes de septiembre, y en conmemoración del Día del Agricultor que festejamos hoy, hemos de entregar 79.000 hectáreas; y para el año 1952 hemos de entregar en total dos millones y medio de hectáreas a los trabajadores de la tierra. El segundo punto dentro de este programa, es la Ley de Arrendamiento y Aparcerías. Hasta ahora, la tierra, considerada como un bien de renta, había ofrecido al agricultor todos los riesgos y al propietario que arrendaba todos los beneficios. Por esa ley nosotros queremos, y así lo establece la legislación, que el propietario y el arrendatario corran parejos los mismos riesgos. Y de la misma manera, para que haya justicia rápida y barata en la dilucidación de los problemas de aplicación de esta ley. La ley crea las comisiones paritarias para resolver cualquiera de los problemas que surjan de la ley, con un representante del propietario, otro del arrendatario y un representante estatal. Así terminaremos rápidamente con todos los conflictos que le hacen gastar dinero al agricultor y le hacen perder su tiempo. Esta nueva legislación, ya aprobada por diputados, será aprobada en la tarde de hoy por el Senado y convertida en ley. Al día siguiente de llegar a Buenos Aires, he de promulgarla y regirá para todo el país la nueva ley de arrendamientos y aparcerías que establece que, en adelante, emparejamos las cargas entre el dueño y el chacarero. Ahora quiero hablar pocas palabras sobre la comercialización de las cosechas, porque sobre esto se ha hablado mucho, y mucho de lo que se ha hablado ha sido de mala fe. Y yo quiero decir a ustedes la absoluta verdad de cuál es la situación de la comercialización de las cosechas. Hasta el 31 de diciembre de 1946, la Comisión de Granos, que habría puesto los precios topes mínimos a la cosecha para morigerar la acción de los antiguos especuladores en cereales, había perdido 401 millones de pesos en la comercialización de las 35 cosechas en las cuales había intervenido. Llegamos nosotros y cambiamos el tipo de comercialización. Señores: para ajustar la conversación sobre este aspecto, voy a referirme a precios. El año 1933 -tomó al acaso diez o quince años antes de nuestra situación- ¿cuánto valía el trigo? Cinco pesos con cuarenta. ¿Cuánto valía el lino? Diez pesos. ¿Y cuánto valía el maíz? Cuatro pesos. Hasta 1943 los precios fluctuaron sobre estos límites. ¿Cuánto vale hoy el trigo que entonces valía cinco pesos? Veinte pesos. ¿Cuánto vale hoy el lino que entonces valía diez pesos? Treinta pesos. ¿Y cuánto vale el maíz que entonces valía cuatro pesos? Catorce. Fijadas estas cifras, señores, analicemos lo que dicen en cuanto a que el gobierno gana exageradamente sobre estos precios. Lo mismo que gana ahora el gobierno, lo ganaban antes los consorcios capitalistas que explotaban el agro. Y les compraban el trigo "a fijar precio" según se les ocurría. Señores: voy a tomar uno por uno esos artículos para explicarles a ustedes cómo se comercializan. Comencemos por el trigo. Se lo paga a veinte pesos. Dicen que el gobierno especula extraordinariamente; y se olvidan que ellos pagaban seis pesos, mientras que nosotros pagamos veinte. Pero, señores, nos dicen que lo vendemos a sesenta, y que esa es una ganancia excesiva. Yo les voy a explicar cuál es el mecanismo, tan simple y tan fácil. Pagamos al chacarero veinte pesos el quintal; entregamos a los molinos ese quintal a diez pesos. El gobierno pierde diez pesos por quintal, porque si no el pueblo argentino tendría que pagar un peso y medio el kilo de pan. La República Argentina produce alrededor de 7 millones de toneladas, de las cuales consumimos nosotros 3 millones y medio y exportamos 3 millones; de manera que en 3 millones y medio de toneladas estamos perdiendo diez pesos por quintal para que el pueblo argentino, y especialmente los pobres, puedan comer pan a un precio accesible. El resto lo vendemos a sesenta pesos, pero a sesenta pesos nominales, porque todavía nadie nos ha pagado un centavo de lo que le vendimos a sesenta pesos. Y cuando nos pagan, nos pagan con máquinas, que nos las cobran cuatro veces lo que valen. Y entonces, por esa razón, es necesario comercializar de esa manera, porque, si no, ¿cómo vamos a comercializar nuestro trigo con Italia, con Francia, con España, con Bélgica, con Holanda, si no tienen para pagar? Tomemos el lino, que por aquí se planta bastante. ¿Cuánto valía el lino? En el año '33 valía diez pesos, después subió a doce y el '44 se vendió a diecisiete. ¡Y creían que era un gran negocio! Muy bien; nosotros, ¿qué hicimos con el lino? Empezamos por no vender lino a nadie sino en la cantidad que depositaban porque, ¿qué nos hacían antes? La República Argentina produce casi el 75% del lino del mundo. Nos compraban la cosecha a doce pesos, gastaban la mitad y guardaban la mitad para el año siguiente, y con eso nos hacían el dumping y nos bajaban los precios. ¡Y nosotros creíamos que éramos unos grandes vivos! ¿Qué hicimos nosotros? Trajimos las fábricas de aceite, y aquello que vendíamos a doce pesos, convertido en aceite se lo hicimos pagar ciento doce pesos. Y ahora traemos las fábricas de pintura. Ya no venderemos más, como no vendemos ya, semilla. No venderemos más aceite. Venderemos pintura y entonces lo cobraremos cuatrocientos. Pocas palabras les convencerán a ustedes. La cosecha de lino argentino se vendía en 380 millones de pesos al año; este año, nosotros, convertida en aceite, la hemos vendido en mil millones; y el año que viene, al final o en el otro año, que tengamos la fábrica de pigmentos y comencemos a producir pinturas, la vamos a vender en 4.000 millones de pesos. ¡Y Dios nos libre si no les vamos a hacer traer las casas para que las pinten aquí y se las lleven pintadas! Es así, señores, como hemos defendido y estamos defendiendo los intereses argentinos. La industria costó montarla; las fábricas hay que pagarlas, por lo menos al principio, y amortizarlas. Por esa razón en este momento, aun cuando nosotros saquemos elevada cantidad, no podemos pagarle al chacarero más, porque es necesario amortizar todos los gastos iniciales de esta inmensa empresa para convertir el lino de doce pesos a cuatrocientos pesos el quintal. Y llegará el día en que todo eso que la industria valoriza volverá en beneficio directo para el agricultor, que es el productor más noble de la tierra. Señores: el maíz. Dos palabras sobre el maíz, que ahora, si no arregla esto la lluvia, tendrán que plantarlo ustedes en gran cantidad. Recuerden el año 1918, en la otra posguerra. Se vendía el maíz a dos con cuarenta. No se podía pagar ni la bolsa. Después subió a cuatro pesos, y así llegó a seis, siete, ocho pesos. ¿Qué es lo que ocurría con el maíz? Con respecto al maíz, los grandes productores del mundo, -el primero es Estados Unidos de Norte América- no tienen la bendición de esta pampa y se lo tienen que dar a las vacas para poderlas mantener y poder comer carne, en muy poca cantidad, muy pocos días a la semana. Aquí, señores, del maíz que se produce casi el 70% se exporta. Ellos no pueden exportar maíz. El único país que podía exportar maíz en una cantidad de alrededor de medio millón de toneladas, era Rumania, pero ahora se lo tiene que comer porque está muy mal en su producción. El único país que puede exportar maíz en este momento es la Argentina, y lo será por muchos años. ¿Pero qué hacían los "vivos" argentinos que comercializaban las cosechas? Vendían el maíz a 2,40, como lo compraban acá, lo mandaban a Holanda y en Holanda hacían huevos, quesos, gallinas y competían con nosotros en el mercado internacional. Y decíamos que éramos "vivos". Ahora, pagando cuarenta y cinco pesos por el maíz vamos a ver si nos hacen competencia con los chanchos, los quesos y los huevos. Preferimos quemarlo a estar dándoles armas para que nos hagan competencia en otros artículos. Se dice que van a parar muchas fábricas. Que paren todas, mientras no paren las nuestras, porque en esto de la economía es como en el caso del rascarse; solamente el perro se rasca para afuera, los demás se rascan para adentro. Señores: solamente la gente mal intencionada puede censurar estos sistemas, pero yo les voy a dar un ejemplo que es terminante. En 1937, hace once años, la República Argentina exportó 18 millones de toneladas; recibió en pago, por esos 18 millones, 1.600 millones de pesos. En el año 1948, éste que estamos viviendo, exportamos 10 millones de toneladas, la mitad nomás. Dieciocho en '37 y en el '48 diez. Cobraron en el '37, 1.600 millones; y nosotros, en el '48, cobramos 8.000 millones de pesos. Señores: ¿por qué es esto? Porque no se trata de producir solamente, sino también de vender bien. Antes le decían a los pobres chacareros .yo me acuerdo que un ministro le decía: "Planten trigo"; después lo vendíamos a cuatro pesos. Nosotros, mediante la fijación de los precios, ya les anticipamos si tienen que plantar más trigo o más lino, pagándolo más. Los extranjeros crearon el mercado único comprador y ahora protestan porque nosotros les creamos aquí el mercado único vendedor. Se quejan del precio del trigo, y los otros días vino una comisión de las Naciones Unidas a visitarnos y a decirme que había que bajar el precio del trigo, porque el mundo estaba entrando en una inflación ya insoportable. Entonces les pregunté: "¿Y cómo van a hacer ustedes para bajar el precio del trigo? Porque si ustedes me dan la fórmula, hace tiempo que yo quiero bajar el pan, el queso, el azúcar y no puedo hacerlo. Entonces dijeron que iba a hacer una conferencia, en la que todos iban a reunirse para comprometerse a bajar el precio del trigo. Yo les dije: "Ustedes se han olvidado de lo principal, porque cuando yo le diga al chacarero que bajaré el precio del trigo y mantendré el precio del maíz y de la cebada, no plantará más trigo sino que plantará lo que más le convenga. Y si ustedes bajan el precio, no tendrán trigo y el mundo no tendrá pan". Lo que ocurre, señores, es que ellos quieren seguir comprando barato y vendiéndonos caro, pero ese negocio ya se les acabó. Y se les acabó para siempre. De manera que este es un asunto completamente resuelto. Ya no nos hacen más el cuento. Vean ustedes un ejemplo que tomo al azar, para que ustedes tengan una idea de lo que hacían esos sabihondos que antes teníamos, de economías políticas y de todas esas economías que ellos sabían. Me refiero a la carne. La República Argentina vendía su carne a Inglaterra. ¿Por cuánto? Por 400 millones de pesos al año. Eso valía la carne que les mandábamos. Y ellos nos pagaban con servicios, según decían ellos. ¿En qué consistían los servicios? 200 millones nos sacaban con los ferrocarriles; 200 millones nos sacaban con los fletes marítimos; 150 millones con los seguros y 50 millones con los reaseguros. Vale decir, que para que nos pagaran 400 millones, nosotros les dábamos 600 millones cada año; o, en otras palabras, para que se comieran nuestra buena carne, teníamos que regalarles 200 millones de pesos encima. ¿Qué hemos hecho nosotros? Compramos los ferrocarriles. Ya esos 200 millones nos quedan. Compramos un millón y medio de toneladas de marina mercante, para exportar nuestra cosecha. Argentinizamos los seguros; ahora los seguros son argentinos, se pagan aquí. Argentinizamos los reaseguros. En consecuencia, pagan los 400 millones que vale la carne, más los 600 que valen los servicios: total 1.000 millones. Y los de la contra dicen que llevamos el país a la ruina. Resulta que el país estaba bien cuando por 18 millones de toneladas de cereales cobrábamos 1.600 millones de pesos, y ahora está mal cuando por 10 millones de toneladas cobramos 8.000 millones de pesos. Señores, dos palabras sobre el I.A.P.I. ¿Qué es el I.A.P.I.? Es una institución del Estado. ¿Que hace? Comercializa por cuenta del Estado la importación y la exportación. ¿Por qué hacemos esto? En dos palabras se los explico. Nosotros necesitábamos conquistar la independencia económica, porque entre ser vasallos políticos o ser vasallos económicos no encuentro yo una gran diferencia. Y todo esto que acabamos de decir es posible mediante la independencia económica, y no lo es sin independencia económica. ¿Cómo podíamos nosotros obtener la independencia económica en el orden de la comercialización de nuestra producción y de nuestra riqueza? De una sola manera: había que terminar con los monopolios internacionales, que eran los que acaparaban y especulaban con la producción y la riqueza argentina. Yo podía terminar aquí, dentro del país, pero fuera de él no podía manejarlos, porque esos son pulpos que tienen la panza aquí y los tentáculos en todas partes del mundo. De manera que para cortarles en la frontera los tentáculos, es que creamos el I.A.P.I. Antes, la comercialización internacional, vale decir exportación o importación, la hacían esos consorcios. Hoy la hace el gobierno, con una diferencia: que entonces ellos lo hacían en su único beneficio y ahora el gobierno lo hace en beneficio del pueblo. ¿Qué hace el I.A.P.I.? Este año ha ganado más de 2.000 millones de pesos, que antes se los ganaban ellos. Yo me explico que no estén contentos, pero el pueblo sí debe estarlo, porque esos 2.000 millones iban a parar a Wall Street, Londres, Amsterdam o París, y ahora los repartimos entre nosotros. Hay una pequeña diferencia. ¿Cómo se reparten? Nosotros subvencionamos los artículos de primera necesidad. ¿Cuánto nos cuesta la subvención del pan? Arriba de 250 millones de pesos al año. La leche, el azúcar, que cuesta ochenta y cinco y se vende a cuarenta y cinco... ¿Quién paga los otros cuarenta centavos? El I.A.P.I. El aceite comestible cuesta dos cincuenta y lo vendemos a ochenta y cinco centavos. ¿Quién paga el resto? El I.A.P.I. Y así, señores, con un sinnúmero de artículos de primera necesidad que están subvencionados para que el pueblo los pueda comer, pues si no, no podría comer lo suficiente. Y tan es cierto esto, que este año el pueblo argentino ha comido medio millón de toneladas de pan más que el año pasado. Lo mismo ocurre con la carne, que está subvencionada de la misma manera, y de la que este año se ha comido 1.900.000 cabezas más que el año pasado. Y yo soy feliz, y sería más feliz el día que no tuviéramos que mandar nada afuera, porque se lo comieran todos los argentinos, por simple razón de que para mí vale lo mismo el peso de un señor en Londres o de París que el peso de un catamarqueño o de un santafesino. Señores: podría hablar horas enteras sobre estos temas, pero lo único que quiere agregar es que la gente de la contra se pregunta siempre de dónde sacamos la plata. Nosotros tenemos que darle gracias a Dios por todo lo que nos ha ayudado, pero convengamos que algunas veces también nosotros hemos ayudado a la Providencia. ¿De dónde sacamos la plata? Comencemos, señores, por decir que nosotros no tenemos la costumbre de que se nos peguen billetes en los dedos. Mientras ellos cerraban presupuestos con 500 millones de déficit, nosotros los cerramos con 500 millones de superávit. Cuando, en el mes de marzo, cerramos el balance de 1947, reflexioné sobre esto: a nosotros nos sobran 500 millones de pesos a ellos les faltaban 500 millones. ¿A dónde iban entonces esos mil millones de diferencia? ¿A dónde iban? No me atrevo a decir a dónde, pero sí que no iban al pueblo argentino. Para terminar con el I.A.P.I., piensen, señores, qué representa este organismo. Representa la sustitución de los consorcios capitalistas que durante decenios y decenios le robaron el fruto de su trabajo a nuestros agricultores. Esa es la realidad. El I.A.P.I. los ha eliminado, y ahora, después de pagar todas las subvenciones, quedan en el I.A.P.I. mil doscientos treinta y ocho millones de pesos. Si mañana viene mal la cosecha y bajan los precios, suceda lo que suceda, esa es la plata que ha de respaldar a los agricultores en la mala, como fue obtenida en beneficio de la buena. Señores: esa es la política social que el gobierno viene siguiendo. No espero que los hombres que nos combaten vayan a ceder a la realidad y a la verdad para reconocer cuánto bien estamos haciendo al pueblo argentino. Pero yo no soy ciego ni vivo alejado del pueblo. Yo vivo con el pueblo y noto que el pueblo hoy vive mil veces mejor que hace dos años y hace dos años vivía mejor que hace cuatro. Por sobre todo observo las estadísticas, para lo cuál no se necesita tener nada más que vista para leer. Los chacareros tenían en Caja de Ahorros, en 1946, 1.000 millones de pesos, y hoy tienen 2.200 millones ahorrados, lo que quiere decir que el estado económico del agro es el doble mejor que en 1946, en el orden puramente económico. La política social del gobierno persigue ir elevando paulatinamente las condiciones de vida del pueblo, sea éste de las ciudades o del campo; va buscando la organización de la riqueza en forma que cada día cada hombre se encuentre mejor protegido en sus intereses y, sobre todo, buscando una dignificación real del trabajo para que sea digno solamente el que trabaja e indigno solamente el que viva del trabajo de los demás. Esa es nuestra política social, y la hemos de imponer en el país porque para eso tendremos la ayuda de todos los hombres de bien y de trabajo. El que en este país no trabaje no debe merecer ni la comida que consume. Señores: otro cargo que a menudo hacen los opositores a nuestro gobierno es el de que no nos ocupamos del interior de la República, que nos ocupamos solamente de Buenos Aires. Yo no sé si ustedes conocerán a fondo el plan de gobierno que se está cumpliendo. En estos momentos hay en ejecución once diques en todo el país, y ninguno de ellos lógicamente, está en la Capital Federal. Lo que estamos haciendo es buscar resolver el problema que ha mantenido estancado el progreso argentino; dar al interior energía barata, cosa que haremos con la hidro-electrificación, combustible barato, que obtendremos trayendo a todas partes el gas que antes se perdía en la cantidad de un millón de metros cúbicos por día en los pozos petrolíferos, y transporte barato. El transporte que está soportando la República Argentina es el que le correspondería hace un siglo. Es necesario electrificar nuestros ferrocarriles, y cuando tengamos la hidro- electrificación del país para dar energía barata y transporte barato, no habrá problema. El país ha de progresar al ritmo de la energía, del combustible y del transporte barato que puede darle la organización nacional. Sin eso es inútil que sigamos trabajando. Después de este plan quinquenal, vendrá otro plan quinquenal que lo complementará; pero si el país no resuelve esos problemas, es inútil que se busque la solución de la descentralización de sus industrias, quieren sacar las industrias de la Capital Federal para llevarlas al interior. Estoy de acuerdo. Pero si un señor produce fideos en Buenos Aires y otro produce en Santa Fe para exportarlos al Brasil, aún cuando esto último los produzca más barato que el de Buenos Aires, si tiene que pagar cuatro o cinco mil pesos por tonelada para transportarlos a Buenos Aires, ¿podrá vender a igual precio que el que produce en la Capital? Esa es la incógnita a resolver. Hay que tender a mantener el interior en las mismas condiciones que las fajas litorales, y cuando hayamos conseguido eso, no será necesario que mandemos nosotros la industria al interior, porque ella vendrá sola. Si el plan de gobierno se cumple como esperamos, este problema será resuelto antes de cuatro o cinco años, y entonces en el interior habrá fábricas o industrias prósperas y el país podrá comenzar a exportar en gran cantidad lo que produzca a menor costo. Señores: yo solamente quiero decirles a los agricultores que en este día, que ha de ser de júbilo para ustedes, no vengo como presidente de la República a hacerles promesas, sino a mostrarles las realidades ya palpables y a decirles que es necesario tener fe, que es necesario estar unidos, que es necesario que cada uno de ustedes se sienta soldado de esta causa. Y verán después, en cuatro, cinco, seis años más, cuál será el resultado de esa fe, de esa energía y de esa decisión. Sean, señores, muy felices; sigan luchando, porque no lucharán estérilmente como antes; lucharán ustedes acá para arrancar la riqueza de la tierra, y nosotros lucharemos allá para que ningún "avivado" se les coloque en el medio y se quede con el medio y se quede con el santo y la limosna. .....................
1948-09-16
Ante un grupo de juristas franceses
Es muy grato para mí personalmente y en mi calidad de presidente de la Nación Argentina, recibir la visita con que nos han honrado las eminentes personalidades a quienes me dirijo, cuyos méritos científicos en diversas actividades jurídicas, son bien conocidos. Tengo la seguridad de que a su perspicacia no habrá pasado inadvertida la gran transformación político-jurídica que se está operando en nuestro país. En realidad el mundo atraviesa momentos de convulsión, y encauzar la misma por los derroteros del derecho, de la paz y del orden, constituye la gran labor que deben llevar adelante los juristas y los políticos. Felices los pueblos que comprendiendo la gran realidad del presente sepan evolucionar en busca del bienestar colectivo sin aferrarse a normas que el transcurso del tiempo hace inservibles. La Argentina se encuentra entre las naciones que han advertido la necesidad de la transformación especialmente en los aspectos sociales y económicos. Los derechos y las garantías individuales que tienen fuerte vinculación con las ideas de la revolución francesa, han de subsistir en cuanto afirmen la dignidad humana y la libertad de los hombres. El principio no se modifica por el hecho de que la libertad de cada uno tenga que ser limitada por la libertad de los demás, ni tampoco porque se acentúe la necesidad de defender el interés colectivo por encima del interés privado. Así, por ejemplo, la libertad correlativa al derecho de propiedad se ha de entender restringida por el concepto de su función social. Igualmente el derecho subjetivo de los trabajadores se está convirtiendo en derecho objetivo, porque así lo ha impuesto la revolución de nuestros descamisados, democráticamente convalidada por dos comicios libres. El período constituyente que acaba de abrirse por decisión del Honorable Congreso, trata de incorporar a nuestra Carta Fundamental y a la legislación que de ella se deriva, los principios jurídicos que el país siente y anhela. Los eminentes juristas a quienes van dirigidas estas palabras saben muy bien que la esencia del derecho nace en el pueblo y que es el pueblo, interpretado por nosotros, quien exige reformas legislativas encaminadas a establecer un régimen de justicia social y de economía libre al servicio de los intereses sociales. Vamos, pues, a la formación de un nuevo estado de derecho y si para ello no tuviésemos otros antecedentes, bien podríamos acudir al ejemplo que da al mundo la auténtica democracia francesa. Al abandonar estas tierras para cumplir en las repúblicas vecinas la labor científica que os ha traído al continente americano, deseo que llevéis al pueblo francés el testimonio del afecto que hacia el mismo siente la Nación Argentina. ............
1948-09-24
En la concentración popular reunida en la plaza de Mayo en repudio por el complot contra el primer magistrado de la Nación y su esposa
Queridos descamisados: Hoy, reunidos en nuestra plaza, como el 17 de octubre, queremos decirle nuevamente a la República, que estamos de pie para defenderla contra los enemigos de la patria; porque la consigna de los descamisados, que son los que han hecho grande y gloriosa a la Nación, es de conservarla justa, libre y soberana. La patria algún día os declarará beneméritos, porque estáis luchando por su independencia y por su economía social, que la hará justa y respetada por los tiempos de los tiempos. Muchos enemigos se ciernen sobre el cierto y glorioso destino de esta Nación. Para los que seguimos la política del continente americano, sabemos quienes están detrás de estas cosas. No puede ser nada casuístico lo que viene sucediendo de hace tantos años. Ayer cae en Nicaragua el defensor del pueblo nicaragüense, Sandino; cae hace poco tiempo, el líder de los trabajadores colombianos, doctor Gaitán; hace pocos días, en Cuba, un dirigente obrero, después de sostener como nosotros la tercera posición, el dirigente metalúrgico Arévalo, cae asesinado a balazos en las calles de Cuba. Hoy se frustra en la República Argentina, sobre un líder también de los trabajadores, un atentado que sabemos quien lo ha planeado y quien lo ha pagado. Pero, compañeros, es necesario puntualizar que esos asesinos que planean atentados fuera de nuestras fronteras, sobre cuyas conciencias pesa la muerte de Sandino, la de Gaitán, la de Arévalo, pretendían que la mía también les pesase sobre sus conciencias. Pero yo tengo y tendré el honor, de que sobre mi conciencia no pese la muerte de ningún argentino. Es cuestión de conciencia: allá ellos con su conciencia, que yo defiendo la mía. No es indigno para nuestra tierra que asesinos extranjeros paguen la muerte de un dignatario de esta Nación. No es indigno que haya asesinos acá, que mediante una paga, sean capaz de matar a un hombre; lo indigno es que haya hombres acá que se presten a guiar, a fomentar y a pagar el asesinato. Pero que vayan sabiendo esos señores que, si ayer no me tentó su dinero, hoy tampoco me van a provocar temor sus atentados. Pero yo tengo obligación de decirle a mi pueblo quienes son esos señores. En primer lugar, son los intereses de los consorcios capitalistas y son los intereses políticos y económicos internacionales los que desean mi muerte. En segundo lugar, son tres grupos de traidores a esta tierra, los que desde el interior, están fomentando el asesinato a mansalva, pagados por el oro extranjero. Ayer nomás, la oposición de la Cámara de Diputados, hacía gala de amenazar a nuestros diputados con que les quedaban pocos días para estar en el Congreso. Si confesaban descaradamente que lo sabían, o son adivinos o están en la confabulación que estamos descubriendo. También son culpables, algunos que hace cuarenta años hacen el payaso en esta República, con la intención de hacer creer que luchan por el pueblo trabajador; esos payasos, y otros usureros que también hacen creer lo mismo. Esos también están en la confabulación. Un grupo de oligarcas contumaces que todavía resisten a ver la verdad con sus propios ojos. Cierta prensa que los alienta con su prédica malsana día a día. Pero, peor que todo eso, es una red de corresponsales extranjeros, que no son tales corresponsales, sino una banda de espías y saboteadores que mandan al país. Afortunadamente, se han tomado las medidas contra los asesinos que mediante una paga querían ejecutar un plan. Afortunadamente no se trata de una conspiración; y yo me hago un deber en decirle al pueblo que las fuerzas armadas no tienen un hombre en su servicio activo en esta bandida conspiración contra la Nación. Los diarios irán dando diariamente, los nombres del todos los complicados en este affaire. Pero que sepa el pueblo, que en primera fila están los asesinos mediante paga; detrás de ellos, están los asesinos de guante blanco; y detrás de los de guante blanco, están los asesinos internacionales. Querían provocar otro Bogotá, para después echarle la culpa al que no la tiene y esconderse los verdaderos culpables detrás del anónimo. Se proponían asesinar al presidente de la Nación. Ello me tiene sin cuidado porque no nace el hombre que escapa a su destino, y porque, señores, si hubiera de morir, no una sino mil veces, lo haría con gusto por la causa del pueblo contra los miserables. Pero para que lo sepa el pueblo, he de decir quien es el instigador directo de estos hechos. Es un miserable que fue en este país espía internacional, de nacionalidad norteamericano llamado Griffith. Ese miserable, después de ejecutar en este país libre y confiado, durante muchos años, escudado en los fueros diplomáticos, hacía espionaje contra la República. Nosotros, que no tenemos nada que ocultar, no nos interesamos por él hasta que se metió dentro del Banco de la Nación para provocar una huelga. Y el juez lo condenó a ser expulsado del país, como se expulsa a los canallas que no saben respetar la bandera azul y blanca. Si ese individuo hubiese obrado por su cuenta, se hubiera tenido que regresar a su país. Pero como no obraba por su cuenta, se instaló cómodamente en el Uruguay, y desde allí está dirigiendo la insurrección en este país. Hoy ha tenido la desvergüenza, desde radio "El Espectador" de Montevideo, de afirmar que esto es una farsa y que no existe tan conspiración. Tanto ese ciudadano, que no tiene derecho a ser americano, porque es un espía internacional y un canalla, como todos los de cualquiera de esa nacionalidad que desempeñan la función de corresponsal siendo espías y saboteadores de la Nación, tendrán su merecido !Vive Dios! Es necesario que vayan sabiendo los imperialismos que ésta no es tierra de conquista para nadie. Compañeros: yo deseo pedir tranquilidad, orden y disciplina, porque a los delincuentes sobra la ley para condenarlos a la pena que deben sufrir. Hace dos años que llamo a la concordia; hace dos años que predico la paz, y no he de cansarme de predicarla para unir al pueblo argentino. Pero, ¿como puede el pueblo argentino unirse, si la canalla, más allá de las fronteras, está pagando a los miserables que no han de unirse al resto del pueblo argentino? La República vive horas próximas a las etapas heroicas. Dios quiera, que el juicio de los hombres no nos imponga la necesidad de luchar. Pero de lo que sí deben estar persuadidos los enemigos de adentro y los enemigos de afuera, es de que en esta patria hay hombres que no han de dejarse arrebatar sus conquistas ni por los de adentro ni por los de afuera. Cada uno ha de ser un soldado de nuestra causa, que ha de velar por ella permanentemente. Cada uno debe luchar en el trabajo, en el descanso, en la diversión, en la casa, en la calle, porque el peronismo triunfe sobre los bandidos que lo quieren abatir. Tenemos el pueblo, la justicia y la verdad con nosotros; luego somos invencibles. A nuestros enemigos tenemos que dominarlos y convencerlos, no matarlos; ¡que vivan!, para que vivan la ignominia. Compañeros: el país está absolutamente tranquilo, el país quiere trabajar en orden y en paz. No debemos permitirle, cualquiera que sean los perturbadores de afuera o de adentro, que se den el gusto de interferir en nuestro trabajo y nuestra marcha, y de hacerme perder la paciencia, que no la voy a perder. Son muy duros de entendimiento, si no se han dado cuenta de que yo tengo paciencia para todo, para dominarlos y para aniquilarlos si es preciso. Queridos descamisados: una vez más quiero agradeceros este entusiasmo puro, que esta es la masa más pura que tiene la República, por la cual es un orgullo luchar, es un placer vivir, y sería un honor morir si fuera preciso. Vosotros, compañeros que se sentís como siento yo, el calor fraterno de este entusiasmo de descamisados; vosotros, que estáis levantando la patria ante propios y extraños; vosotros que sentís la misma vergüenza que yo frente a la canalla que quiere vender la patria; vosotros, descamisados argentinos, que habéis sido puestos por Dios para salvar la patria; vosotros, en fin, en cuya custodia está lo más sagrado de la nacionalidad, volved tranquilos al trabajo, que frente a estos chapuceros me sobro solo yo. Compañeros: quiero creer que aquellos que vean el espectáculo de un pueblo responsable de su destino, que podrán verlo hoy en toda la República Argentina, se persuadan que no tienen otra cosa que hacer que obedecer la voluntad del pueblo, que es la voluntad de Dios. Quizás hayan hoy aprendido y se persuadan para el futuro que deben observar el orden y cumplir la ley, porque si no lo hacen, les hemos de aplicar -damas y caballeros- la ley, como corresponde se les aplique a los delincuentes. Compañeros: digámosles también que si pretendían asesinar al general Perón, para que no se modificara la Constitución, se equivocan, porque hay millones de argentinos que lo han de hacer aunque yo muera. Compañeros, y he de decirles, compañeros, como en el glorioso 17 de octubre, dos cosas finales. Primero, que retomen a casa tranquilos, el castigo lo he de aplicar yo y no ustedes. Compañeros, dejemos obrar a la ley; dejemos obrar a nuestros jueces, que sancionen; no olvidemos que la única manera de ser libres, es si somos esclavos de la ley; no olvidemos que a ellos les corresponde juzgar, y a ellos les corresponde castigar; y yo he de hacer cumplir ese castigo. La segunda cosa que quiero decirles, es que, como todos los medios de transportes están detenidos, así como todas las actividades de la Nación, merced a lo dispuesto por los sindicatos obreros, yo les pido que se desconcentren con toda tranquilidad, porque el gobierno va a declarar feriado el día de mañana, para que descansen. Y, finalmente, compañeros: hoy, más tranquilidad que nunca. Dejen a los canallas a solas con su conciencia, que si la tienen, ha de servirles como mejor castigo. Sigamos la vieja máxima, "de casa la trabajo y del trabajo a casa", que con eso venceremos. Queridos descamisados: que el lunes esté restablecida la normalidad en toda la República. Sean muy felices, y, como siempre, antes de retirarme, os estrecho en un profundo abrazo sobre mi corazón, ...........................
1948-10-02
En un acto en la Casa de Gobierno con miembros de la Policía Federal :
Señores: En primer lugar, les agradezco al señor jefe y a cada uno de los señores que hayan tenido la amabilidad de llegar hasta aquí para permitirme experimentar la inmensa satisfacción de entregar en manos de cada uno de ustedes y en representación de los demás camaradas estos diplomas. Tengo, asimismo, la satisfacción de ver muchas caras jóvenes, que son la renovación de la Policía Federal. El gobierno no ha de poner ninguna traba a los esfuerzos y sacrificios que deban realizarse para mantener a la Policía Federal en el mejor nivel que ella pueda alcanzar. En ese sentido, señores, estamos empeñados en realizar dentro de la institución el mayor perfeccionamiento orgánico de que seamos capaces. Hemos de poner en ello toda la voluntad y todo el esfuerzo que la Nación deba realizar, porque entendemos que la seguridad pública es uno de los factores primordiales. La actualización de la policía, para nosotros, es grandemente satisfactoria. Venimos observando diariamente como la policía va alcanzando los medios técnicos poseyendo los materiales necesarios para su misión específica. La Policía Federal Argentina, creada no hace mucho tiempo, heredera de la vieja policía argentina, tan conocida y a la que se ha llamado la mejor del mundo con cierta razón, no había evolucionado, desde aquellos tiempos que todos conocemos, sino en su personal. Su organización había quedado estancada. Es una de las cosas que yo le he encargado al señor jefe: ir trabajando para dotar a la policía del mayor número de medios que nos sea posible. Yo entiendo que ustedes actúan todavía con cierta falta de elementos, los que iremos adquiriendo y poniendo al día en la medida de las necesidades y también de las posibilidades. Pero, señores, hay una cosa de la que nosotros nos sentimos orgullosos. Yo he visitado muchos países del mundo y no creo que exista en otra parte un personal más calificado que el de la policía argentina. Podemos decir que hay inmensas policías, que las hay muy bien dotadas, con una enorme tradición, que realizan una tarea técnica magnífica. Es cierto. Pero que tengan mejor personal que la policía argentina, eso es una cuestión discutible. Nuestra Policía Federal, señores, es verdaderamente un orgullo para la Nación. Nosotros iremos paulatinamente dándole los medios necesarios para que siga progresando y la responsabilidad de hacer una Institución cada vez más eficaz les corresponderá a ustedes. Nosotros realizaremos lo que esté de nuestra parte y ustedes realizarán lo suyo, dentro de la tradición de la Policía Federal Argentina, que es ya gloriosa en su actuación dentro del país. En varias oportunidades he querido testimoniar personalmente a ustedes mi satisfacción y así se lo he hecho presente al señor jefe, pero mis tareas no me han permitido hacerlo como yo lo hubiera deseado. Sin embargo, ya hemos acordado con él que, como ustedes son muchos, realizaremos algunas reuniones en las que yo tendré el placer de conversar con ustedes y cambiar ideas y opiniones con los jefes, para tratar de ir elevando las posibilidades técnicas de la institución. Tenemos que volver a los tiempos en que la policía realizaba aquellas famosas pesquisas que la presentaban como una policía de excepción. Yo he leído numerosos libros y memorias de viejos policías que cuentan sus andanzas en los medios delictuosos y, francamente, nuestra policía es sumamente rica en hombres que han sabido llevarla, en el orden de la investigación, a una era que bien puede llegar a enorgullecer a la Nación, y a la Policía Federal en especial. Yo veo el renacimiento de esos tiempos. La voy viendo surgir en las conversaciones que mantengo con el Jefe. Constituir una división de investigadores que sea verdaderamente excepcional en su especialización, creo que es la orientación de las modernas policías del mundo; una policía de seguridad con hombres de una corrección impecable, que la presente siempre frente a la población como una caracterización del orden, de la honradez y del cuidado de las buenas costumbres, porque la policía, científicamente considerada, es el agente de educación más extraordinario que la población tiene, dado que actúa en todas las circunstancias y en todos los lugares. Señores, alcanzando el grado orgánico que nuestra policía tiene, vamos a seguir progresando paulatinamente, hasta la constitución de un verdadero organismo que cubra todo el país, para que actúe dentro del verdadero concepto de Policía Federal. Esto es una cosa que ya hemos conversado con el señor Jefe y que la vamos a llevar adelante. En algunos países de características similares a las nuestras, he podido apreciar que existen, como aquí, dos policías: la Policía Federal y la policía estadual o provincial. Allí, con muy buen criterio, el policía local es un hombre tranquilo, que no cuida mayormente la violación de algunos preceptos legales localistas, vale decir que en el orden local se le ha dado la más amplia libertad y, hasta algunas veces se le permite hacer la "vista gorda" si viola alguna cuestión reglamentaria y local. Pero cuando entra en la jurisdicción de la Policía Federal, ya no hay nada que hacer. La Policía Federal deber ser un organismo férreo, que no permita la menor violación a la última de las reglamentaciones del Estado. ¿Por que? Porque la Policía Federal tiene el control de la Nación. Su función es el control federal de la Nación misma, y la Nación debe ser inflexible en sancionar la más mínima desviación de los hombres. Ese es el concepto de policía federal. Ese es el concepto de la dualidad funcional de un policía estadual y de un policía federal. Nosotros tenemos la aspiración de llevar a la Policía Federal ese espíritu. Es lógico que ello sea lentamente, para no provocar reacciones contra ella, porque la institución policial debe ser respetada y no odiada, para lo cual debe ser justa, enérgica, pero no arbitraria. Ir suavemente llevando a la población al convencimiento de que ésa es una función de la Policía Federal y aquella es la función de la policía estadual. Señores, nosotros hemos de defender a la policía. A menudo se suele cometer con la policía una gravísima injusticia, que es la de descargar en ella la responsabilidad de todos los actos en que la policía interviene. Y en nuestro país, donde ya cuando jugamos de niños al "vigilante y ladrón" queremos ser todos ladrones y pocos vigilantes, todo el mundo debe estar en la obligación de hacer de la policía una organización respetable y querida, porque el único que la debe temer y odiar es el delincuente y no la persona de bien. De manera que, repito, es una injusticia que a menudo se comete dejando que la policía cargue con toda la responsabilidad y nadie la defienda. No es ése el concepto; no debe ser así, porque si no, no se puede levantar nunca el nivel moral de un policía frente a la población, si nosotros mismos nos encargamos de desprestigiarlo. En ese sentido, yo he felicitado y felicito siempre al señor jefe, porque viene a pelear algunas veces conmigo por defender a la institución que dirige. Creo que ése es el concepto que debe primar y eso lo hemos de realizar nosotros. Con motivo de unas frases que corren en la calle, el jefe me manifestó: "La policía no se puede tocar en estas cosas; y creo que debemos salir a la calle para explicar a la población lo que ocurre, para que la Institución no aparezca como fraguando el proceso". Se habló enseguida de dar a publicidad la realidad, dando cuenta de la alta capacidad teórica de la pesquisa que se ha efectuado. En ese sentido, yo he de ser el primer defensor de la policía, a pesar de que tienen en su jefe un defensor magnífico. El hombre que obedece tiene su verdadero apoyo en el superior que comanda, que no dejará jamás hacer una injusticia contra la institución, porque la injusticia cometida contra la institución repercute en cada una de las partes que la componen. Señores, yo confieso que, verdaderamente, la institución Policía Federal de nuestro país, está en un magnífico pie. Tenemos que llevarla adelante. Veo aquí muchas caras jóvenes. Los jóvenes son los que impulsan, los viejos dan la experiencia y el conocimiento. De manera que recurriremos a ellos, que tienen muchos años de servicio, para aprender, y los jóvenes llevarán adelante la función policial dentro de la honradez y la capacidad que son las características de la Institución. Buenos Aires, señores, según el informe que tengo, ha mejorado mucho en los últimos tiempos. Se ha terminado con el juego, que es uno de los grandes azotes que ha sufrido la población nuestra. Hay una disminución enorme de la delincuencia en Buenos Aires, y eso, hay que reconocerlo, es un mérito exclusivamente de la policía. Llevar eso a los límites más perfeccionados es la función de la policía; y la nuestra, apoyar incondicionalmente y defender en todo lo que deba defenderse a esa institución, a fin de que los beneficios para lo población aumentan y con ello aumente el respeto que la población siente por la policía. Señores; en este primer contacto que yo tengo con ustedes, francamente los felicito y les ruego trasmitan esas felicitaciones a los demás camaradas. Estamos no solamente satisfechos sino orgullosos de la actuación de la Policía Federal y he hecho llegar esa felicitación del gobierno en forma extraordinaria, porque realmente hemos sido conmovidos gratamente por la actuación policial. Nosotros observamos diariamente el progreso de ustedes y compartimos la inmensa satisfacción que deben emitir viendo el adelanto de la institución a la que quieren ustedes tanto como la queremos nosotros. Muchas gracias y, nuevamente, para ganar tiempo, en este abrazo que voy a dar al jefe, quiero estrechar a cada uno de ustedes. ..............
1948-10-02
En la inauguración del Primer Congreso Internacional del Notariado Latino
No pretendo que las palabras que he de dirigirlos tengan un contenido de erudición más o menos fácil, en que, empezando por un examen histórico desde los discutidos tabulari romanos hasta los actuales notarios me adentrase en la consideración de cuantos problemas se relacionan con la función de la fe pública extrajudicial. Creo mejor cumplida mi misión de la fe pública extrajudicial. Creo mejor cumplida mi misión de gobernante limitándome a hacer unas consideraciones, relacionadas con el interés de la sociedad por disponer de una buena organización notarial. Que mi convencimiento al respecto no es meramente circunstancial, motivado por que he recibido para presidir este acto, se demuestra con el hecho incontrovertible de que apenas transcurridos tres meses de haber asumido la Presidencia de la Nación, presenté el Plan de Gobierno y en él incluí una ley reguladora de las funciones notariales. Con ello he creído realizar una acertada obra de gobierno y también seguir una tradición hispanoamericana que arranca de Alfonso el Sabio, quien en sus Leyes de Partidas no solo define la función notarial sino que exige de quienes la ejercen que sean "omes libres e cristianos, de buena fama, sabidores de escrivir e bien entendidos en el arte de la escrivanía" porque, "el pro que nace dellos es muy grande cuando fazen su oficio bien e lealmente, ça se desembargan o acaban las cosas que son menester en el Reyno por ellos, e finca remembranza de las cosas pasadas en sus registros, en las notas que guardan e en las cartas que fazen". Los pueblos de América no pueden desentenderse de ese antecedente, porque la historia de sus instituciones arranca de las instituciones jurídico-políticas de España; y en el caso concreto de las actividades notariales, porque los descubridores de éste continente y los fundadores de sus ciudades, actuaron siempre bajo la fe pública de los escribanos que les acompañaron, nacidos de las concepciones geniales del gran rey de Castilla. Tengamos a orgullo poder proclamar que nuestros escribanos, es decir los escribanos que han actuado en tierra argentina desde que ésta adquirió su independencia, siguen siendo los hombres libres y de buena fama, bien entendidos en el arte de la escribanía. El mérito será tanto mayor cuanto más calificado resulte el abandono en que han tenido que desenvolverse, porque lo cierto es que en orden al derecho positivo, el régimen notarial argentino ha vivido hasta el presente con evidente retraso. De ahí toda mi preocupación por imprimir a nuestro sistema notarial una eficacia que le ponga en condiciones de prestar el servicio reclamado por la sociedad. A ese fin iban encaminado el proyecto de ley del Plan de Gobierno, convertido ya en ley de la Nación. Si la obra realizada respondiese a mi sólo criterio, podría dudar de haber procedido con acierto; pero la idea inicial ha sido compartida por el Honorable Congreso y aceptada con aplauso por los mismos profesionales a quienes afecta. Más todavía: en su reglamentación se ha dado intervención al Colegio de Escribanos, lo que constituye la mejor garantía técnica, y se han recogido viejas aspiraciones de todos aquellos notarios que vienen de antiguo batallando por obtener un mejoramiento de su clase. No es este momento oportuno para hacer un examen detenido de la nueva ley, ni vuestra paciencia lo permitiría. Conforme he anunciado al principio, bastará a mi propósito exponer unas consideraciones brevísimas que hagan resaltar los principales aspectos políticos-sociales de la ley, porque, repito, mi misión no es de jurista sino de gobernante. Posiblemente constituye una de los mayores aciertos el intento de elevar la cultura jurídica y la competencia técnica de los fedatarios. Para el ejercicio de una función tan delicada como las que les incumbe, era inconcebible reputar suficiente un título subalterno, es decir la realización de unos estudios de menor categoría que la requerida para ejercer otras disciplinas jurídicas. No existe explicación lógica ninguna que permita deducir la necesidad de una menor suma de conocimientos para actuar como notario que para ejercer la abogacía. No digo que debería ser a la inversa, pero si afirmo que era indispensable una equiparación. Bastaría para comprenderlo así tener en cuenta que si bien todas las actividades jurídicas cumplen una finalidad social, las notariales se caracterizan más en ese sentido que otras para las que se exige el grado superior de los estudios especializados. La función notarial es en todo momento esencialmente pública, porque garantiza a la sociedad en general la autenticidad de los actos realizados por particulares y representa la garantía de terceros. Otro de los más importantes postulados está representado por la colegiación obligatoria. Significa ella una vieja aspiración del gremio, puede decirse que no es únicamente anhelo de los escribanos sino de los integrantes de casi todas las profesiones liberales. Cierto que sobre ésta cuestión hay muchas opiniones discrepantes; y es lo más grave que quienes se oponen a la obligatoriedad de la colegiación, lo hagan amparándose en conceptos erróneos de libertad, confundiendo esas ideas de libertad con sentimientos de anarquía. Si imponer la afiliación a una asociación profesional representase una limitación a la libertad individual para ejercer una profesión, con igual fundamento se podría decir que era atentatorio a la libertad la imposición de otras condiciones, que por ejemplo un límite mínimo de edad o la obtención de un título facultativo. De que la colegiación llena una necesidad, podemos tener buena prueba en el hecho de que los profesionales acuden como mal menor a la colegiación voluntaria. Pero la colegiación voluntaria ofrece otros inconvenientes, el menor de los cuales es la aparición de asociaciones antagónicas que pierden su tiempo en luchas estériles, así como que al margen de tales asociaciones libres, actúan los profesionales menos propicios a someterse a una disciplina y más enconados contra los agremiados. Pero nadie advierte un interesante aspecto de como la colegiación obligatoria aporta a los colegiados una importante libertad; la de ser juzgados en los hechos que afectan al ejercicio profesional por sus propios compañeros. Los problemas relacionados con la ética profesional, la interpretación de los derechos y obligaciones reglamentarias y las actuaciones que afecten el decoro de la institución notarial nadie puede resolverlos ni juzgarlos mejor que el propio gremio. Es un error pensar que los individuos viven aislados y que sus actos únicamente a ellos afectan. Muy por el contrario, existe una dignidad colectiva que está formada por la dignidad de cada uno de los integrantes. La incorrección, la indelicadeza, la incompetencia y hasta la inmoralidad privada del notariado -lo mismo podría decir de cualquiera otra profesión-, repercuten en daño de todo el gremio porque la opinión pública es muy propicia, y no sin fundamento, a atribuir al conjunto de los profesionales, los vicios y también las virtudes individuales de quienes la integra. Por eso el prestigio de los abogados, médicos, notarios etcétera, ha sido mayor en aquellos países en que se les ha obligado a la colegiación y donde los Colegios han tenido fuerte tradición y arraigado espíritu de clase. Ese espíritu de clase constituye la mejor garantía de capacidad y de honestidad, porque se forma con el amor a la actividad que libremente se ha elegido y con el orgullo derivado de la sensación de realizar un servicio útil a nuestros semejantes. En ese criterio y como medio de "propender a la mayor ilustración y respetabilidad del gremio" se inspiró el primer Colegio de Escribanos fundado en la ciudad de Buenos Aires, en el año 1866. Pero además, con la institución de los Colegios, no hicimos otra cosa que mantener viva nuestra tradición. No son mías sino de un colega vuestro, que se ha preocupado intensamente de la nueva ley, estas palabras: "Es de justicia rendir cumplido homenaje a todos los colegios y a todas las instituciones notariales españolas en las que hubieron necesidad de espejarse los creadores de las nuestras. Son esos ilustres Colegios de la Madre Patria los que con más empeño y con más jerarquía impusieron la organización corporativa como norma directriz del notariado moderno, y enseñaron a todos los escribanos del mundo latino, el camino de su autonomía y de su dignificación profesional". En relación con el aspecto moral del ejercicio de la profesión la nueva ley contiene interesantes preceptos, tanto al señalar circunstancias de inhabilidad, cuanto al especificar las incompatibilidades en el ejercicio del notariado. Las prevenciones de éste orden, son tal vez, más interesantes que las relativas a la inhabilitación. Estas, en definitiva, con mayor o menor rigor, son inexcusables en cualquier reglamentación. En cambio las incompatibilidades ofrecen un interés indudable, desde el momento en que se encaminan a romper una norma que en la Argentina tiene, por desgracia, una arraigada costumbre. Estamos demasiado habituados a presenciar la simultaneidad de actividades que en buena ordenación social no deberían ser toleradas. En realidad y salvo excepciones confirmatorias de la regla, consideramos que todo trabajo es compatible con otros, sin limitación de ninguna clase. Sobre todo la función docente puede ser simultaneada con las demás, y así vemos que dentro del campo de las profesiones jurídicas se admite que los jueces y magistrados desempeñan cátedras universitarias. Dejando aparte la honorabilidad de las personas, debemos declarar lealmente que el principio es malo y que alguna vez será necesario abordar tan problema. Se habla mucho de la independencia del Poder Judicial, pero se refiere siempre a su relación con el Poder Ejecutivo, mientras que vemos impasibles la convivencia en los claustros universitarios de los jueces y magistrados con los profesores que ejercen la abogacía. Esto sí que es atentatorio a la independencia y a la libertad de la magistratura y va en merma del prestigio judicial que debiera ser cuidado por la sociedad más que ningún otro. De ahí que debamos reputar como un acierto indudable la declaración de incompatibilidad entre el ejercicio del notariado y todo otro cargo o empleo público o privado, civil, militar, judicial o eclesiástico, con el ejercicio del comercio y de la banca, tanto por cuenta propia como por cuenta de terceros y con el ejercicio de otra profesión liberal. Por si todo ello fuese poco se determinan también la incompatibilidad del ejercicio del notariado con la situación de jubilado o pensionista. No cabe duda de la importancia que esta medida, porque también va siendo hora de terminar con el abuso que supone declararse agotado para el trabajo a fin de cobrar una pensión jubilatoria constituía con el esfuerzo de los demás, y desmentir luego el supuesto jubilatorio, dando pruebas de gran actividad en el ejercicio libre de una profesión que frecuentemente proporcional pingues ganancias. Creo que representa también un acierto en la nueva ley la supresión del favoritismo oficial en cuanto a las designaciones de escribanos para las reparticiones del Estado, autónomos, autárquicos o dependientes del Poder Ejecutivo, bancos oficiales, municipalidades y dependencias de los mismos, tanto si tienen dichas designaciones carácter definitivo como si son meramente transitorias. En adelante, sólo se podrán hacer por concurso conforme a condiciones previamente establecidas. Igual importancia adquiere el nuevo sistema de que las designaciones de escribanos hechas de oficio por los jueces, se realicen por sorteo conforme a las listas anualmente formadas por las Cámaras Federales, Civiles, Comercial y Criminal o Tribunales de Superintendencias. Señalo la importancia de la innovación y me abstengo, por razones fácilmente comprensibles, de entrar en el comentario de los inconvenientes y de los abusos que suponía el sistema hasta ahora imperante. Lo conocen mucho mejor que yo los señores escribanos tanto si eran beneficiarios del sistema como si resultaron víctimas del mismo. Continuar señalando el contenido de la nueva ley y las ventajas que en la misma advierte el Poder Ejecutivo que tuvo la iniciativa, me llevaría a molestar con exceso vuestra atención y no es ese mi propósito. Sobre que además resulta innecesario, porque los señores escribanos conocen bien lo que la ley representa e incluso cabe señalar que en ella se recogen viejas aspiraciones del gremio. Antes de poner fin a mis palabras, quiero expresar mi felicitación a los organizadores del Primer Congreso Internacional del Notariado Latino. El solo hecho de haberlo llevado a efecto dentro del alcance que su título expresa, ya supone un innegable acierto, pues no cabe duda de que en materia notarial como en todas las disciplinas de orden jurídico, lo latino tiene un valor sustantivo, porque representa una modalidad dentro del derecho y una concepción propia dentro de la vida. Por eso puedo unir mi satisfacción a la de aquellos comentaristas que se han congratulado de que al redactarse y aprobarse la nueva ley, se hayan mantenido sus normas dentro de la tradición notarial latina, se hayan mantenido sus normas dentro de la tradición notarial latina, alejando el peligro de someterla a influencias de otro tipo a las que se inclinaban algunos por snobismo o por sumisión y reverencia hacia otros países y hacia otras costumbres que no son las nuestras. En un congreso de esa naturaleza la Argentina, como todas las naciones de Centro y Sud América, podemos concurrir con títulos impecables. Nuestra tradición dentro del conjunto de los pueblos latinos, nos viene a través de España. Y se esto puede constituir siempre nuestro orgullo, con más motivo tratándose de problemas notariales en que la Madre Patria ha marcado rumbos y ha orientado doctrinas. Pero, además, cual he señalado en otro momento, vosotros, los escribanos de América, tenéis una genealogía netamente hispánica en el orden profesional, puesto que procedéis directamente de aquellos escribanos que dieron fe del descubrimiento del nuevo continente y de la fundación de sus ciudades. Basta leer las ponencias presentadas, para advertir la trascendencia de esta reunión. En ella vais a tratar importantes cuestiones que afectan unas al aspecto profesional y moral del notariado y otras a su contenido y a sus problemas netamente jurídicos. Los notarios argentinos aportan una brillante contribución cuantitativa y cualitativa y no son de menor interés las cuestiones que traen a debate los notarios de Bélgica, Canadá, España, Italia, México y Uruguay. No necesito destacar que si la contribución Argentina es muy de alabar, lo es todavía mucho más la de aquellos otros países que para contribuir al Congreso han tenido que desplazar sus representantes, apartándoles temporalmente de su trabajo y de su tranquilidad hogareña. Como compensación a tal molestia, deseo que su estadía entre nosotros les sea grata y que al regresar a sus puntos de origen lleven la sensación de no haber salido de su patria por haber encontrado en nuestra tierra fuertes corrientes de cordial amistad. Sin perjuicio de las divisiones nacionales, los hombres se encuentran unidos a través de las fronteras por la comunidad de sentimientos se traducen en anhelos de paz, bondad, belleza y justicia. Lamento profundamente que algunos delegado no hayan podido asistir al Congreso que estamos inaugurando, por habérseles puestos obstáculos a su voluntad de hombres libres de la libre América. Doblemente lo lamento: por privarnos de sus conocimientos, de su consejo y de su experiencia, que tanto podrían servir para ilustrar vuestras deliberaciones, y por la nueva comprobación -siempre dolorosa-, del espinoso camino que aún hemos de recorrer los pueblos latinoamericanos para que cada ciudadano se sienta realmente libre dentro y fuera de las fronteras de países soberanos. Si de las sesiones que vais a celebrar y de los acuerdos que habréis de adoptar resultasen ensalzados aquellos principios y confirmada el ansia de que las vías del derecho prevalezcan en la humanidad sobre los métodos de la violencia, podríais poner fin a vuestras tareas con la convicción de que vuestro esfuerzo no habría resultado estéril y de que silenciosamente, modestamente, como se hacen siempre las grandes obras, habrías contribuido a la pacificación de los espíritus y a la marcha del mundo por el camino ascendente del progreso y del bienestar. ................
1948-10-05
Ante los delegados al congreso Asuncionista Franciscano
Me voy a permitir hablarles sentado para hacer una larga conversación sobre todos los motivos de inmenso agradecimiento que yo tengo para los franciscanos, agradecimiento que a lo personal debe agregar lo que corresponde a mi país, que ha recibido de la acción franciscana servicios beneméritos desde que nuestro país entró en la lucha por su independencia, por la obra que realizaron los franciscanos en todo nuestro territorio en la acción de los indios y aún de los nativos. El país no puede olvidar -y hemos de autenticarlo diariamente- esa inmensa deuda de gratitud que los argentinos, y especialmente la patria argentina, tiene con los franciscanos. Yo le agradezco a Monseñor Perantoni sus amables palabras. Yo solamente soy un hombre de buena voluntad que tiene una inmensa gratitud por lo que los padres franciscanos han hecho y hacen en nuestro país. No soy de los hombres que viven y han vivido solamente en la ciudad de Buenos Aires, donde no se ve la obra, la verdadera obra que hay que realizar. Yo soy de los que viven en las fronteras y he visto a los pobres franciscanos, montados en sus mulitas, recorriendo el Chaco y la frontera, donde hay una inmensa obra que cumplir, a menudo olvidada por las autoridades y por las demás personas que gustan más de las ciudades para realizar sus obras que de los desiertos, donde hay esa inmensa obra que realizar. Yo tengo, y lo confieso, una predilección especial, porque encuadra dentro de mi manera de ser, por esas obras. Creo, señores, que nuestra doctrina tiene una base esencialmente social, y esa doctrina la cumplen los franciscanos integralmente, y de ahí mi predilección, como hombre de gobierno, como cristiano y como gobernante, porque entiendo que esa tierra lo que hay que hacer es obra social, hay que ayudar al pobre, hay que trabajar diariamente para que en esta tierra haya el menor número de pobres y de indigentes posible. Y sé que esa obra se cumple como la cumplía el peverello de Asís, siendo también un pobre, pero rico de corazón, que es la más grande riqueza que el hombre puede tener. Por eso, no es extraño que yo sea de los hombres que han comprendido a los misioneros, y desgraciadamente en el mundo, no todos los hombres, y menos aún los que alcanzan altas posiciones, comprendan a los misioneros. El mundo andaría mucho mejor y sería mucho mejor si todos nos sintiéramos un poco misioneros. Señores: es por eso que con la más profunda emoción, agradezco este recuerdo que me deja vuestro jefe, que es también mi jefe, y lo confieso con todo el honor, con que los hombres de honor confiesan los grandes honores. En la República Argentina yo he pretendido y he luchado por cumplir lo que desde hace dos mil años está ya anunciado y practicado y que el mundo ha olvidado y va olvidando paulatinamente si no reaccionamos contra ese mismo olvido. Desde entonces se han escrito miles de doctrinas sociales pero ninguno se ha propuesto poner en ejecución lo que nosotros, los cristianos, sabemos desde hace dos mil años. Es así que la doctrina peronista, que toma todo el aspecto político, social y económico de la Nación, comienza en su artículo primero anotando: "Pensamos en una nueva Argentina, profundamente cristiana y profundamente humanista. El mundo del futuro será sólo de los que posean las virtudes que Dios inspiró como norte de la vida de los hombres. La República Argentina es producto de la colonización y conquista hispánica, que trajo hermanadas a nuestra tierra en una sola voluntad la cruz y la espada. Y en los momentos actuales parece que vuelve a formarse ese extraordinario conjunto de fuerzas espirituales y de poder que representa los dos más grandes atributos de la humanidad: el Evangelio y la espada". Señores: no hemos tenido que luchar poco para poder llegar a donde estamos y sabemos que todavía tenemos mucho que luchar. Ustedes lo saben mejor que yo, sin embargo, hemos de seguir en esta orientación. Francamente no puedo quejarme del éxito de esta cruzada espiritual dentro del orden del gobierno de la Nación. Yo no he engañado a nadie. En la proclamación que se hizo para presidente de la República, frente a más de un millón de personas, por primera vez en la República Argentina, anuncié que nuestra doctrina era la doctrina social cristiana y que mientras estuviera yo en el gobierno la iba a imponer y hacer cumplir. Eso es lo que estoy realizando. Es así que nuestro programa de gobierno es un programa eminentemente social. ¿Como lo cumplimos? Con la conformidad de muchos y la disconformidad de algunos. No podemos dejar conforme a todos. Dios, en su infinita grandeza, todavía no ha podido conformar a los hombres porque hay muchos que no están de acuerdo con Dios. ¿Como nosotros, pobres hombres, podríamos tener la pretensión de que estuvieran todos de acuerdo? Pero sí puedo decir que yo habré colmado mi ideal, no cuando la Argentina sea grande y poderosa, no cuando nosotros hayamos creado en esta tierra un edificio extraordinariamente grandioso y rico, sino cuando en nuestro pueblo no quede un hombre descalzo, no quede un hombre harapiento y no quede un hombre que no pueda comer lo necesario todos los días. Afortunadamente, y de ello doy gracias a Dios todos los días, me han permitido, este maravilloso país, de riquezas extraordinarias, y este pueblo, también maravilloso que tenemos, realizar gran parte de esa obra social, por la cual, sin perjudicar a nadie, estamos tratando de dar a nuestros pobres un lugar bajo el sol, ya que lo menos que puede decir un argentino en esta tierra, donde todo sobra, es que a él no le falta nada de lo indispensable para poder llevar adelante su vida. Esa tarea, que yo la siento, no solamente la pienso, porque no es bastante penetrar o pensar en esto sino que es necesario sentirlo, la he de llevar adelante. Dios me permitirá que lo realice sin violencias de ninguna clase. Yo soy por antonomasia enemigo total de la violencia. Nunca la he empleado y uno de mis grandes orgullos es el haber sostenido que yo no seré nunca la causa de un dolor inútil y menos de la muerte de ninguna persona. Pero eso no me lo perdonaría nunca, como cristiano. Pero hemos de luchar por entender que esa lucha ha de evitar males muchos mayores a mi país. Yo quiero que haya aquí menos pobres, aunque para ello fuera necesario también que hubiera menos ricos, es decir, que para nosotros, para nuestra doctrina social, vamos sosteniendo lo que hace dos mil años se dijo con tanta verdad sobre este mundo: "Queremos que los ricos nos ayuden a proteger a los pobres y si no lo hacen de buen grado lo tendrán que hacer de mala voluntad, pero lo tendrán que hacer, porque si no lo hacen así puede venir un cataclismo social donde no solamente perderán sus riquezas materiales, sino hasta pueden perder la propia vida". Sobre todo esto de lo que podríamos hablar días, porque son cosas que pienso durante todos los días de mi vida -queremos llegar a edificar y a cumplir nuestra propia obra social, que, como digo, acá es profundamente cristiana. Es claro que, como lo ha dicho hace poco el Santo Padre, no hay posibilidades de realizaciones sociales sin realizaciones económicas. Los países que han llevado la etapa social a gran altura y no la han equilibrado con la etapa económica, que ha de reafirmar aquella, ocasionan un mal en vez de un bien, porque se agita la gente, se desarrollan sus aspiraciones, a veces sus pasiones, pero después no se les puede satisfacer en esas aspiraciones y en esas pasiones, se desencadena la lucha, lo que ha pasado en muchísimas partes. Nosotros queremos llevar a cabo, junto con esas etapas de realizaciones sociales, las etapas de realizaciones económicas, y aquí para mí está el nudo gordiano de todas estas soluciones. Nosotros nos encontramos en la República Argentina en el análisis de nuestra situación económica, con un gravísimo inconveniente: ¿Como podíamos realizar la reforma social sin realizar la posibilidad económica que la sustentara, si la economía argentina no dependía de los argentinos? Es decir, como podíamos lanzar una reforma social levantando las masas, que es la única manera, e imponiendo la justicia de un salario, la organización de un trabajo, el respeto por el descanso, la seguridad para el obrero, para el niño, para la mujer y para el anciano, que se hace todo en nuestros tiempos a costa de medios económicos, si a los que manejaban nuestras economías no les interesaba ninguno de esos problemas en la Argentina porque vivían en Londres, Nueva York o París? Ese es el problema argentino. Nosotros tuvimos que declarar nuestra independencia económica porque la República Argentina, en lo económico, estaba en mano de diez o quince grandes monopolios que tenían todo en su poder. Los transportes eran un monopolio inglés, porque tenían todos los ferrocarriles; los teléfonos, monopolio norteamericano; los puertos pertenecían a un monopolio inglés; la flota mercante era también un monopolio inglés, porque no teníamos flota mercante para explotar nuestra producción agrícola; la cerveza y sus colaterales constituían un monopolio francés; el algodón, un monopolio norteamericano, etcétera. Podría seguir citando cincuenta de estos, más chicos o más grandes, pero todos monopolios. ¿Que significaba para nosotros la existencia de todos eso monopolios internacionales que hacían la riqueza aquí y la transportaban hacia su país de origen, no teniendo los argentinos con que vivir? ¿Como podíamos pagar proporcionalmente el esfuerzo de nuestra pobre gente, si no disponíamos de ese dinero, que se lo llevaban todo? Un ejemplo que siempre cito es el siguiente: vendíamos la carne por 400 millones de pesos al año. ¿Como nos pagaban? 200 millones sacaban de los ferrocarriles que eran de ellos; otros 200 millones de la flota mercante, que también era de ellos; 150 millones de seguros, que eran de ellos; y 50 millones de reaseguros, que eran de ellos; en total 600 millones; vale decir que, para que comieran allí nuestra buena carne, teníamos que regalarles 200 millones de pesos. ¿Como podríamos darles para vivir a nuestros pobres peones que cuidaban el ganado, que en nuestro país -asómbrense, señores- había lugares donde ganaban diez pesos por mes, con lo que no alcanza ni para compra dos pares de zapatillas? Era peor que la esclavitud, porque al esclavo el patrón tenía la obligación de cuidarlo cuando era viejo, mientras aquí solamente le pagaban diez pesos para que no fuera esclavo y cuando era viejo lo echaban por los campos, como no se hace ni con un animal. ¡Y decíamos que éramos cristianos! Volviendo al asunto económico, no era eso todo. Con la comercialización de nuestra cosecha pasaba lo mismo. Sólo cambiaba el nombre del monopolio; lo demás era todo igual. Un dato nada más los puede ilustrar al respecto: en el año 1937 la Argentina exportó 18 millones de toneladas de cereales y cobró 1.600 millones de pesos por ellas, cuando todos los servicios estaban en manos de los monopolios. En 1948, un año después de la independencia económica, exportamos solamente 10 millones de toneladas, más o menos la mitad de lo de antes; pero no cobramos 1.600 millones sino 8.000 millones de pesos. Ahí está la diferencia. ¿Y que hicimos con esos 8.000 millones de pesos? Los repartimos en el pueblo, por el sistema del famoso I.A.P.I., que ha reemplazado a los consorcios que acopiaban todo el cereal y que ahora lo ha tomado el Estado, que es quien comercializa esa cosecha. ¿Saben cuanto ganó el Estado en año pasado? 2.000 millones de pesos en la comercialización de la cosecha. ¿Y que hacemos con esos 2.000 millones de pesos? Le compramos al chacarero el trigo a 20 pesos el quintal; en la época de los consorcios se lo compraban a 6, de manera que los chacareros están conformes porque ahora gana más del triple. Pero eso que nosotros compramos al chacarero a 20 pesos el quintal, lo entregamos a los molinos a 10 pesos, es decir, que perdemos el 50 por ciento del valor. ¿Para que? Para que el pueblo pueda comer pan a 45 centavos, pues de lo contrario tendría que pagar un peso o un peso y medio el kilo. El pan es el alimento del pobre y a 45 centavos está al alcance de todos. A un peso, los niños comer la cantidad suficiente de pan. Tanto es así que en el año 1948 ha consumido el pueblo argentino medio millón de toneladas más de trigo que en el año 1946, lo que quiere decir que no se comía todo el pan que era necesario. Ahora bien, ¿de donde sale esa subvención del 50% para el precio del pan? De la ganancia del I.A.P.I. Lo que antes se llevaban los monopolios, nosotros se lo devolvemos en forma de subsidios al pueblo propio, en sus artículos de primera necesidad, para que la gente pueda vivir. Y lo mismo que se hace con el pan, se hace con el azúcar, que cuesta 85 centavos y se vende a 40; como asimismo con el aceite, la carne y casi todos los artículos de primera necesidad. Podríamos seguir hablando de como hemos solucionado casi todos los problemas económicos, pero lo único que quiero decir es que no somos tan malos administradores, como se desprende de solo tres datos estadísticos que brevemente les voy a citar. El país debía al exterior muchos millones de pesos, que era la deuda pública. En este momento no solamente hemos pagado esa cantidad sino que hemos comprado los ferrocarriles, los teléfonos y los puertos, y todo ello lo hemos pagado; tenemos una marina mercante de un millón y medio de toneladas y la hemos pagado, lo mismo que las usinas y muchas otras cosas más; en fin, estamos comprando todo lo que era nuestra y de país deudor en el exterior hemos pasado a ser país acreedor por muchos millones, que hemos dado a nuestros pueblos hermanos de Europa hambrientos, sin preguntarles si pagaban o no. Les hemos entregado todo lo que teníamos y Dios dirá cuando se arreglará el asunto. Digo estas cosas no para citar lo que estamos realizando sino para poder afirmar que nuestra reforma social se ha cumplido, se está cumpliendo y se cumplirá integralmente y que afortunadamente tenemos el equilibrio económico necesario para sustentar esa reforma social, por lo que podemos decir que falta solamente la consolidación jurídica de esas reformas para asegurar a este estado una estabilidad en el futuro que permita hacer de la economía argentina una economía social que no solamente beneficie a un grupo de personas, sino que beneficie integralmente al pueblo argentino en la proporción que cada hombre merezca por su trabajo y por su producción. Señores: yo soy un hombre modesto y no he creído nunca ser más de lo que soy, un humilde ciudadano de este país, sin otro mérito que tener una voluntad fuerte y haber impuesto esa voluntad que creo es para el servicio de mis semejantes; si hubiera sido para mí, no hubiera perdido un minuto. Yo soy de los hombres que viven con trescientos pesos mensuales y me sobran todavía, porque no tengo ninguna cosa rara que me haga gastar más de lo que necesito para comer y dormir, como hacen ustedes. Por otra parte, creo que es el único grado de felicidad que el hombre puede alcanzar, porque yo no creo que el hombre sea feliz por lo que posee sino por lo que no ambiciona. Digo esto, porque es indudable que en los tiempos que corren para el mundo, debemos llegar a la conclusión absoluta de que son tiempos sumamente peligrosos para los países y al decir para los países me refiero también a los hombres y a sus instituciones. Dos inmensas corrientes de dos grandes grupos imperialistas están evidentemente enfrentadas y listas para el choque. ¿Que defienden cada una de ellas? El imperialismo ruso defiende el comunismo, vale decir, la explotación del hombre por el Estado. El otro grupo defiende el capitalismo, vale decir, la explotación del hombre por el hombre. Yo, señores, no creo que para la humanidad ninguno de los sistemas sea la solución y, en consecuencia, ninguno de los dos sistemas puede subsistir en el porvenir. Es necesario ir a otro sistema, donde no existía la explotación del hombre, donde seamos todos colaboradores de una obra común para la felicidad común, vale decir, la doctrina esencialmente cristiana sin la cual el mundo no encontró solución ni la encontrará tampoco en el futuro porque no creo que, para solucionar las miserias, el mejor medio sea la guerra, que produce una miseria mayor. No creo tampoco que para solucionar los problemas que el mundo tiene puedan aferrarse a soluciones que han fracasado en los hechos porque el capitalismo ha fracasado y el comunismo también. Son sistemas sobrepasados por los hechos. Están luchando por una cosa que el mundo en el futuro no podrá adoptar. A esta posición es a la que se ha llamado en este país la tercera posición o el justicialismo como lo llaman algunos o el peronismo como lo llamamos nosotros aquí para dentro de casa. Hace poco escribía un repórter americano que me visitó, un artículo sobre estas cosas y cuando me lo dio a leer, vi que terminaba diciendo: "Esta nueva teoría que la Argentina ha puesto en práctica con éxito, posiblemente pueda ser la solución del porvenir". Cuando yo leí eso, lo miré y le dije: "Sí, una teoría muy nueva, hace como dos mil años que está anunciada y por ella han muerto millones de hombres". Señores: yo tengo una inmensa satisfacción de conversar con hombres sencillos y buenos como ustedes, que practican la misma actividad que yo trato de practicar, con la misma humildad, porque yo también creo que la humanidad es otro de los factores de la vida que convencen y se imponen y trato de practicar. Yo he querido que les entregaran a cada uno de los padres franciscanos alguna bibliografía de nuestros trabajos, como así también la doctrina peronista, y les pido que la lean con toda indulgencia, porque algunas veces en la lucha uno tiene que ser un poco duro y esta doctrina está justamente armada con las propias palabras con que yo he ido expresándola en todos mis discursos en la acción política. No he querido corregir nada, porque hubiera mentido. Yo prefiero sufrir el rubor de la verdad desnuda pero no deformarla jamás. Por eso, señores, les pido que lean esto con indulgencia, porque son las palabras de un luchador y de un luchador que tiene que enfrentar todos los ambientes donde hay que realizar una obra rápida y entonces no es solamente la persuasión lo que uno tiene que poner en marcha sino algunas veces también la presión, porque de lo contrario se tarda demasiado y no se llega a donde se quiere ir. Finalmente, quiero que mis últimas palabras de salutación sean para agradecer la presencia de ustedes en la Casa de Gobierno, a la que honran tan extraordinariamente que probablemente en este salón, que es ya habitual en todos los rituales de las recepciones de gobierno, no hayamos tenido nosotros los de la casa un honor más insigne y un placer mayor que haber compartido estos breves instantes con ustedes que, yo confieso, son y han sido siempre, amigos dilectos de mi corazón. Deseo también decirles a los padres que nos visitan que si desean pasear y recorrer la República hacia cualquier parte, o visitar lo que ustedes quieran en cualquier momento, ponemos a su disposición todos los medios. Para eso, el padre Pratto tomará las medidas necesarias para hacerles posible cualquier viaje por la República. Por último, pido a todos los que nos visitan que se sientan aquí como en su propia casa; estamos a sus órdenes; estamos para servirles y lo haremos con todo el corazón. ....................
1948-10-11
En el acto inaugural del XV Congreso Internacional de la Sociedad Autores y Compositores
Señores ministros, señor presidente de la Confederación, señores delegados: Cúmpleme inaugurar esta magna asamblea del espíritu en cuyo ámbito resonante confluyen las profundas corrientes de la cultura europea y del pensamiento americano. Se unen aquí en la atmósfera propicia de una esperanza de paz y de trabajo que es la ley sin letra de nuestro destino, los portadores de la gracia y de la belleza, los mensajeros del verbo, los artífices de la creación, los rastreadores del ayer, los augures del mañana ofreciendo el ejemplo de su unidad y mostrando reservas fraternales capaces de acercar todas las distancias, zanjar los profundos abismos y anular la agresividad recíproca de las tendencias en pugna. No escapa a nuestra sensibilidad la trascendencia de esta reunión y el hecho altamente satisfactorio de que haya sido la República Argentina el país designado por la Confederación Internacional de Sociedades de Autores y Compositores para celebrar el XV Congreso. Si algo hay que pudiera hacernos acreedores a este honor sería, sin duda, el hecho de que aunque presenta la primera línea de las inquietudes universales de nuestro pueblo se halla, sin embargo, lejos de ese flujo y reflujo de pasiones embravecidas y como una peligrosa marca rara vez se retiran sin arrastrar abajo la columna de alguna institución, de alguna tradición, de alguna profunda reliquia de nuestra cultura. Hoy son contados los pueblos que pueden brindar su serenidad a la consideración de los problemas intelectuales, porque a pesar de que todos fundaron sus esperanzas en una paz duradera después de la terrible contienda pasada no es difícil observar que la humanidad sigue armada, y lo que es más sintomático, armada en el pensamiento y en la expresión de ese pensamiento. El nuestro es un mundo que nace y los hombres que han forjado su intelecto en la áspera controversia biológica de otros mundos en perpetua lucha saben lo que esto quiere decir. Podemos y queremos considerarlo todo, estudiarlo todo, analizarlo todo, porque acaso nuestro don más estimable es el de conocer de la pesadumbre de los prejuicios. Nosotros, asistiendo expectantes al decisivo debate de los intereses y las ideas que hoy agitan al mundo, ofrecemos nuestra buena voluntad y nuestra atención. Si algo más pudiese esperarse de nosotros, aparte de nuestra ayuda material y nuestra compresión, sería sin duda esa misma condición que acaso habrá inclinado a estas delegaciones a elegir nuestro país como sede de sus deliberaciones: la serenidad. No nos pasa inadvertida la difícil situación que atraviesa en la actualidad la creación intelectual. Se oye hablar con frecuencia de crisis de valores pero nada autoriza a pensar que esto sea más que una afirmación gratuita. En la humanidad no se distribuyen por épocas o por países la fecundidad del pensamiento, ni la genialidad de la inspiración pero en cambio es absolutamente positivo que algunas épocas favorecen al desenvolvimiento de tales actividades y otras desdichadas los entorpecen. No cabe duda de que nuestro tiempo, edad de pasiones y fanatismos políticos, de guerras devastadoras, de luchas totales que todo la han removido, no ha sido la más propicia al alumbramiento y al reconocimiento de las grandes manifestaciones artísticas. Antes de que tratéis las cuestiones específicas que aquí os reúnen, deseo hablaros de esta dificultad, de esta situación que el mundo tiene que resolver cuanto antes, a modo de preámbulo. El pensamiento de los siglos de oro aparece hoy a nuestra vista como un sistema de colinas aisladas que vistas a lo lejos proyectan en el horizonte la línea sin solución de continuidad de una sierra gigantesca. En regímenes de libertad, o sin ella, ese pensamiento podía liberar el curso de su inspiración, porque si sufría opresión porque si sufría violencia, esa violencia y esa opresión eran exteriores y el hombre se hallaba sólo y libre; dentro de sí mismo podía considerarse relativamente seguro en el santuario de su conciencia. Sometidos a eventuales presiones exteriores han ofrecido a la posteridad el fruto de su independencia íntima. Los clásicos españoles del siglo de oro; Víctor Hugo, que vio prohibida su "Marion Delorme" y su "Rey se divierte", no eran insensibles ciertamente a la tensión atmosférica de los grandes momentos colectivos que limitaban partes importantes de libertad creadora y resplandecía en su obra su autodeteminación interior, porque aunque sujetos a desiguales condiciones sociales eran enteramente dueños de si mismos. Es decir, al mundo en la época caracterizada por el mismo intransigente absolutismo histórico permitía al hombre la propiedad de sus pensamientos. No le inquietaba ni su fuero interno, o, en otras palabras, no le citaba previamente cual debía ser su pensamiento. Podían encadenarlo por su expresión, podían amargar su existencia física, podían prohibir la circulación de la obra, pero no influía en su gestación, porque la metafísica imperante obraba sobre las virtudes del pensamiento y no sobre el pensamiento mismo, porque los grandes poderes públicos no habían juzgado necesario todavía perfeccionar los métodos de la coacción intelectual y de pedagogía directiva con que cuentan algunos sistemas actuales. La evolución data de principios de nuestro siglo, precisamente del que entiende llamarse siglo de la libertad. La comercialización del arte ha sido uno de los casos iniciales determinantes y se han dicho cosas muy interesantes sobre el tema, pero es evidente que la incertidumbre, el sobresalto, la inquietud de la humanidad le han alejado de la contemplación de las cosas sublimes. Ha substituido lo bello por lo divertido, lo difícil por lo fácil y las mayorías no gustan de facilitar con su imaginación la fértil inventiva de artista, cuando este ponía el diálogo y ellos el escenario. No cabe duda de que la industrialización del arte, fenómeno económico de nuestros tiempos, se ha sometido a esos factores. El autor poco puede sin editores, sin empresarios teatrales, sin responsables económicos solidarios que lancen la obra con su capital. Y lógicamente, editores y empresarios consideran en todo momento la necesidad de consultar los gustos y aficiones del público, antes de arriesgar su capital. La cuestión se centra, entonces, entre los dos polos del fenómeno artístico: el talento creador y el gusto de la sociedad por la obra. ¡Y se dice de esta sociedad que ha perdido el gusto! Yo no me atrevería a afirmarlo. En cualquier momento puede estremecerse el aliento del genio; en cualquier momento abre su corazón a las emociones elementales de la obra de arte, pero su preocupación ante la dificultad de la vida se reserva ante las perspectivas mundiales; la contemplación de ese horizonte cargado de amenazas y el hecho incontrovertible de que la vida se ha vuelto áspera, y el hombre en unos pocos años, ciertamente, pudo haber restado espectadores a las grandes obras de Calderón y de Corneille. Pero eso nada prueba contra el hombre, sino contra los hechos exteriores; contra la dureza y la incertidumbre del momento histórico, contra el desacierto con que ha sido conducida la vida de la humanidad. El pensamiento creador, por su parte, ha sufrido una dura conmoción. Ayer pudo mantenerse alejado de las bellezas ante los impulsos de los poderes temporales, para concentrarse en la contemplación de sus escenas interiores, pero hoy las luchas no permiten que nadie se mantenga al margen de la incidencia. Comúnmente se incita al pensamiento a actuar como catapulta, como corrosivo de las fortalezas contrarias o como ariete demoledor. La inteligencia podría agruparse en corrientes afines en escuelas de la comunión de los principios, pero nosotros hemos asistido al nacimiento de la división del pensamiento en bloques irreductibles y hostiles, animados de sordos rencores políticos. En estas luchas que nada ni a nadie perdonan, capta al hombre en el Estado, en el municipio y en el pueblo y de ahí pasa a la familia y finalmente se allana el precioso santuario de la conciencia. Hoy existen artes al servicio de la política y no se vacila en congregar a intelectuales para que viertan sus opiniones como un explosivo contra el adversario. Pero eso no es lo peor, porque de esa opresión física de esa influencia exterior podría aún rescatarse lo auténtico, lo inexpugnable; el elemento creador, pero ocurre que eso ha sido estructurado previamente por todos los medios. Hace años abundaban los que creían que era posible una conciliación entre los adversarios porque no había nada sobre lo que en razonable conversación no se pudiese llegar a un acuerdo. Pero hoy empiezan a darse cuenta de su error, porque no se trata de opiniones más o menos susceptibles de rectificación ante la verdad, sino de modos de ser, de modos de entender la vida, cada uno de los cuales está seguro de pensar su verdad, porque eso lo han aprendido, eso lo han respirado, porque esa obra de la aniquilación de la libertad lleva en marcha demasiados años. La verdadera autodeterminación artística se convierte en algunos importantes sectores de la sociedad moderna en una utopía, aseguran que gravitan sobre ella y que las determinan unas veces el parecer de los empresarios o de los editores, otras la opinión de los autores muy a menudo los gustos del público. Sin embargo el pensamiento lucha noblemente contra los gustos imperantes, y prevaleció. Pero la lucha se hizo seguramente más problemática y grandiosa cuando el pensamiento -lo que hay de noble e insobornable en él- tiene que luchar contra sí mismo, contra un sistema u organización, que lo han subordinado todo a una ideología, cuando llega ese momento crítico en que la existencia o la supresión de la censura es lo menos importante, es porque han desaparecido todas las posibilidades de libre creación. La educación, que importa a los espíritus en todo el curso de su trayectoria un impulso determinado por principios perfectos y absolutos, particularmente cuando estos principios son de un orden fácilmente identificables dentro del materialismo más negativo, es una fuerza que conspira contra la esencia misma del poder creador del arte. La cuestión substantiva que debemos plantearnos es por tanto la libertad no ciertamente la de esa libertad ficticia con la que agitadores engañan frecuentemente a la humanidad, sino de la gran libertad que es, ante todo, autodeterminación ante la responsabilidad. La libertad no nos permite hacer en todo momento lo que deseamos sino que nos permite elegir entre las diversas posibilidades que a un tiempo se nos ofrecen. Su requerimiento indispensable es, por tanto, la concurrencia de estas posibilidades que al hombre puede elegir entre varias. Pero si al hombre se le cierran todos los caminos excepto uno, si se le niegan todas las posibilidades excepto una, si se le convence de que no existe más que una manera de sentir, de pensar y de obrar, ese hombre deja fatalmente de ser libre; es simplemente el instrumento mecánico de una doctrina superior, de una fuerza absoluta. Es la espada de una intransigencia sólo comparable a los peores absolutismos de la historia. Existen fuerzas en el mundo cuyo intento de limitación de posibilidades se hace cada vez más visible. El arte ha producido cosas buenas y cosas malas como el pensamiento y se ha manifestado de todas sus formas. Los clásicos representan quizá lo primitivo, lo elemental en el hombre lo que exalta siempre porque es ante todo algo substancialmente humano y sus posibilidades era infinitas. Fueron negados por numerosas escuelas, y en todos los géneros artísticos y en todas las expresiones intelectuales hemos observado pruebas de esa libertad a que nos referimos, unos más plausibles que otros intentos de renovación de variable fortuna casi siempre. Pero si se ha de hacer prevalecer la negación de todos esos caminos para defender un arte basado, por ejemplo en un materialismo político monocorde, es indudable que se habrá muerto la sustancia misma de la libertad. Y sin libertad no hay, no puede haber verdadera expresión de la inteligencia humana, como no habrá arte en la agonía de las fuerzas naturales de la inspiración. ¿De que la libertad puede gozar el pensamiento encarcelado por las noticias de la propaganda tendenciosa? Esa propaganda avanza todos los días como una inmensa muralla que nos oculta la verdad; nos dejan en libertad física pero nos aprisionan dentro de la muralla de la propaganda que dice cuanto conviene a sus intereses pero no a los interese públicos. No olviden que así como el cuerpo es materialmente sólo alimento, la personalidad, el espíritu, la mente humana no es más que idea, conocimiento transformador. La libertad no se configura plenamente sino la verdad y la verdad es una sola y universal. El momento es difícil y nadie escapa al rigor de su incidencia. Abundan por fortuna los hombres y los pueblos que se han puesto como ideal fundamental la defensa de ese ideal de libertad. La experiencia ha enriquecido su concepto al dictarnos que esta no se produce donde falta una certera conciencia de la responsabilidad. La novela, el teatro, el cine son las modernas academias donde los pueblos aprenden a pensar, a sentir, a crearse su ideal íntimo, a representarnos su vida ideal y a situarse ante su realidad de mundo circundante. El espectáculo moral eleva su espíritu, del mismo modo que lo envilece y lo mancha la visión de toda deshonestidad. De una escena afortunada, de unas palabras rápidamente pronunciadas, depende a veces la estructuración moral de muchos seres, cuya formación intelectual no es capaz de resistir a los efectismos momentáneos del arte. He aquí el concepto de responsabilidad que va aparejado al de libertad, concepto que ciertamente no se refiere sólo a la moral, porque abarca la ética, la formación del padre, del ciudadano, del hombre que ama y respeta la ley y tiene un alto sentido de la convivencia. Es difícil atenerse en todo momento, sobre todo cuando el torbellino de la inspiración invade al creador, a las máximas sociales y éticas y a la solución del más pedagógico de los recursos. Pero no hay duda que un más elevado concepto de la responsabilidad impide siempre el extravío. Hoy, cuando la libertad se ve amenazada, cuando son muchos los pueblos que sufren violencia, cuando todo parece confabulado para retener y apagar la fecunda llama del genio es, precisamente cuando con más interés debe el mundo formularse el problema de la libertad y la responsabilidad y cuando con más ardor deben los intelectuales consagrar su existencia y obra al triunfo de la dignidad humana. Intentará dividir el pensamiento en dogmas para luego avasallar el de los que restan auténticamente libres, pero nada podrán si éstos, plenamente consientes de su elevada misión, se mantienen infatigables en la brecha. Habrán caducado las concepciones burguesas con que nos hemos conducido hasta ahora, pero nada autoriza a pensar que debemos caer en fórmulas opuestas a la condición de la dignidad del hombre y la sociedad. Lo viable, lo positivo, es que la humanidad tiende a subir, ansía superarse, anhela mejorar de clase, adquiere conocimientos y preparación, y hoy constituye una nueva preocupación de las clases trabajadoras la educación de los hijos, inclusive para los estudios superiores y aunque a veces parezca que los motores de tales movimientos son puramente apetitos materiales, no debe olvidarse que tras la satisfacción de las exigencias biológicas palpita el espíritu y sus nobles ambiciones. Detrás de todo eso está en parte muy importante el valor de la educación, la vocación de refinamiento que el hombre experimenta para sí o para sus hijos. Estos aprendieron en las escuelas, en los talleres, en las academias y en las universidades, pero pecaríamos de superficiales si desconociéramos el poder pedagógico del arte en todas sus formas. Se advierte ya en muchos países una corriente que sin intentar convertir el arte en una fastidiosa exposición de máximas, procura la conducción espiritual de los pueblos. El arte dirigido por las fuerzas políticas armoniza difícilmente con su primera necesidad de libertad, porque la dirección del espíritu y de las leyes éticas y morales lo elevan y lo conducen por la vía de lo sublime. Sea cual quiera el destino de los pueblos, en lo futuro es más que probable que la felicidad y la demagógica artística, la pornografía y el libertinaje se verán proscriptos, porque nadie, ningún régimen, ningún régimen, ningún gremio social progresista gusta de la corrupción que esas prácticas traen aparejadas. Señores delegados: confío que al retornar a sus países, al separarse de nuevo tras este cordial encuentro, trasmitirán a todo el mundo el mensaje de un espíritu, el de todos ustedes, destinado a esparcir la luz en las tinieblas que amenazan a tan viejas culturas. Hace un mes, dirigentes de las dos sociedades artísticas de autores comunicaron al gobierno que la Conferencia Internacional había aceptado la invitación de celebrar en Buenos Aires su congreso anual. Venían a requerir el aporte moral y material del Superior Gobierno para hacer posible la realización de sus anhelos. Debo confesar que sentí una profunda satisfacción como gobernante y como ciudadano argentino y que no vacilé en otorgarles todo lo que podían, sin imponer otra condición que la de realizar un congreso digno a sus catorce anteriores. Debo confesar ante la significación de esta convocatoria que han sido superados mis deseos. Al ver congregados en este recinto augusto de mi patria a los eminentes miembros de la Confederación y a los delegados de cada una de las ciudades que la integran, no puede ocultar que me siento halagado por el honor de su calificada presencia. Comparto vuestra alegría al ver en marcha la Confederación, cuya alta función rectora del derecho de actuar en el Orden Internacional se acrecienta en relación a la sabiduría de sus decisiones, a la integridad de sus principios y a la eficacia de la libertad ejercida sin fatiga durante los veintidós años de su existencia. Valoro también junto a las tareas cumplidas lo mucho que se espera de la unificación y armonizar universal de los códigos de los derechos de autores y sé que esta Confederación junto con sus concejos continentales y sus entidades nacionales lucharán por que en todos los países se cree o se perfeccione la legislación de esa materia. Ya lo practicamos dentro de nuestra frontera, pero si existiera en la ley argentina una sola omisión, un sólo olvido, aspiramos a que vosotros nos los señaléis para repararlo de inmediato, para acomodar así nuestra ley a nuestro espíritu amplio y respetable. Señores delegados: si la conmoción universal arrebata al mundo la ilusión, nada podrá esperarse mañana de las condiciones intelectuales colectivas; si los hombres de brecha, los soldados del pensamiento actual, saben luchar con perseverancia en la defensa de una cultura que tiene conquistados los derechos suficientes para permanecer, podemos contar que al término de las actuales preocupaciones, por dura que resulte la transición, nos hallaremos en una circunstancia que hoy ni siquiera nos atrevamos a soñar: el momento en que la humanidad apaciguada de las revueltas aguas de sus sentimientos, podrá como un lago profundo reflejar en su superficie la belleza y la inmensidad de la obra del Supremo Hacedor. ..........................
1948-10-17
En el acto en plaza de Mayo en que se conmemoró el 17 de octubre de 1945 :
Descamisados: Saludemos hoy al 17 de Octubre, tercer aniversario del Día de la Lealtad, que es también el día de la independencia económica, de la economía nacional y de los Derechos del Trabajador, lo que equivale a decir que es el día de la humildad del pueblo, de la soberanía, de la dignidad y de la justicia social. Como en los días de grandes fastos, hagamos un examen de conciencia y preguntémonos si cada día, si cada hora, si cada minuto, hemos luchado incansablemente por llevar adelante nuestra causa. Yo por mi parte, como todos los 17 de Octubre, debo haceros una pregunta, para que me respondáis: si estáis conformes con el gobierno. (¡Sí! ¡Si!, contesta la multitud) Hago esta pregunta porque mi autoridad emana del pueblo y yo solamente al pueblo he de rendirle cuentas. El año pasado os dije: hemos declarado la independencia económica; hemos instaurado la economía social; hemos declarado los Derechos del Trabajador; de país deudor hemos pasado a ser país acreedor, hemos reconquistado la Argentina para los argentinos, lo que equivaldría a decir: hemos conseguido un país socialmente justo, económicamente libre y políticamente soberano. Hoy todo ello está en tren de franca consolidación. Luchamos porque esa consolidación sea permanente en las formas jurídicas argentinas. En lo interno, ya no tenemos oposición; tenemos solamente opositores y opositores ofuscados, que no representan ningún peligro. Esos opositores los hemos de vencer como se vence en las democracias: con las urnas y con los votos. En lo externo, también debemos enfrentar la lucha de los grandes monopolios imperialistas, que han perdido sus posibilidades en nuestra tierra. Estos comienzan la lucha con una campaña de diferenciación, a base de mentiras, y por eso no han de vencernos jamás, porque en la lucha se lleva una inmensa ventaja cuando se lucha con la verdad y con la justicia, y no a base de la difamación de las empresas que creen que con el engaño, que llevan a sus propios centros, han de hacer realidades de las mentiras que profieren. Es un grupo que cree que, diciendo que no comemos, vamos a enflaquecer, y que creen también que a este pueblo laborioso, virtuoso y fuerte, lo van a doblegar con sus mentiras, vayan ellas al centro que vayan. A menudo me dicen que tanto esos opositores en lo interno, como los mentirosos internacionales, tienen mucho poder. Yo les contesto que mando más que todos ellos juntos, porque mando sobre el corazón de muchos millones de argentinos. Otros creen que matándome, podrán detener el movimiento de los descamisados. ¡Pobres ilusos! Os dejo una doctrina, sus objetivos y una mística que vosotros sabréis cumplir por las buenas o por las malas, y lo pido así porque ello representa las dos condiciones más fundamentales de los pueblos libres. Con ello labraréis la felicidad presente de los argentinos y la grandeza futura de la patria. Dentro de nuestra profunda decisión de consolidar el estado de la economía social, de la independencia económica y de los derechos de los trabajadores, es que luchamos para una reforma de la Constitución: que sea una Constitución para el pueblo y no para la oligarquía y para los intereses imperialistas. No nos preocupa que en esa reforma estemos en contra de los políticos desplazados; no nos interesan porque ellos, si antes propugnaban la reforma y hoy se oponen, es porque antes mentían y ahora son unos miserables. ¿Y que me dicen ustedes de los dirigentes socialistas? Se llamaban a sí mismos obreristas y hoy, cuando se les presenta la oportunidad de reformar la Constitución para darles al pueblo y al trabajador lo que en justicia le corresponde, ellos se abstienen, no quieren intervenir. !Son payasos ...; son payasos ! (La multitud interrumpe al presidente) Exactamente. Son payasos que nos harían reír si no le hubieran hecho al proletariado argentino la broma trágica de tenerlo sumergido cincuenta años. Señores: con esa reforma de la Constitución terminaremos con los políticos entregadores, con la oligarquía y sus privilegios, con el saqueo de nuestra economía, con la explotación de los trabajadores, con el fraude, con la mentira y con esas fuerzas obreristas que engañaron durante tantos años. Pero, compañeros, recordemos que la vida es lucha; que renunciar a la lucha es renunciar a la vida; que es necesario mirar de frente al destino; que es imprescindible atropellar de frente los problemas; que los descamisados deben saber que están empeñados en una lucha individual y en una lucha colectiva; que diariamente cada descamisado debe ser un soldado que vele con el arma al brazo, vigilante, con ojo avizor y penetrante, porque la traición trabaja, porque el mal se arrastra, porque la maldad se oculta en cualquiera de los que caminan y marchan al lado nuestro. Por eso en el ejército de descamisados, cada uno en su puesto, cada uno en su lugar de trabajo, es un centinela y es un combatiente. Es menester, que así dispersos, en el trabajo, en la calle, en el paseo, dejen sentir en su mirada que están orgullosos de ser descamisados y peronistas. La negligencia es traición al pueblo y es traición a la patria. Cada uno en su puesto de lucha debe considerarse como el más importante de los argentinos; el es la rueda infinitamente pequeña, pero indispensable para que este inmenso mecanismo de dieciséis millones de rueditas pueda seguir dando vueltas. Vosotros, descamisados, sois lo más puro que la patria tiene. En los momentos de desaliento a que nos somete a veces el gobierno, me basta hacer un examen retrospectivo de lo que cada uno de vosotros ha sido para esta patria y entonces me pregunto, que no podría hacer por un pueblo como mi pueblo. Llevo casi cuarenta años mandando hombres y conduciendo hombres; sería difícil que me equivoque al juzgar a los hombres y al poder depositar en cada uno de mis descamisados la vida, seguro de que él sería el mejor defensor de mi existencia. Compañeros; como se encuentran en Buenos Aires una cantidad de descamisados que han viajado a pie, desde largas distancias para llegar a este acto maravilloso, mañana..... ¡Mañana es San Perón...; mañana es San Perón ! ( La muchedumbre prorrumpe es estos gritos) Sí: mañana es San Perón. Pido a todos que al desconcentrarse de esta magnífica asamblea, lo hagan lentamente y con orden, porque hay señoras y niños y, sobre todo, les pido encarecidamente, que lo hagan en perfecto orden, que no se acuerden siquiera de esos diarios adversos, porque ellos están deseando que les rompan un vidrio para después hacerse las víctimas. De modo que si no les quieren dar una alegría, ni siquiera pasen, ni los miren. Y para terminar, en este glorioso 17 de octubre, recordamos, a todos nuestros camaradas del interior, que aún lejos, se encuentran presentes aquí muy cerca de nuestro corazón; y para vosotros, descamisado, mi profundo agradecimiento y mi consejo de permanecer siempre unidos y mi pedido de trabajar incansablemente día y noche para el triunfo de nuestra causa, que es la causa del pueblo. ........................
1948-10-25
En la inauguración del Congreso de la Confederación General de Empleados de Comercio
Pocas palabras podría ya agregar a la brillante pieza que termina de ofrecernos el compañero Borlenghi. Sean las primeras mías de salutación a los compañeros de Latinoamérica que nos hacen el inmenso honor de acompañarnos y nos brindan la inefable satisfacción de contarlos entre nosotros como hermanos queridos de este continente latino americano, que es el sueño de nuestras ilusiones y de nuestro amor. Señores: dicen que en Grecia, cuando los gobernantes ocupaban el poder, en la vieja república griega, prometían hacer la felicidad del pueblo y labrar la grandeza futura de la Nación, y en su juramento expresaban que juraban dejar a Grecia más grande y más próspera que cuando la habían recibido al hacerse cargo del gobierno. Nosotros que conservamos aún algo de los clásicos que la humanidad ha ofrecido a la contemplación de miles de años, queremos reverdecer esos juramentos prometiendo a la patria hacerla en un presente feliz y prometiendo a la Nación trabajar sin descanso para que la grandeza futura sea un himno cantado a la honradez y al patriotismo de la generación a que pertenecemos. Es indudable que cuando hablamos de felicidad y cuando hablamos de grandeza no soñamos en la efímera felicidad que pueden dar las grandes economías disfrutables por una minoría de privilegio, ni soñamos en la grandeza que pueden darnos las conquistas que no sean el trabajo, la dignidad y el sacrificio del pueblo. Y por eso juramos, como los antiguos griegos, dejar a la patria más feliz y más próspera que el día en que nos hicimos cargo del gobierno. Para cumplirlo, para satisfacer ese juramento empeñado, no sería suficiente el haber desarrollado un presente garantizado sólo por el esfuerzo que somos capaces de realizar. No lo habríamos cumplido integralmente, ni podríamos escrutar la futura historia de la Nación sin que un amargo presentimiento de desgracia atravesase nuestra mente, si no fuéramos capaces de consolidar la justicia del presente para prolongarla en una concepción justa de nuestro porvenir. Vano empeño el de los hombres que sólo piensan en la felicidad del efímero presente, que es una línea en el infinito devenir de los siglos; vano empeño el de los hombres que abandonan el mañana en el recuerdo del ayer o en el disfrute de los goces de hoy; vano empeño el de los hombres que en su generación no marcan una línea que conduzca a un objetivo futuro. Señores: no queremos caer en el delito de lesa patria que significaría el abandonar a esos intereses que todos conocemos las conquistas de este presente, para que mañana nuestros hijos, o nuestros nietos, no puedan echarnos en cara el haber sido poco perseverantes o cobardes para empeñarnos en una acción a fondo. Hoy la mayor sabiduría está en la honradez de procedimientos, porque en el mundo la honradez está crisis. Hoy no es necesario solamente saber; es más necesario saber sacrificarse por el bien de los demás, porque también esa abnegación humanista que nos lleva a despreciar lo propio en beneficio de los demás hermanos que habitan la tierra, es otra de las virtudes que en el mundo está en crisis. Por eso hemos sufrido guerras y nos amenazan guerras; porque no queremos ponernos a producir para vivir, porque nos resulta más fácil asaltar al de al lado para quitarle lo que él ha producido para vivir. Miremos el panorama de esta humanidad y observemos que para tres mil millones de habitantes con que cuenta hoy el mundo, que aumentan a razón de 25 millones por año, correspondería -como dicen algunos economistas- por lo menos una hectárea laborable por habitante. Teniendo tres mil millones, el mundo no cuenta hoy sino con mil seiscientos millones de hectáreas laborables que producen la alimentación de los hombres, vale decir, que la humanidad está a media ración o la humanidad tiene una mitad que no come. Ese es el problema del mundo. Ese es el problema que no tiene solución. ¿Van a buscar solución a ese problema que no tiene solución. ¿Van a buscar solución ese problema destruyendo lo poco que se produce, con una mayor guerra? Los imperialismos del siglo XVI, XVII o XVIII, para conjurar esa terrible situación de la humanidad hubieran tratado de ir a los territorios todavía improductivas, como el África entera o el Oriente asiático, donde hay millones de kilómetros sin explotar, para ponerse a producir alimentos para darle de comer a la humanidad. Sin embargo, los imperialismos del siglo XX no van a las zonas desiertas; van a las zonas superpobladas de Europa Occidental y Europa Central. Es porque no quieren explotar la tierra; quieren explotar al hombre. Pero olvidan los hombres de este siglo que la tierra a la explotación contesta produciendo, y el hombre a la explotación contesta rebelándose. ¿Y como pueden decir entonces, que buscan la paz? Buscan la paz provocando el alzamiento de la humanidad frente a la injusticia y a la explotación. No vive el mundo siglos de tolerancia; no vive el hombre siglos de mansedumbre; luego, ellos están sometidos con su cigarrillo encendido sobre un barril de pólvora, del no sabemos cual será el momento en que va a volar con ellos. Nosotros no queremos complicarnos en esa clase de maniobras. Por eso no estamos ni en la defensa del capitalismo de explotación ni de la explotación estatal. Nosotros tenemos una tercera posición, donde no queremos que el hombre sea explotado ni en nombre del capital ni en nombre del Estado. Queremos que el hombre, dentro de su libertad, sea un ser, principio y fin, en sí mismo, y no un instrumento de los apetitos del capital o de los apetitos del Estado. Muchas veces nuestros opositores han preguntado "que es lo que estos peronistas quieren modificar de nuestra Constitución". Y mis mismos colaboradores, como muy bien lo ha dicho el camarada Borlenghi, muchas veces preguntan que vamos a modificar. Vamos, simplemente, a dejar que el pueblo decida esas modificaciones, porque si yo las dictara no sería una modificación democrática, como queremos. Se estudiará profundamente. Ya tenemos adelantado todo el trabajo de investigación bibliográfica y documental que necesitamos. Hemos compulsado las 300 modificaciones en el siglo XX, de las constituciones americanas, y pensamos llegar a estudiar exhaustivamente cada una de esas modificaciones, con técnicos de los antiguos señores que no se lo violaron legalmente la Constitución de cincuenta mil maneras, sin que retorcieron las leyes hasta hacer de una democracia un verdadero caos jurídico o institucional. Pero, señores, quien vive en el pueblo, como vivo yo, de lo que me jacto todos los días -; quien vive el dolor de la clase trabajadora; quien conoce el dolor de la tierra argentina; quien ha vivido entre ese dolor sin haber sido nunca insensible al sacrificio y a la abnegación de nuestro pueblo; quien ha vivido, como digo, en el pueblo, no tiene mucho que preguntarse. Bastará con que diga cuales son los males argentinos y que es lo que tenemos que hacer para que esos males no vuelvan a repetirse más. ¿Cuales son los males argentinos? El primero, el colonialismo económico en que hemos vivido hasta nuestros días, y que ha hecho que la República no tuviese flota mercante, que sus bancos fueran manejados por los consorcios extranjeros, que sus ferrocarriles fueran de un consorcio y que la explotación de su riqueza estuviese en manos de otro consorcio. ¿Quien posibilitó eso? Si no lo posibilitó la Constitución, peor para nuestros opositores, porque ellos, entonces, la violaron para posibilitarlo. Y, señores, como bien ha dicho el compañero Borlenghi, era una Constitución magnífica, quizás, en el '53. No los discuto, porque, francamente, no podría dar del pueblo argentino del '53, como hoy doy del pueblo argentino del '48, una sensación exacta de su situación. Pero una Constitución de este tipo, que entrega la dirección económica de la Nación a los consorcios capitalistas extranjeros, que posibilita que estos se desarrollan dentro del país, que hagan leyes que los defiendan -contra la Constitución o conforme a la Constitución- no es en los momentos actuales una Constitución conveniente para la Nación Argentina. Pero aquí no acaban los males, porque a la dirección económica del Estado en manos de los consorcios, se sumaban los servicios públicos, para su distribución, también en manos de los mismos consorcios, los que habían consumado el unicato de explotación colonial más colosal que habrá conocido la Nación y que conocerá la Nación en todos los tiempos de su historia. Ellos fijaron la organización de nuestra riqueza y se apropiaron de los medios para sacarla del país y explotarla en las metrópolis económicas, que demasiado conocemos para mencionarlas en estos momentos. Y si la Constitución ha permitido eso, hay que hacer una nueva Constitución que en el futuro no lo vuelva a permitir, porque la justicia social, porque las conquistas sociales de la clase trabajadora sólo pueden ser sustentadas cuando la economía de la Nación está en manos del Estado y cuando los transportes y las comunicaciones son el verdadero sistema nervioso de la Nación, por el cual pueda salir y entrar la riqueza que ha de ser de los argentino y para los argentinos. ¿Cual es el otro mal? El otro mal es el sistema capitalista de explotación que ustedes conocen mejor que yo. Ese sistema capitalista de explotación ha sido posible por las prescripciones contenidas en nuestra Constitución del '53, defendida también por el Club del '53. ¿Que establece eso? La libertad de que la economía esté al servicio del capital, vale decir, la posibilidad de que el capital estrangule y explote la economía y a todos los que intervienen en la realización de esa economía. Y el otro mal, la tan mentada libertad individual, de la cual ya los franceses, que fueron sus inventores, dijeron: "Pobre libertad, cuantos crímenes se cometen en tu nombre!" En un sistema tal como el preconizado por estas constituciones del siglo pasado, la libertad individual ha establecido el verdadero desequilibrio que existe entre los hombres que poseen poder o influencias y los hombres que están desposeídos de todo poder y de toda influencia. Y la ley les decía: "Ustedes son iguales" ¿Y yo no me voy a conformar con que la ley les diga que son iguales, mientras estoy viendo todos los días que no puede haber una desigualdad mayor entre ese potentado que compra la ley, que compra el juez, que compra al abogado, y el otro pobre diablo que no puede ni siquiera comprar para comer? ¡Ah! Pero los dos tienen libertad. Uno tiene libertad para explotarlo al otro, y al otro le queda una sola libertad: la de morirse de hambre. Señores: ese abuso de la libertad ya fue cantado por Martín Fierro. Decía: "La ley es como la telaraña; el bicho grande pasa y la rompe; el chico se queda prendido de ella". Esa es la igualdad frente a la ley. En los momentos actuales queremos una Constitución que permita que a ese pobre diablo le aumenten un poco los derechos. Que no sea sólo el de morirse de hambre el derecho que pueda disfrutar. Y que a ese señor que lo tiene todo para disfrutar de sus derechos y de los derechos de los demás, se le diga: "Pare, señor". Que no se haga como se hace hoy con la propiedad. ¿Por que ese señor, por ser propietario, puede destruir y hacer lo que quiere con su propiedad, incluso no dejarlo al otro que pueda llegar a ser propietario, y en nombre de la ley, si el otro le toca su propiedad, va a la cárcel? ¿Por que en nombre de esa misma libertad individual, ese señor lo puede explotar a éste otro, lo puede enfermar, lo puede matar y no va a la cárcel? ¿Que es la propiedad? La propiedad es un convencionalismo jurídico, porque si hay una cosa allí que no es de nadie y voy yo y la tomo, no pueden castigarme porque yo no he robado; eso no es de nadie. Pero si la ley dice: "Esto es del señor X, entonces, ¡vaya usted a tocarlo! Va a la cárcel. Pero con los derechos del otro pobre diablo no ocurre así. A ninguno se le ha ocurrido que explotarlo, que sacarle su jornal que someterlo a un régimen inhumano, sea un delito de ese señor. Entonces, hay que llegar al derecho positivo del trabajo. El que explota a otro debe ser un delincuente, y por lo tanto, la ley debe castigarlo. Señores, no hablemos más de la inviolabilidad de la propiedad para llegar a este abuso que alarma a todas las conciencias honradas del mundo; no hablemos de la libertad individual para que unos disfruten de todas las libertades y a los otros no les quede ninguna porque él las ha acaparado todas. Creemos, por lo menos, un fuero que lo proteja al débil frente al fuerte, y entonces nuestra Constitución será justa, entonces no habrá que modificarla. Mientras se preste al abuso de la libertad y al abuso de la propiedad, debe modificarse. Pero, señores, todos nuestros sabios, como ha dicho Borlenghi, nunca se han dedicado a analizar estos problemas sino a confirmar la necesidad de una libertad absoluta, con prescindencia del Estado. El Estado aquí es un invitado de piedra, pero es un invitado de piedra cuando se trata del fuerte. En cambio el Estado, por la ley, por sus jueces, por su policía, cuando se trata del débil, no hay tornillo que no le ajuste. Eso, señores, no es igualdad, eso no es justicia, y cuando una Constitución no ajusta la Nación a la verdad, a la lealtad y a la justicia, tiene que ser modificada. Señores: como en los viejos tiempos, a los siete pecados hay que oponerles las siete virtudes. Entonces, a estos males señalados vamos a ver como los vamos a corregir en nuestra Constitución, en la Constitución peronista, les guste o no les guste. En primer término, señores, la independencia económica. Es necesario que la independencia económica vaya conformada y fijada en la nueva Constitución, para que la economía sea dirigida por el Estado argentino, para que los servicios públicos sean del Estado argentino, para que la riqueza argentina sea explotada por los argentinos, y, sobre todo, disfrutada por todos los que en ella intervienen y no por una parte. Segundo: la economía social. ¿En que consiste para nosotros la economía social? En que la economía no esté al servicio del capital, sino el capital al servicio de la economía y la economía al servicio del pueblo. Eso es la economía social. Para ello señores, será necesario condicionar la libertad a los justos límites que no permitan en manera alguna la explotación del hombre por otro hombre; y conformar la propiedad a su justo límite, para que no sea un escarnio sino un bien que permita que el que trabaja sea, por lo menos, dueño de aquello que él está explotando para la grandeza y la felicidad de la Nación; para que la propiedad sea accesible a todos los argentinos y para que de una vez por todas, nuestra heredad, nuestra tierra argentina, sea para el que la trabaja, sea un bien de trabajo y no un bien de renta, como hemos dicho tantas veces. Señores; dicen nuestros opositores que nosotros queremos suprimir la propiedad. No: nosotros la queremos consolidar, porque si no, en el tren que va, vamos a tener que suprimirla algún día. Lo que ocurre hoy, señores, lo he comprobado personalmente en mis viajes. Cuántas veces he visto lo mismo que lo que me pasó en mi último viaje a Entre Ríos. Las naranjas estaban pudriéndose en las plantas, lo mismo que las mandarinas. Llamo al dueño del campo y le digo: -¿Por que está dejando podrir esa fruta? -Porque no es mía. -¿Como que no es suya? -No, señor, es del concesionario: yo la vendí en la planta. -¿Quien es el concesionario? -Es fulano de tal. Fuimos a ver al concesionario. -¿Por que no recoge la fruta? -Ya tenemos suficiente, esta hay que dejar que se pudra, si no, baja el precio en el mercado. Tenemos que llegar a establecer que la propiedad no puede tener ese carácter. Hoy, cuando la humanidad está hambrienta, cuando está a media ración, nosotros, para que no baje el precio de los bienes, los dejamos podrir en las plantas. Hoy el bien individual es siempre un bien colectivo, es un bien social y nadie puede destruirlo sin ser un delincuente de orden común a quien le castiga la ley. Y ustedes, señores, recordarán cuando en Mendoza se destruyeron miles y miles de hectáreas de viña, cuando se tiraba el vino en las acequias para que no bajara el precio. Y si van al Tigre, algunos días han de ver, todavía, la fruta desfilando en la corriente, porque la tiran para que no baje el precio de los limones o de los duraznos. Y ustedes sabrán que yo, por la Constitución, no puedo hacer nada a pesar de que veo que esos delincuentes están destruyendo los bienes sociales. La economía social no ha de permitir esos delitos en el futuro, y para ello hay que modificar eso que ya es anacrónico en el año 1948. Señores: hay un tercer punto, un remedio también para todo esto. Aunque nosotros pensemos, con la mejor intención, poner prescripciones constitucionales para evitar esos males y asegurar la independencia económica y la economía social, habrá buenos abogados que después distorsionarán la verdad y nos harán unas leyes que violarán sistemáticamente todo lo que queremos poner allí en defensa de nuestra clase trabajadora. Esa es la historia de la legislación social argentina. Ahora, señores, por esa razón queremos poner en la Constitución los diez derechos básicos del trabajador, porque, colocados en ella explícitamente, como la hemos redactado, no bastará la ciencia de los futuros abogados para deformar la verdad y decir negro donde es blanco o bueno donde es malo. Eso es lo fundamental. Señores: lo que nosotros queremos es que en nuestra tierra no vuelvan a producirse los casos que todos hemos contemplado. Hoy, leyendo el artículo de fondo de "El Líder", he recordado una cosa que me ha hecho notar hace mucho el compañero Borlenghi, en la Secretaría de Trabajo y Previsión: la prescripción de cierto contrato colectivo de trabajo, anterior a nuestra llegada al gobierno, que decía así: "Es obligación del peón trabajar todos los días que el patrón o el mayordomo habiliten, sin excluir domingos, días feriados o lluviosos como asimismo de noche, siempre que el estado del tiempo impidiera hacerlo de día. El peón tendrá derecho a cobrar un peso nacional si trabaja en día domingo. La falta de uno o dos artículos de manutención, -que pueden ser el pan y la carne, por supuesto- no da derecho al peón a negarse a continuar en el trabajo, siendo admisible su carencia total. Si por falta de voluntad alegase enfermedad a fin de no trabajar, sobre todo el día domingo, pagará por la comida cincuenta centavos, descontándosele solo, además el sueldo. La falta de cumplimiento por parte del peón inscripto, será considerada como estafa y sujeta a la pena que para ello aplique la autoridad". Y hay quienes sostienen que no hay que modificar la Constitución. Señores: como ustedes tienen un espectáculo reservado, yo no quiero ser más extenso. Solamente quiero desearles a los compañeros de la Confederación General de Empleados de Comercio el más grande éxito en el desarrollo de su congreso. Y a los compañeros de la Confederación de Empleados de Comercio Latinoamericanos, que nos visitan, la mayor felicidad en estos días que comparten con nosotros; y que cuando se alejen de esta tierra lleven en el corazón el mismo cariño y la misma admiración de hermanos que nosotros guardamos y guardaremos para ellos por el resto de nuestros días. Finalmente, señores, agradezco a la providencia que me permita vivir días para mí tan venturosos como los que estoy compartiendo con todos los compañeros trabajadores de nuestro país. Esos días de duro laborar son para mí de infinita satisfacción, porque voy diariamente comprobando, a lo largo de mi labor, que todo este empeño y todo este sacrificio, que con tanto gusto realizo en la función de gobierno, va llevando a nuestro pueblo hacia un grado de felicidad mayor. Aunque lo considero todavía ínfimo, porque al disfrutar plenamente de los bienes de esta tierra, y al realizar el sacrificio de nuestro trabajo diario, iremos, todos los argentinos, cumpliendo, cuando muramos, a nuestra patria más grande y más gloriosa que cuando la recibimos al nacer, y que hemos hecho en nuestros días todo lo posible para hacer feliz a nuestro pueblo y para elaborar la grandeza de la patria, que es el supremo objetivo de todos los argentinos bien nacidos. ...................
1948-10-29
En la sede de la Unión Ferroviaria
Hace muchos años que vengo tratando de merecer el insigne honor de poder llamar "compañeros" a todos los trabajadores de la patria. Este honor no se puede adquirir por designación alguna; este honor se necesario ganárselo trabajando y trabajando sin descanso por el bien de todos los compañeros que, como yo, realizan en distintos lugares de la patria su tarea diaria para su felicidad y su engrandecimiento. Compañeros: el mundo y las distintas naciones del mundo pueden vivir etapas diversas en su historia. Hay etapas indecisas, fluctuantes, y hay etapas decisivas, de resolución, de definición, conformantes de los hechos inevitables de los pueblos. En las primeras, en las fluctuantes, en las etapas indecisas, suelen triunfar los hombres también indecisos y de actitudes sibilinas, que tratan de acomodar su situación personal, o la situación de algunos grupos, a una mayor conveniencia que los hechos presentan en sus efectividades. Pero en las etapas de definición y de decisión se necesitan hombres de carácter, hombres decididos, valientes y luchadores, que llaman a lo bueno, bueno y a lo malo, malo. El mundo vive hoy esta etapa, y nuestro país, desde que iniciamos la definición de nuestros días, vive también esta precisa etapa. Los hombres sibilinos hoy no podrán triunfar; hoy triunfan los luchadores, los que saben definir su acción y embarcar su vida en la consecución de un ideal que ellos eligen y que ellos trazan. No vivimos tiempos de hombres indecisos, porque los hechos son decisivos; no vivimos tiempos de hombres temerosos, porque los tiempos son heroicos, son de lucha. Cada cosa a su lugar y cada hombre a su tiempo. Yo, señores, felicito a la Unión Ferroviaria porque la veo de pie con hombres decididos y valientes al frente. Por eso triunfan y triunfarán. No olvidaré jamás que la masa ferroviaria argentina fue la que llevó, a través de sus inmensas líneas, la idea revolucionaria que nosotros encendimos en la Secretaría de Trabajo y Previsión. A los ferroviarios les debemos el que se haya dispersado en todas las direcciones de la patria; el que nuestra mística, nuestra decisión y nuestra lucha hayan podido expandirse en pocos días por todo el territorio de la patria. Eso no lo olvidaré jamás. Nunca olvidaré que esa masa de anónimos ferroviarios, muchas veces bajo la denominación de un modesto guarda, de un estafetero o de un lejano cambista, en cualquier parte de nuestra tierra, fue la propulsora de nuestras ideas y la que llevó la antorcha encendida de nuestros entusiasmos a lo largo de toda la patria. Por eso podríamos decir que nuestra Revolución está indisolublemente unida a la masa ferroviaria. Y el día que se escriba la historia de la Revolución, sería injusto que no se hiciese constar que esa masa anónima de miles de ferroviarios llevó con su presencia, con su mística y con su entusiasmo, la presencia, la mística y el entusiasmo de nuestra Revolución a todo lo largo del país. Señores: veo en esta magnífica asamblea de ferroviarios encendida la luz de ese entusiasmo y de esa mística que animan nuestros actos. Los que hemos abrazado esta causa lo hemos hecho con el corazón profundamente impregnado de ideales de humanidad, de justicia y de verdad. Luego, sería imposible concebir que los designios que nosotros tratamos de ejecutar en el país pudieran tener otra orientación que no fuera el entusiasmo, la verdad y la justicia. Ello nos pone a cubierto de cualquier clase de acusaciones, que en el orden político suelen proliferar en los círculos que no nos son afectos. Los ferroviarios saben bien -especialmente todos los dirigentes ferroviarios- que hemos trabajado con el coronel Mercante desde la Secretaría de Trabajo y Previsión tratando de obtener para ellos todas las ventajas a que tenían derecho, pero que nos hemos cuidado muy bien de vincular con la Unión Ferroviaria cuestión política alguna, y ni siquiera hemos intervenido jamás para decir cual era nuestra preferencia en elección de un delegado o de una comisión directiva. Jamás, en el orden sindical, hemos tenido la menor interferencia, porque entendemos que los gremios han de manejarse soberanamente. Sería un error de nuestra parte, que comprendemos y sentimos el verdadero gremialismo, el digitar, dirigir o demostrar preferencias por determinados dirigentes gremiales. Los ferroviarios han tenido siempre los dirigentes que ellos mismos han elegido dentro de sus organismos, sin interferencias del gobierno, sin interferencias de la Secretaría de Trabajo y Previsión. Por eso me felicito de no haber demostrado nunca preferencias de este orden, porque la Unión Ferroviaria tiene en este momento una directiva que encuadra perfectamente en la representación del gremio, con la cual estamos profundamente identificados. Señores: la satisfacción que este momento me ofrece es una de esas satisfacciones que hacen feliz la vida de los hombres de sacrificio. A ustedes, que han de dispersarse a la manera de los primitivos ferroviarios que llevarán la antorcha de la Revolución en todas las direcciones y a todas las regiones de la patria, quiero darles el concepto que el gobierno de la Nación tiene sobre este importante servicio público. ¿Quien nos iba a decir, hace cinco años solamente, que podríamos reunirnos en este grupo de compañeros para decir: Hemos realizado ya en el gremio ferroviario una etapa que nos satisface profundamente, porque el aspecto gremial es magnífico y porque el aspecto institucional y de relación del servicio con el Estado va conformando la etapa definitiva de su desarrollo? Es lo que pensábamos, como una utopía, en 1944, en la Secretaría de Trabajo y Previsión. Decíamos: "Que lindo sería que los ferrocarriles fueran argentinos; que los ferrocarriles pudieran conformar un servicio criollo donde no hubiera ni hombres explotadores ni hombres explotados; donde cada uno de los hombres que trabaja, desde el más encumbrado hasta el más modesto, fuera un propietario de ese servicio y lo ofreciese al público en las mejores condiciones, sabiendo que el beneficio que puede recibir de ese servicio está en razón directa a lo que él rinda en su propio trabajo; vale decir, que no haya ni empleadores ni empleados, que sean todos hombres que labran un destino común con una verdadera conciencia social de sus deberes y de sus derechos". Podemos decir hoy, en cuanto se refiere a los ferrocarriles, que esa etapa está cumplida; que el gremio, aún cuando todavía debe complementar su aspecto de ayuda y previsión social para ferroviarios, ha avanzado en estos últimos tres años grandemente, teniendo servicios que representan la mejor cooperativa que puede tener gremio alguno. En cuanto a lo gremial, conforman una institución poderosamente organizada; y digo así porque la organización es poderosa cuando hay unión, cuando hay unidad en la concepción del aspecto social y cuando hay unidad de acción en los hechos que conducen a esa concepción social. El tercero y últimos aspecto es la relación entre la empresa y el Estado. Nosotros pensamos que los servicios públicos deben ser baratos y buenos. Baratos para que ofrezcan al público la posibilidad de viajar y transportar su mercancía con un mínimo de desembolso, lo que implica que no es una empresa de explotación sino una empresa de servicio. Bueno, quiere decir que los que realicen el servicio reciben el beneficio correspondiente a su esfuerzo, y que al recibirlo realicen en retribución a ese beneficio un servicio lo más perfecto y lo más completo posible. Las empresas ya son argentinas. El Estado ha realizado ese esfuerzo y lo ha realizado, no en beneficio del Estado, porque esa no es nuestra concepción, sino en beneficio del pueblo de la República, que tendrá un transporte bueno y barato, y en beneficio de los que realizan, que tendrán una remuneración adecuada a sus servicios y serán los propietarios de ese servicio. He aquí el momento en que los ferroviarios han alcanzado la situación ideal en cuanto a las relaciones de trabajador y Estado. El Estado no necesita ganar un solo centavo de los ferrocarriles. Necesita solo que ustedes aparten una cantidad para renovación del material y para que esos servicios puedan mantenerse. Todo lo demás que resulte beneficio ha de distribuirse proporcionalmente entre todos los que atienden ese servicio; si ganan más, mejor, mejor para ustedes; si ganan menos, peor. Esto es a lo que nosotros llamamos economía social. Ponemos el capital- estado al servicio de la economía de los ferrocarriles, y esa economía al servicio del pueblo y de los que ejecutan el servicio. Esa es la concepción, lo que nosotros llamamos, económica e ideológicamente, la tercera posición. Esa tercera posición, en la que no explota el capitalista ni explota el Estado, es la situación ideal, según nosotros consideramos, a la que debe llegar la actividad de la economía en el mundo. Y cuando todos sean artífices de su propio destino, cuando ellos reciban el verdadero beneficio sin ser burlados, cuando el pueblo sepa que trabaja para engrandecer la patria y para afirmar su propia felicidad, no habrá ni doctrinas extrañas ni luchas entre unos y otros, y el mundo marchará por la paz de las naciones. Y esa paz en las naciones será permanente hasta que uno de los dos bando desaparezca o hasta que aparezca un hombre con entusiasmo, con buena fe, con justicia y con verdad y ofrezca al mundo una solución de esta clase. Nos hemos pasado un siglo haciendo discursos y durante ese siglo no se hizo otra cosa que discursos, mientras que cada cual luchaba con la convicción de que su felicidad dependía de que él fuera más afortunado para arrebatar la poca felicidad que tenían los de su alrededor. Es la doctrina carente de una conciencia social a que nos ha llevado un exagerado individualismo, donde el hombre era un lobo del hombre, donde todos tratábamos de sacar ventajas en perjuicio de un tercero y a nadie se le ocurría que combinando su acción con el tercero podían sacar ventajas sin perjudicar a nadie. Pero la técnica no estaba en eso. La técnica era la de los grupos que querían aprovechar el trabajo ajeno. Pero cuando se establecen regímenes de este tipo, del ferroviario actual, el que no trabaja difícilmente le va sacar ventajas al que trabaja. Por eso he sostenido que si en el pueblo actual hay una clase pura, una clase honrada, esa clase es la clase trabajadora, porque ella vivía de su trabajo. Los otros, los grupos oligárquicos y políticos, vivían del trabajo de los demás. Al analizar esta situación, lo único que necesitamos poner en claro es la verdad. Ese especulador que le está sacando el jugo al trabajo ajeno, lo hace en nombre de una libertad y un individualismo que es un escarnio para la sociedad. Es como aquel señor, metido dentro de un gremio que no trabaja y hace que los demás trabajen para él, mientras él vive de algún cuento imaginario, como ustedes saben y como yo tantas veces he dicho. Pero él vive porque el gremio lo sostiene, porque el gremio tiene una conciencia social y no trabaja individualmente sino que lo hace como gremio. Este individualista metido dentro del gremio es un enemigo del gremio. El disocia, él miente, él intriga para poder vivir, y esa mentira, esa intriga, esa disociación, es la que perjudica al gremio. Es el trabajo del microbio en el organismo fisiológico. La reacción contra eso es lo que el mundo está en estos momentos considerando. Afortunadamente nosotros, los argentinos, estamos ofreciendo un ejemplo en ese sentido al mundo. El mundo va hacia un aspecto de la socialización constructiva. Ya no puede el hombre, en estas enormes ecúmenes humanas, vivir aislado. En la sociedad nadie puede vivir aislado. El hombre que vive en sociedad y se aísla es un salvaje permitido por la civilización y esos salvajes nunca conducen a nada bueno. Es necesario que llevemos a las masas gremiales la verdadera conciencia sindical que nosotros llamamos conciencia social. Cuando todos los hombres sepan y sientan que en la vida de relación hay que vivir relativamente con los demás, los problemas que hoy agitan a la humanidad en sus luchas estériles, de exterminio, habrán terminado en los países y, al terminar en los países, habrán terminado el mundo. Solamente así, con esa conciencia que el mundo debe tener, con esa conciencia que el hombre debe tener, llegaremos a la única solución que todos anhelan, que es la paz entre los hombres y la paz entre las naciones. ¿Que hemos hecho nosotros, en ese orden de ideas, en estos cuatro años? La tarea ha sido extraordinaria, aunque a nosotros no nos parezca así. Hemos cambiado un país individualista en un país con una alta conciencia social. Esta, para mí, es una conquista extraordinaria. Y el éxito más grande de nuestro gobierno ha estado en proceder de manera que, mientras se desarrolla en el cerebro y en el corazón de los hombres esa conciencia social, se haya podido obtener los medios materiales que ofrezcan a ese hombre, que viene pensando y sintiendo, la forma de que él encaje en tal concepción dentro de la realización de su propia vida. Esto, en el gremio ferroviario, al ofrecerles los ferrocarriles para que ustedes los hagan funcionar, para que los exploten en beneficio del pueblo, es ofrecerles la realización de cuanto hemos venido hablando desde hace tres años sobre la necesidad de una conciencia social. Cuando me dicen demagogo, y algunos me lo dicen todavía, podría ofrecerles este panorama. Si hubiera sido un demagogo les hubiera dicho a los obreros: "La conciencia social es necesaria", y cuando todos tuvieran esa conciencia social, les hubiera dejado los ferrocarriles a los ingleses. Entonces, el asunto de la conciencia social hubiera quedado sólo en la conciencia. Pero señores, el demagogo de 1944, que agitó la conciencia social de la República, ustedes saben que en estos momentos puede decirles: "No soy un demagogo". Les di la idea, los agité, pero les doy los medios para que la realicen. Demagogos eran nuestros antiguos políticos, que se pasaron la vida haciendo discursos pero que vendieron los ferrocarriles, que eran argentinos. Los vendieron ellos. De manera que, ¿como ellos iban a despertar la conciencia social en el pueblo? Bien sabían que eran incapaces de proceder tan honradamente, para adquirir los ferrocarriles, como lo hemos adquirido nosotros: sin un centavo. Y ya los estamos terminando de pagar. Creo que faltan uno o dos meses, porque, como dice Miranda, no hubiera sido ninguna gracia comprar los ferrocarriles con plata. La gracia está en comprarlos sin plata. Y, efectivamente, cuando la deuda pública era más crecida, nosotros compramos los ferrocarriles. Ya están casi pagos, y, en este momento, no solamente hemos pagado también las deudas sino que tenemos créditos. Ahora nos deben a nosotros por valor de muchos miles de millones de pesos. Véase como este aspecto de la conciencia social y de las posibilidades de realizarla, no es demagogia. Un señor que dice ser muy entendido en economía política, hace pocos días dijo en un discurso que nosotros, habiendo pagado dos mil millones de pesos por los ferrocarriles, habíamos pagado mucho. Pero él, hace veinte años, aconsejaba que se compraran por cuatro mil millones, es decir, por el doble. Pero hay que pensar que en aquel entonces hubieran tenido que "formar" con los cuatro mil millones, mientras que ahora los dos mil millones los pagamos con trigo. Se ataca, algunas veces injustamente, a las compañías inglesas. Yo nunca he atacado a los ingleses, porque ellos son comerciantes que trajeron aquí sus capitales, los emplearon y es lógico que ellos ganaran todo lo que pudieron ganar con los ferrocarriles. Lo mismo hacemos nosotros cuando vendemos el trigo; tratamos de sacar el mejor precio. La prueba está que aquellos señores entendidos en economía política vendían a seis pesos el quintal mientras que nosotros, que no sabemos nada, que según ellos somos unos ignorantes, nos hemos arreglado para venderlo, hasta ahora, a sesenta pesos. Por eso digo que yo no culpo a los capitalistas ingleses. Al contrario, les estoy agradecido. A los que culpo, y no les estoy agradecido; es a los argentinos que pudiendo hacer en 1918 lo que nosotros estamos haciendo en 1948, no fueron capaces de hacerlo. Y no creo que les faltara inteligencia; tal vez porque les faltó honradez. Ahora nosotros hemos realizado una obra social, pero más importante que la obra social es la obra económica que hemos realizado. Una obra social que no se consolida, asentándose sobre cimientos económicos, puede ser efímera y es más una ilusión que una realidad. Si nosotros nos hubiéramos conformado con aumentar los sueldos y los salarios y no hubiéramos resuelto el problema económico, que es su fundamento, no hubiéramos ido muy lejos. Si nosotros hemos realizado una obra ciclópea en lo social, en lo económico hemos realizado una obra doblemente ciclópea. Piensen ustedes que este país llegó a deber doce mil quinientos millones de pesos, y que hoy alcanza, por lo menos, a la mitad lo que nos deben a nosotros, después de haber pagado todas nuestras deudas. Piensen que, además de eso, hemos comprado los ferrocarriles, que ya los estamos terminando de pagar; hemos comprado los teléfonos; hemos comprado los puertos; hemos comprado un millón y medio de toneladas de marina mercante; hemos nacionalizado el sistema bancario; hemos promulgado leyes poniendo en movimiento toda la riqueza del país, terminando con la desocupación que era una lacra y que permitía la explotación, sin excepción de todos los trabajadores argentinos; hemos nacionalizado todos los servicios y estamos en tren de seguir nacionalizando los que aún faltan, y que son muy pocos; hemos nacionalizado el gas; estamos instalando el gasoducto, que ha de estar terminado en año que viene para ofrecer un gas de doble número de calorías que el antiguo, quizá a la mitad de precio. La obra realizada en el orden económico es tan extraordinaria que hay poca gente que se da cuenta. Piensen ustedes que hemos pasado de una etapa de economía de miseria a una de abundancia. En el mundo este fenómeno suele producirse en los países en ciclos que varían entre diez y veinte años. Nosotros, en menos de cuatro años, hemos transformado la República. En 1941 yo salí de Europa en plena guerra. Países como Francia o como Italia, con 300.000 kilómetros cuadrados de extensión, tenían 45 millones de habitante. Todos trabajaban y todos vivían. Cuando llegué a la República Argentina, observé que nosotros con 3.000.000 de kilómetros cuadrados y 16 millones de habitantes y teníamos más de 1.500.000 desocupados. ¿Que es lo que pasaba? No había trabajo para esos argentinos. Eso es un truco muy conocido. El régimen capitalista de explotación lo ha empleado en todas partes, y había países que preferían pagar diez millones de desocupados, a mitad de sueldo, con tal de no crearles trabajo, porque eso iba a elevar el costo de la mano de obra. Ustedes se imaginan que la mano de obra en el mercado de trabajo tiene una ley de oferta y demanda; si hay mano de obra desocupada, los hombres, acuciados por la necesidad, se colocan a cualquier jornal, pero si la mano de obra está saturada por la necesidad de trabajo, los salarios suben. De manera que se estudiaba muy bien para que hubiera siempre un remanente del diez al veinte por ciento de desocupados, que era lo que mantenían baja la mano de obra. ¿Que hacemos nosotros? Creamos trabajo; ése es nuestro secreto. Al crear el trabajo ocupamos toda la mano de obra, y después les dijimos: "Bueno: ahora, a pagar más". Y aunque no lo hubieran querido, hubieran tenido que pagar más. Y a los que me acusaron de demagogo les demuestro una voz más que están equivocados, porque el demagogo no puede ofrecer sino palabras; no realizaciones. Cuando yo, desde la Secretaría de Trabajo, ofrecí mejores salarios, creando trabajo, les ofrecí la realidad de mayores salarios, porque con ese trabajo, aún cuando yo no lo hubiera dicho, los salarios hubieran subido solos. Por eso digo: la demagogia no consiste en solucionar, la demagogia consiste en ofrecer, y yo nunca he ofrecido una cosa antes de estar seguro de que puedo solucionarla. Es el caso de nuestra economía. Un incidente aleccionador ha pasado hace ocho días en el país. No se me escapa que esta realización de la economía social nos ha acarreado poderosos enemigos, en lo externo y en lo interno. Los internos se conformaron con llamarme demagogo, mientras los externos me llaman comunista. Antes me llamaron fascista, pero como ahora ya no quedan más fascistas en el mundo y ellos se dedican a atacar a los comunistas, me ponen a mí al lado de los comunistas. Afortunadamente, yo soy de los hombres que ya le han perdido el miedo a los sabios, a los malos y a los rótulos, me han puesto tantos que yo ya estoy acostumbrado. Esos enemigos son los que antes ganaban la diferencia entre lo que hoy entra al país como producto de su trabajo y lo que entraba antes. Como ejemplo puede citarse uno, para no abundar. En 1937, fecha record de la exportación de cereales, exportamos 18 millones de toneladas, por los cuales cobramos 1.700 millones de pesos. En 1948 no alcanzamos a exportar 18 millones de pesos. Una diferencia "pequeña" de 6.300 millones. Esa cantidad se la llevaban esos que ahora me combaten. Si yo estuviera entre ellos, a lo mejor me combatía yo también. Y de adentro, los de adentro que me combaten, son los "socios" de esos de afuera. De esos 6.300 millones que se llevaban, dejaban 300 millones para conformar a éstos. Claro, esos de los 300 millones, los del "pucho", son los que me combaten del lado de adentro. Cuando estos economistas, economistas "a la violeta", que ahora habitan en nuestro país, en época de la reforma de la Constitución, se refieren al oro, dicen: "¿Donde está el oro?", a pesar de que cuando ellos eran ministros de hacienda decían: "¿El oro? No tiene ningún valor. ¿Para que sirve el oro? No ven que hay que mandarlo afuera y comprar cosas?" Ahora dicen: "¿Donde está el oro?" Vean, teníamos casi quince toneladas en la Caja de Conversión, y yo preguntaba: "¿Que van a hacer con esas quince toneladas?" Porque cuando había quince toneladas de oro en el país un neumático costaba mil quinientos pesos, y hoy que no hay ni la mitad de esa cantidad, el neumático cuesta ciento veinte pesos. Yo digo, ¿cual es la influencia del oro en eso? Señores: es una garantía muy remota y muy convencional. ¿Que hicimos nosotros con el oro? Yo se los voy a decir. Nosotros calculamos que si no comprábamos una flota mercante para nuestro país, en cualquier momento los que nos combatían de afuera nos hubieran bloqueado. ¿Y quien llevaba la cosecha hacia los puertos donde se consume? Entonces dijimos: es indispensable comprar una marina mercante, y nos decidimos a ello. Teníamos el oro; si no hubiéramos cambiado barcos por el oro, lo hubiéramos cambiado por fletes y nos hubiéramos quedado sin el oro y sin los barcos. Y, ¿que ganamos con eso? En cuatro o cinco viajes cada barco trae el oro que nos cuesta y sigue veinte años trayendo oro para aquí, en fletes. Además de eso, ganamos la independencia económica, porque nadie realiza la independencia económica sin barcos que le permiten sacar su propia producción y venderla. Mediante esos barcos hemos podido realizar el milagro extraordinario de cambiar la economía de la República Argentina. Antes no dejaban sólo el derecho de producir; lo demás lo hacían todo ellos. Ahora, nosotros les dejamos a ellos el derecho a consumir; lo demás lo hacemos nosotros. Es natural, señores, que la diferencia resulte bastante crecida; por eso hablan y dicen: "¡La inflación!" Nosotros hemos tenido la curva media de la inflación del mundo, porque no podemos vivir fuera del mundo, cargado de inflación, en crisis. ¿En que consiste esa inflación de que tanto se habla? En que los precios están un poco más caros o mucho más caros. Señores, nosotros llevamos los salarios y sueldos parejos con los precios, de manera que el sufrimiento de la carestía no refluya sobre los hombres que no tienen dinero, sino que más bien, refluya sobre los que lo tienen. Porque antes eran muy baratas las cosas, pero nadie tenía un centavo para comprarlas. Ahora son más caras, pero compramos todo. Ahora dicen: "¡El valor del peso!" Como esos que nos combaten desde afuera no pudieron echar abajo el peso con maniobras económicas y financiera, trataron de hacerlo con medidas psicológicas. Dijeron: "El peso no vale; va a salir el San Martín; se va a cambiar el peso por otra moneda". Entonces los sonsos creyeron que se iba a crear un San Martín, que se iba a desvalorizar el peso. Pero nosotros dejamos que lo creyeran, pues el sonso tiene que pagar un impuesto para que aprenda. ¿Que pasó con eso? Nosotros no teníamos dólares. El problema de los dólares es un problema que no tiene nada que ver con las divisas. No es una cuestión de divisas; es una cuestión de intercambio. Si los americanos del norte no nos compran, no tendremos dólares, de la misma manera que si nosotros no les compramos a ellos, ellos no tendrán pesos. Cambiaremos; no es negocio comprar con moneda. Más negocio es el trueque, porque lo que el mundo necesita no son papeles sino bienes de consumo. Entonces mejor es cambiar pan por carne, que el cambiarlo por un papel que no se puede comer. ¿En que consiste nuestra inflación? Lo voy a decir en pocas palabras. Antes, de esos mil setecientos millones de peso que entraron en 1937, mil doscientos eran en servicios; de manera, pues, que en plata no venían nada más que 500 millones. Pero este año han entrado ocho mil millones. Es un aumento enorme. ¿Como no va a venir inflación? Pero es inflación de riqueza y no de miseria. Por eso hay artículos caros, pero hay poca plata para comprarlos. Ese es el fenómeno nuestro. ¿Por que suben los precios? Muy simple, señores; porque hemos aumentado el consumo tres veces y media y la producción no la hemos aumentado en la misma proporción. Lógicamente, ha subido la demanda, la oferta se ha mantenido y el precio ha subido en consecuencia. Pero el día que nosotros pongamos en funcionamiento las ciento y tantas fábricas que hoy se están instalando, comience el aumento de la producción y ésta llegue a lo real de la demanda, el precio va a bajar. Por ahí se soluciona la inflación. No se soluciona conversando ni teniendo mucho oro. Se soluciona trabajando, porque lo que ellos no quieren decir es que lo único que produce riqueza, que lo único que hace brillante las economías es el trabajo y no la charla y la especulación que hacen ellos. Señores: yo soy un hombre viejo ya, pero sí les puedo decir que desde que tengo uso de razón la Argentina no ha vivido un momento económico más brillante y promisorio que el de la actualidad. Esto no necesita decirse con palabras; lo sentimos nosotros en nuestras casas, en las calles, en el teatro, en el tranvía, en cualquier parte, porque se ve a simple vista, ¿Como me van a convencer que estamos pero, cuando notamos diariamente que estamos mejor? Me bastaría un ejemplo para demostrar el error de los que dicen que el dólar ha subido y el peso ha bajado. Tengo los "menús" de los restaurantes de los Estados Unidos. Un bife, doce dólares. Al cambio negro de hoy son como ochenta pesos. Aquí, por ochenta pesos, el en campo nos dan una vaca con cría y todo. ¡Que va a valer más un dólar que un peso! Le doy a cualquiera un dólar en Nueva York y un peso en Buenos Aires, y vamos a ver si él compra con un dólar allá lo que yo compro con un peso en Buenos Aires. Y como nosotros vivimos aquí y no allá, el peso lo cotizamos nosotros y no nos lo cotizan en la bolsa. Señores: todo esto de que ha sido llenado el mundo y que va llenando los ambientes de propaganda contraria, nosotros somos los encargados de desvirtuarlo, porque hay gente que, por no discutir unos, por no pensar otros y por no molestarse los demás, se dejan llevar por la fácil reflexión de uno de esos tontos que todo lo saben y que todo lo critican, pero que jamás han hecho nada. Esa misión de ir dispersando y llevando a todos esta realidad, porque no es necesario demostrar sino mostrarlo, es la función que cada uno de los propios trabajadores debe llevar a adelante. El ataque de la oligarquía y el capitalismo, en este momento interno e internacional, está dirigido a que no reformemos la Constitución. ¿Por que? Porque se les va, para largo plazo, la posibilidad en la cual todavía ellos confían. Ellos confían en dos cosas: primero, como dicen, "que este tipo se vaya", o que "me vayan" por ahí de un atentado o cualquier cosa de esas. Pero lo que olvidan es que yo ya en esto no soy más que un símbolo; porque si yo desapareciera por cualquier causa, porque es humano, ¿ustedes creen que el pueblo argentino les permitiría a ellos que hicieran lo que quisieran? Yo ya les he dicho una vez, cuando fueron unos señores a ofrecerme plata y capacidad para organizarme, que organización no necesito no necesito, dado que yo sé manejar el desorden, y que en cuanto a plata, que éste es un movimiento que no se hace con plata. Lo único que podrán ganar, si yo desapareciera, es que esto, en vez de hacerse ordenadamente, en vez de hacerse racionalmente, habría que hacerlo violentamente, como sucedió en México, donde una revolución de este tipo costó a la república mexicana un millón y medio de muertos. No creo que haya argentino alguno que crea que para realizar una obra de esta naturaleza, que la podemos hacer hasta con amor, entre nosotros, sea necesaria que nos pongamos a pelear. Señores, ¿quien puede decir que esto no es maravilloso? Realizar una revolución, cambiar un sistema, ordenar una economía, levantarla donde eran antes menesterosos, pobres, explotados y escarnecidos, resolver todos los problemas que jamás se resolvieron, como los de la vivienda y la alimentación, creando nuevas fuentes de riqueza, vistiendo las poblaciones que antes andaban semidesnudas, en fin, toda la inmensa obra que se está realizando, ¿puede haber argentinos de tan mala fe, que además de no reconocerlo, estén en contra? Estar en contra de eso, en mi concepto, es estar en contra del país, porque a ellos, que antes explotaban, medraban y vivían a expensas del que trabajaba, hoy no se les da. Tienen que trabajar, también. ¿Que es lo que quiere esta gente, señores? Que no se reforme la Constitución. Y es natural, porque al reformar la Constitución vamos a afirmar dentro de ella la independencia económica. Con eso ya pierden el negocio en el exterior. ¡Y es claro! Ya no pueden ser abogados de las empresas extranjeras porque las empresas son argentinas y no los queremos de abogados nuestros. Le tienen miedo también a la economía social, porque ella representa que el que no trabaja no come. Aquí no habrá patrones explotadores ni obreros explotados. Vamos hacia una igualdad frente al trabajo, que es lo único que hace grandes y felices a los pueblos. La molicie, ese que se pasa la noche en la "boite" y durante el día descansa, ése tendrá que pasar la noche descansando y el día trabajando; si no, no comerá nunca. Es indudable que le temen a la economía social. ¿Pero quien le puede tener? ¿El que trabaja? No, porque él sabe que trabajando honradamente ganará su día, su felicidad y el porvenir y la felicidad de su familia. Antes trabajaba por la comida; le arruinaban la salud y cuando estaba "liquidado", no tenían ni donde atenderlo. Se moría tirado en una cama, como todavía nosotros estamos viendo morir a alguna gente sin asistencia médica. Pero no podemos resolver el problema enseguida, cuando durante cien años ha estado abandonado. La obra social la estamos realizando a largo plazo. Cuando toda la economía social esté en plena marcha, cuando los sindicatos y los trabajadores tengan sus propias organizaciones asistenciales, cuando los enfermos puedan ir a sus sanatorios donde los atienden como a seres humanos, sin esperar tres horas en la puerta mientras le hacen la ficha, cuando tengan policlínicos y hospitales como ustedes ya van teniendo, mandarán como patrones de sus servicios, porque para eso les pagan. Esa ayuda social tenemos que extenderla a toda la población, para que no haya nadie que no tenga la asistencia que debe tener todo ser humano. Pero eso llevará años, porque debía haber crecido con las agrupaciones humanas. Cuando teníamos un millón de habitantes, el problema se resolvía en dos meses. Hoy, que tenemos 16 millones de habitantes, se resolverá en cuatro o cinco años. Se necesita una cama de hospital para cada cien habitantes en el país y no tenemos ni la cuarta parte de esa cantidad. ¡Vean si hay que comprar hospitales y casas asistenciales! Esta es una obra larga y como está tan lejana que todavía no podemos ofrecerle a la población trabajadora del país una solución social y asistencial, es que se ha lanzado la Obra de Ayuda Social María Eva Duarte de Perón. ¿Cual es su función? Satisfacer al mayor número de necesitados en el menor tiempo, es decir, para que esa gente, a quien todavía la acción social de conjunto no le puede alcanzar, tenga alguna parte a donde recurrir cuando sufra una desgracia o una necesidad. Bueno, esto también lo critican los "contras". Dicen... en fin, dicen muchas cosas, pero no dicen nada en concreto. Esta obra asistencial irá desapareciendo cuando la obra estatal de las organizaciones humanas, vaya llenando todos los intersticios, subviniendo a corto plazo todas las necesidades. Es lógico, señores, que hecha una economía social en alto grado, todo el dinero refluya al pueblo en forma de uno u otro servicio y que, en consecuencia, escape al bolsillo de los que estaban acostumbrados a quedarse con el "santo y la limosna". Esa es la realidad. No quiero alargar más esta conversación; pero quiero decir que es indudable que la acción política, social y económica de mi gobierno puede dejar algunos descontentos. No me aparto de que es posible que cometamos algunas injusticias y algunos errores -muchos errores si se quiere- pero hay un sólo error que no vamos a cometer; el de volver los intereses de la Nación contra el pueblo para llevarlos en beneficio de un círculo de privilegio, porque en este país, según pensamos nosotros, el privilegio ha terminado para siempre. Para que eso termine y para eso se haga carne en el pueblo argentino es que queremos modificar la carta fundamental de la Nación, incluyendo en ella que los derechos inalienables del trabajador no podrán ser tocado en este país en el futuro sin que la masa trabajadora, como un solo hombre se levante y por cualquier medio los vuelva a incluir en la Constitución. Cuando yo proclamé los Derechos del Trabajador, todo el mundo aplaudió y dijo: "Pero muy bien, muy bueno, no hay nada que decir, tiene razón". Ahora, que los quiero poner en la Constitución, ninguno está de acuerdo. Y porque quiero hacerlo, ahora soy un demagogo. Demagogo sería si no los pusiera; si los hubiera proclamado y los hubiera dejado en proclama. Eso irá a la Constitución; yo cumplo, yo no soy demagogo. Demagogos son los que no quieren que vayan a la Constitución. Todos los días yo tengo por costumbre, en la Casa de Gobierno, hacerme hacer, con hombres dedicados exclusivamente a eso, una rápida exposición donde me plantean la situación del día en el orden social, político interno y político internacional. Así, si a mí se me escapa algo, a estos hombres, que llevan bien anotado todo, no se les escapa nada. Y ha habido una inmensa variación en la situación política interna; un día una cosa otro día otra. En el orden internacional los acontecimientos cambian segundo a segundo en el mundo, pero hay una cosa que, desde que yo me hice cargo del gobierno hasta este momento, es siempre exactamente igual la situación social de nuestro país. La situación social argentina, no sólo no ha desmejorado sino que día a día en mi gobierno ha ido mejorando. Y la unidad, el apoyo y la decisión de los trabajadores para hacer cumplir los preceptos de nuestra doctrina se han ido afirmando diariamente, destruyendo toda otra teoría porque en este país, en este momento, solamente puedan estar en contra de las conquistas sociales alcanzadas algunos hombres sin conciencia, sin corazón y sin inteligencia, porque si pensaran verían que ellos también han salido ganando con las conquistas sociales. Compañeros: a ustedes, que van a dispersarse ahora en todas las direcciones de la patria, solamente quiero decirles una cosa: les encargo que trasmitan a cada uno de los compañeros que encuentran en toda la extensión de las líneas ferroviarias, que el general Perón está hoy mucho más seguro de lo que está haciendo que durante todos los años precedentes; que está más convencido que nunca de la necesidad de realizar cuanto estamos realizando en el país; que tengo la persuasión más grande que en lo futuro muchos países de América y de Europa nos vamos a seguir en nuestras realizaciones; que es tan absolutamente grande el éxito que en orden económico, social y político ha alcanzado la República Argentina, que podemos decir con orgullo que somos un país envidioso y envidiado por el noventa por ciento de los países del mundo. Gracias por todo, porque esta es la obra de todos. Nada hubiera hecho sin el apoyo de ustedes. Señores: consecuente con ello, decidles a los compañeros que esta causa se gana de una sola manera; trabajando bien unidos, produciendo bien unidos y manteniéndose la clase trabajadora atenta, vigilante e inteligentemente observadora sobre los acontecimientos que se producen; que cualquiera que sea la situación que en el futuro pueda presentársele al mundo, nuestro país -como dicen muchos de nuestros compañeros "va en coche", va en la mejor situación. No hay ningún país en el mundo, y me atrevo a decirlo con la más absoluta seguridad, que esté en mejores condiciones que nosotros para enfrentar el futuro. El problema del mundo es la comida y nosotros somos productores de comida. La economía argentina no tiene nada que temer. El problema del mundo en lo social es la guerra civil, es la lucha entre unos y otros por la destrucción de unos de otros. El nuestro es de amor, de trabajo mancomunado, de orden y sin explotación y sin explotados, que es lo que produce la lucha. En lo político, es la verdad. Se acabó el fraude, se acabó la mentira, se acabaron los demagogos, se acabaron los charlatanes. Ahora señores, el destino del pueblo está en manos del pueblo. Quiera Dios que el pueblo con nuestra doctrina y con nuestra mística sea iluminado para que marche unido, hermanado, para realizar el destino común. Que en esta patria no tengamos nunca que luchar, porque la lucha es la destrucción; que trabajemos unidos, que es lo único que hace felices y grandes a los pueblos. .....................
1948-10-30
Ante delegados al Segundo Congreso Sudamericano de Botánica
Les agradezco emocionado que ustedes hayan tenido la amabilidad de llegar hasta aquí desde tan lejos para tener yo la inmensa satisfacción de poderlos saludar personalmente. Francamente les diré que, dedicado a mis ocupaciones, siento una gran envida por la actividad de ustedes a las cuales me dedicaría con mucho placer. Son ustedes los únicos felices que van quedando en el mundo, ya que pueden trabajar tranquilos en una actividad tan noble, simpática y agradable, como es la botánica, frente a nosotros que tenemos que hacerlo con otros elementos mucho más complicado que las plantas y los árboles. Sé bien que en nuestro país se está trabajando. Yo nunca pierdo de mi memoria a un viejo y querido profesor mío, Cristobal Hicken, que dedicó mucho de su vida a estas actividades tan magníficas. Mi padre le envió a él la primera colección de plantas autóctonas de la Patagonia, hace ya cincuenta años. Yo siempre he sentido una inclinación muy grande por esta clase de disciplina científica. Naturalmente que yo me dediqué a otras cosas y entonces, solamente me he quedado un sentido ancestral, porque mi abuelo se dedicaba a esto, era "bichólogo", como le decíamos nosotros. De manera que, se imaginarán con cuanta simpatía y con cuanto cariño recibo vuestra visita. Sé que podemos a corto plazo encauzar estas actividades tan necesarias para nosotros, por ser el país cuyo porvenir ha de asentarse grandemente sobre los estudios agrícolas, etcétera. Uno de nuestros grandes problemas es el de saber lo que tenemos. El Instituto Rillo, cuyas obras las tengo todas merced a la atención y a la amabilidad de mi distinguido amigo, el doctor Descolle, está llenando una función importante en el norte, con el agradecimiento de todos los argentinos. En este sentido, no dejaremos de realizar ningún esfuerzo y dentro de las posibilidades actuales creo que no pueden quejarse del gobierno. En lo referente a la botánica, no todos están contestes en que tiene una gran importancia. Pero venciendo esos prejuicios de los que no han dado a esta actividad de nuestro país la importancia que tiene, creemos que hemos de seguir apoyando la acción de los hombres que a ella se dedican con todo nuestro entusiasmo y nuestro apoyo espiritual y materia. Señores: no voy a hacer una síntesis de lo que nosotros hacemos en otras actividades, porque prefiero que ustedes puedan apreciar cual es nuestra labor observando el panorama que presenta nuestro país en los momentos actuales. Estamos trabajando y haciendo lo posible para que todos trabajen en vez de dedicarse a cualquier otra actividad que no suele ser tan beneficiosa para la cultura y para la felicidad de los pueblos. Tenemos una sola aspiración en la vida y es que en este país todos tengan un trabajo y todos se dediquen a ese trabajo. Si conseguimos persuadir a los argentinos de que ésa es la única felicidad en la vida, habremos triunfado y seremos muy felices. Mientras tanto, hacemos el esfuerzo para que esa persuasión llegue a los espíritus de los argentinos no muy inclinados a trabajar. Yo deseo que mientras ustedes estén en la República Argentina - los extranjeros especialmente- consideren que están en su propia casa. Les ofrecemos con nuestro corazón todo lo que tenemos, por lo que no podemos ofrecerles nada más. Si ustedes quieren viajar para recorrer el territorio, estamos listos para ofrecerles todas las facilidades, todos los medios de transportes y todo lo que puedan necesitar para llenar su cometido. Sé que los botánicos son, en general, andariegos, les gusta andar por todas partes y nosotros les ofrecemos todas las comodidades. De manera que ustedes pueden viajar por donde quieran y como quieran. Nadie les va a preguntar que andan haciendo ni a qué se dedican. Este es un país totalmente libre donde nadie se ocupa de las actividades del vecino y hacemos todo lo posible para que todo el que quiera pueda recorrer esta tierra con la mayor tranquilidad, sin ningún impedimento y sin que nadie se entrometa en las cosas de los que andan viajando. En ese sentido, tienen la más amplia y absoluta seguridad de que no solamente no serán molestados, sino que la población les ofrecerá la más amplia colaboración para cualquier cosa que ustedes quieran realizar. Aquí hay muchos lugares para recorrer. Está todo el sur que es magnífica para poder hacer viajes. Es una época espléndida, si ustedes desean realizarlos. En cuestión de que toman contacto directamente con Transportes o con las reparticiones que sea necesario para arreglar los viajes. Se puede, en este momento, hacer muy lindos viajes en tren, que va recorriendo toda es región. En avión no les aconsejo, porque en esta época, en el sur, hay bastante niebla; nosotros hemos mandado algunos contingentes en avión y han tenido que volverse sin aterrizar debido a la niebla. En cambio, el tren es muy cómodo y va recorriendo toda la zona hasta Bariloche. Por medio del Parques Nacionales les haríamos preparar alojamiento y todo lo que haga falta. Aquí, en la Presidencia, les solucionaremos cualquier problema que se presente. Lo mismo digo si quieran ir a otros lugares del país; sólo esperamos que ustedes nos digan lo que deseen, porque les ofrecemos con nuestro corazón todo lo que tenemos, sin limitaciones, con la más amplia sinceridad, con la más grande confianza para que ustedes hacer lo que quieran el país. Considérense como es su propia casa y yo seré el más feliz de los argentinos. .............
1948-10-30
En la comida de camaradería de la Policía Federal
Me siento infinitamente feliz al poder haber compartido esta mesa tendida por la camaradería de los componentes de la Policía Federal de nuestro país. Esa Policía Federal que asegura la tranquilidad y el orden a lo largo de todo el territorio de la República. Es mediante su función y el cumplimiento de ese sagrado deber de orden, que uno también en esta comida de camaradería a los jóvenes oficiales que recién comienzan, con los veteranos de la policía que encanecieron al servicio de la repartición. Esa función de la cual depende el orden y la tranquilidad de los ciudadanos de la Nación, es reconocida por toda la Nación misma, que ve es su policía la garantía del orden y de la hombría de bien, frente a la delincuencia y frente al error de los ciudadanos que violan la ley. Esa policía, que da amparo con la seguridad de su propia función, depende más que de ningún otro factor, de los valores personales de cada uno de los señores jefes y oficiales que se encuentran esta noche reunidos en esta comida de camaradería, que afirmo es de camaradería, que reafirma más la unión que en cada uno de los corazones de esos policías debe vibrar permanentemente para que el servicio sea una función de todos para bien de todos los habitantes de la República. Señores: Yo pienso que el cumplimiento más perfecto de la función policial no depende de tener muchos policías ni tampoco el de poseer una perfecta organización; depende, en primer término de los valores personales de cada uno de sus componentes, y esos valores personales han de ser primero, de carácter moral, luego de su capacidad profesional y finalmente de la buena organización que la policía pueda poner en función de esos valores morales y de esos valores intelectuales. En este sentido los argentinos podemos estar orgullosos porque vemos en cada uno de los jefes y oficiales de nuestra policía federal a un hombre de bien, a un hombre valiente y a un hombre honrado que conoce su oficio y que está demostrando cual es la cohesión espiritual que une a cada uno de los policías para la defensa de la Nación en su parte más noble, que es la vida diaria, la noble función del trabajo. Señores: en esas circunstancias es donde descansa más que en ninguna otra la cohesión de la República; la policía es el artificio permanente de ese orden, es el artífice permanente del cumplimiento de la ley, sin lo cual no hay país con cohesión interna ni hay Nación que pueda marchar segura hacia sus destinos de grandeza. La Policía Federal debe ser una garantía en cualquiera de las latitudes de nuestra tierra; su función es de una seriedad tan extraordinaria porque a sus manos está confiada la seguridad permanente de la Nación. Su creación ha respondido a un móvil superior, que permite que la ley sea igual y pareja para todos los ciudadanos, cualesquiera sea su categoría, desde el más encumbrado al más modesto, porque la ley no representa sino la posición igualatoria de los ciudadanos, sin lo cual deja de ser ley, y para que ello no suceda, cada policía debe grabar en su corazón que es tan respetable el más modesto de los habitantes como el más encumbrado. Esa justicia, que es la justicia diaria, la que minuto a minuto se vive en las calles de las ciudades, en los caminos de la patria, en la misma campaña, es una justicia permanente en manos de nuestra policía, bien confiada, porque sabemos que a ese progreso a que todos aspiran como aspiramos nosotros, los funcionarios de la República, encontrarán nuestro reconocimiento respetuoso, y considero que en esta tierra de hombres iguales no existimos sino argentinos encargados, cada uno en un puesto de combate para luchar por una patria más justa y más libre dentro del común denominador de fundar la grandeza y la felicidad de nuestro pueblo. Es por eso, señores, que la haber querido dirigir estas palabras a ustedes, compañeros permanentes en la lucha de ganar tiempo a las horas, para ser más eficaces en la función, en mi carácter de jefe de todos ustedes, quiero públicamente reconocer a esta Policía Federal, que la veo trabajar día y noche, que observo que va elevando paulatinamente en función específica, como van encarnándose dentro de la nueva orientación de la República, donde no hay nadie tan importante que pueda impunemente violar la ley o faltar a la consideración que debe a la sociedad en que vive. Ustedes, hombres de orden; ustedes, hombres de justicia; ustedes, hombres de mando dentro de la República para hacer cumplir a cada uno con su deber, son los auxiliares de esa función de hacer justicia en colaboración con nuestros magistrados. Hombres de acción permanente y valerosa, hombres de abnegación que no conocen de desfallecimientos ni de cansancios, que están al servicio y que mueren en el servicio de la Nación. Señores: Con el reconocimiento que en nombre de la República presento en este acto a la Policía Federal, porque no me será dado quizás hasta el año que viene poder hacerlo de viva voz a todos los funcionarios de este cuerpo, quiero hacer un voto final, y ese voto es para que ustedes sean inmensamente felices, que lleven con estas mis palabras los votos de felicidad para vuestras familias, para que cada uno de ustedes, firme en la brecha de luchar todos los días por el bien de la patria, pueda disfrutar, señores, de esa inefable satisfacción que da el deber cumplido, cuando se tiene el corazón entusiasta para ver en los deslindes de la eternidad la marcha venturosa de nuestra República, sobrepasando los límites de esa gloria que elegimos para nuestro destino y que recibimos de nuestros mayores, donde cada argentino tiene la obligación y la responsabilidad de poner su corazón al servicio de esa idea y su mente y su ilusión en esa gloria inmarcesible con que soñamos todos los argentinos para esta patria bien amada. ...................
1948-10-31
Mensaje radial a todo el país con motivo del Día Universal del Ahorro
Celebramos hoy en la República el Día Universal del Ahorro, instituido en 1924 por el Primer Congreso Internacional del Ahorro, la fecha tiene precisos objetivos de trascendente significación: exaltar los principios del ahorro y de la previsión como factores de paz, progreso y de solidaridad entre todas los pueblos de la tierra; propulsar la función educadora, económica y social del ahorro en sus más altas alcances morales y materiales; enaltecer las virtudes de prudencia, moderación y sobriedad como elementos formativos del carácter nacional y como bases sólidas para el espíritu de empresa, la energía y el amor al trabajo fecundo y constructivo. No es esta fecha la de una mera y convencional festividad sino un día propicio para el recogimiento, la meditación, el examen de conciencia. Conviene, pues, repasar lo que se ha hecho en el país en tan importante materia. Cabe afirmar sin eufemismos disimuladores de una falsa modestia, que esta celebración del Día Universal del Ahorro, encuentra a la Nación firmemente empeñada en la tarea de consolidar y de acrecentar su progreso sobre las conquistas del orden, del trabajo y de la previsión. Para estos fines, la acción que desarrolle el gobierno se funda en una vigorosa política de economía y de justicia social, que tiende a preservar las fuentes del trabajo y de la riqueza nacional y a garantizar un mayor nivel de retribución y de seguridad a la población trabajadora, que ha mejorado sustancialmente sus condiciones de vida y de consumo, provocando así el aumento de la demanda y de la producción, la más útil aplicación de todos nuestros recursos humanos y materiales y el incremento del trabajo, de la renta y del ahorro nacional. Fruto de esa política es el extraordinario crecimiento experimentando en conjunto por los depósitos de ahorro del país, que de 2.762 millones de pesos en 1948 han pasado ahora a casi 6.000 millones de pesos, comprobándose con ello que en menos de cinco años se han más que duplicar los ahorros acumuladas en toda la vida anterior de la Nación. Los depósitos de la Caja Nacional de Ahorro Postal que reflejan en cierto modo las posibilidades de ahorro de las clases trabajadoras, han pasado de 190 millones de pesos en 1948 a casi 800 millones de pesos, de donde resulta que en manos de cinco años las pequeñas economías del pueblo han aumentado algo más de tres veces sobre el importe acumulado desde la fundación de la Caja, en 1915. En el mismo lapso de esos cinco años, el número de las depositantes de ahorro postal, que era de 2.400.000 ha llegado a 5 millones, y el promedio de ahorro por libreta que era de 79 pesos se eleva a 160 pesos. Pero el fenómeno del ahorro plantea dos problemas: el primero, de carácter económico privado, que se relaciona directamente con el interés del ahorrista y abarca todos los aspectos relacionados con su formación y protección; y el segundo, de carácter económico social, que se vincula con su influencia en los dominios de la economía social, y se refiere a la inversión del ahorro con un fin útil a la colectividad. Con relación a este último aspecto, o sea el de la inversión útil del ahorro, cabe señalar que el nuevo ordenamiento bancario del país, no solo contiene normas que establecen la garantía de la Nación sobre todos los depósitos de ahorro sino que ha modificado substancialmente la política de promoción económica, que ahora se realiza bajo la tutela del Estado, y que permite que los depósitos de ahorro se invierten por medio del crédito bancario en operaciones y negocios de fomento en la capacidad productora del país y de beneficiario para la comunidad. El crédito hipotecario de fomento para la construcción de la vivienda familiar; el crédito industrial que permite la instalación de la pequeña industria o taller propios; el crédito agrario que facilita la adquisición en propiedad de la tierra por parte de quien la trabaja; el crédito personal, que trata de evitar los perjuicios y el auge de la usura son otras tantas realizaciones de esa política que ha contribuido a crear una economía de bienestar y de abundancia mediante la inversión de los ahorros del pueblo en actividades que estimulan el trabajo y la producción y son a la vez fuentes de nuevas réditos y nuevas ahorros. A través de lo expuesto, puede advertirse que el desarrollo de la política de justicia y economía social ha permitido sobre el notorio mejoramiento de las condiciones de vida de las masas, un extraordinario incremento de la capacidad de ahorro del pueblo, representado por la diferencia entre los altos ingresos y los altos consumos de la colectividad y que tal ahorro, vale decir los nuevos capitales que se crean mediante la obra del trabajo y de la producción interna y que antes emigraban al extranjero bajo la forma de dividendos u otras beneficios se incorporan el patrimonio de la economía nacional para fecundar la obra del trabajo y de la producción. Adviértese también, a través del aumento de los depositantes y del promedio de ahorro por libreta una mayor y más amplia distribución de la renta entre todos los sectores de la comunidad y especialmente de las clases laboriosas, la que está llamando a constituir un importante factor de paz y de bienestar general. Los resultados son halagadores, pero llaman por eso mismo a las más serias reflexiones. El ahorro, y esencialmente el pequeño ahorro del pueblo, no puede crearse cuando las personas -y en primer término las clases trabajadoras- no disponen de las medios suficientes para satisfacer las necesidades de la vida y lograr algún excedente que pueda destinar a la formación de reservas. Pero así como el imperio de la justicia social es condición ineludible para al progreso del ahorro, el progreso del ahorro es también condición ineludible para el afianzamiento de la justicia social. Hay además una estrecha relación entre el proceso del ahorro y los procesos y los procesos de la producción. Cualquier perturbación o retracción del ahorro provoca una disminución en la capacidad general para la formación de nuevos capitales que son indispensables y detiene o reduce de esa manera la producción general. Y la disminución de la producción o de los rendimientos del trabajo, haciéndolos insuficientes para satisfacer una creciente demanda de bienes, ocasiona enseguida el encarecimiento de la vida por un constante aumento de los precios que repercuten nuevamente en la formación del ahorro, paralizándolo o dificultándolo. Por todo esto, que tiene la sencillez de la evidencia y que se comprueba diariamente, debe proclamarse sin ocultamientos que las apreciables conquistas sociales que les han permitido a las clases trabajadoras mejorar sus condiciones de vida y destinar una parte de su salario al ahorro, sin imponer desmedro a sus más legítimas satisfacciones, han de saber mantenerse y consolidarse por medio del trabajo productivo y de una inteligencia previsión. Ahorrar y producir; producir y ahorrar, son, pues, nuestros deberes en esta hora de singular prosperidad y plena ocupación por la que atraviesa el país y cabe señalarles francamente en esta celebración del Día Universal de Ahorro. Ha de comprenderse que nada digno de aprecio se consigue sin esfuerzo aun en ahorrar y producir, para su propio bien, para el engrandecimiento de la Nación y para el bienestar de la comunidad. Se han realizado hoy, en todo el territorio de la República, diversos actos organizados en conmemoración del Día Universal del Ahorro por la Caja Nacional de Ahorro Postal, que es la institución genuina de ahorro del país, que cada día realiza una acción más intensa y eficiente para difundir la idea y los principios del ahorro en todos las esferas sociales del país. Entre tales actos, cabe señalar por su importancia a las que en este instante se celebran en Mendoza, Rosario, Paraná, Salta y Santa Rosa, con el concurso de las autoridades oficiales, y escolares de la sociedad y asociaciones de acción social y cultural organismos gremiales y del pueblo, lo que constituye una afirmación de fe y de voluntad de continuar elaborando el progreso de la Nación y la felicidad de sus habitantes por medio del trabajo y de la previsión. En el día también se ha inaugurado en La Rioja el barrio de viviendas económicas denominado "Caja Nacional de Ahorro Postal" constituido por la Administración del Banco Hipotecario Nacional, con fondos donados generosamente por la Caja Nacional de Ahorro Postal; y se ha impuesto el nombre de esta benemérita institución a la escuela nacional N° 99, situada en la lejana localidad de Simbol, provincia de Santiago del Estero, en donde se fundó hace 28 años la primera agencia escolar de ahorro postal, que introdujo la enseñanza del ahorro en la escuela como elemento formativo del carácter y de la personalidad moral de nuestros futuros ciudadanos. Clausuro con estas palabras tales actos, pero quiero señalar además, como síntesis final de estas breves reflexiones con que contribuyo a la conmemoración de una fecha que es, a la vez, de trascendencia mundial y de singular significación nacional que la recta solución de nuestros problemas nacionales no se encontrará sino en la fiel observancia de los principios vitales que han hecho la grandeza de la Nación. Estos han sido -y deberán serlo en lo futuro con redoblada vocación por ellos- los principios que se derivan de la moral cristiana y de un ideal de patria libre, justa , fraternal y generosa; del amor al estudio y al trabajo; del simple y llano cumplimiento del cotidiano deber, que no requiere ciencia, sino honradez; del inalterable mantenimiento del orden interno; del buen empleo de las energías colectivas y de una sana economía individual, sobre bases de ahorro y previsión. La Argentina es, quiere ser, y lo será, un pueblo constituido por hombres de vida austera y limpia, a quienes gusta el fatigoso esfuerzo. Un pueblo que ama la libertad, la verdad y la justicia, como todo lo que, por bello y desinteresado, ennoblece ala vida humana. ............
1948-11-06
En la comida anual de los expedicionarios al desierto
A pesar de mis innumerables ocupaciones, no he podido sustraerme al deseo de concurrir a esta comida de camaradas, porque, señores, vibran en mi espíritu los años mozos en que conocí a muchos de los camaradas de caballería, que gastaron los hermosos años de su juventud en el Chaco o en las campañas del Sur. Como camarada, siento yo profundamente el agradecimiento que todos los argentinos debemos sentir por los hombres que han hecho un sacrificio mayor que todos nosotros en bien de la patria; y como presidente de la Nación, quiero traerles también en esta oportunidad el agradecimiento de la Nación misma, que nunca hará demasiado para reconocer los sacrificios de esos valientes, esforzados y disciplinados soldados, que han hecho a la patria, en esa segunda verdadera epopeya de la nacionalidad, tantas leguas de tierra fértil a la civilización, al progreso y a la economía nacional, sin haberle pedido otra cosa que el reconocimiento a esos espíritus a esa elevada moral de soldados, que cumplieron el deber por el deber mismo. Cuantas veces, señores, en esas largas vigilias que al gobierno impone el estructurar los planes económicos que han de llevarlos a esa suprema aspiración de todo gobernante, labrar la felicidad del presente y la grandeza del porvenir de la patria, tropecé con esas lejanas regiones, que he recorrido personalmente después que ustedes las abrieron al brazo pujante de este progreso de que se vanagloria hoy la República. Cuantas veces, en el deseo de una explotación más integral de esa riqueza, tratando de llevar allí la ventura de una mayor civilización en las fuentes de irrigación, en el poderoso impulso de la hidroelectrificación del país, he retrocedido imaginariamente a esas lejanas épocas en que todavía allí el indio sentaba sus reales y hacía imposible todo avance al empuje civilizador. Y cuantas veces he recordado a esos camaradas de Caballería que nosotros, en cierta manera, teníamos por muchachos un tanto alocados y amigos de las farras. Los justificamos hoy frente a esa inmensa labor, frente a ese sacrificio, que sin un poco de caña y sin un poco de alegría no hubieran podido sobrellevar en esas latitudes que nosotros, los infantes, considerábamos como una escuela de la indisciplina y, algunas veces, de las faltas de servicio. Hoy, envejecido ya en ese servicio que todos compartimos, que todos sentimos, apreciamos recién, quizá, desde estos puestos de inmensa responsabilidad, el verdadero valor del sacrificio de esos muchachos, muchos de los cuales sacrificaron su vida o su carrera en una acción que valió más a la patria que muchas horas de estudio, o muchas horas de servicio de guarnición, que nosotros realizábamos con una religiosidad de verdaderos soldados de infantería. Por eso, señores, cuando sentimos, como en esta oportunidad, las palabras de un viejo soldado que heredó un nombre ilustre y que lo supo hacer brillar aún más en nuestros días, como el general Lamadrid, dialogando con un infante también cargado de glorias del viejo ejército de la patria, sentimos, infantes, y jinetes, una sola emoción: la emoción de la patria servida por soldados a quienes ni diferenció jamás ninguna circunstancia sino el color vivo de sus cuellos de infantes, de jinetes, de artilleros o de ingenieros, pero que todos se unieron con el mismo heroísmo y estoicidad, y ofrecieron su vida por lo más grande que el hombre tiene para ofrecer: por la patria. Nosotros, señores, herederos de la gloria de ustedes, como ustedes herederos de la gloria de los más grandes de la patria, que nos dieron la independencia, formamos una verdadera cadena donde la gloria no ha de morir mientras alimentemos en nuestros pechos el corazón de verdaderos criollos, porque a medida que los años pasan vamos valorando lo que muchas veces olvidamos; que esa caballería gaucha dejó como sublime en el alma del soldado argentino una condición superior a todas las demás: la formación de un alma criolla, con valores morales superiores a todas las potencias de las armas y a todas las organizaciones, y sin la cual ni los cañones, ni los fusiles, ni las bombas más poderosas, pueden reemplazar con éxito para los hombres que luchan por el bien de la Nación. Señores: ustedes viven hoy el recuerdo de esos días. Nosotros trabajamos bajo los impulsos de esos mismos recuerdos. Una sola tradición que es la tradición de los soldados de la República, nos impone, a ustedes y nosotros, un deber ineludible; cumplir en el momento decisivo de nuestras vidas con el sagrado deber que heredamos y que recordamos todos los días: pensar que podamos decir nosotros, como dirán ustedes en el supremo día del final de la existencia, que cumplimos con nuestro deber, porque dejamos a la patria más grande, más libre y más gloriosa que cuando la recibimos. Tomando las palabras, que he compartido toda mi vida, dichas por el señor general Lamadrid, he de dar órdenes a la Secretaría de Transportes para que, desde ahora en adelante, vaya cambiando por los nombres de los expedicionarios al desierto, los de las estaciones que no tengan nombres argentinos. Hoy nos es fácil comenzar a reemplazar esos nombres. Quizás, hasta hoy, nos hubiere sido extraordinariamente difícil. Los ferrocarriles argentinos ya han comenzado a través de la longitud de nuestras inmensas pampas. Llegaremos hasta los confines de La Pampa, reivindicando el nombre de los que sufrieron y de los que vencieron en esas tierras, para llevar allí el recuerdo que las generaciones presentes debemos en holocausto a los que nos predicedieron y que honraron a la patria, y a las cuales la patria debe honrar perpetuando el nombre de los que tanto hicieron por la Nación.
1948-11-09
Mensaje a los corredores automovilísticos que intervinieron en el Gran Premio América del Sud
Como presidente de la Nación Argentina, como ciudadano y como hombre amante de los deportes, he querido adherirme desde el primer momento al entusiasmo popular que ha despertado en todo el país en magnífico triunfo alcanzado por nuestros compatriotas en la importante carrera internacional automovilística que atraviesa una gran parte del Continente americano, uniendo a Buenos Aires con Caracas. Las dificultades de la prueba, los obstáculos vencidos, el triunfo sobre los elementos de la naturaleza, el vigor físico que para todo ello se requiere y, especialmente, el mantenimiento constante del espíritu deportivo, hacen dignos a nuestros triunfadores del público reconocimiento y de la gratitud de los argentinos. Basta conocer el resultado de la clasificación para advertir que no se trata de un éxito circunstancial o fortuito, sino que es el resultado de la constancia, de la pericia, de la voluntad indomable, del valor, de la serenidad y también - ¿por que no decirlo?- del amor de esos hombres a la patria. Estoy seguro de que han puesto el pensamiento en ella cada vez que tuvieron que realizar un esfuerzo considerable y cada vez que la fatiga hizo decaer sus ánimos. Es satisfactorio que los primeros puestos hayan sido logrados por nuestros connacionales. Vaya a ellos mi felicitación sincera y cordial. Pero creo que la victoria alcanzada es una victoria de conjunto. Es un triunfo individual, pero es asimismo un triunfo de la Argentina. Esto es lo que merece destacarse. En todas las actividades, como en la vida misma, los hombres pasan y la Nación permanece. Ella es lo que importa y a ella deben ir dedicando nuestros afanes y nuestros desvelos. Bien sé que no todo el mundo concede a los éxitos deportivos el valor que en realidad tienen. No es oportuno ni conduciría a nada entrar a establecer comparaciones con otras actividades científicas, profesionales o industriales. Lo único que en mi carácter de presidente de la República me interesa decir es que el progreso de la Nación lo forjamos entre todos y que en ese sentido no hay razón para admitir diferencias de ninguna clase, ni individuales ni colectivas. La mejor demostración se encuentra en que la marcha ascendente o descendente de los pueblos no se manifiesta en aspectos aislados, sino en conjunto. Puedo, pues, proclamar con orgullo que si nuestros volantes han obtenido esta victoria internacional, no es únicamente porque el automovilismo argentino, ni siquiera el deporte argentino, esté en auge, sino porque la Argentina se dirige con paso firme hacia la plenitud de su destino. En el campo de la política nacional e internacional, en el terreno científico, en el empeño industrial ocupamos un lugar cada vez más destacado en el concierto mundial. El lógico que esa favorable situación haya tenido su brillante reflejo en el triunfo deportivo de que hoy nos congratulamos. No sería justo en la expresión de mi pensamiento si no señalase que el espíritu deportivo y el sentimiento de compañerismo han animado igualmente a los corredores de otras naciones. Sin esas condiciones no sería posible llevar a la práctica ninguna prueba internacional. Quiero también agradecer a los pueblos hermanos y a sus autoridades el afecto y las consideraciones con que han recibido a nuestros deportistas. Mi gratitud de argentino no es puramente formal sino emocionada. Y de esa realidad alentadora se desprende otra consecuencia grata: que esta clase de pruebas deportivas al mismo tiempo que exaltan el amor patrio, contribuyen a fortalecer los vínculos de amistad, de compenetración y de cariño entre los diversos pueblos. A los vencedores de la prueba sólo tengo que añadir estas palabras: siempre adelante ¡Por la Argentina y por el deporte! ......................
1948-11-10
En un banquete organizado por la Asociación de Empleados del Compañías de Seguros, Reaseguros, Capitalización y Ahorro
Siguiendo mi costumbre no he de hacer un discurso sino simplemente una conversación de amigos como suelo hacerlo con casi todos los gremios, que me hacen el inmenso honor de invitarme a compartir sus horas felices. Una de las cosas que me hacen más feliz -y creo que representan una de las labores más constructivas en nuestra orientación de gobierno dentro del país- es el desarrollo de una conciencia social entre los núcleos de actividades que componen nuestra sociedad. El desarrollo de esa conciencia social hace cada día más abundantes estas reuniones de camaradería con las que los diversos gremios suelen festejar sus aniversarios o sus conquistas. Estas comidas de camaradería tienen una utilidad inmensa dentro de la actividad nacional porque siendo lo fundamental del Estado en la orientación moderna conseguir cuanto antes la unidad nacional, sin la cual no hay trabajo posible en común por todos los argentinos, estas reuniones, que van estrechando vínculos de solidaridad entre los hombres que aunados en una sola voluntad desarrollan una actividad dentro del país, constituyen la amalgama de primer orden en el concierto social de las actividades humanas de nuestro pueblo. Es explicable que prohijemos y busquemos todos los días una mayor solidaridad gremial por que el concepto que preside las relaciones estatales con el pueblo, dentro de nuestra concepción de la vida social moderna, persigue casualmente la aglutinación perfecta de los intereses gremiales. No estamos como antaño disgustados cuando los hombres de un mismo gremio se reunían para realizar un acto de camaradería o gremial para defender sus propias conquistas. Queremos los gremios unidos y luchando por sus intereses en defensa de sus necesidades y de la felicidad de sus familias; queremos gremios numerosos, organizados, disciplinados y capaces de defender sus verdaderos derechos. No queremos una masa inorgánica de la población argentina, por que las masas inorgánicas son una amenaza para el Estado, para la patria, porque pueden ser instrumentos de cualquier individuo "avivado" para explotar en su provecho las necesidades del conjunto. Las defensas contra la especulación de los aprovechados en el movimiento gremial está representado por un gremio bien organizado, con dirigentes surgidos de su propio seno y elegidos entre los hombres que se consideran más honrados y más capaces. ¿Por qué, señores, mi gobierno apoya este tipo de organización a la inversa de lo que sucedía antes cuando ningún gobierno quería tener gremios organizados? Decían que eran un peligro porque le promovían conflictos. Todos estaban contestes que cuando se organizaba un gremio, habría de actuar contra el gobierno. ¿Cómo es posible que nosotros, también gobierno, sostengamos un programa diametralmente opuesto? Queremos gremios organizados y no gremios inorgánicos; queremos gremios unidos y no gremios divididos; queremos gremios fuertes y no gremios débiles e impotentes. Parecería que nosotros estamos equivocados o lo estaban aquellos gobiernos. La explicación no hay que buscarla en el orden político, especulativo o electoralista sino en el orden político profundo que es trascendente, y que da carácter de perennidad a las sociedades organizadas con sentido gremial. Nosotros hemos montado un sistema que gira alrededor del trabajo humano y por eso vamos a la economía social en la que el capital está al servicio de la economía y la economía al servicio del pueblo. Para los que perseguimos ese objetivo, ¿quiénes son los encargados de apoyar el trabajo y la economía social? Estas agrupaciones humanas que se llaman gremios, que son las que realizan el trabajo y las que tienen derecho a exigir la compensación de su trabajo en una economía social. Antes la organización estaba basada en el privilegio, no en el privilegio del trabajo; precisamente en el privilegio de los que no trabajaban, en el privilegio de los que ponían en reemplazo de su trabajo otro valor social, que es el capital. Naturalmente, que ese sistema, armado sobre el capital y el privilegio, y en el que la economía era servida por el pueblo y ella, a su vez, estaba al servicio del capital, no podía ser apoyado por las organizaciones obreras ni de empleados. ¿Por qué? Por la simple razón de que ellos eran instrumentos de explotación, desde que servían a la economía y esta servía al capital a la inversa de lo que sucede hoy en que el pueblo es servido por la economía y la economía por el capital. Señores: la simple explicación del porqué apoyamos programas inversos es la de que también debe reconocerse que estamos estructurando una economía inversa a la anterior. A menudo, yo asisto a las fiestas de numerosos gremios y, generalmente, se agradece a nuestra acción social, las conquistas materiales que los gremios van obteniendo. Si he de decirles a ustedes la verdad, a mí no me entusiasman las conquistas materiales; lo que me hace feliz es la dignidad que, día a día, vamos aumentando para los hombres que trabajan. Para el hombre es más importante la dignificación de su condición de hombre de trabajo que recibir una paga mayor. Yo no estoy orgulloso que hayamos podido elevar el estándar de vida en nuestra gente, pero estoy profundamente orgulloso de que cada día estemos dignificando en mejor forma a los hombres que trabajan. Esta dignificación ha de venir paulatinamente hasta que consideremos a todos los hombres de esta tierra iguales con la única diferencia de que ésta sirva a la sociedad en un puesto y aquél la sirva en otro. Esta dignificación es la que cada uno debe aspirar y que todavía no ha entrado en la verdadera conciencia de los argentinos. En algunas fiestas a las que yo concurro, en ambientes que guarda un protocolo extraordinario o que están aferrados todavía a las viejas costumbres, me suelo divertir viendo la cara de algunas personas cuando yo le doy la mano a los mucamos, al portero o al chofer. Siempre he pensado que la suprema dignidad del hombre más grande ha de consistir en que sea capaz de no considerarse grande sino de considerarse igual a todos los demás. Y quiero con ese modesto ejemplo considerar iguales a todos los hombres de esta República no en la teoría sino en la práctica. Hace pocos días me refirieron un hecho que me produjo una gran alegría y una profunda gracia. Dicen que en Tucumán se había preparado un salón muy lujoso, con grandes masas, y al que concurrieron los invitados al lunch. Allí había sandwiches, masitas, empanadas, marrons glacé. Antes de iniciarse el lunch se le ocurrió a mi señora hacer entrar a todos los changuitos descalzos que estaban en la plaza para que compartiesen el lunch. Se imaginarán ustedes el cuadro. Pero, creo que debemos comenzar en nuestro país a vivir estos momentos durante los cuales no puede haber mayor alegría para los hombres satisfechos que brindar un poco de ayuda a tantos otros que en nuestra tierra todavía están insatisfechos. De todo esto está conformada nuestra doctrina; de todo lo que hace más humana la vida; de todo lo que hace más justa la convivencia de los hombres; de todo aquello que nos agranda ante nosotros mismos cuando somos capaces de soportar una pequeña molestia con tal de dar satisfacción a un hermano argentino menos afortunado que nosotros. Estoy seguro que la molestia causada por los changuitos produjo un poco de desagrado y desazón. Pero cuando yo digo que en esta tierra no hay nadie que tenga privilegios excepto los niños todos dicen que sí y cuando hay que cumplir con esta verdad, cuando hay que realizar un pequeño sacrificio para que esos chicos gocen del privilegio... hay que ver las caras de desagrado que se ven. He querido decir estas cosas un tanto deshilvanadas para que comprendan con qué inmensa satisfacción comparto las reuniones con que festejan alegremente los gremios la justicia, que va llenando los intersticios de la antigua injusticia que reinaba en este país. Pensemos que todos los días tenemos que hacer algo para ir llevando adelante esta justicia social y todos los días recordemos que podemos hacer algo por alguna otra persona que se halla en peor situación que nosotros y que al ayudarnos todos estamos ayudando cada uno de nosotros para que la República Argentina pueda realizar este milagro social de satisfacer las necesidades de cada hogar, de cada familia, mediante el esfuerzo de los mismos argentinos. Pensemos cada día que solamente con el trabajo, con el sacrificio, podremos mantenernos en este estándar de vida elevado; sepamos que cada día que amanece el hombre debe producir por lo menos lo que él consume y que en esta tierra llegará un momento en que, quien no produzca, no podrá consumir por que este es el punto de partida de todas las injusticias de la sociedad humana. La injusticia parte del principio erróneo sustentado por algunos hombres de que pueden vivir como parásitos de una sociedad que trabaja. El que no trabaja es un deficitario permanente en el estándar de vida de los demás argentinos y gravita como un peso muerto. Señores: la satisfacción de una conquista gremial es la satisfacción de un deber cumplido para con los asociados del gremio y también para con el país, por que ese derecho conquistado va creando una obligación a cumplir y el Estado se hace grande, se hace próspero y se hace rico de una sola manera: cumpliendo todos los argentinos con la elemental obligación de producir por lo menos lo que cada uno consume. Para terminar, quiero agradecer con todo mi corazón el recuerdo que me entrega el señor Vozzi en nombre del gremio de Seguros, Reaseguros, Capitalización y Ahorro, con el cual estoy ligado desde hace ya varios años y al que debo excelentes iniciativas que, en su trabajo de colaboración, me han hecho llegar, muchas de las cuales están en plena ejecución. Por eso me considero un poco como del gremio, que me ha ayudado en muchas circunstancias. Este obsequio no será un motivo mayor de recuerdo que el cariño y la simpatía que guardo profundamente en mi corazón hacia este gremio, tan ligado desde hace años a mis propias actividades. Hubiera querido tener el inmenso placer de acompañarlos hasta el final de esta fiesta, pero el secretario de Educación, a quien yo le dije que tenía una comida esta noche, me pidió que asistiera al acto que se realiza en el Teatro Nacional Cervantes, aunque fuera media hora, por que de lo contrario se iban a sentir defraudados los participantes en la celebración del Día de la Tradición. Les pido mil disculpas si me voy antes de que termine la comida, pero tengan la seguridad de que mientras ustedes disfrutan de ella yo estaré aquí presente con todo mi sentimiento y con todo mi corazón. .............
1948-11-11
Mensaje al presidente y al pueblo francés con motivo de cumplirse un nuevo aniversario del armisticio que puso fin a la Primera Guerra Mundial
Excelentísimo Señor Presidente de la República y noble pueblo de Francia: No nos hallamos ya en la época de los mensajes de protocolo. Si alguna novedad sustantiva, si algún cambio fundamental ha experimentado la vida de las naciones, acaso sea la necesidad de expresar sus sentimientos y sus deseos de un modo directo. Hoy, lo mismo en las afinidades y los afectos que en los temores y los recelos, la humanidad busca la sinceridad, y creemos que no es imposible que de las amarguras que presenciamos brote algún día la flor de la lealtad. Los pueblos están necesitados de comprensión y de conocimiento, ansían comprenderse para amarse. Abrigamos la esperanza de que la receta redentora de los males de la humanidad esté en la libre comunicación. El día en que el hombre conozca al hombre, en que los anhelos de las naciones puedan traducirse a todos los idiomas y en que sus esperanzas puedan identificarse en un denominador común, se habrá ganado la batalla decisiva de la paz. El hecho de que la vida argentina pueda difundirse por las ondas francesas del mismo modo que el pensamiento francés se ha difundido en el pensamiento argentino en los últimos cincuenta años, señala una etapa en el avance del progreso humano. Nuestro pueblo ha contemplado con el máximo interés, las vicisitudes históricas de esa Nación en lo que va del siglo. Indudablemente han gravitado en su formación intelectual y en sus sentimientos las influencias de un modo de entender la vida que a través de la proyección artística y literaria, como del conocimiento de la historia de Francia, despertaron entre nosotros profundas corrientes de afinidad. Francia se ha manifestado en la expectación americana como una fuerza de equilibrio, como una reserva de valores, infatigable y heroica en el desempeño de una función en momentos singularmente peligrosos para Occidente. Lo más significativo es que en el momento de su máxima proyección intelectual pudo ser escuchada, comprendida o, por decirlo mejor, "sentida", por estos jóvenes pueblos que hoy componen las diversas nacionalidades latinoamericanas. Ello se debió a que las ideas, como las tendencias del espíritu, tenían el paso franco, no luchaban con aduanas en el Atlántico, y sobre todo, con esas aduanas del pensamiento y de la comprensión humanas, más peligrosas que cualquier otra. Sentimos el orgullo de afirmar que las enseñanzas recibidas de la inmortal Europa, de las fecundas nacionalidades que han creado una cultura imperecedera, han construido el cimiento de la sólida universidad americana, de una cultura que acaso en momentos de incertidumbre y de zozobra para Occidente podrá considerarse como una monumental reserva de valores. En ese caso no podemos más que desear de todo corazón que nuestra posible aportación goce de las mismas facilidades de que gozaron para llegar a nuestras almas las enseñanzas recibidas, las culturas creadora y fundacional de Occidente. Nos une y nos acerca todo lo que ha de mejorar la vida de la sociedad, redimir al hombre y lograr que los pueblos se entiendan y se sientan compenetrados en una sola y común causa de superación libertadora de paz y de justicia. Y hemos de colaborar para que no consiga separarnos ni desligar los vínculos del espíritu, todo lo que suponga un afán dominador o un egoísmo destructor. El intercambio espiritual que iniciamos debe ser calificado, sin duda alguna, como preciso, y así deseamos especificarlo en nuestra afectuosa respuesta. Por nuestra parte hemos confirmado con hechos, desde que la vida europea se tornó difícil, esta franca disposición de nuestro ánimo. No nos son indiferentes las amarguras de Europa ni de su suerte. Nos sentimos ligados a su futuro, por la tradición, por nuestro amor a las esencias de una sagrada civilización y por nuestra fe en los destinos comunes de la humanidad, de la que durante siglos fueron esas naciones la gloriosa vanguardia. Que Europa pueda hoy recuperar su paz, que pueda confirmar su trabajo y su laboriosidad con arreglo a fórmulas estables, de acuerdo con una justicia social y una seria y decisiva liberación del hombre y de la vida familiar; que consiga revolver sus angustiosas incógnitas económicas y apartar de sí el espectro pavoroso de la guerra, he aquí nuestros deseos. No escapa a nuestra observación en estos momentos las difíciles circunstancias que la Nación francesa atraviesa. Son quizá los síntomas de una dolorosa transición entre dos épocas históricas, que es preciso sufrir y resolver como holocausto a una confirmación de todos los valores ecuménicos, la afirmación de los principios redentores y la fundación de un orden prometedor. El mundo tiene sus ojos puestos en el enclave histórico francés. La argentinidad, sumamente sensible a la trascendencia de las horas que Francia vive, envía sus fotos y su confianza de que cuanto se haga confirmará la vocación de permanencia de nuestra cultura, de nuestros ideales democráticos, de nuestra fe en la libertad y en los derechos sagrados del hombre y de nuestra esperanza de justicia. Hubiese querido expresar en francés todos mis sentimientos. Si lo he hecho en castellano, es por el sólo motivo de que desde otros pueblos latinoamericanos se me había hecho llegar el deseo de oír mis palabras y me ha parecido que ello podría ser interesante como medio de comprensión y de afianzamiento de la amistad entre las naciones americanas y Francia. Finalizando el mensaje, el General Perón expresó en idioma francés: Ya que me he sentido obligado a expresarme en español por las razones que he expuesto, deseo al menos que mis últimas palabras sean en francés para hacer honor a la belleza de esa lengua y a todo lo que ella ha significado como medio de difusión de la cultura universal. Que estas palabras sirvan para transmitir los deseos del pueblo argentino y los míos personales por la felicidad del pueblo francés y de Vuestra Excelencia. ....................
1948-11-13
En la comida de homenaje al brigadier mayor Edmundo Sustainta
He concurrido a este homenaje al brigadier mayor Sustaita con inmensa satisfacción, con la satisfacción de haber tenido la oportunidad de reparar una injusticia, que yo mismo, aún contra mi voluntad, había cometido. El conocer los errores es una de las características de los hombres de carácter y el repararlos es una condición y una obligación que deben tener todos los hombres a quienes la República les ha confiado mando o gobierno. No es particularmente grato el haber podido proceder así para un viejo amigo y compañero y, especialmente, con un aviador, por que la aviación tiene para mi vida recuerdos sumamente gratos. Yo he sentido, desde que fui ministro de Guerra, mi vida ligada a la aviación, que nacía al resplandor de las inquietudes de un grupo de jóvenes con quienes nos reuníamos a menudo para comentar las vicisitudes que ella había sufrido durante tantos años por circunstancias que todos los camaradas conocen como yo. Por eso, señores, al concurrir esta noche a esta fiesta de amigos, de camaradas y de soldados, no lo he hecho casi en la condición de presidente de la Nación sino como un compañero más de desvelos y de fatigas en este largo vivir de nuestras fuerzas armadas, después de haber compartido tantos años en esas fatigas, esos anhelos y esa inspiración superior de servir a la patria en cualquiera de los destinos que nos han sido dados por tantos años, a Sustaita y a mí. Señores: con esta inmensa satisfacción, con ese recuerdo inspirador que debe vivir permanentemente en el corazón de cada uno de los soldados de la República, auguremos para esta nueva y moderna aviación de la Argentina nuevas glorias, que sobrepasen aún, si es posible, a aquéllas que nuestros héroes aeronáuticos -muchos de ellos presentes en esta mesa- han legado a la aviación argentina, como un recuerdo que estimule a los jóvenes oficiales de la aviación a hacer todos los días un esfuerzo mayor y para cumplir lo que siempre decimos que ha de ser un compromiso de argentinos; dejar a la patria, cuando abandonemos su servicio, un poco más grande, más próspera y más gloriosa que cuando la recibimos. .............
1948-11-13
En un acto en la Casa de la Moneda
Para un hombre modesto como yo, no hay ni puede haber una satisfacción mayor que compartir con ustedes, compañeros de trabajo, en el esfuerzo de ganar todos los días un adelanto para la Nación, compartir -digo- breves instantes del júbilo con que ustedes realizan este sencillo festejo. Nosotros entendemos la función pública como un trabajo de colaboración, en el que todos somos iguales, desde que todos laboramos diariamente un poco de esa grandeza que soñamos para la patria. Al llegar a la Casa de Moneda no lo hago como un visitante, sino como un compañero más que viene a compartir con ustedes la alegría de este acto, por que la suprema aspiración de nuestras conquistas sociales es hacer del pueblo argentino un pueblo con una única clase, una clase bien educada, pero una sola. Cuando entro a esta casa, señores, debo reconocer que se respira en ella un ambiente de tranquilidad, de paz y de trabajo, de entusiasmo por ese trabajo que estamos realizando todos en conjunto en la república. Y es para mí una inmensa satisfacción poder felicitar públicamente al señor director de a Casa de la Moneda, por el ambiente de compañerismo, por el sencillo ambiente de amistad que se respira aquí y además, por el esfuerzo con que está elevando y perfeccionando cada día más la labor que todos ustedes realizan en esta repartición, que ya va siendo ejemplo para los demás. Por ello también, señores, felicito públicamente al señor ministro de Hacienda, que con su dedicación y con su tino puede mandar y gobernar reparticiones como ésta, donde es agradable llegar y que es un lugar acogedor como ambiente de camaradería. Ese es uno de los índices para mí más satisfactorios de toda la obra que estamos realizando: quitar a la administración pública el estiramiento burocrático de otros tiempos, para que seamos todos compañeros y amigos y para que trabajemos todos en concordia y colaboración. La patria se hace grande con la buena voluntad de todos los argentinos; la patria se hace grande con la colaboración de todos los argentinos, empeñados en que en esa obra común, no haya nadie que se sienta más importante de lo que es, ni que se considere menos importante de lo que debe ser. Nosotros hemos organizado nuestra doctrina y tenemos la aspiración de organizar al pueblo argentino bajo los dictados de esa contracción al trabajo. No queremos privilegios. El único privilegio que debe tener el hombre es el de trabajar asiduamente para hacer más feliz a su pueblo y más grande a su patria. El perfeccionamiento que vamos observando diariamente en las funciones de la Casa de Moneda, nos va indicando cuál es el esfuerzo que ustedes realizan. La Administración, las reparticiones y el trabajo mismo, han de juzgarse por sus resultados y en esta casa los resultados van siendo cada día cuantitativa y cualitativamente mejores. Por eso no solamente me siento feliz y contento de poder compartir con ustedes este breve instante, sino que les felicito cordialmente como compañero de tareas, como amigo y también como presidente de la Nación, exhortándoles a que cada día realicen un pequeño pero mayor esfuerzo, por que en eso es precisamente en lo que la patria confía: que cada uno de nosotros realicemos modestamente, sin ostentaciones inútiles, un mayor esfuerzo cada día, para que cuando lleguemos a viejos podamos retirarnos de nuestras tareas sabiendo que hemos dejado a la patria un poco más feliz, un poco más próspera y más grande que cuando la encontramos. No deseo terminar, señores, sin mencionar un hecho sumamente auspicioso realizado por la Casa de Moneda: el haber traído a colaborar en sus funciones a un grupo de artistas y técnicos italianos. Bien sabemos todos nosotros que en esta tierra un italiano no ha sido, no es, ni será nunca un extranjero. De ellos hemos recibido mucho del perfeccionamiento alcanzado por nuestro país y es lógico reconocerles en el sentido de la concepción y realización artística del genio que miles de años han venido firmando sobre esa noble tierra del latium romano; prolongado en los tiempos por el genio latino y llevado al máximo esplendor por ese pueblo italiano glorioso y laborioso que está surgiendo de entre las ruinas de una Italia a fuerza del trabajo fecundo de sus propios hijos. Que sean ellos bienvenidos a esta tierra; que funden aquí sus hogares y compartan con nosotros en destino de esta tierra promisoria que puede albergar a muchos millones de hermanos más de esa Italia gloriosa a la que tanto tenemos que agradecer. Y finalmente, señores, con ese sentimiento de profunda gratitud hacia todos ustedes que trabajan con entusiasmo en esta casa, les agradezco los amables presentes que nos hacen llegar y que serán para mí un recuerdo permanente de que todo cuanto haga por ir beneficiando en lo que sea posible cada día más a los hombres y mujeres de trabajo de nuestra tierra, será poco; que me recuerdan la obligación contraída con este pueblo argentino al que estoy tan profundamente ligado, no sólo por los vínculos de hermandad, sino por lo que le debe en la exaltación de nuestra doctrina, que marcha adelante precisamente merced al apoyo que este pueblo está presentando a nuestras nuevas concepciones sociales y políticas. No olviden nunca de apoyarlas. En esas doctrinas en las que propugnamos una nueva etapa en lo social, una nueva etapa en lo económico y una nueva etapa en lo político, estamos trabajando ara ustedes que son jóvenes, llenando el último ciclo de nuestra vida con el máximo desprendimiento. Nada de cuanto estamos haciendo es para nosotros; todo es para ustedes, para sus hijos y para sus nietos. Y, sobre todo, de los que más me enorgullezco siempre no es del mejoramiento material que estamos llevando al pueblo argentino, sino de la dignificación del trabajo. Que deje en esta tierra el trabajo de ser una maldición bíblica para transformarse en el índice y el acicate de la grandeza de la Nación, que ha de construirse solamente sobre el trabajo de los 16 millones de argentinos, dignificados en esa labor de engrandecer la patria, para que la posteridad, si bien a los guerreros que nos dieron la independencia política les corresponde la gloria de haber muerto y de haber luchado por esa independencia, reconozca en esta generación de argentinos que representamos todos nosotros, la grandeza de haber luchado en el trabajo ennobleciendo la Nación para conquistar la independencia económica, base de todas nuestras conquistas sociales y políticas. Compañeros: que sea mi última palabra de agradecimiento, de augurios y deseos de felicidad para ustedes y sus familias en este fin de año que alcanzamos con un corazón más alegre y más confiado, porque vemos la patria marchando hacia sus brillantes destinos sin que haya fuerza alguna que pueda detenerla. .............
1948-11-22
En un acto organizado por el Sindicato Argentino de Músicos
Una vez más me llegó a esta vieja casa que para mí, tiene tan gratos y tan significativos recuerdos. No se me escapa que en estos momentos, en que nos encontramos disfrutando de una verdadera alegría de corazón, aquí reunidos todos hombres modestos y sin pretensiones, seremos una vez más calificados -como han sido calificados por algunos, actos de esta Secretaría-, de reunión de gente subalterna. Olvidan que el noventa por ciento del mundo está formado por hombres subalternos. Ello encierra una extraordinaria verdad. Nosotros no gobernamos ni trabajamos para los hombres de privilegio, por que ellos no necesitan que trabajemos para ellos; nosotros, aún cuando gobernamos también para ellos, trabajamos para los hombres subalternos, que no han tenido en nuestra sociedad la posibilidad ni la facilidad de llegar a convertirse también en hombres superiores, porque no les estaba abierto, quizás, el horizonte de esa superioridad de que hacen gala esos hombres, a quienes toda nuestra sociedad a su servicio, les ha dado la superioridad de que hoy tan injustamente se ufanan. Nuestro orgullo es casualmente trabajar por igualar todas las diferencias existentes en el cuanto al sentido ascendente del porvenir humano. Pensamos que en el mundo no pueden existir otras diferencias que las determinadas por la naturaleza misma; no aceptamos las diferencias creadas por los hombres. Este es, precisamente, el trabajo fundamental que estamos realizando. De este trabajo solamente se ha realizado la primera etapa: igualar en lo posible materialmente a los hombres. Nos queda por llevar a cabo la segunda etapa: igualarlos en la dignificación del trabajo, que es la única fuente que puede igualar a los hombres, cuando cada un de ellos, en su esfera y en su puesto de lucha, esté rindiendo a la sociedad un bien que ha de transformarse en un halago para los demás y en llenar una necesidad en los hogares argentinos. Señores, el mundo se afana y está empeñado en nuestros días; posiblemente, en la lucha más despiadada que hayan conocido todos los tiempos de la historia. Cada uno piensa en su felicidad, sin pensar que la felicidad no puede ser de un hombre ni de unos cuantos hombres. O la felicidad es de todos los hombres o no existiría felicidad en el mundo. Si los hombres comprendiesen esto, llegarían a la conclusión de que la felicidad no puede encontrarse en el camino de la explotación de otros hombres, ni puede encontrarse en el camino de la lucha entre los pueblos. Si lo comprendieran así, reinaría sobre el mundo algo más justo entre los hombres y algo más justo entre las naciones, y por sobre todas las cosas, aboliríamos las dos lacras más terribles que conoce la humanidad: la explotación del hombre por el hombre y la guerra. Yo pienso que una reunión como ésta, de mujeres y hombres modestos que llenan en la escala extraordinaria de nuestra sociedad, una función dirigida al espíritu de los hombres, está más cerca de la comprensión idealista que nosotros tenemos de la vida. Cada uno de ustedes brinda a sus semejantes un momento de alegría y así los 16 millones de argentinos recibimos, todos los días, de ustedes, un bien espiritual, tenemos la firme convicción de que nosotros hacemos también algo de provecho para nuestros semejantes. En una sociedad organizada así, cada uno de nosotros será un sector indispensable de la gran máquina nacional y cuando ello sucede la sociedad argentina estará organizada definitivamente si además de llenar nuestra función material, lo hagamos con un alto grado de dignificación, cualquiera sea la función que desempeñemos desde la más humilde a la más elevada. Debemos tener el concepto de que al realizar nuestra tarea estamos imponiendo la conciencia social de la Nación, vale decir que sabemos nuestro valor, que cumplimos con dignidad nuestro cometido y que comprendemos que en ello está basada la grandeza futura de esta querida patria. Por eso trabajamos y luchamos día y noche, para conseguir ese milagro extraordinario como es el de reestructurar orgánicamente esta sociedad. Luchamos en el campo interior y en el internacional, para convertir a la Nación en un pueblo de trabajadores que diariamente está elaborando su felicidad y la felicidad de los demás argentinos; para convertir a la Nación en un pueblo humilde y trabajador que cumple su función social impulsado por un verdadero patriotismo y que siente concientemente que está labrando la fe y felicidad del presente mientras piensa, en el esplendor y en la grandeza de la Nación. Por esta razón, estamos obrando dentro de un sentido simple de la vida, porque solamente la vida simple promete éxitos y satisfacciones. Frente a la antigua demagogia de prometer, nosotros hemos antepuesto el deber argentino de realizar; frente a la antigua mentira, hemos enarbolado la bandera de la verdad. Luchamos por la verdad, con la verdad y para la verdad. En la simplicidad de esta exposición está el problema más complejo que la humanidad ha enfrentado en todos los tiempos. Hace casi un año caía asesinado Mahatma Ghandi y cuando le pidieron a Bernard Shaw su opinión sobre tan monstruoso asesinato, se limitó a decir: "Con esto aprenderán los hombres cuán difícil es en nuestros tiempos y cuándo es peligroso el decir la verdad". Pero nosotros luchamos por una causa fundamental, que es el pueblo; luchamos para ese pueblo, por la verdad y por la justicia, y cuando se origen oriflamas de esta naturaleza para proceder y para conducir es de imaginarse que mientras haya vida, habrá éxito y si es necesario sacrificar la vida en un altar, creo que no podría elegirse un altar más noble ni más grande que el del pueblo, el de la verdad y el de la justicia. Recorriendo la información que me llega de todas partes del mundo, observo un panorama que para mí es inmensamente halagador: se habla de la República Argentina y del General Perón. Si esa opinión es del pueblo, de los hombres de trabajo, de los hombres humildes, es siempre halagadora. Por que no decirlo, ello nos debe enorgullecer como argentinos y a mí, como ciudadano argentino. Si la opinión parte de otros sectores, no es adversa. Se dice en algunos países, por la prensa, que en este país estamos todos con miedo. Ayer recibí un diario que decía: "El miedo está sobre Buenos Aires". Creo que en el mundo podrá haber una población igualmente tranquila y feliz, pero más feliz y más tranquila que la que vive en esta tierra, no creo que la haya. Frente a esta disyuntiva, frente a esta oposición de opiniones y con la enorme responsabilidad que pesa sobre mis espaldas al sustentar una nación tan rica y tan poderosa en potencia como la Argentina, yo me doy a pensar y a analizar que es lo que pasa, para darme cuenta de que por que hay esta contraposición de opiniones en los distintos países. El problema es siempre uno: el de abarcar bien la situación del mundo y la de la República Argentina. El problema del mundo en estos momentos, es el de una profunda e intensa perturbación. Nadie puede decir que el mundo está normalizado, sino que el mundo está totalmente "anormalizado". ¿Por qué es esto? Por que en el campo internacional están en pugna, están en lucha, un imperialismo económico y un imperialismo político, y esta lucha es la que embandera al mundo entero, es la que está perturbando la vida del mundo. Este mismo problema es el que existe en nuestro país, como existe en cada uno de los demás países, que son arrastrados a una lucha similar entre el capital y el trabajo, lucha que perturba permanente y constantemente todas las actividades. Nosotros los gobernantes nos encontramos frente a ese panorama; donde hay injusticias, donde hay propaganda, donde hay deformación de los hechos, donde hay deformación de las noticias, donde hay calumnia, donde hay mentira, donde hay también verdades, todo mezclado, y de este inmenso panorama en lo internacional y en lo interno, debemos desentrañar la verdad. Perturbado así el mundo y perturbadas así -repito- las fuerzas que forman las distintas sociedades, pueblos y naciones, el gobernante tiene un dilema ante sí: decidirse por las fuerzas del capitalismo o del comunista en lo internacional: o decidirse por las fuerzas del capital o del trabajo en lo interno. Hay una sola forma para no equivocarse en los dos casos. En lo internacional la verdad para mí, está en no embanderarse en ninguno de los dos bandos, porque en este momento de no proceder así sería coadyuvante la guerra que llevaría al mundo a su destrucción. En lo interno, frente a las fuerzas políticas y oligárquicas, frente a las fuerzas internacionales de la explotación y el pueblo, yo gobernante no me he decidido por esas fuerzas, me he decidido por el pueblo. Mi posición en esta emergencia no pudo ser otra por que yo, soy un hombre del pueblo. Todo lo que he obtenido en mi vida, todo lo que soy, se lo debo al esfuerzo, al trabajo y al sacrificio de este pueblo. No creo que pueda devolverle a la Nación todo lo que la Nación ha hecho por mí, si haciendo por el pueblo de este país, todo cuanto me sea posible realizar sin medir el esfuerzo y el sacrificio. Y esto lo cumpliré mientras anide en mi corazón, un poco de vida, prefiero estar en mi casa con el pueblo y no en la Casa de Gobierno contra el pueblo. ................................
1948-11-25
En una entrevista con los ministros de hacienda de las provincias
SEÑOR MINISTRO DE HACIENDA DE LA NACIÓN: Con motivo de la realización de la Tercera Conferencia de Ministros de Hacienda, hemos tenido la satisfacción de poder llegar hasta aquí para escuchar señor Presidente su autorizada palabra que sin duda alguna ha de significar un aliciente para la labor de cada uno. Está de más decir que los señores Ministros concurren a la conferencia con un amplio espíritu de colaboración. Las comisiones están trabajando activamente para proponer soluciones que se estimen beneficiosas, no en particular para cada provincia, sino para todo el país. El señor Presidente del Consejo Económico Nacional, hace pocos minutos tuvo la gentileza de honrarnos con su presencia en la sesión extraordinaria de la Conferencia. En su disertación se refirió a la situación económica desde los puntos de vista internacional y nacional y al hacer referencia sobre algunos aspectos que significaban un problema cuya solución es indispensable y particularizando con algunas provincias en materia de producción, solicitó la colaboración de los gobiernos locales lo que no tengo duda ha de conseguirse. Tengo la absoluta seguridad de que las palabras pronunciadas por el señor Miranda han de ser tenidas en cuenta por los señores Ministros, quienes la transmitirán a sus respectivos gobiernos. Excelentísimo señor Presidente. No podría terminar estas breves palabras sin hacerle llegar una vez más la seguridad de que éstas conferencias de Ministros de Hacienda tienen como único fin el de colaborar con sus propuestas en la mejor forma posible en la obra en que tanto está usted empeñado y que se resume en el bien de la Patria tanto para el presente como para el porvenir. SEÑOR PRESIDENTE DE LA NACIÓN: Poco después agregarse después de lo que les ha manifestado el presidente del Consejo Económico Nacional, Sr. Miranda, en materia económico-financiera. Hemos recibido una cosa totalmente inorgánica. En cuanto al aspecto económico se refiere, era absolutamente inexistente, no solamente inorgánico, porque aquí no se gobernaba la economía sino que se gobernaba mediante algunas cosas políticas. Tampoco se gobernaba el aspecto social del país. Todo estaba en manos de dirigentes que hacían y deshacían. Se nos llevó a manejar el timón sin organización desde el comienzo. Recién ahora vamos orientando nuestra economía y organizando nuestra riqueza. Ahora, en la reforma constitucional pensamos dar una estructura orgánica al gobierno en el aspecto social para conformar un organismo más o menos completo que coordine las tres ramas de la economía que aquí estaban más o menos abandonadas. Esa es la realidad. En este momento estábamos en la defensa activa de nuestra economía interna y en una defensa más activa aún en lo internacional. El panorama económico del país es promisorio. Eso lo saben ustedes tan bien como yo. Bastaría decir que llevamos dos años de administración y que en el aspecto de hacienda hemos cerrado el primer año, nuestro presupuesto con superávit, cuando siempre se había cerrado con déficit. Y con ese dinero realizamos una obra extraordinariamente grande. Este año ocurrirá más o menos lo mismo. No cerraremos con un superávit tan grande, tan abultado, pero los trabajos han seguido; se ha realizado una obra muy superior a todo lo que se había hecho hasta ahora y también, probablemente, vamos a cerrar bien el ejercicio. En cuanto a las finanzas, el estado actual de la reactivación económica ha permitido al país pasar de una economía de miseria a una de abundancia. Es suficiente ver como vive nuestra gente y cuál es el concepto que merecemos a los que nos visitaron antes y nos vuelven a visitar ahora. Nosotros no nos damos cuenta de la reactivación económica extraordinaria que se ha producido en el país como se dan cuenta los observadores imparciales que llegan de afuera. En cuanto a la economía, señores, la economía argentina, no solamente es en este momento floreciente, sino que comenzamos a tener una economía que nunca habíamos tenido, sobre todo que nunca habíamos manejado. Nuestra economía había sido negativa para el país por que se manejaba desde afuera. Recibíamos de reflejo lo que nos querían dar para vivir. Hoy la realidad es otra. Nacionalizadas las fuentes de producción, en nuestras manos la organización de la exportación y de la importación, eso nos permite orientar en forma altamente favorable la riqueza nacional y toda nuestra economía. Ahora, nosotros dentro de este régimen establecido tenemos que llegar a una organización estable que no tenemos. Todo lo que estamos haciendo es más o menos improvisado, como hay que improvisar cuando se toma de primera intención un organismo tan inmenso como es la economía del país, desarrollarla y conducirla y al mismo tiempo organizarla sobre la marcha. Es una tarea que solamente los que sufrimos los golpes y los contragolpes nos damos cuenta de ella. De esa organización, falta la organización misma, faltan los hombres para esa organización, sin los cuales ellos no tienen ningún valor y los hombres pierden gran parte del suyo. Esa es la realidad. Nosotros vivimos en una situación de zozobra, porque todavía no están canalizadas las cosas para que se establezca una situación racional y permanente. Estamos luchando para solucionar todos los problemas que el país tiene, tratando de asentarlos sobre una base sólida tan pronto tengamos las organizaciones perfectamente establecidas y los hombres para llevar a esas organizaciones, con la capacidad y experiencia necesarias. Si algo se necesita en la economía es la experiencia, y si de algo carecemos en ese sentido, es precisamente experiencia porque nosotros nunca hemos manejado nuestra economía. Y el mismo problema que tenemos con los ferrocarriles, lo tenemos también con otras cosas. ¿Cómo vamos a tener hombres experimentados si nuestra economía era manejada, desde afuera? ¿Cómo vamos a tener ferroviarios capacitados para dirigir nuestros ferrocarriles, si nuestros ferrocarriles eran manejados y dirigidos desde afuera? La nacionalización de los ferrocarriles, como la nacionalización de otros servicios públicos, ha traído para nosotros este problema. Estamos formando los equipos, probando los hombres. Es otra de las tareas importantes a realizar. Necesitamos cambiar, traer hombres de todas partes, y entonces podremos decir que más o menos tenemos una organización estable. Hasta entonces, debemos defendernos con lo que tenemos, y ustedes ven que no nos va tan mal. Podría irnos mejor, pero los inconvenientes que pueda tener la falta de organización, la suplimos nosotros trabajando y estando permanentemente al pie del cañón y luchando en forma personal con todos los problemas. El ministro de Hacienda, el presidente del Banco Central, el ministro de Agricultura, el secretario de Industria y Comercio, son hombres que no descansan; lo mismo el presidente del Consejo Económico Nacional, señor Miranda, que como yo, se pasa todo el día aquí luchando con estas cuestiones. Ahora, señores, una de las cosas que me interesa a mí, es que ustedes lleven la seguridad de que el gobierno nacional ha de hacer lo posible en beneficio de las provincias. La prensa nos podrá criticar que estamos suprimiendo el federalismo; al contrario, no creo que haya habido un gobierno que, realmente, haya sido más respetuoso que nosotros de las autonomías provinciales. Se hizo mucha alharaca al respecto, pero en realidad, y en el fondo, en lo fundamental, ninguno la respetó como nosotros. Ahora, si no se pudo hacer más, si no se pudo hacer un esfuerzo mayor en beneficio de las provincias, ellas deben comprender que nosotros realizamos, también, en el orden nacional, una obra extraordinaria. En materia de obras sanitarias, solamente en la provincia de Buenos Aires, para el Gran Buenos Aires, se han invertido seiscientos millones de pesos, y esas son obras costeadas directamente por el gobierno nacional. Y cito Buenos Aires como podría citar a cualquiera otra provincia. Salubridad, obras públicas en general, vialidad y otros servicios públicos se costean en forma directa por el gobierno nacional. Los ferrocarriles solamente han estado perdiendo un millón y medio de pesos por día, y eso no se pierde solamente en la esfera del gobierno nacional; se pierde en todas partes donde se desarrolla un servicio público. Hay una cantidad de provincias que están subvencionadas en su producción, subsidiadas en su producción, en cantidades extraordinariamente grandes para poder mantener el estado social originado como consecuencia de una irracional explotación de la riqueza. Son problemas que se han creado a las provincias, lo mismo que el gobierno nacional, pero pueden descontar ustedes que la colaboración nuestra para resolverlos se la presentaremos en la mayor extensión posible, sin hacer cuestión de federalismo, que nada tiene que ver con la solidaridad que debe existir entre el gobierno nacional y las provincias. Realizamos todo el esfuerzo que podemos hacer en ese sentido, y ajustamos aquí toda la economía a la posibilidad de poder concurrir con el mayor aporte para las provincias. Es claro, nuestra voluntad es mucho mayor que nuestras posibilidades. Tampoco podemos ir más lejos, por que no hemos aumentado impuestos. SEÑOR MINISTRO DE HACIENDA DE LA NACIÓN: En ese sentido, los señores Ministros de Hacienda de las provincias son los que mejor pueden hablar a favor del federalismo, como consecuencia de la mayor participación y recursos que actualmente reciben las provincias y la Municipalidad de Buenos Aires, del Gobierno Federal. Solamente para el año que viene se les va a entregar seiscientos millones de pesos más para dos grandes rubros; educación y previsión social. Entiendo por previsión social -añadió-, no solamente el refuerzo de las cajas jubilatorias provinciales, sino también la pensión a la vejez para toda persona mayor a sesenta años que no disponga de recursos o de ayuda familiar. En ese aspecto la previsión social se da un gran paso hacia adelante; y, por otra parte, se va a consolidar esas cajas jubilatorias provinciales que siempre se han encontrado en situación precaria porque sus fondos se utilizaron para fines que no eran, precisamente, los que correspondía atender, es decir, el pago de jubilaciones, sino para fines políticos. En lo referente a educación, la mayor ayuda federal permitirá nivelar los sueldos del magisterio provincial con los del orden nacional. El Estatuto del Docente podrá ser aplicable con los fondos acordados, no solamente para la Capital Federal sino para todas las provincias. En ese sentido, en la conferencia, tenemos como mira principal la reducción de los gastos públicos en la forma que le sea permitido a cada provincia. Porque si bien entendemos que es necesario en algunos casos aumentar el número de empleados, consideramos que es preferible tener menor número de empleados y mejor retribuidos que una gran cantidad de empleados percibiendo sueldos mezquinos. SEÑOR PRESIDENTE DE LA NACIÓN: Eso es desde el punto de vista económico; desde el punto de vista de la política, el problema es inverso. Pero ya buscaremos en otros campos la compensación de lo que perdemos en ése. Nuestra gente, en general se gana la vida sola, afortunadamente. Es una de las mayores conquistas de nuestro movimiento, y puesto que los trabajadores pueden ganarse la vida solos, podemos servirlos a ellos en otra forma. SEÑOR MINISTRO DE HACIENDA DE LA NACIÓN: Respecto a las obras públicas, que era otro problema que había preocupado a las provincias, el Consejo Económico Nacional resolvió ya para aquellas obras iniciadas, darles los bonos para cumplirlas, no así para la iniciación de las obras nuevas, porque como ya explicó el señor Miranda, eso fomenta la inflación. SEÑOR PRESIDENTE DE LA NACIÓN: Quisiera saber si las provincias se arreglan bien con la plata que tienen. No digo si tienen bastante, sino si pueden arreglarse, que no es lo mismo. De Buenos Aires no hay que hablar por que son muy ricos; nos podrían dar plata a nosotros. SEÑOR MINISTRO DE HACIENDA DE TUCUMÁN: Debo decir que en Tucumán -y estoy seguro que lo mismo sucede en las demás provincias- conocemos bien la situación financiera del país. Por ello el gobierno de la provincia ha ordenado a las reparticiones técnicas de Irrigación, Obras Públicas y Vialidad que se paralice toda iniciación de obra nueva. Esto lo hemos hecho desde hace mucho tiempo, solamente estamos llevando a términos las obras ya iniciadas que lógicamente, no podemos interrumpir porque están ya adjudicadas. SEÑOR PRESIDENTE DE LA NACIÓN: Se trata de no seguir inyectando en forma indirecta una gran cantidad de dinero que va a seguir gravitando sobre la inflación en momentos en que está todo saturado en cuanto a obras; hay saturación de materiales, de maquinaria y de mano de obra. Es una situación que nos está indicando claramente y el Consejo de Coordinación del Plan ha llamado la atención en tal sentido que nos hemos pasado. Hoy estamos consumiendo, en cuanto a materiales, maquinaria y mano de obra, cuatro o cinco veces lo que consumíamos normalmente, lo que nos ha creado graves problemas. De manera que hay que parar un poco, porque nos hemos ido demasiado adelante. Vamos a hacer un pequeño compás de espera -lo cuál no quiere decir que vamos a parar por completo-; vamos a reacondicionar el sistema, traeremos máquinas, fomentaremos la inmigración y entonces podremos seguir adelante. MINISTRO DE HACIENDA DE TUCUMÁN: Permítame, señor Presidente. Aparte de lo que usted mencionó, hay otro factor que usted mismo conoce muy bien; estaba todo abandonado, tanto, en el orden nacional como en el provincial. Ocurre que los gobiernos nos hemos encontrado con que no había nada hecho. En particular en Tucumán nos vimos ante la situación de que no había caminos, obras de riego, obras sanitarias. La gente de las poblaciones rurales se moría por falta de atención médica; ahora estamos tratando de mejorar esa situación llevando unidades sanitarias a las poblaciones para que cuenten por lo menos con enfermeros, parteras, etc. En materia de caminos, saliendo de las rutas troncales, no se puede andar ni con vehículos de tracción a sangre. El panorama es lamentable. Tucumán ha sido una provincia manejada siempre por hombres a quienes poco les interesaba la situación del pueblo y que además sabían que cualquier mejora que se introdujera en la provincia recaería sobre su propio peculio. Un gobierno con responsabilidad de su función no podía cruzarse de brazos ante esta situación y tenía que actuar, como lo ha hecho. Pero ante las nuevas condiciones financieras, ha sido necesario detenerse. SEÑOR PRESIDENTE DE LA NACIÓN: Si señor; hay que emparejar las cargas y cuando esté eso listo se va a seguir nuevamente, con gran impulso, porque vamos a ofrecer mayores posibilidades. SEÑOR PRESIDENTE DEL CONSEJO ECONÓMICO: Con las obras ya iniciadas se tiene trabajo para dos años. SEÑOR PRESIDENTE DE LA NACIÓN: Aunque no podamos hacer todo lo que se ha proyectado; aunque hagamos una parte siquiera, será suficiente. SEÑOR MINISTRO DE HACIENDA DE TUCUMÁN: En nuestra provincia, el gobierno del Dr. Campero, considerado como el mejor de los anteriores, destinó más o menos 6 millones de pesos para obras durante su ejercicio, mientras nosotros hemos invertido en dos años treinta millones en obras que ya están en marcha. Se han hecho las principales obras; aunque no hiciéramos más, Tucumán podría estar satisfecha. SEÑOR PRESIDENTE DE LA NACIÓN: Yo conozco también la obra que se está haciendo en la provincia de Buenos Aires, que es algo extraordinario. Naturalmente, son muy ricos. SEÑOR MINISTRO DE HACIENDA DE BUENOS AIRES: Con eso de que Buenos Aires es provincia rica, se le exigen siempre sacrificios. Protesto por tal calificación. Es indiscutible que el gobierno está comprometido con las poblaciones en esas realizaciones, por que desde hacía treinta años no se hacía nada. Las principales ciudades de la provincia de Buenos Aires carecían de servicios sanitarios. Bahía Blanca, por ejemplo, ha solucionado los problemas que tenía desde principio de siglo. SEÑOR MINISTRO DE HACIENDA DE TUCUMÁN: En justicia corresponde reconocer a la Nación por lo que ha hecho con los diques de El Cadillal y Escaba. Su realización siempre había servido como promesa para los políticos en período de elección, pero nunca se hizo más que colocar la piedra fundamental. Actualmente, bajo el gobierno del General Perón, se está terminando la construcción del dique de Escaba que se inaugurará el año próximo con un costo de 20 millones de pesos, más o menos. Sería nuestro deseo que el señor Presidente concurriera a su próxima inauguración. SEÑOR MINISTRO DE HACIENDA DE BUENOS AIRES: Yo estuve en La Rioja y vi un dique el cual lo único que le falta es el río. SEÑOR MINISTRO DE HACIENDA DE LA RIOJA: Ya que se habla de La Rioja, quisiera decir lo siguiente: Existe un espléndido dique de 25 metros de largo. Hace 5 años había 25 metros de agua, ahora hay 25 metros de barro; 5 años atrás existían ramificaciones extraordinarias con regadío directo para diferentes quintas, pasaba el agua por la ciudad y se perdía en algunos campos. Es de hacer notar la absoluta falta de represas. En La Rioja cuando llueve 30 mm., el agua arrasa con todo un barrio. A los veinte días o al mes de llegar la intervención se produjo un hecho doloroso: a raíz de una lluvia de 35 mm., fueron arrasados 105 ranchos. Se puede observar en La Rioja el lecho seco de un río y al día siguiente se puede ver una correntada, que uno no se explica. Hay otro dique extraordinario, el Anzulón, que hace un recorrido de 108 kilómetros para suministrar agua a Córdoba; pasa por 17 represas riojanas, que no veían el agua nunca. En estos momentos, a propósito de este dique existe una discusión entre la Nación y la provincia por que nos piden explicaciones sobre las causas por las cuales hemos cortado el agua para Córdoba. La razón es sencilla; toda el agua del dique iba al campo de un ciudadano que tiene 1.050 hectáreas justo en el límite entre La Rioja y Córdoba y además tiene instalados cuatro molinos. La Dirección Nacional del Agua y de la Energía nos envió dos técnicos a raíz de una denuncia hecha por el señor Manubens Calvet, de Córdoba, que había gozado de esa ventaja de recibir el agua de La Rioja. Este señor vino aquí a presentar su protesta por habérsele cortado el agua. Nosotros tenemos en La Rioja varias poblaciones que sufren sed. La construcción de un dique de 20 metros ha permitido obtener un rendimiento de 250 litros por segundo y poder satisfacer esa necesidad de agua experimentada por aquéllas poblaciones. El concepto que se tienen en La Rioja con respecto a la ayuda federal es claro; puedo asegurar al señor presidente que estamos perfectamente conformes. En mi discurso de ayer dije que en 1946 por la distribución de la coparticipación federal le había correspondido a La Rioja 1.700.000 pesos y que en 1948 esa coparticipación había ascendido a 10.000.000 pesos. Con esta suma, tenemos suficiente para La Rioja y la provincia se defiende bien. Lo único que falta es realizar algo. Por más insignificante que sea lo que se haga, siempre es mucho porque no hay nada. En ese sentido estamos profundamente agradecidos. SEÑOR PRESIDENTE DE LA NACIÓN: Queda demostrado una vez más que el Gobierno sigue una política de federalismo práctico y no teórico. ..................
1948-11-26
Intercambio de mensajes entre el general Perón y el presidente del Senado de Chile, doctor Arturo Alessandri
Mensaje del general Perón: Enterado del contenido de vuestro discurso en el Senado, quiero hacerle llegar al noble y buen amigo, con mi gratitud, mi palabra sobre tan burdas como injustas acusaciones. Tengo multitud de amigos en Chile y a menudo llegan a ésta caballeros chilenos en viaje o de visita. Todos son bienvenidos sin interesarnos su color político. En ese concepto los recibimos y los atendemos, ya que la política interna de otros países no interesa aquí. Para honor de la ciudadanía chilena no se ha presentado más que un caso de un político chileno que llegó hasta este gobierno en busca de ayuda para perjudicar al Presidente González Videla y a su gobierno con nuestra cooperación y, en ese caso, pusimos en conocimiento de la cancillería chilena, como es de dominio público, las maquinaciones del mencionado señor. Me llama hoy la atención que sea precisamente el partido político al que pertenece ese alto dirigente quien lanza una insólitas e injustificada acusación. No me explico como pueden presuponer que si no nos prestamos a sus maquinaciones, nos habríamos de prestar a las de otros. Nuestra doctrina de absoluta prescindencia en los asuntos internos de otros estados, que seguimos con religiosa minuciosidad, nos impide actuar de otra manera. Si podemos hacer algo en bien de un país, lo haremos, pero jamás seremos factor de perturbaciones o males de ninguna naturaleza. Nos interesan los pueblos, no los hombres. Es insensato utilizar la perturbación internacional por factores internos. Nosotros no lo haremos, ni nos prestaremos jamás para que se haga con nuestro concurso. No es precisamente la irresponsabilidad lo que caracteriza nuestros actos. Usted mi noble amigo, sabe cuáles son mis ideas al respecto y me place que sea precisamente un gran chileno y el más ilustre estadista de esta parte del mundo, quien me haya hecho el insigne honor de hacerme justicia. La Orden del Libertador, con que el pueblo argentino y su gobierno han querido premiar al más ilustre americanista y más grande hombre del Chile de nuestros días, es símbolo de hermandad sanmartiniana que valoramos chilenos y argentinos desde los lejanos días de nuestras glorias comunes. Ella lucirá en vuestro pecho de patriota chileno con la misma devoción con que os la entregara el noble pueblo argentino y con el agradecimiento y profundo cariño con que os recuerda este vuestro humilde amigo. Respuesta del doctor Alessandri Acabo de recibir con profunda emoción el franco y sincero telegrama de Vuestra Excelencia en el cual reitera su gran afecto por nuestro país y su firme resolución de no contribuir jamás a perturbar en ninguna forma la estabilidad de sus instituciones y de su gobierno. Mis declaraciones en el Honorable Senado chileno las hice porque sabía que interpretaba el pensamiento de Vuestra Excelencia y para matar de una vez el propósito de quienes pretende alejar y separar a nuestros países de la vieja e inalterable amistad impuesta por los sacrificios comunes en busca de la libertad requeridos por la naturaleza, por el idioma, por la religión y por la raza, sumado todo esto a tantos otros factores que nos impone la unión indisoluble en pro del bienestar y progreso de ambos pueblos. Yo sabía que mis palabras interpretaban fielmente el pensamiento de Vuestra Excelencia y no quise faltar a un deber de conciencia omitiendo tan importante declaración. Gracias, mil gracias Excelentísimo Señor, por el alto honor que me habéis conferido precisamente en momentos delicados para nuestras relaciones comunes. La alta condecoración de la "Orden del Libertador" me acompañará como un preciado tesoro testimoniando la unión indestructible de nuestros dos pueblos cuya defensa representa un postulado y un dogma al cual he dedicado gran parte de mi vida, convencido como estoy, hoy más que nunca, que sirvo así a Chile, a la tranquilidad y al bienestar general de América por lo que redoblaré mis esfuerzos en esta campaña. En los precisos momentos en que el distinguido Embajador y mi buen amigo, el Excelentísimo señor Julio A. López Muñiz se encontraba en mi casa exteriorizando los mismos sentimientos elevados y amistosos de Vuestra Excelencia, recibí vuestro telegrama tan pletórico de franquezas y de esperanzas para el porvenir de nuestros dos países. Conozco el sincero afecto que Vuestra Excelencia siente por Chile. Reiteradas pruebas así lo acreditan y por eso créame que mi emoción y mi gratitud frente a sus palabras es inmensa y le ruego disponga del permanente e inalterable reconocimiento de su amigo seguro, que mientras los destinos de la Argentina estén en vuestras manos, habrá siempre allende Los Andes, amistad franca y sincera para Chile, respondiendo a la que la mayoría inmensa de los chilenos sienten por vuestra grande y próspera Nación. Quedo siempre a las órdenes de Vuestra Excelencia con mi mayor y sincero afecto. ....................
1948-11-27
En el acto de celebración del 5º aniversario de la creación de la Secretaría de Trabajo y Previsión
En este quinto aniversario de la creación de la Secretaría de Trabajo, llego hasta este magnífico ambiente de hombres de trabajo con el corazón satisfecho por todo cuanto hemos realizado en estos cinco años. Cinco años que representan para nosotros una verdadera liberación de la conciencia argentina; cinco años que representan para la Nación el haber hermanado a las fuerzas que hacen de la Nación misma un oasis de felicidad y grandeza; cinco años en que al influjo de una casa impera la ley y la justicia, de una casa donde cada uno que presta servicio en ella o que concurre por razones de su necesidad, la encuentra con las puertas de par en par abiertas y el corazón sensible a todas las injusticias de la tierra. No hay hombre que no desee para su pueblo y para su Nación la suprema de esta dignidad, sea este hombre de cualquier clase que sea, pero lo que no comprenden bien todo los hombres es que para que exista una Nación digna y un pueblo digno es necesario comenzar por hacer hombres dignos. ¿Qué encontramos cuando con mi querido amigo Mercante llegamos por primera vez al antiguo Departamento Nacional del Trabajo? Encontramos allí un organismo que por sí mismo no era criticable porque el organismo no tenía ninguna culpa, era solamente el producto de una época, era solamente el producto de un sistema. Y tan es así que casi con el mismo personal del Departamento del Trabajo formamos la Secretaría de trabajo y Previsión. ¿Cuál era nuestro concepto? Aún hoy hay algunas personas que no lo han comprendido. Corría el año 1943, después de producido el golpe de Estado a que nos llevó la revolución del 4 de junio. Corría ese año y no habíamos podido persuadir a nadie de que una revolución militar que no entregue la bandera de la revolución al pueblo, retorna a los cuarteles con las tropas sin haber realizado nada de la obra con que el pueblo sueña. Era menester transformar un golpe de estado en una verdadera revolución y las revoluciones para que triunfen han de comenzar desde abajo. Las revoluciones hechas por los hombres que quieren cumplir con su deber de ciudadanos han de basarse en los pobres y en los débiles, porque los ricos y los fuertes quieren su revolución, no las que podemos ofrecer los que queremos el bien de todos, que es el bien de la patria. Es así que navegando en ese mar de tribulaciones concebimos por iniciativa del coronel Mercante en la Secretaría del Ministerio de Guerra, empezar nosotros la tarea de la revolución, llegando con nuestra bandera a las masas del pueblo argentino. Comenzamos a tomar contacto con las masas trabajadoras. Después de establecer un nexo entre ellas y nosotros por intermedio de los dirigentes fuimos pensando en que la necesidad de abandonar un poco el Ministerio de Guerra para dedicarnos a un nuevo ministerio, que debía ser la Secretaría de Trabajo y Previsión. Así nació este magnífico organismo de Estado, que estaba destinado a pasar esa revolución ya de por sí trascendente, al pueblo, para que convirtiendo el pueblo esa causa en su propia causa le diera la trascendencia nacional que ese movimiento tenía. Convencidos, entonces, de lo que era necesario hacer, llegó el momento de establecer cómo se iba a hacer. Muchas veces trabajamos durante días y noches seguidos planeando su organización, su régimen, el desenvolvimiento de la tarea de todos los días. Pensamos en la necesidad de atender a la gente y de organizar un servicio y llegamos a la conclusión de que debía ser una casa abierta a todos los que a ella llegaron y donde nos encontrarían a nosotros con el corazón abierto a todas las injusticias y dispuestos a atender a todas sus necesidades. Pensábamos que a esa casa iban a llegar dos clases de hombres, trabajadores organizados o desorganizados; pero con necesidades y sobre los que pesaba el sello de una injusticia fatalmente cumplida durante lustros enteros sin una remuneración más al esfuerzo y al sacrificio extraordinario de esos hombres. También habrían de llegar hombres desheredados por la fortuna y necesitados de todo, que no tenían ni siquiera trabajo y nosotros deseábamos que al llegar a casa se sintieran como en su propia casa. Recuerdo que personalmente di las instrucciones a los ordenanzas y les dije: "Muchachos, van a llegar aquí hombres que si se sientan en el banco de la plaza viene el vigilante y los hecha; si están parados en una esquina, cualquiera se siente con derecho a decirles, qué están haciendo, circule!; que si van a pedir a alguna parte le dirán siempre lo mismo, vaya a trabajar, aquí no tenemos nada para darle; corridos quizá de las oficinas públicas por que van mal vestidos, sucios, tristes y necesitados. Cuando lleguen aquí deben sentirse como en su casa y deben mandar, porque cualquier hombre, aún el más desamparado, debe tener un lugar donde mande, donde pida y le den". Así empezamos nuestro trabajo y eran verdaderas caravanas de hombres que llegaban a la Secretaría de Trabajo y Previsión y a medida que desfilaban por ella les decíamos cuáles eran nuestros objetivos, qué era lo que soñábamos para el pueblo argentino y les decíamos también: "Manténganse unidos". Nada han de conseguir ustedes pidiendo; lo conseguirán uniéndose, formando una masa fuerte que en lugar de ir a mendigar sus derechos, pueda ir a reclamarlos y a imponerlos. Y finalmente, comenzamos también a decirles a los hombres de las fuerzas vivas que era menester poner un poco de humanización en sus capitales y hacer justicia a los hombres de trabajo. Pedimos primero, exigimos después e impusimos finalmente. Juntamente con esto empezamos por ser comunistas, después fuimos nazis, después fuimos fascistas y pasamos por todas las escala ideológicas. Lo que así puedo asegurar es que comenzamos a percibir inmediatamente los resultados de nuestra política social y al comprobar que el número de desheredados que caía a la secretaría, sin trabajo y solamente con necesidades iba siendo cada día menor. Comenzamos a ver a los trabajadores cada día más conformes, mejor vestidos, mejor alimentados y con la alegría de poder tener a su familia a la altura que ellos anhelaban y que nunca les había sido posible conseguir. Creamos después una conciencia social en el país que debía ser la fuerza motriz de la nueva Argentina, conciencia social que no llegó solamente a los hombres de trabajo, sino también a los hombres del capital, algo así como un bálsamo que ablandó muchos corazones y abrió muchas conciencias a la comprensión del problema del trabajo. Dignificamos el trabajo. Como punto de partida para la dignificación del hombre de trabajo, elevamos la cultura social y elevamos el capital. Cuando esos tres principios éticos establecidos desde la Secretaría de Trabajo, comenzaron a cumplirse íntegramente, la Secretaría era ya el organismo más importante del país. Compañeros: todo cuanto después ha ido ocurriendo es producto de la fuerza invencible de un pueblo dispuesto a cumplir su voluntad. Estábamos acostumbrados a hablar todos los días de la soberanía del pueblo, pero le habíamos negado al pueblo siempre esa soberanía para imponer la soberanía de un reducido número de hombres con influencias o poder político. Hoy podemos sostener que si en alguna parte del globo existe un pueblo donde su soberanía es respetada integralmente, es el pueblo de la República Argentina. Señores: en esa tarea, en esa inmensa tarea desarrollada durante días y noches interminables en la Secretaría de Trabajo y Previsión, ya sea en la época de su fundación, ya sea durante la secretaría Mercante, ya sea durante la secretaría Freire, con una orientación, con un objetivo perfectamente claro y determinado durante todo ese tiempo, la secretaría ha sido un organismo estatal que es orgullo por la labor que realiza. Muchas veces, algunos me han dicho que en ese organismo hay desorganización, que la gente entra y sale, que convendría fijar turnos. No señores, la secretaría de Trabajo y Previsión debe funcionar como funciona, sin turnos, sin privilegios, sin colas, tal como es. Por todo esto, por los resultados obtenidos en el desarrollo de sus tareas, es que quiero públicamente rendir un homenaje a todo el personal de obreros y empleados de la Secretaría de Trabajo y Previsión, a todos, mujeres y hombres modestos que trabajan más con el corazón que con otra cosa, por que la secretaría necesita personas de corazón que trabajen con el alma puesta en la labor que desarrolla. La Secretaría de Trabajo y Previsión cumple hoy cinco años de existencia. Veo en ella el mismo ambiente que yo conocía y observo en su personal y en los compañeros trabajadores que diariamente concurren a ella la misma satisfacción y el mismo deseo de defender esta casa. De esta defensa, de la defensa de sus principios y de lo que ella representa para la clase trabajadora argentina depende mucho el porvenir del movimiento que estamos impulsando. Finalmente, compañeros quiero expresarles un deseo: mantengámonos siempre unidos, firmes en nuestros propósitos y en nuestros entusiasmos. Hagamos de esta casa el baluarte de la unidad, asegurando la continuidad de nuestros primeros y honrados pasos en el camino de la justicia social. Señores: sólo deseo agregar mi anhelo de que sean Uds., inmensamente felices y que cada uno alcance en este fin de año toda la felicidad que merece y que la secretaría de Trabajo y Previsión pueda cumplir cincuenta años felices de trabajo. ........................
1948-11-29
En un acto en el teatro Colón organizado por los docentes
Quiero agradecer con profunda satisfacción las amables y patrióticas palabras que en nombre de los docentes termina de pronunciar el señor Rector de Chivilcoy. En ellas veo la unidad de anhelos de todos los docentes del país, con la unidad de pensamiento en la política fijada por el Poder Ejecutivo para el desempeño de las funciones en todo el territorio de la República en el aspecto del magisterio. De los errores en que, a menudo, nos comprometemos la mayoría de los hombres de los pueblos democráticos como el nuestro es casualmente, no dar al vocablo política su verdadero valor. Es menester que comencemos en nuestra tierra a fijar las orientaciones políticas en cada uno de los aspectos como existen para todas las demás actividades humanas. Hay actividades en este orden de fijación de objetivos para la nacionalidad misma en los cuales no puede haber disyuntivas, ni puede haber oposición de opiniones. Yo no creo que el pueblo argentino pueda tener unanimidad en el pensamiento de quien debe gobernarlo o de los hombres que deben representarlo en las instituciones que el país sostiene. Pero donde no puede faltar esa unanimidad es en la política que la Nación debe seguir para el bien de su propio destino y así voy comprobando, como lo hago en este acto una vez más, que es difícil que dentro del magisterio argentino existan discrepancias sobre los objetivos a alcanzar para la dignificación del maestro y para el perfeccionamiento de la función que él desempeña dentro de la sociedad. En este caso, afortunadamente, parece que todos coincidimos y coincidiendo con este, a mí no me interesa en absoluto cualquiera otra orientación que en el orden político partidario puedan o no puedan tener los maestros argentinos. Una cosa es la política partidaria y otra cosa es la política de la patria. Y en esto hay error en los dos campos. Algunos peronistas, y algunos otros, antiperonistas, creen que nada de lo que los peronistas hacemos es bueno. Ambos casos entran en la miopía que determina hoy una mala voluntad o una absoluta ignorancia. De ninguna manera pueden calificarse estos dos fenómenos que vienen sucediéndose en el mundo desde que el mundo es mundo. Por eso, señores, esta reunión en la que coincidimos políticamente en el objetivo que debe perseguir el gobierno con el que debe perseguir el magisterio me causa una infinita satisfacción política inicial que va cumpliéndose etapa por etapa para dignificar y perfeccionar el funcionamiento de nuestro magisterio en la elevada función de dar alma y luz a los niños. Necesitamos para lo primero, maestros dignos sobre toda otra consideración pensando que esa dignidad es la fuente de nacimiento de las virtudes humanas. Ya, señores, cuando en los viejos tiempos de la Grecia eran los esclavos quienes educaban a los niños, en la Esparta de Licurgo cuna de sus primeras sabias leyes fue proscribir la enseñanza por esclavos, porque, decía Licurgo, que "mal puede formarse un ciudadano libre si la educación ha de confiarse a un hombre esclavo". Lo que nosotros queremos se suprimir también la situación de esclavitud, sea esta material, sea moral o de cualquier otra naturaleza, en los maestros argentinos para que ellos, hombres libre puedan también educar a ciudadanos dignos y libres. En cuanto al segundo factor, o sea el perfeccionamiento, una vez formados hombres dignos y libres tratemos de formar el mejor hombre: el más capaz de concebir y el más capaz de realizar. Para ello basta una buena organización y una buena técnica, que se alcanzan con el trabajo, el esfuerzo y aún con el sacrificio. En otras palabras, señores, trabajo. Volvemos al punto inicial de toda la conversación de nuestra doctrina: formar un pueblo humilde de trabajadores donde nadie se sienta más que nadie y en el que, como termina de decir el señor rector, los méritos se disciernan en el colmenar de la patria a aquella abeja que haya sido capaz de llevar la mayor cantidad de la mejor miel. .................
1948-12-03
Mensaje a los pueblos del mundo
La Nación Argentina tiene una trayectoria pacifista. Es tradicional su espeto a las normas jurídicas que deben regir las relaciones internacionales. Estos antecedentes conceden a la Argentina la necesaria autoridad moral para poder pronunciar estas palabras, que no son sino ratificación de nuestra conducta inquebrantable. La defensa de los principios argentinos de pacificación universal me indujeron a dirigir una alocución a todos los pueblos del mundo llamándoles a la cordura e invitándoles a la compenetración. Lo hice amparándome en nuestro sentido democrático y en nuestros preceptos constitucionales, sentando como bases de esa anhelada paz el respeto integral de la soberanía de las naciones, la ayuda económica a los países necesitados y la conjunción de todos los esfuerzos humanos para lograr un solo objetivo: la paz mundial. Ideal, sólo realizable sobre la base del desarme espiritual de la humanidad. Trabajamos infatigablemente por el triunfo de esta noble causa, porque estamos convencidos de que "las guerras no constituirán nunca solución para el mundo, cualesquiera que sea el grupo social que logre sobrevivir a las mismas. La miseria, el dolor, y la desesperación en que quedan sumidos los grupos actuantes, castigan a todos por igual y el caos apocalíptico sobreviene siempre, como resultado de los tremendos errores". Fuerza es reconocer que desde la fecha en que fueron pronunciadas, tales palabras los hechos nos han dado lugar a un excesivo optimismo. Ante un mundo convulsionado por crueles antagonismos, la Argentina, firme en sus ideales, ha tenido que confirmar su sentir pacifista ante las Naciones Unidas y ante su Consejo de Seguridad. Así lo hemos hecho por que somos hombres de paz, y la paz es y será la realización de la justicia, afianzada en el orden moral y en las garantías del derecho. Las naciones que integran el Consejo de Seguridad se han congregado para trabajar en lo que debe constituir la gran consigna de lograr la paz mundial. Magna es la tarea, porque trabajar por la paz no debe ser una mera enunciación de valores teóricos, sino la formación de un credo y la posibilidad de una realización fecunda y perdurable. Mientras en París prosiguen las deliberaciones de la tercera sesión ordinaria de la Asamblea General de las Naciones Unidas, y en el momento que la Argentina termina su período de tareas presidenciales en el Consejo de Seguridad, me es grato consignar que los principios pacifistas vienen de la instancia común de los Estados integrantes del bloque de miembros no permanentes del Consejo de Seguridad que, dentro del Consejo y del lado de las grandes potencias, trabajaron para alcanzar una doctrina de paz mundial cada vez más perfecta, apoyada fervorosamente por todos los pueblos del mundo. Dentro de América, interpretando a su pueblo, la Argentina acompaña con sus esfuerzos a los que, en pro de la paz, realizan las Naciones Unidas. En estos momentos de inquietud, en que se hacen sentir las dificultades internacionales, las naciones más directamente afectadas, confían en los pueblos del Continente americano y es la voz de la Argentina, la que sirve una vez más para llevar a los ánimos conturbados una esperanza de paz y un vislumbre de armonía internacional sobre la base del bienestar y de la justicia social dentro de cada país. Los hombres de hoy, tenemos contraídos el compromiso de velar por el mejoramiento de nuestros pueblos y por el bienestar de las generaciones que nos sucedan. No podemos arrastrar nuestros pueblos al desastre de nuevas guerras; hemos de hacer todo lo que sea menester para afianzar la paz. No podemos acumular rencores ni fomentar odios. No debemos encender los ánimos para destruir, sino abrazar los espíritus de amor al prójimo, para que el legado que transmitamos a la posterioridad corresponda al deseo argentino de vivir en un mundo digno, solidario, comprensivo y cristiano. .....................
1948-12-03
Mensaje radial sobre las elecciones a convencionales constituyentes y el significado de la reforma de la Constitución
1º.- La reforma de la Constitución entraña un hecho fundamental del movimiento peronista, porque constituye uno de los factores primordiales de la consolidación de cuanta reforma hemos promovido y la base y punto de partida de la nueva legislación de la República. 2º.- Nuestro movimiento, que encarna una verdadera revolución de tipo constructivo, ha promovido una rápida evolución que ha conducido a una nueva conciencia nacional en lo social, en lo político y en lo económico. Ello, al contrario de lo acaecido en otras partes, sin derramamiento de sangre. Para alejar definitivamente la posibilidad de toda lucha futura, es menester pasar de este hecho al derecho y a la ley basada en una constitución conforme con las nuevas aspiraciones populares. 3º.- Dentro de ese concepto dos actos plebiscitarios escalonan nuestra límpida trayectoria de movimiento democrático y popular. La elección del 24 de febrero que nos llevó al gobierno de la República mediante una aplastante mayoría. Con ello el pueblo argentino, eligió a los gobernantes que esperaba y deseaba. 4º.- El segundo acto plebiscitario será el del 5 de diciembre en que determinará mediante su voto libremente omitido cuáles son las formas constitucionales mediante las cuales desea ser gobernado. 5º.- Es el pueblo el único soberano de los países libres, quien debe decidir. El pueblo todo (a pesar de que algunos no se consideran del pueblo) será quién elija y determine por sus representantes, cuál es el destino de sus futuras orientaciones. 6º.- Durante cien años una Constitución lo ha regido y una clase lo ha gobernado. Substituían la clase gobernante, ha llegado la hora de perfeccionar la Carta Magna, para ponerla más en consonancia con los nuevos tiempos y las nuevas ideas. 7º.- No puede quejarse esa clase, desde que disfrutó de las ventajas del poder durante casi una centuria. Parece justo, en cambio, que sea ahora el pueblo quien desee establecer su propio gobierno y ser artífice de su propio destino. 8º.- No abominamos la actual Constitución, pero sí la queremos perfeccionada y adaptada a los tiempos modernos, al gobierno del pueblo y a las nuevas circunstancias nacidas al influjo de una integral soberanía de una absoluta libertad económica y una completa justicia social. 9º.- La Nación Argentina, para cumplir su destino histórico de integral soberanía y adecuada justicia social, ha debido independizarse económicamente de los grupos que manejaban y usufructuaban su riqueza. Ello implica nuevos sistemas para enfrentar la concurrencia en la lucha económica y, consecuencia, nuevas formas constitucionales que nos aparten del sistema que permitió el colonialismo. 10º.- El pueblo tiene derecho indiscutible, dentro de las actuales formas constitucionales y legales, de dar consolidación a los derechos conquistados para el trabajador, la familia y la vejez, que constituyen la garantía de un futuro mejor. Ese derecho indisputable, como no sea en las urnas, le permite, en uso de las facultades que le son propias, propiciar, resolver y realizar las reformas que el pueblo mismo decida como convenientes. Nadie, en nombre de ningún otro interés, puede oponerse a ella sin violar las bases mismas de una democracia que todos anhelamos conservar. 11º.- Llamamos a la realidad a cuantos puedan estar ofuscados por la pasión o perturbados por el odio. Los llamamos a la realidad como elementos formativos de ese pueblo que todos componemos y que todos tenemos obligaciones de respetar en sus decisiones de conjunto. Que cada uno concurra a las urnas para hacer valer sus derechos y defender sus convicciones. Cuando se deciden los destinos del pueblo hay un solo delito infamante para el ciudadano: No estar en uno de los bandos en lucha o estar en los dos. 12º.- Para los que sostienen que la Constitución no debe ser modificada se les presenta la oportunidad de votar por los constituyentes que sostienen esa tendencia. Para los reformistas, el votar por los opuestos a ellos. Las urnas decidirán y todos respetaremos la decisión que de ellas surja. Lo contrario será quebrantar la ley, alzarse contra la decisión soberana del pueblo y pretender, por medios ilícitos, anular la voluntad de la Nación libremente expresada. 13º.- El objetivo peronista en esta emergencia es bien claro: obtener el más elevado número de sufragios en todo el país, para establecer en forma indudable la firme voluntad popular de modificar la Constitución Nacional para adaptarla a la doctrina peronista compartida por la inmensa mayoría del pueblo argentino. 14º.- Cada peronista o cada ciudadano argentino que comparta la idea de que es necesario modificar la actual Constitución, debe concurrir al comicio para defender desde la urna sus propias condiciones. Allí recordar que votando la lista peronista apoya la reforma y votando a nuestros adversarios se opone a ella. 15º.- Se concurre al comicio y se vota de buena fe, esa es la regla. Pero es menester pensar que no todos los hombres son precisamente personas de buena fe. Los mal intencionados, los que no olvidan aún los resortes del engaño y la traición, tratarán por todos los medios de aumentar sus menguadas fuerzas, recurriendo para ella a conocidas triquiñuelas, como la "borratina organizada", la falsificación de boletas, etcétera. Es menester estar alerta contra toda maniobra destina da a burlar la sincera y leal voluntad popular. 16º.- Cada peronista, por lo tanto, debe ajustar su conducta a las directivas que expreso en esta orden, que imparto como jefe del Movimiento Peronista. 17º.- ¿Cómo hemos preparado la reforma? En primer término, hemos acopiado y clasificado todo el material informativo existente y de esta investigación documental y bibliográfica se han formado los ficheros necesarios y sus archivos correspondientes. a) Doctrina peronista. b) Constitución Nacional. c) Documentación y bibliografía en que se tratan todos los proyectos de reforma desde 1853 hasta nuestros días. d) Constituciones nuevas en toda América en el siglo XX. e) Proyectos de reforma propuestos por cada ministerio o repartición autárquica de acuerdo con las necesidades o conveniencias de cada rama. f) Textos y publicaciones constitucionales de verdadero valor práctico. g) Otros diversos antecedentes. Se infiere que encaramos la reforma seriamente y con meditado estudio basado en información concreta y completa, que permita realizar una labor consciente y ofrecer a los constituyentes elegidos los antecedentes necesarios para un trabajo eficiente y una tarea completa y sin improvisaciones. 18º.- Toda esta labor pertenece al Partido Peronista. Él la entregará a los hombres de sus filas elegidos por la voluntad libre del pueblo para hacer efectiva una reforma basada en realidades fehacientes y anheladas por los argentinos. 19º.- Los constituyentes elegidos, formando un organismo soberano, cumplirán el mandato partidario en forma libre e inteligente. 20º.- Conocemos una propaganda desarrollada por adversarios y por traidores infiltrados en nuestro Movimiento, que sostendría que teniendo los peronistas asegurado el triunfo no es necesario que todos concurran a votar. Esta maniobra destinada a sabotear nuestra mayoría y disminuir el valor del apoyo del pueblo a la reforma de la Constitución, es una forma de derrotismo dirigida por los adversarios, que no debe influenciar a los peronistas. Una reforma constitucional apoyada por el 90% del pueblo tendría un valor inmensamente superior que si sólo fuera por el 50%, por ejemplo, por que lo primero indica que la casi totalidad de la Nación la apoya y lo segundo que la mitad está en contra de la reforma. Por eso todo peronista debe votar. 21º.- Hoy, 3 de diciembre de 1948, repito las palabras de la orden dada el 22 de febrero de 1946, cuando dije: "Deseo impartir esta orden general para la lucha, con el cariño de hermano que siento por los millones de 'descamisados' de la patria. Inmenso ejército civil de la nueva Argentina que pugna por la dignificación del trabajo y del sacrificio humano, frente a enemigos egoístas, insidiosos y tenaces; ejército que lucha por la soberanía argentina y por el honor de su bandera frente a los que lo comprometieron aliándose con las oscuras fuerzas extranjeras que pretenden sojuzgarnos; que suplica y pido a Dios que todos los argentinos somos hermanos en la sacrosanta defensa de la Patria contra los enemigos interiores y exteriores". Que cada uno cumpla con su deber de argentino y de "descamisado", por que en ese acto estará en juego el futuro de la Patria y su destino como Nación y como pueblo. 22º.- La orden que he de impartirles a continuación implica un compromiso de honor para cada peronista, que ha de cumplirla estrictamente, como un sagrado deber en bien de la causa que defendemos y de la que depende la felicidad de millones de hermanos nuestros en el futuro. ORDEN GENERAL En vista de que el adversario echará mano a cuanto recurso, lícito o ilícito, tenga a su disposición para acortar su derrota, que sabe segura: Que es menester afirmar en la Constitución todas las conquistas alcanzadas por el pueblo y que para ello se requiere no perder un solo voto que consolide la posición popular en forma indudable y refuerce cuantitativamente la fuerza de su expresión. Que a pesar de que el éxito está ya decidido a nuestro favor es indispensable que cada uno de nosotros haga de su parte sin escatimar esfuerzos, sin omitir sacrificios, lo necesario para materializar en las urnas la brillante victoria que está en nuestras manos. Por todo ello, por la conveniencia de obrar con unidad de acción y asegurar la neutralización de todo inconveniente, aprovechando a la vez de toda conveniencia, es que hago legar al electorado peronista la siguiente orden: 1º.- El voto es un derecho inalienable del ciudadano y ha de defenderse con la vida, si es preciso. No terminaremos con el fraude o las "triquiñuelas" si cada uno no hace respetar su derecho por todos los medios. Cada peronista debe conocer sus derechos y hacerlos valer en el comicio, recurriendo a todo. 2º.- No debe inscribirse ni borrarse nada en las boletas, porque serán votos anulados. Deben depositarse enteras en el sobre y observar que no posean marcas o perforaciones. Débese tener cuidado de no hacerlo con boletas de otras agrupaciones que especulan con mi nombre, por que son votos perdidos. 3º.- Cada votante peronista debe pedir su boleta en el local peronista del partido y llevarla en el bolsillo para introducirla en el sobre. No utilizar, en lo posible, las que se encuentran en el cuarto oscuro, que pueden estar marcadas. 4º.- La libreta de enrolamiento debe estar entera y asegurada con anticipación, para que no les sea sustraída. No debe entregarse a nadie, y si alguien la tiene, le debe ser exigida su devolución de inmediato, denunciando, en caso contrario a las autoridades. Debe denunciarse sin más, a los que compran o hayan comprado libretas. 5º.- Nadie debe efectuar "borratinas" de nombres por que será una pérdida inútil de votos, sin ningún provecho. Nadie debe dejar de votar porque estemos seguros, por que ello favorece al adversario. 6º.- No concurra a ninguna fiesta a que lo inviten el día 4 de diciembre. Es necesario que se quede en casa y el 5 bien temprano tome las medidas para llegar a la mesa que ha de votar. Recurra a la policía si alguien quiere presionarlo en tal sentido. Denuncie al expendedor de nafta que no le provea combustible. Evite todo incidente para evitar que lo detengan. No beba alcohol de ninguna especie el 4 y 5 de diciembre. Si el patrón de la estancia les cierra las tranqueras con candado, rompa el candado o corte el alambrado, y pase para cumplir con la patria. Si el patrón lo lleva a votar acepte y haga su voluntad en el cuarto oscuro. Si no hay automóviles ni camiones, concurra a votar a pie, caballo o en cualquier otra forma, pero no ceda ante nada. 7º.- Desconfíe de todo. Toda seguridad será poca. La fuerza del mal y de la ignominia suele poner en juego todos los recursos para burlar la voluntad popular. 8º.- Hago un llamado a todos los peronistas para que pongan toda su voluntad de vencer y no omitan medida tendiente a ello. El 5 cada peronista ha de multiplicarse en la acción. Desde la primera hora debe ponerse en movimiento. Concurrir a nuestros locales partidarios, repartir volantes, impulsar a los amigos menos diligentes, ayudar a los fiscales, vigilar los comicios, operar en todo y con todo. 9º.- Afortunadamente pasaron los tiempos del fraude y del engaño. El pueblo es dueño de su destino. Con ello, el respeto al ciudadano ha llegado a esta tierra libre, de hombres dignos. Sepa el pueblo votar para asegurar en el futuro ese respeto, esa libertad y esa dignidad. Que nadie falte a esa cita de honor para que, cuando estos días sean historia, cada uno de nosotros podamos decir con orgullo que participamos en ella. ................... TITULO REDACTADO - VERSION DEFINITIVA- 2 version corregida con AGN - FICHA 311. Casete.116 bis 3 de diciembre de 1948 Mensaje radial sobre las elecciones a convencionales constituyentes y el significado de la reforma de la Constitución (*) Desde la residencia presidencial de la avenida Alvear, el primer magistrado, general Juan Perón, pronunció en horas de la noche un discurso que fue trasmitido por Red Argentina de Radiodifusión en el que se refirió a la proyectada reforma constitucional. Acompañaban al primer magistrado, su esposa, Eva Perón; el gobernador de Buenos Aires, coronel Domingo A. Mercante; el secretario de Educación, doctor Oscar Ivanissevich; el secretario privado del presidente, Juan Duarte; el secretario gremial de la Presidencia, comandante Guillermo Solveyra Casares; el director general de Difusión, Raúl A. Apold y el interventor de la sociedad de Beneficencia de la Capital, doctor Armando Méndez San Martín. Las palabras pronunciadas por el presidente de la República son las que siguen a continuación: (*) Fuentes: -Archivo General de la Nación - Ficha 311 .casette 116 bis - lado B -La Prensa, 4 de diciembre de 1948 -Democracia 4 de diciembre de 1948 La reforma de la Constitución entraña un hecho fundamental del movimiento peronista, porque constituye uno de los factores primordiales de la consolidación de cuanta reforma hemos promovido y la base y punto de partida de la nueva legislación de la República. Nuestro movimiento, que encarna una verdadera revolución de tipo constructivo, ha promovido una rápida evolución que ha conducido a una nueva conciencia nacional en lo social, en lo político y en lo económico. Ello, al contrario de lo acaecido en otras partes, sin derramamiento de sangre. Para alejar definitivamente la posibilidad de toda lucha futura, es menester pasar de este hecho al derecho y a la ley basada en una constitución conforme con las nuevas aspiraciones populares. Dentro de ese concepto, dos actos plebiscitarios, escalonan nuestra límpida trayectoria de movimiento democrático y popular. La elección del 24 de febrero que nos llevó al gobierno de la República mediante una aplastante mayoría. Con ello el pueblo argentino, eligió a los gobernantes que esperaba y deseaba. El segundo acto plebiscitario será el del 5 de diciembre en que determinará mediante su voto libremente omitido cuáles son las formas constitucionales mediante las cuales desea ser gobernado. Es el pueblo, el único soberano de los países libres, quien debe decidir. El pueblo todo, a pesar de que algunos no se consideran del pueblo, será quién elija y determine por sus representantes, cuál es el destino de sus futuras orientaciones. Durante cien años una Constitución lo ha regido y una clase lo ha gobernado. Substituida la clase gobernante, ha llegado la hora de perfeccionar la Carta Magna, para ponerla más en consonancia con los nuevos tiempos y las nuevas ideas. No puede quejarse esa clase, desde que disfrutó de las ventajas del poder durante casi una centuria. Parece justo, en cambio, que sea ahora el pueblo quien desee establecer su propio gobierno y ser artífice de su propio destino. No abominamos de la actual Constitución, pero sí la queremos perfeccionada y adaptada a los tiempos modernos, al gobierno del pueblo y a las nuevas circunstancias nacidas al influjo de una integral soberanía, de una absoluta libertad económica y una completa justicia social. La Nación Argentina, para cumplir su destino histórico de integral soberanía y adecuada justicia social, ha debido independizarse económicamente de los grupos que manejaban y usufructuaban su riqueza. Ello implica nuevos sistemas para enfrentar la concurrencia en la lucha económica y en consecuencia, nuevas formas constitucionales que nos aparten del sistema que permitió el colonialismo económico. El pueblo tiene derecho indiscutible, dentro de las actuales formas constitucionales y legales, de dar consolidación a los derechos conquistados para el trabajador, la familia y la vejez, que constituyen la garantía de un futuro mejor. Ese derecho indisputable, como no sea en las urnas, le permite, en uso de las facultades que le son propias, propiciar, resolver y realizar las reformas que el pueblo mismo decida como convenientes. Nadie, en nombre de ningún otro interés, puede oponerse a ello sin violar las bases mismas de una democracia que todos anhelamos conservar. Llamamos a la realidad a cuantos puedan estar ofuscados por la pasión o perturbados por el odio. Los llamamos a la realidad como elementos formativos de ese pueblo, que todos componemos y que todos tenemos obligaciones de respetar en sus decisiones de conjunto. Que cada uno concurra a las urnas para hacer valer sus derechos y defender sus convicciones. Cuando se deciden los destinos del pueblo hay un solo delito infamante para el ciudadano: No estar en uno de los bandos en lucha o estar en los dos. Para los que sostienen que la Constitución no debe ser modificada se les presenta la oportunidad de votar por los constituyentes que sostienen esa tendencia. Para los reformistas, el votar por los opuestos a ellos. Las urnas decidirán y todos respetaremos la decisión que de ellas surja. Lo contrario será quebrantar la ley, alzarse contra la decisión soberana del pueblo y pretender, por medios ilícitos, anular la voluntad de la Nación libremente expresada. El objetivo peronista en esta emergencia es bien claro: obtener el más elevado número de sufragios en todo el país, para establecer en forma indudable la firme voluntad popular de modificar la Constitución Nacional para adaptarla a la doctrina peronista compartida por la inmensa mayoría del pueblo argentino. Cada peronista o cada ciudadano argentino que comparta la idea de que es necesario modificar la actual Constitución, debe concurrir al comicio para defender desde la urna sus propias condiciones. Allí recordar que votando la lista peronista apoya la reforma y votando a nuestros adversarios se opone a ella. Se concurre al comicio y se vota de buena fe, esa es la regla. Pero es menester pensar que no todos los hombres son precisamente personas de buena fe. Los mal intencionados, los que no olvidan aún los resortes del engaño y la traición, tratarán por todos los medios de aumentar sus menguadas fuerzas, recurriendo para ella a conocidas triquiñuelas, como la borratina organizada, la falsificación de boletas, etcétera. Es menester estar alerta contra toda maniobra destina da a burlar la sincera y leal voluntad popular. Cada peronista, por lo tanto, debe ajustar su conducta a las directivas que expreso en esta orden, que imparto como jefe del Movimiento Peronista. ¿Cómo hemos preparado la reforma? En primer término, hemos acopiado y clasificado todo el material informativo existente, y de esta investigación documental y bibliográfica, se han formado los ficheros necesarios y sus archivos correspondientes: la Doctrina peronista; la Constitución Nacional; documentación y bibliografía en que tratan todos los proyectos de reforma desde 1853 hasta nuestros días; constituciones nuevas en toda América en el siglo XX; proyectos de reforma propuestos por cada ministerio o repartición autárquica de acuerdo con las necesidades o conveniencias de cada rama; textos y publicaciones constitucionalistas de verdadero valor práctico, y otros diversos antecedentes, etcétera. Se infiere que encaramos la reforma seriamente y con meditado estudio basado en información concreta y completa, que permita realizar una labor consciente y ofrecer a los constituyentes elegidos los antecedentes necesarios para un trabajo eficiente y una tarea completa y sin improvisaciones. Toda esta labor pertenece al Partido Peronista. Él la entregará a los hombres de sus filas elegidos por la voluntad libre del pueblo para hacer efectiva una reforma basada en realidades fehacientes y anheladas por los argentinos. Los constituyentes elegidos, formando un organismo soberano, cumplirán el mandato partidario en forma libre e inteligente. Conocemos una propaganda desarrollada por adversarios y por traidores infiltrados en nuestro Movimiento, que sostendría que teniendo los peronistas asegurado el triunfo no es necesario que todos concurran a votar. Esta maniobra destinada a sabotear nuestra mayoría y disminuir el valor del apoyo del pueblo a la reforma de la Constitución, es una forma de derrotismo dirigido por los adversarios, que no debe influenciar a los peronistas. Una reforma constitucional apoyada por el noventa por ciento del pueblo, tendría un valor inmensamente superior que si sólo fuera por el cincuenta por ciento, por ejemplo. Porque lo primero indica que la casi totalidad de la Nación la apoya y lo segundo que la mitad está en contra de la reforma. Por eso todo peronista debe votar. Hoy, 3 de diciembre de 1948, repito las palabras de la orden dada el 22 de febrero de 1946, cuando dije: "Deseo impartir esta orden general para la lucha, con el cariño de hermano que siento por los millones de descamisados de la patria, inmenso ejército civil de la nueva Argentina que pugna por la dignificación del trabajo y del sacrificio humano, frente a enemigos egoístas, insidiosos y tenaces; ejército que lucha por la soberanía argentina y por el honor de su bandera frente a los que lo comprometieron aliándose con las oscuras fuerzas extranjeras que pretenden sojuzgarnos; que suplica y pide a Dios que todos los argentinos somos hermanos en la sacrosanta defensa de la Patria contra los enemigos interiores y exteriores". Que cada uno cumpla con su deber de argentino y de descamisado, por que en ese acto estará en juego el futuro de la patria y su destino como Nación y como pueblo. La orden que he de impartirles implica un compromiso de honor para cada peronista, que ha de cumplirla estrictamente, como un sagrado deber en bien de la causa que defendemos y de la que depende la felicidad de millones de hermanos nuestros en el futuro. Orden general: En vista de que el adversario echará mano a cuanto recurso, lícito o ilícito, tenga a su disposición para acortar su derrota, que sabe segura: Que es menester afirmar en la Constitución todas las conquistas alcanzadas por el pueblo y que para ello se requiere no perder un solo voto que consolide la posición popular en forma indudable y refuerce cuantitativamente la fuerza de su expresión. Que a pesar de que el éxito está ya decidido a nuestro favor, es indispensable que cada uno de nosotros haga de su parte sin escatimar esfuerzos, sin omitir sacrificios, lo necesario para materializar en las urnas la brillante victoria que está ya en nuestras manos. Por todo ello, por la conveniencia de obrar con unidad de acción y asegurar la neutralización de todo inconveniente, aprovechando a la vez de toda conveniencia, es que hago legar al electorado peronista la siguiente orden: 1º.- El voto es un derecho inalienable del ciudadano y ha de defenderse con la vida, si es preciso. No terminaremos con el fraude o las triquiñuelas si cada uno no hace respetar su derecho por todos los medios. Cada peronista debe conocer sus derechos y hacerlos valer en el comicio, recurriendo a todo. 2º.- No debe inscribirse ni borrarse nada en las boletas, porque serán votos anulados. Deben depositarse enteras en el sobre y observar que no posean marcas o perforaciones. Débese tener cuidado de no hacerlo con boletas de otras agrupaciones que especulan con mi nombre, por que son votos perdidos. 3º.- Cada votante peronista debe pedir su boleta en el local peronista del Partido y llevarla en el bolsillo para introducirla en el sobre. No utilizar, en lo posible, las que se encuentran en el cuarto oscuro, que pueden estar marcadas. 4º.- La libreta de enrolamiento debe estar entera y asegurada con anticipación, para que no les sea sustraída. No debe entregarse a nadie, y si alguien la tiene, le debe ser exigida su devolución de inmediato, denunciando, en caso contrario a las autoridades. Debe denunciarse sin más, a los que compran o hayan comprado libretas. 5º.- Nadie debe efectuar borratinas de nombres por que será una pérdida inútil de votos, sin ningún provecho. Nadie debe dejar de votar porque estemos seguros, por que ello favorece al adversario. 6º.- No concurra a ninguna fiesta a que lo inviten el día 4 de diciembre. Es necesario que se quede en casa y el 5 bien temprano tome las medidas para llegar a la mesa en que ha de votar. Recurra a la policía si alguien quiere presionarlo en tal sentido. Denuncie al expendedor de nafta que no le provea combustible. Evite todo incidente para evitar que lo detengan. No beba alcohol en ninguna especie el 4 y 5 de diciembre. Si el patrón de la estancia les cierra las tranqueras con candado, rompa el candado o corte el alambrado, y pase para cumplir con la patria. Si el patrón lo lleva a votar acepte y haga su voluntad en el cuarto oscuro. Si no hay automóviles ni camiones, concurra a votar a pie, caballo o en cualquier otra forma, pero no ceda ante nada. 7º.- Desconfíe de todo. Toda seguridad será poca. La fuerza del mal y de la ignominia suele poner en juego todos los recursos para burlar la voluntad popular. 8º.- Hago un llamado a todos los peronistas para que pongan toda su voluntad de vencer y no omitan medida tendiente a ello. El 5 cada peronista ha de multiplicarse en la acción. Desde la primera hora debe ponerse en movimiento. Concurrir a nuestros locales partidarios, a repartir volantes, impulsar a los amigos menos diligentes, ayudar a los fiscales, vigilar a los comicios, operar en todo y con todo. 9º.- Afortunadamente pasaron los tiempos del fraude y del engaño. El pueblo es dueño de su destino. Con ello, el respeto al ciudadano ha llegado a esta tierra libre, de hombres dignos. Sepa el pueblo votar para asegurar en el futuro ese respeto, esa libertad y esa dignidad. Que nadie falte a esa cita de honor para que, cuando estos días sean historia, cada uno de nosotros podamos decir con orgullo que participamos en ella. ...................
1948-12-10
En el acto de la primera celebración del Día del Médico
A los médicos argentinos: Hemos instituido el "Día del Médico", con el propósito de honrar a la profesión médica. Desde hoy, el 10 de diciembre será el día de las profesiones médicas tomadas en su más simple sentido. En sus orígenes el médico fue considerado, -por los poderes casi sobrenaturales que se le atribuían- como intermediario entre Dios y el hombre, de donde el carácter sacerdotal de la profesión. La tecnificación y la mecanización de la medicina contemporánea han deshumanizado al médico, que ha perdido, por otra parte, mucho de su prestigio de demiurgo de otros tiempos. Los médicos han adquirido, en cambio, las naturales proporciones humanas, lo que no es óbice para que mucha gente les exija virtudes y poderes de semidioses. Se critica y se condena fácilmente al médico. Sus defectos y debilidades son menos toleradas que en otras profesiones, precisamente por que el pueblo, supersticiosamente, lo concibe colocado sobre la vida y la muerte. El médico, al transformarse en técnico o en científico, ha perdido la tónica mística o emocional de antaño. Una profesión de tan trascendental abolengo no debe debilitar el soplo divino que le dio nacimiento y tanta autoridad en el pasado, porque sólo así podrá adentrar la mirada en la muerte y el espíritu en los misterios del cuerpo y del alma. La enfermedad es un fuerza negativa que tarde o temprano debemos afrontar todos, una fuerza que aún actuando como una idea determina organizaciones para defendernos colectivamente de ella, del mismo modo que la justicia se hace para defendernos de la injusticia y se organiza la paz contra la guerra. Pero esas organizaciones colectivas para evitar la enfermedad o conservar la salud terminarán por transformar al médico en un agente del Estado, cambiando una vez más en la historia el sentido tradicional de la profesión. Queremos destacar el doble sentido, terrenal y místico, de la profesión médica, con la evocación de los grandes médicos sacrificados a sus enfermos, sin gustos y sin ostentación, para salvarlos y socorrerlos en este mundo; de aquellos que saben que su profesión es "para vencer o dejar morir", para vencer o dejar morir a ese niño que apenas conocen, a esa mujer que les dirige una súplica silenciosa, a ese hombre que ansiosamente les tiende la mano, a esos centenares de seres cargados de congoja que tienen toda su esperanza puesta en el médico. En esos momentos es cuando se habla sin ocultarle nada a este, por que es el que mejor nos entiende, porque todos esperamos de él palabras que iluminen y conforten, que ayuden a andar el incierto y penoso camino, como si vinieran de Dios. Abrigo la corteza de que los médicos argentinos continuarán haciendo honor a su tradición; tradición de alcurnia espiritual que sólo se mantiene cuando el médico ve en un enfermo algo más que un hombre enfermo, algo más que un ser disminuido, algo más que un semihombre: cuando ve en él su propia imagen y es capaza de incorporar su propio ser al del enfermo en un esfuerzo supremo de recíproca compenetración y redención. A ese médico -hombre como todos- se le exige nada menos que "curar", como si curar fuera la tarea más simple y más profesional del mundo. Es necesario -como homenaje a los médicos- reconocer que el acto de curar supone, no sólo una ciencia y arte, sino una actitud discriminativa ante cada caso, donde se pone en juego la inteligencia y la experiencia, para plantear y resolver la cuestión de cuyo exacto deslinde depende nada menos que la vida de un ser humano, acto que debe ser integrado con decisiones, en un esfuerzo de voluntad y de sensibilidad al que concurre toda la personalidad del médico, con su máximo voltaje humano, para gravitar sobre el paciente y su propio mundo circundante. La profesión del médico es compleja, por que incide en los instintos básicos del hombre, y por eso ha sido diversamente considerada; a veces como una ciencia; a veces como un arte; a veces como una profesión. Entiendo que no es, exclusivamente, ninguna de las tres cosas; no es ni un arte, ni una ciencia, ni una profesión; es algo más, y una misión de carácter social. Y es en esa misión social que hemos puesto nuestro acento para imprimirle a la medicina argentina un nuevo rumbo, en la convicción de que el enfermo no debe ser considerado aisladamente, sino en función de su medio ambiente físico, biológico y social, sobre todo social. La orientación colectivista de la medicina no implica de ninguna manera subestimar las virtudes clásicas del médico individualmente considerado; de ese médico que todos hemos conocido y que el pueblo aprecia y estima; esa figura que recordamos en momentos de angustia y de tristes evocaciones; esa figura severa que se inclinó sobre el pecho de un ser querido para contar los años, los meses, los días y las horas que seguiría palpitando su corazón. Lo vemos auscultar con los ojos cerrados como si quisiera sustraerse a al mirada implorante de la madre y no mortificar su propio corazón con súplicas mudas, que percibe sin oírlas, y con gestos que ve sin mirar. A ese médico quiero honrar en este día. Y para honrarlo cabalmente debo recordar a los más modestos de los médicos -a los médicos de barrio y a los médicos rurales- que conocen y sienten las necesidades de nuestro pueblo, que conviven con él; a ellos, que saben lo que es la pobreza y la miseria, que la tocan y la respiran; a ellos que en un solo día de trabajo ven y observan todas las formas de la vida y del dolor. Ellos me comprenderán perfectamente cuando proclamo la igualdad de los derechos ante la vida, porque conviven con esa gran niveladora que es la enfermedad; por que saben que ese mal del pulmón que atacó a la hija del obrero que vive en la buhardilla es el mismo que atenta contra la hija del millonario que vive en el palacio; porque saben que existe esa igualdad y fraternidad profundas entre los hombres, por debajo de todas las falsas diferencias que establece la fortuna, la fama y la cotización social. Espero del cuerpo médico argentino una gran colaboración para esta gran causa, porque nadie mejor que el médico conoce todos los gestos y todas las punzadas de un mismo dolor y saben que los sufrimientos allanan a todas las clases sociales; que las lágrimas del pobre son las mismas que las del potentado. Quiero también rendir mi homenaje al médico de familia, que va desapareciendo por las nuevas formas del ejercicio profesional, pero que algún día el Estado deberá reimplantar como institución. A ese médico que atendió a la madre y a la hija, que trajo al mundo a todos los descendientes hasta la tercera generación, que los cuidó de niños, que atendió al jefe de familia en su grave enfermedad y que dio el consejo oportuno, que vio crecer a los vástagos en el hogar, llegar a grandes y dispersarse, y un día en que atendía al nieto recién nacido, cerró también los ojos del abuelo para el gran viaje. A esos médicos abnegados -al médico de barrio, al médico del campo y al médico de familia- saludo en este día y en ellos rindo mi homenaje a tan generosa profesión, y también a todos aquellos que estudian, investigan y trabajan por el progreso de la medicina, porque sabemos que su apostolado es cuidar, curar y consolar, sin poder elegir horas de trabajo, ni separar el día de la noche, ni la semana del domingo. Pero en cambio tienen el privilegio de avanzar en los dominios de la muerte y de recibir la gratitud de los seres que con su esfuerzo y sacrificio han logrado retornar a la vida. A todos aquellos que se han hecho dignos de este recuerdo y que han sabido cumplir con el juramento milenario de los médicos, a todos aquellos que sienten la divinidad de su misión y han construido un recinto sagrado en su propio corazón para recibir el dolor ajeno, la suerte les será propicia y Dios ejercerá su poder a través de sus actos, por encima de su frágil naturaleza humana, porque Dios está eternamente en el hombre. El Redentor dijo que moriría por nosotros, en nosotros y entre nosotros y que nosotros seríamos su propio templo. Nadie sabe mejor que los médicos el hondo y eterno sentido que tiene este mensaje, porque solamente a ellos y a los ministros de Dios les es dado el don supremo de mitigar el dolor, consolar el abatido y guiar a la humanidad lacerada hasta la última meta. Saludo en vosotros a todos los médicos argentinos, como depositarios de la nobilísima y abnegada tradición que es vuestra mejor ejecutoria y la que compromete asimismo vuestra mayor responsabilidad. .................
1948-12-14
En un acto de homenaje al Libertador San Martín, en la plaza Grand Bourg
Señores ministros, autoridades nacionales y municipales, señores generales y almirantes, jefes y oficiales de las Fuerzas Armadas, señoras y señores: En mi vida, desde mi más temprana edad, he vivido con el sentimiento sanmartiniano puesto como orientación invariable de mi conducta de ciudadano y de soldado. Para penetrarlo, durante casi toda mi vida he estudiado profundamente la vida ejemplar de este hombre que representa para los argentinos, el más claro, el más ilustre y el más glorioso de todos los ejemplos que podamos imitar en nuestra vida de ciudadanos. Es así que he estudié. Así fue que en la cordillera de los Andes mi primera preocupación fue recorrer, día por día, y jornada por jornada, su memorable campaña del paso de esa cordillera, no igualada en los fastos de la historia del mundo. En cada lugar donde él pernoctó, estuve y recorrí el mismo camino que él recorrió. Hice las jornadas que él hizo en la tierra hermana de Chile; recorrí sus campos de batalla y reconstruí in mente, momento a momento, cada una de las acciones en que él intervino. Creo que después de esta profunda investigación, completé en el terreno mismo de sus hechos, las maravillosas hazañas de este inmortal conductor de los ejércitos argentinos que lucharon por la independencia y la libertad del pueblo argentino. Creía indispensable estudiar, después, toda su acción posterior, su renunciamiento y su vida en el ostracismo, con todos los detalles en que pudiera presentárselo como el más ilustre y el más grande de todos los argentinos de todos los tiempos. Creía entonces, haber completado un cuadro real, vivido a través del conocimiento detallado y profundo de su personalidad y de su obra. Pero me tocó en la vida enfrentar una causa y luchar con el pueblo argentino al lado de esa causa, y comprendí, que todo cuanto había estudiado, que todo cuanto había conocido de la vida de San Martín no me había dado la veraz visión y la exacta penetración de su lucha tremenda en aquellos tiempos contra los enemigos internos y contra los enemigos exteriores de la patria. Por eso confieso, que estudiante de su vida; profesor, enseñando sus campañas, no lo había comprendido integralmente a San Martín, no lo había sentido profundamente como lo siento hoy, empeñado en esta lucha de llevar a la Argentina también a una causa, sino tan grande ni tan extraordinaria como la de él, como un humilde ciudadano argentino que lucha por completar esa independencia y esa libertad sin la cual los argentinos no seríamos integralmente argentinos. Hoy que lo conozco más; hoy que lo siento más; hoy que lo comprendo más; como presidente de la Nación he querido ser el primero que rinda en esta casa de su recuerdo inmortal, el primer homenaje, que quizá lo haga con toda la integridad de mi espíritu y de mis sentimientos de argentino y de patriota, a ese hombre tan inmensamente grande, tan inmensamente glorioso, que solamente colocado en esa lucha que él sintió y que él sufrió, puede comprendérselo en toda la inmensidad de su grandeza de héroe y de su inmarcesible gloria de ciudadano de esta tierra, que hoy le venera con todas sus fuerzas aunque quizás, no alcance a venerarlo como son sus merecimientos. ...................
1948-12-17
En el acto de entrega de sables a los nuevos oficiales de las fuerzas armadas
El acto de hoy no puede compararse a ningún otro. La Nación no da a entender la misma cosa cuando da un diploma, que cuando entrega a una promoción militar la custodia de su bandera. Con frecuencia, el sentido profesional quiere extenderse por igual a todas las actividades humanas. Reconocemos que el ejercicio de las armas es también una profesión; pero no constituye una vana presunción señalar características especiales y únicas en la milicia. Dotes que le son propias se perfilan nítidas y severas. Virtudes consubstanciales a la profesión de las armas templan y refuerzan los espíritus menos habituados al rigor de la disciplina. Dotes y virtudes que engendran el rasgo que con más fuerza distingue a la vida militar: el sentido de responsabilidad. Las tradiciones castrenses datan de los primeros tiempos de la humanidad. Lo que ha variado han sido las organizaciones de forma, la técnica operativa, la estrategia y la táctica. También el valor de las formaciones ha variado; no se rinde hoy según los índices estimativos de la antigüedad; pero lo que no ha variado es el hombre, la idea del servicio ni el sentido de responsabilidad. Como sucede fatalmente en los conceptos fundamentales que rigen la vida de los pueblos civilizados, lo que no ha variado es lo que siempre ha sido y seguirá siendo substancial. Entre soldados, y ante los problemas trascendentales e históricos, hablamos hoy como hubiéramos podido hablar muchos siglos atrás. Con una diferencia. La milicia ha vuelto a recuperar el sentido ciudadano que tuvo en las primeras épocas de la civilización. En el esplendor de la época industrial y de las maravillas científicas ha florecido nuevamente el espíritu de la organización nacional, su condición esencial y hermosísima de institución del pueblo. Deseo que en este acto, último quizá que reúne a cuantos habéis compartido las vicisitudes de la vida estudiantil, aparezca claramente ante vuestro espíritu, la raíz popular de las Instituciones Armadas. Deseo hacerlo como soldado de la Nación, como hombre salido del pueblo y como presidente surgido por la voluntad popular reiteradamente manifestada. En sus principios, la milicia fue pueblo mismo. Los primeros actos militares de que nos habla la historia resplandecían de espontaneidad popular. Espontáneamente el pueblo se armaba frente a una necesidad. La ciudadanía dio sentido militar a la acción primitiva de las muchedumbres o de las tribus, unió los clanes y armonizó la acción del hombre en defensa de la patria. En Grecia no había ejércitos permanentes, pero esto se debía a que Grecia entera, la ciudadanía helénica en general, era campamento cuando la patria era campo de batalla. Los generales procedían del pueblo. El pensamiento, la mística popular e incluso la poesía, integraban los cuadros militares cuando la situación lo requería. En sus orígenes la milicia fue pueblo en marcha. Esparta y Atenas, con su educación diferente, dieron este sentido a su historia militar. Para conducir a diez mil soldados a través de toda la Persia enemiga fue designado Jenofonte, un hombre que no era general, ni oficial, ni soldado; era simplemente un ciudadano. Lo eran también, Temístocles y Milcíades; lo eran los vencedores en Salamina y Platea. El sentido profesional castrense era la necesidad de lo colectivo contra el individualismo egoísta de los hombres. Hallaréis un alto componente de este concepto en las primitivas gestas ibéricas. En las defensa de Numancia, ante cuyas murallas perecieron cien mil romanos, se alzó altísimo el concepto de la ciudadanía, sustentado por una vocación de permanencia y de triunfo. Roma misma levantaba antes de los césares, legiones ciudadanas y alistó legiones profesionales, pero antes de ello, desde Numa al Imperio, el ejército era el pueblo, el soldado era el ciudadano. Las guerras púnicas contra el invasor cartaginés, fueron guerras del pueblo unido en la defensa. Los comicios ciudadanos designaban a sus cónsules y a sus legados; la plebe elegía a Mario, para combatir a las partes, y la aristocracia a Sila, para sitiar a Atenas. El pueblo que combatía juzgaba después el mérito en la plaza pública. Acordaba el triunfo, la pompa y la ovación. No había actitudes castrenses de oficio. Tertuliano expresó el concepto romano de la militancia al decir: "contra el enemigo público todo hombre es beligerante." Disgregando el Imperio romano, y ante la situación provocada en Europa por las invasiones y el establecimiento del feudalismo, fueron creados la clientela y el ejército familiar, al que no fue ajeno el empleo de las fuerzas mercenarias. El robustecimiento de ese poder trajo las levas, y el sentido ciudadano de la vida militar sufrió un paréntesis de siglos, roto sólo por aquellas convulsiones que precipitaban a los pueblos a una acción entusiasta colectiva, como la observada en los siete siglos de la reconquista española, en las guerras religiosas y en el descubrimiento del Nuevo Mundo. El Ejército de los siglos XVII y XVIII no es lo que hoy podemos entender nosotros como tal. No se gobierna por la ascendencia de los capitanes, ni le informan el sentido de la ciudad y la comunidad, ni grandes ideales patrióticos. Predomina la política personal y de clase. Las nacionalidades no están formadas y nada ha podido sustituir todavía el antiguo principio aglutinador de los afanes colectivos. Los estrategas, con sus escuadrones, se alistan indistintamente al servicio de varios reyes y puede decirse que el pueblo permanece ajeno a las grandes conmociones, cuyo reflejo sangriento incendia sus pueblos y devasta sus campiñas. El siglo XIX estructura, con el derrumbamiento de los absolutismos, la idea de la nacionalidad y se forman los ejércitos nacionales. Pero aún no se ha complementado la evolución; aún no hemos vuelto a esa hermosa idea de la ciudadanía que es el hilo de oro de la milicia, porque la funde con el pueblo, convirtiéndola en pueblo mismo con deber y sentido de responsabilidad. La recuperación de esa gran idea pertenece a nuestra patria cuando el pueblo se aglutina y arma en defensa de Buenos Aires invadido, preludio heroico de la cruzada de la independencia y antorcha que prende la hoguera de toda la América. Y luego, adentrado el siglo XX, en la era de la técnica, con sus esfuerzos totales, con sus angustias universales, a las que nada ni nadie escapa, en medio de tantas dificultades y tantos daños, se produce el milagro de devolver al hombre la conciencia plena de su participación en los afanes públicos. La técnica moderna, por las vías de la guerra, ha conseguido llevar a todo el mundo la agitación y la pesadumbre, pero a cambio de este retroceso ha logrado devolver a los pueblos una unidad, un espíritu común que, a su vez, ha devuelto a la vida militar la sustancia primera: la universalidad. Hoy las reformas sociales y las doctrinas económicas no son feudos de unas minorías ni de unos pocos pensadores; son la expresión de las esperanzas generales y, por decirle así, la política de nuestro tiempo. Tampoco hoy se limita la vida militar a un círculo profesional. Está en el pueblo entero, se expresa por la institución que representan en un momento dado los cuadros de jefes y oficiales y las fuerzas en servicio y, sobre todo, por el conjunto de la Nación, de la que esos hombres son la manifestación continua. Dicen que nuestro tiempo no es de parcialismos, sino de expresiones totales. Puede que sea así. Por lo menos, en la vida militar, así ha sido. De la creciente participación general en la vida pública, lo mismo para ser felices que para ser desdichados, ha salido esta gran conquista. Hoy, como cuando Grecia entera trabajaba en la paz y salía entera en la guerra a detener en Maratón a los persas, o como cuando Roma, salía al encuentro de los cartagineses, el ejército es pueblo, y el pueblo sabe en que medida es el ejército su expresión máxima. En lo que se refiere al fondo mismo de la vida militar, es preciso reconocer en el principio de responsabilidad los caracteres supremos de la milicia. Tal vez sea en ellos donde resplandezca esa singularidad de su profesión. En otras, las dotes individuales se remiten a los hechos, pero en las milicias deben ser supuestos previos, deben ser condiciones elementales. Sin ellas lo militar se convierte en una cosa sin sentido. Es cosa de todos el amor a la patria, pero en el militar es una actitud, es una relación directa entre su ser y su servicio. El imperio de lo legal se supone para cualquier actividad, pero para el militar existen además el imperio moral y el ético. Cuando Calderón de la Barca llamaba a la milicia "una profesión de hombres honrados" sabía que enunciaba uno de los puntos principales de la gran ordenanza militar, a la que va anexa la idea del pundonor. Hay una virtud formal, una elegancia espiritual, que hacen de la fuerza que el ejército representa, un mundo de valores éticos entrelazados por la idea del servicio. Las fuerzas armadas no representan tan sólo la fuerza sino la justicia, y la justicia hay que llevarla dentro, como se lleva dentro la moral y como se exterioriza la ética. La virtud debe ser invocada frecuentemente entre vosotros, porque vuestra vida, que es una suma de responsabilidades y deberes, debe identificarse sólo por el brillo de sus virtudes. El valor, reconocido o probado, como la capacidad de sacrificio y la disciplina, son factores esenciales del servicio, pero no son disposiciones permanentes, no obligan en todo momento, no se ejercitan continuamente. Si nos midiéramos por el valor, tal vez podrían decirnos que si no lo ejercitamos a diario no damos pruebas de él; pero la virtud puede ejercitarse a diario, como la honradez, como la lealtad, como el patriotismo, como el compañerismo, otro principio elemental de nuestra vida. El compañerismo y la lealtad son dos virtudes típicamente castrenses; no puede extenderse con facilidad su predicamento a otras actividades humanas. Y así como la virtud no es coraje ininterrumpido, la dignidad no es el orgullo ni la presunción. Previene del alto concepto que nos merece el cumplimiento del deber y de esa paz interior, la serenidad, que nos otorga la aceptación de una vocación noble. Esa es la naturaleza y esas son las virtudes de la vida militar. Por su misión ésta ha de pareceros más trascendental. Para muchos, la milicia es un orden de cosas que gravita necesariamente sobre el concepto de la guerra. Pero eso no pasa de ser una equivocación. Cuando la guerra llega es el pueblo entero el que entra en la ciudadela de las armas. El pueblo, dedicado antes a sus tareas pacíficas, participa de los gloriosos afanes militares. Pero la vida militar corresponde también a la paz. El pueblo descansa en sí mismo, sobre los pilares de sus fuerzas armadas. Éstas son su expresión soberana en todo momento y el sistema vertebral de sus tradiciones. Importa poco que su destino sea guerrero o pacífico, en orden a esta realidad. Nosotros procuramos estructurar la vida de nuestra Nación para la paz, y comprendemos la elevada misión que en la paz tiene la milicia. No le corresponde el orden inmediato, sino el mediato: es decir, descansa en ella el equilibrio superior de la Nación. No es exagerado calificarla de sistema vertebral, porque entre las funciones pacíficas de la vida militar está la de constituir una gran escuela de hombres y de ciudadanos. Los primeros deberes cívicos se sienten y comprenden en el ejército mejor que en parte alguna, y en él se adquieren las condiciones máximas de la virilidad. La jura de la bandera, es un acto real y también un factor docente. En el ejército se hacen ostensibles muchos principios y conceptos que fuera de él no tendría expresión precisa ni eficaz. No es necesario hablar de virilidad a nuestros hombres. En nuestras fuerzas armadas el arrojo es virtud reconocida y probada. Pero en este día inolvidable de la promoción, me sentiría orgulloso si pudiese infundir en vuestro espíritu lo que en el mío es un convencimiento absoluto. Es obligación de la pedagogía militar dotaros de los conocimientos y medios adecuados al servicio de los intereses nacionales y de la defensa de la patria. Pero es cosa nuestra ofrecer a vuestro examen las perspectivas de vuestra misión en la paz. Clemenceau decía que es mucho más fácil dar la vida en la guerra que prodigarse abnegadamente en la paz. La guerra es siempre el último suceso en que los hombres pueden emplear sus virtudes extremas, pero la paz es larga, y a veces su misión es tan delicada y tan decisiva como la de la guerra. Como soldados preparáis vuestro espíritu para cumplir la misión que os fue confiada, pero como ciudadanos no podréis olvidar nunca que en este siglo no representáis ya sólo una profesión aislada, ni sois la isla de las grandes devociones épicas. Sois carne y sangre de una nación cuya vocación de paz es ilimitada. Esto quiere decir que es justo que preparéis también vuestro espíritu y vuestro temple para la paz, que no limitéis nunca el cuadro de vuestra responsabilidad moral a los deberes estrictamente militares. La vida os brindará ocasiones de ser útiles a vuestros semejantes, demostrar que vuestro sentido de la ciudadanía, de la vida de la comunidad, es tan alto por lo menos como vuestra vocación de servicio a los ideales superiores de la patria. Ésta os pedirá que seáis los mejores soldados. La Nación espera de vosotros que seáis los mejores ciudadanos. La sociedad, que seáis los mejores hombres. Virtud, disciplina, lealtad, abnegación y sentido ético de la vida son condiciones castrenses, pero son también virtudes supremas generales. Para el pueblo sois su máxima representación y sois su ejemplo. Sois, por tradición, la fuerza que vela en su descanso y la custodia de sus tradiciones. Nada os impide ser también su ejemplo. En el viejo léxico marcial suele decirse que el celo debe suplir las deficiencias cuando o donde las haya. Debe ser vuestro el celo cívico, el magisterio moral. Cuando en días pasados asistíamos al desfile de las nuevas formaciones de nuestras fuerzas, algo quería alumbrar en nuestro pecho; algo que centelleaba dentro. Era quizá una esperanza que empezaba a sentirse cumplida. Nosotros podríamos sentirnos complacidos saliendo como buenos, pero esto no debe bastarnos, porque nada nos impide salir como mejores. La técnica puede adquirirse, pero el espíritu es preciso crearlo y alimentarlo con la tenacidad y el fervor desde un principio. Este espíritu, esta formación, por tantos conceptos nuestra, directamente heredada, debe ser la ejecutoria de nuestras armas. Así serviréis a ese pueblo a quien representáis y así nuestro pueblo, en la paz y en el trabajo, o en la guerra servirá a sus destinos. Camaradas: ¡Que Dios os proteja! ....................................
1948-12-18
En el agasajo que hicieron al general Perón y a su esposa los empleados de la Cámara de Diputados y de la imprenta del Congreso
Compañeros de la Cámara de Diputados y de la imprenta del Congreso de la Nación: Una de las cosas que algunos han criticado de mis expresiones es que acostumbro iniciar siempre mis conversaciones con el llamado a los compañeros, pero los que así juzgan olvidan que, precisamente, mi intención es la de promover que en la República Argentina todos los argentinos seamos compañeros en la inmensa tarea de ganar tiempo a las horas para hacer una Argentina más feliz y más grande. Uno de los más graves inconvenientes que pueden presentarse en este propósito común de servir a la patria es el de que no nos consideráramos, en alguna ocasión, compañeros en la realización de la labor común. Estamos empeñados en cambiar la mentalidad individualista de la República, que ha sido y es uno de los más graves inconvenientes y uno de los obstáculos que nos ha impedido trabajar armónicamente en la tarea común de servir a la Nación. Cuando hablamos de trabajar en equipo, cuando hablamos de que es necesario terminar con el individualismo destructor de la armonía nacional, cuando hablamos de que es menester que nos pongamos a trabajar todos en una causa nacional, estamos sacando de nosotros mismos el complejo de inferioridad con que hemos actuado hasta nuestros días, para independizarnos del egoísmo que ha sido la causa de todos los males de la Nación. Por eso imaginarán cuál es mi inmensa satisfacción, mi júbilo, al ver reunidos en esta comida de camaradería a todos los funcionarios, empleados y obreros de la Cámara de Diputados y de la Imprenta del Congreso de la Nación, sin distinción de jerarquía ni de empleo, sin diferencias de ninguna clase, interpretando un concepto de la propia vida de la Nación, según el cuál cualquiera sea el lugar en el que elaboramos su grandeza, si cumplimos con nuestro deber y si hacemos de nuestra parte lo necesario para ir creando esa riqueza, mereceremos el bien de la patria aún cuando sirvamos en el más modesto y en el más humilde de los puestos. Esta satisfacción, que yo me hago un deber en exteriorizar en este acto, me hace a mí el más feliz de los hombres porque criado, formado y crecido en medio de una disciplina donde la jerarquía y los grados representan verdaderos valladares a cualquier expansión de los hombres, sometido a esa disciplina de toda una vida, he comprendido a través de ella que en las naciones verdaderamente democráticas donde el pueblo es todo como debe serlo, no hay jerarquías. No hay otra jerarquía que la que le da al ciudadano el cumplir honradamente con su deber. Esa es la jerarquía que debe encumbrar a los hombres de bien de una República y es la única que yo admito. Es para mí, como presidente de la Nación y como ciudadano argentino, un insigne honor el compartir esta mesa con los funcionarios, empleados y obreros de la Cámara de Diputados y de la Imprenta del Congreso de la Nación, porque soy respetuoso y considerado con el parlamento argentino y porque creo que mientras en él se cumpla el sagrado deber de defender a la patria desde ese verdadero puesto de combate de la democracia argentina, el parlamentarismo podrá marcar una nueva época que reivindique a los pasados períodos. El parlamentarismo en el mundo no ha decaído; los que han decaído son los hombres. Cuando en un parlamento se sientan hombres honrados y capaces de servir al destino de una nación, se reforzará el parlamentarismo en el mundo en forma que será invencible, porque la historia de la humanidad viene demostrando que cuando los parlamentos cumplen con su deber enaltecen la ciudadanía y forman alrededor de ellos una aureola de control. Pero de control honrado donde las ideas se oponen a las ideas, donde la honradez se opone a la delincuencia, donde el buen sentir y el buen pensar del país están representando en forma directa a su ciudadanía. Una institución así no puede ser sino un parlamento constructivo, un parlamento real que defenderá, aquí, como en todas partes del mundo, a esa columna inmarcesible de la gloria de la democracia, que es el parlamento. Dentro de esa función del parlamento sé bien lo que Uds. representan; no escapa a mi conocimiento que el personal de funcionarios y empleados administrativos de ese parlamento representa el cincuenta por ciento de su función constructiva. Por eso aspiro a que ustedes, que son una de las columnas de ese parlamento, se hallen en la mejor situación posible, que puedan trabajar con tranquilidad y a conciencia para que puedan seguir cumpliendo esa función que haga de nuestro parlamento un organismo eficiente y honrado. Así los diputados de la Nación que vienen desde los más lejanos lugares sin conocer la función parlamentaria, sin haber intervenido jamás en los difíciles y complicados problemas que el Estado moderno plantea, encontrarán en ustedes eficientes colaboradores y eficientes informadores de su propia función y de este modo servirán ustedes a la República como puntales de continuidades del parlamento sin lo cual los parlamentos decaen, envejecen y mueren. Es esta la razón de porqué me siento honrado de compartir esta mesa con todos ustedes. No he creído nunca que en nuestro régimen institucional el Poder Ejecutivo lo represente todo. No he creído nunca que sea posible mejorar nuestra organización institucional quitando deberes, obligaciones o derechos a ninguna de las ramas que componen el verdadero organismo institucional de la República. Mi función al frente del Poder Ejecutivo de la Nación ha sido siempre interpretando como un deber ineludible el de jerarquizar los poderes del Estado, de llevar al parlamento una palabra serena y tranquila y recibir su consejo al contrario de lo que muchos dicen que el Congreso hace lo que yo le ordeno. Saben bien ustedes que jamás he procedido de esa manera. Sería muy poco inteligente de mi parte que si la organización institucional me pone un congreso de consejeros lo tuviera que decir yo a ese congreso que es lo que me debe aconsejar. En todo este funcionar de la rama legislativa de la Cámara de Diputados tiene para mí una consideración especial. La he visto trabajar incansablemente; he visto legislar a sus diputados; conozco bien el trabajo que todos ustedes realizan dentro de la cámara y por todo esto cuando el presidente de la misma consultó sobre la necesidad de mejorar las condiciones de la vida del personal de la Cámara y de la Imprenta, no solamente encontró nuestro beneplácito sino que nos impusimos, como obligación la de mejorar las condiciones de vida de los hombres que durante tantos años -algunos tienen más de 40 años- están prestando servicio en el parlamento. Y un hombre que presta 40 años de servicios a la República no sólo debe tener el respaldo, la consideración y el afecto de los hombres de la república a quien sirven en forma tan eficiente y tan directa, sino que deben mejorar sus condiciones porque si los bienes materiales no hacen la felicidad ayudan mucho a esa felicidad. Quiero terminar con una palabra de estímulo y elogio a los obreros del Congreso de la Nación. Ellos son viejos amigos míos. Hemos trabajado desde los primeros días de la Revolución, hemos trabajado en estrecha colaboración y han sido ellos los que han ayudado en un sinnúmero de trabajos y publicaciones cuando todavía no se perfilaba partido político alguno a nuestro alrededor, lo que demuestra que no tuvieron la intención de hacerlo con sentido político sino que fueron patriotas que se pusieron al servicio directo de la Nación. Por esa razón, quiero aprovechar esta circunstancia para agradecer a todos esos patriotas compañeros que a nuestro lado, sin preguntar horas ni jornadas, trabajaron incansablemente por lo que consideraron, como nosotros, el bien supremo de la Nación. Por esa causa yo me siento ligado de una manera terminante al personal de la Cámara de Diputados y en general del Congreso de la Nación. Bien saben todos ustedes que durante los tiempos más difíciles de nuestra lucha hubo muchos que ocuparon puestos hasta en la Secretaría de Trabajo y Previsión en la que me prestaron su colaboración. Y lo que puedo afirmar en honor del personal de esta casa es que, donde hubo un empleado, cualquiera fuese su orientación y su pensamiento, lo vimos siempre cumplir, abnegadamente con su deber sin preguntar por horas ni por descanso. Anhelaba esta oportunidad para expresarles mi pensamiento y poder conversar breves momentos con ustedes manifestándoles que el Poder Ejecutivo está no solamente satisfecho sino orgulloso del Congreso de la Nación. Ya que la fortuna me brinda esta ocasión reconozco que en el servir a la patria hay una política en contra de la cual no puede estar ningún argentino, cualquiera fuese la manera de pensar de los hombres, cualquiera fuese su orientación partidaria -que respetamos y respetaremos- y es en la política general a seguir por el país en el orden interno o internacional dirigida directamente a servir a los móviles que harán feliz y grande a la nación. Eso es lo que yo reconozco en ustedes y es lo que quiero agradecerles en nombre de la Nación, agradecerles como un compañero de tareas, como un compañero de trabajo, con la humildad que deben sentir los hombres que están al servicio de las grandes causas, creerse nunca más de lo que se es ni tampoco menos de lo que deben ser. ...........
1948-12-18
Ante una delegación de alumnos de escuelas Fábricas de Santa fe
Los veo llegar hasta aquí con gran complacencia, por que el iniciador de esto, en gran parte, soy yo que lo implanté en el año 1943. El concepto que han de tener en Santa Fe de las Escuelas de Orientación y Aprendizaje Profesional, es el mismo con que nosotros creamos hace ya casi cuatro años las escuelas de Orientación Profesional. Sería largo enumerar todo cuanto nosotros hemos pensado al realizar esa creación. La Argentina está en una etapa de evolución hacia la industria y, lógicamente, para forjar una industria próspera se necesitan dos condiciones fundamentales: bajo precio de producción y perfeccionamiento en el acabado de los artículos que se elaboran. Lo primero se obtiene con una buena organización y con una buena maquinaria; lo segundo con una buena mano de obra. Hace cuatro años -cuando nadie pensaba que nuestra industria iba alcanzar el grado al que está llegando- tiramos las primeras líneas de la industrialización para ir formando a nuestros operarios. Consideramos que de ellos también debían salir nuestros técnicos, porque nunca me ha parecido a mí algo práctico que hombres que nunca han trabajado en el taller vayan a dirigir las empresas. Creo que es necesario que los que dirijan la técnica futura sean hombres que hayan tenido alguna vez en sus manos una lima o una fresa o hayan manejado algunas de las maquinarias que se utilizan para el trabajo. Es una creencia personal; no creo en los teóricos. El plan de gobierno que he debido desarrollar me ha llevado a confirmar mucho la idea de que quien no une la teoría a la práctica y la experiencia al conocimiento teórico no va lejos, sobre todo no va tan lejos como hay que ir. Hemos soñado que el futuro será de los hombres que inicien sus actividades en esta clase de capacitación menor para después pasar a la escuela de aplicación, que los capacitará para la Dirección y después a la universidad técnica que les capacitará para el desarrollo de técnico futuro. De modo que ustedes, cumpliendo este ciclo inicial están en condiciones de encaminarse en el aprendizaje de un oficio manual. En nuestro país se había olvidado la necesidad de orientar a la juventud en tal sentido. En Europa, a menudo, los reyes tenían la obligación de poseer un oficio manual. Así, unos eran carpinteros, mecánicos, etc. Y se trataba de reyes. Nosotros habíamos olvidado un poco eso. Nuestros operarios y obreros se formaban en el dolor del taller "a la que te criaste", como decimos nosotros. En el orden nacional, también queremos, como ustedes en el orden provincial, que los muchachos estudien su oficio y que aspiren a hacer de ese oficio una profesión, elevándola, capacitándose, aprendiendo y mejorando cada día nuestra industria. También pensamos en una artesanía, de donde han de salir muchos muchachos capacitados. En este aspecto nuestro país está un poco atrasado. Por lo tanto, y sabiendo ya ustedes como yo pienso, se imaginarán con cuanto placer los veo aquí. Les agradezco profundamente estos dos mástiles que han mantenido la bondad de hacerme llegar, y como siempre estamos a sus órdenes para todo lo que podamos hacer en bien de tan noble y elevada actividad, como es la orientación profesional de los muchachos. Les ruego que transmitan a los compañeros de Santa Fe mis saludos muy cariñosos y mis recuerdos para el señor Gobernador y para las autoridades de la provincia. Muchas Gracias. ..............
1948-12-18
En la ceremonia en que se impuso la Orden del Libertador al ex embajador de Ecuador
Quiero en este acto sumamente sencillo, de acuerdo con la tradición del General San Martín, colocarle a usted personalmente la Gran Cruz de la Orden del Libertador. Y lo hago personalmente por dos motivos: primero, por el cariño y la amistad que nuestro país tiene con el Ecuador; y, en segundo lugar, porque el señor embajador, además de embajador ha sido un amigo dilecto nuestro. La Orden del Libertador ha sido creada, precisamente, para estimular entre los países del mundo, a aquellas personas que prestan todo su apoyo a la amistad de sus países con el nuestro, y, especialmente, en los casos de los países de la América del Sud. Esta condecoración, señor, le dirá de nuestro cariño, cada vez que nos haga el honor de lucirla sobre su pecho, y será para nosotros una inmensa satisfacción el saber que un amigo de la Argentina luce sobre su uniforme la Orden del Gran Capitán, que tanto valor moral y espiritual tiene para nosotros. Lamentamos, al entregarle esta condecoración, que el señor embajador cese en sus funciones en nuestro país, pero sabemos que donde quiera que vaya llevará nuestro cariño y nuestro recuerdo y tendrá para nuestra tierra igual cariñoso recuerdo, haciendo dichosos a los argentinos al dispensarnos su amistad. ..............
1948-12-23
Ante militares :
Camaradas: Siento una inmensa satisfacción por el hecho de que ustedes hayan tenido la amabilidad de llegar hasta aquí y darme el placer de saludarlos personalmente. He vivido permanentemente en el problema de ustedes, problema que afecta a numerosos camaradas, y que por lo tanto, no podía resultarme indiferente. Desde el año pasado, en que el Congreso solucionó una cuestión que era de justicia para todos los jefes y oficiales, nosotros tuvimos el grave problema de la financiación, para nivelar totalmente los emolumentos correspondientes a los mismos. Siempre me preocupé, por conocer más o menos toda la historia de las pensiones y retiros militares, que el Estado está y ha estado, en cierta manera, en deuda al no equiparar sueldos y pensiones. Los socialistas y algunos opositores de todos los tiempos han criticado acerbamente que el Estado pagase a los señores militares, marineros y aviadores, con fondos públicos sus jubilaciones y pensiones, diciendo que esto era una verdadera injusticia frente a los demás que tenían que hacerlo por sus aportes a las cajas de jubilaciones y pensiones civiles. Esas palabras y esas ideas, encierran una tremenda injusticia, porque desde tiempo inmemorial conocemos, los soldados, que originariamente se fundó un Montepío Militar donde, los que ya son un poco más viejos que yo, hicieron aportes durante muchos años. Un día, el gobierno necesitó dinero y echó mano al Montepío Militar, sin preguntarle a ninguno si ese dinero podía o no ser utilizado por el Estado. Por otra parte, nosotros, soldados sometidos a la subordinación de nuestro servicio, no podíamos decirle al Estado que no usara de nuestro dinero. Lo usaron y se evaporaron esos millones de pesos. Nada más justo, por lo tanto, que el Estado, reemplazando a los fondos que hubieran producido la capitalización de ese dinero, se hiciera cargo de este servicio de remuneración a los hombres que, por los años o por las actividades de la vida, no podían seguir prestando servicio activo. Yo prometí estudiar el asunto y cumplir la Ley Orgánica Militar, que establece que los sueldos de los jubilados deben ser los mismos o deben corresponder a la misma proporción de los que se pagan a los jefes y oficiales en actividad. Una cosa que es totalmente justa y que, por otra parte, la Nación está en condiciones de hacer frente a ella. La dificultad estribaba solamente en la financiación. Hoy, señores, puedo anunciar que el asunto está completamente resuelto y que se pondrá en ejecución inmediatamente en cumplimiento de la Ley Orgánica Militar para todos los retiros y jubilaciones militares. Aparte de ello, esto se ha regularizado con la incorporación de un nuevo organismo que permitirá depositar periódicamente los haberes en forma tal de que se cobrasen puntualmente en su totalidad. Señores: no les voy a leer el decreto, porque sería abusar de ustedes y además es inoperante. Pero sí, quiero decirles que en esta circunstancia sentimos una inmensa satisfacción al cumplir con este deber que para nosotros es justiciero y amable. Quiero que los camaradas, que me hacen el honor de visitarme en tan crecido número, lleven la convicción absoluta de que trabajamos por el bien del país, dentro del cual también está el bien de cada uno de los ciudadanos, porque una cosa es el bien del país en perjuicio de los ciudadanos, y otra es el bien de los ciudadanos en perjuicio del país. En esta tarea, señores, no hemos de omitir sacrificios, y en medio de todas las amarguras y tristezas que esta difícil función ofrece a lo largo de la vida, hay una satisfacción que es superior a todas las demás, satisfacción que durante tantos años cada uno de ustedes ha compartido con sus jefes, sus oficiales y sus soldados; el dedicarse a quemar la vida, si es necesario, por un solo ideal que el soldado no olvida jamás: el bien de la patria por sobre todas las cosas. ...........
1950-01-01
Discurso pronunciado en el salón de actos de la Facultad de Derecho proclamando la iniciación del año "Libertador General San Martín"
Excelentísimos señores representantes del cuerpo diplomático, señores ministros, señores generales, almirantes y brigadieres, señores funcionarios nacionales y provinciales, señores gobernadores de las provincias argentinas, señoras y señores: La Nación Argentina se apresta a conmemorar, en este año 1950 que hoy comienza, el centenario de la muerte de su Libertador. Dios ha querido que sea yo quien en este acto, como presidente de la Nación, interprete al pueblo argentino y exprese su pensamiento, sus sentimientos y su actitud en esta hora, frente al recuerdo cada vez más luminoso y cada vez más fecundo del Gran Capitán. Esta tarea resulta grata para mi corazón. Desde el día que abrace definitivamente la causa de mi pueblo, no he hecho otra cosa que tratar de interpretarlo leal y sinceramente. Por eso, mi pensamiento ha recorrido muchas veces los caminos que bajan hasta los más humildes hontanares del pensamiento popular; y acercando mi oído al corazón del pueblo, mi corazón ha tomado su ritmo. Mi única aspiración, en este instante de mi vida, consiste en dar a cada uno de mis actos, el sentido que responda lo más exactamente posible, a la actitud fundamental de mi pueblo en esta hora ascendente de su destino. Acostumbrado a este ejercicio de intérprete del pueblo, estaré sin embargo, al expresar su pensamiento, su sentir y su actitud, experimento la intensa emoción de los actos excepcionales. Porque advierto en nuestro pueblo esa intensa emoción, y mi deber es expresarla con la misma intensidad, porque he hallado en el pensamiento de los hombres y las mujeres de nuestro pueblo, magnitudes que no pueden expresarse sin la emoción con que se dicen los grandes pensamientos de la humanidad. Y nuestro pueblo, en fin, ha confirmado definitivamente, en esta hora de su vida, su actitud fundamental, cuyo sentido no puede ser interpretado sino con intensa emoción. He meditado, muchas veces, en el extraordinario conjunto de grandezas que constituye nuestra patria; he recorrido las magnificas extensiones de sus llanuras y de sus montañas; he medido la inmensa magnitud de sus riquezas naturales; he vislumbrado el porvenir maravilloso de todas sus posibilidades; he recorrido todos sus caminos buscando siempre algo mejor, ¡y siempre he hallado algo mejor! Hasta que un día me encontré con su mayor grandeza, con su más alta belleza, con la más extraordinaria maravilla de nuestra patria: ¡era su pueblo! Cada vez que me preguntan los de aquí, o los de afuera, que es lo mejor que tenemos, yo les contesto invariablemente con la misma respuesta que lleva en sí misma la mas absoluta sinceridad de mi corazón: ¡lo mejor que tenemos es el pueblo! Y es necesario proclamarlo aquí, solemnemente, porque el mejor elogio que podemos hacer de San Martín, en este día y en cualquier día de este año centenario de su muerte, es declarar que los hijos de su ejemplo, precisamente por seguir su ejemplo, son como él y como él soñó que fuesen. Piensan con la altura de su pensamiento, sienten con la grandeza de su corazón, y mantienen la fundamental actitud que fue toda la lección permanente de su vida, desde la aurora de Yapeyú hasta el ocaso sereno de Boulogne Sur Mer. La estructura de nuestro pueblo se ha realizado, pues, partiendo del ejemplo básico que le ofrece la vida total de su arquetipo: el general San Martín. Basta volver un poco las páginas de la historia argentina y repasar las grandes etapas de la constitución, para advertir en ellas la presencia magnifica del pueblo, siempre igual en su conducta básica, siempre fiel al ejemplo fundamental que impregna toda su vida de pueblo soberano. Aún cuando a veces guarde silencio frente a los acontecimientos dolorosos que significan afrentas a su dignidad, esa actitud pasiva tiene el mismo sentido que el gran silencio con que San Martín cubrió la retirada de Guayaquil. Desde San Martín hasta nuestros días, a pesar de la traición de los gobiernos que vivieron a espalda de los intereses del país, a pesar de la influencia de corrientes inmigratorias poderosas de diversa idiosincrasia, y a pesar del cambio fundamental de las condiciones generales de vida creadas por el progreso, el pueblo ha sabido mantener, en la intimidad de su esencia, los sentimientos y los pensamientos de origen sanmartiniano, y ha sabido actuar en consonancia con ellos cada vez que ha sido necesario hacerlo en defensa de la patria. Es fácil advertir cómo ha ido realizando progresivamente esa profunda compenetración en el sentir, en el pensar y en la actitud, hasta la total identificación con su magnifico arquetipo. A fuerza de mirarse en el espejo de su primer ejemplo, de su gran ejemplo, ha aprendido a sentir como él, a pensar como él, y ha terminado siempre por seguir las líneas generales de su conducta frente a los problemas fundamentales de su vida en las encrucijadas de las decisiones definitivas. Nuestro pueblo tiene por ejemplo, el sentido sanmartiniano de la dignidad personal y la dignidad nacional. El sentido de la dignidad de nuestro pueblo es el mismo sentido de la dignidad que los granaderos de San Martín aprendieron en la lección viviente de su Jefe en los cuarteles de Retiro, y que después llevaron, como el mejor de todos sus trofeos, a través de los caminos y las batallas de la guerra por la libertad americana. Lo ha transmitido de generación en generación hasta nuestros días, y pasando por encima de las sombras que intentaron empañarlo en las horas amargas de la indignidad, ha venido a florecer, magnífico como en su primera expresión, en el pueblo argentino que en esta hora afortunada me ha tocado el privilegio de conducir hacia sus grandes destinos. No quisiera deslucir el brillo de este acto solemne que nos congrega espiritualmente a todos los argentinos, con el recuerdo de los tiempos en que los gobernantes del país dejaron de mirar hacia adentro, hacia el corazón de la patria, y de espaldas a la Nación se dieron a la tarea de entregarlo todo. Pero debo recordarlo nada más, que para señalar que esa actitud de los círculos gobernantes, no tuvo detrás de sí en ningún momento la fuerza del autentico pueblo argentino. Pudo darse, tal vez, una hora en cuyo lapso de tiempo el sentido personal y el sentido nacional de la dignidad aparecieron disminuidos en su capacidad de generar actitudes de rebeldía en el terreno de los hechos. Pero no fue más que el momento del desconcierto de un pueblo que no alcanza a comprender la traición de quienes tenían sangre y nombres de patricios a los que hacer honor con su conducta. El pueblo siempre siguió pensando y sintiendo según el modelo de su arquetipo extraordinario. Por eso el día en que nosotros lo convocamos de nuevo a la lucha, bastó que tocáramos el sentido de su dignidad, y de nuevo el pueblo, como en las jornadas heroicas de la primera independencia, salió a la calle para conquistar definitivamente su soberanía. Bastó que despertásemos en cada argentino explotado o vejado, el recuerdo de su condición de argentino, para que inmediatamente lo tuviésemos de pie, reclamando y exigiendo su derecho a la dignidad que tienen todos los hombres por la sola razón de ser hombres. Y bastó que señalásemos a los argentinos su condición de pueblo entregado a las fuerzas económicas extrañas a la Nación, para que enseguida se pusiese otra vez en actitud heroica y aceptase ayudarnos con todas sus energías en la tarea de conquistar la independencia económica del país. Y también esta vez, como en la primera hora de su vida, lo vimos de nuevo en la vieja Plaza de Mayo, sereno pero firme, con la serenidad de su consciente fortaleza, imponiendo la voluntad de su soberanía frente a las fuerzas conjuradas por la antipatria. Por eso, porque yo he sentido la fuerza extraordinaria de nuestro pueblo, porque he conocido la magnifica y serena energía de su dignidad, su profundo sentido de la justicia, sus sentimientos de generosidad y desinterés, su fraternal espíritu de solidaridad; porque sé hasta donde conserva en su alma la pureza de su amor a la patria, y porque conozco, por mi propia experiencia, la grandeza de su corazón en la mas alta expresión de su lealtad, afirmo que el pueblo argentino, construido sobre la base monolítica del ejemplo sanmartiniano, puede ostentar y ostenta ante los hombres del mundo un nombre digno de su Gran Capitán. Y declaro que puede venir, en este año centenario, desde los cuatro puntos cardinales de la patria, hasta la tumba paterna, con la frente bien alta; porque cada argentino, con el mismo amor y la misma entereza que los heroicos granaderos, sigue luchando por los mismos ideales, con las armas de las mismas virtudes y el pensamiento puesto en la misma grandeza nacional. Nuestro pueblo es, pues, la máxima creación sanmartiniana. ¿Que tiene de raro o de extraordinario, entonces, que después de haber buscado en la patria su mayor belleza y su más alta grandeza, nos encontremos con que ellas están en el pueblo mismo; y que el pueblo es lo mejor que tenemos en esta tierra privilegiada del mundo? Cuando en sus afanes por la independencia, San Martín afirmaba que "lo único importante era existir como Nación y luego ver como existir", no pensó tal vez, que una cosa y la otra estaban tan estrechamente unidas que no podían separarse de ninguna manera. Para existir era necesario empezar a existir. Y la manera de empezar a existir, señalaba ya el camino de una conducta en la existencia. San Martín, a quien solamente preocupaba nuestra existencia misma, adoptó una manera de empezar a existir -la manera de su propia vida-, y nos infundió con ello para toda la historia, una manera de ser pueblo soberano en el concierto de la humanidad: la manera de la dignidad, de la justicia, del desinterés, de la generosidad, de la soberanía sin egoísmos, la manera argentina "de ser lo que se debe ser o no ser nada". Por eso, si hay razones poderosas para decir que San Martín es propiedad indiscutible del pueblo y es digno de su pueblo, también es lógico, y con igual peso de razones, declarar que nuestro pueblo es creación magnífica y digna de San Martín. Que San Martín es digno de su pueblo lo demuestra el espectáculo de su vida misma, hecha de infinidad de sacrificios. Sacrificio fue para San Martín volver de España en 1811, abandonando allá su casa y su brillante carrera militar; sacrificio fue dejar a su mujer y a su Merceditas, primero en Buenos Aires y después en Mendoza, para marchar hacia la guerra; sacrificio fue vivir y pelear por la independencia luchando permanentemente contra sus dolores físicos y muchas veces dominando los dolores de su espíritu; sacrificio fue la genial desobediencia que comenzó a cerrarle los caminos del regreso a la patria; sacrificio fue su renuncia de Guayaquil, su paso silencioso por Buenos Aires, su mudo peregrinaje a Francia; y sacrificio final fue el de su muerte en una tierra que no era la suya, mientras millones de hombres, por su genio, tenían en América tierra para llamar con el nombre dulcísimo de patria. Y que este pueblo es digno de San Martín nos lo demuestra todo cuanto ha hecho para serlo. Sin necesidad de recorrer las rutas de la historia, nos basta el espectáculo que nos está brindando en este mismo instante para convencernos de su dignidad. El nombre de los argentinos tiene ahora un lugar de privilegio en el corazón de los hombres porque hemos sabido conciliar la justicia con el amor, la hidalguía con la generosidad y la soberanía con el servicio de las altas causas de la humanidad. Habrán de permitirnos nuestros hermanos de América y del mundo que sigamos pensando más en la humanidad que en nosotros mismos, porque siguiendo la norma sanmartiniana, nuestra acción en bien de los otros pueblos de la tierra nunca tiene otra ambición que la de compartir con ellos las horas de nuestra propia felicidad sin ningún interés de dominio o de ventajas materiales. Por eso hoy, con la misma actitud de la primera hora de la patria, ofrecemos a los pueblos de América y del mundo las soluciones de una doctrina que ha resuelto nuestros problemas; y les decimos, al ofrecerla, que ella es nuestra contribución de solidario amor en esta hora amarga de la humanidad. Los invitamos a que vengan y conozcan la realidad de nuestra doctrina. Que la vivan con nuestro pueblo. Luego que la lleven con ellos si lo creen oportuno, y la vivan cada uno bajo su propio cielo, cada uno a la sombra de su propia bandera. Expresar todo esto en este día, no es más que la lógica consecuencia de la identificación absoluta entre el espíritu de San Martín y su pueblo, de cuyos sentimientos desinteresados y generosos hacia sus hermanos del mundo yo no puedo ser y no soy otra cosa que leal intérprete. En esta hora, en que no podemos ofrecer el auxilio de nuestra fuerzas militares desde que ninguna solución conseguirían para el grave problema de la división humana, nos permitimos ofrecer al mundo solución de un tercer camino, que no siendo capitalista ni comunista saque a la raza de los hombres de este dilema de vida o de muerte en que se encuentra a pesar de sus deseos de vivir en paz. Alentamos la esperanza de que nuestro camino justicialista reconcilie a los hombres con su destino de hombres y crean estos de nuevo en la felicidad. Y aunque nuestra esperanza tenga un poco de locura quijotesca, no podemos olvidarnos del mayor ejemplo que nos sirve de guía y de inspiración como pueblo; también fue quijotesca y fue locura la esperanza de San Martín. Si aquella esperanza fue cumplida por él con magnifica prestancia, que tiene de raro que su pueblo, la máxima creación de su genio, salga por las calles del mundo en esta empresa generosa de mostrar a los hombres que hay otra solución, otro camino que no conduce a la guerra, que tal vez conduzca a la felicidad. Si lográsemos hacer entender a los hombres esta gran verdad, nuestra victoria no sería sino la prolongación de las victorias de un pueblo que, siguiendo el ejemplo de su Primer Capitán, piensa menos en sí mismo que en los demás, y pone, en consecuencia, su corazón, su inteligencia y su vida al servicio de las causas nobles y justas de los hombres. Por todas estas razones es fácil advertir que la actitud fundamental de los argentinos en esta hora, ha de ejercer una influencia extraordinaria no solo sobre el porvenir de nuestra Patria, sino también, quizás, sobre los destinos de otros pueblos. Los pocos argentinos que todavía no se hayan decidido, tienen todo este año sanmartiniano para meditarlo. Como intérprete de la gran mayoría del pueblo, yo los invito de nuevo, en esta ocasión jubilar, para que se incorporen a las filas de los que luchamos por la nueva Argentina socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana. La actitud fundamental de nuestro pueblo, en los comienzos de este año del Libertador, puede expresarse simplemente, sin recurrir a ninguna fórmula extraña o rebuscada, en ninguna concepción de alta especulación filosófica. La fórmula es simple, es la vieja forma sanmartiniana: "serás la que debas ser, o no será nada". Esta norma, que definió en San Martín su vida entera, y cuyas consecuencias son precisamente esta patria que gozamos, y esta inmortalidad cuya victoria sobre la muerte y sobre el tiempo celebramos, define ahora también, la actitud del pueblo argentino. Esa actitud habrá de expresarse durante todo este año, más que por los actos de la conmemoraciones protocolares y por fiestas celebratorias, por el cumplimiento generoso de todo deber, por el afán de crear y de construir, o sea por el trabajo, cualquiera sea su categoría o condición, realizado a conciencia, con entusiasmo y con amor, con los ojos puestos en la grandeza de la Nación que, al fin de cuentas, no es más que la grandeza del pueblo, que todos y cada uno de nosotros formamos parte. No puedo imaginarme, sin sentirme transportado por una profunda e intensa emoción, como será la gran Argentina que nos espera en un cercano porvenir, si nuestro pueblo se mantiene en la actitud que define esa norma clásica de San Martín; si cada uno de los argentinos determina su vida en función de ser o no ser nada; y si cada uno se propone firmemente hacer su tarea de la mejor manera posible, en esta gran empresa de la patria. Ya podemos entrever, en este punto del camino, lo que será la Argentina del porvenir, porque no está distante el día de esa realidad. Ya la vislumbramos, es la Argentina de un pueblo digno por la suma de la dignidad de cada uno de sus hijos, y grande por la grandeza de cada uno de los argentinos. La vemos, casi al alcance de nuestras manos, como una Nación socialmente justa por el desinterés, la solidaridad y la fraternal comprensión de todos sus grupos sociales; económicamente libre por la pujanza en el esfuerzo creador y constructivo de sus hombres, y políticamente soberana por la unidad de todos en la defensa de los principios substanciales de la nacionalidad. La vemos como una Argentina plenamente soberana, cuya soberanía, siguiendo el sentido de la conducta sanmartiniana, no impide de ninguna manera el servicio de las grandes causas de las naciones hermanas de América y de los pueblos de la humanidad. Y esa es precisamente la Argentina que siempre ha deseado nuestro pueblo en todos los momentos de su historia, porque siempre sintió, pensó y actúo según el gran ejemplo de su arquetipo. Gaucho, criollo o descamisado, el pueblo no quiso ni quiere sino esa gran Argentina: la misma que soñó San Martín desde que salió de España, acicateado por el gran ideal, hasta que la muerte lo transformó en el espíritu conductor de la patria. También en ese mismo objetivo, que es el que término de un mismo amor, el pueblo argentino esta identificado en forma absoluta con el espíritu de San Martín; y San Martín es por eso, íntegramente del pueblo argentino como ninguno de nuestros próceres. Ha de ser grata a nuestro pueblo esta declaración en este día y en el momento de inaugurar el año sanmartiniano, aunque esta afirmación no tenga otra finalidad que la de confirmar, de una vez por todas, la realidad de un sentimiento nacional. San Martín es del pueblo porque su vida fue así: sencilla y honrada, digna y fecunda como es la vida del pueblo; porque sirvió siempre al pueblo sin aprovecharse jamás ni de su gratitud ni de su cariño. El pueblo está en todos los pasos del camino de su vida de triunfador: en Mendoza, en Chile, en Buenos Aires a la vuelta de Maipú, y en los días de su gobierno peruano siempre el pueblo lo rodeó con su apoyo y con su cariño. Más tarde, cuando decide marcharse al ostracismo, son los gobiernos aislados de la realidad popular quienes lo olvidan o lo niegan. El pueblo no podía olvidarlo y no lo olvidó nunca. La prueba es que a pesar de todo, por sobre todas las dificultades de los años y los acontecimientos, siguió su norma, conservó su espíritu, alentó su ideal hasta la hora de manifestarlo actuando con la plenitud de su soberanía. La hora ha llegado. No podía ser de otra manera: San Martín y su pueblo, unidos por el espíritu de un solo y grande amor, el de la patria, son ya una sola cosa. Se pertenecen mutuamente. Sus sentimientos tienen el mismo afán. Sus pensamientos convergen hacia los mismos ideales. La actitud fundamental es idéntica: "ser lo que se debe ser o no ser nada". Ninguna fuerza extraña de la tierra podrá modificar esta unidad substancial. El camino es claro. La plena dignidad, la plena grandeza, y la plena soberanía de la patria. Delante de diecisiete millones de argentinos, entre los pliegues inmaculados de la bandera nacional, marcha llevando la patria a su destino, nuestro Gran Capitán. No podemos equivocarnos siguiendo su camino. Por haberlo seguido sin ninguna traición hemos vencido hasta este día. Formulemos entonces, en los umbrales de este año de su recuerdo, el propósito firme de seguir en las filas de su ejército para que con él logremos la victoria definitiva de su sueño. Como intérprete del pueblo de la patria, que me ha confiado la misión de conducirlo en esta hora, hacia la realidad de ese sueño sanmartiniano, yo convoco a todos los argentinos para que, personal y espiritualmente puestos de pie ante la tumba gloriosa que guarda sus cenizas, renueven en este año centenario de su muerte, los votos de fidelidad a la norma de su ejemplo. .....................
1950-01-26
Discurso al celebrarse la proclamación de la República de la India
Bendito sea este día porque en su mañana, la luz de la libertad alumbra el nacimiento de una nueva y augusta Nación. Porque si la República de la India es nueva en cuanto a la posesión de los atributos objetivos propios de una entidad jurídica independiente, no lo es, en sus esencias espirituales. Su ser nacional se enraíza en lo profundo de la historia. Ella ha sido portavoz de una cultura, ella ha traído su aporte generoso al fondo común de la civilización. Ella ha contribuido a la elaboración de la filosofía perenne. Y ella nace dispuesta a actuar en el concierto de las naciones con un respaldo y una autoridad de siglos, como la luz de las estrellas que llega para alumbrar madura ya de tiempo y espacio. Que esa es la ley de las culturas. En este momento solemne, la palabra resulta instrumento inadecuado para expresar el sentimiento de hondo regocijo colectivo con que mi pueblo celebra acontecimiento tan grato. Por mis labios os lo hace llegar para que Vos seáis su autorizado portador ante vuestro país. Acaso como ninguno, y esto sea dicho sin jactancia, el pueblo argentino tiene capacidad para celebrar este acontecimiento, porque tenemos, porque tuvimos siempre, vocación de libertad y de soberanía. Y tanto que en el frontispicio de nuestra Constitución Justicialista acuñamos, para que las generaciones venideras no lo olviden, nuestra irrevocable decisión de construir una nación socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana. ¿Y como no iba a ser de esa manera si sabemos que soberanía es el nombre que tiene la dignidad de los Estados? Señores: en este momento del mundo, en muchos sentidos áspero y sombrío, es auspicioso, particularmente para nosotros que creemos en la paz y bregamos por ella, el advenimiento al escenario de la comunidad política de una Nación que ha predicado por boca de uno de sus grandes profetas el imperio del amor y el reinado de la justicia. Mensaje de sabiduría, porque es cierto, como ya lo he dicho, que resultara imposible establecer la paz moral, premisa de la paz total, si la intolerancia pretende sujetar, la vida universal a módulos particulares. El día en que podamos considerar que todos los países cuyas finalidades y métodos descubren su posibilidad pacífica y progresiva, guardan entre sí las normas de respeto que informaron en su creación las normas de derecho internacional, creemos que la paz empieza a contar con sólidas garantías de perduración. Sin Justicia Social el hombre vuelve a ser el lobo del hombre y la ley de la selva impera sobre el efectivo imperio del derecho. Para mal de todos - al final- y para bien de ninguno. Desde luego, la tarea de realizar esta justicia social requiere una mística, requiere, porque no decirlo, una fe. Sin esa fe las palabras son solo palabras. Mas cuando la fe que las respalda existe, ella las insufla de vida y las convierte en cumplida realidad. Convengamos en que forjar una nación no es tarea de días ni de meses. Es una obra larga y difícil, oscura y dolorosa, como dolorosos son siempre los alumbramientos. Requiere en el sujeto realizador los atributos del artista, entre otros, fe y perseverancia, y, en todo momento, la visión de los grandes objetivos a cuyo logro se aspira. Los grandes objetivos al lado de los cuales los detalles y anécdotas son eso: detalles y anécdotas que sirven para alimentar los ocios y sobremesas de gentes desocupadas, detalles y anécdotas que son barridos por el viento potente de la gran historia. Un pueblo no se hace en una hora. Un pueblo se hace sobre sus esencias, sobre su historia. Un pueblo es fruto de soñadores. Porque los soñadores son los únicos que saben -y no yerran- que los sueños son siempre el anticipo de una cumplida realidad. Señor Embajador: en este día de este año para nosotros tan grato a nuestra libertad, "Año del Libertador General San Martín", saludo en vos a una nueva -pero como bien lo habéis dicho- antigua Nación y por nuestro intermedio al gran pueblo que representáis. ..........
1950-02-03
Discurso con motivo de la celebración del 137ª aniversario del combate de San Lorenzo
Argentinos: En este mismo lugar, hace ciento treinta y siete años, el más grande de los argentinos inscribió en nuestra límpida historia el mayor de los ejemplos de cómo un argentino debe morir por su patria. Cuarenta y siete humildes soldados pusieron el primer jalón del sacrificio, en esta noble tierra de San Lorenzo de Santa Fe. Estos mártires fueron los que bajo la fulgente espada del Gran Capitán, clavaron el jalón inicial de nuestra independencia y legaron a las generaciones futuras, el ejemplo del sacrificio sublime de la vida por la causa más noble a que un hombre puede entregarse, es decir, la grandeza y la felicidad de su patria. Hace ciento treinta y siete años que ensalzamos esa gloria y que mentamos ese ejemplo. Esta Argentina, independiente por lucha de sus hijos, ha sabido vivir, ha sabido luchar y ha sabido conservarse políticamente independiente. El objetivo sanmartiniano de la gesta heroica de la independencia, cumplido fue. El envainó su espada y confesó que su misión había terminado para el pueblo argentino que, independiente, debió poner de su acción y de su sacrificio para conservar a la patria, libre, soberana e independiente. Es por eso que el legado del Gran Capitán ha de vivir en nuestros corazones y nosotros no podemos envainar la espada, no podemos dar por terminado nuestra misión, hasta que hayamos consolidado en esta tierra lo que la Constitución Justicialista ha fijado como el nuevo objetivo de los argentinos: una nación socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana. La historia ha de decir, por boca de nuestros hijos y de nuestros nietos; si nosotros supimos hacer honor al Gran Capitán, logrando que al envainar la espada y dar por terminada nuestra misión, la Argentina sea integralmente justa, libre y soberana
1950-02-07
EXPOSICIÓN DEL PRESIDENTE DE NACIÓN GENERAL JUAN PERON ANTE LOS MIEMBROS DEL CONSEJO NACIONAL DE COOPERACIÓN ECONÓMICA
En primer término, yo deseo agradecerles muy particularmente este acto de colaboración que es indispensable y que será profundamente provechoso para el gobierno. Nuestro gobierno, el precedido por nuestro movimiento - diremos así - ha buscado siempre el contacto y la colaboración de todo orden, especialmente en el campo económico. En este sentido, yo podría dividir en tres partes distintas la acción desarrollada, para hacer resaltar, en cada una de ellas, cual ha sido la colaboración que hemos pedido y cual la que hemos obtenido de los hombres de empresa de la República Argentina. Al primer período podríamos llamarle de preparación de este movimiento; al segundo podremos definirlo como el de la verdadera reforma económica y, al tercero, como el de la estabilización de un nuevo sistema, con la reforma constitucional que fija las bases definitivas de cual será la organización sistemática de la nueva economía. No se me escapa que un movimiento de esta naturaleza, destinado a cambiar una estructura económica por otra, es difícil que pueda realizarse sin errores, en primer lugar, y sin pasiones, en segundo termino. Los primeros pueden corregirse con el andar del tiempo y el ejercicio exclusivamente al tiempo que es el único que atempera las pasiones de los hombres. Pero, siempre nosotros hemos buscado el tipo de colaboración que ha sido indispensable en las funciones que desarrollamos. En el primer período, que hemos llamado de preparación, la situación era sumamente difícil. Probablemente, en aquellos días, - para hacer una apreciación - era mucho más difícil la situación que en los momentos actuales. Los hechos realmente se juzgan siempre mejor a posteriori que a priori. En aquella época no se trataba de tomar medidas, se trataba de tomar previsiones y éstas resultan siempre mucho más difíciles de tomar que aquellas. Lo dice una vieja afirmación: "la ilusión y la realidad son muy distintas; la realidad es, generalmente, una ilusión venida a menos". En esa época tratamos de prever una situación sumamente difícil que se iba a presentar. Teníamos la experiencia de la posguerra de 1914-1918. Muchos de ustedes la conocen mejor que yo, porque la han sufrido probablemente mucho más de los que puedo haberla sufrido yo, que era un soldado que lo único que sufría era que nos pagaban con seis meses de atraso los sueldos. Pero, los comerciantes, los industriales y los trabajadores sufrieron posiblemente en un grado mucho mayor que yo sus consecuencias. Sin embargo, era para nosotros, mucho más grave la situación a presentarse. Para nosotros, la posguerra del 18 hubiera sido un juego de niños al lado de la del 45, como lo preveíamos en aquel momento. Fue entonces que nació la iniciativa de la formación del Consejo Nacional de Posguerra, que la tuve en el año 1944, cuando en ninguna parte del mundo se habían constituido organismos semejantes; después que formaron en varios países. Llamé por primera vez a colaborar a esa comisión del Consejo, ha todo los hombres de buena voluntad y, francamente, quedé sumamente satisfecho. Tendré que agradecer siempre a los hombres que trabajaron con nosotros en aquella oportunidad porque, mediante esa trabajo, surgieron un sinnúmero de medidas para proteger la industria cuyo grado de quebranto sufrido en 1918 todo conocemos. En ese entonces, montada una industria, en parte quizá antieconómica, tuvo que soportar, al terminar la guerra, la competencia abierta del exterior terminando por desaparecer casi en su totalidad una naciente industria que, convenientemente protegida en ese momento, hubiera podido fijar las bases definitivas de la industrialización del país. Ese problema, con todo los demás problemas sociales que acarearía, era lo que nos dejaba dormir en el antiguo consejo nacional de posguerra. Todas las medidas que se tomaron después en el orden económico y especialmente en el industrial, surgieron del estudio realizado allí. Y si pudimos exportar por nuestros puertos insuficientes y transportar con nuestros medios de transporte, también insuficientes, toda la producción de estos años del suelo argentino, podemos decir que fue gracias a la provisiones ya tomadas por el Consejo Nacional del Posguerra que nos aconsejó comprar, con todo lo que tuviéramos, los medios de transportes, poner al día los puertos y tener una marina mercante que nos permitiera sacar de nuestros puertos la producción argentina. Sin ello, la situación de la producción, de la industria y del comercio argentino, quien sabe a que grado de presión hubiera llegado. Esto, señores, no es un mérito mío, sino de ese Consejo formado por hombres capaces e interesados en la solución del problema, que prestaron desinteresadamente su colaboración. De ahí también salieron algunas medidas que intervinieron en el segundo período, o sea en el período de la reforma. Esos hombres, hombres prácticos, pese a todo los defectos que puedan haber tenido y todo los errores que podamos haber cometido, fueron hombres a quienes el país les tiene una gran deuda de gratitud por lo que realizaron. Las ideas que se pusieron en marcha fueron también, en parte, producto de todo lo que nosotros realizamos en ese Consejo. Esa etapa de transformación se efectuó con todo los defectos, porque nosotros no hemos querido hacer nunca lo mejor para poder hacer lo bueno, porque, a menudo, lo mejor es enemigo de lo bueno. Hemos hecho lo que hemos podido hacer con la mejor buena voluntad y tratando de cometer el menor números de errores, porque los hombres que quieren triunfar sin errores a menudo no triunfan. Es necesario triunfar a pesar de los errores. Esa ha sido nuestra orientación. No nos hemos creído propietarios de la verdad y hemos aceptado plenamente todas las ideas que se nos hicieron llegar y toda la colaboración prestada. En ese segundo período nosotros constituimos también un Consejo de colaboración, que en muchos casos nos fue sumamente útil. Algunos de los señores que veo en esta reunión ya pertenecieron a ese segundo Consejo. No pudo ser muy efectivo ni intervenir porque en las épocas de reformas hay que andar rápidamente. Las reformas que nosotros tuvimos que realizar no se prestaban para hacer muchas consultas; sin embargo, siempre escuchamos por interés los buenos consejos y tratamos de subsanar los inconvenientes. El tercer período, para nosotros, es de estabilización del sistema. Nosotros comprendemos que el gobierno, en general, tiene que reunir dos condiciones: una, que lo lleve al máximo grado de perfectibilidad orgánica y funcional, porque la perfectibilidad es indispensable para los gobiernos, pues los hace dinámicos y evolutivos. La perfectibilidad aconseja y modificando paulatinamente las cosas para que en la organización y ejecución podamos realizar el mejor trabajo para el tiempo en que se vive. Las instituciones que no evolucionan no se perfeccionan, y sino se perfectibilizan, se anticuan, envejecen y mueren finalmente. Numerosos ejemplos de muchas naciones del mundo nos están poniendo en evidencia que así ocurre, y desde aquí las observamos completamente envejecidas y claudicantes por no haber perfectibilizado su sistema con una evolución adecuada. Este, señores, es uno de los polos; el otro es la estabilidad. Tampoco los gobiernos, las instituciones y los pueblos, pueden estar, como los locos, empezando todos los días una cosa nueva. Necesitan un cierto grado de estabilidad para producir, para vivir. El estado de un pueblo no puede ser de permanente revolución. El grado de estabilidad disponible hay que alcanzarlo, sobre todo, después de las grandes etapas evolutivas, es decir, que para que la estabilidad congenie con la perfectibilidad orgánica y funcional es necesario hacer la reforma y establecer un largo período de estabilización para comprobar si esas reformas son buenas. Porque, en realidad, si no hay estabilidad orgánica y funcional, mal podemos comprobar si los métodos evolutivos aplicados responden a la realidad y dan buenos resultados en la practica. Realizadas la preparación y la reforma, ahora tenemos que realizar la estabilización. Durante la marcha de esa estabilización, el sistema será objeto de observación y ya no se tratara de reformas, sino de simples y pequeñas modificaciones que irán reglando la vida, institucional, orgánica y practica en la marcha de todo sistema económico. Digo esto, señores, porque yo soy un hombre inclinado a las reformas. Pero quiero sentar, también, el precedente de que no soy partidario de las permanentes reformas; hay que reformar en un lapso para estabilizar en el otro. Y ustedes saben mejor que yo que esto en toda empresa, ya sea comercial o industrial, es una cosa indispensable. No debemos olvidar que, si ha sido importante la colaboración que pudieron prestarnos las fuerzas económicas y sociales durante la etapa de la reforma, van ha ser mucho mas importante las que nos puedan prestar en el período de la estabilización. Porque en el otro caso, ni si quiera las fuerzas sociales y económicas pudieron llegar a la perfecta información del momento en que vivían, en razón de que la evolución era tan rápida que muchas veces ni las mismas empresas estaban informadas. Pero nosotros no sometimos el ritmo de la evolución a la necesidad de la información, porque hubiéramos hecho aquello tan lento que hubiera terminado en un fracaso. Pero ahora, en la época de la estabilización, nosotros iniciamos la etapa de la absoluta divulgación de todo el sistema para que, compenetrados los hombres que intervienen en él, puedan prestar una perfecta colaboración tanto en el campo económico como en el campo social, en todas las tareas que debe realizar el Consejo Económico. Finalizada esta breve exposición, que es una ligera exégesis de lo que hemos realizado, voy a decir que me he la libertad de obsequiarles un libro, en el cual, en forma estadística y gráfica, hemos tratado de explicar toda nuestra obra. Señores: En el campo social nosotros no tenemos que insistir. Yo he pensado, en la concepción -diremos integral- de este problema político, económico y social de la República, desde un punto de vista práctico. No me he hecho a ningún sistema ni a ningún método, porque cuando un mundo está en el estado de convulsión y de caos en que está sumido el mundo actual, los sistemas y los métodos deben ser para la historia, no para el momento. En los momentos de caos y alteración profunda de todo lo orgánico y funcional del mundo no es posible aplicar sistemas. Lo que nosotros necesitamos ahora no son sistemas, sino soluciones, porque no se puede sistematizar lo insistematizable. El mundo en este momento atraviesa por una de esas etapas de confusión en la que no se puede sistematizar nada. Hay que estar atento a las circunstancias porque atraviesa cada momento para buscar las soluciones adecuadas a ese instante. Esa es, señores, la realidad dentro de la cual fue colocado el gran plano de acción. Y en ese sentido, hemos pensado que la solución del problema social argentino es también la solución que corresponde a los problemas de todas partes del mundo. Desde hace tres o cuatro años se viene arrastrando un peligro que amenaza la actual organización del mundo entero y que es el comunismo. El comunismo es el cataclismo económico y social provocado desde el gobierno, es decir, que las fuerzas que llegan al gobierno comienzan por estatizar todo y aplicar un sistema de trabajo a todo el mundo en la medida, en que el gobierno aprecia que es necesario en la vida de la nación. Si esa nación, tiene un problema internacional como es la guerra, todos esos millones de hombres son sometidos a una tiranía permanente para preparar al país para la guerra. Eso es, repito, el cataclismo provocado desde el gobierno, y es, señores, el cataclismo total, integral. Nadie puede salvarse de eso, desde el momento que es provocado desde el gobierno. La antítesis de eso es el gobierno capitalista, que por no ceder a la evolución de los tiempos, ha permanecido detrás de un movimiento de evolución que no se puede detener en el mundo. Bastaría pensar si nosotros podríamos retrogradar a la organización de la Edad Media. Y desde la Edad Media hasta nuestros tiempos, ¿que ha pasado? Se ha operado una evolución. Al detenernos en esa evolución, sucedería como ocurre en esas películas en las que aparece una momia de la época de Tutankamón que despierta en nuestros días. Lógicamente se morirá de nuevo porque no puede vivir en nuestro medio, pues la transición es tan brusca que termina por destruir totalmente a un organismo inadaptado a nuestros tiempos. El sistema capitalista es exactamente lo mismo. El mundo ha vivido durante cinco siglos en ese sistema y no pudo resistir más; no pude resistir más sin evolucionar. La evolución está en dos términos: o se evoluciona suavemente hacia la conformación de un nuevo tiempo y de una nueva etapa, que congenie mejor con las ideas del momento y de la situación en que se vive, o, de lo contrario, se va bruscamente a la revolución social, es decir, al comunismo. Yo creo que el culpable del comunismo es el capitalismo. Marx, es un producto del capitalismo, no del socialismo; es un producto de la reacción, así como otros son productos de la acción. Sin un sistema capitalista, Marx no habría tenido razón de existir y el comunismo no hubiera existido. Si los hombres hubieran sido suficientemente hábiles para evolucionar sin abusos y con un alto grado de justicia, no habría comunismo. El comunismo podría ser, en ese caso, una meta futura, pero no una permanente amenaza como lo es ahora. Lógicamente, nuestra solución consiste en evitar el cataclismo llevando a la República a una situación donde cada uno tenga un poco mas de felicidad, lo cual, en el fondo, no es pedir mucho. Al comunismo, señores, dos cosas se le pueden oponer. Una, es la guerra; la otra, estriba en hacer una justicia distributiva, más acorde con la época en que vivimos. Evidentemente, ya no es posible seguir con los antiguos sistemas; hay que buscar otros nuevos. Esto es lo que pasa y ha pasado en la humanidad desde que el mundo es mundo. Cuando no existía superpoblación en el mundo, no había mayores problemas; las guerras ocurrían entre pocos y se peleaba por estados o pueblos que se querían conquistar mutuamente. Comparado con lo de hoy era una cosa insignificante. Cuando vino la superpoblación, las guerras dejaron de ser locales y pasaron a ser generales; fueron de coalición y nadie ya se salvaba de ellas, participando en forma directa o sintiendo sus efectos en forma indirecta. Yo digo esto, señores, porque el sistema de no enfrentar al comunismo con las armas, consiste en pagarlo. Y no es tan caro... Nosotros sabemos bien que no es tan caro. En caso contrario, impulsamos al pueblo a una solución desesperada que no ha de reportar beneficio para nadie. Este sistema de pagar al comunismo es el nuestro, y a eso va nuestra reforma. Los comunistas dicen que todo debe ser estatal y el capitalismo, que todo debe ser privado. Nosotros decimos que una parte debe ser estatal y otra privada; debemos ir a una solución intermedia entre ambos extremos. Los inconvenientes que las actividades pueden encontrar actualmente se deben a que estamos atravesando una etapa de transición. Tan pronto se consiga la estabilización en el campo económico y en el social, no tendremos problemas, porque hemos solucionado previamente el más grave de los problemas que afectaban a la República: la explotación externa de la riqueza argentina. Se culpaba a veces a los industriales y a los comerciantes argentinos de explotar al pueblo. Yo siempre he dicho y sostenido que ellos no eran totalmente culpables porque, a su vez, ellos eran explotados desde el interior. Había una doble explotación; explotación de los capitalistas argentinos desde el exterior y ellos, para subsistir, tenían que explotar a su vez al pueblo. Esto es lo que ha pasado en la República Argentina. ¿Como no nos iban a explotar desde el exterior, si anualmente pagamos varios cientos de millones de pesos por fletes marítimos, por no tener una marina mercante? Nos sacaban varios miles de millones en concepto de fletes ferroviarios, marítimos, seguros y reaseguros, teléfonos, gas y todas esas cosas que producían dividendos; aparte de las empresas de capital privado, que también hacían su negocio. Eso de capital privado era un mito, porque tenían diez millones de pesos y pedían cien millones a nuestros bancos, y luego giraban los dividendos por todo el capital. En es situación, nuestros capitalistas, que tenían que vivir y mantener su empresa, ¿como no se iban a ver obligados a explotar al pueblo? Ahora nosotros podemos suprimir la explotación interna y vivir felices todos con la inmensa riqueza que tenemos, sin que nadie explote a nadie. Naturalmente, para ello, tenemos que hacer frente al exterior, pues quienes nos han estado sacando esos miles de millones de pesos al año, no se van a conformar fácilmente a perderlos. A eso es a lo que tenemos que hacer frente. Por ello el Consejo necesita el apoya de los hombres capaces y de empresa, para hacer frente a esa situación. El Consejo Económico esta apoyado; desde ese punto de vista no tenemos nada que temer. Constituiremos un nuevo tipo de economía. ¿Cómo será? Eso lo dirá el tiempo más que nadie; no vamos a hacer cálculos alegres acerca de cual será la solución definitiva, porque estamos en un período de evolución en todo el mundo. Discuten los ingleses si van ir a la empresa privada o a la estatización, con quinientos años de existencia del imperio; discuten los americanos y discute toda Europa. ¿Como nosotros vamos a hablar de soluciones definitivas? Hay que llevar las cosas por propia gravitación. En el orden económico saben los comerciantes y los industriales que más vale el empirismo de la acción que toda la teoría que uno pueda imaginar. Es el caso de los que empiezan con grandes edificios y al tiempo terminan por fundirse, mientras que otros comienzan con un pequeño boliche y progresivamente se van haciendo ricos; lo vemos también con los turcos de campaña, que ganan plata cuando comercian a su manera, y que dejan de prosperar cuando se los obliga a llevar una contabilidad. Esa es la realidad. Lo que importa es crear un riqueza; su contabilización, es decir, las finanzas, viene después. Por ello, en esta etapa de transición no hay que pedir un alto grado de perfectibilidad, hay que poner el hombro a todo lo que estamos haciendo. En esta enorme tarea que realizamos, nosotros necesitamos la colaboración de todos; el que tenga pecho pondrá el pecho, y el que tenga otra cosa pondrá lo que pueda. Con eso vamos a ir adelante, cualesquiera sean los incidentes que tengamos que enfrentar y aguantar. Yo solamente puedo decir que, terminada la acción planeada, realizado el plan de gobierno que nos hemos impuesto y que cumplimos al pie de la letra, la Argentina no será la misma que recibimos cuando nos hicimos cargo del gobierno. Solamente en el haber patrimonial del Estado hemos incorporado varios miles de millones de pesos que ya hemos pagado; y eso vale tanto aquí como en cualquier parte del mundo. En cuanto a la estatización de empresas, no tenemos ningún interés en las que no sean de servicio público. Si hemos intervenido en algunas, ha sido porque de alguna manera había que había que tomar las cosas argentinas que estaban produciendo evasiones permanentes de la riqueza nacional. Como está establecido con toda claridad en la Constitución, no solo respetamos la actividad privada, sino que la ayudamos y la protegemos. Lo único que no queremos es volver a las antiguas épocas de los consorcios monopolísticos de explotación. Queremos que los hombres trabajen como industriales, como comerciantes, como importadores, como exportadores o como quieran, pero no queremos que eso se realice a expensas del producto del productor y del consumidor. Queremos que el que produzca, la coloque sin presión ni explotación de ninguna clase; pero no queremos que el pulpo intermediario de explotación que no produce y que consume una insignificancia sea el que saque la mayor ganancia. Vale decir, que ayudamos al trabajo; al trabajo manual de los obreros y al trabajo de la organización intelectual de los que tienen grandes empresas, sean comerciales o industriales; protegemos también al consumidor que es el que paga final todos los platos rotos. De manera que en ese orden, estableciendo un equilibrio, nosotros estableceremos también un sistema permanente. Es lógico que todavía no podamos pensar en esa permanencia, pero a medida que pasen los días, se ira asentando esa estabilización, tanto en las formas como en el fondo. Para ello contamos con la buena voluntad de los obreros, que es un sector sumamente importante en nuestros días. Hasta ahora esto se ha mantenido perfectamente bien. Los obreros están conformes y están contentos. Los obreros trabajan para aumentar los rendimientos porque es lógico que el trabajador sea consciente y piense que si el es un factor de la riqueza, lo será con su trabajo y que en la distribución proporcional de los bienes que la riqueza acarrea, él es partícipe en el grado en que se sacrifica para producirla. Es decir, que no hay división de acción en el trabajo; todos trabajamos y cada uno en la función en que lo han puesto para rendir el máximo posible. Todo es cuestión de tiempo y de comprensión y afortunadamente los obreros argentinos tienen un alto grado de comprensión. Tendrán sus disensiones; tenemos comunistas metidos adentro que piden más, que golpean, pero tenemos la persuasión absoluta de que los obreros que no quieren la injusticia y el abuso del capital, no toleraran tampoco el abuso de los obreros. La justicia ha de ser sin abusos de ninguna parte. Lo que hay que suprimir es el abuso. Hay que suprimir la injusticia, tanto de un lado como del otro, y eso conforma la justicia. ¿Que hubiera sucedido en la República si hubiéramos extirpado una injusticia para encumbrar otra? Eso no lo quiere ningún obrero. Lo que se basa sobre la injusticia no tiene estabilidad. Lo estable se basa sobre la justicia. Nosotros dentro del país tenemos que establecer y tolerar una sola tiranía: la tiranía de la ley, de la justicia, la única que hace libres, por otra parte, a los hombres. No quiero extenderme más en estas consideraciones. Solamente quiero decirles con estas expresiones, el grado en que aprecio la colaboración de todos ustedes, que representan las fuerzas sociales y económicas y que solamente marchando de acuerdo, podrán realizar la grandeza del país. Si estas fuerzas no marchan unidas y de la mano, tenemos que convencernos que va a pasar mucho tiempo para que se haga la grandeza del país, que nosotros queremos para pronto, para poco tiempo, y no para un largo término en la vida de la República Argentina. El sueño ideal para nosotros sería alcanzar esa grandeza a breve plazo, lo que será cosa difícil, pero nada debe ser un obstáculo para que no pongamos empeño suficiente para realizarla. Les agradezco muchísimo. Me pongo incondicionalmente a las órdenes de ustedes y estoy seguro que con la comprensión y la capacidad que el Consejo Económico esta poniendo en evidencia en todas estas ocasiones, el país será el directamente beneficiado. En este sentido digo a todos los componentes de la Comisión que esta es la casa de ustedes. Aquí en cualquier momento y en cualquier situación les tendremos para cualquier cosa, lo mismo que el Consejo Económico en su sede. Desde ya en nombre de la Nación y en el mío personal les doy las mas expresivas gracias. ...........
1950-02-23
Ante una delegación de agricultores
En primer término, deseo agradecer a todos ustedes la amabilidad que han tenido en llegarse hasta esta casa, para darme la inmensa satisfacción de poderlos saludar. Ya el excelentísimo señor gobernador de la provincia de Buenos Aires ha tenido la gentileza de informarme detalladamente sobre el plan cooperativista de su provincia. Es indudable que si todas las provincias argentinas - y los gobiernos de las provincias argentinas - siguieran esta admirable orientación que Buenos Aires ha dado al cooperativismo, la organización del agro argentino se vería beneficiada en un ciento por ciento, desde el punto de vista material, y desde el punto de vista moral, sobre todo. Evidentemente, señores, el cooperativismo, no puede ser una actividad confiada exclusivamente a la buena voluntad de unas pocas personas, pues con su buena voluntad no podrán abarcar ni dominar el inmenso panorama que el agro argentino representa. Sin la ayuda del gobierno de la provincia y sin el apoyo incondicional del gobierno federal, el cooperativismo agrario seria una institución siempre débil y siempre carente de fuerza y del apoyo que necesita para desarrollarse integralmente. Y cuando el cooperativismo no es integral, deja de ser cooperativismo. Por eso, he visto con inmensa satisfacción esta iniciativa de los agrarios bonaerenses y del gobierno de la provincia. Yo creo, señores, que la única manera de consolidar en forma absoluta lo que nuestra constitución establece, terminando con la explotación inescrupulosa de la producción por parte de los intermediarios, es el cooperativismo, apoyado por los gobiernos de la Provincia y de la Nación. Esa consolidación es solo así posible: constituyéndose una asociación de productores, trabajadores y gobierno. Esto es lo que consolidará el cooperativismo: que en él estén representadas todas las fuerzas del agro, no una sola. La creación de una fuerza presupone la lucha contra otras fuerzas, y lo que nosotros queremos en el cooperativismo no es la lucha, sino la colaboración en beneficio de la producción del país. Sobre estos principios únicamente, es como se podrá hacer algo constructivo. Sobre los principios que parten del fraccionamiento y la lucha, no se puede construir nada permanente ni nada satisfactorio. La orientación del gobierno en la organización y el trabajo del agro ha sido realizar lo que podíamos realizar. Ya sé que todo esto pudo hacerse mejor, pero soy de los que piensan que cuando uno pretende hacer lo mejor, termina por no hacer nada bueno. Porque lo mejor, a menudo, es enemigo de lo bueno. En ese sentido, nosotros, por la acción estatal, tratamos de suprimir el fenómeno que agobia a la producción del agro argentino: los monopolios de explotación en la comercialización y exportación de la producción agraria; o sea, aquellas asociaciones o sociedades que, por realizar el monopolio, tenían en sus manos la posibilidad de imponer condiciones absolutas en toda la etapa de la comercialización de esa producción agraria. Vale decir, en palabras mas simples, que ese señor que compraba en la propia chacra y vendía a los consumidores extranjeros, era un pulpo situado con cuatro patas en el agro argentino y con otras cuatro en los mercados de comercialización extranjeros. Esas patas del pulpo tenían un sinnúmero de ventosas, con las cuales chupaban al agro argentino todo cuanto podían, y también a los consumidores de los mercados extranjeros. Eso fue lo que llevo a la situación de la primera posguerra, en 1918, cuando los chacareros tuvieron que vender su trigo, su maíz, su lino y su forraje a precios que no les compensaban ni los gastos. Aquí, los pulpos decían: "No hay mercados, hay grandes stocks, y ustedes tienen que conformarse con cuatro o cinco pesos el quintal". Pero en el extranjero decían: "Vean, las crisis de producción es espantosa; ustedes tienen que pagar mucho para poder obtener esa producción". Ellos eran los que compraban y los que vendían, y esa situación pudo haberse reproducido en 1945, cuando terminó la Segunda Guerra Mundial. Crearon la comisión de compras para abastecimientos, constituyendo un solo comprador en el orden internacional, mientras los vendedores eran los pobres chacareros; había un solo comprador y miles de vendedores. Yo sé, en esas circunstancias, adonde hubieran ido los precios, porque si un chacarero no hubiera querido vender a ese precio, ellos le hubieran comprado la producción al del al lado. Además, hacían todas las maniobras posibles para tirar abajo los precios. Nosotros vimos y estudiamos ese problema, que se iba a volver a presentar en la posguerra. Ya en el Consejo Nacional de Posguerra, donde actuábamos Mercante y yo, en 1944, comenzamos a estudiar como defender el agro argentino. ¿Cual fue el resultado? El resultado fue la creación de un monopolio del Estado. ¿En qué condiciones se realizó? Recuerdan ustedes la acción de los monopolios en la Primera Guerra Mundial, cuando la bolsa valía más que lo que iba dentro de ella. En aquellos tiempos el monopolio explotó a los productores, y cuando vinieron los años malos, cuando los chacareros no podían sacar el valor de su producción, acentuaron más su explotación. Y el gobierno como una medida, dijo entonces: "Bien, si los monopolios no compran el trigo por el precio que vale, nosotros vamos a pagar hasta seis pesos el quintal". ¡Como si eso pudiera compensar a los pobres agricultores, que luego de un largo período de malas se enfrentaban con un largo período de peores! ¿Que hicimos nosotros, en lugar de ese procedimiento de los monopolios? Nosotros formamos un monopolio del estado y establecimos precios de compensación, es decir, precios compensatorios para el campo. Dicen algunos que el gobierno ganó dinero con ese monopolio estatal. Sí, señores; el gobierno ganó dinero. Pero, ahora empiezan a venir las malas épocas y yo les garantizo a los agricultores que seguirán recibiendo los mismos y mejores precios en el futuro, porque esas cámaras de compensación, creadas con esas ganancias del gobierno, van a subvencionar al campo cuando sea necesario subvencionar. Y es también de esas cámaras de compensación de donde sale el dinero para que, en estos tiempos de sequía y de malas cosechas, cuando el chacarero diga: "Necesito dinero", podamos contestarle: "Bien aquí tiene el dinero". Vale decir, señores, que hemos quitado al campo todos esos malos momentos que pasó durante tantos años, cuando fracasaban las cosechas, o cuando venía la langosta y se quedaba sin ella, o cuando los precios del mercado internacional se iban por debajo de lo normal y hacían que no valiera la pena de sembrar ni recoger la cosecha. Esos malos momentos van a desaparecer totalmente para que cada chacarero pueda tener anualmente un estándar nivelado, para que no puedan echarlo del campo, obligándolo a vagar por los caminos del país. Ese es el principio que nosotros hemos querido mantener, que hemos sostenido y que estamos sosteniendo y cumpliendo. Mejoraremos todavía más los precios a medida que el costo de vida aumente, de manera que el chacarero esté perfectamente compensado y que si no puede tener ganancias extraordinarias un año, tampoco tenga pérdidas extraordinarias otro año. Ese equilibrio es la base del progreso del campo; sin él, el chacarero está expuesto permanentemente a cualquiera de esas contingencias que pueden llevarle a la miseria y a la desesperación, no solo a él, sino a su familia y a cuantos trabajen en el campo. Los beneficios que esos organismos del monopolio estatal han obtenido, también tienen explicación. El agro es, sin duda, en la República Argentina, la fuerza que ha sostenido mas sobre sus espaldas el peso de la economía de la Nación, hasta nuestro días. ¿Y que compensación ha tenido? Ninguna otra que estar dejado de la mano de Dios, allá, en la chacra o en el campo donde el labra la riqueza de la nación. Lo que el gobierno quiere, lo que nosotros queremos, es que esa situación no vuelva a producirse más en el agro argentino. Para eso, no solamente hay que pensar en los precios que se pagan por el cereal, sino en combatir la langosta y las demás plagas, en asegurar una buena condición de arrendamiento, de aparecería, etc., en asegurarle el agricultor se estabilidad dándole la tierra en propiedad o, de lo contrario, para aquellos que no quieren comprar, asegurarles una estabilidad en su arrendamiento impidiendo que lo puedan tirar a la calle de un momento a otro. Esas condiciones las hemos creado ya por intermedio de las leyes y decretos vigentes. Pero hay que darles también una estabilidad dentro del orden económico y la posibilidad de ir perfeccionándose cada día más y aumentando los beneficios que el trabajo produce. Para eso la agricultura ha contribuido, en estos tres años y medio de gobierno, en forma extraordinaria. Es cierto que nosotros, en una oportunidad, compramos el trigo a veinte y lo vendimos a sesenta; pero yo les voy a explicar para qué y por qué se hizo eso. En primer término, para dejar un remanente con el que podamos, cuando el trigo valga cinco pesos, continuar pagándolo veinte. Y, además, para cumplir un programa de independencia económica, sin el cual el agro seguiría soportando eternamente la chapetonada de todos los errores económicos que pudieran cometerse en el país. Algunas veces yo he cargado un poco la mano sobre el capitalismo al hablar de la explotación de los hombres de trabajo. Nuestros capitalistas tienen la culpa, pero poca. El que tiene toda la culpa es el capitalista internacional, que es el que ha explotado. En la República Argentina había dos tipos de explotación; uno era la explotación por el capitalismo internacional, representado por los monopolios a que me he referido, ya que nadie nos va a hacer creer que los monopolios que explotaron al agro durante cien años son argentinos; son todos capitales extranjeros, y cuando hemos tenido que emprender la acción judicial, han empezado a gritar allá, donde tiene el nido, y no aquí. Esa explotación de orden internacional es la que ha pesado sobre los hombres de trabajo argentino. Los capitalistas argentinos, para servir a esa explotación internacional, han tenido que explotar a nuestros hombres de trabajo, para poder hacer frente a las exigencias de aquella. Voy a citarles un ejemplo, con cifras y datos concretos, para que adviertan claramente cual ha sido la situación. Los habitantes del país, especialmente ustedes, los productores, producen para la República Argentina unos 8.000 a 8.500 millones de pesos al año. Con eso viven los argentinos. Antes, de eso 8.500 millones teníamos que entregar al extranjero 4.000 millones, y nos quedaban otros 4.000 ó 4.500 millones para vivir. ¿En que forman los entregamos? Piensen señores, que los ferrocarriles se llevaban anualmente 250 millones por dividendos, dinero que había que sacar de los que ustedes producían para enviarlo al extranjero. Hoy los ferrocarriles son argentinos y esos 250 millones quedan aquí. Cada año salían del país 100, 110, 120 millones de pesos para que los accionistas extranjeros de las compañías de teléfonos; también ahora queda eso aquí, porque los teléfonos son nuestros. El servicio de puertos extranjeros se llevaba otra cantidad de millones. Por seguros y reaseguros, pagábamos de 200 a 250 millones de pesos al año; era los seguros por los mismos cereales que ustedes vendían y cuyo flete también pagaban al extranjero. Hoy, eso queda también en el país. Como no teníamos flota mercante del Estado, pagábamos de 400 a 500 millones de pesos anuales por fletes marítimos. Hoy, gracias a nuestra Flota Mercante, gran parte de esos 500 millones quedan en el país. Teníamos una deuda externa por la cual pagábamos más de dos millones de pesos diarios por amortización e intereses. Y eso, como todo lo demás, lo pagaban ustedes. Hoy hemos pagado esa deuda; no debemos nada, de manera que aquellos dos millones se reparten para mejor vivir dentro del país. Los cuatro mil millones de pesos que teníamos que pagar anualmente han quedado aquí adentro, de modo que ya no son 4.500, sino 8.500 millones los que tenemos para vivir. Pero, señores, para poder disponer de esos 4.000 millones anuales más, hemos tenido que comprar todo eso y lo hemos tenido que pagar y como la plata no se toma del aire ni se puede inventarla, hay que conseguirla trabajando. Hemos pagado, señores, esas adquisiciones para que no nos cuesten 4.000 millones al año y las hemos pagado con 10.000 millones de pesos. Todavía hay quien dice que hemos invertido mucho, pero hay que tener en cuenta que solamente en dos años nos sacaban lo que nos ha costado todo eso, lo que quiere decir que nos ha costado barato. Si bien los chacareros, en vez de recibir sesenta pesos que debían haber recibido por un quintal de trigo, recibieron solamente veinte pesos, en cambio tenían la satisfacción que los otros cuarenta se han dedicado a comprar esas adquisiciones, para que no tengan que pagar toda su vida esos 4.000 millones de pesos anuales. Por eso digo que si el gobierno puede asegurarle al agro argentino que no va ha tener esa sangría anual en su producción y que mediante el trabajo y la producción de una mayor riqueza vamos aumentándola manteniendo siempre el equilibrio, nosotros habremos solucionado definitivamente todos los problemas del agro argentino. Además, con la mayor entrada que vamos asegurando por no tener que pagar esos servicios que antes pagábamos, podremos ir mecanizando en forma barata y eficiente el campo, aumentando la producción y bajando los costos, que es la forma como nos vamos a hacer ricos sin darnos cuenta. Ese es el programa que el gobierno ha cumplido ya; no el que vamos ha cumplir. Estas no son promesas, sino realidades ya en nuestro campo. Se ha dicho muchas veces que para impulsar la industria le habíamos exigido al campo. Sí, señores; el campo ha pagado la industrialización pero en muy poca escala. Lo ha pagado porque hemos dedicado los recursos de los préstamos bancarios y del crédito para impulsar la industria, ya que no podíamos seguir siendo para toda la vida productores de materia prima, que produzcamos la lana y el algodón y lo mandemos a la China para que vuelvan de ahí en forma de camisetas. No, señores. ¿Por que no hacemos aquí las camisetas? Si utilizamos materia prima para nuestra propia producción, nos beneficiaremos de los bajos costos y todos saldremos beneficiados. Por esa razón hemos dado un gran apoyo a la industria y creo que la hemos impulsado en forma extraordinaria. Le hemos dado el apoyo necesario y ya marcha sola. Todos esos recursos ahora los vamos a volcar al agro, para ayuda del campo; para industrializar, para mecanizar, para estabilizar y equilibrar la vida en el campo, para comprar y expropiar la tierra y entregarla a quien la trabaje. Pero esto, señores, es un programa a largo plazo. Si en la pasada posguerra se le hubiera ocurrido a alguno hacer lo que hemos hecho en ésta, ahora el camino sería mas fácil; no sabríamos que hacer con nuestra plata. Se han perdido treinta años inútilmente. Ya verán ustedes, por el contrario, al país dentro de diez, doce o quince años con este programa, es decir, con un programa de riqueza organizada, por la que se obtenga cuanto ella deba rendir al país, evitando la explotación por los parásitos que nada hacen, y cargan con la parte del león en la producción argentina. Ya verán, dentro de diez años, cuando se complete ese programa de organización de la riqueza, y de estructuración orgánica de la producción argentina, cuales serán los resultados. Nosotros, después de haber hecho el inmenso esfuerzo de obtener la independencia económica mediante la compra de bienes de capital por valor de más de diez millones de pesos en tres años, ¿podemos decir - pregunto - que hemos hecho mucho sacrificio? No hemos hecho todavía ningún sacrificio: los sacrificios realizados no han sido grandes, frente a la enorme ventaja que representa el haber adquirido eso y haber dejado de pagar la mitad de la producción anualmente al exterior para servir a esos gastos, que hoy lo hacemos por nuestra cuenta. Además si pensamos que hecho ese gasto, nos sorprende una mala cosecha y podemos hacer frente a esa situación, es porque estamos bien económicamente. Hemos hecho ese inmenso gasto y nos hemos quedado sin reservas. Esto es lo mismo que aquel que en vez de tener el dinero en el bolsillo se compra una casa, una máquina y se queda sin un centavo. Nosotros nos hemos quedado sin reservas. Haremos economía; gastaremos menos, pero no vamos a contraer deudas nuevamente. Esta situación se podría arreglar como se hacia antes: pedir un empréstito. Dos, tres, cuatro o cinco mil millones de pesos se pueden obtener con un país rico como la Argentina, y yo sería aquí más poderoso que Creso, empezaría a repartir plata, la malgastaría y dentro de un año, la habría gastado toda y ustedes tendrían que trabajar veinte años para pagarla. !Valiente negocio el de los empréstitos! Por eso yo no los quiero. Que nos den los créditos necesarios para hacer intercambios, pero no hipotecar al país para que su población tenga que pagar durante veinte años los errores que yo puedo haber cometido en un año. Si es necesario, haremos sacrificios. Gastaremos menos, trabajaremos más y sufriremos lo que haya que sufrir. Pero sabemos que después de dos o tres años de este sacrificio, seguiremos por muchos años en forma perfecta con nuestra economía. Hay países que después de haber sido los más poderosos de la tierra, desde que empezó la guerra, hace diez años, están a un cuarto de ración, no a media ración. Antes comían cinco veces al día; hoy comen una vez y muy reducido. Y si a pesar de eso siguen adelante y luchan, acaso los argentinos no podrían, llegado el caso y pensando en la felicidad del futuro, realizar también esa clase de sacrificios? Ni se notarían en la población. Yo les garantizo, señores, que el esfuerzo del gobierno ha sido realizado en forma conveniente, y que los dineros del Estado no han sido malgastados, sino todo lo contrario. Nosotros tenemos los recursos necesarios, y los tendremos diez veces mayores en el futuro, para ayudar en los malos tiempos a los hombres que trabajan. Pero, naturalmente, la acción estatal no puede hacerlo todo. Por bueno que sea un gobierno, por bien que piense y realice sus negocios, no puede hacer las cosas acabadamente bien si no cuenta con la colaboración directa de los hombres que intervienen en todo el ciclo económico de la producción, industrialización y comercialización. Esa es la finalidad, el objeto, de las comisiones cooperativas de todo el país: entenderse en forma directa con nosotros, sin ningún intermediario y cuando necesiten cualquier cosa, vengan directamente aquí, a la Casa de Gobierno o al Consejo Económico Nacional, o al Gobierno de la Provincia y pidan lo que es necesario, porque ¿como le vamos a dar lo que necesitan si las vacas que producen la leche son ustedes? Yo recuerdo que, cuando me hice cargo de la Secretaría de Trabajo, conté con cuento, un viejo cuento que se desarrollaba en una aldea escocesa, donde son muy prácticos. Dicen que en esa aldea había una plaza y, frente a la plaza, como en todas las aldeas, estaba la iglesia. El reloj de la iglesia tenía una gran puerta por donde, cada cuarto de día, salía un personaje con un letrero explicativo. A las seis de la mañana salía un cura con un letrero que decía: "Yo cuido vuestras almas". A las 12, el personaje que salía era un abogado con su toga y su letrero decía: "Yo cuido la aplicación de vuestras leyes". Seguía el reloj su marcha y a las seis de la tarde salía otro personaje. Era policía, cuyo letrero explicaba: "Yo cuido vuestro orden y vuestras vidas". Finalmente, a las 12 de la noche, salía un agricultor con un letrero que decía: "Yo pago a los otros tres". Esa es una cosa que no debemos olvidar y que nosotros no olvidamos. Sabemos que la grandeza del país no se puede unilateralizar en una sola actividad; la grandeza del país la hacen todas las fuerzas de ese ciclo económico: el que produce, el que transforma la producción, el que vende y lleva producción al consumidor y el consumidor mismo. Nosotros hemos aumentado el poder adquisitivo de la población para que esta pueda adquirir lo indispensable y aún más de lo indispensable para vivir en la mejor condición. El aumento de ese consumo trae el aumento del comercio y el aumento del comercio acarrea el aumento de la industrialización. A su vez, el aumento del comercio y de la industrialización, ha necesitado del aumento de la producción. Hay que satisfacer el mayor consumo, pues, hay que producir más. Por eso, hace ya cuatro años, yo dije que el lema del país es: Producir, producir y producir. Porque consumimos, consumimos y consumimos. Esa es la realidad. Ahora, lo que hay que conseguir es que esa producción este equilibrada con ese consumo, porque si hay mas consumo que producción, los precios suben exageradamente y se va a la inflación; si hay mas producción que consumo los precios se desequilibran y vamos a la deflación, a la crisis. Ese es el equilibrio que hay que mantener y todo nuestro esfuerzo tiende a conseguirlo. El mundo esta inflado de una manera espantosa. Nuestra inflación es insignificante frente a las demás inflaciones. Para comprobarlo basta conversar con alguien que haya viajado por el extranjero; algunos han pasado verdaderas penurias por la carestía extraordinaria de la vida. Nosotros estamos viviendo aquí todavía en el paraíso terrenal, según dicen los que vienen del exterior. Mantener esto por dos o tres años, es el ideal actual del gobierno, para mejorarlo cada vez más de aquí a dos años. Es indudable que eso lo vamos a conseguir. Lo que necesitamos es producción. Vamos a lanzar este año una campaña de producción agraria, mejorando precios, destinando todas las divisas que tenemos a comprar elementos de tracción y maquinaria agraria, llevando enseñanza técnica y obligando a aquellos que tienen campos sin hacerlos producir, a que lo hagan. Este año necesitamos aumentar la producción actual en un treinta o treinta y cinco por ciento, en todos sus aspectos. El gobierno va a asegurar al chacarero precios perfectamente razonables y remuneradores; va a poner a su disposición todo el crédito que necesite y va a facilitarle también, en las mejores condiciones, la adquisición directa de maquinarias, sin intermediarios de ninguna clase y sin posibilidad de que los adquirentes se conviertan en negociadores de compra. El que adquiere un tractor o una máquina, ha de hacerlo para trabajar, no para negociar. Vamos a disponer todas esas medidas y muchas otras más, para facilitar y promulgar la producción agraria, aun cuando sea necesario que el gobierno tome a su cargo inicialmente todos los gastos. Lo que nosotros queremos es que los agricultores obtengan sus ganancias; después pagarán en la forma que les resulta más conveniente toda la maquinaria. Porque si los agricultores producen una cosecha abundante, que ha de proporcionar divisas, podemos dejar que ellos paguen paulatina y distanciadamente sus materiales de trabajo. Eso es lo que nosotros estamos preparando en un plan integral. Pero, señores, cuando un pueblo debe desarrollar un esfuerzo de conjunto, lo primero que se necesita es que este bien informado, que todos pensamos que tenemos que hacer eso. Es lo primero para llegar a hacerlo: saber que lo tenemos que hacer y poner nuestra voluntad en realizarlo, pensando que es la solución para todos. Y después hay que llevarlo a cabo. Por esa razón, vamos a hacer una amplia difusión de todo esto que yo les adelanto aquí, en rueda de amigos; y en eso, ustedes pueden prestarnos una ayuda extraordinaria, difundiendo la propaganda que ustedes recibirán en las cooperativas, hablando a todos los chacareros y diciéndoles que produzcan más, que se les va a pagar por lo que produzcan los precios que se van a fijar en estos días, los que serán perfectamente remuneradores y más bien de protección, para llevar adelante el aumento de la producción. De manera que para esta difusión necesitamos la ayuda de ustedes. Señores: entendiéndonos y poniéndonos de acuerdo ustedes y nosotros en la distribución de maquinarias, evitaremos la intervención de personas extrañas; nosotros esperamos que se haga todo eso por intermedio de estas cooperativas, de tal manera que los mismos productores intervengan en ello en forma directa, así como en la venta de sus productos. La mecanización del campo es, señores, un problema difícil. Nosotros ya tenemos escuelas que preparan motoristas, mecánicos, etc., porque la introducción simultánea de un gran número de elementos mecánicos es necesario estudiarla bien y exige llevar al campo también la instrucción necesaria, porque de otra manera puede ser un factor de encarecimiento y no de disminución de los costos de producción. Así, por ejemplo, si el chacarero recibe un motor que no lo sabe manejar y lo rompe el primer año, el costo de la producción se va a las nubes. En cambio, si la maquinaria se cuida y se conserva mucho tiempo, el costo de la producción se abarata. Toda esa instrucción puede prepararse por las cooperativas con la ayuda técnicas del Ministerio de Agricultura de la Nación y de los Ministerios de Agricultura provinciales. Todos unidos nos vamos a poner a trabajar en una obra común para que el agro vaya adelante. Yo se bien que el ritmo de la economía argentina, su aumento en riqueza, depende en un ochenta por ciento de la labor del agro. Todos creen que los Estados Unidos es grande porque es un país industrial, pero se equivocan, por que su mayor riqueza no es la industria, sino la agricultura y la ganadería. Claro que allí hay 150.000.000 de habitantes con un clima un poco más difícil que el nuestro, que tiene que criar su ganado en forma artificial para poder subsistir como país ganadero. En cambio, nosotros, que ahora producimos lo necesario, tenemos que activar nuestra producción para aumentar los saldos exportables y comprar con ellos las maquinarias de trabajo para el campo, que no las producimos. En esta tarea tan extraordinariamente importante y decisiva para el futuro argentino, la cooperativa del tipo que se ha formado en la provincia de Buenos Aires es el ideal para poder realizar integralmente el programa que el se ha propuesto. Por eso, no solamente veo con simpatía la formación de estas cooperativas, sino que lo aprecio con alegría y felicito muy especialmente a todos los que están en esta tarea, al gobierno de la Provincia y al señor ministro, quienes han interpretado el verdadero sentir de las cooperativas. Los cooperativismos aislados están destinados a desaparecer; solamente los cooperativismos integrales y apoyados por la acción estatal pueden subsistir. El mundo es un ejemplo del fracaso de los cooperativismos aislados; ninguno ha progresado en su desarrollo en forma constructiva. Solamente haciendo intervenir en forma integral a todas fuerzas que labran el ciclo económico y a todas las actividades, es como se puede asegurar la subsistencia. Cuando esto se haya realizado y cuando el país haya equilibrado su economía, habrá llegado el feliz momento para el gobierno de decirles a las cooperativas: "Señores, arréglense ustedes; produzcan, industrialicen y vendan por su cuenta que el gobierno no hace ningún negocio con ustedes". Esto explica porque hemos suprimido los monopolios y ahora creamos y ayudamos al cooperativismo, porque el gobierno sabe bien que si pone la cooperativa frente al monopolio, muere la cooperativa, porque no puede enfrentar sola al monopolio. La única manera de realizarlo es como lo hemos hecho nosotros. Aniquilar el monopolio por la suplantación de un monopolio del Estado y después organizar las fuerzas que administraran honradamente -porque son sus propios intereses- la organización de esa producción, la venta y la explotación. Entonces, si habrá llegado el momento de decir que ya no hace falta el monopolio del Estado, porque se ha creado otro más conveniente: el monopolio de los que producen. Por eso, señores, se trata de ir creando los monopolios más convenientes, como el de los propios productores, en primer término; luego el estatal, pero nunca el monopolio capitalista, que es nefasto y terrible porque ese les chupa la sangre a todos, al Estado, al productor y al que no produce. A cada uno le saca cuanto puede sacarle y eso es lo que queremos evitar. Así lo hemos puesto en la Constitución, pero observen ustedes que a la Constitución le hemos dado una gran elasticidad, porque según ella es el Congreso el que aprecia cuando es estatal y cuando debe estregarse al capital privado. ¿Por que? para no entregar al productor atado de manos y pies a la voracidad de los grandes monopolios capitalistas. Ahí esta todo el sistema constitucional en lo económico: dar elasticidad para que se aprecie cuando es conveniente que lo tome el Estado y cuando el particular. Sobre este problema podría hablar muchos días porque lo he pensado años y no improvisamos nada. Ustedes ven que todo se va produciendo a su debido tiempo y ordenadamente sin que nadie se perjudique. Sin en vez de hacer esta labor de evolución mediante un plan razonado y estudiado, hubiéramos improvisado, se habría provocado un cataclismo económico del cual quien sabe cuantos siglos hubiéramos necesitado para salir. Pero hemos hecho una evolución racional y ordenada en forma que ha permitido que sin que nadie se perjudique, cada uno vaya obteniendo un mayor beneficio. Estabilizar esto con nuevas instituciones, entre las cuales el cooperativismo puede ser el auxiliar más poderoso y más perfecto del Estado, es nuestra orientación. Lo mismo estamos haciendo ya con los ferrocarriles y con todas las empresas del Estado. No queremos ganar exageradamente, queremos dar un buen servicio al menor precio. Para ello no queremos dividendos, porque no los necesitamos. Que se costeen los ferrocarriles. Que a sus obreros se les pague decente y adecuadamente, y que así se gana más, haciendo un mejor servicio sin cobrar más en dinero, sea de los obreros pues estará bien ganado. Si pierden que sean ellos también los que sufren las consecuencias de no administrar bien su empresa. Eso es lo que el Estado quiere. No quiero el servicio publico para cobrar más, ni para medrar. El Estado no tiene necesidad de medrar con un servicio público. Este ha de ser el mejor al menor costo. Si se produce ganancias, las ganancias serán para el personal que lleva adelante los ferrocarriles. Así tendrán el aliciente necesario para lograr el fin citado del mejor servicio al mejor precio. Para los servicios que hoy son estables, en pensamiento del gobierno es de que lo mejor sería que ellos se manejasen por los mismos interesados. Pero lo que no queremos hacer, es entregar el manejo de los servicios públicos a los de afuera, a los que no tienen en cuenta otra cosa que el rendimiento económico que les puede significar. Lo realizamos todos, no lo realizamos ninguno; pero uno de afuera no lo va a llevar adelante. Señores: Yo, encantado, voy a concurrir al Azul, para la concentración agraria, y hago presente que me siento inmensamente feliz de poder ir. Yo se que ustedes - y para ello me basta con solo estrecharle la mano y verle la cara - son hombres del agro, que trabajan honradamente para todo el agro, sin ánimo de hacer ninguna clase de especulación y pensando en el bien común. Y eso es, precisamente, el cooperativismo. El cooperativismo es un sentimiento, mas que una acción, un sentimiento de cordialidad, de compañerismo con miras a una bien entendida distribución del trabajo y de la de retribución. Es el sentimiento que yo quiero haya en toda la república; no solamente en el agro, sino para todos los argentinos que trabajan, para que sean más felices y para que nadie, en su lucha, tenga que ponerle el pie al que está debajo para poder mejorar. Por ello digo que me siento muy feliz de concurrir a esa concentración del Azul; iré con el alma inflamada de mis mejores deseos y de agradecimiento hacia ustedes, que son quienes en realidad van a realizar la grandeza argentina. La Argentina no puede forjarse por la acción de un hombre solamente, ni por la de veinte, sino por la de todos los argentinos. Esa solidaridad nacional es la que nos va a llevar al triunfo; esa solidaridad y hermandad entre todo los argentinos es los que llevará a la República Argentina al triunfo, en el corto tiempo que todos quisiéramos. Les agradezco la amabilidad que ustedes han tenido de llegar hasta aquí y me despido de ustedes hasta el Azul. Aunque esté de más decirlo, les reitero que estamos aquí para servirlos. Yo no soy de los que creen que el presidente es un personaje de adorno, sino de los que opinan que el país, ustedes, el pueblo, me paga para cumplir con mi deber. Estamos totalmente a las órdenes de ustedes, porque nosotros trabajamos para posibilitar a todos los argentinos una mejor remuneración y una vida mas digna.
1950-02-24
Discurso en la inauguración del Parque de Los derechos de la ancianidad, como parte de los actos conmemorativos de las elecciones nacionales del 24 de febrero de 1946
Discurso en la inauguración del Parque de Los derechos de la ancianidad, como parte de los actos conmemorativos de las elecciones nacionales del 24 de febrero de 1946 Compañeros: He aquí otro acto de los que a menudo han sido calificados por nuestros enemigos como producto de la injusticia y de la demagogia peronista. Nuestra demagogia, en este acto, es como toda la demagogia declarada desde hace cuatro años por nuestros adversarios: entregar a la felicidad de millones de argentinos lo que ha sido el premio abusivo del privilegio de unos pocos. El Estado, y especialmente el Estado moderno, no puede tolerar impasible los desbordes del egoísmo y de la falta de humanidad. En las puertas de Buenos Aires sería criminal que existiese un centro de salud como éste, que no pudiera ser disfrutado por los hombres que consumen en el taller y en la fábrica sus vidas al servicio de la Nación. Señores: la obra que esto representa como signo del nuevo gobierno, como signo de la nueva responsabilidad de los hombres de gobierno frente al pueblo, marca una etapa en la realización de esa grande Argentina, que no podrá ser grande nunca, si en esta tierra el número de los infelices sobrepasa al número de los felices en la patria. En las horas en que he pensado en el porvenir de nuestro movimiento, a veces me asaltó la duda de que él pudiera caer algún día en manos de personas oscuras y cobardes, o en manos, peor todavía, de algún mediocre. Cuando veo la acción de hombres como el coronel Mercante, cuando veo acciones como la obra del coronel Mercante en Buenos Aires, todas mis dudas se disipan; sé que la escuela del peronismo va teniendo ya maestros: maestros en la acción, maestros en la construcción de esa justicia proclamada, maestros en gobernar, y en gobernar honradamente al pueblo; maestros que al recorrer la provincia que gobiernan saltan de pueblo en pueblo con la inmensa satisfacción del deber cumplido al contemplar las obras que la jalonan en toda su extensión para honra de él y para honra del peronismo. Me decía el coronel Mercante hace pocos días, que todo está dicho en la doctrina. Comparto esa opinión, en la doctrina hay mucho dicho. Lo que falta son los hombres que la pongan en acción, porque lo que más puede representar una doctrina incumplida en la realidad, es que pueda servir de distracción a algún idealista trasnochado que la lea. Pero lo que necesitamos es que esa doctrina, hecha acción por los hombres de nuestro movimiento, levante obras como ésta, que serán el monumento que presenciarán todos los tiempos argentinos, para honor de esta etapa peronista del justicialismo. Por eso, compañeros, yo rindo mi homenaje de argentino y de patriota al coronel Mercante, que lo veo ganando tiempo a sus horas en permanente trabajo y dedicación, para que su provincia marche a la cabeza de las provincias argentinas, para que su obra de gobierno marque un ejemplo que puedan seguir los demás, para que los peronistas podamos decir con orgullo que este gobernante en la historia de los gobiernos de la República Argentina, es una excepción, y en Buenos Aires, es una mayor excepción, porque nadie en tan poco tiempo ha realizado una obra tan maravillosamente fructífera como Mercante. Cuando los hechos están en presencia, las palabras huelgan. Para hacer el elogio de este ejemplar gobernante peronista, es solo necesario, tomar un automóvil y recorrer doscientos kilómetros en la provincia de Buenos Aires. Eso es lo que debemos juzgar; eso es lo que debemos mirar; y cuando yo observo esta obra magnífica realizada, es cuando mis sueños de peronista disipan todas las dudas, porque sabemos que ese hombre que esta marcando una etapa en la historia de la provincia de Buenos Aires, podrá también ser quien marque una etapa en historia de nuestra República al frente del Movimiento Peronista. Compañeros: el coronel Mercante, al entregar el Parque de Los Derechos la Ancianidad al pueblo argentino, ha dado al Movimiento Peronista uno de sus mayores timbres de honor; y al general Perón le ha dado la más inmensa satisfacción, no por el hecho solo de entregarlo al pueblo, sino porque ve en marcha los sueños de esa doctrina justicialista que debemos defender hasta al ultimo aliento, porque es la única tabla de salvación de la patria y de su felicidad. Compañeros: sean mis votos finales para que el maravilloso pueblo argentino, lo mejor que tiene la patria según he asegurado, pueda disfrutar de este parque; pueda disfrutarlo con su mujer y con sus hijos, siendo en contacto con la naturaleza que purifique sus pensamientos, que purifique sus sentimientos, que ame a la patria como todo buen ciudadano, porque cuando todas los argentinos sean buenos ciudadanos, todos serán peronistas. .......................
1950-03-03
En el acto organizado por la Organización Israelita Argentina para celebrar el tercer aniversario de su fundación
Sean mis primeras palabras de agradecimientos profundos al Excelentísimo señor ministro, que ha querido unirse a este homenaje en representación de su noble tierra de Israel, como así también a la gran institución israelita que ha decidido fundar en aquellas tierras un bosque con el nombre del Libertador. Yo he de ser quien lance en esta tierra la idea de plantar un bosque en honor y homenaje del presidente de Israel, y al hacerlo quiero que quienes lo realicen sea el pueblo peronista, no el gobierno, para que así en aquella noble tierra repercuta el latido de nuestro corazón por los hermanos de allende los mares, que comprenderán con ello cuanta es nuestra solidaridad para todos los hombres de buena voluntad que habiten en cualquier parte del planeta. Y permítanme señores que me refiera inminentemente a la Organización Israelita Argentina. Yo celebro jubiloso este tercer aniversario de la institución, y agradezco a todas las personas que han formado parte de los cuerpos directivos de la misma. Les agradezco, más que todo, ese entusiasmo que han puesto en la acción. Les agradezco que hayan podido elevar el espíritu peronista en esta importante organización de nuestra fuerza política. Y, los agradezco, sobre todo, que hayan sabido interpretar que el movimiento peronista no quiere comités. El movimiento peronista quiere organizaciones de hombres con sentido y sentimientos peronistas, porque sabemos que en ello está el porvenir de nuestro movimiento, y porque sabemos que nuestro movimiento no pregunta a nadie quien es ni de donde viene. Pregunta si es bueno y si es peronista, y con esto nos basta. He de contestarle a la Organización Israelita Argentina, en esta oportunidad, una pregunta que se me hizo esta mañana. El tratado con Israel está listo y lo hemos de firmar la semana que viene. Y por tratarse del primer tratado que firmaremos con Israel, voy a tenerte la satisfacción y el honor de concurrir personalmente a la firma del mismo. Yo espero y hago votos en presencia del señor ministro, de que este sea el punto de partida de todos los numerosos acuerdos que hemos de firmar con Israel para asegurar en el futuro una amistad profunda y un absoluto entendimiento. Con esto dejo satisfecha la consulta de la Organización Israelita Argentina. El Movimiento Peronista es un movimiento que busca armonía e inteligencia. Nosotros pensamos que, como en el organismo fisiológico, la alteración de un órgano suele ocasionar la alteración de los demás, en los organismos sociológicos ocurre exactamente lo mismo: la alteración de un sector de este organismo sociológico suele traer la alteración de los demás sectores del mismo organismo. En este sentido, realizamos una política de acercamiento y hermandad entre todos los argentinos, y no me explico ni me explicaré jamás porque puede haber hombres que sean menos argentinos por el hecho de practicar otra religión o por provenir originariamente de otro lugar de la tierra. Los pueblos sin esa armonía viven permanentemente alterados y en medio de una gran confusión. Nosotros, que somos hombres amantes del orden y del trabajo, tenemos la ideal aspiración de que en esta tierra vayan desapareciendo paulatinamente todas las diferencias entre los hombres para que al final pensemos todos como argentinos, trabajemos todos por la felicidad del pueblo argentino y labremos entre todos la grandeza de la Nación Argentina. Por eso, señores, cuando la Organización Israelita Argentina comenzó su acción, la observé un poco temeroso al principio -cosa totalmente explicable- porque alrededor de nuestra acción y de nuestras intensiones la fama había tejido una tela suficientemente densa como para que no se pudiese oír a través de ella los latidos de nuestro propio corazón. Es así como me explico que inicialmente fueran, en ese sentido, temerosos a pesar de compartir cuantas premisas íbamos sentando en el campo de la política y en el campo social de nuestras nuevas instituciones. Nunca desesperé frente a la mentira o frente a la calumnia, porque soy de los hombres que saben apartar la maraña para ver los lejanos objetivos del camino, y sé también esperar el momento en que la verdad resplandece por sobre la mentira. Sé también, señores, que esa espera es fructífera y que se espera con tranquilidad cuando uno ha dicho la verdad y esta dispuesto a cumplirla. Por eso el tiempo es siempre el aliado de los veraces y los veraces confían más en el tiempo que en cualquier otra circunstancia de la vida. La Organización Israelita Argentina, al ir avanzando por su camino, ha ido conquistando voluntades y confirmando esperanzas en cada uno de los actos en que hemos actuado ligados. Corresponde a mi sinceridad decir que me he sentido ampliamente satisfecho por la labor de estos hombres en la dirección de este movimiento y que en cada oportunidad en que la suerte me brindo el ponerme en contacto con ellos, he salido mas satisfecho y con mayores deseos de obtener esa colaboración que sirve para voltear prejuicios y para confirmar, de una vez por todas, que en el peronismo es bienvenido todo hombre de buena voluntad, todo aquel que trabaja para la grandeza de la patria y para la felicidad del pueblo, todo aquel que quiere decir su verdad y sobre todo si esa verdad esta sublimada en la nobleza de un corazón que quiere llevarle adelante para bien de todo. Por eso en esta oportunidad quiero agradecer públicamente a está organización cuanto está haciendo en apoyo de nuestra doctrina y de nuestra lucha y decirles a los compañeros de la Organización Israelita Argentina que estoy orgulloso de su colaboración, como jefe de nuestro movimiento, movimiento de hombres decentes y de hombres de bien que luchan para sobreponerse cada día, para ir superándose y formar el peronismo que todos anhelamos. Nuestro movimiento es un movimiento absoluto de superación y de perfeccionamiento, confiados en que el país quiere esto y no mentiras o simulaciones, que quiere simplemente hombres honrados que sepan cumplir con su deber, cualquiera sea si color o su credo. Señores: yo soy un hombre que difícilmente suelo decir lo que no siento. Soy también un individuo difícil de impresionar por las apariencias porque cuando los hombres hablan yo trato de auscultarles el corazón. Yo he observado la marcha de la institución con todos los pecados originales que todas las instituciones tienen pero a los cuales los hombres debemos sobreponernos y tolerar, porque en la vida es siempre necesaria la tolerancia, y los hombres que han llegado a la edad que he llegado yo, si no han aprendido a ser tolerantes, han aprendido muy poco en su vida. En este sentido quiero decir, como jefe del movimiento, como hombre que tiene el destino de esta gran cruzada que nosotros consideramos con razón o sin ella una cruzada de redención para el pueblo argentino, que nosotros anhelamos que desaparezcan para siempre las luchas, especialmente las inútiles e inconstructivas que no tienen explicación en esta tierra, aun cuando la puedan tener en otras que no nos interesan. En esa condición de peronistas sin prejuicios, de peronistas que quieren trabajar y construir para bien de los argentinos y de la humanidad, queremos forjar una patria donde no se vuelvan a repetir las escenas que todos conocemos y que se han mencionado esta noche en esta reunión, una tierra donde la bendición que Dios ha esparcido en los cuatro puntos cardinales, le podamos agregar la bendición de los hombres buenos y constructivos, de los hombres que laboran para bien de los otros y que no destruyen para mal de todos, de los hombres que, como este grupo de muchachos que forman la dirección de la Organización Israelita Argentina, trabajan de corazón y con sentimiento para que esas afirmaciones peronistas sean reales y efectivas. A ellos todo el agradecimiento de un peronista que no es más que otro soldado combatiente al lado de ellos, cada uno en su sector y cada uno en su misión. A los señores componentes de la Organización Israelita Argentina, mi profundo agradecimiento, porque me brindan la mejor ocasión de mi vida para decir con toda lealtad y sinceridad que amo a los judíos como amo a todos los demás, y como todos los hombres de bien debemos amar a nuestros semejantes, razón por la cual en nuestro movimiento se permite solamente gritar viva y esta totalmente prohibido gritar muera. Finalmente, señoras y señores, yo les agradezco esta nueva prueba de amabilidad que obliga a mi reconocimiento y gratitud, reconocimiento y gratitud que forman las virtudes cardinales de los hombres bien nacidos. Yo puedo decir con toda la sinceridad de mi corazón que no olvidare jamás, en los días en que Dios me brindo la oportunidad de peregrinar entre los hombres, de hacer todo el bien que pueda y de remediar todos los males que esté a mi alcance remediar. ..................
1950-03-03
En el acto en que la Unión Ferroviaria agasajó al general Perón :
Una vez mas asisto a un acto ferroviario con el corazón satisfecho y con una inmensa alegría por poder compartir con ustedes, los breves pero intensos momentos de satisfacción, uniéndome al regocijo natural con que los compañeros portuarios y ferroviarios celebran el escalafón, que no es nada mas que un acto de justicia, de los tantos que llegaron y de los tantos que llegarán, hasta equilibrar perfectamente la vida del trabajo argentino. Para mí, hablar a los ferroviarios es como hablar familiarmente en la mesa en que como todo los días. De los ferroviarios, cuyas casas ya conozco en gran parte, cuya amistad me honro en compartir y cuya alegrías forma ya parte de mis propias alegrías, vengo recibiendo desde hace varios años inmensas satisfacciones que se van haciendo habituales y que nacen de este contacto que honra a los hombres mucho más de lo que mucho hombres se imaginan. Este homenaje que la Unión Ferroviaria realiza en representación del personal de los puertos de Buenos Aires, Rosario, La Plata, Mar del Plata, Quequén y San Nicolás, celebrando el escalafón, es una reunión de amigos que en la mesa, comparten la satisfacciones de los hombres que no conocen de miserias ni de egoísmos, y donde la alegría de nosotros suele contagiarse al corazón de la buenas personas como las propias alegrías y los propios triunfos. Esta es la conciencia social con la que he soñado toda mi vida; que desapareciera entre los hombres la estúpida emulación de todo los días y el egoísmo de todo los tiempos, para que las alegrías de los demás, suenen como campanas de la propia alegría y para que cada hombre se eleve ante sus semejantes, cuando es capaz de sentirse tan feliz con la felicidad ajena, como con la propia. Así pensamos y así sentimos los peronistas; por eso estamos forjando una nueva Argentina mas justa, mas libre y mas soberana. Si no pensáramos así, compañeros, no mereceríamos ser peronistas, y si no mereciéramos ser peronistas, no nos sentiríamos con derecho a fijar nuevos rumbos a la nueva Argentina, que no puede vivir de las miserias ni de los egoísmos que ha presenciado en su vida política, que tiene que elevar su corazón y pensar más elevadamente. Cuando esa Argentina haya barrido de su territorio a los egoístas, a los mentirosos, a los calumniadores y a los miserables, habremos nosotros, conquistado el derecho de morir tranquilos, legándoles al futuro de los argentinos la posibilidad de disfrutar de un alma pura sin contaminarse con las almas miserables que hemos visto durante muchos años. Pero, compañeros, Dios es criollo, y Él ha puesto en el alma de los humildes las reservas morales de la nacionalidad. No las ha puesto en los que trabajan de sabios o se disfrazan de importantes. Él, como hace dos mil años, ha puesto su confianza en los humildes. Él, como hace dos mil años, vigila la tierra para que esas reservas inmortales del espíritu radique en los humildes y no en los poderosos, para que todos podamos tener fe sincera, fe en los pobres, y no en los ricos; para que podamos asegurar a la Argentina que aspiramos, a la Argentina que anhelamos, que los siglos no han cambiado al hombre, que el hombre bueno sigue siendo bueno mientras que el hombre malo sigue y seguirá siendo malo. ¡Que nos importa, compañeros, que nos calumnien! ¿No sabemos acaso quienes son? Demasiada desgracia tienen de ser quienes son; demasiada desgracia tienen de sentir esa envidia por un predicamento que ellos no supieron ni merecieron despertar en la clase trabajadora. Dicen que la clase trabajadora es un rebaño que obedece a las insinuaciones, a las impresiones o los actos tiránicos que yo desarrollo. Dicen que soy un embustero y un ladrón; dicen que mi mujer es fea y quien sabe que otras cosas mas que quizás no piensan. Y no hoy mayor castigo, compañeros, para un hombre, si es bien nacido y es honrado, que tener que decir lo contrario de lo que piensa. Nuestro movimiento, Dios sea loado, ha triunfado planamente. El poder que el pueblo me ha dado -quizás el más grande poder que ha tenido gobernante alguno en esta tierra- no solamente no ha disminuido desde que soy presidente, sino que ha aumentado. ¿Por qué? Porque yo no derrocho el poder; yo no ordeno jamás; yo no persigo a nadie; yo dejo que la justicia se haga como es la justicia. Que cumplan los hombres su justicia y Dios la otra justicia permanente y eterna. Yo dejo que los hombres se castiguen ante de castigarlos yo. Yo hago como aquel que tiene una gran fortuna y para no perderla no debe derrocharla; y, precisamente, ese gran poder que yo tengo lo conservo y lo aumento porque tampoco lo derrocho. Ningún trabajador de esta tierra podrá decir nunca con verdad que ha recibido de mí una orden; lo más que he llegado a darle a un trabajador es un consejo: si el lo quiere lo hace, si no, no lo hace. Y cuando ha sido necesario jugarme por la dignidad, por la justicia y por los derechos de los trabajadores, me he jugado entero. Como sería tan estúpido para perder ese predicamento del amigo, a cambio del titulo de mandón o de tirano. Eso es lo que quisieran que yo hiciera, pero es difícil que les de el gusto. Lo que tenemos que hacer, compañeros, en adelante, no es salirnos de nuestras casillas, porque vivimos con un inmenso margen de seguridad. Yo me explico que los leales peronistas, los sinceros peronistas, se sientan muchas veces, como yo me siento, molestos por la calumnia, por la infamia o por la diatriba. Pero, señores, reflexionen y piensen que cuando el hombre calumnia, cuando el hombre intriga, o cuando el hombre comete actos desdorosos, esta en una mala situación; lo hace porque no puede hacer nada por las vías honorables. En consecuencia, quien sufre de esa mentira, quien sufre de esa calumnia, no es aquel a quien va dirigida, sino aquel que la ha preferido. No mancha ni afecta quien quiere, sino quien puede, y no ensucia el alma de los hombres lo entra por su boca, sino lo que sale de ella. Compañeros: en esta situación, y en apoyo de ese movimiento justicialista que es la base de todas nuestras conquistas, en apoyo de esa doctrina de los humildes, en apoyo de esa Constitución que ha colocado en el frontispicio de la patria la sentencia mas sintética y mas completa de la historia argentina cuando nos proclama un pueblo libre, justo y soberano, la defensa de nuestra razón, la defensa de nuestra verdad, no estará jamás en acción, sino en persuasiones; no estará jamás en el gesto airado, sino en la razón profunda y justificada. Nosotros tenemos que ser predicadores, y cuando algún bruto de esos nos pegue, debemos decirle: "Pega, pero escucha". Señores: el Movimiento Peronista, la doctrina justicialista y la conquista de los humildes de la patria tienen una consolidación en el corazón de los hombres, y esa clase de consolidaciones, es la que asegura el porvenir y marca una etapa. De nada nos valdría el haber hecho todo lo que hemos realizado, si en el alma de los argentinos no se hubiera prendido la razón y la verdad de cuanto hemos hecho. Yo afirmo que el Movimiento Peronista ha triunfado y se ha consolidado donde mayor consolidación puede adquirir una doctrina: en el alma y el corazón de los trabajadores argentinos. Que cada uno de nosotros sea un predicador. Que cada uno de nosotros vaya al que todavía no ha entendido porque es duro de entendimiento, y le deje caer sobre su alma, gota a gota, las verdades maravillosas de la doctrina justicialista, que vayan ablandando paulatinamente su espíritu, que ese destilar de una gota que horada la piedra, ha de horadar también el alma más dura y más incomprensiva que pueda encontrarse. Por eso, que estos ferroviarios, que durante la iniciación de nuestro movimiento fueron los juglares que cantaron, a lo largo de toda la tierra argentina, las esperanzas y las ilusiones de las primeras horas justicialistas, sean también ahora, en época de las reafirmaciones y consolidaciones, los heraldos que vayan esparciendo nuestra doctrina a lo largo de la patria; y que esas paralelas del riel, al crujir bajo los deslizantes vagones argentinos, vayan expresando también, en esos espacios de la tierra, la doctrina argentina, la doctrina de la nueva Argentina, que lucha por la dignidad del trabajo, por la dignidad del trabajador, por la elevación de la cultura social y porque esta Argentina podamos nosotros disfrutar un día de un pueblo que tenga una sola clase: que trabaja por la grandeza de la Nación. Compañeros: ha dejado deliberadamente para el final el referirme a la Unión Ferroviaria. La Unión Ferroviaria, que constituyó, como ha constituido, siempre un baluarte del sindicalismo argentino y que, por lo tanto, por ser argentino, ha constituido un baluarte del Movimiento Peronista y justicialista de la República; la Unión Ferroviaria y, especialmente, su comisión directiva, que habla claro y habla fuerte, que no tiene reservas mentales porque no tiene cobardías, que no calla lo que otros callan, porque puede honradamente decir la verdad con toda la voz que tiene; la Unión Ferroviaria es, dentro del Movimiento Peronista, una institución benemérita y no olvidará jamás el Movimiento Peronista el apoyo que esta Unión Ferroviaria ha prestado a su desarrollo y a su consolidación. Yo agradezco al compañero Pablo López este tan feliz momento que comparto con los compañeros ferroviarios y se lo agradezco a él, que es un hombre de corazón y un hombre de decisión; se lo agradezco como agradecemos los hombres de acción a otros hombres de acción; se lo agradezco porque su palabra encendida y su corazón pletórico nos han mostrado a un dirigente que tienen afortunadamente lo que tiene que tener. Los movimientos sindicalistas deben tener a su frente hombres de lucha y de acción. Vale más un león al frente de cien ovejas, que una oveja al frente de cien leones. Por eso, señores, al agradecerle al compañero López su palabra definida y valiente, felicito a la Unión Ferroviaria que ha tenido al acierto de apoyar su organización en hombres de la talla de Pablo López, a quien el movimiento peronista rinde y redirá su homenaje por compañero, por amigo y por peronista. ..................
1950-03-04
Al recibir la cruz de la Orden de Ayacucho :
Señor Embajador: Agradezco profundamente conmovido esta condecoración de que, por disposición del Excelentísimo señor presidente del Perú, me hacéis entrega, y agradezco a la Providencia que, en ese hecho, sea un camarada peruano quien me haga el honor de colocarla sobre mi pecho. Para un argentino, señor general, difícilmente puede haber una satisfacción superior que tomar contacto con el Perú. Nuestras raíces sanmartinianas han hecho el milagro extraordinario de que no haya existido jamás la menor diferencia entre nuestro pueblo, la más leve interferencia entre nuestros gobiernos ni la más ligera nube que empañase esta amistad nacida en las glorias y en las tradiciones comunes. Por eso, señor general, aprecio el gesto del Excelentísimo señor Presidente, y lo valoro porque para uno soldado no hay nada mejor que otro soldado. Al aceptar esta condecoración, solamente puedo hacer un voto y una promesa: en voto, que hacemos todos los soldados, me mantenerla con honradez; y la promesa -que para los argentinos cuesta muy poco cumplirla-, de hacer todo lo posible y, si es necesario, lo imposible, para que estas dos patrias unidas y enraizadas en una historia, en una gloria y en una tradición comunes, sigan por los siglos de los siglos disfrutando de esa amistad que hace de un peruano y de un argentino, dos hermanos.
1950-03-06
Al inaugurar escuelas en la provincia de Buenos Aires
Agradezco el Excelentísimo señor gobernador de la Provincia la amabilidad que ha tenido al ofrecerme la ocasión de que sea yo quien inaugure todas estas nuevas escuelas, y desee buena suerte a todas las que, refaccionadas, comiencen a funcionar en un mejor grado, como así también a las dos escuelas de Orientación Profesional. Por esa razón, haciendo uso de esa amabilidad del señor gobernador, no quiero reducirme a declarar inauguradas las escuelas sin siquiera decir algunas palabras, y hacer votos y augurios, porque la felicidad colme a todos los ocupantes de esas escuelas, y porque la Argentina reciba, desde allí, el aliento vivificador que necesita para seguir pensando en forjar una patria grande, justa y soberana, como anhelamos. Nosotros hemos dicho que queremos que en la Argentina no existan privilegios, y sostenemos que solamente los niños son los únicos privilegios de esta tierra. Es por eso que felicito al gobernador Mercante por haber interpretado y cumplido tan cabalmente este enunciado peronista, llevando adelante, con exacta y perfecta interpretación, como ha de cumplirse el privilegio de los niños: en su casa, dando bienestar a la familia argentina, para que ese niño pueda nacer y vivir satisfecho de su propia vida, para que aprenda a sonreír, como ciudadano argentino, desde su cuna, y termine sonriente el ultimo acto de su vida. La escuela debe ser el templo en que ese niño comience a forjar su alma y a nutrir su inteligencia; que reciba en ella la primera visión con su contacto con la vida, y que esa primera visión del contacto con la vida sea amable y feliz. Es la obligación que tenemos todos los habitantes de esta tierra, brindando a esa niñez escuelas dignas y ambientes aseados, confortables y bellos para no ofrecer en este primer contacto la visión nefasta y terrible de la miseria. Dentro de ese privilegio a que aspiramos para nuestros niños la escuela conforma uno de sus actos fundamentales. No sé porque en esta tierra, cuando se pensaba en una escuela, todo era mezquindad; había que poner un aula sin nada más que sus paredes blancas y un banco lo mas ordinario posible, con un pizarrón también realizado con lo más estrictamente indispensable. No sé, señores, porque razón la escuela no ha de tener una visión de grandeza para que el niño comience a formar su ambiente en ella y para que cuando llegue a grande aspire para sus hermanos a esa grandeza y no ha esa miseria, y para los ciudadanos formados en esa escuela no acepten como posible en esta tierra, cambiar la economía de abundancia que tenemos por la economía de miseria que recibimos. No sé porque la escuela no ha de ser a la usanza de los demás templos que la vida ofrece, grandes y brillantes, para que allí se eduquen nuestros ciudadanos, pensando en grande y no en pequeño, acostumbrándose a vivir como debe vivir un hombre y no una bestia. Se que se nos ha criticado que las nuevas escuelas son demasiado lujosas, que no son necesario los salones de acto como este que estamos viendo para enseñarle a leer y escribir al niño. Estoy de acuerdo: para enseñarle a leer y escribir no son necesarios, pero en la escuela, al ensañarle a leer y escribir es lo subsidiario; lo importante, es formarle un alma digna de esta tierra y de esta nacionalidad. Por eso quiero terminar mis palabras a todas las maestras y maestros de la provincia de Buenos Aires, para que, mediante la acción infatigable de este visionario gobernador, que le ha tocado en suerte a la provincia y que desearía uno de ellos para cada una de las provincias argentinas, recuerden siempre que, aunque hemos estado acostumbrados a creer que en la escuela solamente ha de trabajar en el sentido de instruir al niño, yo creo que es mucho más importante educarlo, formarle el alma, porque al darle conocimientos a una persona, implica darles armas para luchar en su vida hay que tener cuidado de no darle arma a un mala persona. Por eso pondría en cada escuela argentina un letrero que dijese bien claramente que la función del educador ha de ser: 1º formar hombres buenos y justos; 2º formar hombres sabio y prudentes y 3º darles a esos dos el grado de argentinidad que necesitan para morir por esta tierra si es preciso. ..............
1950-03-07
Discurso ante personal directivo de escuelas de orientación profesional
En primer término, debo agradecerles la amabilidad de haber llegado hasta aquí para darme la satisfacción, por lo menos una vez al año, de tener el placer de estrecharles la mano. Yo hablo siempre sobre todas las escuelas de Orientación Profesional, con el cariño y el entusiasmo de quien ve en realización una idea que, en 1945, nosotros esbozamos frente a las necesidades crecientes de la capacitación de nuestro material humano. La misión, la función de estas escuelas se va llevando tal cual yo había imaginado y había deseado. Yo no soy partidario de empezar las obras en grande para, muchas veces, terminarlas en chico; vale más seguir el curso de la construcción de las pequeñas cosas que, con el tiempo, se hacen grandes, se consolidan y se hacen fuertes. Nosotros podríamos haber creado un consejo nacional de educación para la enseñanza profesional pero, posiblemente, eso hubiera funcionado con ese pecado original de haber nacido demasiado grande. En cambio, la política que siguen las escuelas de orientación profesional, es decir, la de formar una pequeña institución que va fortaleciéndose año tras año, es la que va a darle la tradición que necesitan, la consolidación que es indispensable para las grandes obras y la base sustentatoria de esa columna que hemos levantados sobre la originaria ley de creación de la enseñanza de orientación profesional. Yo veo que esto se va cumpliendo sobre esas bases, por lo que termina de decir el señor coordinador. Así se tendrá la posibilidad de seleccionar perfectamente el material humano dedicado a la enseñanza, como así también, de ir tomando paulatinamente todo el material humano de los alumnos, para ir conformando sobre esta escuela una cosa sólidamente constituida y con el mas alto grado de perfectibilidad en su organización y en su realización. Yo siempre repito cuales fueron los móviles originarios de esas escuelas. Nosotros habíamos visto crecer a nuestros operarios y formarse en el dolor del taller, en la necesidad de trabajar desde chicos. Eso, como método empírico llena una parte solamente de la enseñanza. Es necesario acompañar a ese método real, un método ideal, es decir, darle también los conocimientos necesarios para que el operario no termine muriendo o jubilándose de operario, sino que tenga abierto el horizonte para ir perfeccionándose en sus conocimientos, y con ello, ir aumentando sus posibilidades de ir sumando a su labor y a su capacidad manual, la capacidad intelectual que hace grande y convierte en artesano al más modesto de los operarios si es hombre de progresar por sus conocimientos generales. Nosotros, veo que estamos ya cumpliendo los tres primeros ciclos que habíamos propuesto. La idea originaria de esto fue formar los operarios, crear después el segundo ciclo de perfeccionamiento para formar pequeños dirigentes de la industria, sobrestantes, jefes de taller, etcétera; y, después, crear la Universidad Obrera que diese los técnicos capacitados, pensando que de ese núcleo de hombres deben salir los grandes dirigentes de nuestra industria actual y de nuestra futura industria. Eso no se puede crear de la noche a la mañana. Si hubiéramos creado todo eso de un golpe, no habríamos tenido entre nuestro elemento de obreros el nivel necesario para instalar una universidad obrera y empezar a trabajar. Es decir, no tendríamos materia prima que la Universidad necesita. Para darle esa materia prima a la Universidad Obrera es necesario elaborarla en los cursos del segundo ciclo, que les da a los alumnos el horizonte intelectual necesario para no disminuir la elevación de esos cursos de la Universidad. Yo no soy partidario de formar hombres teóricos, porque sabemos los resultados que la enseñanza teórica ha dado para la industria hasta ahora. No creo posible que dé lecciones de como se maneja una herramienta un hombre que nunca ha tenido una herramienta en sus manos y que solamente la ha visto dibujada en un libro. No creo que con eso vayamos a ninguna enseñanza práctica. El sistema a adoptar era combinar las dos acciones: la empírica del oficio con la teórica de la profesión. El sistema era combinar esas dos secciones e ir haciendo una cosa que acabadamente llegara a darle al hombre la capacidad manual y la experiencia necesarias, y la capacidad intelectual para aspirar a perfeccionar eso y convertir ese oficio en un verdadero arte. Porque eso queremos: operarios formados en los cursos de capacitación, después perfeccionados en el segundo ciclo e inducidos hacia la capacidad directiva en la Universidad Obrera. Afortunadamente, en líneas generales, esto se va cumpliendo en forma lenta y acabadamente, como deben cumplirse todas estas cosas. Confieso que han andado mas rápido de lo que yo creía y creo que quizá se va a llegar antes a los objetivos para los que habíamos nosotros calculado de diez a quince años. El ritmo que ustedes siguen es un ritmo más acelerado del que nosotros originariamente imaginamos. Si eso se cumple dentro de la necesaria capacitación de los hombres, y de la consolidación de un núcleo de personas capacitadas, es mucho mejor, porque cuanto menos tiempo empleemos, tanto mejor será, ya que habremos llegado antes a la meta que nos hemos propuesto. Señores: es indudable que en el país, terminada la acción de estas escuelas, podremos aspirar a tener un material humano extraordinariamente capacitado. Y eso representa el cincuenta por ciento de todas las industrias, cosa que ustedes saben mejor que yo. La formación de una artesanía que represente un aspecto industrial de un valor más grande del que nosotros le hemos asignado. Aquí nos hemos dedicado tanto a las vacas y al trigo, que muchos otros sectores han quedado desatendidos; pero ha llegado el tiempo en que debemos empezar a ocuparnos, de ellos. La prueba está en que los países más adelantados del mundo, aun los superindustrializados, y con alta capacitación en la producción de materia prima, tienen un sector de artesanía, el que sirve con verdadero amor, con real sentido artístico. Y, señores, tanto mejor es cuento mas sentido artístico tenga esa artesanía. Estas son cosas que aun nuestro espíritu no ha profundizado, y el camino para llegar a ello es, casualmente el de las escuelas de capacitación. Señores: yo sé cual es la tarea que ustedes llevan cabo. La he seguido por la información que, permanentemente recibo del señor ministro. Sé que tienen mucho que hacer; sé, también, que se dedican con verdadero cariño, con sincero amor a esa tarea, que es la única manera de que la misma pueda llegar a cumplirse acabadamente, porque las obras que el hombre realiza con amor son siempre los mejores. Sin esa dedicación, sin ese cariño en la actividad en que ustedes actúan, poco es lo que se va a conseguir, porque no solamente hay que instruir al hombre y darle los conocimientos necesarios para su capacitación, sino hay que formarlo y darle un espíritu concorde con esa otra actividad de la enseñanza. Es decir, que no solo deben instruirse al hombre sino que hay que educarlo, y, sobre todo, educarlo en la actividad que ha de desarrollarse. En este sentido, deben recordar que ustedes tienen el material humano más extraordinario. De los hombres que en la República Argentina se capacitaban, estamos perdiendo también un inmenso sector que tendremos que llenar. Estos cursos deben conformar escuelas hasta poder incorporar, por lo menos, 250 mil alumnos en un ciclo de diez años y, posteriormente, llegar a 500 mil en quince años. Observen ustedes que esto es una gota de agua en el océano de nuestra juventud. De los cuatro millones de chicos en la edad escolar, ingresan a los colegios nacionales, normales, de enseñanza secundaria, no más de medio millón; de manera que hay tres millones y medio de chicos que son para ustedes que en vez de ir a jugar al truco o al potrero, podrán ir al taller a capacitarse para ser buenos operarios o artesanos. Ese es nuestro programa. Y no habremos cumplido con nuestra misión hasta que no tengamos incorporado, por lo menos, el 50% de esos muchachos que quedan dispersos, sin ninguna capacitación que los habilite para defenderse en la vida. Esto, con tener una enorme importancia por el aspecto cuantitativo de la enseñanza profesional, no lo es tanto, sin embargo, como el aspecto cualitativo de la misma. Ustedes, además de maestros, tienen que convertirse un poco en padres de esa muchachada, dándole conocimientos, formándole el alma y el espíritu. Ayer, al inaugurar los cursos en la provincia de Buenos Aires, dije que los maestros tenían que cumplir tres funciones fundamentales que habrán de formar la orientación de nuestro nuevo sistema; porque muchos años del más crudo materialismo nos habían hecho olvidar, en cierta manera, que esa muchachada que aprende, tiene un alma que es necesario educar, y que quizá es más importante educar esa alma que su propia inteligencia. Con ello se consigue darle al hombre una herramienta para que luche en la vida aunque es primordial pensar que no debemos suministrar armas a una mala persona, que va a darles un mal empleo. Considero indivisible, pues, cualquiera fuera la instrucción que se imparte, la enseñanza y la educación. Decía, que si yo fuera maestro pondría, al frente de la clase que dictara un letrero que dijera que la función del maestro es: primero, formar hombres buenos y justos; segundo, formar hombres sabios y prudentes, y tercero: formar un argentino que sepa poner esas dos cosas al servicio de la patria y de su pueblo. En todos los ordenes de la enseñanza, sea esta de carácter profesional, general, de perfeccionamiento, universitaria, estamos ahora tratando de que se de el menor número de elecciones sobre cosas que no se necesitan en la vida, dando, en cambio, un poco de elecciones que formen al hombre que vayan forjando un hombre como el país necesita. Es decir, señores, que la responsabilidad del maestro no esta en formar un alumno que sepa muchas cosas, sino un alumno que sepa unas cuantas cosas buenas y útiles; y, además de enseñarle eso tiene que inculcarlo en su espíritu la idea de que esas cosas debe ponerlas al servicio de la colectividad, y no que sean armas que le sirvan para luchar con los demás. Yo sé bien, señores, que ustedes llevan a cabo esta orientación. Pero quisiera pedirles a cada uno de ustedes, que dirigen la enseñanza, que solicitan de los maestros que carguen, cada día con más fuerza, la acentuación moral en la enseñanza. De nada valen los pueblos que saben mucho, que tienen muchos hombres instruidos, si son incultos y de baja moral. No se trata de formar un hombre que este capacitado para perjudicar a sus hermanos, sino que lo este para beneficiar a la sociedad. Mientras no se forme un hombre con alma pura y buena corremos siempre el peligro de haberle dado armas a una mala persona. Por esa razón, ahora que en todas las actividades nacionales, estamos tratando de acentuar el sentido moral de nuestra enseñanza, ustedes debe insistir, en lo posible, diariamente, con sus maestros, para la formación de hombres que, además de capacitados intelectualmente y manualmente, lo estén también espiritualmente. Para nosotros, de ahora en adelante, la enseñanza espiritual tendrá un coeficiente mayor de todas las demás enseñanzas, porque estamos en la tarea de formar un pueblo que haga de los valores espirituales un verdadero baluarte. El día que nosotros consigamos que nuestros hombres tengan la real orientación moral que deben tener, que tengan un verdadero sentido de la conciencia social que el pueblo vive y que estén totalmente persuadidos de que el acontecimiento a la ley y a la constitución es base de nuestra convivencia y formemos una comunidad organizada con estos valores en los hombres, habremos triunfado dentro de nuestro país. Por esa razón, nadie que enseñe puede estar liberado de impartir esta educación a sus propios enseñados. Esto que les pido a ustedes, señores, se lo he pedido a todos los maestros de la República para que me acompañen a que las lecciones que diariamente tratamos de dar a nuestros alumnos, vayan acompañadas por los ejemplos morales que son los que mas enseñan y no ocurra como con los antiguos predicadores que decían: "Hagan lo que yo digo pero no lo que yo hago". Estamos obligados a mantener una conducta prudente delante de nuestros alumnos, para que ellos aprendan de nosotros la mejor lección con la mejor pedagogía que se pueda emplear, que es el ejemplo. Todo esto importa un verdadero sacrificio, pero un sacrificio que esta colmado de bienaventuranzas, cuando pensamos que podemos llegar al futuro generaciones de hombres que hagan honor al país, no por su riqueza, no por sus ciencia ni menos por su petulancia, sino por la bondad de su alma y por el selecto de un espíritu que distinguirá en el futuro los argentinos, si todos nos empeñamos a tratar de hacer de cada uno de esos muchachos que son barro virgen y maleable, un hombre grande, como entiendo yo que solamente lo es: el que es grande de espíritu aunque sea chico de todo lo demás. Además de esto debemos tratar de conformar una verdadera mística en esos muchachos. La vida, y especialmente la vida introspectiva, la vida interior del hombre, no se concibe sin que medie una mística, que es la fuerza motriz de las grandes acciones del espíritu. Por eso, dentro del orden de nuestra doctrina, hemos tratado de crear una verdadera mística, no para utilizarla solamente en el campo político, como algunos creen, sino porque yo no concibo una nacionalidad sin una mística nacional, conformada por una verdadera mística en todos los grandes principios unitarios que el país sigue en su orientación de gobierno, de organización y acción en la vida nacional. Es decir, una doctrina que todos seguimos porque todos la sentimos y por la cual estamos dispuestos a sacrificarlo todo y a realizar cualquier esfuerzo, por que el triunfo de esa mística es el triunfo de la nacionalidad, y creo que estamos viviendo tiempos en que nadie que sea verdaderamente un argentino puede no desear el triunfo de nuestra propia nacionalidad. Todo eso, señores, sé que lo desarrollan, sé que en las escuelas existen una mística; por eso hay que llevarlo hasta valores extraordinarios. Si por mucho trigo nunca es mal año, por mucha mística no se peca. Y esa mística debe ser inculcada en el más alto grado. Hay que llegar a que esos hombres, a quienes uno tiene la suerte de poderles enseñar y que son instrumentos de la propia ciencia y de la propia conciencia, nos sirvan para elevar todos los días esos valores morales a la luz y el impulso de esa fuerza motriz que es nuestra mística, cuando lo hayamos hecho, todo cuanto hayamos enseñado será inútil. Pero, sino conseguimos esa mística y esos valores morales, todos cuando hayamos enseñado será de una utilidad aleatoria. Por eso les pido, este año, en esta reunión que realizamos todos los años, una cosa sobre todas las demás: trabajen los valores espirituales, creen esa mística, formen esos muchachos con ese entusiasmo, y cuando todos seamos llevados por ese entusiasmo y decididos a seguir la misma causa, podremos pensar que el país ha obtenido la victoria. La victoria está más en el espíritu de los hombres que en las formas de las cosas. Esa victoria anhelamos, la que debemos preparar y por la que tendremos que luchar; y esa victoria será el triunfo de todos nuestros afanes y desvelos. Yo les deseo muchísimas felicidades en este año que ustedes inician; tantas felicidades como les puedo desear a los que trabajan por una causa tan noble la enseñanza de la gente pobre. Todo ello, persuadido de que ustedes trabajaran con la dedicación y con el entusiasmo que merece esta obra, deseándoles que los hombres que ustedes formen les estén agradecidos, porque ustedes tendrán en el de venir de los tiempos argentinos, el honor de haber puesto los cimientos y los primeros ladrillos de este edificio que, con los años, ha de conformar una de las instituciones mas grandes y poderosas de la República Argentina. Esa satisfacción que ustedes ostentaran en los cuadros de honor de la institución es, sin duda, el resarcimiento moral a que podemos aspirar los hombres: plantar un jalón que puedan ser visto y admirado por las generaciones venideras. Que cada uno de ustedes represento uno de esos jalones y puedan disfrutar del margen mas amplio de felicidad y tranquilidad que la plantación de ese jalón representa para la vida de los hombres. Muchas Gracias. .............
1950-03-10
Discurso al inaugurar la avenida Presidente Perón en la ciudad Avellaneda
Compañeros: Agradezco a la providencia que, en esta ocasión de inaugurar esta magnifica avenida, me haya sido dado festejarlo con dos circunstancias tremendamente valiosas para mi corazón de argentino y de amigo: primero, por el hecho de que sea excelentísimo señor gobernador de la provincia de Buenos Aires quien termina de inaugurarla con palabras extraordinariamente amables para mí; segundo, que sea pueblo trabajador de Avellaneda, quien esté íntegramente llenando esta avenida. En esta avenida, como en todas las obras peronistas, lo más noble no se ve. Su afirmado que representa un gasto de veinticinco millones de pesos, es lo que vemos. Pero debajo de ella, el entubamiento, que representa mas de dos veces esa cantidad, es la que brinda a esta ciudad de Avellaneda, a 4 de Junio y a Lomas de Zamora, la posibilidad de que en los días de lluvia, cuando más sufre el trabajador para concurrir a su trabajo, no tenga como en tiempos antiguos, que pasar muchas veces con el agua a la cintura para concurrir a sus tareas. Compañeros: por eso digo que es especialmente grato a mi espíritu ver reunidos aquí a todos los trabajadores, a los que utilizan estas arterias vitales de nuestras ciudades. Los antiguos gobiernos hacían la avenida Alvear, nosotros hacemos éstas avenidas, porque pensamos que quien va cómodamente en un limousine, puede atravesar un poco de agua, pero el obrero que concurre muchas veces a pie a su trabajo, tiene que tener una arteria seca para transitar por ella. Es claro que ese proyecto existía hace cuarenta o cincuenta años; es claro que nunca se pudo realizar, porque los dineros del pueblo en vez de ser empleados para el pueblo, eran empleados para otros que no lo producían. Se habla a menudo de los gastos que estas obras representan y muchos políticos antiguos dirán: estos peronistas son unos tontos: ponen 25 millones en afirmado y cuarenta y cinco millones enterrados que no se ven. Por eso digo en esta obra, como en todas las obras peronistas, lo más noble es lo que no se ve. Ya dirá mañana algún diario importante y serio de Buenos Aires, que estos gastos exagerados para construir de Avellaneda... una arteria de casi sesenta metros de ancho a lo largo de las poblaciones de Avellaneda, de 4 de Junio, donde no vive gente bien, es un pecado gastarlo, y que así los peronistas en obras que no tienen trascendencia para los grandes, estamos fundiendo a la Nación. Y lo repetirá pasado mañana un político, que dirá muchas veces a sus correligionarios, cada vez menos abundantes, que los peronistas hemos tomado la Nación como cosa propia y estamos derrochando el dinero en construir estas obras que no sirven sino para la plebe. Y muchos de ellos, dirán de buena fe, que estamos fundiendo económicamente a la Nación, como a menudo lo dicen, como lo decían en el 46': "estos no aguantan seis meses en el gobierno". Porque, compañeros, decían que nosotros íbamos a llegar al crac económico, como si una Nación de la potencialidad y riqueza de la Argentina pudiera de un día a la noche producir el crac económico como alguna despensa de barrio. Eso lo dicen de buena fe, sino que son ignorantes que no entienden ni saben lo que dicen. Si fueran inteligentes compañeros, supieran algo de alguna cosa, se darían cuenta que este país no se puede hundir de la noche a la mañana, y es tan formidable que lo que hicieron ellos casi cien años para hundirlo, no lo consiguieron hundir. Vean si será extraordinariamente rico y potente este país, que a pesar de lo que hicieron los gobernantes por hundirlo, todavía flota y no da síntomas de hundirse. Como había de hundirse con nosotros, que lo hemos reconquistado, que lo hemos tonificado, que hemos lanzado una nueva economía constructiva que ellos no solamente no comparten sino que no conocen ni se dan cuenta de lo que es. Lo que ellos no se dan cuenta, es que a nosotros, ya no nos hace ninguna impresión ni el cuento de la moneda ni el cuento del oro, ni el cuento de ninguna de esas cosas. Y cuando ellos dicen: "no solo de pan vive el hombre", habría que contestarles que esa es una filosofía que sale de todas las bocas que tienen una barriga llena. Yo deseo, antes que de dar cátedra de otra naturaleza, darles de comer al pueblo argentino, ¡y darle abundantemente de comer! Compañeros: yo en estas ocasiones no quiero hacer un discurso, sino conversar con los amigos y con los compañeros de siempre. Por esa razón es que hago estas reflexiones, que son la base de todo raciocinio consciente, para lo cual no se necesita tener sino sentido común, que es a veces el menos común de los sentidos. Siguiendo compañeros, les diré a ustedes, que es natural que algunos señores, se alarmen porque el peso argentino en el extranjero valga poco. Compañeros, si ustedes me permiten, vamos a ser una exégesis rápida sobre esto. Nuestros opositores, herederos de la U.D., donde naturalmente se había enancado en raro maridaje lo más reaccionario de un lado con lo más reaccionario de otro, defienden sus intereses. Imagínense que yo tuviera una imprenta y un diario en Buenos Aires y quisiera defender mis intereses. Es claro que no me conviene la moneda barata, porque el papel hay que pagarlo afuera en dólares, la tinta hay que pagarla en dólares, las máquinas hay que pagarla en dólares, las herramientas, etcétera, también tienen que pagarlos en dólares, y a menudo a los que escriben también les pagan en dólares. Lógicamente que él, que tiene que traer todo eso, a él no le conviene. Pero que me importa a mí, que eso le ocurra a él; lo que me interesa, que a pueblo trabajador, así como le damos esta arteria porque lo merece y porque es de él, el dinero con que la construimos, le damos también moneda abundante para que tenga siempre algunas "chirolitas" por lo menos en el bolsillo. Es lógico que a esos grandes "truchimanes" del negocio no les convine un pueblo rico, porque ellos dejan de ser lo que eran; ahora son más o menos como todos, porque son ricos, pero el pobre también tiene para ir donde va él y donde está él. Por eso compañeros se quejan, porque es lógico que ahora el obrero puede ir a Mar del Plata y entonces él no está solo allá, y como a él no les gusta codearse con nosotros, no quiere ir más a Mar del Plata, a pesar de que tiene plata para hacerlo. Antes, eso que nosotros gastamos para el pueblo, ellos los gastaban para ellos. Y se imaginan que no habrían hecho esta avenida, cuya superficie implica construir un camino de Buenos Aires a La Plata, un camino de seis metros de ancho como es lo común, ellos no lo hubieran construido delante de las casitas de los obreros de Remedios de Escalada o de más adelante. Natural que esto no les gusta, pero esto es lo justo aunque no les guste. Y bien, compañeros, la construcción de esta clase de obras, está en la doctrina justicialista. Nosotros no reconocemos otro privilegio que el derecho que tienen todos los ciudadanos de ser tratados por igual, sean sabios o no, sean pobres o sean ricos, basta que sean ciudadanos argentinos, tienen los mismos derechos y el gobierno de hacerlos respetar. Por eso compañeros, es inmensa mi satisfacción de argentino y de peronista, al ver estas obras que está inaugurando el gobernador Mercante, modelo de gobernador de un Estado argentino, modelo de peronista y de amigo, modelo de justicialista. Y, señores, éstos hombres que está ofreciendo el peronismo a la Nación, que están formando alrededor de sí los núcleos peronistas, honrados y morales, que han de ser el futuro de nuestro movimiento, merecen ya el bien de la provincia y el bien de la Nación. Señores: decir esto en Avellaneda, que ustedes conocen mejor que yo. Decir que empezamos a usar la plata del pueblo en darle al pueblo lo que el pueblo ha menester. Empleamos el dinero de ese pueblo en las obras de ese pueblo. Triste memoria que comprueban los tiempos pasados, cuando durante cuarenta años esta noble ciudad de trabajadores, se vio sumergida en la deformación del juego, del crimen y en la miseria. Poco honor le hacíamos a Avellaneda, cuando la llamamos "La Chicago Argentina". Poco honor se hacían esos gobernantes, que en vez de realizar obras de aliento para el pueblo, se conformaban con ganar menguadamente unas elecciones. Si yo hablo del gobernador Mercante en esto momento, como lo hago, es porque es verdad y es justicia decirlo, no porque pasado mañana tengamos elecciones, que ya hemos ganado hace mucho tiempo. Y finalmente compañeros, yo quiero decir con toda razón, que la Revolución tiene con Avellaneda, una deuda que queremos saldar. Yo no olvidaré nunca, que fue de esta noble ciudad, donde partieron las vanguardias descamisadas del 17 de Octubre; no olvidaré jamás que fueron los compañeros trabajadores de esta noble ciudad, los que se largaron a nado, cruzando el Riachuelo con todo riesgo, cuando le abrieron los puentes del Riachuelo. Por esa razón, señores, los que hemos vivido intensamente los dramáticos momentos del 17 de Octubre, no olvidaremos jamás ni a Avellaneda, ni a de 4 de Junio, que fue de donde partió el movimiento inicial de reacción del 17 de Octubre. Compañeros: se que la decisión de los concejales de Avellaneda y 4 de Junio y Lomas de Zamora, ha sido el movimiento inicial para bautizar a esta avenida con mi nombre. Señores: cuando se ha llegado a la altura de la vida a que he llegado yo; cuando sé que vivo en el corazón de muchos de mis conciudadanos como todos ellos viven en el mío, estas demostraciones me obligan cada día más, y si es preciso el mayor sacrificio a que pueda someterme por el bien de la comunidad, por el bien del pueblo, y me obligan también a guardar una inmensa gratitud a este pueblo, a quien debo las más grandes satisfacciones de mi vida, y por el cual no habría sacrificio suficientemente grande al que no me sometiera, por su tranquilidad, por su felicidad y por su grandeza. Señores: no quiero terminar sin traerles el saludo de mi señora, quien con lágrimas en los ojos apenas convaleciente -por que ayer se levantó por primera vez- dijo: "si Avellaneda es mía y yo no puedo faltar a Avellaneda", y se quedó llorando porque no podía venir. Compañeros: para terminar solamente quiero decir pocas palabras, recordando nuestra consigna de siempre. No olviden que nuestro movimiento esta jugando en la historia de la patria la decisión más definitiva de todos los tiempos después de su independencia política. No olviden que reposa exclusivamente en ustedes la consolidación de esta etapa histórica, etapa que representa al pueblo que anhelamos y que indica vuestra Constitución, la decisión decisiva y terminante de constituir una Nación socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana. Recuerden, compañeros, que esas tres cosas que constituyen casi la felicidad integral del pueblo argentino, no han de defenderse ni consolidarse sino por la acción exclusiva de ustedes. Si la reacción algún día notase débil en el frente popular, ¡nuestro frente popular!, el frente del real pueblo argentino, si algún día lo notase flojo, ellos habrían de meter una cuña entre nosotros, que representaría la regresión en el orden político, la regresión en el orden económico y la regresión en esa justicia social, que hemos nosotros afirmado contra todos, para bien de todos, a pesar de aquellos que nos niegan y nos combaten. Por eso, compañeros, no es una tarea política la del movimiento peronista, es una tarea histórica, es una tarea social, eminentemente social. Nosotros somos políticos, quizá por casualidad o por imposición de los tiempos; somos hombres humanos, compañeros todos, que nadie se cree mas que los demás y que nuestro placer reside, precisamente, en darle un abrazo al mas humilde de los hombres del pueblo. Y cuando algún peronista le dispara al abrazo de un trabajador o a su mano sucia y callosa, ese no es peronista, esta disfrazado. Y tenemos que terminar con algunos peronistas, que son vergonzantes, que son peronistas para las buenas pero no van a ser para las malas. Y a esos compañeros, hay que sancionarlos, y hay que sancionarlos siempre. El pueblo puede confiar solamente en hombres del pueblo, no en lo que se disfrazan de hombres del pueblo. Afortunadamente, nuestro compañero Mercante, hombre que trabajó codo a codo con el más humilde pueblo desde el primer momento de la Revolución, está construyendo en esta Buenos Aires la verdadera democracia, como la entendemos nosotros: democracia sin odios, democracia sin petulancias superficiales, democracia del pueblo y para el pueblo y no democracia de aristócratas con galera y con grandes cuellos. Por eso, compañeros, como últimas palabras de esta magnifica concentración, quiero dejar en el corazón de cada uno de los que me escuchan, el consejo de toda la vida: luchen por la causa de ustedes, que es nuestra causa; luchen en todo momento y en toda situación. A la violencia, le opondremos la razón; a la calumnia, le opondremos la verdad, y a esos deslenguados que insultan, les contestaremos con obras. Por eso compañeros, lo que nuestros adversarios quieren es que nosotros perdamos la sangre fría y la tranquilidad, déjenlos que griten; déjenlos que mientan; déjenlos que insulten, pero ganémosles las elecciones en las urnas. Por eso compañeros, nosotros tenemos la razón y tenemos el número; a ellos les queda la consolación de protestar y de insultar. Y este es el pedido final; no hay que hacerle el juego a los perturbadores del orden; si hemos de ganar con orden, ¿para que vamos ayudar en el desorden? Por eso, compañeros, en la afirmación de esta conducta, ellos encontrarán nuestra inflexibilidad espiritual contra la cual se estrellarán. Pero si algún día quieren violencia de verdad, les vamos a dar toda la que quieran. Compañeros: el que tiene la razón no ha de perder nunca el juicio. Ellos saben bien, que una vez, allá por Octubre del 46', se hicieron los malos, pero saben que el 17 de Octubre se pegaran un susto tal, que los va a durar por diez años. Quizás dentro de diez años ustedes tengan que hacer otro 17 de Octubre, pero podemos estar persuadidos de que con el susto que se llevaron tienen diez años de tranquilidad. Por eso compañeros, como siempre, yo a los compañeros trabajadores les he pedido tranquilidad a los compañeros trabajadores, les he pedido tranquilidad, juicio y calma. No tenemos porque violentarnos, si nos faltan al respeto individualmente, cada uno sabe lo que individualmente ha de hacer. Por mientras sean estos charlatanes que insultan desde las tribunas... ya hay un viejo adagio árabe que los califica: dice ese adagio que "tarde llega al hombre a su casa, si se entretiene en el camino en arrojar piedras a los perros que lo ladran". Nosotros tenemos un largo recorrido por ese camino para hacer una Argentina justa, libre y soberana. ¡Como hemos de ocuparnos de los perros que nos ladran! Y dejándoles compañeros este consejo, quiero, que recuerden que este compañero, uno más, de la masa descamisada, no los olvida nunca y les deja un abrazo muy estrecho y muy fuerte sobre su corazón. ......................
1950-03-11
Ante delegados al Congreso de la Dirección Nacional de Asistencia y Previsión Social para Ferroviarios
En primer término, le agradezco al compañero López, que haya tenido la amabilidad de acompañarlos a todos ustedes hasta aquí para tener el placer de poderles estrechar la mano. Siempre he pensado que el sindicalismo argentino esta todavía en sus comienzos. Está en sus comienzos para lo que yo interpreto ha de ser el sindicalismo, es decir, la función del sindicato dentro de una comunidad organizada como fuerza colectiva de solidaridad y de trabajo. El nacimiento del sindicalismo en la Argentina data de muchos años, pero como entiendo yo lo que debe ser sindicalismo todavía esta en sus comienzos. Cuando digo esto me refiero a que el sindicato no ha comenzado todavía a ser en la Argentina la fuerza colectiva de solidaridad social que llene todas las funciones que él puede cumplir y que, se perfile como una organización, en cierto tipo, cooperativista, además de ser gremialista. El sindicalismo, como lo entiendo yo y como creo que debe ser, tiene dos campos de acción extraordinarios; el que se refiere a la acción gremial propiamente dicha y el que se refiere a la acción mutual. Porque el sindicato, para llegar a ser poderoso y para ser eficiente, debe llenar esas dos etapas; vale decir, la etapa gremial para la defensa de los intereses profesionales, y la etapa mutual, para la defensa de los asociados del sindicato. Llenados esos dos objetivos fundamentales, recién podremos decir que el sindicalismo ha cumplido con la función para la que ha sido creado y que justifica su real existencia en una comunidad organizada. Si echamos una mirada sobre todos los sindicatos argentinos, veremos que más o menos cumplen esas funciones, pero ninguno de los sindicatos argentinos todavía la cumple acabadamente, como debe cumplirse. Es por esa razón que cuando nosotros comenzamos a actuar dentro del sindicalismo argentino, en ocasión de la primera intervención Mercante en la Unión Ferroviaria, dijimos estas mismas palabras y dijimos exactamente lo mismo que estoy repitiendo hoy. Y la acción social para ferroviariarios nació, precisamente, en esa intervención de Mercante, no solamente por ideas de Mercante sino también por idea de los propios compañeros ferroviarios que componían la Unión Ferroviaria, que en distintos sectores agrupaban distintas actividades. Nosotros solamente pusimos el hombro llevando el sentido mutualista para agregarlo al sentido sindicalista. El éxito de esto, como lo ha dicho el compañero López, es una cosa que ya no la puede negar nadie, porque es de una evidencia extraordinaria. Creo que todos los sindicatos argentinos deben seguir el ejemplo de la Unión Ferroviaria, porque solamente con su organización de sentido gremial para la defensa de los intereses profesionales y de sentido mutual, ellos van a cumplir integralmente con su misión. Creo también que en la Unión Ferroviaria se cumple con otro aspecto de ese mutualismo -que debe cumplir cada uno de los sindicatos para tener unidad y solidaridad- que son las cooperativas de distintos tipo que hay que crear en estrecha relación con todos los servicios de sanidad, porque en los aspectos fundamentales de la vida, para la conservación del elemento humano hay dos aspectos principales: proveerlo bien y cuidar su salud física y espiritual. Si se cumplen esos dos objetivos en forma acabada, el sindicato pasa a ser una escuela además de un organismo gremial. Es decir, hay que crear las organizaciones gremiales para la defensa de los intereses profesionales con capacidad, con honradez y con justicia, porque si la injusticia es mala cuando la esgrime la oligarquía o el capitalista, también es mala cuando la esgrimimos nosotros. El sindicato debe ser una escuela de justicia, porque la injusticia, por parte nuestra, nos llevaría a darles la razón a los capitalistas, que al final triunfarían porque tendrían esa razón. De manera que la injusticia no la debemos esgrimir nosotros. Cuando desde el sindicato practicamos un acto injusto, estamos conspirando contra el sindicato mismo. Por esa razón esa escuela de verdadero gremialismo, de verdadera defensa de los intereses profesionales, forma la escuela gremial dentro del sindicato. La otra, la de solidaridad, que cuida el abastecimiento, la salud física y moral de sus asociados, esa es otra cosa sumamente importante. Ustedes han llenado perfectamente y están llenando cada día mejor los primeros aspectos. Tienen la defensa de la salud ya muy extendida; tienen también, el abastecimiento más o menos organizado, aunque hay que ampliarlo a otros sectores donde aun no lo está, y hay que crear los organismos necesarios para la defensa espiritual, que son verdaderas escuelas dentro de los gremios. ¿Por qué? Porque cualquier otra escuela podrá tener o no un sentido sindicalista o gremialista, por lo que hay que tener las propias escuelas. Las bibliotecas y las escuelas sindicales creadas por la Unión Ferroviaria, están destinadas a llenar esa función. De manera que ustedes tienen ya un panorama completo de lo que debe ser esta organización, que lo van llenando y perfeccionando paulatinamente. El día que todos los sindicatos argentinos sean como el de la Unión Ferroviaria, que tiene ya cánones establecidos por una acción integral de largo aliento, el sindicalismo argentino pasara a ser una fuerza extraordinaria al servicio de la Nación. Esta es la única manera que yo justifico para todas las organizaciones colectivas: siempre al servicio de la Nación. Cuando no es así, están destinas a desaparecer o a hacer desaparecer a la Nación que, en el fondo, es la desaparición de todos. Por eso, señores, al recibir a los delegados de este Congreso que forman un gran sector del sindicato de la Unión Ferroviaria, yo lo hago con inmenso placer, porque veo que esas ideas básicas de la organización sindicalista se van cumpliendo en el país. Nosotros actuamos de distinta manera de como lo han hecho otros gobiernos, que pertenecieron a una ideología diferente a la de mi gobierno. Nosotros hemos creado una doctrina, y la estamos realizando. Dentro de ella, lanzada ya desde los primeros pasos de nuestro movimiento, se establecen estas formas de la nueva organización sindical, porque se defendían antes otros intereses que no son los que defendemos nosotros. Ellos defendían los intereses de clases y los del capital. Nosotros defendemos un solo interés: el del pueblo. En esas condiciones, nosotros no solamente no hemos puesto obstáculos a la organización profesional, sino que la hemos impulsado y ayudado de muchas maneras para que prospere, porque entendemos que en una comunidad organizada, que no otra cosa es el pueblo, el sindicato puede jugar un papel enorme en el orden constructivo. Nuestra orientación no consiste en poner frente a frente a fuerzas colectivas, sino fuerzas colectivas en colaboración y cooperación con otras fuerzas colectivas, dentro de las cuales esta el Estado. Todo esto queremos ponerlo en marcha en una misma dirección, para que, empujando todas y cada una de las fuerzas, haga marchar este inmenso organismo, que es la Nación misma, hacia los objetivos a que todos aspiramos, con los cuales jamás podemos estar en desacuerdo: la felicidad del pueblo y la grandeza de la Nación. Por eso, señores, pese a la lucha un poco desordenada que todavía se realiza, por falta de una organización sindical con bases serias y con tradición, el movimiento de la organización sindical va marchando magníficamente en el país. Los sindicatos son totalmente libres en sus decisiones y en la elección de sus hombres. El gobierno solamente les presta ayuda y, cuando es necesario, aconseja, porque desea que los sindicatos marchen paralelamente con la Nación. Mi función es de coordinación de esas fuerzas colectivas; la de los sindicatos, que representa el trabajo, y la de la Nación que representa el Estado. Yo intervengo cuando esas fuerzas no marchan paralelamente y están por encontrase, al revés de lo que pasaba antes que, cuando iban paralelas, se intervenía para que se pusieran una frente a la otra. Yo trabajo por la colaboración y no por la lucha, porque para la grandeza de la Nación la colaboración lo hace todo y la lucha, en cambio, todo lo destruye. Ya tenemos bastante con luchar en común por la vida, por la felicidad del pueblo y por la grandeza de la Nación, ¿como vamos a ponernos entonces, a luchar entre nosotros por pequeños intereses, por pequeñas diferencias de uno u otro orden, que pueden arreglarse en una conversación amistosa entre los trabajadores y el Estado? Esta es la orientación medular de nuestra nueva concepción del Estado, la concepción del Estado moderno donde el trabajo y la dignidad de ese trabajo, así como los derechos y dignidad de cada trabajador, han sido contemplados como un elemento fundamental en la formación de las fuerzas de la nacionalidad. Si el trabajador es el que construye y realiza, hay que respetarlo dignificarlo y, además, hay que cuidarlo, curarlo, alimentarlo y llevarlo adelante porque es, en síntesis, la grandeza de la Nación. El cuidado del material humano está, para nosotros, en el primer plano, porque así como un patrón cuida una maquina valiosa, para el Estado la maquina más valiosa es el hombre y el organizar el cuidado de ese hombre tanto a lo físico como en lo moral es fundamental. Por eso, desde la escuela, estamos orientando a los muchachos dentro de una nueva doctrina, y hemos de poner en cada escuela lo que ya dijimos que es fundamental: la maestra, el maestro, y todo el que dirige en alguna forma a hombres y mujeres, ha de pensar que su misión es formar hombres buenos y justos, formar hombres sabios y prudentes y formar argentinos que sepan poner estas dos cosas al servicio del país y de su pueblo. Esa es la base sobre la cual puede sustentarse algo grande, y dentro de eso nosotros debemos hacer jugar la colaboración en los sindicatos. Si nosotros, directores del Estado argentino, lanzamos esa orientación y con Salud Pública, con Asistencia Social, con las fundaciones como la de señora de Perón, con todas esas organizaciones, estamos tratando de curar, de mantener con salud, de instruir, de educar a los muchachos y los hombres, como no ha de ser valiosa la colaboración de cada sindicato si este, en su misma orientación, hace lo mismo que el Estado desde hacer con todos los argentinos: recibirlos, cuidarlos, curarlos, alimentarlos, desvivirse porque esos hombres tengan lo que deben tener para la conservación de su cuerpo y el perfeccionamiento de su espíritu. Cuando un sindicato hace eso, comienza a ser parte del Estado mismo. Si nosotros construimos hospitales y ustedes hacen lo propio; si nosotros levantamos escuelas y ustedes también; si nosotros decimos a los hombres que deben ser buenos y justos, sabios, prudentes y honrados y ustedes les dicen lo mismo, que Argentina podríamos formar para dentro de quince o veinte años, cuando nos hayamos puestos de acuerdo y tengamos un pueblo donde el hombre deje de ser como lobo para los otros hombres, donde la explotación este castigada por la ley, y no haya ningún explotador ni ningún explotado, donde el Estado entregue los instrumentos de la nacionalidad a la dirección de los propios argentinos que estén calificados para obtenerla. Cuando aquí se ofrece políticamente la libertad representativa absoluta para la elección de los hombres que han de gobernar y ese se realiza dentro del mayor respeto y dignidad, cuando se ha conseguido que el Estado sea la mejor defensa del pueblo y el pueblo la mejor defensa del Estado y ambos unidos los mejores defensores de la nacionalidad; cuando todo eso se ha puesto en marcha como fuerza coadyuvante de la propia nacionalidad, los pueblos llegan a ser felices y a trabajar mancomunados por la grandeza de la Nación que es, al final, la felicidad y la grandeza de todos. Por eso, cuando digo que la felicidad y la grandeza de una Nación no la puede hacer un hombre, digo la verdad más grande de todos los tiempos. O esa felicidad y esa grandeza la hacemos entre todos, o no se hace. La tarea del hombre ha de estar en poner todas las voluntades, todos los esfuerzos físicos y los esfuerzos morales en una dirección y tras un objetivo. Eso es lo que trato de hacer yo; lo demás tiene que hacerlo el pueblo. Señores: los actos de la vida, grandes o chicos, llevan en germen una misma característica cuando deben cumplir un trabajo tras un mismo objetivo. Un equipo de hombres que juega, que lucha o trabaja, es lo mismo que un equipo que lucha y trabaja por una Nación. Mi función es esa, y sin la ayuda del pueblo no la puedo realizar; si yo hubiera de pedir la ayuda del pueblo a cada uno de los argentinos, toda la vida no me alcanzaría para llevar a cabo esa tarea. El hecho de organizar al Estado en una función directiva y al pueblo en agrupaciones de orden sindical, cultural, etc. es la forma en que podemos ir llevando esto doctrina a las grandes agrupaciones. El sindicato, en una comunidad organizada del tipo que nosotros pretendemos, es un instrumento maravilloso para cumplir esa función. Por eso comprenderán la importancia que para nosotros tienen los sindicatos. Si no hemos querido intervenir para impulsar, es porque no deseamos aparecer como que estamos dirigiendo nosotros a los sindicatos argentinos. Queremos que cada sindicato tenga su vida propia; que tenga sus propias inquietudes y sus propios objetivos. Si nosotros -Estado- quisiéramos intervenir en los sindicatos, nos ocurriría una cosa muy grave; tendríamos que dedicarnos a los sindicatos y no a la tarea del gobierno, que es la nuestra. Ya tengo demasiado con dirigir, orientar, controlar y manejar el gobierno para todavía dedicarme al manejo de los sindicatos. Por otra parte, siendo organizaciones de carácter profesional, nadie las va a manejar mejor que los propios hombres del sindicato, con dirigentes surgidos del mismo y, como siempre lo hecho, aconsejándoles como amigo, que sepan elegir a hombres capaces y de carácter. Lo peor que le puede pasar a un sindicato o a cualquier organización colectiva, lo mismo que a los países, es caer en manos de hombres oscuros y cobardes. Los hombres oscuros y cobardes no sirven para la dirección de nada. Estos son temas sobre los cuales yo he reflexionado mucho y he penetrado en todas las formas que he podido, más bien observándolos, viviéndolos y después reflexionando sobre ellos que leyendo o consultando. De todas las cosas que he leído sobre este tipo de organizaciones diré que he encontrado poco práctico; muchos términos difíciles, muchas teorías complicadas y muchas cosas confusas. Las concepciones han de ser claras para ser realizables. El sindicalismo no puede escapar a estas reglas básicas: hay que ir tras ideas simples y realizables. La creación de la asistencia social para ferroviarios dentro del sindicato de la Unión Ferroviaria tiene ese extraordinario acierto: es un organización simple, con ideas claras; y entonces va levantando y construyendo esa red casi interminable de servicios para el cuidado de la salud de los ferroviarios en todas las latitudes del país. Yo felicito a todas las autoridades de esa institución por el acierto con que han actuado, por la prudencia que han puesto de manifiesto desde la iniciación y por el entusiasmo con que se han dedicado a realizar esa obra, todo lo cual caracteriza a sus dirigentes como hombres de alto valor moral, virtuosos y honrados. Cuando un hombre trabaja para los demás y lo hace con entusiasmo, con dedicación y con verdadero sacrificio, demuestra que tiene un alma grande. Los que no son capaces de trabajar mas que para si mismo, no han puesto todavía en evidencia que poseen un alma grande. Nuevamente les agradezco esta visita y espero que la realización del congreso que ustedes acaban de clausurar sea de beneficios efectivos para la organización. Espero también que la Unión Ferroviaria, como he dicho muchas veces, pueda ser modelo en la organización de una asociación profesional argentina y que siga triunfando como hasta el presente, luchando siempre por mantenerse unida, creando las autodefensas necesarias para no dejarse interferir por otros intereses que no sean los de la Unión Ferroviaria. La Unión Ferroviaria tiene un nombre que es auspicioso: unión. Eso es lo que debe representar un sindicato; unión en la solidaridad, unión en la disciplina, unión en la designación de los hombres que han de representarlo y unión en la designación de los hombres que han de representarlo y unión en el sentido de colaborar y trabajar permanentemente por el bien de la institución y por el bien del país. Si esas cosas se cumplen tal cual se van cumpliendo en la Unión Ferroviaria, el proceso de perfeccionamiento material y espiritual de la institución los llevará a un triunfo dentro del país, y no olviden que el triunfo de los ciudadanos es el de las instituciones o el triunfo de los instituciones es el de la Nación, y el triunfo de la Nación es, sin duda, en todos los órdenes, el objetivo que debemos perseguir todos los que somos argentinos, que nos sentimos argentinos y estamos honrados de serlos. Me queda solamente pedirles que cuando regresen a las regiones a que ustedes se van a dispersar en estos momentos, lleven a todos los compañeros de la organización de acción social para ferroviarios mi saludo cariñoso y mi felicitación por el progreso siempre constante y cada vez mayor de la institución y lleven también a todos los compañeros ferroviarios el saludo afectuoso del amigo de todos los tiempos y les digan que ellos sigan trabajando cada uno en su puesto, nosotros en el nuestro y en esta tarea común hemos de encontrarnos en presencia o en esencia todos los días. ....................
1950-03-13
En el la ceremonia inaugural del período lectivo, realizada en la Escuela Justicialista del barrio Los Perales
Doy gracias a la providencia que en este día me sea permitido iniciar el año escolar argentino, bajo la advocación de dos circunstancias extraordinariamente halagüeñas para mi corazón de argentino. La primera, es que lo hagamos en nombre del padre de la patria, el general San Martín, que nos pone en contacto con todas las glorias y tradiciones del pasado argentino; y la segunda que sea en la Escuela Justicialista, que nos pone en presente contacto, con todas las aspiraciones de una patria justa, libre y soberana con que soñamos. Las circunstancias de iniciar el año de alfabetización en la Argentina, que tiene como valor insuperable, la aspiración de todos, a que en la patria de San Martín no haya un sólo argentino que no sepa leer y escribir. Invocamos esto, para que no queden palabras en todo el territorio de la Argentina, donde cada argentino haga sentir su absoluta solidaridad con los demás argentinos, poniéndose si es posible cada uno a enseñarle a aquél que no haya tenido la fortuna de aprender algo. Es indudable que esta idea, lanzada por el Ministerio de Educación en el año sanmartiniano, ha de quedar cumplida al terminar este año, y ha de quedar cumplida porque tengo fe en esa solidaridad de los argentinos y porque tengo fe, que esa solidaridad ha de ser la fuerza motriz que mueva al que sabe para enseñar al que no sabe. Al iniciar este año escolar, quisiera repetir lo que ya varias veces he dicho, dirigido especialmente a los maestros que inician hoy su noble tarea de enseñar. Séneca, como todos los filósofos de la escuela a que él pertenecía, la escuela estoica, solían decir que en su escuela filosófica no entraba solamente la inteligencia sino también el alma. Un día preguntó a uno de sus alumnos que en muda meditación se encontraba sentado: "¿Que estáis haciendo? Estoy conversando conmigo mismo", le contestó el alumno. Y el filósofo le repuso: "Ten cuidado, no vayas a estar hablando con una mala persona". Los maestros deben de hacer y hacerse a menudo esta pregunta. Ella es la escuela de las grandes enseñanzas y ella debe ser la escuela de la nueva Argentina. Y a los niños, que a menudo sean preguntados de esta manera, deberán pensar, que en su maestro o en su maestra, donde resplandecen los valores espirituales, tienen parte de su enseñanza y parte de su corazón. Maestros de esa clase son mitad maestros y mitad padres; y los niños pondrán así en su enseñanza, parte de la escuela y parte del hogar. Ese cariño y ese respeto al maestro, que tanto lo merece, es indispensable en los niños. A maestros, mitad maestros y mitad padres, los alumnos han de contestar con alumnos mitad alumnos y mitad hijos. Señores: que la iniciación de estos cursos sea para todos los niños argentinos, la confirmación de que tanto hemos hablado durante estos últimos tiempos: que sean ellos verdaderamente los únicos privilegiados del país, que reciban en cada escuela el privilegio que les corresponde y que Dios los colme en este año de felicidades y que aprendan cuanto deben aprender los niños argentinos para asegurar el futuro de la patria. ................
1950-03-13
En el almuerzo ofrecido a los equipos participantes en el Campeonato Infantil de Fútbol "Evita"
Sean mis primeras palabras para felicitar a la Fundación Ayuda Social "María Eva Duarte de Perón" por el resultado obtenido en este importante certamen de fútbol infantil. Siempre he pensado que una obra de esta naturaleza merece la consideración y el respeto de todos los ciudadanos argentinos, porque va dirigida al sector de la nacionalidad que más necesita, el que es más puro y el que, por sobre todas las cosas, representa el porvenir de patria. Todos hemos sido muchachos como ustedes; todos hemos estado inflamados por los mismos sentimientos y todos, en nuestro tiempo, hemos tenido las mismas ilusiones, las mismas alegrías y las mismas tristezas. En este devenir eterno de los tiempos, los fenómenos se repiten con absoluta exactitud. Si bien a los hombres el tiempo les borra con sus recuerdos las inquietudes y las esperanzas de la juventud, creo que es siempre necesario retornar atrás y tomar el ritmo de los corazones juveniles, que son los únicos que viven en contactos permanente con los ideales de los pueblos. La juventud, sin el acervo destructor de los años, sin los escepticismos y los prejuicios que nacen con los golpes y dificultades que la vida tiene, es sin duda la levadura más extraordinaria de los pueblos; y, si el hombre llévese a cabo la maravillosa realización de detener el tiempo, en los tiempos mozos no habría pueblo más grande, más hermoso, ni más virtuoso que aquel en que los hombres de cincuenta años pudiera tener un alma y un corazón de muchachos de veinte. Por eso pensamos que si el tiempo da experiencia, que si el tiempo da ciencia, la juventud suple todo ello con los sentimientos, con un alma generosa y grande, porque cuando el cuerpo crece y la inteligencia se desarrolla, y pone el hombre en marcha todo su ser engrandecido por los años, el alma no cambia, a menudo, decrece. A menudo disminuye. Yo les pido a todos ustedes que piensen en eso, que traten de crecer y de ensancharse en la vida, en sus conocimientos y en sus experiencias, que mantengan la grandeza del alma que hoy tiene porque ese es el mayor de los tesoros que un hombre puede tener. Cuando nosotros nos ocupamos de los niños, no lo hacemos por un sentimentalismo superficial como muchos creen; lo hacemos para asegurar el futuro y el porvenir de la patria; lo hacemos para salvar a los hombres de la debacle de los tiempos; lo hacemos para contar con una juventud que sea permanente en nuestra tierra; lo hacemos para formar hombres valientes y decididos, para que nuestra patria no tenga nunca la desgracia de caer en manos de hombres oscuros y cobardes, porque eso es lo peor que le puede ocurrir a un pueblo. Si nada hubiéramos hecho en nuestra patria, si ninguno de los hechos que comprueban nuestra acción de gobierno hubiera podido ser realizado, si esa patria justa, generosa, libre y soberana que estamos forjando no hubiera podido ser realizado por nosotros, podríamos, sin embargo, haber legado a la patria lo mas grande que ella puede recibir de nosotros: un futuro de generaciones argentinas, de hombres buenos, de hombres dignos, de hombres justos, sabios y prudentes. Eso es lo que yo anhelo de todos ustedes. No se necesita saber mucho ni pensar demasiado para ser un buen ciudadano, solamente se necesita ser bueno, justo y prudente, porque el verdadero tesoro de los hombres, sean estos ricos o pobres, poderosos o humildes, grandes o pequeños, es el de poseer un alma templada en los valores morales, que hacen grandes a los hombres y fuertes a los pueblos. Queremos hombres buenos, justos y prudentes en todas las esferas y en todos los grados de nuestra comunidad organizada; queremos, muchachos, que crezcan a la luz de esa bondad, de esa justicia y de esa honradez. En esa forma el país se habrá poblado de hombres que le hagan honor en cualquier situación, circunstancia y lugar. La antigua Grecia, escuela todavía inigualada en la historia, forjó su pueblo sobre esos valores, y sus hijos fueron sabios y prudentes e iluminaron a la historia del mundo con un faro que será inextinguible mientras perdure la humanidad. Ellos fundaron, sobre los valores de sus almas el pedestal más grandioso que ha presenciado la humanidad a través de todos los tiempos. Imitemos esos ejemplos, seamos grandes de alma y no habrá grandeza que nos pueda igualar jamás. El deporte es una lucha noble, que esta inspirada en el esfuerzo de la voluntad y de los músculos; es la escuela mas maravillosa creada por el hombre para soportar el sacrificio y vencer en el esfuerzo; para despertar el valor de los hombres y para hacer del hombre un luchador ingenuo, por una experiencia que vale mucho mas que todas las riquezas de la tierra. El deporte es la escuela del valor; es la escuela del carácter; es la escuela del sacrificio. Y el hombre es grande por su valor, por su carácter y por su sacrificio. Ustedes, muchachos, que están templando sus almas en esa escuela, que serán el futuro puntual de esta tierra tan amada por todos nosotros, sigan en esta brega, que es brega de amor y de patria. Sigan imperturbables es escuela, que educa el cuerpo y el alma, para que hagamos cierto esta vez, como la antigua Grecia, que los cuerpos fuertes aniden también un alma sana y un alma fuerte, para que los argentinos del futuro puedan admirar a esta pléyade de hombres deportistas, lo que no pudieron admirar en generaciones pasadas, sumidas en el abandono y en el materialismo más espantoso que asoló esta tierra durante casi un siglo. Que la nueva argentina sea de todos y para todos; que en esta tierra no se ponga el sol para ninguno, para que ustedes aprendan a luchar por lo que quieren; para que ustedes aprendan a vencer por lo que desean ser para que en el futuro, representen para la patria la falange que ha de abatir la injusticia y la ignominia, y el mástil en el cual han de embanderarse los deseos de todos nosotros de formar un pueblo feliz, una patria grande y generosa como yo la deseo para que ustedes la puedan disfrutar en el futuro y que se la habrán ganado con su esfuerzo y con su sacrificio. .........
1950-04-19
En el acto de clausura del Congreso de delegados de la Confederación General del Trabajo
En el acto de clausura del Congreso de delegados de la Confederación General del Trabajo Abrumado por la infinita amabilidad y bondad con que ustedes han referido hoy a nuestra obra común, de la que me siento padre permanente, no deseo hablar como presidente de la República, sino como un compañero más de este maravilloso Congreso. Lo que se ha dicho en esta magnifica clausura del Congreso extraordinario de la C.G.T., podría figurar sin desmedro en las resoluciones más justas y más elevadas que organización alguna había podido registrar en su libro de oro como el trabajo que un pueblo consciente, honrado y capaz, pone en ejecución para la felicidad y la grandeza de la patria. Los sacrificios que el gobierno impone son, en cierta manera, intensos; los malos ratos y sinsabores que la función de gobernar caen consigo son también grandes; pero, señores, son infinitamente pequeñas ambas cosas frente a demostraciones de esta naturaleza, demuestran al presidente, a los ministros y a todas las autoridades, que tienen una clase trabajadora que sabe comprender los altos problemas del Estado, que sabe penetrar profundamente en la médula misma de la grandeza nacional para decir a su pueblo, compuesto de todas las categorías, de todas las inteligencias, de todos los horizontes intelectuales, que la clase trabajadora argentina esta a la altura de su misión, que puede gobernar y que debe gobernar. Por eso, en nombre de la Nación y de nuestro Movimiento, agradezco a los compañeros de la C.G.T. cuanto se ha dicho en ponencias y resoluciones en este Congreso, que son para bien de la industria. Lo agradezco y ensalzo en nombre de esta benemérita Confederación que, desarrollando una labor silenciosa y patriótica, esta uniendo a todos los trabajadores argentinos con una sola función y un solo objetivo: el de colaborar en la grandeza de la patria y el de llevar nuestra bandera a la altura inmarcesible con que soñamos todos. Pero compañeros, como justicialista veo el repunte extraordinario que representa en el orden de las ideas la nueva concepción sindicalista que la C.G.T. marca como rumbo para el futuro de la patria. El sindicalismo es un movimiento que ha sido mencionado y estudiado y, en cierta manera, practicado unilateralmente. Cuando hube de ocuparme del sindicalismo, he leído a muchos autores extranjeros y argentinos y no he conseguido encontrar en ninguno de esos estudios que he realizado, una idea completa sobre el sindicalismo, porque casi todos los autores se han reducido a un solo aspecto del mismo, vale decir, a la lucha por la defensa de los intereses profesionales. Señores: veo en la Confederación General del Trabajo una idea que completa los antiguos aspectos de un fragmentario sindicalismo nacional e internacional. ¿En qué ha consistido hasta nuestros días la idea del sindicalismo? En una lucha de clases como consecuencia de una lucha por la defensa de los intereses profesionales. No ha ido en parte alguna del mundo más allá; no va ni irá, dentro de las actuales concepciones capitalistas o comunistas. El capitalismo ha aceptado al sindicalismo como un mal inevitable y lo ha combatido permanentemente, para que él no se organizase, y representarse una fuerza anodina y fragmentaria en la lucha de los intereses profesionales, frente a un capitalismo organizado y apoyado por el poder estatal. Eso fue el sindicalismo en el orden capitalista. En el orden comunista, es una organización estatal sin libertad y sin decisión, que es peor. ¿Como concibe el peronismo al sindicalismo? Lo concibe como una organización libre, como una organización que trabaja por finalidades comunes a las del gobierno, porque nuestro gobierno justicialista ni acepta los abusos y los privilegios del capitalismo, ni acepta la tiranía de la clase trabajadora impuesta por el estado del régimen comunista. Analizando el sindicalismo en su orden integral, podemos clasificarlo con acierto en sindicalismo internacional y sindicalismo nacional. ¿Que ha sido en el mundo el sindicalismo internacional? El sindicalismo internacional nació como una fuerza localmente formada e integralmente utilizada con fines de una doctrina política. Si analizamos la época del liberalismo capitalista, el sindicalismo no existe. Nacen los movimientos socialistas en el mundo y se forma el sindicalismo que llamaremos dirigido por el socialismo burgués. Así se utiliza el sindicalismo desde el punto de vista político. ¿Que era en esos tiempos el sindicalismo? Los dirigentes socialistas eran burgueses que levantaban la bandera del proletariado sin gloria y sin fortuna. ¿Por qué? Porque de ninguna manera podían servir intereses de las clases proletarias los que defendían al capitalismo, mediante su propia burguesía no, frente a los problemas del Estado. La doctrina socialista fue buena; los malos fueron los dirigentes encargados de llevarla a la práctica. Por esa razón, en ningún movimiento sindical. Ellos tuvieron siempre en menos la capacidad de clase trabajadora; necesitaran doctores para dirigirla, y, naturalmente, los doctores la dirigieron sin que los sindicalistas tuvieran muchos que agradecerles. El movimiento sindical ha de dirigirse por los únicos doctores que el movimiento sindical puede tener: los doctores del sufrimiento y en luchas, que son los trabajadores. Señores: En esta telaraña que ha querido crearse en el sindicalismo internacional, ¿que resultó? Una organización internacional del trabajo que se pasó treinta años recomendando que se hiciera lo que se sabía que no se iba a hacer. Y cuando los peronistas o justicialistas concurrieron a esos congresos y llevaron nuestras conquistas sociales, los miraron con ojos desmesuradamente dilatados y a menudo les decían: "!Pero ustedes son locos! ¿Como creen que eso se va a hacer en alguna parte?" El sindicalismo internacional, que primero obedecía a tendencias capitalistas o socialistas, hoy se ha transformado en algo peor; hoy se forman confederaciones internacionales del trabajo comunistas o anticomunistas, pero a ninguno se le ha ocurrido formar una confederación internacional del trabajo para defender a los trabajadores, cualquiera sea su tendencia. Yo entiendo que el sindicalismo es otra cosa. En el orden nacional ustedes saben como encuadra el Justicialismo al sindicalismo. Ningún dirigente argentino ha sido ni será presionado en ninguna de sus opiniones con referencia a lo que su organización requiere para el cumplimiento de sus altos fines sindicales. Jamás el régimen justicialista toleraría que nadie fuese privado de los derechos que tiene en la organización sindical. Jamás el gobierno presionó, presiona o presionará ninguna cuestión sindical, porque eso en el régimen justicialista seria no solamente anormal sino hasta estúpido. Quiero en este aspecto decir lo que la teoría peronista establece como sindicalismo dentro del régimen justicialista. Observen ustedes que en el organización de los sindicatos argentinos, hasta nuestros días, han funcionados las grandes comisiones dedicada a la defensa de los intereses profesionales. Frente al antiguo régimen capitalista, en la Argentina era una cosa indispensable reducir a esa lucha porque no se podía salir de ella y había que estar luchando noche y día para poder ganar un aumento de veinte o treinta centavos en la jornada de trabajo. Era necesario insumir toda la fuerza y toda la capacidad de la organización para esa lucha sin cuartel que había establecido el capitalismo aliado con los agentes propios que estaban en el gobierno. Que iban a dedicarse los sindicatos a otra actividad que no fuera la lucha por la defensa de los intereses profesionales. Primero era necesario conquistar lo indispensable para poder pensar en otra cosas. Pero, el sindicalismo justicialista no puede ser eso solamente. Las luchas en el orden sindical han disminuido extraordinariamente. Hoy esas luchas no solamente son menos frecuentes sino que son menos intensas y menos duras. Hay que darle entonces al sindicalismo la amplitud que el sindicalismo requiere para fortalecerse y para formar organizaciones realmente poderosas, como deben ser las organizaciones sindicales. En este aspecto es necesario mantener la organización para la lucha por los intereses profesionales. Pero es necesario crear el otro sector, el sector social que debe llevar el sindicato, y eso es lo que veo que admirablemente ha realizado este extraordinario congreso de la Confederación General del Trabajo. En primer lugar, hay crear una mutual. Mutualidad dentro del sindicato, para que no tenga que recurrir para la ayuda extraordinaria a sus asociados a otra organización que no sea el propio sindicato. La mutualidad sindical lleva la ayuda de la colectividad al hombre que por sus propios medios no pueden atender al infortunio o al riesgo imprevisto de la profesión o de la vida. En el orden de la previsión social, la primera previsión que hace el hombre en su propio ahorro, y cuando tiene una necesidad saca los pesitos que deposito y cumple esa necesidad. Pero, cuando la necesidad es superior a su ahorro y a sus propias posibilidades, recurre al sindicato que mutualmente le presta un servicio que el no puede pagar por sus propios medios. Esa mutualidad se utiliza para la conservación de los vínculos, para aumentar los vínculos, para aumentar los vínculos sociales entre los propios asociados del sindicato y para atender a la asistencia medica, pero hay otra organización que debe funcionar también dentro del sindicato para ayudar en forma colectiva a la necesidad de abastecimiento de todo el personal, y es la cooperativa. La cooperativa puede comenzar con el aporte de todos los miembros sindicales y después iniciar empresas para enriquecer los fondos de la propia cooperativa en forma de realizar un capital que permite contar allí también con una organización económica poderosa que puede hacer frente en un tiempo equis a las necesidades del gremio en los estados de huelgas o en estados de cualquier otra naturaleza. El tercer aspecto social de la acción sindical esta en la acción cultural. Es necesario tener una escuela sindical donde se vayan formando, perfeccionando y capacitando los dirigentes de la organización. No olviden que las organizaciones sindicales no valen tanto por la cantidad de gente que agrupan, sino por los dirigentes capacitados que la conducen. Las escuelas sindicales están destinadas a formar el intelecto de la agrupación, a conformar y a consolidar los valores espirituales y la conciencia social que une al sindicato, por hombres capacitados, por hombres que en el sindicato dedican casi su vida integralmente al estudio de sus problemas y a la orientación de la masa y los propios intereses. Además el sindicato, en ese mismo aspecto, debe tener también una acción cultural destinada a la elevación de la cultura social de la masa, sin la cual sindicatos no progresaran en su conjunto. Esa acción de elevación de la cultura social va permitiendo que la masa adquiera, día a día, una elevación cultural. Se ve en este maravilloso Congreso la capacidad de los hombres que han tomado las resoluciones cuando han interpretado tan profundamente lo que el sindicalismo justicialista establece como una meta para el futuro perfeccionamiento del sindicalismo argentino. Dentro de ese mismo sector que corresponde también al sentimiento mutualista y cooperativo, los sindicatos deben tener secciones dedicadas a estudiar el problema del local propio para las centrales y sucursales sindicales; la construcción de la vivienda para sus asociados y la posibilidad de que los hijos de los asociados puedan iniciarse en la orientación profesional y en las carreras liberales donde es necesario que los obreros manden sus hijos. Debe haber médicos, abogados e ingenieros hijos de los obreros. En ese sentido hay que llevar la palabra a los compañeros de todo el país. El Estado dará becas a los estudiantes hijos de los obreros que quieran seguir carreras liberales. Nosotros, a los muchachos que quieran y puedan estudiar, les daremos empleo para que se costeen sus estudios, porque es bueno acostumbrar a los hombres a la lucha. Que estudien y que trabajen para costearse sus estudios. Así formaremos argentinos de acción y de sacrificio que es lo que el país necesita. Todo eso, señores, son las conquistas del régimen justicialista y hemos de ponerlo en acción en cualquier momento. Compañeros: lo que nosotros, justicialistas, entendemos por sindicalismo, es lo que acabamos de describir en líneas generales y sintéticas. ¿Que es eso? La defensa de los intereses profesionales. ¿Quien es el más interesado en mantener la justicia en ese orden? El Estado. De manera que en eso el Estado coincide con los sindicatos. En el orden de la prestación de los servicios para la conservación y vigilancia de la salud del pueblo, ¿que hace el Estado, o que tiene obligación de hacer el Estado? Tener hospitales para la asistencia pública, tener elementos que vayan en socorro del individuo en los casos de riesgos no previstos. Eso es obligación del Estado, pero por lo visto, en la mutual seria una cuestión también realizada por el sindicato. A que propende hoy el Estado justicialista cuando dice: "no queremos intermediarios; preferimos la cooperativa que defiende directamente a los hombres que se sirven para suprimir un intermediario". Eso dice el Estado. La creación de las cooperativas sindicales si esta de acuerdo con la doctrina justicialista del Estado. Y cuando dice: "queremos escuelas que capaciten a los hombres que han de dirigir a las masas argentinas" y nosotros las creamos como la de Avellaneda, como ha de ser la Universidad Obrera y otras más, y realizamos una acción de elevación de las masas en sus cultura social y su capacitación para la dirección profesional. Y, señores, ¿no construimos viviendas y no fundamos bibliotecas publicas? Pero resultaría entonces que el sindicato tiene las mismas finalidades que el Estado justicialista. Eso es precisamente, lo que yo quiero, porque entonces son fuerzas paralelas. Ahí esta la concepción justicialista o como encaja el sindicalismo dentro de la concepción justicialista: crear una fuerza de agrupaciones que realicen lo mismo que el Estado en su función, convirtiéndolas en fuerzas coadyuvantes para la felicidad y grandeza de la Nación y no como fuerzas antagónicas como resulta en el capitalismo o como fuerzas inocuas sometidas a la voluntad del Estado como resulta en los regímenes totalitarios. Compañeros: yo hubiera querido hace tiempo expresar esta parte teórica del Justicialismo. En el Justicialismo nosotros hemos desarrollado una doctrina. La doctrina es, diremos así, el alma del Justicialismo, pero no da realizaciones, porque eso debe ser realizado por la teoría y no por la doctrina. La doctrina es una cosa que se percibe, se comprende y se siente. Esta dedicada al alma más que a ninguna otra función del hombre. La doctrina es solamente un sentimiento que crea una mística, que es la fuerza motriz del desenvolvimiento de un movimiento. La teoría es el desarrollo de la realización concebida teóricamente. Hoy la C.G.T. ha establecido en una ponencia-resolución esta concepción sindicalista dentro del régimen justicialista y me han obligado ha desarrollarla como la siente el Justicialismo. Ustedes han tomado escuetamente la resolución y han coincidido total y absolutamente con la teoría justicialista, lo que quiere decir que de una misma manera de ver el problema entre ustedes y yo ha surgido una misma manera de resolverlo. Esta feliz coincidencia me ha llenado de una satisfacción extraordinaria porque estoy viendo y palpando esa intima identificación que surge en las grandes causas cuando los hombres sirven sincera y lealmente a un mismo ideal. No nos engañaremos jamás; ya no podremos engañarnos aunque nos volviéramos sinvergüenzas. Cuando yo observo un panorama como este, no puedo dejar de preguntarme: ¿como estos hombres tan llenos de buenos sentimientos, tan sinceros, tan leales pudieron haber sido engañados, encarnecidos, combatidos, su aun dentro del régimen capitalista pudieron haberlos tratado como hombres y se hubieran ganado su voluntad y su corazón? ¿Como es posible que haya hombres tan egoístas y tan avaros mas que toda la plata de la tierra? ¿Y como esos hombres pudieron emplear la maldad y la prepotencia en busca de una felicidad que no les dará nunca el dinero ni la satisfacción de sus pasiones? Cuando uno observa un panorama como el que nos ha sido dado observar esta noche en este teatro, de un congreso de trabajadores que mas bien parecería de estadistas, alcanza a ver exactamente la incomprensión y la hueca petulancia de los que todo lo saben y que porque han llegado a una altura tan solemne del pensamiento realizan cosas superiores que no alcanzan a la tierra, habiendo tantas cosas que hacer en ella. Compañeros: ustedes han de regresar, cada uno, a sus respectivos lares, yo solamente les pido que lleven a todos los compañeros, con la expresión de mi fe, un saludo y un abrazo cariño; que les encarguen que, así como nosotros luchamos en este momento y en este lugar por lo que es el patrimonio de la dignidad y de la felicidad de todos, cada uno en su tierra, empuñando la misma bandera, con la misma mística y la misma decisión, debe esparcir entre el resto de los compañeros la doctrina de la verdad y de la justicia. Debe esparcirla con el calor y el entusiasmo que esa verdad merece. No nos interesa cuanto pueda decirse fuera del país, porque nosotros no trabajamos para más allá de las fronteras; nosotros trabajamos para el interior de nuestras fronteras. Pero nos interesa, si, que no haya un solo argentino que no capte esta verdad de la hora; que no haya un solo argentino que por mala intención o por engaño, pueda seguir viviendo en esa quimera de la política que todo lo negó y que todo lo escarneció, para que en el futuro, en nuestra tierra, sepamos atenernos a una verdad: a la verdad verdadera que no conoce de deformaciones ni de mentiras con que hoy quiere embaucarse a los trabajadores, apareciendo como protectores aquellos que fueron el instrumento de su indignidad y de su escarnio. Lo que hay que establecer, camaradas, es una verdad absoluta en la defensa de los mutuos intereses del régimen y del sindicalismo. El verdadero Justicialismo sin el apoyo sindical estaría en peligro; pero no estaría en menos peligro el sindicalismo sin el apoyo del régimen justicialista. Compañeros: el mundo no vive, desgraciadamente, días de bonanza y de tranquilidad. No hay día en que no corran sobre el mundo los vientos de fronda de una hecatombe que amenaza a la humanidad. Yo no temo tanto a esa hecatombe: le temo más a las consecuencias que van a sobrevivir después de ella. Nuestro régimen justicialista esta abocado a la defensa de sus propios intereses, pero si esa hecatombe se produce, ha de triunfar una de las dos tendencias en pugna y no se, después de dilucidada esa cuestión, que días esperan a la humanidad. El retorno a una época ya sobrepasada por nosotros o caída en una situación de la que todos tenemos algo que temer. Un régimen capitalista triunfante en el mundo, vendría acá en poco tiempo, a imponer sus formas, porque habría que pagar los platos rotos. El triunfo del comunismo, quien sabe que días depararía a la humanidad, de lucha o de sometimiento. Ese seria el porvenir visible. La República Argentina, colocada en una tercera posición, nada tiene que temer a ese porvenir mientras los argentinos estemos unidos y solidarios en la posición justicialista. No habrá fuerza suficiente, ni hay fuerza suficiente, por quebrantar la voluntad de diez y siete millones de hombres unidos en el sentimiento y en un sentido común de la nacionalidad. Pero pobres de nosotros si dejamos flaquear las fuerzas de esa solidaridad. La fuerza de aglutinación que la nacionalidad tiene en el presente, la mas poderosa, es, sin duda alguna, dentro del Justicialismo, esta Confederación General del Trabajo, que uniendo a cuatro millones de hombres honrados, sinceros y leales, forma el núcleo de la nacionalidad, a la cual ninguna dispersión podrá hacer entrar en la disociación y en el quebrantamiento. Eso espera el régimen justicialista del sindicalismo argentino. Por eso he dicho que si en alguna parte del mundo el sindicalismo es libre, es en esta tierra, porque el justicialista no quiere un sindicalismo lacayo; quiere un sindicalismo amigo, compañero y solidario en la lucha. Y para elegir un compañero de lucha, hay que elegir un hombre libre y no un sometido. Queremos millones de voluntades realizando y no millones de hombres realizando una sola voluntad. Ésta, compañeros, saben ustedes que es la realidad argentina. Por ahí dicen que las organizaciones sindicales argentinas están sometidas al gobierno. Las organizaciones sindicales argentinas y el gobierno argentino son una sola cosa, sin sometimientos y sin claudicaciones. Somos amigos que marchamos del brazo, en la concepción de una misma causa y en la realización de un mismo programa. Podrán decir todo lo que quieran, pero si el designio final de esa campaña es separarnos, pueden abandonar, porque no nos separaremos jamás. Para finalizar, compañeros, yo les ruego que lleven a sus pagos, con estas palabras, con estos consejos y con este cariño, el saludo a todos los compañeros, y que les digan cuanto agradezco y cuanto valoro que sean ustedes quienes van a predicar la doctrina peronista, porque se que lo harán con sentimiento y con amor. Las doctrinas no necesitan doctos, sino hombres buenos y decentes que las difundan. Por eso sé que la doctrina peronista será perfectamente predicada por ustedes. Con ello creo que se ha logrado el desideratum de esa acción, porque los movimientos de esta naturaleza, si bien necesitan realizadores, necesitan también predicadores. Es necesario llevar esa doctrina. Esa doctrina no es necesario ponderarla; es deficiente con exponerla. Se pondera por si sola, porque es justa y porque es la verdad. Al hacerlo, compañeros, en cualquier parte que sea, no olviden que no tratamos de imponer a nadie la doctrina; tratamos de entregársela, que la lea, que la comprenda; si es necesario, se la explicaremos, lo persuadiremos de su contenido, pero en ningún caso se la vamos a imponer. Nosotros, con esa doctrina, buscamos la comprensión y el sentimiento de los hombres de bien; no queremos imponerle nada a nadie. El que no la quiera practicar, recibirá sus beneficios, aun en contra de sus propias ideas y pensamientos. Señores al agradecer a la Confederación General del Trabajo que me haya dado la oportunidad de asistir a este Congreso como un compañero más, como cualquiera de todos los compañeros que la honran y que la llevan adelante, quiero, en este carácter de compañero dirigente más, felicitar a este Congreso, por cuanto ustedes han arribado a conclusiones que honran al sindicalismo argentino y a la propia patria. Quiero también felicitarlos por todo cuanto han trabajado en beneficio del conjunto de trabajadores argentinos, y quiero felicitar especialmente a la Comisión Directiva de la Confederación General del Trabajo como así mismo al Consejo Confederal por las conclusiones a que se ha arribado y decirles de una manera categórica y absoluta que el Estado está al servicio de las realizaciones que en el orden mutual cooperativo o de cultura realicen los sindicatos y que en ningún caso que un sindicato recurra al Estado en procura de una ayuda cualquier naturaleza no encontrara oídos sordos sino un Estado que, cumpliendo su primordial obligación, coopera en todo lo que sea preciso para la construcción de un sindicalismo estable y poderoso dentro del país. Finalmente compañeros, como lo ha hecho el Congreso, quiero yo también rendir homenaje al General San Martín diciendo que el mejor homenaje que un argentino puede rendir al Gran Capitán, es imitar su vida y su conducta. Si desde la eternidad él nos escucha como nos guía con su eterna doctrina, ha de sentirse feliz no cuando un argentino menta su vida sino cuando un argentino imita su vida y su conducta y, sobre todo, cuando todos los argentinos, animados por el mismo sentimiento, colocan un ladrillo mas en la construcción gloriosa que él iniciara en 1816 en Mendoza; cuando juntamos una hoja mas a los gloriosos laureles que el puso en nuestro escudo y en la gloria nacional; cuando cooperamos, siquiera sea con uno de nuestros actos para hacer más grande y más gloriosa esta Argentina que no salió jamás de su corazón, porque era un corazón que debemos imitar los argentinos, de grandeza, de renunciamiento y de sacrificio. ....................
1950-04-27
En el banquete ofrecido por la colectividad libanesa
En el banquete ofrecido por la colectividad libanesa Hace pocos días, tuve la oportunidad de invitar al señor ministro a una cena intima en mi casa, donde cumplí con un acto de inmensa satisfacción para mí, porque era una de las pocas veces en que podía tener el honor de condecorar con la orden peronista a un funcionario extranjero que, en misión de amistad, de sinceridad y de lealtad, llegaba a nuestra tierra. En esa medalla de la orden peronista, rezan solamente dos palabras, de alta significación: "Leal amigo". Quienes como yo han tenido en su vida por oficio la conducción, la instrucción y el manejo de hombres, no necesitamos mucho para leer con absoluta clarividencia los pensamientos y los sentimientos de los ojos de esos hombres. Por otra parte, señores, veo en el ilustre visitante, señor ministro Takla, el reflejo de una colectividad que ha forjado con nosotros la presente grandeza de la Nación argentina. Veo en él a esos nobles y esforzados libaneses que he visto a lo largo de todo el territorio de la patria, quienes, en todas las ocasiones, en todos los momentos, han honrado a su tierra con su trabajo en la Argentina. Para la nueva Argentina, hay dos virtudes por sobre todas las demás virtudes. Frente a nuestra tierra ubérrima y todavía inexplorada; frente a todo le que hay que hacer en nuestra patria, reverdecen esas dos virtudes que la nueva Argentina considera las fundamentales para nuestros hombres: la sencillez y el trabajo. Eso es lo que nuestra patria está pidiendo de nuestros hombres y mujeres: que con la sencillez de los grandes hombres, sepan realizar lo único útil que los grandes hombres realizan: el trabajo. Este mensajero de la milenaria tierra del Líbano, portador de una amistad que siempre nos brindaron cada uno de los libaneses que nos hicieron el honor de compartir el pan y la vida argentina, simboliza la llegada de ese pueblo que durante toda su existencia luchó por una libertad recientemente conquistada, a esta tierra que ha venido bregando cien años por una libertad que esperaba y que ahora ya ha conquistado. La amistad de los hombres, como la amistad de los pueblos, es solo posible entre hombres y entre pueblos libres. Los que luchamos por esa libertad, los que sentimos que la misma es superior a la vida, porque es la dignidad, sin la cual la vida no merece ser vivida, nos estrechamos hoy, a través de miles de kilómetros, con la sinceridad de los hombres libres que han sabido luchar y ofrecer su vida por esa libertad. Por eso, señores, sea bienvenido a esta tierra el señor ministro, portador de esa lealtad y sinceridad del noble pueblo del Líbano, al que apreciamos porque hemos aprendido a amarlo en el trabajo común y en el sacrificio frente a la madre tierra que, allá como aquí, forma hombres sencillos y de trabajo, que son los que la patria necesita. Yo le pido al Excelentísimo señor ministro y a su noble esposa que, al regresar al Líbano lleven junto con el cariñoso saludo de esta colectividad honrada y laboriosa el corazón de un argentino que, si ama a su tierra, porque es la suya, quiere también al Líbano porque entre nuestros pueblos existe la comunidad de una lucha. Y al pedirle al señor ministro que transmita nuestros saludos en un estrecho abrazo al presidente del Líbano y que le lleve desde esta tierra noble y sencilla, el aplauso que los hombres nobles y sencillos tributan a los héroes que están confirmando, en los días presentes, la lucha que culminara en 1943, en un libertad que nosotros glorificamos y sentimos en lo más profundo de nuestros corazones como los libaneses. Señores: deseo brindar por la eterna felicidad del Excelentísimo señor presidente del Líbano y de su noble tierra; por la salud y prosperidad de esta pareja tan simpática como admirable, y porque cada día la amistad entre la República del Líbano y la Argentina sea más profunda, más indestructible y más eterna. ..........................
1950-05-01
DISCURSO EN EL ACTO REALIZADO EN PLAZA DE MAYO CON MOTIVO DE LA CELEBRACIÓN DE LA FIESTA DEL TRABAJO
Compañeros: Hoy, un 1º de Mayo más de la etapa justicialista, encuentra reunidos en esta histórica plaza, y en muchas otras plazas no menos históricas de nuestras provincias, a una masa de trabajadores que, festejando la fiesta de su sacrificio, elevan en el altar de la patria el saludo agradecido de sus hijos ante la magnificencia de esta patria inmortal. A todos ellos, mi saludo y mi abrazo cariñoso, de compañero, y de amigo. El año 1950 será decisivo para el sindicalismo argentino. La Conferencia General del Trabajo, al frente, con su bandera de lealtad y sinceridad para con la clase trabajadora, ha marcado en su último congreso la etapa más gloriosa del movimiento sindical de nuestra patria. El movimiento justicialista celebra como su propia fiesta, la fiesta de los trabajadores argentinos. Primero, porque el Movimiento Justicialista es un movimiento obrero, y segundo porque nadie hizo en su beneficio antes que nosotros lo que nosotros hemos hecho. El año 1949 queda grabado en la historia como el "Año de la Constitución Justicialista", la Carta del pueblo, la Carta de los Trabajadores, donde se estampan sus derechos que la injusticia humana no podrá abatir en los siglos de nuestra vida histórica. Pero, compañeros, no debemos descansar en la vigilancia de esta Constitución Justicialista y su cumplimiento. Voces de la reacción comienzan a levantarse en algunos diarios "serios" o en alguna bolsa liberal individualista, que les permitió explotar a la República durante el siglo. Ellos no habrían tolerado jamás la voz de un obrero que anatematizara esta Constitución, porque permitía la explotación de los trabajadores. Como ellos vigilaron sus intereses, como ellos discutieron el tabú cerrado de esa Constitución durante un siglo, nosotros, los justicialistas, hemos de velar con el arma al brazo para su cumplimiento ¡y pobres de ellos si se animan a sacarla! Compañeros: el pueblo de la República, en un plebiscito jamás realizado por su pureza y por su ecuanimidad, ha establecido en una asamblea soberana que la ley suprema de la Nación, dada por ese pueblo, será la Constitución Justicialista. Hemos de recordarles a quienes intenten levantarse contra ella que en esta tierra el que se levanta contra el pueblo paga muy cara su traición. Compañeros: yo les he dado una doctrina justicialista, he asegurado una justicia social, he conquistado una libertad económica, les he dado una realidad política, todo consolidado en la Constitución Justicialista. Para el futuro han de ser ustedes los guardianes, han de ser ustedes los que juzguen y han de ser ustedes los que sancionen. El movimiento sindical argentino y el pueblo argentino tienen la enorme responsabilidad de conservar este legado que nuestra generación creó para la felicidad de nuestros hijos y de nuestros nietos y para que no vuelvan a producirse los dolores y las miserias que hemos presenciado. Por eso compañeros, es necesario afirmar los sindicatos; es necesario apuntalar la C.G.T.; es menester que todos los trabajadores de la patria, en este inmenso movimiento sindical, terminen por establecer que en esta tierra los trabajadores son uno para todos y todos para uno. Y así, unidos los sindicatos y el pueblo argentino, custodiarán y defenderán en el futuro sus reivindicaciones, y será el pueblo y los trabajadores, marchando del brazo por la ancha calle de la historia, quienes escribirán el último capítulo justicialista de esta querida patria argentina. Compañeros: que nuestros conflictos intersindicales sean solamente peleas de familia y entrecasa. Cuando salgamos a la calle no habrá ninguna pelea, seremos como una familia unida que puede tener sus conflictos domésticos, pero que ante el exterior se presenta con frente unido e indestructible. Un frente obrero popular unido y numeroso será el terror de la reacción y la mejor defensa contra la reacción política oligárquica, que pretende levantar su voz en defensa de intereses ajenos al país. Compañeros: escuchamos hoy que los políticos del fraude están pensando en formar agrupaciones obreras favorables a su política. Les hablan con nuestras propias palabras; se han convertido a la doctrina justicialista. Pero hay que repetirles lo que nosotros sabemos de ellos: que están disfrazados de obreristas. Tendremos que hacer como en carnaval y decirles: "Sáquense el bigote, que los conocemos". Ya sabemos que interesar a los sindicatos en la política partidaria es una maniobra artera y conocida de la reacción. Meter la política para debilitar primero, dividir después, y disociar, finalmente, entregando a los trabajadores maniatados a la reacción, para que ella cumpla con su designio. Por eso, el año 1950 ha de ser de fortalecimiento sindical, de cumplimiento de lo determinado por la C.G.T.; de unión y de conformación del nuevo sindicato argentino con su ala de lucha y con su ala social, con las mutualidades, con las cooperativas, con las escuelas sindicales, en forma de elevar la cultura social, y que la lucha que pueda venir en el futuro nos encuentre fortalecidos y firmes para hacer frente a la reacción. La defensa de los trabajadores se hace solo por los trabajadores mismos. Que se fortalezcan nuestras organizaciones para que muchos 1º de Mayo nos sorprendan en el grado de felicidad y dignidad que hoy disfrutamos. Que en el futuro las organizaciones sindicales se vigilen a si mismas y vigilen a las fuerzas de la reacción. Que sean ellos el artífice de su destino, porque nadie lo hará en su reemplazo en forma que esas organizaciones tengan algo que agradecer. Finalmente, quiero terminar con el consejo y el saludo de siempre. El consejo, compañeros, es el mismo que dijimos en las horas de lucha y que no debemos olvidar en los tiempos de bonanza: unidos, venceremos. Y el saludo lo dirijo a los camaradas que me escuchan a lo largo de toda la República, y con este mi saludo reciban un estrecho abrazo sobre mi corazón de compañero y de argentino. ................
1950-05-09
Durante una visita al vapor "Río de la Plata"
Solamente quiero decir dos palabras, que han de ser la expresión de mis deseos y esperanza de argentino. Que este barco que hoy incorporamos a la marina mercante de la República Argentina, sea portador, llevándola a todos los puertos del mundo a que arribe, de nuestra esperanza en una humanidad más justa, en los pueblos más libres y en naciones más soberanas. Que todos los hombres a quienes sirvamos con el fruto de nuestro trabajo y de nuestro tesón, lleguen a comprender algún día que en este pueblo se gesta el principio de una nueva humanidad basada en la solidaridad de los hombres y no en el odio, basada en el amor al trabajo y no en la rebelión contra el esfuerzo, basada en el deseo de colaboración con todos los pueblos justos y libres del mundo. Y que este principio sea portador también de nuestro permanente deseo de servir al mundo, en la medida de nuestras fuerzas; sea portador de un ejemplo de que en esta tierra se comienza a elaborar una nueva doctrina que no reconoce divisiones entre los hombres, sino que aspira a tener una sola clase; la clase que trabaja. Y que esta nave, que debemos agradecer una vez más a esa confraternidad nunca desmentida de la gloriosa Italia de todos los tiempos, que como trabajando para ella misma ha construido para nosotros este buque, sea el emblema que fulgure en todos los mares de la tierra, como símbolo de ese genio latino por el cual luchamos en la actualidad. Y así llegara un día en que esta raza latina, tan desfigurada en la historia, tan calumniada en los hechos y tan perseguida en la vida, llegue a cristalizar una unión en base a ese esfuerzo común. Que esta nave, conducida por manos argentinas a través de los mares del mundo, vaya diciendo a la humanidad, de un pueblo que es humilde, que trabaja y desea ser más de lo que es. ......................
1950-05-12
Ante una delegación de representantes de la cámaras de comercio
En primer término yo agradezco la amabilidad que han tenido de llegar hasta aquí, para darme la inmensa satisfacción de saludarlos personalmente a cada uno de ustedes. Nosotros entendemos el gobierno de una manera quizá particular pero interesante para los tiempos que vivimos. Nosotros no creemos que hemos llegado al gobierno para mandar, sino para ponernos a disposición de la Nación, realizando todo cuanto es necesario para que los habitantes para que los habitantes puedan desarrollar mejor sus actividades, y para que todos los argentinos puedan tener algo que agradecer a la función de gobernar, vale decir, que no creemos que tenemos una Nación a nuestro servicio sino que estamos nosotros al servicio de la Nación. Por esa razón, señores, siempre nos es grato tomar contacto directo con las fuerzas que actúan dentro de la Nación. Nuestra función hasta ahora en el gobierno, más que a ningún otro sector de la actividad gobernante, se ha dirigido a la organización del país. Nosotros hemos recibido un país total y absolutamente desorganizado; eso no es un secreto para nadie. Empezando por la Casa de Gobierno, pues cuando yo llegue aquí había cuatro o cinco funcionarios encargados de hacer firmar los decretos o repartir los puestos públicos, y yo he conseguido formar actualmente una organización que creo que responde de la mejor manera a las necesidades del gobierno. Por otra parte, los ministerios, divididos en sus distintas actividades, pueden dedicarse intrínsecamente a su labor de organización, de legislación y de progreso. Es indudable, señores, que en el resto de la organización del país, el gobierno ya no tiene la misma influencia. Puede actuar directamente sobre los organismos estatales, pero no en la organización de las demás actividades privadas. En este sentido, era sumamente difícil pasar de un país total y absolutamente desorganizado, en el que cada uno combatía en un sector contra todas las otras actividades, a un estado de organización. Yo creo que la organización moderna de las naciones y de los estados, ha de cambiar ese tipo de vida, porque la lucha permanente e integral, no va a conducir a la construcción de ningún valor permanente dentro de la Nación. Solamente la colaboración, la buena voluntad que suprima la lucha del hombre contra el hombre, para reemplazarla por el trabajo común, es lo que pueden llevar a un país hacia sus grandes objetivos. La lucha es un factor de destrucción, que comienza por la competencia desleal y llega hasta la lucha entre los hombres; no es ese el sistema por el cual hemos de llegar a ser una Nación organizada. Entendimos, señores, que era preciso cambiar la doctrina, que es la orientación del pueblo hacia los grandes objetivos comunes de la nacionalidad. Cambiamos esa doctrina de lucha que representó el liberalismo, llevada hasta un extremo que permitía la lucha de los hombres contra los demás hombres cualquiera fuese su actividad, reemplazándola, por un sistema que puede llegar a ser más libre que el anterior, pero no por lucha sino por la colaboración y la cooperación entre todos los habitantes. Eso dio origen a la nueva Constitución, que puede ser criticada como pueden ser criticadas todas las constituciones, según el punto de observación que tenga uno y las circunstancias. La Constitución Argentina, en cuanto se refiere a la actividad comercial, se ha pretendido hacerla aparecer como estableciendo una economía dirigida por la intervención estatal, en su organización y desarrollo. Nada más inexacto. La economía dirigida comienza por establecer un sistema político que rige a la economía, y esto es lo que se quiere hacer creer, haciendo aparecer al Estado como interviniendo en la conducción de la economía privada. Señores: la Constitución Argentina en esto es bien clara. Interviene el Estado en la conducción general, pero no en el desarrollo de la actividad privada; interviene en la economía estatal, no en la economía privada. Se me dirá que esa conducción de la economía total influye en la economía privada; es verdad, pero tengamos en cuenta lo que establecen los artículos 39 y 40 de la Constitución. El artículo 39 establece la economía social, y el 40, dice en que consiste esa economía social, en lo que al Estado corresponde. Nosotros hemos estudiado las prescripciones constitucionales existentes, hemos hecho un estudio comparado de todas las constituciones, y en lo que se refiere a la actividad económica hemos encontrado una rigidez absoluta. Existe la legislación colectivista, donde la estabilización total de la economía pasa a manos del gobierno, y está también el otro extremo, donde el Estado se desentiende total y absolutamente de toda actividad económica. Ninguno de esos dos extremos puede ser justo, porque los extremos nunca son justos en la vida de los hombres. De ahí nace la orientación nuestra y de ahí nace el artículo 40 de nuestra Constitución. Nuestra legislación, que surgirá de esta Constitución, tiene a su disposición desde ese extremo colectivista al otro extremo individualista. Tiene todas posiciones que quiera para elegir. Es decir, marcha por ese ancho callejón, que es la economía, dejándole al Estado que él oportunamente regule cual es la posición que va a tomar de acuerdo a las circunstancias y lugar en que la economía se desarrolle. Vale decir que no puede ser más amplia. Se puede ir desde el colectivismo absoluto hasta el individualismo absoluto. ¿Quien dirá cual es la posición que se ha de tomar? La situación concreta en el caso concreto que en cada país se presente para la organización de su economía. Eso va determinando, en primer término, que la Constitución no autoriza en modo alguno la economía dirigida, que ya ha fracasado en el mundo, y nosotros no vamos sobre sistemas fracasados. La economía dirigida, tal cual la interpreto yo en la actividad económica practica, es el reemplazo del precio económico por el precio político, suprimiendo las leyes naturales de la economía. Esa nunca ha sido nuestra doctrina. Nosotros hemos quizás limitado los precios, pero no hemos intervenido en la gestación de los mismos, ni hemos reemplazado al precio económico por un precio político. En el campo internacional ese ha sido el caballito de batalla para atacar al sistema argentino y presentarnos como fijando precios políticos y no precios económicos. Esto merece un pequeño análisis. Nosotros, y ustedes lo saben mejor, lo único que hemos hecho es controlar no la inflación, como algunos dicen, sino la especulación; vale decir, aquel sector superinflacionario que generalmente se produce cuando los precios aumentan un diez o quince por ciento más sobre el ochenta que aumentan los precios. El control nuestro está dirigido a ese sector. No somos tan ingenuos para pensar que con medidas podemos frenar una inflación que naturalmente se produce no solo en la República Argentina sino en el mundo entero. Y la República Argentina, en la fijación de su tipo económico, cometería un grave error si produjera una depresión en el momento en que el mundo entero está inflado. Nosotros somos un pequeño sector dentro de la economía del mundo. También sería un gravísimo error provocar una inflación artificial cuando el mundo ha entrado en depresión. Hay que vivir dentro del clima en que se puede vivir no pretender subsistir en otro distinto, Lo único que hacemos es cuidar, en base a nuestras estadísticas, que la curva de la inflación argentina no sea ni máxima ni mínima, que sea media. Eso es lo primero: adaptarnos a las necesidades que nos crea, ese clima mundial dentro del cual vivimos. Representamos un pequeñísimo porcentaje del factor económico en el mundo y estamos subordinados a lo que ocurra en el mundo. No podemos tener la pretensión de subordinar al mundo a lo que ocurra en la República Argentina. Pero observen, señores, que los que nos criticaron siempre a nosotros, sobre todo en los años 1946, 1947 y 1948, de que éramos fascistas y hacíamos economía dirigida en el orden nacional, eran los que apoyaban y realizaban economía dirigida en el orden internacional, que es mucho peor que en el nacional. Cuando nosotros vendíamos el quintal de trigo a sesenta pesos -y lo vendíamos porque la prueba está en que no nos quedamos con ningún cargamento de trigo sin vender- decían que eso era una enormidad. En economía libre, que no sea dirigida, ustedes saben que en el caso de un mundo comprador el precio lo fija el que tiene la mercadería y no el que tiene ganas de comer. Si el precio del trigo no era de sesenta pesos el quintal, ¿por qué lo pagaban, por qué lo compraban? Se hizo una Conferencia en la que se fijo el precio de treinta pesos y después de quince pesos, pero nosotros no asistimos a ella. ¿Que hubiera hecho la República Argentina concurriendo a una Conferencia Internacional donde se fijaba el precio político para el trigo? En mi concepto, esa era la economía dirigida, que es más peligrosa en el campo internacional que en el nacional. Señores: en esto, ustedes, que son hombres entendidos en el comercio, saben mejor que todos los argumentos que se puedan presentar para sacar un mejor precio son lícitos. La cuestión está en que eso cree un precio que sea el económico, porque de otra manera hubiéramos dicho que en vez de sesenta pesos valía ciento cincuenta, y nadie hubiera comprado esa mercadería que nosotros ofrecíamos. Lo que yo quiero establecer es que nuestra Constitución dé al Estado la posibilidad de regular en el orden general, un sistema que puede ir siendo cada vez menos de control, vale decir, cada vez más libre, que no dependa del gobierno, sino del propio comercio, de la propia industria y de la propia producción. El gobierno ira dando, dentro de la concepción de la Constitución Justicialista, la libertad para todas las actividades económicas, a medida que el pueblo, en todos sus aspectos, vaya estando preparado para realizarla. No es ningún negocio para el gobierno el estar permanentemente vigilando y estableciendo controles. Para el gobierno, es mejor no tener ningún control, pero si llegáramos a levantar todos los controles, ¿quienes serian los beneficiados? Los que proceden mal. Los perjudicados serían los que proceden bien, y esa no puede ser una medida de gobierno. El día en que en nuestro país nadie proceda mal dentro de la Constitución Justicialista, nosotros nos correríamos totalmente al extremo de la absoluta liberalidad. Piedra libre para todos los que procedan bien, y eso les conviene a los mismos hombres de comercio, de la industria y de la producción, porque desaparecía el peor de todos los problemas que existen en esta actividad, que son los competidores desleales dentro del comercio. No escapa nadie que cuando un comerciante procede mal, la gente dice que todos proceden mal. Lo mismo pasa con los militares, con los curas y con todo el mundo. Nosotros estamos al servicio mismo de esas actividades y tratamos de cuidar que nos se cometan injusticias. Si algunas se cometen, es necesario recordar que en el mundo no existe la justicia integral. Entonces, aquellas son el margen tolerable que toda actividad tiene en el orden de la justicia y de la injusticia. Los hombres deben estar preparados para afrontar la injusticia si quieren asegurar la verdadera justicia. Esa es una cosa tan vieja como el mundo mismo. De manera que en este orden de cosas y con respecto a los errores que pueden cometerse, yo les pido que los disimulen y disculpen como también disculpamos nosotros tantos y tantos errores. La vida de relación impone esa tolerancia para con los demás si uno quiere que los demás puedan tener un margen de tolerancia para con uno mismo. Planteado esto, voy a una de las iniciativas magnificas que he escuchado recién en las explosiones de los señores. El Estado, para poder realizar un control ajustado, necesita disponer de una enorme cantidad de funcionarios, que después pagan ustedes. Yo aquí cuido el centavo y trato de hacer un gobierno, no solamente político, sino también económico, porque entiendo al gobierno no solamente como una cuestión para gastar plata, sino para hacer un poco de plata para el Estado. Por eso, yo sería el más feliz si no tuviera que tener toda esa cantidad de inspectores para cada una de las actividades, porque eso me permitir hacer un enorme ahorro. ¿Como se puede llegar a eso? Eso se logrará cuando ustedes, organizados de una manera perfecta -organización que no se puede alcanzar en poco tiempo-, fueran los encargados de controlarse ustedes mismos asegurando al Estado que realizan ese control y que sancionan a quien hay que sancionar. Entonces yo sería el más feliz de todos porque ahora estoy echando gente en contra del gobierno por tener medidas que me resultan más desagradables que a ustedes mismos. Cuando ustedes mismos, dentro de esas organizaciones serias, tomaran el control, el gobierno sería el más feliz porque tendría entonces la colaboración que pide y no tendría que intervenir porque sería innecesaria su intervención. Entonces el gobierno les agradecería profundamente no solamente por el hecho de hacerlo sino por la economía que para el Estado representaría el no tener que disponer de esa cantidad de funcionarios. Todo esto podría realizarse con una perfecta organización. No quiero citar a los obreros por ejemplo; pero, señores, realmente, cada día que pasa me siento más feliz de ver como van progresando las organizaciones obreras y como los dirigentes son más capaces cada día. Ya los hombres son más respetuosos del derecho de los demás porque ellos disponen de su propio derecho que no quieren que sea lesionado. Una conversación que he tenido últimamente con los gremios me ha dado esa sensación. Los dirigentes obreros no solamente tratan de los aumentos, sino que comienzan a considerar la economía nacional en relación a sus pedidos de aumento; y concurren al Consejo Económico para consultar y cambiar opiniones. La gente va ya aprendiendo a hacer por sí para no verse obligada a que se lo hagan otras terceras personas. Esta es una conquista de inapreciable valor tanto para el gobierno como para el comercio, la industria y la producción. Señores: la organización obrera, al contrario de lo que se ha pensado durante mucho tiempo es una garantía para el Estado y para las actividades cuando eso se organiza en forma seria y responsable. Creo que esa magnifica idea, lanzada aquí hace poco tiempo, de la organización de una gran central que dé la orientación y de la cual dependen las numerosas asociaciones profesionales del comercio, de la industria y de la producción, seria una gran conquista para las actividades del capital. ¿Por qué? Por una simple razón: los obreros están unidos para la defensa profesional y con sindicatos férreamentes constituidos y cada día económicamente más fuertes y firmes. Tienen sus escuelas sindicales donde educan a sus dirigentes en el sentido de que no se trata de ganar mayor salario sino de producir mayor riqueza para obtener beneficios mayores, que es el concepto que debe predominar en la organización profesional. Ellos saben que es inútil pedir una conquista social si económicamente no se la sustenta con una riqueza aparente o real. Ese concepto, que va ampliando y elevando la cultura social de la masa, es el que va a llegar al final de los tiempos de evolución y de organización a establecer entidades responsables que no piden por pedir. Ya los comunistas, que acostumbraban a pedir siempre el doble de lo que se podía dar, se han convencido de que se estrellan frente a dirigentes conscientes que dicen: "No señor. Eso no lo puede hacer el comercio, la industria ni la producción, porque no tienen plata suficiente para hacerlo". Es decir, que el conocimiento, la capacidad y la responsabilidad siempre tienen que traer el bien a la sociedad, nunca el mal. Y si esto se hace en forma organizada, dentro de organismos perfectamente bien establecidos y legalizados, que actúen de acuerdo a la ley, con el contralor el Estado, será una garantía absoluta, no solo para ellos sino también para las fuerzas patronales que tienen que enfrentar el juego natural de intereses, no en luchas sino en discusiones, para ganar mas cada uno en las actividades de la vida. Siempre recuerdo el caso de un industrial que un día me dijo: "Pero estos obreros cada día quieren ganar más". Y yo le pregunte: "¿Y usted, no?" Sí, si eso es lo que queremos todos, porque el licito y natural el querer cada día ganar más. Al país y al Estado le interesa que cada uno gane más cada día. Pero lo que interesa es que en esa relación que existe entre producción, industrialización y consumo, este último no sea el que pague los platos rotos de todos los demás. Señores: el Estado no puede pretender otra cosa. De manera que en todos estos hechos nosotros contemplamos y luchamos por crear las mejores condiciones sin provocar perjuicios para nadie. Nadie podrá decir que nosotros tomamos una medida que políticamente perjudica a un sector u a otro. Nosotros no le preguntamos a nadie, cuando vienen aquí a exponer ideas sobre sus actividades económicas, a que partido pertenece. Jamás se le pregunta eso en esta casa. Y en este orden de cosas no hacemos política porque eso es lo peor que podríamos hacerle a la economía. Esto funciona como compartimiento estanco, impermeabilizado, para que ni siquiera haya filtraciones, porque es lo que debe ser. El que utiliza el campo económico para hacer política procede mal. Es como si el gobierno pretendiera utilizar el campo político para interferirlo en la economía. Por otra parte, nosotros no necesitamos dedicarnos mucho a la política por lo menos por ahora. Tenemos demasiados votos. Por otra parte, sabemos que la mejor manera de ganar votos es ayudar al pueblo creando obras. Y esta es nuestra política; no le pedimos el voto a nadie, sino que lo dé el que quiera. Nosotros le hacemos las obras para que esté contento y él votará de acuerdo con su sentir. Señores: este es un problema que yo les quiero aclarar bien. Nunca he creído que las organizaciones, o los comerciantes, sean contrarios al gobierno. Francamente, nunca he creído en esto. Podrá haber de todo, como ocurre en todas las cosas. De manera que nunca actúo con el prejuicio de esta naturaleza, y muchos de los señores ya han conversado conmigo en otras oportunidades acerca de esta situación. Solamente soy un hombre de buena voluntad que no sé si hago todo lo que quiero hacer, y si todo lo que hago es lo mejor que puedo hacer. Siempre consulto las opiniones de los interesados antes de tomar una medida, y trato de poner todos los medios posibles del gobierno a su alcance para no perjudicar absolutamente a nadie. Ustedes saben muy bien que cada vez que me han planteado un problema de cualquier naturaleza, me he puesto en el mismo momento a resolverlo y, generalmente, lo he resuelto en corto plazo juntamente con los organismos del Estado al servicio de ustedes. Y entiendo que debemos proceder así porque para eso nos pagan. Yo no soy de los que creen que nos pagan para que nos pasemos aquí la buena vida, sino que estamos en la Casa de Gobierno para servirlos y estudiar los problemas que se nos presentan. Señores: para concluir sobre este punto, creo admirable la idea formulada por ustedes de organizar un gran central patronal, que pueda entenderse en los objetivos generales con las grandes centrales obreras, intercambiando opiniones e ir educando cada vez más a esos dirigentes para que procedan con mayor responsabilidad y con mejor capacidad, para que vayan observando los problemas generales del comercio. Cambiando opiniones es como se llegará a un mejor acuerdo, porque hoy los obreros ya no están en lucha continua con los patrones, que algunas veces les daban las mejores y otras no. Esa lucha enconada ya ha desaparecido, y tiende a desaparecer absolutamente en la República. El día que esto se lleve a cabo, la ayuda que el Estado recibirá será extraordinaria, porque, indudablemente, esa ayuda que podrá prestársenos será valiosísima. Considero que debe ser una labor de inteligencia y no de lucha la que deberá desarrollar esa gran central patronal con las centrales obreras. Los obreros no quieren luchar; no les interesa la lucha. Ahora se están dedicando a la acción social dentro de los sindicatos, porque está aboliendo la lucha. Cuando se lleve a cabo esa tarea, el Estado será sumamente feliz porque no tendrá ya que hacerse cargo de ninguna de esas funciones. Todo esto significa aumentos indirectos de salarios, porque va conformando las necesidades de los hombres y va tranquilizando el panorama. Todo lo que sea poner un granito de arena en este camino, es constructivo. Todo lo que sea poner un granito de arena en la lucha, es destructivo. Yo creo, señores, que esta es una concepción bien moderna de la comunidad organizada. Hay un problema que se interesa mucho al comercio, y es el que se refiere a la cuestión de las divisas. Algunos creen que el problema de las divisas es una cosa simple; otros piensan que no vamos a tener ninguna divisa. Claro que estos son los dos extremos, pero, en el mundo actual, ni es difícil disponer de divisa, ni es cosa imposible de disponer, si uno se pone con buena voluntad a resolver la cuestión. ¿Cual es el problema de divisas en la República Argentina? Se lo digo en dos palabras y, también, porque era inevitable que se produjese. Cuando termino la guerra nosotros recibimos una situación creada. La reserva se oro con la cual respaldábamos nuestra moneda estaba en parte bloqueada en el Banco Federal de Estados Unidos; es decir, teníamos oro, pero era como si no lo tuviéramos. Si viene un señor y me dice: aquí tiene usted este oro que le representa diez pesos, pero cuando yo le pido que me lo pase, me contesta que no lo puede hacer porque ese oro está bloqueado, entonces, es como si yo no tuviera ese oro. Me decían: "Aquí tiene está valor a su disposición; puede girar". Pero bien saben ustedes que los pesos que sirven para comprar solamente en una casa, en una parte, valen menos que los que sirven para comprar en cualquier parte. Nosotros teníamos ese dinero, ese oro, para comprar solamente allí, de modo que no valía todo lo que en realidad podía valer, desde el momento que no podía ser utilizado para comprar en otras partes. En Inglaterra teníamos otro remanente. Allí no era en oro; era el libras esterlinas, también bloqueadas. Por otra parte, el gobierno tenía aquí otros problemas que resolver, y que eran terribles. El puerto de Buenos Aires no tenía guinches; saben ustedes que los hemos cambiado todos, pues los antiguos funcionaban solamente en un treinta por ciento. El puerto podía cargar por mes solo 300 mil toneladas y nosotros necesitábamos exportar un millón de toneladas mensuales, vale decir, íbamos a perder como el 66 por ciento de nuestra cosecha. Resuelto el problema del puerto, nos quedaba el de los transportes. Nuestros sistemas de transportes, no podían transportar más de cien mil toneladas mensuales, porque durante cinco años los camiones se habían estado usando sin reponerlos; nos dirigimos a las fábricas Chevrolet, Ford, etcétera, pero ellos, que estaban transformando su industria de guerra en industria de paz, no tenían volumen de producción como para exportar. Con los ferrocarriles, pasaba algo análogo; después de cinco años de guerra, ellos tenían los ferrocarriles tan mal o peor que nosotros y no estaban en condiciones de exportar repuestos. No teníamos marina mercante; los barcos venían si querían, si nuestros precios les resultaban buenos, si no, nos quedábamos con el trigo aquí. Estos problemas eran tan arduos, que les debo advertir que me pase treinta días sin dormir antes de poder resolverlos, porque si nosotros no exportamos la cosecha, en definitiva, ustedes iban a ser quienes pagaran las consecuencias por la depresión que al final se produciría. En el puerto había hasta barcos hundidos, cascos hundidos en los diques, que por esa razón quedaban inutilizados. No había mangas para la carga en segunda y tercera andana de los elevadores; cargaban solo en la primera andana. Los elevadores no estaban preparados para cargar desde camiones, porque no habían sido hechos para tal cosa por los dueños de los ferrocarriles. Bien, observen ese problema. En tres meses había que resolverlo o perdíamos el 66 por ciento de la cosecha. Se compraron camiones donde los hubiera porque apreciábamos que perder el 66 por ciento de las cosechas era más grave que gastar 50 millones de pesos en comprar camiones para transportarla. Se compraron donde los encontrábamos, porque las fábricas no producían en serie en cantidad suficiente para poder exportar y nosotros teníamos nuestra flota de camiones completamente destartalada e inservible para transportar granos. Y después de eso había que pensar en una marina mercante que nos permitiera transportar nuestra propia carga porque si no los precios se venían abajo como consecuencia que no iban a mandar barcos para cargar cereal a los precios que nosotros fijábamos. Y los tres problemas se resolvieron. La cosecha salió, aunque se perdió una pequeña parte en las chacras. Pero en 1948 y 1949, salió la cosecha, como saldrá en el futuro. Tenemos sistematizado todo y no hay ningún peligro en eso. Digo esto para que observen que las disponibilidades que teníamos en Estados Unidos, de 3.000 millones de pesos, y en Londres, de 3.500 millones de pesos, en oro y en libras, respectivamente, pero bloqueados, lo utilizamos como pudimos. En esa época firmamos el primer tratado Eaddy- Miranda, que estableció la garantía oro y la libre convertibilidad de la libra. Ese tratado entre nuestro gobierno y el de Inglaterra se firmó en este Salón Blanco, con discursos y con todas esas cosas. En una cláusula se establecía que Inglaterra mantendría la convertibilidad de la libra para toda la existencia de nuestra reserva en el Banco de Londres. Nosotros, que teníamos una disponibilidad grande en Estados Unidos y gran necesidad de comprar para resolver estos tres problemas, sin los cuales se hubiera producido el fracaso total de ese año, empezamos a comprar con los dólares que teníamos en Estados Unidos, y comprábamos a veces más de lo que necesitábamos; es decir, compramos excediéndonos del oro que teníamos en Estados Unidos porque teníamos otro tanto o más en libras convertibles, según un tratado firmado aquí, con todas las de la ley. ¿Pero que ocurrió? Que cuando nosotros compramos en Estados Unidos para resolver esos terribles problemas de la Nación, ya nos habíamos excedido en 200 millones en el crédito que teníamos en Estados Unidos, pensando en las libras. Y el gobierno inglés que había signado un tratado en este Salón Blanco, con toda solemnidad, por un decreto unilateral denunció la cláusula de la convertibilidad y nos quedamos con 3.500 millones de pesos en libras, pero que no las podíamos utilizar en Estados Unidos como antes lo habíamos establecido en el tratado. Ahí esta todo lo que ocurrió. Es indudable que inmediatamente de producido eso llamamos al embajador de Estados Unidos a quien planteamos los problemas. Felizmente tanto el embajador Bruce como el embajador Messersmith, eran hombres amables y amigos. Hablamos con este y me dijo: "No se aflija, entiendo la situación". Le dije: "Imagínese la situación que se nos plantea a nosotros. No tenemos la culpa de todo lo que ocurre. Si nosotros los hemos trampeado a ustedes, a nosotros también nos han trampeado, de manera que vaya una cosa por otra". "Bien", dijo y se fue a Estados unido a tratar de arreglar esto. Vino con la promesa de que ellos nos iban a comprar toda la cosecha en forma que pudiéramos arreglar esto cuando se aprobara el plan Marshall. Nosotros guardamos toda esa cosecha, la transportamos y la depositamos y dejamos todo listo. Preguntó a que precio se la iban a vender. Conteste que al precio interno de Estados Unidos a condición de que me vendieran la maquinaria al precio interno de Estados Unidos. Nosotros quedamos lo más tranquilos, pero se aprobó el plan Marshall, y no sé lo que pasó; parece que se transformó en otro plan, y nos mandaron al señor Henzell de los Estados Unidos en carácter de enviado especial. Nos reunimos acá para ver como se podía hacer el ajuste de las ventas, junto con el embajador y con los integrantes del Consejo Económico. Yo dije: "Muy bien; estamos listos; nosotros tenemos tanto, una cantidad de millones de cueros". Y el señor Henshell nos contestó: "No, no; no compramos nada aquí. Yo lo mire al embajador, él se agarro la cabeza y dijo que no sabía lo que pasaba, que esto lo habían prometido por escrito. Y nos dejaron colgado con todo. Esa es la realidad. Nosotros vendimos, entonces, a quien pudimos para sacar la mercadería de acá, con una pérdida que, compensada con los precios, no resultó tan grande. Quedamos debiendo algo, pero con los dólares que teníamos en otras partes del mundo, hemos ido amortizando, primero un veinte por ciento, luego un treinta por ciento, hasta pagar totalmente esa deuda. Pero eso no es tan grave. Lo más grave se produjo cuando se nos cerró el camino, al declararse la inconvertibilidad de la libra. Los bancos norteamericanos cortaron los créditos a la Argentina. Todo eso era una maniobra combinada y tuvimos que empezar a pagar por adelantado, para poder tener las mercaderías. Estamos trayendo todo haciendo pagos adelantados. Afortunadamente he cambiado el concepto para ciertas cosas y hemos podido restablecer esos créditos. La gente dice que hemos hecho un empréstito en los Estados Unidos. ¡Que vamos a hacer empréstitos! Lo que queremos es restablecer el crédito para que, dentro de un año, podamos desenvolvernos cómodamente en el intercambio de la importación y de la exportación. Si ustedes deben ser los más interesados en que yo no haga empréstitos. Es un mal negocio el empréstito que hacen los políticos, porque hay grandes filtraciones generales y mucho dinero mal gastado. Se emplea mal ese dinero de los empréstitos y después lo tienen que pagar ustedes. No queremos empréstitos. Queremos que nos compren los productos y nos paguen los precios que deben pagarnos. Con esto, señores, no tendremos ningún problema económico. Esto es lo que se está haciendo en los Estados Unidos y en Inglaterra. Estamos en el período de las discusiones. Esto es en cuanto a las divisas, que esperamos se resolverá de un momento a otro, tan pronto se decidan a comprarnos más nuestra producción y a pagarnos en dólares y no en maquinarias, que cuestan más de lo que realmente valen. Estamos empeñados en esa lucha de defensa de los interese económicos de la Nación, que en el fondo son los intereses económicos de ustedes mismos, y no tenemos otra forma de realizarla que vendiendo nuestra mercadería. Ustedes saben como va el negocio cuando no se puede cubrir con la mercadería vendida lo que es necesario cubrir, hay que pedir plata al banco y demás cosas. Y está bien trabajar con crédito en el orden individual y nosotros hacemos lo posible por facilitar el crédito; pero, en el orden internacional, eso no es negocio; son muy grandes los intereses y actúan muchas otras cuestiones que, en el fondo, hay que pagarlas y pagarlas muy caras. En esto, cualquier sacrificio que se deba realizar ahora, hay que realizarlo, tratando de compensar de otra manera ese sacrificio. El país debe realizar ese sacrificio, porque el futuro no se asegura con ventajas presente, sino que se asegura con sacrificios presentes. Este sacrificio que realizamos ahora, será para ventajas muy grandes en el futuro. Lo que si puedo asegurarles es que yo siempre he sostenido esto: cuando he dicho muchas veces que aquí había una explotación desmedida de los trabajadores, no le he echado la culpa a nuestros patrones, porque sé muy bien que nuestros patrones eran, a su vez, explotados por otro lado. Conozco bien todo el panorama con toda sus ramificaciones. Por eso, hemos comprado los ferrocarriles y todo lo concerniente a servicios públicos, hemos tomado la comercialización de la producción por nuestra cuenta, hemos movido todas nuestras fuerzas para asegurar la independencia económica, rescatando para el país 4.000 millones de pesos que se iban en servicios financieros por esos servicios públicos. Y esos 4.000 millones anuales los pagaban ustedes y ya no lo pagan o, si lo pagan, quedan aquí. En el país, y a poco vuelve al comercio ese mismo dinero. Lo malo era pagar eso de nuestra cosecha y de nuestra producción, de cuyo valor de 8.000 millones de pesos, 4.000 se iban en seguros, reaseguros, fletes marítimos, fletes ferroviarios y todos esos servicios, emigrando anualmente hacia consorcios internacionales que nunca tuvieron su sede aquí. Todos ustedes saben que están en Luxemburgo en su mayor parte; es una cosa que sabe ya todo el mundo. De manera que todos esos consorcios que acumulaban sus ganancias en el extranjero, significaban un drenaje permanente, drenaje que salía de ustedes. Si yo puedo consolidar eso perfectamente bien, todos ustedes tendrán en el futuro algo que agradecerme y cada uno de ustedes, desde el momento que eso sea una realidad, tendrán unos pesitos mas en la caja, bien ganados y bien consolidados para el futuro. Tengan la seguridad de que para todos sus problemas que puedan presentarse, estamos nosotros en la solución de eso. Y yo agradezco profundamente las amables palabras que he escuchado de los señores referentes a esa cooperación. Nosotros no queremos otra cosa que esa colaboración y cualquier idea que ustedes nos traigan, en cualquier sentido, sepan que será siempre bien venida aquí. Hemos creado una comisión consultiva permanente de cooperación económica con el Consejo Económico, para el estudio de los problemas de esa actividad. Nosotros jamás tomamos una medida unilateralmente concebida; llamamos siempre a la parte interesada y la consultamos sobre ese asunto. Si alguno de los sectores no está representado en el Consejo Económico, en la Comisión de Cooperación estamos listos para incorporarlo para que un representante de ese sector actúe en dicha Comisión, de manera que, en la solución de cualquier problema que, aunque sea tangencialmente, toque los intereses o actividades de cualquier sector, tengan allí un hombre que pueda expresar la opinión de sus representados. Eso es lo que nosotros queremos y eso lo agradecemos profundamente como una cooperación patriótica a la acción del gobierno que no tiene otra finalidad que hacerlo lo mejor posible para que cada uno pueda sacar de esa actividad la mayor ventaja. Si se incorporan a trabajar con nosotros, bienvenidos, contemplaremos siempre cualquier problema de ustedes. De la misma manera, si ustedes tienen ahora algún problema de cualquier naturaleza, por intermedio del señor ministro Borlenghi, pueden hacernos llegar los memoriales correspondientes, y contemplaremos de inmediato la situación. La República esta pasando en estos momentos una situación tranquila pero con alguna necesidades. No tenemos graves problemas aunque tenemos muchos problemas que lógicamente surgen de la reestructuración total que hemos hecho nosotros de la organización del país. La organización presupone siempre una alteración de los valores estables. Produce un poco de marejada que sale de su cause. Y eso es lo que hay que ir, naturalmente, volviendo a su cause. Ahora hay que reconstruir a un cuerpo, con todas las modificaciones que le hemos hecho, que todavía no camina solo, sino un poco soliviantado y al que hay que acompañarlo hasta que se fortalezca para que vuelva por sí solo a caminar. Nosotros no tenemos interés en intervenir en lo que no debemos cuando las cosas no andan bien, estando estructurado un orden y establecido un equilibrio un nuevo equilibrio, que nadie me discutirá que es mas conveniente que el antiguo, porque este estaba basado en una economía de miseria, y eso no puede ser un equilibrio conveniente para que sea permanente en este país. El nuevo equilibrio está basado en una economía de abundancia. Ese es el único equilibrio que hay que establecer. Una economía de abundancia, con alto consumo -y no con infraconsumo- favorece al comercio. Ahora hay que cambiar los principios de la economía política que nos han regido. Al principio hedónico hay que pasarlo a otro compartimiento del archivo. Hay que abandonar ese principio de la economía capitalista que no va adelante, porque traerá un cataclismo social y entonces perderemos todo y también las orejas que valen más que todo lo que tenemos. Ya la teoría de los puntos óptimos ha pasado ha ser una cosa muy relativa frente a la economía social. La economía social tiene otros puntos óptimos distintos a los antiguos. La economía política ha dejado de llamarse tal para llamarse economía social, porque hoy los pueblos no permiten otra cosa. Y si lo permiten se va acumulando allí gas y gas hasta que un día revienta. Lo hemos visto en todas partes. El ejemplo de España es bien convincente. ¿Que ganó la economía española con la guerra civil? Se hundió para dos siglos un país con problemas de esa naturaleza. Se destruyeron todos los valores. Solamente en Madrid se mataron miles de personas en el primer mes. ¿Quienes eran? Eran todos los que tenían. Los que no tenían eran los que mataban. Los sacaban a dar el famoso "paseo" y los mataban. Ese es un problema que debe abrirnos los ojos y hacernos mirar el porvenir de otra manera. El otro sistema es el más justo: el de darle un poco más a la gente que tiene menos. Es el sistema más barato y además es el más justo. Ahora, si eso lo puede resolver el Estado, ayudado por las fuerzas del capital, es lo ideal. Es lo que perseguimos y queremos. Ahora, ya es otro el camino; es otra la forma y otra la situación. Ahora podemos todos ir empujando en la misma dirección, sabiendo que todos estamos haciendo algo para un futuro mejor. Y eso puesto en ejecución, es lo único puede salvar no solo a la República Argentina, sino a la humanidad toda. Basta echar una ojeada semicircular a todos nuestros vecinos, para darnos cuenta de cual es la situación del mundo, sin necesidad de ir a Europa, donde aquello es más grave. En todas partes, vemos problemas terribles. La República Argentina, el año pasado tuvo el 0,9 por ciento de huelgas y en algunos países ha habido huelgas de hasta 8 meses de duración. Es distinto observar nuestro panorama y el de aquellos países y prever cual será el desenlace del futuro, no solo en lo social, sino también en lo económico. Todo eso es lo que nos hace pensar a nosotros, no solamente para el momento en que vivimos, sino para cuando termine la guerra que se va ha realizar en el futuro. Este momento ya lo hemos superado. ¿Qué va a pasar cuando termine la próxima guerra que ya esta en marcha? Las consecuencias las vamos a soportar todos nosotros, porque vamos a estar vivos y peleando. Para eso hay que prepararse. Aunque estamos recién en la nueva preguerra, ya estoy pensando en la posguerra. Los problemas que se van a presentar, exceden un poco a los que todos ustedes tienen, es decir, que es un problema complejo y grave y lo que nos interesa es como vamos ha salir nosotros de esta contienda. Saldremos de la mejor manera. Como será posible defender el pueblo y la Nación, para que no se disgregue, disocie y nos metan en una lucha interna, es lo que nos interesa. Ese momento puede llegar y yo seria el más feliz de los mortales a pesar de que, como general, debería ver la mejor solución por el lado de la guerra. Pienso que si nosotros podemos salir con paz y tranquilidad, cualquiera sea el esfuerzo que debemos realizar y el sacrificio a que nos sometamos, y si sobrevivimos con paz a ese momento tan terrible de la humanidad, seremos el pueblo más feliz de la tierra. Para terminar, nuevamente quiero repetir, como conclusión de esta deshilvanada conversación mía, el agradecimiento que yo siento por el gesto de ustedes al ofrecer su colaboración en la solución de tantos problemas, en los que están tanto o más interesados que yo, y que no tiene otro carácter que el de bien público, fin que perseguimos todos nosotros. Y al hacerlo así, señores, vamos a cristalizar todo esto, por lo que tanto luchamos. Yo recibo aquí a mucha gente. Un día a los tamberos; otro, a los agricultores que, según dicen algunos, están muy disconformes, pero que no quieren volver a lo de antes. Todos estos problemas se encauzaran por intermedio del Ministerio del Interior, y el los hará llegar al Consejo Económico -lo vamos a nombrar "cónsul"- todos los memorandos o memoriales, con las cosas como ustedes las ven, como las piensan, con toda franqueza; lo que está mal, está mal y hay que decirlo con toda franqueza, como hablamos nosotros. Deben hacernos llegar todas esas cuestiones y les pondremos remedio en forma directa, si en nuestras manos está el hacerlo; las someteremos al Consejo Económico para que, con una comisión designada por ustedes, pueda estudiar y resolver todos esos pequeños problemas. En el fondo, en realidad hay más pequeños problemas que grandes problemas; los grandes también tratamos de resolverlos. Quiero que estén persuadidos de que, al realizar esto, lo hacemos no solo con gran placer sino también profundamente agradecidos porque lo que más necesitamos y pedimos es colaboración, cooperación. Ese es nuestro sistema básico de acción; no tratamos de hacer nada en forma unilateral, prescindiendo de lo opinión de los interesados. Si ustedes nos hacen llegar sus problemas, los estudiaremos, los llamaremos a ustedes para discutir algunos puntos y procederemos en consecuencia. ...........................................
1950-05-15
En un acto organizado por la Unión Tranviarios Automotor en el teatro Colón
Compañeros: Cuando inauguré el año Sanmartiniano dije que lo mejor que tenia la República Argentina era su pueblo. Alguno ha preguntado por qué. Si esta noche hubiera asistido al escenario de este teatro, con el gesto que hemos presenciado de este viejo y aguerrido sindicato, como lo ha llamado mi mujer, hubiera tenido la contestación a ese por qué que se hizo en otra oportunidad. El Sindicato de Tranviarios y Automotores es para nosotros, los hombres de este movimiento, algo así como el movimiento mismo. Los hemos tratado y nos ha acompañado en todas las horas con sus comisiones directivas y con todo su gremio. Es para el movimiento peronista algo así como una parte indivisible del movimiento peronista mismo. Por eso, señores, la satisfacción más extraordinaria que yo pueda experimentar con el cariño y el recuerdo que guardo siempre por este sindicato, mi deseo más ferviente, es que cada día estén mas unidos y más firmes en la defensa de los intereses profesionales del gremio, que es, como lo he dicho muchas veces la defensa de un sector de esa comunidad organizada que, con el nuevo concepto de justicialismo peronista, aspira el gobierno a tener en sus trabajadores en todo el territorio de la República. El sindicato manejado por sus dirigentes en defensa de sus intereses profesionales, dedicado a la tarea mutual, al servicio de sus asociados, con una cooperativa al servicio también de todos los hombres y mujeres del sindicato, y una escuela sindical que sea el instrumento encargado de elevar la cultura social en la masa de todos los adherentes del sindicato. Yo he dicho, compañeros, que los años 1950 y 1951 han de ser para los sindicatos argentinos, dos años de organización. La organización, señores, es lo único que el hombre ha inventado que puede dominar al número y que puede vencer al tiempo. Cuando decimos lo primero, que la organización vence al número, queremos presentar el primer el primer problema de un sindicato, como cualquier otra organización colectiva. No necesita el sindicalismo tener enormes masas desorganizadas o inorgánicas. Lo que necesita tener es la perfecta y completa organización de una masa, sea ella muy numerosa o poco numerosa. Con esa organización en el aspecto sindical, el sindicato, numeroso o no, hace valer su buen juicio y acción, frente a agrupaciones mucho más numerosas. Por eso, con esa organización que da unidad de concepción en el problema y unidad de acción en la lucha, es como imponerse las minorías, aun frente a las mayorías desorganizadas. Y si esa organización permite vencer al número, permite también dominar el tiempo, problema que el hombre todavía, en su infinita pequeñez, no ha podido resolver en el mundo; es el tiempo el que vence al hombre, con la vejez y con la muerte. El hombre no ha conseguido en sí vencer a ese tiempo, pero en la organización el hombre se prolonga a sí mismo en el tiempo, y lo vence. Por esa razón, el imperativo orgánico de todo organismo colectivo, ha de ser el perfeccionamiento de su unidad orgánica para la acción y de su sistema orgánico para prolongarse en el tiempo y en la distancia. En la organización sindical, para obtener tal objetivo, quizá el mas grande, quizá el mas importante, es necesario que cada hombre se desprenda del yo, que lo anula en el tiempo y comience a pensar que no solo vive para él, sino que vive para sus descendientes, preparando una organización continuativa de la acción, pensando, aun egoísticamente, porque si él trabaja para los que lo siguen, el que sigue trabajará para el otro y así cada uno de nosotros será apoyado en el tiempo. Y si no hemos tenido la suerte de que nuestros antecesores se hayan ocupado de nosotros, no vamos a cometer ese mismo error para el futuro y empecemos la nueva escuela justicialista en que trabajamos para nosotros, para nuestros hijos y para todos los descendientes de este pueblo argentino. En otras palabras, compañeros, el justicialismo, dentro del sindicalismo argentino, quiere dominar el tiempo, y para ello debemos despojarnos de lo que hemos criticado a las oligarquías egoístas y avaras. Es decir, que si hemos fundado el justicialismo en la desaparición del egoísmo humano, tendremos que comenzar por dar el ejemplo preparando en el tiempo el mejor apoyo, la mejor organización, la más perfecta y grandiosa elevación del nivel cultural de la masa argentina, para que sirvamos con los músculos, con el cuerpo y con la inteligencia a las futuras generaciones de argentinos, que nos lo agradecerán. Por eso, compañeros, hoy me voy a permitir desarrollar el tema referente a la escuela sindical. Yo, en estas conversaciones, trato de unir lo útil a lo agradable, asistiendo, con el corazón jubiloso, a los actos de los compañeros, pero tratando también de dejar en cada uno de ellos mi consejo sobre lo que pienso, sobre lo que yo creo que debe realizar en el futuro el sindicalismo argentino, para poder consolidar el justicialismo peronista, porque creo que el justicialismo va a desaparecer sin el apoyo de la organización obrera, como tal vez la organización obrera podría sufrir tremendamente con la desaparición del justicialismo. ¿Que entiendo yo por la escuela sindical? En esto, señores, hay diversidad de interpretaciones. Debemos establecer claramente cual es el objeto de la existencia de la escuela sindical. Al respecto, ha habido numerosas orientaciones. Algunos le dan un cierto carácter de orientación profesional de aprendizaje. Otros han hecho escuelas de luchadores sindicales. Otros están destinados a formar un sector directivo del sindicato. Y esta diversidad de orientaciones según las distintas concepciones de los distintos dirigentes, es lo que me impulsa a decir cual es mi opinión respecto a la existencia de la escuela sindical dentro de la organización sindicalista argentina. La escuela sindical no puede tener numerosos objetivos; debe tener un objetivo perfecta y claramente determinado. Cuando en 1944, por un decreto de la Secretaria de Trabajo y Previsión instituí en el país la orientación profesional y el aprendizaje, -después convertido en ley por disposición de nuestro congreso- pensé que eso era una cosa demasiado grande, demasiado costosa para que pudiera estar en manos de los sindicatos, que tenían otras funciones, dentro de la defensa profesional, que atender y, en consecuencia, con el mismo derecho con que un hombre de una profesión liberal, de un militar, de un sacerdote, de un estudiante de cualquier naturaleza era costeado por el Estado, no tenían menos derecho los trabajadores de que sus oficios y sus profesiones fueran igualmente costeadas por el Estado. Quería con ello terminar con el triste panorama de que el obrero debía aprender en el taller y sufriendo toda clase de privaciones y obligando a sus padres a las mismas privaciones para que duramente, con salario misérrimo, poniendo en peligro la propia salud del menor, se viese obligado a trabajar en lugares insalubres, para ganar un mísero jornal, cuando el Estado podía costearle su aprendizaje pagándoselo, porque ese pobre, con ese aprendizaje, es la solución que el Estado debe encarar y que esta poniendo en practica en estos momentos. De manera que la escuela sindical, dentro del justicialismo peronista, no puede ser de orientación profesional y de aprendizaje, porque ese fin ya esta llenado por el Estado. ¿Cual es, entonces, la función de la escuela sindical? Hemos hablado de los objetivos fundamentales de la justicia social del justicialismo peronista, que era la elevación de la cultura social del pueblo argentino, la dignificación del trabajo y la humanización del capital. Los dos primeros objetivos, es decir, tanto la elevación de la cultura social del pueblo argentino, como la dignificación del trabajador, vienen por la escuela sindical. ¿Como? De la siguiente manera: el trabajador para ser instruido, para ser educado en la escuela sindical, no tiene organismo alguno dentro de los sectores de la sociedad argentina. Los que estudian y se reciben de doctores en ciencias sociales, no tienen nada que ver con la enseñanza sindicalista. Ellos mismos han afirmado hace muchos años que el trabajador se salvará solo por el trabajador o no se salvará. Por esta razón, señores, yo no he querido hacer a la clase trabajadora el flaco servicio de fundar las escuelas sindicales, porque creo que nadie las va a desarrollar ni llevar adelante con más capacidad, con mejor intención y con mas cariño que cada uno de los mismos sindicatos. La escuela sindical no trata de formar un doctor en ciencias sociales, trata de formar un dirigente capacitado para realizar lo que el sindicato necesita para él. En consecuencia, son tres las acciones que esa escuela sindical debe realizar para formar tres clases de hombres: hombres capacitados en sindicalismo y en condiciones gremiales, hombres capacitados en economía sindical -porque el sindicato subsiste también mediante un factor económico-, y hombres capacitados en la acción social sindicalista, porque la base de toda la conformación sindical es lo social. No podemos discutir que un sindicato necesita hombres capacitados en lo político, en lo económico y en lo social. Eso es indiscutible, porque el sindicato en la vida moderna tiene una acción política, una acción económica y una acción social. Tres rápidos ejemplos podrán justificar cuanto decimos. En lo político el panorama del mundo nos muestra -y sin ir más lejos, el nuestro nos lo ha mostrado claramente- que la masa trabajadora debe tener la capacidad de comprensión y de asimilación política del medio en que vive. De lo contrario, en el desempeño de los derechos del ciudadano, cuando pone en acción la voluntad cívica de nombrar un gobierno, muchas veces puede estar en una acción suicida al elegir a un gobierno que le va a poner la soga al cuello y tirar después de ella. En lo económico, ¿cuantas veces asistimos al espectáculo de un dirigente sindical que hace una demanda exagerada, que quiere lo que nosotros, en buen criollo, llamamos "la chancha y los veinte". Se necesitan hombres conscientes y responsables en esta acción, que no pidan mas de lo que se puede pedir, porque la posibilidad social termina donde empieza la imposibilidad económica. Es perfectamente comprensible que toda conquista social que no esta apoyada en una realidad económica puede ser pan para hoy y hambre para mañana. De esa capacitación económica de los dirigentes surgen las realidades económicas que satisface la acción social. Muchas veces un dirigente inconsciente de la realidad puede obtener mayores conquistas, pero con la posibilidad de que lo conduzcan mañana al cierre de sus actividades, con lo que habrá caído en la desocupación y en la desgracia, causando por su inconsciencia un mal a miles de trabajadores confiados no solamente en su buena fe sino también en su capacidad de dirigente. ¿Que debe ser un hombre socialmente capacitado? Señores: eso va de suyo, porque la masa en que él trabaja, el elemento en que él actúa es el horizonte social; eso es tan necesario como caminar para moverse. Debe ser un hombre profundamente entendido en todo lo que se refiere a la acción social no solo en el movimiento. El conductor es siempre un artista, porque este, como todos los artistas, tiene que crear. No puede ser conductor quien guste de andar por las cosas que otros han creado. El verdadero conductor crea sus propios moldes; no funde en moldes ajenos ni se conforma jamás con andar por entre las cosas creadas por otros. El crea; la suprema condición del artista es crear, No es artista el que solamente cumple los grandes principios del arte. Artista es el que crea y si no, no es artista. La conducción no es una ciencia; es un arte, porque presupone la suprema condición del arte, que es crear. Por eso el conductor difícilmente se hace; no se forman conductores por decretos ni por leyes. El conductor nace; hay que encontrarlo. Para ser conductor no se necesita solamente ser sabio. No se necesita haber pasado toda la vida estudiando cada uno de los problemas. Para ser conductor hay que tener algo del óleo sagrado de Samuel. Sin ello es inútil ensayar la conducción. Por esa razón dice que el conductor no se hace; el conductor nace. Pero nacen muchos conductores que tienen en mayor o menor medida el óleo sagrado de Samuel: Es cuestión de elegir a los que tengan la mayor graduación posible. Por esa razón, digo que el conductor no se hace; el conductor nace. Pero nacen muchos conductores que tienen en mayor o menor medida el óleo sagrado de Samuel: es cuestión de elegir a los que tengan la mayor graduación posible. Por esa razón, pienso que los verdaderos conductores del sindicalismo no se van ha formar en la escuela sindical. Esos se forman en una sola escuela: en la escuela de la vida, y egresan de una sola promoción; la masa trabajadora. Pero, compañeros, si solo fuéramos a confiar en lo que el hombre trae a la vida, serian quizá conductores con gran empeño y mucha capacidad intuitiva; pero eso se complementa con el estudio, el conocimiento y la perfección. La conducción no se realiza porque un pajarito le cuenta a uno lo que hay que hacer. Para conducir se necesita el racionalismo. El conductor es un hombre que tiene desarrollado su criterio, que le permite ver un poco más allá de lo que ven los comunes mortales y que por su reflexión penetra en el tiempo y aprecia causas y consecuencias más allá de lo común. El ve más lejos, llega mejor y más rápido a los objetivos lejanos que todos los hombres perseguimos en la conducción. Por esa razón, señores, los conductores que han de surgir de entre la masa sindicalista argentina por acción espontánea de sus propias condiciones y del propio óleo sagrado de Samuel que hayan recibido al nacer, o que hayan podido perfeccionarse por su criterio y su inteligencia en la vida y en el estudio, esos hombres podrán llegar -si nacieran- a ser genios o a aproximarse al genio por el trabajo, porque hay dos escuelas en este sentido: una, que afirma que el genio solo nace; y otra, que asegura que el verdadero genio es el trabajo. Estas dos cuestiones no son ni absolutas ni excluyentes. El que naciese con mayor genio, si además coloca ese genio al servicio de un mayor trabajo, indudablemente que llegara a un perfeccionamiento más grande. La escuela sindical, entonces, para formar los verdaderos conductores, ha de tomar a aquellos que tengan el óleo sagrado de Samuel y les ha de dar el criterio, el conocimiento y la educación necesaria para que no solamente sean hombres comprensivos, inteligentes y capaces, sino que tengan un corazón que califique con las virtudes que debe tener ese conocimiento recibido en la escuela y eso que Dios le dio al nacer, en forma de óleo sagrado. Compañeros: Dije que esta es la primera función de la escuela sindical. Vamos ahora la segunda: la formación de órganos capacitados, de encuadramiento y de colaboración. Ustedes podrían poner frente a un sindicato medianamente numeroso, un hombre lleno de condiciones para la conducción. Pero si no tuviese auxiliares para poner en ejecución sus buenas ideas y resoluciones, de nada le valdría. Y si aun teniendo el buen conductor y, al lado, los auxiliares capacitados e inteligentes, no tuviese comandos en las distintas agrupaciones para ejecutar las directivas, tampoco de nada le valdría. La acción sindical no es solamente la concepción: es la concepción, el plan a realizar y la ejecución por los encargados de llevarlo a cabo. De ahí que la segunda condición que debe reunir la escuela sindical argentina es formar colaboradores eficientes para los conductores de los gremios y, además, comandos en las distintas agrupaciones, capaces de ejecutar con energía y con amor lo que se concibe y planifica. Y la tercera condición, compañeros, es tener, repito, una masa organizada. ¿Que es una masa organizada? Lo primero que necesita la organización, es la formación espiritual, porque una masa muy bien encuadrada y colocada como una formación militar, si no tiene un corazón munido del sentido, del sentimiento y de una conciencia social conformada, vale muy poco como organización, porque tan pronto se pone en marcha cada uno tira por su lado. Y el todo se disgrega y no tiene ningún valor cohesivo. La unión entre los hombres viene por los sentimientos y esa también es la función a desarrollar por la escuela sindical: formar entre la masa sindicalista hombres con verdadero sentido social, con verdadero conciencia de su responsabilidad social dentro de la comunidad organizada. Y de esa manera, con masas entusiastas y entusiasmadas por la acción, se pueden hacer grandes cosas colectivas. Con hombres indiferentes, con hombres ambiciosos que solo persiguen su bien y no el de los demás, no se consigue absolutamente nada si en el sindicalismo ni en ninguno otra actividad. Esa escuela sindical, después de llevar sus dos funciones anteriores, llena la tercera con la divulgación para elevar, dentro de la masa, la conciencia social y el nivel social y espiritual de la misma masa. Esas tres funciones, además de los estudios del encuadramiento y organización de la masa, constituyen los tres objetivos que la escuela sindical debe formar dentro del sindicalismo argentino, si esperamos que este sindicalismo, en la lucha que ya están mostrando el futuro en alboradas, ha de ser de triunfo para el justicialismo peronista y para la justicia social alcanzada por los trabajadores argentinos. No quiero ser mas extenso y solamente deseo aprovechar esta magnifica tribuna para continuar mis conversaciones con los compañeros, a quienes trato de hacer comprender simple y llanamente mis ideas, pensado que un hombre que ha estudiado y trabajado durante cuarenta años para comprender los fenómenos colectivos, para orientar las colectividades hacia fines constructivos, puede poner a disposición de los compañeros, como un técnico en el manejo inteligente de la fuerza, los conocimientos nacidos de su capacidad de interpretación, modesta o no, pero que va acompañada de un profundo sentimiento de cariño, de verdadero amor por el pueblo y, dentro de el, por la fuerza del trabajo. Para terminar, deseo agradecerles profundamente esta fineza y la atención que ustedes han tenido el entregarme este presente, que me recordara a cada instante el gran entusiasmo y el enorme cariño con que yo he abrazado esta causa, que es la causada de la Nación Argentina, porque al servicio del pueblo es como uno siente mas cerca y mas profundamente a la patria, porque al servicio del pueblo es donde se reciben las mayores satisfacciones y porque al servicio del pueblo la vida parece ser vivida; y porque, compañeros, cuando apenas yo tenia quince años jura a mi bandera, estar a su servicio y al servicio de la Nación, y creo que, de viejo, general, estoy cumpliendo mejor que en toda mi vida el juramento que empeñe a esa bandera. Agradezco, compañeros, esta atención que ustedes tienen con un hombre que no posee sino la pretensión de ser útil; con un hombre modesto, como cada uno de ustedes, que jamás se ha sentido ni se sentirá más de lo que es, porque no es capaz de sentirse nunca menos de lo que debe ser. ............
1950-05-16
En un agasajo a los diputados y senadores peronistas
El Poder Ejecutivo de la Nación, formado por los señores ministros y por el que habla, ha querido, en esta iniciación del periodo legislativo de nuestro Congreso, reunirlos para agradecerles todo cuanto ustedes hacen en apoyo de nuestra acción de gobierno; para agradecerles una vez más todos los desvelos puestos por ustedes al servicio de nuestro justicialismo peronista. Es por eso, señores, que quiero yo, en breves palabras, agradecerles personalmente todo el tesón, el entusiasmo y la dedicación que los señores senadores y diputados ponen en sus funciones. Este agradecimiento hace de ese sentimiento común que nos une y que nos unirá por el resto de nuestras vidas, en apoyo de la causa que nos es común, en nuestros desvelos por hacer de nuestra patria la Nación con que todos los peronistas soñamos: justa, libre y soberana, pensamos que cada uno de nosotros en el puesto que ocupe, es solamente un peronista. Cualquiera sea el lugar que el destino nos haya confiado en esta cruzada de argentinidad, debemos estar dispuestos a sentirnos en él como el hombre mas importante del movimiento. En este movimiento, que quiere cristalizar las ansias de todos los argentinos, no hay ningún hombre que en su puesto no pueda rendir el máximo, considerándose un peronista más, sin puesto, sin categorías, un hombre del pueblo dispuesto a poner el hombro con todas sus ansias para llevar adelante esta patria que nos es tan querida y por cuya libertad, grandeza y soberanía soñamos. Porque lo entiendo así, porque en cada uno de los señores senadores y en cada uno de los señores diputados peronistas, veo un leal colaborador, un hombre digno de ser portaestandarte de nuestro movimiento, digno de luchar en las primeras filas como cualquiera de los demás, un hombre a quien la vida en esta tierra le ha ofrecido el más insigne de todos los honores a que puede aspirar un hombre argentino: trabajar y sacrificarse por el bien de la Nación, quiero yo en esta ocasión, señores, decir con toda franqueza y con toda sinceridad, cuan grande es mi agradecimiento, al ver un senado peronista cien por cien, unido, con un alto sentido de solidaridad, de cuerpo y de camaradería en la acción, al ver a ese Senado apoyando con toda su fuerza la acción del Poder Ejecutivo y aconsejándolo en el momento oportuno con un consejo libre, con el consejo de los hombres de honor, consejo que me honra y que recibo, y recibiré siempre, con el corazón abierto a esa infinita buena voluntad y patriotismo que he notado desde el primer momento en el senado argentino. Vaya mi agradecimiento, también, profundo y sentido, de la Cámara de Diputados, al sector peronista de esa Cámara, que por tener una oposición enconada a su frente ha sabido unirse codo con codo para luchar con la verdad, que es la mejor de las armas que un hombre de bien puede esgrimir a su vida, venciendo esa oposición enconada, venciendo las falacias de todas las horas y venciendo, por último, las mentiras de todos los momentos, para hacer resplandecer refulgente la verdad peronista, que por ahora es la única que en esta tierra se ha dicho desde hace muchos años. Señores: esa Cámara de Diputados que hoy veo unida y organizada como yo la soñé dentro del movimiento peronista, es una Cámara que está compuesta por hombres que trabajan todos para uno y uno para todos, sin ambiciones bastardas, que es lo más grave que puede ocurrir a un movimiento cohesionado como es el movimiento peronista; es una Cámara que cumple con su deber y que no tiene otra aspiración que hacer el deber por el deber mismo, unida y de acuerdo; con buenas autoridades en la dirección y con hombres capaces en la realización de sus tareas; es una Cámara de Diputados en la que el sector peronista hace honor al parlamento argentino. Hemos de decir con estas palabras a la historia de la Nación, que aun es estos tiempos, cuando se piensa que el parlamentarismo ha pasado a la historia y fracasó, hay una Cámara en el mundo que cumple con su deber, asegurando a sus conciudadanos la labor de colaboración de tres poderes que marchan al unísono tras un solo objetivo: la grandeza y la felicidad de la patria. Es por eso que, señores, en medio de la sencillez y de la humildad con que los peronistas hemos aprendido a cumplir con nuestro deber, yo no he querido dejar pasar la iniciación de este periodo parlamentario sin darme la inmensa satisfacción de saludar a cada uno de ustedes con todo el entusiasmo y todo el cariño de mi corazón. Iniciamos esta nueva etapa de la vida nacional, en el año del Libertador, inspirados en sus ejemplos y en sus enseñanzas y que en este año seamos mejores argentinos, si cabe, que en el pasado, como aspiramos a ser, en el venidero, mejores argentinos que este año. Con esa humildad y sencillez peronista ha querido con esta reunión solamente brindar una ocasión mas para que los señores ministros, los señores senadores y los señores diputados, puedan estrecharse las manos antes de iniciar el trabajo en común; y darme yo también la inmensa satisfacción de estrecharles las nobles manos de los legisladores peronistas que en el Congreso hacen lo que nosotros hacemos en la Casa de Gobierno, sin otra aspiración que la de haber cumplido nuestro deber de la mejor manera; y sin otra ambición que la que algún día la patria puede decir que esta generación peronista supo cumplir con su deber, dejando a la patria más grande y más feliz que cuando la recibió al hacerse cargo de su puesto. ........................................
1950-05-19
En el acto de la firma del convenio del Sindicato de la Alimentación
No he podido sustraerme a la satisfacción de venir a compartir con ustedes estos breves instantes de la firma de un convenido que aporta una solución más a las conquistas sociales del gremio de la alimentación. Desde que me he hecho cargo del gobierno, al enfrentar una serie de problemas, que comporta otra serie de soluciones, una de las satisfacciones mayores que he podido experimentar a la solución misma de esos problemas, es el haber afirmado y continuar afirmando, sólidamente consolidada, la acción social argentina basada sobre un fundamento económico sin el cual toda conquista social puede ser efímera. Si nosotros, apreciando simplistamente el problema de la justicia social, nos hubiéramos reducido a seguir una política de salarios sin afirmar paralelamente una política de independencia y consolidación económica del nuevo ordenamiento creado, no habríamos solucionado ningún problema: quizá habríamos creado un problema mas difícil aun que el que encontramos al comenzar la reforma social. Este problema económico es más profundamente definitivo para la acción social que la solución de cualquier otro problema de cualquier naturaleza. Esto nos ha hecho pensar muy seriamente en la estructuración orgánica de la comunidad organizada, a que yo antes me he referido y que el señor ha tenido la amabilidad de citar en algunos párrafos de su excelente discurso. La comunidad organizada no puede tener las mismas formas que tuvo la antigua comunidad organizada. Hoy, la intervención y la contemplación del factor de justicia en las decisiones orgánicas del Estado moderno, impone actos de esta naturaliza. La confrontación, en acuerdo, del trabajo y el capital para afirmar nuevos y sucesivo actos apoyados en las posibilidades económicas y el estímulo que esas posibilidades económicas puedan recibir de las medidas gubernativas, vale decir, del Estado. Todo cuanto vamos elaborando no es la organización definitiva que nosotros aspiramos para la comunidad argentina; no es suficiente con que los obreros estén organizados; es necesario organizar todos los otros sectores de la actividad nacional. En otras palabras, señores, el justicialismo peronista comienza a propugnar la necesidad orgánica de las fuerzas económicas, llámense a éstas trabajo, producción, industrialización, distribución o consumo; cinco compartimientos de un solo ciclo económico, que ha de cumplirse en perfecta armonía para el futuro si queremos crear esa comunidad organizada en equilibrio permanente, donde cada hombre pueda realizarse a sí mismo y pueda realizar el bien común, el bien de todos. En esta etapa de nuestra marcha hacia ese bien determinado objetivo de la comunidad organizada, estamos viviendo la primera etapa, la más difícil de realizar de todas las etapas de ese ciclo económico: la organización de las fuerzas del trabajo. Porque si nosotros hemos luchado para ayudar a la formación del sindicalismo argentino, lo hemos hecho persuadidos de que él ha de representar en el futuro una fuerza constructiva dentro de la nacionalidad. No estamos ya en las épocas -afortunadamente superadas-, en que el Estado no quería la organización sindical y era enemigo de ella. Señores, anacronismo inexplicable en la conciencia de los hombres de Estado: ¡que el Estado sea enemigo de que la Nación se organice! Esto parece un chiste. Pensar que el gobierno necesita organización y, sin embargo, no quiere que fuerzas de la comunidad se organicen. Por esa razón pensamos que ese Estado no obraba en defensa de la Nación, sino de otros intereses que no eran los de la Nación misma. Esto explicará de manera elocuente por qué el justicialismo peronista ha propugnado la organización de las fuerzas del trabajo; porque el justicialismo peronista quiere una gran central obrera que inspire y guíe en conjunto a todo el sindicalismo argentino, y porque quiere sindicatos organizados que puedan discutir y defender sus intereses profesionales, encabezados por dirigentes honrados y capaces. Compañeros: nosotros, en nuestro afán orgánico, no terminaríamos cuando estuviese perfectamente bien organizado todo el movimiento del trabajo argentino. No quisiéramos caer en el futuro en la injusticia en que cayeron otros gobiernos no proponiendo la organización de las fuerzas del capital. Por eso he pedido a los industriales, a los productores del campo, a los comerciantes, a los consumidores, que se organicen, que formen sus organizaciones, porque así sabremos con quienes tendremos que discutir los problemas. Cuando las fuerzas de la economía nacional, representadas por el trabajo, la industria, la producción, el comercio y el consumo estén representadas en la dilucidación de los grandes problemas del equilibrio interno de la economía nacional, no habrá problema que no pueda tener fácil solución. No habrá nadie que no pueda ceder en bien de la comunidad, ni habrá ninguno que pueda ser personalmente perjudicado cuando el reparto proporcional de los bienes que producimos sea realizado con absoluta justicia y desprendimiento. El Estado asistirá probablemente al más magnifico de los panoramas de justicia, cuando esa justicia sea cumplida por los mismos encargados de realizarla en un equilibrio estable de la Nación. La intervención de esta nueva fuerza que yo llamo consumo, que a menudo ha estado ausente en la contemplación de los problemas, deberá aparecer también como una entidad representativa del ciclo económico de la Nación. Algunos dicen: "Bueno, pero ¿quien va a defender al consumidor?" Cualquiera, yo, todos ustedes, que son consumidores. Siendo a la vez pertenecientes a otro sector del ciclo económico, todos pertenecen al sector del consumo y así debemos defendernos todos porque se trata del costo del kilo de papas, del kilo de pan, de si se hace cola o no se hace cola... En un viaje por Europa, una cosa en un país donde el servicio de teléfonos había exigido tarifas demasiado elevadas, los teléfonos eran de una repartición autárquica del gobierno. Todos los usuarios protestaban porque el teléfono era caro, pero a fin de mes llegaba el cobrador y tenían que pagar. Un día los usuarios formaron un sindicato de usuarios telefónicos, se reunieron en asamblea y resolvieron que les sacaran el teléfono a todos: renunciaban al teléfono porque era caro. La comisión directiva designada en esa asamblea se presentó al director de teléfonos y le dijo: "Señor: su servicio es muy caro y venimos a comunicarle que debe retirar todos los teléfonos que están colocados, porque no los queremos más". A los ocho días, la compañía volvía a aplicar las tarifas anteriores, antes que resignarse a sacar los teléfonos. Muchos se rieron y festejaron la ocurrencia de los usuarios; pero yo pensé: ¿no serán estas las formas del futuro? ¿No estaremos asistiendo al nacimiento de una nueva forma de equilibrio permanente y natural en la actuación de las fuerzas del ciclo económico? ¿No estará apareciendo el usuario? Porque yo digo lo siguiente: cuando ustedes van a la ferias, o cuando yo voy a comprar a un comerciante y me cobra el doble de lo que vale por un artículo, y yo se lo pago para llevármelo, quien es el zonzo: ¿él, que me lo vendió, o yo, que pago más de lo que vale? Se ha dicho para que haya pasado ciertas cosas fue necesario que existieran ciertos individuos. Para que exista el "vivo" que cobra el doble, es necesario que exista el tonto que lo pague. El día que el usuario, el adquirente, el consumidor no pague lo que vale un articulo, se habrán acabado los "vivos" que cobran el doble. Este razonamiento me ha llevado a pensar que esta organización es indispensable dentro del Estado moderno, cuando podamos discutir y acordar medidas, todos saldremos beneficiados y habrá solamente una clase de hombres que saldrá perjudicada: los bandidos que cobran el doble de lo que vale una cosa. En otras palabras, se beneficiarán los que proceden bien y se perjudicarán los que proceden mal. Todo por acción natural sin que el Estado tenga que estar manteniendo miles de inspectores, cuya asistencia, que ustedes pagan -que pagamos todos- se justifica solamente frente a la desorganización. Cuando el mutuo control de distintas actividades, que son beneficiadas o perjudicadas en la realización integral del ciclo económico, se realice por sí, por la justicia misma, por la ética que cada ciudadano debe tener grabada en su alma y en su corazón y cumplirla como ley suprema de la convivencia humana, entonces, el Estado gendarme no será necesario ni para un lado ni para el otro. El Estado asistirá jubiloso viendo que los ciudadanos realizan la producción, la distribución, el consumo y el tráfico, guiados solamente por la justicia, realizada por hombres honrados y justos. Ustedes ven, compañeros, que esto de la justicia social nos llevaría demasiado lejos en nuestro sueño de organización; pero lo que sí puedo decirles, es que todos los males argentinos, hasta nuestros días, pueden deducirse de una sola cosa: del estado de desorganización. En este país todo está desorganizado. El día que nos organicemos, todo tendremos algo que agradecer a esa organización. Bastaría decirles que diariamente se tiran en Buenos Aires millones de pesos a la basura, basura que va a rellenar terrenos y que si fuera explotada, valdría millones de pesos. ¿Porque estamos perdiendo todo eso? Por falta de organización. Solamente en cáscaras de papas hay millones de pesos anuales que se tiran a la basura y que, convertidas en celulosa, podrían incorporarse como un elemento útil. Los argentinos estamos derrochando de nuestra riqueza más de lo que utilizamos. Cuando a la hora de diana, en que salgo de mi casa, recorro las calles de Buenos Aires y observo en los cajones de basura de un casa modesta tanta carne como para alimentar una semana a una familia europea, pienso que los argentinos somos felices, pero que podríamos serlo el doble sino fuéramos tan derrochones y tan despreocupados. Cuanto tenemos que andar, cuanto tenemos que trabajar sin descanso para organizar esto y no entregar a nuestros hijos lo que nos entregaron a nosotros: un verdadero presente griego en la época mas terrible que haya vivido la humanidad. Si afortunadamente vamos saliendo adelante, sino sufrimos lo que están sufriendo todo los países del mundo, basta echar una mirada a nuestros alrededor para ver como esta viviendo esa pobre gente, para darnos cuenta de que no solo Dios es criollo; sino que el pueblo argentino está ayudando también a Dios en su tarea. Cada vez que me pongo a pensar en todo lo que hemos hecho y en todo lo que nos queda por hacer, me siento abrumado porque he realizado tan poco de toda esa inmensa gama de realizaciones que todavía queda por adelante. Pero pienso también, que toda esa inmensa realización que queda, ha de ser obra única y exclusivamente del pueblo argentino, unido, sin luchas, sin problemas insolubles. La colaboración de los mandatarios, de los funcionarios, de las fuerzas del trabajo, y de las fuerzas del capital, de todos los argentinos será indispensable porque si esto no se hace codo con codo, unidas todas las fuerzas de la nacionalidad, se realiza con extraordinario esfuerzo y poco beneficio. Unidos todos, realizada esa unidad nacional de que vengo hablando de hace tantos años, no habrá en este país un solo problema que no tenga solución inmediata y perfecta. Por eso, compañeros, ha través de esta larga disquisición, he querido llegar al corolario final. Me siento feliz de que este nuevo acuerdo del gremio de la alimentación encuentre reunido a los obreros, a los representantes de los industriales y al representante del Estado en camaradería, festejando la realización de un hecho que, cualquiera sea el sacrificio que pueda importar, abre las puertas a las realizaciones del futuro. El Estado no será impasible espectador de los hechos económicos que tales medidas comporten para los industriales o para el Estado. Estamos para eso: para resolver los problemas; y todos podrán resolverse si estamos todos unidos haciendo todo lo necesario para resolverlos. Para finalizar, compañeros, quiero solamente agregar mi palabra final. Recuerden cuanto hemos luchado para llegar a la organización sindical, para llega a tener nuestro movimiento sindical libremente organizado, con sus dirigentes libremente elegidos y con todo el movimiento sindical argentino lanzado tras los objetivos gremiales del movimiento sindical, sin que interferencia alguna del gobierno ni de organización alguna del exterior pueda gravitar sobre las decisiones que corresponden a los sindicalistas argentinos. En este sentido, compañeros, he de ser fanáticamente respetuoso de los gremios que son manejados desde el territorio argentino y también en sus decisiones. Los otros días me dijeron que quería venir a hablar la comisión directiva de un sindicato que tiene su central en La Habana. Compañeros, yo les digo: "Si ese sindicato tiene su central en La Habana, que vaya a hablar con el presidente de Cuba, no conmigo". Una cosa es el sindicalismo argentino para el presidente de los argentinos y otra el sindicato internacional. Para el sindicalismo argentino, todo; con el sindicalismo internacional, no tengo nada que ver. Quizás haya alguien más afortunado que yo, pero inescrupuloso, que quiera manejar los sindicatos desde el exterior. Yo no quiero manejar ni los propios: quiero que se manejen ellos porque demasiado tengo ya con lo que me compete para meterme en lo que no me importa. Con esto quiero decir que ese respeto y ese inmenso cariño que siento por el sindicalismo es el mismo que experimento por los dirigentes que, como Costa, hacen de su función un sacerdocio; que viven en el sindicato, para el sindicato, para sus compañeros, que es lo único que honra a un sindicalista y a un dirigente obrero: vivir en medio del sacrificio, quizás, para que sean felices los demás compañeros a quienes tiene el inmenso honor de representar frente a todas las fuerzas que puedan jugarse a favor o en contra de su sindicato. El movimiento sindical argentino no sería gran cosa si actuara en forma de sindicatos desperdigados y sin coordinación dentro del panorama nacional. De ahí la virtud de nuestra C.G.T. Una gran central obrera es la garantía de poder de un movimiento sindicalista. ¿Que valor puede tener una central obrera en aquellos países donde hay trece o catorce centrales obreras? ¿No ven que eso es hacer el juego a las fuerzas que luchan en contra del sindicalismo? Y es lo mismo dividir gremios que centrales obreras. Por eso he apoyado y lucho por favorecer la formación de una gran central obrera, que será la garantía del futuro del sindicalismo argentino. Una gran central obrera con dirigentes representativos y responsables, eso es lo que necesita el sindicalismo argentino. Esa será la garantía de consolidación de este inmenso movimiento, que me ha permitido, apoyándome en él, dar vuelta a la República Argentina y organizarla de nuevo. Compañeros: para terminar, hago votos porque ustedes estén siempre tan bien representados en la dirección sindical y porque ustedes, hombres y mujeres del gremio de la alimentación, sean siempre tan unidos y solidarios, recordando las palabras de 1944: "Unidos venceremos".
1950-05-23
En el acto de asunción del mando del gobernador de Entre Ríos
Excelentísimo señor gobernador de la Provincia de Entre Ríos; excelentísimo señor vice gobernador; señores legisladores; autoridades nacionales, provinciales, militares, civiles y eclesiásticos, señoras y señores: Muy pocas palabras quiero decir en este instante que inflama mi alma, y tan grande y tan profundo, como es la emoción que siento al retornar al Paraná, después de treinta y cinco años, donde fui subteniente y donde aprendí a querer a esta gente sencilla, orgullosa y libre que es el entrerriano. Señores: nuestro movimiento es también un movimiento de hombres modestos, de hombres libres y de hombres que anhelan a ser profundamente orgullosos de su nacionalidad, en la patria grande y en la patria chica. Y allá, en los lejanos tiempos de nuestra independencia y de nuestra organización, en esta tierra -como se ha dicho en esta legislatura- de Pancho Ramírez y de Urquiza, cuando esos arquetipos de la provincia veían en peligro la causa, que era la de los argentinos, uno solo grito recorría esas cuchillas y no había entrerriano que con caballo de tiro no se presentase en la zona de concentración para ir a pelear por la patria. A esos entrerrianos llamamos también nosotros a esta concentración, que quiere una nueva Argentina socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana. Por eso veo a esos nuevos gobernantes que anhelan empuñar el timón de Entre Ríos con mano segura y honrada, prometer a su pueblo la solución de sus problemas inmediatos. Para los peronistas la responsabilidad no empieza con la elección ni termina con la elección. Para nosotros, los peronistas, la responsabilidad empieza recién en el gobierno, y es allí donde están puestos nuestros afanes y estamos decididos a todos los sacrificios. No es peronista aquel que no siente profundamente esa responsabilidad y que no está decidido a poner su vida en el altar de la patria para dejarla quemar si es preciso. Y entendemos que esa patria está en todas partes donde haya un argentino, llámese la patria grande, como decían nuestros antecesores, o llámese la patria chica, porque la grande está formada por la unión de todas las patrias chicas de los argentinos. Por eso, señores, yo quisiera oír repetir por la cuchillas entrerrianas los gritos de Urquiza y de Pancho Ramírez, llamando a todos los entrerrianos a trabajar para realizar una patria más feliz, y más grande y más soberana, por los siglos de los siglos. Y para que sonando esas nuevas llamadas que invitan a los argentinos a inclinar su dorso por una patria más justa, más libre y más grande, no quede un solo entrerriano, piense como piense, y sienta como sienta, que no se vea obligado a realizar ese esfuerzo por la grandeza de la patria y por la felicidad de los argentinos. .............
1950-05-23
En una concentración popular en Paraná :
Compañeros: En primer termino quiero agradecer a la C.G.T. esta magnifica asamblea que me permite hablar en forma directa con los trabajadores entrerrianos, satisfaciendo no solamente una necesidad, sino brindándome el estímulo de la inmensa satisfacción de poderlos saludar personalmente. Yo no he de hacer un discurso sino una conversación con los compañeros, porque entiendo que la verdad habla mejor sin artificios y porque entiendo que entre amigos y entre compañeros no hay nada mejor que una lisa y llana conversación, donde pueda darse expansión al corazón de los hombres para un mismo entendimiento de una misma causa. No es un secreto para nadie que nuestro gobierno es un gobierno de trabajadores. Son los trabajadores los que nos apoyan, son los trabajadores nuestros colaboradores y es en los trabajadores en quienes nosotros tenemos puesta nuestra fe para salvar a la República. Solamente las inmensas masas de trabajadores argentinos hoy, como en la época de nuestra independencia, pueden salvar a la Nación. Y es este gobierno de trabajadores el que prometió al país darle la libertad económica que no tenía; y es este gobierno de trabajadores el que prometió a este país ofrecerle una soberanía política de que había sido privado, y ofreció a este pueblo darle una justicia social que siempre se le había negado. Y, compañeros, hoy podemos decir con fuerza de toda verdad, que la República Argentina económicamente es absolutamente libre, que no depende en el desarrollo de sus fuerzas económicas, sino de la Nación misma; que ha desaparecido el coloniaje que tuvo sometida a la patria durante un siglo en la esclavitud económica, y que fue en última síntesis la causa real, verdadera, aunque indirecta, de la explotación de los trabajadores. Nuestros capitalistas, nuestros terratenientes, explotaban a sus peones, porque a su vez ellos también eran explotados por los capitales extranjeros. Y fueron lo suficientemente sumisos y cobardes para aguantar esa explotación sin rebelarse, explotando en cambio a los que trabajaban para ellos para poder satisfacer a sus patrones extranjeros. Hoy, compañeros, sería inadmisible que en esta tierra hubiese un patrón que explotase todavía a los trabajadores, porque querría decir que es lo suficientemente infame como para que, ganando el doble de lo que ganaba, todavía siguiese explotando a su gente. En cuanto a la soberanía en el orden internacional, hoy podemos afirmar, de una manera absoluta, que la República Argentina no tiene que pedir consejo ni consulta a nadie, que procede según su real saber y entender en el mantenimiento de sus relaciones con los pueblos hermanos y amigos del mundo. Con ellos mantenemos la más absoluta amistad, pero aclaremos que estamos con ellos como amigos, no como vasallos; que ellos para nosotros son compañeros y amigos de la causa común, pero no patrones. En lo que se refiere a la soberanía interna, ¿que puede ofrecerse más grande al pueblo argentino que la soberanía de elegir él su propio destino y realizarlo? Habiendo barrido el fraude de la República, hemos dado al pueblo el gobierno de la cosa pública. Hoy, compañeros, si el pueblo se equivoca, es el quien se equivoca; si el pueblo, que elige sus gobernantes, está conforme, se lo debe a él mismo porque él los elige. La República ha tomado en sus manos la soberanía popular y no debe dejarla escapar jamás de esas manos, porque nunca estará en mejores manos que en las del pueblo. Asimismo, compañeros, hemos terminado con el caudillismo. Hoy ya los antiguos caudillos políticos, a menudo señores de horca y cuchillo, han terminado su carrera. Hoy cada argentino es su propio caudillo. Él sabe que nadie hará en su reemplazo nada que él tenga que agradecerle. Por esta razón el peronismo no es un partido político: es un movimiento nacional, donde todos somos modestos servidores de ese movimiento y donde nadie se cree más de lo que es ni menos de lo que debe ser; un movimiento en el cual somos todos para uno y uno para todos. Cuando al despacho de un alto funcionario del Estado llega el más modesto de los ciudadanos es atendido con la misma educación y con la misma cultura que si fuera el más encumbrado de los personajes. Y, compañeros, hemos asegurado en el orden político la verdadera libertad individual de los hombres y la libertad del pueblo, donde no hay nadie sumergido, donde nadie es esclavo de nadie en la forma ni en el fondo, y donde cada argentino, con solo ser honrado y ser argentino puede decir, donde quiera, lo que quiera y podrá ser escuchado. Finalmente, compañeros, prometimos la justicia social. Hace cuatro años que trabajamos sin descanso para afirmarla en todo el territorio de la República. Hemos conseguido mucho pero no hemos hecho todo. Hemos elevado la cultura social de la masa argentina; hemos creado una conciencia social; hemos llamado a la realidad a los trabajadores argentinos y los hemos animado para que luchen por sus reivindicaciones. Sabemos bien que esto todavía no ha saturado el panorama social de la República y que la tercera condición que pusimos, la humanización del capital, todavía no está totalmente realizada en la República. Por esa razón, es deber de todos los gobernantes peronistas seguir luchando hasta que en el último rincón de la República no se encuentre un solo hombre que sea explotado por otro hombre. En la Argentina justicialista ya no puede haber peones que ganen 40 ó 50 pesos. En la Argentina justicialista todo el mundo debe ganar lo suficiente para vivir, tener su familia, educar a sus hijos y disfrutar del mínimo de felicidad a que tiene derecho. Por eso, compañeros, nosotros los justicialistas apoyamos la organización sindical. La felicidad de los trabajadores solamente puede ser amparada en forma permanente y segura por los propios trabajadores organizados. Es menester que sepan todos los trabajadores argentinos que los gobiernos justicialistas están a su disposición para apoyar a la organización sindical. De nada valdría, compañeros, poner en nuestra Constitución Justicialista los derechos del trabajador si no organizáramos el sindicalismo argentino en forma de imponerlo, si fuera necesario, por la fuerza, para que se cumpla la Constitución Justicialista. Sindicatos organizados, dependientes de una gran central obrera, son la garantía de los derechos del trabajador. Si el décimo de los derechos del trabajador ampara, por la Constitución Nacional y por la Constitución Provincial, el derecho de agremiarse para la defensa de los intereses profesionales, el Estado debe estar al servicio de esa agremiación porque es una obligación que emerge de la Constitución misma. Los patrones que se opongan a la organización de sus obreros, de sus empleados o de sus peones, cometen un delito contra la ley del Estado y es necesario denunciarlos para tomar las medidas contra ellos. Compañeros, solamente así podrá cumplirse integralmente la justicia social que es la base del régimen justicialista. Yo no concibo el régimen justicialista donde haya un obrero explotado; donde haya una familia que no pueda mandar sus hijos a la escuela; donde haya un anciano abandonado como un caballo en los campos para que se muera después de haber servido toda su vida. ¿Por qué? Porque para el régimen justicialista vale más un pobre viejo que ya no puede trabajar después de haber prestado servicio a la colectividad durante cincuenta o setenta años, que el más encumbrado personaje que se hace ver por nuestras calles. El régimen justicialista quiere dar al hombre, por el hecho de ser hombre, no solo los derechos que le conciernen en una sociedad organizada sino también el respeto que se ha ganado durante una vida de sacrificios y asegurar a los jóvenes un horizonte feliz para que sus esperanzas no se rompan todos los días ante la miseria, la desgracia y la desesperación. Ese es el régimen justicialista. No queremos hacer una patria grande a expensas de la desgracia, del sacrificio y del dolor de su pueblo; queremos hacer una patria grande contando la felicidad de vivir todos los días en ella. Queremos hacer una patria grande en lo confraternidad y el compañerismo de todos los argentinos y de todos los días; queremos hacer una patria grande donde nos respetemos mutuamente en nuestros derechos y dando el pueblo pueda entonar con alegría y felicidad nuestro Himno, con sus tres palabras sagradas: Libertad, Libertad, Libertad! Pero queremos, compañeros, que esas tres libertades contadas por nuestro Himno sean libertades efectivas, no las antiguas libertades, que eran todas para los señores del privilegio, en tanto que a los pobres les dejaban una sola libertad: la de morirse de hambre. No queremos ya, como era usanza de otros tiempos, toros grandes y peones flacos. No queremos que la riqueza de unos pocos este apoyada sobre torsos enjutos de esqueletos vivientes por la miseria de esos patrones que no supieran cuidar mas a sus hombres que a sus vacas o a sus toros. Por ese he dicho que no queremos ser todos multimillonarios, sino que queremos ser honestos, pobres pero felices. No queremos una riqueza que envilezca, no queremos una riqueza que obligue al sacrificio y al dolor. Queremos más bien la pobreza honrada y feliz de un pueblo que labora todos los días su grandeza, de un pueblo que, sin sufrir, esté contando de pie la felicidad de vivir en esta tierra maravillosa que Dios nos ha dado. Por eso, compañeros, he dicho muchas veces: el régimen justicialista es la virtud y no la riqueza. La riqueza es solo un medio de afirmar esa virtud en el pueblo. Es necesario, entonces, llevar nuestra doctrina a los cuatro vientos; esparcirla por los campos argentinos, enseñarla a esos pobres peones donde todavía no ha llegado el grito de liberación; llevarla por todas las campiñas entrerrianas, con un hálito de confraternidad y de amor, para que sepan que nosotros, los que vivimos mejor que ellos, somos capaces de sacrificar lo nuestro para que ellos vivan mejor que nosotros. Todo eso, compañeros, tratamos de afirmarlo con nuestra obra de gobierno. No podemos realizar en cuatro años lo que no se ha hecho en nuestro país en un siglo. Nos conformamos con impulsar el trabajo, con dignificar al trabajador, para que nos pongamos todos a la tarea de construir una Argentina mejor, con la que sueñan los verdaderos patriotas. Al haber ustedes elegido al general Albariño para gobernador de la provincia de Entre Ríos, sé que no se han equivocado. Yo he recibido de él su palabra de soldado y su palabra de amigo; sé que trabajara incansablemente, día y noche si es preciso, para labrar la felicidad de Entre Ríos. Es un hijo esclarecido de esta tierra, es un hombre de honor y es un hombre capaz, y de un hombre capaz y de honor debe esperarse siempre todo lo mejor. Sé que todos ustedes han de ponerle el hombro a su buena voluntad y a su capacidad. Sé, compañeros, que ustedes lucharan, cada uno en su puesto, como un soldado: un soldado de la nueva Argentina que esta luchando para consolidar en esta tierra lo que afirma el preámbulo de nuestra propia Constitución: una Argentina socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana. Y ahora, para terminar, un consejo, como suelo hacerlo siempre a mis queridos compañeros, los trabajadores: sean unidos. Formen sus agrupaciones bien organizadas y con dirigentes honrados y capaces. Únanse en la C.G.T., y así, férreamente organizados, luchen para que en esta provincia no quede un solo argentino que no gane lo suficiente para vivir y ser feliz. Luchen para mantenerse unidos y no olviden jamás que la consigna del justicialismo peronista es una: unidos venceremos. ..................
1950-05-24
En la sede del Partido Peronista Femenino de Paraná :
Compañeras y compañeros: No he querido, en esta corta estada, pasar sin visitar esta sede del Partido Peronista Femenino. Y no lo he querido hacer, porque sé de los desvelos y de los entusiasmos con que Juanita Larrauri la ha creado y la mantiene, con esa fuerza que solamente dan los corazones nobles y las almas elevadas en una inspiración patriótica y de bien público. He dicho muchas veces que el movimiento peronista no es una reunión de personas de categorías alguna; no es un conjunto de sabios ni hombres importantes. Es la reunida de hombres y mujeres del pueblo, que saben sentir para la Nación, que pueden pensar para la Nación, que saben trabajar para la Nación, y que están dispuestos a todos los sacrificios por el bien de la Nación. Cuando los peronistas sostuvieron la necesidad de que la mujer participase en las contiendas cívicas, aportando el voto calificado del sentimiento de las madres y las hermanas argentinas; cuando el Partido Peronista hizo aprobar en ambas cámaras del Congreso de la Nación la ley por la cual mujer adquiría sus derechos cívicos de votar conjuntamente con los hombres para la elección de sus representantes y de su gobernante, quisimos que terminase para siempre ese complejo de inferioridad que había creado para la mitad del pueblo argentino, para nuestras mujeres. Y quisimos también que la mujer argentina, que acompañó a nuestros guerreros en la independencia, que luchó al lado de nuestros próceres en la organización nacional, que luchó en todas las horas al lado de los hombres, compartieran hoy también la responsabilidad de seguir luchando a su lado por la felicidad del pueblo y por la grandeza de la Nación. Y, como el movimiento peronista es un movimiento eminentemente espiritual, quisiéramos también que la mujer aportase el sentido de su exquisita sensibilidad para calificar la política de los nuevos tiempos, que ha de ejercerse más con el corazón que con la cabeza. Aludió luego el primer magistrado a la necesidad de que los sindicatos, que son entidades eminentemente sociales, encaren todos los aspectos del problema social. Señalo la conveniencia de que los organismos obreros constituyan cooperativas de consumo y encaucen una parte de su acción dentro del mutualismo, estableciendo policlínicos, farmacias, servicios médicos y colaborando unos con otros para obtener una serie de producto de primera necesidad a precio de costo, o aun inferiores. Destacó, asimismo, la necesidad de la capacitación de quienes han de dirigir en futuro los organismos sindicales en el país, lo que podrá hacerse perfectamente por medio de las escuelas sindicales, similares a las que ya funcionan en diversos gremios. También destaco el general Perón la conveniencia de que los sindicatos tengan encuentra el problema económico y que traten de consolidar sus situación en ese aspecto, ya que la lucha contra el capital es necesario disponer de dinero para hacerlo frente con sus mismas armas. El primer magistrado, luego de formular a los presentes una exhortación a trabajar con entusiasmo y con verdadero fervor, recalco la necesidad de que la C.G.T. sea la gran central obrera que agrupe a toda las fuerzas del trabajo del país. Terminó su exposición refiriéndose a la personalidad del general Albariño, nuevo gobernador de Entre Ríos. Expresando que se trata de un peronista probado y de un hombre capaz y honesto, por lo cual el éxito de su gestión estaba descontado con el apoyo decidido de las entidades que representan a los trabajadores de la provincia. ..............
1950-05-27
DISCURSO PRONUNCIADO POR EL PRESIDENTE DE LA NACIÓN A BORDO DE LA MOTONAVE EVA PERON
Yo deseo que mis primeras palabras sean de agradecimiento a los armadores de este barco, a los constructores; palabras que quiero decir en presencia de nuestro buen amigo, el señor embajador, que sabe de nuestros desvelos y que con tanta simpatía acompaña nuestros trabajos, rindiendo un tributo a Gran Bretaña que, aún sabiendo que está construyendo barcos para competidores, con su caballerosidad tan reconocida de toda la vida, nos construye barcos tan bien terminados y tan espléndidos, con estos que estamos recibiendo. Quiero agradecer también al señor capitán, quien, con largo empeño, trajo aquí el "Presidente Perón", trae en su primer viaje al "Eva Perón", y tendrá, Dios mediante, la satisfacción de traernos al "17 de Octubre", en fecha próxima, honor que le ha conferido el Ministerio de transporte a este viaje marino, que uno a sus dotes personales y profesionales una inspiración patriótica que lo hace acreedor a nuestro elogio y a nuestro reconocimiento. Agradezco también, señores, a la tripulación del barco, desde el primer oficial hasta el último tripulante, porque ellos son los que le dan vida. Un barco es, normalmente, una caja vacía, quizás de sentimientos y de sentidos. Quienes le dan alma, quienes le dan la vida, son sus tripulantes. Un barco no es lo que se ha construido; un barco es lo que es su capitán y son sus tripulantes. Esta magnifica nave, construida con el desvelo y la ciencia que han puesto sus constructores, no tendrá ninguna vida, no será siquiera argentina, si sus tripulantes no meten dentro de esta caja esa alma que nos distingue de los demás pueblos de la tierra, que nos da honor y satisfacciones, que la hará una nave argentina o la hará simplemente un barco. Yo agradezco también al amigo Canaro y a sus muchachos, que son ya una institución en nuestra tierra, y que en este viaje inaugural han puesto, dentro de estas paredes, el alma criollo con su sentido y con el sentimiento de sus canciones. Agradezco también, en nombre de la Nación, al señor ministro de Transportes, como asimismo a todo el personal de la flota, que con su preocupación y su capacidad están dando a la Marina Mercante Argentina el sentido con que nosotros soñamos que debe estar imbuida y animada. Agradezco también a la representación de los distinguidos cargadores de nuestros barcos, aquellos cuyos fletes están manteniendo y vitalizando nuestra marina mercante; representación que asiste a esta comida y a la que deseo agradecer, en nombre del Estado y del Ministerio de Transportes, como agradezco la flota a sus clientes predilectos, diciéndoles, que de ellos dependemos y que a ellos agradecemos cuanto la flota es y cuanto la flota será. Señores: el nacimiento de la flota nacional, como la queremos nosotros, poderosa, numerosa, y animada de un alma especial, de un alma profundamente argentina, de un alma que la vitalice, no solo aquí sino en todos los puertos del mundo, de un alma que haga vibrar y conocer esa bandera que llevan en sus mástiles los barcos de la flota, tuvo lugar en 1946, como consecuencia de un problema de gobierno, verdaderamente pavorosa. En 1946 se le presentó a la República Argentino el siguiente problema: nuestros puertos, abandonados durante diez años, no tenían un solo dique en buenas condiciones. Había barcos hundidos dentro de los diques, que fue necesario sacar. Los guinches no servían para cargar, sino en primera andana, y solo había unos cuantos que estaban en condiciones. Los elevadores tampoco tenían manga para cargar, sino en primera andana, y se perdía la mitad del cereal porque estaban rotas y en malas condiciones. No podíamos cargar sino 300.000 toneladas al mes. Era cuanto podíamos hacer como esfuerzo para esa carga. No teníamos transportes para llevar nuestros cereales a los diques, ni camiones para sacarlos de las chacras hasta las estaciones. Y, si hubiéramos resuelto el problema de los transportes a estación y a dique, igualmente no hubiéramos podido cargar en los puertos en cantidad suficiente como para despachar toda cosecha. Y aún resolviendo dos problemas, que eran verdaderamente pavorosos por razones de tiempo nos encontraríamos con que no contábamos con barcos para trasladar a ultramar el producto de nuestro trabajo y el de nuestros trabajadores del campo. Ese fue el problema que, como desayuno, recibí yo cuando me hice cargo del gobierno. Solo yo sé las noches que me pasé sin dormir pensando en la solución de este problema. Para poder capear en forma eficiente el temporal teníamos que despachar por lo menos diez millones de toneladas de granos por nuestros puertos y no podíamos, en esa época, cargar más de cuatro millones. Estábamos expuestos a perder de seis a ocho millones de toneladas de cereales en las chacras, con la consiguiente desazón de nuestros productores y con la atonía natural que ello debería traer en un país que era eminentemente agrícola-granadero. Fue necesario tomar medidas verdaderamente heroicas. Se compraron sesenta mil camiones. ¿Donde estaban? Ese era el problema. Todos nuestros abastecedores, a quienes reclamábamos camiones, decían: "Estamos transformándonos en industria de guerra; no les podemos ofrecer ni un solo camión". Fue necesario recurrir, entonces, al procedimiento de comprar camiones donde estuvieran. Los trajimos desde Bombay hasta Honolulu. Donde estuviesen. Los compramos a los precios que era posible obtener en aquellos tiempos de dificultades extraordinarias para el abastecimiento, ya que todos los países proveedores habían destruido durante cinco años y no habían pedido reponer lo que destruyeron en el periodo de la guerra. Se compraron camiones de "surplus", de posguerra, viejos, usados, nuevos, de grande y pequeño tonelaje, es decir, lo que había. Si nosotros no hubiéramos comprado esos sesenta mil camiones, hubiéramos perdido de seis a ocho millones de toneladas, quizá, de cereales, que valen mucho más que los sesenta mil camiones. Vinieron los camiones. Trajimos cuantos y donde estuvieran. Son todos los que están aun trabajando en el puerto y que tengo entendido que son bastantes buenos. Simultáneamente reclamamos materiales ferroviarios, también para nuestros transportes, pero los países que habían hecho durante cinco años la guerra con la pertinacia con que se hizo la última no habían pensado en construir materiales ferroviarios. No teníamos ruedas, ejes, etcétera. Solamente nosotros sabemos el esfuerzo que hicimos. En ese momento en que todos estaban reponiendo sus materiales, nosotros, país que no los fabricamos, estábamos confiados a las ruedas de los camiones que habíamos comprado y entregado a los trabajadores, no a empresas sino a los que quisieran ganarse el flete y pagar los camiones con él. En cuanto a los barcos, estábamos también en guerra de precios. Nosotros queríamos cobrar para nuestros cereales un precio mayor y los compradores, como es lógico, querían pagarnos uno menos. Yo no los critico a ellos porque quisieran pagar menos, como ellos tampoco nos criticaran a nosotros porque quisiéramos cobrar más. Era una cuestión de comerciantes. En esas condiciones, si no hubiéramos tenido marina mercante, hubiéramos tenido que pagar los precios que ellos querían, porque si no hubieran venido a buscar nuestros productos. Para vencer en esa guerra de precios, lo primero que necesitamos eran barcos. Solucionado el problema de los transportes y de los puertos, nos quedaba este problema, el más grave de todos. Habíamos soportado ya, durante la guerra, un bloqueo. Recuerdo que recorría yo el puerto de Buenos Aires y había algunos remolcadores solamente. Los diques estaban vacíos. No había ni un solo barco para cargar. Con ese panorama pavoroso y frente a esa lucha natural del comercio -que es lógica y natural- no quedaba otra cosa que comprar barcos. Es ese el momento en que nació la idea de formar una marina mercante, cualquiera fuese el esfuerzo que fuere necesario realizar. No teníamos disponibilidad. "No teníamos oro que respaldara nuestra moneda", según decían algunos. Yo resolví cambiar el oro que teníamos por barcos y traerlos al país, porque me hice esta composición de lugar: un barco es oro navegando, y el oro en la Caja de Conversión, como no fuera porque yo iba cada quince días a ver los barrilitos, no tenía otra utilidad. Fue así, señores, que decidimos comprar una marina mercante, que alcanzase, por lo menos como primera etapa, un millón y medio de toneladas, que es lo que necesitábamos para exportar nuestra producción anual, pensando también que "la paz no reinaría por largo tiempo en Varsovia", y que una nueva guerra estaba amenazado al mundo antes de terminar la segunda, como asimismo que si se producía esa guerra volveríamos nuevamente a estar, por cuestiones de situación, bloqueados en el frente marítimo. De cualquier manera esta marina mercante representaba, desde todo punto de vista, las posibilidades máximas de la República. Sería una marina mercante nueva, con barcos de este tipo, que por razones de defensa nacional son indispensables; barcos de 18 a 20 nudos, con un cañoncito a popa y otro a proa, que suelen formar una marina de guerra en caso de necesidad. Podríamos sacar nuestra cosecha de acuerdo a nuestras necesidades y ubicarla en cualquier parte del mundo de acuerdo a las existencias del mercado. Finalmente, como negocio, yo prefería un barco al oro, porque el barco, en cuatro o cinco viajes, nos trae de nuevo el oro que costó, y sigue durante veinte años acarreando oro. Como negocio, a mí se me presentaba admirable. Es así señores, que contra el consejo de mucha gente, yo decidí que se compraran buques, y ahora estoy viendo, con la inmensa satisfacción de las decisiones que se toman con acierto, que nuestra Marina Mercante crece y que la conciencia marítima por la cual la Liga Naval desde hace tantos años lucha por formar en nuestro pueblo, se está formado sola a medida que arriban barcos con la bandera argentina a nuestro puerto, los que además están acarreándonos el oro que costaron. Finalmente, hemos de decir que nosotros salimos al mar sin otra pretensión que la de prestar servicios a nuestro país y sin otra aspiración que la de llevar en nuestro reemplazo en forma que tengamos mucho que agradecerle. La incorporación de esta nave es un escalón más en esta escalera de aspiraciones de la Marina Mercante Argentina. Seis barcos más de este tipo serán entregados durante este año y yo anhelo tener la inmensa satisfacción de hacer esos seis viajes al puerto para ponerles en su viaje inaugural a cada una de estas naves el gallardete del año sanmartiniano en su palo mayor, pensando que con ello empenachamos de patria con el sagrado nombre de San Martín a cada uno de estos buques que, al incorporarse, están formando de la tradición marítima de nuestra tierra que nace casi con nosotros. Y esperamos no tener la desgracia de morir sin ver antes nuestro pabellón multiplicado por todos los mares del mundo como una llave encargada de abrir los corazones de los otros pueblos hacia nuestro generoso corazón de argentinos. Para terminar, quiero agradecerle al señor ministro de Transportes la invitación y el agradable momento que hemos pasado todos en este barco, aprovechando la oportunidad para felicitar a ese Ministerio porque frente a una tare tan abrumadora como es la organización de los transportes de la República, ha colocado un jalón más en el mar a la par de tantos jalones que en la tierra coloca todos los días. Los argentinos nos sentiremos orgullosos el día que nuestros transportes estén total y absolutamente organizados; el día que podamos decir que mediante la coordinación de esos transportes, el pueblo argentino es dueño de sus vías terrestre como de las marítimas para moverse en barcos, o en vehículos argentinos a lo largo de todas las latitudes del mundo. Todas estas conquistas yo las dedico siempre a nuestros trabajadores, porque como presidente de la República yo no puedo olvidar, y no olvidaré jamás, que todo esto ha sido posible porque nuestra clase trabajadora ha puesto el puesto en el momento oportuno. Si algún mérito tiene nuestra empresa, será de los trabajadores argentinos, que fueron quienes nos comprendieron desde el primer momento, quienes lucharon a nuestro lado para hacer posible está empresa, quienes se sacrificaron durante el periodo de nuestra gestación y de nuestra realizaciones, siguiendo no obstante firmes en su acción, llevando adelante y sosteniendo el gobierno que tengo el honor de presidir. Por eso es que digo que no olvido en esta ocasión, ni olvidaré en ninguna ocasión de mi vida, que a ese pueblo argentino, es a quien corresponden todo los méritos que puedan atribuirnos a nosotros; es a quien corresponden las modernas conquistas de una nueva Argentina que sueña con ser tan grande, como justa, como libre y como soberana. ................