País
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Nombre
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Título
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Poema
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España
1846-1935
Abente y Lago, Victorino
Himno de las heroínas de Caraguatay
610
Para matar a Pedro con Flores y Mitre, las caraguatanas trabajan salitre. Que hagan bloqueos los macacos tristes, que las caraguatanas trabajan salitre. En guardia la espada y la lanza en ristre, que las caraguatanas trabajan salitre. Truenen los cañones, disparen los rifles, que las caraguatanas trabajan salitre. Que nadie se aflija, viva si la Patria que las caraguatanas trabajan salitre. Que nadie se aflija viva si la Patria que las caraguatanas trabajan salitre. ¡Viva el Mariscal invicto!, y su ejército invencible, y mueran los enemigos de la Alianza Triple.
España
1846-1935
Abente y Lago, Victorino
Información política
496
(Chanzas) ¡Esto ya pasa de castaño-obscuro! El gran público pregunta: ¿Cuándo elige esa junta El Jefe del Partido, futuro? Todo se vuelve puras componendas Y dimes y diretes, Y creo que al final de estas contiendas, Triunfarán los Arévalos o los Cañetes. Que haya paz, sobre todo, es lo que importa, Porque la vida es corta Y a todos les conviene Gozar en dulce paz lo que tienen. Eso de patriotismo Me revienta, de veras, Todos dicen lo mismo Prometiendo reformas lisonjeras. Resuelvan de una vez, yo siempre, acato Al que tiene el poder presidencial: ¿Quieren que sea Emilio el candidato? Pues que venga Aceval. Moraben
España
1846-1935
Abente y Lago, Victorino
La mujer
418
Cuando en el TODO ingente, de lobreguez cubierto, Sin forma la materia vagaba en confusión, Y sobre las tinieblas del hondo desconcierto Movíase el omnímodo espíritu de Dios; Con un designio excelso de su saber profundo. Al contemplar aquella confusa inmensidad, Vio que era necesaria la formación de un mundo Que fuese de su gloria maravilloso altar, De aquel abismo, entonces, surgió fecunda y bella, Con el sublime FIAT, la enorme creación, Y como en antro oscuro, fulgor de una centella La luz en el espacio de súbito brilló. Y para que con gozo y admiración le nombre, Y sus preceptos santos procure obedecer, A semejanza suya, formó de barro al hombre Y dióle por morada los campos del Edén. Su obra después contempló Con divina complacencia, Y su excelsa inteligencia Que algo faltaba notó. Todo era hermoso y fecundo, Lleno de santa armonía, Y, no obstante, parecía Que estaba muy triste el mundo. Entonces en la idea del ser omnipotente, Apareció una imagen, corona del Edén; "Que sea" dijo, y luego bellísima, sonriente, Para animar al mundo, formó a la mujer. Asunción, Octubre de 1879
España
1846-1935
Abente y Lago, Victorino
La santurrona
423
Con actitud sumisa el negro manto Lleva cubriendo su abatida frente, Y en sus cruzadas manos permanente Cuelga el rosario junto al libro santo. Como anegada en místico quebranto Muestra su faz con expresión doliente, Y al templo del Señor va penitente, Fingiendo horror al mundanal encanto. Hechicera de tímidas conciencias, Satélite de padres confesores, Museos de reliquias e indulgencias, Pincel de los avérnicos horrores, Siempre oculta entre santas apariencias… Ahí la tenéis… La conocéis… Lectores.
España
1846-1935
Abente y Lago, Victorino
La sibila paraguaya
417
En solitaria ruina donde el recuerdo se encierra de aquella cruenta guerra que tanto al dolor inclina, se oyó una voz peregrina que con dulcísimo acento, mezcla de triste lamento y de profético canto, gozo infundía y quebranto en un mismo sentimiento: —No llores más, Patria mía, levanta la noble frente y mira el sol refulgente de un nuevo y hermoso día. La densa nube sombría que un tiempo extendió su velo de muerte sobre tu suelo se va fugaz disipando espacio libre dejando al resplandor de tu cielo. Los hechos de alta memoria que tu gran valor aclama, los eterniza la fama en los fastos de la Historia. Tuya es ¡oh Patria! la gloria de aquella lucha tremenda cuando en desigual contienda el más sublime heroísmo en aras del patriotismo te dio su mejor ofrenda. De luto y sangre cubierto quedó tu inmenso cariño; lloró sin padres el niño, el hogar se vio desierto. Entonces el hado incierto, viéndote postrada, inerte, al azar puso tu suerte y te anubló de tal modo que en torno tuyo fue todo envuelto en sombras de muerte. Y mientras todo lo acalla el peso de tanta pena, dice una voz que resuena en los campos de batalla: —Aquí estuvo la muralla de Curupayty famoso, donde mostró poderoso su ardimiento el paraguayo y envió la gloria un rayo de su cetro esplendoroso. Allí Humaitá renombrado muestra su ruina altiva como un espectro que aviva el sufrimiento pasado Allí el valiente soldado, de pie sobre la trinchera, entre la metralla fiera de su valor hizo alarde, cayendo muerto más tarde envuelto con su bandera. Acullá de Tuyutí la lucha sangrienta fue, allí la de Tuyucué, más allá la de Tayí, lugar donde al frenesí alzóse el bélico ardor, cuando en un leño el valor, con fiera arrogancia ignota, abordó la férrea flota del ejército invasor. En fin, la lucha fue tanta que no hay pedazo de tierra donde la sangrienta guerra no haya posado su planta, y encendió la llama santa del patrio amor tal vehemencia que en la heroica resistencia, antes que verla rendida, se sacrificó la vida por la sacra independencia. —Así la fama pregona con su trompa resonante tu augusto nombre radiante volando de zona a zona, y te ciñe una corona la diosa de la Victoria para que diga la Historia que la paraguaya tierra, si ha sucumbido en la guerra, se ha levantado en la gloria. No llores más, Patria mía, enjuga el llanto, no llores, y mira los resplandores de un nuevo y hermoso día. La Paz que en grata armonía alegra y anima el mundo, sobre tu suelo fecundo extiende su inmenso manto y torna en alegre canto tu sentimiento profundo. Patria donde soberana la Naturaleza quiso colocar el paraíso de la tierra americana, voluptuosa sultana que corona su cabeza con la tropical belleza entre dos gigantes ríos, flores y bosques sombríos, durmiendo está su grandeza; Tierra que protege y mima la providente Natura con la pompa y galanura del más benéfico clima, y en donde el amor se anima con tiernísima ansiedad mimado por la beldad, las virtudes y placeres que le brindan sus mujeres de incomparable bondad; Yo que tu bien vaticino, en lo futuro te veo más grande que mi deseo en el cerro del Destino, y por radiante camino marchas ovante y segura al celo de la ventura que en el porvenir se expande, ventura grande, tan grande como lo fue tu amargura. Así dijo entre la sombra de la ruina en que se asila la paraguaya sibila que las patrias glorias nombra. Por la solitaria alfombra de la arboleda sombría, como lejana armonía el eco se fue perdiendo, dulcemente repitiendo ¡No llores más, Patria mía!
España
1846-1935
Abente y Lago, Victorino
La solterona
392
Nubladas ya sus esperanzas vanas, Al espejo contempla con tristeza, Cómo invaden su rostro y su cabeza Las traidoras arrugas y las canas. Entonces: ¡Oh Dolor! Pierde las ganas De dar jalbergue a su infeliz figura, Y a criticar a las jóvenes empieza Que la fresca beldad, muestran lozanas. Ante ella las demás son cualquier cosa, Dice que tuvo novio y no quiso Casarse, por ser harto quisquillosa; Y, en fin, cuando comprende que es preciso Disipar la ilusión de ser esposa, Se dedica a ganar el paraíso.
España
1846-1935
Abente y Lago, Victorino
La yerba mate leyenda
441
Al pie de la cordillera Del fragoroso Amambay, Qué forma entre el Paraguay Y el Brasil, alta barrera, Hubo una tribu guerrera De famosa valentía, Que a las otras se imponía Por su arrojo y su valor, Siendo también superior En belleza y gallardía. Era cacique el osado, Temido Canindeyú Que en todo el Mbaracayú Fue querido y respetado, Cuando el poder afamado Del constante jesuita Con abnegación bendita Se alzaba en estas regiones, Para enseñar las lecciones de la bondad infinita. Tres misioneros, un día, Llenos de fe se reunieron, Y convertir decidieron La remota toldería, Teniendo sólo por guía Su evangélico destino, Emprendieron el camino Con el anhelo constante, De ver un día triunfante Su propósito divino. Después de un penoso viaje, Miserias y sacrificios, Sin hallar siquiera indicios De la población salvaje, Al sorprendente paraje Llegaron, donde con suma Violencia, en olas de espuma, Salta el Paraná, bramando Turbulento, levantando Nubes de irisante espuma. Ante aquel cuadro imponente Absortos se detuvieron, Y largo tiempo estuvieron En actitud reverente, Viendo aquel caudal ingente Que con pavoroso estruendo Se precipita cayendo Rápido, de salto en salto Entre rocas de basalto, Perpetuamente rugiendo. Y cuando más sorprendidos Miraban tanta grandeza Oyeron con extrañeza Fuertes y agudos silbidos; Después, como aparecidos Entre las rocas, se alzaron Varios indios y avanzaron Con ademanes guerreros Hacia los tres misioneros Que humildes los esperaron. Con varonil gallardía, Delante de todos ellos, Una, de largos cabellos, India, arrogante venía, Oráculo y alegría De aquella tribu guerrera; Era Guairá, la primera Entre todas las del valle, Guairá, la de esbelto talle, La de hermosa cabellera. Al ver la humilde postura De los pobres religiosos, Los salvajes belicosos Depusieron su bravura, Y al mostrarle su figura En la cruz, del redentor, Con religioso dolor Compasivos la miraron Y en sus almas penetraron Chispas del divino amor. Guairá, de aquellos al ver El estado lastimoso, Con empeño cariñoso Les dio un líquido a beber; Poco después, con placer su efecto restaurador Notaron, gozo y vigor En sus ánimos sintieron, Y a milagro atribuyeron La virtud de aquel licor. Cuando con aquel brebaje Quedaron azas repuestos De su fatiga, y dispuestos Para seguir el viaje, La hermosa y gentil salvaje, Delante de ellos marchaba Con dirección a la taba, Donde la tribu tenía su principal toldería, Y el cacique se encontraba. Llegaron; la cruz triunfó, Y cuando dieron la vuelta, Guairá, cristiana y resuelta Con ellos también marchó, Y después les enseñó A preparar la bebida Que vigoraba la vida, Bebida que adquirió fama Y hoy yerba mate se llama, Cada vez más requerida.
España
1846-1935
Abente y Lago, Victorino
Las aves del paraguay
680
¡Cuán grande naturaleza Se muestra en ti, sin rival, Luces toda la riqueza Y la espléndida belleza De la zona tropical! Cordilleras elevadas, Extensos bosques umbríos Y llanuras dilatadas, Altas y hermosas cascadas, Grandes lagunas y ríos. Y en bosques, llanos, riberas, Vagan tus diversas aves Con sus distintas maneras: Bellas, raras, agoreras, Canoras, ledas y graves. Silvando el Había está, Dulcemente entre el ramaje, Y el selvático chajá, Sus gritos de alerta da, Posado en alto paraje. En el bosque, adormecido, El urutaú, pasa el día, Y por la noche un gemido, Lanza, como un alarido, Lleno de melancolía. Se escuchan los Yacútoros En la espesura roncando, Y, en atronadores coros, Bandadas de verdes loros Cruzan los aires gritando. Y la voraz turba hambrienta Que entre la carniza está, Se retira y amedrenta, Cuando altivo se presenta El Yryvú ruvichá. Con lento paso y manera Grave el alto tuyuyú Pasea por la ribera, Y en el llano el ynambú Reclama su compañera. Luce el pabellón hispano En su gran pico el tucá, Y, cantando en el pantano, Mal tiempo anuncia cercano El muy ligero Ypacaá. Con un tristísimo canto, Su muerte anuncia el Chochí, Expresión de su quebranto, Y entre flores, mientras tanto Vuela alegre el Mainumby. Duerme el nocturno Suindá Posado en el tacurú, Mientras el Araracá Su hermoso plumaje está Luciendo sobre el ombú. Con arrollante dulzura El pycuipé suave canta Cariñoso en la espesura; Y el Ñacurutú levanta Su grito en la noche oscura. El Mytú apetecido Silva en la selva lejana, y, entre el ramaje escondido, Con melancólico sonido Canta el pájaro campana. Su presa en el aire estrecha El valiente Taguató, Rápido como una flecha, o ya su víctima acecha Desde el esbelto pindó. Dicha a su dueño y encanto El Cabureí le da, Y con fatídico canto De noche miedo y quebranto Causa el Tayasú guyrá. Levanta su grito hiriente La elegante Saría, Cuando la lluvia presiente, Y el Pitogüé diligente Advierte que nos vigía. En las costas ribereñas Los Mbiguás zambullidores, Las blancas garzas zahareñas Esbeltas zaídas cenceñas Y los patos silvadores. Allí el Hocó posado, Solo, con ojo avizor Y largo pico afilado, Mientras del uno al otro lado Vuela el Martín Pescador. En la llanura quemada Siempre el Curucau se ve, Y entre la espesa enramada, Siempre inquietos y en bandada Se mueven los Acaé. El zancudo Ñahana, Corriendo entre él aguapé, Siempre en la laguna está, Y en el aire viene y va Zumbando el Yacaveré. En el inculto pantano Grita el Chiricó anunciando El viento norte cercano; Y el Teru-teru en el llano Vuela importuno chillando. El Ypecú con extraña Flojedad volando va, Y con rapidez y maña Víboras caza con saña El osado Macaguá. Dentro de la selva umbría, Los Yacú, por las mañanas, Con su ronca gritería, Imitan la algarabía De carcajadas lejanas. Con lento vuelo, en bandadas, Los negros Caráu crasvitan; Y las verdes y estimadas Cotorras, alborozadas, Entre los árboles gritan. Caza insectos con certera Rapidez, el Yetapá De larga cola, y manera, Que parece una tijera Cuando por el aire va. Los carás-carás ligeros Buscan carne en el contorno, Y sus negros compañeros, Los Yrybú carniceros, Saltan de la presa en torno. Entre el bosque y en pareja Vive el Mocoi cogoé Y por la noche asemeja Una tristísima queja El canto del Guaimingüé. Solitaria en la Llanura, La pequeña Blanca Flora Luce su hermosa blancura, Y la Calandria en la altura Del árbol trina canora. Mientras tristemente pía El pardo Chesy hasy En la arbolera sombría El masacaraguaí Gorgea con alegría. Flamengos en los playales, En las lagunas garcetas, En las ramas cardenales, Y en campos y pajonales Chululús y martinetas. Y la golondrina errante Y el arisco Picazú, Y, por fin, se alza el gigante De las aves, habitante de los llanos, el Ñandú. Y otras más que, entre las flores Entre las ramas, y al vuelo, Muestran extraños primores, Cantos, formas y colores, Embelleciendo tu suelo.
España
1846-1935
Abente y Lago, Victorino
Libertad, igualdad, fraternidad
368
Todos de un mismo padre hemos nacido, Es mengua el privilegio de la cuna, Ante la Augusta ley que al libre aclama, No haya en los nombres distinción alguna. Igualmente la pródiga natura, Brinda a todos solícita sus dones, Sus dádivas no marcan jerarquías, En su distribución no hay distinciones. La luz del sol radiante, el fresco ambiente, El agua cristalina, el mar profundo, El aire, la creación, todo nos dice: Que la Patria del hombre, es todo el mundo. Tremenda maldición, sobre los déspotas, Que ambicionando para sí la tierra, La libertad mancillan, envolviendo La humanidad en destructora guerra. Feliz el día aquel, en que a la fuerza, La razón se interponga omnipotente, Y el estampido del cañón se apague, De la justicia, ante la voz potente. ¡Época venturosa! en que hermanados, Libres los pueblos se proclaman; Y rompiendo los cetros de los reyes, La libertad universal aclamen. Pueblos del universo: levantarse, Escupid en la frente a los tiranos, Alzad el estandarte de los libres, ¡Viva la libertad! ¡Somos hermanos!
España
1846-1935
Abente y Lago, Victorino
Marchemos, marchemos
357
Marchemos, marchemos volando a la lid, y toda aregueña empuñe un fusil. Dejemos la rueca, que suene el clarín, y toda aregueña empuñe el fusil. Que agite sus olas Ypacaraí, y toda aregueña empuñe un fusil. Y el campo se cubra de rosa y jazmín que ya la aregueña empuña un fusil. Tiemblen las legiones de cobardes mil, que ya la aregueña empuña un fusil. Qué ven los negros de inmundo redil, que ya la aregueña empuña un fusil. Teja las coronas un gran serafín, que ya la aregueña empuña un fusil. Y jurando todas: ¡Vencer o morir! Diga la aregueña: ¡Al hombro el fusil!
España
1846-1935
Abente y Lago, Victorino
Mis dos patrias
440
Soy de la valiente España, Hermosa Patria querida Que mis recuerdos entraña Y en donde se lee una hazaña En cada piedra esculpida. A la paraguaya tierra El destino me condujo, Donde cada sitio encierra Un recuerdo que en la guerra El heroísmo produjo. Para uno y otro suelo, En mí tanto afecto hay Que al pedir dichas al cielo Confundo en el mismo anhelo A España y el Paraguay. ¿Cómo no ha de ser así Si estrechamente se unieron Ambas Patrias para mí? Pues si yo he nacido allí Aquí mis hijos nacieron. Y a Dios le pido por eso Que amorosamente unidas, Como labios en un beso, Marchen al mayor progreso Estas dos patrias queridas.
España
1846-1935
Abente y Lago, Victorino
Mis tres estrellas
500
En este mísero suelo, Para endulzar mi amargura, Tres seres el almo cielo Me ha dado, cuyo consuelo Es bálsamo de ventura. Una que, tierna y amante Me arrulló, cuando era niño, Vive de mí muy distante; Pero me anima el constante Recuerdo de su cariño. Enjugó ella el primer llanto, En su regazo caliente; Me arrulló con dulce canto, Lleno de mimo y encanto Mi edad primera inocente. Es la venturosa estrella Que el alba de mi existencia Alumbró radiante y bella; Cabe su ocaso hoy destella Con pálida refulgencia. II Permitió mi buen destino, Para hacer feliz mi vida, Que encontrase en el camino Otro ser que amante vino A ser mi prenda querida. El ángel de mis pesares Con su cariño consuela, El custodio de mis lares, El que inspira mis cantares Y por mi bien se desvela. Hermosa estrella que luce En el cenit coruscante, Y es el fulgor que produce Un faro que me conduce En esta vida inconstante. III Con angelical inocencia Ríe en sus primeros años, Otro ser cuya existencia Ignora de la experiencia Los amargos desengaños. Ver su rostro halagador A cada momento anhelo, Porque encuentro en el candor De su tiernísimo amor Algo que viene del cielo. Fúlgida estrella que alumbra En la etérea lontananza, Sobre el oriente se encuentra Y con su luz se vislumbra Una risueña esperanza. IV ¡Oh Madre! Tu fuiste el guía Tutelar de mi niñez; Esposa, eres mi alegría, Y tú serás, hija mía. El consuelo de mi vejez.
España
1846-1935
Abente y Lago, Victorino
Noticias
375
La Municipalidad Hoy tiene un buen Intendente, Pero, desgraciadamente, No da un paso la ciudad, Y sigue el sistema viejo Con la misma procesión. Diciendo siempre al Consejo: No hay sesión. Es en vano que se trate De hacer algo provechoso, Este cuerpo es desidioso Y la Intendencia se abate, Pues en verdad manifiesta Que en la mejor ocasión, El Consejo le contesta: No hay sesión. Triste es ver la decadencia Del cuerpo Municipal, Hoy que está la Capital Con una buena Intendencia, ¡Cuánta mejora se hubiera Actualmente en la Asunción, Si el Consejo no dijera: No hay sesión. La pobre Plaza Uruguaya Cada vez peor se ve. Siento que volviendo vaya A lo que primero fue. Suele verse algunas veces Un grupito de carneros Apacentando delante De la casa del Congreso, Está muy mal, pues no falta Alguien que diga, al ver esto: "Están limpiando el camino Para el periodo nuevo". Moraben.
España
1846-1935
Abente y Lago, Victorino
Noticias inmejorables
379
El Tribunal de Justicia Tiene mejor casa ahora, Todos esperan el lógico Efecto de la mejora Mejora sobremanera La escuela de agricultura Donde se cultiva el tronco De nuestra dicha futura. Mejora nuestro tabaco Con los grandes secaderos, Que secarán el tabaco De todos los cosecheros. Mejora nuestra Aduana Con los nuevos empleados, Porque los creen mejores Que los de días pasados. Van a mejorar la campaña Jefes y jueces mejores, Los pasados fueron buenos, Y estos serán superiores. Mejora nuestro Intendente Todo lo municipal, Y hasta en mejorar se ocupa Las fiestas del carnaval. Mejora nuestro papel, Mejora nuestro Congreso, Y marchan nuestras mejoras A la cumbre del progreso. Como una prueba eminente De que en todo hay mejoría, Se dice que hasta mejora El servicio del tranvía. En medio de estas mejoras Que nos darán mucho brillo, Cuentan que no imperarán Las mejoras del bolsillo. No mejorará la farsa, Menos la adulonería, Ni el juego mejorará; Que no es poca mejoría! Tío Camándulas
España
1846-1935
Abente y Lago, Victorino
Plan económico
308
Después haber estudiado Con muchísima atención El económico estado En que vive la Nación Encuentro que la escasez De billete fiduciario, Es causa de estrechez del círculo monetario. Razón por la cual infiere, Si en ello no me equivoco, Que en donde hay poco dinero, Adelanto que hay muy poco. Es el factor prepotente De la fuerza de un gobierno, como dice un eminente Economista moderno. Resumo en este preludio Mi modesto parecer, Producto de un largo estudio, Cuyo plan paso a exponer. Por de pronto, mi opinión Es que, sin más dilaciones Circulen los dos millones De La Caja de Conversión Y, prestando abiertamente, Recibir los pagarés De cualquier que les presente. Con este procedimiento Y justa distribución Veremos la situación Mejorada en un momento. Encarezco lo importante De un buen reparto, de modo Que no se lo lleve todo El primer solicitante. De esta sencilla manera, Ese dinero encerrado, Andará desparramado Que es su misión verdadera. Es necesidad urgente, Por lo exigua de la renta, Emitir unos cuarenta Millones próximamente, Para que el gobierno pueda Emprender obras de aliento, Y tenga en cualquier momento De sobra papel moneda, Y no se encuentre en apuros Para tener arreglados Los compromisos pasados, Y presentes y futuros. A fin le llegue a obtener Esta emisión buena andanza, Basta tener confianza En los hombres del poder, Los cuales con la prudente Parsimonia requerida, La irán largando a medida Que lo juzguen conveniente, Debe encargarse un papel Como el último, y veremos, Antes que lo amorticemos, La amortización por él. Y si con habilidad, Como muestra de honradez, Se renueva rara vez En mínima cantidad, Tendremos que, con los daños Que el manoseo produce, Esta emisión se reduce A cero en muy pocos años. La riqueza universal, Dicen muchos que se funda En la constancia fecunda Del trabajo en general, Y que no es atentatorio Por ende, a la libertad Que ordene la autoridad El trabajo obligatorio. Califico de tirana La ley que así lo impusiera…. Que trabaje aquel que quiera, O no, si le da la gana. Si tengo quien me dé pan, Y quiero andar a la briba, Viviendo siempre de arriba, ¿Por qué no ser haragán? ¿Quién vería sin dolor Imponer al pueblo bajo La sujección al trabajo, Cuando el alto en el poder? A lo dicho: es necesario Emitir mucho papel, Y se aumentará con él El trabajo obligatorio. Y a pesar que nada sé De la económica ciencia, De ella cojo esta sentencia: Lesse fer, lesse passé.. Tío Camándulas
España
1846-1935
Abente y Lago, Victorino
Romance de la paraguaya
399
Era una noche de luna. Estando en el Paraguay, aspirando el grato aroma de un frondoso naranjal, vi una joven paraguaya de tierna y hermosa faz, sentada al pie de un naranjo, suspirando sin cesar. —¿Porqué suspiras, le dije, con tan profundo dolor? —¡Ay!, suspiro, porque tengo desgarrado el corazón.. La guerra de tres naciones que a mi patria desoló, en el mundo abandonada sola y triste me dejó. Mi padre, siguiendo a López, allá por Cerro-Corá, cayó cubierto de heridas al pasar el Aquidabán. —¿No tienes algún hermano que mitigue tu dolor? —Tuve tres, pero yo sola gimo en la desolación. Uno murió en el Pilar, otro murió en Tuyutí, y el tercero defendiendo las trincheras de Humaitá. —¿Acaso también tu madre tuvo esa suerte infeliz? —Después de tantas penurias murió ella también allí.
España
1846-1935
Abente y Lago, Victorino
Runrunes políticos
318
Cinco son las dimisiones Que se anuncian, nada menos, Y siendo así, sin ministros Quedarán los ministerios, Hasta tanto esas vacantes No las llenen otros nuevos, Que aparecerán muy pronto En más números que aquellos, Pretendiendo los sillones De tan elevados puestos, Hay de sobra en estos casos Pretendientes para empleos, Y, sobre todo, tratándose De empleitos como éstos, Cuando en el campo se tienden Animales semi-muertos, En el espacio se ciernen Una infinidad de cuervos. La llegada de Don César En estos días se anuncia, Y hay quien diga que ha sentido El olor de las renuncias; También corren por ahí Noticias acentuadas De que todo ha de arreglarse Sin consecuencias amargas, Y, añaden, al decir esto, Las tan vulgares palabras Que vienen como de molde, Entre bueyes no hay cornadas. Y se susurra que algunos Dan pávulo a los rencores, Para entorpecer arreglos Y armar bochinche mayores Por lo de a río revuelto Ganancia de pescadores. Moraben.
España
1846-1935
Abente y Lago, Victorino
Salto del guairá
1,638
Canindeyú gigante! Absorto veo Cumplido mi deseo. Ante tu majestad, turba y oprime El peso del asombro el alma mía, Y está mi fantasía Postrada ante el altar de lo sublime. Un tiempo aquí también desde estas breñas, Viendo cómo despeñas Por el agrio talud de la montaña Tu tremendo caudal arrebatado, Te contempló, admirado, El eminente Azara, honor de España. ¡Qué soberbio espectáculo grandioso! Ni el mar tempestuoso Tan arrogante poderío ostenta, Cuando yergue sus hondas encrespadas, Y en las acantiladas Costas con alto frémito revienta. Inmensa mole de aguas despeñadas En rugientes cascadas. Densas brumas, corrientes que se embisten, Furiosos remolinos, grandes bloques Que los constantes choques De las olas, inmóviles, resisten. Peñascos en el hondo precipicio, Sacados de su quicio, Restos de murallones que cayeron, Profundas torrenteras y salidas Que las rocas vencidas A las triunfantes aguas concedieron. Únense impetuosas las corrientes De todos los torrentes, Y atacando con ímpetu bravío El peñascoso cauce que se estrecha, Se arroja por la brecha En tremenda avalancha todo el río. Invencible titán, que sin reposo Batalla poderoso Los basálticos diques destruyendo, ¿Cuántos siglos habrá que estás luchando Y sin cesar bramando Con ronca voz de pavoroso estruendo? Con la indómita acción del formidable Poder incontrastable Que tu raudal precipitado encierra En rápido y furente torbelino, Te has abierto camino Destrozando la espalda de la sierra. ¡Cuán grande te contemplo y sorprendente, Luciendo el esplendente Manto que arrastras de albicante espuma, Y los nimbos de fúlgida belleza Que sobre tu cabeza Dibuja el sol en la flotante bruma! En la vasta extensión de la comarca Que fragoroso abarca El eco atronador de tu bramido, Ahuyentadas las aves y las fieras, Lejos de tus riberas, Pávidas buscan silencioso nido. Embebido en el sublime encanto De admiración y espanto Que infunde tu grandeza prepotente, Parece que me arrastra el turbulento Furioso movimiento Que lleva despeñada tu corriente. ¿Tendrá término un día tu carrera Tumultuosa y fiera? ¿O siempre bramador, siempre iracundo En ese arrebatado movimiento De tu despeñamiento Durarás tanto como dure el mundo? Edades pasarán y más edades, Y éstas, hoy, soledades Irán poblando las futuras gentes En sucesión continua, interminable, Y tú, siempre incansable, ¡Tronando en estas ásperas rompientes! Yo, que a inmortalizar mi nombre aspiro, Con envidia te miro; Mi pequeñez aumenta mi amargura, Y el afán impotente del desvelo Sugiéreme el anhelo De tener junto a ti la sepultura. ¡Canindeyú! Extático en tu orilla Mi pretensión se humilla: En vano la osadía del intento Al estro de mi espíritu enardece, Que débil desfallece Ante la esplendidez de tu portento. En el espumoso manto De tu soberbia belleza, Grabar quisiera este canto, Pobre ofrenda que levanto En aras de tu grandeza; Para que en edad futura Quien viniere a contemplarte, Viese sobre la blancura De tu hermosa vestidura Que fui el primero en cantarte.
España
1846-1935
Abente y Lago, Victorino
Silogismos
414
En amores hay dolores Pues en amar hay pesar, Y si hay pesar en amar Son dolores mis amores. Si sufriendo, estoy queriendo, Pues quiero, por ser sincero, Es bien probado, que quiero Querer estando sufriendo. Muchos, al amor, gozar Llaman, porque bien no aman, Los que bien aman, no llaman, Dulce gozar, al amor. La pasión a la razón Mata, cuando se está amando, No se puede gozar, cuando Luchan razón y pasión. Si hay dolores en amores, Queriendo se está sufriendo, Es así que estoy queriendo, Luego, yo quiero dolores.
España
1846-1935
Abente y Lago, Victorino
Vida política
318
Se dice que nuestras cámaras Tomarán con mucho empeño Sus trabajos en el próximo Período venidero. Se trata de importantísimos Trascendentales proyectos, Como ser: la línea férrea Que irá desde la Asunción Hasta el país brasileño, Atravesando los bosques de nuestro fecundo suelo; Aguas corrientes, cloacas, Que, por ocultos senderos, Conduzcan las inmundicias. Cuyo factor es el pueblo, El empedrado y las obras Tan necesarias del Puerto, Cuyo abandono nos pone En peligro de un encierro, y, por último, se trata, De un buen alumbrado eléctrico, Que nos haga ver de noche Los estorbos más pequeños Para que, cuando bebamos, Al andar no tropecemos. Si tanto bien se realiza, Tendremos un gran pretexto, Para despedir con hurras Al jefe de este gobierno. Estamos hoy como ayer, Lo mismo será mañana, Aunque no falta quien diga Que la cuestión adelanta. Mientras tanto, pasan días, Y van pasando semanas, Y pasando van los meses Y total… no vemos nada. Y para mí la cuestión Es muy difícil de arreglarla: No hay que andar con muchas vueltas, Ni gastar muchas palabras. ¿Quieren saber ustedes Cómo se arregla esta danza? ¡Que nombren dos presidentes Y está la cosa arreglada! Moraben.
España
1846-1935
Abente y Lago, Victorino
¡qué chasco!
342
Una noche soñé que en blanco lecho Bellísima mujer me acariciaba; Y su corazón, violento, se agitaba Cual si quisiera abandonar el pecho. Yo, como ella, también sentía estrecho El espacio en que el mío palpitaba, Y ávido de placeres se excitaba Con el deseo convertido en hecho. Mimos llenos de amor, besos, abrazos… ¡Qué momentos de gozo embriagadores! Más ¡ay! triste de mí. Lo que en mis brazos Al despertar hallé: ¡Saben lectores, Lo que entre ellos tenía aprisionada? ¡Que era de mi cama la almohada! Asunción, 1876
Honduras
1967
Abril Espinoza, Javier
En el jardín de tus ojos haciendo pastar conejitos de azúcar
13,125
"En el jardín de tus ojos haciendo pastar conejitos de azúcar" No la reconocí. O no quise ver a nadie más que no fuera ella misma. Tal como apareció, exactita, con esos ojos suyos tan fascinantes, por la esquina oscura donde dormían los escombros de la tienda Moda de París. Desde allí la vi venir, justo cuando entraba a la calle Cervantes, en donde yo me encontraba parado… No, más bien recostado, sobre un poste que tenía un farol con una luz de tonos algo papayentos. La luna estaba en su fase de plenilunio. Y, por los cuerpos desenterrados del lodo, hallados por los perros entrenados de los soldados méxicanos durante las labores de rescate del día, era más bien una noche nauseabunda que radiante. Abajo, en el río Chiquito, los japoneses y los ingleses hacían trabajar sus tractores: se miraban como hormiguitas, moviéndose cerca de los campamentos que levantaran, cada una por su lado, las brigadas médicas cubanas y norteamericanas. Era una noche, si la hubieras visto, Margarita, arremansada en su abandono. Elevándose, desde esta tierra podrida, como un gigantesco toldo de circo triste sin estrellas, allá en lo alto. Sin decirte, Margarita, que todo era silencio terrenal en donde yo me encontraba. Y cuando tiraba la vista hacia las otras luces papayentas de los escasos faroles que todavía quedaban de pie en la calle Cervantes, me sobrecogía como si toda la vida hubiera sido un chicle masticado y escupido por nadie. Y apretaba, apretaba, los filos de la tijera que guardaba en una bolsa de mis pantalones. Entonces, Margarita, era cierto, tal como lo pienso ahora que recuerdo los ojos de esa mujer, que en la masticada del chicle no me había dado tiempo ni para acordarme ya de nosotros dos. Ella, la mujer que digo, salió de los escombros de la Moda de París. Se acercó a mí. En sus labios, porque seguro que se los vi, traía estampada una sonrisa de como si me hubiera reconocido tras un chorro de años de no verme. Mas, al llegar un poco más cerca, noté que su sonrisa no tenía nada que ver conmigo. Sin embargo, fue ese el momento cuando descubrí esos ojos suyos de jardín y en los que le saltaban, así de repente, de un ojo a otro, unos animalitos juguetones. ―Señorita…, disculpe. ―Dígame. ―Es que sus ojos… ― ¿Mis ojos? ― Tiene unos conejitos pastando en el jardín de sus ojos. ―Ah, ellos… Son conejos: pero de azúcar. ― Son un peligro. ― No lo entiendo señor. ―Este país se quedó sin azúcar. 2 ―Comprendo. ¿Va usted a arrancármelos para ponerlos en su café? ―No! Yo tomo mi café sin azúcar. ―Qué alivio. ―¿Nos habíamos visto antes? ―No que yo sepa. Quizás en otro diluvio. Pero si lo dice por el huracán, todos acabamos por parecernos a alguien. Pero no le pregunté nada. Ni ella me contestó nada. Simplemente pasó frente a mí porque tenía que pasar por allí. Distraída y muda. Hasta el infinito. Y pasó. La vi dirigirse hacia las paredes donde estaban guindadas, de manera algo improvisada, las pinturas de solidaridad con las víctimas que realizaran los pintores de la ciudad. Todas ellas, con figuraciones de agua y gente partida en trozos, o bien con dibujos de seres fantasiosos como mujeres peces, hombres pulpos, y niños orinando mares. No faltaban en ellas, en diferentes versiones, el arca de Noé. Yo ya había visto esas pinturas, sin encontrar nada más de lo que ya visto. Excepto, claro estaba, que en todas ellas no había ni siquiera una flor. Algo que acabó por desolarme más por estos días. Porque, fuera ya por mi oficio, o fuera ya por mi carácter, me quedé con la impresión de que el mundo se hundía sin flores. Y se salvaba, según las versiones del arca de Noé de los pintores, sin flores. Así que por esa y única razón, no estaba muy conforme de volver a ver esas pinturas. Y en caso de hacerlo, me prometí, traería pinceles y colores y pintaría yo mismo, en cualquiera de ellas, una flor. Quizás una guajaca amarilla, o roja, o violeta. Las guajacas son mágicas. Florecen sin necesidad de sembrarlas ni abonarlas. Y nacen hasta de las piedras. Los corazones fuertes son como las huajacas, me he dicho siempre. Aunque ellos, como esa florecilla silvestre, sean confundidos con los yerbajos. Cerré los ojos y quise irme de allí. No obstante, luego supe que ella no se había ido. Miraba las pinturas que yo no quería volver a ver más. Fue entonces cuando quise verla de nuevo, de lado como estaba ella, completamente abducida, frente a una calma sirena que surgía entre dos mares tempestuosos. Me decidí y fui hacia ella. Despacio, haciendo como que miraba con interés las pinturas que me separaban de la pintura que ella contemplaba, y temblando por un arbitrario hormigueo, que me bajaba a las piernas, de sólo entrever la posibilidad de volver a ver los dos conejitos de azúcar que pastaban en sus ojos de jardín. Me compuse de cuerpo. Y no olvidé ocultar un poco el bulto que hacían mis tijeras en la bolsa delantera de mis pantalones. Al principio, y queriendo con ello no ser visto por ella, la miraba de tal manera que yo no pudiera distraer su atención del cuadro que observaba. Quería, en verdad, evitar provocarle el disgusto conocido, y con razón, de muchas mujeres cuando se enfrentan a la inquisición silenciosa de un desconocido al que simplemente ellas no quieren conocer, ni tienen tampoco por qué querer conocerle. Hubo un momento, no lo niego, que sentí el nacimiento del escalofrío del miedo, al instante que yo me acercarme hacia la mujer. De un momento a otro se me cruzó que lo mejor era regresar lo más pronto posible a mi casa. El toque de queda sonaría a las doce. Pero también sabía que, esa noche, Hillary Clinton dormiría y 3 desayunaría en uno de los muchos albergues habilitados para los damnificados del huracán. Y que a esas mismas horas, con tanta seguridad desplegada para que Hillary pudiera dormir tranquila, yo tampoco tenía por qué apresurarme en llegar a mi casa. No eran ni las diez. De modo que tenía tiempo de sobra. Sin embargo, quise alejarme de esa mujer y dejarla tranquila. En fin —me dije—, de todos modos ya sé cómo son sus ojos. Y sin saber qué hacer, me quedé por allí, en la calle Cervantes, caminado siempre por el mismo sitio. Di una vuelta sobre mí mismo, y palpé otra vez el bulto que se formaba en las bolsa de mi pantalón. Sí, era mi pequeña e inseparable tijera, con la que he podado, durante años, las plantas de muchos jardínes. Ahora, tal como han acabado las cosas, sólo podía ocuparme de mi exiguo jardín. Seguidamente alcancé a mirar el insólito ―por ser de noche― cortejo fúnebre de un niño. Cuatro mujeres solitarias, flacas y todas vestidas de negro, lo llevaban en un pequeño ataúd de color blanco. En verdad no era un ataúd. Era más bien una cajita de esas en las que se empacan bananos para enviarlos al extranjero. El cortejo venía en dirección de donde quedara alguna vez la Librería Siglo de Oro. Como ya no eran tiempos para llevar sombrero, yo no llevaba ni siquiera una gorra. Así que sólo extendí mis manos y las coloqué, entrelazadas en mi cintura, en señal de respeto por un dolor que pasaba frente a mí. Vi alejarse aquel silencioso e inesperado cortejo, calle abajo, como si mirara una añeja y constante visión nocturna de este mundo. Y vi también como desaparecían las mujeres, al dar la vuelta por donde fuera la Casa Presidencial en años de guerras civiles y de dictaduras militares, con aquel aire de la desgracia más silenciosa que jamás había podido ver antes. Si no lloré, fue porque el tiempo no estaba para llorar. Además, se dice que cuando los jardineros lloran, pueden invocar, sin quererlo, más desgracias. Después vi llegar y alejarse a la pareja de novios que pasaba, siempre a las diez de la noche de los últimos días, por la misma calle que ya no era la misma después del huracán. Un gato pardo salió del techo en forma de pan de una panadería todavía inundada. El mirrino novió su cola en distintas direcciones. Se quedó en el techo de pan, dirigiendo sus ojos felinos, hacia donde yo supuse que aún estaba la mujer de los ojos que yo antes ansiara mirar. Fue entonces cuando quise dirigirme hacia esa mujer fascinante de otro barrio, de otra ciudad, o de otro tiempo. Decidido a decirle: que la siguiente pintura era primavera. Aunque ella insistiera en decirme, tal vez en otro idioma, que era invierno y no la primavera obstinada que yo pretendía imponerle. O decirle mejor, gritándole a la cara, que yo no era un damnificado más de esos que iban por ahí. Que no era el espectro que podía parecerle. Que aún estaba vivo. Y que si no lo creía, podía tocar la tijera con la que yo aún podía podar mi jardín. Además, y para que supiera, decirle que lo que en realidad me importaba de ella eran sus ojos de jardín. «Hágame el favor de mostrármelos, señora» —pensé decirle. Sí, que me dajara verlos, plenamente y en ese mismo instante, sin que ella pudiera considerarme el absurdo intencionado que yo ya era sobre dos pies. Decirle, por ejemplo, y para explicarme con un sobre aviso más natural que su misma 4 aparición, que en sus ojos de jardín pastaban dos conejitos de azúcar. «No se asuste de nada» —le hubiera dicho también. Porque, aún siendo amargo el café que tomaba en mis mañanas, no era mi intención sacar los conejitos de azúcar que pastaban en el jardín de sus ojos, para mezclarlos, como ella lógicamente habría temido, dentro del cafe de mi vieja cafetera verde. Claro, pero eso ya era otra cosa, y en caso de que así lo hubiera querido su generosidad, me habría bastado con que me diera una tan sola orejita de cualquiera de sus dos conejitos de azúcar. Porque así, y no de otra manera, los creí descubrir en el jardín de sus ojos en cuanto la vi… Sin embargo, para qué regar más de mentiras esta vida de visiones estrechas, me dije también, vencido. Dispuesto a cambiar de táctica. Convencido de que si me decidía a hablarle, lo haría con la humanidad que arropa a los separados cuando estos intentan volver a estar juntos. Mas, al darme la vuelta para ir hacia ella y hablarle de todo, menos de lo que había pensado, ella simplemente ya no estaba. Aunque sólo soy un jardinero, y pese a lo hermoso que es ver nacer desde una simple hierba hasta una estupenda y colorida flor, nunca he creído en el amor a primera vista. De cualquier manera, esté o no esté de acuerdo, se sigue diciendo que el amor es ciego. Son decires, en mi opinión, que ya no pertenecen a los principios de este siglo, mucho menos a mí. Soy, por otra parte, sólo un ser que envejece. No ha sido nunca mi intención, en mis paseos en solitario, encontrar, en nadie, ojos de jardín con conejos de azúcar. Margarita, que me conoce mejor, lo sabe. Sin embargo, y eso es algo que no tengo la mínima intención de explicármelo con otros modos, he pasado estos últimos días creyendo que esa opinión de la ceguera y el querer, es tan poco honrada como hacer el amor con los ojos cerrados. Quizás por eso, o para platicar alguna vez con alguien, es que he continuado regresando a la calle Cervantes. Desde entonces, he visto otros cortejos fúnebres de niños. Y cortejos de gente que dejó de ser niña hace mucho o poco tiempo. He vuelto a ver a la pareja de novios que siempre pasa a las diez de la noche, por la misma calle que ya no era la misma después del huracán. He visto, además de aquel gato pardo, a otros gatos que salen del techo en forma de pan de la panadería que todavía sigue estando inundada. He visto, incluso, el mismo cuadro de la calma sirena que surge entre dos mares tempestuosos. Sí, el que esa mujer fascinante de otro mundo, pero tan parecido al nuestro, miraba aquella vez con embeleso hipnótico. Pero a ella, lo que es a ella, no la han vuelto a ver mis ojos. Más allá de ella, y del abismo físico que nos separa a unos de otros, me queda de ella, sin poderlo podar, un recuerdo que me acobarda los sentidos. Un día creí verla cruzar por uno de los puentes destrozados que unen a la parte vieja de la ciudad con la nueva. Pero, ¿qué decir?.. Nada. Porque sólo era la sombra en vela de un tiempo luminoso que hace ya mucho tiempo que yo perdí. Para colmo, no podemos salir muy seguido a las calles. La seguridad de los días en que vinieran todos los gobernantes de la tierra, incluída Hillary, ha pasado por encontrar mejor sitio en las leyendas urbanas. Hoy hay otro tipo de seguridad. Es una seguridad asentada en el terror cotidiano, y de la que no se 5 sabe si es para favorecerlo a uno, o para acabar de hundirnos a todos. Tal fenómeno de seguridad se ha acentuado, por culpa de unas piedras lunares del Apollo 17. Son unas piedrecitas que le mandara Nixon a nuestros pasados gobernantes. Gesto de buena voluntad entre los señores del mundo, o quién sabe por qué razones fueron distribuidas por todo el continente. De ellas se dice que han desaparecido, y se ha esparcido la noticia de que están siendo vendidas en el mercado negro. Yo, francamente, no sé cómo podrían ser tales piedras. En cambio, las piedras que sí veo vender a diario en la ciudad, son unas bolitas con las que empiezan a alucinar los jóvenes de por estos lados de mi vecindario Otra vez me pareció ver a la mujer de ojos de jardín. Fue en un albergue. De esos en donde la gente y sus familias damnificadas, cuentan las horas de atrás para adelante y de adelante para atrás: yo no diría que cuenten mal el tiempo, sino más bien que el tiempo ha dejado de contar con ellos. Mas, como ya cualquiera podría imaginar, al final descubrí que sólo era otra mujer. Esa otra mujer, mientras tendía las ropas de sus hijos, estaba cegada por un ardoroso brillo de sol que le daba un aspecto muy parecido a la mujer de los ojos de jardín en que pastaban dos conejitos de azúcar. De la mujer que tendía ropas, y si tuviera alguna semejanza con alguien que yo conociera, diría que se parece más a la mujer esculpida en mármol que hiciera un lejanísimo escultor italiano. Lo digo, porque, en los calendarios de fin de año que regalaba antes a sus clientes la nacatamalera Chinda Díaz, yo vi muchas veces esa escultura. Abajo de los calendarios, estaba escrito: «La Piedad». Con el asunto ese de las piedras lunares, en realidad he venido pensando que ya no deseo ver a esa mujer. Ni mucho menos deseo convencerla más de que el próximo cuadro que miró, era primavera. Y no invierno, como ella lógicamente tendría que pensar. Ni siquiera quiero decirle que lo único que me importaba de ella, era ver sus ojos de jardín en los que pastaban dos conejitos de azúcar… Pero hoy ha hecho un frío enorme en la ciudad. Los taxistas de Nueva York han recolectado en el Shea Stadium quinientas toneladas de ayuda para enviarla a las zonas afectadas de Chamelecón y el río Ulúa. Eso dicen las noticias. Y dicen, también, que dos perros han muerto de frío. La Sociedad Protectora de Animales ha elevado una enérgica protesta ante el Gabinete de la Reconstrucción del País, para que se proteja también a los animales de la intemperie nacional en que hoy se vive. Veo y oigo cosas que jamás han existido nunca en este país. Es la primera vez que oigo, por ejemplo, de la Sociedad Protectora de Animales. Yo sigo tomando mi café sin azúcar. Lo hago desde temprano. Y siempre en mi vieja cafetera verde. No hay día que no limpie, de alimañas y otros bichos, mi cada vez más limitado jardíncito. Lo que le pasa a mi jardín, es lo que le pasa a toda esta tierra, que cada día se desmorona un poco más el terrenito que ocupa. Pese a todo, a diario podo la maleza que hallo en mis plantas y flores. Y continúo descubriendo, en el agua de los charcos de mi patio, que el brillo apagado de mis zapatos es robado por el brillo empañado de mi andar en estas 6 noches de frío. A lo mejor mis zapatos están rotos y no quiero darme cuenta. Quizás es una estrategia de mi mente, que se resiste a pasar ocupada en cómo hacerse de otros zapatos. Por lo demás, sé decir que he visto y sentido cosas peores en mi vida. Mas no evito envidiar a los niños, que pueden jugar descalzos en las calles. También es cierto que tengo otras preocupaciones inmediatas. No debo, por ejemplo, demorarme más en ir a inyectarme las vacunas antitetánicas. Al mismo tiempo puedo inyectarme las otras vacunas. Allá, en el parque Central, se las están aplicando a la población contra la leptospirosis y el hanta virus. Debo decir, sin embargo, que esta noche he vuelto a tener la cálida sensación de que pronto veré el jardín de los ojos de esa mujer fascinante de otro mundo, y el que, a veces, encuentro tan parecido al nuestro. Sólo de esa manera es que puedo explicarme de cómo es esa mujer. El cuidar jardines ha sido todo en lo que me he ocupado. No soy más que un jardinero. Un jardinero en tierra de huracanes. Me han dicho, hace mucho, que cada vez que cruza una estrella por el firmamento tiemblan los girasoles. Pero eso nunca lo he comprobado. De los girasoles, eso sí sé, se puede hacer un buen aceite vegetal. Hay tantas cosas que uno jamás logrará explicarse. Muchas personas logran explicarse muchas cosas. Yo no. Soy uno de los que nunca encuentran la explicación de ciertas cosas importantes. Ni siquiera he logrado explicarme, nunca de los nuncas existentes, el lado oscuro del destino de mis iguales. Ni, mucho menos, el mío propio. Si algo diría a mi favor, es el hecho de que hace mucho tiempo que dejé el vicio de las fantasías. Sobre todo, de las fantasías que le llegan a uno despierto. Antes del huracán, uno de mis vecinos, joven él, contó haber soñado con una mujer. Soñar con una mujer no tiene nada de extraño. Pero mi vecino, aseguraba que esa mujer nunca había existido en su vida, por lo que tenía la ilusión de que la hallaría, buscándola sin descanso, y de juerga en juerga, entre todas las otras mujeres que encontrara. Yo nunca soñaría ni he soñado con la mujer de la que hablo. Bueno, antes sí; pero después, hasta los sueños se desmoronan como la tierra. Sin embargo, he visto temblar los girasoles, y quizás por eso tengo la sospecha de que tarde o temprano la volveré a ver de nuevo. Verla sería mejor que soñarla. Lo raro es que esa sospecha no se me hace tan inusual, como sí me lo parece este clima de fantasmales fríos y airados chubascos. Hay calores con vientos fuertes y glaciales. Pero esto es el trópico. La situación climática se vuelve tan impredecible, que me hará posponer, hasta otra luna llena, el injerto de mi nueva planta de heliotropos. Así que el palo de naranjo, el que antes podía ver desde mi ventana, deberá esperar un poco para tener la amiga que le prometi… Decía, antes de volver esta noche a la calle Cervantes, que tarde o temprano tendré que ver, otra vez, los ojos de jardín haciendo pastar conejitos de azúcar de esa mujer. De ella, ya lo dije, no me interesa otra cosa. Ni siquiera me gustaría saber su nombre. Como dije, me envuelve la sensación de ver pronto a esa mujer. Y es una sensación que me crece, alimentada por el siguiente y 7 esperanzador incidente: acabo de observar que el cuadro que ella miraba, el de la Sirena saliendo de dos mares tempestuosos, ha sido removido del lugar que ocupaba en la calle Cervantes. Su sitio ha sido ocupado por otro cuadro muy curioso. Es un cuadro que por su tamaño, tema, composición y color, es idéntico al anterior. Y si no fuera por el simple detalle de que cuando uno se acerca, mira en realidad un par de conejitos de azúcar pastando en unos ojos de jardín, afirmaría que es el mismo cuadro que miraba aquella mujer. Es más: juraría que la mujer entró por alguna parte de ese cuadro de ahora. En fin, es muy problable que yo también esté apunto de cruzar una puerta. Una puerta de la que nunca se sabe si está abierta o cerrada. Una entrada a la que al parecer pueden entrar todos, pero a la que al mismo tiempo todos se empeñan en ignorar. Yo, en cambio, no resisto más. Ya me cansé de no querer explicarme nada de nada. Estoy listo. El chicle no será más masticado. Siento el olor de las flores de custambusy que tanto le gustaba a mi esposa. Es el aroma preferido e inconfundible de los que una vez se amaron. Ahora lo entiendo. Por más que vengan a decirme que es el mar el que se muere, no creo que pueda resistir más. Y lo entiendo. Es este el momento en que vengo a comprender algo de verdad… Dejaré, pues, que mis pasos me lleven hacia todas las puertas que ellos quieran llevarme. Abrazaré mis tijeras de jardinero junto a mi enfermizo y mal irrigado corazón. Y entraré por la puerta que me toque entrar. Porque esos ojos de jardín, en los que pastan todavía dos conejitos de azúcar, sólo pueden ser los ojos tuyos, Margarita, que han venido para escurrir de una vez el agua que me quedó en el cuerpo. *** Fin
Honduras
1967
Abril Espinoza, Javier
Río San Juan
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Camino líquido de garzas blancas noventa kilómetros abajo del Río San Juan en Bartola, verde posada de una viva postal del trópico nunca enviada al Polo Norte Y frente a Costa Rica -que pobres y que ricos los ticos-, junto a ese río, de este lado del querer, donde los antiguos ramas fueron dioses y mártires, dijo ella: «Alguien necesita ser amada…» Un pájaro gris sobrevoló junto a tu voz, y sabiendo que ya te amaba callé, callé, callé, diciéndote con la noche, diciéndote con el río, diciéndote con el gris: «Y alguien necesita amar…» Un mosquitero de explorador africano en Cuba —tan grande fue Compás Segundo—, después, después, después, nos envolvía con todo y cama de leño genízaro Solo el aire del río entraba, sólo la ventana del cielo entraba, sólo la onomatopéyica natural de la selva entraba -lo que quedaba de ella-, porque el reciente buey de la barranca en el poder -que era grasa pura y delgada de justicia-, tenía tantas vacas en sus fincas por las cuales derribar cientos de árboles…. Sólo los dos, sólo los dos, solos los dos, entrábamos y salíamos y entrábamos, solos los dos -y no era triste porque fue verdad-, fuimos hacia el humedal de los sueños Y nada se oía, tanto, tanto, como el tacto cruzado de nuestra presencia, como el „necesito ser amada“ de tu ciencia, como el „necesito amar “ de mi ignorancia -aún sabiendo que ya te amaba desde antes-, como la fragua de todo encuentro y su mágico sonido de la creación del mundo que nos llevaba, al amanecer, al amanecer, con botas y ropas campesinas hacia el temor de la mordida de la serpiente terciopelo Tú debiste cerrar los ojos y acostar tu mejilla junto a la de al lado, y ya no importar, ni mañana ni ayer como hoy sí sabríamos recordarlo Alguien debió en ese instante, en aquél instante en este instante, cruzar de nuevo los raudales del diablo del río San Juan, enterrar el ojo del almirante Nelson en El Castillo, ser un derrotado filibustero americano que no llegó a tiempo para quemar Granada, leer epigramas enamorados del padre y poeta Cardenal, olvidar a Osama y la guerra de ventrílocuos terrores, escribir tu nombre de paz a lo largo de las riveras del río San Juan hasta la Ras, y pintarlo con colores de Solentiname cayendo la tarde desde Los Chiles. II Ser danto y venado cola blanca entraba pues también en el inventario, pero más que ello, era intentar cruzar ambos aquél instante para que no fuera, este presente, un estante de polillas… Era sólo de cruzar mares y tierras para hospedarnos en un rinconcito del cualquier cielo, libres de toda pena, en el refugio silvestre y terrenal de nuestra naturaleza, agradecida, pero sin dueños… III Era -a quien sí y a quien ya no importa- el Refugio de Bartola, sobre el río San Juan, dentro de territorios de la reserva Indio Maíz Atrás quedaron las dos cholas colgadas en sus hamacas, atrás, el mono aullador que no se dejaba fotografiar, atrás, Marcelino y su soledad, atrás, el gato de monte que también quería camarón de agua dulce Y lo sabremos los dos porque atrás quedó también el jueves santo, porque ya no temimos a la serpiente terciopelo Lo sabremos, y lo sabrá el río San Juan -por donde pasara la fiebre del oro del oeste norteamericano-, pero lo sabremos los dos, ante todo, porque nadie necesitaba ser tan amada como yo necesitaba amarte en el río San Juan…
Perú
1894-1987
Abril de Vivero , Pablo
Como sombra ignorada
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No tener un regazo que nos brinde, piadoso, tras los rudos cansancios del humano fracaso, la ilusoria certeza de un sereno reposo. ¡No tener un regazo! No tener una estrella cuyos níveos fulgores en el alma nos rimen la sonata más bella, en la noche enlutada de los torvos dolores, ¡No tener una estrella! No tener un perfume redentor del cautivo corazón, que en las redes del pesar se consume, con la amarga nostalgia del recuerdo más vivo, ¡No tener un perfume! No tener una amada, melancólica y buena, que nos cante, muy quedo, la canción ya olvidada del amor, y que sepa suavizar nuestra pena… ¡No tener una amada! Y estar lejos, muy lejos del edén florecido; y seguir siendo triste, soñador, dolorido, y pasar por la vida como sombra ignorada, sin tener para el alma que triunfó del olvido, ¡ni regazo, ni estrella, ni perfume, ni amada!…
Perú
1894-1987
Abril de Vivero , Pablo
Estética
8,437
(Realidad, incierta realidad o sueño. Mujer siempre dormida en el poema. Gacela despierta en suave paisaje de nube. ausente de césped y horizonte
Perú
1894-1987
Abril de Vivero , Pablo
Exaltación de las materias elementales
12,295
Exaltación de las materias elementales (En desnudez intacta, escalofrío, desmayo y sueño. Debajo de sus senos nace un río que olvida los temblores de su cuerpo). ¿Te quieres dar a mí hasta palidecer desmayada en la noche? ¿Y que tu cabellera encienda los trópicos íntimos del amor? ¿Sentir la claridad del alba anegada en tus senos? ¿Hundirte en mí, en la temeraria orfandad de la sangre? Yo sueño verte un día desnuda de tallos y de aurora, señalando la transformación de las esferas, alta de mediodía, cenital y luminosa, solitaria, única: ¡eterna rosa!
Perú
1894-1987
Abril de Vivero , Pablo
Las alas rotas
13,576
Tú desde entonces eras la elegida para mi corazón aventurero, y tenías que ser para mí, pero ¡estabas tan distante de mi vida! Estabas tan lejana y escondida en no sé qué recodo de un sendero, que te buscaba en vano… ¡oh!, el artero destino cruel de mi ilusión florida. En la inquietud de mi peregrinaje, todos los privilegios del paisaje decoraron mis múltiples derrotas. Y al fin mi corazón, por un acaso, se durmió para siempre en tu regazo, ciego de luz y con las alas rotas!…
Perú
1894-1987
Abril de Vivero , Pablo
Patética
9,859
Patética Caída del éxtasis, en el atardecer, entre pasiones e incendio, música de silencio. Tu frente se eleva como el fuego. Se oyen los ríos, la corriente de la libertad y del paisaje. La hoja independiente, la gota de agua, iguales a un cosmos o poema. Estás allí donde la sangre canta, en lo desnudo del aire, en la vena del alba.
Perú
1905-1990
Abril de Vivero , Xavier
Anoche fuiste noche…
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Anoche fuiste noche. Mi mismo sueño. Saliste de mi como de una ducha. Yo tuve el sentido del agua en tus costados. Recién, fuiste tú salida de mi. Vuelta a mi. En mi, antes nunca habías sido. Te sentí en tus lentos pies. En tu apenas tierra después de nuestro goce. La oscuridad de tu vientre me limitó en paraíso. Yo sentí miedo peludo, sexual, de carpa de circo en soledad. Tu goce es el único misterio que quiero poseer en sismógrafo. El goce de la mujer es tan fino, que puebla al hombre y pasa sus tejidos mejor que los rayos X. Yo no sé hasta dónde se me fuga la mujer en el goce. Siento celos de las condiciones sexuales del hotel. (De Hollywood)
Perú
1905-1990
Abril de Vivero , Xavier
Elegía a la mujer inventada
1,512
Xavier Abril: texto y poemas, por Ricardo González-Vigil by admin Este texto fue originalmente publicado por el reconocido crítico literario peruano Ricardo González-Vigil junto con una breve selección de poemas de Xavier Abril en el libro Poesía Peruana siglo XX. Del modernismo a los años 50. Tomo I. Ediciones Copé, publicado en 1999. Por: Ricardo González-Vigil Crédito de foto: Cortesía Sandro Chiri Xavier Abril (Lima, 1905 – Montevideo, 1990) Con sus colaboraciones en la revista Amauta, Abril introdujo en nuestras letras el Surrealismo. Con originalidad asumió en Hollywood y particularmente Difícil trabajo, volumen con varios textos memorables, las lecciones de los surrealistas franceses, sobre todo André Breton y Paul Eluard. La super-realidad (o sobre-realidad) explorada a través del sueño, la locura, la pasión y la taquicardia psíquica, mediante una prosa de intensa plasticidad. Conocedor lúcido de la modernidad artística (ha demostrado sus dotes críticas y bagaje cultural en sus estudios sobre Vallejo, Mallarmé, Eguren, Juan Ríos, etc.), Abril es también un fino degustador de los clásicos del pasado. Por ello, arribó pronto a un control de la aventura surrealista, revitalizando la arquitectura y cohesión del poema, con referencias directas a autores como Berceo, Arcipreste de Hita, Jorge Manrique y san Juan de la Cruz; el resultado fue un libro de talla hispanoamericana: Descubrimiento del alba. Los poemas posteriores acentúan esta “vuelta al orden”, revitalizando con mayor decisión las formas métricas tradicionales. Esta textura postvanguardista debe verse como una comunión mayor con la línea mallarmeana anterior a Un coup de dés (con el notorio refuerzo de Paul Valéry) y en general con las fuentes románticas, parnasianas y simbolistas de la Modernidad; paralelamente debe verse como un progresivo cultismo formal al servicios de una simbología cada vez más abstracta e intelectual, cada vez menos onírica y visceral, en la que la reflexión sobre el sentido de la poesía alcanza un relieve similar al de los temas constantes del amor, el olvido y el enfrentamiento agónico a la muerte. La evolución estética de Abril guarda una estrecha correspondencia con la de Martín Adán: Hollywood posee muchos nexos con La casa de cartón y La rosa escrita con Travesía de extramares. Claro que Abril tiene unas inclinaciones a la prédica “comprometida”, de ideología revolucionaria (veta de poca solidez poética, en su caso: Declaración en nuestros días), que lo alejan de Adán. Además su admiración por Un golpe de dados… de Mallarmé como pieza clave de la “modernidad” poética, fructificó en algunos textos que exploran lo “visual” de las palabras “diagramadas” (por decirlo así) en la página; verbigracia, “Un poema qu integra el cosmos”. Premio Nacional de Literatura concedido, después de muchas dilaciones, en 1982. OBRA POÉTICA: 1) Hollywood (relatos contemporáneos). Madrid, Ed. Ulises, 1931. 2) Difícil trabajo (antología 1926-1930). Prólogo de Emilio Adolfo Westphalen. Madrid, Ed. Plutarco, 1935. 3) Descubrimiento del alba. Lima. Ed. Front, 1937. 4) Figuran varios poemas dispersos e inéditos en el Homenaje de la revista Creación & Crítica, números 9-10. Lima, noviembre-diciembre de 1971. 5) La rosa escrita. Montevideo, Ed. Front, 1987. La segunda edición, con presentación de Sandro Chiri Jaime: Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú, 1966. 6) Declaración de nuestros días. Estudio preliminar de Concha Meléndez. Montevideo, Ed. Front, 1988. abril El poeta Xavier Abril ANOCHE FUISTE NOCHE… Anoche fuiste noche. Mi mismo sueño. Saliste de mi como de una ducha. Yo tuve el sentido del agua en tus costados. Recién, fuiste tú salida de mi. Vuelta a mi. En mi, antes nunca habías sido. Te sentí en tus lentos pies. En tu apenas tierra después de nuestro goce. La oscuridad de tu vientre me limitó en paraíso. Yo sentí miedo peludo, sexual, de carpa de circo en soledad. Tu goce es el único misterio que quiero poseer en sismógrafo. El goce de la mujer es tan fino, que puebla al hombre y pasa sus tejidos mejor que los rayos X. Yo no sé hasta dónde se me fuga la mujer en el goce. Siento celos de las condiciones sexuales del hotel. (De Hollywood) NATURALEZA No alcanzaré a ser puro mientras no crezca yerba de mis pies. Hasta no saber oscuramente que en mi fluye el agua, crece el fuego, trashuman animales. POEMA DEL SUEÑO DORMIDO El hombre desvelado es más fino que la brisa nacida en la frente de las mujeres dormidas. Y si pronuncia palabra es más silencioso que la llegada del alba. La soledad de los árboles es menos penetrante que el desvelo. El insomnio está lleno de ratones y dientes y pestañas. Verdadera fauna nerviosa de la que se sale solo por milagro. INTIMIDAD Estás en mi tan lenta que parece agua continua. Te veo caer en mis últimos sueños, en blancos espacios de soledad. A la distancia mínima del deseo y de la belleza. Oigo la música de tu cuerpo en la yema de mis dedos (De Difícil trabajo) ESTÉTICA (Realidad, incierta realidad o sueño. Mujer siempre dormida en el poema. Gacela despierta en suave paisaje de nube, ausente de césped y horizonte. POESÍA ES A CONDICIÓN DE OLVIDO) ELEGÍA A LA MUJER INVENTADA (Sin formas la conocéis: es la yedra obstinada, la reja y el amor apenas lágrimas de otro tiempo) Una mujer o su sombra de yedra llena esta soledad de lámparas vacías. En la memoria del corazón está marchita una flor, un nombre de mujer. Los ojos de la ausencia están llenos de lluvia, de paisajes helados y sin árboles. ¿Quién conoce el nombre de esa mujer que olvida su cabellera en los ríos del alba? ¡Qué difícil es distinguir entre la noche y una mujer ahogada hace tiempo en un estanque! El desmayo de una flor no se compara al silencio de sus párpados cerrados
Perú
1905-1990
Abril de Vivero , Xavier
Estás Eguren
9,829
Estás Eguren, siempre con la i de viaje; volverás a confundirte entre las figuras que cantaste, en lo que nunca dijiste, callado de abrumarte. ¡Yo sé que estás Eguren en la corriente que jamás nombraste!
Perú
1905-1990
Abril de Vivero , Xavier
Estética
12,571
(Realidad, incierta realidad o sueño. Mujer siempre dormida en el poema. Gacela despierta en suave paisaje de nube. ausente de césped y horizonte POESÍA ES A CONDICIÓN DE OLVIDO).
Perú
1905-1990
Abril de Vivero , Xavier
Exaltación de las materias elementales
8,508
(En desnudez intacta, escalofrío, desmayo y sueño. Debajo de sus senos nace un río que olvida los temblores de su cuerpo). ¿Te quieres dar a mí hasta palidecer desmayada en la noche? ¿Y que tu cabellera encienda los trópicos íntimos del amor? ¿Sentir la claridad del alba anegada en tus senos? ¿Hundirte en mí, en la temeraria orfandad de la sangre? Yo sueño verte un día desnuda de tallos y de aurora, señalando la transformación de las esferas, alta de mediodía, cenital y luminosa, solitaria, única: ¡eterna rosa!
Perú
1905-1990
Abril de Vivero , Xavier
Intimidad
10,051
Estás en mí tan lenta que parece agua continua. Te veo caer /en mis últimos sueños, en blancos espacios de soledad. A la distancia /mínima del deseo y la belleza. Oigo la música de tu cuerpo en la yema de mis dedos.
Perú
1905-1990
Abril de Vivero , Xavier
La rosa de su nombre
857
La rosa, la rosa siempre, La rosa que me acompaña. Aquí está de rosa a rosa esperando la condena Del que a la rosa entrega, Disperso bajo la Luna, Soñando la rosa que era No busquéis rosa ninguna. Descubridla en Primavera.
Perú
1905-1990
Abril de Vivero , Xavier
La rosa eterna
12,396
En la mañana vacía vestida de su alborada; en la tarde fenecía cual la rosa de la nada. Estaba abierta de día, de noche estaba cerrada; cantaba como gemía, sentía cuanto lloraba, La flor del mundo ignorada, que sólo el alma adivina, de su tallo se alejaba a ser la rosa divina.
Perú
1905-1990
Abril de Vivero , Xavier
La rosa multiple
860
¡Oh rosa de lejanía, rosa de rosa lejana, que su nostalgia bebía en jardines de Nirvana! Así la rosa se hacía al misterio más liviana; en los sueños revivía el tiempo que fue lozana. La rosa torna a la rosa en vuelo de luz, dichosa, del cielo rosa al devenir. Íntegra forma volvía a sentir lo que sentía en soledad de vivir.
Perú
1905-1990
Abril de Vivero , Xavier
Naturaleza
864
No alcanzaré a ser puro mientras no crezca yerba de mis pies. Hasta no saber oscuramente que en mi fluye el agua, crece el fuego, trashuman animales.
Perú
1905-1990
Abril de Vivero , Xavier
Orden
711
Contra la tiranía, contra el esqueleto de la burguesía que está poniendo blanco y va a asustar al número
Perú
1905-1990
Abril de Vivero , Xavier
Paisaje de mujer
8,912
Tu vives lenta y suave en tono de nube antigua. Tu país se eleva a la altura del canto elemental de las aves y de las florecillas silvestres. No te ignoran los regatos perdidos ni las huellas ocultas en el invierno. El temblor de un tallo responde en tu despertar, tu cabellera es la flora del paraíso.
Perú
1905-1990
Abril de Vivero , Xavier
Patética
12,043
Caída del éxtasis, en el atardecer, entre pasiones e incendio, música de silencio. Tu frente se eleva como el fuego. Se oyen los ríos, la corriente de la libertad y del paisaje. La hoja independiente, la gota de agua, iguales a un cosmos o poema. Estás allí donde la sangre canta, en lo desnudo del aire, en la vena del alba
Perú
1905-1990
Abril de Vivero , Xavier
Poema del sueño dormido
818
El hombre desvelado es más fino que la brisa nacida en la frente de las mujeres dormidas. Y si pronuncia palabra es más silencioso que la llegada del alba. La soledad de los árboles es menos penetrante que el desvelo. El insomnio está lleno de ratones y dientes y pestañas. Verdadera fauna nerviosa de la que se sale solo por milagro.
Perú
1905-1990
Abril de Vivero , Xavier
Tono último del alba
11,339
A una sola línea del sueño, del color que es su vida. El mundo de mis manos se vuelve sutil en su cuello. Luego, se pierde el mundo. Esto ya es el gozo, la media luna, el canto de primavera. De sus axi- las veo emerger la estación, el verano. Adormecida en el alba entre dos rayos.
España
1974
Abril, Juan Carlos
Amanecer
25,094
Mundo carnal, la primavera, resina en los dedos, pegajosos después de abrazar el árbol de palma y la corteza pegada, su opresión débil que despierta con un toque de rojo y los ojos velado por la tristeza, la prohibición se puede descubrir el centro del corazón. ¿Cuál fue mi voluntad pero subir a los árboles, llegar a la cima y ver las estrellas por la noche brillando en silencio? Se despertó en el mundo, ahora amanece y sin su voluntad se queda atónito, la pereza infinita, la soledad de nuestro manantial infinito alegría que exhala esta amenaza, esta melancolía.
España
1974
Abril, Juan Carlos
Asignación
10,895
Yo soy una bandera. En esta torre detección nació de los poemas y esta verdad se convierte en golpes orbe como un desvalido, de la que somos el futuro con esperanza, o su toque y la tuya, dios doble que es uno, como el pan los organismos que comparten, la batalla el amor de la carne. Todo el mundo pertenece esta naturaleza, pero no por la posesión el mundo y las cosas. Mi pasión no era sin condiciones, su contacto final? Lo que quedó de la vida fugaz y adolescente, en caso de salir otra nueva mentira disfrazada, Yo todavía me reconocen, uno y diferente? nadie domina que amenaza a la elevación de vértigo
España
1974
Abril, Juan Carlos
Ave félIX
10,721
Nunca empiezan y nunca acaban los días, nos ocultan sus razones para seguir, bajo este cielo rojo hundido entre las brumas y el hacha matinal de tus deseos. Alguien queda en las colinas pálidas A menudo he pensado en la tristeza, un revoltillo de ilusiones con fe, una señal alrededor de las palabras y tibios ecos de aquel pasado todavía vivo. Pero —así cantan los poetas— no he de volver, aunque no tenga sitio, ni sed etimológica, por donde huir, ni lágrimas —el cascabel del desahogo— o luna: la luna está rellena de diabetes, mañana no querré pensarte. Mañana. Sí, por fin la esperanza al alcance de la mano, con leyes invisibles que nos engañarán, no hay duda, porque seguimos siendo ciegos al mediodía. Estas figuras espectrales —la exactitud, las cifras, su confianza en el azar, entre las páginas disperso— van más allá de la aventura y más allá de las mentiras de la verdad, larvada. Atrévete a saber, pensé. Mas no era eso. E igual tampoco puedes negar lo que te di, mudarte y elaborar otras teorías que se parezcan, introduciendo el plasma por tus ojos o por tu corazón neumático. Qué locura elegir, sin ganas, consumiéndote; ser elegido. Y nos engañaremos:del sueño, alguien enemigo debajo de las máscaras no hay nada, sólo los humoristas, que resisten. No quiero ser poeta sino detritus, mil hojas de dulces diccionarios —mis animales, torpes monstruos— con una fiebre intermitente y su ruido de huesos, humos helados que aumentan el tamaño de las sombras. Casualidad o no, aún soy lo que quería y una leyenda de este género gusta siempre en la vida de un poeta y de una musa como tú. Ah, joven yeti, en la covacha de esta desanudada identidad. Príncipe de la callejuela, feliz entonces registrando en las cámaras y en la vieja pocilga del tercer piso, desempolvando ahora la memoria, desocupándola para empezar un nuevo viaje. Con pizcas de curiosidad quiero ir a China para conocerte. Que nadie te detenga. Nada más. (Inédito) de la hache, y cómo lanza sus dardos ululantes en esa habitación que vive en ti. Amanecer, yo te saludo, mas quién olvida que no quise ganar, que sólo me conformaba con el juego del Libro del futuro. Allí manipulé mi historia como si fuera un mito despreocupado, y mis pasiones, garfios para el combate, con sus bulbos de luz. ¡Hijos de esas estrellas que oscuramente continúan su amor arborescente hacia nosotros, recorriéndonos! Hijos del frío.
España
1974
Abril, Juan Carlos
Diseminación
23,338
Los poemas que nunca escribiré se han convertido en humo afirmativo y en volutas que no desaparecen, se disuelven. Blanco humo de las chimeneas que contiene poemas de todos los colores.
España
1974
Abril, Juan Carlos
Don de la ingenuidad
24,387
Cuando regreses a la ciudad verás las ilusiones que madrugan con sus acentos incapaces de desprenderse del pasado, que ignoran lo mismo que nosotros. Tú ni siquiera sabes por qué vives, cómo es posible limitar la realidad de varias formas, si es tuyo este deseo en la utopía de los débiles, rebeldes, nunca hermosos. No dormirán las culpas hasta tarde y en su espiral el ruido con su dragón ajuglarado bisbiseará un nuevo día: Horarios imposibles, beata actividad. Contra ti mismo cuántas veces; cuántos modos conoces de hacerte daño. Ya no quedan violines y la melancolía de las fuentes posee menos memoria que sentido común. He de explicarlo casi todo. El tiempo, como un herpes, su sintaxis sin posibilidad. Irás pero no volverás. Este país tiene la pata herida. Yo quise destruirme fregando platos, dije lo que me apetecía. En los desfiladeros de mis eses, con el afán de principios de curso superé mi propia rutina y eliminé lo que no soportaban. Unos dicen que ha muerto, otros que nunca morirá. Aún así te convences con poco. Colono de una lengua que hoy sigues recordando, quiero reírme de esas largas genealogías mientras diseño aquí mi casa: encinas y palmeras, tamarindos, palabras con descuento e insistencia: es tu virtud. Y otro episodio dentro de ese vacío infantiloide que debes aceptar intermitente, la descripción de un personaje con flexibilidad: ser puente o río. Inédito
España
1974
Abril, Juan Carlos
El clavo
20,003
Todo lo revivido se estremece. Repites las historias muy despacio con los nombres del mundo de los muertos pues lo bello, al final, resulta triste. Las huidas sin carrera son la imagen grotesca de los sueños, el agua que se escapa entre las manos y, por eso, prefieres cambiar aquellos nombres y lugares, dejar sólo los hechos con los sentimientos que arrastran. Puede ser una señal y casi te deslumbra. En el dolor, no obstante, el abrazo es más rápido que un cepo. Ser uno mismo, sí, pero antes ser de otros.
España
1974
Abril, Juan Carlos
El rey hoja
12,652
Ver significa primavera y una corona adolescente entrelazada de atributos. Pero una venda forma enigmas e, igual que el pan que crece oculto en nuestro cuerpo, ignora el daño: sólo nos guían los adornos que a través de su flauta — algo se cumple o se descifra — inician otra fuga. En la persecución seremos vegetales.
España
1974
Abril, Juan Carlos
El vigía
20,036
Veo en el horizonte un humo verde reptando, caprichoso, igual que una culebra entre las rocas. Y cerca, en el camino a mitad de este sendero, la verja vegetal que lo recubre lujosa, decadente, escarchadas y lánguidas clarean unas ramas. Parecen tensas venas que sujetan a punto de partirse este paisaje en la ventana de la fantasía. Protege la muralla. Y cómo cubre cárdena su imagen y oscila en la penumbra, cómo se pierde, y cómo se difunde. Justo ahí donde empieza la escalera, una escalera natural de piedra, justo ahí es donde paro, y me vuelvo otra vez. Y aquí yo, y tú también, ya nosotros. Con miedo incluso, incluso incertidumbre, en triple dirección. Con la mano temblando al escribir esta venérea milicia, noble título, y mucho más real; pues sabemos que no nos pertenece casi nada, que todo es suyo y nuestro, y que yo no soy nadie. ¿Algo es mío? ¿Cómo es posible ahora escuchar su advertencia? ¿Cómo estar en lo cierto y descifrar los símbolos osados que la belleza desinteresada rasga en nuestras imágenes? ¿Preguntas indefinidamente sin respuesta? Daré la voz de alarma ante cualquier extraño movimiento. Tengo explícitas órdenes de tirar a matar.
España
1974
Abril, Juan Carlos
Elegía
25,053
La noche es el escudo que abarca su mirada, la tierra que rodea desde el riesgo a la tumba. Ya amanece en la posada del acantilado donde cuelga un farol y un letrero que gime en las tormentas infernales de invierno. Aquí vibra el dominio de la espada, mano que empuña su destino libre y que atraviesa el territorio de la dignidad. Yo prometo la tierra de los sueños, lejana de las leyes de los hombres que ahora contemplamos. Voz inerte, viento, nostalgia. No te apresarán los perros convocados que persiguen el olor de una muerte fugitiva, ni cederán el hambre, los pies siempre cansados, la persistencia del dolor. Yo sé que este horizonte púrpura consigue, como fuego y presagio, el rastro insoportable de la cólera, la luz de la esperanza.
España
1974
Abril, Juan Carlos
Emoción breve
19,262
Por la escalera azul de la mañana el deshollinador. Su piel de escamas y sus cejas serpentinas, felices bailan. Todo podrá cambiarse, dice. Nada me toca.
España
1974
Abril, Juan Carlos
Espacio I
25,739
Llegas de cualquier sitio y, elegido al azar, sin mapas, sin señales, el otro lado esconde la sorpresa feliz y azul. Entonces permanece la ruptura intacta. Entonces fuera o dentro impide su difusión. El viaje trae un orden en cadena, un movimiento ansioso que repite su dispersa memoria: ya nadie nos indica que el error desconocido o su secreto sirva robado y oprimido, tiempo arenoso que se va. Todo va a ser abandonado.
España
1974
Abril, Juan Carlos
Espacio 2
19,655
Llegas a cualquier sitio a través de un poema: el mundo viaja solo, y tú también en su infinita red de vanidades te dejas arrastrar por símbolos, deseos, buscando su sabor con recuerdos gastados. No te canses. Tampoco insistas. Para qué preocuparse. Quien más quiere avanzar más retrocede en este laberinto donde olvidas el único color de los matices, su frágil soledad difuminada, y arrojas sus palabras al vacío y al caos. Nunca el caos, camino equivocado.
España
1974
Abril, Juan Carlos
Flor pensativa
17,398
A Stéphanie Ameri Entonces entender es la fractura, otra omisión que no se justifica. Vas surgiendo desvaída en el punto en que se rompe aquel olor de hojas que la brisa como una nueva explicación del mundo distrae, alegremente. Estás sentada. Tan despeinada y pálida después del esfuerzo infeliz y del trabajo. No hay repetición. Son nombres que ofreces al azar y, sin embargo, impensables sin esa compasión que crece derramada por tu boca, ese licor de la imprudencia. Ahora descansas. Estás sola. Y es un filo brillante que a todo da sentido, siempre ahí desde lo más oscuro, sin ser dicho.
España
1974
Abril, Juan Carlos
Galope
19,093
Lejos la extraña luz que atraviesa la noche, y más extraña la luz de los poemas, este espacio tan breve que ilumina hacia adentro y nos punza. Como si la distancia que apenas calculamos, se desbocara sola arrastrándonos fuera, lejos de todo. Lejos. Se parece al deseo de ser nosotros, sí, nosotros mismos ahora, mas no hay nada, no hay almas. Hay relojes antiguos con delgadas manecillas locas, y lentos medallones de oro prendidos en tu pecho. Como una inmensidad que nos rodea sin sentido, a nada nos reduce y abandona lo suyo. La soledad es ciega y es salvaje. Sujétate a sus crines despeinadas y agárrate bien fuerte.
España
1974
Abril, Juan Carlos
La casa de los relojes
14,554
Empezar es decir revolución en el único abrazo. Esta mentira sabe que no me perteneces y quisiera, ignorante, detener su caudal sin que rebose, ascender la ilusión, su centro mismo. Así también de nuestros ojos mientras lo más profundo se te escapa, el presagio se inclina, se dobla por sí solo y finge el sentimiento. Las avispas anidan en la chimenea y el olor de la carne se ha resuelto en la casa apagada. Del salón comienza el laberinto que serpea brillando por el borde de la memoria, tentador y bello, hacia el mundo animal que una vez fuimos. Hacia atrás no se puede. Allá al fondo el sueño en que apoyarse yo quisiera saber por qué se pierde si ahora me detengo y te distingo. Y todos los relojes funcionando.
España
1974
Abril, Juan Carlos
Metamorfosis de las llamas
11,480
A Luis García Montero El hombre señalaba el cementerio y me dijo asustado: El sigilo del miedo de pronto es cazador y se avergüenza sintiéndose verdugo. Para que haya un orden tienes que estar debajo. Demasiado esfuerzo. Será nada. Entonces se sonrió saliendo hacia la luz desde la sombra. Yo sé bien que detrás hay algo que se mueve, y conservo su imagen. Una noche aquí estuvo y sentí todo el miedo del mundo. Nunca más. Señalaba despacio la ancha tierra, el cielo alto, y les puso otros nombres. Me contó que al final es un latido, uno solo, y que el riesgo belleza si se cierran los ojos. Yo después escribí linda crisálida que nace muerta y vuela con los sueños lamentables y vuela, y vuela, así cambian las cosas.
España
1974
Abril, Juan Carlos
Omnia
12,941
Aquello fue verdad, su búsqueda — no un ávido alargar la mano ni la tela, sutil, de araña que se adhiere rompiéndose en el rostro al atraparte, así, sino dulces segmentos de una naranja: son tus cosas — es la felicidad que te protege. ¿Se olvidarán? ¿Serán inútiles — contradictorias, sin embargo, mueven los pies rítmicamente — acumulándose? ¿Se dejarán tocar por la luz clara? Tú me preguntas por qué escribo y a ti todas las cosas te protegen.
España
1974
Abril, Juan Carlos
Reunión
19,985
Fue usted, tal vez nuestro desorden, tal vez los dedos libres, su movimiento ansioso interrogatorio, que las llamadas para las manos ya lo largo de las líneas última voluntad cuando se despierta, o tal vez era yo, con la lengua al borde de la noche. Senderos de placer cuando el amanecer se rompe y dos cuerpos se hablan y contar su fortuna cruz y la pasión como una sola. El resto de las cadenas de la carne capaz de piernas y brazos, a hundirse en el mundo y han como una boca oscura que se traga todo, y nos arrastra. Si se intenta a veces, o es usted a buscarme, y cumplir con nosotros.
España
1974
Abril, Juan Carlos
Subvención
12,523
Soy una bandera. En esta torre selección de poemas nacidos y se convierte en verdad fuertes indefenso como un globo, que el futuro por la esperanza o de su toque y el tuyo, dios doble que es uno, como el pan que comparten sus cuerpos, la batalla el amor de la carne. Todo el mundo pertenece esta naturaleza, pero no por la posesión el mundo y las cosas. Era mi afán sin condiciones, su contacto final? Lo que quedó de la vida salir fugaz y adolescente, si otra nueva mentira disfrazada Me reconozco más, uno y diferente? Nadie domina desde una elevación que amenaza el vértigo.
España
1974
Abril, Juan Carlos
Súper andrógina
10,624
Proserpina Los árboles caídos en el suelo se han podrido, sus ramas — melodía de drogas, sin descanso — obstruyen la vereda… Pero ¿qué prisa tienes? Vas hacia un fin excitado que revive. ¡Es el infierno! Es la primavera que ha sumergido en sus profundidades tu muerte siempre joven; ha nacido otra vez. Vence tu piel itinerarios de tinieblas y acariciando la esperanza — en el imperio del humo hay una esfera herida — vuelves cantando: Es el infierno. ¡Es la primavera!
España
1974
Abril, Juan Carlos
Terra d’ombra bruciata
13,437
Una ausencia de origen, espontánea, no parece impulsar las blandas torres de un recuerdo animoso. Tienen un nombre fijo. Por entonces, llegábamos como el verano, enfrente con su cielo dinámico y sencillo. Quisiera parecerme a aquella vida y Al fondo del verano, en el otoño su fruto, igual que un sexo adolescente se abría, y para entonces los campos arrasados, los humos recorriendo la mirada insaciable, señalaban asombro todavía. Allí, plenos de esfuerzo, juntos los dos cazábamos cruzando las nuevas aventuras ajenos a cualquier identidad. Nosotros, libres, solos. Por entonces, la muerte era otro juego y ahora con su voz entrecortada oímos cómo pide, llamándonos, que acabe si resiste incluso aquello que nos pertenece.no perder la luz de su bondad. Me acercabas promesas lejos del roce de los párpados cóncavos y abisales, párpados mutilados de los niños que cantaban a coro su religiosa música lasciva. Sólo tus dedos mágicos curaron los ojos que sangraban. Vi su mundo a través de los míos, notando de su envidia la vejez prematura, su torpe sueño breve. Como todos, yo había despertado, y la tranquilidad de la naturaleza nos mostraba caminos diferentes en el amanecer. Cada mañana templada, se ofrecía a poseerla sin pedir nada a cambio. ¿Fuiste tú quien se dio, si nadie puede darse así realmente, o fueron las montañas morenas o marrones con sus senos metálicos, y la felicidad?
España
1974
Abril, Juan Carlos
Tormentas breves
16,371
Se avecinan veloces las nubes del oeste. ¡El agua buena comprimida! Este refugio oscuro. Nuestro dolor.
España
1974
Abril, Juan Carlos
Traición
27,142
Este mundo de enfrente se encarama donde puede y es tuyo sin saberlo, a tu vida traiciona sin buscarlo y no tienes la culpa. En el pasado fuiste feliz con la tranquilidad de aquellos sueños, todas las promesas: habitaba en tu mente un bosque inmenso y siempre te asombrabas con el murmullo de las caracolas. Te sentías seguro en sus manos, protegido por la mirada noble y bondadosa del padre. Detrás de su existencia sólo había una debilidad única: tú. Nunca más brillarán los ojos como entonces, víctima de una infancia demasiado perfecta.
Chile
1965
Aburto Uribe, Teresa
A liliana jalif
10,754
Te doy, en este papel, un pedazo del ser que me pertenece, un poco un poco del sol que me alumbra a diario, un poco de Dios que me fortalece. Te doy, en este papel, insignificante espacio de inspiraciones, un poco de mis tardes tan solitarias, un poco de mi risa que existe siempre. un poco de silencio poblado de locuras, un poco de mi pasado y de mi presente. Te doy, en este papel, un poco de mis ganas de andar la vida, un poco del calor de un verano sureño, un poco de cordillera, de Pacífico y nieve. En fin, te doy un poco de todo lo que soy, porque soy esto que vea a diario, con el Sur prendido entre los labios, con las palabras como único puente. Con un único tesoro, esta poesía que se abre para vos en este instante para hacer de la amistad un estandarte para agradecer esta oportunidad que nos dio la via.
Chile
1965
Aburto Uribe, Teresa
A neruda
11,435
A ese poeta que nació en mi tierra, que escribió al mar y a las estrellas, que navegó los mares para inspirar su pluma, para buscar la musa que guiara sus letras. A ese poeta que le gritó al viento todo el amor en cien sonetos, que se inspiró en la vida de su humilde pueblo, que murió de pena al verlo muerto. A ese poeta de la Isla Negra que recorrió el mundo sin olvidar su tierra, a ese capitán de aquellos versos que lo casó la luna rodeada de estrellas. A ese poeta le debo estos versos, a ese gran hombre dedico estas letras.
Chile
1965
Aburto Uribe, Teresa
Acaso fue la tarde
11,039
Acaso fue la tarde la que escondió en su penumbra el sentimiento y lo durmió. Acaso fue el cansancio el que envolvió tanta ternura en un colchón de sueños y lo durmió. Acaso fue el silencio el que atrapó al corazón en un vacío sin ruidos y lo durmió. Acaso fue el tiempo el que frenó los impulsos en un espacio sin formas y lo durmió. Acaso fui yo quien invitó a "mí todo" a aplacar la tormenta y lo durmió.
Chile
1965
Aburto Uribe, Teresa
Acróstico
9,838
A Puerto Madryn Podré, quizás, distanciarme en el tiempo, Una y otra vez podré dejarte, En calles solitarias vagar mi cuerpo, Rastrearé otros cielos para encontrarte. Tomaré el sol en otras playas, Oleré el perfume de otros mares. Mas, todo puede ser posible, es cierto, Andaré en la distancia y en el tiempo, Daré mis horas a otra gente, Rendiré mis noches a otro cielo, Y mi vida avanzar como siempre, pero… Nada alejar mi corazón de tu puerto.
Chile
1965
Aburto Uribe, Teresa
Al locutor
11,440
Cuando el silencio de las noches envuelve en el descanso las vidas agitadas por los trajines del día. Cuando al alba, al despertar, los primero rayos del sol nos anuncian que sigue la vida. Cuando todo está en silencio allí están esas voces, con rostros inventados, con cuerpos de fantasía, que transmiten sensaciones y nos brindan compañía. Cuando todo está en penumbras allí estan esas voces, que amigas del viento y del tiempo se esconden en los rincones de corazones solitarios que buscan esa voz amiga… esa voz… que con cuerpo imaginario cruza mares y cielos para llegar al corazón de todo el mundo y de cada pueblo.
Chile
1965
Aburto Uribe, Teresa
Algún día me iré
11,043
Algún día me iré… pero aquí quedaré, quedaré porque soy de aquí, recordaré cada momento de este lugar, de este puerto. Recordaré cada silencio de este mi mar, mar eterno. No olvidaré las calles, tampoco olvidaré el cielo… no olvidaré la brisa que le dio paz a mi alma, que le dio un sentido a mis hechos. Me iré mañana tal vez, me iré con tu recuerdo, con un amor escondido que solo conoce el silencio, el silencio que dejaré cuando pase el tiempo, el silencio que llevaré cuando pase febrero, me iré mañana tal vez, o tal vez… mañana me quedo.
Chile
1965
Aburto Uribe, Teresa
Andaré los caminos
12,733
Andaré los caminos buscando el horizonte que me indicara mi padre en las noches de aquel pueblo perdido en la cordillera de Los Andes, en las noches de leña ardiendo, de frío, nieve y chocolate. Andaré tantos caminos buscando mi vida, mis afanes se multiplicarán día tras día y pasaré los años andando distancias y a cada paso lloraré tu ausencia. Pero llegará el día, ya gastado el camino, de dar la vuelta, de mirar al sur de nuevo y regresar a tu lado, a descansar los años bajo tu cielo, a dormir las siestas mecida en tus olas, a oler tu mar en las tardes de julio cuando el frío corta el rostro y la cruz del sur cubre tu cuerpo de mesetas y el viento acaricia tu cintura de acantilados. Llegará el día de recostarme de nuevo en el calor de tus doradas dunas con los ojos abiertos al cielo de enero, apretando en mis manos puñados de arena, acariciando mis pies el oleaje de espuma. Entonces, cuando salga la luna y el mar sereno refleje tu silueta iluminada y los barcos detenidos en tu noche me inviten a quedarme a la vera de tu costa, y las estrellas dancen a lo lejos al compás de un coro de gaviotas, entonces te daré mi corazón y se detendrá en vos, pueblo mío, para siempre, en silencio, dormido.
Chile
1965
Aburto Uribe, Teresa
Aquel Puerto Solo
18,812
Aquel puerto solo que me recibió una noche sin luna y sin estrellas, que me cantó con sus olas una canción de espuma, y enjugó las lágrimas de la distancia y el reencuentro. Aquel puerto solo que conoció mis diez años llenos de dudas y preguntas, que acunó en su mar mis tardes de nostalgias que acarició mis noches con el rugir de sus aguas. Aquel puerto solo es mi puerto de hoy, es el Madryn que me viste de mar y de cielo, que me retiene en sus entrañas y me acuna en su suelo, que me da caricias de arena y me cobija en la bruma, que me ató a su golfo y a sus estrellas una a una, que me quitó el acento para que hable su idioma, que me enseñó la poesía para quedar en la memoria de quienes vienen y se van y no saben contar su historia
Chile
1965
Aburto Uribe, Teresa
Aquí te espero
10,297
Aquí te espero y quizás no sea en vano, aquí te busco enredada en mi letargo. Aquí te espero en las playas de mi puerto manso espejo de agua que refleja tu encanto. Aquí te busco entre la arena y la espuma bañado en caracolas dibujado en la bruma. Aquí te espero jugando entre las dunas, contando las estrellas… y tú estás en cada una.
Chile
1965
Aburto Uribe, Teresa
Basta mirar tus ojos
12,563
Basta mirar tus ojos para saber que existes, para saber que pisas la tierra que yo piso, para saber que amas el mar que yo amo, para saber que el sol que nos alumbra es el mismo. Basta mirar tus ojos para saber que estas vivo, para saber que el cielo está en ellos prendido, para saber que el mar con su silencio o su grito los bañó de su color y su misterio infinito. Basta mirar tus ojos para saber que existes, para saber que vives aquí donde yo vivo, para saber que estas aunque yo no esté contigo, para saber que el cielo que nos rodea es el mismo. Basta mirar tus ojos, solo eso… y yo los miro.
Chile
1965
Aburto Uribe, Teresa
Caminata
9,510
Rodeados por la quietud de la noche, camín bamos taciturnos por las calles vacías. Te sentía al lado mío, mas al mismo tiempo te ignoraba, me sentía al lado tuyo y al instante me marchaba. Me encerraba en pensamientos, caminaba… temblaba, reaccionaba de pronto y a tu lado continuaba para seguirte escuchando sin yo musitar palabras. Y así la monotonía se repetía, no variaba. Caminamos, avanzamos, sin llegar a nada, solo a un gran silencio lleno de palabras.
Chile
1965
Aburto Uribe, Teresa
Como será
10,391
(Interpretada por Soledad Pastorutti) Cómo será despertar y no verte por la mañana y rodar por tu ausencia aquí en mi cama. Cómo será escuchar el silenciode tus palabras un silencio tan blanco como el alma. Cuando salga el sol no estarás aquí y te irás con mis sueños arrancándolos de mí. Cuando salga el sol me dirás adiós y quisiera saber lo que yo seré sin ti. Seré una tarde sin sol una estrella perdida en el mar una sombra, un silencio mortal, una huella de amor. Seré yo el eco de un lamento la nostalgia del recuerdo fría escarcha en el invierno una roca de sal. Seré una estela del pasado una flor que ha marchitado golondrina que muy sola se quedó. Cómo será encontrarme tus besos en la distancia y anhelar tu calor de madrugada. Cómo será caminar el sendero de mi nostalgia un sendero de ausenciasque no acaba.
Chile
1965
Aburto Uribe, Teresa
Cuando se tiene un amigo
11,972
Cuando se tiene un amigo se tiene entre las manos un pedazo del cielo, un espacio infinito, un refugio, un espejo. Cuando se tiene un amigo se tiene un hermano, ese que uno elige cuando va creciendo. Ese ser que nos transmite la confianza y el respeto, ese ser que nos muestra los equívocos siempre a tiempo. Cuando se tiene un amigo se tienen las alas extendidas al viento, y se puede desnudar el alma sin correr riesgos.
Chile
1965
Aburto Uribe, Teresa
De esas tres cosas
12,238
Dame tregua, tiempo, dame tregua, no me apresures a pensar pasa más lento. Detén un poco tu paso y dame un respiro… no me apures, no quiero perder espacios ni silencios. Dame tregua, tiempo, dame tregua, se me vienen los años y aún me falta escribir un libro, tener un hijo… tú sabes, de esas tres cosas… solo el árbol me creció, el libro ya está en camino, para el hijo falta el amor.
Chile
1965
Aburto Uribe, Teresa
Deseo de libertad
8,266
Déjame volar libre por los prados, déjame sentir las caricias del viento, quiero cabalgar encima de una nube acariciar el sol y perderme en el tiempo. Déjame escalar la colina más alta, déjame soñar que estoy sola en la montaña quiero descubrir un refugio solitario, quiero conocer de la libertad sus entrañas. Déjame volar como lo hacen las gaviotas déjame llegar a la playa más hermosa, quiero dibujar en la arena mis sueños quiero dormirme y que me despierten las olas. Y déjame por fin, caminar con las estrellas y déjame sentir que soy como una de ellas, entonces al saber que todo ha terminado volveré para decirte, lo que quería, he soñado.
Chile
1965
Aburto Uribe, Teresa
Dulce soledad
11,146
Dulce soledad que me acompañas y que en las noches te duermes a mi lado, con tu presencia hueca te recuestas, y me das entre las sombras tus manos. Dulce soledad, amiga mía, no me dueles ni me haces daño, aprendí a necesitarte y a estar a tu lado. Dulce soledad, pobre soledad, nadie te quiere y yo, sin embargo, te agradezco los silencios y el espacio, las horas que me escuchas atenta, y tus ojos y tu cuerpo imaginario.
Chile
1965
Aburto Uribe, Teresa
El eco de mi voz
9,971
El eco de mi voz se está perdiendo en el silencio como se pierde el camino en el horizonte, entre la tierra y el cielo. La música gime en mi oído sondea mi interior y me descubre, desnuda mis sentidos y me eleva al infinito, y mi voz… se esconde, se calla, se pierde. Mis pensamientos vuelan en busca de rastros ocultos de las huellas escondidas en las tardes de mi ayer, y descubro las distancias, y descubro las ruinas… y la música sigue Socavando mi interior. Lo recóndito de mí se vuelve palpable, yo lo siento y es extraño, escucho mis latidos y siento mi soledad como un abismo insondable, como cuando en el mar se esconde la tarde.
Chile
1965
Aburto Uribe, Teresa
Ese otro ser
19,013
Cierro los ojos, lentamente, y me sumerjo en un letargo sin tiempo, silencioso, distante, lejano… cierro los ojos y me encuentro con el ser que está en mi interior lleno de miedos, de preguntas, lleno de dolores y de angustias, ese ser que se siente abatido, que a veces no razona. Lo observo y con imperante voz lo invito a que viajemos juntos por esta vía sin final preciso, que me ayude a sentirme segura, que no me hunda con sus miedos, que no me lleve al abismo. cierro los ojos y observo, el camino del retorno no está tan lejos, yo no quiero transitarlo, y ese otro ser que está en mí me seduce, con gestos de dolor me invita a recorrerlo una vez más. Ese otro ser no puede estar en mí, una vez lo despedí de mi interior, lo condené a la muerte. Abro los ojos y descubro que soñé, que solo soy yo, que no hay nadie más, que ese otro ser soy yo misma, solo que decidida a no retornar.
Chile
1965
Aburto Uribe, Teresa
Esto que ves
12,163
Esto que ves soy yo, ni más, ni menos. Un pedazo de SER… un trozo de humanidad… un puñado de risas… un montón de sueños. Una cuota de locura… un pedazo de dulzura con toda mi sinceridad. Esto que ves, soy yo, ni más, ni menos. Una mujer, a veces una niña, a veces espacio… a veces infinito… a veces pasión… a veces libertad. Pero así, simplemente así… así soy yo. Es todo lo que tengo, todo lo que soy… No es mucho… pero es todo.
Chile
1965
Aburto Uribe, Teresa
Extraña manera de amar
10,371
Este dulce y ciego dolor de amarte, extraño modo de morir en vida, suave sensación vaga y perdida de tenerte a mi lado y adorarte. Esta oscura soledad, amor errante, soledad tuya que hice mía, este repetir, extraña letanía, tu nombre, amor, hasta atragantarme. Este miedo al silencio, cruel y cortante, al tiempo que pasa, a dejar de amarte, este miedo al encuentro, cruel ironía a saber que tú estás y yo no sabía. Este extraño amor, paloma errante, imposibilidad fatal, mas quiero amarte.
Chile
1965
Aburto Uribe, Teresa
Jinete del mar
8,076
Me gusta tu silencio cuando miras al cielo, ausente del mundo soñador y viajero. Pareces un jinete montado en cada estrella recorriendo junto a ellas mares azules que no has descubierto. Me gusta tu mirada perdida en el intento de crear un mundo tuyo azul como el cielo, remontando el barrilete cargado con tus sueños viajas entre nubes hacia tus mares secretos. Me gusta tu silencio y tu mirada… y tus sueños, me gusta estar contigo para compartir tus secretos, porque aunque no los conozca siento el mismo deseo, de jinetear una estrella hacia mares inciertos.
Chile
1965
Aburto Uribe, Teresa
La bandera
10,132
Levantate conmigo nadie quisiera como yo quedarse sobre la almohada en que tus párpados quieren cerrar el mundo para mi, allí también quisiera dejar dormir mi sangre rodeando tu dulzura. Pero levántate tú levántate, pero conmigo levántante, y salgamos reunidos a luchar cuerpo a cuerpo contra las telarañas del malvado, contra el sistema que reparte el hambre, contra la organización de la miseria. Vamos, y tú, mi estrella, junto a mi recién nacida de mi propia arcilla, ya habrás hallado el manantial que ocultas en medio del fuego estarás junto a mi, con tus ojos bravíos, alzando mi bandera.
Chile
1965
Aburto Uribe, Teresa
No me quiero ir
12,359
No me quiero ir, estar apenas, no quiero volver a la rutina de los días, solo quiero estar así, quieta, sombría, callada en mis palabras para que nadie me advierta. No me quiero ir, lo he decidido; me quiero quedar aquí, aunque así no sea, estaré todo el tiempo, seré el vestigio de la primavera que se fue, y de la que aún no llega. No me quiero ir, ya lo he pensado pero el no querer a querer me lleva, necesito soledad solo unos instantes pues si fuera todo el tiempo me envolvería en tristeza. No me quiero ir, no, quiero quedarme estar siempre enredada en el silencio, no me quiero ir y tendré que hacerlo aunque el hacerlo se torne insoportable.
Chile
1965
Aburto Uribe, Teresa
No sé qué me une al cielo
10,346
No sé qué me une al cielo—decías mientras apretabas mi cuerpo contra el tuyo sumergidos en la calle sin murmullos… en la calle silenciosa y perdida. Tu boca me arrebata el sabor De tanta distancia y tanto desencuentro, y mientras tus manos dibujaban la sombra de mi cuerpo decías —no sé qué es lo que me une al cielo. Detenías tus ojos en lo alto buscando no se qué en el firmamento y la luna entrometida se apoderaba de tus ojos y yo esperaba silenciosa el momento de tu regreso. No sé qué me une al cielo —decías mientras me devorabas con tu mirada y me dolían los ojos de tanto verte, se te ahogaba la vos repitiendo mil veces los te amo más dulces… se te agotaba el aliento de besarme y de quererme. Y la noche avanzaba con su frío y su viento, mientras yo te dejaba buscar en el calor de mi cuerpo eso que decías que te unía al cielo. Y nunca supe cuál era ese motivo que te emocionaba al llevar tus ojos al cielo. Nunca, porque no hubo tiempo. El amor se marchó tan rápido… como tan rápido nos llegó el encuentro. Me quedé con la pregunta entre los labios, con la agonía de los besos fugitivos, con el calor de tu cuerpo entre mis manos. Me quedé con la calle vacía de vos, con el silencio de la noche sin tus pasos. Me quedé con todo pendiente, y el llanto ahogado, me quedé con el dibujo de tus manos en mi piel, y con la inconciencia de tus años y mis años. Me quedé a un costado del camino para dejarte avanzar sin presiones para que tus alas se abran al vuelo planeado, para que busques qué es lo que te une al cielo quizás mi presencia no te permitió encontrarlo.
Chile
1965
Aburto Uribe, Teresa
Nostalgias de puerto
8,031
No sé si es deseo de compañía, o si es sentimiento de soledad, o es la misma cosa. Tal vez lo gris de la tarde trae la nostalgia y el recuerdo de aquellas tardes junto al mar, junto a mi gente, junto a mi amor. No… no lo sé. Hoy estoy sola. Un café es mi compañía, un libro es mi refugio, un pensamiento es mi estrategia que hacen de mi soledad un absurdo. No es soledad de estar sin nadie, sino de estar lejos, de estar lejos de lo que quiero; lejos de lo que amé y que aún amo, lejos… pero cerca a la vez porque no lo he olvidado. Sí… tal vez lo gris de la tarde me trae tu recuerdo, mar que añoro ahora, ahora que estoy lejos, ahora que tus olas no besan mi piel, ahora que tu música no gime en mi oído, ahora que tu profundidad no es de mis días el misterio. Mar… a ti te añoro, amor… a ti vuelvo.
Chile
1965
Aburto Uribe, Teresa
Patricia díaz
11,271
Te necesito amiga en el silencio de las tardes vacías de tu presencia, de esas tardes en las que no encuentro los oídos prestos a atender cada una de mis palabras, en las tardes que no encuentro esos ojos que, alborotados, me asaltan silenciosos y que mirando los míos, sin cálculos, me regalan el alma. Te necesito amiga como se necesita el aire que cada día se respira, necesito de tus manos extendidos y sin prisa, necesito de tu sonrisa para aplacar mis penas, necesito de tu sombra para acompañar mis pasos, y de tu silencio para llorar sin vergüenza. Te necesito en cada silencio que me abraza con tu sombra, en las notas de cada canción que escuchamos juntas, te necesito conmigo a cada instante para luchar unidas, esta pelea, para vivir de a dos esta aventura.
Chile
1965
Aburto Uribe, Teresa
Pensarás tú
7,620
Pensarás tú que mi amor por ti ha muerto como muere el otoño al llegar el invierno? Pensarás tú que en mis lánguidos pensamientos tú ya no habitas desde largo tiempo? No, no pienses eso, mi amor existe aún, mi amor por ti no ha muerto, está impregnando mi corazón, mi mente, mis pensamientos, está impregnando mi vida y llenando de esperanzas mi corazón entero.
Chile
1965
Aburto Uribe, Teresa
Podré quizás
10,465
Podré, quizás, elevarme al infinito sin intentar buscar el por qué, podré, quizás, descubrir mil paraísos sin averiguar a donde llegaré. Podré esconderme en el lugar más oscuro y no descubrir el placer del misterio, Podré, quizás, devorarme el silencio y envolverme la distancia sin saber cuán lejos. Podré saborear el más amargo de los sabores y tal vez me acostumbre a ello, podré, quizás, deleitarme de dulzura y no conocer, jamás, lo dulce a pleno. Podré tantas cosas, no podré tantas otras. Podrá el tiempo darme tiempo… pero si no lo aprovecho ahora, se morirá mi alma aunque viva mi cuerpo.
Chile
1965
Aburto Uribe, Teresa
Recuerdos
23,181
Cómo ansío puerto mío poder besar tus tibias aguas, cómo ansío puerto mío acariciar la caliente arena por el sol de enero que se marcha, Cómo quisiera en esta hora rosar mi piel en tu espuma blanca, cómo quisiera hoy, estar allí, sola en tus doradas playas. Cómo quisiera mañana, al despertar estar allí, contigo, sentir que el mar a mi oído canta. Pero estoy aquí, lejos, sola, yo y mi nostalgia. Pero estoy aquí, encerrada entre muralla, sin ver tu cristal resplandecer bajo el sol, sin sentir tu calor que entibia mi alma, sin sentir el rumor de tus olas blancas. Pero estoy aquí, lejos de un amor que perdí, lejos de sus besos y sus miradas, lejos de sus sonrisas, de sus caricias, lejos de sentir su voz que como el viento me acariciaba. Por eso hoy quisiera estar allí, frente a tu mar, frente a tus playas, por eso hoy, pueblo mío, te recuerdo y quisiera estar contigo mañana.
Chile
1965
Aburto Uribe, Teresa
Rutina
9,762
De nuevo lo mismo de ayer, las mismas calles, la misma gente, la misma sonrisa, las mismas cosas. Todo es igual, es igual mi nostalgia. Todo es igual a ayer, y tal vez todo sea a igual a mañana. Todo es igual, nada cambia. El mismo espejo en el que miro mi rostro, la misma luz que alumbra mi almohada, el mismo reloj, la misma cama. Todo es igual, nada cambia. Un escritorio, un teléfono, un café a las cuatro, y para no perder la costrumbre unas cuantas carcajadas. Un cumplimiento de horario y un chau, hasta mañana. Y de nuevo sola. Todo es igual… nada cambia. Nada cambia, porque yo no cambio.
Chile
1965
Aburto Uribe, Teresa
Si escuchas al mar
7,837
Si escuchas una tarde la música de las aguas de ese mar que te acompaña cuando vas a navegar, te dirá que alguien te espera en la orilla de la playa acurrucada en la arena que suavemente agita el mar. Si escuchas una tarde cuando las olas le cantan a este puerto generoso de los secretos del mar, te dirá que alguien te espera te dirá que alguien te llama te dirá que alguien te observa y no te puede alcanzar.
Chile
1965
Aburto Uribe, Teresa
Si me quieres
8,543
Si me quieres… no me lo digas todavía, deja que el encanto siga surcando el momento de las horas compartidas. Si me quieres… no me lo digas todavía, quiero seguir disfrutando el silencio de tu compañía. Si me quieres… no me lo digas todavía, deja que tus ojos lo hagan y que reflejen tu alma y lo que en ella habita. Si me quieres… grítalo al viento que agitando el fuego encenderá la llama que nos dará vida. Y… si no me quieres… no me lo digas todavía, el tiempo se encargará de apagar el fuego, de esconder las ganas, de transformar el sentimiento.
Chile
1965
Aburto Uribe, Teresa
Si yo tuviera coraje
7,649
Si yo tuviera coraje para gritar lo que siento, y si el mundo me escuchara aunque sea con desconcierto, gritaría que están ciegos los hombres que destruyen el mundo con sus manos, la tierra en que crecieron. Si yo tuviera coraje para gritarle al viento lo que mi corazón lleva desde hace tanto tiempo, le pediría que alborote el planeta con mi acento, y que lleve mi plegaria a través de todo el tiempo. Si yo tuviera valor pediría que me expliquen por qué me negaron de niña la tierra de mis ancestros, por qué mi emigración hacia suelos ajenos, por qué una historia distinta y no la de mi pueblo. Si yo tuviera coraje… y en estos versos lo tengo, para que escuchen mi voz las razas de todos los pueblos, les diría que vive dentro mío la esperanza de crear un mundo de amor, sin guerras y sin miedos.
Chile
1965
Aburto Uribe, Teresa
Tengo miedo
11,783
Tengo miedo de no volver a verte, de no volver a sentir tu voz ni tu presencia, miedo al miedo que nos envuelve, miedo al vacío que dejaría tu ausencia. Tengo miedo al indeciso presente a ese ayer que vivimos juntos, a ese mañana irresistible con su respuesta tan evidente. Tengo miedo al olvido y al amargo sabor que lo envuelve, al ocaso previsto de nuestro amor a no saber comprenderte. Tengo miedo mi amor, no puedo evitarlo, es tan grato tenerte, y tran amargo no verte, que de solo pensar que un día cualquiera al buscarte en mi alma yo no te encontrara, de solo pensarlo mi amor, por mi mente se cruzan tantas cosas, tántas, que quisiera gritarle al viento, a la lluvia, a la nada, que moriría hoy mismo si tú me faltaras.