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1950-08-25
En un acto de la Unión Obrera Metalúrgica :
Compañeros: Quiero que sean mis primeras palabras para transmitirles el caluroso saludo de la señora, que estando en cama no ha podido llegarse hasta este local para saludarlos personalmente. Pero sé, con toda seguridad que ella está con su corazón puesto en esta obra, porque la oigo mentar todos los días, lo beneficioso que estos consultorios médicos van siendo en todas partes donde se levantan; como así también el esfuerzo que ella pone día a día para ir levantándolos por su cuenta o por cuenta de la fundación en todas partes de la República. Y para mí compañeros, esto tiene la inmensa satisfacción, de ver surgir estas obras de bien para el pueblo. Representan algo así, como la satisfacción que ha de sentir el agricultor que ha echado su semilla y comienza a ver aparecer en su campo la verdura de esa hierba que es su sustento, que es su felicidad y que es la grandeza del país. Yo nunca me he podido explicar, que cómo ha sido posible, que muchos gobiernos hayan colocado al movimiento gremial....decía compañeros, que nunca me he explicado porqué razón muchos gobiernos en vez de ayudar al movimiento gremial se habían opuesto a él, lo habían colocado casi al borde o fuera de la ley, lo combatieron por todos los medios y por todos los sistemas. Cuando en realidad el sindicato es una institución de bien público, por eso el gobierno justicialista lo primero que hizo desde las iniciaciones en 1944, fue dar un estado legal a la existencia de los sindicatos obreros. ¿Qué pensó el legislador?, ¿qué pensó el gobierno al dar este estado legal al sindicato? Observen compañeros, que el sindicato, bien organizado, está conformando cuatro grupos de acción indispensables. Primero la organización de las comisiones para la lucha en defensa de los intereses profesionales, es decir en defensa de los derechos, en defensa de la dignidad de los obreros y en defensa de sus salarios y de sus condiciones de trabajo. Pero sería muy magro si allí terminase el sindicalismo, sería una tarea tan material y tan pequeña frente a lo que el sindicato puede representar para transformarse en una institución de bien público. Es que el sindicato debe extender su acción hacia la mutualidad. La mutualidad representa la defensa de la salud del material humano del gremio, ese edificio hoy lleno con los consultorios médicos es una de las formas de la mutualidad, que si hoy son sólo consultorios externos han de ampliarse en el futuro para constituir un verdadero policlínico. Vale decir, que al hombre afectado de cualquier dolencia sea atendido científicamente y si esa dolencia debe ser tratada en forma permanente sea internado en el policlínico y allí aplicado el tratamiento, sea este médico, sea quirúrgico, para largar un hombre sano a las actividades del trabajo. Tampoco termina allí el movimiento mutual sino que debe extenderse a poder facilitar las medicinas y toda la atención, prolongándose hacia los campos de deportes y de verano, para que sea esto un complemento para la salud fisiológica del gremio. Pero no, no sería suficiente con que el gremio tuviese la comisión para la defensa de los intereses profesionales y su mutual cubriese el riesgo que el hombre o su familia por sí no pueden cubrir, sería todavía poco para el sindicato. El sindicato debe ir a la cooperativa para abastecer al gremio económicamente. Y allí en la cooperativa tener la seguridad de ir acumulando mediante el aporte de todo el gremio lo necesario para poder beneficiar a cada uno de sus adherentes con el abastecimiento de alimentos, enceres, ropas, en forma racional y económica. Pero señores con esto tampoco el sindicato hubiera hecho todo lo que debe hacer, debía entonces pensar que si defiende los intereses profesionales, si mutualmente defienden la salud fisiológica o física de sus adherentes, si los abastece económicamente y con alimentos sanos, por intermedio de sus cooperativas quedaría todavía al gremio, el cuidar la salud espiritual de sus adherentes, y ello lo hace creando las escuelas sindicales en el gremio destinadas a elevar el nivel social de la masa. Esa es la función compañeros, que ha de llenarse acabadamente por los dirigentes de los gremios argentinos. Y yo en este acto me hago un deber, el felicitar al compañero Salvo por la obra que está realizando en la Unión Obrera Metalúrgica. Pero dije compañeros al principio, que no me explicaba por qué los gobiernos estaban frente o contra de los gremios. Yo les voy a decir porque, pero antes quiero hacer resaltar lo irracional de esta medida de estar en contra de los gremios y su organización. Observen ustedes, ¿qué hace el gremio?, el gremio, la defensa de los intereses profesionales, la mutualidad, la cooperativa y la escuela sindical para elevar social y cultural de la masa. ¿Que hace el gobierno? Señores, el gobierno también defiende los intereses profesionales, para ello ha puesto en la Constitución Justicialista los derechos del trabajador y él tiene que hacerlos cumplir a los derechos del trabajador. Ustedes ven que lo que hace el gremio con su comisión, hace también el Estado en general. La mutualidad, pero es que el gobierno ¿no tiene obligación de atender a los enfermos del país?, ¿no tenemos un Ministerio de Salud Pública para eso, los hospitales, policlínicos y consultorios, igual que el gremio? Y las cooperativas, ¿no estamos luchando para bajar los precios, no estamos vigilando y algunas veces poniendo a algunos en Villa Devoto por exceso en los precios? Y esa función es la misma que haría la cooperativa. Y en cuanto a la escuela sindical, ¿no estamos nosotros instalando escuelas profesionales, educando todos los días a la masa para elevar su nivel cultural?, ¿no hemos declarado miles de veces que queremos elevar el nivel social y el nivel cultural de la masa? Y entonces ustedes observen si el gremio y el Estado están empeñados en la misma tarea, están realizando lo mismo, el gremio para sus asociados y el Estado para todo el pueblo, ¿cómo es posible que dos que realizan la misma obra estén en contra y no estén marchando paralelamente? Ello les explicará compañeros la verdadera orientación que el Estado justicialista tiene en este aspecto. Ir ayudando y haciendo de los gremios cada día instituciones más fuertes y mejor dotadas; que tengan sus locales sociales, que tengan sus mutualidades, con sus policlínicos, que puedan llenar todos los servicios hospitalarios de su propio gremio, que tengan sus cooperativas de abastecimiento, que tengan sus escuelas sindicales con sus bibliotecas y con todo lo que es necesario para ir elevando la cultura social y la cultura general de la masa, Esa orientación del gobierno justicialista es quizá la más trascendente de todas las acciones que para los adultos, para los hombres de nuestra tierra, puede el Estado apoyar cuando tiene buena fe en la consecución de estos objetivos. Compañeros, y otro punto que toco muy interesante el compañero Salvo. Se ha dicho que nosotros dirigimos los gremios; seríamos muy poco inteligentes si lo hiciéramos, porque los gremios en el Estado justicialista solamente pueden ser dirigidos por sus propios dirigentes. Por eso es que apoyamos una Confederación General del Trabajo, la que a su vez apoya a los gremios, y en esa libertad con que ellos organizan y con que ellos conducen la masa de los trabajadores argentinos, es el puntal de apoyo más fuerte que tiene el gobierno justicialista. Observen compañeros, cual es la orientación que en este orden tiene el gobierno justicialista. Nosotros, los justicialistas, queremos un gobierno centralizado y en la mano; queremos un Estado organizado que cumpla con su deber; pero queremos un pueblo libre. Nosotros dividimos a la Nación en esas tres gradaciones: el gobierno que somos nosotros, el Estado que son todas nuestras instituciones, que es la policía, el ejército, la marina, la aeronáutica, la aviación, los jueces, todo lo que pertenece al Estado, eso debe de estar bien mandado y bien dirigido para que cumplan con su deber; el pueblo, en cambio, que es la otra gradación que viene, es libre, trabajando y haciendo su deber pero en la más amplia y absoluta libertad para organizarse y para crecer. Por eso compañeros, yo voy a la seis de la mañana a la Casa de Gobierno, y exijo que todos los del gobierno vayan a la seis de la mañana, y exijo también que todos los funcionarios o empleados del Estado cumplan rígidamente con su deber. Ellos no pueden hacer cuestión de libertad individual frente al deber del gobierno y al deber del Estado. Por eso, dividida a la República así, el que no se siente contento porque está mandado en el gobierno que se vaya al pueblo, ahí no sacrifica nada de su libertad individual, ahí está absolutamente libre, pero tiene que ganarse la vida. Señores, esto es lo que el pueblo quiere, cuando yo les he dicho a ustedes que en el gobierno todos tienen que cumplir con su deber se han puesto contentos. Es la realidad, cuando les digo que un funcionario o un empleado del Estado debe cumplir con su deber, también se han puesto contentos, cuando les he dicho que no pueden hacer cuestiones de su libertad individual, todos ustedes han aprobado, como yo lo concibo y cuando les he dicho que el que no esté de conforme se va al pueblo que ahí es libre, entonces ustedes también están de acuerdo con esa concepción. Y si eso es lo que debe ser, y si eso es lo que el pueblo quiere, cómo, el Estado justicialista que toma y bebe sus enseñanzas del pueblo mismo, no lo va a imponer como sistema permanente para el gobierno, para el Estado y la libertad absoluta para las actividades populares. Bien compañeros, la concepción justicialista, amparando, propugnando y ayudando la creación y existencia de estos consultorios, de los policlínicos y de todas las funciones mutuales en los gremios tiene, señores, una importancia extraordinaria. Yo deseo que cada uno de los trabajadores argentinos, piensen y trabajen para tener gremios organizados de esta manera. Todas las luchas se han de enfrentar con orden y con posibilidades de éxito cuando las organizaciones sean fuertes por su composición, fuertes por su organización y fuertes por la rotación material de medios económicos con que cuentan. Por esa razón es que propugno, por esa razón es que digo siempre a los compañeros dirigentes, hay que trabajar, porque el sindicalismo justicialista no puede ser crear cuatro o cinco para que peleen de cuando en cuando por un mejor salario, sino han de ser comisiones bien organizadas que no pidan lo que no puedan pedir y que no se queden cortos cuando pueden pedir más. Vale decir que compulsen las posibilidades económicas hasta establecer un perfecto equilibrio, y eso es cuestión de números y fácilmente se establece, y si no se consulta al Consejo Económico que él sabe bien hasta donde puede y desde donde no se puede y va a dar la información siempre completa y siempre perfecta. Pero además de eso, que ese sindicato sea la mejor mutual, que ese sindicato sea la mejor cooperativa y que constituyan la mejor escuela para ir preparando a los hombres que en el futuro han de enfrentar la tarea de la defensa de los intereses profesionales, de la mutual, de la cooperativa y de la propia escuela sindical. Eso es lo que los justicialistas entendemos como organización sindical. No era lo que antes decían, que era organización sindical los políticos que se acoplaron al movimiento obrero, no para servirlo sino para servirse de él, no les interesaban que existieran mutuales, cooperativas y escuelas sindicales, le interesaba sólo lo otro porque ahí es donde ellos sacaban el provecho político. Por esa razón compañeros, para defenderse aún contra los intereses mezquinos de algunos politiqueros es necesario organizar un sindicalismo responsable, un sindicalismo prudente y un sindicalismo sabio. Ello vendrá con esa perfecta organización. Y compañeros, cuando yo veo la marcha de los sindicatos argentinos, como la Unión Obrera Metalúrgica, que hoy surge su local social, al día siguiente sus consultorios externos, los campos de natación y de camping acá cerca, una ciudad que están construyendo, el abastecimiento de las necesidades primordiales del gremio, no puedo sino felicitarles a ustedes y decirles muchachos hay que perseverar, porque están en buen camino. No buscamos organizaciones que puedan hacernos ricos a cada uno de los trabajadores porque eso no es posible. Los trabajadores seguirán siendo siempre hombres del pueblo y trabajadores, no ricos, pero las organizaciones, ¡esas sí deben ser ricas! Porque la organización rica va a prestar un sinnúmero de servicios, de orden mutual, cooperativa o sindical a los asociados del sindicato que recibiendo ese beneficio de su propio esfuerzo, tendrán aumentos indirectos en el salario que se percibe, porque se traducirán en felicidad, en tranquilidad y en seguridad para la propia familia de los trabajadores. Compañeros, yo quiero terminar estas palabras sumándome al júbilo que veo en la cara de los dirigentes y de los asociados de este sindicato, pensando que estas primeras sonrisas con que festejamos las primeras conquistas han de ser el reflejo de esa inmensa satisfacción que sentirán ustedes y sentiré yo, el día que nuestros sindicatos dispongan de todo lo necesario para vivir con felicidad y con dignidad, que puedan ayudar en todo momento y contra todo riesgo a todos sus asociados, porque ese momento el Estado justicialista que defendemos, y que construimos habrá alcanzado un objetivo que no será jamás derribado por ninguna fuerza del mundo. He dicho muchas veces compañeros, que el Justicialismo se apoya en el sindicalismo y que si algún día el sindicalismo no apoyase al Justicialismo, el Justicialismo se derrumbaría en el día. Pero compañeros, afirmo también, con la misma seguridad que el día que el Justicialismo no defendiera y apoyara al sindicalismo podría el sindicalismo derribarse y derrumbarse en el mismo tiempo. Tanto es el Justicialismo al sindicalismo como el sindicalismo al Justicialismo, son dos patas de una misma mesa que están sosteniendo una doctrina que es común, porque es la doctrina del pueblo. Por eso compañeros los triunfos de ustedes son los triunfos del Justicialismo. Cuando se observan obras de esta naturaleza es cuando yo voy viendo que el sindicalismo se impone y triunfa, y el triunfo del sindicalismo será en última síntesis el triunfo del Justicialismo. Muchas gracias. ....................
1950-10-06
En al acto realizado por la Obra Don Bosco
Doy gracias a los salesianos porque, llegándose hasta esta vieja Casa, me permiten tener el honor y la inmensa satisfacción de compartir con ellos el homenaje al Padre de la Patria. Setenta y cinco años de honor representan para la Nación Argentina la convivencia con la Obra de Don Bosco. Setenta y cinco años de honra representan para la Obra de Don Bosco la formación de miles de niños que hoy conjugan, con la voz de Cristo, la voz de la Patria. Durante cuarenta años he recorrido la Patria, de extremo a extremo; he visto a los salesianos trabajando en la humildad de sus tareas, formando argentinos de bien, como los consideramos nosotros: argentinos humildes, humildes servidores de Dios y de su patria. Por esa razón, en este luminoso día en que festejan su 75 aniversario, quiero, cerrando estas breves palabras, decirles a los salesianos de la patria toda, que la Nación Argentina está orgullosa de ellos y que el gobierno de la Nación, por mi intermedio, les agradece cuanto han hecho y cuanto están haciendo por formar una juventud digna de esta gran patria de San Martín. ........................
1950-10-17
DISCURSO PRONUNCIADO EN LA CONCENTRACION DE PLAZA DE MAYO
Compañeros: Un nuevo 17 de octubre nos reúne en esta plaza de nuestras glorias, para recordar el día que los descamisados argentinos señalaron el camino a la patria. Mi saludo cariñoso a todos ellos y a todos los argentinos que a lo largo del territorio de la patria se reunen para escuchar esta palabra a lo largo de toda la extensión de la patria. Una vez más puedo hablarles con mi verdad y con mi corazón. Con mi verdad, porque no mentí la primera vez; y con mi corazón, porque no olvide jamás lo que debo yo y debe la Nación a los descamisados de la patria. Cuando aquella memorable noche del 17 de octubre de 1945 salí a este mismo balcón y me encontré con ustedes, me pregunté si valía, acaso la pena, de que un pueblo grande como éste, se jugará la vida por un hombre humilde como yo. Vi aquella noche como todos los descamisados abrazaban mi nombre como una esperanza, y me pregunté si sería yo capaz de convertir tantas esperanzas en realidad. Me pesaba la enorme responsabilidad que el pueblo descargaba sobre mí, y, por eso, les pedí que luchásemos juntos. A cinco años de aquella fecha gloriosa para todos nosotros podemos decir, con legítimo orgullo, que, trabajando juntos, hemos construido sobre la vieja Argentina, injusta, vendida y traicionada, esta nueva Argentina, justa, libre y soberana. Todo lo que aquella noche nos parecía un sueño inalcanzable ahora es una realidad, y nos parece un sueño. Eramos un pequeño país sometido al capitalismo internacional que ahogaba nuestra economía y especulaba con el hambre de los trabajadores argentinos. Ahora, somos un país respetado no hay en el mundo fuerza capaz de ahogar nuestra economía y tenemos la satisfacción de saciar el hambre de los que antes especulaban con la nuestra. Ya ningún embajador del mundo se atreverá a meterse con nosotros, ni siquiera para ayudarnos a ganar las elecciones. Eramos un país sin rumbo, sin espíritu y sin pueblo. El rumbo nos lo marcaban los de afuera; ahora el rumbo es el rumbo de la patria, es nuestro rumbo, vamos donde queremos ir. Y todavía nos permitimos ofrecer a la humanidad el rumbo nuevo de nuestro justicialismo. Hace siete años que vengo condenando por igual los abusos del comunismo y los abusos del capitalismo. A medida que ellos avanzan en sus luchas, con sus mismos errores, el hombre del mundo se va dando cuenta que ninguno de los dos traerá la solución ni de la paz que la humanidad anhela. Por eso, los hombres honrados de todos los pueblos se suman a nuestra tercera posición. Eramos un país sin espíritu. El espíritu de los argentinos estaba aplastado por el peso de los hombres sin conciencia, capaces de venderlo todo para salvarse ellos y vivir con el estómago lleno. Para ellos, los altos valores del espíritu éran las palabras elegantes para usar los días de fiesta, como el frac y la galera. Así se explica que jurasen por Dios y por la patria fidelidad a una Constitución que nunca respetaron, y jurasen trabajar lealmente por la patria sin haber hecho nunca nada por su grandeza. Así se explica que jurasen ser leales al pueblo y lo engañaran fraudulentamente después. Ahora somos un país con espíritu. Para nosotros , sus valores son realidades de todos los días. Para nosotros, la patria está en la realidad viva de cada argentino, y mejor cuanto más humilde y más descamisado. Por eso, para nosotros no hay nada mejor en el mundo que un descamisado. Despreciamos a quienes lo despreciaron; y queremos, a los que le brindan su cariño y lo sirven con abnegación. Por eso, para que los humildes hijos de esta tierra tengan un refugio permanente en sus penas y en sus necesidades, he dejado en mi vieja y querida Secretaría de Trabajo y Previsión a mi mujer, porque sé que ella los quiere tanto como yo y quizá más que a mí mismo. Eramos un país sin pueblo. El pueblo sufría en silencio su indignación y su dolor trabajando día y noche; y cuando levantaba un poco la cabeza se la bajaban a palos o le regalaban una "semana trágica". Vivía como ausente de su propia patria. Ahora está de pie, sabe que la patria es justa. Cada argentino trabaja alegre y confiado en el porvenir, con las espaldas erguidas y la frente alta. Porque sabe que en la Argentina justicialista la suprema dignidad está en el trabajo. Por eso nuestro justicialismo debe mantenerse puro y fuerte, como era puro y fuerte el primer 17 de octubre. Si triunfamos entonces cuando solo teníamos una esperanza y una bandera, como no habremos de triunfar hoy que tenemos una realidad y nuestros adversarios para pelearnos tienen que hacerse peronistas. Cada peronista tiene que ser siempre como el primer 17 de octubre: un fanático del ideal. El justicialismo necesita apóstoles, y para ser apóstol hay que estar dispuesto a ser héroe, y solamente los fanáticos de amor por una causa son capaces de morir por un ideal. Si el justicialismo fuera sólo mi causa, yo no pediría nada de eso; pero el justicialismo ha dejado de ser la causa de un hombre para ser la causa de un pueblo, y por ella, sí valdría la pena darlo todo, incluso la vida. En este esplendoroso 17 de octubre como en otros años, no deseo pasar esta oportunidad, sin dar a mis queridos compañeros mis consejos, para ello he extractado en veinte puntos las verdades fundamentales del justicialismo que quiero leérselas: 1º.- La verdadera democracia es aquella donde el gobierno hace lo que el pueblo quiere y defiende un solo interés: el del pueblo 2º.- El peronismo es esencialmente popular. Todo círculo político es antipopular, y, por lo tanto, no es peronista. 3º.- El peronista trabaja para el movimiento. El que en su nombre sirve a un círculo o a un caudillo, lo es sólo de nombre. 4º.- No existe para el peronismo más que una sola clase de hombres: los que trabajan. 5º.- En la nueva Argentina el trabajo es un derecho, que crea la dignidad del hombre, y es un deber, porque es justo que cada uno produzca por lo menos lo que consume. 6º.- Para un peronista no puede haber nada mejor que otro peronista. 7º.- Ningún peronista debe sentirse más de lo que es, ni menos de lo que debe ser. Cuando un peronista comienza a sentirse más de lo que es, empieza a convertirse en oligarca. 8º.- En la acción política la escala de valores de todo peronista es la siguiente: primero la Patria, después el movimiento y luego los hombres. 9º.- La política no es para nosotros un fin, sino solo el medio para el bien de la Patria que es la felicidad de sus hijos y la grandeza nacional.. 10º.- Los dos brazos del peronismo son la justicia social y la ayuda social. Con ello damos al pueblo un abrazo de justicia y de amor. 11º.-- El peronismo anhela la unidad nacional y no la lucha. Desea héroes, pero no mártires. 12º.- En la nueva Argentina los únicos privilegiados son los niños. Trece.- Un gobierno sin doctrina es un cuerpo sin alma. Por eso el peronismo tiene su propia doctrina política, económica y social: el justicialismo. 14º.- El justicialismo es una nueva filosofía de la vida, simple, práctica, popular, profundamente cristiana y profundamente humanista. Quince.- Como doctrina política, el justicialismo realiza el equilibrio del derecho del individuo con el de la comunidad. 16º.- Como doctrina económica, el justicialismo realiza la economía social, poniendo el capital al servicio de la economía y ésta al servicio del bienestar social. 17º.- Como doctrina social, el justicialismo realiza la justicia social que da a cada persona su derecho en función social. 18º.- Queremos una Argentina socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana. 19º.- Constituimos un gobierno centralizado, un Estado organizado y un pueblo libre. 20º.- En esta tierra, lo mejor que tenemos es el pueblo. Estas son las veinte verdades fundamentales del justicialismo peronista. He querido reunirlas así, para que cada uno de ustedes la grave en su mente y en su corazón, para que las propale como un mensaje de amor y de justicia por todas partes, para que honrada y lealmente las practiquen, para que vivan feliz según ellas, y también para que mueran feliz en su defensa si fuera necesario. No quiero terminar sin dar las gracias a todos los que han hecho posible esta nueva Argentina que hoy vivimos, mi gratitud va dirigida en primer lugar a todo el pueblo, sin el esfuerzo de todos no seríamos nada de lo que somos. Agradezco a los hombres y mujeres que han colaborado más directamente en la tarea y que han participado activamente en la responsabilidad enorme del gobierno. Mi gratitud no puede dejar de nombrar a esta mujer ustedes y yo llamamos con el mismo nombre: Evita; y si hoy le hago pública mi gratitud es solamente porque sé que ustedes no me perdonarían que dejase de hacerlo. Mi profundo agradecimiento al coronel Mercante, mi leal amigo y consejero, y a todos los compañeros trabajadores de la patria que con el brazo honrado y mano firme, elaboran la grandeza de nuestra patria. Mi agradecimiento, en modo especial, a todos los funcionarios y empleados que trabajan honradamente en la ejecución de nuestras tareas, compañeros incansables en las jornadas de nuestro cometido. Al Excmo. señor Vicepresidente de la Nación, Dr. Quijano, y a mis leales ministros, mi afectuoso reconocimiento. Compañeros, y para terminar, compañeros, quiero saludarles deseándoles que sean inmensamente felices; y lo mismo que otros años los estrecho a todos en un abrazo sobre mi corazón. ........................... Compañeros: Un nuevo 17 de octubre nos reúne en esta plaza de nuestras glorias, para recordar el día que los descamisados argentinos señalaron el camino a la patria. Mi saludo cariñoso a todos ellos y a todos los argentinos que a lo largo del territorio de de la patria se reunen para escuchar esta palabra a lo largo de toda la extensión de la patria. Una vez más puedo hablarles con mi verdad y con mi corazón. Con mi verdad, porque no mentí la primera vez; y con mi corazón, porque no olvide jamás lo que debo yo y debe la Nación a los descamisados de la patria. Cuando aquella memorable noche del 17 de octubre de 1945 salí a este mismo balcón y me encontré con ustedes, me pregunté si valía, acaso la pena, de que un pueblo grande como éste, se jugará la vida por un hombre humilde como yo. Vi aquella noche como todos los descamisados abrazaban mi nombre como una esperanza, y me pregunté si sería yo capaz de convertir tantas esperanzas en realidad. Me pesaba la enorme responsabilidad que el pueblo descargaba sobre mí, y, por eso, les pedí que luchásemos juntos. A cinco años de aquella fecha gloriosa para todos nosotros podemos decir, con legítimo orgullo, que, trabajando juntos, hemos construido sobre la vieja Argentina, injusta, vendida y traicionada, esta nueva Argentina, justa, libre y soberana. Todo lo que aquella noche nos parecía un sueño inalcanzable ahora es una realidad, y nos parece un sueño. Eramos un pequeño país sometido al capitalismo internacional que ahogaba nuestra economía y especulaba con el hambre de los trabajadores argentinos. Ahora, somos un país respetado no hay en el mundo fuerza capaz de ahogar nuestra economía y tenemos la satisfacción de saciar el hambre de los que antes especulaban con la nuestra. Ya ningún embajador del mundo se atreverá a meterse con nosotros, ni siquiera para ayudarnos a ganar las elecciones. Eramos un país sin rumbo, sin espíritu y sin pueblo. El rumbo nos lo marcaban los de afuera; ahora el rumbo es el rumbo de la patria, es nuestro rumbo, vamos donde queremos ir. Y todavía nos permitimos ofrecer a la humanidad el rumbo nuevo de nuestro justicialismo. Hace siete años que vengo condenando por igual los abusos del comunismo y los abusos del capitalismo. A medida que ellos avanzan en sus luchas, con sus mismos errores, el hombre del mundo se va dando cuenta que ninguno de los dos traerá la solución ni de la paz que la humanidad anhela. Por eso, los hombres honrados de todos los pueblos se suman a nuestra tercera posición. Eramos un país sin espíritu. El espíritu de los argentinos estaba aplastado por el peso de los hombres sin conciencia, capaces de venderlo todo para salvarse ellos y vivir con el estómago lleno. Para ellos, los altos valores del espíritu éran las palabras elegantes para usar los días de fiesta, como el frac y la galera. Así se explica que jurasen por Dios y por la patria fidelidad a una Constitución que nunca respetaron, y jurasen trabajar lealmente por la patria sin haber hecho nunca nada por su grandeza. Así se explica que jurasen ser leales al pueblo y lo engañaran fraudulentamente después. Ahora somos un país con espíritu. Para nosotros , sus valores son realidades de todos los días. Para nosotros, la patria está en la realidad viva de cada argentino, y mejor cuanto más humilde y más descamisado. Por eso, para nosotros no hay nada mejor en el mundo que un descamisado. Despreciamos a quienes lo despreciaron; y queremos, a los que le brindan su cariño y lo sirven con abnegación. Por eso, para que los humildes hijos de esta tierra tengan un refugio permanente en sus penas y en sus necesidades, he dejado en mi vieja y querida Secretaría de Trabajo y Previsión a mi mujer, porque sé que ella los quiere tanto como yo y quizá más que a mí mismo. Eramos un país sin pueblo. El pueblo sufría en silencio su indignación y su dolor trabajando día y noche; y cuando levantaba un poco la cabeza se la bajaban a palos o le regalaban una "semana trágica". Vivía como ausente de su propia patria. Ahora está de pie, sabe que la patria es justa. Cada argentino trabaja alegre y confiado en el porvenir, con las espaldas erguidas y la frente alta. Porque sabe que en la Argentina justicialista la suprema dignidad está en el trabajo. Por eso nuestro justicialismo debe mantenerse puro y fuerte, como era puro y fuerte el primer 17 de octubre. Si triunfamos entonces cuando solo teníamos una esperanza y una bandera, como no habremos de triunfar hoy que tenemos una realidad y nuestros adversarios para pelearnos tienen que hacerse peronistas. Cada peronista tiene que ser siempre como el primer 17 de octubre: un fanático del ideal. El justicialismo necesita apóstoles, y para ser apóstol hay que estar dispuesto a ser héroe, y solamente los fanáticos de amor por una causa son capaces de morir por un ideal. Si el justicialismo fuera sólo mi causa, yo no pediría nada de eso; pero el justicialismo ha dejado de ser la causa de un hombre para ser la causa de un pueblo, y por ella, sí valdría la pena darlo todo, incluso la vida. En este esplendoroso 17 de octubre como en otros años, no deseo pasar esta oportunidad, sin dar a mis queridos compañeros mis consejos, para ello he extractado en veinte puntos las verdades fundamentales del justicialismo que quiero leérselas: 1º.- La verdadera democracia es aquella donde el gobierno hace lo que el pueblo quiere y defiende un solo interés: el del pueblo 2º.- El peronismo es esencialmente popular. Todo círculo político es antipopular, y, por lo tanto, no es peronista. 3º.- El peronista trabaja para el movimiento. El que en su nombre sirve a un círculo o a un caudillo, lo es sólo de nombre. 4º.- No existe para el peronismo más que una sola clase de hombres: los que trabajan. 5º.- En la nueva Argentina el trabajo es un derecho, que crea la dignidad del hombre, y es un deber, porque es justo que cada uno produzca por lo menos lo que consume. 6º.- Para un peronista no puede haber nada mejor que otro peronista. 7º.- Ningún peronista debe sentirse más de lo que es, ni menos de lo que debe ser. Cuando un peronista comienza a sentirse más de lo que es, empieza a convertirse en oligarca. 8º.- En la acción política la escala de valores de todo peronista es la siguiente: primero la Patria, después el movimiento y luego los hombres. 9º.- La política no es para nosotros un fin, sino solo el medio para el bien de la Patria que es la felicidad de sus hijos y la grandeza nacional.. 10º.- Los dos brazos del peronismo son la justicia social y la ayuda social. Con ello damos al pueblo un abrazo de justicia y de amor. 11º.-- El peronismo anhela la unidad nacional y no la lucha. Desea héroes, pero no mártires. 12º.- En la nueva Argentina los únicos privilegiados son los niños. Trece.- Un gobierno sin doctrina es un cuerpo sin alma. Por eso el peronismo tiene su propia doctrina política, económica y social: el justicialismo. 14º.- El justicialismo es una nueva filosofía de la vida, simple, práctica, popular, profundamente cristiana y profundamente humanista. Quince.- Como doctrina política, el justicialismo realiza el equilibrio del derecho del individuo con el de la comunidad. 16º.- Como doctrina económica, el justicialismo realiza la economía social, poniendo el capital al servicio de la economía y ésta al servicio del bienestar social. 17º.- Como doctrina social, el justicialismo realiza la justicia social que da a cada persona su derecho en función social. 18º.- Queremos una Argentina socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana. 19º.- Constituimos un gobierno centralizado, un Estado organizado y un pueblo libre. 20º.- En esta tierra, lo mejor que tenemos es el pueblo. Estas son las veinte verdades fundamentales del justicialismo peronista. He querido reunirlas así, para que cada uno de ustedes la grave en su mente y en su corazón, para que las propale como un mensaje de amor y de justicia por todas partes, para que honrada y lealmente las practiquen, para que vivan feliz según ellas, y también para que mueran feliz en su defensa si fuera necesario. No quiero terminar sin dar las gracias a todos los que han hecho posible esta nueva Argentina que hoy vivimos, mi gratitud va dirigida en primer lugar a todo el pueblo, sin el esfuerzo de todos no seríamos nada de lo que somos. Agradezco a los hombres y mujeres que han colaborado más directamente en la tarea y que han participado activamente en la responsabilidad enorme del gobierno. Mi gratitud no puede dejar de nombrar a esta mujer ustedes y yo llamamos con el mismo nombre: Evita; y si hoy le hago pública mi gratitud es solamente porque sé que ustedes no me perdonarían que dejase de hacerlo. Mi profundo agradecimiento al coronel Mercante, mi leal amigo y consejero, y a todos los compañeros trabajadores de la patria que con el brazo honrado y mano firme, elaboran la grandeza de nuestra patria. Mi agradecimiento, en modo especial, a todos los funcionarios y empleados que trabajan honradamente en la ejecución de nuestras tareas, compañeros incansables en las jornadas de nuestro cometido. Al Excmo. señor Vicepresidente de la Nación, Dr. Quijano, y a mis leales ministros, mi afectuoso reconocimiento. Compañeros, y para terminar, compañeros, quiero saludarles deseándoles que sean inmensamente felices; y lo mismo que otros años los estrecho a todos en un abrazo sobre mi corazón. ...........................
1950-12-03
Ante delegados del Primer Congreso de la Confederación General Universitaria
Amigos universitarios: Cuando yo inicié en el país mi lucha, que era entonces mi causa, dije en una de esas primeras oportunidades que cuando cayese en la lucha, por la lucha o por el tiempo, habría siempre uno más joven y más capaz que yo que tomase mi bandera para llevarla al destino con que soñaba. He pasado el tiempo. Esa que era mi causa es ahora la causa del pueblo argentino y que era mi bandera es la gloriosa bandera de nuestra patria. Veo hoy llegar de se en una nunca toda la República a esta falange de muchachas y muchachos que han de sucedernos en el honor de luchar y de vencer por esa bandera; los veo llegar como una promesa de la patria misma, como los herederos de nuestras inquietudes y de nuestro patriotismo que han de agregar a esa bandera y a esa, causa, los laureles que nosotros no hayamos capaces de agregar. Yo partiré conforme; yo partiré orgulloso de cuánto he podido realizar, porque compañeros jóvenes de esta tierra, a los hermanos y muchachos de esta tierra, puedo decirles que recibí una patria colonial y que la devuelvo libre; que recibí un pueblo envilecido y lo devuelvo digno; que recibí una clase trabajadora sumergida y la devuelvo altiva y perseverante en la lucha de todos los días por hacer grande y gloriosa a nuestra tierra. ¿Que habría de ofrecer a Dios, en el postrero momento de vida, sino el sacrificio de haber sido útil para la felicidad de mis hermanos y para la grandeza inmarcesibles de mi patria? Es por eso, muchachos, que al volver a vuestros lares y al llevar con vuestro en entusiasmo y vuestra fe, nuestro cariño por esa tierra del interior que tanto amamos, deseo que llevéis a nuestros hermanos de esa tierra, con nuestra palabra de saludo, nuestro corazón de hermanos. Llevad con nuestra fe, con nuestro patriotismo, todo cuánto podemos ofrecerles desde esta Capital a todos aquellos que, lejos o cerca de los centros poblados, van desarrollando su tarea para hacer de cada uno de los rincones de esta tierra algo más feliz y algo más hermoso. Llevadles este saludo con que los estrecho, profundamente conmovido, sobre mi corazón, para decirles que esta causa, por la que nosotros estamos decididos a morir, es una sola: la causa por la que han muerto todos los argentinos en la historia, la causa de la patria. Llevadles, con mi saludo, mi recuerdo de todos los días y todas las noches, el único objetivo de todos mis afanes: que ellos, con la misma fe, con el mismo patriotismo y con la fuerza motriz de sus jóvenes corazones, estén dispuestos, como nosotros, a morir luchando hasta dar el último suspiro con la palabra de la patria en sus labios, para que en el futuro, nuestros hijos puedan decir algún día que agradecen a esta generación de argentinos que supo morir trabajando para legarles una patria más justa, más libre y más soberana. .....................
1950-12-20
Palabras pronunciadas en el Regimiento de Granaderos a Caballo con motivo de la entrega de cien caballos criollos
Hace pocos momentos he estampado en el libro del Regimiento, que colecciona los recuerdos de las visitas, la historia breve y sintética de un caballo criollo que, puede decirse, está en la legión de los héroes que formaron en el Regimiento. Ese caballo criollo se incorporó en 1813 al Regimiento de Granaderos a caballo; hizo toda la campaña de los Andes y del Perú, y volvió a la estancia de su patrón, el teniente Miguel Caxaraville, para morir tranquilo en 1825. Esa breve historia de nombre animal de nuestra tierra es hoy rememorada por va vuelta de los criollos al Regimiento de Granaderos a Caballo. Por ello, en nombre de la Nación, especialmente en nombre del Regimiento Granaderos a Caballo, yo quiero agradecerles a los criollos de la Asociación de Criadores de Caballos Criollos, que me hayan permitido la inmensa satisfacción, el gran honor de ser el grato ejecutor de la vuelta de los caballos criollos al Regimiento de Granaderos, a fin de que todos los argentinos que de hoy en más vean desfilar nuestro glorioso cuerpo por las calles de Buenos Aires, sepan que el escuadrón de Lavalle, el escuadrón de Río Bamba, está montado en los caballos que lo condujeron a la gloria en hechos de armas. Ello ha sido posible por la amabilidad, por el patriotismo y por el honor que nos han hecho los criadores de caballos criollos con los cuales ni el gobierno ni las instituciones, hemos hecho todavía todo lo debemos de hacer para devolverles el favor que nos han otorgado. En nombre de la Nación y del Regimiento de Granaderos, les agradezco profundamente y me pongo a su disposición Agradezco en forma personal y el nombre de mi esposa, los caballos que nos han regalado y tendré el inmenso honor de montar en uno de ellos para la próxima revista. .....................
1951-01-01
En un almuerzo en Uspallata
Si en la vida de un hombre todos los hechos que la jalonan pudieran sintetizare en un solo momento, yo podría decir que en este momento, hago la síntesis de cuanto hemos vivido juntos, luchando por la misma causa, y esa síntesis representa para mi también la mas inmensa de las satisfacciones. Si todo cuanto yo he hecho, no lo hubiera hecho con el cariño profundo de mi corazón, con la convicción absoluta de lo que yo comprendo como problema de la Nación, este solo hecho obligaría mi gratitud para toda la vida. Yo creo que todo lo que se ha hecho por el país, más que a mí, se debe a ustedes, a los hombres del pueblo, a los que han impulsado y llevado adelante esta obra. Yo solo no hubiera sido capaz de realizar nada. Yo solo he sido una bandera colocada al frente de una legión de hombres amantes de su patria y decididos a realizar sus destinos. Por eso, este brindis, que yo acepto como una amabilidad del compañero Borlenghi, como una inmensa satisfacción para mi persona, lo vuelvo a los trabajadores argentinos, a quienes todo les debe la patria: su grandeza, su felicidad y la posibilidad de haber impuesto el justicialismo en este país. Por que eso sea eterno, porque estén siempre unidos, porque, además de unidos, estén decididos a luchar y a hacer triunfar el justicialismo en nuestra patria, por que esas consignas sean eternas para los trabajadores argentinos, yo levanto mi copa. .............
1951-01-10
Ante integrantes de la Unión Obrera y Empleados Municipales
Las organizaciones obreras podrán sufrir cualquiera de las vicisitudes porque las que generalmente pasan las organizaciones de todo orden; pero, finalmente, el buen juicio, la idea justa y la realidad se imponen. Nosotros nunca hemos tomado ni tomaremos medidas de ninguna naturaleza con los gremios. Dejaremos que ellos evolucionen dentro de sí hasta que lleguen a la verdad, y a la verdad se llega finalmente. Eso ustedes lo habrán observado. Sin ninguna presión ni coerción de ningún orden podrán ir evolucionando en un movimiento total y absolutamente libre. Además ningún sindicato podrá decir que nosotros hemos influido o que el gobierno influye sobre los dirigentes, sobre las organizaciones o sobre la acción que deben desarrollar. Si hay un movimiento sindical libre en el mundo, es el nuestro, que goza de absoluta y completa libertad. Observen ustedes que no seríamos tan torpes en emplear el justicialismo dirigido. El justicialismo tiene que salir del pueblo, tiene que formarse en el pueblo y tiene que desarrollarse en el pueblo. Si no se hace así no es justicialismo. La justicia se hace por sí o no se hace. Cuando la justicia esta confiada a un hombre o a unos pocos, no es justicia, en mi concepto. El justicialismo ha tomado su tercera posición para no servir de escalón ni al capitalismo ni al comunismo, sino que desea servir esencialmente a las agrupaciones sindicales en la defensa de los intereses profesionales, de sus condiciones de trabajo, de sus salarios, de su vida y también de las posibilidades que tienen de influir directamente en el gobierno y en la marcha de la Nación, a lo que tienen derecho de no solo por el número sino por el esfuerzo que representan dentro de la Nación misma. Esa es la concepción justicialista. Si el capitalismo explota al hombre por otro hombre y el comunismo lo explota por medio del Estado, en nuestro sistema la explotación del hombre, en cualquier forma, sea por el patrón o por el Estado, es siempre un delito penado por la ley. Nosotros queremos terminar con la explotación, se la ejerza en hombre de quien se la ejerza. ¿Por qué deben organizare sindicalmente en forma poderosa? Hay dos causas que son las únicas que yo voy a anunciar, además de otras subsidiarias, pero que entran dentro de éstas. Observen ustedes que la necesidad de la organización estaba en el propio régimen justicialista que nosotros hemos establecido. Cuando yo llegué a la Secretaria de Trabajo y Previsión, el sindicato era una asociación que se encontraba al borde de la ley, unos días afuera y otros adentro, porque no tenía estatuto legal. El sindicato era una asociación ilícita. Tanto es así que cuando ustedes hacían una huelga, por justa que fuera, les hacían procesos y los metían en la cárcel. Yo quise terminar con eso, y para ello reuní a casi todos los dirigentes y les dije que había que dictar una ley, que seria un decreto-ley, mientras durara el gobierno de la Revolución, pero que después la aprobaría el Congreso, dando así estado legal al sindicato, con los mismos derechos que los demás asociaciones y aun un poco mas por tratare de asociaciones de hombres económicamente débiles, que compensarían así su debilidad frente a las organizaciones económicamente fuertes. Por esa razón, la ley de asociaciones profesionales habla de los derechos de asociación de los sindicatos y establece para ellos una cosa que no tiene ninguna otra asociación de la Argentina. Al recibir la personería gremial tiene fueros, una cosa extraordinaria, que no tiene ninguna otra asociación. Mientras el gobierno, por intermedio del Ministerio de Justicia, puede intervenir cualquier asociación por rica y poderosa que sea, no puede hacerlo al sindicato. Los sindicatos no se pueden intervenir por el Estado en ningún caso. Tienen ese privilegio. El sindicato solamente puede ser intervenido por una de sus organizaciones, pero no por las reparticiones del gobierno. Es el privilegio que ahora tienen para poder defenderse después de haber sido aplastado, digamos así, durante tantos años. Finalmente, les pido que saluden a todos los compañeros del gremio con un abrazo cariñoso y divulguen estas ideas para que toda la masa las vaya comprendiendo. La grandeza de la Nación no puede ser hecha por un hombre ni por unos cuantos hombres: debe ser hecha por todos los argentinos. Por eso nosotros deseamos que nuestras ideas persuadan y no que se impongan. Nosotros preferimos que un hombre persuadido haga lo contrario a que otro haga por la fuerza o la precisión lo que nosotros deseamos. Nosotros queremos convencidos porque esos son permanentes. Nos interesan los hombres que se convenzan de la verdad. Yo les pido, como colaboración a nuestra obra, que es honrada, leal y sincera, que lleven con esto, a todos los compañeros, mi saludo. ...............
1951-02-02
Ante directores y gerentes de la Dirección Nacional de Industrias del Estado
Que les puedo yo decir que no sea un elogio a la labor realizada por ustedes y mi agradecimiento por parte del gobierno de la Nación por los esfuerzos y buena voluntad que todos han puesto para administrar esto, como si fueran vuestros propios intereses. Hasta ahora el Estado era un organismo que se preocupaba solamente de gastar dinero. Ahora parece que empezamos a producir y eso es muy halagüeño frente a la necesidad de encargar presupuestos cada vez mayores e ir formando las reservas del Estado. Señores, yo conozco quizá mejor que muchos otros la labor que ustedes realizan, y conozco desde el principio la formación de las industrias del Estado, la desviación, diríamos, de esas industrias de nuestro país que fueron de propiedad enemiga y que se han incorporado al patrimonio nacional. Conozco, también en que estado fueron incorporadas cada una de ellas. "El problema más grande que se le presentó al gobierno en los años 1944- 1945, fue casualmente la descapitalizacion progresiva y las pérdidas que dejaban anualmente cada una de esas empresas que pasaban al estado. Era verdaderamente un presente griego el hacerse cargo de las mismas, que por una u otra causa habían entrado en una administración sui generis y que no podían enfrentar por sus propios medios una vida duradera. Ese era el estado y que nosotros conocíamos perfectamente bien. Tal es el caso de la IMPA, que no estaba en las mismas condiciones de las otras empresas. Es por eso que uno de los meritos de señor ministro Barro es el de haberse puesto a trabajar de firme para que todo se pudiese realizar bien y para que esas empresas no siguiesen el camino en el que ya habían sido lanzadas por nuestra propia incomprensión de los problemas de su organización, administración, dirección y producción. Estoy seguro que si DINIE no hubiera tomado como tomo la administración y dirección de ese grupo de empresas, ya hubieran fracasado todas o quizá hubiéramos tenido que abandonar la mayor parte de ellas. Después de otros conceptos expresó: Lo que mas consideración necesita de parte de cada uno de nosotros, son las cuestiones del Estado que, por ser de nadie, son un poquito de cada uno de nosotros. Todo ello añadió es para bien directo del país, y creo que algún día nuestros descendientes, los que vengan, nos agradecerán por lo menos el haber montado estas cosas inicialmente en el país. Yo les agradezco, en nombre del gobierno, cuanto hacen ustedes y quedo total y absolutamente a las ordenes de ustedes. ................
1951-02-23
En una visita a los atletas americanos en la Vila Panamericana :
Representantes de los atletas de toda América: No he querido dejar pasar la oportunidad de llegarme hasta este alojamiento para tener el placer de traerles a todos los hermanos de América el saludo del pueblo argentino y de la Nación Argentina. Anhelamos que se sientan en esta tierra como en su propia casa, y para ello estamos todos a vuestro servicio. Entendemos que el deporte en esta América nuestra es un vínculo más de unión y que trabaja incansablemente para formar hombres buenos. Para nosotros, los hombres de esta tierra, la bondad es superior a la sabiduría y a la riqueza. Formando hombres buenos estamos trabajando para el porvenir, y el deporte es, sin duda, el medio inflexible para formar hombres sanos de cuerpo y sanos de mente. La República brinda éste, su hogar humilde, pero lo hace con el corazón de hermano y de amigo. Cada uno de vosotros estáis en vuestra casa y nosotros seremos los más felices si con esta casa que os ofrecemos con nuestro corazón, estrechamos un poco más esa amistad que hace de América un continente de privilegio. Señores: no quiero abundar en razones que todos ustedes conocen tan bien como yo. En esta tierra de hombres humildes y de trabajo seáis bienvenidos. Os la ofrecemos con el corazón de amigos, y esta tierra, generosa con nosotros, no ha de ser menos generosa con vosotros. Que os sintáis aquí como nos sentimos nosotros, plenos de amor, de infinito deseo de hacer esta justa en medio de la paz beatífica de nuestro cielo que, reflejado en nuestra bandera nos ofrecerá los horizontes de ese amor inacabable que es el cielo que representa. Señores: que seáis bienvenidos a esta tierra y que seáis bienvenidos a nuestra casa que os ofrecemos con todo el corazón". .................
1951-02-24
Discurso en la cena ofrecida a los dirigentes gremiales en la residencia de Olivos
Señores representantes de México, compañeros: Quiero que mis primeras palabras sean de saludo y de cordial bienvenida a los hermanos mexicanos que cruzando medio continente han venido hacia nuestro abrazo, para sentirse siquiera sea unos días en nuestra proximidad amistosa y cariñosa. Y les ruego que se sientan en ésta como en su propia casa, sin limitaciones, porque los argentinos cuando ofrecemos la amistad va siempre con ella nuestro propio corazón. Es profundamente grato al corazón de los argentinos la llegada de esta embajada de compañeros mexicanos, de esa tierra viril que admiramos desde acá, porque admiramos a los pueblos valerosos que saben hacer respetar sus derechos y mantener su dignidad. Para los argentinos, esta visita tiene el gran significado de un simbólico abrazo, con el que envolvemos a los hombres del sud y del norte de América Latina, los que hablamos un mismo idioma, los que gritamos con una misma voz y los que sabemos defender con un mismo pecho nuestros derechos y nuestras garantías. Por eso son gratos, por eso nos son inmensamente gratos, porque nosotros admiramos y respetamos a los hombres valientes, como despreciamos a los cobardes sean éstos fuertes o sean débiles. Es también profundamente grato, porque llegan ellos a compartir nuestra mesa en un aniversario en que los argentinos terminamos de consolidar una patria justa, una patria libre y una patria soberana. Sabemos de sus luchas y de sus sacrificios. Sabemos que ellos, antes que nosotros, tomaron una bandera en cierta manera justicialista como la que sostenemos nosotros, liberaron a su pueblo, liberaron a su campo, entregaron con la antorcha justicialista los derechos a su pueblo, los plantaron con sus pechos valederos y sacrificaron un millón y medio de mejicanos para poderse llamar pueblo libre, pueblo de hombres, pueblo soberano. Sobre la estela de su sacrificio varonil, sobre la estela de su acción justicialista, nosotros hemos construido una nueva patria, basada en esa misma justicia, en esa misma libertad económica y en esa misma soberanía inquebrantable e inmaculada, como deben ser las patrias de los hombres, como deben ser las patrias de estos pueblos que hablamos todavía un idioma de hombres, para mandar a hombres y para obedecer a hombres. Por eso, compañeros mejicanos, os podéis sentir en vuestra casa. Encontraréis hombres como los vuestros, dispuestos a tener el derecho de seguir llamándose hombres. En esa casa, podéis mandar, en esa casa podéis decir que estáis en vuestra casa. Ahora, compañeros, deseo agradecer como les agradezco siempre a los dirigentes de todos los sindicatos argentinos sus sueños de patriotas y de hermanos, estos presentes que van jalonando las alegrías de mi vida, que no tiene otras alegrías que las alegrías de mi pueblo; que no tiene otras grandezas que la grandeza misma de los trabajadores, y que no tiene otras satisfacciones que las satisfacciones que veo y se reflejan en los ojos de mis queridos amigos, los trabajadores argentinos. Dicen, compañeros, que en la China milenaria, cuando sentían satisfechos sus sueños, solían comprar un ataúd para dejarse morir en él antes que esa fugaz felicidad de los hombres pudiera desaparecer. Yo estoy como esos chinos de las épocas antiguas: listo a comprar el ataúd. Me entregaron una patria que era una colonia y os la devuelvo libre y soberana. Me entregaron un pueblo escarnecido y os lo devuelvo libre. Me entregaron una patria presionada por multitudes de factores de todo orden y os la devuelvo tan soberana como digna. Como un argentino que ha visto realizar sus sueños, como lo he visto realizar yo en la tranquilidad y en la felicidad de mi pueblo, he alcanzado la más alta cumbre de la felicidad que hombre alguno que sienta su patria, puede llegar a realizar y contemplar. A vosotros, compañeros, os corresponde ahora enfrentar al destino. A vosotros, compañeros, os corresponde ahora organizaros poderosamente para que esa antorcha justicialista que hemos extendido a lo largo de toda la patria sea como el fuego eterno de la vida, para que nunca se apague, para que nunca disminuya en su luminosidad y en poder, y para que todos los trabajadores argentinos sepan que en ésta como en todas las horas de la patria, el destino de este pueblo lo apoyan con sus brazos vigorosos. Será fulgente y luminoso si ellos con su corazón, pueden animar esa llama que no se apagará jamás mientras en la tierra de los argentinos haya hombres que merezcan llevar el nombre de argentinos. Compañeros: bien sabéis que cuanto os he dicho en toda la trayectoria de mi vida pública ha sido siempre la más pura verdad. En mis conversaciones que tan a menudo mantenemos con los compañeros trabajadores, les he dicho siempre mi consejo amistoso dictado por mi corazón, por mi conciencia y por la experiencia que he podido acumular hasta estos días. Todo depende para la acción de los trabajadores de su perfecta organización. No olviden que el año 51' es para el sindicalismo argentino el año de la organización. No olviden que el sindicalismo no es solo una comisión para la defensa de los intereses profesionales. Trabajen día y noche si es preciso para que esos sindicatos tengan un poder extraordinario por su organización, por la aglutinación de sus componentes, por la lucha diaria en colocarlos al respeto, a la consideración del pueblo argentino. Crear las autodefensas para que nadie pueda quebrar la unidad sindical; crear el espíritu del sindicalismo que es algo como la conciencia social de la clase trabajadora. Si se continúa en el estado actual, el sindicalismo argentino tiene un triunfo asegurado: no hay que retroceder un solo paso. Vendrán señores, días de lucha, tarde o temprano, y para esos días de lucha hay que prepararse en los de bonanza. El sindicalismo argentino vive días de tranquilidad y de felicidad. Es menester que piensen que en esos días de tranquilidad y de felicidad hay que trabajar; hay que trabajar para enfrentar los días que puedan venir de lucha o de tragedia. No hay que ilusionarse con la vida tranquila; la ilusión de la vida tranquila pasa porque es una ilusión. La vida es de acciones y reacciones; vivimos la acción; esperemos la reacción, pero no desaprensivamente. Esperémosla consolidándonos, organizándonos, fortificándonos y haciendo que el sindicalismo del futuro sea una organización invencible, ni por el tiempo ni por la acción de ninguna de las fuerzas contrarias al sindicalismo. Sabemos compañeros, que nuestro gobierno es un gobierno obrero. Lo he dicho siempre con la franqueza usual de todos mis actos. El justicialismo, base y doctrina de todo nuestro movimiento, caería pronto sin el apoyo del sindicalismo; pero he dicho también muchas veces que no arrendaría las ganancias al sindicalismo el día en que el justicialismo hubiera sucumbido. Estas dos columnas son en el fondo los soportes maestros de todo el sistema. Al crear el justicialismo lo hacemos pensando en el sindicalismo, y hoy fortalecemos el sindicalismo pensando en el justicialismo. Este sistema de equilibrio en la organización de la comunidad argentina debe ser perfectamente comprendido por todos los compañeros trabajadores. Sabemos que en esta tierra los trabajadores conforman la verdadera doctrina justicialista. Al hacerlo defienden su propia organización. Pero, compañeros, es menester no olvidar jamás que la tranquilidad del sistema es el peor peligro que nos amenaza, porque todos en esa tranquilidad, en el disfrute de lo alcanzado hasta nuestros días, pueden preparar la derrota del futuro. Es menester llevar esta palabra de orden a todas las organizaciones, hay que organizarse perfectamente durante el año 1951, terminar la organización de todos los sindicatos para que el año 1952 enfrente la marcha con las organizaciones perfectamente al día, con los cuadros perfectamente en sus puestos y con cada soldado listo para la lucha, si la lucha puede sobrevenir en el futuro. Ese estado de organización es la única garantía, porque no olviden, compañeros, que a la clase trabajadora la salvan sólo los trabajadores; que la clase trabajadora solamente puede llegar a los grandes destinos con que sueñan todos ustedes y con que sueño yo, si cada uno es un diente de ese inmenso engranaje que mueve el país, que lo lleva a su grandeza y a su felicidad, pero que, señores, cediendo, puede llevarlo a su miseria y a su desgracia. Yo puedo hablarles, compañeros, con una sinceridad tal como difícilmente pueda hacerlo otro hombre. Yo he cumplido el compromiso que empeñé con el pueblo argentino. Entrego, a esta altura de mi gobierno, una inmensa obra realizada; entrego una patria que ha alcanzado el grado mayor conocido hasta nuestros días de justicia social, de independencia económica y de soberanía política. Yo puedo decir, compañeros, que eso que es la realización material no alcanza ni alcanzará jamás el índice que señala el haber dignificado al pueblo argentino y el haber dado a esta comunidad una conciencia social, sin la cual los pueblos marchan hoy hacia la lucha y hacia la desgracia. Dejando un pueblo así, yo podría partir tranquilo a cualquier parte, pensando que en esta tierra quedan muchos argentinos que han de tomar mi bandera y la han de conducir al éxito y a la victoria. Por eso, de hoy en adelante debemos pensar que lo que hay que defender, lo que hay que llevar adelante, es el justicialismo. Es el justicialismo el único que salvará al pueblo argentino, el único que lo consolidará. Por eso, compañeros, hay que ir pensando poco a poco en reemplazar a Perón por el justicialismo, porque estos movimientos que siguen a un hombre suelen morir con el hombre. Solamente son las doctrinas las que triunfan a lo largo de los tiempos. El hombre todavía no ha conseguido vencer al tiempo ni al destino, pero, señores, mientras los hombres van quedando en el camino de la vida, las ideas y las doctrinas, benefactoras de los pueblos, lanzadas en la eternidad de los tiempos, sobreviven a los hombres, sobreviven a los países y sobreviven a los siglos. Por esa razón, compañeros, es que les digo, por sobre todo cuanto yo pudiese ambicionar en esta tierra, que es necesario levantar la bandera del justicialismo y proyectarla en el tiempo. Hay que llevar a la comunidad argentina la idea de esa doctrina justicialista; hay que lanzarla en los tiempos, hay que empujarla todos los días, hay que inculcarla todas las horas. Entonces, yo seré el más feliz de los hombres, porque esa doctrina es mi hija predilecta; he puesto en ella todos los afanes de hombre, todos los afanes de ciudadano y todos los afanes de argentino. Ustedes, sus hijos y sus nietos, me harán el honor de hacerla triunfar. Hasta el 52', tendremos muchas veces que hablar y muchas veces que acordar cosas en común. Por esa razón, compañeros, yo les pido a ustedes que no apresuremos los hechos. Pensamos que hasta cinco segundos antes de la muerte los hombres pueden salvarse. No apresuremos los acontecimientos, dejemos que el tiempo sea el que nos impulse. Yo agradezco a los compañeros trabajadores -y sepan que los agradezco desde lo más profundo de mi corazón- que lancen sus buenas intenciones corriendo tras un tiempo que todavía es largo. No pensemos sino en trabajar y en ganar tiempo a las horas para hacer todos los días una Argentina más feliz, más próspera y más nuestra. Trabajemos en eso. No pensemos todavía en aquello en que el tiempo no dirá cuál será la solución mejor. Piensen en llevar al corazón de cada argentino la doctrina justicialista. Dejen que los ciudadanos argentinos decidan libremente sobre su destino. Pensemos como compañeros que esto que les digo con la mayor franqueza, con toda la sinceridad de mi corazón es el mejor camino. No pensemos anticipadamente. Yo les agradezco sus buenas intenciones. Saben que yo soy un hombre respetuoso de mi pueblo. Saben que no haré nunca lo que no quiera mi pueblo que haga. Pero no se apresuren, no se apuren; hay tiempo para todo. Compañeros: pasando a otro tema quiero decirles que esta fiesta que - como dijo mi señora- realizamos todos los años el Día de Reyes con las familias, he querido que este año fuese solamente con los numerosos dirigentes, por razones de espacio y para que pudiera concurrir un mayor número. Pero, siguiendo la costumbre que ya habíamos establecido en años anteriores, tendremos el gusto de hacer una nueva comida de camaradería para que cada uno de los dirigentes pueda venir con su señora a esa comida de amigos. De manera que yo también les pido que me disculpen con las respectivas esposas de los compañeros por no haberlas invitado este año. Les pido que les lleven también nuestro afectuoso recuerdo a las compañeras de todos los días y les digan que en esta comida las hemos tenido muy presentes y que el año que viene podremos compartir con ellas nuevamente la mesa como en los años anteriores. Antes de terminar, compañeros, yo deseo dedicar mi recuerdo cariñoso y mi agradecimiento al excelentísimo señor vicepresidente de la Nación, agradecimiento que en todas las horas de mi acción lo tengo presente por su rectitud y por la prudencia de todas sus acciones que facilita extraordinariamente el desenvolvimiento del Poder Ejecutivo. También así para mi invariable amigo y leal colaborador de todos los tiempos, el coronel Mercante. Un hombre que, como ustedes saben no tiene secretos para mí como yo no tengo secretos para él. Un hombre que en todas las horas lo he visto con la misma lealtad, con el mismo desinterés y con el mismo entusiasmo de cuando empezamos en 1942, nuestras cosas, que ustedes conocen. Por eso, en esta ocasión, como en todas, él comparte no solamente nuestra mesa sino también el cariño de nuestro corazón. Igualmente, compañeros, para todos los compañeros ministros que nos acompañan en esta mesa, hombres del movimiento, muchos de ellos dirigentes obreros que, saben ustedes, que trabajan con tesón y con lealtad. Y yo señores, en ocasiones como esta, en que puedo señalarlos a la consideración de todos los compañeros trabajadores, lo hago con una profunda emoción, de compañero de trabajo, de amigo y de colaborador. Y finalmente, compañeros, haciendo el último recuerdo a la necesidad de organizarse y de crear las autodefensas de la organización sindical, diré que los organismos sindicales como los organismos fisiológicos deben tener sus autodefensas. Ustedes saben que el cuerpo humano tiene sus elementos propios de autodefensa; de otra manera no le valdría para nada los remedios ni los médicos. Cuando se produce una herida y entra un microbio comienza el organismo a elaborar su propia defensa y vemos aparecer sobre la superficie el síntoma de la infección cuando el pus comienza a amontonarse y la sangre empieza a pulular sobre la herida. Esos corpúsculos blancos que llamamos pus, pues, son cadáveres de glóbulos blancos que han caído en su lucha contra los microbios; pero son ellos los que detienen allí en la herida al microbio antes que pase a infectar los ganglios y llegue quizás en forma de septicemia a la sangre. Los organismos institucionales como los fisiológicos necesitan de esas autodefensas, porque andan muchos microbios sueltos, algunos rojos y otros amarillos, y esos microbios, aunque no creo que puedan realizar una infección muy grande por lo menos molestan con las infecciones locales. Es necesario que el organismo se defienda solo porque si no nos produce a nosotros gastos en emplear desinfectantes y médicos que no son necesarios. Compañeros: ustedes saben mejor que yo la clase de curaciones que ha de ponerle a estas infecciones; pero tenemos que ir organizando las autodefensas de las organizaciones sindicales. Nosotros en ese orden recuerden que hemos creado la ley de asociaciones profesionales, que convirtió a los antiguos sindicatos que funcionaban fuera de la ley en instituciones de bien público, funcionando dentro de la ley. Una vez realizado ese primer tiempo durante el gobierno, hemos ido fortaleciendo las organizaciones sindicales dándoles los medios para organizarse dándole el grado de dignidad que deben tener como instituciones de bien público dentro de la comunidad argentina. Hoy estamos en condiciones de decir que podrá haber en el mundo organizaciones sindicales tan buenas como la nuestra, pero que difícilmente habrá mejores que la nuestra. Por eso espero poder seguir adelante con la organización del año 51'. ¿Por qué insisto tanto en la necesidad de llevar adelante la organización? Porque, compañeros, si le dimos estado legal, luego le dimos estado real en la organización y ahora queremos darle los demás atributos y llegar a establecer, por primera vez en el mundo el fuero sindical. En el año 51', con la organización sindical, la creación de sus autodefensas y la consolidación del sindicalismo argentino, vendrá fatalmente los fueros sindicales en este país. Conque, compañeros, a trabajar; y trabajar duro para hacer organizaciones del tipo del que tanta veces hemos hablado. Muchos dirigentes argentinos, engolocinados -como dicen los criollos- con nuestra linda organización sindical, creen que han terminado el trabajo pero van a tener la sorpresa de que, dentro de 40 ó 50 años, van a morir pensando todavía en que queda mucho por realizar. Esa organización es la que yo sueño para los compañeros trabajadores argentinos. Y la sueño, no por ninguna razón de política o de otro orden; la sueño porque esa será la única garantía de un futuro que, cercano o lejano puede ser todavía de lucha, y de lucha tenaz. Compañeros: les pido perdón por haber aprovechado esta ocasión para extenderme en consideraciones de este orden. Ustedes saben que a mí me gusta más conversar con ustedes que hacer discursos de sobremesa, porque sé que los discursos de sobremesa no suelen agradar; y como esto se va alargando quiero terminar con una referencia a esa clase de discursos. Dicen que una vez, mientras se asistía en Roma a una de la funciones en que se echaban cristianos a las fieras, un señor, que con su toga se quedó de pie esperando al león, cuando éste llegó a su lado, antes de que lo comiera, se arrimó a su oído y le murmuró algunas palabras. El león lo miró, bajó la cola, dio media vuelta y se fue sin comérselo. Admirado el César por esa acción, preguntó si ese que había hablado al león era un taumaturgo que se entendía con las fieras y mandó a unos de sus centuriones que le preguntara qué le había dicho al león. Fue el centurión y a su regreso le dijo al César: "César, dice que le dijo que él acostumbra a ofrecer la comida con un discurso". Por eso, compañeros, les pido perdón porque quizás yo esté aquí haciendo el oficio del taumaturgo"... Les agradezco, compañeros, este magnífico momento de solaz que ustedes me permiten con su presencia en esta casa donde saben que siempre son bienvenidos y bien recibidos. Les ruego a los compañeros del interior que quieran llevar un abrazo muy afectuoso a todos los compañeros que en todas las regiones de la patria trabajan con la misma intención y el mismo entusiasmo que nosotros; y a los compañeros de la Capital, que quieran ser intérpretes ante los demás compañeros de los gremios de mi recuerdo hacia ellos, que en estos momentos está tan jubiloso como grande es mi cariño que me permite enviarles este abrazo muy fuerte y muy profundo sobre mi corazón. ......................
1951-02-27
Al imponer la orden del Libertador al senador mexicano Antonio Bermúdez
El pueblo argentino ha seguido a lo largo de toda la trayectoria de su historia, una orientación que recibiera del más grande conductor que ha tenido en todos los tiempos nuestra patria. La mística que él inculcó en las sucesivas generaciones argentinas, podría cristalizarse en dos cosas que son nuestros grandes objetivos: dedicar la vida a la defensa de la libertad y de la soberanía de nuestro país. Esa doctrina recibida del Gran Capitán, nosotros hemos hecho cuanto ha estado nuestras manos para consolidarla en el tiempo y confirmarla en los hechos. México y Argentina son dos países que en el continente han hecho notar esa misma orientación. México ha luchado por su pueblo, ha luchado por la libertad de su pueblo sin omitir sacrificios y sin omitir fatigas. Los hombres mexicanos han luchado denodadamente por mantener la soberanía de su patria, que es para la Nación lo que la libertad para el hombre. Por eso los argentinos, no solamente estamos total y absolutamente consubstanciados con la causa mexicana, que es nuestra propia causa, sino que los argentinos estamos inclinados a tener siempre un lugar preferencial en nuestro corazón para los hombres que han sabido hacer a esa patria, valerosa, noble y ejemplo para los pueblos americanos. Señor senador: vos entre esos mexicanos sois un hombre prestigioso y un exponente de esa raza viril. Por eso, al colocar sobre vuestro pecho y sobre vuestro corazón de mexicano esta insignia, que es la figura del Gran Capitán, desde la inmortalidad él se sentirá, sin duda alguna, satisfecho de que esta condecoración esté colocada sobre el corazón valeroso y noble de un hombre que pertenece a un pueblo que vive y siente como vive y siente nuestro propio pueblo. Sé, señor, cuales son vuestros afanes y vuestras inquietudes; sé lo que valéis como hombre y como patriota. Basta para ello haber conversado breves momentos con el senador Bermúdez. Por eso, al colocaros esta insignia con la efigie del Gran Capitán, sellamos una unidad de ilusiones por una misma libertad que defendemos, y sellamos también con la tradición de glorias de vuestro pueblo y nuestro pueblo un apretón de amigos que en nuestro idioma quiere decir una unidad para siempre. ..............
1951-02-27
En la inauguración del Velódromo
Compañeros ciclistas: Yo he querido esta noche inaugurar personalmente este velódromo que de hoy en más será de todos los ciclistas argentinos. Y quiero que mis primeras palabras sean de agradecimiento al señor Intendente Municipal De Benedetti, que ha hecho posible la obra en un tiempo récord. Hemos querido brindar a los más pobres la obra más rica. Será este el centro ciclístico de Buenos Aires y estará abierto a todos los ciclistas argentinos, sin condición alguna. Sólo les pido, muchachos, que lo cuiden y lo conserven porque es de ustedes; que hagan de él un lugar deportivo y que tengan los beneficios que el deporte brinda a los hombres sanos de cuerpo y sanos de mente. Que sean muy felices y lo disfruten muchos años.
1951-02-28
En la ceremonia de condecoración del ministro de Egipto, Mohamed El Said Bey
Señor embajador: El gobierno de la República Argentina y, muy especialmente, en forma personal, el presidente que os habla, tiene por los pueblos de habla árabe una predilección que no habrá escapado al señor embajador durante su estada en Buenos Aires. Esa predilección nace no solamente de las excelentes relaciones que siempre hemos mantenido con los pueblos árabes, sino también del cariño que la colectividad árabe en la República Argentina ha conquistado a través de muchos años de trabajo en común con nosotros. El señor embajador, desde su arribo a la República Argentina, no solamente ha sido un embajador excelente en representación de su país y de su Majestad el Rey de Egipto, sino que también ha sido un amigo nuestro, incorporado a esa benemérita colectividad árabe, hacia la cual sentimos tanta gratitud por su laboriosidad, por su honradez y por todo cuanto ha hecho en favor del desarrollo de este país. Es recordando no sólo ese cariño y esa consideración que tenemos por todos los árabes en la Argentina, sino también por la actividad, la aptitud y por la hombría de bien del señor embajador y por el cariño que ha sabido inspirar a todos los funcionarios del gobierno argentino; por su tacto, por su fino trato y por haber sabido llegar a nuestro corazón, queremos que esta efigie del Gran Capitán, que es lo más sincero y lo más grande que tiene la República Argentina como representación, esté sobre el corazón de un árabe que se ha sabido ganar nuestro cariño y nuestra amistad. Que ella os acompañe y sea siempre el símbolo de nuestro buen recuerdo, de nuestra amistad y de nuestro afecto; que ella os acompañe siempre en todas las horas de vuestra vida, y que éstas sean muy felices. ..........
1951-03-01
En la inauguración de la Escuela Superior Peronista
Yo aceptando una invitación del señor director de la Escuela Peronista, me comprometí para hoy comenzar los cursos con una disertación referente a la organización, objeto y funcionamiento de la Escuela. De manera que mis primeras palabras quiero que sean de agradecimiento a las amables palabras del señor ministro y de la señora de Perón, pensando en que son más bien dictadas por el sentir del corazón y la mística peronista de los que han expuesto tan simpáticas ideas para mí. Pero indudablemente esta Escuela tiene una doble misión: la primera es la de formar justicialistas y la segunda exaltar los valores peronistas para servir de la mejor manera a la doctrina justicialista. Y si mi permiten, como vamos a dar a este el carácter de una clase, yo he de hablar sentado, que es más cómodo. He tenido una preocupación desde hace mucho tiempo referente a la instauración, dentro de nuestro Movimiento, de una escuela destinada a ir desarrollando nuestra doctrina. Generalmente, las doctrinas son exposiciones sintéticas de grandes líneas de orientación, y representan en sí y en su propia síntesis, solamente el enunciado de innumerables problemas, pero la solución de esos problemas realizados por el examen analítico de los mismos no puede formar cuerpo en esa doctrina sino que constituyen toda la teoría de la doctrina misma, así como también de ese análisis surge las formas de ejecución de esa doctrina y de esa teoría. Una doctrina sin teoría resulta incompleta, pero una doctrina y una teoría sin las formas para realizarlas resultan inútiles; de manera que uno no ha cumplido el ciclo real e integral hasta que no haya conformado e inculcado una doctrina, hasta que no haya enseñado una teoría y hasta que no haya establecido las formas de cumplir una y otra. Esa es la razón fundamental de la existencia de una escuela, porque ya eso no puede quedar librado a la heterogeneidad de las interpretaciones de los hombres, ni al examen analítico de cada uno, sino que para conformar, con su unidad esa doctrina, es necesario elaborar un centro donde la tecnificación paulatina de cada una de las concepciones doctrinarias vayan desarrollándose y presentando formas de ejecución prácticas y racionales. Eso es, en el fondo, la razón de ser y la necesidad de la Escuela Superior Peronista. Es claro, que este enunciado singularmente simple, es realmente difícil de realizarlo en su conjunto en forma acabada, porque no interviene en la vida misma de un movimiento tan grande como nuestro movimiento una concepción, sino también una acción. Y debemos de confesar que la acción será siempre por sobre de la concepción, porque en este tipo de preparación de multitudes, lo que hay que presentar como punto de partida es una unidad de concepción, para que esa unidad de concepción, consecuentemente en la marcha del tiempo, vaya realizándose con acción con absoluta unidad de acción. Solamente así es posible vencer en los grandes movimientos colectivos. La unidad de concepción está en la teoría y en la doctrina; y la unidad de acción está en la buena conducción del conjunto de esta doctrina y de esta teoría. Vale decir, que se trata de poner en consecuencia y en marcha no solamente la idea para que ella sea difundida, sino la fuerza motriz necesaria para que esa idea sea realizada, que es lo que interesa. Por esto, la Escuela Superior Peronista, que será una escuela que cumplirá cuatro funciones fundamentales, permitirá la realización de ciclos completos, desde la concepción hasta la realización terminal. Para ello, en primer lugar es función y es misión fundamental de la escuela, el desarrollar y mantener al día la doctrina. En segundo término, inculcarla y unificarla en la masa. En tercer lugar, formar los cuadros justicialistas. Y en cuarto lugar, capacitar la conducción. Vale decir trabajar para la formación de los conductores del Movimiento. Estas cuatro misiones, difíciles en sí, porque desarrollar y mantener al día la doctrina, cómo inculcarla y unificarla, cómo conformar los cuadros y cómo formar los conductores, son funciones de largo alcance, de extremada dificultad y de un trabajo permanente en la vida constante, no sólo del organismo sino de toda la esfera de acción que su enseñanza alcanza. Por esa razón, señores, yo he querido presentar y hacer un rápido exégesis de cada una de estas funciones. Decimos desarrollar y mantener al día. Desarrollar: nosotros hemos concebido una doctrina y la hemos ejecutado y después la hemos escrito y la hemos presentado a la consideración de todos los argentinos. Pero esa doctrina no está suficientemente desarrollada. Es solamente el enunciado, en forma sintética, del contenido integral de la doctrina. Será función de todos los justicialistas argentinos ir poniendo su colaboración permanente hasta desarrollar el último detalle de esa doctrina, para presentar finalmente también una doctrina más sintética que la nuestra y más completa que la nuestra. El proceso es el proceso natural que la inteligencia pone en marcha para todas las concepciones y creaciones de la vida. Va de la síntesis al análisis y del análisis vuelve a la síntesis. Lo primero es, diremos así, la premisa circunstancial, quizá empírica o ideal. El análisis es lo que permite la consistencia ideológica a la propia doctrina. De ese análisis y desarrollo surgirán millones de facetas no alcanzadas quizás a percibir por el autor de la síntesis, pero después volverán nuevamente a la conclusión final que a través del filtro del análisis la completará y la perfeccionará. Nosotros hemos hecho la primera operación. Hay que realizar la segunda y tercera operación, para que la inteligencia pueda decir, finalmente, que este cuerpo contiene el menor número de errores por causas que puedan haber escapado a la percepción del análisis y de la síntesis de los hombres que han trabajado en ella. Por esa razón, desarrollar, será función de la escuela, será función de los profesores y será función de los alumnos, a medida que la capacitación vaya dando a cada uno las ramas necesarias para profundizarla y para analizar los nuevos aspectos de nuestra propia doctrina. Será también función, mantenerla al día. Las doctrinas no son eternas sino en sus grandes principios, pero es necesario ir adaptándolas a los tiempos, al progreso y a las necesidad. Y ello influye en la propia doctrina; una verdad que hoy parece a nosotros incontrovertible, quizá dentro de pocos años resultará una cosa totalmente fuera de lugar, fuera de tiempo y fuera de circunstancias. Por eso será necesario no solamente desarrollarla, sino que en esta escuela se sienten las bases necesarias para ir perfeccionándola y adaptándola a la marcha del tiempo. Sino, una doctrina que hoy puede ser excelente, podrá resultar un anacronismo dentro de pocos años, a fuerza de no evolucionar y de no adaptarse a las nuevas necesidades. Por eso, hemos puesto como primera tarea para la escuela, el desarrollarla para terminarla y, después, mantenerla al día para adaptarla a la evolución. Decía que la segunda función que yo asigno a la escuela, era inculcar nuestra doctrina y unificarla en la masa. Las doctrinas, básicamente, no son cosas susceptibles solamente de enseñar, porque el saber una doctrina no representa gran avance sobre el no saberla. Lo importante de las doctrinas es inculcarlas, vale decir, que no es suficiente conocer la doctrina: lo fundamental es sentirla, y lo más importante es amarla. Es decir, no solamente tener el conocimiento. No es suficiente tener el sentimiento, sino que es menester tener una mística, que es la verdadera fuerza motriz que impulsa a la realización y al sacrificio por esa realización. Las doctrinas sin esas condiciones en los que la practican, no tienen absolutamente ningún valor. Si bien una doctrina debe inculcarse, la teoría es suficiente con que uno la conozca. ¿Por qué? Porque la fuerza de realización está en la doctrina y no en la teoría. La doctrina, una vez desarrollada, analizada y confirmada, debe ser artículo de fe para los que la sienten y para los que la quieren. La teoría es solamente la interpretación inteligente de esa doctrina y como se entiende su realización, y la forma de ejecutarla ya es la acción mecánica en el empleo del esfuerzo para llevarla a cabo. Por esa razón, lo primero es artículo del corazón, como ha dicho la señora; lo segundo, es de la inteligencia; y lo tercero es del alma y de los valores morales. Si esta Escuela se conformara con dictar clases de nuestra doctrina, de enseñarla en su concepción, no cumpliría en manera alguna con su misión. Como indudablemente, eso sería cumplir, quizá, pero cumplir a medias. La función de esta escuela no es solamente de erudición, no es solamente formar eruditos en nuestra doctrina, sino es formar apóstoles de nuestra doctrina. Por esa razón, yo no digo enseñar la doctrina; yo digo inculcar la doctrina, entre las funciones de la Escuela Superior Peronista. Y además de inculcarla, unificarla. Todas las doctrinas en el mundo han sufrido terribles deformaciones, y las deformaciones doctrinarias tienden a la diversificación de los grupos que las apoyan y terminan por disociar las comunidades que las practican. No hay doctrina en el mundo que haya escapado a este tipo de deformación, por falta de unidad de doctrina. Por eso, es función de la escuela la unificación de la doctrina, vale decir, dar unidad de doctrina a los hombres; en otras palabras, enseñar a percibir los fenómenos de una manera que es similar para todos, apreciarlos también de un mismo modo, resolverlos de igual manera y ponerlos en la ejecución con una técnica también similar. Eso es conseguir la unidad de doctrina. Para que un peronista en Jujuy y otro en Tierra del Fuego, con el mismo problema, intuitivamente, ya estén inclinados a realizarlo de la misma manera, a través de la operación de cualquier inteligencia, que va desde la percepción al análisis, del análisis a la síntesis, de la síntesis a una resolución y de la resolución a la ejecución. Si todos los peronistas, conseguimos que en la República, cualquiera sea su situación de lugar y de tiempo, consiga poner de acuerdo este proceso, nosotros habremos unificado la doctrina, porque en cualquier parte que estemos tendremos una unidad absoluta de doctrina. Ésta también es función de la Escuela, y está empleada esa función, como la principal autodefensa de nuestro propio Movimiento y de nuestra propia doctrina. Nuestra doctrina puede ser desvirtuada, puede ser destruida y en consecuencia, nuestro Movimiento, puede ser disociado y puede ser destruido por la mala interpretación de la doctrina y por la falta de unidad de doctrina que practiquemos los mismos peronistas. Por esa razón, entre todas las funciones que pueden asignarse, yo he puesto en estas cuatro cuestiones como las más importantes, tanto la forma de inculcar como la forma de mantener la unidad. Como tercer asunto o tercera misión yo creo que en importancia viene la formación de los cuadros. Los cuadros peronistas no solamente deben ser hombres que trabajen para nuestro movimiento, sino que también deben ser predicadores de nuestra doctrina. Todos los movimientos de acción colectiva, si necesitan de realizadores, necesitan también de predicadores. El realizador es un hombre que hace sin mirar al lado y sin mirar atrás. El predicador es el hombre que persuade para que hagamos todos, simultáneamente, lo que tenemos que hacer. Por esa razón considero, que la formación de los cuadros, que ha de iniciarse en esta casa, es una función principalísima para el éxito de nuestro movimiento y de nuestra doctrina: formar hombres realizadores y formar también predicadores. Los dos son indispensables para nuestro movimiento. En esos cuadros, quien pueda ser a la vez realizador y predicador, es el ideal que puede alcanzar un hombre. Pero hay algunos que no tienen condiciones para realizar; no los debemos desechar, porque ellos pueden tener condiciones para hacer realizar a los otros lo que ellos no son capaces de realizar. Es indudable que en este orden de ideas, para el Movimiento Peronista todos los hombres que lleguen a esta casa son útiles. Nuestra misión es capacitarlos para que sean más útiles. Debe estudiarse aquí a cada hombre, porque cada uno ha recibido, en diversa dosificación, condiciones que son siempre útiles, activas y constructivas para nuestro movimiento. Les daremos aquí las armas que más cuadren a sus inclinaciones y a la misión que deberá desarrollar en la vida peronista, y si lo hacemos bien, ellos nos lo agradecerán y el movimiento irá progresando paulatinamente en proporción de la capacidad con que sepamos nosotros dotar a nuestros propios hombres. Por eso la función de formar los cuadros de nuestro movimiento en esta escuela tiene una importancia extraordinaria, porque en la formación de ellos ya va incluido todo el proceso anterior de mantener, consolidar y desarrollar nuestra doctrina e inculcarla y de mantenerla al día, como ya hemos explicado, que eran las cuatro funciones de la Escuela. Ahora, finalmente, dentro de la formación de esos cuadros, viene un capítulo que es el más difícil de todos, que es capacitar la conducción. En los movimientos de orden colectivo, siempre la función más difícil, es la de conducir. Por eso en el mundo no surgen muchos conductores, y muchas colectividades carecen de hombres que las sepan y las puedan conducir, porque la conducción es un arte, y los artistas no se forman, desgraciadamente, en las escuelas. Las escuelas dan técnicas, pero no dan artistas. Por esa razón, nosotros no decimos que puede ser función de la Escuela el formar conductores, porque los conductores no se hacen. Desgraciadamente, los conductores nacen, y aquel que no haya nacido, puede acercarse al conductor por el método. El que nace con suficiente óleo sagrado de Samuel, ése no necesita mucho para conducir; pero el que no, puede llegar a la misma altura por el trabajo. Por eso Moltke dijo una vez, que el genio es trabajo. Al genio se llega por esos dos caminos. Pero en este segundo, también por la perseverancia, el perfeccionamiento, el trabajo constante, se puede llegar al genio. Esas dos concepciones son las que nos apartan de la escuela fatalista del siglo XVIII, donde decían que si los artistas nacen, no habría necesidad de cultivar las artes, ya que si nace, nacerá solo, y si no, no llegaremos nunca a conformar un artista. Yo no creo que todos los grandes artistas hayan nacido. Hay un gran porcentaje, que con el trabajo se ha acercado tanto al genio que ha llegado a confundirse con él. Por eso digo, que esta cuarta función de la Escuela, es quizás la más difícil y la que hay que manejar con una mayor prudencia, para no descorazonar a los hombres y para prestar al movimiento la ayuda más eficaz en el orden de su conducción. Por otra parte, la conducción en el campo político, es todo una técnica. En el mundo, en general, no se ha estudiado mayormente esta conducción, porque los hombres encargados de realizarla, en su mayoría, desde muchachos no apuntaron a ser grandes conductores. Apuntaron a todas las demás inclinaciones más o menos convenientes para ganarse la vida o para triunfar en la vida, pero pocos se han dedicado a profundizar lo que es la conducción, pensando a los quince años que a los cincuenta ellos serían conductores. De manera que poca gente se ha dedicado en el mundo a estudiar profundamente lo que es la técnica de la conducción. La conducción política es todo un arte, y si es arte, está regido por principios, como todas las artes. Si no tuviera principios, no sería un arte, como una ciencia que no tiene leyes no es tampoco una ciencia. La diferencia que hay en entre la ciencia y el arte, es que la ciencia se rige por leyes, leyes que a las mismas causas obedecen los mismos efectos; y el arte se rige por principios, que son comunes en su enunciación, pero que son infinitamente variables en su aplicación. Y ahí está la dificultad del arte, porque el arte no presupone solamente aplicación de leyes, sino también aplicación de principios en los cuales la creación representa el ochenta por ciento del fenómeno y la creación no es producto de una técnica. La creación es producto de una inspiración que los hombres tienen o no tienen. En esa técnica de la conducción, es indudable que existen factores ponderables y otro sector de factores imponderables. Por esa razón, en este proceso no se puede aplicar un cálculo de probabilidades, porque los imponderables son tan grandes como los factores que pueden ser previstos y contrapesados en el cálculo. El empleo de formas rígidas en esta clase de acción no es posible. No hay recetas para conducir pueblos, ni hay libros que aconsejen cuáles son los procedimientos para conducirlos. Los pueblos se conducen vívidamente y los movimientos políticos se manejan de acuerdo al momento, al lugar y a la capacidad de quien pone la acción para manejarlo. Sin eso es difícil que pueda conducirse bien. No es la fuerza, no es solamente la inteligencia, no es el empleo mecánico de los medios, no es tampoco el sentido ni el sentimiento aislado, no hay un método ideal para realizarlo, ni existe un medio eminentemente empírico, es decir, es una concentración de circunstancias tan variables, tan difíciles de apreciar, tan complejas para percibir, que la inteligencia y el racionalismo son a menudo sobrepasados por la acción del propio fenómeno. Y para concebirlo hay solamente una cosa superior, que es la percepción intuitiva e inmediata y la contra acción que de ese fenómeno vuelve a reproducirse como fenómeno la colectividad. Sin esa acción rápida, eficaz, donde se aplican los principios y se aprovecha la experiencia, pero no pensando ni en el principio ni en la experiencia, porque si uno analiza ambas cosas, llega tarde y el fenómeno se ha producido en contra de todo cuanto uno había previsto. Es decir, que son acciones inmediatas, que deben producir reacciones también inmediatas, donde la inteligencia interviene solo en parte. Hay una fuerza de distinto orden y percepción que los hombres tienen o no tienen y que los capacitan o no para tomar por reacción inmediata lo que el racionalismo tardaría mucho tiempo para producir. En este sentido, la planificación, en fin señores, y todas estas innumerables operaciones que la inteligencia humana ha planeado a lo largo de los siclos de todos los tiempos de la historia no son suficientes. Es una cosa que se adquiere, que se posee. Es un fenómeno de aquellos que la inteligencia, es indudable que no puede ni podrá jamás explicar. Es una fuerza superior. Es muchas veces la suerte, el destino, la casualidad, pero ellas suelen estar también guiadas por una fuerza superior, donde la moral, la razón y la verdad podrían ser tres nombres magníficos para representar esas fuerzas que no podríamos denominarlas de otra manera. Por eso se ha dicho que la conducción es una arte, simple y todo de ejecución, si... para algunos. Es un arte simple y todo de ejecución como son todas las artes. Pero hay una interpretación aun de esa fórmula simple de la conducción y que es casi intuitiva. Por eso yo tengo un poco de fe en que las mujeres capacitadas para esto pueden llegar a grandes destinos, porque en ellas se ha conservado más profundamente guardada la intuición, y ese sentido de la conducción tiene mucho de intuición. Conocemos casos en la conducción, de hombres oscuros que no han cometido casi errores, y de hombres sabios que no han dejado de cometer casi ninguno de los errores que se les presentaron en el camino de la conducción. Lo que aquí se puede enseñar en la escuela, es lo que conforma toda la teoría de la conducción, que es simple. Lo primero que se necesita, es conocer la parte inerte del arte. La parte inerte del arte es lo que el hombre puede recoger de su inteligencia y reflexión y de lo que la historia presenta como ejemplo. Vale decir, hay una teoría que se conoce, que es conocida, que se puede enunciar, con una serie de principios que nacen de la racionalización de los hechos mismos. Es un estudio filosófico de los hechos, que cristaliza reglas que en la mayor parte de los casos han dado buen resultado y han sido aparentes para la conducción. A eso le llamamos principio. Hay en la historia un sinnúmero de ejemplos, que en tal circunstancia, mediando tales causas, sucedieron tales efectos. Y eso le da al hombre la experiencia, experiencia que no la puede esperar en su propia persona, porque la experiencia de la conducción llega tarde y cuesta muy caro, porque cuando uno aprende ya no le sirve para nada. Combinando en el estudio activo de esos ejemplos, que la experiencia y la realidad presenta, sometidos al análisis mediante los principios que la inteligencia, aislado quizás de los propios hechos, uno puede conformar una gimnasia intelectual, que le va formando el criterio necesario para la interpretación rápida y eficaz de los hechos y las medidas que en consecuencia puede tomar. Se estudian todos esos ejemplos de la historia de la conducción política, no para aprenderlos por si se repiten, porque en la historia no se repite dos veces el mismo caso en igual forma. No se estudian para aprenderlos; se estudian como una gimnasia para ser más sabios en todas las ocasiones. Realizado eso, en forma activa, no en forma de conferencia o en forma, diremos, de erudición..., no, no, no, eso hay que trabajarlo; hay que hacer trabajar el criterio propio en cada caso, porque es el criterio el que va a servir en la ocasión, no el ejemplo ni el principio. Hay un caso famoso de la conducción, que se le presentó al general Verdy du Vernois, citado por grandes autores, al llegar a la batalla de Nachau. Él había sido durante veinte años profesor de conducción en la Escuela Superior de Guerra de Francia. Y llegó al campo de batalla y dijo: "¿Qué principio aplico acá?" El enemigo se le venía encima, ya habían chocado sus vanguardias, y dijo "¿Que principios de la conducción le aplico acá? ¿la economía de fuerzas?"; se quedó un rato pensando y seguía avanzado el otro, y él también, chocaban y no dirigía. Entonces dijo; "¿Qué ejemplo de la historia me puede inspirar para la batalla?" Y el otro seguía avanzando y ya se producía la "mélange", como dicen los franceses. Hasta que él se dio cuenta y dijo: "Al diablo los principios y al diablo los ejemplos; de qué se trata". Estudió el caso concreto como era y resolvió de acuerdo a su criterio y ganó la batalla. Esto evidencia que en la conducción de cualquier naturaleza -porque todas las conducciones son todas iguales, los que varían son los medios y los factores; la conducción es una sola cosa para lo político, para lo social, para lo económico y para lo militar y para todas las conducciones los órdenes- quiere decir, señores, que los problemas que la conducción política plantea son casos concretos a resolverse en sí y concretamente. Si es necesario tomar el fenómeno objetivamente; preguntarse en cada caso, como Verdy du Vernois: "¿De qué se trata?" Y la solución surge sola, y cada vez surge más fácilmente. Eso es lo que capacita para la verdadera conducción. Nada de imitar ni nada de inspirar, es el caso el que inspira y es el caso el que se realiza por sí. Señores: sobre esto hablaremos mucho durante el año, porque yo voy a dar los cursos de conducción. Analizaremos profundamente toda esta difícil materia. Creo que con ello haremos mucho, pero yo estaré satisfecho si al final de mis cursos he conseguido formar hombres capaces de tomar una resolución y de realizarla, es decir, hombres de acción, porque la conducción ha sido hecha por la naturaleza para que se gasten y quemen allí los conductores. Señores: esta Escuela Superior Peronista, su tarea en mi concepto, no será la de formar peronistas, aquí ya vendrán los peronistas formados. La tarea nuestra será la de mejor capacitarlos, de poner en sus manos el mayor número de armas posible para que los haga vencedores en la conducción de sus respectivas fracciones. Nosotros no trabajamos aquí para la masa en forma directa, sino indirecta, influyendo sobre los hombres destinados a encuadrar esa masa y a conducirla. Dar a esos hombres lo que en nuestro concepto se necesita para conducir, ya sea en los conocimientos de orden intelectual como también en las cualidades de orden moral que hay que poseer y que hay que desarrollar en la masa peronista. Por esa razón, nuestra tarea de instruir y de educar, debe cumplirse ya con hombres de cierta evolución, por eso se llama Escuela Superior Peronista. Nosotros si aceptáramos que debemos de comenzar a enseñar una doctrina que se puede conocer y sentir como la conoce y la siente el pueblo, disminuiríamos el nivel intelectual de la Escuela, y probablemente dedicados a una tarea subalterna, no podríamos realizar la tarea superior que nos proponemos. Yo entiendo que todos los peronistas querrían cursar la Escuela, pero entiendo no todos los peronistas están en condiciones de absorber la enseñanza que aquí se va a impartir. Sin una base, esto es difícil. ¿Por que? Y, porque el profesor tendría que ponerse en su prédica y en su enseñanza a la altura del alumno menos evolucionado en perjuicio de los más evolucionados. Porque si hablase solamente para los más evolucionados, una gran cantidad de la clase, no podría sino perder el tiempo. Por esa razón digo yo, aquí deben venir peronistas ya formados. Esta es una escuela de perfeccionamiento y de aplicación. Todo aquello que el hombre puede aprender solo, y la mujer, pueden aprender solos, deben haberlo aprendido, y deben haber recibido esa enseñanza, conocerla, entenderla. Hago la diferencia, porque no es suficiente conocer, es mucho más importante comprender, deben haber conocido, comprendido y sentido. Entonces llegan aquí, para recibir, diremos así, la enseñanza superior. Se harán en todas las provincias después, los cursos de capacitación necesarios para ir elevando la cultura política de nuestro pueblo. Siempre se ha hablado aquí de la necesidad de educar al soberano, pero rara vez, nadie se ha dedicado seriamente a hacerlo, quizá por conveniencia política; pero nosotros esta vez también estamos decididos no a decir, sino a hacer, y estamos iniciando esta acción en cada una de las unidades básicas de los partidos masculino y femenino, como así también en todos los sindicatos, donde ya se imparte en las escuelas sindicales la enseñanza política correspondiente; vale decir que nuestra función de dirigentes está destinada a ir elevando la cultura cívica y la cultura social de la Nación, y esto que nace hoy, con su célula fundamental, la Escuela Superior Peronista, destinada a preparar los cuadros que capacitadamente han de impartir después, en toda la República, esa enseñanza para la elevación de la cultura cívica y la cultura social de la Nación. Esta función, señores, para mí tiene fundamental importancia... y recién hemos empezado a realizarla, es porque en medio del fárrago de trabajo que hemos tenido que realizar, todavía no habíamos podido cristalizar esta idea, que es nuestra desde hace mucho tiempo y casi desde que empezó nuestro Movimiento. Sin embargo, iniciada aquí en cursos rápidos de capacitación, llegaremos a hacer estudios regulares tan pronto tengamos la capacidad de local y las posibilidades para hacerlo, en forma de no solamente de capacitar, sino de ir formando verdaderos técnicos en esta acción, hombres que puedan dedicar la totalidad de su actividad para la conducción política de la comunidad argentina. Creo que esto es tan importante como muchas otras profesiones y que el Estado lo ha considerado fundamental cuando creó las facultades de ciencias políticas, que desviadas en su función, no tuvieron como efecto práctico para el pueblo absolutamente ninguna misión. Es indudable, señores, que esta escuela no puede ser una escuela teórica, no puede ser una tribuna de exposición pasiva de nuestras ideas, que las conocemos. Es necesario que en esta escuela se cumplan dos funciones: que se haga un sector de erudición para capacitar intelectualmente en el conocimiento de nuestra doctrina y de nuestra manera de pensar; pero es necesario que haya otro sector de escuela activa, para formar hombres y mujeres capacitadas para esa función, vale decir, que esta erudición será la base que le daremos al criterio de cada uno de los peronistas para que con ese criterio evolucionado, informado e ilustrado, pueda tomar buenas medidas y realizarlas bien en todas las ocasiones. Si nosotros conseguimos conductores mediante la enseñanza racionalizada de nuestra doctrina, de nuestra teoría y de nuestras formas de ejecución, habremos cumplido bien con nuestra misión. Pero si formamos solamente hombres capaces de decir, no habremos cumplido sino la mitad. Tenemos que formar hombres capaces de decir y hombres capaces de hacer, y en este caso se trata de formar en lo posible el mayor número de hombres capaces de hacer, porque en este país hasta ahora no hemos formado más que hombres capaces de decir. De manera que la Escuela Superior Peronista ha de ser eminentemente activa. Debe de utilizarse un método lo suficientemente activo para que los hombres se capaciten para obrar, para que pongan en juego su actividad, pero que lo pongan en forma criteriosa, en forma capaz de llegar a conclusiones constructivas, y a la vez tengan la fuerza motriz suficiente para realizar, porque lo sublime de la solución, como lo sublime de los principios, como lo sublime de las virtudes, no está en la enunciación sino en la práctica de esas virtudes, de esas enunciaciones o de esos principios. Lo que nosotros queremos no es formar hombres que sepan enunciar bien tales cuestiones, sino hombres que cumplan esos principios, que tengan esas ideas y que posean esas virtudes. Si lo conseguimos, habremos cumplido con nuestra función de profesores de la Escuela Superior Peronista, pero si no lo conseguimos, cualquiera sea la abnegación con que ejerzamos la cátedra y el sacrificio con que la realicemos, habremos perdido lamentablemente el tiempo nosotros y les habremos hecho perder a los alumnos también su precioso tiempo. Yo estoy persuadido, señores, de que esto no sucederá. Estamos bien en claro sobre lo que queremos. Ahora nos queda solamente realizar en esto, la tarea de cuidar nuestra escuela, de elevarla a la consideración de todos los peronistas, y sobre todo, señores, de honrarla cada día más, para que esta escuela tenga el prestigio que debe tener dentro de la masa de nuestros partidarios, para que todos la consideren y para que sea un centro permanente de irradiación no solamente de los conocimientos peronistas, sino también de las virtudes peronistas. En esta Escuela, no solamente hemos de hablar a los alumnos de lo que ellos deben hacer para triunfar en la conducción, o de lo que ellos deben hacer para hacer triunfar a nuestro Movimiento, sino también en lo que ellos deben ser para honrarlo y de lo que cada uno de nuestros hombres de la masa debe alcanzar para que el Movimiento Peronista en el futuro, influenciado desde escuela, que trabaja no solamente sobre la inteligencia de los hombres sino también sobre su alma, podamos decir que hemos irradiado no solamente luz, sino también el calor de las virtudes peronistas, sin las cuales el Movimiento Justicialista sería un movimiento político, más lindo al principio, bueno a la mitad y malo al final. Porque señores, estos movimientos triunfan por el sentido heroico de la vida, que es lo único que salva a los pueblos; y ese heroísmo se necesita no solamente para jugar la vida todos los días o en una ocasión por nuestro Movimiento, sino para luchar contra lo que cada uno llevamos dentro para vencerlo y hacer triunfar al hombre de bien, porque al partido lo harán triunfar solamente los hombres de bien. Si la Escuela es capaz de realizar ese esfuerzo, y va a ser capaz, porque pondremos en esfuerzo todo cuanto sea necesario para hacerla triunfar, hemos de ver en el tiempo su prestigio aumentado, su acción honrada por todos nosotros y quizá algún día, los que formen dentro de varias generaciones, los alumnos de estos cursos, sus directores y profesores, puedan decir, como dice el señor ministro Mende, que en esta ocasión, 1º de marzo de 1951, cuando se fundó la Escuela Peronista, ya auguramos que su vida sería larga y proficua, para la patria en primer término; para nuestro movimiento en segundo y para nuestros hombres en tercer, formando generaciones de argentinos y de justicialistas que cada día fueran haciendo mayor honor a nuestra patria y a nuestro Movimiento. Si la Escuela, cumpliendo, como anhelamos, con esa función, corre a lo largo del tiempo con su enseñanza y con sus virtudes, yo no tengo la menor duda que en esa ocasión, dentro de varias generaciones, tendremos de esas nuevas generaciones argentinas el recuerdo, el cariño y el reconocimiento a esta acción que hoy iniciamos en la Argentina, pensando solamente en nuestra patria, en su felicidad y en su grandeza. ........................
1951-03-09
PALABRAS PRONUNCIADAS EN EL ACTO DE CLAUSURA DE LOS JUEGOS PANAMERICANOS, AL ENTREGAR EL PREMIO AL EQUIPO VENCEDOR DEL CAMPEONATO DE FUTBOL INFANTIL EVITA.
PALABRAS PRONUNCIADAS EN EL ACTO DE CLAUSURA DE LOS JUEGOS PANAMERICANOS, AL ENTREGAR EL PREMIO AL EQUIPO VENCEDOR DEL CAMPEONATO DE FUTBOL INFANTIL EVITA. Yo he deseado en este acto, entregar personalmente la copa al equipo vencedor del Campeonato Infantil Evita. Lo he deseado hacer porque he querido que en este maravilloso marco de la clausura de los Primeros Juegos Deportivos Panamericanos, recibiesen estos niños del Campeonato Evita el bautismo de las glorias del deporte. Las vanguardias de esta generación deportiva de la Argentina están representadas por los equipos de los pibes que terminan este campeonato, y a ellos quiero decirles sólo dos palabras, de salutación y de consejo; de consejo, como de mayor experiencia y como de un viejo deportista. Constituimos un pueblo de hombres humildes y trabajadores. La única gloria a que aspiramos es hacer una Argentina justa, libre y soberana. Luchamos en todas las actividades de la vida para capacitarnos más, para hacer una Argentina feliz y una Argentina próspera. En cada uno de estos muchachos que terminan de luchar por vencer en el Campeonato Evita, está la escuela que yo anhelo para la Argentina: una escuela de hombres sanos, sanos de cuerpo y sanos de mente; de hombres buenos, que luchen por la grandeza de la patria sin pensar en otro objetivo que esa misma grandeza. El deporte, cuando se realiza con honor, es la mejor escuela para la formación del carácter de los hombres. En él se encuentran todas las virtudes de un pueblo y en él confluyen todas esas virtudes para coronarse en una sola: la virtud suprema del hombre, la de saberse vencer a sí mismo antes de vencer a los demás. Por eso, a estos pibes del Campeonato Evita, que son para nuestra esperanza, que son la esperanza del futuro de la patria, a ellos, mi consejo: sigan en el deporte; no abandonen jamás el deporte, porque él es el formador de la personalidad humana, es la mejor escuela de las virtudes del ciudadano y de las virtudes del hombre. Perseveren en él. Sean siempre deportistas; acostúmbrense en esa escuela a luchar en la vida, a vencer o a no vencer, pero con honra. ....................
1951-03-10
En el acto de entrega de premios a los campeones argentinos de los Juegos Panamericanos
Yo he querido reunir hoy en esta mesa a todos los participantes de los Primeros Juegos Deportivos Panamericanos, conjuntamente con todos los pibes que han realizado el Campeonato Infantil de Fútbol "Evita", y también con algunas glorias del viejo deporte argentino, que nos hacen el honor de acompañarnos. He querido con ello unir las glorias del pasado, los éxitos del presente y las esperanzas del futuro deporte argentino. Señores: para mí el deporte tiene un significado mucho mayor que el que se había asignado hasta estos días en nuestro país. Yo creo que el deporte es una actividad creadora que completa y reafirma el alma de los pueblos. Sin el deporte, los pueblos no llegan jamás a tener un alma perfeccionada, como ambicionamos nosotros para el pueblo argentino. Los pueblos necesitan de ese pan para su espíritu, sobre todo los pueblos satisfechos. Los pueblos satisfechos necesitan la válvula de escape de las virtudes deportivas, porque si no pueden encaminarse hacia los defectos y los vicios. Por eso es para un Estado moderno una cosa sumamente importante y decisiva para el destino propio de esos pueblos el encaminarlos hacia las virtudes del deporte, el templar su alma, el complementar su espíritu con esa lucha franca y leal que se ofrece solamente por la gloria de conquistarla. Por esa razón creo que hemos Estado en deuda con la juventud deportiva del país. No hemos hecho todavía todo cuanto el gobierno tiene obligación de hacer por ella. Al fin no piden al gobierno más que un apoyo para disputar esa gloria ideal de luchar por la gloria sola. Magnífica oportunidad la que nos ha ofrecido el desarrollo de estos juegos panamericanos, porque hemos visto realizarse más de cinco mil pruebas en la que han participado más de dos mil atletas y hemos comprobado no solamente que tenemos pasta de campeones, sino que somos capaces de organizar como el mejor los juegos, realizarlos dentro de un ambiente que no pudo haber sido mejor y llegar en el futuro a una organización tan perfecta como no la puede realizar ni ejercitar nadie en el mundo. Tenemos por delante una inmensa tarea a realizar. Yo creo que hasta ahora se ha cometido un grave error entregando la dirección deportiva del país a los hombres que casi nunca practicaron ningún deporte y que por sabios y por capaces que hayan sido y por buena voluntad que hayan puesto, no han podido triunfar llevando al pueblo argentino hacia esa bandera que es la formación del alma deportiva, porque si no hicieron ningún deporte en su vida, es seguro que no tuvieron un alma deportiva. El deporte, además, no necesita sabios, ni celebridades; lo que necesita son deportistas, y yo quiero comprometerme hoy, en presencia de todos ustedes, para que el gobierno dé todos los pasos necesarios a fin de que la dirección y la ejecución del deporte estén para y exclusivamente en manos de los deportistas. Los deportistas hemos vivido siempre de un estímulo espiritual y ese estímulo espiritual es casualmente el que ha faltado siempre, porque para estimular es preciso tener una alma estimulante y yo afirmo que quien no haya sido deportista carece de esa alma estimulante. Lo que yo quiero, señores, es decirles -no en un discurso sino en una conversación amistosa- a todos los deportistas que hoy se reúnen aquí para festejar el triunfo de la Argentina en los Primeros Juegos Deportivos Panamericanos, que ese resultado que halaga a todos los corazones de los deportistas argentinos, y que vemos reflejado en este cuadro que nos anuncia que por primera vez en la historia del deporte del mundo nosotros hemos vencido a los países que no fueron jamás vencidos, me están diciendo a mí, como dirigente de la Nación que alguna cosa debe haber que lo que no pudimos realizar jamás lo hayamos realizado en esta oportunidad. La razón para mí es bien simple: llegamos a los Juegos Deportivos Panamericanos con la preparación necesaria, la firme voluntad de vencer y el hombre vence solamente cuando lleva esa firme voluntad, si no, no vence. Que sea éste, para nosotros, el mejor estímulo: que ello vaya retemplándonos el alma y formándonos esa naturaleza de vencedor que debe tener el ciudadano argentino, vencedor en lides por el alma, vencedor en lides por la gloria, sin otra gratificación que la gloria misma de vencer en el esfuerzo honrado de todos los días, o, cuando la ocasión se presente, en los actos más extraordinarios. Señores: nos ha resultado chica esta cabecera de la mesa para albergar en ella a unos cuantos de nuestros campeones clasificados en estos Juegos Panamericanos. Espero que en la próxima reunión esta mesa sea más larga y espero, también, que antes de mucho tiempo podamos tender esta mesa desde un extremo hasta el otro del local. Para ello necesitamos una sola cosa: que nos preparemos y que pongamos nuestra férrea voluntad en el trabajo y el entrenamiento de todos los días para triunfar, cualesquiera sean las pruebas en que nos toque intervenir, porque el que se acostumbra a vencer debe templar su alma en esa gran verdad que anima a los hombres: saber vencer, y prepararse para lograrlo. El gobierno ha de saber cumplir con su deber. Hemos de levantar en todo el país los estadios, gimnasios y canchas que sean necesarios para que todos los argentinos puedan dedicarse a esta noble actividad de hacerse fuertes sanos de cuerpo y de alma. Hemos de dar toda la ayuda y no ha de faltar el estímulo, porque en vez de poner adornos en nuestras plazas, levantaremos las estatuas de nuestros atletas, que serán el mejor adorno. En esto juegos, hemos visto por primera vez surgir un nuevo espíritu deportivo en la realización de tantas y tan variadas pruebas. Hemos visto equipos íntegros que se han clasificado campeones, como los boxeadores, en las ocho categorías existentes; como en fútbol, polo y water-polo, en que terminaron invictos, y como en otras competiciones que no recuerdo en este momento. Y los hemos visto a nuestros muchachos luchar con el corazón puesto en la prueba, con el alma empeñada en la competición, y aun cuando en algunos casos el básquetbol, por ejemplo, hayamos perdido un partido, no quiere decir en manera alguna que no mantengamos el campeonato que conquistamos el año pasado y que volveremos a conquistar en la primera oportunidad, que para vencer en estas pruebas lo primero que se necesita es no entrar a la cancha vencido; hay que entrar vencedor. Quizá se pueda salir vencido, pero se sale con honor cuando uno entra a la cancha a vencer. No quisiera olvidar a ninguno de los compañeros deportistas que en atletismo nos han dado la gran sorpresa y la inmensa satisfacción de ver nuestro estadio de River Plate lleno de espectadores, en pruebas que a las cuales antes no iba nadie más que los de atletismo, y que se han dado el lujo de despojar de ocho campeonatos a los que nunca habían sido despojados de una sola prueba de esta naturaleza; a los muchachos de box, a los cuales ya me he referido, hombres jóvenes, animosos y humildes, pero luchadores de fondo, que ponen en el ring, además de sus puños, lo demás que hay que poner para vencer; a los muchachos ciclistas quizá los más humildes de los deportistas argentinos, que los hemos visto vencer en todas las pruebas menos en una, en la cual salieron segundos; a los deportistas ecuestres, que han presentado homogéneos equipos quizá no con tanta fortuna como merecieron y que yo espero que la próxima vez hemos de inscribir en vez de dos campeones unos quince por lo menos. Tenemos no menos de diez millones de hombres de campo y diez millones de caballos. Cómo no hemos de ver en el futuro alcanzar una colocación más linda que la que han alcanzado en este certamen; a los esgrimistas, que es mi especialidad, porque yo soy precisamente ex olímpico de esgrima; Felicito a los campeones, felicito al equipo de espada y a Villamil y felicito a Galimi. Pero más que todo, felicito a Irigoyen, que es uno de los grandes valores que hacen honor a la esgrima argentina. Y felicito especialmente a los esgrimistas que han vencido porque son hombres que se han entrenado conscientemente. Yo sé que uno de los grandes defectos de los que practican esgrima es no entrenarse bien. Generalmente son hombres un poco más cómodos que el común denominador de los atletas y de los participantes en esta clase de pruebas. Yo les pido a los esgrimistas argentinos -que son, de América los que tienen una tradición más larga y más gloriosa en la esgrima de toda esta parte del continente-, que nos pongamos a trabajar a perfeccionarla, porque es inconcebible que nos ganen en sable y florete los que no tienen ni cinco años de tradición en ese deporte. Espero poder darles un abrazo a los tres campeones de florete, espada y sable, tanto en conjunto como individual, en el próximo campeonato. Los pibes del fútbol, porque eran pibes los que jugaron el campeonato, han permanecido invictos en todo su transcurso. Lo han ganado con honor. A esos muchachos todos nosotros tenemos que estarles agradecidos porque han agregado una hoja de laurel a esa corona de los vencedores argentinos en este campeonato. A los participantes en gimnasia, que han ganado el campeonato de conjunto y sacado el campeón individual, ¡qué podemos decirles! Qué podemos decirles a esos muchachos, que tienen la virtud extraordinaria de su perseverancia, porque en los demás deportes se gana con condiciones propias pero en la barra, en la paralela o en los aros, hay que pasar colgados durante años para conquistar lo que ellos han conquistado. A los muchachos luchadores, que los hemos visto con su físico admirable y con su alma poderosa. A los maestros que los han entrenado y a los cuales hemos visto todos los días abrazados con sus alumnos dándoles su clase y dándoles los consejos de su experiencia. A esos maestros, nuestro agradecimiento especial, porque los hemos visto todo el día trabajando con los bravos muchachos del equipo de lucha, que nos han dado la satisfacción de vencer a los campeones del mundo por medio punto. A nuestros nadadores, que están formando una nueva generación, tanto a las chicas como a los hombres. Estamos en esto, como en el fútbol, compitiendo con pibes. Son casi todos pibes los nadadores que han triunfado. Esa generación de nadadores es la que debe nadar duro y fuerte, porque detrás de ellos deberán remolcar a toda una generación. Ellos serán los hombres que estimularán a los nuevos que se están formando en todos los clubes de la República. Ese estímulo que reciben ya desde chicos, desde que los vemos hacer sus primeras pruebas, van formando la pasta que necesitamos. Veremos en el futuro que atrás de ellos han de acomodarse otros muchachos jóvenes para vencer en estas pruebas que son tan interesantes y tan importantes. Yo felicito a todos los nadadores que han ganado. A los integrantes del equipo de waterpolo, que han actuado con su experiencia. Al contrario de lo que son los nadadores, todos pibes, éstos son todos viejos, pero viejos macanudos. Por eso, si mérito es extraordinario. Han terminado el campeonato invictos, y yo auguro que tengan todavía muchos años para seguir ganando en las mismas condiciones en que han ganado. Constituyen uno de los grandes honores de nuestro deporte. ¿Qué habríamos de decir nosotros de los muchachos del polo? Ellos ya nos tienen acostumbrados al triunfo. Si algún día perdieran, van a tener una de a pie con nosotros. Nosotros ya consideramos que ellos no pueden, no deben y no les vamos a permitir tampoco que pierdan. Ellos también, señores, son una parte del honor de nuestra Nación, porque nosotros somos un país de centauros. Muchos, como yo, aquí habrán aprendido a nadar a caballo antes que a caminar y en un pueblo como el nuestro, que todavía mantiene el orgullo de su tradición de centauros, esas pruebas, como las de pato, que hemos de introducir algún día, están demostrando que este pueblo no pierde las virtudes de sus mayores y ellos son los abanderados de las virtudes de la raza argentina. Remo: en remo han ganado todos los botes que se han presentado. ¿Qué podría decir yo de ellos? Sé bien que no han sido competiciones muy duras; que en el futuro tendrán otras más duras que aquellas a las que han sido sometidos nuestros remeros. Pero yo tengo fe. Siempre que los remeros me han venido a decir que querían ir a Puerto Alegre, o a Río, etcétera, yo les he dicho: "Macanudo, pero a ganar". Siempre han ganado. Y esta vez no han desmentido su fama de hombres ganadores. Esperemos que el futuro vaya consolidando esa fama, no sólo aquí sino en toda América. Con el tenis ha pasado lo mismo que con el remo: han ganado todos menos uno. El tenis, probablemente, se encuentra en la República, en estos momentos, en las mejores manos en que se haya encontrado jamás. Felicito tanto a las señoras como a los señores que han sabido formar tan maravillosas parejas y que están dando en estos días, aquí y en el mundo entero, una muestra de cuál es la capacidad y la calidad de nuestros tenistas. Yo les agradezco esas glorias que estamos dispersando por el mundo merced a su capacidad y a su espíritu. Los tiradores, como los polistas, también nos tienen acostumbrados a ganar. Ellos ya difícilmente podrán perder sin que nosotros se lo recriminemos. Son grandes campeones; tenemos al equipo de tiro, probablemente, con los más grandes campeones de conjunto del mundo. Hemos de hacer todos los esfuerzos para que ellos sigan cada día forjando nuevos tiradores, porque hay algunos que ya están un poco pasados de años y hay que ir reemplazándolos con gente nueva. Esos grandes maestros deben ir formando grandes alumnos, para que puedan tener después la gloria más grande, la satisfacción más hermosa que uno pueda experimentar, cuando concurran al polígono de tiro, ya un poco viejos y un poco achacosos, y vean su continuación en los muchachos que ellos han formado. El tiro es un arte difícil, en el que hay que perfeccionar al hombre y a la máquina de una manera extraordinaria; es complejísimo en todos sus aspectos y hay que pasarse el día entero practicando, cuidar los nervios, estudiar los órganos y cuidar el arma y la munición; hay que estar muy atento al tiempo. Es decir, hay muchas cosas que cuidar en el tiro. Solamente esos viejos hombres de amplísima experiencia pueden llegar a ser grandes maestros, como son nuestros tiradores; pero yo les pido, en nombre del deporte argentino, en nombre de la tierra argentina, que me vayan formando muchachos tan macanudos como son ellos. Lo único que se ha desarrollado de yachting ha evidenciado, como un botón de muestra, lo que nuestro yachting puede ser. Los dos pibes Vilar, que han competido, tampoco son campeones novicios: ya son viejos campeones, a pesar de que no tienen más que catorce, quince o dieciséis años. A esos pibes, a quienes ya he abrazado en otra oportunidad para agradecerles lo que ellos habían hecho en el exterior por el deporte argentino, yo los felicito hoy con el mismo cariño y con el mismo entusiasmo con que los abracé en aquella oportunidad. Señores: yo habría arribado al término de lo más importante que quería decirles si no me ocurriera que en esta magnífica reunión de amigos deportistas quizás debiéramos llegar a establecer mutuos compromisos para el futuro. Yo he tratado de formar en toda la República un espíritu franco y abierto como el que hoy se respira en este lugar. Desconfío siempre de los hombres muy atildados y meticulosos en el trato; prefiero el que dice una barbaridad, pero de frente y abiertamente, a aquél que dice una genialidad con muchas entrelíneas. Eso lo he aprendido en las canchas, en los rings y en las pedanas, porque allí es donde mejor se aprenden esas cosas. Me decían los otros días que un señor que tenía que desarrollar una prueba de tiro ponía muchos inconvenientes con el reglamento, la luz y la hora. Entonces, un tirador de los nuestros, le dijo: "Vea, amigo: el tiro se gana tirando; vamos a meterle, deje el reglamento". Y le ganó. Esto es parte del espíritu deportivo, es parte de la personalidad que se forma en todos esos lugares donde se compite abiertamente, donde el que es bueno es bueno y el que no lo es no va a demostrar que es bueno, aunque quiera; a la larga, no engaña a nadie. Aquí, el que es, es, y el que no es, no es; no hay nada que hacerle. Ese espíritu es el que yo quiero que tenga toda la República; ese espíritu de hombres francos, abiertos, que aunque tengan sesenta años todavía son muchachos, que son hombres jóvenes a pesar de los años. Eso es lo que nosotros necesitamos para luchar con la vida y para luchar por la vida y por la grandeza de la Nación. Ese espíritu, que yo quisiera ver en todos los argentinos, jóvenes o viejos, grandes o chicos, ricos o pobres, sabios o ignorantes, será el único capaz de unirnos a todos los argentinos y hacernos hablar un idioma semejante, para que todos nos entendamos, sin segundas intenciones y sin reservas mentales, sin el engaño y sin todas esas cosas que no caben en el corazón de un hombre honrado y que no entran jamás en la mentalidad de un deportista de verdad. Esa es la escuela que yo anhelo para toda la República y para todos los argentinos. Cuando extendamos en todo el país ese espíritu que vivimos aquí, la República será siempre un poco más feliz de lo que era antes. Digo esto, muchachos -y puedo llamarlos muchachos a todos porque ya he dicho que lo son aunque tengan sesenta años- , porque nosotros tenemos instituciones para dirigir y mantener la organización deportiva. Pero yo no sé que es lo que ocurre, porque cuando se pone en marcha ese organismo, en seguida aparecen algunos señores muy importantes que lo burocratizan y tratan mal a los deportistas. Si les dan una casa, la casa es para ellos, hacen un gran despacho con sillones de marroquí y grandes espejos y allí, una vez por mes, reciben a algún intermediario de algún club mientras el deporte anda solo y como puede, a pesar de ellos que hacen todo lo posible para que el deporte no ande. El señor importante, como necesita auxiliares nombre doscientos, que saben menos que él y que son menos capaces que él, porque si no estarían en su lugar. Entonces, señores, cuando cada uno de los muchachos deportistas librando a su propio esfuerzo, va a una prueba, ha dejado los pulmones para poder entrenarse y poder ir. Si gana, para él es el trabajo y para el gran señor, el honor. Entonces éste se hace presente y dice: "¿Ha visto a los deportistas?" Él es el que dirige todo. Él está siempre para los honores. Si hay un viaje a Europa, él es el primero que se pone a la cabeza. Se va allá, cuando llega se vincula y pasea. Y a los otros que los parta un rayo. Junto con él lleva diez o doce amigos, entre los cuales está el médico, el representante de A, B o C, pero pobre del atleta que sufra un accidente o se enferme si espera juntarse con el médico durante la competencia. Señores: Creo que los deportistas, como yo, ya están curados y desilusionados de esos grandes señores. Tenemos que terminar con los grandes señores del deporte o los grandes señores terminarán con el deporte. Veo que los más viejos me aplauden porque saben que digo la verdad. Lo que yo quiero pedirles es que todos me ayuden a terminar con este estado de cosas; y digo que me ayuden porque los únicos que pueden hacerlo son ustedes. Que me ayuden para que pongamos al deporte exclusivamente en manos de los deportistas; que cuando alguien venga con intención de ocupar un puesto en el Consejo Nacional de Educación Física o en la Confederación de Deportes, que resuelvan ustedes, y le pregunten: "Dígame, qué deporte ha hecho usted? ¿Cuántas veces se ha clasificado en alguna prueba?"; que yo en el Consejo le voy a preguntar lo mismo cuando venga alguien pidiendo que lo nombren en un puesto público. "¿Qué ha hecho usted de cultura física? ¿A quién le ganó?" Si ustedes en la Confederación de Deportes cumplen y yo cumplo en el Consejo Nacional de Educación Física gastaremos bien ese presupuesto de cuatro millones de pesos anuales para pagar la dirección y la ejecución de ejercicio físico en nuestro país. Vean si yo les diera a ustedes los cuatro millones de pesos todos los años, lo que harían ustedes con ellos. Por eso yo quiero que nos comprometamos todos para el futuro. Aquí estamos hablando entre deportistas y estos pibes que tienen que ir aprendiendo a serlo para el futuro. Somos todos hombres que hablamos un mismo idioma, que hemos sufrido los mismos males y que tenemos los mismos objetivos y aspiraciones. Nuestro interés es solamente el deporte; no queremos nada que no sea el deporte. Que me ayuden y que luchen para sacar a todos esos infiltrados que no saben nada del deporte ni les interesa nada de él. Establezcamos para el futuro -yo lo he de cumplir- que nadie que intervenga en la actividad deportiva, en su dirección u organización, pueda ser un hombre que no haya hecho deporte. El deporte ha de ser para los deportistas como la salud para los médicos o la construcción para los ingenieros. Cada uno en su oficio. No nos mezclemos, porque eso no suele ser constructivo. Vale decir: zapatero, a sus zapatos. En esto nos hemos de entender con la Confederación y ahora vamos a aprovechar este maravilloso momento en que cada uno de los argentinos tiene cierto aire de triunfador por los resultados obtenidos en las pruebas. Aprovechemos esto porque el hierro hay que machacarlo en caliente y esto está al rojo. Vamos a aprovechar este momento -repito- para darle un gran impulso y resolver todos los problemas de los deportistas. Hay deportistas que están sometidos a entrenamiento, a pruebas grandes, fuertes, que han hecho sacrificios de todo orden. Tenemos cuatrocientos o quinientos puestos en el Consejo para rentar a todos los deportistas que quieran ayudarnos a formar la conciencia deportiva en el país y a elevar los deportes a una altura no alcanzada jamás. Esto lo digo porque lo podemos hacer. Tenemos diez y siete millones de criollos bien alimentados y los bifes que comen tienen que dar su resultado. No he querido, señores, realizar una comida protocolar, para solo desearles buenas tardes y muchas felicidades, sino para hacer algo que sea constructivo. Nosotros debemos festejar los triunfos con la aspiración de obtener buenos triunfos y, sobre todo, teniendo presente la tremenda responsabilidad que hemos adquirido en este campeonato. Cuidado que ganarle a quién nunca nadie le ganó por trescientos puntos tiene su importancia. Eso quiere decir que nos la tendrán guardada para la próxima y tenemos que ir preparados para defender la chance. Tendremos que elegir los trescientos o cuatrocientos mejores para hacerles frente y, por lo tanto, todos tenemos que ponernos en campaña para buscarlos. Los tenemos de sobra. La cosa es encontrarlos, sacarlos de donde estén y traerlos a hacer deporte porque ello tiene para el espíritu deportivo del país y para el país mismo una importancia extraordinaria. Las pruebas en que más nos distinguimos han sido aquellas en las que primero hemos tenido campeones. Ellas son las que levantan; son las banderas. Tenemos que buscar muchas banderas, ponerlas al frente y después meterle, seguros de que por ese camino vamos a llegar. En las futuras competiciones yo espero que salvemos esa enorme responsabilidad. Ganar no es solamente una enorme satisfacción, sino también una responsabilidad. Disfrutemos de esa satisfacción; preparémonos para defender esa responsabilidad. Esto es fundamental para todos nosotros y para mí especialmente, en quién encontrarán siempre no sólo un corazón abierto, sino también una voluntad pujante para ayudarlos en todo lo que necesiten para mejor capacitarse y prepararse. La Confederación de Deportes, que es el organismo que maneja, dirige y gobierna el deporte nacional, tiene una casa que hoy resulta un poco chica. Ya está por hacerse al lado de River Plate una nueva casa, que costará siete millones de pesos, para que todos los deportistas tengan allí su gran edificio, cómodo, y todas las federaciones puedan disponer allí de un sector para atender sus actividades, como así también para el plan general a distribuir por todo el país a fin de que todos estos deportes que estamos practicando se extiendan por toda la República. Cuando todos los argentinos los practiquen, no vamos a tener sesenta campeones, vamos a sacar seiscientos campeones. Yo he dejado deliberadamente para el final, el mencionar una inmensa satisfacción, como así también, el hacer un elogio de las mujeres participantes de estos Juegos. Hemos visto que ellas también se van colocando en el marcador; se van colocando bien y se colocarán mejor cada día. Es cuestión de que ellas se preocupen de ir trayendo a mayor número de mujeres que practiquen el deporte. La mujer en el deporte no solamente es útil, sino que también es agradable. Le buscan y le arriman al deporte la parte más bella que el deporte tiene. Los antiguos, que no practicaron sino algunos deportes con participación de la mujer, en ese sentido los hemos superado. No hay nada más lindo que ver a las mujeres actuando en un campo de atletismo, en una pedana o en una piscina. Esto todavía no está desarrollado en la amplitud que yo espero que se desarrolle. Hemos visto muchas cosas nuevas. Hemos visto la natación de conjunto y hemos visto las competiciones de natación, donde nuestras chicas comienzan ya a sentirse y a ser campeonas de verdad. Es necesario que esto se ayude más; que hagamos que todas nuestras mujeres practiquen un poco de deporte. La pasta de nuestras mujeres no puede ser diferente a la pasta de los hombres. Ellas van a triunfar y nosotros tendremos la inmensa satisfacción de ayudarlas a triunfar. Bien señores, llego al término de esto, que es ya una "lata", pero he querido volcar mi corazón y mis observaciones para que sean constructivas, para que nos pongamos de acuerdo. Ya he hablado con el señor presidente de la Confederación, el amigo Valenzuela, a quien yo no sólo quiero dedicar mi elogio, sino también mi profundo agradecimiento. Él ha logrado una organización perfecta; él ha sido el compañero y el amigo de todos los participantes de estos juegos panamericanos; yo lo he visto atareado de la mañana a la noche, y hasta se ha enfermado, intoxicado, pues los nervios lo tenían a mal traer; lo he visto luchando diariamente con la enorme cantidad de dificultades que el desarrollo de una cosa tan magna como estos juegos, significa. Lo he visto alojar a los extranjeros hasta con lujo, y en eso quiero agradecer también a la Fundación, que ha alojado a muchos atletas extranjeros, que se van hablando maravillas de nuestro país. Las villas olímpicas, como así también la reparación de las canchas de atletismo, las piletas, etcétera, han sido insuperablemente organizadas de acuerdo con los medios que disponemos. Yo espero que el segundo Plan Quinquenal pueda construir la ciudad olímpica, en más o menos unas 4.500 hectáreas que ya están destinadas a eso y disponibles, donde se pueda brindar a los nuevos organizadores una cosa menos complicada que la que he tenido que brindarle al amigo Valenzuela, es decir facilidad para realizar todo junto. Finalmente a los pibes del Campeonato "Evita" que nos acompañan también a comer, les vamos a entregar estos cuantos premios que están sobre la mesa. Eso les recordará estos días maravillosos para el deporte que han vivido en Buenos Aires. Ya hemos dado orden para que al equipo ganador se le compre el terreno y se le construya el campo con todo lo necesario, de modo que este año le entregaremos el campo al cuadro campeón de Formosa. Y yo les quiero decir a todos estos pibes que han venido ilusionados por lo que todos nosotros nos hemos sentido profundamente ilusionados alguna vez, que no solamente nos han dado una inmensa satisfacción, sino que los hemos visto jugar en nuestros campos como verdaderos campeones; los hemos visto en todas las oportunidades proceder con corrección deportiva y ganar o perder, pero honradamente. Esa es la única escuela que el deporte asegura al hombre como educación de su espíritu y como educación de su procedimiento. Que lleven a las catorce provincias y a las nueve gobernaciones que representan este espíritu y si nada han aprendido durante el desarrollo del torneo, por lo menos no olvidan que han aprendido una lección que debe ser inolvidable para todo el resto de sus vidas: que el deportista es, ante todo, un hombre de bien, un hombre honrado y un hombre bueno. Que lleven a todas las regiones del país esta divisa para todos los deportistas; que sepan que la escuela deportiva que nosotros queremos para nuestro país, es una escuela de vencedores, pero de vencedores honrados. Que sepan que el campeonato que por primera vez ellos han desarrollado en Buenos Aires es la iniciación de esa escuela, y que cada uno de ellos, hoy aprendiendo en esa escuela, debe ser el maestro que enseñará a las futuras generaciones de argentinos, a ser deportistas leales y fieles, para formar una Nación que por sobre todas las cosas tenga la virtud que el deporte da. Hacer de cada hombre un vencedor ideal, un vencedor honrado, un argentino de bien y un argentino bueno. Si ellos han aprendido eso, no han dejado nada de aprender pero si no hubieran aprendido eso, por mucho que hubieran aprendido a jugar al fútbol no habrían conquistado nada para el deporte de la Nación. Que cada uno de ellos regrese como un vencedor, como un vencedor de estas justas, como un vencedor de él mismo, no de nadie más. Que en cada una de sus dificultades, allá en la lejana gobernación o en su provincia, sepa hacer de ese club una casa de camaradas y de compañeros, en el que sea uno para todos y todos para uno. Cuando pasen los años y aquí a cuarenta años se encuentren y abracen con otro compañeros, volverán a revivir estos días que son los más hermosos y los más luminosos de la vida; sentirán una sensación que hoy no podrán apreciar, pero que nosotros, los viejos deportistas, conocemos por haber abrazado a un viejo compañero con quien, en mancomunado esfuerzo, hemos defendido la gloria del deporte nacional. Yo sólo quiero por último felicitar a todos los participantes, a los que ganaron y a las que no ganaron -en estos juegos el honor debemos repartirlo entre todos-, eso es lo que impone el desprendimiento deportivo. La Argentina ha ganado, y eso es lo que debe interesarnos como deportistas de conjunto. Lo que cada uno ha hecho lo brinda al compañero que no ha podido hacer, para que así entre todos, podamos dividir esta gloria que es la más pura y el más grande honor a que un hombre de bien y honrado puede aspirar para su patria. A ellos les doy el agradecimiento en nombre de la Nación, porque también ella vive preferentemente de estos honores. Yo agradezco a todos los señores que han participado en la organización y dirección de estas actividades, como así también a todos los periodistas y a toda la gente de radio que nos han ayudado y que con su incansable espíritu han Estado propalando todos los días a través del éter lo que quizá la mayor parte de los argentinos no tuvo el privilegio de contemplar. Ellos forman también con todos nosotros ese bloque unido e inconmovible que defiende el deporte. A ellos, el agradecimiento de todos. A ellos, nuestra satisfacción de poder decir algún día que todos unidos triunfaremos. Lo mismo digo con respecto a los maestros, entrenadores o directores a quienes he visto trabajar con tanto empeño en ocasión de las visitas que les he hecho en Ezeiza o en cualquiera de las otra partes; a los profesionales de box, que también han ayudado en el entrenamiento de los muchachos y en fin, a todos los que directa o indirectamente han participado en la preparación de este torneo. Señores: cuando ese esfuerzo es coronado por el triunfo, ese triunfo corresponde un poco a todos los que, directa o indirectamente, lo han forjado. Después de esta disertación un poco larga, yo dejo la palabra al señor presidente de la Confederación de Deportes, a fin de que podamos reunirnos algún día todos los deportistas con él, ya sea en la Casa del Deporte, acá, o en cualquier otra parte, para echar nuestros planes para el futuro y para que juntos solucionemos todos los problemas que tienen los deportistas, a fin de que ellos puedan dedicarse al deporte con mayor ahínco. En esa reunión podremos conversar como amigos y arreglaremos amistosamente todos los problemas, lo cual nos permitirá presentar un futuro más fácil, más despejado y con mayores probabilidades. Hasta esa reunión, yo les dejo, junto con mi saludo, el profundo abrazo de compañero y el agradecimiento de argentino por todo lo que ustedes han hecho por el deporte. ..................
1951-03-15
Ante legisladores peronistas
Les agradezco sinceramente, con la naturalidad con que yo digo las cosas, pero con una profunda emoción -lo que ustedes habrán podido observar a lo largo de nuestro contacto-, el gesto que ustedes han tenido. Yo soy un hombre que a esta altura de la vida ya no tiene ambiciones de ninguna naturaleza. Creo, y creo firmemente, que dentro de nuestro movimiento existen, perfectamente individualizados, valores extraordinarios, que están en gestación y en producción y el hecho de que ustedes, que son nuestros camaradas directos, nuestros queridos amigos y compañeros de causa y de lucha, me hayan traído una palabra de esta naturaleza, tiene para mí una significación que va más allá de todos los halagos que puede recibir un hombre en la vida. Por esa razón, yo les agradezco profundamente vuestros buenos deseos. Estoy firmemente persuadido de que lo hacen de corazón, pero quizá en gran parte ustedes vean las cosas de otra manera, influenciados más por la amistad y el cariño que nos profesamos mutuamente que por los merecimientos y otras causas que pueden incidir en la decisión de los hombres. Nosotros que formamos ya dentro del Partido un cuadro suficientemente homogéneo, que nos conocemos, que hemos estrechado nuestra amistad y que indudablemente nos apreciamos, debemos pensar muy profundamente en el futuro, que debe ser el amor de todos en llevar adelante nuestro movimiento, que ya no puede ser obra de un hombre, porque debe ser obra de todo un pueblo. En este sentido, les reitero mi agradecimiento, pero creo que todavía es prematuro hablar de estas cosas; falta mucho tiempo, e indudablemente, yo interpreto esto como un deseo ferviente de los amigos, de los compañeros, de los hombres que están luchando como luchamos todos por llevar adelante nuestra causa, nuestra divisa. Es así que obligado por las circunstancias, digo que soy un hombre dispuesto a quemar mi vida por algo, pero debemos de pensar también en dar a nuestro movimiento un ritmo y una orientación definitiva empleando nuevos hombres, y eso tenemos que pensarlo todos muy detenidamente; no anquilosar el movimiento, sino darle sangre nueva, ideas nuevas, acción siempre renovada. Esa es una de las causas por la que nosotros debemos también bregar en este movimiento. Ya tendremos oportunidad de conversar extensamente sobre este asunto. Hasta ese entonces les agradezco, como se agradece solo a los grandes amigos, a los cuales uno guarda un gran cariño, esta demostración de solidaridad y de amistad, que pueden estar persuadidos que yo guardo en lo más profundo del corazón para cada uno de ustedes. ............
1951-03-28
Ante legisladores de la provincia de Corrientes
En primer término, deseo agradecer profundamente la oportunidad que me brindan de tanto en tanto, de estrecharles las manos y poder conversar con ustedes. Les agradezco con todo el corazón las amables palabras que terminan de pronunciar, especialmente las referentes a la nueva elección presidencial de 1952. En ese sentido, señores yo analizo muy profundamente las cosas y pienso muy fría y detenidamente. Creo que todavía es prematuro decir nada a este respecto, porque yo seré lo que deba ser, de acuerdo a las necesidades y a las conveniencias del país, no de las mías. Yo estoy un poco cansado de la lucha de nueve años que pesan sobre el trabajo de todos los días y de todas las noches, y esa no es una consideración que me interesa a mí, pues y estoy para servir a una causa y cuando uno se entrega a una causa con todo corazón no tiene mucho que pensar, sino una sola cosa: si es conveniente a las necesidades del país y si el país va a salir ganando o va a salir perdiendo. Eso es lo único que un ciudadano que piensa como nosotros debe considerar. Todo este cúmulo de cosas que está dando a la República un Estado de florecimiento tan extraordinario, todo eso es lo que uno va juntando para la grandeza futura. Y cuando pensamos que esa grandeza que estamos asegurando en el orden económico, social y político para nuestro país no ha impuesto a ningún argentino un solo sacrificio, sino que estamos todavía mejor que antes, veo frente a mi conciencia que el gobierno que realizamos es un gobierno bueno. Yo tengo dos objetivos en el gobierno: hacer la felicidad de los argentinos y labrar la grandeza de la República. Ahora debo cuidar que para asegurar esa grandeza no tiranice a los argentinos los explote y los someta a enormes sacrificios, ni que para hacer la felicidad del presente arruine el futuro de la Nación. Se puede nivelar y equilibrar como se ha nivelado y equilibrado la felicidad de los hombres haciendo la grandeza de la Nación Tengo que pensar, ante mi conciencia de gobernante, que estamos gobernando bien, porque sin ningún sacrificio estamos asegurando la grandeza con que todos soñamos. Por eso, ustedes que allí, en Corrientes, forman un engranaje de ruedas de todo ese sistema de ruedas que hace marchar a la República, han de poner toda la colaboración necesaria para que esto sea más grande. Lo único que nos va a resarcir de todos los sacrificios que representa la acción de gobierno, cuando los hombres que lo ejercen son como nosotros y tienen el concepto que tenemos nosotros que llegamos al gobierno, no para disfrutar de una canonjía, de un descanso o de una tranquilidad, sino para estar sometidos todos los días a la presión de los acontecimientos, a la solución de los problemas, sacrificándose día y noche, es saber que con nuestro sacrificio vamos a hacer un poco más felices a los demás. Por eso antes de terminar esta conversación quería agradecerles a todos ustedes y especialmente al general Velazco, toda la dedicación que han puesto en esto para ponerlo en marcha, con sabiduría y con prudencia. Creo que el futuro de la Argentina no puede ser más de luchas, ni aún en el campo político. Todavía no he podido convencer a la oposición que no peleen, que junten votos y los lleven a los comicios pero que no peleen. No hay necesidad de pelea. Nosotros no los peleamos. Y todo eso es más fácil conseguirlo en las provincias que en el orden nacional. Debemos convencer a la oposición que deponga sus odios y pasiones. En mi concepto, en política hay que ser blando, pero cuando uno se pone duro, tiene que ser muy duro. Y en eso voy a cumplir. No he de tolerar la acción de quien trate de hacer mal al país. Ni mi propia acción la podría tolerar. En eso soy muy rígido. De manera que a esta gente que hace mal al país yo la voy a apretar fuerte cuando sea necesario. Les agradezco nuevamente la amabilidad que han tenido y sobre todo les agradezco la acción que han desarrollado. Les agradezco igualmente la inmensa satisfacción que me han dado de poderles decir que no solamente estamos satisfechos de los correntinos, sino que estamos orgullosos de su labor, como la patria ha estado siempre orgullosa de todos los correntinos de la historia. ...............
1951-03-28
DISCURSO AL IMPONER LA MEDALLA PERONISTA AL DOCTOR RONALD RICHTER :
DISCURSO AL IMPONER LA MEDALLA PERONISTA AL DOCTOR RONALD RICHTER Señor profesor Richter: En todas las empresas de la vida el éxito representa la más fundamental preocupación de los hombres de acción. Napoleón sostenía que el éxito se construye, no se recibe como una gracia del destino o de la fortuna. A veces la casualidad brinda también un éxito y la suerte puede existir, pero nI es permanente, ni tiene preferencias. Hay hombres y organizaciones de hombres que suponen que son suficientes las grandes ideas o los grandes descubrimientos para alcanzar el éxito. Nada hay más inexacto y pueril que tal creencia. El éxito se realiza, se construye, se alcanza a través de un esfuerzo continuado. Cada hombre de carácter y de acción construye su propio éxito. De nada vale el éxito fortuito en manos de quien no lo sabe aprovechar. El éxito, para que sea éxito, ha de ser consciente. Es la obra combinada del genio y del trabajo, a menudo de la abnegación y del sacrificio. Los éxitos fáciles se esfuman también fácilmente. El éxito se concibe primero, se prepara después, se realiza luego y se aprovecha finalmente. Este es el éxito perfecto. Es menester el genio para la concepción, la prudencia para la preparación, el carácter en los hechos y el sentido práctico para aprovecharlo. Es decir, el éxito no depende solo del acierto, sino también de un cúmulo de valores morales que radican en el hombre y de una cantidad de factores materiales y de método. El Consejo Superior de la Medalla Peronista ha deseado premiar en vos, no tanto vuestra inteligencia, con que os ha premiado Dios, como los valores morales que os distinguen, vuestro carácter, vuestra abnegación y vuestro sacrificio. Sabemos que en la elaboración de vuestro éxito, que es el nuestro, habéis puesto una gran dosis de tales virtudes personales que son las únicas que hacen grandes a los hombres. Con ellas, es con lo único que se vencen los obstáculos y se elaboran los éxitos. En las empresas de la Nueva Argentina, cuya clara divisa encabeza un pueblo celoso de su destino, habéis tomado un puesto con honor. El honor de todos nosotros será vuestro escudo y de nuestros corazones afluirá la fuerza motriz que impulse vuestros sueños de creador y de realizador. Al entregaros esta medalla, os ofrecemos con ella, nuestra amistad, nuestra gratitud y nuestro cariño persuadidos de que sabréis honrarla y ennoblecerla. ............
1951-03-29
Ante una delegación de industriales de Estados Unidos
Deseo que mis primeras palabras sean de agradecimiento por la amabilidad que han tenido de llegar hasta esta casa, con lo que me han proporcionado la inmensa satisfacción de poder estrecharles la mano con todo cariño y con todo respeto. Lo primero que les pido es que se sientan aquí como en su propia casa; nosotros seremos muy felices si podemos ofrecerles todo lo poco que tenemos para que ustedes lo puedan utilizar a la más amplia satisfacción. Nosotros somos un país que estamos empeñados en hacer que todos nuestros hombres trabajen. Ustedes que, como nosotros, conocen mucho el carácter español y latino, saben que no tenemos mucha inclinación al trabajo. Posiblemente, una de las cosas que impone mayor dedicación al gobierno sea la de obtener que todos trabajen en la medida de sus fuerzas. Sin embargo, estamos empeñados en una gran tarea. Hasta ahora, en nuestro país, no se habían realizado las grandes obras con que nosotros estamos soñando en este momento. Los americanos, especialmente, pertenecen a un pueblo que ha encarado grandes obras. Nosotros no habíamos encarado esa realización con la magnitud con que lo había sido en los Estados Unidos, pero pensamos imitar el buen ejemplo que, en este aspecto, ha dado al mundo. En ese sentido, hemos empezado, casualmente, por lo que es más interesante para nosotros: las grandes obras dedicadas a la felicidad de los hombres. Mañana van ustedes a visitar, según tengo entendido, algunas de las obras realizadas por la Fundación que dirige la señora de Perón. Yo le voy a pedir a ella que, si dispone de tiempo, los acompañe en esa visita. La Fundación de la señora de Perón es una institución civil en donde el Estado no tiene nada que hacer. Se trata, sin duda, del primer gran experimento que se efectúa en el país en ese sentido. En sus cinco años de existencia ha construido ochenta y cinco grandes instituciones de previsión y de ayuda social y hoy posee un capital en movimiento de alrededor de dos mil millones de pesos. Ese esfuerzo realizado lo debemos pura y exclusivamente a la señora de Perón, y nosotros estimulamos esta primera gran empresa de ayuda social para que en nuestro país se siga el buen ejemplo de lo Estados Unidos, donde los hombres y las mujeres que tienen se acuerden a menudo, de los hombres y mujeres que no tienen. Aparte de esto, a lo que me he referido porque mañana van a visitarlo, voy a dar algunos números respecto a lo que hemos hecho nosotros en otro orden de cosas, pero ya desde el gobierno. La República Argentina, en el momento actual, no tiene niños analfabetos. En adultos, sólo existe de un ocho a un doce por ciento de analfabetos, pero, mediante un plan en el que estamos empeñados, pensamos que en el año 1952 ya no tendremos más que un insignificante número de analfabetos. En los cinco años de mi gobierno, se ha construido sólo en escuelas -más de cuatro mil edificios. Pensamos finalizar, para el año 52', otras mil, con lo que sumarán cinco mil en seis años. En este momento poseemos, aproximadamente, una población escolar de cuatro millones de niños, y no existe, en todo el país, un solo niño que no tenga un lugar en la escuela. Este programa nos va a permitir terminar, total y absolutamente, con el analfabetismo. En el orden de la instrucción pública, nosotros la tenemos orientada en la instrucción y preparación de nuestro personal en las profesiones liberales y en las profesiones técnicas. Tenemos cubiertos todos los sectores de la instrucción dedicados a llenar las necesidades del país, es decir, que no quedan sectores donde haya hombres que no posean su profesión u oficio. La enseñanza, ya sea primaria, secundaria, universitaria o técnica es absolutamente gratuita: no se paga un centavo; corre totalmente a cargo del Estado. En cuanto a la actividad en las obras públicas, daré una idea general sobre lo que hemos realizado y estamos realizando, expresando que durante mi gobierno se han efectuado más o menos ocho mil obras públicas, ya terminadas. Entre ellas debe contarse unos catorce grandes diques con usinas, con lo que hemos regado aproximadamente 750.000 hectáreas. Respecto al desarrollo industrial, durante mi gobierno se han instalado, solamente en el Gran Buenos Aires, treinta mil industrias nuevas, que hacen un total, sumadas a las anteriores, de más de ochenta mil. Esto como ejemplo del desarrollo industrial en el Gran Buenos Aires, porque en el resto del país el incremento ha sido más o menos igual. En cuanto a los márgenes de explotación, de producción, nuestra ganadería cuenta actualmente con uno sesenta millones de vacas. Y estamos en un programa para aumentar a ochenta millones el número de vacas, porque pensamos que dentro de poco tiempo vamos a poderles vender también carne a Estados Unidos. En ovejas tenemos, más o menos, unos trescientos millones de cabezas; en caballos, diez millones. Estamos aumentando los planteles para constituir en nuestras inmensas praderas -donde los animales viven sueltos y comen lo que hay en el campo, sin que haya que cultivar nada especialmente- un sector muy importante de la producción agropecuaria mundial. Para eso tenemos más o menos unos diez millones de hectáreas donde los animales pueden vivir tranquilamente. Son las grandes praderas de la pampa. En cuanto a la producción agraria también estamos en un programa de intensificación. En ese sentido estamos tratando de aumentar la producción un veinticinco por ciento más cada año. También estamos perfeccionando tecnológicamente toda la producción, es decir, llegando a la producción científica más moderna. Estamos mecanizando toda la producción y con respecto a ese programa tenemos que cumplir todavía un cincuenta por ciento, y esperamos que Estados Unidos nos ayude para la realización de ese cincuenta por ciento. Toda esa gama inmensa que nosotros tenemos de recuerdos pensamos que quizá sea útil en los tiempos que vengan. Y la hemos puesto y la ponemos permanentemente a disposición de todos los que mantienen intercambio con nosotros. En ese sentido estoy muy satisfecho porque con los Estados Unidos hemos casi triplicado nuestro intercambio en el último año y esperamos poderlo llevar a mayores cifras en el menor tiempo posible. Todo ese programa económico que hemos cumplido es lo que nos ha permitido realizar una reforma social en el país. Nosotros, en cinco años, hemos casi triplicado el estándar de vida de nuestros trabajadores. Eso se ha realizado sin que se haya ocasionado ningún perjuicio a las organizaciones industriales, de la producción y del comercio. Cumplido ese programa hemos llegado a la enorme satisfacción de que los obreros están contentos con lo que ganan y los comerciantes, productores e industriales ganan ahora mucho más de lo que ganaban antes. Hemos conformado bien a los trabajadores y a los capitalistas. Los únicos que no están contentos son algunos políticos que han perdido su negocio. Nosotros entendemos que a quién hay que ayudar es al productor, a la parte del país que trabaja y produce, no a los que viven y no producen. Y con respecto a esto siempre me acuerdo de un viejo cuento inglés que me contaron a mí cuando estuve en Inglaterra. El cuento era así: "En una plaza había un reloj que giraba y cada cuarto de día aparecía un personaje. A las seis de la mañana, aparecía el abogado con un cartel abajo que decía: "Yo cuido el cumplimiento de vuestras leyes". A las 12 del día aparecía el pastor, con otro cartel que decía: "Yo cuido vuestras almas". Seis horas después aparecía un militar, con un cartel que decía: "Yo cuido vuestra seguridad". Y al girar el otro cuarto aparecía un agricultor, cuyo letrero decía: "Yo pago a los tres". Es por eso que me interesa cuidar al que paga a los tres. Todo nuestro gobierno podría reducirse a eso. Por esa razón desde que estoy en el gobierno he tratado de cuidar la administración para que no sea muy costosa para el país. En nuestro país no existen impuestos mayores del veinticinco por ciento sobre los beneficios. Siempre hemos cerrado los presupuestos con superávit. Durante estos últimos cinco años hemos pagado toda la deuda exterior. No tenemos deuda externa y no debemos un centavo a nadie. Tenemos una insignificante deuda interna, es decir, que tenemos una administración y unas finanzas totalmente al día. No somos ricos, pero tampoco somos pobres. Uno de los grandes errores, en mi concepto, cuando se ayuda a estos países, es prestarle dinero a los gobiernos. Hay que darles trabajo, comprándoles su producción. Nosotros decimos aquí que "quien da pan a perro ajeno, pierde el pan y pierde el perro". Lo mismo sucede cuando se presta dinero a los políticos; pierden el dinero y cuando después tienen que pagarlo, son enemigos. Por eso yo he dicho en mi país, que el único empréstito que haré es hacer trabajar a la gente para obtener el empréstito de ellos y no del exterior. En ese sentido, yo creo que el pueblo argentino hoy vive feliz y vive bien. No tenemos necesidades. Tenemos pobres, como los tienen todos los países del mundo, pero como hay trabajo abundante porque no hay aquí desocupación sino ocupación plena y hay buenos salarios para el que trabaja, el que es pobre y no subviene sus necesidades es porque no quiere trabajar. En consecuencia, la culpa no es nuestra, sino de él. Eso nos permite a nosotros, por otra parte, desarrollar una política social que es de absoluta libertad. Asimismo, en todos los demás órdenes nosotros aseguramos una absoluta libertad al pueblo argentino. No es suficiente con que yo les diga estas cosas. Ustedes lo van a observar en la calle hablando con los obreros, con la población y se darán cuenta que aquí no existe limitación alguna en la libertad. Cualquier cosa que yo les pudiera decir, ustedes tendrían el derecho a dudar porque yo represento al gobierno, pero donde van a palpar la verdad es en la calle, hablando con la gente y preguntándole como vive, porque generalmente es allí donde puede existir limitación a la libertad. Los que en este país están privados de libertad son los que en todas partes del mundo están privados de ella: están presos porque han cometido delitos y esos son juzgados por sus jueces. La justicia argentina es una buena justicia. No quiero cansar a los señores hablándoles más sobre nuestro país. Ustedes, que son en su mayoría personas de experiencia, van a observar la verdad mucho mejor que como yo pueda presentársela; la observarán objetivamente en la población. Si ustedes desean cualquier dato, cualquier información que nosotros podamos ofrecerles, tenemos a su disposición, no solamente los archivos del gobierno, sino los de cualquier cosa de las que deseen información. Creo que ya les hemos hecho llegar algunas publicaciones. De cualquier manera nos ponemos a su disposición para ofrecerles los datos que les interesen. Yo siento que hayan venido por tan pocos días, porque si hubieran podido permanecer aquí más tiempo, les hubiera organizado viajes para que conozcan también el interior del país, ya que lo más lindo no está aquí, en Buenos Aires, sino afuera. Buenos Aires tiene lo que tienen todas las ciudades, pero hay regiones de nuestro país muy hermosas y dignas de ser visitadas. Espero que ésta no sea la última visita y que en la próxima vengan por más tiempo, para que podamos tener el placer de organizarles un programa de giras por todo el país. Si alguno de lo señores no regresa con el grupo, estamos a sus órdenes por si desea hacer algún viaje. Hace más o menos seis meses llegaron aquí una cantidad de señores que representaban a las empresas de turismo de los Estados Unidos y del trabajo que ellos realizaron yo leí los primeros resultados, por lo que estoy muy agradecido a esas empresas. Mi deseo sería que millones de norteamericanos nos visitasen para demostrarles que aquí los atenderíamos de la mejor manera posible. Podrían también así miles de argentinos visitar los Estados Unidos porque la única manera de llegar a quererse es, ante todo, conocerse bien y hay mucha gente que tiene interés en que los americanos no estemos de acuerdo. Pero es nuestra intención que reine entre nuestros países las mejores relaciones y el mejor medio para ello son esta corrientes de turismo que nos ponen en contacto. Les quedo agradecido de esta amable visita y espero que no tengan aquí ningún inconveniente. Si alguno existe será porque nosotros no lo sabemos, pero si lo hubiera, nosotros les solucionaremos cualquier cosa que pudiera producirse. En ese sentido deseo que ustedes estén aquí como si estuvieran en Los Ángeles. ............
1951-04-06
Al imponer la Orden del Mérito al príncipe Bernardo de los Países Bajos
El gobierno argentino, interpretando los sentimientos de su pueblo para con el pueblo amigo de vuestra patria, ha querido honrarse poniendo sobre vuestro corazón las insignias de la Orden del mérito. Es la primera vez que la República Argentina otorga esta altísima distinción y el Consejo de la Orden no ha podido en rigor de verdad, hallar una oportunidad más brillante ni más propicia para ello. Esta insignia que dentro de algunos instantes ha de lucir sobre vuestro pecho, muestra a un obrero -a un obrero argentino- sosteniendo la bandera nacional. Por eso yo os digo, con mi más cálido afecto, que con esta insignia os ofrecemos lo mejor que tenemos bajo el cielo de esta tierra nuestra: porque el obrero es nuestro pueblo y por que la bandera es nuestra patria. A través de los pocos momentos en los que he tenido la inmensa satisfacción de trataros y a través de los pequeños detalles de vuestra vida, de esos que trascienden por encima del protocolo y de la vida oficial, los argentinos sabemos que la Casa Real de Holanda y en particular S.A. Bernardo de los Países Bajos han sabido encontrar y recorrer los caminos que van desde las alturas del poder hasta los valles donde vive el pueblo. Ese es también para los hombres que gobernamos en la Nueva Argentina el secreto que conduce a las naciones a su grandeza y a su felicidad. Nosotros sostenemos, en la Doctrina Justicialista que rige nuestros actos, que la verdadera democracia es aquella donde el gobierno hace lo que el pueblo quiere y no defiende más que un sólo interés: el del pueblo. Si a esto añadimos que en esta tierra nosotros no aceptamos más que una sola clase de hombres: la de los que trabajan, advertiréis, Señor, que en esta insignia la figura simbólica del pueblo argentino, representada por un obrero, os está diciendo sentimientos muy hondos que solamente pueden ser fielmente interpretados por un corazón franco, sincero y humilde como el vuestro. Desde el primer instante en que el pueblo argentino tuvo contacto con vuestra presencia simpática y magnífica, ganasteis nuestro corazón. Nosotros, los argentinos tenemos una cierta natural prevención contra los hombres encumbrados por que generalmente la altura se ha identificado con el orgullo. Somos un pueblo de hombres humildes, de hombres de trabajo y ninguna cosa nos rebela tanto como la soberbia. Pero vuestra llena humildad y franqueza, vuestra cordialidad generosa y abierta, vuestra sencillez y vuestra sinceridad nos han ganado definitivamente el corazón. Por eso yo estoy seguro que mi pueblo se sentirá feliz sabiendo que la imagen de un obrero -figura y símbolo de su alma maravillosa- estarán desde hoy en adelante sobre vuestro corazón. Y más feliz se sentirá mi pueblo por que al mismo tiempo sostenida por un trabajador, os entrego la bandera de la patria. Ella también es símbolo de una gloria digna que nosotros tratamos de mantener siempre al tope de nuestros mástiles. Por ella lucharon y por ella murieron millares de argentinos por todos los caminos de la libertad americana. Por ella estamos luchando nosotros y dispuestos a morir si fuese necesario a fin de que sea cada vez más la figura y el símbolo de una patria justa, libre y soberana. Quede ella sobre vuestro corazón y llevadla a vuestro pueblo y a vuestra Patria como el afectuoso mensaje del respeto, de la admiración y del cariño que tiene para Holanda nuestro pueblo y nuestra patria. Decid en vuestra guerra, a la reina de Holanda, a su gobierno y a su pueblo que aquí el gobierno y el pueblo argentino ven en cada holandés a un amigo, por que ven en ellos la encarnación del trabajo y de la humildad, dos dignidades que el hombre había olvidado en las horas de su ruina y su desgracia y que son al fin de cuentas las únicas que pueden salvarlo en esta hora de su destino. Decid a vuestro pueblo que el pueblo argentino está dispuesto a reunirse con él en cualquier parte de la tierra donde sea menester luchar por los auténticos intereses del pueblo aún a despecho y aún en contra de los menguados y egoístas intereses de cualquier imperialismo que quiera avasallarlos. Como vosotros aspiramos a vivir felices bajo el sol de la libertad, de la justicia y de la soberanía. Como vuestro pueblo no ambicionamos nada más que eso. Pero como vuestro pueblo el nuestro está dispuesto a defender esta ambición a toda costa, aún cuando para ello deba romper en un sólo día, los diques que estacan el esfuerzo de toda su vida. Con la profunda y absoluta identificación espiritual de todos estos sentimientos que denuncia mi corazón en este instante tengo el alto honor de imponeros la insignia de la Orden del Mérito haciendo al mismo tiempo fervientes votos por vuestra felicidad, por la de vuestro Gobierno y por la felicidad que se merece vuestro pueblo. ...........
1951-04-09
Ante representantes gremiales de los empleados públicos
Hace tiempo que me viene preocupando -no podía dejar de ser así- la situación de los funcionarios, empleados y trabajadores del Estado. En general, nosotros, los servidores del Estado en forma directa en un país, como es el nuestro, donde existe la posibilidad de ganarse la vida, honradamente y bien, sabemos que los funcionarios, empleados y obreros del Estado, en general, llenamos una función de servicio directo a la Nación. Sabemos también que en nuestra situación, ninguno de nosotros puede esperar enriquecerse con lo que gana en la función pública que desempeña. Esto se debe a que el Estado siempre tiene sus gastos limitados en cada partida del presupuesto e indudablemente, nosotros constituimos un personal a sueldo de la comunidad, es decir, que son todos los habitantes del país los que no pagan nuestros sueldos. La situación patronal de los empleados públicos del Estado la constituye el pueblo mismo y cualquier exigencia que nosotros debamos tener con el pueblo, no es lo mismo que tenerla con cualquier otro patrón que hace ganancias de todo orden. Sin embargo, no se le puede pedir tampoco, ni al funcionario ni al empleado público, que sea un héroe permanente y viva dando su trabajo en forma directa al Estado sin una remuneración que por lo menos le permita vivir holgadamente. Este es el punto de vista que debemos tener nosotros al exigir la retribución que el Estado debe prestar a sus servidores, es decir, no tener una exigencia descomedida, pero tampoco hacer que el funcionario y el empleado del Estado tenga que pasar necesidades por el servicio que presta a la comunidad. Si esto se establece con justicia, en mi concepto, definiría cuál es el estándar de vida, diremos así, que el Estado debe dar a sus empleados y funcionarios. No me refiero a los obreros por que estos están en un régimen asimilado al del trabajo particular. Cuando yo me hice cargo del gobierno, el número de empleados y obreros del Estado, a pesar de que no se realizaban obras en gran cantidad como las hacemos nosotros, era muy numeroso. Los políticos en general si se encontraran en la situación en que está nuestro gobierno en este momento, llenarían todas las vacantes habidas y por haber. Nosotros hemos seguido otro camino. Nosotros queremos tener el menor número de funcionarios y empleados, pero pagados mejor. De esta manera no hacemos gravitar las cuestiones políticas sobre el bolsillo de la comunidad. Es decir, que hemos tratado de que aquellos empleados que se jubilan, que mueren o que se van por encontrar otro horizonte mejor fuera de la función pública, no sean reemplazados por nuevos empleados, para hacer de esta manera dentro de las partidas del presupuesto una economía suficiente como para poder aumentar el sueldo al resto del personal que queda en servicio. Por otra parte no es un secreto para ustedes, como no lo es para nosotros, que los empleados públicos son numerosos y que quizás nosotros podremos desempeñarnos mejor con una tercera parte. Por otra parte, hace falta mucha gente en otras actividades del trabajo. Todos los días hay una demanda extraordinaria de mano de obra y de empleados que no alcanza a llenarse con la población disponible o flotante, dentro de la plana ocupación que nuestro país tiene. Entonces, pensando en eso desde hace tiempo, establecimos que las vacantes producidas por cesantías, jubilaciones, enfermedades, etcétera, no podían llenarse; pensamos que era mejor hacer una redistribución del número de empleados tomando solamente los que fuesen estrictamente indispensables. Esto se ha cumplido y en el presupuesto hoy tenemos 50.000 empleados públicos menos que los que teníamos hace tres años. Y creo que las cosas no andan peor; se atiende todo y quizás se atiende mejor todas las cosas de la administración pública. Por eso, quizá, en el futuro nosotros podremos ir reestructurando aún mejor todavía esa situación. Por otra parte, señores, la situación y el mejoramiento de la retribución de los empleados y funcionarios públicos tiene que ir aparejadamente con el desenvolvimiento económico de la colectividad. Es decir a una colectividad rica se le puede exigir que pague mejor a sus empleados y a sus funcionarios; y ante una colectividad pobre hay que conformarse con lo que ella puede dar. Por eso creo que el programa que estamos cumpliendo es la base fundamental para el mejoramiento progresivo. Sin embargo, quiero hacer notar una cuestión que es sumamente interesante. Desde que nosotros nos hemos hecho cargo del gobierno, hemos mejorado poco la situación de los empleados y funcionarios en razón de que estamos empeñados en un plan de reactivación económica de todo el país y de buscar por todos los medios un enriquecimiento del mismo, seguros de que con eso vamos a atender las justas demandas de todos los funcionarios y empleados del Estado. Señores: yo creo que ese momento ha llegado, afortunadamente para todos. Cuando me hice cargo del gobierno, hace cinco años, el estado del erario público era realmente desesperante. Nosotros, justicialistas, habíamos iniciado una reforma de carácter social que era impostergable para el pueblo de la República. Nosotros, pensábamos en el gobierno, exigirle al pueblo una producción suficiente como para responder a esa reforma social y al mejoramiento general del estándar de la vida de la población trabajadora. Pero es claro que al empezar con esa reforma social a mí se me presentaron dos interrogantes: si hacíamos la justicia social y dábamos por anticipado el mejoramiento de la clase trabajadora que necesitaba para vivir y mejorar su estándar de vida, ¿respondería al pueblo, después, para producir lo que se podía dar de más inicialmente? Para mí el problema era ése. Realizada la justicia social se realizaba un gasto extraordinario para la elevación del estándar de vida de la población. Pero ese estándar de vida sólo lo podía sostener la población trabajando más, produciendo más. Bueno, nosotros hicimos la reforma social y nos quedamos esperando para ver si el pueblo respondía y si el gobierno respondía. Afortunadamente, hoy puedo decir con satisfacción y con agradecimiento hacia el pueblo mismo y hacia el gobierno, que todos han respondido. Yo quiero decirles algo a ustedes a en esta oportunidad, para que el país lo conozca también. Cuando nosotros llegamos al gobierno, dije: la situación del erario público era desesperante y lo era por una simple razón. Nosotros producíamos bastante; trabajamos suficientemente pero se iba por diversos caminos de filtraciones una enorme riqueza del país. Pero al aumentar también el estándar de vida, además de esas filtraciones iba a haber un gasto mayor para sostener un mayor bienestar y un mayor estándar de vida dentro de toda la población. Imaginen, entonces, ustedes, qué difícil era el problema. Había dos cosas que cumplir; un acierto por parte del gobierno en el negocio público y un esfuerzo mayor por parte del pueblo para producir más. Fue en aquella oportunidad cuando yo dije a la población que el deber de la hora era producir, producir, producir. Y llamé a mis funcionarios y les dije: señores, hay que hacer buenos negocios para mejorar la economía. La economía de un Estado, es como la economía de un individuo pero planificada. No hay nada de extraordinario. Si el Estado o la Nación hacen buenos negocios, se enriquecerá; si hace malos negocios se funde igual que los hombres. De manera que esto es un negocio como todos los negocios: si entra plata uno se enriquece; si sale plata se empobrece. Naturalmente que hay negocios y negocios. Antes, los políticos, cuando había que enriquecer -no digamos al país sino a un sector del mismo- y los tiempos estaban malos, como cuando yo me hice cargo del gobierno, la medida que ellos hubieran tomado sería rebajar todos los sueldos, como lo hicieron numerosas veces. Para nosotros el problema era distinto. Nosotros creíamos que para mejorar y reactivar la economía del país, había que aumentar los sueldos porque, habiendo más poder adquisitivo y más consumo, era necesario multiplicar la riqueza para satisfacer ese consumo, y esa es la riqueza que nosotros queríamos sosteniendo, como sosteníamos los justicialistas, que no hay que buscar las soluciones por el lado de la economía de miseria sino por el lado de la economía de abundancia. Claro, señores, que eso visto hoy a posteriori, cuando ya ha pasado el Rubicón, el asunto es simple y agradable mentarlos pero yo no quisiera volver a pasar el asunto que pasó el primer año. Nosotros cuando hicimos la reforma social y vinimos al gobierno, y la sostuvimos en el gobierno llevándola aún más adelante, habíamos quemado las naves y ya aún después de fracasar no hubiéramos tenido dónde refugiarnos, por que el fracaso de la solución y de la consolidación económica hubiera sido un fracaso total. ¿Y por dónde podía venir el fracaso? No solucionando la situación económica; no realizando la reforma económica; no reactivando la economía y no solucionando los gravísimos problemas que el país tenía en ese momento. En pocas palabras quiero decirles a ustedes cuál era el panorama del año 1946 y cual es el de 1951, para que aprecien qué es lo que ha hecho el gobierno y que es lo que ha hecho el pueblo en estos cinco años. Cuando yo me hice cargo del gobierno, teníamos una deuda muy crecida. Lo primero que hice fue pedir el haber patrimonial del Estado. Ustedes saben que en toda casa de comercio, en sus libros, de un lado está el "Haber" y del otro el "Debe", porque así se hacen las contabilidades tanto aquí como en Budapest. Al pedir el haber patrimonial para saber qué tenía el Estado, cuál era su riqueza, sus propiedades y sus pertenencias, me dijeron: "Eso no existe acá". Es decir, que se trataba de una contabilidad en la cual se llevaba solamente el "Debe" y no se sabía cuál era el "Haber". Entonces, pregunté como es la administración, cuántos empleados tenemos y quiénes son. No supieron decírmelo. Tampoco había un escalafón de los empleados y funcionarios del Estado. Cada uno tomaba lo que necesitaba para favorecer o arreglar políticamente a alguna persona, y así se marchaba. Al preguntar cuánto debemos, me dijeron que van a hacer la cuenta por que no se tenía el dato preciso. ¿Y cuánto nos deben? Eso depende -me contestaron-; vamos a averiguarlo. Bien, señores; cuando lo averiguamos, nos encontramos con que teníamos más o menos unos tres mil millones de pesos bloqueados en Inglaterra y otros tres mil millones bloqueados en los Estados Unidos. Durante cinco años habíamos abastecido a todos los países que habían hecho la guerra y todo lo que en esos cinco años habíamos acumulado como reservas, eran seis mil millones de pesos, que es lo que hoy exportamos en doce meses de trabajo. Lo más terrible es que la deuda era muy superior a lo que teníamos bloqueado allá como crédito. De manera que no solamente no teníamos un centavo sino que todavía debíamos. Aparte de eso, de la riqueza que el pueblo argentino amasa durante todo el año con su trabajo que podía equivaler a unos diez mil millones de pesos, cinco mil millones se iban del país como servicios financieros, importaciones y rubros invisibles. El pueblo argentino vivía a media ración, con la mitad de lo que producía. ¿Qué otra solución le quedaba al gobierno que arremangarse bien, como diríamos criollamente, y hacer buenos negocios para tratar de salir de pobre alguna vez? Lo primero que había que hacer era tomar la administración, por que cómo podía ser responsable el gobierno de las finanzas si la economía del Estado estaba en otras manos y no en las suyas. Cuando se empobrecía el país, cuando estábamos debiendo miles de millones de pesos se decía que lo que estaba haciendo el gobierno era una infamia. Por eso lo manejaban otros que ni siquiera eran responsables de la administración del país y del gobierno. Vale decir, como he sostenido siempre, era un gobierno de irresponsables, y lo peor de todo que era de irresponsables inconcientes. Por eso, señores, antes de pensar que podíamos solucionar el problema económico, era necesario pensar que había que tomar la administración de sus finanzas y de su economía. En segundo lugar, teníamos que pensar que debíamos realizar un esfuerzo extraordinario para comprar o expropiar todas esas compañías y otras yerbas, que provocaban una parte sustancial del drenaje anual en egresos visibles o invisibles. Pensamos también que era necesario saber quiénes éramos los que cuidábamos del Estado como funcionarios y empleados del Estado. Es necesario conocer el haber patrimonial del Estado, por que de otra manera hubiéramos seguido comprando y comprando y nunca llegaríamos a saber lo que teníamos. Después de eso era necesario pensar que había que trabajar duro y que teníamos que cuidar bien el centavo y sobre todo que teníamos que hacer muy buenos negocios por que había que comprar por más de 11 ó 12 mil millones de pesos y no teníamos ni un centavo. Hay que hacer buenos negocios cuando hay que comprar tanto y no se tiene dinero. Pero, señores, teniendo la administración de las finanzas o de la economía, teniendo en nuestras manos la administración y el gobierno del país y teniendo esa producción extraordinaria de nuestra tierra, el problema tenía solución. Claro que un flojo o un cobarde no se hubiera animado nunca a encararlo, por que algunos dicen que hemos tenido suerte, pero además de suerte yo digo que hemos ayudado a la suerte y que hemos tenido lo que deben tener todas las personas a quienes favorece la suerte. Es así que nosotros empezamos a trabajar. Hubo que comprar, primero, aquello que era indispensable, por que a mí me dan el país más pobre o el más rico y me entregan sus ferrocarriles, sus puertos, sus importaciones y sus exportaciones, y los transportes marítimos, y le dejo todo lo demás al que lo quiera, seguro de que él no va a hacer nada. A nosotros nos habían dejado que nos peleáramos, que hiciéramos revoluciones, pero ellos se habían agarrado esas cuatro cosas. No íbamos a ir lejos. Era lógico que lo primero que había que hacer era tomar eso. Sin eso, ¿qué íbamos a hablar de independencia, ni de soberanía, ni de libertad, ni de tantas cosas tan lindas como esas cuando se las ha conquistado? Fue así que hicimos todo eso. ¿Cómo lo hicimos? Eso lo diré algún día por que está demasiado cerca para que podamos decirlo todavía. Compramos los ferrocarriles, el gas, los teléfonos, elevadores, pagamos toda la deuda externa y pagamos todo lo que compramos al contado rabioso y en la mano. Nacionalizamos todo el sistema financiero del Banco Central, seguros, reaseguros, institutos, etcétera. Creamos el Banco Industrial. Todas esas cosas que estoy diciendo costaron algunos miles de millones de pesos y creamos una flota mercante del estado capacitada para no tener que depender del extranjero. Todo eso que hemos hecho hoy, lo hemos pagado y no debemos un centavo a nadie. Al contrario, nos deben muchos miles de millones a nosotros. Lo hemos pagado y les recuerdo que cuando inicié mi exposición les dije que comenzamos todo esto sin tener un solo centavo para hacerlo. Quiero decir que tan malos negocios no hemos hecho. A título de ejemplo solamente les quiero mentar algo que se relaciona con lo que se está comentando de que somos la tercera marina mercante del mundo. Cuando se inició esto, yo recurrí a los antecedentes que existían sobre marina mercante en la República Argentina. Había una liga naval que hacía 50 años que reclamaba periódicamente por barcos, y nosotros habíamos alcanzado 200.000 toneladas con los buques beligerantes que estaban en el puerto al terminar la guerra y que tuvimos que devolver. En eso, como en todo, habíamos procedido con el criterio de miseria y no con el criterio de riqueza. Pero teníamos algún oro, que era el que servía de respaldo a la moneda, y cuando yo dije: "voy a cambiar barcos por oro", el que menos dijo, dijo que yo era un animal. Hoy quiero recordarles a esos críticos que esos barcos que compramos hace cinco años, hoy podemos recién apreciar lo que valen, por que los aciertos no están solamente en comprar y poseer, sino en comprar en buenas condiciones y poseer en lo posible gratis lo que uno posee. Ese es el negocio. ¿Qué pasó con los barcos? Nosotros suspendimos el patrón oro y esa suspensión nos liberó de estar dependiendo de la revaluación del oro en las centrales financieras del mundo. Hicimos rancho aparte; establecimos un cerco y nos metimos adentro. Nada de vender afuera en pesos. No nos interesa que el peso tenga o no valor afuera; nos interesa que tenga valor aquí. Está el caso de países de moneda dura como Estados Unidos, que para comer un bife en un restaurante hay que pagar 8 dólares, que al cambio actual son como 150 pesos argentinos, con cuyo importe compramos aquí una vaca con ternero y todo. Cuando veo que allá con un dólar no hace nadie lo que aquí hace un argentino con un peso, -porque el valor adquisitivo de la moneda en el orden interior, no en el internacional, es lo que interesa-, compruebo cuánto vale lo que nosotros hemos realizado. Bien, señores, desaparecido el patrón oro, salvamos mucho de lo que nos hubieran hecho pagar con las revaluaciones del oro que habíamos convertido en barcos. ¿Qué ha pasado en estos cinco años con esos barcos? Una cosa formidable para nosotros. Esos barcos costaron un millón y medio de dólares y hoy valen cuatro millones por que se ha valorizado la construcción naval. Quiere decir que ha entrado al país tres veces el oro que costaron y, por consiguiente, tenemos tres veces más oro que el que teníamos entonces. Además, nos entran todos los años quinientos millones de pesos en divisas que antes se iban en divisas. Piensen ustedes si no ha sido un negocio redondo. Ganamos quinientos millones de pesos en divisas todos los años. Esos barcos se han pagado trayendo tres veces el oro que llevaron al exterior. Los tenemos gratis y valen cuatro veces lo que costaron. Más redondo no puede ser el negocio. Señores, yo podría repetir lo mismo de los ferrocarriles y de todos los demás negocios que hicimos. El estado floreciente de nuestra economía actual se debe a esos buenos negocios por que es indudable que, como dije al principio, los países como los hombres se enriquecen cuando hacen buenos negocios y se empobrecen cuando hacen malos negocios. Afortunadamente previendo mucho, nosotros previnimos la desvalorización de las monedas, que los artículos iban a valer ahora cuatro o cinco veces lo que valían antes y cuando nosotros en 1946 y 1947 gastábamos miles de dólares, miles de millones de pesos, todos decían: "Pero estos tipos van a fundir el país". No; estábamos gastando mil millones de pesos en aquel entonces, que hoy valen cuatro mil millones. Si no hubiéramos comprado entonces lo que compramos, hoy lo pagaríamos cuatro, cinco o más veces su valor. Ese es el negocio que hicimos y que permitió el resurgimiento económico y el estado floreciente de la economía argentina, reconocido por todos los países del mundo. Es suficiente que cualquier argentino salga a pocos kilómetros de las fronteras del país para que se de cuenta cuál es el estado económico de la Argentina y cual el del mundo. En otras partes cuando se puede comer, uno se considera feliz. Aquí, en cambio, comer es una cosa tan conocida y tan vulgar. En la actualidad nosotros no tenemos ningún problema; todos han sido superados. La economía va a un grado ascensorial extraordinario de prosperidad y la curva de la justicia social ha de acompañar a esta curva de la economía. Yo pienso que los argentinos cada día van a poder vivir mejor si siguen trabajando y produciendo y si cada uno en su puesto, cualquiera que sea el que ocupe, piensa que con su trabajo es con lo que está enriqueciendo al país y si cada uno de los servidores del Estado, en su puesto, en vez de estudiar "La Verde", se dedica a pensar cómo puede hacer para producir un bien o un beneficio al Estado. Si todos trabajamos o producimos, y si cada argentino sigue empeñosamente el destino de la Nación, pienso que cada día vamos a ser más felices y económicamente más fuertes; y mejor dotados, y este país no tiene nada que temer. No tenemos ningún problema económico; no tenemos ningún problema social. En cuanto al problema político, nosotros que estamos en el gobierno no tenemos ningún problema. Cuando votaron los hombres ganamos muy lejos... Ahora que votan las mujeres... Repito que no tenemos ningún problema. El único que nos puede hacer pensar un poco es el problema político internacional, para el que tengo una solución bien clara. Aquí, en este sentido, se hará lo que el pueblo quiera. Y nada puede haber más justo desde que las consecuencias de esa solución ha de pagar o de disfrutar el pueblo. De manera que no hay problema. En cuanto a las finanzas del erario público, que es lo que nos interesa analizar, aunque yo he querido presentar el panorama de la Nación, primero, por que el erario público depende naturalmente de las actividades económicas y financieras de la Nación, debo decir que en un país rico se puede realizar un esfuerzo, mientras que en un país pobre ese esfuerzo quizás no se puede realizar. Afortunadamente, nosotros somos un país rico. Tenemos una economía y una finanza ahora organizada y en orden. Esa manguera que con un chorro formidable miraba hacia afuera la hemos dado vuelta y está echando el chorro hacia adentro. Y esa es nuestra bendición porque es el trabajo de nuestra gente. Y ese chorro cada día va a ser más grande porque esto es como una bola de nieve: basta que uno haga unos cuantos negocios buenos para que ellos continúen haciéndose solos. Todas las necesidades de nuestros productores en los campos, de nuestras industrias en las grandes ciudades y de nuestro comercio, lo podemos atender sin excitaciones y sin ningún peligro. Hoy tenemos un "bolichito", pero es por nuestra cuenta. Tenemos con qué vivir y podemos vivir honradamente trabajando y produciendo nuestra propia riqueza. Los desequilibrios internacionales de la economía mundial no pueden tener la influencia de antes. Antes dependíamos el cien por cien del extranjero; cuando el ministro de hacienda de uno de los grandes países estornudaba, nosotros sentíamos aquí el viento. Hoy hemos cortado el cordón umbilical que nos sometía a la economía del mundo y ahora pueden estornudar todo lo que quieran que no nos molesta. No quiere decir esto que seamos total y absolutamente autárquicos en este orden de ideas. Dependemos del exterior, como dependen todos los países, pero nosotros dependemos de ellos en la misma medida que ellos dependen de nosotros. Señores: decía que este es un país que no tiene problemas. El gobierno tiene muy pocos problemas. Esos problemas son más bien los que le crean los hombres más que los hechos, por que eso es una cosa que alguna vez debemos aprender nosotros. A menudo llega a mi despacho algún hombre con algún gran proyecto. Yo lo miro, lo escucho, y después que termina, le pregunto: "¿Y usted qué quiere?" Es que detrás de cada proyecto hay siempre un hombre. Los problemas todos tienen solución; los que no tienen solución son los hombres. Todos los problemas que nosotros tenemos son creados por esos desocupados que andan por ahí y que no saben que hacer. Hay una cuestión política, mañana una cuestión económica y pasado una cuestión social. Pero son muy pocos los problemas de esa naturaleza que verdaderamente existen en el país y son muy fáciles de resolver. A menudo se resuelven en una mañana aquí. Conversamos amigablemente con los interesados sobre el tema y se resuelve. Qué se produce más papa o menos papa, ¡pero si eso se resuelve en diez minutos conversando aquí! Que hay una cosa allá, y bueno vamos en ayuda de los que están allá y se resuelve. De manera que problemas no hay. El erario público se desenvuelve naturalmente, con sus recursos y sus medios. Ahora se me presenta a mí este problema. Para mí este problema es de una solución simple, porque ahora nosotros tenemos los medios para hacer frente a esos, y si es necesario. En un presupuesto tan grande como el que nosotros tenemos, si hacemos de un lado u otro pequeñas economías, formaremos una cantidad con la cual se puede solucionar los problemas económicos de los funcionarios y empleados del Estado. Yo he de estudiar este problema. Hace tiempo que venimos pensando en él. No deben preocuparse porque de acuerdo con lo que ha establecido ya el sistema justicialista, habiendo iniciado ustedes las gestiones el 1º de enero, cualquier resolución que se tome a posteriori, siempre será con anterioridad al primero de enero. Esto, naturalmente, les conviene a ustedes, porque les estamos haciendo hacer una pequeña economía y después se van a juntar con todos esos pesos en un sólo día, lo que es siempre en cierto modo muy satisfactorio, y si por ahí algún prestamista reclama algo hay que decirle que espere hasta que salgan los aumentos. Señores: esto lo tengo yo que estudiar profundamente. Podría decir tranquilamente que se haga un simple aumento. No, señores, yo les voy a dar el aumento total, todo lo que debe ser, haciendo el esfuerzo que haya que hacer para darlo, mejorando en forma más marcada aquellos que todavía están en sueldos que no pueden satisfacer las necesidades fundamentales. Pero he querido hacer un estudio exhaustivo de este asunto y en forma proporcional, es decir ayudado por los señores ministros del grupo económico que, indudablemente, tienen la función de cuidar la plata. Si ellos no me cuidaran la plata yo no les podría aumentar nada a los empleados. Ellos están ahí para ir juntando lo más posible y, lógicamente, cumplen honradamente con su función de cuidadores de la riqueza pública. De ahí que ellos siempre peleen un poco; conmigo pelean menos. Yo quiero, al hacer un aumento, no proceder como se ha venido haciendo, de a poquito; nosotros haremos un balance total de las fuerzas financieras nuestras para dar a toda la administración pública un aumento que sea realmente aumento, no un puchito. Se hará todo lo que se puede hacer como esfuerzo en este momento, pensando que es una etapa que marca claramente la realización de cinco años de labor administrativa para cuidar el centavo. Ahora podemos empezar ya a liberarnos de esa economía forzosa y empezar a hacer un poco más de justicia distributiva dentro de los funcionarios y empleados del Estado. Sin embargo yo sería injusto si no agradeciese a ustedes, para que llegue a toda la administración pública, el desprendimiento, la tranquilidad, la disciplina y el respeto con que los empleados públicos han considerado este asunto. Es diferente, ver que cada uno ha hecho de su espíritu de abnegación un uso honrado y patriótico hasta este momento, no pidiendo inútilmente o produciendo actos que son siempre contraproducentes. Eso inclina al gobierno a respetar más a los empleados públicos en sus justas reivindicaciones por que se ve que son hombres serios y honrados que no exigen al Estado lo que el Estado no puede dar, pero si piden que ellos, en su condición de servidores sean atendidos como el Estado debe atender a sus servidores. En este sentido solamente puedo decirles que nobleza obliga y que, en punto a nobleza, el Estado no va a quedarse atrás, ni va a desmerecer a sus servidores, empleados públicos. Señores: también nosotros hemos pensado en dos problemas que son fundamentales en este momento y que habrá que tener en cuenta, por ser justos. Primero, el de los jubilados; ellos también deben tener su aumento, que si bien por razones explicables no puede ser en la misma proporción que a los servidores activos, haremos el mayor esfuerzo para beneficiarlos, lo mismo que a los pensionistas. Otro asunto al que deseo referirme es el que se relaciona con el escalafón. Nosotros, empeñados como hemos estado en organizar el gobierno y la administración del Estado y del país, no nos hemos podido ocupar mucho hasta ahora del escalafón. Hemos dado un poco de libertad a cada repartición para que maneje su escalafón. Pero esto se traduce a lo largo del tiempo en un sinnúmero de injusticias que refluyen sobre el personal. Tenemos, pues, que poner fin a esa situación y establecer la carrera administrativa, ya que tiene que ser una carrera dentro de las actividades nuestras. No se puede pensar que la actividad más fundamental y más importante de la Nación, que es su administración pública, no tenga constituido un verdadero cuerpo de servidores capacitados y protegidos. Cuando nosotros recibimos el gobierno era muy difícil hacer esto, por que hubiéramos tenido que crear bolsas de empleos para sacar y pulir la administración y de ahí ir abasteciendo, cuestión que es siempre desagradable. Hemos preferido tardar un poco y hacerlo más racionalmente, y aprovechando este aumento de sueldo que se va a realizar buscaremos de confeccionar un escalafón general. Además, un escalafón particularizado para cada una de las grandes reparticiones dentro del escalafón general, en forma de que se estabilice la función pública del funcionario y del empleado y de aquellos que realizan la misma actividad, tengan la misma categoría y jerarquía y el mismo sueldo. Para llegar a un estado orgánico lo más perfecto posible, hay que irlo realizando paulatinamente. Las cosas no se pueden hacer de la noche a la mañana. Si hubiéramos hecho antes un escalafón, quizás muchos habrían sido perjudicados por que los hubiéramos obligado a ir dentro de un casillero determinado del escalafón. Pero no queremos perjudicar a los funcionarios y empleados del Estado encasillándolos en una situación de desmedro; y para evitar eso hay que ir entrando despacito. Es como cuando se entra a un local; si la gente se apura, se atropella y se lesiona una gran cantidad de personas, mientras que si uno deja entrar despacito, no pasa nada. Con el escalafón pasa lo mismo; vamos a ir entrando despacito y cada uno va a ir ubicándose donde debe ubicarse con un acomodador que vigila. Como es un trabajo largo nosotros, por lo pronto, buscaremos de hacer estos aumentos de sueldos en el menor tiempo posible. Hemos de abocarnos hoy mismo al estudio de esto con el Consejo Económico, que en está esperando a las 8. Y mañana a la mañana a una comisión que me va a hacer el favor de traer el señor secretario general de la C GT, le voy a dar el resultado de nuestros trabajos y los antecedentes que tenemos reunidos. Entonces, se producirá inmediatamente el aumento de sueldo y después iremos entrando paulatina y ordenadamente dentro del escalafón, de manera que, señores, nosotros podamos en el plazo de tres o cuatro meses, tener esto perfectamente organizado. Una vez realizado esto, con los trabajos que se han venido cumpliendo en el Ministerio de Trabajo y Previsión, nosotros podremos hacer el estatuto legal, definitivo, para el empleado público que elevaremos próximamente a las Cámaras. Sancionado allí la Administración Pública ya queda con su ley orgánica perfectamente establecida. Señores: yo quiero que mis últimas palabras sean de agradecimiento para todos los compañeros de la Administración y que ustedes tengan la amabilidad de transmitirles nuestro saludo y nuestros mejores deseos, significándoles que todo el esfuerzo que el Estado, como patrón, pueda realizar en esta circunstancia, será cumplido y que en el correr de este año hemos de dejar perfectamente regularizada la situación de todos los empleados públicos, que los salarios y sueldos mínimos serán suficientes para enfrentar el actual estado de la vida en nuestro país y que los grados sucesivos también serán mejorados. Nosotros queremos que cada uno de los funcionarios y empleados del Estado, que están hoy en las categorías inferiores aspiren a escalar rápidamente las categorías superiores, no sólo para contar con hombres más capacitados y mejores servidores, sino también para que ello sirva de estímulo a los hombres que en la carrera administrativa tratan de hacer más de lo preciso para satisfacer y llegar rápidamente a ser hombres que representen una garantía para la función que desempeñan dentro del Estado. Esa garantía es la que más me interesa. No olviden que toda la base de la prosperidad de la Nación radica en esos dos asuntos fundamentales: en que el pueblo trabaje y produzca, y en que nosotros no malgastemos o dilapidemos el resultado del trabajo de ese pueblo al que debemos cuidar minuciosamente. Si así lo cumplimos, el pueblo estará cada día más agradecido de nosotros y nosotros, en consecuencia, podremos recibir mayores beneficios y estar también cada día más agradecido de nuestro pueblo. .............................................................
1951-04-11
En la clausura de las reuniones de Comité Central Confederal de la Confederación General del Trabajo
Celebro extraordinariamente la circunstancia de poderme encontrar reunido con ustedes en la clausura de este Congreso del Comité Confederal Central de la Confederación General del trabajo, y lo celebro para poder, por lo menos una vez de tanto en tanto, tomar contacto con ustedes y saludar personalmente a todos los compañeros que en toda la extensión de la patria trabajan por la consolidación del sindicalismo argentino. He escuchado con placer y con cierto orgullo las palabras del compañero Lanfossi que hizo notar que en la clausura de esta reunión estuvieran presentes el presidente de la Nación, su señora y los señores ministros. Es que cada uno de nosotros somos uno más de esta inmensa organización de hombres de trabajo que sirven a una sola causa, la causa del pueblo argentino. Y es natural, compañeros, que siendo así, sea para nosotros la mejor satisfacción el poder compartir, siquiera sea breves instantes, entre los compañeros trabajadores. Nosotros, los hombres del gobierno justicialista, no comprendemos el gobierno sin el contacto directo con el pueblo y, especialmente, con su masa trabajadora. Ni comprendemos el gobierno que realiza estos actos contrarios al deseo y a la felicidad de ese pueblo argentino. Por eso, compañeros, sin forzar en nada nuestra situación de compañeros de una labor común, sentimos una inmensa satisfacción cuando estamos reunidos para conversar de nuestras cosas. Yo quiero aprovechar esta circunstancia para referirme al estado actual de nuestra lucha justicialista. Las luchas tanto en el campo político, social, como sociológico en general, están formadas por acciones y reacciones. Nosotros, cuando iniciamos esta lucha en la República Argentina, teníamos objetivos claros y designios perfectamente bien establecidos. No improvisamos absolutamente nada; minuciosamente planeamos todo y fuimos realizándolo, no siempre en forma exenta de peligros. Toda la acción ha venido cumpliéndose sistemáticamente desde 1944 hasta nuestros días. Estaría de más, por conocido, que yo mencionase todas las circunstancias que nos han llevado al actual estado político, social y económico de la República. Por otra parte, los compañeros conocen tan bien como yo, en sus líneas generales, cuál ha sido en nuestro país la evolución política, la evolución social y la evolución económica. Yo quiero referirme al momento actual y a lo que preveo que va a venir en el futuro. Recuerdo en esto siempre que el que no tiene cabeza para prever debe tener buenas espaldas para aguantar. Dije, compañeros, que la lucha revolucionaría en lo sociológico está compuesta de acciones y reacciones. La acción desarrollada por nosotros durante estos cinco años de trabajo en el gobierno nos han llevado a una situación que todos conocemos. Se han producido, entre tanto, pequeñas reacciones momentáneas y circunstanciales de las fuerzas que hemos despejado de nuestro panorama de lucha. Estas fuerzas que estaban organizadas, pero que nosotros las hemos desorganizado, las hemos despojado del poder que antes tenían, las hemos colocado en su lugar de acción, han pasado estos cinco años haciendo combates retardantes, y hoy comienzan nuevamente a estar organizadas para presentarnos nueva lucha. Esa es la reacción. Señores: ¿por qué hasta nuestros días no se había notado una reacción de conjunto? Por que en el orden interno nosotros habíamos desmontado la máquina que ellos organizaron para dominar, explotar, envilecer y encarnecer a los trabajadores argentinos. ¿En qué consistía esa máquina? Lo saben ustedes mejor que yo, porque ustedes han sufrido más duramente que yo los efectos de esa máquina. Esa máquina podría llamarse: todos los transportes terrestres, todos los transportes marítimos, la importación, la exportación, y el sistema financiero o bancario de la Nación. Denme ustedes esas cosas en cualquier país del mundo y para dominarlo yo no necesito más. Es natural que en esa forma la reacción interior no pueda producirse, pues la habíamos desconectado de sus órganos de poder y de coerción. Era lógico. Eso ya lo anuncié en 1945 y 1946. La reacción organizada en el exterior contra nuestras reformas. Ya lo dije yo en 1946, compañeros, el peligro adentro ya no existe; ahora tenemos que enfrentar el peligro de afuera, y ahora se va cumpliendo, tal cual fue ya previsto en 1945 y 46, lo que demuestra que en aquel entonces yo ya no estaba improvisando cuando hacía tales predicciones. ¿En qué consiste esa reacción? Compañeros: el mundo está dividido en dos grandes imperialismos. El imperialismo capitalista y el imperialismo comunista que se están disputando el poder; están, como los buitres, peleando cerca del cadáver para ver quién va a comer primero de los dos. El justicialismo ha nacido como una fuerza nueva que no quiere intervenir en el festín de los buitres, sino trabajar honrada y sinceramente para que la clase trabajadora deje alguna vez en el mundo de sufrir la miseria, la expoliación y el escarnio ha que ha estado sometida desde hace más de un siglo. Es indudable que las fuerzas que se disputan el poder y el dominio en el mundo ven, simultáneamente, en ese justicialismo sincero y leal que va ganando la conciencia de los trabajadores honrados del mundo, un peligro más grande que el que representa para sí mismo cada uno de ellos. Ellos luchan no para dar a cada trabajador el poder que le corresponde en la colectividad, sino para privarlo de ese poder y para tomar ellos el poder de los demás y, con eso, explotarlos y escarnecerlos. Esta es la verdad desnuda del mundo que estamos viviendo. Los trabajadores del mundo han creído a menudo que ellos están organizados y no hay nada más equivocado que esa creencia. Frente a un mundo de trabajadores desorganizados y disociados vive un capitalismo internacional perfectamente montado, unido y organizado a todo el mundo. Esa es la realidad que deben conocer los trabajadores. Y observen ustedes cuando en el más lejano país de la tierra alguna fuerza pone la mano sobre los intereses del capitalismo, se levanta en el mundo entero un grito simultáneo y uniforme que demuestra que ese capitalismo se ha unido en todas las partes para explotar a los pueblos. Compañeros: el poder del dinero es extraordinario sobre las fuerzas materiales, sobre las fuerzas intelectuales y aún, negativamente, sobre las fuerzas morales de los hombres y de los pueblos. El dinero es la peste del siglo XX; es la peste que ha contaminado las conciencias de los hombres y de los pueblos, porque, desgraciadamente, los hombres y los pueblos, cuando no están munidos de una profunda mística y de una profunda moral, tienen todos su precio. En este sentido, frente al panorama del mundo, no queda más que un sólo remedio: unirse alrededor de las pocas verdades que van quedando para defenderlas como los últimos reductos y esas verdades solamente quedan en los pueblos y, de los pueblos, únicamente en las fuerzas humildes del trabajo. Si las fuerzas humildes del trabajo no salvan los pueblos, no salvan los países, la humanidad está indefectiblemente perdida. El capitalismo internacional interfiere todas las esferas, molesta todos los círculos y coacciona todas las conciencias. El capitalismo internacional ha iniciado contra nosotros la reacción, no aquí por que aquí nos hemos librado de él, pero sí fuera de nuestro país. Una campaña sistemática se desenvuelve en casi todos los países de nuestro continente y de Europa dirigida desde una central y obedeciendo a un sólo designio y con un sólo objetivo. Esa sola central la conocen ustedes mejor que nosotros para que tenga yo que nombrarla. El designio es expoliar de nuevo a nuestro pueblo que se ha liberado y el designio final es imponer lo que aquí ya no pueden ni podrán imponer mientras queden argentinos con vergüenza y dignidad. Pero, compañeros, el capitalismo internacional tiene procedimientos muy inteligentes. Por eso no basta con tener la santa voluntad de rechazarlo, sino que hay que tener también la habilidad de saberlo hacer. Cuando el capitalismo salió de nuestro país, corrido por el pueblo argentino, no por ninguna otra fuerza, fue el pueblo argentino el que se liberó de él, cuando salió de aquí dejó sus cabezas de puentes colocados para volver con la reacción. Esas cabezas de puente, inteligentemente colocadas, son las que han seguido trabajando esporádicamente como reacción capitalista en nuestro país. ¿Cómo será el procedimiento? El que siguieron siempre: engañar a los pueblos; hacer una prédica sutil e inteligente que, como una víbora venenosa, se va enroscando paulatinamente en el cuerpo de los hombres y de los pueblos hasta que cuando llega el momento propicio da su asqueroso y venenoso mordiscón, donde él quiera y cuando él lo desea. La reacción capitalista no entrará en nuestro país con bandera desplegada y música al frente en tren de combate. Entrará como un reptil escurriéndose por las hondonadas invisibles para hacer su trabajo venenoso dentro de las masas y ya habrá alguno de nosotros, conscientes o no, equivocados o preconcebidamente, que servirá a los fines de ese reptil. Esos hombres, metidos dentro de nuestra colectividad tratarán de irla envenenando paulatinamente con el veneno que le suministrará el capitalismo internacional, que lo posee a toneladas. ¿La línea de entrada? Ya lo dije muchas veces a los trabajadores: será la opinión pública como la llaman ellos. Por eso quieren y defienden tanto la libertad, para envenenar a los pueblos mediante una información capciosa y falaz que distribuyen como quien distribuye manzanas podridas o bananas fermentadas. Tráfico repugnante que conocemos todos, que ya somos buenos compradores en ese inmundo mercado de las noticias falsificadas. Pero ahora no nos van a dar una pera podrida sin que le sintamos olor o veamos su aspecto putrefacto. Esta es la forma de penetración. Ya habrá algunos caballos de Troya que servirán a los intereses de uno o de otro, pero, señores, no creo que pase en la República Argentina lo que pasó en Troya con su famoso caballo. Acá habrá muchos y buenos jinetes para montar esa clase de caballos. Pero lo que sí debemos recibir como lección de los hechos es que las organizaciones sindicales tienen que seguir luchando para organizarse, luchando para hacer de sus sindicatos organizaciones de bien público, poderosas, férreas en su aglutinación y ricas en su existencia. Yo no creo que todos los trabajadores deben ser ricos; deben ser pobres para que sigan siendo buenos, pero deberán tener detrás de sí poderosas organizaciones para que los defiendan y los conduzcan en el futuro. Las grandes masas proletarias no valen por su número, no valen por que estén unidas sino que valen por los dirigentes que tengan a su frente. Hay que dedicarse a perfeccionar a los dirigentes, ampliarles su capacidad y consolidar sus valores morales. En esto, como en todas las cosas de la vida, el dirigente muy capacitado pero sin vergüenza es más peligroso que el otro que no es tan capaz. Por eso debemos mantener el estado del alma de nuestros dirigentes humildes, pero honrados y decentes, y capacitarles sin que pierdan esas condiciones que parecen ser siempre muy peligrosas por que el muy evolucionado generalmente toma también caminos demasiado evolucionados. Debemos pensar que el futuro sindical argentino es un futuro grandioso y que hay que ir preparando desde los chicos, los hombres que han de gobernarnos y que han de dirigirnos. De ahí han de salir los conductores que salvarán al pueblo argentino ya que si no salen de ahí es difícil que los podamos sacar de otra parte. Los trabajadores solamente podrán salvar a los trabajadores, o la clase trabajadora del mundo no tendrá salvación. En esto, compañeros, hay que estar firmes y persuadidos por que es una verdad que se ha dicho hace un siglo y todos los hechos de todos los días la están comprobando. Como dijo el compañero Lanfossi, los organismos fisiológicos, como los institucionales, deben tener sus autodefensas. El cuerpo humano, que es la maravilla de la Creación, nos está indicando cuál es el procedimiento y la función de las autodefensas. Cuando se produce una infección por una herida en la piel los microbios se introducen por esa herida. Si el cuerpo humano no tuviese sus autodefensas, pasarían al torrente sanguíneo, irían a los órganos vitales y el individuo moriría en el día, en horas, o en minutos algunas veces. ¿Qué hace el organismo? Tiene en su propia sangre los guerreros que lo defienden contra la invasión. Tiene sus glóbulos rojos que lo alimentan; tienen sus glóbulos blancos que son los que hacen la lucha a los microbios. Por eso, cuando sale ese humor amarillo que llamamos pus, son los cadáveres de los glóbulos blancos que han muerto en la lucha. Y cuando el microbio vence localmente a ellos, la naturaleza ha colocado los sistemas ganglionares para que esa infección se localice en los ganglios, que es cuando estos se hinchan y duelen. Si esas defensas orgánicas no existieran, los médicos estarían de más, por que éstos difícilmente pueden hacer lo que no hace el propio organismo del enfermo. El enfermo se defiende; el médico ayuda a que éste se defienda. Es lo más que hace. Ahora, pasamos del organismo fisiológico al organismo institucional y social, como lo son los sindicatos. Estos también tienen su piel, sus guerreros, sus glóbulos rojos y también poseen sus sistemas ganglionares. Si en ese organismo no se crean y se ponen en acción esas defensas naturales, también esos organismos, como el cuerpo humano, pueden morir en días, o en horas, si no están defendidos y autoprotegidos por sus propias defensas. Es necesario que el sindicalismo argentino piense realmente en estos problemas. Ya pululan numerosos microbios en nuestro ambiente; microbios de distintos colores; amarillos, rojos, repito, los hay de distintos colores. A veces, es necesario que, copiando esta obra maestra de la naturaleza, que es el cuerpo humano, creemos nosotros los glóbulos rojos y blancos que han de presentarle combate cuando entre; y creemos también los ganglios poderosos que han de enquistarlos y pulverizarlos cuando lleguen al sistema ganglionar. Por eso, compañeros, cuando esa infección progresa, los sindicatos estarán en peligro de muerte como lo está el hombre cuando se generaliza esa infección. Es inútil que después vayan a ver al médico para que aplique remedios y desinfectantes. Mejor es no tener necesidad de ir a ver al médico; así también le damos menos trabajo a éste. Para eso, compañeros, es necesario que ustedes, que se dispersan en todas direcciones para tomar contacto con los diversos compañeros de los numerosos gremios del sindicalismo argentino, lleven estas inquietudes que yo voy observando. Para toda la infección interna, ustedes estarán librados por mucho tiempo a vuestros propios medios, porque nosotros tenemos mucho trabajo para prevenir y anular la infección exterior, que en esta época se está haciendo poderosa. En ese sentido, compañeros, yo debo agradecer en este acto público, públicamente, a los compañeros de la CGT, tanto en su organismo directivo como en el Comité Confederal por el apoyo que al pueblo argentino han dado ustedes en el asunto del diario "La Prensa". También agradezco que ese asunto haya sido tomado por el Congreso de la Nación que representa auténticamente al pueblo argentino, y digo auténticamente, porque es la primera vez en la historia de la República Argentina que un Congreso ha sido elegido sin fraude. Ese diario era una de las cabezas de puente dejadas aquí por el capitalismo. En este país yo he de establecer de una vez por todas, para que lo sepan los de adentro y lo oigan también los de afuera, que aquí la libertad es para el pueblo argentino pero nada más que para el pueblo argentino. A mí no me han elegido para asegurar la libertad en ningún país del mundo; sólo para asegurar la libertad del pueblo argentino hay que darle la libertad que el pueblo argentino quiere y no lo que quieran otros pueblos. La libertad, para que sea libertad, ha de ser la que uno elija y no la que le elijan los demás para uno. Por esa razón soy celoso cumplidor de la libertad que impone el pueblo argentino; la libertad que quieren imponer los otros no me interesa. Compañeros: para terminar esta disertación solamente quiero pedirles ustedes que lleven a todos los compañeros de toda la extensión de la República, con mi saludo y mi abrazo cariñoso, la seguridad de que estamos firmes en el objetivo que todos perseguimos de una misma manera y que si algunos creen que yo puedo llegar a aflojar se equivocan. Por que hay algunos que todavía no se han dado cuenta que nosotros los justicialistas, decimos que hacemos lo que el pueblo quiere, que defendemos otro interés que el del pueblo. Y cuando yo estoy en esto dos tareas puede venirse el mundo abajo que no voy a cambiar mi norma de conducta. Por eso, y dentro de esa orientación que hemos fijado como destino de la nueva Argentina, quemamos hasta el último momento de nuestra actividad. En ese destino, en el providencialmente el pueblo argentino nos ha puesto, no hemos de ceder ni un milésimo de milímetros por que nosotros no sabemos caminar para atrás. Solamente caminamos para adelante y aquellas fuerzas reaccionarias que no hayan comprendido eso tendrán que comprenderlo. Compañeros: ya nos habíamos olvidado un poco de la lucha. Ya habíamos vivido demasiado tiempo tranquilos, pero es necesario volver a tomar el arma y ponerse alerta, pues quizá sea necesario volver a empezar la lucha. No somos nosotros los que la provocamos, se nos provoca a nosotros y el que provoca a la lucha ha de estar expuesto a las consecuencias. Nosotros no rehuimos ni rehuiremos la lucha en defensa de nuestra verdad, de nuestra libertad, de nuestra soberanía, de nuestra justicia y de nuestra independencia económica. El que quiera arriar cualquiera de esas banderas en esta República deberá apretarse muy fuerte la faja antes de hacerlo. Esas palabras hay que llevarlas a todos los compañeros. Los hombres que luchan por lo que les corresponde y por la defensa juiciosa de lo que crean justo no pueden arredrarse ni frente al sacrificio. El pueblo argentino hace poco que sale del sacrificio, de la explotación, pero no va a rehuir cualquier sacrificio ni defensa de la situación alcanzada, para que ese sacrificio de la miseria y del dolor no vuelva a reinar entre nosotros. Creo, y estoy firmemente persuadido, de que el pueblo argentino sabrá reaccionar oportunamente. Y si no supiese hacerlo, él, en el pecado, tendrá su propia penitencia. Los pueblos que no saben vivir de pie suelen vivir de rodillas. Yo solamente digo que este es un pueblo que nunca se ha puesto de rodillas. Compañeros: yo agradezco a ustedes y a la Providencia que, de cuando en cuando, pueda cambiar algunas palabras en forma directa con ustedes, que sé que con el mismo fervor, con el mismo entusiasmo y con la misma honradez, trabaja cada uno en su puesto de dirigente dentro de todo el sindicalismo argentino. En esto, compañeros, se hace una vez más cierta la vieja sentencia que no solamente los cargos han de ensalzar y elevar al ciudadano, sino que el ciudadano pueda honrar hasta el más modesto de los cargos. Para eso sólo basta una cosa: que cada dirigente en su cargo, en su puesto, empuje y empuje fuerte, hacia adelante; que vaya construyendo con la idea fija que él, un modesto dirigente del último sindicato, está haciendo quizá mucho más por el destino de la patria que muchos encumbrados ciudadanos que actúan en otras partes. El consejo final, compañeros, es que cada uno trabaje por hacer un sindicalismo cada vez mejor organizado, cada vez más fuerte y cada vez más rico dentro de nuestro país. Si el destino de nuestra patria, confiada a esa organización de la comunidad argentina, finca su proceso, su evolución y su destino en esa fuerza homogénea, real, efectiva, que debe ser el sindicalismo, el futuro de la República estará asegurado, y lo estará por los mismos hombres que labran su grandeza, que son los únicos que con responsabilidad pueden enfrentar un futuro constructivo para su patria que soñamos cada día más feliz y más grande. .......
1951-04-13
Mensaje radial anunciando aumentos para los empleados y obreros de la Administración Pública Nacional
Siempre he sostenido que el personal de la Administración Pública, por ser servidor directo de la Nación, tiene derecho a una retribución justa, equiparada a las actividades privadas, quienes mediante la acción justicialista han alcanzado un nivel de vida nunca obtenido en el país. Este esfuerzo. lo haría el gobierno realizando a costa de cualquier sacrificio, gracias a las medidas, desvelos y previsión de los señores ministros del equipo económico, ha sido posible realizarlo sin crear un difícil problema financiero al Estado. Dichas medidas, propias de una sana política económica, nos han permitido cerrar nuestros ejercicios presupuestarios con superávit e incrementar a la vez la riqueza nacional, la producción, el comercio y la industria, fuentes de nuestros recursos fiscales, sin necesidad de llegar a la aplicación de los extraordinarios impuestos que gravan los capitales en otros países. Asimismo un aprovechamiento más racional del material humano, que contempló mejor verdaderas necesidades de la Administración Pública, se ha traducido en la disponibilidad de casi 50.000 cargos vacantes. Esta contención, severamente mantenida evitó designaciones innecesarias, pues los nombramientos se limitaron a lo estrictamente indispensable. No hemos malgastado el dinero. Hoy lo tenemos para contribuir a solucionar el problema de los aumentos de sueldos. Estas causas hacen ahora posible este acto de profunda justicia social para con los hombres y mujeres que sirven o han servido al Estado. Les dije hace pocos días, que cuando un país es pobre, los servidores del Estado no pueden tener buenos sueldos. Para ello es necesario que el país sea rico, ya que la fuente de recursos del Estado es el pueblo mismo. Un pueblo pobre no puede sacrificar parte de su pobreza para pagar a los servidores mejores sueldos. En cambio, un pueblo rico, -y el nuestro ya lo es- sí, puede pagar bien a quien lo sirve. Este sano y claro principio de justicia y de equidad es el que hoy aplicamos. Es probable que mucha gente vea en los aumentos que anuncio, nada más que una simple medida de gobierno. Quienes piensen así, no advierten que la justicia social no se realiza con palabras ni se sostiene con un sencillo decreto de aumentos de sueldos y jornales. La justicia social, aquí y en todas partes del mundo, sólo puede sostenerse si se cimenta con una sana economía nacional. Nosotros hemos hecho todo lo que había que hacer para que la economía de nuestro país respalde en forma permanente los principios del justicialismo argentino. Eso es lo que yo quiero que vean los empleados y obreros del Estado y el mismo pueblo argentino. Quiero que miren un poco por encima de este acto de justicia distributiva y piensen que para hacer lo que hoy hacemos, fue necesario todo el esfuerzo que en cinco años hemos realizado. Quiero que eso comprendan y mediten los obreros, empleados y funcionarios que se benefician con las nuevas remuneraciones que implantamos. Así aprenderán a querer y a defender mejor lo que hemos hecho, que sólo pudo ser realizado porque al acierto le añadimos mucho ingenio y a la capacidad le pusimos el patriotismo necesario para vencer obstáculos que a veces parecían insalvables. Los aumentos para la Administración Pública, comprenden a todos los servidores del Estado en sus tres poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. El sueldo mínimo se fija en 450 pesos para los solteros mayores de 18 años y en 500 pesos para los casados comprendidos en el régimen del subsidio familiar. El subsidio familiar se eleva a 50 pesos por el cónyuge y a 25 pesos por cada hijo. Además se aumenta a 100 pesos la asignación por nacimiento de hijos. Participarán del subsidio familiar, todos los empleados y obreros cuyas entradas normales y permanentes al hogar no excedan de 800 pesos mensuales en las condiciones que establezca la reglamentación. Sobre todos los conceptos que integran el subsidio familiar no se efectuarán deducciones o descuentos de ninguna clase. Además del subsidio familiar a que me he referido y que presenta notables aumentos con relación al régimen que rigió hasta el presente, los agentes del Estado tendrán un aumento en sus asignaciones que en ningún caso será inferior a 100 pesos mensuales, suma ésta sobre la que no habrá ningún descuento. Los sueldos hasta ochocientos pesos, se aumentan en un 20%. Los sueldos de 800 pesos a 1.500, recibirán un aumento fijo de 160 pesos, más un 8% sobre la suma que exceda de 800 pesos. Los sueldos superiores a 1.500 pesos recibirán un aumento fijo de 200 pesos y un 5% sobre la suma que supere los 1.500. Los carteros, docentes y personal de seguridad cuyo esfuerzo meritorio he querido reconocer especialmente, tendrá aumentos también especiales. Los carteros, con sueldo de 350 pesos tendrán una retribución mínima de 500. Los que ya perciben un sueldo mayor de 350, tendrán un aumento uniforme de 150 pesos. Asimismo este personal gozará de los beneficios del salario familiar en la forma anunciada para el personal de la Administración General. El personal de seguridad -Policía, Gendarmería, Prefectura Marítima e Institutos Penales- tendrá una retribución mínima de 550 pesos. El resto del personal subalterno tendrá aumentos de 150 pesos como cuota fija, más el subsidio familiar. El personal subalterno y superior de la Policía Federal será equiparado al de Gendarmería y Prefectura General Marítima, los que a su vez serán también beneficiados. El personal de Institutos Penales será remunerado en forma proporcional al de Prefectura y Gendarmería. Todo ese personal también percibirá el subsidio familiar. Los maestros de escuelas diurnas tendrán un sueldo mínimo de 550 pesos mensuales, y el resto de esa clase de docentes -preceptores, maestros especiales, etcétera-, gozará de un aumento fijo de 150 pesos. Dicho personal experimentará también una mejora en el adicional por antigüedad ya que comenzará a recibir beneficios por ese concepto a partir del primer año, al propio tiempo que el nuevo sistema habrá de regir para todos los maestros cualquiera sea su categoría. Los profesores se benefician igualmente con un aumento en sus haberes, ya que las actuales remuneraciones por hora de cátedra se aumentan a 15 pesos. Todo el personal docente gozará del subsidio familiar en las mismas condiciones que para los demás agentes del Estado. En cuanto al clero, las mejoras se ajustarán a la escala establecida para la Administración Pública, y el beneficio será computado como una sobre asignación o bonificación y no sufrirá descuento de ninguna naturaleza. En cuanto al resto del personal que se desempeña en los arzobispados y obispados, las mejoras que habrá de percibir son similares a las anunciadas para iguales agentes de la Administración Pública. En el Poder Judicial los Funcionarios de Ley, tendrán aumentos adecuados a la jerarquía que poseen, y el resto de los empleados y obreros las mejoras que se acuerdan con carácter general. Las dietas de los señores legisladores nacionales se verán aumentadas a 4.500 pesos. En cuanto al resto del personal del Poder Legislativo, tendrá los mismos aumentos que los establecidos para los agentes similares del resto de la Administración. Todos los aumentos anunciados se harán extensivos a entidades descentralizadas, bancos nacionales y Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, en la medida en que estos beneficios superen a los que se hubiesen acordado desde el 1º de octubre de 1950 hasta la fecha. No hemos olvidado tampoco a los jubilados, para quienes establecemos una jubilación mínima de 350 pesos, ni a los pensionistas a los que se les otorga una asignación mínima de 275 pesos. El resto de los jubilados y pensionistas percibirá un aumento fijo de 50 pesos mensuales. Estos aumentos para jubilados y pensionistas que importan más de 100 millones de pesos, serán soportados por el Estado y no por las Cajas de Jubilaciones, por entender que dichas cajas no deben ser afectadas en sus recursos con erogaciones para las cuales no se hicieron los aportes respectivos. También se aumentan las pensiones a la vejez, que se fijan en 225 pesos para los ancianos casados o viudos con hijos menores, y en 175 pesos para los ancianos solteros o viudos. Este gasto también será soportado por el Estado y se inspira en un mismo sentido que el aumento de los jubilados y pensionistas. Además refirmamos como esto la prescripción constitucional que impone al Estado el cumplimiento de los Derechos de la Ancianidad. Todas las mejoras anunciadas se aplicarán con efecto retroactivo a partir del 1º de enero de 1951. Por conducto del Ministerio de Hacienda, se dará luego en un comunicado el detalle de los aumentos y los ejemplos que aclaren en cada caso las manifestaciones aludidas. Debo por fin anunciar que estos aumentos y mejoras en las asignaciones del personal al servicio de la Nación, superan para la Administración Central la suma de 800 millones de pesos anuales, circunstancia que demanda al Estado un gran esfuerzo, toda vez que su financiación será atendida con las autorizaciones legales de que dispone, mediante la afectación de las economías que el gobierno nacional se ha impuesto en la ejecución de su presupuesto de gastos para el año en curso. No obstante, inspirado en los propósitos reiteradamente expuestos de asegurar a todos los hombres de trabajo, cualquiera sea la naturaleza de la labor que cumplen o hayan cumplido, una retribución justa, pienso que tal esfuerzo debe ser realizado, ya que concreta una vez más la efectividad de los principios justicialistas que orientan toda la acción del gobierno. Pero por eso mismo debo insistir en lo que muchas veces he señalado a los funcionarios y empleados de la Administración Pública: cada servidor del Estado debe saber que el pueblo lo paga para que lo sirva bien, con lealtad, con honradez y aún con sacrificio. Por eso puedo pedirle también al pueblo que exija a sus servidores, que somos todos los que cobramos un sueldo en la Administración Pública, la atención, la lealtad, la honradez, y aún el sacrificio a que el pueblo tiene derecho, porque para eso paga. He dicho que alguna vez el Estado necesita que el funcionario sea su defensor y su amigo y que cada uno haga de su puesto un verdadero baluarte de capacidad y de honradez, y que al final de la jornada se pregunte si ha hecho algo para dejar más grande la República de lo que la encontró al asumir el cargo. ....................
1951-04-13
En la inauguración de los Grandes Almacenes Justicialistas :
Compañeras y compañeros: Si yo hubiese de hablar el tiempo que correspondería a la inmensa alegría que tengo, tendría que quedarme aquí tres o cuatro horas hablando. Pero, desgraciadamente, tenemos un compromiso impostergable para dentro de breves instantes; por esa razón, desde ya pido disculpas si sólo reduzco a breves consideraciones de alegría y de satisfacción, la inauguración de los Grandes Almacenes de los empleados de comercio, que, como una banderola de conquista, se levantan en esta calle Florida, ostentando con honor y con gloria para ellos, el glorioso ya título de justicialistas. Cuando hace ya tiempo comenzaron a anunciarse los aumentos de sueldos, comencé a decirles a los compañeros de los sindicatos: es necesario tomar medidas para defender el poder adquisitivo de los sueldos y de los salarios. Los llamados que hicimos en defensa de ese poder adquisitivo no fueron oídos; los llamados que hicimos al pueblo para que él mismo defendiese el poder adquisitivo de sus sueldos y de sus salarios, fue solo en parte oídos; pero estas realizaciones, estas realizaciones no sólo serán oídas, sino que serán temidas por aquellos que atentan injustamente contra los sueldos y los salarios de los trabajadores argentinos. Levantar estas casas por los propios sindicatos argentinos, representa no solamente una conquista sino también un signo de inteligencia de esa masa de hombres de trabajo que comprende que los problemas no se resuelven charlando sino haciendo. Y habla mucho en elogio no solamente de la Confederación General de Empleados de Comercio, sino de sus brillantes dirigentes, que han sabido abarcar este problema, que han sabido encararlo, que han sabido resolverlo, y que sabrán, sin duda, llevarlo al éxito completo que se merece como obra de realización justicialista. Por eso compañeros, como justicialista, quiero en primer término rendirle homenaje al compañero Borlenghi y a la Comisión Directiva de la Confederación General de Empleados de Comercio. Cuando el fruto de esas creaciones comience a presentar su ejemplo a toda la República, a su pueblo y a sus hombres de trabajo; cuando comprendido ese ejemplo, en lo que representa de profundamente revolucionario dentro de nuestro justicialismo, sea imitado por todos los sindicatos argentinos, el poder adquisitivo de sus sueldos y salarios tendrá la única y la mejor defensa que puede tener para sus integrantes. Por eso compañeros, he dicho, que representa para mí un verdadero júbilo, porque todo cuanto hemos realizado ha llevado la mirada puesta firmemente en el único objetivo que leal y sinceramente defendemos desde el año 44' en la Secretaría de Trabajo. Porque ese objetivo es el llevar la felicidad a los hogares del pueblo argentino. Y esa felicidad a los hogares del pueblo argentino, se ha de llevar con cualquier medida, que en buena fe, en sinceridad y en lealtad, aconseje la conciencia honrada de los hombres que dirigen los sindicatos o gobiernen el país. Que ese objetivo ha de alcanzarse cualquiera sea el medio, por que si hay alguna cosa en que el fin justifique los medios, es cuando se trata de la tranquilidad y de la felicidad del pueblo de la patria. Compañeros: yo me uno de todo corazón al júbilo que han de sentir hoy todos los compañeros de la Confederación General de Empleados de Comercio; me siento uno de ellos para disfrutar del júbilo de esta conquista y de esta creación. Y les ruego que la cuiden mucho, que la protejan, que la lleven adelante. Tendrán escollos, no se levantan estos baluartes sin que sean atacados desde otras direcciones. Pero compañeros, esos ataques han de fortalecerla, si ustedes ponen el pecho para defender esta creación, si ustedes la defienden por todos los medios. Y en eso no harán sólo una obra para la Confederación General de Empleados de Comercio, sino que habrán realizado una obra de defensa para todo el sindicalismo argentino que hoy en todas partes de la República, en pequeñas o en grandes formas, están pensando en estas realizaciones, están poniendo su empeño en cumplirlas, y yo pido solamente pido a la Providencia que ilumine a esos dirigentes, que los ayude a completar, y que en el futuro alguno día, antes de morirnos podamos ver, que cada sindicato argentino, que cada federación o confederación, dispone de estas magníficas creaciones, que no sólo están trabajando para la felicidad de sus hombres, sino también para la dignidad del sindicato y de todos ellos. Compañeros: deseo que tenga esto el más extraordinario de los éxitos que se los merecen, y que puedan ustedes disfrutar de esto que es de ustedes, por muchos años y con mucha felicidad. Muchas gracias y muy buenas noches ............................................
1951-04-13
Ante el gobernador y legisladores de Córdoba que piden al general Perón que acepte su reelección para un nuevo período constitucional
Yo en primer término, deseo agradecerles la amabilidad que han tenido de venir hasta aquí, para tener la oportunidad, de cuando en cuando, de estrecharles mi mano de amigo. También les agradezco la buena intención que ustedes tienen, pero deseo recordarles que en esto yo sostengo, y sigo sosteniendo, que todavía es muy prematuro cualquier cosa que nosotros podamos decir ahora. Primero, por que yo debo dar un ejemplo, y segundo, por que no queremos que salgan a la calle candidaturas y precandidaturas todavía. En eso yo debo ser el primero en dar el ejemplo. Bien, señores, la situación de la República en el orden interno es magnífica; en ese aspecto no tengo de que quejarme. Cuando iniciamos nuestra reforma social el panorama no era muy halagador por que habíamos dado a nuestro pueblo un estándar de vida que no estaba sostenido por una economía equilibrada. El desastre económico con que nosotros recibimos al país era una cosa que había que pensar con tiempo y si además de eso pensamos que debíamos realizar una reforma social, el asunto se ponía un poco difícil. Era necesario crear los valores para sostener la reforma social realizada y había que nacionalizar todo lo que no era nacional. Hoy nosotros no tenemos ningún problema; la curva social va siguiendo a la curva económica. Cuanto más riqueza tengamos y más produzcamos y si hay una distribución justa de la misma de acuerdo con los hombres que la elaboran, nosotros no tenemos nada que temer; cada uno de los argentinos estará cada vez mejor. De modo que no solamente hemos solucionado el problema pasado que era dramático, sino también el presente que ha sido difícil y además hemos lanzado la economía para cincuenta años de enriquecimiento del pueblo argentino. Si interviene en política abandona el gobierno. Yo tampoco he querido afrontar el problema de la lucha política y del gobierno a la vez, a pesar de ser el centro, el nudo, de toda la acción. Por eso -prosiguió- yo no he querido tomar el cargo de conducir la política, y eso lo he dejado al Consejo Superior Peronista. Ni el gobierno en la política, ni la política en el gobierno, pero política y gobierno todo junto y de acuerdo. Hay muchas cosas políticas que las resuelve el gobierno, y hay cosas de gobierno que las resuelve el político, por eso deben ponerse perfectamente de acuerdo, para que haya una marcha armónica y de conjunto. Todas estas cosas deben quedar perfectamente establecidas para evitar los roces, las fricciones, los choques, las enemistades y todo lo que surge de la acción diaria. .................
1951-04-23
ANTE SOLDADOS CONSCRIPTOS DEL REGIMIENTO DE GRANADEROS A CABALLO GENERAL SAN MARTÍN
Soldados del Regimiento de Granaderos: Durante un año ustedes, conscriptos incorporados al Regimiento de Granaderos a Caballo General San Martín, han prestado servicio directo al presidente de la República, constituyendo su escolta presidencial. Yo he deseado, cuando abandonen este glorioso regimiento que recordarán toda la vida, realizar este acto en el que quiero entregarles un recuerdo personal a cada uno de ustedes. Al hacerlo, solamente deseo que tengan presente esto: al dejar ese servicio con que han honrado a la patria y con el que han sido honrados ustedes llevando el glorioso uniforme de este regimiento, que es el más glorioso de nuestra patria, recuerden que dejan aquí en esta casa, además de su jefe, su amigo, y que en todo momento en que cualquiera de los soldados del regimiento necesite una ayuda de cualquier naturaleza pueden venir a pedírmela en forma directa y personal. Les deseo, asimismo, que esta conducta ejemplar que ustedes han guardado durante su servicio, sea la norma permanente en el futuro de la vida de cada uno de ustedes. En nuestra patria cada ciudadano, he dicho yo, lleva el bastón de mariscal en su mochila. Ustedes, muchachos jóvenes de 20 años se reintegran a la vida civil con ese bastón de mariscal. Quiera Dios que sepan usarlo si llegan al mariscalato. Cada uno de ustedes es un ciudadano de la Argentina y en ese concepto han de luchar para abrirse paso en la vida por los medios nobles que se les ha enseñado en el Ejército. Que esa vida civil a la cual se reincorporan sea para ustedes un campo sin fin de éxitos y de felicidades, éxito que les deseo yo en esta despedida y que guarden siempre por la unidad el mismo respeto, el mismo cariño y la misma veneración que guardamos todos los argentinos, ya que ustedes han tenido el insigne honor de pertenecer a ella. Igualmente quiero decirles que al dispersarse en todas las direcciones de la patria lleven ustedes en sí una muestra del soldado argentino y que sean patriotas, honrados y buenos. Eso es lo único que puede hacer a los hombres grandes y útiles para el país. En esa lucha que van a emprender en la vida civil, como en todas las luchas de la vida, se vence triunfando con honor, trabajando con interés y haciendo todos los días algo que haga más grande y más gloriosa nuestra patria. Si lo hacen durante toda su vida, cuando lleguen a la madurez, quizás, antes de ser viejos, cada uno de ustedes haya tenido el premio de esa acción honrada y patriota que deben desarrollar en la vida civil. Que sean muy felices. Y, ahora, deseo estrecharles la mano y entregarles una fotografía que les pido guarden como recuerdo de un jefe y de un amigo. ..................
1951-04-23
PALABRAS PRONUNCIADAS POR EL GENERAL PERÓN AGRADECIENDO LA CONDECORACIÓN DE LA ORDEN DE MALTA
Nada puede ser más honroso para un hombre que como yo ha colocado muy alto los valores espirituales de los hombres, que recibir esta meritísima Orden, que a través de tantos siglos ha bregado por los mismos valores morales que nosotros defendemos, por la misma justicia que nosotros tratamos de sostener, por la misma humildad que nosotros nos esforzamos por practicar todos los días. Debo agradecerlo profundamente al eminentísimo Príncipe y Gran Maestre de esta Orden, que quedará desde este día ligado a nosotros y a nuestro corazón, teniendo la inmensa satisfacción de haber sido nosotros precisamente los que reconocimos la existencia diplomática entre nuestro Cuerpo a tan meritísima Orden, agregada a la actividad nacional en todos los valores que ella representa y en toda la tradición que ella cuenta tras de sí. Es por esa razón, Excelencia, que yo os ruego que, al aceptar mi profundo agradecimiento, trasmitáis al Gran Maestre de la Orden cual es mi satisfacción y mi honor por haber recibido de vuestras nobles manos esto que representa una tradición de esos valores, por los cuales lucharemos imperturbablemente mientras nos quede un aliento de vida. Nosotros representamos a un pueblo cristiano y somos profundamente cristianos. Estas palabras os dirán cual es el profundo aprecio que tengo por esta condecoración, que luciré de honrar a lo largo de mi vida.
1951-04-24
ANTE LOS MIEMBROS DE LA POLICÍA FEDERAL QUE CONCURRIERON ESTA MAÑANA A LA CASA DE GOBIERNO
Señores: Agradezco profundamente las amables palabras que en representación de la Policía Federal me han hecho llegar el señor jefe, el señor oficial y el señor suboficial, como así también el señor jefe de Coordinación Federal. Es indudable que no era un secreto para nosotros que nuestra policía, abnegada y virtuosa, no estaba en la situación económica que nosotros anhelábamos. Sin embargo, hemos tardado en llegar a estas remuneraciones porque la situación del erario público no estaba en condiciones de realizar algo efectivo y digno, como lo que se ha realizado. Ustedes habrán observado que en este sentido nosotros siempre hemos tratado de ir dejando los sectores que vivían más de los valores morales, con un poco más de sacrificio y abnegación dentro de su función, hasta el último momento. Hemos tratado de dar primero una satisfacción a aquellos que estaban más necesitados y más sumergidos. Era inútil que nosotros, Estado, nos hubiéramos mejorado los sueldos y arreglado nuestros emolumentos, antes que el pueblo hubiera llegado a obtener una vida más digna y una labor mejor remunerada en las aptitudes creadoras de la Nación. Por esta razón, muchas veces he pensado, y he conversado también con el señor ministro y el señor jefe de Policía, sobre estas cuestiones, expresándoles: "Díganle a la gente de policía que esté tranquila. Primero vamos a levantar el pueblo y después vamos a levantar el Estado". Hoy, después de estar cinco años al frente del gobierno, he podido tener la inmensa satisfacción de mejorar a los servidores del Estado en la medida que ellos merecían, no ahora sino desde hace mucho tiempo. Pero para repartir primero hay que tener. Entonces, indudablemente, que a esa primera reforma social que permitió elevar el estándar de vida de nuestros trabajadores y de nuestro pueblo en general, había que sustentarla con otra reforma que era mucho más difícil: la económica. ¿De que hubiera valido que aumentáramos los sueldos y salarios, si eso hubiera durado poco porque no habíamos construido la economía necesaria para sustentarlo? Es el trabajo que hemos realizado en estos cinco años. Cuando recibí el país, la situación del erario público era bastante dificultosa. El Estado no podía cargar impuestos sobre un pueblo que ya soportaba grandes gastos con motivo de la reforma social. Y los sueldos de la administración salen de los impuestos, casualmente. De manera que todo esto estaba más o menos correlacionado, porque era necesario ir levantando desde abajo. Por esa razón hemos tardado tanto tiempo en solucionar la situación de los servidores del Estado. Yo, hoy, después de realizado el acto de justicia que el gobierno ha realizado, poniendo las remuneraciones a una altura digna de los servidores del país, tengo la inmensa satisfacción de decirles: "Lo he hecho cuando ya no quedaba nada por realizar". En este sentido, todo el mundo veía subir a los otros; nosotros, los servidores del Estado, desgraciadamente teníamos que ser los últimos que mejoráramos en nuestra situación, por que somos servidores directos de la Nación y tenemos más que nadie la obligación de ser hombres abnegados y sacrificados dentro de nuestra función. Por eso no creo que hayamos dado esto a tiempo; lo hemos dado tarde, pero lo hemos dado tarde para honor de los servidores del Estado. Y yo que he visto la comprensión de ustedes, yo he venido apreciando diariamente en todos los servidores del Estado esa abnegación y el sacrificio en ese servicio perfectamente realizado, a pesar de los sacrificios económicos que debían afrontar, tengo una razón más para estarles profundamente agradecido. Creo que hemos hecho algo; no todo. La Nación va en una curva ascendente en su economía y la curva social ha de seguir a esa curva ascendente de la economía de acuerdo con lo que los justicialistas entendemos que es la justicia distributiva. Nosotros hemos de mejorar más en el futuro la situación económica del pueblo argentino y lo hemos de hacer por que tenemos una economía que lo permite. Con la riqueza del país y con la riqueza del pueblo ha de ir aparejado nuestro bienestar; y esa riqueza la estamos forjando todos los días ya de una manera determinante. No tenemos más problemas económicos; podemos pensar ahora en el trabajo y seguir creando nuevas riquezas, pero sobre una riqueza perfectamente consolidada. Señores: yo he querido decir estas pocas palabras para justificar el retardo con que el gobierno ha tomado la decisión de remunerar mejor a la administración pública. Pero, el gobierno lo ha hecho no solamente para honrar al servicio, sino también para honrar a cada uno de los servidores para que el pueblo sepa que antes de solucionar nosotros nuestros problemas, se los solucionamos a ellos. Y después, cuando ya no queda más que solucionar recién hemos arreglado a los funcionarios y servidores del Estado en forma directa. Esto debe construir un ejemplo para el pueblo, ejemplo que los va a prestigiar a ustedes mismos frente a la población y a todos los argentinos y nos va a prestigiar a nosotros como gobierno que sabe cumplir con su deber. Yo, como jefe directo he querido dar al pueblo ese ejemplo. Todo el pueblo estuvo mejor que nosotros. Ahora, cuando ya no hay nada que mejorar al pueblo, recién nos ocupamos de nosotros. Esta ha de ser siempre la norma que los servidores del Estado debemos seguir. Por eso, señores, yo les agradezco el que hayan venido a saludarme, y les agradezco más que todo, el que ustedes hayan mantenido firme su disciplina así como su misión en el cumplimiento del deber, a pesar de todas las vicisitudes que una mala situación económica acarrea, especialmente en los hombres más humildes, los que están más en contacto con el peligro con la calle, con el dolor y con la miseria. A esos hombres les agradezco profundamente la decisión y el sacrificio que han demostrado en estos años en que la situación económica no ha sido buena para ellos. Se lo agradezco, no en nombre mío, sino en el de la Nación, que es el más grande agradecimiento a que puede aspirar un ciudadano. Quiero también reconocer en este acto que voy observando que la policía cada día procede mejor, que cada día hay más tino en el procedimiento y mayor contemplación en la función que se cumple, más técnica en la realización de todos los servicios Es decir que vamos viendo que la policía también se va perfeccionando; no solamente se perfecciona el policía en su función, sino también, el hombre que lleva dentro del uniforme. Par mí eso tiene una importancia extraordinaria. Queremos una policía eficiente, honrada y valiente, pero que sepa también cumplir con su deber sin fricciones y sin violencias. Esto lo estoy observando cada día más dentro del país. Cuando un ciudadano se queja contra un agente u oficial, se está quejando contra toda la policía. Desgraciadamente si uno comete un error en la policía, igual que en el Ejército o entre los curas, se lo carga a todos los demás por partes iguales, por esa grave injusticia de los hombres, que no distingue a uno de otro. Por esa razón un policía, como un soldado, está siempre en la obligación de cumplir su deber honradamente, pero de la mejor manera para prestigiar el cuerpo, y para defender ese honroso uniforme que en nuestro país es una garantía de respeto y de orden a la ley. Al agradecer finalmente la presencia de ustedes -que de vez en cuando me dan la inmensa satisfacción de poderles saludar personalmente-, quiero agradecerles también, en nombre del gobierno, ese perfeccionamiento que se nota todos los días, ese mejor trato a la población, esa mayor ductilidad en la función policial y esa mayor condescendencia frente a los ciudadanos. Señores: se pueden hacer las cosas de la mejor manera sin dejar de cumplir todos los objetivos. La policía ha de ser firme en el fondo pero suave en la forma; en el deber ha de ser de hierro para cumplir pero en la tarea de todos los días ha de ser suave para llevar al hombre al cumplimiento de lo que corresponda. Es decir, la policía debe andar siempre con guante blanco aunque con mano de hierro; no hay necesidad de tener la mano de hierro afuera; por fuera va el guante. El fondo es lo que a nosotros nos interesa para ir educando a la población, castigando a los maleantes y delincuentes pero sin enojarse, sin gritar. No hay necesidad de enojarse ni de gritar. Ustedes lo tienen a uno una semana en el calabozo haciéndole reverencias y saludándolo, y ya verán que sale mansito. Cuando se manda un agente a la esquina no es para que rete y discuta con el conductor del automóvil que no ha cumplido alguna disposición; él tiene que hacer la boleta sin enojarse y sin pelear. No hay por que pelear con la gente. Yo, en esto he visto cosas muy interesantes aquí en Buenos Aires últimamente. Por ejemplo, un señor un día le decía cosas al vigilante mientras él le estaba haciendo la boleta; el agente seguía imperturbable anotando, le puso la boleta en el parabrisas y haciéndole la venia lo saludó. Al día siguiente, ese señor no tuvo más remedio que pagar la multa. Yo veo que en este orden de cosas cada día se va mejor; de ello hablo a veces con el jefe de Policía y le estoy muy agradecido porque veo que se hace cumplir a la gente con suavidad, sin violencia. Así la gente anda más tranquila y cumple igual o mejor. Este procedimiento es muy interesante e inteligente. Señores: al ver a los uniformes yo me acuerdo del Ejército y me quedaría hablando largo rato, pero debo terminar. Les agradezco muchísimo esta visita y pueden estar persuadidos de que el más satisfecho soy yo, ya que es para mí la más inmensa satisfacción hacer todo lo posible para que el Estado retribuya a sus servidores en la medida que el servicio y el sacrificio que presten así lo merece. En ese orden de cosas, bien sabemos que la policía es quien tiene mayores merecimientos, ya que ella ha de jugarse la vida cada vez que sea preciso, en cualquier momento y en toda circunstancia, de día y de noche, en el cumplimiento de su deber, velando por la seguridad y el orden. Les agradezco profundamente esta amable visita y me repito, como siempre, a la orden de ustedes, deseándoles tengan mucha felicidad. ....................................................
1951-04-25
En el Luna Park ante empleados de la administración pública :
Compañeras y compañeros de la administración pública: Yo me siento hoy el hombre más feliz por que nos encontramos reunidos en esta magnífica asamblea todos los que de una manera directa servimos al Estado, desde los señores ministros hasta el más modesto de sus servidores. Creemos que en una democracia justicialista al servir a la patria todos lo hacemos de una misma manera; quien en el alto cargo o quien en uno modesto, pero todos con una misma dignidad, y la dignidad consiste en no recibir honores sino merecerlos. Al saludar a todos los que conjuntamente realizamos nuestro trabajo directo en bien del Estado y de la Nación, quiero hacerlo agradeciendo profundamente la ocasión que me brindan de poderme dirigir a cada uno de los servidores del Estado. Hace tres años dije yo a todos los compañeros de la administración pública que aspiraba a que los servidores del Estado seamos no solamente los más cumplidores, sino los más dignos representantes del pueblo argentino; que era necesario también disminuir el número de los empleados del Estado y pagarle mejor. Han pasado tres años. Al contrario de los que hacían todos los partidos políticos, nosotros no hemos llenado vacantes desde la calle, porque los peronistas no aspiran a prebendas; ellos están construyendo la Argentina en su puesto. Mediante esa moral pública, hemos podido mantener sin llenar cincuenta mil vacantes, que hoy nos han dado la solución para poder pagar más dignamente a los servidores del Estado. También, compañeros, he querido que seamos nosotros, los servidores del Estado, los que hayamos esperado más tiempo para recibir estas mejoras, por que en eso ha de estar nuestra dignidad y ha de estar nuestro honor. Hemos preferido trabajar sin descanso durante cinco años, y cuando el pueblo argentino ha recibido una mejor paga, cuando el pueblo argentino ha sido dignificado, cuando el pueblo argentino ha conseguido elevar su estándar de vida, recién pensamos en nosotros, los servidores del Estado. De manera, compañeros, que el pueblo argentino no puede enrostrar a los servidores del Estado que se acomodaran en primer término para recibir mejoras. Podemos decir, y decirlo bien alto, que los funcionarios, que los empleados de la administración del Estado han sido los últimos que han recibido sus justas mejoras. Por eso, compañeros, yo debo agradecer a todos los servidores de la Nación el que, sin decir una palabra, con toda abnegación y con todo sacrificio, me hayan acompañado estos cinco años, ahorrando de su propia necesidad, para que podamos hoy decir con la frente bien alta, al país entero, que nosotros predicamos con el ejemplo, que hemos querido primero ocuparnos de la felicidad del pueblo argentino antes que de nuestra propia felicidad. Por ello, como jefe directo de todos los compañeros que conmigo trabajan en la administración pública, debo agradecer a todos el patriotismo, la abnegación y el sacrificio que nos permite hoy ostentar el insigne honor de poder predicar con el ejemplo. También, compañeros, yo me siento feliz de poder decir que nuestra administración es cada día menos costosa y más eficiente; que no hemos hecho política con los puestos públicos ni que hemos hecho con los dineros del estado nuestra prédica política o prebendas políticas. Los peronistas no lo realizamos desde el poder ni lo admitimos desde el pueblo. Los peronistas saben ganarse la vida fuera de la administración como dentro de ella. ¿Cómo no he de sentirme feliz yo, al poder decir estas palabras que están en la conciencia de todos los servidores y que son la pura y absoluta verdad? Ahora podemos agregar entre el inmenso número de cosas que hemos realizado en la República, la no menos importante de haber honrado la función pública, de haber asegurado que cada uno de los peronistas que ocupan un puesto en la dirección del Estado, o un puesto en el trabajo del Estado mismo, es un hombre que se esfuerza todos los días, no para ser honrado por el cargo que ocupa sino para honrar su cargo. Y si antes, alguna vez el pueblo -quizá con justicia- cuando la administración pública era el refugio de los políticos incapaces y venales, dijo que el empleado público era una rémora, hoy, cada día está reconociendo en los servidores del Estado, hombres abnegados y patriotas que cumplen con su deber de argentinos. Porque, compañeros, si bien los cargos pueden significar una elevación moral para los ciudadanos, son los ciudadanos los que ennoblecen los cargos; y por eso, compañeros, el poder decir hoy públicamente cuánto es mi agradecimiento a cada uno de los nobles servidores, los exhorto a que sigamos todos los días poniendo un poco más de nuestro patriotismo, in poco más de nuestro entusiasmo, un poco más de nuestra capacidad, un poco más de nuestros esfuerzos, para servir mejor a la patria; para decir todos los días frente a nuestra propia conciencia de ciudadanos argentinos, que juramos dejar a la patria más feliz y más próspera que cuando nos hicimos cargo de la función pública. Por eso, compañeros, les señalo a todos, que cada uno de nosotros debemos ser, primero, nuestros propios jueces y juzgar todas las noches nuestra propia conducta. Debemos ser nuestros propios jueces, para analizar si lo que el Estado nos paga, se lo retribuimos fielmente en trabajo. Y, en segundo lugar, ser cada uno de nosotros un juez de los demás, para señalar con el dedo la ignominia de aquellos ciudadanos argentinos que, ocupando un puesto, lo usufructúan sin rendirle nada al Estado. En último análisis, compañeros, somos los indicados para honrar a la función pública honrándonos nosotros en ella misma. Por eso, yo aprovecho esta ocasión, como jefe directo de todos los servidores del Estado, para pedirles que cada día sean más exigentes, primero con sí mismo y después, con los demás. Hay algunos que han dicho que ellos son funcionarios, pero que son apolíticos. Nosotros, compañeros, pensamos que la suerte del pueblo argentino y de la República se están jugando en nuestros días; nosotros pensamos que la historia la estamos haciendo todos los días en nuestra propia actividad y pensamos también que cuando la historia de la República se está escribiendo, que cuando el destino de la Nación se está jugando, aquél que se diga apolítico, vale decir, que no está en ninguno de los dos bandos o está en los dos, es un infame traidor a la patria. ¿Por qué? Porque en las horas de decisión sólo están ausentes los logreros, los miserables y los bandidos. Yo entiendo, compañeros, que la verdadera forma de trabajar políticamente para el país, es servirlo de la mejor manera. Nosotros hace cinco años que estamos al frente de la administración pública. Cuando yo recibí al país estaban en manos extranjeras los transportes terrestres de la República, estaban en manos extranjeras la importación y la exportación, estaban en manos extranjeras el sistema bancario y financiero de la República, y estaban en manos extranjeras los transportes de ultramar. Yo digo que así sea el país más poderoso de la tierra, me dan esas cosas y no lo maneja nadie más que yo a ese país. Nosotros, compañeros, habíamos realizado la reforma social. Con ello, habíamos elevado el estándar de vida de nuestro pueblo, pero habíamos comprometido una enorme cantidad de dinero, que ahora refluía a todos los hogares argentinos, en tren de hacer su propia felicidad. Pero si no hubiéramos realizado la reforma económica, no hubiéramos podido sustentar esa reforma social. Nuestros adversarios políticos dijeron que a los seis meses fracasaríamos; y tenían razón, que habríamos fracasado si hubiéramos sido unos cobardes como ellos. Y digo eso, por que ellos, frente a la dominación extranjera de esos factores de la vida del país, fueron incapaces de enfrentar el capitalismo internacional; fueron no solamente impotentes para vencerlo, sino que fueron infamantemente sus sirvientes de todos los días. Una vez, hablando yo con uno de esos valientes de ferretería que abundan tanto entre esos hombres, le dije: "Yo he de enfrentarlo y he de vencerlo, por fuerte que sea, si tengo el pueblo argentino detrás de mío". Él me dijo que en esta lucha, no solamente se trataría de salvar el honor nacional, sino de salvar también la economía. Y yo le contesté: "No se preocupe usted porque la economía se desequilibre, pero no olvide que para vencer en esta empresa tiene que ser un hombre que está decidido a morir en la frontera, por que esto no se realiza con palabras". Compañeros: han pasado cinco años y hoy los transportes terrestres son argentinos, la importación y la exportación son argentinos, el sistema financiero y el bancario son argentinos, las flotas que transportan a ultramar son argentinas. Vale decir, señores, que el pueblo argentino tiene por primera vez sus propias riendas en sus propias manos. Compañeros: si yo hubiera sido uno de ellos, hubiera seguido -como ellos- su propia senda, senda de indignidad y de vergüenza. Y me hubiera hundido a los seis meses, como ellos lo habían pronosticado. Pero algo ha de valer en este mundo el ser valiente. Enfrentamos nuestro destino, luchamos por él, y hoy hemos vencido a todos los poderes que nos dominaban. Por eso, compañeros, hoy podemos darnos la inmensa satisfacción de decir que el Estado argentino, merced a la economía del pueblo argentino, merced a esa lucha sin cuartel contra la explotación, puede, -el Estado- hoy contemplar en forma digna los haberes del personal que nos sirve en forma directa. Si no, hubiéramos tenido que recurrir, como tantas veces recurrió en otros tiempos el gobierno para hacer economías, a rebajarle el sueldo a los empleados públicos. Pero, compañeros, frente a aquel pueblo correspondía empleados públicos pobres; pero frente al de hoy, pueblo argentino rico, corresponde un empleado público bien pago. Ahora compañeros, no debemos olvidar que a todos nosotros nos paga el pueblo argentino. A él es a quien tenemos que agradecerle que con su trabajo de todos los días está aumentando la riqueza de esta patria maravillosa, que nos permite a nosotros, sus servidores, disfrutar de la mayor felicidad que pueden acarrear las ventajas materiales. Pero, también debemos hacernos la firme decisión, compañeros de la administración pública, de ser cada día mejores servidores de este maravilloso pueblo argentino; hacernos la decisión de que mientras estamos en nuestro trabajo, pensamos en él, rindamos al Estado todo cuanto podamos rendir porque es un Estado justo, porque es un Estado libre y porque es un Estado soberano. Siendo así, compañeros, así como nosotros amamos y respetamos a nuestro pueblo, seremos amados y respetados por él; para un ciudadano argentino de la era justicialista no puede haber más timbre de honor ni mayor gloria que la de ser amado por su propio pueblo. .........................
1951-04-26
Al entregar los premios al equipo hípico mexicano :
Señores: He querido reunirlos aquí para tener, en primer término el placer de saludarlos y estrechar la mano a los compañeros mexicanos que nos visitan y después, para tener la satisfacción de entregar personalmente esta copa ganada por el subteniente D' Harcourt. Además, como viejo soldado, he deseado que los compañeros mexicanos tengan un recuerdo nuestro, de nuestra industria y de un viejo camarada que a su vez tendrá siempre un grato recuerdo y un gran cariño para ellos. Nos felicitamos por haber podido contarlos durante todo este tiempo con nosotros, lo que nos permitió conocernos mejor, que nos comprendemos cada día mejor y que seamos cada día más amigos. El mejor obsequio para un soldado no puede ser otro que una pistola, un caballo o un sable. Una de estas cosas, una pistola, es lo que modestamente quiere ofrecerles para que la conserven como testimonio del cariño y de la amistad de un viejo soldado. ................................
1951-04-26
En el acto de entrega de premios a obreros que batieron el récord de trabajo y de producción
He querido reunir hoy a un grupo de obreros, en un acto sencillo, como deben ser sencillos todos los actos que representan unA gran empresa como ésta. Solamente queremos llegar a nuestros hombres con el estímulo de que se sepan comprendidos y apoyados, porque además de representar por su sola actividad lo que nosotros llamamos la suprema dignidad de los trabajadores, que es su trabajo, queremos que se sepan comprometidos por el gobierno y por su pueblo. Este es un estímulo que tratamos que llegue a los más modestos lugares de nuestro país, porque allí es casualmente, en los más modestos lugares, que son los más numerosos de la patria, donde se está labrando su verdadera grandeza material y espiritual. Por esta razón, señores, yo no he querido dejar pasar esta oportunidad sin convocar a estos muchos trabajadores en el Salón Blanco de la Presidencia, que es donde se realizan los actos de mayor importancia dentro de nuestro gobierno, este viejo Salón Blanco que habrá visto muchas cosas buenas y muchas cosas malas, y para que alguna vez las modestas pero grandes actividades de los humildes de esta tierra tengan también el estímulo que es la recompensa que se da a los hombres de buen corazón. Ese estímulo, que el gobierno da por mi intermedio a dos modestos trabajadores, representa no solamente el premio a los hombres, sino que representa el premio a toda una clase que se esfuerza para que su patria sea cada día más feliz y más grande. Señores: muchos hombres en la historia han pensado que ellos fueron los autores de la grandeza de su patria. Muchos son los que lo han dicho y muchos lo que lo han escrito en la historia. Sin embargo, la verdad es que la grandeza de la patria la hacen los pueblos, y no un hombre ni unos pocos hombres. O los pueblos hacen la grandeza de la patria o no la hace absolutamente nadie: es el trabajo, muchas veces anónimo, de todos los días, en cada uno de los puestos, tanto del que barre la calle como del que firma los decretos en la Casa de Gobierno, cada uno luchando con todas las fuerzas que tiene, allí donde la providencia lo ha puesto. Señores: soy un viejo deportista; tengo un gran concepto de lo que es una performance deportiva, pero como presidente de la Nación Argentina, yo creo que de todas las performances que hemos realizado hasta nuestros días, de todos los campeonatos mundiales que hemos alcanzado en los deportes, de todas las pruebas en que la República Argentina ha competido con otros hombres, ganando en esas pruebas, no hay ninguna para la República que tenga una trascendencia mayor, en el orden material y en el orden espiritual, que la realizada por estos dos bravos muchachos, que un día lunes sin preparación, sin entrenamiento, sin muchas cosas raras, dijeron: "Vamos a marcar un récord: el del trabajo, vamos a trabajar ininterrumpidamente hasta que podamos, y trataremos en eso de poder ser en el mundo los hombres que hasta ahora han aguantado mayor tiempo, ininterrumpidamente, en su labor día y noche". Esto, como prueba, tiene el mismo alcance que una prueba deportiva cualquiera, pero como significado, como alto significado, para el trabajo de la República, esto es de un alcance inestimable, es de un valor que marcará en la República una nueva época. Son los dos primeros hombres que por sí, e impulsados solamente por sus deseos de buenos argentinos de producir más, de poner a prueba su organismo físico y su alma, han tratado de darle a la República, ese significativo gesto del hombre humilde de trabajo, lo que los argentinos deben sustentar como futuro de nuestra patria, que será lo que su pueblo quiere que sea. Si cada uno de los argentinos, en nuestro trabajo, somos capaces de marcar un récord de honradez, de contracción y de buena voluntad, nuestra patria en poco tiempo marcará a su vez el récord entre todas las patrias del mundo, en la construcción de la felicidad de sus hijos y en la grandeza de la Nación, que no se hacen por el impulso esporádico de unos hombres de una época, sino por el trabajo infinitesimal de todos los días y de todos sus hijos. Es necesario que todos tengan la conciencia de que en esta tierra hay una maquinaria con diecisiete millones de rueditas, ninguna de las cuales puede detenerse sin perjuicio de las demás ruedas que componen ese maravilloso mecanismo que es la patria, que funciona de acuerdo al ritmo y al impulso del corazón generoso de sus hombres, y que se detiene y se derrumba cuando esos valores han muerto en los ciudadanos, ya que por nuestra patria debemos luchar, vencer y si es preciso morir. Por eso es compañeros, yo he querido convocar a un grupo de trabajadores y hemos tenido la fortuna de compartir esta reunión de hombres de trabajo con los camaradas mejicanos que nos visitan, los camaradas argentinos que nos brindan el honor de su presencia, como así también con amigos universitarios peruanos y chilenos que incidentalmente se encuentran aquí. Yo he querido, como un compañero más en la tarea común de engrandecer y llevar la felicidad a nuestros hombres y a nuestra patria, como un simple hombre de trabajo poder darle a cada uno de esos compañeros un abrazo de argentino y de compañero, y también poder entregarles un premio que hemos instituido para los hombres que realizan el esfuerzo que estos hombres han realizado, y anunciarles que el 17 de Octubre, Día de la Lealtad, nosotros tendremos la inmensa satisfacción de poner en su pecho honrado de trabajadores la medalla peronista. De esta manera les agradecemos, en nombre de la República y especialmente de su pueblo trabajador el ejemplo que estos dos bravos muchachos han sabido dar al país, para convencernos cada día que pasa que seremos felices, ricos y poderosos solamente mediante el trabajo y la producción. Si todos los trabajadores argentinos, inspirados en el gesto de estos dos muchachos tratan de batir todos los días un récord en su trabajo, la República Argentina en poco tiempo será una Nación feliz, rica y poderosa. Yo, señores, que soy un hombre que no lucha por otra clase de ideales que éstos, he sentido la necesidad de dar a cada uno de esos dos muchachos el abrazo que se han ganado de un argentino y de un compañero más. ...............
1951-04-27
En el regimiento de Granaderos a Caballo ante mexicanos
Me quedaría largas horas compartiendo con los camaradas y amigos, pero como tengo que concurrir a otra ceremonia en el Círculo Militar, solamente deseo decir pocas palabras para agradecer la atención del señor general Mariles. Señores: es indudable que entre los pueblos, y venciendo todas las distancias, existen similitud de cosas que nos son comunes. En esta tierra de América es probable que no haya dos pueblos que se parezcan tanto como se parecen México y la Argentina. Y es indudable que ante esa vinculación extraordinaria que el destino pone en cada pueblo, los soldados mexicanos y los soldados argentinos tienen también una similitud en su forma y una consistencia en su fondo que nos hace comunes. Es por esa razón que nosotros, soldados que quizá por primera vez tomamos contacto, a los diez minutos de habernos estrechado las manos, somos amigos y camaradas. Este hecho se ha puesto en evidencia con estos muchachos mexicanos que han venido a compartir con nosotros algunos días en lides deportivas y que nos han permitido la fortuna de poder ver en cada uno de ellos a un compañero y a un amigo. Las palabras leales y sinceras del señor general me llenan profundamente a mí como a todos los soldados y las agradezco no solamente como soldado, sino también en representación de todos los soldados argentinos que vemos y veremos en el futuro en cada uno de ellos a un hermano y a un compañero. Quiera que el destino no nos ponga nunca a prueba en esta solidaridad de soldados y de amigos, pero si ello sucediese, pueden estar persuadidos los compañeros mexicanos, que en sus amigos argentinos no encontrarán jamás una falla cuando nuestra presencia o nuestra ayuda le fuera necesaria. En este sentido le pido al señor general quiera ser intérprete ante el señor presidente de la República de México, frente al general Ávila Camacho, frente al señor general Cárdenas, frente al señor Ministro de la Guerra, general Limón, para decirles que así como ya se lo he hecho llegar en otra oportunidad, tienen en nosotros amigos y que el lenguaje argentino cuando se quiere significar una cosa inmarcesible, una cosa que tiene el valor de un axioma, decimos amigos. Desde nuestros respetables gauchos, que supieron hacer honor a esa amistad, hasta ahora, no ha nacido nunca en nuestra República ningún sentimiento que haya superado a la amistad. Por eso, cuando queremos ofrecer todo lo que tenemos, ofrecemos nuestra amistad, que en ese sentido es para nosotros un sentimiento superior a todos los demás. Es el que en último análisis ofrecemos a México, a su gobierno, a su pueblo, y a sus soldados, como una mano tendida, generosa y sincera, hacia los amigos mexicanos que será por todos los tiempos el mejor puente que pueda tener nuestro continente, de norte a sud. Esa amistad y sinceridad no se verán jamás desmentidas con ninguna actitud. He asistido a esta amable fiesta de soldados no por mi función, sino por mi corazón. El señor general es un soldado y un hombre sincero y franco, y para mí no hay nada mejor que un soldado y un hombre sincero. Solamente a ellos es a quienes entrego mi mano y mi corazón. Por eso, al volver a su tierra, quiero que lleve ese corazón y esa mano fraterna de amigo, de hermano, a los camaradas del Ejército de México; que sepan que aquí tienen un ejército que les ofrece esa mano generosa y ese corazón que es todo cuanto podemos ofrecerle a los camaradas amigos de México; que seremos muy felices que nos visiten cuando lo deseen; aquí los recibiremos con los brazos abiertos y con el corazón abierto. Señor general: a usted que ha sido tan amable en sus manifestaciones para conmigo, le agradezco personalmente toda la amabilidad, sus buenos deseos y recuerdos de un camarada, y al regresar a México le ruego que lleve estos sentimientos a ese pueblo generoso y valiente, como es el mexicano, a quien nosotros, con la reverencia que guardamos hacia sus tradiciones y glorias, imitándolo, pensemos que seguiremos siendo siempre un buen modelo para nuestro propio pueblo. Al hacerlo, les solicito me acompañen a brindar por lo mismo que ha dicho el señor general: por México y por la Argentina. ..............................
1951-04-30
En el Salón Blanco, ante obreros metalúrgicos que batieron récord de producción
Yo he querido reunirlos aquí para tener la satisfacción de poder darles un abrazo a estos muchachos que han cumplido un récord en el rendimiento de la producción, y, de paso, saludar también a las señoritas que han sido elegidas reinas del trabajo. Para nosotros el esfuerzo desarrollado por estos muchachos tiene una importancia extraordinaria. Nuestra independencia económica y su consolidación dependen, en gran parte, del rendimiento de los trabajadores argentinos. Ahora, afortunadamente, ellos no trabajan como antes para la explotación sino para el país y para ellos mismos. Eso dicen algunos, que nosotros somos los que repartimos, no es cierto; nosotros repartimos lo que hay, y lo que hay lo hacen ellos; es el trabajo lo que acumula una gran cantidad y, cuanto más grande sea eso, la repartición también será proporcionalmente más grande para cada uno de los que producen. Lo único que nosotros hacemos, es asegurar que en esa repartición no se vaya uno con la parte del león y otro con la parte del ratón. Es decir, nosotros hacemos justicia distributiva del trabajo y rendimiento de los obreros. Por eso, estos actos que se vienen sucediendo en el país, de obreros que se dedican a batir récords de producción, espontáneamente, por que nadie les ha dicho una palabra y lo han hecho porque han querido, tienen una alta significación. Si yo hubiera intervenido para decirles: "Muchachos hay que producir más para batir un récord", eso tendría muy poco valor. El valor lo tiene por que a ellos se les ha ocurrido. Pero nosotros queremos de todas maneras estimular esto, por que en el gobierno justicialista todo depende de esa suma que forman todos con su trabajo, y de allí sale lo que proporcionalmente le corresponde a cada uno por su esfuerzo y por su sacrificio. De ahí que yo haya querido citarlos para darles un abrazo y decirles que el 17 de Octubre, de acuerdo con nuestra costumbre, les entregaremos la medalla peronista de la producción a todos los que se han puesto en esta tarea de marcar un tiempo máximo de producción desarrollando un esfuerzo que no tiene más que un valor simbólico para la producción argentina. No haríamos nada con el orden material, con batir récords de esta naturaleza. El valor es de origen espiritual, es decir, el valor que representan los obreros que por propia voluntad quieren producir más, estimulando a los demás argentinos para que produzcan cada día más, pensando que si somos justos en el reparto de esa producción, a cada uno de los que producen les tocará siempre un poco más. Queremos reconocer el valor moral de esto y estimular a estos hombres pobres y humildes que realizan para el país un acto de extraordinaria importancia. Por lo tanto, además del abrazo que les quiero dar, les entregaré una pequeña recompensa. ........................
1951-05-03
Mensaje a los agricultores del país
Al resumir ante el Congreso la labor realizada durante cinco años de mi gobierno, dije que los precios de las cosechas argentinas no solamente son fijados por nuestro gobierno con anterioridad a la siembra, sino que son aumentados cuando crece el costo de producción: y que además, si cuando el gobierno vende los cereales obtiene ganancias, ellas son distribuidas equitativamente entre los mismos agricultores. Yo sé que los agricultores, hombres honrados y de buena fe, creyeron en mi palabra como tantas otras veces, desde que todavía no he dicho la primera mentira. Y sé también que han recibido con justa alegría la esperanza que alentaba con mi promesa. Pero yo no quiero demorar por más tiempo la materialización concreta de mis promesas. No estoy acostumbrado, por otra parte, a prometer, y mucho menos a prometer en vano o a largo plazo. Quiero hoy, por eso, anunciar a todos los agricultores del país que los productores de maíz que han realizado el gran esfuerzo de siembra para la cosecha actual de 1950-1951, serán recompensados con precios aún mayores que los que anuncié el año pasado al comenzar las siembras. Hemos decidido que los agricultores reciban el producido neto y total de la cosecha de maíz, lo mismo que todas las cosechas en lo futuro. Que el gobierno podrá vender seguramente el maíz a un precio superior al que sirvió de base para las compras realizadas; y como mi gobierno entiende que el trabajo debe ser justicialmente retribuido en cualquier parte que se produzca, hemos decidido que las ganancias de los buenos negocios que estamos haciendo, no queden en manos del Estado, y una vez deducidos los gastos comerciales y de administración de I.A.P.I., y constituidas las reservas técnicas, económicas y financieras necesarias para asegurar el éxito del sistema de las futuras campañas, se entregue al productor el total de dichas ganancias. Sobre el precio actual de 24 pesos por quintal, se hará efectivo de inmediato un aumento de 3 pesos a cuenta del precio definitivo. Ya podemos hacer efectivo este aumento por que hemos defendido -y seguimos defendiendo- eficientemente en el mercado internacional nuestra producción agropecuaria, como no lo había hecho hasta la fecha ningún gobierno argentino. Por algo decimos que somos económicamente libres, que no dependemos de ningún monopolio comercial de exportación, ni de ferrocarriles extranjeros para el transporte interno de nuestros granos, ni de empresas navieras extrañas a nuestra Nación para el envío de nuestras cosechas a sus mercados de consumo, ni gastamos en fletes, seguros ni reaseguros extranjeros, etcétera. Por todo ello, y de acuerdo con las probabilidades del mercado internacional, y con los compromisos ya adquiridos por el gobierno, puedo hoy anunciar a los agricultores que el precio definitivo del maíz será aún mayor, y que la liquidación definitiva de tales precios se hará antes del 30 de octubre próximo. El mismo criterio general aquí expuesto será aplicado en lo sucesivo para todos los granos que comercialice el I.A.P.I. Esto quiere decir, simplemente, que en el futuro, y como nueva y auténtica victoria justicialista en el campo argentino, y para su beneficio exclusivo, los agricultores participarán en forma directa de las ganancias del Instituto Argentino de Promoción del Intercambio. Por eso pude decir en mi mensaje al Congreso que la independencia económica sirve ahora al campo argentino, como también el contribuyó con su sacrificio para que la alcanzásemos como objetivo fundamental de nuestra Revolución. Yo sé que a todo esto no necesitaría añadir ninguna otra cosa; las realidades hablan siempre mejor que cualquier discurso. Pero no quiero dejar de decir a los amigos agricultores tres palabras más: Primero: que sigan el incremento de la producción como hasta ahora. Segundo: que continúen organizándose en cooperativas, por que solamente la unión los hará fuertes para defender las conquistas que el justicialismo les está dando. Pero es necesario que no dejen infiltrarse en esas organizaciones a gente que no defenderá jamás los verdaderos intereses de los hombres de campo, por que sólo las utilizan para defender sus intereses personales de carácter económico o político. Y tercero: que nunca olviden que tienen en el gobierno al primero y al mejor de los amigos, que no los dejará jamás en la estacada, como sabían hacer en otros tiempos los gobiernos de la oligarquía. .............
1951-05-08
En el Teatro Colon durante el acto celebratorio del Día de la Minería :
Compañeros mineros: Yo he ocupado este sitio y prefiero hablar desde sentado por dos circunstancias: primero, por que voy a hablar suficientemente extenso; y segundo, por que yo no voy a hacer un discurso, sino una conversación con todos los mineros, que hoy reunidos acá, representan la fuerza minera del país. El concepto justicialista, al suprimir los privilegios, me brinda la oportunidad de tratar este problema, con todos los representantes que han realizado su primer congreso en Buenos Aires, representantes que van desde los dueños de las minas hasta el más humilde de sus obreros. Esto, probablemente, no entra dentro de las costumbres y tradiciones que se han seguido a ese respecto en este país. Antes, estas actividades se trataban sólo entre hombres importantes; hoy, como nosotros los justicialistas, pensamos que somos todos importantes, las tratamos entre todos. Para poder explicar cuáles son, en realidad de verdad, las grandes líneas directrices que el gobierno tiene en la actividad de la extracción minerológica del país, yo quiero tomarme el espacio de tiempo necesario que me permita, no solamente hablar sobre el tema, sino explicarlo. La evolución de los pueblos dentro de la humanidad, ha marcado siempre etapas bien definidas. Todos los pueblos comienzan por ser pueblos de pastores. Luego se transforman en agricultores, y finalmente, se transforman en pueblos industriales y comerciales. La República Argentina, podríamos decir, que hasta el 900, fue un pueblo de pastores. Hasta nuestros días, llegó a ser un pueblo de pastores y agricultores; y nosotros pensamos que debemos acelerar las etapas y transformarnos, lo más rápidamente posible, en un pueblo de industriales. Es indudable que teniendo esa aspiración nacional de cumplir nuestro ciclo, debemos de dar la preferencia que hemos dado a la actividad industrial primero, y, como su consecuencia natural, la importancia que la minería llena dentro de este sector de la evolución humana. Por eso consideramos que el presente de la Argentina, estará en afirmar su potencia como pueblo ganadero y agrícola, pero también de afirmar su potencia presente en el desarrollo y en la consolidación de su industria y, por lo tanto, de su minería. Dentro de ese ciclo, en que nosotros queremos afirmar la ganadería y la agricultura, para vivir y para obtener los saldos necesarios que podamos exportar de materiales industrializados a base de esas actividades, o de materia prima, pensamos y queremos también cumplir la etapa industrial. Para ello, cumplimos dos etapas: la de aumentar todo lo que se refiere a la industria liviana y mediana, y comenzar a echar las bases para la futura industria pesada. Estas etapas, que ha de cumplir necesariamente la República Argentina en su evolución natural, es la que nosotros nos hemos propuesto en nuestro plan general de gobierno que comprende varios planes quinquenales. Desarrollar, en consecuencia, nuestra producción minera, para obtener la materia prima necesaria para la industria argentina, sea ésta liviana, mediana o pesada. Lo primero, para llenar las necesidades presentes de la liviana y de la mediana, y lo segundo, para asegurar y consolidar la futura etapa a cumplir con la implantación de la industria pesada en el país. Es curioso, que no solamente se ha tratado por todos los medios, en nuestro país, de detener la evolución natural que el pueblo argentino ha propugnado en sus medios. Se ha dicho siempre que nosotros tenemos que reducirnos a ser un pueblo de pastores y de agricultores; que lo demás nos ha de venir de un continente o de otro. Pero yo pregunto: ¿es posible que nosotros le pongamos un freno al natural desarrollo y a la natural evolución de la comunidad argentina? ¿Es posible que aceptemos de alguna manera como lógico que para satisfacer intereses extraños a los del país debamos detener el movimiento argentino? Durante un siglo se les ha enseñado a nuestros chicos en la escuela, y a nuestros universitarios en la universidad, que nosotros debemos de reducirnos a criar vacas y toros y a producir trigo; que lo demás debemos esperar que nos lo traigan como quieran de donde quieran, y que estamos obligados, en todo el futuro de nuestra Nación, a ser exportadores de materia prima, con todo el trabajo que eso presupone, para importar manufacturas, donde el ochenta por ciento es el trabajo extraño. Esas generaciones que han crecido formadas en ese ambiente destructor y derrotista de nuestro desarrollo y evolución, hay que destruirlo en el pueblo argentino, porque eso es pernicioso para el país y es pernicioso para la nacionalidad. No ha parado ahí el trabajo para impedir que el pueblo argentino continúe su evolución. Se nos ha querido mantener en la etapa donde los pueblos son pura y exclusivamente coloniales. Es indudable que un pueblo de una gran industria, que se satisfaga sus propias necesidades y consiga con ello su libertad económica, ya deja de ser un buen candidato para la colonia. Independizarse de ese coloniaje explícito e implícito, es lo que se ha propuesto el gobierno justicialista, y el gobierno justicialista ha demostrado y demostrará mil veces más, que cuando se propone una cosa o la hace o revienta. Y esta también la hemos de realizar. Señores: es indudable que para no pagar después males mayores, es necesario pensar profundamente, penetrar el problema, y comenzarlo a realizar bien desde el comienzo. Durante tantos años que se ha combatido esta actividad en nuestro país y aún los encargados de ir a estudiar, a ubicar los minerales en las minas, se pasaron informando que aquí no había ni hierro ni carbón, que el que había era malo, etcétera, como ha dicho el compañero Carnevale; funcionarios formados en la escuela de la colonia que aún cuando cumplían órdenes del gobierno, obedecían quizá a consignas extrañas a las que el gobierno les daba. Cuando se ha saboteado sensiblemente toda actividad minera en el país, y llegamos nosotros y estamos demostrando que todo eso ha sido falso y lo estamos convirtiendo en una realidad, demuestra que ya el primer obstáculo ha sido vencido. Cuando vemos la preocupación de ustedes por poner en evidencia que ese primer paso se ha dado en el país, hemos comenzado a obtener la primera victoria por la liberación minera e industrial del país. Pero decía, señores, que es menester mirar muy profundamente el problema y analizarlo desde su comienzo, porque todo ese sabotaje tuvo el grave inconveniente de haber retrasado la marcha de la República, pero tiene la gran virtud de ofrecernos a nosotros de desarrollarlo desde su comienzo, asegurando que este árbol nazca bien derecho, porque, como dice Martín Fierro: "árbol que nace torcido nunca su tronco enderieza". Digo esto, señores, por que yo deseo establecer que al pensar en la realización de un plan racional de estas actividades debemos de pensar en lo que hagamos en su justo equilibrio. No puede sacrificarse una actividad por la otra. Es necesario que crezcan independientemente y equilibradas, tanto la producción como la industrialización, como la comercialización, y así también es absolutamente necesario que el establecimiento de ese equilibrio lo más perfecto posible, permita un desarrollo normal y juicioso de cada una de esas actividades. Digo esto señores, porque ya hay ejemplos demasiado claros en el mundo, para que no nos obligue a nosotros a pensar en la necesidad de establecer ese equilibrio básico entre los ciclos de la economía argentina, como en las etapas y actividades a cumplir dentro de ellos. Yo observo un panorama, y tomo para esto el ejemplo de un país extraordinariamente desarrollado. En 1948/49, un poderoso país tenía un presupuesto de cuarenta y cinco mil millones de dólares, como el total para esos años. De esos cuarenta y cinco mil millones, había que subvencionar a la agricultura por más de un treinta por ciento, es decir, por un valor de diez y siete mil millones de dólares. ¿De dónde salían esos diez y siete mil millones de dólares que había que destinar todos los años para la agricultura? Y señores, salía de la industria. Esa industria que enormemente desarrollada solamente podía subsistir con ayuda de una exportación grandiosa y de una producción eminentemente económica; pero gravada por impuestos que llegaban casi al noventa por ciento, estaba llegando al borde de su propio derrumbe. Este desequilibrio puede producir trastornos no solamente en el país sino en el mundo entero, cuando se trata de inmensos intereses como los que estoy mencionando. El desarrollo equilibrado de la agricultura y de la ganadería, de la industria y del comercio, es la base de la estabilidad económica de los países. Cuando se producen desequilibrios como el que he mencionado, o se derrumba la economía o se buscan otros caminos tal vez peores que el derrumbe de un solo país. Yo aseguro que dentro de nuestras previsiones para el desarrollo industrial, como para el desarrollo de la producción, como para el desarrollo de nuestro comercio, jamás hemos de tolerar que se produzcan tales desequilibrios. Las subvenciones, con ese ejemplo, nosotros las comenzamos a suprimir ya en 1948, por eso, dentro del régimen económico argentino, hoy no existen subvenciones. Solamente se mantiene una por razón social, que es la subvención al pan. No existen otras subvenciones dentro del régimen económico argentino. El camino de las subvenciones es sumamente peligroso para ese equilibrio que vengo mencionando. Es indudable señores que en este momento, por la importancia de nuestro desarrollo, por el monto que ese desarrollo representa dentro de nuestra economía, no estamos ni siquiera frente al más leve peligro de desequilibrio. Al contrario, hoy por todas las actividades del país, podemos volcar los recursos del crédito para propugnar el desarrollo de aquellas actividades que nos interesan, entre ellas la minería. Es posible crear todos los recursos para el fomento de la actividad minera, y eso es asunto que nos interesa extraordinariamente. Hemos nosotros desarrollado el Primer Plan Quinquenal, y en ese Primer Plan Quinquenal, no hemos dado un impulso extraordinario a la minería, como tampoco lo hemos dado a la agricultura ni a la ganadería. Y eso se explica, ¿qué hubiéramos conseguido con aumentar nuestra producción agraria, cuando el quintal de trigo valía seis pesos, y nosotros aumentando la producción, quizás lo hubiéramos llevado a cinco? Para aumentar la producción primero hay que asegurar su comercialización y colocación en el mercado internacional, y asegurar, sobre todo, los precios. Por esa razón, nosotros nunca propugnamos el aumento de la producción hasta que no tuvimos consolidados y asegurados los precios. Hoy, que sabemos que vamos a vender el trigo a 60 pesos, ahora sí les pedimos a nuestros agricultores: ¡produzcan todo lo que quieran, porque hoy lo van a vender bien! Lo mismo pasa, compañeros, con la producción minera. Eso hay que estar muy en claro, para que uno mismo no esté trabajando para producir el doble y ganar la cuarta parte. Si se produce el doble, hay que ganar cuatro veces más, porque los países como los hombres, les sucede el mismo fenómeno: cuando hacen buenos negocios y venden bien lo que tienen, se enriquecen; pero cuando hacen malos negocios y mal venden lo que poseen, y... quiebran, van a la ruina. A los hombres les ocurre lo mismo que a los países. Por eso compañeros, creo, que nuestro Primer Plan Quinquenal, se conformó con un pequeño objetivo en este aspecto, que fue el de ayudar y propugnar lo ya existente para ir ayudando a la gente que trabajaba en las minas a que produjese más, produjese mejor y con mejor beneficio. En esto, como corre absolutamente paralela la producción minera con la producción industrial, el Primer Plan Quinquenal solamente contenía una parte de esa actividad, suficiente para mantener y desarrollar medianamente la producción. Exportar materia prima no es negocio. El negocio está en producir la materia prima para industrializarla, porque si no nos obliga a exportar nuestro trabajo. Es mejor producir materia prima con nuestros mineros y con nuestros capitales, para que la elaboren, industrializándola, nuestros capitales y nuestros obreros, porque la producción de materia prima completa solo la mitad del ciclo de la utilidad económica. La materia prima ha de ser valorizada por la industria, y entonces sacar el doble del beneficio que presupone la explotación de nuestra propia materia prima. Bien, señores, el plan quinquenal de gobierno, que como digo obedece a una línea general que eslabona tres o cuatro planes quinquenales, comprendía para el primero, una etapa de simple consolidación y de preparación para el segundo plan quinquenal. Nosotros pensamos, en el primer plan quinquenal, aumentar la producción en la medida necesaria para nuestra propia industria, estableciendo entre el primer plan quinquenal y el segundo plan quinquenal, una complementación en este aspecto, por que no hay que olvidarse que los recursos del crédito, durante los primeros años fueron a la industria, para que no quebrase nuestra industria después de la guerra. Para que no nos ocurriera a nosotros lo que ocurrió en la primera guerra. Qué íbamos a sacar con tener mucho mineral explotado y listo, si tuviéramos que exportarlo, y no pudiéramos industrializarlo. Después de la primera guerra, toda la industria argentina que surgió durante la necesidad de guerra, produciendo quizás a precios no económicos, cuando terminó la guerra y vino la inundación de material industrializado de afuera, se fundieron las tres cuartas partes de nuestros industriales. Eso se iba a producir de nuevo después de la segunda guerra mundial, pero nosotros lanzamos el recurso del crédito, a esos sectores industriales, apuntalamos esa industria y no se fundió nadie. Esa es la industria que va a salvar a la producción mineralógica del país, esa es la industria que va a insumir esa producción, pero apuntalemos primero eso, salvemos eso, porque esa será la salvación de todos los demás en el futuro. Eso, compañeros, se ha producido, hoy está consolidada la industria, hoy, aún la situación imperante en el mundo, nos permite asegurar que cualquiera sea el tipo de producción, el pueblo argentino lo puede insumir, porque que ha aumentado extraordinariamente su posibilidad de consumo. Hoy no importamos sino un pequeño sector del exterior; casi todo lo estamos produciendo en el país. Eso, señores, era nuestro objetivo inicial. Asegurado y defendido los precios, y la colocación en el mercado internacional de toda nuestra producción agrícola ganadera, volcando los recursos del crédito ahora, para aumentar esa producción, asegurado y defendido los precios, establecido que no nos van a seguir sacando gratis la producción argentina o sacándola por una insignificancia, los recursos del crédito van a la maquinización del campo, van a darle la máquina agraria necesaria para producir en gran escala y a bajos costos. Señores, todo este trabajo que fue una obra ciclópea, no por lo que hubo que realizar, sino por lo que hubo que luchar para poderlo realizar, por lo que hubo que luchar adentro y afuera, con todos los enemigos, encubiertos y descubiertos, a quienes hemos vencido ya definitivamente, porque ellos no volverán jamás. Por esa razón, en el primer plan quinquenal estas actividades han sido defendidas, pero sólo superficialmente. Ahora, viene la etapa en que los recursos del crédito y que la ayuda, en que la propugnación y organización de todos los medios para aumentar esto, están en primer plano. Ha llegado la hora, ha llegado el momento, y yo les voy a explicar cómo lo vamos a realizar, para que lo realicemos también prudentemente y racionalmente, como hemos realizado todo lo demás. Ahora, en este aspecto, dos palabras más, para que todos comprendan (Peron dice convivan) cuál es la idea general. Yo tomaré ejemplos, que es lo que aclara mejor las cosas. Nosotros pensamos en una industria pesada, pero no queremos cometer el error ya cometido por otros países, que en su primer plan quinquenal se largaron ha hacer una industria pesada y fracasaron ruidosamente. La industria pesada no se puede improvisar; la industria pesada se va a establecer sobre cimientos sólidos, que tenemos que establecer antes de construirla, por que si no se nos va a venir abajo y nos va a aplastar a todos; es demasiado pesada, como su nombre indica. Por ejemplo, tomemos algunas de las industrias que podríamos encarar ya en el segundo plan quinquenal, no en un grande aspecto, sino comenzando por poco. Todo el mundo ha observado, cuando se establece una gran casa de negocio, de veinte pisos, se funde al año: el que progresa es el que hace el bolichito y lo van agrandando. Así hay que proceder también en esto, porque, como muy bien dice el adagio criollo, el hambre viene comiendo, poco a poco se va eso aumentando. Así tenemos que montar nuestra industria. Pensemos y tomemos como ejemplo tres actividades de la industria pesada: tomemos el automotor, ferroviarios, tomemos la aeronáutica, o tomemos la industria naviera. Tres elementos que necesitan desarrollar tres líneas fundamentales: hierro, hasta aceros especiales, aluminios, astilleros, etcétera. Bien; eso implica una alta capacidad técnica, primer asunto; materia prima suficiente, para no depender del exterior en la materia prima, mano de obra capacitada, maquinaria e instalaciones. Cuando uno piensa en que la solución de estos cinco problemas fundamentales, citados así como ejemplo, hay que montarlos y ponerlos en marcha, requieren dos cosas, capitales y tiempo. Tiempo, para la acción técnica y la mano de obra capacitada, y capitales, para todo lo demás. Los capitales, esos se pueden obtener, se obtienen; se levantan aquí mismo, porque el gobierno justicialista, con los recursos de todo el pueblo argentino, no puede decir, hasta hoy que le hayan faltado capitales, y no le seguirán faltando. Pero, en cambio, lo que no se puede levantar, como los capitales, es la capacidad técnica y la capacidad manual. Por eso, nosotros, ya en 1944, cuando ni siquiera pensábamos en el gobierno, establecimos las escuelas de orientación profesional para la formación de nuestros operarios y comenzamos en algunos lugares ya a levantar la capacidad técnica. Por ejemplo, tomemos la rama aluminio, que está bien desarrollándose, para la construcción de aeronaves. Nosotros montamos líneas de aeronavegación comerciales; pero señores, el que tiene líneas comerciales de aeronavegación debe producir sus aeronaves, porque sino viaja cuando puede, y él debe viajar cuando quiere. Es necesario, si se quiere consolidar la aeronavegación, producir sus propias aeronaves, aunque sea más caro, para lo cual hay que solucionar ese problema. ¿Cómo establecimos nosotros la solución de ese problema a través del primero y segundo plan quinquenal? Les voy a explicar como ejemplo, para que ustedes se den cuenta cómo es lo demás. En el Primer Plan Quinquenal, nosotros establecimos las etapas a cubrir: primero, desarrollar un gran Instituto Aerotécnico en Córdoba, donde se están capacitando, primero, los técnicos, cuya eficiencia no podemos poner en duda después de haber hecho volar los prototipos ya construidos en el Instituto; y la mano de obra, con cinco a diez mil obreros que allí se están formando permanentemente en esa clase de trabajo. Vale decir que, los dos aspectos fundamentales que requieren más tiempo, la capacitación técnica y manual, ya está obtenida en un número suficiente. A ese Instituto Aerotécnico, en el segundo plan quinquenal, lo convertiremos en la dirección técnica de una gran fábrica que ha de montarse al lado de eso para la producción en serie. Tenemos ya los elementos fundamentales para eso. Pero, me dirán ustedes: bien, ¿y la fábrica? Y la fábrica hay que montarla; hay que construir la maquinaria o hay que comprar las máquinas para producir la maquinaria necesaria para la instalación. Esa es cuestión solamente de dinero, y dinero no nos falta. Ahora, montado eso para la producción en serie, y... viene la materia prima. Durante el Primer Plan Quinquenal se ha montado todo, se ha hecho el estudio, y se está haciendo ya la exploración para la obtención de bauxita o similares que la remplacen, para ya producir durante el segundo plan quinquenal, entrar a obtener, con esa materia prima, la preparación y la instalación de todo lo necesario para producir el aluminio y todas sus combinaciones, laminados, etcétera. Señores: yo solamente quiero decir esto, que establecida la primera etapa de la línea aluminio, en el segundo plan quinquenal hemos de encarar la segunda etapa, con lo que en 1958, cumpliendo las etapas como las hemos cumplido hasta el presente, nosotros no solamente construiremos nuestras propias aeronaves sino que las construiremos con nuestros propios materiales y materias primas. De la misma manera estamos procediendo con la línea hierro y en el 58' llegaremos a completar la línea hierro hasta aceros especiales. Todo este plan que está establecido, señores, se va cumpliendo exacta y matemáticamente como lo hemos previsto; no tenemos porque pensar de que no lo hemos de seguir adelante y lo hemos de desarrollar hasta el 58'. De todo esto, señores, yo solamente quiero inferir una conclusión, que es, como les he anunciado antes, ha llegado el momento de comenzar a organizarse para la gran producción. Esto implicaría, en mi concepto, primero la organización, que tiene sus etapas naturales: la organización de la explotación económica y segundo la organización de las fuerzas del trabajo. La otra necesidad a cumplir, es la de la producción, producción de las necesidades actuales para la industria, previsión y preparación para cumplir las necesidades futuras de la industria pesada a que me he referido anteriormente. Y, tercero, cumplir aún las mediatas necesidades, para no sólo tener la posibilidad de explotar, de manufacturar, sin también de exportar manufactura y materia prima. Etapas a cumplir, compañeros, con un esfuerzo extraordinario que no puede ser realizado por nadie en particular pero que sí puede ser magníficamente realizado por todos nosotros en general. Y ajustando sobre la organización, he escuchado al compañero Cruz con emoción y con inmensa satisfacción de ver que los mineros también se organizan en todo el país para la defensa de sus intereses profesionales, como para el logro de las demás finalidades que nosotros los justicialistas asignamos al sindicato obrero, para sus mutualidades, para sus proveedurías, para sus escuelas sindicales. Organizados así, estarán mejor defendidos. El Estado por su parte da el ejemplo, porque en el país creo que el Estado es quien paga mejor a sus obreros mineros y esperamos que las industrias civiles se pongan por lo menos a la altura de las empresas del Estado en la remuneración de sus obreros en todas las minas de la República Argentina. Señores: en cuanto a la organización general a que se ha referido también el compañero Carnevale, nosotros tenemos ya lanzada y en estudio toda esa organización. En primer término, sobre la organización técnica, asunto del Ministerio de Industria y Comercio, que será indudablemente de la misma orientación que la organización realizada en los demás aspectos de la producción argentina. Allí se centralizará todo lo que se refiere a la organización técnica, y tomada en una sola mano y dirigida desde un sólo punto con una orientación unitaria, obtendremos los resultados de que nos ha hablado el compañero Carnevale. En cuanto a la organización crediticia, exactamente igual. Hasta ahora, nosotros hemos tenido para esto el Banco Industrial. En esto yo tengo ciertas ideas particulares, que les he comunicado también a los compañeros de la comisión directiva hoy en mi despacho. La experiencia dice que todos los bancos de crédito minero instalados inicialmente se funden, por que la minería lleva al principio grandes gastos en sus estudios, y en su preparación y los rendimientos vienen después a largo plazo cuando ya el banco se ha fundido. De manera que no conviene, en la etapa inicial, crear bancos de crédito industrial, sino más bien crear fondos de fomento minero a cargo de los otros bancos porque así lo que pierden en un lado se lo compensan con lo que ganan en otro, como sucedía con el Banco Industrial. Observen ustedes, con la industria se procedió de la misma manera. Hasta que el Banco Industrial pudo tener una industria ya en plena producción, el crédito lo daba el Banco de la Nación Argentina, que era un banco agrario, porque como ganaba en lo otro, podía perder un poco en esto. Ahora, con la minería hay que proceder de la misma manera. Crear sí, y eso ya lo hemos acordado con el presidente del Banco Industrial, una gerencia de minas, una gerencia que se va a encargar de todo el aspecto minero, pero conservándola dentro del Banco Industrial, porque así el fomento minero podrá ser más efectivo y el Banco podrá defender mejor los gastos que produzca el fomento de la minería. Cuando la minería de por sí, resulte un verdadero negocio, entonces crearemos el banco de crédito minero, independiente de todos los demás bancos, dentro del sistema bancario. El otro aspecto es el de la organización legal. En eso, yo también tengo mis ideas. Cuando se hizo la reforma de la Constitución, yo recuerdo que me trajeron como media tonelada de papeles creyendo que yo iba a leer todo eso; había constituciones de todos los países del mundo, volcadas allí. Yo preferí tomar la nuestra, como existía nomás y modificarla de acuerdo a la experiencia y a la necesidad. Dentro de esas modificaciones, a las cuales yo les di la mayor amplitud posible, redacté de mi puño y letra y por mi propia idea, el artículo 40, en la parte que se refiere a la minería. El segundo párrafo donde dice: "Los minerales, las caídas de agua, los yacimientos de petróleo, de carbón y de gas, como de todos los combustibles minerales o de otra naturaleza que pueden aparecer, son de propiedad imprescriptible e inalienable de la Nación". ¿Por qué puse yo eso en la Constitución justicialista? Señores, no solamente para que no nos entreguen, sino para que no se avive nadie con los minerales, y para que, siendo de propiedad del Estado, el Estado pueda fijar una política y pueda ayudar a quienes lo merezcan, y no favorecer a los que no merecen ser favorecidos en esta actividad de la producción nacional. Observen que yo no puse "las minas", yo puse "los minerales". ¿Por qué puse "los minerales" y no "las minas"? Porque no me interesa a mí, como Estado, disponer sino del mineral, que es el subsuelo, y en esa forma el Estado puede asignar la explotación de los minerales al que el Estado se le ocurra, y no al que se le ocurra a los consorcios o a los interese foráneos. Y en este sentido, señores, la orientación del gobierno justicialista es bien clara. Si un hombre, cualquiera que sea, en cualquier parte de la República, descubre una mina, esa mina es de él. Y me dirán ustedes, ¿pero cómo va a ser de él si el terreno es de Juan Pérez? El terreno es de Juan Pérez, pero lo que está abajo del terreno de Juan Pérez es mío, es del Estado. El régimen a establecer en este aspecto es bien claro y no da lugar a duda. Viene el minero que la descubrió, a mi Estado, que soy el dueño, me dice: "Yo he descubierto una mina que la quiero explotar". Muy bien; ¿dónde está? "En tal parte". Se observa, y muy bien; se le da el derecho de explotación a él. El va allá, el señor Juan Pérez, que es dueño del campo le dice que: "No usted no va entrar aquí al campo". "No yo entro a la mina, a lo de abajo, hago un agujero y vivo abajo". ¿Y con derecho entra? Ah, con el derecho que le doy yo, que soy el propietario. El gobierno es el propietario y le da el derecho para que él entre. Ahora, al señor Juan Pérez le expropiaremos la tierra, la parte de arriba, pero le pagaremos sólo lo de arriba, no lo de abajo, porque eso es mío, ¿por qué se lo voy a pagar? Ahora, este artículo 40 fija que hay que darle una participación a la provincia. Yo estoy de acuerdo que hay que darle la que convenga el gobierno nacional con la provincia. Otros de los pleitos que puede tener el minero -después del señor Juan Pérez-, que tan pronto interviene el gobierno, ya el señor Juan Pérez no tiene nada que ver, porque como él no es dueño de lo de abajo sino que es el dueño el gobierno, vendrá el pleito que puede tener el minero con la provincia. Pero la provincia va a convenir conmigo, gobierno nacional, la participación. Bien, ¿cuál es el régimen de la participación? Y, cuando un minero se va a instalar en una mina para explotarla, yo le voy a preguntar cuánto va a gastar usted en esta mina. "20 millones de pesos", supongamos, no tanto, se los digo así, por decir un número. "Vamos a gastar por ejemplo 20 millones de pesos en maquinarias". ¿En cuantos años lo va a él a amortizar? En 20 años. El gobierno le una concesión gratuita por veinte años, hasta que él amortice su capital y saque el por ciento de su ganancia. Termina esa concesión a los veinte años, vamos a conversar de nuevo, y entonces estableceremos la justa regalía que él puede pagar, porque ya está rico, tiene 20 millones, ya tiene la mina, ya en fin, ya puede empezar a defenderse. De manera que cuando el gobierno de la provincia viene a decirme a mí: Yo quiero mi participación, yo le voy a decir: "Espere 20 años, porque hasta aquí a 20 años no hay participación". Y ya nos pondremos de acuerdo. Pero lo que yo quiero es que el minero llegue a la mina, comience a trabajar, y que cuando vaya Juan Pérez a discutir, le diga: "No vaya y discuta con el general Perón. Aquí se va a trabajar". Y de la misma manera, cuando llegue el gobierno de la Provincia a exigirle su participación, le diga: "No, la participación no se la doy yo, se la da el gobierno nacional". Es decir, señores, asegurar un régimen liberal de explotación, porque nadie va a poner su sacrificio y su abnegación para salir más pobre que lo que entró, cuando entró a la mina. Dentro de ese régimen, señores, para nosotros es la superación de todos los inconvenientes que ahora existen y han existido siempre, dando derecho al que lo tiene, asegurándose la justicia y dejándose de categorías y de cosas raras. En esto, señores, como somos justicialistas, nosotros no conocemos más que una sola categoría: la de los que trabajan, nada más. Señores, todo esto ha sido previsto y estudiado por nosotros, no ahora, hace ya mucho tiempo, cuando yo estudié el plan quinquenal, todas estas cuestiones fueron estudiadas, y por eso fui a la Constitución a poner en el artículo 40 lo que puse, y yo sé porque lo puse y yo sé como lo voy a hacer. Ahora, en el orden del trabajo, yo he extractado aquí del propio Plan Quinquenal algunas cosas que les voy a dar como datos ilustrativos. El primer Plan Quinquenal solamente consideró algunos pocos aspectos en la materia minera: aumento de la producción del plomo, cinc, estaño, antimonio, etcétera, lo que ustedes saben tan bien como yo. No se señalaron grandes objetivos; primero porque era necesario primero afianzar la independencia económica, nada atrae tanto a la codicia ajena como una gran riqueza nacional. Casos de Méjico, Irán, etcétera, etcétera, etcétera. Segundo, porque la minería requiere para desenvolverse un medio industrial que entonces no teníamos, no conviene extraer minerales para exportar, como dije antes: un mal negocio, se crea trabajo fuera del país. Tercero, porque no teníamos ninguna organización minera, la privada era escasa y estaba en manos extranjeras, la del Estado era mínima, prácticamente reducida a nada. Cuarto, porque había que asegurar legalmente la riqueza minera en la Constitución. Y quinto, porque había que conocer las posibilidades mineras del país, que todavía ignorábamos en gran parte. Por eso, en el plan quinquenal, no hicimos un verdadero plan de minería, y el capítulo minería quedó prácticamente englobado dentro del plan industrial. Mientras tanto fuimos adoptando medidas de gobierno, preparando las bases para el segundo plan quinquenal. Aquellas medidas fueron: reforma del crédito bancario a los mineros, ustedes lo conocen; intensificación del relevamiento minero; reforma de la Constitución, artículo 40 del que les hablé recién; exploraciones especiales, de las cuales las importantes que ustedes conocen, como Sierra Grande, donde en cien millones de toneladas calculadas, hay por lo menos 60 millones ya adjudicadas, y las de Río Turbio, de las cuales de 300 millones calculados, hay 200 millones ya ubicados y en explotación; hierro de Zapla, etcétera, etcétera; las minas de hierro de Zapla las puse en marcha yo, siendo Ministro de Guerra, yo fui el que ordené los primeros 100 millones de pesos para Zapla, de manera que me ha producido una gran satisfacción conocerlo al señor Iramain, que haya sido él quién hizo estos trabajos iniciales. La formación del personal técnico y la importación paulatina de equipos mecánicos, no se pueden traer de golpe, hay que ir despacio, trayendo de a poco y cumpliendo la etapa que el tiempo asegura con la utilización. Ahora nos preparamos para el segundo plan quinquenal. La independencia económica en la minería, ya está realizada. Los principios subsidiarios al gran objetivo; no nos interesa exportar por ahora. Tenemos necesidad de todos los minerales que poseemos; poseemos todos los minerales que necesitamos; tenemos una industria que alimentar. Si tuviéramos un mineral sin una industria que lo utilice, habría que crear la industria; si tuviéramos una industria sin minerales, habría que buscarlos. Esta tierra tiene, afortunadamente, todo lo que necesitamos. De manera que nuestra industria y nuestra explotación minera están aseguradas. Las necesidades: las necesidades hablan muy seriamente en este aspecto. Hierro: yo doy solamente cifras muy globales, porque en el hierro es difícil calcular, es tan fácil de utilizar hierro viejo, etcétera, de manera que esto es muy fluctuante, pero que hemos de calcular nosotros actualmente la necesidad un millón toneladas de hierro por año, y producimos apenas veinte mil toneladas, ahí vamos a hacer un esfuerzo grande. Petróleo: necesitamos seis millones; producimos 3.200.000. Ahí estamos haciendo un esfuerzo grande. Carbón: necesitamos dos millones de toneladas; estamos produciendo cien mil, pero yo he de meterle duro ahora, para llegar a mayores producciones. Por lo pronto tanto, en seis meses hemos construido al ferrocarril. Yo he de acelerar de todas maneras la producción, para llegar a producir no cien mil toneladas por año sino cien mil, si es posible. Lo mismo en otra serie de cuestiones que tenemos que aumentar extraordinariamente la producción. Tenemos que sacar el aluminio y producirlo, el caolín, las arcillas refractarias, azufre, estaño, manganeso, oro, torio, uranio, berilo, tunsteno, wolframio, arrabio, plomo, cuarzo, etcétera. Tenemos enormes necesidades de producción. Esta es, la ruptura, diríamos así, de la marcha. Nosotros hemos de organizar para la explotación en grande escala. En este momento, hemos sido sorprendidos por una medida, tomada en el mundo. Si no, nosotros ya hubiéramos previsto esto, hubiéramos tomado medidas anticipadas; no todo puede preverse, desgraciadamente. En este momento, se está acaparando casi toda la producción mineral del mundo, por las necesidades de la próxima guerra. Nosotros es probable que tengamos necesidad de algunos minerales escasos, que no tenemos abastecidos. Pero yo he tomado las medidas, y ya estamos en marcha para aumentar la producción de aquellos que nos podría hacer paralizar algunos sectores de la industria. Hemos de dar un centro de gravedad a las necesidades para la satisfacción de nuestra industria, para que no se paralice ningún sector, esto lo hemos de asegurar, ya hace tiempo que estamos estudiando estos problemas, y los hemos de resolver, y a corto plazo. El Código de Minería será enviado al Congreso en este año y aprobado en este año. El Segundo Plan Quinquenal asigna al Ministerio de Industria y Comercio una erogación cercana a los setecientos millones de pesos, para exploraciones, investigaciones y estudios conexos de la minería La creación del Fondo Nacional de Minería: el Ministerio de Industria y Comercio y el Consejo Económico Nacional estudian el proyecto de ley correspondiente para enviarlo al Congreso en este mismo año. Se apoyará substancial y efectivamente la creación y el desarrollo del cooperativismo minero. En este aspecto, quiero decir dos palabras sobre la comercialización. Nosotros en el aspecto comercialización tenemos una gran experiencia, porque hemos tratado ya el aspecto de comercialización del agro y de la ganadería. Sabemos bien como hay que defender los precios, y sabemos bien cómo hay que defenderlos contra los intermediarios del interior como en los mercados de colocación. Ustedes habrán observado como hicimos nosotros con la agricultura. En la agricultura pasaba un fenómeno muy raro: el productor, que era el que hacía el esfuerzo y el sacrificio de todo el año para producir su grano, recibía una insignificancia de precio, porque uno iba al mercado internacional y los precios eran enormemente superiores. ¿Qué era lo que pasaba? En el medio, había uno que se quedaba con el santo y la limosna; un gran consorcio, que monopolizaba la comercialización, y en esa forma, le pagaba muy poco al que producía y muy mucho al que consumía, allá en ultramar; el resto era su pequeño beneficio. Bien, nosotros operamos este caso como operan los médicos: en dos tiempos. Se sabe que los médicos a menudo hacen una operación a un enfermo, le sacan un tumor, en un tiempo, y después le hacen una segunda operación; es lo que se llama una operación en dos tiempos. Nosotros hicimos esa operación: eso que estaba aquí en el medio, era un verdadero tumor. Lógico, un tumor que iba a terminar con el pobre productor. Cualquier médico hubiera dicho lo mismo que dijimos nosotros: hay que extirpar el tumor. Y nosotros extirpamos el tumor, pero había que hacerlo en dos tiempos, porque si le sacábamos el tumor y se moría, no era negocio, ¿no? Había que sacar el tumor y que siguiera viviendo. Hicimos lo mismo que hacen los médicos: cortamos, sacamos el tumor y le pusimos una cánula para que siguiera funcionando; a esa cánula nosotros la llamamos IAPI, Instituto...., ¿Cómo se llama? Yo siempre le llamo IAPI, porque sé que es el nombre que no le gusta a "la contra", IAPI. Lo de Instituto Argentino de la Promoción del Intercambio es más lindo nombre, pero a mi me gusta más el otro. Ahora esa cánula, ¿que hizo?, permitió que siguiera funcionando el órgano para que el enfermo no se muriera. Pero, el hombre no puede vivir toda la vida con la cánula. Hay que hacer que su propio organismo, reaccionando, reconstituya el órgano, entonces le vamos a sacar la cánula y le dejamos ya, que marche por sí, con sus propios órganos. Esto es lo que hemos hecho con la agricultura. El IAPI fue la cánula, pero ahora los agricultores están organizándose en cooperativas; cooperativas que van a comercializar ellos quizá en el futuro, su propia producción, que la van a industrializar en el mismo lugar si quieren. Es decir, los productores asociados para que el tumor ése, que antes les comía el 80 por ciento de su producción, lo constituyan ellos con sus propios órganos y entonces ellos se coman el 100 por ciento de la producción. Es claro, señores, que esto no puede realizarse de la noche a la mañana, porque son grandiosas organizaciones. Nosotros hemos pasado cinco años organizando. Hay que gastar para organizar. Hemos creado el Ministerio de Economía que se ocupa de eso y que es el que maneja directamente el IAPI. Ahora, ¿qué pasa con el productor agrario? El produce su trigo, un año antes yo le doy el precio. El precio que le doy ¿cuál es? Es el costo, más una ganancia. Después yo vendo en el mercado internacional y allí trato de sacar el doble. Saco el doble, pago los gastos y le entrego el resto que no le he pagado antes. Ejemplo con números: este año cada chacarero recibe al entregar el trigo $30,50 por quintal; pero yo lo vendo en el mercado internacional a 60, de manera que me quedaría con la mitad. ¡No!, el IAPI no hace eso. El IAPI cuando cobra la otra mitad deduce los gastos y le entrega el resto al chacarero, de manera él gana todo. Con la minería, la comercialización ha de ser la misma: ustedes crean sus cooperativas, en esas cooperativas el IAPI les compra el mineral, porque ustedes no tienen capacidad ni tendrán nunca para almacenar y atalonarse como nosotros, que cuando nos quieren pagar el precio, estamos un año sin vender, y almacenamos, pagamos con los recursos del Estado y aguantamos. Y cuando obtenemos el precio que es justo que obtengamos, entonces recién vendemos, cobramos, Pero a los productores les vamos pagando normalmente los precios que corresponden, y si después de eso sacamos más, y, se lo entregamos al productor, no se queda el IAPI con ese dinero. De manera, señores, que no hay en este momento ni puede haber ninguna comercialización más conveniente que la que realiza el Estado, que es el que obtiene el mejor precio y honradamente devuelve todo lo que ha ganado. Somos un consignatario más, pero un consignatario honrado, no de los otros que abundan tanto. Porque a nuestras cuentas puede intervenir cualquiera de los productores; pueden venir a intervenir y mirar nuestros libros y va a ver que es justo y que está perfectamente contabilizado lo que se le paga, deducidos los gastos. Bien señores, ese sistema de comercialización lo utilizamos nosotros y lo tenemos nosotros. Mañana, ustedes tienen sus cooperativas y quieren ustedes comercializar, nosotros le entregamos la comercialización, pero le aseguramos que ustedes no van a sacar los precios que sacamos nosotros. Es una cosa lógica; nosotros hacemos los tratados y en esos acuerdos ahí ya vamos cargando los precios, y poniendo los precios en compensación con otros que nosotros sacamos o damos en otra forma. Bien, solamente quería dar una idea general, pero la comercialización en el futuro de toda la producción minera debe estar por ese camino, que es el único que le puede dar conveniencia a los verdaderos productores; y si ellos quieren comercializar por su cuenta, nosotros no tenemos inconvenientes, lo que sí, que no le aseguramos que va a sacar lo que nosotros le damos a lo comercialicemos nosotros Otro de los principios, señores, que nosotros vamos a establecer bien claramente es lo que les expliqué con anterioridad: la mina es de quien la descubre; el mineral, es de la Nación. El banco de crédito minero será una realidad cuando la minería alcance su completo desarrollo. Es un problema de evolución natural. Mientras la industria nacional no alcanzó su propia autarquía económica, el banco de la industria fue el Banco de la Nación, esencialmente agrario. Cuando la industria minera pueda cerrar su propio ciclo económico de fomento y producción, tendrá también su banco. Ahora sólo podrá tener el banco de fomento, en la forma que yo dije, creando una gerencia minera y teniendo un fondo de fomento minero a disposición. Tenemos los mejores yacimientos de wolfran del mundo, y estamos produciendo muy poco. Sobre este sector yo quiero decir unas pocas palabras. A nosotros se nos ofrece la instalación de maquinarias gratis y todas esas cosas para explotar el wolfran. Nosotros pensamos como el santo: "que cuando la limosna es grande, hasta el santo desconfía". Pensamos que nos conviene producir nosotros el wolfran, de cualquier manera, pero hay que llegar a diez mil toneladas por lo menos; hay que llegar a diez mil toneladas anuales, por lo menos y en eso hay que orientarse, ir pensando, nosotros hemos de dar después el camino. En este sentido es interesante decir, que éste es un material crítico y estratégico. Después voy a hablar de eso. El berilo. Han desaparecido las dificultades técnicas de su extracción y podemos volver a explotarlo. Este es otro material estratégico y también crítico. Señores, es conveniente que yo diga acá, que tanto los materiales críticos como estratégicos, sacarlos de contrabando o la explotación fuera de lo que el Estado determine, cae bajo la sanción de sabotaje en la ley de represión de los delitos contra el Estado. Esto que se extiende, y hemos de hacer las publicaciones correspondientes, tanto al uranio, como el berilo, como a un sinnúmero de materiales estratégicos, deben de estar bajo el control exacto y absoluto del Estado, y nadie puede comerciar con otro que no sea el Estado. Hasta ahora, hemos estado sacando estos materiales del país por vías no autorizadas. Esto debe terminar y todo argentino está en la obligación de denunciar cualquier caso de eso. Sabemos bien lo que representa en el mundo actual el wolfran, que es esencial y cuyas disponibilidades son muy escasas en el mundo entero. Sabemos también lo que representa el uranio, como así también el berilo. Al berilo no se ha dado gran importancia. El berilo es el catalizador indispensable para la utilización atómica de las bombas de hidrógeno. Sin ese material, no se puede realizar. Aquí se lo ha estado sacando, según me dicen, como polvo de mármol, como cuarzo, etcétera. Hemos de afinar un poco la mirada en esto. Porque se lo ha estado vendiendo por toneladas, cuando lo podríamos vender por gramos. Lo que demuestra que en eso no solamente hay contrabando, sino también robo y estafa a la vez. La organización en cooperativas va a traer también la posibilidad de la descentralización de industrias, que interesa extraordinariamente al Estado. Hemos de ayudar todo lo que sea la industrialización en las zonas de producción, y en eso la cooperativas deben ir pensando, porque le hemos de dar los recursos necesarios para hacer esa actividad. Caminos. Otro asunto que es sumamente interesante, como dijo el compañero Carnevale. Es interesante el ejemplo de Río Turbio; pero en el Río Turbio teníamos cien mil toneladas sobre el terreno. Y en esto, como en todas las cosas: para hacer un guiso de liebre, lo primero que hay que tener es la liebre. Algunos me piden caminos para algunas minas. Pero hay que tener el mineral afuera, después le hacemos el camino para traer el mineral. Porque hasta que no esté el mineral, el camino no puede ir. Indudablemente, señores, aparte de esto, el Estado está interesado en esa producción, todo aquél que produzca recibirá el apoyo directo e inmediato del Estado en su actividad, en todos los sentidos y en todas las formas. Eso es lo que yo les puedo anticipar. Nadie que trabaje y produzca en ese terreno dejará de recibir la ayuda adecuada del Estado en todas las formas. Por eso les he dicho que ha llegado el momento de comenzar a producir, y a producir en la mayor escala posible. Los minerales, señores, no olviden que esos minerales son para nosotros indispensables y nosotros hemos de pasar a la Cámara de Minería todos los datos necesarios sobre los sectores en que debe lanzarse el centro de gravedad de la producción y el tiempo que será necesario para llegar a los límites de la producción de las necesidades nacionales. En el nuevo régimen, el cateo libre ha de ser la consigna para todo el país. El justicialismo, en esto como en todo, repudia los monopolios. El IAPI será para todos los casos el comprador, y el precio será el mejor precio obtenido en el mercado internacional por nosotros, en su totalidad. Hay que vigilar y denunciar todo contrabando, especialmente en materiales estratégicos y críticos; y esa es obligación de todo argentino, de denunciar toda clase de contrabando de esa naturaleza. Señores, yo no quiero extender esta conversación; pero creo haber tocado los puntos más fundamentales y que en mejor forma interesan a todos los mineros del país; pero sobre todo quiero refirmar, antes de terminar, que en esto como en todos los demás aspectos, el gobierno justicialista ha de cumplir con lo que acabo de decir. Y debemos de establecer definitivamente que así como la tierra es para quien la trabaja, las minas han de ser también para quien las trabaja. A nosotros nos interesan los mineros que están en las minas, y no en las oficinas de la calle Florida, esos no nos interesan. Nosotros hemos de mantener contacto permanente con la Cámara de Minería. Y en este aspecto, señores, para terminar yo quiero felicitar especialmente a los compañeros de la Comisión Directiva, con su presidente Carnevale a la cabeza, porque haciendo honor a la verdad, es su actividad incansable, su preocupación y su patriotismo el que ha posibilitado al gobierno mantener en forma permanente, contacto con la minería del país, como así también tomar numerosas medidas que han posibilitado favorecer a grandes sectores de esta actividad de la Nación. Esos compañeros, que son tanto colaboradores de ustedes como colaboradores del gobierno, entienden lo que el gobierno justicialista ha fijado como una doctrina permanente para todos los argentinos: nadie trabaja para nadie; todos trabajamos para todos. Y finalmente, después de escuchar las palabras del compañero Cruz, yo le pido a todas las delegaciones de los compañeros obreros que nos visitan, dando a la ciudad de Buenos Aires el espectáculo desacostumbrado de sus simpáticos cascos y uniformes de las minas, lleven a todos los compañeros que en todas las minas de toda la patria, están elaborando su grandeza, un abrazo muy fuerte y muy estrecho sobre mi corazón. ...............
1951-05-08
Ante obreras y obreros que batieron récords de producción :
Compañeras y compañeros: Siguiendo una costumbre que ya hemos establecido para los que están realizando esfuerzos de esta naturaleza, yo he querido molestarlos haciéndolo llegar hasta aquí para recibirlos con mi señora y agradecerles, en nombre del gobierno, el esfuerzo que ustedes hacen. En la Argentina Justicialista el trabajo tiene una nueva concepción dentro de la organización de la comunidad en el mundo. Nosotros, cuando trabajamos, no lo hacemos ya para el capitalismo, ni para un patrón; trabajamos más bien para todos, porque hay una repartición proporcional del esfuerzo y sacrificio de cada uno de los que trabajan, sean obreros o patrones. Cada día va desapareciendo más en el país la antigua concepción y el justicialismo va imponiendo nuevas normas. Nuestro país, al pasar del régimen capitalista al régimen justicialista, destruyó el mito antiguo de los capitales. Antes todo estaba subordinado al capital, hoy todo está subordinado a la economía. ¿Qué quiere decir eso? Antes se trabajaba para el capital, ahora se trabaja para el consumo, para lo que consumimos todos, para lo que todos necesitamos para vivir. La distribución nos encargamos nosotros de realizarla desde la dirección del Estado. Cuando nosotros nos hicimos cargo del gobierno y reinaba aquí el sistema capitalista, si a un capitalista le convenía producía diez aunque el país consumiera veinte, pues a él no le importaba que el pueblo tuviera que reducir la ración a diez, estar a media ración. Nosotros dijimos: "¡No, señor! El capital tiene que producir veinte para que el pueblo esté satisfecho en su capacidad de consumo". Por ello, producir en el sistema justicialista, es producir para satisfacer las necesidades del pueblo, así como producir en el sistema capitalista era engordar las ganancias del patrón. El nuestro es un concepto social; el otro es un concepto capitalista; el nuestro es un concepto altruista, el otro es un concepto egoísta. De manera que producir dentro de la concepción justicialista tiene otra finalidad que la que tenía en el sistema capitalista. Para nosotros, se produce a fin de satisfacer las necesidades del pueblo; para el otro se trata de satisfacer, al capitalista, de crear para atesorar mayor riqueza, lo que era en el fondo, una forma de atarle la coyunda al pueblo para que se subordinara al dominio del capital. Cambiando eso, producir es propender a que haya una mayor satisfacción en las necesidades populares. Nosotros, Estado justicialista moderno en la Argentina, tenemos una concepción de la producción totalmente distinta frente al Estado capitalista antiguo, y por eso, propugnamos la necesidad de una mayor producción. Ya nos encargaremos nosotros que esa mayor producción no sea ganancias que se capitalicen sino ganancias que se distribuyan en el pueblo, en forma de salarios, de ventajas o comodidades sociales. En ese sentido cuando cada obrero produce un poco más en su trabajo está propendiendo a la felicidad de todos. Es un principio social. El obrero que tiene conciencia social no puede estar contra la producción, porque de esa producción él va a obtener un mejor salario y va a ofrecer a sus compañeros un aumento de bienestar dentro de la vida. Ese sentido social de la vida es lo que el justicialismo desarrolla dentro del Estado. Siendo así, la producción será lo único que nos haga a nosotros más felices cada día. Cuando yo le digo al chacarero que produzca más trigo es porque él va a sacar un mayor precio, nosotros vamos a obtener una mayor riqueza del comercio internacional, obtendremos mayor número de divisas y con eso compraremos cosas para satisfacer más las necesidades del pueblo, para que cada día vivamos de una manera más feliz y conveniente. Estando en manos de la administración del gobierno justicialista todo este ciclo, ustedes pueden estar seguros que aquí no se va a acumular riquezas a favor de unos cuantos privilegiados, sino que va a distribuir entre todos los habitantes de la Nación. Es indudable que la producción es un factor importante dentro del país. Cuanto mayor sea el número de bienes que nosotros produzcamos, mayor será el número de que cada uno de los argentinos dispondrán para su vida feliz y tranquila, para que pueda tener su familia, educar sus hijos, vivir en una casa decente e ir aumentando diariamente esa riqueza. Esa riqueza, cuando se repara proporcionalmente al esfuerzo, sacrificio y abnegación de cada uno, se transformará en una riqueza de la que disfrutarán todos los argentinos, humildes o no. Al final, el único que no tendrá nada, será el que no produzca nada o el que no trabaje nada. Así llegaremos a que en este país haya una sola clase de hombres, que es lo que queremos nosotros: los que trabajan, que serán los que disfruten del producto de ese trabajo. Y el trabajo, de una maldición bíblica que pesa sobre los hombres, como ha sido siempre, pasará a ser una bendición, por que el bien material y la felicidad de ellos estará en razón directa del trabajo que él realiza. Ennobleciendo y dignificando el trabajo es la única manera de llegar a formar lo que pretendemos con el régimen justicialista: Una Nación justa, una Nación libre, y una Nación soberana. Por eso, compañeros, he querido que este esfuerzo que ustedes realizan tenga el estímulo moral que represente el saber que están realizando una labor en bien de todos, de ustedes mismos y de todo el resto del pueblo argentino, porque hoy, para mí, la virtud más grande que puede tener un argentino es desligarse un poco de sí y trabajar para todos, para tener la inmensa satisfacción de poder decir algún día que en la riqueza que el país disfruta, en la felicidad de sus hijos y en la alegría de los chicos que vemos pasar delante nuestro, hay un poco del esfuerzo que hemos realizado todos para hacer un país cada día un poco más rico y un poco más feliz. Eso será sin duda la satisfacción que durará más en cada uno de nosotros. Por eso yo he querido en esta oportunidad saludarles personalmente. Tengan presente que el gobierno los sigue con gran aplauso y con gran satisfacción, viendo en cada uno de ustedes peronistas y justicialistas que interpretan perfectamente lo que es el peronismo y lo que es el justicialismo. ................
1951-05-10
Ante oficiales penitenciarios
Yo tengo un gran placer en poderlos saludar, aunque sea de tanto en tanto, cuando lo permiten nuestras ocupaciones. Deseo aprovechar esta oportunidad para decirles, solamente de un punto de vista muy general -como podemos contemplar nosotros las cosas desde aquí- la importancia que para el Estado moderno y, sobre todo, para nuestro sistema justicialista, tiene la función que ustedes desempeñan. En primer lugar, nosotros hemos reaccionado contra la vieja costumbre de creer que las cárceles son lugares para forajidos, dentro de las cuales no hay nada más que una disciplina muy firme y muy dura. Hace ya mucho que aquí la gente se reía cuando se decía, repitiendo lo que establecía la Constitución, que las cárceles debían ser limpias y sanas y que eran para seguridad y no para castigo. Eso nadie lo decía sin sonreírse, pues por más que se lo repitiera se había llegado a la comprobación diaria de que era una mentira criolla, una mentira criolla más de las tantas otras que había. Nosotros nos hemos propuesto de buena fe realizar un trabajo de readaptación dentro del personal penal que tenemos en toda la República. Hemos comenzado por pensar que esta es una tarea más bien científica, y no es fácil llevar a cabo lo que nosotros queremos. ¿Los métodos? Y, señores, los métodos van desde el más simple y el más humano hasta el más rígido y más enérgico, pero pensando siempre que los que están allí dentro también son hombres. El Estado tiene la obligación de tenerlos recluidos, pero si el Estado puede sacar un hombre de bien de los muchos delincuentes que están allí dentro, siquiera uno sólo, habrá hecho una buena cosecha. Es decir que el concepto justicialista en esta cuestión es que para nosotros la cárcel debe ser efectivamente un lugar de seguridad, no de castigo, y las medidas que se empleen contra las malas acciones de esa gente están dentro del régimen penal. Nosotros no tenemos nada que ver en la apreciación de lo que haya hecho ese hombre para estar ahí. Nosotros lo debemos considerar allí, como un hombre de la población penal. Hay que analizar este problema con un criterio amplio de la verdad. Ahora, si nosotros miramos ese sector lo comprendemos y estamos tratando de solucionar todos los errores cometidos hasta el presente en estos sistemas. Dentro de todo eso, la Dirección de Penales del Ministerio de Justicia y todas las autoridades, se han dedicado a formar personal capacitado. Es que para nosotros tiene una extraordinaria importancia, ya que, todo lo que hagamos dentro de ese orden de ideas sin la colaboración, sin la ayuda y sin la alta comprensión de cada uno de ustedes, será inútil. Mientras el personal que debe realizar la tarea no sea comprensivo de todo eso que nosotros queremos para la nueva argentina en el sector carcelario, habríamos perdido el tiempo. Nosotros podríamos concebir buenas cosas, planear cosas muy útiles y pensar en cosas muy bonitas, pero mientras ustedes no las realizaran, ¿de que nos valen?; quedarán en nuestra cabeza, pero el régimen no variará. Pensamos que debe ser personal capacitado -expresó más adelante el primer magistrado- que debe estudiar no solamente el sistema carcelario, sino el hombre también, que cada uno debe ser cuidador consciente de esa responsabilidad que adquiere frente a la sociedad y frente al país para desarrollar dentro de sus actividades su función humanamente y con conocimiento. Muchas veces está en manos de ustedes el destino de un hombre, que puede reaccionar en una o en otra forma según lo traten ustedes. Piensen que no son guardia-cárceles según el viejo concepto; no es ese el concepto que queremos para el personal que se dedica a la custodia y a la dirección de nuestro sistema carcelario. Queremos que sean hombres que hagan una tarea de readaptación, que sean inteligentes, comprensivos y capacitados. Si ustedes en el andar del tiempo cumplen esa función, verán que la enaltecen. Por eso, siempre que egresan muchachos, quiero por lo menos, con la experiencia de la vida y con nuestra organización humanística en todos los aspectos del gobierno, decirles que son los modernos porta-estandartes de esta profesión que nace con nosotros, y que son los artífices que la realizarán, la ennoblecerán y la llevarán a un destino tan alto como noble sean los objetivos que ustedes mismos se tracen para realizarla. Quizá cada uno de ustedes pueda, de acá con los años, tener la inmensa satisfacción que tengo yo cuando digo que he sido uno de los agentes de formación y de ennoblecimiento de la profesión de la cual formo parte. Hago votos para que cada uno de ustedes, dentro de veinte o treinta años y cuando estén encanecidos por el servicio y ennoblecidos por la función, pueda sentir la enorme satisfacción de decir: este cuerpo que es nuestro, que lo hemos formado nosotros, que lo hemos ennoblecido nosotros, es producto de nuestro trabajo. Entonces se sentirán tan ligados a él que formará parte de la propia vida de ustedes. Esta es la única gran satisfacción que puede tener un ciudadano al fin de su vida; todas las demás desaparecen con el tiempo, pero esta queda en la reminiscencia de la lucha, del trabajo, del sacrificio, de la abnegación en el servicio, porque es lo más grande y noble que se le confía a uno: es una satisfacción que no se pierde jamás, sino que aumenta con cada uno de los días con que aumenta la propia vida. Que sean ustedes muy felices, que tengan mucho éxito y que, sobre todo, no olviden nunca estas palabras que no son dichas por que sí, sino que son hijas de la experiencia y están orientadas hacia un objetivo superior dentro del país. Cuando cada uno de los argentinos, en cada una de sus profesiones y actividades, realice con esta misma idea su servicio, la República Argentina será un país grande y feliz. ..................
1951-05-13
En la inauguración del programa radial del Ateneo Bancarios Argentinos
Yo no he querido faltar a la iniciación de estas audiciones que configuran la acción radial de "Plumadas". He querido llegarme hasta aquí para saludarlos, para desearles mucho éxito y para recordar una vez más lo que nunca olvido ni olvidaré: que fueron los muchachos del Ateneo Bancario los que lanzaron sus verdades frente a la misma cara de la simulación desde hace mucho tiempo. Fue en el país la primera tribuna que levantó la bandera de la independencia económica. Quizás ellos, por entender directamente en las cuestiones económicas financieras levantaron esa bandera, que hemos hecho triunfar después con el tiempo y con el sacrificio. Por esa razón la inauguración de un Ateneo de los bancarios argentinos, viejos compañeros de lucha, no solamente me produce una inmensa satisfacción sino que me llena de orgullo, por que los veo mover una vez más la pica, para atropellar firmemente decididos. Necesitamos de predicadores; necesitamos que estas verdades sean nuevamente arrojadas en plena cara de la simulación y que eso siga por que ese es el trabajo que nos hará triunfar, no solamente en los hechos sino también en la conciencia de los argentinos. Por eso hago votos que esta acción, una más de este meritorio Ateneo de Estudios Económicos y Sociales, tenga pleno éxito; que sea como las otras tribunas que han honrado permanentemente al movimiento peronista. .............................
1951-05-16
Al dar la orden de zarpada al guardacostas "Pueyrredón"
Señor Comandante; señores jefes y oficiales y tripulación del Guardacostas "Pueyrredón": Yo he querido, en esta partida del "Pueyrredón" en su nuevo viaje, llegar hasta él para romper quizás la tradición de aquella orden de zapada escrita y firmada por el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas de la Nación. Pero he querido que, rompiendo esta tradición, pudiese hablarle a cada uno de ustedes y a toda la tripulación de esta embarcación argentina que, cruzando los mares del mundo, llevará nuestro mensaje honrado de una Argentina justa, soberana y libre con que todos los argentinos soñamos. El alma de un barco, señores, desde la más lejana historia de la navegación del mundo, ha sido siempre su comandante. Al confiarle para este viaje al mando al Capitán Ogara, sabemos bien que esa alma de este barco tendrá dos condiciones que para nosotros son fundamentales: tendrá un alma argentina y tendrá un alma marinera. Para eso, este barco, cuya alma está inspirada en los valores de un humilde hombre, modesto y sincero, es la garantía que la República exige a sus hijos en las grandes obras que está dispuesta a realizar. Un barco, señores, me decía ayer el capitán, es lo que es lo que es su jefe. Este pequeño mundo que ha de hacerse a la mar dentro de algunos instantes, convertido en una pequeña comunidad de hombres de mar, lleva con sus visitas parte del alma de esta tierra que conduce en su gente. Para nosotros, hombres de armas, hay dos clases de hombres; los que sirven a sus pasiones y los que sirven a su deber, correspondiendo a los hombres que trabajan para sí y los que trabajan para los demás. Los que elegimos la carrera de las armas en cualquiera de sus clases, sea en el mar, sea en el aire o en la tierra, somos hombres de un deber y tenemos una sola pasión que es la pasión del deber. Sé, señores, que en este viaje cada uno de los marinos argentinos que honra a la marina con su propio honor y que está honrando con las armas de la patria, sabrá en este viaje cumplir con ese deber, pensando que para un argentino alejado de su tierra no hay otra misión que la de saber cumplir con su deber honradamente, dejando en alto el nombre de esa tan querida patria en cualquiera de los mares del mundo en que le toque actuar. Marcháis, tripulación del "Pueyrredón", alumbrados por el sol del pabellón que izáis a popa y con una consigna en vuestra proa: "Todo por la patria". Sabedla cumplir en todas las ocasiones honrando una vez más la tradición del marinero argentino que ha dejado sentada en todos los puertos del mundo su honradez, su sobriedad y su conducta ejemplar. Con este bagaje, señor comandante, en nombre de la Nación, os doy la orden de zarpada con un abrazo que quiero sintetice el corazón de los argentinos que quedan pensando en esta tripulación que ha de hacer honor a la patria y será parte del orgullo que todos los argentinos tengamos de esta patria que, repito, ha de trascender por el mundo como una tierra justa, libre y soberana. ........................
1951-05-22
En el acto de condecoración del embajador de Bélgica, Marcel H. Jaspar
En la vida de convivencia que nosotros, funcionarios de la República, realizamos con el cuerpo diplomático, a usanza quizá de todos los cuerpos diplomáticos del mundo, hemos aprendido a distinguir dentro de esta colectividad a cada uno de los hombres que la forman. En ese conocimiento, hemos percibido perfectamente bien que hay dos clases de hombres que actúan en la diplomacia internacional: aquellos que resultan siempre un injerto dentro del país sin asimilarse a sus costumbres, sin embeberse profundamente de la vida de la Nación, que pasan, como un pasajero más por el país que tienen oportunidad de actuar; y los otros, los verdaderamente diplomáticos, aquellos que tratan de asimilarse al medio en que viven y que hacen en él, no solamente honor a su patria, sino también justicia a cualquiera de los hechos que justifiquen una alabanza o una crítica, como si formasen parte del propio país. Esos diplomáticos, en mi concepto, asimilados al medio, confraternizando, como debe ser la función fundamental de un diplomático, se hacen acreedores no solamente a la consideración y al respeto del país que lo alberga, sino también al cariño de los hombres con quienes les ha tocado convivir siquiera sea por un período de su vida. Entre los diplomáticos que nos hacen el honor de convivir con nosotros yo he observado que el señor ministro Jaspar es siempre un amigo leal y sincero que además de haber honrado a su país con la representación, nos ha honrado a nosotros con su amistad y su cariño. En esta tierra donde los hombres hacemos un culto a la amistad, esos sentimientos que él ha sabido inspirar en nuestro corazón, son sentimientos superiores a todos los otros sentimientos con que los hombres distinguen a las acciones y distinguen a los otros hombres. Por esa razón, el gobierno argentino ve con profundo pesar alejarse al señor ministro Jaspar, que ha trabajado tanto y tan profunda como sinceramente por las relaciones entre Bélgica y la Argentina. Y no ha querido dejar pasar este momento sin siquiera ofrecerle una demostración del profundo agradecimiento y del recuerdo cariñoso y amistoso que guardará siempre el gobierno argentino, y nosotros personalmente, hacia la noble personalidad de un diplomático que ha sido un orgullo contarlo entre nosotros y que, indudablemente, el gobierno belga sabrá también agradecer esos servicios eminentísimos que en pro de nuestras buenas relaciones ha prestado durante su permanencia en la Argentina. Por todo ello, el gobierno ha dispuesto, como un reconocimiento material, que se agrega a las inmensos reconocimientos morales que tenemos para el señor ministro Jaspar, testimoniárselo en esta condecoración, que es una representación vívida del pueblo argentino, de estos amigos que deja en esta tierra y que, consecuente con la larga tradición de la amistad argentina, no variarán sus sentimientos mientras en sus corazones haya un latido hacia ese generoso amigo que se aleja pero que nos deja profundamente grabado su recuerdo, por que ha sabido ganar, con sus condiciones de hombre noble, honrado y gran amigo, esa amistad que hoy nos une. ...............
1951-05-23
Agradeciendo la condecoración de la Orden de Malta
Nada puede ser más honroso para un hombre que como yo ha colocado muy alto los valores espirituales de los hombres, que recibir esta meritísima Orden que a través de tantos siglos ha bregado por los mismos valores morales que nosotros defendemos, por la misma justicia que nosotros tratamos de sostener, por la misma humildad que nosotros nos esforzamos por practicar todos los días. Debo agradecerlo profundamente al eminentísimo Príncipe y Gran Maestre de esta Orden, que quedará desde este día ligado a nosotros y a nuestro corazón, teniendo la inmensa satisfacción de haber sido nosotros precisamente los que reconocimos la existencia diplomática entre nuestro Cuerpo a tan meritísima Orden, agregada a la actividad nacional en todos los valores que ella representa y en toda la tradición que ella cuenta tras de sí. Es porque esta razón, Excelencia, que yo os ruego que, al aceptar mi profundo agradecimiento, trasmitáis al Gran Maestre de la Orden cual es mi satisfacción y mi honor por haber recibido de vuestras nobles manos esto que representa una tradición de esos valores, por los cuales luchamos y por los cuales lucharemos imperturbablemente mientras nos quede un aliento de vida. Nosotros representamos a un pueblo cristiano y somos profundamente cristianos. Estas palabras os dirán cual es el profundo aprecio que tengo por esta condecoración, que luciré y trataré de honrar a lo largo de la vida. ..................
1951-05-29
Ante miembros de la colectividad japonesa
Sean mis primeras palabras de agradecimiento a todas las señoras y señores que han tenido la amabilidad de llegar hasta esta casa para, una vez más, darme la inmensa satisfacción de verlos y saludarlos personalmente. Señores y señoras: Yo soy un hombre humilde, como son todos ustedes, y esto explica de una manera determinante por qué yo he sentido- y siento- un profundo afecto por la colectividad japonesa. Los japoneses tienen ese supremo bien de la vida: su humildad. Ellos han aprendido en la vida a ser humildes, y esta es -diríamos- la suprema virtud que los hombres deben tener en la vida. Yo admiro a la colectividad japonesa porque la sé de hombres que respetan y aman sus tradiciones, que son humildes y son agradecidos. Con los hombres humildes y agradecidos que respetan sus tradiciones y aman las tradiciones, el mundo puede ser feliz. Con otra clase de hombres, el mundo no llegará jamás a ser feliz. En estos días aciagos que vive el mundo, cuando el rencor, el odio parecen haber reemplazado a las leyes eternas de la vida -que son el trabajo, la humildad, el sacrificio, la solidaridad entre los humanos-, el pueblo japonés emerge de su propia desgracia como un pueblo fuerte y viril. Es más difícil ser grande y ser fuerte en la desgracia que ser fuerte y grande en la felicidad. Por esa razón la colectividad japonesa que comparte estos días de esta vida aciaga del mundo, nos trae como recuerdo de su dolor y de su sacrificio esa solidaridad que entre los hombres no puede ser reemplazada por ninguna otra cualidad del alma humana. Por eso, señores, cuando yo los veo a ustedes con esa humildad característica de los japoneses, amantes de su tradición, respetuosos de sus recuerdos, amantes de su patria, veo el reflejo vívido de lo que es un pueblo grande, de lo que es un pueblo generoso, y de lo que es un pueblo bueno. Entre las inmensas satisfacciones que la vida me ofrece cuando tomo contacto con la colectividad japonesa en la Argentina, yo tengo la satisfacción íntima de haber podido quizás hacer una pequeña cosa en su favor, premiando las grandes virtudes que atesora el alma del Japón y el alma de los japoneses. Yo soy un hombre que cree que los favores materiales no representan para los hombres sino una pequeñísima parte, lo más importante de la vida es, sin duda, dado por los valores espirituales. Ustedes que han hecho un culto siempre de esos valores espirituales, sabrán comprenderme mucho mejor que aquellos que, hundidos en el materialismo de nuestros días, han olvidado que lo único que vale en el hombre es su alma frente a lo despreciable de su cuerpo y de su humanidad. Señores: como mandatario argentino yo no olvido ni olvidaré jamás que en la historia de la República Argentina nunca hemos tenido con el Japón el menor rozamiento, siempre hemos conservado las mejores relaciones, en todas las situaciones de nuestra historia. Nosotros somos hombres que también amamos y respetamos nuestra tradiciones, y esa tradición nos dice que en el Japón siempre hemos tenido la acogida de los buenos amigos, y pueden estar persuadidos todos los japoneses, y el Japón entero que en la Argentina todos los japoneses y el Japón encontrarán siempre la acogida cordial y afectuosa de los buenos amigos argentinos. Para nosotros es una inmensa satisfacción ver llegar a nuestros puertos a los marinos japoneses. Ellos han sido siempre una garantía de orden y de respeto. Son hombres que no solamente han honrado al Japón en el Japón sino que lo han honrado en todos los puertos de todos los mares del mundo. Por ello, los marinos japoneses que lleguen a nuestro país serán siempre bienvenidos, acogidos con afecto y encontrarán en esta tierra generosa hombres que los comprendan y que sientan, al par que lo sienten ellos, el cariño profundo por la tierra lejana y admirable que es el Japón. Señores: yo sé que en esa lucha permanente que existe entre los países, como existe entre los hombres, a veces el decir la verdad es enfrentar una situación difícil. Pero yo he hecho de mi vida una fuente de verdad, como la siento y como la veo y, por esa razón, al decir estas cosas a los japoneses y al referirme al Japón no solamente lo hago como ciudadano sino también en nombre del pueblo argentino, al que yo represento, para que sepan todos los japoneses, y para que sepa también el Japón que en esta tierra de hombres sin prejuicios y sin ideas de venganza, ni rencores de ninguna naturaleza, no puede anidar en nuestro corazón sino un profundo cariño por los japoneses, porque éstos y el Japón, a lo largo de toda la existencia de nuestras naciones han sido amigos nuestros, y hoy que está en desgracia, lo sentimos más amigo y más cerca de nuestro corazón. No sé si nosotros podemos llevar una ayuda eficiente al Japón. Eso quizá no les interese a los mismos japoneses, pero sí sé que todo en cuanto nosotros podamos hacer para aliviar un dolor o satisfacer una necesidad lo haremos en la medida de nuestras posibilidad. Sé que el valor de ese gesto no está en lo que le podamos hacer llegar al Japón, sino que demostraremos al mundo que nosotros queremos llegar con nuestro corazón y con nuestra mano, amiga y generosa, al pueblo del Japón y a todos sus habitantes. Y ahora, señores, quiero cerrar estas breves palabras agradeciendo las infinitas muestras de bondad que la colectividad japonesa nos ha abrumado a mi señora y a mí. Nosotros en esta situación, cumplimos solamente un deber, un deber para todo el pueblo argentino, y cuando decimos para todo el pueblo argentino, tenemos la inmensa satisfacción de comprender a todos los japoneses que viven con nosotros como integrantes absolutos de ese pueblo argentino por quien luchamos y trabajamos. Los japoneses de nuestra tierra son como todos los demás. Nuestra Constitución, libre y amplia, establece que los que viven en esta tierra son todos hermanos, sin diferencias de ninguna naturaleza, de manera que los japoneses que nos hagan el honor de compartir con nosotros la tarea diaria de nuestro trabajo, no solamente serán bienvenidos cuando llegan, sino que son amados mientras comparten la tarea de todos los días con que los argentinos estamos empecinados para hacer la felicidad de nuestro pueblo y labrar paulatinamente la grandeza de nuestra Nación. Es en ese sentido, señores, que yo deseo agradecer a los japoneses, a quienes los veo trabajadores, el esfuerzo que hacen, todos los días un poco más, para arrimar nuestra barca al puerto de la felicidad y para labrar esta grandeza a que me he referido. Por eso, en nombre de la Nación, agradezco a todos el esfuerzo infatigable que ponen en las tareas de todos los días, y les agradezco sobre todo que sean tan amables y tan buenos con nosotros. Pueden tener la seguridad que en el futuro, esa bondad y esa cumplimiento del deber, nosotros, los argentinos, no lo olvidaremos jamás y seremos cada día más amigos, más hermanos y más unidos a todos los japoneses que habitan esta tierra. Señores: yo he olvidado agradecer los obsequios. En mi casa tengo un lugar preferentemente donde coloco los numerosos regalos que ya los japoneses me han hecho llegar, porque serán las satisfacciones de mi vejez. Una cosa que quiero agregar. En estos últimos tiempos han llegado muchos japoneses a la Argentina. Nosotros queremos que sigan viniendo japoneses, pero preferimos que los que lleguen sean los que vayan a completar las familias que ya viven aquí, que se siga llamando a los japoneses familiares, parientes, etcétera, de los residentes en la Argentina. Después, que vengan todos cuantos quieran venir. En este sentido, el señor Okawa, que está en relación permanente con nosotros, resolverá cualesquiera de los problemas que plantea la venida al país de los familiares de los japoneses que ya residen en la Argentina. En ese sentido, pues, yo deseo recordarles que pueden traer a quienes ustedes quieran, del Japón aquí. Esos problemas, planteados al señor Okawa -presidente de la colectividad- nosotros los resolveremos en una semana. Podrán venir todos los japoneses que quieran. ..................
1951-06-01
En un acto ante estudiantes de Ciencias económicas
Yo también deseo que mis primeras palabras sean de júbilo, ya que los argentinos podemos tener la inmensa felicidad de vernos juntos, en un mismo acto, hombres de distintos sectores, de distintas actividades, con distintas ilusiones y distintas formas de vida, pero que animan en un solo corazón, un solo sentimiento: el de ser buenos argentinos y el de servir a su patria. Yo con cierta sorpresa, he leído en los diarios hoy, que iba a decir una conferencia en este lugar. Me dijeron hace unos días, que me invitaban para este acto, y yo feliz y orgulloso, he asistido a él. Ahora, en cuanto a la conferencia, yo soy un hombre que tengo poco tiempo para escribir o preparar conferencias. Lo más que me puedo animar a hacer en este acto, es una conversación amistosa sobre las cuestiones que festejamos, y ya que me han puesto también el tema, les hablaré con mucho gusto, algunas cosas sobre la independencia económica. En esta conversación, yo deseo que todos los señores, solamente vean la obligación que tenemos todos los viejos, en presencia de todos los muchachos, de darles algunos consejos que quizás, a lo largo de ese camino que deben recorrer, les puedan servir alguna vez de algún apoyo, de alguna ayuda. Y por supuesto, esta conversación no será una exposición académica, ni tendrá una gran retórica, lo que yo sí puedo afirmar es que tendrá, lo que para mí más vale de la elocuencia, que es la verdad. Yo diría a estos muchachos, que reciben su título habilitante para ejercer actividades y tan importantes para la sociedad, que a lo largo de la vida he aprendido que son muchas las cosas que el hombre necesita dominar para desenvolverse bien, y yo llamo desenvolverse bien, cuando es capaz de prestar el mayor servicio posible a sus semejantes, quizá que esté capacitado para servir mejor a los demás que para servirse a sí mismo. Yo pienso que en este aspecto de la vida, ese hombre a que me refiero ha de tener una característica determinante en la posesión de tres coeficientes de la acción del hombre. Ellos, podemos asegurar que poseen una erudición y los conocimientos técnicos necesarios para ser buenos profesionales en la ciencia económica, pero esto no les valdrá de nada, si ellos no lo completan con una segunda condición, que es el conocimiento de la realidad del medio en que viven. Esa realidad del medio que viven, sola tampoco no le serviría de mucho, pero los conocimientos técnicos frente a la ignorancia de la realidad que vive no le valdrán de nada. Y la tercera condición que yo reputo necesaria es que cada uno de ellos, con su erudición y conocimientos técnicos, con el conocimiento de la realidad, sepan elaborar el éxito. Algunas personas creen que el éxito le sale a uno en el camino y lo encuentra en cada bocacalle. El éxito no es producto de la suerte, es producto de la propia perseverancia en elaborarlo, en producirlo y en explotarlo. Si algún consejo pudiera dar yo a los nuevos profesionales, como a los alumnos que egresan del curso de capacitación superior sería el que no confíen nunca en que el éxito se les pueda presentar, deben de correr tras de él, asirlo y después servirse de sus resultados. Señores, yo pienso que estas falanges de hombres idóneos en las ciencias económicas, tienen frente a la Nación y frente a su pueblo una responsabilidad especial, que quizás antes no hayan tenido ninguno de los que se doctoraron en ciencias económicas. Ellos tienen hoy una economía nacional que conservar libre y que defender en el futuro. Es por esa razón que yo, en forma más bien de relato histórico, quiero hacerles una rápida exposición de cómo hemos trabajado nosotros para realizar esa independencia económica que hoy podemos ofrecer al país en forma integral. Para ello, comenzaré por decirles que el día 5 de Junio de 1946, en otras palabras, al día después de haber tomado posesión del gobierno de la Nación, tuve que tomar también una resolución personal, que la había pensado la mayor parte de la noche del 4 al 5, que fue también la primera noche que comencé a dormir mal. Señores: yo les voy a pedir por favor que me escuchen, y después al final de todo si les gusta me aplauden; si no, no vamos a poder hablar; si no vamos a pasar mucho tiempo y no vamos a hablar, por favor. Decía, en la vida de los hombres, no todos los días debe uno tomar una resolución trascendente. Muchas veces toma uno una resolución que lo orienta y le sirve de bastón para cinco o diez años. Ese era el caso que se me presentaba a mí el día 5 de Junio de 1946, porque tenía el gobierno y se me presentaban dos caminos diferentes, y como desgraciadamente no iba a poder seguir en una pierna en cada camino, en esa bifurcación hube de determinarme por ir por uno y por otro. Ayer, recorriendo un cofre que tiene mi señora, donde guarda todos los papeles de borrador que yo hago, ella dice que le servirán para la historia, dice ella, encontré una hoja que tiene ya cinco años, escrita a lápiz, y donde está esa resolución que yo quiero ofrecérselas a ustedes en una primicia de la historia de mi señora. Esa hoja contiene esa resolución, sin la cual yo no hubiera podido hacer un buen gobierno, aunque hubiera sido un genio. Pero con esta resolución, cualquier hombre, medianamente hombre nomás, puede realizar un gobierno aceptable como el que hemos hecho nosotros. Dice esa resolución del día 5: 1°) Cuando se viven tiempos de despiadados imperialismos, los Estados como Hamlet, tienen frente a sí el dilema de ser o no ser. 2°) Por eso la cuestión más importante para el gobernante de hoy, es decidirse a enfrentar el exterior, si se quiere ser, o a sacrificar lo interno, si se renuncia a ser. 3°) Cuando defienda su independencia, haga respetar su soberanía y mantenga el grado de dignidad compatible con lo que debe ser una Nación, deberá luchar duramente con los déspotas y dominadores, soportando virilmente sus golpes. 4°) Cuando a todo ello renuncie, vivirá halagado por la falsa aureola que llega de lejos, no enfrentará la lucha digna, pero tendrá que enfrentar la explotación de su pueblo, su miseria y su dolor que golpearán implacablemente sobre su conciencia; tendrá a menudo que recurrir al engaño para que lo tolere a su frente y renunciará a su independencia y soberanía conjuntamente con su dignidad. 5°) Esta es la primera incógnita que debo despejar en el gobierno de mí país, delante mismo de mi primer problema. 6°) Yo me decido por mi pueblo y por mi patria. Estoy dispuesto a enfrentar la prepotencia, la insidia, la calumnia, la difamación de los enemigos de afuera y de sus agentes de adentro. Señores: quizá esto, si hubiera sido hecho hoy, no tendría para mí el valor extraordinario que tiene el de haber sido escrito hace cinco años. Y señores, no sólo el hecho de que haya sido escrito, sino que Dios me ha permitido la suerte de poderlo cumplir durante estos cinco años que he estado frente del gobierno. Por esa razón yo quiero hoy, despojado de todo artificio, como a menudo se hace cuando habla la verdad, decir aquí, en un círculo de argentinos, como hemos realizado nosotros la independencia económica, en la que un grupo de muchachos de común origen con los que hoy egresan de la Facultad de Ciencias Económicas, y otro grupo económico de hombres de negocios, hemos podido planear y realizar toda esta actividad todavía un tanto desconocida para los hombres de la República. Cuando en 1943 comenzamos a realizar la reforma social, estábamos enfrentando un problema de inmediata necesidad. Si hubiéramos tardado más, quizás hubiéramos llegado tarde con nuestra reforma. Tal era el grado de urgencia que advertí yo ya en 1944, al frente del Departamento Nacional del Trabajo. Realizada la reforma social, había que realizar la reforma económica que la sustentase, porque sino todo ese inmenso edificio que habíamos edificado con la reforma social, se nos podía venir un día encima y aplastarnos de una manera terrible. Cuando en 1946 escribí yo estas palabras, tenía frente a mí que realizar la independencia económica, sin la cual esa reforma social iba a ser la loza de nuestro propio sarcófago. Generalmente, el hombre, cuando se decide a realizar una obra de esta naturaleza, tiene, como el valeroso castellano o como lo hicimos nosotros con la reforma social, que quemar sus naves para que ni siquiera tenga la tentación de dar un paso atrás. Nosotros, con la reforma social habíamos quemado nuestras naves. No teníamos más que una sola dirección para marchar: hacia adelante. Hacia atrás, a un milímetro, estaba el fracaso total de nuestra acción. La tarea de realizar la independencia económica no era, como muchos creían en aquella época, hacerse un viaje a Tucumán y declarar en la casa de los próceres la independencia económica. Había que realizarla detrás de esa simbólica ceremonia. Y esa cosa ya no era tan fácil como ir a Tucumán. Nosotros con la reforma económica habíamos producido, naturalmente, un desequilibrio en la economía, en aquella economía de miseria que existía antes. Habíamos elevado a economía de abundancia un sector, que era el social, pero el económico permanecía todavía con los métodos de la economía de miseria. De manera que había un desnivel muy grande, y si hubiéramos querido bajar de éste, hubiera sido un cataclismo, y si hubiéramos querido subir de este otro al otro plano, no habríamos alcanzado por nuestros propios medios. Lo que hicimos nosotros, fue construir la escalera para pasar de uno al otro, y nivelar esa economía, como está actualmente nivelada. ¿Que presuponía la independencia económica en aquel entonces? Dos cosas fáciles de expresar e inmensamente difícil de realizar. La primera etapa era la recuperación económica. Para ello teníamos que comprar bienes por quince mil millones de pesos y no teníamos ni un solo centavo. Primer problema. Para lo segundo, había que realizar la verdadera independencia, desligarse de una manera determinante a la presión que por necesidad soportó siempre la República en su comercio internacional. En otras palabras, crear su propia economía, con el gran centro de gravedad, de volumen de economía interna, para no estar ligados a la economía internacional en forma que nos presionase, porque entonces no íbamos a ser libres aunque tuviéramos todo lo demás. Este era el segundo problema. Lo hemos realizado a los dos y lo hemos realizado acabadamente. Y eso es lo que yo quiero explicar, porque en aquel entonces lo veíamos muy difícil, demasiado difícil, porque teníamos por delante esos dos graves problemas. Y ahora lo vemos fácil, extraordinariamente fácil, porque ahora lo hemos sobrepasado y están detrás. Dar una idea de cual ha sido el trabajo realizado, es el objeto de esta charla. Señores: cuando yo llegué al gobierno, entré a la casa de gobierno el día 5, después del papelito, lo primero que se me ocurrió preguntar era como estaban las cuentas. Vale decir, cual era el haber y cual era el debe de la República. Y me encontré con la extraordinaria circunstancia de que en este país la contabilidad nacional no llevaba nada más que el debe. Sabíamos que debíamos como 6.500 millones de pesos al exterior, por los cuales pagábamos anualmente 850 millones en amortización e intereses de la deuda pública internacional. Y cuando pregunté: Bien, ¿pero que tenemos nosotros para hacer frente a eso? Ah dice, eso habría que averiguarlo. Recién el doctor Cereijo después de estar un año en el Ministerio me había averiguado cual era el haber. Trabajamos tres años en esa tarea, y determinamos el haber patrimonial del Estado, que alcanza casi a los 80 mil millones de pesos en la actualidad, y que en aquel entonces estaba por los 50 mil, más o menos, calculábamos nosotros, en números redondos y más o menos aproximados. Con eso, con esa enorme deuda, teníamos a pesar de ello, que adquirir todo lo que representaba un servicio financiero al exterior, vale decir las evasiones que en ese momento alcanzaban la enorme cifra superior a los 5.000 mil millones de pesos por año. Señores: la recuperación representaba para nosotros, el nivelar la economía de miseria en la economía de abundancia. Si todos los años evitábamos que en sustracciones visibles o invisibles a la riqueza nacional se fueran al exterior cinco mil millones de pesos y los incorporábamos al volumen de nuestro ciclo de riqueza interna, nosotros ya no tendríamos problema en el futuro. ¿Pero qué representaba esto? Un desembolso de 15 mil millones de pesos en ese momento. Como digo, nosotros no teníamos nada más que deudas. Yo hice números, algunas consultas y uno tuvo un día la peregrina idea de contestar a mi consulta: ¿y si no tiene plata como va a comprar por 15.000 mil millones? Yo le dije: Si yo tuviera plata, no lo llamo a usted, compro nomás. Pero eso, en el fondo, me dio una gran enseñanza, que fue la de pensar que aquí no se trataba de ningún asunto que fuera de carácter técnico elucubrativo. Se trataba de hacer buenos negocios. Tengo que comprar los ferrocarriles, los teléfonos, el gas, una marina mercante que me independice el tránsito de ultramar, los puertos, los elevadores de granos. Pagar 850 millones anuales no es negocio, quiero pagar toda la deuda toda la deuda externa para no tener que abonar intereses, nacionalizar los seguros, los reaseguros; comercializar yo la cosecha, porque hoy estamos perdiendo por año casi mil millones de pesos que se van con la cosecha. Así "grosso modo", le presenté el programa y le digo: no tenemos un centavo para hacerlo. Y este me contestó: "bueno eso, es lo que se llama comprar, tomar todo eso, sin tener un solo centavo, por que no es gracia comprar teniendo toda la plata. Yo pensé inmediatamente: este es mi hombre. Efectivamente: sería largo que yo enumerase cómo hemos hecho todos esos negocios. Pero no es difícil que yo con dos ejemplos les pueda presentar a ustedes como se hizo todo eso sin dinero y aún ganando dinero arriba. Los países como los hombres, se enriquecen cuando hacen buenos negocios, y cuando hacen malos se funden. La economía nacional es igual que la economía individual, pero amplificada; y las leyes que rigen para lo uno rigen también para lo otro. Se complica un poco más, pero también hay más facilidades. Lo primero que encaramos fue la compra de los ferrocarriles. Vino una misión; tratamos con ellos; nos pidieron 8 mil millones de pesos. Eran 40.000 kilómetros de vías, con todos sus vagones, su material de tracción, casi un millón y medio cubierto de galpones, miles y miles de estaciones y algunos bienes indirectos, cuyo número alcanza, más o menos, a 23.000, que pertenecían a los ferrocarriles, 40 ó 50 estancias, compañías fruteras, Furlog, Villalonga, todos los transportes automotores, puerto de Bahía Blanca, puerto de La Plata, servicio de salubridad, aquí, allá. Veintitrés mil eran. Todavía quedaba esa leguita que regalaron a lo largo de cada vía, derecha e izquierda de la vía en algunas partes. Naturalmente, que lo habíamos hecho evaluar nosotros por nuestros técnicos. Calculábamos que 8.000 era mucho, pero que por 6.000 podía andar. No nos pudimos poner de acuerdo con la misión que vino acá. Ellos defendían sus intereses y nosotros los de la Nación y los términos estaban muy lejos. Ellos pedían 8.000 y nosotros queríamos dar 1.000; claro, había un poco de diferencia. Pasaron un sinnúmero de circunstancias. Los ferrocarriles, ya por no renovar su material, no funcionaban muy bien. Vinieron algunos paros, algunas cosas, perdían mucha plata por día, entonces vinieron nuevamente a tratar el asunto. Y ahí lo discutimos, lo peleamos, y finalmente fijamos como pago total 2.029 millones, y cerramos el trato, en 2.029. De 8.000 a 2.000, era negocio, de cualquier manera. Claro que nosotros en el contrato de compra-venta, pusimos bienes directos e indirectos. En los directos entraban los ferrocarriles, en los indirectos eran las 23.000 propiedades, de los cuales el puerto de la ciudad de Buenos Aires desde la Casa de Gobierno para allá entraba en la compra. Bien, pero había que pagar esos 2.029, y nosotros no los teníamos. Como quiera que sea 2.029 millones son 2.029 millones, y no teníamos. Entonces, habíamos colocado en el contrato de compra venta la cláusula que establecía manteniéndose la convertibilidad de la libra, íbamos a pagar con un crédito, un saldo que teníamos durante la guerra allá. Pero, unilateralmente, en contra del contrato, los ingleses declararon inconvertible la libra en aquellos tiempos. De manera que ya eso no servía para pagar. Entonces vinieron a ver como les íbamos a pagar, porque teníamos los ferrocarriles y no pagábamos. Los pagamos con trigo. Llegamos a un acuerdo de pagarlo con trigo. En aquella época el costo del trigo estaba muy bajo; nosotros lo comprábamos a 20 y en el mercado internacional estaba bastante caro, se lo vendíamos a 60. En consecuencia de los 2.029 millones, nosotros pagábamos el 33 por ciento, o sea la tercera parte, 850... 900 millones. Pero había que pagar los 850 ó 900 y no los teníamos tampoco. Entonces nos ingeniamos como se podía hacer. Nosotros emitimos por los 900 millones. En poder de los ferrocarriles vendemos unas cuantas de las 23.000 que no son ferroviarias, y con eso pagamos los 900 millones. En resumen, bien financiado, se compró, como me lo había anticipado este señor, los ferrocarriles sin gastar un solo centavo. Si hubiéramos tenido que gastar, no los hubiéramos podido comprar porque no teníamos el dinero. Podría seguir diciendo cómo pagamos la deuda externa, como los teléfonos, el gas, como constituimos todo el servicio económico y financiero de la Nación, con los fondos que teníamos y como hicimos. Pero señores, estaría demás hacer una larga disquisición de cómo se hizo la recuperación nacional. Lo importante es que se hizo y que se hizo sin un centavo, y que se hizo ganando dinero encima, que es como hay que hacer las cosas económicas. Un ejemplo podría ser la Flota Mercante. Nadie tiene una idea aproximada lo que cuesta una flota mercante como la que tenemos nosotros. Nosotros decimos un millón trescientas mil toneladas, pero hay que ver cuantos barcos hay que construir para tener un millón trescientas mil toneladas o un millón quinientas mil como debemos tener a fines de '52. En aquella época teníamos doscientas mil toneladas de barcos viejos que andaban a diez nudos, tardaban casi un mes para ir a Europa. Ese es el legado que recibimos. ¿Cómo hicimos la Flota Mercante? Sin plata, porque el asunto se trata de hacer sin plata. Nosotros teníamos oro. Cambiamos los barcos por oro, que había dormido hace muchos años ahí en el Banco Central. En aquella época no era cuestión de tener el oro estático, era más bien hacer oro dinámico, el que nos interesaba a nosotros, pensando que el oro no es el oro; el oro es lo que produce, lo que produce oro. Cambiamos barcos por oro. Cuando esos barcos empezaron a navegar, en tres viajes trajeron el oro que costaron en fletes y en divisas. Y durante el resto de sus viajes vinieron trayendo cada tres viajes lo que habían costado en oro. Y fuimos acumulando una pequeña reservita, que por razones de prudencia yo no la nombro porque me reta después el ministro de Finanzas. Es así señores, que hemos comprado la Flota Mercante; tenemos la Flota Mercante, y no solo no hemos gastado dinero en adquirirla, sino que hemos ganado dinero encima. Pero ahí no está el gran negocio que hicimos. El gran negocio que hicimos está en que esos barcos originariamente en término medio costaron un millón y medio de dólares y hoy valen de cuatro a cinco millones, los mismos barcos. Pero tampoco ahí está todo el negocio. Cuando los compramos, nosotros compramos con dólares de 3,65 el millón y medio; y hoy valen cuatro a cinco millones de dólares, pero de 7,50 como los cotizan en el Banco Central. El negocio ese, es bastante tomar un lápiz y hacer una cuenta, para ver cuanto hemos ganado por tener una flota mercante. Lo importante es que esa flota es lo indispensable para cumplir el segundo ciclo de la independencia económica, porque el que no tiene barcos está subordinado a las imposiciones del cargador, como nos pasaba a nosotros cuando queríamos vender nuestra carne, si los únicos barcos que la llevaban de acá eran de nuestros compradores, ¿cómo podíamos hablar de precios? Si hablábamos de precios no venían los barcos y se terminaba el problema. Hoy ya tenemos nuestros barquitos, de manera que cuando no se van en otros se van en los nuestros. Esto se incorpora al segundo ciclo. Pero señores, como digo, sería extenso que yo dijese cómo hicimos cada una de esas cosas, que están ya, protocolizadas en la historia de la recuperación nacional que nosotros tenemos. Lo importante es determinar que cuando llegamos al gobierno teníamos 6.500 millones de pesos de deuda, por la cual pagábamos más de 850 millones de pesos por año y, además de eso, perdíamos todos los servicios financieros de esas empresas que hemos incorporado al patrimonio y que sumaban en total alrededor de 5.000 millones de pesos por año, que incorporados esos al ciclo económico de la República, nosotros podemos consolidar y sustentar en forma permanente la reforma social establecida. Y ha permitido a la República ofrecer un panorama donde el problema social ha desaparecido casi totalmente, porque los obreros están conformes con los que ellos perciben por su trabajo; y los patrones, bueno los patrones ganan cada día más, y están más contentos. Señores: muchos piensan que con esto ya estaría realizada la independencia económica. Nada más incierto. Hemos recuperado lo que negativamente se había sustraído al país y mediante lo cual lo gobernaban, lo dirigían y lo explotaban. Y si no, bastaría que ustedes pensasen en lo siguiente: toman el país mejor organizado, más poderoso y más rico, de ahí me dan las cinco cosas que yo elijo y ese país lo gobierno yo, aunque esté a diez mil kilómetros de distancia de acá: transportes terrestres, comercialización, o sea exportación, importación, sistemas financieros, transportes de ultramar. Si cualquiera de cualquier país me da esas cinco cosas, yo no necesito más para gobernarlo y hacer de ese país lo que se me ocurra hacer. Piensen ustedes que la recuperación de los ferrocarriles, de la importación, de la exportación, del servicio financiero y del transporte de ultramar, es el problema de la recuperación nacional. Hay muchas otras cosas que pueden recuperarse, pero mí que me importan, esas no me interesan; me interesan, esas cinco cosas, para que sea posible que los argentinos gobiernen la Argentina, porque si tienen esas cinco cosas, no la van a gobernar jamás. Bien, señores: con este primer ciclo de la independencia económica hemos reconquistado el gobierno de la República Argentina y creemos que hemos hecho una hazaña. No hemos hecho nada más que tomar el gobierno, poder gobernar. No quiere decir que seamos económicamente independientes y si no pasemos a considerar el segundo ciclo. Cuando yo inicié mi gobierno, siempre le decía a mis amigos, compañeros de los que se doctoran ahora en ciencias económicas, que forman ese maravilloso equipo de gente joven, a quien yo tengo tanto que agradecer, les decía siempre "a mí me da siempre la sensación que cuando estornudaba el ministro de hacienda o de finanzas de aquellos lejanos países que nos gobiernan, yo siento la conmoción del estornudo". Tal era el estado de dependencia de nuestra economía. Tal es el estado de dependencia. Y lo que a mí se me presentaba tenebroso, era que esos países están por iniciar posiblemente una guerra, que quizás los lleve a su total destrucción económica, y unidos por ese cordón umbilical, seríamos también nosotros arrastrados a la misma suerte que ellos pudieran correr. Y eso era lo que me preocupaba: desligarnos de eso, cortar ese cordón umbilical y establecer una economía propia, que no dependiese en forma tan preponderante de uno o dos países poderosos, era la verdadera realización de la independencia económica, como la realizamos. Señores: esto podemos decir que es también un poco de obra de Dios, porque el haber elevado el estándar de vida a la población argentina, permitió que su consumo aumentase cuatro o cinco veces. Y con el aumento de ese consumo y el correspondiente paulatino aumento de la producción, pudimos aumentar extraordinariamente el volumen del comercio interno disminuyendo paulatinamente a las cosas imprescindibles el comercio internacional. Eso ayudó a nuestra industria, tonificó la economía, reactivó la economía argentina y nos permitió cambiar los términos del viejo problema, cuando consumíamos el treinta y exportábamos setenta, porque hoy consumimos el ochenta y exportamos el veinte. Ejemplo, señores: en 1936 un enviado argentino fue a comercializar a Londres las carnes argentinas. Comenzó en su discurso inaugural diciendo que, económicamente la Republica Argentina formaba parte del Imperio Británico. Y en cierta manera tenía razón. El lord en la cámara de los lores había afirmado pocos años antes lo mismo, diciendo que la República Argentina era la mejor de sus colonias, porque incluso se gobernaba y se defendía sola. Señores: cuando llegó ese emisario, estuvo allí cuatro meses, después lo recibieron, planteó el problema y dijo "Señor, vengo a vender las carnes de la República Argentina". Y le dijeron: "Nos parece bien. Pero nosotros tenemos un tratado, que hemos firmado en Ottawa hace pocos años, que no nos permite comprar la carne fuera de los dominios de nuestro imperio". Él, que tenía que vender el setenta por ciento de la producción de la carne argentina, me imagino que se pasó unos cuantos días sin dormir y habrá dicho: "señor, esto es la ruina de la República Argentina". Entonces se buscó una combinación y se le dijo: "Bien, lo que podríamos hacer, nosotros tomamos el monopolio de todos los transportes de la ciudad de Buenos Aires, y en compensación de eso que ustedes nos dan, nosotros vamos a comprar las carnes. En otras palabras, ustedes nos dan la plata y nosotros la compramos." Me parece que más justo hubiera sido que el gobierno tomase el monopolio de los transportes de Buenos Aires, comprara la carne y se la regalara a los argentinos y no se la regalase a los ingleses. Los ingleses... no hay que achacarles a ellos ninguna culpa; ellos hicieron su negocio y defendían sus intereses; los miserables fueron los argentinos. Hoy, esos mismos señores dicen que los ladrones somos nosotros. Ellos son los honrados. Señores: han pasado algunos años. ¡Qué diferencia con nuestros tratados!, realizados por estos cuatro muchachos que no son tan hábiles como se decían aquellos. Hoy estuvimos un año esperando precios y cuando nos ofrecían noventa libras, no vendimos. Llegamos a tener varios millones de cueros almacenados esperando precio, y hemos vendido siempre a los precios que queríamos nosotros. La prueba está, que frente a las noventa libras ofrecidas por tonelada larga, la carne se está pagando hoy arriba de ciento cuarenta. Y eso ha sido posible porque el margen de exportación es apenas el veinte por ciento del volumen del consumo, y para nosotros, señores, vale lo mismo un peso de un catamarqueño, que antes no comía carne y ahora sí, que el peso que pueda venir por la convertibilidad de libras de un habitante de las Islas. Señores: estos dos ejemplos, fehacientes, que conocen todos los argentinos, evidencian de una manera real, no con palabras, no con charlatanería inútil, sino con realidades fehacientes, cual ha sido el cambio y porqué hoy podemos agregar a lo de socialmente justa, lo de económicamente libre y lo de políticamente soberana. Señores: todo esto fue posible de realizar, no solamente por las circunstancias que he apuntado en esta conversación, sino porque en 1946 nosotros acertamos las predicciones del futuro. Como pasa en todos los buenos negocios que pueden realizarse, si uno acierta con anticipación, realiza un buen negocio, si equivoca los cálculos, no lo realiza. Por eso digo siempre que el que no tiene buena cabeza para prever, ha de tener buenas espaldas para aguantar. En 1946 se presentó al mundo una situación extraordinariamente difícil, que se podía aprovechar solamente si se acertaba con cuatro o cinco años las predicciones y las previsiones de lo que iba a ocurrir. En 1946 había terminado la guerra; señores, y después que termina la guerra, no quedan más que una cosa por hacer siempre: pagarla. Es como que un hombre que en su casa le da un ataque de locura, rompe todo lo que está, después le pasa el ataque de locura y quiere seguir viviendo en la casa, tiene que ponerla de nuevo. La guerra es lo mismo. Se destruye todo por esa gente que se enloquece en la barbarie de la guerra, enloquecido allí destruye todo, y cuando termina tiene que pagar, igual que el de la casa. En el año 46' al terminar la guerra se presentó el mismo, el mismo fenómeno. Nosotros pensamos, ¿con que se iba a pagar la guerra y como? Estaban los pueblos empobrecidos, muchos de ellos hambrientos, que comían una vez por semana y mal, que habían destruido todos los valores que la humanidad había acumulado en cien años, a través de una guerra como la del 14-18 y otra como la del 39-44. Imaginamos que esto se pagaba de una sola manera: desvalorizando las monedas y que la desvalorización universal de las monedas era un hecho que se presentaría infaliblemente entre el año '46 y el año '50. Y acertamos. Toda esa desvalorización se ha producido en el mundo entero. ¿Que hicimos nosotros en el año '46? Comprometimos todos los créditos, todo peso que teníamos en comprar bienes de capital en el exterior y traerlos para acá. Todo el año '47, '48, trajimos 60 mil, camiones, que lo que costaron en el año 47' ocho mil pesos están valiendo actualmente 120 mil. Compramos todo el material para caminos, mil Thornycroft que compramos en veinte y tantos mil pesos, y están valiendo trescientos mil ahora, después de cuatro años de uso. Entraron al país maquinarias para 30 mil industrias, maquinaria que costó la décima parte de lo que vale hoy después de haber funcionado cuatro años. Compramos materiales, entre ellos los tanques del ejército, que costaron 22.500 pesos, lo que cuesta hoy un Chevrolet. Ese mismo tanque comprado hoy cuesta medio millón de pesos. Señores: esa inmensa adquisición de bienes de capital que se hicieron aquel entonces, ha valorizado el patrimonio nacional en veinte o treinta veces lo que costaron. Fue mediante todo ese aprovechamiento integral de la valorización y movimiento monetario del mundo, que nos permitió a nosotros realizar la independencia económica para llegar a nuestros días, en que hemos pagado toda la deuda pública, hemos incorporado al Estado todos los servicios que representaban enormes remesas de servicios financieros, hemos acrecentado el patrimonio estatal en casi 20.000 millones de pesos. Señores, pero hemos hecho más que eso. Hemos tomado en nuestras manos los destinos económicos de la Nación. No somos ni gobernados ni dirigidos sino desde nuestro propio país. Hemos conseguido con ello poner de pie nuestra economía, pero hemos conseguido más: hemos transformado una economía de miseria en una economía de abundancia, y podemos enfrentar el futuro con todas las posibilidades, porque ahora el destino de nuestro país está en manos de los argentinos. Señores: es por eso que al comenzar estas palabras dije, dirigiéndome a los egresados de la Facultad de Ciencias Económicas, que ellos serán los depositarios de este bien adquirido por los argentinos con el esfuerzo y la preocupación de los argentinos, y que en sus manos está en el futuro la defensa de eso, que de hoy en más debe ser sagrado para los argentinos. No creo que en este orden de cosas pueda volverse a lo de antes, y no se volverá porque además de haber conquistado la independencia económica, hemos formado en el pueblo una conciencia que hará reaccionar al más humilde de los ciudadanos con quién pretendiese volver a entregar al país a intereses foráneos. Ese señor que se animase a eso, recibirá la condena y la acción del más humilde y del último de los argentinos Por esa razón, a estos muchachos que empiezan a hacer sus primeras armas en la profesión, yo quiero pedirles en nombre de todos los argentinos, que cualquiera sea la bandera que ellos enarbolen en la lucha por su vida, no olviden jamás, que al margen de ella hay una bandera que debemos defender todos los argentinos, que es la bandera que todos hemos jurado defenderla hasta perder la última gota de nuestra sangre, y que en el honor de los pueblos, no se puede enarbolar jamás ninguna bandera que no vaya acompañada por esa bandera, cuyos intereses han de ser sagrados para los hombres bien nacidos. Señores: para no alargar esta conversación, quiero en segundo término, dedicar algunas palabras a los compañeros que egresan del curso superior de capacitación. Ellos saben que cuentan con la predilección de mi corazón, porque son humildes, y yo un hombre que también pretende esgrimir siempre esa arma poderosa del espíritu que es la humildad, cuanto les diga va dirigido, desde mi corazón, al corazón de ellos, que lo sé leal, lo sé sincero y lo sé también humilde. Van iniciar ellos, un nuevo camino, en su vida quizás, hasta ahora, más azaroso, y mi primer consejo es el que me dicta la experiencia: cuiden de conservarse como son. El ambiente en el que van actuar es tentador para perder esa humildad y para cambiar esa sinceridad por otro sentimiento; que se sientan incontaminables en su humildad y en su sinceridad, es todo cuanto yo les pido desde lo más profundo de mi corazón. Van actuar en representación de la República, muchos de ellos en el exterior. Es allí donde cada argentino tiene más responsabilidad, porque de cualquiera de los actos innobles que pudieran cometerse es también un poco responsable la República, que los envía en su representación. Ellos no actúan nunca por sí, no pertenecen a sí; actúan solo por la República y le pertenecen sólo a la Nación, en el desempeño de sus funciones. Yo sé que cada uno de ellos es un buen argentino, yo sé que cada uno de ellos es un buen trabajador, y sé, por eso, que en su misión y en su función, no solamente sabrán cumplirla sino que también sabrán honrarla. Eso les he de recordar, lo que tantas veces les he dicho a los compañeros: los cargos pueden elevar al ciudadano, pero eso no tiene ningún valor, si el ciudadano no sabe honrar al cargo. Y recuerden siempre que los honores no se reciben, los honores se merecen. En esto, que desde hoy en adelante quizás, yo no tenga oportunidad de repetírselos, lleven el mejor consejo que mi actuación y mi vida pueda haber recogido para ofrecérselos a ellos con toda mi sinceridad y con todo mi corazón. No he de extenderme acá sobre la funciones especificas de los cargos que han de desempeñar; ellos están ampliamente capacitados en los cursos que han realizado, y después, en privado, yo he complementarles esas instrucciones, ya como el mandato implícito que el presidente de la República da a los representantes del país en el exterior. Sin embargo, quiero cerrar estas palabras diciéndoles a ellos como a los doctores en ciencias económicas, que reciben en este acto sus diplomas, que les deseo, con el sentimiento de un amigo y con el calor de un hermano, que sean inmensamente felices y que su camino esté jalonado de triunfos y de esplendor, con un solo pensamiento, con que piense cada uno, que cuando se muera, haya dejado por parte de sus obras, un poco más grande y más feliz la República que cuando la recibió al nacer. ............................
1951-06-05
Mensaje radial dirigido a todos los agricultores del país
Mensaje radial dirigido a todos los agricultores del país En distintas oportunidades me he dirigido como hoy a los hombres del campo argentino, para anunciarles las medidas que mi gobierno va tomando respecto a la producción agraria. Muchas veces, hubiera podido delegar esta tarea simple y fácil de anunciar esas medidas positivas que mi gobierno ha ido adoptando, pero he querido hacerlo personalmente, porque tengo la plena conciencia de que en mis luchas por la libertad económica de nuestra patria, gran parte de las fuerzas que me respaldan están en el agro. Y si los obreros constituyen la fuerza social de la Nueva Argentina, los hombres del campo son la fuerza económica fundamental. Somos pues, compañeros de una lucha en la que la victoria ya en nuestra, porque hemos sabido poner en ella todo nuestro corazón y toda nuestra viril determinación de soberanía. Como compañero de una misma lucha y como conductor de la Nación en la empresa de su liberación definitiva, yo quiero hoy anunciar, una nueva conquista económica del gobierno, dando otra vez por anticipado los precios básicos de la nueva cosecha 51-52 para el trigo, lino, maíz y girasol, que serán: para el trigo 34$; para el lino 50$; para el maíz 30$; y para el girasol 34$. Los precios básicos anunciados no serán en ninguna forma modificados en menos. Con ello aseguramos al productor una retribución mínima adecuada. Si la comercialización de la cosecha por el I.A.P.I. obtuviese mejores beneficios que los que hoy nos dan los precios internacionales, el Poder Ejecutivo redistribuirá esos beneficios entre los productores, en la misma forma que lo anuncié para la cosecha de maíz 1950-51 Los agricultores pueden hacer sus cálculos de utilidades por quintal sobre las bases de costos y precios actuales, ya que es propósito firme y decidido del Poder Ejecutivo, asegurar esas utilidades en cualquier circunstancia, afrontando las contingencias imprevisibles. Nuestra consigna de 1946, cuando asegurábamos al campo un porvenir estable y mejor, se va cumpliendo. El campo argentino puede mirar con serenidad su porvenir; cuando los años sean buenos, nosotros defenderemos su producción en el comercio exterior para que no bajen los precios; cuando sean malos, iremos al campo para ayudar a los perjudicados por el clima o por cualquier otra circunstancia, a fin de que no caiga sobre ellos el fantasma de la miseria. Porque en esta tierra, nosotros decimos que el trabajo es un deber y es un derecho, y ha de estar siempre remunerado con justicia. Basta para ello que sea trabajo. Cuando ese trabajo se cumple honradamente, pero por razones ajenas al esfuerzo humano no da sus frutos, el Estado tiene la obligación de pagarlo, porque en la Doctrina Justicialista lo que vale es el trabajo y el hombre que lo produce. Este nuevo sistema tiende a crear un sistema permanente de seguridad para los agricultores. Yo solamente les pido que confíen en él y en el gobierno, y siembren trabajando con optimismo y con alegría, con la seguridad absoluta de que en esta lucha si ganamos, ganan los agricultores y si perdemos, pierde el gobierno. El Poder Ejecutivo, ha dispuesto por otra parte, mantener y consolidar en forma orgánica, su apoyo integral a la producción agraria poniendo todos sus organismos específicos a disposición del agricultor. En materia técnica cooperarán los organismos propios del Ministerio de Agricultura; en materia comercial y crediticia, el I.A.P I; y el Banco de la Nación cuyos funcionarios recibirán las instrucciones pertinentes a fin de que intensifiquen aún más si en posible la colaboración efectiva que actualmente se brinda a los productores. Para los problemas que por razones de coordinación, no reciban su oportuna solución en las mismas zonas productoras, la Dirección General de Coordinación Agraria, recibirá directamente las representaciones de los agricultores y en especial las de sus cooperativas. El plan de mecanización agraria seguirá su curso con mejores perspectivas aún y con mayor intensidad. Todo esto, que ahora alcanzamos, no son más que los objetivos que teníamos en 1946 cuando impulsamos en el I.A.P.I. una definitiva política económica. Estas medidas, son la consecuencia de haber hecho todo cuanto nuestros opositores nos criticaron duramente. Si hoy recuerdo estos hechos, es solamente porque quiero hacer justicia a la verdad, y la verdad es que en este orden de cosas, el gobierno procede por sí mismo, según un plan concebido ya en 1946 y no según las sugerencias oportunistas de algunos profesionales de la política agraria, que se dedican a fabricar discursos y memoriales, mientras nosotros trabajamos en el campo y en el gobierno. .............
1951-08-02
En el Salón Blanco al recibir a los hermanos Gálvez
Señores: Yo deseo que mis primeras palabras sean de profundo agradecimiento a todos ustedes que han tenido la amabilidad de llegar en esta ocasión a esta casa, para darme la inmensa satisfacción de poderlos saludar y de acompañarlos en esta recepción que se ha preparado rápidamente para Juan Gálvez y su hermano, que hicieron este maravilloso raid a lo largo y a lo ancho de toda la República. Yo siempre he soñado con que nuestro pueblo, sin distinción de categorías de ninguna naturaleza, fuese siempre un pueblo de hombres amigos y de compañeros de una labor que es común a todos los argentinos. En eso me he esforzado, no solamente con mi contacto, sino también con mi prédica, con mi ejemplo y con la misma acción que he desarrollado desde el gobierno. Yo creo que la felicidad de los pueblos está, casualmente, en que los hombres se presenten como son y sean como son. Nunca me han entusiasmado los empaques de los funcionarios, ni los empaques de los gobernantes. El gobernante que a esta altura de la vida no llega a convencerse de que no hay importancia mayor que el trabajo común de todos los argentinos, en un ambiente de camaradería, de confraternidad y de amistad, no ha aprendido lo suficiente para ser gobernante. Siempre he pensado que en esta tarea en común como es el asegurar para el país su grandeza futura, sin sacrificar la felicidad del presente sino en un grado mínimo; en esto de llevar adelante a un país, que es como llevar adelante cualquier otra empresa, la camaradería, la verdadera amistad y la hermandad que debe existir entre todos, es un factor preponderante para poder realizar una labor en común. Este es un trabajo en equipo, de un inmenso equipo compuesto por 17 millones de argentinos. Si alguno de ellos defecciona en el equipo, ustedes -que han practicado deportes- saben que esa defección va en perjuicio de todos los demás. Yo he buscado, anhelante, que todos colaboremos en la tarea común. Si he conseguido solamente una parte, ello no ha sido por culpa mía. Yo he sido tolerante aún con la intolerancia de los demás, porque creo que debo dar el ejemplo de esa tolerancia. Pero es indudable que en esa ardua marcha que es el gobernar, existen, como en los grandes desiertos, algunos oasis en los cuales uno puede refugiarse en la amabilidad de la camaradería, de la confraternidad de compatriotas, y en la felicidad de los gratos momentos de esa amistad, en actos como éste, que llenan plenamente el corazón de los hombres que, como yo, no tienen otra ambición que el hacer el bien cuando puedo, en la medida más grande de mis posibilidades. Es inmensa la satisfacción que siento de encontrarme aquí con los deportistas, entre los cuales veo algunas caras de viejos amigos -tienen ya demasiadas canas para decir que son jóvenes amigos- y compartir algunos momentos de la vida. Señores: yo no sé si habré sabido siempre llevar con arrogancia los laureles de general con que me ha investido la República. Tampoco sé si alguna vez he hecho gala del empaque que se acostumbra usar en los cargos que yo represento. Pero sí, sé que nunca me he desprendido del grado de humildad que deben tener los hombres cuando ocupan estas clases de categorías. Lo único que puedo decirles es que eso es un sentimiento innato en mí, como es innato en todos ustedes. Yo sé que cualquiera de ustedes, deportistas, que han aprendido en los campos del deporte esa humildad -que es la más grande de las condiciones del hombre-, me comprenderán perfectamente bien en lo que digo, y serán partícipes de esa humilde pero inmensa satisfacción de compartir estos momentos en que recibimos a Juancito Gálvez, después de su raid a través de toda la República, diciéndole una vez más, nuestro afecto, como decimos nosotros nuestros sentimientos: con un profundo abrazo de verdadero amigo y de verdadero compañero. Yo hubiera querido que esto fuese una gran demostración, como él la merece, pero esa gran demostración se la ha hecho el pueblo a lo largo de toda la República. Y nosotros se la hicimos aquí en una apretada síntesis de amigos que lo apreciamos y que sabemos bien cuanto representa para el corazón de un hombre honrado el realizar una cosa que le es dictada por su conciencia y por sus sentimientos, sin otro interés que el interés de desarrollar un esfuerzo en beneficio de una causa noble, como es la causa de la patria, para la cual todos soñamos un mismo destino: esa Argentina que queremos socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana. Juancito Gálvez nos trae, juntamente con su hermano, el aire de toda la tierra argentina y, con ello, el recuerdo y la mirada cariñosa de toda esa patria grande que nosotros queremos con orgullo y con satisfacción. Nos trae, desde Ushuaia hasta Jujuy y desde Buenos Aires hasta Mendoza, el aire y el recuerdo de todos los pueblos que ha atravesado, donde el pueblo humilde de nuestra tierra le ha hecho llegar a él la simpatía que sienten todos los argentinos por los hombres que se distinguen en el deporte, por la simple razón de que el deporte ofrece solamente sacrificio, que el deporte da solamente las satisfacciones espirituales, sin otra recompensa que la satisfacción de ese sacrificio cumplido en la abnegación de los que sienten el deporte por el deporte mismo. Siempre he pensado en un pueblo de deportistas, porque cuando se tiene un pueblo de hombres deportistas, se tiene un pueblo de hombres nobles y hombres buenos y de hombres de profundo sentido moral de la vida, y ésos son los únicos valores que hacen nobles a los hombres y grandes a los pueblos. Ustedes, viejos compañeros muchos, jóvenes compañeros otros, que llevan en su corazón estos sentimientos, son los que pueden entenderme en esta rememoración de todo un pasado de deporte que he practicado en mi vida. Por eso he querido esperarlo a Juancito Gálvez aquí, para darle con ese abrazo, un abrazo a todos los deportistas de nuestra tierra y un abrazo a todas esas humildes gentes que a lo largo de los caminos lo vivaron y lo ayudaron a realizar su extraordinario raid alrededor de la República. Estaremos siempre en la misma situación espiritual sin otro interés que el interés de esta amistad y de esta fraternidad entre todos los deportistas de la República. Señores: yo ya estoy en una situación, que para mí esto no representa acciones políticas. Por otra parte, nosotros no necesitamos hacer cuestiones políticas para resolver un problema electoral que ya está resuelto en el país. Pero esta demostración yo no la aprecio como un acto político, ni como acto político me interesa; la aprecio como el cariño salido del corazón de los deportistas en correspondencia con el inmenso cariño que tengo por todos ellos, por ser hombres nobles, hombres generosos, hombres animados por los mismos sentimientos de patriotismo que me animan a mí en la tarea de todos los días y de todas las horas. Es por eso, que con el abrazo que les doy a los hermanos Gálvez va también el inmenso abrazo con que quiero envolverlos en mi corazón a todos los deportistas de la patria. ..............
1951-08-03
ANTE LOS DELEGADOS DEL COMITÉ CONFEDERAL DE LA CGT EN EL SALÓN BLANCO. :
Compañeros: Deseo, ante todo, que mis primeras palabras sean de agradecimiento a esta atención nueva de ustedes de llegarse hasta aquí -siempre para mí es una inmensa satisfacción-, para poderles estrechar la mano como amigos y compañeros de trabajo y responsabilidad en la hora que vivimos. En los momentos actuales todavía nosotros, dentro de nuestro movimiento peronista, no hemos hablado de candidaturas. Quizá ésta sea la primera vez que realmente se habla ya de candidaturas para nuestro movimiento. Yo tomo la palabra del compañero Espejo, que representa a todos los compañeros que acompañan en el movimiento justicialista en todo el país, con mi profunda gratitud y con ese agradecimiento con que yo eternamente estaré obligado a la clase trabajadora. Es indudable que una nueva etapa de gobierno no es un presente muy satisfactorio para nadie, pero yo, como he dicho siempre, no lo he mezquinado nunca, cuando ha sido necesario, ni el esfuerzo personal, ni el sacrificio, ni ninguna de esas cosas a que los hombres estamos obligados cuando vivimos una vida que merece se vivida. Naturalmente, este es un problema que hemos de dilucidar pronto dentro de nuestro gran movimiento. Hay una sola cosa que debemos tener en cuenta: el bien del país. Llegará un instante en que será justamente el momento oportuno para decidir ésta como todas las demás cuestiones. Las cosas, para resolverlas bien, hay que hacerlas en el momento preciso. Para las grandes decisiones, el don de la oportunidad es lo más importante y fundamental. ¿Por qué digo esto? Porque en ese momento se puede, antes que sea tarde, con una perfecta apreciación de la situación, analizar fríamente cada uno de los factores que juegan en estas resoluciones, y de acuerdo a esos factores fríamente apreciados y de acuerdo a lo que más convenga al país dentro de esa situación, serán las resoluciones que habrá que tomar. No hay otros factores que contemplar en esto, sino la mejor solución que encuadre mejor al país para asegurar los objetivos detrás de los cuales nosotros hemos puesto nuestra abnegación y nuestra vida: una Nación socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana, y servir a estas grandes banderas del justicialismo que creo son las únicas banderas que en este momento podrían salvar al mundo de los errores que el mundo está haciendo y de las terribles encrucijadas que el mundo se está creando por no realizar obra fecunda y bien intencionada. Por ello el problema es para nosotros bien claro: asegurar, para el futuro del pueblo argentino esa justicia, base de la felicidad, y asegurar para la Nación esa prescindencia en los intereses de los demás, que es la base de la paz internacional. Cuando resolvamos eso, resolveremos qué debemos hacer en el pleito interno de la República Argentina, que está ligado a todo el resto del pleito nacional e internacional, y de acuerdo a esa necesidad, resolveremos lo que corresponda. Eso debemos pensar, y lo que se resuelva allí será lo que ejecuten todos los hombres; ninguno podrá negarse a cumplir con su deber en esta hora tan importante y decisiva para el país. Ese debe ser nuestro pensamiento rector. Nosotros, compañeros, no tenemos ningún problema; hemos superado todos los problemas. El problema terrible nuestro, que era el económico, para sustentar la reforma social, ya está resuelto. Lo que importa compañeros, es que la organización esté bien firme. Hay gente que generalmente vive al margen de las informaciones y son elementos fáciles de engañarse detrás de causas parciales. Aquí hay una causa, que es la causa de la República Argentina y otra que es la causa del pueblo argentino. Si el pueblo argentino vuelve nuevamente a la esclavitud de antes, ninguno de los que andan defendiendo al capitalismo va a salir ganando tampoco. Si nos hundiéramos nosotros también se hundirán ellos. Ellos no se salvarían, de manera que son engañados, pero esos individuos molestan porque están al servicio de intereses que no son los del pueblo argentino. ........................
1951-08-10
Ante futbolistas en el Salón Blanco de la Casa de Gobierno
Yo deseo que mis primeras palabras sean para agradecerles la amabilidad que han tenido ustedes en llegar hasta esta casa, para darme a mí la inmensa satisfacción de poderlos saludar personalmente. Agradezco a todos ustedes, muchachos dedicados a una tan noble actividad, como es el desarrollo del deporte dentro de nuestro país, sea éste profesional o amateur. Son ustedes los que, creando espectáculo, van despertando en el espíritu de nuestras generaciones, el deseo y la emulación de practicarlo en todos los lugares del país y en todas las circunstancias. La idea de haber creado también campeonatos infantiles y todas esas muestras del desarrollo del deporte, se debe al entusiasmo que ustedes mismos han creado con su arte. Señores: muchas veces, cuando se ha hablado del profesionalismo, he sentido atacar esta actividad del deporte. Nada más equivocado; el profesional del deporte es el que lo lleva hasta su más alta categoría, es el que muestra la virtuosidad que puede alcanzarse dedicándose integralmente a esa actividad. Ustedes son el ejemplo y la emulación de todos los demás que practican el deporte y, cuando más grande y perfecto sea el deporte profesional en el pueblo, mejor será también la práctica que se realice en toda la República y mayor el grado de perfección que se alcance en él. De manera que yo siempre he defendido esta actividad profesional y solamente los hombres que no entienden, pueden creer que el profesionalismo en el fútbol puede ser una actividad que no convenga al deporte. En esto deseo ser más claro. Pienso que propugnando este profesionalismo en el más alto grado es como nosotros llegaremos a tener un mejor fútbol en el país. Es cuestión, solamente, de ayudar a esas instituciones. ¿Cómo hemos tratado de ayudarlo? Haciendo que el desarrollo de ese deporte no deje sectores sin cubrir de la actividad deportiva. En este sentido, señores, creo, y así piensan también las autoridades de la Confederación de Deportes, que ayudando al fútbol profesional es como ayudaremos al fútbol de la República Argentina. Y el hecho que ustedes hayan constituido una asociación para la defensa de sus intereses profesionales es lo mejor que yo veo en este tipo de organización. Ustedes cumplen así con una aspiración del gobierno justicialista, que no quiere que haya ninguna actividad nacional que no esté organizada y que no se haya asociado para la defensa de sus intereses profesionales. Recién termino de hablar con los industriales azucareros, y les he dicho lo mismo. Yo desearía ver todas las actividades del país representadas por sus propios sindicatos para la defensa de sus intereses profesionales. Cuando todo eso se logre, el equilibrio en la República Argentina se desarrollaría perfectamente bien, dentro de una perfecta armonía. Por eso, si los felicito por algo, muchachos, es por haber formado este sindicato para la defensa de sus intereses profesionales. Este sindicato será el que defienda no solamente a cada uno de ustedes, sino también al fútbol profesional en la República Argentina. En esto como en todas las cosas de la vida, un hombre es respetable, pero cuando se juntan cien hombres, se unen y accionan como si fuera uno solo, son cien veces más respetables. Por eso la conformación de sociedades sindicales de este tipo, con finalidad gremial, en una Argentina justicialista, son siempre bienvenidas y nosotros no solamente las defendemos moral y materialmente, sino que el Estado pone a su disposición todo el apoyo que necesiten para hacer de la misma, una organización perfecta, cada día más completa, más cohesionada, más disciplinada y fuerte. Yo les agradezco profundamente el que ustedes me traigan su palabra de estímulo. Yo no sé si aceptaré o no, porque eso no depende de mí, sino que depende del pueblo. Lo único que yo puedo decir es que, cumplir el deber que yo cumplo aquí, con la dedicación y el sacrificio con que lo hago, no es ninguna canonjía, ni resulta para mí ninguna cosa personalmente satisfactoria, sino desde un punto de vista patriótico. Además, estoy un poco cansado y me estoy poniendo un poco viejo también. Indudablemente, me gustaría a mí que me declararan veterano y no seguir en actividad, pero, desgraciadamente, eso no depende de mí sino de muchas circunstancias. Lo que puedo asegurarles es que si acepto será porque puedo solucionar el problema de la República Argentina. En nuestro país, ya están echadas las bases para que la situación económica mejore cada día, y la situación social irá acompañando a esa mejora económica, porque de eso me responsabilizo yo. El pueblo produce la riqueza con su trabajo y yo me encargo de que de ese montón nadie saque la parte del león y deje para los demás sólo la parte del ratón. Que ese gran montón de riqueza, acumulado por el trabajo argentino, se reparta bien, es lo único que queremos los justicialistas; queremos que nadie quede sin recibir la compensación de su trabajo y su sacrificio. En consecuencia, asegurada la justicia, que es lo que los pueblos quieren, creo que no estamos tan mal con lo que hemos hecho aquí. En cuanto a la libertad, estamos en el mayor margen de libertad compatible con la libertad de todos. No puede haber nada tan libre que haga esclavos a los demás. Aquí la libertad, como la riqueza, hay que repartirla por partes, porque si damos libertad absoluta, a todos los que están en Las Heras hay que ponerlos en libertad. Si algunos han matado o han robado, lo han hecho en nombre de la libertad, libertad de la selva, pero libertad al fin. De manera que nosotros damos libertad a todos menos para matar, engañar, robar, hacer el cuento o explotar a la gente. Ofrecemos la libertad absoluta. No hemos hecho nunca nada que limite la libertad de los ciudadanos argentinos. Y esta libertad de los ciudadanos argentinos depende de los ciudadanos argentinos. Ellos tienen la libertad más grande, pero no para tirar bombas en la vías. Por lo menos esa libertad me parece que sale de los límites de lo compatible con la libertad de los otros. En el país hay libertad absoluta; no hay libertad para perturbar el orden, pero sí libertad para vivir y hacer las cosas bien hechas. Con respecto a eso, sin duda, nuestra situación es magnífica. No tenemos ningún problema, ni el orden económico, ni en el orden social, ni en el político. En el orden electoral tampoco tenemos problema. Lo tienen los otros. Les agradezco la visita. Esto representa para mí un aliciente extraordinario, porque cuando me decidí por mi pueblo no quería nada más que el reconocimiento y el cariño de mi pueblo, que es lo único que me interesa. Poco me importa la rabia o el odio de algunos porque les hemos sacado algunos negocios buenos, porque hemos comprado grandes empresas, los ferrocarriles, los teléfonos, que querían seguir manejándolos. Lo único que me interesa es el reconocimiento del pueblo al cual pertenezco y deseo que él por lo menos sepa que, con errores o sin ellos, no he tenido nada más que la intención de servirlo, leal y honradamente. .................
1951-09-06
En la Fiesta de la Lanza, realizada en Campo de Mayo
Jinetes de la caballería argentina: Yo deseo agradecer, en muy breves palabras, el insigne honor que significa para su excelencia, el señor ministro y para el que habla, recibir un símbolo tan representativo de manos de un expedicionario al desierto, símbolo que representa el broche de oro con que la caballería argentina cerró el período de las glorias nacionales. Al hacerlo, evocó ese recuerdo que todos los argentinos llevamos de ese pasado glorioso, que sellaron nuestros jinetes en todas las tierras de esta América bendita; porque mientras en esta tierra haya un criollo, haya un caballo y haya una lanza, seremos invencibles. .............
1951-09-10
En el acto realizado por el Consejo Superior de la Medalla Peronista para otorgar esa distinción a Eva Perón
Señores ministros, señoras y señores: Nuestro movimiento, desde el comienzo de su organización, ha pasado por algunas etapas, felices unas, críticas las otras, pero ha ido conformando una tradición orgánica, que es la que nosotros los dirigentes, tenemos especial interés en ir asentando a lo largo de la marcha de nuestro partido. En este sentido, hemos querido dar al nacimiento de esa tradición política, una marcha que sea natural, que sea racional y que sea orgánica. Nosotros no consideramos que un movimiento político, pueda en manera alguna, realizar su organización sin cumplir las etapas básicas de esa organización. Para nosotros, el agrupar personas que tengan pensamientos y sentimientos antagónicos, es la antítesis de lo orgánico. Porque lógicamente, cuando han de juntarse personas, para uniformar organización y funciones, lo fundamental para asegurar el rendimiento orgánico, es que esas personas que forman el elemento orgánico de la organización, que es la base de esa organización, solamente puede realizarse con provecho, cuando esas personas comparten los pensamientos y los sentimientos de esa organización. Por eso dotamos a nuestro movimiento, primeramente de una doctrina. Doctrina que se ha enseñado y que se ha inculcado, y que en consecuencia dará una misma manera de ver, para llegar a una misma manera de apreciar y pasar de ello a una misma manera de resolver. El segundo asunto de esa organización, es para nosotros, dar a la masa organizada un sentido de la ética política, ya en parte lanzada con la doctrina misma, y el resto que deberá realizarse durante la marcha de la organización. El tercer asunto es dar un sentido de la jerarquía a esa organización, y este es un asunto en el que yo quiero detenerme breves instantes, y que motiva el acto que estamos realizando. El sentido de la jerarquía en el mundo y en todos los movimientos de orden espiritual, político, social, cultural, económico, ha sido diversamente interpretado. También ha sido diversamente discernida la jerarquía según hayan sido los movimientos que las han producido. Generalmente los intelectuales, creen que la jerarquía, corresponde sólo a los hombres sabios; los ricos o los capitalistas creen que la jerarquía ha de discernirse a los ricos; los comunistas, creen que la jerarquía ha de discernírseles a los sectarios; las monarquías asignan la jerarquía a los nobles. De manera, señores, que desde un punto de vista particularmente sectario, la jerarquía es fácil de discernir. Cuando el hombre piensa en la jerarquía, generalmente en cada hombre hay un autocandidato a esa jerarquía. Algunos que saben mucho, creen la jerarquía deber pertenecerles a ellos. Los que poseen mucho, también creen que la jerarquía es de ellos. Los que tienen poder, creen que es el poderoso el que ha de ostentar la jerarquía. Nosotros dentro de nuestro movimiento, queremos dar la jerarquía solamente al que se la gane en su acción. Nosotros no creemos que nadie está en posesión de la vara, mediante la cual se puede convertir a un hombre en un jerarca de nuestro movimiento, porque creemos que la jerarquía se conquista en la acción, porque creemos que cada uno se discierne a sí mismo mediante sus actos la jerarquía que le corresponde. Y en el orden político, nosotros creemos que es el pueblo quien puede asignar la jerarquía con mayor capacidad y con mayor sabiduría a cada uno de los hombres que han de conducirlo. Nosotros pensamos eso, porque ni la riqueza, ni el poder, ni la sabiduría, son garantías suficientes para que un hombre sea honrado y capaz. Nosotros creemos que la jerarquía debe de tenerla el hombre honrado y capaz. No nos interesa que sea sabio, poderoso o rico; nos interesa que sea honrado y capaz. Y donde esté el honrado y capaz, lo buscamos nosotros para entregarle la jerarquía popular, cualquiera sea su procedencia o su estado social. Por esa razón, nosotros que constituimos un movimiento nuevo, explicaremos muchas de nuestras acciones, combatiendo a los caudillos y combatiendo a los autocandidatos de la jerarquía. Nosotros no queremos ni caudillos ni autocandidatos a la jerarquía, nosotros queremos dirigentes cuya jerarquía, se ha de ir ganando paso a paso en el trabajo de todos los días, evidenciando su honradez y su capacidad en el trabajo mismo. Por eso señores, nosotros no hemos combatido la jerarquización o la jerarquía de nuestros dirigentes, hemos combatido las tendencias a volver a las antiguas usanzas de fabricar caudillos que no tenían ni el grado de honradez ni el grado de capacidad necesarios para convertirse en dirigentes de nuestro movimiento. Los dirigentes están surgiendo, la jerarquía se la darán ellos mismos en su acción diaria, porque el que proceda mal, con falta de honradez y con falta de capacidad, no podrá convencernos a todos nosotros de que posee honradez ni posee capacidad. Por esa razón, iniciamos nosotros, la segunda etapa de nuestra organización. Es a los organismos partidarios, a quienes les corresponde juzgarnos a todos nosotros y establecer con el máximum de ecuanimidad posible, la razón de ser de la jerarquía que los hombres en nuestro movimiento ostentarán en el futuro y en la condición de ese movimiento. Cada peronista, hemos dicho, lleva su bastón de mariscal en la mochila, es cuestión de trabajar y es cuestión de conducta; y podrán en su oportunidad, utilizar en la ostentación de su jerarquía, ese bastón de mariscal que hipotéticamente hemos colocado dentro de su mochila. En esto, haremos nosotros, una verdadera escuela de la jerarquía; y cuando esa jerarquía exista, cuando esa jerarquía haya sido dada por los actos de cada uno de los jerarcas del movimiento, todos los demás estaremos poniendo nuestra influencia, nuestra fuerza y nuestro carácter para hacer respetar esa jerarquía. Hasta ahora, señores, todo habría sido prematuro, si yo hubiera hoy sido un caudillo, a la usanza de muchos otros caudillos, habría ya discernido de acuerdo con mi intensión y de acuerdo con mi voluntad, discrecionalmente, jerarquías a muchos de nuestro movimiento. Sin embargo, jamás he movido ni siquiera un ojo, para proceder a tal discernimiento. No soy yo, señores, el que dará jerarquía a nuestros hombres, será cada uno de ellos el que dé a sí mismo, su propia jerarquía. Por esa razón, en un movimiento nuevo como el nuestro, yo me hubiera equivocado y hubiera realizado un mal muy grande al movimiento, si discrecionalmente hubiera distribuido yo la jerarquía, de acuerdo con mi manera de pensar o con mi manera de sentir. Por eso he preferido esperar, evitar toda demostración jerárquica en nuestro movimiento hasta ahora, que nos empezamos a conocer todos, que todos estamos observando como actúan nuestros compañeros, estamos viendo en su acción la honradez que ponen de manifiesto y la capacidad que demuestran en el trabajo que realizan. Ellos están en el proceso de la jerarquización. Llegará un momento, en que todos podremos decir: fulano es capaz y es honrado para ese cargo y entonces lo señalaremos honradamente también nosotros para que lo ocupe. Cada uno donde pueda ser más útil al movimiento y donde pueda producir mayor bien al país, ése será el jerarca que ambicionamos y el jerarca que podrá progresar dentro de nuestro movimiento. Es por eso, señores, que siendo así, una de las más altas cualidades que puede poseer un hombre de nuestro movimiento, en los actuales momentos, es el renunciamiento. Para nosotros, la abnegación es la escuela en la cual debemos templar nuestro espíritu y formar nuestro carácter. Es en esa abnegación, el desprendimiento total de toda cuestión personal, el desprecio por los honores que nosotros hemos establecido que conviene más merecerlos que disfrutarlos. Es dentro de esa escuela de humildad en que estamos formando nuestro movimiento, que yo he querido en este acto sencillo, como deben ser sencillos todos los actos que realicemos nosotros, poner en evidencia un gesto del movimiento peronista, y yo, en su representación, no puedo silenciar ante la masa de todos los argentinos que apoyan nuestra bandera y que siguen nuestra causa, he querido con motivo de la renuncia de la señora presidenta del Partido Peronista Femenino, no dejar pasar el tiempo y la circunstancia, en que también por parte del movimiento mismo en su representación simbólica y en su representación real por el Partido Peronista Masculino, el Partido Peronista Femenino y la Confederación General del Trabajo, tomar la resolución de haber solicitado la Orden de la Medalla Peronista, una consideración especial al gesto de la señora de Perón que, habiendo sido proclamada públicamente, primero por una concentración el 22 de agosto y después por los partidos que forman nuestro movimiento, ella finalmente considerando que puede servir más al Partido y a nuestra doctrina, que puede ser un ejemplo más constructivo para la conducta de todos los peronistas en el futuro, ha creído conveniente, como una ciudadana, libremente, sin presión de ninguna naturaleza y sin consejos que no fueran los de su propia conciencia, renunciar al cargo de vicepresidenta de la Nación, para ofrecerlo a otro peronista, prefiriendo ella, mantenerse en su anónimo puesto de trabajo, donde según su concepción y su conciencia puede ser más útil al pueblo argentino por el cual vivimos y por el cual luchamos. El Consejo de la Orden, haciéndose eco de nuestra solicitud en conjunto, ha resuelto conferirle a la señora de Perón, la Medalla Peronista en grado extraordinario, y le ha asignado mediante una orden que voy a leer para ser efectiva el día 17 de octubre próximo. Dice tal orden: Vista la renuncia presentada por la señora Eva Perón a su candidatura como vicepresidenta de la República, proclamada por la Confederación General del Trabajo en el Cabildo Abierto del 22 de agosto y ratificada luego por el Partido Peronista y considerando, que dicha actitud es el supremo ejemplo peronista de desinterés, lealtad, renunciamiento, humildad, abnegación y patriotismo, virtudes fundamentales de la ética peronista, que el gesto adquiere dimensiones espirituales extraordinarias primero, porque la señora Eva Perón ha hecho renuncia a un puesto de privilegio que tenía ganado por sus propios méritos en razón de su trabajo incansable por la felicidad del pueblo argentino; segundo, porque la señora Eva Perón ha probado poseer con exceso todas las condiciones que constitucional y legalmente se requieren para ocupar el cargo que ella ha declinado; tercero, porque la renuncia ha sido presentada como una actitud definitiva, cuando la señora Eva Perón podría ya considerarse elegida por el pueblo que la proclamó en la asamblea más importante que haya registrado la vida política nacional; cuarto, porque las razones superiores aducidas como causa de su renuncia otorgan al gesto de la señora Eva Perón una belleza moral que solo puede ser medida con valores profundamente espirituales, que por todo ello, este hecho debe ser especialmente señalado a los hombres y mujeres del movimiento peronista como la más alta expresión de virtud ciudadana y personal, puesta al servicio de la suprema causa de la patria y de su pueblo, el suscripto en su carácter de jefe del Movimiento Peronista resuelve: Artículo 1º: Por esta única vez, y a fin de señalar a la consideración del pueblo argentino el supremo ejemplo de renunciamiento dado por la señora Eva Perón el día 31 de agosto próximo pasado, confiérese la Medalla Peronista en Grado Extraordinario; Artículo 2º: La Gran Medalla Peronista en Grado Extraordinario será entregada por el suscripto a la señora Eva Perón el 17 de octubre próximo en el acto público con que los descamisados argentinos recuerdan anualmente su propia liberación; Artículo 3º: Comuníquese a las fuerzas que integran el Movimiento Peronista, Partido Peronista Femenino, Confederación General del Trabajo, Partido Peronista Masculino e inscríbase en el libro de resoluciones del Consejo de la Medalla Peronista. .....................
1951-09-18
DISCURSO PRONUNCIADO POR EL GENERAL PERON ANTE REPRESENTANTES DE LA COLECTIVIDAD POLACA
Yo deseo que mis primeras palabras sean para agradecerles la amabilidad que han tenido en llegar hasta esta casa, para darle la inmensa satisfacción de poder saludarlos personalmente. La colectividad polaca en la Argentina no es una nueva colectividad dentro del país. Sabemos que desde la época de la emancipación argentina los polacos, que asistieron al nacimiento de ese país, lucharon conjuntamente con nosotros por esa independencia. Lo hemos visto después, a lo largo de toda la organización de nuestro país; lo hemos visto más tarde, compartir nuestro pan y nuestro trabajo como ciudadanos de esta Nación en formación, donde necesitamos tanto del espíritu y del talento de los polacos que comparten con nosotros las tareas de la lucha de todos los días. Siempre hemos pensado en nuestras luchas, en el ejemplo que Polonia ha dado al mundo durante mil años de lucha por su independencia y su soberanía. Sabemos cuál es la escuela en que se formaron los polacos: la escuela del sufrimiento que es, indudablemente, la escuela más dura, pero la que más enseña al hombre. Sabemos de ese espíritu tesonero que los polacos tienen; lo hemos visto en nuestras actividades y en nuestro trabajo. Por eso, los polacos que han venido a compartir nuestras tareas, que templaron sus almas allá en su lejana patria en la lucha por la subsistencia, por la soberanía y por la independencia, son y serán siempre bienvenidos a esa tierra. Agradezco las palabras del señor coronel, como también la atención del señor general Anders al hacerme llegar por medio de una carta, la palabra de un hombre que todos respetamos porque es un soldado que ha luchado por la causa de su patria, y esos soldados son y serán siempre respetables, en la tierra de los hombres que creen que para un país, no hay nada más grande que su libertad y su soberanía. Sabemos bien, señores, que Polonia por ser un país de sufrimientos es un país de héroes. Sabemos que a través de su literatura y de su música está vibrando el alma libertaria de Polonia. Eso lo compartimos todos, lejanos o no, con este mundo de luchas, de terribles luchas por el ser o no ser de las naciones. En esa lucha, Polonia es una bandera levantada al viento para ejemplo de los pueblos que piensen y sienten que sin esa libertad y sin esa soberanía los hombres no pueden ni podrán vivir en el futuro. Y en la disyuntiva terrible que presenta la opresión, venga de donde venga, todos debemos inspirarnos en esa lucha milenaria de los polacos, que permitió formar su alma y templar su espíritu. Polonia seguirá siendo un ejemplo para el mundo entero; por ello los polacos en esta tierra han sido siempre respetados y queridos, porque a través del tiempo y la distancia, lo que une más estrechamente a los hombres, es su manera de sentir y de pensar. Nosotros tenemos, afortunadamente, un pueblo que ama a su libertad más que a ninguna otra cosa en la vida. Y ustedes provienen de un pueblo que ha sacrificado generaciones de hombres jóvenes para asegurar esa misma libertad, quizás no siempre con tanta fortuna como nosotros. Pero nosotros, en medio de esa fortuna, auguramos al pueblo polaco una nueva aurora no lejana que le permita cumplir, como hemos podido satisfacerla nosotros, la aspiración por la que han muerto tantos polacos, por la que surgido tantos héroes en la lejana Polonia, que ya está clamando a Dios para que de una vez por todas pueda realizar su independencia, mantener su soberanía y hacer flamear a todos los vientos del mundo su bandera llena de sacrificios y llena de gloria. Yo sé como están amasados el sacrificio y el alma de los polacos, y sé bien que esta colectividad de hombres de trabajo, de hombres humildes que han venido a esta tierra en busca de una paz que, desgraciadamente, no alcanzaron nunca en la lejana Polonia, sea similar a nuestro país; sé como ellos, con nosotros, con las nuevas generaciones, están dando hijos a esta tierra, y eso, para nosotros, es lo más grande que tenemos, porque es el futuro de nuestra patria. Nosotros sabemos bien cómo piensan y sienten ustedes, porque pensamos como ustedes y sentimos como ustedes. Al asimilarse a esta tierra, las nuevas generaciones de polacos que desde Misiones hasta la Tierra del Fuego, o desde Buenos Aires hasta Mendoza, están formando nuevas generaciones de argentinos, nosotros apreciamos lo que ustedes traen desde la lejana Polonia como valores permanentes para la nacionalidad. No sólo agradecemos el que compartan nuestras tareas, nuestro trabajo; agradecemos también lo que ustedes aportan, como valores positivos, a la ciencia, a la industria y al trabajo argentino. Nosotros pensamos que esos valores, que son los verdaderos que los hombres incorporan a los pueblos con su actividad, están ampliamente satisfechos por la colectividad polaca. Puedo asegurarles que estas palabras, que hacen de mi sinceridad y de mi lealtad, son también las palabras que le pueblo argentino quisiera decirle a toda la colectividad polaca, como agradecimiento por la obra que ustedes, conjuntamente con nosotros, están realizando. Al agradecerles que hayan llegado hoy hasta esta casa, quiero decirles en nombre de la Nación, cuánto es nuestro cariño por ustedes, cuánto es nuestro interés por contarlos siempre con nosotros y cuál es el agradecimiento que por todas las actividades útiles que ustedes han prestado al país, los expresa por mi intermedio la Nación Argentina. Y como ciudadano también debo decirles, señores, cuánto agradezco el gesto de ustedes, haciendo llegar a mí una palabra de aliento en esta lucha que todos los gobernantes emprendemos y realizamos desde el gobierno; porque es que es una palabra de aliento leal y sincera nacida desde el corazón, y porque conozco como es el alma de los polacos, templada en el combate que debieron enfrentar cientos de comparaciones para que no digan nunca lo que no sienten, para que sean hombres libres, unidos por ese sentimiento de libertad que provoca la opresión. Quiero terminar mis palabras augurando de nuevo a Polonia la gloria y la libertad a que tiene derecho; haciendo votos para que en corto plazo puedan volver los felices tiempos de la Polonia libre, sin opresiones, manejada por sus hombres, y para que a las sombras de los héroes polacos puedan sonreír frente a la historia futura de ese pueblo que, con su sufrimiento, con su valor y con su trabajo, se ha ganado el derecho a ser feliz, de ser libre y de marchar por el ancho curso que la historia reserva para los pueblos virtuosos y trabajadores como Polonia. Finalmente, deseo agradecer profundamente las obras, el álbum y los cuadros que me han hecho llegar; los tendré en mi casa como un testimonio de ese cariño, que es mutuo. Para nosotros, ustedes lo saben bien, no son polacos; para nosotros son argentinos. Estos recuerdos representarán para mí la imagen de lo que termino de decir: que ustedes son admirables y respetables porque aquí siguen siendo polacos; y son queridos porque para nosotros son argentinos. .........................
1951-09-21
Al recibir el diploma de "Ingeniero Militar Honoris Causa"
Yo agradezco profundamente esta demostración de los camaradas que llega por intermedio del señor general Streich, director de la Escuela Técnica del Ejército. Lo hago, señores, con la inmensa satisfacción del hombre que Yo agradezco profundamente esta demostración de los camaradas que llega por intermedio del señor general Streich, director de la Escuela Técnica del Ejército. Lo hago, señores, con la inmensa satisfacción del hombre que humildemente ha querido cumplir con su deber y encuentra en sus camaradas el recuerdo a un reconocimiento que quizá no sea en méritos tan abundante como se muestra en buena voluntad de los camaradas. Felicito al señor general por lo que termino de escuchar en la ampliación que realiza en la Escuela Superior Técnica para los años venideros. Yo creo que todavía se sucederán numerosas innovaciones y creaciones dentro de la Escuela, si ésta mantiene el ritmo que está llevando en nuestro tiempo. Nuestro país, señores, inició una etapa altamente técnica con la incorporación de numerosos factores industriales, que entran a gravitar en el panorama nacional. Yo no pienso como algunos, que deben conformarnos con ser un pueblo de pastores y de agricultores, en contra de lo que afirma mucha gente que dice saber mucho de estas cosas. He puesto directamente a la República Argentina rumbo a su industrialización, fijando dos etapas fundamentales: la primera, tendiente a consolidar lo que tenemos como industria, y la segunda, organizar para que en el futuro la culminación de esa industria nos lleva a realización de la industria pesada en el país. No sé cuantos años vamos a tardar en obtenerlo, pero en el próximo Plan Quinquenal que viene, nosotros vamos a resolver toda la línea del hierro y acero completa y hemos de encarar también la del aluminio y muchas otras. No es pequeño el esfuerzo que debemos realizar, pero yo, en estos cinco años pasados he tomado el pulso a la República y estoy convencido de que cuanto aspiramos a realizar, lo hemos realizado. Hace cinco años preparamos el Primer Plan Quinquenal improvisándolo todo, poniéndolo en marcha ante el escepticismo de la mayor parte de la gente. Cuando en 1946 puse sobre la mesa de mi escritorio ese primer Plan Quinquenal, tenía, de un lado, más de cincuenta mil millones de pesos a financiar, si queríamos llevar a cabo ese plan; y del otro lado, no estaba en blanco. Teníamos una deuda externa de más de seis mil quinientos millones y nuestra buena voluntad y el firme deseo de realizar cuanto prometimos. La recuperación nacional del país para poder manejar nuestra propia economía, tomando las cinco palancas fundamentales, representaba quince mil millones de pesos. La reposición de las maquinarias gastadas, representaba casi diez mil millones de pesos, de acuerdo a lo que habíamos estudiado y hecho en las encuestas del Consejo Nacional de Posguerra. Ya eran veinticinco mil millones. La cosa costó más de quince mil millones. La consolidación de todo el mecanismo de previsión social, necesitaba para capitalizar cajas y servicios, más de quince mil millones. Calculen ustedes: si a eso le sumamos que teníamos que pagar seis mil quinientos millones de pesos de deuda externa, pasaba de los cincuenta mil millones de pesos. Cuando yo leía que nuestros adversarios decían que no durábamos más de seis meses, miraba yo ese panorama y, francamente, no estaba seguro de que durara más de ese tiempo. Lo que había que hacer era ponerse a trabajar. Si no resolvíamos ese problema, todo el andamiaje social podía derrumbarse un día y aplastarnos; toda la industria montada durante la guerra podía venirse abajo. Se imaginan ustedes que yo, en el fondo un general, lo primero que hice fue estudiar profundamente esa situación para verla descaradamente técnica. Sin engañar, señores, les diré que la situación en esos momentos, desde el punto de vista económico, era pavorosa. ¿De donde íbamos a sacar esa inmensa cantidad de dinero para poder realizar la obra? Si hubiéramos sido cobardes, hubiéramos ido empujando despacito, como se suele hacer cuando no se tiene la cantidad para jugarse en una situación, todo lo que se tiene a una carta y Dios lo decide después. Yo hubiera podido hacer en un gobierno tranquilo, resolviendo los pequeños problemas políticos que se me presentaban y hubiera durado los seis años sin mayores inquietudes. Ese era un desiderátum, yo decidí jugar todo a una sola carta; y los militares saben que en una situación difícil hay que jugarse, porque es la única manera de resolver los grandes problemas. Señores: han pasado cinco años; se ha recuperado toda la economía; se ha hecho la independencia económica; se ha incorporado al patrimonio estatal más de cincuenta mil millones de pesos. En el 47', hicimos la primera compulsa del haber patrimonial del Estado, es decir, el primer inventario de los bienes patrimoniales del Estado, porque cuando yo llegué a la Casa de Gobierno y pedí el inventario del haber patrimonial, me encontré con la sorpresa de que no se había hecho nunca, era una contabilidad que llevaba solamente el "debe"y no el haber. Esa primera compulsa arrojó cuarenta mil millones de pesos y la última ha pasado los noventa mil millones. De manera que la recuperación se hizo y se hace en forma integral. Hoy podemos decir que el gobierno argentino tiene las cinco palancas fundamentales del gobierno económico del país en sus manos, por lo que puede manejar económicamente al país. Los quince mil millones que habíamos calculado, ha resultado mucho más. Se ha repuesto la maquinaria industrial por un valor de diez mil millones de pesos, que representó la llegada al país de más de treinta mil equipos industriales. Se realizó el Plan Quinquenal que llevó casi quince mil millones de pesos, representados por setenta y seis mil obras, que hoy las tenemos fichadas, una por una, grandes y chicas, en las que entran desde el Gasoducto de Comodoro Rivadavia, hasta una escuelita de Jujuy, pero su número asciende a setenta y seis mil y en el Segundo Plan Quinquenal, pensamos hacer ciento cincuenta mil. Hemos consolidado toda la reforma social en la previsión social capitalizando todas las cajas. Había jubilados que cobraban el diez por ciento de sus sueldos y éstos eran más que los que lo cobraban íntegro. Hoy encontramos cinco millones de jubilados, o mejor dicho, de personas que pueden jubilarse. Pagamos íntegramente la deuda pública; consolidamos toda la industria liviana del país y la hemos emplazado para que ella llegue a superar la necesidad de la demanda. Preguntaran ustedes: "Cómo se ha hecho esto". Señores: si no teníamos un centavo cuando comenzamos, si el mes de junio de 1946 le pagamos a los empleados públicos, juntando "puchos" en la tesorería, quiere decir, entonces, que hemos hecho buenos negocios para el país. Es decir, que los países como los hombres se enriquecen haciendo buenos negocios, y haciendo malos negocios se funden. Nosotros realizamos buenos negocios, teniendo en cuenta las previsiones económicas. Cuando compramos, compramos bien y con gran habilidad, porque cuando no se tiene plata y hay que comprar, solo se puede hacer eso con habilidad. Así compramos los ferrocarriles, los teléfonos, el gas, la Marina Mercante, -que ha traído al país gran cantidad de oro después de haberla pagado- y todo lo que en la actualidad poseemos. Esa compra, la pudimos realizar merced a buenos negocios, nada más que a buenos negocios. En 1946, cuando me hice cargo del gobierno, nos pasamos ocho días con una multitud de técnicos y comerciantes en mi despacho, comiendo un sanguchito a la tarde, como se hace en los estados mayores cuando se quiere trabajar y hay una situación peligrosa y grave que resolver. Estudiamos profundamente toda la situación económica del mundo; mandamos observadores a todas partes, para ver que era lo que sucedía. Había terminado la segunda guerra mundial. Venía la parte más brava, había que pagarla. ¿Cómo iba a pagar el mundo esa guerra? Como se pagaron todas las guerras de la historia, desvalorizando la moneda o, en otras palabras, emitiendo monedas. Calculamos en 1946 que ese fenómeno se iba a producir: cuando la moneda perdiese todo su valor, los bienes de capital iban a aumentar el suyo en proporción inversa a la pérdida del valor de la moneda. Si nos hubiéramos quedado en los años 1948 y 1949 con la plata que poseíamos en el bolsillo, ¡lindo negocio hubiéramos hecho! Fue entonces, cuando ordené, como una orden militar, que se comprara todo lo posible, aunque nos gastáramos hasta el último centavo. Lógicamente, señores, que si la baja de la moneda nos se hubiera producido, tendríamos que haber soportado una hecatombe. ¡Pero qué voy a pensar en eso si la baja de la moneda se produjo! Yo seguía haciendo negocios. Desde mi despacho, por teléfono, cerré trato por la compra de sesenta mil camiones. Adquirimos treinta mil torna- pulls; arreglamos con el ministro la compra de todos los tanques y la fuerza motorizada que tiene el ejército; decidimos la compra de toda la Marina Mercante que tenemos -la tercera del mundo en número. Claro, señores, que si no se hubiera cumplido lo previsto hubiera salido el negocio muy mal. Eso fue lo que sucedió en estos últimos cinco años; fue cuando el puerto se había llenado de mercaderías. ¡No había donde poner los cajones! Todos los días venían a decirme: "No hay más lugar". Y yo les decía: "No importa; pongan encima". Bien, señores, esos camiones que compramos entre cuatro y seis mil pesos, hoy, después de cuatro años, los que los tienen no los dan por cien mil pesos. Los torna-pull hoy valen doscientos cincuenta mil pesos; los tanques que tienen ustedes y que costaron veintidós mil quinientos pesos, hoy los tendríamos que pagar medio millón de pesos. Los barcos que adquirimos -término medio a un millón y medio de dólares-, hoy no los vendo por siete millones de dólares. Los treinta mil equipos industriales que posee el país, los compramos término medio, un dólar el kilo, hoy, esa misma maquinaria, vale veinte dólares el kilo. Ese es el gran negocio que hemos realizado. No debemos un centavo a nadie; hemos pagado todas nuestras deudas, tenemos un "boliche", por ahora por nuestra cuenta. No tenemos que rendir cuenta de nuestros negocios ni de nuestra actividad, ni de nuestros asuntos a nadie: solamente a los argentinos. Algunos que nos critican, dicen que se ha desequilibrado un poco la economía. Esto no recuerda un cuento de Discepolín: "Un día fue al circo con un amigo que siempre veía la parte mala de las cosas; un equilibrista puso sobre una pértiga una mesa; por sobre ella una silla, sobre la silla una botella y se paró de cabeza sobre la botella. Con los pies sostenía un arpa, y con las manos la tocaba. Este buen señor, comentando el espectáculo expresó: no me gusta como toca el arpa". Señores: pienso que los que dicen que se ha desequilibrado un poco la economía, tienen mucho del escepticismo de este personaje del cuento. Yo pregunto: ¿qué país del mundo tiene hoy equilibrada su economía? Dicen que por la onza troy -la moneda más poderosa del mundo- pagan treinta y cinco dólares; hoy por la onza troy en el mercado negro se paga cuarenta y cinco dólares. Repito, entonces, ¿quién puede hablar de equilibrio económico? Otros dicen que no observamos sistema. ¿Qué sistema, ni qué método se puede emplear en estos casos de alteración total de todas las líneas y reglas económicas? Lo que hoy necesitamos, no son sistemas ni métodos, necesitamos soluciones para cada caso, porque cada caso es un problema. Nosotros, señores, frente al bloqueo económico, frente a sabotaje económico, frente a todo lo que se nos ha hecho, resolvimos igual nuestro problema. Estamos listos para largar una segunda etapa, etapa mucho más fácil, porque no tenemos nada que comprar, todo lo tenemos. Además nos encontramos con todo ordenado y planificado; lo que queda entonces, es dar al país, todo el impulso necesario para que llegue a ser lo que debe ser en el futuro. Para eso, señores, necesitamos el esfuerzo técnico. La primera etapa la hemos realizado con buenos negocios, la segunda para poner el país al día, es netamente constructiva; el futuro es eminentemente constructivo, tanto en el orden técnico como en el orden industrial. Todos los técnicos que tenemos en la República Argentina y todos los que se puedan formar, han de ser indispensables para satisfacer las necesidades futuras del país. Por esa razón, señores, yo felicito al señor general, que pensó en esta gran escuela técnica. Las fuerzas militares, tienen que tener sus técnicos especializados, porque los otros técnicos, no le van a hacer, en el futuro argentino, ningún trabajo, ya que tendrán demasiado que hacer para la industria civil. Es difícil que el ejército, obtenga en el campo técnico-científico, el apoyo de los de afuera; por el contrario, ustedes van a tener que apoyarlos en más de una oportunidad. ¡Tan grande va a ser la actividad que va a desarrollar nuestro país en el orden técnico-científico! Realizar todo eso, señores, es afianzar el porvenir de la República. Si ello se presenta como un panorama promisor, se presenta también como una necesidad imperiosa. Por tal motivo, la escuela técnica, tendrá cada día más importancia y más responsabilidad. El formar hombres capacitados en esa escuela, es la gran responsabilidad que incumbe a todos ustedes: técnicos en la actividad militar. Es la tarea que debemos emprender todos en el trabajo futuro. Espero que en esto, luchemos codo con codo, para obtener personal técnico del ejército. Conozco bien la calidad moral que adorna a los técnicos; también conozco su capacidad, y como todo pasa en la vida, espero que vayamos progresando cada día más para poder enfrentar todas las necesidades. Señores: este episodio de la vida de todos los días, hecho como ha dicho el señor general Streich, sencillo y humildemente, como deben ser sencillas y humildes todas las reuniones de soldados, ha tenido para mí el influjo poderoso de despertarme en la marcha de un momento jubiloso, para poder decirlos a los camaradas que todas vuestras inquietudes son inquietudes mías. Que yo no trabajo ni lucho por ningún interés personal, estoy por sobre todas las cosas personales; solamente me interesan dos cosas: la felicidad y la tranquilidad de mi pueblo y la grandeza de mi Nación. Cuando los argentinos marchemos unidos hacia la conquista de ese objetivo, éste será, señores, un país grande y fuerte y podrá, por sobre todas las cosas, mantener las tres banderas que orientan nuestra acción: la justicia, la libertad y la soberanía. ..................
1951-09-26
EN EL ACTO DE CONDECORACIÓN DEL SR. MAURICE HERZOG
Yo no he querido dejar de decir dos palabras en oportunidad, de la exhibición de esta película, donde se muestra que los hombres también suelen luchar por el honor, por el entusiasmo y por la aventura en sí, cuando dentro de su corazón levantan un altar a los valores morales y espirituales. En ese sentido, nuestra tierra, también tiene un amplio sector de montañas, quiere por mi intermedio hacerle presente a este equipo de muchachos valerosos, que ha dominado por primera vez el Annapurna, nuestra admiración, nuestro respeto y nuestra alta consideración de hombres también de montañas. Entre los señores que me escuchan habrá muchos hombres de montaña que tienen en su corazón los mismos entusiasmos, el mismo color y el mismo amor que terminamos de presenciar en la aventura de estos bravos muchachos que han llevado la bandera de su patria a una altura jamás alcanzada por el hombre. Por eso, el Ministerio de Ejército de la República Argentina quiere recordar la amable visita de estos alpinistas dándoles un recuerdo con que todos los camaradas de la montaña argentina desean que los recuerden en ese acto de confraternidad y de cariño, sabiendo que los hombres de la montaña somos todos de alguna manera hermanos y de alguna manera camaradas. Este distintivo, que representa al cóndor en su vuelo, ha sido elegido para significar también que los ideales por los que esos hombres luchan, se elevan a alturas que sólo alcanza el cóndor. Este distintivo se discierne a los oficiales de montaña que han reunido las más altas condiciones en su lucha con esa montaña, vale decir que son maestros en el esquí y que son maestros en la ascensión alpinista. Queremos que lo lleve este amigo de la montaña para que le recuerde que en esta tierra hay una gran cantidad de hombres solidarios y admiradores de su hazaña, de su valor y, sobre todo, de sus valores espirituales. Por otra parte, señores, nosotros, los que representamos un movimiento nuevo dentro de la República, que hacemos también de los valores espirituales nuestros escudo y nuestra bandera, queremos hacernos presentes con la Medalla Peronista que premia las hazañas de nuestros hombres. Esta medalla no ha sido jamás entregada a ningún extranjero por un acto de esta naturaleza. Pero nosotros, los que admiramos esos valores, consideramos que los hombres que demuestran el valor que han demostrado estos muchachos, que ponen en evidencia la grandeza de su espíritu, que son bravos y son valientes, no son nunca extranjeros en esta tierra. Por eso, como a un argentino, más, ligado a nuestro corazón y a nuestra admiración, tengo el alto honor de entregarle la Medalla Peronista que, como digo, luce por primera vez en el pecho de un hombre que no ha nacido en esta tierra. Finalmente, señores, yo agradezco profundamente la amabilidad que han tenido en llegar hasta esta casa para mostrarnos una maravilla como la que terminamos de presenciar, y repito que sería para nosotros lo más grande el que consideráis a esta casa como vuestra propia casa y a esta tierra como vuestra propia tierra. ......................
1951-10-08
Discurso pronunciado por el general Perón ante jefes y oficiales de las Fuerzas Armadas, que concurrieron a la Casa de Gobierno a saludarlo con motivo de su cumpleaños
Discurso pronunciado por el general Perón ante jefes y oficiales de las Fuerzas Armadas, que concurrieron a la Casa de Gobierno a saludarlo con motivo de su cumpleaños Deseo que mis primeras palabras sean de profundo agradecimiento a todos los señores que han llegado a esta casa, en este día, no sólo porque en ello va mi gratitud de camarada, sino también porque me dan la inmensa satisfacción de poderlos ver y saludar personalmente, siquiera sea una vez de cuando en cuando, dado que mis tareas y preocupaciones no me permiten hacerlo a menudo. Las palabras pronunciadas por un viejo soldado, que ha compartido conmigo casi cuarenta años de nuestra vida en la institución, me confortan. Señores: yo no estoy en este cargo porque me gusta ni porque desee estar; no tengo ningún interés en él. Estoy sólo porque creo que éste es un puesto de combate, para mí, para enfrentar todos los designios que se ciernen sobre la República en estos días difíciles que está viviendo el mundo. Todos los problemas que tengo los podría resolver en cinco minutos, si yo cediese a la voluntad de los que quieren sojuzgarnos. El problema de Perón, repito, lo resuelvo en cinco minutos llamando a un embajador y diciéndole que sí, está todo arreglado; no tenemos ningún problema. Pero, señores, ¿quién va a pagar después las consecuencias de ese compromiso? Ustedes y nuestro pueblo. Antes de ceder un milímetro en eso, prefiero irme a mi casa. Si yo he luchado por independizar económicamente a la Nación; si he luchado por levantarla y por sacarla de la entrega en que vivía; si la he estructurado y reorganizado, si la he declarado su independencia económica, recuperando todos los servicios de la Nación; si he aumentado el estado patrimonial del país en miles de millones de pesos, no voy a ser tan desgraciado, no podría ser tan desgraciado, señores, de volverlo a entregar, con el sacrificio que nos ha costado realizar todo eso. Por esa razón, señores, el problema del general Peón a mí no me interesa nada, pero sí me interesa el problema de la Nación que yo he de resolver, no tengo la menor duda en eso. Ustedes saben como yo, porque han jurado lo mismo que juré yo, que en ese terreno no se puede dar un paso atrás, y antes de hacerlo, si las circunstancias no me apoyasen, me voy tranquilamente a mi casa. No he robado, no he procedido mal ni le hice daño a la Nación, de modo que respondo ante mi conciencia que es mi supremo juez, lo demás no me importa nada. Cuando puedo responder ante mi conciencia, lo demás me tiene completamente tranquilo. Por eso, las palabras que termino de escuchar del camarada Sosa Molina, evidencian que el ejército está en la posición que le corresponde estar y que las fuerzas armadas están en su puesto. Esto es la defensa de la Nación abocada, desde hace muchos años, a un peligro mayor que el que se cierne hoy sobre el país. Enfrentar las situaciones que vengan, es de soldados. Lo único que yo sé decirles, señores, es que si ustedes están dispuestos a morir, también lo estoy yo. Yo sé que ese es mi oficio; he dedicado cuarenta años al ejército con ese compromiso: morir el primer día que sea necesario morir; yo no he de dar un paso atrás y he de morir en mi puesto. Señores, en cuanto a la segunda parte, les agradezco extraordinariamente que hayan sido ustedes tan amables en llegar a esta casa; tan amables en decirme cuanto, en nombre de todo los camaradas, el señor general me ha expresado. Yo soy un hombre modesto y las únicas satisfacciones de mi vida son, justamente, cuando los hombres que, como yo, han vestido durante tantos años esta honrosa casaca de soldado, me traen su saludo y su simpatía. Para mí no puede haber ningún halago que sobrepase a ese halago. En este puesto los halagos son, generalmente, muy pocos, pero esto, señores, colma de satisfacción y de dicha lo que hay en mi de soldado, que no ha disminuido por la función que presto y que por el contrario ha aumentado, como ha aumentado mi responsabilidad. Por eso, les agradezco profundamente, y se los agradezco como camaradas y como amigo a todos los señores que llenan este salón, diciéndoles que la tarea común que tenemos que cumplir nos hará cada día más camaradas y más amigos. Algún día, todo lo que pueda en este momento tergiversarse, todo cuanto en este momento pueda embarullarse en la polémica de las luchas políticas y de los intereses internos e internacionales, se aclarará. Esto es lo único que me tiene a mí completamente feliz y satisfecho. El tiempo es lo único que en esto aclarara las cosas. Los momentos que vivimos son un poco embarullados para nosotros y hay que saber mirar a través de esas brumas que los convencionalismos de la lucha crean a los hombres para no dejarlos ver lejos. Cualquiera haya sido el error que hayamos cometido, cualquiera la situación que hayamos debido enfrentar, una sola cosa puedo decir: que la he resuelto siempre con honradez y con sinceridad, y eso es lo que me justifica a mí frente a mi conciencia. Y, como dije antes, esa conciencia que he pulimentado en cuarenta años de servicios sé que no va a engañar como sé, también, que todos los camaradas de las Fuerzas Armadas, cualquiera sea la tribulación en que vivían, saben que tienen un deber por sobre todos: el deber que han jurado cuando fueron cadetes, de defender la Nación contra cualquier asechanza. Y en eso hay un solo puesto: el que está al lado de la bandera, que es el único puesto en que un soldado no se equivoca jamás. Cuando uno titubea en el campo de batalla, tiene donde echar la mirada. La vida de la Nación y del mundo entero, en estos días, es un inmenso campo de batalla. Cuando algún jefe u oficial titubea en su función, que mire a la bandera: allí está la realidad, allí está la verdad. La única verdad, la defensa de esa bandera, que es la defensa del país, la defensa de sus instituciones y de su futuro. En eso yo estoy persuadido que si los jefes y oficiales piensan así, no equivocaran el camino, no llevaremos al país a una situación que puede ser desgraciada para nosotros, para el pueblo y para la Nación entera. Muchas gracias, señores. Que sean muy felices y les quedo profundamente reconocido. ...........
1951-10-08
En el agasajo en el Regimiento de infantería Motorizado
Quiero agradecer al señor general Fawzi su obsequio; a este viejo soldado que en su patria ha acumulado laureles, defendiendo una verdadera libertad e independencia por l a que ellos luchas hacen ya siglos. He conversado largamente con el señor general, y he sabido que él lucha allí también por la independencia económica de su país, ya que han conquistado la independencia política no hace mucho, y que comparte y ha compartido desde muchos años todas nuestras inquietudes. Los problemas de la República Argentina, me decía, son los mismos problemas del Líbano, y de casi todos los pueblos de la Liga Árabe: poder afirmar su independencia y no estar sometidos a la colonización política o económica, que a durado ya para ellos tanto, como ha durado para nosotros. Ellos están en su tierra librando la misma batalla que nosotros; ellos están luchando por sacar la expoliación extranjera de sus territorios, que a pesar de esas fingidas libertades políticas, no se afirman hasta que el sacrificio del pueblo y lucha de sus hombres hace que ese país pueda ser dueño de su voluntad política, de su voluntad económica y de su voluntad social. Por eso, este soldado que ha luchado en dos guerras, que ha hecho de beduino durante tantos años en su tierra, disfrazado unas veces de civil, marchando en distintas direcciones, ha cambiado su uniforme por todas las vestimentas regionales de la Liga Árabe; ha cambiado todo, menos una sola cosa: no ha cambiado su bandera, ha permanecido firme con ella, luchando en todos los momentos. De ahí que si algo puede ser grato para un soldado que levanta a miles de kilómetros de distancia la misma bandera, sea estrechar la mano de su camarada que allá, en el Líbano, en el Medio Oriente, levanta banderas similares a las nuestras, frente a la incomprensión de un mundo de expoliación, de colonización y de explotación. Señores: la mano de este soldado que estreché hace un tiempo después de conocerlo a través de correspondencia, me trae, pues el halo vivificador que rodea a los hombres que luchan por una misma causa, cualquiera sea el lugar de la tierra en que habiten. Ese soldado a quien yo le mandé la espada de San Martín, y que me envió una espada de sus mayores- obsequio que entre dos soldados representa lo más significativo que pueda tener la vida del soldado- en esta tierra de hombres que también luchan por su libertad, por su independencia; que luchan por sacudir todo yugo que pueda oprimirlo y que pueda indignificarlos, está en su casa. Está en una tierra de hombres libres que luchan por su libertad y que morirían todos antes que ceder esa libertad, que ha costado tanto a nuestros mayores conquistar y que nos está costando a todos consolidar. En esta tierra, mi general, nos consideramos como hombres de una misma causa; somos todos hermanos y somos todos compatriotas. ....................
1951-10-15
En la presentación del libro La razón de mi vida
Solamente quiero agregar muy pocas palabras. En primer término, para agradecer las amabilísimas palabras del poeta Rega Molina, que terminamos de escuchar, y luego, para agradecer a esta empresa, tan ligada a nosotros, cuyos esfuerzos maravillosos, su perfecta técnica y su gran voluntad y patriotismo tendremos que alabar por muchos años frente a las obras que está publicando para nuestras inclinaciones, para nuestros deseos y para nuestras orientaciones. Asimismo, quiero en conjunto agradecer, en nombre de la señora Eva Perón, toda la amabilidad que encontramos en esta casa tan querida para nosotros, como también las gentiles palabras que terminamos de escuchar, que alienten y configuran para nosotros un nuevo esfuerzo, en un futuro en el que no desmayaremos por hacer todos los días cuanto esté en nuestro deber y en nuestra obligación. Con ello, señores, agradezco a todos los que han asistido a este acto y reconozco, una vez más, la infinita bondad con que nos han recibido y nos elogiado en esta oportunidad. ...........................................
1951-10-15
Mensaje radial sobre los sucesos del 28 de setiembre de 1951
Pasados los primeros momentos un tanto confusos, que siguieron al episodio del 28 de septiembre, deseo informar a la opinión pública sobre tales acontecimientos y su génesis, de acuerdo con datos fehacientes del Servicio de Informaciones de Estado. La finalidad es ilustrar a los argentinos sobre hechos comprobados, para que nadie se llame a engaño sobre sucesos cuya explicación surge al conocer las causas que los motivaron y las finalidades perseguidas. La mayoría de los participantes en esa asomada aducen haber sido engañados por sus jefes, sosteniendo que salieron convencidos, que se trataban de reprimir un movimiento subversivo contra el gobierno. Es natural descartar que esta afirmación, es falsa en algunos casos, pero debemos aceptar que muchos de ellos han sido realmente engañados por jefes inescrupulosos y desleales. Es por eso, que deseo explicar claramente tales hechos para que en lo sucesivo no vuelvan a producirse engaños semejantes. Conociendo con claridad la situación, nadie podrá en lo sucesivo alegar ignorancia o escudar su proceder en la protección de un engaño. El origen de este asunto se remonta a 1945, cuando el embajador de los Estados Unidos, Spruille Braden, violando todos los principios de la ética personal y diplomática intervino desembozadamente en la política interna de nuestro país, intervención que culminó con la publicación oficial de un Libro Azul, que patentiza la más insólita y abominable acción que se conozca en los anales de nuestras relaciones internacionales. Al hacerme cargo del gobierno en 1946, recibí la herencia de tales hechos y debí enfrentar la reacción de los doloridos por la derrota que los infligió el pueblo argentino en el plebiscito popular. Simulando un despido, Griffith, jefe del Servicio de Espionaje, que actúa bajo el encubrimiento de "agregado cultural", siguió sus funciones hasta que fuera deportado por indicación de la justifica, como consecuencia de sus actividades. Mediante tales investigaciones se comprobó igualmente, que actuaban a su servicio, como agentes nativos, algunos políticos y militares retirados, entre ellos: Américo Ghioldi, Solari, Rondanina, Korn, Oddone, Gainza Paz, Santamarina, Eduardo García, Lanús, Ordóñez, Arnedo Álvarez, Rodolfo Ghioldi, Sanmartino, Rodríguez, Araya, capitán Maclean, coroneles Suárez, Gallo y otros. Expulsado Griffith se instaló en Montevideo con la ayuda y protección correspondiente, y desde allí, mediante el empleo de abundante dotación de dólares, continuó su acción por intermedio de los agentes mencionados. Se inició simultáneamente una campaña contra nuestro país por la Junta de Defensa de la Democracia con sede en Montevideo, dirigida por Griffith y financiada con el apoyo oficial. En esa misma época se intenta desde los Estados Unidos la alteración del orden en la Argentina. Se emplea primero la misión obrera presidida por Serafino Romualdi, que descubierta a tiempo permitió conocer también la traición de algún ex dirigente sensible al halago de los dólares. Luego se produce la huelga bancaria, por la cual fue deportado Griffith por dirigirla y financiarla. La huelga portuaria, de inspiración foránea, como la ferroviaria de idéntica inspiración, son actos distintos de un mismo proceso. Cada uno de estos actos de imperialismo fue neutralizado sin esfuerzo por la decidida acción del pueblo argentino. El temor del imperialismo por la extensión de nuestra doctrina justicialista en las masas populares del continente, víctimas de su explotación, le ha llevado a descargarnos una campaña de descrédito en esos países y a intentar la más descarada intervención en nuestra política interna, tomando a nuestro gobierno y a nuestro pueblo como objetivos directos de su acción solapada e insidiosa. El pueblo de la República, solidario con nuestra acción, apoya decididamente nuestra doctrina y programa. Esa circunstancia enerva a nuestros enemigos foráneos, que recurren al apoyo descarado de nuestros adversarios internos. Solamente ello puede explicar que, a pocos días de una elección decisiva, se pretenda alterar el orden con la prédica de dirigentes de bandas políticas, incitando a sus adeptos a una acción subversiva, lo que caracteriza una actitud contraria a las supremas decisiones populares. La convivencia armónica de los argentinos que hemos buscado, y que en circunstancias normales, pudo haberse realizado sin esfuerzo, no ha podido ser lograda porque los políticos dirigidos, dotados y apoyados desde el exterior, con un designio opuesto, han desarrollado una política contraría a todo apaciguamiento. Y aunque la inmensa mayoría del pueblo argentino está unida en el justicialismo, quedan sectores recios a toda unidad porque representan el sentido de la orientación foránea. Una intensa campaña publicitaria, utilizando todos los medios y todas las calumnias, anunciada en su oportunidad desde México por los agentes del imperialismo, se ha desatado en diversas naciones del continente contra nuestro país, preparando así un clima internacional, mientras se procede a dividir aquí a los argentinos con la intención de empeñarnos en una guerra civil ya anunciada por sus diarios. Es menester destacar también, que de seguir esta prédica ha de llegarse a situaciones desagradables que no está precisamente en nuestras manos el poder evitarlas. Dentro de nuestras orientaciones y objetivos, muchas veces hemos tentado soluciones de todo orden, pero los hechos fatalmente nos han conducido a la conclusión que nuestros enemigos se oponen a toda solución. Cualquiera de las soluciones que alcanzáramos -yo o mi gobierno- serían con la amenaza del hambre, la sangre y el dolor de nuestro pueblo. Yo no soy de los hombres que aceptan tales soluciones. Hombres sin principios y sin conciencia, haciendo escarnio declamatorio de la democracia, la libertad y la justicia, planean así un dilema, sin otra extensión que resistir su guerra publicitaria o entregar el país y su pueblo a la voracidad inescrupulosa de explotadores inconscientes. Una nube de agentes, abundantemente dotados de dólares, actúa desde las naciones limítrofes, conjuntamente con empresas extranjeras que encubiertas con diversos nombres, actúan en le país y dirigen una campaña destinada a alterar el orden. El dinero -gran corruptor de todos los tiempos- no ha dado sin embargo los resultados esperados en el pueblo argentino. Así decía un senador yanqui: "La Argentina es el único país que no ha respondido a la libreta de cheques". Sin embargo y desgraciadamente, no podemos hoy decir lo mismo de todos los argentinos y debemos enfrentar los hechos con la verdad, aunque ella sea dura y desagradable. En el orden externo esa compaña será enfrentada con los medios y las medidas que correspondan: en lo interno es el pueblo quien debe decidir. Hasta entonces nuestro deber es entender el orden para que esa decisión se produzca en comicios puros y limpios. Por eso he deseado enterar personalmente a todos de la real situación del país, con el estado irregular de algunos ambientes, ocasionado por acciones interesadas en crear un clima que perturbe el acto eleccionario y el orden que debe precederlo. Coordinada con la acción exterior, en lo interno los agentes del imperialismo foráneo emplean las siguientes acciones de disociación y alteración: Una Campaña de rumores difamatorios y enervantes realizada por una organización financiada y dirigida desde diversos sectores que obedecen a intereses foráneos con la finalidad de descargar una guerra de nervios en la población, las fuerzas armadas y el gobierno. Una campaña intimatoria, basada también en rumores y acciones insidiosas o subrepticias con el objeto de debilitar la posición del gobierno en su acción represiva y del pueblo en la decisión de defender su soberanía y sus derechos. Una campaña de disociación que actuando sobre las fuerzas institucionales, el gobierno y las organizaciones populares, trata de minar la cohesión aprovechando pequeños hechos o creando situaciones aparentes para separarlos y ponerlos en contra, destruyendo así la unidad del frente interno. Una campaña de infiltración que desarrollada dentro de nuestras propias fuerzas, trata de aprovechar a los desplazados o descontentos para conmover la disciplina y la unidad del movimiento popular, se realiza con el pretexto de "proteger a Perón" de peligros imaginarios o de traiciones hipotéticas, cuando en realidad son agentes infiltrados el servicio de nuestros propios enemigos. Una campaña de propaganda, generalmente panfletaria, en la que se difama a base de calumnias e injurias a los funcionarios, las instituciones y los hombres, deformando hechos, creando irregularidades ficticias en los asuntos de Estado, inventando negociados que se atribuyen a los funcionarios, etcétera, con el fin de minar la moral y debilitar la cohesión espiritual del gobierno, el Estado y la Nación. Una campaña de provocación basada en la alteración de las relaciones de diversos grupos componentes de la comunidad argentina. Esta campaña ha sido realizada por grupos socialistas, conectados con el exterior y al servicio del capitalismo. Sus exponentes han sido la huelga bancaria, la portuaria y la ferroviaria. Conjuntamente con la acción anterior se ha organizado un sistema celular para constituir diversos grupos de choques destinados a intervenir en la alteración del orden. Se tiene un detalle de esa organización en la que intervienen también algunos militares retirados. Los socialistas han preferido en cambio, formar fuerzas civiles regimentadas. Mientras los dirigentes políticos organizaron estas fuerzas, algunos militares retirados, siguiendo el sistema celular, buscaron infiltrarse en las fuerzas armadas comprometiendo a algunos jefes y oficiales, buscando disociar las fuerzas y minar la disciplina. Tanto unos como los otros, han sido dotados de abundantes fondos foráneos para pagar las adhesiones y cubrir las necesidades. El plan de acción, en líneas generales, sería el siguiente: Primero: realizar una campaña orgánica de rumores y panfletos destinada a difamar, enervar, provocar, disociar e intimidar a la opinión pública, como asimismo infiltrarse para destruirla unidad, desmontar la opinión pública y crear un clima propicio a la alteración del orden. Segundo: formar las fuerzas civiles y organizarlas para actuar en la calle en coordinación con los militares. Tercero: comprometer en las fuerzas armadas a la mayor cantidad de gente a fin de neutralizarlas por lo menos en su acción represiva. Cuarta: la ejecución comenzaría con la eliminación del presidente de la República, mediante un atentado personal, producido el cual se lanzaría a la calle los grupos civiles para producir el caos e imponer el terror. Las fuerzas armadas permanecerían en sus cuarteles. Para ello los jefes que no se hubieran plegado a los rebeldes serían aniquilados en sus domicilios o en las puertas de los cuarteles, que serían tomadas por asalto por una acción nocturna sorpresiva. Quinto: producido el caos, presumen los complotados que poco les costaría dominar la situación e imponer un gobierno fuerte Sexto: Conseguido ello, se encarcelaría a todos los funcionarios y dirigentes por supuestas irregulares; se desmontaría la organización obrera, destruyendo así los sindicatos para dominar a la clase obrera organizada, se destruiría nuestra organización política y se impondría al pueblo una dirección única y un gobierno de fuerza y reaccionario. Séptimo: en esa situación se esperaría la ayuda foránea prometida. Octavo: suponen que dominado el pueblo, se anularía en poco tiempo la acción justicialista, volviendo a la Constitución del 53' y restableciendo el orden anterior donde sostienen, estaría la mayor convivencia de la Nación. Los dirigentes de las bandas han sido quienes han organizado este movimiento desde largo tiempo. Sus oradores lo anunciaron desde todas sus tribunas. Menéndez en su proclama afirma, contar con el apoyo de los prominentes dirigentes de los partidos políticos. Ninguno de los cuales ha negado ni desmentido tales afirmaciones. Aparte del sistema celular que es de reclutamiento, la conspiración dispone de una dirección civil compuesta por los mencionados dirigentes políticos. Los militares retirados integran también dentro del mismo sistema, un comando al que se ligan los jefes y oficiales de las fuerzas armadas comprometidas en este movimiento. Como generalmente sucede en estos casos, los civiles aseguraron a los militares contar con el apoyo de todo el pueblo de la República y que bastaría el estallido para que sus masas coparan la calle. A su vez los militares retirados, manifestaron contar con la totalidad de las fuerzas armadas. En varias oportunidades se fue postergando por diversas causas la fecha del estallido. Numerosas disensiones se produjeron entre los dirigentes civiles y los militares, que no pudieron ponerse de acuerdo ni en la acción, ni en el discernimiento de las preeminencias posteriores, ni en la intervención foránea. Ello fue lo que impulsó a Menéndez a adelantarse a los demás y de acuerdo con algunos dirigentes políticos, obrar con el resultado conocido. Algunos sectores y algunos hombres comprometidos, se substrajeron así a esa acción. Ellos son las que en la actualidad siguen trabajando en la esperanza de tentar mejor fortuna. Se sigue atentamente sus actividades y se conoce bien a los complotados, comprometidos y dirigentes. Menéndez y Rawson, que capitaneaban en la dirección desde hace tiempo, nunca se pudieron poner de acuerdo. Surgió así una división que fue la que impulsó al primero a obrar solo. Cuando se anunció la visita del presidente a Campo de mayo para el 28 de septiembre, se planeó apresuradamente el golpe. Se cumpliría allí el atentado y luego se procedería de acuerdo con el plan establecido. El comando civil esperaría reunido en la Capital la noticia del atentado para proceder. En Campo de Mayo, desde las primeras horas del 28, se produjeron los hechos que son de dominio publico. El grupo civil formado por Yadarola, Zabala Ortiz, Pastor, Santander, Frondizi, capitán Juan Carlos Mason y otros, se concentro en el Club Voluntad, de la calle Don Bosco 4168, donde esperó las órdenes que debían serles transmitidas por Federico Mendoza y Ricardo Donovan, hombres de enlace entre los grupos. Allí almorzaron y permanecieron hasta las 15.30 cuando todo había terminado, y luego de despotricar contra los militares se retiraron a sus casas. He mencionado en síntesis los hechos salientes, a fin de que el pueblo de la República conozca los acontecimientos y los hombres, para estar en condiciones de tomar las previsiones y medidas consecuentes. Es indudable que todo no ha terminado aquí. Los intereses foráneos, empeñados en provocar la lucha interna, han de seguir impulsando con su dinero a sus agentes y ejecutores a fin de destruir la cohesión interna y sojuzgarnos. El pueblo debe estar listo. Cada ciudadano en su puesto para cumplir la misión que le incumbe. Las fuerzas del ejército en su lugar y aprestadas, para imponer el orden con la fuerza y decisión que impone el honor militar. Pueblo y ejército unidos y solidarios tienen la responsabilidad de nuestro destino amenazado por el imperialismo foráneo. Estamos seguros que cada uno sabrá cumplir con su deber. Entre tanto, cada argentino que no desee volver a la explotación, que no quiera de nuevo el fraude y la ignominia, que no admita el colonialismo ni la indignidad, que anhele una patria justa, libre y soberana, debe ser un soldado activo y vigilante en toda circunstancia y lugar. Cuando la patria vive horas de decisión, no hay puesto en ella para los timoratos, los indecisos y los cómodos. Cada uno de obrar como si de su propia acción dependiese la suerte del conjunto. La acción general y la conciencia social de la masa, no descarta, sino que impone el proceder individual energético y decidido. Cada argentino que no haya entregado su alma o vendido su dignidad al enemigo foráneo, debe luchar contra el rumor difamatorio y enervante. Debe oponerse e imponerse con los medios que tenga a mano contra la intimidación, la provocación y la disociación. Nadie debe titubear en hacer detener o entregar a la policía a los agentes de estas campañas contra el orden y la tranquilidad públicas. Todo ciudadano tiene él deber de denunciar a los enemigos de su patria. En caso de alteración del orden público, cada argentino debe estar listo para actuar en la forma indicada por las autoridades sindicales y partidarias, a fin de evitar el desorden y obrar con la mayor cohesión y disciplina, a la vez que con verdadera eficacia. La calma y la serenidad, deben estar aseguradas en todas las organizaciones. Si la necesidad de actuar llega, llegará también oportunamente la orden. Entonces, recién será el momento de proceder con la mayor energía. Anhelamos que nada se produzca. No tememos ni rehuimos la lucha, pero preferimos evitarla. Para ello hay que aplastar en todo lugar y en toda circunstancia a los agentes que nuestros enemigos emplean para prepararla mediante las campañas que antes hemos mencionado. Estar listos y decididos, teniendo a mano los elementos de acción y preparándose concienzudamente por si la ocasión llega. El gobierno está listo y atento. El ejército seguro y decidido para reprimir. El pueblo alerta para cumplir su deber. Nada tenemos que temer. El 11 de noviembre el pueblo decidirá el futuro mediante su voluntad más genuina. Nuestro deber es hacerla cumplir a cualquier precio. Esperemos que el buen juicio prime y el orden presida el acto electoral. El ejército y la policía serán la garantía de su pureza. ......................
1951-10-19
Durante la visita a la locomotora "Justicialista", fabricada en la Argentina
Yo quiero decir solamente dos palabras, palabras que deseo sean de estímulo y de agradecimiento al ingeniero que ha concebido esta locomotora y a los ingenieros que trabajaron en su confección, como así también a los compañeros trabajadores que supieron su esfuerzo, su abnegación y su sacrificio para realizarla. Nuestro objeto, al construir estas máquinas, quizás no sea el de dotar a todos nuestros ferrocarriles de máquinas de este tipo a corto plazo, pero tiene la inmensa virtud de demostrar que nosotros, los argentinos, también podemos comenzar a ocuparnos de estas tareas. Podemos decir que esta locomotora, que marca un prototipo para un tipo de locomotoras diesel- eléctricas concebido por argentinos, para los ferrocarriles argentinos al servicio de la Nación Argentina, esta marcando también la capacidad de fabricación de nuestro personal ferroviario. Por esa razón yo he querido venir a ver cristalizados los sueños de don Pedro Saccaggio, que hace ya tres años me entusiasmó con la fabricación en el país de este tipo de locomotores. Vengo a darle el abrazo que él merece por su preocupación y por el talento que ha puesto en la ejecución de esta obra, que es, para nosotros, un verdadero símbolo de nuestra independencia. Don Pedro Saccaggio, un viejo pionero de los ferrocarriles argentinos, sentirá hoy indudablemente su espíritu elevado por la satisfacción inmensa de presentar un trabajo completo, construido total y absolutamente por manos argentinas y concebido por cerebros argentinas. Yo solamente quiero agradecerles, en nombre de la Nación, tanto al señor ingeniero como a todos los que han trabajado en esta magnifica locomotora; agradecerles en el sentido de que, al poner el último tornillo en ella, cada uno de ustedes ha prestado un servicio superior a la Nación, no solamente en lo que representa materialmente esta locomotora, sino en lo que simbólicamente significa el poner en marcha una máquina argentina. Iniciamos con ella una nueva era, una nueva etapa en las fabricaciones de elementos locomotrices. Por eso quiero agradecer al señor ingeniero y a todos los operarios que han puesto sus desvelos en la fabricación de la "Justicialista" que, hasta en su nombre, esta marcado la nueva era de la República Argentina. ..................
1951-10-27
En la inauguración de la Ciudad Estudiantil
Señores: Deseo en primer término, agradecer la presencia en este acto, de los señores representantes de los países amigos y hermanos, que nos acompañan en este momento de satisfacción. También agradezco la presencia de los demás compañeros, que han querido llegar en este día luminoso hasta la Ciudad Estudiantil para acompañarnos en la inauguración de esta obra. Agradezco en nombre del gobierno a la benemérita Fundación Eva Perón y hago llegar hasta ella, la señora de Perón, ese profundo agradecimiento del gobierno y del pueblo argentino, por el desvelo que ella pone en la realización de estas obras magnificas, que están marcando un nuevo jalón en la vida argentina. Ese agradecimiento a la institución, la deseo particularizar en todos sus dirigentes, en los hombres que han dirigido esta obra y en los compañeros trabajadores que con desvelo, con sacrificio de todos los días, sin respetar ni fiestas, ni sábados, ni domingo trabajando a tres turnos, han podido cumplirla en un tiempo récord por lo que yo les agradezco profundamente en nombre del gobierno, pero especialmente en nombre del pueblo argentino, que es quien disfrutará esta obra. A esos humildes hombres de trabajo, que los he visto trabajar sin desmayo, quiero que les llegue, con la persuasión del bien que han realizado, nuestras palabras de estímulo, porque es así como se construyen las patrias grandes, sin mirar la abnegación con que se realiza el trabajo y sin tener en cuenta los sacrificios que es necesario vencer para engrandecerla. Señores: fluctúan todavía sobre nosotros, las patrióticas palabras de la señora de Perón. Estas obras, que son más obras del amor que de ninguna otra fuerza, nos están indicando el camino que los hombres de corazón deben realizar. Esta es para nosotros, la maravillosa escuela de la Argentina con que todos soñamos. Esta casa de estudios ha sido instalada con todo confort; como dice la señora, muchos han considerado que quizá puede haber mucho lujo acá, y que no es convenientemente acostumbrar al pueblo a ese confort y a ese lujo. Yo pienso en forma diametralmente opuesta; ellos hablan en nombre de la sordidez y la miseria; nosotros, de la esplendidez y de la abundancia. Hablamos desde otro punto de vista. Hablamos idiomas distintos. Pero, señores, yo sé que un pueblo que desea disfrutar del bienestar, de la dignidad y del confort con que viven los pueblos dignos y libres, tiene que conseguirlo a fuerza de trabajo; de manera que nadie se sentirá inadaptado en su país, donde con su trabajo, pueda adquirir el confort y el lujo, si es que los desea disfrutar personalmente. Por eso, señores, creo que cada una de estas obras, cada hospital o cada policlínico que se haga en el país, donde el confort y la esplendidez vayan formando una nueva conciencia civilizada en el pueblo argentino, son escuelas de perfeccionamiento de nuestras mujeres y de nuestros hombres. Estas obras son también escuelas. Al hombre no solamente se lo instruye sino que es menester educarlo, y en estas obras se busca la educación de las mujeres y de los hombres que durante tantos años han sido descuidadas en nuestro país. Por esa razón, en esta casa no se instruye en la enseñanza común. Los muchachos y muchachas que habitan esta Ciudad Estudiantil, tienen acá un hogar, un hogar modelo; para estudiar, van a la escuela como los demás chicos. Acá solamente viven y, mientras viven acá, se les imparte la educación que ellos tienen la desgracia de no poder disfrutar en sus hogares, porque no los tienen o porque los tienen en malas condiciones. En otras palabras, estas son escuelas de educación; escuelas para formar hombres dignos y libres y para formar mujeres dignas y libres. Señores: yo quiero cerrar estas breves palabras con un concepto que es el que deberemos grabar en adelante frente a todos los hogares argentinos. Aspiramos a que en un día no lejano en cada hogar argentino se disfrute de una moral, de un bienestar, de un confort, de una dignidad y de una felicidad como la que se ofrecerá a los niños que habiten esta Ciudad Estudiantil. Logrado ello, el pueblo argentino habrá cambiando sus rumbos, saliendo de la sordidez mezquina en que viven los pueblos que no son libres y que no son dignos, para tomar la nueva bandera, la bandera del futuro argentino que queremos que sea de un blanco y de un celeste más puro y más claro, al mismo influjo de esta patria que queremos también mas blanca y más pura para formar ciudadanos que tengan la ambición del trabajo, que tengan la ambición de su perfeccionamiento, pero que piensen que ni el trabajo ni el perfeccionamiento puede tener para la vida ningún valor, si no se ha adornado, el alma con las virtudes que cada hombre y cada pueblo debe tener para formar una Nación justa, libre y soberana. .............
1951-11-03
Ciclo de conferencias radiales: primera conferencia
Absorbido por las taras de gobierno no he pedido hasta hoy dedicar siquiera unos minutos a comentar un panorama social, económico y político que las fuerzas de la antipatria han tratado por todos los medios de deformar, echando mano a los recursos más despreciables de la calumnia y la mentira sistemática. Cuando hay mucho que hacer, hay poco tiempo para decir. Sin embargo, habiendo dejado momentáneamente el gobierno hasta que transcurra el proceso electoral, hoy como simple ciudadano de la República, quiero comenzar algunas transmisiones radiales sobre estos temas. Deseo decir, para esclarecer diversas versiones que la maldad hace circular, que he hecho uso de licencia para no presidir mi propia elección pero, que transcurrido el plazo eleccionario, volveré a hacerme cargo del gobierno como corresponde. Que debido a la enfermedad de la Señora Eva Perón he resuelto permanecer a su lado, razón por la cual he suspendido todo acto político partidario que contara con mi presencia. Confío que ello no sea necesario pues al pueblo más que mi presencia física, ha de interesarle como argentino, cuanto hemos realizado en todo orden en estos cinco años de labor. Tengo a la vista los argumentos que emplean nuestros opositores en su vano intento de engañar al pueblo con sofismas demasiado rebuscados para ser eficaces. Por eso no he de ocuparme de rebatir tales pueriles argumentos, pues los hechos mismos, conocidos por los argentinos, son mucho más elocuentes que cuanto pudiera yo decir al respecto. Que he de decirles yo del "costo de vida'' si tengo a mi vista la estadística más diversificadora, donde consta que es la mitad del costo de los países de menores costos. Que he decirles yo de la vivienda si en cinco años casi hemos construido más que en la historia de todos los gobiernos que ha tenido el país juntos. Que he de decirles yo de los transportes si en nuestro gobierno a pesar de haberse duplicado la necesidad y sufrido la paralización de la importación de medios de transporte durante los cinco años de guerra, estamos al día en la actualidad y hemos comprado mayores medio que en los cincuenta años que nos precedieron. Con el agrado que hoy esos transporte son de propiedad de los argentinos en su totalidad. Que he decirles yo de los abastecimientos, si en nuestros días el pueblo ha cuadriplicado el consumo, por la elevación de su estándar de vida, a pesar de lo cual todos pueden satisfacer sus necesidades. Se come bien y cuatro veces al día. Lo que antes tenían un traje hoy tienen guardarropa. Lo que antes iban al cine o al teatro una vez al año, hoy pueden ir todas las semanas. Los que antes veraneaban en la puerta del conventillo, hoy van a la sierra o al mar o, en su defecto, a los cómodos balnearios de los alrededores del mismo Buenos Aires. Que he decirles yo de la libertad y dignidad que el pueblo goza al desaparecer la opresión del dinero y del privilegio. Como voy yo a creer que, porque cuatro políticos embusteros le digan al, pueblo que está mal, ese pueblo les va creer, si él ve a cada minuto que esta mejor que antes y que pensar que, en el futuro, podrá aún estar mejor. Cómo voy a creer que el pueblo va a dar preferencia a sus mentiras, cuando tiene a su vista las verdades que el justicialismo le ofrece a cada paso. Cómo voy a creer que el pueblo argentino pueda desear volver al fraude, a los caudillos, a la olla popular, a Villa Desocupación, a una comida al día, a la miseria, a la humillación, a la injusticia social, al colonialismo económico, al sojuzgamiento de la soberanía. Como voy a creer que el pueblo argentino puede añorar la anarquía de los tiempos pasados, la venta de sus ferrocarriles, de los teléfonos, del gas, de los puertos, de los elevadores, de los servicios públicos y los que es más de su dignidad de argentinos y de su felicidad de pueblo libre y soberano. Como voy a creer yo que el pueblo argentino prefiera la injusticia a la justicia, la economía de miseria a la economía de la abundancia, el negocio de los monopolios al del pueblo, la supremacía foránea al gobierno propio, el triunfo de los enemigos del pueblo y del país al éxito del pueblo mismo. Cómo voy a pensar que ese pueblo sea tan ciego como para no ver cual es su conveniencia y cual es la conveniencia de la patria. Ese es uno de los errores de los políticos mentirosos: olvidar que hoy el pueblo piensa mucho en su patria, porque la quiere justa, libre y soberana y sabe que en manos de esos políticos venales volvería a lo de antes, destruyendo la justicia social, porque ellos fueron siempre instrumentos de los monopolios extranjeros y la oligarquía; hipotecando su independencia económica porque ellos fueron siempre empresarios o abogados de los intereses foráneos u anulando su soberanía porque ellos fueron siempre instrumentos de sus amos que los pagaron, como les pagan hoy. Esos mismos políticos son los que hoy se lamentan que no tenemos dólares. Si el gobierno deseara le bastaría hacer como hacían ellos; ahorrar sobre el hambre y la miseria del pueblo; exportar ese ahorro y producir abundantes dólares con los cuales importar artículos destinados a hundir la propia industria argentina. Tendríamos así muchas radios, frigidaires, perfumes, puntillas, whisky, etcétera, pero el pobre pueblo andaría de zapatillas, comería una vez al día y se pasaría el verano en camiseta en la puerta del conventillo. Es claro que muchos oligarcas aumentarían diez centímetros la longitud del habano que acostumbran a importar de Cuba. Nosotros tenemos otro concepto de la economía y la grandeza. No queremos un país rico lleno de hambrientos y miserables. No queremos un gran país poblado por muchos millones de infelices. Por eso tratamos de la riqueza la disfruten los que la producen y que la grandeza se cimenté paso a paso por el trabajo de un pueblo feliz y satisfecho. Nosotros también podíamos hacer como lo han hecho todos los tiranos de la tierra: amasar la riqueza y la grandeza sobre el dolor, la miseria y las lágrimas de todas las madres, los niños y los hombres de nuestro pueblo. Es decir, a costa de la felicidad presente de la Nación, pero creemos que esa riqueza, que esa grandeza repugnante a todo hombre de corazón, no es riqueza ni es grandeza, porque tiene como cimiento lo más despreciable que el espíritu humano puede concebir: la injusticia y la explotación. Hago presente, que al referirme a esto, no sugiero que los políticos que capitanean bandas sean capaces de realizar lo anterior. Ellos no saben ni siquiera de que se trata. Son insensibles, tanto como incapaces. Ellos entienden como los asuntos de comité y la manera de hacerse trampas los unos a los otros. Nosotros sabemos mucho de estos economistas de comité. Sabemos cuánto vendieron del patrimonio nacional para sostener sus errores, sus lujos, sus maniobras, sus vicios y sus desastrosas administraciones. Sabemos también lo que costó al país recuperar todo cuanto ellos vendieron a los consocio extranjeros, y sabemos, sobre todo, cuanto ha tenido que pagar el pueblo por los negocios que ellos realizaron y no tienen ni siquiera la disculpa de echar las culpas al pueblo, porque ese pueblo no los eligió, sino que todos huyeron producto del fraude. Y ahora pretenden que el pueblo les crea cuando se dan cuenta que ello no es posible, entonces la emprenden contra el pueblo, al que trata de ignorante y traidor. Ellos aseguran que el gobierno justicialista no ha hecho nada y, en cinco años hemos realizado más de 76.000 obras públicas, que totalizan un volumen superior al realizado en los 50 años que precedieron a nuestro gobierno, que fue la época que más se realizó. Solamente en escuelas, Marina Mercante, Flota Aérea, Hidráulica, Investigaciones Científicas, Previsión Social, obra Social, etcétera, hemos hecho más nosotros en cinco años que lo que se hizo a lo largo de toda la historia de la República Argentina. Ya los veo a estos politicastros, amantes de los desbordes en su oratoria de comité, si solo hubieran realizado el gasoducto o una sola de nuestras obras. Tendrían tema para charlar durante varios años. Ellos tardaron 40 años en hacer el edificio de correos y durante 20 años tuvimos que soportarles los comentarios. En total 60. Señores oyentes: No deseo abrumarlos con cuanto yo podría decir a este respecto, porque sé que todos ustedes tienen, como yo, ojos para ver. Sin embargo, deseo terminar por este día, agradeciendo la atención prestada para volver a esta misma hora el día lunes 5. Buenas noches y muchas gracias. ................................
1951-11-05
Ciclo de conferencias radiales: segunda conferencia
En la anterior transmisión me referí a la obra realizada. Hoy deseo hacerlo, en forma muy general, sobre las realizaciones futuras. La reforma social, la recuperación, la independencia económica y la soberanía política marcan las etapas realizadas que deben consolidarse mediante el desenvolvimiento orgánico del gobierno, del Estado y del pueblo. La unidad nacional será el producto de un paciente trabajo orgánico y funcional. Ella vendrá con la evolución progresiva y el afianzamiento de la colaboración u cooperación de todos para el bien común, no por la lucha estéril y destructiva. La dignificación del trabajo y del trabajador es el punto de partida y de llegada del justicialismo en el orden social. Esa dignificación moral y material ha de llegar a su justo equilibrio, para constituir una comunidad organizada dentro de la cual cada uno cumpla su función sin desmedro. La moralización política y la valorización del pueblo y del ciudadano traerán consigo un sentido de la ética indispensable a toda democracia organizada. El fraude y toda suerte de combinaciones y componendas políticas, que entronizaron la venalidad como sistema, darán paso a la honestidad y corrección de procedimientos, que afianzaran las instituciones. La organización de la riqueza, la reactivada de la economía, y la conformación orgánica de las fuerzas económicas permitirán que gobierno, trabajo y capital puedan formar la trilogía del bienestar, mediante la armoniosa convivencia de sus factores componentes. Gobierno centralizado para concebir unitariamente, Estado descentralizado para ejecutar independientemente y pueblo libremente organizado para trabajar y producir en amplia iniciativa y esfuerzo. Tal en grandes líneas la comunidad organizada que proponga el justicialismo y los objetivos inmediatos a alcanzar en el segundo plan quinquenal. A menudo oímos a nuestros detractores en sus tribunas referirse al momento económico del país y quejarse de cómo estamos. Comenzaremos por decir que ellos estuvieron siempre igual, porque precisamente los parásitos no tienen variación, son siempre parásitos. Nosotros sabemos bien cual ha sido la incapacidad de estos señores cuando desempeñaron cargos en la administración y el gobierno, si así puede llamarse lo que ellos hicieron, en la época del fraude y de la entrega. Estos señores, que demostraron una absoluta ignorancia y falta de criterio, suelen afirmar que el país marcha hacia su derrumbe económico, evidencian con ello que, o bien no saben lo que dicen, o de lo contrario tratan de engañar a sus propios partidarios y a la opinión pública. Si no fuera que esa opinión pública conoce el grado de ignorancia de esta gente y percibe la real situación que vivimos, estos embaucadores profesionales podrían producir peligrosos efectos de derrotismo en la población. A poco que pensemos y recordemos, cada uno de nosotros mismos podemos hacer el análisis de esa situación económica, que estos agoreros de comité pretenden hacer creer que es desastrosa. Cuando ellos, mediante el fraude, usurparon el poder, llevaron al país a una situación que todos conocemos: injusticia social con semanas de enero y masacres en la Patagonia; olla popular y Villa Desocupación; economía de miseria cuando había que hacer cola para obtener trabajo; que la gente del pueblo andaba hambrienta y andrajosa; que el gobierno no se ocupaba nada más que de haber política, además desde los colectiveros hasta la C.A.D.E.; que la coima reinaba soberana y que para mover el más simple expediente había que untarlo con dinero; que los sueldos de la administración se retrasaban hasta seis meses, sin contar los maestros que algunas veces cobraban un sueldo por año; que los servicios públicos, los ferrocarriles, los teléfonos, el gas, los puertos, los elevadores, la marina mercante, la flota aérea, la importación, la exportación los seguros, reaseguros, el Banco Central, etcétera, eran extranjeros; cuando se tenía una deuda externa que llegó a más de 12.000 millones de pesos; cuando se creaba un Instituto Movilizador mediante el cual se defraudaba al fisco casi 1.000 millones de pesos; cuando se cerraban los presupuestos con varios cientos de millones de pesos de déficit y se tenían una deuda flotante de varios miles de millones, según estos politicastros, entonces el país estaba bien. Hoy que el pueblo vive bien y gana sueldos y salarios dignos, que las mayores colas se observan en los teatros y los cines o en los restaurantes de lujo; que los empresarios obtienen cada día mayores beneficios; que se han comprado y pagado todos los servicios públicos; que se ha pagado toda la deuda externa; que la importación, exportación, seguros, reaseguros, sistema bancario son argentinos; que se ha reducido la deuda flotante que ellos dejaron; que se cierran los presupuestos con superávit; que se han construido 76.000 obras públicas; que se ha renovado la maquinaria industrial por un valor de casi 10.000 millones de pesos; que se ha aumentado el patrimonio estatal en más de 100.000 de pesos, ahora que el país no debe un centavo a nadie, ahora, según ellos, estamos mal. Yo que conozco el estado en que dejaron al país estos charlatanes y deshonestos solo le pido a Dios que nunca más pueda caer en sus manos. Sería una nueva experiencia muy peligrosa para los argentinos y demasiado penosa para la Nación, para solo pensar en repetirla. El desbarajuste espantoso ocasionado por esos gobiernos del fraude, de la venalidad y de la entrega, se produjo precisamente cuando los partidos políticos hicieron actuar a sus hombres más prominentes. ¿Que ocurriría hoy, que han tomado la dirección de esos partidos, los oscuros caudillos de comité, ignorantes e inmorales? ¿Cuál sería la suerte de la República en manos de hombres que antes fueron los ejecutores directos de cuanta infamia se tramó en las direcciones? Los hombres honrados tenemos la obligación de defender al país, de luchar para que esos caudillos, empresarios de la miseria y de la inmoralidad, no lleguen jamás al gobierno. Creemos que en el país hay hombres capacitados para gobernarnos, pero creemos también que ningún hombre honrado y capaz serviría de instrumentos a estos caudillejos que hoy capitanean las bandas políticas, restos inorgánicos de los antiguos partidos. Ese es nuestro principal objetivo en lo político: defender las instituciones, la moralidad, el patrimonio y la dignidad de los argentinos, frente a la amenaza de estos buitres de comité que, sirviéndose del engaño, de la calumnia y de la infamia, pretenden entronizarse en el poder para servir sus oscuros intereses y los de sus mandantes foráneos. En 1946, cuando nos hicimos cargo del gobierno, no encontramos sino problemas. Teníamos una deuda externa por la que el pueblo pagaba casi dos millones de pesos por día en amortizaciones e intereses; no teníamos un centavo disponible. Sin embargo, debíamos realizar la recuperación nacional que importaba por lo bajo 15.000 millones, reponer la maquinaria industrial y los transportes, que durante los cincos años de guerra se habían desgastado y que, por lo bajo costarían 10.000 millones; teníamos que realizar las 76.000 obras del Plan Quinquenal, que importaban más de 15.000 millones; consolidar la reforma social, organizar los sistemas de comercialización, bancarios, seguros, etcétera, que importaba arriba de 5.000 millones, lo que con el pago de la deuda externa, hacía un total para los cinco años del Plan, de más de 50.000 millones de pesos. Para hacer frente a estos 50.000 millones no contábamos sino con nuestra buena voluntad y el apoyo del pueblo argentino. Han pasado cinco años, todo lo previsto se ha realizado: se recuperó todo el patrimonio mediante su pago a las empresas foráneas, se renovaron los equipos industriales y de transportes, se realizaron las 76.000 obras, se consolidó la reforma social, se organizaron los sistemas comerciales y financieros, se pagó la deuda y hoy no debemos nada. El pavoroso problema que representa el hecho de pagar 50.000 millones sin tener un centavo, fue resuelto mediante honradez administrativa y habilidad para los negocios de Estado. Bastaría pensar si hace diez años, cuando gobernaban nuestros críticos de hoy, un hombre hubiera dicho: "En cinco años voy a realizar la recuperación, la independencia económica, renovar la maquinaria industrial y los transportes, pagar la deuda externa, organizar la riqueza, realizar y consolidar la reforma social, formar un flota mercante y otra aérea y encima voy a realizar más de 76.000 obras públicas", es indudable que la mayoría habría dicho que ese hombre era un loco. Bien, señores, todo eso y mucho más hemos realizado en estos cinco años con el trabajo y el apoyo del pueblo argentino. Por eso, cuando escuchamos a estos charlatanes de feria y los oímos decir que el país tiene graves problemas económicos, no podemos menos que reírnos y compadecernos de su ingenua incapacidad. Los que enfrentamos y resolvimos los problemas económicos que el país tenía en 1946 y que antes mencioné, cuando miramos los actuales problemas nos parecen juego de niños comparados con aquellos. El Segundo Plan Quinquenal encarará con la consolidación de todo lo hecho, la nueva etapa de la producción, la industrialización, el comercio y la realización de las obras públicas dirigidas a la reactivación económica del país. Si en las penosas circunstancias de la posguerra nos fue dado encarar y resolver las enormes realizaciones del Primer Plan Quinquenal, ¿qué podemos esperar en el segundo, que encuentra realizada ya la etapa más costosa de la recuperación, pago de la deuda, reequipamiento industrial, organización económica y reforma social? Sólo un ignorante puede desconfiar de la grandeza de nuestro futuro y de la seguridad y solidez de nuestra economía. En estos pasa lo que en todas las cosas de la vida. No todos los que miran tienen el privilegio de ver la realidad y así como existen no videntes para la luz y las formas de la naturaleza, existen también no videntes para la luz y las formas de la inteligencia. .............
1951-11-07
Ciclo de conferencias radiales: tercera conferencia
En mis largas meditaciones sobre la Patria, cuestión inherente al cargo que ejerzo, muchas veces me ha asaltado la duda, de que pueda haber una argentino que la ame y no comparta nuestros objetivos fundamentales: la justicia social, la independencia económica y la soberanía de la Nación. Otro tanto pienso cuando reflexiono sobre objetivos más directos, como la recuperación de los bienes nacionales, la formación de la marina mercante, de la flota aérea nacional, de la dignificación ciudadana y popular, etcétera. Yo entiendo que haya hombres que no nos quieran a nosotros, y que difieran en las formas en que ejecutamos la marcha hacia tales objetivos. Me explico también que la pasión política, ciegue a muchos y los lance a extremos inconfesables de calumniar, insultar y difamar, porque la incapacidad y la desesperación de la impotencia, suelen ser malas consejeras, pero lo que no comprendo, es como algunos argentinos se ponen al servicio de lo foráneo, precisamente para combatir desde los partidos políticos argentinos o mediante conspiraciones revolucionarias, los objetivos que todos reconocemos como básicos de la felicidad del pueblo y de la grandeza de la patria. No puedo explicarme que haya argentinos que anhelen que nos gobiernen como antes desde el exterior; que sostengan que es mejor que las cosechas las vendan los consorcios extranjeros, pagando como antes al agricultor seis pesos el quintal y no el Estado, pagándole diez veces más; que crean que es mejor que los transportes sean de consorcios foráneos y no del pueblo argentino, ocasionando remesas financieras que suman miles de millones de pesos por año que se restan al patrimonio de los argentinos; que piensen que es mejor para el país importar trabajo extranjero, que favorecer a la industria nacional, ocupando a nuestros obreros y conservando en el país la ganancia de su propio trabajo; que quieran disponer de empréstitos de los países imperialistas para luego pagarlos varias veces en intereses leoninos y como agregado pasar a depender de ellos; que haya argentinos que prefieran que nuestra producción se transporte en barcos extranjeros y no en los argentinos, que tras haberse ya pagado con sus fletes, impiden la evasión de divisas, trayendo en cambio el fruto de sus fletes y valorizando varias veces los precios de nuestros productos exportados en nuestras bodegas. Me explico y no me parece mal, que esos países y consorcios extranjeros, hasta justifico su lucha contra nosotros en lo económico, aunque no su intromisión en los asuntos internos de nuestro país. Pero, como podría explicar, ni menos justificar, que haya argentinos que aliados a los enemigos de la patria, actúen en los partidos políticos o fuera de ellos, para servir directa o indirectamente los oscuros designios que alientan contra nuestro país. Es natural que me refiero a los que obran de buena fe, porque los que obran mediante paga, tienen ya un nombre y no son aquí dignos de mención. En los momentos actuales, la ciudadanía se encuentra abocada a resolver en los comicios del 11 de noviembre, toda situación pendiente en el orden político, de acuerdo con la más pura orientación democrática y en elecciones que serán impecables en su pureza. Sin embargo, los partidos políticos que hicieron siempre alarde de su fe democrática, que se dijeron de orden y populares, han tratado por todos los medios de provocar la alteración del orden para evitar someterse a la decisión popular. Tramaron primero una revolución, pero fracasó; provocaron desde sus tribunas, mediante los excesos más incalificables, una reacción que no han encontrado de nuestra parte, porque conocimos sus intenciones; amenazan ahora con otra revolución y la alteración del orden, antes o durante los comicios mismos. Si nosotros somos tan malos y tan impopulares, como ellos dicen, ¿porque no esperan la elección y allí en las urnas nos muestran el repudio que el pueblo siente por nosotros? ¿Por qué quieren evadir el resultado de esas elecciones? ¿No tienen la absoluta garantía que serán puras y limpias y no fraudulentas como las que ellos siempre realizaron? La contestación la ha dado Serafino Romualdi desde Bogotá, al declarar que dentro de poco tiempo se producirá en la República Argentina una nueva revolución para lo cual en su viaje a Montevideo, ha repartido abundantes dólares a manera de incentivo eficiente. Durante mucho tiempo, me he resistido a aceptar como cierto, el resultado del servicio de informaciones, que sindicaba a muchos hombres políticos y de algunos militares retirados en connivencia con ellos, como dirigidos y financiados desde el exterior. Es indudable que tales direcciones, tratan de no dejar rastros y menos aún en las contribuciones en dinero. No lo creía, porque a uno le cuesta siempre aceptar como posible, las grandes infamias y las traiciones por pequeñas que sean. Sin embargo, es tal el número de coincidencia y confirmaciones que he tenido que rendirme a la evidencia. Lo que Serafino Romualdi afirma es exacto tanto para Montevideo como para los que actúan en nuestro país. Tenemos en cambio al pueblo argentino, para comprar al cual no hay suficiente dinero en el mundo, y él sabe diferenciar a los que luchan en su defensa, de los que trabajan por su perdición. Por eso nosotros esperamos tranquilos su veredicto. Por eso ellos se resisten a esperarlo y buscan los medios del eludirlo. Aceptamos que hayan hombres capaces de realizar tales acciones, porque comprendemos que cada uno sea dueño de su propia infamia. Pero lo que no aceptamos, es que haya agrupaciones políticas argentinas, que se solidarizan con procedimientos tan viles, y menos aún que tales agrupaciones propugnen desde sus tribunas los nombres de personas que el pueblo sabe complicados desde los tiempos de Braden, en los manejos turbios que hoy son tan evidentes como entonces. Cuando estas cosas suceden es porque una gran descomposición se produce en la moral de los hombres y en la ética de las organizaciones políticas. Su propia destrucción esta implícita en su conducta, porque los que proceden mal, sucumben víctimas de su propio mal procedimiento. ....................
1951-11-08
Mensaje radial para poner fin a la campaña electoral
El 22 de febrero de 1946 di mi primera orden a los ciudadanos peronistas en todo el país. La orden era definitiva: se trataba entonces de elegir entre Braden o Perón. Braden era la expresión brutal del imperialismo capitalista en su lucha por seguir explotando la economía de los argentinos. Perón era la reacción de un pueblo que quería tomar en sus manos la dirección de sus propios intereses para alcanzar una mayor riqueza y asegurarse así un mayor bienestar. Braden era el símbolo de la oligarquía que en aras de su ambición de poder y privilegio vendió todo lo que poseía la Nación, sin importarle nada del nombre ni del honor de la República. Perón era la fuerza del pueblo volviendo por sus propios fueros para reconquistar todo lo vendido, lo entregado y lo mal gastado. Braden era la expresión del egoísmo con que las fuerzas regresivas de la Nación pretendían detener la macha de la justicia social. Y Perón era la bandera de esa marcha que no podía detenerse sin que allí mismo se detuviese el pueblo. Los peronistas de todo el país cumplieron mi orden. Braden fue derrotado. Durante seis años hemos hecho precisamente todo lo contrario de lo que Braden simbolizaba y quería entonces. Yo entendía que el pueblo argentino, no solamente me había elegido a mí por lo que yo podía darle, sino que al mismo tiempo y además había derrotado a Braden y mi obligación era luchar contra todo lo que él representaba. A seis años casi de aquella fecha creo haber hecho mucho de lo que ofrecí al pueblo y si de alguna cosa puedo enorgullecerme es precisamente de haber trabajado al máximo para hacerlo todo. Sé que aun queda mucho por hacer y que muchas esperanzas no han sido satisfechas, pero nadie puede decir que no hemos tenido voluntad para cumplir. Pero también hemos luchado contra todo lo que Braden representaba: contra la ambición desmedida del imperialismo capitalista; contra la explotación y el espíritu entreguista y antipopular de la oligarquía y contra la reacción de algunas fuerzas capitalistas todavía propensas a la injusticia y a la explotación egoísta de los trabajadores. Las cosas han cambiado sustancialmente desde entonces. Éramos un país económicamente explotado y ahora somos económicamente libres. Éramos un pueblo socialmente desorganizado y sometido a la injusticia y ahora somos una Nación socialmente justa. Éramos un país políticamente gobernado desde el exterior y ahora somos una Nación políticamente soberana. Pero la victoria del pueblo -la victoria peronista- no ha destruido todavía las fuerzas que se le oponen. Braden no es ya embajador...pero el imperialismo capitalista que él representó sigue asediándonos con sus personeros y con sus amenazas; la oligarquía sigue ambicionando el privilegio y el poder que perdió: la U. D. no existe como fórmula política, pero enfrente del Movimiento Peronista, están hoy las mismas bandas que integraron la U. D. en 1946 y los mismos hombres utilizando los mismos procedimientos. Evidentemente hoy como entonces el dilema de los argentinos sigue siendo: Braden o Perón. Lo que el pueblo argentino debe decidir en las elecciones de pasado mañana es muy simple: seguir adelante con el Movimiento Peronista o retroceder hacia el pasado, que nuestros adversarios representan. Ellos que sirven a los imperialismos y a la oligarquía no terminan de entenderse nunca cuando se trata de elaborar un programa de gobierno. En lo único que se ponen de acuerdo es en sus crisis histéricas de antiperonismo. En todo lo demás reina el más absoluto "desbande" como que cada partido se ha convertido en una innumerable cantidad de pequeñas bandas sin unidad de concepción, sin doctrina y sin unidad de acción. El elector antiperonista deberá afrontar serios problemas en su decisión. Si es anticapitalista, no podrá votar, por ejemplo, por el Partido Radical, desde que el programa y la doctrina radical son capitalistas; sus hombres realizaron antes la entrega del país a los monopolios capitalistas y ademán integraron la U. D. creada y sostenida por Braden, prototipo, personero y símbolo obeso del capitalismo. Si en cambio es anticomunista, tampoco podrá votar al radicalismo desde que los hombres que integran sus cuadros dirigentes son los mismos que se vendieron al comunismo en 1945 a cambio de un ministerio. Para votar por cualquiera de los otros partidos, se le plantearían al elector antiperonista idénticos y complejos problemas. Los únicos que votarán consciente y por nuestra oposición son los que están de acuerdo con que la República Argentina no sea ni justa, ni libre, ni soberana. En cambio el sector peronista está bien claro con respecto a su decisión. Lo que el peronismo hará en el futuro no tiene secretos para nadie: es la continuación de las realizaciones que hemos podido concretar en estos seis años de gobierno dentro de los principios de una doctrina que conocen todos los argentinos, grandes y chicos, porque yo me he tomado el trabajo de exponerla todos los días en mis discursos y en mis conversaciones. Ningún argentino puede decir que no conoce lo que haremos en el porvenir. Nunca un voto habrá sido tan consciente de su valor como un voto peronista que será en cada caso la irrevocable decisión de un argentino que quiere que su patria sea: justa, libre y soberana. Para asegurar la unidad de acción en los comicios del 11 de noviembre deseo impartir esta segunda orden que, como la primera, va dirigida a todos los peronistas en la persuasión absoluta de que ellos sabrán cumplirla con la misma fidelidad que la primera. Una oposición compuesta por bandas políticas -restos inorgánicos de antiguos partidos- encabezados por dirigentes de triste actuación que, negando la decisión del pueblo de constituir una nación justa, libre y soberna se han puesto al servicio de los intereses extranjeros, se apresta a enfrentar al pueblo argentino, Una campaña de infamante prédica tendiente a alterar el orden e impedir que la ciudadanía ejercite su derecho soberano, ha caracterizado su acción. Una revolución tramada en connivencia con conocidos traidores al pueblo, les ha fracasado. Sin embargo, su intención de empañar los comicios sigue en pie, porque saben ue en ellos serán definitivamente aniquilados. Nuestras fuerzas cívicas, fiel expresión del pueblo argentino, movilizadas en todo el territorio de la Nación, están de pie y anhelantes por defender los sagrados derechos de la ciudadanía y el porvenir venturoso de la patria. Todas las medidas están tomadas para demostrar a los malos políticos y a sus mandantes foráneos que el pueblo argentino, dueño de su destino y soberano de su libre determinación, no dará un paso atrás, sea en la lucha comicial como en cualquier otra lucha. Si es necesario, muchos pechos generosos de humildes ciudadanos peronistas ofrecerán -como ya lo han hecho- el holocausto a la causa que, para un justicialista, vale más que la propia vida, por ser la garantía de la vida de los demás. Empeñados en la defensa de la patria, de sus instituciones justicialistas y de sus objetivos de pueblo justo, libre y soberano, han de luchar sin medir esfuerzos ni sacrificios hasta la victoria final, cueste lo que cueste y caiga quien caiga. Por todo ello resuelvo que, el Movimiento Peronista extreme las medidas para que el 11 de noviembre, todos sus ciudadanos: a) emitan su voto, cualquiera sea el sacrificio que para ello deban realizar; b) se reúnan en los locales correspondientes y permanezcan alertados allí; c) dedique ese día sólo al peronismo; En esta elección no es suficiente ganar, es menester hacerlo por una abrumadora mayoría. En cumplimiento de la anterior resolución, siendo necesario obrar con unidad de acción, neutralizar todo inconveniente y aprovechar toda la circunstancia favorable, es que hago llegar al electorado peronista las siguientes disposiciones: a) El voto, como derecho de los ciudadanos libres de la Nueva Argentina, se defiende hasta con la vida; cada peronista debe conocer sus derechos y hacerlos respetar en el comicio recurriendo a todo. b) Las boletas deben depositarse entera en el sobre observar que no posean marcas o perforaciones, porque serán anuladas. No debe escribirse ni borrarse nada. El peronista debe votar las listas completas, teniendo cuidado de no hacerlo con boletas de otras agrupaciones que especulan con mi nombre, porque son votos perdidos; Cada votante peronista debe pedir su boleta en la Unidad Básica y llevará en el bolsillo no utilizando en lo posible las que se encuentran en el cuarto oscuro que pueden estar marcadas. Los que no saben leer deben asegurarse aun más, consultando a las Unidades Básicas para que su voto no se pierda. c) La libreta de enrolamiento debe estar entera, asegurándose con anticipación para que no le sea sustraída. No debe entregarse a nadie y si alguien la tiene debe ser exigida su inmediata devolución, denunciando en caso contrario a las autoridades. Deben denunciarse sin más a los que compren o hayan comprado libretas, como asimismo a los que vendieran. d) Borratinas. Nadie debe efectuar "borratinas" de nombres porque el voto se perderá sin provecho para nadie. Como asimismo dejar de votar "porque estamos seguros" porque ello favorece al adversario. El presidente de la Nación necesita para poder gobernar gobiernos provinciales y Congreso propicio. Otro tanto le ocurre a los gobernadores con los intendentes y legisladores. Por eso, el buen peronista debe votar las listas completas como se detallas a continuación". Lista de Candidatos: Presidente de la Nación, Juan Perón; Vicepresidente de la Nación, Juan B, Quijano. CAPITAL FEDERAL Senadores Nacionales: María Rosa Calviño, Alberto Teiseire. Diputados Nacionales: Delia Delfina Degliuomini, Pedro Ramón Otero, Bernardo R. Alfredo Messina, Pablo Jesús Arias, Lorindo Carballido, Juana Alicia Espejo, Tito Vicentge Pérez Otero, Alfredo Fontana, Héctor Agustín Sainz, Ángel José Miel Asquía, José Alonso, Angel Enrique Peralta,l Dora Matilde Gaeta, José Astorgano, Antonio Juan Benítez, Armando B. González Barale, José Argaña, Luis Cantore, Eduardo Isaac Rumbo, Eduardo Colom, José María Ramallo López, Alejandro Joaquín Da Rocha, Ezequiel Zabotinsky, Eduardo Ernesto Scandone, Guillermo De Prisco, Ana Carmen Macri, Santos González, Antonio Francisco González. BUENOS AIRES Gobernador: Vicente Carlos Aloé; Vicegobernador, Carlos Antonio Díaz Senadores Nacionales: Ilda Leonor Pineda, Prudencio Ibarguren Diputados nacionales: Rómulo Orlando, Pedro A. J. Gomis, Juan Albarello, Juan Carlos García, Jorge B. Pellerano, María Elena Casuccio, Celina Rodríguez, Noé López, Magdalena Álvarez, Antonia Hermida, José C. Quevedo, Antonio J. C. Deimundo, Alberto Luis Rocamora, Carmen Salaber, Francisca A. Flores, Zulema N. Pracanico, Pascual H. Preste, José Presta, Bernardo Gago, Santiago Dussaut, Hilario F. Salvo, Valerio Rouggier, Almerindo D. Di Bernardo, Héctor J. Cámpora, Miguel Muschio, Héctor A. Biasi, Almar Balbi, Darwin Martínez, José E. Picernio, Danta Loguercio, Héctor L. Lanes, Orlando Castro, Adolfo Lanfossi, Víctor Tomáis, José Gobello, Oscar R. Bidegain, José V. Tesorieri, Guillermo Campano, David Diskin, Eduardo Julio Fortez, Jorge Gianoia. CATAMARCA Gobernador: Armando Casas Nóblega; Vicegobernador, Pero Caldelari. Senadores Nacionales: Rodolfo Antonio Angulo, Mardonio Ramón Navarro. Diputados nacionales: Armando Vergara, Teodomiro de la Luz Agüero. CORDOBA Gobernador: Raúl F. Lucini; Vicegobernador, Federido De Uña Senadores Nacionales: Elvira E. Rodriguerz Leonardo, Atilio Antinucci. Diputados nacionales: Juan Francisco Brizuela, Pablo López, Pedro A. Ordóñez Pardal, Roberto Domínguez, Raúl Bustos Fierro, Edmundo Parine, Luis Atalia, Silverio Moreno, José Bartolo Posada, Erio Armando Carena, Oreste A. Zerega, Gerardo López, Modesto A. S. Spachessi. CORRIENTES Gobernador Senadores Nacionales Diputados nacionales ENTRE RIOS Gobernador Senadores Nacionales: Juana Larrauri, Ramón A. Albariño. Diputados nacionales: María Carmen Caviglia, Manuel Macabate, Pedro Villareal, Héctor Castagnino, Agustín Siblod, Edvino Paz. JUJUY Gobernador, Jorge Benjamín Villafañe; Vicegobernador, Emilio Agustín Navea. Senadores Nacionales: Alberto José Iturbe, Francisco Jiménez. Diputados nacionales: Plácido Guillermo López, Hugo del Valle Chalup. LA RIOJA Gobernador: Juan Perello Senadores Nacionales: Humberto Pierangeli Vera, Miguel Ángel Bazán Diputados nacionales: José Maria Villafañe, Oscar E. Albrieu MENDOZA Gobernador, Carlos H. Evans; Vicegobernador, Juan de la Torre Senadores Nacionales: Blas Brisoli, José G. de Paolis, Diputados nacionales: Ventura González, Enrique V. Labanca, Humerto Moreschi, Delva Argumedo, Patrocinio Merlo, Miguel Ulloa. SALTA Gobernador, Ricardo Joaquín Durand; Vicegobernador, Jesús Méndez. Senadores Nacionales: Alberto Durand, Carlos Ximena. Diputados nacionales: Serafina del Carmen Rodríguez, Manual Vicente Gómez, Generosa Domitila Aguilar SAN JUAN Gobernador, Rinaldo Viviani; Vicegobernador, Adolfo Benito Castro Luna. Senadores Nacionales: Elías Teodoro Amado, Paulino B. Herrera Diputados nacionales: Urbelina Tejada, Eloy Próspero Camus, Miguel Beato Tejada. SAN LUIS Gobernador, Víctor W, Endulza NO HAY VICE?? Senadores Nacionales: Francisco R. Luco, Ricardo Zabala Ortiz Diputados nacionales: Hernán S. Fernández, Manuel Rodríguez SANTA FE Gobernador, Luis Cárcamo; Vicegobernador, Enrique Arnoldo Roulet. Senadores Nacionales: Hilda Nélida Castañeira, Alejandro B. Giavarini. Diputados nacionales: Isabel Antonia Torterola, Ramón Degreef, Luis D' Jorge, Luis Rinaldi, José C. Pérez, Josefa Domínguez Brigada, Abel Montes, Luis Armando Roche, Francisco Cobello, Humberto Piomanico, Adolfo Palianza, Fernando Clement, Enrique Osella Muños, Josefa Biondi, Ernesto Carrera. SANTIAGO DEL ESTERO Gobernador, Francisco Javier González, NO HAY VICE?? Senadores Nacionales: Carlos Arturo Juárez, Justiniano de la Zerda. Diputados nacionales: Pedro Antonio Luna, Luis Pericia Mafalda Piovano, Dominga Isidoro Ortiz, Francisco Isidro Carrizo. TUCUMAN Gobernador, Luis Cruz; Vicegobernador, Vicente Míguez. Senadores Nacionales: Fernando Pedro Riera, Antonio Eduardo Correa. Diputados nacionales: Otilia Villa Maciel, Isaac Donaldo Moya, José Ángel Maestro, Arturo Roberto del Río, Rodolfo Gramajo, Carlos J. Domingos. CHACO Convencionales constituyentes: Julio Franco de Nicola, Antoni H. Luis Álvarez Lottero, José Demetrio Sepúlveda, Luis Alberto Varisco, Prudencio Galiano, Carlos Gro, Felipe Gallardo, Policarpo Acosta, Pedro César Tavella, Honorio León González, Custorio Heredia, Moisés Feldmann, Romualdo Arnulfo Landriel, Alejandro Warchvsky, Ricardo Sixto Peón. LA PAMPA Convencionales constituyentes: Gustavo Miguel Rodríguez Llames, Sara Dolores Fumagalli, Francisco Molinari, Juan Francisco Savaresse, Horacio Carlos Quiroga, Eduardo Mattis, Gregoria Corcho, Atilio Carlos Lorusso, Santiago Manuel Álvarez, Juan Antonio Ferrari, Josefa Miguel, Susana Correche, Ángel Pedro Pablo Barni, Félix Fortunato Fieg, Hipólito Orozco. TERRITORIOS Delegados ante la H. Cámara de Diputados de la Nación: Comodoro Rivadavia: Alberto Rodríguez Gallardo; Chubut: Paulina Escardó; Formosa: Ramón Mariño; Antenor Polo; Misiones: Elena Aida Fenicola, Octavio Agustín Ríos; Neuquén: Pedro Julio San Martín; Río Cuarto: Agapito Montaña, Néctar Antonio Barrera; Santa Cruz: Orlando Ludovico Paroli; Tierra del Fuego: Esther Mercedes Fadul. Además los senadores, diputados, intendentes y concejales de las provincias cuyas listas figuran en las correspondientes boletas, que omito leer por razones de brevedad. Como algunos infiltrados al servicio de la oposición han tratado de disociar a los peronistas, pretendiendo hacer creer que existe un "movimiento disidente peronista" y como la oposición trabaja insidiosamente en el mismo sentido, arrojando volantes para confundir a la opinión, se recomienda destruir la intriga y sancionar sin más a los intrigantes, porque ellos son en todos los casos elementos enemigos infiltrados en nuestras filas. Las autoridades partidarias deben vigilar estrechamente los comicios. Comunicar inmediatamente al ministro del Interior toda irregularidad, mientras se recurre a las fuerzas del ejército encargadas directas de los comicios. Cualquier irregularidad debe ser documentada y comprobada con testigos. Es menester a cualquier costo asegurar la corrección de los comicios y evitar el fraude o las presiones preparadas por cualquier persona. Como en estas elecciones concurren por primera vez las compañeras del Partido Peronista Femenino es necesario aconsejarlas, ayudarlas y protegerlas en toda circunstancia. Ellas deben agotar los medios para asegurar su voto venciendo todas las dificultades que, por tratarse de un asunto nuevo, puedan presentarse en el acto comicial o fuera de él. Contra toda maniobra es menester estar alerta. El peronista se asegurará de ello mediante la norma ya establecida: -No concurra a ninguna fiesta que lo inviten el 10. -Es necesario que se quede en casa y el 11 bien temprano tome las medidas para llegar a la mesa en que ha de votar. -Denuncie al expendedor de nafta que se negara a proveerle combustible. -Evite todo incidente para impedir que lo detengan. -No beba alcohol de ninguna especie el día 11. -Si el patrón lo lleva a votar, acepte y luego en el cuarto oscuro haga su voluntad. -Si no hay automóviles o camiones, concurra a votar a pie, a caballo o en cualquier otra forma, pero no ceda ante nada. -Desconfíe de todo. Toda seguridad será poca. Las fuerzas del mal y de la ignominia pondrán en juego todos los recursos para burlar la voluntad popular. -El día 11 de noviembre debe ser un día dedicado íntegramente al peronismo. Para ello todos los compañeros, especialmente los dirigentes, deben concurrir a los locales partidarios y allí cada peronista ha de multiplicarse en la acción. Desde la primera hora debe ponerse en movimiento. Concurrir donde sea necesario, repartir boletas, acompañar votantes, impulsar a los amigos menos diligentes, ayudar a los fiscales, vigilar los comicios y lugares adyacentes, cooperara en todo y con todos. Si la oposición provocara, desórdenes en los comicios mismos, será reprimida por las autoridades y fuerzas destinadas al efecto. Si armara tumultos en la calle se procederá oportunamente pero de acuerdo con las órdenes que se impartirán por nuestras autoridades partidarias. Contra acciones aisladas de perturbadores, todo peronista cooperará con las autoridades constituidas, o procederá aisladamente si así lo aconsejan las circunstancias. Tengo la seguridad de que cada peronista sabrá cumplir su deber a conciencia y con la mística que caracteriza a los miembros de nuestro movimiento. En este 11 de noviembre, como en todas las elecciones a que ha concurrido el peronista, se juega el porvenir del pueblo argentino. Frente a él no puede haber debilidad o desgano que, en el futuro se pagaría con amargas horas frente a la reacción. Que cada peronista proceda como si de su acción dependiese la suerte del pueblo argentino. Juan Perón, jefe del movimiento peronista. ................
1951-11-22
Ante legisladores de Estados Unidos
Sr. Presidente.- Señores, yo deseo, primeramente, hacerles, presente nuestra inmensa satisfacción por su visita y darles la bienvenida. Agradecemos su visita, y nuestra mayor satisfacción sería que ustedes se sintieran aquí como en su propia casa. Ahora, si algunos de los señores tuviese alguna pregunta que formular, yo tendría mucho gusto en contestársela. Un Sr. Legislador.- (Presidente de la comisión). En primer término deseamos preguntar cómo sigue la señora del señor presidente. Sr. Presidente.- La señora sigue mucho mejor, y hoy le haré presente su amable pregunta. Muchísimas gracias, y le agradezco su atención. Un Sr. Legislador. - ¿El Sr. Presidente quisiera tener a bien informarnos sobre los últimos adelantos en la Argentina en lo que se refiere a los transportes? Pues ésta es la parte que nos interesa esencialmente. Sr. Presidente.- En 1946, cuando yo me hice cargo del gobierno, la República Argentina había sufrido una postergación de cinco años en el reequipamiento de sus transportes, como consecuencia de la guerra mundial. Al país se le presentaba un terrible problema para servir, en todos los aspectos, los transportes terrestres, aéreos, fluviales y marítimos. Eso era aún más grave si se tiene en cuenta que nuestro país no es productor de medios de transporte. Y eso tenía todavía una circunstancia más agravante y es que, durante mi gobierno, la gente ha viajado dos veces y medio más que lo que viajaba en el año 1946. De manera que le problema del transporte llegó a ser uno de los problemas más apasionantes que enfrentó el gobierno. Se trataba de establecer, dentro de nuestro primer Plan Quinquenal dos aspectos fundamentales del reabastecimiento de medios de transporte. El primer problema era convertir los transportes existentes de compañías destinadas a comerciar con ellos, en servicios públicos y no en negocios. En nuestro país, las compañías de transportes pertenecían todas a consorcios financieros, normalmente extranjeros, todos de capital inglés. De manera que anualmente nosotros teníamos que exportar elevados servicios financieros al exterior, como consecuencia de la utilización de nuestros transportes. Ese era un mal negocio para la República, porque, por año, no solamente teníamos que pagar los servicios de transporte, sino que también teníamos que pagar los grandes dividendos que esas compañías mandaban al exterior. Y era un mal negocio para el pueblo argentino, porque tenía que pagar un alto precio por los servicios prestados. Nuestro concepto era nacionalizar esos servicios para que el público pudiera tener los servicios al menor precio y el mejor servicio posible. Por esa razón, el Estado compró todos los medios de transporte a las compañías extranjeras, les pagó lo que valían, y hoy son todos transportes del Estado. Por eso, en este momento, nosotros tenemos, la pretensión de tener, no los mejores servicios, pero sí buenos servicios y los más baratos del mundo. Y esto se pudo hacer porque el Estado no necesita pagar dividendos. Esto es muy importante para la República Argentina, porque es muy extensa y su producción está muy distribuida en todo el país. Ese era el primer paso. El segundo paso era completar esos servicios para ofrecer un transporte eficiente. En este momento, y desde 1946 hasta nuestros días, hemos completado todas las necesidades de transporte ferroviario y automotor. Esto fue sumamente difícil de hacer porque, en general, nuestros abastecedores de medios de transporte también tenían que arreglar los suyos, descuidados durante cinco años de guerra. Pero contando con la buena voluntad de nuestros viejos amigos comerciales, hemos podido abastecer ese tipo de transporte en forma completa. Esto, en cuanto a la recuperación de servicios. En cuanto a los nuevos servicios, en la República Argentina cuando pasaba un avión volando todavía la gente se ponía a mirarlo; en estos cinco años nosotros hemos establecido líneas aéreas de cabotaje que unen todos los centros poblados del país con la capital y viceversa. Hemos abastecido de aviones fabricados por nosotros a todos los centros deportivos de aeronáutica, y hemos establecido líneas internacionales, en complementación con todas las otras líneas internacionales existentes, a Estados Unidos y a Europa. De modo que tenemos un servicio más o menos completo en todo el transporte aéreo. En lo que se refiere al transporte fluvial, la República Argentina estaba muy atrasada, lo que recargaba extraordinariamente el transporte ferroviario y automotor, sobre todo en la Mesopotamia Argentina, que es una zona productiva; nosotros no teníamos transportes fluviales sino en una pequeña cantidad. Hemos adoptado un sistema similar al del Missisipi y hoy podemos contar con una gran flota de transporte para carga a lo largo del río Paraná, que es nuestra principal línea fluvial. Ese es un programa lanzado que se complementará y se completará, para el transporte total de la mercadería de la Mesopotamia, en el segundo Plan Quinquenal. Por ahora nos conformamos, más o menos, con un millón de toneladas de transporte anual, pero llegaremos a los cinco millones para 1958, según nuestros proyectos. En cuanto al transporte marítimo, en 1946 la República Argentina tenía a flote solamente doscientas mil toneladas; hoy, con la flota marítima estamos alcanzando los dos millones de toneladas, que es lo que según nuestra apreciación necesitamos para sacar nuestra producción anual. De manera que, contestando la pregunta del señor diputado en forma general, puedo asegurar que hoy estamos en un buen pie de transportes generales; aunque no en el ideal, que aspiramos alcanzar con el tiempo. Un legislador.- ¿Cómo piensa el gobierno argentino encarar el problema de la producción alimenticia? Sr. Presidente.- La pregunta del señor diputado es un poco más compleja que la de los transportes, porque el aumento de la producción argentina está en razón directa de los medios con que podamos contar para la exportación, y desgraciadamente, el abastecimiento de medios para aumentar la producción no está en nuestras decisiones ni en nuestras manos. La producción alimenticia argentina, cuando yo me hice cargo del gobierno estaba en un pie un poco descuidado; era un sistema sumamente anticuado. Generalmente en todos los países del mundo, las etapas de la evolución pasan desde los países pastores ganaderos, a los agricultores, y de éstos, a los industriales. La República Argentina, en el año 1946, se encontraba en la segunda etapa y comenzaba a avanzar un poco en la tercera, en la industrialización. El secreto para asegurar la evolución está en combinar perfectamente bien el ciclo de la producción con el ciclo de la industrialización, vale decir, que a esa agricultura primaria, hecha todavía con caballos y arados, hay que ponerle a su disposición los medios mecánicos que permitan aumentar la producción con menor esfuerzo y bajando los costos. Nosotros nos encontrábamos cabalgando en esa línea de la evolución, o sea con un pie de un lado y con el otro pie del otro lado de esa línea. Y a mí se me presentó la disyuntiva de aumentar la producción siguiendo por el viejo sistema o aguantarme hasta desarrollar la industria en forma de poder abastecer a la agricultura y producir por el nuevo sistema. Para industrializar la agricultura se necesitan varios años, no se puede hacer de golpe. En la República Argentina no se había realizado un estudio ecológico, es decir, un estudio del suelo para determinar los tipos de producción de cada zona. De modo, pues, que ese era también un grave inconveniente con que yo me encontré, porque se estaba plantando en zonas de bajo rendimiento, zonas marginales, como las llamamos nosotros. Para solucionar el problema del aumento de producción, yo tenía tres problemas previos para solucionar: primero, el estudio ecológico del suelo; segundo, producción de elementos industriales para cambiar el tipo de producción, y, tercero, organizar el campo de acuerdo a esas dos cosas anteriores. No podía, por consiguiente, pensar en un cuarto problema como sería el aumentar la producción además de hacer todo eso. Se ha resuelto, pues, el problema del estudio del suelo; se está resolviendo el problema de la mecanización y encaramos ya por el nuevo sistema, el incremento de la producción a menor costo y con menor trabajo. En el Segundo Plan Quinquenal tenemos la intención de incrementar casi al doble la actual producción argentina. Y lo alcanzaremos, porque en dicho plan también está ya en ejecución el gran plan quinquenal de riego para habilitar casi un millón más de hectáreas que las actuales. Creo haber satisfecho las preguntas del señor legislador. Un Sr. Legislador: Muchísimas gracias. Un Sr. legislador.- ¿Qué sugerencia podría hacer el señor presidente acerca de la política que debería seguirse entre ambos países para fomentar e incrementar la paz mundial? Sr. Presidente-. Ese es un problema más complicado aún que el segundo. Yo pienso que este es un problema más de buena voluntad que de capacidad técnica de ninguna naturaleza. En mi modo de ver, el mundo tiene un objetivo que es común a todos los pueblos, enfrentar el terrible peligro que representa el comunismo. La solución está en que todos los pueblos subordinen todos los problemas secundarios para servir a ese objetivo principal. Nosotros hemos cumplido siempre esta premisa. Cuando le regalaban un sable de oro a Stalin, nosotros ya éramos profundamente anticomunistas. Nosotros pensamos que al comunismo no se lo puede batir con la policía ni con el ejército; hay que batirlo con medidas económicas y sociales que sean mejores que las que el comunismo ofrece a los pueblos. El comunismo es una doctrina, y para destruir a una doctrina, es preciso otra doctrina mejor. Eso es lo que hemos hecho en la República Argentina para enfrentar el peligro del comunismo. El resultado, comprobado con los números, es bien elocuente: en 1946 cuando yo fui elegido presidente en la República Argentina, votaron 75.000 comunistas, en el año 1948, en una elección intermedia, solamente votaron 35.000; y en esta última elección, en la que yo soy reelecto presidente, no han alcanzado a ser 20.000 los comunistas, lo que quiere decir que en la República Argentina el comunismo ha dejado de ser un peligro. Creo que si se utilizara el mismo sistema en todos los países democráticos, el comunismo dejaría de ser un peligro para el mundo. Porque Rusia comunista no es un peligro para el mundo, siempre que al comunismo no lo metan en nuestros países, y Rusia no resistirá mucho si nosotros terminamos en nuestros países con el comunismo. El grave inconveniente que existe en esa lucha, es que Rusia tiene un comando único y actúa sobre todos los países que son sus satélites, con un profundo acuerdo y una dirección "brutal". En cambio, nosotros actuamos todos dispersos, haciendo cada uno lo que se le ocurre y muchas veces peleándonos entre nosotros por pequeñas cosas, en vez de luchar unidos contra el comunismo. Creo que el secreto para organizar una acción bien coordinada entre nosotros reside en que trabajemos todos de acuerdo y unidos. Yo no me permitiría hacer una crítica a ninguna política de ningún país, porque cada uno de ellos tiene derecho a hacer su política. Pero como estamos hablando entre amigos yo diría que nosotros, los pequeños países, los que estamos en la tendencia occidental, cuando nos sintamos atacados desde cualesquiera de la direcciones, nos tendremos que defender. Y estos pequeños conflictos llegan a ser tan importantes que colocan en una posición beligerante a pueblos que no tienen por que estar mirándose con recelo. Nosotros pesamos que si se estableciese en nuestros países una conducta que permitiese no estar recelándonos, podríamos llegar rápidamente a un breve acuerdo en el cual todos colaboraremos con la misma voluntad, y así suprimiremos toda esta clase de "fricciones" que tiene la política de los países occidentales. Nosotros estamos listos para entrar, en cualquier situación a una correlación y buena voluntad para establecer las mejores relaciones entre la Argentina y los Estados Unidos. Siempre lo hemos estado, pero hay un sinnúmero de organismos que actúan colateralmente a la acción de la política internacional, que son los que interfieren, llámense servicios de inteligencia, servicios de provocación o servicios de perturbación; hay un sinnúmero de personas que actúan colateralmente. Yo con el señor embajador somos amigos y nuestras relaciones son perfectas, pero funcionan otra serie de organismos que perturban la buena acción que hace el embajador y la buena voluntad que yo tengo para servir a los designios que nos son comunes. Si todas esas cosas desaparecen, pueden tener la absoluta seguridad de que entre el señor embajador y el gobierno argentino, haremos un trabajo magnífico para el acercamiento de nuestros países. Nuestra intención es bien clara: nosotros no tenemos ningún problema con Estados Unidos. Más, somos uno de los pocos países que no deben dinero a Estados Unidos; entonces, no tenemos ninguna razón para no ser buenos amigos. Un Sr. Legislador.- Sería muy de nuestro agrado que le sea permitido a una comisión del Honorable Congreso Argentino, similar a la nuestra, hacer una gira a Estados Unidos para conocer a su pueblo y a su realidad. Sr. Presidente.- En ese sentido, yo me sentiría muy feliz con que los señores del Congreso resuelvan hacer ese viaje. Yo no puedo influir sobre ellos porque ellos son totalmente independientes del Poder Ejecutivo, pero yo puedo ayudar porque soy el que paga esos servicios y esos viajes, y lo haré con mucho gusto. Un Sr. Legislador.- Lo único que lamentamos es que no podremos agasajarlos tan bien como hemos sido agasajados nosotros porque no somos tan ricos como son aquí. Sr. Presidente.- Lástima que hayan hecho una visita tan corta, pues ya habíamos arreglado con el presidente de la Cámara de Diputados algunos viajes para conocer algunas zonas interesantes en el interior del país; Buenos Aires es lo más grande, pero no lo más lindo que tenemos. Todos quedan invitados para venir a pasar una temporada tranquila; hay zonas donde se pesca muy y no hay casi gente. El señor James Bruce nos visita de cuando en cuando y viene a cazar; yo les facilito las escopetas y él se va cazar a la Patagonia. Un Sr. Legislador.- ¿El señor presidente considera que nuestro viaje ha sido provechoso? Sr. Presidente.- Ciertamente, muy provechoso. Y espero que progrese este acercamiento para conocer mutuamente mejor nuestras realidades y nuestros problemas. Quizás nosotros no conozcamos muy bien a los estadounidenses, pero los estadounidenses tampoco conocen muy bien a los argentinos. Muchos de los pequeños malentendidos que a veces ocurren entre nosotros se desvanecerían completamente si nos conoceríamos mejor. Un Sr. Legislador.- Esto que hemos visto que es la Argentina sólo nos ha servido par "tener más apetito". Es la tercera vez que yo vengo a la Argentina. Sr. Presidente.- Los esperamos, entonces. Deseo preguntarle al señor si desde la primera vez que vino no ha encontrado algo nuevo aquí. Un Sr. Legislador.- He notado muchas construcciones viniendo ya desde el aeropuerto, otros lugares son aún más lindos que la última vez que los visité. Sr. Presidente.- En el primer plan Quinquenal hemos terminado 76 mil obras públicas, entre ellas el aeródromo de Ezeiza. Hemos hecho una obra que aquí parecía imposible. En la República Argentina durante cuarenta años se largó a la atmósfera un millón de metros cúbicos de gas en nuestros yacimientos petrolíferos solamente en Comodoro Rivadavia; y gastábamos casi setecientos millones de pesos anuales para producir gas de carbón que comprábamos en Inglaterra. Hemos construido en dos años un gasoducto desde Comodoro Rivadavia a la ciudad de Buenas Aires, que ha costado solamente ciento veinte millones de pesos. Hoy damos a la ciudad de buenos Aires todo el gas que necesitan, abasteciendo también a las ciudades vecinas; pagamos el gasoducto y ganamos cinco millones de pesos por años. Ese es uno de los negocios que hemos hecho. Un Sr. Legislador.- Lo que dice el señor Presidente está de acuerdo con lo que vemos. Ahora comprendemos porqué el pueblo lo ha reelegido por una mayoría tan abrumadora. Sr. Presidente.- Muchas gracias. Yo como el señor legislador soy descendiente de escoceses. Yo entiendo el gobierno como lo entienden los escoceses, como un gran negocio, como un gran comercio, como una gran empresa. En ese sentido, siempre he pensado que la economía de los países es semejante ala economía de los individuos, que cuando hacen buenos negocios se enriquecen, y cuando hacen malos negocios se funden. En este sentido, durante mi gobierno, he tratado de hacer buenos negocios. Yo recibí un país que llegó a deber mil quinientos millones de pesos al exterior y hoy gobierno un país que no debe un solo centavo a nadie. Ahora estoy tratando de mejorar la economía de la Nación en todo lo posible, pensando que la felicidad del pueblo y la grandeza del país dependen en un ochenta por ciento de esa economía. Yo pienso que la función del hombre que gobierna tiene dos misiones: la primera es hacer feliz a su pueblo y, la segunda, es hacer la grandeza de la Nación. Los tiranos que han gobernado en el mundo sacrificaron la felicidad de su pueblo para hacer la grandeza del país. Otros hombres -débiles o demagogos- trataron de hacer la felicidad del pueblo, pero hicieron fracasar la grandeza del país. Mi preocupación es, a la vez que hacer al pueblo feliz, ir despacio haciendo la grandeza de la Nación. En estos cinco años de trabajo, yo creo que he hecho feliz al pueblo; porque el ochenta por ciento del pueblo argentino ha dicho en las elecciones que está de acuerdo con lo que hago. Y que voy haciendo despacio la grandeza de la Nación lo comprueba el haber realizado el pago total nuestras deudas, el haber llevado a cabo 76 mil obras públicas durante cinco años, el haber aumentado el patrimonio estatal en más de 150 millones de pesos con las adquisiciones que hemos hecho en ese lapso, y el haber preparado todos los medios para que en un segundo plan quinquenal podamos alcanzar un objetivo mucho más grande. En este aspecto, creo que lo más importante que vamos realizando es el mantenimiento del equilibrio entre los ciclos de la economía argentina. Nosotros tenemos una producción, una industria y un comercio que viven en sí, cada uno por su cuenta, solos y bien. Nosotros no pagamos un solo centavo de subvención a nuestros farmers para su producción agraria. La industria funciona sin ninguna subvención del Estado y el comercio se desenvuelve progresivamente y en un alto grado de su economía también absolutamente progresivamente y en un alto grado desde su economía también absolutamente por su cuneta. Y para mantener todo esto, las tasas argentinas no lleguen en ningún caso a más del 25%, y los presupuestos de la República Argentina desde que yo estoy en el gobierno se cierran siempre con superávit. De manera que yo pueda asegurarles a los señores que, desde el punto de vista económico, la República Argentina no tiene absolutamente ningún problema en el momento actual. Hay muchos que afirman que nosotros tenemos problemas económicos o problemas financieros, pero nuestro país no tiene ningún problema de esta naturaleza. El único problema que tiene la República Argentina es hacer trabajar a su población. Nosotros sabemos que los pueblos latinos no son muy amantes del trabajo y yo estoy empeñado en demostrarle a nuestra población que el trabajo es una cosa linda para que todos lo realicen. En este sentido, en estos cinco años he hecho grandes progresos. En 1946 lo que más quería un ciudadano argentino era ser empleado del gobierno; hoy tenemos casi 75 mil vacantes en la administración nacional y nadie quiere ser empleado público. Eso quiere decir que ni la vida privada se gana más y se vive mejor con el producto del trabajo que en el gobierno. Cuando yo me hice cargo del gobierno la estadística decía que en toda la industria había solamente cuatro millones de trabajadores; hoy tenemos ocupados, entre mujeres y hombres, ocho millones de trabajadores. Yo tendría muchísimo gusto en darles cualquier otra información, porque para mí el aspecto económico tiene una enorme importancia, y yo lo vivo y lo realizo permanentemente. Aquí yo soy el "gerente general". Sr. Embajador.- Agradecemos mucho señor Presidente y le pedimos disculpas por haberle tomado tanto tiempo. Sr. Presidente.- Al contrario, yo les agradezco muchísimo su visita. ....................
1951-11-26
En la inauguración de la República de los Niños
Se imaginaran ustedes cuál es mi estado presente, si piensan que tengo la profunda congoja de que no nos acompañe la señora Eva Perón en este cato de inauguración de la República de los Niños. Ella ha sido para mí la inspiradora de la iniciación en la vida argentina de una consideración especial para todos los niños de la República, por lo que cualquiera de los actos destinados a hacer efectivo el privilegio mencionado lo he dedicado yo siempre a su incansable tesón y al recuerdo que ella merece frente a todos los niños argentinos. Por eso quiero hacer público mi profundo agradecimiento al coronel Mercante que, ofreciendo esta República a los niños de la provincia, ha colocado una antorcha luminosa en el futuro de nuestra patria. Hemos vivido ya más de cincuenta años de este siglo. El mundo acostumbró a los hombres a crecer en la indiferencia y en el abandono. Nosotros mismos, cuando niños, hemos sufrido las inclemencias de ese desprecio por lo más noble y por lo más grande que tiene una nación: su porvenir. Por eso hemos aprendido en la historia misma de los tiempos que es lo que hay que atender primordialmente si deseamos asegurar el futuro de la patria como la soñamos nosotros los justicialistas: justa, libre y soberana. Cuando crecimos en esa indiferencia y en esa indolencia, algunas veces dolosa, frente a los intereses esenciales de la Nación, aprendimos también de esa acción negativa lo que nosotros debíamos corregir cuando el destino pudiese en nuestras manos la posibilidad de hacerlo. Es por eso que en todas las latitudes de la República hoy se levanta como una inspiración sagrada frente al porvenir de la patria nuestro aforismo justicialista: en la Nueva Argentina los únicos privilegiados son los niños. Viendo surgir esta alegre República de los niños, viéndola desarrollarse en esta tierra libre y generosa de la provincia de Buenos Aires, nos trae a la imaginación un mundo nuevo, el mundo con que soñamos los hombres que amamos la vida, que no tenemos amargura y que soñamos para nuestra patria un porvenir más brillante, más alegre, más feliz y más venturoso que el que nos ha tocado vivir a nosotros mismos. Una vez un rey exclamó: "Después de mí, el diluvio". Nosotros los hombres de esta época, queremos borrar en los tiempos la aberración de ese egoísmo exclamado, para nuestro país, para nuestra patria, para nuestros hermanos argentinos: "después de nosotros, la felicidad". Y para que en esa República, a semejanza de la que representa los objetivos de nuestros sueños, rija siempre una justicia, una libertad y una soberanía, hemos de empeñarnos desde el comienzo para que los niños aprendan a ser justos, siendo en ella todos iguales; aprender a ser libres, teniendo ellos mismos en sus manos el gobierno de su República. Y para que aprendan a ser desde ahora soberanos, ha de darse a esta República de los Niños un régimen total y absolutamente independiente, para que con esas tres banderas justicialistas esa República prospere. Para que cada uno de los niños que en ella habite o concurra sienta la influencia de esas tres banderas que hoy cubren el cielo inmaculado de la patria, ha de formarse una firme convicción de que esa República, dentro de la patria grande, debe ser socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana. .............
1951-11-28
Mensaje radiofónico dirigido a los suboficiales navales
Señores Suboficiales: Hace unos días tuve la gran satisfacción de recibir en mi despacho y en mi casa a una delegación de suboficiales de Puerto Belgrano, quienes en representación de los demás camaradas me invitaron a concurrir a la comida de camaradería que hoy realizan. De no mediar el estado de salud quebrantado de mi señora, hubiera tenido una íntima satisfacción personal de compartir con ustedes la mesa de una mutua camaradería sincera y leal, que me honrara como soldado y como mandatario de la Nación. Su excelencia el señor ministro de Marina ha tenido a bien representarme en ese acto y desde ya me comprometo asistir personalmente en la próxima comida de camaradería. La camaradería entre hombres de armas es tan vieja como las armas mismas. Para que ella sea real, es menester que esté basada en la sinceridad y la lealtad mutuas. Yo sé de vuestros sentimientos y de vuestras virtudes de patriotas y de argentinos. Por eso mi orgullo se afirma en vuestras virtudes, jamás desmentidas en la vida de las instituciones de la República. Los suboficiales argentinos afirman su tradición en la lejana y gloriosa época de nuestra epopeya nacional, su arquetipo fue el gran argentino que vivió en Juan Bautista Cabral. En San Lorenzo fijó él a los suboficiales argentinos una senda de la cual jamás se apartaron y si él, allí supo morir en eras de la lealtad a su patria y a su jefe, los suboficiales argentinos han sabido vivir para honrarlo en la lealtad a su patria y a sus instituciones. Vuestro deber para con la patria, afirmando en las virtudes que os reconocemos, es una garantía para el pueblo argentino, que le hace feliz y hace grande con el trabajo honrado de todos los días. Por eso vuestro pueblo, que ama lo grande y ama lo noble, como no ha olvidado a Cabral no os olvidará jamás a vosotros, que constituís con vuestra virtud el reflejo de la gloria humilde de los grandes hombres. Yo, en nombre de la República, os lo agradezco, porque la patria vive y se ennoblece con las virtudes de sus hijos y no con el brillo engañoso de falsos oropeles. Firmes en vuestro deber para con la patria, su pueblo y sus instituciones, formáis la falange invencible de una Argentina justa, libre y soberana, en marcha hacia sus grandes destinos. Pensando en ella se vive tranquilo y se muere feliz. Ella es aliento en la lucha de todos los días, es guía en los momentos indecisos de la duda, vive en nosotros, y cuando los años quebrantan nuestra juventud y nuestra vida, nos ampara en la vejez y nos ofrece un regazo en su tierra libre y generosa. Para una Argentina así, bien vale morir honrosamente, para que los demás hermanos puedan seguir viviendo con dignidad y con altura. Como viejo soldado saludo en vosotros a las nuevas generaciones argentinas que en las instituciones armadas luchan y trabajan por la superación de una Argentina cada día más justa, más libre y más soberana, persuadido profundamente de que en esa justicia, en esa libertad y en esa soberanía, radican las soluciones de todos nuestros problemas y el logro de todos nuestros afanes. Que en las tareas de todos los días pensemos que el servicio se hace y se cumple con la finalidad suprema de servir a la patria y al pueblo argentino; que un servicio que no obedezca tan alta finalidad no es el servicio que la patria espera de nosotros. Como viejo soldado, saludo en vosotros a la patria misma, en la representación de sus hijos humildes y generosos, que todos los días esperan su sol para alumbrar acciones que la engrandezcan, que la honren y que la ennoblezcan. ................
1951-11-30
Ante legisladores de Estados Unidos
Embajador de los Estados Unidos: Es un gran placer para mí presentar a usted mis compatriotas para poder conversar, intercambiando ideas, con el fin de conocer mejor a su país y para que exista un mayor entendimiento. Presidente de la Nación: En primer término deseo decirles a los señores que estoy muy contento con la visita que nos hacen, y les pido que se sientan aquí como si estuviesen en su propia casa. Lo único que lamento muy profundamente es que vengan por muy pocos días. Esperemos que después de esta visita, puedan hacer otra con más tiempo para conocer mejor a nuestro país, ya que el mismo es muy extenso. Ponemos a disposición de ustedes todos los medios necesarios para que lo puedan hacer. Ahora, si los señores desean preguntar algo sobre nuestro país, nosotros estamos a su disposición para contestarles; sabemos que pertenecen a un sector especializado, el de las finanzas, y por eso se encuentran aquí los principales hombres del Consejo Económico para contestar cualquier cosa que deseen contestar. Un legislador: (presidente de la comisión): Agradezco al señor presidente la oportunidad que nos brinda de estar con usted, aquí reunidos; y queremos hacerle llegar nuestros mejores deseos para que su señora esposa siga bien. Yo he de diferir mis preguntas, para que mis colegas puedan preguntarle al señor presidente y a los miembros del gabinete. Antes deseo hacerle presente al señor presidente que esta es la primera ocasión en la historia, que un gran país se está esforzando para lograr el bien del mundo, sin ningún deseo imperialista o sojuzgamiento de los pueblos, sino que, por el contrario, lo hace por humanidad. También deseo decirle que a todos nos anima la mejor buena voluntad, y que nuestras preguntas serán francas, como deben serlo cuando estamos entre amigos que no tienen ningún designio ulterior. Ellos quieren informarse para conocer mejor al país. Señor legislador (Mr. Multer): Comprendo que el señor Presidente tiene muchos planes para el desarrollo económico del país. A nosotros nos interesa saber en que forma el capital norteamericano puede ayudar en este desarrollo para el mejoramiento del hemisferio. Señor presidente: Estamos terminando un primer Plan Quinquenal. El primer problema anterior a él, era, casualmente, la organización de la economía argentina en forma que pudiésemos bastarnos a nosotros mismos en la administración y en la riqueza misma, sin depender del exterior. Para eso, teníamos que comenzar por pagar todas nuestras deudas al exterior, que eran muy crecidas. Inmediatamente después debíamos poner a disposición nuestra todos los servicios públicos, que también eran extranjeros; casi la mitad de nuestra producción anual emigraba del país en los servicios financieros al extranjeros de las compañías de servicio públicos; los ferrocarriles eran de una compañía inglesa; los teléfonos, de una compañía americana; el gas de una compañía inglesa; los seguros y reaseguros eran de compañías canadienses e inglesas; la mayor parte de los puertos, también de compañías extranjeras; la comercialización de toda nuestra producción agraria estaba en manos de compañías extranjeras; todos nuestros transportes de ultramar eran servidos por compañías que no pertenecían a la República Argentina. Y así podría seguir mencionando todos los servicios públicos como electricidad, agua, etc. El servicio de los dividendos de todas esas compañías representaban un drenaje tan extraordinario que nuestra producción anual se iba casi toda en pago de servicios al exterior que después venían en forma de empréstitos al gobierno; todo eso representaba, pues, un negocio muy malo para la República Argentina. El segundo punto de nuestro Plan Quinquenal era comprar todos esos servicios; pagar a las compañías el precio que ellas pidieran y nacionalizarlos en forma de no prestar esos envíos financieros al exterior que eran la rutina de nuestra economía. El tercer punto a realizar consistía en reactivar la economía argentina, de manera que todos esos servicios se pudieran pagar, nacionalizar y promover un desarrollo mayor de nuestra economía. Creo que esos tres puntos han sido total y absolutamente desarrollando en el Primer Plan Quinquenal. Hemos pagado toda la deuda externa; no debemos un solo centavo al exterior; hemos nacionalizado todos los servicios públicos, que ahora no son compañías comerciales, sino servicios públicos que prestan el mejor servicio al precio más barato. En eso tenemos el orgullo de tener, por ejemplo, los transportes terrestres más baratos del mundo. En cuanto a la reactivación económica, hemos cumplido también un intenso plan construyendo más de 76.000 obras públicas destinadas todas a esa reactivación económica. Para poner en evidencia esto daré un solo ejemplo: En la República Argentina se arrojaban a la atmósfera -solamente en los Yacimientos Petrolíferos de Comodoro Rivadavia- 1.000.00 de metros cúbicos de gas por día, por no disponer de una gasoducto para transportarlo a los centros poblados. Nosotros, en dos años, hemos construido ese gasoducto -de una extensión de 1.800 Km.- y por distribuimos ese 1.000.000 de metros cúbicos por día en algunas ciudades nuestras. Con eso, ahorramos anualmente más de quinientos millones de pesos que antes se gastaban en carbón para destilar gas artificial. Ese gasoducto costó 120 millones de pesos a amortizar diez años, y sobre la amortización anual, se ganan cinco millones de pesos por año. De las 76.000 obras del Plan Quinquenal, hay muchas que prestan un servicio similar a esa, con una economía similar. En este sentido, nosotros pensamos -sin querer hacer ninguna crítica a nadie- que en nuestro país ha existido un grave error, cuál es el de recurrir siempre a los empréstitos externos para poder mantener el país. Lo que ha ocurrido en nuestro país es que nuestra gente no es partidaria del trabajo. Yo creo que en el futuro nosotros los empréstitos los tendremos aquí adentro, trabajando. Y lo que en mi concepto hay que hacer para ayudar a otros países, es comprar a precios justos lo que ellos producen. La amistad permanente entre los pueblos se hace a base de ese intercambio; no a base de favores sino a base de buenos negocios. Los pueblos, como los hombres, no tienen amigos ni enemigos permanentes; tiene intereses permanentes. En ese sentido yo creo que la mejor ayuda, en cuanto a nosotros, que pueda prestar Estados Unidos es comprar la producción que de nosotros necesite, a precios justos; y el precio justo, para nosotros, es el que alienta una mayor producción por ser suficientemente remunerativo al productor. A nosotros, en una época, se nos acusó de mantener en el país una economía dirigida. Nunca hemos tenido en el país una economía dirigida. Hemos organizado la economía, que no es lo mismo. Economía dirigida, para nosotros es aquella en la que un precio político reemplaza al precio económico; en ese sentido, nosotros jamás hemos procedido de esa manera dentro de la economía interna. Tratamos, eso sí, de vender nuestros productos a los mejores precios, pero compitiendo con todos los demás en el mercado internacional. Pero nos encontramos ahora con que se ha creado una Conferencia Internacional de Materiales compuesta por varios países del mundo, encargada de fijar precios de compra y venta. Eso mata la natural ley de la oferta y la demanda internacional, vale decir, que la economía que no debe ser dirigida en el orden interno ha pasado a ser dirigida en el orden internacional. Eso nos ha traído ha nosotros grandes perturbaciones y creemos que la mejor ayuda que puede prestar Estados unidos, para nosotros, en ese orden de cosas, es dejar que la economía en el orden mundial sea libre para que nosotros podamos competir en el mercado internacional con todos. Un legislador: (Multer): Son interesantes, señor presidente, sus ideas acerca de la forma en que Estados Unidos puede ayudar en esta lucha común para mejorar el mundo. Ahora, desearía saber cuales son sus ideas acerca de como cree que el señor presidente que la Argentina puede ayudar en esta lucha común para el mejoramiento del mundo. Señor presidente: Ya en una entrevista anterior con legisladores norteamericanos, yo dí una extensa explicación sobre este punto. Tendré mucho gusto en hacer un resumen de eso mismo. Para mí, la lucha contra el peligro natural del mundo, que es el comunismo, es un problema que debemos encarar todos desde dos puntos de vista: uno de orden interno; y otro, de orden internacional. En cuanto al orden interno, desde que el comunismo es una doctrina, hay que vencerlo con otra doctrina mejor. La historia del mundo prueba que las doctrinas no se vencen ni con la policía, ni con el ejército, ni con las fuerzas; se vence con otra doctrina. Por eso, nosotros, hemos creado otra doctrina para combatir al comunismo. En el orden interno hemos casi terminado con él, sin ninguna violencia. El comunismo en la República Argentina es un partido político como todos los demás; tiene derecho a asistir a las elecciones y concurre a las mismas. El resultado se ve a través de las elecciones que se han realizado. Desde que yo estoy en el gobierno hasta nuestros días, el número de votos que ha obtenido el comunismo es el siguiente: en el año 1946, cuando fui elegido presidente, votaron en todo el país setenta y cinco mil comunistas; en 1948, se hizo otra elección en la que votaron treinta y cinco mil; y en la ultima, la del 11 de noviembre, no alcanzaron a votar veinte mil comunistas. En la próxima espero que no voten ni la mitad de esos. De modo que en el orden interno tenemos resuelto el problema frente al comunismo; podemos decir ya que aquí no existe el comunismo. Los únicos que quedan son los dirigentes, que están pagados desde afuera como en todas partes, pero la masa no quiere saber nada. El peligro comunista está en la masa y no en los dirigentes. En cuanto al problema internacional del comunismo, una vez terminado el mismo en lo interno, nosotros lo vemos, como el peligro muy pequeño para nuestro país. No estamos en contra del comunismo en Rusia. Si ellos quieren ser comunistas en Rusia, que lo sean, pero si, estamos en contra de que sean comunistas aquí, en la República argentina, mandados por Rusia. Consideramos que Rusia comunista no es un peligro para el mundo, si ella no nos infiltra su comunismo en nuestro país. El otro punto de vista es el siguiente: si nosotros no podemos vencer al comunismo dentro de nuestro país, porque Rusia lo ha hecho penetrar profundamente, entonces habría que pensar en un problema más grande que el de combatir al comunismo en el interior, asunto que no corresponde a un pequeño país como es el nuestro. Señor Legislador Multer: Antes de seguir con el próximo colega deseo aclarar un punto: nosotros no hemos venido a estos países a solicitar solicitudes de préstamo. Además le hemos manifestado a los otros países que hemos visitado, que los préstamos no constituyen la solución de sus males, como muchos creen, sino que son un paliativo temporario. La solución fundamental está en conseguir capitales que se radiquen en el país. En cuanto al otro punto que deseo aclarar, por que no quiero aparecer como tendencioso, y que he mencionado el señor presidente, es el siguiente. Los abogados o licenciados hacen una distinción, un juego de palabras, sobre lo que es una persona jurídica. El pueblo de los Estados Unidos cuando se prestó a consorcio de Bancos Argentinos la suma de 125.000.000 de dólares, repito, el pueblo entendió que ese era un préstamo del gobierno norteamericano al gobierno argentino; y cuando el Banco Central garantizó el préstamo hecho al consorcio de Bancos Argentinos, el pueblo vio ese acto como una posible garantía del país. Señor presidente: Todo eso se lo explicará el Ministro de Finanzas. Antes quería decir dos palabras sobre este problema, que tendré muchísimo gusto en explicar a los señores legisladores, porque yo he sido actor directo en todo el diligenciamiento desde la iniciación de este proceso. En 1946, cuando terminó la segunda guerra mundial, nosotros teníamos una disponibilidad en los Estados Unidos y otra en el Banco de Gran Bretaña, por los abastecimientos que habíamos hecho a esos países durante toda la segunda guerra mundial. Como durante la guerra esos países no pudieron abastecernos, no les fue posible en consecuencia, pagarnos la deuda. Pasaron varios años sin que, tanto Estados Unidos como Inglaterra nos pagaran esa deuda, ni ningún interés por ella: eran varios miles de millones de dólares. Como después de la guerra tampoco pudo ser completado el abastecimiento, por que no tenían elementos para abastecer, nosotros quisimos transportar el oro correspondiente a esa deuda; pero el oro fue bloqueado y nosotros no pudimos retirarlo. Teníamos pues depositada en Estados Unidos e Inglaterra, una enorme cantidad de dinero que no podíamos cobrar ni retirar su equivalente en oro y sobre la cual no cobrábamos ningún interés. Mientras tanto, los precios subían y ese dinero que teníamos depositado iba perdiendo valor. Íbamos a llegar, por lo tanto a un momento en que no íbamos a poder comprar nada con ese dinero si seguía la inflación que se estaba produciendo en el mundo. Fue así que perdimos casi la mitad de ese dinero. En 1947 pudimos importar parte de materiales en pago de esa deuda - importamos mayor cantidad de manufacturas de Estados Unido que de Inglaterra, porque aquéllos se repusieron más rápidamente-; lo hicimos apresuradamente, porque ya habíamos perdido mucho dinero debido a la elevación de precios. Es así que agotamos las reservas que teníamos depositadas en Estados Unidos mucho antes que aquellas que teníamos en Inglaterra, porque ésta no tenía la capacidad de producción, entonces. Pero como siempre se había realizado el negocio triangular -entre la Argentina, Estados unidos y Gran Bretaña- firmamos un tratado con Inglaterra en el que ésta se comprometió a mantener la convertibilidad de la libra a dólares; pensamos que toda esa disponibilidad que teníamos en Gran Bretaña podríamos convertirla en dólares para comprar en Estados Unidos. Fue así, firmado ese tratado, nosotros seguimos comprando en Estados Unidos, convirtiendo nuestras libras en dólares. En 1948 Inglaterra declaró unilateralmente, en contra de lo firmado aquí en el tratado, la inconvertibilidad de la libra. En esas condiciones, los introductores argentinos quedaron con un déficit frente a los exportadores americanos, déficit absolutamente privado a los importadores argentinos con los exportadores americanos. Como podíamos seguir realizando el negocio triangular, yo hablé con un gran amigo nuestro, el embajador Bruce, entonces embajador de los Estados Unidos en Buenos, quien hizo un viaje a Estados Unidos para llevar nuestras sugestiones y nuestras propuestas, y a decirles allá que esa deuda se iba a amortizar pagando el 30 por ciento de todos los dólares que nosotros adquiriésemos. Los importadores iban a pagar a los exportadores norteamericanos con el 30 por ciento de todas las divisas en dólares que tuviéramos y fuésemos adquiriendo. Así se arregló inicialmente ese asunto. También le dije el embajador Bruce, que como nosotros a raíz de la inconvertibilidad de la libra no teníamos dólares para pagar esa diferencia del balance que se producía todos los años por lo que Estados Unidos nunca dijo nada, como nosotros no dijimos nada cuando Estados Unidos tenía casi 1500 millones de dólares nuestros depositados en sus bancos, sea la diferencia natural que se producía en el balance anual; pero esta vez Estados unidos apretó no sabemos por qué. Cuando Estados Unidos nos debía miles de dólares, no dijimos una palabra, y ahora se nos prestaba a nosotros, porque le debíamos cerca de 100 millones de dólares. Eso no nos parecía justo; sin embargo nosotros, en el deseo de pagar los 100 millones de dólares, le dijimos a Mr. Bruce, si Estados Unidos nos compra a nosotros -como nosotros le compramos a Estados Unidos-, en muy poco tiempo esta deuda estará paga. No teníamos dólares para pagar a Estados unidos y lo único sería falsificar dólares, pero nosotros no íbamos a hacer eso. El embajador Bruce, después de su viaje a Estados Unidos, cuando se estaba gestando el Plan Marshall, regresó y me dijo: "No se aflija, porque en el Plan Marshall, le vamos a comprar muchas cosas a la Argentina, para lo cual le pedimos que guarde su cosecha y su producción, porque le vamos a comprar todo con dicho plan y entonces usted tendrá para pagar la deuda y comprar todo lo que quiera". En esas condiciones, nosotros empezamos a guardar nuestra producción para mandar a Estados Unidos cuando se aprobaba el Plan Marshall. Así llegamos a tener, casi, 14 millones de cueros, todos los depósitos llenos de aceite, tanino, etcétera. Se aprobó el Plan Marshall en 1948 y vino entonces aquí, y nos trajo la mala noticia de que por el plan Marshall no se nos compraba absolutamente nada a la República Argentina. De manera, que nos quedamos con toda la producción guardada, sin saber a quién vendérsela. Hago notar que en ese entonces, cuatro barcos rusos que vinieron a cargar aceite al puerto de Buenos Aires se fueron vacíos. Nosotros teníamos que pagar alrededor de 100 millones a Estados Unidos, y queríamos pagar eso de la mejor forma y lo más rápidamente posible. En esas condiciones, se estableció que los importadores argentinos pagaron a los exportadores americanos, su deuda privada, para lo que se utilizó un consorcio bancario; por tratarse de carácter internacional, dio garantía el Banco Central. Sr. ministro de Hacienda: Yo deseo decir que tenía que ser un consorcio bancario argentino porque no se podía dejar a todos los importadores que eran miles de miles de personas; entonces se prefirió que fuera un consorcio privado bancario. En cuanto a las divisas, el Banco Central tuvo que aplicar la garantía, porque las divisas son del Estado; los particulares no tienen divisas en nuestro país, tienen pesos. Sr. Legislador (Multer): Ese el punto que quería establecer; que era necesario la garantía del Banco Central. Sr. ministro de Hacienda: Se trata más bien del compromiso de los importadores privados, a quienes el gobierno les dará las divisas para pagar los servicios. Es como cuando uno quiere comprar un auto, va al Banco Central y éste le da divisas para efectuar la operación. En nuestro país existe lo que se llama el permiso previo de cambio, es decir, que si una persona quiere traer una maquina de los Estados Unidos, se presenta al Banco Central y hace su pedido. El Banco le otorga el permiso por veinte dólares si la máquina vale veinte y él puede tener su máquina. En esa forma el Banco Central hizo un gran sacrificio ya que tuvo que disponer de una parte de las divisas que tenía destinadas a intensificar la producción en nuestro país para pagar esas deudas que pudieron hacerse efectivas perfectamente bien, si se hubiese realizado ese comercio triangular a que se ha referido el señor presidente. Sr. ministro de Finanzas: Deseo aclarar que, en realidad, esas demoras en los pagos de los importadores argentinos y de algunos bancos nuestros que tenían de crédito con otros bancos estadounidenses, son atrasos corrientes en el comercio internacional. Convenimos que el monto de desequilibrio en esas mismas circunstancias era demasiado elevado, dado las características que ya se han destacado, todo lo cual hubiera significado una demora demasiado prolongada para regularizar esa situación. Todo esto iba en primer término en perjuicio de los exportadores norteamericanos, que tenían pendientes esos cobros; en segundo lugar, perjudicaba a nuestros importadores, que venían así dificultadas sus futuras negociaciones. Y, en general, el volumen del intercambio se perjudicaba por esa situación. Fue entonces cuando en lugar de seguir con el sistema paulatino de regularización, que nosotros ya habíamos iniciado con el 30 por ciento, sistema que venía dando buenos resultados porque logramos amortizar buena parte de los atrasos, se buscó una forma, que yo califiqué de inteligencia, entre los bancos para pagar de inmediato a los importadores, sustituyendo esas deudas de carácter privado por deudas bancarias. Mientras algunos países han demorado y demorarán en retomar la regularidad de sus compromisos por situaciones parecidas, nosotros conseguimos superar, con la colaboración del Export import Bank, esa situación. Es evidente que siempre hemos distinguido bien las características de estas operaciones con respecto a las comunes de los que se llama empréstito. Par nosotros no tiene la característica de un empréstito, que estaría fuera de nuestra política de carácter general que el señor presidente ha explicado. Es en definitiva un arreglo entre bancos privados, que tiene el respaldo del Banco Central. Sr. Legislador (Multer): ¿Cuánto tiempo van a demorar en pagarlo? Sr. ministro de Hacienda: En catorce años. Tanto los bancos como los productores norteamericanos percibieron al contado ese dinero, y han recibido más beneficio que el que hubieran tenido esperando tres años para cobrarlo. Sr. Legislador (Multer): Si no hubiera sido pagado no hubieran podido comprar más mercaderías. Sr. ministro de Hacienda: Sin embargo, si analizamos el balance comercial, se fue organizado en forma normal; porque nosotros no sólo pagábamos, sino que lo hacíamos por adelantado. Sr. ministro de Finanzas: Nosotros hemos regularizado la situación con todos los bancos, y en este momento tenemos en los bancos americanos importantes saldos a nuestro favor, en simple cuenta corriente, por los cuales no cobramos ningún interés. Esto representa un crédito de la República Argentina hacia los bancos americanos. Sin embargo, a pesar de eso -que ha sido sugerido durante mucho tiempo por los mismos bancos americanos para que modificáramos el criterio de depositar todo en el Banco de la Reserva y volviéramos a hacer los depósitos en los bancos privados-, no recibimos las ventajas que podíamos esperar: la reapertura de las líneas de crédito que nos evitara tener que abrir los créditos previamente en cada caso. De manera que en eso hay una evidente falta de reciprocidad; por eso queremos expresar - y esto no ya sólo con respecto a los Estados Unidos, sino en general con los principales países-, que hemos sufrido siempre una situación unilateral, que el señor presidente ha destacado. Mientras nosotros hemos mantenido durante mucho tiempo importantes saldos a nuestro favor en nuestras cuentas, cuando por una circunstancia esa situación se ha invertido momentáneamente se nos ha tratado de deudores morosos. Felizmente, hemos reaccionado contra ese estado de cosas y en nuestros convenios con los países europeos hemos exigido y obtenido, porque es justo, condiciones de reciprocidad, que si nos cuesta llevar a la práctica, se van abriendo camino paso a paso dando una solución más justa a este problema. Por eso deseamos que con los Estados Unidos también alcancemos un tratamiento más equitativo desde este punto de vista. Yo estoy conversando con los bancos privados americanos, y tengo la esperanza que en lo que les resulte posible a los señores legisladores, dado que se trata de una cosa justa, hagan valer también su influencia para que eso se concrete. Ese restablecimiento de las líneas de crédito sería la justa reciprocidad a nuestros depósitos en los bancos americanos. En cuanto a la operación del Export Import Bank, considero que ha sido una operación inteligente que ha traído beneficios generales; pero en primer término para los exportadores americanos que han cobrado todo de inmediato, en vez de esperar, como en otros países, dos o tres años. Sr. ministro de Hacienda: O no cobrar nunca... Sr. Legislador (Multer): Estoy seguro que cuando en los Estados Unidos tengan la confianza de que Argentina dejará reexportar las divisas tan fácilmente como se dejan importar los materiales, esta situación tendrá solución. Sr. ministro de Finanzas: Si no hay ningún cobro pendiente... Sr. Legislador Multer: Lo que pasa, es que ellos entienden que no hay ningún pago pendiente, hoy en día no se deja reexportar las ganancias de las inversiones norteamericanas radicadas en el país y que eso allá tiene su repercusión, porque cuando se venden, no se pueden remitir estas ganancias, entonces, viven con el temor de que no se van a reexportar las divisas en pago de las mercaderías importadas. Señor presidente: Señores: yo no desconozco la importancia que este asunto pequeño y circunstancial tiene en las relaciones internacionales, especialmente comerciales, entre Estados Unidos y Argentina. Pero, como hombre político, yo aprecio el problema desde un punto de vista más elevado, más grande, porque no creo que de un asunto insignificante como éste, pueda basarse toda una política económica. Yo analizo, desde que estoy al frente del gobierno, cual ha sido el procedimiento de los Estados Unidos en el intercambio entre la Argentina y ese país. Yo veo una circunstancia muy desfavorable para nosotros, en el hecho de que durante cinco años nos debían miles de millones de dólares y nosotros no decíamos una sola palabra y veo un contraste muy grande, cuando nosotros tenemos una pequeña deuda y se nos quiere llevar al cadalso por eso. Cuando buscando un arreglo llegamos al Embajador de los Estados Unidos y él me da su palabra de que se va a comprar a la República Argentina, y dos meses después se dice todo lo contrario, llega uno a la conclusión de pensar cual es la política que Estados Unidos sigue con la República Argentina. ¿Se desea favorecer el intercambio, o no se desea favorecer el intercambio? En ese sentido, nosotros hemos demostrado durante nuestra historia económica, que hemos deseado por todos los medios favorecer el intercambio, no haciendo cuestión de saldos pendientes en nuestros balances. Sin embargo, de Estados Unidos, no hemos tenido la reciprocidad. En consecuencia, yo creo que para el futuro, es menester seguir una política similar para las dos partes, porque los intereses que nosotros tenemos que poner en marcha para el futuro, deben ser permanentes, y los intereses permanentes se aparejan y se ponen paralelos con buena voluntad y con exigencias, que desde nuestro punto de vistas son injustas. Yo creo que Estados Unidos no puede existir la creencia de que la República Argentina ha quebrado porque sus importadores argentinos debían 100 millones de dólares a los exportadores norteamericanos. El señor Multer: No deseo darle importancia a este asunto; ya se ha puesto mucho tiempo en la discusión del mismo. Pierde importancia, cuando se lo encara desde el punto de vista de la buena voluntad que debe existir entre los dos pueblos. Me gustaría extenderme acerca de este tema, pero creo que los otros miembros de la comisión desean hacer otras preguntas. Señor Talle: En primer lugar, deseo expresar que estoy muy contento de conocer este país. El estado al cual represento Iowa, es el principal estado agrícola de los Estados Unidos y he trabajado constantemente en los problemas que concierne al fomento de la producción agrícola. Desearía saber que planes tienen el señor presidente para el fomento agrícola, durante el próximo Plan Quinquenal. El presidente: Yo me voy a extender para darle un estado de la situación de la producción agrícola en la República Argentina. En primer lugar, en nuestro país no se había hecho nunca un estudio ecológico. En segundo lugar, la agricultura, hasta que yo me hice cargo del gobierno, estaba en un estado muy primitivo. En tercer lugar, el país se encuentra actualmente en una etapa de su evolución, es decir, entre dos etapas de su evolución: pasando de país solamente agrícola a un país agrícola-industrial. Yo creo que, si no existe una industria aparejada no se puede acelerar el proceso de la producción agrícola. En consecuencia, en el primer Plan Quinquenal, nosotros hemos dedicado a hacer, primero, el estudio ecológico y el ordenamiento ecológico de la República Argentina, para comenzar la distribución nacional de la tierra en estado de producción. En segundo lugar, hemos comenzado a mecanizar la producción agrícola. Y en tercer lugar, hemos comenzado a desarrollar la industria de la producción de material mecánico para la agricultura. Son las tres etapas, las tres direcciones del primer Plan Quinquenal. En el segundo Plan Quinquenal hemos de terminar la distribución de la tierra en mejores condiciones de producción y simultáneamente habilitar varios millones de hectáreas a las que hemos dado riego con los diques que hemos construido en el primer Plan Quinquenal. En el aspecto de la mecanización del campo, ello tiene para nosotros dos problemas: primero, enseñar y acostumbrar a los agricultores a la nueva modalidad del campo mecanizado y, en segundo lugar, ponernos en condiciones de entregarles esas maquinarias agrícolas para satisfacer las necesidades totales. Dos cosas que no se pueden hacer en poco tiempo; hay que esperar el tiempo necesario. Sin embargo, nosotros estamos en este momento importando gran cantidad de material mecánico para proveer a nuestros agricultores. En este momento, para nuestro plan, no interesa tanto aumentar la producción como regularizar la organización del campo y mecanizarlo, pensando que una vez que todo esté organizado, el aumento de la producción será una cosa simple y de pocos años. Sr. Legislador Talle: ¿Esperan ustedes llegar al punto de la suficiencia nacional? El presidente: No, nosotros ya hemos pasado ese punto; nosotros tenemos una producción que nos permiten satisfacer nuestra necesidad y exportar el 50 por ciento. Sr. Legislador Talle: Yo sé que ustedes han sido grandes exportadores de granos alimenticios y pienso que querrán ustedes seguir con esa tendencia. Señor presidente: Exacto, pero hay una cosa importante. Nosotros no queremos que nos pase lo que a los otros países industriales y agrarios, que tienen que destinar el 30 por ciento de sus presupuestos para subvencionar a la agricultura como consecuencia de haber creado grandes problemas de desequilibrio entre unos y otros ciclos de la economía. En nuestro país, toda la producción, sea agraria, ganadera, minera, como la industrial y el comercio, viven por sí, sin ninguna subvención. Yo prefiero tener una producción no tan grande pero que viva por sí y no que viva chupando la sangre a los otros ciclos de la economía. Y ese equilibrio se impone a mi proceder con una gran prudencia. Hasta ahora, en nuestro país, no hay subvención para ningún productor, para ninguna industria ni para ningún comerciante. Nosotros queremos que eso se realice normalmente paro lo cual es mejor ayudar racionalmente pero no sobrecargar son subsidios ciertos aspectos y ciertos sectores del ciclo económico. Como números referentes solamente a la agricultura, nosotros pensamos que en 1958, al terminar el segundo Plan Quinquenal, estaremos más o menos, en trigo, en las 10 millones de toneladas, pero producidas por el campo libre, con una ganancia suficiente como para que nuestros "farmers" vivan bien y progresen Nuestra preocupación para el futuro será siempre mantener en lo posible el 50 por ciento del consumo y el 50 por ciento para exportar, la misma proporción que mantenemos en la ganadería. Hoy consumimos el 80 por ciento de la carne y exportamos el 20 por ciento, pero creemos que vamos a disminuir el consumo y aumentar la exportación y que manteniendo ese equilibrio en la forma más perfecta posible podremos ir favoreciendo el ciclo de la industria en lo necesario para desarrollar al país, que es lo que hace falta. El legislador Talle: Yo pienso que la inflación es un problema que complica la organización y la racionalización del agro. Señor presidente: Exacto. Nosotros hemos considerado seriamente el aspecto de la inflación y estamos satisfechos porque nuestra inflación representa un término medio de la inflación del mundo. Pensamos que en un mundo inflacionado no se puede vivir en deflación y aplicamos los frenos necesarios para no llegar a la máxima inflación ni estar en la mínima, vale decir, ubicarnos en el medio. Y aquí le puedo dar un ejemplo al señor legislador: el valor adquisitivo del peso argentino en nuestro mercado interno, que es muy grande en relación con el de muchas otras monedas de otros países. Me atrevo a citar un ejemplo, quizá un poco exagerado, que tiene relación con nuestros dos países. Un bife en un restaurante de Nueva York cuesta tres dólares. Señor ministro Cereijo: Un poco más señor presidente. Señor presidente: En la República Argentina, con tres dólares casi nos podemos comprar un ternero. Señor legislador Talle: Hemos tenido un gran placer en saborear esos bistec. No quiero finalizar sin expresar al señor presidente mi agradecimiento por esta oportunidad que nos ha brindado para visitarle y decirle, también, que estoy de acuerdo con él en que la virtud del trabajo es esencial para poder seguir adelante. Señor presidente: Hace seis años que estoy en esa tarea. Cuando me hice cargo del gobierno, teníamos ocupados en la industria, según las estadísticas, apenas cuatro millones de hombres; hoy tenemos casi ocho millones, y espero, cuando termine el Segundo Plan Quinquenal, que tengamos trabajando diecisiete millones. Señor legislador Scout: Aunque reconozco que el señor presidente ha sido muy generoso en su tiempo, quisiera preguntarle cómo se han financiado las 76 mil obras públicas del Primer Plan Quinquenal. Señor presidente: Es un asunto un poco largo de explicar, pero tendré mucho gusto de referirme a ese punto detalladamente. Cuando inicié mi gobierno, en 1946, me encontré con una gran deuda externa. No teníamos casi disponibilidades en el país y las teníamos en el extranjero estaban bloqueadas. Quiero decir que para realizar el Primer Plan Quinquenal, yo contaba solamente con mi buena voluntad y con los amigos economistas que sabían lo que tenían que hacer. Lo que nosotros teníamos que hacer, de acuerdo al citado plan, importaba lo siguiente: la recuperación de todos nuestros servicios y sistemas económicos costaría muchos miles de millones de pesos; era necesario reponer toda la maquinaria industrial que se había desgastado durante la guerra. Yo creo que la economía de los Estados es lo mismo que la economía de una persona; sólo que amplificada, con muchos más problemas pero también con muchas más posibilidades. Los países, como los individuos, se enriquecen cuando hacen buenos negocios y se funden cuando hacen malos negocios. Ninguno de los grandes millonarios del mundo, pensaba yo, cuando empezaron a hacer su reforma tenía más plata que la que yo tenía en ese momento. Todos hicieron su fortuna haciendo negocios. Yo me dispuse en ese momento a hacer también buenos negocios, no para mí, sino para mi país. Los buenos negocios son siempre lo mismo; comprar barato y vender caro. Comencé por pensar que tenía que comprar por quince mil millones de pesos: ferrocarriles, teléfonos, gas, bancos, puertos, elevadores, etcétera. Pensamos que los ingleses, viejos amigos nuestros, no iban a vender barato pues los ferrocarriles ya estaban amortizados. Pero ellos son buenos comerciantes; creyeron que podrían venderlo un poco caro. En su comisión venían tres escoceses, pero no esperaban que aquí yo también soy descendiente de escocés. Nos pidieron ocho millones de pesos por los ferrocarriles; les ofrecimos mil, y al final transamos por dos mil veintinueve millones de pesos. Pero yo no tenía ni un centavo. Entonces arreglamos que los íbamos a pagar con fondos que teníamos en Londres, si no declaraban la inconvertibilidad de la libra; pero que si declaraban la inconvertibilidad de la libra y entonces pagamos con trigo, y por el resto emitimos entonces por ochocientos millones y como con los ferrocarriles venían 23.000 propiedades que no eran ferroviarias, nosotros vendimos parte de esas propiedades y sacamos de esa venta mucho más de los ochocientos setenta millones. En consecuencia, nos quedamos con los ferrocarriles. Esa es una forma cómo financiamos las compras. No se pueden comprar de otra manera sino haciendo una buena combinación cuando no se tiene plata. En lo que representa a la maquinaria que tuvimos que comprar y tuvimos que pagar, nosotros pensamos otra cosa. En 1946 había terminado la segunda guerra mundial. Era el momento propicio para hacer buenos negocios, siempre que uno acertara lo que iba a pasar. Nosotros pensamos que después de toda guerra viene el peor momento, en que hay que pagarla y las guerras se pagan todas de la misma manera: echando las monedas abajo y aumentando la emisión. Ya en 1946 era de esperar que en 1948, 1949 ó 1950 las monedas iban a ir todas abajo. Nosotros teníamos monedas, oro y productos. Cuando las monedas se vinieron abajo, todos los bienes de capital se iban a ir arriba en relación inversa. Se trataba entonces, de utilizar todas las monedas que teníamos en ese momento en hacer compras, para que cuando viniera la baja de la moneda, no nos encontrara a nosotros con un solo peso en el bolsillo, sino con toda la maquinaria y todas las cosas compradas. Es así que en 1947 nosotros compramos todo lo que había en distintas partes, gastando hasta el último centavo. En una sola operación compramos 60.000 camiones; trajimos más de 30.000 equipos industriales al país y compramos toda la flota mercante más todo lo necesario para los transportes en el país. En 1949 todas las monedas se vinieron abajo. Los camiones que habíamos comprado en 6.000 pesos argentinos, hoy valen 100.000 pesos; la maquinaria que compramos a un dólar el kilo, hoy vale 20 dólares el kilo; los barcos que nosotros compramos término medio en un millón y medio de dólares cada uno, hoy valen siete millones de dólares. De esta manera juntamos mucha palta, con la que pudimos financiar lo que restaba de nuestro plan quinquenal, incluso las 76.000 obras. Hoy no debemos un centavo a nadie y estamos en una situación de equilibrio para seguir adelante. Algunos dicen que la economía se ha desequilibrado un poco, pero yo nunca he visto hacer una tortilla sin romper los huevos. Un amigo mío hace un cuento muy interesante referente a esto de que la economía está un poco desequilibrado en nuestro país: dice que él tiene un amigo que siempre encuentra en las grandes cosas alguna cosa mala. Un día fue con él al circo donde había un señor que hacía equilibrios; ponía una mesa, arriba de ella una silla, sobre la silla una botella y se paraba con la cabeza sobre la botella; entre las piernas tenía un arpa y con las manos tocaba el arpa. Al salir, le pregunta al amigo: ¿Qué le pareció esto? El amigo le contestó: "No me gusta cómo toca el arpa". Un señor legislador: No voy a formular una pregunta, sino simplemente hacer una pequeña observación: que el poco tiempo que estamos en la Capital ha sido de gran beneficio tanto para la Argentina como para los Estados Unidos. Durante muchos años, el objetivo principal del gobierno de los Estados Unidos ha sido el elevar el nivel de vida del pueblo, no sólo de los Estados Unidos, sino de los otros países del mundo. Pienso que éste ha de ser igualmente el objetivo del señor Presidente. De elevar el estándar de vida del pueblo. Señor presidente: Nosotros hemos desarrollado una reforma extraordinaria en ese sentido. Nuestro pueblo consume en la actualidad más de cuatro veces lo que consumía en 1946. Y tiene un poder adquisitivo casi cinco veces superior al que tenía en aquel tiempo. Esto el señor legislador lo observaría mejor si se lo preguntara a cualquier hombre de la calle, porque ellos saben la verdad. Ministro de Hacienda: Quería agregar que si tomamos en cuenta la situación de una familia -no de un individuo- y existiendo plena ocupación, como existe actualmente, en cada familia trabajan tres o cuatro, de manera que es cinco veces se multiplican por esas cifras. Un señor legislador: (Mr. Eberharter): ¿Esas cinco veces se refieren a que la gente compra cinco veces más en monto de bienes o en término monetario? Ministro de Finanzas: En términos monetarios la producción es mayor, pero en términos adquisitivos nosotros hemos más que triplicado el poder adquisitivo de la población. Sr. Presidente: Le voy a dar un ejemplo que es el que nos satisface a nosotros. En 1946 un obrero para comprar una docena de huevos tenía que trabajar 45 minutos; hoy, para comprar la misma docena, trabaja solamente 15 minutos aproximadamente. Ministro de Hacienda: Yo quería agregarle que ese orden de cosas es en cuanto al salario directo que recibe el obrero. Pero, además, existen los salarios indirectos, que son los aportes a la Caja de Jubilaciones, salarios familiares, vacaciones pagas, y una serie de ventajas que representan un 50 por ciento más de beneficios, cosa que no tenía antes. Para terminar, quiero decir que aquí cuando la gente llega a una límite de edad -que se calcula en 55 años- percibe, no una pensión sino un promedio de los últimos cinco años de sueldo, como jubilación, es decir que el estándar de vida de esas personas en el momento de dejar de trabajar no disminuye sino que se mantiene. Sr. presidente: A eso hay que sumarle el servicio hospitalario, médicos, etcétera, que aquí es totalmente gratuito para el obrero. Ministro de Hacienda: Y esa jubilación que recibe la paga el obrero y la paga el patrón con aportes directos, quiere decir que es de él. Y cuando no está en un régimen jubilatorio, la señora esposa del señor presidente ha creado las pensiones a la vejez y, entonces, todo el mundo tiene una retribución cuando no está en condiciones de trabajar. Y esas pensiones a la vejez son casi iguales a la jubilación que tiene una persona cuando se retira. Sr. presidente: Con el agregado de que nosotros cerramos todos nuestros presupuestos con superávit, ninguno con déficit, desde que yo estoy en el gobierno, y que las tasas argentinas no pasan en caso alguno del 25 por ciento. Ministro de Hacienda: Y para terminar quiero decir, con respecto a las jubilaciones, que para pagarles a quienes han aportado su capital y pueden sentir los efectos de la inflación monetaria, hay un impuesto especial con el cual el gobierno contribuye para aumentar, si fuera necesario, el monto de la jubilación; y así se han aumentado las jubilaciones para compensar. Un señor legislador: (Mr. Stockman): Deseo nada más que agradecer la atención que he recibido junto con mis colegas. Las preguntas que yo deseaba hacer ya han sido contestadas. Sólo quiero agregar que veo que el señor presidente tiene sus ojos puestos no sólo en su política interna sino en la internacional, y que, por su habilidad en el terreno económico, puede caracterizarse como un escocés. Señor legislador Multer: Teniendo en cuenta la importancia de la obra realizada por el señor presidente, yo me permitiría señalarle -si no fuera indiscreción- si para suprimir un periódico no sería preferible usar el sistema yanqui, que consiste en no comprarlo o en poner anuncios, pues de esa manera se funde y no hay más problemas. Señor presidente: Nosotros no hemos suprimido aquí ningún diario. Supongo que el señor se refiere a "La Prensa". En ese asunto ha tomado injerencia el Congreso y el Poder Ejecutivo no ha hecho más que cumplir lo que la ley ha establecido. "La Prensa" se edita hoy lo mismo que hace cinco, diez o quince años y sale a la calle exactamente se ha producido un cambio de dueño. Señor Cámpora: Ha sido un simple conflicto gremial. Señor presidente: Lo que dice el señor Presidente de la Cámara de Diputados es exacto, y él les podrá explicar las cosas mejor que yo. Señor Cámpora: El asunto de "La Prensa" comenzó con un conflicto gremial, el cual fue llevado al congreso que determinó la expropiación del diario a solicitud del sindicato obrero. El Poder Ejecutivo no hizo más que hacer cumplir lo que había resuelto el Congreso. Fue una medida que se dilató mucho en tomar, y esperando que se arreglara el conflicto que obreros y empleados le habían planteado a la empresa, por no atender a determinaciones de justicia social sustentadas por el gobierno del presidente Perón. Señor ministro Gómez Morales: A mí se me ocurre que el extinto presidente Roosevelt para poder aplicar su plan de reformas substanciales, tuvo inconvenientes de este tipo, no precisamente con los diarios, pero sí con otras grandes empresas industriales y adoptó procedimientos para diferentes para poder imponer el criterio social que el deseaba para su país Sr. legislador Multer: El presidente Roosevelt tenía el 50 por ciento de la prensa estadounidense en su contra. Señor presidente: Cuando yo me hice cargo del gobierno tenía el cien por ciento de los diarios en contra. Señor Remorino: Sería interesante preguntarle al señor legislador que pensaba el presidente Roosevelt de la Suprema Corte, y las jubilaciones de oficio de sus jueces. Señor Multer: Tenía sus intenciones, pero no las pudo realizar porque hoy en día la Suprema Corte todavía existe como un organismo independiente. Señor presidente: Aquí es lo mismo. El Congreso dicta una ley expropiando "La Prensa". Yo -Poder Ejecutivo- ¿qué tengo que hacer? Simplemente, hacer cumplir la ley que dicta el Congreso. Si los propietarios del diario no están de cuerdo con la ley ni con lo que el Poder Ejecutivo hace, que se dirijan a la Suprema Corte y lo que ella resuelve se hará. Si la Suprema Corte dice que hay que devolver el diario, eso se hará. Señor legislador Multer: Es así como nosotros entendemos la democracia. Señor Remorino: Si el presidente de los Estados Unidos no hubiera hecho cumplir una ley, ¿qué hubiera sucedido? Señor legislador Multer: Probablemente lo hubieran removido. Nuestro criterio ha sido siempre ver las dos caras de cualquier asunto, y en esta oportunidad hemos tenido el placer de ver este lado del problema. Quiero agregar que hemos sentido una gran satisfacción al escuchar, por boca de los componentes de la delegación, a quienes encontramos en Santiago de Chile, conceptos elogiosos hacia la persona del señor presidente y las cordiales relaciones que mantiene con muestro embajador. Puedo asegurarle que, de acuerdo a los despachos que ha enviado nuestro embajador, le guarda al señor presidente, la misma consideración que demuestra para con él. Señor presidente: Nosotros en estos últimos años hemos tenido mucha suerte con los embajadores de Estados Unidos. Los señores Bunker, Griffis, Bruce y Messersmith han sido excelentes embajadores y muy buenos amigos. Pero hemos tenido un muy malo. Lo lamentable es que el malo se quedó muchos años y los buenos no duraron más que unos meses. Un legislador (Multer): Agradecemos muchísimo al señor Presidente su audiencia; ha sido para nosotros un gran placer tener esta conversación. Y agradeceremos hacer llegar a su señora esposa nuestro saludo. Señor presidente: Igualmente para mí, y agradezco mucho su visita. Yo deseo que se sientan aquí como en su propia casa. ..................
1951-12-03
Mensaje radial para referirse al Segundo Plan Quinquenal
Cuando asumí la Presidencia de la República, y anuncié mi propósito de proyectar y realizar un Plan Quinquenal de gobierno, me encontré con la insólita sorpresa de que en este país no existía ninguna organización encargada de realizar un plan de gobierno, que tampoco en el siglo y medio de vida de la Nación se había proyectado jamás un plan de acción gubernativa y que la obras y trabajos públicos se efectuaban a remolque de la circunstancias, de tal suerte que los dineros del pueblo se invertían sin ninguna previsión. Sin otros elementos de trabajo que los estudios realizados por el consejo Nacional de posguerra, sin una información estadística veraz, desde que toda esa información partía de la cifra de población equivocada, sin poder acudir a ningún archivo que hubiese documentado los petitorios del pueblo ni sus necesidades; sin ningún otro medio que la improvisada buenas voluntad de algunos colaboradores y mi propósito firme y decidido de hacer un primer plan y realizarlo nos pusimos a la tarea de proyectarlo y lo hicimos en los tres meses de labor que sucedieron a mi llegada al gobierno. Ni siquiera intenté la creación previa de los organismos de planeamiento que habitualmente realizan los trabajos de información necesarios para la elaboración de un plan técnicamente perfecto. Ello hubiese demorado la iniciación de los trabajos y, por otra parte, una vieja experiencia enseña que el mejor plan es aquel que se realiza, aunque no sea tan perfecto. Preferí por todo ello, preparar el plan, presentarlo ante el Congreso y enseguida comenzar su ejecución. Recuerdo, a solo título de anécdota, que la oposición manifestó que "ellos se reían de quienes no se reían del Plan Quinquenal, por que no solo era irrealizable, sino que no había ni siquiera la intención de realizarlo". Vale decir que se trataba de un aparto montado para engañar al pueblo. La Nación entera sabe ahora que, a pesar de todas la dificultades que me obligaron a trabajar personalmente durante muchos días y en largas jornadas, el Primer Plan Quinquenal, con todos sus inconvenientes, ha sido cumplido en las medidas de nuestras posibilidades y recursos, y que en no pocos rubros han sido superadas sus mismas previsiones. 76.000 obras cuya documentación total ofrezco al país entero sin ninguna reserva y que, por otra parte, el pueblo ve sin necesidad de propaganda, están diciendo claramente que hemos cumplido. Además el pueblo argentino nos ha aprobado con su arrollador aporte electoral que no se siente defraudado por que no ha sido engañado por nosotros. A más de cinco años ya de la presentación al Congreso y al pueblo de la República del Primer Plan Quinquenal, nosotros podríamos volver sobre la anécdota de nuestros críticos de entonces y recordarles el viejo refrán que dice quien ríe último ríe mejor. El Primer Plan Quinquenal y su contenido de Independencia Económica, de Justicia Social y de Soberanía Política, es ampliamente conocido en sus términos generales y no quiero volver sobre ellos. Insistir llegando al detalle de la obra realizada sería tarea prácticamente imposible. Si le dedicásemos solamente un minuto a cada una de las obras efectuadas durante estos cinco años deberíamos hablar por espacio de más de mil doscientas horas, y yo prefiero ahora hablar de lo que debemos hacer, más que de lo realizado, porque entiendo que el país entero debe aprestarse a realizar un extraordinario esfuerzo en los próximos años si quiere consolidar su grandeza y asegurar al pueblo la felicidad que ahora posee. Por eso he decidido tomar nuevamente bajo mi dirección personal todos los trabajos del 2º Plan Quinquenal. Paralelamente a las tareas de ejecución del Primer Plan Quinquenal organicé el Ministerio de Asuntos Técnicos y en él la Dirección Nacional de Planificación, el Consejo Nacional de Planificación, y el Consejo Federal Coordinador de Planes de Gobierno, a fin de que realicen la tarea informativa y de control de los planes de gobierno. Oportunamente por medio de la organización de planeamiento citada impartí las instrucciones del caso a fin de que todos los ministerios preparasen sus planes parciales. Al mismo tiempo las provincias y territorios debidamente representados en el Consejo Federal Coordinador, elaboraban sus planes de labor futura. Por primer en la historia del país, los gobiernos provinciales y el gobierno nacional dejarán a quienes los sucedan planes concretos y reales de acción, de tal manera que los nuevos responsables de la tarea gubernativa no tendrán que empezarlo todo. Y no se alterará la continuidad en los trabajos públicos, como sucedía antes cuando cada gobierno trataba de hacer el mayor número posible de gastos, indiscriminadamente, dejando a su gobierno sucesor en la mayor orfandad... Para nadie es un secreto que antes de nuestro movimiento un gobierno gastaba y el siguiente pagaba las deudas. Nada hubiese sido si el que gastaba lo hubiese hecho bien. Lo malo es que se gastaba con finalidades políticas o en beneficio de los pocos que mandaban. Así veíamos, por ejemplo, cómo los caminos bien arreglados eran los del candidato local, o los de algún estanciero bien vinculado. Las obras que se realizaban entonces obedecían a las necesidades de asegurar tal o cual sección electoral o la apuntalar el prestigio de algún dirigente. Anualmente se presentaban miles de proyectos en las cámaras legislativas y aún hoy suele hablarse del proyecto tal o cual mencionando el nombre del legislador que lo presentó como bandera de su campaña electoral. Hace poco tiempo un partido opositor declaró su paternidad sobre una obra pública recientemente terminada, porque un diputado de esa fracción política había logrado hacer aprobar la ley correspondiente en 1917, cómo si el mérito de una obra pública residiera no tanto en realizarla como en proyectar la ley. Los legisladores del movimiento peronista no han hecho política con proyectos. Han preferido trabajar en la sanción de las grandes leyes básicas de la Nación y los cincos años precedentes han sido los mas fructíferos del Congreso Nacional. La gestión de las obras locales ha sido en cambio elevada a los organismos de planeamiento a fin de efectuar los estudios previos, para una adecuada distribución de trabajos y de fondos, a fin de que los dineros destinados a obras públicas fuesen distribuidos equitativa y racionalmente. En las tareas de elaboración del Segundo Plan Quinquenal y respondiendo a mi deseo de conocer "lo que el pueblo argentino necesita", distintas comisiones técnicas de la Presidencia de la Nación han recorrido el país desde un extremo al otro, recogiendo las opiniones y expresiones de deseos de los gobernantes, intendentes, instituciones públicas y privadas, especialmente sindicatos obreros, y aún de las personas cuya inquietud individual ha sido también atendida de acuerdo con nuestro lema justicialista de gobierno que quiere hacer solo lo que el pueblo quiera. La información recogida es extraordinariamente numerosa e importante y ya ella bastaría para requerir nuestro esfuerzo durante los próximos cinco años. No obstante ello deseo hacer un llamado final a las personas e instituciones, y de manera muy especial a los sindicatos de trabajadores para que antes del 31 de diciembre remitan a la Presidencia de la República sus petitorios e inquietudes a fin de ser debidamente estudiados. Toda la correspondencia debe ser dirigida a la calle 25 de mayo 11, Capital Federal. Fiel a mi lema "Mejor que decir es hacer y mejor que prometer es realizar" quiero advertir al pueblo que no todas las obras necesarias y que se soliciten podrán ser quizás efectuadas, pero si puedo asegurar que la planificación, sobre la base de nuestra actual información y de los pedidos de la población misma, nos permitirá efectuar una racional y justa distribución de las obra de tal modo que no haya en esa tierra zona de argentinos hijo y zonas de argentinos entenados. Por el contrario y siempre dentro de nuestro afán justicialista iremos con mayor esfuerzos a zonas menos favorecidas, lejos de las capitales que hasta ahora han recibido los mayores beneficios, porque los gobiernos han querido frecuentemente tapar con lo que tenían a la vista las miserias y desastres del resto de la Nación o de la provincia. Hago por fin un llamado a todos los argentinos de bien a fin de que pongan el apoyo de su idea y de su esfuerzo a nuestros trabajos actuales de planeamiento a fin de que el 2º Plan Quinquenal sea el plan de todos y para todos. .....................
1951-12-04
En el Liceo Militar General San Martín
Señores profesores: Yo no he querido pasar por el Instituto, sin saludarles personalmente. En estas circunstancias, a pedido del señor director, quiero agregar a este saludo, que hago llegar como el de un compañero más de las tareas en que todos estamos empeñados, mis felicitaciones a todos, porque sé del alto grado de capacidad con que se instruye a nuestros muchachos en el Liceo. Este Instituto ha pasado ha ser ya un Instituto modelo dentro de la educación y la instrucción de nuestro país. Se cumple aquí dentro de este régimen, una de las aspiraciones más grandes que creo, pueden tener los hombres que enseñan: poder, a la vez que enseñar a los muchachos, educarlos y prepararlos para la lucha en la vida. Generalmente la educación de los hombres, es una asignatura que en pocas partes se da, y creo que es más importante que instruir. En esto, yo no olvido nunca una vieja anécdota Séneca: si un hombre ha de ser una mala persona, tal vez sea peligroso y perjudicial darle armas en la vida. Los hombres que no tienen una buena conformación espiritual cuando más capaces y más inteligentes son, más peligrosos para sus semejantes. Yo siempre he recordado y pienso que en la instrucción que se imparte a los muchachos argentinos, hay una laguna extraordinaria en todas las disciplinas que se siguen instrucción del país. Nosotros tenemos muchos hombres capacitados para enseñar, pero, desgraciadamente no tenemos muchos maestros; porque el maestros no ha de reducirse solamente a introducir una cantidad de cosas en el cerebro de los muchachos, sino en una cantidad proporcional de lo que hay que meterle también en el alma y en corazón. Yo sé, señores, que en esta escuela se cumple eso. Sé que aquí, todos ustedes están empeñados no solamente en formar hombres capaces, sino también en formar hombres buenos que sean útiles para la sociedad y para el país. Esta instrucción creo que no se desarrolla en el país en forma tan completa por ningún otro instituto, ni aún siquiera en la Universidad, donde los muchachos son, en general, dejados un poco en la mano de Dios y crecen con las inclinaciones que la vida les muestra y no como las indica un maestro que se preocupa no solamente de su naturaleza sino también de su alma, de su espíritu y de sus condiciones morales. Por esa razón, señores, yo he querido saludarlos a ustedes. Sé que comparten esa manera de pensar. Sé que al compartirla, la están concretando en este Instituto, por eso es que yo sueño con que en todas las escuelas del país, en todas las disciplinas científicas de la Argentina, se siga esa misma orientación, dando armas únicamente a los hombres buenos, para que las empleen bien en su lucha por la vida. Tengo la inmensa satisfacción de hacerle presente y decirles que los felicito y que esta escuela, hemos de hacerla cundir en todos los establecimientos de enseñanza del país. ................
1951-12-04
Durante un refrigerio en el Liceo Militar
No deseo abandonar por este día esta vieja casa sin hacer presente mi inmensa complacencia por lo que he visto, llevando también mi palabra de estímulo en una felicitación muy calurosa que formulo aquí al señor director para que él la haga extensiva a todos los señores jefes, policiales, profesores y cadetes de este instituto. La vida del hombre concurre siempre a circunstancias de distintas características. Ustedes, muchachos, se están formando aquí donde hemos empezado también nuestros primeros pasos muchos de los hombres que hoy tenemos responsabilidad directa frente al destino de la patria. Con el mismo escudo y con la misma divisa con que ustedes marchan ahora, marchamos nosotros desde hace cuarenta años. Quizá los azares de la vida les hagan recordar a ustedes dentro otros cuarenta años hechos similares a los que vivimos nosotros, viejos generales que iniciamos nuestros estudios en el Colegio Gral. San Martín. El hombre pasa su vida formando su espíritu, enriqueciendo su inteligencia y fortaleciendo su cuerpo, tres escuelas que se relacionan aquí con los resultados más óptimos a que se puede aspirar en la formación de la juventud argentina. Por eso señores, en este día, que reverdece los sueños de esta juventud y muestra a esta juventud argentina un camino digno de ser vivido, quiero dejarles con la palabra de un viejo soldado, con el abrazo de un viejo camarada, ese recuerdo, para que ustedes, en el futuro, en esa misma lucha por asegurar el destino de la patria, sean felices y luchen para que la Argentina que nosotros queremos enarbolar en las banderas más inalcanzables de la gloria, siga siendo por los siglos de los siglos la patria justa, libre y soberana por la que luchamos y rogamos a Dios todos los días. Recuerden muchachos, que en la vida todo pasa; pasamos nosotros y pasan todos los recuerdos. Lo que permanece a la patria misma. El hombre podrá tener cualquier mérito, pero ninguno vale si no es ofrendando en el único altar la vida más noble: la patria. Vivan ustedes al pie de este altar y que no falten nunca en ese altar las flores de vuestro entusiasmo, de vuestra juventud y de vuestro patriotismo. Así solamente, si juramos todos los días de dejar una patria más grande, más libre y más justa que cuando la recibimos, las generaciones del futuro tendrán el recuerdo que nosotros merecemos al pasar a la tumba silenciando los entusiasmos que gastamos y los que dejamos a ustedes, muchachos, que son el verdadero porvenir de la patria. Mi mujer ha dicho que los pueblos que olvidan a su juventud renuncian a su destino. Sean ustedes ese destino, que Dios los ilumine para que sepan tomar nuestros testimonios y llevarlos a una época más gloriosa que la que nosotros hemos podido realizar. Que así sea y que sean ustedes inmensamente felices. ........................
1951-12-10
Mensaje por el Día de la Sanidad
Durante el transcurso de mi gobierno, en varias oportunidades he tenido el honor de dirigirme a los médicos y a las diversas profesiones vinculadas al arte y a la ciencia de curar y siempre lo he hecho con particular agrado y también para expresarles mi reconocimiento, porque los sé cada día más empeñados en su noble tarea de verdaderos colaboradores de la obra social en la que estamos empeñados. Por eso pude decir en 1948 al instituir el Día del Médico, que hoy celebramos como Día de la Sanidad; "Abrigo la certeza de que los médicos argentinos continuarán haciendo honor a su tradición; tradición de alcurnia espiritual que solo se mantiene cuando el médico ve en un enfermo algo más que un hombre enfermo, algo más que un ser disminuido, algo más que un semihombre; cuando ve en él a su propia imagen y es capaz de incorporar su propio ser al del enfermo, en ese esfuerzo supremo de compenetración y redención. Siempre me ha impresionado penosamente que las distintas clases sociales se mantengan desiguales ante la enfermedad o ante la muerte. Los índices de enfermedad, invalidez o de muerte, pesan más gravosamente a medida que desciende el salario en la escala social. El problema de igualdad de clases desde este punto de vista, ha sido hasta ahora un mito. Todos moriremos, pero unos antes y otros después de lo que puede llamarse una vida normal. Los que se enferman o se mueren antes son los pobres; esto lo han demostrado hasta el cansancio los hombres que se han dedicado a la Medicina Social. Por ello el justicialismo tiende toda su dinámica, a que, también en materia sanitaria, cada vez haya menos pobres, desterrando de la enfermedad el componente social y dejando a la sanidad únicamente el componente biológico. En otras palabras haciendo que la medicina luche no contra el hambre, la desnutrición, la miseria física, el espíritu resentido, -que eso es tarea de gobierno-, sino solo contra la enfermedad, que es la tarea específica del arte y la ciencia de curar. La salud y la vida son sagradas. El principio moral de la profesión debe ser siempre un punto de honor del médico y de cada médico debe velar celosamente para que nunca ningún elemento material convierta a la medicina en una empresa comercial y aún siquiera en una actividad fríamente científica. La lista de los héroes médicos que han entregado su vida en cumplimiento de su deber es extensa en el mundo y es abundante en nuestra patria. Algún día levantaremos un monolito y gravaremos en él, el nombre de todos aquellos médicos argentinos que en la República dieron su vida en el holocausto de la de sus semejantes. Hay otro aspecto que quiero señalar por su grandeza. Sabemos que en la historia del mundo hay hombres nefastos que eligieron el camino de la guerra para realizar sus ambiciones, y la humanidad ha asistido a destrucciones innúmeras de vidas y de riquezas, que no pudieron repararse más. Si tuviéramos que juzgar a la humanidad por los hombres que se han dedicado al exterminio, poco favor haríamos a nuestra especie. Afortunadamente, frente a los depredadores tenemos a Jenner encontrando la vacunación antivariólica, a Pasteur descubriendo el principio de los sueros, a Koch aislando el bacilo de la tuberculosis, y a tantos investigadores y descubridores de curas o lenitivos para el ser sufriente. Y entonces creo que hemos elegido bien al elegir como metas de todos nuestros afanes el bien del pueblo, en todos los aspectos que corresponde a la ciencia del gobierno. Pueden ustedes estar seguros: nada ni nadie modificará en mí ese juicio ni me hará cejar del empeño de servirlo que he jurado cumplir hasta mi último aliento. Yo tengo el orgullo de afirmar que la Argentina Justicialista tiene hoy los índices demográficos más bajos del mundo. Y aunque no es esta la ocasión de decir cifras basten las pocas que ahora daré para probar mi aserto. La mortalidad general, que era, en 1946 de 11 por mil, ha descendido en 1950 al 8,8. En este solo aspecto la sanidad argentina ha podido salvar 30.000 vidas al año. Del paludismo que daba en 1946, 87.00 enfermos, apenas si podemos contar en nuestros días unos mil casos. La mortalidad materna por causa de parto, ha descendido exactamente a la mitad. La tasa de mortalidad por tuberculosis, por cada 100.000 habitantes que era en 1940 de 104, desciende a nuestros días a 51. La mortalidad infantil, dentro del primer año, que era hace seis años de 80 por mil en los principales centros urbanos, ha descendido en la Capital Federal a 45 por mil. Pero todo esto, que es altamente halagüeño, no se ha logrado, porque sí, sino porque hemos montado un amplio dispositivo sanitario, que está siempre en constante aplicación y superación. En efecto, en 1946 invertimos 68 millones en Salud Pública. Hoy, el presupuesto se eleva a más de 200 millones, y son pocos aún. La cantidad de técnicos y administrativos dedicados a obras de Salud Pública, que eran en 1946, 4.300 se ha elevado ya 25.497. Y el programa de construcciones hospitalarias y de otra índole sanitaria, que era, siempre en 1946 -año de la iniciación de nuestro gobierno- de 9 millones de pesos, por año, ha llegado en nuestros días a 172 millones por año, y repito que todavía son pocos. Permítaseme decir, que es así como yo entiendo el Justicialismo, en su aspecto de su sanidad social. El salvar vidas humanas, el restar a la humanidad millares de nuestros humanos, es un plan que cuesta dinero, que entra en el debe de los presupuestos, pero solo aparentemente. No se trata aquí de una fría operación contable. Pero si se quisiera computar crematísticamente la cantidad de valores humanos que se salvan, los hogares que no se desintegran, las jornadas que se restan, todo ello se contabilizaría fríamente en una partida del haber superior al debe. Y espiritualmente con una alegría inmensa. Porque sí observamos en los últimos años lo que nos ha costado la salud pública y las vidas que hemos salvado y los dolores que hemos evitado veremos también que en nuestra tierra es verdad que "la salud pública es comprable" y que cada pueblo tiene la sanidad que se merece y que quiere tener. Ahora bien; cuando hablamos de "sanidad comprable", no nos referimos, por cierto, a ningún patrimonio material; sobre el cual debemos especular, en el presente o en el futuro. Nada de ello. Nosotros consignamos los índices más bajos del mundo y no somos utópicos sino realistas cuando nos proponemos alcanzarlos. Si decimos que la mortalidad mínima del mundo es 8 por mil es porque no nos quedaremos tranquilos hasta alcanzar ese índice ideal en la República Argentina y bajando más aún si fuera posible. Sentamos por cierto nuestras pretensiones sobre realidades tangibles en estos mismos momentos en nuestra patria. Durante mi gobierno hemos tratado que cada gremio y cada repartición tuviera su propia obra social aplicada a combatir todas las causas indirectas de enfermedad. Hoy, grandes núcleos de obreros gozan de beneficios sanitarios y han dejado de ser carne anónima de los hospitales Y hemos avanzado este mismo principio por la Fundación Eva Perón y creado la asistencia social para los obreros ferroviarios, para los de la carne y para los vidrieros y la extenderemos a todos los gremios. Al estimular organizaciones de esta naturaleza, promovemos la educación sanitaria de las masas y creamos elementos psicológicos de defensa de la salud, ya que sin consciencia sanitaria popular no es posible conducir las acciones técnicas sobre la población. Hemos iniciado también la aplicación de la Ley de Medicina Preventiva cual se ha dicho "que es la más grande ley sanitaria de los tiempos modernos" porque se dirige a la prevención de las enfermedades crónicas e invalidizantes. En la vida teniendo un plan y la voluntad de realizarlo se puede llegar a lo que uno se propone. Para realizar en el futuro cercano una obra médico social de la magnitud que el Justicialismo reclama en beneficio del pueblo de la patria, se impone crear también una formación profesional y científica moderna en las Facultades de Medicina, de modo que cada nuevo médico que salga de dichas facultades sepa que al lado de un dolor que amenguar, de una enfermedad que curar, hay siempre un problema social que resolver. Nuestra Escuela de Medicina no ha formado hasta ahora, salvo naturalmente excepciones individuales, más que buenos técnicos para curar. Muy buenos, pero necesitamos llegar a una generación de médicos-sociólogos que sepan ver por un microscopio y que sepan a sí mismo remontarse a la alturas para contemplar el panorama de los problema económicos sociales. No hay una sola materia médica en la en la cual no pueda caber un concepto sociológico. Todas las partes del organismo humano están condicionadas para trabajo exterior, de alcance social determinado. Estudiar la conformación morfológica o fisiológica del ser, sin relación con los hechos que vive ese ser en nuestros tiempos es una enseñanza unilateral y, por lo tanto, defectuosa. Toda la formación universitaria debe tender a esa altísima finalidad humana y social y para esta nueva obra universitaria importa tanto la personalidad de los maestros como la materia que va a ser objeto de estudio. Sin maestros que no tengan el sentido social de la Medicina habrá cátedras que no vean nunca al hombre como un ser integrante de la sociedad, de la comunidad. La reforma universitaria de 1918 permitió abrir las puertas y ventanas de la Universidad a la vida social. Desgraciadamente, por allí penetró la política y en la Universidad con todos sus males y en un época en que la política era una mala palabra. Ello no ocurre ni ocurrirá jamás en adelante. Reestructuraremos los estudios médicos para darles alcance social del que hoy carecen y para que la nueva juventud llegue a los claustros universitarios y no pierda con la adquisición de un tecnicismo exclusivo y el espíritu idealista con que comienza sus vidas de altos estudios. La ciencia se adquiere en la Facultad; el arte de curar se perfecciona con los años; el sentido social de la Medicina se alcanza como coronamiento, pero solo a condición de que el estudiante primero y el médico después no se aíslen en el profesionalismo y queden en contacto con la realidad de la patria y de su pueblo. Antes en mi gobierno se hablaba frecuentemente de plétora de médicos, lo que llevaba a afirmar la existencia de un proletariado. En los momentos actuales esto no es verdad. Los censos demográficos señalan que nos faltan médicos y profesionales afines de la medicina. Más aún, tan pronto cumplamos con nuestro programa de asistencia y sanidad, no habrá un solo rincón argentino al que el médico no pueda llegar; para ese entonces nos van a faltar profesionales, médicos, farmacéuticos, odontólogos obstétricas, enfermeras, etcétera. Ahora mismo, los señores médicos saben que el trabajo que deben cumplir supera sus posibilidades y que nadie habla ya de plétora profesional. Y bien señores, se ha dicho que hay dos clases de salud: la salud natural; y la salud artificial. Debemos prestigiar la salud natural, es decir, la que se logra aumentando la resistencia de los tejidos a las enfermedades y asegurando el equilibrio del sistema nervioso. La salud artificial se asienta sobre el régimen alimenticio, vacunas sueros, glándulas y vitaminas y financiando la costosa acción de los médicos en los hospitales. Quiero que los médicos propicien la salud natural para luego no tener que realizar esfuerzos para mantenerla artificialmente, cuando el hecho consumado de la enfermedad se nos venga encima como un tremendo enemigo. No necesito señores extenderme más en consideraciones que para ustedes son obvias. Pero séame permitido antes de terminar rendir a todos los sanitarios de la patria, en este día fraternal, el homenaje del gobierno a su obra de todos los días, casi siempre humilde y silenciosa, pero llena de abnegación y de amor por el semejante. En los momentos y días angustiosos que he pasado con la enfermedad de mi esposa, he aprendido muchas cosas que sabia solo a medias sobre ese espíritu altísimo del médico y de sus auxiliares, que es su mayor gloria y airoso penacho de honor. Por eso considero que me he llenado de honor al hablarles en este Día de la Sanidad. Señores, muchas gracias. ...................
1951-12-12
Ante delegados que participan de la Tercera Conferencia Panamericana de Leprología
Yo deseo que mis primeras palabras sean de agradecimiento por la amabilidad que han tenido de llegarse hasta esta casa, para darme a mí la inmensa satisfacción de poderles saludar personalmente; les pido disculpas porque, dado el número que representan, no he podido hacerlo con un apretón de manos a cada uno de ustedes, a quienes veo llegar a esta tierra con tanta simpatía, y encantado de tenerlos entre nosotros, rogándoles que se sientan acá como en su propia casa. El doctor Carrillo me ha informado de las actividades que han desarrollado los señores en este congreso. Yo deseo que de él saquemos la gran enseñanza que presupone la autorizada palabra de tantos hombres de ciencia que se dedican a este importante problema, y ofrecerles también lo poco que nosotros hayamos podido realizar. Indudablemente, no estoy en condiciones de hablarles sobre el tema específico que ustedes tratan, pero creo que, entre lo que ustedes realizan y lo que nosotros realizamos -los hombres de gobierno-, hay una estrecha relación: ni ustedes pueden trabajar mucho sin nosotros ni nosotros podemos hacer nada sin ustedes. De manera que yo trataré en pocas palabreas, de darles una síntesis de cuales son nuestras orientaciones y nuestros puntos de vista, en lo que se refiere a los problemas de estos tipos de epidemia que azotan a la humanidad. Nosotros pensamos, de un tiempo a esta parte, con una gran preponderancia en el cuidado del material humano, y pensamos también, que nuestro país durante muchos años, el material humano había estado un poco descuidado. No existía un Ministerio de Salud Pública hasta el año 1946, fecha en que tuve el inmenso honor de crearlo. En ese concepto, sí que existía un Ministerio de Agricultura, donde se realizaba el estudio de los trabajos necesarios para la defensa agrícola y para la defensa de la salud de nuestros gordos y buenos toros, y no habíamos pensado hasta entonces, en que había que cuidar a los pobres peones flacos que cuidaban a esos gordos toros. Desagraciadamente, eso nos llevó a problemas difíciles; y fue necesario encararlos decididamente durante mi gobierno. Para ello, tuve la satisfacción y la fortuna de contar con el apoyo de los médicos argentinos, quienes han desarrollado una labor extraordinaria en estos cuatro o cinco años que llevamos de gobierno. El Primer Plan Quinquenal, que contemplaba en forma preponderante la salud de la población, pudo no solamente encarar el problema médico, sino también el problema de gobierno que cada una de las enfermedades planteaba para su desarrollo. Es así que nosotros, desde el Ministerio de Salud Pública, encaramos la lucha colectiva contra el mal. Antes, no existía una dirección centralizada para la planificación de la defensa de la salud, semejaba algo así como el combate de una cantidad de francotiradores que salían a combatir al mal por su cuenta, donde lo encontraban, Nosotros pensamos que la lucha biológica organizada de los microbios, no se la puede enfrentar con éxito, sin la lucha organizada de los hombres encargados de combatirla. Hasta hace poco tiempo, los microbios estaban mejor organizados que nosotros; ahora pensamos que poco a poco trataremos de organizarnos mejor nosotros. Yo recuerdo que la primera vez que tuve la oportunidad de hablar con los médicos argentinos, les dije estas mismas palabras. Si no nos organizamos, a los grandes flagelos que soporta la población argentina en sus distintos sectores, no lo podremos dominar de manera alguna. Yo encontré una amplia comprensión en los médicos. Ellos se han puesto a trabajar. La estadística nos va revelando de cuán acertadas han sido nuestras orientaciones y cuán fructífera ha sido la labor desarrollada por esos profesionales. Comenzamos a organizarnos y en ese empeño, siguiendo el mismo consejo de los médicos, pensamos que la primera medida de gobierno para combatir el mal, era crear un estado social de abundancia y terminar con los estados sociales de miseria. Los médicos tienen poco que hacer frente a las miserias fisiológicas y sociales, miserias que suelen ir muy estrechamente del brazo, paseando por la vida de los pueblos que no entienden todavía que el egoísmo debe ceder a la buena intensión de los hombres para ayudarse los unos a los otros, sobre todo en el aspecto de la vida, que es lo fundamental y de la que algunas veces nos olvidamos. En ese sentido hemos podido, realmente, crear una acción organizada. Señores, sobre esto podría hablarles muy largamente porque siempre me he ocupado de estos problemas. Pero bastaría con que yo les dijese que en los cuatros sectores más difíciles de la lucha contra las enfermedades, que para nosotros eran la tuberculosis, las venéreas, la lepra y el paludismo, hemos obtenido victorias bastantes significativas. En la tuberculosis hemos conseguido llegar a límites muy apreciables. En 1946 estábamos en 104 por cien mil y hoy estamos en 51 por cien mil, y trataremos de seguir luchando para ir achicando ese índice para que sea el más bajo posible en nuestro país, que es donde se puede comer abundantemente y donde se puede hacer una vida higiénica, ya que tenemos 250 días de sol al año y contamos con un clima de tal naturaleza que nos obliga a pensar que ese 51 por cien mil es todavía un índice demasiado elevado. En las enfermedades venéreas, que era otro de los azotes de nuestra tierra, estamos en 20 por cien mil, lo que debemos mucho a los antibióticos descubiertos en estos últimos tiempos, más, quizá, que a nuestra eficiencia para combatir esos males. En cuanto al paludismo, que representaba unos 87 mil enfermos nuevos por año, afectaba zonas de trabajo haciendo disminuir el rendimiento como consecuencia del ausentismo que provocaba dicha enfermedad. Eso nos llevó a organizar una campaña en las zonas palúdicas de la República, situadas especialmente en el norte y noroeste. El resultado del último quinquenio ha sido muy halagador. Nosotros podemos decir que hemos terminado con el paludismo; no solamente hemos terminado con el nuevo paludismo, sino con el que se reinfecta periódicamente. Pensamos que en poco tiempo más, el paludismo en nuestro país será únicamente el triste recuerdo de una época en la que nos descuidamos contra ese flagelo. Por lo que respecta a la lepra, es también un problema que no ha sido nunca grave en la República Argentina pero que presentado en un problema de Estado y en un problema médico podía seguir aumentando si no se le opone un dique de contención a su avance. La existencia de grandes corrientes de agua en nuestro país, quizá los grandes ríos de nuestra Mesopotamia, eran líneas de desenvolvimiento y de contención permanentes. Hoy son atendidos los ocho mil leprosos que tenemos fichados y en estos momentos nos están sobrando camas, lo que jamás había sucedido en la Argentina para ninguna clase de enfermedades. Se han adoptado sistemas modernos que permiten que el leproso no se sienta sumergido moral, y físicamente, y con tratamientos especiales, sin deprimirlos sentimentalmente, hemos conseguido alojarlos sin guardias. Ya no son necesario los guardias porque se les ha ofrecido tal vez un alojamiento mejor del que normalmente disfrutaban en sus casas. Se han suprimido los guardias y se les ha dado una vida mejor. De manera que con esos nuevos sistemas, hemos podido tener confinados allí a ellos sin que se den cuenta de que están confinados. La lepra ya no representa un problema de gobierno, sino que es un problema médico. Yo he cumplido con mi misión y espero que los médicos cumplan mucho mejor con la de ellos para disminuir el índice de la lepra en la República Argentina. No creo que se trate de un problema grave, pero tampoco debemos descuidarlo y para ello seguiremos empleando todos los medios, con el fin de disminuir los índices, que no son de gran importancia. Sin embargo, la existencia de zonas favorables para el desarrollo de estas enfermedades que tenemos en la República pueden ser un índice que nos haga observar con prudencia el desarrollo de las mismas. Creo, repito, que se trata de un problema médico y no de un problema de gobierno. En poco tiempo hemos obtenido resultados halagüeños con respecto a esta enfermedad. Esas cuatros enfermedades han sido, en el Primer plan Quinquenal lo más importante sobre la cuales hemos dirigido nuestra atención. También, nos hemos organizados para ir atendiendo a grandes núcleos de población. En la República Argentina, en 1946, teníamos más o menos diez mil médicos en actividad. Se decía que había exceso de médicos, porque ellos se habían concentrado en los grandes centros poblados. Sin embargo, las estadísticas indicaban que la mayor parte de nuestro territorio carecía de asistencia médica, en una proporción tal que la mayor parte de nuestra población moría sin asistencia médica. El problema consistía en una mala distribución de los médicos. Gracias a una labor más o menos eficiente del Ministerio de Salud Pública, se ha podido ir distribuyendo mejor la asistencia médica en nuestro país, pero aún hoy disponiendo de quince mil médicos, nos damos cuenta de que todavía faltan más médicos en la República Argentina. Esta distribución ha permitido llegar a zonas en las que se carecía de asistencia médica. La hemos ido brindando en la medida de nuestras posibilidades, quizá no en una forma racional, orgánica y ordenada, porque la necesidad está siempre antes que estas tres cosas. Eso vendrá después que hayamos atendido la mayor parte de la población, para que ésta no deje de tener la asistencia de los médicos en el momento oportuno, sobre todo en las zonas apartadas y desérticas de nuestra patria. Este problema tiene para nosotros una importancia muy grande, y en el Segundo Plan Quinquenal ya hemos de ajustar perfectamente bien toda la organización sanitaria. Lanzaremos en este Segundo Plan Quinquenal, en todo el territorio de la República, la medicina preventiva. En este sentido el señor ministro se acuerda siempre de lo que yo le dije cuando inauguramos un hospital en Tartagal, en el límite con Bolivia. En esa oportunidad le manifesté que para mí era el mejor hospital que teníamos, a pesar de ser el más pequeño. Él me preguntó por qué, y yo le contesté porque no había ningún enfermo; era un hospital vacío. El mejor hospital para mí, hombre de gobierno, es el que está vacío, porque ello significa que merced a la medicina preventiva y al trabajo realizado en la población, hace innecesario la existencia del hospital. Creo que el Segundo Plan nosotros podremos lanzar una acción eficiente de medicina preventiva. Ya hemos adelantado algunos expedientes sobre eso. Es difícil desde el primer momento realizar una organización ajustada y perfecta sobre este asunto. Sin embargo, estamos ya ensayando los trenes sanitarios, en forma tal de ir lanzando sobre las grandes líneas de comunicaciones, los trenes encargados de realizar catastros, y revisaciones y demás acciones sanitarias que ponen a la población bajo el control médico. Tenemos encargados ya seis servicios sanitarios para llegar aquellos lugares donde no se puede llegar con los ferrocarriles, para ir organizando todos los aspectos de la medicina preventiva y catastro en las regiones que pueden recorrer estos medios. Estamos construyendo también policlínicos para todos los sindicatos, para que esos núcleos de trabajadores puedan tener el catastro permanente de esa población obrera. Nuestros sindicatos construyen sus policlínicos con la ayuda del gobierno y con su propia ayuda. Lo mismo hacemos en la medicina escolar y en cualquier oportunidad que tenemos de ir realizando los primeros avances en la medicina preventiva. Se desarrolla aquí un campeonato infantil de fútbol que lleva casi un millón de niños a los juegos en los numerosos teams que se forman. Nosotros aprovechamos para realizar el catastro de esos pequeños jugadores y así un gran sector de la población infantil va siendo catastrada en los aspectos médicos. A esta acción un poco desordenada, inicial, la podremos después conectar en una perfecta organización haciendo los primeros servicios y llevándolos después a estos servicios a un grado más avanzado de organización. Resumiendo, señores, yo trato de ayudar al Ministerio de Salud Pública, quién a quién le he dicho que no tiene un presupuesto preconcebido, sino que tiene lo que necesita, porque así como nosotros no podemos decir al principio del año cuanta plata dedicaremos para el médico y el boticario porque no sabemos que va a pasar en el año, creemos también que la población está en las mismas condiciones: se paga el presupuesto que resulta de las necesidades sanitarias de la población. Cuando no tengamos ningún enfermo podremos hacer mucha economía, economía que no podemos hacer hoy por el descuido en que estuvieron estas cuestiones en las épocas anteriores. Yo trato de suprimir todos los problemas de gobierno que la sanidad me plantea, pensando que después, los médicos argentinos han de suprimir también, por su parte, todos los problemas médicos, reduciendo el aspecto sanitario de la población a aquellos casos que, desgraciadamente, nunca se podrán suprimir. En este sentido yo estoy profundamente satisfecho de los resultados alcanzados. Quizás tengamos muchos problemas y nazcan nuevos, porque la medicina es una cuestión que todos los días es nueva, pero tengo también la satisfacción de haber podido desarrollar en mi país una organización sanitaria que puede hacer frente hoy a los males, no sólo de los individuos sino de los grupos de individuos y de las enfermedades regionales. En ese sentido, nosotros, que gastábamos a penas 29 millones en Salud Pública, hoy estamos en los 300 millones de pesos. No creo que hayamos hecho todo lo que debíamos hacer, pero por lo menos, estamos en la diligencia de hacerlo. Señores: yo no deseo extenderme sobre ninguna otra cuestión de gobierno, porque posiblemente ustedes puedan ver mejor que yo, en el rostro de los argentinos el estado de salud y alegría en que viven. En esta función que a mí me toca, mirada desde el punto de vista médico, mi conciencia de ciudadano argentino y de gobernante me dice que he hecho todo lo que he podido hacer. Si no hemos hecho más, no es porque no hayamos tenido la voluntad de hacerlo, y en esto, asociado con los médicos argentinos que son excelentes y que en su aspecto científico honran al país, no tengo más remedio que poner el hombro decididamente a la acción que ellos han realizado durante tantos años, un poco dejados de la mano de Dios y obligarlos a actuar como francotiradores y combatir los males que durante tanto tiempo han aquejado a nuestra República, pero que ellos y yo, unidos en esta lucha que es la lucha más noble que el hombre pueda realizar, en defensa de sus semejantes y en defensa de la economía de la Nación, vamos a llegar a resultados que serán muy satisfactorios. Nosotros tendremos la satisfacción de haberle ayudado y haber puesto en sus manos todo lo que necesitan para realizar una labor científica racional, inteligente y eficiente. Ya estamos estudiando los índices económicos de beneficio que la salud pública atendida representa para el país. Hemos visto en la zona de producción azucarera, por ejemplo, los cambios en el volumen de la producción. Este año tuvimos una zona muy azotada por el paludismo, y sin embargo, el ausentismo no produjo una disminución en la producción azúcar. Los técnicos en este tipo de cálculos, me anunciaron que la producción iba a ser menor que la del año anterior. Esto quiere decir que hay un aumento progresivo en la producción de esas zonas. Tucumán era una de las zonas más palúdicas del país; era posiblemente la que tenía índice de paludismo mas elevado del país. El ausentismo ha disminuido extraordinariamente porque la mayor parte de esos hombres que antes faltaban dos o tres veces por semana debido al mal endémico, han comenzado ahora a restablecerse y el rendimiento de ese material humano es casi el doble del antiguo. Yo hago en este cálculo así, a ojo de buen cubero, pensado que ustedes saben también como yo, que para la República es quizás, el mejor negocio de todos, el cuidar el material humano. Esto no solamente lo comprobamos en esas regiones de acuerdo a la Estadística, sino que se refleja en la actividad total de la República. Estamos comprobando que el cuidado del material humano esta siendo un magnífico negocio para el país y pensamos que estamos recién en el comienzo. En el año 1940 -es triste decirlo, pero es la realidad- casi la mitad de nuestros hombres de veinte años eran inútiles para el servicio militar obligatorio, como consecuencia de sufrir diversas enfermedades. El índice más elevado era el de la debilidad constitucional. En el índice mas elevado un país que tiene casi ochenta millones de vacas, que produce todo el trigo que se proponga producir y que tiene la alimentación básica mas abundante en relación a la población y a la extensión de su territorio, esto era un caso de esa miseria fisiológica y social que yo mencioné al comenzar esta conversación. Afortunadamente, hemos reaccionado contra ese terrible mal de la incuria gubernamental sobre la alimentación y el estado de salud de la población. Hoy habrá muchos que no están conformes con nuestro procedimiento, pero en la República Argentina cada hombre come lo que necesita y tiene un régimen de vida en dignidad y en felicidad suficiente con el esfuerzo y sacrificio que el realiza. Nosotros no hemos tratado de conformar a nadie, sino que hemos tratado de resolver un problema humano que es más importante para nosotros que todo los demás, y sí a lo largo de mi gobierno, yo no hubiera podido solucionar otro problema que el problema de la población Argentina, me daría por inmensamente satisfecho, porque entiendo que los países no tienen nada más noble ni nada más sagrado que los hombres que lo pueblan, y en ese sentido hemos dedicado tanto en las medidas de carácter social, económico, político o de salubridad misma, nuestro principal punto de vista hacia el hombre, porque creemos que es lo mas importante, que es lo mas grande y lo mas sagrado. Señores y señores: yo no quiero prolongar más esta conversación; solamente quiero decirles que al llegar a esta tierra nos hagan ustedes el honor de sentirse en ella como si estuviesen en su propia casa, estamos a disposición de todos para serles útil en cualquier cosa y servirlo de la manera que ustedes quieran. Nuestro país no se circunscribe solamente a la Capital Federal, aquí quizá se halla la mayor concentración de valores económicos, políticos y sociales desde el punto de vista demográfico, pero nuestra vida interior de la República, también es interesante y digna de verse. Si los señores tienen tiempo suficiente y le es posible y grato, le ofrecemos para que puedan visitar y ver cuando deseen, en donde deseen y como deseen; nosotros no ocuparemos de proporcionarles los medios para viajar y moverse en la dirección que quieran. Quiero decirles, por último, que nos han colmado ustedes de una inmensa satisfacción al poderles recibir y decirles que al regreso su respectivos países, lleven la persuasión absoluta de que nosotros hemos querido hacerles grata su estadía aquí, que nos sentimos orgullosos y felices de poderles ofrecer todo lo nuestro, pensando en que al hacerlo no cumplimos sino con una obligación de gratitud para con todos ustedes y para con cada uno de los países que ustedes representan, todos amigos nuestros y a quienes estamos decididos a servir de la misma manera. ............................
1951-12-13
Mensaje radial con motivo del Día de Petróleo
El Día Nacional del Petróleo me brinda la satisfacción de saludar a todos los hombres que en esta tierra generosa y fecunda de los argentinos trabajan incansablemente por la independencia nacional en un sector tan fundamental de la economía como es la explotación petrolífera. Hace exactamente un año, y con el mismo motivo de hoy, declaré que todavía nos quedaba mucho que hacer en esta materia y reclamé el esfuerzo de los trabajadores comprometiendo el apoyo del gobierno sin ninguna limitación. Hoy tengo la satisfacción de hacer saber al pueblo argentino que los trabajadores del petróleo han cumplido con aquel reclamo y el gobierno ha realizado todos los esfuerzos que estaban a su alcance para encauzar la explotación petrolífera por los derroteros definitivos de su grandeza. El Ministerio de Industria y Comercio ha contratado durante el año que termina la provisión de materiales necesarios para la ejecución de todas las tareas durante varios años. El espíritu inquieto de los técnicos argentinos ha promovido el descubrimiento de los yacimientos extraordinarios de Campo de Durán, que abren promisorias perspectiva para el futuro petrolero de la Nación. El espíritu de los trabajadores petroleros renovados por el sentido justicialista de la vida que ahora poseen, con la plenitud de la verdadera dignidad humana, repercute favorablemente en la productividad personal que se refleja en las cifras estadísticas siempre en crecimiento. Si yo fuese el presidente de un pueblo sin ideales de grandeza y sin mayores aspiraciones de felicidad y si yo no me hubiese comprometido a luchar por la justicia y por la libertad de ese pueblo, casi podría darme por satisfecho por los resultados obtenidos y con las perspectivas futuras del esfuerzo ya realizado. Pero el pueblo argentino ha elegido para sí mismo un destino de grandeza superior, y yo, que soy el primero de sus servidores, debo cumplir con el mandato extraordinario. Cada uno de sus hijos quiere construir su propia vida en la plenitud de sus valores espirituales y materiales y para ello necesita que la Nación entera sea justa, libre y soberana- Yo he pensado muchas veces y lo he dicho, que la industria, la libertad y la soberanía, fundamentos de las construcciones espirituales de nuestro pueblo, asientan a su vez sobre los cimientos materiales de una independencia económica que no será real y efectivamente consolidada mientras no se cubran todos los sectores básicos de la producción y cerremos prácticamente dentro de nuestras fronteras los ciclos económicos fundamentales. En materia de petróleo, lo mismo que en materia de carbón y hierro, yo señalo desde ya, como objetivo básico indiscutible del país, su total liberación de la necesidad exterior. El país debe abastecerse totalmente a sí mismo en estos tres renglones de producción primaria y debe hacerlo perentoriamente. El 2º Plan Quinquenal contendrá todas las prevenciones necesarias para que ello suceda dentro del más breve plazo. Solo hace falta una cosa: la voluntad inquebrantable de todos. Cada uno de su puesto de lucha debe contribuir con su esfuerzo para que estos ideales de grandeza se cumplan con absoluta. La felicidad en que gozamos en este oasis del mundo en que vivimos nos crea una obligación extraordinaria que no podemos eludir: la de trabajar fehacientemente por la grandeza futura de la Nación, que hará a su vez la felicidad de las generaciones venideras. Eso es lo que todos debemos procurar cada uno de acuerdo con sus posibilidades. Yo reconozco en este Día Nacional del Petróleo, el esfuerzo ya realizado por los trabajadores y por los técnicos de Yacimientos Petrolíferos Fiscales y por las empresas que colaboran con nuestro propio afán, y si digo que es necesario todavía una mayor producción, lo hago porque la doctrina justicialista exige que la producción se subordine al consumo y no el consumo a la producción. Yo no creo que el mundo deba vivir a media ración en nada, y menos por energía, por la única e inhumana razón del interés supremo del capital. Creo en cambio, que el dinero debe servir a la economía y debe ser sacrificado al bienestar del pueblo. En este caso, el capital debe promover una mayor producción a fin de que el pueblo argentino del futuro no se vea obligado a aceptar una vida a medias por el racionamiento de sus fuentes de energías. El mundo sufre hoy las consecuencias de un anormal abastecimiento de productos petrolíferos, y ello se hará sentir con mayor intensidad en un futuro inmediato. La República Argentina, que en grado estimable depende todavía de dichas importaciones, no podrá escapar a las dificultades que crea esa situación, que solo podrá ser superada definitivamente con un incremento sensible de la producción nacional. Para que ello sea suficientemente lograda, comprometo en este nuevo año petrolífero nacional, el esfuerzo patriótico de todos losa argentinos y descuento desde ya que no seremos defraudados y que el porvenir nos espera lleno de victorias con la sola condición de que nosotros queramos construirlas con inteligencia, con voluntad decidida y con profundo amor a la patria. .................
1951-12-20
Ante representantes de la Asociación de Reporteros Gráficos
Compañeros reporteros gráficos: yo tengo con ustedes -además de todas las deudas el agradecimiento permanente por sus atenciones me impone- agradecimiento que he querido evidenciar siempre dos deudas de las que no me olvido aún cuando ustedes así pudieran creerlo. La primera era cumplir con este requisito de entregarles personalmente la plaqueta que los identifica como reporteros, para su trabajo en cualquier parte en que actúan, cuestión que vamos a completar dando un decreto del Poder Ejecutivo por el cual quién esté munido de esta credencial tiene acceso absolutamente libre a cualquier lugar que su función lo requiere. La segunda deuda, que no he podido cumplir como ésta, pero sobre la que quiero dejar una promesa de cumplimiento, es la que habíamos ya acordado, de reunirnos un día a comer. Todos estos tiempos pasados un poco agitados por las elecciones y por el gobierno y, especialmente, por la enfermedad de la señora, me han impedido que pudiéramos establecer una fecha para realizar esa comida. Yo sé cómo los quiere a ustedes mi señora y sé cuanto ella hace e influye para que se arreglen muchas cosas, y no quisiera que en esa comida estuviéramos nosotros solamente, sin que ella pudiera asistir. Por eso, he querido esperar que mejore un poco y entonces haremos una comida en Olivos donde, comiendo un poco de churrasco y algunas cosas criollas podamos pasar unos momentos agradables con todos ustedes. Yo he querido entregarles personalmente sus credenciales, a pedido del señor Apold, no porque ello tenga un significado especial, sino simplemente para que lo que yo prometí lo cumpliera yo mismo, y espero que esta chapita habilitante les sea un motivo de inmensa felicidad en el futuro, de extraordinaria felicidad, especialmente este año nuevo que iniciaremos dentro de pocos días, el cual pido a Dios que les sea muy propicio y les depare mucha felicidad. ............................
1951-12-21
Ante representantes de las Confederaciones de la Producción, la de comercio y de la Industria
Yo deseo que mis primeras palabras sean para agradecerles la amabilidad que han tenido de llegar hasta esta casa, para tener la satisfacción de saludarles, siquiera sea de cuando en cuando. La cristalización de este viejo anhelo del gobierno, de contar con la fuerza de la producción, la industria, y el comercio en una organización única, de representación fehaciente y auténtica, me llena de satisfacción, porque yo no persigo otro interés que no sea el del bien público y los factores que concurrentemente llevan a realizar una tarea constructiva en todos los órdenes de la Nación. Yo podría haber preparado para esta ocasión, quizá una disertación muy técnica, como se acostumbra normalmente, haciendo preparar a los economistas lindos discursos, pero he preferido hablar con la llaneza y la simplicidad con que nosotros debemos encarar estos problemas para hacer algo constructivo. Yo comenzaré diciéndoles que mi preocupación primera desde que estoy al frente del gobierno, ha sido preponderantemente, la de la organización. Cuando yo llegué a la Casa de Gobierno -ya lo he dicho en otras oportunidades-, me encontré sin un organismo capacitado para el estudio y solución de los problemas; había precedido a mi acción de gobierno un gobierno irregular, como son los gobiernos revolucionarios, que tampoco había realizado ninguna organización en lo que se refería al gobierno y al Estado. Como consecuencia de ello, me encontré con muchos deseos de construir, pero carente totalmente de la maquinaria para esa construcción, sin contar que para un hombre solo, hacer marchar un país tan grande, tan rico y en cierta manera tan extenso como es el nuestro, es una tarea superior, inmensa, por buena voluntad que se ponga. Ese era el problema fundamental y mi primer problema. Por esa razón, comencé por establecer ideas claras, definidas, con objetivos también definidos y claros, y trazar una línea general de la acción a realizar con los medios que teníamos en ese momento, -que eran tan pocos- como también con los que pudiéramos organizar durante la marcha. Por eso, durante estos cinco años de gobierno, yo habré obtenido algunos objetivos, pero para mí, lo más importante de todo es haber organizado los instrumentos para trabajar, es decir, haber organizado un gobierno con líneas perfectamente bien tendidas y con objetivos bien claros, que quizá se han ido alcanzando durante la marcha misma del gobierno. Y yo puedo decir que esa organización integral del país, que ha de ser objetiva para que vaya directamente hacia los puntos o los objetivos de realización, ha de tener cierto carácter de estabilidad para no estar todos los días empezando una cosa nueva, y ha de mantener un cierto grado de perfectibilidad, sin el cual el gobierno se transforma en una cuestión rutinaria que no realiza en forma ajustada a las necesidades del país, ni tampoco dentro de un criterio científico progresista. Pero en esa organización, yo puedo decir que hoy tengo el gobierno organizado, porque posee todos los medios que establecen una posibilidad efectiva de tener una concepción clara y real; vale decir, que no son ideas que uno trae de su imaginación, sino que es el producto de la observación mediante una buena información sobre el país, que permite advertir todos los fenómenos y llegar a compulsar la idea del último ciudadano que llegue en forma de colaboración al gobierno, para saber cuales son las necesidades más urgentes que el país reclamar, como así también cuáles son las realizaciones más convenientes para propugnar y propulsar las economía y reactivarla. De eso, que es función fundamental del gobierno, surge una concepción: necesito yo el sistema de reacción para llevarlo a esos lugares. De eso me he ocupado también especialmente porque es tarea del Estado. El Estado ha sido organizado también para llevar, mediante la concepción del gobierno, la realización descentralizada a todo el sector que debe cubrir con su actuación y con su preocupación. Vale decir, que a la acción concentrada, que es la concepción del gobierno, ha de seguir la realización, que es el proceso inverso de esa concepción, que ha de ejecutarse descentralizadamente mediante todas las organizaciones que el Estado ha organizado para llevar eficientemente a cada uno de los lugares de ese amplio frente que fue concepción y ahora es realización. También creo que el Estado está organizado. Nosotros sabemos bien que el país no es solamente el gobierno ni el Estado. El gobierno tiene un inmenso número de fuerzas que todos los días, desde el amanecer hasta el anochecer, y aún durante la noche, están moviéndose y actuando en forma paralela o en forma antagónica. Las que se mueven paralelamente son generalmente las constructivas, y las que se formen en sentido antagónico, son negativas, son fuerzas que se están destruyendo las unas a las otras. La función del gobierno ha de ser también llevar al resto del sector de la Nación, que yo he llamado genéricamente "el pueblo", la organización necesaria para que esa acción, diríamos, de concentración y de desconcentración en la acción de gobierno, haya una acción popular que acompaña armónicamente ese propio movimiento destinado a crear. Señores, en la organización del pueblo, de que a menudo he hablado, sé que algunos políticos dicen que eso está contemplado en nuestras reglas, leyes y prescripciones institucionales; que la representación de ese pueblo la ejercen los diputados nacionales y los senadores nacionales; que, en consecuencia, la representación de las otras fuerzas es superflua dentro del concepto de la política institucional del país. Podrán tener razón, pero yo, desde el gobierno, no veo esa razón. Es cierto que nuestro país al escoger el sistema representativo ha tenido la buena intención de representar políticamente a los hombres en las instituciones del Estado o del gobierno; pero yo echo una mirada retrospectiva al panorama que hemos vivido todos los argentinos; voy al Congreso de la Nación y me pregunto: "¿Qué representan cada uno de los señores senadores que se sientan en este recinto?"; cada uno de ellos representa una provincia, de acuerdo con nuestro sistema constitucional. Bien; la provincia es una fuerza, la provincia es un sector, y ellos representan el sentido y el sentimiento regional de nuestro federalismo, y los veo como una representación política. Quizá, algunas veces, en algunos pequeños aspectos, representan también lo económico y social. Me dirijo inmediatamente a la Cámara de Diputados, y vuelvo a hacer la pregunta: "¿Que representa cada uno de esos señores diputados que se sientan en el recinto?" y... de acuerdo con la Constitución y las leyes, cada uno de ellos representa a cien mil habitantes de la República Argentina..., pero representan hombres, representan cien mil unidades de potencial humano de nuestro país. Pero esos cien mil hombres representados por cada uno de los señores diputados, tienen un sinnúmero de problemas, y si los diputados quisieran representar en sus intereses políticos, sociales y económicos a los mismos, ¿cuál sería la inclinación de su conducta en el campo económico, social y político? Lo que yo necesito, es que estén representados no solamente esos cien mil hombres, sino las fuerzas que ellos representan, y que son las que colectivamente actúan y se mueven dentro de la República. Es suficiente con que cada señor diputado diga: "Yo defiendo buenamente al sector de las fuerzas de la producción, o al sector de las fuerzas de la industria o del comercio". Yo le pregunto a ese señor: "Dígame, ¿usted es comerciante?", generalmente, dicen "No"; les pegunto si es industrial, y la respuesta es la misma. Pero entonces ¿qué es usted? Y... -contestan- soy médico, soy abogado, soy rentista"; con respecto a la industria, les digo: "Usted, de este asunto, ¿que conoce?" Generalmente me resulta muy difícil encontrar hombres que conozcan estas actividades, y, lógicamente, no puede un hombre representar fuerzas que desconoce, en las que no ha actuado nunca, y en las que debe actuar siempre a "ojo de buen cubero", rumbeando en una cuestión que no conoce. Lo que yo necesito es que, además de tener la representación política, existan los representantes de las fuerzas que actúan dentro del país, que son mucho más importantes que los hombres, sean estos hombres contemplados en sus derechos u obligaciones, porque las obligaciones de las colectividades y los derechos de las colectividades son siempre, para mí, más respetables y representativas que los intereses de los hombres. Por otra parte, es muy fácil defender los derechos e imponer las obligaciones a los hombres, y es muy difícil hacerlo para las colectividades con el mismo sentido de justicia, de realidad y en todo de acuerdo con lo que se debe hacer. Por eso siempre he pensado que, sobre la organización política, en el Estado moderno es necesario tener en cuenta la organización económica y la organización social. Todo nuestro sistema está basado en esta premisa que va desplazando lo solamente político por lo económico-social; si eso no entra en acción, el Estado moderno en mi concepto, va indefectiblemente al fracaso, como ha sucedido en el siglo XIX y como va acelerando su caída en el siglo XX. Si vamos a esperar al siglo XXI, después de una Revolución Francesa o de una Revolución Rusa, para comprenderlo, me parece que nos encontraremos un poco en retardo; nadie espera cuando marcha hacia el puerto -si no está dormido o borracho-, a que el automóvil se precipite en el río, para aplicar el freno. Ustedes saben tan bien como yo, o quizá mejor, a donde vamos a ir a desembocar si no cambiamos el rumbo en esta lucha que, desencadenada sobre el mundo hace cuarenta y tantos años, no muestra un final de apariencia halagüeña para todos nosotros. Por eso entiendo que para poder gobernar un país, lo que hay que tener es un país organizado. Ustedes son todos hombres de empresa: ¿cuál sería el gobierno, manejo o administración que hiciesen de sus empresas si las tuviesen total y absolutamente desorganizadas, si no tuviesen direcciones, gerencias y actividades directivas y el resto estuviera como Dios o la casualidad lo habían colocado allí? ¿Cuál sería el negocio que cada uno de ustedes podría realizar así? Por esa razón me he permitido en tantas ocasiones pedirles, no sólo a los señores, sino a todo el pueblo argentino, que se organicen para que situadas las distintas fuerzas en su representación fehaciente y colectiva, sin singularidades en la defensa de los intereses que son de todos, podamos conformar un panorama que correlacione armónicamente esas fuerzas para que, en vez de estar en sentido antagónico, se puedan colocar en sentido paralelo, sacrificando algunas veces pequeñas conveniencias unos, y, otras veces, pequeñas conveniencias otros; sacando ventaja alguna vez unos y alguna vez otros; distribuyendo esto de acuerdo con la habilidad que tenga cada uno para la mejor defensa de sus propios intereses, porque si esos intereses no están defendidos las veces que se logren conveniencias han de ser siempre más raras que las que originen prejuicios. Por esa razón creo impostergable la necesidad de organizarse, y es en ese sentido que, como presidente de la Nación con la responsabilidad de hacer algo serio, algo constructivo para el país, he de proporcionar a los habitantes de la República la posibilidad de la defensa de sus mejores intereses, en las mejores condiciones, pensando, señores, que cuando cometemos una injusticia, debemos pensar que nadie ha querido cometerla porque en los hombres bien nacidos que tienen la responsabilidad del destino de la Nación, no puede caber la injusticia como una cuestión preconcebida. La injusticia se debe siempre a un error, a la mala información y la imposibilidad de llegar con la justicia. Eso debe ser la base y el punto de partida de toda nuestra concepción en esta organización del país la armonización de la tarea que debemos realizar en común. Por eso, señores, yo entiendo que, así como se han organizado los fuerzas del trabajo, se organizan ahora las fuerzas económicas y se organizarán después los profesionales y todas las actividades de la cultura, de la ciencia y de todas las demás cosas. Esos organismos tendrán sus representantes reales, efectivos y fehacientes, porque nosotros sabemos ya aquello de que el que quiere defender sus propios intereses lo suele hacer a base de un sello y una pequeña oficina e invocando el nombre de todos los demás que él no representa. Cuando las organizaciones son serias y responsables entonces vienen los verdaderos representantes, que no defienden sus intereses sino el de todos, que siempre es más sagrado que el propio interés. Esos hombres representativos que surgirán de esta magnífica organización -que yo sé que con toda seriedad y con toda honradez han encarado ustedes, una vez por todas- serán bien recibidos siempre en esta casa como colaboradores, cualesquiera sea su manera de pensar y de sentir. En esto, nosotros no hacemos política, ni necesitamos hacer política, sino que vamos a respetar los intereses y vamos a respetar todo lo que los señores consideren que es respetable dentro de la propia organización de ustedes. Teniendo a los representantes de la producción, de la industria y del comercio, ¿qué más quiere el gobierno? No habrá problemas, ni habrá soluciones en las cuales ellos no sean consultados y donde su opinión no pese tanto como la propia opinión del gobierno. Por eso, señores, nuestro interés no se detiene allí; nuestro propio movimiento ha de propugnar para que los señores que representen esta organización de la economía argentina, tengan dentro de nuestro propio partido político las posibilidades de llegar también al Congreso. Vale decir, que hemos de ofrecerles a las fuerzas económicas de la Nación la posibilidad de alcanzar las doctrinas que son del partido político, para que ellos allí también puedan hacer una representación fehaciente y una defensa honrada, lógica y con conocimiento, para la defensa de los intereses de este importante sector de la actividad nacional. Nosotros no estamos contra nadie; estamos solamente a favor de la República Argentina, que es estar a favor de todos, y en este sentido, ofreceremos no solamente la actividad del gobierno, sino también de todas las demás organizaciones que correspondan a nuestra organización política. Nosotros propugnaremos la más amplia solidaridad con todos los sectores que desean trabajar en esto y que trabajen en defensa de cualesquiera de los intereses de la Nación, porque para mí, cuando hay un interés dentro de la Nación yo lo convierto en un interés nacional. Y esto, señores, lo hemos demostrado en todas las ocasiones; no hemos usado la fuerza ni el poder del gobierno para perseguir a nadie, ni para producir, diremos, discrecionalmente medidas que puedan perjudicar a determinados sectores. Hemos buscado, dentro de nuestras posibilidades y de nuestro buen entender, lo que pueda beneficiar el mayor número de argentinos. En este aspecto yo he de decirles que mi orientación, no solamente no ha cambiado sino que cada día estoy más persuadido de que es el único camino que nos queda para recorrer. Yo, con algunos señores ministros, organizadas las fuerzas económicas, hemos de tener oportunidad de dar la intervención directa que pueden tener en el gobierno, designando hombres de esas organizaciones para actuar junto con nosotros, como así también, indirectamente, colaboraremos en todo lo que represente la defensa del bien común con los señores que han tenido la magnífica idea de realizar esta organización. Señores: nuevamente les agradezco profundamente que ustedes hayan dado este importante paso que para el gobierno es uno de los más decisivos en este sentido. Nosotros no hemos de desaprovechar la ocasión de establecer una estrecha colaboración entre las organizaciones que ustedes acaban de formar, y el propio gobierno, dando como digo, intervención directa y acción indirecta sobre las propias organizaciones estatales. Quizá abusemos un poco pidiéndoles una colaboración más estrecha para que actúen junto con nosotros en el gobierno y en la representación legislativa del país. Se acercan tiempos en que esa colaboración va a ser indispensable. Yo creo, sin pecar de pesimista, que el mundo en lo económico y en lo social, no va bien; opino que va cada vez peor. Por lo menos, no se notan las reacciones que deberían notarse ahora en la mayor parte de los países del mundo. Creo que el problema económico del mundo se está agravando todos los días sin que veamos ni la más mínima luz en el horizonte que nos dé la esperanza de que algún día alumbre ese panorama pavoroso de la economía mundial. No sabemos, señores, como va a terminar esto: si en una catástrofe económica, en una catástrofe política o en una catástrofe guerrera. Pero lo que no puede discutirse es que en todo vemos la palabra "catástrofe" y cuando el mundo entre en ese estado caótico, todos tendremos algo que perder. Naturalmente, si nosotros somos previsores y serios, debemos dejar de lado, todas la cuestiones secundarias para atender exclusivamente esto que pasa a ser en estos tiempos lo más importante y principal de todo. Nuestra orientación de gobierno está dedicada, en este centro de gravedad de acción, a la solución y enfrentamiento de ese problema. Los demás han pasado a ser, en cierto modo, poco secundarios dentro de nuestra acción. Creemos que ese es el mayor peligro, y creemos también que debe ser nuestra principal preocupación. Por eso no estamos en condiciones de desperdiciar la colaboración de ningún argentino que tenga conocimientos y buena voluntad para ayudar en esta tarea que es la salivación de todos. Entendemos que el mundo está mucho peor que nosotros y que estará cada día peor, y si alguien puede tomar una decisión más o menos segura, serán precisamente los países como la Argentina, que tiene todos los recursos necesarios para enfrentar los más graves problemas. Tenemos que hacer lo posible porque si esto no es lo peor, quien sabe como será en el futuro, y ese futuro es el que tenemos que defender, no el presente que ustedes bien saben no nos cuesta muchos esfuerzos ni sacrificios mantener. Yo pediría que para el futuro estuviésemos siempre tan mal como estamos ahora. Con eso yo firmaba el contrato para seguir adelante por muchos años. Pero desgraciadamente, aquí no hay con quien firmar ese contrato. El mundo está demasiado anarquizado e inestable para que podamos pensar que el futuro, va a ser mejor que el pasado y el presente. Por eso señores, me alegra extraordinariamente ver a tan buenos argentinos en este Salón Blanco, quienes quizá con más capacidad y con el mismo interés que nosotros, pueden ver esos problemas y llegar a esta casa llenos de buena voluntad, de entusiasmo para poder cristalizar ideas que serán no solo la salvación de todos los argentinos, sino la salvación de nuestro propio país, en estas horas tan difíciles en las que la humanidad cada día, por fuerza pueden llegar a situaciones peores. En esto, va, señores, mi profundo agradecimiento. Solo deseo decir que estamos ansiosos por comenzar a conversar con las comisiones directivas, porque ningún hombre se puede sentir seguro al mirar el pasado, el presente y el futuro, si no solucionamos esos problemas. Cuando lo hagamos, entonces sí podremos sentarnos a descansar quizá, y a presenciar un panorama que yo auguro para la Argentina de grandeza, prosperidad y felicidad. En nombre de la Nación, señores, les agradezco lo que ustedes han hecho; se lo agradezco porque sé la buena voluntad que en ello ponen y porque ustedes, hombres que representan a esa actividad del país, traen buenas ideas a las que nosotros hemos de prestar todo nuestro esfuerzo y apoyo, para llevarlas adelante, codo con codo, como debemos luchar todos los argentinos que anhelamos la grandeza y la felicidad de la patria". ..................................
1951-12-29
Ante miembros del secretariado de la Confederación General del Trabajo y secretarios generales de gremios de la capital Federal y del gran Buenos Aires
Ante miembros del secretariado de la Confederación General del Trabajo y secretarios generales de gremios de la capital Federal y del gran Buenos Aires Yo les agradezco extraordinariamente esta nueva amabilidad que han tenido. Saben ustedes muy bien que para mí no puede haber placer más grande que estrecharle las manos a los compañeros. Esto no es sólo para mí una afirmación sino que es la confirmación de todas las cosas que siempre he hecho por mantenerme lo más cerca posible y lo más solidario con todos los compañeros dirigentes gremiales. Saben ustedes que representan para mí la satisfacción más grande del año 1951, recibir, el saludo, de los compañeros en esta ocasión y poderles augurar en nombre de mi señora las más grandes felicidades. Yo sé que ustedes han visitado a mi señora, pero ella siempre me encarga, ya que no puede salir, que una yo a sus saludos y sus deseos de que sean ustedes, todos los compañeros que componen los gremios, inmensamente felices en el año 1952. Este año 1951 que termina ha tenido sus cosas buenas y sus cosas malas como tienen todos los años. Nunca hay que esperar todo lo bueno ni tampoco todo lo malo, sin embargo, lo hemos capeado bien y lo llevamos bien adelante. Esperamos que el año 1952 sea aún mejor que el que finaliza en este sentido, yo aprovecho la ocasión para decirles que estamos preocupados estudiando todo lo que se refiere a la cuestión convenios para establecer nuevas relaciones. Ustedes saben cual es la situación. Sabemos que los precios sean ido un poco arriba y que con ellos los compañeros de los gremios se han perjudicado en cierta manera pero, en cambio, han ganado una cosa que es grandiosa el derecho de poder hacer valer eso en los nuevos convenios a establecer sobre la proporción de precios y salarios. Quiero decirles sobre esto dos palabras para que tengan la amabilidad de trasmitírselas a los gremios, como ya le dije al compañero Espejo y a los compañeros de la CGT, sobre cual es la situación. Termina de organizarse la Confederación General Económica, con cual se cumple uno de nuestros deseos: que los productores, industriales y comerciantes también se organicen. Yo he notado buena voluntad en ella y esto es una base sobre lo que debemos contar en la organización popular. Hemos hecho la primera reunión con la CGT y la Confederación General Económica. En esa reunión hemos conversado largamente sobre esto que yo llamo el equilibrio económico del pueblo; es decir, la relación que debe existir y que no debe romperse jamás entre los sueldos, los salarios. Precios, sueldos y salarios, entre los que debe existir un equilibrio. Cuando los sueldos están debajo de los precios, ese equilibrio se ha roto; y también se ha roto cuando los precios están debajo de los sueldos. Vale decir, que en la Argentina justicialista no ambicionamos nada más que un límite de equilibrios donde el hombre pueda vivir dignamente, con felicidad y con tranquilidad. Eso nos conforma a nosotros. Como justicialistas, no creemos que nadie con sus salarios, pueda hacerse rico. De manera que al establecer un equilibrio buscamos que en el país no haya nadie sumergido, no haya ninguna persona que su sueldo o su salario y el de los que con él trabajan en la familia no tengan lo suficiente para vivir y para vivir bien. Hace dos años nosotros establecimos ese equilibrio. Por un decreto establecimos la congelación de los precios. Simultáneamente con esa base a esos precios congelados por decreto, se comenzaron a hacer los convenios colectivos de trabajo para dos años. Esos convenios establecieron sueldos y salarios fijos por ese lapso de tiempo, vale decir que por dos años se habrían también congelado los salarios por acuerdo entre trabajadores y patrones. Nosotros establecimos también que en la congelación de esos precios, cuando aumentase la materia prima o cuando so viniera cualquier otra circunstancia que modificara el costo de producción de los artículos, el Consejo Económico permitiría el aumento correspondiente a los porcentajes de los precios. De la misma manera revisando los convenios, se podrían aumentar los salarios para ponerlos en el nivel correspondiente a ese equilibrio que debe existir entre precios y salarios. Congelados los precios en 1949 y firmados los convenios, se estableció un equilibrio. ¿Qué ha pasado en estos dos años? Los salarios establecidos por los convenios se han mantenido inalterables, pero precios congelados por decreto se han ido casi un cincuenta por ciento arriba, en consecuencia, los comerciantes, industriales y productores, no cumpliendo el decreto de congelación de precios han dejado debajo a los salarios. Si ellos hubieran cumplido, hoy tendríamos el mismo equilibrio que teníamos en 1949 cuando se establecieron los convenios y se congelaron los precios. Nosotros, como gobierno, tenemos que ver esa situación. ¿Qué es que he hecho yo? He reunido a la CGT, a la Confederación General Económica y al gobierno, y nos hemos puesto a estudiar esa situación. ¿Para qué? Para volver ha establecer ese equilibrio que los comerciantes, los industriales y los productores han roto, por no cumplir con una obligación que tienen desde 1949. Entonces, lo primero que vamos a hacer es estudiar los precios de la producción, de la industria, y del comercio, para ver por qué se han aumentado y en qué medida y, en consecuencia, volver a restablecer el equilibrio que ellos han roto con el aumento de los precios, volver a establecer los convenios correspondientes para alcanzar ese equilibrio y mantenerlo con el más alto grado de estabilidad posible. Porque no le interesa al trabajador argentino que le estén aumentando todos los días los precios, que son los que vamos a estudiar perfectamente bien. Los salarios no tenemos que estudiarlos, porque ya sabemos que fueron justos en 1949 y que son injustos hoy porque los precios han subido en relación desproporcionadamente. Estudiaremos los precios y los congelaremos y, una vez congelados, estudiaremos la relación que debe existir con los salarios, a los que llevaremos a su altura. Quedaría por establecer si en los próximos convenios los obreros se comprometen a estar dos años sin pedir nuevos salarios, siempre que los productores, industriales y comerciantes, se comprometan también por dos años a no aumentar ninguno de los precios. Creo que esto lo vamos a poder realizar mediante buena voluntad. Si es necesario, bajaremos la mitad de los precios y aumentaremos en un cincuenta por ciento los salarios, o llevaremos los salarios a la altura de los precios, o, si fuera posible, bajaremos los precios hasta la altura de los salarios. Cualquiera de esas tres soluciones nos arreglará el problema. Esto es interesante que lo conozcan todos los compañeros porque, con toda justicia, se habla hoy de que ya los salarios no corresponden a los precios actuales. Esto es cierto. De manera que veremos de arreglarlo en el menor tiempo posible, y ustedes saben que cuando nosotros nos ponemos a arreglar una cosa, la arreglamos. En esto tengo que hacerles llegar a todos los trabajadores mi agradecimiento, el agradecimiento del gobierno, porque mientras ellos cumplieron con su convenio al pie de la letra y se sacrificaron teniendo salarios por debajo de los precios, aunque la otra parte no cumplió. La CGT ha venido muchas veces a defender a esos compañeros y yo le he pedido que aguanten un poco, porque eso les da un mayor mérito a lo que ellos han realizado para cuando lleguemos a la mesa donde se dilucide bien, quién ha obrado bien y quién ha obrado mal. Tendremos entonces nuestro premio; el de que los trabajadores han procedido bien mientras que los comerciantes, los productores y los industriales, no han procedido de la misma manera. Con eso tendremos, en la mesa de las tratativas, una gran ventaja. Por otra parte, el mérito de haber cumplido es siempre superior al mérito de los que no han cumplido. Por esa razón es que a los compañeros de la Confederación que me han hablado todos los días de este problema, yo les he pedido que esperen un poco, que esto lo vamos a estudiar y resolver lo más pronto posible -yo creo que en un mes lo tendremos arreglado- y estableceremos los puntos de partida para que se hagan los convenios, esta vez bilaterales, porque se establecerán los compromisos de respetar los salarios siempre que existan compromisos de respetar los precios y, si es posible, estableceremos una tabla para que, cuando los precios bajen, bajen los salarios, pero que también cuando los precios suban, nos permitan subir los salarios. Yo sé lo que digo porque en este país no se justifica el alza de los precios. Eso es simple, lisa y llanamente, especulación. La gente cree que en la Argentina el que no se hace rico en un año es un sonso, cuando en verdad para hacerse rico hay que trabajar muchos años. Esto tendremos que hacérselo comprender a nuestros hombres de empresa. El trabajo es una virtud y la riqueza es una cosa que viene con mucho trabajo. Les pido a ustedes que transmitan esto a los compañeros de los sindicatos. Díganles que estamos en ese trabajo, que no se preocupen porque ya nos preocupamos nosotros y, especialmente, se preocupa la CGT. Díganles que no nos vamos a olvidar y que tampoco podríamos olvidarnos porque la CGT, insiste todos los días. Yo he aprovechado esta magnífica ocasión en la que están presentes todos los secretarios generales de gremio, para hablar de este tema siempre interesante para un dirigente gremial. Antes de que terminara el año 1951 quería yo darles una explicación sobre este problema de gran actualidad. Mucha gente me ha dicho, "Presidente, los comunistas están agitando esto de la vida cara". Yo siempre les contesto que eso no nos asusta porque el que va a agitar más la carestía de la vida soy yo. Sé que hay carestía de la vida porque hay abuso en los precios. Si no podemos bajar los precios, pondremos el remedio haciendo subir los salarios. Yo no le temo a la inflación siempre que esta sea pareja, si las cosas cuestan diez veces más, los salarios deben aumentar diez veces. Finalmente, yo les pido que tengan la amabilidad de transmitir a todos los compañeros de los sindicatos y a las familias de todos ustedes y de ellos, mis deseos de que el año 1952 transcurra en el ambiente más feliz y más grato para todos. Que en nuestro país justicialista seguimos pensando que, con la buena voluntad de todos, con el sacrificio en algunos momentos y la dicha y la felicidad en otros, podemos seguir adelante nuestro trabajo y la construcción de la Nueva Argentina. Para nosotros, que estamos empeñados leal y sinceramente en esta tarea en la que colaboramos todos los hombres de buena voluntad, la felicidad de cada uno de nosotros está representada por la felicidad de todo el pueblo. El egoísmo no entra en el alma de los trabajadores. Los trabajadores no anhelamos solo nuestra felicidad sino que anhelamos la felicidad de todos. Por eso, al desearles a ustedes la inmensa felicidad con que sueño para el pueblo argentino, les estoy deseando a cada uno de ustedes que sean inmensamente felices con sus familias y con los compañeros de toda la clase trabajadora argentina. ....................................
1952-01-04
Discurso con motivo de la entrega de sables corvos a los nuevos generales
Una vez más tengo la inmensa satisfacción de poder hacer entrega a los señores generales de brigada que ascienden este año, de este emblema que representa para nuestro país y para nuestro ejército una de las gloriosas tradiciones que enraizan en la época misma en que San Martín, con él, cruzó todo el continente para asegurar nuestra libertad. Al recibirlo, señores, un general recibe con él esa tradición y, con ella, la obligación de ser fiel al servicio que empeña toda su vida, desde subteniente a general, para bien de la república, para gloria y para honor del ejército que lo cuenta en sus filas. Los generales de la república armados con esta noble insignia que heredamos del general San Martín, han de recordar siempre que el soldado es por antonomasia un hombre de mando y que el mando no es una burocracia ni puede ejercerse acabadamente desde un despacho. La función del soldado está con su tropa, con sus servicios o con lo que él ha de conducir. El despacho creo que ha de ser la situación excepcional de los hombres que conducen. Un general que no siente el amor profundo del servicio con su tropa, ha perdido sus esenciales condiciones de mando. Es lo que yo pienso de la conducción. El general es un hombre conductor y para ser conductor hay que sentir en su propio ser la conducción misma. Recuerdo que leyendo las críticas de Napoleón observé una vez que un general criticaba de Napoleón la famosa proclama de la Cornisa de Génova, en su primera campaña de Italia, porque ofrecía a sus soldados hambrientos la abundancia de los alimentos que estaban tras los Alpes. Se criticó que Napoleón hubiera puesto en una proclama los apetitos materiales que ofrecía a sus hombres. Para mí el que hizo esa crítica no sabía nada de la conducción. Lo que Napoleón tenía que hacer era llevar sus hombres al otro lado de los Alpes y vencer allí. Si para eso era necesario decir lo que él dijo, creo que ese crítico no estaba a la altura de Napoleón para poderlo hacer. El conductor conduce y si para conducir tiene que echar mano a ciertos recursos debe hacerlo; lo que debe hacer es llevar a su tropa a la victoria. Ser conductor, señores es una tarea extremadamente difícil para querer todavía hacerla con extremadas "fiorituras", o figuras retóricas. El soldado es un hombre de lucha, es un hombre de pelea y lleva en su sangre, implícitas, esa lucha y esa pelea. Quien no lo sienta así, no podrá ser jamás un conductor. Con esto, yo, como un camarada más antiguo, más viejo y más experimentado solo quiero decir que la función esencial del soldado está en esa lucha. Formar la personalidad de sus subalternos en esa misma escuela es la obligación de todos los generales de la república. Dios quiera que al entregar este sable en nombre de la república a cada uno de los señores generales que ascienden al grado de general de brigada, el poder ejecutivo haya sabido poner una herramienta en manos de hombres de la conducción que sean, como dicen nuestros reglamentos militares, no solo capaces intelectualmente sino también modelo y ejemplo de sus subordinados. Si la república tienen generales que pueden ser modelos y ejemplos de todos los demás, podemos asegurar que nuestro ejército tiene la conducción adecuada. En esto sé bien, que la superioridad militar trabaja incansablemente por crear esa escuela que es la única escuela de los soldados. Sé cual es el desvelo del señor ministro, como así también del señor comandante en jefe del ejército, cuyas directivas he leído minuciosamente y por las cuales lo felicito al señor ministro y felicito al señor comandante de ejército. Ellos están forjando esa escuela; ustedes son los que la deben realizar. Que al hacerlo recuerden siempre que el honor de la república está en manos de estas fuerzas, cuyos comandos representan los señores generales, que han sido siempre orgullo de esta institución, como ésta ha sido orgullo de la patria. Señores: que con esta orientación sepamos llevar al corazón de cada uno de nuestros hombres la inquebrantable voluntad de imitar a sus generales, que son los que conservan las glorias y las tradiciones de nuestro ejército. Finalmente, les auguro y deseo a los señores generales todo el éxito que ellos se merecen en el desempeño de su función y toda la felicidad que puede caer sobre ellos por la venturosa acción que desarrollan para bien de la república. ...........
1952-01-11
Al inaugurar la fábrica de tolueno sintético en la ciudad de Campana
Señores ministros; señores generales, jefes y oficiales: señor gobernador electo de la provincia de Buenos Aires; señores funcionarios; compañeros: Antes de referirme a este propio acto, deseo hacerles llegar a todos los compañeros que me escuchan un saludo muy afectuoso de la señora de Perón. Ella me ha encargado especialmente que la disculpe ante todos los asistentes a este acto, porque debido a que todavía no ha entrado en una franca convalecencia, el médico le ha permitido viajar pero no asistir a este acto. Pero ella, al separarme yo de la embarcación me ha encargado que sea portador ante ustedes, de un gran abrazo, que ella remite a todos los asistentes. Compañeros: cuando entré a esta fábrica y ví esas columnas convertidas en nuevas astas banderas de nuestra independencia económica, mi corazón de argentino dio un sobresalto dando gracias a Dios por estas construcciones. Esperamos que en el futuro, a lo largo de toda la patria, surjan miles de estas astas banderas de nuestra independencia y de nuestra grandeza. Cuando en 1947 declaramos la independencia económica, dimos solo el puntapié inicial de este gran partido que se inició entonces. Corresponde a todos los argentinos, en todas las situaciones y en todos los lugares, realizar aquel juramento que empeñamos nosotros en nombre del pueblo argentino, y ese juramento, se está cumpliendo en cada uno de los minutos en que colocamos un nuevo tornillo a la industria de nuestro país. Sabemos que al luchar por esa independencia tendremos algunas dificultades, tendremos muchas dificultades, pero todas esas dificultades se han de vencer por un solo camino, el camino del trabajo de todos los argentinos. Es por eso que nosotros hemos sostenido en esta tierra, que queremos hacer de la Argentina, una sola clase de hombres, la clase de los hombres que trabajan para construir su grandeza y su felicidad. Y es por eso compañeros, que al llegar hasta esta fábrica, en esta esplendorosa mañana de nuestra tierra, quiero felicitar a todos, los que de una manera o de otra, ponen su esfuerzo al servicio de nuestra liberación y de nuestra independencia. Yo felicito al señor ministro de defensa, felicito a todos los técnicos y trabajadores de Fabricaciones Militares, que están poniendo con su esfuerzo al servicio de la nación, todos estos actos que van levantando una nueva Argentina, con la que todos soñamos, donde la justicia, la independencia y la soberanía son las astas más elevadas de nuestra bandera. Yo felicito a todos los trabajadores de esta fábrica, empezando por el Coronel Barrera, sus técnicos y sus operarios. Los felicito por su empeño, por su dedicación y por su capacidad y hago votos porque la felicidad corone esta grandiosa obra iniciada por ellos en Fabricaciones Militares. Deseo antes de declarar inaugurada esta fábrica, en nombre del gobierno de la nación, hacer presente nuestro agradecimiento a todos los que han colaborado para levantar esta fábrica; los encargados del montaje; los que la han armado; los que trabajan todos los día en ella, deseándoles todas las felicidades que ellos merecen y que se han ganado frente a los demás ciudadanos de la nación, y haciendo votos porque la prosperidad que acompaña a la república, con estas obras, sea, en su prolongación, la felicidad para todos ellos. Y felicito especialmente, porque el régimen social instaurado en esta fábrica, que acaba de explicarnos el coronel Barrera, porque el régimen social de salubridad y de cuidado de los trabajadores que en ella están dejando su esfuerzo y su trabajo, sea cada vez mejor, cada vez con mejores salarios, cada vez con mejores premios, cada vez con más cuidado de su salud y cada vez cuidando un régimen social honorable y decente. Finalmente, la declaro inaugurada, y al hacerlo, deseo, que esa finalidad, que todos perseguimos, se eleve desde Campana como un ejemplo que hemos de imitar todos los argentinos. ........................
1952-02-18
Disertación sobre el plan económico de 1952
En el mundo actual no es suficiente que el gobierno de los países elija métodos y tomen medidas tendientes a orientar las soluciones económicas. Es menester que el pueblo participe en ellas y se empeñe en la realización de los planes trazados por el gobierno. Los fenómenos económicos actuales, fruto de una cambiante, irregular y caótica situación mundial, no requieren sistemas, sino reclaman soluciones concretas adaptadas a cada situación particular. Tales concretas soluciones no tienen valor cuando son encaradas unilateralmente por una sola parte del conjunto nacional. Es indispensable que todo el país participe de ella, que cada habitante las realice en la medida que le corresponda y en el aspecto que le concierna. Yo deseo en esta disertación, dar una idea general de una parte del Plan Económico para 1952, en forma de cada argentino sepa lo que debe hacer desde este momento para enfrentar solidariamente la solución de todos. Estas palabras e ideas generales, planificadas funcionalmente, se pondrán inmediatamente en ejecución por los organismos correspondientes. Una amplia difusión llevará al pueblo, en forma progresiva, las informaciones necesarias para que cada uno pueda empeñarse en la realización del plan de conjunto y a la vez esté en condiciones de prestar el máximo de su cooperación individual a la realización de las medidas correspondientes. Un plan de esta naturaleza sólo tiene valor cuando es ampliamente conocido, para asegurar que sea ejecutado por todos y contar con la cooperación y colaboración de todos para triunfar. El bienestar, la abundancia y aun la felicidad del pueblo, no es obra de un gobierno ni de un grupo de personas determinado, sino el producto de la acción del pueblo mismo. Las buenas intenciones y las acertadas medidas pueden favorecer en algo las soluciones, pero el trabajo y el sacrificio, son los factores decisivos de toda solución económica. Los hombres y los pueblos que no sepan discernir la relación del bienestar con el esfuerzo, no ganan el derecho a la felicidad que reclaman. La recuperación nacional, la creación de una flota mercante marítima y aérea, la cancelación de la deuda externa, la organización económica y financiera y la capitalización del país, han sido las bases de nuestra independencia económica. Solo mediante ello y la adquisición de maquinarias y bienes de capital, para reponer, ampliar e instalar plantas industriales, ha sido posible consolidar una política social encaminada a elevar el nivel de vida de las clases trabajadoras. Ello permitió alcanzar el objetivo de la emancipación de nuestra economía y hacer posibles las realizaciones justicialistas con el estado ideal de plena ocupación. Todo este ambicioso programa ha sido cumplido ya en el Primer Plan Quinquenal de gobierno, a lo que hay que agregar una considerable expansión y reactivación económica, y la realización de más de 76 mil obras en todo el país. Tan enormes progresos y tan importantes objetivos han sido alcanzados sin que hasta ahora haya sido necesario imponer ningún sacrificio al pueblo argentino y quizá sin que haya sido menester imponer privación alguna a ningún ciudadano. Antes bien, podemos afirmar que todos, sin excepción, han visto aumentar sus posibilidades y han podido disfrutar de un bienestar antes desconocido por muchos. Sin embargo, la situación mundial y la gravitación de los factores emergentes de esa situación y de la lucha que ha sido menester sostener con la persecución organizada desde el exterior, no han ofrecido, como muchos creen, una situación propicia a los enormes esfuerzos y progreso que hemos realizado en el orden económico. Ha sido necesario mucha previsión y mucho acierto para poder cumplir, pese a todo, con lo que nos propusimos ya en 1946. La intensa utilización de divisas, la baja de los precios internacionales para colocar nuestros productos en el exterior y otros factores internacionales monetarios y comerciales -entre ellos la declaración unilateral y violatoria de tratados de inconvertibilidad de la libra esterlina- provocaron en 1949 dificultades en materia de divisas. Otro factor decisivo de esa situación fue la aplicación discriminatoria del Plan Marshall, del cual nuestro país fue excluido no obstante los compromisos existentes y la circunstancia de ser nuestro país un importante productor de alimentos y materias primas. Para contrarrestar esta acción internacional tan perjudicial se recurrió a la concertación de convenios bilaterales; se aplicó una inteligente política de precios y se reestructuró la política de cambios. Todo ello permitió exportar los elevados saldos retenidos por un compromiso insidioso a precios muy remunerativos. En 1949 iniciamos una política de estabilización y consolidación económica interna dirigida a: - Fomentar la producción agropecuaria. - Racionalizar las obras y reducir los gastos públicos. - Vincular aumentos de salarios al crecimiento productivo. - Intensificar la acción represiva del agio y la especulación. Los efectos de este plan comenzaron a dar sus frutos ya en 1950, año en el cual: - Se ampliaron las áreas sembradas de cereales y lino. - Creció la producción agropecuaria. - Mejoró la situación de divisas. - Se incrementó la producción industrial. - Se redujo el ritmo de aumento del costo de la vida. - Se elevó la productividad obrera. Sin embargo, ya en 1951 se observa que esa reacción favorable no se acentúa por la gravitación de factores negativos debido: 1º En el orden internacional - La intensa suba de precio de importación - El encarecimiento internacional de mercaderías necesarias. - El acaparamiento de productos esenciales realizado por Estados Unidos. - Las maniobras de la Conferencia Internacional de Materiales. Este desequilibrio, consecuencia de la guerra de Corea, afectó profundamente a todo el mundo. Pero gracias a nuestras realizaciones justicialistas y a las adoptadas a tiempo, estamos en mejores condiciones que nadie para afrontado con éxito. 2º En el orden interno - La persistente sequía, que ha reducido en forma extraordinaria durante dos años la producción extraordinaria. - El aumento sostenido en el consumo. - El lento ritmo en el aumento de la producción. Situaciones similares ha enfrentado frecuentemente la República, recurriendo al fácil expediente de los empréstitos externos. Ya han llegado hasta nosotros las insinuaciones y ofertas de los prestamistas que anhelarían colocar sus capitales lejos del teatro de la futura guerra y garantizados por nuestra potente y floreciente economía. Sin embargo, preferimos afrontar la situación con nuestros propios medios sin recurrir al peligroso recurso de los empréstitos externos, que solo sirven para hipotecar el futuro y comprometer la propia independencia y soberanía. No tenemos deudas, poseemos un país rizo y orgulloso, tenemos medios y hombres para trabajar. La solución está entonces en el país y en nuestros hombres. Es menester que nos decidamos a emprender la tarea con decisión y espíritu de trabajo. Si es necesario nos desprenderemos de o superfluo y si es indispensable nos someteremos a cualquier sacrificio. No se triunfa sin esa decisión, sin ese espíritu y sin ese sacrificio cuando es necesario. Durante los cinco años que siguieron a la reforma económico-social no hemos pedido al pueblo ningún esfuerzo extraordinario y menos aún el menor sacrificio para realizar su felicidad y consolidar la grandeza de la patria. Pero yo sé bien que el día que ello fuera necesario y tuviera que pedirlo no demandaría en vano. Porque conozco a mi pueblo y sé de sus reservas morales y capacidad energética es por lo que me anima tan profunda en sus destinos y en la grandeza futura de esta Patria. La solución será la que, al propio tiempo que nos permita consolidar definitivamente todas nuestras realizaciones, dé también satisfacción a los problemas y desequilibrios observados en las actuales circunstancias. Podríamos reunir como factores esenciales de esa solución a: - Aumento de la producción. - Austeridad en el consumo. - Fomento del ahorro. En nuestro caso, la austeridad en el consumo no implica sacrificar lo necesario; significa, en cambio: - Eliminar el derroche. - Reducir gastos innecesarios. - Renunciar a lo superfluo. - Postergar lo que no sea imprescindible. Con ese reajuste a nuestro consumo lograremos: - Aumentar las exportaciones. - Reducir las importaciones. Si a la política de austeridad agregamos un aumento sólo del 20% en la producción solucionaremos: - El problema de las divisas. - Parte del problema de la inflación. - Consolidaremos la capitalización del país. I. Medidas a adoptar por el Gobierno en materia de producción 1º Agrícola a) Proseguir con el programa de mecanización rural. b) Continuar con la política de fijación anticipada de precios mínimos, para los cuales se tendrá en cuenta el costo de producción, el riesgo de explotación y un margen adecuado de utilidad. Dentro de este convenio para la cosecha fina de la campaña agrícola se han de anticipar los siguientes precios para cereales y lino: - Trigo, $ 50 el quintal, 10 cual representa un aumento de $13 con respecto al precio de la cosecha anterior. - Lino, $ 65 el quintal, o sea, un aumento de $ 15. - Avena, $ 38 por quintal, o sea, un aumento de $ 12,50. - Cebada, $ 43 por quintal, o sea, un aumento de $ 13,50. - Centeno, $ 42 por quintal, o sea, un aumento de $ 14. Con los mismos objetivos y para reducir los costos de explotación agrícola se acordará el tipo de cambio preferencial de $ 7,50 por dólar o su equivalente en otras monedas para la importación de todas las maquinarias, repuestos y elementos destinados a la explotación agrícola, dando asimismo intervención al Instituto Argentino de Promoción del Intercambio en estas importaciones cuando las circunstancias así lo aconsejen, para que la distribución de dichos elementos llegue a los productores a precio de costo. c) Revisar las actuales disposiciones sobre trabajo rural que todavía registren el trabajo de los familiares. d) Revisar las disposiciones que impiden a los productores utilizar sus propios medios de transporte. e) Llevar a la práctica las conclusiones del mapa ecológico confeccionado por el Ministerio de Agricultura y Ganadería. f) Continuar con la política de armonización entre las explotaciones agrícolas y ganaderas y, dentro de esta última, entre las distintas ramas de la industria lechera (equilibrio de precios). g) Proseguir por todos los medios posibles con la acción tendiente a lograr la más eficiente utilización de los medios de transporte y de los depósitos de almacenamiento de cereales en los períodos de cosecha. 2º Ganadera a) Estimular la obtención de ganado apto y de buena calidad en tiempo mínimo, perfeccionando el sistema de tipificación y de fijación de precios. b) Reorganización técnica, económica y financiera de los frigoríficos para suprimir el sistema de absorción de los quebrantos, lo cual presupone la revisión de la actual organización rígida del trabajo en dichos establecimientos. e) Se restringirá la faena de animales que no hayan llegado a su madurez y la matanza de un día a la semana se destinará totalmente a las cámaras frigoríficas para exportación, prohibiéndose, asimismo, toda faena en otro día semanal; en las mismas jornadas no se hará consumo de carne en hoteles y restaurantes. Para estos días se deberá asegurar una mayor afluencia de pescado u otro producto que pueda reemplazar a las carnes, a cuyo fin competerá al ministerio de Industria y Comercio adoptar las disposiciones pertinentes. 3º Pesquera a) Racionalizar la comercialización y transporte de pescado. b) Cumplido lo anterior, intensificar la producción y fomentar su consumo. 4º Minera Intensificar por todos los medios la producción nacional de combustibles y minerales (azufre, tungsteno, berilio, plomo, cinc, etcétera). 5º Manufacturera a) Establecer un régimen de licencias previas para instalar nuevas industrias. b) Racionalizar los consumos de combustibles y materias primas encarando también en la mayor medida posible la utilización de sucedáneo de origen nacional. II. Comercio Exterior 1º Fomento de las exportaciones a) Crear un estado de conciencia popular de austeridad en los consumos, para aumentar los saldos exportables, como medio de consolidar las conquistas logradas. b) Aumentar los cupos de exportación de los artículos sujetos a permiso, aunque ello signifique disminuir en cierta medida las disponibilidades para consumo interno. c) Continuar con la política de defensa del precio de nuestros productos en el exterior. d) Sin que ello implique modificar los tipos de cambio oficial existente en la actualidad, adoptar un criterio elástico que permita contemplar adecuadamente la situación de aquellos productos que podrían exportarse si se les concediese un tipo intermedio conveniente. e) Aumentar los saldos exportables de carnes. 2° Reducción de las importaciones a) Se practicará un relevamiento de las existencias de las principales mercaderías importadas que están llegando en estos últimos meses en elevada proporción utilizando para ello a todos los empleados públicos que sea necesario. b) Conocidas las existencias, se adoptarán las siguientes medidas: i) Las mercaderías inmovilizadas con fines especulativos en poder de los importadores no usuarios serán expropiadas, aplicando las disposiciones de la Ley de Abastecimiento. ii) Las que estén en poder de los usuarios en cantidades superiores a un stock normal de acuerdo con su ritmo real de producción serán expropiadas de su excedente. iii) Las que se encuentren en manos de intermediarios acaparadores serán comisadas. e) Serán racionalizados los consumos de las industrias, teniendo en cuenta dichas existencias y el destino final de los bienes a importar. III. En materia de crédito Acentuar la política de selección crediticia en lo que respecta al carácter o naturaleza de las actividades que se fomenten, para que exista una armónica coordinación y uniformidad con las otras medidas que se adopten. IV. Fomento del ahorro Elevar la tasa de interés y aumentar los límites hasta los cuales los depósitos reditúan interés. V. La represión del agio a) Perfeccionar los sistemas actuales de fijación y limitación de utilidades, controlando especialmente el ritmo de la producción de las existencias y los precios de los artículos de más gravitación en el costo vida y suprimiendo al máximo posible la intermediación innecesaria, conforme lo establecen las disposiciones en vigor. b) En la fijación de precios y limitación de utilidades, proceder más elásticamente con las etapas de producción y de industrialización y más rígidamente con las de comercialización, con miras a fomentar la producción y abaratar los costos de distribución. e) Suprimir o reducir gradualmente los subsidios al consumo y, en general, fijar precios sobre bases económicas. d) Promover en todas las formas y con todos los medios posibles al aumento de la producción nacional de productos escasos o de sus sucedáneos. e) Intensificar la vigilancia de la comercialización mayorista, coordinando la acción en todo el país, principalmente en cuanto a la intermediación innecesaria, facilitando el abastecimiento más directo posible de los industriales y comerciantes minoristas, en cuanto resulte más económico. VI. Precios y salarios a) Homologar los precios cuyos aumentos sean justificados. b) Rebajar los precios cuyos aumentos no sean justificados. e) En base a ello, establecer los nuevos precios y congelar los de todos aquellos artículos que afectan al costo de la vida, como asimismo los factores que los integran. d) Estudiado el costo de la vida actual de acuerdo con los nuevos precios congelados, la tabla de porcentajes de aumentos que serviría de base u los futuros convenios a establecer por acuerdos paritarios, sería la siguiente: - Sueldos y salarios hasta m$n 800 en 1949: del 60 al 80 por ciento de aumento. - Sueldos y salarios de m$n 800 a 1.000 en 1949: del 40 al 60 por ciento de aumento. - Sueldos y salarios de más de m$n1.000: 40 por ciento de aumento. Los aumentos de salarios desde 1949 hasta la fecha se deducirán de los que resulten de aplicar la tabla precedente. e) Aceptado el equilibrio anterior por la Confederación General del Trabajo y la Confederación General Económica, sus reglas servirán de base para todos los arreglos paritarios y la firma de convenios por dos o más años para la estabilización de precios y salarios, sin perjuicio de contemplar los casos especiales, con intervención del Consejo Económico Nacional. f) Los precios se congelarán por decreto y los salarios se estabilizarán por convenios paritarios. g) En los convenios gremiales se establecerá una cláusula de garantía por la cual los obreros se comprometen a mantener sus actuales salarios mientras las fuerzas económicas respeten los precios establecidos por el Poder Ejecutivo. h) Los nuevos convenios entrarán en vigencia el 1º de marzo de 1952. i) Solamente se permitirá la incrementación de las utilidades absolutas de los industriales por reducción de costos que tenga su origen en una mejor racionalización industrial. j) Solicitar la colaboración de las organizaciones patronales y obreras para eliminar de los convenios de trabajo toda circunstancia que limite la producción sin causa justificada. k) Crear bajo la dependencia del Poder Ejecutivo una comisión permanente de colaboración ejecutiva en materia de estabilidad de precios y salarios, y en la cual participarán representantes de la Confederación General Económica y de la Confederación General del Trabajo. VII. Política inmigratoria a) Restringir la inmigración a la que, sin lugar a dudas, se radique en las explotaciones agropecuarias o en los casos de técnico especializados. b) Adoptar medidas tendientes a evitar su radicación en los grandes centros urbanos. VIII. La vivienda y la propiedad 1º En materia de vivienda a) Estímulo a la construcción privada de vivienda. b) Racionalizar el uso y distribución de los materiales de construcción c) Reducir las obras públicas a los límites absolutamente indispensables para dejar libre los materiales, mano de obra y medios de financiamiento a la actividad privada. d) Desalentar las construcciones suntuarias o de lujo y prohibir la construcción de viviendas que no se destinen a residencia permanente. 2º En materia de expropiaciones y otras formas de intervención estatal a) Reducir al mínimo indispensable las expropiaciones por causa de utilidad pública y que en todos los casos sean sancionadas por el Congreso. b) Recomendar suma prudencia en la presentación al Congreso Nacional y Legislaturas Provinciales de proyectos que tiendan a cercenar o limitar arbitrariamente la propiedad. c) Evitar el establecimiento de controles y restricciones que afecten las inversiones de largo aliento y que contribuyan a alterar las bases económicas que determinaron la realización de las mismas en beneficio del país. 3º Racionalización del consumo De gastos públicos a) Mantenimiento de las normas de economía vigentes. b) Racionalización de las obras públicas a los límites absolutamente indispensables para dejar libres: materiales, mano de obra y medios de financiación, para que puedan ser usados por la actividad privada. De consumos privados a) Plan de racionamiento del consumo industrial de aquellos productos críticos o escasos. b) Racionalización del uso y distribución de los materiales de construcción. X: La austeridad en la familia La doctrina justicialista tiene como objetivo fundamental el logro de un mayor bienestar social. Las soluciones que el Gobierno adopta están orientadas a servir al pueblo. Las pequeñas restricciones que se imponen son previsiones ineludibles en bien precisamente del afianzamiento de su felicidad futura. El equilibrio de la economía popular está dado por la relación de precios y salarios. Estos dos aspectos dependen de la economía general del país. Generalmente, los bienes de consumo abundan los salarios mantienen su poder adquisitivo y se mantiene el equilibrio del presupuesto familiar. Cuando por factores internos o externos merman o encarecen, se agudiza el estado de inflación, se incrementan los precios y desvalorizan los salarios. El mundo convulsionado en que vivimos presenta como característica primordial una pronunciada inflación que día a día se toma más crítica. Ese estado de inflación mundial también afecta a nuestro país, aunque felizmente en grado muy inferior a las demás naciones. Como consecuencia se ha producido un desequilibrio de precios y salarios. El restablecimiento de ese equilibrio económico familiar no puede basarse únicamente en un aumento de salarios. Es menester también que, además de las medidas gubernamentales, se ajuste la economía popular y familiar. En el mundo actual, y especialmente en nuestro país, es menester que el pueblo tenga conciencia que la solución de los problemas familiares no solo han de venir por las medidas estatales, sino que es necesaria una amplia colaboración popular y familiar. En este sentido, un cincuenta por ciento puede solucionar el Gobierno con sus previsiones y disposiciones, pero un veinticinco por ciento ha de encontrarse cubierto por las obras mutualistas, cooperativistas, etcétera, que corresponde desarrollar a las organizaciones profesionales y de acción social, y un veinticinco por ciento ha de cubrirse con la organización familiar y la economía doméstica. En consecuencia, el equilibrio de la economía familiar hay que buscarlo en la adopción de medidas de diversos órdenes concurrentes al logro de la finalidad indicada. 1) Organizar el desenvolvimiento económico familiar sobre la base de consumir menos y producir más. 2) Intensificar la actividad sindical, mejorando y extendiendo los beneficios sociales. 3) Mejorar salarios, aumentar la producción y rebajar costos. La familia debe organizarse para ordenar su desenvolvimiento equilibrado. Para ello deben observar sus componentes una inflexible austeridad en el consumo y un esfuerzo decidido en producir. 1º Consumir menos La regla debe ser ahorrar, no derrochar. Economizar en las compras adquirir lo necesario. Consumir lo imprescindible. No derrochar alimentos que llenan los cajones de basura. No abusar en la compra de vestuario. Efectuar las compras donde los precios son menores, como cooperativas, mutuales, y proveedurías gremiales o sociales. Desechar prejuicios y concurrir a ferias y proveedurías en vez de hacerse traer las mercaderías a domicilio, a mayor precio. No ser "rastacueros" y pagar lo que le pidan, sino vigilar que no le roben, denunciando en cada caso al comerciante inescrupuloso. Evitar los gastos superfluos, aun cuando fueran a plazos. Limitar la concurrencia al hipódromo, los cabarets y salas de juego a lo que permitan los medios, después de haber satisfecho las necesidades esenciales. 2º Producir más Este es otro aspecto fundamental del equilibrio de la economía familiar. Es necesario que cada uno de los componentes de la familia produzca por menos lo que consume. Para ello es menester quebrar la modalidad existente en muchos hogares de que el único que trabaja y aporta para los gastos es el jefe de la familia. Todo el que está en condiciones de trabajar debe producir. Solo así puede aumentarse el bienestar nacional, popular, familiar e individual. 3º Cooperación de la actividad social La actividad gremial dirigida al beneficio social de sus componentes representa un veinticinco por ciento para el logro del equilibrio económico. Cada gremio debe realizar una intensa acción de cooperativismo y mutualismo para satisfacer necesidades en las condiciones más económicas. El Estado apoyará el incremento de las cooperativas, mutualidades y proveedurías, destinadas a lograr ventajas en los precios por compras directas en fábricas o fuentes de producción para ser vendidas económicamente al consumidor. 4° Conclusión Algunos días, cuando me traslado a mi oficina, a las seis de la mañana, suelo detenerme en alguna casa para revisar los residuos que allí arrojan en el cajón de basuras. Es común encontrar en ellos grandes trozos de carne y varios panes. Con lo que Buenos Aires arroja diariamente a la basura podría alimentarse a otra Buenos Aires. XI. Palabras finales En esta rápida evolución sólo he deseado dar al pueblo una idea general de una parte importan del Plan Económico de 1952 para pedirle su cooperación inteligente y patriótica. Cada uno debe obrar como si de su acción dependiese la suerte de la economía nacional, porque en realidad es así, desde que el todo es sola la reunión de las partes. Un amplio sentido social y de solidaridad es indispensable en la acción económica de los pueblos. El egoísmo ha sido y será el peor azote de las comunidades y de los individuos. Sólo con una fuerte, sana y consolidada economía argentina podrá disfrutar cada argentino de un mayor y seguro bienestar material. En un mundo empobrecido y hambriento, cuya desesperación surge en cada acto diario de los pueblos y de las naciones, nuestro país puede convertirse en un oasis de bienaventuranza. Conservar dignamente y engrandecer ese patrimonio ha de ser obligación ineludible de todo buen argentino. Para ello no será menester sacrificio alguno, pero sí racionalizar el consumo, aumentar la producción y ahorrar sobre todo lo innecesario o lo superfluo. Llamamos asimismo a todos los hombres de empresa para que nos ayuden a combatir la especulación y los delincuentes económicos. En ésta, como en todas las comunidades, existen inescrupulosos que utilizan el buen nombre de los demás para enlodarlo con sus actos. Nadie como el comerciante honesto puede interesarse en combatir esta clase de delitos que lo perjudican moral y materialmente. Así como perseguimos implacablemente al que nos roba en el tranvía, en la calle o en nuestra casa, debemos también hacer sancionar por la ley al que nos estafa en el comercio. El "descuidista", el estafador o el "escruchante" es para cada uno de nosotros un ladrón circunstancial; el comerciante deshonesto es un ladrón permanente y para todos. También pedimos a todos los trabajadores que sean artífices de la mala producción. Ellos deben producir y controlar la producción. Toda medida que incida negativamente en el volumen de la producción debe ser evitada por todos los medios. En estos momentos nada es superior a la necesidad de producir. Las fuerzas patronales deben agotar también los medios que aseguren un alto margen de producción, y ello se obtendrá sólo por una inteligente explotación y administración de sus medios y un entendimiento justo con su personal. El Estado, mediante una preocupación constante, les asegurará la solución de los problemas superiores a su decisión ya su arbitrio. A los hombres del campo va también dirigido nuestro pedido de agotar las medidas tendientes al aumento de su producción. Hacemos todos los esfuerzos para crearles las mejores condiciones y proveerlos de recursos y maquinarias. Los precios más remunerativos de la historia económica argentina han sido garantizados por el Estado. Esperamos que la próxima cosecha alcance márgenes proporcionales a todo ello. Auspiciamos la organización cooperativa de los hombres del campo. Las cooperativas agrarias tendrán preferencia en todas las medidas que se adopten en relación con la producción y el comercio agropecuarios. Y, finalmente, al pueblo argentino, que componemos todos, le pido, en nombre de la Nación, su decidido a apoyo a todas las medidas de este plan. Cada uno deberá poseer permanentemente a la vista sus puntos fundamentales y cumplirlo en toda circunstancia. Una amplia difusión por los diarios y folletos permitirá que, por lo menos, en cada familia haya un ejemplar. Si todos cumplimos en la medida de nuestras posibilidades y en el grado de nuestra individual temperancia, podemos asegurar desde ya un completo éxito económico en 1952. ............. .............
1952-02-19
Antes delegados obreros latinoamericanos
Compañeros: Yo quiero que mis primeras palabras sean de agradecimiento por la amabilidad que han tenido al llegar hasta esta casa para darme la inmensa satisfacción de poder estrecharles la mano. El compañero Espejo me ha interiorizado ya, más o menos, en algunas conversaciones, de la labor que han realizado en Asunción todos los compañeros. Quiero hablarles a ustedes, en forma sucinta, sobre cuestiones que para mí son fundamentales. Primeramente, cuál es el concepto, diríamos, con que el gobierno de la República Argentina ve la realización de estas conferencias internacionales de trabajadores. En segundo lugar, qué relaciones hay entre la Confederación General del Trabajo de la República Argentina y el gobierno argentino; y, en tercer lugar, cuál es la vinculación existente en el orden personal, ideológico o político, entre los trabajadores argentinos y el gobierno argentino. Pero, antes que nada, deseo dar una idea exacta de nuestra posición y del apoyo que estamos dando a estas organizaciones dentro de nuestro país. ¿Por qué razón hemos llegado a una total y absoluta coincidencia entre el gobierno y los trabajadores argentinos? Nosotros partimos de un orden general: no creemos que en ninguna parte del mundo, en ningún pueblo de la tierra, pueda pensarse que en el mundo actual sea posible vivir aisladamente. El mundo, con la velocidad de los transportes, con las comunicaciones, con la vida de relación permanente, ha llegado a ser demasiado chico para que ningún pueblo pueda aislarse. Pero frente a esa situación de conjunto existe también una situación, particular que cada pueblo y cada país debe resolver por sí. En el orden de la concepción general, ¿cuál es nuestro, punto de partida justicialista? Nosotros no somos teóricos; más bien, somos empíricos; pero, por sobre todo, somos hombres prácticos en la apreciación de la verdad. Desde que el mundo es mundo, el hombre busca la verdad que no ha encontrado. Nosotros creemos que esa verdad está en los hechos; es decir, que la verdad es un asunto de apreciación objetiva: no está ni en los pensamientos, ni en los discursos, ni en las ideas, que son cuestiones subjetivas. Nosotros tomamos la verdad de los hechos, que es la verdad que nos interesa. En ese orden de cosas, hemos fijado nuestra posición ideológica como país que necesita tener una doctrina para vivir. Hemos venido observando que la lucha de los pueblos se ha caracterizado siempre tras objetivos que son fundamentales: primero, libertad, y segundo, la justicia. Nosotros pensamos que ésa ha sido la lucha de la humanidad, no de ahora, sino de todos los tiempos; creemos que lo más grande en un hombre es luchar por esa justicia y por esa libertad, y analizamos el mundo frente al concepto de la justicia y de la libertad en los hechos que se están produciendo. Recuerdo que siendo muchacho, en 1914, oí por primera vez que el mundo se ponía en marcha en una lucha guerrera; nos dijeron a todos que se luchaba por la justicia y por la libertad. Todos aceptamos que realmente el mundo estaba convulsionado porque en él no había ni justicia ni libertad, porque había países coloniales, países que eran explotados para que otros pudieran vivir en la superabundancia. Eso es el imperialismo. Es un proceso natural, en el que una metrópoli de unos cuantos millones de habitantes comen cinco veces al día; sacándole a sus colonias la mitad de sus comidas, por lo menos. Por eso las colonias comen una vez al día, para que en la metrópoli coman cinco. Mientras haya colonias, nadie podrá creer que existan hombres libres porque mal se puede considerar a un hombre libre en un país esclavo. Ese es el punto de partida que nosotros analizamos al ver la realidad de la libertad en el mundo. Si esas colonias son explotadas por la metrópoli, no podemos culpar a los capitalistas de un país de que exploten a la clase obrera, porque a su vez ellos son explotados desde la metrópoli. Mientras no se solucione el problema colonial, sea éste confesado o no confesado, mientras existan países que colonicen a otros en el orden económico y en el orden político, no puede haber libertad individual; no puede haber libertad para los pueblos, y menos para la clase trabajadora. No habiendo esa libertad, señores, no puede haber justicia, sobre todo no puede haber justicia social, siendo la injusticia social el cáncer de nuestro tiempo. Si no hay justicia social, no puede haber ninguna otra clase de justicia. Bien, señores; de ese punto parte el Justicialismo para analizar la situación de nuestros tiempos. Se nos dijo en 1914 que el mundo luchaba y moría por la libertad y por la justicia. En 1918 terminó esa guerra y las condiciones de la justicia y de la libertad no variaron. Surgieron unas cuantas colonias nuevas y pueblos que antes no se explotaban y que se comenzaron a explotar después. Sabíamos que la libertad y la justicia no entraron para nada en eso; se trataba de un problema económico. Alemania estaba produciendo a menor costo en sus industrias que las de los otros imperialismos. Alemania también era un imperialismo. Se hizo la lucha entre dos imperialismos, en la que uno fue derrotado y el otro triunfó, dando el mundo la posibilidad de enriquecerse a los sectores oligárquicos de esos países, en razón directa de las conquistas realizadas. Pero, la justicia y la libertad quedaron igual que antes o peor. Han pasado veinte años y surgieron algunos ensayos de reorganización social económica y política; el mundo siguió andando, vino el año 1939 y de nuevo la humanidad se empeñó en una lucha, diciéndose de nuevo que esta guerra se hacía por la justicia y por la libertad. Pensamos que era así y todos contribuimos de una manera directa o indirecta en esa lucha por la justicia y por la libertad. Llegó el año 1945, terminó la guerra, y nosotros analizamos si en el mundo después de esta segunda guerra progresaron en algo la justicia y la libertad. Y miramos el panorama del mundo: la mitad ha quedado detrás la "cortina de hierro", cuya justicia y cuya libertad nosotros sabemos más o menos cómo se realizan; la otra mitad ha quedado detrás de cortina del dólar, cuya justicia y cuya libertad conocen ustedes mejor que yo porque las han sufrido. Ahora, en esta situación, se va a, empeñar una nueva guerra, y nos dicen también esta vez que será por la justicia y por la libertad. Pero si ganan los comunistas, van a ofrecerle al mundo la justicia y la libertad que hay hoy detrás de la "cortina de hierro", y si ganan los yanquis, la justicia y la libertad qué podrán ofrecer al mundo serán las que hoy nos ofrecen a todos nosotros en estos países. ¿Y ése es el porvenir que debemos esperar? Nosotros, los justicialistas, pensamos si no ha llegado la hora de trabajar para fabricarnos una justicia y una libertada a nuestro gusto y no importar las que nos ofrecen desde afuera. Compañeros, eso es el Justicialismo: fabricamos aquí, para nosotros la justicia y la libertad hechas de industria nacional, no "made in"... tal o cual parte. Aquí hacemos nuestra justicia y nuestra libertad. Bien, esto no es tan fácil hacerlo como enunciarlo. Se necesita, en primer lugar, cumplir un programa que nos lleve a la independencia económica, porque la esclavitud de nuestros días no es la de otros tiempos; hoy la esclavitud es económica. Los esclavistas han progresado mucho en sus métodos: hoy les resulta más fácil dominar a los pueblos que dominar a los hombres, y para dominar a los pueblos usan los tres factores que han usado siempre: la miseria, la ignorancia y el vicio, y ellos los meten donde pueden para dominar. Después, nos llaman pueblos poco desarrollados. Toda nuestra concepción está basada en la independencia económica; nosotros la hemos realizado porque sabemos que, si el país no es libre económicamente, no habrá ningún trabajador en la República Argentina que pueda ser libre, porque si explotan a la República Argentina, ¿cómo van a escapar a esa explotación los trabajadores, cuando son ellos los que pagan mayor tributo a la explotación porque no tienen defensa? Para terminar con la oligarquía y el capitalismo explotador hemos comenzado por terminar con la colonia. Nosotros declaramos la independencia económica y la hemos hecho efectiva. Dicen ahora que nos van a bloquear. Y... bueno, veremos. Ya peleamos cien años por la independencia política; estamos decididos a pelear otros cien por la independencia económica. Compañeros: yo no les voy a decir lo que piensa el pueblo argentino sobre estas ideas. Lo que sí puedo decirles es que todos las conocen y que, si nosotros tenemos el setenta por ciento de los sufragios en una elección, es porque el pueblo sabe lo que quiere. Yo no les voy a contar las hermosuras de nuestro sistema. Yo solamente los invito a que hablen con todos los trabajadores argentinos, a que hablen con la gente que anda en la calle, y allí van a obtener la realidad social del pueblo argentino. No la van a obtener de mí, de mí podría resultar interesada; tómenla en los compañeros que trabajan, en los comercios, del mozo del café, en los taxímetros; la realidad, la verdad argentina la tienen allí. Los pueblos son los únicos que tienen la realidad. Ahora, si hablan con los oligarcas argentinos, tendrán la impresión inversa; para ellos todo es malo y se explica, porque a ellos no les conviene, ya que no pueden seguir explotando ni gozando de los viejos privilegios. Nosotros hemos empezado por establecer una norma bien clara: en este país, cuando se goza, gozamos todos, y cuando haya que sufrir, sufriremos todos. ¿Cuál ha sido la posición en el orden internacional con nuestra doctrina? Algunos dicen que queremos invadir el mundo, llevando nuestra doctrina. No tenemos ningún interés en eso. Para nosotros el proceso argentino es el proceso argentino. Nosotros estamos demostrando una realidad; si a los demás pueblos del mundo les agrada esta realidad y los convence nuestra doctrina, no tenemos nada que ver en eso. Nosotros hacemos conocer qué es lo que pasa aquí, la realidad que estamos gestando y realizando. Si a los demás pueblos del mundo les gusta, y... nosotros encantados. Encantados, porque nos vemos comprendidos y conocidos. Y si podemos ayudar a los demás pueblos del mundo para que sean tan felices como nosotros, no omitiremos ningún esfuerzo ni sacrificios porque nuestra política y nuestra doctrina son de fraternidad, son humanistas por sobre todas las cosas. No creemos que en el mundo haya nada superior al hombre ni nada más respetable y más digno que el hombre. Por él trabajamos, por él luchamos. Nuestra doctrina tiene su base exclusivamente en la felicidad y en la dignidad del hombre. No creemos que la frontera de la dignidad y de la felicidad terminen donde terminan nuestras fronteras. Si podemos hacer cualquier cosa para que los demás hombres sean más felices y más dignos, haremos cualquier cosa y cualquier sacrificio. Nosotros no nos metemos en la política internacional de ningún Estado, ni permitimos que nadie se meta en nuestra política. Dios, dicen, en la casa de todos y cada uno en su casa. Nosotros estamos en nuestra casa, y nadie nos puede impedir que estando en nuestra casa tengamos amigos en ella. Y a esos amigos los entendemos como los entendemos en esta tierra; para nosotros es tradicional que el amigo es más que todos los demás, porque al amigo lo hacemos nosotros y a los parientes a veces los hace la naturaleza. Para nosotros un amigo suele valer más que un pariente; somos amigos para cuando nos necesiten, no para cuando nosotros necesitamos algo. En este sentido, vemos con inmensa satisfacción este movimiento de todos los compañeros en latinoamérica por unirse en una acción común. Yo sé bien que los trabajadores se salvarán solamente por la acción de los trabajadores. Se equivocan los que creen que otros pueden hacerlo en reemplazo de ellos de manera que ellos tengan algo que agradecer. O se salvan por sí o no los salva ni el diablo; es la historia del mundo. La historia del mundo ha sido la opresión del fuerte sobre la debilidad de los hombres que no tienen defensa y, desgraciadamente, en la sociedad moderna los trabajadores no tienen ninguna defensa. Muchas veces aquí, a los compañeros argentinos, les digo que ellos creen que están organizados. ¡Que van a estar organizados! Los que están organizados son los capitalistas. Esos sí que están organizados, y yo lo sé bien. Cuando yo les puse aquí la mano en el cuello a los grandes consorcios internacionales, los de aquí dijeron "sí señor"; los que protestaron fueron los de afuera. Yo recibí en seguida a los embajadores, que venían a protestar por una compañía u otra. Esos sí que están organizados, están unidos en el mundo entero. Cuando yo les puse encima un pié acá, no gritó el de acá, gritó uno que está en Londres o en Nueva York. Son habilidosos. Y si no lo fueran así ¿Cómo creen ustedes que ellos, una pequeña minoría en el mundo, hubieran dominado, explotado y escarnecido a unos dos mil millones de hombres? Eso lo han hecho porque están organizados y porque siempre han impedido que los obreros se organicen. No han querido nunca dentro de los países grandes concentraciones de organizaciones, no han querido las confederaciones. Querían los gremios aislados, porque así los atacaban a cada uno de ellos y los destruían. En la organización internacional han hecho lo mismo. Le crean un montón de organizaciones. El capitalismo sólo tiene más de ocho o diez organizaciones internacionales. Aquí las organizaciones gremiales saben bien lo que eran antes y lo que son ahora. Hasta que los trabajadores del mundo no se organicen, no van a ir a ninguna parte. De eso deben convencerse. Yo lo sé por la experiencia nuestra. Hoy ellos, merced a esa organización, gravitan en el gobierno, en las legislaturas, en la vida política; gravitan en todo, como organismos. Son algo. Antes no eran nada. Eran postulantes de los políticos de la oligarquía. Hoy, cuando necesitan algo, ellos tienen sus hombres en el Congreso y en el Gobierno e imponen su voluntad porque son el ochenta por ciento del pueblo. ¿No dicen que las democracias son aquellas donde se hace lo que quiere el pueblo y se gobierna por el pueblo? Entonces, ¿cómo es posible que en una democracia donde se hace lo que dice el pueblo y gobierna el pueblo, solamente estén en el gobierno los oligarcas de la industria, del comercio y de la producción? Señores: en boca de un hombre de gobierno esto parece un anacronismo. Y lo es para el capitalismo. No lo es para el Justicialismo. Imagínense ustedes que si un capitalista me oyera hablar de esto, diría: "Es un anarquista, un comunista". 'No; soy un justicialista y el justicialista ve las cosas por el lente de la justicia, no de la arbitrariedad. Quiere para cada uno lo suyo, respetando total y absolutamente sus derechos. No quiere privilegios para nadie. Aquí han desaparecido los privilegios cuando desapareció la oligarquía y cuando desapareció el capitalista. Dicen que nuestro punto débil es la economía. Se equivocan, porque ellos llaman economía a la riqueza de un pequeño sector de población. Nosotros llamamos economía a la felicidad de todos los habitantes de la República Argentina. Esa es nuestra economía. Los que consiguen dólares, ¿cómo lo hacen? A costa de la miseria y del hambre del pueblo. Por eso, aquí las cosas cuestan la mitad y cada uno puede comer, y vestirse y habitar con todo lo que necesita y con todo lo que quiere. La economía justicialista establece que de la producción del país se satisface primero la necesidad de sus habitantes y solamente, sé vende lo que sobra; lo que sobra nada más. Claro que aquí los trabajadores, con esa teoría, cada día comen más y consumen más y, como consecuencia, cada día sobra menos. Pero, indudablemente, ahora empezamos a reordenar para no derrochar más. No tendremos en el futuro Cadillac ni Rolls Royce de 90 y 150 caballos de fuerza; tendremos otras cosas más modestas, pero el pueblo comerá y el pueblo vivirá con dignidad, sobre todo. Nuestros hijos pueden educarse, pueden ir al colegio. Seguir una carrera o educarse en este país le cuesta lo mismo al hijo del obrero que al hijo del millonario: no le cuesta nada a ninguno de los dos. De manera que están iguales el hijo del obrero que el del millonario si tienen aspiraciones, si quieren estudiar, si quieren capacitarse. Yo no creo, señores -lo digo sin ninguna petulancia, con toda sinceridad y buena fe-, que ningún movimiento obrero del mundo esté mejor organizado que el argentino. Sé que no hay ninguna organización que tenga la consistencia que tiene el movimiento obrero en la República Argentina. Uno de mis grandes orgullos es, precisamente, el haber conseguido que eso se realizara con la ayuda del gobierno. Los capitalistas, en medio de su gran habilidad, han cometido un tremendo error al haber suplantado la organización obrera por la organización política. ¿Por qué digo que es un tremendo error? Porque han destruido una cosa permanente para crear otra que es solamente circunstancial; han destruido el movimiento obrero, que es casi de derecho natural y por eso es permanente. Mientras haya dos hombres, que trabajen un minuto, esos dos hombres formarán un primer sindicato; porque el trabajo; la comunidad del esfuerzo y del sacrificio, unen más que cualquier otra consideración en el mundo. En el fondo, un obrero está más con su compañero, en la fábrica, que con su familia en su casa. Mientras está en el taller se halla en la lucha de todos los momentos, con el compañero al lado. Esta unidad, pues, hace a la asociación obrera casi una asociación de derecho natural, como es la familia. El error del capitalismo ha sido despreciar esa fuerza extraordinaria que representan los trabajadores, y por eso ha llegado a la situación actual en que la mitad del mundo se está preparando para lanzarse a destruir la otra mitad: al final, de continuar así, se van a destruir todos. Ese va a ser "el final de Norma" de esta lucha en que están empeñados. Yo soy un hombre que no tengo prejuicios de ninguna naturaleza; yo observo todo esto desde un ángulo total y absolutamente imparcial, pero analizo el panorama de lo ocurrido en mi país con las organizaciones del trabajo. Las organizaciones del trabajo han seguido el mismo camino que todas las demás organizaciones sometidas a la oligarquía que gobernaba esta Nación. Cuando le convenía a la oligarquía, las estimulaba; cuando no le convenía, las hundía, las destruía. La organización de los trabajadores no le convenía; en consecuencia, no la dejaban funcionar nunca regularmente, cosa que todavía sucede en muchos países en los que no tienen libertad para funcionar. Nosotros tratamos de solucionar esa situación, y como primera medida declaramos los derechos de la asociación profesional. Pero no paramos allí porque, ¿qué era lo que había ocurrido aquí? También estaba amparada la asociación profesional por nuestra Constitución, que dice que todo el mundo tiene derecho a asociarse con fines lícitos. Eso dice la Constitución y con eso ampara a todas las sociedades, incluso las gremiales. Pero, ¿qué ocurría en realidad? Que cuando se hacía una huelga, a ese sindicato lo procesaban por asociación ilícita. Esto se discutía en las instancias de la justicia, llegaba a la Corte Suprema y ésta decía: "asociación ilícita". Entonces, la asociación profesional quedaba fuera del amparo de la Constitución y de la ley. Por eso aquí nunca fue posible organizar los gremios sino eludiendo a la policía. ¿Qué hicimos nosotros? Sancionamos la ley donde se ampara a la organización profesional. ¿Y qué hicimos con la asociación profesional? ¿Le dimos el mismo tratamiento de las demás asociaciones? No, señores, no; le dimos un fuero colectivo de trabajo, le dimos al sindicato un privilegio sobre las demás asociaciones. ¿Por qué? Porque era la única asociación débil frente a todas las demás de orden político y económico, que son fuertes y poderosas. En este país, el gobierno puede intervenir cualquier sociedad de orden económico o político en cuanto dejen de cumplir con una parte de sus estatutos; le retira la personería jurídica y le nombra un interventor del gobierno. Eso no se puede hacer aquí con los sindicatos. ¿Por qué? Porque si lo dejamos hacer con los sindicatos, cuando éstos emprendan alguna acción contra el gobierno por cualquier circunstancia en que éste se pueda equivocar, le manda un interventor y destruye el sindicato. Ahora, además de la personería jurídica que lo equipara a las demás sociedades, el sindicato tiene la personería gremial que lo hace inviolable. La justicia puede entrar en cualquier lugar menos en un sindicato. Ese fuero, que representa el privilegio de las asociaciones profesionales, aquí se cumple. Jamás el gobierno ha intervenido a ningún sindicato. Cuando los sindicatos deben ser intervenidos, lo son por las autoridades de la Confederación General del Trabajo, o por las de las centrales a que pertenecen; pero jamás han sido intervenidos por ninguna autoridad gubernamental. Pero nosotros vamos más allá, compañeros. Probablemente, en el Segundo Plan Quinquenal, nosotros hemos de dar el fuero individual del trabajo al dirigente obrero. No es posible que un dirigente, al exponer su idea en cualquier asamblea, este expuesto a que alguien le dé un sillazo. Si lo tengo yo ese privilegio, porque me eligieron cuatro o cinco millones de argentinos, ¿cómo no lo va a tener el presidente la Confederación, a quien lo han elegido cinco millones y medio de trabajadores? El asociado que comete un acto de rebeldía contra un dirigente, comete un acto de desacato. ¿Y cómo no? No podemos entregar las asociaciones sin que estén amparadas y jerarquizadas, por la ley. Si esa jerarquía se le da a cualquier pinche de la administración que, a lo mejor, es un delincuente, ¿cómo no se le va a dar al dirigente obrero? Nosotros hemos de completar en este país esa organización con el fuero colectivo y el individual, y es probable que ya en este año que viene nosotros demos el fuero sindical individual. No lo hemos hecho hasta ahora porque en este país no tienen fuero nadie más que los legisladores. Ellos son los únicos que tienen privilegios parlamentarios. Si queremos darles esos fueros a los dirigentes, es necesario que los dirigentes sean hombres muy responsables, porque es peligroso dar autoridad a los hombres que no sean absolutamente responsables, porque sabemos que todavía, en el panorama del mundo, hay dirigentes pagados por intereses contrarios a los de los propios trabajadores. Imagínense lo que sería investir, de autoridad a un hombre de esas condiciones. Hay nombres también irresponsables, porque, no tienen el aplomo suficiente para manejar con responsabilidad grandes asociaciones de hombres. Nosotros hemos creado las escuelas sindicales, donde se preparan los cuadros dirigentes. Los sindicatos argentinos tienen todos su escuela sindical y la C.G.T. tiene también escuelas sindicales. Allí se están preparando los futuros dirigentes, capacitándolos especialmente, porque las organizaciones obreras no valen por el número de adherentes, sino pon la capacidad de sus dirigentes. Vale más, muchas veces, la acción de un dirigente, que la de un millón de personas que no saben lo que quieren. La preparación mental de los dirigentes es entonces fundamental. Pero debo advertir que tenemos cinco años más por delante, el Plan Quinquenal, y de estos cinco años ha de resultar en nuestro país la organización de trabajadores que será de una disciplina, de una solidaridad y de una capacidad en la conducción, que lo hará un movimiento invencible para toda la historia de la República Argentina. Yo quiero que al desaparecer de la vida pueda dejarles a los trabajadores argentinos una organización que les garantice su propia dignidad, su propia libertad y su propia vida. Ustedes comprenden; compañeros, que yo tengo que ser muy combatido, como son combatidos cada uno de ustedes, también. El imperialismo ha hecho todo lo que ha podido. Primero, con los embajadores y creo que les ganamos. Después, en estos cinco años que estoy en el gobierno, han hecho combinaciones y complots para asesinarme, pero todavía sigo gozando de buena salud. Me han armado revoluciones, con las cuales nosotros hemos terminado en dos horas, porque cuando se arma una revolución y el pueblo no la quiere, no hay revolución. Tengo un ejército que es más poderoso que todos los ejércitos del mundo y un mando superior a todos los mandos; yo mando sobre el corazón de los hombres. Por eso aquí no hay revoluciones. El día que la hubiere, llamo a los trabajadores a la Plaza de Mayo, corno la última vez; pero la próxima los voy a llamar al Arsenal de Guerra. El que quiera pelear con nosotros va a tener que atarse muy fuerte la faja para pelear. Yo en estas cosas del gobierno soy aficionado, pero en pelear soy profesional; sé bien lo que es la pelea en chico y en grande, de manera que a quien quiera pelear le vamos a dar el gusto. Yo sé que detrás de mí tengo cuatro millones de hombres que no tienen gran apego a la vida y que la van a ofrecer con gusto. En esto, compañeros, somos invencibles. El capitalismo ahora nos quiere vencer económicamente. Se equivoca. Aquí para vestirnos y para comer tenemos en abundancia; lo demás es secundario cuando se defienden valores tan importantes como la dignidad del pueblo, la libertad de nuestro país, la independencia y la soberanía de nuestro país. Nosotros, no estamos colocados contra nadie, pero tampoco estamos colocados a favor de ninguno de los imperialismos en pugna en el mundo. Los millones de hombres que van morir son ustedes; no son los dirigentes, esos señores, que están armando la guerra y armando a los pueblos. El que muere y paga tributo de sangre es el pueblo, nunca son los dirigentes. Por eso es tan fácil llevar a los países a la guerra. Si supieran que los que van a morir son ellos lo pensarían dos veces. Nosotros somos pacifistas. No creemos que la guerra pueda solucionar nada. La miseria del mundo la quieren resolver destruyendo lo que queda con otra guerra. Hay que trabajar y construir para hacer un poco más felices a los hombres, no destruir. Las guerras no son nada más que destrucción de valores. Y si lo que el mundo no tiene hoy son valores, ¿queremos destruir los pocos que quedan para hacerlo feliz? ¿Qué solución puede ser para el mundo la guerra? Ahora, nosotros sabemos, compañeros, que a pesar de cuanto pensemos, el mundo puede ir en cualquier momento a la guerra. En esa situación nosotros sabemos bien claro cuál es nuestra obligación. Nosotros no hemos de sacar un soldado para pelear fuera de nuestras fronteras. De eso puede estar seguro el mundo entero. Y yo no lo voy a hacer si el pueblo argentino no lo quiere. Antes de comprometer al país en alguna intervención guerrera voy a hacer un plebiscito y si el pueblo lo desea iremos a la guerra. Si él me dice que no, no iremos. Cualquiera sea la solución que venga de cualquier otra parte, la guerra la va a decidir el pueblo y no yo. Si quiere, irá a la guerra; si no quiere, no irá. Para mí la decisión de la guerra no está en mis manos, sino en las manos de mi pueblo. Si todos procediesen así, compañeros, habría un poco menos de guerras en el mundo. Eso lo podemos asegurar. Algunos han dicho que con esta posición mía me coloco delante los Estados Unidos. No, señor: no me coloco delante de los Estados Unidos. Yo hago lo que quiere mi pueblo. No hago ninguna otra cosa que no quiera mi pueblo. Si esto choca con la intención de otros países a mí no me importa. Yo no estoy para gobernar otros países. Estoy para gobernar el mío. Lo que pasa es que el mundo se maneja con convencionalismos. Nosotros nos manejamos con realidades. Yo no tengo ningún compromiso con nadie. Solamente tengo un compromiso con mi pueblo y ése es el que a mi manera seguiré cumpliendo. Compañeros: cuando uno se planta en esto tiene un solo camino que cumplir, y si para cumplir ese camino hay que morir, y bueno, estamos listos; total, es el destino de todos los hombres. Moriremos cuando sea necesario y cuando puedan matarnos, pero hasta entonces seguiremos cumpliendo con nuestra misión. Así entendemos nosotros la función de gobierno. No es ninguna canongía, para nosotros no es nada más que una senda de sacrificio. El día que yo no fuera capaz de sacrificarme por lo que mi pueblo necesita y por su felicidad, me voy a mi casa. Allí estoy como un príncipe y aquí soy una víctima desde la mañana a la noche. Yo he de dejar al pueblo organizado, con el destino en sus manos. Si el pueblo, después, hace mal uso de su destino, él será culpable, pero yo no tendré ningún cargo de conciencia al irme del gobierno. He de dejar a los trabajadores organizados para que se defiendan en el futuro, porque entiendo que la columna vertebral sobre la cual se arman las naciones del presente y se armarán las del futuro son las organizaciones de trabajadores. Si en el orden internacional se siguiese el mismo camino que hemos seguido nosotros en el orden interno, se encontrarían muchas soluciones para todos los pueblos que hoy gimen bajo las injusticias y bajo el dolor de la miseria y de la explotación. Nosotros vemos con simpatía a todos los pueblos que gozan de la libertad que nosotros gozamos y de la justicia que nosotros disfrutamos. Los vemos con simpatía y somos sus amigos. Estamos a sus órdenes y no habrá ningún esfuerzo ni sacrificio que nosotros no realicemos para darle la mano cuando ellos la necesiten. Yo termino, compañeros, diciéndoles dos cosas solamente: primero, que se sientan como si estuviesen en su propia casa. La otra cosa que quiero decirles, es que yo sé bien cómo se mueven las corrientes internacionales del sabotaje contra toda organización que no responda a los mandatos del comunismo, por un lado, o del capitalismo, por el otro. Sé bien cómo se mueven y cómo se dirigen esas organizaciones. Sé que hace pocos días un mandatario ha firmado un decreto asignando 100 millones de dólares para la cultura de los países latinoamericanos. Sé bien de la inmensa cantidad de fondos que se están lanzando en la balanza de la verdadera justicia para los pueblos latinoamericanos. Nosotros no podemos poner la misma cantidad de plata para nivelar esa balanza, pero donde otros ponen plata y mala fe, nosotros podemos poner sentimiento, amistad, honradez, lealtad y buena fe. Y como yo sé, compañeros, que a los verdaderos trabajadores, a los hombres que sienten, les es más grato esto que toda la plata del mundo, comprendo bien cuál va a ser la decisión de los pueblos. Mi interés en esto no es otro que el de los pueblos mismos. Algunos dicen que nosotros somos imperialistas... Después de la existencia de Rusia, de Inglaterra y de Estados Unidos, ¿vamos a salir nosotros, con 17 millones aquí en el círculo polar antártico, siendo imperialistas? En fin, que esto es una cosa de locos y nosotros todavía aquí no somos locos. Nuestro interés no puede ser imperialista; es antiimperialista. Y ahí está casualmente donde les duele, pero nosotros les hemos de seguir pegando cuando les duela y donde les duela. No sé si en esta acción estaremos solos o acompañados. Preferimos mil veces estar bien acompañados por todos los compañeros de latinoamérica. Si la suerte no nos fuese propicia y por cualquier circunstancia tuviésemos que hacer la lucha solos, también estamos dispuestos a hacerla. En esto, cuando uno tiene una convicción y la transforma en una obligación, si es un hombre de principios, ha de cumplirla, y afortunadamente en esta tierra los compañeros trabajadores que nos acompañan son hombres de convicción, honrados, que se han trazado una obligación y que han de cumplirla aun a costa de la propia vida. Por eso, señores, quiero decirles a todos ustedes que son hombres libres, hombres independientes, que no obedecen a otra tendencia que la fidelidad que ustedes deben a sus propias organizaciones, que no han de recibir orientaciones ni consejos de nadie más que de sus propias conciencias, que nosotros no vamos a sobornar a nadie; pero si alguno de ustedes, por la actitud libre que han adoptado, sufriese en su tierra alguna contingencia, tiene esta tierra que se sentirá profundamente honrada de contarlo como un argentino más. Cualquier compañero en desgracia que tenga que recurrir a nosotros, esté seguro de que no recurrirá en vano, porque le mandaremos quizá lo que nosotros no tengamos para ayudarle, porque nosotros entendemos que a los hombres de bien, a los hombres honrados; a los hombres libres, hay que ayudarlos en la desgracia; cualquiera que ella sea, porque así se salva un hombre, y a nosotros nos interesan los hombres. Compañeros: con la sinceridad y la lealtad con que procedemos los hombres que tenemos sinceridad y buena fe, yo les digo que, al conversar con ustedes, tengo quizá la más grande satisfacción que puede ofrecerle a un hombre el cargo que yo desempeño, pues prefiero estrechar la mano callosa de un hombre que trabaja, y no recibir el saludo de todos esos, que conversan desde hace un siglo sin haber hecho, nada absolutamente, por su país. Y les pido señores, que lleven mi abrazo a todos los compañeros que, en la tierras de ustedes, están trabajando también por el bien de su pueblo, y les digan que en esta tierra no tenemos muchas riquezas materiales para ofrecer, pero sí tenemos un corazón criollo bien grande del cual ellos pueden disponer en cualquier oportunidad. Díganles también, con toda simplicidad, que nosotros trabajamos por esta unión, por esta unión de hombres libres de América latina y que por ella jugaremos cualquier carta en cualquier emergencia, porque cuando nosotros nos metemos en una cosa, lo hacemos de cabeza y con todo, y ayudaremos, a todos los compañeros que en cualquier parte, quieren organizarse y luchar por la libertad y la justicia, por la verdadera libertad y la verdadera justicia, que aún el mundo no conoce y que la clase trabajadora viene pidiendo sin resultado desde hace un siglo. Queremos, que cada pueblo elabore su propia justicia y su propia libertad. Eso solamente lo pueden conseguir los trabajadores; si los trabajadores no consiguen eso, no lo va a conseguir nadie. Persuadido de ello, de la necesidad de que los trabajadores levanten su bandera para llevarla al triunfo, nosotros dispondremos de nuestra parte todo lo que podamos para que triunfe esa bandera de la libertad y de la justicia, de la verdadera libertad y de la verdadera justicia, no de esa que nos mandan en tarritos y que no es ni libertad ni justicia. Por esa libertad que podamos hacer en nuestra tierra, estamos todos decididos a jugarnos, incluso la vida. Y cuando se juega uno así por sus amigos, creo que en el cielo no lo han de recibir mal, sino mucho mejor que a los que mueren traicionando a sus hombres y a su país. ..................
1952-02-20
Ante miembros de la Mesa Directiva del Comité de Unidad Sindical Latinoamericana
Compañeros: Yo no he de hacer un discurso, porque ya he hablado suficientemente largo con ustedes. Quiero decir muy breves palabras. Ha presidido nuestra fiesta el escudo justicialista, que tiene en su representación dos manos inclinadas con la significación de que en nuestra tierra y en nuestra doctrina los de arriba tienen la obligación de dar la mano a los de abajo para ayudarles. Esto, que es el lema de nuestra acción y que es el lema de nuestra doctrina, anhelamos que se extienda, para bien de todos los hombres del mundo, a todas las latitudes de la tierra. Somos muchos miles de argentinos que nos hemos juramentado para hacer de nuestra parte todo cuanto sea posible, sin desmayos y sin temores a sacrificios, para que de la tierra desaparezcan los pueblos explotados por otros pueblos y los hombres explotados por otros hombres. Si este lema, sin ningún sentido político, se extendiese por el mundo con un sentido humanista, es seguro que todos los problemas de la humanidad serían resueltos desde el momento en que este lema se pusiera en ejecución entre todos los hombres. No nos anima a nosotros otro norte que la justicia entre los hombres; no nos anima a nosotros otro norte que la libertad para los pueblos y para los hombres. Cuando muchos millones de la humanidad se juramentan como nosotros para luchar día y noche para la explotación, la miseria y el colonialismo desaparezcan de la tierra, recién la humanidad habrá comprendido que entra en una nueva etapa donde se puede vivir siendo hermanos. .......................................
1952-03-05
Directivas sobre la ejecución del Plan Económico de 1952
El 18 de febrero traté de enterar al pueblo de algunos aspectos del Plan Económico 1952 que nos interesan. Dije entonces que un plan económico no tiene valor si no es conocido y ejecutado por todos. Los factores que gravitan en la economía nacional no están en manos de ninguna persona determinada, sino distribuidos en diversa proporción pero entre todos los argentinos. Todos, gravitamos en esa economía, sea, negativa o positivamente. Los menos, que manejan grandes intereses, y los más, que mueven pequeños sectores, se compensan cuantitativamente. Pero la acción de conjunto es la que arroja la conclusión económica nacional. Ella es la que interesa a nuestro plan. Por eso hoy deseo insistir, ya más circunstanciadamente, sobre el mismo asunto. Para ejecutar un plan de conjunto no es suficiente conocerlo. Es menester penetrarlo y comprenderlo en sus verdaderos alcances. Estudiarlo y planificar su ejecución colectiva e individual. Por esa razón deseo hoy referirme concretamente a la preparación y ejecución del plan en la comunidad, mediante la acción de sus organizaciones competentes y la conducta de cada uno para realizarlo en todas sus partes. Cada habitante debe persuadirse de que si corno ente individual puede accionar en una forma, como ente social le corresponde proceder en otra. Individualmente acciona para sí, socialmente actúa para todos. Es indudable que la defensa directa de los intereses individuales depende de la actuación personal de cada uno, pero también es innegable que las condiciones en que se realiza esa defensa dependen de la situación que caracteriza a la comunidad en que se actúa. Se trata entonces de crear un campo propicio a la acción económica. El progreso y la prosperidad individual no pueden basarse racionalmente en el perjuicio ajeno, porque ello desencadena una lucha egoísta y despiadada, que anula toda cooperación, destruye la solidaridad y termina en la disociación. Cuando los hombres carecen de una mentalidad social es común verlos proceder con estúpido egoísmo contraproducente, porque los males que su falta de solidaridad acarrean a la colectividad, a poco andar, se vuelven contra ellos mismos, comprendidos también por el mal que azota a todos. Así como no concebimos la libertad individual en una nación esclavizada, no comprendemos la felicidad individual en una comunidad desgraciada. En el esfuerzo individual está la fuerza que lleva a la prosperidad general, si se lo realiza consciente y racionalmente. Así como no somos partidarios de la "insectificación" del hombre por el colectivismo, tampoco admitimos la posibilidad constructiva en una sociedad donde el individuo es un enemigo de todos los demás. Por eso sostenemos la necesidad de que cada uno produzca por lo menos lo que consume y estimulamos en alto grado la actividad individual y la iniciativa, que son parte de la propia libertad. Queremos, en cambio, que esa libertad de acción individual, base del trabajo libre, se ejerza lícita y solidariamente, pero no en detrimento de nadie. Propugnamos que el hombre pueda enriquecerse trabajando, pero nos oponemos a que lo haga estafando o abusando de la debilidad de los demás. Queremos, en última síntesis, que cada argentino tenga la prosperidad y la fortuna a su alcance, pero no aceptamos que para lograrlas delinca contra los otros argentinos o contra la comunidad que todos componemos. Nuestro Plan persigue la finalidad de coordinar la acción conjunta, mediante el ordenamiento individual y colectivo. Nada impide que el esfuerzo individual se realice en formo de ayudar a los demás, porque la reciprocidad hará que cada uno reciba a su vez el apoyo de los otros. Nada impide tampoco que todos luchemos tras el propio objetivo, recordando las conveniencias o necesidades de la comunidad. La acción individual tiene siempre una función social que cumplir. PRODUCCION Cuando un hombre vive sin producir es un despreciable parásito que pesa sobre el esfuerzo de los que producen. Los que producen por debajo de lo que consumen son también en parte parásitos que viven "a costillas" de todos. Estos son verdaderos enemigos de los demás y de la comunidad, porque son factores directos de empobrecimiento del pueblo y de sus componentes. Cuando un hombre no produce lo que puede es un saboteador y, en consecuencia, un enemigo común. Entre las causas que afectan a la producción, deseo, a título de ejemplo, tomar dos para explicar: 1º Mano de obra: Bajo rendimiento o trabajo a desgano. 2º Capital: Baja producción o retracción de mercaderías. Empecemos por establecer que ambas causas son maniobras fruto de la incomprensión y la lucha, que, rompiendo la cooperación y anulando la solidaridad nacional, destruyen valores y empobrecen a la colectividad. Los hombres trabajan a desgano por luchas gremiales, abusos patronales, malas condiciones de trabajo, etcétera, y bajan los rendimientos por influencias extrañas. Los patronos reducen la producción o substraen mercaderías al mercado para sostener precios, especular, hacer "mercado negro", etcétera. En ambos casos el perjuicio es directo para la colectividad e indirecto para los mismos obreros y patronos que lo producen. Para la colectividad, que se empobrece en bienes de consumo o de capital; para los obreros, que deben pagar inútil e injustamente mayores precios, y para los patronos porque influyen en una inflación que, al final, ellos mismos pagarán en sus temibles consecuencias. El provecho inmediato encandila a los superficiales y a los ignorantes; el bien definitivo es lo único que debe atraer a los sabios y prudentes. Cuando hemos afirma que el lema argentino de la hora económica ha de ser producir, producir y producir, hemos pensado en esto y en otras innumerables circunstancias. El éxito de todo el Plan Económico depende de que cada uno cumpla su deber conciente y solidariamente, descartando influencias extrañas y pensando que la solución de todos los problemas ha de venir por la acción solidaria del pueblo, que es quien crea y desarrolla la riqueza, base de la abundancia y del bienestar económico. El pueblo es el encargado de producir. El Justicialismo sólo puede asegurar una justicia distributiva en relación con el esfuerzo y la producción. CONSUMO Las comunidades más ricas y felices no son las que ostentan el más elevado consumo. Son las que producen más y ahorran sobre la diferencia. Por eso, en la relación entre la producción y el consumo reside también un factor importante del equilibrio de la economía nacional y popular. Cuando se consume por sobre la producción, el déficit resultante gravita negativamente sobre la comunidad y la escasez se hace sentir en diversas formas sobre el consumo, el poder adquisitivo y los precios. Cuando la producción supera el consumo, el fenómeno es inverso, con las consiguientes ventajas para la comunidad y los individuos que la componen. Si ello es cierto para la comunidad, aun lo es más y más directo para la economía de la familia y del individuo. Por eso, una forma de aumentar las ventajas de una mayor producción reside precisamente en disminuir el consumo mediante una economía doméstica que descarte el despilfarro inútil. Quien gasta más de lo que gana es un insensato; el que gasta lo que gana olvida el futuro: el que produce y gana más de lo que consume es un prudente que asegura su porvenir. Nosotros auspiciamos en el pueblo argentino la conveniencia del ahorro y la previsión, porque anhelamos que nuestro pueblo asegure su porvenir. Algunos han visto como contradictorio que se aumenten sueldos y salarios, cuando se desea disminuir el consumo. El procedimiento de quitar poder adquisitivo al pueblo argentino para mejorar los negocios internos o internacionales no es justicialista. Nosotros no somos empresarios de la miseria; antes bien, nos inclinamos a organizar y racionalizar la abundancia. No anhelamos como solución hacer estoicos a la fuerza, sino formar ciudadanos virtuosos por convicción. Por eso pedimos temperancia no imponemos sacrificios inútiles. Sabemos bien que si quisiéramos aumentar las exportaciones y acumular saldos en divisas, podríamos hacerlo vendiendo al exterior una parte de lo que actualmente consume el pueblo argentino; pero eso sólo se podría realizar, como se lo hace en otras partes, a costa del hambre y la miseria de nuestro pueblo. Preferimos, en cambio, seguir con nuestro mal sistema, según algunos, de abastecer primero a los argentinos y dedicar sólo el remanente a abastecer a los extraños. Sabemos que hay exceso de consumo. Conocemos también que ello es producto del derroche, explicable, por otra parte, si se considera la lógica reacción al hambre y la miseria anteriores. Pero preferimos obtener la cooperación del pueblo para solucionarlo, porque estamos persuadidos de que el pueblo responderá a nuestro pedido. PRECIOS Y SALARIOS Si para equilibrar la economía popular debe el pueblo regular la satisfacción de sus necesidades a lo imprescindible, proporcionando así un ahorro en la comunidad, el gobierno, la producción, la industria, el comercio, etcétera, deben regular también sus gastos a lo necesario y sus precios a lo indispensable. Eso es lo justo. No se justificaría que, en tanto el obrero se priva de una satisfacción personal o familiar, se derroche, en cambio, en los gastos públicos el equivalente al ahorro que ese mismo trabajador realiza. Tampoco que en la estancia, la chacra, la fábrica o el comercio, por deficiencias en la atención, administración, se aumenten los costos de producción, que, cargamos en el precio, tiene que pagar el mismo obrero que economizó sobre su necesidad o la de sus hijos. Conocemos los efectos de la inflación que envuelve al mundo por hechos suficientemente conocidos y comentados. Conocemos también la que soportamos nosotros por consecuencias y por causas que nos son propias, y sabemos que a ambas no las vamos a solucionar sino a largo plazo y con medidas de fondo ya en ejecución. Pero existe otro aspecto de la inflación que muchos callan, que obedece a causas espurias y factores inconfesables, al margen de la economía honorable, como la especulación en todas sus formas, y defectos profundamente arraigados en el sistema económico argentino que es necesario desterrar, como la intermediación simulada o innecesaria, el acaparamiento, la substracción, los acomodos, etcétera. Estos delitos y defectos económicos no tienen otro remedio que la prevención y represión policial, similarmente con lo que sucede en la otra clase de delitos contra las personas, y los defectos deben corregirse como se corrigen en las demás actividades. A los que abogan por un mercado libre a base de la supresión del control económico, les preguntamos, ¿cómo controlarán a la legión de especuladores, estafadores y ladrones que se amparan detrás de una noble actividad como es la industria o el comercio?¿Creen acaso de buena fe que los delincuentes desaparecerán cuando se suprima el control que los evidencia? ¿Abogarían entonces ellos también por la supresión del Código Penal, la policía y la Justicia? Así, cuando no existiera ningún control, desaparecerían también los criminales, los crímenes, los robos, etcétera, porque todo sería supuestamente lícito. Así también podríamos suprimir los médicos y acabar con los enfermos y las enfermedades. En los momentos actuales, en nuestro país, existe el control de precios, sólo para artículos de primera necesidad (comida, vestuario, menaje), aunque en las demás actividades existe control sobre el agio y la especulación. Los precios serán fijados en colaboración entre el Consejo Económico Nacional, la Confederación General Económica Argentina, la Confederación General del Trabajo y la representación de consumidores. Estarán representados: el gobierno, las fuerzas económicas y del trabajo y el consumo, que no se prestarán a consumar injusticias hacia nadie. El aumento de sueldos y salarios es la consecuencia de la homologación de los nuevos precios, para equilibrar el poder adquisitivo y nivelar la economía popular dentro de la concepción justicialista y en contra del abuso capitalista que siempre hizo incidir los sacrificios de las crisis cíclicas sobre la masa popular, traducidos en hambre y miseria, que tuvieron como consecuencia el resentimiento y la lucha social, causa ocasional de grandes destrucciones de valores y anulación del progreso. En los tiempos de abundancia gozaremos todos y todos soportaremos los tiempos de crisis. Eso es lo solidario y eso es lo justo, ya que todos somos factores de éxito o causa de insucesos. Tampoco creemos en la eficacia, como medida económica, de rebajar sueldos y salarios, que disminuyendo el volumen del poder adquisitivo, lleva una atonía contraproducente a todos los sectores de la economía. Tenemos más fe en las calidades y cualidades de nuestro pueblo y de nuestros hombres, que estimulados en su haber, sabrán hacer honor a nuestra confianza produciendo más, consumiendo menos y ahorrando lo conveniente. Hay un equilibrio entre la necesidad y su satisfacción que no se puede romper impunemente y sin sufrir graves consecuencias. Como en todos los casos de equilibrio, mejor se llega a él empíricamente en la acción misma. Trabajemos por lograrlo sin egoísmos ni abusos, y la inflación que hoy asusta al mundo no será causa de temor para nosotros. DIRECTIVAS GENERALES PARA LA EJECUCION DEL PLAN El 18 de febrero hemos dicho "que hay que hacer"; ahora deseamos decir "como hay que hacerlo". Diré también como haremos para mantener siempre presente los objetivos del Plan y como debemos controlar su ejecución. Desde el 18 de febrero, en que anuncié el Plan, espero que la mayoría de los argentinos se haya enterado de él y de cuanto solicité a todos como cooperación de conjunto. Hoy, ya sedimentado este conocimiento, espero que escuchen con atención y comiencen ya a ejecutar de inmediato cuanto les pediré a todos Es indudable que la primera condición de ejecutabilidad del Plan depende de que cada argentino de buena voluntad se prometa a sí mismo cumplir con lo indicado en toda circunstancia y lugar. Si una firme voluntad y decisión anima a cada uno y si todos nos proponemos cumplirlo, podemos estar seguros de que los problemas serán resueltos con la unidad de acción y concepción de los grandes éxitos. Sin embargo, será siempre necesario que las organizaciones gubernamentales, estatales, económicas, del trabajo, de la producción, la industria, el comercio, políticas, científicas, culturales, etcétera, se preocupen y tomen a su cargo la difusión del Plan y el control de su ejecución. Todos debemos empeñamos en difundir el contenido y los objetivos del Plan Económico en las ciudades y en el campo. Todos también debemos encargamos de realizar un ajustado control de su ejecución en nuestras casas, en el trabajo y aun durante el descanso o la diversión. Cuando uno se impone un sacrificio para bien del conjunto está en el derecho de exigir a los demás el mismo sacrificio para no ser defraudado por la desaprensión o falta de solidaridad ajena. Es menester proceder a difundir primero, luego a persuadir sobre la necesidad de hacerlo, después a exigir por diversos medios su cumplimiento. Si todos lo hacemos no habrá dificultades ni tropiezos. DIFUSION La Subsecretaría de Informaciones es el órgano principal de la difusión. Su misión será hacer llegar a todos el conocimiento del Plan mediante sus publicaciones, la prensa, la radio, el cine y la propaganda por otros medios. El Gobierno cumple su misión, en este aspecto, tornando a su cargo la difusión personal por el medio más difundido y manteniendo la dirección general del Plan en todas sus etapas, así como su control permanente. El Estado, mediante sus ministerios y reparticiones, como asimismo la administración, los agentes públicos, las escuelas y colegios, las universidades, los bancos y empresas dependientes, debe ser agente natural de la difusión en la ciudad y en el campo. En forma similar se procederá en todas las provincias y territorios. El Pueblo, por medio de sus organizaciones, es también responsable de llegar con la difusión a todos los lugares. En este sentido pido una inteligente y activa colaboración a la Confederación General del Trabajo ya todos los sindicatos; a la Confederación Económica Argentina y a todas sus organizaciones dependientes de la producción, la industria y el comercio; a las cooperativas de la producción y sindicatos de obreros rurales; a las organizaciones de profesionales, culturales, artísticas, políticas y a toda otra organización existente. EJECUCION Tal como han sido expuestas en el Plan Económico, las medidas deben ser ejecutadas por la acción entera, aunque a los fines de su enunciado hayamos debido clasificarlas en: -Medidas a adoptar por el gobierno y -Medidas a adoptar por el pueblo. Ello se explica fácilmente si consideramos que las disposiciones del gobierno han de ser ejecutadas conjuntamente por los órganos estatales corre pendientes, con la coparticipación y cooperación del pueblo mismo. l. - Medidas a adoptar por el gobierno Cada Ministerio tomará directamente a su cargo la planificación correspondiente, ejecución y control de las actividades fijadas y objetivos establecidos en el Plan Económico 1952, cumpliendo y haciendo cumplir sus prescripciones en lo que le concierna. Tomará contacto directo con las organizaciones estatales y populares a fin de obtener su cooperación en la ejecución y control, coordinando las actividades de conjunto mediante el Consejo Económico Nacional. Il.- Medidas a adoptar por el pueblo Determinado en el contenido del Plan Económico lo concerniente a la economía nacional, popular y familiar, su ejecución depende más que nada de la buena voluntad que cada argentino debe poseer cuando se trata del porvenir de la Patria y del bienestar de su pueblo. Sabemos que contamos de antemano con esa buena voluntad que asegura la cooperación popular él nuestros propósitos. Sabemos también que las ciudades y los campos argentinos están poblados por hombres patriotas y de buena voluntad, que se empeñaran en los objetivos señalados. Pero ello, que conforma lo fundamental, no es todo. Es menester que podamos seguir la ejecución del Plan y controlar ajustadamente su desarrollo en todas sus etapas y su intensidad para accionar en consecuencia. Ello nos obliga a pedir la cooperación orgánica y racional a todas las organizaciones estatales y populares, de manera que su intervención inteligente y activa nos permita intensificar la ejecución, ajustar el control y mantener una información fehaciente y oportuna. El Gobierno centralizará, mediante el Consejo Económico Nacional, los ministerios, Dirección Nacional de Vigilancia de Precios y Abastecimiento, Control de Estado, Coordinación de Informaciones, etcétera, toda la dirección y control. El Estado, por medio de los ministerios, reparticiones y agentes del Estado, tendrá a su cargo la ejecución del Plan. El Pueblo, mediante todas sus organizaciones, cooperará activamente en la ejecución del Plan y el control necesario. Un factor fundamental de la economía popular está representado por la economía familiar y doméstica. En ella el ama de casa es el nervio y motor imprescindibles. Donde el movimiento justicialista ha encontrado gran comprensión y apoyo es en la mujer argentina. Nuestra fe y nuestra esperanza están precisamente en esa comprensión y en ese apoyo. La mujer, en su casa, en la escuela y en la vida, es la forjadora del porvenir de la Patria. En ese concepto, pedimos a cada mujer que se convierta, si no lo es, en una dueña de casa hacendosa y diligente. De su acción de todos los días depende en gran parte el éxito de nuestros planes. Debe conocerlos, comprenderlos, ejecutarlos y vigilar por sí su ejecución. Sabemos bien que este llamado a la mujer argentina encontrará eco generoso en los corazones femeninos, siempre prontos al bien. Por eso, desde ya agradecemos cuanto harán, porque estamos persuadidos de que desde mañana tendremos en cada mujer argentina una cooperadora económica. .....................
1952-03-07
Ante deportistas que representan al país
Yo deseo que mis primeras palabras sean, como de costumbre, para agradecerles el que hayan tenido la amabilidad de llegar hasta esta casa para darme la inmensa satisfacción de poder estrecharles la mano. Recojo las palabras del amigo doctor Valenzuela como una indudable demostración de la solidaridad que reina entre todos nosotros, los que de una manera directa o indirecta trabajamos por el buen nombre y por la gloria de la República. Felicito muy especialmente a todos los deportistas que nos traen muy buenas noticias sobre los resultados y por el comportamiento de nuestros muchachos en el exterior. Lo hago muy especialmente con los muchachos de remo que fueron a Valparaíso, y a quienes hemos seguido muy de cerca en toda su actuación; es indudable que esa felicitación se califica por sí y por los resultados magníficos obtenidos, no porque ellos representen un triunfo sobre los demás, sino porque significan una superación sobre los mismos muchachos que los han realizado. Ese equipo que fue a Valparaíso ha dejado allá, con el buen recuerdo de su actuación, en un puesto de privilegio la posición de la República, lo cual nos obligará en el futuro a prestar mucha atención para poder mantenerla por tercera vez, ya que esta es la segunda victoria en la copa "América". Espero que en la tercera, los resultados sean iguales o mejores que los de la segunda: con esto yo doy la mayor felicitación que puedo al equipo de remo. A los muchachos boxeadores que fueron a Lima a quienes también hemos seguido aquí, compartiendo algunas veces el mismo sentimiento que ellos han de haber experimentado frente a los fallos, los felicito igualmente. Hay una ponderación superior a todas las demás ponderaciones, que hace que, precisamente, en los momentos de esa adversidad por desgracia, porque hay inferioridad o porque hay injusticia, se ponga de relieve el verdadero deportista. Cuando en un muchacho que actúa en esta clase de competencias no existe ese espíritu de superación en la adversidad, no se ha conseguido todo lo que el deporte debe conseguir en el hombre. Por eso es más difícil perder que ganar; es decir, es más difícil saber perder como ha dicho el doctor Valenzuela. Es más difícil saber perder, con o si justicia, porque esa es la superación sobre sí mismo. El mérito, es mi concepto, además de la victoria que traen estos muchachos para la República desde el Perú, consiste en haber sido disciplinados y haberse sobrepuesto a la injusticia o a la desgracia. Eso es lo que el deporte deja de grande en el corazón de cada uno de los hombres que lo practica. Esa muestra, para mí vale tanto, quizás como un campeonato total, como el que obtuvimos en el Panamericano. Por todo esto felicito muy calurosamente a esos muchachos que se han portado tan admirablemente en el Perú. Con respecto a los compañeros andinistas, que fueron también a cumplir sus pruebas en un lugar tan alejado de la República, sé que ellos han realizado un gran progreso. Los deportes de montaña son de largo aliento; allí se necesitan no solo condiciones: es preciso una larga práctica, un tremendo entrenamiento, e ir escalando paso a paso las posiciones en la montaña. De manera que sé que lo que ellos han hecho es un gran progreso; representa para nosotros un verdadero triunfo, la actuación que han tenido. Aunque los récords no representan para nosotros, o no representen en otros deportes, el primer puesto que siempre se aspira a conquistar en esta clase de actividad que yo conozco, sé bien que no son una cosa fácil de obtener y que eso se consigue subiendo paso a paso. Por eso sé cuanto han conquistado allí estos muchachos para la República, y por eso les hago llegar mi agradecimiento en nombre del país, y mis felicitaciones personales. Felicito asimismo, a las muchachas y muchachos que van al campeonato de natación, porque sé que van a cumplir muy buen papel. No sé cuanto ganaremos ni qué; pero sé que se van a portar bien y que van hacer un extraordinario esfuerzo, el mayor que puedan para que la República quede en las mismas condiciones en que ha quedado en Valparaíso, en Lima o en Oslo. Señores: Yo en este aspecto y en estas consideraciones soy un deportista más, y en todo lo que mi palabra pueda dar en este sentido es el aliento y el estímulo de un hombre que ama profundamente el deporte, que lo ha practicado toda su vida y que sabe lo que es el deporte, cuales son sus beneficios y sus sacrificios. Los insto a que sigan trabajando sin desmayos para lograr la superación. El deporte en sí tiene esa extraordinaria cualidad de que el mejor triunfo es el que uno obtiene sobre sí mismo, y a eso es a lo que debemos aspirar todos. Sé que en el desempeño de cada uno de ustedes está puesto un tesón y una voluntad inquebrantable de vencer, y cuando se tiene ese tesón y esa voluntad, entonces se vence, si no en la competencia, por lo menos se vence sobre sí mismo, que es la mayor victoria, como digo, que se puede conseguir en el deporte. Espero que en las actuaciones futuras vayamos superándonos. Tenemos una grave responsabilidad que defender. Ese panamericano que ganamos aquí, en Buenos Aires, nos ha comprometido en el futuro, y espero que para las olimpíadas que deberán desarrollarse en Helsinski podamos presentar también un equipo lo más homogéneo y perfecto posible, con el que dejamos reflejada, si no una segunda etapa del panamericano, por lo menos dejamos en el consenso de los que allí compitan con cada uno de ustedes, la seguridad de que somos verdaderos deportistas, y que en ese noble esfuerzo que van a poner para conquistar los mejores récords, en esas pruebas a que se sometan, tienen ustedes por finalidad no solo la competición en sí, sino el propósito de ganar la amistad, la consideración y el respeto de cuantos actúen allí. Eso es lo que yo aspiro como argentino para todos los equipos que nos representan en el exterior. A las señoritas y a los señores que participarán en natación, les auguro el éxito y les deseo un feliz viaje y muy buena suerte. A los demás muchachos les diré, como siempre, que sigan perseverando, porque esto es cuestión de perseverancia de todos los días. ¡Adelante! Y lo que nosotros podamos hacer en este orden de cosas, no tendrá jamás limitaciones, porque creo que ustedes, que han trabajado durante tantos años solo para poder llegar a los que son, sería injusto y desleal, por parte del gobierno, que no les siguieran poniendo el hombro, ayudándolos en cuanto sea posible para que puedan triunfar en sus deseos y en las competiciones. Muchas gracias, un feliz viaje para los que se van y, nuevamente, mis felicitaciones para los que nos tren las glorias que han conquistado en el exterior .................
1952-03-13
En el Salón Blanco de la Casa de Gobierno ante el Comité Central Confederal de la Confederación General del Trabajo
Compañeros: Yo deseo comenzar esta conversación con un saludo muy afectuoso a todos los presentes y a todos los que ellos representan a través de la organización sindical argentina, adherida a la Confederación General del Trabajo. Me siento inmensamente feliz cuando observo que esta magnifica organización sindical, que es la columna vertebral de nuestro sistema justicialista, se reúne en tan numeroso auditorio y resuelve los problemas de la dirección, de la organización y de la marcha de esta poderosa institución que va dando a nuestra patria una característica fundamental de los que es una democracia moderna, afirmada en los valores políticos, económicos y sociales, sin desmedro de ninguno de estos sectores que caracterizan a la comunidad argentina. Al ver como se desarrolla la dilucidación de todos los problemas sindicales estamos viendo como en el panorama de la comunidad argentina se va elevando la cultura social; como día a día, con gente joven, con gente nueva o con gente vieja, estamos entrando en los verdaderos caminos de una comunidad organizada donde las fuerzas que concretan el equilibrio total de esa comunidad resuelven sus problemas en reuniones ordenadas, en reuniones racionales; resuelven los problemas sin crear otros nuevos y sin exacerbar una lucha entre los hombrees que siempre ha sido inútil. Por tal razón, compañeros, si para ustedes la reunión de este Comité Confederal representa la solución de los problemas de la dirección, para mí es el ejemplo viviente de lo que va a alcanzar cada día la República en el progreso y elevación de su cultura social. Señores: ha dicho el compañero Espejo que se ha reunido democráticamente y con la más amplia libertad para resolver los problemas que solamente interesan a ustedes, como dirigente de esta gran organización. Se nos ha acusado muchas veces de intervencionismo de en el movimiento obrero. A pesar de todo cuanto pueda decir nuestros enemigos del sistema justicialista, ellos no podrán realizar jamás una reunión como la que acaban de realizar ustedes, y llegar a tomar decisiones de conjunto en forma tan ordenada. A nosotros no nos debe interesar lo que digan; nos debe interesar lo que sucede realmente. Eso es lo que nos va brindar inmensa satisfacción. Podríamos mentir pero las mentiras tienen las piernas cortas y no llega muy lejos; en cambio la verdad siempre se abre paso. Por eso, compañeros, de esa satisfacción que ustedes disfruten yo soy quizás el participe que tiene un índice más elevado de satisfacción. Seguimos una orientación que fue la de todos nuestros actos, desde que no hemos llegado al gobierno por la violencia ni nos hemos mantenido en él con la violencia, sino con la calma y con la tranquilidad frente a la violencia de los demás, llegando a ser tolerantes hasta con la propia intolerancia de nuestros adversarios. En los momentos actuales se ha realizado en la República una elección a la que he concurrido yo encabezando el futuro gobierno. He concurrido, puedo decirlo, en contra de mi voluntad, pero obedeciendo la voluntad de mis ciudadanos. Eso se ha manifestado en unas elecciones que todavía no se han producido, con un desnivel cuantitativo extraordinario, en ninguna elección, en ninguna época y en ninguna parte del mundo. Nosotros hemos conseguido en el electorado casi un ochenta por ciento, término medio. Sin embargo, a pesar de que he dicho a nuestros adversarios políticos que es hora de que comiencen a obedecer a la voluntad popular y a no alzarse contra la misma, no veo que esos señores se encaminen hacia nada constructivo. Poco tiempo antes de la elecciones se produce un movimiento revolucionario encabezado por un militar en situación de retiro, apoyado por los líderes políticos, especialmente del partido Radical, del partido Conservador, y del partido Socialista. Esto está comprobado porque los jueces han hecho la investigación correspondiente. Con eso señores, se ha procedido hasta con cierta lenidad, con cierta debilidad, porque yo, que tengo el 80% del electorado a mi favor, me puedo dar el lujo de ser débil. Si yo no hubiera estado fuerte como estoy, quizá los hubiera fusilado a todos. Pero yo no soy de los que gastan pólvora en chimangos y tengo el apoyo popular y nacional suficiente como para darme el lujo de ser hasta débil. Se produjeron esos hechos; fueron sometidos a la justicia, que castigó y sancionó, como ella lo hace, sin intervención del gobierno sino en el "cúmplase" de las sentencias que se pronunciaron. Se han vuelto a producir conspiraciones con otros grupos también de políticos y militantes retirados, asunto que ha pasado al juez, quién está diligenciando los sumarios correspondientes para aplicar las sanciones a que den lugar los delitos cometidos. El Poder Ejecutivo ha tomado las medidas indispensables para la seguridad pública, deteniendo a un pequeño núcleo de individuos que seguían en lo mismo. Faltan dos o tres meses mas para el cambio de gobierno y hay partidos políticos que inician, casualmente ahora, una agitación política con reuniones, concentraciones y conspiraciones que también se producirán "sotto voce", diciendo que no voy a asumir mi cargo en el nuevo gobierno y que ellos van a producir una revolución en el país. Señores: Si esto no fuese un aspecto trágico de la vida de los pueblos, seria una cuestión rutinaria como para reírse de ellos y de todos los conspiradores que puedan existir dentro del país. Pero nosotros necesitamos orden y tranquilidad. Hemos vivido estos cinco años en medio de esa conspiración intrascendente o inoperante de nuestros adversarios, pero que es perjudicial para el país, especialmente en el orden económico, político y social. Por esa razón, frente a esa situación es que yo quiero hablar con ustedes y decirles algunas palabras para que lleven a todos los compañeros del país que nos hagan reflexionar sobre este problema de la conspiración de los dirigentes políticos de algunas fracciones adversarias al gobierno. Sé bien que esa gente no obra por cuenta propia; esa gente está dirigida desde el exterior y nosotros tenemos ya abundantes pruebas de ello. Nosotros sabemos bien donde nos aprieta el zapato. Y sabemos bien cuales son las medidas que debemos tomar para que no nos apriete el zapato donde nos aprieta actualmente. Pero es menester que el país conozca, cual es la génesis y cual el desarrollo que estas actividades al margen de la ley tienen en el país, y cuales son los efectos que se hacen sentir dentro de la colectividad. Como nosotros hemos resuelto el problema obrero en nuestro país, dándole a la clase trabajadora la dignidad, los derechos y el bienestar al que tienen derecho, ellos saben que en ese campo no nos van a conmover. Y en lo político, como consecuencia de lo mismo, han visto en las últimas elecciones, que tampoco nos van a conmover. Dicen entonces que queda un solo camino: el económico. Este asunto es viejo ya. Desde hace ya cinco años, nos han bloqueado a nosotros, nos han perturbado en todo lo que han podido en la economía; nos han hecho las enormidades más grandes que se puedan hacer a la economía de un país. Sin embargo, hasta ahora, me imagino que se habrán dado cuenta de que en esto también somos inconmovibles. Compañeros: A mí afortunadamente, en estos casos, no me podrán sorprender. Se bien que si ellos atacan en esta dirección, yo, que en esto de la lucha soy un profesional porque no he hecho otra cosa en mi vida que estudiar la lucha, les voy hacer frente y les voy a hacer frente con éxito, como lo he hecho hasta ahora. Yo sé que el imperialismo no nos va a perdonar que nosotros seamos los únicos que no bajamos la cabeza y entregamos la plata. Pero si yo bajara la cabeza y entregara la plata el pueblo argentino volvería a los de antes y yo sería uno de los tantos que antes manejaron al gobierno de la República de acuerdo con las directivas foráneas. Como yo sé que este es el talón de Aquiles de nuestra situación, yo lo tengo bien acorazado al talón de Aquiles y hasta ahí no va a llegar ninguno. Yo quiero plantearles perfectamente bien a ustedes, hombres responsables en la dirección del movimiento sindical argentino, la verdadera situación porque hoy ha salido un montón de esos economistas a la violeta que nosotros tenemos - dirigentes o no dirigentes - de los partidos políticos que a menudo deben a cada santo una vela, pretendiendo arreglar la situación de la Argentina. No han sido capaces de arreglar la situación de ellos, pero, sí, son capaces de arreglar la situación Argentina. Ellos son sabios; dicen todo lo malo que nosotros hacemos, pero no dicen lo bueno que hay que hacer. Señores: no es necesario visitar ningún país para saber cual es la situación del mundo; la conocemos desde aquí perfectamente bien. El mundo está dedicando, en este momento, todas sus fuerzas a la fabricación de armamentos que no sirven para comer sino que sirven para matar en la próxima guerra. Todo esto resta a la economía de los países que están embarcados en los planes armamentistas y, en consecuencia, se ha producido en el mundo una merma extraordinaria en lo que había para vivir a fuerza de acumular enormes reservas para morir. Esa es la realidad del mundo. Como no hay riquezas suficientes para hacer frente a estos gastos desmesurados, los imperialismos tratan de sacarle a los demás la plata, las reservas y los materiales necesarios para ellos invertirlos en la tarea de fabricar armamentos. Indudablemente lo que quieren es pagar lo menos posible; si lo pueden sacar gratis, es mejor; y si pueden sacar los materiales y la plata, mejor todavía. Esto es lo que está pasando en el mundo. Hoy no se necesita ser un gran economista para darse cuenta que el desequilibrio se produce por esa circunstancia. Bien, sumen a eso que ya el mundo estaba desequilibrado, estaba empobrecido y estaba miserabilizado, después de la primera y segunda guerra. ¿En que se traduce eso en la vida diaria? Y, señores, en la carencia de todo. Comienza a faltar comida, comienza a faltar lo indispensable para vivir, como consecuencia de que se está fabricando lo que no es indispensable para vivir en reemplazo de lo que es indispensable para vivir. Como resultado de que falta lo indispensable para vivir viene un encarecimiento extraordinario. El que tiene plata paga cualquier cosa para obtenerlo y los comerciantes, no siempre inclinados a la justicia sino al lucro hacen el juego a esa mayor demanda aumentando extraordinariamente los precios y así se produce una inflación total en el mundo. Bien, si se produce una inflación total en el mundo, vale decir si los precios se van a las nubes en todas partes, nosotros que vivimos también en el mundo tenemos que sufrir algunas de esas consecuencias, a pesar de todas las medidas que hemos tomado para evitarlo. Compañeros: Eso se presenta en la vida diaria agravado por los factores y fenómenos locales. Sabemos bien que uno de los problemas más difíciles que el mundo enfrenta, es casualmente la falta de producción y en todas partes del mundo se están tomando medidas para producir. En algunas partes lo fusilan al que no produce, en otra parte lo someten al hambre y a la miseria. Esa falta de producción, que trasciende al mundo entero; que en la vida diaria se traduce en necesidades y en la vida internacional en falta de divisas para comprar en el exterior lo indispensable, es un fenómeno que enfrentan todos los países. Esto se resuelve de dos maneras. Si se quieren tener divisas, es cuestión de vender al exterior lo que se tiene; porque hoy todo el mundo quiere comprar, nadie quiere vender. Si se vende en el exterior se obtienen divisas para comprar lo que viene del extranjero. El otro sistema es no comprar en el exterior y vivir, entonces, más o menos bien satisfechos en el orden de la comunidad interna. Observen ustedes este problema: todos los países del mundo, incluso nosotros, enfrentan la falta de divisas. En algunos países, que ustedes conocen por referencias o porque han estados en ellos, se encuentran en estos momentos con que carecen alimentos, de ropa o de artículos necesarios para la vida, exportando en enorme cantidad. ¿Qué ocurre con eso? El mercado interno se encarece más y la inflación alcanza límites extraordinarios. Otros, cierran la exportación. El que la abrió, tiene divisas; pero tiene hambre y miseria en su pueblo. El otro sistema es afianzar primeramente el país y exportar lo que sobra. Ese no tiene divisas, pero tampoco tiene hambre ni miseria. Piensen compañeros que con la producción argentina, el problema de las divisas yo lo arreglaría en cinco minutos: dicto un decreto abriendo la exportación y empiezan a irse al exterior los botines, el cuero, el tanino, el aceite, el trigo, etc. Qué va a ocurrir entonces? Yo me lleno de divisas, pero el pueblo argentino se llena de miseria. Puede ser esa una solución justicialista? No. La caridad bien entendida empieza por casa. Nosotros podremos prescindir de los automóviles, molestarnos un poco en los transportes y por la falta "frigidaire" o de tabaco rubio, mientras podemos comernos nuestros buenos bifes y nuestro pan. Indudablemente, compañeros, si yo fuera el representante de un gobierno capitalista, optaría por la primera solución, porque así serviría los intereses de los grandes consorcios que son los que trabajan por esa solución y, además, porque estaría obligado a mandarle a nuestros amos los que ellos reclaman. Pero, compañeros, yo no tengo nada más que un amo: el pueblo argentino. Por eso, vamos a ir resolviendo poco a poco los problemas. Cien años de incurias no los podríamos resolver en un minuto. Los otros días, un dirigente político ha hecho numerosas consideraciones económicas que yo llamaría un tanto "macarrónicas" y fuera de situación. Parece que ese señor no viviese en la República Argentina, sino que viviese en Siam, en la China, y hubiera venido a ver la realidad argentina y a describirla. Es indudable que observa nada más que lo superficial, lo que vemos todos a primera vista, pero no ve profundamente el panorama de la República Argentina. Hablar superficialmente de estas cosas es muy simple. Hablar por lo que uno lee en los diarios -interesados en las noticias que nos quieren vender- es muy fácil. Hacer una apreciación económica superficial es también una cuestión que la hace cualquiera, aunque no sepa leer ni escribir. Lo difícil es apreciar profundamente los fenómenos y ver lejos. Ellos no han sido nunca nada porque no ven más que a veinte centímetros de sus narices. Para ser algo en la vida hay que poder ver un poco más lejos y prever. Es muy fácil hacer una crítica ignorante de las cosas lo difícil es llegar a las soluciones que resuelven los problemas. Se critica que tenemos "colas". Y, señores, las "colas" es una situación que desde hace diez años a esta parte la tiene el mundo entero. ¡Como vamos nosotros a eliminar las "colas"! Es un producto de la época es el producto de las armas que se están construyendo en todos. Las "colas" hay que atribuirlas a los miles y miles y cientos de miles de millones que se están gastando en cosas inconstructivas para la humanidad. ¡Que nos interesan las colas! Si todo el sacrificio que tuviera que realizar un ciudadano argentino es hacer una "cola", ¡benditas sean las "colas"! Pero yo les puedo asegurar que de numerosos países, miles y miles de personas se vienen a comer a la República Argentina aunque sea por unos días. El panorama económico argentino es bien simple. Hace cinco años recibimos un país que exportaba miles de millones para pagar los dividendos de los grandes consorcios internacionales que nos extraían todas nuestras riquezas y sometían al pueblo argentino al hambre y a al miseria. Para esos críticos a la violeta no les representa nada el haber comprado los ferrocarriles y haberlos pagado, el haber comprado una marina mercante, el haber pagado la deuda pública, el haber comprado todos los servicios públicos... No, eso no representa absolutamente nada y es otro de los grandes errores que hemos cometido nosotros. Pero ellos, perfectos papanatas, se pasaron cien años politiqueando y no se les ocurrió nunca que todo eso no podía ser del extranjero, que todo eso debía ser de los argentinos. Nunca se les ocurrió porque no tuvieron la suficiente inteligencia para comprenderlo, o no tenían la suficiente decencia para realizarlo. Ellos prefirieron que el pueblo argentino sufriera hambre, miseria a dignidad, para poder ellos seguir usufructuando de la política. Nosotros tenemos otro pensamiento: creemos que estamos aquí para servir al pueblo, y toda la fuerza que se oponga al pueblo, es fuerza enemiga nuestra y la combatiremos por todos los medios, en todas las circunstancias y en todo lugar. Ahora resulta que no tiene ningún valor económico el tremendo esfuerzo que ha realizado el pueblo argentino para pagar todo eso al contado rabioso, diciéndole a las compañías foráneas, "¡que les vaya bien!" Y quedándonos con esto que es nuestra empresa, por nuestra cuenta. ¡Que va a tener valor! Nosotros tenemos ahora una República que no vale nada porque todo lo que tenemos es nuestro. Ellos tenían una República que valía mucho porque todo los que tenían eran de los consorcios internacionales. Nosotros, compañeros, podemos darnos el lujo, como la excepción del mundo, de no deber ni pedir un centavo a nadie. Para darnos ese lujo que ¿sacrificio hemos realizado como comunidad hasta ahora? Ninguno. Sí, ahora estamos mucho mejor que los que estábamos antes, a pesar de haber realizado ese esfuerzo ciclópeo en el orden económico. Llega este momento en que hemos consolidado la economía argentina. ¿Como querían que la consolidásemos? ¿Pidiendo empréstitos como hacían ellos, que nos entregaron la República trágicamente endeudada? ¿Qué solución puede ser es de embargar al país, después que lo hemos sacado de ese embargo que pesó sobre el mismo durante cien años? ¿Cómo podemos pensar que ésa sea la solución? Vean, es tan mala la economía argentina que llevamos dos años perdiendo todas las cosechas, y yo pregunto ¿quién ha sufrido las consecuencias graves de ese hecho meteorológico grave? Todavía no hemos comenzado ni a sentir las consecuencias; nos hemos defendido perfectamente bien. Cuando yo hago un plan económico para solucionar este problema de dos años sin cosechas ¿que sacrificio pido al pueblo? Que se desprenda de lo superfluo. De eso que todos tiramos a la basura; no lo tiremos todo, guardemos un poco que, sumado, formará un gran sector económico que lo aprovecharemos también. Pido a todos los argentinos que derrochemos un poco menos. Que si van todos los domingos a las carreras, vayan domingo por medio, para que podamos capear este mal momento que nos trae la sequía. Con esto nosotros solucionamos el problema. ¡Si no tenemos problemas económicos nosotros! ¿Que nos falten alguna cosas? Pero bendito sea Dios! Por eso no nos vamos a poner a llorar: porque nos falten algunas cosas... Pongámonos a trabajar para fabricarlas. Eso es lo que tenemos que hacer. Es bien clara la situación económica, compañeros, y ustedes no necesitan que yo se los explique. Lo ven cada uno de ustedes. Se producen pequeñas cosas también por pequeñas causas, que son circunstanciales. Y si en estos momentos hay pocos cigarrillos.... ¡bueno!, el problema de los cigarrillos es muy simple. La producción de cigarrillos es suficiente; la distribución es mala. Y los ladrones aprovechan la mala distribución para cobrarlos más caros o para hacer mercado negro. Lo que hace falta al pueblo argentino, señores, es una conciencia de esto, y que si un día se viera que no hay cigarrillos, que no fumemos, que nos pasemos un mes sin fumar, y van a ver lo que les va a pasar a los cigarreros y a los distribuidores. ¿Quién no puede aguantar una cosa de estas? Además, les va hacer bien a la salud. ¡Hasta bien les ha hacer! Así son todas las cosas. La cerveza... ¿Qué pasa con la cerveza? Sabemos perfectamente bien cual es el problema de la cerveza. Resulta que en el interior a la cerveza la pagan mas cara que aquí, en la Capital. Entonces los cerveceros la mandan al interior porque así ganan más. Algunos la hacen viajar a Mar del Plata. La que no se consumen la traen de vuelta, y entonces, al zonzo que paga la cerveza le hacen pagar el viaje de ida y de vuelta, el sobreprecio a la cerveza. Tenemos que combatir a esos señores ladrones, porque cuando hay tantos ladrones la policía es insuficiente para combatirlos. Tenemos que combatirlos entre todos. No tomemos cerveza por un tiempo; también nos va hacer bien... Tomemos agua, que es lo mejor que se ha hecho en el mundo para aplacar la sed. Nada se ha inventado mejor que eso. Está en manos del pueblo argentino evitar toda esa especulación. Quién se va a morir porque se pase ocho días sin fumar o sin tomar cerveza, o sin tomar vino si es necesario? ¿Quién se va a morir por eso? Va a dar un mejor ejemplo a sus hijos, le va a hacer bien a la salud. He ahí los problemas argentinos. Ahí está la protesta de muchos tontos, que protestan porque en estos momentos no tiene una cosa. Pero, ¿es que el país no vale nada frente a eso? Yo les puedo solucionar el problema de falta de cerveza. Dejo que vengan ocho cervecerías de un consorcio que tiene interés en eso, y habrá cerveza, pero van a ver como la van a pagar; la van a pagar cuando la toman y cuando no la toman. Pero todas estas cosas hay que verlas en sus verdaderas proyecciones. Eso tontos que hablan en los comités, en la reuniones políticas, claro, son como esos de la víbora, que andan con la víbora al cuello para vender hojitas; son charlatanes de la víbora o víboras de charlatanes. Pero eso no es nada, compañeros; sinvergüenzas, ha habido y los hay en todas partes y en todo tiempo; es un mal que hay que aguantar en la convivencia. Yo los perdono a los sinvergüenzas, pero perdono a los que obran por su cuenta, no a los sinvergüenzas pagados desde afuera que sirven a un interés foráneo y enemigo del país. Por eso, compañeros, cuando yo he dicho a los argentinos lo que hay que hay que hacer, me dirijo al pueblo argentino, no me dirijo a esos charlatanes, a quienes antes les daban las misiones de ir a hacer los discursos. Yo quiero hablar directamente con el pueblo argentino. Aquí nos entendemos más fácil hablando claro y pronto, conciso y real; por eso me dirijo al pueblo argentino y por eso tengo fe en que el pueblo argentino va hacer lo que le digo. De manera que no tenemos problemas. Esos que creen que vamos a caer en la hecatombe económica, que se compren un buen sillón para esperar el momento en que vamos a caer. Nos han criticado acerbamente el aumento de salarios. Dicen que por un lado pedimos que disminuyan el consumo y por el otro, le damos más plata al obrero. Claro, pretenderán que hagamos lo que hacían ellos, que, para que no gastaran, los tenían en la miseria. Si pagáramos salarios de hambre, claro que se iba a gastar menos, no tengo la menor duda. Pero, ¿quienes iban a gastar menos y sacrificarse? Los pobres, porque los ricos se iban hartar con lo que no gastaran los demás. Yo he dicho aquí que cuando estemos en las malas, lo estaremos todos, y que cuando gocemos, también vamos a gozar todos. Ha llegado en la República el momento en que sepamos que aquí somos todos iguales y que cuando uno haga un esfuerzo lo tendrán que hacer todos. Otros aconsejan el racionamiento. Dicen que en el mundo no hay ningún país que no esté racionado. Que un argentino sale con su automóvil, pasea todo el día por Buenos Aires y gasta toda la nafta que quiere, mientras que en los países que nos venden nafta a nosotros les dan cinco litros por semana. Pero si yo les puedo dar toda la nafta que quiera, ¿por qué voy a racionar la nafta? Ya habrá tiempo para racionarla. Cuando se produzcan los acontecimientos, que pueden producirse, vamos a tener que racionar todo eso que viene de afuera; pero lo que aseguro que no vamos a racionar nunca es lo que producimos aquí. Racionarán ellos; nosotros no vamos a racionar lo que sea necesario. Compañeros: Todos esos sabios que andan por ahí y critican, dan soluciones en todos sus discursos, son para reírse las soluciones que ellos presentan. Lo único que sé decir es que vamos a enfrentar cualquier problema, porque es indudable que el mundo va hacia una encrucijada, y subiendo cada día mas arriba, porque cada día se distrae más el momento para fabricar cuestiones para la guerra y fabricar menos cuestiones para la vida. Pero todavía no ha llegado el momento difícil para la economía del mundo. Ustedes ven países de economía sólida que están desamparados; que cambian de gobierno cada tres días y ningún gobierno puede solucionarles el problema. Esos sí, tienen problemas serios, donde un hombre que gana por día 1.500 ó 2.000, de la moneda esa, paga solamente por cada seis cuadras doce de esa moneda para poder viajar; donde ya no resisten ningún impuesto; donde los impuestos son del noventa por ciento arriba, y no impuestos a los ricos, sino impuestos a los pobres, que son los peores y más graves de los impuestos. Esos tienen problemas. ¿Y vamos a tener nosotros problemas, compañeros? Por esa razón les digo que hay que llevar a la clase trabajadora la absoluta tranquilidad; que no tengan el menor temor en esto. Yo nunca he mentido. Hasta ahora he dicho absolutamente la verdad en la cuestión económica y ustedes pueden venirlo comprobando desde 1946. Siempre he planteado la situación económica al pueblo desde que me hice cargo del gobierno en aquella fecha hasta nuestros días y cumplí, no obstante que esos charlatanes dijeron que yo no iba a comprar los ferrocarriles ni los teléfonos, ni el gas; que no iba a pagar la deuda pública; que no haría la marina mercante; ni iba hacer el Plan Quinquenal. Lo he hecho todo cual lo dije al pueblo sin faltar en una sola cosa. Y cuando dije, compañeros, que estuviera tranquilo el pueblo, que la situación económica era buena, ellos decían que el gobierno se venía abajo en seis meses. Y de esto hace cinco años. Pero tuvieron que ir postergando de seis meses en seis meses la catástrofe. Cuando ellos sostenían eso, yo le decía al pueblo: "Esténse tranquilos, no les hagan casos a estos charlatanes". Ahora les digo lo mismo: que el pueblo esté tranquilo, que no le haga caso a estos charlatanes que lo engañaron durante cien años y quieren seguir engañándolos otros cien. El día que la situación económica sea mala, se lo diré. Yo continuaré diciendo la verdad, pero no estos charlatanes que nunca dijeron la verdad. ¡Qué van a decir la verdad! Si ellos sirvieran los intereses del pueblo, dirían la verdad, pero como sirven los intereses de los que les pagan no pueden decir la verdad. Dicen la verdad que le conviene al otro, no la que conviene al pueblo argentino. Compañeros: En este plan económico que nosotros hemos estructurado, no hay nada de extraordinario porque en ese orden hay pocas cosas extraordinarias que hacer. Yo les puedo decir a ustedes en pocas palabras cual es la gran línea directriz del plan que hemos venido realizando. Nosotros hemos tenido dos etapas de la economía argentina, y las hemos servido perfectamente bien. Ustedes saben como recibimos el país: endeudado, con todo perteneciente al extranjero. El primer programa era tomar todo eso, hacerlo argentino y pagarlo, compañeros, para quedar dueños de lo nuestro. ¡Que íbamos hablar de independencia y de soberanía si éramos unos tristes coloniales! Lo primero que había que hacer era la independencia de este país para que, entonces, independiente, pudiera gobernarse y trabajar para que cada uno tuviese el fruto de su trabajo, en lugar de mandar a la metrópoli, como vil colonia, la que producíamos y la riqueza que amasábamos en esta tierra. Este primer paso no era simple: había que enfrentar la parte financiera y económica y, además, a los enemigos que, desde afuera, no iban a querer que los echáramos de aquí y les comparáramos todo lo que tenían. Fue una etapa difícil, en que hubo que hacer buenos negocios, hablar de frente y proceder firme. Para eso había que tener un poco más que unos tristes y raídos pantalones con rodilleras, como tienen esos políticos: había que tener algo en la cabeza, algo en el corazón y algo en otra parte, también. Ellos, compañeros, demostraron no haber tenido nunca nada en ningún lado: ni en la cabeza, ni en el corazón, ni en ninguna parte. De manera que ¡cómo nos van a criticar a nosotros! Si hasta es indignante escuchar a esos charlatanes sinvergüenzas y falsarios que quieren engañar al pueblo con su prédica destructiva e inútil. Pero no lo van a engañar: ya están muy avivados los argentinos para que los vuelvan a engañar. Esa fue nuestra primera etapa: luchamos como leones, pero hicimos y lo tenemos. Ahora viene la segunda etapa. Naturalmente, después de un combate como este que realizamos, los papeles quedan un poco "embarullados". ¡Qué va a estar uno ocupándose de papeles cuando tiene que pelear con las fuerzas que enfrentamos nosotros! Pero una vez que los derrotamos, entonces nos dedicamos a ordenar los papeles. Es lógico por eso la etapa de la consolidación es la que estamos realizando y hemos estado realizando hasta hoy. Estamos en una línea, y aquí vamos a salir con un nuevo plan, que es el Segundo Plan Quinquenal. Lo que gastemos antes para comprar lo que ellos habían vendido, se lo vamos a poner arriba del territorio del la República y los vamos a enriquecer. Compañeros: No se necesita ser un genio ni en economías ni en finanzas. Lo que se necesita es tener carácter y perseverancia para triunfar. Así se puede obtener algo simple y bien realizado; sobre todo con honorabilidad, palabra que no se si ellos conocieron nunca. Está equivocado el que cree que ellos van hacer algo. No. Nosotros tampoco. El único que puede realizar algo es el pueblo argentino. Si el pueblo argentino no lo hace, nadie puede hacerlo. Esos charlatanes que dicen que harán tal cosa, ¡qué van hacer! Si ellos no han hecho otra cosa en la vida que no sea engañar y estafar a la gente. La economía se hace con el pueblo no con los charlatanes ni con los economistas. Se hace con trabajo. Y si no, piensen ustedes si conversando alguien se puede ganar la vida como no sea un charlatán o un estafador. La vida, tanto de los hombres como de los pueblos se gana trabajando. Quiero, compañeros, que lleven a los demás compañeros esta, mi palabra. No, porque vaya a iluminar a nadie, sino porque les presentará un panorama real de lo que hoy están disfrazando esos charlatanes, que después de haber sido derrotados de una manera aplastante en las elecciones, salen ahora a la calle queriendo constituirse en los salvadores de la patria. Ellos que la vendieron, la colonizaron y la esclavizaron lo más noble que tiene: su pueblo. Ellos, que no entraron en ningún negocio que estuviese a menos de tres mil kilómetros del país. En lo demás, entraron en todos. Ellos que no fueron capaces nunca de hacer una sola de las cosas que hemos hecho nosotros. Cuando se hablaba de comprar los ferrocarriles, ¡el susto que se llevaban! Y nosotros los compramos en una semana, los pagamos y aquí no ha pasado absolutamente nada. Ellos que un nunca construyeron nada en el país; nosotros que construimos setenta y seis mil obras. Ellos que sirvieron siempre a los intereses extraños al país; nosotros que servimos solamente el interés del pueblo. Ellos, que escarnecieron a la clase trabajadora, la quieren engañar ahora diciéndole que la van a salvar de esta "tiranía" que yo ejerzo sobre los trabajadores. Entonces, ¿cómo no vamos a llevarles a los demás compañeros, que quizás conocen menos esta situación, la palabra esclarecedora del momento? Nosotros, como dirigentes, tenemos esa obligación, porque muchos de los compañeros que no estaban en claro sobre estas cosas pueden engañarse. Yo les dije una vez, hace muchos años, que cuando el capitalismo y el imperialismo internacional quisieran de nuevo dominar al pueblo argentino iban a tratar engañarlo nuevamente, como lo habían engañado durante tantos años; que iban a tratar con su dirección, con su política y con sus mentiras, desengañar a la clase trabajadora; que con la palabra que ellos tienen pueden pagar a muchos mentirosos, y desgraciadamente, en el mundo hay demasiados mentirosos que no trabajan y, en consecuencia, tiene que vivir de eso, de la prédica pagada desde otra parte para engañar al pueblo. Les dije también que el día que el pueblo se engañase, estaría perdido. Yo no creo que yo sea solución para nadie pero mientras yo esté aquí ustedes tendrán un hombre honrado que dice la verdad y no engaña a nadie. Esa es la única, garantía que el pueblo debe exigir a sus gobernantes. Tanto he querido que el pueblo no sea engañado que hecho que el mismo venga a participar del gobierno. He traído gente del pueblo a trabajar con migo; he llevado gente del pueblo al Congreso y a todas las demás esferas gubernamentales, y llevaré cada día más para que el pueblo con sus propias manos pueda palpar esas verdad. Para eso, les pido que al regresar a sus distintas localidades de origen, tengan la amabilidad de llevar esta, mi palabra, a todos los compañeros y decirles que, como siempre, estoy firme en una sola defensa, que es la que ellos conocen y la conocen todos ustedes. Yo no cambio de causa; yo ya muero con esta causa. No soy, por otra parte, de los hombres que acostumbran a cambiar de causa como de camisa, que hoy defienden a uno y mañana a otro. Yo defiendo una sola causa: la justicia. Donde está la justicia, ahí estoy yo. No busco otro horizonte ni otro objetivo que la verdad. Yo no pido a nadie que sea portador de mi mentira ni de mi propaganda. Solo le pido que sea portador de la verdad, porque es la única cosa que me entusiasma. Y esto que les he dicho hoy, es la pura y absoluta verdad. Por eso les ruego que la lleven a todas partes, que la hagan circular, que la hagan conocer a todos los compañeros, porque mientras no entre la mentira entre nosotros, mientras no tengan éxito los mentirosos en la masa argentina, la masa argentina está segura. Pero, ¡Dios me libre el día en que de nuevo los mentirosos entren a sentar sus reales en la masa argentina! Porque ese día, ésta estará perdida. Nosotros, como dirigentes, tenemos la obligación de salvarla y asegurarla, y la masa se salva y asegura sólo con la verdad, jamás con la mentira. Por eso, compañeros, para terminar, les ruego que sean ustedes dirigentes responsables de una organización ya respetable y respetada en nuestro país: la C.G.T.; les pido que sean portadores de estas palabras, llevándoselas a todos los compañeros del interior en forma directa, para que ellos comprendan y nos acompañen en esta causa que es la verdadera cada del pueblo. Además, les pido que sean tan amables de llevarles también un gran abrazo a cada uno de los compañeros de toda la patria, diciéndoles que aquí en mi puesto, yo estoy firme, como espero que ellos también estén en los suyos. .................................
1952-03-18
Ante participantes de los Campeonatos Infantiles "Evita"
Yo deseo que mis primeras palabras sean para agradecerles a todos la presencia en esta casa; así tengo, por lo menos de cuando en cuando la inmensa satisfacción de poder saludarlos personalmente. Agradezco en nombre del gobierno a la Fundación, porque ella ha hecho posible la realización de este sueño, tan acariciado por nosotros, de confundir en esta actividad deportiva a todos los pibes del país que llegan hasta la Capital en representación de todos los compañeros que han quedado en el interior. Agradezco también, muy especialmente, a todos los delegados que nos acompañan, o que han actuado en el Campeonato Infantil "Evita". Ellos son los maestros de esta juventud que comienza a formarse bajo los auspicios del deporte en la República Argentina. Yo sé bien de las dificultades con que tienen que luchar esos delegados; del trabajo que desinteresadamente realizan, y como ellos van conformando en el espíritu de los pibes de la República, esa escuela de honor que representa la escuela deportiva. También a ellos va mi profundo agradecimiento de argentino, por que ellos están haciendo en el deporte lo que, hace muchos años debió haberse hecho con toda la juventud argentina. Yo quiero explicarles a todos, en pocas palabras, cuál debe ser la orientación futura, en la preparación de la cultura física argentina, y cuales son los grandes objetivos que debemos alcanzar con el tiempo. Nunca he sido partidario de obligar a la gente a hacer lo que debe. Más bien, he sido partidario de persuadir a los hombres sobre lo que deben hacer, y dejar que ellos, libremente, vayan realizándolas, por las satisfacción propia de esa realización. En el deporte eso es fundamental. Yo sé que en el Primer Plan Quinquenal, nosotros podríamos haber hecho una magnífica organización para que todos los jóvenes del país practicaran los deportes, pero también sé, que habrían pasado estos cinco años y tendríamos una hermosa organización en un papel, con un mundo de funcionarios y empleados, pero no tendríamos ningún pibe deportista como todos estos que vemos aquí. Yo he preferido seguir el otro camino: tener muchos cientos de miles de pibes deportistas, aunque no tengamos ninguna organización, ni muchos empleados, ni muchos funcionarios para dirigirlos. Esto creo que es el camino de la realización. Que sea el deporte nacido en el entusiasmo de los que practican, la fuerza motriz que impulse esa organización. Y que sea antes que una organización una realidad efectiva de la práctica de los deportes. Y eso viene desde el pueblo mismo, cuando hay aliciente, cuando el gobierno ayuda un poco y cuando existe un gran corazón como el representado por la Fundación Eva Perón que acoge, que lleva, que organiza y que realiza lo que quizá no podríamos realizar con cuarenta o cincuenta funcionarios y con dos mil o tres mil empleados en la actividad deportiva. Por esa razón creo que vale más un deportista que una organización para dirigirlos. Hemos empezado con esto; ahora que tenemos los deportistas comenzaremos a organizarnos cada día mejor. Porque para hacer un guiso de liebre, lo primero que hay que tener es la liebre. Ahora tenemos la liebre, ya podemos hacer el guiso. Vale decir, tenemos los deportistas, tenemos los pibes deportistas, que constituyen el futuro del país, que es precisamente lo que nos interesa a nosotros los viejos. Los viejos esperamos ya morirnos tranquilos y descansados; lo que interesa al país es el porvenir, los jóvenes que son quienes llevarán adelante todo lo que nosotros soñamos y lo poco que pudimos realizar. Un objetivo de la preparación integral del hombre está siempre dirigido en tres grandes actividades. La primera es preparar el físico, desarrollarlo, vigorizarlo, para que pueda en ese físico morar un alma pura, un alma buena, darle los conocimientos intelectuales necesarios para que ese hombre vigoroso y fuerte con un alma buena, pueda hacer un buen uso de los conocimientos que adquiera. Eso es lo que ambicionamos para cada uno de los muchachos de nuestro país; que sean fuertes, sanos y vigorosos, que sean buenos y que sepan muchos, son las tres cosas fundamentales por la cuales nosotros luchamos para que nuestros muchachos las adquieran con el mínimo sacrificio y con el más grande de los entusiasmos. Hasta ahora en la República habíamos dado una preferencia extraordinaria a los conocimientos intelectuales, pero no nos habíamos ocupado de hacer de ese intelectual, primero un hombre sano y después un hombre bueno. Así dábamos armas muchas veces a una mala persona, que hacía mal uso de esos conocimientos que el pueblo argentino costeaba para que cada argentino llegara a poseerlos. Nuestra orientación ahora es distinta. Nosotros queremos primero que los muchachos sean sanos y fuertes y después, que sean buenos. Si saben leer y escribir, mejor; pero primero ese hombre debe ser sano y bueno. En esto el deporte juega un papel fundamental. Es en ese hombre fuerte y vigoroso donde más es propicia la formación de un alma pura y de un alma buena. El deporte es una escuela de bondad, a la vez que es una escuela de carácter. Y formar esos hombres de gran carácter, es lo fundamental para el país. Por eso, desde los primeros tiempo encaramos nosotros, a base de la iniciativa y del consejo de muchos compañeros de la Fundación que tuvieron la original idea, la realización de estos tipos de campeonatos, para que los chicos sepan que en este país, cuando decimos que ellos tienen el único privilegio existente, comience el mismo hacerse efectivo; para que sepan que nosotros gobernamos para el país y que dentro de ese gobierno, nuestra predilección está para ellos, porque ellos representan el futuro y la grandeza de la Nación. Los pibes que se formen en esta escuela, donde comienzan a sentirse responsables de una actividad, aunque sea ella en deporte, comienzan a formar la escuela de los argentinos responsables del mañana con que nosotros soñamos. Nosotros, los viejos, vamos a entregarles nuestras banderas a ustedes, los muchachos. Por eso queremos que los muchachos de la Nueva Argentina que reciben esas banderas, sean mañana hombres fuertes y buenos. Esa es toda nuestra aspiración y deseo. Ustedes se están formando en esa escuela donde el deporte está poniendo en evidencia que la lucha que en la práctica, ha de ser una lucha noble, elevada y pura, una lucha sin segundas intenciones ni triquiñuelas malvadas. Esa será también la escuela de la vida para los argentinos, para que sepan que en la lucha por la vida del futuro, como en el deporte, hay muchos fouls que no se deben cometer, y hay muchas acciones que se deben poner en marcha cuando los hombres tienen un corazón bien templado y un alma y una conciencia ante la cual responder de sus propios actos. Esta escuela del deporte es la futura escuela formativa del espíritu de las personas. Nuestra aspiración ha de ser que todos los años vayamos progresando con estos campeonatos infantiles y que no haya ningún pibe en la Argentina que no practique alguna actividad deportiva. Él tiene la escuela para nutrir su alma, de manera entonces, que si es importante la escuela, el colegio la universidad, es igualmente importante el campo del deporte donde él vaya formando su verdadera personalidad, fortificando su cuerpo, sus músculos y fortaleciendo sus huesos. Nosotros aspiramos a que ese deporte sea impulsado por ustedes mismos y por ustedes mismos organizado; cada uno de los pibes que han concurrido a este campeonato debe ser un organizador y un dirigente de su propio deporte. Ellos, con la ayuda de los delegados y de las organizaciones que funcionan en cada una de las provincias, deben ser los propulsores del deporte de la juventud argentina. Nosotros tenemos profunda fe en el porvenir deportivo de la República Argentina porque vemos el entusiasmo con que ustedes lo practican. Yo no tendría ningún entusiasmo si muchos señores hablaran todos los días del deporte de la juventud argentina; no tendría ninguna confianza, pero tengo una enorme confianza al ver el entusiasmo con que hoy se mueve la juventud argentina tras las inquietudes deportivas, cuando veo que miles y miles de pibes están en las canchas, en la piletas, en los campos, están en cualquier parte practicando el deporte que es predilecto a su inclinación y su capacidad. Por esa razón, les pido a todos ustedes que lleven a la provincias a la cuales regresan ahora, este espíritu inmarcesible, que es espíritu de una raza que lucha por su superación; que lleven este espíritu deportivo y hagan participar en él a todos los compañeros, a todos los demás pibes de la República, porque sé que en eso estamos colocando los cimientos de la escuela mas formidable para la formación de los futuros ciudadanos argentinos. Ustedes son muy pibes todavía, para apreciar la trascendencia de lo que representan para el futuro deportivo de la Nación, pero deben tener ya el sentido de esa responsabilidad, y por eso me animo a decirlo, para que secunden de todas maneras y acompañen con entusiasmo a los delegados que a ustedes los mueven y representan en cada parte de la república. Piensen, muchachos, en formar los clubes, en darle organicidad, en que esos clubes de pibes que existen en toda la República vayan siendo cada día más completos y perfectos. No abandonen nunca ese club. Lleven nuestros pibes para que compartan con ustedes la alegría y la satisfacción del deporte y cuando necesiten ayuda, pídanla a los gobiernos de las provincias o al gobierno de la Nación. Nosotros no les vamos a negar nunca la ayuda que ustedes necesitan, porque ustedes son tan colaboradores nuestros como los demás que actúan en las distintas esferas del gobierno. Ustedes están realizando una obra cuya trascendencia todavía no pueden apreciar. Sigan, pues, con sus clubes, formen mayor cantidad de clubes; pidan ayuda, exijan ayuda, a los gobiernos para que los vayan consolidando y logren así ustedes su cancha, su campo de deportes. Se gasta mucho en otras cosas que son menos importantes que las que ustedes están realizando. Sientan ustedes esa responsabilidad y llévenla adelante. Ustedes ven que todos los estímulos que nosotros podamos brindar a los muchachos que practican los deportes serán cada día más grandes y cada día ayudaremos en una mayor medida para que cada uno de ustedes pueda ser en el futuro un dirigente de esa inmensa actividad que representa el campo deportivo de la Nación. En ese sentido, nosotros iremos disponiendo cada día mayor ayuda para los clubes infantiles, para que ustedes puedan practicar todos los deportes. Que no sean solamente clubes de fútbol, sino que en esos mismos clubes se empiece por el fútbol por ser el que más "entra", para arrimar una mayor cantidad de muchachos, y luego se siga con otras actividades. Del fútbol irse al basquet; del basquet al atletismo; después del atletismo conseguirse una piletita... Esto del deporte yo lo conozco porque he sido un deportista toda mi vida. Después de la piletita, hacer una cancha de pelota; en fin completar un club, pichuleando de un lado y de otro, hasta lograr el club que, comenzamos en un potrero, haya llegado a un estadio. Cada pibe debe pensar en eso, y cada pibe debe trabajar para que eso sea así. Cuando en la República Argentina existan muchos de miles de clubes infantiles, habremos dado al país la organización más colosal del deporte. La educación física depende del pibe y no de la instrucción que nosotros le vayamos a dar. Antes, los muchachos iban a jugar al billar y hacer picardías; hoy van a un campo deportivo. Lo que tenemos que hacer acá no es que los pibes hagan nuestra voluntad, sino nosotros hacer la voluntad de los pibes. Lleven esto a cada provincia y vayan formando sus clubes, primero en un potrero, que siempre se consigue, porque el club que nace así es como esos grandes comercios. Hay dos maneras de instalar un comercio: uno consiste en instalarse en un edificio de cuarenta pisos, con doscientos empleados en la administración y mil para otros quehaceres y al año se funde; el otro consiste en empezar en un bolichito chiquito par ir armando luego dos o tres pisos. Ese es el que hace un gran negocio. Con el club sucede lo mismo. Si se construyera un gran club en un gran edificio y no fueran los pibes, ¿para qué nos serviría? Los pibes tienen que hacer su club modesto con derecho de posesión para ir formándolo de abajo. Por eso, hagan ustedes su club y nosotros los vamos a ayudar, dándoles todo lo necesario. En esto, muchachos, para que Dios los ayude, tienen que empezar todos a ayudarse. No esperen a que nosotros les vayamos a buscar la cancha para que la construyamos. Tenemos tantas cosas que hacer, que cada uno tiene que ocuparse un poco de esto. Ustedes nos tienen que decir: "Tenemos aquí esto". Nosotros vamos a formar y se hace a su gusto, para que mañana no les haga yo una cosa que a lo mejor no les agrade. Se la hacemos al gusto de ustedes. Por lo tanto, es necesario que ustedes se ocupen. Los que van a Rosario pueden ir buscando desde ya el terreno para hacer la canchita y nosotros haremos en seguida lo que nos corresponde. A Arsenal le debemos la cancha y se la daremos. La que ellos propusieron resulta un poco salada: un millón de pesos. Muchachos, hay que ser un poco modestos. Ya nos hemos de arreglar nosotros para comprar el terreno más barato para hacerles allí la canchita inicial, pensando en que eso será un gran estadio para los pibes del futuro. Lo mismo en las otras provincias los pibes tienen que ir viendo que se puede hacer para que nosotros podamos ir empujando desde aquí y hacerles la cancha. A los grandes le prestamos la plata para que construyan sus estadios con grandes instalaciones y ellos nos pagan despacito. Pero como los pibes no tienen plata y no van a pagar, tenemos que hacerles las cosas también despacio, para ir satisfaciendo todas las necesidades. Cada pibe debe pensar que él tiene que tener su club. ¡Por qué no lo ha de tener! Nosotros los apoyamos en todo lo que nos sea posible. Por lo tanto, pibes, vayan eligiendo el terreno y apropiándoselo! total a los pibes no los echan. Aquí estudiaremos si es conveniente y, de acuerdo con ustedes, iniciaremos las obras. Ya verán como los problemas tienen solución. Pero nuestro estímulo va más allá. Estableceremos como una costumbre que los campeones infantiles acompañen a los cracks que van a representarnos en el exterior. De manera que ustedes vayan viendo como va hacer ese futuro. Este año empezamos por ir a las olimpiadas de Helsinsky, claro que no con una delegación muy numerosa, porque hay algunos que hasta quisieran llevarse todo el club; no, solamente los campeones deben ir; hay que tener en cuenta que debemos fletar un barco para ello, y a todos no le podríamos brindar las comodidades necesarias para que realicen el viaje convenientemente. No solo se aprende practicando, se aprende también viendo, viendo otros países y otras formas de prácticas del deporte y, por la dudas, llevando los pantaloncitos y las camisetas, si se da el caso de jugar. Esto, en esta forma, vamos también a imponerlo como costumbre. Es decir, que nosotros vamos a dar todos los estímulos que podamos brindar y ofrecer al deporte infantil, pensando que para nosotros, en este momento, - francamente hablando entre nosotros - aquí es más importante el deporte que practican ustedes que el que practican los grandes; ellos ya lo tienen todo en marcha; los que tenemos que poner en marcha ahora son ustedes, los pibes, que representan el futuro que es lo que a nosotros nos interesa fundamentalmente. Cada uno de ustedes debe ser en su pueblo, en su ciudad, en su provincia, un propulsor de todo esto; en que uno no tiene nada que ganar, que lucha por el fervor y el entusiasmo. Nadie podrá decir de ustedes que son interesados ni ninguna otra cosa, porque esto se hace voluntariamente. Ustedes ven que todos los dirigentes deportivos son hombres pobres en general. Los ricos no se ocupan de estas cosas, más bien son los hombres modestos y algunos hombres que tienen dinero que lo emplean en alguna actividad deportiva los que se dedican a esto; son hombres de entusiasmo, buenos de corazón, que se dedican a esta actividad donde uno no tiene nada que ganar más que la inmensa satisfacción de llevar adelante una causa de bondad de los hombres, del progreso de la raza y de crear esa escuela de formación en un ambiente dentro del cual somos todos humanos. ¿Porqué? Porque no hay intereses por los cuales nos pelemos. Aquí se pelea y se lucha por el honor de ir conformando la legión de hombres que aprendan a luchar por ese honor que es el más grande de los honores por lo que el hombre puede luchar, en el fondo de todas las filosofías existentes. Por eso pibes, yo les pido que sean ustedes portadores de todo este entusiasmo a todas partes; que cada uno de ustedes pueda entusiasmar a diez o veinte pibes más para que practiquen deportes, y formen en todas las actividades deportivas una legión de pibes que nos traiga todo los años la alegría de verlos jugar tan bien como ustedes juegan y practican los deportes tan honrosa y honradamente como ustedes los practican. Finalmente, les pido que al volver a las provincias lleven un abrazo a todos los pibes y les digan que nuestro desvelo y pensamientos, en su mayoría, están puesto sobre ellos, no solamente porque sentíamos una predisposición especial por los pibes, sino porque también estamos cumpliendo un deber de gobierno; nosotros pensamos que ustedes; en estas nuevas generaciones de argentinos, está la salvación de la Patria. Por eso, hemos puesto los ojos y el corazón de ustedes. Lleven a todos los pibes un gran abrazo y díganles que le metan todos los días a la formación de clubes; que no aflojan ni un minuto en eso, que empujen; que ya van a salir los clubes de alguna parte. ...................
1952-03-21
Discurso en la despedida de los soldados del Regimiento Escolta de Granaderos a Caballo
Siguiendo una vieja costumbre establecida por mí, he querido tener la satisfacción, antes que el Regimiento Escolta licencie al personal correspondiente de la clase, de despedirme de cada uno de ustedes. Hago constar que esta satisfacción me place sentirla en estos momentos en que agradezco a todos los que han prestado guardia en esta casa, por la seriedad con que lo han hecho y la corrección con que han cumplido los servicios de destacamento. Cada uno de ustedes ha sido siempre aquí un elemento de honra para el Ejército y para la institución. Por eso me place extraordinariamente decir que en los cinco años que tengo en este cargo, nunca me ha llegado a mí la menor queja sobre los servicios prestados por el Regimiento de Granaderos a Caballo en la casa. Jamás ha llegado una novedad. Ustedes han cumplido ese quinto año con un correcto comportamiento, que, por otra parte, es la tradición permanente del Regimiento. Al despedirlos, quiero en nombre de la Nación, felicitarlos por ese comportamiento ejemplar que el Cuerpo de Granaderos ha tenido aquí. Ustedes se reintegran a la vida civil. No olviden nunca que nosotros, que hemos compartido este año y que hemos sido jefes comunes de todos los hombres que han prestado servicio en la casa, somos también como amigos para cada uno de ustedes. En cualquier circunstancia y en cualquier momento que ustedes tengan una necesidad de cualquier orden, en que nosotros podamos intervenir para solucionarla, estamos total y absolutamente a su disposición. Dejan la casa que ha sido común durante este año, y dejan también amigos dispuestos a servirlos en toda circunstancia. Al reintegrarse la vida civil, deseo que sean ustedes muy felices, que encuentren bien a sus familias, y que sigan pensando que ese sagrado uniforme que durante un año han tenido el honor de vestir, que los ha transformado de ciudadanos en Granaderos de San Martín, debe ser permanente recuerdo para que tengan siempre presente que el insigne honor de haber pertenecido al Regimiento de Granaderos a Caballo, no se pierde con el licenciamiento. Eso dura para toda la vida en un argentino. El ilustre regimiento en el que ustedes permanecieron durante un año, es un regimiento que honra a cualquier ciudadano, y que lo honra por sobre todas las demás cosas, porque ha sido el regimiento del General San Martín. Regresen ustedes a sus hogares y recuerden que el Ejército que ustedes abandonan, es una institución que nos pertenece a todos. Recuerden que al convertirse de soldados en servicio activo en ciudadano reservista, no cambia la situación de un argentino que tiene el corazón bien puesto. Recuerden siempre que las glorias y tradiciones de este Regimiento, no las mantienen solamente los soldados que forman sus filas, sino todos los argentinos, conservando por él un respeto y una admiración que debe ser el norte en esas glorias y en esas tradiciones de la patria. Finalmente, les deseo que el reintegro a la vida civil se haga con toda felicidad y que los esperen a ustedes en el lugar de trabajo donde continuarán sirviendo con todo éxito y con toda felicidad. ..........................
1952-03-24
Discurso pronunciado en el teatro Colón en la clausura de la asamblea nacional conmemorativa del 20º aniversario de la fundación de la Confederación General de Empleados de Comercio
Discurso pronunciado en el teatro Colón en la clausura de la asamblea nacional conmemorativa del 20º aniversario de la fundación de la Confederación General de Empleados de Comercio Compañeras y compañeros: Yo he querido en este día, llegar hasta esta magnífica asamblea, para unirme, de todo corazón al júbilo que tan justamente embarga a los empleados mercantiles, para rendir un homenaje a la organización y a su organizador, el compañero Borlenghi. En mis ya largas luchas, por la causa común del pueblo argentino, he tenido siempre en la Confederación de Empleados de Comercio y en el compañero Borlenghi, dos fuerzas que han acompañado permanentemente mis inquietudes por el pueblo argentino. Es por eso, que este 20 aniversario, yo quiero rendir mi homenaje de compañero, de amigo y de argentino, homenaje en el que va impreso toda la sinceridad de mi alma, homenaje en el que va impreso todo mi cariño de compañero para la Confederación, para todos los componentes de la Confederación y para el compañero y amigo Borlenghi que me acompaña en el gobierno. Yo no podré olvidar jamás, que en las horas más difíciles, en nuestros comienzos, tuve siempre al lado, la magnifica compañía de los compañeros mercantiles. Yo recuerdo que después de haber trabajado arduamente durante un año y medio en la Secretaría de Trabajo, donde éramos combatidos desde todos los ángulos, cuando comenzamos a luchar por las primeras reivindicaciones de los trabajadores argentinos, cuando después de un año y medio de deambular de allí a la Casa de Gobierno, para poder sacar en forma de decretos-leyes, muchas de las conquistas impostergables de los trabajadores argentinos, cuando ya en el consenso de la oligarquía rencorosa que nos enfrentaba, veíamos las reacciones, si bien esporádicas, persistentes, yo planteé ya en el seno de los dirigentes, la necesidad de que saliésemos a la calle para demostrar de que no era solamente la Secretaría de Trabajo la que estaba en esa lucha, sino que detrás de esa Secretaría, estaba gran parte del pueblo argentino. Recuerdo que les dije a todos los compañeros: nosotros tenemos que hacer la primera demostración de fuerza, demostración de fuerza sí, demostración de los hombres que piensan y sienten como nosotros. Fue entonces, que planteé un dilema un poco difícil para los momentos que vivíamos. Les dije a los compañeros: vamos a hacer esa concentración, la vamos a hacer en el propio campo de batalla donde mueve sus legiones la oligarquía, en la Diagonal y Florida. Y les dije: si fracasamos, habremos terminado, porque nosotros tenemos que poner en marcha ya, un movimiento cívico. Recuerdo, que el compañero Borlenghi, se encargó de la organización del acto. Ya para mí, eso representaba, en cierta manera, una garantía de éxito. Sin embargo confieso, que no las teníamos todas con nosotros. Efectivamente, fue la Confederación de Empleados de Comercio, que organizó ese primer acto, donde realmente sucedió la revelación que ni los políticos claudicantes, ni la oligarquía atenta y observante, se había imaginado hasta esos momentos. Ese acto fue el puntapié inicial de ese partido que debíamos de ganar por tantos goles de diferencia en la última elección. Es indudable, que en esa lucha, pasamos también por nuestra Cancha Rayada. Pero también, en esa noche de Cancha Rayada para nosotros, los empleados mercantiles en menos de dos horas concentraron cincuenta mil hombres en la Secretaría de Trabajo, como manera de advertencia a la oligarquía en ese momento triunfante, para que no se hiciese muchas ilusiones. Quizás ésa, fue la precursora del 17 de octubre, esa noche del 9 de octubre. Yo no olvidaré en mi vida tales circunstancias, como no olvidaré tampoco de rendir el tributo de esa inmensa gratitud que tengo para los empleados de comercio y tengo para el compañero Borlenghi y los demás compañeros de la Comisión Directiva. Yo recuerdo que en la marcha de esta gloriosa Confederación, el punto de partida de nuestros contactos en la Secretaría, se iniciaron en los primeros días que yo me hice cargo de esa función. Recuerdo nuestras largas conversaciones con el compañero Borlenghi y con los demás compañeros dirigentes de la Confederación, donde ellos, en una magnífica colaboración con la Secretaría, fueron estipulando las grandes directrices de nuestra reforma social. Recuerdo, que una de las primeras cosas en que nosotros nos ocupamos, fue el Estatuto Legal de las Asociaciones Profesionales. Y eso era una cosa fundamental, porque hacía poco se había dictado algo que era sumamente peligroso y a lo que se ha referido ya el compañero Borlenghi. ¿Que era lo que ocurría con las asociaciones profesionales? Nosotros pensamos: hay que poner en marcha todo el movimiento de los trabajadores argentinos, porque esa será la falange mediante la cual nosotros podremos impulsar realmente el movimiento sindical argentino. Nosotros comprendimos que la Revolución Argentina del Justicialismo no era posible sin el aporte, sin el apoyo y sin el impulso que la clase trabajadora debía dar al movimiento. Y era en consecuencia indispensable, tonificar esa organización en lo existente y desarrollarla y consolidarla cada día con más eficacia y con mayor poder. Fue así que nació la idea de hacer el régimen legal de las Asociaciones Profesionales. ¿Que ocurría en la República Argentina antes de ese régimen? La oligarquía y sus personeros había actuado con una extraordinaria inteligencia. ¿Como había hecho para no permitir el desarrollo del sindicalismo? No se atrevieron a decir que la organización de los trabajadores para la defensa de sus intereses profesionales no debía hacerse. No sí, podía hacerse. Porque si hubieran dicho que no podía el pueblo asociarse lícitamente para la defensa de sus intereses profesionales, no podía haber dicho que el capitalismo podía asociarse también para la defensa de sus intereses. En consecuencia interpretando la Constitución del '53, establecieron el verdadero régimen legal de las Asociaciones Profesionales. ¿Que dice la Constitución del '53, suficientemente amplia para que los entendidos pudiesen buscar los intersticios por donde jugar en contra de la justicia, en contra de la igualdad y en contra de la libertad que la misma Constitución establecía. La Constitución del '53 decía justamente que todos los argentinos podían asociarse con fines lícitos. Lo que no decía que era lo lícito y que era lo ilícito. En consecuencia la oligarquía, cuando se asociaban los trabajadores para la defensa de sus intereses profesionales, si hacían una huelga los metían presos y después les hacían un proceso por asociación ilícita. Esto naturalmente sublevaba a los trabajadores, entonces ellos recurrían a la justicia, iban a la Corte y la Corte decía: asociación ilícita, y en consecuencia ¿quien podría organizar fuerzas sindicales frente a esa amenaza? Pero, cuando organización de los monopolios y los trusts de explotación del pueblo, que asociaron bandidos, verdaderos bandidos, la suprema Corte ¿les había dicho a ellos, que ellos constituían una asociación ilícita? De manera compañeros que este cuento viejo de lo lícito y de lo ilícito a juzgar por una de las partes interesas en el problema, no puede ni debe subsistir en los tiempos nuevos. Como nosotros no teníamos todavía la Constitución Justicialista, que se ha cuidado bien de decir que ese tipo de asociación es lícito, y no lo ha dejado al criterio ocasional y discrecional de algunos que juzgan no muy bien las cosas de la vida, como no teníamos la Constitución Justicialista, decidimos hacer como punto de partida para fortalecer la organización sindical, el famoso Estatuto que hoy está en vigencia con fuerza de ley de la Nación. ¿Que establece ese nuevo Estatuto? Ese nuevo estatuto dice que todos los elementos y fuerzas del trabajo pueden asociarse para la defensa de sus intereses profesionales. Pero si nosotros hubiéramos dejado con esto y no hubiéramos penetrado más profundamente en la organización, y... probablemente nos habrían hecho, en lo posible, el cuento de lo ilícito, como antes. Entonces dimos un fuero a la organización sindical, fuero que la protege contra todo y contra todos, haciendo del sindicato, de la federación o confederación sindical, un sector inviolable, con cierto grado de extraterritorialidad, lo que no tiene ninguna otra asociación. El gobierno puede, en cuanto se violan los estatutos, intervenir cualquier sociedad política o económica de cualquier naturaleza; pero el gobierno, lo que no puede hacer, es intervenir un sindicato, una federación o una confederación sindical. Este hecho, compañeros, quizás, no muy conocido, porque han sucedido tantas cosas, que todavía no nos hemos enterado bien de todo lo que hemos hecho, no ha tenido quizá la resonancia que han tenido otras conquistas de la clase trabajadora. En ese Estatuto, trabajó el compañero Borlenghi y trabajaron casi todos los dirigentes de la Confederación General del Trabajo. Ese fue un punto de partida, después, las demás cosas, vinieron por añadidura. Pero lo que sí yo quiero reconocer en esta noche, en que se rinde un homenaje al compañero Borlenghi, y se rinde también un homenaje a esta meritoria Confederación General de Comercio, que desde la Secretaría de Trabajo, en todos nuestros triunfos o en todas nuestras vicisitudes, tuve siempre el aliento generoso y la ayuda de hombres libres y de hombres buenos, de esta magnífica organización que representa mi ministro del Interior, que ha sabido también, desde ese ministerio, desempeñarse con el equilibrio, con la honradez y con el honor, que impone la Revolución Justicialista a sus funcionarios. Yo he dicho muchas veces, compañeros, que el día que la oligarquía quisiera desarticular nuestro movimiento, que generalmente sigue los grandes rumbos de todos los movimientos político-sociales, lo habría de hacer mediante el engaño de las masas. Las masas, suelen ser a menudo fáciles de engañar, porque están formadas por hombres buenos, por hombres leales y por hombres sinceros, y los hombres leales, buenos y sinceros, creen a menudo que los otros también son leales, buenos y sinceros, y creen... y creen. Con eso han especulado todos los demagogos de la historia, con eso han especulado todos los politicastros que se han servido del pueblo, pero no lo han servido jamás al pueblo, con eso han especulado todos los hombres de mala fe. Nosotros que creemos cumplir honradamente con nuestras funciones, que por otra parte estamos donde estamos, realizando un verdadero sacrificio, porque entendemos el gobierno, no como una canonjía que nos permite concurrir una hora a la oficina, y después pasear o divertirnos durante las veintitrés horas restantes, sino que creemos que el haber aceptado esa responsabilidad nos obliga a realizar una vida acrisolada y llena de sacrificio y de abnegación. Nosotros, que nunca hemos engañado al pueblo, porque señores, si yo hubiera alguna vez engañado al pueblo, el pueblo me lo habría descubierto, porque las verdades se pueden sostener, pero las mentiras no se sostienen mucho. Si yo hubiera dicho mentiras, todos ustedes sabrían que soy un mentiroso, pero me he cuidado de no decir la primera mentira, para no tener que después decir miles para tapar esa primera mentira. Por eso creo que cuando yo le digo al pueblo una cosa, el pueblo la cree. Nunca he de decirle, ni exageradamente una cosa, ni he de regatearle una verdad, por dura, cruda y negra que sea. Al pueblo no se lo puede engañar, ni para halagarlo ni para someterlo. Al pueblo hay que decirle la verdad, para que él la conozca y él discierna por sí. Es el discernimiento popular, de donde sale la verdad de la patria. No hay nadie que pueda arrogarse esa verdad, que no viene del pueblo, ni para criticar, ni para alabar, la verdad la conoce el pueblo porque él discierne, y cuando le queremos engatuzar una mentira disfrazada de verdad, él la desnuda y pobre del que le quiso meter la mula en esta forma descarada. Compañeros, yo no solamente confirmo, me adhiero y apoyo todo cuanto termina de decir el compañero Borlenghi, esa es la verdad, la verdad desnuda y sin rubor; esa verdad que solamente el pueblo conoce. En estos días compañeros, observemos la situación de la República Argentina, y es indudable que para observar la situación de la República Argentina, es menester primero observar la situación del mundo, porque la República Argentina está dentro de ese mundo, y en consecuencia tiene una situación absoluta, pero tiene también una situación relativa. ¿Cual es la situación del mundo? Señores, no se necesita leer nada más que un diario en la semana para darse cuenta que es lo que está pasando en el resto del mundo. Es muy simple. Es un conflicto mediante el cual, todos los medios que se venían construyendo para vivir, los están ahora fabricando para matar; y en consecuencia todo lo que antes sobraba para vivir, hoy falta, y todo lo que antes faltaba para matar, hoy esta sobrando. Esa es la política que sigue el mundo. Vamos a Europa y es una calamidad, vamos al África y es otra calamidad, si pasamos al Asia, es otra calamidad. Señores, de calamidad en calamidad, se puede hacer un turismo interminable en el orden internacional de nuestros días. Y algunos piensan, que ese mundo, que ha tomado un tobogán que no se sabe donde va a terminar el estrellamiento, creen que esa situación de caída va por acción de magia a emparejarse y entonces vamos para arriba en un margen de un plano extraordinario de felicidad. El mundo cada día, mientras sigan esos señores en la actual política, cada día irá peor. Bastará pensar, ¿cuando se va a producir lo peor? Porque cada día el mundo tiene que ir peor, mientras no le pongan remedio, ¡y como va ir mejor! Leía los diarios antes de ayer, y yo que siempre consideré que las finanzas de los Estados Unidos de Norteamérica era magníficas, porque es el país mas rico del mundo, veo que un senador, demócrata, señor O' Conors, perteneciente al partido que está en el gobierno, declara tranquilamente que las finanzas de Estados Unidos van hacia un desastre que no se puede evitar. Y señores, yo que ya viendo al mundo como está, soy un poco pesimista, cuando veo que los ricos comienzan a decir esto y, algo hay que pensar que no anda bien en el mundo y que mientras no se lo arregle andará peor. Bien compañeros, "cuando veas las barbas del vecino afeitar pon las tuyas en remojo" dice un viejo consejo español. Yo gobernante de la República Argentina, que veo lo que está pasando en otras partes, y como voy a esta contento acá, y... bueno vamos a ver que es lo que Dios nos reserva. Vamos a ayudarnos un poquito nosotros, para ver que también nos reservamos nosotros para los tiempos malos. Por eso compañeros, en este país que es uno de los pocos donde todavía se come, es menester que pensemos en que yendo el mundo hacia una encrucijada de las características que vemos venir, no nos quedemos con las manos en el bolsillo o los brazos cruzados y no tomemos las previsiones para que cuando esa crisis mundial se produzca, por lo menos sigamos comiendo. Nuestro plan económico del '52 está mucho encaminado a eso, aunque eso no es, todo, aunque eso no es todo. Sin embargo nuestros adversarios políticos que los conocemos, que los conocemos, y podemos decir en términos turfísticos ¡a quien ganaron éstos! como dice el pueblo. Los conocemos perfectamente bien, han salido ahora a la calle a hacer reuniones políticas. Hace poco tiempo le ganamos por dos millones y medio, no se que pretenderán ahora, si llamar nuevamente a elecciones por cuenta de ellos. Nos llama la atención, porque los que han hecho esas reuniones son los radicales, parece que están cambiando de método. Porque yo recuerdo antes, cuando los conservadores le hacían fraude le ganaban todo, ellos decían, déjelos, ya va a ver el manifiesto que le mandamos mañana. Le mandaban el manifiesto y la próxima vez le hacían un fraude mucho mayor, y ellos largaban otro manifiesto. Ahora parece que han cambiado los manifiestos por las reuniones en la plaza Constitución. Compañeros: lo que ocurre en esto es que ellos son una prolongación de la lucha imperialista. Ellos están embanderados en esa tendencia. Que los imperialismos nos combaten a nosotros, y.... eso no es un cuento nuevo, lo sabemos de hace mucho tiempo. Nosotros ya a los seis meses debíamos de haber muerto asfixiados y han pasado seis años y respiramos bastante bien todavía. Ahora, señores, hacen ese cuento, porque han hecho una industria de la revolución. Observen ustedes, es cierto eso que se dice, que ellos tampoco quieren ganar la revolución, porque si la ganan se le acaba el negocio, no hay más dólares, no hay mas dinero disponible. Creo que eso es todo lo que está sucediendo en nuestros días, y las reuniones, y los rumores y todas esas cosas, todo es efecto de una misma causa. Natural compañeros, que a nosotros no nos inquieta, ni nos preocupa, porque si ellos no supieron quedarse en el gobierno cuando estaban, y como van a llegar ahora al gobierno que no están, si el pueblo no quiere que estén. Ya es difícil que ellos puedan engañar. Lo que pueden hacer, con esos rumores, es producir un cierto grado de intranquilidad. No van a ganar una vez con esto. Si durante todo un año hicieron la campaña política a base de lo mismo y perdieron el treinta por ciento más de los votos que podían tener. Si siguen trabajando nos van a pasar toda su gente a nosotros. Y eso sería muy lamentable, porque nosotros no los queremos. De manera que nada de eso nos inquieta. Nos inquieta el que puedan producir en el ambiente nacional, una desazón que no tiene razón de ser. Esta gente, que nunca han visto más de veinte centímetros de la nariz y por eso están como están, si hubieran visto lejos no estarían ahí, no estarían como están. No se dan cuenta de cuales son las verdaderas finalidades. Yo nunca suelo decirlas porque me gusta que ellos se equivoquen. La verdadera finalidad del Plan de 1952, es en parte, ir siendo nosotros un poco previsores. Vean, cuando en 1947, 48', ellos mismos me decían "no les de tanto, esta gente se lo gasta en vino". Yo les decía "bueno pobres hace tanto que no toman vino, déjenlos que tomen vino". Ellos siempre estuvieron dentro de esta concepción, que no hay que darle al pueblo, para el que el pueblo no gaste y entonces se hace ahorrativo. ¿Ahorrativo de que? De lo que no tiene. Hace pocos días se habló de nivelar precios y salarios. ¿Que era esa operación? Y... en el '49 teníamos nosotros un equilibrio. Y... los comerciantes aumentaron los precios y los salarios no se aumentaron. En consecuencia ahora vamos a estabilizar esos precios, los vamos a congelar y llevar los salarios hasta la altura de esos precios. Creo que no hay nada más justo que esto. Entonces ellos, con ese concepto liberal de los capitalistas dicen: "pero este tipo es loco". Dicen: "¡Como quiere que el pueblo ahorre! que gaste menos, y le da más plata. Para que ahorre no hay que darle, hay que rebajarle los sueldos y entonces ahorra. Pero ahorra para quien, le pregunto yo. Yo quiero que el pueblo ahorre para él, no quiero que ahorre para ustedes. Claro que mirado el justicialismo con ese criterio, que para que el pueblo ahorre hay que quitarle poder adquisitivo, ah bueno, mirado con ese criterio, tiene razón el doctor Repetto cuando dice que hablamos en distinto idioma y que vamos hacia cosas distintas ellos y nosotros. Es natural, nosotros queremos que el pueblo ahorre para el pueblo, ellos quieren que el pueblo ahorre para los capitalistas, ¡es muy distinto! Ellos hacían un pueblo virtuoso a la fuerza, nosotros queremos un pueblo virtuoso por propia convicción y por propia conveniencia. Por eso, lo que ellos no han penetrado y no penetrarán jamás, porque dicen en mi tierra, allá en el campo, que los burros viejos no aprenden a trotar, es inútil que no lo comprenderán nunca. Lo que nosotros buscamos, compañeros, con el Plan es a la vez, que solucionar una situación financiera, no económica; en nuestro país podrá haber alguna cosa escasa porque comemos demasiado y gastamos demasiado, pero faltar, no falta. Si nos faltara a nosotros, que les pasaría a los otros que nos compran la mitad de lo que producimos. A nosotros no nos puede faltar nada de lo indispensable, partamos de esa base, y no nos falta, ni nos faltará, a pesar de las sequías y a pesar de todas esas cosas. Siendo así no hay necesidad de economizar sobre el hambre, la miseria y la necesidad del pueblo, y sobre todo no hay necesidad de que el pueblo economice para capitalizar a otros. Es menester que el pueblo ahorre para él. Esta concepción, ellos, no la pueden penetrar, no la penetrarán jamás, porque los textos de economía política a una cosa le llaman capitalización y a otra cosa le llaman ahorro, entonces ellos no pueden combinar las dos cosas, ah no. Los textos de economía política o el autor que citó recién el doctor Repetto, no lo dicen así. Entonces ya no es posible que eso se realice. La economía capitalista especuló siempre con ese sistema bárbaro de explotación en beneficio de la capitalización. Vale decir, que la sociedad capitalista está formada por un sector del diez por ciento que forman el capital y acumulan riquezas en beneficio de las máquinas y de la organización; y el noventa por ciento restante del pueblo vive sumido en la miseria o la necesidad, disfrutando y teniendo el salario solo para poder subsistir. Esa es la economía capitalista. Bien, nosotros los justicialistas, no estamos de acuerdo con eso. El otro sistema, se parece mas al viejo sistema francés, que no había grandes capitales, pero que cada francés tenía una media llena de francos que guardaba bajo del colchón. Vale decir, la economía del pequeño ahorrista. La riqueza del país, no está solo representada por la capitalización de las grandes empresas, está también representada por el pequeño ahorrista de la colectividad, de la comunidad, que unidos forman siempre un capital quizás superior al de las grandes empresas. La economía justicialista quiere eso. No quiere destruir los capitales que ya están, para que los vamos a destruir. Pero ahora quiere que cada argentino también llene un poco su media, ¡alguna vez le tenía que tocar a él! Es indudable que esos politiqueros oligarcas no pueden estar con esta solución, porque lo que se va a meter en las medias ellos lo metían antes en la caja de fierro, pero es que ellos disfrutaban en exceso de un capital que no necesitaban ni para sus empresas, derrochaban y tiraban a montones de dinero, mientras en el pueblo había gente que no podía educar a sus hijos, ni mantener su casa, ni vestir decentemente, ni comer todos los días como debe comer. Lo que nosotros queremos también con el plan de gobierno en lo económico, es formar en nuestro pueblo esa mentalidad. Los planes no solamente deben ser ejecutivos, tiene que ser también educativos, porque nosotros no consideramos que la economía del país, que la economía nacional, está solamente formada por la capitalización, nosotros creemos también, que la economía nacional se forma por la economía popular, la economía familiar y la economía individual, y que todo lo que eso represente como valor en el ahorro, mediante la transformación por el Banco, por la Caja de Ahorro Postal, va a pasar también a ser la capitalización del país. Es otro concepto, es otro idioma, y son otros propósitos como bien dice el doctor Repetto en ese diario que leyó el amigo Borlenghi. Claro, que nuestros adversarios políticos, sin otros argumentos, han tomado el plan económico, como que nosotros ya estamos en la barranca listos para derrumbarnos. Lo que ellos vienen anunciando hace seis años, cada seis meses, y que por lo menos ahora se les han deshecho todas las redoblonas que nos plantearon desde entonces. En esta forma compañeros, es indudable que ellos no nos van a derrotar nunca. No se puede tapar el cielo con un harnero, y ellos con su harnero lleno de mentiras no nos ocultarán las estrellas de las realidades que nosotros estamos realizando. Ellos no nos han seguido, cuando pasan delante de las 76 mil obras del Plan Quinquenal que ellos dijeron que nosotros no íbamos a realizar, y ven esos letreros que dice "Perón cumple", que les da tanta rabia, entonces ellos miran para el otro lado y hablan de alguna otra cosa, pero las 76 mil están, están allí, no las pueden sacar ni ellos, aunque vuelvan al gobierno no las van a poder sacar ni vender. Cuando hablamos de la capitalización, ellos dicen "las empresas se están descapitalizando". Esto presupone, que se están quedando sin plata. Pero yo veo que todos los industriales y comerciantes compran todos los días nuevas estancias, y que ahora en vez de tener solamente negocios o máquinas tienen vacas y tienen una punta de cosas. De manera que la descapitalización en ese sector no es culpa nuestra ni es culpa de ustedes, es culpa de ellos, pero se olvidan que nosotros hemos capitalizado al país, cuando compramos los teléfonos, el gas, los ferrocarriles, la marina mercante, la flota aérea, y sigamos contando, en muchos miles de millones de pesos; o ellos creen que esos capitales no capitalizan. Por eso, cuando ellos hablan en sus discursos, y critican la acción del gobierno, y si yo algunas veces, confieso algunos errores, ¡como no lo vamos a cometer! Habremos cometido muchos errores, pero los éxitos de los países, no se miden por el número de errores que ha cometido su gobierno, sino que un gobierno que comete errores y hace aciertos, lo importante es que el número de aciertos sea mayor que el número de errores, y en eso estoy convencido de que nosotros hemos triunfado. Por eso, cuando ellos hablan, y dicen por ahí poco menos que nosotros estamos para el gato ya; a mí no me produce ninguna impresión, pero temo siempre, que al pueblo, desaprensivo en esas cosas, pueda llegarle una sensación pesimista. No, no hay tal situación, y el día que la situación de las finanzas o de la economía nacional fuera mala, el primero que se lo va a decir al pueblo soy yo. Yo voy a reunir al pueblo y se lo voy a decir. Lo que estamos haciendo es organizando un poco todo esto. Yo nunca quise tomar una medida en ese sentido hasta ahora, por la simple razón de que hubiera sido injusto. La mayor parte de nuestros trabajadores en 1946, y más en 1943 y 44', yo los recibía compañeros, yo los abrazaba y les daba la mano en la Secretaría de Trabajo y Previsión, de manera que sé como iban vestidos, y sé como era su situación, porque yo se las preguntaba, yo sé que comían mal, que vivían mal, que no tenían ropa y que no podían llenar sus necesidades. Y los veo ahora, me parece que ha cambiado un poco la cosa de los trabajadores. Y pienso, cuando me decían, esto es una barbaridad, esta gente está ganando extraordinariamente, esto va a arruinar la economía, los ve ahora usan camisa de seda, todos usan botines, ya se acabaron las zapatillas, ya no hay más zapatillas, ahora usan saco, chalecos, ya no hay más camperas. Yo me acuerdo que yo les decía: pero déjelos ya van a ahorrar. ¡Que van a ahorrar! se lo echan todo encina y se lo se lo chupan todo. Querían tener hombres que saliendo de la miseria, fueran todavía ahorrativos y no se dieran un poco el gusto, no comieran bien y que armaran por lo menos un guardarropa con unos trajes y tuviesen una casa con sus muebles. Bien, si lo que ha pasado con la clase trabajadora argentina en estos cinco años es que se han comprado su ropita, se han comprado sus muebles, se han instalado sus casas y viven en mejores condiciones, por eso no han podido ahorrar. Recuerden la Caja de Ahorro Postal, cuando nosotros nos hicimos cargo del gobierno, en cuarenta años habían juntado trescientos millones, hoy tienen cerca de diez mil. Algo han ahorrado también, todo no se lo han tomado. Todo eso compañeros, lo que cuesta ahorrar, son los primeros cien pesos, después, esos llaman. Lo que nosotros queremos, es que el pueblo se acostumbre a eso, ahora que tiene posibilidades, que vaya ahorrando, pero ahorrando por su cuenta; que esa plata que ahorra sea para él, para un momento grave, para un momento difícil. Y queremos también educar a nuestro pueblo en el ahorro. Ellos, para que el pueblo ahorrara, se iban con un cuello bien duro y alto a la Caja de Ahorro Postal, cada aniversario, y allí se mandaban un discurso que les había escrito el secretario, lo doblaban, se ponían los guantes y se iban para su casa. Con eso y con salarios de hambre querían que el pueblo ahorrara; y cuando no ahorraba era porque eran unos atorrantes, jugadores o borrachos. Ese ha sido siempre el estribillo sobre el cual han fundamentado el ahorro popular. "Este es un pueblo incapaz de ahorrar", han sostenido siempre. Yo les voy a probar lo contrario. Yo les voy a probar que este es un pueblo virtuoso y que y cuando tiene algo que ahorrar, lo ahorra como cualquier otro pueblo de la tierra. Nosotros no somos ni menos virtuosos, ni menos hacendosos que ningún otro pueblo. Y cuando nuestro pueblo esté en condiciones va a ahorrar, y va a ahorrar para representar también en la economía popular un gran pilar de esas finanzas que lo tienen tan afligidos a algunos que dicen que nos descapitalizamos. Es claro compañeros, que esto yo sé que el pueblo interpreta perfectamente bien al gobierno. Sé bien que podrá producir en algún momento algunas elevaciones de precios, porque las elevaciones de precios son siempre antipáticas al que tiene que comprar, no así al que tiene que vender. Pero, lo importante, es apreciar el conjunto del poder adquisitivo. Al trabajador, al hombre que vive de su trabajo, no le interesa que le aumenten el salario y le aumenten los precios; a él no le importa tampoco que le aumenten el precio, si a él le dan un salario que pueda hacer frente equilibradamente a ese precio. Por esa razón lo que si yo puedo garantizar al pueblo argentino, es que si esta ola de inflación que invade al mundo... nosotros no nos podemos salvar de esa ola porque es mundial o cree alguno que nosotros vivimos en la estratosfera, nosotros vivimos en la tierra y en la vida de relación rodeados de otros países, de otros países que se vienen una vez por mes a comer un poco acá y se pasan los días comiendo. Y es tan terrible la inflación argentina, que los otros días, un turista que me visitó me decía: "Yo me vengo quince días, traigo un traje viejo y una valija vacía. Como quince días acá, lleno la valija, me cambio el traje y me voy con todo nuevo, con el cambio me sale gratis los quince días en Buenos Aires. Y resulta que nosotros estamos mal, ¿como estarán ellos? pregunto yo. Esto lo sabe el pueblo argentino ¡como no lo va a saber! De manera compañeros, que tocando todos estos aspectos de una manera que no resulte muy cansadora, yo solamente quiero decir que a todas esas mentiras que circulan, a todo ese ambiente alarmista que hoy la contra cuchichea en todos los rincones, ellos están deseando que vivamos aquí un mal momento, como si ellos se van a salvar de ese mal momento. Todos esos que hoy quieren hacer aparecer al país al borde de la ruina, todos esos, señores, están trabajando por una mala causa, no están trabajando por la buena causa de los argentinos. Ellos son los primeros que lo saben, pero nosotros vamos a tener que enfrentar a este tipo de perturbación y de provocación, como lo ha dicho el compañero Borlenghi. Nosotros, el gobierno justicialista, tiene tanto poder popular, que se puede dar el lujo de cuando en cuando de ser un poco débil. De probarle que están conspirando, llamarles y "vaya, déjese de hacer estas cosas, vaya su casa y quédese tranquilo". Nosotros lo podemos hacer, si no lo pudiéramos hacer, si no contáramos con el apoyo popular, quien sabe ya no hubiéramos tenido la tentación de pegarle cuatro tiros a alguno enseguida. Pero para que vamos a gastar pólvora en chimangos.... Pero indudablemente...nosotros... dicen que yo estoy tan asustado, que ahora los llamo a ellos para pedirles consejos. Valiente consejo, para que me vaya como le va a ellos. Interpretan que uno está asustado porque les dice que se queden tranquilos, que dejen de perturbar al pueblo argentino. Que vayan a trabajar un poco, que aprendan por lo menos a trabajar alguna vez. Creen que todos nosotros estamos asustados, que cuando ellos se reúnen en la confitería o en la lechería a tramar la revolución, nosotros estamos temblando con Borlenghi en la Casa de Gobierno por lo que ellos van a decidir en la lechería. Compañeros, ningún temor de esos tenemos, pero esta perturbación iniciada en 1943, cuando les asustaban las botas que yo tenía, se acuerdan que no querían botas; después, que yo era un coronel; y después, que era comunista; después, que era socialista o fascista o nacional-socialista. Bien, todo eso que ha ido cambiando de color y de disfraz para asignarme un papel que yo nunca he querido ni he podido desempeñar, ahora es que yo llevo el país a la ruina, que todos estamos hambrientos y haraposos, que todo lo que yo le he dicho a los trabajadores son todas mentiras, ninguno come, ninguno se viste bien, no pasa mejor ahora que antes, les dan salarios de hambre, y que cuando yo les hago dar un salario más grande, ¡que le voy a dar yo el salario, se los dan los patrones porque los otros le exigen ese salario, empezando por ahí. Que cuando se le da, le subimos los precios por otro lado y entonces le desvirtuamos y le arruinamos todo, bueno...desde eso compañeros, y desde toda esa prédica, es con una sola finalidad. Yo me había resistido a pensar que estos señores conspiraban. Claro, que los radicales conspiraban no me extrañaba porque ellos conspiraron siempre. Las veces que me han visto a mí cuando yo era teniente, no ahora, cuando era teniente ya, para ver si les hacía una revolución para ellos como dice Borlenghi. De manera que yo sabía que ellos conspiraban. Bien, pero que esa conspiración, a pesar de ser intrascendente, alteran la disciplina, perturban la vida, están siempre ellos corriendo rumores y haciendo esas campañas de alteración del orden dentro del país. Bien, como dice el ministro del Interior, nosotros hasta ahora, más bien le hemos perdonado todas las travesuras que han estado haciendo estos señores. Lógico que cuando los pesca la justicia, y la justicia los mete en proceso, y algunos están ahí esperando que decida el juez, no nosotros, los jueces. Bien, entonces ellos protestan, "esto es una tiranía" porque ellos no pueden conspirar a gusto, porque el 28 de setiembre la revolución les salió mal, nosotros somos unos tiranos, porque a ellos se les aplico el código, "ah es una tiranía", nosotros debemos dejar que ellos hagan la revolución, que le prendan fuego a la Casa de Gobierno y toda esa fiesta que ellos se mandan, nosotros tenemos que tolerar todo eso. Compañeros, ellos ya se han mandado una revolución, y tienen tres o cuatro conspiraciones que se la están investigando. No vamos a esperar ahora que se manden una segunda revolución para que hagan el papelón de antes y nos hagan hacer a todos ese papelón. Ahora vamos a ir en serio; si ellos quieren trabajar como deben trabajar, en opositores, toda la oposición que quieran, pero decente, conspiraciones, ¡no! como dice Borlenghi. Ahora esto se va a terminar, le hemos tendido la mano, ellos no atinaron a asirse, de manera que nosotros, estamos en libertad en el futuro para proceder como convenga a la situación, y no deben advertir que yo he sido..., como digo, me he podido dar el lujo de ser débil, Dios nos libre el día que yo me ponga enérgico. Espero que eso no sea necesario, pero si es necesario, no lo van a esperar cinco minutos, de eso pueden estar seguro estos señores. Yo sé compañeros, que en esa acción, el pueblo va a acompañar al gobierno como lo ha acompañado en otras ocasiones, yo sé claramente, que el pueblo como yo, prefiere tranquilidad, paz y trabajo, pero sé también, que el pueblo no va a perdonarle a esos señores, ninguna subversión del orden dentro de la República; y yo, como brazo ejecutor de esa voluntad popular, les aseguro que el día que sea necesario cumplir el mandato popular, no van a quedar ustedes defraudados. Compañeros y compañeras, ha sido para mí una inmensa satisfacción, el haber podido disfrutar de estos magníficos momentos en la asamblea de los empleados mercantiles. Yo les ruego, que al dispersarse hacia las quinientas filiales que ustedes representan, les pido que lleven a todos los compañeros del interior del país, a esos hombres que en las provincias están trabajando por nuestra causa y por nuestros objetivos, que les lleven un abrazo muy fuerte que yo les mando, y les digan que hoy como siempre el general Perón está muy cerca de ellos, a quienes conservo, desde los instantes en que me acompañaron en los primeros día de la lucha, ese recuerdo que será para mí imperecedero, como también será imperecedera mi gratitud por los empleados de la Confederación de la Confederación General de Comercio. ...
1952-03-28
Instrucciones sobre la divulgación del Plan Económico en todo el país durante el año 1952, a funcionarios que prestan servicio en el interior
Señores ministros Señores funcionarios Señores: No he deseado dejar pasar la oportunidad de la reunión de ustedes, sin aprovechar la ocasión, como otros años, para solicitarles, una amplia e inteligente colaboración. Hemos fijado un plan económico sencillo y práctico, para realizar en el año 1952. Su acción ejecutiva, es a la vez, formativa y educativa. Su aplicación está destinada a una racionalización económica con beneficio financiero. Su práctica, está dirigida a formar en el pueblo argentino una conciencia económica en lo popular, en lo familiar y en lo individual. No pretendemos resolver de golpe todos los problemas formados en la inacción y en la indolencia de un siglo, pero sí comenzar una organización de nuestra economía, ahora liberada, y realizar mediante ella una explotación consciente y organizada de nuestro esfuerzo y de nuestras posibilidades. En ello no queremos que el pueblo argentino sea una vez más un espectador indiferente de los planes económicos del gobierno, sino un participante consciente y activo en el esfuerzo común. Por eso, la difusión, el conocimiento y la realización del plan por todos y cada uno de los argentinos, será la clave de la unidad de acción que el país pone en movimiento en todo su territorio. El plan económico de 1952, es en primer lugar, un plan de ajuste entre dos planes quinquenales, y en segundo término, un plan de previsiones frente a una época mundial que se presenta llena de inquietudes y con perspectivas muy poco halagadoras para la humanidad. El primer plan quinquenal, cuya ejecución terminó en realidad el 31 de diciembre de 1951, nos permitió realizar todo cuanto ustedes y el país entero conocen. Al término del primer plan quinquenal nosotros pudimos decir que la República Argentina era socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana. Aquí la economía del país está en nuestras manos, y gracias a eso, podemos hacer la justicia distributiva necesaria para que se cumpla la justicia social. Y con un país económicamente libre, y un pueblo socialmente justo, ya podemos afirmar definitivamente y con absoluta certeza que constituimos, por primera vez, una nación políticamente soberana. ¡Y esto nadie puede negarlo! En un mundo en que las naciones más poderosas de la tierra se inclinan frente a la imposición económica y política de los imperialismos, la República Argentina sigue perteneciendo al grupo cada vez más pequeño de naciones libres que no han encadenado ni su economía ni su porvenir al carro de los vencedores. En las guerras modernas, las victorias de las naciones, no se concretan en anexiones territoriales, que por lo general, crean problemas sin aportar ningún beneficio. Las dos últimas guerras del mundo, han probado claramente que la derrota se paga con la sumisión económica, y que aún entre los mismos vencedores, la mayoría de los países debe entregar su economía y perder su independencia, en aras de la guerra realizada en beneficio de una metrópoli determinada. La situación actual del mundo nos presenta a la inmensa mayoría de las naciones dividida en dos grupos numerosos de satélites políticos y económicos de los imperialismos en lucha. Nosotros pertenecemos todavía a la reducida categoría de los que no son satélites. Esto es lo que deben decir ustedes ante todos, a cada uno de los argentinos que quiera escucharlos. Es necesario decirlo y probarlo en todas partes. Y es necesario decir también en todas partes, que mantenemos nuestra firme voluntad de soberanía, que no queremos entregarnos por ninguna razón del mundo, que no queremos atar nuestro porvenir al carro de ningún vencedor de la tierra. En necesario decir a todo el mundo, que el gobierno argentino no hará sino lo que su pueblo quiera. Pero eso no basta con decirlo. Es necesario asegurar que nadie podrá obligarnos nunca a hacer otra cosa, para ello es necesario tener las manos libres de toda cadena. Yo sé que a los pueblos se los empieza a encadenar dándoles dinero en préstamo. Es el primer eslabón de la esclavitud, y por ese camino se va cayendo progresivamente en la sumisión económica. De allí a ser un país satélite queda poco camino. Pero ése, es el paso que no queremos dar. El que tanto desearían que diésemos (los imperialismos) con la alegría de sus testaferros de nuestra oposición política. Para liberarnos de todas las emergencias que podían atarnos, hemos conquistado durante el Primer Plan Quinquenal la independencia económica, que nos ha permitido hacer más feliz a nuestro pueblo y darle a la República Argentina un nombre digno entre los pueblos dignos de la tierra. Asegurar, consolidar y afianzar la justicia social para nuestro pueblo y la soberanía política de la República, mantener bien altas y al tope de nuestros mástiles estas tres banderas, es el gran objetivo de la Nueva Argentina El Segundo Plan Quinquenal ha de representar en este sentido el esfuerzo definitivo y la batalla final, que nos ha de asegurar un futuro de grandeza y de felicidad. Este año 1952, intermedio entre dos planes quinquenales, nos sorprende en un mundo en crisis total, y al término de dos años de sequía que ha anulado prácticamente el esfuerzo productivo de nuestros agricultores. Sin embargo no se nos ha ocurrido todavía la fácil idea de contratar un préstamo. Tampoco hemos tenido que exigir grandes sacrificios a nuestro pueblo. Pero tenemos que prever para el futuro Para ello nuestra férrea voluntad eliminará el derroche que veníamos haciendo; se ceñirá al consumo indispensable y aumentará el esfuerzo a fin de producir al máximo. Racionalizaremos las explotaciones de nuestra producción agropecuaria e industrial. Trabajaremos denodadamente como si estuviéramos en un frente de guerra para producir más, para producir mejor. Porque la verdad, acaso dura, pero real, es que vivimos en un frente de guerra. Prueba de ello son todas las maniobras internacionales a que nos hemos visto y nos vemos sometidos. Cada argentino debe estar persuadido de que vivimos años de lucha, en los que se juega el futuro del país; de lucha económica en la que las armas y las batallas son también económicas. No administrar concienzudamente nuestros ingresos, no utilizar prudentemente los bienes destinados a satisfacer nuestras necesidades, no poner todo nuestro tesón en multiplicarlos, nos llevaría al riesgo, quizás ineludible, de perder una situación ya conquistada. Los hombres de carácter que necesita la Nueva Argentina pujante y recia, deben pensar, que de cada uno de ellos depende el porvenir de la República y que si hemos alcanzado el privilegio de ser el pueblo más feliz de la tierra en medio de un mundo sometido a la explotación, a la miseria, al miedo y a la esclavitud, ya no ha de ser difícil consolidar nuestras conquistas alcanzadas a costa de tantos sacrificios. Nosotros buscamos a través del plan económico el perfeccionamiento de la conducta individual de nuestros ciudadanos, a fin de que adaptando sus hábitos a principios de sobriedad y de prudencia, cooperen con el gobierno y con toda la comunidad en la tarea de construir la felicidad y la grandeza común. Que cada uno de los argentinos sepa que es, en alguna medida, responsable de la felicidad de todos los demás. Este es el concepto justicialista que, bien comprendido por todos, puede abrir el camino de la felicidad, del bienestar y de la paz entre los hombres y entre los pueblos. No tratamos de resolver con nuestro plan problemas económicos que en realidad el país no tiene. Queremos asegurar, eso sí, la consolidación del progreso en que vivimos. El progreso general de la Nación exige del pueblo argentino, la observancia de las normas generales del Plan. Ello nos ha de facilitar extraordinariamente la superación de transitorias dificultades financieras producidas, en primer lugar, por la disminución de nuestra producción agropecuaria, motivada por las sequías, y en segundo término, por la situación de crisis financiera en que se debate el mundo occidental. El aumento de la producción agropecuaria, no depende solamente de los precios de estímulo que se fijen, ni de la mecanización extraordinaria por nosotros promovida, ni de la absoluta liberalidad de nuestros créditos, ni siquiera cuando a ello se agrega el afán y el patriótico propósito de incrementar la producción, si no se añade de todo esto, la inteligencia y el espíritu de cooperación de nuestros productores. Por eso insistimos, auspiciamos y promovemos la organización cooperativa y mancomunada del trabajo, que abarata costos, reduce el esfuerzo financiero necesario para la explotación, permite el uso común de la maquinaria agrícola y de los instrumentos de producción, y elimina al intermediario en la tarea comercial de realizar las adquisiciones y sus ventas. En una palabra: no basta producir. Hay que producir inteligentemente y con espíritu de cooperación. Aquí, como en todos los casos, la unión hace la fuerza, pero debemos reconocer que a la unión efectiva y real de los esfuerzos se llega solamente por la organización. Hoy, como tantas otras veces, tengo que repetir a los productores agropecuarios las mismas palabras que desde 1943 vengo diciendo a los trabajadores argentinos: es necesario unirse, es necesario organizarse, porque sólo la organización vence al tiempo. Sobre la base del campo argentino organizado para la producción, el país puede esperar confiado el porvenir; la industria podrá seguir su ritmo de progreso y el bienestar social será una realidad permanente. Nosotros, en la ciudad trabajamos con ahinco por la gran reactivación del interior argentino. Todos nuestros planes contemplan al país con la suma de todas sus zonas: integralmente. Sin embargo, hay quienes desaprovechan la magnífica oportunidad actual de afincarse, de ser pioneros, de aprovechar el haber estado primero. Hay que decir a la gente del campo la verdad de ese gran mañana. La riqueza, la fortuna, el progreso y, naturalmente, el gran confort, son frutos que el campo irá recogiendo cada vez más y en la misma medida en que la industria nacional se consolide. La prosperidad del campo argentino ha de edificarse sobre una nueva estructura técnica y económica. Para ello hemos elaborado ya un Mapa Ecológico Nacional como una orientación, y el Crédito Agrario Planificado como un medio de aplicarlo científica y prácticamente; queremos hacer llegar a los hombres de campo, ya sean productores u obreros, los últimos adelantos de la técnica para que su labor sea menos penosa y más eficiente. La mecanización del agro ha de acentuarse con criterio ordenado y económico, pero sin pausas ni demoras, hasta que nuestras explotaciones rurales sean una expresión completa de voluntad de trabajo y de eficiencia productiva. Dentro de los planes de utilización de nuestras divisas hemos dado prioridad a la importación de equipos mecánicos y hemos facilitado a los fabricantes nacionales de maquinaria agrícola la importación de las materias primas indispensables, para que aceleren el ritmo de su producción. No hemos de perder, en este proceso de mecanización, el concepto social que inspira toda nuestra política y nuestra acción de gobierno. Siguiendo el ritmo de protección a nuestras actividades agropecuarias y la política de fijación anticipada de los precios, hemos anunciado, con mayor antelación aún que en otros años, los precios para la cosecha fina 1952-1953. Hemos tenido en cuenta, para su determinación, no solamente los eventuales costos de producción, sino también un margen remunerativo ampliamente compensatorio del esfuerzo del productor. Contribuimos con ello a desterrar la incertidumbre del hombre de campo que sabe ahora antes de trazar sus planes de siembra, cuál será el precio que ha de lograr por sus productos, y no se encontrará como otrora, expuesto a las maniobras de los consorcios que compraban y negociaban nuestras cosechas con vistas a su provecho y sin tener en cuenta para nada la situación siempre angustiosa del hombre de campo. La función social de la propiedad, tan sabiamente definida en nuestra Constitución Justicialista, impone que nuestras tierras sean ante todo un bien de trabajo. El crédito debe adecuarse, en consecuencia, a la función social de la propiedad. En el sentido expresado, todo aquel que explote íntegramente su predio y racionalice su explotación con miras al interés general, que es el suyo propio, tendrá en el crédito todos los medios y recursos para lograr sus objetivos. El concepto bancario de poseer una gran cartera crediticia, no tiene razón de ser, si el destino de ese dinero no ha sido generar una gran producción. El otorgamiento del crédito debe fundarse en el bienestar general y no en las conveniencias personales. El crédito bancario no puede estar al servicio del derroche o de la especulación. Su primordial destino, es proporcionar los recursos financieros para la creación de la riqueza, y ésta debe estar orientada a beneficiar al productor siempre que con ello se beneficie a la Nación. Nunca en sentido inverso. La prosperidad del agro no podrá lograrse sobre bases del egoísmo o del aislamiento. Nuestro hombre de campo debe entender bien que la unidad en el esfuerzo le proporcionará inmensos beneficios sociales y económicos. El cooperativismo es el camino lógico para lograr aquellos beneficios y las mejores conquistas de bienestar común. Por ello, el desarrollo de las cooperativas de producción, especialmente en el medio rural, es una permanente preocupación del gobierno, y los recursos financieros no serán limitados para lograr el más amplio desarrollo de estas entidades. Mucho se ha realizado en procura de la máxima organización de la producción agropecuaria, pero aún queda mucho por hacer. La agremiación rural, en todos los aspectos o sectores del trabajo rural, nos acercará cada vez más a lograr los altos objetivos de la producción organizada que demanda el engrandecimiento del país. La acción de los bancos en el medio agrario debe proseguir en la tendencia iniciada de ir a la asistencia directa del productor rural en su propio medio de trabajo. La peregrinación del productor en busca de los recursos económicos para su trabajo es cosa del pasado. Nuestra economía justicialista ha superado ampliamente, como otros muchos, este aspecto humillante que entregaba al productor indefenso en las garras del especulador o del prestamista. El Crédito Agrario Planificado, destinado a acrecentar en cada zona su producción más óptima, de acuerdo a las necesidades del país, fortalecerá la economía de los productores y consolidará su arraigo en nuestros campos, haciéndolos menos permeables a los halagos, muchas veces aparentes de la ciudad. El crédito está al servicio de la consigna producir. Para ello todo el dinero que se necesite, pero nada más que el necesario. Los bancos, en su función de promoción de la economía, son agentes de un servicio público al servicio de los negocios, pero no para negocios. El capital del productor rural es su tierra, sus herramientas, su capacidad de trabajo, su tradición agraria y sus condiciones morales. He ahí el mejor respaldo para el Crédito Agrario Planificado. Crédito para la producción necesaria a la Nación en cantidad que la creación de esa riqueza demande. ¡Ese es el objetivo crediticio del momento! En otro orden de cosas, es necesario también hacer comprender a los hombres del interior del país, y de modo muy especial a los agricultores, los aspectos del plan económico vinculados con la economía familiar. La economía familiar, lo mismo que la economía de las personas y la economía de los países depende de cómo se administren los valores vinculados a la producción, al consumo y al ahorro. De nada vale producir mucho, si se consume más de lo que se produce. Nosotros queremos que cada familia argentina produzca lo que necesite para vivir bien, y que pueda ahorrar lo necesario como para tener un cierto margen de seguridad que le permita efectuar las eventualidades del porvenir. El sistema económico comunista, comprime el consumo del pueblo para capitalizar al Estado. El sistema económico capitalista, contiene los salarios hasta los límites del hambre y la miseria del pueblo, para capitalizar al reducido grupo de grandes consorcios financieros. El sistema económico justicialista quiere salarios justos, quiere que el pueblo consuma todo lo que necesite para vivir bien, pero quiere también, que ahorre un poco para que cada familia argentina se capitalice. A nosotros nos interesa más la capitalización de la economía argentina por medio del ahorro familiar, que la capitalización de las grandes empresas. Por eso mejoramos los salarios del pueblo. Se nos ha acusado de contradicción económica, porque por un lado creamos poder adquisitivo y por otro lado pretendemos disminuir el consumo. Reducir el consumo con salarios de hambre sería muy fácil si nosotros respondiéramos a la concepción económica capitalista. Pero nosotros pensamos que el hombre no ha sido creado para servir a la economía, sino la economía para servir al hombre. Por eso es necesario convencer persuadiendo al pueblo que debe hacer buen uso de la economía que el Justicialismo pone a su servicio y que es menester, por lo tanto, que los mejores salarios acordados no sean invertidos totalmente en bienes de consumo. Es necesario que quede un margen para el ahorro, que permita constituir reservas, porque esas reservas afianzarán la economía del país, economía que seguirá sirviendo al bienestar social. "Los que no saben guardar son pobres aunque trabajen". ¡Que profunda verdad en dos líneas nos legó el genio de Hernández! Nosotros podemos agregar que el país que no sabe guardar será siempre pobre aunque trabaje. Cada uno como individuo podrá conformarse o no con ser pobre, pero, como argentino y como parte de la comunidad, no puede sino querer que su país sea rico. Nuestro mejoramiento social, el bienestar común, y el alto nivel de vida que hemos obtenido con nuestra política justicialista, ha sido logrado no solo sin disminuir, sino incrementando la capacidad del ahorro de nuestro pueblo. No obstante, si entre los objetivos esenciales del Plan Económico de 1952, señalamos el ahorro, es porque queremos acentuar esa política con propósitos altamente sociales y no de privaciones. Nosotros preconizamos el ahorro como una virtud, porque será el producto del orden y de la austeridad, y no de la privación y la miseria. Esa será la reserva con que cada uno de nuestros hombres construya su propia seguridad para las horas difíciles de su familia o de la colectividad. Un pueblo que ahorra así, es un pueblo fuerte, es un pueblo noble, y es un pueblo feliz, bien dotado y bien dispuesto para las horas de bonanza y para las horas de incertidumbre. Esa es nuestra política y ese es nuestro consejo. ¡Esta es una hora de austeridad y de prudencia! Señores: Ustedes van a dispersarse por los cuatro rumbos de la patria. Y dirán, más que con la palabra, con la convicción y con el ejemplo, hasta en los más mínimos detalles, que esto que queremos hacer es una respuesta a la agresión exterior, un mentís a quienes creen que no servimos más para un esfuerzo de cinco años y echarnos a descansar. Más aún, ahora ajustaremos la máquina para poder librar el gran esfuerzo del segundo plan quinquenal. Esta obra ciclópea habrá que hacerla sobre bases firmes de una economía racionalizada y sobre el inconmovible cimiento de un pueblo decidido a cumplir con su destino en el mundo. No es cuestión de inhumanos sacrificios ni de penurias propias de épocas ya superadas. El plan económico 1952 es un plan de optimismo. Sobre su saludable sobriedad sonríe el futuro promisorio y tanto más seguro cuanto más ahondemos en el cumplimiento de nuestro deber inmediato. .......................
1952-03-31
Palabras de despedida a los cadetes navales que partieron para su viaje de instrucción.
El veterano guardacostas "Pueyrredón" y el moderno transporte "Bahía Thetis", uno con las glorias de tanta proeza marinera cumplida, y el otro ansioso por emularlas, han terminado sus aprestos para hacerse a la mar. Conducen a su bordo una nueva generación de cadetes que, con sentido responsable de su vocación naval, habrán de prodigarse tratando de cimentar su instrucción profesional y su temple moral, en este período de transición que es el previo a su incorporación al cuadro de la nación. Alguna vez he dicho que el comandante del buque constituye, desde tiempo inmemorial, el alma de la nave. Ese comandante cuando tiene el honor y la responsabilidad de que se le confíe una misión trascendente de esta naturaleza, debe ser, a su vez, fiel intérprete del alma de la nación, para que el sentimiento y el pensamiento de la patria se hallen impregnados en el buque y puedan trasmitirse como mensaje de paz y de concordia a todos los pueblos y a todos los hombres de buena voluntad. A ustedes, señores comandantes, les incumbe también la obligación de inculcar y difundir en el espíritu de estos cadetes las virtudes militares de la disciplina, de la subordinación y de la lealtad, así como la conciencia de su responsabilidad futura ante su pueblo. La nación entrega este núcleo selecto de sus hijos a vuestra pericia, con la seguridad de que habréis de reintegrarlos a su servicio, forjados en su carácter y con acabada noción de los complejos problemas de vuestra profesión; y confía finalmente en que representaréis la marina de guerra y a la patria en el exterior, con inteligencia, con tacto y con patriotismo. A los señores oficiales de la plana mayor de ambas naves, quiero recordarles la necesidad siempre repetida de cooperar leal y constantemente con el comandante para la consecución de todos los objetivos perseguidos, así como también advertirles que su responsabilidad es tanto mayor cuanto que en la conducta y en el ejemplo que ofrezcan a los cadetes, hallarán éstos su mejor inspiración, para su actuación militar futura. Tengo la certeza de que el personal subalterno que tripula estos buques, cumplirá la importante función específica asignada a cada uno. No en vano tienen el deber de mantener incólume el prestigio tradicional de la marinería argentina que ha paseado por el mundo su gallardía y su prestancia, dejando en todas partes su honroso sello de nuestra hidalguía, caballerosidad y corrección como acabada muestra de las virtudes de nuestra noble estirpe. Cadetes: esta será vuestra prueba final. En ella hallaréis no solo una fuente inagotable de sabiduría marinera, sino también un insospechable caudal de experiencia que será precioso legajo para vuestro futuro desempeño al servicio de la institución. No debéis olvidar que la nación no ha escatimado esfuerzos ni sacrificios de ninguna índole, ni ha dejado de vencer las naturales dificultades que han podido oponerse a la realización de este viaje de instrucción final. Que ese sacrificio se vea generosamente compensado con vuestra actuación en el exterior, y que esa deuda con la patria, la saldéis trabajando por ella en vuestro perfeccionamiento actual y vuestra constante dedicación profesional futura. Marinos del "Pueyrredón" y del "Bahía Thetis": Vosotros representáis al pueblo, y el pueblo, esencia de la nacionalidad y de la vida argentina, os tiende las manos en emocionada despedida. Llevad a esos países que recorreréis, la seguridad de que la República Argentina, libre, justa y soberana, sigue alimentando la esperanza de un mundo mejor, del que desaparezca la incomprensión, y en el que los pueblos reencontrándose a sí mismos depongan sus enconos y emprendan el sendero venturoso de una fraternal convivencia internacional. Señores comandantes: largad las amarras de vuestros buques, podéis zarpar.
1952-04-01
Discurso de inauguración del año escolar
Bajo la augusta protección de la bandera de la patria que acaba de ser izada al tope de todos los mástiles de todas las escuelas del país, se inicia este nuevo período lectivo de la actividad educacional de la nación. Como todos los años, desde los primeros de mi gobierno, quiero cumplir en esta oportunidad con el grato deber que me he impuesto como norma al dictar esta primera lección del año que deseo hacer llegar al corazón y al pensamiento de todos los niños y los jóvenes de la república. Más que como presidente de la República, responsable del presente y del porvenir de la patria, yo quisiera que cada uno de ustedes, niños y jóvenes que me escuchan, viesen en mis palabras las de un viejo maestro que ha recogido, en las luchas de su vida, profundas experiencias que quiere sembrar en el alma de sus alumnos como la mejor de todas sus lecciones. Yo quiero enseñarles hoy, en esta breve lección inaugural, una de mis experiencias, acaso la más importante de cuantas me ha enseñado la vida, por que es lo que me ha permitido afrontar la tarea de conducir los destinos de la patria. Yo sé que entre todos ustedes, uno o dos, acaso, tendrá alguna vez esta misma responsabilidad y este mismo privilegio, pero mi lección no solo va dirigida a ellos, sino a todos, porque yo entiendo que la grandeza de un país y la felicidad de un pueblo se alcanzan cuando cada uno de los hombres que los componen se siente tan responsable del destino común como si fuese el presidente de la República. Precisamente quiero referirme a esos dos grandes objetivos de la historia de todas las naciones, que son: la grandeza de la patria y la felicidad de su pueblo. Cuando yo tenía la edad de ustedes, me gustaba pensar en la grandeza de mi patria; soñaba con sus glorias y con sus triunfos y pensaba con orgullo que alguna vez el nombre de la República Argentina cubriría con su fama los caminos de mundo, como Grecia o como Roma. Acaso por eso elegí ser militar pensando que en la realización de aquel futuro de grandeza que yo soñaba para mi patria, podía servir mejor una espada que cualquiera otra cosa. Poco a poco, la vida me ha enseñado que en cualquier parte, y con cualquier arma, se puede luchar por aquella grandeza de la patria con que yo soñaba. Pero la vida también me ha ido dejando como lección otra experiencia fundamental; y es la que yo quiero transmitir hoy a ustedes que constituyen la generación de futuro, el pueblo de mañana. De nada vale la grandeza de un país sino se construye sobre la felicidad de su pueblo. Esta es la esencia fundamental de mi lección. El día que Dios puso en mis manos el destino de la república me acordé de los sueños y de los ideales de mi juventud. Tenía ante mis ojos el recuerdo vivo de los grandes países de la historia y de sus grandes generales. Acaso yo podía decidirme como ellos, por realizar en pocos años la grandeza de mi patria pero la misma historia nos enseña que eso no fue nunca alcanzado sin sacrificar la felicidad del pueblo. Algunos conquistadores llenaron de gloria y de grandeza el nombre de sus países, pero al mismo tiempo que sus alas imperiales se extendían por los caminos de sus conquistas, por esos mismos caminos iba quedando la sangre y la felicidad de su pueblo. Es cierto que es más brillante la gloria de quienes realizan, aunque sea momentáneamente, la grandeza de una nación; pero tampoco es sabio ni prudente sacrificar a la gloria brillante de una grandeza más o menos momentánea, la felicidad de un pueblo. Yo he aprendido, y esta es la experiencia que hoy les dejo como lección, que la grandeza de una nación no vale nada si no sirve para que un pueblo sea un poco más feliz, y que tampoco se puede construir una grandeza nacional permanente sobre los cimientos de un pueblo desgraciado. El día que yo tuve que afrontar mi decisión definitiva tenía frente a mis ojos un pueblo sin fe y sin esperanzas; un pueblo que durante muchos años había sido injustamente explotado, engañado y sometido. Para aquel pueblo, que ustedes felizmente no conocieron, la patria era una cosa sin ningún sentido, y la bandera un símbolo vacío que no decía nada ni al corazón ni al pensamiento. ¿Qué podía hacerse entonces con un pueblo que no tenía ningún interés por las cosas de la patria? Así como hay madres que llegan a merecer el olvido y el desprecio de sus hijos, aunque parezca imposible y sin que por ello se pierda el prestigio de la palabra madre; también, a veces, la patria puede merecer la indiferencia de sus hijos. ¡Eso fue lo que vieron mis ojos en el pueblo de 1943! Con aquel pueblo, ¿podía acaso construirse enseguida la grandeza de la República? ¿Iba a sacrificarse por la nación aquel pueblo desalentado para quien la patria era una simple palabra que llenaba los discursos rituales en las fechas mayores de nuestra historia? Estas preguntas fundamentales decidieron mi conducta. Por eso me lancé hacia el camino de esa lucha por la felicidad del pueblo. Primero eso -me dije-, primero un pueblo alegre y feliz, que tenga fe en sí mismo, que tenga plana conciencia de su dignidad y de sus valores. Después, veremos. Lo primero que hubo que hacer, fue realizar lo que ustedes ahora conocen como justicia social, a fin de que la inmensa masa del pueblo empezase a vivir con cierta dignidad y que los trabajadores argentinos gozasen de los derechos mínimos indispensables para vivir como hombres, como personas humanas. Yo no quiero referir en esta oportunidad todo lo que fue necesario trabajar y hacer para alcanzar lo que queríamos: que todos fuesen enseguida un poco más felices. En una palabra, que el pueblo argentino empezase a ser socialmente justo. Después nos dimos cuenta de que era necesario asegurar esa felicidad y para eso, teníamos que distribuir bien, y por nuestras propias manos, la riqueza del país que no era nuestra porque había sido entregada a los intereses extranjeros. Por eso compramos todo lo que ahora es nuestro; y por eso hicimos todo el primer Plan Quinquenal, para ser lo que ahora somos: económicamente libres. Acaso, con la vanidad de un viejo maestro que ha puesto todo su corazón y su vida en el bien de sus alumnos; yo quiero que ustedes sepan hoy, por mis propios labios, esto que es fundamental. Nunca en toda su historia la República Argentina hizo como ahora su propia voluntad de pueblo libre y soberano. En medio de un mundo de pueblos sometidos, el nuestro levanta su cabeza con la dignidad de la soberanía política, que se sostiene en su independencia económica y en un pueblo feliz porque es socialmente justo. Esa es la verdad absoluta que yo quiero que ustedes conozcan por mí mismo, que me precio de no haber mentido nunca a mi pueblo, y menos a sus niños y a su juventud. Cuando ustedes vean desde lejos en la vida, este pedazo de la historia que nos ha tocado hacer a nosotros, ustedes recordarán mis palabras y reconocerán todo su verdad. Acaso por razones mezquinas haya quienes no quieran reconocerla en la actualidad. No importa. Yo confío en que ustedes que recogerán el fruto madura de mis esfuerzos, dirán algún día, lo que solemos decir los mayores recordando a alguno de nuestros viejos maestros: "Todo lo que nos dijo era verdad". Ahora, en la acción que a mi me queda por cumplir, todos mis esfuerzos habrán de dirigirse a consolidar la felicidad del pueblo. Quiero que cada argentino se sienta dichoso de vivir en esta tierra para que la vaya queriendo cada vez más entrañablemente. Después cuando todos amen a la patria de una misma y generosa manera, hacer cualquier sacrificio por su grandeza será cosa fácil y aquel de ustedes que ocupe mi lugar, algún día, podrá alcanzar toda la gloria que se otorga a los que llevan una nación a la cumbre de su historia. Pero aún así, será necesario que sepa la verdad de mi experiencia: ninguna nación alcanza una grandeza permanente y verdadera sacrificando la felicidad de su pueblo. Quiero pedir a los maestros que me escuchan que traten de inculcar en el corazón de sus alumnos estas ideas fundamentales, a fin de que comprendan que el más grande ideal que se puede tener para la vida es la felicidad de lo demás, que constituyen el pueblo. Enseñen los maestros que todos tenemos una misión fraternal que cumplir en la vida. Que no solo se vive para objetivos individuales y egoístas, sino que la vida es más noble y más digna de ser vivida cuando se emplea en el servicio del bien común, por la felicidad del pueblo. Enseñen los maestros el fundamento del justicialismo como sistema de vida que asigna a cada hombre un fin individual y un fin social o colectivo, distinguiéndose así de individualismo frío y egoísta y del colectivismo aplastante e inhumano. Enseñen a sus alumnos a sentirse pueblo, vale decir, parte de la inmensa masa de los hombres y mujeres que tienen conciencia de un destino común y solidario, a fin de que ningún argentino del futuro se convierta en opresor o en explotador de sus conciudadanos. Así contribuirán los maestros a asegurar con nosotros la felicidad futura de nuestro pueblo y a ellos, maestros, como tantas veces ha sucedido en la historia, deberá la patria del porvenir una grandeza firme, segura y permanente, cimentada sobre las bases inconmovibles y eternas de un pueblo digno y feliz. ..............................
1952-04-07
Entrega de distinciones a los expedicionarios al hielo continental
Señores: Yo he deseado en esta oportunidad ofrecerles a ustedes, con el agradecimiento del gobierno y de la Nación por la empresa que han realizado, un pequeño recuerdo que materialice en un objeto ese agradecimiento que todos los argentinos debemos tener para los hombres que en bien de la patria y de la ciencia realizan un sacrificio y un esfuerzo. Les pido que conserven este recuerdo, que materializa nuestro agradecimiento, como nosotros conservaremos los testimonios que ustedes han traído, para que en la historia de la República Argentina tengamos este galardón de haber sido los primeros en haber cruzado los hielos continentales de nuestra zona austral, todavía no hollados por la planta del hombre de la montaña. Yo soy un hombre, que por haber vivido y trabajado en la montaña, tiene la comprensión completa del esfuerzo que ustedes han realizado. Por esa razón, en un acto sencillo, como deben ser los testimonios de los grandes actos, he querido reunirlos como camaradas de la montaña, más que como ninguna otra cosa, para decirles que he apreciado el extraordinario esfuerzo por ustedes llevado a cabo; que tenemos una comprensión cabal de ese esfuerzo y de ese sacrificio y que reconocemos con todo nuestro agradecimiento lo que ustedes han hecho en bien del país y de la ciencia argentina. Estas empresas resultan simples para quien no las conoce o no las penetra, pero tienen en sí una extraordinaria importancia. Espero que esto sea la iniciación de otras visitas que harán los argentinos a los hielos continentales, realizadas cada día con menores peligros y menores dificultades; espero que para la segunda expedición, que yo sé ustedes estarán planeando in mente, podremos ofrecerles medios superiores a los que les hemos ofrecido en esta oportunidad. Yo he de ser franco en esto, como creo que lo soy en todo. Esta ha sido una expedición un tanto aventurada. Indudablemente, las primeras expediciones en las montañas son siempre hijas del entusiasmo, y tienen como único amparo ese deseo de llegar, esa profunda fuerza espiritual que requieren estas empresas pero, generalmente, corren aparejados riesgos e improvisaciones propias en las primeras expediciones de montaña. Yo anhelo, señores, que ustedes mismos vayan planeando ya la segunda, quizá con mayores conocimientos, y poderles ofrecer todos los medios para que esa expedición pueda llevarse a cabo con menores riesgos y tal vez con mayor aprovechamiento merced al conocimiento adquirido por ustedes y al entusiasmo que esta expedición inicial sin duda infundirá las otras. Yo creo que ese esfuerzo extraordinario realizado por todos ustedes, que ha tenido la utilidad de haber conocido y haber explorado estas regiones, es la iniciación de una acción que debe ser permanente en esa zona. Hay todavía muchas cosas que estudiar y conocer. Yo les pido a los señores que permanezcan ligados a nosotros; que cuando organicen esto en el futuro no lo hagan confiados sólo en los medios que ustedes disponen, como ha sido esta primera vez, sino que nos pongamos todos a trabajar. Nosotros vamos a ayudar; nosotros vamos a prepararles todos los elementos que necesitan. En el futuro no debe ser ya una empresa hecha con unos cuantos trineos, con un gran entusiasmo y con mucho sacrificio de parte de ustedes, sino que debe ser una expedición que vaya allí sin riesgos, que vaya sin sacrificios inútiles, a permanecer el tiempo que sea necesario para los reconocimientos amplios de toda esa región. Señores: este es el ofrecimiento que el gobierno pone en manos de todos ustedes, hombres entusiastas, a los cuales la República tendrá que agradecerles siempre el haber sido los primeros que llevaron la bandera argentina a regiones donde todavía el hombre no había llegado. Esta gloria, señores, sé que es para ustedes el mayor de todos los estímulos que podamos ofrecerles. El reconocimiento de esa gloria para cada uno de ustedes yo quisiera ofrecerlo al país como una contemplación de lo que pueden los hombres cuando se dedican con alma y vida a una cuestión que interesa tanto a la patria como a la ciencia. Por eso, señores, quiero terminar estas sencillas palabras de agradecimiento del gobierno y del pueblo argentino a todos y a cada uno de ustedes, exhortándolos a continuar con esto exhortándolos a que cada día tengan mayor entusiasmo para realizar estas empresas que en nuestra tierra todavía no ha sido debidamente valorada, porque no ha habido muchos hombres que se hayan arriesgado a partir para esas lejanías con solamente dos bagajes: el de su entusiasmo y el de su patriotismo. Para eso, señores, la República, en el futuro, con el reconocimiento, con el agradecimiento del pueblo argentino, debe poner en manos de ustedes todo lo que el pueblo debe poner en manos de sus hijos ilustres que, arriesgándolo todo, van a llevar por primera vez nuestra bandera a sitios donde todavía no había llegado. Señores: yo he querido entregarles a cada uno de ustedes una medalla recordatoria, como así también una medalla peronista, a los cinco compañeros de la expedición que tuvieron el honor de cruzar los hilos continentales. Con esto no he querido hacer una diferencia por que el mérito está en todos y en cada de ustedes en una proporción similar. Pero yo he querido materializarlo en esto para que los futuros expedicionarios sepan que en estas empresas, al que le cabe la fortuna de arriesgar un mayor esfuerzo, le entregamos también lo que nosotros consideramos, en mi gobierno, como la distinción mayor que se puede ofrecer a un argentino, no porque esto sea una cuestión, diríamos, que simbólicamente representa a un movimiento político, sino porque nosotros ofrecemos a esos hombres lo que más queremos, como compensación a ese esfuerzo que también forma parte de los bagajes que en la patria queremos más. ......................
1952-04-14
Ante aviadores civiles del Brasil
Yo deseo que mis primeras palabras sean de profundo agradecimiento hacia todos ustedes, que han tenido la amabilidad de llegarse hasta esta casa para darme la inmensa satisfacción de poder estrecharles personalmente la mano. Quiero también, en esta ocasión, rendir un homenaje a la causa cuyo nombre ustedes han tomado: a Salgado Filho, cuya obra por el desenvolvimiento y progreso de la aviación brasileña conocemos profundamente bien todos los argentinos y por la cual le admiramos en la misma medida en que lo admiran ustedes, porque el juicio sobre los grandes hombres no admite fronteras. En segundo término, quiero decirles a todos los brasileños que se sientan en nuestro país como en su propia casa. Aquí, para nosotros, y especialmente para nuestros sentimientos y nuestro corazón, los brasileños no son extranjeros: son hermanos con las mismas prerrogativas que nosotros tenemos en esta tierra. Esta embajada extraordinaria del sentimiento brasileño tendrá para nosotros la virtud de avivar aún más, si es posible, ese cariño y ese recuerdo generoso que tenemos de todos los actos del Brasil y de su gobierno. Pensamos que si alguna unión es indispensable, es precisamente, la unión indestructible entre Brasil y la Argentina. Por eso creemos que la tarea que ustedes realizan, en esta ofensiva de amistad que nos traen desde Brasil, es posiblemente la más hermosa y la más grande de todas las ofensivas que puedan realizarse. Sé que encontraran ustedes en cada argentino a un amigo, porque en este país, por el Gobierno, por el Estado, por todas las instituciones, por el pueblo, por nuestros maestros y por nuestras madres, no se enseñan nada más que a querer al Brasil, a respetarlo y admirarlo. Ese cariño, ese respeto y esa admiración por el gran país que ustedes representan, lo verán reflejado en la amistad y en el cariño que encontrarán en cada uno de los argentinos: en esta tierra la mejor recomendación que puede ofrecerse, para un argentino, es decir que se trata de un brasileño. Yo agradezco las amables palabras de nuestro amigo Lusardo, viejo amigo que llena entre nosotros no una misión diplomática, sino una misión de amigo que representa a un país hermano, amigo y querido por nosotros. La llegada de ustedes tiene para nosotros, desde el punto de vista aeronáutico, una gran importancia. Hace tiempo que estamos tratando de formar en nuestro pueblo una verdadera conciencia de los hombres del porvenir. Hemos empezado, con nuestros chicos, trabajando en el aeromodelismo; los hemos visto después en sus clubes de planeadores; hemos desarrollado toda la actividad deportiva. Nos hemos dedicado con bastante importancia a la aviación comercial, y mantenemos la tradición y desarrollo de nuestra aeronáutica militar. No van quedando sectores de esa conciencia en los cuales no trabajemos. Pensamos que en la labor que ustedes realizan, cualquiera sea la actividad a que se dediquen en el desarrollo de la conciencia aeronáutica, están trabajando por la ciencia, por el arte y por el futuro. Sé bien que en estas actividades no son todos halagos, sino más bien sacrificios y penurias; pero sé que en cada uno de ustedes vive un hombre con inquietudes y con realizaciones de sacrificio permanente; que cada uno de ustedes representan en su país lo que nosotros tratamos que nuestros aeronautas representen en el nuestro: una nueva conciencia, una conciencia que marche y navegue con ideales nuevos, como utilizan también los nuevos medios que la ciencia pone a disposición de los hombres para que ellos sean cada día mejores y más buenos. Pensamos que el simbolismo de este vuelo que ustedes realizan desde lejanas regiones del Brasil hasta nuestras tierras tienen la virtud de concentrar aquí hombres que vienen en una misión de bondad, que vienen en una misión de cariño, y para la Nueva Argentina todos los hombres buenos y de buena voluntad que traen amor y que traen paz son siempre bienvenidos. Yo deseo, señores, que en estos días en que ustedes nos hagan el honor de compartir nuestras vidas sean inmensamente felices. Que los acompañe toda nuestra simpatía y nuestro cariño. Y cuando regresen al Brasil, lleven conjuntamente con ese recuerdo de nuestra amistad y de nuestra sinceridad un abrazo grande para todos los brasileños que viven y vivirán eternamente muy cerca de nuestro corazón. Entre estos presentes que han tenido la amabilidad de hacernos llegar los compañeros brasileños, hay cuchillo de gaucho. Para nosotros, como para todos los rioplatenses, el gaucho tiene una significación. Para nosotros el gaucho respeta una tradición por sobre todas las demás tradiciones: la de la amistad. Cuando nosotros somos amigos, somos amigos de verdad. Cuando un hombre con sentimiento gaucho entrega su amistad, entrega con ella su vida. La entrega con sinceridad y también con lealtad. Esa es la amistad que yo anhelo que la Argentina mantenga permanentemente con el Brasil, y todos mis actos de gobierno, sin distinción de naturaleza, están encaminados a hacer cada día más firme, más real, más indestructible, esa amistad con el gran país al cual ustedes pertenecen. Porque soy un sincero convencido de que el día en que Brasil y Argentina depongan todas las suspicacias inútiles en la vida de relación de los pueblos, y desaparezcan todas esas cuestiones para dar nacimiento a un cariño y a una amistad como tienen los gauchos, no habrá problemas en Sudamérica. Y tan pienso así, y tan obro así, como bien lo atestigua mi querido amigo Lusardo, que todos mis actos de gobiernos están inspirados en ese cariño y en esa amistad. Porque, señores, siendo franco, como deben ser los hombres que son amigos y que se tienen cariño, les he de decir: yo voy más allá; yo creo que en el futuro nosotros deberemos unirnos tan indestructiblemente, tan firmemente con todos estos países de este Nuevo Mundo que tiene el porvenir en su pupilas, y que formemos un solo país para enfrentar a ese futuro con la fuerza, con el poder y con la decisión necesarios para subsistir en este mundo de convulsiones. Somos pueblos nuevos con inmensas reservas, vale decir, que un mundo superpoblado somos los pueblos del porvenir. Es necesario que vayamos pensando en ese porvenir y que vayamos actuando para asegurar la tranquilidad y la felicidad de ese porvenir. Yo sé que los hombres del Brasil piensan así; nosotros los argentinos también pensamos de la misma manera. Pueblos de una misma raza, con un mismo sentido de la vida, con una misma aspiración, indudablemente en el largo y atribulado camino del mundo de nuestros tiempos ha de encontrarse siempre unido en la marcha ascendente de esa civilización que representamos. En esta marcha, hasta el último aliento de mi vida yo haré todo cuanto sea necesario para que esta unidad, esta unión entre brasileños y argentinos, sea cada día más efectiva, cada día más indestructible. Señores: al dejarlos en manos y en el corazón de los compañeros argentinos aviadores que harán de anfitriones, que los acompañarán y les ofrecerán todo cuanto nosotros tenemos, quiero pedirles que, al regresar a su hermoso y grande país, cada uno de ustedes lleve un abrazo fraternal a todos los brasileños, y en sus pupilas de visionarios del aire, la persuasión de una visión exacta de esta Argentina que ama al Brasil y que sí algún día la patria de ustedes necesita de cualquier ayuda en cualquier circunstancia, la Argentina estará hasta el sacrificio a su disposición. ..................
1952-04-24
En el acto en que se condecoró al jefe del Estado Mayor de la Fuerzas Armadas del Brasil, general Pedro Aurelio Goes Monteiro
Mi general: Desde que yo estoy en el gobierno de la nación he tenido, como una primordial y fundamental orientación, el estrechar cada día más los vínculos que han unido a la República Argentina con vuestro gran país. En esa política, que ha sido fácil de llevar adelante merced a nuestra vieja y tradicional amistad y hermandad argentino-brasileña, he sido en toda circunstancia un hombre de buena fe que ha buscado, con sinceridad y con lealtad, que esta amistad tan tradicional no fuese jamás alterada. Soy un profundo convencido de que la unión de la Argentina y el Brasil soluciona todos los problemas que pudieran presentarse en el orden internacional en esta parte del continente. Y como hombre amante de la paz, como soy y como me siento en forma permanente, he tratado de que ese vínculo y ese sentimiento fuese cada día más grande para que llegue a ser imperecedero en la historia del Brasil y de la Argentina. Vuestra visita, vuestras amables palabras y la profunda sinceridad que vemos a través de ellas en un viejo soldado del Brasil, me dan la persuasión absoluta de que vos sois también un hombre orientado en esta misma tendencia e influenciado por este mismo sentimiento fraternal y cariñoso que une a los brasileños y a los argentinos. En nuestra tierra enseñamos los profesores y las madres y a través de nuestros diarios y de nuestros medios de difusión, solamente una cosa con referencia al Brasil: que deseamos que el pueblo argentino quiera cada día más al Brasil y a los brasileños. Dentro de esa política, vuestra visita de ilustre soldado del Brasil, nos ha colmado de satisfacción y de honor. Por eso, el Consejo Superior de la Orden de Mérito de la República, me ha confiado el insigne honor de que, como Gran Maestre de esa Orden, pueda colocar sobre vuestro pecho de viejo soldado brasileño la condecoración que os voy a entregar en este momento. Solamente os pido, mi general, que al regresar a vuestra grande y hermosa patria, llevéis la sensación de nuestra sincera lealtad para con el Brasil, pensando que no habrá en nuestros actos ningún hecho que desmienta esta amistad que anhelamos, que reconocemos y que haremos todos los esfuerzos por conservarla en su más grande contenido y en su más pura expresión. Por eso, mi general, al sentir la satisfacción inmensa de poder colocar sobre vuestro pecho la Cruz Argentina al Mérito, os digo que me honra y me enorgullece hacerlo como Presidente de la Nación, también me honra y me llena de satisfacción, por motivos profesionales el poder hacerlo con un viejo soldado, cuyos méritos y servicios al Brasil reconocemos todos los americanos. Y, además, me enorgullece que sea a un viejo soldado, lleno de sabiduría y de experiencia militar, que otro viejo soldado pueda colgarle esta condecoración, en mérito a esos recuerdos, en méritos a esos servicios que consideramos prestados no solamente al Brasil sino a toda la comunidad de hombres libres de esta tierra que comparten con Brasil sus propias glorias, su propia historia y su propio recuerdo. ............
1952-04-25
En la comida ofrecida al grupo antártico
Deseo que mis primeras palabras sean de felicitación para todo el personal del Grupo Antártico, que este año ha plantado en ese territorio de la república un nuevo jalón de derecho y soberanía. El patrimonio de la nación, según ya es costumbre en el mundo, no se discute: se defiende. Y es tarea de las instituciones fundamentales de la república, que son sus fuerzas armadas, afirmar esos derechos que la Argentina está sosteniendo desde hace muchos años en el hemisferio austral. La tarea de la Marina es ya conocida en el país. Sabemos todos los argentinos cuanto le debemos en la afirmación de nuestros derechos inalienables, que algunos pretenden todavía discutirnos. Es indudable que estos derechos tendremos que ir afirmándolo todos los años con nuevo esfuerzo, y el esfuerzo que ustedes han realizado en la Antártica, que señala un nuevo jalón, hace que todos los argentinos y la nación misma les deba a ustedes un señalado servicio. Nuestro oficio fundamental de soldados o marinos es el de cumplir este deber para con la patria. Yo sé con que sacrificio y con que abnegación lo han cumplido durante esta última, y por eso mi fe de hombre de esta tierra se ilumina con la esperanza de que los marineros y los soldados argentinos afirmarán en el futuro inmarcesiblemente esos derechos, no solo con el sacrificio de su trabajo, sino con el sacrificio de sus vidas si fuera necesario. He escuchado con emoción las palabras del señor ministro de marina, que ha hecho llegar al señor capitán Díaz una felicitación que oportunamente le pedí que trasmitiera. Los soldados y los marinos cuando cumplen un deber tan sagrado como es el servicio de la nación, pueden pecar por energía, pero no pueden pecar jamás por debilidad. Por eso, la actitud de esos marineros de Bahía Esperanza puede ser un ejemplo para todos los argentinos que se sepan inspirar en el credo de los hombres de armas, cuya actitud es solamente desdorosa cuando no cumplen enérgicamente con su deber. Es una vieja consigna de la estirpe, la de que vale más honra sin barcos que barcos sin honra. Ya sé que ustedes, en los mares australes va poniendo la divisa con ese espíritu de la estirpe que nos han legado la historia y que sabremos hacer valer en todos las circunstancias en que sea necesario. Por eso, les agradezco a todos, en nombre de la Nación, los desvelos y los sacrificios que han puesto, tanto el jefe de la expedición como el más modesto de los marineros o de los obreros que han trabajado en estas tareas, con las que vamos escribiendo las páginas de gloria de la nación y poniendo nuevos jalones que nos hacen más argentinos, que nos hacen más libres, frente al mundo y frente a la historia. Muchas gracias a todos. ......................
1952-04-29
En el Congreso Mundial de la Juventud Universitaria
Señores delegados: deseo en esta oportunidad, como prólogo a cuanto voy a decir a continuación, en nombre de la señora Eva Perón agradecer, la amable invitación que le ha hecho llegar el Congreso para asistir a esta asamblea, pidiendo disculpas porque su estado no le ha permitido tener el inmenso placer de acompañarlos. Sin embargo, ella, tendrá una gran satisfacción en recibir mañana a los señores delegados en su residencia. En primer término deseo agradecer a las autoridades de este Congreso extraordinario de la juventud mundial universitaria la cordial que me formularan para asistir a este acto con el que clausuran sus deliberaciones. Sean mis primeras palabras las de mi saludo afectuoso a los jóvenes universitarios que salvando distancias e inconvenientes de toda naturaleza, han llegado hasta nuestra tierra con el único propósito de expresar sus ideas y sus inquietudes en defensa de la juventud que representan, con los ojos puestos en el porvenir del mundo, tratando de avizorar en los horizontes oscuros del presente los caminos por donde emprender la reconstrucción del hombre y la liberación definitiva de los pueblos. Acostumbrado a ver un poco más allá de las circunstancias, buscando siempre el sentido trascendente de los hechos que pasan ante mis ojos, yo no veo solamente en este Congreso que ustedes acaban de realizar el simple episodio de sus deliberaciones ni sus solos resultados concretos. Más allá de todas estas circunstancias, ya de por sí mismas extraordinarias, yo veo en este Congreso una expresión inusitada de apasionado idealismo, en una juventud que prueba así, la resurrección del hombre sobre las ruinas de su propia destrucción, y nos confirma en el optimismo y en la fe con que nosotros estamos luchando en nuestra tierra, realizando una doctrina para un mundo mejor. Por eso he aceptado complacido el compartir con ustedes esta tarde. Acostumbrado a la lucha por los altos ideales que han quemado los años de mi vida en una llama permanente de rebeldía y de revolución contra la injusticia, la indignidad, la explotación y la opresión de la patria y de mi pueblo, yo comprendo el lenguaje y las decisiones que ustedes han tomado en el curso de estos días. Acaso los hombres prudentes dirán mañana que este Congreso, por su contenido y rebeldía frente a la desolación de un mundo dividido por la injusticia y la opresión de los imperialismos, no debía escuchar mi palabra de presidente de la República. Yo desdeño, una vez más, el consejo de esos prudentes, persuadido como estoy, de que en este mundo nuestro, desgraciado y por momentos trágico, la prudencia aconseja romper con los prejuicios del pasado y hablar la verdad con todas sus palabras y con todas sus letras; porque en estos instantes decisivos de la historia, el engaño puede conducirnos al desastre, pero la verdad todavía nos abre un camino y acaso por allí lleguemos a la justicia y a la libertad que venimos buscando desde el principio de la historia de los hombres y de los pueblos. Por otra parte, yo he jugado ya mi carta en el concierto del mundo contemporáneo. Hace mucho tiempo decidí mi propio destino abrazando la causa de la justicia y la libertad de mi patria y de mi pueblo. Cuando un hombre con dignidad y con honor toma una decisión así, debe saber que no podrá volverse nunca para atrás, y que desde ese momento está definitivamente encadenado a su ideal y que deberá morir con su bandera entre las manos si no quiere merecer el desprecio de los hombres, y lo que es más grave, su propio y más íntimo desprecio. Señores: cuando en 1943 inicié mi lucha en la Secretaría de Trabajo y Previsión, ya tenía adoptada a ese respecto mi decisión. Poco a poco, ella ha ido conformando una doctrina. Por aquellos tiempos, el panorama del mundo se presentaba ya con caracteres que tiene en la actualidad, aunque menos definido entonces. La gran tragedia del hombre y de los pueblos, puede definirse con la enorme diferencia abierta desde el principio de la historia, entre los deseos de libertad y de justicia, y los resultados de injusticia y de esclavitud a que lo sometieron sus conductores después de cada uno de las grandes y sangrientas contiendas libradas en el curso de lo siglos. Nuestro propio siglo es un ejemplo. En 1914 hombres y pueblos fueron lanzados a la primera guerra mundial. Se les dijo que luchaban por la justicia y la libertad. Al término de aquella gran masacre de hombres y de pueblos, la humanidad advirtió que otra vez había entregado su mejor juventud en aras de un interés, creyendo ingenuamente que peleaba por la victoria de sus viejos ideales y que el duro resultado de tantos afanes y sacrificios era un mundo menos justo y menos libre. Pasaron los años. En 1939 los hombres y los pueblos volvieron a la guerra. También esta vez se trataba de luchar por la justicia y por la libertad. Eso fue lo que nos dijeron en todos los tonos y por todos los medios, los de un bando y los del otro bando. En ese afán desmedido de llevar hombres a la guerra, la propaganda del capitalismo llegó a decir que el comunismo era una brillante democracia; y el mundo comunista, aunque con más reservas, elogiaba a las democracias del capitalismo. Todo eso en homenaje a la justicia y a la libertad. Terminada la guerra, con su enorme destrucción de valores, y de valores humanos que es lo más grave, vean ustedes el mundo que nos regalan: por un lado, detrás de la cortina de hierro, pueblos y naciones sometidos a la "justicia" y a la "libertad" del colectivismo aplastante que insectifica al hombre; y por otro lado detrás de la cortina del dólar, pueblos y naciones sometidos a la "justicia" y a la "libertad" del capitalismo, decidido a dominar sobre el mundo con el poderío de su dinero y sus ejércitos. Ahora se enfrentan los dos, y mientras se preparan para la tercera catástrofe del siglo, nosotros, los hombres y los pueblos, nos preguntamos, viendo que por tercera vez nos llaman a pelear por la justicia y la libertad, si no será mejor que de una vez por todas, decidamos nosotros alcanzar por nuestros propios medios, la libertad y la justicia, que por lo visto no se regalan. ¡Se conquistan, se defienden y mucha veces a costa de la vida! Eso es todo lo que nosotros decidimos hacer. Por eso adoptamos en el mundo nuestra tercera posición. Hay quienes afirman que esa tercera posición es una cómoda posición de neutralidad, algo así como una de aquellas viejas componendas políticas a que nos tenían acostumbrados en la historia de los años pasados, con sus equívocas y sutiles posiciones de equilibrio. Si hubiésemos querido solamente aparecer como neutrales, no tendríamos hoy una doctrina que nos ha ganado el odio y el encono de los imperialismos. El Justicialismo que nosotros hemos realizado, en nuestro afán de hacer la felicidad de los argentinos, es una posición demasiado definida para ser neutral. Y no somos neutrales. No nos cruzamos de brazos frente a la tragedia del hombre y de los pueblos. No nos encerramos en el egoísmo aislacionista, que sería inhumano e indigno de nuestro pueblo. Nosotros afrontamos la tragedia humana, buscando afanosamente la solución honrada y sincera que la humanidad espera, con la desesperación de una agonía que ya se prolonga demasiado. No somos un pueblo fuerte. Somos una pequeña nación del mundo, cuya única fuerza reside en el espíritu de un pueblo magnífico, capaz de jugarse la vida, como los años de la independencia americana, por la libertad ajena, sin exigir en cambio nada más que un lugar de dignidad en el concierto de los pueblos libres. No somos un país imperialista, pero tampoco queremos entrar en la lista de los satélites. Deseamos la salvación de la civilización cristiana de occidente, pero sabemos que el capitalismo ni es cristiano ni es civilización; y si el mundo occidental quiere salvarse enfrentando con éxito el avance de la doctrina comunista, no podrá hacerlo sino destruye previamente a las cerradas y aplastantes estructuras del capitalismo, sustituyéndolo con una nueva doctrina, digna de nuestra cultura fundamentalmente humana. Esa es la tercera posición de la doctrina peronista que nosotros hemos realizado en nuestra patria. No pretendemos utilizarla como bandera imperialista. Nuestro imperialismo, si puede llamárselo así, no se proyecta sobre el mundo como una red económica o militar, ni tiene quintacolumnas infiltradas en las naciones, ni siquiera pretende obtener el apoyo político de los gobiernos. Es en cambio un alto ideal, realizado entre nosotros, y que precisamente por haber conseguido la felicidad de un pueblo en medio de un mundo destrozado, trasciende por sobre nuestras fronteras y llega a los pueblos desesperados de la humanidad como un destello de una luz quebrando la noche de su desolación. Por eso los pueblos van conociendo a pesar de la propaganda imperialista, y aún a pesar de sus propios gobiernos, las verdades y los principios del Justicialismo. Nosotros no podemos oponernos a ello, aunque nos combatan con el encono desatado de la mentira y de la calumnia. Frente al individualismo egocentrista de los unos, que someten al hombre a la explotación egoísta y destructora del dinero, y el colectivismo de los otros, que lo sumergen o esquilman en la explotación igualmente fría y aniquiladora del Estado, nosotros levantamos la bandera del Justicialismo, en cuyo sistema, edificado sobre la vertical del hombre, el dinero y el Estado no tienen otra función que servir al bien común, en cuyo armónico equilibrio ha de integrarse el hombre para cumplir las trascendentes finalidades del individuo y de la sociedad. Es decir, que apoyándonos en su misma naturaleza, eminentemente social, le hemos propuesto al hombre fines también sociales para complemento de su finalidad individual. Se ve bien claro, que los argentinos no solo no hemos rehuido la enorme responsabilidad que sobre los destinos futuros del mundo les cabe a todos y cada uno de los pueblos de la tierra, sino que por el contrario, hemos expuesto con claridad y valentía nuestra honesta colaboración, señalando el único camino que a nuestro juicio puede apartar a los hombres y a los pueblos de dos abismos igualmente destructores y terribles. Nos hemos cuidado, sin embargo, muy bien de no proponer una utopía. El mundo quiere y necesita soluciones concretas para sus problemas concretos. La solución que nosotros le ofrecemos, la hemos primero realizado en nuestra tierra y la hemos desentrañado de las esencias y de las aspiraciones de nuestro propio pueblo, decidiéndonos simple y sencillamente a hacer su voluntad. Porque nosotros creemos que es precisamente allí, en la voluntad de todos los pueblos, donde vive latente el germen de la solución. Por eso la lucha de los imperialismos no constituye ni puede constituir la causa de los pueblos, sino que es por el contrario, el pretexto con que los someten a la voluntad y la explotación de sus camarillas de privilegiados. Si los organismos que sirven a los intereses de cualquiera de los dos imperialismos en lucha, se decidieran a consultar la voluntad de sus pueblos y luego pusieran en realizarla todos los medios y la fuerza que emplean para someterlos, la humanidad no hubiera llegado a la terrible encrucijada en que hoy se encuentra. Ellos no se dan cuenta, por otra parte, que terminarán siendo arrasados por los pueblos, que no sólo van adquiriendo cada día una conciencia más poderosa y más segura de su propio valer, sino que están cansados de guerrear por causas que ni sienten como propias, ni ven que les procuren una vida por lo menos un poco mejor. ¡Como quieren entonces convencerlos y arrastrarlos nuevamente con el argumento de la justicia y de la libertad, si en la historia de sus luchas y en la esencia de sus sistemas no han hecho otra cosa que someterlos y explotarlos, cada día con mayor brutalidad! ¿Cómo quieren al mismo tiempo que los pueblos no vayan pensando en el Justicialismo, a medida que van conociendo mejor sus fundamentos y observando en nuestra realidad sus resultados, y que no busquen también en él la solución, cualquier sea el nombre con que cada pueblo se proponga llamarlo? ¿Qué de extraño tiene entonces, que en distintos momentos y en distintas naciones, se levanten voces que repiten los mismos conceptos y propongan las mismas soluciones que nosotros venimos repitiendo y proponiendo incansablemente desde hace mucho tiempo? ¿Tenemos acaso nosotros la culpa de que la doctrina peronista, por levantarse sobre la roca firme de los valores humanos y consultar las esencias de los pueblos, sea enarbolada como bandera en cualquier parte y en cualquier pueblo de la tierra en donde se luche ciertamente por la justicia y por la libertad? De todas maneras, preferiremos siempre cargar sobre nuestros hombros la culpa de la libertad, antes que echarnos sobre nuestras conciencias la infamia de la esclavitud. ¿Cómo van a convencer al mundo los imperialismos cuando dicen que luchan por la paz, si no sólo deletrean esta palabra con estruendo de cañones, sino que a la paz no puede irse más que por el camino de la justicia y de la dignificación de hombre y ellos constituyen precisamente su misma negación? A la paz no puede irse sino por la pacificación interna de los pueblos, y a esa paz interna solo se llega por el camino de la justicia social, que ellos no solo no practican, sino ni siquiera permiten que la practiquen los demás. A la paz no puede irse sino por el respeto de las soberanías nacionales, que ellos avasallan bajo el poder frío y brutal del dinero, cuando los someten por la economía; o por la fuerza misma cuando los someten por las armas. Y a la paz, por último, tampoco puede irse sino cuando tanto en el orden internacional como en el interno, se hace de la libre autodeterminación de los pueblos, el fundamento del gobierno y de la buena relación entre los países igualmente soberanos y dignos. Por eso, algún día comprenderán, que haber hecho únicamente la voluntad del pueblo, defendido nuestra soberanía, realizado nuestra independencia económica y afianzado en la justicia social, el orden y la tranquilidad de nuestro pueblo, es la contribución más grande, más permanente y más segura que nosotros hayamos podido ofrecer a la pacificación universal. Señores: el Justicialismo no es una doctrina de reacción ni tiene por origen ni por causa la existencia de los dos imperialismos que se disputan el mundo. Sobre ninguno de los dos errores hubiéramos cometido nosotros la imprudencia de construir nuestra verdad. La causa de nuestro movimiento no es otra, ni podría ser otra, que el hombre abarcado desde el ángulo de sus valores permanentes y eternos. El capitalismo, que somete al hombre a la explotación por el dinero, se fundamenta y trabaja sobre la permanente negación de los valores humanos. El colectivismo, que somete al hombre a la explotación por el Estado, no solo se basa en esa misma negación, sino que necesita para proliferar y extenderse en el mundo, del clima de miseria y de injusticia que el primero va sembrando entre todos los pueblos. El Justicialismo en cambio se define y se estructura en la permanente afirmación de los valores humanos y cree que solamente sobre ellos se puede construir la felicidad de los hombres y la armonía de los pueblos. Señores: ésta es nuestra doctrina y ésta es nuestra posición. Para los que creían que no era una verdadera militancia, yo les invito simplemente a que observen la guerra sorda que los imperialismos nos han librado y nos libran a un mismo tiempo, como si hubieran convenido mutuamente que constituimos para ellos el mayor peligro. Y quizás esté bien que así lo piensen, porque en definitiva intentamos arrancarles de las fauces sangrientas la presa desventurada, pero maravillosa, del hombre y de los pueblos. Ojalá comprendan también a tiempo que si ellos pretenden y conciben que los pueblos se desangren por la injusticia y por la esclavitud, cuánto más fácil y más digno es que lo hagan algún día por la justicia y por la libertad. ¡En esa posición en la que nosotros queremos morir si fuera necesario! Señores: me he permitido hablar más bien de mis ideales y de nuestra posición en el mundo que de la doctrina misma, ya conocida por la inquietud de todos ustedes. Me permito añadir a todo lo dicho nada más que dos palabras, para invitarles en primer lugar a que vean en nuestro pueblo los resultados de la doctrina realizada, y en segundo lugar para pedirles si de ella están persuadidos con la convicción de mis ideales, que los tomen como propios y que como propios -sin que les reclamemos nunca ni siquiera la paternidad y el derecho que poseemos -, lo difundan por el mundo y luchen por realizarlos en el porvenir de todas las patrias de la humanidad. ..................................................
1952-05-01
En la celebración del Día del Trabajo en la Plaza de Mayo
Compañeros: Un año más nos trae la inmensa dicha de compartir un 1º de Mayo más con este maravilloso pueblo, que el peronismo ha calificado como lo más hermoso y lo mejor de esta tierra. En esta plaza de Mayo de nuestras glorias y de nuestras rememoraciones, donde, desde esa pirámide y desde ese Cabildo, ciento cincuenta años nos contemplan y nos imponen, en nombre de los varones que nos dieron la primera libertad, consolidar la libertad de nuestro tiempo, independizando a este pueblo para formar una Nación justa, libre y soberana. Esos varones ilustres de la patria, que hoy desde el Olimpo nos contemplarán alborozados, al ver que no hemos indignificado su memoria, que nos contemplarán orgullosos al vernos enfrentar la infamia en todos los terrenos y elevar las oriflamas de esta patria generosa y grande frente a todos los despotismos, a todos los imperialismos y a todas las injusticias de la tierra. Por eso, compañeros, el día 1º de Mayo, que recuerda la infamia más horrorosa de la historia del trabajo del mundo, nos brinda a nosotros, hombres justos, la oportunidad de mostrar la cara limpia de los hombres humildes, frente al cielo límpido de la patria, como una promesa de sacrificio eterno, para que esas injusticias cesen en el mundo y para que en nuestra tierra no permita Dios que jamás reine nuevamente la injusticia. Por eso compañeros, este jubiloso 1º de Mayo, donde que cada trabajador lanza su mirada retrospectiva para recordar las víctimas de esa injusticia; este jubiloso 1º de Mayo, donde cada trabajador debe levantar la escrutadora mirada introspectiva, para ver dentro de su alma, si él se siente siempre un soldado de la justicia y de la libertad y para preguntarle a su propia alma, si mañana fuera necesario inmolarse por la causa de esa justicia y de esa libertad, si va a estar decidido a entregar su vida por la vida de los demás. Compañeros, cuando iniciamos juntos la marcha por este camino, algunas veces fragoroso, de la justicia y de la libertad, yo dije a mis compañeros trabajadores que los enemigos más temibles no estaban entre nosotros, que los enemigos más temibles estaban fuera de nuestras fronteras y que venciendo aquí, deberíamos después vencer a ese enemigo exterior, representado por los privilegios de un capitalismo y de un imperialismo que atropella todos los valladares que se le presentan para vencer todos los pueblos que se humillan. No es, compañeros, la oligarquía el gran enemigo que debemos vencer. No es la oligarquía nacional, sin otro valor que su dinero y sus privilegios, a la que hay que abatir. Es necesario oponerse a la oligarquía internacional, a los oligopolios del mundo, que no perdonarán a un pueblo que haya pretendido ser libre y ser digno. Pero, compañeros, para vencerlo solamente necesitamos una Argentina unida; necesitamos terminar con los traidores; necesitamos tonificar la solidaridad del pueblo en forma de reunir un ejército civil de la Nación, capaz de enfrentar a todas la fuerzas de la tierra. Por eso compañeros, este 1º de Mayo, que tiene la virtud de poner en contacto los corazones de los trabajadores que forman nuestro pueblo virtuoso y grande; por eso este 1º de Mayo que nos permite unirnos una vez más en esta plaza de nuestros recuerdos, nos está comprometiendo frente al pueblo y frente a la historia, para que unidos realicemos lo que queda por realizar, cumpliendo lo que hace diez años dije por primera vez a nuestro pueblo: ¡unidos venceremos! Compañeros: hoy, en este día nuestro, yo deseo desde acá, agradecer cuanto han hecho los trabajadores por nuestras conquistas. Deseo agradecerles en nombre de la patria ese esfuerzo incesante en producir y en engrandecer la obra que estamos realizando; y agradezco a la Confederación General del Trabajo que con su virtuosa actuación está uniendo a todos los trabajadores argentinos; agradezco a todos los dirigentes de la patria, que aglutinando sus organizaciones sindicales han dado el más perfecto ejemplo de organización que conozca el mundo, en organismos donde el corazón de los hombres lanza las fuerzas de la solidaridad que son las únicas fuerzas en el mundo invencibles; agradezco a todos y a cada uno de los trabajadores argentinos, desde Jujuy a la Antártida y de Buenos Aires a Mendoza, porque todos ellos se están ganando el bien de la Patria en su trabajo honrado de todos los días, que presupone la lucha positiva que engrandece a los pueblos y ennoblece a las naciones; a esos humildes trabajadores del campo y de la ciudades, que levantan el monumento inmortal de la patria, que en los siglos irá diciendo a todas la naciones de la tierra que este pueblo justo, que este pueblo noble, que este pueblo trabajador, no sólo ha sido invencible ante cualquier fuerza, sino que ha tenido la nobleza de corazón de repartir el fruto de su trabajo para todos los que tengan necesidad en su vida. Saludo a todos los compañeros que hoy se reúnen en ésta y en la demás plaza de la República. Los saludo con el abrazo fraterno de un hermano y de un compañero, que los estrecha muy fuerte y con gran cariño, sobre su corazón. .................
1952-05-09
En la ceremonia en que se condecoró al embajador de México
Señor Embajador: Es para mí un gran placer poder cumplir la decisión del Consejo de la Orden del Mérito, que ha dispuesto que le sea entregado en el grado correspondiente este recuerdo con que la República Argentina quiere distinguir los brillantes servicios que el señor embajador ha prestado a nuestra hermana tan querida, la República de Méjico, estrechando entre nosotros todo cuanto ha sido posible, las inalterables relaciones que mantenemos con el gobierno de su patria. Ese inmenso placer de entregarle a un mejicano que en nuestra tierra ha hecho cuanto le ha sido posible para aumentar los vínculos de la hermandad y de la amistad argentino-mejicana, se ve aumentado por poderlo hacer a un eminente amigo, a quien yo considero también, más allá que protocolarmente, porque me ha distinguido con su amistad y me ha permitido tener el inmenso placer de retribuírsela. Deseo, señor embajador, que en todos los destinos a que lo lleve su noble profesión, recuerde que en este país deja buenos amigos que no alterarán jamás las buenas acciones que en todos sus servicios no solamente ha sabido cumplir, sino también ha sabido inspirar con su prudencia y su sabiduría, como asimismo con su excelente buena voluntad, que en los hombres del presente suele valer más que todas las prudencias y que todas las sabidurías. En esto, señor embajador, lleve la persuasión y la seguridad de que esta tierra lo acogerá siempre con los brazos abiertos. Y queremos entregarle este recuerdo de nuestra admiración, de nuestro cariño y de nuestro respeto, para que todas las partes donde vaya, sepa que aquí, en la Argentina tiene buenos amigos que lo recordaremos y estaremos siempre a sus órdenes. ..............
1952-05-09
En la clausura del Congreso Universitario Panamericano de Odontología
Hace apenas dos días, en la Casa de Gobierno tuve la inmensa satisfacción de recibir a los señores delegados a este extraordinario Primer Congreso Universitario Panamericano de Odontología y en esa oportunidad expresé los sentimientos cordiales con que el gobierno de la República los recibe interpretando los generosos sentimientos de su pueblo. En las mismas circunstancias expuse a los señores delegados las inquietudes de mi gobierno y mis personales preocupaciones por la tarea odontológica, señalando los principales objetivos y las realizaciones y resultados fundamentales de nuestra acción común. En esta ocasión, y en las últimas instancias de este Congreso cuyos frutos ya se aprecian por el contenido de su trabajo y de sus conclusiones y se apreciarán con mayores razones a medida que ellos vayan adquiriendo realidad en el tiempo y en el espacio; yo quiero ante todo expresar mi más viva y cordial complacencia por el éxito que ha venido a coronar los esfuerzos y sacrificios realizados por las autoridades organizadoras de esta importante reunión científica universitaria. Congresos como este, organizados con entusiasmo y con exacto sentido de la responsabilidad científica, honran a nuestras universidades y yo me permito declarar públicamente mi más íntima satisfacción por ello, que viene a recompensar en cierta medida nuestros propios afanes y desvelos por la ciencia odontológica argentina y por la sanidad dentaría de nuestro pueblo. Señores: acostumbrado ya un poco a la tarea de gobernar, que consiste simplemente en solucionar problemas generales, yo quiero aprovechar en cierto modo la amabilidad de este congreso y la presencia de las representaciones universitarias de mi país, así como la de numerosos odontólogos que a lo largo y a lo ancho de la República sirven al bienestar de nuestro pueblo, para referirme precisamente a los dos aspectos fundamentales que interesan al porvenir de la ciencia odontológica y de la sanidad dentaria tal como los vemos desde el gobierno de la República. Acaso estas expresiones sean después, la meta final de todos nuestros afanes en el Segundo Plan Quinquenal que estamos preparando. Pienso que tal vez interesen a los señores delegados extranjeros estas reflexiones, entendiendo que ellas son el resultado de una experiencia que les ofrecemos como una contribución para el bienestar de sus respectivos pueblos, siguiendo nuestra invariable norma de conducta según la cual, nada que pueda ser útil a la humanidad nos pertenece con propiedad absoluta. La ciencia odontológica argentina ha realizado en los últimos años una intensa tarea. Sus resultados están a la vista y habrán sido fehacientemente comprobados por los asistentes a este congreso extraordinario. Muchas veces, en el curso de estos años, me he preguntado porque algunos sectores de la Universidad progresan, con la ayuda del gobierno o sin ella, otros se detienen en su marcha y algunos incluso retroceden. El análisis me ha permitido deducir que no se trata de un problema particular, sino de un hondo, aunque simple problema, cuya solución está casi por mitades en manos del gobierno y en manos de la Universidad. Los sectores científicos que progresan, como todo en la vida, son aquéllos que tienen objetivos nobles, altos y definidos. Se estancan los que poseen objetivos mediocres; retroceden los que carecen de una meta definida. Nosotros sostenemos que la ciencia, por la ciencia misma, es una simple diversión individual, muy acorde con el individualismo que vamos superando, pero demasiado mezquina y egoísta para una humanidad que se apresta a vivir solidariamente su destino común. La ciencia, cualquiera sea su género, debe acompañar a la evolución del mundo, no tanto en el progreso de su técnica como en el sentido de su tarea. En un mundo capitalista, la ciencia, acompañando al proceso de su tiempo, tuvo una marcada finalidad individualista. En el mundo colectivista, la ciencia, realizada por equipos, sirve al Estado y a sus propios fines, sin que interese demasiado su trascendencia en bien de la comunidad. La tercera posición ideológica de nuestra doctrina, que nos ha llevado a desechar como anacrónicas y contrarias a la naturaleza humana, a la función exclusivamente individual, así como a la naturaleza humana, a la función exclusivamente colectivista, nos ha decidido también frente al problema de la tarea científica por una solución equilibrada y armónica. La ciencia -lo mismo que el arte y la cultura- que son bienes del hombre, no pueden ser propiedad exclusiva del individuo y, lógicamente, tampoco pueden serlo de la colectividad. No son bienes individuales absolutos ni bienes colectivos absolutos. Pertenecen al individuo y a la colectividad al mismo tiempo, y nosotros, en términos ya clásicos de nuestra doctrina, decimos que la ciencia, siendo un bien individual, debe cumplir una función social lo mismo que el capital, la propiedad, la economía, etcétera. Yo no desconozco, sin embargo, que la tarea científica es una tarea que a veces debe ser realizada solo individualmente, por más que cada vez es más evidente que los mejores resultados se obtienen por vía de la conjunción de esfuerzos individuales en equipos organizados con finalidades comunes. Me refiero solamente a los fines de la tarea científica. Emprender el largo, difícil y sacrificado camino de la ciencia nada más que por una simple satisfacción personal o para servir a las ambiciones o intereses de un solo individuo, solamente puede compararse, en otro orden de cosas, con el abuso de la libertad económica que realizó el capitalismo, en cuyo sistema la sociedad se subordinó a la economía y la economía al capital. Nosotros pensamos que la mejor libertad económica no es la que permite a cualquiera realizar su felicidad en detrimento de los demás, y a costa de su explotación, sino aquella que, facilitando el bienestar de todos, nos hace a todos un poco más libres. En el terreno, científico pensamos lo mismo. A un sabio que trabaja por la ciencia misma, preferimos un hombre de buena voluntad, aunque no tan sabio, que trabaje para bien de nuestro pueblo y de la humanidad. Tampoco queremos que la universidad y la ciencia sirvan al Estado por el Estado mismo; el bien del Estado no es nuestro gran objetivo, sino el bien común. Queremos una ciencia y una universidad al servicio del pueblo, al servicio de una comunidad organizada de la que el Estado constituye solamente uno de sus grandes mecanismos, el que distribuye los bienes comunes, materiales o espirituales, o regula su distribución equitativa. No es la primera vez que me permito expresar estas ideas, pero creo conveniente reiterarles sumariamente, en esta magnífica ocasión porque deben servir como norma general de orientación definitiva. El gobierno no puede ya auspiciar en sus universidades el ejercicio de ninguna tarea científica que no tenga alguna finalidad social. Esto no es limitar la libertad individual. Es solamente suprimir al abuso de la libertad que conduce, primero al desprestigio de la libertad misma y después a su progresiva destrucción. Los sectores científicos y universitarios que se asignen o acepten como meta de sus afanes una definida finalidad social y sirvan apasionadamente al pueblo, marcharan acordes con el progreso de esta revolución humana que quema las etapas de nuestro tiempo y se salvarán de la decadencia que amenaza a todos los individualismos. Los hombres, acostumbrados a la vida individualista, divorciada de los grandes intereses comunes de la sociedad, se sienten asfixiados por el nuevo sistema de la convivencia humana que se impone en el mundo, y consideran que la libertad está muriendo entre los hombres, sin advertir que dándole a la libertad individual una función social, estamos salvándola de la opresión colectivista que aplasta a los hombres negándoles todo derecho y toda libertad. En la Humanidad Justicialista, a la que nosotros aspiramos, como un alto ideal para un mundo con mejores horizontes, la ciencia y la Universidad se salvarán de la decadencia si renuncian al individualismo egoísta y mezquino y ponen al servicio de la sociedad todos los esfuerzos individuales de sus hombres mancomunados, si es posible para el mejor cumplimiento de tan nobles afanes de solidaridad social. Eso es lo que han realizado entre nosotros las facultades de Odontología, renovadas con la pujanza de sus nuevos valores. A nuestras facultades, en sus trabajos de investigación, les ha atraído menos el quehacer científico por la ciencia misma que el quehacer científico por el bienestar del pueblo. Y por eso han triunfado en sus primeros afanes y seguirán triunfando en la misma medida con que insistan en esta orientación fundamental. Nuestras facultades ya no formarán más como antaño sus odontólogos para la simple tarea profesional que les asegura un medio de vivir. La odontología como la medicina, como todas las profesiones que se llaman todavía liberales, casi como signo de una época que nosotros queremos superar, no son, no deben ser profesiones liberales, sino sociales. El alumno universitario de estas disciplinas que quiera estudiar nada más que para alcanzar un medio económico de subsistencia, debe renunciar a tiempo su propósito, porque una futura acción en beneficio del bienestar común, que cimienta toda libertad y la felicidad social, le exigirá que su tarea cumpla una eminente función social. Eso es, por otra parte, lo menos que puede pedir una sociedad que ha abierto las puertas de todos sus centros de estudio y de investigación a los hijos del pueblo, como justa retribución de los esfuerzos comunes que eso representa. La universidad debe proveer al país de profesionales compenetrados de su función y de su responsabilidad social. Cuando ello suceda, el gobierno no tendrá dificultades en el cumplimiento de sus planes sanitarios. Suelen decirme los entusiastas de la odontología y de la medicina social que es necesario formar la "conciencia odontológica" o la "conciencia médica" del pueblo. Yo estoy de acuerdo, pero pienso que previamente se impone formar la conciencia social de los profesionales y trabajando en ello, la universidad servirá al pueblo en la más elevada y digna manera que pueda hacerlo. Interpretando estos pensamientos de nuestra doctrina, yo he visto como, en su afán de buena voluntad, algunas cátedras universitarias se han convertido en centros de irradiación popular de los conocimientos científicos. Está bien que así lo hagan, pero yo estimo como fundamental que una universidad al servicio del pueblo cumpla esta función realizando una tarea científica de bien común y preparando a sus alumnos para que éstos directamente sirvan al bienestar social. Cumplidas estas dos finalidades, todo lo demás, no es inconveniente, mientras no perjudique a los objetivos principales. Señores: a mí no se me escapa que, para cumplir estas funciones de profundo sentido social y humano, es necesario que los hombres que trabajan en la universidad estén convencidos de tan altos propósitos. Yo no podría haber asignado funciones sociales ni podría haber hablado del pueblo en el ambiente individualista de la vieja universidad, cuyos profesores y cuyos alumnos venían del círculo cerrado de la oligarquía dominante. Yo sé que me entienden, en cambio, sin ninguna reserva, los hombres de la Nueva Universidad, y que me entienden sus alumnos en la misma medida en que vienen del pueblo que tiene libre acceso a todas las jerarquías de nuestra tierra. Para nosotros no valen ni la riqueza ni el poder, ni la herencia ni los apellidos, valen los hombres y lo que cada uno de ellos construye y crea por sí mismo en su estructura espiritual y en sus posiciones materiales. Cuando esta categoría de valores haya conseguido desplazar en todas las universidades y hasta sus últimos reductos a la vieja mentalidad de privilegio, la ciencia y la universidad cumplirán naturalmente, sin ninguna dificultad, su función social. No podíamos esperar que sirviese al pueblo la oligarquía que dominaba en estos claustros. Al pueblo solo lo sirven los hombres que por haber venido del pueblo conocen como siente, como piensa y como sufre. Señores: Todas estas ideas ya van construyendo entre nosotros las realidades de una nueva universidad. Hemos realizado una gran tarea material, pero de nada valdría sino construyésemos las realidades morales, que pongan todas las construcciones materiales al servicio del pueblo. Decimos que en esta tierra lo mejor que tenemos es el pueblo. ¡Y esta no es una mentira demagógica! Los señores delegados que han visto nuestra obra saben que a ese pueblo nosotros tratamos también de ofrecerle lo mejor de nuestro trabajo y de nuestro esfuerzo. Yo quiero que en el futuro lo mejor de la actividad humana, que son los bienes de la cultura, de la ciencia y del arte, sigan brindándose, cada vez con mayor intensidad, en beneficio del pueblo. Ninguna actividad del país puede salirse de la ruta por donde va el justicialismo a la conquista de la felicidad del pueblo y la grandeza de la patria. La universidad argentina tiene en esta misión una importante tarea que cumplir. Señores: Sabrán dispensarme los señores delegados extranjeros que haya dedicado tanto tiempo a la consideración de nuestros propios problemas, pero pienso que no les será inútil acaso conocer los principios de nuestra acción y tal vez mañana acompañarnos en sus respectivos países en esta gran empresa de crear un mundo nuevo en el que los pueblos alcancen la plenitud de sus derechos por el camino de un mayor bienestar humano. Nosotros deseamos un mundo más justo y más libre y tratamos de realizar entre nosotros un pueblo más libre y más justo. Cuando la humanidad se integre con pueblos justos y libres, desaparecerán las cortinas que dividen a las naciones; no habrá naciones imperialistas ni naciones satélites, y el hombre, un poco menos azotado por el dolor y por la desgracia, realizará su destino con más fe en la eternidad de sus valores esenciales. Todos los esfuerzos de nuestra doctrina y de nuestro trabajo tienden a ello y esperamos que los hombres y los pueblos del mundo sepan ver en nuestra buena voluntad acaso el primer esfuerzo generoso y honrado que realiza un pueblo auténtico por una felicidad auténtica del mundo. ........................
1952-05-12
Encuentro con los atletas que participaron en el XVII torneo Sudamericano de Atletismo
Yo deseo que mis primeras palabras sean para agradecer la amabilidad que han tenido en llegar hasta esta casa para brindarme la satisfacción de poderlos saludar personalmente. Además, agradezco muy conmovido las amables palabras del delegado de Brasil, no por la amabilidad excesiva con que han sido expresadas, sino por la simpatía, el cariño y la sensibilidad que trasuntan en las relaciones de nuestros pueblos que yo anhelo sean cada día más grande y más inquebrantables. El deporte - tal como debe ser - es, sin duda, el vehículo más extraordinario para que esas relaciones sean cada vez más estrechas. A una cancha, a una pedana, a una pista, un competidor va, más que a vencer, a conquistar a un amigo, según la vieja tradición deportiva. Nosotros queremos que la amistad conquistada en pruebas deportivas sea, entre nuestros deportistas, cada vez más sincera y más intensa. Señores: yo sé que en esta breve estada habrán sido atendido y considerados en nuestra tierra como verdaderos hermanos. Habrán podido observar, tanto los compañeros de Brasil, o de Perú, o de Chile, o de Ecuador, o de Uruguay, que en nuestra patria, si alguna cosa nosotros propugnamos por todos los medios, es una amistad sincera y una confraternidad real. En el orden de las relaciones de los pueblos es donde nosotros estamos interesados. A mí me parece que lo mejor y más constructivo es que dos pueblos se entiendan entre sí, que el que lo hagan por medio de sus gobiernos. Los gobiernos no interesan mayormente en sus relaciones, pero sí interesa que los pueblos sean amigos. De ese modo, si algún día los gobiernos se equivocaran y quisieran producir un hecho anormal - como veces pasó en la historia -, si los pueblos se oponen los gobiernos no podrán ir adelante. La amistad entre los pueblos constituye un valor permanente; las relaciones de los gobiernos son cosas transitorias de la vida de las naciones. Por tal razón, siempre y en toda circunstancia hemos dicho, y lo seguiremos diciendo, que anhelamos que nuestro pueblo mantenga toda clase de relaciones con los pueblos hermanos, pensando que así estamos construyendo la verdadera amistad y la verdadera confraternidad entre nuestros países. No una amistad hecha con discursos de cancillería, donde, después, en la antesala, se ocupan a veces de criticar a los demás, sino una amistad sincera, de pueblo a pueblo. Eso es lo constructivo, lo demás son formulismos inútiles, que más bien perjudican las buenas relaciones que solucionan los problemas. Es indudable que esto no se puede hacer oficialmente por los gobiernos porque, en el orden internacional, los gobiernos, generalmente, lo que hacen es echar a perder las cosas buenas que realizan los pueblos. Por eso es mejor que sean las propias confederaciones, perfectamente relacionadas en su intercambio deportivo, con amplia libertad de acción, las que realicen su propia política internacional, porque, repito, lo hacen a veces mucho mejor que lo hacemos nosotros por nuestras propias cancillerías. Nosotros damos a nuestros deportistas los estadios necesarios y las facilidades para viajar y para moverse, sin meternos donde no podemos meternos si deben intervenir los deportistas. En esto les damos toda la utilidad, pero también les cargamos toda la responsabilidad cuando las cosas no andan. No nos metemos; ayudamos, pero también exigimos que las cosas anden bien. No sé si en este campeonato habrán marchado bien las cosas. Espero que sí y que, en lo que depende de la Confederación del Deporte y de la Confederación Argentina de Atletismo, se hayan hecho las cosas de la mejor manera. De todos modos, cuando ustedes regresen, nosotros haremos aquí una reunión de amigos, entre deportistas, y analizaremos cuál son las cosas buenas que hemos hecho y cuales las malas, para que en el futuro podamos ir perfeccionando cada vez mejor nuestra organización. Creo que trabajar por el deporte es algo superior a cualquier otra consideración de orden administrativo o de gobierno. Anhelamos desarrollar el espíritu de los hombres especialmente, con los deportes y, dentro de eso, también su perfeccionamiento fisiológico, que se alcanza mediante ese clima. Hemos empezado a trabajar con nuestros muchachitos que ya se manejan como si fueran hombres grandes. Ellos hacen sus propios campeonatos y van realizando su vida deportiva. El deporte es algo demasiado importante y complicado para que un hombre empiece a trabajar después de grande. Hay que inculcarlo en el alma de los niños, para que allí vaya creciendo y desarrollándose. Los hombres viejos ya nos hemos trazado una raya, y dejamos que ellos sigan haciendo lo que quieran hasta que se mueran. Hemos comenzado a tomar los chicos, para ir educándolos en las prácticas que creemos que conformarán el futuro del deporte. En esto señores, es en lo que nosotros vamos a ayudar. Yo solo puedo decirle al señor delegado brasileño, quien ha sido muy amable conmigo al juzgar mi acción, que si él estuviese en mi lugar hubiese hecho lo mismo; no tendría otro camino que elegir el que elijo yo. Nosotros ayudamos al deporte cuando es deporte. El deporte, para mí, no tiene fronteras ni nacionalidades; es sin duda, un sentimiento universal, y dentro de ese carácter lo juzgo yo. Me alegra tanto cuando gana un representante de Brasil, Chile, Uruguay o Japón, como cuando triunfa un hombre argentino. Como deportista, me gusta que gane el mejor, y en buena ley. Si eso sucede, no importa de donde es, ni como se llama. Este concepto es el que he querido adentrar bien en el pueblo argentino, es decir, que cada uno de los deportistas luche no solo para superarse a él, sino para que todo el núcleo de deportistas vayan superándose en la vida de la Nación. Si los países estuviesen estructurados y manejados por los hombres que han sabido educarse en los buenos sentimientos y en la honradez a que el deporte obliga a quienes lo practican, quizás el mundo anduviese mejor. Los hombres fuertes de cuerpo también suelen serlo de alma. Y decir fuertes de alma, significa decir hombres buenos. El mundo se arreglará con esta clase de gente y no con los hombres malos. Por esa razón, señores, nosotros entendemos el deporte así y lo hemos de poner de evidencia en toda nuestra acción. El deporte debe tener una sola bandera en todo el mundo entero; ya tenemos las fronteras en todas las otras cosas. Destruyamos las fronteras en el deporte y habremos realizado una obra extraordinaria, que no solo irá en beneficio del mundo sino de cada uno de nuestro países. No deseo terminar estas palabras sin agradecerles a cada uno de ustedes la buena voluntad, la capacidad y la honradez que han traído desde sus patrias, para enarbolarla en la nuestras como una bandera de cariño y de amistad. Deseo también, señores, que al irse de esta tierra recuerden que aquí dejan amigos, amigos en el concepto que nosotros cultivamos. Es legendario que desde nuestros gauchos de la pampa la amistad ha sido siempre un galardón del que hemos hecho nuestras propias banderolas en la vida y en la lucha. Nosotros somos amigos o no lo somos. Cuando somos amigos, los somos para todas las situaciones y todas las circunstancias. Piensen ustedes que nuestro orgullo sería el de que cada uno de ustedes nos considere como amigo, como nosotros los consideramos a cada uno de ustedes. Y piensen que esta tierra los recibirá, ahora y siempre, con los brazos abiertos, sea para la práctica del deporte o para cualquier otra actividad. Señores: yo felicito a todos los que han actuado en esta competición; no solo a los que han ganado, sino también a los que han perdido. Muchas veces es más lindo perder que ganar, cuando uno ha sabido conformar su espíritu a lo que es realmente el deporte, tal como lo entienden los hombres que han superado la etapa que valora solamente la competición en su valor físico. Muchas veces es más difícil saber perder que saber ganar, y los deportistas, cuando han aprendido a saber perder, es cuando son verdaderamente deportistas y cuando comienzan a ser grandes deportistas. Con este sentido, felicito yo a todos los que han actuado, a los que han obtenido récords y a los que han llegado últimos. Para mí, todos tienen el mismo valor, porque han puesto de su corazón, de su alma y de su cuerpo, todo cuanto tienen, y ése es el mérito del deporte. Por eso esperamos que, en futuro, todos nuestros países, de común origen y de idénticas aspiraciones, puedan conformar en el mundo una región donde el deporte sea visto con las palabras con que lo ha definido el señor representante del Brasil, como lo vieron los grandes griegos que hicieron de esto los grandes valores inmarcesibles de su patria al mismo tiempo que construían su siglo de oro en la inteligencia y en el trabajo. Cuando nuestros países consigan hacer el siglo de oro de su inteligencia y de su trabajo, no estarían completos si no hubieran hecho también el siglo de oro de su capacidad física. Trabajar por el deporte en nuestra América, con esa orientación y con ese sentido, es lo que honradamente se debe exigir a cada uno de nuestros hombres. Yo, desde el gobierno, he tratado de hacer mi parte. No sé si lo he hecho bien o mal -eso lo podrán juzgar los argentinos-, pero sí puedo asegurar que quiero mucho al deporte y que lo he practicado durante toda mi vida. Si hoy, que puedo darle una mano, no lo hiciera no sería un hombre bien nacido ni sería consecuente con mi propia conciencia. Deseo que al llegar a sus países lleven del nuestro esas ideas y les den a sus propios compatriotas deportistas un gran abrazo que les envía quién, aunque viejo, quiere recordar y recordará siempre a los hombres de corazón y de voluntad que desarrollen tan magnífica actividad, que honra a las personas y engrandece y ennoblece a los pueblos. Señores: En esta tierra están siempre las puertas abiertas para cada uno de ustedes. Que sean muy felices y que les vaya muy bien. .................
1952-05-14
En la inauguración de la Escuela Nacional de Guerra
Señores: Yo deseo que mis primeras palabras sean para encomiar las sabias directivas que termina de impartir el señor ministro de Defensa Nacional, las que comparto en absoluta totalidad. Ha sido aceptado por los grandes filósofos de la guerra que la política y la guerra constituyen hoy una misma actividad. Si bien la guerra es la continuación de la política por otros medios, según la frase sacramental de Clausewich, no es menos cierto que su preparación ejecución y aprovechamiento final, o sea la explotación del éxito, son tareas comunes del gobierno y de la conducción militar. Vale decir que es tarea inseparable, en todo momento, la marcha mancomunada, eficientemente coordinada y en colaboración, entre el que dirige la política y el que prepara o realiza la guerra y explota el éxito. Ya ha resultado anticuado lo que nosotros sosteníamos hace no muchos años: que la preparación de la guerra era del político o bajo la dirección política, que la ejecución era de los militares, y que la explotación era nuevamente del político. Hoy es necesario que todos actúen coordinada y eficientemente en las tres grandes etapas de la preparación, ejecución y explotación. Siendo así, señores, es indudable la necesidad de comenzar a prepararnos para hablar un mismo idioma en las tres etapas, y que el gobierno y la conducción de las fuerzas armadas marchen coordinadamente en la preparación de la defensa nacional. Estas, señores, como los demás asuntos del arte de la conducción - llámese esto gobierno, dirección o conducción de tropas - son cuestiones de una misma categoría y de un mismo concepto. Para ello el arte de la conducción, además de contar con los factores materiales y espirituales, tiene que contar con un factor indispensable en toda actividad moderna, vale decir, el manejo de las fórmulas metafísica y, especialmente, de los métodos con que el va a poner en ejecución sus concepciones a través de los hechos. En este sentido, en las naciones como en los hombres, hay dos clases de orientaciones: hay hombres que desean hacer por sí, y otros que se conforman con andar por entre las cosas que han hechos otros o que hacen otros. En las naciones ocurre exactamente lo mismo. Por eso, las naciones que desean ser artífices de su propio destino, es necesario que tomen el destino en sus manos y ayuden a la providencia con sus propias acciones, o de lo contrario que se conformen, como los hombres con andar entre lo que lo demás hacen. Las primeras tienen una doctrina nacional; las segundas no la tienen, no la pueden tener, ni la deben tener. Por eso, los grandes movimientos imperialistas cristalizan alrededor de sus doctrinas a un sinnúmero de satélites que se pliegan a esas políticas y, en consecuencia, no pueden ellos tener una doctrina nacional. Tienen la doctrina del imperio que los maneja y los dirige. Esto impone que, antes de conformar una verdadera doctrina nacional, se reúnan ciertas circunstancias que permitan ponerla en ejecución. En primer lugar, tener a su disposición la libre determinación; en segundo, tener libertad suficiente en todos los órdenes como para poder hacer su voluntad. Observen, señores, especialmente los camaradas, cuando nosotros nos proponemos realizar el estudio de un plan de operaciones, lo primero que se nos ocurre es determinar una doctrina de guerra, porque la doctrina es uno de los factores ineludibles de la conducción. El arte militar está formado en realidad, por una doctrina, por una teoría y por una acción. Si nos falta algo de esos tres factores, nosotros no podemos combinar racionalmente una acción militar, naval o aérea. Si nosotros, que conformamos dentro de esta fuerza un ente colectivo, necesitamos de una doctrina para que todos pensemos de una misma manera, actuemos de un mismo modo y resolvamos nuestras concepciones con una unidad de concepción basada en la unidad de acción, ¿que podemos presuponer con referencia al gobierno de la Nación? La Nación también necesita tener una doctrina de acción para poner en marcha toda su inmensa organización, difícil y compleja. Yo recuerdo que, cuando era oficial, recibíamos todo el bagaje doctrinario de las traducciones que realizábamos de los reglamentos extranjeros, vale decir, asimilábamos las formas sin contemplar nuestro propio fondo. En vez de elegir el camino normal de tener primero una doctrina, de ella confeccionar un plan de operaciones y de allí sacar todos los elementos formales necesarios para la acción militar, importábamos directamente los reglamentos, es decir, la forma, sin cuidarnos del fondo. Y había una razón: el fondo no lo podíamos determinar ni nosotros mismos, porque nosotros no éramos dueños de nuestro propio destino. Esto en orden militar, pero es que en el orden político es exactamente igual. Cuando la República Argentina debió realizar su Constitución básica, la de 1853, necesitó recurrir a la ideas de la Revolución Francesa que estaba en boga en el mundo, y a la traducción, interpretación y adaptación de la Constitución Norteamericana, que ya se había puesto en ejecución en ese país. Y así importamos nosotros todas nuestras prescripciones constitucionales que, en realidad, son las que fijan la verdadera doctrina nacional. Si el plan de operaciones se basa en esa constitución, - lo que nosotros, los militares, llamamos el plan - de allí mismo vamos a beber en sus propias fuentes. ¿Qué resultó de la Constitución del 53? ¿Una doctrina nacional? ¡Que esperanza! Una cosa híbrida, que determina formas pero no establece la solución de fondo que la Nación necesita para tener su libre determinación en ejecución. Por eso, esa Constitución no habla sino de la forma en que se va a organizar el gobierno, pero no dice para qué. Para asegurar la libertad del individuo, de la organización de todas esas cosas, pero, ¿cual es el fin esencial de la Nación? Yo no lo encuentro en ninguna parte. Por eso en la nueva Constitución, al modificar el Preámbulo, le he puesto las tres banderas fundamentales que comprenden el verdadero fondo de la aspiración del destino argentino: una decisión que establezca que nuestro país ha de constituir irrevocablemente una Nación justa, libre y soberana. Sin eso no se puede establecer una doctrina nacional, y no estableciendo una doctrina nacional, tendremos una enorme dificultad para interpretar el destino de nuestra patria. Cuando eso no está bien establecido, entonces, cada uno de los ciudadanos toma para su lado; hay una divergencia espantosa del esfuerzo nacional, y se marcha en un circulo cerrado, o se marcha tres para adelante y tres para atrás, como ha ocurrido hasta hace poco. Señores: sobre esto yo quiero hacer un análisis objetivo, no deseo realizar críticas de ninguna naturaleza. Pero el temor de no incurrir en la crítica tampoco me puede impedir a mí criticar lo que yo crea que es criticable. Esta orientación que fijo es básica: la doctrina nacional, es la que nos va a permitir a nosotros obtener dentro de la Nación una absoluta unidad de concepción y acción. Si eso no se obtiene no hay planes, orientaciones ni realizaciones que puedan permitir el máximo de aprovechamiento con el mínimo de sacrifico, que debe ser la regla en esta clase de actividad. La necesidad de una doctrina nacional es por lo tanto indispensable. Y esta Escuela debe tener, como ha dicho el señor ministro de Defensa Nacional, por básica y fundamental función, extender, explicar, investigar, estudiar profundamente esta doctrina, para que haya un centro de orden estatal que pueda difundirla en todos los medios en que la misma debe ser difundida; para que desde la esferas oficiales de actividad vaya trascendiendo por su línea natural a las organizaciones populares políticas, sociales, culturales, etcétera, del país. Señores: establecida una doctrina, que nosotros no vamos a poder mencionar en esta rápida síntesis, habrá llegado el momento de ponerla en ejecución. Para eso, señores, será indispensable establecer un plan. En esto, como en todas las acciones, debemos realizar un plan perfectamente medulado. Esto es lo que ha querido el gobierno llenar en la acción que ha desplegado en el primero y desplegará en el segundo de sus planes quinquenales de gobierno. Por eso, esos planes no son planes de ejecución meramente material, de obras, sino que también inciden y trabajan sobre la parte doctrinaria. Esa doctrina que a su vez involucra una teoría de realización es la que hay que conocer, es la que hay que infundir y es la que hay que hacer conocer a todo el mundo. Estos planes incluyen también la necesidad de una planificación indispensable. Quién tiene un plan y quiere realizarlo, sino pasa por la etapa de una perfecta planificación, no llega a la realización. O llega irracionalmente, en cuyo caso los perjuicios suelen ser superiores a los propios beneficios. Nosotros los militares, hemos aprendido de nuestros maestros los alemanes, que han sido los verdaderos maestros del mundo en el establecimiento de los planes, planificación y realización. Tenemos mucho terreno ganado en eso, y podemos aplicar esos sabios conocimientos que desde hace cincuenta años venimos recibiendo de ellos; de manera que esto no será difícil. Por eso, señores, para planificar y para establecer planes, lo primero que se necesita es una organización. Si no se tiene la organización, es imposible hacer un plan y efectuar una planificación ni realizarla. Yo digo esto, señores, con un profundo conocimiento experimental. Cuando llegué a la presidencia de la República me encontré con un órgano de gobierno total y absolutamente desorganizado. Había allí un presidente, un oficial mayor para sellar los decretos, un ayudante para recibir las visitas oficiales, un secretario privado para contestar las cartas a los amigos y un secretario político para repartir los puestos públicos. Esta era toda la organización de gobierno que yo recibí. Hoy, señores, hemos organizado el gobierno. Recibí ocho ministerios; cada uno hacía por su cuenta lo que le daba la real gana; sin coordinación de ninguna especie, sin ningún consejo coordinador sin absolutamente nada. Eran ocho patrones de estancias, cada uno en su departamento, que tenía dos o tres ramas distintas, algunas de la cuales estaban colocadas en forma antagónica, y cada uno hacía lo que se le ocurría, o Dios le dictaba para realizar. La tarea más difícil, probablemente, aunque la más anónima y más desconocida, ha sido la de haber realizado una organización de todos los organismos, lo que nos ha llevado a la reforma de la Constitución, a la reforma de casi toda la legislación orgánica de la Nación. Pero hoy tenemos, señores, una organización. Hoy tenemos cada departamento con su propia organización, y la Presidencia tiene todos los organismos de planificación, de racionalización y de organización necesarios para mantener en eficiencia un gobierno científicamente concebido y científicamente conducido. Cuando yo hice el Primer Plan Quinquenal, estuve encerrado dos meses yo solo con un secretario, para realizarlo. Hoy, yo no he tenido ese trabajo; hoy tengo un Consejo de Planificación que me ha realizado el estudio del Primer Plan, lo ha criticado y me ha preparado el Segundo, y esto está listo, está planificado, para ser realizado desde el 1º de enero de 1953. Lo mismo podría decir de todas las demás actividades, mediante esa organización. Pero no es suficiente organizar el gobierno. No es suficiente organizar el Estado. Es menester organizar al pueblo, señores. Porque tanto la política como la guerra se hacen con el pueblo. Es al pueblo al que hay que manejar en la política y es al pueblo al que hay que conducir en la guerra. Por eso decimos que es la época de la "nación en armas". Es el pueblo el que constituye el noventa por ciento de la Nación, que hay que poner en armas, y conducirlo a la muerte tranquila, feliz y dichoso, tarea no muy fácil en los tiempos que corren y que imponen un cierto desarrollo de determinada característica en ese pueblo, porque de lo contrario, podremos contar con cerebros privilegiados que planifiquen maravillosamente bien y conciban genialmente, pero si el pueblo no quiere pelear, es difícil que esa concepción pueda realizarse. Por eso razón, señores, la acción de la preparación del país para la política y para la guerra es un poco más compleja y mas difícil de los que muchos presuponen. Implica un estudio profundo, no solamente en lo que se refiere a la acción sino también a los métodos. Gobernar y conducir, son cosas relativamente fáciles, pero gobernar y conducir con acierto es harina de otro costal. El acierto no está nunca totalmente en un campo ni el desacierto en otro. Vienen siempre un poco entrelazados en la vida de los hombres, en la vida de las naciones y de los pueblos. El secreto está en preparar ese instrumento que es el país, sin el cual nosotros no podemos realizar, ni ahora en la política, ni después en la guerra, nada de todo cuanto podamos imaginar que podamos realizar. La función de esta escuela es, casualmente, estudiar todo esto, todos estas circunstancias y hechos, para ir preparando, desde los organismos de gobierno y de conducción, el entendimiento y la coordinación necesarios para determinar durante la época política y durante la época de guerra, como así también después de ambas, cual he de ser la línea de todos, qué es lo que todos debemos hacer en la acción, o como comportarnos en la acción común. Señores: cuando nosotros, en el gobierno, hemos establecido una doctrina, que para nosotros es político-social, la doctrina justicialista, también llamada peronista, ¿qué es lo que hemos querido alcanzar con ello? Simplemente dar al país, en lo político, una concepción unitaria vale decir, preparando una concepción única estamos preparando para el futuro una acción también única; estamos desarrollando en el espíritu de la Nación formas que permitan que de una misma manera de ver, se pase a una misma manera de apreciar, y de una misma manera de apreciar se llegue a un mismo modo de proceder; en otras palabras, capacitando al gobierno, al Estado y al pueblo, mediante una planificación, mediante un método y mediante una acción, para que no actúe cada uno por sí, sino que todos actúen, independientemente, pero sobre un mismo objetivo, en un misma dirección. Por eso establecimos básicamente que los objetivos serían, para nuestro país, obtener una nación, socialmente justa, una nación soberana en lo político, y en lo económico, una nación libre. Al establecer estos tres fundamentos, que son la razón de ser de toda nuestra doctrina, hemos colocado frente a los dieciocho millones de argentinos, las banderas que ellos deben seguir para ir construyendo con el trabajo, en la paz, o con la lucha, en la guerra, los objetivos que conforman la verdadera nacionalidad de los argentinos, que surge de su carta fundamental, al establecerlos en su propio preámbulo. ¿Por qué hemos fijado estos tres objetivos? No lo hemos fijado por que se nos haya ocurrido solamente. Queremos construir una nación socialmente justa por una simple razón: porque entendemos nosotros que hasta que esa justicia no haya llegado a todos los estamentos populares, el problema que divide al mundo no tendrá solución. Mientras no se hayan abolido los privilegios, la explotación y la miseria a que llevan los abusos del capitalismo, será inútil que tratemos de suprimir al comunismo. Porqué son esos abusos y esos privilegios la causa; el comunismo es el efecto y siempre los efectos son peores que la causas. No se puede solucionar este problema tomando aspirina para quitarnos el dolor del comunismo. Hay que aplicar una medicación, un procedimiento drástico para terminar con la causa si queremos eliminar el efecto. Señores: yo lo veo esto desde un punto de vista de lo que en la política internacional incide este problema, que es el problema del mundo y de la cual la política internacional no puede estar desligada. Porque el problema básico es éste: observen ustedes. En 1914 se hizo la Primera Guerra Mundial; en esa época yo era subteniente, aún me acuerdo, y muchos de ustedes serían más que yo. En esa primera guerra, se dijo al mundo que se hacía en defensa de la justicia y de la libertad. Todos lo creímos. Terminó la guerra, echamos una mirada sobre la justicia y la libertad de los pueblos y de los hombres, y me parece que nos hallábamos un poco más atrás que lo que estábamos en 1913, en que éramos más libres y el mundo más justo que en 1919, cuando terminó la guerra. Poco tiempo después hemos sabido y todos los hemos visto que esa guerra se hizo porque Alemania estaba altamente industrializada, tenía una marina mercante suficiente como para llevar su producción a otras partes del mundo y tenía, además, una marina de guerra que estaba en condiciones de protegerla, y antes de que eso llegara a un desarrollo mayor, se hizo la guerra. Terminó esa primera guerra y sucedieron a ella veinte años de interregno y se produce luego la Segunda Guerra Mundial. También nos dicen lo mismo, que esta vez era en serio, que la guerra se hacía por la justicia y la libertad, que había que terminar con el nazismo, con el fascismo y con todas esas cosas. En ese entonces, los comunistas eran democráticos. Nos dijeron, como digo, que era por la justicia y por la libertad. El justicialismo no es nada más que eso: el trabajo del pueblo argentino para la conquista de su propia justicia y de su propia libertad, fabricada aquí, fabricación nacional, y no importada de ninguna otra parte del mundo. Eso es lo que da origen a la doctrina justicialista en el orden social político. Y que da también origen a nuestra propia colocación. Nosotros no estamos en contra de las potencias occidentales, ni en contra de nadie. Nosotros estamos en defensa de nuestro pueblo, porque entendemos que siendo un pequeño país, como somos, no vamos a tener la pretensión de arreglar el mundo. Nosotros tenemos que conformarnos con vivir de la mejor manera y más tranquilamente en nuestro territorio, sin meternos a resolver problemas que no tienen solución desde el punto de vista nuestro. Ahí está nuestra clara posición; clara, humana y racional. Nadie nos puede exigir a nosotros que salgamos de esa posición sino a base de la injusticia de déspotas que quieren imponernos lo que no nos conviene. Es indudable que es difícil que esto suceda, y es indudable también que por nuestra cultura, nuestra orientación, nosotros estamos en la agrupación de naciones occidentales, y que nuestros esfuerzos lo haremos en ese sector. Lo tendremos que hacer por razones sentimentales, por razones políticas, por razones culturales, religiosas y, sobre todo, por razones estratégicas. Pero, para estar en esa posición, tenemos que exigir que respeten lo que dice nuestra Constitución: queremos ser un país socialmente justo, un país económicamente libre y políticamente soberano. Nuestra situación en el establecimiento de los grandes objetivos de la doctrina nacional, puede justificarla un chico del jardín de infantes. No es necesario saber ni siquiera leer y escribir para poder saber lo que nos conviene y lo que no nos conviene. Esta es una cosa de un primario sentimiento y sentido de conservación de los pueblos. Los pueblos en esto no se equivocan. Cuando el pueblo argentino no quiere ir a la guerra, sabe porque no quiere ir y tiene razón. Señores: si nuestro país en lo social ha resuelto el problema, si está resolviendo su problema en lo político -porque es indudable que todo esto a que me he referido gravita también en lo económico, en lo social y en lo político interno-, nuestra posición ha de ser en el futuro, perfectamente simple y perfectamente clara. Si lo social impone nuestra bandera, si lo político internacional e interno lo impone también, lo económico lo impone más perentoriamente. Hoy las dictaduras imperialistas se ejercen por el camino político o por el camino económico. Y muchas veces se llega a uno por intermedio del otro. Por esa razón, nosotros no podíamos ni hemos podido hablar jamás, nada de independencia, hasta que económicamente no hubiéramos satisfecho nuestra independencia económica. Si nosotros hemos sido influenciados, es porque económicamente estábamos subyugados. De modo que antes de establecer una doctrina nacional debíamos conquistar perentoriamente nuestra independencia económica. Como en 1816, en 1947 era en lo económico lo que antes era en lo político. Cuando San Martín desde Mendoza, dice al Director Supremo "Yo no pido ir a Chile a imponer la independencia nacional como un revolucionario; tengo que ir como un guerrero. Tengo que ir en representación de un país libre para ser guerrero, y no de una colonia en rebelión para ser un rebelde". Por eso él mandó a Aguirre a Godoy Cruz para exigir perentoriamente la declaración de la independencia, acto formal que tiene una extraordinaria importancia, porque hasta entonces no se sabía si en esa revolución de Mayo se gritaba "Viva la Patria" o "Viva Fernando VII". Nosotros también estábamos en la misma situación. Era menester declarar la independencia económica para ponerse en acción, para actuar, no como una colonia rebelde, sino como un país libre y soberano. Por eso la declaramos. En aquella oportunidad muchos se rieron, porque creyeron que iba a quedar en declaración; pero hoy la hemos realizado y cada día que pasa la vamos afirmando en sus consecuencias y en los hechos que vive la Nación. En esto, señores, estriba la posibilidad de establecer una doctrina. Hoy somos absolutamente independientes en el orden económico y en el Segundo Plan Quinquenal, cuando hayamos establecido en nuestro país una industria pesada y estemos adecuadamente abastecidos de esa necesidad, de materias primas, etcétera, podremos decir no solo que somos independientes sino también que hemos consolidado para siempre nuestra economía. En 1946, cuando se planteó esto, antes de hacer la reforma constitucional para que en la Nueva Constitución no fuera una declaración lírica de nuestra parte, era necesario realizar esta independencia económica, y nosotros lo hemos hecho. Incorporamos al patrimonio nacional todo cuanto había sido vendido; desarrollamos los medios de comunicación internos e internacionales mediante los ferrocarriles y las flotas aéreas y mercantes, de tal forma que ya no dependemos del exterior para el transporte de nuestra producción y para nuestro abastecimiento. Hemos tomado todo lo que podía influir de una manera directa o indirecta en la independencia económica y realizado toda una concepción económica que nos ha independizado en todos lo demás aspectos, financiero, económico y comercial. Cuando todo el mundo decía que nosotros no íbamos a poder resistir sin vender carne a los ingleses, era porque tenían presente lo que había ocurrido en el año 1936. En ese año la situación fue muy similar a la de 1948. Teníamos toda la carne aquí y los campos estaban atestados de ganado. Fue necesario enviar al vicepresidente Roca para que vendiese nuestra carne a Inglaterra porque ya no sabían que hacer con ella. Allá, en Inglaterra, le hicieron hacer una amansadora de cuarenta días, y luego lo recibieron para decirle que como ya habían firmado el tratado de Ottawa, no podían comprar la carne argentina. El vicepresidente dijo que eso significaba la ruina de nuestra ganadería, después de haber trabajado tantos años para satisfacer el gusto inglés. Lo tuvieron treinta días más de amansadora, lo volvieron a recibir y le dijeron que habían encontrado una formula de arreglo. Le dijeron que ellos tenían en Buenos Aires una compañía de tranvías y que deseaban obtener el monopolio absoluto de los transportes de la ciudad de Buenos Aires. Con esa condición le compraban la carne. Frente a esa situación tuvo que aceptar tales imposiciones y se firmó el tratado Runciman-Roca por el cual se les concedía el monopolio de todo el transporte de la ciudad de Buenos Aires, cuyos capitales fueron valuados por ellos mismos y en consecuencia, aumentado en un quinientos por ciento. Cada tranvía de esos que los chicos llaman "cachuzos" estaban valuados en $ 150.000 y no valían más de quince, porque ya habían sido diez veces amortizados. Así compramos eso, mediante un tratado leonino por el que se aseguraban un siete por ciento de beneficio sobre un capital totalmente aguado. De esa manera había que girar enormes cantidades de divisas, en concepto de benéficos con destino a la City. Observen, señores, si puede haber algo más pavoroso que eso. En el año 1946 se nos presentó la misma situación. Los ingleses dijeron: no les pagamos -creo que era así- más que 70 libras la tonelada larga. Con eso no pagaban el precio de costo, pues debíamos pagar la mitad a los frigoríficos, y el gobierno estaría subvencionando la carne que comían los londinenses. Nosotros nos pusimos firmes; aguantamos el año 1947; aguantamos el '48; aguantamos el '49. Cuando vino aquí la comisión negociadora me dijo uno de los ingleses: "Ustedes no van a poder aguantar". Le dije: "Vamos a ver. Ustedes tienen hambre y nosotros la carne; y vamos a ver quién aguanta más." El tiempo me dio a mí la razón y pagaron casi el doble de lo que ellos querían pagar por la tonelada larga, como le dicen ellos. ¿Por qué pudo ser posible eso, y porque no tuvimos que firmar un nuevo tratado Roca-Runciman? Porque algo había pasado en la República Argentina. Teníamos más vacas ahora que en la época en que fue Roca a Inglaterra y las necesidades de vender eran mayores porque estábamos comprando todo lo que necesitábamos comprar. Pero, ¿por que pudimos aguantar nosotros y ellos no? Por una simple razón: nosotros habíamos revertido el ciclo interno de nuestra economía. En la época de Roca, el pueblo consumía el treinta por ciento de la carne producida, y el setenta se le vendía a los ingleses. En la época nuestra, el pueblo consume el ochenta por ciento de carne que produce y le damos el veinte por ciento a los ingleses, que la pagan a un valor dos veces superior al que pagaban antes. Realizada la elevación del stándard de vida del pueblo, la gente comía el ochenta por ciento; de manera que, de paso, ustedes, los oficiales del Ejército, los marinos y los aviadores no reciben ese veinte por ciento de inútiles por debilidad constitucional, porque ahora se come carne; nuestro pueblo come carne. Y de paso, a ese veinte por ciento, nosotros le sacamos cinco veces el valor que antes le sacaban. El negocio ha sido perfectamente bien pensado y comprendido. Digo esto para presentarles un ejemplo de que la independencia económica no presupone solo comprar lo que es extranjero y convertirlo en argentino; sino que hay que realizar una reversión total; y es necesario una nueva doctrina política y una nueva concepción económica. Ya se acabó Adam Smith entre nosotros, y dentro de poco tiempo se va acabar en el mundo. Ya eso tiene un siglo de duración, y el mundo no aguanta más de un siglo las imposiciones, aún de los grandes economistas. Y eso, señores, que conforma nuestra doctrina, tiene también adosado un concepto de realización. Porque las doctrinas solas no construyen. Lo que construye es la teoría que se le adosa para la ejecución. Es en esto en lo que también debe trabajar profundamente la Escuela de Defensa Nacional. En eso hay que trabajar, comprender, penetrar. Yo solamente voy a dar un ejemplo, para que vean ustedes, señores, la diferencia extraordinaria que existe entre nuestra concepción económica y la antigua concepción de la economía argentina. La República siempre estuvo dentro de las líneas clásicas de la economía política capitalista. ¿Por qué? Porque nosotros éramos, créase o no -como se dice- una colonia repartida entre dos esferas de acción: los ingleses y los norteamericanos. Cada uno nos sacaba lo más que podía. Tan era así que en 1946, cuando hicimos el estudio de las evasiones de todo eso, llegamos a la conclusión que mencioné hace poco en el mensaje al Congreso. Solamente en diferencias de precios entre nuestra importación y exportación, perdíamos el cuarenta por ciento. De lo que quedaba, en servicios financieros al exterior, hemos perdido en ocasiones otro cuarenta por ciento. En este momento, solamente va al exterior el uno por ciento, porque no hay prácticamente servicios financieros, y mediante el IAPI y todos esos inventos que hemos hecho defendemos el precio de nuestros productos en el exterior. En esto, señores, hay toda una organización. Y nosotros pudimos comprar todo con pesos, de tres pesos por dólar y hemos vendido todo lo que teníamos para vender mediante los acopios, a pesos que valen diez pesos por dólar. Esa enorme diferencia ha sido toda a favor de la Nación. Me dirán ustedes que eso solamente lo podemos hacer una vez, pero, ¿que nos importa, si ya lo hicimos? En cuanto al orden de la economía interna, las líneas de defensa y de realización son similares. Hemos adoptado una nueva forma que revoluciona toda la antigua economía. ¿En qué consistió la economía capitalista? Veamos. En un pueblo había, con mucho optimismo, un diez por ciento que capitalizaba en grandes empresas y consorcios, o en bienes personales, todo lo capitalizaba, y un noventa por ciento que no podía capitalizar porque ese sistema le alcanzaba nada, ni siquiera para vivir. ¿Qué ventajas tenía ese sistema capitalista? Si se mide en él la riqueza de la Nación por esa capitalización del diez por ciento, que crea una riqueza muchas veces sólida y poderosa, como en Estados Unidos -donde ya no funcionan ese sistema- pero que tenía el inconveniente de que el noventa por ciento explotado y exprimido llega un día en que se levanta y les corta las orejas a todos los del diez por ciento. Esa es la manera más directa y mejor para llegar cuanto antes a un levantamiento social o al comunismo, o a cualquiera de esas hermosuras que presenta el mundo moderno. Nuestro sistema, que ha recibido el sector capitalizado, consiste en no destruir lo capitalizado -porque no hay razón para hacerlo- pero se trata de ir capitalizando por el ahorro a ese noventa por ciento. Los pertenecientes a este sector, que antes no tenían nada, tienen hoy una casita, o un terreno o bienes de cualquier naturaleza, y comienzan a sentirse un poco independientes. Y estos hombres cambian completamente, porque un hombre que tiene lo suficiente para vivir y que es feliz, no piensa lo mismo que un hombre que está desesperado por la miseria. Por eso, señores, con esa capitalización del pequeño ahorrista se va solucionando un inmenso sector de la economía, que antes era la causa de la distorsión y la sublevación de los pueblos. Y esto lo vamos viendo nosotros mismos aquí en tanto lo vamos ejecutando. Una de las economías más felices del siglo más feliz -el que medió entre el Congreso de Viena y la Primera Guerra Mundial- fue la del pueblo francés. En el pueblo francés, la capitalización era mínima, la riqueza estaba en poder de los pequeños ahorristas, de los franceses que llenaban la media. Y cuando hubo que pagar la indemnización de guerra a los alemanes, los ahorristas franceses volcaron la media en un tren y les mandaron la plata después de la guerra del '70. No fueron los grandes capitalistas los que pagaron, sino el pueblo. Una riqueza repartida entre el noventa por ciento tiene quizás una proyección material mucho mayor que la capitalización de un pequeño sector, y tiene algo más: que aquel que tiene un sentido y sentimiento patriótico se desprende de sus bienes cuando llega la oportunidad, y los otros, que son internacionales, no tienen ni patria ni bandera. Nosotros vamos hacia un tipo de economía más cercana al pequeño ahorrista del pueblo francés, al que me he referido, y vamos cada día menos hacia la existencia de grandes consorcios capitalistas internacionales, de los que sabemos que siempre están presentes en la patria cuando se trata de ganar un peso y que andan de paseo o están en Europa cuando se trata de darlo. Eso, señores, tiene una importancia mucho más grande que lo que imaginamos; se los aseguro ahora que ando metido en asuntos económicos. No quiero extenderme demasiado más sobre estas consideraciones. Solamente he querido hablarles con palabras sinceras y sencillas sobre estos grandes problemas que es necesario estudiar acá, y sobre todo, de los más grandes de todos los que tenemos, que es afirmar y consolidar nuestra doctrina nacional. No seremos un país digno hasta que no tengamos nuestra propia doctrina y la hagamos triunfar, porque siempre nos saldrá la indignidad al paso y es necesario que, como San Jorge, tengamos la espalda lista para matar al dragón de la ignominia que se nos aparece en todos los pasos de nuestra historia. Es la mejor defensa. Si tenemos una orientación única, si hemos metido en nuestro pueblo, hasta en el último hombre, la conciencia de nuestra doctrina nacional, triunfaremos. Si no hemos sido capaces de ello, no triunfará la patria, que lo único que no puede interesar. En esto cada uno de nosotros debe ser difusor de esta doctrina. Es necesario ir persuadiendo de la necesidad de tener esa doctrina. Yo no concibo que un funcionario de la Nación, un militar, un marino o un aeronauta, no tenga en sí viviente la doctrina de la Nación. En este sentido, no se puede ser neutro. Esto es como los sexos; hay que tener uno de los dos y no se puede ser neutro. Si se es neutro hay que cargar con la ignominia de serlo. En esto, señores, todo es bien claro. No se trata de decidirse por una idea política. Lo que el funcionario no puede ni debe hacer es embanderarse en la lucha política subalterna, pero en la política de la Nación, en la política del gobierno que conduce a la Nación, no puede haber una persona que sea neutra. Para con la patria no existen neutralidades; para con la patria existe trabajo y buena intensión; existe patriotismo para sostener la bandera de la Nación, y la bandera que nosotros seguimos es la que encarna esas tres banderas. No se desciende a la lucha política cuando uno defiende el interés de la Nación; no se desciende de manera alguna. No hay ninguna cosa de ningún medio que sea desdoroso cuando uno lo emplea en el plan y en la defensa de la Nación. Por esa razón, señores, yo cierro esta conversación con una exhortación a todos los camaradas y compañeros funcionarios que van a hacer este curso: en él hay que estudiar objetivamente esto. Hay que estudiarlo objetivamente y transformarse en un elemento de difusión. El patriotismo no implica el pararse en todas las esquinas y hacer un discurso patriótico. El patriotismo está en trabajar incansablemente por el bien de la Nación, y esta doctrina Nacional es la que indica cual es el bien. Hay mucha gente que no sabe todavía cual es el bien de la Nación y cual es el mal. Por eso hay algunos que trabajan para nuestros enemigos exteriores, en vez de trabajar por la patria. Los argentinos podemos disentir en cualquier cosa, menos en el deber que tenemos para con la patria y el hombre que trabaja moviendo un dedo por interés externo, ese tiene un solo nombre en todos los idiomas de la tierra. Y ningún argentino sino equivocado puede estar en semejante acción. ¿Qué discutimos?... Sí señores, todo lo que quieran. La discusión es para los hombres inteligentes la base de su acción. Solamente un bruto puede oponerse a la discusión, dado que, dilucidado un punto y establecida la bandera detrás de la cual hay que ir, no cabe divergencia posible. La divergencia de ellos se cura con una sola cosa: cuatro tiros bien ganados por un acto de traición. En esto, señores, yo he sido siempre práctico. No me creo un propietario de la verdad, no soy ni he sido nunca un pasionsita. Es necesario que formemos nuestra clase de disciplina científica sobre el arte del gobierno y de la conducción, que es, en síntesis, lo que ha de trabajarse y elaborarse en esta escuela: hombres a la usanza de los antiguos griegos que decían que es necesario formar hombres cuya pasión no esté nunca delante de su prudencia, cuyo impulso no esté nunca adelante de su reflexión y cuya palabra no se le adelante jamás al pensamiento. ........................