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1954-04-12
En la clausura del Primer Congreso Argentino de Bibliotecas
Poco tendría yo que agregar a las admirables palabras que terminamos de escuchar, con referencia a nuestra organización en lo que a la biblioteca se refiere. Sin embargo, yo me siento tentado a hacer algunas consideraciones generales, como corresponde a mi situación y como corresponde también a la dirección que en este orden de ideas debemos imprimir a toda actividad de este orden. En primer lugar, yo me siento inmensamente feliz de poder concurrir a esta sesión de clausura del Congreso de Bibliotecarios del país, porque la organización ha sido una de mis principales preocupaciones en el gobierno. En éste, como en los demás aspectos, y creo que para que las actividades estén perfectamente regladas y moduladas es menester que los que entienden en cada asunto, se encuentren en contacto permanente y regidos por una organización, sin la cual es imposible que las mejores ideas puedan cristalizarse en la acción que realiza la comunidad. Es indudable que la existencia de miles y miles de bibliotecarios que, como francotiradores, cumplen su función en las bibliotecas en que actúan, no es suficiente para que el país haga un uso debido y adecuado de todo su material bibliográfico. Es indudable, también, que mientras nosotros no organicemos esta importante parte de nuestro acervo y de nuestra orientación cultural, no alcanzaremos a obtener de él los mejores frutos. Es indudable, asimismo, que la actividad que se refiere a todas las bibliotecas argentinas, sean ellas de carácter técnico, profesional o popular, no alcanzarán jamás el gran objetivo a que están destinadas, si los mismos bibliotecarios no son quienes tomen sus actividades en sus propias manos y la realizan con unidad de concepción y con unidad de acción. El gobierno, por intermedio de Ministerio de Educación, podrá quizá fijar una orientación común, pero esto es sólo la concepción de una idea. La ejecución es la que cuenta, y la ejecución está en manos, precisamente, de los bibliotecarios. Es indudable que podemos tener numerosos bibliotecas, pero ellas no servirán de nada si no tienen una orientación puesta al servicio de la cultura de la Nación. El bibliotecario es a la biblioteca lo que el maestro es a la escuela. No tendremos buena escuela si no tenemos buenos maestros, por más que ellas sean grandes, lujosas y llenas de toda clase de comodidades. De la misma manera que el alma de la escuela es el maestro, el alma de la biblioteca es el bibliotecario. Por lo tanto, yo no encuentro nada más adecuado que entregar estas bibliotecas a los bibliotecarios, y alabo que ustedes hayan tenido la feliz idea de reunirse en este congreso para dilucidar asuntos que son de su incumbencia y que en la comunidad argentina representan la responsabilidad que ustedes, y solamente ustedes, tiene en este sector de la cultura. Señores: esto no es nuevo. Vengo yo sosteniendo desde que llegué al gobierno que para que pueda existir una coordinación perfecta en el orden integral de las actividades culturales de la República es menester una organización. Nada se puede realizar inorgánicamente; de manera que yo no solamente agradezco a la Confederación General de Profesionales en formación, el hecho de que están ofreciendo al país el panorama magnífico de ver que no solamente se preocupan de sus cuestiones particulares e individuales, sino que también están poniendo de su parte algo para el bien de todos, para la organización del conjunto, donde todos pensemos lo que todos debemos realizar. He hablado de un estatuto del bibliotecario. Nada más justo y nada más natural, porque nada puede existir ni puede consolidarse en esencia orgánica, ya sea esta estructural o funcional, si no se tiene un estatuto que regule las actividades, los derechos y las garantías, como así también las obligaciones que tenemos cada uno de los hombres de la comunidad. Por esa razón, yo creo que un estatuto es indispensable, pero indudablemente hasta ahora no se había realizado ninguna gestión en ese sentido, porque tampoco los bibliotecarios se habían resuelto a organizarse en la forma en que ahora están organizados. Para hacer un estatuto de los bibliotecarios, lo primero que necesitamos es una organización que una a los bibliotecarios y les esté indicando desde esa unión la necesidad de intercambiar ideas, de hacer proposiciones y también de exigir lo que a cada uno le corresponde; porque si hemos de tener responsabilidades, es menester también que nos den las armas para defender esas propias responsabilidades. Señores: cuando yo he hablado de la reforma cultural, me había referido en especial a la parte escolástica de esa cultura. No había mencionado sino de paso, todo lo que se refiere a ese acervo o a ese elemento representado por el acopio, ordenamiento y clasificación de todo el material bibliográfico existente en el país. Es indudable que desde hace muchos años nuestro país ha tenido una preocupación en ese orden de ideas. Sin embargo, sin criticar, sino haciendo una observación objetiva, creo que por diversas circunstancias nuestro pueblo no ha tenido el acceso necesario a las fuentes mismas de la cultura, entre las cuales el aspecto bibliotecas es de una importancia extraordinaria. Es indudable que la biblioteca es un elemento de cultura; es indudable que la biblioteca es una fuente de la verdad, pero es también indudable que para que sacien su sed en esa fuente de la verdad y de la cultura los sedientos de ellos, es necesario que el camino de acceso esté siempre libre y que las posibilidades de llegar sean permanentes y reales. Y en un pueblo cuya vida es difícil y su esfuerzo exageradamente grande, a medida que ese esfuerzo crece, la posibilidad de la cultura popular va haciéndose cada vez menor. Nosotros no concebimos a la cultura para los círculos de la élite. Nosotros concebimos la cultura para el pueblo. Nosotros no creemos que un país sea culto porque tenga unos cuantos sabios muy sabios, en tanto tenga muchos millones de ignorantes muy ignorantes. Constituiremos una Nación culta cuando la mayor cantidad de hombres y de mujeres del país haya tenido posibilidades de desarrollar, en un orden o en otro, una cultura general. Queremos un pueblo culto y no un pueblo formado por muchos millones de hombres a quienes les está vedada la cultura, aún cuando a un pequeño sector de él le sea posible el acceso a esa cultura y el desarrollo extraordinario de la sabiduría. Para nosotros, la sabiduría es suficiente cuando el hombre conoce gran parte de la verdad, y ello se obtiene no cuando se saben muchas cosas, sino cuando se sabe suficientemente las cosas buenas y convenientes. Eso es, en pocas palabras, lo que nosotros queremos ofrecer a nuestro pueblo como cultura, abriéndole las verdaderas fuentes, no tanto de la sabiduría en sí, como de la cultural general. Queremos ofrecer a nuestro pueblo alguna posibilidad de alcanzar el más alto índice de la cultura general. Las culturas especializadas son, también, de hombres especializados. Eso no lo puede ofrecer sino, en cierta medida, la comunidad, porque ese es el esfuerzo individual de los hombres. En cambio nosotros queremos ofrecer lo que podemos ofrecer. No queremos ofrecer los que no podemos, porque sabemos que no lo podríamos realizar en manera alguna. La tarea del bibliotecario argentino en toda la extensión de nuestro territorio está perfectamente bien ordenada. Dentro de estas ideas, las bibliotecas técnicas y profesionales ofrecerán el mayor acopio posible y, para eso, el Estado y los hombres de la comunidad harán todo el esfuerzo necesario para acumular los fondos necesarios de esa sabiduría; pero, señores, lo que a nosotros nos interesa especialmente, es divulgar nuestra cultura a través de una red interminable, en lo posible, de bibliotecas populares, donde el pueblo encuentre lo que necesite para nutrir su inteligencia y su conocimiento. En este orden de ideas somos básicamente partidarios de la biblioteca popular. Queremos que esta actividad se multiplique en el país; y queremos a la vez que no solamente existan bibliotecas, sino que existan bibliotecas, sino que existan, sobre todo, los que hagan buen uso de ellas. Nosotros sabemos que una biblioteca es muy importante, pero también sabemos que es mucho más importante que la gente concurra a ella a leer. Y esto que parecería, a simple vista, una perogrullada, es en el fondo, ustedes lo saben mejor que yo, una gran verdad en nuestro país. No es suficiente con que existan bibliotecas, es necesario que esas bibliotecas tengan un alma que sintonice con los hombres y mujeres de nuestro país, que se sientan ellos atraídos, que esas bibliotecas tengan vida y tengan acción; si no es inútil su existencia. Yo recuerdo siempre un cuento que se hace allá, en las provincias del oeste, donde yo he estado muchos años. Se dice que Sarmiento, siendo gobernador de San Juan, junto a los cerros fundó una pequeña biblioteca. Arregló un local, llevó los libros y puso a un hombre al cuidado de la biblioteca. Cuando pasaron muchos años, siendo Sarmiento entonces presidente de la República, hizo un viaje, y fue allá a visitar la biblioteca que él fundara. Llegó y dijo: "¿Qué tal amigo?". "Muy bien", contestó el encargado de la biblioteca. Todos los libros estaban como él los había dejado. Pero se le ocurrió a Sarmiento abrir un libro, y resulta que no encontró nada más que las tapas, colocadas en el anaquel. Faltaban todas las hojas. Y preguntó: "¿Que han hecho con las hojas? Y, contestó el encargado: "Las han pitado". Y cuentan que Sarmiento, no sé si es cierto eso, dijo: Por lo menos, veo que han servido para algo. En esa época probablemente faltaría el papel en aquellas regiones. No sé si esta anécdota, una de las tantas atribuidas a Sarmiento, es cierta, pero si no es cierta, merecería que lo fuera. Es indudable que acopiar libros, construir anaqueles y ordenar allí, aunque sea técnicamente, una biblioteca, es solamente una pequeña parte de la función que la biblioteca debe llenar. Y así como en esto existe un aspecto técnico, existe también un aspecto humano. La biblioteca no puede carecer ni de un aspecto ni del otro. Si es solamente técnica, probablemente encontremos en esa maravillosa organización, en esa perfecta documentación y ordenamiento, el libro que buscamos, teniendo en seguida una idea acabada de su contenido y aún una biografía de su autor, pero si eso no está al alcances de la gente, si no se lo utiliza permanentemente, no tiene absolutamente ningún valor. Por eso nosotros, los que de una manera u otra hemos debido concurrir mucho a las bibliotecas en nuestros trabajos de investigación de una o de otra cosa, nos interesa también el aspecto humano que la biblioteca debe tener en la vida el pueblo. Cuántas veces he concurrido a una biblioteca y después de conversar cinco minutos con un entendido, he cambiado de parecer en la consulta de mi propia bibliografía. Yo he hecho mucha investigación de historia y algunas veces en el Archivo General de la Nación, como también en las numerosas bibliotecas que he consultado, he encontrado facilitado mi trabajo en un cincuenta por ciento. Eso ha hecho que en las diversas ocasiones, en vez de concurrir a una biblioteca muy numerosa en libros y muy bien ordenada, haya concurrido a una no tan numerosa en el acopio de elementos bibliográficos, no tan bien ordenada, por adonde había un bibliotecario que me ayudaba extraordinariamente en mi tarea. El bibliotecario es el que le da vida a la biblioteca: el bibliotecario es el elemento humano de la biblioteca. Los libros son toda la parte inerte: es la parte técnica, pero si a eso le falta la humanización que nosotros debemos dar a todas nuestras actividades de la vida frente a una cosa muerta que podrá ser hermosa, pero es muerta, yo prefiero no una tan hermosa ni tan completa, pero que viva, y que es esa vida pueda acompañarnos a nosotros. El libro es algo así como un amigo. Los hay buenos y los hay malos. Los hay que son verdaderamente amigos según nuestras afinidades, nuestros pensamientos y nuestros sentimientos, y hay otros con quienes no podemos avenir a pesar de que estemos todo el día juntos. El bibliotecario ha de ser capaz de presentarnos a un real amigo. En la vida muchas veces no se pueden encontrar buenos amigos. Cuando uno concurre a ese intermediario amable que es el bibliotecario, que es capaz de presentarle a uno un amigo, muchas veces un amigo al cual no se le deja a lo largo de toda su propia vida. Esto es lo que nosotros pensamos que es la tarea fundamental del bibliotecario: darle vida y darle alma a la biblioteca. Como todas las cosas de la vida, cuando se alejan de esa situación estática de la técnica para acercarse a lo humano y a lo vívido, es cuando se nos acerca más a nuestra alma. Esto señores, solamente lo pueden ofrecer a ustedes los que se ocupan, los que viven para esta actividad, y lo podrán hacer si, reunidos como ahora en un congreso, comienzan a poner ya, desde este momento, las piedras fundamentales de una acción humanizadota de la biblioteca y puedan ofrecer al pueblo de la República, más que a nadie al pueblo, la posibilidad de compartir con ustedes horas amables y de prolongarlas a través de esas horas amables que uno suele pasar con esos amigos que son los libros. Es probable que algunos frente a estas palabras, puedan decir que nosotros no estamos defendiendo a los libros; decir que todos los hombres pueden ser nuestros no es hacerles ningún favor a los amigos, porque todos los hombres, desgraciadamente, no son amigos de un hombre. Un hombre elige a sus propios amigos y nosotros queremos darle al libro esa categoría que exalta nuestro amor por los libros, de la misma manera que no atacamos a los hombres porque ellos, a su vez, puedan tener los amigos que elijan y que deseen. Pero lo que si debemos establecer claramente es que cumple mejor con su misión y llena mejor el deber que le incumbe en la hora de propugnar y ampliar la cultura popular aquel bibliotecario que en su biblioteca consigue hacer el mayor número de amigos entre los hombres y los libros que tiene en su propia biblioteca. Señores: nosotros pensamos que dentro de la orientación que comienza tomar nuestra reforma cultural, las bibliotecas tienen un profundo significado y una tarea importantísima. Y en el trabajo de reformar y ampliar la cultura argentina no puede estar ausente ningún argentino, porque si alguno cree que solamente los maestros van a hacer de nuestro país un culto, se equivocan. Esto lo haremos entre todos los argentinos; cada uno intrínsecamente para sí y todos para el conjunto de la comunidad argentina. Sería una cosa muy simple la cultura si solamente con unos cuantos cientos de miles de personas pudiéramos transformar un país de ignorantes en un país de hombres y mujeres cultos. Esto implica la necesidad de crear primero un ambiente de cultura, en lo cual debemos preocuparnos todos. Primero el gobierno, que es el que tiene mayor obligación de hacerlo. Después el Estado, que actúa en todo el país. Luego, las instituciones, especialmente de orden público, es decir, los órganos dedicados y destinados a orientar y dirigir la cultura. Después las instituciones privadas, a las cuales les conviene desde todo punto de vista, sean ellas políticas, sociales o económicas, un pueblo culto. Y ellas deben trabajar incesantemente para que, paralelamente a su acción social, política o económica, vaya floreciendo también una cultura. Y, finalmente, los individuos, porque no se trata de hacer hombres cultos a la fuerza, sino de ir persuadiendo a los hombres y a las mujeres para que cada uno sepa que vivirá mejor, más feliz y que será en la vida un ente comprensivo de una felicidad que en el fondo es siempre un poco convencional si cultiva su espíritu y su inteligencia. Cuando todo eso sea convenientemente propugnado desde todos los ángulos, recién entraremos nosotros en el camino de prepararnos para una comunidad de hombres y mujeres cultos. De manera que en este inmenso panorama -como inmensos son todos los panoramas de una cultura general del pueblo-, y donde cada sector llena su función, la biblioteca, sea esta técnica, profesional o popular, tiene que ser verdaderamente preponderante, porque es allí donde los hombres, persuadidos de la necesidad de cultivarse concurren a beber la verdad y la cultura. Que allí haya un ambiente para ofrecerle y un espíritu comprensivo que le haga vivir la necesidad y la posibilidad de esa cultura, a través de lo que él pueda ofrecer como material bibliográfico, es una función fundamental del bibliotecario. Dios quiera, señores, que paulatinamente nosotros vayamos convirtiendo todo ese material organizado y ordenado y que a través del una técnica lo podamos ofrecer con dignidad y con entusiasmo a nuestro pueblo para poner en potencia todo el inmenso caudal que él ansía en lo que es la cultura y el desarrollo de su capacitación general. No es un secreto para nadie que este pueblo no solo ha progresado sino que casi no tiene analfabetos como consecuencia de una preocupación constante de más de veinte generaciones de argentinos. Cuando a veces comparo estadísticamente países con el 75 por ciento de analfabetos, observando que nuestro pueblo está ya casi terminando con los últimos resabios de ese analfabetismo, -muchas veces importado-, y veo que a través de generaciones y generaciones, muchos argentinos, ilustres por muchas razones, han luchado incansablemente en esa acción de alfabetización del país, pienso señores, que ellos han hecho todo lo que han podido. Ahora está en nuestras manos la tarea de continuarlos, porque un hombre que solamente sabe leer y escribir no es una gran conquista y, muchas veces, un alfabeto de esta categoría es el más peligroso de todos los hombres. Es necesario que cada cosa se aprecie en su valor. Saber leer y escribir y nada más que leer y escribir, es haberse quedado en los medios y no llegar al fin, porque se aprende a leer para beber en los libros lo que nosotros necesitamos para poner en ejecución en la vida. Leer es un medio; el fin, es la cultura. Señores: puesto el problema en estos términos, nosotros enseñamos a leer, vale decir, preparamos el alimento y, en cierta medida, indicamos ya un metabolismo. Ustedes son los que alimentan esas posibilidades. Dios quiera, señores, que en el futuro, los bibliotecarios argentinos formen una inmensa legión; y Dios quiera también que el trabajo de ustedes, en el intercambio inteligente de ideas en estos congresos que deberán realizar periódicamente, les permita transformarse en unos magníficos alimentadores de esa cultura. Es grave, señores, la responsabilidad de ustedes, y esa responsabilidad nosotros estamos decididos a cargarla sobre sus espaldas. Les daremos todos los medios para que defiendan esa responsabilidad que carguen pero les daremos las posibilidades de que colaboren y trabajen permanentemente con nosotros. La biblioteca argentina debe estar en manos de los bibliotecarios argentinos, que son los verdaderos responsables, los verdaderos artífices de ese sector de la cultura. Pero, señores, también es menester que tengamos la garantía de la preocupación constante de ustedes mismos. Este primer congreso de bibliotecarios es para nosotros augural, y es para nosotros también, diríamos propicio. Yo quiero, que estas mis palabras clausurando esta reunión, los comprometa a seguir trabajando tesoneramente para el perfeccionamiento, no tanto de las bibliotecas como del material humano que albergue cada una de ellas. Nosotros nos hemos de preocupar, y ahora ustedes organizados dentro de la Confederación General de Profesionales, nos harán llegar, por sus autoridades, todas las demandas de libros, condiciones, de lo que quieran, para que nosotros podamos entendernos. Esa es nuestra finalidad al organizar; que cada uno se artífice de su propio destino, a la vez que todos seamos artífices del destino común. Queremos que las bibliotecas del país sean manejadas por los bibliotecarios, y también que estos sean manejados por sí mismos mediante su representación real y fehaciente. Y así como para todos los asuntos que se refieren a la situación gremial del trabajo argentino o para las medidas del gobierno que emergen de nuestras intenciones gubernamentales en el campo del trabajo manual, consultamos a los sindicatos obreros, de la misma manera que antes de tomar medidas económicas de uno u otro orden consultamos a las organizaciones económicas, también para tomar medidas de cualquier orden en el terreno profesional, iremos consultando cada medida con los propios profesionales. Queremos llegar a un gobierno donde cada uno de las opiniones de cada argentino sean respetuosas y respetadamente consultadas en los actos de gobierno. Para esto necesitamos tener representantes, no representantes que elijamos a dedo, sino representantes que cada organización técnica nos esté indicando quien es su representante. Sabemos que por boca de él no servimos el interés de una personal o de un círculo; servimos los intereses de la comunidad organizada. Desde ahora en adelante, señores, tengan ustedes la persuasión absoluta de que todo cuanto se refiera al gobierno de las bibliotecas en el país, estará en manos de ustedes mismos, que trabajarán mancomunadamente con nosotros. El gobierno estará en permanente contacto con ustedes y haremos en la biblioteca lo que convenga a ustedes y a la biblioteca, porque entendemos que así estamos sirviendo inteligentemente a ese sector de la actividad cultural del país. Yo espero recibir el estatuto para pasarlo al Congreso en la oportunidad que sea conveniente. Allí, como es costumbre entre nuestros legisladores y por nuestras comisiones legislativas, con la presencia siempre de representantes de los bibliotecarios, como hacemos y como estudiamos nosotros todas nuestras leyes y disposiciones. Finalmente, yo les agradezco en nombre del gobierno, porque estas actividades, tan comprensivamente fructuosas, son siempre no solamente de nuestro agrado, sino merecedoras de nuestro aplauso. Ustedes vienen aquí a trabajar por el bien de la biblioteca argentina y el gobierno, les agradece profundamente los desvelos que ustedes ponen para que nuestras bibliotecas sean cada día mejores y más dignificadas en su función cultural. Al hacerlo, señores, yo les ruego que le lleven a todos los compañeros bibliotecarios del país, nuestro sincero agradecimiento por la preocupación que ponen en sus actividades; y que les lleven también un gran abrazo que les envío a manera de saludo desde los más profundo de mi corazón. ......................
1954-04-19
En la inauguración de una playa de estacionamiento para ómnibus y trolebuses
Compañeros: Una de mis principales preocupaciones en 1946, al hacerme cargo del gobierno, fue mejorar el estado calamitoso de los servicios del transporte de la Ciudad de Buenos Aires. Ese estado calamitoso era precisamente, el resultado de la incuria y del abandono de muchos años, además de la famosa entrega del monopolio de esos transportes a través del tratado Runciman-Roca. De manera que existían dos graves problemas: primero, recuperar esos servicios entregados usurariamente al usufructo de compañías extranjeras, y, segundo, comprar el material indispensable para poder transportar a la población de Buenos Aires, sumida en la desesperación de un servicio inadecuado para las personas. No era simple la solución de esos problemas. Había terminado la guerra y los materiales que antes costaban un precio proporcional a la posibilidad de amortizarlos a través de los propios usuarios, subieron de tal manera que resultó imposible su amortización, convirtiéndose eso en un problema casi insoluble. Sin embargo, ustedes son los mejores testigos del empeño que hemos puesto en solucionarlo y de nuestra constante preocupación por adquirir los vehículos necesarios y, sobre todo, para posibilitar la construcción de partes esenciales de los mismos en nuestras propias empresas y en nuestros propios talleres. Pero eso no es todo. Los vehículos, extraordinariamente caros, para que puedan durar el tiempo necesario para su amortización, deben ser convenientemente tratados, reparados y cuidados. Y el objeto de estas estaciones es precisamente eso: poder mantener el material rodante en las mejores condiciones de uso, aparte de ofrecer a nuestro personal las mejores, más higiénicas y más dignas condiciones de trabajo. Desgraciadamente, lo que no se ha hecho en cincuenta años, nosotros no lo podremos realizar en cinco ó diez años. Estamos, en este momento, en el plan de ir resolviendo paulatinamente este grave problema en una población muy numerosa, como es la del Gran Buenos Aires. Estos servicios, a través de las construcciones, del mejoramiento de la posibilidad de su mejor conservación, y sobre todo de la dedicación inteligente y patriótica de los compañeros tranviarios y del automotor, nos posibilitarán ir ofreciendo diariamente un mejor transporte de la ciudad de Buenos Aires. Podemos decir que casi todo aquel viejo y anacrónico material rodante, -con el cual se hacía más bien un transporte de carne humana, que un transporte de pasajeros-, va siendo reemplazado por un transporte digno de nuestra ciudad y de nuestra ciudadanía. Tendremos que luchar mucho todavía para conseguirlo totalmente. Pero lo lograremos, mediante la cooperación de los elementos dirigentes de la empresa, como de los compañeros tranviarios y del automotor, de quienes depende en mayor grado el mejor servicio, porque son ellos los que van a ofrecer diariamente al público un mejor servicio del transporte de pasajeros. Por eso, públicamente, agradezco al compañero presidente de la Unión Tranviarios Automotor, las palabras que termina de pronunciar. Esta no es tarea ni del Ministerio de Transportes, ni de la Presidencia de la República; es una tarea en la que todos tenemos responsabilidad y en la que todos debemos luchar por satisfacer las mejores condiciones de servicio. He visto también la rapidez con que ha sido levantada esta playa, tanto en su construcción, como en su estructura. Por eso, como hacemos siempre los hombres que no pensamos solamente en nosotros, sino también en los obreros que han trabajado día y noche, a la Unión Obreros de la Construcción, nuestro agradecimiento por su trabajo. Compañeros: la gran estación para ómnibus y trolebuses que inauguramos hoy es una obra que le debíamos a nuestro pueblo. Estamos pagando, de amortización en amortización, la gran deuda de gratitud que tenemos con ese pueblo que, a pesar de las condiciones en que ha estado trabajando, lucha por superarse a sí mismo. Y veo auspicioso el hecho de que esta playa, la primera que inauguramos para estos servicios en la ciudad de Buenos Aires, hayan querido ustedes que se llame "Eva Perón". Ella fue insuperable en el sentido de luchar y de trabajar todos los días para que seamos cada día mejores, y esa debe ser la consigna de este gran establecimiento. Luchemos y trabajemos para que en cada instante de la vida vayamos mejorando y seamos mejores. Dios quiera que la fortuna y la dicha acompañe a cada uno de ustedes porque es así como yo siento y veo la Nueva Argentina: una Patria que gloriosamente asciende mientras nosotros, sus humildes hijos, en nuestro puesto de trabajo, ponemos todos los días algo de nuestro esfuerzo y algo de nuestro espíritu para engrandecerla y elevarla.-- .............
1954-04-20
En la inauguración del Policlínico Ferroviario Central "Presidente Perón"
A lo largo de mi tarea, firmo todos los días cientos de expedientes que representan las disposiciones, los decretos o las resoluciones del gobierno. Pero difícilmente puedo firmar nada que sea tan grato a mí espíritu como la transferencia de este policlínico para la Dirección General de Asistencia y Previsión Social de los Ferroviarios. El gobierno ha querido contribuir a la acción eficaz que realiza esa Dirección General del gremio Ferroviario con este policlínico, dando así un paso de gobierno que es para mí, no solamente justo, sino también altamente conveniente. La salud del material humano de la República ha pasado a ser en la nueva Argentina el coeficiente más importante de las actividades del gobierno. Entendemos que la salud es el supremo bien de la vida y, en consecuencia, dedicamos a la salud del pueblo nuestras principales preocupaciones. Es por eso que ya en 1944, pensábamos que la enorme masa de los ferroviarios argentinos, extendida a lo largo de toda la República se encontraba inerme frente a las enfermedades o las amenazas de su propia salud. Y pensando en que el ferroviario, fuese sorprendido en sus tareas por una enfermedad, lejos de su casa, en medios con pocas posibilidades de atención sanitaria y librado, por lo tanto, a su propia desgracia, es que creamos la Dirección de Asistencia y Previsión Social para Ferroviarios. De esa manera, cualquiera fuese el estado de su salud, y en cualquier lugar de la República en que se encontrase, él podría recurrir al auxilio oportuno y eficiente de la asistencia médica. Fue así, que nació esa idea cuya realización la vemos hoy cristalizada a través de sesenta establecimientos para la atención de la salud de los Asociados de la Unión Ferroviaria y de la Fraternidad. Vemos así, igualmente, elevarse hoy en el puerto de Buenos Aires, uno de los policlínicos mejores del país, puesto al servicio de la valiosa salud de nuestro pueblo, en el sector de la familia de los ferroviarios. Toda esta obra y toda esta acción, cuyo germen radica en esa disposición, ha sido realizada eficientemente por la Dirección General de Asistencia y Previsión Social para Ferroviarios, cuya dirección ejerce el compañero Mendizábal, a quién le hago llegar mi calurosa felicitación. Yo sé de sus preocupaciones y de sus desvelos. Lo veo trabajar todos los días por el perfeccionamiento de la organización y de los establecimientos que las componen. Y todo eso, lo veo claramente reflejado en este edificio y en su contenido: es suficiente pasar por aquí para darse cuenta que esto no es solamente la obra fría de una técnica hospitalaria, sino el entusiasmo y la voluntad puesta con cariño por todos los argentinos. La ley que establece la organización y funcionamiento de esta Dirección General ha sido cumplida en casi toda su totalidad. Es indudable que será necesario revisarla para actualizarla y ponerla en mejores condiciones de funcionamiento, tarea que hemos de realizar a corto plazo con la seguridad de que el buen juicio nos permitirá lograr la consolidación y el perfeccionamiento de la obra ya realizada y su ampliación todo el territorio de la República. Señores: yo felicito al gremio ferroviario en sus comisiones directivas de la Unión y La Fraternidad, porque ellos siempre han luchado por ir construyendo estos institutos sanitarios a lo largo de la patria, con el fin de defender de sus asociados; y los felicito también porque tanto los compañeros de la Unión, como los de La Fraternidad han sido siempre fieles a aquello que enunciamos en 1944: "Mejor que decir es hacer, y mejor que prometer es realizar". Compañeros: desde los primeros días de nuestra acción yo puse mi inquebrantable fe en los compañeros ferroviarios. Ellos nos han acompañado de corazón en todas las empresas, grandes o pequeñas, que hemos emprendido y realizado. Yo sé que en el espíritu inconmovible de las organizaciones ferroviarias, así como en el espíritu incontaminado y puro de sus dirigentes y en el patriotismo y la decisión de la masa ferroviaria del país, están los grandes valores que siempre hemos descubierto cuando fue necesario pedirles algo o cuando se quiso conocer cuales eran los valores que albergaban en su corazón. Por eso, compañeros, nosotros tenemos una gran fe en las realizaciones que estamos propugnando y la convicción absoluta de que contamos en primer término, con la decidida buena voluntad del gremio ferroviario para mejorar los servicios y los transportes ferroviarios. Hemos querido, también, que este policlínico sea pura y exclusivamente de los ferroviarios. Por eso hoy hemos realizado la transferencia total y definitiva de este Instituto a la Dirección de Asistencia y Previsión Social para Ferroviarios Queremos que en este policlínico impere el mismo concepto que en los demás policlínicos sindicales que se están levantando en todo el territorio de la República. No queremos para nuestros trabajadores una asistencia en los hospitales públicos; queremos que tengan sus propios hospitales, porque no es lo mismo ir a pedir albergue a un hospital de beneficencia que atenderse en su propia casa. Queremos que éste sea un hospital ferroviario dirigido y manejado por ferroviarios y al servicio de los ferroviarios; queremos, también, que los ferroviarios hagan en él lo que deben hacer y, en el peor de los casos, lo que les venga en gana. Es indudable que esto también trae aparejada la responsabilidad de que se cuente siempre con un servicio eficiente, ya sea desde el punto de vista técnico como humano. Queremos que aquí se atienda al público, pero queremos, asimismo, que exista la preocupación de atender el alma de sus enfermos. Queremos que el que llegue aquí, sumido en la desesperación o en el dolor por la pérdida de su salud, no encuentre solamente un médico que lo atiende sino un compañero, un camarada, que solidariamente le tienda su mano y eleve su espíritu con el sentido solidario con que debemos proceder los hombres que sabemos cómo en la vida es más importante que un hombre sea dignamente atendido que técnicamente atendido. Por eso veo con gran satisfacción que en este hospital campea el mismo espíritu que Eva Perón supo poner en todos los policlínicos que creara en el país. Yo sé de su inmensa preocupación por este policlínico y de las veces que vino a mí para recordarme lo que era necesario hacer para que se levantara. De ahí que me sienta inmensamente feliz al ver que ella es recordada en esta casa por su inmenso espíritu y su gran humanismo, como se la tiene presente en todos los policlínicos creados por ella. De esa manera podemos ver su propio espíritu que estaba impregnado de amor y de solidaridad para con el prójimo. Quiero terminar pidiendo a todos los ferroviarios que cuiden esta obra y la perfeccionen. Nadie sabe cuándo ha de utilizarla, pero sí se sabe que presta un inmenso servicio a nuestros compañeros, a nuestros hermanos, que tiene y el espíritu de solidaridad, cuando éste es real, cuando es puro, aprecia el servicio al compañero como aquel que se le presta a él mismo. Por eso, al pedirles que lo cuiden, que lo perfeccionen y lo lleven adelante, estoy pidiéndoles que hagamos un esfuerzo que debe ser común porque nos sirve a todos, un esfuerzo lejano de todo egoísmo y de toda preocupación personal, pensando que en la Nueva Argentina no existen dieciocho millones de corazones, sino un solo e inmenso corazón que nos une a todos en la alegría y en la desgracia. .....................
1954-04-20
En un homenaje organizado por la colectividad árabe
Yo deseo que mis primeras palabras sean para rendir un homenaje personal a los señores representantes de los países árabes que nos acompañan, homenaje que dedico a esas patrias que, como nosotros, viven animadas de un espíritu de libertad, de justicia y de independencia, y que luchan también todos los días por la felicidad de sus pueblos y por la grandeza de sus respectivas patrias. A ellos elevo en mi pensamiento, el más grande homenaje que un hombre libre puede rendir a los hombres de otra patria libre. Yo agradezco profundamente conmovido las palabras que, en representación de la colectividad de habla árabe, ha tenido la amabilidad de pronunciar mi amigo Richa. Lo hago en nombre de mi más absoluta sinceridad, animado sólo por esa gran simpatía y ese profundo cariño que he sentido desde muchacho por esta colectividad trabajadora, honrada y constructiva. Los aprendí a querer cuando desde niño nuestros amigos en el campo eran los comerciantes árabes, siempre listos para un obsequio a un niño, animados por ese profundo corazón que albergan estas patrias milenarias que han arrastrado, a través de los tiempos, estos sentimientos hermosos que las han hecho grandes y las han hecho nobles. Y los aprendo a querer, desde viejo, cuando a través de nuestra obra y de nuestras luchas, los he visto siempre contestes en la afirmación que los árabes han sostenido a través de cinco mil años, desde el mundo antiguo al mundo moderno, luchando algunas veces para imponerse, otras para defenderse, y otras para sobrevivir. La verdadera grandeza puede inspirarse en esos pueblos que no han sido solamente grandes en la fortuna sino que han demostrado ser más grandes en la desgracia. Todos los pueblos nuevos tienen algo en qué inspirarse y algo que aprender de la historia de los árabes y su sabiduría, a través de los siglos, ha iluminado las inteligencias de los hombres de todas las partes del mundo. Esa filosofía y esa sabiduría de los pueblos árabes, cristalizada a través de milenios, nos ha llegado a nosotros, hoy podemos afirmar que son tan reales y tan efectivos como en las épocas de los primitivos semitas del Egipto. Cuando nosotros iniciamos en esta Nueva Argentina una cruzada que ya discutieron y conformaron hace tres mil años los árabes en su tierra, estaba persuadido en absoluto de que pocos árabes podrían estar contra las concepciones doctrinarias del justicialismo. Y no dudaba de ello porque sé de su grandeza y sé de sus luchas por mantener esa grandeza de espíritu a través de los siglos. Por eso, he considerado siempre a los árabes de la Argentina no como a una colectividad extranjera sino como a una colectividad argentina. Y no la he considerado así solamente porque mi corazón me lo dictara, sino también porque los he visto compartir nuestras ideas y nuestros sentimientos, y no hay nada que hermane más a los hombres que el compartir los propios sentimientos y las propias ideas. También nos hermanan el trabajo y la lucha que nos son comunes en esta tierra. Los he visto a estos árabes, llegados en todos los tiempos, a sus hijos y a los descendientes, compartir con nosotros las ideas de liberación del pueblo. Es que ellos vienen animados desde siglos por esa lucha que han mantenido en sus propias patrias y que, gracias a Dios, hoy les ha traído la liberación ansiada de sus pueblos. De todas las ignominias que el hombre ha cometido en esta tierra, no hay ninguna y más criminal que el haber dominado al mundo antiguo, asiento y fundamento de todos los mundos y de todos los tiempos. Por eso, lo que fue rebelión para los árabes fue también rebelión para los argentinos. Así como ellos lucharon por su libertad, luchamos nosotros, y en esta hermandad libertaria de los hombres estamos todos los hombres libres dispuestos a morir por cualquiera de las patrias esclavizadas. Así como nosotros, si habitáramos en el Líbano, Siria, Egipto, Irak o en cualquiera de los pueblos árabes que pudieran estar sojuzgados seríamos un soldado más dispuesto a morir por su libertad, sé también que cada árabe en la Argentina es un soldado argentino dispuesto a morir por la libertad de esta patria. Por eso digo y afirmo que los árabes en esta tierra son tan argentinos como nosotros; son hermanos más que se suman a la lucha constructiva de todos los días; son hombres y mujeres considerados hermanos de corazón por los argentinos. Y por eso, cuando he tenido la honra de recibir a los representantes de los pueblos árabes en la Casa de Gobierno me he apresurado a decirles que están en su casa, no como una afirmación protocolar y amable, sino como un mandato que me nace de lo más profundo del corazón. Saben bien los ilustres diplomáticos que representan tanto a Siria como al Líbano y al Egipto que en esta tierra serán ellos siempre bienvenidos y bien amados, y que sus lejanas patrias están tan lejanas en el espacio geográfico como cercanas en el cariño de nuestros corazones. Ha bastado para esto solamente que nos conociésemos y que compartiésemos nuestra vida. Sabe bien la República, que albergó a tantos cientos de miles de hermanos árabes, cuánto es el impulso progresivo que ellos han traído a nuestra tierra. Ellos han esparcido su acción constructiva, no solamente en los centros poblados sino en los más apartados lugares de la patria argentina. Ese es el testimonio que guardamos todos de lo que es esta raza milenaria y luchadora; ése es el testimonio que hoy quiero derramar aquí, no en una comunidad ni en una colectividad extranjera, sino entre amigos y compañeros que luchan codo con codo con nosotros por lo mismos ideales. Nosotros sabemos bien el tesoro de lealtad, de sinceridad y de amor que existe en el corazón de cada árabe. Sabemos que ellos forjaron ese espíritu extraordinario en las latitudes de todas las existencias telúricas. Sabemos que ellos al forjar esa inmensa personalidad, que los hizo árabes en todas las latitudes, construyeron también para nuestra propia personalidad el valor de esos sedimentos inextinguibles que la humanidad viene presenciando desde hace cinco mil años. En nuestra acción política los hemos contado entre nosotros. Jamás hemos pensando que ellos representasen otros sentimientos que nuestros propios sentimientos. Por eso, hermanados como nosotros en el lejano occidente de nuestra posición o en el mediano oriente de la posición árabe mundial, seremos siempre los mismos amigos y los mismos hermanos de todos los tiempos. Es proverbial en nuestra tierra el poder asimilativo de los árabes. Ese poder asimilativo es, quizá, la condición más extraordinaria de los hombres de acción. Generalmente, es esa acción inextinguible del esfuerzo lo que asimila y une a la tierra. El árabe en nuestra patria ha dado ejemplo de ser, quizá, el que más rápidamente se asimila a nuestra tierra y a nuestras costumbres, a nuestras glorias y a nuestras tradiciones. Es en nombre de esos sentimientos superiores a toda consideración, que agradezco, desde lo más profundo de mi corazón, este obsequio que he de mantener en la Casa de Gobierno como una elocuente demostración de esa admiración que cada árabe siento por nuestras tradiciones, correspondiente a la admiración que nosotros sentimos por la gloria y las tradiciones milenarias de los árabes. Agradezco también esta demostración que hemos venido postergando porque para mí los árabes son amigos, y, como pasa generalmente, uno se permite el mayor número de licencias con los amigos. Pero lo que sí quiero decir al agradecer esta demostración, es que tengan ustedes la más absoluta persuasión de mi profunda amistad, amistad que mantenemos de hombres a hombres, amistad que refirmamos de nación a nación, amistad que refirmaremos en todas las ocasiones, amistad que será inextinguible como será inextinguible el sentimiento de amor que anima a nuestros corazones. Yo quiero poner fin a estas palabras invocando la protección de Dios para que la felicidad más grande colme a todas las familias y a todos los árabes de la Argentina, para que esta colectividad tan hermanada y tan amiga nuestra se mantenga siempre unida y que piense, que así como decimos nosotros que para un peronista no hay nada mejor que otro peronista, también dentro de la comunidad árabe de la Argentina, para un árabe no debe haber nada mejor que otro árabe. Yo sería el más feliz de los hombres, porque verdaderamente amo a la tradición y a las razas que piensan como nosotros, sería, digo, el más feliz de los hombres si realizáramos en esa comunidad esa unión indestructible de los pueblos árabes. Tienen todavía frente a sí grandes problemas, de la misma manera que los tenemos nosotros. Y en esos problemas por la subsistencia universal, los árabes juegan y jugarán en estos tiempos un extraordinario papel. Quiera Dios que siguiendo la orientación doctrinaria de nuestro justicialismo piensen que la única manera de vencer es uniéndose. Piensen que unidos vencerán. No podemos hablar de la unidad de medio oriente, pero sí, podemos hablar de la unidad árabe en la Argentina. Es a esta unidad que yo quiero prestar todo mi apoyo, mi sinceridad y mi lealtad, para que la colectividad árabe que vive en la Argentina sea siempre unida. No olvidemos que uno de los aforismos peronistas dice que unidos venceremos. Finalmente, señores, como un árabe más de corazón, hago mi invocación a Dios por la grandeza y por la prosperidad de todos los países del habla árabe y porque ilumine a sus gobernantes, para conducirlos por el camino de la gloria y de la libertad. .....................
1954-04-22
En la inauguración del Policlínico Eva Perón en la localidad de San Martín
Compañeros de la Fundación Eva Perón: He querido llegar hoy hasta este policlínico para asistir a su inauguración. Yo recuerdo que cuando la Fundación Eva Perón planeó la construcción de los primeros policlínicos, la señora estableció el orden de prioridad; para ello, tuve en cuenta dos circunstancias: primero, la necesidad, y segundo, que se tratara de las poblaciones que con mayor urgencia precisaban de la acción de estos policlínicos. Por eso estableció primero la construcción en Avellaneda, después en 4 de junio y, cuando llegó el momento de determinar a cual le correspondería el tercer lugar, recordó que San Martín era una población en la que habitaban numerosos obreros y no poseía ningún establecimiento asistencial de salud pública. Ella quiso que estos lujosos policlínicos se levantaran, precisamente, en los barrios donde estaba segura que habría una mayor afluencia de gente humilde. Basta conocer San Martín para darse cuenta de que ella supo elegir admirablemente bien la ubicación de este policlínico. Señores: terminamos de escuchar al director de este establecimiento, sabias y prudentes palabras. Ello es ya para nosotros una garantía de como funcionará este policlínico. Queremos que estos establecimientos de la Fundación cuenten con la alta técnica asistencial, que es fundamental en nuestros días; pero, por sobre esa alta técnica científica, aspiramos también a que habiten en esta casa grandes corazones al servicio del dolor ajeno, que brinden la atención humanista que requieren los que concurren a estos establecimientos. La señora siempre dijo que quería hospitales en los cuales el enfermo pudiese dejar en la puerta sus dolores físicos y sus preocupaciones espirituales, y que dentro de ellos fuese asistido en su cuerpo y en su espíritu. La mejor asistencia que al dolor ajeno podemos prestar los que no lo sufrimos es, precisamente, ese sentido solidario que nunca es tan necesario como cuando tiene comprometida la salud física y la salud moral. Afortunadamente, sé que los médicos argentinos no carecen ni han carecido nunca de ese sentimiento sin el cual el médico no encuentra la meta de su función. Los médicos de la Fundación se distinguen, en este sentido, por ser un ejemplo. Al frente de ellos está el viejo maestro, ilustre por muchas razones entre los médicos argentinos, el maestro Finocchietto, que honra nuestra institución y es nuestro verdadero orgullo. Yo pido al personal de este policlínico que le preste todo su apoyo, toda su decisión, toda su capacidad y toda su buena voluntad, para que unidos bajo su sabia dirección podamos hacer de cada uno de estos institutos un instituto modelo al servicio de la salud del pueblo y de esta solidaridad en que estamos empeñados en nuestros tiempos. No quiero dejar inaugurado este instituto sin antes agradecer a los que lo han concebido, planeado, organizado y construido, porque es este esfuerzo mancomunado lo único que puede levantar las grandes obras, que solamente son tales cuando no sólo son ornamentales y grandes en su continente, sino cuando, además, hemos sido capaces de engrandecerlas en su contenido. .........................
1954-04-22
Desde los balcones del Policlínico Eva Perón
Tengo hoy la inmensa satisfacción de llegar hasta este policlínico para traerles un mandato de la señora Eva Perón, que ella quería ver cumplido. Ella quería que en San Martín, donde hay cientos de miles de trabajadores que no contaban con un instituto para la asistencia médica, tuviese un grande y lujoso policlínico como el que inauguramos hoy. Al abrirse las puertas de este policlínico en las mejores condiciones de funcionamiento, tengo yo la tranquilidad de conciencia de haber cumplido uno de los encargos más importantes que me hiciera ella antes de morir. Dios quiera, compañeros, que ninguno de ustedes tenga que venir a esta casa; pero Dios quiera también que si tienen que hacerlo obligados por la necesidad, encuentren la sabiduría, la humanidad y el auxilio que uno necesita cuando tiene mermada su salud. Vale decir, que debemos rogar a Dios para que este policlínico sea un instrumento eficaz para la salud y para la felicidad de todos ustedes, porque así habremos cumplido con nuestra misión. ............
1954-04-23
En el acto de clausura de la campaña electoral del Movimiento Peronista
De acuerdo con nuestra costumbre, corresponde hoy realizar la clausura de la acción partidaria desarrollada por el Movimiento Peronista, y de acuerdo con nuestra costumbre lo realizaremos con las disposiciones referentes a los comicios del 25 de abril. Durante muchos años el voto de la ciudadanía había sido burlado mediante el fraude. El 24 de febrero de 1946 el pueblo argentino reconquistó el ejercicio pleno de sus derechos electorales. Al fraude, se agregaba la limitada representación. Los padrones de 1946 solamente incluían 3.950.000 ciudadanos con posibilidades de ejercer su derecho electoral. Votaba apenas el veinticinco por ciento de la población de la República. El gobierno peronista, ha agregado a esos registros electorales del país 5.350.000 ciudadanos. Entre ellos figura, en primer término, la mujer argentina, olvidada hasta entonces en las decisiones electorales, como si ella, pudiese estar ausente cuando se juegan los destinos materiales y espirituales del pueblo. Otro tanto diremos para los suboficiales del ejército, el clero regular, la ciudadanía de tres provincias nuevas, de todos los territorios nacionales y de las poblaciones argentinas de las tierras australes. En las próximas elecciones del 25 de abril, votarán 9.300.000 habitantes del país cantidad que supera el cincuenta por ciento de nuestra población total. El gobierno del Movimiento Nacional Peronista quiere asegurarse de esta manera que constituye real y verdaderamente un gobierno del pueblo. Nuestro Movimiento no desea el gobierno por el gobierno mismo. Su único fin es realizar el bien del pueblo. Los gobiernos que trabajan para el pueblo no temen jamás a la voluntad del mismo pueblo. Por eso, tratamos de lograr la más fiel expresión de esa voluntad. Preferiríamos que el pueblo nos hiciese pagar, con su abandono, los errores que pudiésemos haber cometido, antes que gobernar sin el respaldo poderoso que es la fuerza popular que nos viene acompañando desde 1946, cada vez con mayores multitudes y con un afecto cada vez más firme porque arraiga en una conciencia social también más sólida. Como presidente de los argentinos deseo también dar normas para toda la ciudadanía. En otras ocasiones mis disposiciones preelectorales tenían como destinatario al Movimiento Peronista y las impartía en mi condición de dirigente del mismo. En esta oportunidad, deseo que estas normas cívicas para el acto comicial sirvan para todo el electorado. Ya he advertido que los adversarios del gobierno van adoptando nuestros sistemas. Los 9.300.000 ciudadanos, mujeres y hombres que componen el electorado nacional para esta elección deben saber ante todo que votar es un derecho y que los derechos no se discuten: se defienden. Por lo tanto, ningún ciudadano argentino puede dejar de emitir su voto, cualquiera sea el sacrificio que para ello deba realizar. Los ciudadanos, voluntariamente ausentes del comicio, probarán que carecen de todo interés por el porvenir de la República y que son indignos de participar en la felicidad y en la grandeza común que ambicionamos consolidar. Dar por descartada la victoria de la mayoría no exime a nadie del cumplimiento de su derecho y de su obligación electoral. El voto que apoye a la mayoría contribuirá a fortalecer sus decisiones. El que apoye a la minoría -por negativista que ella sea- vale más que una voluntad ausente en el comicio. Desde 1943 he declarado que "cuando todos los ciudadanos de una Nación se interesan por el bien común, esa Nación está salvada y puede mirar tranquila el porvenir". El día del comicio todos los ciudadanos de la República deben dedicarse, en el lugar que tengan asignado, a la actividad electoral en forma total y absoluta. Debo señalar el alto ejemplo cívico del Movimiento Peronista, cuyos dirigentes y numerosos afiliados se aprestan a reunirse en los locales respectivos para permanecer allí con el objeto de facilitar a todos los ciudadanos -no importa cual sea su filiación política- el cumplimiento de su derecho y de su obligación electoral. Desearía que todos los partidos cumpliesen del mismo modo esta obligación fundamental, sin acudir a ninguno de los antiguos procedimientos de comité. Cada ciudadano debe informarse personalmente y desde hoy mismo acerca de los procedimientos que deberá observar para emitir su voto. Con tal objeto, el Movimiento Peronista ha ofrecido al gobierno toda su organización política en beneficio de todos los electores, sin distinciones de ninguna naturaleza. A fin de facilitar la tarea del Movimiento Peronista y de las organizaciones políticas que acudirán al acto eleccionario del 25 de abril me permito recordar a la ciudadanía algunas normas particulares que, a veces, por demasiado simple, suelen ser olvidadas: Las boletas deben depositarse enteras en el sobre que el ciudadano recibirá de manos del presidente de la mesa donde vote. Las boletas no deben poseer marcas ni perforaciones que le darían carácter de "voto marcado" y en consecuencia su impugnación podría invalidarlos. Además, las boletas no deben llevar inscripciones de ninguna naturaleza y no debe borrarse nada de ellas. La inscripción y la borratina de leyendas y de nombres en la boletas han servido en los tiempos del fraude para identificar un voto, que puede ser impugnado como tal y anulado en consecuencia. Las listas deben votarse íntegramente. Sabemos que ningún candidato puede satisfacer a todos. Pero una vez resuelta la oficialización de las listas partidarias, el ciudadano debe subordinar sus opiniones personales a las de su organización política; máximo si se tiene en cuenta que normalmente los candidatos que resulten electos actúan de acuerdo con las directivas de la organización política y no según las de su individualismo personalista. Descontado el apoyo del pueblo, el gobierno nacional y los gobiernos provinciales, para consolidar la labor orgánica que vienen realizando en todo el país, necesitan obtener la más amplia mayoría en el Congreso y en las legislaturas provinciales. Los gobiernos provinciales necesitan asimismo, trabajar en armonía con los municipios; y la experiencia nos enseña que el negativismo opositor impide que se trabaje orgánicamente en armonía. Por esta razón, que no es política sino "razón de Estado", solicito a aquellos ciudadanos decididos a votar por el Movimiento Peronista, que lo hagan por las listas íntegras, sin borrar ni añadir un solo hombre. Quienes efectúan borratinas, o substituyen unos nombres por otros lo hacen siempre por razones personales. A fin de que en este orden de cosas no haya confusiones de ninguna clase, deseo dar lectura a las listas completas de los candidatos del Movimiento Peronista. (aquí el locutor de Radio del Estado da lectura a las listas) SOLO DELPERONISMO ==?? Y ahora compañeros quiero dar algunas normas y consejos para el Movimiento Peronista. Estos son los candidatos que consolidarán la acción del gobierno nacional. Por razones de brevedad, omito la lectura de las listas de candidatos locales, aunque hubiese deseado hacerlo en homenaje a la labor que ellos han realizado desde sus humildes puestos de lucha, en el interior de la República. Sé que los peronistas conscientes de su deber votarán tal como acabo de señalarlo. El número de "votos indisciplinados" nos dirá hasta que grado hemos logrado la solidaridad de nuestro Movimiento y en que medida estamos dispuestos al sacrificio de nuestros egoísmos personales en ara del movimiento y de la patria. Las boletas existentes en el cuarto oscuro pueden ser marcadas con mala fe por algún mal ciudadano perteneciente a los partidos que practicaron el fraude. Es conveniente por eso que cada ciudadano lleve al comicio la boleta de su voto. Esta norma será particularmente útil a los ciudadanos que por cualquier razón, tengan necesidad de un asesoramiento especial por parte de personas autorizadas y de confianza. La libreta de enrolamiento o cívica debe ser puesta, desde hoy mismo, en el lugar seguro, a fin de evitar sustracciones con fines fraudulentos. Tiene que estar íntegra. No debe ser entregada a nadie, sino en el momento de votar y, en este caso, la presidente de la mesa, quien ha de restituirla al elector en cuanto éste salga del cuarto oscuro y deposite su voto en la urna. La retención de la libreta de enrolamiento debe ser denunciada de inmediato a las autoridades que custodian el comicio o bien a la Justicia Electoral. El interior de las libretas no debe contener papeles ni documentos de ninguna naturaleza, menos aún si ellos permiten establecer la identidad partidaria del voto que va a emitirse; porque éste solo hecho posibilita la anulación del sufragio. Cada ciudadano tiene no solo el derecho sino la obligación legal de denunciar a quienes compren y a quienes vendan o hayan comprado o vendido libretas de enrolamientos o cívicas. Mientras un ciudadano actúe en el ejercicio de su derecho electoral, vale decir, desde que llega al lugar del comicio hasta que se retira del mismo, no deberá usar distintivos partidarios ni emitir opiniones que identifiquen su filiación política porque tales actitudes afectan el carácter secreto del voto y pueden ser motivo suficiente para su impugnación. Las autoridades partidarias deben cuidar permanentemente el desarrollo de los comicios. Cualquier irregularidad que se advirtiese deberá ser denunciada de inmediato al Ministerio del Interior a fin de que se subsane la situación anormal que en todo caso deberá quedar debidamente documentada. Aún cuando tengo la certeza de que las mujeres argentinas, gracias a la organización eficiente del Partido Peronista Femenino, saben ya como deben cumplir con su derecho electoral, considere que ellas merecen, por parte de todos los ciudadanos electores, la más amplia colaboración a fin de que ningún inconveniente dificulte su presencia en el comicio. Algunas otras normas que he recordado en oportunidades anteriores y similares a la presente, facilitarán aún más el cumplimiento de nuestro deber electoral y el ejercicio de nuestro derecho cívico fundamental. Repetirlas no será inoportuno: *No concurra el día 24 a ninguna fiesta, máxime si lo invitan. *Quédese en su domicilio a fin de que el día 25 acuda bien temprano al lugar donde emitirá su voto. *Denuncie cualquier inconveniente que se le opusiese al ejercicio de su derecho electoral. *No olvide que el expendedor de combustible puede negarse a venderle la nafta que posibilitará su viaje al comicio. Denúncielo de inmediato con el máximo de pruebas y testigos que pudiera obtener. *Evite todo incidente para que la detención policial del caso no le impida cumplir con su deber político. *No beba alcohol de ninguna especie durante todo el día 25 a fin de evitar los incidentes. *Si el patrón le cierra las tranqueras con candado, rompa el candado o la tranquera o corte el alambrado y pase para cumplir con la patria. Si en vez de cerrarle los caminos del comicio, quiere ganar su voto con favores, llevándolo con él en su propio coche, acepte la invitación; pero en el cuarto oscuro haga su voluntad, votando por el partido de sus ideas y no por el partido de su patrón. *No vote por ningún motivo personal en contra de su conciencia social. Los intereses del pueblo, que son los de la patria están por encima de todo interés personal. No vote por agradecer los favores interesados de nadie y menos los que pudiere haberle hecho algún caudillo político de los que utilizan todavía con fines electorales egoístas y personales su condición de profesionales. Los dirigentes políticos dignos, violentando las conciencias ajenas con sentimientos que no deben afectar para nada el alto sentido nacional y patriótico del acto electoral. *Cuando no haya automóviles o camiones que faciliten su acceso al acto electoral, concurra a votar a pié, o a caballo, o en cualquier otra forma; pero no ceda ante nada. *En el acto comicial exija el respeto que merece su dignidad de ciudadano. En homenaje a esa dignidad no permita que sea puesta en tela de juicio la honradez de su conducta. *Desconfíe de todo porque las mayores seguridades serán pocas para que se afiance y manifieste la voluntad del pueblo en contra de las fuerzas de la ignominia que no nos perdonarán las pasadas derrotas porque no han olvidado aún los privilegios ni las prebendas de que antes gozaron a costa del pueblo. El pueblo argentino debe saber que aún asegurada su victoria todo cuanto haga es poco para consolidarla. Recuerde que su responsabilidad como ciudadano elector no termina la emisión de su voto y que usted debe asegurarse también que puedan votar sus familiares, amigos y conocidos, recordándoles y facilitándoles el acceso al comicio. A los dirigentes de nuestro Movimiento me permito aconsejarles que actúen con exacto sentido de la responsabilidad que les ha sido confiada. El día 25 de abril deberán consagrarlo total y absolutamente al cumplimiento de sus funciones como dirigentes, atendiendo a los ciudadanos que necesiten consultarlos y cuidando todos los detalles propios del acto comicial, cooperando en todo y con todos. Compañeros: nuestro Movimiento se empeña en una nueva batalla electoral fácil pero que debe servirnos de gimnasia para mantenernos en permanente aptitud combativa. Desde los días de nuestro triunfos augurarles del 17 de octubre y 24 de febrero no hemos dejado de organizarnos y capacitarnos. Esta nueva elección pondrá en evidencia esa organización y esa capacidad. Nuestra generación justicialista enfrenta a la reacción que pretende retrotraer la historia de una época superada por nuestros hombres y por nuestros tiempos. Empero de todos y cada uno el esfuerzo decidido e inteligente para el triunfo aplastante de nuestros ideales. El bienestar de pueblo nos impone a todos el sacrificio de luchar por su consolidación definitiva. El porvenir de la patria bien vale nuestra decidida actitud de su defensa. Para nosotros no se trata de vencer en una elección más. Queremos aplastar definitivamente en comicios puros y limpios a la reacción anacrónicamente organizada a base de caudillos sin calidades ni cualidades para invocar la representación de nuestro pueblo y de nuestro tiempo. Que cada uno sepa cumplir con su deber de argentino y de peronista. .....................
1954-04-23
Ante delegados de comisiones de fomento de la ciudad de Buenos Aires :
Señores: En primer término, deseo agradecerles profundamente la amabilidad que han tenido al llegarse hasta esta casa para darme la inmensa satisfacción de saludarlos personalmente. Lamento que, debido al escaso tiempo de que dispongo, no pueda estrecharles la mano a cada uno de ustedes, pero les ruego que lo den por realizado, de acuerdo con mis sentimientos. En segundo lugar deseo felicitar al señor intendente por la inteligente interpretación que ha dado a nuestra doctrina, la que en el orden gubernamental está dirigida hacia formas un tanto nuevas dentro de nuestro devenir, diríamos, histórico del gobierno. Nosotros hemos demostrado siempre, desde el gobierno que preferimos persuadir a la gente antes que obligarla, y que aceptamos toda la colaboración que estén dispuestos a brindarnos los hombres que deben realizar en el pueblo las grandes ideas y concepciones del gobierno. Nunca hemos querido dictar ordenanzas ni leyes frías, de la noche a la mañana, con respecto a las cuales la gente siempre se apresta a buscarlas. Nosotros preferimos crear antes un clima inteligente y de amplia comprensión, que permita a todos los ciudadanos colocarse en situación de colaborar con las buenas ideas. Si esas ideas no son solamente buenas, constatada esa circunstancia, no tiene ningún inconveniente en desviarse de aquellas o dar marcha atrás, si fuera necesario. Nosotros no nos creemos -ni nunca nos hemos creído- propietarios exclusivos de la verdad. Sabemos, eso sí, que tenemos muy buena voluntad para cumplir con nuestro deber, pero sin que ello implique que esa buena voluntad nos habrá de llevar siempre al acierto. Algunas veces nos equivocamos, pero tenemos la suficiente maleabilidad como para darnos cuenta de ello y tomar las medidas necesarias para corregir el error. Por eso, aceptamos toda colaboración que de buena fe se nos brinde. Eso nos ha llevado a la necesidad de organizarnos, porque para que las ideas del pueblo, que son siempre sanas, constructivas y patrióticas, lleguen al gobierno, es necesario que exista una organización. Si no existe esa organización, se sirve a intereses individuales o a intereses de círculo, pero no a los intereses del conjunto de la población. Esto pasa en el orden general y también en el orden municipal. Yo nunca he querido ser instrumento de la ambición de nadie. He querido ser un servidor del pueblo, no un servidor de cualquier otra razón. Por eso es que he propugnado, desde que llegué al gobierno, la necesidad de organizarse, para que haya una representación popular que llegue directamente al gobierno con sus iniciativas, con sus deseos, con sus observaciones, y aún con sus críticas. Yo no temo a las críticas. Les temen los que obran subrepticiamente, en forma desleal y utilizando medios inconfesables. Yo no actúo subrepticiamente, no procedo con deslealtad, ni realizo acto alguno que no sea confesable. Es por ello que anhelo la organización responsable, que sea una fehaciente representación de los sectores del pueblo que deciden organizarse. En ese aspecto yo les doy participación en el gobierno. Lo he hecho ya con la Confederación General del Trabajo, la Confederación General Económica y la Confederación General de Profesionales, las que tienen participación directa en los actos de gobierno. Yo no he de tomar ninguna medida de carácter económico, social o política, sin someterla previamente a la aprobación de esas organizaciones. De esa manera yo me curo también un poco en salud haciéndolas un tanto co-responsables en la acción de gobierno, y me aseguro, de paso, la coordinación y evito los choques y fricciones que se producen entre los distintos intereses en juego dentro de la comunidad. Nosotros buscamos hacer desaparecer en forma absoluta la lucha, porque entendemos que la lucha en cualquier sector es un elemento negativo y destructivo de la felicidad, de la tranquilidad y de la grandeza de la Nación. Por esa razón, queremos que los hombres, en vez de luchar entre sí, colaborare entre sí para que, organizando en conjunto a la comunidad, creemos una comunidad argentina realizada, que es la única dentro de la cual los hombres, individualmente, por sus valores intrínsecos, pueden realizarse a si mismos. Este, que es un punto de la doctrina política que sustentamos y que ha sido lanzado por la organización general, sirve también para las organizaciones particulares. Yo veo en este trabajo del señor Intendente municipal una inteligente interpretación del principio general doctrinario que rige este orden de relaciones entre gobierno y pueblo. Las comisiones de fomento son los sectores organizados de la población que designan sus representantes para que defiendan, frente al gobierno municipal, sus propios intereses. En otras palabras: son los entes naturales y lógicos de colaboración con el gobierno municipal. El gobierno municipal es el primer beneficiado de esta acción. Lo terrible para el gobierno es cuando los ciudadanos resisten las medidas que adopta. Lo grandioso para el gobierno es cuando los gobernados colaboran para realizar las acciones del gobierno. En realidad, todo esto es relativamente nuevo para nuestro país. Aquí, en general, se han resistido o se han despreciado esos tipos de colaboraciones populares; no se las ha tenido en cuenta o se ha retaceado el ofrecimiento, cuando no se ha impedido que se organizaran por sistemas directos o indirectos de gobierno. Nosotros tenemos al respecto una idea completamente distinta: para nosotros es constructivo todo lo que sea organización para el bien, y creemos que estas organizaciones están dirigidas al bien público porque están luchando para mejorar las condiciones de vida de los sectores de la población en donde ellas actúan. Nuestra función, o mejor dicho, nuestra obligación es, precisamente, mejorar el conjunto y el mejoramiento del conjunto se realiza mejor si las medidas generales y las medidas sectoriales lo favorecen, sobre todo estas últimas las toma la propia población en uso de su facultad que es intrínseca de cada ciudadano: hacer el bien para él y para la comunidad. Por eso señores, les agradezco profundamente esta colaboración, y también se lo agradece de todo corazón el señor intendente, según me ha hecho presente. Hemos de dar a estas organizaciones toda la importancia que tienen. Es indudable que para hacer un guiso de liebre, lo primero que hay que tener es la liebre. Por eso, necesitamos primeramente que esta organización se desenvuelva para que luego, cundo esté más o menos bien distribuida y establecida en los distintos sectores, pueda la Municipalidad hacer una organización oficialmente sancionada por el gobierno municipal o por el gobierno nacional -si es necesario por una ley- que la estabilice en forma permanente, con sus funciones perfectamente establecidas, a fin de que se consolide en sus funciones y que en el futuro no pude ser desvirtuada en ninguna de las direcciones en que generalmente se desvirtúan las organizaciones. En esto no se trata de una función política; se trata de una función de bien público al servicio directo de los sectores de la población que comprenden las comisiones de fomento. La comisión de fomento, muchas veces ha sido reemplazada en nuestro país por otras organizaciones colaterales, como los amigos de una parte o los amigos de tal otra. Pero no hay mejores amigos que los que viven en los sectores que comprenden una división territorial, y éstos deben ser los verdaderos amigos, porque nadie mejor que ellos para cuidar una calle en su aspecto, en su distribución, etcétera. Para nosotros todo eso es de una importancia fundamental. Por otra parte, esto presupone pocas ventajas personales, muchas obligaciones y algunas veces sacrificios, de manera que nadie puede pensar que estas organizaciones especulen con el bien de los conciudadanos porque, según la sentencia que es de todos los tiempos, el bien de los demás no puede ser tachado de ninguna manera. El hecho de que las comisiones de fomento hayan realizado su congreso, provoca en mí una satisfacción extraordinaria. Yo he sido el primero que en este país organizó el primer Congreso de las Ciudades, convocado en el año 1944. Reunimos en él a los representantes de todos los municipios, e iniciamos un trabajo que se va desarrollando y sigue desarrollándose. Eso, en el orden nacional, es lo mismo que están haciendo ustedes en el orden municipal. Los congresos de este tipo son siempre constructivos, porque en primer lugar tratan temas intrínsecamente favorables al desenvolvimiento del municipio, y en segunda instancia establecen intercambios de ideas entre los ciudadanos que viven en las distintas regiones de la Capital. De esta manera, todos comienzan a hacerse un poco amigos y a establecer una vinculación entre las distintas localidades y barrios. Ese es el sentido de la solidaridad por el que tanto luchamos nosotros, y eso que, es verdaderamente lo constructivo en la vida de la comunidad, de va desarrollando, afirmando y consolidando a través de estos congresos. Generalmente, estos congresos han sido para muchos gobiernos pequeñas molestias, porque siempre involucraban pedidos de uno u otro orden, exigencia de una u otra naturaleza. Para nosotros es una gran suerte que se realicen, porque es precisamente, lo que necesitamos para completar nuestra obra es esa iniciativa, ese pedido y esa exigencia, por la simple razón que ha enunciado el señor intendente municipal. Nosotros no servimos otros intereses que los del pueblo, y todo aquello que viene en forma directa del pueblo para satisfacer una necesidad, para corregir un error o salvar una deficiencia, es para nosotros un mandato directo que jamás dejaremos de cumplir, porque ésa es la única manera, como ha dicho el señor Intendente, de hacer lo que el pueblo quiere. Les agradezco profundamente toda esa preocupación puesta de manifiesto por ustedes para el progreso de nuestra ciudad y el mejoramiento de vida en ella. No solamente se los apoyará desde la Municipalidad; los hemos de apoyar también en el orden nacional. Quiera Dios que llegue un día en que todas las ciudades argentinas tengan numerosas comisiones de fomento que trabajen para el mejoramiento de las poblaciones en que vivimos. Solamente así podremos tener grandes y hermosas ciudades en donde la vida sea un verdadero placer. El señor intendente me ha hablado de las posibles dificultades que hallarán para habilitar los locales centrales para las comisiones de fomento. A ese respecto, hemos de poner a disposición de ustedes los recursos del Banco Hipotecario y todo lo que sea necesario para que ustedes cuenten con esos edificios. Sabemos que la base de la organización finca en contar con esos locales de reuniones, a fin de poder convocar a los vecinos cuando sea necesario decirles de viva voz que deben hacer, lo cual es una atribución de las comisiones de fomento, ya que no ignoramos que los mejores inspectores para cuidar de sus intereses serán ustedes mismos. Todo esto presupone el nacimiento de una organización a la cual estoy seguro, el señor intendente tendrá que estar agradecido durante toda la vida. Nosotros no hemos de limitar nuestra ayuda para que ustedes desenvuelvan su acción eficazmente. Disponiendo de sus locales, tendrán también la autoridad que es necesaria. En estas cuestiones hay que ser definitivo; si las organizaciones no son útiles, se suprimen; si son útiles, se les presta toda la colaboración precisa. Hemos de adoptar las medidas imprescindibles para hacer efectiva nuestra ayuda a la organización, de modo que esta cuente con sus locales sociales, etcétera. El señor intendente no puede hacerlo porque el Banco Municipal no está en condiciones de financiar esas cosas, pero de nosotros tenemos otros bancos que pueden llevarlo a cabo, y si los hombres representativos y responsables de un sector de la población realizan una obra en conjunto, estos bancos no tendrán inconvenientes en poner a disposición de ustedes los fondos necesarios para reformar locales y hasta para edificarlos, si es necesario. Finalmente, señores, al agradecerles nuevamente la gestión que ustedes realizan, les pido, por sobre todas las cosas que no aflojen, que sigan trabajando incesantemente todos los días un poquito más para ir impulsando esta obra, que yo creo que es de extraordinaria utilidad para la Ciudad de Buenos Aires. Quizá veremos así algún día la posibilidad de traer también a los representantes de todos los municipios del país y hacerles visitar las comisiones de fomento de estas zonas entonces les diremos que la grandeza de Buenos Aires se debe en un cincuenta por ciento a la acción de un inteligente señor intendente municipal, y el otro cincuenta por ciento a la decidida, inteligente y patriótica acción de estas Comisiones de Fomento que son, en chico, en cada barrio, una pequeña municipalidad, que colabora y acciona decididamente y en todo momento a favor del cumplimiento de las disposiciones municipales; como así también, que colaboran en la confección de esas mismas disposiciones municipales. Posiblemente, en el futuro, la Intendencia Municipal pueda orientarse y formar con cada delegado de las comisiones de fomento de cada barrio, el verdadero Consejo Municipal que nos está faltando. Entonces, si, probablemente tendríamos un buen Concejo para la Municipalidad, que representase los intereses municipales cada uno de los sectores, y no tuviera que ocuparse de la política internacional y de otras cosas raras, como se han ocupado durante muchos años. Cuando nuestra Constitución hablaba en cierta parte de Consejo de vecinos caracterizados, estoy seguro que se refería a este; no se refería a los políticos de barrio que venían aquí a hacer sus despachos políticos en nombre de los pobladores. Es indudable, señores, que el verdadero camino es este, y por este camino, estoy seguro, llegaremos lejos. Por otros caminos, estoy convencido, no llegaremos a ninguna parte. No son los caminos políticos los que mejoran la vida y la felicidad dentro de las ciudades; más bien, es la preocupación de sus propios pobladores. En esto hay mucho que agradecer en beneficio del conjunto que no sea lo que los mismos pobladores realicen dentro de la municipalidad en que viven. Por eso, señores, les agradezco y les prometo el apoyo que el gobierno pueda prestarles, ya que descarto y sé cuales son las ideas del señor intendente municipal, quien me ha informado también en detalle sobre orientación, la manera de pensar y de sentir de cada uno de ustedes. Les agradezco y les deseo los más grandes éxitos que, desde ya descuento, habrán de obtener en vuestra tarea. Igualmente, vaya nuestro reconocimiento, en nombre del gobierno, por todos los desvelos y la buena intención que han puesto ustedes en esta obra. ..............
1954-05-19
En una reunión de gabinete
Siguiendo nuestros estudios orgánicos, que deben ser una actividad paralela a todo cuanto nosotros realicemos como trabajo administrativo de gobierno, hemos pensado en promover estas discusiones en las que se puede cristalizar la experiencia sobre nuestra organización de gobierno y sobre la organización estatal. En este sentido nosotros hemos seguido una idea perfectamente congruente desde 1946 hasta nuestros días. La organización, he sostenido muchas veces, no es un asunto teórico, sino más bien un asunto empírico. Los resultados reales de los organismos de acción, ya sean estos para la concepción o para la ejecución de la tarea gubernamental y administrativa, solamente pueden comprobarse en el trabajo mismo. Los frondosos estudios teóricos orgánicos, destinados generalmente a fracasar en un gran porcentaje en la ejecución del trabajo mismo, son inútiles. Es por eso que solamente se puede hablar de su eficacia o ineficacia mediante la comprobación empírica de las organizaciones. Dije que hemos seguido una idea congruente porque, indudablemente nosotros recibimos una organización, a nuestro juicio, insuficiente para el trabajo que debíamos realizar. Y en esto, señores, no estará de más que recuerde algunas cuestiones aunque ustedes las tendrán presentes como yo. Cuando nos hicimos cargo del gobierno, la organización propiamente dicha del mismo comprendía un presidente de la República; una Oficina Mayor de la Casa de Gobierno encargada de la documentación oficial; una Secretaría de la Presidencia de la República que atendía los asuntos de la Casa de Gobierno en todas sus relaciones políticas; una Secretaría Privada, para contestar las cartas y atender los asuntos privados del presidente de la República y una Casa Militar, encargada de la recepción y organización del funcionamiento propiamente dicho de la Casa de Gobierno. En nuestro concepto, esto se prestaba a un sinnúmero de irregularidades por falta de una organización eficiente. Para que nos demos cuenta de la trascendencia que tenía esta falta de organización, citaré un caso concreto. La República carecía de un archivo, por lo menos en lo referente a la documentación oficial, que permitiese ir pasando al Archivo General de la Nación todo el diligenciamiento de los asuntos de Estado. Se recibían aquí los expedientes de los ministerios, encabezados generalmente con un decreto que se firmaba por la Oficialía Mayor y luego volvían al ministerio de origen. Según dicen algunos, en el viaje a veces se cambiaban algunos nombres, se hacían algunas modificaciones. Vale decir que no había ninguna comprobación fehaciente de lo que se hacía. A este respecto, yo siempre digo que los hombres somos todos buenos, pero cuando se nos comprueban los actos que realizamos, somos mucho mejores. Por lo tanto, esa comprobación es un asunto que da seriedad a la función pública. Nosotros establecimos un sistema completamente distinto. Los expedientes que entran en la Casa de Gobierno y que firma el representante del Poder Ejecutivo, vale decir el presidente de la República, ya no salen de la Casa de Gobierno: pasan a la caja fuerte, se sacan copias fotostáticas, todo lo cual hace que no se pueda cometer ninguna irregularidad ni alteración en las resoluciones, decretos, etcétera, que salen de la Casa de Gobierno. Asimismo, se organizó un archivo, para que la Casa de Gobierno pueda tener su propio archivo, lo que le permite pasar los originales al Archivo General de la Nación. Desde que nosotros estamos en el gobierno aseguramos que no hay ningún decreto o resolución que no haya pasado por el Archivo General de la Nación para formar, diríamos, la parte histórica del propio gobierno en sus resoluciones oficiales y decretos. Así también, nosotros, suprimimos la secretaría que funcionaba en la Casa de Gobierno creando el Ministerio Político y creamos la Secretaría Administrativa de la Casa de Gobierno que es de importancia por el manejo de todos los fondos y la vigilancia de un sinnúmero de fondos un tanto discrecionales que todavía figuran en nuestro presupuesto y que deberán ir desapareciendo paulatinamente. Yo creo que hemos hecho un grave avance suprimiendo todas esas partidas de subvenciones que eran una forma de gastos discrecionales, de gastos reservados, muy reducidos a las reales e imprescindible necesidades para que en el presupuesto no figure ninguna cuestión que no sea ya predeterminada por su partida correspondiente y autorizada por los sistemas naturales, orgánicos y legales. Y esto lo hemos organizado en la Casa de Gobierno. En cuanto a la organización del Estado, también alteramos totalmente el sistema de compartimentación estatal creando numerosos ministerios. Señores: ustedes conocen como yo la organización actual. Esta organización tiene para nosotros ya ocho años de experiencia; se han asentado ya los grandes principios que deben regir en la organización estatal creando los ministerios con sus reparticiones, etcétera. Todos los países del mundo, señores, de acuerdo a su evolución, evolucionan también en los organismos de gobierno y en los estatales. Lo que podemos decir referente a esto es que algunos países crean numerosos ministerios; Rusia llegó a tener cuarenta y tantos ministerios, llegó hasta tener un ministerio de petróleo, un ministerio de transportes, en fin, los más variados organismos estatales de ejecución y una cosa que se justifica porque cuando Rusia creó, por ejemplo, el ministerio del petróleo, era porque no tenía petróleo y necesitaba petróleo para sus actividades. Creó también el ministerio de energía destinado exclusivamente a la energía eléctrica, también asunto sumamente importante. Francia sigue más o menos el mismo sistema. Cuando tiene un gran problema crea un ministerio para resolver ese problema. Cuando se ha resuelto el problema y desaparecen las necesidades, desaparece también el ministerio. Otros países, que en vez de seguir ese sistema tienen pocos ministerios, y dentro de ellos tienen grandes reparticiones que actúan casi con la misma autoridad y decisión con que actúa un ministerio. Ese es otro sistema. ¿Cual es el sistema que corresponde para todos los países? No lo podemos decir. Cada país de acuerdo a su idiosincrasia, a sus necesidades y posibilidades, de acuerdo a su mentalidad tiene una organización diferente. Nosotros tenemos que llegar a través de la comprobación empírica en la función de gobierno y en la de administración del país también a establecer nuestro propio módulo orgánico para desenvolvernos de la mejor manera. Los defectos de la organización son siempre los mismos. Exceso de organismos; complicación de los organismos; órganos que no responden a las necesidades para que han sido creados. Órganos que cambian todos los días; organismos que no se cambian nunca. Esos son los defectos de la organización. En otras palabras, yo diría que nosotros debemos sostener que no existe una organización permanente, inmutable, porque no hay ningún país que en sus características sea tampoco permanente e inmutable. Hay una evolución permanente que aconseja también procedimientos permanentemente evolutivos. Lo que sí podemos establecer son los principios inmutables en la organización y de los que ya hemos hablado muchas veces. A través de una concepción teórico-orgánica, debemos de plantear perfectamente un problema en su concepción. Debemos aplicar en el trabajo esa organización y empíricamente ir puliendo los defectos y alcanzando las conclusiones definitivas. Ese acervo experimental de la organización del gobierno y estatal debe ser la base en la cual nosotros debemos afirmar nuestras conclusiones, y debe ser la fuente donde bebamos la experiencia para poder realizar nuestro trabajo de la mejor manera; en otras palabras realizar el mejor trabajo con el menor esfuerzo y sacrificio para nosotros y, especialmente, para la Nación. Si alcanzamos el desideratum a través de esa experiencia y de esa concepción teórica podemos llegar a tener organizaciones lo más perfectas posibles. ¿Y cual es la organización más perfecta en nuestro concepto? En primer lugar la que sea más objetiva, vale decir, aquella que componga un cuadro orgánico general destinado al cumplimiento de una función específica, es decir, la que llene el concepto del principio orgánico de la objetividad que es el básico. Esto parecería una perogrullada dentro de la concepción de los principios orgánicos, pero, a menudo, sabemos nosotros que las organizaciones no siempre obedecen a su finalidad. Algunas veces, creamos una organización para dársela a un amigo o para llenar algún sector un poco insatisfecho de la administración, etcétera. La organización ha de crearse solamente con una finalidad y ha de dedicarse exclusivamente a esa finalidad, nunca a dos o tres finalidades, porque sino resulta como un sofá-cama, donde se sienta mal y se duerme peor. Las organizaciones para que sean objetivas deben conseguir dedicarse a un objetivo y realizarlo. Ese es el concepto que yo tengo de la objetividad orgánica, primero y gran principio de la organización. El segundo principio ha de ser el de la simplicidad, vale decir, realizar esa función con los menores organismos posibles, ya que si son muy numerosos se produce una obstrucción natural que trae siempre el concepto de esa excesiva burocracia donde los hombres andan estorbándose. En esto pasa como en todos los trabajos. Para hacer un pozo de un metro cuadrado hay que poner un hombre, si ponemos dos se estorban y no pueden cavar. Lo mismo pasa con esto. Si ponemos muchos no se estorbarán físicamente o materialmente, pero sí se estorbarán desde otro punto de vista porque siempre alguno crea dificultades al otro que realiza y así se va anulando el trabajo. De manera que, además de la objetividad, es necesario que esa organización tenga un amplio sentido de simplicidad. Con el menor organismo hay que realizar la labor. El tercero de los principios es el de la estabilidad. Yo entiendo que ninguna organización puede rendir sus frutos acabadamente si no tiene un cierto grado de estabilidad. Si estamos todos los días cambiando la gente, los trabajos no pueden realizarse congruentemente. La estabilidad es un concepto fundamental de la organización. Pero indudablemente, esa estabilidad no puede llegar a un grado tal que cree, dentro de la función que realizan los organismos, el concepto de la rutina y del esquematismo, porque eso está en contra de otro principio de la organización, que es la perfectibilidad. La perfectibilidad es antagónica con la estabilidad. Lo más perfecto es lo que evoluciona más a menudo para ponerse a tono con la evolución natural de las cosas de la vida. Señores: indudablemente, una organización perfecta estaría dentro de estos cuatro grandes principios. La tarea que nosotros vamos a encarar es, simplemente, el estudio a la luz de esos cuatro grandes principios de la organización y de la experiencia de estos ocho años de funcionamiento con esta organización que actualmente tenemos en el gobierno y en el Estado, para decir con juicio crítico y abonado por la experiencia y por el estudio teórico de nuestras organizaciones, si es la mejor organización para el gobierno y la mejor organización para el Estado. El concepto que nosotros perseguimos en este orden de cosas es básico y fundamental. Nuestra función tiene dos fases: una es función de gobierno, vale decir, primero de concepción, después de dirección, luego de control o de verificación, porque nosotros concebimos, ordenamos la ejecución y vigilamos si se cumple y si se cumple bien. Esa es la función del primer escalón de esa tarea, vale decir del escalón gobierno. Y ese debe ser un organismo constreñido a una absoluta centralización, porque el gobierno de un país como el gobierno de una casa de familia necesita una concepción centralizada, vale decir, una conducta congruente en todos los aspectos, porque ni una Nación ni una casa de familia tiene compartimentos estancos para ninguna de sus actividades. Esa concepción centralizada da la congruencia necesaria para disponer la tarea de conjunto. Indudablemente que si esa concepción centralizada se dedicara también a una ejecución centralizada no podría cumplir sus funciones. Por eso, a ese escalón gobierno le responde un escalón Estado, encargado de la ejecución, para que se pueda hacer una concepción centralizada y una ejecución descentralizada, que es eminentemente la filosofía de la acción. Se concibe centralizadamente; se ejecuta descentralizadamente en todos los aspectos, pero con una ida congruente de conjunto. Señores: esto es fácil de concebir; es fácil de exponer, pero no es tan fácil de realizar, porque las organizaciones son todas buenas hasta que interviene el hombre con todas sus virtudes y con todos sus defectos. Con algunas virtudes las mejora y con los defectos la destruye, porque interviene el individuo. Intervienen sus pasiones, sus propios pensamientos, sus intereses personales e intervienen, en fin, un sinnúmero de cosas que desvían naturalmente a los hombres de sus funciones específicas y de su función específicamente orgánica. Lo que nosotros debemos hacer es crear una organización que funcione y funcione bien, a pesar de nosotros. Esa es la dificultad; la única dificultad que existe. Por eso es que nosotros, que en el Movimiento Peronista, que con un concepto apartado totalmente del antiguo individualismo y pensando en que la tarea de equipo, de conjunto, es la base fundamental de nuestra acción, nos hemos reunido aquí para estudiar lo que estamos haciendo. No se trata aquí de un espíritu de reforma incongruente: se trata de que todos nosotros, que desarrollamos dentro del gobierno una función, nos reunamos para estudiar esa reforma con la importancia que merece, porque está dedicada a la actividad más importante de la Nación, que es su gobierno. Debemos saber que si tal cual estamos realizando el gobierno lo hacemos de la mejor manera en lo orgánico, si el gobierno está bien organizado, si el Estado está bien organizado, si el gobierno tiene de más o tiene de menos en su organización y, en consecuencia, establecer definitivamente que debemos aumentar o que debemos disminuir de la actual organización; qué debemos reagrupar para que las fallas que todos los días estamos notando en el gobierno y en la administración desaparezcan definitivamente. Estas fallas son de dos órdenes especialmente; la falta de control en algunas cosas que salen como medidas inconsultas y exceso de control en otros; que no salen en ninguna medida. Entre esos dos extremos hay miles de gradaciones intermedias, que también establecen distintos estados en la acción del gobierno. Yo he querido hacer ese estudio como una actividad paralela al gobierno, Cuando en la primera organización del gobierno y del Estado establecimos la necesidad de que existiera en el gobierno un ministerio técnico -cuyas funciones son tres: la organización del gobierno y del Estado, la planificación para el gobierno y para el Estado, y la racionalización orgánica, también para el gobierno y para el Estado-, echamos las bases de esta actividad. Vales decir, que a medida que nosotros avanzamos en la actividad gubernamental y en la administrativa, avanzamos también estudiándonos nuestros defectos propios por medio de ese ministerio que mira desde arriba como está organizando cada uno de los órganos. Estudia las dificultades que se presentan durante el diligenciamiento de los asuntos de Estado, y finalmente, muestra las fallas existentes y la necesidad de corregirlas, para que la perfectibilidad orgánica acompañe también a la perfectibilidad de gobierno y a la actividad estatal. Ese es el trabajo que tenemos que realizar. Para ello, es indudable que nadie podría realizar mejor este estudio que nosotros mismos que conocemos la función y que somos los interesados en que esa función se realice de la mejor manera. Nosotros tenemos un concepto distinto de estas cosas pero todavía, la mente de los hombres y la sensibilidad política imaginan que queremos reemplazar hombres. En nuestro movimiento los hombres no interesan; interesan las instituciones y el trabajo que realizamos. Nosotros no hacemos esto para desplazar a nadie -¡que nos importa eso!-; lo hacemos para estudiar, hacer un instrumento que mejore los trabajos gubernamentales y administrativos. Queremos reestructurarlo, pero sin segundas intenciones; vamos a estudiar, vamos a ver que es lo que tenemos de bueno y que es lo que tenemos de malo, para, con el andar del tiempo, modificarlo; porque esto tampoco se pude realizar modificando de la mañana a la noche. Nosotros no podemos aparecer hoy con un ordenamiento que mañana reorganicemos completamente, porque haríamos un desaguisado terrible en el gobierno y en la administración. Debemos llegar a conclusiones orgánicas que nos indiquen claramente lo que debemos conseguir, y, de ahora en adelante, trabajar paulatinamente en la transformación sin alterar en manera alguna la tarea que nos toca realizar. En base a este estudio, podemos definir la mejor organización del gobierno y la mejor organización del Estado, que no son las organizaciones en que ahora estamos. Entonces, de hoy hasta el fin de año vamos a ir transformando todo lo necesario, de manera que iniciemos el año 1955 con toda la organización realizada y en las mejores condiciones. No se cambia de organización como de camisa ni se cambia catastrófica y sistemáticamente en un día una organización que puede perturbar todo el país, todo el Estado y todo el gobierno. Vamos a estudiarlo sin apuros y sin pensar en otra cosa que en la obligación que tenemos de construir el mejor instrumento de gobierno y legarle al futuro esta experiencia documentada. Si tuviéramos diez o veinte años de experiencia ministerial, habría que dejarlo documentado en fichas y con un ministerio que señalara los errores cometidos anteriormente, a fin de evitarlos. Es decir, cristalizar de alguna manera la experiencia, de modo que no tengamos que estar todos los días comenzando de nuevo. Esta falta de acervo orgánico en el país es lo que nos tienen improvisando permanentemente; y si hay algo en lo que no se puede improvisar, es en el gobierno. Se perturban demasiadas cosas; es demasiado grave para todo el país cualquier medida inconsulta que tomemos, para que podamos estar experimentando en el "cuero" del pobre pueblo, todos los días, algunas ideas un tanto peregrinas que a veces tenemos. Son necesarias la estabilización y la consolidación. No hay nada mejor, para lograrlas, que consolidar sobre una experiencia orgánica y acumular un acervo que nos permita un día revisar las fichas archivadas y ver todos los errores cometidos para no volver a caer en ellos. Al mismo tiempo, podremos de esa manera ver que medidas nos han dado buen resultado, para insistir en ellas e impedir el estar improvisando diariamente. Este es el trabajo que debemos efectuar. Algunos todavía piensan a este respecto como cuando estas cosas se hacían por camándula política. Eso no nos interesa a nosotros, lo que nos preocupa es obtener el mejor organismo, y sacrificaremos cualquier cosa con tal de tener el mejor instrumento para gobernar. De lo contrario, seremos nosotros mismos quienes nos estemos colocando piedras en el camino, porque tenemos que avanzar. Por esta razón, le he pedido al ministerio técnico que tenga la bondad de hacernos una recopilación explicativa de todos los antecedentes que ellos tienen, como también de la experiencia que han adquirido en la compulsa diaria de nuestra organización y de nuestras realizaciones. El ministerio técnico es el órgano específico para esta función: el vigila la organización y la racionalización orgánica, de manera que es el elemento básico para que nosotros podamos considerar luego el estudio de este problema. Empezamos, pues, por esta tarea de información, que es lo primero que se requiere cuando hay que estudiar algo. La misión del ministerio técnico es informarse integralmente de los problemas que se plantean. De ese modo, cada uno de nosotros, que en nuestra función específica estamos ya suficientemente informados, discutiremos aquí estos problemas sobre la base de esa información integral y llegaremos a conclusiones definitivas, de acuerdo con nuestra experiencia y con los propios pensamientos que cada uno tenga. Por ese motivo, trataremos primeramente la tarea de información, a cargo del ministerio técnico. A continuación, estudiaremos el problema y lo discutiremos para llegar a conclusiones definitivas. Esta es la única manera de alcanzar soluciones, buscarlas sobre la base de la buena voluntad más que cualquier otra cosa. Lo que nos interesa es salir de aquí con la mejor organización, para ofrecerla al país como una mejora más. En este momento interrumpe la exposición el general Perón e inicia su exposición el ministro de Asuntos Técnicos, doctor Raúl A. Mendé Al término de las palabras, el primer magistrado retomó la palabra expresando lo siguiente: Bien señores, vamos a dar por terminada la tarea del día. Creo que la información que se ha hecho llegar a cada uno de los señores ministros, como así también la aclaración del planteo del problema, son lo suficientemente explícitas como para poder hacer un estudio bastante detallado y consciente. Como yo no deseo alargar ni apurar exageradamente el trabajo, y aprovechando que tenemos la visita de un presidente y gran cantidad de cosas que hacer, podemos dejar que todos estos elementos sean consultados y compulsados perfectamente no solamente por los señores ministros, sino también por el personal que ellos designen. Para dar tiempo a recibir todas las opiniones vamos a dejar para el miércoles, a las 8 de la mañana, la iniciación del trabajo; de manera que discutiremos por la mañana, por la tarde y todo el tiempo que sea necesario, para terminar ese día el estudio del anteproyecto y tener así el proyecto de ley. El asunto, tal cual ha sido presentado por el Ministerio Técnico, constituye un estudio exhaustivo del problema y les alcanza a los señores ministros todo el material informativo necesario. Creo que en esto no puede haber discrepancias fundamentales; se trata de un trabajo orgánico, perfectamente bien establecido. Nos quedan por determinar una serie de cuestiones que hacen al contenido mismo de la ley, pero la formación y conformación general del proyecto, creo que muy poca discusión pueden llevarnos. Lo importante a establecer es precisamente el agrupamiento de las unidades orgánico-funcionales porque todo lo demás es un asunto hasta cierto punto secundario, pues ya los hemos estudiado. Repito que lo importante es saber agrupar perfectamente las unidades orgánico-funcionales, de manera que permitan un más rápido desenvolvimiento de las tareas administrativas y de gobierno. Eso es lo fundamental: que disminuya, en lo posible a lo más simple, el organismo gubernamental; que permita mantener un alto grado de estabilidad, para no estar modificando continuamente. En esa forma, la coordinación estará perfectamente bien asegurada. Pero la coordinación no es simplemente consultar las cosas, sino ganar tiempo y acelerar el trámite. La consulta tiene su conveniencia, que es la perfectibilidad, pero tiene también su inconveniencia, que es la lentitud. Congeniar esas dos cosas es asunto de la coordinación. Yo me felicito de que hayamos llegado a esta conclusión, como estudio previo, pero ponerla a consideración de los señores ministros, que podrán discutir absolutamente todo. No creo que haya muchos motivos de discusión, pero podremos discutir todo, tanto lo que se refiere al fondo como a la forma; estará en discusión absolutamente todo. Yo no quiero terminar estas palabras sin antes felicitar al Ministerio de Asuntos Técnicos por la tarea que ha desarrollado, no solamente por el contenido sino también por la forma admirable y profunda con que ha considerado este problema. Este estudio del Ministerio de Asuntos Técnicos nos adelanta en un ochenta por ciento el trabajo que tendremos que realizar, y por eso debemos agradecerle ese ochenta por ciento, de "risparmio" sobre nuestra tarea. ............
1954-05-26
En el acto de clausura del congreso de cooperativas :
Compañeros: Yo quiero, en primer término, agradecer a los compañeros dirigentes que hayan tenido la amabilidad de invitarme a la clausura de este congreso, porque me dan la inmensa satisfacción de poderles saludar personalmente. No es un secreto ni es tampoco una cuestión que no se sepa perfectamente bien como el gobierno, a través de su planificación y de su propia acción de todos los días, apoya e impulsa el desarrollo del cooperativismo en nuestro país. El cooperativismo organizado tiene para nosotros y para nuestra doctrina un punto de partida básico. Nosotros hemos traído un sentido distinto del que tenía nuestro país en el desempeño de sus gobiernos para el desarrollo de su acción política, social y económica. Hemos demostrado a través de obras y de hechos que no somos unos cuantos políticos más que venimos a seguir usufructuando de una situación política en nuestro beneficio o en del sector que representamos. Nosotros hemos querido dar a nuestra acción de gobierno la sensación real y efectiva de que no nos interesan los círculos, los sectores o los partidos: nos interesan la Nación Argentina y el pueblo argentino. Por esa razón es que nos hemos preocupado de dar ya una orientación definida al pensamiento básico de la Nación a través de una doctrina. Los políticos generalmente no quieren crear doctrinas porque estas son obligaciones que contraen y que los atan definitivamente al cumplimiento de su deber, y ellos prefieren cualquier cosa menos cumplir con su deber. Los políticos siempre decían cosas complicadas para que nadie los entendiese demasiado bien y los obligara a cumplir lo prometido, lo que no harían, por otra parte, aunque lo hubiesen prometido realmente. Nosotros hemos terminado con ese tipo de política escurridiza y escabrosa, y hemos fijado bien claramente lo que nos proponemos realizar, cómo nos proponemos realizarlo y cómo lo vamos realizando a la luz de la doctrina que hemos lanzado como idea inicial de nuestras realizaciones. De ahí que nos resulte fácil hablar frente a una agrupación de hombres de buena voluntad, que se organizan con una finalidad determinada cual es el cooperativismo, y podemos con toda llaneza y franqueza expresar nuestro punto de vista como gobierno ante ellos. Nosotros, como dije, servimos intereses del pueblo argentino y si un sector de ese pueblo en una actividad resuelve reunirse para realizar por sí una acción social y una acción económica, está dentro de nuestra doctrina, porque es la misma que propugnamos nosotros, ya que no servimos a un sector político ni a un círculo político: servimos al pueblo argentino del cual ese sector es una parte. Distinto sería si nosotros, en vez de servir al pueblo argentino, sirviéramos a los grandes consorcios capitalistas que funcionan dentro del pueblo argentino. Esa ya es harina de otro costal. Si sirviéramos sus intereses, no tendríamos más remedio que estar en contra de los intereses que ustedes defienden, porque casualmente ambos intereses están en contraposición. Por eso nosotros podemos hablar con toda sinceridad y con toda lealtad, ya que no servimos los intereses de los consorcios y, en consecuencia, no estamos en esta ocasión, obligados a defender sus intereses. Ahora, es indudable que frente a los grandes consorcios capitalistas de la producción está apareciendo un competidor, y no tengo la menor duda que ellos lo van a combatir como tal, pero no es tarea del gobierno el ayudar a ese tipo de combate contra la producción que hombres laboriosos y de empresa quieren realizar en conjunto. Cuando nosotros establecimos nuestra doctrina a este respecto, hemos dicho que apoyaremos y que ayudaremos en toda forma la acción cooperativa, tanto en lo que respecta a las cooperativas de producción, que están en plena marcha y organización en todo el país, cuanto se relaciona con las cooperativas de consumo, que también están en plena ejecución en todo el país, como asimismo a las cooperativas de producción que son una forma que ustedes están encarando para realizarla. Este tipo de cooperativa de trabajo es una de las formas de cooperativas de producción. Por eso el gobierno no solamente la ve con simpatía, sino que pondrá toda su influencia y toda su ayuda para servirla de la mejor manera. La cooperativa de trabajo, siendo una de la formas de la cooperativa de producción, realiza una acción conveniente al país, situación que surge de un rápida análisis. En primer lugar, nosotros decimos que en estos momentos es necesario producir, producir y producir, y asociándose ustedes para producir, encuadran perfectamente dentro de la doctrina que el gobierno propugna como bien público. En segundo lugar, nosotros hemos sostenido, cuando hablamos de la economía, que el justicialismo propugna la capitalización del pueblo. Esto es rápida y simplemente explicable. Cuando nosotros llegamos al gobierno nos encontramos con una organización de neto corte capitalista en la economía argentina. ¿Y cual es la organización económica de carácter capitalista en el mundo? Una comunidad dentro de la cual se ha capitalizado un cinco o diez por ciento, mientras un noventa o noventa y cinco por ciento está descapitalizado. Es la descapitalización del pueblo y la capitalización de un pequeño sector constituido por las grandes empresas de producción, de industrialización y de comercialización, que son las tres actividades que hoy capitalizan. En otras palabras, el noventa y cinco por ciento de la población es tributaria de esas empresas encargadas de la capitalización. El fenómeno la hemos visto nosotros. Cuando una empresa andaba medio mal, lo que se hacía era rebajar los sueldos. Decían: "Hay crisis, hay que rebajar los sueldos", y rebajaban los sueldos a todos para poder capitalizar a las empresas. Nosotros recibimos ese estado de cosas. Podríamos haber hecho un inventario, y hubiera resultado simplemente una comunidad dentro de la cual el noventa y cinco por ciento era pobre, y el cinco por ciento era rico, inmensamente rico en sus sociedades y en las capitalizaciones de sus empresas. El justicialismo está en contra de esa concepción. Porque como ustedes pueden ver, en aquel sistema está toda la economía de un pueblo al servicio de la capitalización de un cinco por ciento de su población, en las empresas capitalizadas. Esas empresas capitalizadas son las que producen los impuestos, porque el resto de la población ¿que le va a sacar? ¿Impuestos? ¿Y de donde? Estaban los impuestos a los réditos, a la producción, a las ventas, a la exportación, y de allí salían los presupuestos para los gobiernos capitalistas. Ese es el sistema que emplean en el mundo entero. Al resto del pueblo le sacan algunas moneditas, de los cigarrillos, etcétera, que es lo único que le pueden sacar. Con eso, el sistema capitalista estructuró sus posibilidades estatales y sus posibilidades nacionales en la economía. Nosotros no estamos con eso; hemos recibido esas empresas capitalizadas y no queremos descapitalizarlas. Ese sector del cinco por ciento, que ya está bastante bien, lo vamos a dejar, no lo vamos a descapitalizar; pero de ahora en adelante nos vamos a ocupar para que el noventa y cinco por ciento descapitalizado comience a capitalizarse paulatinamente. Para capitalizarnos debemos comenzar por saber que es la capitalización. La capitalización es el ahorro acumulado en acción económica. Todo lo que vamos juntando con el producto del trabajo, del negocio del esfuerzo, se va juntando y va formando una empresa de acción, empresa que va aumentando en sus medios económicos, vale decir, se va capitalizando. A este pueblo un tanto anémico que nosotros recibimos -anémicos económicamente, y algunas veces físicamente- le vamos a poner los medios para que pueda irse capitalizando paulatinamente. Vale decir, vamos a permitirle, a través de una conveniente recomendación su esfuerzo, los medios económicos necesarios para que si él ahorra puede ir juntando también su capital, capital que se traduce en ahorro directamente; en ahorro metálico o de dinero, en ahorro, diremos, de bienes del capital -maquinarias, vehículos, etcétera-, en bienes raíces, casas etcétera. Y eso es capitalización individual y voluntaria también. Esa es una clase de capitalización. La otra es la capitalización obligatoria que nosotros hacemos a través de las cajas de previsión social, donde mediante un aporte mensual el hombre va también formando un gran fondo que es el que le permite pensar que, cualquiera sean las circunstancias de su vida futura, cuando llegue a cierta altura en la que ya no puede trabajar, que no puede seguir afrontando los riesgos del trabajo, se puede retirar a su casa, y mediante ese ahorro de toda su vida, que ha sido obligatoriamente descontado a través de los servicios de previsión social, pueda tener el sustento necesario, pero es también una forma de capitalización del pueblo, porque toda esa plata que se junta es del pueblo. Allí, en la Caja, no figura de quien es. Es de todos, en la proporción en que ellos han aportado para ahorro. De manera que si a estos sistemas se agrega ahora que los hombres de buena voluntad que tienen sus ahorritos quieren ampliarlos para hacer sus propias empresas y comenzar, también ellos, a producir, a través de una cooperativa de trabajo, ¡pero bendito sea Dios, si eso está netamente dentro de la doctrina peronista. Eso quiere decir que ustedes no esperan solamente a que nosotros gobierno, a través de la previsión social y a través de medidas de distinto orden, los vayamos capitalizando en bienes de capital o en bienes raíces o de distinta naturaleza, sino que ustedes hacen como dicen los cristianos que Dios los va a ayudar, pero ustedes deben también ayudar un poco a Dios. No deseo abundar en fundamentos, pero ustedes ven que este tipo de organizaciones populares está en la médula misma de nuestro justicialismo. En otras palabras, el gobierno no solo tiene que apoyarlos y ayudarlos, sino que tiene que agradecerles, porque ustedes están realizando, precisamente, lo que él defiende básicamente al establecer la Doctrina Peronista: que nuestra función económica es capitalizar al pueblo. Así vemos cumpliendo la base de nuestra doctrina, vale decir que el capital esté al servicio de la economía y ésta al servicio del bienestar social, que es lo que ustedes están realizando a través del cooperativismo. Además de eso, compañeros, cuando nosotros hemos luchado contra el individualismo, no lo hemos hecho porque el individualismo represente para nosotros una palabra poco simpática. Lo hemos hecho porque sabemos que el individualismo es la base del sistema capitalista y que cuando queremos destruir al sistema capitalista tenemos que empezar por destruir la causa, que es el individualismo. El sistema individualista sostiene que la sociedad debe ofrecerle a él una comunidad libre para que el haga lo que se le ocurre, a fin de encumbrarse y valorizar su actividad. Si eso está contra la comunidad, a él no le interesa. Él ha erigido un altar al Dios que es él, se ha colocado él en ese altar, y a los demás que los parta un rayo. Por esa razón vemos hoy, a lo largo del mundo entero, donde el sistema capitalista ha entronizado al individualismo, que los países están sucumbiendo. Algunos individuos han triunfado y están ricos en ese sistema, pero el país se está hundiendo. Y vamos a ver al final, cuando se hunde el país, si él va a quedar flotando. Esa es la realidad. Yo he comparado esto muchas veces con un barco que sale de un puerto y va a otro. Si en el viaje el barco se hunde, no creo que por bien que viaje alguno de los pasajeros, ese pasajero se va a salvar. Seguramente se va a hundir con el barco. En la comunidad es exactamente lo mismo. La comunidad es un barco en el cual vamos todos navegando. Dios nos libre si el barco se hunde, porque si vamos en él no la vamos a sacar muy bien. De manera que nosotros hemos fijado, en el concepto justicialista de la Nación, que el principio indispensable es que para realizar cualquiera de sus componentes es necesariamente previo realizar la propia comunidad. Nosotros no creemos que en una comunidad que sucumba, puedan algunos de sus componentes salir airosos. Nosotros creemos que todos debemos luchar para que la comunidad realice sus fines y dentro de esa comunidad, que se realiza a sí misma, podamos realizarnos cada uno de nosotros. Esto es una cosa tan simple y tan natural que nadie la puede discutir. Es imposible pensar que el egoísmo del hombre lo haya llevado a la ceguera absoluta de luchar por hundir la comunidad en que él vive, a fin de realizar sus fines de egoísmo y avaricia. Por eso, fijada esta base, para nosotros es simple y es fácil comprender porque nosotros tenemos un profundo sentido cooperativista; porque la cooperativa hace en la esfera de la acción que les es propia, lo que nosotros tratamos de hacer en toda la Nación. Cuando una cantidad de personas se unen y fundan una cooperativa, porque saben que triunfando cada una, va también con una pequeña parte en los beneficios económicos y de todo orden que la misma produce. La cooperativa es en pequeño lo que el Estado justicialista piensa y quiere hacer en conjunto. Por esa razón, cuando algunos se preguntan porque apoyamos el cooperativismo debemos contestarles que el cooperativismo es el reflejo del justicialismo. Por eso, recapitulando todo cuanto he dicho, ustedes pueden estar absolutamente persuadidos de que no solamente los apoyaremos en forma moral, como decían antes los políticos, sino materialmente, que es el verdadero apoyo que se debe prestar. Indudablemente, no es suficiente con tener la buena intención para hacer las cosas, sino que es menester también empeñarse para realizarlas bien. No es suficiente con tener el sentido cooperativista, sino que es menester tener la capacidad para hacerlo triunfar, y eso es una cosa más difícil. Una cosa es lo que uno siente y otra es lo uno es capaz de realizar. Muchos sienten cosas muy lindas, pero no son capaces de realizarlas, y entonces es lo mismo que si no la sintieran. En este sentido, nosotros venimos observando un amplio espíritu de capacitación, sin el cual no pueden andar estas cosas. Las cooperativas, cualquiera sea el campo de su acción, tienen una misma finalidad. Nosotros venimos observando la inquietud y el gran interés que hay en hacerlas funcionar, pero es necesario no olvidar que la base del éxito cooperativo es la organización, sin la cual el asunto no puede andar bien. El segundo aspecto es la capacitación. No se trata sólo de reunir, dado que son organismos que después se extienden mucho y se hacen muy grandes, y para poderlos manejar bien resulta una tarea un poco difícil; se extienden mucho en el espacio y en el tiempo, y uno organiza una cosa y marcha bien y tiene su capacidad hasta cierto punto, pero más allá se le empiezan a complicar las cosas y comienza a tener trabajo. Así se encuentra un día con una organización que creía, que iba paulatinamente bien, y luego se le viene abajo. ¿Por qué? Porque no estaba bien montada. Yo he visto muchos de esos casos por eso me aventuro a aconsejarles. Es necesario reunir gran número de hombres capacitados y después crear las organizaciones propias para capacitar a los demás. Todo cooperativista para que sea útil no solamente debe poner la plata sino que también debe poner su capacidad para defender esa plata. Todas las capacidades son pocas dentro del sentido cooperativista. No es un cooperativista el que pone la plata, aunque tenga mucha, si él no da también un poco de su saber y de su capacidad para hacer triunfar a la empresa. Así como entra un día esa plata, puede salir cinco minutos. Estos aspectos de la organización y de la capacitación en el cooperativismo son cuestiones fundamentales. Lo demás todo tiene remedio. Una mala organización que se hace en el comienzo no se vuelve a corregir bien durante toda la vida. Una falta de capacitación se hace sentir al principio y se hará sentir también hasta el último día de la existencia de esa cooperativa. Algunos dicen que las cooperativas han fracasado porque el sistema capitalista reinante las aplastó en la acción de todos los días. Eso es cierto, pero lo es solamente en parte, porque si esas organizaciones hubieran tenido gente altamente capacitada y una buena organización, hubieran destruido a los otros y no se hubieran dejado destruir. Con esto quiero decir que el trabajo y el triunfo de ese trabajo cooperativista no solamente estriba en que realicemos la acción cooperativista, como así tampoco en que todos los días nos ocupemos de los negocios que están dentro de la organización cooperativista, sino que es necesario también luchar. Esa es ya una cuestión más difícil. Actuar cooperativísticamente no implica solamente la administración y la conducción de una empresa cooperativa, sino que también significa hacerse ducho, actuar en la lucha, porque no hay lugar a dudas que hoy mismo hay una lucha contra el cooperativismo, lucha sórdida, porque saben que el gobierno lo apoya, y no lo pelean de frente sino de abajo. De manera que con esto completaríamos lo que en mi concepto, lo vengo observando desde hace mucho tiempo, las condiciones básicas que son necesarias asegurar en el orden de la organización cooperativista. Primero, una buena organización, sin la cual no vamos a ninguna parte; segundo, un alto grado de capacitación especialmente en los hombres dirigentes, sin que los realizadores de una cooperativa olviden que la capacitación de ellos es un gran factor de éxito, y, tercero, una capacitación de lucha y una disposición a luchar todos los días para subsistir y para vencer en el campo gremial. Estas tres condiciones deben estar intrínsicamente afirmadas dentro de las cooperativas, sean estas de primero, segundo o tercer grado. Todas las cooperativas, en sus distintos estados de organización y de centralización, tienen que estar perfectamente convencidas de que esas tres cuestiones hay que mantenerlas todos los días en permanente acción, en decidida acción y, sobre todo, en eficiente acción. No hay duda que las ventajas de las cooperativas residen en tener también el apoyo del sistema. Antes, una cooperativa en el sistema capitalista era una excrecencia fuera de los órganos naturales del sistema; era una introducción extraña. Ahora, en nuestro sistema, esto es lo natural; lo extraño es lo otro. Todo esto trae una ventaja natural. Pero el ideal que nosotros sostenemos es que nuestro país, el sentido y el sentimiento de la organización de todas las actividades, en lo social o en lo económico, vaya tendiendo cada día más a los organismos colegiados de acción económica y social, porque solamente en la actuación común y de conjunto de diversas organizaciones de este tipo, estriba precisamente la desaparición de un individualismo que nosotros combatimos y combatiremos desde todos los ángulos y en todos los momentos de nuestra acción gubernamental. Esto, traducido al lenguaje práctico de todos los días, querría decir lo siguiente: que nosotros, desde el gobierno, estamos listos para dar preferencia a estos tipos de organización en la acción efectiva de nuestra economía. En otros términos, ustedes necesitarán maquinaria diversa, bienes de capital. Nosotros daremos preferencia a las organizaciones cooperativas sobre todas las demás. Esto es una cosa que se explica naturalmente por nuestro sistema y, mucho más, por la justicia que debe presidir nuestras decisiones. Antes de favorecer al señor Juan Pérez, a su señora y a sus hijos, prefiero favorecer, por una acción de gobierno, a cientos de miles de Juan Pérez que están distribuidos en todo el país. Creo que esto es bien justo y bien lógico, si se interpreta como nosotros interpretamos la acción de gobierno. El pueblo nos ha puesto aquí, no para favorecer a nuestros amigos y allegados, sino a todos los amigos que son cada uno de los que componen el pueblo argentino. Siempre digo a mis funcionarios que mi mejor amigo es el pueblo argentino y que cuando con una medida de gobierno quiero favorecer a un amigo, elijo siempre el mejor amigo, que es el pueblo. Yo he querido hacer esta disquisición de orden general para que ustedes tengan la sensación real de como nosotros, desde el gobierno, encuadramos la acción cooperativa que en todo el territorio de la República radica en los diversos ministerios que componen el Estado. Si se trata de cooperativas de producción, la tarea más difícil que tienen es la de acopiar y negociar la producción, y en ese caso nosotros nos ponemos en contacto directo por intermedio del Ministerio de Comercio Exterior, que es el encargado de la comercialización y el acopio de los granos. Si se trata del transporte, tomamos contacto por intermedio del Ministerio de Transportes, que es el encargado de transportar la mercadería desde los lugares de producción hasta el puerto. De esa manera, todos los organismos estatales toman contacto con las cooperativas para servirlas, que es como nosotros entendemos la acción del gobierno. Toda la organización que paga el pueblo debe servirlo. Pero, además, yo he querido mantener siempre un contacto directo con las organizaciones de este carácter, por eso, desde el Ministerio Técnico de la Presidencia de la República, que es el organismo que dirige toda la organización nacional, tomamos contacto con las cooperativas. Por eso yo le he pedido al señor ministro técnico que nos hiciera hoy el regalo de su presencia en este acto, para que todos los cooperativistas sepan que en la Casa de Gobierno, además de la acción directa de los ministerios, tienen en cualquier momento al asesoramiento orgánico de planificación y de racionalización que necesitan y el apoyo para cualquier acción que emprendan, sea económica, social, o política. En otras palabras, coincidiendo en forma absoluta con nuestra manera de sentir y de pensar, como así, también con nuestro modo de gobernar, nosotros estamos dispuestos a prestar a la organización cooperativa la mayor de todas las cooperaciones, en todos los momentos y en todas las circunstancias, porque entendemos que la acción cooperativa puede solucionar el noventa por ciento de los problemas que se presentan en la vida económica y social de la Nación. Nosotros, como decía anteriormente, nos conectaremos a ustedes a través de sus órganos dirigentes, porque eso es lo que nosotros necesitamos de las cooperativas: estar en contacto permanente con los dirigentes que ustedes designen, que son los reales y fehacientes representantes de ustedes y de sus intereses; que ellos estén en contacto con nosotros como actualmente todas las cooperativas, para evitar que se tome cualquier medida de gobierno que impensadamente perjudique a la acción cooperativa. El cooperativista debe estar siempre cerca para dar su voz de alerta. Y esto permite una acción de inteligente y permanente cooperación sin la cual, indudablemente, pueden en circunstancias dadas tropezarse con grandes inconvenientes. De la misma manera, se interviene en la legislación, que es la que va fijando ya la consolidación definitiva y orgánica de todo el movimiento cooperativista. Así conectamos, también las cooperativas de producción en ese sentido, y veo aquí a algunos viejos cooperativistas, de grandes posibilidades, y también las de consumo, para favorecerlas en todas las decisiones que nosotros podamos tomar desde el gobierno. Y les ofrezco la misma situación a las cooperativas de trabajo, para que nosotros podamos poner a disposición de esas cooperativas, en el tiempo oportuno y en el momento en que lo necesiten, todas las medidas que económicamente puedan hacer triunfar la acción cooperativista. La acción cooperativista debe ser una acción que comience a levantarse desde abajo e irse consolidando en una organización efectiva y conveniente, para constituir una gran organización. Es peligroso hacer una cosa grande que luego se va achicando; hay que hacer una cosa chica que luego se vaya agrandando. En esto pasa como en el turco que tiene un almacén en algunas partes del interior, almacén con un cajón que no lleva libros, pero que va bien porque tiene el control de todo su negocio. En cuanto empieza a meterse con la contabilidad, el negocio no marcha tan bien. ¿Por qué? Porque él ya no tiene el manejo de todo en sus manos. Es indudable que mientras el control está directamente en sus manos, el está capacitado para dirigir su negocio; pero cuando ese control se va de sus manos, él ya no tiene idea de su organización y, entonces, el negocio va a andar mal. Donde uno no puede poner el ojo, otro pone la mano. Señores: nosotros tenemos que ofrecerles también la posibilidad de un consejo a tiempo, porque manejamos muchas cosas, algunas muy lejanas, y si no impedimos del todo que uno meta la mano, vemos cuando la mete. Yo quiero terminar estas palabras que me dan la inmensa satisfacción de tomar este primer contacto con ustedes, recordándoles que nosotros no somos de los hombres que prometen y luego no cumplen. Nosotros analizamos las cosas, y si están dentro de lo que nos parece justo, decimos "sí", y será "sí", para siempre. De la misma manera, cuando creemos que no están dentro de lo justo, decimos "no", y también es "no" para siempre. En ese sentido, somos navegantes que tenemos un rumbo fijo y vamos caminando decididamente hacia ese rumbo, y vamos a llegar, indudablemente. Esta acción congruente es la que nosotros queremos que llegue a todos los ciudadanos argentinos, para que ellos sepan que los que trabajan y luchan para alcanzar los objetivos de la comunidad -que son nuestros objetivos, los objetivos del gobierno- tendrán absolutamente todo el apoyo del gobierno. Algunos dicen que esto es político; yo no sé si es política, ni mi interesa si es no es política. Pero esos que andan contra la corriente, se van a ahogar, no por una razón política, porque nosotros admitimos y hasta ensalzamos que un hombre tenga sus ideas propias. A nosotros no nos interesa. El orden de las ideas es respetable, perfectamente respetable, pero los intereses de la Nación, los intereses de la comunidad y del pueblo argentino, son más respetables que todos los otros intereses. Y como a mí me han puesto aquí no para que respete las ideas de todos, sino para que haga respetar los intereses del pueblo argentino, para mí el desiderátum es bien simple y fácil: los que trabajan por la grandeza de la Nación, por la felicidad del pueblo argentino, son mis compañeros. Piensen o sientan como sea, no me interesa; los que están contra esa grandeza y contra esa felicidad, son mis enemigos. Y a esos los combato y los combatiré de día y de noche en todos los terrenos y en todas las circunstancias. Por todo esto es que quiero terminar diciéndoles que en la organización que surja de este magnífico Congreso de Cooperativas de Trabajo, está el auspicio de una gran idea y de una gran acción. Y yo pido a Dios que ilumine a todos ustedes, para que hagan triunfar esa espléndida concepción y esa magnífica idea. Y eso solamente lo alcanzarán si en cada uno de ustedes hay un luchador, un luchador decidido a luchar todos los días para hacer triunfar esas ideas y para llevar adelante las cooperativas. En cuanto se refiere a lo que nosotros podamos hacer, saben ustedes bien que somos compañeros de lucha y de trabajo. Por eso les pido que recurran al gobierno en el momento en que lo necesiten, y estén seguros de que cuando lo hagan, no saldrán nunca con una desilusión ni con las manos vacías. Para terminar, compañeros, les pido quieran ser tan amables de llevar un abrazo y un saludo muy afectuoso, a todos los compañeros que forman esta cooperativa de trabajo y que les digan que aquí estamos para cumplir con nuestro deber. Y nuestro deber, según lo entendemos nosotros, es ayudar y propugnar por todos los medios la acción cooperativa. Nada más. ..................................
1954-11-17
Ante representantes de la Federación Obrera de la industria Hotelera
Compañeras y compañeros: Deseo que mis primeras palabras sean para agradecerles la amabilidad que han tenido de invitarme a concurrir esta tarde a la Confederación, para tener la inmensa satisfacción de saludarles personalmente, así como también para agradecer las amables palabras del compañero que termina de exponer y asimismo gozar con ustedes la satisfacción de las conquistas que el gremio va alcanzando sucesivamente. Es posible que haya muchas instituciones en el país que tengan grandes fines, y sobre todo fines altruistas, pero como la organización sindical, difícilmente. Uno ve esta inmensa satisfacción de los compañeros cuando jubilosamente festejan y aplauden las conquistas materiales alcanzadas por el gremio y hablan de su capitalización, de sus treinta millones, de sus casas, etcétera, lo que en realidad de verdad está demostrando la grandeza espiritual de cada uno, porque en el fondo esas riquezas no son de nadie, porque son de todos, y la satisfacción está demostrando la inmensa solidaridad que el gremio posee dentro de su organización, solidaridad que es quizá el único vínculo indestructible en las organizaciones. Algunos creen que organizar es juntar una cantidad de gente; no hay tal, si esa gente que se junta no piensa de una manera similar, si no tienen ellos un alto sentido de solidaridad, esas organizaciones no sirven para nada. Por eso nosotros hemos hablado -al aconsejar la organización a los compañeros de todos los gremios-, de la necesidad de ir desarrollando ese sentido de solidaridad, al que veo aquí ya profundamente arraigado. En 1952 dijimos: "Este es el año de la organización". En 1953, hemos dicho: "Este es el año de la solidaridad". Porque la organización sin la solidaridad vale muy poco y no se consolida jamás. Me refiero al sentido real de la solidaridad, no al que se menciona muchas veces en los discursos. Hay gente que para hablar de compañerismo y de solidaridad, se reúne una vez al año a comer en un hotel, dicen unos lindos discursos y después se pasan todo el año hablando mal unos de otros. Este sentido de la solidaridad no tiene ningún valor. Por eso decía yo hace mucho tiempo, hablando de la organización: "Para organizar, lo primero que hay que tener es una idea común, una aspiración común, objetivos comunes"; así uno se pone en la dirección orgánica, diremos así. En otras palabras, para organizar, lo primero que hay que tener es una doctrina. Nosotros, desde 1943, hemos venido luchando por dar una doctrina, alrededor de la cual organizarse, porque esa doctrina es la forma permanente del pensamiento y de la expresión humana. Sobre ellas y alrededor de ellas es que cristalizan las verdaderas organizaciones. Yo siempre cito un ejemplo sobre esto que es fundamental. Si en un momento dado tomáramos un hombre de un lado, otro de otra parte y dos o tres más de distintas direcciones, y los reunimos y les planteamos un problema y los dejamos encerrados dentro de una pieza, con distintas aspiraciones, distintas ambiciones y diferentes forma de ver la vida, lo más probable es que cuando volvamos, a la hora de haber comenzado la discusión, estarán a los sillazos. ¿Por qué? Porque se haría la discusión entre hombres con pensamientos y sentimientos heterogéneos. En cambio, nosotros observamos que dentro de nuestro movimiento, nos reunimos los que estamos dentro de una doctrina, de la doctrina justicialista, discutimos cualquier problema, y sometidos a la doctrina, lo resolvemos amablemente sin grandes discusiones porque hay cosas que ya están determinadas como comunes para todos, que resuelven el problema a toda la comunidad y que, en consecuencia, dentro de esa solución de la comunidad, está la solución individual que se busca. Un ejemplo de lo que estoy diciendo lo tenemos en los partidos políticos adversarios al nuestro, que están divididos en numerosos grupos y todos los días tiene una pelea. Nosotros que somos tantos, no nos peleamos nunca; ellos son tan pocos y se pelean siempre. Todo ello ocurre simplemente porque nosotros tenemos una doctrina que nos es común. No estamos luchando por lo que cada uno queremos o por el perjuicio que le podemos hacer al compañero. No, compañeros, luchamos por todo lo que sea beneficioso para la comunidad, porque primero luchamos por el bien colectivo y ese debe ser el sentido de la solidaridad. En muchas partes del mundo, cuando se ha querido desunir al movimiento obrero, la manzana de la discordia ha sido lanzada siempre por un tercero, que ha hecho desunir y dividir a las organizaciones gremiales. Por eso, asistimos en la República Argentina a un panorama nuevo, y en el sindicalismo mundial el nuestro es el único país en el mundo que tiene una gran organización obrera única alrededor de la Confederación General del Trabajo. Esa organización ya ha sido alcanzada. Ahora, tenemos que consolidarla porque yo siempre digo, repito y nunca me cansaré de decirlo, que a los humildes y a los pueblos, los únicos que los pueden salvar son, precisamente, los humildes y los pueblos. Si los pueblos no se salvan a sí mismos, nadie los va a salvar. Es necesario que el pueblo confíe su salvación en el pueblo mismo; entonces, sí se salvará. ¡Es una cosa tan simple! Por grande que sea un hombre, nunca va a ser tan grande como los millones de hombres que conjuntamente forman el pueblo. Ahora, es natural, que para que ese pueblo forme en su conjunto un inmenso y poderoso hombre que pueda salvarlo, es necesario que ese pueblo esté organizado. Un pueblo desorganizado es una masa que no tiene pensamiento ni sentimiento, porque todo se diluye en la desorganización y en la anarquía. Nuestra principal preocupación ha sido organizar al pueblo, para que no solamente tenga el poder que debe tener, sino para que tenga también conciencia y responsabilidad de ese poder. Cuando se alcanza la conciencia de ese poder, cuando se tiene la responsabilidad de ese poder y las organizaciones están en presencia como poder, el pueblo es invencible y es entonces cuando realiza su propio destino. Si esto no se consigue, lo demás son todas ficciones, son todas mentiras, se hable de la cultura, se hable de la organización, de la patria, de la economía, del progreso, de la grandeza, son todas mentiras. Todas son fórmulas para explotar al pueblo en beneficio de cuatro o cinco vivos, que existen en todas partes del mundo. Y hay que ver la fuerza que se hace para que aquello no se produzca. Yo que estoy desde hace casi diez años, luchando por mantenerme en mi camino y no apartarme de él "aunque vengan degollando" -como dice Martín Fierro-, sé bien cuánta es la fuerza de voluntad, la tenacidad y la energía que hay que tener para resistir a todas las presiones que desde todas partes se ejerce sobre los hombres que tienen la responsabilidad en el país. Pero yo no estoy en el gobierno como un regalo ni como una canongía, sino cumpliendo una misión; misión al servicio exclusivo del pueblo. Y no hay otra fuerza, de ninguna naturaleza, que me pueda hacer desviar de mi camino, porque el día que lo hiciera cometería, además de una felonía, el error más grande de mi vida, porque con el pueblo, en el gobierno se hace cualquier cosa; sin el pueblo, es inútil que se quiera hacer algo porque todo sale mal, porque esta viciado en su base, dado que nosotros estamos al servicio del pueblo, que es quien nos indica nuestro deber y nuestra misión. Las funciones que se desempeñen, que no están al servicio exclusivo del pueblo y en contra de los intereses que se mueven en todas direcciones para desviarnos de ese camino, serán nefastas para la acción de gobierno. En este sentido, compañeros, he vivido días aciagos y días felices. Aciagos, cuando las fuerzas que actúan para desviarnos del camino, pretendiendo hacerlo por todos los medios; y, felices, cuando he visto el triunfo del pueblo en toda su manifestación. Cuando veo organizaciones como ésta, con responsables a su frente y con dirigentes capacitados, me siento inmensamente feliz, porque por este camino el pueblo es invencible y realizará su propio destino, desvirtuando todos los malentendidos y arrojando fuera de sí a las fuerzas espurias que luchan todos los días en todas direcciones para perder al pueblo, para confundirlo y para hacerlo proceder en contra de sus ideales. Por eso, yo he sido más que nada, un luchador por las organizaciones. Yo tengo absoluta fe, demostrada por mi propia experiencia, en las organizaciones del pueblo, porque en las mismas está todo. Lo demás no es nada. Podemos tener nuestras convicciones, nuestros sentimientos y todo, pero nada puede ser superior al acatamiento de la voluntad popular. Ningún sentimiento debemos animar nosotros, cualquiera sea la convicción que tengamos o los sentimientos que practiquemos, que esté en contra de la voluntad popular. Si está en contra de la voluntad popular, debemos oponernos cualquiera sea esa fuerza. Por esa razón, yo tengo mi fe puesta en las organizaciones. El día que nosotros, por acción del tiempo, debamos desaparecer, quedarán las organizaciones, y de ellas saldrán las fuerzas invencibles del pueblo. Por eso veo con inmenso placer, con la misma satisfacción que siente el padre al ver crecer a sus hijos fuertes y felices avanzar estas organizaciones en sus conquistas espirituales y en sus conquistas materiales, dos cosas que son indispensables en la organización. Compañeros: hablaba de la solidaridad. Es menester que nosotros nos convenzamos para siempre que la solidaridad no se conquista con discursos ni con nada de eso, sino con obras. Son los actos de los hombres los que despiertan la solidaridad de los demás. Por esa razón las organizaciones, lo he dicho tantas veces, no pueden limitarse a la defensa de los intereses profesionales, defensa que ya de por sí despierta en cierta manera la solidaridad, porque es un grupo de compañeros dirigentes que luchan por las conquistas materiales en nombre de todos los demás. Esa ya es una idea de solidaridad; pero sería incompleta si el sindicato se dedicase únicamente a eso. Mientras sea solamente así su debilidad es manifiesta. La lucha por los intereses profesionales es mas bien una cuestión de orden material. Es necesario ampliar la esfera de acción del sindicato a todas las demás actividades. En primer lugar, a la defensa de la salud de los asociados, poniendo a su alcance toda la medicina preventiva y asistencial que el gremio necesita. Ese es el vínculo del desarrollo de la solidaridad, porque todos nos servimos de ese organismo que mantenemos entre todos constituyendo algo así como una gran familia, solidaria en las penas y en las alegrías. Otro sector es el de la defensa del poder adquisitivo de nuestros salarios, para atender al cual es necesario crear proveedurías, que también forman núcleos de distinto orden en la solidaridad. Así mismo, todo lo que sea la mutualidad, como la creación de sus propios medios para préstamos de ayuda o previsión social de todo orden, para riesgos que no están cubiertos por la acción general de previsión social. Colonias de vacaciones, viviendas para los asociados, en fin todas esas conquistas alrededor de las cuales gira toda esta inmensa organización. Es allí donde, conociéndose mejor todos los días, se va desarrollando de una manera directa o indirecta esta solidaridad, y cuando la solidaridad une, las organizaciones comienzan a consolidarse y se hacen fuertes e indestructibles. Todo esto es lo que dije yo en 1953 que había que alcanzar y que hay que seguir extendiendo y que hay que ir capitalizando, porque los trabajadores agrupados en sus organizaciones, quizás no sean ricos; esto ni es una cuestión de riqueza, ni de capitalización propia; no será cada uno rico, pero reunidos, todos serán inmensamente ricos. Por eso yo felicito a los dirigentes gremiales gastronómicos porque veo como ellos, todos los días, van acumulando y formando alrededor de la organización un acervo material, que también es importante. Se desafía mucho mejor al futuro cuando uno tiene bienes suficientes como para hacerle frente. No sabemos, y menos aun lo saben nuestros descendientes, cual será el futuro, porque la vida fluctúa en flujos y reflujos, tanto en una como en otra dirección. De manera que al enfrentar ese futuro con organizaciones férreas, con un alto grado de solidaridad y con una capitalización suficiente, será mejor que el enfrentarlo con gremios más o menos despreocupados y desprevenidos. Por esa razón, yo quiero en esta ocasión felicitar a los compañeros gastronómicos; porque sé como trabajan en este sentido, cómo van creando sus locales sociales y como van distribuyendo a lo largo de toda la República una organización que es también índice de su poder, ese poder invisible de la organización, pero también invencible. Ese poder hace que cada uno dentro de la organización sea un pequeño ente, pero la defensa de todos está asegurada también por la acción de presencia y por la organización de todos. Eso es el mejor baluarte para la defensa de la justicia y de la libertad. En este país se han pronunciado durante cien años discursos por la libertad y por la justicia; pero se olvidaron de que esa libertad y esa justicia no se gana con discursos sino con organización, porque nadie le hace justicia gratis a uno y sin que uno lo obligue a que haga justicia. De la misma manera, debemos trabajar por la elevación cultural de la masa, sobre todo la cultura social, que es la más interesante. Hasta ahora nos han presentado la cultura sobre la base de las ciencias y de las artes. Eso es bueno como cosa individual. El individualismo trató siempre de darle a cada individuo la posibilidad de que se hiciera sabio, grande y todo lo que quisiera; pero nunca lo dejó que se hiciera grande agrupándose con los demás. Por eso se cultivaron todas las culturas, pero se hizo todo lo posible para que no se cultivara nunca la cultura social. Y era una cosa lógica, porque el día en que la cultura social se cultivara en los pueblos, ya no sería posible la tiranía y la explotación. Claro que eso es para mí lo más importante en la Nueva Argentina; que el pueblo todo tenga un alto grado de cultura social, ya que es mediante ese alto grado de cultura social como se asegurará la justicia permanente. Esto lo saben bien los compañeros dirigentes, y estará bien que a los nuevos, a los dirigentes jóvenes, les inculquen y les hagan conocer toda esa historia que se refiere a la explotación en nuestro país, explotación que hemos vivido todos; unos sobres sus espaldas y otros, como yo en la observación. Lo fundamental es enseñarles a los muchachos nuevos, a los nuevos dirigentes que no tienen esta experiencia, pero sí la poseen los viejos dirigentes que durante tantos años han sufrido y pasado cada una de esas patriadas que se sucedían aquí todos los meses, y algunas veces, todas las semanas; que salían a la calle y no sabían si regresaban o iban al cementerio o a Villa Devoto para pasarse una larga temporada, que deben defender estas organizaciones. A nosotros mismos nos enseñaban desde muchachos lo que teníamos que hacer como guardias pretorianos del orden. Por esa razón tenemos que instruir a los argentinos del futuro, a esos dirigentes jóvenes para que sepan que al defender esto están defendiendo la patria misma, porque la patria no puede estar conformada por cuatro o cinco aprovechados; la patria es el pueblo, y esa es la única patria que yo reconozco. Todo esto nos viene demostrando -y quiero yo también demostrar con esto- la necesidad de seguir trabajando imperturbablemente en los sindicatos. Todos los dirigentes tenemos una responsabilidad. Dirigentes somos todos, desde el más modesto del último lugar de la República, hasta el más encumbrado de los funcionarios. Somos dirigentes del pueblo argentino, aunque algunos, por su aspecto parecen que fueran mucho más. No; somos todos dirigentes, simplemente dirigentes. Otros que se arrogan representaciones que no tienen, son dirigentes en su esfera de acción, pero no tienen que salirse de ella. El dirigente debe tener su composición de lugar hecha. Aquí no hay importantes ni no importantes. Hay, más bien, los que cumplen y los que no cumplen. Yo valorizo y me interesa más el más modesto de los dirigentes que cumplen con su deber que el más alto de los funcionarios que no sabe cumplir con el suyo. Donde eso se practica de buena fe es únicamente en las organizaciones del pueblo. En todas las demás cosas hay un ochenta por ciento de simulación, en vez de acción y realidad. Eso es lo que yo observo. Yo he tomado de los dirigentes obreros y de las organizaciones obreras aquella práctica de no mandar nunca a uno solo, sino a dos o tres porque los hombres, siendo buenos, son mejores cuando se los vigila. Todos los funcionarios y dirigentes que trabajan en nuestras organizaciones, deben obrar siempre como si estuvieran en presencia de unos cuantos compañeros que los están mirando. Las organizaciones sindicales son sabias en ese aspecto. Yo, compañeros, quiero cerrar esta conversación diciéndoles que sigan trabajando, que este trabajo que ustedes realizan es el único trabajo trascendente, es el trabajo que va a llegar al futuro, es el trabajo que se va a trasmitir de generación en generación de argentinos, para que nunca pueda reproducirse en la República la iniquidad de un pueblo explotado y escarnecido. Estas organizaciones, que tiene su base en los dirigentes, necesitan de esa lucha permanente que es la organización. No hay mejor escuela que esa. Ustedes saben bien cuánto se aprende actuando en las organizaciones; cuanta sabiduría hay en la dirección de una organización sindical, y cuánto se va construyendo para bien de los demás. Los hombres que están en la dirección se sacrifican, luchan y trabajan, no para ellos sino para los compañeros. Ese es el sentido que debe cristalizarse en las organizaciones. Compañeros: una vez más quiero agradecerles y felicitarlos a ustedes, dirigentes de los gastronómicos, por el grado de organización alcanzado, y no solamente por eso, sino también por la forma en que estas organizaciones funcionan. Solamente les quiero dar un consejo final. Ustedes saben que en estos momentos pululan muchas cuestiones que son deformativas. Es cierto que no hay que dar por el pito más de lo que el pito vale. Pero hay un sinnúmero de pequeñas cosas, infiltraciones, etcétera, respecto de las cuales deben ustedes tener cuidado. Deben crear las autodefensas en los sindicatos, autodefensas que les servirán para protegerse de toda penetración que no sea la sindical. Los sindicatos no deben ser nada más que organizaciones de los trabajadores al servicio de los trabajadores. Porque el día que los demás intereses subsidiarios que giran alrededor de la comunidad, lleguen a suplantar la finalidad fundamental de la organización, ésta se destruye. Aquí hay un sólo interés: el de los trabajadores; una sola solidaridad: la solidaridad entre los trabajadores. Cualquier problema se supera si esto se mantiene inconmovible. Pero nada se obtiene el día que eso deja de ser una fuerza. Esto es lo fundamental, lo que nunca debemos olvidar los dirigentes y lo que permanentemente debe ser nuestra consigna de lucha en todos los casos y en todas las situaciones. Sé que ustedes realizan esta asamblea con delegados de toda la República. Yo solamente quiero pedirles que lleven un saludo y un abrazo muy afectuoso a todos los compañeros gastronómicos del país. Tengan la bondad de transmitirles a ellos estas ideas fundamentales de la organización, que siempre repito una y mil veces y que me he de morir repitiéndolas, porque sé que les estoy diciendo la verdad, la única verdad que los mantendrá libres y que los mantendrá en pie, con respeto de sus derechos, su libertad y su justicia. Yo me he convertido en un hombre de esta causa, y he de morir con la bandera de esta causa en la mano. Deseo que les digan a los compañeros, también, cuanta es nuestra inmensa satisfacción al ver esta organización inconmovible, al ver estas organizaciones encuadradas en dirigentes dignos y capaces, que es la garantía mejor que pueden tener. Dios quiera, compañeros, que nosotros podamos seguir siempre repitiendo estas palabras de alabanza a nuestros dirigentes, dirigentes obreros que siempre han sido menos preciados por los otros dirigentes, que creían que lo eran todo. Y en resumen al final, hemos visto que, desaparecidos ellos, todo anda mejor, lo que quiere decir que ellos eran dirigentes que se creían que lo eran todo y no eran nada. En el fondo, no eran nada. Sé muy bien que la República en manos de los trabajadores, marcha y marchará mejor que en ninguna otra mano. Yo tengo la suerte de reunir a toda clase de argentinos alrededor mío: sabios e ignorantes, ricos y pobres, con poder o sin poder. De manera que sé quienes valen y quienes no valen, porque los miro siempre con los mismos ojos. Difícilmente la sabiduría, ni la riqueza, ni el poder me deslumbren porque tengo unos anteojos ahumados que me permiten ver muy bien. Y yo sé bien, compañeros, quienes son los hombres que valen, los que llevan adelante al país. En este sentido, dentro de poco hemos de realizar también nuestros congresos de racionalización, de productividad, etcétera, y yo voy a llamar a los trabajadores para colaborar y trabajar en ello; la CGT ha tomado la iniciativa y nosotros vamos a trabajar incansablemente para consolidar las conquistas del pueblo. Nuestra idea no es la que de cuatro o cinco se enriquezcan, sino que todo el pueblo esté cada vez mejor, y en esos congresos hemos de dar oportunidad también a los compañeros gastronómicos de que estén representados, para que la voz de este importante gremio pueda también hacerse oír en ellos, en los cuales se tratará las actividades generales de toda la República, para que cada una de las organizaciones del trabajo argentino lleve allí su voz cantante y sea un verdadero representante del pueblo argentino, porque se que nadie lo va a representar mejor. Cuando realicemos ese congreso que está preparando la Confederación General del Trabajo, con las demás confederaciones, hemos de tratar largamente todos estos temas que más o menos esbozamos en estas reuniones con los compañeros dirigentes. Mientras tanto, yo les pido que desde ya vayan pensando en el representante que enviarán y vayan preparándolo para su actuación en los congresos, y que los lleven a todos los compañeros gastronómicos del país un gran abrazo que yo les mando. ....................
1954-11-24
ANTE DELEGADOS DEL SINDICATO DEL PAPEL, CARTÓN, QUÍMICA Y AFINES, EN LA CGT
Compañeras y Compañeros: Yo deseo que mis primeras palabras sean para agradecer a todos los compañeros papeleros los amables conceptos que termina de expresar el compañero Valentín Fernández. Al escucharlos, como ciudadano argentino, no puedo menos que alabar sus prudentes y sabias palabras. En conversaciones mantenidas con los compañeros, he manifestado muchas veces que en la organización del pueblo no valen tanto las organizaciones por el número de sus adherentes, como por la clase de dirigentes que tienen a su frente. Esta es una verdad incontrovertible desde todo punto de vista. Los dirigentes papeleros, con el compañero Valentín Fernández a la cabeza, son un modelo en ese sentido; un modelo de capacidad, un modelo de buena intención y un modelo de honradez, porque no solamente les preocupan los problemas individuales y colectivos del gremio, sino que su preocupación se dirige también hacia el bien de la comunidad, en todas las direcciones en que se trata de resolver un problema que la misma plantea. El problema del papel en nuestro país hubiera sido muy difícil de resolver si no hubiese sido por el gremio de los papeleros. Yo no creo que la industria del papel hubiera podido desenvolverse sin la preocupación inteligente y constante que el gremio ha tenido para terminar con esta extraordinaria situación de los países civilizados que carecen de papel. En la República Argentina, el papel no tiene el mismo valor que en otros países, ya que aquí el pueblo tiene un grado de evolución suficiente como para hacer un amplio uso del papel impreso, como asimismo de los distintos derivados de la industria. Existen otros países -lo comentábamos recién-, que tienen un setenta y cinco por ciento de analfabetos. Esos pueblos no pueden tener la misma necesidad que nosotros, que hemos alcanzado un grado de cultura elevado. Este fue un problema sumamente grave para nosotros durante la última guerra, y lo hubiera seguido siendo hasta ahora, por razones de uso de divisas, si el gremio de papeleros no lo hubiese abordado con la seriedad con que lo hizo para llegar a su solución. No habrá esfuerzo que nosotros dejemos de realizar para ir colocando a la industria del papel en su verdadero lugar. Yo sé que para esto no sólo contamos con la buena voluntad, sino también con la capacidad y la colaboración necesaria de los obreros y de las empresas papeleras. Muchas veces, durante la gestión de gobierno, hemos enfrentado la solución de numerosos problemas, de tan difícil solución como el de la industria papelera; pero yo confieso que nunca hemos contado con una colaboración mayor. Eso es lo que nosotros buscamos, porque los problemas de la comunidad no son problemas de un sector, son de toda la comunidad. El problema del papel es un ejemplo clásico de lo que digo. El papel no satisface solamente las necesidades de un sector, sino las de todos los demás sectores de la comunidad. En esto, compañeros, la Confederación General del Trabajo ha tomado la iniciativa de realizar un Congreso de Productividad y Mejoramiento Social. He escuchado hace pocos días, en una reunión en la Casa de Gobierno, la palabra de los dirigentes obreros que planteaban la necesidad del desarrollo de este congreso. Creo que ahí está la solución de nuestros grandes problemas, pero yo no diría a ese respecto todo, si no hiciera presente que ustedes, los papeleros, han sido los primeros que han propugnado esta clase de colaboración, poniéndose a resolver el problema del propio sindicato, en colaboración permanente con las empresas. Cuando las empresas eran de explotación, no merecían la colaboración de los trabajadores, pero en el momento en que aquellas dejaron de ser instrumento de explotación del pueblo, no solamente merecen el apoyo y colaboración de los trabajadores, sino que todos tenemos la obligación de colaborar para que esas empresas vayan adelante. Yo puedo decir esto, porque nadie podría tildarme de parcial, pues probablemente nadie ha combatido a las empresas en la etapa de la explotación con mayor energía ni con mayor decisión como las he combatido yo. De manera que habiendo cambiado las circunstancias, nosotros también tenemos que cambiar los procedimientos; a eso tiende el congreso de productividad que vamos a realizar y que ustedes, los papeleros, por la forma inteligente con que vienen trabajando y resolviendo sus problemas, han de tener una actuación destacada en la solución de otros problemas, que similarmente al del papel, gravitan en la economía nacional. Todos nosotros saldremos de alguna manera beneficiados en unos u otros aspectos. Este es un problema que es necesario analizarlo en su misma base. La economía justicialista es una economía distinta a las que se practican en numerosas partes del mundo, especialmente distinta a la economía capitalista y distinta a la economía colectivista. Nosotros tenemos por finalidad no enriquecer al Estado, como en el régimen colectivista, ni enriquecer exageradamente a un pequeño sector de la comunidad, como en el régimen capitalista. Nosotros tenemos por finalidad enriquecer al pueblo, vale decir, enriquecer a la comunidad y no a un sector de la comunidad. De manera que se explica y justifica en forma perfecta que nos pongamos todos a trabajar en colaboración y en cooperación para solucionar los problemas de conjunto, porque esto es lo que va a permitir ir aumentado paulatinamente el estándar de vida de la población argentina. Nuestro problema es actualmente un problema de producir más, producir mejor y producir más barato. Ahí está todo el problema de la economía argentina. La inflación es generalmente un problema ocasionado por la falta de producción, que trae como consecuencia un menor número de bienes para repartir en una numerosa comunidad consumidora y una demanda que quizás duplica a la propia producción. Entonces, los artículos se rematan y los precios suben. Y cuanto más rica es la comunidad, más inflación hay, porque el que demanda perentoriamente un artículo puede pagarlo a más alto precio. Si la producción satura la necesidad de consumo, la inflación no tiene razón de ser. Podríamos casi, circunstancialmente solucionar la situación de otra manera, a través del control de precios, por ejemplo, pero no se solucionará en forma permanente y definitiva si no es con una mayor producción. La República Argentina está produciendo mucho menos de lo que puede y debe producir. Nosotros vamos a comenzar a estar bien y a mejorar nuestra economía, no solo cuando produzcamos lo que necesitemos para vivir sino cuando podamos colocar en el exterior lo que otros necesitan para vivir y no tienen en la actualidad. Vale decir, cuando podamos exportar, y esos márgenes de exportación son los que aumentarán nuestro bienestar, llevando a su vez el bienestar a otras comunidades que pueden necesitar de nuestros servicios y de nuestro trabajo. Decía recién el compañero Fernández, al rendir cuenta de la labor del gremio, que de las 190 mil toneladas de papel que importábamos, se importan actualmente 80 mil toneladas. Esa es la mejor manera de rendir cuentas y demostrar como cumple con su deber el gremio de los papeleros. Quiere decir que hoy sale la mitad de las divisas que salían antes. Esa diferencia de divisas que no salen del país las estamos empleando para comprar materias primas que los trabajadores argentinos necesitan para la elaboración de distintos productos, que constituyen fuentes de trabajo. Para nosotros, para nuestro gobierno, es importantísimo ir disminuyendo los márgenes de importación, porque de esa manera vamos nivelando nuestros saldos de divisas y vamos posibilitando cada día más el servir menos a los servicios financieros del exterior, trabajando con nuestras propias materias primas, con nuestras propias máquinas y con nuestros propios trabajadores. Hace pocos días nos visitó una comisión de técnicos en la producción de papel. Yo hablé largamente con ellos, y se mostraron asombrados por el desarrollo que había adquirido en la República Argentina esa producción. Sin embargo, les dije que, de acuerdo con lo que yo pensaba, recién estábamos comenzando y estábamos comenzando, especialmente, en el aspecto de la plantación de árboles, para la producción de papel. Y aproveché también esa reunión, en la que se hallaban numerosos representantes de la industria papelera argentina para decirles que yo me sentiría satisfecho el día en que las reservas forestales argentinas para la producción de papel aseguren la materia prima necesaria para la acumulación de reservas para cuatro o cinco años de trabajo en el país. Yo no tengo la menor duda, de que todos los encargados de esta tarea, como así también el Ministerio de Agricultura, a través de la Administración Nacional de Bosques, han de tomar las medidas necesarias porque ya allí les hice indicación para que las reservas necesarias de materia prima papelera se aseguren en el plazo más perentorio, y en la cantidad mas considerable posible. Sobre este aspecto, no tengo la más mínima duda que hemos de cumplir el programa perfectamente bien, dentro de nuestras posibilidades. Tampoco hay que pedir que esto se haga de un año para otro. Lo estamos realizando poco a poco en la medida de nuestras fuerzas. Lo que hay que hacer es no dar nunca un paso atrás; siempre un paso adelante. Me dice aquí el compañero Valentín Fernández, con razón, "lástima que los árboles no se puedan hacer por decreto". Bien, compañeros: digo esto porque indudablemente estamos empeñados en una tarea que nos es común, que es común al pueblo argentino y que es, diríamos así, el objetivo de la comunidad. Lo que nosotros podemos asegurar es que nuestro sistema va permitiendo que se desarrolle en la comunidad argentina un deseo de colaboración permanente de los hombres que trabajan y de los hombres que producen, como consecuencia de una perfecta justicia social donde no hay nadie que quede relegado a último término, sumergido o explotado por el Estado o por las empresas capitalistas. Cuando se alcance ese estado, se habrá llegado al punto de partida para las grandes construcciones nacionales. Confieso que no trabajaría nunca, ni cinco minutos, con nadie que me tratara de explotar. Pero también trabajaría día y noche si supiera que estoy trabajando por el destino común de todos los argentinos y por la grandeza de nuestra patria. Hemos conversado con el compañero secretario general de la Confederación General del Trabajo, amigo Vuletich, para que todos los gremios estén representados en ese Congreso de la Producción, que se va a realizar, en el cual yo he reclamado para mi un puesto de delegado, y donde nos reuniremos los dirigentes trabajadores, los dirigentes empresarios y los dirigentes del Estado, en una comunión de esfuerzos y de inteligente colaboración para estudiar los problemas y para que de esa conjunción surja la conducta que debemos seguir. ¿Cómo debemos hacer para aumentar la productividad? Porque en este momento, indudablemente, nosotros estamos trabajando más que lo que producimos. Tengo la convicción que estudiando bien los métodos y sistemas podemos producir más, trabajando menos aún. Esto es lo que hacen los pueblos y la gente inteligente. Mediante una perfecta racionalización y la utilización de los elementos necesarios, que hemos de ir asegurándolos en la medida de nuestras posibilidades, sin necesidad tampoco de comprometer nuestra economía y sin hipotecarnos para el porvenir, podremos ir construyendo, lenta pero racionalmente, toda una inmensa máquina de producción. Y de eso hemos de recibir todos un provecho directo. En este aspecto, más que en el progreso económico y en el enriquecimiento, mi orientación está en el mejoramiento social del pueblo argentino. Mi punto de vista sigue siendo siempre el mismo, porque si nosotros trabajáramos más, produjéramos más y nos enriqueciéramos, para estar peor, sería estúpido, además de poco racional. Desde que estoy en el gobierno, he tomado los salarios reales en sus verdaderos índices, y voy estableciendo por etapas el mejoramiento en el porcentual para satisfacer las necesidades del salario real; no del salario ideal o aparente, sino del real, calculado en poder adquisitivo y a través de una estadística mas bien empírica que teórica. A mí me traen muchos números, pero yo miro solamente aquellos que son reales; los otros, no me interesan ni como números ni como estadística. En varias oportunidades he expuesto, en conjunto, en el teatro Enrique Santos Discépolo y en el teatro Colón, los índices estadísticos por los cuales nosotros vamos calculando el mejoramiento del estándar de vida. El estándar de vida del pueblo argentino está en razón directa de su poder adquisitivo y no de los salarios numéricos o ideales que se calculan. En este orden de cosas hemos efectuado un estudio minucioso para que en estos últimos convenios colectivos de trabajo pudiéramos ir recobrando los índices que teníamos antes y que después se fueron neutralizando por el aumento del costo de vida. Sin embargo, en este momento el salario real está diez puntos, mejor dicho, doce puntos para ser más exactos, sobre los salarios anteriores al último convenio colectivo de trabajo. Para los próximos, alcanzaremos los índices del año 1950, para llegar finalmente a que los índices estén de acuerdo con la productividad. En esto el problema es muy simple. Nosotros, al establecer la reforma social, alcanzamos un índice de salario, el que por distintas circunstancias, como sucede siempre en estas cuestiones del poder adquisitivo de salarios y de mejoramiento social, constituyen movimientos que van y vienen como las olas del mar. Solamente así se obtienen los equilibrios. El mar efectúa esos movimientos porque busca su equilibrio; el agua va buscando su nivel por una ley natural de física, y, en el orden de la nivelación y equilibrio social, también existen esos movimientos de flujo y reflujo, que son los que van buscando su equilibrio, que no se alcanza con una balanza. ¡Ojalá fuera así! Estos son choques de intereses, de posibilidades, de producción de demanda, de consumo etcétera, que van produciendo ese flujo y reflujo en el equilibrio social. En este momento hemos alcanzado un índice que nos permite vivir más o menos bien. No es el que yo aspiro para el pueblo argentino, lo confieso, porque creo que el pueblo argentino puede vivir mejor, y para ello, es necesario que reestructuremos un poco todo el sistema económico. ¿Por qué? Porque nuestro sistema económico todavía tienen los resabios del sistema capitalista. Todavía hay alguno que no se ha convencido, aún cuando se han convencido ya muchos patronos. Pero paulatinamente se va alcanzando esa persuasión necesaria para que todo el mundo se convenza que en el proceso económico, lo constructivo es la colaboración inteligente de las partes. Y para que también se convenzan y se persuadan definitivamente que esa colaboración inteligente de las partes llega sólo a través de una justicia social, que si esa justicia social no existe, la colaboración de las partes para complementar en mejor forma, el ciclo económico tampoco llega ni llegará jamás. No es la lucha el camino; es la colaboración, pero para que haya colaboración es necesario que haya justicia, sin justicia no se asegura en ningún momento la colaboración. Los otros días conversaba con una persona de la gente patronal. Ellos, naturalmente, a menudo miran este problema desde un punto de vista muy personal. Esto es humano. Cada uno toma a risa lo que le conviene; generalmente sucede así. Yo decía a ese señor con respecto al problema de la productividad porque ahora estamos todos de acuerdo en seguir mejorando el estándar de vida de la población, mejorando el estado económico financiero de las empresas privadas y procurando también una mejor situación en el estado de las finanzas de la Nación, que para la consecución de todo ello es necesario aumentar la producción y cuando hablamos de aumento de producción, decimos: mayor volumen de producción, mejor producción y más barata producción. Eso es aumentar la producción, porque aumentarla encareciéndola no es un sistema, o incrementarla disminuyendo la calidad, tampoco es la solución del problema. Bien, como les decía, yo le preguntaba a este señor qué pensaba él sobre esta cuestión. Naturalmente, pensaba como empresario, y me dijo que ese aumento de producción podrá lograrse mediante un aumento en los beneficios. Lo que ese señor me decía era justo, humano y comprensible. Pongámonos nosotros en empresarios: si nos pagan más, producimos más. Es lógico y natural. Yo le contesté: "Me parece muy bien, eso en cuanto a la empresa. Y en cuanto a los trabajadores, ¿cómo podríamos hacer para aumentar la producción?" "Y -me dijo - trabajando más". "De manera -le respondí- que usted para que aumente la producción tiene que ganar más, y el obrero par aumentarla, tiene que trabajar más. ¿Le parece a usted que eso es ecuánime? Ecuánime soy yo, porque cuando usted me dijo que quería ganar más, le contesté que tenía razón, que es humano y lógico. Pero dígame, ¿no el parece también humano y lógico que para que el trabajador aumente la producción igualmente debe recibir una mayor compensación? Usted dice que trabajen más y yo le digo que les pague más y usted puede hacerlo, produciendo más. Entonces el proceso es simple. El patrón debe preparar el instrumento, la herramienta, para aumentar esa producción y los mayores beneficios que obtenga, debe compartirlos con sus trabajadores, que también se están esforzando para producir más". Además, le agregué lo siguiente: "A mí no me interesa un país grande, un país poderoso, o un país rico pero de hombres desgraciados. A mí me interesa aunque sea un pequeño país, pero de hombres felices. De esto -le dije- usted inferirá que no me interesa que usted gane más ni que produzca más. Lo que a mí me interesa, como hombre de Estado, es que el pueblo esté mejor. Mi objetivo es ese". Y agregué: "Lo inteligente es que nos juntemos y nos pongamos de acuerdo, ustedes empresarios, para tener un mayor beneficio, los obreros, para producir conjuntamente con ustedes, también sobre la base de un beneficio mayor, y yo, feliz, contemplando como el pueblo va mejorando en su estándar de vida y los ciudadanos son cada vez más felices. De esa manera los tres nos pondremos de acuerdo y resolveremos el problema". Ese es el objetivo y la finalidad que persigue también la Confederación General del Trabajo, que, con toda previsión e inteligencia ha resuelto realizar un congreso en el cual se estudien todos los problemas de la producción, de la organización, de la racionalización, para que, con un menor esfuerzo tengamos un mayor beneficio. Para que el patrón empresario quede conforme con un beneficio mayor; para que el pueblo satisfaga mejor sus necesidades y aumente su bienestar y su estándar de vida; y el gobierno contemple feliz como este ciclo económico argentino va progresando a través de la colaboración de verdaderos hermanos que ocupan un puesto en la lucha para ser felices sin contemplar si están en uno o en otro lugar del campo de la lucha. Compañeros: este es un tema verdaderamente apasionante para la comunidad argentina. Sería inútil pensar en poder mejorar las condiciones de vida de nuestro pueblo, que ya son bastante buenas. No desde un punto de vista absoluto; yo lo juzgo desde un punto de vista relativo. Miro otras partes del mundo y veo como están, y pienso si ellos están mejor o peor que nosotros. Yo no quiero abrir juicio, pero todo aquel que va al extranjero siempre me dice la misma frase: "A todos estos contreras habría que mandarlos allí para que vean como estamos aquí". No estamos muy bien, pero en un mundo en que se está mal, con estar bien, debemos darnos por satisfechos. Bien, compañeros, yo he querido expresarles con estas palabras toda mi complacencia por la forma inteligente con que ustedes ven este problema, y espero que todos los trabajadores argentinos irán poco a poco planteando y resolviendo este mismo problema en el campo de sus propias actividades. En este sentido no quiero dejar de felicitar al compañero Valentín Fernández y a todos los dirigentes del gremio papelero, porque son hombres que han visto con clarividencia el problema y han sabido comprender que el problema de todos no se resuelve sino resolviendo el problema del conjunto; que nadie puede resolver su problema aisladamente, si previamente no se resuelve el problema de los demás. Esta es la lucha que yo sostengo en la República Argentina por destruir los últimos vestigios del individualismo suicida que ha vivido el país durante tantos años. Cuando uno quería arreglar su situación iba a pedir al gobierno que lo acomodara, aun cuando para acomodarse tuviera que destruir dos o tres de sus compañeros. Nosotros creemos que cada argentino puede realizar su destino solamente si la comunidad argentina se realiza y para realizar a la comunidad argentina hay un solo camino: que nos pongamos a trabajar todos en colaboración, con desinterés y altruismo, para apuntalar primero la comunidad y, dentro de ella, realzar cada uno nuestro propio destino. No quisiera terminar estas breves palabras, sin hacer presente, también mi encomio a la organización de los papeleros. Sé perfectamente bien cómo están trabajando en la organización; sé cómo van construyendo sus locales sociales y servicios asistenciales, sus colonias de vacaciones, sus casas, etcétera, y deseo instarlos a que sigan adelante. La organización no se consolida sino a través de la acción social de la propia organización. Yo he dicho muchas veces que el año 1952 era el año de la organización. Ustedes estaban férreamente organizados. Y he dicho, también, que en el año 1953 comenzaba la etapa de consolidación de la organización. Y la etapa de consolidación de la organización se realiza solamente a través de la solidaridad social. Esa es la única fuerza que hace indestructible la organización del pueblo. Se desarrolla a través de esa inmensa obra social que tiene que realizar la organización. No basta la defensa de los intereses profesionales. Es indispensable, también, la preocupación por el trabajo común, la acción asistencial para la defensa de la salud de los asociados, la acción cooperativista para la defensa del poder adquisitivo de sus salarios, las escuelas sindicales para la elevación de la cultura social, como así también la creación de otros medios que satisfagan los descansos, hebdomadario o anual, para que los asociados tengan lugares donde, a bajo costo, disfruten ventajas de todo orden. Sé que ustedes están empeñados en esto y que tienen ya un cierto grado de capitalización en el mismo sindicato, lo que es también obra paciente de los dirigentes. La capitalización de la organización tiene una importancia extraordinaria, porque a menudo ayuda en las luchas de carácter social. Yo sé que la plata no hace la felicidad, ¡pero hay que ver cómo ayuda! Conozco las conquistas del gremio; conozco como se va realizando todo sin hesitaciones y sin apuro, pero en forma bien consolidada, lo que habla muy a las claras de la honradez y de la capacidad de los dirigentes. A los gremios no los juzgo por la cantidad de asociados sino por la honradez y capacidad de sus dirigentes. Eso es lo que vale en los gremios y lo que tiene más importancia. Finalmente, sé que aquí hay representantes de todas las regiones papeleras del país, y les pido solamente que lleven estas ideas, como así también estas palabras de saludo, de encomio y felicitación, a todos los compañeros dirigentes papeleros del país, que tan diligentemente están trabajando, y que con tanta dedicación han resuelto encarar el problema del papel argentino. Algún día llegará en que podamos decir que la solución en el abastecimiento de papel, cartón y derivados de distinto tipo en nuestro país ha sido una solución alcanzada por el gremio de los papeleros. Y ese será, sin duda, el galardón más grande que pueda tener un gremio argentino, que trabaja para la felicidad del pueblo y la grandeza de la Nación. Y yo sería injusto, compañeros, si no dijese con toda claridad cuánta admiración y cuánto es mi cariño por el compañero Valentín Fernández, a quien lo veo luchando y trabajando en la forma más inteligente, vale decir, resolviendo los problemas de fondo, porque todos los demás, se resuelven a través del problema de fondo, porque todos los demás, se resuelven a través del problema de fondo. Yo lo veo luchando con unos y otros; algunas veces con el problema de la celulosa, por los árboles, por el papel, etcétera. Esos son los hombres que el país necesita: los que se preocupan por la solución de sus problemas. Solucionados los problemas del país, los argentinos también tendrían solucionado el suyo. Por esa razón, creo que, a hechura y semejanza de Valentín Fernández, el gremio de papeleros tiene en potencia muchos Valentín Fernández que trabajan en todas las regiones papeleras del país. A ellos es a quienes yo les pido que transmitan mi saludo, mis felicitaciones, mis congratulaciones y un gran abrazo. Muchas gracias; buenas tardes. ....................
1954-11-26
En el 11º aniversario de la creación de la Secretaría de Trabajo y Previsión
Compañeras y compañeros: En este nuevo aniversario del Ministerio de Trabajo y Previsión, yo he querido como todos los años, llegar hasta él como el que vuelve a su antiguo barrio para tener la inmensa satisfacción de contemplar el rostro de los amigos que siguen siendo tan felices y tan amigos como en todos los tiempos, y contemplar así a los compañeros dirigentes y a los funcionarios y empleados de esta benemérita Secretaria de Trabajo y Previsión -inicialmente-, hoy Ministerio de Trabajo y Previsión, a cuyo frente se encuentra precisamente uno de sus primeros delegados. Yo no puedo llegar nunca hasta este local sin que se me presente como un panorama retrospectivo todo cuanto se ha hecho desde entonces. Y cuánta es mi inmensa satisfacción en haber dejado aquí lo más noble de mi vida y mis mejores años en una obra que hoy puede contemplarse en todo su desarrollo. Recuerdo que en aquellos primeros días, cuando iniciamos en este mismo local el Estatuto del Peón -que fue el primer Estatuto realizado por la Secretaria de Trabajo y Previsión-, las controversias y las discusiones que el mismo levantó. Recuerdo que una de las primeras cartas recriminatorias que recibí fue la de mi madre, que tenía un campo allá en la Patagonia, aunque después, con el tiempo, ella misma me mandó otra carta modificando sus primeras apreciaciones. Indudablemente, ese fue el acto inicial; lo demás, es este inmenso poder fundamental de la justicia social argentina, que permanecerá en la historia de la República como tal, recordando a todas las generaciones de argentinos que podremos modificar cualquier cosa de la vida institucional, pero que, en cuanto a la justicia, a la soberanía y a la independencia de nuestra economía, el pueblo argentino no podrá dar nunca un paso atrás sin sonrojarse al pasar frente a esta casa. Yo contemplo esos primeros años, y contemplo también todo el inmenso panorama desarrollado por los hombres y mujeres que aquí trabajan, como así también por todos los dirigentes sindicales argentinos que a lo largo y a lo ancho de la República supieron consolidar esa obra lanzada inicialmente desde esta casa, a la que llamábamos entonces, como ahora, la casa de los trabajadores. Contemplo asimismo, las primeras leyes de jubilaciones luchadas paso a paso por el compañero Borlenghi en este mismo local. Él venía desde los tiempos iniciales, después que lo largaron de Villa Devoto, con su pequeño estado mayor, a luchar por esas leyes y por sus reformas a nuestro lado. Recuerdo el trabajo incansable de todos los compañeros que llevaban hasta aquí en tren colaboración, a poner un grano de arena a la obra que tratábamos de realizar, muchas veces de pequeña trascendencia y otras de gran significación para el movimiento social argentino. Hoy se ha compilado toda nuestra reforma en la legislación social argentina, y podemos decir con orgullo que aquella incipiente revolución de la justicia que nuestro pueblo reclamaba en esta casa en los primeros días de su existencia, ha conformado una de las legislaciones más avanzadas, más justas y más perfectas que el mundo conoce. Toda esa acción ha sido desarrollada por hombres humildes, pero honrados y bien intencionados, que no escatimaron esfuerzos ni sacrificios para construir esa legislación que hoy ampara a los hogares argentinos, y mediante la cual hemos elevado no solamente el estándar material de nuestro pueblo, sino también su propia dignidad. Esa legislación que ampara no solamente al trabajador sino también a su familia, y que ha posibilitado que nuestro pueblo pueda contemplar con dicha sus hogares y con felicidad sus hijos y mirar sin sobresaltos hacia el futuro de su vida, ya sea este cercano o lejano. En que esa legislación está inspirada en aquellos momentos de lucha, cuando una oligarquía despiadada peleaba denodadamente antes de dar un paso atrás en sus terribles privilegios. Hoy, cuando ya están desapareciendo los últimos privilegios de esa oligarquía, el pueblo va adquiriendo confianza en su destino; y cuándo un pueblo llega, a confiar en su destino, ha vencido él y ha vencido la patria. Esa justicia social sigue consolidándose en el devenir del tiempo no solamente por la acción gubernamental que emerge de esta benemérita casa, sino también por la organización sindical férreamente establecida por inspiración emergida de esta casa, y que constituye una garantía de consolidación de esa justicia, porque cada uno de los dirigentes argentinos sabe que su responsabilidad no está solamente en dirigir con acierto y honradez sus sindicatos, sino también en no dar un paso atrás frente a la lucha. Por eso, compañeros, toda esa inmensa idea constructiva que surge de la Secretaría de Trabajo y Previsión, que se prolonga en nuestro tiempo y se prolongará indefinidamente en el futuro mientras haya una organización obrera que la garantice, debe hacernos pensar muy seriamente que hay dos misiones, que ninguno de nosotros debe olvidar nunca: primero, mantener una organización sindical poderosa, ya que a los humildes los salvan y los garantizan solamente los humildes; segundo, tener la firme decisión -mediante esa organización y con los procedimientos adecuados a las circunstancias- de no permitir jamás deformaciones ni retrocesos en la acción justicialista ejercida en el pueblo argentino. Todos deben persuadirse en este país de que hay libertad para hacer cualquier cosa, menos para delinquir contra la justicia social, la soberanía política o la independencia, económica. Ese pacto indestructible que hasta ahora ha regido los actos del gobierno y los de los trabajadores argentinos, es la base de sustentación de todo el andamiaje de nuestras conquistas; no habrá quien pueda ni quiera destruirlo. Es esa unión del gobierno justicialista con el pueblo -también justicialista- la que será artífice del destino futuro argentino. De ahí que exista en esta casa y en la Confederación general del Trabajo una gran responsabilidad. El compañero Vuletich termina de decirnos que en esa unidad de acción entre el Ministerio de Trabajo y Previsión y la CGT, existe una comunión que hace posible una labor proficua y feliz. Eso no es solamente una conveniencia circunstancial, sino una permanente necesidad. Jamás podrían separarse la misión que cumple Trabajo y Previsión de la que realiza la organización sindical argentina sin que se derrumbase todo el edificio que hemos construido. Con un compañero profundamente conocedor de esta institución del Estado como lo es el actual ministro de Trabajo y Previsión, señor Giavarini, a la vez dirigente obrero, podemos tener la certidumbre absoluta de que esta casa podrá cambiar sistemas, métodos, e inclusive personal, pero nunca su inicial calificación que deberá mantener siempre: "Casa de los Trabajadores Argentinos". El panorama de aquellas grandes luchas de la Secretaria de Trabajo va cambiando. Cada día, en la nueva organización del pueblo, surgen otras organizaciones que otrora constituían las avanzadas del capitalismo explotador y de la oligarquía argentina, caracterizadas por el desconcepto más grande del sentido humanista de la vida y representadas por la Unión Industrial Argentina, la Bolsa de Comercio y la Sociedad Rural Argentina. Hoy, ellos también están aprendiendo la lección, lección de humildad y de bondad que debe ser la base de la educación de los hombres y mujeres argentinas. Con ese cambio y con esa persuasión vamos estrechando lazos de amistad con quienes antes estábamos separados por las murallas de la avaricia y del egoísmo. Vamos buscando la colaboración para construir juntos una Argentina que sea realmente próspera y justa. Esas nuevas organizaciones surgidas al influjo de la doctrina justicialista están comprendiendo el presente y entreviendo también el futuro. Todo eso ha de cristalizar en el porvenir en una maravillosa conjunción de fuerzas y de esfuerzos, de los cuales todos nosotros hemos de obtener un beneficio directo o indirecto. Esa construcción del futuro va hacia la comunidad organizada, puesta toda en función de los objetivos fundamentales de nuestra doctrina: labrar la felicidad del pueblo y la grandeza de la patria argentina. Y eso ha de cristalizar en una verdadera organización donde la comunidad trabaje por esa felicidad y por esa grandeza. Pero nunca debemos olvidar que el paso inicial se dio hace hoy once años en esta casa, que por esa razón será benemérita por todos los tiempos para las mujeres y para los hombres argentinos que anhelen la felicidad de su pueblo y la grandeza de la patria. ....................
1955-02-15
Ante los deportistas que viajarán en los panamericanos en Méjico
Yo deseo, en primer término, agradecerles al amabilidad que han tenido de llegar hasta esta casa, para darme la inmensa satisfacción de poderlos saludar personalmente. Nuestra gran aspiración han sido siempre que el mayor número posible de gente capacitada pueda participar en estas competencias deportivas, no solamente porque creemos en la enorme utilidad que el deporte presta al pueblo, sino también por la satisfacción de poderles brindar la posibilidad, a cada uno de las muchachas y muchachos que se adiestran, que trabajan y que se imponen -diremos- la disciplina permanente del trabajo consciente para alcanzar el perfeccionamiento físico, de competir con los grandes valores que el mundo presenta en estos certámenes olímpicos. Por intermedio del señor presidente de la CADCOA, que tiene la responsabilidad directa en la designación del contingente que nos va a representar en las pruebas panamericanas de Méjico, han llegado hasta mí algunas inquietudes de personas posiblemente disconformes, porque no van a Méjico. Por eso le pregunté a él si en esto se había seguido una selección buena. Yo, que he hecho deportes toda mi vida, sé que es la única forma en que se puede medir la capacidad de un hombre. Todo lo demás es conversación; hay que ver cuando nos sentamos a conversar todos los records que marcamos. Otra cosa, indudablemente, es estar en la cancha, con el reloj y los jueces. Creo yo que en esto nada es mejor que un reloj, los jueces y la pista. Allí, el ring y la cancha es la mejor y única prueba para nuestros deportistas que son, algunas veces, un poco fantásticos en sus consideraciones. De manera que lo mejor es controlar, poner un límite, porque, indudablemente, no podemos mandar un millón de argentinos a competir en México, porque aunque ese hubiera sido mi deseo, no tendríamos suficiente plata para poderlo hacer. Pero mandaremos el número suficiente de hombres capacitados. Los demás, los que no están suficientemente capacitados ¿para que van a ir? De la misma manera procederemos con todo el personal que deba salir en el futuro, para que la Confederación -que es la responsable ante el país- las Federaciones y los clubes, vayan designando la gente que está en mejores condiciones para que podamos formar un equipo en las mejores condiciones posibles. Yo sé que todavía, a esta altura, estamos procediendo algo irregularmente; obramos mucho mejor que antes, pero todavía somos un poquito irregulares en la designación. Pero tendremos que ir ajustando el método hasta que todo se resuelva de una manera total y absolutamente sistemática, para que durante el año sepamos quiénes representaran a la República, sin necesidad de pruebas, pues ya estarán los hombres con sus actuaciones cabalmente registradas. Esto no se improvisa; no es cosa fácil de hacer sin cierto sistema, sin cierto método, y nosotros lo iremos haciendo cada día en mejores condiciones. Para eso deberemos contar con los millones de deportistas que necesitamos. Hasta ahora nos han representado algunos fenómenos que aparecían en la población argentina. Pero no podemos poner en marcha un sistema racional sin poseer un sinnúmero de deportistas que vayan a ganar sin necesidad de ser fenómenos. A la larga, los normales siempre dan mejores resultados que los fenómenos. Esa cuestión de sistematizar la parte racional de la actividad deportiva, que es lo que nosotros estamos tratando de hacer. En último análisis, yo quiero decir -no para ustedes sino para los demás deportistas- que si hay alguno que esté en mejores condiciones que los seleccionados, la Confederación tiene la obligación de tomarle una prueba y, si rinde, incluirlo en el equipo. Hasta cinco minutos antes de salir el vapor, siempre estamos a tiempo de incorporarlo al equipo. Pero hay que tomarle la prueba, y, si baja los mejores tiempos o si supera la prueba de suficiencia que lo califica mejor que los otros deportistas calificados, hay que incorporarlo, inmediatamente, sin ningún inconveniente. Aquí, los que no van, son los que no están en las mejores condiciones de rendimiento, pues lo que nosotros deseamos es que vayan los mejores. Eso se demuestra en la pista, en la pedana o en el ring, y no en la confitería o en algún otro lugar por el estilo donde todos sentimos capaces. Hago esta aclaración, porque no quisiera que la gente creyera como ciertas las cosas que la gente anda diciendo por ahí. El que dice que sirve no necesita mucho para probarlo: la prueba es lo único definitivo y decisivo. Todos los días me vienen a decir que hay buenos entrenadores, buenos médicos, buenos atletas, corredores, nadadores y tenistas que no van a los Juegos. Yo quiero cubrirme también contra esa maledicencia. Van los mejores, pero si hay alguno fuera de la delegación que se crea mejor que los que van, que se presente a la Confederación de Deportes para que se le tome una prueba, y si es bueno será incorporado inmediatamente a la delegación en las mismas condiciones que los demás. Esto es lo que hemos acordado con el señor presidente de la Confederación. No existe ninguna limitación; van todos los que estén en condiciones de poder competir con éxito. Yo sé perfectamente con que espíritu van ustedes, y no está de más que descarte de manera absoluta que vuestro comportamiento va a ser irreprochable. Pido a los señores que representan y dirigen la delegación que mantengan siempre ese espíritu de solidaridad ininterrumpido que debe reinar en toda delegación. Ese espíritu de camaradería, esa solidaridad que debe reinar en la delegación en estos casos, debe ser hasta extremada en cierta medida. De la misma manera, pido a los entrenadores, a los médicos y a los dirigentes, en nombre del deporte y de nuestro prestigio en el exterior, que pongan la mayor dedicación en sus tareas. Sé muy bien que en esto hemos progresado mucho; sé bien que los dirigentes que van, son dirigentes de corazón que van a dirigir y no a pasear, como ha ocurrido tantas veces. Yo he conocido casos de dirigentes que se los veía en el puerto a la ida y no se los volvía a ver hasta el día del regreso. Por eso yo pido a todos que esa camaradería y esa solidaridad que debe reinar en la delegación la lleven al extremo para poder así sistematizar la conducta que debe caracterizar a todos los argentinos. Por otra parte, recuerden siempre que yo prefiero que se pierda bien y no que se gane mal. No se si esto es acertado, pero a mí me gusta más así. Además, recuerden que conviene más ganarse unos cuantos amigos que no unos cuantas pruebas. Los amigos sirven para siempre, mientras que las pruebas sirven para un rato y nada más. Es preferible sacrificar una prueba por un amigo y no un amigo por una prueba. Por otro lado, debemos ir, poco a poco, superando ese espíritu presuntuoso que muchas veces tenemos nosotros en el sentido de que debemos ganar en todo. No es cuestión de vida o muerte. No debemos reaccionar incontroladamente. Es preferible, muchas veces pasar por prudente y no por valiente. Es necesario saber dominarse. Esta es una condición indispensable de todo deportista. Por otra parte, muchachos, cualquier cosa que ustedes necesiten no tiene más que solicitarla. Saben que estamos total y absolutamente a disposición de ustedes que son quienes representarán a la República con honor y dignidad. En Méjico, estarán el tiempo que sea necesario para aclimatarse. Cuando se va a un país montañoso es necesario, para aclimatarse, estar por lo menos quince días antes de las competencias. Por eso me parece útil que ustedes viajan con la debida anticipación. Recuerdo que antes apenas si nos deban una semana para aclimatarnos. Ustedes en cuatro días van a poder recuperarse, y el resto las servirá para consolidarse físicamente. Nosotros ya lo hemos comprobado años tras año, con miles de muchachos ya que todos los días era preciso hacerles recuento de glóbulos rojos. Para aquellos que no se aclimatan, la zona montañosa le resultará de peligra, pues puede resentirles su organismo para toda la vida. Conviene que los médicos de la delegación se preocupen en estudiar todas estas cosas. Si ustedes no pueden, no deben esforzarse mucho en las pruebas. Mejor es perder una prueba que quedar lisiado para siempre. Todas estas consideraciones, las hago en carácter de viejo montañés, y por otra parte constituyen consejos que los médicos de la delegación les darán oportunamente. Dos mil quinientos metros sobre el nivel del mar son completamente nuevos para ustedes, y ya verán como sienten el cambio. Les deseo que tengan un buen viaje, que sean muy felices, y que tengan mucho éxito en las pruebas en que participarán. Hagan cada día más amigos, sean solidarios y dejan bien a la República en todo lugar donde actúen. .................................
1955-03-09
En el acto de homenaje de los obreros rurales al primer mandatario
Compañeros: Yo deseo que mis primeras palabras sean para agradecerles a todos ustedes la amabilidad que han tenido de trasladarse hasta esta Capital y reunirse es este local, para darme a mí, la inmensa satisfacción de hablarles y saludarlos personalmente. Se bien, compañeros, que ustedes representan al inmenso sector del campo argentino, que a través de las rudas tareas de la tierra, están labrando en toda su extensión la grandeza de nuestra patria. Y por eso, en nombre del gobierno, yo hago llegar a la Federación Argentina de Seccionales Agrarias, el agradecimiento del gobierno por la buena voluntad puesta en todas las ocasiones para trasladar sus cosechas y para realizarlas. Compañeros, ya en 1946 yo hablé de la reforma agraria, esa reforma agraria que la historia del mundo viene jalonando a lo largo de las convulsiones de la humanidad con caracteres siempre sangrientos. Toda reforma agraria en el mundo ha sido motivo de extraordinaria lucha. La revolución comunista de Rusia ha sido un ejemplo de esa reforma agraria, y nuestros hermanos mejicanos, para realizarla debieron matar un millón y medio de personas. Afortunadamente, nosotros hemos podido realizar la reforma agraria sin que fuera necesario que nadie matase a nadie. Para nosotros esa reforma agraria comienza ya en 1946, con el Estatuto del Peón, que pone en marcha la legislación agraria argentina. Ese Estatuto del Peón es la piedra fundamental de la reforma agraria argentina. Casi todas las reformas cometieron el error de encarar el problema por los que estaban menos necesitados, por los dueños de la tierra. Nosotros la encaramos por el más humilde, por el peón que les servía. No empezamos a jerarquizar el agro, por los generales del agro, sino por los soldados rasos del agro. Y al decir, compañeros que el Estatuto del Peón es la piedra fundamental de la reforma agraria argentina, quiero recordarles a todos los dirigentes sindicales del agro argentino, y a cada uno de los braceros del agro, que hagan cumplir siempre el Estatuto del Peón en todas sus partes. Es una obligación de cada peón trasmitir a su sindicato cuando en el lugar de trabajo que él trabaja, no se cumple el Estatuto del Peón, para que la organización lo haga cumplir. Este, que fue el punto inicial de la reforma agraria, se ha transformado, después en toda la legislación agraria argentina, se ha ido desde ese estatuto hasta el momento actual, permitiendo la realización ordenada, sin explotación y justa, de los trabajadores del agro. Lo que podríamos llamar el punto medio de esa reforma agraria, es el acceso a la propiedad agraria. Los regímenes de injusticia, especialmente el sistema capitalista que nosotros conocemos en el campo porque fue donde más crudamente actuó, esos sistemas se caracterizaron porque no le dieron jamás al trabajador del agro el derecho y el acceso a la propiedad de la tierra. Y desde su punto de vista, los explotadores actuaron con inteligencia, porque ellos sabían bien que cuando le dieran la tierra, lo perdían todo lo demás. Entonces, no dieron acceso a la propiedad. El régimen capitalista se caracteriza precisamente por eso; porque no da al trabajador el acceso a la propiedad. Privándole de la propiedad, le deja todo lo demás para sí, pero él se guarda la propiedad, que es la que explota e incorpora al trabajador a la propia propiedad para explotarlo. Nosotros vamos paulatinamente asegurando el acceso a la propiedad, en todos los aspectos de la vida económica argentina; asegurando ese acceso, sin injusticia, sin abuso, porque no se trata de suprimir una injusticia para entronizar otra, se trata de suprimir la injusticia para colocar en su lugar a la justicia. Es así, que valorizando la producción del agro, nosotros damos el poder adquisitivo para que a través del trabajo y la producción, los trabajadores del agro vayan conquistando la propiedad. Hay chacareros que en una sola cosecha se han pagado su campo. Cuando nos decían los políticos que conocemos, que nosotros estábamos sacrificando al agro para comprar los ferrocarriles y para poner en pie a la industria maltratada de las ciudades, en aquella época decían la verdad. Pero estos bandidos no dicen hoy, que cuando el trigo bajó a la mitad, estamos pagando el mismo precio. Compañeros, esto es lo que en una comunidad organizada debe de considerarse como espíritu de solidaridad. Trabajar todos unidos para que en los buenos tiempos de unos sean también los buenos tiempos de los demás. Yo sé que estos charlatanes que nos criticaron tanto en aquellos tiempos, si estuvieran ellos al frente de la dirección económica, ya los chacareros estarían otra vez cobrando seis pesos por el quintal de trigo y no sesenta. Indudablemente que cuando el chacarero cobraba los seis pesos, el pobre tenía que matar de hambre a los que trabajaban para él, y todo el agro ya se habría desmoronado en su economía y la miseria estaría reinando en los lugares y en los hogares proletarios del campo. Todo esto es motivo y es razón de nuestras realizaciones de la reforma agraria. La reforma agraria no puede realizarse en diez años, necesita a veces siglos para realizarse bien y no caer en los latifundios, o en los minifundios, o en el desorden y el abandono de la tierra, en la destrucción del agro en vez de la construcción y la organización del agro. En esto, como dicen nuestros paisanos, hay que andar despacio y hacer buena letra. No se puede improvisar ni se puede realizar de golpe lo que se ha abandonado durante siglos enteros. Es menester que en cincuenta años arreglemos con mucho optimismo, lo que se ha destruido en otros cincuenta años. Queda todavía mucho por realizar, pero hemos de realizarlo pausada, racional y organizadamente. La ley de jubilaciones es el sector indispensable de cumplimiento de la previsión social para el campo. Es allí en el campo, quizá, donde es más indispensable la ley de jubilaciones para los viejos; porque el viejo cuando ha perdido su aptitud y sus fuerzas ya no puede luchar con la tierra, que es dura y que es tenaz para entregarse. Y en esto es menester que recordemos nuevamente esa solidaridad de que hemos hablado. No tenemos que andar estudiando mucho para las jubilaciones de los viejos del campo, porque sino se van a morir antes de que les llevemos la ayuda. En esto yo he dado órdenes a las Cajas de que hay que ser liberal, de que hay que ser humano, de que hay que darles aunque no hayan dado nada, por solidaridad y por compañerismo. Anhelamos que esos pobres viejos puedan pasar tranquilos sus últimos días en su casita, y cuando se mueran, lleven de nosotros por lo menos, el recuerdo de que le hemos dado oportunamente la mano de compatriota, de paisano y de amigo. Así concebimos nosotros las leyes de jubilaciones: leyes humanas, de confraternidad y de solidaridad. No las medimos tanto con las cajas registradoras como con nuestros propios sentimientos. Ya nos arreglaremos después para juntar la plata que nos pueda faltar hoy. Preferimos que tengamos que hacer un esfuerzo después, a que un pobre viejo se muera sin asistencia y sin ayuda, porque nosotros hemos sido unos vulgares pijoteros. Compañeros, esto es, diremos, lo más natural, lo que debía ser más natural en el mundo. Esa solidaridad y esa ayuda cuando cada uno lo necesita. Porque en este país no nos hemos acostumbrado todavía a la solidaridad efectiva. Acá, cuando alguien viene a pedir alguna ayuda, o le damos un consejo o le decimos "cuente con nuestra ayuda moral". Total la ayuda moral no cuesta anda. Lo que necesitamos es dar la ayuda efectiva al que la necesita. Eso es solidaridad. Bien, compañeros, en esto creo que no hay nada que agradecer a nadie. Esta ley de jubilaciones completa un ciclo de previsión social en el país, completa un ciclo de su legislación en la reforma agraria. Todo eso sale del mismo cuero, esto sale de lo que produce el pueblo. Yo recuerdo aquellos charlatanes políticos decían: "Yo le voy a dar esto, mi partido le va a dar esto". ¡Que le va a dar el partido! El partido lo único que le puede dar son dolores de cabeza. Lo que se da al pueblo es lo que pueblo produce. Lo que hay que hacer, es que los hombres de gobierno deben asegurar de que no haya algún pícaro que se alce con el santo y la limosna y lo deje al otro sin nada. La acción del gobierno no es dar, porque él no puede dar lo que no es de él. La acción del gobierno es vigilar el reparto, que se haga bien y con justicia. Y eso es lo que nosotros aseguramos. Difícil, compañeros, dentro de este panorama de la reforma general del país, ha sido equilibrar las cargas. No es un secreto que en la historia de los movimientos económicos del mundo, se han enfrentado siempre las masas del agro con las masas de las ciudades, lo que se llaman las masas rurales y las masas urbanas. Donde las industrias están muy desarrolladas, algunas veces las masas rurales viven de las urbanas, que se enriquecen con la industria. En otras partes las masas urbanas, si no hay industria, viven colgadas de las costillas del agro de donde comen y de donde viven. Entonces eso, como es injusto, tanto lo uno como lo otro, trae la rivalidad entre el campo y la ciudad, entre las masas del agro y las masas urbanas. Lo que nosotros hemos cuidado, es que esto no suceda en la República Argentina. Ni que las masas urbanas por falta de un trabajo industrial, vivan a costillas de las que producen la comida en el campo, ni que los del campo, por falta de remuneración de su trabajo, tengan que vivir de la producción industrial de las ciudades. Hemos hecho posible que cada uno viva de su propio trabajo honrado. Por eso hemos propugnado y desarrollado la industria, para que los obreros de las ciudades produzcan su propio menester, y hemos valorizado la producción agraria para que los trabajadores del agro sean justamente recompensados en la comida que producen para que vivan los otros. Por eso nosotros no tenemos problemas. Por eso nosotros encaramos un porvenir con toda tranquilidad y con toda esperanza. Necesitamos una sola cosa para ir mejorando, tanto en el campo como en las ciudades: producir mejor, producir más y producir mejor. Por eso encaramos la tercera gran acción de la reforma del movimiento justicialista argentino, que es el de la producción. El primer tiempo hemos puesto las cosas en su lugar. Hemos hecho la legislación que permita que cada uno reciba una recompensa justa por su esfuerzo y por su sacrificio en el trabajo; y que cada uno reciba en proporcional a lo que produce. Ahora nos no queda esta tercera etapa, que es la de producir, de producir más y de producir mejor para que ese gran volumen a distribuir sea cada vez mayor. Cuando todos los argentinos se persuadan de que ellos elevarán su stándard de vida y mejorarán su condición económica con su propio esfuerzo, con su propio trabajo, y se decidan a emplear ese esfuerzo y a emplear ese trabajo, habremos solucionado a la patria su grandeza y al pueblo su felicidad. Compañeros, desgraciadamente el campo en su producción, no depende solamente de su esfuerzo, depende también de la naturaleza que, en ocasiones, suele azotarlo fuertemente. Pero, yo he analizado ya, los rendimientos del agro dentro de las previsiones del Segundo Plan Quinquenal, y debo agradecer, a través de ustedes, a todo el agro argentino porque todos los términos fijados para la producción agraria normal han sido sobrepasados en toda su producción. Y sin deseo de emular, puede el agro argentino a través de sus masas rurales, decirle a las masas urbanas de las ciudades argentinas: nosotros hemos cumplido, estamos esperando a que ustedes también cumplan en la producción. Cuando hayamos realizado ese esfuerzo consustancial de la grandeza y de la riqueza argentina, habremos consolidado definitivamente nuestro movimiento. Con esa consolidación vendrá también la consolidación de la grandeza argentina y de la felicidad de los argentinos, que son las únicas causas por las que yo me he embanderado en esta lucha, y moriría si fuera preciso por ellas. Compañeros, ustedes han de regresar dentro de poco a todas las regiones del agro argentino que representan, yo solamente quiere hacerles un encargo: lleven a todos los compañeros y compañeras del agro, con un saludo muy cariñoso y un abrazo fraternal, no las palabras por su agradecimiento por la Ley de Jubilaciones, sino mis palabras de agradecimiento por lo que el campo argentino hace por la grandeza de la patria. ............
1955-03-18
En la clausura de la II Conferencia Nacional de Delegados Deportivos
Señores delegados: en primer término agradezco las amables palabras del señor Mansilla con toda la emoción de que soy capaz, como así también la posibilidad que me han brindado de llegar hasta esta casa para tener la inmensa satisfacción de saludarlos personalmente. Yo he de abusar tal vez un poco de la amabilidad de las señoras y señores para decir algunos conceptos de gobierno que coinciden en forma absoluta con la tarea realizada por los delegados en toda la extensión de la República bajo los auspicios de la acción benemérita de la Fundación Eva Perón. En el Plan Quinquenal de gobierno hemos establecido nosotros, como orientación definitiva de la cultura argentina, una premisa tan vieja como la cultura misma y que establece que para nosotros el hombre culto debe tener armónica y equilibradamente desarrolladas tanto su inteligencia como su alma y su cuerpo. Consideramos que toda enseñanza o toda cultura que no tienda a equilibrar la sabiduría con la bondad y con la salud es una enseñanza inarmónica, y, por lo tanto, contraproducente para el hombre. Por esa razón, hemos fijado que es necesario, como objetivo fundamental, abandonar la vieja práctica de instruir a los hombres trabajando su inteligencia y dejando que esa inteligencia pueda estar al servicio de un decrépito o de un malvado. Nosotros queremos que esa inteligencia, que es el arma que el hombre tiene para luchar por su vida y por la de sus semejantes, esté al servicio de un alma buena y de un hombre fuerte. En esto no estamos inventando nada; estamos volviendo a los griegos que lograron establecer ese perfecto equilibrio en sus hombres en la etapa más gloriosa de su historia. Por eso dije que este principio es tan viejo como la cultura misma. Desgraciadamente, los hombres han abandonado esos caminos, pero nosotros queremos retomarlos porque creemos que ésa es la verdad y porque creemos que ése es el camino que conducirá a nuestro pueblo a la grandeza y a la felicidad porque las que lucha. Indudablemente, establecer un objetivo y fijar un plan no es una obra de arte, sino un proceso de comprensión. Hemos fijado este objetivo y hemos trazado un plan; la obra de arte consistirá en realizarlos, porque la realidad y la realización está siempre por sobre la concepción y la planificación. Yo voy a darles, señores, ese objetivo y ese plan; ustedes serán los artífices de su realización. El mérito estará solamente en ustedes, ya que la concepción de un objetivo tan simple y la planificación de una idea tan sencilla, únicamente puede llevarse a cabo con el tesón y la perseverancia que es menester poner para triunfar en la acción. Como digo, el objetivo es simple. Se trata de llevar al pueblo argentino la cultura integral armónicamente desarrollada. Para la inteligencia, ya están capacitados los viejos organismos con sus maestros, sus métodos y su acción. Lo preciso ahora es que echemos a mano a la familia y a la vida misma para educar al alma, y hace falta también para que recurramos a la familia, al Estado, a la sociedad y al pueblo para conservar ese alma buena y esa inteligencia despierta en un cuerpo sano y vigoroso, que aspiramos nosotros. Creemos en la necesidad de que, a corto plazo, cuente el país con cinco millones de deportistas, no porque este sea un objetivo final al que anhelamos llegar, sino porque es el primer objetivo que ha de posibilitar los objetivos finales que conduzcan a que la República Argentina esté formada por veinte millones de deportistas. Claro, este es un asunto de tiempo. Nosotros pondremos el jalón inicial luchando por alcanzar ese primer objetivo con la juventud argentina, porque consideramos que sería difícil que pudiéramos iniciar a los hombres viejos o maduros en el arte del deporte. Ya los años quizá han marchitado un poco su cerebro o intimidado su corazón para tales prácticas. Será necesario que nosotros tomemos la juventud, que está en pleno verdor, para madurarla al calor de la salud del deporte y de la bonhomía de la acción deportiva. Por esa razón, señores, hemos establecido un plan simple, sencillo, para que se pueda realizar, porque en la cuestión del deporte y de la organización de esta actividad solamente lo sencillo promete éxito. En cuanto lo complicamos, podemos ya descartar que nos va a pasar lo de antes: hacíamos las cosas demasiado complicadas para poder hacerlas bien. Vamos a ponernos a trabajar para formar deportistas. ¿Quien va a trabajar? ¿El Estado solo? ¿El pueblo solo? ¿La familia sola? ¿Los maestros solos? No; vamos a trabajar todos, porque si no hacemos así no vamos a llegar a nada. En esto es necesario que nos pongamos todos -gobierno, pueblo, maestros, Ejército, todas las fuerzas de la Nación- en la tarea de formar hombres fuertes y buenos; entonces triunfaremos. Por esa razón, señores, el plan consiste en una cosa muy sencilla: vamos a dedicarnos a que todos los instrumentos de enseñanza y de educación del país tengan un aspecto deportivo. El Ministerio de Educación debe organizar la niñez y la juventud argentina, que está en sus manos para la educación, en forma tal que pueda ilustrarla con sus conocimientos, fortalecerla con los deportes y la gimnasia, y hacer de ellos hombres útiles, sabios y prudentes, formando individuos equilibrados y completos en su cultura. Toda esa es tarea del Ministerio de Educación para lo cual tiene que establecer un plan para los niños, otro para los jóvenes y otro para los universitarios, por categorías, en las que cada uno va a realizar la actividad. Es necesario, como dije, que abandonemos esas formas caducas de una gimnasia que -desgraciadamente- todos hemos hecho en el colegio, porque es allí donde aprendimos a odiar la gimnasia, para no volver a hacerla en el resto de nuestros días, tan mala era. Los padres y las madres solían ver a un señor o a una señora que no tenían ningún interés en enseñar una cosa que ninguno de los que estaban ahí estaban tenían interés en aprender. Los hacían transpirar en el patio durante el invierno para meterlos después en el aula y así se los entregaban a las madres con una pulmonía o por lo menos con un resfrío, en vez de dedicarse a que esos niños hicieran una actividad sana al aire libre y al sol, que es la condición primordial para el deporte y para la gimnasia. Hay que llevarlos al campo, al aire y al sol, para que tomen aire puro y fortalezcan su organismo, especialmente sus pulmones. Por eso hemos establecido que en el Ministerio de Educación se suprima esa gimnasia y en cambio se lleve a los niños dos o tres veces por semana a los juegos, al club, al aire libre, para que allí hagan lo que se les ocurra, porque es difícil que a esa edad podamos nosotros inducirlos con medidas más o menos coercitivas a que hagan lo que nosotros queremos. Nosotros somos partidarios de que el chico haga lo que a él se le antoje en el orden deportivo, porque es allí donde va a elegir su destino de deportista. Podríamos hablar de esto extraordinariamente; podríamos hablar de la gimnasia en toda su extensión, lo mismo del deporte. No haríamos sino repetir lo que viene diciéndose desde milenios en la humanidad. Pero lo que tenemos que hacer son ejercicios, ejercicios para el cuerpo y para el alma. ¿Que ejercicios? Hay tantos millones de forma de ejercicios. Cualquiera de ellos; el que sea más útil y el que sea más a gusto del que lo realiza. La gimnasia es una actividad que no está dirigida solamente al cuerpo sino también al alma del individuo. Es necesario que el alma sea la determinante de la actividad que cada uno va a practicar. Por eso no hay gimnasia buena ni gimnasia mala. Hay gimnasia, simplemente. Yo estoy en contra de todos los unilateralistas que, porque hicieron gimnasia sueca, ya creen que no hay otra cosa que esta clase de gimnasia. La gimnasia sueca es muy buena pero hay muchas otras formas de la gimnasia, que son excelentes como la sueca. Es necesario tomar esa inmensa variedad porque allí está la actividad física que el hombre puede y debe practicar. Pero lo que sí puedo decir es que en nuestro país tenemos que dedicarnos eminentemente al deporte, porque esa es la puerta de entrada para la actividad corporal y espiritual de nuestros jóvenes deportistas. Nosotros tenemos como todos los pueblos, una idiosincrasia que no es absolutamente particular. Tenemos que practicar nuestras actividades de acuerdo con esa idiosincrasia. Por eso soy más partidario de los deportes que de la gimnasia. El deporte es la finalidad. La gimnasia es un medio. Por eso, señores, hemos establecido en el Ministerio de Educación todo un sistema para que esa repartición tome a la juventud estudiosa del país que en estos momentos suma cuatro millones, vale decir, la quinta parte de la población de la República Argentina. Ese es un gran sector, y es el sector de la niñez y la juventud argentina donde están los tesoros en formación más grandes en el orden del deporte. Es allí donde debemos poner la mano con el mayor cuidado, porque es allí donde los muchachos estudiosos están cultivando su inteligencia para ponerla también al servicio de la actividad física y del deporte mismo. Por eso el Ministerio de Educación tiene una función fundamental. Con respecto a los adultos, ellos pertenecen a la Confederación Argentina de Deportes, con toda su organización de federaciones, clubes, etcétera. Allí están todos los deportistas adultos, atendidos y controlados a través de su organización propia. Pero queda un sector: el de la juventud, que por alguna razón no estudia y, en consecuencia, no está en la organización del Ministerio de Educación. Esa juventud, que está dispersa en todo el territorio de la República es mucho más numerosa de lo que nosotros podemos imaginarnos. Allí es donde actúa la Fundación Eva Perón. Ella, es este plan, recibe la misión de desarrollar el deporte en esa juventud, que no está orientada ni dirigida por el Ministerio de Educación, ni controlada ni dirigida por la Confederación Argentina de Deportes. Nosotros hemos hecho estas tres divisiones: la juventud estudiosa, que atiende el Ministerio de Educación; la juventud que no está en estos momentos incorporada a los institutos de educación, que la recibe la Fundación Eva Perón y los adultos en conjunto, que están en la Confederación Argentina de Deportes. Pero, señores, en esto no hacemos nosotros una división rígida, porque los estudiantes también pueden presentarse a los certámenes organizados por la Fundación, y haremos que la Fundación pueda mandar también su gente a otros concursos. Asimismo, dispondremos para que los adultos puedan practicar dentro de las organizaciones estudiantiles y de la Fundación, procurándose además que los niños puedan competir con los adultos en las competiciones de la Confederación Argentina de Deportes. Con esto quiero decir que de lo que aquí se trata es de realizar un trabajo en común. No nos dividimos para obstaculizarnos entre nosotros o para aislarnos, sino para distribuirnos el trabajo. Dije que éste es un trabajo de todos para ser realizado por todos. Dividimos solamente por una cuestión de orden, pero trabajamos todos con la misma finalidad, ayudándonos. Cuando la Fundación debe ayudar a los clubes, los ayuda; vale decir, aquí no hay fronteras ni divisiones entre nosotros, sino que somos hombres y mujeres animados todos de un verdadero espíritu de trabajo para satisfacer una tarea que nos es común a todos, sin deficiencias de ninguna naturaleza y sin emulaciones inútiles. Somos todos compatriotas y amigos que tenemos una misma finalidad de trabajo y la desarrollaremos honradamente a lo largo de todo el país en un estrecho abrazo de unos con otros, cualquiera sea el tiempo, el terreno o el elemento con que trabajamos. Toda esta organización ha sido puesta en marcha. El gobierno está actualmente, a través del Ministerio de Educación, estableciendo una extensa red de clubes para la juventud, que pertenecen a la Dirección de Servicio Social para los Estudiantes. Este es un servicio social que, además de esas tareas, llena otras. Así como en el Ministerio existe un servicio social para los empleados y obreros, hay también un servicio social para los estudiantes, lo cual es más natural y más lógico. El servicio social para los estudiantes está conformado con estas organizaciones, además de la organización dentro de la casa de estudio. Nos han criticado algunos que hayamos nombrado consejeros espirituales en los colegios. ¿Cuál es la función de éste consejero espiritual que debemos tener en todas partes, hasta en la familia? Es muy simple. ¿Quien, sobre todo cuando ha sido un niño, no ha tenido un problema, un complejo o algún momento de disquisición y de dolor en su vida? Cuanto más chico tal vez más grave. ¿Y cuantos no hemos tenido a quien recurrir en esos momentos de dolor o de tribulación? Nosotros queremos sistematizar para que el niño tenga siempre una persona decente y buena a quien recurrir en un momento en que lo necesite. Esto lo conectaremos también con la Fundación y con todos los servicios asistenciales y sociales. Yo, desde que asisto personalmente a muchas de estas organizaciones en el Ministerio de Educación, he llegado a comprobaciones que me reafirman en forma absoluta la necesidad de tener estos consejeros espirituales. Pero por otra parte, hemos sido tan torpes, que hemos pensado que la moral se puede enseñar. Como si lo sublime de las virtudes estuviese en su enunciado y no en su práctica. Hemos tenido en los colegios materias como la llamada "Moral" por la que se enseñaba a los chicos cual era la virtud de la honradez, pero no se le enseñaba a ser honrado, bueno o decente. Se le enseñaba teóricamente lo que eran las virtudes y con eso nos dábamos por satisfechos. Y así teníamos después una pandilla de bandidos que sabían mucho de moral pero no la practicaban. Con eso nos conformábamos, como nos hemos estado conformando con muchas cosas para sus formas, nada más. Nosotros no queremos enseñar virtudes sino inculcarlas; aunque los chicos no sepan lo que es ser honrado, queremos que lo sean y no que sepan mucho de honradez y luego roben y cometan todas las pillerías posibles. Nosotros tenemos otra concepción de la vida. Venimos trabajando el alma de los hombres y por eso queremos tener a esos consejeros espirituales. Para llegar al alma del hombre no hay que acercarse a él cuando está contento, sino cuando está atribulado por un problema que no lo puede resolver por sí mismo. Es entonces cuando hay que darle una mano y un consejo, porque en ese momento es cuando el consejo cumple su finalidad. Es decir, una cosa más linda, más real y que está más acorde con la vida. Digo esto porque quiero llevar el espíritu de los señores delegados que este trabajo integral es el proceso de una reforma en la que estamos empeñados. Estamos resolviendo todas esas viejas costumbres - buenas y malas - para purificarlas, para hacer una enseñanza activa, para trabajar con la masa humana, real y objetivamente, y no seguir soñando teóricamente con quimeras que nunca se realizan o que se concretan tarde o mal. Queremos un pueblo con esas características, pero para ello todos debemos ser artífices. Cada uno de ustedes, como nosotros, debe dirigirse y moverse en una misma tarea y con la misma responsabilidad. El más modesto dirigente deportivo, en el más apartado lugar de la República, si cumple bien con su deber, tiene más valor que el más encumbrado de los ciudadanos o de los funcionarios que no saben cumplir con el suyo. Por eso quiero pedirles a ustedes, con la sencillez con que acostumbro a decir estas cosas, que colaboren con nosotros realizando en todo el país esas magníficas ponencias que se han presentado en esta conferencia; que las lleven a cabo con toda la fuerza de sus almas y de su convicción. Nosotros hemos de apoyarlas institucionalmente desde el gobierno y desde el Estado. Queremos seguir trabajando a pesar de toda la oposición que podamos tener en los sectores interesados, a fin de que podamos formar una verdadera moral que termine con los hipócritas, con los malos y con los mentirosos, por el camino más directo que es prácticamente la virtud y no mencionarla solamente. La virtud se conquista tanto en un campo de deportes, como en el aula o en la función de todos los días. Y esa virtud es la que nos llama a nosotros. Nosotros no tomamos el deporte ni la gimnasia como un fin, sino como un medio para formar hombres. Y frente a esa aspiración de formar hombres para darle al país y ofrecerlos a nuestro futuro, todos tenemos una responsabilidad que nos es común. En esto no hay quien mande ni quien obedezca; en esto no hay quien realice, porque realizamos todos. Por eso, en nombre del gobierno, a ustedes que con todo desinterés y con todo patriotismo están desarrollando esta tarea que es benemérita frente al pueblo de la República, yo les expreso mi profundo agradecimiento, agradeciendo hacia los ciudadanos humildes, modestos, que como ustedes, dan de sí lo que otros poderosos potentados no fueron capaces de dar. Y en nombre de la Fundación, señoras y señores, también les doy mi profundo agradecimiento. En esto reconozco que sin la tarea que ustedes tan patriótica y desinteresadamente realizan en toda la República, quizá nosotros no hubiéramos podido cumplir con nuestro deber de llevar adelante la labor de la Fundación. Deseo pedirles que en nombre de esa Fundación, que tanto merece que cada uno de nosotros sigamos trabajando tesoneramente, con la honradez y el desinterés que lo han hecho ustedes hasta ahora, continúen luchando para el engrandecimiento de la Fundación y para honor de nuestra patria, para que podamos ofrecer al mundo el ejemplo de un pueblo que trabaja y se sacrifica por ser cada día mejor; para ir conquistando en la escala humana el lugar que solamente merecen los hombres buenos y fuertes; para que el camino del deporte sea la realización de esos ídolos con que soñamos nosotros; para que ustedes sean los prominentes maestros que dirigen y encauzan esas actividades. En nombre de la Fundación, repito, les agradezco profundamente su labor y les pido que lleven a todas las provincias y territorios que representan ese vívido agradecimiento de la Fundación que por mi intermedio quiero hacerles llegar junto con un estrecho y fraternal abrazo a todos los compañeros que nos ayudan en la República. ...........
1955-03-22
Discurso pronunciado en el acto de entrega de premios a los ganadores de los Campeonatos Infantiles Evita y Juveniles Juan Perón
Excelentísimo señor embajador de Chile; excelentísimo señor embajador del Perú; señoras delegadas de los cuatro países hermanos que nos hacen el honor y nos dan la inmensa satisfacción de su visita; compañeros de la Fundación; jóvenes y niños: Como dueño de casa, quiero en primer término, pedirles disculpas a todos, porque estas ceremonias, habituales en las actividades de la Fundación, ya van siendo muy numerosas y no podamos materialmente atenderlos a todos en forma personal como hubieran sido nuestros deseos, brindándoles en esta casa nuestro cariño y nuestro reconocimiento. Sin embargo, no hemos querido prescindir de esta ceremonia, que la queremos hacer humilde en sus proporciones y grande en su significado, como deben ser los actos que propugna la Fundación Eva Perón, institución al servicio de todos los humildes, puestos en el altar de nuestra admiración y de nuestro cariño de hermanos. Significamos con esto que el signo de la Fundación Eva Perón es un signo eminente de la humildad que sirve a los demás, pensando que para el hombre puede haber cosas muy grandes y muy nobles en la vida, pero que no hay ninguna como ponerse al servicio incondicional de los humildes. Este nuevo campeonato infantil, como lo seguiremos llamando para sintetizar y, que acaba de terminar, fue una idea surgida de algunas mujeres y de algunos hombres de buen corazón, que pensaron que en esta tierra, donde consideramos que los niños son los únicos privilegiados, no habíamos comenzado aún a hacer los que debíamos para darles a esos niños un poco de satisfacción. La Fundación tomó esa idea y así fue como se hizo el Primer Campeonato Infantil. Ahora los acontecimientos nos van llevando a una inmensa organización. Yo deseo, antes de comenzar a hablar de esa organización, como así también del desarrollo de estos últimos campeonatos, agradecer con emoción a todos esos argentinos que a lo largo de la patria se preocupan por ayudarnos, gente toda desinteresada y humilde que dedica parte de su tiempo para organizar estas actividades, para servir a los fines de la Fundación y para hacer posible la realización de este esfuerzo por parte de las muchachas y muchachos que intervienen en los distintos campeonatos. Por esto quiero significar en forma emocionada mi agradecimiento, como presidente de la Fundación, y pedirles a todos que, así como han ido levantando todos los años un poco más arriba la bandera de la Fundación, sigan preservadamente trabajando por elevarla y perfeccionarla cada día. La patria y los jóvenes han de agradecerles, como se lo agradecemos nosotros desde lo más profundo de nuestro corazón. Yo he querido entregar personalmente, como lo hemos hecho otros años, algunas de las distinciones mayores a los que se han distinguido en la olimpíada infantil y juvenil que termina de realizarse, lo que me proporciona a mí la más grande satisfacción. Igualmente he querido que en este acto tengamos presentes, en puestos eminentes, a nuestros hermanos, que con nosotros han compartido la satisfacción de la solidaridad de estos días de vida en común y decirles que lleven a sus patrias la significación más elocuente de nuestro cariño y de nuestra hermandad, diciéndoles a todos los chicos de sus respectivos países que nuestros muchachos crecen en ese amor y en esa solidaridad que de todo corazón les deseamos para sus pueblos. Creo no haber olvidado ninguno de los detalles de protocolo, tan poco habituales y conocidos por mí; pero si en algo hubiese olvidado de agradecer y presentar mi pleitesía, lo hago ahora, en conjunto, para todo aquello que pueda haber omitido. Quiero hablar dos palabras a los dirigentes, a los jóvenes y a los niños que están en esta inmensa actividad en marcha, como es el Campeonato Infantil Evita. Nosotros hemos dicho hace diez años, que en esta tierra los únicos privilegiados son los niños. Cuando lo dijimos, todos estuvieron contestes en afirmar que habíamos encontrado una cosa justa y la habíamos enunciado bien, en pocas palabras, con justeza y con justicia. Lo compartieron casi todos, podríamos decir, quizá, todos. Pero una cosa es predicar y otra cosa es vender trigo, como decía el cura del cuento. Afirmar eso es una cosa simple, pero sentir todos los días una obra y realizarla, eso ya es harina de otro costal. No todos estamos decididos a realizar. Yo recuerdo que mi señora con esa extraordinaria visión que tenía de las cosas, hizo una feliz visita a Tucumán. La recibió el pueblo, como sabía recibirla a ella, con un entusiasmo extraordinario. Para uno de los actos de recepción en la Casa de Gobierno se habían preparado grandes mesas cubiertas de todo lo que uno pueda imaginar. Pero a ese salón no había entrado nadie más que las damas emperifolladas de los círculos del gobierno y los funcionarios. Entonces, cuando a la señora le ofrecieron todo eso, ella dijo muy simples palabras: "He visto en la plaza a una multitud de chicos mal vestidos, posiblemente con hambre. Nosotros no tenemos necesidad de todo esto que hay sobre las mesas. Por que no abrimos las puertas para que entren esos chicos y se coman todo lo que está aquí?" Ella me lo contó a su regreso. Pero su satisfacción no fue solamente ver como esos chicos tomaban las masas, los pastelitos, los budines con sus manos y los deglutían con avidez, sino porque de cuando en cuando ponían la mano sobre las pieles de alguna señora, y me decía: "Con esto vemos que están tomando contacto con el pueblo, para que siquiera no lo olviden nunca". Eso es lo que nosotros pretendemos. Eso es lo que nosotros queremos realizar. Sin embargo, nada hay en este mundo más difícil que hacer el bien; y hay que hacerlo desinteresadamente, porque los interesados aparecen inmediatamente para combatir el bien en una u otra forma. En consecuencia nosotros pensamos que en la Fundación Eva Perón existe una consigna. Es esa consigna de Tucumán la que hemos de practicar todos, pensando que no es suficiente decir que el único privilegiado es el niño sino que tenemos la obligación de poner de nuestra parte todo lo que sea necesario para que sea así. En estos últimos tiempos, nosotros estamos dedicados a que en nuestro país sea una realidad ese esfuerzo de ayuda a la juventud y a la niñez abandonada o tiranizada en nuestro país. Nosotros hemos vivido eso, porque nadie nos ha contado lo que hemos sido de chicos. Nosotros queremos que nuestros muchachos de hoy no sientan ni experimenten todo eso que ora una verdadera tiranía para la niñez, y que no tengan que decir de nosotros todo lo que pensamos de los de nuestro tiempo. Me sentiría muy feliz si estos muchachos, en sus buenos tiempos de mañana, no pensaran de mí lo que yo pienso de aquellos. Por eso estamos organizando todo esto. Y esa inmensa tarea de educar, que no es otra la función que realizamos, no puede ser cumplida acabadamente, si solo se dedican a ella los maestros o cuatro o cinco hombres de buena voluntad. Para educar es poco lo que hagamos todos los argentinos. Es nuestro país, la tarea de educar es fundamental. Claro que yo entiendo por educar el formar un hombre. Pero para mi un hombre no es simplemente uno que usa pantalones y saco, sino un hombre que tiene, además del continente necesario, un contenido suficiente. Creo que educar es formar hombres sanos y fuertes, buenos y con una inteligencia capaz de conducir a esa bondad y a ese esfuerzo. Señores: yo entiendo, también, que la mejor escuela es el ejemplo. Tenemos que ir formando con buen ejemplo a nuestra juventud y facilitando la posibilidad de que ellos hagan su propia vida. Desgraciado aquel que para ser un hombre moral tiene que tener al lado a uno que lo cuide, porque cuando ese de al lado no está para cuidarlo ¡Dios lo libre de lo que puede hacer! Nosotros entendemos lo moral de una sola manera: formar caracteres que sean morales, no porque conozcan las virtudes sino porque las practiquen. Algunos creen que con impartir una buena enseñanza de las virtudes es suficiente, como si lo sublime de las virtudes fuera su enunciado y no su práctica. Queremos formar esa moral; queremos dar a nuestros muchachos la fuerza de esa individualidad; queremos, en fin, que cada uno sea bueno y moral no porque sea ignorante del vicio o de las desviaciones de todo orden. El hombre virtuoso no lo es porque ignore la inmoralidad, sino porque la domina. Eso es lo que nosotros queremos. El otro, el que la ignora, es un papanatas. Queremos que nuestros muchachos sean morales, que posean un carácter suficientemente fuerte como para imponerse sobre el vicioso que todos llevamos dentro; que tengan la fuerza de voluntad necesaria para imponerse a sí mismos. Todo eso es posible mediante la educación, y esa es la educación que queremos para nuestra juventud. Por esa razón queremos convertir al país entero en una gran escuela, pero en una gran escuela sin hipocresías, en una gran escuela de realidad y de verdad, que es la única manera de educar en una palestra de carácter, de bondad y de capacidad; es decir, que esa palestra tome contacto con el campo deportivo, donde también se trabaja el alma, donde también se trabaja la inteligencia y donde también se trabaja el cuerpo. Tenemos que terminar en nuestro tiempo con aquellos que creen que solamente la inteligencia de los individuos es algo importante, como pasaba en otros tiempos, cuando todo se reducía a estudiar. No debemos estar capacitando a lo mejor a un bandido, a un malvado o a un sinvergüenza, porque con ello le damos armas para pueda perjudicar mejor a todos los demás. Cuando se está instruyendo a un hombre, hay que preguntarse primero si ese hombre merece tener armas en sus manos, porque la sabiduría en manos de los malvados es el peligro mayor que pueda existir. Yo prefiero toda mi vida un bruto malvado que no un inteligente malvado. Por eso, yo voy a hacer un llamado desde aquí a todos los que de una manera u otra están ligados directa o indirectamente a la acción de la Fundación. Nosotros desde la Fundación queremos extender a lo largo de toda la República esta acción benefactora de su orientación. No solamente queremos que aprendan con nosotros a realizar un deporte si no que queremos que aprendan con nosotros a ser buenos, a ser honrados y a ser prudentes. Queremos que esta escuela de la Fundación extendida en todas las direcciones, sea una garantía para el país para que nos comprometamos a hacer todos los días más patriotas, más buenos y más prudentes ciudadanos para la Nación. Por esa razón hemos dividido a la población del país en tres grandes sectores: los que estudian, que son más o menos cuatro millones, deben ser organizados por el Ministerio de Educación, porque esas es su misión específica. El resto de nuestras muchachas y muchachos que por una u otra circunstancia no estudian, tienen la Fundación. Allí van a encontrar un lugar de solidaridad, tanto para el desempeño de sus acciones de todos los días, como para el desarrollo de sus actividades físicas en el deporte. Y finalmente, los adultos están confiados a la Confederación General de Deportes. Así hemos dividido al país, pero no quiere decir que el que está en los clubes estudiantiles, no puede estar en la Fundación. A nosotros no nos importa eso. Lo que nos interesa es que haga deporte en una parte o en otra, o que lo haga en las dos. Y así vamos ligando todas las organizaciones estudiantiles a la Fundación Eva Perón. Debemos ser todos amigos y solidarios en la acción deportiva y también estar ligados a los demás clubes de la República para que mantengamos esa solidaridad, esa colaboración y esa acción común y permanente en beneficio de la Nación. Toda esta acción debe ser encaminada, ya sea por la Fundación, por el Ministerio de Educación o por la Confederación General de Deportes, que tienen un objetivo delante de sí: formar dentro de la mayor rapidez posible de acción, cinco millones de deportistas organizados, como lo hemos fijado ya en el Segundo Plan Quinquenal, para formar la base de los veinte millones de deportistas que deberemos tener en el futuro. Como ustedes ven, recién estamos comenzando. Estamos colocando las primeras bases para la organización de esa gran acción deportiva en el país, y estamos recibiendo los primeros frutos de ese trabajo que hemos realizado hasta ahora. Dentro de diez años, si seguimos tesoneramente esta acción, habremos conseguido quizá los cinco millones de deportistas organizados que el país necesita, y dentro de veinte años la República tendrá los veinte millones de habitantes con que soñamos, dedicados también al cultivo de su cuerpo y de su salud, además de su inteligencia y de su alma. Por eso la acción que realizamos es de proyecciones trascendentales para el país. No hacemos mucha bulla ni muchas organizaciones ficticias. Estamos haciendo deportistas, que es lo importante. No queremos organizaciones de esas, ampulosas y complicadas, queremos gente sencilla y humilde del pueblo, que reúna unos cuantos muchachos y los ayude para que ellos realicen la acción deportiva que es consustancial con la juventud misma. Ayudar a eso, es la tarea de todos nosotros. Realizarlo es la tarea de todos los jóvenes y de todos los niños. La Fundación, sin pretensiones de ninguna naturaleza, solamente quiere poner su grano de arena; quiere ayudar a esto y quiere ir difundiendo los principios de su realización. Al terminar estas olimpíadas de la juventud, de la Fundación Eva Perón, yo anhelo ser, en este acto el intérprete de la Fundación, porque al haber desaparecido su fundadora, aquella ha perdido quizá la personalidad más importante de su acción. Eso nos debe llevar a nosotros a que seamos dignos imitadores de ese espíritu soberbio y extraordinario que tenía la señora Eva Perón. Imitándola y haciendo lo que ella nos aconsejó, es la mejor manera de seguir honrándola en esta vida. Por eso yo pido a todos los compañeros y compañeras de la Fundación, que junto con nosotros ponen todos los días un poco de acción para ir realizando esta obra magnífica, que en este día dediquen un recuerdo a Eva Perón, que es el ejemplo más extraordinario que ha quedado en nuestro país de esa vida tan útil para la ciudadanía argentina. Y a las muchachas y muchachos que han tomado parte en este campeonato, los insto a que en el futuro sigan luchando con decisión y con ahínco para llevar adelante no solo su propio perfeccionamiento, sino también el de todos aquellos en los que pueden influenciar directa o indirectamente con su acción. Que sigan luchando sin detenerse a pensar que hay gente que no quiere hacer las cosas, porque pertenecen a otros o porque no les pertenecen en forma directa. Los jóvenes y los niños, en su acción, nos pertenecen a todos los viejos que tenemos responsabilidades o a los hombres maduros que comienzan a tenerlas. Todos estamos obligados a colaborar y cooperar en esta magnífica obra que realiza la Fundación. Al agradecerles a todos lo que durante este año han realizado para que se cumplan todos los fines de la Fundación, les pido que el futuro nos sigan ayudando. De esa manera ayudarán al pueblo argentino y merecerán, algún día, el agradecimiento de los niños y de los jóvenes de hoy. Sigamos pensando que todos tenemos esa responsabilidad común y que al cumplirla estamos realizando, quizás, lo más trascendental que podamos realizar en nuestra vida. ........................
1955-04-01
Mensaje radial inaugurando el año escolar
Señores maestros y profesores, muchachas y muchachos: Hoy, como en años anteriores he querido saludarles en este día en que ustedes inician sus tareas deseándoles a todos un año lectivo próspero y feliz. El año pasado hemos podido alcanzar con la escuela argentina un elevado índice en la instrucción pública: nuestros analfabetos han disminuido al índice de 3,9%, el 4% en números redondos. Este año debemos alcanzar, en lo posible, el índice máximo: terminar con el último analfabeto. Para ello, cada argentino que conozca un analfabeto deber empeñarse en que aprenda. Todas nuestras organizaciones están al servicio: el que desee aprender a leer, es suficiente que concurra a cualquiera de las 5.000 unidades básicas peronistas y allí encontrará un maestro o una maestra que le enseñará sin que le cueste nada. Es menester que toda persona que tenga a su servicio a un analfabeto se sienta obligada a enseñarle o a hacerle enseñar. Este año no quedará un solo alumno sin asiento en las escuelas públicas del Ministerio de Educación. Si algún niño, por cualquier circunstancia no estuviere anotado, debe concurrir a la escuela, o aún al Ministerio de Educación, en caso de que no lograse su objeto. La enseñanza del Estado es en absoluto gratuita, y no hay mejor escuela que la del Estado. Nuestros maestros y nuestras maestras son la garantía de nuestros colegios y de nuestras escuelas. A esos maestros y a esas maestras, llenos de amor a su profesión y a su patria, les confiamos nuestros hijos, seguros de que tratarán como nosotros, de hacerlos buenos, virtuosos e inteligentes. En sus manos, el Estado pone también sus hijos, y les carga la responsabilidad de hacer de ellos buenos ciudadanos. Confiamos en nuestros maestros, porque ellos sabrán hacer honor, ante padres y Estado, con su trabajo y con su amor. Que la consigna sea simple: queremos una generación de argentinos capaz de asombrar al mundo, más que por la mucha ciencia o por la mucha técnica, por la armonía de sus cuerpos, de sus almas y de su inteligencia; hombres y mujeres más buenos que sabios, que cumplan lo que sepan realizar, aunque no sepan decirlo o explicarlo en conferencias magistrales. Un pueblo virtuoso; no es necesario que sea tan virtuoso que llegue a presumir una perfección incompatible con la realidad humana. La patria del porvenir espera y necesita un pueblo humanamente virtuoso. Los pueblos, como los hombres, son humanamente virtuosos, cuando virilmente tratan de conocer la verdad y viven según la verdad que ilumina su conciencia. Juventudes que tengan como ideal de vida la educación del alma como supremo fin, y la educación del cuerpo y de la inteligencia como supremo medio para alcanzar ese fin; hombres y mujeres llenos de fe en el porvenir de la patria, que se sientan responsables solidarios del alto destino que nos espera como pueblo justo, libre y soberano; que adquieran plena conciencia de nuestra heredada misión sanmartiniana sobre la unión de los pueblos de América. Que las actuales juventudes argentinas conozcan profundamente los fines y los principios de política interna, de política internacional, de defensa y seguridad nacional, económicos, sociales y culturales que integran la doctrina nacional. Los maestros y profesores tienen la responsabilidad de conocerla, enseñarla, difundirla e inculcarla en cualquier lugar y en cualquier circunstancia, y cualquiera sea la materia que enseñen. La doctrina nacional es simple, es práctica y es popular. Para inculcarla no se requiere preparación científica o técnica especializada, basta el convencimiento que proviene del amor a la verdad. Que los maestros y profesores de la niñez y de la juventud actuales, se unan a los padres de sus alumnos a fin de coordinar solidariamente la tarea educativa. Que la instrucción simplifique sus métodos al máximo posible y oriente su enseñanza hacia el desarrollo de la educación. La complejidad de la instrucción, de la técnica y de la ciencia, esclavizan y deshumanizan al hombre, haciéndole olvidar que la educación dirigida al espíritu es la única fuente de las soluciones simples que necesita el mundo desorbitado en que vivimos. Que la escuela sea siempre y ante todo un hogar, y el hogar sea siempre y ante todo una escuela. La nueva generación superdotada mediante la educación armónica del cuerpo, del alma y de la inteligencia, que afronte el porvenir con una firme vocación nacional de ser, en una fundamental razón nacional de ser y en una decisión nacional inquebrantable de ser. Vale decir, una generación digna de la nueva Argentina que tantas veces hemos soñado como realidad maravillosa del año 2000, que será testigo de nuestra felicidad y de nuestra grandeza si sabemos construir el éxito con que aspiramos a entrar en el tercer milenio de la historia. Maestros y alumnos: que mi saludo y mejores augurios sean la orden de partida para el cumplimiento de esta difícil misión de formar ciudadanos y ciudadanas útiles a la Nación y al pueblo; que el año que se inicia os sea propicio a todos y que la felicidad corone vuestros esfuerzos y vuestros sacrificios. ..................................
1955-04-01
En la inauguración de un edificio para la Facultad Regional de la Universidad Obrera en Avellaneda
Yo solamente deseo agregar muy pocas palabras a las elocuentes que ha termina de pronunciar el gobernador de Buenos Aires, para dar desde esta ciudad de Avellaneda, tan cara a nuestros sentimientos de bonaerenses - porque yo soy de Buenos Aires- una idea general sobre como vamos estructurando nosotros el orden social de la escuela argentina. Es inconcebible que hayan pasado tantos años sin que se haya estructurado en el estudiantado y en el magisterio argentino una obra social. En los tiempos actuales, nada de la organización de la comunidad humana puede escapar a la acción social. Como la vamos desarrollando nosotros en la juventud estudiosa del país, lo estamos viendo esta mañana. Nosotros consideramos que en la estructura orgánica de la escuela argentina primaria, secundaria y universitaria se cumplen las tres fases de la acción social de la escuela. La acción social a cumplir en la escuela primaria, de acuerdo con la concepción del Segundo Plan Quinquenal, consiste lisa y llanamente en la construcción de escuelas decentes para nuestros maestros y para nuestros niños. Por eso, entre el gobierno federal y los gobiernos provinciales llevamos construidas, hasta el momento actual, alrededor de 7.000 escuelas en estos últimos ocho años. Son más escuelas, varias veces más escuelas, que las construidas a lo largo de todo el resto de la historia de la República Argentina. Falta mucho, todavía, de la acción social; pero hubiera sido inútil haber pretendido realizar acción social en la escuela argentina si no hubiésemos empezado por levantar estas escuelas, buenas escuelas, limpias escuelas, bonistas escuelas, para nuestros muchachos, para nuestras muchachas y para nuestras maestras. Ahora que las tenemos, comenzaremos por organizar dentro de ellas la acción social que dé la mano a nuestros maestros y a nuestros niños. En el orden o etapa secundaria ya el Ministerio de Educación está realizando las organizaciones necesarias para que a los estudiantes y a los maestros y profesores llegue también la acción social del gobierno. Finalmente, en la universidad realizaremos las organizaciones que se requieran, en las ciudades universitarias, para que ahí también llegue la acción social a los estudiantes. Señoras y señores: la escuela que en este acto inauguramos tiene un doble mérito: es la escuela primaria, y es a la vez escuela universitaria para nuestros trabajadores, donde aprenden las primeras letras los hijos y las últimas disciplinas técnicas científicas los padres. Se establece así la parábola de una vida entera al servicio de la Nación, donde un gobierno de provincia y el gobierno de la Nación dan su mano llena de justicia y llena de acción social a un pueblo reivindicado por sus propios valores eternos de amor al pueblo y de amor a la patria. ......
1955-04-01
En la inauguración de obras en la ciudad estudiantil
Antes de declarar inaugurada la ampliación la ampliación de la Ciudad Infantil, deseo rendir un homenaje a la persona que ha dado el nombre a esta ciudad, y que ha sido una de las primeras mártires de nuestra Institución, la Fundación Eva Perón, que ha querido significar su agradecimiento a los que la sirven con abnegación y sacrificio: Amanda Allen. Yo no le pido a ella que inaugure en mi nombre la ampliación, porque sé que en este momento no es capaz de pronunciar una sola palabra, pero lo hago yo en nombre de ella y en nombre de las personas humildes que con sus sacrificios y con sus abnegados servicios son los que dan razón de ser y existencia a esta extraordinaria Fundación Eva Perón. Nosotros no haríamos absolutamente nada, si miles de mujeres y de hombres, a lo largo de toda la República, no sostuvieran sobre sus hombros el peso inmenso de la tarea de hacer el bien a nuestros semejantes. Por esa razón yo inauguro esta ampliación en recuerdo de Eva Perón, que fue el gigante creador de esta obra. No lo hago en nombre mío, como presidente de la Fundación, sino en nombre de todos los humildes que de una manera directa o indirecta, la están sirviendo en toda la República. .............
1955-04-05
Ante delegaciones de Formosa y de Río Negro que solicitan apoyo para la provincialización esos territorios
Señoras y señores: Deseo que mis primeras palabras sean para agradecerles a ustedes la amabilidad que han tenido de llegar hasta esta casa, para darme a mí, la inmensa satisfacción de poder estrecharles la mano. He escuchado a los amigos de Formosa y de Río Negro, yo he vivido muchos años en los territorios, de manera que conozco mucho también los problemas y el sentir de esos mismos territorios. Por otra parte, nuestra doctrina asegura por todos los medios y de todas las maneras que los gobiernos sean gobiernos del pueblo y que, como acaba de decir el representante de Río Negro, representen realmente esa condición popular, haciendo únicamente lo que el pueblo quiere. Por esa razón, siendo nosotros gobiernos populares, queremos que el gobierno esté en manos del pueblo; y de ninguna manera puede estarlo en los territorios que, teniendo ellos el gobierno en sus propias manos. Por eso hemos siempre propugnado por todos los medios, la provincialización de los territorios. Llegan estas dos insinuaciones hasta el gobierno central yo he de pasar inmediatamente a las Cámaras, para que ellos lo consideren y pongan en ejecución. Nuestros legisladores piensan de la misma manera que acabo de anunciarles; de manera que, el proyecto de provincialización de Río Negro y de Formosa, ha de estudiarse inmediatamente que se reúna el Parlamento, y ha de considerarse en la primera quincena quizás de su tarea legislativa. Pueden ustedes considerar de la manera más absoluta que el proyecto de ley que ha de radicarse con este pedido ha de prosperar inmediatamente, de manera que en el curso de este año tanto Formosa como Río Negro pueden considerarse ya provincias argentinas. Nosotros deseamos que todos los actuales territorios vayan paulatinamente convirtiéndose en provincias. Pensamos nosotros que nuestros planes, que han sido de un intenso desarrollo, han de seguir intensificando ese desarrollo. Con ello se ha de intensificar la población que ustedes ven, hemos aumentado en estos últimos años con un ritmo bastante acelerado. El mejoramiento de la vida en general en la República ha traído un aumento vegetativo extraordinario de la población. Parece que la gente con menos peligro toma un poquito más de decisión de tener hijos y aumentar la población del país. Por otra parte, el movimiento migratorio ha sido grande, con los que han llegado y con los que están llegando para completar los núcleos familiares, nosotros vamos a un aumento progresivo e intenso de la población. Esto trae también un factor más, para la diversificación en la tarea gubernamental y administrativa, con lo que se va imponiendo la necesidad de ir descentralizando el poder gubernamental, esto trae como consecuencia la necesidad de provincializar. Yo soy de los que piensan y creen que todos los actuales territorios deben ser convertidos en provincias en poco tiempo, para que cada uno tome su propio destino en sus propias manos. Nadie va a trabajar mejor para la patria chica que uno de la patria chica misma. Nosotros que somos, en este sentido -diremos así- además de argentinos que aman la unidad nacional, respetamos y amamos nuestro terruño, como generalmente sucede en todos los países. La verdadera unidad nacional no se perjudica con los sentimientos regionales, al contrario, se intensifica. Se intensifica con ese amor a la tierra que es uno de los factores fundamentales de una comunidad decidida a la defensa de su propia tierra. Por esta razón, nosotros no solamente vemos con simpatía, sino que hemos de sumarnos a la causa justa y natural que los trae a ustedes a la Capital Federal. Yo solamente deseo que regresen a sus tierras llenos de felicidad, de tranquilidad y de alegría, y quieran llevar con un gran abrazo a cada una de las gobernaciones, la seguridad de que nosotros hemos de cumplir con el deseo y con el anhelo expresado por ustedes, no solamente porque es nuestra obligación, sino porque también tenemos un profundo sentimiento de la provincialización de los territorios; y hemos de trabajar unidos con ustedes para lograrlo y para conseguirlo en el menor plazo. Muchas gracias ..............
1955-04-13
En el acto de adhesión que los dirigentes de los Sindicatos Unificados Trabajadores de la Industria de Aguas Gaseosas y Afines, tributaron el general Perón
En el acto de adhesión que los dirigentes de los Sindicatos Unificados Trabajadores de la Industria de Aguas Gaseosas y Afines, tributaron el general Perón Compañeras y compañeros: En primer término les agradezco profundamente la oportunidad que me brindan en la CGT de poderles saludar personalmente, siquiera de cuando en cuando. Les agradezco también ese recuerdo que han mantenido para la Fundación Eva Perón que, como ustedes saben, cumple con la más noble misión que puede tener una institución: la de la solidaridad social. Esto me trae un recuerdo que ha sido para mí permanente. Yo he tenido oportunidad de conocer a SUTIAGA a través de la señora Eva Perón, que siempre estaba preocupada por la situación de este gremio, sobre todo en aquellos tiempos en que por aquí abundaban las discusiones. De modo que este recuerdo es para mí muy satisfactorio, pues bien sé cuanto recordaba ella a esta organización. He terminado de escuchar las palabras del compañero Alberto Domingo con una gran emoción, por cuanto SUTIAGA es uno de los gremios que se formaron en nuestra época, ha nacido a nuestro lado y por eso en cierta manera tenemos nosotros una parte de responsabilidad en su organización. Es muy satisfactorio que aún cuando no posee un número muy grande de adherentes a la organización, haya realizado ya una obra de singular importancia y tenga sus locales propios, cuando muchas veces existen gremios que todavía no los tienen. Es también muy satisfactorio de destacar que SUTIAGA posea diseminadas sus organizaciones en toda la República, habiendo constituido un sindicato único que, indudablemente, es la base de la organización unitaria del sindicalismo argentino, como, asimismo la existencia de todas esas obras y trabajos que va realizando la organización, lentamente pero consecuente con sus mismos fines. He escuchado hablar al compañero Alberto Domingo sobre la necesidad de ir extendiendo las disponibilidades para obtener lugares de vacaciones y campos deportivos, y todas esas instalaciones que hacen la mutualidad de la organización sindical. En ese sentido nosotros hemos ofrecido ya a todos los sindicatos argentinos la posibilidad de construir esos campos de deportes. Ellos tienen gente joven que los pueden utilizar. Por otra parte, esos campos deportivos son, a la vez, centros sociales para las familias de los compañeros que forman las organizaciones sindicales. El gobierno está interesado en que esos centros se levanten en todo el país. El mal que ha azotado a la época del capitalismo ha sido, precisamente, el individualismo egoísta que separó a los hombres en lugar de organizarlos en entidades regidas por un alto grado de solidaridad social. Esos centros sociales y deportivos ponen en contacto a los compañeros y a sus familiares y así se va formando una gran familia, por medio de la cual una comunidad llega a convertirse en una organización absolutamente solidaria. Por eso nosotros ayudamos a todo lo que se trate de organizaciones de centros sociales, recreativos y deportivos y estamos listos para impulsarlos. El hombre es un animal, diremos, eminentemente social. No puede vivir disperso o aislado como los demás animales; vive en sociedad, vive en familia. Entonces estas organizaciones tienden a desarrollar el sentido de la solidaridad y a matar el sentido egoísta del individualismo, que no ha conducido nunca al mundo a nada agradable. Yo ya he ofrecido -porque el Estado tiene terrenos y campos en toda la República, tanto los gobiernos provinciales como el gobierno federal- todos esos campos que sean del gobierno y que pueden servir para que los compañeros de las organizaciones sindicales establezcan allí sus centros recreativos y deportivos. Esos campos y terrenos están a su disposición; es bastante que ustedes los individualicen y me digan en donde están y yo se los voy a dar de inmediato. Así, compañeros, como se que ustedes a lo largo de toda la república trabajan incansablemente por ir consolidando la organización, nosotros estamos también para servirlos. El gobierno es complejo, pero uno no puede equivocarse cuando procede de buena fe y en ayuda directa del pueblo; es una de las cosas que yo siempre contemplo y difícilmente me equivoque en una resolución que tome. Yo digo: esto le conviene al pueblo, es para el pueblo, y lo hago; si no es así no lo hago. Eso trae algunas veces una pequeña lucha. Lo mismo ocurre con los hombres. Yo los veo cuando se ponen frente al pueblo. Son los reductos de la oligarquía, de una u otra naturaleza. Aparece todos los días uno nuevo que estaba escondido. Mejor, que vayan saliendo. Y en eso es en lo que necesito la ayuda del pueblo; que el pueblo se dé cuenta de eso, porque una de las cosas difíciles para el pueblo es descubrir a sus propios enemigos, porque esos enemigos se embanderan muy bien, y son como los bichos que se mimetizan. Por eso muchas veces el pueblo mismo no conoce a sus verdaderos enemigos. Ante eso, yo he de tener siempre la franqueza y lealtad de decirle cuales son los enemigos que tiene y he de combatirlos y los he de señalar para que el pueblo los combata también. En ese sentido he de seguir invariable: si alguna gente tuvo en algún momento el apoyo del pueblo, sea bienvenido, pero tan pronto se le dé vuelta al pueblo, yo hago lo mismo con él. Todo esto, compañeros, lo vamos a vencer nosotros con la organización. Las organizaciones son el verdadero sistema de defensa del organismo sindical y aún de la comunidad misma. Es como las vacunas descubiertas para ciertos virus; para nosotros la organización es la mejor vacuna. Cuando ella se defiende a sí misma y está atenta y alerta contra los virus filtrables y no filtrables que actúan en la comunidad, nosotros podemos estar tranquilos y seguros de que no habrá ninguno que pueda meterse para desorganizarla. Yo hago mención de todo esto porque sé de la organización de SUTIAGA, que es una organización ya consolidada y que lucha eficazmente con todos sus dirigentes que tienen en toda la República. Porque para mí -lo he dicho muchas veces- las organizaciones no valen tanto por el número de asociados que reúnen como por la clase de dirigentes que tienen a su frente. Los grandes sindicatos son aquellos que tienen dirigentes sinceros, leales y capaces. Los demás, aunque tengan millones de adherentes, si no cuentan con dirigentes que los encuadren y que los conduzcan, no valen nada. Son elefantes, pero no van lejos. Yo sé como están trabajando ustedes, con la disciplina que lo hacen y con la unidad de criterio con que están procediendo en toda la República para consolidar y afirmar la organización que ustedes representan. Yo he tenido la inmensa satisfacción de ir viendo como mediante todo este trabajo se van esparciendo las escuelas sindicales a lo largo de toda la República. Algunos han creído que las escuelas sindicales son para formar dirigentes. No; es un grave error. La escuela sindical no puede formar al dirigente sino que, más bien, diremos completa su preparación y su capacitación social. Prepara los cuadros auxiliares para la conducción y dirección de los sindicatos. Pero, más que nada, da unidad de criterio a los dirigentes para que en todos los gremios se haga un trabajo similar y para que dentro de la comunidad pueda cada uno "tirar en la misma línea", con la misma intensidad y con la misma fuerza. Todo este trabajo está muy adelantado. La consolidación del movimiento no sólo va a venir por el desarrollo de la solidaridad social en la organización, sino también por la capacitación. Es necesario irse capacitando para la dirección. La dirección del movimiento sindical es muy importante. Es, quizá, decisiva para el destino del pueblo argentino. Vean entonces, si será importante que los dirigentes se capaciten cada día más para la dirección del destino de la organización sindical. Por eso, las escuelas sindicales son indispensables. Claro que cada escuela sindical ha de tener las características del sindicato que representa. Podríamos haber hecho escuelas sindicales en toda la República, pero no le habríamos hecho un gran servicio a los sindicatos. Cada sindicato debe tener su escuela para formar los dirigentes que le convienen al gremio y que corresponden al gremio, tomando los muchachos jóvenes para ir dándoles experiencia. Algunos jóvenes, que están entrando en la dirección del movimiento sindical, creen que eso ha sido siempre así. Antes, ser dirigente sindical significaba tener que enfrentar a la policía, pelear en las calles y caer en Villa Devoto todos los días. Y, algunas veces, terminar en la Chacarita. Era común en un movimiento huelguístico que tres o cuatro de los compañeros que salían a la calle, no volviesen. Por lo tanto, los viejos que han vivido esos tiempos tienen que decirle a los muchachos jóvenes como tenían que luchar antes, para que se vayan dando cuenta de que no siempre las cosas fueron como ahora. Y lo que nosotros tenemos que hacer es luchar para que no vuelva a producirse la situación que los viejos han conocido, para que no sea necesario salir a luchar para hacer justicia, sino establecer un sistema donde la justicia sea lo permanente; donde la justicia no pueda ser tergiversada ni escamoteada por los patrones, ni por el Estado ni por nadie, donde la justicia reine para todos. Ese es el sistema dentro del cual debemos luchar. Es necesario ponerse de acuerdo, tener la fuerza suficiente y el prestigio para imponer esa justicia, sin necesidad de tener que salir a pelear nuevamente a la calle. Desde que se iniciaron todas estas cuestiones, han pasado ya unos quince años, más o menos, y aún hoy, mucha gente que recién llega, como quien llega tarde al tren, se pregunta todavía como es que en estos congresos todos se ponen de acuerdo rápidamente, ellos no se lo pueden explicar porque recién ven el movimiento sindical. No les llamó la atención y por eso no saben como es que se ha producido un movimiento de esta naturaleza. Yo recuerdo que cuando llegué a Trabajo y Previsión teníamos el problema de los yerbales del norte, de las plantaciones de caña de azúcar en Tucumán y del tanino. Los patronos en los ingenios tenían policía propia, la plata era de ellos, pagaban a los obreros con latitas con números, los boliches eran de ellos, las viviendas eran de ellos, y los obreros siempre tenían alguna cuenta pendiente que les impedía irse, porque la policía de ellos los hacía volver. Eso lo he visto yo y a mí no me lo ha contado nadie. Cuando llegué a Trabajo y Previsión mandé gente de absoluta confianza a toda esa zona. Recuerdo que el actual presidente de la Suprema Corte fue a los ingenios de Tucumán con una gran cantidad de gente, para controlar eso. Yo he visto hombres que se morían a los veinte o treinta años trabajando en los secadores de los yerbales porque sufrían temperatura de cuarenta o cincuenta grados. Hoy se hace ese trabajo mecánicamente, y ningún hombre está expuesto a una cosa semejante. Lógicamente, trabajando ocho horas diarias a 50 grados de temperatura, no podía vivir mucho un individuo. Eso se sabía, y ellos mismos lo sabían, pero la necesidad les llevaba a trabajar en esas condiciones. Y los diputados y los senadores que tenían acá, viajaban, iban y venían pero nada hacían por ellos. Esa historia es la que se está perdiendo en la República Argentina, y no tenemos que dejarla perder. Debe servirnos de ejemplo para que no vuelvan nunca el país a un estado de cosas semejante. Esos charlatanes que decían "resignación hermano", debían haber levantado a la gente para establecer la justicia. En cambio, les predicaban resignación. Lo que había que predicar era salir a pelear. Todos esos políticos y predicadores han sido los culpables de la situación en que encontraba el país. Por esa razón, las escuelas sindicales deben hacer historia e inculcarla a todos los dirigentes jóvenes que van viniendo, para que no se olviden que esto no ha sido siempre Jauja. Los padres y los abuelos de ustedes han sufrido esto, y no hay que olvidarlo, porque es la única escuela que no va a permitir que eso vuelva en la República Argentina. Antes que eso vuelva por la acción de gente que se ponga a trabajar nuevamente en favor de una oligarquía de cualquier naturaleza que vaya a esclavizar a millones de hombres, es preferible eliminar a unos cuantos aquí para que millones de hombres no sufran. Esa es la resignación que nosotros no vamos a predicar en el futuro. Nos resignaremos a sacrificar miles para evitar que sufran millones. Es también una manera de resignarse. Decía esto a raíz de las escuelas sindicales. Yo veo en ese sentido, que la Confederación General del Trabajo está empeñada en una magnifica obra, preparando hombres aguerridos y luchadores; de otro modo, uno se ablanda. Si no hay lucha, si no hay pelea, se ablanda un poco, y en esto no hay que ablandarse. Hay que estar cada día más duro, aunque los tiempos sean buenos, para que, cuando vengan los tiempos malos, se sepa aguantar. Es necesario crear esas escuelas. Yo sé que SUTIAGA ya tiene en plena realización las escuelas sindicales y que todos los gremios van a tratar de ayudar para tenerlas. Y el Estado, en cualquier forma que sea, también va a ayudar, porque eso es lo que eleva la cultura social de la masa para que en el futuro no vuelva a repetirse el triste panorama que han conocido los viejos que han sufrido esos años terribles. La Confederación General del Trabajo está organizando todo su sistema escolástico para el funcionamiento de las escuelas sindicales regionales y la escuela superior sindical, que le van dando al movimiento su consolidación. Hoy, los movimientos de masas son extraordinariamente grandes, y si no hay toda una organización para preparar su dirección, no se pueden dirigir bien y se debilitan, especialmente cuando no hay una buena dirección. Hoy hay que conducir millones y millones de hombres, y para ello es necesario crear los hombres capacitados para dirigirlos. No es fácil; no se puede improvisar; hay toda una técnica y una ciencia en penetrar en los problemas sociales, económicos y políticos de la masa para poderla conducir a través de la verdad y detrás de la bandera de la verdad y de la conveniencia popular. Por eso, el crear toda esa organización es una de las conquistas fundamentales para preparar el futuro. El pasado, sabemos nosotros que ha sido doloroso, terriblemente doloroso para los trabajadores. El presente está mejorando visiblemente; el futuro inmediato creemos que lo vamos a mejorar mucho más, pero hay que consolidar el futuro porque la contra está trabajando hoy de una forma y mañana de otra. Pero la lucha es siempre la misma. Se disfraza con distintos uniformes, pero la lucha es siempre, repito, la misma. Es el pueblo el que debe estar atento, porque no hay fuerza que pueda derrotarlo. Se trata de una cuestión en la que hay que estar organizados, atentos, y vigilantes, porque esto no se ha terminado; está en pleno desarrollo. La organización y la preparación de las escuelas sindicales regionales y de las escuelas superiores del movimiento sindical es una cosa muy importante. Allí se van a forjar los hombres que van a ayudar en la conducción. Quizá no salgan de allí los dirigentes, porque éstos salen de la masa y son los representativos y los reales, pero los gremios necesitan de una cantidad de hombres capacitados en distintas cosas para que los ayuden a conducir esas masas. Esos auxiliares de la conducción, especialmente capacitados en distintos aspectos, deben salir de esas escuelas sindicales; son los compañeros que se sacrifican un poco más que los otros para poder realizar esa función que es fundamental, absolutamente fundamental. Hace días he tenido una inmensa satisfacción al ver a los compañeros dirigentes trabajadores discutir con los empresarios los problemas de la productividad. La gente del exterior que ha venido y presenció eso, me ha dicho que jamás hubieran pensado que el movimiento sindical argentino tuviese dirigentes de una capacitación tan extraordinaria como la que demuestran los dirigentes argentinos discutiendo con sus empresarios la cuestión de la productividad. Compañeros, esto es para mí, que he seguido con amor y lealtad al movimiento sindical argentino, la satisfacción más extraordinaria que me pueden dar: el ver que nuestros dirigentes son respetados, no porque sean dirigentes, sino porque tienen lo que hay que tener en el alma, en su capacitación y en su honradez, y eso lo hacen valer en el momento de sus discusiones. Algunos habrán creído que el Congreso de la Productividad iba a ser una cosa para charlar un poco nomás. Sin embargo, yo, que he visto y seguido de cerca sus deliberaciones, puedo asegurar que no ha sido así. Ha sido una cosa seria. Cuando alguno pretendió hacerse el vivo tocando las conquistas ya logradas por los obreros, se levantaron todos como un solo hombre, y se discutió y se peleó mucho. Lo que sí se dejó bien establecido es que vamos a producir bien, a trabajar más y cuidado con tocar las conquistas ya logradas. Eso va a quedar como antes y es la demostración bien clara de que los dirigentes argentinos son hombres capaces y, además de capaces, vivos. No son zonzos. Ustedes saben que no se puede ser zonzo. El que lo es no dura mucho. Bien, compañeros, así como nosotros hemos venido haciendo todo esto, tenemos que seguir insistiendo cada día más en la organización, en el desarrollo de nuestra solidaridad social y en el completamiento de todas las instituciones que forman al sindicato, vale decir la acción mutual, la acción asistencial, los locales propios, las colonias de vacaciones, los centros deportivos, etc., y además, ir trabajando ya seriamente para establecer la estructura definitiva de todo el movimiento de la escuela sindical. La escuela sindical va a ser una de las grandes conquistas de la clase trabajadora. La escuela sindical es el futuro. Empecemos a pensar en el futuro sindical, porque éste tiene una vinculación muy estrecha con la escuela sindical. Por eso la Confederación General del Trabajo va a lanzar dentro de poco, según me he enterado por informes que me ha hecho llegar la secretaría general de la misma, una campaña sobre la organización de la escuela sindical. Apóyenla, compañeros. Es una conquista que va a tener extraordinaria importancia en el futuro de la organización sindical, como asimismo la va tener también la Escuela Superior Sindical, donde se van a estudiar los grandes problemas del conjunto del movimiento sindical argentino y de donde van a salir las grandes decisiones. En una palabra, debemos terminar con los sistemas personales que siempre han regido a las organizaciones sindicales y transformar este sistema gregario, en que cada hombre hace lo que quiere, en una verdadera institución, donde todo el mundo hace lo que debe. Así se garantizan los movimientos y se consolidan definitivamente, es decir transformando la institución personalista en una verdadera institución solidaria. Y eso se consigue creando esas organizaciones altamente capacitadas, donde se consolida definitivamente la institución. Cuando la organización sindical sea una institución poderosa, bien consolidada y arraigada en la comunidad argentina, será decisiva para el destino de la nación, porque esa institución pesará lo que no pesa ninguna otra por la enorme cantidad de hombres que agrupa y por lo importante de la causa que defiende y que lleva adelante. Por eso ustedes, que se van a dispersar en todas direcciones, lleven a los compañeros de todas partes la necesidad de ir apoyando ese sistema de las organizaciones. Sigan insistiendo ustedes con sus escuelas, vayan capacitándoles y con la elevación cultural que se desarrolle en la masa estarán trabajando por la consolidación y futuro de la organización sindical argentina. Todos vamos a trabajar en lo mismo, de manera que teniendo una doctrina uniforme, vamos a marchar todos en la misma dirección. De una misma manera de ver los problemas vamos a ir a una misma manera de apreciarlos. Y de una misma manera de apreciarlos vamos a ir a una misma manera de resolverlos. Esa unidad de criterio y uniformidad de pensamiento es lo que nos va a hacer fuertes. Esa unidad de concepción es lo que nos va a dar la verdadera unidad de acción. Cuando la masa organizada tiene unidad de acción, es total y absolutamente invencible. Lo que yo quiero es asegurar lo antes posible ese sentido de invencibilidad que debe tener el pueblo a través de sus organizaciones. Compañeros: yo deseo que ustedes sigan trabajando como hasta ahora. Se cuanta es la preocupación de los dirigentes de SUTIAGA. Preocupación acá y preocupación en el interior, para ir ampliando al máximo la organización sindical, trabajando en todas partes para consolidar y hacer más fuerte la organización. Que nadie escape, en lo posible, a esta organización, atrayendo hacia ella a todos los hombres de buena voluntad que puedan trabajar por la consolidación definitiva de la organización obrera argentina. Lleven ustedes esa obra en la que están empeñados a todos los sectores que representan, junto con un gran abrazo que les pido hagan llegar a todos los compañeros de SUTIAGA de todo el país.
1955-04-27
En el acto realizado en su honor por la Federación de Asociaciones Argentino-germanas
Señor presidente de la Federación de Asociaciones Germano-argentinas, Excelentísimo señor embajador de Alemania, Señoras y señores: Yo termino de escuchar en labios de mi viejo amigo Freude, que las asociaciones argentino-germánicas de nuestra tierra han constituido una federación dentro de la cual están todos unidos, y que en esa federación están los alemanes, sus descendientes y los amigos de Alemania. En consecuencia, yo me siento dentro de esa federación, porque podrá haber alguno que sea tan amigo de Alemania como yo, pero no más amigo. Los que hemos tenido la fortuna de vivir un tiempo en Alemania y hemos conocido y penetrado el alma de ese pueblo romántico y heroico, no hemos podido dejar de reconocer que se trata de un pueblo de una cultura superior. Y si a esa permanencia hemos podido unir la camaradería y la amistad de los alemanes en la propia Alemania, entonces quedamos ligados a ellos por el corazón para toda la vida. Por eso, yo deseo que en mis primeras palabras de agradecimiento sean, que se nos permita rendir aquí un homenaje a los viejos camaradas que durante la Primera y la Segunda Guerra murieron gloriosamente por su patria y que compartieron con nosotros muchas horas de cuartel. Señoras y señores: los alemanes y sus descendientes, como los amigos de Alemania, tan numerosos en nuestro país, han asistido desde hace muchos años, con verdadera tribulación, por la suerte de la humanidad. Los alemanes de Europa y del mundo entero, saben bien, con cuanto sentimiento y con cuanto amor, los hemos seguido los que de de una manera u otra estamos ligados a esa gran nación y a ese gran pueblo. Pero afortunadamente esas tribulaciones han terminado en nuestros días, y la República, por mi intermedio, rindiendo un acto de absoluta justicia, quiere poner las cosas nuevamente como no debieron de haberse movido jamás, de nuestras relaciones y de nuestro cariño mutuo, y por eso, se ha iniciado ya, la revisión total de los actos de gobierno que hayan podido representar un despojo, grande o chico, a cualquier alemán o a cualquier descendiente de alemán que haya vivido en esta tierra. Cualquiera hayan sido las circunstancias a que los hechos históricos no hayan llevado, los alemanes que nos conocen saben bien que nosotros no hemos estado ni estaremos jamás en guerra con Alemania, y que anhelamos que su inteligencia, su ciencia, su técnica y su cultura sean bienvenidas en esta tierra, donde anhelamos que con esa cultura, que con esa técnica y con esa ciencia, lleguen también, los sentimientos de los alemanes que nos son tan gratos al corazón, y que a través de cuatrocientos años como ha dicho el señor Fraude, están demostrando al pueblo argentino su responsabilidad, su capacidad y su hombría de bien. Señoras y señores: Como primer acto de la Federación de Asociaciones Argentino-Germánicas, el señor Freude, nos ha hecho llegar algunas sugerencias de como podemos ir paulatinamente realizando el programa de devolución de todos los bienes alemanes a todos los ciudadanos que les correspondan. En este sentido ya están avanzadas las gestiones para que a través de una comisión de conjunto, podamos realizar la devolución de todas las grandes empresas alemanas que hoy están cuidadas, custodiadas y administradas por el gobierno de la Nación y que no anhela su propiedad, sino la devolución a quien corresponda. En cuanto a los demás bienes, que son numerosos y que crean y han creado complejas situaciones que es necesario en cada caso resolver, estudiando minuciosamente para no causar males directos o indirectos a sus poseedores o a sus propietarios, para esto estudiaremos minuciosamente y creo que en el curso de este año habremos puesto las cosas total y absolutamente en su lugar. En la fecha, he firmado un decreto Nº 6127, devolviendo la personería jurídica a todas las sociedades alemanas que se le haya retirado anteriormente. Durante el curso de este año, devolveremos también, todas las escuelas alemanas que actualmente estén ocupadas por el Ministerio de Educación o por otra persona, para que sean puestas nuevamente en funcionamiento dentro de las directivas y las disposiciones de la Federación de Sociedades Argentino-Germánicas. De la misma manera, remitimos un proyecto de ley al congreso para gestionar la ley correspondiente y, en consecuencia, la devolución de las propiedades determinadas en Temperley, Bonzi, Verónica y Rumipal de Córdoba. A la Asociación Alemana de Cultura Física de Quilmes, que yo de hecho hice ya entrega de las instalaciones y del club, también se manda el proyecto de ley para terminar este acto, y darle carácter absolutamente legal a su devolución. Se encuentra en plena ejecución la ley 14.362, mediante la cual, se dispone la devolución de todos los valores incautados a sus propietarios. En este sentido ya se han devuelto ciento cuarenta y cinco cuentas y esperamos que los interesados sigan presentándose para ir realizando totalmente la devolución. De la misma manera, a través de la misma ley 14.362, se devuelven las propiedades inmuebles, urbanas o rurales, que están liberadas en toda la República, a disposición de sus propietarios. Señoras y señores: Nosotros creemos que este es un acto de absoluta justicia, y sería un cargo sobre nuestra conciencia si analizando fríamente los hechos que motivan estas realizaciones, no tomáramos el camino que la justicia indica. Por esa razón, tanto esto que he anunciado, como todo aquello que esté dentro de esa idea de justicia y de equidad con que queremos proceder, en pago de esos esfuerzos, en pago de ese sacrificio, en pago del aporte extraordinario de cultura y de ciencia que debemos a los alemanes, y como una esperanza para un porvenir cada día más estrecho entre nuestra patrias, y por una cooperación cada día más estrecha de nuestra cultura, anhelamos los argentinos, que este abrazo que yo simbólicamente doy aquí a todos los componentes de esta Federación de Asociaciones Argentino-Germánicas y sus amigos, queremos digo, a través de ese abrazo simbólico y multitudinario, decirles, cuanto es de pura nuestra amistad, y cuanto es nuestro cariño a ese pueblo glorioso, que ha demostrado al mundo saber vencer, saber perder y saber morir. Con mi emoción he olvidado agradecer este generoso obsequio que me han hecho llegar a través de estas cinco muchachas descendientes de alemanes. Nosotros queremos honrar este recuerdo poniéndolo en el palacio que estamos construyendo para la Fundación Eva Perón. Pondremos este reloj en el Salón de Honor de este palacio para que nos marque las horas de nuestra indestructible amistad, junto con una bandera alemana que nos recuerde siempre a este pueblo milenario y glorioso. ............
1955-05-01
Discurso en la plaza de Mayo celebrando el día de los trabajadores :
Compañeras y compañeros: En este magnífico 1º de Mayo, un 1º de Mayo francamente peronista, hago llegar a todos los compañeros que a lo largo y a lo ancho de la República, en las diversas plazas de las numerosas ciudades, festejan hoy, el memorable día de los trabajadores del mundo. Y doy gracias a la providencia, de que a este pueblo argentino le sea permitido festejarlo en paz, al son de canciones gratas al corazón de los obreros argentinos. Y también que me sea permitido a mí, en nombre del gobierno, agradecer a todos los trabajadores argentinos, este año proficuo de labor realizada, para el aumento de la felicidad de nuestro pueblo y la grandeza de nuestra patria. A ellos, el agradecimiento de la comunidad, por su esfuerzo, por su sacrificio para el trabajo, como así también por la decisión absoluta de mantener enhiestas las banderas levantadas por la Revolución. Festejamos este 1º de Mayo frente a la lucha de los últimos baluartes de la oligarquía que van cayendo sucesivamente. Por eso, en este día de los trabajadores, en este día en que las conciencias de los hombres libres elevan al cielo la plegaria de su amor por la humildad y por el trabajo, en este día donde los hombres de conciencia levantan en su corazón un monumento a los hombres que producen la grandeza y la felicidad del pueblo; en este día en nombre de la República yo me inclino reverente frente al trabajador que levanta y lleva la bandera de la nacionalidad en los hechos de todos los días, que levanta y lleva la bandera en los momentos cruciales de la historia del país, que levanta y lleva de la bandera que ha de marchar en los siglos la determinación de los hombres. Humildes y de trabajo de la patria. Por eso esa lucha es unilateral; porque nosotros no estamos luchando con ellos, no nos interesan esas clases de luchas. Este no es un problema de lucha, esto es simplemente una resolución que ha de tomar el pueblo. El pueblo con sus representantes, ha de decir su última palabra. Si el pueblo decide que se queden, se quedarán; pero si el pueblo decide que han de separarse, se separarán y si el pueblo decide que han de irse, se irán. He dicho ya muchas veces que el gobierno no tiene otro soberano que el pueblo. He dicho muchas veces que cuando el pueblo se equivoque, el gobierno se va a equivocar con el pueblo. He dicho también que nosotros como gobierno, no estamos para discutir las decisiones del pueblo sino para hacerlas cumplir al pie de la letra. Por eso, compañeros, a que vamos a discutir más estos problemas, a que vamos a seguir tirando bombas, ¿por que no esperan la decisión del pueblo que es la única decisión que falta, pero es la definitiva que ha de tomarse en esto. Compañeros: este es un conflicto en el que nosotros debemos esperar la decisión popular, en consecuencia, no creo que sea menester tomar otra medida, que esperar el estudio sereno y la resolución definitiva. Hasta entonces, hemos de someter a la justicia a todo aquel que se salga de la ley, vista como vista y sea quien sea. Compañeros: fuerzas internacionales más poderosas hemos enfrentado sin temor, de manera que la República se encuentra unida y se encuentra decidida a hacerse respetar en su soberanía contra esto como contra todo lo demás. Mi obligación como presidente, es defender al país contra cualquier intromisión extraña, y yo lo he de cumplir al pie de la letra, poniendo para ello toda la fuerza y la decisión que sea necesaria. Compañeros: nosotros luchamos por una sola bandera, y no queremos calificar a los luchan por dos banderas; pero nosotros no queremos vivir, trabajar, sacrificarnos o morir por otra bandera que no sea la que está en este mástil. Compañeros: el pueblo organizado debe de estar firme y alerta, pero tranquilo. Volvemos como en los tiempos iniciales de la lucha antioligárquica: del trabajo a casa y de casa al trabajo. Si algún día, como entonces, nos obligan a dejar el trabajo, ¡pobre de ellos! En estos días han muerto un obrero y un estudiante. Este es el símbolo de advertencia para la canalla escondida y subrepticiamente. ¡Cuidado!, es la voz que le hace llegar el pueblo, ¡cuidado! Compañeros: sigamos nosotros, de acuerdo con nuestra costumbre, tranquilos y confiados en nuestra fuerza y en nuestra unión. Con eso triunfaremos y con eso haremos triunfar a la patria; que cuando las naciones ponen sus destinos en manos del pueblo, no se ven nunca defraudadas. Y éste, nuestro pueblo, lo mejor que tenemos, ha sido testigo a lo largo de la historia, de toda nuestra grandeza, elaborada con las callosas manos de los que trabajan y de los que producen. Sigamos esta marcha excepcional de la patria, en brazos de sus hijos predilectos: los obreros. ................
1955-05-07
En el acto por el aniversario del natalicio de Eva Perón :
Señoras y señores: Invitado por la Comisión Monumento a Eva Perón, he querido asistir a este acto que tiene, para mi corazón de argentino y de peronista, tan profundo significado. Juntar en este solar, donde se ha de levantar un monumento que perpetúe al descamisado argentino y guarde en su corazón a Eva Perón, tiene el significado, de algo así,como juntar el corazón de los argentinos amantes de la justicia, de la libertad y de la soberanía de la patria. Agregar a esa síntesis de la tierra argentina, que en conjunción se encuentra en esta mesa, los buenos sentimientos y la simpatía de los hermanos de otros países que con nosotros han querido también realizar esa conjunción de amor y de buenas intenciones, es también de una trascendencia extraordinaria. Por eso yo agradezco a la providencia y agradezco a los argentinos y agradezco a las fuerzas de nuestro movimiento, que nos hayan dado la oportunidad de emocionarnos profundamente frente a un gesto que perdurará en la memoria de cuantos lo presenciamos. Yo pido señores que cuando haya sido erigido este monumento, vengamos nosotros mismos, en una ocasión como ésta, para colocar en la misma situación en que han de quedar para la eternidad estas tierras, que representan la síntesis de la nacionalidad argentina y la síntesis de nuestra amistad con los hermanos que han querido acompañarnos. ............
1955-05-11
Discurso en la CGT al iniciar los cursos de cultura sindical
Compañeros y compañeras: este acto, que simultáneamente inaugura todos los cursos de las Escuelas Sindicales del país, tiene quizá para mí, más que para ningún otro argentino, un significado mucho más trascendente y emocionante. Una de mis preocupaciones, desde 1945 hasta nuestros días, ha sido, precisamente, la de tratar de crear todos los organismos necesarios para la elevación de la cultura social de nuestro pueblo. En efecto, a nuestro pueblo se lo había encaminado en el sector de los privilegios hacia una cultura política, hacia una cultura artística, hacia una cultura económica. Pero a nadie, hasta nuestros días, se le había ocurrido encaminar a nuestro pueblo hacia una conquista social, hacia una cultura social. Es natural. Cuando es menester tener un mudo y torpe rebaño para explotarlo y manejarlo, se hace necesario que ese mudo y torpe rebaño no tenga ninguna cultura. Esa creo que es la única razón por la cual jamás se han hecho intentos de desarrollar y elevar la cultura social de nuestro pueblo, y, en especial, la cultura general del pueblo. Sometido a un trabajo de expoliación, ningún pueblo puede darse el gusto de hacer incursiones en ninguna clase de cultura. El tiempo de ganarse el sustento le es corto, de manera que muy poco le puede quedar para elevarse en las espirales un poco hipotéticas de esa cultura, que está solamente al alcance de los privilegiados en los países donde la organización de la comunidad se dedica a explotar a la masa popular y no a establecer un instrumento en ella para su propia elevación en todos los aspectos de la vida. Por eso nosotros hemos buscado que la acción escolástica en la masa, vale decir la acción educativa e instructiva, vaya penetrando por sí y se vaya realizando paulatinamente, a medida que cada uno de nosotros vayamos teniendo un poco más de tiempo para dedicarlo a nuestra propia cultura. Por eso, las escuelas de nuestro Movimiento, representadas en el aspecto político por la Escuela Superior Peronista y en el aspecto social por la Escuela Superior Sindical, como mojones bases de una nueva cultura en el pueblo argentino, tienen por finalidad, bien claramente establecida, las funciones cuyo enunciado acabamos de escuchar muy bien determinado, al compañero Di Pietro. La primera es la de mantener y desarrollar nuestra doctrina, vale decir, la de fijar la doctrina en el pueblo argentino. La segunda es la de mantener su unidad doctrinaria, o sea la unidad de criterio en su interpretación y en su ejecución. Y la tercera, la de mantenerla al día haciéndola evolucionar a medida que el tiempo nos vaya llevando a la evolución de nuestra propia doctrina para ponerla a tono con la vida del pueblo argentino. Esa es una de las misiones de las escuelas sindicales. La otra es la de formar sus dirigentes. Esa tarea tiene a su vez otras tres acepciones. Primero, formar el elemento de conducción, vale decir, la dirección superior que ha de conducir la totalidad del movimiento sindical argentino. Segundo, la de formar sus dirigentes de dirección, vale decir, los que encuadran todo el movimiento y lo van dirigiendo de acuerdo con la dirección superior que da el conductor del movimiento sindical. Y tercero, la de formar hombres idóneos, capacitados, que entiendan de una y otra acción, técnicamente perfeccionado para dar la mejor opinión en el momento más oportuno. Dos tareas bien claras. De manera que la misión, tanto de la Escuela Superior Sindical como de las Escuelas Sindicales en todas sus gradaciones, no puede se otra que ésa. Señores: desde que empezamos con nuestro movimiento nacional le dimos una concepción particularizada. En otras palabras, fijamos un objetivo a realizar y toda la acción nuestra fue ajustada a ese objetivo. De ahí surgió hasta la calificación de nuestro movimiento: Movimiento Justicialista. Justicialista, porque su objetivo fundamental es la justicia social, y alrededor de ella todas las demás creaciones de una doctrina completa, pero que gira como un sistema planetario alrededor de un sol. Ese sol es la justicia social. Nosotros hemos dado el lente y el color del lente a través del cual debemos mirar todas nuestras cosas. Miramos toda la concepción de la comunidad argentina, en todos sus fenómenos y manifestaciones, a través del cristal del Justicialismo. Podrá ser la cosa más bonita, pero si está opuesta a la justicia social, para nosotros no es bonita, aunque lo parezca. Podrá ser la cosa más grandiosa, pero si está en contra de la justicia social, para nosotros no es grandiosa. Eso es lo que debemos concebir antes de poner en marcha cualquier apreciación doctrinaria. Para que eso sea efectivo, debemos realizar dos acciones: primero, realizar un movimiento; segundo, consolidarlo. En la metafísica de la humanidad, desde que es tal, han existido siempre dos sistemas o dos métodos; uno que se ha llamado el método ideal, y otros, que se ha denominado el método real. El método ideal comienza con el estudio y la concepción perfecta de las cosas en todo su desarrollo, y a la luz de esa concepción teórica o ideal, se realizan después los hechos. El método real consiste en comenzar a realizar y, sobre la marcha, ir armando, y constituyendo y organizando todo. La experiencia podrá tener ideas muy contrapuestas, pero en todos los hechos de la historia vemos que estos dos sistemas pujan por imponerse. Un ejemplo característico de eso, lo constituye la revolución francesa; no la revolución rusa, la francesa, que empeñó cincuenta años antes con el trabajo de los enciclopedistas. Yo tengo la mitad de mi biblioteca llena con las obras de los enciclopedistas franceses del siglo XVIII. Ocupa como diez metros de anaqueles. Admirable concepción. Eso es todo lo que ellos escribieron. Todos ellos representaron el concepto y la idea revolucionaria de los franceses. Después viene la revolución y todos ellos fueron a parar a la guillotina, y los libros, que no se quemaron, se ocultaron muy bien para que pudieran llegar a nuestros días. Es decir, el método real arrasó con el método ideal, a pesar que era admirable, lo que quiere decir que no es posible creer que se puedan realizar las cosas de una manera ideal. Tampoco se pueden realizar únicamente de una manera empírica. Es menester que se produzcan los dos fenómenos, porque el método real es realista, como su palabra lo dice, y el método ideal lo consolida. ¿Por que? Porque es la doctrina, porque es la idea que va fijando en la mente y en los corazones los principios básicos sobre los cuales únicamente se consolidan los movimientos sociales y los movimientos políticos. Nosotros realizamos la justicia social en la Secretaría de Trabajo y Previsión, algunas veces con una concepción muy acabada, pero otras veces sin tener una concepción muy acabada. Pero lo importante, es que lo hicimos. Si lo hubiéramos pensado mucho, a lo mejor todavía estaríamos por hacerlo. En esto es menester comenzar, y nosotros hemos realizado mucho de ese camino. Si queremos consolidar ahora lo que hemos hecho, es necesario establecerlo ya como definitivo en la doctrina, vale decir, conformar nuestra inteligencia y nuestro espíritu a la idea de realización en base a esas concepciones. Ahí está la necesidad de nuestra doctrina. Estos movimientos no solamente se conforman y se consolidan con realizadores. Son necesarios también los predicadores, que son los que consolidan la conciencia, que es la más grande de todas las consolidaciones. Nosotros dijimos en aquel entonces que nuestro movimiento era una conciencia en marcha. Hoy debemos decir que nuestro movimiento es una conciencia en consolidación. La tarea de consolidar se logra a base de esa prédica permanente de nuestra doctrina y con el estudio y penetración de la misma en todos los establecimientos que nosotros tenemos para la elevación cultural y social de la masa. La tarea de las escuelas sindicales en todas sus categorías es, precisamente esa: dar esa consolidación. Naturalmente, esto implica dos grandes tareas. La tarea de inculcar esa doctrina en la masa, que es una tarea puramente de predicación; y la tarea de formar hombres capacitados para la conducción, para la dirección y para la predicación de esa doctrina, que es una tarea de formación en las escuelas sindicales. La formación de conducción, está a cargo de las escuelas superiores sindicales, y la formación de los otros elementos de encuadramiento, a cargo de las escuelas regionales sindicales, que también deben formar los idóneos en el servicio de toda esa dirección y de todo ese encuadramiento, como así también de toda esa predicación de la doctrina. Esa tarea no es simple. Enseñar una lección es la cosa más simple, porque hasta muchos creen que salen del paso enseñándola de memoria, pero la enseñanza de memoria es un manera de escribir en el aire para se vaya borrando a medida que uno va escribiendo, porque en esa forma el hombre sabe tanto cuando recuerda, y ustedes saben con que facilidad olvidamos todos nosotros. Eso lo decía recién el compañero Di Pietro. Si tenemos que enseñar historia del sindicalismo argentino, el mejor maestro va a ser ese dirigente a quien han tenido muchas veces preso y alguna vez se ha librado de causalidad de recibir un balazo o un palo. Esa escuela que podríamos llamar la escuela del dolor, del sufrimiento, de la miseria, es la escuela que graba más profundamente. Por desgracia es así. Los hombres no olvidan fácilmente esa desgracia. En cambio, olvidan fácilmente los momentos de alegrías o de placeres. Eso, llevado a las escuelas sindicales y trasmitido a las nuevas generaciones, tiene una importancia extraordinaria, porque muchos muchachos jóvenes, que reciben ahora la antorcha que le entregan sus viejos compañeros, sin la experiencia dura de aquellos tiempos, no podrán llegar a comprender jamás cuanta es la intensidad y la profundidad de la reforma social realizada por nosotros y cuanta la importancia de defenderla, aunque sea con la propia vida. Esto significa formar dirigentes, hombres y mujeres, que entiendan la tarea de dirigir, que es difícil y de sacrificios. Algunos creen que no es de sacrificios. Sin embargo, es de profundo sacrificio. Hay dos clases de hombres: los que trabajan para ellos - como he dicho siempre - y los que trabajan para los demás. No hay nada de mayor sacrificio y muchas veces de mayor ingratitud, que trabajar para los demás. Pero es necesario que existan hombres capaces de sacrificarse para los demás. Solamente así se salva la comunidad. Las comunidades no viven ni se mantienen con egoísmo. Viven y se mantienen con altruismo, con desprendimiento y con sacrificio. Y para que vivamos cada uno de nosotros, es menester que haya algún tonto que haga vivir también a la comunidad. Y digo esto de tonto, porque es común aquello, de que el vivo vive del tonto y el tonto de su trabajo. En esto, compañeros, es de una importancia fundamental que nosotros captemos la necesidad de extender estas escuelas, destinadas a formar a esos hombres, para darles, sobre ese concepto, y esa convicción, un alto grado de persuasión, a fin de que se convenzan de una vez por todas de la necesidad de encuadrar a las grandes masas para conducirlas y para dirigirlas. Si esto no sucede en las comunidades, la anarquía termina con ellas por el lado del capitalismo o por el lado del colectivismo, pero termina. Compañeros: nosotros debemos persuadirnos de que la organización de nuestra comunidad nos debe llevar a reconocer, a obedecer, a respetar y a encumbrar a nuestros dirigentes. Nosotros, en contra de lo que muchos creen, estamos formando escuelas de dirigentes para los muchachos. A los chicos, en las escuelas, hay que acostumbrarlos a la idea de que ellos tienen un dirigente, porque si no procedemos así, para que sepan que deben tener un dirigente una comisión directiva que los dirija, puede ocurrir que los vivos los atraigan hacia sí, dirigiéndolos en su propio beneficio, y no para bien de la comunidad. Observen ustedes lo que ha pasado durante los regímenes anteriores que ha debido soportar el país. Ustedes, dirigentes, nunca contaron para nada. En cambio, los políticos, fueron los que siempre dirigieron todo. Es necesario que los dirigentes no se dejen anular, y que el espíritu de comunidad vaya determinando paulatinamente sus dirigentes, a los que obedece y sigue. De otra manera, no sería una comunidad organizada sino un mudo y torpe rebaño, susceptible de ser expoliado y encarnecido. Cuando dicen que la culpa de la explotación de las masas la tienen los empresarios o los capitalistas, yo siempre sostengo que no. La culpa la tiene la masa, porque si se organiza, si la masa crea un instrumento de poder, ¿que van a hacer los empresarios o los capitalistas? Es la masa la que va a decidir. De manera que cuando la masa ha sido escarnecida y explotada, ella misma ha sido la culpable, porque en sí misma estaba el remedio para evitarlo. ¿Cual es el remedio? Precisamente, el remedio es lo que estamos haciendo nosotros: elevar la cultura de la masa popular, elevar la cultura social del pueblo. Para lograr ello, ¿que debemos hacer? Lo que hacen todos. Cuando se quiere perfeccionar la ciencia, por ejemplo se crean academias científicas o universidades. Cuando se quiere elevar el conocimiento de las artes, se crean academias de artes; cuando se quieren perfeccionar los conocimientos técnicos, se crean las escuelas politécnicas. Y así con todo. Pero a nadie se le ocurrió que para elevar la cultura social es necesario fundar academias y escuelas sindicales. Si en el futuro queremos consolidar nuestro movimiento, y llevar más allá nuestra propia evolución, debemos seguir un sólo camino: trabajar intensamente en todos los campos. Solamente así podremos conseguir el grado de cultura y de perfeccionamiento necesario para cumplir tal objetivo. Debe tenerse presente que la doctrina es la parte inerte, diremos así, de todo el movimiento, y que los dirigentes constituyen la parte vital de ese movimiento. Unida la parte inerte, que es la teoría de nuestro movimiento y su doctrina, con la parte vital, constituida por los conductores y los dirigentes del movimiento, llegamos a formar la conjunción para una realización perfecta. Las escuelas sindicales, en todos sus aspectos, en el orden de la organización sindical, tienen esa función, como la tienen en el campo político la Escuela Superior Peronista con todas sus gradaciones intermedias, y como la tienen en los demás aspectos las otras escuelas. Y así nosotros dirigimos a los chicos para que crezcan dentro de este aspecto de la concepción vital de la doctrina nacional. Todo esto es lo que nosotros estamos realizando. En este momento se pone en marcha y se cumple esa realización: el aspecto de la elevación cultural y social de la masa popular argentina, a través de sus escuelas sindicales y de la Escuela Superior Sindical. Quiero, con este motivo, felicitar a los compañeros dirigentes de la Confederación General del Trabajo, que son los que han puesto en marcha esto; felicitar a todos los dirigentes argentinos que hoy inician la acción escolástica para el perfeccionamiento cultural y social de la masa de los argentinos y felicitar a todo el movimiento sindical argentino, que hoy se enaltece y se perfecciona. Mantengo, además, una esperanza: en el palacio que estamos construyendo enfrente, hemos de unir después todos los órganos escolásticos de perfeccionamiento de nuestra doctrina y de formación de nuestros dirigentes, y allí elaboraremos para el futuro una generación de argentinos capacitados para llevar al pueblo y a la nación a sus destinos. ...........
1955-06-03
Encuentro en la Casa de Gobierno con legisladores peronistas :
Señoras y señores: Quiero que el comienzo sea para saludarlos a todos y agradecerles que hayan sido tan amables de responder a esta invitación, para tratar un pequeño problema dentro de nuestro gran problema, pero que tiene en este momento una importancia bastante marcada, que es la consideración del proyecto de contrato para la explotación petrolífera. En esto, es indudable, que podrá estudiarse el problema desde distintos ángulos y apreciarlo, observarlo con distintas limitaciones. Yo quiero darles a los señores legisladores peronistas, la sensación de la consideración integral y de conjunto del problema, como la debe ver el gobierno. El técnico, la mirará, naturalmente, por el agujerito de la técnica, y no ve nada más que un sector de este problema. El abogado la mirará desde el punto de vista jurídico y también va a ver un pequeño sector. Nosotros desde el gobierno, debemos verlo como la solución nacional, y en consecuencia, como un problema integral, sin limitaciones o, sin críticas limitativas de ninguna naturaleza. Por eso yo quería hacer una exposición, que no será todo nuevo, porque yo he hablado ya muchas veces y en el gobierno se ha hablado, y los señores legisladores también han hablado. Pero recapitular, desde un punto de vista integral las distintas cuestiones que nos impulsan a considerar en conjunto este problema como una solución indispensable de un problema que es el más grave de todos los problemas nacionales pendientes a solución del gobierno. Señoras y señores, el problema del petróleo en el país puede sintetizarse históricamente en una cosa muy simple: hace cuarenta y ocho años descubierto el petróleo, se dio piedra libre para todos, y comenzó una carrera de explotación, en la cual, cada uno dio, asignó, regaló, arrendó o vendió concesiones a quien quiso venir a trabajar aquí. Como consecuencia de ello las grandes empresas del Royal Deuch, de la Shell, etcétera, y los alemanes de las distintas compañías que vinieron, comenzaron a trabajar en la prospección del petróleo. Como consecuencia de ello, el gobierno comenzó a ver que le dejaban el agujero, le llevaban el petróleo y daban cuando mucho la mano y terminaba el problema ahí. Eso no era naturalmente, una, diremos, ventaja para el país. Pensando con buen criterio, que era menester que el Estado se ocupase de la explotación del petróleo. Pero, eso venía ya como una reacción contra el sistema de libre explotación petrolífera por reservas asignadas por cualquiera, que llevó a una lucha de las pequeñas y nacientes industrias del país con la Standar Oil, la Shell, Mex, Quinquelin, etcétera. Bien. Como consecuencia de que se trataba de una reacción, cuando se llevó al Congreso para establecer una legislación aparente frente al problema, se fue al otro extremo, vale decir, del monopolio extranjero se pasó al monopolio absoluto de orden nacional. Se pasó de un monopolio a otro monopolio. Yo no voy a criticar en manera alguna el monopolio estatal. Magnífico, lo voy a considerar en sus efectos, porque claro cuando se hace un monopolio es para sacar ventajas, no para sacar desventajas, ¿no? Si el monopolio produce desventajas mejor no es ir al monopolio, sobre todo el monopolio estatal. Yo veo que analizado de una manera, diremos, desapasionada este problema, y sin prejuicios de ninguna naturaleza, visto solamente desde el punto de vista del interés nacional, el monopolio estatal ha sido perjudicial, porque no ha dado al país ni siquiera el cuarenta por ciento del petróleo que el país necesita para enfrentar las actuales necesidades. No hablemos del futuro, porque el crecimiento, o la velocidad de crecimiento de la necesidad de combustibles aumenta con una celeridad tal que nosotros no la alcanzaremos jamás con el ritmo de crecimiento de la producción. ¿Por que no? Y porque no tenemos los capitales necesarios, y aún cuando los tuviéramos no tendríamos quizás los materiales necesarios para realizarla. Ahí está el problema planteado en pocas palabras. Nosotros pensamos, que esto hay que estudiarlo y que esto hay que defenderlo; pero defenderlo en lo que es justo, no en lo que es injusto; en lo que es conveniente, pero no en lo que es negativo o inconveniente. Nadie nos puede negar a nosotros, que nosotros hemos sido los campeones de la nacionalización, no de los discursos, ¡no!, de la nacionalización efectiva de las cosas que habían sido desnacionalizadas en nuestro país. Si bueno pero eso también tiene un punto límite, porque cuando esa nacionalización comienza a ser perjudicial para el país. !No, no no! Nacionalizamos en conveniencia del país pero no en inconveniencia del país. Esto es lo que hay que establecer perfectamente bien antes de opinar sobre este problema. La opinión técnica....no interesa esto. Aquí es la opinión de un problema nacional, analizado desde los distintos puntos de vista, necesarios como solución nacional, y como conveniencia nacional, sin prejuicios de otra naturaleza. No es un problema para sectarios. Los sectarios generalmente resuelven preconcebidamente. No, este es para gente pensante y gente consciente, que defiende sectariamente los intereses nacionales, que es el único sectarismo que yo acepto y que yo, diremos, practico. Señores, este monopolio estatal que en cuarenta y ocho años ha dado un poco más del cuarenta por ciento de la necesidad de petróleo, en los actuales momentos, por las razones que enseguida voy a explicar, es un asunto peligroso para mantenerlo cerradamente. Como dije antes, yo soy enemigo del monopolio internacional, pero no soy tampoco amigo del monopolio nacional. Soy enemigo del monopolio internacional porque ese es un monopolio de expoliación, y soy enemigo del monopolio nacional porque resulta peor remedio que la enfermedad. Porque ese remedio es contra el monopolio, que nos daría la totalidad del petróleo necesario, y él no nos da ni siquiera la mitad del petróleo que necesitamos. Ahí está el problema en su verdadero enfoque, en su verdadero punto de vista inicial como solución del problema actual de la República Argentina. Señores estaría demás que yo analizara aquí, lo que hemos nosotros vivido en la Primera y en la Segunda Guerra, por no haber resuelto estos problemas en su oportunidad. En 1914, yo recuerdo como se produjo el derrumbe de la Nación en los primeros cinco años de la Primera Guerra Mundial. Lo vimos caer, porque ninguna previsión, en un país que todo lo importaba, se había tomado para asegurar siquiera algún stock que nos permitiera vivir durante esos cinco años. Al decir vivir no me refiero a comer, me refiero a trabajar la materia prima necesaria y los elementos necesarios para que el pueblo pudiera trabajar y ganar su sustento. Era tan elemental, señores, la previsión, claro que eso no había que pensarlo durante la guerra cuando la guerra submarina no permitía que llegase un solo barco de Europa. En la Primera Guerra hubo un largo período, en que ni un solo barco llegó, ni de Estados Unidos ni de Europa. Y así nos fuimos quedando sin nada. ¿Cual fue la consecuencia política y la consecuencia social de esta terrible imprevisión del gobierno radical de 1914 a 1918? Y... las consecuencias son siempre las mismas: hambre, miseria para el pueblo. Nosotros asistimos en aquella época, primero a una desocupación paulatina; enseguida una rebaja general de sueldos y salarios, que se pagaban tarde, mal o nunca. A nosotros, que éramos verdaderos privilegiados, nos pagaron una vez con seis meses de atraso. Vivíamos de la caza y de la pesca los empleados públicos de aquella época, y éramos los que mejor vivíamos, vea como vivirían los demás. Comenzaron las fábricas a cerrarse; como consecuencia de esa inactividad y de esa falta de pago, los comercios llegaron a una atonía extraordinaria y, en consecuencia, los empleados, todos los que servían a esa actividad, comenzaron a correr la libre como decimos nosotros popularmente. Ya ese fue un problema de hambre, no fue un problema de falta de estímulo o de atonía en la economía nacional. Naturalmente eso fue a medida que la guerra avanzó, cada día, pronunciándose de una manera más grave. Primero fueron tres o cuatro mil desocupados que hicieron campamento en distintas partes, después comenzó el éxodo de esos desocupados parciales hacia un lugar donde hicieron un campo de concentración de dolor, de miseria y de indignidad, ahí al lado de Puerto Nuevo, que le llamaron Villa Desocupación. Piensen señores, y muchos de ustedes saben como yo, que veo muchas canas, mucha ausencia de canas ya también, de manera que han vivido como he vivido yo aquello, de manera que esto no nos lo han contado, esto lo hemos visto nosotros. En los cuarteles donde yo prestaba servicios, familias con el perrito, como los crotos, a recibir un poquito de ese residuo que ahora llevamos para los cerdos a los criaderos. Eso le repartíamos a la gente para que comiera. La desocupación llegó a un límite tal, que ya en las postrimerías de la guerra, aquí no había en que trabajar. La pequeña industria metalúrgica de aquellos tiempos paralizó totalmente sus actividades, y legiones de hombres en las calles quedaron desocupados. Los pocos que trabajaban querían más salario, porque.... y que les iban a pagar. Y entonces se fue haciendo esa ola comunista como decían entonces, que en realidad era hambre y miseria, y se produjo la famosa Semana Trágica en enero de 1919, un año después de terminada la guerra. Yo he visto cuanta gente se mató en aquella oportunidad, inútilmente, injustamente. Bueno, los que hemos presenciado eso, como nos van a venir a hablar los radicales de su previsión. Podrán tener inteligencia, pero es siempre retrospectiva, previsión no han tenido jamás esa clase de inteligencia. De manera que, ¿podríamos pensar nosotros, que si viniese en el futuro una guerra, nos encontrase en las mismas condiciones en que los encontró a estos señores? Y, eso es lo que querrían ellos. Pero nosotros no le podemos dar en el gusto. Nosotros tenemos que resolver estos problemas, porque en la Segunda Guerra tampoco fue mejor la situación, porque tampoco la previsión fue un dechado de aciertos por parte de los gobiernos. Pero nos vino bien, porque eso terminó en la revolución que nosotros hicimos, por lo menos la aprovechamos para hacer algo bueno. Pero la situación fue terrible, porque en la Segunda Guerra, si bien no tuvimos el margen de desocupación, tuvimos una gran desocupación; si bien no tuvimos los graves problemas que se presentaron en la Primera, pero quemamos las cosechas, quemamos el trigo, quemamos el maíz, y no quemamos hombres porque no llegó el momento, si no después de eso, hubiéramos echado a la hornalla a los hombres, sabe. De modo que los problemas han sido demasiado graves, para que nosotros nos olvidemos ahora, que enfrentados a una tercera guerra, porque la tercera guerra se va a producir, todo esto son cuentos, esto que están haciendo, postergando y todo, no, esto se va a producir, no hay nada que hacer. Esta es una cosa a corto o a largo plazo, pero que va a ser, no tengo la menor duda. Y aún cuando tuviera la duda, entre las dos cosas, yo elegiría la que nos puede perjudicar, no la que nos puede beneficiar para prever. Entonces si eso se puede producir, que vamos a estar pensando y esperando para resolver los problemas que nos van a conducir a un caos que ya hemos presenciado en las dos guerras pasadas. ¿O es que será mejor que produzcamos con nuestros chacareros para quemar el trigo, para quemar el maíz? Eso era posible hacerlo cuando le pagaban dos pesos por el quintal de maíz. Sería muy caro hoy quemar maíz a cincuenta pesos, ¿saben? Esa es una cosa que cae de su propio peso. En los años de miseria y de explotación, y...el producto del trabajo podía quemarse, hoy no nos podemos dar ese lujo de quemar el producto del trabajo de la tierra y de nuestros hombres. Entonces hay que resolver estos problemas, y hay que resolverlo con la cabeza, no con los pies, como lo han resuelto en otros tiempos. Eso es lo que me parece a mí, que es lo lógico, y por eso yo he querido darles los puntos de vista nuestros, y el análisis nuestro, sintético, para no complicar mucho las cosas. Bien, sobre esta base histórica, que nos da un punto de partida, analicemos el problema brevemente en sus términos y sintéticamente en su consideración. Señores, yo recuerdo cuando era chico, teníamos en el colegio nosotros la geografía de Boero, esa famosa, que dicen que es mala, pero a mí me parece que es buena, y no me olvido nunca cuando se estudiaba Inglaterra decía que este siglo era de Inglaterra. ¿Por que? Y porque había tenido el combustible, había tenido carbón; con él había hecho la industria y con eso había enriquecido y había dominado. Esto quizá no sea todo cierto, pero hay un gran fondo de verdad en esto. Los que han intentado industrializarse sin combustible, lo han pagado caro. Han trabajado para los demás o se han fundido. Son los únicos dos puntos de llegada de los que industrializan sin combustible. La base de la industrialización es el combustible. Yo recuerdo siempre cuando le preguntaron a Lenin que era un gobierno soviético. Dijo: campesinos, obreros y muchos millones de kilowatios hora. Vale decir, gente férrea de trabajo y mucha energía para acompañarlo. Eso sigue siendo cierto hoy, como ha sido cierto en la historia del mundo. Bien, yo analizo además nuestras necesidades en el orden de la industrialización. Empecemos por decir que podemos renunciar a la industrialización. Para poder mantener el monopolio del petróleo, producir el cuarenta por ciento de la necesidad, podemos renunciar a la industrialización. Pero yo pienso que sin industrialización del país nosotros no vamos a resolver el problema del país, las masas urbanas son demasiado grandes para tenerlas inactivas y vivir de lo que trabajan las masas rurales, que van siendo cada vez más chicas. Ya eso es un problema superado por nuestro tiempo y por nuestro país. De manera que vamos a la industrialización o nosotros no resolvemos ni el problema social ni el problema económico del país. De manera que no podemos renunciar a eso. Si no podemos renunciar a eso, hay que resolver el otro problema que lo posibilite. Sin las posibilidades de una energía suficiente, no podremos nosotros industrializar al país y menos aún dar trabajo a nuestros ya, veinte millones de habitantes. Ya el problema nuestro comienza a ser un problema de trabajo. Ya este pueblo no puede ser de pastores y de agricultores porque entonces va a trabajar un diez por ciento de la población. Hay que darle trabajo al otro noventa por ciento, que si no industrializamos no va a tener en que trabajar. Ahí está el verdadero problema. Señores, nosotros calculamos bien, a través de estudios muy detallados y muy minuciosos y muy investigativos, las necesidades energéticas del país. Este es un problema que no tiene solución sino a través de grandes soluciones en el orden de las posibilidades de los combustibles. Nosotros necesitamos el doble de la energía que actualmente estamos consumiendo; el doble necesitamos para satisfacer las necesidades actuales solamente. Nosotros estamos tirando de la cola, y ustedes ven cuando uno se va a instalar con una industria y dice: Y tengo todo listo, estoy parado. ¿Por que? No tengo energía. Vale decir que estamos al desarrollo industrial lo estamos tirando de la cola nosotros por falta de energía. Deberíamos producir, ahora, el doble de lo que producimos, y dentro de cinco años, tendremos que producir cuatro veces lo que hoy producimos. Sino producimos dentro de cinco años cuatro veces la actual...llegar a 16 millones de kilowatios dentro de cinco años, estamos produciendo cuatro, o de metros cúbitos de petróleo, si quieren. Hago proporción, no hago estadísticas. Bien, si nosotros no resolvemos ese problema, es inútil que nos estemos gastando en otra clase de lucubraciones de cualquier naturaleza. ¿Como debemos producir esa energía? Con usinas termoeléctricas, a corto plazo; porque las hidroeléctricas de gran rendimiento, son todas a largo plazo, tenemos que pensar para de acá a quince o veinte años, empezando a trabajar ya. Pero el problema nuestro no está de acá a quince a veinte años, está de acá a cinco años, señores. Y en consecuencia tenemos que pensar en ello. Por otra parte las hidroeléctricas, son siempre un poco aleatorias. El año que no llueve, no le podemos dar a la industria un año con toda la electricidad y otro año con la mitad, como les pasa a muchos que no tienen la suficiente reserva termoeléctrica. Nosotros aunque hidrolectrifiquemos el país a bajo costo, tendremos que mantener siempre la reserva termoeléctrica para poder responder en los momentos de necesidad por insuficiencia de aguas, etcétera. Bien señores, por otra parte, en las largas distancias, producen un desgate, una pérdida tal en la línea de alta tensión, que en mil kilómetros, perdemos el casi el cincuenta por ciento de la fuerza. Y desgraciadamente todas nuestras posibilidades de potencial hídrico, están sobre la periferia del país, y los centros de consumo están en el centro del país a miles de kilómetros de distancia de la fuente de producción. De manera que nosotros hemos pensado que la hidroelectricidad en el mejor de los casos, servirá para los consumos locales, para la industria general tendrá que ser indefectiblemente la termoelectricidad y para hacerlo es necesario contar con combustible; y de ese combustible, combustible líquido; y del combustible líquido, barato, !barato! sino tampoco va a ser negocio. Hoy con una mano de obra que es el treinta por ciento de las grandes industrias americana o inglesa, por el costo de la energía o el costo del combustible, estamos industrializando a mayores costos que esos países que pagan altamente su mano de obra. Y señores, bastaría hacer un pequeño cálculo: una tonelada de petróleo en el golfo, vale 12 dólares, el básico, y nosotros aquí la pagamos 31,50, porque 19,50 es el precio de transporte, ya me voy a referir a eso. Con combustible a 31,50 tonelada puesta aquí, no puede ser la industria, es caro eso. Nosotros tenemos que hacer a 10 dólares la tonelada y eso lo haremos solamente con petróleo nuestro, no podemos seguir importando petróleo, para estar pagándole a los barcos petroleros el doble casi de lo que cuesta el petróleo o de lo que vale el petróleo no de lo que cuesta el petróleo. Señores, este es un problema tan importante, que bastaría un solo caso para poner en evidencia su importancia. Hace quince o dieciséis años, un país vecino, interesado en el desarrollo de su industria, libró a batalha do ferro, como le llamaron, para llevar su industria. Hicieron la batalha do ferro, con combustible importado. Han pasado diez años, y en este momento se encuentra con un problema sin solución. ¿Por que? Porque tienen que pagar por deuda atrasada de importación de combustible, 300 millones de dólares al año durante diez años, y 60 millones de dólares mensuales para el combustible que necesitan para seguir viviendo, después de paralizar la mitad de la industria. Eso nos puede pasar a nosotros dentro de diez años, porque nosotros estamos ahora librando la batalha do ferro. No sea que eso vaya a ser para hacer barrotes para encerrarnos por bárbaros, de acá a diez años. Este problema, señores, es el problema del país. Nosotros hemos hablado de industrialización porque no podemos ya, resolver el problema económico ni el social sin la industrialización. Pero al hablar de industrialización hay que hablar de combustible, y hay que hablar de combustible líquido, ¡y hay que hablar de combustible barato! porque sino dentro de diez años nos va a pasar lo que allá, que no saben que hacer, y que no tienen solución. O paran la industria o sacan el petróleo, pero para sacar el petróleo necesitan diez o quince años, y esos diez o quince años ¿que van a hacer? Que por otra parte es cuando tienen que pagar la chapetonada porque están pagando a 300 millones de pesos o de dólares lo que ya deben, y acumulando déficit. Nosotros no tenemos mucho que criticar eso, no lo critico, yo lo presento como un ejemplo de imprevisión, y he dicho muchas veces que el que no tiene buena cabeza para prever tiene que tener buenas espaldas para aguantar o buena bolsa para responder. Eso no se puede arreglar con unas buenas cosechas. No, no, eso hay que arreglarlo de otra manera, hay que buscar la forma de financiar. Señores, el problema de las divisas en relación con el combustible lo acabo de mencionar: 300 millones por año para pagar una deuda de 3.000 millones de dólares atrasada y 60 millones de dólares para resolver medianamente el problema de una parte de la necesidad. Eso podemos también ser nosotros en pocos años más, porque el ritmo del desarrollo de nuestra industrialización lleva a consumos de tal magnitud, que vamos a empezar a tragarnos todos los presupuestos de divisa y todos los créditos y todos los pagos diferidos para poder importar el combustible necesario para no tener nuestra gente desocupada y poder seguir llevando adelante la industria. Ahí está el problema. Podemos pensar nosotros que con el actual estado financiero vamos a poder destinar los cuatro, cinco o diez mil millones de pesos que se necesitan, y en caso de que dispongamos de esos diez, quince o veinte mil millones de pesos que necesitamos para la explotación petrolífera, vamos a poder comprar la maquinaria, la tubería y todo lo que necesitamos aquí para hacerlo; vamos a tener el desarrollo técnico necesario en el corto tiempo que es necesario sacar eso para resolver el problema. Señores, cuando uno se pone a sacar y a desdoblar esto, es cosa de no terminar, es cosa de no terminar. Las razones y los argumentos son tan extraordinarios, que es inútil perder el tiempo en estar explicando esto que no necesita ya, por evidente, ninguna explicación. Señores, el costo del combustible actual a la República Argentina, ¿permitiría que nosotros desarrolláramos nuestra industria con petróleo importado en el hipotético caso que dispusiéramos de las divisas necesarias para importarlo? Tampoco. Si nosotros produjéramos en este momentos cereales y carnes, y tuviéramos buenos precios, no los precios que tenemos, no hubiera en el mundo la explotación de la materia prima, en el grado, diremos, tan terrible como actualmente existe, salvando todas esas cosas y dispusiéramos de toda la divisa inconsideradamente a nuestra disposición para importar combustible, ¿podríamos industrializar el país con el precio del petróleo? Tampoco señores. Porque los costos de producción nos van a llevar a límites tales, que va a ser una industria, pero demasiado cara para poderla mantener. Ya en este momento, la industria argentina, es una industria de costos antieconómicos para la Nación. La sostenemos porque es necesario sostenerla, pero no porque económicamente se sostenga a sí misma. Esto, nos va llevando, conjuntamente con los altos costos de la producción, nos va llevando a una acumulación de déficits que se traducen en acumulaciones de deudas, que es necesario resolver por algún camino, y que es necesario contemplar en todos los conceptos económicos que se barajan en todos los problemas nacionales. El del petróleo quizás sea, como digo, el más grave. Porque señores, calculen ustedes, que el precio básico del petróleo en el Golfo, como dicen los petroleros, son 12 dólares, siempre que el transporte vaya por cuenta de los que traen el petróleo en cuyo caso le agregan 19,50, tomo datos del año '53; 19.50 dólares para el transporte: total 31,50 dólar por tonelada de petróleo. Estados Unidos para el orden interno de su consumo, con transporte, calculan término medio 8 dólares la tonelada de petróleo para poder económicamente producir la energía necesaria. Como vamos nosotros a competir con la industria de ellos a 8 dólares por tonelada, nosotros pagando 31,50 por tonelada ¿Que industria vamos a montar nosotros con esa solución? Y pensemos señores que si nosotros no resolvemos este problema, YPF no lo puede resolver. Ellos porque nosotros no le podemos financiar, y porque indudablemente, ellos han llegado ya al límite de sus posibilidades frente al aumento de crecimiento progresivo de la necesidad. Por esa razón yo llego a la conclusión necesaria, de que si queremos industria tenemos que resolver el problema del combustible barato. Bien señores, las conclusiones sintéticas sobre estos términos del problema, básico para despejar la incógnita final. La producción nacional abastece menos del cincuenta por ciento de su consumo, después de cuarenta y ocho años de explotación fiscal. Desde 1946 a la fecha hemos incrementado la producción en 1.400.000 metros cúbitos anuales, o sea hemos aumentado el cuarenta por ciento sobre el nivel de 1946, que era de 3.300.000 metros cúbicos para Yacimientos Petrolíferos Fiscales. Eso lo hemos aumentado nosotros. Dicen que debemos dotar a YPF de todos los medios necesarios manteniendo el monopolio. YPF ha contado por primera vez durante nuestro gobierno, de todos los capitales necesarios para el desenvolvimiento sin limitación alguna, y le hemos dado más divisas, en los últimos diez o doce años, que en todo el período anterior de los cuarenta y ocho. Por otra parte es evidente que para alcanzar el aumento de la producción lograda hacen falta capitales y divisas. Se calcula que de cada tres dólares de petróleo obtenido, hay que invertir en materia de compras en el exterior, un dólar. Desde luego, debe reconocerse, que el aumento de la producción que hemos logrado, es una consecuencia no solo del esfuerzo de la repartición, sino de los medios que el gobierno le ha provisto. Dicen algunos opositores, que debe mantenerse el monopolio en favor de YPF. Lo dicen ahora, cuando han estado en el gobierno no han hecho nada, ni siquiera lo que dicen. Esto quizás sea una ventaja para nosotros. La solución lógica es poner término al antagónico concepto de YPF y empresa, es decir, ni el monopolio de las empresas, ni el monopolio de YPF. YPF y empresas trabajando conjuntamente en colaboración para la solución de un solo problema que es el problema nacional. !Ahí está la solución! En esto también una tercera posición como hacemos en todo los justicialistas. Así permitirá que YPF, constituyendo una gran empresa que produce el cincuenta por ciento de nuestra necesidad, para lo cual tiene que meterle y meterle duro YPF, no conversar más ya, !sacar petróleo! Con ese cincuenta por ciento le deja a las empresas particulares el otro cincuenta por ciento. YPF tiene ya reconocido o más o menos indicado, terrenos petrolíferos donde tiene 7.000 millones de dólares en petróleo. !Que lo saque! No nosotros le daremos todo lo que podamos darle para que lo haga, pero eso no es óbice de que vengan otros a sacar el petróleo. Por otra parte, cuantas veces he dicho yo sobre esto, que el mal no está en que una empresa saque petróleo, si se cuida la forma en que lo va a sacar. En esto hay una historia muy linda. Un país una vez, expropió todo, es decir, tomó, ocupó todos los pozos petrolíferos de las empresas extranjeras. Los tomó todos y les pagó con papelitos para pagar en cien años, en doscientos años. Las empresas no dijeron nada, protestaron un poco, lógico, derecho de pataleo, pero, se quedaron calladitas. A los siete u ocho años ya se les había acabado el material de las empresas. Como las empresas tenían el monopolio de esos materiales, no les proveían para la explotación. En consecuencia ya iban a tener que detener la explotación, por falta de abastecimiento de cañería, máquinas, perforadoras, etcétera. Entonces se presentaron las empresas y dijeron y ¿que dicen ahora? Muy bien. Para que se siguiera proveyendo de ese material ¿que tuvieron que hacer? Tuvieron que darle la comercialización del petróleo a las empresas. Bueno, eso es lo que nosotros debemos hacer, y esto no va en la versión taquigráfica por favor. Déle a las empresas y déle a cualquiera, el derecho de sacar el petróleo cuando está bajo de tierra que es cuando cuesta; y tome usted el derecho de comercializarlo cuando el petróleo está afuera, que es cuando vale. Así le hicieron esas empresas a esos que les expropiaron el petróleo. Se lo dejan que se lo saquen. Ellos le pagan al básico: 12 dólares por tonelada, por eso está tan bajo el petróleo en el Golfo, porque lo compensan con el transporte, con los 19,50. Déjenle que saque el petróleo, si después nos lo entregan a nosotros para que los vendamos. Aquí lo que debemos hacer nosotros, es decir a la empresa: !venga sáquelo! y si lo saca sin pedirnos permiso, !también! Pero cuando esté en la boca de la mina, entonces dice: ¿lo sacó? Sí. Bueno, ahora es mío. Pero es lógico. Y eso es lo que dice el artículo 40, eso es lo que dice nuestra Constitución, eso es lo que ha perseguido. Dejémosle las minas, los minerales, todo, cuando están allí que sean del que lo saque, pero cuando lo han sacado eso pertenece al Estado. Usted le paga lo justo, más una ganancia prudencial, que tiene derecho, y lo demás lo vende para el Estado. Creo que eso es justo y que eso es una seguridad absoluta !Que vengan todos los monopolios que quieran! Que nos interesa que vengan los monopolios a trabajar sin permiso, sin decir nada que saquen todo lo que quieran. !Ojalá! Si después lo vamos a comercializar a medias. Es un socio muy cómodo, para que podamos nosotros ir pensando que......!no, no! Eso era en otros tiempos y con otras leyes y con otras constituciones, con nuestra constitución es difícil que nos puedan agarrar en un renuncio de esa naturaleza. Por eso todo eso que se pueda decir de los monopolios y de todo, tiene otro valor hoy el monopolio que el que tenía antes, totalmente distinto. Señores, pero lo que más queremos nosotros remarcar, es que nosotros tenemos que cambiar la política de presentar siempre a YPF como un enemigo de las empresas. ¿Por que? YPF debe ser un amigo de las empresas. ¿Por que? Porque las empresas vienen en estas condiciones legales y constitucionales a trabajar con ellos para satisfacer una necesidad nacional que YPF solo no la puede satisfacer. Y si para eso traen su técnica, sus materiales y sus capitales, y por que vamos a estar enojados con ellos, vamos a ser enemigos, por un prejuicio estúpido, que en otros tiempos pudo tener su justificación pero que hoy en manera alguna los tiene. Pero lo importante señores, que yo quería remarcarles a ustedes en pocas palabras, es que aún estas reservas de que hablan algunos, ignorantes y atrasados, digo esto porque claro no siguen La Época, las reservas de petróleo en el mundo han perdido el ochenta por ciento de su valor. Nadie quiere ya posponer nada por mantener reservas. Vean ustedes Estados Unidos si hubiera pensado en mantener las reservas petrolíferas, si no se hubieran mandado un millón de pozos petrolíferos en todo su territorio para sacar rápidamente, cual sería el problema que tendría por delante ahora cuando la energía atómica vaya paulatinamente reemplazando a la energía a base de combustible. Linda riqueza la van a tener ahí enterrada todos estos tontos que creen que todavía se puede seguir pensando en reservas. La reservas de que valen si no la vamos a utilizar para guardarlas. Eso es como ese avaro que junta dinero y tiene el colchón lleno de oro y no tiene para comprar la comida, y se muere de hambre. Después viene un vivo, mete la mano abajo el colchón se alza con todo lo que guardó. Más o menos el mismo procedimiento. En todos estos tipos cavernícolas de previsión ocurre siempre lo mismo, mueren siempre de la enfermedad contraria que preveen. Y esto, es una cosa que nosotros debemos de poner en evidencia. El país, indudablemente que va a progresar al ritmo de su energía. El trabajo es lo único que crea valores. La energía y el trabajo, se traducen en riqueza acumulada, en ahorro. Si no resolvemos estos problemas previamente, nada será serio ni seguro en el porvenir. Eso es definitivo y terminante. O resolvemos ahora, !no dentro de un año!, !no dentro de dos!, !ahora señores!, ya estamos llegando al último momento de la previsión. Si no resolvemos, nada de todos nuestros proyectos y de nuestras ilusiones algunas veces, van a ser posibles, ni serias, ni seguras. Esto señores es definitivo para nosotros. Señores, sería dudablemente muy lindo, que todo esto lo pudiéramos hacer nosotros, con nuestra finanzas, pero no podemos. Entonces es necesario pensar, si renunciamos por mantener el espíritu de hacerlo todo con nuestra plata, como hay algunos que se mueren de pobres por ese procedimiento, si pensamos que eso, tendremos que renunciar a todo lo demás, a la industrialización, a todo. Y si queremos industrializar, tenemos que industrializar a ese estúpido prejuicio de querer hacerlo todo con nuestra plata. Cuando escuchamos hablar a la gente de dinero, se ríe. Me acuerdo que Miguel Miranda siempre me decía: cuando yo usé mi plata era cuando ganaba noventa pesos por mes; cuando empecé a tener la primera fábrica, ya no tenía nunca un peso mío, era todo ajeno, y con eso construí treinta fábricas, me decía. Bueno en este orden, también señores, tenemos que empezar a pensar en grande, a tomar las previsiones legales y constitucionales que nos aseguren las cuestiones de fondo, y encargarnos nosotros, de darle a eso una forma, la más elegante, la más linda y la mejor, pero el problema, señores, se resuelve siempre de una sola manera. Yo he querido decirles, clara y sintéticamente, el pensamiento del gobierno, en el orden del problema petrolífero. Nosotros estaríamos listos a discutirlo personalmente en la Cámara, si tuviéramos una oposición que lo mereciera, pero sería gastar pólvora en chimangos, y nosotros preferimos conversar con nuestros compañeros, de ideales, de doctrina y de acción, para trasmitirles, así, sintéticamente, en lo indispensable, ya que todos y cada uno de ustedes es capaz de argumentar todo esto en mejor forma todavía, en que nosotros podemos hacerlo, porque están en la discusión, están en los problemas. De manera yo he querido que antes que se inicien las discusiones, los compañeros peronistas del sector de las Cámaras, tuvieran con nosotros, la tolerancia y la bondad de escucharnos, siquiera sea, estos sintéticos puntos de vista, para que más o menos estemos en una onda similar, y para que no se comience a tratar un problema de esta importancia, sin que por lo menos, previamente, nos hallamos dado la voz de orden y la iniciación de la marcha para una empresa que es de una importancia extraordinaria. Hace pocos días, en mi despacho, en un mismo día, coronaron las tres grandes negociaciones realizadas en el orden internacional. Los tres, diremos, soportes de este enorme trípode, que será el soporte de la economía y de las finanzas argentinas en el futuro. Vale decir, echamos las bases de las tres grandes negociaciones indispensables, para la solución integral del problema económico argentino. En primer término, firmamos el contrato para el trabajo de las empresas privadas, en el orden del cateo y de la prospección petrolífera; en segundo, firmamos los contratos necesarios para la ampliación al más alto grado de la energía en su producción y distribución a lo largo del país; y en tercer lugar, firmamos la aceptación de un crédito a empresas argentinas por el Export e Import Bank para el establecimiento en San Nicolás de la gran siderurgia central de la República Argentina. Estos tres grandes actos, son para mí, los más decisivos que hayamos tomado a lo largo de toda la acción económica en los dos gobiernos peronistas que venimos realizando. Y digo esto porque son los más trascendentes, porque un año antes, dos años antes, diez años antes, hubiera sido totalmente imposible realizar ninguno de estos tres actos, porque no estábamos preparados, ni capacitados para iniciarlo. Hoy, a través de la obra de gobierno, que venimos realizando desde hace diez años, es posible que se haga eso, con el deseo, tanto de las empresas que van a coparticipar en la acción como del gobierno y del pueblo argentino. El haber conquistado esto, nos da el derecho, de pontificar si es necesario, sobre lo que estamos realizando. Yo les deseo a los compañeros una lucha fructífera, pero les recomiendo también, que como en el caso nuestro, no gasten mucha pólvora en chimangos. ........................
1955-09-07
Ante integrantes de organizaciones sindicales :
Compañeras y compañeros: Yo deseo que mis primeras palabras sean para agradecerles la amabilidad que han tenido de llegar hasta esta casa, y darme así la inmensa satisfacción de poderles saludar personalmente, como así también agradezco a los compañeros secretarios de locutores, textiles y tranviarios automotor, los obsequios que son siempre los recuerdos que voy guardando, de los que tengo una enorme cantidad y que irán a la Fundación Eva Perón, para que sirvan de testimonio de mi agradecimiento sin límite a todos los compañeros que en todas las horas llegaron a mí, con esos recuerdos que cristalizan las mejoras horas vividas en esta apasionante y difícil función de gobernar. Yo les agradezco doblemente en esta circunstancia. No es tan fácil la tarea que nosotros nos hemos impuesto, que puede sintetizarse en pocas palabras: primero en decir la verdad, cosa que es muy difícil en la vida; hacer las cosas de la mejor manera que podamos, también otro asunto muy difícil; pero el más difícil de todos, es defender los verdaderos intereses del pueblo trabajador de la República. Estas tres tareas presuponen una lucha difícil, algunas veces enconada, y sobre todo, rodeada de una incomprensión grande de los intereses. Los intereses no comprenden porque no pueden, sino porque no quieren y esa es la peor de todas las incomprensiones. Enfrentamos nosotros una hora de la política argentina que algunos califican de muy difícil. Yo no creo que sean tan difícil, es más bien una encrucijada de lucha, planteada nuevamente en los términos en que nosotros ya decidimos en 1945. Nuestros procedimientos, han demostrado ajustarse de la mejor manera a la tarea que debíamos de realizar. Recibimos en 1946, un mandato popular revolucionario, que hemos tratado de cumplir con las formas más suaves y en la forma más incruenta posible. Creo que la hemos realizado. Una reforma como la nuestra en otros países han costado millones de muertos. Aquí, hasta hace poco tiempo, los muertos habían sido muy pocos, y habían muerto en los hospitales, probablemente, en forma indirecta como consecuencia. Sin embargo, parece que en los momentos actuales, la lucha se plantea de una manera más cruenta o con amenaza de ser más cruenta. Nosotros hemos buscado por otros medios, tratar de atemperar esa lucha. Hemos pasado un tiempo, ofreciendo a nuestros adversarios un camino y una puerta que la dignidad todavía ha dejado abierto en caso de que ellos quisieran entrar por una senda de tranquilidad y de discusión, o de lucha política y no de lucha activa o cruenta. Hemos esperado sesenta días con una paciencia extraordinaria. Hemos dejado, hasta en cierta manera, todos los sistemas agresivos, para someternos a procedimientos más bien pasivos en la defensa de los intereses del gobierno y de la Nación, y desgraciadamente no hemos sido comprendidos. Ellos creyeron que esta tranquilidad y esta tranquilización era un temor de parte nuestra o una debilidad, y entonces en vez de entrar en forma tranquila a conversar, se nos despacharon con unos discursos terribles, donde lo menos que nos dijeron que éramos una manga de ladrones, en fin, esas cosas tan agradables que suelen decir ellos todos los días. De manera que, mientras ellos, los dirigentes políticos, que debían ser hombres de responsabilidad y de ponderación, produjeron estos hechos nada constructivos para la vida de la nación, otras fuerzas se dedicaron a perturbar a través de rumores y de panfletos y de discursos y de una cantidad de cosas, sin que recibieran de nosotros ninguna contestación. Estaban todavía latentes los acontecimientos producidos aquí el 16 de junio, a los que nosotros pusimos un telón para ocultar frente a las intenciones de tranquilizar a la gente y de pacificar. Todo eso ha sido inútil. Nos ha persuadido de una manera absoluta, de que no podemos confiar en la buena voluntad ni en la comprensión, ni en la responsabilidad de los hombres que debían tenerla para enfrentar los momentos difíciles de la Nación. Por esa razón yo, el día 30, buscando un arbitrio que nos permitiera salir de esa situación, produje el documento a las autoridades partidarias, donde yo como afiliado y como perteneciente, debo respeto y debo obediencia, pidiendo autorización para producir un hecho que quizás nos llevara a una próxima elección donde terminara esto, en una elección que se podría producir en noventa días de acuerdo con las disposiciones, hacer una elección, entonces dilucidar todo este problema en un acto eleccionario que es la única forma que yo creo que debemos dilucidar los grandes problemas del país. Eso no fue posible porque se produjo en seguida un estado de reacción popular, que no me dejó a mí ningún otro camino que quedarme acá. Y Indudablemente compañeros, los problemas que hoy se plantean ya son totalmente distintos. Nosotros debemos de estar persuadidos de que por el camino que íbamos no vamos a llegar a ninguna parte porque, como dije antes, nadie es peor, diremos, en la comprensión de los problemas que aquel que no los quiere comprender. A nosotros se nos cierran en esta forma, todos los caminos de un posible entendimiento político para atemperar las formas y se nos amenaza con la lucha. No somos nosotros los que la provocamos, pero nosotros tampoco la vamos a soportar tan estoicamente como algunos presuponen. A esa lucha, nosotros nos vamos a preparar para esa lucha, y vamos a ir hasta el último extremo de esa lucha a que nos quieren llevar. Si ellos imponen las formas tranquilas de la lucha, lucharemos tranquilamente; si imponen las formas violentas, nosotros hemos de ser siempre más violentos que ellos. Ahora es indudable, que como es dicho muchas veces, nosotros entendemos algo de lucha y hemos demostrado que cuando tenemos que luchar, luchamos. Si el momento actual es un momento de lucha, hay que volver a las etapas de 1945, cuando luchábamos por nuestras cuestiones, y las planteamos siempre con una prudencia suficiente, como para no ir más allá de lo necesario, pero tampoco de no quedarnos cortos en lo que debemos hacer para enfrentar esa lucha. En este asunto, nosotros ya hemos tomado una decisión. Los compañeros de las organizaciones conocen perfectamente bien cual es esa decisión y no hemos de dar un paso atrás en ella. Por eso a todas las organizaciones sindicales que apoyan decididamente esta causa, que es la causa exclusivamente del pueblo, nosotros no defendemos otro interés que no sea el del pueblo y no hacemos otra cosa que lo que el pueblo quiere, como reza en nuestra doctrina, en ese camino nosotros hemos de prepararnos, y hemos de prepararnos seguros para la lucha, hemos de realizar formas de ejecución, un seguro, y sobre ese seguro hemos de tener también un reaseguro. Nosotros actuamos siempre en la manera mecánica, con tuerca y contratuerca, en esto no hemos de quedarnos nosotros cortos. Es indudable, que hemos demostrado al país, que las organizaciones del pueblo, son organizaciones férreamente concebidas y realizadas, que hay una solidaridad y que hay una unidad de acción tan extraordinaria, que la fuerza de las organizaciones por sí, representan la mejor garantía para el pueblo argentino. Somos gente de orden, pero eso no quiere decir que seamos gente que va a soportar el desorden de los demás porque seamos naturalmente personas de orden. A ese desorden le hemos de contestar con la represión en todos los campos y hemos de prepararnos para la lucha, tal cual la lucha se presente. El gobierno está decidido. Yo, no tengo otro camino que seguir. He ofrecido todo lo que puedo ofrecer. Nada de cuanto he ofrecido ha sido posible de realizar, por la oposición de unos, o por la tolerancia de mis compañeros que quieren seguirme aguantando en el gobierno. Pero, yo he de cumplir con mi deber hasta el último minuto. No he de aflojar en lo más mínimo, porque, creo, que se debe ser tolerante, que se debe ser prudente, pero no creo que se debe ser flojo y que no deben tomarse las medidas violentas cuando es necesaria la violencia. Una de los trabajos más difíciles que he tenido yo en esta casa es sacarme el general que tenía adentro y tirarlo por la ventana, ahora lo voy a ir a recoger a la calle y me lo voy a volver a meter adentro. Compañeros, sabemos que esa lucha tal cual se presenta, es una lucha diluida, porque no hay gente que enfrente la lucha. Aquí es todo a base de rumores y de panfletos, y cuando alguno por ahí dice alguna cosa, uno va y le dice: "¿Y por que dice esto?". "No, yo no digo nada yo los quiero mucho". Es una cosa de los más difícil de concebir el tipo de lucha insidiosa que se plantea. Uno va a cualquier parte donde pueda él presentarse, y no encuentra a nadie. Es el vacío de ese campo de lucha insidioso. Nosotros también sabemos hacer eso. No somos partidarios de la lucha insidiosa, de la lucha a traición en todas las circunstancias. Pero eso es más fácil que lo otro. Es más fácil y más simple que lo otro. Y con las organizaciones que nosotros tenemos y, con la manija que también tenemos, podemos hacer cualquier cosa. Si no lo hemos hecho es porque no queremos recurrir a procedimientos indignos, o a procedimientos poco claros, o a procedimientos que no sean francos y que no sean sinceros y que no sean leales, aún con nuestros propios adversarios. Pero eso no presupone de que nosotros no seamos capaces de hacerlo y que no seamos capaces de hacerlo mejor que ellos también. Hay asuntos que verdaderamente se ventilan y mandan a la gente, para convencerlos con unos panfletos largos, de que nosotros estamos por entregar al país, porque se quiere firmar un contrato para extraer petróleo, un ejemplo, planteo un ejemplo. Ellos nos van a decir a nosotros, que nosotros vamos a vender al país cuando sabemos lo que hemos tenido que hacer para liberarlo de lo que ellos habían entregado. Primero habría que preguntar si ellos habrían sido capaces de enfrentar los momentos de lucha internacional que nosotros enfrentamos para sacar a flote la dignidad y la soberanía de la Nación. Cuando ellos trabajaban asociados por Braden aquí, nosotros ya estábamos luchando por la liberación del país. Por otra parte nosotros hemos puesto ya en la Constitución, artículos mediante los cuales ya no podrá nadie aunque quiera entregar el país, no lo podrá entregar, porque la Constitución ya está con cerrojos para todos esos bandidos, que esos bandidos no vuelvan más a vender al país. Todas esas cosas que escuchamos, que nos dicen todos los días, yo estoy esperando que se divulgue bien esto, para después decir la verdad por radio, en cadena, y que se repita todos los días entonces termine. Como lo hacemos siempre nosotros, hay que dejar que gasten un poco de pólvora, y después nosotros vamos a decir la última palabra. Seguro que cuando decimos la última palabra, la decimos realmente como es, sin subterfugios de ninguna naturaleza y sin ningún interés oculto. Que interés oculto podemos tener nosotros. Cuando el gobierno podría haber hecho ese contrato sin consultarle a nadie, porque por la ley actual, a través de YPF se puede hacer un contrato de esa naturaleza sin consultarle a nadie. Nosotros hemos querido consultárselo al pueblo, porque el pueblo es el que va a sufrir las consecuencias si es malo. Y por eso se estudia, y por eso se va a corregir todos los defectos que puedan tener a través de todos los ojos y las inteligencias que lo puedan compulsar. Si el pueblo va a sufrir las consecuencias, queremos que sea el pueblo a través de sus representantes que lo discutan y lo aprueben. Y que se discuta públicamente en la calle, a nosotros que nos importa. !Ellos! que se mandaban un tratado Runcimann-Roca entre gallos y media noche. Vean la diferencia que hay entre ellos y nosotros. Nosotros para firmar un contrato de trabajos públicos, porque los que vienen son contratistas nuestros. Nadie presupone que tiene un terreno y le dice a tipo: "constrúyame una casa acá", presupone que le he entregado el terreno ¿por que le voy a entregar el terreno? Cuando termina la casa, le paga, le dice que le vaya bien y se queda con la casa y el terreno. Ahora vea si somos delicados, que para hacer eso, lo sometemos a la discusión pública. Vean la diferencia que hay entre ellos. Una cosa que era tan importante como eso, pero que era entregar la comida de los argentinos por muchos años, lo que fue el tratado Runciman-Roca. Yo conozco bien, yo estaba en el gobierno, era secretario del ministro de guerra, el general Manuel Rodríguez, que estaba furioso por ese hecho. Un día resuelven aquí, entre gallos y medianoche, que el vicepresidente de la República se fuera a Inglaterra porque parecía que Inglaterra no quería comprar la carne aquí, que la compraba a 16 centavos el kilo aquí. Bien, se resuelve, un día sale y se va para Inglaterra. ¿Que es lo que ocurría? Inglaterra había, en el año '32 hecho un tratado con sus dominios, el famoso tratado de Otawa, para que, se viese obligada a consumir, en primer término la carne de sus dominios: Canadá, Australia, etcétera. Bien, con ese motivo, parecía que ese año no iba a comprar carne en la Argentina. Bien, problema grave porque en ese entonces los argentinos comían el veinte por ciento de la carne que producían, el ochenta por ciento se vendía a Inglaterra. Solamente a Inglaterra, porque si no se le vendía a Inglaterra no había quien la llevase porque los únicos barcos que había frigoríficos eran ingleses. Es otra de las barbaridades que hice yo en comprar una flota frigorífica, que ellos criticaron muchas veces, naturalmente, porque ahora los tratados de venta de carne, si no la compran ingleses la vendemos a cualquier otro, porque nosotros tenemos la carne ellos tienen el hambre, la ventaja estará siempre de nuestro lado. Las carneamos nosotros, nosotros la transportamos en nuestros barcos y la vendemos nosotros, a ellos no les queda nada más que comer. Antes todo lo hacían ellos: la faenaban en sus frigoríficos, se la llevaban ellos en sus barcos y se la comían y nosotros la producíamos, y cobrábamos 16 centavos el kilo. Esa era el negocio que hacían. Aparte de eso, naturalmente, ese año el ochenta por ciento de la carne sin vender era un problema bastante difícil para ellos. Bueno, llega allá el vicepresidente de la República Argentina. Los ingleses que nunca han sido chambones para negociar lo tuvieron un mes en la amansadora sin recibirlo. Al mes lo recibieron, y le dijeron: No business, como dicen ellos, no es negocio. Porque estamos obligados a comprarles a nuestros dominios de manera que a la Argentina no le compramos la carne. Naturalmente, los vacunos aquí pusieron el grito en el cielo. El embajador, el vicepresidente, planteó el asunto: "señores, no puede ser, nosotros los clientes, le hacemos el chilled mejor del mundo", todas esas cosas que hemos dicho siempre para justificar nuestro coloniaje. Bien, otros cuarenta días de amansadora, cuando estaba bien ablandado lo recibieron, y le dijeron: "Vea hemos pensado en un asunto muy interesante como negocio para ustedes y para nosotros: ustedes venden toda la carne y nosotros vemos la manera de pagarles" ¿Como es eso? "Muy simple, ustedes nos venden ese ochenta por ciento de la carne que tiene que vendernos, y para pagarnos nos entregan el monopolio de los transportes de la ciudad de Buenos Aires, que nosotros ponemos sobre la organización del anglo argentino, ya tan importante en Buenos Aires, y entonces le damos un buen servicio, le pagamos la carne y ustedes vende su carne. Claro que no le que no le dijeron, era que en el contrato-ley que se hizo para el tratado Runciman-Roca, había que asegurarles hasta el siete por ciento, decirles hasta el siete y decirles el siete es lo mismo. El siete por ciento de interés al capital que ellos tenían en la corporación. Y el capital de la corporación ¿como lo hicieron? Y esos tranvías viejos desvencijados que no valían ni mil pesos, se los pusieron en cien mil pesos. Consecuencia: había que remitir todos los años como beneficio de la corporación de transportes a Inglaterra unos setecientos millones de pesos, y por la carne que ellos se comían nos pagaban seiscientos. De modo que para que ellos se comieran nuestra rica carne le pagábamos cien millones de pesos por año, sin contar que a los pobres colectiveros de acá les quitaron a todos el colectivo y no le pagaron nunca, le tuvimos que pagar a muchos nosotros después que llegamos. Muy bien. Observen compañeros la diferencia de procedimientos: nosotros para hacer un contrato de locación de obras, damos a la discusión pública el contrato, ellos para meternos en un tratado Runciman-Roca no le preguntaron a nadie, lo hicieron por su cuenta y siempre a escondidas. Esa es la diferencia que hay entre ellos y nosotros, y es clara, ¿por que? porque nosotros servimos al pueblo y ellos engañaban al pueblo para servirse ellos, ahí está la diferencia que hay entre ellos y nosotros. Compañeros yo doy para muestra un botón, pero tengo una botonería de esas....los tengo de todos tamaños y colores. Si yo nunca he hablado ha sido porque no creí que era prudente estar salpicando a la gente, que en el fondo, aunque malos, son argentinos como nosotros. Pero el día que yo destapara el Instituto, el famoso Instituto... ¿como se llamó aquel de Pinedo? Movilizador, el día que yo destapara el libro negro del Instituto Movilizador! Cuantas cosas iba a saber el pueblo argentino! O el día que yo dijese como se hizo el asunto de la C.A.D.E., todos estos que hacen discursos que eran concejales en ese tiempo, !la salpicadita que les iba dar a esos! Pero que no me sigan pinchando porque un día voy, me destapo y digo todo. Por eso, todo esto es claro, y yo tampoco le doy a estos rumores y panfletos la importancia que algunos otros le dan. Son todas formas distintas de calumniar. Porque si ellos fueran a decir verdades, como yo se las voy a decir el día que sea necesario, no tienen necesidad de mandar anónimos a nadie. Yo se los voy a decir, se lo voy a grabar, se lo voy a escribir y se lo voy a firmar, todo lo que yo tengo que decir de ellos. Bien compañeros, pero indudablemente lo que hay que mirar, muchas veces, no es solamente, como digo, la verdad, no es solamente la verdad. También la calumnia, influencia extraordinariamente a la gente. Estos que hacen circular rumores y panfletos, con mentiras, absolutamente mentiras, todas mentiras, claro, son profesionales de la hipocresía y la mentira los que lo hacen. Son profesionales en eso. Esta gente, sabe que siempre de eso algo queda. Y me dicen algunas veces: "vea que esto puede influenciar a tal círculo, o tal otro círculo". Les digo, vea: puede ser que influencie a algunos tontos por ahí, pero en esto ya estamos decididos, yo sé quienes creen las calumnias de los panfletos. Eso no lo cree nadie. El que lo hace, ya sabe que es mentira, porque lo fabrica. El contra, que lo recibe, lo aplaude, pero él sabe que es mentira. Y los nuestros no le creen. Y entonces yo siempre les digo, ¿que creen ustedes, que si estos panfletos o estos rumores, los creyese el pueblo, seguiría el pueblo pensando que nosotros somos hombres decentes, con todo lo que dicen de nosotros? Dirían que somos todos ladrones, que somos todos pícaros. Y de pronto, a ver si creen que los obreros creen estas cosas. No los obreros, no. Bueno esos son los únicos que me interesan, los demás.... Todo compañeros tiene su técnica y tiene sus cuestiones, es cuestión de no dar por el pito más de lo que el pito vale. Pero lo que hay que ver aquí en el fondo, es que se está tratando por todos los medios de enconar los espíritus y llevarlos a una situación violenta. Esa es la intención. Todos esos que hacen circular esas cosas, es enconar a una parte de la población contra la otra, para que se produzca una situación violenta, esa es la técnica que se está realizando, nosotros echando aceite y ellos echando vinagre, pero que estén seguro que la ensalada al último nos la comemos nosotros. Las organizaciones que nosotros hemos ayudado a realizar dentro del pueblo argentino, que hemos posibilitado a través de las disposiciones tomadas, para que haya esa unidad de la organización del pueblo, que es la única garantía del pueblo: el pueblo no tendrá en la Nación otra garantía que la de sus propias organizaciones. Un pueblo organizado, que ha progresado en sus dirigentes, y que ha elevado su cultura general y su cultura social, no puede ser engañado, y menos aún, tiranizado. El pueblo en esas condiciones, es el pueblo el que vence. Yo quiero que mi pasaje por la vida en la comunidad argentina, no le deje ninguna otra cosa, porque nada es permanente en la vida de las comunidades y en la vida de los hombres, pero sí le deje la enseñanza valiosísima de que sepa el pueblo que mientras esté organizado, él no tiene nada que temer, pero el día pierda el vigor de sus organizaciones, entonces, no habrá una cosa que no deba temer. Siempre en la lucha, compañeros, el primer día en 1944 en la Secretaría: unidos venceremos. Diez años hemos trabajado por unirnos y hoy estamos férreamente unidos. Nuestros enemigos también están unidos para combatirnos, pero les falta lo principal que debe ser la unión: la solidaridad entre ellos. No están unidos por la solidaridad, que es la unión del alma y del corazón, están unidos por sus intereses y eso no puede ser permanente. Porque como pueden estar unidos los comunistas, con los conservadores, con los radicales, con los curas, en fin, todas esas cosas, yo no lo veo. Son uniones que no pueden resistir a la acción destructora del tiempo. Esa tendrá la vida de un lirio. Un día se levanta uno de ellos un poco más mal del estómago que el otro y se arma una debacle entre ellos. Lo único que une es esa solidaridad, y esa conciencia social y esa conciencia política que se ha despertado en las masas organizadas de nuestro movimiento. Por eso un 31, un mes de ahora después, de haberse dado una palabra de orden, está todo el pueblo como una sola persona donde se quiere reunir o donde quieren realizar. Cuando un pueblo ha conseguido realizar eso con disciplina, con entusiasmo, con mística y con decisión, ese pueblo es invencible. Esa masa que ha conseguido realizarse de esa manera, es la única garantía que el pueblo argentino tiene para la defensa de su futuro, y es también la única garantía que tiene la Nación. Compañeros, estos días de lucha, son de inmensa satisfacción para mí, porque veo el resultado de esos diez años de trabajo, veo el resultado de esos diez años de prédica. !Sin obligar a nadie!, porque yo jamás he obligado a nadie a hacer lo que no quiere, sino ayudando, poniéndole el hombre a todas las cosas buenas y tratando de servir de la mejor manera a los que podemos servir, sin siquiera perjudicar a nuestros adversarios o a nuestros enemigos políticos. Si nosotros hubiéramos procedido de otra manera, con la manija política y económica que tenemos ya estaban en la calle todos esos que ahora andan gritando. Pero que no jueguen, porque todavía estamos a tiempo. Pero compañeros, nosotros somos hombres constructivos, no queremos ser hombres de pasiones, sino hombres de reflexiones; no queremos actuar, diremos, impulsados por la improvisación, sino por el trabajo planificado; no queremos ni siquiera que nuestra lengua se adelante al pensamiento, queremos proceder siempre con una absoluta ecuanimidad, seguros de que al último hemos de vencer nosotros. No tenemos nada que temer, el pueblo es nuestro reaseguro y ese reaseguro es un reaseguro que difícilmente se puede revertir. Nosotros estamos tranquilos, absolutamente tranquilos. Pero lo que sí debe de establecerse, como una resolución que hemos firmemente tomado, es que hemos de defender al pueblo argentino, con la razón, con la ley o con las armas si es necesario. Y si nosotros empuñamos las armas, no las hemos de dejar hasta haber terminado con todos los problemas de alteración del orden público en la República. Que después no se quejen y lloren algunos por las consecuencias, como ha ocurrido ya en días pasados, que todos se lamentan de que se tomó represalia con algunos sectores que incitaron a la revolución. Y ellos se sintieron muy doloridos porque algunas personas tomaron justicia por sus propias manos. Yo eso no lo he visto acá, lo he visto en otros pueblos, pero en una escala gigantesca al lado de lo que ocurrió acá. Lo he visto en España, que la recorrí tres años o cuatro años después de la guerra y no quedaba nada en pie, lo habían quemado todo. No hay que pisarle la cola al diablo. El pueblo no se lo puede agraviar, ni se lo puede escarnecer impunemente, el pueblo se va acumulando presión, presión, presión y si no tiene escape al final revienta. !Cuidado! les digo yo a esa gente !Cuidado! Hay diques pero todos los diques tienen su límite, proporcional a la presión, cuando la presión es superior al dique, el dique suena y después del dique suenan todo los demás, eso es lo peligroso. Compañeros, yo sé que todos los hombres de trabajo y de orden de la República piensan de esta manera. Y mi persuasión es que además de pensar están decididos a que en el país se mantenga el orden. No nos van a nosotros a perturbar con ninguna de las medidas que tomen, porque para cada una de las medidas, cualquiera que sea, nosotros tenemos la contramedida oportuna parar adoptar. De modo que, esto me tranquiliza, pero, no debe de dejarnos de llamar la atención la pertinacia con que se está procediendo y la insidia con que se está realizando esa acción. Eso, debe de llamarnos a la realidad, y debe sobre todo decirnos que en cada uno de los puestos que nosotros ocupamos en la comunidad argentina, no podemos ser un espectador de este espectáculo, sino un actor. Cada uno de nosotros constituimos una célula de lucha de esa acción. Si antes, como dije varias veces, recomendé tranquilidad y prudencia, ahora, recomiendo acción. Acción cuya violencia está en razón directa de la violencia que ha de reprimirse. Nosotros no provocamos pero !guay del que nos provoque a nosotros! Nosotros no hemos de tomar la iniciativa en nada de esto, pero la contestación nuestra ha de ser mucho más grave que la acción que nos infieran a nosotros. Esa debe ser nuestra posición: decididos a luchar y luchando en todo momento, en todo lugar, para la defensa de los intereses del pueblo, no defendemos otra cosa, ni atacamos a nadie. Se nos ha presentado muchas veces como que nosotros atacamos la religión. Falso, totalmente falso, ni atacamos la religión, no nos interesa a nosotros de cada argentino que religión profesa, si es ortodoxo, es católico, es judío o mahometano o no es nada. Nos interesa a nosotros absolutamente nada que no sea nada tampoco. Cada uno es dueño de ser lo que se le ocurra, y lo respetamos, y respetamos su religión, pero lo que no respetamos es cuando nos quieran hacer el cuento para hacer política en vez de religión !eso sí no queremos! Para hacer política están los comités y están las unidades básicas, ahí se puede hacer política. En lo demás hay que respetar. Algo tiene que respetar el hombre, algo tiene que respetar y si algo tiene que respetar es necesario que respetemos. Nosotros los respetamos, los consideramos, pero que nos respeten ellos a nosotros también, no podemos pedir nada menos que la reciprocidad. Todo este cuento, nosotros ya lo conocemos. Una vez se disfrazaron de industriales, otra vez de ganaderos, otra vez de profesionales y bueno, ahora se disfrazan de esto, y se disfrazan siempre de algo, pero nosotros ya le podemos decir: sacate la nariz que te conocemos, sabe, como el carnaval. Para nosotros siempre es la oligarquía, se cambia el collar nada más, pero lo demás sigue exactamente igual que antes, exacto, sí señor. Bien compañeros, yo he querido comentar esto, porque, está en el espíritu de cada uno de ustedes, como está en el espíritu mío y como está en el espíritu de todos los funcionarios que me acompañan a mí en la acción de gobierno. Creo, que han de entrar en razón, y si no entran los haremos entrar en razón. Esto es como las demás cosas: con amansamiento si se puede y si no sin amansamiento. Pero van a entrar, tendrán que entrar por las buenas o por las malas si no entran por las buenas. Ojalá que entren por las buenas. Yo quisiera que se dieran cuenta que se han equivocado. Que se han equivocado cuando creyeron que éramos flojos y que estamos con miedo y que ya no estábamos. Se equivocaron, Dios quiera que se den cuenta y tomen la buena senda. Todavía están a tiempo, todavía están a tiempo. Si no lo hacen nosotros les hemos de indicar el camino. Para eso somos buenos guías y hemos demostrado que somos buenos guías. Compañeros, yo a pedido entonces de la Unión Tranviarios Automotor, le doy las palabras de clausura a su congreso. Estos congresos para nosotros, tienen una enorme utilidad. Nosotros, nos sentimos felices cuando las personas de un gremio, se reúnen para discutir entre sí sus problemas y tratar de acomodar sus cosas para la defensa de sus intereses profesionales, para la defensa de la salud de sus propios asociados, para la elevación cultural de la masa que los asocia. Para nosotros es un momento de felicidad, porque vemos al pueblo en ascenso y vemos a sus dirigentes en acción en la defensa de sus intereses. Los congresos, al contrario de lo que pasaba antes, porque antes cuando un gremio se reunía para un congreso, el gobierno venía y se encerraba acá y decía: "que irán a hacer estos bárbaros", decían, ¡así era!, ¡así era!; cuando no le mandaban la policía y los llevaba preso a todos, que también era otro procedimiento. Nosotros nos sentimos felices porque sabemos que van a trabajar por el bien público. ¿Por que? Y, porque nosotros defendemos los mismos intereses que defienden ellos: los intereses del pueblo, y trabajamos incansablemente por servir de la mejor manera para la defensa de la salud de la población mediante nuestras instituciones y nuestros servicios, que no son nunca tan buenos como quisiéramos, pero no son tan malos como dice la contra tampoco, algo normal. Por eso, con mis augurios de éxito para la realización de estos congresos, con mi saludo a todos los dirigentes que comparten con nosotros la responsabilidad y, con mis deseos de prosperidad para las organizaciones, digo por final, que les ruego a los compañeros que lleven estas palabras a los demás compañeros del interior que no tienen la oportunidad de escucharnos a la gente del gobierno de la misma manera y de viva voz, lleven con esas palabras que nacen de la sinceridad más absoluta y de la lealtad en el cumplimiento de nuestro deber de hombres de gobierno, circunstancialmente de gobierno, como somos todos, un saludo muy afectuoso, mi mejor recuerdo y mi mejor deseo de felicidad para todos y que sigan trabajando en las organizaciones, puliendo en las organizaciones, esa solidaridad que los hará invencibles e indestructibles, y que esas escuelas sindicales sigan trabajando para elevar el nivel cultural del la masa. Esas escuelas sindicales, tienen una importancia muy grande, porque ellas van completando y complementando la acción realizada por las propias organizaciones. Con esos deseos compañeros, yo me despido, les agradezco nuevamente toda esta amabilidad con que ustedes me abruman, y les digo que como siempre estoy a órdenes de ustedes y de todos los compañeros que nos hacen el honor de acompañarnos en esta cruzada por la defensa del pueblo argentino. Muchas gracias. ..................
1950-09-22
En la inauguración de la Primera Exposición de Economía de Avellaneda
Antes de tener el inmenso honor de cumplir con lo que acaba de asignarme el señor gobernador de la provincia, yo quiero decir sólo pocas palabras para ensalzar la realización de esta muestra, que está poniendo en evidencia la pujanza de la industria en esta populosa Buenos Aires, tan cara a los sentimientos de todo argentino. Cuando me hice cargo del gobierno, una de las batallas más difíciles de librar fue evitar que en 1945, comienzos de la seguda posguerra, ocurriese lo que ocurrió en la primera posguerra de 1918. La nacionalización del Banco Central, vale decir, el tomar en las manos argentinas los recursos del crédito argentino, fue solamente una etapa, combatida terriblemente, combatida en el momento en que nosotros nos propusimos realizarla. Pero, realizada ella, comenzó otra etapa de lucha. No fueron pocos los que llegaron hasta mi despacho, directa o indirectamente mandados, para converserme de que tuviera cuidado; que el exceso del crédito, especialmente distribuido con abundancia entre los industriales argentinos, podría resultar un peligro más grave para la espiral inflatoria que envolvía al mundo; que tuviera mucho cuidado porque en el país merced a la guerra, se habían desarrollado numerosas empresas industriales, antieconómicas, que para bien de la economía nacional no debían existir normalmente; que tuviera mucho cuidado, porque como yo tenía un equipo industriales y comerciantes, eso es iban a comprometer las finanzas nacionales en beneficio de los sectores a que pertenecieran . Y muchas otras cosas más. Cuando yo analicé todos esos factores y argumentos, como he aprendido ya en la vida que una no da argumentos sin algún interés preconcebido, pensé si quienes me daban tales argumentos lo hacían con el interés que todos debíamos tener de favorecer a nuestro país, o si buscaban favorecer intereses más o menos ligados, directa o indirectamente a ellos. Ello me llevó a realizar una investigación sobre cada una de estos opinantes, para ver de donde venían y de donde provenían los argumentos que me trajeron. En cada uno de esos casos la investigación terminaba en alguna representación extranjera, o en alguna compaa interesada en la importación de artículos a nuestro país. Señores: fue entonces que nos decidimos a dar el apoyo absoluto a toda la producción industrial de nuestro país, volcando inicialmente todos los recursos del crédito para hacer subsistir la industria argentina, amenazada por algunas condiciones de la posguerra. Ese fue el momento en que dijimos que la independencia económica tenía uno de sus puntales en el apoyo que el gobierno debían prestar a industria nacional; que el pretender reducirnos solamente a un país productor de materias primas era condenarnos a un futuro coloniaje, que los argentinos ya no aceptaban en nuestros días. Fuimos, también criticados; porque es difícil conformar a todos los sectores. Dijeron que abandonábamos al campo; que los chacareros no iban a poder sembrar, porque para salvar a cuatro o cinco industriales, que producían a alto costo, íbamos a sacrificar la riqueza básica de la Argentina. En fin, todos esos argumentos, señores, que ustedes habrán oído tantas veces como los he oído yo , aunque quizá nunca con tan mala intención como me los han dicho a mi. Llegamos, señores, hasta nuestros días, en que vemos que ni se ha hundido el campo, ni la inflación ha llegado a límites extraordinarios que no estén dentro de una situación que el mundo soporta hoy, quizá en todas partes más alta que nuestro país. Estamos recogiendo toda esa reactivación económica en signos de riqueza, como el que acaba de mencionar el Excmo. señor gobernador de la provincia, cuando habló de una renta casi cinco o seis veces superior a la que teníamos en la época que decíamos que teníamos una buena renta. La inauguración de esta muestra, de esta exposición industrial de Buenos Aires, es para mí el comienzo de una era satisfactoria para nuestras actividades. Pero yo voy más allá; deseo que todos los industriales de nuestro país realicen una organización, porque está muestra es sólo un sector de lo que la industria argentina puede y deve mostrar al país. Yo aspiro a que todos los industriales del país estén unidos en una gran organización, porque habrá que pensar dos veces para realizar nuevamente lo que se hizo en 1946, vale decir, volcar simultáneamente todo el crédito de la Nación para favorecer a un sector de la población argentina. Eso debe ser evitado para que en el futuro no exista el descuido que existía en el sector industrial en 1946. Si las organizaciones industriales se hubieran ocupado antes de su misión, que es una misión social, posiblemente el esfuerzo de los recursos del crédito no hubiera sido tan indispensable como fue en 1946. Cuando se habla de conciencia social, no me explico nunca porque la conciencia social ha de ser sólo para un sector determinado de la población. Los industriales organizados podrán representar en el orden de la conciencia social del país, un aspecto inmensamente importante. Con un ejemplo que quisiera poner esto en evidencia. Cuando hablamos de condiciones de salarios, ¿cuántas veces se nos presenta el problema de que una gran empresa, que paga un salario equitativo a pesar de pagarlo, tiene enormes ganancias, porque sus costos de producción son muy bajos, y otra empresa naciente, que no puede pagar esos salarios sin ir a la ruina. Ese señor se va a la ruina si el gobierno que no le da una mano, el apoyo y el crédito para que subsista. ¿Por qué ha de ser necesario que el gobierno sea quién le de a ese hombre un apoyo económico para que no sucumba? ¿Por qué no ha de ser la organización de los industriales que, con verdadera conciencia social, que le dé la ayuda necesaria a ese hombre que no puede subsistir que necesita la industria para sustentarse y sostenerse a sí misma? ¿Por qué no alcanzan los costos? Porque está mal administrado, porque está mal dirigida, porque tiene maquinarias anticuadas y antieconómicas, cosa que quizá ese pobre hombre a lo mejor no lo sabe. ¿Por qué la organización industrial no se ocupa de ese industrial que es también su socio y su compañero de trabajo y da el asesoramiento necesario para que administre bien, aconsejándole la maquinaria que debe comprar y los métodos que debe usar, levántandolo a su altura para que, produciendo también él a bajo costo, sea un hombre que progrese en la misma forma que progresan los demás y pueda parar la mano de obra, lo que la mano de obra merece por el trabajo y el sacrificio que realiza? Yo podría citar cincuenta ejemplos como éste acerca de la conciencia social desarrollada dentro de los industriales, en una asociación que cumpla con su finalidad de defender realmente los intereses profesionales y no incursionar en los campos donde la industria no tiene nada que hacer, aunque cada uno de sus hombres tenga derecho de pensar como se le antoje. Por eso, señores, si esa organización, con hombres responsables, se ocupa de lo que debe de ocuparse, será una cosa indispensable frente a las demás fuerzas. De lo contrario, los van a ir presionando en forma tal que les harán imposible la vida en el futuro si no se organizan para defender sus propios intereses con organizaciones serias, responsables, que entiendan y que sepan encarar la defensa de los intereses profesionales. Es por tales razones que yo estoy, desde hace mucho tiempo, pidiendo que se organicen, que dejen de pelearse sectores contra sectores, que se unan. Y cuando ello se lleve a cabo, quizá la ayuda del gobierno ya no la necesiten las organizaciones industriales. Yo sería el más feliz de los hombres el día que supiera que con el apuntalamiento propio de la organización de la fuerzas de la producción, de la industria y del comercio, pudieran defenderse en los momentos malos, sin echar mano de otros recursos que los propios de su organización. En este orden de cosas, aprovecho este lugar y esta circunstancia para pedir a los señores industriales, grandes o chicos, poderosos o pobres, recién iniciados o ya antiguos, que trabajen para organizarse. El país necesita tener todas sus fuerzas organizadas para que se vaya estableciendo naturalmente la armonía y el equilibrio en esa lucha de intereses contrapuestos, que para nosotros, los argentinos, ha de transformarse en una colaboración y cooperación nacional con la finalidad de hacer grande y feliz a esta patria. Señores: yo celebro esta ocasión; y la celebro tanto más porque ella se realiza en la provincia Buenos Aires, con la presencia y bajo la dirección del gobernador de este Estado, que es, sin duda, el mejor gobernante que ha salido del Movimiento Peronista. Y hago votos, señores, porque en esta nuestra primera provincia, donde se tiene la inmensa satisfacción, que compartimos, de concurrir a actos de esta naturaleza, prestigiados por todas las autoridades de la provincia, antes de declarar inaugurada esta exposición, por pedido del amigo Mercante, puedo yo decir públicamente que la provincia de Buenos Aires está siendo en el panorama nacional el modelo y el ejemplo para todas las provincias argentinas, y que anhelo que todas las demás, en marcha con los mismos objetivos, tengan la suerte de contar con hombres de gobierno como los de la provincia de Buenos Aires, que todos los días están marcando nuevos jalones al progreso con su acción patriótica y desinteresada, moviéndose continuamente con ese dinamismo que hace grandes y multiplica a los hombres, para que los que sigan en el futuro de la República y de la provincia se inspiren en su ejemplo, puesto que han representado figuras de excepción en el gobierno de la República. .............
1950-12-15
En la ceremonia de entrega de sables a los nuevos subtenientes, guardiamarinas y alfereces realizada en el teatro Colón
Quiero que mis primeras palabras sean de homenaje a la señora María Delgado de Odría, esposa del excelentísimo señor presidente del Perú, patria amiga, siempre cercana de nuestro recuerdo y de nuestro corazón. Jóvenes oficiales: deseo iniciar estas palabras con una frase inmortal del general San Martín, que traduce todo el sentido nuestra vocación: “La función fundamental del soldado es honrar el servicio”. Que ella sea, en estos momentos de intensa satisfacción para vosotros, la síntesis de lo que la Nación Argentina espera sus jefes y de sus oficiales. En mi carácter de comandante en jefe de las fuerzas del aire, mar y tierra, y también como un viejo soldado, quiero hablar a los jóvenes oficiales con toda franqueza y con toda claridad, sobre la responsabilidad que significa recibir el sable del oficial argentino, que siendo expresión simbólica del mando militar, queda tan sólo dentro de la categoría de un simple símbolo, cuando el que lo lleva no acredita ese mando con el cultivo y la práctica de las virtudes militares. Es característica de este período de la historia que estamos viviendo en el país, la voluntad decidida en el cultivo de los valores espirituales, que hacen grandes a los pueblos y nobles a los hombres. Por ello, la esencia de todas las lecciones que la juventud reciba como rasgo fundamental de la nueva Argentina, ha de ser la persuasión de que la práctica de la virtud es superior a la riqueza y a la sabiduría. Hoy que empezais a aprender vuestra profesión, no os lamentéis porque sepaís poco. Si sois buenos y virtuosos ya sabéis demasiado. Si no lo fuerais, todo cuanto lograrais aprender en el futuro, puede ser en perjuicio de vuestros semejantes y de la patria. Por eso, las virtudes militares son el punto partida y el signo de llegada en la vida de un soldado. La Nación es, en primer lugar, la que se presenta como acreedora en la rendición de cuenta de nuestros actos, y somos responsables ante la Nación misma, como integrantes de la fuerzas armadas, de la custodia de sus intereses más sagrados. Ella nos hace guardianes de su bandera y su territorio, de su pueblo y su gobierno, como asimismo de la Constitución que rige y asegura sus destinos. Nada os diré sobre lo que significa la custodia de nuestros símbolos y territorios, porque en esta patria bendita, el hombre de bien nace prometiendo morir por su bandera y vive para dar gracias a Dios por haber nacido en la tierra de San Martín. La custodia del pueblo, de ese pueblo magnífico del cual formáis parte, está lograda, si hay comunidad de ideales y afectos entre él y las fuerzas armadas. El pueblo ama a sus fuerzas armadas cuando ve que éstas lo comprenden, cuando comprueba que ellas comparten sus afanes e inquietudes, cuando las ve fuertes e intangibles en su integridad moral y profesional, y cuando comprueba, en fin, que aparecen ambos cooperando estrechamente en la paz, como lo harían en la guerra, si llegara el caso, por la supervivencia de la Nación. Vuestra responsabilidad para con el gobierno y la Constitución Justicialista, encuadra dentro de lo que habéis prometido para con vuestra respectiva fuerza armada. He dicho en otra oportunidad y hoy repito, que la misión que la Constitución y las leyes establecen para las Fuerzas Armadas, las ubican en cierta medida como las primeras servidororas del Estado. Su intervención constituye el último argumento de la autoridad para hacer respectar, en lo interno, la voluntad del pueblo legitimada en sus representantes, y en lo exterior para asegurar la soberanía de la nación si ella fuera afectada por extraños. Esperan vuestras respectivas fuerzas, que desde este momento, seáis un apoyo más para llevarlas adelante en su afán de lograr la mayor eficiencia en su fin primordial de capacitarse para la defensa nacional. Espera vuestra institución ser ella el objetivo único de todos vuestros sacrificios y aspiraciones, pues sabe que voluntariamente habéis elegido una carrera vocacional que participa, por sus renunciamientos, de las características de un sacerdocio. Confía la institución, que el grado de almirante, de brigadier o de general será vuestro destino, y que no habrá destellos engañosos o circunstancias que os enceguezcan y os desvíen en procura de halagos materiales. La institución militar os exige que las sólidas bases de moral que ya habéis alcanzado, sean acrecentadas en el ejercicio diario de vuestra voluntad; que un afán de superación os impulse a la investigación y al estudio, para elevaros profesionalmente y completar vuestra formación integral. Y en esta enunciación de responsabilidades, quedan todavía, las que habéis adquirido con vuestros camaradas y las que agregaréis vosotros mismos poniendo como juez vuestro patriotismo y vuestra conciencia. Vuestros camaradas más antiguos os esperan con simpatía. Quieren veros como un exponente acabado de su sentimiento de fidelidad, pundonor y hombría de bien que caracteriza, diferencia y permite calificar a los hombres en leales y desleales. Y vosotros, personalmente no olvidéis, que para la sociedad sois cada uno un ciudadano de la Nación, que tiene y debe ocupar el lugar que le pertenece en la marcha ascendente de esta patria justa, libre y soberana. No olvidéis tampoco vuestros deberes elementales de hijos, simbolizados en el abrazo con que vuestros padres, o las lágrimas con que vuestras madres, reciben emocionados vuestro triunfo de este día. Así, jóvenes oficiales, como hijos, como ciudadanos y como soldados honraréis vuestras vidas, y con ello, de acuerdo al ideal sanmartiniano, honraréis al servicio. Tal vez la patria no os pida por ahora gestos heroicos; tal vez os exija solamente quemar vuestras vidas callada y silenciosamente en el diario cumplimiento del deber. Pero esa actitud ha de ser el crisol donde se forje vuestro carácter hasta el día en que la patria os pida para gloria vuestra el sacrificio de la vida. Señores subtenientes, César Augusto Odría Delgado y Julio Roncalla Pío, del Perú; Carlos Hernán Segura Rodríguez, de Costa Rica; Ricardo Cordón Acevedo, de Guatemala; Elpidio Barrios Tapia, de México; Epifanio Parodi, Raimundo Barúa, Alejandro Peralta, César Cáceres y Manuel Chamorro Servián, del Paraguay; Frehel Andral, de Haití; guardiamarinas, Alfredo Poveda Burbano y Gotardo Valdivieso Tobar, del Ecuador; alféres, Gerardo Francisco Vargas Bacón, del Perú: sé que cuanto he aconsejado a los oficiales argentinos será también útil a lo camaradas latinoamericanos que egresan de nuestro Colegio Militar, ligados desde ahora a nuestro recuerdo y a nuestro corazón. Cuando volváis a vuestras queridas patrias, sed portadores de estos conceptos que traducen fielmente los sentimientos más caros del pueblo argentino, que anhela estrechar vínculos fraternos con los hermanos de América. Camaradas: que se fortalezca día a día vuestro espíritu en la práctica de los valores morales del soldado. Que cada latido de vuestro corazón sea una promesa de fe patriótica, de honor, de abnegación y de sacrificio. Que toda vuestra vida sea una afirmación de amor a nuestro pueblo, que es lo mejor que tenemos en esta patria tan amada. Que Dios aliente en vuestras almas una voluntad firme de vivir y morir por la patria, para que ésta sea la ofrenda que depositéis reverentes al pie de la tumba del general San Martín, como el mejor homenaje que pueden ofrecerle los oficiales egresados en el año centenario de su pasaje a la inmortalidad y a la gloria. ....................................
1951-01-08
En el acto de entrega de sables a los nuevos generales
un año más he deseado tener el honor de entregar a cada uno de los señores generales el sable que es, para nosotros, la representación de la tradición gloriosa del Gran Capitán de los Andes. Me he impuesto a mí mismo, la honrosa obligación de entregar todos los años este sable -instituido por el Ministerio de Guerra para que sea portado por los señores generales- a los nuevos generales que se gradúan en nuestro ejército. Señores: estaría de más que yo hiciese una disertación sobre las obligaciones que el grado, esta insignia de mando y los laureles de general, representan para cada uno de los oficiales superiores que han alcanzado esta jerarquía por méritos propios y reales. Ellos saben bien que reza en nuestras reglamentaciones que el general debe ser ejemplo y modelo, como maestro de sus subalternos. Yo agregaré a esto, que un general de la República debe ser también maestro, modelo y ejemplo de ciudadano argentino. Esa es la obligación que este sable impone a cada uno de los señores generales que desde hoy cargan sobre sus espaldas la responsabilidad de la dirección superior del ejército, con el grado que es, en la jerarquía militar, el mas insigne de todos. La República y el mundo viven, quizás, horas heroicas, y los hombres de armas deben ocupar el lugar que a cada uno le corresponde en esas horas. No sé si el destino reserva a la república Argentina que cada señor general represente uno de los factores de responsabilidad en el futuro de nuestra Nación. Si esa situación se presentara, yo espero, y estoy persuadido, de que estos sables que desde hoy ceñirán los nuevos generales, serán honrados por quienes la Nación inviste como nuevas columnas de la disciplina, del honor y de las virtudes de nuestro ejército. La República espera de cada uno de los señores generales que reciben hoy, en la mejor situación, esta insignia de mando, al investirlos con las tradiciones del Gran Capitán, que sepan honrarlos con la inspiración, hidalguía y honor con que el general Don José de San Martín supo dar a nuestra República glorias y honores que siempre alabamos y exaltamos emocionados en todos los momentos de nuestra vida. Este sable, señores, lo entrego en nombre de la República. Y la historia y la misma República juzgaran si lo emplearon con honor o sin el. Yo espero, conociendo a los señores generales, que ese honor no será jamás desmentido. Por ello, les auguro el éxito y la felicidad que, de corazón y con profundo convencimiento, anhelo para cada uno de ustedes. 薅薅薅…..
1951-01-09
Al imponer la Orden del Libertador al embajador del Brasil, general Milton de Freitas Almeida
Mi general: Yo he querido colocarle personalmente en su pecho de soldado la Orden del Libertador General San Martín. Lo he querido hacer, primero por el sentido y el sentimiento que unen a dos soldados de todas nuestras patrias tan comunes y tan queridas para todos los americanos. En segundo lugar, lo he querido hacer, por los distinguidos servicios que el señor general, como embajador de los Estados Unidos del Brasil, ha prestado a nuestro país y a nuestras relaciones, las que deseamos sean cada día más estrechas y mas amistosas con su noble patria. Al hacerlo solamente puedo decirle que apreciamos tanto su sabiduría como su prudencia en la conducción de todos los actos que han permitido mantener inalterables nuestras relaciones entre la Argentina y el Brasil. Lo apreciamos en ese elevado grado de prudencia que ha permitido que el señor embajador, en nuestra tierra, no haya sido solamente el representante del Brasil, sino un camarada y un amigo hacia quien guardaremos un eterno agradecimiento y una profunda amistad y simpatía. La Orden del General San Martín ha sido instituida en este país para premiar a los hombres nobles. Y en esa profundidad de nobleza de soldado que usted guarda en su corazón y que pone en todos sus actos, la joya del general San Martín que lucirá sobre vuestro pecho, ha de ser para nosotros la garantía de que esta en manos de un soldado, de un hombre honrado, de un hombre de bien que ama a nuestra tierra como nosotros amamos al Brasil. Sabemos que allá, en esa noble tierra, será un amigo con un corazón tan profundamente inspirado hacia nosotros como profunda es la amistad que nosotros guardamos para el señor general. Yo, en nombre de la República, le entrego la joya, y en nombre de los camaradas del ejército, le entrego mi corazón de argentino que estará siempre latiendo al unísono con el corazón de brasileño que en el noble pecho del señor general, late y latirá, para bien de nuestra amistad. 薅薅….
1951-01-15
En el acto de inauguración de escuelas sindicales
Compañeras y compañeros Yo quiero que me perdonen porque me resulta más cómodo hablar desde aquí que desde ahí. Yo he querido asistir a esta inauguración de las Escuelas Sindicales de la Confederación General del Trabajo, porque en ello colmo una inmensa satisfacción y aclaro definitivamente uno de los interrogantes más grandes de mi vida. Siempre he oído hablar aquí, en Europa y en todas partes donde yo he estado, de la necesidad de llevar a los pueblos, al convencimiento, que es necesario elevar la cultura científica, la cultura artística, la cultura general, así como la cultura comercial, pero nunca he oído decir que es necesario también crear los organismos convenientes para elevar la cultura social de los pueblos. Por eso, siempre pensando en esa dirección, me he sonreído un poco cuando escuchaba a nuestros políticos hablando de la necesidad de crear escuelas, todos los días escuelas, aunque ellos no creaban ninguna. Y hacer magníficos discursos sobre la necesidad de la elevación cultural de los pueblos. “Es necesario educar al soberano”, decían en sus discursos. Siempre que se trata de eso, los regímenes capitalistas han enderezado por todas las direcciones, pero nunca se les ocurrió que también era necesario educar al soberano en el sentido social de la masa popular. Eso constituyó siempre un punto muy oscuro, algunas veces negro, de la propaganda para la elevación cultural de los pueblos de los regímenes capitalistas. Nosotros los justicialistas, creemos y estamos convencidos de la necesidad de elevar la cultura de los pueblos, de la necesidad de llevar la ciencia a su más alto conocimiento, de elevar la cultura artística, la cultura general, de crear por el Estado todas las escuelas que permitan a los hombres desarrollar cada día más la altura de su cultura general y particularizada. Pero no se nos escapa que entre todas esas culturas, en el tiempo moderno, quizás una de las más fundamentales es elevar la cultura social, porque eso da una conciencia social a lo s pueblos sin la cual, los hombres en vez de convivir, luchan; en vez de crear, destruyen y en vez de construir un futuro pacifico y armónico de las comunidades, están echando las bases para la lucha entre las comunidades y la guerra entre las naciones. Eso es lo que el justicialismo comienza a hacer ver a los pueblos: la necesidad de elevar también esa cultura tan olvidada, tan escarnecida y tan ocultada a las generaciones de hombres de esta humanidad. Todos hemos aceptado que la creación de una escuela y la anulación de un analfabeto, es el mejor remedio para que los pueblos no delincan contra la ley. Diremos en adelante, que la inauguración de una escuela sindical, que tiene por objetivo elevar la cultura social de los pueblos, está creando la posibilidad de que en esos pueblos, los hombres convivan hermanados, y con esa fraternidad, sean capaces de construir la felicidad del presente y la grandeza futura de la Nación en que viven. Por esa razón, compañeros, la inauguración de escuelas sindicales en todo el país es una aspiración justicialista. Nosotros no queremos seguir ocultando a los argentinos esa necesidad y no queremos seguir manteniendo ese punto oscuro de la cultura argentina. Queremos que esa cultura sea universal y sea integral, y para eso queremos crear las escuelas necesarias que preparen al pueblo argentino, no solamente para la cultura científica, artística y general, sino también para la cultura social y sociológica de su pueblo. Compañeros, y en el otro aspecto, en el aspecto puramente sindical de estas escuelas, es tan importante como el del aspecto que acabo de considerar de la elevación cultural en el aspecto social de la masa popular. Una clase trabajadora organizada no vale por el número de adherentes a las organizaciones ni por el número de sus organizaciones: vale por la clase de dirigentes que tienen esas organizaciones a su frente. Siendo así, compañeros, la necesidad de contar con dirigentes capacitados y auxiliares altamente capacitados para la dirección del movimiento sindical, es una necesidad incontrovertible e indispensable para una masa organizada. Por esa razón, estas escuelas sindicales, como tan bien ha dicho el compañero Valerga, no aspiran a formar dirigentes sino capacitar hombres, para la dirección total de un movimiento organizado. El binomio del sindicalismo podríamos determinarlo perfectamente en dos aspectos: la organización y los dirigentes. No escapa a ustedes que conocen más que yo el aspecto sindicalista y gremial, que hay dos clases en este binomio, que debe de completarse indispensablemente. Hay organizaciones sin dirigentes y hay dirigentes sin organizaciones. El ideal justicialista aspira en esto también, a una tercera posición: tener organizaciones con dirigentes. Compañeros: podríamos abundar mucho en el concepto de la organización sin dirigentes y de dirigentes sin organización, aquellos que conocemos todos tres amigos y un sello, como también esto se desarrolla en el campo nacional como en el campo internacional, y estamos asistiendo en estos días al espectáculo de dirigentes viajeros que andan dando vueltas y regalando dólares creyendo que la organización obrera se puede hacer con dólares. La organización no se puede hacer con dólares; se hace con sinceridad y con lealtad en la defensa de la causa de los trabajadores o no se hace ninguna organización. Es claro, compañeros, que yo no llamo a esos señores, dirigentes. Esos son los vivillos de todas las profesiones y de todas la actividades, de acuerdo con aquella concepción para ellos muy exacta de la vida, que el vivo vive del sonso y sonso de su trabajo. Dirigentes que no dirigen nada, que hacen que como dirigen y, lógicamente, pueden vivir hasta el momento en que se les descubre el truco. Descubierto el truco ya no pueden vivir, menos aun en el campo internacional. Asistimos en esta época a una lucha entre las organizaciones comunistas y las organizaciones anticomunistas, y es lógico que a río revuelto ganancia de pescadores. Y allí aparecen entonces, en el campo nacional los Oddone o los Gregorio, y en el campo internacional los Romualdi o los Popov. Yo hablo de otros dirigentes. Yo hablo de los dirigentes, realmente dirigentes; de aquellos que tienen su organización y que son producto de esa organización, y no de esos dirigentes hechos de casualidad o de oportunidad. Un dirigente surge de la masa; un dirigente no se puede hacer por decreto ni por buena intención. El dirigente surge de la masa, o de lo contrario es un dirigente que no dirige nada. Esa realidad es la que deben conocer los hombres que creen que todavía se puede seguir engañando a la clase trabajadora organizada. Ellos deben de comprar rápidamente un peine y sacarse eso de la cabeza. Veo también, todas las distorsiones que el no comprender ni saber lo que es un dirigente, ocasiona en la mentalidad de los políticos, de cualquier bando que sean. Ellos creen que los dirigentes pueden ser instrumentos de los políticos. Esos hombres no saben lo que es un dirigente. Aquel dirigente que puede ser instrumento de los políticos, en el orden nacional como en el orden internacional, ese con seguridad que no dirige nada. El dirigente que dirige una organización, que es consecuente y responsable de la direcciones esa organización, a ése no lo va a embaucar ningún político por mas que le prometa. Porque por otra parte el dirigente que surge de la masa trabajadora, y que surge por el medio natural que surge el dirigente, porque es un hombre que tiene condiciones para dirigir, ése no lo conviene andar en tapujos ni en arreglos con los políticos porque sabe que en cuanto el gremio lo descubra termina de ser dirigente, porque ha demostrado no servir para dirigente gremial si se mete en la actividad política. Entendido entonces que esto es un dirigente, pensamos que él surge naturalmente de la masa. Pero es natural también, que si ese hombre surge de la masa porque tiene valores naturales, ese hombre capacitado, especializado, estará en mejores condiciones que otro, que aun teniendo condiciones naturales, no las cultiva, no las perfecciona, no amplía su criterio con los conocimientos y con la erudición necesaria, para ser, no diremos infalible, pero sí mas sabio en todas las ocasiones. Por eso dije, que las escuelas sindicales no aspiran a formar dirigentes; aspiran sólo a capacitar hombres. Ellas capacitan hombres y la acción sindical dirá después si sirven o no para dirigir. Por otra parte, compañeros, la escuela sindical al capacitar hombres, y al capacitar en gran cantidad, esta echando las bases para la organización. La organización sindical sin hombres capacitados, no va lejos, porque ya dijimos que la eficacia de esa organización depende de la capacidad de sus dirigentes. Por esa razón, un sólo dirigente, o dos, o tres dirigentes, no son suficiente para encuadrar una gran organización de trabajadores, no son suficientes para llevar a esa masa el sentido, la sensibilidad y el sentimiento social que esa masa necesita para obrar, diremos, con una única concepción y con una única unidad de acción. Esa organización ha de encuadrarse, y para encuadrarse no solamente necesita tener un alto dirigente capacitado, sino que necesita tener todos los elementos del organismo director; como así también todos aquellos que han de actuar entre los organismos directores y la masa, es decir, los dirigentes intermediarios; como así también los dirigentes que han de encuadrar esa masa para que esa masa sea orgánica y no sea inorgánica; para que ella pueda defenderse contra los ataques que de todos los lados le llegarán a esa masa, creando sus autodefensas orgánicas, para que se defiendan como el cuerpo humano, sólo frente a todos los peligros, que cuando él no es suficiente, vendrá el médico a agregarle el desinfectante o el remedio, pero que eso no sea necesario en la vida diaria, sino en los casos absolutamente extraordinarios que puedan presentarse en la vida de una organización sindical. Por eso, compañeros, la necesidad de disponer de numerosos dirigentes y hombres capacitados en la dirección, permitirán a las conducciones efectivas disponer del número de hombres necesarios, no solamente para concebir, sino también para planificar la acción, para trasmitirla inteligentemente a los organismos de ejecución, y estos organismos de ejecución mismos necesitarán también dirigentes inteligentes y capacitados para que aquella concepción del dirigente superior, pueda llegar a una ejecución inteligente y efectiva de acuerdo a esa concepción y al plan trazado. Por eso señores de allí la necesidad de tener ese cuerpo de dirigentes altamente capacitados. ¿Que debe saber un dirigente justicialista? En mi concepto, debe de saber, primero gremialismo y no solamente saberlo sino también sentirlo; debe de tener concepto de la organización, especialmente de la organización sindical, y debe tener también, un concepto de la conducción sindical. Repito las tres columnas básicas de la enseñanza: debe saber gremialismo, debe saber organización y debe saber conducción. Si no sabe esas tres cosas, no puede ser un buen dirigente, aun cuando tenga grandes capacidades. Y para la conducción en el campo sindical, necesita tener también conocimientos de política, de sociología y de economía. Si un hombre sabe esas seis cosas, si esta capacitado en esas seis cosas, ya puede ser un buen conductor. Si profundiza más, cuanto mayor sea su cultura y la capacidad, mejor conductor será; pero lo que no puede faltarle son esas seis cosas. Gremialismo, organización y conducción para su acción personal; y, como elemento de juicio, para aumentar el criterio de concepción, necesita saber política, sociología y economía. Es así, compañeros, que la escuela sindical debe tener dos funciones fundamentales: primero, preparar los dirigentes y formar sus auxiliares de la dirección; y la segunda, elevar la cultura social de la masa. Esa es en síntesis, la función de las escuelas sindicales, según yo la concibo. Preparar dirigentes y auxiliares, y elevar la cultura social de la masa. Si las escuelas forman hombres con esas seis condiciones que hemos enumerado y llenan estas dos funciones fundamentales, de formar esos hombres y de elevar la cultura social de la masa, habrán llenado cumplidamente su función. ¿Por que digo estas dos funciones? No es porque se me ocurra, sino simplemente porque de nada valen los hombres capacitados para la dirección, si la masa no tiene la sensibilidad social para seguirlos; y de nada vale la masa que tenga una sensibilidad social para ser conducida por buenos dirigentes, si no tiene buenos dirigentes. Volvemos otra vez a lo mismo. Por eso digo, compañeros, que las escuelas que llenen estas dos funciones prestarán el mas acabado servicio, no solamente al sindicalismo sino al pueblo argentino. Les darán los hombres que han conducirlos y le darán la sensibilidad y la conciencia social que ellos necesitan para ser conducidos: saber cuando se los conduce bien y cuando se los conduce mal. Sería largo, compañeros, que yo me extendiese, en como creo yo que debe prepararse un conductor o un dirigente, como debe de prepararse un auxiliar y como se debe elevar la cultura social de la masa popular. Sería largo, pero si me dijeran, haga una síntesis y diga cual es la función que usted le da a la escuela sindical, yo le contaría con un anécdota tan vieja, quizá, como el mundo mismo. Dicen que a Sócrates uno de sus alumnos, en el momento en que Sócrates iba a tomar la cicuta para morir, el más joven de sus alumnos de la escuela filosófica le dijo: Maestro, siento profundamente que usted vaya a morirse y yo por mi juventud, no haya podido adquirir sino muy pequeños conocimientos de los que usted enseña. Y Sócrates, le dijo: Hijo mío, si eres bueno, ya sabes suficiente; y si eres malo, todo lo que puedas aprender será perjudicial para tus semejantes. Por eso, si yo debiera dar la síntesis de lo que debe ensersele a un hombre en la escuela sindical, le diría, lo primero que hay que enseñarle es a ser bueno, a ser honrado, a ser decente, a ser leal y sincero con sus compañeros; porque compañeros, si no le enseñamos primero eso, quizá la escuela sindical pueda estar dándole capacidad a un hombre que no le va a producir sino daño a los compañeros trabajadores. Por esa razón, cuando damos en estas escuelas armas a los hombres para la lucha, tenemos que empezar por tratar de darle primero, las armas del corazón, es decir, hablarle y educarle en una escuela de honor, de lealtad, de honradez y de sinceridad justicialista. Que cuando la posean, ya como el discípulo de Sócrates, sabrán demasiado, sabrán ya demasiado al poseerla. Los conocimientos que pueden adquirir los hombres buenos en la más alta medida, porque estamos dando armas de defensa para la clase trabajadora. Es por esa razón, compañeros, que el justicialismo anhela el mayor número posible de escuelas sindicales, como anhela también el mayor número de escuelas, de colegios y de universidades. Esta de acuerdo el justicialismo con que hay que elevar la cultura en todos sus aspectos, pero está profundamente interesado en elevar la cultura social, que es la que estuvo abandonada durante toda la vida de la República Argentina, de manera que la cultura social pueda ponerse a la altura de las demás culturas que en el país se han desarrollado mediante el esfuerzo del Estado. Y es, señores, un timbre de honor, que sea la clase trabajadora argentina la que toma en sus manos la bandera de la elevación de la cultura social de su pueblo, porque el Estado, ni ninguno de los gobiernos que han gobernado el país, se preocupó jamás de elevar social de masa trabajadora. Es por eso precisamente, compañeros, que en la orientación del año 1951 de la concepción justicialista, le llamaremos el año de la organización sindical. El gobierno esta interesado en que, en este año, todos los sindicatos cumplan con el mandato de la organización. ¿En que consiste esa organización, como lo he dicho en numerosas ocasiones a los compañeros que me visitan en la casa de Gobierno? El sindicalismo antiguo, compañeros, y esto explica el abandono total que se le ha hecho del aspecto social en su elevación cultural y de los dirigentes, era una lucha entre el capital y el trabajo, que se convertía en una lucha entre el gobierno que era del capital, y los trabajadores, que representaban el trabajo. De esta manera, todos los gobiernos se propusieron, por influencia de sus mandatos, los capitalistas, en evitar la organización sindical. Cuando yo llegué a la Secretaria de Trabajo y Prevención, en 1944, me encontré, con que aquí se podía legalizar cualquiera asociación, muchas veces ocultamente realizada para delinquir, pero no se aceptaba la organización sindical. Estaba olvidada allá, en el lugar de los trastos viejos, porque no se quería fortalecer el sentido sindicalista que los hombres llevan casi en su propia naturaleza. Por esa razón, cuando los dirigentes de una asociación gremial o de un sindicato, querían hacer valer que sus derechos, eran procesados por asociación ilícita y a menudo iban a para a villa Devoto o a otra de las cárceles argentinas. Para ser dirigente gremial en esa situación, era casi necesario ser un héroe, porque estaba amenazado por la intranquilidad, por la cárcel, por los palos y por otras cosas más cuando las papas quemaban en todas partes. En esta forma, era natural, que las organizaciones sindicales estaban naturalmente debilitadas por ser consideradas asociaciones casi ilícitas, aunque no se les decía, pero cuando era necesario emplear la ley, se la empleaban como asociación ilícita. Yo llegué a la Secretaria y estudie eso y dije: ¡Pero esto es verdaderamente monstruoso! Porque se puede asociar Otto Bemberg para robarle al Estado, y los obreros no se pueden asociar los obreros para defender sus intereses. Fue entonces, compañeros, que a mi me pareció indispensable hacer un decreto-ley estableciendo que la organización sindical debía tener dentro de la ley su cabida legal y no ilegal. Reunimos allí a numerosos dirigentes capacitados y nos pusimos a estudiar el estatuto legal de las asociaciones profesionales. Cuando estuvo terminado, lo presentamos al gobierno y lo hicimos dar como decreto con fuerza de ley. El Congreso lo ratificó después, y hoy es una ley de la Nación. ¿Que hicimos con eso compañeros? Convertimos el antiguo sindicato al margen de la ley, por una asociación de bien público. Es decir, le dimos su fuero, le dimos su personería y los hicimos legal. Y le dimos más, le dimos una personería gremial que lo hace totalmente invulnerable a cualquier ataque, venga del gobierno o venga de donde venga. Solamente en esa forma puede el sindicalismo progresar. Solamente en esa forma, puede llegarse a ver una Confederación General del Trabajo como la que tenemos, porque convertida en asociación de bien publico, el gobierno debe y tiene la obligación de ayudarla, apoyarla y llevarla adelante. Pero compañeros, con esto, habiendo nosotros dado personería y título de asociación de bien público al sindicato y a la organización obrera de todo genero, hemos contraído con la masa trabajadora la obligación de realizarlo, de realizarlo con los fines que el sindicalismo justicialista establece para el sindicato. No quiere el justicialismo que los sindicatos sean solamente una comisión direcciones para la defensa de los intereses profesionales; quiere que sea una organización completa, quiere que tenga sus mutualidades para atender la salud física y moral de sus asociados, quiere que tenga sus proveedurías para defender el poder adquisitivo de los sueldos y de los salarios, y quiere que tenga sus escuelas sindicales para la elevación de la cultura social de la masa trabajadora. Por eso, compañeros, el gobierno justicialista quiere que este año, esté dedicado a la organización sindicalista; quiere y anhela que todos los dirigentes argentinos trabajen sin descanso para consolidar esa organización y por llevarla a los distintos aspectos. El gobierno, dirán los antiguos políticos: “Ya está Perón haciendo demagogia; ahora quiere ayudar a los sindicatos”. Pero ellos nunca vieron muy lejos; ellos vieron solo una cuarta de su nariz, cuando mucho. Si no hubiera sido tan miopes y tan poco inteligentes, hubieran apoyado hace muchos años al sindicalismo y no hubieran esperado que llegara yo para desatar el paquete, ellos debieron haberlo hecho antes. Digo esto, compañeros, no por un sentido de soberbia, ni de sobrevaloración de mi penetración visual; lo digo por una observación tangible y fácil, al alcance de cualquiera, como la ropa hecha. El sindicalismo, según lo entiendo yo, que tengo la ventaja de no haber estudiado mucho, pero de haber tratado de ver lo suficiente, es una asociación de derecho natural casi como la familia. La familia es una asociación de derecho natural, porque son de la misma sangre y conviven en el mismo hogar. Eso trae una afinidad y una armonía –algunas veces- que conforma una célula de derecho natural. El sindicalismo es también lo que trae una afinidad y una armonía de derecho natural, porque si bien no son de la misma sangre, conviven una misma actividad en un mismo local o en un mismo lugar de actividad. De manera que, si no es tanto como la familia, por lo menos no hay ninguna asociación de derecho más natural que el que surge de un sindicato, donde los hombres se asocian porque trabajan juntos, porque se sacrifican juntos, porque juntos tienen las mismas alegrías, los mismos pesares, los mismos éxitos y los mismos fracasos. Siendo así compañeros, el sindicalismo de derecho natural, como la familia, tiene también como la familia, que ser una cosa permanente. Por eso el sindicalismo es una asociación de tipo permanente. No es como un partido político, como una asociación económica, que cuando terminan los intereses termina también el partido y termina también la asociación económica. El sindicalismo sigue subsistiendo como una cosa permanente. Los políticos nunca se preocuparon de ese aspecto, no lo estudiaron desde ese punto de vista. Por otra parte, ellos actuaban con intereses circunstanciales y no les interesó lo que dentro de la comunidad representa un interés permanente. De esa manera, estuvieron siempre contra el sindicalismo; porque lo que querían ellos de los trabajadores era su voto; lo demás no les interesaba, ni como organización de la comunidad, ni como bien público, como derecho social, ni como ninguna actividad dentro de la sociedad. Por esa razón, ellos no se preocuparon; más bien lo obstaculizaron. Pero yo veo un poco más lejos también en ese aspecto. Y cuando hablo de la necesidad de que los sindicatos tengan su mutualidad, primero sus comisiones para la defensa de los intereses profesionales, tengan su mutualidad, tengan su cooperativa o su proveeduría y tengan su escuela sindical, lo estoy haciendo porque, así convierto a los sindicatos en colaboraciones de la acción del gobierno. Colaboradores, ¿por que? Analicemos que hace el sindicato. Defensa los intereses profesionales. Pero si el gobierno es el más interesado en la defensa de los intereses profesionales, cuando ha colocado dentro de la constitución y coloca dentro de sus leyes el derecho inalienable de los trabajadores a las diez condiciones fundamentales de su felicidad y de su vida. ¿Quien puede defender mejor los intereses profesionales en el propio gobierno? De manera que si el sindicato defiende sus intereses y el gobierno también, ¿por que van a estar así? Tienen que ir paralelamente del brazo, colaborando en una acción común. Cuando ustedes instalan una mutual para la maternidad, para los consultorios externos, para proveedurías, para todas esas cuestiones, y pero no lo hace lo mismo Salud Pública, la Municipalidad y todo lo que tienen una enorme cantidad de esos institutos para la atención del pueblo. Pero si ustedes lo hacen en el sindicato para un sector de la población; el gobierno que tiene que hacerlo para todo el país, como no va e estar de acuerdo y les va a agradecer que ustedes lo hagan, si están haciendo lo mismo que quiere y que hace el gobierno. Y cuando los sindicatos tienen una proveeduría para la defensa del poder adquisitivo de sus salarios, ¿no estamos haciéndolo mismo desde el gobierno con la represión contra el agio y la especulación? Estamos en lo mismo, estamos en la defensa de ese poder adquisitivo. También en esto coincidimos y vamos del brazo en una acción de colaboración. Y cuando ustedes instalan una escuela para elevar el nivel cultural y el nivel social de la masa, ¿no tiene el gobierno miles y miles de escuelas para lo mismo en todo el país? Y entonces ¿como no vamos a estar de acuerdo también en eso? Cuando el sindicalismo se ve, con lealtad y sinceridad, para servirlo y ayudarlo a que él sirva a la Nación desde el gobierno, se está realizando una acción constructiva, se está aunando esfuerzos para que todos los argentinos trabajemos en un común ideal: llevar la felicidad a los que estamos viviendo, y asegurar la grandeza y esa misma felicidad para los que vivirán después de nosotros. Por esa razón creemos, que hay que hacer, que hay que realizar todas esas organizaciones, crear todos los locales necesarios para las comisiones directivas, para las mutualidades, para las proveedurías y para las escuelas. Y en eso, el gobierno va a ayudar a los organismos sindicales. No olvidemos que antes le prestaban plata a los que la tenían plata; nosotros creemos que hay que prestar plata a los que no tienen plata. Y en esto, compañeros, llega mas allá la ambición de los justicialistas. Queremos que los obreros tengan, no solamente organizaciones, que tengan poderosas organizaciones, porque no olviden que yo soy de los que sostienen que el justicialismo esta sostenido por el sindicalismo. Y el día que el justicialismo no fuera sostenido por el sindicalismo, se vendría abajo. Pero no le arriendo la ganancia al sindicalismo después que el justicialismo se hubiera ido abajo. Y por eso, a pesar de que muchos políticos creen que nosotros hemos estado improvisando, se equivocan. Hemos creado algo mas férreamente organizado, con un sistema de pesos y contrapesos, como de mutuas penetraciones e intereses, que no permitiría jamás separar al justicialismo del sindicalismo. Hemos creado esa mutua dependencia: si el justicialismo depende del sindicalismo, el sindicalismo depende, a la vez, del justicialismo. Por eso, son fuerzas que han de mantenerse permanentes y se han de estrellar todos los que quieren hacer congresos obreros para servir a partidos políticos. Desgraciadamente para ellos, han engañado durante muchos años a los trabajadores para que ahora los trabajadores le puedan poner el dedo en la boca y no lo muerdan. Ahora, compañeros, es necesario llevar, desde las escuelas sindicales, desde las organizaciones obreras, a toda la masa de trabajadores argentinos, la idea de que es necesario, en este año 1951, trabajar, aun abnegadamente y con sacrificios si es necesario, para dejar de pie esas organizaciones, para que cada sindicato tenga, a la vez, su comisión para la defensa de los intereses profesionales, su local social, sus mutualidades, sus colonias de vacaciones, hoteles o lugares de esparcimiento, sus sociedades de abastecimientos, sean estas cooperativas o sean proveedurías y escuelas sindicales para el alimento intelectual de la masa trabajadora, pensando compañeros, que eso es indispensable y que cuanto más tardemos en realizarlo, peores serán los efectos que habremos de sufrir de la falta de organización y capacitación. Y en eso compañeros, en la tarea de realizar esa organización, en la tarea de llevarla adelante, es en la que deben de empeñarse todos los dirigentes y cada uno de los hombres, no solo por que eso debe ser función y objetivo fundamental, sino porque es también de conveniencia directa el sindicato. No olviden que hay dos clases de sindicalistas: los que son sindicalistas de corazón y apoyan con el alma la organización; y los otros, que son sindicalistas porque tienen conveniencias en la mutualidad, en la cooperativa o en las posibilidades que el gremio pueda ofrecer. Y que además de tener los adherentes que están impulsados por su corazón, tendrán los que están impulsados por sus conveniencias, y esos también forman parte y también cotizan, y en ultimo análisis, son susceptibles de convencerlos, de persuadirlos y de poner en marcha su corazón que, quizá, esta detenido por causas ajenas a su propia voluntad. Esa es la acción del sindicalista: ir formando organizaciones poderosas y atrayendo a los compañeros, convencerlos, persuadirlos, hasta incorporarlos a la organización y hacerlos servir, si es posible. Esto debe aprenderse en las escuelas sindicales. Las escuelas sindicales han de ser el fundamento, han de ser los cimientos sobre los cuales han de edificar los argentinos todo el edificio del sindicalismo. Sobre esa base, en lo posible construida en piedra, y eso depende de los profesores y de la dirección de las escuelas, con hombres buenos y capaces, vale decir, hombres prudentes y hombres sabios, para dirigir las organizaciones. Y pensamos, señores, que esto que hoy mencionamos en la creación de estas cuarenta escuelas sindicales, quizá sea, en el futuro argentino, la diadema más luminosa de la gloria de un pueblo organizado sobre el sentido y el sentimiento social argentino. 薅薅薅…..
1951-01-22
Discurso pronunciado al condecorar al embajador del Ecuador
El gobierno de la República Argentina ha creado la Orden de Libertador para distinguir a los hombres de esta tierra de América cuando se sientan inspirados y practican las doctrinas que él dejara escritas en nuestra historia para la eternidad. San Martín fue un hombre que luchó durante toda su vida por la justicia, por la libertad y por la soberanía de los pueblos. Esta condecoración encarna esas tres grandes virtudes del Libertador. Sus ansias de libertad fueron también mas allá de nuestras fronteras, llevando a los pueblos hermanos de América, no solo palabras, sino la ayuda material que los pueblos necesitan para independizarse. En ese espíritu vive esta orden del general San Martín, que cada argentino la siente como en su propio corazón. Habéis compartido con nosotros durante largo tiempo tareas comunes, para bien de América y de la humanidad. He oído en numerosas ocasiones vuestras opiniones; conozco vuestros sentimientos y he escuchando de vuestros propios labios que éstas, que fueron las grandes causas del Gran Capitán y que siguen siendo las causas de la Argentina, son también vuestras causas. Por eso, al colocarlos esta condecoración en el pecho de noble amigo, hoy quizá más amigo que nunca, os puedo decir, señor embajador, que al regresar a vuestra patria lleváis un trozo del corazón de los argentinos para ponerlo a la contemplación de vuestros conciudadanos, a quienes conocemos y amamos a través de numerosos actos. Por eso, cuando desde vuestra noble patria algún día recordéis a esta tierra de San Martín, pensad que en estos amigos que dejáis a orillas del Plata late un corazón que es invariablemente amigo del vuestro y de vuestro pueblo, al servicio de esa misma causa. Cuando hombres de una misma estirpe, como somos nosotros, practican las mismas virtudes y están dispuestos a luchar por esa justicia, por esa libertad y por esa soberanía, son hermanos aun cuando se encuentren a kilómetros de distancia. Llevad a vuestro pueblo, con nuestro abrazo cariñoso de hermanos, la seguridad de que en la República Argentina, todos sus hijos, todo este pueblo de hombres humildes y trabajadores, tienen en su corazón un recuerdo que es imperecedero para sus amigos, haciendo honor a lo que están por sobre todos los demás, el amor a la patria y el amor a la libertad. 薅薅薅…..
1953-07-28
Durante una vista al diario La Prensa
Compañeros: Agradezco profundamente las amables palabras que terminamos todos de escuchas por boca de la compañera, como así también del compañero Vuletich, e, igualmente, que otro compañero haya tenido la amabilidad de hacerme llegar este recuerdo que simboliza la primera página del diario rescatado a la oligarquía y puesto al servicio del pueblo. Muchas veces, a través de las informaciones que nos llegan y de las quejas un tanto exacerbadas de los antiguos propietarios de La Prensa, he llegado a pensar en mi fuero interno si este acto de gobierno, que nosotros hemos ejecutado por mandato del Congreso de la Nación por una ley, era un acto justo de nuestra revolución. Es difícil, compañeros, esgrimir una justicia que tenga el mismo miraje y el mismo valor en los 360 grados del hemisferio, como es difícil, también que los actos justicieros de los hombres sean apreciados en su verdadera intención por todo los que reciben o perciben los efectos de esa justicia. Pero hay por sobre toda otra consideración intrínseca de la justicia misma el concepto natural que las cosas deben de tener con relación a la Nación, al pueblo y a su gobierno. Si todo los fundamentos que pudiéramos acopiar para demostrar el acto justiciero que representa la expropiación del diario La Prensa y su entrega al pueblo no fueran suficientes para explicarlo todo, podríamos decir que al haberlo realizado hemos cumplido una finalidad objetiva y fundamental cambiando un concepto anacrónico de los servicios de información o de los órganos de opinión nacional. Antes el pueblo era para La Prensa, ahora “La Prensa” es para el pueblo. Yo creo que en ese acto tan simple, pero tan fundamental se encuentra el verdadero fundamento de esta medida tan acertada de nuestro Congreso Nacional. Y hay todavía una consideración más que abona este justificativo y es que el diario La Prensa haya sido puesto en manos de los propios trabajadores; hayan conformado un nuevo órgano de opinión para el pueblo, emergente del pueblo mismo, administrado y manejado por el mismo pueblo. Los que hablan de democracia no se si se habrán persuadido de que no puede existir ningún acto más democrático que el que hemos realizado con el diario La Prensa. Y si todo eso no fuera suficiente para abonar de una manera terminante esta gran medida de salubridad tomada en la República Argentina con un órgano de opinión pública, bastaría observar la cara de cada uno de los compañeros que ahora trabajan poniendo el corazón en la función que realizan, como asimismo la de los dirigentes de este diario, para darse cuenta de que si no se hubiera tomado esa medida todavía, sería necesario tomarla urgentemente, en este momento. La noticia que acaba de adelantarnos el compañero Vuletich de que el diario quiere instalar su propia industria del papel, está demostrando bien claramente que los antiguos dividendos están un poco mejor utilizados en nuestros días. Antes de trataba de privilegiados dividendos al servicio de los privilegiados; hoy es el producto del trabajo honrado de ustedes mismos puesto al servicio del pueblo y del engrandecimiento la Nación, porque en los sistemas populares como el nuestro, toda la grandeza de la comunidad y sus hombres está y estará siempre al servicio del la felicidad del pueblo y de la grandeza de la patria. Por eso construimos con amor y con placer; por eso vemos diariamente, en medio de todos los errores y de todas las cosas quizá criticables que se puede hacer en la comunidad, el sentido solidario de nuestra acción, en la que cada uno pone un poco de su corazón para el corazón de los demás. Y así vamos tejiendo la indestructible e infinitamente grande red de la solidaridad, la única que nos hará grandes y que nos llenará de honor frente a un futuro que, si no es solidario, será siempre pequeño y despreciable. Estas obras que se realizan con el corazón y con la solidaridad de todos, tienen el sentido y el sabor de eternidad, que la comunidad necesita para vivir su vida y su historia. Por eso yo asisto tan seguido a La Prensa, como dice el compañero Vuletich, porque aquí debemos todos retemplar el espíritu frente al ejemplo creador de ustedes y de los demás compañeros que han colocado en esta casa, como un contraste, diremos, el sello esa inmensa solidaridad argentina abatida durante un siglo por los privilegios de la oligarquía. Me llevo, compañeros, este símbolo de esa solidaridad; me llevo el esfuerzo de la Nueva Prensa en la Nueva Argentina, creada no por el esfuerzo individual de nadie, sino por el esfuerzo solidario mancomunado de todos. De este acto no es responsable ni el Congreso ni el gobierno; de este acto es responsable el pueblo argentino. Y el pueblo argentino será quien responda frente a la historia y frente a las generaciones que han de seguirnos. Pero estoy persuadido que esas generaciones de hijos y nietos de los argentinos de nuestro tiempo, cuando escriban la realidad de la historia vivida en tiempo pasado, y cuando analicen los hechos que han originado la nueva historia que ellos vivan, encontrarán en ese contraste la justificación de todas nuestras aspiraciones y de todas nuestras inquietudes. Por eso este recuerdo que confiaré al tiempo entre todos los recuerdos históricos esta epopeya que estamos viviendo, será un testigo inmutable y elocuente de lo que estamos haciendo, de lo que ustedes están haciendo, de que es esa mística que enciende el alma de los justicialistas del presente y se elevará hacia el futuro como un mensaje de acción de lucha para que nunca decaiga en los corazones la decisión inquebrantable de mantenernos justos, libres y soberanos. Viviremos, compañeros de estos recuerdos imborrables de nuestro patriotismo, elevados aquí, la Bastilla del privilegio oligárquico que con el tiempo ha de llegar a ser nuestra Bastilla, porque las conquistas como estás no se discuten, se defienden. Es a la defensa del pueblo que nosotros, como un símbolo, hemos confiado aquel baluarte de la ignominia para que ellos lo honren y lo transformen en el baluarte de nuestra justicia y de nuestra libertad. Por eso, les agradezco profundamente este recuerdo que lleva en sí la evidencia de esa primera página limpia que se ha publicado en el diario La Prensa de la Cuidad de Buenos Aires. 薅薅…..
1953-09-16
Ante trabajadores del Ministerio de Educación y de las industrias químicas
Compañeras y compañeros: Yo deseo que mis palabras sean para agradecerles, que ustedes hayan llegado hasta esta casa, para darme la inmensa satisfacción de podernos saludar personalmente. Son éstos, probablemente, de todos nuestros trabajos en la Casa de Gobierno, el que más satisfacción me produce, y el que me llena de alegría, cuando yo puedo tomar contacto directo con los compañeros dirigentes de los gremios argentinos. Lamentablemente, mi ausencia de la Capital, ha hecho que, posiblemente, hiciera perder un poco de tiempo a los compañeros, por lo cual yo les pido disculpas. Pero no he querido dejar pasar el día de hoy sin recibirles a la mañana, a pesar de que yo suelo dedicar a los gremios toda la tarde, porque hay otros gremios que también están un poquito retardados en recibirles. Por eso, yo quiero saludarles y decirles, como siempre, alguna palabra de orden, con que nosotros regimos nuestra marcha orgánica en el país. Afortunadamente la Confederación General del Trabajo, que es la organización madre de los trabajadores argentinos, y una institución que está al servicio de los trabajadores, y que no se sirve nunca de ellos para nada, es decir, una organización puesta directamente a cumplir los altos fines que la organización sindical argentina necesita. Esta organización me permite a mí, en cierta manera, coordinar perfectamente bien la marcha del gobierno con las organizaciones de los trabajadores. Nosotros somos el producto de la acción de los trabajadores y consecuencia, debemos tener nuestro gobierno siempre orientado en un paralelismo absoluto con la marcha de las organizaciones sindicales. Por esa razón, yo siempre me permito, a los compañeros delegados a los distintos congresos que se realizan en Buenos aires, adelantarles las ideas generales que el gobierno sigue en el orden nacional, y que indudablemente, ya han sido consultadas anteriormente con las organizaciones de trabajadores, especialmente con la Confederación General del Trabajo. En este orden de ideas, este año 1953 está también como todos los años anteriores dedicados a una acción. Siempre nosotros en la tarea de gobierno, tenemos una consigna anual. Por eso el ‘52 dijimos que era el año de la organización sindical. El ‘53, queremos que sea el año, de la… diremos, un poco avance más sobre la organización, o lo que nosotros llamamos, la solidaridad. Organizar es poner de acuerdo, el entendimiento, es poner de acuerdo las ideas, es poner de acuerdo a los hombres en una reunión general. Pero eso no es todo, porque así como se unen, se pueden desunir. Es como cuando nosotros colocamos una cosa arriba de otra, sin ponerle entre medio algo que la una. Entonces se puede entrar y salir de esa situación. Lo que nosotros queremos para consolidar la organización del pueblo argentino es, desarrollar en las organizaciones un verdadero sentido de solidaridad, que es así como la cola, sabe, que les va a dar unión, que los va a pegar para que no puedan despegarse más. Esto, en orden nacional tiene una explicación, una explicación muy simple. Nosotros hemos pasado de un mundo capitalista y en consecuencia, individualista y egoísta; a un mundo justicialista, en consecuencia altruista, no egoísta. Todo esto presupone, que así como antes la comunidad, no existía en el sentido solidario de la palabra, sino que cada uno dentro de ella, era un enemigo de todos los demás; nuestra concepción, totalmente distinta, quiere que la comunidad sea de todos y que cada uno dentro de esa comunidad, defendida por todos, defienda su situación personal. En otras palabras, nosotros creemos, que para que cada argentino realice su destino, para que cada argentino se realice, primero tenemos que realizar el conjunto de los argentinos, porque nadie puede realizarse en una comunidad que no se realiza. Nosotros pensamos que la comunidad es como un barco. Un barco que sale de un puerto para llegar a otro puerto, que es el puerto de la felicidad, el puerto de la grandeza del país, de la patria. Pero como sucede en un barco, los pasajeros, si el barco se hunde en el camino, no van a quedar los pasajeros flotando, se hunden también con el barco. Lo mismo ocurre para nosotros, pasajeros como somos en esta comunidad; para poder realizar nuestro propio destino en ella, es necesario primero, que este barco, pueda llegar al puerto, realizando también el destino de la comunidad. Este asunto que parece tan simple, es en el mundo, el escollo más grande para la felicidad de los hombres. Por eso, los pueblos, hasta nuestros días, han entronizado al egoísmo haciendo, como han afirmado tantas veces, un lobo del hombre para el otro hombre. Nosotros queremos que en vez de ser un lobo, sea un amigo, sea un hermano, sea un compañero. No queremos más lobos, han dado muy mal resultado los lobos en el mundo. Y así como antes las comunidades individualistas hicieron del egoísmo personal una fuerza, nosotros los justicialistas, queremos hacer una fuerza de nuestra solidaridad. Unidos -dije siempre- triunfaremos. Los hombres no triunfan desunidos, triunfan siempre unidos, porque aquello de que la unión hace la fuerza, sigue siendo hoy más cierto que lo que ha sido siempre en el mundo. Hoy los pueblos están tomando sus destinos en sus manos, y para que un pueblo pueda manejar bien su destino, tiene que estar unido solidariamente. Vale decir, no solamente unido en las formas, sino también unido en el fondo de las cosas, porque lo que une, no es la inteligencia de los hombres ni su sabiduría, ni su poder; lo que une es el corazón de los hombres, eso es lo único que une. Por eso hemos declarado este año, el año de la solidaridad. La solidaridad nosotros la podemos desarrollar desde dos puntos de vista fundamentales: uno en el orden colectivo, vale decir, dentro de la organización; y otro en el orden individual, lo que cada individuo hace. Vale decir, la solidaridad en la comunidad organizada y la solidaridad en el corazón de los hombres y las mujeres que la forman. Los caminos son simples y fáciles, de acuerdo a la necesidad y de acuerdo al objetivo perseguido. En la organización, ustedes saben, ya todos los sindicatos argentinos, en eso se han desarrollado, como creo no existe ningún sindicalismo en el mundo desarrollado como el de la Argentina. En general, todos los sindicatos y organizaciones de obreros, en el mundo entero, han sido hechos para la defensa de los intereses profesionales. Dentro de un medio adverso, no han podido desarrollar otra tarea que luchar por obtener un mejor salario, un mejor sueldo y mejores condiciones de trabajo. Conseguir eso ya les ha costado toda su actividad. De manera que no han podido dedicarse a otra cosa. En nuestro país eso no cuesta tanto trabajo, es solo poner la ley y la justicia en marcha, y ese ya no es trabajo para los dirigentes. Los viejos dirigentes, que veo acá que hay algunos que peinan canas también, saben bien lo que costaba, en esos tiempos, enfrentar la justicia y la maldad con que se precedía, y lo que era reducir una pequeña cuestión en el orden del trabajo o mejorar una pequeña cuestión en el orden del salario. Costaba muchas veces, vidas, dolores y sacrificio de todo orden. Afortunadamente, eso ya pasó aquí, es un triste recuerdo del pasado. Indudablemente, compañeros, tampoco hay que dormirse sobre los laureles, y cada uno de los viejos dirigentes debe enseñarle a los muchachos, nuevos dirigentes que vienen, la experiencia anterior, porque no sabemos en el andar del mundo, si estas organizaciones algún día no tendrán que enfrentar una reacción que puede producirse. Esto no hay que conformarse con conquistarlo, lo importante es conservarlo, eso es más importante. Volviendo a lo que decía, la solidaridad en el orden colectivo, generalmente, todo el sindicalismo en el mundo esta empeñado en la lucha por la defensa de los intereses profesionales. Indudablemente, ese no puede ser solamente el atractivo para la solidaridad colectiva. Porque, la defensa de los intereses profesionales, realizada por un conjunto de compañeros que toma la representación del gremio, eso ya une, y es una tarea de solidaridad; pero nosotros la hemos extendido a otros sectores. La mutualidades, por ejemplo, que funcionan dentro de los sindicatos, para la atención de la salud física de los asociados en distintos órdenes y gradaciones conquistando poco a poco cada vez más, eso también; la organización que ofrece su solidaridad para el compañero en desgracia, que no puede afrontar un riesgo, una enfermedad, etcétera, eso también es trabajar colectivamente por la solidaridad. Las proveedurías que defienden los intereses, diremos, los sueldos y salarios de la organización, o de los adherentes a la organización, es también una tarea de solidaridad. Y las escuelas sindicales, que están formando dirigentes capacitados, para que representen a los demás, ayudando y elevando la cultura social dentro de la masa, eso también es otra tarea colectiva de solidaridad. Es decir, que en todas nuestras organizaciones sindicales, ya tan desarrolladas y tan completas, y en tren de completarse mucho más, ya es un sistemático trabajo a favor de la solidaridad y de la unión de los que forman nuestras organizaciones. Eso es lo que le va a dar consolidación y permanencia a la organización, esa solidaridad. Los comerciantes se unen por sus intereses, los trabajadores se unen por sus necesidades de enfrentar colectivamente la vida. Vale decir, dije los comerciantes, se unen, se separan por sus intereses, nosotros nos unimos por nuestras conveniencias en la organización, y por ese sentido nato de solidaridad que deben de tener las organizaciones multitudinarias de orden sindical y gremial. Ahora, aparte del sentido de solidario, diremos, de la organización, está el sentido de solidario individual. El Estado comienza a trabajar, hace tiempo ya que estamos trabajando en eso, para desarrollar en nuestros muchachos, en nuestros chicos ya, una educación, que no los presente bajo un punto de vista el egoísmo individualista del capitalismo, sino ya con una conciencia social en marcha, vale decir que el chico ya en la escuela va aprendiendo ese sentido de solidaridad humana, sin el cual nada anda bien en el mundo. Ustedes han observado como estamos accionando en la escuela, como le vamos enseñando a los chicos que no hay que luchar contra compañero, que hay que ponerle el hombro al compañero; como le vamos educando y metiendo ese sentido de solidaridad. ¿Por qué lo hacemos? Y… el otro sistema en el mundo ha dado muy mal resultado. Vemos como está el mundo actualmente. Para ver ese resultado basta ver como está el mundo en estos días. La mitad del mundo se está reuniendo, fabricando bombas atómicas para destruir a la otra mitad que a su vez también la fabrica para tirárselas al anterior. Y el hombre cree que es inteligente. El mismo se ha dicho el homo sapiens, vale decir, el hombre sabio. Y yo no sé, porque los animales irracionales que no son tan homo sapiens, todavía a ninguno se le ha ocurrido destruirse entre ellos, y eso que son animales y le llamamos irracionales, nosotros, los inteligentes y los vivos. Como quiera que sea compañeros, si miramos al mundo y vemos quienes son los culpables de eso. Los culpables de eso son en primer lugar los dirigentes, porque los pueblos no actúan sino a través de sus dirigentes. Pero, de pueblos educados se han formado muchos males hombres, muchos malvados dentro de la comunidad, siempre un malvado sale adelante para dirigirles. El estado actual del mundo se debe a esos, a esos dirigentes, a esos viejitos cretinos que han llevado el mundo a esta situación. Nosotros pensamos que hay que educar a la humanidad de otra manera, y pensando en la humanidad, comenzamos por educarnos nosotros. Algunos piensan que hay que arreglar Corea, yo creo que tenemos que arreglarnos primero nosotros, después iremos a arreglar a Corea, cuando estemos arreglados nosotros. De ahí depende y se toma, diremos así, el punto de partida de nuestra nueva filosofía. El justicialismo es una filosofía nueva para el mundo. No queremos estos locos que están hablando y diciendo todo el día cosas raras. No, vamos a lo simple. Vamos a arreglar la vida primero, después vamos a arreglar los grandes problemas del pensamiento, pero primero arreglemos la vida de los hombres. Que los hombres sean un poco más felices, porque sí van a ser desgraciados ¿de qué le sirve la filosofía rara esta que están diciendo todos los días? Son distintas concepciones. Algunos quieren tener un gran país aunque todos los que vivan dentro sean una manga de infelices. Yo preferiría tener un pequeño país, pero de hombres felices, !pero lógico! Por eso digo que el mundo ha perdido un poco los caminos. Se ha equivocado el camino. Salió para el puerto de la felicidad y va al del desastre. Pero no se da cuenta que va al del desastre y le sigue metiendo por ahí y no se para. Lo que es lógico, es volver atrás y ponerse sobre el buen camino para no seguir yendo hacia la desgracia o hacia la destrucción. Muy bien, si eso es cierto, como evidentemente se ve, porque eso no necesita ser uno Einstein, para poder penetrar esa idea tan simple y tan fácil. Muy bien, entonces el camino bueno que tenemos que tomar es el decir, bueno estamos errados en esto, vamos a empezar a educar nuestra gente y a formar gente que no piense así, que no piense que va a llegar a su felicidad matándose uno a otro; que no piense que un tipo acumula toda la riqueza y los demás se mueren de hambre y esa es la felicidad. !No, está equivocado!. Para evitar eso, el camino es bien simple: vamos a formar hombres buenos que no quieran matarse unos a los otros, primera cuestión; y vamos a formar hombres de conciencia, que no se sientan felices ellos, porque poseen muchos bienes materiales, si esos bienes materiales están sustentados sobre muchos millones de desgraciados, de infelices, de enfermos y de hambrientos. Yo, hombre de conciencia, no podría dormir feliz ni tranquilo, con toda la riqueza del mundo, si supiera que estoy acostado sobre un pobre desgraciado que está muerto de hambre. Eso es lo que tenemos que formar, así tenemos que educar a nuestro pueblo. Gobernar no es solamente tomar medidas administrativas, que vayan acumulando mucha plata que después no nos sirve para nadie. Eso no es gobernar. Gobernar no es solamente mandar a la gente y hacerla andar por la calle como debe andar. No! No! Eso solamente no. Gobernar es educar, es ir formando nuevas generaciones que no reproduzcan los terribles problemas que la humanidad tiene. Eso es más importante en el gobierno, gobernar para el futuro y no gobernar para los días. Los días así, lo vamos pasando bien, más o menos, y le metemos. !Pero preparemos un futuro mejor! Para eso, el desarrollo de esa solidaridad en el alma de las personas, ir conformando almas que estén a tono con las necesidades de la comunidad y que estén a tono con sus propias necesidades. Por otra parte, el hombre no es feliz porque posea mucho, el hombre es feliz más bien, porque no ambiciona cosas innecesarias. La felicidad es convencional. La prueba está, que los indios viven felices sin tener nada, y nosotros si no tenemos una frigidaire, ya no somos felices, nos han acostumbrado mal, pero claro. En la felicidad de los hombres hay un gran sentido convencional. Entonces, conformemos hombres, que no sean ambiciosos de bienes materiales y que se conformen con llevar una vida de dignidad y de felicidad relativa; vayamos formando nuevas generaciones de argentinos que dentro de esa concepción filosófica, tengan una idea clara de lo que es, la necesidad solidaria de la comunidad y su propia necesidad. Bien, esa es tarea, primero de nosotros, los dirigentes, y de ustedes también, cada uno en su puesto. Porque el dirigente vale tanto uno como otro, si saben cumplir con su deber. El más modesto y más humilde de los dirigentes, en el último puesto puede estar cumpliendo mejor que el presidente de la República, si el presidente no sabe cumplir con su deber. La responsabilidad de la dirección nos cabe a todos en la misma medida. Es buen dirigente, cuando cumple con su deber aunque sea el más humilde. Y es malo, aun cuando sea el más encumbrado, si no sabe cumplir con el suyo. Esa es una cosa natural. Lo que nosotros tratamos es que todos los que somos dirigentes, unos en una parte, otros en otra, nos pongamos a trabajar para que nuestra influencia de dirigentes trascendencia sobre la masa y vayamos educando, elevando el nivel cultural de la masa. Pero un nivel cultural con este sentido. La cultura es para el pueblo. No es un pueblo culto aquel que tiene cinco o seis grandes sabios grandes y después muchos millones de ignorantes. No eso no es un pueblo culto. Un pueblo culto es cuando el nivel medio de cultura popular es elevado, aunque no haya ningún sabio, si muchas veces los sabios hay que ver lo que hacen. !Si señor! Y si no que les pregunten a los de Hiroshima, el resultado del sabio que inventó la bomba atómica. En estas cosas, el sabio es un peligroso instrumento. Es magnifico y maravilloso si está al servicio del bien, pero Dios me libre cuando ése se pone al servicio del mal, es el más peligroso de todos el más sabio. Yo prefiero que cuando una persona es mala, que sea bruta e ignorante, Dios me libre cuando es sabio e inteligente, las cosas que hace, ah! Por eso nosotros al hablar sobre la reforma, pues que claro, hemos hecho la reforma económica, política y social nosotros en el país, pero nos queda todavía mucho, nos queda el rabo por resollar. Piensen ustedes que estas reformas que van dirigidas al espíritu de las personas y a la inteligencia de las personas, es quizá la reforma más importante que debamos realizar. Claro que la hemos dejado para el último, aún siendo la más importante. Y porque el estado, diremos, material y el estado anímico mismo de las masas argentinas no estaba para hablarles de virtudes y de esas cosas, ¿no? Yo me acuerdo cuando llegó el primer sindicato a Trabajo y Previsión, mal vestido, sucio, triste, con necesidades, a reclamar justicia, yo le hubiera mandado un discurso de virtudes, imagínense. Primero al hombre hay que darle lo que el hombre tiene derecho; primero hay que cumplir la justicia como la justicia manda, después se le puede pedir al hombre muchas cosas, pero primero hay que cumplir con él. Entonces dale una base de sustentación material suficiente donde una pueda apoyarse, después puede filosofar, pero primero hay que tener los pies apoyados en algo, porque mientras el piso se le mueve no está para filosofar sino para no caerse, !es lógico! Entonces, lógicamente todo ese proceso se ha ido llenando, no hemos podido nosotros hacer todo lo que queríamos o todo lo que hubiéramos ambicionado, pero hemos hecho mucho de eso. Cuando se habla de que la moral de la población sufre por el hacinamiento en las viviendas y todas esas cosas. Se tiene razón. Cuando viven quince personas en una pieza, entre hombres, mujeres, distintas edades y, la moral allí está comprometida. Pero hay que tener en cuenta que esos quince que viven en la pieza, no están por turismo en la pieza, están porque no pueden hacer otra cosa, entonces hay que darles casas en vez de piezas. Nosotros nos hemos puesto a construir 350.000 casas en el Primer Plan Quinquenal, hubiéramos querido hacer 500.000, pero no alcanzaban, sabe, las posibilidades. Y seguimos; en el Segundo Plan construiremos más, y vamos a prestar plata en el Banco Hipotecario, a los que tienen que hacer su casa, a los pobres, no como antes que les prestaban a los ricos para que hicieran casas de departamento, !No, No! Ahora para que cada uno haga su casa. Y hemos de ir resolviendo el problema de la vivienda, que incide en moral de la población. Cuando se dice, por ejemplo que los padres abandonan a sus hijos, que no los educan, que no los cuidan, se dice una gran verdad. Esos chicos abandonados en los potreros, por ahí. El padre no solamente tiene la obligación de hacer hijos, tiene que hacerlos buenos también. ¿no? Pero es lo lógico, es un hecho natural. Pero eso a veces no depende todo del padre. Si el padre y la madre tienen que ir a la fábrica, y tienen que pasar quince horas en la fábrica, ¿a que hora atienden a los chicos? Hay que darle a la familia un bienestar, una situación para que él tenga sus horas de trabajo y después tenga sus horas para atender su hogar, y cuidar a sus hijos y criar sus hijos. Ese problema lo hemos tratado de resolver elevando el stándard de vida y creando trabajo, haciendo la posibilidad de que también en el trabajo no se abuse de los hombres, se los tenga un tiempo, pero no todo el día. El ideal nuestro es ir reduciendo las horas de trabajo, porque ese es el ideal de todos los hombres del mundo. Nosotros hemos conseguido llegar a trabajar ocho horas para vivir veinticuatro. Vale decir que ocho horas nos sacrificamos en el trabajo, para tener dieciséis después para estar en casa, descansar y divertirnos un poco. Si pudiéramos hacerlo en menos horas, mejor sería. Ojalá se inventara alguna máquina para que trabajando dos horas, pudiéramos después disfrutar veintidós, ¿no? sería mejor, no hay duda Pero todavía eso no se ha alcanzado. Es necesario trabajar ocho horas duro y fuerte, para tener dieciséis después de descanso en la casa, atender el hogar, atender los hijos y todo. Bueno, a eso nos hemos ido acercando mucho nosotros con el nuevo régimen de trabajo. Bien, además de eso, las escuelas, todo eso, hemos creado cinco mil escuelas para que los chicos no vayan ahí y los maestros tengan que enseñarles en un rancho inmundo, donde la mentalidad del chico no pueda ser lo mismo que si es una escuelita limpia, en fin, ¡había tanta cosa que hacer! Lo que no se ha hecho en cien años, es difícil de hacerlo en diez, vamos a necesitar todavía empeñarnos y trabajar mucho. Pero vamos a ir conformando un nuevo argentino. A mí lo que me interesa no es la casa, ni nada, no; me interesa el hombre. Porque yo creo que la casa se ha hecho para el hombre, no el hombre para la casa. Como todo se hace y todo lo que existe es para el hombre, no el hombre para ello. La máquina es para el hombre, no el hombre para la máquina. La industria es para el hombre, no el hombre para la industria. La ley es para el hombre, no el hombre para la ley. Y ustedes saben que eso está muy desvirtuado, aquí todo el mundo cree que el hombre es el estropajo y que está al servicio de todo. No, no, no, todas las cosas que hay están al servicio del hombre y no es así, el hombre es un estúpido, !pero claro! !pero claro! En estas cosas hay muchos caminos equivocados. Lo que nosotros queremos es ir poniendo cada cosa en su lugar y cada cosa en su camino, y va a ver usted como todo va a funcionar bien. Hasta ahora hemos estado preparando la tierra, sabe; la hemos abonado, la hemos ablandado bien, hemos hecho resaca, todas esas cosas; ahora estamos sembrando, va a ver plantita nos va a salir después. Eso es lo que hacemos. Todo ese trabajo es todo lo que se refiere a la reforma educacional y cultural. También poniendo un poco la cultura nuestra. Nosotros los argentinos tenemos muchas cosas malas en la cultura, pero tenemos muchas buenas. ¿Porque vamos a importar todo eso? La cultura también, así como estamos haciendo todas las cosas aquí para lo que necesitamos, la cultura también la tenemos que hacer para nosotros; porque el hombre no es para la cultura; no, no; la cultura es para el hombre. Entonces para nosotros los argentinos, queremos una cultura argentina; no nos van a traer aquí una cultura china o japonesa ¿para que queremos eso? !No, queremos lo nuestro! Nosotros queremos ir produciendo nuestra propia cultura y haciendo nuestras propias cosas. Todo eso conforma una reforma profunda en el orden de la cultura y de la educación del pueblo y de la comunidad argentina. Todo eso lo tenemos que hacer entre nosotros: dirigentes, que es el que actúa en conjunto; los padres, que actúan cada uno en la célula familiar, educando a sus hijos desde chiquitos; los maestros, los padres deben ser un poquito maestros de los chicos y los maestros deben ser un poquito padre de los chicos, no solo para meterles macanas en la cabeza sino para meterles cosas buenas en el corazón. Educarlos, no hacer eruditos, pero sí hacer hombres de bien, hombres buenos, de buenos sentimientos y con un buen espíritu, con una buena cultura, diremos, anímica, que su alma esté bien formada, que no haya tanto atravesado como encontramos por ahí, porque el atravesado no tiene todo la culpa él, a algunos los atraviesan, no nacen atravesados, no, no, si es así. Y afortunadamente, nuestro pueblo es maravillo, es maravilloso porque es una raza homogénea, son hombres que crecen un ambiente bueno, nuestro país tiene reservas inmensas y es un país rico. Nosotros lo único que tenemos que hacer es trabajar un poco para sacar esas riquezas y ponerlas sobre, y disfrutar de ellas Toda esta conformación es el trabajo que nosotros iniciamos, y lo iniciamos con la solidaridad. ¿Por que lo iniciamos con la solidaridad? Porque todo esto tiende a crear ese sentido de solidaridad. Empezamos por la solidaridad y a través de la educación, de la cultura, vamos a terminar también en la solidaridad. Por eso los dirigentes tenemos que trabajar, en todo sentido, en toda forma, tendiendo siempre a esa solidaridad. ¿Por que? Porque es ese cariño entre nosotros, es ese espíritu de ayuda mutua entre nosotros lo único que nos va a poder hacer felices. Y si todos no empeñamos ahora, dirigentes, padres, madres, maestros, también los militares cuando reciben a los muchachos de veinte años que le están ahora educando y formando allí para darle el ultimo toque a los veinte años, nos ponemos todos a trabajar en el mismo sentido, vean lo que va a ser la República Argentina dentro de diez años. La vamos a cambiar completamente. Yo les pido compañeros, ustedes que se dispersan en todas direcciones y van a distintas partes ya sea entre los químicos, ya sea en el ministerio de educación, que le lleven a nuestros compañeros esta palabra. Es una palabra, diremos así, de orden para los hombres de buen corazón y de buena voluntad, y los hombres de buen corazón y de buena voluntad es la inmensa mayoría de nuestro pueblo. Ellos lo van a entender y ellos lo van a practicar. En consecuencia, este éxito, ya podemos darlo por asegurado, y así como hemos triunfado en la reforma social, como hemos triunfado en la reforma económica, como hemos triunfado en la reforma política, vamos a triunfar y ampliamente en la reforma cultural y educacional. Entonces nosotros habremos conformado una comunidad digna de ser vivida. Con esto compañeros, con esta palabra para todos los compañeros de la República, a través de ustedes dirigentes responsables como yo, de esta tarea, quiero que con esta palabra le lleven también a todos los compañeros un gran abrazo y mis grandes deseos de felicidad para todos. Muchas Gracias, muy buenos días. ..............
1944-06-10
Conferencia pronunciada en la inauguración de la Cátedra de Defensa Nacional en el Colegio Nacional de la Universidad de La Plata
Agradezco profundamente la cordial invitación que el doctor Labougle ha tenido la amabilidad de formularme para inaugurar la cátedra de defensa nacional, ocupando esta alta tribuna de la Universidad. Mi investidura de ministro de Guerra me obliga a aceptar tan insigne honor, precediendo a otros camaradas de las fuerzas armadas, cuya versación sobre la materia tendréis oportunidad de apreciar, en próximas disertaciones. Los amables conceptos sobre mi persona, vertidos por la gentileza del doctor Labougle, que aprecio y agradezco, fuerza es confesarlo, se fundan más que nada en su benevolencia proverbial. Las fuerzas armadas, y dentro de ellas, los que nos hemos dedicado a analizar, penetrar y captar el complejo problema que constituye la guerra, no hemos podido menos que regocijarnos con la resolución del Consejo Superior de la Universidad de La Plata, del 9 de septiembre de 1943, que dispuso crear la cátedra de defensa nacional, y ponerla en funcionamiento en el corriente año. Esta medida que, sin temor a equivocarme, califico de trascendental, hará que la pléyade de intelectuales que en esta casa se formen, conozcan y se interesen por la solución de los variados y complejos aspectos que configuran el problema de la defensa nacional de la patria y más tarde cuando por gravitación natural, los más calificados entre ellos, sean llamados a servir sus destinos, si han seguido profundizando sus estudios, contemos con verdaderos estadistas que puedan asegurar la grandeza a que nuestra Nación tiene derecho. Una vez más conviene repetir, el consejo sanmartiniano en su proclama del 22 de julio de 1820 dirigido desde su Cuartel General en Valparaíso, “a los habitantes de las Provincias del Río de la Plata”: “En fin, a nombre vuestros propios intereses, os ruego que aprendáis a distinguir los que trabajan por vuestra salud, de los que meditan vuestra ruina; no os expongáis a que los hombres de bien os abandonen al consejo de los ambiciosos; la firmeza de las almas virtuosas no llega hasta el extremo de sufrir que los malvados sean puestos a nivel con ellas; y desgraciado el pueblo, donde se forma impunemente tan escandalosos paralelo”. Palabras eternas las del Gran Capitán. Hoy, como entonces, nuestra amada patria vive horas de transformación y de prueba. Asiste, además, a una verdadera lucha de generaciones, de la que debe resultar un porvenir. Dios quiera, sea luminoso y feliz. El mundo ha de estructurase sobre nuevas formas, con nuevo contenido político, económico y social. Grave es la responsabilidad de los maestros del presente. Incierto, el futuro de esta juventud, que ha de hacerse cargo de ese porvenir, como conductores de un pueblo en marcha, que tiene riqueza, pujanza y una tradición de gloria que defender. He asistido en Europa a la crisis más extraordinaria que haya presenciado la humanidad desde 1939 a 1941. En ella he podido apreciar en los hechos, cuando os diré seguidamente. Por eso, antes que una meditación académica del tema, he preferido hacer una exposición realista del problema de la defensa nacional moderna, en su amplio contenido, sus causas y sus consecuencias. El tema que me ha sido propuesto, “Significado de la defensa nacional desde el punto de vista militar”, lo considero muy conveniente para esta disertación, porque me permitirá analizar el cuadro de conjunto del problema de la defensa nacional, dejando para más tarde, el estudio detallado de sus aspectos parciales. Las dos palabras, “Defensa Nacional”, pueden hacer pensar a algunos espíritus que se trata de un problema cuyo planteo y solución interesan e incumben únicamente a las fuerzas armadas de una nación. La realidad es bien distinta. En su solución entran en juego todos sus habitantes; todas las energías, todas las riquezas, todas las industrias y producciones más diversas: todos los medios de transporte y vías de comunicación, etcétera, siendo las fuerzas armadas únicamente, como luego lo veremos en el curso de mi exposición, el instrumento de lucha de ese gran conjunto que constituye “la Nación en armas”. Han existido en el mundo, pensadores, que sin temor califico de utopistas, que en todos los tiempos y países han expresado que la guerra podía ser evitada. Más, siempre, a corto plazo, una nueva conflagración ha venido a imponer el disenso más rotundo a esta teoría. El ejemplo más reciente y también más palpable de este fracaso, lo constituye la fenecida Liga de las Naciones, en cuya acción tantas esperanzas de paz ininterrumpida, se cifraron; y que se revelo impotente para evitar que el Japón y China se encuentren luchando desde hace una década aproximadamente; que Italia conquistase a Etiopía; que Paraguay y Bolivia se ensangrentaran en la selva chaqueña; y finalmente, que el mundo todo se encendiera en la actual conflagración que golpea hasta nuestras puertas. Los estadistas que actualmente dirigen la guerra de los principales países en lucha, ya sea bajo el signo del “Nuevo Orden” o bajo la bandera de las “Naciones Unidas”, muestran a los ojos ansiosos de sus pueblos, una felicidad futura basada en una ininterrumpida paz y cordialidad entre las naciones, y la promesa de una verdadera justicia social entre los Estados. Este espejismo, no puede ser más que una esperanza para pueblos que agotados en una larga y cruenta lucha, buscan en una esperanza de futura felicidad, el aliciente necesario para realizar el último esfuerzo, en procura de un triunfo que asegure la existencia de sus respectivas naciones. En efecto, alguien tendría que demostrar inobjetablemente que Estados Unidos de Norte América, Inglaterra, Rusia y China, en el caso de que las naciones unidas ganen la guerra; y lo mismo que Alemania y Japón, en el caso inverso, no tendrán jamás en el futuro, intereses encontrados que los lleven a iniciar un nuevo conflicto entre sí; y aun, que los vencedores no pretenderán establecer en el mundo, un imperialismo odioso, que obligue a la rebelión de los oprimidos, para recién creer que la palabra guerra queda definitivamente descartada de todos los léxicos. Pero, los humanos, de barro fuimos amasados; y siendo la célula constituyente de las naciones, no podremos hallar jamás la solución ideal de los complejos problemas de todo orden, sociales, económicos, financieros, políticos, etcétera, que asegure una ininterrumpida paz universal. La Europa, el continente superpoblado por excelencia, es donde estos problemas sufren sus más agudas crisis, constituyendo así, un volcán con incontenible energía interna, que periódicamente entra en erupción sacudiendo al mundo entero. El continente americano, sin experimentar la agudización de estos mismos problemas, ha encontrado muchas veces, en el arbitraje, la solución de las cuestiones territoriales, derivadas de límites más definidos. Pero muchas veces también se ha encendido en luchas fratricidas; o se han visto sus naciones arrastradas a conflictos extra continentales, cuya solución, muchas veces, no les interesaba mayormente. Algún oyente prevenido, podrá pensar que esta aseveración mía de que la guerra es un fenómeno social inevitable, es consecuencia de mi formación profesional, porque algunos piensan que los militares deseamos la guerra, para tener en ella oportunidad de lucir nuestras habilidades. La realidad es bien distinta. Los militares estudiamos tan a fondo el arte de la guerra, no sólo en lo que a la táctica, estrategia y empleo de sus materiales se refiere, sino también como fenómeno social. Y comprendiendo el terrible flagelo que representa para una nación, sabemos que debe ser en lo posible, evitada; y sólo recurrir a ella en casos extremos. Eso sí, cumplimos con nuestra obligación fundamental de estar preparados para realizarla, y dispuestos a los mayores sacrificios en los campos de batalla, al frente de la juventud armada, que la patria nos confía para defensa de su patrimonio, sus libertades, sus ideales o su honor. Si se quiere la paz, el mejor medio de conservarla es prepararse para la guerra. El aforismo Si vis pacem, para bellum, se encuentra lo suficientemente demostrado por multitud de ejemplos históricos, para permitir siquiera ser puesto en discusión. No tenemos más, que volver los ojos a la iniciación de la actual contienda para ver cómo Francia, la vencedora de la guerra 1914-18, y la primera potencia militar del mundo, desde esa época hasta que Alemania inicia, en el año 1934 aproximadamente, sus intensos preparativos militares, más o menos encubiertos, en pocos días, es deshecha y eliminada definitivamente de la contienda. Es evidente que la profunda desorganización interna de Francia, la llevo a descuidar su preparación para la guerra, a pesar de ver claramente el peligro que la amenazaba, lo cual fue hábilmente aprovechado por Alemania, que caro le hace pagar su error. Alguien podrá decir que Inglaterra tampoco se encontraba preparada para la guerra y que, en los actuales momentos, parece tener a su favor las mejores perspectivas de éxito. Quienes dicen esto, olvidan que en el Canal de la Mancha, que felizmente para ella, la separa del continente, reinó siempre incontrastablemente su aguerrida flota, impidiendo el desembarque del ejército alemán; que la reducida preparación de su ejército le costó el desastre de Dunkerque; y, finalmente, que su reducida aviación, no pudo impedir las incursiones de la alemana de las que las ruinas de Coventry son una muestra. Las naciones del mundo, pueden ser separadas en dos categorías: las satisfechas y las insatisfechas. Las primeras, todo lo poseen y nada necesitan; y sus pueblos tienen la felicidad asegurada, en mayor o menor grado. A las segundas, algo les falta para satisfacer sus necesidades: mercados donde colocar sus productos, materias primas que elaborar, substancias alimenticias, en cantidad suficiente; un índice político que jugar, en relación con su potencialidad, etcétera. Las naciones satisfechas, son fundamentalmente pacifistas, y no desean exponer a los azares de una guerra la felicidad de que gozan. Las insatisfechas, si la política no les procura lo que necesitan o ambicionan, no temerán recurrir a la guerra para lograrlo. Las primeras, aferradas a la idea de una paz inalterable, porque mucho la desean, generalmente descuidan su preparación para la guerra, y no gastan lo que es menester para conservar la felicidad de su pueblo. Las segundas, sabiendo que una guerra es probable, por cuanto si no tienen pacíficamente lo que desean, recurrirán a ella, ahorran miseria de la miseria, y se preparan acabadamente para sostenerla; y en un momento determinado, pueden superar a las naciones más ricas y poderosas. Tenemos así, las naciones pacifistas y las naciones agresoras. Nuestro país, es evidente, se encuentra entre las primeras. Nuestro pueblo puede gozar, relativamente, de una gran felicidad presente; pero, por desgracia, no podemos escudriñar el fondo del pensamiento de las demás naciones, para saber en momento oportuno si alguien pretende arrebatárnosla. La preparación de la defensa nacional es obra de aliento y que requiere un constante esfuerzo realizado durante largos años. La guerra es un problema tan variado y complejo, que dejar todo librado a la improvisación en el momento en que ella se presente, significaría seguir esa política suicida que tanto criticamos. No olvidemos que, si nos vemos obligados a ir a una guerra; y lo que es más grave, la perdemos, necesariamente nos convertiremos en lo contrario de nación pacifista, asumiendo el papel de un país que busca reivindicaciones en pro de la recuperación del patrimonio de la nación o del honor mancillado. La guerra, desde la antigüedad, ha evolucionado constantemente, pasando de la familia a la tribu; de ésta, a los ejércitos de profesionales y mercenarios; a la leva en masa, que nos muestra la Revolución Francesa y Napoleón más tarde. Y por último, a la lucha total de pueblos contra pueblos, que vimos en la contienda 1914-18 y que en la actual, ha alcanzado su máxima expresión. El concepto de “Nación en armas o guerra total” emitido por el mariscal von der Goltz en 1883 es, en cierto modo, la teoría más moderna de la defensa nacional, por la cual las naciones buscan encauzar en la paz y utilizar en la guerra, hasta la última fuerza viva del Estado, para conseguir su objetivo político. Hoy, los pueblos disponen de su destino. Ellos labran su propia fortuna o su ruina. Es natural que ellos, en conjunto, defiendan lo que cada uno por igual ama y le interesa defender de la patria y su patrimonio. En la época de los ejércitos profesionales y mercenarios, los pueblos no participaban en las contiendas, sino a través de las fuertes contribuciones para solventarlas, o las devastaciones que dejaban tras de sí los ejércitos en lucha. Una gran masa de la población no la sufría; y a veces, hasta la ignoraba. Las guerras de la Revolución Francesa y, más tarde, las de Napoleón, afectaron ya al pueblo francés, por la contribución en material humano que le impusieron. Es recién la guerra mundial de 1914-18, la que muestra a las naciones participantes empeñadas en el esfuerzo máximo para conseguir la victoria. La guerra se juega en los campos de batalla, en los mares, en el aire, en el campo político, económico, financiero, industrial; y se especula hasta con el hambre de las naciones enemigas. Ya no bastan generales y almirantes geniales, con ejércitos y flotas eficientes, para conquistar la victoria. A su lado, los representantes de todas las energías de la Nación tienen un rol importantísimo que jugar en la dirección de la guerra: y, muchas veces, son ellos los que orientan la conducción de las operaciones de las fuerzas armadas. Pero aun en los años 1914-18, detrás de los ejércitos en lucha, las poblaciones entregadas a un constante esfuerzo para mantener la potencia combativa de las fuerzas armadas, vivían en una relativa tranquilidad y bienestar. La moral de la nación se mantenía sobre la base de los éxitos obtenidos en los campos de batalla, hábilmente explotados por una inteligente propaganda. La actual contienda, con el considerable progreso técnico de la aviación, nos muestra la expresión más acabada del concepto de la “Nación en armas”. Los pueblos de las naciones en lucha, no se encuentran ya a cubierto contra las actividades bélicas, dado que poderosas formaciones aéreas siembran la destrucción y la muerte en poblaciones más o menos indefensas, buscando minar su moral y destruir las fuentes del potencial de guerra de la nación enemiga. El panfleto toma un lugar importante al lado de las tremendas bombas incendiarias y explosivas, en la carga de los poderosos aviones de bombardeo. Un país en lucha puede representarse por un arco con su correspondiente flecha; pero el resto de ésta, la cuerda y el arco, son la nación toda, hasta la mínima expresión de su energía y poderío. En consecuencia, no es suficiente que los integrantes de las fuerzas armadas nos esforcemos en preparar el instrumento de lucha, en estudiar y comprender la guerra, deduciendo enseñanzas de las diferentes contiendas que han asolado al mundo. Es también necesario que todas las inteligencias de la Nación, cada uno en el aspecto que interesa a sus actividades, se esfuerce también en conocerla, estudiarla y comprenderla, como única forma de llegar a esa solución integral del problema que puede presentársenos; y tendremos que resolver, si un día el destino decide que la guerra haga sonar su clarín en las márgenes del Plata. En consecuencia, la decisión del Consejo Superior de la Universidad de La Plata, a que antes me he referido, constituye, sin duda, un valioso escalón hacia esa meta que debemos alcanzar. La organización de la defensa nacional de un país es una vasta y compleja tarea de años y años, por medio de la cual se han de ejecutar una serie de medidas preparatorias durante la paz, para crearle a sus fuerzas armadas las mejores condiciones para conquistar el éxito en una contienda que pueda presentársele. Se formulará una serie de previsiones a fin de que la Nación pueda adquirir y mantener ese ritmo de producción y sacrificio que nos impone la guerra, al mismo tiempo que se preverá el mejor empleo a dar a sus fuerzas armadas. Y, finalmente, otra serie de previsiones, una vez terminada la guerra; desmontar la maquinaria bélica en que el país se ha convertido, y adquirir de nuevo su vida normal en paz, con el mínimo de inconvenientes, convulsiones y trastornos. Dada la brevedad a que me obliga esta exposición, tendré que limitarme a analizar sucintamente sus aspectos principal; y para evitar la aridez de tratar este asunto en forma absolutamente teórica, me referiré a las enseñanzas que nos deja la historia militar, y su aplicación a los problemas particulares de nuestro país, en lo que me sea posible. Cualquier país del mundo, sea grande o pequeño, débil o poderoso, con un grado elevado o reducido de civilización, posee un objetivo político determinado. El objetivo político es la necesidad o ambición de un bien, que un Estado tiende a mantener o conquistar, para su perfeccionamiento o engrandecimiento. El objetivo político puede ser de cualquier orden: reivindicación o expansión territorial, hegemonía política o económica, adquisición de mercados u otras ventajas comerciales, imposiciones sociales o espirituales, etcétera. Se han dado en clasificarlos como negativos o positivos, según se trate de mantener lo existente; o bien, conquistar algo nuevo, ya sean continentales o mundiales, según las proyecciones de los mismos. Los objetivos políticos de las naciones, son una consecuencia directa de la sensibilidad de los pueblos. Y debemos recordar que éstos, tienen ese instinto seguro, que en la solución de los grandes problemas, los orienta siempre hacia lo que más les conviene. Los estadistas o gobernantes, únicamente los interpretan y los concretan en forma más o menos explícita y ajustada. La verdadera sabiduría de los pueblos y el buen juicio de sus gobernantes consiste precisamente en no proponerse un objetivo político desorbitado, que no guarde relación con la potencialidad de la Nación, lo cual, en caso contrario, la obligaría a enfrentarse con un enemigo tan poderoso, que no sólo tendría que renunciar a sus aspiraciones, sino perder parte de su patrimonio. También es verdad que a las naciones les llegan, en su historia, horas cruciales, en las que, para defender su patrimonio o su honor, deben sostener una lucha sin esperanzas de triunfo; porque, como nos lo enseñaron nuestros padres de la Independencia, “más vale morir, que vivir esclavos”. Nuestro país, como pocos otros del mundo, puede formular ideales políticos confesables y dignos. Nunca, nuestros gobernantes sostuvieron principios de reivindicación o conquista territorial. No pretendimos ejercer una hegemonía política, económica o espiritual en nuestro continente. Sólo aspiramos a nuestro natural engrandecimiento, mediante la explotación de nuestras riquezas; y a colocar el excedente de nuestra producción en los diversos mercados mundiales, para poder adquirir lo que necesitamos. Deseamos vivir en paz con todas las naciones de buena voluntad del globo. Y el progreso de nuestros hermanos de América, sólo nos produce satisfacción y orgullo. Queremos ser el pueblo más feliz de la Tierra, ya que la naturaleza se ha mostrado tan pródiga con nosotros. La diplomacia debe actuar en forma similar a la conducción de una guerra. Como ella, posee sus fuerzas, sus armas; y debe librar las batallas que sean necesarias para conquistar las finalidades que la política le ha fijado. Si la política logra que la diplomacia obtenga el objetivo trazado, su tarea se reduce a ello; y termina allí, en lo que a ese objetivo se refiere. Si la diplomacia no puede lograr el objetivo político fijado, entonces es encargada de preparar las mejores condiciones para obtenerlo por la fuerza, siempre que la situación haga ver como necesario el empleo de este medio extremo. El período político que precedió a la actual contienda, constituye un excelente ejemplo que nos aclarará estos conceptos. Desde el advenimiento del partido Nacional socialista al poder, en el año 1933, el gobierno alemán dio muestras de su intención de conseguir, por todos los medios, el resurgimiento de la Alemania imperial de 1914 y aun sobrepasarla, desestimando como fuera de lugar, los puntos que aun subsistían en carácter de obligaciones del tratado de Versalles. Fue su diplomacia, la que sin contra en su respaldo con una suficiente potencia militar, le permitió, en 1935, implantar el servicio militar obligatorio; ocupar militarmente la Renania; y finalmente, concertar con Inglaterra el pacto naval que le permitía montar un tonelaje para su marina de guerra equivalente al 35% del inglés, con lo cual sobrepasaba a la flota francesa. La reacción francesa que en esa época podía ser decisiva, fue perfectamente neutralizada por la diplomacia alemana. Luego, ya respaldada sin duda por la fuerza considerable que el Tercer Reich había logrado montar, se produce, en marzo de 1938, la anexión lisa y llana de Austria. A fines de septiembre de ese mismo año, el tratado de Munich le entrega el territorio de los Sudetes perteneciente a Checoslovaquia; hasta terminar con la total desaparición de este país el 15 de marzo de 1939. Y siete días más tarde, el 22 de marzo, el jefe del gabinete lituano, el ministro Urbsys, entrega las llaves de Memel en Berlín mismo. Casi de inmediato, la diplomacia alemana empieza a agitar la cuestión de Polonia. La resistencia de ésta, apoyada por Francia e Inglaterra, no puede ser vencida; y entonces le corresponde crear las mejores condiciones para el empleo de sus fuerzas armadas, en el logro de su objetivo político. Polonia parece estar también apoyada por Rusia; y en Moscú se encuentran delegaciones de Francia e Inglaterra, tratando sin duda el problema político europeo, cuando el mundo entero es sorprendido por el pacto de no agresión ruso-alemán, del 23 de agosto de 1939. La conducción política y la diplomacia, con habilidad y astucia, han facilitado grandemente la tarea a la conducción militar. Una semana después, ésta entra a actuar en condiciones óptimas. En los litigios entre naciones, sin tener un tribunal superior e imparcial a quien recurrir y sobre todo que esté provisto de la fuerza necesaria para hacer respetar sus decisiones, la acción de la diplomacia será tanto más segura y amplia, cuanto mayor sea el argumento de fuerza que en última instancia pueda esgrimir. Así nuestra diplomacia, que tiene ante sí una constante tarea que realizar, estrechando cada vez más las relaciones políticas, económicas, comerciales, culturales y espirituales con los demás países del mundo, en particular con los continentales; y, dentro de éstos, con nuestros vecinos, cuenta como argumento para esgrimir, además de la hidalguía y munificencia ya tradicionales de nuestro espíritu, con el poder de sus fuerzas armadas que deben ser aumentadas en concordancia con su importancia, para asegurarle el respeto y la consideración que merecen en el concierto mundial y continental de las naciones. Durante la guerra, las actividades de la política exterior y de la diplomacia, no decrecen. Por el contrario, tal cual lo vemos en la actual contienda, redoblan sus esfuerzos para continuar creando las mejores condiciones de lucha a las fuerzas armadas. No tenemos sino que ver cómo se neutraliza a países neutrales dudosos. Los esfuerzos que se realizan para enrolar en la contienda a los simpatizantes o que observan una neutralidad benévola. La forma en que se desprestigia al adversario y se anula su propaganda en el exterior. Las simpatías que es necesario despertar en los mercados productores de armamentos y materias primas. La utilización de la prensa y partidos políticos de países aliados y neutrales para hacer simpática la guerra al país. La explotación de las divisiones y reyertas dentro del bloque de países enemigos, para provocar su desmembramiento, etcétera. Y comprenderemos fácilmente que todo intelecto y capacidad política, debe ser movilizado para servir a la defensa nacional. Finalmente, una vez terminada la guerra, ya sea exitosamente o derrotada, la política debe continuar librando la parte más difícil de su batalla para obtener, en la liquidación de la contienda, que los objetivos políticos por que se luche, sean ampliamente alcanzados; o reducir a un mínimo aceptable el precio de la derrota, respectivamente. Este aspecto de la política cobra mayor importancia en la guerra de coaliciones, en la que tantos intereses chocan en la mesa de la paz, o para evitar la intervención de neutrales poderosos, que, sin haber intervenido en la contienda, quieren también participar del despojo del vencido. Bastaría analizar la profundidad y vastedad de cada uno de estos aspectos, para comprobar que los conocimientos y aptitudes especiales que su solución requiera, no pueden desarrollarse recién cuando la guerra llegue, sino que es necesario un estudio de preparación constante de las mentalidades políticas durante el tiempo de paz. Las naciones, tienen la obligación de preparar la máxima potencialidad militar que su población y riqueza le permitan, para poder presentarla en los campos de batalla, si la guerra ha llamado a sus puertas. Los pueblos que han descuidado la preparación de sus fuerzas armadas, han pagado siempre caro su error, desapareciendo de la historia, o cayendo en la más abyecta servidumbre. De ellos, la historia sólo se ocupa para recordar su excesivo mercantilismo; o los arqueólogos para explorar sus ruinas, descubriendo bellas muestras de una grandiosa civilización pretérita, que no supo cultivar las aptitudes guerreras de sus pueblos. La preparación de las fuerzas armadas para guerra, no es tarea fácil ni que pueda improvisarse en los momentos de peligro. La formación de reservas instruidas, sobre todo hoy, en que los medios de lucha han experimentado tantos progresos y complicaciones técnicas, requiere un trabajo largo y metódico, para que éstas adquieran la madurez y el templo que exige la guerra. El arte militar sufre tantas variaciones que los cuadros permanentes del ejército, deben entregarse a un constante trabajo y estudio que cuando la guerra se avecinda, no hay tiempo de asimilar. El militar, junto a su ciencia, debe reunir condiciones de espíritu y de carácter de conductor, para llevar a su tropa a los mayores sacrificios y proezas; y eso no se improvisa, sino que se logra con el ejercicio constante del arte de mandar. Las armas, municiones y otros medios de lucha, no se pueden adquirir ni fabricar en el momento en que el peligro nos apremia, ya que no se encuentran disponibles en los mercados productores, sino que es necesario fabricaciones que exigen largo tiempo. En los arsenales y depósitos, es necesario disponer de todo lo que exigirán las primeras operaciones, y prever su aumento y reposición. Las previsiones para el empleo de las fuerzas armadas de la Nación forman una larga y constante tarea que requiere de cierto número de jefes y oficiales, estudios especializados, que se inician en las Escuelas Superiores de Guerra, y continúan después, ininterrumpidamente, en una vida de constante perfeccionamiento profesional. El conjunto de estas previsiones contenidas en el plan militar, que coordina los planes de operaciones del Ejército, la Marina y la aviación, se realiza sobre estudios básicos que exigen conocimientos profesionales y generales muy profundos. En dicho plan se resuelve la movilización total del país; la forma en que serán protegidas las fronteras; la concentración de las fuerzas en las probables zonas de operaciones; el posible desarrollo de las operaciones iniciales; el desarrollo del abastecimiento de las fuerzas armadas de toda suerte de elementos; el desenvolvimiento general de los medios de transportes y de comunicación del país; la defensa terrestre y antiaérea del interior, etcétera. Como podéis apreciar, esta obra, realizada en forma completa y detallada, absorbe la labor constante de los organismos directivos de las fuerzas armadas de las naciones; y de la exactitud de las mismas, depende en gran parte, que la lucha pueda iniciarse y continuar luego en las mejores condiciones posibles. Si la guerra llega, será la habilidad y el carácter del comandante en jefe y las virtudes guerreras de sus fuerzas, las que tratarán de inclinar el azar de la contienda en su favor; y no me refiero a la ayuda de Dios, porque ambos contendientes la implorarán con igual fervor. Las fuerzas armadas de nuestra patria realizan, en este sentido, una labor silenciosa y constante, que se inicia en los cuarteles de las unidades de tropa, buques de la armada y bases aéreas, preparando dentro de sus posibilidades el mejor instrumento de lucha. Y se continúa luego en sus institutos de estudios superiores, para terminar en la labor directiva de sus estados mayores. No creo equivocarme si expreso que durante mucho tiempo, sólo han sido las instituciones armadas las que han experimentado las inquietudes que se derivan de la defensa nacional de nuestra patria, y han tratado de solucionarlas, creando el mejor instrumento de lucha que han podido. Pero es indispensable, si no queremos vernos abocados a un posible desastre, que todo el resto de la Nación, sin excepción de ninguna especie, se prepare y juegue el rol que, en este sentido, a cada uno le corresponde. La política interna tiene gran importancia en la preparación del país para la guerra. Su misión es clara y sencilla, pero difícil de lograr. Debe procurar a las fuerzas armadas, el máximo posible de hombres sanos y fuertes; de elevada moral y con un gran espíritu de patria. Con esta levadura, las fuerzas armadas podrán reafirmar estas virtudes y desarrollar fácilmente un elevado espíritu guerrero y de sacrificio. Además, es necesario que las calidades, antes citadas, sean desarrolladas en toda la población sin excepción, dado que es dentro del país, donde las fuerzas armadas encuentran su fuerza moral, la voluntad de vencer, y la reposición del personal, material y elementos desgastados o perdidos. Los países actualmente en lucha nos muestran todos los esfuerzos que se realizan para mantener en el pueblo, aun en los momentos de mayores sacrificios y penurias, la voluntad inquebrantable de vencer, al mismo tiempo que se desarrollan todas las actividades imaginables para minar la moral del adversario, naciendo así un nuevo medio de lucha, “la guerra de nervios”. Si en cuestiones de forma de gobierno, problemas económicos, sociales, financieros, industriales, de producción y de trabajo, etcétera, cabe toda suerte de opiniones e intereses dentro de un Estado, en el objetivo político derivado del sentir de la nacionalidad de ese pueblo, por ser única en indivisible, no caben opiniones divergentes. Por el contrario, esa mística común sirve como un aglutinante más para cimentar la unidad nacional de un pueblo determinado. Ante el peligro de la guerra, es necesario establecer una perfecta tregua en todos los problemas y luchas interiores, sean políticos, económicos, sociales o de cualquier otro orden, para perseguir únicamente el objetivo que encierra la salvación de la patria: ganar la guerra. Todos hemos visto cómo los pueblos que se han exacerbado en sus luchas intestinas, llevando su ceguedad hasta el extremo de declarar enemigos a sus hermanos de sangre, y llamar en su auxilio a los regímenes o ideologías extranjeras, o se han deshecho en luchas encarnizadas, o han caído en el más abyecto vasallaje. Cuando el peligro de guerra se hace presente, y durante el desarrollo de la misma, la acción de la política interna de los Estados debe aumentar notablemente sus actividades, porque son muy importantes las tareas que le toca realizar. En necesario dar popularidad a la contienda que se avecina, venciendo las últimas resistencias y prejuicios de los espíritus prevenidos. Se debe establecer una verdadera solidaridad social, política y económica. La moral y el espíritu de lucha de la nación toda debe ser llevada a un grado tal, que ningún desastre ni sacrificio la pueda abatir. Desarrollar en la población un severo sentido de disciplina y responsabilidad individual, para contribuir en cualquier forma a ganar la guerra. Es necesario organizar una fuerte máquina, capaz de desarrollar un adecuado plan de propaganda, contrapropaganda y censura, que ponga a cubierto al frente interior contra los ataques que el enemigo le llevará constantemente. Debe aprestarse a la población civil para que establezca por sí misma la defensa antiaérea pasiva en todo el territorio de la Nación, como único medio de limitar los daños y destrucciones de los bombardeos enemigos, etcétera. Terminada la guerra, todavía tiene la política interna una ímproba tarea que realizar, especialmente si la misma ha sido perdida. En este momento, parece como si las naciones íntegras, que han vivido varios años con sus nervios sometidos a una constante tensión, desataran de pronto todos sus instintos y bajas pasiones, creando problemas y situaciones que amenazan hasta la constitución misma de los Estados, Rusia y Alemania a la terminación de la guerra 1914-18, constituyen la suficiente demostración de esta afirmación. Esta obra política interna, debe ser realizada desde la paz, en todos los ámbitos. Para lograrla, la inician los padres en los hogares; la siguen los maestros y profesores en las aulas; las fuerzas armadas en buques y cuarteles; los gobernantes y legisladores mediante su obra de gobierno; los intelectuales y pensadores en sus publicaciones; el cine, el teatro, y la radio con su obra educadora y publicitaria. Y finalmente, cada hombre en la formación de su autoeducación. Referido este problema a nuestro caso particular, llegaremos fácilmente a la comprobación de que requiere un estudio y dedicación muy especiales. En nuestra lucha por la Independencia y en las guerras exteriores que hemos sostenido, sin asumir el carácter de nación en armas que hemos definido, podemos observar grietas lamentables en el frente interno, que nos obligan a ser precavidos y previsores. Posteriormente, hemos ofrecido al mundo un litoral abierto a todos los individuos, razas, ideologías, culturas, idiomas, religiones. Indudablemente, la Nación se ha engrandecido, pero existe el problema del cosmopolitismo, con el agravante de que se mantienen, dentro de la Nación, núcleos poco o nada asimilados. Todos los años, un elevado porcentaje de ciudadanos, al presentarse a cumplir con su obligación de aprender a defender a su patria, deben ser rechazados por no reunir las condiciones físicas indispensables; la mayoría de los casos, originados en una niñez falta de abrigo y alimentación suficiente. Y en los textos de geografía del mundo entero, se lee que somos el país de la carne y del trigo, de la lana y el cuero. Es indudable que una gran obra social debe ser realizada en el país. Tenemos una excelente materia prima, pero para bien moldearla, es indispensable el esfuerzo común de todos los argentinos, desde los que ocupan las más altas magistraturas del país, hasta el más modesto ciudadano. La defensa nacional es así un argumento más, que debe incitarnos para asegurar la felicidad de nuestro pueblo. Ya la guerra 1914-18 nos mostró, y en un mayor grado aún la actual, la importancia fundamental, que para el desarrollo de la guerra, asume la movilización y el máximo aprovechamiento de las industrias del país. Conocido es el rol que asumió Estados Unidos de Norte América en la anterior contienda y en la actual, en que mediante la contribución de su poderío industrial se convierte en el arsenal de las naciones aliadas, en el máximo esfuerzo por inclinar a su favor la suerte de la guerra. Todas las naciones en contienda movilizan la totalidad de sus industrias, y las impulsan con máximo rendimiento, hacia un esfuerzo común para abastecer a las fuerzas armadas. Es evidente que esta transformación debe ser cuidadosamente preparada desde el tiempo de paz, solucionando problemas tales como el reemplazo de la mano de obra, la obtención de la materia prima, la transformación de las usinas y fábricas, el traslado y la diseminación de las industrias como consecuencia del peligro aéreo, el reemplazo y reposición de lo destruido, etcétera. Durante la guerra, es necesario poner en marcha este grandioso mecanismo; regular su producción de acuerdo con las demandas específicas de las fuerzas armadas; asegurar los abastecimientos necesarios a la población civil; adquirir la producción de materias primas y productos industriales necesarios en los países extranjeros, anticipándose y neutralizando las adquisiciones de los enemigos; orientar la acción de destrucción de las industrias enemigas, señalando objetivos a la aviación y al sabotaje, etcétera. Al terminar la contienda, las autoridades encargadas de dirigir la producción industrial tienen ante sí un problema más arduo aún, cual es la desmovilización general de las industrias, con los problemas político-sociales derivados; asegurar la colocación de los saldos aun en curso de fabricación; transformar, en el más breve plazo posible, las industrias de guerra en productos de paz, para llegar cuanto antes a la reconquista de los mercados en los cuales se actuaba antes de empezar la contienda, etcétera. Todo lo cual exige una dirección enérgica y genial; y la contribución de buena voluntad y esfuerzos comunes de industriales y masas obreras. Referido el problema industrial al caso particular de nuestro país, podemos expresar que él constituye el punto crítico de nuestra defensa nacional. La causa de esta crisis hay que buscarla lejos para poder solucionarla. Durante mucho tiempo, nuestra producción y riqueza ha sido de carácter casi exclusivamente agropecuaria. A ello se debe en gran parte que nuestro crecimiento inmigratorio, no ha sido todo lo considerable que era de esperar, dado el elevado rendimiento de esta clase de producción, con relación a la mano de obra necesaria. Saturados los mercados mundiales, se limitó automáticamente la producción; y por añadidura la entrada al país de la mano de obra que ella necesitaba. El capital argentino, invertido así en forma segura, pero poco brillante, se mostraba reacio a buscar colocación en las actividades industriales, consideradas durante mucho tiempo como una aventura descabellada; y, aunque parezca risible, no propia de buen señorío. El capital extranjero, se dedicó especialmente a las actividades comerciales, donde todo lucro, por rápido y descomedido que fuese, era siempre permitido y lícito. O buscó seguridad en el establecimiento de servicios públicos o industrias madres, muchas veces con una ganancia mínima, respaldada por el Estado. La economía del país reposaba casi exclusivamente en los productos de la tierra, pero en su estado más incipiente de elaboración; que luego, transformados en el extranjero con evidentes beneficios para su economía, adquiríamos de nuevo ya manufacturados. El capital extranjero demostró poco interés en establecerse en el país para elaborar nuestras riquezas naturales, lo que significaría beneficiar nuestra economía y desarrollo, en perjuicio de los suyos y entrar en competencia con los productos que se seguirían allí elaborando. Esta acción recuperadora debió ser emprendida, evidentemente, por los capitales argentinos; o por lo menos, que el Estado los estimulase, precediéndolos y mostrándoles el camino a seguir. Felizmente, la guerra mundial de 1914-18, con la carencia de productos manufacturados extranjeros, impulsó a los capitales más osados a lanzarse a la aventura; y se estableció una gran diversidad de industrias, demostrando nuestras reales posibilidades. Terminada la contienda, muchas de estas industrias desaparecieron, por artificiales unas; y por falta de ayuda oficial otras, que debieron mantenerse. Pero muchas sufrieron airosamente la prueba de fuego de la competencia extranjera dentro y fuera del país. Pero esta transformación industrial se realizó por sí sola, por la iniciativa privada de algunos pioneros que debieron vencer innumerables dificultades. El Estado no supo poseer esa videncia que debió guiarlos y tutelarlos, orientando la utilización nacional de la energía; facilitando la formación de la mano de obra y del personal directivo; armonizando la búsqueda y extracción de la materia prima con las necesidades y posibilidades de su elaboración; orientando y protegiendo su colocación en los mercados nacionales y extranjeros, con lo cual la economía nacional se hubiera beneficiado considerablemente. Para corroborarlo, no me referiré más que a un aspecto. Hemos gastado en el extranjero grandes sumas de dinero en la adquisición de material de guerra. Lo hemos pagado a siete veces su valor, porque siete es el coeficiente de seguridad de la industria bélica; y todo ese dinero ha salido del país sin beneficio para su economía, sus industrias o la masa obrera que pudo alimentar. Una política inteligente nos hubiera permitido montar las fábricas para hacerlos en el país, las que tendríamos en el presente, lo mismo que una considerable experiencia industrial; y las sumas invertidas habrían pasado de unas manos a otras; argentinas todas. Lo que digo del material de guerra, se puede hacer extensivo a las maquinarias agrícolas, al material de transporte, terrestre, fluvial y marítimo, y a cualquier otro orden de actividad. Los técnicos argentinos se han mostrado tan capaces como los extranjeros. Y si alguien cree que no lo son, traigamos a éstos, que pronto asimilaremos todo lo que puedan enseñarnos. El obrero argentino, cuando se le ha dado oportunidad para aprender, se ha revelado tanto o más capaz que el extranjero. Maquinarias, si no las poseemos en cantidad ni calidad suficientes, pueden fabricarse o adquirirse tantas como sean necesarias. A las materias primas nos las ofrecen las entrañas de nuestra tierra, que sólo esperan que las extraigamos. Si no lo tenemos todo, lo adquiriremos allí donde se encuentre, haciendo lo mismo que los países europeos que tampoco lo tienen todo. La actual contienda, al hacer desaparecer casi en absoluto de nuestros mercados los productos manufacturados extranjeros, ha vuelto a hacer florecer nuestra industria, en forma que causa admiración hasta en los países industriales por excelencia. La teoría que mucho tiempo sostuvimos de que si algún día un peligro amenazaba a nuestra patria, encontraríamos en los mercados extranjeros el material de guerra que necesitásemos para completar la dotación inicial y nuestro Ejército y asegurar su reposición, ha quedado demostrada como una utopía. La defensa nacional exige una poderosa industria propia y no cualquiera, sino una industria pesada. Para ello, es indudablemente necesaria una acción oficial del Estado, que solucione los problemas que ya he citado y que proteja a nuestras industrias, si es necesario. No a las artificiales que, con propósitos exclusivamente utilitarios, ya habrán recuperado varias veces el capital invertido, sino a las que dedican sus actividades a esa obra estable, que contribuirá a beneficiar la economía y asegurará la defensa nacional. En este sentido, el primer paso ya ha sido dado con la creación de la Dirección General de Fabricaciones Militares, que contempla la solución de los problemas neurálgicos que afectan a nuestras industrias. Al mismo tiempo, es necesario orientar la formación profesional de la juventud argentina. Que los faltos de medios o de capacidad, comprendan que más que medrar en una ofician pública, se progresa en las fábricas y talleres, y se gana en dignidad muchas veces. Que los que siguen carreras universitarias, sepan que las profesiones industriales les ofrecen horizontes tan amplios como el derecho, la medicina o la ingeniería de construcciones. Las escuelas industriales, de oficios y facultades de química, industrias, electrotécnicas, etcétera, deben multiplicarse. La defensa nacional de nuestra patria, tiene necesidad de todas ellas. El comercio, tanto exterior como interior de cualquier país, tiene una gran importancia desde el punto de vista de la defensa nacional. Las naciones en lucha buscan anular el comercio del adversario, no sólo para impedir la llegada de abastecimientos necesarios a las fuerzas armadas, sino a la vida de la población civil y a su economía. El bloqueo inglés y la campaña submarina alemana, son una demostración en este sentido. Es necesario, entonces, estudiar cuidadosamente durante la paz, las condiciones particulares en que el comercio podrá desenvolverse en tiempo de guerra, para desarrollar una política comercial adecuada. En primer lugar, es necesario orientar desde la paz las corrientes comerciales con aquellos países que más difícilmente podrán convertirse en contendientes, en una situación bélica determinada; ya que siendo el comercio una de las principales fuentes de la economía y de las finanzas de la Nación, conviene mantenerlo a su mayor nivel compatible con la situación de guerra. Luego, deben estudiarse los puertos por donde saldrán nuestros productos e ingresarán los del extranjero. Se debe determinar cuáles son los susceptibles de sufrir ataques aéreos o navales, los que pueden ser bloqueados con mayor facilidad, etcétera, con el objeto de saber cuáles son los utilizables, y las ampliaciones necesarias en sus instalaciones, para admitir la absorción de los movimientos comerciales de los otros. A continuación, habrá que considerar la forma en que dichos productos atravesarán el mar, a fin de asegurarlos contra el ataque naval del adversario. Surge, como condición óptima, la necesidad de disponer de una numerosa flota mercante propia, y de una poderosa marina que la defienda. Se deberá estudiar también la posibilidad de desviar el tráfico de productos a través de países neutrales o aliados, con los cuales nos unan vías de comunicación terrestre, como forma de burlar el bloqueo. Análogo estudio deberá efectuarse de los puntos críticos, sobre el que reposa el comercio enemigo, para atacarlo y poder así paralizarlo o destruirlo, sea mediante el ataque directo o por la competencia de productos similares en los mercados adquisitivos, haciendo jugar todos los resortes que la política comercial posee. Las “listas negras” constituyen un ejemplo significativo. Lo manifestado para el comercio marítimo debe, naturalmente, ser extendido a las comunicaciones terrestres y fluviales con los países continentales. Es necesario, luego, extender las previsiones al desarrollo del comercio interno, asegurando una distribución adecuada, de los productos destinados a satisfacer el abastecimiento de las fuerzas armadas y de la población civil, evitando la especulación y el alza desmedida de precios. Las vías de comunicaciones terrestres (ferrocarriles y viales) y las fluviales deben ser cuidadosamente orientadas por una sabia política, que contemple, no sólo las necesidades de tiempo de paz, sino también las de guerra, en forma similar a las consideradas para el comercio marítimo. Además, habrá que considerar las necesidades de las fuerzas armadas, no sólo para su abastecimiento, sino para la movilización, concentración y realización de determinadas maniobras. Terminada la guerra, es necesario proceder a una desmovilización del comercio del país, orientándolo hacia su cauce normal de tiempo de paz, intentando la conquista de nuevos mercados, etcétera, y ajustando todo, a los resultados obtenidos en la contienda. De lo acertado de estas previsiones, dependerá en alto grado la rápida desaparición de las crisis y depresiones que fatalmente se presentan en los períodos de posguerra. El solo enunciado de los problemas comerciales a que me he referido, basta para dar una idea de la gravedad y trascendencia de los mismos, y de la necesidad de disponer de verdaderas capacidades para resolverlos. La economía de la Nación, es de importancia fundamental para el desarrollo de la guerra. Las riquezas del país son llamadas a su máxima contribución para asegurar el éxito de la misma; y de la calidad y cantidad de producciones existentes, dependerá también en alto grado la financiación de la guerra. Las posibilidades del comercio exterior, las condiciones particulares de la economía de cada país y el manejo de sus finanzas, requieren la más hábil conducción, para evitar la ruina del mismo, a pesar de haber ganado la guerra. El consumo de productos en un país en guerra, asume cifras fantásticas, y es necesario estimular al máximo la producción de riquezas, a pesar de que la mano de obra, la maquinaria y los útiles, las fuentes de energía y los medios de transporte, se encuentran ya exigidos al máximo. Es necesario, además de estudiar la utilización de las propias fuentes de riqueza, coordinarlas con las de los países aliados y con las de las regiones que se prevea conquistar o perder durante la contienda. Indudablemente, la movilización y transformación de la economía del país, con todos los intereses que habrá que vencer, formas de explotación muchas veces antieconómicas que será necesario establecer, la distribución adecuada de recursos, la determinación de las importaciones indispensables y el orden de prioridad a establecer en las mismas, la organización del trabajo y la utilización del personal, adaptándolos a determinadas actividades, la utilización de los medios de transporte y de comunicación, etcétera, son tareas muy complejas. Al igual que en las cuestiones analizadas anteriormente, los países, desde el tiempo de paz, tratan de someter las economías de los probables adversarios a ciertos vasallajes y a situaciones críticas, preparando verdaderas minas de tiempo que harán explosión en el momento deseado. Finalmente, terminada la guerra, es necesario, como en los demás aspectos, transformar esa economía de guerra tan especializada, en economía de paz. La transformación que necesariamente debe producirse en las industrias, en la vida agropecuaria y en todos los órdenes de la producción, es de tal naturaleza que, si no se han adoptado con tiempo medidas previsoras, muy graves perturbaciones pondrán en peligro la existencia misma de los Estados. La desocupación y el derrumbe industrial y comercial han asolado a las naciones beligerantes después de la guerra 1914-18, cundiendo una desmoralización general, peligrosa y contagiosa. Conocido es el aforismo atribuido a Napoleón: “el dinero hace la guerra”, y el de von der Goltz: “Para hacer la guerra se necesita, dinero, dinero y más dinero”. La actual contienda nos permite ver cómo las cifras de los presupuestos, que en Inglaterra y Estados Unidos de Norte América se someten a la aprobación de sus cámaras legislativas, ascienden a cifras verdaderamente fabulosas. Es indudable que finanzas sanas desde la paz, facilitan notablemente la conducción financiera de la guerra. La existencia de reservas metálicas de divisas, y un crédito exterior e interior sano, son otros tantos factores de éxito a considerar. La financiación de la guerra, sólo puede hacerse en base a cuidadosas previsiones, formuladas desde la paz, ajustadas a las más variadas circunstancias que puedan presentarse. Será necesario efectuar una apreciación sobre el probable costo de la guerra, sobre el cual es muy fácil que nos quedemos siempre cortos. En el establecimiento de las inversiones habrá que realizar la administración más y estricta. Para hacerse de recursos, habrá que extremar todas las medidas existentes, aun las coercitivas: movilización de las reservas metálicas y divisas existentes –aportes voluntarios o forzosos del crédito interno y externo- de los bienes estatales – del sistema impositivo- de la emisión del papel moneda, etcétera, sin consideración alguna a los intereses particulares o privados. Será también necesario estudiar la contribución económica y financiera que se impondrá a la nación adversaria, en caso de victoria; y la forma de pagar la duda de guerra en caso de una derrota. Finalmente, habrá que prever la forma de pasar del sistema financiero de guerra al de paz; y la financiación de la duda contraía, que gravará aún, por largos años, las finanzas del Estado. Señores: esto es lo que los militares entendemos por defensa nacional. He pretendido expresar en el curso de mi exposición y espero haberlo conseguido, las siguientes cuestiones: 1º Que la guerra es un fenómeno social inevitable; 2º Que las naciones llamadas pacifistas, como es eminentemente la nuestra, si quieren la paz, deben prepararse para la guerra; 3º Que la defensa nacional de la patria es un problema integral, que abarca totalmente sus diferentes actividades; que no puede ser improvisada en el momento, en que la guerra viene a llamar a sus puertas, sino que es obra de largos años de constante y concienzuda tarea; que no puede ser encarada en forma unilateral, como es su solo enfoque por las fuerzas armadas, sino que debo ser establecida mediante el trabajo armónico y entrelazado de los diversos organismos del gobierno, instituciones particulares y de todos los argentinos, cualquiera sea su esfera de acción; que los problemas que abarca son tan diversificados, y requieren conocimientos profesionales tan acabados, que ninguna capacidad ni intelecto puede ser ahorrado. Finalmente, que sus exigencias sólo contribuyen al engrandecimiento de la patria y a la felicidad de sus hijos.
1947-03-04
En el acto en que se hizo entrega de nombramientos de médicos
Agradezco profundamente la oportunidad que se me ha brindado de pasar momentos tan satisfactorios en compaa de los habitantes del Hospital Nacional Central. El acto que acabamos de cumplir es uno más dentro de la tarea justiciera que el gobierno se ha propuesto realizar en beneficio de los hombres que trabajan por el bien de nuestras instituciones y para satisfacer las necesidades apremiantes en que se desenvuelve la salud pública de nuestro país. He pensado siempre que nuestro país carecía en todos los órdenes de una buena organización. En el orden médico, la organización era quizá más indispensable que en ningún otro, porque existían dos aspectos que no habían sido contemplados en el concepto, dentro de lo que científicamente representa el arte moderno de curar. La medicina es, sin duda, una de las ciencias más extraordinariamente necesarias para la humanidad; todas las demás pueden considerarse subsidiarias ya que, para ser, es preciso existir y para existir es indispensable cuidar la existencia. Por eso debe considerarse a la ciencia médica como la más noble de todas; la más difícil de alcanzar y la que representa una responsabilidad mayor para quien la ejerce. El Estado no puede estar ausente en el esfuerzo tendiente al progreso de esta ciencia, porque al hacerlo defiende lo más noble que la nacionalidad posee: el hombre. Siendo así, interpreto que es tan amplio su conocimiento y tan extraordinaria su importancia, que el Estado debe poner por lo menos un cincuenta por ciento de sus posibilidades al servicio de quienes, sacrificando su propia vida, ejercen una tan noble profesión. Es así como nunca comprendí dos cosas. Primero, por qué el médico, luego de recibir su diploma en la facultad y de haber egresado con una capacidad incipiente y rudimentaria para curar, era abandonado a su propia suerte, para que triunfara o fracasara en su profesión. Segunda, por qué, frente a un mal colectivo, a un flagelo colectivo, el médico debía sólo, individualmente, esforzarse en combatirlo. De estas dos inquietudes, nació la tesis que sostuve en el año 1944, de que era necesario, para no abandonar al médico a su suerte, la semisocialización de la Medicina, por lo que el profesional pasa a ser un funcionario del Estado que ejerce el arte de curar en orden y bajo la responsabilidad del Estado. Es indudable que esta tesis no presupone el abandono del ejercicio individual de la profesión, sino que tiende a perfeccionarla y a permitir que los médicos se dediquen también a la investigación, aspecto sumamente importante de esta ciencia. El Estado pretende tomar a los hombres jóvenes y formarlos dentro de una disciplina más ajustada pero le deja al médico la libertad de acción si es que desea consagrar su vida a la ciencia, individualmente, con absoluta independencia. Ahora para que un hombre pueda dedicar su vida a la ciencia en forma total, es necesario que disponga de la libertad que solamente el Estado puede proporcionarle, solucionándole el aspecto económico de modo tal que pueda renunciar a ganarse la vida en la dura lucha diaria. De acuerdo con este modo de pensar, consideré indispensable solucionar la antigua situación de los médicos que parecían destinados a trabajar gratis, ya que cuando decía estas cosas en el año 1944 el setenta por ciento de los médicos ejercía en los hospitales sin remuneración. Comencé por establecer en la Secretaría de Trabajo y Previsión el salario básico de 375 pesos, para los médicos que allí desarrollaban sus funciones, sueldo que considero sumamente exiguo para que un médico pueda desempeñar sus tareas y dedicar algo de su vida a la ciencia. Otro aspecto que nunca comprendí es como era posible que frente a los flagelos colectivos cada médico debiera realizar la lucha exclusivamente por su cuenta. Como soy militar, generalmente mis comparaciones las hago con lo que acontece dentro de la organización militar. Que cada médico luchara solo frente a los males colectivos, se asemejaba a la misma situación que se produciría si frente a un ataque del exterior llamáramos a cada argentino, le entregáramos un fusil y le dijéramos: “Cuando lleguen nuestros enemigos, combátalos”. Nuestros médicos entusiastas y capaces han sido importantes para combatir los flagelos colectivos porque han actuado sin organización alguna, pues necesitamos de un ejército sanitario bien constituido que acude con absoluta unidad de acción y de concepción. Estos conceptos que acabo de expresar nos han llevado a la organización de la salud pública tal como la hemos proyectado. La Secretaría respectiva se halla a cargo del doctor Carrillo, a quien le he dicho que su presupuesto no tiene límite, porque, así como nosotros el primero de mes, cuando cobramos no reservamos para pagar los servicios médicos sino que pagamos cuando estamos enfermos, por lo que respecta al presupuesto de Salud Pública, sabremos a fin de año a cuanto asciende, de acuerdo con las necesidades que haya tenido el país. Las realizaciones dentro del orden sanitario han de irse produciendo con sentido nacional. Por ello, estudiamos, en primer término, la situación existente y vamos adoptando medidas para subsanar las deficiencias, tanto en los equipos médicos, como en los de enfermeros y otros servidores de la salud pública. Dentro de las posibilidades del país, iremos colocando a estos servidores cada vez en mejor situación. La Cámara de Senadores y ha aprobado el proyecto creando el régimen legal de los servicios médicos y hospitalarios, y ahora esperamos el despacho favorable y rápido de la Honorable Cámara de Diputados. La reglamentación que hará el Poder Ejecutivo de esa ley, ha de llevarnos a la solución de los dos interrogantes que he mencionado anteriormente. Dentro de esta nueva concepción, los profesionales del arte de curar y los servicios auxiliares podrán desarrollar sus tareas sin preocupaciones económicas y desempeñar dentro de los hospitales su misión fundamental, cual es la de velar por la salud de las personas confiadas a su cuidado. El Estado tratará por todos los medio de llevar a la práctica las ideas que he enunciado. Deseamos que haya una Universidad que se dedique a enseñar y aprender y realice asimismo investigaciones científicas que levanten el nivel de nuestra ciencia. En esa forma, algún día podremos ver materializada nuestra máxima aspiración, es decir, que la ciencia sirva dentro de nuestro país para el mejor bienestar colectivo y fuera del mismo que la capacidad de nuestros profesionales y el resultado de sus investigaciones constituya un orgullo para la República Argentina. ..
1947-03-14
En el acto en que empleados de correos agasajaron al general Perón
Señoras, señores: En este camino que recorremos, algunas veces tan áspero y con tantos sinsabores por la incomprensión de muchos y por la ingratitud de algunos, tenemos a veces los gobernantes, igual que en los desiertos, algunos oasis que retemplan el espíritu y permiten el reposo físico y espiritual antes de emprender de nuevo la marcha. Estos actos son para mí verdaderos oasis para reponer las fuerzas gastadas en la lucha, y la satisfacción que con ellos experimenta el espíritu se convierte en la fuerza motriz que nos impulsa a emprender con nuevos bríos y renovadas energías la marcha hacia nuestros objetivos, que son los de la nacionalidad. Nuestro movimiento, todavía no comprendido por todos, es un movimiento nuevo; no tiene nada de común con los que puedan haber existido en nuestro país anteriormente, ya que él se origina en causas nuevas y va hacia nuevos objetivos. Nosotros no tenemos prejuicios. Por eso hemos tomado la costumbre de quitarnos el saco, simbolizando con ello que nos quitamos la capa de los prejuicios y de los intereses creados que antes pesaron sobre las ambiciones de los funcionarios, de los magistrados y de los hombres de gobierno de la Nación. Nosotros, cualquiera sea el puesto de lucha que ocupemos en la República, somos y seguiremos siendo “descamisados”. Para mí, los que tienen más méritos en estos días son los “descamisados”. Nada hubiera hecho el país sin ellos y nada hará el país si los olvida. Los pueblos que no tienen unidad nacional están destinados a sucumbir, y para obtenerla es menester pensar en una nivelación igualitaria de los hombres que permita al que dirige contar, no sólo con el trabajo del que realiza, sino con el corazón del que trabaja. En ello se inspira nuestra doctrina y con ello se afirma nuestra fe. El Estado no es de nadie, porque es de todos; y la responsabilidad de cada servidor del Estado, cualquiera sea su puesto de trabajo y de lucha, es la misma para el Presidente de la República que para el último y más modesto de los empleados del Estado. Correos y Telecomunicaciones es una entidad modelo por su personal a pesar de los anticuados medios de que dispone para el cumplimiento de sus funciones, puesto que en momentos en que están en uso los teletipos más perfeccionados seguimos con los morses rutinarios del comienzo de las comunicaciones. Es un modelo, porque a pesar de carecer de medios de transporte, no existe en el país un pequeño pueblo que no cuente con una oficina o estafeta de correos que realiza sus funciones con enormes sacrificios, a fuerza de corazón y buena voluntad, por los escasos elementos de que dispone. Sabemos esto los que hemos recorrido el país a pié y en mula llegando hasta el paralelo 22, en la población de hito Uno, donde un estafetero, en pleno verano, con 50 grados de calor, lucha para hacer llegar las cartas despachadas desde las más lejanas regiones de la República. Lo sabemos los que hemos visto al guardahilos luchando con la nieve, con el viento y con el frío, en Santa Cruz, para que esas regiones no quedaran aisladas del resto del país; lo sabemos los que hemos cruzado la República en todas direcciones, cuando llegamos a Paso Limay y encontramos que la única casita de la región es la del jefe del Correo, que vive allí aislado de todo el mundo, solamente unido a la civilización por sus comunicaciones telegráficas. El Correo es una institución casi desconocida para los mismos que usufructúan sus servicios. Es una entidad cuyos componentes, en algunas regiones, para llevar a cabo su misión, ejercen un verdadero sacerdocio. Todos debieran conocer lo que representa el Correo en nuestra tierra. Si todos los supieran, podrían apreciar cuán justas y merecidas son las conquistas que termina de alcanzar su personal, y también apreciarían cuán injustos han sido quienes durante cuarenta años han regateado esas conquistas a hombres que tanto las merecían. Señores: ha dicho recientemente el señor Nicolini que las conquistas obligan a cumplir mejor los deberes. Pienso de la misma manera; pero Correos y Telecomunicaciones cumple y ha cumplido con sus deberes y no tenemos porque suponer que con nuevos medios y nuevas posibilidades técnicas no ha de seguir cumpliendo mejor aún sus funciones. Se advierte en la repartición un entusiasmo que desborda en todos sus componentes, y ese entusiasmo es aún más relevante entre los más modestos. Cuando a las 6.20 de la mañana veo a los carteros, que también madrugan para ir al Correo, les aseguro que siento retemplar mis fuerzas, y recuerdo siempre que los pueblos que no tienen entusiasmo son muertos que en caravana van a lo largo de los tiempos para sucumbir, y que poco puede esperarse de los que no saben entusiasmarse porque pertenecen al genio del mal y no al genio del bien. Cuanto más puro es el hombre, más puede entusiasmarse, y por ello es que observamos en la escuela de la vida que solamente los amargados y los miserables no se entusiasman y, por contraposición, vemos cómo se entusiasman los más puros que existen sobre la tierra: los niños. Por eso cuando observo a los hombres que entusiasmados van a su trabajo, con el dolor de sentirse, muchas veces, injustamente postergados, pienso que ellos son los héroes civiles y anónimos sobre quienes los pueblos construyen su felicidad y su grandeza. Reflexiono también cuando analizo a los “personajones” que por nada se entusiasman y que todo lo encuentran mal. Les aseguro que siento por ellos una verdadera conmiseración, porque han sido castigados por la vida y no serán jamás felices. La felicidad no consiste en poseerlo todo, sino en conformarse con lo poco que se posee. Agradezco profundamente el obsequio que me han hecho llegar, y lo agradezco doblemente porque es un objeto por el que yo siento cierta veneración desde que simboliza lo más noble que el pueblo argentino conserva: su tradición. Estamos trabajando y luchando en nombre de esa tradición y para que, si hasta ahora se ha desarrollado bajo una libertad o independencia relativas, podamos reafirmarla en el futuro bajo la égida de una independencia integral de la Nación. Lo mismo que ustedes felicito al señor Nicolini. El sabe bien de nuestros comunes desvelos por llegar algún día a dar al Correo algo más de lo poco que se le ha podido dar hasta ahora, y sabe también de nuestras comunes inquietudes para hacer de Correos una institución lo más perfeccionada dentro de lo perfecto que puede realizar el hombre. El es partícipe de nuestras inquietudes para que algún día la República esté servida por un servicio de correos y telecomunicaciones que se desarrolle en forma rápida y científica, abasteciendo las necesidades de nuestro país y del exterior. Le consta al señor Nicolini que, si Dios nos ayuda, hemos de realizar en nuestro Plan de Gobierno todos los esfuerzos necesarios para equipar técnicamente a Correos, en forma tal que el trabajo pueda desarrollarse sin dificultades por falta de medios y que cada hombre se considere un profesional dentro de la repartición; los méritos serán justicieramente aquilatados, de modo tal que cada hombre lleve en su mochila el bastón de mariscal y sea así el artífice de su propio destino para perfeccionamiento de Correos y Telecomunicaciones. Agradezco igualmente la valiosa colaboración del señor diputado Degreef y hago votos para que el Correo siga su progreso ascendente, ya que esta institución básica del Estado constituye su sistema nervioso. Ambicionamos que la República pueda en el futuro ser un modelo de esta clase de servicios, enorgulleciéndonos frente a los demás países de la tierra. El Congreso a realizarse en París permitirá a la comisión representativa de Correos y Telecomunicaciones llevar también nuestras ideas al exterior. He conversado con los integrantes de la misma y estoy persuadido de que nos representarán brillantemente y que el país podrá presentar a hombres versados en la materia, que es lo que nos interesa y por lo que lucharemos siempre en el futuro, es decir, que Correos y Telecomunicaciones esté dirigido por hombres salidos de su seno, sin injertos de ninguna clase. Señores: no quiero terminar sin recordar lo que siempre digo a los funcionarios del Estado: cada uno en su puesto de trabajo tiene un poco de la responsabilidad total del gobierno frente a la Nación, y aspiro a que, al finalizar la jornada, se pregunte si ha hecho algo para dejar más grande la república de lo que la encontró al asumir al cargo. Este es el examen de conciencia que deben realizar diariamente los patriotas, y cada funcionario debe serlo. Es necesario que quienes están al servicio del Estado recuerden que deben honrar sus puestos. Siempre recuerdo unas de las lecciones más provechosas que he recogido en el estudio de la historia. Cuéntase que Epaminondas, general tebano, habiendo sido derrotado en una batalla, como castigo fue destituido del Ejército y encargado de la limpieza de la ciudad de Tebas. Cuenta también la historia que la ciudad de Tebas nunca estuvo más limpia. Esto significa que si bien los cargos honran al ciudadano, el ciudadano puede también honrar a los cargos. El secreto está en que nadie se crea más de lo que es ni se sienta menos de lo que en realidad puede ser. El Estado necesita que el funcionario sea su defensor y su amigo, y que cada uno haga de su puesto un verdadero baluarte de capacidad y de honradez. Si cada uno de los servidores argentinos se dedicase en su cargo a honrarlo y hacer todos los días algo por el bien de la República, sin mostrarse más de lo que es ni menos de lo que puede ser, la República podrá sentirse satisfecha y confiada porque sus destinos estarán asegurados. ..........................
1947-03-14
En la colocación de la piedra fundamental e inicio de las obras de construcción de la Escuela de Artes Gráficas en la Boca
Se cumple hoy otra etapa de la instrucción del pueblo argentino, que hemos iniciado con el gobierno de la Revolución, colocando un pequeño jalón de su avanzada. Hace un siglo, Sarmiento inició la obra efectiva de la educación y de la instrucción pública, pero de sólo una parte del pueblo argentino. Durante ese lapso, la escuela de Sarmiento ha cumplido solamente una etapa, pues la mitad de nuestro pueblo no pudo disfrutar de los beneficios de una instrucción suficiente. Nosotros queremos ahora iniciar la segunda etapa de la escuela, preparando a las nuevas generaciones de argentinos para hacer de nuestra patria una nueva Argentina, una Argentina industriosa. La escuela de esta etapa de la Revolución debe elevar sus miras para que no quede un sólo argentino, por pobre y desheredado que sea, a quien el Estado no le ofrezca la instrucción necesaria. Esta escuela, cuya piedra fundamental hoy colocamos, pertenece a esta segunda etapa a que me refiero. Es un honor insigne para nuestro movimiento que quien haya colaborado en esta obra de formar las futuras generaciones argentinas del trabajo sea Quinquela Martín, porque nuestro movimiento se nutre en los espíritus selectos, en los que tienen un corazón capaz de comprender la noble finalidad que nos guía. Nuestro movimiento no se nutre en los hombres fríos, que sólo ven en todos los actos de la vida el aspecto material de las cosas. Por eso, Quinquela Martín, al honrarse frente al pueblo, al merecer el bien del Estado, honra a nuestro movimiento, elevando nuestros corazones a la altura de su selecto espíritu de artista que comprende nuestros ideales y colabora en una obra que habrán de agradecer las futuras generaciones de argentinos. Los pueblos se forman y engrandecen con estos entusiasmos: más construye un alma grande que muchos cientos de hombres sin un espíritu grande. Por eso, él, que es un símbolo de la Boca, eleva a esta barriada convirtiéndola en un símbolo dentro de nuestra nacionalidad, porque la Boca representa a ese pueblo que ha trabajado durante varias generaciones humildemente, como debe trabajar el hombre, sin grandes ambiciones, como no sean las de dar la tranquilidad y la felicidad a nuestro pueblo, sacrificado en el trabajo, que es lo único que constituye la grandeza de la Nación. Aprovecho esta primera oportunidad que tengo de hablar en la Boca para rendirle mi homenaje a esta población laboriosa, cuyas calles recorro todos los domingos, porque me recuerdan a la vieja Génova que también recorría en Europa, recordando, precisamente, a la Boca. Rindo mi homenaje, decía, a esas generaciones de hombres a quienes la Nación todavía no les ha rendido el homenaje que le debe. Al colocar la primera piedra en esta escuela que pido desde ya que se llame “Quinquela Martín”, aunque él no lo quiera, pido también a la Providencia que los miles de muchachos que han de instruirse y educarse en ella, guarden un recuerdo cariñoso para este hombre a quien nuestra tierra, tanto en las artes como en las obras filantrópicas, está ya debiéndole demasiado. ….
1947-03-20
En el acto en que se constituyó el Consejo Económico y Social
Señores: Les agradezco muchísimo en nombre del gobierno que hayan llegado hasta acá, y reitero los buenos propósitos que todos tenemos para el desarrollo de estas actividades, y hago votos para que no nos salgamos nunca de la finalidad fundamental de este Consejo Económico y Social, que es traer las inquietudes y elaborar soluciones y llevar a los centros de donde emergen esas inquietudes. En estos últimos días, con las objeciones que se han presentado en el campo, hemos sentido la falta de este Consejo que, organizado, estará sobre el territorio. Si hubiera existido, el gobierno hubiera recibido a tiempo las sugestiones y hubiera llegado a soluciones, hubiera explicado, hubiera llevado al campo argentino la explicación de muchas cosas que no se pueden explicar públicamente, pero que se pueden hacer llegar por sugestiones o por los intermediarios naturales de esas fuerzas. Espero que, en este sentido, trabajemos sin ninguna reserva mental. Para poder entendernos es necesario hablar claro y decir lo que sentimos. Este Consejo Económico Social tiene sus antecedentes en el antiguo Consejo Nacional de Posguerra, donde tuve la oportunidad de compartir con algunos de los señores aquí presentes la lucha por lograr algunas soluciones a que hemos llegado. Espero que en este Consejo, donde el gobierno ofrece a todas las actividades del país, la coparticipación natural, cada uno de nosotros pensemos solamente en el bien del país, pongamos nuestra mira en las soluciones de los problemas fundamentales; persuadidos de que si no lo hacemos nosotros, nadie lo hará en nuestro reemplazo. Si cumplimos con nuestro deber y si lo cumplimos bien dentro de esa armonía y cooperación franca que impone decir que está mal antes que está bien, creo que podremos desarrollar una labor proficua para las actividades económicas. Señores, el gobierno no es impermeable a ninguna de las inquietudes, porque si lo fuera, no estaríamos en nuestro lugar. Quiero que pensemos que la obligación de este Consejo es captar, resolver y llevar soluciones. Estaremos siempre dispuestos para considerar cualquier inquietud, cualquier solución que se nos proponga, cualquier medida que sea para el bien. Lo pensaremos bien, lo estudiaremos profundamente, le daremos todas las facilidades que sean necesarias y tomaremos las medidas que conduzcan a su mejoramiento. En estas condiciones creo que haremos una obra provechosa para el país, única razón de existir de este Consejo y única razón de existir del gobierno. Agradezco desde ya todas las cooperaciones que ustedes van a prestar y les agradezco especialmente porque vivimos tiempos en que todo cuanto podamos hacer cada día para afirmar las decisiones de la misma Nación que se está poniendo en marcha serán de una enorme utilidad para el futuro. Alguna vez los países deben volverse hacia sí mismos y resolver sus propios problemas para tranquilizar los espíritus. Nunca el mundo ha estado desde el final de la Edad Media hasta nuestros días, enfrentando problemas tan terriblemente pavorosos, como se halla en estos momentos abocada la humanidad. Que por lo menos nosotros no nos sumemos a echar leña a la hoguera. Creo que hay que empezar por pacificar los países internacionalmente. La pacificación internacional vendrá con esa pacificación de los países. Los problemas internacionales hoy tienen una dependencia, en cierto grado, de los problemas internos e ideológicos en que viven los países. Si nosotros solucionamos el nuestro y los demás solucionan los suyos, habremos hecho algo por el bien de la humanidad, el que estamos todos empeñados en conseguir. Nuestro tratado con Chile ya ha sido juzgado en el exterior y se lo considera como una de las medidas más fundamentales para la pacificación entre las naciones. Así me lo ha hecho saber hace pocos días el Presidente de Italia. Sobre estos nuevos sistemas de acuerdo, de relación y compensación debemos buscar la raíz de la pacificación. Señores, todo esto que nosotros podamos hacer, todo esto que nosotros podamos construir en nuestro país, quiera Dios que sea para el bien. Aparte de estas actividades que fija el Decreto del Poder Ejecutivo, para el Consejo, les digo que en cualquier ocasión que ustedes puedan o quieran hacer llegar una iniciativa directa al Poder Ejecutivo, no titubeen en verme y hacérmela presente; y, sobre todo, les pido que cuando vean algo malo, se apresuren a hacérmelo conocer. No me interesa cuando están bien hechas las cosas, sino cuando están mal hechas. Debemos obrar sin recelo mental y con toda la franqueza con que hay que hablar cuando se está empeñado en tareas tan importantes. Al agradecer a los señores, me pongo absolutamente a disposición de ustedes y, repito, les agradezco toda la colaboración y cooperación que puedan prestar. .................. Integrantes de Consejo Económico Social Presidente: general Juan D. Perón Secretario: Dr. José Figuerola (secretario técnico de la Presidencia). Representantes oficiales: Sr. Angel Borlenghi (ministro del interior). Dr. Juan A. Bramuglia (ministro de Relaciones Exteriores y Culto). Dr. Ramón A. Cereijo (ministro de Hacienda). Sr. Juan Carlos Picazo Elordy (ministro de Agricultura). General de Ejército ® Don Juan A. Pistarini (ministro de Obras Públicas). Sr. José María Freire (secretario de Trabajo y Previsión). Sr. Rolando Lagomarsino (secretario de Industria y Comercio). Dr. Ramón Carrillo (secretario de Salud Pública). Sr. Miguel Miranda (presidente del Banco Central). Sr. Alejandro Leloir (presidente del Banco de la Nación). Dr. Abelardo Álvarez Prado (presidente del Banco Hipotecario). Sr. Ernesto Herbin (presidente del Banco de Crédito Industrial Argentino). General de división Don Manuel N. Savio (director general del Fabricaciones Militares). Como representantes de los empleadores, forma parte del Consejo Económico y Social, los señores: Sr. José E. Clement (Agricultura). Sr. Juan José Rynal (Ganadería). Sr. J. Rodríguez Coica (Mineria). Ing. Francisco Pratti (Industrias Manufactureras). Ing. César Polledo (Construcción y Edificación). Sr. José P. Hernández (Comercio). Sr. Alberto Dodero (Transportes). Ing, Serafín González (Luz y Fuerza). Sr. Clemente Lococo (hijo) (Espectáculos Públicos). Sr. Carlos Gontaretti (Industria Gastronómica). Dr. Jorge Vilar (Servicios Sanitarios e Higiene). En representación de los obreros actuarán en el seno del organismo los señores: Sr. Antonio Eduardo Correa (Agricultura). Sr. Julio César Villada (Ganadería). Sr. Manuel Fontán (Minería). Sr. Sabas Ramón Avendaño (Industrias Manufactureras). Sr. José Griffo (Construcción y Edificación). Sr. Alfredo Pascual Abad Lois (Comercio). Sr. Sabino Anuncio Parrilli (Transporte). Sr. Eduardo J. Corteza (Luz y Fuerza). Sr. Norberto Ferrer (Espectáculos Públicos). Dra. Liz Eugenia Vogther de Pena (Industria gastronómica). Sr. A. Aurelio Hernández (Servicios Sanitarios y de Higiene). Comisión Permanente Sus integrantes fueron propuestos por las representaciones oficiales, patronales y obreras. Presidente: general Juan D. Perón Secretario: José Figuerola (secretario técnico de la Presidencia) Delegados oficiales titulares Juan Carlos Picazo Elordy (ministro de Agricultura) Rolando Lagomarsino (secretario de Industria y Comercio). Como representantes titulares de los empleadores Ing. Francisco Pratti Juan José Rynal (Ganadería). Suplentes José E Clemente (Agricultura). José P. Hernández (Comercio). Delegados titulares de los obreros Dra. Lía Eugenia Vogtheer de Pena (Profesiones liberales). Sr. A. Aurelio Hernández (Servicios Sanitarios y de Higiene). Suplentes Antonio Eduardo Correa (Agricultura). Sabino Anuncio Parrilla (Transportes). ..
1947-04-01
En la entrega de diplomas a nuevos profesores universitarios
No he querido dejar pasar esta oportunidad de molestarles, haciéndoles llegar hasta aquí para tener la satisfacción de entregarles personalmente los diplomas que les acreditan como profesores de la Universidad en las materias de su especialización. Y lo he querido hacer en este acto porque entiende que el boato no es el que asigna importancia o trascendencia a los actos, sino que ellos deben estar revestidos de la sencillez que han de tener nuestras cosas, tanto mas sencillas cuanto más profundo sea su significado. Y aquí, en tren de camaradería y de amistad, debemos identificarnos en esa camaradería y en el placer y la alegría de poder cumplir un acto que considero totalmente justo, dándome también la enorme satisfacción de poder decir que los propios claustros de profesores han sido los que han hecho las designaciones, de modo que no creo que en este aspecto pueda llenarse justicia más cumplida al ser los propios profesores quienes designen a los camaradas que han de integrar las cátedras en las distintas Facultades de la Universidad de Buenos Aires. Cuando un profesor es rechazado por el claustro de profesores, cualquiera sea su talento, no tiene derecho a formar parte del mismo. Esa es la manera como yo pienso que debe llenarse esta función; no solamente es necesario saber, sino que se debe poseer la tolerancia, la capacidad moral y los valores indispensables para pertenecer a un cuerpo que, por el solo hecho de integrarlo, es suficiente para honrar a un hombre. Por eso, señores, en esta modesta y pequeña ceremonia yo quisiera llevar al ánimo de cada uno de ustedes la certeza de que el gobierno está al servicio de la Universidad, que está al servicio de todas las obras que deben cumplirse dentro del país. El Estado no es más que un organismo que tiene como razón de su existencia el hecho de poder servir, facilitar e impulsar todas las actividades que hacen grande a la Nación. La Universidad es el cerebro de la Nación y, como tal, es necesario que reciba el impulso que el gobierno tiene la obligación de darlo. En ese sentido ya hemos conversado largamente con los señores profesores que integran el claustro, y quiero decirles también a ustedes, personalmente, algo sobre el particular. Nosotros trabajaremos incansablemente para tener, en el menor plazo posible, una Universidad que honre al país. Y ello se conseguirá, a mi juicio, llenando estos tres factores fundamentales: primero, dando a la Universidad los medios para que las tareas docentes y de investigación científica se cumplan en sus más amplia acepción; segundo, llevando a esa organización a los hombres que han de ponerlas en ejecución, hombres que representan los verdaderos valores, no solo científicamente, sino morales, y que defienden a la Universidad contra todas las acechanzas de las malas costumbres que se habían infiltrado en la Universidad; y tercero, que la Universidad se encuentra permanentemente apoyada por una fuerza que sea superior a la Universidad misma. Dentro del Estado nada es superior al mismo, porque el Estado es el que cumple la función de gobierno y administración, de modo que sus organismos puedan desempeñar sus funciones con la plenitud de su eficacia. Así es que también en esto entra el darle a la Universidad los medios materiales necesarios para que cumpla su misión sin preocupaciones de otro orden. En el sentido de estas tres premisas, cree que el gobierno está cumpliendo con su deber. Yo deseo que, cuanto antes, se llegue a una Universidad en el que, dentro de las tareas docentes y de investigación científica, cada uno de los hombres que la forma cumpla también con su deber. Si aseguramos esto, la Universidad habrá obtenido, señores, un impulso que quizá agradezcan mucho a ustedes las generaciones futuras. En ese sentido ya estamos trabajando. El gobierno ha de dar a la Universidad locales y medios, sin limitación, ustedes serán los encargados de darle lo demás, que el gobierno no puede dar. Y eso ocurrirá, solamente, si cada uno de los hombres pone al servicio del país su ciencia, si cada uno de los hombres es capaz, sin sonrojarse, de preguntarse al fin de la jornada si en ese día ha hecho algo para llevar al país más adelante de lo que estaba cuando lo encontró al hacerse cargo de sus funciones. Señores: les pido que recuerden este sencillo acto, que hemos de repetir, siempre que ello sea posible, dentro del mismo ambiente de sencillez y de camaradería, porque está regido solamente por un ideal es patriotismo y de honradez que todos estamos obligados a cumplir si queremos llegar a tener una Universidad donde la ciencia reine tranquila y sin interferencias de otro orden, salvo aquellas que impulsen ese ideal y el deber moral de hacerla cada día más pura y más eficiente. Eliminemos de ello, de una vez por todas, los restos de la política, cualquiera que sea. No sabemos cual de las políticas es la más nefasta para la Universidad; pero sí sabemos que esta realizará una verdadera misión constructiva cuando hayamos arrojado por la ventana todos los restos de política que aun quedan. Hay demasiados comités para hacer política, sin necesidad de ir a hacerla en la Universidad. En ese sentido, ustedes han de ser los verdaderos reformadores. La nueva ley universitaria, construido por ustedes mismos, refleja la opinión de ustedes, y no será eficaz ni tendrá ningún efecto benéfico si los hombres encargados de aplicarla no interpretan fielmente su espíritu y no intervienen eficazmente en la organización de la Universidad. El hombre es todo, señores, la organización y las leyes, no son nada cuando faltan los hombres. Por eso tengo fe, absoluta fe, y estoy completamente persuadido de que los nuevos valores que ingresan a la Universidad van a cumplir su misión, ya que cada día pensarán en la enorme responsabilidad que, en nombre de la ciencia argentina, pesa sobre cada uno de los que van a enseñar a nuestros muchachos lo que es la ciencia al servicio de la Nación. También, señores, estoy persuadido de que la Universidad ha de entrar en nuevos rumbos que modifiquen todos los errores anteriores y asimilen todas las virtudes que ha tenido ella. Y con ese sentido de perfeccionamiento, sin el cual las profesiones que debe tener el hombre que trabaja para el bien común, el gobierno ha de poner al alcance de la Universidad todo lo que ella necesita. Bastará la menor insinuación para que el Poder Ejecutivo se ponga inmediatamente en movimiento a fin de satisfacerla. Esperemos, señores, que mediante el esfuerzo de ustedes, mediante esa dignificación en que debemos estar permanentemente empeñados todos, el gobierno podrá tener después la enorme satisfacción de decir que la República Argentina ha alcanzado en pocos años un alto grado de perfeccionamiento en la enseñanza universitaria. Ella podrá comenzar, así, a colocar en la ciencia del mundo sus primeros jalones de investigación científica, sin la cual la enseñanza en el país habrá hecho poco por la humanidad, a cuyo bienestar debemos contribuir todos con el mayor empeño. Si en la próxima década alcanzamos el grado de perfeccionamiento de la Universidad argentina a que yo aspiro, seré un poco más feliz al contemplar el panorama que ustedes están creando, es decir, la nueva fuerza motriz y las nuevas concepciones que el país necesita para que las futuras generaciones no se estanquen y sigan adelante en este gran obra en la que estamos todos empeñados. Les agradezco muchísimo que hayan tenido la amabilidad de llegar hasta aquí para brindar la satisfacción de entregarles personalmente los diplomas y estrecharles las manos. Tengan la seguridad de que, el hacerlo, les deseo la mayor felicidad y un gran éxito en las funciones que van a desempeñar.
1947-04-01
Ante una delegación de egresados del Liceo Militar
Entre todos los sinsabores, sacrificios y luchas que comporta mi cargo, tanto yo como los colaboradores que me acompañan en esta dura tarea, tenemos como en el desierto, pequeños oasis. Estos pequeños oasis espirituales están representados por satisfacciones como ésta, que por prevenir de ustedes, resultan, para mí, extraordinariamente significativas. Primero, porque viene del Liceo Militar San Martín; segundo, porque vienen de jóvenes. Nosotros estamos empeñados en forjar una nueva Argentina. Esa Argentina remozada, que ha de salir del estatismo en que hasta ahora hemos vivido durante tantos años, significa actuar con un espíritu joven, con un espíritu de empresa para llevar paulatinamente la Nación hacia nuevos destinos. Imaginarán ustedes con cuanto espíritu juvenil encaramos la solución de los problemas, porque en la vida hay un solo secreto para lograr el éxito: conservar la juventud, aun en la vejez. El que no conserve algo de su juventud cuando viejo, no es viejo sino un decrépito. Y los destinos de una Nación no pueden estar nunca en manos de un hombre decrépito. A pesar de los años conservamos la juventud del espíritu, que es, sin duda, la fuerza motriz más extraordinaria que el hombre ha recibido de Dios. Por eso, el que los jóvenes egresados de nuestros institutos militares me hagan un presente, colma de manera absoluta mi satisfacción. Esperemos que hemos de encontrarnos muchas veces todavía en el camino en que estamos trabajando en común, y esperemos que ustedes reciban de nosotros, con el ejemplo de nuestro sacrificio y de nuestra dedicación, la mejor enseñanza para triunfar en el porvenir. No estamos trabajando para nosotros. El mal de la República ha estado representado precisamente, por los hombres que trabajaban para ellos. Estamos trabajando para dejarles un poco allanado el camino de los enormes sacrificios que la Nación debe realizar para ser grande y para que llegue a los grandes destinos que todos soñamos para ella. Nosotros trabajamos para las nuevas generaciones de argentinos que deben empuñar el timón y los remos para hacer marchar este navío, que no volverá a detenerse mientras haya argentinos que tengan su corazón templado y no entreguen nunca los destinos de la Nación a hombres de corazón marchito ni de cerebro intimidado. Señores: por esa juventud que todos añoramos desde la vejez, por esa juventud que es la esperanza de la patria!. El pasado es el recuerdo, es la historia. El presente es sólo una línea divisoria. Lo grande, lo que hace soñar al hombre es el porvenir. Y desgraciados los pueblos que no poseen hombres de ese temple y confían su espíritu a la esperanza más que a las realidades materiales que viven. Ustedes están forjados en una escuela de carácter, de patriotismo y al mismo tiempo de moral, para que lleguen a ser hombres que quieran luchar y que quieran vencer. Sin esa escuela es posible que la Nación deba vivir todavía días azarosos, pero si la juventud de la patria empuña esa bandera con la fe puesta en el porvenir y con todo su ideal puesto en la grandeza de la Nación, es probable que en pocos años cambie la fisonomía de la patria. Piensen que estamos viviendo épocas heroicas. A lo largo de su historia, la República ha vivido solamente cien años, en los que, se puede decir, ha consolidado solamente su independencia política. Pero eso no es todo. Cerrado el ciclo de la independencia política, que costo tantos sacrificios y tanta sangre a nuestros hombres, se abre el nuevo ciclo de la independencia económica. La independencia política conquistada, sin la independencia económica que debemos conquistar, es sólo una lección de libertad. Ustedes han de luchar por esa independencia económica sin la cuál quien sabe si el vasallaje no es aun más triste que el que sufríamos en tiempos de la colonia. La responsabilidad de la juventud es extraordinaria. Llegarán días en que toda esa responsabilidad será comprendida, cuando todos los argentinos lleguemos a pensar de una misma manera. Cuando eso suceda, si tenemos la fortuna de poder inculcarles la fuerza de carácter y el valor necesario para luchar por esa independencia económica, y cuando nuevas generaciones, con renovadas ideas o ideales, encaren y resuelvan el problema de nuestra economía y de nuestra independencia económica, el país habrá triunfado. Señores: hablarle a la juventud de los factores económicos es siempre un poco escabroso, pero piensen que a los ideales que ustedes sustentan, hay que agregar los ideales de la nacionalidad. Los ideales de los hombres no ligados a los de la nacionalidad suelen ser negativos. La Nación necesita que a esos ideales que ustedes atesoran agreguen los de la nacionalidad, y entre ellos hoy no hay ninguno más fuerte, más preponderante ni más necesario que el de la libertad económica del país. Si San Martín luchó durante tantos años por la independencia política y todos los que murieron a sus órdenes fueron soldados de la libertad política, ustedes son soldados de la independencia económica. Si la Nación conquista eso, -y ha de conquistarlo, y a corto plazo- todos los argentinos seremos un poco más felices y habremos asegurado para nosotros, para nuestros hijos y las generaciones que han de venir, la felicidad económica anhelada; y ello nos colmará de satisfacciones y de gloria aun cuando estemos sepultados cincuenta metros debajo de la tierra. Señores: Les agradezco mucho que se hayan acordado de mí. Ello retribuye todo lo que yo me acuerdo de ustedes, así como de tantos muchachos para los que no quiero que vuelva a repetirse lo que ha ocurrido en este país. Generaciones de hombres caducos que deglutieron generaciones enteras de hombres, anulándolos en su valor como personalidad para el servicio de la Nación. Yo quisiera que cada argentino llevase una bandera y que cada uno luchase por ella sin anular ningún valor, porque sustentamos la teoría de que cada argentino es el diente de un inmenso engranaje y, cuando un diente de ese engranaje falla, la máquina no marcha con la regularidad indispensable. Ustedes que son jóvenes, algún día comprenderán todo lo que este pensamiento encierra. Nuestra patria no ha hecho todavía su unidad nacional. Ustedes han de realizarla. No quiero seguir insistiendo sobre cuál es la responsabilidad de ustedes, pero piensen siempre que todo cuanto hagan por la causa que estamos defendiendo como argentinos y como soldados será poco frente al esfuerzo extraordinario que el país debe realizar para conseguir los ideales que todos soñamos para él. Ustedes que son jóvenes, algún día recordarán los momentos que estamos viviendo, hoy quizás no tan trascendentales pero que el tiempo ha de poner sobre ellos una capa de trascendencia extraordinaria cuando los nuevos destinos de la nacionalidad entren a jugar frente a las demás naciones del mundo. Piensen que vivir en un país en el que sus hijos no han realizado su grandeza es un baldón que cubriría veinte generaciones de argentinos, si ello ocurriera aquí. Y espero que cada uno de ustedes, trabaje para que esas generaciones de muchachos que se están formando dentro de nuestros pensamientos lleven esa bandera adelante, teniendo en cuenta que lo que no hagan ustedes por la patria no ha de hacerlo nadie en forma que tenga la Nación algo que agradecer. Muchas Gracias. Les quedo muy reconocido y me tienen ustedes a sus órdenes para cualquier cosa. .
1947-04-05
Orden de partida del buque escuela “La Argentina”
Una vez más zarpará este buque de nuestra marina de guerra que ostenta en sus flancos el nombre de la patria, para cumplir su cuarto crucero de instrucción. Lleva a puertos de naciones hermanas y amigas, el prestigio moral y el sello de dignidad y respeto que la Argentina ha adquirido en el orden internacional y que desea mantener como una conquista valiosa de su tradición diplomática, siempre encaminada al mantenimiento de una cordialidad ejemplar y una solidaridad permanente con todos los pueblos del mundo. Cuando esta nave detenga su marcha en ellos, toca a vosotros, oficiales y tripulantes del nuevo viaje, exhibirlo como perfil propio de la nacionalidad, en las tierras extrañas que vais a visitar. Comandante: a vuestra pericia queda confiada la seguridad de esta nave; a vuestro carácter y condiciones de mando la disciplina y convivencia del personal que lo tripula; a vuestra prudencia, tacto y habilidad la representación de la Armada que es parte integrante de la Nación. Todo ello importa un compromiso que debéis cumplir durante el comando de esta nave. Este comando, honroso como todos, involucra en este caso una responsabilidad mayor; la de moldear el espíritu y el carácter de estos jóvenes cadetes que, al incorporarse más tarde al escalafón de oficiales deben hacerlo con el entusiasmo y la fe que deriven de su formación moral y profesional. Oficiales: la misión de educar la mente de los alumnos que la marina os confía ha sido ya cumplida en la Escuela Naval por otros camaradas y profesores. A vosotros os toca ahora la tarea más difícil e importante; educar el espíritu y templar el carácter de los futuros oficiales en su primer contacto definido con el elemento en que tendrán que actuar en sus primeras funciones de responsabilidad. Contraéis con esto un compromiso de honor con la institución naval y con el país. Rectitud y caballerosidad son las primeras virtudes que os han de reconocer los cadetes y tripulantes; con ellas será fácil para vosotros inculcar en el espíritu de todos el culto al deber, el acatamiento y respeto a la disciplina y el sentimiento de la responsabilidad que transforma al subalterno en el cooperador eficiente y entusiasta del superior y le da conciencia de su propio valor. Cadetes: se inicia hoy el período de transformación entre el estudiante y el profesional. Poco a poco iréis dejando la mano del guía para ir tomando el paso firme y seguro del que se siente fuerte y animoso para afrontar responsabilidades. Prestad atención a ese pasaje; de vuestra aptitud para efectuarlo y de la voluntad que os anima a ese respecto, depende el feliz resultado del mismo. Entusiasmo y voluntad de vencer han de ser las bases de vuestra actuación a bordo. Lealtad, subordinación, fe en el futuro y conciencia de vuestra función, son las obligaciones que debéis imponeros y ellas han de resultar llevadoras si mantenéis el propósito inquebrantable de superaros cada vez más. Suboficiales, clases y tropa: función más modesta, pero no menos eficaz e importante que la de vuestros superiores es la que os corresponde; continuad con el rumbo que os han marcado vuestros predecesores, manteniendo siempre el elevado espíritu patriótico y el entusiasmo por la profesión que tan bien os caracteriza. No olvidéis que todo el pueblo os sigue de cerca con el cariño e interés de que hace gala siempre que la oportunidad de estar en vuestro contacto se le presente. Cuando este crucero que es un trozo de la Nación misma se aleje de la patria, recordad que su nombre “La Argentina” es expresión y síntesis de concordia y de paz para todos los seres que tiene sus ojos puestos en nuestra tierra. Comandante: zarpad, que la suerte acompañe a todos los tripulantes en el viaje que hoy se inicia. …..
1947-04-08
Saludo al pueblo de Mendoza
Al llegar a Mendoza, saludo a su pueblo, y en él, a sus glorias. Nada puede reconfortar tanto el espíritu de los argentinos como evocar la historia contemplando los Andes. Allí, en síntesis maravillosa, se condensan todos los sacrificios, todo el empuje, toda la fuerza de nuestra raza criolla, que se concretaron en el nacimiento de una Nación libre e independiente. Allí con su imponencia de roca y de nieve, se levantan, como símbolo eterno, las montañas que llevan el penacho de nuestra soberanía. He templado en esta tierra mi espíritu de soldado; he auscultado el esfuerzo de sus hijos, que tienen el santo privilegio de vivir en la cuna de nuestra independencia. Me toca la honra de volver ahora como presidente de mis compatriotas. Y lo hago en feliz coincidencia con la celebración de las fiestas con que se pone un broche de trabajo. Fiestas magníficas, que constituyen la expresión pura de la voluntad creadora de este pueblo. Saludo a la Mendoza de la hora inicial, que dio a la patria y a medio continente, el instrumento cierto de su libertad política. La saludo en su afán de cultura, patentizado desde el nacimiento de la nacionalidad, en su imprenta de 1817; en su impulso progresista, que la llevo a industrializar los frutos de su tierra de sol; la saludo en la figura de Fray Luis Beltrán, forjador de armas para el Ejército de los Andes. La saludo en su tenacidad, muchas veces heroica, en su fe y energía, en el afán industrioso de sus hijos; en su escuela y su universidad, en el taller y el comercio. La saludo, así, en todas y cada una de las múltiples facetas de su personalidad robusta, que ha dejado de configurar para la patria una promesa transformándose en la feliz realidad que todos vemos. Que los mendocinos sepan mantener y acrecentar estas virtudes a través del tiempo, como acrecientan los hombres de bien el legado recibido de los abuelos para transmitirlo intacto a sus hijos. Y que al evocar la figura más grande de nuestra historia, encuentren, no sólo al prócer de la Patria, sino al ejemplo permanente de esas virtudes. ..
1947-04-17
En la inauguración del Liceo Naval Almirante Guillermo Brown
En primer término, señores, deseo hacerle llegar al señor director de la Escuela una sincera y calurosa felicitación en nombre del gobernador y en el mío propio, por el estado de su personal y dependencias de la escuela. Llego a la Escuela Naval, en una visita que he ansiado durante largo tiempo, porque sé de la tradición de la misma, porque se que en ella sé han formado nuestros marinos, que con tanto honor han paseado la bandera de la patria por todos los mares del mundo. El llegar a ella, con motivo de la inauguración de los cursos del Liceo Naval Almirante Brown, donde se pone el primer jalón de las fuerzas de reserva de nuestra marina de guerra, representa para mí una inmensa satisfacción como gobernante por haber podido colaborar en la realización de ésta obra verdaderamente provechosa. Se ensancha el corazón cuando observamos frente a esta ya gloriosa escuela levantarse el primer astillero argentino; ese astillero de donde anhelamos que salgan, como de aquí salieron los primeros marinos de nuestra marina de guerra, nuestros primeros barcos mercantes y de guerra. Me es muy grato comprobar el ambiente de patriotismo y de abnegación con que se esta trabajando en esta Escuela, y también resulta grato advertir la camaradería, la comprensión y el espíritu de trabajo que reinan en ella. Me complazco en anunciarles, lo que agradará al corazón de los marinos que me escuchan, que en estos momentos la flota mercante argentina ha alcanzado ya al millón de toneladas, y anhelo fervientemente ver levantarse, vecina a esta escuela, otra gran escuela donde hayan de formarse los marinos mercantes que conducirán las naves argentinas con corazón y patriotismo también argentinos. Señores: quiero terminar brindando por la Escuela Naval que es la custodia más legítima de las glorias y de las tradiciones de nuestra marina de guerra; por el éxito de esta escuela que es también el éxito de todos nosotros y, como ha dicho el señor capitán Platter, porque no olvidemos nunca que unidos estamos sirviendo a la patria que es el único y el más grande de todos los objetivos que puede tener un hombre bien nacido. …薅..
1947-04-25
En la firma del convenio colectivo de trabajo para empleados de las grandes tiendas
Señores: Asisto ahora a la parte amable de todos los convenios y no se me escapa que ustedes habrán tenido que discutir largamente para conseguir esto. Creo que esta parte amable, final del convenio, está demostrando que lo que antes se consideraba un conflicto y una lucha, con la consiguiente pérdida de energía y de valores, vamos solucionándolo por acuerdos, con discusiones, naturalmente, laboriosas, pero que son altamente constructivas. Lo que nosotros hemos buscado siempre, desde que estuvimos al frente de la Secretaría de Trabajo y Previsión, era llegar a eso: a reducir los conflictos circunscribiéndolos a una discusión en la que prive el buen sentido. Unas veces tiene que ceder unos, y otras veces otros, porque de lo que se trata es de suprimir los conflictos que constituyen una destrucción de valores y que, a menudo, hacen perder a las dos partes más de lo que perderían con un aumento de salarios. Este resultado es muy bueno, porque con él se suprimen los largos conflictos y las grandes huelgas. No tenemos actualmente esas cuestiones a que estábamos acostumbrados en otros tiempos, cuando se dejaba librada al azar la lucha de las partes. Por esos siento mucha satisfacción cuando se arriba a entendimientos como el presente. Es cuestión de acostumbrarse a que esta clase de convenios sean normales en el desenvolvimiento de las actividades. Cuando esto se haya logrado como costumbre, representará un mayor grado de cultura política y social para el Estado. Eso es lo que yo trato de propugnar desde aquí. Colocado en esa situación, no puedo sentirme sino muy feliz al tener la oportunidad de recibirles, aunque sólo sea como un recuerdo de mis buenos tiempos de la Secretaria de Trabajo, tan resistida, como dijo el señor diputado Argaña. Tengo la aspiración de que algún día se agradezca la implantación de este nuevo sistema. No sé si la experiencia les habrá demostrado a los señores comerciantes que es mejor este sistema que el otro, pero estoy seguro de que para la economía general de la Nación este tendrá que ser más constructivo. Evitará la destrucción inútil de valores a que llevan siempre los conflictos entre el capital y el trabajo y se superará, además, aquella época en que los obreros y los trabajadores en general se veían castigados cuando defendían sus derechos. Es sabido que los derechos se imponen cuando cada uno sabe defenderlos. Y es indudable que todavía tenemos mucha tarea por delante hasta que lleguemos a establecer un verdadero sistema para estas cosas, a fin de llegar a un estándar de vida aceptable, más por el aumento de la riqueza que por cualquier otro camino, pensando en que el país hasta ahora había sufrido el mal de su estancamiento. Pero es indudable que empezamos a obtener ahora los primeros resultados. Yo siempre he pensado lo siguiente: que el mal de nuestro país ha sido, casualmente, originado por una etapa de vida vegetativa, en la que cada cual se preocupaba de sí mismo. Pero ese no puede ser el desiderátum para el país, porque el mismo se debatía sin avanzar y ese fue el grave problema argentino. La crisis del año 1943 produjo la Revolución consiguiente; pero, en mi sentir, siempre pienso que la Revolución no tuvo origen político ni social, sino de carácter económico. Nosotros interpretamos que ésas son las causas que han conducido a estas periódicas revoluciones, ocurridas cada diez años en el país. Es evidente que nuestro país había vivido muchos años vegetando, sin avanzar ni demográfica, ni económica, ni política, ni socialmente. Consumiendo lo que estábamos produciendo con el aumento de las actividades del país, la clase trabajadora íbase empobreciendo porque no había aumento de riqueza, que es lo único que puede solucionar el problema. Se iba agravando esa situación cada día más y quien sabe a qué hubiera llegado el país. Lo que se imponía, entonces, era aumentar la riqueza. En un país de tres millones de kilómetros cuadrados tenemos en explotación solamente un millón, y ese millón rinde únicamente del veinticinco al treinta por ciento. Este es el panorama argentino. Lo que ahora esperamos es explotar, por lo menos, el cincuenta por ciento de los tres millones de kilómetros de que disponemos. Para eso, cuando se produjo la Revolución era necesario mayor trabajo y sacrificio. Esa era la realidad, pero, ¿estábamos en condiciones de imponer a una clase trabajadora disconforme de sus condiciones de trabajo, mayor labor y sacrificio? ¿No hubiera significado eso precipitar el problema social y llegar a una revolución puesto que a un hombre ya descontento se le imponía mayor sacrificio y trabajo? Nosotros apreciamos entonces que, para salir de esa situación y poner en marcha el país, era necesario realizar una etapa social previa que conformara a esa gente. Cuando estuvieran en mejores condiciones de vida, entonces sí se les podría exigir mayor trabajo y sacrificio; pero esa era la segunda etapa. Ahora bien, realizado aquello, entonces sí se puede exigir al país que produzca más y al hombre que trabaja con mayor empeño. Esas son las tres etapas de la revolución: la revolución misma, la etapa social y ahora la constructiva. ¿Qué es lo que habría de ocurrir en esa etapa constructiva? Cuando hubo que mejorar a la clase trabajadora, yo pensé inmediatamente que para lograrlo había dos medios: uno, aumentando la riqueza, pero para ello se requería mayor trabajo y no estábamos en condiciones de hacerlo. Tuvimos que recurrir al otro medio, que consiste en quitarle al que tiene para darle al que no tiene. Eso crearía una etapa de desequilibrio, que la preveíamos. Entendíamos que quienes tenían que sacrificarse en esa etapa eran los capitalistas, para conformar a la clase trabajadora. Así podíamos iniciar la tercera etapa consistente en el aumento de la riqueza para lograr un mayor estándar de vida en la Nación, lo que traería aparejado un mayor consumo y, con ello, un mayor desenvolvimiento de las actividades productoras, industriales y comerciales. Ese era nuestro programa teórico que, afortunadamente, con la ayuda de Dios, podemos verlo cristalizado en la realidad ahora. Debo confesarles que en un momento creímos que esa etapa de desequilibrio a que me refiero iba a ser más grave y violenta de lo que fue, ya que se redujo a una pequeña lucha de “solicitadas” que no tiene mayor importancia. Pero tuvimos la satisfacción de superar esa etapa con el extraordinario milagro de que ni los productores, ni los industriales, ni los comerciantes perdieran. Al contrario, ganaron más. Y hoy se presenta el caso de que la clase trabajadora está contenta y los industriales y comerciantes están aumentando sus ganancias. Por eso ahora podemos exigir mayor sacrificio y más trabajo a todos el mundo. Y en eso estamos. Sé bien que hay disminución en la producción; pero sé también que la Argentina, comparativamente, tiene el menor índice de disminución de la producción. Estados Unidos no produce más que el 30% de lo que producía antes de la guerra, según sus propias estadísticas. Brasil sufre una disminución del 46% de su producción. Chile está por debajo del 50%, y así sucesivamente. Ese es el panorama mundial. La Argentina, pues, apenas sufre el 23% de disminución de la producción, según las estadísticas más o menos deficientes que poseemos, pero no va más allá. A ese respecto ustedes saben bien que ya ha comenzado el repunte de nuestra producción, y hemos de pedirle a los trabajadores un mayor sacrificio para aumentarla y conseguir nivelarla con la que teníamos antes, y aun sobrepasarla. Y cuando, por virtud de ese mayor esfuerzo, hayamos obtenido la duplicación de nuestra producción, si ello fuera posible, es decir, desarrollando nuestra industria al más alto grado que se pueda para nivelar la producción, cuyo desnivel con la demanda trae la inflación; y cuando hayamos nivelado perfectamente las condiciones de trabajo, todas las etapas entre la comercialización y el consumo se habrán superado y así se cerrará el ciclo respectivo. Yo nunca me he explicado por qué el dinero norteamericano o el inglés tiene que valer más que el de un santiagueño o el de un correntino. Así habremos de satisfacer la enorme demanda que traerá consigo el aumento del estándar de vida del país, consumiendo, al estilo norteamericano, del 80 al 90 por ciento de nuestra propia producción y dejando el remanente para la exportación. Claro está que esto traerá aparejados problemas, como el de la inmigración y otros más, que hemos de ir resolviendo paulatinamente. Pero lo cierto es que el ciclo peligroso de todo desequilibrio económico social, que podría producirse al poner al país en marcha, ya ha sido sobrepasado. Afortunadamente, ahora comenzaremos a disfrutar del racionalismo que hemos puesto en práctica. La primera etapa revolucionaria, pues, ya ha sido superada, al igual que la segunda, la social. Ahora tenemos por delante la etapa constructiva, el Plan de Gobierno. Ese Plan de Gobierno ha de conseguir una mayor producción. Nuestro plan no consiste en realizar unas cuantas obras, sino que va mucho más allá: es el empujón inicial que ha de poner en marcha al país para que ya no se le pueda detener ni en cincuenta años. Para demostrar este aserto, y como ejemplo, tomemos una obra cualquiera: la de Bahía Blanca. Vean ustedes lo que será Bahía Blanca dentro de diez años. Ahí haremos dos cosas fundamentales: nada más que dar el empujón inicial, como dije, y después todo marchará solo y no lo podrá detener nadie. Vamos a hacer pasar un gasoducto que le va a proporcionar de 12 a 14 mil calorías de gas, cada día, como combustible, a 6 centavos el metro cúbico. Y para suministrar la energía eléctrica construiremos el dique de Puelches, el que la proporcionará a toda esa región a 10, 12 y 15 centavos el kilowat, que actualmente se paga a 49 y 50 centavos. Basta pensar en estas dos circunstancias para comprender como, dentro de poco tiempo, esa energía y ese combustible baratos han de influir en el desarrollo industrial de la zona. Tanto es así que la influencia que estas obras tendrán en su industria se empieza a notar ya, pues desde el extranjero quieren venir capitales para instalarse allí aprovechando ese combustible y esa energía eléctrica. Cuando el dique de Puelches esté construido, así como los canales de la zona de Choele Choel, y los actuales trabajos de ampliación en el valle del Río Negro también estén terminados, hemos de conseguir en ese valle un área de más o menos un millón y medio de hectáreas regadas, las que afluirán a Bahía Blanca. Es suficiente construir el dique de Puelches y dar gas y energía eléctrica económica a Bahía Blanca para que lo demás se haga solo. Podemos resumir, entonces, diciendo que esta obra, que ha de construirse en cuatro años, dará a Bahía Blanca trabajo para cincuenta, ya que la misma significará la ampliación del puerto y el desarrollo industrial de toda la zona. Como dije, este es el empujón inicial necesario. Por eso digo que esta etapa constructiva ha de cambiar totalmente la fisonomía industrial de las actividades del país, y hasta también habremos cambiado la idiosincrasia de la gente, su capacidad, su espíritu de empresa y hasta su nacionalidad. Digo esto, porque la independencia económica a que todos aspiramos, la que ha de mejorar nuestra situación en todos los órdenes, solo puede venir por la explotación integral de nuestra riqueza, por la organización de nuestra economía, con la que todo el mundo se verá beneficiado. Por eso, señores, pienso que estos son los prolegómenos de una época que seguramente ha de ser muy feliz, donde estarán asociados el capital y el trabajo, y no en lucha uno frente al otro; época en que ambos factores pugnarán por producir más y mejor, y por vender barato, que es otra de las posibilidades que dará el aumento de producción. El incremento del volumen de las ventas tiene mucho que ver con los precios, como ustedes saben mejor que yo. En esta forma estaremos en condiciones de salir al exterior a competir con muchas posibilidades de éxito. Hay sesenta y cuatro millones de hispanoamericanos que están esperando nuestra producción, porque no la obtienen de ninguna otra parte. Con sólo ofrecerles buenos productos y baratos estaremos en condiciones de conquistar esos mercados. Hace poco estuvo aquí un señor que me preguntó si yo creía que Rusia iba a dominar el mundo. Le contesté que no sabía si dominaría al mundo económicamente, pero que sí le podía asegurar que el mundo futuro será del que produzca a menor costo. El dominio económico será el que se impondrá. La República Argentina puede producir a un costo muy bajo y, por lo tanto, está en condiciones de colocar su producción a un precio sin competencia si la gente se conformara con ganar poco y vender mucho, ya que la gran venta compensará la menor ganancia unitaria. Creo que la Argentina es un de los pocos países del mundo que está en excelentes condiciones de producir en gran escala a bajo precio. Podemos asegurar que si no han de progresar la industria y el comercio argentinos, por lo menos no podrán caer. El progreso económico no depende, en gran parte, del gobierno, sino de los hombres de empresa que quieran acompañarlo en esta obra de propulsión de nuestra riqueza. Para eso es necesario, antes que nada, ponernos de acuerdo en nuestra propia casa; es decir, establecer una colaboración permanente entre el capital, el trabajo y el gobierno. Personalmente, tengo las mejores intenciones y la mejor buena voluntad. Hemos formado ya un Consejo Económico aquí, en la Presidencia, y escuchamos toda sugestión que se nos haga, ya se trate de actividades profesionales, industriales o comerciales, o sobre asuntos de cualquier naturaleza. Sé que alguna vez hemos de errar, pero ese Consejo, precisamente, podrá corregirnos a tiempo. Yo soy el primero en reconocer un error y dar media vuelta, volviendo atrás cuando estoy equivocado. Lo que busco y buscaré incansablemente es terminar con la lucha que hemos sostenido hasta ahora, hasta conseguir la colaboración indispensable para engrandecer el país y, -por qué no decirlo- beneficiar al que produce y al que comercia, al igual que al que trabaja. Porque, evidentemente, es indispensable que este último gane lo necesario para vivir una vida digna, ya que nadie perdona a los demás no poder así vivirla. Eso es lo único que no se perdona. Por eso los hombres se levantan, por eso luchan, por eso matan, por eso destruyen. Es la desesperación del hombre, como queda dicho, que no alcanza a vivir una vida digna. El Estado tiene la obligación de evitar esas hecatombes y esas grandes crisis. Para ello hay que ir a las causas, ya que esas crisis siempre son consecuencias que se evitan cuando se eliminan las causas. Señores: he tenido un gran placer en recibirlos y no los quiero retardar más. Me felicito de poder acompañarlos con mi firma en el convenio que ustedes han suscripto. .
1947-05-05
En una reunión del Concejo Económico Social
Los hemos molestado para considerar los problemas más fundamentales que se refieren a la reglamentación de la ley que reprime la especulación. En primer lugar, partiremos de esta base: entendemos que no todos los que ejercen el comercio lo hacen en forma deshonesta, ni queremos que por esta causa se vean molestados los que proceden con honestidad. De este punto de vista entendemos que los mismos industriales sean quienes tengan el mayor interés en evitar la deshonestidad de los demás, y evitar a la colectividad las molestias por una culpa que sólo sobre estos últimos recae. Por eso creo que ellos están interesados en reprimir en primer lugar la elevación injustificada de los precios, que lleva inevitablemente a la elevación de los salarios y esta a su vez, trae como consecuencia una nueva elevación de los precios. La consecuencia de todo, ello es, a su vez una inevitable reacción popular contra la especulación. Lo que nosotros queremos es sistematizar de tal manera la situación que no se deje duda alguna del rumbo a tomar. No queremos modificar lo que no es modificable, como ser los aumentos por causas naturales, como escasez de materias primas y otras justificadas, sino que queremos combatir las causas artificiales de la carestía o sea las maniobras especulativas. Quiero aclarar que nos espera un proceso complejo y que, además, no creo que vayamos a solucionar inmediatamente este problema. No llevaremos a cabo una rebaja inmediata que sería más perjudicial que la inflación, pero si empezamos por reducir paulatinamente los precios y combatimos la inflación injustificada, para luego estudiar la solución a la inflación justificada mediante atinadas medidas económicas, posiblemente podremos estabilizar la situación. Lo esencial, ahora, consiste en procurar el abaratamiento de cuantos artículos necesita el pueblo y dar a conocer la obra que realizamos para disminuir la inflación. Conociéndola todos, tendremos la colaboración y la buena voluntad necesaria para resolver este problema. Trataremos de aplicar las sanciones solamente cuando estemos seguros de que no nos equivocamos. El Consejo Económico y Social, como organismo de consulta del Poder Ejecutivo, está en condiciones de aconsejarle sobre las grandes directivas que han de adoptarse para la consecución de los altos fines enunciados. La representación de los variados intereses que se conjugan en el seno del Consejo, permitirá que el gobierno pueda pulsar en todo momento el efecto de las medidas que adopte y recibir las sugestiones que le puedan llegar de todos los medios realmente interesados en la solución de los graves problemas que afectan a la economía nacional. Deseo que una comisión asesora de precios revise los actuales, proponga las modificaciones que estime pertinentes, así como los artículos y materiales que deban incluirse en la regulación de los precios o excluirse de ella. Las normas a que deba sujetarse el control de precios y la imposición de las sanciones pertinentes serán consideradas por este organismo consultivo a fin de que puedan contar con la opinión de todos los sectores interesados. El Consejo Económico y Social, que representa la producción, el comercio y la industria, así como también al trabajo, es una organización que está perfectamente capacitada para poder dar una información permanente de cuales son las cuestiones que se deben estudiar y cuales son las cuestiones que hay que tratar de reprimir. …..
1947-05-20
En un acto popular en la ciudad de Concordia
Es para mi espíritu profundamente auspicioso hablar por primera vez en esta, la plaza del general San Martín. Y digo que en auspicio porque nuestro Gran Capitán, desde la gloria y el bronce, contempla en ella a los escolares y al ejército, reunidos a su alrededor. Su vida fue inspirada y él fue el paladín de la independencia política: nosotros, que aspiramos a aproximarnos a su grandeza, estamos luchando día a día por la otra independencia: la independencia económica de la Nación. Llego a Concordia después de muchas veces de haber querido hacerlo. Sé bien que estoy en deuda con este magnífico pueblo de esta región de Entre Ríos, pero las necesidades y las obligaciones son para el gobernante muchas veces un obstáculo para cumplir sus más íntimos deseos. Hubiera querido llegar muchas veces, pero siempre alguna circunstancia se opuso a mis deseos y designios. Por ello lo hago hoy con mi corazón y llego hasta aquí para traerles con mi saludo fraterno, mi consejo y mi orientación, para que una ciudad más de nuestra querida patria apunte al rumbo que hoy catorce millones de argentinos estamos tratando de seguir con unidad de acción y unidad de concepción. Hemos escuchado las palabras del representante de la CGT, central obrera que hoy representa un millón y medio de trabajadores de nuestra patria. El ha dicho, con la sentida palabra del trabajador, cuál es la orientación y cuál es la inspiración que hoy debe dominar el corazón y mente de los trabajadores argentinos. Ellos no pueden enrostrarnos a nosotros que les hayamos copado las posiciones. Deben culparlo a su falta de capacidad y a su falta de honradez. Hay una nueva mentalidad en el pueblo argentino, y esa nueva mentalidad habla de distinta manera. No se habla ahora de los negocios que sumen al pueblo en la miseria, sino de los negocios destinados a elevar el estándar de vida de nuestras poblaciones del interior. Se habla hoy del afán incesante de luchar por la conquista de lo que es nuestro, del afán incesante acercarnos al dolor de la tierra criolla que gime más y más desde hace cien años por la libertad que nos han enajenado esos culpables que se vieron obligados al ostracismo por su propia vergüenza. Lucharemos sin desfallecer, pues en esta tierra un descamisado debe morir luchando por la independencia de su tierra. Estamos asentando una nueva economía más justa, una economía que se reparte proporcionalmente y justicieramente entre los catorce millones de argentinos. Que no haya en esta tierra quien tenga sed de justicia, o hambre de comida o necesidad de vestimenta. Se ha dicho que nosotros estamos ensoberbeciendo a la clase trabajadora; se ha dicho que nosotros estamos produciendo la lucha entre el capital y el trabajo; se ha dicho que somos demagogos; que ponemos al pueblo a nuestras ansias de mando; y se han dicho muchas otras mentiras por el estilo. Lo que nosotros queremos es que la riqueza de nuestra patria sea justamente distribuida entre los que la laboran; que no haya sumergidos que no ganen lo suficiente para comer, vestir y habitar dignamente; que la riqueza cimentada por todos no vaya a las arcas de cuatro o cinco grupos privilegiados; cumplir con la sentencia bíblica de ganar sus sustentos con el sudor de la frente y que en esta tierra no haya nadie tan importante como para vivir del trabajo de los demás. Esa es nuestra nueva economía. No queremos que tampoco haya en esta tierra un solo hombre que sea capaz de vender a los extranjeros lo que es de los argentinos. Lo que no nos perdonarán es que en ocho meses hayamos pagado todas las deudas de la República que ellos contrajeron durante cien años. Lo que tampoco no nos perdonarán es que en ocho meses el gobierno hayamos comprado todos los ferrocarriles extranjeros y las empresas telefónicas. Pero, por sobre todas las cosas, por lo que menos nos lo perdonarán es porque en esas empresas ellos estaban a sueldo. Señores: en estos ocho meses hemos reconquistado para la Nación inmensos valores que habían sido entregados a los extranjeros mediante procedimientos tortuosos. En estos ocho meses de no hacer discursos y sí de realizar obra, hemos podido asentar la economía de la Nación sobre bases tan firmes que las más grandes potencias observan con ojos admirados esta obra de aliento y de recuperación nacional. Por esta obra realizada en ocho meses de gobierno es que a esta Cenicienta del Plata llegan los más poderosos de la tierra a pedir pan y pedir dinero. Nuestra situación económica ha alcanzado límites que no se conocían en toda la historia de la República Argentina. Nuestra situación internacional ha sido colocada tan alto que puede decirse que jamás el pueblo argentino fue mirado con más respeto y tratado con tanta dignidad. Por lo que se refiere a nuestra situación social, ustedes saben mejor que yo, que jamás en esta tierra los trabajadores argentinos han gozado de un estándar de vida, una tranquilidad y de una dignidad tan grande como la que gozan ahora. Pero frente a esta acción económica, frente a esa acción de política internacional y de nuestra diplomacia, frente a esa acción del Estado para asegurar una mejor justicia social y un mayor índice de dignidad y de mejor vida para nuestros habitantes, juega también el factor político. Desgraciadamente no podemos decir que nuestra situación política interna es tan magnífica como la situación económica, social o internacional. Y eso sucede porque algunos señores ambiciosos no cumplen con el principio más fundamental de nuestro movimiento. Los peronistas son los llamados a ser los artífices del destino común, pero ninguno debe ser instrumento de la ambición de nadie. Reniego de quien se llame peronista y está trabajando para él. El peronista trabaja para el pueblo y únicamente para el pueblo. Y si todos los peronistas trabajaran par el pueblo no podría haber desunión entre nuestros hombres. Esta no es una lucha de intereses personales; estamos luchando por los intereses de la patria, que son superiores a todos los demás. Señores: la consigna en este momento ha de ser: unión y entendimiento entre los hombres de nuestra causa para evitar disensiones. Los que dirigen deben escuchar a las masas, que no se equivocan, y ellas deben ser disciplinadas y conscientes para empujar en conjunto este movimiento, que es la verdadera salvación de la patria. Antes de retirarme quiero formularles un pedido, y es que cada uno de ustedes, criollos nobles, como son los criollos de esta tierra, piense, y al hacerlo ausculte el corazón, recordando las viejas patriadas que lucharon en estas cuchillas, que antes de emprender la lucha entre compañeros deben mirar al frente, donde tiene un enemigo a quien batir en común, deben observar a la distancia donde están las pequeñeces de la lucha entre hermanos que se debaten en la miseria y en el dolor. Por eso, para terminar, les recuerdo lo que tantas veces ya he dicho: que unidos seremos invencibles y que, disociados, no podremos defender esta causa, que es la de todos, porque es la causa de la patria. Piensen que esta es la oportunidad de la patria y si la dejamos pasar habremos sido tan miserables que no nos habremos sabido sobreponer a las pequeñeces individuales para pensar en la patria de todos los argentinos.
1947-05-21
En la inauguración de la plaza de deportes “República Argentina” en la ciudad de Uruguayana
Hermanos de Uruguayana: Con intenso júbilo y profunda emoción quiero hacerles llegar a todos un abrazo fraternal que traigo desde las tierra argentinas para todos los brasileños, con quienes nos sentimos profundamente hermanados en el presente, como también nos sentiremos en el porvenir. Dos pueblos fuertes y dos pueblos grandes es la síntesis que estamos viviendo en estos momentos en que la providencia, iluminando nuestros caminos, ha permitido que un presidente argentino pueda dar el abrazo, que ansía dar todo nuestro pueblo al brasileño, en la persona ilustre de Gastar Dutra. Vivimos momentos que trasuntan una historia común, donde los gauchos de las cuchillas correntinas abrazaban a los gauchos de las colinas de Río Grande del Sur. El tiempo dirá que nosotros no podemos ser menos que los grandes que nos dieron nuestra patria, porque no podemos desmentir esa hermandad que vive en la sangre y en el corazón de los brasileños y argentinos. Brasil y Argentina unidos han de ser el jalón de una nueva marcha de paz y de concordia constructora del trabajo y de la dignidad de esta América que es de todos. Pido a la Providencia que ilumine a nuestros hombres para que no equivoquen jamás ese camino y para que los argentinos tengamos el honor de compartir el futuro con Brasil, así como hemos tenido el honor de compartir nuestra historia y nuestro pasado. Señores: hago votos porque ese porvenir en que todos pensamos nos vea unidos en el trabajo fecundo, dignificando al hombre de esta América con ideas que han de expandirse a los cuatro vientos del mundo, para que de todas partes puedan contemplarse la libertad del sol de Mayo y la luz inextinguible del Crucero del Sur.
1947-05-30
En el acto de entrega de sus nombramientos a profesores de la Universidad Nacional de Córdoba
Yo les agradezco que hayan tenido la amabilidad de hacer este viaje para llegar hasta aquí y proporcionarme el inmenso placer de entregar personalmente sus nombramientos. Tenemos la convicción de haber resuelto totalmente todos los problemas atinentes a la Universidad. Queremos encarar la tarea de divulgar nuestras ideas fundamentales. Aspiramos también a que todos comprendan que nuestra revolución no ha realizado sino una pequeña parte de su contenido, el cual ha quedado más o menos reducido a la masa de la población, en la cual, generalmente, las doctrinas cristalizan más por sentimientos que por interpretación y comprensión. Nos queda aún una parte importante de la población que no ha llegado todavía a un conocimiento completo de la revolución: las clases dirigentes. A pesar de respetar el tiempo de ustedes, quiero extenderme un poco en ciertas consideraciones, porque entiendo que pueden hacer al Gobierno un gran servicio llevando al Interior, especialmente a los círculos universitarios, algunas ideas cuya divulgación nos interesa en estos momentos. Entendemos que debe reinar un clima de tranquilidad absoluta en las universidades para que ustedes puedan desarrollar con eficiencia la labor en que están empeñados. En el gobierno de las universidades no deben jugar otros factores que no sean los naturales y lógicos. Ellas existen tan solo para enseñar, aprender y realizar las investigaciones científicas adecuadas. Otros factores no deben intervenir en ellas. Pretendemos eliminar totalmente la política de las universidades, no la política contraria para imponer la nuestra, sino toda política, porque de lo contrario le haríamos un flaco servicio a la Universidad. Queremos crear un clima de dedicación total a la función docente. Tanto profesores como alumnos deben ceñirse exclusivamente a la tarea de aprender, enseñar e investigar. Actividades ajenas a la universidad podrá realizarlas cada uno en el campo que quiera, con las ideas que quiera, pero fuera de la Universidad. El gobierno debe poner a disposición de la Universidad los medios necesarios para el cumplimiento de sus fines; por ello las autoridades universitarias han sido dotadas ya de los créditos necesarios para impartir una enseñanza más completa y poder realizar una investigación científica de más vastos alcances en las distintas disciplinas a que ustedes se dedican. No queremos que se imparta una enseñanza rudimentaria, como ha sucedido en muchas escuelas hasta ahora, sino que se cultive la ciencia en serio porque es la única manera de que ustedes no esterilicen sus esfuerzos en un medio precario. Debemos ponernos al día en este aspecto. He visitado las distintas facultades de la Universidad de Buenos Aires y pienso que si las demás del país trabajan en las mismas condiciones en cuanto a locales y a dotación de materiales, ellas han de desenvolverse en forma muy deficiente. Entiendo que las posibilidades de rendimiento de cada profesor son directamente proporcionales a los medios de que dispone para impartir una enseñanza moderna que permita llegar a los últimos adelantos en cada disciplina. Todo esto no se había realizado en el país. Por sobre todo, señores, creo que es necesario llegar a una universidad argentina, nuestra. No interpreto la calificación de “argentina” -como muchos creen- con un sentido de nacionalismo exagerado, inútil e innecesario, sino que entiendo como “argentina” aquella universidad que prepara hombres que sepan resolver los problemas argentinos en todos los campos, y no aquella que forma hombres enciclopedistas que no sirven para mucho en el país. Más que enseñar muchas cosas, debemos enseñar cosas útiles. Al preparar el Plan de Gobierno hemos debido realizar un profundo análisis del material humano de que disponíamos para llevarlo a cabo y debo declarar con franqueza, les diré, con cierto exceso de franqueza, que no hemos encontrado el caudal humano capacitado para ejecutar el vasto esfuerzo que la Nación exige en estos momentos, a pesar de que hace tantos años que funcionan cinco universidades en el país. La culpa no es de los profesores ni de los alumnos: es del sistema. En la actualidad ya no es posible preparar a los hombres para todo. Después de haber recibido los conocimientos generales suficientes, los alumnos deben especializarse, pues de lo contrario, no se hallan en condiciones de desempeñar puestos de gran responsabilidad. El estado no puede confiar obras que insumen enormes sumas, a hombres que por carecer de la necesaria especialización no se hallan en condiciones de dirigirlas con eficiencias. Es por eso que debemos recurrir al extranjero para contar con esos hombres. La falla estriba, repito, en no haber especializado hombres, enviándolos al exterior para que intervinieran en la realización de trabajos de envergadura, formándose así, prácticamente, sobre el terreno. Deseo que interpreten bien mis palabras sin darles un alcance político que no tienen. Yo no soy ni quiero ser político. Tengo una responsabilidad que cumplir y trato de cumplirla en la mejor forma posible. Quiero explicarles algunos aspectos de la forma como encaramos la solución de los grandes problemas económicos, sociales y culturales que afronta el país. Creemos que la República Argentina atraviesa un período en que se complementan la oportunidad y la necesidad de realizar un gran esfuerzo. Debemos fijar claramente cual es la oportunidad que se nos presenta y en qué consiste la necesidad de ejecutar un programa que, si no lo llevamos a la práctica ahora, es probable que no llegue a realizarse en todo un siglo. En la ejecución del plan trazado le corresponde a la Universidad capacitar intelectual y moralmente a los hombres para que puedan desempeñarse con eficacia, trabajando con el mínimo sacrificio y rindiendo el máximo provecho. Quiero decirles cómo interpretamos el momento argentino. Empezamos por afirmar que el movimiento revolucionario que ha dado origen a esta situación no es, como muchos afirman, de carácter político. Es un fenómeno profundamente económico, que obedece a causas absolutamente económicas. Los países, en general, atraviesan en su desarrollo dos etapas perfectamente bien definidas: su independencia política y, a continuación, su independencia económica. Esta debe completar a aquella, porque, de lo contrario, la independencia de un país es fragmentaria y sin base firme. La República Argentina realizó su independencia política mediante una lucha más o menos cruenta y entró en un período de organización en el cual los hombres, probablemente insuficientemente capacitados, sin una doctrina firme, como ocurre en todos los países nuevos, no pudieron conseguir durante muchos años su independencia económica, que debía haber complementado la independencia política. Los movimientos revolucionarios producidos en nuestro país, en ciclos que abarcan a diez o quince años, están demostrándonos que hay un fenómeno que va ocasionando trastornos periódicos que todavía, -en mi concepto- nadie ha explicado satisfactoriamente. Son movimientos de carácter más o menos político, algunos; pero en el fondo, lo que ha ocurrido, especialmente en los últimos años, es que ha gravitado sobre el país un factor que ha provocado una revolución en el año 1930 y otra en 1943. Hemos debido poner en marcha al país que se hallaba detenido en lo político, en lo económico y en lo social. Para ello era necesario cumplir una etapa constructiva, obtener de nuestro país más rendimiento de sus riquezas naturales. De casi tres millones de kilómetros cuadrados tenemos como territorio útil en explotación apenas un millón de kilómetros, y de éste el porcentaje que se extrae es sumamente reducido. Dividimos la revolución en varios ciclos que hemos ido cumpliendo. No podíamos exigir a nuestra población un mayor sacrificio sin proporcionarle un mayor bienestar, porque nuestras masas obreras estaban alimentados por una doctrina marxista y conducidas por dirigentes con aspiraciones netamente marxistas; si lo hubiéramos hecho, habríamos precipitado una revolución social que estaba preparada en nuestro medio y no creíamos que la revolución social fuese la solución para nuestra causa. Entendimos que podíamos proceder por evolución, evitando la etapa cruenta que toda revolución social presupone. Pensamos que ante todo era necesario satisfacer las necesidades de nuestras masas insatisfechas, es decir, hacer lo que durante tantos años veníamos reclamando sin encarar el problema de fondo. Por esta razón, después de producirse el hecho revolucionario encaramos la etapa social desde la Secretaría de Trabajo y Previsión. Satisfecha la masa en cierta medida en sus necesidades más apremiantes, podía, luego, encararse la etapa constructiva, que constituye el Plan de Gobierno. En ello estamos empeñados y hemos de seguir adelante, paulatinamente, contemplando la solución económica, sin la cual un programa como el nuestro no se puede realizar. La humanidad está viviendo en estos momentos una de las mayores crisis de posguerra, y si no, echemos una mirada por lo que acontece en el mundo. En los Estados Unidos los zapatos han subido un sesenta por ciento del valor de anteayer y en Rusia un par de zapatos cuesta cuatrocientos pesos argentinos. Con esto basta para mostrar cual es la situación en ambos países, que se están disputando el derecho de proclamar la mayor felicidad de su pueblo, vale decir, lo que sucede en esos dos grandes países. Por esa razón, los programas previos a la solución de los problemas de gobierno, o sea al desarrollo y ejecución de su plan, están formados sobre bases que es necesario determinar antes de iniciar la marcha. La primera de todas y la más importante para la realización material de ese plan es la base económica. Y en ese aspecto puedo asegurarles, señores, que el Gobierno, la tiene. Puedo asegurarles que el Gobierno no solamente rige al país desde el punto de vista político sino también del punto de vista económico. Después de lo que anoche ha dicho el señor Miranda en su conferencia, estaría demás que hablase yo sobre libre cambio o sobre otras doctrinas de economía dirigida o cosas por el estilo, que todo el mundo tiene en la boca, pero muy pocos en el corazón. Como anteriormente lo manifesté, el gobierno tiene en sus manos la dirección y el control económico del país. Si no ocurriera así, nuestro programa no podría ser realizado. Ese control va desde el sistema bancario hasta la lucha contra la especulación, que realizamos diariamente hasta en el último comercio minorista. Y cada día es necesario ir tomando nuevas medidas para un mejor contralor de esta situación. En lo económico y en lo político internacional, la República Argentina tiene un objetivo superior a todos los demás; la necesidad de obtener su independencia económica, porque no queremos ser tributarios de ningún país de la tierra ni queremos explotar tampoco a ningún país. Ese objetivo es como una estrella polar para todas nuestras decisiones y para todas nuestras acciones. Ningún acto de gobierno que se realiza, tanto en el orden nacional, como en el internacional, deja de contemplar ese objetivo, que es para nosotros el interés supremo de la Nación. No quisiera cansarlos mucho con estas disquisiciones, pero después de cuanto he dicho quiero llegar a una sola conclusión que a ustedes les debe interesar; es que dentro de esta orientación necesitamos crear una universidad que interprete las ideas generales de la Nación, para servirla, y que nosotros tenemos que trabajar por la realización de esos objetivos. Solamente llegando a uniformar los métodos y las formas de ejecución podremos alcanzar la unidad de acción que el pueblo argentino necesita para realizar la obra común. Ustedes tienen la enorme responsabilidad de preparar hombres capaces. Los objetivos de la Nación se cumplirán según sea el grado de capacidad intelectual y moral que ustedes puedan dar a los hombres que se forman en la Universidad. Por esa razón el gobierno entiende que es fundamental la formación de la juventud argentina, que representa lo más preciado que el país puede tener: el futuro. Por eso también el gobierno aspira a que los señores profesores tengan una orientación estatal, porque cómo podrían los profesores preparar a los que han de realizar el trabajo argentino, si desconocen cuál es ese trabajo argentino que el gobierno se propone realizar en el futuro. Les pido disculpas si he abusado de la amabilidad de ustedes. Quiero tener la enorme satisfacción de hacerles entrega personalmente de los nombramientos de profesores. Quiero felicitar especialmente al señor Interventor de la Universidad quien, pese a todos los inconvenientes y dificultades, ha conseguido formar un claustro de profesores jóvenes, con los cuales habrá de convertirla en una casa de paz, donde se puede enseñar y aprender sin fricciones y sin luchas, si no dentro de un ambiente de absoluta colaboración y donde reine el grado necesario de disciplina para que la Universidad no este gobernada por los muchachos sino por los profesores, y sean estos quienes dicten las normas y constituyan el propio gobierno de la Universidad. Ustedes deben preocuparse por que reine una verdadera amistad y una colaboración estrecha de orden científico, -aunque en todos los demás órdenes sean antagónicos-, es decir, formar una camaradería profesional entre los profesores para evitar que cuestiones ajenas a la enseñanza trascienda dentro del claustro. Les pido, pues, que cuiden este detalle relacionado con los claustros, porque la eficacia de la enseñanza ha de depender en alto grado de ese espíritu de compañerismo. Eso es lo que la nueva ley universitaria dará al claustro de profesores; más que la ficticia independencia y autonomía, debe existir una autonomía espiritual y moral, que es superior a todas las demás. He de convencer a la gente de que la Universidad nunca ha estado más apoyado por el gobierno como en este momento, especialmente en lo que respecta al apoyo material. Ya hemos votado doscientos millones de pesos para las construcciones de edificios destinados a las distintas facultades de la Capital, y votaremos otros doscientos millones más si fuere necesario, porque aunque tuviéramos que dejar una deuda interna de cuatrocientos millones de pesos, ello estaría ampliamente justificados por el hecho de haberse dado a los jóvenes estudiantes casas de estudios decentes y no pocilgas inundadas. .
1947-06-14
En el agasajo ofrecido por los delegados al congreso de la Fraternidad Ferroviaria
Señores: agradezco las amables palabras del amigo Fernández, el presidente de La Fraternidad. Lo que acaba de decir es, efectivamente, lo que yo vengo pensando, no de ahora sino desde hace muchos años. Interpretar un momento social, no de la República Argentina, sino del mundo, no es cuestión simple para que los que no han vivido las necesidades de la situación actual. Solamente habiendo vivido esas necesidades se pueden aprender las reglas de convivencia social que deben regir las modernas instituciones. El gobierno interpreta perfectamente bien el momento social que el país vive, y está, como en la primera hora, resuelto a realizar una tarea que permita asegurar la elevación normal y general de la clase trabajadora argentina, así como a reglamentar humanamente las condiciones de trabajo, de salario y de vida. Ese que fue nuestro objetivo hace ya varios años en la Secretaría de Trabajo y Previsión, no solamente sigue siéndolo en la actualidad sino que vamos reafirmándolo y cumpliéndolo con nuevos estudios y nuevas conquistas. Lo que el gobierno desea es que toda la clase trabajadora argentina interprete que está trabajando sincera y lealmente con esta orientación, y a su lealtad y su sinceridad la clase trabajadora corresponda con la misma lealtad y la misma sinceridad. Esto no es sino pedir una lógica correspondencia. No es un secreto para nadie que este gobierno mira la función de gobernar desde otro ángulo distinto del que ha sido mirada hasta ahora en nuestro país. Antes una oligarquía gobernaba y a menudo lo hacía con el concurso de muchos otros elementos que decían, pero que no hacían, con oposiciones más o menos combinadas con la oligarquía, que no resultaron jamás una oposición eficiente; que si alguna vez llevó alguna verdad, la llevó a medias pero nadie fue capaz de jugarse hasta la vida por esa verdad. No es un secreto para nadie que este gobierno no gobierna para esa oligarquía que representa el diez por ciento de la población, sino que gobierna para el otro noventa por ciento, para el que nunca se había gobernado en el país. Así interpretamos nosotros la función de gobierno. Es natural, pues, que el gobierno sea combatido por esa oligarquía y por todas las fuerzas que, antes y ahora, le habían prestado y le prestan su concurso, sean o no sean fuerzas oligárquicas, pero que la oligarquía ha dirigido como una orquesta en la que no solamente tocaban instrumentos oligárquicos sino muchos otros que tenían distintos nombres, pero que trabajaban para la oligarquía. Es indudable que el gobierno ha de resistir esa oposición, como ha luchado ante ella, francamente y de frente, en otras oportunidades. Para ello necesita solamente un apoyo: el de la clase trabajadora, que es la que debe respaldar la obra de un gobierno que está trabajando exclusivamente para ella. No queremos romper equilibrio alguno, porque no somos brutos ni ignorantes. Sabemos bien qué es lo que estamos realizando y sabemos mejor a donde vamos. No hemos de romper un equilibrio con medidas que produzcan catastróficamente soluciones ni situaciones que el pueblo no pueda aguantar en caídas verticales. Vamos manteniendo el equilibrio, tanto en el orden político como en el económico y social, porque no puede ser solución para un gobierno, ni para un país, producir cataclismos, ni en lo económico, ni en lo político ni en lo social. Podría ir mostrando el panorama en cada uno de los aspectos, pero voy a presentar un solo ejemplo. ¿Que correspondía antes a la concepción oligárquica del gobierno, y que corresponde hoy a la concepción popular del gobierno? Tomemos un aspecto conocido por ustedes: el régimen legal de las asociaciones profesionales. La oligarquía se opuso siempre a la formación de sindicatos y los combatió abiertamente. Los hizo funcionar al margen de la ley. A la oligarquía no le convenía el sindicato porque era su enemigo nato. ¿Que hemos hecho nosotros? Hemos ayudado, hemos propugnado y defendemos la formación de asociaciones profesionales; estamos con la necesidad imprescindible de formar sindicatos, de protegerlos, de darles un régimen de seguridad absoluta y de llevarlos adelante. Si hubiéramos hablado, en los tiempos de la oligarquía, de una gran central obrera, hubiera sido, no ya un pecado, como el sindicato, sino un verdadero sacrilegio. Y nosotros estamos deseando y ayudando a la formación de una gran central obrera. ¿Por qué esa diferencia? ¿Por qué ellos no querían la central y nosotros sí? Es muy simple: porque antes el gobierno gobernaba para ese diez por ciento, para el que una gran central obrera representaba una fuerza de unificación tan grande que la oligarquía no iba a poder con ella. Pero nosotros confiamos el poder de nuestro gobierno, precisamente, en el apoyo que la masa obrera le debe prestar, y entonces a nosotros nos conviene una gran central obrera que apoye el gobierno y que marche conjuntamente con él. Algunos han dicho que el gobierno dirige el movimiento obrero argentino. Eso es una gran mentira, una gran calumnia y una gran infamia. Por ser de basamento obrero, el gobierno marcha de acuerdo con la central obrera. Como antes la oligarquía marchaba de acuerdo con las fuerzas que le eran afines, y se apoyaban en las asociaciones que todos nosotros conocemos muy bien, no venía un presidente a compartir un vino con los trabajadores. Ellos iban a tomar champagne a un lugar donde se reunían los consorcios capitalistas que eran quienes lo protegían. En estas condiciones un gobierno necesita el apoyo de la clase trabajadora y debe marchar de acuerdo con la política de los trabajadores para que no vuelva a ocurrir lo que ya hemos visto: para que los oligarcas no puedan volver a festejar, desde los balcones, cuando la policía y el ejército maltratan a los trabajadores. Y por ello, ¿se le va a achacar al gobierno que está dirigiendo el movimiento gremial argentino? Saben ustedes que no me meto jamás en lo que ustedes deciden en los sindicatos y que nunca les he dado directivas de lo que deben hacer los sindicatos o las fraternales. Lo que me interesa es que los trabajadores manejen bien sus organizaciones, las defiendan, las unan. ¿Esto es dirigir el movimiento obrero? El gobierno está siguiendo una línea de conducta igual a la de ustedes. Si yo no me hubiera embanderado en una causa como la que estoy sirviendo, no estaría trabajando en la forma que lo hago en la Casa de Gobierno, donde, no crean ustedes que la vida se desliza sobre un lecho de rosas. Empiezo a las seis de la mañana y termino a las diez de la noche. ¿Ustedes creen que ese puede ser un placer para una persona que no está jugándose en una causa? Si a mí me faltara esa causa, no me quedaría ni cinco minutos más en la Casa de Gobierno. Por eso señores, yo recibo con gran complacencia las palabras de comprensión que acaba de pronunciar el compañero Fernández. En necesario, señores, que nosotros nos pongamos todos a trabajar por nuestra causa, que es la causa del pueblo, porque yo nunca he engañado a nadie, ni le he pedido nada a nadie, sino que he sido un soldado más dentro de esta causa. Veo con enorme satisfacción que, por lo menos, podemos conversar entre nosotros en un lenguaje que comprendemos ambas partes, porque estamos realizando una obra en común, en esta única oportunidad que se le presenta a la clase trabajadora, pues nunca en nuestra historia se le había presentado y que quién sabe si se le volverá a presentar en el futuro si nosotros no consolidamos esta acción. ¿Cuándo, señores, se ha podido decir lo que nosotros estamos diciendo en estos días, que cada uno goza de sus derechos, que ninguno está privado de ellos? ¿Quieren una mayor libertad que la que hay en nuestro país? Pero la libertad constructiva, no la antigua libertad en que el único derecho que tenía el trabajador era el de elegir la forma en que se había de morir de hambre. Todas las conquistas logradas por los trabajadores, pueden estar seguros, me han producido a mí la misma satisfacción que a ustedes. Si yo pudiera, de un solo golpe, realizarlas todas, sería el hombre más feliz de la tierra. Pero en esto hay que ir despacio. Hay un equilibrio que respetar; ni se puede hacer en un mes, o en un año, lo que no se ha logrado en un siglo. Es necesario ir construyendo ladrillo por ladrillo, porque si se quiere hacer una pared de golpe esta se viene abajo. Hay que hacer un buen cimiento, y eso es lo que estamos realizando. ¿Qué elevación de estándar de vida y que conquista de los trabajadores pueden salir del aire? Tienen que salir de la economía de la nación. Y si los obreros están mejor hoy de lo que estaban hace tres años, es porque la economía del país es también mejor de lo que era antes, y la justicia social un poco mejor, igualmente, de lo que era hace tres años. Yo solamente pido una cosa: que seamos todos colaboradores de esta obra, que nos pongamos a trabajar todos por conseguir lo que ambicionamos. Es necesario producir, y ahora no producimos para los patrones, sino para el país. Ahora es otro el concepto de la nueva Argentina. Trabajamos para nosotros mismos. Desde hace un tiempo en nuestro país la producción está disminuyendo notablemente; esa disminución alcanza casi a un cuarenta por ciento de la producción. Y esa es la única ayuda que yo pido a los trabajadores: que destruyan todo el sabotaje tendiente a no producir, y que sean ellos los propugnadores de la producción, porque ella no se reparte ahora como antes, en que correspondía el noventa por ciento para una parte y el diez por ciento para la otra. Ahora vamos repartiendo por partes iguales, de manera que vamos trabajando y en nuestro trabajo estamos realizando la propia ventura personal y el propio bienestar de nuestros hijos y de nuestros familiares. Señores: yo les agradezco el haberme dado el inmenso placer de compartir con ustedes una copa de vino y piensen que, en medio de toda la responsabilidad que yo tengo en este momento, debo pensar no solamente para mí o para un grupo de compañeros, sino para todos los compañeros, que son los dieciséis millones de argentinos que habitan esta tierra. Piensen ustedes los equilibrios que yo debo hacer para mantener la situación de estabilidad que permita que cada hombre viva con el mayor bienestar material y en la mayor libertad espiritual; que tengo que luchar con adversarios que no hacen la guerra de frente sino minando los cimientos de este edificio. Piensen ustedes, que en medio de esa responsabilidad y de esas tribulaciones, yo podré equivocarme en cualquier cosa, pero en lo que no me voy a equivocar es en el objetivo que me he trazado y al cual llegará la república. Y ese objetivo esta representado por su independencia económica, base para nuestro bienestar social, porque sin economía libre y sana no hay bienestar social. Una economía libre y sana es la base de la cual todos vivimos y todos comemos y esa es la que yo quiero dar a la república. Tampoco debemos olvidar que, logrando una mayor riqueza para el país, el bienestar general ha de progresar también, y ese es nuestro segundo objetivo. Todo ello ha de ser el basamento fundamental de la nueva organización social donde cada argentino habrá recibido un real beneficio. Es cuestión de trabajar y de esperar sin impaciencias y sin hesitaciones. Creo que en estos tres años de trabajos y de conquistas, que acaba de enumerar el compañero Fernández, no hemos limitado ninguna de las obras que comenzamos en la Secretaría de Trabajo, sino que las hemos robustecido y aumentado. Aquellos iniciales ocho puntos ferroviarios hoy los hemos convertido en ochenta. Y los convertiremos en ochocientos, pero hay que seguir con método, con racionalización de todas las tareas, y así llegaremos a obtener ese ideal que ustedes tanto anhelan y que para mí es una verdadera ilusión de gobernante. Señores: no quiero terminar estas palabras sin dedicar un recuerdo, siquiera sea por unos instantes, a los camaradas que acaban de caer en el cumplimiento de una misión. (se guarda un minuto de silencio) Para ellos nuestro recuerdo y nuestro agradecimiento. ….
1947-10-03
En la inauguración del edificio de la Confederación General del Trabajo
Compañeros: Una de las más grandes de nuestras aspiraciones ha sido siempre ver a la clase trabajadora unida en una gran central obrera. Lo hemos repetido miles de veces y en ello hemos puesto todos los entusiasmos de tanto tiempo de trabajo incansable, para llegar a esa unidad que ha de significar, a la vez, unidad de concepción y unidad de acción en todos los trabajadores del país. Conformar una central obrera no es cosa simple; hay que luchar y vencer previamente a los enemigos de adentro y a los de afuera. Los de adentro somos nosotros mismos, por lo que ambicionamos y por nuestra intolerancia. Para que haya verdadera unidad entre los trabajadores es preciso que primeramente se forme una unidad espiritual en el corazón de cada uno de los hombres que dirigen el movimiento obrero. No es posible que sigamos tolerando, dentro de las organizaciones sindicales, la lucha entre los propios dirigentes. Ese es el peor enemigo, porque mientras nuestros dirigentes se combaten entre ellos, los que ganan son los adversarios de nuestro movimiento. Entonces, que cada dirigente, dentro de su organización sindical, trabaje por establecer una absoluta unidad en su gremio; por organizar y por instruir a los hombres que lo forman, sin ocuparse de cómo lo hace el dirigente del gremio de al lado, porque ese no es aspecto que le compete. Es menester que comprendamos alguna vez que, para un trabajador, no deba haber nada mejor ni nadie más querido que otro trabajador, y que las luchas entre los trabajadores mismos, que tienen un mismo ideal y marchan hacia igual objetivo, son inadmisibles. Otro de los enemigos interiores es la política. En los sindicatos no puede ni debe entrar la política porque, cuando ella entra por la puerta, la tranquilidad y la unión de los trabajadores de ese sindicato salen por la ventana. Sabemos muy bien, señores, que en las actividades políticas todo es una lucha; y sabemos también que la política es como la caña, que a todos se nos va a la cabeza. Es menester entonces, que quien quiera hacer política la haga fuera de los sindicatos, jamás dentro de los mismos. Digo esto, señores, porque ya demasiadas luchas hay en la dirección sindical como para aumentarlas con una nueva actividad que es siempre ajena a los sindicatos. Que cada dirigente surja de la masa, porque éste es otro de los fenómenos comunes en las organizaciones gremiales. Quienes influyamos de alguna manera para favorecer a determinado dirigente, estamos en realidad perjudicando al sindicato que se trata de dirigir; porque el verdadero dirigente sale solamente de la masa, y aquél a quien nosotros hagamos dirigente a dedo terminará por no dirigir a nadie. La base para poseer dirigentes calificados y capacitados, que constituyan verdaderos dirigentes de la masa trabajadora, es dejar que la propia masa establezca quienes han de dirigirla. Nadie lo hará nunca en su reemplazo en forma tal que la masa obrera tenga nada que agradecerle. Y, entonces es preciso llegar a establecer claramente que, procediendo de esa manera, cuando todo ello se haya realizado, la unidad obrera se irá consolidando paulatinamente y por fenómeno natural, pero no encauzado ni dirigido. Me siento feliz, señores, de asistir a esta inauguración de la casa de la Confederación General del Trabajo, y, más todavía, al poder felicitar al Secretario General de la CGT por la obra que ha realizado desde que está al frente de esta organización. Creo que por primera vez se echan las bases de una gran central obrera con un criterio orgánico y profundamente obrero, para orientar a las masas argentinas. Por primera vez una Confederación General del Trabajo sale de los límites de la Capital Federal para extender su acción al campo, donde también hay trabajadores; para llevar su acción a los congresos: locales y regionales, donde se va paulatinamente adoctrinando a los hombres a fin de que, por ignorancia o desconocimiento, no obren en contra de sus propios intereses. Señores: la tarea más fundamental a realizar por la central obrera en nuestros días es la de llevar al ánimo, al conocimiento y al corazón de cada uno de los trabajadores, cual es la orientación de nuestro movimiento; llevarles la convicción más absoluta de que nadie, en ningún tiempo, en ningún momento ha velado ni vela más que el propio gobierno por resolver los problemas económico-sociales, manteniendo el equilibrio social y el equilibrio económico, compensando valores, distribuyendo la riqueza argentina en una forma apropiada y que compense el esfuerzo y el sacrificio. Jamás nadie se ha ocupado en nuestro país de ello más que nosotros. De manera que, cuando no se puede hacer una cosa, es inútil que pretendamos hacerlo por la violencia o por la substracción a la energía y a la riqueza de nuevas actividades. Cuando se puede, se hace, porque nadie está más empeñado que nosotros por dar a cada uno lo que le corresponde. Pero eso hay que hacerlo sin romper el equilibrio; porque, roto el equilibrio, hemos de sufrir todos, proporcionalmente a nuestros medios, las consecuencias. Los trabajadores saben que cuando llegué a la Secretaría de Trabajo y Previsión fui un agitador que en otras épocas hubiera tenido que soportar mucho tiempo de cárcel; pero en aquellos momentos la situación de los trabajadores argentinos no era la que hoy disfrutan. En esos momentos, por lo que se les había negado durante tantos años, era necesario hacer una política de agitación para dar a cada uno lo que le correspondía. Hemos llegado a nuestros días dando todo lo que ha sido posible dar. Ahora hay que comenzar a dar con prudencia, porque para dar es menester construir primero; porque, si se recibe a cambio de no construir, no se podrá asegurar el futuro, que es lo que más nos debe preocupar para consolidar nuestras conquistas y para extenderlas cada vez más en la medida de lo que vayamos construyendo dentro del país. Triste sería –y eso es lo que muchos esperan ver- que por una imprevisión del gobierno rompamos el equilibrio económico. Roto el equilibrio económico retrocederíamos veinte años. Se construiría nuevamente la economía con el esfuerzo de todos, pero, entonces, las conquistas sociales habrían desaparecido irremisiblemente y tendrían que luchar otro siglo para volver al momento actual. Por eso, señores, vivimos momentos de extremada prudencia y es necesario estudiar meticulosamente cada una de las cosas que hacemos. La República disfruta de un momento económico que es verdaderamente extraordinario. Jamás en la historia argentina la economía ha sido más brillante que en los momentos actuales. Por ello, hoy debemos tener más prudencia para no destruir la brillantez de esa situación económica. Es necesario que la Confederación General del Trabajo, con su prédica diaria, lleve al convencimiento de cada uno de los hombres que trabajan en nuestra tierra la idea de que hay que trabajar, construir y producir, porque si no producimos, construimos y trabajamos, el problema no tendrá una solución tan feliz como todos nosotros anhelamos. Hemos visto por el censo que este país, de dieciséis millones de habitantes, los que trabajan realmente, activamente, no alcanzan a cuatro millones. Es menester conseguir que la gente trabaje. Cada uno debe trabajar, por lo menos, para reponer lo que consume y no vivir a expensas de los otros que producen por él. Para nosotros no es nuevo este problema. Nuestro Plan de Gobierno está destinado, precisamente, a obligar a trabajar a los que hasta ahora no lo han hecho, y llevarlos paulatinamente a la convicción de que cada uno debe poner su esfuerzo al servicio de la Nación si quiere vivir en ella. Otro problema es el de crear fuentes de trabajo. En nuestro país, hasta ahora, se había trabajado en lo que se podía. El Estado no había creado trabajo. Es indispensable aumentar las posibilidades de los hombres, y ello se va a realizar por el Plan de Gobierno en que estamos empeñados. Otro de los graves defectos de nuestro país ha sido la falta de continuidad en la acción de gobierno, que ha llevado a la disminución de las fuentes de trabajo. Observemos cuál es el panorama que ofrecían los anteriores gobiernos. Cuando había que iniciar una obra se calculaba si se podía terminar en cuatro o cinco años para que así al concluirla, se colocase la chapa con el nombre del presidente y los ministros. Si ello no era posible, no se daba comienzo a la obra. Yo pregunto que si para llevar a cabo las grandes obras que necesita el país, como es el aprovechamiento de la energía hidroeléctrica y de otras que exploten su inmenso potencial, se puede fijar un plazo de cuatro o cinco años. Yo he proyectado un plan quinquenal que ha de durar posiblemente diez o quince años, y lo he hecho preconcebidamente, porque no tengo interés en poner chapa alguna, pero he de dejar al que me suceda las obras comenzadas y él no tendrá más remedio que continuarlas. En toda esta obra el gobierno necesita la colaboración de la Confederación General del Trabajo. Sé bien que nuestra tarea se dificultará extraordinariamente si esa colaboración que necesitamos de la Central Obrera y de todos los gremios no se realiza. En tal sentido yo aprovecho esta feliz circunstancia para pedirles a todos los dirigentes obreros del país que me escuchan en este momento, que se unan, que apoyen a la CGT, que trabajen con la CGT deponiendo rencillas y cuestiones secundarias y subalternas frente a la inmensa obra que tenemos por delante; y les pido que realicen esa unión renunciando a la intemperancia, a la lucha estéril entre compañeros, y que cada uno respete a los demás dirigentes y colabore con ellos con esa inmensa tolerancia que implica la vida de relación. Para todos los dirigentes este comportamiento ha de ser una obligación permanente y constante, para que la ayuda de uno beneficie a los otros y para que desaparezca la lucha inútil y estéril entre dirigentes que tienen una misma misión, que están detrás de un mismo objetivo. La lucha que sólo favorece a nuestros enemigos desaparece si hay unión. No es posible luchar por pavadas cuando tienen frente a sí una responsabilidad tan enorme. Si esos dirigentes superficiales, que ven las pequeñas cosas y no las grandes, hicieran fracasar el movimiento, lo habrían de llorar después ellos mismos, sus hijos y sus nietos; porque deben saber, señores, que esta oportunidad quien sabe si se vuelve a presentar en la vida del país; quien sabe si el futuro nos permitirá entrever otro momento como éste. Por eso, a esos dirigentes que se ocupan de pequeñas cosas, llamémosles a la realidad y digámosles bien claro que no hay cuestión que no pueda subordinarse al objetivo general de los trabajadores argentinos, que consiste en consolidar lo alcanzado y trabajar incansablemente por mantener una organización que sea la garantía de nuevas conquistas. Señores: aprovecho esta oportunidad para desearle a la Confederación General del Trabajo, en esta su nueva casa toda clase de éxitos y felicidades, y solicitarles que sigan incansablemente en la tarea de organizar el movimiento sindical, de adoctrinarlo, de instruir y preparar a sus dirigentes, porque ése es el futuro de la organización sindical argentina. Es decir, formar dirigentes capaces y, sobre todo, honrados. Les pido que pongan en esta casa, lo que ya hemos dicho tantas veces y que constituye la columna vertebral de la conciencia social de la clase trabajadora: “Que seamos todos artífices del destino común pero ninguno instrumento de la ambición de nadie”. .......
1950-06-03
Discurso pronunciado durante el homenaje que le fue tributado al general Perón por los jefes y oficiales del ejército con motivo de su ascenso a general de división
Camaradas: Los soldados, y especialmente los soldados argentinos, no tenemos sino una sola vocación: la patria. Esa vocación la servimos con una profesión, que es la militar, y esa profesión, en cada uno de los países del mundo, y depende pura y exclusivamente de los hombres que la forman. La República Argentina puede estar profundamente orgullosa de los profesionales que forman el Ejército de la Nación. Es en ese sentido, como un soldado más, como un hombre que ha tratado de servir a la patria en todas las situaciones en que le ha tocado actuar, que deseo agradecer profundamente, las amables palabras que por intermedio de un señor subteniente, han tenido la amabilidad de hacerme llegar los camaradas del Ejército, por quienes guardo y guardare durante toda mi vida, el sitio preferido de mi corazón de soldado. Señores: estaría de más que yo les dijese a ustedes, que mi vocación seguida a través de cuarenta años en el servicio de la Nación, es la misma con que cada uno de ustedes ha abrazado esta profesión que es un verdadero sacerdocio de la patria. Y mis sentimientos, mis dedicaciones y mis objetivos son los mismos que cada uno de ustedes atesora en su corazón de soldado. Por esa razón, a la luz de esa inspiración que los hombres recibimos al hacer y que cultivamos durante la vida, es que deseo decir breves palabras, de cómo trato yo, de servir esa inspiración y de hacer mi deber a la luz de esa vocación de soldado, que todos ustedes recibieron también al nacer y cultivaron durante su vida en el servicio de la Nación. Para nosotros los soldados, el objetivo máximo que puede presentarse en nuestra vida esta representado por la felicidad de nuestro pueblo y por la grandeza futura de nuestra Nación. Desde que era cadete en el Colegio Militar, hasta hoy, que alcanzo la más alta jerarquía del ejército, sigo pensando, que mi vocación, que mi inspiración y que mi servicio han de estar dedicados por entero a servir a estos dos grandes objetivos de la nacionalidad: la felicidad del pueblo y la grandeza de la Nación, que la soñamos cada día más gloriosa y más grande. No sé si los medios o las formas de ejecución que he puesto en marcha durante toda mi vida de soldado, habrán sido acertadas o no; no sé si todo cuanto he hecho habrá sido fructífero o no, para servir a esos objetivos; pero lo que sí puedo decir es que no he escatimado en mi vida de soldado, el menor sacrificio, el menor desvelo, ni la más mínima indecisión, para servirlo de acuerdo a lo que yo considero como forma de poner en marcha nuestro espíritu hacia esos objetivos. Eso, señores, yo no permito, ni permitiré que hombre alguno lo ponga jamás en duda mientras yo viva, como soldado y como ciudadano de la República. Señores: a lo largo de mi vida, siempre, he realizado una recapitulación de mis actos, y hoy, en este puesto que ocupo y en el cargo que desempeño, hago la misma recapitulación. Y primero, sintiendo como soldado, el balance de mis actos me dejan, en mi conciencia, satisfecho. Recibimos en 1943 un ejército de harapientos, sin cuarteles, sin armamentos, veinte años atrás de la evolución militar del mundo, con poquísimos soldados incorporados a nuestras filas, desnudos, descalzos, que salían de civil porque no tenían uniforme para salir licenciados; y devuelvo, después de varios años, un ejercito al día, aumentado y perfeccionado en sus cuadros, con una férrea disciplina, con las armas modernas que un ejército necesita para instruirse y cumplir su misión. Señores: no sé, si alguna vez habré faltado a mi deber, pero en esa recapitulación que realizo, mi conciencia me dice, que he hecho por el ejército de mi patria, quizá la vocación más sagrada de mi vida, cuanto he podido hacer como soldado y como mandatario. En esa misma recapitulación, la veo en su segundo objetivo de mi vida de ciudadano: recibí una Nación injusta y sumergida en lo más sagrado que la Nación tiene, que es su pueblo. Recibí una colonia y no una Nación libre; y recibí una soberanía sojuzgada, y hoy devuelvo a los argentinos del futuro, una Nación socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana. Por eso, camaradas, yo que solamente me mido ante mi conciencia, puedo morir tranquilo después de haber recorrido el largo sendero de las horas de mi vida, porque en ese examen de conciencia puedo cristalizar a la luz de realidades fehacientes, lo que ha sido el objetivo final de mi vida: servir a la República en el más modesto de sus puestos o en el más encumbrado de sus cargos, con honradez, con sacrificio, con decisión y verdadera vocación de soldado y argentino. Por eso, señores, mi emoción de hombre y mi emoción de soldado, se sienten profundamente tocados frente a esta amabilidad de mis camaradas, porque siempre hice de esa camaradería en el ejército un verdadero culto, que consistió en tratar de ser el verdadero camarada de mis camaradas, anteponiendo naturalmente el servicio, porque el servicio es el mejor camarada de todos nosotros. No sacrifiqué jamás el servicio al camarada, pero no sacrifique jamás tampoco ningún otro sentimiento a un verdadero camarada del ejército. En ese andar de todos los tiempos de una vida, cuando se alcanza, señores, la situación que yo he alcanzado, con toda mi responsabilidad y con todos los errores o aciertos que un hombre puede haber cometido en su vida, yo podría poner frente al juicio sereno de todos mis camaradas, el que fuera juzgado de subteniente a general. Encontrarían probablemente muchos errores, muchos flaquezas, pero lo que no se encontraría, señores, -y eso lo garantizo yo con mi honor de soldado– es haber cometido jamás, una mala acción contra el país o contra ninguno de mis camaradas. Señores: yo agradezco profundamente y agradezco que haya sido por intermedio de un subteniente, que haya recibido el sable glorioso que representa para mí las glorias y las tradiciones de la República, que son las glorias y las tradiciones del ejército argentino, porque en este país, formado por sus generales, liberado por sus generales, conducido por sus generales y hoy reivindicado por sus generales, esta dando al mundo el ejemplo de lo que vale una institución como la nuestra, nutrida en el honor, en las virtudes y en la honradez del ciudadano argentino. Señores: yo recuerdo que, quizá, de toda mi vida de soldado el momento más crítico ocurrió en el año 1945, cuando una revolución realiza por el ejército, estaba a punto de caer fracasada, y de pasar a mano de los políticos que en este país, desde la época de San Martín no hicieron sino escarnecer a los hombres de armas. Hubiera sido para mí, soldado, el momento más triste de mi vida, si esa revolución, que habíamos provocado y producido nosotros, para no fracasar, hubiera tenido que caer de nuevo en manos de esos políticos venales que vendieron al país, que hundieron y que volverían a retomar el poder que no merecieron y que no honraron en toda su vida. Ese hubiera sido el más doloroso momento de mi vida. Afortunadamente, tenemos un pueblo, que sabe que en los momentos de decisión han de acompañar a quien los sabe conducir y a quien sabe interpretarlo. Y eso salvó la revolución. Lo salvo por ustedes, ese pueblo por el cual jamás daremos suficientes gracias a Dios de poseerlo en esta tierra bendita de los argentinos. Es por eso, camaradas, que en este momento, en que yo hablo más con el corazón que con otra cosa, puedo decirles, ya que conozco profundamente todos los problemas del país, ya que conozco su historia y conozco su evolución, que en este momento la Nación deberá agradecer una vez más a sus fuerzas armadas de haberlo salvado de la sumersión en que vivía y de la indignidad en que era gobernado. Por eso, compañeros, yo solamente, al agradecer este gesto de los señores jefes y de los señores oficiales del ejército, quiero terminar diciéndoles, que como hice durante cuarenta años mi deber, lo he de hacer hasta el último minuto de mi vida, seguro de que con eso sirvo a los intereses de ese pueblo, que todo lo merece, de esta patria por la cual hemos jurado morir, y de éste ejército, que desde los primeros tiempos de la República, fue su único puntal inconmovible, y que espero que el último aliento de la República sea también apuntalado por este ejército, que es todo dentro de la nacionalidad y que es todo dentro de nuestra patria.
1950-06-06
Sobre la política crediticia del gobierno
Agradezco en primer termino al señor ministro de Finanzas que haya tenido la amabilidad de invitarme para esta segunda reunión, recordando una que hemos realizado ya anteriormente y en la que también tuve el inmenso placer de acercarme hasta aquí, para por lo menos, poder saludar en forma directa y personal a los señores que trabajan en toda la extensión del país con el mismo objetivo, con el mismo entusiasmo y la misma responsabilidad con que tratamos de hacerlo nosotros en la Capital Federal. Este placer de que alguna vez tomemos contacto los hombres que alguna responsabilidad tenemos en los fines de orientar y de organizar la vida nacional, ha sido para mí uno de los acicates más extraordinarios en la labor de todos los días. Yo soy de los que piensan que el que gobierna debe de vivir en permanente contacto con todas las actividades del país. Desde el hombre más humilde hasta el más encumbrado puede enseñarme algo todos los días o inspirarme nuevas ideas en la prosecución de los objetivos que nos son comunes: labrar la felicidad presente del pueblo y elaborar con nuestros métodos la grandeza futura de la Nación. Señores: he pensado muchísimo desde que me hice cargo de la responsabilidad de enfrentar la realidad argentina; y he pensado porque soy de los hombres que creen que las soluciones han de encararse objetivamente. En otras palabras: para la finalidad que uno persigue en la labor que realiza, podríamos leer mucho, podríamos estudiar mucho -y con ello no haríamos sino aumentar nuestra erudición- pero ello no sería una garantía para que encaremos la solución de los problemas concretos que ha de traer a la Republica Argentina, la felicidad que nosotros perseguimos para ella. Los problemas se resuelven con objetividad, es decir, yendo a ver los problemas, a contemplar la situación, apreciarlos u ordenarlos y ponerlos después en ejecución. Sin eso seria difícil poder llegar a abarcar los problemas, comprenderlos y resolverlos en la acción, no solo en la concepción. Soy de los que creen que la acción está siempre por sobre la concepción. No es suficiente concebir, es mucho más importante realizar. Por esa razón, señores, creo que a la capacitación de toda situación que da la erudición, hay que unir el sentimiento de la acción, sin el cual esa erudición es un sentido egoísta del hombre, que lo sabe todo para sí, pero que no es capaz de rendir nada de eso para el bien de los demás. Visto así el problema argentino, se me presentó a mí como básicamente importante la organización de este país. Comprendí, mirando y penetrando sus problemas, que en comparación con otros países que habían ejecutado la realización de la riqueza nacional con menores medios, con menor territorio, con territorio más pobre y menor número de habitantes, habían sacado ventajas en pocos años a la Republica Argentina con solo organizar en parte su riqueza y su producción. La solución del problema argentino está en la solución integral, pero nada arrima la solución de un pequeño sector de ese panorama que debemos abarcar en su plenitud. Por eso digo que el problema argentino era de organización. Nos habíamos pasado trabajando pero sin organizarnos. Empezábamos por tener un gobierno sin organización. ¿Cómo podía yo llamar organizado a un gobierno cuyo organismo recibí el 4 de junio de 1946, cuando me hice cargo de él? ¿En que consistía esa organización? Ustedes los saben mejor que yo. Había en toda la Casa de Gobierno más o menos unas 40 personas de las cuales 30 no hacían nada. Los otros eran un oficial mayor que ponía el sello con el número del Decreto. Me lo traía a mi a la firma y de atrás mío hacía este trabajo: “Firma entera o media firma”. No existían archivos; el diario oficial estaba atrasado y el archivo tenía 10 años en blanco. Los decretos que se firmaban allí se agregaban a un expediente y volvían al Ministerio. Y muchos, en el viaje, cambiaban los nombres que contenían. Además de eso, había una Casa Militar para recibir las visitas del Presidente, un secretario privado para contestar las cartas de los amigos, y un secretario político que era el que repartía los puestos de la Administración Pública. Esa era toda la organización de la Casa de Gobierno. Señores: no digo esto para hacer escarnio de una situación, sino para hacer notar el contraste de lo que es la organización y de lo que es lo inorgánico, no lo desorganizado, porque a eso no se lo podía llamar ni siquiera una mala organización. No había organización. Hoy, en la Casa de Gobierno, tengo casi mil personas que corren de la mañana a la noche y aún no satisfacen todavía plenamente el servicio. La necesidad de un plan de gobierno ha llevado a la organización de los Consejos de Coordinación para no desequilibrar la economía del país, coordinar las provincias con lo federal, realizar una tarea de información, porque los hombres proceden de acuerdo con la información que tengan. El mal informado, a menudo procede mal. Ha sido necesario crear toda la organización que me permita conocer la realidad, porque de lo contrario, ¿como podría gobernar? Sin saber lo que tengo, donde lo tengo y como lo tengo, ¿como me voy a manejar? Lo mismo en cuanto a la creación de un ministerio técnico que atienda la función científica del gobierno. Hoy los gobiernos no se pueden hacer con diletantes ni con macaneadores. Hoy hay que gobernar con los hombres que sean capaces de resolver los problemas, porque la tarea de gobierno se reduce a un pobre hombre que esta todo el día en la Casa de Gobierno acarreando bolsas de problemas de un lado para otro para resolverlos. Así entiendo yo el gobierno. Para todo esto se necesitan organismos científicamente organizados, que le puedan dar a uno la ultima palabra y la previsión necesaria, sin lo cual, el gobierno es una de atajarse golpes que vienen de todas partes cuando ya es tarde para detenerlos y resolverlos. Toda esa previsión ha llevado a la organización de un trabajo completo, con una perfecta coordinación, constituyendo equipos de ministros; no ministros que hagan cada uno por su cuenta lo que se les ocurra sin importarles nada lo que está haciendo el de al lado. Y de la misma manera que la falta de continuidad en el gobierno permitió que se anduviera seis años para adelante y otros seis para atrás, la función de los ministros trabajando aisladamente, a menudo deshaciendo lo que otro ministro hizo el día anterior, todo se ha ajustado ahora en un organismo que funciona perfectamente bien. Señores: no quiero yo darles la lata sobre la organización, pero si quiero decir que nuestra tarea fundamental ha sido la de organizar, la de poner en orden las cosas, la de crear los controles necesarios. Me hablan a menudo de la libertad individual y de la iniciativa y de la necesidad de dejar a las fuerzas que actúen por si. El primer interesado en eso soy yo, porque los inspectores me cuestan en el presupuesto un montón de millones de pesos por año. Pero, señores, si yo no tuviese esos inspectores, que garantía tendría el Estado contra los que proceden mal. Por eso es preciso tener esos controles, ejercer esa vigilancia y aplicar medidas de represión. Los que están en la calle Las Heras y en todas las cárceles de la Republica, también son partidarias de suprimir la justicia y la Policía. Claro, ¡como no van a ser partidarios! También los que creen que hay que suprimir la Comisión de Represión del Agio y los inspectores quieren igualmente piedra libre para hacer de las suyas. Pero el Estado no puede permanecer impasible ante eso. El día que desaparezca el crimen y el robo, será el caso de que desaparezca la justicia y la policía, caso muy hipotético por cierto; el día que desaparezcan los malos comerciantes y los malos hombres, habrá necesidad de que desaparezca también los inspectores y la policía económica, caso muy hipotético también, según pienso. Pero no es esa nuestra función. Nuestra función no es la policial; es lado organizar. El día en que todas las fuerzas estén organizadas será el día en que este más cercano el ideal de alcanzar la supresión de todos los controles. Si pudiera yo sacarme de encima todos los inspectores, ello representaría muchos millones de pesos de economía en el presupuesto y que ganaría el Ministro de Hacienda, que siempre pelea por sus pesos. La tarea de organizar no debe alcanzar solamente a los órganos del gobierno, sino a todos los del país. La tarea de organizar debe alcanzar a esa comunidad organizada de que nosotros hablamos en la concepción filosófica de nuestra doctrina de gobierno; esa comunidad organizada es el ideal. Si algún día podemos alcanzar tal ideal será más bendito Dios de lo que creemos hoy que es; con todas las bienaventuranzas que nos da. Pero es difícil alcanzar esos ideales. Marchamos hacia ellos para alcanzar un grado relativo de perfección, ya que la perfectibilidad completa es tan difícil de lograr por nosotros, que somos imperfectos. Alcanzar el mayor grado de organización y que esa organización tenga un gran grado de estabilidad dentro del alto grado de perfectibilidad que podemos lograr, ha de ser la misión que nos tracemos todos. Yo en mi puesto de combate y ustedes en el de ustedes, pensando que todo lo que hagamos en bien de esa organización será un bien que se reflejara directamente en nuestro trabajo e indirectamente en lo que buscamos todos con ese trabajo: el bien y la prosperidad de la Nación. Teniendo en cuenta que yo debía iniciar esta conversación a las 12 y que algunas veces me dejo llevar un poco por mi entusiasmo, para no extenderme demasiado me he preparado un pequeño programa de diez puntos que expresan la orientación que tiene el gobierno sobre la función en la organización del dinero y del crédito dentro de la economía argentina. Así estos diez puntos, que son una síntesis, podrán grabarse mejor, quizá, como orientación del gobierno en la política integral en lo que se refiere al dinero y al crédito. Decían los griegos, que fueron los maestros de la síntesis, que cuando se quería ser comprendido y recordado no había nada mejor que una síntesis. A esa síntesis es que yo quiero ceñir las pocas palabras que me restan decirles, y que me voy a permitir leer para ser más preciso: 1.-LA REFORMA BANCARIA COMO PROMOTORA DE LA ECONOMIA DE LA NACION Es interesante recordar aquí la principalísima función que ejercen los bancos en la promoción de la economía, cumpliendo en la sociedad una función equivalente a la que desarrolla el sistema circulatorio en la vida orgánica. Trasladan el ahorro flotante de las manos pasivas a las manos activas, facilitan las posibilidades del crédito y hacen posible la más rápida circulación de los medios de pago por el mecanismo de la compensación. 2.-FUNCIÓN CREDITICIA. El gobierno de la Revolución recurrió a la planificación de la economía como medio de llevar a la práctica sus postulados fundamentales. Para ello necesitaba contar con el poderoso instrumento del dinero y del crédito y lo hizo mediante la nacionalización de los depósitos bancarios. La consecuencia final de este proceso fue que el Banco Central está ahora en condiciones de hacer su política cuantitativa y cualitativa del crédito, lo que le permite encausar la economía nacional, con el propósito de elevar la producción y de asegurar el mayor nivel de vida y la felicidad colectiva. La reforma llevada a cabo por el gobierno de la Revolución ha habilitado al sistema bancario nacional para responder eficazmente a las necesidades generales de la economía de la Nación, y no de los grandes consorcios capitalistas que anteriormente controlaban el proceso económico en función de sus intereses particulares. Actualmente el Estado es el que orienta con finalidades de interés general la función crediticia a través del redescuento. Cuando los bancos disponían libremente de sus depósitos podían invertirlos en forma discrecional, mientras cuidaran la seguridad de su colocación que era lo único que preocupaba al anterior Banco Central. Ahora es el Ministerio de Finanzas, por intermedio del Banco Central y de los bancos del sistema, quien fija el destino que tendrán los préstamos, puesto que es el quien da el dinero para que se hagan; esto es de una importancia enorme porque significa dar sentido social al crédito, o sea la posibilidad de que el ahorro del país se emplee a través del crédito bancario, en la forma que más convenga a los superiores intereses de la colectividad. 3.-EL CREDITO COMO MEDIO DE LOGRAR LOS OBJETIVOS DE LA PRODUCCION AGROPECUARIA. Frente al plan de intensificación de la producción agraria y fijadas las metas de siembra de cada uno de los cultivos, el crédito entra a cumplir una función promotora, adecuada a las necesidades generales y particulares de la economía de la Nación, concepto rector de la reforma bancaria de 1946, especificada en la parte que corresponde al Banco de la Nación Argentina, cuando establece en su carta orgánica que “El Banco tiene por objeto fomentar la producción agraria y el desarrollo y organización del comercio, así como atender los requerimientos ordinarios de esas actividades. Adecuara su acción y especialmente la que realice mediante los préstamos y financiaciones de fomento a las características y necesidades regionales. Sin perjuicio de sus seguridades como acreedor e inversor y con arreglo a los respectivos planes de promoción, propenderá al mejoramiento de la calidad de los productos, a satisfacer y ampliar equilibradamente la demanda del mercado interno, especialmente la de materias para la industria nacional, a producir excedentes exportables y a diversificar la producción, concurriendo a crear fuentes de trabajo, con adecuados niveles de vida y dando preferencia a la pequeña y mediana explotación. 4.-CREDITOS DIRECTOS, CAPACITACION ECONOMICA DEL PRODUCTOR AGROPECUARIO. Veamos ahora en nuestro medio agrario algunas de las consecuencias de la reforma bancaria. Se ha ido al crédito directo, eliminando poco a poco al acopiador, que era el representante de los monopolios extranjeros que adquirían nuestra cosecha y a los comerciantes que obtenían grandes sumas de los bancos, para entregarlas después a los productores, de acuerdo a sus conveniencias y a sus intereses. Ahora en cambio se ha creado en los productores una capacidad económica mediante el crédito directo, que le permite adquirir su maquinaria a largos plazos y módicos intereses, comprar semillas, pagar los gastos de roturación de la tierra, de sus labores culturales, de la recolección y de la comercialización de la cosecha. Es decir, que el crédito lo asiste en todo el proceso de su producción, y aún más lo acuerda las cantidades suficientes para la subsistencia de el y de su familia, pudiendo en esta forma adquirir sus elementos de trabajo y de subsistencia donde más le convenga, y defender su producción a la que el Estado le ha fijado ya precios altamente remunerativos. El comercio, pues, y esa es una tarea también de orientación bancaria, tendrá que cambiar sus métodos para adaptarse a esta nueva realidad. El acopiador y el comerciante deberán abandonar su papel de financistas que está a cargo de los organismos crediticios del Estado. En consecuencia el comercio tendrá que atender sus funciones específicas de suministrar las mercaderías con razonable utilidad, pero sin que el colono se vea obligado a recurrir a él forzada y onerosamente. En esta planificación de la economía agraria vamos hacia la supresión de los intermediarios innecesarios que encarecen el proceso de la producción y en tal sentido, el crédito desempeña también una función fundamental para el éxito de la misma. 5.-LAS COOPERATIVAS AGRARIAS COMO INSTRUMENTO ECONOMICO-SOCIAL. En cuanto al productor en sí, es indiscutible que actuar aisladamente le representa una desventaja. Por ello las cooperativas deben ser el medio adecuado de obtener mayores beneficios económicos y sociales. La comunidad de esfuerzos asegurara una mejor atención de necesidades de los productores, a la vez que el uso de las cooperativas para obtener las mercaderías necesarias para su trabajo y su subsistencia, le significara evidentes economías. A ello habría que agregar la utilización cooperativa de la maquinaria, con lo que se obtendría un mayor rendimiento de la misma y una más bajo costo de las labores de la explotación. 6.-EL HOMBRE COMO CENTRO DE LA ACTIVIDAD ECONOMICA DE LA PRODUCCION AGROPECUARIA. ASPECTO SOCIAL DEL CREDITO. Todos estos aspectos giran desde luego sobre el concepto social de robustecer económicamente al hombre para que el sea el nervio generador de las explotaciones agrarias. Es indudable que en el trabajo del campo, la capacidad de producción del hombre es el centro de toda la actividad; por eso el crédito directo fijado no solo sobre la responsabilidad material, sino preferentemente respaldado por la capacidad de producción, teniendo como norte la racionalización de las explotaciones, el mejoramiento de los métodos de cultivo y la calidad de los productos, llevara al campo argentino a una nueva estructura en lo económico y en lo social. 7.-SENTIDO ECONOMICO DE LA COLONIZACION Hemos de transformar el campo argentino, no solamente en el concepto de la tierra, cuyos planes de colonización están a cargo del Banco de la Nación Argentina, guiados por el propósito de que la tierra sea del que la trabaja, sino con un sentido altamente económico y justo que asienta a una clase agraria próspera sobre el suelo argentino, sobre la base de unidades económicas que respondan a las distintas condiciones de las zonas de producción del país y de cada tipo de explotación y que no nos lleven mañana, a una proliferación de pequeñas unidades por sucesivas subdivisiones que atenten contra la estabilidad económica del productor agrario, teniendo en cuenta la ubicación de las futuras generaciones argentinas. 8.-NUEVA ORIENTACION QUE CORRESPONDE IMPRIMIR A LA ACTIVIDAD DE LOS BANCOS. En la aplicación de los principios enunciados precedentemente, la técnica bancaria debe ajustarse también a una nueva orientación, invirtiendo la dirección del desplazamiento. Es el Banco el que debe llegarse a los lugares de producción. Son los gerentes de sucursales, delegados de promoción y demás agentes, quienes deben aproximarse a los lugares de trabajo: colonias, chacras, tambos, talleres, fábricas, evitando que el hombre de trabajo, el productor, pierda un solo minuto en la sagrada tarea de producir. De ser posible toda la gestión bancaria debería realizarse en el propio lugar de trabajo, evitando el desplazamiento del hombre que trabaja. 9.-LA GESTION DE LOS GERENTES La gestión de los gerentes no debe concretarse a fomentar la utilización del crédito, sino que debe ir más allá, constituyéndose en un verdadero hombre de confianza del productor, en un consejero económico que contribuya con su acción al mejoramiento de las condiciones de vida de este, mediante el aprovechamiento más racional de todos los medios que dispone; todo esto ceñido a los altos intereses de la colectividad. 10.-FUNCION DE LOS BANCOS EN EL CUMPLIMIENTO DE LOS PLANES DE PRODUCCION. Corresponde finalmente a los bancos, con esta forma viva de actuar, contribuir a hace efectiva la política económica y de producción trazada por el gobierno, promoviendo por acción directa de su personal y con la conveniente utilización del crédito, cuando sea necesario, a que se alcancen los guarismos más altos en la creación de riqueza. Señores: con estos diez puntos he querido abreviar una conversación que, quizá improvisadamente, me hubiera llevado a una larga disquisición que quiero evitar. Lo único que me resta decirles a los señores es que les pido, en nombre de la Nación, que traten por todos los medios de llevar adelante estas ideas, que todos accionemos simultáneamente con la misma orientación. Y aún cuando haya algunos señores que no lleguen a compartir nuestras ideas, no les pedimos que las compartan, pero sí les pedimos que las cumplan, porque es la acción de conjunto la única que nos puede dar esa unidad de acción para el triunfo en todas las empresas, sean estas grandes o pequeñas. Mi pedido, en nombre de la Nación, simboliza, señores, la decisión inquebrantable que el gobierno tiene, en representación de ese mandato de la Nación, de ejecutar lo que ella ha concebido, lo que el gobierno ha concebido, lo que el gobierno quiere: que todos los argentinos sean quienes sean, piensen como piensen, sientan como sientan, no deben olvidar jamás que hay causas, como es la causa de la Nación, en contra de las cuales ningún argentino puede estar, piense como piense, ya que ese interés nacional lo que es para todos los argentinos, ese interés nacional no está jamás dividido por banderías de ninguna naturaleza. Este pedido, señores, dirigido a la persuasión y al convencimiento, esperemos que lo pongan en ejecución en toda la República, seguros de que el éxito que está coronado en el orden económico a la gestión de los señores ministros del Consejo Económico, con la ayuda de ustedes, y con la ayuda de todos los argentinos, está destinado una sola finalidad, que es cara a ustedes, como es cara a nosotros: la prosperidad y la grandeza de la patria. Con esto, me despido de ustedes, por si el año que viene tengo la inmensa satisfacción de poderlos saludar nuevamente en forma personal deseándoles que tengan mucho éxito en sus gestiones y que sean ustedes y sus familias inmensamente felices.
1950-06-09
Ante delegados de la Confederación Argentina del Deporte
En primer lugar, señores, les agradezco que hayan tenido la amabilidad de llegarse hasta acá, para tener, por lo menos muy de tanto en tanto, la inmensa satisfacción de estrecharles la mano. Ahora bien, en cuanto a los puntos que tratamos con el doctor Valenzuela, creo que no discrepamos en nada. Estamos absolutamente de acuerdo. Ustedes conocen bien cual es la orientación del gobierno en este aspecto del deporte. Yo creo que en esta como en todas las demás actividades, lo que el país necesita es organizarse, porque todavía estamos en una organización embrionaria, especialmente en el aspecto en que el Estado ha intervenido. Es indiscutible que para estos Juegos Panamericanos nosotros no podemos pensar en organizarnos, pero sí trataremos de hacer las cosas de la mejor manera posible. Recién después, es decir, una vez terminados los juegos, podemos iniciar la labor de organización. En contacto directo con ustedes haremos las cosas más rápido y expeditivamente. La Republica Argentina en estos últimos años ha ganado algunos campeonatos bastante importantes en el mundo, de manera que nuestra responsabilidad frente a los Juegos Panamericanos ha aumentado, como país donde ya el deporte ha adquirido una cierta mayoría de edad. Nosotros tenemos que presentarnos con una mayor responsabilidad, mayor responsabilidad que obliga a mayores sacrificios y a trabajos más eficientes. Todos sabemos que el deporte es hijo de la preparación. Cincuenta por ciento cuenta el hombre; y el cincuenta por ciento restante es lo que se capacita con la preparación y el entrenamiento. Hombres tenemos. En este país, donde se han comido dos millones de vacas más que el año anterior, no se pasa hambre. No nos han de faltar entonces, hombres físicamente capacitados, pero hay que entrenarlos, y entrenarlos bien. Todo lo que el gobierno pueda ofrecerles en este asunto, esta completamente a disposición de ustedes. Para la realización de los juegos vamos a adelantarles el dinero que sea necesario desde ahora, y pediremos al Congreso lo que sea preciso para que ustedes cuenten con lo necesario. En cuanto a la preparación, ustedes disculpen que yo intervenga en lo que no me importa, pero solamente a título de colaboración sincera y con toda la franqueza con que yo siempre hablo en todas las cosas, desearía darles un consejo. Yo he preparado durante muchos años hombres para pruebas, pruebas no de alta escuela pero sí de ciertos horizontes, pues cuando éramos muchachos trabajábamos en estas cosas. Desde entonces hasta ahora he visto siempre a nuestros atletas ir confiados solamente en su verdadera capacidad personal. Son esos muchachos que vienen del Chaco, Formosa, Corrientes o Córdoba, por ejemplo, que se ponen frente a un aparato de saltos y se revientan un rin pero pasa de un metro ochenta. Eso lo hemos visto a menudo. Pero claro que haciendo un esfuerzo de esa naturaleza en cada salto no puede durar mucho, porque representa para el hombre un extraordinario desgaste físico; ese esfuerzo sólo puede hacerlo por sus condiciones físicas naturales. Todo eso malogra la mitad de nuestros hombres. Cuando vamos a un campeonato, la gente se junta veinte días antes. Hay que hacer una eliminatoria, y se hace, pero la eliminatoria es como un examen; no siempre pasa el que sabe más. La mejor eliminatoria para formar un plantel de atletas es tenerlos durante siete meses entrenándose juntos, así ellos saben quien es el mejor. Así se obtienen los mejores atletas en todas las circunstancias y no en una sola prueba, que es cuestión de suerte o de casualidad. Y a los hombres no hay que elegirlos por su casualidad. Hay que llevarlos bien relojeados, diremos así, desde el entrenamiento. Ustedes me dirán: “Claro, pero eso cuesta muy caro”. Es cierto, pero nosotros estamos dispuestos a pagarlo. Jamás en eso hemos andado haciendo economías. Esas cosas se hacen bien del todo o no se hace nada. No se hace como en esta selección de los boxeadores. Ahí debe haber sucedido lo que digo yo: para ir a ganar a Ecuador deben haber pasado por terribles situaciones. Los tienen veinte días aquí, luego viene la selección, toman el avión, llegan casi sin aliento y al día siguiente empiezan a boxear. Por buen boxeador que sea, en esas condiciones, sin la más mínima consideración -a un caballo de carrera lo llevan un mes antes para aclimatarlo- no puede hacer buen papel. Eso no puede ser porque es una cosa terrible. ¡Y que eso ocurra en nuestro país donde yo pongo todo a disposición de los deportistas! Cuando salía esta delegación de boxeadores, vinieron a despedirse de mi, y yo les pregunte: “¿Cuando se van”? “Esta tarde” -me contestaron-, y queremos que nos dé una copa”. Pero no había ni tiempo para la copa, porque me decían: “Tomamos el avión a la tarde”. No había ni siquiera tiempo para preparar la copa. A todos estos atletas hay que prepararlos cuidadosamente, ganando el tiempo y tomándose el tiempo necesario. No debemos seguir con ese tipo de improvisaciones, porque ahora tenemos una responsabilidad que defender. Tenemos hombres que están en condiciones. Ahí me dicen que Triulzi anda sobre grandes tiempos y que quiere irse a Norteamérica. Yo lo mando si es necesario. Les voy a poner a esos hombres todo lo que necesiten. Hay que ayudarlos y estimularlos para que alcancen siempre la mejor situación, la mejor forma. En eso no ahorraremos un centavo. Pero hay que combatir esas improvisaciones, hay que combatir esa falta de organización que nos hace llegar siempre con el Jesús en la boca, a último momento, y cuando ni siquiera hay tiempo de vestirse. No podemos seguir así. Creo, y ese es mi consejo, que ya debe empezarse. Hay que traer a los muchachos aquí. A todos, si son 300 a los 300, y si son 500 a los 500. Lo mismo no vamos a ser más ricos o más pobres por tener unos más o unos menos aquí. Pero eso si, van a estar a ración y controlados día y noche, porque no deben creer que vienen aquí para ir a la boite. Nosotros vamos a hacer esfuerzos extraordinarios pero aquí van a estar bien porque vienen a eso, no vienen a farrear ni a pasear, ni a pasarse ocho meses en Buenos Aires. Eso tiene que ponerse en claro. Aquí hay que arreglarse y hacer un esfuerzo. Tendremos a todos los médicos y masajistas necesarios y todo el personal indispensable al pie del can. Ese es mi consejo. Ahora, ustedes harán lo que quieran. Pero yo pongo a disposición todo lo que sea necesario. Si es necesario hacer preparar campos de entrenamiento, lo haremos; construiremos barracas de madera o de lo que sea, para que puedan tener entretenimientos más o menos cómodos sin pasar necesidades ni enfermarse por la mala situación. Construiremos todo eso donde quieran. Es un asunto que se puede hacer en las mejores condiciones, y ponemos a disposición todos los medios que sean necesarios. Ahora tienen ustedes la palabra. Ustedes son quienes tienen que organizar todo lo necesario para ponerlo en ejecución. Yo no sé si mi consejo valdrá mucho, pero sí sé que es sincero y justo y ustedes saben mejor que yo que es verdad lo que digo. En cuanto a los edificios y sedes para las organizaciones, quiero decirles que nosotros estamos listos. Ustedes nos dicen qué precisan, les damos los elementos y ustedes edifiquen. Esto está previsto en el presupuesto, donde figuran partidas especiales para ese fin. Y no es justo que los hombres que están hoy al frente de las organizaciones deportivas sean los que tengan que dedicar exclusivamente sus actividades para beneficio de la juventud que vendrá a disfrutar de sus resultados de acá a diez o quince o veinte años. Que todos dediquen un poquito de su actividad. El gobierno adelantará el dinero y se irá amortizando muy lentamente, lo más lentamente posible, para que no resulte un esfuerzo para la juventud actual. Así se podrán construir todos los locales que sean necesarios. Nosotros normalmente regalamos los terrenos con ese objeto. Ustedes buscan un terreno que esté ubicado en lugar adecuado y nosotros se los regalamos. Piden el dinero al Banco Hipotecario y empiezan a levantar el edificio. Así proceden casi todos los clubes. Esto no resultará un esfuerzo, porque se hace con plazos largos. Que se repartan un poco las cargas. Que se hagan cargo de esta deuda también los que vengan después. En cuanto a la Casa del Deporte, ya he hablado con el intendente municipal. Él tiene ya destinada la casa. Él mismo la va a amueblar. Ustedes no tienen más que habitarla. Creo, señores, que esto puede andar a las maravillas. Lo que sí –y permítanme otro consejo-, no deben darle esto a quienes no entiendan nada, porque ése es otro de los males nuestros: darle la organización a quienes no entienden nada de esto. Eso es lo que nos pasaba siempre. Venía un hombre respetable, muy bueno, pero no entendía nada y se le daba la misión de organizar el deporte. ¿Qué hacemos con un hombre que sea bueno y capaz en otras cosas, si no entiende de deportes? Es preferible un muchacho que no entienda tanto de otras cosas, pero que sepa mucho de deportes, que sepa que hay que organizar y que haga mejor las cosas. Hay que darle la manija a los muchachos que han andado en esto. Esa ha sido siempre mi aspiración. Si así se hiciera en adelante, las cosas habrán de salir macanudamente. Pero les repito que por mi parte, voy asegurarles todo el apoyo que necesiten. No hay problemas que no lo podamos resolver y nos pondremos a disposición de ustedes para resolverlos. Otra cosa que quiero aclarar. En las provincias ya se han hecho pruebas eliminatorias. Yo creo que se podría traer algunos grupos de muchachos. Los vamos a cuidar y alojar. Preparamos los alojamientos que sean necesarios. Después los tendremos aquí durante un mes o dos. En dos meses se puede decir si un muchacho sirve o no. El que no sirva se lo mandaré de vuelta a su provincia, y nos quedamos con el mejor. Después haremos las eliminatorias. En una palabra, lo que quiero es dejar sentado que no nos fijamos en economías, porque este país siempre se ha regido por las economías. En ese sentido no debemos preocuparnos. Podemos gastar lo necesario para costear el alojamiento, etcétera, del mayor número de personas aquí. De manera que esta vez nos presentamos habiendo utilizado todo el acervo deportivo del país. .
1950-10-06
Palabras pronunciadas en la recepción a Juan Manuel Fangio
Como el amigo el amigo Fangio ha de tener ganas de tomarse un descanso y visitar a sus familiares, no lo quiero distraer largo rato. Sólo deseo decir dos palabras que sinteticen el júbilo que experimento al recibir nuevamente a Fangio y a los muchachos que llegan de Europa, portadores de los honores que allá conquistaron para nuestra bandera. Mi satisfacción como argentino y como presidente de la República es que estos muchachos, que llevaron la representación argentina a las pistas de Europa, lo han hecho como verdaderos caballeros argentinos del deporte, dejando una legión de amigos con su proceder y su manera tan honrada y honorable de vencer o de perder. Cualquiera de las dos cosas es lo mismo para un deportista de corazón y de honor. Es fácil saber ganar, pero lo difícil es saber perder con dignidad y con honor. Estos muchachos han dejado en Europa el nombre argentino como nosotros lo queremos ver: honrado y enaltecido. Por eso yo les he dado un gran abrazo a Fangio y a los demás muchachos, que quiero que lo sientan como si fuera el abrazo de toda la República, por lo que ellos han hecho. En estas lides, donde no hay sinsabores, donde todo es hermoso; donde solamente hay sentido de la responsabilidad y anhelo por dejar bien alta la bandera de nuestra patria donde cada argentino poner su esfuerzo y su corazón en honrarla y enaltecerla, nos es grato recibir con los brazos y el corazón abiertos para estos hijos predilectos y desfiles, en nombre de todos los argentinos muchas gracias y felicitaciones por lo que han hecho por nosotros. ........................
1950-10-06
En la comida de camaradería del personal de la Prefectura Marítima
En primer término, deseo agradecer los amables conceptos del señor almirante, haciendo presente que en este agradecimiento expreso una profunda convicción de fe argentina que no ha dudado jamás de la capacidad moral y profesional con que los señores de la Prefectura General Marítima cumple satisfactoria y honradamente con la función de argentinos en los puestos que desempeñan. He escuchado palabras espartanas en boca del señor Prefecto Mayor Correa Falcón, y ello me lleva a recordar que en la historia de la vieja Esparta los ciudadanos reclamaban un solo privilegio: servir a la patria; y ponían al frente de sus penates y sus banderas una sola virtud: la de servirla humildemente. Hemos escuchado esas palabras espartanas en boca de un argentino que está al frente de la más alta jerarquía de la Prefectura General Marítima. Esas palabras, que reclaman ese privilegios y en enarbolan con virtud, es lo más grande que un hombre puede ostentar en el cumplimiento de su deber, porque si bien los cargos dignifican al ciudadano también honra a los cargos. He recorrido muchas veces, nuestra patria en todas sus las latitudes y he llegado hasta los más apartados lugares de nuestro litoral marítimo y nuestra zona fluvial. Allí he visto actuar a las prefecturas regionales, dentro de ese concepto, con la humildad de los funcionarios que cumplen honrosamente con su misión y que la cumplen completa y absoluta. Esta no es una afirmación más, es el convencimiento profundo de lo que he observado en todas partes. Nuestro estado incipiente de organización no ha dado todavía la plenitud de las funciones que la Prefectura General Marítima debe cumplir en todo nuestro litoral marítimo y en toda nuestra zona fluvial. Entiendo que tampoco la institución que ha sido dotada para que cumpla esa amplia función, no solamente en la navegación sino en la conservación de la soberanía integral de las rutas interiores de los ríos argentinos y de las extensas costas de nuestro territorio. Me he referido muchas veces al estado inorgánico en que nos encontramos todavía. Hemos comenzado a organizarnos y como es lógico, hemos comenzado desde arriba. Cuatro años me costado organizar el gobierno, y hoy puedo afirmar que tengo un gobierno organizado; pero, señores, llegar hacia todas las latitudes de la organización estatal es un trabajo superior en tiempo a los cuatro años que hemos empleado para organizar lo más importante. Llegara el día -y será pronto- en que delimitemos perfectamente bien las funciones que hoy estudiamos minuciosamente. Un desorden natural por falta de limitación de funciones en las distintas jurisdicciones de acción de la policía, de la gendarmería, de la prefectura, y de la aduana, que actúan en la República, no ha permitido todavía establecer funciones y organizaciones perfectas como anhelaríamos tener en nuestro país; pero poco tiempo más ha de durar esa anarquía en la delimitación de funciones y jurisdicciones. Yo aseguro a los señores de la Prefectura General Marítima, que en poco tiempo más comenzaremos a trabajar en este sector para que se logre la amplitud absoluta de funciones que debe cumplir en su jurisdicción. La delimitación traerá la organización; luego, la dotación que necesita para cumplir integralmente las funciones. Desde ese día nuestra marina de guerra podrá dedicare exclusivamente a su función especifica, dejando en manos de la prefectura las graves responsabilidades de cumplir con una función tan importante como la que ustedes desempeñan. Y, si me atrevo a hacer esta afirmación, en este día que es grato al corazón de todo el personal de la Prefectura General Marítima, si me atrevo a decirles que esto se hará, y que se hará a corto plazo, lo hago con la misma responsabilidad que siempre pongo a todos mis actos, seguro de que he de poder cumplir a breve plazo lo que acabo de prometer. Señores: les agradezco profundamente que me hayan dado la oportunidad de disfrutar de estos magníficos momentos de camaradería. Les agradezco este espíritu puesto en acción frente a las obligaciones que la patria nos impone a todos. Ver la alegría con que los señores reciben el anuncio de una mayor responsabilidad y de un mayor trabajo.
1950-10-11
En el acto de celebración del 26º aniversario de la Escuela de Infantería
He deseado hoy que mi corazón de infante llegase hasta esta casa para traerles personalmente mi saludo y mi afecto a todos los camaradas que nos acompañan en esta fiesta de la Escuela de Infantería. No olvidaré jamás que éste fue uno de los siete destinos que he tenido, por poco tiempo, pero no suficiente para grabarlo en mi recuerdo y en mi corazón. La Escuela de Infantería, que cumple hoy su aniversario, sabe bien su deber y de su misión. Estas escuelas, que no solamente son para formar profesionales, sino también soldados, llevan en su acción la misión más fundamental, cual es la de formar hombres honrados y capacitados para la paz, pero también hombres de guerra. Esa escuela ha sido la Escuela de Infantería, permanentemente , desde su fundación. Es por eso, señores, que al traerles mis saludos, traigo tambien el beneplácito porque la vemos, y traigo mis felicitaciones al señor director, por lo que he visto hoy en ella y por el estado en que se mantiene. A los camaradas, señores, poco podría decirles de la vida de esta Escuela que ya no lo supieran ellos. Es que en la vida del ejército han pasado días buenos y días malos; hemos tenido desde aquellos días tristes, faltos de medios, cuando hacíamos funcionar las matracas y sacábamos nuestros soldados en zapatillas, en los días en que el campo estaba más mojado, hasta los días en que la dotación nos puso en condiciones de instruirnos y educarnos eficientemente. Todos los soldados sabemos cuál ha sido él desarrolló de esta instrucción, de nuestra propia capacitación como profesionales. Y yo tengo, señores, en ésta, como en todas las oportunidades en que tomo contacto con mis viejos camaradas, la inmensa satisfacción de poder decir, con verdad y fundamento, que de un ejército tan pobre que teníamos, hemos llegado hoy ante un ejército eficiente y perfectamente dotado por su preparación para la guerra. Es por eso que he llegado hasta Escuela de Infantería, para darles el saludo y el beneplácito con que vemos cómo vamos progresando. Vengo también a comprometer a lo camaradas y a decirles que en ese trabajo cada día seremos más exigentes; cada día estaremos más inquebrantablemente decididos a triunfar en la preparación de nuestra Nación para la guerra. No hacemos de la nuestra una profesión más, como han sucedido en muchas partes. Nuestra profesión es un sacerdocio al servicio de la patria, y entre todos los valores que un soldado puede colocar al frente de sus divisas, es indudable que los valores espirituales y el honor de soldado han de presidir a todas las demás divisas de nuestro Ejército. Por eso, camaradas, es importante decir acá, que es una Escuela, que el futuro del Ejército Argentino estará directamente proporcionado a la capacidad; pero la capacidad de los hombres que esté calificada por una amplia virtud de soldados, sin la cual nuestra profesión pasa hacer oficio obscuro e intrascendente. Señores: que estas pocas palabras, que solo las puede decir un soldado, se abre el testimonio del reconocimiento para todo el Ejército -que durante el año pasado ha cumplido tan perfectamente con sus funciones- hago llegar, para satisfacción de todos los camaradas y para que el señor ministro de Ejército tenga públicamente la sensación de mi aprobación a todas sus medidas, pero por sobre todo a la educación que él está impartiendo a los cuadros del ejército, al punto de poder decir que el cuadro de oficiales y de suboficiales de nuestro Ejército puede ser modelo aquí y en cualquier parte el mundo. Para ser buenos soldados no se necesitan bombas atómicas; se necesitan buenos corazones y nosotros tenemos eso buenos corazones, que nos exigirá la guerra más que las bombas atómicas y los grandes adelantos guerreros. Porque todo ello, camaradas, sigámoslo perfeccionando, porque cada día acumulemos mayores virtudes en los hombres que componen la institución, y porque cada día sintamos los objetivos de la patria como los propios objetivos, y para que no ahorremos, ni de día ni de noche, el menor sacrificio que pueda ser necesario para su triunfo y para su grandeza. Por ustedes, señores. ,….
1950-10-16
Ante delegados obreros latinoamericanos
Veo que entre los señores hay ya algunos viejos amigos nuestros que han estado en la República Argentina y nos han hecho el honor de visitarnos dándonos la satisfacción inmensa de compartir algunos días con ellos. A todos, en nombre del gobierno, les doy la bienvenida y les ruego que aquí, en esta tierra, se sientan como en su propia casa. Nuestro sistema, nuestro régimen, e absolutamente liberal en todas sus cosas. Aquí podrán ustedes andar, moverse con la absoluta libertad que ustedes quieran. Nadie las va a preguntar ni siquiera quienes son, ni de donde vienen. Nuestra vida es una vida tranquila y de asboluta liberalidad, de manera que ustedes lo podrán observar mucho mejor que yo, moviéndose como quieran y hacia donde quieran. Los compañeros trabajadores argentinos, probablemente quieran agasajarlos mucho y acompañarlos siempre. Yo les aconsejo que vayan ustedes solos a tomar lenguas en todas partes, porque esa es la mejor manera de conocer un país. Siempre que yo he viajado por el exterior, he tenido, más o menos dentro de mi orientación eminentemente popular, la costumbre de escaparme siempre de todos los protocolos para visitar las cosas que le ponen a uno en evidencia que es lo que pasa en ese país. Mi primera visita es al mercado, porque ahí se ve como come y como vive la gente; después, a los lugares de trabajo, que es donde se observa como anda el país y como se trata al pueblo en cada país. Siempre he hecho esas visitas, y no me permito aconsejarles, pero sí creo que aquí, para tomar una visión real de como anda esto, esos son los mejores lugares para visitar. Haciéndome eco de las palabras del compañero Espejo, yo voy a hacer un poco de historia de nuestro movimiento, no en tren de propaganda de nuestro sistema, sino para que ustedes, cuando regresen a sus tierras, puedan, por lo menos, decir que han bebido en la propia fuente, porque en general, el culpable de todo esto he sido yo. Quiero, entonces, ponerles frente a ustedes el panorama y decirles qué hemos hecho, cómo lo hemos hecho y porque lo hemos hecho. Empezaré por plantearles cual era la situción de la República Argentina en 1943. En lo político, el fraude se sucedía en cada elección; de manera que eso de que la democracia es la representación del pueblo en un gobierno del pueblo y para el pueblo, era, aquí, lo que nosotros llamamos una mentira criolla. Las elecciones se hacían, generalmente, en los bufetes de los gobiernos o en el correo, donde se juntaban las urnas, y aún en las mismas mesas eleccionarias. De manera que si nuestro sistema era una democracia, por lo menos, no era representativa, como dice nuestra forma de gobierno. En el orden económico, nosotros estábamos en las garras de los pulpos representados por los grandes capitalistas y sufríamos la consecuencia directa de la explotación de los imperialismos., En nuestro país no mandábamos nosotros; lo hacían los imperialistas representados por esos grandes consorcios capitalistas. Como consecuencia de esa economía, el estado social era lamantable. Nuestros obreros eran explotados desde hacía muchos años para que esos grandes consorcios ganaran los enormes dividendos que todos los años exportaban a sus metrópolis. Éramos casi una colonia, y como tal, nuestra gente era explotada, como es explotada por los imperialismos en todas las colonias. Frente a ese panorama tan sintéticamente y tan crudamente expuesto por mí, no había más remedio racional contra eso que poner un gobierno del pueblo y estructurar una economía que nos permitiese obtener independencia económica, sin la cual, la justicia social será siempre un mito. Mientras no exista en un país la independencia económica, no hay solución para el problema social. Un solo ejemplo les va poner en evidencia que era lo que pasaba en nuestro país. Ese ejemplo voy a dárselos en cifas, muy globales, pero muy reales. Era inútil que nosotros, constituyéramos un movimiento del proletariado argentino e hiciéramos una verdadera revolución para terminar como todas las revoluciones: con la policía. Aquí era algo más profundo lo que había que hacer. Aquí había que realizar una verdadera evolución para independizarnos primero del imperialismo exterior, origen y fuente de todos nuestros males. ¿Que representaba en plata, en números, la acción del imperialismo y sus monopolios? La República Argentina tiene una producción anual de unos 8.500 millones de pesos. De esos ocho mil quinientos millones, de los que debía vivir la Nación porque es el producto del trabajo del pueblo argentino, se iban al exterior cuatro mil millones de pesos. Nuestros trabajadores, de todo lo que podían recibir, recibían solamente el 50%. En esa forma, para que en las metrópolis imperialistas los habitantes pudieran comer cinco veces al día, aquí, los trabajadores comían una vez al día y debían conformarse con un poco de mate por la noche. Esa era la realidad expuesta crudamente. Que comían cinco veces al día en las metrópolis imperialistas no es una novedad. Hacían el desayuno; luego a las 10 el lunch; al mediodía, el breakfast; a las cinco, el five o’ clock, y por la noche, la cena. Cinco comidas. ¿Cómo se iban esos cuatro mil millones de pesos que las República Argentina producía al año? Aquí, los ferrocarriles constituían un monopolio inglés; la cosecha, un monopolio inglés con testaferros criollos; los seguros, un monopolio inglés y canadiense; los reaseguros, un monopolio inglés. Ustedes se preguntarán que era argentino. Argentinos éramos nosotros, los pobres que estábamos explotados por todos esos grandes monopolios. La independencia económica se podía lograr de una sola manera. Los ferrocarriles nos sacaban 250 millones de pesos al año, que exportábamos como servicios financieros; el gas, 150 millones; el teléfono, 150 millones; seguros, 150 millones; reaseguros, 50 millones; la cosecha, ahí nos sacaban como 2.000 millones; en fletes marítimos nos llevaban más o menos 500 millones al año; por la deuda externa pagábamos 750 millones de pesos al año, casi dos millones de pesos por día. Todo eso, señores, es lo que nos tenía amarrados a nosotros a tener que conformarnos todos los años con la mitad de la producción. ¿Que hicimos nosotros? En primer lugar, compramos los ferrocarriles, los teléfonos, el gas, argentinizamos los seguros y los reaseguros. Compramos una marina mercante, y hoy, esos cuatro mil millones de pesos que se iban a fuera, los repartimos entre los trabajadores argentinos. Por eso viven mejor. Señores, para eso se ha necesitado una sola cosa: que los trabajadores estén en el gobierno. Porque si los capitalistas hubieran seguido en el gobierno, no hubiéramos podido realizar eso, porque ellos son sirvientes de ese monopolio. Ellos organizaron sus fuerzas en la República Argentina y sirvieron los intereses de sus monopolios; eso es lo que hicieron los capitalistas argentinos y los gobiernos argentinos. Mientras que un gobierno obrero no llegase al país era inútil y angelical pensar que eso se podría realizar. Hoy, señores, nosotros hemos sido acusados de manejar el movimiento obrero. Nada más incierto. Es el movimiento obrero el que nos maneja a nosotros, como antes el capitalismo manejaba el gobierno. Así hemos cambiado la fisonomía económica y hemos podido cambiar también la fisonomía social. Hubiera sido torpe de nuestra parte realizar una justicia social si no lo hubiéramos podido mantener con las creaciones económicas. Cuando yo me hice cargo del gobierno, el Banco Central de la República estaba manejado por los gerentes y presidentes de los bancos extranjeros de la plaza. El Banco Argentino, que manejaba el dinero, nuestros valores, guardaba nuestro oro, tenía doce directores, de los cuales ocho eran extranjeros y solo cuatro argentinos. Nosotros hemos nacionalizado el Banco; hoy es el Banco del Estado, y todos los demás Bancos que funcionan son instrumentos de redescuento del Banco Central. Ellos cobran durante el día y luego tienen que mandar la platita al Banco Central. El dinero de la República Argentina lo maneja la República Argentina. Cuando yo me hice cargo del gobierno –o un poco antes, porque esto lo iniciamos antes de estar en el gobierno- el campo argentino cobraba seis pesos por quintal de trigo. Eso era lo que les pagaban a los chacareros, y ellos, para poder vivir, les pagaban ochenta centavos o un peso diario a los peones. Lo mismo que los ganaderos, que siempre hemos sostenido que tenían toros gordos y peones flacos. Hoy, afortunadamente, tenemos toros gordos y tenemos peones gordos también. Esos hombres que antes cobraban seis pesos por el quintal de trigo, que era el fruto del trabajo de todo un año, hoy están cobrando veintiocho pesos con cincuenta por cada quintal, merced a que hemos terminado con los monopolios que explotaban al campo. Hoy dirige un solo monopolio: es el monopolio del Estado quien compra y vende, pero le paga a los chacareros lo que producen, porque es el producto de su trabajo. Así hemos podido llegar a un precio cuatro veces superior al de antes, y elos pueden pagar a sus peones un buen jornal. Pero como el egoismo no tiene límites, nosotros hemos establecido un estatuto en el que se fija como debe pagarse, como debe tratarse, como debe vivir y como debe ser asistido el peón. Es el Estatuto del Peón, que ha permitido lograr, en mi concepto, uno de los grandes honores que tiene el gobierno de la revolución: el haber podido levantar a esa pobre gente que vivía tirada en los campos como si fueran animales, y que hoy viven decentemente y tienen derechos que se los hacemos respetar con la ley. Esa reforma económica, señores, que nos permite utilizar todos los recursos de la República para el pueblo de la República, es la que nos ha permitidio hacer una reforma de fondo en lo social. En primer lugar hemos dignificado el trabajo. Aquí el trabajo estaba desprestigiado, parecía que era sólo para ser realizado por los desgraciados o por los sonsos. Ese era el concepto que había del trabajo; nosotros lo hemos dignificado. En nuestro país hay una sola suprema dignidad: es la del que trabaja. Lo más deshonroso que puede haber en nuestro país es no trabajar y que cada hombre no produzca, por lo menos, lo que consume. Eso es lo más indigno; y lo más digno es el trabajo, por modesto que éste sea. Es así como hemos dignificado el trabajo. Yo tengo un gran orgullo porque los compañeros trabajadores me han proclamado el Primer Trabajador argentino, porque para mí no puede haber un honor más grande ni una distinción mayor que el que ellos se sientan compañeros míos y me consideren así. Señores: no se trataba solamente de realizar en los hechos una revoluciójn que diese al pueblo argentino el timón de su propio destino. No era suficiente reformar políticamente para crear nuevas organizaciones. No era solamente alterar totalmente el régimen antiguo de la economía capitalista para convertirlo en una economía justicialista; no era solamente desarrollar una acción social donde los hombres fueron dignificados y el trabajo fuera justipreciado en honor al beneficio que reporta al país, sino que era necesario consolidar todo eso. Por ello, lo primero que el gobierno promovió fue la reforma constitucional. De una Constitución capitalista, con un siglo de existencia, nosotros hicimos una Constitución justicialista, moderna y adaptada a nuestras necesidades y posiblidades. ¿Que representa la Constitución justicialista como reforma? Muy simple señores. Hemos transformado una Constitución capitalista en una Constitución justicialista. Para ello hemos agregado a los derechos de los ciudadanos, que allí se establecían de una manera general, y para que en el futuro no puedan ser negados, los Derechos del Trabajador, que son inalineables e imprescriptibles dentro de un Estado moderno. Por eso hemos establecido allí, en la nueva Constitución, los diez derechos del trabajador, y los hacemos cumplir con la ley, para lo cual hemos creado la Justicia del Trabajo, que es lo que dictamina sobre eso. Hemos creado el Ministerio del Trabajo y Previsión, que está en manos de un obrero, y que deberá estar siempre en manos de un obrero. Nosotros no creemos en la eficacia de un Ministerio de Trabajo que está en manos de un industrial, de un capitalista o de un oligarca. El Ministerio de Trabajo, para que sea efectivo y eficaz, debe estar en manos de un obrero auténtico. El actual ministro de Trabajo, hasta un día antes de hacerse cargo del ministerio, era vidriero. Señores: esa Constitución ha ido más allá. Ha modificado el régimen económico, transformado el régimen capitalista en un régimen de economía social. En otras palabras: en la Constitución capitalista la economía estaba al servicio del capital; para nosotros, el capital es el que está al servicio de la economía. Por eso hemnos cambiado las bases de la economía argentina y nos gobernamos y manejamos con un tipo de economía totamente distinto a todos los conocidos en el mundo. Porque nosotros no aceptamos la economía ortodoxa, en la que están basados casi todos los sistemas económicos del mundo. En dos palabras quiero explicarles que es el régimen capitalista. El régimen capitalista, en la concepción económica, es la explotación de la comunidad por un grupo de hombres de privilegio, para lo cual han debido crear un régimen económico basado en ese privilegio; es decir, todas las actividades deben servir a ese capital. Nosotros no consideramos, en la economía nuestra, que eso pueda ser posible aun en el mundo. Ya las masas populares saben demasiado que pueda seguírselas explotando con el centro de la economía política. Ya no hay en el mundo trabajador alguno que pueda aceptar que eso es justo y que no esté pronto a rebelarse contra la injusticia. Señores: el sistema capitalista de la economía política no es nada más que todo un sistema montado sobre lo que se llama el principio hedónico. El principio hedónico establece que en toda empresa ha de conseguirse el máximo de provecho con el mínimo de esfuerzo. Teóricamente, una verdad perfecta. Dentro de la economía pura, una verdadera maravilla como ley en que debe basarse la economía política. Pero es que la economía no actúa en la sociedad en forma pura, sino en forma aplicada, y esas leyes que son magníficas en la concepción de la economía pura, dejan de serlo tan pronto se las compara con la realidad social y política que ellas deben acompañar. De ese principio hedónico, que establece que ha de obtenerse en toda empresa el máximo de provecho con el mínimo de esfuerzo, hacen una serie de teorías sobre las cuales se ha fundado toda la economía capitalista. Observen ustedes. Tomemos, por ejemplo, -porque los ejemplos lo aclaran todo-, una empresa comercial o industrial. De acuerdo con ese principio se llega a lo que se llama la teoría de los puntos óptimos, muy comentada y muy ponderada dentro del sistema capitalista.¿En que consiste eso? Una empresa, cuando comienza, pierde una cantidad “x” de dinero, pero a medida que empieza a producir, empieza a ganar. Pero llega a un punto, supongamos índice 10, donde, si sigue aumentando la producción, comienza a perder. Eso que está comprendido entre dos extremos de pérdidas, representa el máximo de ganancia. Ese es el punto óptimo, como lo han llamado los capitalistas. Entonces, cuando ellos establecen una industria, dicen: “!Cuidado con salirse del punto óptimo!”, porque eso es lo que obedece al principio hedónico: el máximo de utilidad con el mínimo de esfuerzo. Magnífico. Pero yo, sociólogo, me pongo al lado de él y le digo: “Usted produce 10, pero yo le pregunto al pueblo y resulta que el pueblo consume 20”. Entonces él, con su teoría capitalista, dice: “!Que reviente! !Que esté a media ración y coma 10!” Pero yo, sociólgo, le replico: “No, porque el pueblo se va a cansar y lo va a colgar a usted, que debe producir 20 para llenarle el estómago”. Vale decir que él sostiene que la economía –de la cual el consumo es uno de sus ciclos fundamentales para mí- debe estar al servicio de su punto óptimo, o sea del capital. Yo sostengo lo contrario: es el capital el que debe estar al servicio del consumo, que es en el fondo, como digo, un ciclo de la economía. Él, con su teoría, supedita el consumo a la producción. Yo le digo: “No, compañero; es la producción la que debe estar subordinada al consumo, porque usted puede aumentarla, pero el otro no puede disminuirla”. Le hemos cambiado la base a la economía política y estamos haciendo la economía social, que es la moderna economía. Ahora se han cambiado las bases, se ha invertido el problema. Ahora hay que construir nuestra teoría económica sobre toda esa concepción básica. No más principios hedónicos, sino principios sociales de satisfacción de consumo, mantener la gente alimentada para que no se enferme, para que la raza no decaiga y para que no haya explotados en el mundo. Esa es nuestra concepción y por eso la llamamos justicialista, porque es justa. Compañeros: yo podría hablar días, no ya horas, sobre esto, porque nosotros hemos construido una doctrina y un teoría de todo nuestro sistema. Nosotros hemos resuelto todos los problemas de carácter económico y todos los de carácter social. La República hoy no tiene un solo problema de esta índole. Produce, transporta, acopia, embarca, carga, descarga, transporta a ultramar, vende; todo por su cuenta. Para eso hemos formado con todo nuestro esfuerzo una marina mercante, hemos comprado nuestros transportes y todo lo que hay en este país es nuestro por primera vez en la historia de la República Argentina. Y siendo todo nuestro, solamente ahora podemos pensar en hacer nuestra santa voluntad, que es lo que hacemos aquí. ¿Voluntad de quien? Del pueblo, señores; porque el gobierno justicialista ha establecido, como base fundamental, que en una democracia el gobierno debe hacer lo que el pueblo quiere y debe defender un solo interés: el del pueblo. Como digo, podría hablar largamente de esto. Pero voy a tratar un solo punto interesante para hacer de él un desarrollo muy sintético como éste de la economía, que yo tengo que ingeniarme para hacerlo corto, aunque es un tema muy largo. Me refiero al orden de la organización social, es decir, cuál es la teoría justicialista sobre la organización sindical y de donde parte el principio justicialista de la organización social. Nostros hemos dicho que somos un gobierno de obreros. Tenemos el honor de decirlo y de proclamarlo fuerte ya a cara descubierta, no por debajo de la mesa, porque hay muchos gobiernos obreros que actúan debajo de la mesa. Nosotros creemos que hay que hablar y decir las cosas por su nombre; y no solamente decirlas, sino hacerlas. Por eso yo tengo los dirigentes obreros en mi gobierno, y algunos son ministros. En el Congreso, tanto en la alta Cámara como en la Cámara Joven, el pueblo está representado por obreros auténticos que salieron de su trabajo para ir a la función legislativa, y si no hemos puesto el 90 por ciento de ellos es porque yo he querido ir despacio para no hacer fracasar la primera intentona. Pero el número de representantes obreros ha de ir aumentándose. Y no es esto una cosa que obedezca solamente a mi simpatía, a que yo quiero a los obreros y ellos me quieren a mí. Yo he hecho esto con una alta especulación científica, porque además de ser grato a mi corazón, es también grato a mi entendimiento y a mi inteligencia. Observen ustedes que el mundo está en permanente evolución hacia las formas sociales, abandonando las antiguas formas políticas. Observen que el sindicalismo, inicialmente parte de un punto de vista social, vale decir, para la organización de una humanidad dentro de estados sindicales o estados sindicalistas. El marxismo después lo desvió para un lado. Los fascistas buscaron hacer corporaciones, que no son otra cosa que sindicatos gubernamentales. Otros buscaron otras formas o combatieron el sindicalismo. El justicialismo está en la idea que el futuro de la humanidad será la constitución de estados sindicalistas. Y oberven ustedes que la historia nos va dando la razón. Hace veinte años, en cualquiera de nuestros países el factótum era el partido político. Hoy vemos que poca influencia tiene ya el partido político. Yo observo que en los estados capitalistas, cuando alguien le mueve el piso al gobierno, no son nunca los partidos políticos, porque ellos están trenzaditos entre ellos; son los sindicatos obreros. Eso quiere decir que el sindicalismo va afirmando su línea en la acción y los dirigentes gremiales van teniendo por primera vez en el mundo la representación a que tienen derecho, encabezando las organizaciones de varios millones de hombres que están detrás de ellos, para apoyar la voz y la acción de los compañeros de trabajo. Eso lo hemos interpretado aquí hace siete años y vamos con esa evolución. Me dirán: “Pero usted tiene partido político y tiene sindicatos”. Sí, tengo partido político, pero estoy ayudando a la evolución. Y estoy ayudando a la evolución hacia el sindicalismo, apoyando de todas maneras a los sindicatos, que se van desplazando paulatinamente. Y quizá llegue en esta tierra el día en que le hagamos un entierro de primera con seis caballos a los partidos políticos, constituyamos el Estado sindicalista. ¿Por que lo hacemos así? Porque nosotros no podemos producir por revoluciones; es ncesario llevar adelante por evolución, que es un sistema incruento, siempre mejor que el cruento. Nuestro movimiento no ha costado una gota de sangre, y esta misma revolución, en otros países, ha costado millones de muertos, lo que quiere decir que nuestro sistema no es tan malo; nosotros vamos andando despacio, pero andamos. Vamos despacio, pero con firmeza y determinación. Nosotros no hacemos cosas ocultas. Estamos haciendo cosas destinadas a todo. Yo sé que con ello me gano muchos enemigos, pero no hay que temer a los enemigos cuando se tiene detrás a muchos amigos. En este sentido, ¿cual es la actual organización del pueblo argentino? La organización del pueblo argentino, señores, obedece a esa evolución. Nosotros tenemos casi seis millones de hombres organizados sindicalmente, de los cuales cinco están en la Confederación General del Trabajo, que es una gran central obrera, bien dirigida por hombres capaces y honrados. Y base de toda la acción es un gobierno que trabaja leal y sinceramente con ellos, que no hace nada sin consultar primeramente con ellos, los que tampoco hacen nada sin consultar al gobierno. En una palabra, marchamos del brazo, y, pese a todo lo que han hecho para separarnos, nuestros brazos no van a ceder. Seguiremos unidos. Pero, ¿que es lo que el gobierno quiere con los sindicatos, y que es lo que hace actualmente en favor de ellos? Señores: el gobierno quiere sindicatos fuertes, vale decir, con mucha gente bien unida. En segundo lugar, deben ser económicamente fuertes. ¿Por qué? En dos palabras se los voy a explicar. En principio, yo creo que el sindicalismo no puede reducirse a una comisión directiva formada por cuatro o cinco hombres capaces, que luchen por la defensa de los intereses profesionales. Porque sería magra la cosecha de un sindicato si su acción sólo se redujese a propugnar la lucha. Por otra parte, la lucha sindical casi ha desaparecido en nuestro país, porque hoy se forman comisiones paritarias y en ellas se discuten los problemas. Los obreros argentinos están bien asesorados y saben bien cuánto gana el patrono y cuánto les pueden dar de salario. Y cuando el patrono no dice la verdad, aparece el gobierno detrás y le dice: “El año pasado usted ha ganado siete millones de pesos. ¿Por qué no deja dos o tres millones para sus pobres obreros, que son los que trabajan?”. Esto quiere decir que no puede haber engaño ni ocultación; jugamos con las cartas sobre la mesa. Y es así como nuestros dirigentes han podido hacer a un lado la lucha, para pasar a resolver sus problemas en una discusión honrada con sus propios patronos, en una mesa paritaria, sin enojarse, y aduciendo razones y verdades. Por otra parte, el sindicato, antes de llegar yo al gobierno, era un paria al margen de la ley, porque no se le permitía actuar; es decir, se le toleraba, pero cuando hacía alguna cosa que no gustaba, el gobierno le promovía un juicio por asociación ilícita y metía a sus componentes en la cárcel. Lo primero que hicimos nosotros fue darle estado legal al sindicato, es decir, convertirlo de una asociación ilícita, como lo llamaban los capitalistas, en una asociación de bien público. Fue incluido en la ley con un fuero del que no gozan las demás asociaciones, porque nosotros hemos concedido privilegios a los sindicatos. Como el sindicato estaba formado por hombres materialmente débiles en su concepción económica, tenía que tener, para equilibrarse con las otras organizaciones poderosa, un fuero de privilegios. Ahora bien; ¿en que consiste ese fuero? En que el sindicato puede tener personería jurídica como la tienen las demás sociedades, por esa personería jurídica no lo ampara frente al gobierno. Entonces, le otorgamos la personería gremial, que lo hace extraterritorial. La justicia puede intervenir a la sociedad anónima que tiene 100.000.000 de pesos de capital, pero no puede intervenir un sindicato. En una palabra, el sindicato es una asociación inviolable dentro del régimen justicialista. En nuestro país, ni el gobierno ni ninguna otra institución del Estado puede intervenir un sindicato, porque éstos son absolutamente libres e inalienables. Todo esto se puede garantizar no para ahora, sino para la reacción capitalista. Ese es el régimen legal de las asociaciones profesionales de nuestro país. Señores: Dentro de ese régimen y con los diez Derechos del Trabajador, que los haremos cumplir, porque no los hemos puesto en la Constitución para mirarlos, sino para hacerlos cumplir; con una justicia del trabajo, que le da al trabajador el derecho cuando lo tiene, se acabaron las luchas sindicales. Ahora la solución de los problemas se reduce a una discusión generalmente amable. Es de ver cómo se han acostumbrado los patrones a tratar con los obreros, ellos, que antes consideraban el trato con los obreros como un deshonor. Pero en la organización, señores, nosotros no nos paramos ahí. El régimen justicialista es al sindicalismo lo que el sindicalismo es al régimen justicialista. Si los obreros abandonan el apoyo que prestan al régimen justicialista, el justicialismo se viene abajo en el día. Pero los obreros no habrán ganado mucho el día que el régimen justicialista caiga. Por esa razón, si ellos nos apoyan a nosotros, nosotros los apoyamos a ellos y así, apoyándonos mutuamente, en el panorama social, económico y político argentino, nosotros somos invencibles. Y lo seremos mientras nos comprendamos y nos sirvamos mutuamente. Por esta razón yo quiero sindicatos fuertes. El capitalismo lucha por destruir esas representaciones, subdividirlas en pequeñas fracciones y de esa manera crear veinte o treinta centrales obreras, que es la forma de romper a la Central. Nosotros, en cambio, luchamos por tener un solo sindicato. Por esto no lo hacemos para ahora, sino por lo que pudiera suceder en el futuro, porque cuando todos los trabajadores estén unidos en una sola Central, vale decir, en un solo sindicato, ellos estarán prácticamente en el gobierno. Eso ocurre mientras permanezcan unidos, pero el día en que se dividan pierden el gobierno. Los capitalistas, que son pocos, pero organizados, mediante esa organización vencieron al número y explotaron a los trabajadores. ¿Que ocurrirá entonces cuando los pueblos se organicen? y ¿que harán los capitalistas? En todas esas concepciones se basa el justicialismo. Pero se basa, señores, en una conducta leal y sincera, en que ellos no nos engañan nunca y nosotros no los engañamos jamás. Yo quiero sindicatos fuertes y hay muchos de ellos que actualmente en servicios sociales, en propiedades, etcétera, tienen muchos, pero muchos millones de pesos. Eso es lo que yo quiero. Quiero hacer de cada sindicato una asociación multimillonaria. No quiere decir que los obreros se van a enriquecer con eso. Ellos seguirán teniendo lo suyo, pero estarán apoyados y defendidos por organizaciones ricas y poderosas. Oberven ustedes. Cuando se organizaron los capitalistas, ¿los patronos que hicieron? ¿Fueron ellos los que salieron a pelear a la calle con sus obreros en huelga? No. Los obreros pelearon con la policía. ¿Y por que iba la policía a pelear con los obreros? Porque el gobierno la obliga. ¿Y por que iban los gobiernos contra los obreros? Porque los obligaban las asociaciones capitalistas, que los financiaban, los pagaban y los manejaban. Eran organizaciones poderosas. Cuando los obreros salían a la calle y se hacían romper la cabeza por la policía en los tumultos callejeros, el dueño, el capitalista, estaba en el Jockey Club un habano y jugando una partida de ajedrez, o con una señorita. ¿Por qué podía él estar con una señorita o tomando un café mientras se dilucidaban sus intereses en la calle, a balazos, entre los obreros y la policía? Porque él tenía una organización poderosa que manejaba al gobierno y a la policía. Entonces, ¿por qué los obreros no van a poder hacer lo mismo? Han de poder hacerlo porque en el futuro esas organizaciones poderosas son las que apoyarán a las organizaciones obreras. Señores: en ese sentido yo tampoco me duermo. Organizamos nuestras organizaciones para apoyarlos a ellos. La Fundación “Eva Perón”, ¿que es? Es una organización mantenida por el pueblo y directamente en apoyo del pueblo, de la parte más necesitada del pueblo. Esa fundación, que tiene hoy de 85 a 86 institutos, de los cuales el noventa por ciento están en funcionamiento, constituye un capital de muchos millones de pesos. Ochoscientos o novecientos millones, actualmente. Pero, ¿de quien es esa organización? Esa organización la ha levantado mi esposa, y sus estatutos establecen que el día que ella la deje, o no quiera seguir a su frente, pasará la fundación –que tiene personería jurídica reconocida por la ley, para que nadie pueda meter el dedo ahí dentro –a la Confederación General del Trabajo. Si no lo hiciéramos así, ya algún vivo capitalista metería la mano ahí para quedarse con el santo y la limosna. Pero no termina ahí. Pensamos que la situación del futuro no va a ser sonriente para el mundo, como muchos optimistas suponemos. El mundo se apreta a afrontar una situación muy difícil. Hasta que se produzca esta guerra que en mi concepto ha de producirse o mientras ella se esté desarrollando, quien sabe si tendremos mucho que temer. Pero lo bravo va a ser cuando termine. De allí podrá salir un ganador. Ahí está el peligro de todos nosotros, de todos estos pueblos de naciones chicas. Yo no creo que el comunismo gane en esta guerra. Son demasiado poderosos los intereses que se van a poner en juego, y va a ser aplastado. Va a ganar el capitalismo. Y después, ¿que va a pasar en el mundo? Va a venir una reacción capitalista en el mundo entero. ¿Por que? Porque habrá que pagar esa guerra, y no ha haber en el mundo plata suficiente para pagarla, y además porque los capitalistas nunca han pagado las guerras que hacen. Se las hacen pagar a los otros, a los pobres y débiles. Eso es lo que tenemos que ver. Tenemos que estar en la causa que es de todos, pero tenemos que precavernos creando nuestras organizaciones para que no volvamos a caer en la explotación, en la miseria y en el dolor de los pueblos latinoamericanos. Esa es nuestra concepción justicialista. Por eso quiero sindicatos fuertes, sindicatos poderosos. Yo he de morir mañana o pasado y quiero dejar en manos de ellos su propio destino, formando sindicatos que sepan defenderse, que puedan defenderse. Por eso he organizado también un grupo de opinión, porque sé que lo primero que va a hacer el capitalismo en su reacción, será entrar en nuestro pueblo con la prédica, quizá inocente, de los diarios capitalistas, engañando a los propios obreros y llevándolos a apoyar una causa que les es perjudicial. Por eso he querido dejar a los trabajadores argentinos la organización de un grupo de opinión, para que tengan la posiblidad de llegar al pueblo con sus propias ideas y convencerlo de la verdad. Señores: yo estoy inmensamente satisfecho, porque creo que podrá haber organizaciones sindicales como la nuestra, pero no mejor que la nuestra. Yo conozco a todos los compañeros dirigentes. Son hombres jóvenes, abnegados, honrados y capaces, y cuando se tienen dirigentes de esta naturaleza, el movimiento va adelante.¿Quien ha elegido esos dirigentes? Los propios sindicatos y las propias organizaciones, como lo es el Comité Confederal de la Confederación General del Trabajo. En eso nosotros no nos metemos. No somos tan poco inteligentes como para creer que se pueden digitar los dirigentes del movimiento obrero. Se pueden digitar los políticos, pero allí, si el dirigente no nace y no sale de la masa, no tienen ningún valor. El dirigente nace, no se hace. No se puede digitar. Por eso nosotros, como somos amigos de todos los trabajadores, no tenemos predilección para que salga tal o cual dirigente en tal o cual gremio. No nos interesa eso. Sabemos que sale un amigo, y a ese amigo, una vez que está en su puesto, le ponemos el hombro y lo ayudamos en todo lo que podemos. Es así como hemos llegado a sindicatos organizados. ¿Que entiendo yo por sindicato organizado? Señores: como dije antes, el sindicalismo no puede reducirse a la lucha por los intereses profesionales. El sindicato ha de tener también su mutualidad como la de los ferroviarios, por ejemplo, que cuenta con cincuenta y dos hospitales en toda la República, además de otros que están preparándose; tienen sus locales sociales, sus delegaciones en el interior, que por lo general ocupan locales propios. Así, como antes el gobierno daba plata a los capitalistas para que se hicieran ricos, hoy la da a los sindicatos adheridos para que puedan hacer sus casitas y tener su organización al día. Una mutualildad que defienda el material humano de los sindicatos, con servicios médicos externos, con hospitales, con policlínicos, donde en caso de necesidad se pueda hacer operar a los obreros, es indispensable. Hay que fomentar la creación de provedurías o cooperativas para los gremios. Muchos ya las tienen; a otros los estamos apoyando para que las creen, en defensa de la salud del bolsillo, lo cual es muy importante para los trabajadores. Otro factor importante lo constituyen las escuelas sindicales, que funcionan en cada sindicato. Las escuelas sindicales tienden a elevar la cultura social del pueblo, abriendo los ojos a los trabajadores y formando dirigentes capacitados para la lucha que en el futuro pueda presentarse. Eso es un sindicato moderno, como lo entendemos nosotros, los justicialistas. Debe ser una verdadera escuela, donde se fomente la ayuda mutua, que tenga su proveduría o cooperativa para comprar más barato todos los abastecimientos. Con eso llenamos dos funciones: servimos lealmente a la masa y atraemos las inscripciones, porque cuando los sindicatos prestan servicios suelen tener un número mucho mayor de adherentes que cuando no los prestan. ¿Por qué? Porque en la masa popular hay siempre dos clases de hombres: los que están de corazón y los que están de conveniencia, y los dos sirven para hacer un movimiento de conjunto. Yo no dejaré jamás de aconsejar a los compañeros que sigan trabajando con el sacrificio y la abnegación con que lo hacen. El Estado justicialista tiene ese rumbo. Por eso es que ellos hacen lo mismo que hacemos nosotros. Un sindicato que tiene la lucha profesional, la mutualidad, la cooperativa y la escuela sindical, está haciendo lo mismo que hago yo, gobierno justicialista, porque la lucha por el interés profesional la estoy haciendo yo con la Constitución y con la ley, en defensa de los derechos de los trabajadores, como la hace el sindicato. Es tarea común. La mutualidad: si yo tengo que hacer maternidades, hospitales, policlínicos, y ellos también lo hacen, espléndido; vamos juntos, estamos en marcha. La cooperativa: yo estoy luchando como ellos para echar abajo los precios, llevando a Villa Devoto a los especuladores, cuyos nombres salen ahora en los diarios mientras antes salían los de los obreros; en lo referente a la proveduría y cooperativa, también hacemos la misma obra gobierno y sindicatos. En cuanto a la escuela sindical, yo tengo miles de escuelas para elevar la cultura del pueblo, y éste es un instituto más para ello. Y si hacemos los dos lo mismo, ¿cómo vamos estar frente a frente? Somos compañeros, vamos del brazo para bien del país y para la grandeza que estamos forjando para la Nación. Esta es nuestra concepción; ésta es la forma de pensar; y no solamente la forma de concebir, sino también la forma de realizar, porue todo cuanto estoy diciendo no es lo que pensamos hacer, sino lo que ya hemos hecho, lo que ya se ha realizado en el país en estos cuatro años. De esto, no hay nada que hacer; está todo hecho. Tenemos muchas otras cosas que hacer, pero yo me las guardo siempre hasta que las hago, porque si no, hay muchos que empujan para el otro lado y yo no quiero encontrarme con ellos. Yo anuncio las cosas sólo después que las he realizado. Lo mismo hacen los compañeros del sindicato. Hacemos poca bulla y mucha obra, que es lo único que vale y lo único que apreciamos. No quiero prolongar más esta conversación. Solamente quiero decirles que en esta tierra ustedes son bienvenidos; que aquí encontrarán en cada uno de nosotros un amigo y un compañero. Estamos para servirlos aquí y en cualquier parte. Nuestra orientación es la que decimos; no tenemos designios ocultos. Algunos dicen que esto es un imperialismo. El capitalismo ha echado a rodar por ahí toda clase de especies: que yo soy un tirano, que los obreros andan a balazos conmigo en la calle... Todas esas cosas que el capitalismo lanza por ahí y que la prensa capitalista desparrama por todos lados. Yo siento una gran satisfacción por ello, porque las doctrinas que han triunfado han sido las que fueron muy combatidas. No triunfan las doctrinas que la gente echa en olvido o que no se interesa por ellas. Por eso combaten a Perón, pero se equivocan esta vez, porque esto no es Perón; esto es una doctrina. Yo me iré, moriré, pero dejaré ese lindo recuerdo a los capitalistas, que se acordarán de mí por muchos años. En este sentido, compañeros, otro de los milagros realizados por nosotros, los justicialistas, es el deber de haber interesado al pueblo en la solución de nuestros grandes problemas. Este era un pueblo de descreídos. Se lo había tenido siempre olvidado, engañado y escarnecido. !Como no iba a ser un pueblo de hombres descreídos, si desde niños soportaron la miseria, el dolor y el escarnio! Nostros, los justicialistas, tendremos por lo menos el mérito de haber interesado a cada ciudadano argentino en la cosa pública. Nosotros desde el gobierno rendimos cuenta al pueblo argentino de todos nuestros actos y pedimos su aprobación, y cuando se ha de tomar una decisión muy grave, yo no la voy a tomar sin consultar primero al pueblo. Sólo a él yo le voy a preguntar directamente, en plebiscito, si quiere una cosa u otra. Hace poco se planteó el asunto de nuestra intervención en la guerra. Yo dije: “El día que la República tuviera que dar un paso tan decisivo, no lo daré yo, sino el pueblo, a quien yo consultaré. Le preguntaré al pueblo si quiere ir a la guerra; en caso afirmativo iremos y, si no quiere, nadie nos hará ir”. Nosotros creemos que eso es lo democrático justicialista y como nosotros nos regimos por ese sistema, es lógico que nos dejen a nosotros que hagamos nuestra voluntad aquí dentro, mientras seamos libres y soberanos. Por eso les digo, compañeros, que este sistema han interesado a todos los hombres. Yo les pido a ustedes, viejos dirigentes, capaces y honrados, que recorran nuestra ciudad y hablen con todos. Indudablemente, nosotros tenemos nuestros enemigos y es natural que los tengamos. Nadie ha podido conformar a todo el mundo. Dios es infinitamente grande y bueno y, sin embargo, hay muchos que están contra Dios, de manera que !cómo puedo pretender yo, humilde mortal, conformar a todos! Hay algunos que con nuestro sistema son beneficiados y otros, quizá, resultan perjudicados, a pesar de que ustedes van que los trabajadores argentinos están contentos porque ganan mucho más que antes y viven y trabajan con más dignidad, como asimismo que los patronos obtengan cada año más ganancias. Esto último lo puedo yo ver a través de los impuestos a los réditos, no obstante que todavía hay infiltraciones en menos. A pesar de que las empresas capitalistas aumentan sus utilidades día a día, los obreros están conformes y, francamente, yo no sé quien puede realizar otro milagro semejante a éste. Yo les puedo decir que todos los argentinos están interesados en los problemas del país. Ustedes podrán tomar al obrero más modesto, casi analfabeto y plantearle este problema del que les estoy hablando y verán cómo sabe lo que debe defender porque tiene conciencia de que es de él. El haber interesado a todos los argentinos en la solución de nuestros problemas constituye, en mi concepto, la salvación del país, porque aquellos países cuyos ciudadanos se desentienden de los problemas están perdidos. En cambio, aquellos donde el último ciudadano entiende y se interesa por los problemas de todos, esos países están salvados. Yo he querido salvar a la Argentina llevando al hombre humilde para que él discierna con su buen sentido de humilde –que es el menos contaminado de todos- y pueda dar su opinión, pensando en las decisiones del país. No creo que solamente los inteligentes o los más evolucionados tengan las ideas buenas, porque esos son muy alambicados y muy llenos de intereses, de pasiones y de vicios. En cambio, el hombre que trabaja primariamente suele tener sus sentimientos menos contaminados y menos obligados por intereses y las pasiones. Cómo andan hoy las cosas, es la mejor encuesta que ustedes pueden llevar de regreso a su país. Observen todo para que vean que nosotros hemos sido muy calumniados y que se han hecho públicas muchas mentiras de nuestro sistema y de nosotros mismos. Eso nos tiene sin cuidado, porque nosotros trabajamos para el pueblo argentino, trabajamos para nuestra gente; pero, señores, sería inmensamente satisfactorio que algún día nos hicieran justicia, diciendo lo que es esto, lo que es, ni una palabra más y ni una palabra menos. Yo en esto tengo que agradecer a muchos de los compañeros que ya nos han visitado y nos han hecho justicia. Hombres que no han engañado a nadie, que han dicho la verdad. En esto, debo mi agradecimiento especial al compañero Morones, como a esos otros compañeros que nos han visitado y que han dicho nuestra verdad. Nosotros somos todos hombres humildes, que no nos creemos más de lo que somos, pero que tampoco nos creemos menos de lo que debemos ser. Por eso, esperamos de la justicia de todos los hombres de buena voluntad que llegan a nosotros, y que nos encuentren con el corazón abierto como lo tenemos para ustedes. Todo lo que hay en este país es de ustedes; dispongan de ello y hagan lo que quieran, como quieran y cuando quieran, sabiendo que cuando nosotros los argentinos decimos que somos amigos, somos amigos de verdad y que, cuando nos jugamos, nos jugamos sólo por los amigos, no por otras cosas. Por eso quiero, al agradecerles esta amable visita, pedirles que antes de irse, cuando terminen su misión –que yo quisiera que fuera lo más larga posible-, cuando hayan visto cuanto quieran –para lo que nos ponemos a disposición de ustedes-, me den nuevamente la felicidad de compartir siquiera 30 minutos con ustedes, para que me digan con toda franqueza que han visto y que han encontrado bueno y malo. Eso lo tomaré no como crítica, sino como colaboración de compañeros que han observado y han visto con otro criterio y con otro concepto y que me dicen que está mal y que está bien. Y con eso, compañeros, los dejo en este momento, pidiéndoles que se sientan aquí como si estuviesen en su propia casa, con todas las prerrogativas y con todo nuestro cariño. ..........................
1950-10-17
Mensaje con motivo de la inauguración de un equipo para el servicio de radio internacional
El Servicio Internacional Argentino de radiodifusión extiende hoy ondas en un ponderable afán por hacer conocer nuestra verdad por todos los ámbitos del mundo. Resulta grato para mi corazón que se haya querido hacer coincidir este acto, que significa una realización más de la Nueva Argentina, con la fecha de hoy, en la que nuestro pueblo celebra el recuerdo de una de sus más preciadas victorias. La verdad es que todas estas realidades que ofrece al mundo la Argentina de hoy, no serían tales si en aquel 17 de octubre de 1945 el pueblo no hubiese decidido jugarse una de las cartas más bravas de su historia. Hasta 1943 la Nación Argentina era un pequeño país cuyos gobiernos respondían como títeres a la que poderosas influencias de las fuerzas extrañas que eran el capitalismo internacional y los imperialismos del mundo. El gobierno, impuesto desde afuera, toleraba la explotación inicua del pueblo entregando la economía al capital inhumano que traficaba con el sudor y las lágrimas de los argentinos. El pueblo no que podía reaccionar por los medios habituales de las democracias, desde que el derecho era conculcado permanentemente por el mismo gobierno. En 1943 nuestro movimiento intentó cambiar por la fuerza de una revolución aquella situación que no podía ser ya solucionada por los caminos del derecho. Durante dos años la lucha fue creando cada vez mayores y más hondas resistencias en los intereses lesionados. Otra vez se aprestaban a vender la patria y comenzaron entregándose a las órdenes de algún embajador extranjero. Pero el pueblo no estaba dormido. Si alguna honra me cabe en todo esto es el de haberle dicho siempre la verdad a fin de mantenerlo despierto. Desde la cárcel esperé que el pueblo dijese la última palabra. ¡Y el pueblo se pronunció en una fecha como la de hoy! Aquel día hubiésese yo podido tomar las riendas del país sin ninguna dilación. El pueblo, en la calle, me daba la plenipotencia del poder. Pero no lo acepté. Quise gobernar según las normas democráticas por cuya plena vigencia tanto había luchado en mi vida. Y el pueblo volvió a vencer cinco meses más tarde en las elecciones más libres que registra nuestra vida cívica. Desde entonces la República Argentina, con el gobierno que quiso y que quiere su pueblo, dedicó, pensando en grande, a conquistar su gran destino de nación justa, libre y soberana. Por ese camino vamos. Para recorrerlo hemos concebido y realizado una doctrina: el justicialismo. Lo hemos concebido y realizado para esta tierra y para este pueblo. Gracias a las realizaciones de esa doctrina que no es capitalista, ni comunista, si no humanista y cristiana, los argentinos somos felices. Y como nunca fuimos egoístas desde que en todo momento pusimos generosamente nuestra patria al servicio del mundo, ahora que somos felices deseamos serlo en sociedad. Por eso ofrecemos a todos los hombres nuestra doctrina. La ofrecemos a cambio del respeto y del cariño de todos los pueblos. Cada día los caminos de esta onda Argentina, llevarán al mundo nuestra verdad y nuestra realidad justicialista. Lo único que queremos es que la humanidad vea que todavía tiene un camino para alcanzar la felicidad . …..
1950-12-13
Mensaje radial con motivo del Día del Petróleo, dirigido a los trabajadores de ese gremio
Compañeros: Hoy, Día del Petróleo Nacional, saludo a los trabajadores argentinos que desde este sector de nuestra industria están dedicados a elaborar la grandeza de la Nación. Tengo presente, en estos momentos, a todos los operarios y agentes aplicados a esta importante rama de nuestra economía, a todos -sin distingos de ninguna naturaleza-, desde el más modesto obrero de los campamentos hasta el más especializado técnico de los yacimientos petrolíferos fiscales. He expresado en otra ocasión y ahora lo reitero, que en esta materia, como en otras de nuestra economía, no me conforma ni me satisface -como no debe conformar ni satisfacer a ningún argentino de bien-, lo poco o lo mucho que hasta ahora se haya hecho en la compleja tarea de arrancar a la naturaleza que las riquezas que encierra. Lo único que satisface es comprobar que en las empresas de bien público de los argentinos ya hemos aprendido a actuar al modo de los hombres de montaña: bordear los precipicios, pero avanzar paso a paso y etapa por etapa; ascendiendo, hasta que la voluntad y el acierto nos permitan clavar en la cima, el jalón de dominio y la bandera del triunfo. Haber preservado las fuentes argentinas de hidrocarburos de la explotación privada o foránea significa haber contraído el deber de explotarlas nosotros, pero explotarlas con eficacia, con amplitud y con debida intensidad. Una riqueza nacional, tan importante, como el petróleo de poco nos valdría si su aprovechamiento no estuviera a tono con las exigencias del progreso integral de la Nación. El Estado tiene una función más importante que la de conservar los bienes naturales; debe ponerlos en función económica, vale decir, al servicio del país y del pueblo. Ya he dicho otras veces que no considero riqueza a la que está debajo de la tierra, si no a la que sea extraído y está llenando las necesidades nacionales. Solamente así la industria petrolera estará encausada dentro del marco que la doctrina justicialista, cuyo objetivo final no es otro que la felicidad del pueblo y la grandeza de la nación. Compañeros: como presidente de la nación, reconozco y agradezco la dedicación que los leales servidores de yacimientos petrolíferos fiscales han puesto siempre en cumplimiento de su deber. Incluyo en este agradecimiento a todos los compatriotas de ayer y de hoy que han empeñado su trabajo y su vida en esta empresa de tanta trascendencia. Pero necesitamos que esta marcha no se detenga ningún instante, ya que estamos lejos de haber alcanzado los márgenes de producción a que en materia de petróleo podemos aspirar. Tengo la seguridad de que lograremos este propósito con el nuevo régimen de conducción administrativa a que ha quedado sujeta la institución fiscal al constituirla en entidad básica de un nuevo mecanismo. Me refiero a las Empresas Nacionales de Energía, en cuya órbita se ha refundido la dirección de todas las empresas descentralizadas preexistentes. Esta entidad nos servirá para coordinar las funciones específicas de cada rama de la energía. Servirá para acomodar mejor las tareas de la productividad en este orden de cosas con vistas a un solo objetivo final. Tendrá por función agilizar el desenvolvimiento de los organismos especializados y consolidará, de esta manera, nuestra política de justicialismo, de planificación y de rendimiento, con lo que todos saldremos ganando un poco: los trabajadores, en sus perspectivas de justas remuneraciones; los consumidores, en su demanda de combustibles; los gobernantes, en nuestros cálculos y cómputos; los técnicos, en sus esperanzas de realización; los empresarios, en la cuota de sus beneficios. En una palabra, saldrá ganando positivamente el país, en su riqueza, en su bienestar, en su moral. Y finalmente, para todos los trabajadores de la industria petrolera, vaya, en este día del petróleo, un abrazo sincero de este compañero de luchas e ideales. Que sea este abrazo una expresión de nuestro común deseo de trabajar siempre más por el engrandecimiento de nuestra patria. ..
1950-12-18
Ante trabajadores de la industria lechera
Compañeros: He llegado a hasta la vieja Secretaría de Trabajo y Previsión con la inmensa satisfacción con que lo hago siempre, para cumplir hoy con una invitación que me hicieran los compañeros de la industria lechera para que me llegara hasta este recinto en el momento que realizaban este acto celebrando la consecución de sus anhelos. Yo he visto nacer estos sindicatos que tienen una corta existencia, que fueron creados con el primer movimiento justicialista del año 1944. Estos sindicatos, que podríamos llamar de la era justicialista, van afirmando diariamente la cohesión de sus filas, van creando organizaciones, consecuentes con la doctrina justicialista, y da gusto ver el entusiasmo, la lealtad, la sinceridad de que sus dirigentes y sus asociados ponen en la tarea de la defensa común de los intereses profesionales, como también en las demás tareas propias de un sindicato moderno, de sindicato justicialista. Más que todo lo que yo pudiera agradecerles, les agradezco la colaboración que prestan, no por mí, porque yo soy un hombre está quemando la última etapa de su ciclo; no trabajo, pues, para mí ya que para mí no necesitaría trabajar ni sacrificarme desde la mañana hasta la noche, no necesitaría sufrir las amarguras que sufro, ni tener la menor penuria, para seguir viviendo tranquilamente. Yo trabajo para ustedes, con toda la sinceridad y con toda la lealtad que poseo, desde primer día que pisé esta casa en defensa de la causa de los trabajadores. Y ahora en ese sentido, si algo puede haberme ocurrido de cambio, es que me he hecho más conocedor de estos asuntos, más profundamente conocedor y me es fácil presentar a los obreros la solución de un problema en menos tiempo, con esa práctica que solamente se adquiere cuando se viven junto con trabajadores, cuando se siente como sienten los trabajadores. Por esa razón, por esa comprensión, de esta alegría de ustedes que comparto en estos momentos, es para mí el motivo de mi más grande agradecimiento. Ustedes, como yo, son soldados de la causa justicialista, que no aceptan la injusticia ni la oligarquía ni la injusticia de los traidores del movimiento obrero que sirven a causas políticas, tratando de destruir el orden y la cohesión de los sindicatos. Llegará un día en que todos los trabajadores comprenderán bien el valor de estas palabras que digo. Pobre de ellos si, dejandose desviar por los intereses partidarios o personales de los politiqueros, prestan oídos a sus canto de sirena. Ya conocen por experiencia los que han vivido antes, adonde conducen esos intereses y si en la lucha por defensa de los trabajadores puede haber alguien que reemplace a los trabajadores mismos, alguien del tipo de aquel político que les dice: "yo les voy a dar tal o cual cosa". El político no puede dar nada, salvo palabras o promesas; lo único que puede hacer es asegurar que se reparta equitativamente el producto de la riqueza. El único que puede dar más al pueblo, es el pueblo mismo. Este es un asunto simple; en esto no hay ninguna cosa complicada. La Nación en su economía, en su vida, en su felicidad, es lo mismo que una gran familia en la que cuando el padre y varios de los miembros de la misma producen, trayendo a fin de mes el producto de su labor, el reparto puede ser mayor cuanto mayor sea el monto de lo que lleven. Pero si no se trabaja, si no se produce en la familia, es magro lo que a fin de mes van a poder repartir entre sus miembros, aunque el viejo se ponga a gritar que les va a dar esto o por otro. Los trabajadores han de realizar su reivindicación con el esfuerzo y la lucha del trabajo y si ellos no tienen conciencia de ello y no tienen la inteligencia de realizarlo, no lo va a hacer que nadie en reemplazo de ellos. Es necesario fortalecer al sindicato, darle la potencia espiritual y material necesarias. Hay que organizarse, tener su mutual, su cooperativa, su escuela sindical. Esto es una cosa que poco a poco, centavo a centavo, se puede ir formando. El estado que los va a ayudar si es necesario. He hablado largamente con los compañeros de la comisión directiva. Ellos conocen perfectamente bien todas las necesidades del sindicato. Basta con que ustedes apoyen y ayuden un poco, y nosotros, que tenemos obligación de hacerlo, también ayudaremos, y en esta forma espero que en el futuro, esto sindicatos sigan con el entusiasmo y con la sinceridad con que trabajan pensando que su destino será cada día mayor y sus asociados cada día mejor garantizados y mejor defendidos. Compañeros: para terminar, deseo que sean ustedes muy felices y que sigan luchando por la defensa de su propio sindicato, en pequeño es lo mismo que defender a la familia y es lo mismo que defender a la patria. …
1950-12-19
Ante delegados representantes de asoociaciones de empleados de comircio de países latinoamericanos y europeoes
Compañeros: En primer término quiero agradecer la amabilidad que han tenido en llegar hasta esta casa para darme a mi la inmensa satisfacción poderles estrechar la mano. Nuestra libertad en la República Argentina es la libertad común a todos los pueblos que ambicionan tener una libertad real y efectiva. Podemos decir que nuestra lucha en la República Argentina es una lucha por la libertad, por la verdadera libertad. La libertad no puede discutirse, señores. Ella se conquista y se va realizando, y eso es lo que tratamos de hacer. No podíamos llamar libertad al estado en que la república Argentina vivía hace cinco o diez años. No podíamos llamar libertad a la existencia de una manera de ser que tenía sumergida a las tres cuartas partes de la población, privada de la dignidad que los hombres deben tener, dignidad sin la cual la libertad es una palabra más dentro de los modos de vida y existencia. Por esa razón, todo nuestro movimiento puede concretarse en pocas palabras, diciendo simplemente que nosotros queremos la libertad para todos, la libertad interior para los argentinos y la libertad internacional para la República Argentina. Sin esas dos libertades es inútil luchar porque los hombres no alcanzarán jamás sus objetivos. Voy a hacer una síntesis retrospectiva para explicarles que es lo que se ha producido en la República Argentina. Nuestro país nació, como nacieron todos los países de los compañeros que me escuchan. Nació después de esas luchas por la independencia afirmada en el patriciado inicial que formó todas nuestras nacionalidades y en los hombres llenos de méritos, venidos de todas partes del mundo, que trabajaron y lucharon para formar una Nación. Así se formó. Pasó el tiempo y todo eso vino amasado con el sacrificio y el sudor de esos hombres tan meritorios. Fue pasando de mano en mano, y ellos tenían el manejo no solamente de la riqueza sino también de la cosa pública, no encontraron nada más adecuado que pasarlo a sus hijos; pero los hijos de esos hombres ya no tenían los valores que poseyeron sus padres, que fueron forjadores de la grandeza y de la riqueza de la Nación. Ellos fueron formando una oligarquía que sirvió incondicionalmente a los intereses del capitalino internacional, y fue así como ellos fueron vendiendo país paulatinamente lo que tenían y hasta llegaron a vender al país al capitalismo internacional. Y los hombres que lucharon por la independencia para darnos un país libre, siguieron siendo los despojados de todos los tiempos; los mismos hombres que cantó Martín Fierro, que sufrieron en el desierto; son nuestros trabajadores que nosotros recibimos sumergidos y menospreciados, en cierta manera anulados dentro de un Estado capitalista que no pensaba sino en la explotación de los hombres para su beneficio financiero internacional. No es simple el problema de la conquista de la libertad del país en que nosotros vivimos. Para conquistarla es necesario primero obtener la independencia económica del país, y para esto es indispensable arrojar de él a todos los grandes monopolios internacionales. Esos eran los que nos esclavizaban. Muchas veces me he enfrentado con los patrones; he tenido contra ellos una lucha tremenda, pero no siempre he sido justo cuando he anatematizado a esos capitalistas de nuestro país porque ellos han explotado a los trabajadores; a su vez, ellos eran explotados por los grandes consorcios capitalistas. Esos consorcios que son el cáncer de todas las organizaciones del mundo eran los que explotaban por intermedio de sus propios capitales a nuestro trabajador. Había que terminar con ellos, y ya, afortunadamente, he terminado con ellos, por lo menos en la mayor parte. Esa libertad que nosotros hablamos la estamos conquistando con nuestros propios trabajadores; vale decir que se cumple con la afirmación tan vieja como la clase trabajadora: que la liberación de los trabajadores vendrá por la acción de los trabajadores o no vendrá. No hay ni político ni conductor, ni hombre, grande o chico, que sea capaz de realizar esa liberación de la clase trabajadora sino es la misma clase trabajadora quien se libera. Es inútil que un hombre, por más buena voluntad que pusiese en trabajar por liberar a la clase trabajadora, pueda triunfar. Es necesario que la misma clase trabajadora saque las cadenas que la esclavizan y tome por su propia decisión el camino de la liberación. En la República Argentina, afortunadamente, todos los trabajadores han puesto su decisión inquebrantable para obtener esa liberación y la han obtenido. Ahora les queda consolidarla porque la reacción capitalista es implacable, y volverá. Esa es nuestra tarea actual: el fortalecer a las organizaciones sindicales; darles a estas organizaciones el poder económico y material, el poder espiritual e intelectual necesario, capacitándolas para que tomen la dirección y puedan en el futuro consolidar la obra, tomando el gobierno de la nación en sus manos para poder llevar adelante los destinos de la nación justicialista de la cual es difícil poder volver atrás. En el orden político, señores, veamos cómo se ejercía el gobierno capitalista en nuestro país. A base del fraude. Las minorías se imponían por engaño o por fraude, que es otra forma de engaño. En nuestro país, las elecciones que llevaban a los gobiernos capitalistas al poder, se realizaban en el Correo, donde se reunían las urnas o bien se cambiaban los votos en la misma mesa electoral, o también se obligaba a los sufragantes a depositar los votos que ellos querían. Aquí, hasta que nosotros llegamos, no se había realizado nunca una elección libre, sino que siempre fueron fraudulentas. Aquí se llamaban fraude patriótico, a la forma de engañar al pueblo y de quebrantar su voluntad. De esta manera, a nosotros, para imponer el dominio del pueblo, que justamente le corresponde, nos ha bastado con dar libertad absoluta para que la gente vote. Nosotros garantizamos las elecciones absolutamente libres por el voto secreto, y nuestra ley se cumplirá inflexiblemente. De eso doy garantía. Aquí no habrá más fraude. El fraude se ha terminado en la República Argentina. De esa manera, el pueblo puede elegir su propio destino. En el orden económico, hemos debido realizar la independencia económica. La justicia social que nosotros hemos realizado en el país hubiera sido una ilusión si no la hubiéramos fundamentado y consolidado con la independencia económica. En ese sentido, del país se iban anualmente de cuatro mil millones de pesos en servicios financieros de los grandes consorcios capitalistas. El pueblo argentino producía anualmente alrededor de 8.500.000.000 a 9.000.000.000 de pesos, de lo que había que deducir un 50 por ciento para mandar al extranjero. A ustedes, probablemente les producirá admiración que la mitad de lo producido por el pueblo argentino se lo llevaran en servicios financieros. Yo les puedo decir en pocas palabras cual era el estado de la Nación. Los ferrocarriles pertenecían a compaas inglesas, a un monopolio con sede en Londres. A ellos se remesaban anualmente en servicios financieros más de 250.000.000 de pesos. Los teléfonos eran americanos, también de un gran consorcio, que se llevaba 150 millones de pesos. Los seguros eran ingleses y canadienses y se llevaban 150.000.000 de pesos; 50.000.000 se llevaban los reaseguros que eran de la misma fuente. Por la deuda pública internacional, nosotros pagábamos 850.000.000 de pesos al año. Los fletes marítimos se pagaban a los consorcios internacional, de 500 a 600 millones de pesos en divisas fuertes. En las cosechas, las compaas extranjeras hacían el acopio y las ventas, y perdíamos más o menos 1.000.000.000 de pesos por año. Las elevadoras de granos, los puertos y el transporte de la ciudad de Buenos Aires pertenecían a monopolios extranjeros. Señores: con todos esos beneficios se llega más o menos a 4.000 millones de pesos, casi 4.500.000.000 de pesos. ¿Cómo podíamos consolidar la obra social realizada; cómo podíamos pagarles a los obreros los sueldos y salarios que ellos merecen para poder vivir dignamente, si no disponíamos sino de la mitad de lo que producíamos? El secreto para consolidar esa acción social era la independencia económica. Piensen ustedes, señores, cual fue la situación que se me presentó en el gobierno cuando llegue a el, y la nación tenía una deuda de 6.500.000.000 de pesos; además no teníamos un centavo para pagarla y nuestro programa era comprar los ferrocarriles, los teléfonos, el gas, nacionalizar los seguros, comprar la flota mercante, en una palabra, volver a la Argentina nuestra economía. Eso era lo mismo que querer atravesar la cordillera de los Andes a pie y aún estando rengo. Pero mediante el apoyo popular, mediante el apoyo que me prestó la clase trabajadora, hoy hemos comprado todo lo que nos faltaba. No debemos un centavo al exterior. Tenemos una flota mercante para transportar nuestra propia producción, y hoy, no solamente no pagamos fletes, sino que los ganamos. Hemos nacionalizado todo el sistema económico y financiero de la Nación. Hoy los trabajadores argentinos pueden recibir un salarios tres o cuatro veces superior al que recibían antes, porque hemos cuadruplicado la riqueza nacional, dejándola en el país. Hoy no exportamos trabajo y los obreros están recibiendo lo que producen justamente. Por eso pueden vivir mejor. Sin esa independencia económica y era un mito la justicia social. Lo primero que hay que conseguir son las fuentes de la justicia social. Ese es un esfuerzo no realizado por mí, sino por el pueblo argentino, por los trabajadores argentinos. En el orden social, lo que hemos querido era dignificar a nuestros trabajadores, en el sentido más amplio de la palabra, dándoles en lugar que les corresponde dentro de la República, como productores y como estimuladores de toda la riqueza moral y material de la nación. Hoy, los trabajadores, que antes siempre estuvieron relegados y menospreciados, por el Estado, están compartiendo, como el compañero Borlenghi, las tareas de gobierno conmigo. Si yo me hubiera rodeado de capitalistas, era inútil que pretendiese hacer la justicia social, que solamente se puede realizar con los trabajadores en el gobierno, porque ellos me iban a dominar y a manejar como han manejado antes al gobierno. Nosotros, para consolidar esa economía, esa independencia económica, hemos transformado totalmente la economía, para pasar de una economía capitalista a una economía social, vale decir, que antes el capital ponía economía a su servicio y hoy es la economía la que tiene a su servicio al capital. Este es el talón de Aquiles de toda la justicia social, y si no se domina esto es imposible pretender llevarla adelante, porque los grandes consorcios capitalistas internacionales, lo mismo que se oponen a que el justicialismo se conozca y lo deforman, estrangulan totalmente la economía de un país. A nosotros nos han hecho una guerra despiadada para hacernos fracasar, pero no han conocido métodos y eso nos ha salvado. Hoy hemos sobrepasado todo eso. ¿Qué es lo que hemos hecho en el orden económico-financiero general? Hemos reajustado nuestra moneda, como lo han hecho todos los países del mundo. ¿Por qué lo han hecho? Para poder pagar la guerra que hicieron. Y nosotros reajustamos nuestra moneda para poder pagar la justicia social que distribuíamos. Creo que nuestro caso es mucho más noble que todos aquellos que puedan conducir a las guerras, por santas y justas que sean. ¿Cómo hemos hecho esto? Hay dos etapas que realizar. Afortunadamente nosotros estamos un poco lejos de la hoguera y solamente nos llega un poco de calor, que más bien nos beneficia. Esa fortuna de estar lejos de la hoguera es la que nos ha permitido realizar nuestro programa. Nosotros dijimos que mientras aquellos desvalorizan su moneda para pagar la guerra, nosotros la desvalorizamos para que nuestro pueblo viva mejor y más dignamente; y lo hemos realizado. Hecho esto, ahora estamos valorizando nuestra moneda. La tarea de acumular riqueza de, de juntar oro, cuando el pueblo está conforme, trabaja y está contento y feliz, es algo que se hace sola. En cambio, cuando el pueblo no está satisfecho, está deprimido y humillado, el acumular riqueza y juntar oro es muy difícil. Eso es lo que han olvidado los capitalistas. Yo, cuando hablo, lo hago claramente, porque no soy político, ni tengo nada que esconder. Esta es la verdad. Yo no tengo porque mentir, porque tengo el apoyo del pueblo. Tengo a todos los trabajadores unidos en la acción de apoyo al justicialismo, de manera ¿qué me puede inquietar la existencia de cuatro o cinco señores que quieren perturbarnos? Son nuestros adversarios políticos. Mejor que existan; sino que habría que pagarles para que hablen en contra. Lo que nosotros queremos es realizar y consolidar las reformas económicas. En la época moderna no se puede realizar ninguno de los otros programas, ni el político ni en social, si no hay una base económica. ¿En qué consiste nuestra economía? Yo buscaré una figura para hacer la exposición lo más corta posible. La economía capitalista ha sido indudablemente el mal de la humanidad en el siglo XIX y lo que va del siglo XX, con la explotación del hombre por el hombre y con los abusos al que el capitalismo ha dado lugar: abusos de libertad, abusos de la propiedad, abusos de todo orden, que han sido la causa que ha conducido el mundo al comunismo. El comunismo no es una causa. El comunismo es un efecto -reacción contra los capitalistas-, de modo que para el comunismo desaparezca tiene que desaparecer primero el capitalismo. Es una utopía querer hacer desaparecer el comunismo si no desaparecen la explotación y los abusos del capitalismo. El justicialismo no hace nada más que eso: evitar la explotación del hombre por el hombre, para no llegar a explotación del hombre por el Estado. Nosotros no queremos explotación del hombre; por ello en nuestra constitución, la única prescripción rígida que hay es la que establece que en la República Argentina es un delito penado por la ley, la explotación del hombre por cualquier otro hombre. Compañeros: para poder establecer un equilibrio, para que no haya explotación, para que la libertad no llegue al grado de servir para humillar y tiranizar a la mayoría de la Nación, es preciso establecer un sistema pues la servidumbre moderna, la verdadera inquisición moderna y los esclavos modernos, lo son de orden económico más que de ninguna otra naturaleza. No hablemos de la esclavitud política, que ya no existe en casi ninguna parte mundo; no hablemos de la esclavitud humana, que ha sido abolida por todos los pueblos de la tierra, pues la esclavitud ahora ha nacido en el campo del trabajo, en el campo de la explotación del hombre en el orden económico. ¿Tiene algún otro mal la humanidad en nuestros días, que la explotación y la depreciación del hombre por sus contratantes, por sus patrones? ¿No nos hemos quejado de que esa es la única explotación que existe ya en la humanidad, aparte de esas colonias que anacrónicamente todavía existen en el mundo? De manera que lo que tenemos que encontrar es una solución en el campo económico que impida total y absolutamente la explotación del hombre, ya que la lacra del mundo, el cáncer del siglo XIX ha sido la organización capitalista de explotación. Para barrer con eso hay que empezar por barrer la economía capitalista. Mientras nosotros tengamos el capitalista imponiendo su economía política nosotros no tendremos la liberación que necesitamos. Así como para evitar de caer en la explotación del hombre por el Estado o la anarquía, debemos suprimir los regímenes capitalistas en el orden político, también en el orden económico hay que destruir la economía capitalista; sin destruir la economía capitalista seremos siempre unos ilusos en busca de la libertad que no existe, que es la libertad económica. Como lo ha dicho con mucho acierto el compañero Borlenghi, en el régimen capitalista los trabajadores tienen una sola libertad: la de morirse de hambre, que es la única libertad que deja la esclavitud económica. ¿Qué hemos hecho nosotros, los justicialistas? Porque, señores, proclamar un dogma o lanzar una doctrina no es todo. Es necesario hacer una teoría, consolidando y compaginando esa doctrina con la realización de los hechos. ¿Qué era la economía? Vamos a estudiar la economía capitalista para ver como es y si la tenemos que destruir de golpe o paulatinamente. No la destruyamos de golpe; no provoquemos un cataclismo, porque eso no beneficia a nadie. Hay que evitar todas esas situaciones evolucionando lentamente con una decisión firme e inquebrantable hasta desmontar todo este sistema y volver a montar otro nuevo, sin producir ni dolores ni miserias en las masas que queremos favorecer, porque tenemos que tener en cuenta que a veces el remedio es peor que la enfermedad. ¿Qué hemos hecho nosotros? Para desmontar el sistema capitalista hay que comprender que el sistema capitalista del siglo XIX fue montado sobre un principio que fue nefasto para la humanidad: el famoso principio hedónico de que tanto nos hablan los economistas, principio hedónico que dice en toda actividad se debe obtener el máximun de ganancia con la mínimun de esfuerzo. Este principio es magnífico como anunciación de la economía pura. Pero la economía pura no sirve más que para los libros. La vida se sirve de la economía aplicada. Ese principio hedónico, que en la economía pura es tan maravillosamente exacto, tan pronto aparece el factor sociológico o político, deja de ser maravillosamente exacto. Decía Napoleón que los ejemplos aclaran todo. Yo daré un pequeño ejemplo para explicar lo que es la economía justicialistas al lado de la economía capitalista. Para eso, yo tomo como ejemplo siempre en lo de la utilidad que no hay economista capitalista en un momento que no diga que para una empresa de cualquier orden, en la producción, en la industria o en el comercio, la teoría de los puntos óptimos sea inviolable. La teoría de los puntos óptimos es la aplicación del principio hedónico a la producción. Supongamos, por ejemplo, que tenemos una fábrica. Cuando recién se instala, la curva económica está en cero y pierde. Una vez que la industria ya está marchando y comienza a sacar su producción, la curva económica sube, es decir, la ganancia de la empresa comienza a aumentar paulatinamente. Se llega entonces a un índice diez, después de lo cual la curva sigue subiendo, es decir, la producción va aumentando, y la empresa comienza a ganar cada vez menos hasta llegar a los veinte, donde pierde lo mismo que perdía cuando estaba en cero. La teoría de los puntos óptimos indica que ninguna empresa debe salir de ese índice diez, punto en el que obtiene el máximo de ganancia con el mínimo esfuerzo, vale decir, el principio hedónico de la producción. Eso es justo; eso es lo que dice la economía; eso es lo que dice la lógica. Pero todo eso, señores, en economía pura. Pero los partidarios de la economía pura se olvidan que a esa clase de economía, en la vida hay que agregarle un factor social, un factor político y un sinnúmero de factores que gravitan sobre la economía, porque la economía no funciona sola en este mundo. La economía funciona en beneficio de los hombres que la realizan bien. La economía capitalista colocada, diríamos, en los puntos óptimos, produce diez, y no sale de ahí, porque si sube o baja, pierde. Pero yo, sociólogo, le digo al economista. “Usted produce diez, pero yo necesito veinte, porque tengo un pueblo que alimentar y con diez se muere de hambre”. Y entonces, el economista me responde: “Que reviente el pueblo. Yo no me nuevo del punto óptimo. Que el pueblo coma la mitad”. Pero yo le vuelvo a decir: “No, compañero. El pueblo necesita veinte y usted me produce veinte. Si no, váyase y que venga otra empresa, porque el pueblo necesita veinte”. Pero yo tengo que dar veinte. Ese es el justicialismo. Vale decir, esa es la economía social frente a la economía capitalista. El tenía la economía al servicio del capital; nosotros tenemos el capital al servicio de la economía. El tenía la producción, de la cual hacía depender el consumo; nosotros hacemos depender la producción del consumo, que es lo lógico y lo natural. Bien, señores, pregunto yo ahora si nosotros hemos cambiado la base de la economía. A aquel principio hedónico en que se apoya para guiarse toda la economía política del siglo pasado, nosotros le oponemos esta nueva posición, y le digo: No, señor, ahora la economía no es más capitalista; ahora es socia y hay que montar de nuevo toda la economía. Eso es lo que el justicialismo ha hecho, trastocando las bases ha modificado todo el sistema económico. ¿Con que resultado? Señores, yo no me puedo asustar del resultado de haber cambiado total y absolutamente las bases de la economía, porque mis obreros están contentos y felices, y mis patrones ganan más que lo que ganaban antes. ¿Cómo me puedo yo afligir? Señores, yo no quiero prolongar esta conversación. Podría hablar días, porque hace años que estoy trabajando en esto, pero no quiero abusar de la amabilidad de los señores. Sólo les quiero decir que el “talón de Aquiles” del justicialismo, el punto inicial de toda la acción está en esto. Porque señores, sin solución económica, no hay solución social. Ahora les digo a ustedes: Piensen la lucha que representa para nosotros; el encono que nos hemos echado encima y, lo que podrá ser nuestra lucha en el futuro. Porque con este sistema estamos destruyendo todo un sistema universal de economía. No nos atacan a nosotros por nuestra obra social, ni por nuestra obra económica. Nos atacan porque les estamos revolucionando el sistema, les estamos descubriendo y destruyendo los trucos capitalistas, y estamos dando el peor ejemplo al mundo. El día que en el mundo entero sean capaces de realizar esto que debo advertirles que hay que ser un poco arriesgado para hacerlo y que quieran realizarlo de buena fe, el régimen capitalista habrá sucumbido, y con el régimen capitalista sucumbido, el mundo no tendrá ningún peligro. Porque, señores lo que nosotros debemos pensar es que el comunismo, tan combatido en nuestros días, en nuestros países y en nuestras regiones, es el producto del capitalismo. Nosotros, señores, no somos anti-rusos; somos anticomunistas acá, porque los comunistas de acá no nos darán ninguna solución. Pero entendemos que si Rusia quiere ser comunista, que lo sea; en su país cada uno hace lo que se le ocurre. Esa es nuestra doctrina justicialista. Nosotros no queremos terminar con nadie. Queremos terminar únicamente con la miseria, el dolor y la indignidad en nuestro país. Indudablemente señores, ustedes se darán cuenta que pensando de la manera que pensamos los justicialistas, tenemos muchos enemigos. Pero vamos teniendo cada día más amigos, que es lo que nos interesa. Para poder realizar esto, ustedes se imaginan que yo he tenido que echar mano a todos los trabajadores. Aún dentro de ellos siempre hay algunos que perturban y molestan, porque no están de acuerdo con nosotros, pero eso nos conviene a nosotros, porque nos hemos forjado en la lucha y somos luchadores, no peleadores. Pero desde que estoy en el gobierno nadie podrá decir que yo lo he perseguido. Si alguien los persigue es la justicia. Los que están procesados, lo están por la justicia, y yo no tengo nada que ver con la justicia. El que comete un mal contra la justicia que se entienda con la justicia. No estoy aquí para administrar la justicia sino para hacer la felicidad de todo el pueblo argentino. Nuestros trabajadores tienen organizaciones, como la del compañero Borlenghi, la confederación general de empleados de comercio, que son fuertes. También tenemos la Confederación General del Trabajo que agrupa a numerosos premios y también es una organización poderosa. Y esas organizaciones, compañeros, están más firmes que yo, porque saben que están luchando por su destino. En esto es yo tengo muy poco que ganar; gano un susto todos los días, malos ratos, amarguras y sinsabores, pero no hay ningún esfuerzo que no realice por la clase trabajadora, porque con ella tengo una deuda inmensa de gratitud. Ella fue quien apoyo mis inquietudes y la que las realizaron dándome su apoyo. ¿Cómo podría yo, en algún momento, abandonarla? No tengo otro interés que servir al pueblo argentino. He llegado al gobierno sin ningún compromiso. Hicimos nuestra campaña política con carbón y tiza, pintando paredes para no pedir un centavo a nadie, a fin de atarnos con compromisos. Es mejor no llegar para fracasar. Más vale fracasar antes de llegar y no después de haber llegado. Es nuestra manera de pensar porque nosotros estamos aquí para servir al pueblo. Entre las veinte verdades peronistas, la primera es esa. El único gobierno que responde a la realidad; el único gobierno justicialista es aquel que hace lo que el pueblo quiere y no sirve otro interés que el del pueblo. Esa es nuestra manera de pensar y sentir. Para ello he llevado a los trabajadores al gobierno, como dije antes, los ministros, los diputados, los senadores son en gran número trabajadores y si no he puesto más, y he puesto a algunos políticos, es porque las cosas no se han podido hacer de la noche a la mañana, improvisando. Si hubiera llevado a los trabajadores los habría hecho fracasar en la función específica. Si hubiera hecho eso habría cometido el más grave mal en que pudiera haber incurrido. Quiero que los trabajadores se capaciten, estudien, piensen en los problemas de gobierno. Y cuando esté convencido de que eso está listo les entregaré el gobierno. A los trabajadores serán a los únicos a los que entregaré el gobierno. Ahora, ustedes dirán: muy bien, este señor, ha realizado toda esta reforma social, ha realizado toda está reforma económica, pero mientras no consolide esto políticamente, está en peligro de que le den una patada y lo echen el día menos pensado y termine la redoblona. En este sentido ¿cuál es la tarea del justicialismo? Señores: nosotros pensamos que el partido político en el mundo moderno es una creación artificial y artificiosa de la realidad. Es la mejor forma que el capitalismo ha tenido para poder burlar la voluntad de la mayoría e imponer el dominio de una minoría. Y observen ustedes: todos los políticos de todos los demás países, sean de cualquier partido que sea, entre ellos se entienden; entre todos ellos hacen al final una combinación que satisface a todos, menos a los que ellos explotan. Nosotros sabemos bien eso. El mal y el error más grande que cometió el capitalismo en los siglos XIX y XX, ha sido casualmente el de oponerse al sindicalismo organizado, porque el sindicalismo es una fuerza colosal. Ellos la han tenido en contra porque han sido poco inteligentes. Ellos pudieron haber organizado el capitalismo mismo a base de una acción sindical perfectamente organizada. Soy de lo que piensan que el sindicalismo es una organización de derecho natural como familia, porque no hay nada más lógico, desde que la humanidad es humanidad, que los mejores compañeros sean aquéllos que han derramado el sudor, juntos, en una tarea común. Ellos se unen por derecho natural, como la familia. Cómo va a poderse comparar un partido político con eso, que es una unión realizada de alma en el esfuerzo, mientras que lo políticos se unen por conveniencias. Es lógico que no puede ser, el partido político, una cosa poderosa, y se explica fácilmente que los partidos políticos aparezcan y desaparezcan cada pocos años. En cambio, el sindicalismo es un valor permanente de la humanidad moderna. Eso es lo que olvidaron muchos, y muchos políticos, con toda inteligencia que siempre declararon tener. Vamos al estado sindicalista, señores, y en esto no hay que andar con medias tintas: se va o no se va. ¿Y cómo vamos? Ayudando a la evolución, haciendo de nuestras organizaciones, instituciones cada día más unidas, más fuertes, más cohesionadas y más libres. Yo me explicaré en pocas palabras sobre esto. Piensan ustedes en cualquiera de nuestros países de hace veinte años. ¿Qué era entonces un partido político? Era el "factotum"; nada se hacía sin recurrir al partido político. Yo lo observo hoy en nuestro país: el partido político no es nada; hoy, los sindicatos son todo. Y observo el panorama de la política internacional. Es países, cuando le mueven el piso a un gobierno, ¿quién se lo mueve? ¿los partidos políticos? No, los sindicatos, que están tomando conciencia de su poder y de su valer. Hoy, las elecciones como las nuestras, se ganan con los sindicatos, no con los partidos políticos. Me dirán ustedes: “pero ustedes tienen los partidos políticos y también los sindicatos”. Claro, es que yo estoy caballo de la evolución; no puedo prescindir de los partidos políticos porque son un perjuicio que no ha desaparecido todavía en nuestra evolución, pero tengo los sindicatos que son fuertes y poderosos que me apoyan, pero no me apoyan para apoyarme a mí, sino por apoyarse ellos mismos, porque el justicialismo depende del sindicalismo, y el día que éste le quitara el apoyo, el justicialismo se viene abajo, pero yo no le arriendo tampoco la ganancia a los sindicalistas el día que no exista el justicialismo. Los sindicatos están obligados a mantener y a apoyar a este movimiento, y el justicialismo lo está a apoyar a los sindicatos, porque la desaparición de cualquiera de ellos, representa la desaparición del otro. Vamos, en esto, jugando de compañeros; cuando pierde uno, pierde el otro. Es la única forma de consolidarla. Los intereses son los únicos que unen. Los cursos, cenas de camaradería y todo lo demás, es muy bonito, pero mientras no estemos atados por algún interés, es difícil que no fallemos en los momentos en que las papas queman. El sindicalismo, cuando nació, no pensó en partidos políticos; el sindicalismo tuvo la visión del estado sindicalista. No llegó porque los políticos se le aparecieron en el camino, lo conquistaron y lo llevaron al campo político a los trabajadores, y destruyeron al sindicalismo; los obreros fueron engañados una vez más. Pero en mi país, los trabajadores tienen conciencia y no comulgan con los partidos políticos, porque saben que estos los va a engañar y prefieren defender su causa a defender la causa de los demás. Cuando se realiza una obra de esta naturaleza con la sinceridad con que nosotros la realizamos, se constituye el movimiento invencible por muchos años, movimientos que durarán hasta que nadie se acuerde de nosotros, y venga una nueva organización mejor que la nuestra a reemplazarnos. Esto no puede ser derribado como régimen ni político, ni económico o, ni social. Hay que escuchar a nuestros trabajadores. Todo esto que yo les digo, ustedes pregúntenselo al que pica piedras en la calle, que quizá sea analfabeto, pero yo les aseguro que ese lo sabe y lo siente. Ése le va a decir lo mismo que les estoy diciendo yo. Hablen ustedes con quien quieran. Yo les aconsejo que tomen contacto con cualquiera, que le pregunten a cualquier trabajador, sin elegir. Por ahí alguno va a hablar mal, porque está en contra, pero por cada uno que está en contra, habrá cincuenta que les dirán la verdad. En este sentido, compañeros, se imaginarán ustedes que no podemos engañarnos entre nosotros, que somos hombres de cierta experiencia. Los viejos dirigentes, los hombres que, como Borlenghi, han quemado su vida entera en defensa de esto, cuando esto era un delito, cuando había que luchar contra la policía y exponerse a que lo mataran en cualquier esquina, ellos están viendo y dirigiendo la realidad. Yo le dije: ¿a ver si son capaces de hacer lo que dijeron durante tantos años? Y ellos lo están haciendo y lo están realizando. Nosotros no haremos lo mejor de lo mejor. No pretendemos eso. No conformamos con hacer algo bueno, nada más. Porque si hubiéramos querido hacer lo mejor, todavía estaríamos pensando para hacer. Nosotros somos hombres de acción, y no de discursos ni de esas cosas. Decimos la verdad desnuda, como es la verdad, sin rubor. Porque nosotros no somos de los que se ruborizan por la desnudez de la verdad. Nosotros, compañeros, sé que seremos combatidos; pero nosotros somos solamente hombres de trabajo y de buena voluntad. Yo podría haber dispuesto que los muchos miles de millones que la República puede ofrecernos para hacer propaganda; en el exterior a mi sistema. Pero nosotros no hemos querido hacer propaganda; solamente hemos querido que se conozca nuestra verdad, pero no queremos exportar nuestra verdad. Queremos que sepan como vivimos, y por eso siempre que podemos tratamos de invitar a los trabajadores de todo el mundo, para que nos visiten y después nos juzguen. Pero nos juzguen con su criterio y libertad absoluta de juzgar. Señores: somos sólo hombres de buena voluntad y de trabajo. Nosotros somos de lo que pensamos que el genio es trabajo, y de nada vale el genio cuando no se utiliza el trabajo. Somos hombres humildes en la extensión de la palabra, que nos hemos impuesto la misión que nuestro país no haya un solo trabajador que sienta indigno sino que queremos que se sienta digno y comparta la inquietud que nosotros tenemos por la cosa pública. Porque pensamos que cuando el último trabajador de la patria se interese del Estado y de la cosa pública, el país está salvado. Pero cuando los ciudadanos, por humildes que sean, se desentienden del problema de la Nación, ese país está perdido. Eso hemos tratado de llevarles a todos los ciudadanos; hemos tratado de interesar a todos los hombres, antes despreciados y humillados, haciéndoles darán que cada argentino representa una pequeña ruedita en este inmenso engranaje que es nuestra República, y, en consecuencia, traten de producir y trabajar honestamente, imponiendo los derechos que nosotros le hemos acordado por la ley. En cuanto a la tarea desarrollan los sindicatos argentinos, el gobierno apoya toda organización sindical, con todos los medios que dispone: materiales, morales, legales, etc. Nosotros, en 1944 lo primero que hicimos fue colocar dentro de la ley a los sindicatos, que hasta entonces eran organizaciones fuera de la ley, y cuando los dirigentes sindicales enfrentaban un organización patronal, los procesaban y los metían en la cárcel. Lo primero que hicimos en 1944, y en eso trabajó mucho Borlenghi cuando luchaba por obtener su ley de jubilaciones, fue el estatuto legal de las asociaciones profesionales, es decir, los dirigentes dirigidos por Borlenghi, redactaron la ley por la cual se daba personería jurídica y personería gremial a los sindicatos argentinos. Lo que el capitalismo consideraba una asociación ilícita nosotros la convertimos en una asociación de bien público, ya que el sindicato hace lo mismo que lleva a cabo el gobierno justicialista. Vale decir, que lo primero que debe hacerse es colocarlo dentro de la ley. Ministro del Interior, Ángel Borlenghi: Lo primero que hicieron fue decirnos que esto era fascista o nazi, pero no hay en ninguna parte del mundo tanta libertad para los sindicatos legalmente constituidos, y para los dirigentes, como se establece en el Estatuto. Digo eso, ya que el señor presidente me ha hecho el honor de decir que soy el culpable del mismo: ustedes saben bien que nunca he sido nazi ni fascista. Presidente Perón.- Bien; yo decía cual es la concepción que el estado justicialista tiene del sindicato y por qué lo apoya. Porque quiere que tengan su casa propia, su colonia de vacaciones, su policlínico, etc. El justicialismo quiere un sindicato poderoso, un sindicato rico, que tenga todos los millones que pueda tener. Pensamos, señores, que ahora que está por producirse una guerra en el mundo, y que probablemente ganarán los capitalistas, vendrá una reacción capitalista. ¿Quién va apagar los platos rotos? ¿Los imperialismos? Esos nunca pagan la guerra que realizan; la pagan los pobres países a quienes ellos estrujan. Por ello, creemos que el justicialismo tendrá que hacer frente, a corto o a largo plazo, a una reacción capitalista. La lucha en el futuro va hacer eminentemente económica. ¿Cómo podrá sostenerse el justicialismo? De una sola manera: teniendo sus organismos poderosos. ¿Quiénes son los organismos poderosos del justicialismo? Los sindicatos. Por eso queremos que tengan de todo para que sean materialmente fuertes, económicamente poderosos. En este país antes le prestaban plata a los ricos; yo ahora les presto a los pobres que no la tienen, creo que es más lógico. Ayudamos a los sindicatos para que financien sus adquisiciones. Por otra parte, no es justo que los actuales componentes de los sindicatos paguen al contado lo que van a disfrutar sus hijos y sus nietos; ellos también pagarán un poco, así sabrá que cuestan y lo van a conservar mejor. De modo que hacemos préstamos a largo plazo. No regalamos porque tampoco conviene regalar; tendrán que juntar pesito a pesito, hasta llegar a ser ricos y poderosos por su esfuerzo, por su economía, y por la buena administración, como han llegado a serlo los sindicatos que hoy son ricos y poderosos. En eso, ¿cómo no los va a apoyar el gobierno? Queremos un sindicato moderno. Antes se justificaba el sindicato se compusiese de una comisión directiva para defender los interese profesionales, porque todo era lucha, pero hoy, en el régimen justicialista ya no se lucha por eso. Para obtener una mejora se va a una mesa y se discuten los problemas ante el ministro de Trabajo y Previsión, que es un trabajador, un vidriero de que ha dejado de soplar para estar allí, ya que es necesario que en el Ministerio de Trabajo esté un trabajador. Allí se discute con todos los datos a la vista y el patrón no puede esconder mucho porque podemos decirle: está mintiendo, que ganan tanto y tanto. Así, cada uno gana lo más que pueda ganar sin perjudicar ni a la industria ni a la producción. De manera que hoy la lucha es una discusión amable, tomando café, muy distinto de como era antes, en que cuanto estallaba una huelga, los primeros iban a la cárcel eran los dirigentes. Ahora, el panorama es distinto. Hace poco, los ferrocarriles han hecho una huelga muy injusta. Me decían: “Métalos presos”. No, déjelos, ellos solos se arreglarán; yo no voy a mandar la policía. Nosotros no metimos preso a nadie. Ellos se arreglaron solos. Discutieron su problema, llegaron a un acuerdo y volvieron al trabajo. No hay necesidad de forzar a los trabajadores. No los forzaremos jamás. El sindicato no puede ir solo. Es necesario ir en común para lucha. Es necesario tener esas actividades. Yo les dije a los muchachos: “Creen sus mutualidades, donde van a cuidar la salud física y mental de sus asociados. Creen las proveedurías para la defensa mutua del poder adquisitivo de sus sueldos y salarios. Creen escuelas sindicales, de donde saldrán los futuros dirigentes. Hagan a los dirigentes; denles capacidad para dirigir y conducir al gremio”. Pero ¿cómo un gobierno hace eso? Porque gobierno justicialista hace lo mismo en otro orden de ideas, para la defensa de los intereses profesionales. ¿No le hicimos nosotros poniendo los derechos de trabajador en la Constitución, organizando toda la legislación para que respeten esos derechos? Nosotros somos la mejor comisión directiva; ya que desde aquí se dirige toda la legislación social que beneficia a los trabajadores con salarios justos y jornadas de trabajo dignas. Entonces, estamos haciendo lo mismo. Nosotros debemos estar unidos con los sindicatos y los sindicatos con nosotros. En el orden de defensa de los intereses profesionales vamos del brazo. Lo mismo con respecto a las mutualidades. Los sindicatos establecen sus maternidades, consultorios externos, sus farmacias, sus policlínicos, etc. No hago lo mismo yo con la salud pública y el resto del país. Qué más quiero que el sindicato lo haga, si lo administra y lo cuida y yo lo ayudo. De manera que estamos de acuerdo y marchamos juntos. Con las proveedurías pasa algo parecido. Todos los días estoy peleando con los proveedores inescrupulosos que roban al pueblo. Los tengo que meter presos, y para eso tengo una ley que me lo permite. Los aprieto a los especuladores. Pero sí de los sindicatos establecen una proveeduría podrán comprar a precio de costo. Lo mismo con el establecimiento de una escuela para elevar el nivel cultural y social de la masa argentina. ¿No tengo yo para eso un Ministerio de Educación y miles de escuelas? De todo esto, resulta que en el régimen justicialista el gobierno y el sindicato tienen una tarea común a cumplir. En consecuencia, se ayudan mutuamente, en la realización de la labor de conjunto. Ese es el justicialismo, es decir una forma de realizar la justicia para el pueblo con la intervención del pueblo mismo, porque nadie sabe lo que es la justicia del pueblo, si no es el pueblo mismo. A todos esos que hablan de la justicia del pueblo, si no son del pueblo, yo no les creo nada. Yo le creo más a la justicia que me aconseja el hombre del pueblo, que a la que me aconseja un especialista, porque este está hecho a otra vida y no sabe nada sobre el pobre pueblo; está alejado de sus necesidades. Compañeros: creo que me he extendido demasiado en esta charla. Yo solamente quiero terminar mis palabras agradeciendo una vez más que nos hagan el honor y nos brinden la satisfacción de visitarnos y deseo que mientras estén en esta tierra se sientan como en su propia casa. Pueden ir a donde quieran, como quieran y preguntar a la gente que hace, porque en este régimen, que algunos dicen que es una tiranía, no se le pregunta nada a nadie. Solamente cuando un hombre mata a otro, le metemos preso. Ustedes pueden dar su opinión en la forma que quieran. En este sentido nosotros aseguramos la más absoluta libertad para los hombres están en la República Argentina, sean de la Argentina o no. Ustedes observarán como la gente se desvive para hacerles grata la estadía; es agradable y servicial. Esa es la idiosincrasia argentina y que nosotros propugnamos. No para que unos sean los buenos y otros los vecinos. Nosotros entendemos la buena vecindad, siendo buenos con los vecinos, sirviéndoles y poniendo nos incondicionalmente a su disposición. Cada argentino va a ser así y yo también me pongo en forma absoluta e incondicional a las órdenes de ustedes para lo que quieran. Si quieren viajar, el compañero Borlenghi les va a resolver la situación mejor que yo. Por otra parte, hemos dictado un decreto declarándolos de huéspedes de honor de la República a todos los señores. Nosotros actuamos siempre sin ninguna afectación. Cuando decimos que somos amigos, los somos de verdad y ofrecemos todo, como lo hacen los amigos, con todo corazón y sinceridad. Deseo que tengan mucho éxito en este Congreso, porque tengo un aprecio extraordinario por la Confederación de Empleados de Comercio, que es una institución seria que honra a cualquier país, organizada, correcta, que se mantiene en una línea de seriedad absoluta y da la sensación de organización y cohesión. Jamás aquí la Confederación de Empleados de Comercio ha tenido la menor discusión con el gobierno. Sería bueno; el ministro del Interior es el jefe de ella. Pero ustedes saben que a pesar de eso hay hombres difíciles, y nosotros, con la Confederación de Empleados de Comercio no solamente estamos satisfechos, sino que estamos orgullosos. Es un timbre de honor para nosotros contado con una organización de la seriedad, de la capacidad y de la honradez que ella tiene. El nuestro es un sindicalismo de hombres honrados y quizá no seamos muy capaces ni tengamos muchas luces, pero tenemos la más grande de todas las luces, que es la honradez y el decir la verdad tal cual es. Yo siempre creo que eso es superior a la sabiduría, a la riqueza, y a todos los valores que el hombre pueda tener: ser honrado, leal, sincero y decir la verdad tal cual es. Así lo entendemos nosotros, y así lo hacemos. Es por eso que vivimos en la mejor armonía y tratamos de no decir nunca la mentira primera. Deseo que la estadía de ustedes en esta tierra sea feliz y venturosa, y para lograrlo haremos por ustedes no solo lo posible sino también lo imposible. Muchas gracias y buenos días. …..
1951-08-16
DISCURSO ANTE REPRESENTANTES DEL PODER JUDICIAL DE TODO EL PAÍS
Lamento disponer de escaso tiempo, ya que debo concurrir al Colegio Militar, y hubiera querido conversar un rato más largo con ustedes, pero, en primer término, les agradezco que hayan tenido la amabilidad de llegar a esta casa, más que nada para darme la inmensa satisfacción de poderles estrechar la mano, siquiera de vez en cuando. Hemos hablado largamente con la señora y sé que han hecho un acto los otros días en la Capital todos los señores que representan las actividades de la justicia. Para el justicialismo, como su nombre lo indica, la justicia es una cosa muy importante. Sé bien que nosotros vamos marchando paulatinamente, satisfaciendo los sectores que interesan a la justicia; no solamente satisfaciéndolos desde el punto de vista administrativo del gobierno, sino también desde nuestro punto de vista ideológico, donde nuestra penetración política debe ir abarcando todos los matices. Yo no opino, como mucha gente, que la justicia está exenta de la política que sigue el país: la justicia depende de la política que sigue el país. Los franceses han ido un poco más lejos; ellos, cuando eligen el Gobierno eligen también la justicia: el Gobierno tiene su justicia. Otros creen que la justicia está totalmente desligada del país: para ellos la justicia es casi un gobierno de Dios. No, la justicia es un gobierno de los hombres -por lo menos en esta tierra- y yo no puedo desligarla de los grandes intereses de la Nación. La justicia está para asegurar al hombre esa justicia, y jamás debemos desligarla del continente dentro del cual juega el hombre. No creo que hacer política es hacer electoralismo: eso es otra cosa distinta. Los hombres desgraciadamente siempre listos a desvirtuar casi todas las cosas nobles de la vida, han desvirtuado también la nobleza política. ¿Por qué? Porque en vez de hacer política para el país, en vez de hacer política de convivencia de todos los que componen el país, han hecho política personal: no han hecho política para todos. La política para todos o sea, la política para el país, la servimos todos. La política personal se la sirve cada uno. Pero lo que sí podemos decir es que cuando la política se hace para el país, se ennoblece, y, cuando se hace para los hombres se envilece. Ahora, señores, es cuestión de que, al apreciar lo que es la política cada hombre esté en el bando de los que la ennoblecen y no en el bando de los que la envilecen. La justicia debe estar en el bando de los que ennoblecen. La justicia tiene un pensar y un sentir político dentro del Estado, pero para ennoblecerla; lo otro, para envilecerla, se lo dejamos a los caudillos de los comités, a esa gente que nosotros no queremos ni hace falta. Por eso digo que para hacer justicia, señores, yo creo que un juez está obligado -o una corte está obligada- a luchar para ennoblecer esa política; y para ennoblecerla luchando por ella, hay que estar dentro de esa política. La política está exenta de los intereses de los hombres pero no de los intereses de la sociedad, que, en el fondo, es lo único que debe defender. Porque, los intereses de la sociedad, ¿en qué consisten? Y... en la política de la sociedad. La política es noble cuando el hombre no la envilece; pero, es una mala palabra cuando se envilece. Tantas veces he hablado con el señor ministro de Justicia, que es un viejo juez que entró a la justicia con los pantalones cortos y conoce muy bien toda la etapa que la mima ha recorrido en nuestro país, de que cuando la justicia cubra perfectamente bien su puesto y los hombres que actúan dentro de ella, en cualquiera de sus escalones porque todos son útiles, tengan ese concepto de la nacionalidad y de la política social, todos habremos ganado, tanto los que la ejercen como los que la reciben. Señores: hubiera deseado hablar un largo rato de esto porque quisiera darles mi pensamiento sobre este tema, como lo vemos nosotros desde aquí, desde la Casa de Gobierno. Quizás no sea lo mejor, pero nos conformaríamos con que sea lo suficientemente bueno, como nosotros lo deseamos, porque creo que el mejor entendimiento de las cosas es preciso aclararlas en todos su contenido. Por eso, señores, aunque muchos hombres colocados fuera de la concepción política en que estamos nosotros, critican que la justicia haya realizado actos en esta oportunidad, yo siempre les contesto lo mismo, que en el campo de las decisiones nosotros no criticaremos nunca a un hombre que tenga una idea y que tenga una definición; criticaremos a los que no tengan ni idea ni definición, porque esos no sirven ni para Dios ni para el diablo. Les agradezco profundamente la amabilidad que han tenido y les pido disculpas porque ya estoy sobre la hora y debo concurrir a otra obligación. En estos últimos tiempos he tenido muchas audiencias y lamento la falta de tiempo para poder extenderme un poco más. Solamente les pido que lleven a todos los compañeros, que en las distintas partes de la República argentina trabajan con los mismos ideales con que trabajamos nosotros, mi simpatía, mi aprecio y un fuerte abrazo. ..
1952-10-21
Discurso pronunciado ante dirigentes del Partido Peronista en la quinta presidencial de Olivos.
Compañeros: Yo deseo que mis primeras palabras sean para agradecer la presencia de todos ustedes acá, que me dan a mí la inmensa satisfacción de poderles saludar, siquiera de cuando en cuando en forma personal. Como pienso hacer una exposición, compañeros, de cierto carácter orgánico y doctrinario, yo les pido que dejemos las expresiones de júbilo, etcétera, para cuando terminemos, así podemos mantener…., así podemos dar un poco de unidad a la exposición. De lo contrario, si soy permanentemente interrumpido yo mismo pierdo la ilación un poco… Compañeros: nosotros empeñados en nuestro trabajo de todos los días, tal vez no hemos tenido suficiente oportunidades para poder conversar sobre temas que nos son afines a todas nuestras ilusiones partidarias y a nuestras intenciones políticas. Por eso yo he querido realizar esta reunión donde están representadas las tres fuerzas, que deben, unidas, mantener toda la acción y la unidad doctrinaria de nuestro movimiento. Y antes de exponer ideas orgánicas sobre este asunto, deseo, en honor de la justicia y de la ecuanimidad, que debe caracterizarme a mí como director de este gran movimiento, mi complacencia, mi inmensa satisfacción y mi orgullo de peronista, de ver como se están organizando, cada día de forma más perfecta, todas las fuerzas que componen nuestro movimiento peronista. En esto, compañeros, pese a las pequeñas cosas que puedan ocurrir, yo creo, que el buen juicio se impondrá finalmente. No puede haber divergencias, ni puede haber en manera alguna controversias, menos todavía, repulsión o animadversión sobre los hombres que componen todo nuestro movimiento peronista, porque una de las más fundamentales y principales de las verdades peronistas, establece que “para un peronista no hay nada mejor que otro peronista”. Y en eso, hablando entre peronistas, yo deseo hacer un llamado a todas las fuerzas que componen el movimiento, sea el Partido Peronista Masculino o el Partido Peronista Femenino y la Confederación General del Trabajo, fuerzas que forman la raíz de un mismo movimiento, con una absoluta unidad de doctrina, con una disciplina partidaria y con una sola intensión hacia únicos objetivos de la nacionalidad, que hace tanto tiempo ya hemos fijado y sobre los cuales marchamos decidida y rectamente. Esto puede producir pequeñas cosas, pero esas pequeñas cosas en el fondo, no son sino pequeñas cosas. Yo he sentido en la información diaria, pequeñas rivalidades que no tienen razón de ser ni de existir. Ha habido casos que alguna agrupación no ha permitido, por ejemplo, la concurrencia de dirigentes de otra agrupación a sus conferencias o a sus reuniones. Esto, compañeros, es una verdadera aberración; esto además de ser de una cosa de poco alcance, es estúpida en sí misma. Nosotros los peronistas, debemos obrar abiertamente y con absoluta solidaridad y compañerismo, para todos los demás peronistas. En una reunión peronista no puede estar prohibida la entrada para nadie, no solamente para los peronistas. Y si no esa reunión no es peronista, no es peronista. El peronismo da entrada a sus reuniones hasta a los propios enemigos políticos, que nos escuchen. Como nosotros no vamos a ir a hacer componendas ni porquerías, puede venir todo el que quiera presenciar una reunión peronista. Por otra parte, yo he dicho muchas veces, que nosotros los peronistas, no somos ni queremos ser prepotentes, ni queremos imponer nada a nadie, queremos convencer a los demás de nuestra verdad y de nuestra razón. Lo que no queremos entregar a nuestros adversarios es precisamente, esa verdad y esa razón, que nos hacen fuertes y nos hace invencibles. Los peronistas luchamos solamente con la verdad; no tenemos más que una sola bandera, que es la de la razón y la necesidad de nuestra Nación y de nuestro pueblo. En consecuencia no tenemos nada que ocultar. Nuestras intenciones son limpias y nuestros procederes están abiertos a la observación de todos los ciudadanos argentinos. Si procedemos de otra manera, ni somos peronistas ni somos argentinos. Nosotros debemos hablar claramente y mostrar nuestros procedimientos abiertamente a la contemplación, la crítica y todo lo que quieran los demás. En esto estriba, precisamente, esa amplitud peronista. Yo he dicho muchas veces, que nuestro gobierno no quiere obligar ni quiere mandar, prefiere persuadir, porque siempre he considerado que es mejor convencer a los hombres que obligarles. Nosotros convencemos. Si estamos en esta tarea de gobernar, nuestra función es persuadir al pueblo, y persuadido el pueblo, hará lo que deba hacer. A la fuerza no lo hemos de obligar, no hay nadie que obligue a un pueblo a la fuerza a hacer lo que el pueblo no quiere. Por esa razón, compañeros, cuando nosotros creemos desde el gobierno, que tenemos la razón, persuadimos al pueblo con argumentos sobre esa razón y entonces obramos de acuerdo a lo que el pueblo quiere una vez persuadido. No es nuestra función obligar a nadie, ni hacer las cosas contra el deseo de los demás. De manera que la prepotencia, la estrechez de criterio, el sectarismo, dentro de nuestro movimiento no tiene cabida. Nuestro movimiento es un movimiento universalista, él toma todo lo bueno y descarta todo lo malo. Eso es lo único que podemos decir como síntesis del propio peronismo. Por eso, diremos que por antonomasia en el peronismo todo lo que sea estrecho y sectario no tienen cabida en el peronismo. Se equivocan los que creen que la prepotencia puede ser un arma que nosotros esgrimamos en el campo político. Ni la disciplina nuestra puede estar basada en esa prepotencia de gobierno o de mando. La disciplina nuestra es una disciplina de fondo, disciplina de persuasión. El ciudadano no puede estar obligado a hacer lo que no quiere hacer por disciplina, sino hay una razón superior que lo obligue a hacerlo. La disciplina es una disciplina de corazón para nosotros, no una disciplina de forma, ni de la prepotencia del mando, de la dirección o del gobierno. Por esa razón, cada peronista es disciplinado porque piensa desde el fondo de su corazón que eso es lo que corresponde que él haga, y él lo hará, aún, cuando le digan que sea lo contrario lo que debe hacer. Es importante que sepamos que este ejército civil de la Nación que compone el peronismo, no tiene una disciplina de forma, ni una disciplina arbitraria, tiene una disciplina de corazón. Él obra porque cree y está convencido de que debe obrar así, sino no es peronista, ni necesitamos hombres que se convenzan sin pensar. Esto también nos lleva, compañeros, a cuidar nuestra actitud personal, porque hemos fijado ya muchas veces, que en el valor correlativo de los hombres el peronismo no da nada a nadie. Algunas veces, funcionarios de la República a quienes el movimiento peronista los ha encumbrado en una función de responsabilidad llegan hasta a mí para decirme: “Presidente, vengo a agradecerle lo que usted ha hecho por m. Yo les contesto invariablemente lo mismo, “No, amigo, yo por usted no he hecho nada; yo solamente lo he puesto en la vidriera. Pobre de usted sino es una buena persona, porque allí va a encontrar su muerte política. Yo sólo le doy una oportunidad para que si usted es bueno, honrado y capaz, lo demuestre y adquiera predicamento frente a sus ciudadanos. Pero también le pongo la oportunidad para que si no es bueno, honesto y decente lo sepa todo el país y quede usted anulado para el resto de su vida”. Ese es lo único que el peronista ofrece a los demás peronistas cuando los encumbra en la función pública o en su propia representación. Les da la oportunidad. En esto, está el germen de la autoridad partidaria. Nosotros no discernimos autoridades ni jerarquías, nosotros damos responsabilidades. La jerarquía y la autoridad la conquista cada uno en ese puesto. Si es capaz y si es honesto, él tendrá la autoridad que merece, pero si no lo es, carecerá de toda autoridad. Nosotros no investimos ni jerarquías, ni autoridades, damos responsabilidades que no es lo mismo. En esto, compañeros estriba toda esa autoridad que los hombres reclaman para sí. Cuando alguno dice “Déme autoridad”. Yo le contesto: “Conquiste autoridad”. Esa es la verdadera autoridad que le servirá. Por eso siempre decimos que cada peronista lleva el bastón de mariscal en su mochila. Pero no es suficiente poseer el bastón de mariscal, para saberlo manejar e investir la autoridad que ello presupone. Cada uno es el artífice de su propio destino dentro de nuestro movimiento, y lo será cada día en forma más ajustada y cuanto mayor sea el grado de perfectibilidad orgánica alcanzada por nuestro movimiento. Por eso, yo hoy deseo, después de este corto exordio, hacer algunas consideraciones de orden orgánico. Antes de hacerlo, quiero hacer un llamado a todos los compañeros a esa solidaridad y compañerismo, que nunca me cansaré de mostrar y de pedir a cada uno de los compañeros del movimiento peronista. Entre los hombres se suscitan siempre dos clases de cuestiones: las cuestiones insignificantes de roces y fricciones de todos los días en todas las funciones y las enemistades irreparables. Esas dos cosas sabemos nosotros los hombres, cuales son remedios. La amplitud que los hombres deben de tener en sus procedimientos y en su comprensión supera las pequeñas e intranscendentes fricciones de todos los días. Los choques irreparables entre los hombres, son cuestiones personales y no políticas ni institucionales. Por eso cada uno carga con las enemistades que se produce en su propia acción; pero la política, es precisamente, la acción que debe superar todas las pequeñas cosas y aun las grandes cosas. El que actúa dentro de la acción política debe de ser un hombre que tenga una transigencia absoluta en las formas de la acción, aun cuando debe ser un intransigente absoluto en el fondo de su doctrina que sostiene y de los objetivos que persigue. Eso debe de ser nuestra norma compañeros. Cada día debemos ser más amigos entre nosotros. Nos vamos conociendo. Yo me explico que hace cinco años, cuando recién nos uníamos hombres provenientes de todas las direcciones y de todas las ideologías, pudiéramos no estar de acuerdo unos con otros en pequeñas o grandes cosas. Pero hoy, después de cinco años de luchar hombro con hombro por el país, debemos anteponer a todas las pequeñas rencillas y pequeñeces políticas, el solo objetivo superior de servir a la Nación, y sacrificar a ese superior objetivo todas las demás pequeñas cosas que la vida presenta y que la vida ofrece en el diario batallar de nuestros intereses y de nuestras ilusiones. En esto compañeros creo que estriba la gran conducta para cada uno de los peronistas, pertenezcan estos a uno u otro partido. Señores: y antes de entrar a las consideraciones orgánicas que les he prometido, quiero, también, de mi parte, traer la palabra de elogio para el Partido Peronista Femenino, que por fallecimiento de su presidenta, he tenido que hacerme en forma personal, cargo de su organización y de su dirección. Cada día que compulso más esa organización, cada día que conozco más a las dirigentes peronistas de ese Partido, me voy dando cuenta, del inmenso tesoro de valores morales que esa dirección encierra. Veo el sacrificio y veo el trabajo permanente, veo también la unidad de doctrina inculcada entre esas mujeres dirigentes del Partido Peronista Femenino, las veo actuar, veo su dirección, veo la sutileza con que se manejan todos esos enormes organismos que lo componen, sin fricciones, sin cosas que puedan hacernos pensar que allí se producen conflictos de ninguna naturaleza. Para mí, señores, es un deber exponer aquí a la consideración de todos los compañeros que están presentes, esa actitud admirable de las mujeres que están trabajando para conformar un partido poderoso y bien organizado. La dirección de ese partido está en muy buenas manos, porque todas las dirigentes femeninas saben lo que quieren, saben donde van, y lo están realizando sin hesitaciones, sin apuros, pero con una consolidación permanente de su movimiento. También yo quiero hacer llegar mi palabra de elogio al Partido Peronista Masculino. Ellos, en toda la República, se que trabajan tesonera y activamente para organizarse, que no tienen grandes pretensiones, pero sí, tienen gran responsabilidad en la tarea que realizan. A todos esos dirigentes que mandados desde la Capital Federal, están conduciendo en distintas partes del país, como a todos los compañeros que en distintas partes tienen la responsabilidad de la organización regional del Partido, también mi palabra de elogio y agradecimiento por todas sus fatigas, por todas sus intenciones y por todo el trabajo que están realizando. En esto compañeros, quiero hacerles presente toda mi complacencia por como van desarrollándose las cosas. Yo nunca he sido en este orden de cosas, demasiado exigente, porque la vida me ha dado la amplitud necesaria para apreciar las cosas en su verdadero valor. No voy ni más allá, ni me quedo más acá en la apreciación de cada uno de los innumerables pequeños problemas que agitan, no solamente la mentalidad de nuestra dirección, sino también la masa peronista del país. Pero sé que todos esos son pequeños problemas. Nosotros no tenemos problemas, verdaderamente problemas no tenemos. Los que se agitan, son pequeñas cosas que se van a resolver solas, muchas de ellas, sólo con el tiempo y nada más que con el tiempo. En esto, yo he comenzado con el Partido Peronista Femenino, cuya dirección ejerzo en forma directa, y solo accidentalmente hasta que demos una organización, para que después las mujeres mismas organicen y marchen por sus propios carriles. He podido pulsar y tomar algunas ideas sobre la organización, que he creído que pueden ser de utilidad para todo el movimiento, ya que la organización es una cosa única: se organizan o no se organizan las cosas. Si se organizan a medias es igual que si no estuvieran organizadas. Hay gente que tiene sobre la organización un concepto sui géneris. Creen que organizar una cosa es sentarse en una mesa, agarrar un gran papel, hacer una serie de cuadritos unidos con líneas y dicen “ya está organizado”. No eso no… eso no es organización. Eso es simplemente un esquema, y yo siempre recuerdo en esto, cuando nos dan clase de fisiología en el colegio, que nos ponen el mapa del cuerpo humano, levantan el esternón, abren los intestinos y vamos viendo todos los órganos. Pero ese no es un hombre, ese no anda, ese no funciona. Lo que se necesita es tener un hombre, en el cual se realicen todas las funciones sistemáticas: que piense, que accione, que haga cosas, buenas y malas, como hacemos todos los hombres. Hasta que no tengamos eso no tenemos organización. Y es claro que es probable que nosotros no podamos crear nuestro organismo en un día, y que ese organismo deberá seguir un proceso orgánico hasta su formación. Afortunadamente, Dios tenía un poder que no tenemos nosotros, que dicen que lo hizo de barro, después lo sopló y salió. No, a nosotros no nos va a salir así, nosotros vamos a tener que trabajar mucho hasta conseguir formar un organismo completo y tener una organización algo perfecta. Por eso es interesante que nosotros nos dediquemos a pensar en esa organización y a irla realizando poco a poco. Ese que organiza en el papel y después quiere pasar a realidad, y cree que ya está organizado cuanto tiene el papel. Y... ese se equivoca, y generalmente no llega a hacer una organización. Porque el proceso orgánico no es ideal, no es teórico; el proceso orgánico es empírico y es real, se va realizando en el terreno, allí es donde hay que crear la organización, y hay que crearla varios principios inmutables que rigen el arte de la organización. No hay que crearla como se le ocurre a uno, como pasa a menudo en la administración pública, que uno tiene un buen amigo y dice: “No te preocupes, yo te voy a organizar, vas a ver lo que te voy a organizar para vos”. ¡No! no se organiza para los hombres, se organiza para una función a cumplir por un organismo; el hombre, el hombre viene después a lo mejor y lo echa a perder. Es decir, no se puede delinquir contra las reglas de la organización. Nosotros tenemos que organizar nuestras fuerzas. Tenemos mucho hecho, pero todavía tenemos mucho por hacer. Sobre es lo que yo quiero compañeros, hablarles hoy. Mi tarea la he empezado hace tres meses, la empecé con el Partido Peronista Femenino. Porque en esto hay dos maneras de proceder. El que se siente y hace un decreto y lo manda: “ ¡Que se haga esto!”. Esa es una forma. Cada uno que recibe el decreto dice: “Pero esto es una macana, esto no puede ser”. Entonces empieza la discusión después del decreto, y al final se hace un gran barullo porque uno pone una cosa otro pone otra, para organizar o para hacer una cosa lo primero que hay que hacer es hablar mucho, llevar la idea, convencer a la gente de la necesidad de hacerlo. Todo eso es tiempo ganado, porque cuando después reciba la orden de hacerlo, dice: “Ah, si, esto es por lo que nos dijeron tal vez, esto es por lo que se dijo...”. Ya el hombre está convencido que lo debe hacer. Entonces, todo el tiempo que uno ha perdido en decir esto, en hablar, en largar esos argumentos, que la gente se convenza y sea partidaria, todo ese tiempo perdido se gana después en la ejecución, porque en pocos días nomás ya está todo en realización. De lo contrario, uno se expone a esa discusión, que le hace larguísima la tarea de organizar. Por esa razón yo he iniciado, y a las mujeres, que están trabajando directamente conmigo, ya las tengo cansadas con las conferencias que les doy todos los días sobre organización. Pero reúno de a cuarenta, de cincuenta, porque también quiero conocerlas para poderlas dirigir, nadie puede conducir a gente que no conoce. Y entonces les voy dando por dosis esto. Yo repito a veces, 20 veces..., no me importa repetir, yo me he pasado la vida repitiendo, de manera que repetir un poco más no es nada. Bien, en esto compañeros, es lo que quiero yo, en esta reunión tratar de darles, digamos... cuáles son las ideas generales que se me ocurren a mí para nuestra organización. Para eso primero vamos a plantear la situación orgánica de nuestra fuerza. Nuestra fuerza, es una fuerza nueva y de difícil organización, porque somos muchos hombres desilusionados de lo que ha ocurrido en otras partes que nos reunimos para tratar de hacer una cosa que nadie hizo pero que todos pensamos que se debe hacer. En esto, hay ya una cierta unidad de sentimiento, aunque no una cierta unidad de pensamiento, porque ninguno sabemos cómo lo vamos a hacer. Ahí podemos diferir. En consecuencia, este movimiento es nuevo en el país, y nuevo en el mundo, que va hacia objetivos también nuevos dentro de la relatividad de las cosas en la lucha por las acciones políticas, sociales y económicas, pero que no tiene tradición política, porque los políticos enemigos nuestros algunas veces dicen: “Qué representan ustedes, que recién empiezan a actuar en política y ya quieren saberlo todo”. Nosotros no tenemos esa pretensión, sobre todo frente a ellos, que hace cien años que están actuando en política y no han hecho otra cosa que actuar. Pero le podríamos decir lo que le dijo Napoleón a los nobles franceses cuando constituyó la nueva jerarquía heráldica en Francia. Le decían los nobles: “Qué van a hacer ustedes príncipes y condes hechos ahora?”. Napoleón les contestó: “Vean, la única diferencia que hay entre ustedes, la antigua nobleza, y nosotros, la nueva, es que ustedes son los que terminaron y nosotros somos los que empezamos”. Nosotros, peronistas, podemos decir lo mismo a los antiguos políticos. Ellos son los que terminan y nosotros somos los que empezamos. Y que además, como aquí me dice Borlenghi, somos mejores que ellos también. Bien compañeros, por esa razón el trabajo orgánico nuestro debe ser lento. En esto no se nace por generación espontánea, esto nace del trabajo, de la lucha y de la enseñanza permanente que nosotros, dirigentes del movimiento, tenemos la obligación de impartir a todos los demás peronistas. Porque tenemos, además, de dirigentes, la obligación de ser maestros de nuestros dirigidos compañeros. Un dirigente no es solamente un tipo que dice lo que hay que hacer. No, no. Eso no es suficiente para ser dirigente. Para ser dirigente hay que ser capaz de enseñar lo que hay que hacer, que no es lo mismo. Como nosotros no tenemos un pasado político como partido, ni tenemos tampoco una tradición política como organización, tenemos que enseñar todo eso reemplazándolo por nuestra doctrina. Ahí está la realidad orgánica de nuestro panorama en la situación general. No hablamos de las mujeres que son más nuevas que nosotros todavía en la actividad política. Y muchos de nosotros que tampoco hemos sido grandes conocedores, pero tenemos que ponernos a trabajar y crear una técnica política que nos pertenezca, y de la cual podamos ser dueños para usarla como herramienta en la lucha política de todos los días. Ahí está todo el secreto de la organización. Organizar un movimiento político es crear la herramienta que el conductor de esto necesita para realizar un trabajo. Es lo mismo que un individuo que tiene que hacer una casa, lo primero que junta es sus herramientas, su material y después construye la casa. Nosotros tenemos que hacer la casa de la Argentina en el orden político-institucional, económico y social, y en consecuencia necesitamos una herramienta para hacerlo. La herramienta nuestra es el movimiento. Es el partido organizado en todos sus aspectos y en todas sus características. Ese instrumento, debe de tener una forma que lo habilite para realizar el trabajo. Nadie puede hacer una casa con un cuchillo, la tiene que hacer con la pala, y con el fratacho y con la cuchara. Ahora, tiene que tener una forma adecuada para trabajar, tiene que tener un temple. Porque cuando si yo uso de madera, cuando rompo el ladrillo, rompo la cuchara, ¿no? Tiene que tener un temple y tiene que tener una manija desde la cual uno lo tome para manejarlo porque sino, ¿cómo lo maneja? La forma, compañeros, es toda la estructura orgánica del Partido, el temple es la doctrina y la manija son los comandos y dirección para que desde ahí se pueda manejar la herramienta. Yo a menudo compañeros, he dicho que la organización del Movimiento Peronista impone una serie muy diversa de cuestiones, también diversas entre sí. Que hay que complementarlas unas con otras y crearlas a la manera del que construye un edificio. Primero, construir un cimiento en el cual hemos de apoyar esa construcción. Ese cimiento ha de ser fuerte y ha de ser firme, porque de lo contrario nada de lo que construyamos sobre él tendrá estabilidad ni consolidación. Para la organización de este edificio peronista, el cimiento es la doctrina. La doctrina es el cimiento. Si ese cimiento es firme, y si ese cimiento es fuerte, el edificio será sustentado perfectamente sobre ese cimiento. Pero si ese desfallece, Dios me libre del destino del edificio. Por esa razón la doctrina es el cimiento de todo. Y esto es una cosa bien natural y más necesaria dentro de nuestro propio Movimiento. ¿Por qué? Y, compañeros, bastaría que cada uno de ustedes pensase, que si saliesen hoy de este local, fueran a un lugar de la República, tomaran un ómnibus, otro acá, otro allá, de los cuatro puntos cardinales y los reunieran en una pieza, los sentaran allí en unas sillas y les dijeran: “Bueno, pónganse de acuerdo”, cerraran la puerta y se fueran. A la media hora vuelven y, a qué están a sillazos todos los que están ahí adentro. Porque es lógico, hombres de distinta proveniencia, con distinto pensamiento y distinto sentimiento, al discutir los problemas que les son comunes, lo más común es que se agarren a sillazos, porque no van a estar de acuerdo. Nada se puede construir orgánicamente si no sobre una unidad de pensamiento y una unidad de sentimiento. Y eso es lo que da la doctrina común. Un mismo modo de ver el problema, una misma manera de apreciar el problema y una misma manera de resolver el problema. Cuando estemos de acuerdo con eso, reúnan en la pieza las mismas personas, discutan los mismos temas y cuando más discutan más se van a aglutinar y más se van a unir y no se van a separar, porque piensan de una manera similar. En cambio cuando no sucede eso, de la discusión no sale el entendimiento ni la aglutinación sino la dispersión y la repulsión entre los hombres. Por eso la doctrina es la base de todo. Ahora en estos cimientos nos pasa lo que pasa en los cimientos de las casas, una vez que fraguaron ya son firmes para todo el viaje. La doctrina no fragua definitivamente, esa es un cimiento que hay que estarlo alimentando todos los días con la prédica y con el entusiasmo de cada uno de los peronistas. Esa prédica que impone enorme cantidad de predicadores, son los que todos los días refuerzan esos cimientos para que ese edificio sea inconmovible y se consolide. Esa es la diferencia que hay entre este cimiento doctrinario y el cimiento diremos fraguado en cemento sobre los cuales se construye. Para esto compañeros, la enorme responsabilidad está en las unidades básicas. Ellas son las que trabajan para los cimientos. Cuando fallen las unidades básicas del movimiento, todo el edificio construido allí va a temblar y se va a mover. Por eso la unidad básica es por antonomasia la institución fundamental del peronismo. Por eso se llama unidad básica, compañeros, porque es la base sobre la cual se sustenta todo el Movimiento. Con buenas unidades básicas tendremos buen peronismo, con malas unidades básicas será malo el peronismo. Eso es cuanto se puede decir en el orden de la apreciación cualitativa de la unidad básica. Ahí está todo, vale más tener buenas unidades básicas que el resto de organización buena. Si fallan las unidades básicas es inútil todo el resto de la armazón. Ella va a fallar y se va a venir abajo tan pronto no tenga la sustentación primaria que dan las unidades básicas. De ahí la importancia extraordinaria de los compañeros que realizan su acción en la unidad básica. De la unidad básica que debe de ser ejemplo en los procedimientos políticos; que debe ser ejemplo de honestidad y de trabajo y que debe ser ejemplo para todos los ciudadanos; debe de ser la ayuda, debe de ser la solidaridad en acción, debe ser el compañerismo, con el pueblo y la defensa directa del pueblo; debe ser compañeros, en fin, el organismo fundamental de toda nuestra acción y de toda nuestra preocupación. La unidad básica, no hay que olvidarlo jamás, es la célula de nuestra organización y en la bondad de esa célula estriba el triunfo de todo nuestro Movimiento. Aclarado esto compañeros, que es una misma cosa, la unidad de doctrina está consustanciada con la unidad básica; la unidad básica es la que lleva la unidad doctrinaria a la masa popular, y en consecuencia es la que construye ese cimiento, y es la que mantiene firme ese cimiento. Bien, considerado esto, recién podemos pensar en empezar a construir el edificio. El edificio, como todos los edificios tiene varios pisos. El primer piso es la organización de la estructura y de la función del partido. Vale decir que está en el orden horizontal, en el plano horizontal está el orden estructural del partido. Y en el sentido vertical, el orden funcional del partido. Muchas veces habrán observado pequeños roces y choques entre ustedes, dirigentes, ¿por qué es eso? O por culpa de una mala estructura orgánica, que permite que toque, como cuando dos ruedas no están bien colocadas, no se tocan los dientes o se tocan demasiado y se rompen. Hay que darle el ajuste a ese engranaje y eso se da por la forma orgánica estructural, por la estructura orgánica. Otros, es en la acción dinámica donde se produce la fricción y el choque, es por un mal establecimiento funcional. La estructura se fija idealmente y se transporta a la República y debe coincidir perfectamente bien. Lo funcional se reglamenta: se dice qué debe hacer la unidad básica, qué debe hacer el comando regional, qué debe hacer el Consejo Superior, qué debe hacer el inspector. Cuando cada uno tiene su función reglamentada no tiene por qué andar rozando y metiéndose en la casa de al lado y haciendo lo que no debe hacer y dejando de hacer lo que debe. Por eso tanto en el orden estructural como en el orden funcional de la organización partidaria, muchos de los choques que ustedes sufren es culpa nuestra, de los que organizamos. Cuando organizamos mal las consecuencias las pagan ustedes allá cuando están trabajando. Esto nos debe hacer pensar en la necesidad de hacerlo bien. Yo sólo voy a mencionar dos o tres ejemplos sobre organización estructural y sobre organización funcional para aclarar de una manera general. Por ejemplo, es inconcebible que una organización estructural o una estructura orgánica partidaria no coincida con el régimen institucional de la República a la cual sirve. Vale decir que nosotros tenemos que hacer en la forma general orgánica de la estructura partidaria, una cosa que coincida con la República a la cual vamos a servir. Hay quienes no lo han hecho así, por ejemplo los socialistas. ¿Que hicieron los socialistas? Hicieron una organización de régimen unitario para servir a la República Argentina. Manejaban todo desde acá, de cuando en cuando hacían un congreso regional para engañarlos a los de allá, pero no los engañaban. Manejaban todo de aquí, centralizadamente. Consecuencia: un gran partido en la capital federal, nada en las provincias. ¿Por qué? Porque no coincidía la estructura orgánica del partido con la organización institucional, política y aún geográfica de la República Argentina. Ellos a un régimen federal le aplicaban una organización unitaria, en consecuencia no respetaban el sentido y el sentimiento regional. Y el sentido y el sentimiento regional los castigó no dándole adherentes allí donde no respetaron ese sentimiento. Al estructurar nuestro Partido no vayamos a repetir este error, respetemos ese sentido y sentimiento regional del federalismo argentino, porque de lo contrario nos la van a hacer pagar cara con el tiempo. Y conste compañeros, que los errores que se cometen en la iniciación de la organización no se corrigen más. No se corrigen más, las macanas que hagamos ahora las vamos a sentir durante 100 años. Si no fuera así sería muy fácil organizar, porque cuando se equivocaba, corregía; no aquí no se corrige, una vez que se equivocó uno sufre la sanción de los hechos y su propia equivocación. Por eso digo, es más importante y es más serio, al establecer la estructura, no es cuestión de sentarse y empezar a hacer agujeritos, no, no, no. Hay que pensar muy bien cómo se hace y pensar muy profundamente para no cometer errores que después vayamos a sentir a lo largo de diez, doce, quince generaciones. Por eso, esa estructura, hay que hacerla muy meditadamente. El procedimiento nuestro, ha sido un buen procedimiento, nosotros hicimos empíricamente. Hicimos allá todo, ahora hay que racionalizar esto. Porque ya haciéndolo empíricamente como se ha realizado, ya tenemos la sanción de los hechos, y como no hemos todavía hecho la organización definitiva, tenemos tiempo de reestructurar y arreglar esto. Tendremos algunos pequeños inconvenientes, pero siempre es mejor obrar sobre los hechos para establecer lo ideal, que sobre lo ideal para establecer los hechos. En esto, compañeros, es importante pensar que debemos revisar toda esa estructura orgánica, ponernos de acuerdo y realizar lo mejor que podamos para no sufrir a lo largo del tiempo las consecuencias de lo que producimos. Esta estructura, haciéndola corresponder bien a la República, distribuyéndola bien racionalmente, y pensando y estudiando después de distribuida zona por zona para ver si está lo mejor, en una racionalización no sólo esporádica sino permanente, de todos los días, vamos a ir ajustando una buena estructura orgánica y no tendremos que sufrir las consecuencias de errores iniciales. Lo otro es la estructura funcional, que también es muy importante, porque cuando uno establece las funciones a cumplir, hay que tener cuidado cuando da las primeras funciones, porque después la gente se acostumbra, alrededor de eso se crean intereses y después cuando uno quiere modificar hay que ver lo que cuesta modificar los intereses creados. Entonces esas funciones hay que establecerlas bien, sobre todo humanísticamente bien. Algunos no respetan la inclinación y el deseo de los hombres. En esto hay que respetar mucho. El movimiento peronista es un movimiento humanista, no puede encargarse de la organización y despreciar al hombre. No, para nosotros el hombre vale. Nosotros hemos hecho de nuestro sistema la defensa del hombre, y tenemos que seguir luchando por defender al hombre. No hay nada superior al hombre. No se hace el hombre para la ley, es la ley que se hace para el hombre. Nuestro Movimiento, no se ha hecho el Movimiento, diremos, sino para el hombre, para defender al hombre, que en último análisis es el único que ha estado embromado aquí durante tantos años, deprimido, explotado y escarnecido. Nosotros estamos en la liberación de ese hombre, en la defensa de ese hombre, mal podríamos olvidarnos del hombre dentro de nuestro Movimiento. Cuando digo el hombre digo también la mujer. Es claro, señores, que en esto existen un cierto sentido del equilibrio, de la realidad y de la proporción. Cuando se trata del interés común, el hombre sirve al interés común, porque sirve a todos los hombres y todos los hombres servimos al hombre, y así nos ayudamos mutuamente y luchamos por el bienestar y por la felicidad del pueblo. Ahora es indudable que todos los hombres sirven también el interés superior de la Nación porque la Nación somos todos los hombres y todas las cosas y todo lo que existe dentro del país. Y a eso lo servimos todos. Existe una proporción y existe también un sentido de la jerarquía de las cosas y las realidades en nuestra política. Por eso al establecer lo funcional hay que considerar al hombre, hay que considerar al pueblo o sea a la comunidad y hay que considerar a la patria o sea la integridad nacional. En ese sentido, establecido el verdadero sentido de la jerarquía nosotros vamos a poder establecer lo funcional en razón del servicio y la función que cumple. Esa es la orientación orgánica de lo funcional. Los hombres se mueven y trabajan en defensa de todos los hombres, y todos los hombres, del país. E inversamente, el país y los hombres trabajan por el hombre. Dentro de eso establezcamos la función y no nos vamos a equivocar. No nos vamos a equivocar nunca al establecer lo funcional. Cuando establezcamos organizaciones, cuando hagamos consejos, cuando hagamos directivas, cuando hagamos comisiones, pensemos siempre que lo funcional debe de estar en razón de ese servicio permanente y no nos vamos a equivocar. Bien compañeros, esto sería el primer piso solamente, lo estructural y lo funcional. Pero este edificio ha de tener también un segundo piso. ¿En que consiste el segundo piso? El segundo piso está destinado a la consolidación, porque de nada serviría que hiciéramos una hermosa organización que desapareciera en poco tiempo. Lo que nosotros buscamos es consolidar y perpetuar este Movimiento. Para ello es necesario defenderlo. El segundo piso es la defensa de la organización. O sea las autodefensas orgánicas. Dicen los médicos, creo que con razón, que si el hombre no tuviese en su organismo fisiológico las autodefensas que posee, habría desaparecido del mundo hace ya millones de años. De manera que no son los médicos, ni los desinfectantes, ni las medicinas lo que lo han prolongado, son sus propias autodefensas orgánicas. Señores, si nosotros queremos hacer una organización tan bien consolida y permanente de nuestra institución política, tenemos que darle esa autodefensa. Sin esas autodefensas va a desaparecer como hubiera desaparecido el hombre hace millones de años. ¿En que consisten esas autodefensas? Yo lo he dicho muchas veces, y lo sigo repitiendo porque creo que esto es quizá lo más fundamental de todo el proceso orgánico del peronismo. Para tomarlo o para pensar en esas autodefensas, tomemos el organismo fisiológico, que a pesar de la cara que tenemos muchos, es lo más perfecto que se ha hecho hasta nuestros días. Es lo más perfecto porque es la única máquina, es el único organismo que actúa, piensa, realiza, se defiende, procrea, todo por sí. Sin ninguna ayuda exterior y sin ninguna otra dirección que su propio albedrío. En consecuencia no hay nada más perfecto. Pero es más perfecto en su propia defensa que en todas las demás acciones que realiza. Tomando como ejemplo esto, ¿cuales son los enemigos que actúan sobre el organismo fisiológico? Y, son de dos caracteres: los que atacan desde el exterior periféricamente y los que atacan en el interior por degeneración propia. Lo que llaman hoy los médicos las enfermedades infecciosas, que se van terminando mediante los antibióticos y todas esas cosas, y las degenerativas que cada día son más numerosas. Es decir que los que van acabando en uno se le van produciendo en el otro. Esos, el ataque periférico de los agentes patógenos-infecciosos se produce ya una primera autodefensa que es la piel. Su conformación orgánica no permite que los gérmenes se introduzcan a través de la piel. Es necesario romper la piel para que se introduzca el microbio. Eso ya nos va diciendo que nosotros tenemos que crearle a nuestra organización una piel poderosa en la periferia, para que no se infecten también, porque los gérmenes infecciosos pululan quizá en el medio político y social con mayor frecuencia que en el medio físico. Esa piel es la unidad básica y todo su sistema que no permite la infiltración de esos microbios a través de esa piel cuando está bien organizada y bien consolidada. Pero, ni aún la unidad básica está exenta de que se produzca una herida y en esa herida entre el microbio. Pero ¿qué pasa en el organismo cuando entra un microbio? Millones de glóbulos blancos concurren allí y le presentan combate al microbio, mueren en millones los glóbulos blancos. El pus ese que sale son cadáveres de glóbulos blancos, ninguna otra cosa; mientras los glóbulos rojos alimentan la lucha, etcétera. Nosotros tenemos que crear también en nuestra organización para que cuando por una herida de nuestra organización institucional se introduce uno de esos peligrosos microbios, haya millones de glóbulos blancos dispuesto a romperlo y sacarle el cogote en cuanto entre. Pero es que algunas veces los glóbulos blancos son débiles. En el organismo institucional como en el fisiológico las anemias y... son ocasionales, pero son frecuentes. También nosotros nos debilitamos como se debilitan los glóbulos blancos y los glóbulos rojos y entonces el combate con el microbio se hace un poco desfavorable y el microbio penetra. Entra al torrente sanguíneo y comienza a desplazarse hacia el interior buscando los órganos para destruir. Bien, en el organismo institucional pasa lo mismo, ese que entró, se acomodó en la unidad básica y empieza a hacer mérito para ir para arriba, para ir entrando, para llegar. De manera que el símil es absolutamente igual. Pero, ¿que pasa en el organismo fisiológico? El que hizo esto no era ningún chambón, le creó los sistemas ganglionares, los ganglios. Cuando el microbio llega ahí, el ganglio lo pesca y le dice: “de aquí no pasás”. Y le empieza a hacer de nuevo la lucha y allí lo destruye. Y nosotros debemos hacer lo mismo. Cuando llega al comando regional, al consejo regional, al sector que es el ganglio, lo debe pescar allí y de aquí no pasás. Porque señores, cuando en el organismo fisiológico pasa al sistema ganglionar y se mete en el torrente circulatorio orgánico, el asunto es peludo, ya hay poco remedio, ya se trata de una septicemia de la cual salen algunos, otros no salen. En el organismo institucional pasa lo mismo, si pasan esos organismos y se meten arriba en el superior, Dios nos libre de lo que nos puede hacer ese microbio ahí arriba. Por eso compañeros, el peligro es gravísimo cuando llega a esos centros neurálgicos de dominación, aún en la organización institucional. Y bueno pero hagamos lo mismo, copiemos ese sistema tan maravilloso del organismo fisiológico y adaptémoslo al organismo institucional y tendremos la misma autodefensa y en consecuencia podemos prolongarlo a lo largo del tiempo como se ha prolongado el hombre en su vida en el mundo. Pero es que este no es sólo el peligro de las organizaciones fisiológicas. A medida que esos microbios han ido desapareciendo -dije yo- crecieron las enfermedades degenerativas. ¿Qué es la enfermedad degenerativa? Y... eso cánceres, enfermedades cardiovasculares, arterioesclerosis, etcétera, que se producen no por la existencia de un microbio sino por la propia degeneración del tejido orgánico. Es una célula que se descompone, que se hace una formación sui géneris, empieza a procrear hasta hacer un tumor. Y cuando se ha producido el tumor allí, ya está en dominación, absorbe todo el poder, lo va debilitando al individuo, lo lleva hacia la caquexia y, para dar el golpe de gracia le desprende una célula, se la manda a otro órgano produciendo esa transformación y esa proliferación orgánica. Y cuando se ha ido a otro órgano, se ha producido ese traspaso, ya ese pobre hombre, débil, no tiene nada que hacer. Observen ustedes que este es el proceso de destrucción más común en la actualidad del organismo fisiológico, y eso lo lleva a la caquexia, ese tumor y ese sistema celular neoplásico se trae todas las actividades orgánicas y lo mata le deja los huesos, al tipo, el tumor también va al cajón junto con el cadáver, no se salva el tumor, él también muere junto con el otro. En el organismo fisiológico pasa eso; en el institucional también pasa lo mismo. Entre nosotros, siempre hay alguna célula neplásica que, como la del organismo fisiológico, se degenera y prolifera, haciendo también un tumor. Y Dios nos libre cuando ese tumor conformado produce la metástasis, vale decir, pasa a Catamarca, a la Rioja, a San Juan, que son los otros órganos de nuestra organización. Producida esa metástasis, el asunto ya esta bastante peludo. ¿Como hacen los médicos contra este tipo de enfermedades degenerativas? Dicen que lo primero que se necesita es un diagnóstico precoz. Es decir, descubrir, si es posible, la primera célula neoplásica, y meterle el bisturí, sacarla y liquidar el problema. A nosotros nos ocurre pensar que lo mismo debe ocurrir en el organismo institucional, en cuanto nosotros descubrimos esa célula neoplásica hay que cortarle y sacarla enseguida, para que no se produzca el tumor, y Dios nos libre si se produce la metástasis. Ustedes ven, señores, que esto son dos cosas que corren paralelas una a otra, ¿Por que? porque son dos organismos: uno es fisiológico y el otro es institucional. Pero, en la ley de la vida y en la ley de la organización, son siempre cuestiones similares que corren paralelamente; los males y los bienes son siempre de acción y similar y mecánica en la naturaleza, en muchos aspectos. Por eso, este segundo piso, tenemos que crear las autodefensas orgánico-institucional contra la infección periférica externa y contra los procesos degenerativos internos; hay que estar preparados para eso, hay que accionar todos los días y cada uno de nosotros somos una célula que nos descomponemos o un glóbulo que defendemos. Esto hay que hincharlo en la organización constitucional Este es el segundo piso -dijimos-, pero hay también un tercer piso. El tercer piso es la capacitación. No se puede decir que una institución está organizada, si sus entes constitutivos o directivos no están capacitados. ¿Por qué? Porque los hombres se reúnen si están capacitados para hacer grandes cosas, y si están incapacitados se reúnen para hacer grandes macanas. Esa es la realidad. De ahí que si uno no está capacitado es mejor no organizarse. Es la realidad señores, la realidad tan clara como el aire. En esto, nosotros debemos de tener especial atención, en la capacitación del peronista. No es suficiente con que él sea peronista, lo que impone la organización es que sea un peronista capacitado. Y ¿qué es un peronista capacitado? Un peronista capacitado, según su categoría de acción impone distintos gradaciones de capacitación. Como en todas las cosas en la vida, en esto existe un sentido también de la jerarquía. La masa, en su capacitación debe seguir un proceso que es el que realizamos nosotros, a base de predicadores. Esto es tan viejo como el mundo. La capacitación del hombre es el proceso del mundo mismo. Primero empezaron los filósofos, se reunían, hacían sus escuelas, ahí con veinte o treinta, les enseñaban a esos, a su vez hacían sus escuelas. Así fueron, es decir por proliferación celular. Los sistemas modernos no han creado horizontes de enseñanza como en la escuela nuestra, que a los chicos en la enseñanza primaria, le enseñan las cosas de la vida; en la enseñanza secundaria, le enseñan el hombre, es decir es la enseñanza humanista; y en la tercera le enseñan las ciencias. El poder del conocimiento de las cosas, del conocimiento del hombre y del conocimiento de la ciencia, cuando termina la facultad, si es inteligente se habrá dado cuenta que no sabe nada y que tiene que ponerse a estudiar. Lo mismo nos ha de pasar a los peronistas. A medida que hemos de establecer sus horizontes. Para nosotros, las cosas es la doctrina. El conocimiento humanista, el conocimiento del hombre, es fundamental, porque lo que tenemos que conducir son hombres, no carros ni automóviles, hombres. Hay, que conocerlo en todas sus manifestaciones. Y la ciencia, para nosotros, es la conducción, el arte de conducir a esas masas. Claro que cuando hayamos estudiado bien la doctrina, vale decir las cosas; cuando conozcamos bien al hombre; y cuando conozcamos la conducción, recién nos vamos a dar cuenta que no sabemos nada y que nos tenemos que poner a estudiar. Igual que lo que le pasa al termina de estudiar las ciencias. En esto, la capacitación necesita un principio. Pero también culmina en un fin, compañeros. Y todo eso es lo que nosotros debemos realizar. Conducir organizaciones incapacitadas es lo más difícil que hay, la conducción peronista será tanto más fácil y surgirá el mayor número de conductores capacitados a medida que la masa, sus dirigentes, vayan adquiriendo el mas alto grado de capacitación en la función que cumple. Observen ustedes que este es un proceso natural que se cumple en todos los órdenes de la vida, y la organización política no puede escapar a este orden general de las cosas. Por eso, nosotros en el tercer piso, debemos poner nuestras obligaciones de capacitar profundamente a la masa, ilustrar como decía, hay que educar al soberano, como decían los antiguos políticos. Ellos no lo educaron nunca, nosotros tenemos que educarlo. Dar a la masa esa posesión de la doctrina. Pero una posesión real de la doctrina que impone no que sepan, sino que comprendan y que sientan la doctrina, porque por eso es doctrina, si no sería una teoría política. La teoría es bastante con saberla, la doctrina no es suficiente con saberla, es necesario comprenderla y además de comprenderla, sentirla. Por eso, la capacitación doctrinaria no se enseña, se inculca. Vale decir, que no va solamente dirigida al conocimiento sino también al alma de los individuos, por eso es una tarea difícil. Por eso no basta con predicadores, de esos que hacían como los antiguos teólogos, haz lo que yo digo, más no lo que yo hago. Es necesario predicar con el ejemplo y esa es una virtud maravillosa de nuestro Movimiento. Los hombres que predican una cosa y hacen otra, pierden el prestigio rápidamente en nuestro Movimiento. Esa ya es una autodefensa propia de la organización. Nosotros ya no aceptamos, sino al que predica con el ejemplo, que es la única predica que perdura y la única que convence. Los antiguos teólogos no tienen cabida ya en nuestro medio. Aquí, se dice lo que se debe hacer, haciéndolo, y si no nadie le va a creer. Bien compañeros, ese es el tercer piso, vamos al cuarto. El cuarto piso es la formación de conductores. Ya no es posible a la altura de la vida y evolución del pueblo argentino seguir conduciéndolo con amateurs, o con diletantes de la política. Es necesario dar una forma a la enseñanza de la conducción. La conducción es un arte, como la pintura, como la escultura, como la música, y en consecuencia presupone los mismos conocimientos para actuar. Tomen ustedes por ejemplo la música. ¿Qué pasa con la música? Una chica que va a aprender el piano, o un chico. Lo primero que le enseñan a la chica o al chico, es la teoría de la música, ¿no? Empiezan con el solfeo y siguen ahí con fuga, contrafuga, punto y contrapunto y después alta composición, terminó la teoría de la música. Primero tiene que aprender una teoría, porque todas las artes tienen una teoría, la música como la conducción. Los dos tienen una teoría, en conocimiento de la cual el hombre, entonces amplía su posibilidad artística en la ejecución del arte. Pero además de esa teoría tiene también una técnica, una vez que sabe la teoría, esa teoría le sirve para el piano, pero si adquiere la técnica del piano, o le sirve para la guitarra, si adquiere la técnica de la guitarra. Es decir que el arte presupone además del conocimiento de una teoría, la posesión de una técnica. La conducción es igual. La conducción tiene una teoría que se puede aprender y que se puede enseñar. Son principios que se aplican siempre, la economía de fuerzas, la seguridad, la sorpresa, la continuidad del esfuerzo. Hay una cantidad de principios así como hay solfeo y como hay alta composición en la música. Eso se aprende, y la técnica...y la técnica se alcanza ejercitándose. Pero es indudable que el que posee una técnica y una teoría de un arte, lo ejecuta al arte mucho mejor que aquel que no la posee. Es la misma diferencia que hay entre esta chica que estudia el piano, que al año todavía hay en la casa de al lado uno que toca un tanguito de oído y dice: “Ay mamá, cuando voy a tocar un tanguito yo también”. No señor, usted sigue con la teoría y con la técnica”. Pero pasan cuatro o cinco años y este le toca veinte tangos y aquel sigue con el tanguito de siempre. Es que este señor que toca de oído. Bueno los antiguos políticos, nuestros adversarios, tocan de oído. Y naturalmente ellos tocan siempre el tanguito. Por eso señores, yo digo compañeros, el día que nosotros en conocimiento de esa teoría y dominio de esa técnica de la conducción hagamos de los peronistas muchos conductores, los conciertos que le vamos a hacer sentir al loco del tanguito. Observen que nosotros no estamos haciendo acá viveza política, estamos haciendo perfeccionamiento político. Y es indudable, compañeros, que cuando este toca de oído y los dedos no le alcanzan, no le dan hacer trampitas, hace sonar pero con trampitas. Los políticos hacían lo mismo, como no tenían el dominio en la técnica, en la conducción hacían trampitas, como el fraude y todas esas cosas. Lo que no podían hacer por una técnica y tocando noblemente, lo hacían acomodando los dedos, como siempre pasa en estas cosas. Imaginen compañeros, el día que nosotros demos a gran número de peronistas, responsables y honestos, la capacitación en el arte de la conducción, lo que va a pasar en este país, ¿cuando van a volver a tomar la manija nuestros amigos? Bueno todo estriba en eso, y eso también es organización, eso también es organización. La conducción como digo, es un arte, depende de esa teoría y de esa técnica que da lo que es la parte inerte del arte; la otra parte es la del artista, y de artista y loco todos tenemos un poco. Es cuestión de cultivar, al artista, claro. Este es el cuarto piso compañeros, todavía quedan otros pisos más como la racionalización, un montón de cosas, pero no vamos a complicar ahora, dejémoslo en el cuarto piso, preparado con los cimientos para hacer cuatro pisos más. Pero empecemos por hacer estos cuatro. Esta es la organización que perentoriamente nosotros debemos comenzar a realizar en el partido. ¿Cual es el estado actual para poder lanzar esta organización? El estado actual es el siguiente. Nuestro movimiento es gregario. Hasta ahora sigue siendo un movimiento gregario. En la historia de la organización, sobre todo de la organización ecuménica, de la organización de las grandes agrupaciones humanas, siempre ha sido la misma. Comienza la aglutinación por un sentimiento, jamás por un sentido. Los hombres están más inclinados a seguir a los hombres que a seguir las ideas u otras cosas. Por eso en la naturaleza del hombre está implícito el sentido gregario de la organización. Y todo el nacimiento de todas las organizaciones ha sido siempre el sentido y el sentimiento gregario. Yo tomo siempre como ejemplo de esto algo que es muy conocido a todos, que es el cristianismo. Aún no considerándolo a Cristo con, diremos revestido de ninguna otra circunstancia que la de un hombre, el cristianismo se formó alrededor de Cristo. Pero inicialmente fueron los que lo siguieron a él, fueron los que interpretaron su doctrina y sintieron su doctrina, fueron los primeros inculcados. Pero es claro que cuando Cristo vio que se le presentaba lo del Gólgota, no se conformó con ser él solamente sino que lanzó a sus discípulos a que llevasen lo que él había hecho durante su vida. Vale decir cambió la organización gregaria por una institucional y creo la institución cristiana. Ella fue la que se esparció sobre el mundo, sobre cientos de millones de hombres a lo largo de 2.000 años de existencia. Vale decir, que este es el proceso natural de la organización ecuménica, vale decir de la organización de las grandes agrupaciones u organizaciones humanas. Y nosotros no podemos escapar a ese proceso. Por eso nuestro movimiento, inicialmente es un movimiento gregario, pero a mí se me va acercando el Gólgota también, como creador de esta doctrina. Y yo quiero seguir el ejemplo y dejar millones de discípulos, no doce, ¡millones!, para que vayan esparciendo. Por eso señores, nosotros tenemos que ir pensando que la consolidación de nuestro movimiento está en la organización institucional. Esto es una cosa que fatalmente debe cumplirse como una etapa en la metamorfosis de nuestro gran movimiento peronista. Si cualquiera de los insectos en su posición primaria no realiza la metamorfosis, muere. Los movimientos y organizaciones institucionales que no realizan también la metamorfosis, mueren. Yo no creo que ninguno de nosotros sea tan poco inteligente que quiera que esto muera. Y menos, bien - si hay que consolidarlo y prolongarlo - es necesario que se produzca la metamorfosis, vale decir, que de este movimiento puramente gregario se realice el movimiento orgánico institucional, él traerá la consolidación y él traerá la perennidad que nosotros anhelamos. En este momento estamos hablando sobre esa metamorfosis… sobre esa metamorfosis. Estamos hablando como hay que, sin quitarle - yo no digo que haya que quitarle el sentido gregario porque no hay nada que aglutine mejor- pero además de ese sentido gregario démosle el sentido institucional que lo perfectibiliza. ¿Por que le vamos a negar esta perfectibilidad?, cuando se puede alcanzar sin sacrificar nada de lo que tenemos. Sigamos como estamos, pero construyamos el cimiento, el primer piso, el segundo, el tercero y encajemos el cuarto arriba, ¿por qué no? ¿por qué no? Y hagámoslo, y hagámoslo cuanto antes, y pongámonos todos a trabajar. Yo no quiero abundar más en este orden de consideraciones, compañeros, solamente les pido que ustedes que se van a dispersar en todas las direcciones de la patria, llevando la palabra peronista en el orden de la organización institucional, vayan persuadiendo a nuestros hombres sobre estas mismas ideas. Vayan ganando tiempo para que cuando llegue la organización no digan: “Qué macana esto”. Es decir que ya estén convencidos. Convénzanlos ustedes, vayan convenciendo a los demás peronistas de la necesidad de construir estos cuatro pisos y consolidar el movimiento y nosotros habremos dado el paso más decisivo y más ventajoso en la organización partidaria. Cuando todos los peronistas estén persuadidos de la necesidad de hacer esta organización y nosotros les cerremos de acá el ojo, se va a organizar sólo todo el partido sobre esta base. Y nosotros con las unidades básicas y los ateneos, con las escuelas peronistas regionales y con las escuelas superiores peronistas o la Escuela Superior Peronista vamos a ir dando la capacitación necesaria a toda la dirección de nuestro movimiento. Allí vamos a formar los dirigentes que han de encuadrar la masa, que han de servir en la unidad básica, los dirigentes que han de dirigir regionalmente la lucha táctica de la acción política y formar los conductores superiores que han de dirigir la lucha estratégica en toda la acción política argentina. Cuando hayamos hecho eso compañeros, vuelvo a repetirlo le vamos a dar unos lindos conciertos al que toque el tanguito de oído. Bien compañeros, yo sé que en este orden de cosas se ha estado trabajando, y se ha estado trabajando magníficamente. Tengo en mi poder ya sus numerosas reglamentaciones, etcétera. Esto no se puede hacer de golpe, hay que ir haciéndolo de a poco para que la gente se vaya acostumbrando. Y si cada uno lleva esta idea y la esparce sobre el país, toda esa tarea de organizar en la cual está empeñado el Consejo Superior Peronista del Partido Peronista, del Partido Peronista Femenino, de la Confederación General del Trabajo -porque los gremios se organizan bajo las mismas bases, es un organismo como todos los demás -, de manera que ellos también están trabajando en crear su doctrina, en asentar sobre ello la organización estructural y funcional, en construir sobre ello la seguridad o la autodefensa, la capacitación y la conducción; estamos alcanzando compañeros, la perfectibilidad orgánica con que soñamos desde hace seis años y probablemente soñaremos durante otos seis más antes alcanzarla. Pero trabajemos, trabajemos incansablemente, porque nada puede hacerse sin una organización. La palabra de orden del Segundo Plan Quinquenal en el orden del Partido Peronista Femenino, Masculino y Confederación, ha de ser alcanzar la perfección orgánica. Perfección orgánica basada en su estructura y función, en su autodefensa, en su capacitación y en su conducción. Alcanzado esto compañeros, nosotros seremos invencibles. Entonces sí que formaremos la aplanadora de que tantas veces hemos hablado. Ponernos en esta tarea es el llamado de la hora. Tanto uno como otro de los partidos que forman nuestro movimiento y de la Confederación General del Trabajo es función, en vez de estar gastando el tiempo en otras cosas, gastarlo en esto, en ir educando y formando a nuestros hombres para que se adapten a esa organización, para que se encuadren dentro de ella, para que tomen su puesto de lucha y lo lleven adelante con decisión y con amor. Si lo conseguimos, todos nosotros seremos beneficiados, lo que si hay que confirmar una vez por todas, que en el proceso de defensa, el organismo debe considerarse como una formación que practique aquello de uno para todos y todos para uno. El Partido Peronista es el que escuda el destino de todos los peronistas. Hay algunos peronistas que creen que ellos son más vivos que los otros, en consecuencia pueden sacar ventaja sobre los demás apoderándose subrepticiamente de lo que no les corresponde. Esto es lo que debemos de poner como punto de partida para la organización: eso no es posible en el peronismo, y cada día será menos posible. Aquí somos todos para uno y uno para todos. Esa gran bolsa no permite nada más que se pongan cosas adentro, que le ponemos cada uno de los peronistas lo que tenemos, poco o mucho. Pero ¡guay!, cuando uno quiere poner la mano para sacar algo de lo que está adentro porque eso no está permitido dentro del Movimiento Peronista. Son estas formas compañeros, las que protegen e impulsan la organización. Lanzar esta organización a toda la República, e irla estableciendo e ir fijando claramente cada una de estas cosas que termino de recapitular en los cuatro pisos fundamentales de este edificio, es la tarea de la hora. Yo espero que cada uno de ustedes compañeros, con la decisión, con el entusiasmo y con el corazón que ponen en todas las cosas por las que le estoy yo profundamente reconocido y orgulloso de dirigirles, sabrán irlo a cumplir, sabrán irlo a llevar. Y para terminar compañeros, solamente le pido, a cada uno de ustedes que viene desde lejanas zonas, muchos desde lejanas regiones del país, que lleven un abrazo cariñoso a todos los compañeros peronistas de esas regiones y les digan que estamos como el primer día, al pie del can, que venceremos mediante ellos y mediante nosotros, y que nuestro entusiasmo no decae, que cada día somos más peronistas y esperemos que ellos también sigan el mismo ejemplo. .........................................
1953-05-15
ANTE LOS INTENDENTES DE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES EN EL SALON BLANCO
Compañeros: Yo deseo que mis primeras palabras sean para agradecer al señor gobernador, a los señores ministros y a todos ustedes la amabilidad que han tenido en llegarse hasta aquí, así tengo yo, de cuando en cuando, la oportunidad de poderlos estrechar la mano y cambiar algunas palabras con ustedes. La tarea de gobierno impone estos contactos. Es así, a través de estas reuniones de gobernadores que realiza el gobierno federal y de intendentes que realiza la provincia de Buenos Aires, como se cumplen las funciones más importantes de los gobiernos, que son la coordinación, la unidad de concepción y la unidad de ejecución. Por otra parte, se cumple también para nosotros, los peronistas, una condición indispensable de gobierno que hace que nos vayamos conociendo entre nosotros y seamos cada día más amigos y más solidarios en la tarea que realizamos. Yo pienso que cuando hablamos de solidaridad, ésta debe comenzar por el dirigente. Mal podríamos pedirle a nuestro pueblo solidaridad que no mantenemos entre nosotros. Es por ello que, cuando hablamos de solidaridad entre peronistas, establecemos un eslogan que la prefija para toda acción peronista y que dice, en una de las Veinte Verdades Peronistas: “Para un peronista no hay nada mejor que otro peronista”. Nosotros representamos a un movimiento de reciente organización dentro del país. No somos un partido político; somos un movimiento nacional, como lo hemos dicho muchas veces; movimiento nacional que se ha aglutinado alrededor de una doctrina que tiene sus objetivos, sus banderas y sus fines. Es indudablemente necesario, que los que marcharon bajo una misma bandera, que tenemos un mismo fin y anhelamos los mismos objetivos, nos reunamos de cuando en cuando para cambiar opiniones sobre cómo servir mejor a esas banderas, como llenar mejor los fines y cómo alcanzar con menos sacrificio y más rápidamente los objetivos que nos hemos trazado en la realización de nuestros gobiernos. Además es también mediante el cambio de opiniones en los Congresos o reuniones que efectuamos entre gobernantes o legisladores que se logra de la mejor manera la unificación de criterios para la ejecución. El gobierno no es complejo ni difícil. El gobierno es simple y es fácil, según la forma en que se lo realiza. Disponemos de una organización que hemos lanzado en todo el país. Esa organización es buena, pero como siempre, las organizaciones deben ser llevadas por hombres y ahí comienza el peligro de que se vuelvan menos buenas. Yo he observado, a lo largo de la experiencia, que la tarea de gobierno deja en el espíritu de las personas, que las organizaciones son casi todas buenas hasta que interviene el hombre que las echa a perder en parte o del todo. Nuestro cuidado debe estar referido especialmente a los hombres. No hay organización, no hay conducción, no hay administración buena con hombres malos. El peronismo pretende eso. Haber formado y perfeccionado las organizaciones existentes en la República y haber reemplazado los malos hombres que gobernaban por hombres mejores, que gobiernen, para perfeccionar esa organización y hacer un gobierno efectivo para el pueblo, que sirva solamente sus intereses y haga realmente lo que el pueblo quiera. Si cada uno de nosotros ajustamos nuestra conducta a esta experiencia es indudable que el pueblo de la República y la República misma tendrá mucho que agradecernos; pero si no lo realizamos, por lo menos en mejor forma que los otros, el pueblo y la República tendrán poco que agradecernos. Por eso nosotros en nuestra vida diaria, en nuestro trabajo, en nuestras reuniones y en nuestra gestión tratamos de tomar contacto los unos con los otros para cambiar ideas sobre la mejor realización de nuestras propias tareas, para ayudarnos los unos con los otros trabajando de consumo y en absoluta armonía, que es la única forma de crear y realizar constructivamente en el gobierno y en la administración que se nos ha confiado. Cuando uno mira el gobierno desde afuera, lo ve de muy distinta manera que cuando lo mira desde adentro. Una cosa es observar lo que los otros hacen y otra cosa es hacerlo. Lo primero que uno aprende en el gobierno es que aquí no se puede hacer todo lo que uno quiere, se pude hacer solo lo que uno puede, que no es lo mismo. El gobierno no es un individuo que puede cumplir su santa voluntad haciendo cuanto él desea, sino que debe conformarse con realizar un cincuenta por ciento de sus aspiraciones, dejando el otro cincuenta por ciento que lo hagan los demás. Ahora, el que está en el puesto dirigente debe tener la suficiente sabiduría para elegir el cincuenta por ciento que interesa, dejando para los demás el otro cincuenta por ciento. Hay hombres en el gobierno que chocan todos los días porque quieren imponer su voluntad. En la imposición de la voluntad hay dos métodos: el método directo o coercitivo, y el método persuasivo. En el gobierno es menester emplear el segundo, el método persuasivo. Gobernar es, ante todo, persuadir, no obligar. Enseñar, por sobre todas las cosas. El gobernante que no sabe persuadir y enseñar gobierna siempre con violencia y a menudo no realizará ni la quinta parte de lo que puede hacer. Señores: el gobierno no implica solamente la medida de acción o de administración. Implica también una conducción. Cada gobernante debe vivir una vida que implica en sí ser un maestro, ser un ejemplo y, en tercer término, ser un conductor. Estas condiciones deben ser innatas en el hombre de gobierno; un maestro, un ejemplo y un conductor. Y lo cito en este orden, porque para ser un ejemplo a menudo hay que ser un maestro; y para ser un conductor, a menudo hay que ser ejemplo y maestro de lo que uno conduce. El gobierno es extremadamente difícil y es sumamente violento. A menudo trae sinsabores extraordinarios. No quiero decir con esto que será posible a un hombre que conduce el persuadir a todo el mundo, a enseñar a todo el mundo, porque siempre habrá quienes sean reacios a la persuasión y a la enseñanza. Para esos sectores uno debe sentirse solamente conductor; para los accesibles a la persuasión, a la enseñanza, uno debe sentirse maestro. A uno se los conduce con la persuasión, el ejemplo; y a otros con la policía. Ahora, hay que tener cuidado que los que se conduzcan con el ejemplo y la persuasión, sean el mayor número, y los que quedan relegados a la acción policial sean siempre en número ínfimo. Esto les dará la pauta de la capacidad a cada uno de los hombres. Cuando sean capaces de conducir con su ejemplo, con la persuasión al noventa por ciento y con la policía al diez por ciento restante, estarán bien. Pero cuando sea necesario conducir al noventa por ciento con la policía y el diez por ciento con el ejemplo, estarán mal. Esta es la única pauta. Nosotros, compañeros, tenemos dentro del país el predicamento suficiente para partir de una base aceptable. Tenemos casi el setenta y cinco por ciento con nosotros y el veinticinco por ciento restante tendremos que llegar a una parte de ellos por medio de la policía. También hemos establecido la forma como actuaremos para poder influenciar en esto, no solo con la acción de gobierno y de administración, sino también con los organismos adecuados para eso. La constitución de los comandos tácticos en la provincia o en las comunas es la base de la conducción y del gobierno. Generalmente el gobierno presupone dos acciones distintas. Una, la de gobernar propiamente dicha, y la de la administración; y la otra la de la lucha política que permite y facilita el gobierno y la administración. El gobierno y la administración constituyen el sector de los órganos gubernamentales y la lucha en el sector de los órganos políticos. Pero, indudablemente, las dos cosas concurren a un mismo fin. Por eso nosotros al organizar los comandos tácticos, hemos dicho que en una comuna el gobierno táctico estará a cargo del intendente y la conducción política estará en manos de los jefes, de los interventores, por ahora, y de los representantes de las fuerzas políticas cuando se organicen. Uno actúa en el orden gubernamental-administrativo, y el otro en el orden político. Si cada uno está en su casa y Dios en la de todos, es muy probable que mantengamos siempre buenas relaciones y luchemos por un objetivo común. Lo malo es cuando los órganos políticos quieren meterse en el gobierno o en la administración, o bien estos últimos quieren meterse en la conducción política. Pero, cuando las dos accionan en una tarea común; uno en la política y otro en el gobierno y en la administración, con toda seguridad que se van a llevar bien. No invadiendo jurisdicciones es la mejor forma de mantener las buenas relaciones y la coordinación cooperativa correspondiente. Nosotros, en la organización, hemos dado las bases para que estos problemas sean resueltos en todas las organizaciones de todos los gobiernos, estableciendo un comando central, que llamamos estratégico, para la dirección general de la política, y los comandos tácticos correspondientes a cada provincia, en cada departamento y en cada intendencia. Vale decir que nosotros dirigimos desde aquí el conjunto de la acción, pero que en cada lugar hay un comando que resuelve tácticamente los problemas que interesan al terreno mismo, porque allí se los conoce en detalle y es el único sitio en donde se los puede conducir. No pretendemos conducir desde aquí a los que están lejos. No. Solamente damos una dirección grande de marcha y el objetivo, pero dejamos librada a su acción táctica la posibilidad de alcanzarlo en el lugar donde se desempeña el cargo y se tiene la responsabilidad de la conducción. Esta forma de acción es la que ha permitido que se establezca un alto grado de coordinación y de cooperación en todas partes. De esta manera, el gobierno se facilita y la conducción se simplifica. Yo estoy muy satisfecho de cómo se va cumpliendo la realización de este sistema orgánico funcional. Veo cada día mayor armonía que se traduce aquí en una disminución extraordinaria de líos políticos, que al principio eran cuantiosos y hoy son cada día más raros. Una cosa muy buena que hemos implantado nosotros es que cuando dos peronistas se pelean, los sacamos a ambos y ponemos a un tercero que no pelea. Esto puede ser un buen remedio porque es injustificable que teniendo nosotros enemigos, adentro nos estemos peleando entre nosotros, en vez de pelar con quien debemos hacerlo. Tenemos muchas cosas que ajustar, muchas cosas que pulir y muchas que perfeccionar. Pero el resultado general alcanzado es bueno, y en este orden de cosas tenemos que conformarnos con lo bueno, ya que si aspiramos a lo mejor, lo mejor suele convertirse en enemigo de lo bueno. Por eso estamos satisfechos y conformes con el grado alcanzado en la organización y en el desempeño de las funciones de gobierno y de administración en todo el país como asimismo de la conducción política que se lleva a cabo en las distintas partes. Naturalmente, la técnica que nosotros estamos desarrollando tiene también sus exigencias, porque nada de esto puede realizarse acabada y perfectamente cuando aparecen fallas, primero en el orden de la honestidad y, segundo, en el orden de la capacidad. Es indudable que la honestidad es el punto de partida de toda acción de gobierno, y si falla esta condición la capacidad se vuelve un elemento negativo. Cuando se trata de un sinvergüenza cuanto más inteligente es, más peligroso resulta. Por eso nosotros siempre hablamos de la capacidad calificada, vale decir calificada con la honradez, que es el mejor calificativo par toda capacidad, y tratamos de que nuestros hombres se empeñen, no solamente en ser honrados, sino también en parecerlo, que suele a veces ser tan importante como lo primero en política. Esa honradez, puesta al servicio de una buena causa por un hombre trabajador, suele suplir a todas las incapacidades presupuestas en las grandes inteligencias o en los genios, que a menudo se autosindican. En esto, el genio es un hombre bueno y trabajador; siempre lo he pensado. Para mí, el genio es el trabajo. Es el único genio. Señores: yo no quiero abrumarlos con el resultado de mi experiencia, con cuanto yo puedo decirles referente a la acción de gobierno, porque sé que ustedes, dentro de esos principios, están realizando la acción que cumplen en sus puestos de responsabilidad. Pero sí quiero decirles que si estas condiciones a que yo me he referido son importantes para ser cumplidas por mí, mucho más importantes son para ser cumplidas por ustedes; a mí me miran dieciocho millones de personas, de los cuales hay, por lo menos dieciséis millones que no me conocen y que me ven desde muy lejos; a ustedes los miran solamente unos miles de individuos, pero lo ven todos los días y en el pueblo todos los observan desde que se levantan hasta que se acuestan. Acá, un error o un mala acción de gobierno puede pasar desapercibida, pero en ustedes jamás pasará desapercibido el más pequeño error y los miles de personas se lo señalarán todos los días. No hablemos de una mala acción; eso se lo señalará todo el pueblo al día siguiente. Por eso tiene mucha más importancia para ustedes y es un puesto de mayor sacrificio el que se realiza en el lugar mismo donde todos los días se está en presencia de los hechos tangibles, de la realidad cotidiana, y donde cada uno de los hombres sufre en forma directa el golpe de los errores, o la satisfacción de los aciertos del que gobierna. Por eso es mucho más importante para ustedes; porque por cada lío político que tengo yo acá ustedes tienen veinte, porque tiene gente alrededor que los conocen y le buscan el lado flaco y el no flaco también. De ahí la importancia extraordinaria que tiene el gobierno de las comunas; y cuanto más chicas, peor, más difícil es el gobierno porque tiene menos medios, más responsabilidad y la gente tiene más pretensión y a uno lo ven todos los días de la mañana a la noche. De modo que eso, señores, ha de gravitar extraordinariamente en la forma en que ustedes lleven la difícil función que tiene dentro de nuestro movimiento. Y otra cosa más importante: que en la acción política, de los errores que yo cometo se enteran pocos y pocos reaccionan; pero de las equivocaciones que se cometen en una municipalidad depende de muchas veces la próxima elección. Ustedes son los responsables de la disminución de los votos, como son también los artífices de los aumentos, cuando estos se producen. Por todas estas consideraciones, deseo terminar estas palabras diciéndoles la inmensa satisfacción con que veo el apaciguamiento de los pequeños pleitos políticos que antes pululaban en la provincia de Buenos Aires. Ahora la veo tranquila, me llega poco, no hay casi novedades en el orden político de la vida normal de la provincia de Buenos Aires. Y, como dicen los franceses, “pas de nouvelle, bonne nouvelle”; si no hay noticias es siempre una buena noticia. Pero cuando hay malas noticias, éstas llegan rápida y abundantemente. En esto, señores, veo la acción inteligente con que ustedes van desarrollando su tarea, como así también la conducción eficiente realizada por le señor gobernador de la provincia, a quien veo cumplir su tarea de gobierno todos los días con empeño, con decisión, con honradez y, sobre todo, con trabajo. Nada hay, en el orden del gobierno, que pueda reemplazar al trabajo sistemático que se realiza todos los días. Tal vez los hombres más capacitados que conducen dos veces por semana a su despacho podrán tener muy buenas intensiones; pero el infierno está empedrado de buenas intensiones. Con buenas intensiones no hacemos nada si no las convertimos en realidad. Ese afiebrado trabajo de todos los días, en todas las circunstancias y en todos los lugares, que impone el gobierno moderno de los pueblos es el único que satisface la moderna inquietud de los pueblos. Por eso, señores, yo quiero aprovechar esta oportunidad para dar, como jefe del movimiento y como presidente de la República, mis plácemes a todos ustedes, que están realizando esa tarea, y, en especial, al señor gobernador y a sus ministros, que están cumpliendo un gobierno ejemplar en la provincia de Buenos Aires.
1953-05-22
En el diario La Prensa
Compañeros: Es verdaderamente un privilegio y una inmensa satisfacción para mí, el poder conservar breves instantes con ustedes en esta casa que podríamos llamar “el rincón de la reacción oligárquica”, conquistado por lo más puro que tiene el pueblo argentino; sus trabajadores. Por eso, voy a aprovechar la oportunidad que esta feliz circunstancia me ofrece, para hablarles un poco a los muchachos periodistas, empleados y obreros de diario La Prensa, como así también a los compañeros que forman el directorio. Yo pienso, como he pensado siempre, que el mundo actual esta infectado por un periodismo descompuesto. El mal no hay que atribuírselo a los periodistas, porque ellos son víctimas de las empresas de publicidad y de los interese que mueven las pasiones subalternas que juegan alrededor de las organizaciones editoriales y de los diarios. Cuando algunos países extranjeros dicen que defienden la libertad de prensa o la libertad de llegar a las fuentes de información, generalmente están mintiendo a sabiendas: defienden la posibilidad de disfrazar sus espías y sus agentes de información con el hermoso manto de periodistas. Son lobos con inocente piel de cordero. En cada periodista vive un idealista -a menudo, un bohemio-, incapaz de ocuparse de esas porquerías para las que vienen disfrazados de periodistas muchos hombres desde distintas partes del mundo. Hablamos de ciertas empresas de información. Son lo que podríamos llamar empresas de deformación. Las informaciones originales son remitidas a las centrales de información que trabajan para los servicios de inteligencia y espionaje, y esa misma noticia noblemente producida, honradamente transmitida, es guisada en esas cabinas de la miseria y de la mentira, para repartirla con un sabor distinto del que tenía en sus fuentes originales. Esas empresas, esos diarios tipo Assis de Chateaubriand, que ya en el mundo significa algo así como una cueva de bandidos, esas cadenas de diarios, son las que están desprestigiando el periodismo del mundo. Para ser periodista ya no está siendo posible en el mundo conservar la independencia y la verdad, que son la base del periodismo. Pero esos diarios y esas agencias de información, en su propio pecado tienen la penitencia, porque ya ni a esas agencias informativas ni a esos diarios les creemos aún cuando digan la verdad. ¿Cuál es el mal que ha originado esa deformación informativa y periodística. El que la verdad, la información y el comentario periodístico estén al servicio de los intereses materiales y no al servicio de los intereses idealistas y patrióticos de los pueblos. Los diarios, revistas y agencias de información que sirven a esos consorcios financieros, en vez de tener un corazón, como deben tener los que sirven a la verdad y a la justicia, tienen por corazón un billete. Si ese es el defecto, la virtud, en los tiempos modernos, ha de consistir en entregar esos maravillosos instrumentos de justicia y de verdad al pueblo, quitándoselos a los consorcios internacionales; porque en manos del pueblo servirán al pueblo, sirviendo de esa manera a la justicia y a la libertad, y si aún el pueblo un día hiciese mal uso de esos órganos de información y de periodismo, se justificaría, porque el pueblo tiene el derecho aún hasta de equivocarse. Por eso, a pesar de que todos esos diarios en cadena; a pesar de que todos esas empresas periodísticas seudo-informativas; a pesar de que todos los bienes de esa oligarquía desplazada se inviertan hoy en el mundo para difamarnos y calumniarnos, yo cada día me siente más orgulloso de haberle entregado La Prensa de los Paz al pueblo. Porque, compañeros, la Confederación General del Trabajo y el Sindicato de Canillitas son la carne propia del pueblo y los Paz representaban la quinta esencia del privilegio y de la arbitrariedad de una vieja sociedad que se va terminando para siempre. Pueden todos los diarios de mundo despotricar en todas las latitudes de la tierra, que cada una de esas criticas e insultos se trasforman para mí en felicitaciones de los pueblos. Señores: lo único que podemos decir es que, afirmados en esa verdad, que es la verdad pura de los pueblos, iremos terminando con todos los privilegios de la oligarquía. Ellos no han sabido observar una conducta consecuente con nuestra prudencia y nuestra sabiduría, y ya que no son capaces de convivir con el pueblo argentino los hemos de confundir con el pueblo argentino hasta en su mínima manifestación. Para eso, no va a ser necesaria la violencia; lo hemos de hacer inteligentemente, en una forma que no tengan ni observaciones que hacer, y tendrán que aceptarlo, porque cuando el pueblo impone una cosa es tan poderosa la presión de su imposición, que no hay fuerza capaz de contraponérsele. Eso lo sabemos bien nosotros, lo que obramos en nombre del pueblo, en representación auténtica del pueblo. Por eso, este momento grato que el representante del Poder Ejecutivo del pueblo argentino pasa en esta casa, ha de servir también para traer el aplauso del gobierno al diario La Prensa. Los compañeros que están sentados al lado mío y representan al directorio del diario podrán decir si alguna vez han recibido una orden o una insinuación del gobierno acerca de cómo deben proceder. Ellos representan al pueblo argentino y más bien será el gobierno quien va a obedecer a ellos. Yo quisiera preguntar si los antiguos dueños de La Prensa eran tan independientes como es independiente este directorio constituido por hombres de trabajo, honrados y buenos. Yo quisiera saber si los compañeros editorialistas del diario La Prensa han recibido los originales del extranjero o de alguna repartición del gobierno, para publicarlos; quisieran preguntarles a los compañeros periodistas sí alguna vez se han desempañado en sus tareas dentro del diario con más libertad, con más honradez y con más liberalidad que en estos momentos. Siendo esto así, como lo saben que lo es, es indudable que el diario ha ganado con el cambio en lo que es medular y fundamental para la función de un órgano periodístico: decir la verdad como la siente y servir los intereses del país como él los entiende y como él también lo siente. Eso es lo que está realizando La Prensa. Felicito al directorio de La Prensa y felicito a cada uno de los periodistas de este diario como así también a cada uno de los empleados y obreros que lo están actualmente conformando. Es un diario que defiende intereses confesables: los intereses del pueblo. Yo preguntaría a todos los diarios del mundo si podrían, como La Prensa, confesar lealmente qué intereses están defendiendo y qué intereses están ocultando. El día en que todos los diarios del mundo pudieran colocar con verdad en su primera página los intereses que defienden, probablemente dejarán de aparecer la mitad de ellos, por lo menos. Creo que debería ser una obligación ineludible de todo órgano periodístico confesar los reales intereses que sirve y defiende, en todos los países de la tierra. Quizá recién entonces podríamos llamarle prensa; hasta entonces, quien sabe qué calificativo habría que agregarles. Yo no deseo extenderme más sobre estos conceptos, pero sí quiero cerrar esta conservación con pocas palabras más, que son de saludo a todos los que de una manera directa o indirecta, sirven a la verdad y a la justicia, no solamente en nuestra tierra sino en todas las tierras del mundo. Deseo hacer este órgano tan importante del periodismo argentino, un llamado a todos los hombres que actúan en el periodismo para que pongan, cada periodista, no cada empresario, sino cada periodista, un poco de su verdad y de su corazón en la tarea que realizan, porque este es el cuarto poder y Dios nos libre cuando el mismo esté detrás de una mala causa y no en defensa de una buena. Finalmente, yo deseo la prosperidad, más absoluta a este diario, y lo hago no porque sea uno más, sino porque es un diario del pueblo, que es mucho más que nombrar a un simple diario. Así como deseo la prosperidad y la grandeza de todos los diarios que sirven a los pueblos, deseo la ruina y la miseria para todos los órganos que luchan contra los pueblos. Y que cada uno de los compañeros que aquí trabaja recuerde siempre que en el mundo están desapareciendo todas las ideologías. Ya nadie le hace caso a los rótulos que nos ponen para denigrarnos o para ensalzarnos. Se ha engañado tanto en materia de ideologías que ya no hay sino dos ideologías en el mundo: los que sirven a los pueblos y los que luchan contra ellos. Dios quiera que este diario esté de ahora para siempre entre los que luchan por los pueblos y contra los que combaten a los pueblos. …
1953-06-01
EN LA CLASE INAUGURAL EN LA ESCUELA PERONISTA
Compañeros: Yo deseo que primeras palabras sean de bienvenida a la Escuela para todos los compañeros que se incorporan en este curso, cuya finalidad es ir extendiendo en todo el territorio de la República la escolástica peronista, que iniciamos hace ya más de un año en esta misma casa. Es indudable que este contacto de los peronistas del interior con los peronistas de la Capital Federal y de la dirección misma del Movimiento Peronista, tiene una importancia trascendental para nosotros, y es ir desarrollando cada día, conjuntamente con las ideas peronistas, la solidaridad que debe reinar entre cada uno de los componentes de la ya numerosa familia peronista en el país. Cuando inauguramos esta Escuela yo recuerdo que hicimos una larga disertación sobre sus objetivos, sobre sus finalidades, como así también su desarrollo y la forma de ejecución. Hablamos de la necesidad de preparar en la masa peronista la doctrina, de mantenerla al día, de perfeccionarla, de penetrarla, de comprenderla, de sentir, de hacerla sentir y de desarrollar alrededor de ella una mística dentro de la inmensa masa popular argentina. Toda esta tarea, que presupone no solamente el entusiasmo sino también la compresión y el conocimiento peronista, constituye quizá uno de los principales objetivos de esta Escuela. Yo he expresado muchas veces en esta misma Escuela que la conducción en el orden político es de una importancia extraordinaria. Cité numerosas veces que hasta ahora en el desarrollo y desenvolvimiento de la política argentina no ha existido nunca una verdadera conducción, como consecuencia de que esa política ha sido conducida por hombres que no tenían sino muy remotos conocimientos de lo que es el arte de la conducción política, vale decir, ha sido una conducción por amateurs. Los hombres que aspiran a conducir, no es suficiente con que tengan algunas rudimentos en sus conocimientos del arte de la conducción, sino que aspiren a ser verdaderos conductores. Nadie se conforma en la vida con solamente adquirir las formas primarias de alguna actividad. Cuando hay conciencia de algún deber a cumplir, de una tarea a realizar, es necesario penetrar profundamente esa actividad y dominar los principios que la rigen y la técnica general que la comprende. En esto, es fácil llegar a las conclusiones definitivas, no solamente a través del conocimiento y de la compresión de lo que es la verdadera conducción política. Yo empezaré por decir, en esta conversación previa a los cursos que ustedes deben realizar, que la conducción aspira a tener dos clases de personas: los que conducen y los que hacen posible la conducción. El conductor es un hombre que realiza un trabajo, sea la conducción del conjunto o sea la conducción de las partes grandes o pequeñas que comprenden al pueblo o al elemento que es materia de la conducción. Nada hace un conductor cuando no tiene organizado y preparado el instrumento mediante el cual él realiza su trabajo. Aquí, como en todos los oficios y en todas las profesiones, hay un instrumento y hay una técnica. Yo, quizá, no le pueda dar a cada uno de ustedes el óleo sagrado que necesita poseer el conductor, pero sí le puedo dar una técnica y le puedo dar un instrumento, que manejará más o menos bien, según sea su propia capacidad. Y esa capacidad, como todas las cuestiones de la técnica se adquiere, y se adquiere practicando y conociendo la conducción, es decir, habilitándose progresivamente para un manejo mejor de ese instrumento. Por eso la Escuela Superior Peronista ha dicho que su función no es la formar conductores, sino la de dar a los que aspiran a ser conductores una técnica suficiente para poder conducir. Esa técnica radica, especialmente, en nuestra doctrina. Por eso, la base fundamental sobre la cual trabaja la Escuela Superior Peronista, es la Doctrina Peronista. En la Doctrina Peronista están los principios de nuestra conducción. En la Doctrina Peronista está toda la teoría del peronismo, y están también las formas de ejecución del peronismo. Conociéndola, comprendiéndola y sintiéndola, cada uno tiene en sus manos el bastón de mariscal. Es cuestión de que sepa, con ese bastón, indicar la verdadera dirección que debemos seguir. El que acierte, será seguido, y el que no, será abandonado. Para conducir, antes que nada es necesario acierto. No se forman conductores ni con la propaganda, ni con la difusión, ni con ningún otro medio que no sea el acierto en conducir. La conducción es un arte en el cual no hay marcha atrás. Si se equivoca el conductor, termina el mismo día que se equivocó, y tan pronto se ponga en evidencia su error. Queda definitivamente destruido. Aquí no hay goma para borrar. Una vez que uno fracasa en los hechos, se terminó. Eso es lo ingrato de la conducción. El conductor es bueno hasta que fracasa, y después... después pasa a ser la última carta de la baraja. Esa es, diremos, lo que se llama la suerte de la conducción. Grandes conductores fueron tremendamente alabados durante mucho tiempo, hasta que cometieron el primer error. Con el primer error, terminaron con su fama y terminaron con su gloria. Por eso, el prepararse para conducir las grandes o pequeñas unidades de material humano tiene ese riesgo. Indudablemente que el que actúa científicamente, artísticamente, tiene mucho menos probabilidades de cometer grandes errores y de fracasar que aquel que conduce intuitivamente. Hay siempre, en este juego de acciones y reacciones que es la conducción, ya que es la voluntad frente a otra voluntad, que prever y prevenir de la mejor manera los hechos para obtener el éxito. En esto solamente se comprueba que el hombre es bueno o malo: cuando produce un éxito o cuando produce un fracaso. Es ingrata la tarea de conducir, pero tiene indudablemente también su satisfacción enorme en el éxito que corona generalmente las acciones. El secreto no está en hacer lo que hacían los antiguos políticos, que nunca arriesgaban nada, porque así no podían obtener nunca una gran derrota. Se olvidaban que por este método tampoco podían obtener nunca un gran éxito. Es necesario, en la acción de todos los días, poner en la balanza de las decisiones todas la suerte de la empresa y sabérsela jugar a una carta toda en el momento oportuno, incluso la vida si es necesario. Solamente así llega a vencer en la conducción política. Señores: sobre este tema podríamos hablar días enteros, porque hay toda una filosofía de la conducción, que es la filosofía de la acción. Algunos creen que la filosofía de la conducción es una serie encadenada de juicios y prejuicios y comprobaciones que establecen un modo de actuar. No hay tal cosa. La filosofía de la conducción es la filosofía de hacer, no de decir. De poco vale decir en la conducción. Hay que resolver los problemas, y resolverlos bien. De manera que hay que ir actuando, actuando y actuando todos los días, y ponerse todos los días en evidencia y todos los días someterse a la decisión de los hechos y el peligro de los fracasos. Solamente así se puede conducir. El que quiere esconderse como conductor a menudo no es seguido por los hombres que conduce. En esto, hay que jugarse, y jugarse en serio todos los días. De manera que la verdadera filosofía de la conducción es la filosofía de la acción. Los que lleguen a dominarla, esos con los conductores. Los no tienen valores morales para enfrentar o capacidad para realizar, eso es mejor que no inicien la conducción o no intenten hacerla. Ellos pueden estar bien a las órdenes de otros que saben conducir o que tienen el valor necesario. La Escuela Superior Peronista anhela formar estas dos clases de personas. De aquellos que tienen los valores morales, la capacidad necesaria para conducir comenzar a formar ya conductores; y de los que no tengan esos valores morales o esa capacidad, hombres auxiliares de la conducción. Esto es muy importante y muy necesario. Otra de las cosas importantísimas de la Escuela Superior Peronista es realizar en el orden doctrinario una parte que todavía nosotros no hemos realizado sino a fuerza de pulmón, como decimos nosotros: es la difusión. Todo movimiento que tenga filosofía propia, vale decir que tenga una concepción doctrinaria propia, no necesita solamente de los realizadores, sino también de los predicadores. Los primeros son como el baño revelador que hace aparecer las imágenes de la fotografía; los segundos, son como el hiposulfito de sodio que las fija. Por eso, para que esto no se borre y desaparezca, sobre todo en sus principios esenciales, es necesario aplicar el baño fijador. Son los predicadores, que dicen del valor de esas acciones y de su permanencia en el tiempo y en el espacio. Vale decir, que los primeros son los creadores y los segundos son los consolidadores de esa creación. Por eso, si en un movimiento como el nuestro son necesarios los creadores, los predicadores son tan necesarios como los creadores. Esta escuela tiene también por finalidad formar esas dos clases de hombres. En la formación de los conductores está formando los creadores y realizadores; y, en los demás, está formando los predicadores, para completar este milagro de la fotografía de hacer aparecer la imagen con claridad. En el orden de la formación de los predicadores, tenemos que saber distinguir también, como en el de los conductores, las necesarias condiciones morales y de capacidad. Algunos creen que el predicador no necesita tener sino conocimientos y facilidad para exponer y convencer sobre los temas que dilucida. No hay tal cosa: el mejor predicador es el que predica con el ejemplo. Ya los pueblos no aceptan la antigua teoría de “haz o que yo digo, pero no hagáis lo que yo haga”. Es menester que el predicador sea el primero que cumple con la prédica. En política, actualmente eso es lo fundamental. Por esa razón, nuestra escuela no se dedica solamente a dar conocimiento de la doctrina, ni solamente a su comprensión, ni solamente a la mística con que las doctrinas deben ser abordadas y diseminadas, sino también a la práctica por la propia persona, de la doctrina. Esta es la mejor prédica. El día que todos los peronistas procedan como la doctrina dice que debemos proceder, sería la prédica más perfecta y completa. Los hombres tienen más espíritu de imitación que de comprensión. Por esta razón, vale más mostrar que decir. Nuestra doctrina, por otra parte, no es una cosa compleja ni difícil; es una cosa simple, fácil, que se puede practicar sin mayor esfuerzo y sin mayor sacrificio, y que se puede enseñar sin mayor complicación. Sobre esto, una de las tantas cosas que se me han ocurrido decir a mí, es que no hay asuntos complicados, sino mentalidades complicadas. Y ustedes ven que hay personas que de la cosa más simple hacen una cosa de lo más complicada, que nadie entiende. La doctrina peronista tiene la virtud de ser una cosa simple, que debe ser aplicada e inculcada por mentalidades simples, no complicadas. La Escuela está destinada así a formar hombres y mujeres de buena fe, que quieran llevar nuestra doctrina al poder de los demás, explicársela para que la comprendan, la penetren y la sientan. No es suficiente, hemos dicho muchas veces nosotros, que una doctrina la conozca la gente. No tiene ningún valor que uno conozca la doctrina. Lo importante es que la sientan. Para cumplir la doctrina, primero hay que comprenderla y después sentirse inclinado a practicarla. La doctrina no va dirigida solamente al conocimiento de las personas y la comprensión de las personas, sino que va dedicada al alma de las personas. Por eso, la doctrina no se enseña, se inculca. Lo que nosotros debemos pensar es capacitar hombres y mujeres en forma que ellos sean capaces de inculcar la doctrina. Inculcando la doctrina haremos peronistas. Y lo que nos interesa a nosotros son los peronistas, hombres que tienen la comprensión y una mística para la realización de nuestra doctrina. Si lo conseguimos, somos los verdaderos predicadores. ¡Cuántas veces los predicadores se alejan de la doctrina! Y eso es porque no la sienten. Cuando un sacerdote predica una doctrina y se aleja del Evangelio, puede ser sacerdote pero no es el hombre de la doctrina. La conoce quizás, pero no la siente. Cuando vemos las acciones de algunos sacerdotes, cuando vemos y oímos lo que dicen algunos sacerdotes, nos damos cuenta de que lo son porque visten sotana, pero no porque sientan y llevan dentro de sí la doctrina cristiana. Esto nos debe servir de ejemplo a nosotros. No está capacitado para difundir e inculcar nuestra doctrina el peronista, por los discursos que hace, por los emblemas que usa, por las cosas que le dice a los compañeros y amigos: más está por lo que él hace y por lo que siente. Y es curioso: a menudo nos damos cuenta de cuando un hombre sabe por lo que dice, así como lo penetramos y sabemos cómo es por lo que siente. Hay un proceso intuitivo en todas las personas que lo miden de entrada. “Lo veo y no me gusta nada”, dice. Y es cierto, no me gusta; es así, En eso no nos equivocamos. Ni la conversación agradable e inteligente de muchas personas nos dice que dentro de ellas hay una buena persona. En esto de la doctrina ocurre lo mismo: lo oímos hablar, lo oímos decir, pero siempre hay, en el subconsciente de él, algo que lo vende, que nos hace ver, que nos dice que no es peronista en el fondo. Se descubren rápidamente. A mi despacho llegan todos como peronistas, la mayor parte. Como siempre, van a pedir algo. Pero yo los oigo hablar y no escucho sólo lo que me dicen, sino que también pienso en lo que me dicen. Algunas cosas se les escapan. Es el subconsciente que los vende. De manera que después de una conversación a menudo yo sé que grado de realidad peronista tiene ese que me hace o que me quiere hacer el cuento. Bien, compañeros, yo siempre he aspirado a que el movimiento peronista parta de este preámbulo en el que me he alargado un poquito; que el movimiento peronista sea una cuestión orgánica, racional y consolidada. Para eso, como en todas las cosas de nuestro movimiento, vamos alcanzando las bases de su organización. Ustedes habrán visto que yo primero me ocupe de organizar el gobierno. Hice la reforma constitucional y luego el cuerpo de reformas legales que le sigue: dividí los ministerios por ramas; le di a cada una de esas ramas su función específica; formé los ministerios de conducción e hice después los misterios de realización para poder lograr una concepción centralizada y una ejecución descentralizada, descentralizada pero con unidad de concepción y con unidad de acción. Creé además, los organismos descentralizados, o las administraciones autónomas. Hice todo un cuerpo orgánico, que es el gobierno orgánico, inmediatamente, el Estado; tomé cada repartición y dentro de ella estudie el sistema de racionalización básica y orgánica, creando un aspecto funcional y estructural. Eso ya está. Está todo organizado. Y están organizados el Estado y el gobierno. El pueblo está marchando también hacía la organización; y ahora, además, yo, aspiro a dar un alto grado de organicidad al movimiento peronista. Hasta ahora nos hemos desenvuelto en forma más o menos inorgánica. Ahora estamos organizándonos y tratando de dar un alto grado de organicidad a las fuerzas partidarias. Es claro que ellas, de por sí, deberán primero organizarse, estructurándose dentro de las formas que son naturales. Yo soy enemigo de organizar fuerzas con representación y vida propia, en forma arbitraria ni exclusivamente racional. Cuantas veces han venido a verme y no han dicho: “No deje que los obreros formen sindicatos, agrúpelos a todos en un solo partido. ¿Por qué las mujeres aparte? Que se metan y anden juntos con los hombres”. Yo entiendo algo de organización, y quizás dentro de los cánones de la organización, dentro de los grandes principios y aún de las leyes que rigen la organización, no convendría tener cuerpos separados, porque dicen que se van a pelear entre ellos y que van a vivir siempre separados. Pero, en esto, yo he seguido una sola ley, que también está dentro de todo lo más científico de las organizaciones y que establece que hay organizaciones dominantes y organizaciones dominadas. Yo tengo el gobierno, que es una organización dominada. A esa la domino yo, y yo le impongo la forma: es mi instrumento de trabajo. El Estado también es una organización dominada, porque aquí yo doy una orden, se cumple el decreto o la resolución, y termino el problema. Pero hay ciertos sectores que dejan de formar organizaciones dominadas y pasen a ser organizaciones dominantes: es el pueblo. Al pueblo no se lo puede someter ni se lo puede dominar. Y los que han intentado dominarlo y someterlo lo han sometido, pero ha muerto la organización. ¿Por qué? Porque las organizaciones dominadas no tienen vida propia: tiene la vida del que las domina y a través de esa vida viven. En cambio, las dominantes, tiene vida propia, viven por sí, y tan pronto se les quita esa vida propia se mueren, como algunos pájaros que cuando los meten en la jaula, viven un poco y enseguida mueren. Estas organizaciones populares son dominantes. Se hace lo que ellas dicen y lo que ellas quieren, porque son voluntarias, porque la gente se asocia cuando quiere, y si no lo manda a uno al diablo y no se asocia. Entonces, ¿que organización se puede tener en esto? Pensando en un principio técnico basado en la experiencia tan grande del mundo, yo he seguido eso. Las organizaciones populares deben organizarse por sí y como ellas quieran. Eso es lo mejor, eso es lo orgánico que tiene este tipo de organización. Por este motivo, cuando me dijeron que las mujeres querían organizarse separadas, yo dije: “Que se organicen separadas”. Que los obreros querían su sindicato: “Que se metan en su sindicato”. Que los peronistas querían hacer lo mismo: “Que lo hagan”. Yo he tratado de aglutinar las tres grandes organizaciones, pensando que lo mejor es que cada una de ellas tenga su vida propia, viva por sí, se entusiasme por sí y haga todas las cosas por sí. En esa forma, yo tengo la seguridad de su supervivencia. Si yo las hubiera metido dentro de un canon orgánico, dominadas por mí, entonces sí que estarían muriéndose, porque no se puede dominar, dirigir y conducir organizaciones tan enormes, sino tienen vida propia, si no viven y actúan por sí. Lo que yo necesito es ir organizando, y en este sentido me conformo siempre con tener una cosa buena. Estoy contento de que la organización sea buena, porque en la organización lo muy bueno suele ser enemigo de lo bueno. Yo prefiero lo bueno, y con esto me conformo. Ahora bien, si la organización tiene su vida propia y se desarrolla, ¿cual ha de ser mi función? Para hacer un guiso de liebre, lo que se necesita tener primeramente es la liebre. La liebre está: son el Movimiento Peronista Masculino, el Movimiento Peronista Femenino y la Confederación General del Trabajo. Pero si yo soy cocinero tengo que poner la salsa y preparar todo. En ese sentido, yo soy buen cocinero, y les voy a hacer una buena salsa. De lo que se trata aquí, en la Escuela, es casualmente de ir preparando esa salsa. Esas organizaciones son espontáneas, tiene el valor de la espontaneidad, que es generalmente el aprovechamiento de la intuición natural de los hombres y de las mujeres en la acción de marchar y de hacer marchar. Esa intuición hay que completarla dándola un grado de racionalismo suficiente. Los hombres y las mujeres actúan por dos fuerzas naturales que los impulsan al bien y al éxito: una es la institución natural, que lo lleva a uno, y la otra es el racionalismo, vale decir la reflexión. La primera puede ser una fuerza poderosa, pero expuesta a las deformaciones del espíritu y al entusiasmo excesivo por algunas cosas que los hombres y las mujeres poseen en la vida. De manera que el éxito no puede estar librado solamente a eso tan aleatorio que es la intuición. El otro camino es el del racionalismo, el de preverlo todo, estudiando todo; y a menudo también fracasa como el primero. De manera que en este también hay una tercera posición. El hombre, sin perder el sentido intuitivo de su vida, que es orientador, y que es muchas veces de su poder extraordinario, debe calificarlo al raciocinio. Es decir, ese movimiento intuitivo de la vida, calificado como reflexión y condicionado en su marcha con el racionalismo, es lo que la escuela tiende a dar; es lo que nosotros tratamos de inculcar en nuestras mujeres y en nuestros hombres que tendrán la responsabilidad de la conducción, vale decir, ir formando personas que tenga suficiente sabiduría para proceder y la suficiente prudencia para controlar esa sabiduría. Creo que eso, que es tan fácil de decir, es más difícil de realizar en la vida. Pero, compañeros, peor es ni siquiera pensar en esas cosas; y el que conduce, que tiene no solamente su propia responsabilidad, sino también la responsabilidad de todos los que conduce, tiene la obligación de dominar esas formas de acción. Por eso, la Escuela no va a dar genios, no va a hacer hombres sabios, pero sí va a formar un horizonte directivo del peronismo, habilitando a través de una gimnasia permanente y de una escuela activa de la conducción que los hará más sabios para proceder en cada una de las ocasiones que se presente. Eso es lo único que nosotros queremos: estudiar el movimiento Peronista, todo nuestro movimiento político, estudiar el peronismo, no para poder estudiar lo que ha pasado por si se presenta de nuevo. No, no se va a presentar otra vez igual de lo que se presenta de nuevo. No, no se va presentar otra vez igual de lo que se presentó. El que ejercita, se va capacitando para ser más sabio en todas las ocasiones que se van a presentar. Esos que estudian historia para volver a hacer lo que se dice, no están acertados. No, la historia no se repite en los acontecimientos en forma idéntica en ningún caso. Uno puede tener la inspiración en algo que pasó, pero realizar de nuevo otra vez es una cosa difícil. Otro 17 de Octubre, por ejemplo, es muy difícil que se produzca. Puede ser que se produzca algo que se asemeje a eso, algo en que uno puede inspirar su propia acción. Pero no se va a producir en las mismas condiciones de tiempo, espacio, lugar, circunstancias, hombres, etcétera, en fin, de todos los valores de la acción, que son cambiantes, infinitamente cambiantes. Compañeros: he pensado en como íbamos a estructurar la capacitación de los dirigentes de nuestro movimiento. En este sentido yo dije, y propugné desde los primeros tiempos, la necesidad de crear estas escuelas de capacitación. Una cosa muy moderna en el mundo son estas escuelas de cursos y ejercicios de capacitación. Parece que el hombre también en esto va de lo extensivo y analítico, a lo corto, expeditivo y sintético. Hoy no se trata de seguir veinte años de estudios de una actividad, para que después el hombre se capacite; hoy existe una tendencia moderna a hacer rápidos cursos, con gente despierta y capacitada, para irlos completando y llenando los sectores de capacidad, e impulsándolos a una acción en forma que él sea autodidácticamente su propio maestro y su propio ejemplo. Estos cursos rápidos de capacitación, repito, es lo más moderno que el mundo tiene; escuelas rápidas, efectivas, de capacitación, reflexión, comprensión, de presentación de los problemas y, después, a trabajar, es decir, una suerte de escuela activa muy moderna. Y creo yo, que es lo mejor que puede haber, porque alterna o la escuela didáctica o la escuela escolástica en la formación, con el ejercicio empírico de esa formación en forma inmediata. Nosotros tenemos que decidirnos, en la formación de los dirigentes peronistas, con esta Escuela. Por otra parte, la acción de los dirigentes peronistas es una cuestión colateral de la vida de los hombres. La vida se desenvuelve en una dirección; aquella es una actividad colateral de esta. ¿Cómo vamos a realizar eso? Para esto tenemos diferenciar dos cuestiones fundamentales del Movimiento Peronista. Una es la formación peronista gremial, vale decir, la sindical, la que tiene una conducción sindical; y otra, la formación política, porque de nada vale que ellos conduzcan bien políticamente, si sindicalmente los echan del sindicato. De manera que el individuo tiene que ser un dirigente sindical para llegar a ser un buen dirigente político. Entonces, tácitamente, la enseñanza y la difusión de las ideas deben estar dentro de los sindicatos. Por eso, las escuelas sindicales tienen un régimen sui géneris en la preparación de los dirigentes. Funcionan dentro de sus sindicatos de acuerdo con sus mismas bases y orientación sindical. Lo que yo necesito es que dirija bien el gremio, porque si él dirige bien el gremio y el gremio está en nuestra, orientación política, como lógicamente en el régimen justicialista debe estarlo, se puede realizar una gran obra; porque yo necesito allí precisamente un dirigente gremial y no un dirigente político. El predicamento político se lo doy yo, que soy el órgano natural de la conducción política. No es lo mismo el movimiento del Partido Peronista Masculino o del Partido Peronista Femenino, donde no hay sindicatos, donde una acción política poliforme, vale decir, que va a todas las formas y se infiltra en todos los sectores y en todas las acciones. Esto solamente se puede realizar con dirigentes especialmente capacitados en esa actividad. Lo que esta escuela tiende a formar es esa clase de personas. Por eso, para el movimiento peronista es indispensable que aún algunos dirigentes sindicales se compenetren, ya sea en el aspecto informativo o aplicativo de la conducción política, con esta escuela, para que yuxtaponiéndonos en la acción, podamos mantener la mejor coordinación y cooperación entre las fuerzas que forman el movimiento. Por eso vienen aquí algunos dirigentes sindicales a seguir esos cursos. En el movimiento peronista femenino y masculino hay también muchas personas que están siguiendo los cursos sindicales. En esto no hay unilateralidad, ni puede haberla. Las funciones, diríamos, de los distintos organismos de preparación de los dirigentes peronistas en los partidos masculinos y femeninos, son realizadas a base de las escuelas peronistas, y las comenzamos nosotros con esto, con esta Escuela, cuya función es formar los dirigentes superiores, los que conducen, prácticamente los conductores, diríamos así, del orden estratégico y para formar después los núcleos necesario, para la organización de las escuelas peronistas que deben ser regionales encargadas de formar los conductores tácticos, los conductores regionales, locales y de encuadramiento de esa masa peronista. Es indudable que esto no se puede improvisar. Nosotros no podríamos dar en este momento la orden de que se formen las escuelas peronistas en cada provincia y en cada territorio y que empiecen a funcionar porque vamos a tener en las provincias y en los territorios veintiocho escuelas que van a enseñar cada una por su lado lo que se les antoje y dentro de poco tiempo vamos a tener una anarquía terrible en la capacitación de nuestra gente. La uniformidad en la formación de esto redundará después, con el andar del tiempo, en la unidad doctrinaria de este movimiento. La heterogeneidad en la formación de las personas encargadas de enseñar nuestra doctrina seria terrible si no hubiese un punto central de unificación de la doctrina y de unificación del criterio peronista para interpretarla y difundirla. Esa es la razón de estos cursos. Nosotros deseamos dar desde esta escuela la base con unidad para que sean constituidos después por ustedes en cada provincia y en cada territorio una escuela peronista similar a ésta, igual a esta. Ustedes ven que esta escuela no es una escuela más; tiene un sello peronista, tiene sus órganos de doctrina; aquí se estudia, aquí se interpreta, aquí se investiga la doctrina, se la tiene desmenuzada hasta la ultima partícula. Aquí hay un estudio peronista hasta en la casa, en los pizarrones, en las paredes; esto es ya un estilo peronista. Aquí, en esta escuela, se respira peronismo en todo, vale decir, que esta no es solamente para nosotros una casa destinada a inculcar la doctrina, sino también una casa destinada a dar un estilo, a dar una mística, a inculcar la doctrina, a llevar estos conocimientos no solamente al corazón de las personas que la habitan y que desarrollan sus actividades en ella. Lo que nosotros queremos que ustedes lleven a las provincias para organizar las escuelas peronistas, es además de la enseñanza que podamos impartir de la doctrina como centro de irradiación de ella, las formas y el sentimiento, porque la doctrina no tiene ningún valor si no inculcamos también ese sentimiento sino llevamos este clima, este aire que se respira aquí, para que se respire allá de la misma manera por las personas que concurren a las escuelas peronistas provinciales. El tercer paso será la formación en cada unidad básica de una pequeña escuela peronista local. Nosotros llamamos las personas que ustedes indicarán después en la Escuela Peronista para darle los cursos de la Escuela Superior Peronista. Ustedes llamarán en otras unidades básicas a los hombres y mujeres que se han presentado más capacitadas para asimilar las enseñanzas de las Escuelas Peronistas. Estableceremos así una graduación mediante la cual irán determinándose los valores para la formación de los cuadros directivos del movimiento peronista. Esta tarea es, quizás, la más trascendente y la más importante que nosotros deberemos realizar en los años que vienen. Hasta ahora, nosotros, atraídos por la acción, habíamos descuidado un poco este sector. Habíamos hecho en forma inorgánica la difusión de nuestra doctrina, y que cada uno de los hombres, en el lugar que actuaba, influyese sobre los demás, inculcándole nuestras ideas y persuadiéndolo de nuestras cosas. Hoy, eso lo vamos a realizar en forma orgánica y racional, a través de la Escuela Superior Peronista, a través de las escuelas peronista provinciales o territoriales y a través de cada unidad básica a las que, para salvarlas de las asechanzas de los antiguos comités -tan conocidas por todos nosotros-, debemos transformar en verdaderas escuelas de peronismo, escuelas prácticas de peronismo, donde haya un núcleo de personas capaces de dar conferencias, atrayendo a los chicos, atrayendo, a las mujeres, a los hombres, a los viejos y a los jóvenes a esa escuela, brindándoles la mano y ayudándolos en todo lo que sea posible; y mediante esa atracción, ir instruyéndolos y preparándolos en el peronismo. Esa es una tarea que si se realiza con verdadero corazón, con verdadera decisión, va a crear un movimiento verdaderamente invencible, no solamente en el orden político, sino en el orden espiritual, que es el más fuerte de todos los órdenes que actúan en la República. Nosotros aspiramos a persuadir a la gente, no a obligarla. El camino para persuadir a la gente, es el camino de la convicción, de la persuasión misma. Cada centro peronista, sea unidad básica, sea una escuela peronista o sea Escuela Superior Peronista, tienen una sola tarea: la persuadir, la de enseñar, la de inculcar nuestra doctrina. Lo que nosotros queremos dar aquí es la capacitación para enfrentar esa tarea. Ya se actúe en una unidad básica que tenga veinte afiliados, o se actúe en un sector donde una maneja millones de personas, lo que el peronista debe saber es que a esas veinte personas o a esos millones de personas debe inculcarle la doctrina. Porque esto señores, se consolida a través de la doctrina o se destruye si queremos reemplazar la doctrina por otra cosa. El Movimiento Peronista debe aspirar, en el futuro, a que hombres y mujeres hagan suya la bandera. Así se consolida y así se eternizan nuestro Movimiento; de lo contrario, está expuesto. Y en esto, nosotros, los elementos dirigentes, tenemos que comenzar a pensar seriamente, sin perder la mística de nuestro Movimiento, sin perder la disciplina y la subordinación natural a las personas, que existe en estos momentos. Es menester ir pensando más seriamente en la doctrina, porque la doctrina es eterna, la doctrina es lo permanente. Los hombres somos solamente circunstanciales. Es quizás halagador para un hombre que conduce el sentido personalista de una masa que lo sigue; pero si ese hombre es inteligente y piensa en el bien antes en ninguna otra cosa, debe despersonalizar el Movimiento para adoctrinarlo, porque lo que va a vencer al tiempo es la doctrina. Los hombres todavía no hemos aprendido a vencer al tiempo; éste nos ven a todos. La tarea de ustedes, y la tarea de la Escuela Superior Peronista, es precisamente, ir incidiendo cada día con más fuerza en la necesidad doctrinaria. Esta doctrina, con nuestras banderas fundamentales -la justicia social, la independencia económica y la soberanía política- y con nuestros objetivos -la grandeza de la patria y la felicidad del pueblo- enastados bien adelante, en marcha permanente, nos deben incitar a nosotros a seguir, porque ésas no se detendrán jamás, porque esas no ceden ni a la acción destructora del tiempo ni se desvanecen bajo las sombras. Los hombres ceden, desgraciadamente, a esas dos cosas. La tarea nuestra ha de ser formar hombres que, a hechura y semejanza de nosotros, puedan representarnos en el futuro. Y así como los padres, al morir, se sienten orgullosos por prolongar su nombre y su tradición, los que aspiran al bien de la patria se han de conformar con esos nombres y tradición enastados en las nuevas banderas de los hombres que conducirán. Yo pienso, compañeros, que el momento ha llegado para comenzar a trabajar febrilmente en todos los órdenes de esa acción. La doctrina es lo único sagrado para nosotros. Esa doctrina debe recibirse limpia y pura, y ha de transmitirse perfeccionada hacia el futuro. Esa es la tarea de los hombres peronistas que cumplen inteligentemente con su función. Lo que nosotros queremos en esta escuela es formar esa clase de hombres, hombres que transforman un movimiento como el nuestro, un tanto personalista como son todos los movimientos populares en su iniciación, en una institución, y lanzarlo institucionalmente hacia el futuro. Solamente así salvaremos el Movimiento Peronista frente a la acción destructora del tiempo. Esto es fundamental. Estamos construyendo ya el futuro del Movimiento. Yo siempre pienso que nuestro Movimiento tiene las características de los movimientos que triunfan. Primero, porque ha sido tan bárbaramente combatido. Esos son los movimientos doctrinarios que triunfan. El cristianismo es el mejor; los arrojaban a las fieras, los quemaban... y cada día había más cristianismo. A nosotros nos ocurre lo mismo: también nos combaten, pero cada día hay más peronistas. Ese es un factor. El otro es el que Dios nos ha dado: la oportunidad de poder ir formando los predicadores del futuro, como hizo Cristo. Él se fue contento a la cruz: porque dejaba doce discípulos que iban a desparramar su doctrina por el mundo entero. De manera que estaba satisfecho; él había cumplido su misión y había dejado el recuerdo para todos los demás. Yo muchas veces cuando me han señalado que estoy defendiendo una cuestión rara, he dicho bien claramente: “A mí me pueden matar y hacer lo que quieran; pero el recuerdo que ya voy a dejar no lo van a olvidar nunca”. Por eso, compañeros, vería muy poco si creyese, como muchos han pensado, que después de mí, el diluvio. No, no. Nosotros, si somos inteligentes y si amamos verdaderamente la causa que defendemos debemos aspirar a que ella sea la que sobreviva. Con toda inteligencia, debemos pensar que el bien está en el futuro, y no en el presente, y lanzar todas nuestras fuerzas a la acción para preparar ese futuro; porque el presente ya está en cierta manera asegurado. Ustedes son esos hombres del futuro, y de esos hombres del futuro, los más responsables, porque deben formar hombres y mujeres encargados de formar a otros para el futuro. De cómo actúen ustedes, tendrá el peronismo mucho que agradecer. Por eso, cada uno de ustedes, mujeres y hombres del Movimiento Peronista que realizaran estos cursos con la responsabilidad de ir a cada una de las provincias y territorios argentinos y organizar y preparar la Escuela Peronista que ha de formar allá los dirigentes para el Movimiento, tiene una responsabilidad: es la responsabilidad del futuro, que no se comparte sino con la generación que muere con uno; pero que a través de las futuras generaciones argentinas tendrán el premio de la abnegación con que realicen esa labor. Ustedes no podrán pensar, en el Movimiento Peronista, en nada superior a la tarea de formar peronistas. Es la tarea más noble que pueda tener cualquier movimiento, porque es la tarea verdaderamente espiritual, de conformar el alma colectiva del Movimiento Peronista. De acuerdo a esta acción que ustedes desarrollen y a la inteligencia que pongan en la realización de esta tarea, será el futuro del Movimiento Peronista, y creo que cada uno de ustedes, como yo, soñamos con un futuro venturoso y glorioso para el Movimiento Peronista. Y en esta tarea de todos los días, no de un día excepcional o de otra fecha, no del minuto, de la hora, del día, de la semana, estamos machacando y machacando aburridamente, muchas veces, en un pequeño sector, porque pensamos que formar hijos espirituales del Movimiento Peronista es quizás la tarea más noble y más importante en este momento. Por eso yo insisto, compañeros, en que observen esta casa que tiene una tradición, que ya tiene una vida, que ya tiene un espíritu, una disciplina de trabajo que ya tiene una escolástica propia. Traten de cuidarla, de penetrarla, de sentirla y trasladarla después a la escuela que ustedes van a constituir en las provincias y el Movimiento Peronista deberá levantar un monumento a cada uno de ustedes; que lleven nuestra palabra de una misma manera, los apreciemos de igual modo y los resolvamos de una manera similar. Con esto formaremos esa aplanadora de que tantas veces hablamos. Esa unidad de acción, esa unidad de concepción, será la unidad que asegure este movimiento multitudinario del peronismo, avanzando como una aplanadora a través de la República. Nuestra tarea, señores, no es simple, y no es fácil; pero es tan honrosa que invita a practicarla, y a practicarla con verdadera abnegación y con verdadero sacrificio. Compañeros: yo no deseo prolongar esta conversación. Solamente les digo que estamos total y absolutamente a las órdenes de ustedes. No olviden que nosotros decimos, y lo sentimos, que para un peronista no hay nada mejor que otro peronista. Nosotros decimos que el Movimiento Peronista está hecho de solidaridad entre nosotros. Por eso es necesario no solamente que nos vayamos conociendo más, sino también amándonos más cada día entre nosotros; que este Movimiento Peronista constituya, además de una fuerza política, una fuerza espiritual dentro de la República y que esa fuerza espiritual esté basada en el amor, como sostenemos nosotros que son las fuerzas constructivas. En esto estamos total y absolutamente para servirlos, para serles útiles en todo lo que nosotros podamos. Deseo pedirles, asimismo, que trabajen mucho en esta escuela y que traten de conseguir la mayor utilidad posible de las tareas docentes, de la observación y de la información que ustedes mismos puedan sacar de aquí para llevar alas provincias, a fin de que constituyan allá las escuelas peronistas. En esa tarea veremos después cómo ayudaremos a cada una de las provincias y territorios para que formen sus escuelitas. Esto empezó siendo un piso de un edificio alquilado, que lo arreglamos entre todos lo mejor que pudimos y que aumentó después paulatinamente. Ahora tenemos todo este edificio. Lo hemos hecho en varios años de trabajo y de preocupaciones, y si seguimos así, vamos a tener los dos de al lado dentro de poco. Pero lo importante es que así son las empresas peronistas: empiezan con una pieza; después extienden a un departamento, luego a un piso después a un edificio. Y el éxito de estas empresas sobre todas las empresas del entusiasmo, como son las empresas peronistas debe seguir el mismo ritmo que siguen los comercios: por ahí se instalan primero con un bolichito, después se agrandan, luego toman toda la casa y finalmente todo el edificio. Estas son las empresas de éxito. Las que fracasan son esas que empiezan con seis pisos y después no saben que ponerle adentro. Hay que crear primero lo que hay que poner adentro para después tener el edificio. Ese es el camino que deben seguir las escuelas peronistas provinciales. No importa que una escuelita provincial esté primero en una pieza; lo importante es que sirva las necesidades y que a los seis meses necesite un piso, al año debe tener un edificio y a los cinco años debe tener dos o tres edificios, porque eso será índice de que ha formado lo que había que poner adentro. Hubiera sido inútil que nosotros aquí hubiéramos tomado este enorme edificio hace cuatro años y después no hubiéramos tenido que poner adentro. Pero hemos formado lo que hay que ponerle adentro, y es tan grande que no cabe ya en este edificio todo lo que hay que ponerle adentro. Ese es el camino y ésas, diremos así, es la invitación a pensar como hemos hecho esto, para que ustedes hagan también aquello que deben hacer. Esto se ha hecho de la nada. Se ha hecho solamente con el entusiasmo de los buenos peronistas que han trabajado en esta casa. Solamente le pido a Dios que todo tengamos la inspiración necesaria para llevar a buen término; que pensemos todos los peronistas que nos hacemos cargo de una función como ésta de formar buenos peronistas para la dirección de nuestro Movimiento; que en esto el honor reside en dejar el Movimiento Peronistas todos los días un poquito mejor que el día anterior; que pensemos que habremos cumplido con nuestra función peronista cuando, terminadas nuestras vidas, podemos decir: Hemos dejado un Movimiento Peronista más grande, más glorioso y más honrado que cuando lo recibimos al hacernos cargo de nuestra función. ..
1953-06-02
DISCURSO AL INAUGURAR EL CURSO DE CORONELES
Señores: Es con verdadero placer que concurro a la inauguración de este Curso de Coroneles del Centro de Alto Estudio. Un centro de altos estudios, en su funcionamiento, es quizás, de una trascendencia mucho más grande de cuanto podamos nosotros suponer. Es diremos así, el trampolín que prepara la actividad de los futuros generales para la conducción de toda nuestra organización militar. Napoleón decía, que el éxito no es, con muchos creen, un privilegio que la fortuna ofrece al paso de los hombres para que ellos atinen a asirse a la mano de ella. El éxito, decía Napoleón, se concibe, se prepara, se realiza y se explota. Es indudable que a través de esta afirmación napoleónica existe toda una filosofía del éxito; y es indudable que si el éxito ha de concebirse, ha de prepararse, ha de realizarse y ha explotarse, será necesario en las grandes empresas nacionales, como también en las grandes empresas militares, contar con una organización que haga posible la concepción, la organización, la realización y la explotación del éxito. La vida no es sino una concepción de actos de los hombres, de los pueblos, de las naciones, de los ejércitos, de las marinas; es la concepción, realización y explotación del éxito en cada uno de los sucesos que el hombre puede poner circunstancialmente bajo el dominio de su mano, y es indudable también que esa organización que el hombre necesita debe tener una característica especial. Los hechos de la vida prueban que hay dos clases de organizaciones: las organizaciones dominadas y las organizaciones dominantes. En las primeras se encuentran el instrumento de un hombre de acción; las segundas sirven para encadenar a los hombres a las soluciones de la mediocridad de las organizaciones. En el mundo, las dos filosofías de la acción se han dividido en “acción hombre” y en “acción organización”. Hay países que estaban gobernados por organismos; ha habido ejércitos conducidos por organismos. Ellos llegan a una técnica, pero no culminan jamás en la concepción de un arte de gobernar o de conducir, porque para eso es necesario el hombre y la organización para su servicio. Porque cuando la organización supera al hombre y lo subordinan, toda la idea artística de conducción o de gobierno desaparece por la mediocridad del organismo. Señores: yo pienso que los señores coroneles que se incorporan al curso de altos estudios podrán olvidar cualquier cosa, pero no deberán olvidar jamás que su oficio es de conducir por sobre todas las cosas, y, en consecuencia, ellos deben ser hombres dominantes y jamás dominados; hombres que trabajan para el éxito en formas personal, subordinando así todo lo que la técnica militar pueda poner un día en sus manos para la realización de una obra de arte. Quien olvida esto en la profesión militar, ha olvidado lo único que la profesión militar tiene de inviolable en toda su existencia histórica y en toda la realización de los hechos que estamos presenciando. Formar generales es formar hombres de acción, no burócratas ni hombres capaces de realizar en conjunto un buen trabajo técnico. El general no sólo debe ser técnico, debe ser un artista de la conducción; si no, es sólo un general fragmentariamente conformado. Por eso, señores, el Centro de Altos Estudios, que tiende a dar al general personalidad dominante de la organización militar, es una cosa seria y trascendente: debe exaltar la personalidad del hombre y darle vuelo, darle alas, y no cortárselas ni disminuirle la personalidad. En la vida del mundo, a lo largo de toda su historia, la escuela castrense de la verdadera realidad ha sido aquella que ha formado hombres, hombres “vivos” y capaces. La capacidad es un gran producto de la técnica; la “viveza” es gran producto de la personalidad. En la acción, y especialmente en la acción militar, se puede ser buen técnico o no; se puede ser sabio o no; se puede ser prudente o no; y los resultados pueden ser variables; pero lo que no se puede ser en la acción ni en la guerra es tonto: los tontos no sirven para esta cosa. Señores: al confirmar esas personalidades dominantes, es menester sentar claramente como premisa de acción que al decir “dominante” quiero decir que sean capaces no solamente de concebir, sino también de realizar una organización que les permita contar con el instrumento propio. En el arte de conducir se acciona con instrumentos propios; es menester, por lo tanto, que esa capacidad sea para el manejo de un instrumento. Decía Schlieffen que el general conductor de ejército, no ha de conformarse con recibir un instrumento formado por otros que él conducirá más o menos técnicamente en las campañas o en las batallas; es menester que él forme, que él lo instruya, que él lo alimente y que él lo conduzca. Generalmente, los ejércitos mueren con sus conductores, dijo también Moltke. ¿Cómo congeniar esa concepción magnífica del arte de la conducción de otros tiempos, de ejércitos bastante reducidos y de acciones militares un tanto determinantemente unilaterales, como los de los tiempos de esa historia, con la nación en ramas de nuestros días? He ahí, señores, el problema que plantea el arte militar de nuestros tiempos. Los ejércitos pueden ser formados por sus generales, instruidos, alimentados, dotados y conducidos por sus generales; pero hoy el concepto ha variado para una nación en ramas. Lo que se lleva a la guerra no es un ejército, es una nación, es un pueblo con todas sus actividades y con todas sus fuerzas, y ni el pueblo ni la nación están en manos, comúnmente, de los generales conductores del ejército. Para resolver ese problema es menester que la nación moderna comprenda también la necesidad de su defensa. Comprenderla quiere decir establecer que su política en el orden internacional debe ser continuada por la política de la acción en el momento en que la guerra comience a establecer las posibilidades que no puede brindar su política nacional en la consecución de sus objetivos o del fatalismo histórico de los pueblos. En otras, así como es la nación la que hace la guerra; así como es la nación la que hace la política; así como es la nación la que hace la economía; así como es la nación la que hace la cultura, la conciencia y la marcha misma de los pueblos, no hay razón valedera que no establezca también que es necesario que entre todas esas preocupaciones de la paz, en el trabajo y en el engrandecimiento de la patria, esté contemplado el sector que establezca la continuidad permanente de la paz para la guerra y las necesidades de la defensa del propio país, es decir, nuestra defensa nacional. Ese es un problema que parece simple cuando se lo plantea teóricamente -como lo hacemos nosotros en estas circunstancias-, pero es extraordinariamente difícil cuando se conjugan en la solución del mismo, numerosos y heterogéneos problemas que encadenan la guerra y que encadenan la paz, máxime cuando no está en nuestras manos la posibilidad de evitar ni de producir la guerra. Señores: este es el problema que debe estudiarse preferentemente en los centros de altos estudios. Para hacer posible eso, es menester no olvidar que la actividad en la paz ha de tener siempre presente en cuenta, la actividad de guerra, por remota y difícil que ella sea. Lo primero que hay que preparar y aclarar suficientemente son los objetivos del país, objetivos que han de ser preferentemente determinados en todos sus aspectos y características, para que ningún ciudadano pueda tener duda de cuál es la aspiración nacional en cada uno de los numerosos sectores en que se divide la actividad del país. Vale decir, que todos sepamos hacia donde queremos ir. El mal de la humanidad es que la mayoría de los hombres, de los pueblos y de las naciones, no saben adonde quieren ir, ni lo que quieren. Eso conformará una verdadera doctrina nacional. Pero no es suficiente que nosotros aislemos los objetivos para que tres o cuatro privilegiados estén en el conocimiento de las cosas y todo lo demás lo mantengan en forma absolutamente secreta. Es menester que esa doctrina nacional no sólo sea conocida por la dirección, sino que debe ser conocida por cada uno de los ciudadanos. Por eso se llama doctrina nacional. Cada ciudadano debe saber eso como nosotros; nosotros a menudo abusamos del secreto, pero al final lo sabe todo el mundo. Va desapareciendo como incógnita y es sustituido por las grandes líneas. El secreto no ha de ser la reserva de qué es lo que nosotros queremos hacer; el secreto se mantiene sobre cómo lo vamos a hacer. Ahí está el secreto, pero lo que queremos hacer no lo podemos mantener en secreto. Eso lo debe conocer la Nación entera, lo debe conocer cada ciudadano para que vaya preparando la decisión, para que en el momento decisivo no le falten fuerzas o no equivoque el camino que ha de seguir en la defensa de la Nación. Es como hacemos nosotros, cuando en el combate llamamos a la compaa, no tenemos secretos para el soldado y le decimos que va a ir a combatir; cuál es el objetivo a cumplir, cual es la función de la compaa y cómo va a realizar la acción. Cada uno de los argentinos debe conocer cuáles son los objetivos de la nación para irse preparando, educándose y decidiéndose para jugarse la vida si es necesario para la consecución de sus propios objetivos. Pero no es suficiente con que la conozca el pueblo; es menester que la tenga inculcada. No es suficiente con que las doctrinas sean conocidas; es menester enseñarlas y realizarlas. Señores: durante muchos años yo he sido oficial de operaciones en el Estado Mayor General del Ejército. Posteriormente, me tocó también preparar un plan de operaciones, y siempre se me ha presentado un punto en el cual -o después del cual- todo era dubitativo y aleatorio. Yo recuerdo que en la escuela, siendo alumno de tercer año, un profesor a quien nosotros queremos y de quien nosotros guardamos muy buenos recuerdos, del Servicio de Táctica y del Servicio de Estado Mayor, en sus clases nos había hecho dudar de las posibilidades un tanto aleatorias de la Nación y que ha de ser dotada desde el exterior para poder realizar el esfuerzo de guerra. Esa fue una de las grandes lecciones que recibí como alumno de la Escuela Superior de Guerra: aprender a dudar de lo que los hombres deben dudar, cuando fuera de sus manos está la posibilidad de establecer en un plan de operaciones, elucubraciones más o menos especulativa que pueden o no pueden realizarse. Yo recuerdo al entonces coronel Verdaguer, profesor de la materia en la Escuela, que nos dijo una verdad que nunca he olvidado y que es la siguiente: en las acciones militares, como en las acciones de los hombres, el que quiera estar seguro del éxito no debe basar su acción en especulaciones; hay que basarla en realidades. Solamente en lo que está seguro que va a alcanzar puede basar operaciones militares, y si sólo se basa en reflexiones y especulaciones subjetivas y aleatorias a corto o a largo plazo, va al fracaso. Señores: cuando yo llegué al gobierno de la Nación, analicé este panorama, no ya como jefe de la División de Operaciones del Estado Mayor o como Auxiliar de esa División, sino como verdadero responsable de la seguridad de la Nación. Y otra es la posición de la responsabilidad que se siente allí, cuando nada puede armar más o menos ilusoriamente ni sobre factores como el de la especulación aleatoria. Y llegué a esta conclusión: en la actual situación política internacional de la República Argentina y en su actual situación estratégica –decía yo en 1946 cuando hablábamos de los esfuerzos de guerra– pensamos que para completar nuestra artillería tenemos que esperarla de Europa; que para montar tropas mecanizadas también tenemos que esperar que la buena voluntad de determinados países extranjeros que nos proporcionen en el momento oportuno el material indispensable y que se nos permita transportar ese material en vapores hasta aquí. La dotación de caramañolas había que traerla también del extranjero y no podíamos fabricar las armas automáticas necesarias. Y si en vez de referirnos al Ejército, pensamos en la Aeronáutica y en la Marina, llegamos a la conclusión de que, de no disponer de esos materiales, ni la Aeronáutica, ni la Marina existirían en el momento necesario porque, ¿que hacemos con marinos sin barcos, o con aviadores sin aeroplanos? Yo pienso, señores, si alguien con seriedad puede armar un plan de operaciones en semejante situación. Por esa razón yo establecí en el Plan Quinquenal definitivamente que, mientras no tengamos una industria que nos capacite para la construcción de esos materiales, no podemos hablar de planes de organización serios. Y que es más importante para la República poder construir sus barcos de guerra en el país teniendo materia prima y transformación suficiente, que tener una marina de guerra para la cual ha de adquirirse las unidades en el exterior. Para nuestra aviación interesa más que tener aviadores, poder fabricar los aparatos con materia prima nacional. Si nosotros no resolvemos ese problema, no habrenos resuelto ningún problema de ese orden. De ahí que, al establecer el escalonamiento de los Planes Quinquenales, fijamos en el primero la posibilidad de ir montando la fabricación de aeronaves y barcos como así también desarrollar una industria siderúrgica necesaria para poder contar con la fabricación de los elementos indispensables para la defensa nacional. Y en el Segundo Plan lanzamos ya la posibilidad de resolver el problema de la materia y su transformación mediante la explotación de nuestra riqueza minera y la transformación siderúrgica de los materiales -por lo pronto– de la línea hierro, acero y aluminio. Podemos garantizar que ese problema estará resuelto al terminar el Segundo Plan Quinquenal, y entonces sí les podré decir a los señores coroneles que van a desempeñarse en el Centro de Altos Estudios, que cuando esto se realice ya podrán trabajar tranquila y serenamente en la concepción de futuros planes en nuestros país, en los cuales se podrá calcular el potencial de la República Argentina. Que no podrá justipreciarse mientras no disponga de sus propias posibilidades, ya que no dependen de nuestra voluntad ni de que se nos permita traer esos materiales aquí. Así no se preparan los éxitos; así se preparan las derrotas y los fracasos. Si nosotros no reaccionamos contra esa costumbre de que todo debe resolverse por la mano de Dios, días muy difíciles y desesperados quizás debamos enfrentar en el futuro. La defensa de la República está en nuestras manos o en nuestras posibilidades, y es estúpido pensar que hemos de resolver nuestros problemas con la buena voluntad de los demás. Señores: estos problemas son demasiados serios y debemos pensar realmente en ellos. Yo estuve en Europa durante el desencadenamiento de la segunda guerra mundial, y observé una cosa extraordinaria. Existían en los bandos en lucha dos clases de fuerzas armadas: las fuerzas en serio y las fuerzas armadas en broma. Las que habían resuelto sus problemas con seriedad –los hechos así lo iban demostrando – y las que habían hecho una suerte de juego en la preparación de la defensa, cuyas consecuencias comenzaron a mostrarse inmediatamente de desencadenados los acontecimientos bélicos. Es indudable que aún estos mismos que habían tomado en broma el conflicto se vieron luego tan desesperados que tuvieron que tomarlo en serio, y recién cuando a empezaron a pensar seriamente, la mano de la fortuna comenzó a acercárseles. Señores: si queremos no pasar días trágicos es necesario que encaremos nuestros problemas con la seriedad debida. Yo no he hecho otra cosa, en este aspecto, que colaborar con todos los demás argentinos para que todo pueda coordinarse entre sí para que la acción constructiva de un sector represente la acción constructiva de los demás sectores de la actividad. Vale decir, trabajar concurrentemente, trabajar mediante planes bien meditados, bien coordinados, para que ningún sector se sacrifique en su desarrollo al excesivo desarrollo del otro sector de la Nación; para que marchen en perfecto equilibrio en su acción política, económica, militar y social. Es menester que se logre un todo armónico, que marche en una misma dirección, a un mismo ritmo, y con una misma y única conducción. Vale decir, con unidad de concepción y con unidad de acción. Señores: todos sabemos lo dificultosa que es la conducción, y sabemos también que no obedece reglas ni recetas. Si eso fuera posible, los conductores abundarían, porque las recetas pueden imprimirse por millones. Pero, afortunadamente para el mundo, la conducción por recetas, por sistemas, o por métodos, no existe. Es una actividad artística que presupone la creación permanente, abandonando la rutina a que nos empuja todos los días la técnica de la conducción. El hombre racionaliza especialmente; esta todo los días empujado por una fuerza invisible hacia la rutina; si cede, ese hombre está anulado para la conducción; si resiste y quiere crear por sus propias fuerzas, ese hombre ha triunfado. Por eso, señores, son solamente las formas de ejecución las que obedecen a la técnica. La conducción, en lo que tiene de concepción, obedece al arte. Y quien sacrifica el arte a la técnica, subalterniza la conducción. Si bien la conducción puede independizarse de la técnica, ésta es un medio y la conducción es el único fin del gobierno o de la conducción general. Digo esto porque es indudable que muchas veces repugnan al espíritu de la técnica muchas de las acciones y concepciones de la conducción. Ya en 1793, los viejos generales austriacos, al referirse al “generalucho” de 24 años que era Napoleón, decían: “No se puede hacer, como este Napoleón, que olvida los principios más fundamentales del arte militar”. Y fue olvidando esos principios fundamentales del arte militar, conceptuados en la rutina militar, lo que dio al éxito a Napoleón durante 25 años, sobre los viejos generales de los imperios austriacos. Estas lecciones que la Historia reserva para los hombres que tienen independencia de criterio y carácter para realizarse, deben ser una divisa permanente para los cursos de altos estudios, cuya finalidad es formar hombres sabios y permanentes para la conducción de las operaciones militares. Ellos deben comprender no solamente esa operación que él puede realizar unilateralmente como un hecho aislado de la guerra, sino comprendiéndola encuadrada en toda la actividad de una Nación que posibilita el esfuerzo y el éxito de la operación en esa unidad que él conduce. Dar hombres de gran amplitud y formarlos para apreciar no solamente el problema de su ejército, sino también al de su Nación. Hoy es imposible, en las naciones modernas y menos aún en las tremendas agrupaciones imperialistas de nuestros tiempos, concebir militares, marinos o aeronáuticos unilaterales. El mundo universaliza los principios; el mundo universaliza la ciencia y la lucha. Todo hombre que no universaliza su criterio es un salvaje permitido por la civilización de nuestro tiempo. El también debe universalizarse o, de lo contrario, será siempre un estorbo para cualquier clase de conducción. Hay que dar esta amplitud a los hombres; los militares de nuestro tiempo no deben dedicarse exclusivamente a saber en qué consiste el saludo militar o cuál es la mejor posición de firmes o cuál es la mejor disciplina o cuál es la mejor organización de su tropa. Él debe pensar también cuál es la mejor organización de su patria; cuáles son los grandes objetivos que esa Nación persigue, y cuales son los medios mediante los cuales, completamente universalizados, debe alcanzar un éxito convenientemente concebido, convenientemente preparado, para realizarlo. El hombre que conduce debe saber cómo, después de ese éxito, ha de sacar hasta la micrométrica parte del provecho que el éxito exige después de haberse producido. Señores: yo no quiero ahondar en esto, que para los oficiales de nuestro tiempo es casi una doctrina común. Solamente he querido recordar estos conceptos y dejar para el final el ejemplo de cómo debemos nosotros comenzar a pensar en la solución de nuestros grandes problemas estratégicos y no para hacer una crítica política fácil, sino para poner en evidencia una situación de hecho que nosotros siempre hemos encontrado en la apreciación de nuestros problemas internacionales y, en consecuencia, de nuestros problemas estratégicos. La República Argentina, colocada en esta parte del mundo próxima al Círculo Polar Antártico, no había tenido hasta nuestros días la posibilidad de asumir una iniciativa de ningún orden, ni su organización hubiera sido preparada para hacer uso, consecuentemente, de una iniciativa que no poseía. Nunca tuvimos un gabinete económico; aquí existía solamente un Ministro de Hacienda que era el que contabilizaba las cuentas de lo que percibíamos y pagaba una vez deducidos los gastos consiguientes. No había ningún órgano económico de gobierno; el ministro de Finanzas no existía como tampoco el de Economía y el de Comercio Exterior. ¿Por que no existía? Era lógico: los argentinos no conducíamos eso. Eso era conducido desde el extranjero y, por consiguiente, ¿para que queríamos un ministro de Finanzas si las finanzas nuestras eran manejadas a miles de kilómetros de nuestro país? Tampoco teníamos de Comunicaciones. Cuando nuestros oficiales del Estado Mayor tenían que hacer un plan, un itinerario gráfico, debíamos recurrir a extraños para que nos lo enseñaran. ¿Para qué, queríamos entonces el ministro de Comunicaciones si el ministro de Comunicaciones estaba en el exterior? Yo podría decir que nunca fueron necesarios. Claro. Completamente de acuerdo con los anteriores organizadores de nuestro gobierno, nosotros, en realidad, no teníamos nada más que los ministros necesarios para lo que manejábamos aquí. Era un grupo político un poquito influenciado desde afuera. Para nuestra política teníamos el ministro del Interior; para nuestro presupuesto teníamos el ministro de Hacienda y para la agricultura contábamos con el ministro respectivo, no ya para la ganadería, pues ésta era manejada desde afuera, pues nos compraban la carne y hacían todo. Estoy de acuerdo: nada de eso necesitábamos entonces. Pero el día en que nosotros comenzamos a manejar lo nuestro, se nos presentó la necesidad imprescindible de crear los organismos que debían dirigir todas esas cosas. Así es como nació en 1947 la nueva estructuración del gobierno. En cuanto a la defensa nacional, siempre nos dejaron tranquilos para que nosotros hiciéramos aquí en las cartas de operaciones todos nuestros planes. Lo hicimos durante muchos años y nos entreteníamos en eso. Sin embargo, sabíamos todos que no teníamos los medios para realizarlos. No obstante nos sirvió como gimnasia intelectual para irnos perfeccionando en la conducción, un poco efímera, un poco teórica, pero conducción técnica al fin, que nos sirvió para aprovechar los métodos. Sabíamos que no era como el que se prepara para boxear, que pega en la pelota, pero después, cuando tiene que pelear, ya es una pelota que se mueve más y que pega también. El hecho de hacer gimnasia sirve para algo. Esa es la utilidad que hemos recibido hasta ahora y hemos aprovechado, y ha servido para formar nuestros profesores e instruir a nuestros alumnos, forjando fuerzas armadas con técnicas suficientes. Pero ahora, empezamos a trabajar la realidad. Esto es lo que quiero decirle a los señores coroneles y a sus profesores: comenzamos a trabajar sobre una base real. El gobierno preparando los medios y ustedes coordinando las posibilidades para emplear de la mejor manera esos medios cuando llegue la oportunidad. Pero realmente, no en los papeles, en la carta, sino sobre el mismo terreno; ya no tanto en cosas de la imaginación o elucubraciones subjetivas, sino objetiva y realmente. El camino está iniciado. Estamos en plenas realizaciones y todos los medios han de completarse con el tiempo. Dios hubiera querido que esto lo hubiésemos realizado veinte o treinta años antes, y hoy no tendríamos problemas. Pero Dios ha sido suficientemente bueno con nosotros, porque nos ha hecho dar cuenta a tiempo. Pensamos que para el año 1956 ó 1957 este problema ha de estar resuelto; entonces sí podremos trabajar sobre la realidad, con un poco más de optimismo del que hubiéramos podido tener para trabajar en la ficción. Estamos ahora trabajando, mientras realizamos el programa para posibilitar nuestra tarea. Es curioso que en medio de todas las tribulaciones los pueblos olviden siempre su destino, si no hay quien les señale un objetivo lejano que todos vean y compartan. Creo que si ninguna otra sabiduría hemos tenido nosotros en el gobierno, por lo menos hemos colocado los objetivos de la nacionalidad en forma tal que ningún argentino puede ignorarlos o, por lo menos, verlos durante su marcha. Quien no trabaja hoy por el bien de la patria, lo hace a sabiendas o porque está engañado. La realidad es una sola: todos los hombres pueden verla y nosotros podemos decir al futuro que los hombres que no vieron o no quisieron ver esos objetivos, que los hombres que no quisieron trabajar por el bien común de los argentinos, no cumplieron en su hora con el deber. Nosotros no solamente hemos de hacer lo posible para persuadirlos de que lo hagan, sino que hemos de obligarlos a que lo realicen. En esto creo que todos tenemos una obligación perentoria en presencia, no solo de las necesidades de la defensa nacional, sino en presencia de la vida nacional. Por eso, yo deseo que los señores coroneles hagan a conciencia su trabajo, realicen profundamente su estudio, y también que los señores profesores tengan la suficiente sabiduría y prudencia no solamente para formar hombres capaces de realizar buenas combinaciones estratégicas, sino hombres con valores morales y con presencia espiritual suficiente como para ser los futuros conductores de las fuerzas armadas de nuestra patria. Que Dios los ilumine a ellos y que los señores coroneles que realicen este curso, lo hagan poniendo lo que la patria reclama: el corazón de todos sus hijos.
1953-06-03
En el Teatro Colón con motivo del Día del Aprendiz
Yo deseo que mis primeras palabras sean para agradecer este recuerdo de todos los muchachos de las Escuelas de Orientación Profesional, que llega a través de la emocionada palabra de uno de ellos, que conjuncionan para mí también, en medio de una profunda emoción, de los grandes cariños de mi vida, los niños y el trabajo. Cuando nosotros echamos las bases de la preparación de nuestra mano de obra para el futuro industrial de la Argentina, allá en 1944, sobamos con esta numerosa legión de argentinos jóvenes y decididos que sintiesen orgullo de vestir el más honroso uniforme: el uniforme humilde pero grandioso del trabajador. Desde entonces, siempre he sentido profunda emoción cuando veo a uno de nuestros muchachos abstraídos en las tareas de un torno o de una lima, cuando los veo pasar alegres por las calles con sus trajes de trabajo y cuando, a través de todas las actividades de nuestra patria, vamos viendo surgir la verdadera dignidad del trabajo representada en esos niños que sueñan con la gloria de poder ser un trabajador argentino. Muchos países han soñado con la gloria de sus conquistadores otros se han sentido inmarcesiblemente agrandados por el genio de sus filósofos o de sus sabios; muchos han puesto las oriflamas de su fama en la existencia de las grandes marinas o de las grandes fuerzas de las conquistas de sus genios, de sus aspiraciones o de sus ambiciones. Para la Nueva Argentina hay una aspiración por sobre todas las aspiraciones, hay una ambición por sobre todas las ambiciones y hay una conquista por sobre todas las demás conquistas: las que pueden realizar los hombres del pueblo en el trabajo de todos los días por la felicidad de su pueblo y por la grandeza de la Nación. Cuando miles de escuelas fábricas extiendan su bienhechora acción a lo largo de todo el territorio de la patria y se pueblen con las chimeneas de sus fábricas todas las latitudes de la misma, cantaremos un himno que no ha sido sobrepasado todavía por ninguno de los himnos de la humanidad: el himno de la paz y el trabajo. Ustedes, muchachos, forman la vanguardia de ese ejército que hará memorables las glorias de nuestra Argentina; forman la vanguardia de la única fuerza que puede asegurar la verdadera gloria de la ciudadanía, forman la vanguardia de la única moral que preside a los grandes pueblos: la del abnegado trabajo de todos los días, la del sacrificio solidario de cada uno de los hombres, por la grandeza y por la felicidad de los demás hombres. Muchos pueblos se envanecen con las glorias de su tradición o de su historia. Yo prefiero a los pueblos que se sienten orgullosos por lo que son capaces de ser ellos y no por lo que han sido capaces de ser sus antecesores. No dejaremos de rendir nuestro oculto a las grandezas de las tradiciones del pasado; pero rendiremos también un culto en la preparación de lo que nosotros debemos ser para agregar los laureles necesarios a la Nueva Argentina. Y ya estamos viendo que los nuevos laureles que han de agregarse a los conquistados por nuestros antepasados han de ser arrancados todos los días por las manos callosas de nuestros trabajadores, que son los que están construyendo la grandeza futura de la Argentina. Muchachos: lleven ustedes de estas ideas la impresión fehaciente de lo que cada uno de ustedes representa en la vida de la Nación. Cuando los ciudadanos de una país sientan su responsabilidad con la misma intensidad con que la sienten los más encumbrados ciudadanos de la República; cuando cada uno de ustedes sepa que en el juicio efectivo de la realidad vale tanto el trabajo que cada uno de ustedes realiza al pie de una máquina como el que realizamos cualquiera de nosotros en la dirección del Estado; cuando sepan, sientan y proclamen que esa responsabilidad sentida desde la niñez es la que hará una comunidad solidaria y responsable de los destinos de toda la patria; cuando en las escuelas donde se están formando y capacitando nuestros trabajadores exista el verdadero sentido de la nacionalidad, solamente podremos soñar todos con una patria justa, libre y soberana como proclamamos. Porque cuando hablamos de la suprema y única dignidad que nosotros reconocemos, la del trabajo, estamos echando hacia los caminos futuros de la Nueva Argentina las fuerzas que de conducirla a su grandeza. Ya pasaron los tiempos en que la explotación y la injusticia proclamaban como justa la sentencia bíblica, ya que el trabajo no puede ni debe ser una maldición para los hombres libres y en esta Argentina proclamamos, que de ahora en más, aboliremos realmente la esclavitud que se dijo abolida en 1810. Yo sé que de las actuales escuelas de Aprendizaje y Orientación Profesional han de salir ya conformadas intelectual y espiritualmente las futuras clases dirigentes de la Nación. Veo en ellas toda la actividad que crea para la Nueva Argentina un nuevo consenso de la humildad ciudadana, que es el basamento de la grandeza ciudadana, y de estos humildes muchachos que hoy están forjando su personalidad es de donde han de surgir los grandes argentinos del futuro. Solamente les pido que sigan unidos a esta casa de estudios que casi ustedes mismos gobiernan; que al terminar y recibirse en esas casas se mantengan unidos a ella, porque es de ustedes de quienes ellas van a depender siempre; que mantengan ese espíritu solidario forjado en el trabajo y en el esfuerzo común; que mantenga esa solidaridad de todos los egresados de todas las escuelas profesionales, que ese es el camino para que en el futuro tengamos una clase trabajadora unida y solidaria para siempre. Finalmente, muchachos, les agradezco este día de jubilo para mí. Hoy a al mañana, cuando abrí la ventana de mi despacho y vi la concentración de los trajecitos azules de los muchachos y de los guardapolvos blancos de las chicas, mi corazón dio un salto de júbilo y de recuerdo, y pedí a Dios para todos ustedes, en ese momento, la suprema felicidad con que quiera bendecirlos para el resto de sus días.
1953-06-03
ANTE DELEGADOS AL CONGRESO DE LA FRATERNIDAD
Agradezco en primer término la amabilidad que ha tenido el Congreso de La Fraternidad al llegar hasta esta casa para darme la inmensa satisfacción de poderles estrechar la mano a sus participantes. La realización de un congreso de trabajadores constituyó siempre para mí una inmensa satisfacción. Empeñado como está el gobierno en de ir desarrollando cada día un poco más la solidaridad entre la clase trabajadora, ve la realización de estos congresos como un instrumento constructivo. Es con ese cambio de opiniones y con ese contacto que a menudo toman los compañeros de los distintos lugares del país, como se va ampliando y ejercitando la verdadera solidaridad social. Un congreso presupone siempre tratar los problemas comunes de un gremio; presupone que los compañeros expongan libremente sus ideas, realizando siempre un trabajo constructivo en favor de la comunidad. Nosotros entendemos que los grandes sectores de la comunidad argentina, empeñados en una tarea constructiva, ya que todos están inspirados en el bien común, van conformando un perfeccionamiento a través del cual se engrandece el país, se hace más feliz al pueblo y se construye una Argentina mejor. Por eso. nosotros alabamos y también estimulamos la realización de estos congresos, cualquiera sea la finalidad que los traiga. En el Segundo Plan Quinquenal nosotros hemos establecido también la necesidad del intercambio en las organizaciones. En el Primer Plan y hasta nuestros días, si nosotros no hubiéramos realizado ninguna labor en el orden de la organización profesional, tendríamos por lo menos el mérito de haber creado en el país una conciencia social. Es necesario, quizás, de cuando en cuando, echar una mirada retrospectiva al tiempo transcurrido y pensar cuál ha sido el grado de desarrollo de la conciencia social argentina, desde hace diez años a esta parte. Hoy, los mismos que antes negaban toda la posibilidad de solidaridad en la comunidad argentina entre las fuerzas del trabajo y el capital, no se animarían a decir una sola palabra de cuantas dijeron antes en contra de esta solidaridad. Hoy, para las mismas fuerzas del capital que actúan en nuestro país, repugna a su propio espíritu cualquier afirmación que esté en contra de la conciencia social que hemos establecido. Esa es, quizás, una de las más importantes de todas las conquistas de justicia social que nosotros hemos traído al país. Pero nosotros pensamos que la justicia social instaurada y la conciencia social desarrollada en el país no son suficientes para consolidar la organización profesional. Estas organizaciones, las organizaciones gremiales de carácter sindical, se consolidan solamente a través de la solidaridad social. Por eso hemos dicho que si en el Primer Plan Quinquenal nosotros nos conformamos con desarrollar una conciencia social y organizar la masa popular argentina, en el Segundo Plan Quinquenal tenemos que trabajar incansablemente para desarrollar la solidaridad social, porque esa solidaridad es la que va a ir dándole carácter permanente a la organización popular. Observen ustedes que en esto yo sigo también un plan perfectamente bien establecido y bien preconcebido. Con sólo una conciencia social, no existe el grado de aglutinamiento necesario para que se consoliden las organizaciones. Estas organizaciones viven al impulso y al influjo de la solidaridad social. Ella es la que lleva al espíritu de los hombres la imposibilidad de vivir fuera de la solidaridad dentro de una comunidad organizada. Por esa razón, este Segundo Plan Quinquenal, en el orden de la organización sindical, podríamos llamarlo el “Plan de la Solidaridad Social”. ¿Como se desarrolla esa solidaridad y por qué se desarrolla? El pensamiento filosófico que sostiene y mantiene la comunidad puede basarse en un sinnúmero de valores que la comunidad misma posee. El capitalismo lo ha basado en la riqueza; otros lo han basado en la ciencia; otros lo han basado en los valores del espíritu; otros en las conquistas militares; otros, en las conquistas navales. Así ustedes van viendo desfilar todos los imperialismos que construyeron su poder al calor de esas fuerzas un tanto espurias de la humanidad. Nosotros ansiamos construir eso mismo al calor del trabajo y de la solidaridad social. Vale decir, dos fuerzas puras que no aspiran a un predominio, sino a la formación de una comunidad justa, libre y soberana, como la anhelamos, pero por sobre todas las cosas, una sociedad buena y solidaria, porque creemos que esa es la verdad. Muchos alaban que Pericles dio a Grecia un siglo de oro pero y creen que es porque pudo desarrollar el genio de sus hombres e impulsar la ciencia en todos sus aspectos. No. Para mí, la grandeza de Pericles no está en haber sabido instruir a su pueblo. La grandeza de Pericles estuvo en crear una comunidad justa y honrada, donde fue posible llevar adelante en la verdad y en la justicia el genio de sus hombres. En comunidades injustas y abyectas, como son algunas de nuestros tiempos, Pericles hubiera hecho el ridículo. En esto, la filosofía de todos los tiempos no puede cambiar la realidad de las cosas. La filosofía es la vida, y quien en la filosofía se aparta de la vida, se aparta también de la filosofía. La filosofía no está por sobre la verdad, sino al servicio de esa verdad. Lo que nosotros anhelamos acá, es crear una comunidad basada en la verdad y en la justicia, seguro de que si lo hacemos así, la haremos justa, la haremos fácil de amar, de proteger y de cuidar por todos sus componentes. Los valores del espíritu solo se cultivan en un medio adecuado, así como las plantas no crecen si uno no les da una tierra, un clima y un grado de humedad suficiente, por más que después le echemos lo que les echemos, no van adelante. Los hombres son como las plantas: proliferan, crecen, se desarrollan y viven lozanas en los medios adecuados, pero no en los inadecuados. Queremos crear una comunidad donde el hombre crezca feliz y lozano para que disfrute de la vida, en un medio amable, conveniente y que le permita su desarrollo. Eso es todo lo que el justicialismo quiere en este orden de conquistas sociales. Todo se dificulta en un medio que no esté basado en esa justicia y en esa verdad. Muchas veces se ha dicho y hablado de la apostasía de las masas en el orden religioso o de la falta de patriotismo de las masas en el orden de la comunidad, sin entrar a analizar porque razón las masas han hecho esa apostasía o porque razón las masas no han amado a las comunidades en que vivieron. ¿Será culpa de las masas o será culpa de las comunidades? Eso es lo que hay que preguntarse. Cuando un obrero en tiempos pasados, decía que su patria era donde él comía y vivía, esos lo llamaban anarquista o comunistas, acusándolo de falta de patriotismo. En vez de calificarlo así, deberían haber analizado y quizá le hubieran encontrado alguna razón al obrero que sostenía tal cosa. Un peronista dijo eso una vez en el Congreso y se le fueron encima los de la oposición. Lo que debían haberse preguntado los de la oposición, es si el obrero peronista, al decir eso, tenía o no alguna razón. Yo entiendo que el patriotismo es algo como el amor. Es inútil que le quieran hacer amar a uno, una cosa que no ama; y si es una cosa del amor, es una cosa del corazón. Y al corazón del hombre no se llega si no por sentimientos, no se llega por discursos ni por papelitos más o menos bien dibujados de la propaganda. Por esa razón, yo digo que el amor a la patria es el amor a la comunidad que nos cobija, que nos ayuda y nos tiende una mano en los momentos de desesperación, y ese amor es espontáneo o si no es amor. Yo puedo decir que soy un gran patriota; ahora, que sienta ese amor que me convierta en patriota ya es una cosa distinta. Por eso, muchas veces el patriotismo está en muchas de las bocas, pero en muy pocas de los corazones. Yo digo siempre que el patriotismo es como el amor a la madre. El amor a la patria es muy parecido. Si la madre lo tiene a uno, y al día siguiente lo tira en un zaguán, y después de veinte años quiere que uno lo ame, como va a pretender que uno la ame. Y a pesar de todo eso es la madre. Pero si esa madre se sacrifica por su hijo y lo sigue cuidando, es lógico que cuanto más hace la madre más la quiere el hijo. La patria es lo mismo; si la patria es injusta, si solo les da a sus hijos dolor, explotación y miseria, y llega un momento en que le dicen “usted tiene que morir en su defensa”, lo menos que se va a preguntar ese hombre es: 鎿Todavía tengo que morir así?” ¿No ven que esto es antinatural? ¿No ven que es inútil que el 25 de Mayo y el 9 de Julio yo les pronuncie un discurso patriótico, si cada uno sabe que vive en un comunidad injusta y explotadora? Pero hagan una comunidad justa, hagan una comunidad solidaria, hagan una comunidad en donde al hombre que está necesitado los demás le den la mano y lo ayuden en la desgracia; hagan que ese hombre viva un grado de felicidad suficiente y que cuando tenga una necesidad todos nos pongamos a tenderle la mano para ayudarlo y van a ver entonces si él ama o no a esa comunidad. El amor a la patria es el amor a la comunidad. No creemos nosotros que el amor a la patria sea el amor a las vacas, a los árboles o a los edificios que tiene el país; el amor hacia los hermanos que viven y conviven con uno. Si nosotros construimos esa comunidad, no tendremos necesidad de pronunciar los discursos patrióticos que pronunciamos todos los 25 de Mayo. Será suficiente que cualquiera ponga un dedo sobre esa comunidad para que nosotros estemos dispuestos a dar la vida para defenderla. Por eso digo compañeros, que nuestro trabajo justicialista está en crear esa comunidad, donde ninguno seamos tan importante que tengamos que vivir de la comunidad, servicios por ella, y no solo servirla. Todos tenemos, de un amanera o de otra, que servir humildemente a esa comunidad, porque esa comunidad es de todos. Así como todos llevamos a nuestra casa un aporte de cualquier naturaleza, a esta gran casa de todos nosotros concurrimos que nuestra solidaridad y nuestra ayuda, porque siendo de todos, todos la vamos a defender con el mismo empeño. Pero si esa comunidad está dividida entre réprobos y elegidos, y un cinco por ciento disfruta de todo mientras el noventa y cinco por ciento restante está privado de todo, ¿cómo se le va a poder pedir a ese noventa y cinco por ciento que se vaya a defender todavía los principios de ese cinco por cieno de paniaguados y sinvergüenzas que han vivido a costa del país. Nosotros no hemos terminado todavía, porque estos grandes movimientos de reformas no se pueden terminar ni en cinco ni en diez años. Son muchos procesos largos, o hay que hacerlos muy violentos, hay maneras de hacer esas reformas. Nosotros la estamos haciendo sin destruir valores y atemperando las reformas, es decir de una forma, diríamos, incruenta, sin lucha, porque nosotros hemos hecho una reforma social, profunda, y aún no hemos muerto a nadie, mientras que observen ustedes que otros pueblos, para hacer eso mismo, han muerto millones de personas. ¿Que es lo que ocurre en la República Argentina? Estamos en una evolución transformativa para ir capitalizando el sector popular sin destruir lo que el país ha capitalizado como riqueza. Estamos distribuyendo los réditos de esa capitalización, pero no el capital, porque sería matar a la gallina de los huevos de oro. No destruimos el capital argentino, que funciona -diremos- como instrumento de trabajo de la riqueza. Hemos destruido el capitalismo explotador extranjero porque se alzaba con el santo y la limosna. Pero ahora que es nuestro y los réditos los podemos repartir mejor entre todos, no tenemos necesidad de destruir esa riqueza ya construida. Vale decir, que nosotros recibimos una sociedad en la cual el cinco por ciento estaba capitalizado y el noventa y cinco por ciento estaba descapitalizado. Sin destruir lo capitalizado, hemos puesto una malla y hemos dicho: de ahora en adelante hay que capitalizar a esos que están descapitalizados, y mantener ese equilibrio. Este es le proceso que sigue el justicialismo. Dentro de esa comunidad descapitalizada realizaremos el milagro de la capitalización popular, que es nuestra concepción. Desarrollamos paulatinamente la solidaridad en forma que cada una de las grandes agrupaciones pueda hacer la justa defensa de sus intereses, y está capitalización, realizada por nosotros en el movimiento justicialista no podrá ser detenida por nadie; podrá irse asentando cada vez más, pero no podrá disminuir ni desaparecer. ¿Por qué? Porque el noventa y cinco por ciento del pueblo ya sabe lo que quiere y va a exigir que se cumpla lo que él quiere. Esto se realiza solamente cuando las organizaciones están en condiciones de plantarse delante de quien sea para decirle: “No señor; lo que hay que hacer es tal cosa, y si usted no lo hace, va a ver lo que le va a pasar”. El pueblo salva sus conquistas por la acción del pueblo, y si el, pueblo no se salva a sí mismo, no lo salva ni el demonio. Hay que vivir siempre atento a esto. “A Dios rogando y con el mazo dando”, que después que uno está perdido “no lo salvan ni los santos” como dice Martín Fierro. Por eso, en el Segundo Plan Quinquenal hemos puesto nosotros el completamiento de la organización profesional. Y el lema del Segundo Plan Quinquenal es la solidaridad social. Con esa solidaridad social es con la que nosotros vamos a ir liquidando los vestigios del privilegio e incorporando a muchos de esos que todavía están por ahí y que no piensan en la solidaridad porque tiene mucho; cuando no tengan nada, van a ver que se van a venir a recostar en las fuerzas de pueblo, en esas organizaciones que ayudan, dan vida y la mano para seguir adelante. A todos esos que son demasiado ricos y demasiado importantes para pensar en la solidaridad, les va llegar también el día en que van a tener que pensar por la fuerza si no piensan por el corazón. En esto es en lo que estamos empeñados. Cada uno de nosotros no nos creemos más de lo que somos, ni tampoco menos de lo que debemos ser en la acción a cumplir frente a la comunidad argentina, pero lo que sí puedo garantizar es que las líneas trazadas por nuestra doctrina, transformada en doctrina nacional, se van a ir cumpliendo paulatinamente. Cada día que pase nuestros hombres importantes serán y se sentirán más humildes y cada suficiente importante como para vivir del trabajo, del esfuerzo o del sacrificio de los demás, sino que es necesario que viva de su propio sacrificio y de su propio esfuerzo. Esta es la finalidad suprema que nosotros perseguimos. Sabemos bien que el pueblo entiende estas cosas de esa manera. No es, por otra parte, invento nuestro; nosotros lo hemos sacado del pueblo de donde provenimos y con quien venimos con sus inquietudes para transformarlas desde el gobierno en realidad. Cometeremos algunos errores, algunas veces andamos tanteando porque no siempre se es baqueano en todo. Pero lo que yo puedo garantizar es que tenemos la convicción y la decisión suficiente para ir cumpliendo fatalmente cada una de las cosas que nos hemos propuesto. El Plan Quinquenal establece 880 objetivos, que creemos son los objetivos de la nacionalidad y son los objetivos de la comunidad, y todos ellos han de irse cumpliendo. Nosotros los publicamos todos, porque nunca hacemos nada inconfesable. Lo que nosotros hacemos lo podemos inscribir y mostrar a todo el mundo, porque creemos que es lo mejor. Si alguno nos convence de que estamos equivocados, lo cambiamos enseguida y ponemos lo que está bien. En eso nadie nos podrá discutir; podrán discutirnos cualquier cosa, pero la honradez de nuestros procedimientos, la verdad con que procedemos, la lealtad y sinceridad con que gobernamos, eso no lo puede discutir nadie. En todos los órdenes vamos echando las bases para ir creando una comunidad mejor. Nosotros pensamos que las comunidades que han llevado al mundo a la actual situación encuentran sus terribles culpables en los hombres que las han dirigido, y si no, veamos al mundo en la situación que está. La mitad del mundo está lista para lanzarse contra la otra mitad del mundo e ir a la destrucción total de la civilización. Vean hasta donde han llegado los hombres. ¿Pero quienes son los culpables de que el mundo haya llegado eso? Muchos de esos que nos han gobernado hasta ahora. ¿Por qué creo que la culpa de esta situación la tienen los que han gobernados? Porque si hubieran gobernado bien, hubieran creado comunidades de hombres buenos y no comunidades de bandidos, de las que hay en el mundo. Se han preocupado de formar hombres sabios, hombres que sepan mucho, de darles muchas armas para que el hombre sepa luchar en la vida, pero no se han preocupado de formar un hombre bueno, un hombre que no haga mal uso de la ciencia que posee. Es como uno que quiere el bien y pone un revólver en la mano del delincuente. No, al revólver hay que dárselo al hombre bueno, que va a resultar una garantía de seguridad para los demás, pero no al delincuente que va a ser un peligro en potencia. En el mundo han sido creados delincuentes, en lugar de crear hombres buenos. La ciencia, que es de lo más noble que el mundo tiene, la están poniendo al servicio de la destrucción de la humanidad, en lugar de usarla para la salvación de la humanidad. Y entonces, ¿quienes tienen la culpa de esto? Y... esos que han estado actuando hasta ahora. Algunos dicen que soy yo un ilusionista porque creo que debe cambiarse a la comunidad. Yo hablo con los maestros porque veo que el hombre depende de cómo lo formen en su casa, de cómo lo formen en la escuela y de cómo se conforme su vida dentro de la comunidad. Hay escuelas de hombres buenos y hay escuelas de delincuentes. Si cada madre y cada padre cuidan a su hijo y lo educan, tratando de hacer a él una buena persona; si cuando va a la escuela, el maestro, en vez de preocuparse por enseñarle muchas cosas, se preocupa por enseñarle cosas buenas, por hacer de él una buena persona, si así fuera, en veinte años nosotros cambiaríamos la humanidad, porque “árbol torcido nunca su tronco se endereza”. A los torcidos hay que dejarlos que se mueran; esos no se van a enderezar jamás. Por lo menos en lo que está en nuestras manos vayamos formando una buena persona. Pensemos que no interesa que el hombre sepa mucho; que sea bueno es lo importante, porque cuanto más sepa, si es malo, más va a perjudicar a los demás suelto en el mundo. Muchos se ríen de mí porque yo le digo estos a los maestros y les doy instrucción, educación les hablo a las madres. Dicen: “Pobre este hombre que cree que el va arreglar todo con su palabra”. “Pero no olvide a ese loro que de maíz EN maíz se comió un maizal”, les digo yo. Yo he de hablar hasta que me muera, y si es necesario todos los días, con todos los que pueda, para decirles: “Preocúpense de los muchachos, de los chicos y de los jóvenes, para formar hombres buenos, para sacar de nuestra comunidad ese hábito de delincuencia que fluctúan sobre el mundo entero”. Hagamos una comunidad de hombres buenos que estén decididos a ayudarse los unos a los otros y no a sacarse los ojos. Desde el gobierno creo que nosotros hemos hecho mucho para eso. Por de pronto, hemos llevado a la familia a un mayor grado de felicidad y de abundancia, para que los chicos vayan creciendo en un mejor ambiente. Hemos hecho escuelas confortables para que no se vayan formando hombres en lugares sórdidos, porque la sordidez de los lugares crea la sordidez de las almas. Hemos ido dando privilegio a nuestros chicos, porque de un hombre contento es más fácil hacer un hombre bueno que de hombre resentido o miserable. Es decir, vamos creando tierra fértil en la cual estamos sembrando para hacer una humanidad mejor, y si cada uno de los argentinos se preocupa por esto, yo le voy a preguntar al que dudaba que se podía modificar la humanidad con consejos y bien hacer, si tenía o no tenía razón. Quizá yo no presenciaré esos felices tiempos, pero lo presenciarán nuestros hijos o nuestros nietos; y nosotros no estamos trabajando para nosotros. Estamos trabajando para ellos. Por eso, todo lo que sea posible hacer dentro de la comunidad para fomentar ese sentimiento solidario, hay que hacerlo. Hay que gastar hasta el último cartucho para realizarlo. Es la solidaridad y es el cariño por la humanidad, lo único que puede salvar a la humanidad. Si la humanidad no se salva por ese camino, no se salvará por ningún otro, y menos por la guerra. ¿Que va a traer la guerra? Vamos a matar la mitad de la gente y vamos a quedar más pobres, más enconados y más miserables que antes. ¿Como pueden traer algún grado de felicidad la destrucción? ¿Pero a quien pueden convencer estos señores que están empeñados en llevar al mundo a la guerra? Por eso, la solidaridad ha de ser el tema permanente de los próximos cinco años del Segundo Plan Quinquenal. Creo que los argentinos del futuro tendrán mucho que agradecernos si se actúa en forma constructiva. Cuando se habla de un sindicato, yo enseguida hablo de su mutualidad. ¿Qué es la mutualidad? Es el sentido solidario de los obreros para defender la salud de los demás compañeros. Lo mismo cuando se habla de las proveedurías. Es el sentimiento solidario traducido en le defines del poder adquisitivo de los salarios. Y lo mismo cuando se habla de las proveedurías. Es el sentimiento solidario traducido en la defensa del poder adquisitivo de los salarios. Y lo mismo cuando se habla de la creación de escuelas. Es el sentimiento solidario empeñado en la transformación de la cultura social y general de la masa. Cuando hablamos de cualquiera de esas cosas, está la solidaridad en acción. Está la solidaridad en cada acto de la mutualidad, de la cooperativa, de la escuela sindical o de la comisión de defensa de los intereses profesionales. En cada uno de esos actos estamos poniendo en juego la propia solidaridad de la organización. La solidaridad viene ejercitándose en las funciones nobles de darle la mano al enfermo, al pobre o al ignorante, para levantarlo y colocarlo en un nivel donde no sufra ni por sus enfermedades ni por su falta de capacidad o su falta de sabiduría. Compañeros: disculpen esta conversación tan larga, pero yo tengo ideas propias en todos estos aspectos. Yo sé bien adonde voy y sé bien que es lo que quiero. Y quisiera poder llevarles el ánimo y el espíritu de cada uno de los argentinos estas ideas, que son las únicas ideas verdaderas a que podemos asirnos para llegar a una comunidad mejor, una comunidad donde sean barridos el egoísmo, la avaricia y la miseria y donde proliferen solamente hombres de buen corazón. ¿Por qué? Porque nosotros podemos hacerlo. Los hombres nobles, humildes y de buen corazón son el noventa por ciento de los argentinos; son los trabajadores. El otro cinco por ciento no nos interesa. Yo no deseo extenderme más, pero sí decirles con cuanto amor y con cuanta solidaridad sigo yo todas las tareas que ustedes realizan en todo el ámbito del país. Y sólo les pido que lleven estas palabras a todos los compañeros de toda la República, para decirles que desde aquí los mismos sueños, las mismas ilusiones que todos los trabajadores ponen todos los días, su tesón y decisión para llevar adelante las organizaciones populares, dentro de las cuales la organización sindical es la columna vertebral, son los que iluminan mi espíritu durante el día y durante la noche, y que les lleven a los compañeros un gran abrazo y la solidaridad inmensa con que yo, en mis días, vivo para ellos por ellos. Yo solamente tengo una causa, que es la de los trabajadores. Por eso, desde que me enrolé en esa causa, con todos los sacrificios y con todos los dolores que me puede dar, puedo decir que es la única que en mi vida me ha dado las más inmensas satisfacciones. Esa causa en la que yo me he enrolado, causa de los hombres humildes y de los hombres trabajadores de mi patria, es la bandera que no puede ser sustituida por ninguna otra de la tierra. Por ella se puede morir con entusiasmo y con fe. Y construiremos sobre esa bandera todos los días para que, si es posible, la llevemos al cielo mismo en las conquistas que el pueblo anhela y que nosotros estamos en la obligación de darle. Estas palabras llévenlas a todos los compañeros, junto con un gran abrazo con que yo le estrecho desde lo más profundo de mi corazón. Muchas gracias ….
1953-06-04
EN LA INAUGURACION DEL VIADUCTO “PRESIDENTE PERON”
Yo solamente deseo decir dos palabras: desde la antigüedad, los hombres y los pueblos han acostumbrados a levantar en sus plazas y en sus avenidas monumentos a los hombres que han creído ilustres de sus patrias. Y lo han hecho porque el concepto general ha sido el de atribuir a algunos hombres las grandes obras que los pueblos realizan. Nosotros, justicialistas, pensamos que los mejores monumentos que pueden levantarse al mérito de los hombres, son estas obras de beneficio directo para el pueblo. De nuestros tiempos, quedarán estos monumentos levantados al esfuerzo y al trabajo de nuestro propio pueblo. Y los hombres humildes que concibieron estas obras, que las planearon y las realizaron, encontrarán en ellas el único estímulo útil que los hombres inteligentes agradecen como recompensa a su esfuerzo. Podrá la acción destructora del tiempo y la sombra del olvido desvanecer nuestras presencias y nuestros recuerdos, pero lo que no se desvanecerá jamás en el corazón de los argentinos es aquello que los hombres de una generación hayan podido poner a disposición de las generaciones que les siguen. Por eso ofrecemos, en nombre de la Nueva Argentina, al pueblo de la patria este nuevo monumento de nuestra energía, de nuestra decisión y de nuestros desvelos por el pueblo mismo …
1953-06-05
ANTE LOS DELEGADOS A LAS SEXTAS JORNADAS NOTARIALES ARGENTINAS
Señores: Yo deseo que mis primeras palabras sean para agradecer la infinita amabilidad que han tenido de llegar hasta esta casa para darme la inmensa satisfacción de poderles saludar. De las numerosas experiencias que uno recoge en el gobierno, para mí quizá una de las que gravitan con mayor decisión es la tremenda y pesada responsabilidad que pesa sobre las espaldas de quien gobierna. Por eso, mi preocupación constante ha sido ir liberándome paulatinamente de ese enorme peso de la responsabilidad para irlo repartiendo sobre otras espaldas que sean tan responsables como la mía, para poder aligerar y emparejar un poco las cargas que, después de siete años de gobierno, pesan demasiado sobre mis pobres hombros. Es en ese sentido que yo he caracterizado el gobierno por la necesidad de contar con otras espaldas que comparten una colaboración, una cooperación en la difícil tarea de transportar una responsabilidad. No he querido que ella pueda compartirse con personas u organizaciones que no sean altamente responsables. Eso hubiera importado una falta de juicio por parte del gobierno. Es indudable, también, que en los tiempos que corren, de lucha, de evolución y de pasiones desenfrenadas en todos los campos y en todas las direcciones, no sólo en la República Argentina sino en el mundo entero, lo que agrava aún más el panorama nacional, la responsabilidad hace pensar muy seriamente entes de discernir la posibilidad de compartirla. Los hombres son o no son responsables según sean conscientes o inconscientes de la responsabilidad que ejercen. En consecuencia, yo, más que firme en los hombres individualmente, prefiero confiar en las organizaciones que los hombres son capaces de crear con responsabilidad. He propugnado en todas las medidas de gobierno la confirmación de esas organizaciones en el pueblo argentino. Yo organicé el gobierno de acuerdo con mis decisiones y mis pensamientos, porque eso es órgano exclusivo de mi jurisdicción. Organicé el Estado en forma descentralizada para que pudiese actuar libremente, de tal manera que entre gobierno y Estado se me permitiese cumplir con el primer principio de la organización y de la acción, que es concebir centralizadamente y realizar descentralizadamente. Es indiscutible que en el gobierno del Estado la función de gobernar es simple y fácil, porque se trata de organismos directamente dependientes, lo que no ocurre en las organizaciones populares, que para que sean reales han de ser libres, y siendo libres de la autoridad estatal, no de la responsabilidad estatal, que no es el mismo, es necesario dejarlas actuar dentro de normas que tengan la suficiente amplitud y elasticidad que permitan el libro juego de la voluntad, de la decisión y del pensamiento de los hombres. No es fácil congeniar racionalmente la función de gobierno con la libertad de las organizaciones. Pero es prudente, sí, afirmar que si esas dos etapas de realización de la vida nacional no se cumplen, la primera en forma centralizada, la segunda descentralizada y la tercera libre, no se puede realizar eficientemente ni el gobierno ni la vida del pueblo. Señores: la vida es un juego de antagonismos y esto no lo puede olvidar jamás quien tiene la función de gobierno. Generalmente los hombres pasionistas están impulsados por voluntad y por su albedrío a que todas las cosas se hagan según las sienten y las piensan, y los pueblos tienden y anhelan más hacia la anarquía que hacia la organización y el gobierno. Es posible congeniar las dos cosas cuando uno estudia racionalmente el problema y conforma el gobernante con que no haga todo lo que quiere, sino un cincuenta por ciento, dejando el resto para que sea realizado por los demás, aun cuando, indudablemente, debe tener la sabiduría suficiente para que ese cincuenta por ciento que él elige sea lo fundamental. Ese es el privilegio que da el gobierno. Pero no deberá olvidar jamás que hay un cincuenta por ciento de albedrío y de voluntad que debe estar confiado a los hombres, y que los hombres deben realizar con plenitud y absoluta libertad. Señores: la concepción de este problema es simple, aun cuando es complejo en su realización. Sin embargo, a pasar de todos los inconvenientes y escollos que toda realización presenta, yo he tratado de dar a las organizaciones el máximum de responsabilidad, pero también he dado con amplitud de medios la libertad suficiente para que esas organizaciones puedan defender su propia responsabilidad por sus propios medio. El Colegio de Escribanos, constituido por la Ley 12.990, tiene en ese instrumento legal las bases de cuanto termino de mencionar, y lleva implícitamente el concepto que acabo de calificar. En consecuencia, los escribanos de la República Argentina no son simples ciudadanos, son, cada uno de ellos, parte del Estado, parte del pueblo, con una importantísima y profundamente responsable función que cumplir en la comunidad argentina, responsabilidad que se cumple por los hombres de bien. Por eso he dicho siempre que lo primero que debe ser un escribano es un hombre de bien, porque el Estado y el pueblo ponen en su conciencia de profesional y de ciudadano su fe y su garantía. Nosotros hemos propugnado un sinnúmero de reformas que toman a la Nación Argentina desde sus propios fundamentos y se transmiten a través de todo el andamiaje de la vida nacional. Hemos comenzado por las reformas constitucionales, que han lanzado una nueva forma de vivir, una nueva manera de organizarse y una nueva de gobernar en nuestro país. Ello implica la necesidad de una reforma legal que ha de seguir a la constitucional para poder estructurar esas nuevas formas en orden, en paz, y con el mayor grado posible de tranquilidad y de racionalismo. Nosotros no somos hombres de lucha cruenta, somos ciudadanos tranquilos, pacíficos, que prefieren la lucha incruenta, como lo hemos probado hasta nuestros días. Porque habiendo realizado una revolución, en nuestro país, los que se mueren lo hacen bien asistidos con muchas inyecciones, con muchos médicos, pero sin ningún sinsabor y sin nada violento ni trágico. Y pensamos que cada día que pase en nuestro país, nuestras reformas irán siendo más dirigidas a la persuasión y comprensión de los hombres, que a la violencia de los procedimientos para obligarlos a hacer lo que resisten. Por esa razón, dejamos todo este trabajo para realizarlo en el Segundo Plan Quinquenal; no lo hicimos en el Primero para no improvisar y cometer grandes errores, porque aspiramos a incurrir en el menor número de errores y los menores posibles. Pero nos falta todavía, en el orden de la reforma institucional y política, algo principal: poner a tono nuestra legislación, nuestros códigos, porque estamos viviendo a caballo de una evolución. Estamos ya en la formas constitucionales, no en las legales, y en este trabajo habrá que comenzar por realizar primero el esqueleto de nuestra legislación con las leyes orgánicas y de fondo, para construir después sus músculos, su sistema nervioso y completar este hombre que pido a Dios que salga tan perfecto como el que Él hizo. Para realizar esa tarea, en la forma más competa y más perfecta posible, todos los profesionales argentinos serán pocos para hacerla acabadamente. Ya irán nuestros códigos y nuestras leyes al Congreso. Yo solamente quiero hacerles un pedido a los señores escribanos del país: que se interesen en toda esa legislación y que la parte en que ellos deben influir decisivamente lo tomen como trabajo propio. El Estado y la Nación Argentina han de agradecerles profundamente todas las iniciativas, todas las intervenciones que en el Poder Ejecutivo, en el Legislativo o en el Judicial, pueden ustedes hacer llegar para perfeccionar esa legislación, que queremos salga lo más perfecta posible. Tienen ustedes allí un enorme campo de acción. No sólo están moralmente obligados a colaborar sino que yo, como amigo, como interesado especialmente en el problema y en nombre de la Nación, les pido en estos momentos a todos la colaboración más eficiente para que esa legislación, influida multitudinariamente por las ideas de todos ustedes, pueda alcanzar el máximo de perfección posible. Les agradezco también, señores, que hayan ido paulatinamente asimilando las formas de la organización. Eso posibilita al gobierno descargar parte de la responsabilidad que antes pesaba sobre sus espaldas para descargarlas un poquito en las espaldas de cada uno de ustedes. Así nos pesará manos a nosotros, y yo sé que ustedes transportarán esa responsabilidad con placer y con orgullo. Al hacerlo, están prestando un gran servicio a la comunidad y al gobierno, y yo, en nombre de los dos, se los agradezco profundamente. Estoy inmensamente satisfecho de la compresión con que ustedes han tomado todas estas cosas, y les agradezco todo lo que hacen por una mejor organización. Quizá la solidaridad que yo pido en todas las organizaciones argentinas tenga la tradición gloriosa en el gremio de los escribanos. A lo largo de toda la historia han sido siempre, más que organizaciones, hermandades. Yo pido a Dios que sea entre ustedes tan grande la solidaridad, que conformen una hermandad los escribanos argentinos, porque esa será tal vez la mayor garantía que el Estado puede depositar en todos los notarios a la vez. Agradezco profundamente el honor que representa para mí ser presidente honorario de los escribanos argentinos. Solamente puedo decirles que, como tal, en cualquier circunstancia, cada uno de los señores puede disponer de mí, que yo tendré siempre la gran satisfacción de poner mi buena voluntad para servirles en todos los órdenes. Señores: nuevamente les agradezco esta distinción y la amabilidad que han tenido de llegar hasta aquí. Solo me resta despedirme de ustedes, deseándoles que sean inmensamente felices y que Dios nos ilumine a todos para que en la felicidad de cada uno vayamos un día tras otro afirmando un mayor bienestar y grandeza para nuestra patria. …..
1953-06-08
ANTE DELEGADOS DE LA COOPERATIVA DEL PERSONAL DE LOS FF.CC. DE ESTADO.
Yo comienzo por agradecerle a los compañeros ferroviarios que hayan tenido la amabilidad de llegarse hasta aquí para darme la inmensa satisfacción de poderles estrechar de cuando en cuando la mano. Termino de escuchar las amables palabras del compañero Moya. Indudablemente la existencia de la Cooperativa de los Ferrocarriles del Estado trae a mi espíritu la gran satisfacción de ver como se van realizando los verdaderos actos de solidaridad que unen a las organizaciones sindicales. Las cooperativas practicadas como las practican los ferroviarios, son instituciones orgánicas de bien público y, sobre todo, de bien social. Y son casualmente las instituciones de bien público y social las que llevan a las organizaciones a la verdadera solidaridad, que es la única fuerza indestructible de aglutinación en las organizaciones sindicales. Nunca existirán en el país ni en el pueblo ni en el mundo organizaciones sindicales estables hasta que ellas no estén ligadas por una verdadera solidaridad. Esas que se reúnen y se organizan alrededor de interese materiales caen; se arman y se desarman con el tiempo. Pero, las que se unen alrededor del sentido de solidaridad social son indestructibles. Son como la familia, que nadie puede destruir en el mundo porqué está afirmada sobre el sentido de solidaridad familiar. Si las organizaciones llegan a conseguir que ese cariño y esa solidaridad familiar se extiendan a esta gran familia que es una organización sindical, los trabajadores habrán conseguido contar con organizaciones indestructibles. Vamos por ese camino. El camino para alcanzar ese ideal es, indudablemente, el mismo que ha seguido la familia, que ha llegado a conseguir en el derecho positivo del mundo, una organización de derecho natural. Lo ha hecho por sus miembros son de la misma sangre, pero además de eso, porque viven bajo un mismo techo y se ocupan de la misma actividad. Además, porque cuando a cualquiera de los miembros de la familia le pasa una desgracia, la sienten con igual intensidad y con idéntico dolor todos los demás integrantes; vale decir que se ha llegado en la familia a una absoluta solidaridad entre sus miembros. El mal de uno repercute como el de todos y el bien de uno produce la alegría también de los otros. Cuando en las organizaciones consigamos esto, quedarán completadas. En este sentido, yo he dicho siempre que la creación de las organizaciones ha de basarse en la defensa de los intereses profesionales, o sea una cosa única por la cual todas luchan mancomunadamente: en la defensa del poder adquisitivo de sus salarios contra la voracidad de los agiotistas y especulares, creando las organizaciones propias que ejercen esa defensa, que es también otra cosa de todos que refluye en bien de todos por el cooperativismo; en la defensa de la salud de los asociados a través de las mutualidades -que los ferroviarios tiene también muy bien realizado-, y finalmente, en la escuelas sindicales que eleven la cultura social y general de la masa, le hace comprender los beneficios de esa solidaridad y van encarnando en el espíritu y en la inteligencia de cada uno de los miembros del sindicato la verdadera realidad y la verdadera causa por la cual todos luchamos. Este proceso lo veo surgir en el gremio ferroviario con una intensidad extraordinaria. El gremio podrá tener sus pequeñas cosas, sus pequeñas luchas, pero lo fundamental ya está realizado. La solidaridad comenzará a hacer su efecto y cada día se irá grabando más profundamente en la organización hasta hacerla indestructible e indeformable. Compañeros: ustedes no solamente están realizando esa obra, sino que la Cooperativa de Consumo de los Ferrocarriles del Estado está dando el ejemplo, no sólo a los demás ferroviarios, sino al país entero. Nosotros hemos dicho que en el panorama argentino han de desaparecer los intermediarios políticos, los intermediarios sociales y los intermediarios económicos, para que de esa manera todos podamos ser un poco más felices de lo que somos hoy bajo la férula de esos intermediarios que disfrutan de todo y no hacen absolutamente nada. La desaparición de los intermediarios se realiza por tres caminos muy fáciles. Para que desaparezca el intermediario político hay que terminar con el político profesional, para que desarrolle la función política el hijo del pueblo, - diputados, senadores, gobernantes todo el pueblo en acción política-. Entonces, el intermediario, ese estudio para político y que vivió de la política, se morirá de hambre o tendrá que ir a trabajar en otra cosa, esto hará desaparecer a ese intermediario, que ha sido nefasto para la vida de la República. El intermediario social desaparece cuando los propios trabajadores, los auténticos trabajadores, toman el timón de sus instituciones y lo dirigen ellos, impidiendo que lo hagan quien nada tiene que ver en el asunto. En el orden económico, se logrará reemplazando a esos intermediarios, -que hacen el negocio por teléfono, desde la cama, y no se ocupan más que de comprar a uno y vender a otro, quedándose al final con el santo y con la limosna– para que se hagan cargo de la comercialización y distribución de la riqueza los mismos productores y consumidores a través de las cooperativas de producción y de consumo. Unos se encargan de repartir lo que consumen, mediante instituciones por ellos, mismos organizadas, y los otros se encargan de la distribución y producción hecha por los mismos que la producen, conectando de esa manera los consumidores y a los productores a través de las cooperativas de los consumidores y a los productores a través de las cooperativas de producción y de consumo. El intermediario, entonces, tendrá que ir a levantar la cosecha de maíz, porque si no, no podrá vivir. Es claro que para que esto se pueda realizar es necesario que todos nos pongamos a luchar contra ese enemigo común. Porque, ¿en manos de quién estaba el país? En manos de los intermediarios políticos y económicos. Ellos han sido los que manejaron el país y han hecho las leyes. Entonces, ¿cómo iban a progresar las demás organizaciones que los iban a reemplazar? Ha sido necesario que llegáremos nosotros, barriendo con todos esos parásitos de la vida nacional para hacer posible el desarrollo y la implantación de esta clase de organizaciones. Mientras fueran los intermediarios los que manejaran el país, ¿como iban a progresar las cooperativas si las cooperativas eran las que los molestaban? Para ellos, era una cuestión de vida o muerte. Por eso hemos llegado nosotros a las cooperativas, y vamos a ir aún más lejos a medida que vayan progresando y desarrollándose; vamos a prohibir que venda el que no sea de una cooperativa, y que les compren fuera de las cooperativas. Es claro que para hacer guiso de liebre lo primero que hay que tener es la liebre; para que eso llegue, es necesario que las cooperativas se vayan desarrollando, aumentando y perfeccionado sus organismos en forma tal que sean capaces de repartir bien, tanto la producción como el consumo. Todo eso es obra del tiempo. Recuerdo que cuando visité París me llamó la situación la enorme cantidad de negocios de lujo que había. Por otra parte, yo veía que los franceses andaban en general muy mal vestidos y casi nunca con ropas como las que se exhibían en esas vidrieras. También se exhibían manjares riquísimos y muy apetitosos, a precios prohibitivos para los franceses. Entonces, le pregunté a un francés. 鎿Como la gente de París puede comprar las cosas a esos precios?” Y me contestó: “No, eso no lo compra la gente de París; eso es para los turistas; los de París compran todo a través de sus cooperativas”. Es decir, París se alimenta, se viste y se mueve a través de sus cooperativas. Las vidrieras son para los turistas, para los que vienen de afuera. Nosotros tenemos que llegar a eso. Estas vidrieras lujosas hay en Buenos Aires deben ser también, algún día, para los turistas, mientras esas mismas cosas las vendan las cooperativas a un precio mucho menor. Eso tiene que llegar, eso hay que realizarlo. Por esa razón estamos nosotros en el tren de defender las cooperativas y de imponerlas poco a poco. Se trata de cambiar el viajo organismo de distribución con ese intermediario tan voluntarioso que se queda con la mitad de lo que reparte o de lo que se reparte o de lo que se vende, o con las tres cuartas partes de su valor. Eso es lo que hemos de ir realizando. Ustedes, con esta cooperativa tan extraordinariamente bien organizada y que funciona tan admirablemente, como se ve por el desarrollo y el progreso que van alcanzando en el gremio ferroviario, son precursores y constituyen un ejemplo de lo que nosotros queremos que se realice en todos los gremios. Es muy simple hablar de cooperativistas, pero es muy difícil realizarlas bien. Se necesita gente capaz y honrada, sobre todo, que las maneje, y hombres que sepan lo que es el cooperativismo; que no crean que este es un negocio más y sólo lleguemos a remplazar a un intermediario por una organización intermediaria. Esa no es la finalidad. La finalidad es favorecer al consumidor, no sacarle el jugo. Porque aquí todos somos consumidores. Cuando los que están al frente de las cooperativas conservan estas finalidades y defienden a la institución, pero no en perjuicio de los consumidores, las cooperativas de consumo se convierten en magnificas organizaciones. Lo mismo ocurre con las cooperativas de producción. Son todas para beneficio de todos. También hay que tener en cuenta que las cooperativas deben ser organismos económicos sin administraciones extraordinariamente numerosas que, finalmente, gravitan perjudicialmente en la distribución que realizan del consumo. Estas instituciones, cuando son interpretadas y organizadas como ustedes lo hacen, son realmente maravillosas y no pueden ser reemplazadas por ninguna otra organización. El secreto está en que cada dirigente de la cooperativa piense todos los días como va a hacer para poder vender un centavo más barato las cosas al que las consume. Tanto el que dirige una cooperativa como el que se asocia a ella y consume a través de ella, saben que la finalidad de la cooperativa es la de vender las cosas más barato que los demás. Porque si la cooperativa no le ofrece al consumidor las cosas más barata que los otros, entonces quiere decir que los otros son mejores que las cooperativas. El fin es vender las cosas a menor precio. No hay que olvidar esa finalidad porque ése es el triunfo de la cooperativa. Olvidarla es hacerla fracasar, porque las cooperativas también pueden fracasar. Por eso, el éxito de ustedes, de la Cooperativa de los Ferrocarriles del Estado, escriba, precisamente en cumplir esa función y en llevar su administración cada vez más arriba, haciéndola cada día más progresista y más perfecta. No se vayan a creer ustedes que yo les reconozco méritos por el sólo hecho de que están construidos en una cooperativa; no. El mérito de ustedes está en que cumplen debidamente con su finalidad y no dudo que harán todo lo posible por cumplir cada vez mejor. Para ello, los cooperativistas tienen que preocuparse de la mañana a la noche y no descuidar ni un momento la buena marcha de la cooperativa. Les agradezco muchísimo la visita de ustedes, les deseo que sigan ustedes progresando en su brillante realización cooperativista. Todo el país conoce ya la Cooperativa de Consumo de los Ferrocarriles del Estado. Formulo votos para que sigan siendo un ejemplo para muchos otros gremios y un espejo donde pueden mirarse aquellos que ambicionan tener una cooperativa de consumo como la de ustedes, grande y próspera. Que sean muy felices, que sigan progresando y les ruego que lleven con mis saludos y mis plácemes, el abrazo que desde este lugar y en este momento les envío a todos los compañeros de la cooperativa. …薅….
1953-06-10
EN LA CLAUSURA DEL SEGUNDO CONGRESO DEL DERECHO COMERCIAL
Señores delegados: Yo deseo que mis palabras sean para agradecer íntimamente y en nombre del gobierno, la colaboración que con esta acción de estudio, de preocupación y de investigación de nuestros asuntos, en el aspecto comercial, se arrima a las soluciones de conjunto. Hace pocos días, decía yo a los notarios del país que me honraron con su visita en la Casa de Gobierno, que entre las cargas que los hombres de gobierno deben resistir, la más pesada es sin duda la de su responsabilidad. Y pienso también que es imprescindible la necesidad de repartir ese tremendo peso entre los ciudadanos consientes y responsables que, mediante su buena voluntad y su capacidad, quieren ayudar al Estado y al gobierno, ayudando quizá a ala comunidad y a sí mismos. La colaboración, en momentos trascendentes como el que vive en la República, es imprescindible. Probablemente, para dar acierto a la tarea de codificar el nuevo derecho argentino, somos pocos los dieciocho millones de argentinos para hacerlo abundantemente. Por esa razón, la noble actividad de conjugar esfuerzos comunes en todos los hombres que sientan parte de esa responsabilidad y poseen la capacidad necesaria, es valerosa frente a las circunstancias y es valiosa frente a las necesidades que el país tiene. Tengo en mi vista todas las ponencias realzadas en este congreso, como así también lo que el Ministerio de Justicia ha proyectado para el nuevo Código de Comercio. Es indudable que desde 1949, cuando en marzo se promulgó la Constitución, la tarea de esas reformas debía ser encarada para la nueva legislación concordante. Es indudable también que ese trabajo no puede ser improvisado. Quizá nosotros podríamos ya haber presentado un Código Civil, un Código Penal, de Comercio, de Minería, etcétera, pero quizás el futuro no hubiese tenido mucho que agradecernos. En materia de legislación y, sobre todo, de legislación de fondo, hay que andar con paso lento y seguro. Los males que el apresuramiento puede acarrear en estos campos son imprevisibles y la prudencia más elemental aconseja, ante de decidirse por lo mejor, seguir controlando nuestras costumbres con lo bueno hasta terminar el estudio racional y minuciosos. No creo que sea del caso apresurarnos a presentar códigos o leyes que transformasen fundamentalmente nuestra legislación y nuestras costumbres. Ese ha sido el concepto que ha presidido nuestras decisiones en lo que se refiere a la legislación y codificación que la reforma constitucional impone. En este sentido, yo quiero hoy, quizás por primera vez, referirme a estas reformas de una manera general, como hacerlo un “guardia nacional” como soy yo en cuestiones de derecho. Sin embargo, a pesar de todo cuanto pudiera presuponer la presunción, el considerar por un lego asuntos de importancia fundamental como éstos, no se puede negar que yo estoy sintiendo todos los días esas necesidades, que a menudo suelen ser las mejores maestras de vida. Nuestra Constitución ha modificado o ha pretendido modificar la vida argentina para adaptarla a nuevas necesidades frente a hechos ya envejecidos por el tiempo. El Código de Comercio es un ejemplo bien evidente de esta afirmación; está hecho para la época de la navegación a vela y estamos intentarlo hacerlo a propulsión a chorro. De manera que, indudablemente, se justifica que la legislación de forma, por lo menos, sea estudiada minuciosamente. Si bien es cierto que la sabiduría de los codificadores puede asegurar una existencia prolongada de los códigos, desgraciadamente para las conquistas humanas, ella no puede prolongarse hasta la eternidad. El mundo y los hombres evolucionan; si sus leyes no lo hacen, quizá dejan de ser tan útiles para transformarse en verdaderas rémoras del progreso y de la evolución. Pero es imprescindible que toda la legislación de fondo sea promovida por una idea concreta y que los hombres, antes de legislar y modificar, sepan en que concepto lo realizan y para que lo hacen. Por esa razón, nosotros, no hemos apresurado las modificaciones que naturalmente surgen de la reforma constitucional; y no las hemos apresurado porque queremos que antes esas reformas se produzcan en la realidad del derecho positivo argentino, que los hombres que han de promover las reformas de los códigos y de la legislación sepan para que queremos que lo hagan y sepan que cumplir con los objetivos constitucionales no es solo un asunto de forma, sino que es un asunto profundamente de fondo. Quizá, yo no podría caracterizar esto en mejor manera, sobre todo visto desde un punto de vista general y popular, no técnico. No podría caracterizar de ninguna manera más claramente que con un ejemplo que tomaré de nuestra propia Constitución. Nosotros, al establecer nuevas formas económicas que rigen nuestra Constitución, buscamos adaptarlas a un nuevo concepto que ha presidido todas nuestra realizaciones que algunos llaman tercera posición y otros llaman evolución pendular, etcétera, pero que en la constitución ha sido establecido en cuanto se refiere al aspecto económico, al aspecto de la propiedad, de una manera bien determinante. Nosotros pensamos que la evolución del mundo en su aspecto ideológico general y, en consecuencia, en su aspecto económico, político y social, es de evolución pendular y va desde lo que idológicamente llamamos la derecha absoluta a la izquierda absoluta, vale decir, desde el individualismo absoluto hasta el colectivismo absoluto o desde el capitalismo hasta el comunismo. Los pueblos en su evolución siguen ese movimiento pendular. La prueba está en que hay hoy en el mundo capitalismo puro y comunismo puro y cien mil matices intermedios, que van marcando el recorrido del péndulo de la historia en la evolución ideológica de la humanidad. Esto implica que en una Constitución que aspira a un grado suficiente de estabilidad, no puede fijarse ese péndulo en ninguna situación estable. Los péndulos rara vez son estables, porque cuando lo son, dejan de ser péndulos. En consecuencia, sectorizar la posición ideológica en la evolución de las formas y del fondo en la vida de los pueblos, es obrar contra la ley natural de la evolución. Por eso nosotros, en nuestra Constitución, para darle la estabilidad necesaria y adaptarnos al sentido racionalista de esta evolución pendular, hemos dado la posibilidad de que nuestro sistema -a regirse de acuerdo con la decisión de los hombres- pueda jugar entre el límite más extremo del individualismo, capitalismo o derechismo, hasta el más extremo izquierdismo, comunismo o colectivismo. Solo que hemos establecido que cuando acá se haga un cerrado capitalismo o un cerrado comunismo, lo hagamos los argentinos y no lo hagan otros de afuera. Por eso nuestra Constitución establece, en este orden de situación, que el Estado puede tomar a su cargo toda actividad económica que decida de acuerdo con la necesidad y la imposición del momento, como también puede dejar librado a las fuerzas económicas privadas toda la actividad que también presupongan las necesidades e imposiciones del momento, de manera que podamos ser absolutamente individualistas como absolutamente colectivistas. Esto es el grado de libertad necesaria a los pueblos para que aseguren su evolución. Si el mundo evoluciona y la necesidad evoluciona, el pueblo no puede tener cerrada la puerta a la evolución o de lo contrario esa válvula cerrada será la que produzca las grandes explosiones que se transforman en cataclismos económicos, políticos o sociales que llevan a los pueblos al caos, a la miseria, al dolor o a la tragedia. Es así que la Constitución establece el más alto grado de estabilidad necesaria par el juego natural de la evolución, sin la cual los pueblos envejecen y finalmente mueren. Está librada ahora la alta perfectibilidad en la aplicación de ese gran principio de estabilidad a la ley, a la legislación, y en este damos al Estado las dos leyes más fundamentales de todo arte de organizar: la necesaria estabilidad y la indispensable perfectibilidad, ya que esas dos condiciones son siempre antagónicas. Más estable, menos perfectible; más perfectible, menos estable. En consecuencia, hemos asegurado el instrumento para que, dentro de un grado suficiente de estabilidad, pueda el legislador dar al Estado en sus relaciones de derecho y de hecho en la vida de los hombres y de los pueblos, la posible perfectibilidad, sin la cual no se asegura el progreso en la evolución de la vida misma. Con esto, que nosotros interpretamos como una cuestión indispensable al libre juego de las instituciones y del derecho, tenemos abierto el camino para realizarlo mejor. Si no lo hacemos, será culpa nuestra y la culpa de la Constitución, de la ley o de nuestras instituciones, porque las organizaciones son fáciles de asegurar y generalmente son magníficas hasta que interviene el hombre que suele echarlo todo a perder. Dios quiera que nosotros, los hombres de nuestro tiempo, no cumplamos con ese fatídico destino de los hombres y sepamos estar a la altura de nuestras instituciones, para que en el futuro los que se quejen no puedan quejarse de las instituciones. Ellas son buenas cuando están completadas con hombres buenos, y son malas, por perfectas que sean, cuando no se llenan con hombres así. Afortunadamente, nuestro país tiene hombres buenos, tiene hombres serios, tiene hombres capaces; en consecuencia, nuestras instituciones pueden y deben triunfar en el futuro. Colocada esa premisa como antecedente para toda la legislación mercantil de nuestro país, creo que el trabajo a realizar es extraordinario. Eso es lo que queremos. Ahora es necesario ponerse a trabajar para realizarlo. La fuente inicial de acción está en nuestra Constitución. Lo difícil queda por realizar en la legislación y codificación de todo el derecho que emerge de esa Constitución. Ese es el trabajo y esa es la responsabilidad de nuestra propia generación de hombres de derecho y, en consecuencia, a ellos doy la palabra en esa actividad. Si claramente surge de nuestra Constitución todo un concepto de reforma, no es menos cierto que de la teoría, en la aplicación de nuestra Doctrina Nacional, surgieron también numerosos hechos que obligan a una reforma total de nuestra legislación de comercio. Esto, señores, es más difícil porque no se trata solamente de hacer un Código de Comercio, sino que es necesario que ese Código de Comercio después se cumpla, y se cumpla bien. Vale decir que, así como en medicina lo sabio no es solo curar sino prevenir la enfermedad, en las actividades mercantiles del país lo sabio no será codificar las sanciones a los que no cumplan con su deber mercantil, sino educar a nuestra población para que sepan, aún sin código, cumplir con su deber como comerciantes y como hombres de comercio dentro del país. Esto es indispensable. Yo sé que algunos se ríen de mí porque estoy permanentemente hablando a los hombres, a los maestros, a los padres de familia, para decirles que hay que modificar nuestra manera de ser y de sentir, sé que algunos dicen que soy un ingenuo, porque creo que yo voy a convencer a todos los malos para que se hagan buenos. Pero no he de cesar en esta prédica hasta que formen millones de hombres que prediquen lo mismo. Porque, señores, creo que la humanidad ha llegado a donde la llegado por falta de responsabilidad en sus dirigentes, que no han sabido educar a los pueblos y los han llevado de deformación en deformación hacia la avaricia, hacia el vicio, hacia el materialismo y creo que, reaccionando, podremos todavía estar a tiempo para salvar por lo menos, partes importantes de una humanidad aparentemente perdida. Cuando analizo la tarea de los viejos dirigentes del mundo y veo la situación del mundo, no tengo sino que pensar, como un hombre de la calle, que ellos nos han llevado a un callejón sin salida, y que si nosotros no reaccionamos y seguimos en el mismo estado espiritual en que ellos han vivido, dejando hacer y siempre sometiéndonos al fatalismo del mal, no llegaremos nunca a hacer nada constructivo, ni estaremos a la altura de nuestra misión y de nuestra responsabilidad. Yo creo que hay que trazar una raya. Quizás a los que ya somos viejos no nos a arreglar, pero de aquí en adelante, aunque cueste años, podemos arreglar a la humanidad, si todos nos decidimos a ir educando bien a los niños, a los jóvenes, para que no sean tan malos como hemos sido nosotros. Creo que esto daría resultado –y no me pongo a predicar que lo hagan los demás, sino que trato de hacerlo yo y de influir para que lo hagan todos los que están cerca mío- si en vea de dedicarnos a formar hombres de gran mentalidad nos dedicamos a formar hombres de gran alma y de gran bondad, porque las grandes mentalidades, cuando están es un malvado, son siempre más peligrosa que las malas mentalidades. Creo que “París bien vale una misa”; que vale la pena pasar por ingenuo con tal de predicar esto, si por lo menos lo cumplen en la familia; si lo cumplimos, aunque más no sea, nuestra familia. Y dentro de eso, señores, ha de entrar también la actividad comercial. Porque nosotros hemos penado todos los delitos menos ese; para eso había permiso. Solamente condenábamos al que hacia el cuento de la maquinita de hacer billetes o esas cosas. Pero a los otros, que hacían otras máquinas, nunca nadie los condenó, ni ningún Código los colocó bajo la sanción de la justicia. Indudablemente, que yo no propugno la necesidad de grandes penas. No; prefiero que se eduquen los hombres para que el que se dedique a una actividad de esas no sea un sinvergüenza, porque un sinvergüenza no puede estar en una actividad de esa naturaleza. Y hay mucha gente que en buena ley puede enriquecerse comerciando, aunque en esto sé que hay muchos escépticos que creen que hay que hacer plata con honradez, si se puede, y si no, hacer plata. Con esa clase de principios no puede llegarse a ninguna codificación respetable. Los hombres han de ser preparados para los códigos, más que los códigos para los hombres. De manera que en esto, la acción estatal y de gobierno ha de ir pareja con la codificación. De nada nos van a valer grandes códigos de comercio si son unos bandidos nuestros comerciantes, lo que afortunadamente no son. Señores: yo no deseo extenderme en esta clase de reflexiones, pero sí quiero referirme a que, además de esa educación que a todas vistas es necesario dar a nuestro pueblo, tenemos que dedicarnos más que hacer hombres sabios, a hacer hombres buenos y prudentes. En la vida, la felicidad no se alcanza con procedimientos deshonestos. La riqueza ha de estar al servicio de la moral, porque si no, de nada vale la riqueza. Es indudable que el mundo está sufriendo la consecuencia de haber olvidado estos principios tan elementales. Cuando el mundo vuelva a los buenos tiempos de su moral, volverá también a sus buenos tiempos de la felicidad, ya casi olvidada por los pueblos modernos. Cuando se habla de pueblos evolucionados o poco desarrollados, habría que preguntar: ¿Desarrollados en qué? Porque el hacer de la técnica una maravilla no presupone el desarrollo de ningún pueblo, es el desarrollo de una técnica. O yo preguntaría a muchos pueblos que hacen millones de máquinas maravillosas, si se consideran que están más desarrollados que la antigua Grecia, donde el pensamiento llegó a alturas inalcanzables. Señores: creo que antes de tratar muchos de los puntos que nosotros tenemos que considerar, habrá mucho que reflexionar sobre, qué es progreso, sobre qué es desarrollo, sobre qué es moralidad y sobre qué es inmoralidad. Porque es inútil que sigamos discutiendo sobre la felicidad y la grandeza, hasta que no establezcamos en qué consiste esa felicidad y esa grandeza. Y creo que al respecto el mundo no está muy en claro. Yo me quedo con un fakir de la India y no con muchos multimillonarios que manejan treinta o cuarenta empresas. Los dos sean felices a su manera Deseo terminar esto, que no es sino el pensamiento, expresado en alto, para los señores delegados de este congreso, de un hombre cuya única virtud es decir la verdad y, sobre todo, no callar muchas de las verdades que se callan, que es la forma hipócrita de la mentira. Teniendo en cuenta todo este exordio que resultó quizá más largo que le doy voy a decir, yo pienso también que nuestra reforma económica deberá influenciar extraordinariamente a toda la legislación, al Código de Comercio y las leyes mercantiles en general, porque nosotros hemos cambiado, bien o mal, la base de la económica política. Por lo menos, hasta ahora, los hechos no están diciendo que estamos bien. De la economía capitalista nosotros ya no conservamos absolutamente nada de fondo, aunque respetamos muchas cuestiones de forma. La economía capitalista fue sometida a una reforma en nuestro país. ¿En que consistió esa reforma? Señores: las reformas de carácter social económico en el mundo han sido siempre a base de una premisa que no ha podido ser superada en la historia: quitarle a los que tienen para repartir entre los que no tienen. Esa ha sido la base de todas las reformas de orden económico-social. El cambio en la orientación política en el gobierno de las naciones siempre consistía en poseer a un sector, desposeyendo al otro, y la lucha realizada entre los gobiernos populares y no populares es la lucha por la posesión y las defensas contra la desposesión. En pocas palabras, esta es la situación. Y si no, analicemos los grandes acontecimientos de la historia, donde se ve la realidad sin coberturas, y analicemos qué ha sido la Revolución francesa, qué ha sido la Revolución rusa y que han sido todas las grandes revoluciones en la historia. Nosotros hemos realizado también en la República Argentina una gran revolución, aunque muchos la nieguen y crean que no, pero hemos tratado de hacerla realizando una evolución racional, vale decir, una revolución incruenta. Aquí los que mueren, mueren generalmente en el hospital con muchas inyecciones, médicos y enfermeras, como le gusta morir a la gente. Nadie ha muerto todavía en defensa o atacando a nuestras reformas. Vale decir que la hemos hecho con la suficiente sabiduría y prudencia como para no provocar luchas de esa naturaleza que a nada conducen. ¿Por qué se ha producido eso? Porque en nuestra reforma nosotros no hemos destruido lo capitalizado para capitalizar a un pueblo total y absolutamente descapitalizado. Hemos respetado eso sin destruido, pero hemos echado las bases para que en el futuro ese sector del pueblo argentino, que representa el noventa y cinco por ciento, pueda paulatinamente irse capitalizando por el ahorro o por cualquier otra actividad lícita. Esto, señores, no es común, y basta echar una mirada retrospectiva a todos los grandes movimientos revolucionarios. Señores: Nada de cruento ha pasado en la República Argentina. Aquí ningún ciudadano puede decir que ha sido desposeído de nada que en derecho le corresponda sin haber sido indemnizado de acuerdo con la ley. Las empresas extranjeras que han debido pasamos sus bienes han cobrado y han cobrado bien. Y se han ido contentas y amigas. Vale decir que nuestra reforma no ha sido hecha a base del despojo de nadie. Todavía están esas grandes empresas, enemigas políticas nuestras, que gozan de estabilidad y de buenos créditos, y nadie les ha dicho absolutamente ninguna palabra ni colocado ninguna piedra en su camino. Algunos son veinte veces más ricos que cuando llegamos al Gobierno, ¡y Dios quiera que fueran cien veces más ricos! Eso no nos interesa. Lo que interesa es que de ahora en adelante el pueblo pueda capitalizarse, pueda ir obteniendo por derecho de su trabajo honrado una situación mejor que la que ha tenido hasta ahora, descapitalizado y privado de lo elemental para su vida, para la educación de sus hijos y para la tranquilidad de su familia. Y esto, señores, es un hecho irrebatible en la comunidad argentina. Sin embargo, nosotros hemos trastornado en forma fundamental el sistema económico capitalista que encontramos. Nos queda para el futuro realizar la tarea de tecnificar eso que nosotros hemos colocado en sus principios fundamentales. Quiero decir dos palabras al respecto que son fundamentales para los hombres que tengan inquietudes en la legislación comercial del país y, sobre todo, para los hombres que se dedican a la economía y política. El sistema capitalista se ha basado en un principio aceptado en el siglo pasado en todas partes como infalible: el famoso principio hedónico, que se nos ha enseñado a todos en economía política, de la obtención del máximo provecho con el mínimo de esfuerzo. Es que en economía pura sería lo más sabio y más perfecto. Claro que Adam Smith perteneció, desgraciadamente, al siglo XVIII, y desde el siglo XVIII hasta nuestro siglo ha pasado mucho. Sobre todo, ha ocurrido un hecho en la historia del mundo que no puede la humanidad desconocer: la Revolución rusa. Porque aun los que somos anticomunistas, si no somos estúpidos, no podemos desconocer la Revolución: lo contrario sería esconder la cabeza y dejar todo lo demás afuera. Este principio hedónico, sustentado durante más de un siglo por los economistas del mundo, ha sufrido tantos impactos en los últimos cincuenta años que ya no existe en realidad sino en economía pura. En economía pura sigue siendo perfecto; en economía aplicada, que es la ciencia más moderna en el aspecto económico, ha dejado de ser en absoluto una verdad frente a los nuevos tiempos. Cuando la economía primaba sobre lo social, eso era cierto; hoy, lo social prima sobre lo económico y aquello ha dejado de ser cierto. Yo explico esto con un ejemplo simplísimo, pero muy de actualidad, porque están resucitando algunas cosas que ya habían muerto, aunque no creo que resuciten por mucho tiempo. Está en auge en muchas partes del mundo la defensa de la teoría de los puntos óptimos de los economistas. El punto óptimo es el lugar de la curva económica donde el principio hedónico se realiza, vale decir, donde se obtiene el máximum de provecho con el mínimum de esfuerzo. Toda empresa comienza en el cero y va progresando a medida que aumenta su producción, hasta llegar a un punto óptimo. Pero como la curva es curva, y no recta, desde ese punto comienza a descender, de manera que puede llegar, al final de esa parábola, a perder lo mismo que en la iniciación, que es el punto de mayor pérdida, donde está todo invertido sin producción. El economista toma ese punto óptimo, supongamos “10”, y dice: “Yo no vaya salirme de aquí, porque si aumento la producción entro en pérdida, y en pérdida progresiva”. En economía pura, esto no puede ser más cierto, nadie podrá discutirlo, como no lo discute ningún hombre de sentido común. Pero a ese economista se le aparece el sociólogo, que está al lado, porque no se conjuga en la vida solamente la economía, sino también el aspecto social y político de los pueblos. En consecuencia, al economista que no quiere salir de su punto óptimo se le presenta el sociólogo y le dice: “Señor economista, usted dice que no puede aumentar la producción más allá de ‘10' por cuanto se sale de su punto óptimo”. Pero yo le digo: “El pueblo necesita comer '20’”'. Entonces, él contesta: “Que coma la mitad, porque yo no me voy a salir de mi punto óptimo '10’”. Esa es la teoría del economista. Pero yo, justicialista, le he dicho: “Usted ha de producir ‘20’, porque al pueblo le tengo que dar de comer ‘20’, porque si no va a terminar conmigo y va a terminar con usted, en cuyo caso de nada le va a valer el punto óptimo en ese momento". Esto que yo expongo así, un poco a la criolla, y que es lo fundamental para nosotros, nos ha llevado a afirmar que en nuestro sistema el capital está al servicio de la economía, de cuyo ciclo el consumo es un aspecto muy importante en los pueblos. En otras palabras, que la producción ha de subordinarse al consumo, y no el consumo a la producción. Señores, ¿qué presupone esto? Presupone cambiar las bases de la antigua economía política, y cuando se cambian las bases, hay que empezar a trabajar para cambiar todo el andamiaje construido durante más de un siglo sobre las afirmaciones de Adam Smith para construir una nueva economía. Ese es nuestro trabajo y ese es parte del gran trabajo que deben realizar ustedes, los entendidos, en esta nueva materia. Vean, señores, si tenemos que trabajar. Porque si sobre estas bases, en donde se han trastocado los grandes principios de la economía para construir una nueva concepción económica, no sabemos nosotros colocar arriba un edificio equilibrado y armónico, se nos puede venir abajo el día menos pensado y apretamos a todos. Yo no quiero abundar en estas cosas, que sé que ustedes entienden mucho mejor que yo. Pero yo tengo una ventaja sobre ustedes, puesto que yo estoy sintiendo, no solamente lo estoy percibiendo. Lo estoy sintiendo sobre mí, y nos estamos defendiendo como podemos, a caballo de una evolución que hasta que no la completemos no estará consolidada ni equilibrada; y estamos expuestos a muchos peligros, peligros que yo deseo, cuanto antes, evitarle al país, a su economía, a su orden social y a su orden político. El orden político, en realidad, es el que menos me interesa. Me interesa, en especial, el orden económico, y en esto, señores, lo hemos hecho extraordinariamente bien. ¡Extraordinariamente bien! Recibimos una colonia y vamos a entregarle al pueblo argentino un país libre y soberano, donde hoy se siente más la soberanía en el orden económico. La usanza de los dominios evoluciona también en la historia. Las colonias de 1953 no tienen las mismas formas que las de 1853. Hoy, las colonias se estructuran, se gobiernan, se manejan de una manera totalmente distinta que las de hace un siglo. La soberanía de las naciones reside hoy más en su factor económico que en su factor político. Hoy hay pueblos que se dicen “soberanos”, pero que están ocupados integralmente porque están dominados en lo más grande que ese pueblo tiene: en su dignidad. Es tarea de todos nosotros que nos ocupemos en el futuro de asegurar, por una legislación sabia y prudente, que este país no pueda jamás volver a ser una colonia de ningún otro país de la tierra. Eso lo vamos a evitar con una organización en nuestras leyes y en nuestros códigos de comercio que impida esa penetración, que es la única puerta por donde se entra hoy a la colonia. Antes se mantenían las soberanías con los ejércitos. Hoy se mantienen con el derecho comercial. Esa, que fue la custodia de un siglo, debe ser tomada en manos de los hombres responsables de codificar esa defensa. Esa es la responsabilidad nuestra en el gobierno, pero más es la responsabilidad de ustedes en la actividad de todos los días en la defensa de ese derecho comercial. Señores: les agradezco profundamente que estén ustedes enrolados en este ejército que defiende nuestro futuro soberano. Se los agradezco en nombre del pueblo argentino y en nombre del gobierno, y les pido que sigan trabajando incansablemente, porque bien vale la felicidad, la grandeza y la soberanía de la patria que por lo menos dediquemos una o dos horas por día en su defensa. .
1953-06-12
ANTE EL ELENCO Y PERSONAL TECNICO DEL TEATRO COLON
Yo deseo que mis primeras palabras sean para agradecerles a ustedes la amabilidad que han tenido de llegar hasta esta casa para que yo pueda darme, siquiera sea muy de cuando en cuando, la inmensa satisfacción de estrecharles la mano. Es difícil para mí conciliar muchas veces las preocupaciones materializadas de la función de gobierno con las concepciones artísticas y culturales de la Nación. Sin embargo, como nosotros procedemos siempre de acuerdo con planes más o menos bien establecidos, no hemos olvidado, ni menos aún descuidado, la tarea cultural dentro del país. Y dentro de eso, una de mis mayores satisfacciones es ver que ya los elementos argentinos o extranjeros residentes con nosotros, están tomando la parte principal y fundamental en la Nación, que se refiere al desarrollo de la cultura lírica y coreográfica en general de nuestro primer coliseo, el Teatro Colón de Buenos Aires. Es indudable que esta debe ser una aspiración nuestra. El arte, por bueno que sea, cuando es importado crea solamente un factor o coeficiente de cultural circunstancial y momentáneo. Únicamente en las culturas de los pueblos es permanente aquello que vive perennemente en los pueblos. Y si ese factor es fundamental para cualquier actividad de un país, lo es mucho más fundamental en el sentido de la cultura del pueblo. Nosotros hemos establecido también que no queremos una cultura que solamente sature pequeños sectores de la población. Para nosotros eso no es cultura. La cultura es lo que satura integralmente todas las esferas y todos los sectores del pueblo. La cultura es popular o no hay cultura. Yo no creo que sea un pueblo culto el que tiene cuatro o cinco buenos artistas y cuatro o cinco sabios y los demás son ignorantes en lo uno o en lo otro. Yo prefiero un pueblo que tenga una cultura y una ciencia medianamente desarrollada, pero en gran profusión dentro del elemento popular. Así interpreto yo la cultura, porque esta es de beneficio de los pueblos y no para sectores de privilegio o de excepción. Cuando nosotros hablamos de cultura en nuestro Plan Quinquenal, no nos referimos a otro tipo de cultura que no sea la popular y deseamos así como hasta ahora solamente en algunos sectores se han cultivado las culturas especializadas de todas las artes, comencemos a promover dentro del pueblo las inquietudes superiores que son las que traen el perfeccionamiento, y diremos, una elevación cultural aparente a la necesidad que el pueblo tiene en sus expansiones espirituales. De ahí que nosotros hemos de propugnar aún más en el Segundo Plan Quinquenal la expansión cultural, en todo sentido, aprovechando lo bueno que tenemos nosotros, que no es despreciable, e importando todo aquello que representa un perfeccionamiento, que puede venir de cualquier parte. El arte no tiene nacionalidad; el arte es un patrimonio de los hombres y de los pueblos, en consecuencia, el desarrollarlo, el inculcarlo y el engrandecerlo, es una tarea que ningún hombre, que ningún pueblo puede olvidar sin desmedro. Por esa razón, nosotros propugnamos e impulsamos toda manifestación que tienda a inculcar en nuestro pueblo las necesarias ideas de perfeccionamiento cultural. Ustedes en el sector lírico y coreográfico en general, representan el exponente más elevado de nuestra cultura artística. En consecuencia, la preocupación que la Intendencia pone en mantener a nuestro primer coliseo a la altura es que el debe estar en el panorama artístico de la Nación, contará siempre con nuestro aplauso y nuestro apoyo. Es indudable que esta acción también la debemos extender a otros sectores igualmente importantes para nosotros, porque en la manifestación del arte escénico, ningún arte cultivado por la humanidad comenzó siendo una cosa ni exquisita ni perfeccionada; son el tiempo, el talento de los artistas y la preocupación de los pueblos, los únicos elementos que perfeccionan el arte hasta lo sublime. El arte es perfección permanente, en consecuencia, preocupación permanente. Y en esta preocupación permanente, el ochenta por ciento está a cargo del artista y el veinte por ciento restante a cargo de los factores externos a su extraordinaria personalidad dentro del arte. Por eso, nosotros, que en muchos aspectos tenemos inclinaciones colectivistas, no hemos pensado jamás en aplicar estos conceptos al arte. El arte es, eminentemente, patrimonio del artista, vale decir, son valores conjugados en la acción de conjunto, pero no pueden ser sometidos a la acción de conjunto sin que el artista sufra. Por esa razón, nosotros hemos tratado de dejar el máximum de absoluta libertad individual a todo el sector que cultiva un arte, de cualquier naturaleza que sea, porque sabemos que el artista necesita de esa independencia e individualidad que, destruida, presupone la destrucción del propio artista. El artista, como dice el señor intendente, no es solamente lírico en el género que cultiva, es lírico también en sus pensamientos y en sus sentimientos. Pero a ese lirismo, que es la base del cultivo de la personalidad en los hombres y en las mujeres que extienden el arte, hay que dejarlo en libertad, en absoluta libertad. Por esa razón, cuando cualquier limitación se haga sentir sobre el sector artístico del país, yo pido a los artistas que reclamen enseguida esa libertad, sin la cual el artista muere. En ese sentido yo he luchado mucho porque siempre hay gente que quiere meter al artista dentro de una caja y encerrarlo con llave, encaminarlo hacia una disciplina distinta a la que él cultiva, o quieren influir sobre la personalidad artística. Indudablemente, el artista debe perfeccionarse. Él necesita de la escuela, él necesita del consejo, él necesita del método y él necesita del sacrificio de todos los días; pero han de ser métodos, sacrificios, direcciones y enseñanzas libérrimas, absolutamente libres. Ese es el concepto que nosotros hemos establecido en los fundamentos del Plan Quinquenal, y en base de eso hemos establecido también, de una manera muy general, los grandes objetivos que regirán todas estas fases culturales en el país dedicadas -como dije antes- eminentemente al pueblo, porque la cultura que no va al pueblo no es cultura ni sirve para nada. Nosotros hemos pensado también en este sentido y hemos considerado que la vida de una persona es corta para abarcar cualquier manifestación de arte y, en consecuencia, el artista debe ver solucionado en lo posible su vida para que él la pueda dedicar absoluta y totalmente al arte. De los grandes artistas de la historia, la mitad han sido tuberculosos cuando han sido buenos artistas, porque no se han preocupado de su vida, ni de su comida, si quisieron dedicarse con plenitud al arte. Eso llenó también a nuestros artistas del lejano pasado de miseria fisiológica, pero también se vieron víctimas de una enorme miseria social. La historia del mundo es un ejemplo de ello. Cuando los gobiernos o los pueblos cuidaron de sus artistas y les ofrecieron la posibilidad de dedicar integralmente su vida al arte, allí las artes florecieron, como florecieron en Grecia, como florecieron en los Estados Vaticanos, como han florecido en muchas etapas de la historia donde se apoyo ha llegado a todas las manifestaciones de las artes. Y las artes han descendido y se han indignificado, cuando los gobernantes han tratado de olvidar sus obligaciones para con la cultura del pueblo. Y muchos pueblos se llaman “desarrollados” y llaman a otros “pocos desarrollados”, no por el talento de sus científicos o de sus artistas, sino por el número de unidades mecánicas que son capaces de producir en un minuto, en un día o en una hora. Yo creo que los pueblos desarrollados son aquellos que tienen una ciencia y un arte perfeccionados y dilectos, y poco desarrollados todos los demás que no han cultivado esos valores. Nadie podrá decir que la antigua Grecia fue un país poco desarrollado, aún cuando no tenían automóviles ni frigidaires, pero en cambio tenían otras cosas que llenaban más el espíritu, el sentimiento y el pensamiento de los hombres en una plenitud quizá no alcanzada por el resto en la historia del mundo. Estas son nuestras ideas. Creemos que hay que hacer automóviles y frigidaires, pero no hay que hacerlo en desmedro de la perfección del hombre o de la perfección de la humanidad. En este sentido, está en equilibrio perfectamente entre una y otra cosa nuestra tercera posición de todas las cosas: no olvidarnos de una cosa ni olvidarnos de otra, ni abandonar una en beneficio de otra, ni otra en perjuicio de la primera. Con respecto a esto, quizá no hagamos todo lo que queremos hacer, hacemos sólo lo que podemos, por el momento. Pero yo he de hacerles un llamado a ustedes. Nosotros hemos de poner toda nuestra voluntad y toda nuestra decisión para impulsar estas actividades; pero de nada valdría y todo nuestro empeño si ustedes no pusieron su abnegación y su sacrificio, su buena decisión y su voluntad para llevar adelante esta empresa, que está más en manos de ustedes que en manos nuestras. ..
1953-06-12
EN LA CLAUSURA DEL CONGRESO DE LA UNION FERROVIARIA
Compañeros: Una vez más, con todo el júbilo de mi corazón, llego hasta esta asamblea de la Unión Ferroviaria y agradezco de todo corazón las amables palabras de los compañeros que terminan de hablar, como igualmente al compañero presidente de la Unión Ferroviaria, los juicios que ha expresado en representación de la entidad. He asistido desde que estoy en el gobierno, a todos los congresos ferroviarios que se han realizado; y ello ha significado para mí momentos de verdadera satisfacción, porque la institución de los ferroviarios lleva bien puesto el nombre de “Unión”. Esa es, como asimismo La Fraternidad, las palabras que caracterizan la verdadera orientación sobre la organización y aglutinación de los movimientos gremiales. Yo creo, que estos congresos que ustedes realizan, reuniendo a compañeros venidos de las distintas partes del país para discutir sus problemas comunes, para encarar las orientaciones y para colaborar en la mejor manera, tanto en la organización como en la realización de las tareas de los trabajadores ferroviarios, son de un provecho extraordinario. La verdadera colaboración nace de esa discusión amistosa y fraternal que desarrollan los trabajadores en los congresos sindicales. Por eso el gobierno se siente feliz cada vez que los compañeros trabajadores realizan un congreso, porque sabe bien claramente que de ellos siempre salen constructivas y patrióticas decisiones que el gobierno apoya y prohíja, como ha prohijado y apoyado permanentemente las ideas de los trabajadores. Yo agradezco también a los compañeros la preocupación demostrada para la realización del Segundo Plan Quinquenal. Esa es la tarea común. Son los objetivos del país, y, en consecuencia, los objetivos del pueblo argentino, porque nosotros nada significamos como objetivos si no sirven en forma directa y absoluta al pueblo de la Nación. Por esa razón, todos nosotros, que somos hombres del pueblo, y nada más que hombres del pueblo, debemos trabajar incansablemente para que esa justicia social, esa independencia económica y esa soberanía, estén siempre puestas al servicio de la felicidad del pueblo y de la grandeza de la Nación. El Segundo Plan Quinquenal tiene, desde el punto de vista sindical, una significación especial que hoy yo quiero tratar y desarrollar sintéticamente en esta amable reunión de compañeros. Si no hubiéramos realizado ninguna otra tarea que el desarrollo de la conciencia social de todos los ciudadanos argentinos en estos seis años de gobierno pasado, yo ya me daría por satisfecho con haberla realizado. Podemos afirmar que en nuestro país ya casi no queda persona que no esté convencida de la necesidad de que exista esa conciencia social, y no quedan espíritus argentinos a quienes no repugne, de la manera más absoluta, toda idea de explotación o expoliación del pueblo. Es indudable que esta es una gran conquista, pero no es una conquista de los gremios, ni una conquista de los trabajadores. Es una conquista de la Nación Argentina, es una conquista del pueblo argentino. Por eso la hemos colocado en nuestra Constitución del año 1949, estableciendo de una manera incontrovertible que esa justicia social, que preside nuestros actos, declare a través de la Constitución, que en nuestro país se ha abolido verdadera y definitivamente la esclavitud, al establecer que es un delito penado por la ley, la explotación del hombre por otro hombre. Eso da nacimiento a la posibilidad de considerar que la organización popular de las fuerzas del trabajo está afirmada en una realidad absoluta en nuestro país, porque las organizaciones sindicales no tienen campo propicio cuando en el país en que se desenvuelven, no existe una verdadera conciencia social. Cuando esa conciencia social no existe, la organización sindical promueve la lucha, pero cuando esa conciencia social existe, la organización sindical se transforma en una fuerza de colaboración y de construcción dentro del país. Por esa razón, los sistemas capitalistas han combatido y puesto todos los obstáculos a la organización sindical. Pero también por esa razón, nosotros, los justicialistas, estamos decididos a realizarla, decididos a apoyarla, decididos a imponerla si fuese necesario, porque esa es la única forma de asegurar una verdadera democracia dentro de nuestros sistemas y de nuestros pueblos. Por eso compañeros, la organización sindical ha sido siempre para nosotros el centro de nuestras preocupaciones y de nuestras aspiraciones. Cuando yo he hablado de la organización del pueblo, lo he hecho siempre pensando en las organizaciones sindicales. Nosotros nos hemos preocupado de la organización del gobierno y está organizado; nos hemos preocupado de la organización del Estado y está organizado; mal o bien, está organizado. La racionalización que es el ajuste de los tornillos de detalle de la organización, ha de venir con el tiempo. Tanto el gobierno como el Estado han sido organizados bajo mi dirección, bajo mi conducción y bajo mi disposición porque es el derecho constitucional que tengo y la obligación que me impone a mí, mi propia condición de jefe del Poder Ejecutivo. Pero así como yo no he de renunciar a ninguna de mis obligaciones tampoco he de intervenir arbitrariamente donde la organización, la dirección y el gobierno de las cosas, no corresponden al presidente de la República. Yo no he intervenido en la organización del pueblo argentino sino para pedirles a todos los ciudadanos, hasta por favor, que se organicen, pero que se organicen de acuerdo a su libre disposición y albedrío. Yo necesito un pueblo organizado para gobernarlo, porque ningún hombre, por grande y por sabio que sea, puede gobernar lo que no está organizado. Pero no había de ser nunca tan torpe como para reemplazar yo la voluntad del pueblo argentino y ponerme a organizar el pueblo de acuerdo con mi gusto y capricho. Por esa razón, no he sido nunca un hombre que he forzado o que he impuesto; solamente he pedido que se organicen, como se le antoje al pueblo argentino, porque esa libertad es implícita al sistema de libertad que nosotros propugnamos. Señores: afortunadamente hoy hasta los más reacios se están sintiendo sindicalistas. Hoy, frente al pueblo organizado, aquellos que nos se organizaron están en desventaja. Y ahora, cuando las circunstancias los enfrentan con la necesidad, también se organizaba. Una persona del público exclama: “Por conveniencia”. Exactamente, compañeros, por conveniencia. Entre nosotros, muchas veces, hay varias clases de sindicalistas. Hay algunos que los son de corazón. A esos hay que dejarlos actuar, porque esos son los que contribuyen. Hay otros que se asocian y cotizan cuando les conviene. Esa es la verdad. Y entonces, yo siempre he aconsejado la política de dar algunas ventajas en el sindicato, porque esos que no son sindicalistas de corazón sino de conveniencia, cuando vienen a la organización, conversándolos a lo mejor vamos a sacar buenos sindicalistas también de ellos. Con la organización del pueblo ha pasado lo mismo. Lo que le pasa a los hombres le pasa a la comunidad. Los obreros se organizaron porque son sindicalistas de corazón, porque desean ellos, manteniendo una representación de conjunto, articular y organizar una fuerza dentro del Estado que defienda sus intereses. Por eso ellos se organizaron libre y espontáneamente, tan pronto nosotros les dimos las garantías constitucionales y la ley de Asociaciones profesionales. Otras fuerzas mañerearon al principio y no quisieron organizarse. Pero ahora ya están todos sintiendo la necesidad, y como no entraron al principio de corazón, ahora entran de conveniencia. Este es otro camino que también conduce a la finalidad perseguida. Pero compañeros, después de este exordio, yo quiero entrar, diríamos así, a la parte central de la aspiración del Segundo plan Quinquenal en lo que se refiere a la organización sindical. Nosotros, hemos despertado una conciencia social, vale decir, hemos creado una linda y buena tierra, para poder sembrarla. Sabemos que si sembramos, las cosas van a salir lozanas y fuertes y derechas. Pero hay que consolidar eso, regándolo bien y cuidándolo con verdadero amor, como deben cuidarse las obras de los hombres. Esa es la segunda parte que nos queda por realizar dentro del sindicalismo. Estamos organizados, hemos creado las instituciones indispensables para la consolidación, que son las organizaciones para la defensa de los intereses profesionales, las mutualidades, los servicio sociales, las cooperativas o proveedurías y las escuelas sindicales, destinadas las primeras a mantener la justicia en la retribución; las mutualidades, para la defensa de la salud física de los asociados; las proveedurías, para la defensa del poder adquisitivo de los salarios contra la especulación y el agio; y la cuarta, las escuelas sindicales, para elevar la cultura social de la masa y ofrecer a los que tengan inquietudes de perfeccionamiento, dentro del mismo sindicato, la posibilidad de perfeccionarse y progresar intelectualmente. Todo eso, es lo mismo que hace el Estado en otro orden de cosas; el sindicato es un pequeño estado de la Nación. Indudablemente, esas situaciones van ya creando un proceso de consolidación. ¿Por qué?. Por una simple razón: porque tanto la defensa mancomunada del interés profesional como la defensa solidaria de la salud de los asociados y de sus familias, como así también las proveedurías o cooperativas, que son el esfuerzo mancomunando para la defensa de un interés también común, y como la escuela, donde se mezclan y procesan las inteligencias y las culturas, todas tienden a una finalidad que es la más noble y que es también la que da la verdadera consolidación: la solidaridad social. En nuestra tierra está inclinación a esa solidaridad social, no hay ningún compañero que no sufra al conocer la desgracia de otro compañero, y no habrá ningún argentino que no se sienta tocado por la desgracia de otro argentino. Tenemos mucho adelantado porque tenemos todavía un corazón tierno y sensible para la desgracia ajena, y una tendencia natural a tenderle la mano a aquel a quien nosotros podemos ofrecerle la protección de nuestro cariño y de nuestra ayuda. Por eso, ese sentido de la solidaridad social, traducido aquí por la solidaridad gremial, es la fuerza de consolidación y de aglutinación definitiva de la organización proletaria. Cuando la organización se apoya solo en intereses, no podrá tener jamás la cohesión que tendrá cuando se apoye en los sentimientos del corazón y de la solidaridad. El sentido de solidaridad, a través de la historia de la humanidad, ha sido el que ha mantenido indestructible a la familia. La familia se ha conservado a través de los milenios de la historia, solamente al resguarde y a la protección de la solidaridad familiar. Es la solidaridad familiar la que ha dado a la familia, como sociedad humana, el sentido de un derecho natural. Por eso ha sido, es y será indestructible, como son, han sido y serán indestructibles, las obras que el hombre apoya con sus sentimientos y con su corazón. Esto que sucede para la pequeña familia, ha de suceder también para las grandes familias. Y el sindicato, para que sea perfecto ha de llegar a ser una inmensa familia de sentimientos, de intereses, de ayuda, de solidaridad en fin. Por eso, el gobierno, que desea hacer indestructible y permanentes las organizaciones sindicales, propugna que en este Segundo Plan Quinquenal, todos los ciudadanos argentinos nos dediquemos a desarrollar la solidaridad entre los hombres, y a esa solidaridad que nace en las organizaciones, que se desarrolla y florece en obras de amor, de ayuda, de solidaridad en las organizaciones, la extenderemos a todo el país. Es esa solidaridad nacional, la que le dará el verdadero sentido ético y moral a la existencia misma de la patria argentina. Yo siempre menciono un ejemplo que no me lo han contado, que lo he vivido yo a lo largo de mi vida, y saliendo de mi costumbre hablaré un poco de mí. Yo soy un hombre a quién el Estado y la Nación lo ha formado en todos sus aspectos. Me recibió cuando era un chico de quince años, me dio todo: mando, bienestar, posición social. Todo me lo dio. Indudablemente que yo tengo por la Nación un agradecimiento tan profundo que si mañana la Nación me dice: necesitamos su vida, yo estoy dispuesto a darla. Como no voy a darla si le debo todo a al Nación. Indudablemente, de muchacho, cuando uno no es tan largo en la penetración y en la reflexión de los problemas, si oía decir cualquier cosa que no estuviese dentro de ese patriotismo cerrado que yo siempre practique me rebelaba. ¡Cuántas veces me he sentido amargado por sentir que muchos se consideraban a la patria como yo la consideraba! Claro que nunca pensé que no todos habían recibido de la patria lo que yo había recibido. Me había olvidado que ese pequeño detalle. Como yo, muchas personas oyeron decir muchas veces a un obrero, aquello que era común en los tiempos de la explotación, de la miseria y del dolor: “La patria es donde yo me gano el puchero, para mi no hay otro símbolo que el símbolo de lo que yo me puedo ganar todos los días”. Uno se sentía tocado, pero pocos reflexionaron si ese pobre hombre que decía eso tenía o no tenía razón, que era lo primero que había que preguntar. Él, nacido en un hogar humilde, de padres explotados y expoliados, cuando pudo caminar apenas y andar un poquito, ya tuvo que ir a trabajar y a formarse en el dolor del trabajo y del taller. Si progresó, progresó, y si no, fue a la calle, como un trasto viejo. Y cuando estaba parado en la esquina, venía cualquiera a decirle: “¿Que hace usted aquí, a ver sus papeles?”. Y se tenía que ir a otra esquina; andaba corrido por todo el mundo como un perro. Y a ese había que exigirle que fuera patriota y, llegado el momento oportuno, debía morir por la patria. Lo menos que se podía preguntar ese pobre hombre, era: “Pero todavía, después de todo lo que me han hecho, yo tengo que morir por esto”. Como el capitalismo nunca pudo ofrecer al pueblo, en el régimen de explotación que fabricaba y practicaba, nada concreto, le presentó siempre algunas cosas abstractas para que las adorara a la manera de los faquires. Le hablaban de la patria; de que había que respetar la patria como un tabú, aunque la patria fuera mala con uno. Así le presentaron un sinnúmero de símbolos, porque no tuvieron nada concreto que presentarle y se enojaban porque ese hombre, sumido en la miseria y en el dolor, apreciase más las concreciones con que vivía que los símbolos que le ofrecían la oligarquía y el capitalismo. Eso no es patriotismo. A un pueblo no se lo puede hacer patriota lanzándoles unos cuantos discursos patriotas en los días patrios, y hablándoles todos los días de patria en la escuela, mientras es explotado y escarnecido por la patria misma. A la patria se la ama o no se la ama, y el amor no se inculca a nadie con discursos; el amor se siente o no se siente y, de lo contrario, no es amor. Podrán muchos decir que son patriotas; no sé si muchos podrán probar que son verdaderamente patriotas de corazón. Y yo me pregunto si todos esos que decían un discurso patriótico en cada oportunidad, pensaron y sintieron en patriota cuando vendieron y entregaron al país y cuando escarnecieron y explotaron a los ciudadanos. Señores: la patria es como la madre, porque es la madre común de todos nosotros. Pero hay madres y madres. Si una madre tiene un hijo y al día siguiente de nacer lo tira por ahí en un zaguán para que otro lo críe, y si después, cuando ese chico tiene veinte años se le presenta y le dice: “Yo soy tu madre, vos debes defenderme y morir por m, quien sabe si ese chico lo hará, y si lo hace no creo que lo sienta, porque a la madre se la quiere por lo que la madre hace por el hijo, por lo que la madre se sacrifica por él y juega su existencia y su vida al servicio de ese hijo del cual ella es responsable. Y cuando una madre ha criado así a su hijo, se ha sacrificado por él, no hay ningún hombre, que no sea un mal hombre, que no ame a su propia madre y no muera en la defensa de ella. Pero es menester también que la madre haya sabido ser madre y haya sabido inspirar ese amor. La patria es lo mismo. Hagamos una comunidad que se desviva por ayudar a sus hijos; que a ninguno que este en desgracia deje de tenderle oportunamente la mano. Hagamos una comunidad en que cada uno de nosotros nos sintamos solidarios de la fortuna o de la desgracia de los demás, y cuando encontramos uno más desgraciado o más pobre que nosotros, le tendamos la mano oportunamente para levantarlo y ayudarlo. Y entonces este hombre amará a la comunidad como ama a su madre, y Dios lo libre a quien ponga un dedo sobre esa comunidad, porque entonces todos se levantarán como un solo hombre para morir por esa comunidad. Eso es lo que el justicialismo quiere. Quiere que esta patria sea la madre común de todos sus hijos, pero que sea una madre buena y preocupada, que sea justa, que ofrezca a cada uno de sus hijos igual oportunidad y lo ame de la misma manera; que desarrolle entre todos ellos un verdadero cariño y una verdadera solidaridad, porque entonces sí constituiremos una comunidad digna de ser amada. Y entonces, esa comunidad se habrá salvado por la acción solidaria de todos sus hijos. Ese es el único patriotismo que yo interpreto y conozco. Porque en la patria no podemos amar ni los campos, ni las casas, ni las vacas: amamos a nuestros hermanos, con quien vivimos en comunidad y con quienes nos sentimos solidarios, ya sea en la fortuna o en la desgracia. Cuando se hace una comunidad así, no es necesario hacer discursos patrióticos. El patriotismo nace con la comunidad, pero también muere cuando la justicia, la dignidad y el amor mueren en esa comunidad. Bien, compañeros, a través de este simple ejemplo ven ustedes cuán grande es la inspiración que el justicialismo pone en nuestras manos, para ir creando una comunidad de esa naturaleza, para ir creando una verdadera patria, para que la bandera, el himno y todos los símbolos de la patria sean grandiosos porque representan a una grandiosa comunidad, pero grandiosa comunidad no por el número de las cosas que hace, no por el número de las conquistas materiales o técnicas que alcance, sino por el sentido y sentimiento profundo que vive en el corazón de cada uno de los componentes de la comunidad. El hombre, en su vida de relación, no ama tanto la comodidad como a la comunidad, vale decir, no lo satisface tanto la vida animal como la espiritual. Y depende más, la felicidad del hombre de entre quiénes vive que de cómo vive. Por eso, hay ricos infinitamente infelices y pobres inmensamente felices. Eso es lo que nosotros soñamos para nuestra comunidad. Eso es lo que queremos y eso lo que estamos realizando. Pedimos a nuestros maestros, pedimos a nuestros padres, para que cada padre se sienta un poco maestro y para que cada maestro se sienta un poco padre, para ir educando a las nuevas generaciones dentro de estos sentimientos, porque si no, el mundo va por mal camino. Y si no, analicemos cómo a través de varias generaciones han preparado al mundo para dividirlo en dos grandes bandos y lanzarlos a la destrucción, la mitad de la humanidad contra la otra mitad. ¿Podemos decir que los dirigentes que han educado y creado esas generaciones de malvados, pueden ser beneméritos para el futuro de la humanidad? ¿Podemos pensar que esos hombres que no han sabido educar y dirigir a su pueblo, pueden tener otro título que el de caterva de inservibles que no han sabido cumplir con su deber? Contra eso es contra lo que reacciona el justicialismo. Es claro que todos esos inservibles nos están echando los perros en todas partes, pero no es con perros que nos van a correr a nosotros. Nuestras ideas van progresando y quizá algún día la humanidad abra los ojos y llegue a comprender que le conviene más andar por el camino del bien, que la llevará a nuevas grandes construcciones para la humanidad, y no a la guerra y a la destrucción que va a terminar con la civilización. Algunos dicen que yo soy un ingenuo, o poco menos, porque pienso que yo voy a convencer a todos que hay que ser buenos. No es eso. Pero sí todos los hombres dirigentes del mundo pensasen que en veinte años podríamos cambiar la humanidad, instruyendo y educando bien a los jóvenes y a los niños, quizá pensaran más seriamente sobre el destino que les cabe dentro de las comunidades mundiales. En 1950 dejé un mensaje para la juventud del año 2000. Allí les digo estas cosas. Les digo que nosotros trabajaremos incansablemente para que el año 2000 el pueblo argentino sea un pueblo de buenas personas, sea un pueblo solidario, amante y respetuoso de los demás. Si las generaciones que nos siguen no saben conservar estas banderas, serán juzgadas por esa juventud del año 2000 que les echará en cara haber dejado de lado una bandera como la nuestra, que tiende a la perfección del genero humano. Compañeros: todas estas ideas están dentro del Segundo Plan Quinquenal. Nosotros agotaremos los medios para ponerlas en ejecución, y yo estoy seguro que esas generaciones de argentinos agradecerán a esta generación si somos capaces de formar instituciones y organizaciones que, prolongándose en el futuro histórico de la Nación, culminen en una acción de solidaridad y de amor, que es lo único que construyen, lo único que hace feliz a los pueblos y lo único que hace grande a las naciones. Por eso, todo nuestro sentido orgánico, proletario, debe de estar volcado hacia esa solidaridad; todo nuestro sentido orgánico de los trabajadores de la Nación debe estar volcado a esa actividad, porque lo que no hagan los trabajadores en este sentido no lo hará nadie; porque no hay nadie más que sienta y piense de esta manera; porque los intereses, porque la avaricia, porque el egoísmo les impide ver la realidad que ven solamente los pobres que tienen abierto el cielo de su corazón a todas las visiones nobles y grandes de los hombres. Compañeros: yo pido a la Providencia que nos ilumine a todos los que como ustedes y como yo, tenemos la responsabilidad de ser dirigentes. Es igual la responsabilizada de ustedes que la mía. Yo dirijo en una orden de cosas y ustedes dirigen en otro orden de cosas, pero tan responsables del futuro son ustedes como lo soy yo. En esto no hay posiciones importantes y posiciones sin importancia. Vale más el humilde dirigente del último organismo que cumple con su deber que un presidente de la República que no sabe cumplir con el suyo. Por eso, estas ideas, que presiden el Segundo Plan Quinquenal en el orden espiritual y ético de la comunidad, yo les pido que las transmitan a todos nuestros compañeros. Recuerdo que los ferroviarios fueron los primeros juglares del justicialismo, que esparcieron por todos los rieles y caminos de la patria muestras primeras noticias y luchas de reivindicación. A ellos, que están en poder de las comunicaciones, les pido nuevamente que sean los nuevos juglares de esta causa de solidaridad entre los argentinos; Dios ha de premiarlos en ellos, en sus hijos, en sus nietos y en todas las generaciones que lo sigan. Yo no olvidaré jamás este servicio prestado decididamente a una noble causa por los compañeros ferroviarios. Sé que ellos alientan un corazón ardiente de buenos trabajadores, de buenos amigos y de buenos patriotas, y en ellos confío ciegamente, como he confiado toda mi vida. Y para finalizar, compañeros, les agradezco profundamente el nuevo recuerdo, que agrego a los trofeos de mi corazón, con esta plaqueta con alta significación para un hombre sensible solamente a los halagos de su pueblo. Lo acepto y lo guardo entre esos recuerdos de los ferroviarios que son tan gratos a mis sentimientos, y les pido que, al dispersarse en todas direcciones, lleven a todos los compañeros un abrazo fuerte y muy profundo sobre mi corazón. ….
1953-06-15
En la Ciudad Estudiantil
La educación y la instrucción del pueblo, según las entiende el gobierno, tienen una importancia un poquito más grande de la que se ha nido dándole hasta ahora. Y lo entiende así por una simple circunstancia. Nosotros observamos que en este último siglo el mundo ha ido de mal peor, vale decir que, después de un siglo de vida, de evolución, de dirección por parte de los dirigentes, de educación por parte de los maestros y por la educación que reciben los chicos en las casas por parte de sus padres, ella no ha de haber sido tan buena cuando el mundo va cada vez. En ese tiempo, sin embargo, se había ido descuidando la educación y las costumbres de los hombres fueron transformándose hasta llegar a la situación actual, en que la mitad de la humanidad se prepara para lanzarse contra la otra mitad, después de haber vivido dos cruentas guerras. La culpa de esos acontecimientos la tienen en cierto modo los dirigentes que no han sabido preparar al pueblo para una vida mejor y no han sabido educar a los hombres dentro de una moral más humana. Pero de nada serviría acusar a ellos de los males si nosotros no nos paramos para reaccionar contra los sistemas que han llevado al mundo a la situación actual y si no pensáramos que las juventudes de estos tienen la responsabilidad de arreglar esto. No es suficiente con acusar a los que lo han desarreglado si no somos nosotros capaces de reaccionar para arreglarlo. Nosotros no estamos encargados de arreglar el resto del mundo, pero tenemos la responsabilidad de arreglar esta parte del mundo, por lo menos, y queremos reaccionar contra esa mala formación del hombre; porque cuando el mundo se convulsiona y se empeña en luchas terribles, es porque los hombres malvados son más que los hombres buenos; porque el mundo es el resultado de los hombres. El hombre no solamente debe estar instruido, sino que también debe ser educado; vale decir, que no sea un pueblo compuesto por individuos malvados llenos de técnica, porque estos son los peores malvados. De manera que lo primero que hay que formar es un hombre bueno. El hombre más rico, para mí, es el que tiene mayores valores espirituales; es el que es más bueno, aunque no sepa nada ni tenga nada. Indudablemente, si el hombre bueno puede a la vez ser un sabio, bendito sea Dios. Eso es lo que tenemos que buscar: hombres que sean sabios y que posean la prudencia y la bondad. Para lograr esto, es necesario reaccionar contra los antiguos sistemas que solamente desarrollaban la capacidad intelectual, sin tener en cuenta que esta es solamente una parte de la personalidad humana. El maestro debe ser un hombre que no solamente les está dando ejercicios para el desarrollo de su inteligencia, sino que también está interviniendo en el proceso anímico de cada uno de sus alumnos para ver que piensa y qué sienten, y poder decirles a algunos: “No pienses así, vas a ser un bandido”. Debe intervenir para aconsejarlo, para decirle lo que en vida es bueno y lo que es malo, porque si él ha vivido más, debe saber más que el que comienza a vivir. Debe hacerle saber qué es lo malo, porque que el que solamente conoce el mal es un estúpido y no un virtuoso. El virtuoso es el que lo conoce, lo domina y lo ata a su voluntad. Para lograr formar un espíritu en un muchacho es indispensable tener una doctrina, y la tarea de inculcarle conocimientos a la inteligencia y virtudes a su espíritu debe iniciarse en los padres, proseguir en los maestros, que no deben olvidar que su misión es también ser un poco padre para lo alumnos. Porque de nada vale lo que hace el padre y lo que hace el maestro si los muchachos, que son la tierra en que se debe sembrar, no son tierra fértil y apropiada. Cada uno de ustedes debe prepararse como si dentro de treinta años fuera a ser presidente de la República. Solamente así vamos a formar el pueblo con que nosotros soñamos: un pueblo de hombres responsables, donde a cada uno le interesa el problema del país, considera que cada uno de los problemas del país es su propio problema y procede en la vida como si de su conducta y de su capacidad dependiese el porvenir de la patria. La importancia del puesto que uno tiene en la lucha por la felicidad, engrandecimiento y perfeccionamiento del país no depende en manera alguna de lo encumbrado del cargo que representa, sino de que sepa cumplir honradamente con la labor que desarrolla. Esta concepción de la vida es la que nosotros queremos inculcar en el país: hacer hombres más o menos inteligentes, más o menos sabios, más o prudentes, pero que no olvide ninguno de ellos nunca que pertenece a una comunidad frente a la cual tiene obligaciones que cumplir. Y el desvelo que él ponga en todas sus horas para cumplir con su comunidad es la más grande demostración de grandeza que pueda rendir. Ese es el patriota, el que lucha abnegada y sacrificadamente por el bien de la comunidad, no el charlatán que habla exaltado de valores abstractos dentro de nuestra comunidad. No. El que trabaja todos los días para hacer más grande el país es el verdadero patriota: el que honra con su conducta, con su numera de ser, dando el ejemplo a todos los demás. Quizá no haya ninguna obra ni más grande ni más hermosa que esta que iniciamos con la unión de los padres, los maestros y los ciudadanos. El formar una nueva comunidad con nuestro pueblo, donde se encarnen esos verdaderos valores, donde podamos afirmar, filosóficamente hablando; que esta es la última razón; que esta es la verdad; que en la escala de jerarquía de los hombres hay una sola cosa que lo eleva por sobre todos los demás, que es la salud de su alma, su espíritu, su bondad, sin lo cual el hombre no sirve ni vale para nada. Todo esto es el pensamiento del gobierno que está en el Segundo Plan Quinquenal. ..
1953-06-16
Ante representantes del Instituto Popular de Cultural social
Yo deseo que mis primeras palabras sean para agradecer la concurrencia de todos los señores a esta para brindarme la satisfacción de poderlos saludar personalmente. Una de las preocupaciones y quizás el problema más fundamental del gobierno es propugnar una organización que posibilite al gobierno, es indudable que no se puede gobernar nada que sea inorgánico, y uno de los inconvenientes más graves del gobierno reside precisamente en la inorganicidad de los elementos que debe manejar y gobernar. Eso ha sido un problema que nos ha preocupado desde el primer día que llegamos a la Casa de Gobierno. Nosotros somos en general hombres racionalistas que no improvisamos, sino que meditamos profundamente los problemas, hacemos una recapitulación de la situación lo más perfectamente posible, la apreciamos en todos sus factores, llegamos a tomar la resolución y, después, organizamos la ejecución de esa realización de esa resolución en planes que vamos cumpliendo sistemáticamente. Para poder actuar de esta manera, nosotros necesitamos que el instrumento esté organizado. Por eso, nuestra primera preocupación fue la organización del gobierno poniendo a tono toda su acción a través de órganos de concepción y de ejecución. Ellos representan al gobierno con una conciencia bien centralizada para que sea armónica, para que sea coordinada. La ejecución ha de ser totalmente descentralizada a través de los órganos del Estado para que no se vea perturbada por los problemas que en cada momento y en cada situación se le van presentando a los ejecutores de la obra. Pero eso no es suficiente, porque eso penetra y resuelve todo lo que centralmente corresponde al gobierno y al Estado, pero no a la Nación misma en su verdadero contenido humano, que es el pueblo. Nosotros pensamos que es indispensable tener un gobierno y un Estado organizados, pero es mucho más indispensable tener un pueblo organizado. Ahora, es natural que los principios que rigen la organización gubernamental o estatal no son los mismos que rigen la organización popular. Por esa razón, yo organice el gobierno de acuerdo con lo que yo creo que debe ser un gobierno; el Estado lo organizamos de acuerdo con la experiencia que tiene el país y con los designios que nosotros tenemos para la realización de nuestra obra. De otra manera, el Estado es el instrumento, es la herramienta de trabajo que nosotros tenemos y así ha sido organizado; le hemos dado un temple, una forma, una característica que es la necesaria para realizar en cada sector el trabajo que comprende a esa institución del Estado. El pueblo no puede ser sometido a esa misma organización por que las organizaciones populares no viven ni conciben en forma absolutamente centralizada como el gobierno, ni ejecutan bajo la directiva inmediata y directa de los organismos del Estado, sino que hacen su vida con sus inquietudes para llenar sus necesidades y cumplir sus aspiraciones. En consecuencia, las organizaciones populares, dentro de nuestra concepción de gobierno, deben ser absolutamente libres. Hemos propugnado esta organización sin tomar la dirección de la construcción organizativa. Es así que las fuerzas populares se han organizado de acuerdo con sus deseos, en las organizaciones que ellas mismas han creído conveniente. Así se estructuró toda la organización popular que responde al sector del trabajo con sus organizaciones profesionales; después siguieron organizándose otras agrupaciones como las de carácter económico, en una Confederación General Económica, con sus organizaciones o federaciones propias, como la de la producción, la industria, el comercio, etcétera. Yo he sostenido que este es un proceso que apenas comienza, apenas ha comenzado en el país y se ha de ir extendiendo a todos los otros sectores del pueblo. Yo no considero una organización si no es de carácter popular, porque para gobernar, lo que necesito tener organizado es el pueblo, y no sectores especializados o de privilegio dentro del República Argentina. Para mí, todas son organizaciones del pueblo, ya representen ellas un sector u otro. Por eso había pensado también, y hemos conservado largamente, sobre la necesidad de la organización dentro de los demás sectores populares, entre ellos, los profesionales, los artistas, los pensadores, los hombres de ciencia, etcétera. Para mí cada uno de esos es un compartimento de esta inmensa organización que forma el cuadro organizativo del pueblo. En el Segundo Plan Quinquenal nosotros hemos dedicado un capítulo a la organización del pueblo. Pensamos que la mejor forma de articular esa organización popular es dejando que libremente se promuevan y realicen las organizaciones sectoriales que la propia población crea prudente y oportuno realizar. Nunca llamé yo a los profesionales ni a un núcleo de profesionales; me he limitado a recibir aquí y dar los consejos que de mí pueden recibir las organizaciones y todos los hombres de buena voluntad que tenga la inquietud de organizarse para la defensa de sus interese profesionales. Dentro de esa organización, me place extraordinariamente recibir hoy a los señores que han resuelto agruparse en una organización a la que yo auguro y deseo que represente al inmenso sector intelectual de los argentinos que, como muy bien ha dicho el doctor Benítez, no presupone orientaciones fijas ni, menos aún, sectarismos inaceptables en las organizaciones populares. Nosotros pensamos que la colaboración está, precisamente, en la heterogeneidad de opiniones y no en la uniformidad de criterios, que, entre los hombres, suele no ser lo más constructivo. Pero si hay una cosa en la que todos deben estar de acuerdo y que es el único objetivo que puede perseguir una orientación popular: es que toda su acción esté encaminada hacia la felicidad del pueblo y la grandeza futura de la Nación, objetivo que no puede diferir ninguno que sea buen argentino. Las organizaciones surgidas espontáneamente, como ésta, y que tengan la finalidad a que me cabo de referir, recibirán del Estado todo el apoyo, toda la ayuda y toda la colaboración que sean necesarios, no porque nosotros queramos realizar un acto de buena voluntad, sino porque, como gobierno, tenemos la obligación de realizarlo. Porque tenemos esa obligación: la de propugnar la asociación lícita de los ciudadanos para el bien común, que también es una obra extraordinaria de gobierno. Nuestra acción es la de aglutinar la población hacia una unidad absoluta y no dispersarla. La de propugnar la unión de los hombres de iguales o parecidas actividades para el desarrollo de una solidaridad entre ellos, es también una función fundamental de gobierno; si no seguiremos hablando de la unidad nacional durante siglos, y no la realizaremos nunca, pues la unidad nacional viene por la unión de los ciudadanos y no por su dispersión. En consecuencia, luchamos para que en el orden político consigamos una acción que nos ponga de acuerdo para marchar sobre los mismos objetivos, aun cuando sea por sistemas o caminos distintos, que no nos interesan. Lo que nos interesa es la finalidad: en el orden económico, para que los argentinos no estemos debatiéndonos en una lucha estéril de unos contra otros para obtener un beneficio que, en el fondo, ha de ser un beneficio único, el de la comunidad; en el orden social, para que emparejemos un poquito las obligaciones y las ventajas y podamos también, dentro de una orden solidario de la vida, ayudar al que no puede ayudarse a sí mismo, y, entre todos, crear una comunidad justa, digna de ser amada y no de ser odiada, como sucede en muchas comunidades injustas y arbitrarias. Esa es muestra de orientación y nuestro deseo, y es también el deber ineludible que tenemos que cumplir como gobierno y que estamos decididos a cumplir, cualquiera sea el sacrificio que debemos realizar. Por lo tanto, yo los felicito por esta excelente iniciativa de organizarse, y Dios quiera que ustedes puedan aglutinar en esta organización representativa, fehacientemente representativa, de la cultura argentina en un inmenso conglomerado que, como dijo el doctor Benítez, tenga la propiedad de reunir en un solo haz de voluntades y de acción a todos los que han tenido la suerte de cultivar un sector, o varios, de nuestra cultura, y con el deseo de que esta reunión de hombres de capacidad llegue a estar formada por todo el pueblo argentino, ya que ese ha de ser una ideal por el que debemos bregar todos: la elevación de la cultura. El poner la cultura al servicio del pueblo es hacer buen uso de ella. La cultura no puede ser sino un instrumento generalizado de la acción de los hombres en beneficio de los demás hombres. No creo que la ciencia ni la cultura puedan estar jamás al servicio del mal de los hombres, sino de su bien; lo contrario deja de ser cultura y ciencia para transformarse en un instrumento negativo de la comunidad. Por eso nosotros sostenemos que la cultura ha de ser popular, y la acción de llevar la misma a la masa es más importante que el cultivar cuatro o cinco cerebros privilegios en el orden de las ciencias o de las artes. Un pueblo culto no es el que tiene unos cuantos sabios y unos cuantos artistas, sino aquel cuyo nivel medio presupone la existencia de numerosos pequeños sabios y pequeños artistas. Yo quiero esa comunidad y no la otra porque es una, comunidad de equilibrio y, en cambio, la otra es una comunidad de desequilibrio. Las grandes desgracias de la humanidad están en los desequilibrios y nuca en los equilibrios. En esto, señores, tenemos ideas bien claras, y es así que hemos encarado -y oportunamente les he de pedir la colaboración a todos ustedes para que les ponga el hombro a nuestras ideas- la elevación cultural del pueblo. Yo sé que muchos se ríen de mí porque siempre digo que tenemos que dedicarnos a formar hombres buenos más que otra clase de hombres. Sostengo que el mundo ha llegado a esta encrucijada porque ha estado “fabricando” malvados en cantidad, en lugar de hombres buenos y prudentes. La ciencia y la cultura no pueden estar dedicadas a formar malvados sino a formar hombres de bien, hombres buenos. Si seguimos en el tren en que vamos, la humanidad no tendrá buen camino para el futuro, según mi manera de pensar. Y cuando analizo lo que está pasando en el mundo, donde los dirigentes, los que han educado y formado a la humanidad del presente, no han hecho otra cosa que formar un bando que se lanza contra otro bando en nombre de banderas que ninguno de nosotros comprendemos y que la mayor parte no sentimos, para destruir todo lo que la humanidad ha construido mediante la ciencia y la cultura, considero que se ha seguido un mal camino. Por eso muchas veces, me he quejado contra aquellos que han hecho de dirigentes, sin merecerlo, frente a la humanidad. Creo, que todavía estamos a tiempo. Empecemos por salvar a nuestro pueblo para que no siga el mismo camino que han seguido otros. Cada minuto que pasa va siendo tarde. Por eso debemos ponernos a trabajar de inmediato todos los que tenemos la responsabilidad de ser dirigentes, ustedes y nosotros. Debemos hacerlo todos de acuerdo, pensando en que quizá mucha parte de nuestra misma gente no tiene remedio porque está irremediablemente perdida. Salvemos lo que podamos aún salvar, empezando a trabajar con los niños y la juventud, para formar un pueblo que tenga el menor número de malvados posibles, porque los pueblos malvados son producto de la superexistencia de los malvados que pululan dentro de la comunidad. Terminar con los malvados es terminar con la mala acción de los pueblos y con la irreflexión de las naciones. Esa tarea nos compete a todos, dirigente, padres -especialmente- y maestros, esperando que cada padre viva un poco como maestro y que cada maestro viva un poco como padre par ir educando hombres. No debemos darle armas a una mala persona. Pienso que cuanto más evolucionado, inteligente y capaz es un malvado, es más peligroso. Prefiero que el malvado sea ignorante. Por eso, considero que antes de dar cultura, de dar alguna de las posibilidades de dirigir o de brindar el acceso a la ciencia, hay que ver si se trata de una buena persona. Es más importante para mí un buen hombre que un sabio malvado; así lo pensare toda la vida. Nosotros debemos dedicarnos un poquito menos a enseñarles muchas cosas a nuestros niños, para perder un poco de tiempo en enseñarle cosas buenas, en enseñarles a ser buenos. Quizá así, si el mundo se dedicase a hacer eso, podríamos cambiar esta humanidad del presente por una mucha mejor. Yo creo que el pueblo más evolucionado y desarrollado es el que tiene más conciencia de su misión, un alma mejor cultivada y valores espirituales más elevados. Esa es toda nuestra responsabilidad. Cada uno de nosotros debemos pensar que cualquiera sea el cargo que desempeñe, sea el más encumbrado o el más humilde dentro de la comunidad, si cumple con su deber, es un gran cargo el que tiene. Yo pienso que el picapedrero que pica la piedra, si lo hace bien, cumple una labor más importante que si yo, presidente de la Argentina, no sé cumplir con, mi deber. En esta sentido, sentirse humilde en el desarrollo de la propia actividad en bien de la comunidad, es para mí, lo valedero y lo importante. Nosotros aspiramos en este Segundo Plan Quinquenal a echar las bases con una nueva orientación al respecto; es decir, trabajar a nuestro pueblo también en el espíritu, tratando de levar sus virtudes desarrollándoselas y haciéndolo capaz de apreciar la virtud superior a toda otra riqueza y a todo otro poder, que no siendo del espíritu, son tan efímeros y tan despreciables. Nosotros tenemos una inmensa tarea que cumplir. Comenzamos el Segundo Plan Quinquenal. En el primero hemos tratado de preparar en el pueblo argentino las condiciones necesarias para poder hablarle de virtudes, porque antes de hacerlo, al hombre hay que conformarlo con su vida. El estado material presupone una buena plataforma para afirmarle las virtudes. Pedirle a un hombre azotado por la miseria, la injusticia, la desgracia y la necesidad que sea virtuoso es como pedirle que sea un héroe o que sea un santo, y los pueblos no están formados ni por héroes ni por santos. Por eso, hemos tratado de dar esa plataforma constituida por un grado suficiente de bienestar que permita basar nuestras ilusiones espirituales en realidades que importen la posibilidad de practicarlas. Ahora, en el Segundo Plan Quinquenal, cuando nosotros hemos creado esa plataforma de apoyo para que se sustenten las dimensiones horizontales, pensamos también en pedirle un poco al cielo, buscando una verticalidad sin la cual el hombre es una bestia o es un mudo y torpe rebaño, como decían los romanos. En esto hemos de empeñarnos decididamente en el Segundo Plan Quinquenal, comenzando por el futuro, que es lo más interesante, es decir, la conformación de nuestros niños y de nuestra juventud sobre nuevas bases filosóficas, que los aparten de la realidad materialista que vive el mundo, sin desconectarlo tampoco en forma absoluta de lo demás, porque hay que buscar en este un equilibrio lo más perfecto posible. El Plan Quinquenal tiene ese equilibrio en sus objetivos, pero hemos de luchar y predicar día y noche donde sea necesario, y formaremos millones y millones de predicadores que difundan la necesidad de ir conformando una comunidad de hombres buenos y prudentes, lo más sabios posible, pero dentro de la prudencia y de la bondad que es característica del hombre útil. Sobre eso, trataremos de construir el nuevo pueblo argentino. En 1950 deposité en la Plaza de Mayo un mensaje para la juventud del año 2000. Ellos dirán de nosotros si hemos sido una generación de hombres capaces y buenos en la dirección, o dirán que hemos sido muy malos dirigentes, como decimos nosotros de la anterior, que ha llevado al mundo a una situación tan terrible como la que debemos enfrentar en nuestros días. Afortunadamente, vivimos casi en el Círculo Polar Antártico, el casquete menos poblado de la humanidad. En consecuencia esa situación de aislamiento nos ha permitido salvar algo, pensamos que la responsabilidad es salvar a los demás y que en el año 2000 esos muchachos nos juzguen por lo hayamos sido capaces de salvar, o cargaremos sobre nosotros la responsabilidad de haber conducido a la República a una situación similar a la que estamos presenciando en otros continentes. Es necesario que sintamos en el espíritu, en el corazón, la inquietud de esta acción constructiva de la comunidad y nos pongamos sin pérdida de tiempo a trabajar cada uno en su sector. Yo he de hablar a los artistas, a los maestros, y tengo la profunda persuasión de que si el mundo entero comenzase hoy a desarrollar esa tarea en todos los pueblos, en veinte años la humanidad tendría que agradecer a Dios y a su destino el no volver a caer en una encrucijada como la actual. Sobre esto es lo que he de pedir a ustedes la inteligente colaboración, porque entre todos podemos realizarlo mucho más rápida y acabadamente. En el llamado que yo he de hacer a todos los argentinos especialmente mi fe y mi esperanza en ustedes, que son los más evolucionados, los que pueden construir más y mejor con menos esfuerzo. En consecuencia, desde ahora, al agradecerles profundamente la distinción que me hacen nombrándome presidente honorario de la Asociación, como así también al comprometerme a dar la primera charla, no conferencia -yo no tengo posibilidades para dar conferencias, pero, por lo menos, si expresar ideas del gobierno sobre estos asuntos tan importantes para nuestro pueblo-, les deseo prosperidad y felicidad, la que merecen los hombres que no sólo piensan para sí, sino que dedican un poco de esos pensamientos para la comunidad. Nadie, señores, ni el más sabio, el más rico, ni el más poderoso, puede realizarse en una comunidad que no se realiza. El luchar por la comunidad es quizás una manifestación indirecta de nuestro egoísmo, porque engrandecerla es la única manera en que nos engrandecemos todos; y, sobre todo, engrandeciéndola espiritualmente, que es la única grandeza que es de Dios, la única a que aspiren los hombres sabios y prudentes. Muchas gracias, señores, por esta visita. Me tienen a mí no solamente al servicio de ustedes, sino con una inmensa simpatía, con esa simpatía que nace del corazón entre los hombres de buena voluntad que juntos se proponen realizar una obra de bien. Muchas gracias. …..
1953-06-24
AL INAUGURAR LA ESCUELA DE PERIODISMO
Señores: Yo deseo, en primer término, destacar el alto honor que significa para mí dirigir desde este lugar la palabra a los compañeros periodistas y expresar mi profundo agradecimiento por ese hecho. Deseo hablar desde esta tribuna, no como un funcionario del Estado, sino como el afiliado número uno del Sindicato Argentino de Prensa, según reza en mi carnet. En ese único carácter quiero hablar desde este lugar. Podría muy bien, siguiendo lo que es común y sacramental en estos actos, haberme hecho escribir algo muy interesante por uno que supiera mucho de periodismo, pero quizás ustedes no hubieran escuchado a un compañero hablar con sus propias ideas sino mentar o mencionar los lugares comunes del periodismo, que todos conocemos, pero eso sería algo así como si nos estuviéramos echando la suerte entre gitanos. Muchas veces he pensado que algún día la historia del periodismo ha de escribir de esta época una página un tanto difícil de expresar; tal complejo de cosas ha creado las circunstancias alrededor de la tarea periodística y publicitaria, que sería difícil de imaginar un caos mayor en el desarrollo del periodismo mundial. En este momento, en el mundo existen empresas periodísticas estatales, empresas periodísticas comerciales y empresas periodísticas particulares. Cada una de ellas ha nacido frente a conveniencias o necesidades de los Estados, de las empresas comerciales, industriales o de la producción, o de los intereses políticos de algunos hombres o sectores de hombres. Las empresas estatales, disimuladas o no, nacieron en la primera guerra mundial de 1914-1918. Este ya es asunto de mi oficio, de manera que yo lo conozco bien. Cuando los militares establecemos los planes de movilización para la guerra, movilizamos también a los diarios. ¡Cómo va a quedar sin movilizar aun fuerza tan importante en la acción de la guerra! Hoy la guerra se hace integralmente. Ya no son los ejércitos los que van a la lucha; son los pueblos, son las naciones, con todo lo que tienen dentro, y los diarios no escapen a lo que está dentro de los países. Por otra parte, la guerra de opinión suele ser tan fructífera y tan dañosa como la guerra con tanques, cañones y aún con las propias bombas atómicas. Los periodistas saben que de cuando en cuando, lanzan cada bombita que hace temblar... Cuando se produce la primera guerra mundial, el mundo comienza a -por eso se llama mundial- a dividirse en dos sectores: todas las fuerzas de un sector se movilizan alrededor de un comando, y los órganos periodísticos formando inmensos grupos de opinión a disposición de los departamentos de Estado o de los estados mayores, comienza a fabricar las noticias-bomba. Esto da nacimiento a lo que después constituye ya una costumbre, porque desde 1914 hasta nuestros días, y quien sabe hasta cuando se prolongará, el mundo vive movilizado. No se desmovilizaron en 1918 las empresas periodísticas estatales que servían, o a los departamentos de estados, o a los estados mayores de los ejércitos en campaña. Esto dio origen a la formación de esos enormes grupos de opinión que son instrumentos que más bien debía pertenecer a los ministerios de defensa de los Estados que a ningún otro ministerio. Las empresas comerciales de publicidad y periodísticas nacen de una circunstancia similar. Cuando los aviadores se den cuenta de que les cuesta mucho la publicidad, se deciden a formar sus propias compaas para hacer su propia publicidad, extendiendo los avisos a los editoriales, a las noticias y a todo lo que pueda favorecer a la venta de su propia mercadería, y entonces esas inmensas compaas pasan a ser un instrumento más de esos fines. De este naufragio de las empresas periodísticas solamente se salvan algunos diarios o algunas cadenas de diarios que, plegadas al movimiento general de la acción publicitaria, sirven para dos cosas: o para defender intereses políticos de personas o de grupos de personas, o sirven como ganzúa o como pistola 45, para otros menesteres del periodismo actual. De todo esto les echamos la culpa a los periodistas, cuando ellos son invitados de piedra en esta clase de fenómenos publicitarios y periodísticos. Es así que la función periodística en el mundo se subalterniza a tal extremo, que se pone a esta noble profesión de hacer justicia y de decir la verdad, al servicio de intereses bastardos que la deforman y la denigran. Todos sabemos que esto es una verdad. Pero no se miente solamente diciendo la mentira; se miente también callando la verdad, que es la forma más hipócrita de mentir. Pero nosotros, entre periodistas podemos y debemos decirnos la verdad. Cuando los muchachos del Sindicato de Prensa me dijeron a mí: “Hay que crear una escuela de periodistas”, yo les conteste: “Yo creo que sí, que ha llegado aquí el momento de crearla y entregarle el destino del periodismo argentino a los periodistas, única manera de que el periodismo tendrá algo que agradecerle a los hombres. Para eso tenemos que formar periodistas”. Señores: el panorama de la República Argentina, con no haber alcanzado un grado tal de deformación como el alcanzado en otras partes, ha tenido también sus naturales deformaciones. Porque aunque nosotros muchas veces nos esforzamos para ocultarlo, este también ha sido un teatro de guerra en 1914 y en 1939, teatro de guerra, que queramos o no confesarlo, ha existido y donde se han librado verdaderas batallas, incruentas, pero batallas al fin, de esa enorme acción en que envolvió al mundo la tragedia de la primera guerra mundial y la tragedia de la segunda guerra mundial. Es natural, que después de la primera guerra mundial, las empresas que se habían comprado en le orden periodístico para la primera guerra se volvieron a vender y se vendieron en forma de acciones o en forma de ventas directas, y se reconstruyó durante esos veinte años de interregno guerrero, un estado de cosas que ustedes conocen mejor que yo. Vino la segunda guerra mundial. Se volvieron otra vez a tomar las empresas como instrumento movilizados para la guerra, y cuando terminó la segunda guerra, volvió otra vez a venderse parte, y parte a no venderse, porque ya existía la amenaza de una tercera guerra. Nosotros nos hemos desenvuelto en ese devenir de hechos que permitieron o no permitieron la acción periodística, y, señores, llegamos al momento actual, en que es necesario, como en los demás órdenes de cosas, echar las bases para un futuro periodístico argentino. Nadie podrá negar en el momento actual, cualquiera sea su tendencia, que la primera prensa argentina ha sido adecentada en alto grado desde 1945 hasta nuestros días. Nosotros, con todos los defectos que podamos tener, hemos terminado con los diarios de asalto, con el chantaje y con las empresas que servían intereses contrarios al país. En este sentido, yo siempre tendré como un insigne honor en mi país, el haber luchando para que esto se realice, porque entiendo que el periodismo argentino, bien merece cualquier sacrificio de nuestra parte, para poner en manos de los hombres bien intencionados, el instrumento necesario para una mejor educación del pueblo y para una mejor defensa de los interese nacionales. Cuando la prensa defiende al pueblo, cuando la prensa educa al pueblo y cuando la prensa defiende los intereses de la comunidad en que está actuando, está cumpliendo con su deber; pero cuando no defiende el pueblo sino a un sector del pueblo, cuando no defiende ni educa al pueblo en base a retorcidas elucubraciones que llevan más bien a la mentira que a la verdad, y cuando la prensa está al servicio de intereses contrarios a los de la comunidad y de la Nación, no cumple con su deber, y es deber de todo argentino terminar con tal estado de cosas, cualquier sea el camino que elija para terminarla. Yo no olvido nunca la inmensa complacencia con que leí el discurso de clausura de la última sesión plenaria del Congreso Argentino de Prensa pronunciado por el compañero Barrios en el año pasado, donde se hace una apreciación y un estudio exhaustivo, sintético, de nuestra situación y de toda la orientación que en nuestro concepto debe seguir el periodismo argentino. Con la Escuela de Periodistas, con mayores conocimientos, con mayores posibilidades, teniendo los periodistas en sus manos el propio destino y el propio futuro de la profesión, siendo ellos artífices así de su propio destino, será la única manera en que nosotros podremos poner en sus manos la posibilidad de ser un instrumento eficaz de bien público. Y nosotros, y por mi intermedio el gobierno de la Nación, lo que queremos de sus diarios, de sus revistas o de sus órganos periodísticos y publicitarios, es que nada más se dediquen al bien de la comunidad, a la defensa de sus intereses y la educación de sus hijos. Si esta función se cumple, el Estado puede darse por satisfecho y el gobierno no tendrá sino que elogiar esa conducta. Formar esta clase de hombres es lo más importante. Para nosotros, señoras y señores, no existen ni hombre ricos ni hombres pobres, ni hombres sabios ni hombres ignorantes, ni hombres poderosos ni hombres humildes. Para nosotros existen solamente dos clases de hombres: los buenos y los malos. Para hacer un periodista, como para hacer a cualquier otro argentino, para nosotros lo fundamental es hacer un hombre bueno, vale decir honesto, honrado, veraz y, sobre todo, patriota y argentino. Si además de todo ello, sabe algo de periodismo, mejor. Pero se nos presenta como un anacronismo terrible poner la capacidad periodística en manos de un malvado. Eso es lo más terrible, es lo más peligroso; porque un malvado, desde semejante posición, puede hacer un mal extraordinario. Y desgraciadamente, según podemos observar en los cuatro puntos cardinales del mundo donde el dominio de los malvados se ejerce, ¡cuanto mal están haciendo a quienes quizá no merecen ser objeto de semejantes males! Por esta razón, como estamos nosotros sufriendo en este momento la acción de los malvados, no queremos que nadie jamás sufra la acción de malvados que nosotros pudiéramos formar para perjudicar a nuestros semejantes. Señores: yo, por razón de mi propia acción y por razón del cargo que ejerzo, he tenido mucho contacto con los compañeros periodistas. Yo no sé si los futuros periodistas que han de formarse en nuestra escuela van a saber mucho más que ellos; se puede decir que la mayor parte de los periodistas que yo he conocido en mi patria tiene la condición fundamental que deben tener: son buenos hombres buenos y hombres honestos. Señores: el formar nuevas generaciones de periodistas con una mayor profundidad en la penetración y compresión de la profesión, con un mejor aprovechamiento de sus propias inclinaciones, tiene una importancia extraordinaria para el periodismo argentino. El capacitar hombres jóvenes para esta función y para la defensa de la propia profesión tiene, para mí, un objetivo que es decisivo y fundamental para nuestro propio futuro. Por esa razón, asigno a la existencia y funcionamiento de esta escuela una importancia que quizá muchos todavía no alcancemos a entrever. Entre todas las funciones para las cuales deben ser preparados los periodistas argentinos, esta la de la propia defensa de la profesión. Yo les he de decir por qué. En mi concepto, tanto las empresas periodísticas estatales como las comerciales o las particulares están servidas por periodistas, pero manejadas por otros intereses y por otros hombres de intereses. Cuando nosotros, los hombres de la calle nos quejamos contra las malas causas que el periodismo defiende, contra las mentiras que propala, contra las infamias que comete, empezamos a hablar mal de los periodistas, que, en este caso, no tienen absolutamente ninguna responsabilidad, porque bien sabemos que las causas innobles que se defienden y las mentiras que se propalan no son obra de los periodistas, sino de los dividendos de la empresas que están sirviendo sus interese. Sin embargo, la culpa se carga siempre en la cuenta de los periodistas; y hoy, en el mundo entero, no hay quien no hable mal de los periodistas. Es una de las injusticias tremendas que se cometen con los hombres, o con algunos sectores de hombres. Yo estoy persuadido de que si los periodistas hubieran de manejar el periodismo, y no los directorios de las empresas que lo financian o los gobiernos que lo manejan, el periodismo en el mundo andaría mucho mejor, y la verdad sería una verdad bien distinta de la que nos conjugan hoy en todos los lugares de la tierra. El único que puede defender la verdadera verdad es el periodista, que no tiene partido en ninguno de los intereses que se juegan. El puede decir la verdad tal cual es, desnuda, si sentir el rubor de ver turbados sus propios intereses, cuando se trata de un periodista veraz y honrado, como deben ser todos los periodistas. Pero tan pronto interesa defender a una mercadería, a una política o a una acción, entonces la verdad pasa a segundo término porque el interés la ha reemplazado. Y cuando hay que defender una mercadería, nosotros sabemos que la verdad es lo que menos cuenta; lo que cuenta es el precio y la mercadería. Cuando las empresas periodísticas se transforman en vulgares comercios de noticias, entonces no hay que hablar de periodismo, hay que hablar de industria y de comercio. Nuestra aspiración, en el orden doctrinario justicialista, está en realizar ese milagro; pensar que algún día en nuestra tierra, el periodismo esté en manos de los periodistas; que quien quiera financiar las empresas se conforme con disfrutar de los dividendos, pero que no entre en el dividendo de la noticia, porque ese no es dividendo que le corresponde a él. Ya sé que muchos compañeros que están aquí pensarán que yo estoy hablando con un cierto grado de inquietud y de idealismo exagerado, porque esto no se ha realizado todavía en ninguna parte del mundo. Pero nosotros estamos realizando precisamente muchas cosas que todavía no se han realizado en ninguna parte del mundo y pensemos que quizá sea posible realizar este milagro en nuestra tierra: que también los diarios cualquiera sea la procedencia de los bienes materiales que lo sustenten, estén dirigidos en su acción periodística solamente por los periodistas, y que ningún periodista esté obligado a escribir nada que repugne a su propio espíritu de hombre honrado y de la profesión. Luchar en todos los ordenes por alcanzar esta finalidad, es luchar por el verdadero periodismo. Yo no creo que el verdadero periodismo sea aquel que establece una gran empresa para ganar doce, quince o veinte millones de pesos a fin de año, a base de haber vendido la mercadería que paga el editorial de la derecha o de la izquierda. No creo hacer periodismo sea crear órganos periodísticos y publicitarios que vendan indistintamente espacio y noticias. No creo que el periodismo sea escalonar en el mundo una serie de oficinas que después se concentran en una gran central y se reparten una vez bien preparadas a gusto de la necesidad de la defensa del interés. No creo que hacer periodismo sea defender la libertad de prensa para poder engañar a todos los que tiene algo. No creo que sea hacer periodismo el defender el acceso a las fuentes de información para poder poner cuatro o cinco espías del servicio de espionaje de los países. Esto es simple y llanamente indignificar una profesión que por si debe ser altamente digna, porque cuando el periodismo pierde la dignidad, ha perdido todo el capital que posee. Cuando esa función puede prestarse indistintamente para el espionaje o para la información veraz del publico, se pone el periodista en una situación tan dubitativa, que no solamente no puede merecer el acceso a la fuente de información, sino que no merece ser considerado en ninguna parte como un hombre de bien, porque los hombres de bien no se dedican al espionaje, así sea al servicio de su propia patria. El espía es un indigno en todo tiempo y en todo lugar. Y cuando uno, por patriotismo, acepta hacer el espía, ha renunciado conscientemente a su propia dignidad. Los espías, así estén al servicios de la patria propia no tiene derecho a invocar su dignidad. Señora y señores: La profesión de periodista, he dicho, tiene su capital en esa dignidad. Solamente respetaremos la idea de los hombres dignos, porque sabemos que sirven a móviles superiores y no a móviles subalternos. Por esa misma razón, el periodista que pierde su dignidad, deformando, ocultando o diciendo falsedades, ese hombre ha perdido el derecho de ser creído, y aunque en el propio pecado lleve la penitencia -porque cuando diga la verdad tampoco se la vamos a creer-, es inadmisible que un periodista, un periodista de corazón, como deben ser todos los periodistas, forme parte de una comunidad en la cual esté perjudicando a los demás con su propia indignidad, que siempre, en todos los casos, salpica. Cuando vemos a un periodista cometer una mala acción, no decimos que este periodista es una mala persona, sino que decimos los periodistas son malas personas. Desgraciadamente, el concepto de extensión es igual para todas las profesiones y, en consecuencia, la defensa de la profesión periodística solamente puede ser hecha en forma de tener algo que agradecerle cuando la realizan los propios periodistas. En esta escuela, yo aspiro a que se formen, en primer término, hombres de bien y hombres buenos, hombres de carácter y hombres libres; porque si alguna condición no puede ser renunciada por el periodista es la de ser un hombre una mujer libre. Pero señores, la libertad no es un artículo que uno pueda importar, manufacturar. La libertad se conquista y se gana con la lucha de todos los días. Si los periodistas quieren ser hombres libres, han de conquistarse su propia libertad, y esa libertad se conquista con la lucha honrada de todos los días, capacitándose altamente para triunfar en esa lucha y formándose una personalidad con una carácter tal que forme en cada periodista un hombre que no solo debe ser obediente, sino que también ha de ser capaz de hacerse obedecer. Nosotros hemos puesto en marcha estas mismas ideas que yo estoy expresando en este mismo momento. Hemos comenzado por dar a los periodistas argentinos, dentro de la comunidad, una posición a la que ellos tienen derecho por su trabajo, por su abnegación y por el sacrificio realizada durante muchos años. Mi primera preocupación, en la Secretaría de Trabajo y Previsión, fue estructurar un estatuto para el periodista, bueno o malo, pero algo a que pudiera atenerse, no solo para entregarle un carnet y abandonarlo para que se fuera a ganar la vida en la calle, como sucedía antes, sino también para que, por otra parte, en los diarios no fuera todo ganancia, sino que también se invirtiera algo en la necesidad periodística. Este fue el primer paso dado en bien de la profesión. Es muy interesante hablar de virtudes y de capacidades, pero también es muy importante sustentar las virtudes y la capacidad en una plataforma de bienestar, que es indispensable para pensar bien, porque yo no creo que la abundancia sea la felicidad, pero sí creo que ayuda mucho. Después de eso, comenzamos nosotros a trabajar racional, ordenada y organizadamente, para constituir propios grupos de opinión. En ellos han encontrado trabajo tranquilo, honrado y libre, una multitud de periodistas argentinos que hacen honor a esos diarios. En este orden de cosas, nuestra orientación no persigue ninguna arbitrariedad ni en el sentir ni en el pensar de las mujeres y de los hombres argentinos. Nosotros solo queremos, con esos grupos de opinión, cumplir los objetivos que he mencionado esta misma tarde, en este mismo lugar. Vale decir, grupos de opinión para la defensa del pueblo, para la educación del pueblo y para la defensa de los intereses de la República Argentina En nuestros grupos no queremos otra cosa que el cumplimiento de esos tres objetivos. Nosotros queremos que todos los argentinos, y especialmente los periodistas, pensemos que esas tres banderas, que esos tres objetivos, nos pertenecen a todos los argentinos, porque son obligaciones imprescindibles de los buenos patriotas. Si estamos de acuerdo en esos tres objetivos, no nos interesa lo que piense y lo que sienta cada uno, pero sí exigimos que se cumpla la defensa del pueblo, su educación y la defensa de los intereses de la comunidad. Al constituir nuestros grupos de opinión, nadie puede ser materialmente favorecido por las consecuencias de su administración, porque ni un solo centavo de lo que producen las empresas de opinión organizadas por nosotros sale afuera de esas empresas, sino que se reinvierte en ellas para ir formando cada día una organización más poderosa; y nosotros esperamos poner esa empresa que tengamos, la aspiración de organizar, en manos de los hombres que salgan de esta casa con estas orientaciones. Solamente así, mediante ese trabajo paciente de todos los días, podremos realizar el milagro al que me he referido: poder poner un día en todos los diarios y revistas argentinos en manos de periodistas y decirles, entonces: “Como usted entienda, como usted sienta, como usted quiera, defienda desde acá los intereses del pueblo, y eduque a ese pueblo y defienda a la Nación”. Solamente cuando se realice eso podremos decir que tenemos libertad de prensa y que tenemos un periodismo al servicio de la comunidad. Mientras, otros intereses se conjuguen en la venta de noticias, de ideas, de críticas o de avisos clasificados, nosotros no podemos hablar de libertad de prensa, porque ese libertad, como he dicho, no se importa por los consejos de los congresos periodísticos realizados a que nos tiene acostumbrados la humanidad del presente; esa libertad y esa justicia que se sostiene desde los periódicos no es producto de importación manufacturada: eso, o lo hacemos nosotros o nadie lo hará en nuestro reemplazo. Dios quiera que la Providencia nos ayude para realizar este programa. Yo estoy absolutamente seguro de que el tiempo nos ha de dar la razón. Y aun en el peor de los casos, si todas nuestras ideas no llegasen a cristalizar en el tiempo, si todo esto quedase solamente en un esfuerzo esporádico, habríamos, sin embargo, producido un gran bien al país; o, por lo menos quedaría el consuelo de decir, al no haberlo realizado acabadamente, que nosotros aquí no podríamos hacer nada peor que lo que hoy estamos sufriendo en el mundo por la acción de las agencias noticiosas y con el periodismo internacional. Señoras y señores: para terminar, yo solamente deseo pedirles a todos los compañeros periodistas que hagan el esfuerzo final para unificar sus fuerzas; la defensa de la profesión la van a hacer mejor si están todos unidos. Yo sé que esto es difícil, pero no es imposible. Por eso les pido que, organizándose en una sola gran asociación, se dediquen a la defensa de los intereses profesionales, porque en eso es en lo que yo cifro las esperanzas de un periodismo regenerado, dignificado y enaltecido. Ustedes son los únicos que pueden llevar ese objetivo al periodismo argentino. Si ustedes no lo hacen, pueden estar seguros de que nadie lo hará en reemplazo de ustedes. Al poner en este día, diremos, la piedra sillar de esta organización periodística alrededor de una escuela, les recuerdo que todos deben cuidarla con amor, que todos deben vigilarla minuciosamente, para que salgan de ella los mejore hombres y las mejore mujeres, buenos y capacitados; para que el periodismo argentino pueda ser un orgullo más de esta hermosa patria por la que todos nos sacrificamos de una manera o de otra; para que ese periodismo que surja de esta nueva escuela periodística argentina surja también con nuevas ideas y con nueva savia, y para que en el futuro, cuando las generaciones del año 2000 echen una mirada retrospectiva sobre nosotros, tengan, por Dios, algo que agradecernos. ….
1953-06-25
ANTE LA PLANA MAYOR Y OFICIALES SUPERIORES DE LA POLICIA DE BUENOS AIRES
Agradezco a Su Excelencia, el señor gobernador de la provincia de Buenos Aires, y a todos ustedes, la amabilidad que han tenido al llegar hasta esta casa para que yo tenga la inmensa satisfacción, siquiera sea muy de vez en cuando, de poderles estrechar la mano. Yo conozco, a lo largo de una numerosa información, cual es la tarea que ustedes desarrollan, el esfuerzo que cumplen y el deber que hacen efectivo en cada uno de los puestos que la Providencia ha puesto en manos de ustedes. Si esto pudiera encomiarse en alguna parte, es precisamente en la provincia de Buenos Aires, dado su inmensa extensión y el reducido número de sus fuerzas de policía y de seguridad, lo que habla muy bien de dos cosas: primero, de la buena conducta de los habitantes de Buenos Aires y, segundo, del buen comportamiento de sus elementos policiales, que efectivizan un trabajo superior, verdaderamente, a la cantidad de hombres encargados de las funciones. Buenos Aires es, posiblemente, con relación al número de sus habitantes y de su extensión, el sector de la República Argentina que se cuida con menor número de fuerzas policiales. Sé bien cómo cumplen ustedes esas funciones de acuerdo con una nueva concepción de la doctrina nacional. Nosotros hemos dicho que el Gobierno, más que obligar a los hombres, quiere persuadirlos; más que aplicar sanciones o efectuar represiones prefiere actuar con prevención en todos los casos. Y en ese sentido, dentro de las limitaciones naturales que la función policial tiene, yo sé que ustedes cumplen perfectamente con las mismas. Sin embargo, aprovechando esta ocasión en que estamos aquí, entre compañeros de trabajo en una función que nos es común a todos los agentes del Estado, quizá como el más viejo y con mayor responsabilidad, quiero darles algunos consejos que permitan cumplir de una manera más acabada toda nuestra concepción hecha pública en la Doctrina Nacional. Empezaré por decir que la Doctrina Nacional es una idea matriz y bases, dentro de la cual actuamos todos los argentinos, cualquiera sea nuestra manera de pensar o nuestro modo de sentir. Los argentinos tenemos distintas ideas; podemos tener todas las ideas que se nos ocurra, pero ninguna de ellas puede estar en contra de los intereses de la Patria. Por eso hay intereses que nos unen y objetivos que nos hacen proceder a todos de una misma manera. Un argentino puede aquí estar en contra de todos, menos de la justicia social, que nos es necesaria a todos; de la independencia económica, que es la base de todas las conquistas; y de la soberanía política, que es la dignidad misma de la Nación. En ese aspecto, hay intereses y hay objetivos en contra de los cuales no puede estar ningún argentino sin ser un traidor a la Patria. Y ésta no puede ser una patria para traidores. La doctrina nacional no da sino esos objetivos: tres objetivos para servir a dos finalidades fundamentales. La primera, para labrar, en la medida de lo posible, la felicidad de nuestro pueblo, aspiración elemental de todas las comunidades; y la segunda, para que, despacio, vayamos todos los días acumulando en esa felicidad creaciones, valores y riquezas que aseguren la verdadera grandeza de la Nación. La Doctrina Nacional no hace sino unificar y dar dirección a los esfuerzos de todos los argentinos para que en consecuencia de esos tres objetivos y esas dos finalidades, podamos todos los días hacer algo por nosotros mismos que, a la vez sea un esfuerzo que realicemos por todos los demás. Podemos estar en contra de otras cosas, pero menos en esto. La doctrina nacional exige solamente a los argentinos que estemos de acuerdo con esto. Ahora bien, si uno piensa negro y otro blanco, si uno queremos una cosa y otros otra, es una cuestión de domestica que no tiene valor trascendental dentro de la vida de la Nación. En esta Doctrina Nacional, la policía también tiene su función, como la tenemos todos los ciudadanos; una función especifica. Si en esa función el trabajo diario se inspira en esos objetivos y se realiza dentro de las finalidades, la policía cumple de la mejor manera con sus funciones. Todos los argentinos sabemos que es lo que tenemos que hacer. Yo sé aquí muy bien cuales son mis obligaciones. Si no las cumplo, es porque no quiero, no porque las conozca. A todos los argentinos les debe pasar lo mismo; en esa lucha, nadie debe ignorar cuál es su puesto de combate y cual es su obligación que tiene en esa lucha. Luchar por esos tres objetivos es la tarea de todos los días, y cumplir esas dos finalidades en la forma de ejecución simple y llana de nuestra función, también es tarea de todos los días. Un pueblo no puede ser feliz, por ejemplo, si esta oprimido. En consecuencia, si nosotros trabajamos por la felicidad del pueblo, la policía no puede oprimir a la población en ningún sentido porque de esa manera le resta bienestar y está lejos de cumplir estas finalidades fundamentales. La función de la policía no es oprimir, ni tampoco sancionar, ni tener hambre y deseo de hacerlo. Su función es, más bien, de prevenir, diciéndole al que esta por cometer un delito: “Cuidado no lo haga por que lo va a llevar la policía”. Eso es fundamental y es función también de la policía educar al pueblo, que es la mejor prevención. Es la esfera de acción donde actúa debe ser, además de un policía un maestro y un amigo, una ayuda permanente que el bien público pone en manos de cada uno de los ciudadanos. Por otra parte, el asegurar la verdadera libertad no consiste en dejar hacer lo que cada uno quiere, sino no hacer que cada uno cumpla con la Ley. Solamente se es libre cuando se somete a la ley y se somete a ella. Si uno no es esclavo de la ley, los hombres difícilmente llegan a ser libres. Esa es nuestra función. Ustedes son una prolongación de nosotros. Nosotros estudiamos y concebimos las grandes formas; ustedes las realizan en nuestro nombre y delegación en cada uno de los puestos en que actúan como agentes públicos. La tarea es bien simple, es cuestión de pensar como hemos de realizarla en cada uno de los actos de nuestra vida y no proceder impulsivamente, sino que, en cada acto policial que realizamos, en cada acto que intervenimos debemos hacernos la siguiente pregunta: 鎿Cuál debe ser mi proceder en este caso para asegurar la felicidad del pueblo y la grandeza de la Nación y cumplir los tres objetivos fundamentales de la doctrina nacional?”. Si nosotros sometemos nuestros actos permanentemente a eso, no cometeremos ningún error; tendremos nuestra conciencia en permanente vigilancia den cada uno de nuestros actos, sometimos a hechos que todos conocemos y que todos interpretamos. Por eso, señores, la tarea policial en nuestros días no puede ser una nebulosa porque sabemos lo que queremos, y no puede ser tampoco discrecional, porque no servimos a ninguna otra causa que no sea la causa de la Nación, cuyos objetivos y finalidades están en nuestro poder. Ni la policía ni las cuestiones externas de la función policial pueden, en el cumplimiento de nuestro deber, desviarnos de esas dos finalidades fundamentales y de esos tres objetivos principales. Nosotros no queremos una policía que deje de cumplir su labor policial para cumplir una misión policíaca que no le compete; queremos una institución policial, no un nuevo partido político, porque para partido político tenemos ya creado uno bastante grande. Ahora, es indudable que la política que cumple la policía es la de la doctrina nacional, que es la una política fuera de la cual ningún argentino puede estar. Esto presupone una aclaración que es simple en todos los casos. La policía es una institución del Estado y el Estado depende del gobierno, de manera que la policía es una institución gubernamental; actúa por delegación de la autoridad gubernamental; en consecuencia su misión esta en inspirar todos sus actos en las concepciones y directivas del gobierno de quien el policía es una delegado directo. Esa es la función policial. De manera que tiene una función política que realizar, pero su función política es estatal, no partidaria. El policía deben tener su norma política dictada por su gobierno y hacerla cumplir dentro de la concepción y orientación gubernamental, no de los partidos políticos pero sí de los funcionarios que el pueblo ha puesto en la dirección de la Nación. Cuando se dice que la institución policial es una institución política se dice el disparate más grande que se puede concebir. Su función es eminentemente política, claro que no politiquera, política que es muy distinto. La función policial es la que fija en cada lugar de su jurisdicción la política que la población debe seguir en todos los aspectos que dependan, de una manera directa o indirecta, de la acción estatal gubernamental. En consecuencia, el policía actúa en nombre del Estado, o, en otras palabras, en nombre de la institución más respetable en la Nación, que es su propio Estado, dentro de la cual el gobierno es la cabeza y el órgano directriz. Nadie puede cumplir bien una función policial si no inspira su acción permanente en la de quien ha delegado en él la función de ejecutar lo que el otro concibe. Por esa razón, aclarar bien esta función dentro de los agentes del Estado es otra de la cosa que la Doctrina Nacional ha realizado. Un agente de Ministerio de Industria y Comercio o de Salud Pública no es sino un policía sin uniforme que, en delegación del gobierno, cumple y hace cumplir las leyes frente a la industria, al comercio o la salud publica de la Nación. Es indudable que aquellos que vigilan el cumplimiento de la ley tienen también la autoridad suficiente para someter a los que delincan en ese aspecto. Por eso, el de Salud Pública no lo mete preso al que está enfermo, pero lo cura; y el de Industria y Comercio no detiene al comerciante que se equivoca en la elección de los medios de su acción, pero lo aconseja, lo llama, y de cuando en cuando le aplica la multa correspondiente. Nosotros somos todos policías, policías en una acción o policía en otra acción. Vale decir, que somos agentes del Estado para el cumplimiento de las leyes, teniendo en nuestras manos la facultad de reprimir, como también de prevenir. De ahí que la función policial o la acción estatal en todos los campos presupone dos acciones fundamentales: la prevención y la represión, en nombre de la ley, a través del gobierno y del Estado. Por eso, señores, nuestra función no solamente es noble y honorable, sino que también es dignificadora, para lo cual la primera condición del agente estatal es su propia dignidad: únicamente pueden enaltecer la función pública los hombres dignos de ella. Nosotros pensamos que no importa en que se cumpla el deber estatal: importa el deber mismo. Cumple mejor su función estatal el más modesto auxiliar del más alejado puesto, cuando cumple con su deber, que el presidente de la Nación que no quiere o no sabe hacerlo. Es más importante ese funcionario que cumple bien, que el otro que deja de hacerlo, cual quiera sea la jerarquía que invista. Nosotros consideramos a la función pública desde ese punto de vista y creemos que no todos los ciudadanos honran a los cargos. Es más importante el honor que los honores. Nosotros, los argentinos tenemos que pensar siempre que haremos una patria grande y respetada cuando en cada uno de nosotros viva un hombre un poco grande y un poco respetado. Por otra parte, la policía argentina viste un uniforme que ha sido siempre honrado en todas las latitudes de la República. Dios quiera que la honra con que los argentinos hemos dado brillo al uniforme policial sea cada día mayor y más pura. Parte de ese brillo y de esa pureza está en la mano, en el corazón y en el proceder de cada uno de ustedes. La institución policial se honra en cada uno de sus agentes, cualquiera sea la jerarquía que invista. Por eso, para terminar, yo solamente he de hacerles un pedido en nombre de la Nación y en nombre de la institución policial: sean celosos observadores del deber y minuciosos inspectores de ustedes mismos y de los demás, para que todos los días trabajemos para tener una policía que sea el mayor orgullo para los argentinos; para que la institución policial, respetada y amada por su pueblo, sea el instrumento inflexible del cumplimiento del deber ciudadano, y para que en la provincia de Buenos Aires, tan ilustre por tantos aspectos en la historia de la República, seamos nosotros los agentes estatales de su honor y los custodios de su gloria y de sus tradiciones, y seamos, también, quienes agreguemos cada día una hoja de laurel a esa corona que tanto honra el nombre de Buenos Aires. .
1953-06-26
ANTE EL PERSONAL DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y PREVISION Y REPRESENTANTES DE LA CONFEDERACION GENERAL DEL TRABAJO
Compañeros: Una vez más, me siento feliz de poder estar en este recinto, donde comenzamos hace ya, casi diez años nuestro trabajo. Es indudable que para mí, los recuerdos que guarda esta casa son siempre profundamente emotivos, y más aún por encontrarme acá con viejos compañeros de inquietudes y de labor. Soy muy feliz en poder llegar en esta primera oportunidad desde que se ha hecho cargo el compañero Giavarini del Ministerio de Trabajo, porque él es un hombre que formó las primeras filas, en los primeros momentos de trabajo de la antigua Secretaría de Trabajo y Previsión. Por eso, el que un compañero que comenzó siendo delegado en el interior, llegue a ministro de trabajo, para mí es una satisfacción que comparto con la misma alegría y el mismo júbilo que habrá llenado su corazón al volver a esta casa. El Ministerio de Trabajo y Previsión tiene en sí una tradición que fija su objetivo. Está en el honor de cada uno de los hombres y de las mujeres, que como agentes del Estado prestan servicios en él, en mantener siempre al tope esa bandera de tradición que caracteriza al Ministerio de Trabajo y Previsión. En 1944, cuando llegamos por primera vez a esta casa, pusimos un gran letrero en la puerta que decía: “Esta es la casa de los trabajadores”. Esa es una consigna, es un objetivo y es una misión que esta casa no debe olvidar jamás. Pasaron los años y cuando desde el gobierno ya estructuramos la organización de los ministerios, vale decir, la organización del Estado, al Ministerio de Trabajo, que surgió por esa ley, le asignamos ese mismo objetivo y esa misma misión. En la ley de los ministerios nacionales, el Ministerio de Trabajo, recibió la función fundamental de hacerse cargo de todo lo que se refiera al trabajo y a la previsión social, como lo indica su nombre. Es indudable que esa misión puede cumplirse de distintas maneras. Ya sea de una manera altamente técnica, fríamente técnica, con ese tecnicismo que mata todas las grandes obras del hombre, porque a medida que la técnica se acentúa se va también deshumanizando la función. La otra manera es considerar que el hombre es en nuestro pueblo, en la actividad del trabajo, y de la función de producir hasta la función de consumir, el eje alrededor del cual giran todas las preocupaciones y todas las aspiraciones del país. Y entonces se aleja un poco de la función fríamente técnica de los funcionarios y de las reparticiones del Estado para humanizar la función de gobierno. Lo que nosotros queremos es que la técnica no vaya matando el sentido humanista con que esta casa comenzó a funcionar y comenzó a triunfar desde su creación. Cada una de las grandes actividades del país está encuadrada dentro de uno de los ministerios del Estado, en forma que ha sido posible crear dentro del organismo estatal, no solamente la articulación orgánica necesaria, para inducir primero, impulsar después, realizar luego y consolidar finalmente, todas las acciones destinadas a dar un cumplimiento acabado a la función del gobierno. Dentro de eso, la Secretaria de Trabajo, creada en 1944 y lanzada a las grandes proyecciones de sus conquistas, ha ido acentuando día a día su trabajo. Sin embrago, creo yo, que es menester ponerse seriamente a la función de revitalizar esta vieja casa para que el anacronismo que sucede siempre de la rutina sea reemplazado por las ideas jóvenes que surgen todos los días, renovándose para crear nuevas situaciones, nuevas posiciones, nuevas aspiraciones, que es el devenir permanente de la vida. No actuar dentro de esa función, anquilosando en cierta manera una tarea burocrática, es la muerte de todas las instituciones, por poderosas, por gloriosas y por hermosas que ellas sean. Esta casa desde su creación se caracterizó por eso: nosotros, todos los días promovíamos desde acá una idea nueva en defensa de nuestra misión y en cumplimiento de nuestro objetivo. Todos los días salíamos a la calle con una nueva conquista que propugnábamos para los trabajadores, un nuevo reordenamiento de las cosas, una nueva aspiración que se lanzaba a la consideración del gobierno y del pueblo argentino. Éramos así, la fuerza motriz de ese inmenso movimiento que comenzó a caracterizarse después como nuestra propia doctrina justicialista. Eso todo tuvo su origen de acá. La independencia económica y las reformas económicas que a ella llevaron, salieron de acá, tuvieron su idea inicial es esta casa. Se fueron creando problemas, se fueron lanzando problemas para que el gobierno se viese obligado a resolverlos. Todos los países, todos los pueblos y todas las comunidades, tienen dos clases de problemas: los que tiene solución y los que no tienen solución. Los que no tienen solución, es mejor no mencionarlos ni ponerse a resolverlos. Pero hay un gran número de problemas que tienen solución, y para que eso suceda, es necesario ponerlos en evidencia, discutirlos y lanzarlos a la consideración pública para que el gobierno se preocupe y los resuelva; si tienen solución, la solución hay que buscarla. Esa fue nuestra primera acción y fue también nuestra principal virtud: el extraer un sinnúmero de problemas que dormían desde hacía decenios sin que nadie se animara a sacarlos a la vista y a la consideración del pueblo argentino, porque habían intentado muchas veces timoratamente, resolverlos y se habían sentido todos impotentes. Nosotros estudiamos, hicimos los dos grupos, los que podían resolverse y los que no podían; dejamos los que no podían para que los resolvieran después; pero los que tenían solución y los que podían resolverse, desde aquí los echamos a la calle, los agitamos, los movimos y se resolvieron. Esa es una indudable tarea de realización. Yo he dicho muchas veces que los movimientos como el nuestro necesitan de dos clases de individuos: los realizadores, que son los hombres que se ocupan de esto, de tomar los problemas que duermen olvidados o temidos por los hombres; si tienen solución, se sacan para que resuelvan. Esas es la tarea de los hombres de acción; luchan hasta que se realizan; si es posible, lo realizan ellos mismos. Y la otra clase de individuos que necesita nuestro movimiento, son los predicadores, esos que salen y van llevando la persuasión, porque en general, cuando se lucha por doctrinas como la nuestra, no es suficiente que un corto número de hombres comprensivos e inteligentes y capaces comprendan lo que es en fondo una doctrina de realización como la nuestra. Es necesario que la conozca hasta el último hombre del pueblo, hasta el más humilde o más ignorante, a él hay que llegarle con la persuasión. Por eso es menester que existan millones se predicadores; millones de personas de buena voluntad, que no necesitan ser ni sabios ni poderosos, es suficiente con que penetren lo fundamental de nuestra doctrina y sepan esparcirla en los medios donde todavía no ha llegado. Porque nuestro gobierno, como he dicho muchas veces, no intenta obligar a los hombres sino que prefiere persuadirlos. Es esa persuasión la que va formando la opinión que nosotros necesitamos para triunfar con nuestra doctrina y con nuestras realizaciones. El Ministerio de Trabajo y Previsión dio origen a esa tarea. De aquí se salieron los primeros realizadores y salieron también los primeros predicadores. La primera prédica se hizo aquí, en este mismo local. Cuando llegué yo acá, no era una situación muy confortable. Comenzábamos porque yo era vicepresidente y ministro de guerra, y cuando fui a pedir al gobierno que me nombraran presidente del Departamento Nacional del Trabajo, me imagino que todos los que estaban ahí se han de haber reído interiormente de lo que yo pedía. El antiguo Departamento Nacional del Trabajo, todos conocemos que era un organismo intrascendente e inoperante. Y la gente que creía que yo no tenía ambiciones de grandes puestos y que querían brillar mucho por mi actuación en esos puestos, indudablemente hubo de tener un desencanto cuando yo pedí ese intranscendente e inoperante Departamento Nacional del Trabajo, para hacerme cargo de él, ofreciendo en cambio la vicepresidencia de la república y el ministerio de guerra. Yo sabía, que desde la Secretaria de Trabajo podría realizar una obra mucho más trascendente que la que podría realizar de ningún otro cargo y, en consecuencia, decidí cambiar cualquier otro por ese Departamento Nacional del Trabajo. La revolución estaba en marcha amenazada de tomar senderos que no eran los que traerían la solución anhelada por pueblo argentino. Nosotros pensábamos que esa revolución no podía tener solamente un carácter político, sino que tenía una carácter social, y que la repetición de numerosas revoluciones en nuestro país, se debían precisamente, al error de enfoque en la solución de los problemas que las habían producido. Siendo así, el dar un carácter social, en otras palabras el entregar al pueblo la bandera de la revolución era realizarla. Y el mejor medio de hacerlo, era precisamente, creando una organización alrededor de la cual, numerosas personas de buen voluntad, leales a los fines que se perseguía, se pusieran a trabajar, para entregar esa bandera de la revolución al pueblo, para que después no volviese a los cuarteles conjuntamente con las tropas que regresaran a ella. Fue así, que surgió la Secretaria de Trabajo y Previsión, sobre la base de ese antiguo Departamento Nacional del Trabajo. Comenzamos nuestra tarea aquí, que no fue fácil, comenzamos a llamar a los gremios para decirles cual era nuestra intención y cuales eran nuestros deseos. En ese entonces, recuerdo que los gremios tenían en gran parte a los dirigentes comunistas a su frente. Llegaba aquí, yo estaba en mi tarea; llegaban diez, yo les hablaba; llegaban mil, les volvía a hablar; llegaban cinco mil, les hablaba de nuevo; llegaban tres, también les hablaba. Y así, de poco a poco fuimos llevando a la inquietud de esas masas olvidadas, la esperanza de que en el organismo estatal hubiese alguien que se ocupase de sus problemas, tantos años despreciados y olvidados por el poder público. Fue así que esta casa y esa función fue adquiriendo paulatinamente el predicamento político que en ese momento no tenía nadie. Todo el mundo creyó que yo era un vivo más, que venía acá para utilizar a los obreros como los habían utilizado todos, y después que me encumbrase en el gobierno, les daría la consabida clásica patada de todos los gobernantes. Y probablemente yo ya hubiera terminado mi función, si hubiera sido tan estúpido como que hubiera repetido el procedimiento de tantos años. Nadie se imaginó que yo esto que venía a hacer acá, lo venía a hacer sinceramente y de corazón. Y en consecuencia, cometieron todos el error de juzgar esta acción como una acción política más y en juzgarme a mí como secretario de trabajo y previsión de aquellos tiempos como a un político más. En las dos cosas se equivocaron. Ni éste era la repetición de un acto político sino un acto de justicia y de realidad, realizado con sinceridad y con lealtad, sin engañar a nadie y luchando con todas las fuerzas y con todos los entusiasmos por la causa que establecimos. Ese fue el primer error que cometieron en la apreciación de ese hecho, y el segundo fue el juzgar que yo era un político más. Error que estaba en juzgarme a mi un político, porque no era político, y uno más porque yo no venía casualmente a realizar ninguna tarea política; yo venía, en el fondo, no hacer politiquería a la Secretaria de Trabajo y Previsión, sino a encarar la solución de numerosos problemas, para los cuales necesitaba el apoyo del pueblo, que era lo primero que yo quería ganarme. Cuando gané ese apoyo, fue que salimos a la calle a imponer lo que nosotros creíamos que era justo y conveniente para la Nación. Tuvimos algunos tropiezos, pero a pesar de esos tropiezos triunfamos, y cuando se triunfa, generalmente se olvidan todos los tropiezos que se han tenido para alcanzar el triunfo. Pero con esto, señores, nosotros afirmamos una tradición a esta casa, tradición que es lo que le debe dar vida espiritual y existencia digna a la casa, y que fija para todos los agentes del Estado que en ella actúan, una norma, una norma de conducta basada, no sólo el cumplimiento del deber, sino en el respeto y en la continuación de una tradición que hizo de esta oscura casa del Consejo Deliberante, una casa de dignidad, de honor y de realizaciones para el pueblo argentino. Yo sé que todos los viejos compañeros que me escuchan, son hombres que se han formado en esa escuela de la tradición de la casa de los trabajadores. Yo sé bien que cualquiera sean las etapas de nuestras realizaciones, vamos pasando de épocas tranquilas a épocas agitadas, de épocas de mucho trabajo a otras de poco trabajo, en que uno también descansa un poco, porque todo cansa en la repetición de las cosas, pero, hemos cumplido la primera etapa. Y probablemente en el primer Plan Quinquenal, el Ministerio de Trabajo pudo ocuparse, un tanto burocráticamente, de consolidar y de fijar todo ese inmenso trabajo que realizamos en la Secretaría de Trabajo y Previsión el año 44’, 45’ y hasta parte del 46’. Todo ese inmenso trabajo que estaba en acción, fue necesario hacer su codificación, su estudio minucioso, su análisis profundo, para establecer una consolidación. Y efectivamente, el Primer Plan Quinquenal, fue más bien el Plan Quinquenal de la independencia económica; la lucha fue más que nada de carácter económico. El Primer Plan Quinquenal figurará en la historia del gobierno argentino y del pueblo argentino como el plan de la independencia económica. Es allí donde la República vio la consolidación de toda la obra social realizada por la antigua Secretaria de Trabajo y Previsión, dándole una plataforma y un basamento económico, sin el cual ninguna justicia social puede consolidarse en forma permanente. Por esa razón, la Secretaria de Trabajo y Previsión, realizando un inmenso trabajo, dejó la tarea, diremos, menos brillante, pero más efectiva, que es la que ustedes han realizado durante el Primer Plan Quinquenal: ir fijando y consolidando en leyes, en decretos, en reglamentaciones, toda esa inmensa labor de promoción de la justicia realizada por la vieja secretaría. Pero ahora viene el Segundo Plan Quinquenal. En el Segundo Plan Quinquenal, nosotros hemos establecido para la Secretaría de Trabajo y Previsión, es decir para el Ministerio de Trabajo y Previsión, toda la tarea de legislación, de codificación y de consolidación de todo cuanto se ha realizado anteriormente, como asimismo, hemos agregado los objetivos que faltan aún por completar en la realización. Vale decir, que el Ministerio de Trabajo y Previsión, en el Segundo Plan, tiene una tarea que presupone conjuntamente, la acción realizada por la Secretaría de Trabajo y Previsión y por el Ministerio de Trabajo y Previsión en el Primer Plan Quinquenal, vale decir, promover un sinnúmero de cuestiones que es necesario realizar, y simultáneamente, hacer la consolidación de todas esas conquistas y de todas esas realizaciones. Esta tarea tiene un tanto de trabajo común y rutinario, pero tiene también la promoción de muchas cuestiones que es necesario estudiar y organizar minuciosamente, tarea bastante compleja para realizar por el personal de este ministerio. Pero, señores, dentro de esa planificación y racionalización de la función pública, existen formas y formas. Es necesario que el personal de la casa trabaje con verdadero amor en la realización de esas funciones. Solamente así podrá realizarlo acabadamente. Las obras que el hombre realiza con amor, como los hijos del amor, son siempre más bellas que todas las demás. Si en algún lugar es menester que el funcionario público o el agente estatal realice una obra con amor, es en el Ministerio de Trabajo y Previsión. Casi todo el personal de esta casa bebió en la fuente originaria de la justicia social de la vieja Secretaría de Trabajo y Previsión, y allí tomó una tradición que es el origen mismo de la tradición de la justicia social argentina. Por esa razón, yo les pido a todos que no solamente realicen una tarea de funcionario o de agente público, sino que piensen que esta casa es de cada uno de nosotros; que es todo el orgullo de la tradición justicialista argentina; que aquí pusimos nosotros la piedra fundamental sobre la cual elevamos todo el edificio de nuestras realizaciones; aquí es la meca de nuestra iniciación, y ésta es también, la inspiración permanente del movimiento justicialista. Es necesario volverle a esta casa, la característica de 1945, cuando luchábamos todos los días, a todas las horas por imponer aquello que considerábamos justo, y que fue la base y el punto de partida de todas las realizaciones justicialistas de la Argentina. Yo recuerdo que en 1945, cuando trabajábamos aquí, atropelladamente en todas partes, venían enormes cantidades de personas que entraban, salían, se movían; esto era un hormiguero, porque era también un hormiguero de ilusiones, de fe y de esperanzas para nuestro pueblo, muchos me aconsejaron: che hay que organizar, esto es un bochinche. Yo les decía: vea no, nosotros no creemos que se puede organizar esto en forma muy perfecta; aquí es la casa donde todo el mundo entra y todo el mundo tiene cabida; esta es la casa donde la gente viene a pedir algo que cree justo y que se le niega, o viene a buscar, diremos, de satisfacer una necesidad. Y es efectivamente cierto. Yo quería que la Secretaría de Trabajo fuera un lugar donde vinieran esos que no los admitían en ninguna parte; ése que se sentaba ahí, en la plaza, y venía el vigilante y le decía: “circule”; ése que se paraba en una esquina y venía otro y le preguntaba “que está haciendo usted ac. Y yo siempre decía, bueno, ese pobre hombre tiene que tener algún lugar donde vaya y le digan; 鎿que quiere, amigo?, siéntese, tome un caf. Y nunca quise organizar eso, porque la organización en ese sentido no es, o está un poco, en antagonismo con esa soltura, con esa amabilidad y con ese cariño con que nosotros creíamos que había que tratar a esa gente en esta casa. Si yo hubiera organizado las colas, y bueno, una vez que hubiera organizado la cola hubiera habido más orden, pero la gente hubiera estado quince horas esperando ahí, y se hubiera ido sin satisfacer sus deseos y sin siquiera considerar que había una parte en la República, donde a él, que no lo recibían en ningún lado, lo recibían amablemente y con cariño. Y poco a poco hasta eso se organizó. Hasta se fue creando aquí una organización un tanto empírica, pero nosotros satisfacíamos un sector insatisfecho de muchos pobres hombres o pobres mujeres, que no tenían donde recurrir para contar siquiera sus desgracias. Así esta casa fue la casa de los trabajadores, de los pobres, de los necesitados, de los enfermos, que después la señora Eva Perón convirtió quizá en la casa donde todos los desgraciados, los desheredados, los necesitados, encontraron, si no la satisfacción plena de sus necesidades, por lo menos una mano amiga y un corazón hermano que les dio la ayuda que pudo darles. Esto fue la tónica que animó a esta casa, tónica que no debe perderse; que cualquiera sea la organización o el trabajo que realice, debe conservar ese humanismo, profundamente práctico, que dio a esta casa una alma distinta a todas las reparticiones públicas. Aquí no se veía el espectáculo del empleado detrás de la ventanilla leyendo la fija el sábado, que no atendía a nadie y que trataba a todos con desprecio o con mal humor. Aquí, fue toda gente humilde y buena, que se preocupó más del problema de los demás que de su propio problema. Esta casa tuvo siempre esa característica, y no la debe perder jamás. Aquí hicimos efectivo aquello que nosotros dijimos el primer día que llegamos: aquí a nosotros nos pagan para servir al pueblo y para servirlo bien y con cariño, y eso lo hemos mantenido en esta casa. Mantenerlo en forma permanente y prolongarlo en el tiempo, es mantener la tradición de la Casa y hacer de éste un refugio del humanismo, indispensable en todas las comunidades y que a menudo se olvida. Por eso compañeros, yo sé que ustedes, en el Segundo Plan Quinquenal van a trabajar con el mismo entusiasmo con que han trabajado siempre, van a conservar ese espíritu, esa mística y ese, diremos, sentimiento profundo, que es el respeto y la prolongación de la tradición de la casa. Y sé también que el señor ministro de trabajo, el compañero Giavarini, que vivió las horas iniciales un tanto complicadas de las primeras realizaciones de la Secretaría, que acompa siempre desde su puesto de combate todas nuestras luchas, que fue, además de un realizador en su cargo, un permanente predicador de nuestra doctrina, dará a esta casa el sello inconfundible de su tradición, ya gloriosa dentro del país. Por esa razón, compañeros, yo me siento muy feliz al verlos a todos ustedes reunidos, sabiendo que ese deber que hicimos juntos durante tanto tiempo en esta casa es el deber que se sigue haciendo. El compañero Freyre, que fue el primer ministro de trabajo y que debió dejar por lo afectado de su salud, dio a la casa la característica de su personalidad de hombre humilde y bueno. Que conservemos esa bondad y esa humildad, siquiera sea para recordar al compañero que cumplió aquí su puesto y su función con la orientación humilde y buena que nosotros queremos que sea la característica de la casa, y que en el futuro, perfeccionando los métodos y superándonos todos los días con el nuevo ministro, también un humilde y buen compañero de todos los tiempos y de todas las horas, puedan prolongarse en el tiempo muestro trabajo en bien de los trabajadores, de sus familias y de su futuro, porque esa es nuestra función fundamental en esta casa. No olvidemos nunca que el Ministerio de Trabajo ha sido creado para defender las condiciones de trabajo y la previsión de los trabajadores argentinos, porque en esto compañeros, muchas veces, uno metido uno entre el papeleo, se olvida de cumplir su función y cuando se acuerda está trabajando en contra de lo que debe ser su función en el trabajo. Que cada uno de los que trabajen aquí, no olviden jamás que su función dentro del Estado está en la defensa de los trabajadores en su conjunto, y de la previsión social a los trabajadores y su familia. Acelerar los trámites todo aquello que beneficie en el más rápido momento y en el menor tiempo a los compañeros trabajadores que tienen confiado en nosotros la solución de sus propios problemas. Quien cumple así, cumple bien. Lo podrá hacer técnicamente perfecto, pero si demora un minuto más o un día más de lo que debe demorar, no está cumpliendo bien con su función, aún cuando aquel otro que la cumple menos técnicamente y más rápidamente la está cumpliendo mejor. Por eso compañeros ¡no olviden nunca esto!, las cosas hay que hacerla lo más técnicamente perfecto posible, pero siempre que esta técnica no esté en perjuicio de la propia función, porque si uno cumple mal por hacerlo técnico, sabe, es mejor que lo hagan menos técnico pero que lo haga bien y rápido. Yo recuerdo que esa fue una crítica que me hicieron muchos que se creían que eran técnicos en la justicia social y en todas estas cosas cuando llegué acá. Decían: “Este bárbaro le mete nomás derecho, no se acuerda que acá hay reglas y que hay principios”. Pero resulta que ellos, los principios los habían tenido siempre en los libros y en los papeles, y yo los puse en los hombres, de eso se habían olvidado ellos. Esa es una cosa que nunca debemos olvidar. Lo sublime de las virtudes y de los principios no está en su enunciado, sino en su realización o, en otras palabras, compañeros, es menester que en el trabajo de todos los días pongamos, además del sentido técnico, otro sentido que es muy necesario: el sentido común, que no es el más común de los sentidos según algunos afirman. El Ministerio de Trabajo inicia con el Segundo Plan Quinquenal un nuevo ciclo de acción, que impondrá, indudablemente, una revisión de todo lo actuado, porque la forma de perfeccionar las organizaciones no está en armarlas y lanzarlas al trabajo y dejarlas que se vayan deformando, extendiendo y pervirtiéndose en sus funciones; está en de cuando en cuando, retomar, revisar, para ver si está bien y si esas cosas que ustedes saben que se hacen en todas partes, esas deformaciones, se vuelven a su lugar. Por eso este segundo Plan Quinquenal es de revisión de lo actuado, de revisión orgánica y de toda clase de revisiones. Nosotros hemos creado muchas cosas, y se crearon un poco rápidamente porque había que crear, no se podía estar pensando en hacer lo mejor; nos conformábamos con hacer lo bueno, porque a menudo lo mejor es enemigo de lo bueno. Muchos por hacer lo mejor y no hacen ni siquiera lo bueno. Nosotros sabíamos eso, entonces realizábamos, y hoy tenemos una enormidad de organizaciones que, a lo mejor, están resultando una quinta rueda, y para andar se necesita, cuando mucho, cuatro ruedas, la quinta ya no anda. El trabajo de revisión de toda nuestra organización presupondrá que vamos a tener dentro de poco un depósito de quintas ruedas por ahí en el fondo, esperando que sea necesario armarlas de cuatro otra vez en otra dirección. Toda esa revisión…muchas veces tenemos en una oficina o dirección veinte o treinta hombres que no hacen nada y que están aburridos porque no tienen ni que hacer, en cambio, en otras partes están faltando algunas cosas. Toda esa racionalización, todo eso, hay que irlo encarando, y encarando decididamente, no para embromar a nadie ni para perjudicar a nadie, sino para beneficiar al servicio, que es nuestra obligación primordial. No se trata ni de desplazar a uno ni de desplazar a otro. Nosotros, los peronistas, cuando queremos desplazar a uno, lo echamos a la calle porque lo merece. Pero nuestra finalidad no es estar haciendo esos manejos que traen a la gente un poco de recelos. No, no; todos trabajamos para el bien de la organización y para el bien de la casa; nadie para perjudicar a nadie, ni beneficiar ilícitamente a ninguno. Pero, claro, esta revisión debe hacerse con inteligencia y debe hacerse también con respeto. Por esa razón, hemos hablado largamente con el ministro. Hay muchas cosas que tenemos que revisar en nuestra organización, y la revisaremos. Y realizaremos el milagro de racionalizar bien toda esta organización, para ir moviendo las cosas, las fichas en ese tablero de la organización, sin perjudicar a nadie, sin molestar a nadie, y creando lo que sea necesario crear, suprimiendo lo que sea necesario suprimir, pero no en perjuicio de nadie sino en beneficio de todos, y sobre todo en beneficio del servicio que es nuestra obligación primordial. Y en esto es, que tanto el compañero Giavarini les pedirá en su oportunidad y yo les pido en esta ocasión a los compañeros de trabajo del ministerio, que ponga cada uno su mejor buena voluntad para el perfeccionamiento. Hay hombres, cuando los ponen en un organismo que están viendo que no sirve, pero él no lo quiere destruir, porque él es el jefe. No se trata aquí, de vivir en un organismo inocuo, intrascendente e inoperante y no lo dejamos destruir porque nosotros somos el jefe. No, el jefe es el primero que tiene que decir: esto no sirve para nada, hay que sacarlo y poner esto, que es lo que sirve. Es decir, que todos debemos tener el espíritu justo de revisionismo y perfeccionamiento sin el cual se transforma todo en una burocracia altamente perjudicial para el país. Hay que combatir la burocracia, dice todo el mundo, y cuando a él le pasa algo, le echa la culpa a la burocracia, pero cuando él en su oficina, tiene que suprimir los papeles, es el primero en oponerse. En esto están como lo antiguos teólogos: “Haz lo que yo digo pero no lo que yo hago”. Es necesario que cuando uno es revisionista y perfeccionista, como debe serse en toda administración pública sepa y tenga el carácter necesario para que cuando él está manejando una cosa que no sirve, sea capaz y sea, diremos, veraz, para decir: esto no sirve, vamos a arreglarlo para que sirva. Cada uno en su oficina, como una función permanente y natural del cargo, debe de estar estudiando el perfeccionamiento de esa oficina. La oficina es el instrumento de trabajo del funcionario público, y ese instrumento de trabajo hay que tenerlo siempre brillante, afilado y sin cosas raras que impidan el manejo. Es así como el peluquero se va a su casa después de cortar el pelo y afeitar, afila las tijeras y prepara sus navajas para el día siguiente, el funcionario público cuya tijera y cuya navaja es la oficina que maneja, debe de estar siempre listo para tenerla de manera tal que al salir salga cortando. Toda esta tarea, compañeros es la tarea del Segundo Plan Quinquenal. Es decir que al mismo tiempo que vamos creando, que vamos extendiendo nuestro trabajo, vayamos perfeccionando la herramienta con que lo realizamos. Y en esto, yo siempre pienso que nuestra administración estatal y gubernamental será perfecta cuando en la mente y en el corazón de cada uno de los funcionarios públicos esté la idea del perfeccionamiento, de la organización y su racionalización. Esas organizaciones son las que van a traer el perfeccionamiento, y para mí, el empleado del Estado, el agente del Estado o el funcionario público más capaz, no es aquel que realiza mayor cantidad de trabajo sino el que me perfecciona más la organización de su oficina o de la tarea que le está confiada, para obtener el máximum de provecho con el mínimum de esfuerzo y con el mínimum de sacrificio. Toda esa tarea presupone hombres conscientes de la función que ejercen. Hombres que no solamente realizan un gran trabajo sino que piensan inteligentemente en poder realizar de la mejor manera ese mismo trabajo, y de ir formando a los hombres que están a sus órdenes o bajo su dirección, perfeccionándolos y formando en cada uno de ellos un funcionario completo para el futuro, es decir, que el funcionario no solamente debe ser un director de trabajo sino un maestro que está formando los muchachos, los nuevos dirigentes de la función pública. El Ministro de Trabajo si practica y mueve perfectamente esta acción en el Segundo Plan Quinquenal, es muy probable que al llegar a la terminación de este Plan, el Ministerio de Trabajo tenga toda su legislación al día, todos sus servicios en plena ejecución, todas sus oficinas bien organizadas y racionalizadas, y entonces, el trabajo técnico y mecánico de esta casa será perfecto. A esa perfectibilidad es a la que debe aspirar cada uno de los compañeros que realizan aquí sus funciones, y la tarea del ministro de trabajo y previsión será el tener en esta casa el menor número posible de personas que realicen el trabajo más eficaz y más numeroso posible. En esta acción en que todos los hombres que pertenecemos a la administración pública tenemos la obligación de realizar, está también en un coeficiente extraordinario de nuestro buen nombre y de nuestra capacidad para la función pública. Por eso, yo pido a todos los compañeros del Ministerio de Trabajo, como pido también a todos los compañeros de la administración pública, que en este Segundo Plan Quinquenal nos esforcemos por hacer de la máquina del Estado, una máquina perfecta y perfectamente racionalizada. Todo este trabajo lo vamos a realizar durante el Segundo Plan Quinquenal. Yo les pido, compañeros, que en este sentido le pongan el hombro y el corazón al compañero Giavarini. Él, como ministro, como yo, como presidente, no somos sino dos compañeros más. Para nosotros la jerarquía no nace de un nombramiento, nace de una personalidad y de una eficiencia en el trabajo. Y en esto creemos, como lo hemos dicho siempre, que el agente político, o el funcionario público, en su jerarquía, vale por lo que realiza y rinde al Estado. Vale más un auxiliar séptimo, de un humilde lugar de la organización estatal, que cumplen con su deber, que un presidente de la República que no quiere o no sabe cumplir con el suyo. En esto vale más el honor que los honores. Los funcionarios que estamos en la obligación de servir al pueblo en forma directa desde su función pública, es menester que sintamos la función que debemos cumplir y la que cumplamos pensando que no somos más de lo que somos, pero que debemos aspirar mucho a hacer en la función que realizamos. En esto compañeros, ya para nosotros hay una norma y hay una ética, nosotros no nos sentimos nunca más de lo que somos, pero aspiramos a ser mucho más de lo que somos en el momento en que nos consideramos. En esto siempre he dicho, que si bien la función encumbra a los hombres, los hombres también ennoblecen la función. Es menester que en todos los momentos de nuestra acción en la función pública recordemos esto y pensemos que somos nombrados en un cargo estatal o gubernamental para que cuando lo dejemos podamos decir que hemos realizado mucho en favor del pueblo y en bien de la Nación. Solamente esto da la tranquilidad de conciencia necesaria al hombre que actúa en la función pública. Yo sé bien compañeros, con que concepto se trabaja en esta casa. Yo sé bien cual es la tradición que existe y el trabajo que se practica, pero no está nunca de más, que en los altos que hacemos en el camino, como éste que estamos realizando, recapitulemos un poco sobre nuestras acciones y sobre nuestras aspiraciones, pensando de que ese análisis ha de venir el perfeccionamiento necesario y que todos ambicionamos para la función pública. Yo les pido que piensen, y que piensen profundamente, que en este Segundo Plan Quinquenal trabajen para perfeccionar la organización. Si lo hacen, esta casa seguirá siendo el asta bandera de este inmenso movimiento propugnado desde acá, extendido hoy a nuestra patria, trasponiendo ya las fronteras de la nuestra, para extenderse en otras partes del mundo. Que desde que esta casa elevemos una bandera tan alta y tan pura para que se pueda ver, estimar y admirar desde todas las lejanías,
1953-07-01
ANTE UNA DELEGACIÓN BRASILEÑA
Señores: Yo deseo que mis primeras palabras sean para agradecer al amigo, el embajador Luzardo, y a cada uno de ustedes, la amabilidad que han tenido de llegar hasta esta casa para darme la inmensa satisfacción de poderles estrechar la mano. Afortunadamente, nuestras comunes actividades nos están uniendo cada día más. Yo me siento inmensamente feliz de que una nueva compaa aeronáutica del Brasil llegue hasta nuestras tierras, pues así podrá comprobar cuánto y que bien queremos aquí a los brasileños. También deseo mencionar la circunstancia especial de que sea una compaa de Río Grande. Señores: me sentiré muy feliz si cada uno de ustedes se siente como en su propia casa. En la República Argentina, no ha sido, no es ni será nunca extranjero un hombre que llega del Brasil. Yo deseo hacer notar la complacencia y la convicción con que comparto las ideas que acaban de expresar el señor brigadier, el señor diputado y el señor periodista, que terminan de hablar. Yo también creo que en el cielo del Brasil y la Argentina no existen nubes que puedan empañar el sol radiante de nuestra buena amistad y de nuestra hermandad de toda la vida, y creo que los hombres que trabajan por que ese cielo sea cada vez más luminoso, nuestra amistad más estrecha y nuestra hermandad más sincera y más leal, estén trabajando para el futuro glorioso en esta parte del mundo. Creo más: que Brasil y Argentina deben unirse cada día más, frente al futuro incierto que el mundo columbra. Si es necesario que en los momentos actuales estemos unidos, el futuro impondrá cada día más la necesidad de una unión absoluta. Yo recuerdo siempre que un brasileño ilustre, el barón de Río Branco ya había previsto esta unión, que debe ser efectiva e indestructible en esta parte del mundo. En ese orden de ideas, los que hemos seguido después del barón de Río Branco no hemos sabido estar a la altura del pensamiento de ese brasileño ilustre, y creo que ha llegado la hora en que empecemos todos a pensar como él. Unidos seremos libres. El año 2000 nos encontrará unidos o dominados. En el mundo no hay espacio para las naciones que se aíslan. Cada día más las agrupaciones de naciones van protegiendo sus intereses y su porvenir. Creo que a los argentinos, a los brasileños, a los chilenos y a todos los demás americanos les ha llegado la hora de empezar a apretar filas, porque esa es la única garantía que tendremos frente al futuro. De manera que no solo alabo y comparto esta unidad, no solo trabajo día y noche porque esa unidad sea efectiva y la llevemos siempre adelante, sino que presiento que el futuro ha de hablar muy mal de aquellos que no trabajen por unir a nuestros países en la más absoluta unidad para enfrentar el porvenir incierto. Señores: estas cosas no son ideas nuestras, yo sé que el presidente Vargas las comparte en forma absoluta. Sé que el embajador Luzardo es un artífice de esa política. Sé, también, que tendremos oposición. Las grandes ideas son las que tienen grandes oposiciones; los hombres pequeños generalmente pasan por la vida sin luchar. Solamente las grandes ideas y los grandes hombres son los que enfrentan las grandes luchas. Por eso me siento feliz de que para realizar esto tengamos que luchar. Por otra parte, los éxitos que se alcanzan sin lucha suelen ser efímeros. Los grandes éxitos son los que imponen las grandes luchas y los que consolidan los triunfos. Esto que nos enseña la historia nos está mostrando, también el camino de nuestras inclinaciones y de nuestra preocupación. Luchemos, y luchemos incansablemente todos los días, y cada uno de nosotros, porque la unión entre Brasil y Argentina sea lo más efectiva, lo más real, lo más leal y sincera que podemos lograr, seguro de que con eso estamos haciendo historia y asegurando también el porvenir glorioso que en la tierra ha de tener alguna vez esta parte del mundo. Esto, señores, creo que con la humildad con que trabajamos y en la sinceridad que pongamos en nuestras acciones ha de estar el éxito a corto o largo plazo. Es la necesidad la que nos va a unir, si nuestra prudencia y nuestra sabiduría no han sabido encontrar el camino para unirnos. Yo estoy persuadido de ello. Por eso, todos los días y todas las horas trabajo incansablemente para que esa unidad se llegue a realizar. Afortunadamente, nosotros ya hemos conseguido la realización efectiva de esta unidad, sin otra orientación que la unión en defensa de nuestros propios países, de nuestra propia economía, de nuestra propia independencia y de nuestra propia soberanía. Las banderas que nosotros enarbolamos son la de la justicia social, que no puede ser discutida por ningún hombre de buen corazón; la de la independencia económica, que no puede ser discutida por ningún hombre que ame verdaderamente a su patria y que sepa lo que la economía representa en la vida de la Nación; la soberanía política, que ya para nuestros países es más bien un sentido de dignidad que de conveniencia. Nosotros luchamos con estas banderas, respetando y aspirando a ser respetados, que es la única manera de que se unan los hombres y los pueblos. Todo lo que se puede decir en contrario es calumnia, arma que en la actualidad se esgrime con frecuencia, pero que no llega lejos. La verdad se abre paso, y esta verdad, que es la de nuestra lealtad y la de nuestra sinceridad, ha de abrirse paso a través de todas las calumnias y todas las mentiras que pueden inventarse ahora o en el futuro. Yo solamente quiero que lleven la sensación y la persuasión absoluta de que esa idea, sinceramente expuesta por ustedes, de que anhelan una unión cada vez más efectiva entre Brasil y Argentina, nosotros la estamos elaborando aquí, en el trabajo de todos los días con el amigo Luzardo, con el presidente Vargas y con todos los argentinos, que no anhelamos otra cosa que estrecharnos en fuertes y fraternales abrazos con los hermanos del Brasil. Sabemos bien cual es nuestra responsabilidad, y tenemos sentido histórico de ella. Nosotros trabajamos para cumplirla. Se que los brasileños harán lo mismo, y por eso estoy seguro de que esta unión y esta hermandad han de ser indestructibles por los siglos de los siglos. Les deseo aquí una magnifica estadía. Ustedes podrán ver en el rostro de cada argentino cuanto los queremos. En nuestro país no se lucha y no se trabaja sino por desarrollar cada día más ese cariño sincero y leal que sentimos por los brasileños. Ustedes lo verán en la cara de cada hombre del pueblo, por que acá nunca se ha dicho ni se dirá una palabra contra del Brasil ni en perjuicio de los intereses brasileños, no solo por un argentino, sino por ninguno que represente la opinión pública argentina. De eso pueden estar seguros. Tanto los queremos, que aquí es una blasfemia hablar mal del Brasil, de su gobierno o de cualquier brasileño. Eso le consta al embajador Luzardo, quien nos acompaña desde hace largos años. Esa será una conducta invariable, porque así se construye el camino del cariño y la amistad, y nosotros estamos decididos a seguir ese camino. Siéntanse aquí como en su propia casa y tengan la seguridad de que lo que les digo no es lo que siente sólo el gobierno, sino también lo que siente el pueblo argentino. Agradezco a la Varig este nuevo vínculo de unión, porque esto trabaja por el acercamiento que nosotros anhelamos de corazón. Bienvenidos los que representan una unión, porque cada día la queremos más intensa y más fructífera entre el Brasil y la Argentina, y hago votos por la felicidad y la grandeza del Brasil y por el éxito que debe coronar la función de gobierno que allá realiza mi insigne amigo, el doctor Getulio Vargas, a quien le deseo larga vida, buena salud, mucha energía y mucho éxito. ….
1953-07-06
EN EL ACTO REALIZADO EN LA PLAZA DE MAYO
Excelentísimo señor Presidente de Chile, hermanos chilenos que le acompañan, compañeros argentinos: Agradecemos, pueblo y gobierno argentinos, que ese magnífico pueblo chileno haya decidido enviarnos a su primer mandatario para que, en su representación, traiga a estos actos argentinos el corazón del propio pueblo chileno. Los hombres que como el general Ibañez y el que habla han encanecido al servicio de la Nación, no tienen otro mandato ni escuchan otra voz que la de su pueblo y la de su conciencia. Por eso, al pisar tierra argentina, este ilustre hijo de Chile, recibe de nosotros la hermandad que sólo damos a los hombres que viven, que luchan y que se sacrifican por lo único grande que la humanidad tiene: los pueblos. No habría, compañeros, de cometer yo el error de presentaros al general Ibañez. Vosotros sabéis como yo que es un hombre del pueblo chileno, que inviste la magistratura de ese país en nombre y por voluntad de su pueblo, y por eso, para nosotros inviste, también, la más alta jerarquía que un hombre puede investir, trayendo la plenipotencia más honrosa que un hombre puede traer: la de su pueblo. Él trae para el pueblo argentino el afectuoso saludo de ese noble pueblo chileno, y nosotros, los argentinos, que cuando abrimos nuestro corazón lo hacemos con sinceridad y con lealtad abierta y firme, le decimos: “Bienvenido, mi general, a esta tierra de hombres libres que han abatido todos los yugos que pudieran ceñirse sobre la cerviz de los pueblos”. Resonarán, como han resonado a lo largo de la historia, las trompetas de la libertad de los pueblos; resonarán en nuestras pampas criollas, como en los valles de Arauco, esas trompetas reales de una libertad efectiva y los pueblos cantarán la gloria de las nuevas legiones de paisanos criollos, sean de allá o de acá de los Andes, para decirle al mundo que estos pueblos libres, de hombres honrados, desean vivir en paz con todo el mundo, pero a un solo precio: el de su independencia, el de su soberanía y el de su propia justicia. Bienvenidos a esta tierra de San Martín los hijos de O´Higgins, que iluminado sus montes con las glorias y tradiciones comunes, nos traen el abrazo de los hermanos chilenos, a quienes nosotros hemos declarado ya hace tiempo como compatriotas de los argentinos. Muchos se habrán preguntado qué quieren los argentinos de los chilenos. Y yo, en esta ocasión, por muchos conceptos memorable para el pueblo argentino, he de decir en breves palabras qué queremos de Chile y qué queremos de los chilenos. Queremos, señores, lo que los argentinos han ambicionado siempre de sus pueblos hermanos: una hermandad inextinguible que nos lleve a la cooperación, que nos lleve al amor, que nos lleve a la sinceridad y a lealtad, que nos haga hermanos en la convivencia de los tiempos, para que algún día podamos decir al mundo: “En esta parte del planeta todavía existen hombres que se sienten hermanos de sus vecinos de hoy y de siempre”.
1953-07-06
AL ENTREGAR UN EDIFICIO A UNA ENTIDAD ESTUDIANTIL
En 1950, Año Sanmartiniano, dejamos nosotros, destinados a la generación argentina del año 2000, un masaje que se encuentra enterrado en la plaza de Mayo para ser sacado y leído en el año 2000. En ese mensaje dirigido a la juventud del año 2000 están los sueños y las aspiraciones de la generación juvenil de 1950. Hasta entonces todos los muchachos y las muchachas argentinos tienen la responsabilidad de responder a esas aspiraciones y a esos objetivos. Todos ustedes, jóvenes de 1953, serán juzgados por los jóvenes del año 2000 de la misma manera que nosotros hoy enjuiciamos a las generaciones que nos han precedido, por el desastroso estado que la humanidad presenta en nuestro días. Sería injusto que nosotros los hombres viejos no lo supiéramos o no quisiéramos egoístamente colocar el destino de la juventud en sus propias manos, pensando, como piensan siempre los hombres pequeños excesivamente prudentes, que nadie hará las cosas mejor que lo que ellos los pueden hacer o las han hecho. Por esa razón nosotros, apartándonos de ese anacrónico concepto egocentrista de los hombres generalmente incapaces de abarcar con amplitud el panorama de la vida, queremos que las juventudes argentinas de nuestros tiempos comiencen ya a ser artífices de sus propios destinos y las muchachas argentinas, de su libre albedrío del cual responderán en el año 2000. Queremos una juventud que comience también a manejarse a sí misma; queremos una juventud libre de prejuicios, porque generalmente la virtud no estriba en ignorar los vicios, sino en conocerlos y dominarlos. Por eso, entre las numerosas medidas que tomaremos en el futuro, para liberar a nuestros jóvenes y darles en la vida el horizonte amplio y despejado que necesitan los hombres libres, hemos querido crear casas para las muchachas y los muchachos estudiantes secundarios, estas casas que comenzarán a presentarles el primer panorama de sus problemas a resolver: el de su organización. La Unión de Estudiantes Secundarios de mujeres y de hombres será propugnada por el gobierno que, como primer paso- como siempre, las damas deben ir adelante-, ha decidido habilitar esta residencia presidencial que resulta demasiado grande para un hombre solo como soy yo, para establecer en ella la sede central de la organización de la Unión de Estudiantes Secundarios Mujeres, y a continuación tomaremos las mismas medidas para que la Unión de Estudiantes Secundarios Varones también tenga algo apropiado y semejante a esto. De la misma manera iremos habitándoles paulatinamente lo necesario para que tengan también sus clubes, de manera que puedan practicar deportes, juegos y otras actividades, como ya ha comenzado a hacerse. Esto les ha de dar oportunidad para desarrollar entre los muchachos y muchachas el espíritu de la solidaridad con que nosotros soñamos que vivan todos los argentinos, porque en la vida solidaria van a nacer los verdaderos sentimientos que unan y perfeccionen en las virtudes solidarias a las nuevas generaciones de argentinas y argentinos. Estas asociaciones serán también los lugares comunes para conjugar las inquietudes y las aspiraciones de nuestra juventud. Anhelamos que esta tenga para todas las muchachas argentinas una interpretación perfecta de lo que la patria sueña, para todos sus hijos: lugares abiertos, alegres y confortables, para que en nuestra tierra desaparezcan lugares oscuros y los lugares tristes porque es precisamente en esos medios donde se forman las mentalidades oscuras y complicadas con las que no queremos tener nada que ver. Desde estos lugares declararemos la guerra a las mentalidades sórdidas que se forman en los sórdidos lugares. Abiertos al sol y al cielo de la patria, han de germinar las grandes ideas con que nuestras juventudes llevarán a nuestra patria a una felicidad y una grandeza mayor que la que nosotros hemos podido ofrecerles al terminar una época de explotación y de miseria de nuestro pueblo. Nosotros anhelamos que sean ustedes los futuros conductores de este pueblo, que sientan la profunda responsabilidad de sus destinos y que en la mente de cada uno de ustedes se grabe perfectamente claro el concepto de que todo argentino es un poco responsable de la felicidad de su pueblo y de la grandeza futura de su patria. Por eso he querido llegar personalmente hasta esta casa para decirles a todas las muchachas y muchachos argentinos desde ella, que representa uno de los antiguos privilegios del presidente de la República, para que piensen que con esta casa termina un privilegio innecesario e inmerecido para un hombre, cualquiera sea su categoría, y para dar el único privilegio merecido y necesario: el del pueblo, que debe disfrutar de sus comunidades. Al entregarles esta casa a ustedes, sé que pongo un trozo del patrimonio nacional en manos del pueblo. Por eso me siento feliz, y porque sé que lo que entrego a una juventud aspirante y codiciosa de las glorias, de las tradiciones y de la grandeza de la patria, sé también que lo entrego en buenas manos.
1953-07-07
EN LA COMIDA ANUAL DE CAMARADERIA DE LAS FFAA EN EL SALON LES AMBASSADEURS
Las fuerzas armadas de la República celebran hoy el aniversario de la independencia que lograron en los días heroicos de la emancipación americana. Todos los años, y en vísperas de esta misma fecha, los hombres que tenemos el honor de revistar como soldados del Ejército Argentino, nos reunimos para templar el espíritu con el recuerdo de las glorias pasadas, a fin de que ese mismo temple antiguo de los varones que nos dieron esta tierra que servimos, nos mantenga despiertos y firmes en esta eterna guardia que montamos por la justicia, por la soberanía y por la libertad de nuestro pueblo. Pero esta vez nos acompañan, como en los días heroicos de la primera libertad, los sentimientos, los altos ideales y la voluntad mancomunada del pueblo chileno, que representa el presidente Ibañez. Su presencia nos recuerda esta noche las palabras que pronunciara en Chile el general Las Heras en 1863 ante el bronce fresco del Libertador San Martín diciendo que “hubo una época gloriosa en la historia de este continente en que todos los americanos eran compatriotas unidos por el doble vínculo de nuestro común infortunio y nuestro comunes esfuerzos por la independencia”. Es el pueblo chileno, y son sus ejércitos, cuya memoria será eterna como la fama de sus virtudes, quienes acompañan en la persona del señor general Ibez, que lo mismo ha sabido concitar la opinión de sus ciudadanos en las ideas políticas, tan difíciles y duras en los tiempos que corremos, como llevar sobre sus hombros la responsabilidad de preparar los ejércitos de Chile para las horas amargas de una lucha que él mismo convertiría después en un tratado de paz y de amistad con el pueblo hermano del Perú. Esta, nuestra tradicional reunión de camaradería militar, está completa en esta noche, que nos recuerda, con otro escenario y en otros tiempos, las noches apacibles que solían darse, para el Ejército de los Andes y de Chile entre las duras jornadas de la gesta común libertadora. Los soldados de San Martín, acostumbrados desde 1817 a la compaa noble y generosa de los chilenos, sentimos, en la persona del general Ibañez, la presencia de los soldados de O´Higgins, cuya tradición de honor y dignidad tiene su justa expresión en este ilustre chileno que nos trae, con su visita, el espíritu de la Escuela de Caballería de Quillota, orgullo de las fuerzas armadas que custodian la dignidad y la soberanía del pueblo chileno. Han cambiado los tiempos desde aquellos años difíciles y duros en que chilenos y argentinos sentíamos sobre nuestras espaldas la responsabilidad de la primera liberación americana, bajo el acicate tenaz y permanente de nuestros grandes capitanes. Sobre aquel encuentro de nuestro pueblo y de nuestros ejércitos, ha pasado también tiempo. Durante más de un siglo hemos dejado de oír el ignoto llamado de San Martín que expresaba como la única pero inexplicable explicación de sus altas empresas idealistas, diciendo para la historia de su genial desobediencia: “Debo seguir el destino que me llama”. Durante más de un siglo, chilenos y argentinos hemos dejado que manos extrañas apagasen, con silencios incomprensibles y a veces inconfesables, la voz de nuestra propia sangre derramada en una comunión sin fronteras y sin límites por la libertad americana. En este largo intervalo del tiempo nos espera de nuestra primera unión, solo en contadas excepciones ha sido quebrado el silencio de nuestras fronteras espirituales, cerradas a todo llamamiento. Así por ejemplo durante noventa años han sido silenciadas ante nuestros pueblos, las palabras que la gratitud chilena de don José Victorino Lastarria pronunciara en 1863, y hoy nos sorprende por eso el recuerdo de sus conceptos generosos y justos pronunciados por él cuando Chile inauguro su monumento a San Martín: “Una es la gloria de estos pueblos, -dijo Lastarria-, una es su historia, uno su porvenir! ¿Por qué no han de volver a andar juntos su camino como cuando les trazaba la senda de su libertad el vencedor de Chacabuco y Maipú?” Y nos duelen las palabras de aquel tiempo como un reproche íntimo por nuestra inconsecuencia ante los altos ideales de la gesta común libertadora. Como si un siglo entero hubiese pasado en vano por nuestra historia común, llena de pequeñeces, de pasiones bastardas, de estériles enconos, de rencillas que son inexplicables si no se miran la deslealtad y la inconsecuencia de los hombres que debían conducir los altos ideales que en 1817 se amparaban bajo la misma bandera y cantaban incluso la misma canción fundamental sin resquemores ni recelos ni suspicacias; como si un siglo entero hubiese pasado en silencio sobre la primera etapa de nuestra historia común y solidaria, las palabras chilenas del mismo Lastarria pronunciadas en 1863 nos amenazan hoy como entonces, con la misma tremenda acusación, diciéndonos de frente, como se dicen las palabras duras en las horas amargas “Estamos solos. Somos pueblos nuevos y casi huérfanos en el mundo (...) En el centro de la civilización y del poder no se quiere creer en nuestra virtud, en nuestra dignidad, de nuestra gloria. (…) y se pretender ver en nuestra América pasiones antisociales, instintos salvajes, en lugar de principios, de razón y de justicia; estamos solos (…)”. “Unión fecunda, -dice después refiriéndose a la unión de nuestros pueblos- consagrada por la sangre y el dolor. “¡Que no la recordemos en vano. San Martín era su símbolo ya que el héroe revive entre nosotros. ¡Que reviva la antigua unidad de los pueblos americanos! ¡Que Bolívar sea el emblema de la unión de colombianos y bolivianos! ¡Que el nombre de Hidalgo reanime a los mexicanos! ¡Que todos juntos sigamos las huellas de aquellos grandes hombres hasta consumar la obra de la independencia, por medio del triunfo de la democracia!” “Este -sigue diciendo Lastarria- es un momento solemne para América. “El viejo mundo le pide cientas de su independencia...” “El imperio del derecho en todas las esferas de la vida todavía un problema para la humanidad; y Dios ha querido que América sea quien lo haya de resolver primero. “¡Que no se desdeñen sus dolores! ¡Que no se burlen de su sacrificios! ¡La misión de América es santa! “Es... el combate del derecho y de la verdad contra la fuerza y la mentira”. Para que esta guerra se termine con gloria, América necesita unir a sus hijos como los uniera en otros tiempos para conquistar su personalidad. ¡Reanimemos el entusiasmo se nuestra glorias pasadas y que el nombre de nuestros héroes sea el de esta nueva liberación!” Desde el siglo pasado nos llegan también la palabras llenas de genialidad y de idealismo pronunciadas por nuestros libertadores... palabras cuyo solo recuerdo aguijonea nuestras almas como el reproche amargo por la más condenable de las infidelidades. Es el mismo O´Higgins diciéndonos desde 1817: “Ha sido restaurado el hermoso Reino de Chile por las armas de la Provincias Unidas del Río de la Plata bajo las ordenes del general San Martín. “Elevado por la voluntad del pueblo a la suprema dirección del Estado, anuncio al mundo un nuevo asilo, en estos países, a la industria, a la amistad y a los ciudadanos todos del globo. La sabiduría y recursos de la Nación Argentina limítrofe, decidida por nuestra emancipación, da lugar a un porvenir próspero y feliz con estas regiones.” Es también San Martín quien nos traza la ruta de sus ideales renunciando a todo poder político sobre Chile ante la Asamblea del pueblo chileno que lo proclamaba “Gobernador de chile, con omnímoda voluntad”, indicándonos con ello y definitivamente que toda unión entre los pueblos de América no podrá realizarse sino bajo el signo de la libertad y la soberanía. Sin embargo, cuánta difamación injusta y deleznable hubiese corrido por el mundo de nuestros tiempos con motivo de la carta del libertador al Cabildo de Mendoza, escrita casi “al apearse de un caballo cubierto aún por el polvo del combate de Chacabuco” y en su texto declara: “Todo Chile ya es nuestro”. En estos momentos de la humanidad, llenos de mentiras y de malas intenciones, no faltarían los suspicaces que vieran en las palabras del libertador, una confesada intención imperialista, como si sentirnos hermanos no nos otorgase el supremo derecho de llamarnos mutuamente compatriotas, como añoraba ya en 1863 el general Las Heras con los mismos anhelos y sentimientos con que hoy lo añoramos los hombres de aquí o de allá que todavía creemos que los grandes ideales pueden realizarse entre los hombres. También desde aquellos años difíciles de la liberación, San Martín nos ha venido señalando la meta de nuestro camino porque al decirnos: “Debo seguir el destino que me llama”, nos está urgiendo para repetir con él la misma sentencia que deberá convertirse en la clave de nuestro propio porvenir, gritándonos desde el fondo inapelable de nuestra historia que “debemos seguir el destino que nos llama”. Si alguien osase preguntarnos desde donde nos llama, hacia que meta nos conduce ese extraño llamado que se llama “vocación”, lo mismo para los pueblos que para los hombres, la respuesta está bien clara en la historia misma de aquella década heroica de O´Higgins y San Martín, cuyo sentido dinámico nos hicieran olvidar después los hombres pequeños y mediocres que sustituyeron nuestros ideales por el interés, nuestra cultura por la técnica, nuestra verdad por la mentira disfrazada de verdad, nuestro derecho por su manifestación, nuestra justicia por la explotación, nuestra libertad, por la entrega consumada en las sombras de la noche y nuestra soberanía por migajas de monedas o por vidrios de colores. Es el mismo San Martín quien nos llama persistentemente desde 1817 diciéndonos que “Chile es la ciudadela de América del Sur”, y su gran ideal de construir una confederación continental golpea sobre su corazón extraordinario cuando regresa a Buenos Aires “en bi de la América”, como él dice, y se encuentra en el camino con la carta de Pueyrredón que lo interpreta expresándole: “!Que bella ocasión para irnos sobre Lima!” Nuestras historia común ha recogido también, entre tantas joyas magníficas que vienen a dar su luz en nuestro tiempo, las palabras del embajador argentino Guido “colaborador de la conquista de Chile”, íntimo de San Martín; y es él mismo quien declara que “el principal objeto de su misión debía ser estrechar las relaciones y vínculos de Chile con las Provincias Unidas... y establecer los principios y leyes que debían observar ambos países en lo relativo al comercio recíproco y con los extranjeros sobre la base de la mutua reciprocidad y convivencia. En ningún momento los libertadores de Chile y Argentina y sus personeros e intérpretes directos olvidan que la lucha por los altos y comunes ideales no termina en la independencia y los acuerdos de Argentina y de Chile. Siempre es América, y en particular América del Sur el gran objetivo de la liberación, pero siempre sobre las bases comunes de acuerdos mutuos que no afecten la soberanía y de la libertad de los pueblos emancipados; por el ideal sanmartiniano y por el esfuerzo conjunto de los dos libertadores cuyos espíritus presiden en esta noche extraordinaria, esta comunión de sentimientos, de ideales y de voluntad de nuestros pueblos. A tal punto llega la subordinación del Gran Capitán de los Andes a la soberanía de Chile que ni duda en aceptar, del general O´Higgins, Director Supremo del Estado chileno, el cargo y las funciones de general en jefe del Ejército Nacional, que se llamó “chileno” y enarboló la bandera de Chile...aunque formaban en sus filas todos los soldados argentinos que dieron a las fuerzas de la liberación la denominación de “Ejército Unido de los Andes y de Chile”: “Nuevo Ejército Libertador Sudamericano”, -como le llamaron San Martín y O´Higgins- “Nuevo Ejército Sudamericano” con destinos solidarios y con glorias comunes. También desde las páginas comunes de nuestra historia, San Martín más allá de sus designios militares, nos habla de la unión de nuestros pueblos, de sus comunes inquietudes y de sus concordantes objetivos culturales, sociales, económicos y políticos. Pero así como San Martín insiste en la liberación total de América sobre la base de una confederación de naciones con iguales derechos, soberanas y libres, y sobre la necesidad de una mutua complementación social, cultural, económica y política, el mismo O'Higgins, que comparte, con absoluta unidad de concepción las ideas de San Martín nos recuerda, en diciembre de 1817, comentando a su pueblo la Campaña del Perú: “Esta Campaña fijará los destinos de Chile y acaso también los de América”, señalándonos así el camino sobre cuyas metas se han ensañado la pequeñez de los mediocres y el egoísmo de los interesados en hacernos olvidar nuestros grandes ideales, que son, desde la decisión común de San Martín y O'Higgins, deberes ineludibles para todos los chilenos y para todo los argentinos. Señor presidente, señores ministros, camaradas: Los recuerdos históricos podrían extenderse casi hasta el límite de lo infinito. Los que he enunciado prueban fehacientemente que no nos hemos equivocado los gobiernos de Chile, y de Argentina cuando en el Acta de Santiago que firmáramos el 21 de febrero pasado, establecimos solemnemente que era nuestro propósito “alcanzar los ideales comunes e irrenunciables de nuestros pueblos concretando así el espíritu que animó la unión de Argentina y de Chile en las gestas históricas de la independencia.” Pero, como en ella no nos hemos olvidado de América, y en un afán generoso que nos impone el espíritu de nuestros pueblos, hemos extendido los alcances de nuestros “ideales comunes e irrenunciables” al ámbito total de las Américas, declarando con la absoluta franqueza que corresponde a dos soldados, uno chileno y, otro argentino, intérpretes, de dos pueblos dignos cuya voluntad representan, que mediante la acción conjunta y solidaria de Chile y de Argentina pretendemos “realizar el ideal panamericano de cooperación entre las naciones y pueblos hermanos del continente. Las razones fundamentales que nos impulsan y que nos alientan a realizar esta extraordinaria nos llegan, como acabo de probarlo, de la conformación espiritual de nuestros pueblos que se nutrieron en sus primeros días de libertad, con los altos ideales que obsesionaban, como estrellas polares en la noche de una meta perdida, las miradas y los corazones de nuestros insignes capitanes. Los tiempos han cambiado, pero la libertad y la soberanía de nuestros pueblos siguen amenazadas como en 1817. Cuando se habla de ellas en el lenguaje formal de los convencionalismos adquiridos, se intenta ocultar habitualmente a nuestros pueblos la dura verdad de los oprobios y de los sometimientos que a veces no queremos confesar. Ahora ya no son los sometimientos ni las opresiones políticas, que por lo menos en 1817 se vestían con uniformes de milicia, los que amenazan o ciegan la libertad y la soberanía, de los pueblos. Hoy son las inconfesables intenciones de los intereses que pretenden dominar los que, por todas partes, pretenden mantener la visión de nuestros pueblos de América para reinar sobre ellos mediante la explotación y la esclavitud más oprobiosa de todos los tiempos. Por ello, frente a las nuevas fuerzas de carácter económico que pretenden dominarnos, nosotros, chilenos y argentinos retomando los antiguos ideales de O'Higgins y de San Martín, y pensando como ellos en nuestros pueblos y también en los pueblos de América, hemos decidido realizar la unión de nuestras fuerzas económicas, creyendo que esta es acaso la última hora que el destino nos ofrece para cumplir con la misión que Dios nos tiene reservada en sus eternos destinos insondables. Presentimos que el año 2000 nos hallará unidos o dominados. Estamos seguros de que la generación del año 2.000 será nuestro juez inexorable; y no deseamos que ella nos condene como traidores de nuestros primeros capitales, y menos aún, como traidores de nuestros propios pueblos. Sabemos que en 1953, como en 19l7, la infamia la calumnia se cernirán sobre nuestros planes y amenazarán nuestros ideales. Sabemos ya que hablar de unión entre chilenos y argentinos y con las mismas palabras de San Martín y O'Higgins, es merecer el encono de la lucha solapada y artera. Sabemos también que llamarnos “compatriotas” es poco menos que un delito del que nos acusan precisamente todos los mercaderes que prefieren llamar compatriotas a los compradores de libertad y de soberanía. Pero también sabemos que para dominar a las fuerzas del mal no hay otro camino que el antiguo principio de la conducción que aplicaron, con tanto dolor y con tanto sacrificio, nuestros mayores: la decisión de vencer. No debemos engañarnos ante el porvenir. Ninguna clase de unión se realiza con papeles. Los pactos firmados suelen ser a veces letra muerta. Todas las grandes empresas idealistas de los hombres deben enfrentar cada día la acción del enemigo que ahora, como en 1817, no se vergüenza de proponernos, como el virrey de Lima a San Martín, que entreguemos nuestras banderas comunes, ofreciéndonos en venta “derechos y prerrogativas” a cambio de “un nuevo acatamiento” a los altos dirigentes imperiales. Sabemos demasiado bien que detrás de nuestras firmas y aún más allá de la letra de cualquier convenio está la fuerza que representa la voluntad mayoritaria de nuestros pueblos con una ambición insaciable de justicia, de libertad y de soberanía. Nuestro dilema es definitivo y terminante. Por un camino se nos muestra la tranquilidad interna e internacional, la ausencia de todas las infamias, mentiras y calumnias que suelen respetar a los gobiernos que se entregan. Y junto a ese panorama de bonanza, este primer camino nos presenta también el espectáculo de nuestros pueblos escarnecidos y explotados, sobre cuya dignidad se ensañan todos los atropellos de la fuerza. El otro camino nos muestra un campo de batalla lleno de encrucijadas, especiales para toda traición, para todo sabotaje, para toda emboscada, y nos prepara una permanente y sistemática campaña de difamación; pero en cambio por ese camino estrecho, ascendente y espinoso, van nuestros pueblos con la frente bien alta, justos, soberanos y libres. El pueblo de Chile ha visto en el general Ibez al intérprete de sus esperanzas, porque ha creído en él y en su decisión de elegir el camino de su pueblo; y yo, precisamente por eso, porque creo en el presidente Ibañez y porque soy soldado como él de un ejército del pueblo, lo sigo con mi decisión que es irrevocable y definitiva, como deben ser las decisiones que toman los soldados cuando están en juego los supremos ideales de la patria. Al piensan -y así lo proclaman- que la empresa es demasiado grande, dura y difícil... y aún se atreven a añadir que es imposible. Yo me permito contestarles en nombre de los pueblos de Chile y de la Argentina que conozco, siento y quiero con la misma intensidad de mis afectos: Sí, la empresa es grande, dura y difícil. Es casi imposible, como cruzar en 1817 la cordillera y empeñar una batalla en Chacabuco. Pero precisamente por eso Dios nos hizo chilenos y nos hizo argentinos; precisamente por eso nos engendraron en la historia San Martín y O'Higgins y precisamente por eso tal vez entre nuestros pueblos se levanta la cordillera de los Andes, para que mirando sus cumbres y aprendiendo a vencerlas cada día realicemos el ejercicio diario de vencer, que es la única escuela de los pueblos y de los hombres capaces de realizar las grandes empresas que luego la historia contempla con admiración y con asombro. Contamos con el apoyo total de nuestros pueblos. Esto lo saben muy bien, y entre nosotros y en Chile, los ilustres camaradas de las fuerzas armadas que, venidos del pueblo, conocen sus más íntimos anhelos. Y son ellos, precisamente, nuestros camaradas chilenos y argentinos, los testigos de honor ante quienes yo entiendo justo y honrado confiar los pensamientos que inspiran esta nueva liberación que nos proponemos realizar con el mismo espíritu y los mismos ideales que presidieron las gestas de O´Higgins y de San Martín. .
1953-07-17
ANTE DELEGADOS DE LA F.O.E.V.A.
Compañeros: Yo les agradezco profundamente que hayan tenido la amabilidad de llegar hasta esta casa, para brindarme la inmensa satisfacción de poder saludarlos personalmente y estrecharles la mano, a pesar de las tareas que debemos cumplir. Sin embargo, para mí es oportuno poder hablar con ustedes para pedirles que, dentro del desarrollo de la tarea de dirección sindical, influyan en las orientaciones que este año estamos dando desde el gobierno en cuanto a su aplicación. Ustedes han de haber observado que en la tarea de gobierno, tal cual la entendemos nosotros, no se trata de obligar a la gente a que haga las cosas de una manera determinada, sino de persuadirlos y convencerlos de qué es lo que debe hacer y cómo debo hacerlo. Yo creo que eso es lo correcto; no como se hacía antes que primero se establecía una disposición y luego se mandaba cumplir con la policía. Nosotros preferimos pedir explicar y decir como creemos que se deben hacer las cosas. Una vez que la gente está convencida, porque se ha conformado en una costumbre, recién entonces nosotros damos la disposición. El tiempo que se puede perder en difundir estas cosas se ganan después en ejecución rápida, porque una vez que el pueblo ha comprendido, sólo nos resta trabajar para realizarlo. Por eso, nosotros hemos adelantado siempre a nuestra función las orientaciones. La ventaja de tener un plan de acción en el gobierno reside precisamente en eso. Nosotros no solamente sabemos lo que tenemos que hacer sino que sabemos también lo que tenemos que hacer mañana dentro de diez años. Vamos encaminando todo en esa dirección sobre esos objetivos. En ese sentido, aprovechando que todos los dirigentes de toda la República se reúnen, quiero dirigirme a los compañeros de los distintos gremios, hablando sobre la orientación en el orden de la organización gremial. En esto, ustedes saben que nosotros no intervenimos, sino en la conducción; no hacemos un gobierno centralizado, sino que hacemos una conducción de todas las cosas del pueblo, para que, de una manera general, cada uno, en cada actividad que desarrolla, pueda marchar en la misma dirección. De esa manera, no nos atropellaremos durante la marcha. Yo, en ese sentido, las orientaciones que doy son para poner a todos los argentinos en el afán de seguir una misma dirección, ya que esa es la forma en que vamos a marchar sin interferencias, sin estorbarnos unos con otros, sin desandar hoy lo caminado el día de ayer. En el orden de la organización gremial, nosotros no tenemos ni hemos tenido jamás la pretensión de inmiscuirnos ni de tomar su dirección, que debe ser ejercida por los dirigentes gremiales. ¿Quiénes son los dirigentes gremiales? Los que decidan los gremios; y lo que deciden los gremios debe ser lo que en realidad debe hacerse. Nosotros no intervenimos ni accionamos sino cuando hay algún conflicto que podemos ayudar a solucionar. Ese es nuestra única tarea en el orden de la organización. Pero la organización sindical argentina actúa dentro de la República Argentina. Entonces, de acuerdo como marchen las demás cosas de la República, y a fin de que todos sigamos como dije antes, una misma dirección, yo indico siempre a la dirección sindical cuál es la gran orientación y los grandes objetivos que vamos cumpliendo y aventuro alguna veces a dar consejos a los compañeros, consejos que mi experiencia y mi dominio del marco general del país se me ocurren ser los más prudentes y más conveniente para las organizaciones sindicales. Ya en 1952 establecimos que ese era el año de la organización sindical, porque las organizaciones sindicales no son tarea de un año ni de dos. Nosotros hace diez años que estamos en la tarea de llevar la organización gremial a su más alto contenido y a su mayor posibilidad. Ustedes recuerden la época en que existían varios sindicatos para un solo gremio: una verdadera anarquía. La fuerza y la actividad de una organización sindical residen, precisamente, en un estado de organización y de unificación. No olvidemos que el capitalismo para combatir con éxito frente a la organización sindical siempre ha tratado de dividirla. ¿Por qué? Porque dividiéndola perdían su fuerza; los obreros sindicados solamente tienen fuerza cuando están organizados, ya que si no lo están, cada uno vale solamente por uno, por sí mismo. El asunto es sumarlos para que valgan millones, porque ya, frente a millones, la otra parte piense dos veces antes de hacer una cosa que no debe hacer. La organización, indudablemente, no es solo agrupar en un organismo una cantidad de hombres, porque en esa agrupación de hombres que piensan de distinta manera, que no tienen una orientación común, está el germen de la disociación, no de la organización. Si ustedes toman diez personas en distintos lugares y las juntan, discuten y a la hora están peleando entre ellos, porque piensan de distinta manera y están en desacuerdo. Pero si primero se uniforma la manera de pensar, se establecen debidamente los objetivos por los cuales se lucha, se llega a algo constructivo. De manera que la organización es una cosa más sería de lo que muchos creen. Nosotros hemos tardado diez años para ir unificando poco a poco, para ir desmontando todos los organismos que se oponían a la organización. Recuerden ustedes las tremendas limitaciones que había y la guerra que se hacía para destruir las organizaciones desde el punto de vista estatal, cuando no existía una ley se asociaciones profesionales que garantizase a la organización y cuando el Estado venía a ser en realidad su enemigo. Además, el mismo sindicalismo anárquico, con sus distintas ideas y objetivos, era también su propio enemigo, porque dividía en vez de unificar y organizar. Ustedes ven las etapas que hemos tenido que pasar desde aquella anarquía de 1943 hasta nuestros días; cuánto se ha hecho para ir organizando y unificando la manera de pensar y de sentir, para obtener una organización de conjunto y poder decir: “los intereses de la clase trabajadora son tales”. De la otra manera, cuando existían cincuenta organizaciones los intereses eran cincuenta. De tal manera, lógicamente, esa tarea de organización se había realizado medianamente hasta 1951. Entonces fue cuando dijimos: “Hay que unir todo esto; ya hay una doctrina, una manera uniforme de pensar y de sentir; ahora es el momento de organizar”. Por eso declaramos 1952 el Año de la Organización Sindical. Fíjense cuánto poder tuvo eso que hizo organizar sindicalmente a los patrones. ¡Vean si habrá tenido fuerza! Indudablemente, la organización, con la creación de los sindicatos fuertes, con medios económicos, con sus locales, sus mutuales, sus elementos asistenciales, sus colonias de vacaciones, sus escuelas sindicales, ya es uno cosa seria, ya es una organización verdaderamente. Ahora, el progreso de esto es una cosa asegurada; hay que crear el elemento fundamental para su consolidación, porque aún cuando nosotros sostengamos hoy que el movimiento sindical argentino organizado ya está consolidado, todavía no estamos consolidados del todo: la consolidación en el sindicato no viene por su organización, viene por un contenido ideológico uniforme y por el desarrollo del sentido de solidaridad social, que es la única fuerza que aglutina. El sentido de la organización ideológica o el sentido de la uniformidad ideológica, es la arena; pero la solidaridad social es el “cemento portland” y hasta que no consigamos que esa mezcla fragüe, ¡cuidado! Porque mientras esos materiales no estén consolidados, un viento fuerte que se levante, puede llevárselos, tanto al pórtland como a la arena; si están sueltos, se los lleva el viento o la lluvia y no nos deja nada. Por eso, en este orden de cosas queda todavía “el rabo por desarrollar” para consolidar, y definitivamente, la organización. El desarrollo del sentido de la solidaridad social es lo que nosotros hemos establecido como objetivo para el año 1953 y en adelante. El sentido de la solidaridad social es, diremos así, el de mutuo cariño, apoyo y ayuda, que existe, por ejemplo, en la familia. Muchos han pretendido destruir la familia; pero ninguno ha podido hacerlo, porque hay una solidaridad familiar: cuando a uno le tocan la madre, el padre, o un hermano, reacciona instintivamente porque existe un sentido desarrollado, profundamente desarrollado en el hombre, que lo obliga a proceder así, pues es un sentimiento natural del individuo que, por otra parte, da lugar a que la familia sea una asociación de derecho natural, como la califican nuestras leyes y el código. Ahora, digo yo: si la familia es de derecho natural, porque conviven en ella sus miembros, y no porque sean de una misma sangre, como muchos piensan; si uno tiene un hermano y no lo ve nunca, vale más un amigo que ese hermano. La convivencia y la lucha común por la vida es lo que da ese sentido de atracción, de cariño y de solidaridad. ¿Por qué, si eso se desarrolla en la familia por la convivencia, no se ha de desarrollar también en los lugares de trabajo, que es donde están más los hombres juntos y donde más luchan por una cuestión común? Entonces, eso hay que desarrollarlo paulatinamente, y los dirigentes tenemos la obligación de hacerlo efectivo. Lo primero que hay que hacer es lograr un hombre con sentido altruista, no con sentido egoísta; el egoísmo es el enemigo de la solidaridad: es el que quiere todo para él y para los otros nada. Si él tiene que subir un poco, y para ello necesitar destrozar al que está al lado, lo destroza. Eso, es lo que el individualismo, a través de la tendencia capitalista, ha creado en el mundo, porque, entonces, haciendo toda una sociedad de egoístas, ellos, están reunidos en organizaciones económicas, se imponen a todos los demás. No puede ser ese el sentido que nosotros demos a nuestra concepción Justicialista: la concepción justicialista está basada en el altruismo, no en el egoísmo. Eso lo entienden ustedes más que nadie, porque ustedes han sufrido durante muchos años las consecuencias de ese egoísmo y de esa falta de solidaridad social. La han sufrido en cada una de sus casas, presentándose en una comunidad en la cual, frente a la organización de la explotación, todos han sido impotentes por su aislamiento, y no han podido ni siquiera defenderse individualmente. Entonces, lógicamente, estaremos en presencia de una sociedad nueva, de una comunidad moderna, el sentido de la solidaridad hace que todos los días trabajemos para nosotros y no en contra de nadie, sino a favor de los demás. Realizándonos nosotros, vamos a la vez realizando a la comunidad, para que desaparezca ese individuo malvado que trabaja siempre en perjuicio de los otros y que ha justificado la afirmación del siglo pasado, tan real y tan verdadera, de que el hombre era un lobo para el hombre. ¡Desgraciado el que tiene que vivir en una comunidad de lobos! Tenemos que terminar con los lobos, porque de lo contrario los lobos ven a terminar con nosotros. Es indudable que esto no es fácil de realizar. Cambiar la mentalidad, la modalidad y la sentimentalidad de los pueblos es como cambiar los pueblos mismos, pero no es una tarea difícil si todos nos ponemos a realizarla. Y nosotros lo vamos a hacer desde el gobierno. Vamos a interesar a los padres para que influyan sobre sus hijos y a los maestros para que eduquen a los muchachos en una nueva tendencia, en una nueva dirección. Si los padres, los maestros y los dirigentes -tanto nosotros, los gubernamentales, como los gremiales-, nos proponemos realizar este cambio, en diez o quince años habremos cambiado la República, porque la gente joven que va a constituir el futuro, va a venir con nuevas ideas. Que ellos no sufran, compañeros, lo que han sufrido ustedes por una incomprensión, por una mala filosofía de la vida de una comunidad. Esa es una tarea a realizar a largo plazo, en la cual ya estamos trabajando con una nueva orientación en las escuelas, en los colegios nacionales, en las universidades, en el ejército y en todas partes. Ustedes ven que nosotros hemos comenzado la empresa. Del ejército, que antes era una organización con rígida disciplina, nosotros hemos hecho una entidad social, donde ya se está trabajando con un sentido de la solidaridad social. Cito al ejército, porque los fuerzas armadas son las más difíciles de preparar y porque han sido guardias pretorianas del capitalismo y de la sociedad antigua; eran el instrumento de control del poder. El ejército y las fuerzas armadas no tienen esa función ni deben tenerla. De manera que nosotros lo estemos orientando todo en una nueva dirección. A los dirigentes gremiales, dentro de sus gremios, les corresponde en su función común, la tarea que nosotros vamos a realizar en la comunidad argentina de impulsar el desarrollo de la solidaridad social dentro del sindicato. ¿Y qué gana el sindicato con esto? Su consolidación: van a tomar la arena y el portland, le ven a echar agua y, cuando fragüe no lo va poder romper nadie. Para llegar a esa solidaridad social, hay dos caminos: uno es el cariño de conjunto o camino colectivo, que lo hace la organización. En virtud de esa solidaridad social, se reúnen varios compañeros de la comisión directiva para defender los intereses profesionales de todo el gremio; ese es el sentido de la solidaridad representativa y cada uno de los compañeros del gremio recibe el beneficio de este acción abnegada y muchas veces sacrificada de un núcleo de dirigentes. Eso desarrolla en forme colectiva el sentido de la solidaridad social. Otra acción colectiva y solidaria que va desarrollando el sentido de la solidaridad social, es por ejemplo, le da una mutual, donde el que está enfermo es atendido también a través de la preocupación de los dirigentes y de todo el gremio que contribuye a la atención de la salud física de los componentes. Cuando se hace una proveeduría, a través de la cual se defiende al poder adquisitivo de los salarios, con la preocupación de un núcleo de compañeros del gremio que trabajan y se esfuerzan para que el costo de la vida sea más bajo y valga más el salario o sueldo que perciben, también se hace una acción colectiva de solidaridad. Las escuelas sindicales, donde se va formando la mentalidad y el sentido de la vida sindical de los dirigentes que concurren a ellas, también desarrollan una acción de solidaridad. El gremio que funda una escuela para ir alimentando intelectual y moralmente a los dirigentes del futuro, desarrolla igualmente una acción colectiva de solidaridad. El otro sentido de la solidaridad, no colectivo, sino individual, es el que debe tener cada uno de los hombres del gremio y, precisamente, la acción de los dirigentes es ir trabajando sobre el espíritu de cada uno de los asociados para hacerle comprender esta solidaridad gremial, para hacerle comprender los beneficios de una comisión de defensa de los intereses profesionales, las ventajas de una mutualidad, de la proveeduría, de la escuela sindical. Hay que hacer ver los beneficios de todas esas medidas que se toman dentro del gremio en bien de los asociados, porque eso va despertando el cariño de todos ellos. Es como la madre, a quien se la ve trabajar en la casa todos los días, que se preocupe, que se levanta temprano y para quien no hay dolores cuando se sacrifica por los suyos, y entonces decimos: “ ¡Que gran mujer!”, y le tomamos cariño. Esto es lo mismo. Cuando los hombres del sindicato ven que sus dirigentes se preocupan y van introduciendo el bien en el gremio, al final decimos: 鎡Que buen muchacho es fulano!”, y empezamos a quererlo. La solidaridad entra por el corazón. La organización es solamente una forma objetiva; en cambio, la solidaridad es una cuestión sentimental. Y lo que los hombres unen por el corazón es lo único perdurable, lo único que no se destruye. Yo les pido, compañeros, que ustedes -que se dispersarán en todas direcciones y tomarán contacto con los compañeros del resto de la República en sus distintas regiones- hablen con los compañeros de estas cosas que son más importante de lo parece y que tienen una importancia fundamental. Son, diremos así, el contenido fundamental y básico de la organización. La organización no vale nada cuando se junta simplemente gente. No; hay que juntar corazones, hay que juntar mentalidades de una misma especie. Aquí, como en las operaciones aritméticas, no se pueden sumar sino cosas de una misma especie. No podremos sumar mentalidades de una característica con mentalidades de otra característica; hombres que sienten una cosa, con hombres que sienten otra. Primero antes de sumar hay que convertir todo a una misma especie, lo que se llama llevar un común denominador. Cuando tengamos a todos nuestros compañeros que piensen y sientan de una misma manera, solamente entonces podremos sumar. Hasta entonces no podremos sumar aunque queramos. De esto debemos preocuparnos en el futuro. Hasta ahora hemos tratado de dar la organización; ahora viene la verdadera organización, es decir, la organización basada en el sentido solidario de sus componentes. Trabajar por la solidaridad social es trabajar por la consolidación de la organización sindical. Sin esa solidaridad social no habrá nunca una consolidación. Por eso el año 1953 nosotros lo hemos declarado el “Año de la Solidaridad Social”, así como el 52’ era el de la “Organización Sindical”. Ustedes ven que esto que yo trabajo en la dirección sindical lo hago también en todas las otras direcciones; yo voy creando la solidaridad nacional a través de este acción. Por eso, como el sindicato no estará nunca organizado, y no podrá sumar nunca sus adherentes sí no son de la misma especie, yo, con la responsabilidad de manejar este gran sindicato que es la República Argentina, tengo que buscar el mismo sentido de solidaridad entre los argentinos. Es más difícil mi tarea que la del sindicato. ¿Por que? Por la lucha por el orden nacional, en la política interna es mucho mayor que la que puede existir en las cuestiones gremiales: hay gente de distinta procedencia, hombres de distinta ideología, de distinta manera de pensar y de sentir, y, sobre todo, hombres con distintos intereses y ambiciones, que lo que lo más los separa. Estos diez años de trabajo han sido casi de lucha. Estamos llegando al final de esa lucha. Ese gente política que siempre esperaba que yo dijera al día siguiente, que nuestro gobierno también caería el día siguiente y que el justicialismo se terminaría en la misma forma, ha vivido con ese oxígeno de la mentiras, del “cuento chino” y del rumor. Alimentados por esas especies, han pensando siempre en la revolución. Parece que ahora se están convenciendo de que aquí no hay caso de revolución. Entonces comienzan a entrar por la razón. Es indudable que todas las medidas que el gobierno ha tomado, medidas policiales naturales y normales contra la alteración del orden, han sido correctas. Ahora dicen que quieren la armonía entre los argentinos. Yo siempre la he querido y siempre la he pedido, y ésa es mi función: es mi función natural el buscar la armonía entre los argentinos; pero la armonía entre los argentinos no depende tanto de mí como de los argentinos. Entonces, lógicamente, si ellos se están peleando, si se reúnen para conspirar contra el gobierno, tiran bombas, etcétera, no pueden pedirme a mí que los apacigüe. Es difícil. Tendrán que convencerse de que por ese lado no van a ninguna parte. Cuando ellos se apacigüen yo los llamaré igual que a todos los demás, y les daré la mano. Yo, ¿qué encono puedo tener? Las que pueden tener encono son ellos. Todavía no me han hecho nada, ¿qué encono, pues, puedo tener yo contra ellos? Creo que, así como en el orden sindical el año 53 puede ser el de la Solidaridad Social, en el orden de la Nación también puede ser el Año de la Solidaridad Nacional. Es decir, que todos trabajemos, cada uno con sus ideas y por su camino, para la República Argentina, que es lo interesa aquí. Cuando todos los argentinos trabajen por la República Argentina, esta andará mejor realizando a nosotros mismos. Nadie puede pretender vivir feliz en una desgraciada República Argentina: vivirán felices los que construyen una feliz República Argentina. La felicidad de todos es la única felicidad a que se puede llegar, porque la felicidad de algunos está basada en la desgracia, la miseria y el dolor de los demás. Eso no se puede llamar felicidad. Yo no dormiría tranquilo sí supiera que soy feliz a costa de la desgracia de los demás. Esa es una cosa que nosotros los justicialistas entendemos, porque nuestra felicidad no consiste en tener el estómago lleno, en fumar, grandes cigarros y vivir en un palacio. La felicidad nuestra consiste en dormir con la conciencia tranquila. Sobre la justicia y sobre la maldad y sobre la miseria no hay ninguna conciencia que le permite a uno dormir con tranquilidad. Son distintos puntos de vista. La felicidad no existe de una manera absoluta; siempre es relativa. No todos somos felices de la misma manera. El cerdo es feliz cuando come y después se revuelca en el barro. Nosotros con eso no hacernos nuestra felicidad. En esto, ustedes podrán ver una orientación uniforme y verán que hasta en los cálculos de la solidaridad nacional nosotros hemos andado más menos ajustados y coordinados, porque la solidaridad social, la solidaridad peronista, coinciden con la solidaridad nacional. Con esto, todos tendremos algo que ganar, porque en lugar de perder el tiempo haciendo cosas inútiles, lo emplearemos en trabajar y producir para el país. Eso sí, mucha gente que nunca ha trabajado, quizá durante esta época tenga que empezar a trabajar. Indudablemente, muchos de esos dirigentes políticos, que nunca hicieron más que política tendrán qué trabajar en algo para ganarse la vida. Después me lo van a agradecer, porque es mejor trabajar pare ganarse la vida y dedicarse a la política colateralmente después de haber producido lo que consume. Ellos me lo agradecerán y algún día dirán: “Bueno, no fue todo malo para nosotros; nos enseñaron también a trabajar”. Yo les ruego que lleven a los compañeros estas palabras y estas ideas constructivas, que son para bien de todos. Son tan claras y tan honradas que nadie puede discutirlas. Esta tarea del año yo se la encomiendo a los compañeros dirigentes. Sobre nosotros recae la responsabilidad de eso. Recuerden ustedes que el mundo ha llegado a la situación desgraciada en que se encuentra: la mitad de le humanidad va por un lado y la otra mitad por el otro, dispuestas a lanzarse una contra otra para destruirse. No pensemos solo en que la situación del mundo es mala, sino que también debemos pensar en quienes nos han llevado a ella. Los primeros culpables son los dirigentes, esos que han estado haciendo de las suyas, formando malos hombres en lugar de formarlos buenos. Esos son los primeros y principales responsables; después, los padres, que han dejado que hicieran con nuestros hijos lo que quisieran, inculcándoles esa maldad; después los maestros, que tampoco se han dedicado mucho a formar hombres buenos. Ellos querían formar sabios, como si un sabio malvado no fuera más peligroso que un ignorante bueno. Nosotros aspiramos a una comunidad culta; pero la cultura no estriba en que haya cinco o seis sabios y todos los demás sean ignorantes. Una comunidad culta es aquella en la que hay un término medio de cultura para todos los hombres, en la que todos son medianamente cultos, aunque no haya ningún labio. Y, sobre todo, que esa cultura esté al servicio del bien y no del mal; es decir, que además de formar un hombre culto, formemos también un hombre bueno. Hay en esto una anécdota muy conocida. Cuando Sócrates estaba por tomar el veneno para morir uno, de sus discípulos, el más joven le dijo: “Cuánto siento que usted se muera ahora: es tan poco lo que ha enseñado” y Sócrates le dijo: “No te arrepientas si eres bueno, lo poco que te he enseñado te va a servir mucho, y si eres malo todo lo que te he podido enseñar no será sino en perjuicio de tus semejantes”. Hay que trabajar por esas ideas; trabajar por esa filosofía, una filosofía objetiva, una filosofía de la vida, vale decir, la única filosofía. En filosofía partimos de Grecia, que es el comienzo del camino filosófico de la vida en el mundo; y a poco que salimos de ella nos perdemos y ya no sabemos ni por dónde andamos. No puede ser este camino de la filosofía el que ha llevado al mundo a esta situación. Si ahora estamos perdidos, tenemos que volver al comienzo. Volver al principio del camino, para tomar la buena senda y tratar de no perderla. Nada hay más sabio que volver al comienzo y empezar de nuevo cuando uno reconoce que ha perdido el camino. Empezar con cosas simples pero puras, con verdades simples, pero verdades. Estos filósofos que han recorrido tanto camino y andan en el aire volando, no nos dicen nada que nos convenza. Vamos a elegir nosotros, de acuerdo con nuestro propio convencimiento, una nueva filosofía, simple pero real, sin grandes complicaciones pero con grandes soluciones, que es lo que los hombres necesitan. Trabajar por esto, compañeros, es trabajar por el bien de la comunidad; y trabajar por el bien de la comunidad es trabajar solidariamente por el bien de cada uno. Les pido nuevamente que lleven estas palabras a nuestros compañeros del Interior, y con ellas, a todos un inmenso abrazo y mi cariño.
1953-07-22
PALABRAS ANTE DELEGADOS AL CONGRESO DE SANIDAD
Compañeros: En primer término, deseo agradecerles la molestia que se han tomado en venir desde San Juan hasta Buenos Aires, para darme la inmensa satisfacción de poder estrecharles la mano. También les agradezco el recuerdo que han tenido para mí. Estos son mis mejores trofeos, los que yo guardo con mayor cariño, porque provienen de hombres de trabajo, que son los que todo lo merecen, incluso nuestro reconocimiento y nuestro gran cariño, que son inmutables e imperturbables en todos los tiempos. Celebro la realización de estos congresos en todas partes de la República. Y lo celebro, porque creo que estas reuniones de compañeros que llevan sus propias inquietudes como así también sus propias aspiraciones, son siempre altamente constructivas para la organización sindical. Un pueblo sin conciencia social es un pueblo sin alma. Estos congresos, donde los compañeros intercambian ideas, intercambian inquietudes, van también consolidando la inmensa trama de la conciencia social del pueblo argentino. Por eso tienen una gran significación. Por otra parte, trabajan también para consolidar las organizaciones, porque se van haciendo cada día más humanos y solidarios los unos con los otros, cualquiera sea la región del país a que pertenezca. Nosotros hemos prohijado y apoyado en toda forma la realización de estos congresos, que llevan en sí la inquietud de los hombres que realmente representan a la fuerza del trabajo del país.Y la fuerza del trabajo es, indudablemente, en nuestro país, la fuerza más prominente del pueblo argentino. De manera que el intercambiar ideas, el intercambiar inquietudes, el conocerse y discutir en conjunto los problemas de esa inmensa fuerza que es el trabajo argentino representa para el gobierno un apoyo siempre constructivo y siempre útil. Por mí parte, yo aprovecho la oportunidad cuando los compañeros llegan hasta aquí para exponerles el punto de vista que el gobierno tiene en este orden de cosas. Nosotros hoy podemos considerar que la revolución argentina ha triunfado. Ha triunfado no solamente en el orden interno sino en el orden internacional. Ya estamos siendo considerados en todas partes del mundo. Ya no somos unos molineros, sino que somos un movimiento con un contenido ideológico, respetable y respetado. Esto nos ha costado diez años de lucha. Ha costado mucho sacrificio y mucha lucha pero el producto de ese sacrificio y de esa lucha ya se está viendo en todos los órdenes. Yo celebro que en el orden nacional ya nuestros adversarios de siempre comiencen a pensar que no se trata de seguir luchando sino de empezar a construir, que debemos ponernos a trabajar para ser útiles al país en lo que podamos. Esto es para nosotros una inmensa conquista, y celebramos que estas conquistas se hagan a la sombra de nuestras banderas: de la justicia social de la independencia económica y de la soberanía política. Eso representa para nosotros un éxito muy grande, que es aún mayor para el país, porque esas tres banderas en marcha son la custodia de la felicidad del pueblo y de la grandeza de la Nación, a que todos aspiramos. Por esa razón, los trabajadores argentinos tendrán siempre, en la historia de nuestro país, desde este momento que vivimos, la gloría de haber sido ellos los artífices de la felicidad del pueblo argentino y de la grandeza de la patria argentina. Cualesquiera sean las circunstancias del futuro, nadie le podrá discutir a la clase trabajadora argentina que a ella corresponde la gloria de toda la grandeza y de toda la felicidad que podamos disfrutar en el futuro. Esto tiene un valor histórico extraordinario. La historia argentina nos dirá que aquí no fue Pedro, ni Juan, ni Diego; aquí fueron los trabajadores los que, levantando su bandera de trabajo y de construcción, hicieron la grandeza de la patria. Por eso yo, que me considero un trabajador más, disfruto desde aquí de esa inmensa satisfacción. Y naturalmente, eso me hace pensar también en la necesidad de que, al fin de esta jornada de lucha que vamos coronándose con el éxito, seamos capaces de recapitular y de pensar que ahora más que nunca tenemos la obligación de consolidar nuestras conquistas y nuestra organización, porque es solamente la organización del pueblo argentino la que ha permitido alcanzar este éxito. Una clase trabajadora desunida, una clase trabajadora desorganizada, no hubiera podido realizar semejante cosa. Por eso, cuando se habla del pueblo, yo pregunto: ¿Quien compone el pueblo? El pueblo lo componemos todos, sin jerarquías de ninguna naturaleza, porque el pueblo no reconoce más jerarquía en su organización que la que representativamente el mismo pueblo elige para que lo dirija y lo gobierne. El pueblo argentino somos todos, pero inorgánicamente no seríamos nada. Es orgánicamente como representamos algo. Por eso creo yo que en esa grandeza del pueblo hay un sector infinitamente preponderante, que es la organización sindical; es la organización de los trabajadores del país, porque ellos representan el ochenta y cinco por ciento del pueblo. En consecuencia, sin esa organización, nosotros no hubiéramos podido realizar nada. Con un pueblo que no hubiese hecho valer sus derechos a través de una organización que imponía lo que había que hacer, no hubiéramos alcanzado ninguna de las conquistas que hemos obtenido. Y hoy todo el mundo, pobres y ricos, humildes y poderosos, reconocen que esta grandeza en este momento que está viviendo la República Argentina, en el orden del trabajo y de la construcción, se debe exclusivamente a ese impulso generador que nace de la organización. Por eso, muchas veces a mí se me ocurre pensar sí ya hemos consolidado la organización, y en esto es lo que nosotros tenemos una alta responsabilidad. Los movimientos sindicales no se consolidan solamente con una organización material, es decir, con juntar hombres y ponerlos bajo una dirección. Eso no consolida. Para poner organizar lo primero que hay que tener son hombres que tengan una idea uniforme sobre los objetivos que se persiguen, hombres que piensen y sientan de una misma manera, vale decir, que tengan una unidad de doctrina. Lo que yo he hecho, es darle una doctrina al pueblo argentino, para que todo el pueblo argentino, piense como piense, tenga objetivos comunes, finalidades comunes y trabaje por una causa común, o sea, por la causa de todos. Esa unidad doctrinaría es, la base de la organización. Piensen ustedes que sucedería si tomásemos diez o doce individuos provenientes de distintas partes, que pensasen de distintas manera, y los juntásemos a todos para que discutieran sobre el problema de la organización del pueblo, al volver nosotros, a la mejor los encontramos peleando porque coma todos piensan distinto, van a discutir y se van a pelear. Pero si tomamos personas que piensan de la misma manera, que tienen una misma sensibilidad y un mismo sentimiento, si los juntamos para que discutan, al volver nosotros, encontraremos que todos están de acuerdo. Para organizar, los primero que hay que hacer es poner de acuerdo a la gente sobre la finalidad. Ese es el trabajo que nosotros hemos realizado desde el gobierno durante estos diez años de acción. En el año 1952, cuando yo vi que el ambiente público estaba preparado, dije: “Este es el año de la organización”. Es decir, que yo ya veía que la mayoría del el pueblo argentino pensaba ya de la misma manera y sentía de un mismo modo. Ya era Justicialista la mayor parte del pueblo. “Ahora, -pensé entonces- vamos a juntamos, vamos a discutir para ver como nos organizamos bien”. Piensen ustedes lo que hubiera ocurrido si yo hubiera pensado realizar esta organización en el año 1945, desde la Secretaría de Trabajo y Previsión. ¡Los inconvenientes que habríamos tenido! Ahora ya no los hay. Todos estamos, más o menos, dentro de una línea general. Cada uno con sus ideas, distintas ideas, pero coincidiendo en las finalidades que perseguimos todos, vale decir, que vamos hacia un objetivo, por distintos caminos, por cualquier camino, pero todos vamos a llegar al mismo lugar. Eso es lo importante. Vamos sobre los mismos objetivos. Como les dije: el año 52’ fue el año de la organización, y efectivamente se consiguió una organización popular. Tal gravitación tuvo esto, que hasta llegaron a hacer sus sindicatos los patrones; quedan algunos, como dijo el compañero, que todavía no lo han hecho, pero lo van a hacer, porque aquí, el que no esta organizado no va a vivir muy contento ni muy tranquilo. El que vive solo y aislado será un salvaje permitido por nuestra civilización, pero los salvajes no viven felices ni bien. Todo este trabajo de organización se ha consolidado ya en una gran organización en el pueblo, no solamente de hombres pertenecientes a las fuerzas del trabajo, sino también de hombres pertenecientes a las fuerzas culturales, a las fuerzas artísticas, a las científicas, a las profesionales, a las de profesiones liberales, a las fuerzas económicas, a las de la producción, de la industria, del comercio, etcétera. Ustedes ven que todos están formando la organización, y ese es un equilibrio permanente perfecto, donde nadie hace el vivo ni nadie hace el explotado, porque cada uno tiene mediante su organización y a través del poder de su organización, la defensa de sus propios intereses, y nadie puede aquí en el reparto, diremos del producto del trabajo, sacar la parte de el león para que otro saque la parte del ratón. Aquí cada uno, en la repartición, discute sus derechos y los hace valer. Nadie puede ser feliz a costa de otro. Aquí se establece un equilibrio permanente de esa repartición justicialista de los bienes que deben disfrutar los hombres. Cuando hay para gozarlos, gozamos, todos, y cuando haya que sufrir, sufriremos todos pero igual. Cuando fue necesario, para no gastar divisas, comer el pan un poquito negro, empecé por comerlo yo. Hicimos una sola clase de herencia, de manera que no había caso de hacer dos clases de pan. Lo importente es establecer una comunidad dentro de la cual se conjugue una justicia distributiva, y eso lo alcanzamos mediante la organización. El pueblo jamás alcanzará un grado de felicidad si no está apoyado por las fuerzas de la organización, porque los vivos son siempre más poderosos que los demás; eso que se avivan y sacan provecho, existen y existieron siempre; pero nosotros trabajaremos para que sean el menor número posible dentro de nuestra comunidad. Ahora ya estamos organizados. Nos queda por realizar el segundo paso de la organización, que es su consolidación. Las organizaciones no se consolidan por la existencia orgánica: se consolida por el sentido de solidaridad que debe existir dentro de las organizaciones. Por eso yo he dicho que si el año 1952 fue el Año de la Organización, el año 1953 es el Año de la Solidaridad Social. Tenemos que desarrollar ese sentimiento y ese sentido solidario de la clase trabajadora. ¿Como? Observen ustedes: la familia es una institución solidaria porque existe un sentimiento de atracción entre sus miembros a través de una convivencia más que a través de ninguna otra circunstancia. Desde que el mundo es mundo, se ha luchado para destruir la familia y nadie ha podido destruirla, porque la solidaridad es un sentimiento anímico, es un sentimiento espiritual que une, y lo que nosotros unimos por el corazón es difícil que nadie la pueda desunir. La solidaridad es un sentimiento que ha hecho de la familia una organización de orden natural. El sindicato es casi una familia; es una gran familia dentro de la organización de una comunidad, porque ahí también el trabajo en común, el sacrificio en común, los éxitos y los fracasos en común, van creando esa solidaridad sindical. Cuando nosotros desarrollamos en el sindicato el mismo o semejante grado de solidaridad que existe en la familia, entonces sí, el sindicato será indestructible, como es indestructible la familia. Este es el sentido de consolidación de la organización sindical. ¿Como se trabaja esto? Esto se trabaja en las organizaciones y a nosotros los dirigentes, nos corresponde la responsabilidad de ello. La solidaridad, el amor y el cariño se consiguen con obras buenas, ayudando siempre ayudando. Es lo único. Uno quiere a la madre por los sacrificios que la madre hace por uno, porque la ve en sus desvelos y en su dolor diario, despertando así los sentimientos de cariño. Para el compañero es lo mismo. Cuando nosotros formamos el sindicato, y dentro de esa realización de conjunto nos realizamos cada uno de nosotros, estamos trabajando por el desarrollo de la solidaridad social. Las mutuales que lo atienden cuando está enfermo y sus compañeros que se desviven por ayudarlo y tenderle la mano en la desgracia o en el dolor, es trabajo también para la solidaridad. Cuando una cooperativa defiende el poder adquisitivo del salario, vendiendo a precios más bajos que los agiotistas, también estamos trabajando por la solidaridad social. Cuando se defienden los intereses profesionales, haciendo de esa repartición de los bienes, producto del trabajo y de los sacrificios de las horas de trabajos, se realice equitativamente, los que luchan por eso los que luchan por eso están haciendo una obra de solidaridad social. Y aún en las mismas escuelas sindicales, donde se están preparando los dirigentes en un ambiente de lucha común por los interese comunes y por el bien común del sindicato, se está trabajando por la solidaridad social. Esto es del orden colectivo de la solidaridad. Nosotros, dirigentos, tenemos la obligación de realizar eso y de realizarlo inteligentemente. Yo he realizado eso desde el gobierno, y el cariño que me enorgullece y me satisface tanto todos los días, ese cariño que yo observo en la gente del pueblo hacía mí, es promovido por ese sentido de solidaridad con que yo he procedido con el pueblo argentino, tratando, en toda circunstancia, de servirlo y de servirlo honestamente, de servirlo sinceramente, de servirlo lealmente. Habrá muchos que no comprenderán por qué lo hago, pero hay muchos más que comprenden por qué lo hago; habrá muchos que no reciben un beneficio, pero hay muchos más que reciben beneficios. Todo eso va tejiendo una inmensa tela de solidaridad que nos va uniendo los unos con los otros para formar una comunidad solidaria, de la que no va a desertar al final ninguno, porque en una comunidad solidaria, como en una familia solidaria, cuando sale un hijo pródigo todos los demás lo miran medio torcido, y termina por corregirse, porque no tienen cabida los avaros y los egoístas en una comunidad solidaria en la que todos trabajamos para nosotros, es cierto, pero siempre, trabajamos también para los demás. Eso que da la solidaridad a través de la acción colectiva, en base de la dirección de los dirigentes, tenemos que ir nosotros, que somos los responsables, complementándolo por la acción individual; es decir que nosotros tenemos ahora que trabajar sobre la base de ir conformando hombres con este sentido solidario de la comunidad. Hasta ahora el capitalismo trabajó siempre por un individualismo egoísta y avaro. ¿A que ha llevado al mundo eso? A que se reúna la mitad del mundo por una parte y la otra mitad por la otra para lanzarse unos contra otros y destruirse. Es fácil darse cuenta de lo que esto representa. ¿Y quién tiene la culpa? En primer término la tienen los dirigentes. Los dirigentes son los que han creado en los pueblos esa clase de mentalidad; han creado aquello de que cada hombre es un lobo para el hombre. Ese es el sentido de la educación que se ha seguido hasta ahora. Han estado formando malvados y no hombres buenos, hombres solidarios en la comunidad. Por eso quieran ir a la guerra y matarse unos con otros; por eso se roban y se asesinan. Tenemos que reaccionar contra eso nosotros, que soñamos con una comunidad justicialista, vale decir, con una comunidad que sea justa, pero no justa a la manera antigua en que eran justos con ellos e injustos con los demás. No, queremos una comunidad justa con todo el mundo, no como antes que el que estaba de juez gritaba por la justicia y el delincuente era contrario a la justicia, y muchas veces era más delincuente el que estaba de juez que el propio delincuente, Todo eso habla de la necesidad de ir humanizando esto que se ha deshumanizado, porque el hombre ha estado trabajando olvidándose del hombre. Y ahora que vemos esta catástrofe que se prepara nos preguntamos ¿que sucede en el mundo? Los hombres han perdido su camino; es exacto: han perdido el camino. Ellos marchan hacia el puerto de la felicidad y van hacia el puerto del desastre, de la hecatombe, a través de la muerte y de la desaparición del mundo. Quiere decir que han perdido el camino. Y cuando uno pierde el camino, no debe ser tan ciego y seguir por el camino equivocado; es mejor volver atrás y emprender nuevamente el buen camino. Esos que siguen marchando, que no quieren comprender, esos han perdido el camino y siguen por el camino equivocado, pensando que van a convertirlo en bueno. Nosotros los justicialistas, pensamos que por ahí van mal. Por eso, preferimos volver y tomar el buen camino, para dirigirnos hacía el puerto de la esperanza y de la felicidad por otro camino que el que ellos toman. Ese es el Justicialismo y esa es nuestra manera de pensar. Pensamos que el mundo ha perdido el camino, y no queremos seguir por el camino equivocado, Queremos emprender el bueno. Eso impone ir revisando todo. Si la culpa ha sigo de los dirigentes que han guiado al mundo, nosotros, en nuestros dirigentes, en nosotros mismos, tenemos que ir formando otros dirigentes que no lleven a eso, que no sigan sobre el error, y ese es el trabajo que estamos realizando. ¿Quienes tenemos que realizar eso? Nosotros, los dirigentes, somos los que tenemos que ponernos pensar sobre este grave problema. Después tenemos que hablarles a los padres; tenemos que interesarles para que eduquen, a los hijos bajo esta prédica, en esta nueva manera de pensar. Por eso, el padre debe ser también un poco maestro de sus hijos. Cuando digo padre, me refiero también a la madre, que es la que tiene más acción sobre los chicos. Ella debe tener también la responsabilidad. Tenemos que formar una sociedad y una comunidad que se preocupe de eso. Ser madre no implica solamente tener un hijo, sino tener un buen hijo. Es más importante tener un buen hijo que tener un hijo. Sobre eso tenemos que convencer a las madres y a los padres para que, de acuerdo con eso, vayan formando a sus hijos. Después, el niño pasa a manos del maestro. Tenemos que tener un maestro que sea un poco maestro y un poco padre para que al tomar al niño no le haga entrar cosas solo en la cabeza, sin también cosas en el corazón. Y así seguiremos esa labor a medida que vayamos teniendo influencia sobre nuestros muchachos. Después será cuestión de hablar en el cuartel, para que allí se realice el mismo trabajo, para que a los veinte años lo sigan educando en ese sentido. Imaginemos que desde la cuna, la madre; más grandecito, el padre; después, el maestro; luego el teniente. Luego de veinte años de trabajo, es difícil que resista, va entrar por la buena y será buena persona. En realidad, cuando a los hombres se los educa, instruye y prepara para la lucha por la vida, lo más importante es que sea una buena persona, porque de lo contrario le estamos dando armas a una mala persona. Cuando se trata de una buena persona, no interesa que sepa mucho. Lo terrible es ese que sabe mucho y es una mala persona. Ese es más peligroso que todos. Por otra parte, en lo que se refiere a la cultura, no es un pueblo culto aquel en el cual hay cinco o seis sabios maravillosos. Yo prefiero un pueblo medianamente culto, pero en el que todos sean un poco cultos, y no esos en donde hay sabios e ignorantes. Esos no son pueblos cultos, ni esa cultura tiene valor. Que todos podamos ser un poco cultos, un poco instruidos, es lo importante. Los más posibles y para todos, y no que a costa de veinte millones de ignorantes y de miserables haya doscientos sabios y dos mil ricos y poderosos Eso no pude, ser un pueblo. Toda esta es tarea nuestra, de ustedes y mía. Cada uno, en su esfera de acción, realiza lo que debe realizar. Yo he de hablar dentro de poco con los maestros, ya he venido hablando y predicando porque así cono desde la Secretaría de Trabajo y Previsión yo hice todo lo que hice en el orden social y demás, desde aquí voy a hacer lo mismo en el orden moral de la República. Hasta ahora no he querido hacerlo. Muchos decían: “este coronel es un materialista; no habla más que de salarios, de precios y de sueldos para los trabajadores”. Efectivamente, en esa época sí, es cierto. Que iba a pensar en lo otro! Imagínense ustedes el problema que enfrentaba el pueblo argentino; hambriento y miserable, olvidado y explotado, y yo todavía le iba a hablar de virtudes. Para pensar así se necesita ser un angel y no conocer el corazón humano. Pedirle a un pueblo explotado y escarnecido, que todavía sea virtuoso, es pedir que el pueblo esté formado por héroes y por santos, y los pueblos no están formado por héroes ni por santo. Del común de los hombres sale un héroe o un santo cada muchos años. Los demás somos hombres, nada más que hombres. Entonces hay que considerar. Las comunidades compuestas por hombros y no por santos y por héroes. Por eso, nosotros pensamos que hablar de virtudes en aquel momento era necesario. Nos dedicamos entonces a preparar una plataforma de sustentación material, donde el pueblo pudiese apoyar sus pies con un poco de dignidad. Para eso había que darlo al pueblo aquello a lo que el pueblo tenia derecho y de lo cual había sido injustamente privado. Y así empezamos. Cómo le vamos a hablar de moral a la gente que vive hacinada y miserablemente. Primero había que construir viviendas. Nosotros, en el Primer plan quinquenal hemos construido 35 mil viviera en la República Argentina. Ningún país del mundo ha hecho un esfuerzo semejante. Además, vamos a construís otras 300 0 cuatrocientas mil viviendas en el Segundo Plan Quinquenal. Para poder yo hablarle de moral a una familia, no le tengo que poner quince varones y mujeres mezclados en una pieza, porque esa es la primera escuela de inmoralidad de los chicos. Pero el pobre que no tiene otro recurso, ¿qué va a hacer? El no puede tener un palacio; pero nosotros, gobierno, tenemos que ir propugnado para que se vaya desarrollando ese programa de viviendas para impedir una promiscuidad de esa naturaleza. En un escuela sucia y sórdida no se puede sacar sino mentalidades sucias y sórdidas. Por eso hemos construido cinco mil escuelas en estos últimos cinco años; cinco mil escuelas donde los chicos del pueblo tengan algo alegre y lindo, que les levante la moral, hasta que nosotros podamos hacer que eso lindo lo tenga el chico también en su casa, en la familia. Y les dimos a los chicos los privilegios que no dimos a nadie en este país, a fin de ir formando una juventud con aspiraciones, y no con mentalidades sórdidas y miserables. Por eso hemos hecho todo lo que hicimos. Cuando nosotros hacemos una cosa, sabemos lo que hacemos; lo hacemos con una finalidad. Si mejoramos los sueldos y salarios, lo hacemos para que la gente del pueblo pueda tener bien a sus hijos, pueda educarlos, pueda vestirlos, pueda curarlos. ¿Como iba a hablar de virtudes si primero había que habla de eso antes que darles consejos? Imagínense: ¡Darle consejos a un pobre que está desesperado y no sabe que hablar! ¡Consejos! Eso es muy barato, y cuesta muy poco. Si bien hemos hecho mucho, no podemos tampoco esperar a ser todos felices y a estar todos satisfechos para iniciar el otro trabajo, el trabajo moral, el que da el verdadero contenido de la vida. La felicidad de un hombre no está en que él tenga todo lo que ambicione, sino en que no ambicione nada más que lo que necesita. Hay hombres que no están felices aunque le pusieran todas las riquezas del mundo en sus manos. Por esa razón, nosotros creemos que ha llegado el momento en que todos debemos empezar a pensar en la necesidad de ir educando. Si nosotros, los dirigentes, los padres, los maestros, los que toman a los hombres en otra altura de su vida, trabajáramos durante diez años en este sentido, cambiaríamos la comunidad argentina. En quince años debemos cambiarla totalmente, y creo que para formar una comunidad solidaria y humana que no vaya a la destrucción como la actual humanidad, bien vale preocuparse diez o quince años en trabajar a los niños, que son los que nos van a reemplazar a nosotros; es decir, trabajaremos sobre el futuro. Nosotros ya somos viejos y nos vamos a morir, pero yo quiero que a estos que nos siguen, les dejemos algo que nos tengan que agradecer. Ese trabajo realizado por nosotros tenemos que irlo lanzando sobre nuestros hijos y nuestros nietos. Yo he dejado en la Plaza de Mayo enterrado un mensaje para los muchachos el año 2000. Lo hice porque sé que de mí van tener un buen recuerdo los muchachos del año 2000. No sé sí cuando nosotros desaparezcamos, los que nos siguen cumplirán como nosotros con su deber, pero mucho dependerá de lo que hagamos nosotros con ellos para que lo sigan cumpliendo. Y quizás, cuando esos muchachos del año 2000 desentierren ese mensaje, nos levanten un monumento a todos nosotros por lo que nosotros hemos hecho para su bien y su felicidad. Compañeros: yo me he extendido demasiado en esto, porque es la orientación de este año: que trabajemos todos unidos por esa solidaridad. Lo único que en la humanidad hace milagros es esa solidaridad. La lucha entre los hombres es siempre destructiva. Solamente es constructiva aquella que surge de la solidaridad entre los hombres, aquella que considera que para a un argentino no hay nadie mejor que otro argentino, que para un trabajador no hay nada mejor que otro trabajador que, como decimos nosotros, para un peronista no hay nada mejor que otro peronista. Cuando nosotros hayamos extendido ese concepto de solidaridad a todos los argentinos, este será el país más feliz de la tierra, porque los hombres no son felices por ninguna otra circunstancia que por su convivencia entre los demás hombres que lo ayudan, y que cuando está en la desgracia se solidarizan con su desgracia, lo mismo que cuando está en el éxito festejan con alegría el éxito de los demás. Ese sentido de solidaridad, que es la base de toda la felicidad en la vida de los hombres, se alcanza en una comunidad solidaria. Por eso debemos trabajar por esa solidaridad. Ustedes, que ahora ven a ir a toda la República, lleven estas palabras, lleven en esta prédica, que es la única que construye, la única que puede hacer la felicidad de los argentinos y, así como ante nos pusimos a trabajar día y noche para alcanzar un grado de felicidad material compatible con la dignidad de los argentinos, hemos de trabajar en el futuro por formar también un alma dentro de los argentinos que dé acceso a esa felicidad, porque cuando la felicidad no reside en el alma de los hombres, no hay otro sentido ni otra posibilidad de alcanzar ninguna felicidad. Por eso les pido que lleven a los compañeros de toda la República estas palabras, de un compañero más, que como ellos, esta empeñado desde su posición en cumplir con su deber, en cumplir de la mejor manera el deber que nos impone la hora y el deber que hemos contraído como una obligación frente a la comunidad de los argentinos. Llévenles estas palabras y un gran abrazo que yo les envío desde el fondo mismo del corazón.
1953-08-06
ANTE DELEGADOS A LA ASAMBLEA DEL CIRCULO DE SUBOFICIALES DE GENDARMERIA
Señores: Deseo que mis primeras palabras sean de agradecimiento por el hecho de haberse llegado hasta esta casa para darme la inmensa satisfacción de poder saludarlos personalmente. La Gendarmería Nacional tiene para mí, como institución del Estado, un recuerdo imborrable por mi intervención en su creación misma. Yo fui uno de sus mis asiduos defensores y me tocó en suerte, siendo secretario del Ministerio de Guerra, intervenir directamente en la confección de la ley de su creación. Di numerosas conferencias para persuadir a los hombres de gobierno de la necesidad de crearla; de manera que me siento ligado en una forma especial a esa institución, a la que quiero ver progresando y perfeccionándose en alto grado para enfrentar las difíciles misiones que a lo largo del país le toca desarrollar. Conozco también las fronteras del país, las he recorrido a pie, a caballo, de todas maneras... No hablo desde aquí sin conocer profundamente todas las fronteras. Sé bien en que medio desempeñan sus funciones los muchachos de la Gendarmería; sé que allí no son todas flores; sé que se necesita un gran sentido de abnegación y, en muchas ocasiones, un amplio espíritu de sacrificio para enfrentar esas duras tareas de vigilar, de proteger y de ayudar, en toda la frontera argentina. Es uno de los defectos más grandes que tienen los hombres que actúan aquí, en los grandes centros de la metrópoli, el olvidar esa vida y esos sacrificios. Ustedes pueden tener la absoluta seguridad de que yo no los olvido, porque a mí también me ha tocado, andar mucho en la frontera y conozco esa vida y los sacrificios y las empresas que hay que enfrentar. Por esa razón, soy y seré siempre un defensor de la Gendarmería, en todos los aspectos. Un defensor desinteresado, el defensor que se forja en el conocimiento profundo de la vida que ustedes desarrollan y de las tareas que cumplen. En tal sentido, hago llegar a todo la Gendarmería, por intermedio de ustedes, a todo el personal, hasta el más humilde, mi inmensa satisfacción por el trabajo que realizan, y mi palabra de aliento diciéndoles que día a día trataremos de ir solucionando los problemas que afligen a todos los que trabajan a lo largo de las fronteras de la patria. También trataremos de solucionar los problemas que puedan presentárseles a la institución; serán encarados seriamente y resueltos en la medida en que las posibilidades nos vayan permitiendo hacerlo. Yo me felicito de poder hablarles a todos ustedes reunidos aquí y de que puedan llevar la palabra del gobierno a todos los camaradas que están en sus puestos y con quienes ustedes tendrán oportunidad de conversar. Yo veo con infinita satisfacción esta reunión de delegados de suboficiales de Gendarmería. El cuerpo debe tener un profundo y amplio sentido de solidaridad dentro de sus filas, solidaridad que se afianza y se desarrolla a través del personal de suboficiales que es el que está más en contacto directo y disperso en todas las unidades grandes o pequeñas de la Gendarmería. Estas reuniones, estos congresos etcétera, tienen esa virtud de desarrollar la solidaridad; los lleva a ustedes al cambio de ideas que siempre es proficuo; los lleva también a compulsar las distintas inquietudes de las diversas regiones y, sobre todo, a sentirse cada día más compañeros y más amigos entre ustedes. Ese sentido de solidaridad es desde el punto de vista institucional, lo más fundamentalmente necesario, porque hace más llevadera la vida y porque en los momentos de lucha y fatiga es lo que une y estimula a todos los que realizan una tarea común. Si alguien necesita de ese espíritu de solidaridad es precisamente el hombre que llena una función como la que ustedes desarrollan en todas las fronteras del país. De ahí que estos congresos o reuniones sean de un valor imponderable porque van cristalizando nuevas conquistas en orden de esa solidaridad que creo es indispensable en todas las instituciones y organismos de la República. Sé que la inquietud es tener un hogar de tránsito en la ciudad de Buenos Aires y en las capitales de provincias. A este respecto es bueno recordar que para poder preparar un guiso de liebre, lo primero que hay que tener es la liebre. Ustedes sienten ya esa necesidad y es obligación nuestra, del gobierno, poner el hombro para realizarlo. Esto tampoco es una cosa nueva para nosotros. Estamos resolviendo el mismo problema para los suboficiales del ejército, de la marina y de la aeronáutica, en Buenos Aires. Tendremos un enorme placer en darles toda la ayuda que sea necesaria para que ustedes puedan ver materializado ese sueño de tener también su case propia en la Capital Federal. Por otra parte, no es este un privilegio para la Gendarmería, ya que lo están haciendo para todos los organismos e instituciones del país y lógico es que ustedes que prestan tan grandes servicios y tienen una vida tan abnegada en la realización de sus funciones, tengan aquí su casa para que, cuando vengan a disfrutar sus cortas vacaciones, cuenten con los medios necesarios para hacerlo económicamente y en las mejores condiciones posibles. En este aspecto nosotros no hacemos economías; hacemos economías en muchas otras cosas, y pueden estar seguros que aportaremos los medios necesarios para que ustedes resuelvan ese problema sin ninguna dificultad. Pueden entonces llevar la promesa a los camaradas del interior que en los años que sigan trataremos de ir completando los sistemas de alojamiento y oficinas de la Gendarmería en las distintas partes en que está actuando. Esas viviendas las hemos de encarar por el Ministerio del Interior en forma de realizar un plan progresivo, construyendo el mayor número de ellas. Yo sé que la Gendarmería está mal alojada y sé que tienen malas oficinas y malos despachos en casi todas las regiones que actualmente sirven. Por consiguiente, es tarea nuestra proporcionarles las mejores comodidades. Hasta ahora, el esfuerzo realizado por el país en el tipo de construcciones para las oficinas públicas y alojamientos de los agentes del Estado ha sido extraordinario. Bastaría considerar que en el Primer Plan Quinquenal se han construido 76.000 obras públicas para tener una idea de lo que hemos hecho. Solamente en escuelas hemos construido nosotros más que lo que se ha hecho en todo el resto de la historia de la República Argentina. Cinco mil escuelas en todo el territorio –que ustedes deben conocer bien porque las habrán visto– es un esfuerzo muy grande, pero ustedes estarán de acuerdo con nosotros en que era una cuestión impostergable. De la misma manera vivienda popular: hemos llegado a las 350.000 viviendas en cinco anos, esfuerzo que tampoco ha sido igualado. Hacemos y hemos de seguir haciendo en este orden de cosas, llevando adelante la tarea de construir viviendas, entre las cuales también están las de ustedes, porque hemos de seguir un plan perfectamente racional. Yo les ruego que lleven a los camaradas de todas partes la palabra de que nos hemos de ocupar de estas cosas y, desarrollando un plan en pocos años cumpliremos esta obligación que tiene el Estado de dar a sus agentes viviendas higiénicas, dignas y confortables. Y ahora quiero pasar a otro tema, que también es importante. No es un tema de gendarmería, sino un tema nacional. Nosotros en el país hemos implantado una doctrina nacional, que no es una cuestión política sino nacional; vale decir, hemos fijado grandes objetivos que la Nación debe tener delante de sí para que todos los argentinos aspiren a conquistarlos en conjunto. Cualquiera sea la manera de pensar y de sentir de cada uno de los argentinos -aunque difieran en las formas y en los hechos circunstanciales- no pueden diferir en los grandes objetivos de la nacionalidad cuando afirmamos que somos defensores de la justicia social, que queremos la independencia económica y que anhelamos la soberanía política de la Nación. Ningún argentino puede estar en contra de esas tres banderas sin que lo podamos considerar un traidor de su propia patria. Y cuando afirmamos que tanto esa justicia como esa libertad y soberanía están al servicio de la felicidad del pueblo, tampoco ningún hombre del pueblo, sin traicionarlo, puede oponerse. Finalmente, cuando afirmamos que, además de esa felicidad del pueblo anhelamos la grandeza de la Nación, ya ningún hombre que se siente medianamente patriota puede estar en contra de eso. Sobre ello, nosotros estamos construyendo toda una doctrina nacional. La Doctrina Nacional tiene por objeto que todos los argentinos piensen que, si esos son, objetivos irrenunciables de la argentinidad, tenemos que estar de acuerdo, cualquiera sea nuestra manera de pensar y de sentir, en que esos son los objetivos por los cuales debemos luchar en conjunto y, en consecuencia, dar unidad de acción a toda la República para que todos los días se trabaje por esos objetivos hasta conseguirlos. Es imposible concebir un país donde sus habitantes no sepan que es lo que el país anhela y que es lo que el pueblo quiere. En otras palabras, tenemos que establecer una tarea común; tenemos que fijar los objetivos comunes y determinar una forma similar de luchar y de trabajar por la felicidad del pueblo y por la grandeza de la Nación hacia el mismo fin. Esa es la Doctrina Nacional. Aunque algunos dicen que esto es política. No es así: esa es la política que tiene la Nación. Algunos confundan la política de la Nación con la politiquería de los partidos. Yo nunca me refiero a la politiquería de los partidos; eso se resuelve con mayor o menor cantidad de votos, y nosotros ya tenemos demasiados votos. Lo que nos interesa primariamente es la Nación. Nosotros decidimos, dentro de nuestra política partidaria, que primero está la Nación, después nuestro partido y, en tercer orden, los hombres que lo componen. Y afirmamos que, para la Nación, nosotros queremos el partido y a todos nuestros hombres, porque entendemos que los hombres viven en razón de ser de la República, de la Nación; de lo contrario no tienen razón de ser. Hacemos la política porque queremos hacer bien al país. Habrá quienes entienden que lo estamos haciendo mal; pero que nos importa eso mientras el pueblo argentino siga pensando que lo estamos realizando bien y nos elija para que lo continuemos haciendo. Mientras sea así, no tenemos que pensar en los que no están de acuerdo. Nosotros hemos trabajado intensamente. Mucha gente podrá decir que nos hemos equivocado en muchas cosas; yo sé que nos hemos equivocado en algo. Ellos antes no se equivocaban en nada porque nada hacían; pero el que se pone realizar las cosas tiene que equivocarse en muchas. Sin embargo, hay que tener la valentía de enfrentar los problemas y de resolverlos, con equivocaciones y con aciertos. Las grandes obras no se construyen solamente con aciertos, se construyen también con errores. Lo importante es que el número de aciertos sea mayor que el de desaciertos. En esta intensa tarea podrá decirse todo lo que se quiera, pero no que no somos hombres que trabajamos todo el día por el bien de la República. Eso no lo pueden decir y eso es lo único que me satisface. Yo no tengo ambiciones de ser genio; solo quiero ser un hombre que trabaja de la mañana a la noche. Nosotros hemos realizado una obra que juzgamos extraordinaria, para lo que se estaba acostumbrado a hacer en la República Argentina. En 1946, cuando, recibí el gobierno, el país tenía 6.500 millones de deuda externa y un servicio financiero anual de muchos millones que teníamos que pagar entre todos al exterior. En este momento no tenemos un solo centavo de deuda, hemos pagado toda la deuda externa y no tenemos un solo servicio financiero al exterior que pagar porque hemos comprado las empresas que los originaban y ahora trabajamos para nosotros. Todo eso lo hemos hecho sin imponer sacrificios extraordinarios al pueblo argentino. Ahora estamos equilibrando todas nuestras cuestiones económicas, tenemos un pequeño negocio, pero es por nuestra cuenta. Además de eso, que constituyó la recuperación de la República Argentina en su economía, y qué nos permite decir que somos económicamente libres, y que además de permitirnos decirlo, lo hemos probado frente el mundo haciendo nuestra voluntad, en el orden económico hemos hecho un plan en el cual hemos desarrollado intensamente todas las actividades de la producción, del comercio y de la Industria, además de las obras públicas, viviendas, servicios sociales, indemnizaciones de todo orden, pensiones a la vejez, etcétera, en fin, una inmensa obra que el pueblo argentino sirve con su trabajo y con su esfuerzo. Indudablemente, todas estas grandes conquistas materiales no representan todo lo que debe ser el programa de un gobierno progresista en ningún pueblo de la tierra, porque no solamente de pan vive el hombre. Pero cuando en 1946 y en 1947 todos dijeron que yo era un materialista porque solo me ocupaba de los sueldos de los trabajadores, de su comida, de su vestido, y que no pensaba en las cosas espirituales, dijeron una de las tantas falsedades que suelen decir con referencia a mí gobierno. ¡Como iba a hablar de valores espirituales a un pueblo miserable, hambriento, lleno de dolor, de miseria y de explotación! Antes de hablar de valores espirituales hay que dar al pueblo las posibilidades de una sustentación material suficiente, que es a lo que nos hemos dedicado durante los cinco años del Primer Plan Quinquenal; hemos querido crear una sustentación material donde los hombres se sientan firmes. ¡Como iban a educar y criar bien a sus hijos si los tienen que mandar a trabajar! ¡Como iban a enseñar moralidad si viven quince personas en una pieza, hombres y mujeres mezclados! ¿En esa promiscuidad se podía hablar de valores morales? Las escuelas, en lugar de ser higiénicas, limpias y confortables eran ranchitos asquerosos de barro. Hablar de virtudes, de buenas costumbres y de moral frente a esos cuadros era verdaderamente un sarcasmo. Por eso el gobierno se ha dedicado en estos cinco años a procurar una existencia material cómoda para poder empezar a hablar de valores morales y de virtudes el pueblo argentino. Sé que no hemos hecho todo lo que es necesario hacer pero tampoco podemos hacerlo todo ahora para tener después que empezar de nuevo. Empezaremos con lo poco que hemos realizado, a dar una nueva orientación, una nueva mística, diremos, para que en orden espiritual, como en los demás órdenes, vayamos todos hacia el mismo fin y seamos todos artífices de la propia formación del pueblo argentino; es decir, hacía una comunidad mejor preparada para la vida y mejor educada para la convivencia dentro de la acción social, política y económica. En este sentido yo he de interesar a todo el mundo para ir creando esas condiciones. A medida que seguimos con lo anterior, con las conquistas materiales, con los mejoramientos de las condiciones de vida y de trabajo en el país, con un mejor estándar de vida, vivienda, etcétera, iremos también trabajando en el orden espiritual del pueblo para ir agrandando su alma al propio tiempo que vamos satisfaciendo su cuerpo. Esta es una cosa que se puede alcanzar. No falta nunca alguien que critique diciendo que los hombres somos malos y mentirosos, pero a nadie se le ocurre decir porqué y cual es el remedio que hay que emplear pero que tengamos hombres veraces y buenos. En eso todos tenemos un poco de responsabilidad. Cuando yo observo el mundo actual después de cinco siglos, diremos, de trabajo para marchar hacía la felicidad, veo que se encuentra en la encrucijada más terrible de la historia, pues la mitad del mundo se arma y se prepara para lanzarse contra la otra mitad que también se arma y prepara. Y a través de esta inmensa destrucción, el hombre, tan inteligente como se cree, está convencido que encuentra la solución. Ningún animal de especie alguna sería capaz de ir por un camino semejante; sin embargo al hombre se lo califica de “Homo Sapiens”. Esto quiere decir que, aún siendo el hombre inteligente y sabio, no son su erudición y sapiencia los factores que deciden el destino de la humanidad. Eso influye en el progreso de la técnica y de la ciencia, pero la felicidad de la humanidad no está en el camino técnico o científico, sino en el camino humano, que es otra cosa totalmente diferente. Lo que hay que formar para tener una humanidad feliz no son hombres sabios ni ricos ni poderosos; son hombres buenos. Y cuando nosotros consigamos comunidades en las cuales los hombres sean buenos y no malvados, no habrá ni grandes luchas, ni grandes desgracias de que deberá lamentarse la humanidad. Nosotros pensamos así y decimos: ¿quien tiene la culpa de este enorme fabricación de malvados que he llevado el mundo a un estado como el actual? En primer término, la culpa la tenemos los dirigentes, los que estamos obligados a dirigir los pueblos en su actividad integral, incluso espiritual. De manera que, si en el mundo hay muchos individuos y pueblos malvados que se destruyen los unos a los otros, la culpa la tienen muchos que hacen de dirigentes del mundo actual. Ellos son los principales culpables. Por eso yo en el Año Sanmartiniano en 1950, enterré en la Plaza de Mayo un mensaje para la juventud del año 2000, donde les digo todas estas cosas para que, frente a mi conciencia y a ese compromiso contraído, trabajo yo por una Argentina mejor. Si no, en el año 2000 dirán que yo era un dirigente igual a estos que me refiero. Nosotros los dirigentes tenemos esa tremenda responsabilidad que cumplir. Otros culpables además de los dirigentes, son los padres y las madres que se han despreocupado de dirigir y educar a sus hijos. Algunos creen que al tener un hijo, basta con tenerlos sanos y nada más; lo demás no importa, aunque por dentro sean una inmundicia. Interesa que estén sanos, pero debe interesar más que estén sanos de espíritu que de cuerpo. Esto es sumamente importante. El dirigente tiene la obligación de influir sobre padres y madres para ir formando hombres buenos. Ese es el camino que nos queda, porque a los viejos, y.... a los viejos hay que dejarlos así como están. Es muy difícil hacerlos cambiar; llevan muchos años de trabajo en otro sistema. Al cambiar la filosofía, cambiaremos también a los niños, a los muchachos, para formar una comunidad mejor en el futuro. El padre y la madre tienen que ser un poquito maestros de sus hijos, deben educarlos de la mejor manera… si no, llegaremos al extremo a que están llegando algunos países, donde la delincuencia infantil casi alcanzada a los índices de la demás delincuencia. Esas son miserias familiares; la culpa la tienen las familias más que nadie. Otros responsables son, también, los maestros. Enseñan mucho pero educan poco. Piensen ustedes que la enseñanza, la erudición, es dar armas a los hombres para que se defiendan en la vida. ¡Dios me libre de darle armas a una mala persona! Ustedes saben lo peligroso que es eso. Yo prefiero que ese hombre sea bruto e ignorante, porque sí un malvado es sabio e inteligente no deja cosa mala sin hacer. La instrucción es como un arma: se le puede dar solamente a una buena persona para que sea elemento de orden; si se la de a una mala persona, será siempre elemento de desorden y destrucción. Por eso, el maestro tiene esa responsabilidad: no darle armas a una mala persona, y dedicarse a formar hombres buenos, hombres honrados. El maestro debe ser también un poco padre de cada uno de los chicos. Lo mismo las instituciones y sus jefes. No cumplen esa misión esos que llegan diez minutos después que empezó y se van una hora antes de que termine, en lugar de estar enseñando, siendo ejemplo y maestro de sus subordinados. Cada hombre que manda tiene un privilegio que es la obediencia de sus subordinados; pero tiene una obligación, la responsabilidad de influir en el alma y en la capacidad de cada uno de sus subordinarlos. Si todos los dirigentes padres, madres, maestros, funcionarios y jefes, nos dedicáramos durante diez años a este tarea como un deber sagrado a cumplir frente al pueblo y la comunidad, cambiaríamos la República Argentina en esos diez años. Y tenemos que ponernos en esa tarea. Es lo primero que debemos arreglar en nuestro país. Todo ello es también parte de nuestro Segundo Plan Quinquenal. Ahora nos dedicamos a la tarea integral de formar una comunidad de hombres honrados y buenos. El mundo ha equivocado el camino; el objetivo que vemos cercano nos está indicando que estamos equivocados por que ese no es el camino, y los hombres, cuando equivocan el camino, lo mejor que pueden hacer es volver atrás y tomar el bueno. Es decir, que hay que crear una nueva filosofía sobre la cual afirmar otros valores que los que estamos viendo en el horizonte y que no nos satisface. Esa es una tarea importantísima a cumplir dentro de la comunidad. La comunidad argentina, en este orden de ideas, va progresando extraordinariamente; estamos desarrollando un sentido de solidaridad entre los argentinos. Hemos luchado primero por el desarrollo de una conciencia social, porque los pueblos que no tienen conciencia social, carecen de alma. Ese conciencia la vamos a ir extendiendo, por el camino de la solidaridad hacia la unión nacional, para formar un alma colectiva en la Nación Argentina. Cuando tenemos un país fuerte, sano, con una comunidad virtuosa y con una acción uniforme, recién entonces constituiremos una Nación. Hasta entonces, no seremos más que una turba más o menos desorganizada. Los pueblos son grandes y son magníficos no por el número de vacas que tienen ni por los automóviles que fabrican, sino por la cantidad de hombres honrados y virtuosos que tienen en la comunidad. Ustedes comprenderán muy bien estas palabras porque se han formado y han crecido en esa escuela; porque saben bien cuál es la obligación del que manda y cuál la del que obedece; porque conocen la razón de ser de la disciplina y saben cuales son las ventajas de la honradez y de la virtud. Ustedes ejercen una profesión, dentro de la cual la honradez es quizá el mayor índice de capacitación de los hombres. Por esa razón, están en perfectas condiciones de entender cuán grandes son los valores que en este momento estoy mencionando. Sean ustedes agentes, frente a la República, en donde actúen, de este pensamiento moral que nosotros debemos llevar, difundir y inculcar en todo el pueblo de la República, seguro de que con ello estaremos haciendo el más grande bien que se le puede hacer a la patria y el mayor servicio que se le puede prestar a su pueblo. Deseo que lleven estas palabras a los compañeros que a lo largo de toda la República están empeñados en esta misma tarea en que estamos empeñados nosotros. Los agentes de la República, no valen por el cargo que desempeñan ni por el mando que ejercen; vale más el más humilde de los argentinos que representa al Estado en el más humilde de los cargos, cuando cumple con su deber, que el más alto de los funcionarios de la República cuando no sabe cumplir con el suyo. Por esa razón, les pido que, compenetrados de la importancia de la misión que cada uno de ustedes cumple, se considere uno de esos piñones innumerables que componen la República Argentina; que no se sienten nunca menos de lo que son, pero tampoco más de lo que deben ser; que se sientan hombres humildes, pero desempeñando sus funciones con eficacia en cada uno de los cargos que la Nación les confía en distintos lugares, realizando una obra constructiva en bien de la patria. Esa es la única obligación que tenemos todos los argentinos. Lleven a todos los compañeros, de todas las regiones de la República un abrazo de mi parte; díganles que estoy satisfecho y contento de todos ustedes y que como representante del gobierno les envío el estímulo y el aliento que constituyen las palabras honradas que un hombre de trabajo en su puesto les hace llegar como compañero de lucha, de aspiraciones y de inquietudes. …
1953-08-18
ANTE GERENTES DEL BANCO DE LA NACION
Señores: Deseo que mis primeras palabras sean para agradecer su presencia en esta casa y darme a mí la inmensa satisfacción de poderlos saludar por lo menos de cuando en cuando personalmente. Ustedes dentro de la actuación bancaria, y nosotros desde nuestros puestos en el gobierno, realizamos una tarea que nos es común, y en tareas comunes, la orientación también tiene que ser común. En este orden de cosas, cada uno de nosotros realiza desde su puesto de combate la tarea común que nos está asignada para el cumplimiento de la propia función y para el cumplimiento, también, de los objetivos trazados como idea de conjunto para realizar, asimismo, por el conjunto de los funcionarios de la República. En esto no somos unos más importantes que otros. Yo siempre digo que es más importante el que en el modesto puesto cumple con su deber, que el más alto funcionario de la Nación si, en el suyo, no sabe cumplir con su deber. Es de una importancia extraordinaria el honrar el cargo que uno desempeña poniendo en la tarea de todos los días además de la capacidad, la buena fe, el corazón, el entusiasmo y la decisión que hay que tener en estas cosas. En este aspecto, señores, yo estoy muy conforme con el desempeño del personas del Banco de la Nación. El Banco de la Nación -y no es de ahora- es un honra para el país; lo ha sido a lo largo de toda su historia, prestando servicios inapreciables en el orden de las finanzas y de la economía nacional. De manera que ustedes tienen, además de la responsabilidad personal en el desempeño de cada función, al de cuidar el prestigio, el buen nombre y la tradición tan honrosa de ese banco al que pertenecen, que se consustancia casi con la propia vida de la Nación. En este sentido es que, como altos funcionarios de la Nación en el orden bancario, quiero hacerlos copartícipes del pensamiento central que rige nuestras decisiones para la ejecución del Segundo Plan Quinquenal, en el que todos tenemos una tarea que cumplir. Cada uno, como lo he dicho antes, en su puesto de combate. Es indudable que hemos realizado una reforma económica cuyas proyecciones se pueden apreciar hoy en forma bastante marcada, no solo en su consideración intrínseca, sino también en la comparativa con los demás Estados que han seguido otros sistemas distintos del nuestro en los últimos diez años de desenvolvimiento económico del mundo. Yo miro algunos países que siempre criticaron nuestro sistema, que hicieron una crítica acerba de nuestra manera de encarar y resolver los problemas económicos, y observo que hoy están algunos de ellos en cesación de pagos, mientras nosotros todavía nos defendemos de la mejor manera. Los resultados del sistema y de la orientación no se miden por la posibilidad de explicarlos teóricamente, sino se miden mejor por los resultados prácticos y objetivos que se pueden apreciar a lo largo del tiempo. Esto me da a mí la satisfacción de comprobar en los hechos que no estábamos tan equivocados cuando comenzamos a variar la orientación y a cambiar, en cierto modo, el ordenamiento y la organización de nuestra riqueza nacional. Sin embargo, a pesar de este resultado, es bueno echar una mirada retrospectiva, que nos va a permitir apreciar que esa reforma trajo un desequilibrio natural en el desenvolvimiento casi patriarcal de nuestra economía y de nuestra finanza nacional. Pero esto es propio y natural de todas las reformas. Pasa como todas las cosas: las obras que se inician, las empresas que se emprenden, siempre traen algún desequilibrio; lo hay que buscar es el que el cúmulo de conveniencias y de inconveniencias no se igualen, o que resulte un balance negativo. Los éxitos no se construyen solo con aciertos: se obtienen con aciertos y desaciertos. Lo que hay que buscar es que el número de acierto sea siempre mayor que el de los desaciertos. Es indudable, que los métodos en cuanto se refieren a la racionalización -que es lo que nos preocupa, hoy con la creación de las gerencias de zonas-, son uno de los factores al cual nosotros debemos prestarle mayor atención. Racionalizar es ajustar el detalle orgánico. En nuestro país, durante cincuenta años, desde que yo tengo uso de razón, he visto aparecer en la Administración Pública Nacional numerosas divisiones, comisiones o secciones de racionalización. Aquí hay una habitación con toneladas de papeles que son el resultado de los Informes de las numerosas comisiones de racionalización que han funcionado en la administración del país. No creo que puedan tener otra utilidad que la de servir de combustible para la calefacción en este invierno, porque es una cosa inocua trabajar sobre los resultados e Informes de esa racionalización. El fracaso se explica fácilmente porque para hacer un guiso de liebre lo primero que hay que tener es la libre. De la misma manera, para racionalizar, lo primero que hay que tener es una organización, porque lo que se racionaliza no es la función, sino la organización estructural y funcional de una cosa. Nosotros, que estábamos total y absolutamente desorganizados, ¿qué íbamos a racionalizar? Hemos tratado de crear una organización y, buena o mala, la organización está creada. Surge de ella un método, un plan y una realización. Es allí donde nosotros tenemos que ir ajustando el detalle, los tornillos de ese gran mecanismo para racionalizarlo. Esta medida es, en cierto modo, el ajuste de uno de esos tornillos orgánicos descentralizando una función que por centralizada pasa a ser retardataria, lenta y escasa de responsabilidad en los órganos verdaderamente responsables. Al hombre hay que darle una responsabilidad y dejar que él la defienda actuando con su iniciativa y su capacidad. Si no es responsable, tomaremos las medidas necesarias para que no se pueda juzgar por él a la función, ya que puede haber otros hombres que están a la altura de su responsabilidad. Al hombre hay que darle esa responsabilidad y hacerlo efectivo, porque si no, se entorpece todo el trámite si solamente hay un hombre responsable que desempeñe la centralización administrativa en grado tal que las cosas se solucionen cuando ya no hace falta porque han perdido actualidad. En ese sentido, nosotros tenemos una experiencia. Es indiscutible que la función administrativa y de gobierno necesita un control que se puede ejercer de dos maneras: una, cuando se realiza el control previo, y otra, cuando se realiza a posteriori, diremos, mediante la auditoría. El control previo es preventivo; el posterior es represivo. Aquél retarda enormemente la acción, burocratiza la función y retarda la ejecución, aun cuando da un gran margen de seguridad y ampara extraordinariamente la responsabilidad de los que intervienen en el diligenciamiento administrativo. El control represivo, o sea el que se realiza por auditorías a posteriori del hecho o del diligenciamiento, no ofrece tanta seguridad en la corrección y perfeccionamiento del trámite y de la ejecución, pero en cambio acelera extraordinariamente la ejecución. Nosotros tenemos dentro de nuestro orden administrativo de gobierno ejemplos que nos puede ilustrar y que nos pueden dar la experiencia necesaria sobre cual es el sistema que debemos adoptar definitivamente. En esto yo tengo una gran experiencia porque soy directamente el culpable por haber ordenado cada uno de esos grandes actos administrativos con la responsabilidad que el cargo me permitía y obligaba a adoptar. Recuerdo que en 1946, cuando tome el gobierno, la tarea a realizar era extraordinaria. Bastaría pensar que debíamos nosotros recuperar para el patrimonio estatal todos los servicios públicos que sumaban una ingente suma de dinero de la que no disponíamos. Había que pagar una crecida deuda de orden internacional para podar librarnos así de una remesa financiera que llegaba alrededor de los 5.000 millones de pesos anuales. Teníamos que comprar una marina mercante para no seguir siendo tributarios de divisas de una crecida cantidad de dinero anual que pasaba los 500 millones de pesos, y poder fijar nuestros precios, porque en la realidad argentina de 1946 nos dábamos cuenta que los precios de nuestra producción estaban fijados por los transportadores que eran, a la vez, acopiadores y otras yerbas. En consecuencia, frente a eso teníamos que renovar toda la maquinaria industrial, y de acuerdo a los resultados que arrojaba el censo del Consejo Nacional de Posguerra pasaban los 10.000 millones de pesos como necesidad inmediata, porque los cinco años de guerra no habían permitido renovar ninguna de las maquinarias ya en parte exhaustas de toda nuestra industria nacional. Preveíamos, además, que no renovada esa maquinaria, en cuatro ellos la República iba a tener casi medio millón de desocupados, con el problema que eso representa para el que tenga que enfrentarlo desde el gobierno. Se pueden dar cuenta ustedes, entonces, de cual era mi situación cuando me hice cargo del gobierno, después de haber estudiado perfectamente el gran desembolso que había que realizar frente a posibilidades casi exhaustas de nuestras finanzas nacionales. Solo sé yo los días que pasé, ya que esto solamente podíamos enfrentarlo si realizábamos un negocio extraordinario que nos permitiera ganar eso. Afortunadamente, llegamos a una apreciación: la solución estaba en la desvalorización de la moneda que debía seguir todo el proceso mundial, ya que las guerras que se pagan con emisiones. Pensamos nosotros que cambiando esa moneda por bienes de capital que iban a subir en razón inversa a la baja de las monedas, salíamos beneficiados. La moneda se puedo emitir; las máquinas es un poco mas difícil, porque hay que pagarlas. Eso nos permitió pensar que era posible realizar este fabuloso negocio que era la única solución que nosotros teníamos si queríamos cumplir el plan que nos habíamos trazado y realizar, diríamos así, el primer golpe para estabilizar la economía y las finanzas nacionales. Claro que para hacer eso teníamos en un corto lapso, antes que las monedas se desvalorizaran, cambiar todo lo que teníamos en existencia monetaria por bienes de capital, lo que implicaba una inmediata acción que permitiese comprar rápidamente, donde estuviesen, esos bienes de capital y largar todas las monedas para que, cuando la desvalorización sobreviniera, no nos sorprendiera con dinero guardado. Esos bienes se valorizaban y el peso y las monedas se desvalorizaban aún en las cajas fuertes de los institutos bancarios. Ello nos obligó a un procedimiento expeditivo, porque sí yo hubiera sometido todo eso al tramite administrativo centralizado, tal como nosotros estábamos acostumbrados, ¡que íbamos a comprar todo eso! ¡No se hubiera comprado nada! ¡Qué iba a pensar yo en los trámites! No me importaba eso. Eso no entraba en mis cálculos ni podía interferirlos. Se dio una cierta facilidad, que es famosa en los anales de los negocios argentinos, pero que nos permitió realizar todo el programa que nos habíamos trazado. Simultáneamente con eso pusimos en marcha el Primer Plan Quinquenal. Es indudable que el Primer Plan Quinquenal era un plan de reactivación indispensable para aquellos días, que iba a traer una exagerada marcha hacia la valorización de los precios, salarios, materiales y maquinarias. Eso lo sabíamos nosotros: entraba perfectamente dentro de nuestros cálculos. Cuando todos los países desvalorizaban su moneda para pagar la guerra, bien podíamos nosotros desvalorizar la nuestra para pagar la independencia económica del país. Para mí eso era un factor despreciable dentro del objetivo a cumplir. No hicimos todo de la mejor manera; pero en estas cosas lo mejor suele ser enemigo de lo bueno. Nos conformamos con hacer rápidamente lo que considerábamos bueno, y lo hicimos. Naturalmente, el Plan Quinquenal trajo las perturbaciones naturales que produce todo movimiento de reactivación económica, y trajo también todas las conveniencias naturales en este orden. Los señores son especialistas en ciencias Económicas y saben mejor que yo todas estas cosas. Nosotros, realizando un programa que empíricamente veíamos en su beneficio real, pudimos asegurar una posición en ese momento de depresión, diremos así, que había producido la revolución misma y la terminación de la guerra, además de todo lo que se venía formando en el horizonte como nubarrones de mal presagio para la economía del mundo, como consecuencia natural de la guerra. La guerra nunca deja de traer sus secuelas críticas. La guerra de 1914 produjo la gran crisis de 1929. La guerra de 1939 la está produciendo en este momento. Algunos han capeado al temporal de una u otra manera. Nosotros lo capeamos como acabo de decir, haciendo un buen negocio en el orden general, y estamos en esto momento saliendo de la crisis. Quizás estamos ahora en el mismo punto que en 1950. Pero entonces íbamos hacia abajo; ahora, en cambio, vamos hacia arriba. Si Dios nos ayuda, con un poco de buen tiempo, esa curva ha de seguir marcándose extraordinariamente en el futuro. Ahora vuelvo al trámite, que es el objeto de mi conversación. Cuando terminó eso y comenzamos nosotros a ver la necesidad de un control, empezamos a ajustar todos los resortes. Así llegamos a 1951 en plena organización y estructuración funcional de la administración en todos sus ordenes. Llegó el año 1952, hicimos el Plan Económico de ese año, porque era un año de crisis extraordinaria que nosotros preveíamos ya desde 1951. Empezamos a tomar previsiones para crear un sistema de amortiguación a esa crisis que podía ser rápida en un momento dado. Mucha gente se rió de nuestro Plan Económico, cuando pedimos al pueblo que no gastara tanto, que comiera más racionalmente, que no arrojara la mitad de la comida a los residuos. Hablaban del presidente que pasaba revista a los tachos de basura. Los tachos de basura son la demostración fehaciente del tipo de economía familiar. Hay muchos millones de familias en la República, de manera que eso constituye un espiche por el que escapa una gran cantidad de sustancia acumulable en la economía doméstica. Todo eso, señores, nos permitió establecer un plan, plan de retracción, que naturalmente debía hacerse de acuerdo con el momento económico que vivía la República. Esa retracción se produjo en un orden general como consecuencia de ese plan. La gente comprendió y se persuadió de la necesidad de hacer economía y comenzó a hacer su propia retracción. Nosotros, administradores de la cosa pública, teníamos que seguir el ritmo de la población y, en consecuencia, hicimos una retracción de los gestos estatales. Pero, por otra parte, aumentamos el trámite exageradamente, porque esa es una forma de retracción. Cuando habíamos aplicado todos los frenos, también aplicamos el del trámite, que es un freno bastante efectivo cuando se aplica con decisión. Ahora bien, hemos llegado a este momento -año 1953- que es un año de transición entre el Primer Plan Quinquenal y el Segundo Plan Quinquenal. Dos años de crisis acentuada nos han obligado a ampliar el período de transición, que nosotros pensábamos que sería el año 1952 y que debimos prolongar hasta el año 1953 para establecer un equilibrio. Nosotros creemos que a fin de 1953 todo estará perfectamente bien equilibrado e iniciaremos el Segundo Plan Quinquenal. Queremos equilibrar antes la posición y la situación y, ya seguros, poner en marcha con decisión una vez que ese equilibrio se haya establecido en los órdenes económico y financiero. Esperamos que al terminar este año, establecido ese equilibrio, en el año 1954 comenzaremos el Segundo Plan Quinquenal con toda decisión en una situación que lo hará ejecutable, evitando los desequilibrios, cuya experiencia ya hemos recogido en el Primer Plan Quinquenal. Dije que pusimos todos los frenos y entre ellos el del trámite. Ahora tenemos que evolucionar. Al sacar los otros frenos y producir un verdadero nuevo empuje de reactivación económica en el país, tenemos que sacar el freno del trámite, porque no podernos tener frenada la administración estatal cuando todo lo demás marcha con un ritmo más acelerado. Es un módulo general y no puede haber lagunas en el módulo administrativo. Hemos estudiado y lo estamos estudiando en la Dirección Nacional de Racionalización, después de haberlo discutido largamente en el acuerdo de gabinete -porque cada ministro tiene su política: el Ministerio de Hacienda tiene una, los militares otra, y los del grupo político otra- las soluciones más adecuadas a estos problemas. Las políticas de los ministros son distintas y tengo que establecer un equilibrio para ponerlos en acción paralela a todos dándole a la Dirección Nacional de Racionalización la responsabilidad de estudiar el sistema. Y hemos llegado, más o menos, a la siguiente conclusión. Dentro del orden administrativo general existen asuntos que requieren celeridad. Esos hay que dejarlos funcionar sin ninguna detención y facilitar su trámite haciendo el control represivo posterior -a cargo de la Auditoría- estudiándolo después para ver si ha sido bien hecho. Pero hay que dejarlo hacer, porque sino llega tarde. Naturalmente, hay otros asuntos que no requieren el mismo apuro y pueden esperar. Esos se someten al trámite que va permitiendo el control paulatino a medida de su diligenciamiento, vale decir, el control preventivo. Así funciona el trámite común y creamos un trámite especial para los asuntos que expeditivamente deben salir en cierto tiempo. Esto coincide totalmente con la orientación tomada por el Banco de crear las gerencias de zona destinadas a agilizar ese trámite bajo la responsabilidad de altos funcionarios. Porque sí hay un tramite que requiere ser rápido, expeditivo y además, controlado, es precisamente el correspondiente a préstamos o a auxilio de dineros porque ya que si este llega tarde es como el médico que llega cuando el enfermo ha muerto. Con la agilización del trámite para la concesión de esa ayuda se evita el derrumbe económico del hombre que necesita el apoyo que el Estado presta a través de sus instituciones bancarias y que debe llegar a tiempo. Por otra parte, esos mismos gerentes de zona son gobernadores económicos de una zona territorial que estudia, conoce y comprende esos problemas. Ellos hacen llegar a la casa central las necesidades que el gobierno económico de esa zona impone, aconseja e indica, vale decir, un servicio más completo, más racional, más eficiente, oportuno para servir económicamente a las zonas territoriales confiadas a la custodia, buen juicio, talento y sabiduría de los hombres que tomen una responsabilidad de atender territorialmente el orden económico del país. De la misma manera que un gobernador aconseja las medidas políticas y sociales que favorecen de la mejor manera, a todo ese sector que le sirve, como nosotros servimos al resto del territorio en otras funciones que no son económicas ni financieras. Por esa razón, señores, yo agradezco al señor ministro que nos haya dado la oportunidad de conversar sobre estas cosas para que encuadremos esta medida dentro de lo que ahora iniciamos nosotros en el resto de la Administración. La primera medida que se toma es esta del Banco de la Nación, por lo que yo felicito a sus autoridades por haberse anticipado un poco en la agilización de estas cosas. Por otra parte, creo que esta medida, considerada desde el punto de vista bancario, será muy saludable, porque tal vez dé ejemplo a otras instituciones para que la imiten y puedan hacer más efectiva su acción. Así, no serán siempre los hombres los que vengan al banco cuando se encuentran desesperados, sino que será este el que vaya con su ayuda hacia los hombres, con su ayuda no solamente monetaria, sino con su ayuda técnica con su consejo oportuno, con la prevención indispensable y hasta con su ayuda moral para quienes se sienten desfallecer en su tarea. Nosotros vivimos de esa gente que trabaja; no lo tenemos que olvidar nunca. Hay un viejo cuento inglés que dice que en un pueblo de Escocia, donde cuidan mucho el dinero y conocen muy bien su manejo, hay una vieja torre cuadrangular con un reloj en el que aparece cada cuarto de día un personaje. El primero que sale es un policía, con una leyenda que dice: “Yo cuido la seguridad de los habitantes”. En el segundo cuarto aparece un cura, y dice abajo: “Yo velo por sus espíritus”. Vuelve a girar, y aparece un abogado que dice; “Yo cuido el cumplimiento de las leyes”. Y por último, sale un agricultor, cuya leyenda dice: “Yo pago los otros tres”. El patrimonio común de todo nosotros está precisamente allí: es el que paga a los otros tres. Cuidando, y no que dejemos que tengan que venir a pedirnos ayuda. Nosotros tenemos que ir desinteresadamente a darle la ayuda que él necesita en el orden financiero, en el anímico o en el moral. La concurrencia a esas zonas de los señores gerentes que son viejos funcionarios, la mayor parte encanecidos al servicio del Banco de la Nación, con experiencia y responsabilidad suficientes, será sumamente beneficiosa y prestará una enorme ayuda al país. Yo, en nombre del país y del gobierno, agradezco anticipadamente a los señores gerentes de zonas y a todos los funcionarios del Banco de la Nación el inmenso servicio que están prestando a la República, favoreciendo la mayor producción, y dando nuevo impulso y el optimismo que debe reinar entre todos los hombres de trabajo. En nombre del gobierno, muchas gracias y muchos deseos de éxito. ..
1953-08-25
EN LA ESCUELA PERONISTA
Compañeras y compañeros: Ya estando por fínalizar este curso, y antes que ello acontezca, yo he querido conversar con ustedes una vez más por lo menos, y pido disculpas por no haberlo hecho en mayor número de oportunidades, pero desgraciadamente para mí las tareas me tienen poco abstraído casi todo el día en la solución de algunos problemas que son importantes para el gobierno, de manera que con gran pena, porque es mucho más agradable para mí estar aquí, que estar en mi despacho, solamente he podido hablar dos veces y quiero, en esta última ocasión, antes que terminen los cursos, referirme a las escuelas, peronistas. Ha sido un gran problema para nosotros, además de difundir la doctrina, crear este centro o este instituto para los estudios superiores del peronismo. Una doctrina impone siempre la formación de los predicadores de esa doctrina. De ellos depende la mayor parte del éxito que pueda coronar a la tarea de adoctrinamiento del país. En segundo lugar, crear los órganos necesarios para fijar esa doctrina, doctrina, para tenerla al día en su evolución y para poder dirigir la predica con unidad de concepción y con unidad de criterio. Todo ello ha sido un asunto difícil de realizar para nosotros a lo largo de numerosas construcciones que a través de la obra de gobierno hemos debido realizar, como asimismo dificultades, y todo por ser nuestro movimiento, un movimiento nuevo que está en plena organización, es decir, que a medida que hemos ido haciendo una cosa, ya sea en el gobierno o dentro del movimiento, hemos también ido destilando la doctrina para que ella haga de elemento catalizador en todo nuestro movimiento. Ahora es un poco más simple que hace diez años, cuando empezamos. Hace diez años, cuando empecé yo solo, allá en el Departamento Nacional de Trabajo, ante la mirada y la apreciación un poco dubitativa de todos los que me escucharon, algunos llegaron a decir que yo era medio loco. Decían: “Que va a hacer este angelito, que empieza a hablar de estas cosas, creyendo que por este camino podrá llegar lejos, cuando han hablado de estas cosas otros antes que él y nadie les ha llevado el apunte". En fin, yo no me descorazoné. Por el contrario, hice desde allí una cátedra. Empecé a hablar, a convencer y a persuadir a la gente, y después que hice eso ya no estaba solo. Éramos unos cuantos. Después entré al gobierno. Algunos amigos dentro del gobierno también trabajaron. Así fueron agregándose otros, y hoy somos millones los predicadores de esta doctrina en todo nuestro país y en gran parte del mundo. Yo confieso que nuestra doctrina podríamos haberla dignificado desde el principio y difundido también por medios técnicos. En esto el mundo ha progresado, según creen algunas personas, extraordinariamente. Hoy se hace una gran organización. Se arma utilizando la radio, el telégrafo, el teléfono, los automóviles y los aviones, y se larga toda una campaña de propaganda para saturar todo. Pero yo he observado que ese modo técnico, como todos los métodos técnicos deshumanizados, sirve para vender mercaderías, pero para inculcar las doctrinas el método técnico no da resultado, porque la técnica deshumaniza, y cuando uno tiene que meter algo en el alma de los individuos, no existe nada más que el viejo método humanista del contacto y de la transmisión en forma personal. La radio se puede utilizar y se pueden utilizar los diarios. Todo se puede utilizar siempre que no estén exentos del humanismo necesario para la inculcación de una doctrina en la masa popular. Hay que usar el viejo sistema para esto, como lo hizo Cristo ya hace dos mil años. Empezó solito a decir. Después tuvo doce apóstoles y cada uno de esos apóstoles tuvo otros miles de apóstoles, y eso se fue saturando. Tan viejo sistema humanista para inculcar una doctrina, la técnica no lo ha podido avasallar ni lo ha podido dominar. De manera que nosotros no quisimos recurrir a la técnica; por la técnica hacemos otras cosas; esto lo hacemos por el viejo método humanista: la transmisión de hombre a hombre. Aquí no se transmiten las bondades de una mercadería, no se transmiten las ideas; aquí se convence y se hace sentir y conocer estas cosas. Por esa razón, fue para nosotros un problema bastante grave el estudiar y ver cómo íbamos a hacer la difusión y la inculcación total de nuestra doctrina en nuestra población. Bien, creemos que por los métodos enunciados hemos llegado ya a un gran sector de la población; que nuestra doctrina se ha impuesto ya en la masa popular de nuestro país. Lo que ocurre ahora es que la gente siente la doctrina por unas cuantas verdades que han sido elocuentemente expuestas por los hombres o por los hechos, llevando la persuasión a un gran número de personas. Pero la doctrina, aún cuando se siente y se comprende en parte, hay muchos sectores -aún de esos que la comprenden y la conocen en parte- que deben completar su conocimiento; es decir, tenemos que hacer el desarrollo de la doctrina. Para hacer el desarrollo de la doctrina, ya la prédica permanente de esos lugares comunes de la doctrina no es suficiente; hay que intensificarla para que un gran número de personas la pueda interpretar, hacer su análisis, su desarrollo, explicarla y hacerla conocer a los demás. Para eso hay un solo método: la creación de escuelas como la Escuela Superior Peronista, y donde se acopia, donde se depura, donde se mantiene al día y se difunde a los grandes centros de difusión, que son las escuelas peronistas de cada provincia y de cada gobernación, las que a su vez hacen el mismo trabajo con todas las unidades básicas: trae la gente, explica, forma, desarrolla y lanza eso para que cada unidad básica sea, a su vez, una célula de difusión, pero ya de una doctrina demostrada, de una doctrina desarrollada, no de las verdades sintéticas que componen nuestra doctrina. Por otra parte, este método hace que los hombres se subordinen a la doctrina y no la utilicen para subordinarla a sus propias ideas, que pueden o no ser justas de acuerdo con la doctrina. Vale decir, establece una unidad de criterio, no solo en la enunciación científica de la doctrina, sino también en la enunciación analítica de esa misma doctrina y en su propio desarrollo. Esta es una de las principales finalidades al fundar la Escuela Superior Peronista y las Escuelas Peronistas Provinciales y Territoriales. De manera, señores, que ustedes, que son los que van a fundar esas escuelas peronistas, vale decir, a hacer los centros puros de la difusión y del desarrollo de nuestra doctrina en cada una de las regiones del país, tienen la grave responsabilidad de evitar que puedan producirse deformaciones doctrinarias, que son siempre profundamente perjudiciales para la propia doctrina y para el movimiento que la sustenta. En esto, señores, quiero hablar con una síntesis grande, pero con una profunda sinceridad. El mérito de una doctrina generalmente no está en su enunciado, ni en su compilación, ni en las ideas que sustenta; el mérito de una doctrina está en su aplicación. Las más hermosas doctrinas, viviendo en los anaqueles de una biblioteca, no hacen sino ocupar lugar y estorbar a la biblioteca y a los que leen. La única doctrina que sirve es esa vívida que circula dentro los hombres y entre las mujeres del pueblo; esa que se transmite de palabra a palabra, aunque no esté escrita, siempre que sea fiel y que su desarrollo éste ajustado a las grandes líneas doctrinarias. De manera que, siguiendo el análisis de esta conclusión, podríamos decir que la función fundamental de cada uno de los hombres que se sienta adoctrinado y que tenga la pasión de la transmisión de esa doctrina está en tener la doctrina pura, el desarrollarla con pureza y el transmitirla con fidelidad. Eso es todo lo que se pide de los hombres encargados de esta importantísima tarea de difundir la doctrina, para luego sacar el resultado de eso que se ha inculcado y de los hechos. Lo demás es teorizar; esto es realizar. Y la función fundamental, como dije antes, no está en concebir ni en escribir una doctrina: la función es inculcarla y realizarla. Por eso seguimos el método real; no vamos al método ideal. Vamos por el sistema empírico y no por el sistema teórico. Por esa razón, el poder inculcar una doctrina a través de una prédica, vale decir, persuadir por el convencimiento propio, es una tarea fácil de realizar, y sobre todo, implica en sí la suprema elocuencia. El hombre es elocuente cuando persuade a los demás de aquello de que propiamente está persuadido. Es difícil persuadir a los demás de una cosa de la que uno no está también convencido. Para mí, la base de la elocuencia no está en la dialéctica, ni en la retórica, ni en ninguna de esas cuestiones; está en decir la verdad: ésa es la suprema elocuencia. Y decir la verdad con una claridad tal que todo el mundo la entienda. Eso es para mí “elocuencia”; son inútiles la dialéctica, la retórica y la lógica, si uno tiene que difundir una mentira. Es difícil convencer con facilidad. Por eso, si nosotros creemos que nuestra doctrina es una verdad, basta un pequeño número de palabras más o menos coordinadas para poder convencer. Sería difícil que los otros a políticos, con sus ideas, con su experiencia y con lo que los conocemos, pudieran tener la elocuencia nuestra y enunciar cualquier doctrina que ellos quieran practicar. También eso tiene una importancia extraordinaria. Digo que todavía nuestra doctrina es fragmentaria, porque hemos nosotros desarrollado doctrinariamente bien nuestras ideas en todo lo que se refiere a lo económico, a lo político y a lo social. Estamos en el trabajo de llegar a lo educacional y lo cultural, que para nosotros representan nuevas etapas de realizaciones. Podríamos en este momento escribir perfectamente bien todo eso y entregarlo a todo el mundo; pero con eso no conseguiríamos gran cosa. Es mucho más importante realizarlo en el pueblo, y después anotarlo por reflejo en nuestras conclusiones de realización, pensando en que eso es real y que en la vida de los hombres vale y pesa lo real; lo ideal es solo una aspiración muchas veces, la mayor parte de las veces inalcanzable. Conformémonos con lo alcanzable, por ahora; veremos después de luchar también quizá por lo inalcanzable. El funcionamiento de todo nuestro sistema escolástico peronista es una forma de acción que corresponde perfectamente bien a nuestra organización partidaria. Es así que las escuelas peronistas comprenden tanto a los hombres, a las mujeres, como a los trabajadores, adonde nosotros vamos a impartir, además de la doctrina, los conocimientos políticos necesarios para la elevación de la cultura cívica en el país. Aquello que decían los viejos políticos, con voz aguardentosa: “Hay que educar al soberano”, es lo que nosotros, sin decir ninguna de esas cosas, tratamos de hacer con nuestro pueblo; y, como es lógico, tratamos primero de educar a los nuestros; después, por la influencia podamos quizá educar a nuestros contrarios. Es indudable que en nuestro país, hasta ahora, salvo algunas excepciones que confirman la regla, no ha habido una educación política; ha faltado una cultura cívica. Por eso ha sido posible la existencia del fraude durante casi un siglo. En los pueblo de cultura cívica, eso es total y absolutamente imposible. Y han sido posible numerosas revoluciones como consecuencia del fraude, porque la revolución es una consecuencia del fraude; es decir, se emplea la fuerza cuando la razón no tiene valor. Los revolucionarios existen cuando existe fraude. Ese es el único hecho cívico que justifica la revolución; pero no habiendo fraude, realizando elecciones justas, la revolución sí es una institución anacrónica en un pueblo con cultura cívica. Nosotros, en este momento, no justificamos en manera alguna un acto de fuerza revolucionario, en razón de que si ellos tienen los comicios donde nos pueden disputar el derecho de gobernar, ¿por qué voltearnos por la fuerza? Que esperen las elecciones, y si tienen el favor popular, vale decir el mandato del soberano a que ellos aluden, podrán ganar allí el derecho de ser ellos quienes empuñen el cetro de la dirección y gobierno de la Nación. Eso descarta toda posibilidad de una revolución. Lo que nosotros tenemos que hacer dentro del concepto justicialista es llevar la cultura al pueblo, y no solo en las facultades de ciencias sociales y ciencias políticas. Cada organización política debe ser una facultad de ciencias sociales y de ciencias políticas para educar a todos los ciudadanos de modo que ellos tengan una cultura media que sea beneficiosa para el país, haciendo que a través de esa cultura cívica, cada uno pueda apreciar los problemas de la manera que convengan y sean más provechosos para las actividades de toda la comunidad, o sea, del país. Ese es nuestro trabajo. Además de inculcar nuestra doctrina que nosotros creemos que es la verdad política económica y social de nuestra patria, debemos elevar la cultura social y la cultura cívica de nuestro pueblo. Esa también es función de estas escuelas. Pero en los ciudadanos y no en cuatro o cinco señores que se quieren doctorar en ciencias que después no sirven para nada en el país. Llevar a cada ciudadano el conocimiento suficiente para que él pueda contemplar ampliamente el panorama, tomar su propia resolución y emitir su propio voto, en provecho y en beneficio del pueblo y del país; ahí esta lo que nosotros queremos realizar con esto. De manera que cada escuela peronista sea donde funcione una escuela cívica, una escuela para la elevación cultural, cívica y social de los ciudadanos. Además de eso, ha de ser también, en tercera instancia, un organismo celoso de mantener pura nuestra doctrina y de mantenerla al día. Las doctrinas no son eternas, porque los hombres no son para las doctrinas sino que las doctrinas son para los hombres; y si los hombres evolucionan, y las instituciones también, como las doctrinas son para ellos, las doctrinas también evolucionan y se transforman, no son ni eternas ni permanentes; lo que hoy es cierto, puede muy bien no serlo dentro de cinco, diez o cincuenta años. Entonces, hay que estar atentos para no estar en contra de la conveniencia o de la necesidad popular con una doctrina que, a través del tiempo, puede hacerse anacrónica. En materia de doctrinas, ser conservador es lo peor que puede ocurrir; es quedarse detrás de la evolución de los hombres, de las instituciones y de los tiempos. Por eso nosotros debemos tener organismos encargados de mantener al día la doctrina, y esa también es función permanente e importante de todos estos organismos de la enseñanza de la doctrina peronista. Compañeros: estas tres tareas tan fundamentales: primero, difundir la doctrina, desarrollarla e inculcarla; segundo, la elevación cultural de la masa ciudadana en lo cívico y en lo social, también a través de esa doctrina y tercero, mantener al día en la evolución a la doctrina son los tres objetivos a que está dedicada la existencia de la Escuela Superior Peronista y de todas las escuelas provinciales y territoriales. Y ustedes, cada uno de ustedes, que toman sobre sus espaldas la responsabilidad del cumplimiento de estas tres tareas, son ante nosotros los responsables del progreso o del fracaso de nuestra doctrina en todo el territorio. De ahí la grave responsabilidad que pesa sobre ustedes. Por eso, para que no haya ningún elemento que pueda distorsionar en forma alguna la doctrina por los intereses políticos o partidarios, etcétera, nosotros aspiramos a que los maestros peronistas que actúan en nuestras escuelas sean hombres prescindentes y estén por encima de toda la actividad pequeña de la lucha política dentro del partido. Ustedes están por sobre todo eso. Ninguno de ustedes puede interesarse en el pequeño problema intrascendente de la lucha de las pequeñas cosas, cuando están decididos a practicar una cosa tan grande y tan sagrada para nosotros, cual es el cumplimiento de estos tres objetivos que he mencionado. Ustedes están por sobre todo. Compañeros: nosotros aspiramos a que estas escuelas estén organizadas cuanto antes. Hemos de ayudarles en toda forma desde la Escuela Peronista, desde el gobierno nacional y desde los gobiernos provinciales para que ustedes puedan cumplir de la mejor manera su misión. Ustedes tienen, en esta escuela modesta y humilde, una inspiración, y nosotros quisiéramos que como esta Escuela Superior Peronista fueran todas las escuelas peronistas provinciales. Más adelante hemos de pasar con la Escuela Superior Peronista al edificio central de la Fundación Eva Perón, que se encuentra actualmente en construcción, y hemos de dejar este edificio para que funcione acá la Escuela Peronista de la Capital Federal. De esta manera se resuelven estos dos problemas fundamentales, y entonces nos pondríamos a la tarea de resolver, con la misma amplitud y con la misma facilidad, los problemas de las escuelas que ustedes van a organizar en todas las provincias y en todos los territorios. Este es un programa de acción que se puede cumplir cuanto antes, y para nosotros es muy importante y muy auspicioso poder encargar en el futuro a las escuelas peronistas del interior o de la Capital, como así también a la Escuela Superior Peronista, el desarrollo y la influencia de toda la reforma educacional y cultural del país. En una palabra, todas estas ideas que ya comienzo a lanzar sobre la masa popular. A mí no me interesa que los grandes señores de las ciencias y de las artes me entiendan, me interpretan y lo hagan. Me interesa que los hombres y mujeres del pueblo, la gente humilde, me entiendan y comience a practicar lo que yo les aconsejo, porque de esa manera acciono sobre millones de personas, mientras que de la otra forma solo lo hago sobre ciento de individuos, que son quizá los más impermeables a los verdaderos sentimientos que yo quiero inculcar en la masa. Comenzaremos con nuestras ideas políticas y luego proseguiremos con nuestras ideas humanas, para ir inculcándolas en la masa popular que está en permanente contacto con nosotros a través de las escuelas, de las unidades básicas o de la Escuela Superior, y de esa manera, iremos trabajando paulatinamente hacia una comunidad más humana, como la queremos nosotros. En el orden doctrinario, la explicación es muy simple. En el sistema individualista de otros tiempos, la condición suprema era el egoísmo. Ese egoísmo fue desarrollado hasta su más alto grado por el individualismo, que es también una manera de determinar el egoísmo. Nosotros vamos hacia un sentido de comunidad, en la que no se explica la existencia del individuo sino a través de la existencia de la comunidad; donde no se explica la felicidad de un individuo sino en la felicidad de esa comunidad, y donde no aceptamos que ningún hombre pueda realizarse hasta tanto no se realice también esa comunidad. Nosotros no aceptamos que se puede ser feliz sobre la desgracia de veinte, treinta o cincuenta personas. No creo que haya alguien que sea verdaderamente una persona con sentimientos y pensamientos humanos que pueda ser feliz cuando sabe que esa felicidad está asentada sobre la desgracia de veinte o treinta de sus semejantes. Con toda esta nueva filosofía, así como hemos cambiado el individualismo en lo social, como hemos cambiado el individualismo en lo económico y como hemos cambiado el individualismo en lo político, tenemos que cambiar también el individualismo en lo moral. Tenemos que hacer y propugnar dentro de nuestra sociedad el cambio total de eso, para que destruyamos en su base el mal de la humanidad presente, comenzando por nuestra patria que es la que más nos interesa a nosotros. Nosotros no somos los que creemos que hay que ir a arreglar a Corea. Primero tenemos que arreglar esto; después podrá llegar el momento de arreglar a Corea. Primero nuestro país, nuestra comunidad, y en este orden de ideas, las escuelas peronistas van a tener una labor extraordinaria para realizar en el futuro. Yo estoy haciendo las primeras armas. Yo he de hacer las prédicas como en otros tiempos, si es necesario hablando a la gente de a dos o a cada uno. En eso no me voy a cansar, porque puede repetir mil veces las cosas a mil personas distintas, y creo que no he perdido el tiempo. Cuando he ganado uno para mis ideas, creo que he ganado tiempo. Por esa razón, ese sistema lo hemos de lanzar en todas partes, y cuando miles de hombres que sientan lo que tienen que sentir, se dispongan a transmitirlo a los demás, esta tarea indicará que hemos ganado también la batalla moral en nuestra comunidad. Esa tarea ha de ser de suma importancia y realizada oportunamente, porque todavía no está preparado el ambiente. Cuando esté preparado el ambiente, que de eso me encargo yo, tomarán las escuelas también la tarea de realizar, en la misma forma que la realizan ahora ustedes, la prédica de la doctrina en lo político, en lo económico y en lo social. ¿Se dan cuenta, compañeros, la trascendencia tremenda que esto tiene? Hasta ahora, y durante muchos años, yo he tenido en mis propias manos la tarea que ustedes van a realizar ahora. Y si yo la he conservado en mis manos ha de ser porque la he considerado muy importante como para concedérsela a cualquier otra persona -a pesar de que conmigo trabaja gente en quien yo tengo una confianza ilimitada-, o quizá por un espíritu de sobrevaloración de mis medios he preferido hacerlo así. Ahora dejo esa tarea en manos de ustedes. Vean si consideraré que tiene importancia este acto cuando yo delego en cada uno de ustedes una facultad que nunca quise delegar en ninguna otra persona. Yo espero, compañeros, que en cada una de esas escuelas nosotros construyamos o levantemos un templo a la moral y un templo al acierto peronista. En otras palabras, que la gente se acostumbre a respetar nuestras escuelas en la misma forma que respeta las demás escuelas. Que nuestra escuela no sea una suerte de comité, sino que sea una verdadera escuela, con un régimen y con un respeto; que la gente -aun nuestros opositores-, cuando se refiera a la Escuela Superior Peronista, lo haga con respeto y consideración, porque los métodos que se siguen allí, la honradez con que se trabaja, la veracidad con que se inculca nuestra doctrina, y en general todo su funcionamiento, sea un modelo para los demás. Si nosotros construimos todo un sistema escolástico peronista sobre una base honorable y sincera, seremos respetados por todos, y nuestras escuelas se incorporarán a las instituciones de bien público que están por encima de los intereses partidarios de los hombres. Atraer ese respeto a nuestras escuelas elevando en jerarquía, haciendo que, además de nuestros estudios, podamos construir en ellas una biblioteca y una enseñanza de cualquier orden, para que la gente de cualquier manera de pensar y de sentir venga a consultarnos, y que el que esté allí sea un hombre responsable para que esas consultas sean atendidas con seriedad, dándole jerarquía a nuestra instituciones, todo eso en cuanto aspiro para estas escuelas. Estas escuelas del movimiento peronista son un poco extrapartidarias, están por sobre todas las demás actividades porque atienden las actividades intelectuales y morales de nuestro movimiento. Nadie tiene nada que ver en ellas, porque en ellas no se cumple una función política, sino se cumple una función superior, que es la enseñar nuestra doctrina, sin intervenir en los pleitos ni en los líos políticos que se desarrollan a nuestro alrededor. Si las jerarquizamos entre los nuestros, también las jerarquizaremos frente a los extraños, y así habremos constituido una red de instituciones que serán consideradas, respetadas y queridas por nuestro pueblo; y con eso habremos realizado la mejor política que podemos realizar: hacernos amar y respetar por nuestros ciudadanos, ganando su consideración, su reconocimiento y su respeto; así es como se hace la mejor política en todos los tiempos y en todas las partes. Quiero, finalmente, compañeros, agradecer a todos ustedes toda la abnegación y aún los sacrificios que han puesto para someterse a este régimen escolástico, y la buena voluntad, como así la capacidad que han demostrado, para hacerse acreedores a esta gran distinción que el movimiento peronista ha hecho con ustedes. Ustedes son hombres y mujeres a los cuales nadie les puede hacer el cargo de que han sido favorecidos. Ustedes han sido elegidos entre toda la masa peronista como la gente más capacitada para enfrentar la difícil tarea del adoctrinamiento desde las Escuelas. Ninguno de ustedes ha sido favorecido porque esta es una carga y no una tarea, diremos, beneficiosa de orden material para nadie; ésta es una carga que el Partido va a poner a un sinnúmero de hombres y de mujeres que podrán enriquecerse en méritos, y ese mérito será la única riqueza a que aspiran los hombres que se dedican a enseñar y no a sacar provecho desde la enseñanza. Ustedes, en sus tareas, a lo largo del viaje que van a emprender en la prédica, parten desde la mejor posición moral, parten con el reconocimiento de todos nosotros que sabemos de la abnegación, de la capacidad y, aun del sacrificio que representa esta actividad dentro de nuestro movimiento. Parten, también, con el mejor consenso de todos de que pondrán su buena voluntad y su honradez al servicio de una doctrina que consideramos grande y que consideramos noble. Les queda un largo camino para recorrer. Yo solo pido a Dios que en ese largo camino recuerden siempre las horas de compañerismo y de camaradería que han pasado en esta casa; que recuerden a esta casa como la única escuela formativa política de nuestro movimiento, y que la recuerden siempre para tratar de honrarla en el desempeño de cada una de las tareas que ustedes acometan. Honrando a esta casa, honrarán al movimiento peronista, y honrando al movimiento peronista, nosotros entendemos que es la única manera de honrar y de servir a la patria. Por esto, compañeros, la dirección de la Escuela ha resuelto entregarles a cada uno de ustedes el diploma que lo acredita capacitado para el desempeño de estas funciones. Yo he de tener oportunidad de entregárselos con la persuasión absoluta de que ustedes harán uso magnífico de esa capacitación, y con la seguridad, también absoluta, de que servirán con toda lealtad y con toda sinceridad a las tareas docentes, tanto en la Capital como en todas las provincias y territorios de la Nación. Ustedes deben estar persuadidos de que al hacerlo están prestando el más delicado, el más grave de todos los servicios que en esta hora se puede prestar a la ciudadanía argentina: iniciarlos en un nuevo modo de pensar y de sentir en la política argentina. El país dependerá, por muchos años todavía, de lo que nosotros sepamos inculcar a nuestro pueblo, pues lo tomamos virgen. Hasta ahora no ha habido educación política; ha habido, más bien, una deformación permanente de vicios políticos. Nosotros nos iniciamos en las virtudes de la política. Quizá por siglos, habrá de gravitar la acción que ustedes tienen el insigne honor de comenzar en el pueblo argentino. Eso bien vale el sacrificio que se ponga en realizarlo. Pasarán tal vez muchos años; pero los hombres de nuestros muchachos y de nuestras muchachas que en las escuelas peronistas den las primeras clases, no desaparecerán nunca de la memoria y de la consideración de millones de peronistas que han de seguirnos en nuestra tierra, y de millones de justicialistas que han de seguirnos en el mundo entero. En esto, señores, está el verdadero pago a nuestro sacrificio y a nuestro esfuerzo. Dios quiera que tengamos, en eso sentido, que pagarle a cada uno de ustedes con el reconocimiento eterno y con nuestra admiración permanente por la tarea magnífica que ustedes van a realizar. ....................................
1953-08-28
EN EL REGIMIENTO 18 DE INFANTERIA DE SANTIAGO DEL ESTERO
Señores oficiales: Agradezco las amables palabras del señor Comandante de División. Efectivamente, llego a esta casa como un viejo soldado. Hace treinta y cinco años ocupaba yo una pieza de este mismo Regimiento, aunque transitoriamente. Agradezco especialmente al señor comandante de la División esas magnificas palabras, luego de haber revistado algunas de las unidades del Regimiento. Me permito felicitar al señor comandante y a todos los jefes y oficiales del Regimiento por el estado y orden interno de la unidad. Para un viejo soldado como yo, es suficiente con pasar una revista rápida para saber como anda un regimiento. Lo demás se infiere de eso mismo que hemos visto. Para un soldado, señores, la mayor satisfacción consiste siempre en ver una cosa bien hecha, desde el punto de vista de nuestra profesión. Por eso les agradezco que me hayan dado esa inmensa satisfacción. Les agradezco a los señores jefes y al señor Comandante de División el haber sido tan amables al permitirme gozar por un momento de esta satisfacción. También agradezco extraordinariamente a los señores oficiales, mis camaradas, la amabilidad que han tenido al acordarse de mí regalándome un bombo, que para mí es simbólico. En mi despacho de la Casa de Gobierno no tengo más que un solo obsequio que conservo como recuerdo de los miles que me llegan continuamente. Precisamente es un bombo santiagueño que unos obreros llevaron a pie desde Buenos Aires y tuvieron la amabilidad de dedicármelo. Esos obreros me entregaron el bombo en el Salón Blanco y cantaron una vidala, hace ya tiempo, que yo recuerdo siempre más que nada como una responsabilidad que tengo frente a ese pueblo, que es capaz de irse a pie desde Santiago hasta Buenos Aíres, para cantar una vidala. Los pueblos que saben hacer eso son los únicos pueblos grandes. Por ese motivo, ese bombo santiagueño queda como un símbolo de esta tierra generosa y grande, humilde y fuerte que es Santiago. Servir aquí, señores, ha de ser una inmensa satisfacción. Por eso, a los camaradas les agradezco con un abrazo el que se hayan acordado de mí y que hayan acertado tan simbólicamente en lo que es más grato para un viejo criollo como yo: un instrumento bien criollo como es el bombo santiagueño. Muchas Gracias. .....................
1953-08-28
DESDE LOS BALCONES DE LA CASA DE GOBIERNO ANTE ESCOLARES SANTIAGUEÑOS
Yo no podría sustraerme a esta magnifica oportunidad en que puedo decirles algunas palabras a los estudiantes de Santiago del Estero y también, junto con ellos, a sus maestros y a sus padres. Yo soy de los hombres que creen que los pueblos no son grandes ni por sus técnicos, ni por sus industrias, ni por ninguna de las conquistas materiales del hombre. Yo creo que los pueblos son grandes cuando dentro de sí tienen muchos hombres y muchas mujeres virtuosas. Hablar de virtudes ante el pueblo santiagueño es sembrar en tierra fértil. Cuatrocientos años de humildad, de trabajo y de sacrificio de ese maravilloso pueblo están indicándonos que Santiago es el corazón de las virtudes argentinas. Por eso, ustedes tienen frente al resurgir de un nuevo Santiago del Estero la tremenda responsabilidad de mantener estas virtudes que han sido la orientación y la propia vida de Santiago. En nombre de la República Argentina, que tanto admira a este magnífico pueblo, yo traigo con el recuerdo de todos, la exhortación también de todos los argentinos para que Santiago siga luchando en esa humildad, en ese sacrificio, para hacer de su futuro -que es lo que interesa- un gran pueblo: el pueblo con que soñamos todos los argentinos patriotas y decididos. Ustedes, niños, son ese futuro: en cada uno de ustedes está el bastón de mariscal del que he hablado tanto en la República. Cada uno de ustedes debe proceder como sI el mañana les guardara la responsabilidad de dirigir los destinos de todo el pueblo argentino. Trabajen, estudien, luchen y, sobre todo, no solamente cultiven el saber: cultiven también el alma, que es el supremo saber del hombre. A lo largo de toda la República se extiende en nuestros días el hábito bien hecho de las virtudes y de los valores espirituales del pueblo. Ambicionamos una comunidad de hombres buenos, que es lo más que puede ambicionarse para una patria justa, para una patria libre y para una patria soberana como la que soñamos los argentinos. Esta tarde he de hablar para todo el pueblo de Santiago; agradezco a Dios que me haya permitido hacerlo primero, con sencillez y breves palabras, a los niños santiagueños. No olviden que nosotros representamos el pasado y el presente, y que ni el pasado ni el presente es el que cuenta; el que realmente cuenta es el porvenir, que son ustedes. Es en ustedes donde la patria ha puesto su destino; son ustedes los responsables de ese destino. Quiera Dios que cada uno de ustedes se sienta iluminado en su entendimiento y en su corazón para que sueñen todos los días por una patria más grande y más hermosa, para que todos los días, al terminar sus trabajos frente a su propia conciencia, analicen si durante el día han hecho algo para que esta patria sea más grande y más hermosa cada día. Hasta luego. ¡Viva Santiago! ............................................................
1953-08-28
EN LA CONCENTRACION POPULAR REALIZADA EN SANTIAGO DEL ESTERO
Compañeros Santiagueños: He querido traer desde Buenos Aires hasta Santiago, con la presencia del gobierno de la Nación, el saludo y el homenaje del pueblo argentino a este noble pueblo de Santiago del Estero. Cuatro siglos de vida ilustre y de vida humilde han hecho de Santiago del Estero un santuario de la República. Esta tierra de hombres humildes, fundadora de ciudades capitales de nuestras provincias, nos oyen hoy a lo largo de toda la República los argentinos, que con su corazón pleno de agradecimiento a esta tierra de campeones, nos anuncia desde los cuatro puntos cardinales de la patria, la visión clara que tienen los hombres de corazón, que las grandes empresas han sido siempre patrimonio de los humildes. Por eso compañeros, doy gracias a Dios que yo también sea un hombre humilde de corazón, porque así solamente puedo ponerme a la altura de los santiagueños para decirles en este momento cuanta es mí admiración y cuanto mí cariño a ese maravilloso y humilde pueblo de Santiago. Se observa aquí en Santiago, entre el júbilo de los festejos de su cuarto aniversario, la salud de un espíritu sublime en los pueblos. Nadie recuerda ni las desventuras pasadas, solo mira con la cabeza alta lo que el porvenir y el trabajo han de acopiar para la felicidad y la grandeza de esta patria chica de Santiago. Recuerdo que hace varios años pasamos por Santiago con la señora Eva Perón. Yo la he visto llorar frente a los changuitos descalzos y harapientos. Después, he seguido con ella durante mucho tiempo pensando en Santiago. Yo no sé por que milagro esta tierra a todos los que comparten con ella un poco de su vida se les adentra profundamente en el corazón. Eso le sucedió a la señora Eva Perón. Y desde Santiago un día vimos llegar a Buenos Aires, los primeros doscientos changuitos sacados de sus ranchitos, para ir a Buenos Aíres a comenzar una nueva vida. Desde entonces tanto la señora como el que habla, fueron dos personas inclinadas con todos sus pensamientos y con todos sus sentimientos hacia esta tierra maravillosa de Santiago del Estero. Dimos después en los planes de Gobierno todo cuanto pudimos realizar por esta noble gente. Sin embargo, hoy al pasar de nuevo, solamente he podido tener una exclamación: ¡Que poco hemos hecho y cuanto más queremos hacer por Santiago del Estero! La patria entera tiene con Santiago una deuda que cumplir. De esta tierra salieron los fundadores de sus ciudades; en esta tierra se reclutaron las tropas que lucharon por la independencia en elevado número y las osamentas de los santiagueños estarán a lo largo del continente cantando las propias glorias de la patria de la etapa sanmartiniana. Santiago tiene para nosotros, los peronistas un mérito más, y es que aquí el peronismo en este medio humilde es donde prolifera y se desarrolla con mayor fuerza. Es el Santiago simple, una doctrina como la nuestra, porque en este pueblo humilde el justicialismo es casi una ley. Todos los santiagueños en sus corazones son justicialistas. Por eso no debe extrañar a nadie que en esto tierra el peronismo sea una mayoría tan abrumadora. Compañeros: el peronismo inicia en la República una nueva etapa, etapa de construcción y de trabajo. Hemos terminado la lucha contra los enemigos de adentro y contra los enemigos de afuera. En estos momentos nuestras banderas, no son ya banderas de luchas, sino banderas de tranquilidad de paz y de trabajo. Nosotros no hemos de ser insensibles a los deseos de pacificación de toda la República. Jamás hemos anhelado la lucha, y si la hemos llevado a los extremos que puede haber llegado, no ha sido por nuestra voluntad, sino que ha sido impuesta por la incomprensión y la intolerancia de quienes nos combatían. Nosotros a la manera santiagueña somos mansos, hasta que no nos tiran de la cola, pero llamados a luchar somos también bravos como son bravos los humildes y los mansos. ¡Guay de la tempestad de las aguas tranquilas, se ha dicho durante mucho tiempo¡ Por eso compañeros, somos felices frente a los nuevos vientos de concordia y de armonía. Nadie más que nosotros queremos volver a la mansedumbre tranquila del cumplimiento de nuestro deber y la satisfacción de nuestro trabajo. Demos la bienvenida en este pueblo argentino a todo pensamiento de paz y de tranquilidad, porque siendo hombres de paz constructivos damos un abrazo a todos los que, de corazón y buena fe, quieran estrecharse sobre nuestro corazón. Y desde ésta benemérita ciudad de Santiago del Estero quiero anunciar a todo el país y a todos nuestros adversarios, que no se verán defraudados los que vengan a tendernos una mano, si esa mano es generosa y es noble; que no se verán defraudados los que anhelan, como anhelamos nosotros, la paz de corazón. Y, en realidad y en verdad, nosotros sentimos como argentinos un cariño hacia ellos; nosotros no somos sus enemigos; somos, en la brega política, sus adversarios. Y en estos días de grandeza, cuando recordamos a través de la tradición de un pueblo simple y humilde como Santiago, nos sentimos también en su corazón, simples y humildes. Desde esa humildad, de la que no deben descender jamás los hombres, les decimos a todos los argentinos: bienaventuradas sean las ideas de pacificar la Patria. Nosotros, que hemos demostrado que somos capaces de morir en la lucha, les vamos a demostrar también que somos capaces de tender la mano generosa a otra mano generosa que quiera unirse a la nuestra. Yo deseo, también, que sea desde Santiago que les anuncie a todos los partidos políticos que actúan en la República: nosotros no tenemos el deseo de que ellos desaparezcan; tenemos, sí, el deseo de argentinos de que trabajen por el país, de que se unan con nosotros en la brega maravillosa de realizar todos los días una obra para la felicidad del pueblo y para la grandeza de la República. Y quiero también que sea desde Santiago donde les diga a todos los argentinos que vengan a nosotros que en nuestro corazón de criollos nobles, a la usanza de nuestros viejos criollos, caben todos los amores, aún los de nuestros propios adversarios. Compañeros santiagueños, yo agradezco a la Confederación General del Trabajo, al Partido Peronista Femenino y al Partido Peronista Masculino, todo cuanto están haciendo a lo largo de la patria por impulsar nuestro trabajo y por levantar nuestra obra. Nosotros no somos un partido político, nosotros somos un movimiento nacional que esforzado sobre los fuertes brazos del noble y humilde pueblo de la patria, quiere elevar día a día nuestra bandera para que sea divisada de todos los puntos de la tierra. Y deseamos compañeros, que a la usanza de cuando se levantaron las primeras ciudades de la República, fuera desde Santiago, queremos también que el mástil de la argentina bandera, divisable de todos los puntos de la tierra, se levante también sobre el noble corazón de esta tierra que es la tradición, que es la gloria de nuestra patria y de nuestro pueblo. Compañeros: ahora vamos a escuchar ahora a los santiagueños. Yo no olvido ni olvidaré nunca que una vez, desde esta tierra, diez compañeros trabajadores se fueron a pie hasta la Casa de Gobierno, allí me entregaron un bombo en que estaba grabado la letra de una vidala que cantaron en la Casa de Gobierno. Esa vidala decía: “Todos estamos llorando; ya se nos va el general”. Yo como buen criollo, recibí eso, como el más preciado de todos los recuerdos que poseo. Por eso, al lado de mi escritorio está el bombo, que me recuerda el amor de esta tierra, y que me recuerda también que en un pueblo cuando hay hombres que son capaces de hacer mil kilómetros a pie para ir a cantar una vidala, esos pueblos son invencibles, esos pueblos no cederán ni a la acción destructora del tiempo ni se desvanecerá jamás bajo la sombra del olvido.
1953-08-29
AL INAUGURAR EL EDIFICIO DE LA ESCUELA MIXTA DE PROFESORES
Señores: A través de todos los tiempos los hombres han dejado sobre la tierra recuerdos efímeros o permanentes. Los hombres de acción tienen sus monumentos en las obras que han realizado para bien de sus semejantes. Esos son los verdaderos monumentos que el hombre levanta a sí mismo cuando es decidido, curando es honrado y cuando es capaz. Los funcionarios de la República, en los días actuales son hombres humildes y de trabajo. Por esa razón, ninguno de nosotros nos sentimos más importantes de lo que somos; pero anhelamos tener en nuestras obras y en nuestro trabajo una gran importancia. Creemos que el más humilde representante del poder público, en el más humilde de los cargos, si sabe cumplir con deber, es más importante que el más alto funcionario de la República, si éste no sabe cumplir con el suyo. Pensamos que los funcionarios de nuestro gobierno nacional y los de nuestros gobiernos provinciales, animados de ese único fervor que el alma de los hombres honrados establece como gran fuerza motriz de todos los tiempos, están construyendo sin hesitaciones y sin detención las obras que su pueblo reclama. En esto no hay otro mérito que el de ser funcionarios que saben cumplir con su deber. Por eso, en nombre de ese deber y por pedido del excelentísimo señor gobernador de esta provincia, declaro, con gran honor, inauguradas todas las obras que en larga enumeración él ha mencionado. .....................
1953-08-29
EN LA SEDE DEL PARTIDO PERONISMO MASCULINO DE LA PROVINCIA DE SANTIAGO DEL ESTERO
Compañeros: Nosotros deseamos que las casas del Partido sean muy humildes, pero bien arregladas, porque, sobre todo, no tienen tanta importancia el continente como el contenido. Buscamos hacer un templo, no un antro. Yo siempre les digo a los compañeros de Buenos Aires, cuando los visito, que tal vez nadie hayan percibido todavía en nuestro país, salvo nuestra propia gente, cual es nuestro trabajo para ir educando al pueblo en una verdadera moral cívica. Los antiguos políticos decían que había que educar al soberano. Ellos no lo educaron nunca, y si lo hicieron, lo educaron mal. Los centros de elevación de la moral cívica que existían en el país eran los comités políticos, y a base de taba, vino y empanadas, no se educa a nadie. Nosotros, escalonando las escuelas peronista y la Escuela Superior Peronista, buscamos formar a nuestros hombres. Acaba de finalizar en Buenos Aires el primer curso de la Escuela Superior Peronista, que es formativo para las escuelas peronistas. En cada provincia se va a instalar una escuela con los muchachos que terminen el curso en la Escuela Superior. En cada provincia habrá una escuela peronista cuya misión será mantener al día la evolución de nuestra doctrina. Las doctrinas no son eternas, ni terminan, sino que evolucionan. Nosotros pensamos que las doctrinas son para el pueblo, no los pueblos para las doctrinas. La vigilancia de esa doctrina es, precisamente, función de la Escuela Peronista en cada capital de provincia. También tienen como misión la de unificar la doctrina, es decir, aunar criterios sobre la interpretación y el análisis de la misma. Nosotros hemos dado una doctrina sintética, como se da a las grandes agrupaciones humanas. Dentro de cada uno de los grandes sectores que conjugan esa comunidad, debe haber centros de interpretación que den unidad de pensamiento y de criterio en la aplicación. Eso es función de las escuelas peronistas: dar la unidad de interpretación y de aplicación de la doctrina. La tercera función de ellas es formar los dirigentes, lo que, hasta ahora, en nuestro país, ha estado un poco descuidado. Nosotros queremos formar nuestros dirigentes dentro de una moral política. Para nosotros, el contenido doctrinario, ya sea en lo que se refiere a la doctrina propiamente dicha, a la teoría que surge de ella y a la forma de ejecución, está siempre regido por una moral política. No hay doctrina que pueda servir si no está precedida por una moral que le dé verdadero contenido. Por eso digo yo: “Queremos un templo, no un antro”. Un templo es una doctrina cualquiera precediera por una moral; un antro es cualquier doctrina que, aunque pueda ser hermosa, no tiene un contenido basado en moral. La Escuela Superior Peronista forma dirigentes que van a llevar a todo el país su cargo de capacitación como así también la unificación de la doctrina y la unificación de nuestra manera de pensar y de sentir en él movimiento. A las escuelas provinciales, que son, diremos así, las sucursales de esa institución central, van todos los dirigentes de las escuelas básicas a hacer sus cursos. Allí se los selecciona, y los mejores pasan a la Escuela Superior Peronista. Tratamos así de formar a los conductores, formar a los hombres que nos van a reemplazar a nosotros, que tenemos hoy esa responsabilidad. En esa gente joven que trabaja, se sacrifica y se esfuerza para perfeccionar nuestro sistema están los futuros conductores del movimiento. Por eso es que allí se dictan clases de conducción política; queremos llegar a una conducción verdaderamente artística de la política. Ya al país no le basta una conducción de amateurs, donde todos los medios son posibles con tal que les lleven a un fin, aun cuando ese triunfo a corto plazo se convierta en una derrota aniquiladora como les ha ocurrido a otros con nosotros. El mantener las formas puras de la política y llevarla de la Escuela Superior a la Provincial, y de allí a cada unidad básica, con una moral política y difundirla hasta hacer millones de predicadores de nuestra moral y ética de la doctrina política, es función de esta casa. Cuando eso se realiza precedido por una moral, es un templo, cuando falta esa moral, es un antro. …
1953-08-29
AL VISITAR LA DELEGACION DE LA CGT EN LA PROVINCIA DE SANTIAGO DEL ESTERO
Yo agradezco con emoción, las amables palabras del compañero delegado de la CGT en Santiago del Estero. Hace diez años comencé la lucha junto a ustedes, y es indudable que las inmensas satisfacciones que en esta ardua tarea de gobernar he recibido han prevenido siempre de los trabajadores. Estoy orgulloso de sentir siempre mi corazón junto al de ustedes. Yo he elegido a los humildes “porque de los humildes solamente será el reino de los cielos”, según reza nuestra propia doctrina cristiana. Cuando recorro el país y llego a las delegaciones de la CGT, siento una inmensa satisfacción –la única riqueza que yo ambiciono es la riqueza del alma- al ver estos magníficos edificios donde los compañeros pueden cumplir sus tareas de organización dentro de un marco adecuado a las funciones nobles que ellos realizan. Yo sé, compañeros, que a este continente magnífico se lo acompaña con un magnífico contenido. Yo conozco de cerca el corazón y el alma de los trabajadores argentinos. Por eso sé bien que, su lindo es el edificio, lo que hay dentro es mucho más lindo y mucho más grande. Yo sé que ustedes no perderán jamás esa humildad que es lo único que hace grandes a los hombres. Tengo la satisfacción de ver aquí a dos franciscanos que son, entre todas las órdenes de nuestro cristianismo, los más humildes, los que han hecho el voto de humildad que deberíamos hacer todos los hombres. Por eso, los ratos que yo tengo de dicha para pasar junto a los trabajadores argentinos, son los que me llenan plenamente el corazón. Yo sé bien que esta organización formidable que es la CGT, está en buenas manos. Yo conozco la capacidad de los dirigentes. desde el compañero Vuletich hasta el último delegado de la República; pero, más que en todas las capacidades que ellos puedan poseer, deposito una profunda y grande fe en sus valores morales y espirituales. Yo sé que ellos seguirán siendo humildes trabajadores al servicio de todos los trabajadores argentinos. Y decir esto, señores, es decir que el éxito está ya en manos de la clase trabajadora argentina. Todos los justicialistas hemos elegido la humildad, y la humildad es el arma más poderosa de la tierra. Esa humildad es la única que nos va a dar el triunfo; los hombres humildes triunfarán finalmente. Ya se ha dicho hace veinte siglos que los últimos serán los primeros; y estamos llegando a esa hora. Los últimos comenzamos, ¡por Dios!, a ser también los primeros. Por eso, compañeros, yo agradezco toda esta infinita bondad que ponéis en todos los actos con referencia a mí persona. Yo soy solamente un hombre que quiere, que ama profundamente a su pueblo, y que no omitiría sacrificio de ningún orden por realizar todos los días algo para que este pueblo sea cada vez un poco más feliz, y para que esta patria sea un día un poco más grande, más libre, más soberana y más justa. .
1953-08-30
ANTE MAESTROS Y MAESTRAS SANTIAGUEÑAS EN EL HOGAR ESCUELA “24 DE FEBRERO”
Yo deseo que mis primeras palabras sean para agradecer a todas las señoras maestras y señores maestros que han llegado hasta esta casa, para darme la inmensa satisfacción de poderles saludar personalmente. De paso he querido aprovechar la ocasión para hablarles a los maestros santiagueños de la misma manera como he hablado en la Capital Federal a un gran número de maestros, para tratar el tema, siempre nuevo, aunque ya tan antiguo, de la enseñanza. Quiero referirme breve y sintéticamente al tema de la enseñanza en su coordinación con los demás aspectos que nosotros consideramos desde el gobierno y que hemos asentado y establecido en el Plan Quinquenal. Gobernar, para nosotros, no es solamente dirigir el Estado. Tampoco es conducir la política, la economía, y el aspecto social del país. Gobernar no es tampoco dar de comer y vestir a la gente de nuestro pueblo. Gobernar es también educarlo e instruirlo. Hace 10 años que nosotros comenzamos por las reformas más fundamentales. Las mismas fueron directamente a lo social, porque para nosotros este era el problema primordial de nuestro pueblo. Y siguieron después en la economía, porque consideramos éste, como otro problema fundamental del país. Terminaron en la consecuencia de esa justicia, que es el mantenimiento de la soberanía de la Nación. Tres banderas que fueron el resultado de un estudio minucioso de nuestra situación general para que nos permitiese, en el orden interno e internacional, colocar a la República en una posición intangible, en una posición desde la cual pudiera realizar a la comunidad; para que, dentro de esta comunidad, pudieran realizarse los argentinos de acuerdo con sus aptitudes y con sus condiciones. Es indudable que al considerar los aspectos materiales, nosotros hemos logrado con el Primer Plan Quinquenal, una realización que permitió dar un margen de vida y una plataforma material de sustentación a los hombres y a las mujeres de nuestro pueblo, pensando que así también resolvíamos muchos problemas vinculados con la instrucción y con la educación del pueblo argentino. Pensamos que ni una instrucción ni una cultura pueden ser desarrolladas en toda su amplitud y con el mejor esfuerzo si no se ha creado un ambiente material que permita cierto estándar de sustentación individual y colectiva. Por esa razón, nos ocupamos de prepararle al pueblo argentino las mejores condiciones para iniciar, en el Segundo Plan Quinquenal, la reforma cultural y educacional. Por otra parte, no pensamos nosotros que en este orden de la educación y de la cultura del pueblo pueda innovarse catastróficamente; esto ha de ser llevado con una gran reflexión y con un sutil tacto que permitan realizar sin producir fricciones o tergiversaciones, siempre peligrosas para la cultura y para la educación de los pueblos. Para nosotros esto era un aspecto extraordinariamente sutil, y que debía efectuarse también sutilmente dentro de las realizaciones. Dijeron algunos que nosotros éramos materialistas, que no pensábamos más que en sueldos, en salarios y en dar de comer y de vestir a la gente. No predicábamos la virtud, porque, ¿qué hubiéramos hecho nosotros con empezar a predicar virtudes en un pueblo miserable, hambriento, y lleno de dolor y sufrimientos? Yo me imagino lo que habría pasado si me hubieran puesto en una tribuna a espetarles un discurso sobre la virtud a los obreros que venían sucios, mal vestidos y pobres a la Secretaría de Trabajo: me hubieran hecho callar de entrada. Por otra parte, cuando meditamos en las virtudes y en los valores morales, pensamos mucho en nuestra juventud, porque es a ella a la que hay que comenzar a inculcarle las virtudes; se comienza a inculcar ya desde la cuna, de manera que esa responsabilidad incumbe primero e la madre y al padre en la niñez, y después en la escuela es obligación de los maestros. Posteriormente, la obligación es nuestra, de los dirigentes, como así también de todos los funcionarios en las fuerzas armadas es donde a los veinte años se le da el último toque a la personalidad moral de los hombres. Nosotros hemos criticado durante años y años la promiscuidad en que vivía, pensando en cuál podría ser el hogar, escuela de virtudes desarrollado en estas condiciones, cuando era común que quince virtudes personas, hombres y mujeres, vivieran mezclados en una pequeña pieza. Culpábamos a los padres de que no hicieran crecer a sus hijos dentro de los principios de la moral, pero no pensábamos que esos padres, que convivían con sus hijos, todos juntos en una pieza, no lo hacían por diversión. Lo hacían porque no podían vivir de otra manera; lo hacían porque tenían que cobijarse para poder enfrentar al frío y a las inclemencias de la vida. Esa es una deficiencia edilicia, pero también es una deficiencia social y una deficiencia gubernamental. Nosotros, durante el Primer Plan Quinquenal, hemos construido 350.000 viviendas. Sabemos que no hemos hecho todo lo que necesitamos, pero no podíamos hacer en cinco años lo que no se hizo durante cincuenta o cien años de gobiernos anteriores. En el Segundo Plan Quinquenal construiremos otro tanto, y llegará un día en que cada familia argentina tendrá una casa en la que no será necesario vivir en esa espantosa y terrible promiscuidad que hemos presenciado a lo largo de nuestra historia. Cuando decimos que los padres y las madres son los culpables de que los chicos estén abandonados en los patronatos y crezcan en verdaderas escuelas de delincuencia, hay que pensar que no toda la culpa es de los padres, porque si ellos se pasan quince horas diarias en el taller o en la fábrica o tienen que salir a buscar la comida para sus hijos, lógicamente no los pueden atender. Antes que moral, tienen que darles de comer, porque si no se mueren. Es muy fácil hacer el moralista diciendo: “Hay tales defectos en los padres y en las madres”, pero otra cosa es analizar profundamente el problema y ponerse a resolverlo dando salarios suficientes para que cada padre pueda mantener a su familia, hacer estudiar a sus hijos y vigilarlos con el tiempo suficiente para poder influir sobre ellos como padres, influencia que no puede ser reemplazada por ninguna otra. Hay miles de problemas de esta naturaleza. Nosotros hemos tratado de resolver esto elevando el estándar de vida y levantando el nivel económico de la familia argentina para que ésta pueda subsistir unida y no se disgregue, porque la pobreza es el principal enemigo de la unidad familiar. Cuando no pueden vivir juntos, empiezan a dispersarse para buscar la vida donde puedan, y así comienza la destrucción de la familia. Aparte de eso, hablamos de que, después de abandonar el hogar, los chicos se crían en ambientes malos, viviendo en promiscuidad. Nosotros criticamos eso. Y cuando hablamos a las escuelas decimos: “¿Y que hacen los maestros, que no dan a los chicos la enseñanza correspondiente y éstos salen con mentalidades sórdidas? ¿Por qué no se ocupan de instruirlos?” Pero no nos acordamos que se ha permitido que esos pobres maestros trabajen en un ranchito inmundo, en medio de todas las incomodidades y con todas las imperfecciones. Pensamos que por una ley de la naturaleza, generalmente, de los ambientes sórdidos es de donde surgen las mentalidades sórdidas. Al niño hay que presentarle un horizonte alegre y feliz para que sea un optimista y no crezca ya con reservas en su propia personalidad infantil, viviendo en sórdidas escuelas el tiempo que dedican a su enseñanza. Por eso, nosotros pensamos que antes de cargar en la cuenta de los maestros muchas de las imperfecciones de nuestra enseñanza, tendríamos que poner en sus manos los instrumentos de optimismo y de satisfacción para que ellos los transmitan a sus niños en locales como estos, alegres y felices. Por eso en el Primer Plan quinquenal nosotros construimos cinco mil escuelas, más que las que se habían construido a lo largo de toda la historia de la enseñanza argentina. Construimos cinco mil escuelas grandes, alegres, con mucha luz, para ofrecer a nuestros maestros un lugar alegre y de optimismo, para que ellos puedan transmitir ese optimismo a sus chicos, y por otra parte, para no tener relegados a los maestros a un último cargo, a un cargo que se ejerce por una obligación, cuando él debe ser un verdadero sacerdocio, donde el corazón es el primer testigo de esa enseñanza. Yo sé que no hemos hecho todo cuanto queríamos y que no hemos hecho todo cuanto necesitábamos. Pero hemos hecho todo cuanto hemos podido para ofrecer una vivienda digna, que es el origen de la educación y la formación de la infancia. Hemos establecido un estándar de vida y condiciones de trabajo que permiten a la familia subsistir dignamente. Nos queda mucho por hacer, pero no podemos esperar a terminar esto para comenzar a realizar la reforma educacional y la reforma cultural del país. Por eso queremos empezarla ya en este Segundo Plan Quinquenal. ¿En que consiste una reforma cultural? Nosotros creemos que en nuestra doctrina damos al pueblo una nueva alma, más acorde con nuestros sentimientos humanistas y cristianos. Me dijo una vez un señor que estaba conversando conmigo; “Usted es el inventor de una nueva doctrina”. Yo le contesté: “Sí, muy nueva, pero que hace dos mil años ya Cristo la enunció al mundo”. Nosotros queremos poner en vigencia esa doctrina en lo social, en lo político y en lo económico, porque esa doctrina es general y hay que adaptarla a cada una de las actividades, y en esto consiste toda nuestra reforma; es decir, en comenzar a llevar a la práctica la solidaridad y el amor entre los hombres y mujeres que forman comunidad, haciendo desaparecer ese individualismo que fue lo que llevó a la lucha del hombre contra el hombre. Es necesario hacer desaparecer el egoísmo, que es la lacra de los tiempos que vivimos, y crear dentro de la comunidad un sentido altruista y solidario de la vida, que es lo que une y llena de amor el corazón de los hombres y mujeres. Es menester suprimir la lucha, que es el origen de todos nuestros males. Pesa sobre ustedes, los maestros, la tremenda responsabilidad de ser los continuadores de los padres en la formación de los niños. Piensen como está el mundo. Yo me pregunto si el mundo y la humanidad de que formamos parte podrían estar peor de los que están. La mitad del mundo está preparándose para destruir a la otra mitad, y esta también trabaja para destruir a la anterior. Y pensamos que esta puede ser una solución para la humanidad. ¡Y decimos también que el fatalismo histórico nos lleva a eso! No. No es el fatalismo histórico el que nos llevado a eso; es el cretinismo de la humanidad. Pero analicemos la situación para ponerle remedio y veamos quienes son los que tienen la culpa, porque si no seguiremos siendo unos declamadores más, de esos que todo lo ven, pero que no tratan de ponerle remedio a la situación, porque dicen que es el fatalismo histórico. A los culpables hay que buscarlos, en primer término, entre nosotros, los dirigentes, los gobernantes. Por eso, si se declara la guerra, la culpa la tendrán todos esos viejitos cretinos que están reunidos en distintos organismos para hacer pelar a los hombres de un lado y del otro. Después de ellos están las madres y los padres, que tienen cierta culpa porque no forman y educan bien a sus hijos. Los dejan crecer dentro de las corrientes. Es más fácil que un chico crezca sólo que el tener que preocuparse todos los días en educarlo con principios y con virtudes desde la niñez. Las madres y los padres, en nuestro país, tendrán que ocuparse de sus hijos. Tener un hijo es una responsabilidad mucho mayor de lo que algunos creen. Muchos creen que es suficiente con dejarle unos pesos de herencia y una profesión sin interesarse de que después sea un malvado. Yo creo que antes de dejarle unos pesos de herencia o darle una profesión, lo primordial es preocuparse para formar una buena persona. Este es el punto de partida de toda nuestra filosofía humanista. Nosotros pensamos que es necesario cambiar la filosofía que los pueblos siguen y dejarnos de invertir cosas como el existencialismo y otras tonteras que figuran como filosofía, para volver a la primera verdad de todos los tiempos. Cuando estamos formando un niño, lo primero que tenemos que pensar es que antes de darle armas de la instrucción que le ayudarán para luchar en la vida, debemos pensar que será una grave responsabilidad para nosotros si le damos armas a una mala persona; porque el sabio más sabio, si es un malvado, es el más peligroso de todos, ya que sabe todo para hacerle mal a los demás. Esto lo conocemos todos, parra ninguno hace nada para evitar que los malvados puedan proliferar. Durante este último siglo, casi todos hemos estado decididamente formando malvados; y creo que en el que viene, si queremos enmendar esta terrible plaga de la humanidad, tendremos que dedicarnos a fomar buenas personas. Piensen ustedes que bueno sería el resultado si en la República Argentina todos los gobernadores, funcionarios, dirigentes, los padres de familia, los maestros y todos los que después tengan gente bajo su dirección, o bajo su gobierno se dedicasen a transformar esa gente mala en gente buena, especialmente cuando se trata de jóvenes, lo que es más posible, porque 鏡rbol que nace torcido nunca su tronco endereza”, dice Martín Fierro, y hay mucho de cierto en ello. Nosotros podríamos cambiar la República Argentina y, sobre todo, la comunidad argentina. Podríamos cambiar el pueblo argentino en diez o quince años. Esa tarea es fácil porque el ochenta y cinco por ciento del pueblo es gente humilde, y la gente humilde ha sido el refugio de las virtudes y de los valores morales de los pueblos. La perversión ha sido mucho más grande arriba, porque los intereses que se discutían y por los cuales se luchaba eran más grandes que los intereses de los humildes. Quiero decir, entonces, que tenemos una inmensa tarea que cumplir. Yo conozco bien a los maestros argentinos. He visitado el mundo entero, me ha ocupado también en saber cómo son los maestros de otras partes, y puedo afirmar que en ninguna parte existe un material humano de maestros como el que tenemos en la República Argentina. ¿Por que digo esto? No porque sean los más sabios, pero sí porque son los más buenos; porque de un maestro yo aprecio más lo que es capaz de dar él de su corazón que lo que es capaz de dar de su inteligencia. No me interesa que él le pueda llenar al niño la cabeza de conocimientos que lo hagan un erudito, pero me interesa que le sepa llenar su corazón de principios morales que hagan de él un hombre de bien. Esa es nuestra concepción de la enseñanza. Creemos que nosotros hemos estado muchos años formando eruditos y despreocupándose de si esos eruditos eran buenos o malos. Creo que en el futuro trataremos de formar hombres y mujeres buenos. Debemos volcar el centro de gravedad de la acción formativa especialmente en la escuela formativa y en la etapa formativa para gravitar sobre esto. Cuando nosotros hablamos de escuela formativa, ésta debe estar más dirigida al alma del niño que a su inteligencia. Ya vendrá después la parte ilustrativa en la que le meteremos todo en la cabeza al chico, pero cuidado con hacerlo antes de habérsela metido en el corazón. Ustedes comprenden que esto cambia, en cierta manera, toda una filosofía. Pensamos que la humanidad, que hace siglos marcha hacia el puerto de la esperanza y de la felicidad, está marchando ahora hacia el puerto de la desgracia, de la desesperación y de la catástrofe. Evidentemente, la humanidad ha equivocado el camino, y lo más prudente y lo más sabio es que cuando uno equivoca el camino vuelva atrás para retomar el buen sendero. La reforma educacional argentina se basa en volver a tomar ese camino, en retroceder a la filosofía elemental y fundamental de la vida para, desde ahí, comenzar a construir. Todo este armazón extraordinario de la filosofía moderna ha sido basado sobre arena. Tenemos que construir una buena base y sobre ella tenemos que montar en el futuro todo ese inmenso andamiaje de la comunidad argentina. Si no lo hacemos así y seguimos por fatalismo el camino actual de la humanidad, no tendremos mejor destino que el que se anuncia, precisamente, para esa parte de la humanidad que, en mi concepto, marcha sobre un falso camino. Transformamos la filosofía de nuestra vida porque lo que no es de la vida no es filosofía, en mi concepto; si no la filosofía no sirve para nada. Nuestra filosofía cambia los principios fundamentales de la vieja, un tanto subjetiva, que se ha seguido en los últimos tiempos, y vuelve a una filosofía objetiva de la vida. Eso va a cambiar todo nuestro sistema. Tendremos, en primer término, con esa filosofía, una nueva ética, una nueva pedagogía para ustedes, una nueva sociología para el pueblo. En eso consiste nuestra reforma. No venimos aquí a corregir algunas comas y algunos puntos de una falsa filosofía; venimos a suprimir esa falsa filosofía y a poner en práctica esta otra que es real, para que el pueblo argentino pueda si un poco más feliz, para que la comunidad esté formada por hombres buenos y mujeres buenas. Debemos comenzar a construir sobre esa base para lograr la felicidad de nuestro pueblo y la grandeza de nuestro país. Yo sé que muchos eruditos se van a reír de nosotros. Pero vamos a estar en buena compaa, porque esos fueron los mismos eruditos que se rieron de Sócrates, de Platón y de todos los antiguos filósofos, y hoy los siglos están demostrando que los filosóficos tenían razón y que los charlatanes eran los otros. En esa compaa, bien se puede caer en el ridículo y en la contemplación de los eruditos. Señoras y señores: todo este programa también está entrelazado con la cultura. No queremos hacer una reforma educacional sin también pensar que reformaremos la cultura argentina. En ese concepto, nosotros no hemos formado aún en nuestro país una verdadera cultura. Para mí un pueblo culto no es ese pueblo que tiene cinco o seis hombres muy sabios y muchos millones de habitantes muy ignorantes. Eso no puede ser un pueblo culto. No son los sabios los que hacen pueblos cultos, sino un nivel de cultura media al alcance y a disposición del pueblo mismo. No se trabaja en la cultura para que unos cuantos hombres aprovechen el esfuerzo de muchos millones de personas. Se trabaja en la cultura de los pueblos para que el nivel medio de cultura, puesto al alcance de cada ciudadano, le permita a ese pueblo ir evolucionando y elevando su nivel cultural. La cultura que no es del pueblo no es cultura. Podrá ser cualquier cosa, pero no es cultura. Nosotros anhelamos tener un pueblo culto por el desarrollo medio de la cultura popular. Si además de eso tenemos algunos sabios, mejor. Pero los sabios vienen solos y los pueblos solos no alcanzan una cultura. Es necesario que el gobierno y todas las instituciones de bien público se dediquen a trabajar por esa cultura, la que será tanto mejor cuanto más propia sea. En orden a las culturas, poco tienen que agradecer los pueblos que las importan. En esto también hay que crear la industria nacional de la cultura. Eso será lo mejor. Porque así como pagamos casi tres veces el valor de un automóvil que importamos, las culturas que se importan suelen costar extraordinariamente caro a los pueblos. Nos debemos poner a trabajar para crear esa cultura, y para ello es suficiente con que nos dediquemos a hacerlo. Ya el Plan Quinquenal ha hecho su base; nosotros ahora comenzamos la realización. ¿Cuál será el método tanto para la reforma educacional como para la reforma cultural? El que yo he seguido anteriormente de la Secretaría de Trabajo y Previsión en el orden político, social y económico. En esto hay dos cosas que contemplar. Para encarar los grandes movimientos reformistas hay dos métodos: el técnico y el humano. El método técnico presupone crear los organismos e impulsar en conjunto una acción de reforma. En otras palabras, por ejemplo, si yo me propusiera hacerlo por el método técnico, crearía los organismos y lanzaría en masa toda la acción reformista. Este es un buen método de difusión y de propaganda, pero esto, que es amplio porque es técnico y es deshumanizado porque es técnico, difícilmente llegaría al corazón y al alma de las personas. Para este tipo de reforma, dirigido a la inteligencia y al esfuerzo de los individuos, es necesario emplear el otro método. el cristiano, que es el único con el que se llega. Yo me lo imagino a Cristo si para inculcar su doctrina en aquellos tiempos hubiera creado grandes organismos fríos y técnicos. Habría muerto ya la religión cristiana. En cambio, Cristo fue por le método humano, que es por el camino que se llega al corazón y al espíritu de los individuos. Destiló gota a gota toda su maravillosa doctrina, y así el mundo se ha impregnado durante dos mil años de ella, al punto de llegar a ser, en aquella época, la más combatida, y hoy, la que más ha proliferado en la humanidad. La técnica deshumaniza, y esta es una tarea humanística que solamente se puede realizar dándola de hombre a hombre, de corazón a corazón y de alma a alma. Muchos se reirán de nuestra falta de técnica. Yo recuerdo que cuando me hice cargo en la Secretaria de Trabajo y previsión e inicié mi prédica, también se reían porque no tenía técnica. Pero yo les dije: “Les voy a hablar uno por uno hasta convencerlos, hasta llegar al corazón de ellos; y cuando tenga miles de hombres persuadidos, ellos serán los encargados de llevar mi palabra a los otros que no están persuadidos”. Es necesario persuadir, ir de hombre a hombre, de corazón a corazón, para que se vaya estructurando el país con nuevas ideas, y algún día los hechos nos han de dar la razón. A nosotros no nos ha ido del todo mal. El triunfo de esto consiste en predicar lo justo, en predicar lo noble, y no en engañar a nadie, porque ya en este mundo no quedan tontos por engañar, nos hemos avivado todos. De manera que el mejor método es el de la persuasión, el de la verdad y el de jugar limpio. Con engaños no se crean doctrinas; con engaños se destruye lo poco que puede haber de doctrinario en las ideas de los hombres. Sosteniendo siempre la verdad, por el camino leal y sincero de la verdad, que es el único camino en el que se puede predicar, en poco tiempo hemos de tener miles y miles de predicadores, tanto en el orden material como en el orden espiritual. Esa prédica es la persuasión, que debe preceder a la acción. Por esa razón, nosotros pensamos que hemos de lanzar esta reforma, pero la hemos de lanzar primero al corazón y al espíritu de lo que la han de absorber y la han de predicar. Ustedes, los maestros, son los miles y miles de predicadores que el gobierno necesita para llevar al pueblo las grandes ideas, con la bondad y la humildad, que son las fuerzas más poderosas que han creado la humanidad en todos los tiempos. Una sola dignidad hay en los hombres, creada por su propio esfuerzo que es la dignidad del trabajo. No puede haber suprema dignidad si no es la del trabajo. Las demás son discernidas y creadas por el hombre, muchas veces arbitrariamente. La única dignidad que encumbra al hombre es la de su esfuerzo, es la de sus sacrificio, es la de su trabajo, cualquiera sea la actividad en que él lo realice. Es únicamente el trabajo fecundo el que jerarquiza a los hombres, el que ennoblece a los pueblos y engrandece a las naciones. Si llegamos a convencer, por saturación, a nuestro país, en todas las etapas y en todas las escalas, que el trabajo es esa suprema dignidad, habremos hecho el más grande bien que podremos hacerles a la patria. En esto, ustedes son mis compañeros de trabajo, los más importantes. Yo les he preparado la tierra. Nuestro pueblo es esa tierra fértil y abonada. Les he organizado la irrigación. Ahora, juntos vamos a sembrar y de ahí ha de salir y una planta que ha de florecer lozana y feliz. De eso nosotros seremos responsables frente a las generaciones del futuro. En 1950, el Año Sanmartiniano, enterré en la Plaza de Mayo un mensaje para la juventud del año 2000. Quiera Dios que cuando la juventud del año 2000 desentierre ese mensaje, que dice esto que les estoy diciendo a ustedes, no nos juzgue a nosotros como nosotros estamos juzgando a estos viejitos que están arreglando a Europa en estos momentos. Que no digan de nosotros que “de todos estos males que recibimos de las generaciones anteriores, debemos culparlos a esos viejitos cretinos que nos han gobernado hasta ahora”, entre los cuales estaremos muchos de nosotros. Es decir, que en esto hay un sentido altruista de la vida de los pueblos. Que los gobernantes y los dirigentes sintamos la responsabilidad de ese futuro; en eso consiste el que al pasarle el testimonio de los siglos de una a otra generación, no entreguemos un presente griego, sino un testimonio de felicidad y de grandeza. Esa es nuestra responsabilidad. No solo de pan vive el hombre; no solo de pan viven los pueblos. Los pueblos no son grandes ni son nobles por sus conquistas materiales; más grandes y más nobles son por el número de hombres y mujeres virtuosas que lo componen. Vayamos creando sobre estos nuevos moldes, rompamos los viejos y fundemos sobre ellos las nuevas generaciones, y nos agradecerá la Providencia y, en forma de Providencia, nos agradecerán también las generaciones futuras. Esa responsabilidad la compartimos porque ustedes tan dirigentes, en el orden de la enseñanza, como yo en el orden del gobierno. Ya hemos fijado en esto que cualquier agente del Estado, en el más modesto y humilde de los cargos, es mucho más grande y vale más, si sabe cumplir con su deber, que el más alto funcionario de la República, si no sabe cumplir con el suyo. ..
1953-08-30
EN EL TEATRO “25 DE MAYO” DE SANTIAGO DEL ESTERO
Compañeras y compañeros: Desgraciadamente no tengo todo el tiempo que quisiera, porque debo partir a una hora fija y todavía debo concurrir a un acto en la ciudad de La Banda, al que no quiero faltar. Pero quiero decirles unas cuantas cosas que interesan a nuestra organización. Por eso, para ganar tiempo, voy a entrar directamente en materia. En primer término, en este momento quiero rendir un homenaje a todas nuestras abnegadas muchachas y a nuestros abnegados muchachos que, tanto en la Confederación General del Trabajo, como en el Partido Peronista Masculino y en el Partido Femenino, trabajan constructivamente en esta provincia para una mejor organización de nuestro movimiento, y para llevar adelante las postulados de nuestra doctrina, homenaje que quiero hacer llegar en este momento, en nombre de todo el movimiento del resto de la República, que conoce con cuanta abnegación, sacrificio y decisión trabajan los compañeros de Santiago del Estero. Ayer adelanté, al hacer la visita a cada uno de los locales centrales de la CGT, del Partido Peronista Masculino y del Femenino, algunos de los aspectos fundamentales para el desenvolvimiento y organización total de nuestro movimiento. Nosotros hemos dicho que no constituimos en manera alguna, un partido político; constituimos un movimiento donde la coincidencia de los hombres del pueblo ha cristalizado una gran tendencia política constructiva. No aspiramos al poder como un fin; aspiramos al poder como un medio para realizar la felicidad del pueblo y la grandeza de la Nación. Por esa razón, no nos consideramos, en manera alguna, un partido político. Los partidos políticos pusieron al pueblo y a la Nación al servicio de sus intereses personales. Nosotros ponemos nuestros interese y nuestra vida al servicio del pueblo y al servicio de la Nación. Por eso, al establecer la jerarquía de valores, hemos dicho: primero está la Nación; después nuestro movimiento, y por último, los hombres. Nosotros somos hombres de un movimiento idealista que ponemos nuestras vidas al servicio del pueblo. Hay dos clases de individuos en la humanidad: aquellos que trabajan egoístamente, que trabajan para sí, y los que, desprendiéndose de su egoísmo trabajan para los demás. Nosotros somos de los que trabajan para los demás, con toda la abnegación y con todo el sacrificio que presupone el ponerse al servicio de la comunidad. Es indudable que nuestra doctrina es clara, y es indudable también, que nuestra doctrina encarna los principios morales en los cuales la acción política es siempre una acción negativa. Aspiramos a que nuestras organizaciones sean eslabones de una inmensa cadena moral que envuelva a toda nuestra patria para servirla para ennoblecerla y para engrandecerla. Por esa razón en cualquier local peronista -sea una unidad básica, sea la delegación del Partido Masculino o del Femenino, sea la Confederación General del Trabajo, o sea una delegación de esa Confederación General-, nuestro orgullo estará basado en que todos los hombres, partidarios o no de nuestra tendencia, lo respeten y lo admiren por ser un templo de honradez, de enseñanza y un templo de los valores espirituales de nuestro pueblo. Compañeros: ahora estamos abocados a la preparación de nuestra organización definitiva con este concepto: queremos borrar del panorama político de la República Argentina la triste memoria de sus comités sucios, malolientes, más sucios moral que materialmente. Queremos que dejen de ser antros para convertirse en templos, he dicho ayer al hablar a los compañeros del Partido Peronista Masculino. Queremos que vayan allí nuestros hijos, nuestras mujeres, nuestros hombres a respirar un ambiente de moralidad, de buenos conceptos y de buenos principios. Que vaya todo ciudadano que tenga una necesidad, para que, en el sentido solidario de nuestra doctrina, encuentre una mano amiga que lo apoye, y que se tienda generosa en su ayuda. Queremos que allí se enseñe al que no sabe; queremos que allí se atienda al que no puede; queremos que se satisfaga a los ciudadanos en cualquier consulta y en cualquier ayuda. Por eso tendemos nuestras manos de peronistas, solidarias y honradas, que tiene una sola aspiración: la de servir a los demás, para así servir mejor a su pueblo y a su patria. En este sentido, hemos seguido trabajando desde Buenos Aires en la organización general del movimiento. Lo primero que había que hacer era saturar al pueblo de la República con los postulados de nuestra doctrina. Yo empecé hace diez años a predicarla. La prediqué incansablemente en el pueblo, y fue cundiendo. Hoy ya tenemos la doctrina en plena marcha. Millones de predicadores peronistas la esparcen y la impregnan en el pueblo argentino, en todas las latitudes de la patria, y comienza ya a exceder las propias fronteras de la patria, extendiéndose en otros pueblos. Ese es el aporte generoso que el justicialismo argentino puede llevar en forma de ideas a los pueblos hermanos que tienden, por el mismo camino que nosotros, a la felicidad de su pueblo y a la grandeza de su patria. Ofrecemos al mundo esta colaboración de nuestra alma y de nuestro corazón. Nuestras ideas son claras: lo que hemos ofrecido como ideas y realizaciones a nuestro pueblo no lo vamos a reservar de manera egoísta solamente para nuestros hombres, para nuestras mujeres, para nuestros niños. Por eso, la tarea de adoctrinar está resultando una tarea trascendente y de extraordinaria seriedad. Por eso llegamos al corazón del pueblo argentino; queremos ahora analizarla y desarrollarla, para que también le llegue a su inteligencia y a su entendimiento. Y ahora ha llegado ese momento, cuando el corazón está saturado de las bondades de esa doctrina. Queremos también saturar la inteligencia del pueblo argentino para que la comprenda, para que la practiquen y para que la realice y las haga realizar a los demás. Millones de misioneros peronistas han marchado a todas las regiones de nuestra tierra y han llevado la palabra de nuestra doctrina. Hoy estamos organizando técnicamente su desarrollo y su consolidación. Por eso es que necesitamos organizarnos. Cuando uno organiza un pueblo, pobre de él, si antes no le ha dado una misma manera de pensar, de sentir y de ver las cosas. Eso es la doctrina: dar al pueblo un alma colectiva. Cuando uno organiza juntando gente, es sumamente peligroso, porque si le falta el aglutinante doctrinario, el juntar gente es para hacer un bolsa de gatos. Cuando la gente tiene el aglutinante doctrinario, se junta y se siente cada vez más amiga y más hermana; piensa igual, ve las cosas de una misma manera, las aprecia de forma semejante y las resuelve en forma similar. Por eso, el pueblo argentino, tonificado hoy en la aglutinación de nuestro adoctrinamiento, ha llegado a la madurez, lo que nos permite darle los principios básicos sobre los cuales habrá de gobernarse con soberanía, con libertad y con independencia de procedimientos y de acciones. Los pueblos se adoctrinan, cuando uno quiere que ellos se gobiernen. Para tiranizar a un pueblo, hay que privarlo de toda doctrina. ¿Por qué? Porque la doctrina da una bandera, da un principio de acción, de objetivos a cumplir, y no obedece a otra voluntad que no sea la voluntad solidaria y multitudinaria del pueblo mismo, nacida de su propia doctrina. Los tiranos niegan las doctrinas a los pueblos, porque quieren que hagan su omnímoda voluntad. A un tirano no le conviene que el pueblo piense; le conviene que no piense, que coma y duerma, y quizá, que esté contento, porque entonces él hace lo que se le ocurre. Los pueblos que no pueden ser tiranizados son aquellos que tienen una doctrina que los hace soberanos en sus propias decisiones. Los hombres bien intencionados, antes de dar nada a los pueblos le dan una doctrina, porque es el alimento del alma. Es el aliento del espíritu. Y cuando los hombres sienten satisfecho el espíritu, comienzan a ser soberanos y a imponer su soberana voluntad. Compañeros: nosotros estamos en ese trascendente momento del alumbramiento doctrinario. Sé que en todas partes de siente la doctrina; en todas partes se la practica, bien o mal, pero se la practica. Podrán los hombres equivocarse en sus decisiones, pero siempre se marcha sobre los objetivos doctrinarios establecidos. Esas son las banderas que han de ser eternas para nuestra doctrina. Los hombres pasamos. Lo que el hombre todavía no ha podido conseguir, es vencer al tiempo; el tiempo lo quebrante y lo anula al hombre. Solamente la organización es capaz de vencer al tiempo. Los organismos sobreviven a los hombres. Por eso son eternos, como son eternos los pueblos. Nosotros tenemos que dar ese sentido de eternidad a nuestra doctrina, para lo cual es necesario llevarla al pueblo, tanto a su corazón como a su inteligencia. Y cuando miles de doctrinarios, en nuestro pueblo, se preocupen por mantener pura y sana esa doctrina; por mantener siempre izadas las banderas que le dan razón de ser y que los impulsan en su marcha, nosotros habremos consolidado definitivamente el justicialismo en nuestras tierra y las banderas peronistas se cubrirán de gloria a través de los tiempos, y a través de los siglos. Eso es, compañeros, lo que yo quiero darle a nuestro justicialismo en su consolidación, a través de la organización. Para eso hemos creado en Buenos Aires, hace ya dos años, la Escuelas Superior Peronista, destinada a la elevación de la cultura cívica en el país. No queremos hacer a la manera de los antiguos políticos, que decían: “Hay que educar al soberano”. Ello no lo educaban, por que si lo hubieran educado no habrían podido estar cincuenta años haciéndole fraude. Digo esto, compañeros, porque, indudablemente, los pueblos que tienen una cultura cívica y una educación cívica, difícilmente pueden tolerar aberraciones como es el fraude dentro de una democracia. ¡Pero de que democracia nos hablan cuando están birlando las elecciones en los propios lugares donde se realizan! Hablaban de la democracia de la Constitución, a la que no cesaban un solo instante de violar, y de violarla en lo más sabio que tiene, que es donde dice que por el voto universal y multitudinario de su pueblo se establece su Constitución, sus leyes y su acción de gobierno. Sin embargo, todo eso fue violado. ¡Y después hacían grandes discursos sobre democracia! Señores: lo que nosotros queremos es realmente educar al soberano, educar al pueblo. Educar al pueblo en una doctrina cívica, y darle una cultura cívica para que en la Argentina jamás puedan repetirse los fenómenos que han presenciado numerosas generaciones de gobiernos que iban al poder para disfrutar personalmente de las canonjías y de los intereses personales que ese poder acumulaba. Debemos llegar establecer en nuestro país que los hombres que ejercen el poder, cuando mueren, entreguen todos sus bienes al Estado, para garantizar el concepto moral de nuestros hombres. Yo lo he de realizar así. Porque cuando muera quiero dar a los peronistas el postrer ejemplo de la honradez que debe caracterizar los funcionarios. De ahí tenemos que partir para poder establecer los principios morales que rijan nuestra organización. No hay organizaciones eficientes si fallan los principios morales en que deben afirmarse. Así como en el alma y en los actos de los hombres nada valen cuando fallan los principios morales y sus virtudes, tampoco en la organización y en la acción de los pueblos, nada vale cuando no se afirman sobre virtudes ciudadanas y sobre valores morales de pueblos o de hombres. Esto es el punto de partida de nuestra organización. En nuestra Escuela Superior Peronista tratamos de inculcar a los dirigentes que llegan a ella, esos principios fundamentales, y después, cuando estamos seguros de que los poseen, recién los damos el grado de capacitación necesaria para defenderse en la conducción política. Es necesario que comprendamos y que comprendan nuestros hombres y nuestras mujeres, que la conducción política es una responsabilidad muy grande para que sea encarada solamente con buena voluntad. Hasta ahora nuestro país, evidentemente, no ha sido bien gobernado ni bien dirigido, porque el gobierno y la conducción política de nuestro pueblo, como su conducción económica y su conducción social, ha estado siempre en manos de aficionados. Es menester que nosotros terminemos con los diletantes de la política, para conformar dirigentes responsables y capacitados. Es para eso que nuestro movimiento está organizando en este momento toda una capacitación, para que todo el que tanga aspiraciones esté capacitado para la conducción política. En este sentido, cada unidad básica debe ser una escuela de capacitación por la dirección política de las nuevas unidades Fundaremos en cada capital de provincia una escuela peronista media, donde se enseñará la conducción política de las organizaciones y una Escuela Superior Peronista, donde se concentrarán los mejores dirigentes de toda la República, para capacitarlos en la alta conducción de la política. Y esos serán los que nos reemplazarán a nosotros en la nueva y venturosa generación de peronistas que nos han de seguir. Esa inmensa red, será la encargada de elevar la cultura ciudadana en nuestro pueblo. Serán ellos los que realizarán la educación del pueblo en sus funciones cívicas. Le darán a cada ciudadano el concepto de responsabilidad individual y le darán a las organizaciones el concepto de su responsabilidad organizada. En esto, compañeros, tenemos que trabajar incansablemente. Quizá nosotros, sin darnos cuenta, estamos construyendo una nueva Argentina para el futuro, grandioso y gloriosa. Cada uno de nosotros es un poco artífice de esta nueva creación en el mundo. Quizá generaciones del mundo entera han de rendir un día tributo a está generación de argentinos, que con su abnegación y sacrificio están dando al mundo un nuevo faro para la orientación, para su felicidad y para su grandeza. Estas escuelas de civismo tienen, como todas las escuelas en las disciplinas intelectuales del hombre, tres graduaciones fundamentales. La primera, en las unidades básicas, enseña todo lo referente a la doctrina y al movimiento. Las medias, o sea las escuelas peronistas provinciales que enseñan, ya más documentada y desarrolladamente, la doctrina, la teoría y las formas de ejecución de nuestra doctrina, y dan también la capacitación elemental para que uno sepa cómo hay que conducir las masas. Y, finalmente, la Escuela Superior Peronista, que ya da por sabido la doctrina, su análisis, su síntesis y su desarrollo, y entra a consultar los valores de las grandes masas ciudadanas en el devenir político de los tiempos y de la República. Es allí donde los vamos a capacitar, porque el arte de gobernar un pueblo, es fácil. Lo difícil es conducirlo. Porque gobernar son medidas y conducir es llegar al corazón, a la persuasión de los hombres para que lo sigan a uno. Eso es lo que queremos, enseñarles a todos nuestros dirigentes, ya sean dirigentes que actúan el campo social, que es también una forma de la política, como los que actúan en el campo partidario, que es otra forma similar de la acción política. Todas las escuelas que actualmente se desarrollan en el país -cada unidad básica debo ser una escuela-, como así también las escuelas sindicales que funcionan en toda la Confederación del Trabajo, están destinadas a elevar la cultura social y política de nuestra organización del Movimiento Peronista. En esto, compañeros, hay que tener seriedad para enseñar, y nosotros queremos enseñar con seriedad. El arte de gobernar, como el arte conducir, como todas las artes, representan creaciones permanentes. Eso es lo que diferencia el arte de las demás actividades de la vida. Se puede actuar en cualquier actividad sin la necesidad de crear todos los días algo nuevo; pero no se puede hacer el arte si uno no tiene permanentemente a mano la creación de todos los minutos y en todas las realizaciones. En el arte no se puede copiar. El arte está, regido por principios; no está regido por leyes, como las ciencias, donde las mismas causas producen los mismos efectos. En el arte son grandes principios, enunciables de una manera fija, pero de una aplicación infinitamente variable. Hay una teoría del arte que le da a uno un número determinado de principios, pero lo que no da la teoría del arte es el artista. La teoría del arte es su parte inerte; el artista es la parte viviente. Pero a través del estudio y del trabajo se llega a dominar totalmente un arte. La pintura, la escultura, la música, todas las artes tienen tener una técnica; pero, además de esa técnica, para llegar a dominarla se necesita un poco de artista. Desarrollar un arte y capacitarse para la conducción y el gobierno, no es difícil. Lo único que se necesita es contracción para adquirir los conocimientos, y luego aplicarlos con decisión y con energía. Y eso lo hemos de enseñar en nuestra Escuela Superior. Un peronista que tenga inquietud por capacitarse tendrá abiertas las puertas de esa escuela, y allí le podremos dar la técnica. En cuanto al arte, eso lo tiene que desarrollar y crear cada uno. Hay muchos que en esta vida tienen un sentido artístico. Los santiagueños tienen mucho de artistas. Por eso, también tienen muchas condiciones para la conducción, porque la conducción es un arte como todos los demás. En esto, nos hemos de empeñar para ir conformando toda una escuela, para ir creando toda una política alrededor de esto; y entonces, en unos cuantos años más, veremos a nuestros dirigentes -ya sean dirigentes sindicales o dirigentes políticos- con la alta capacitación, que es la única garantía que podemos ofrecerle a la patria en holocausto a su felicidad y a su grandeza. Por eso, compañeros, se inicia un cielo en el orden orgánico de nuestro movimiento, fundamental, decisivo y trascendente. Hemos de dedicar nuestros días y nuestras noches, sí es preciso, al desarrollo de esa tarea y al desempeño de esa obligación moral que tenemos los actuales dirigentes. Hemos de establecer a lo largo de nuestra organización todo un régimen de contracción al estudio y al conocimiento de la doctrina, de la teoría y de la forma de ejecución, y también de la capacitación general para la conducción del pueblo y para el gobierno de la Nación. Esto empieza; serán los tiempos los que creerán la tradición de nuestras formas y los que irán desarrollando y acumulando el acervo intelectual, político y social de nuestro movimiento. Por esa razón, yo quería en esta oportunidad no irme de Santiago sin tener ocasión de hablar con ustedes sobre este tema tan importante. En la Escuela Superior Peronista de Buenos Aires acabamos de terminar los cursos para los dirigentes que han ido allá con el objeto de capacitarse para la creación de las escuelas peronistas provinciales. El año próximo, en cada capital de provincia, comenzará a funcionar orgánicamente una escuela peronista. La función de esas escuelas será unificar y desarrollar con unidad de criterio nuestra doctrina, y para que todo el mundo sepa que la doctrina que una cosa fija que cada uno debe asimilar, y no hacer como algunos que la acomodan de acuerdo con sus conveniencias. En segundo lugar, hay que mantener siempre al día la doctrina. La doctrina es una cosa del pueblo y, por lo tanto, debe evolucionar como evoluciona el pueblo. Las doctrinas de este orden nunca son eternas ni inmutables; mudan a medida de las necesidades de los pueblos, puesto que son para los pueblos y no los pueblos para las doctrinas. Por esa razón es también tarea y función de las escuelas peronistas ir haciendo evolucionar la doctrina en la medida de las necesidades planteadas por el propio pueblo. Y, en tercer lugar, está la formación de nuestros dirigentes, paro la alta conducción de las masas políticas, para la media conducción y para la prédica e inculcación de nuestra doctrina en la masa, a través de las unidades básicas. Toda esta tarea, ha de ponerse en marcha este año. Yo solamente les pido que cada uno de ustedes ponga de su corazón y de su energía todo lo necesario para impulsarla. Recuerden que quizá en esto movimiento extraordinario que se ha producido en nuestra patria, yo sea el responsable principal, pero no olviden que ustedes, dirigentes, son corresponsables conmigo en la tarea de llevar adelante nuestro movimiento; y no olviden que el día, que yo desaparezca como responsable principal, quedarán ustedes o alguno de ustedes, con esa principal responsabilidad sobre sus acciones y sobre sus conciencia. Por eso, compañeros, trabajar por esto es trabajar para el presente y trabajar para el futuro de nuestro movimiento. Dios quiera que cada uno de los dirigentes sienta en carne la responsabilidad de estas sus acciones presentes de esas acciones futuras; que cada uno trate de capacitarse en la medida de sus posibilidades; que piense, que estudie, que analice la doctrina, que se haga él mismo siendo un autodidacta de su futura acción, capacitado siempre en el conocimiento, para que jamás los hombres, a través de sus impulsos, actúen en contra de su reflexión y para que jamás su lengua se les adelante al pensamiento. Toda esta escuela ha de ir creando, más que una escolástica partidaria, una función de fondo pobre nuestro propio movimiento, y de allí irán surgiendo los más capaces, porque en nuestro movimiento ya se va demostrando que todas sus artimañas políticas que antes se ponían en juego, no rinden. Nosotros queremos hombres capacitados, primero moralmente, y después intelectualmente. La capacidad, para nosotros, vale solamente cuando está calificada con la honradez. La capacidad solamente no es, para nosotros, un factor para encumbrar a los hombres. Por otra parte, nosotros no encumbramos a nadie. Nosotros, a nuestros propios hombres les damos la ocasión que merecen. Ellos son los que se encumbran o ellos son los que se hunden por sus propias acciones, y ésta es la única manera como podemos ir nosotros prestigiando y podemos ir elevando el concepto frente a la ciudadanía. Estas formas imperturbables de nuestra acción y de nuestra organización irán afirmándome cada día, y será entonces la justicia real y efectiva la que presida las acciones de todo nuestro movimiento. Hasta ahora hemos actuado un poco inorgánicamente con razón del tiempo y del trabajo que debíamos realizar, pero ahora, más tranquilos, organizando el trabajo y las realizaciones, etcétera, del gobierno, podemos dedicarnos un poco a perfeccionar el instrumento de gobierno que es nuestro movimiento. Esa será la tarea fundamental en el Segundo Plan Quinquenal. Yo les pido a todos los hermanos santiagueños, que en una u otra forma tienen la responsabilidad de la acción directiva que pongan en esto todo su saber y entender y su gran corazón, que todos conocemos, seguros de que algún día las generaciones de nuestros niños o descendientes tendrán algo que agradecernos. Finalmente, antes de dejar esta sala, quiero volcar de mi corazón todo el sentimiento profundo que llevo de este hermoso pueblo de Santiago del Estero; decirle a cada uno de los compañeros cuánta es mi inmensa satisfacción. El gobernante es como esas caravanas que marchan a través del desierto, que sufre los sinsabores y el dolor de la incomprensión, de la injusticia y el azote de todos los vientos y de todas las arenas de ese inmenso desierto que es la vida en el gobierno. Pero eso multiplica la satisfacción y la dicha cuando uno llega al oasis para beber el agua fresca a la sombra de las palmeras maravillosas de esos desiertos. Santiago del Estero, en esta marcha pesarosa de todo gobernante, representa para mí el más grande y el más hermoso de los oasis a que pude haber llegado. ..