book
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66
| poem
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5.02k
|
---|---|---|
Poema del cante jondo | PUEBLO | Sobre el monto pelado
un calvario.
Agua clara
y olivos centenarios.
Por las callejas
hombres embozados,
y en las torres
veletas girando.
Eternamente
girando.
¡Oh, pueblo perdido,
en la Andalucía del llanto! |
Poema del cante jondo | PUÑAL | El puñal,
entra en el corazón,
como la reja del arado
en el yermo.
No me lo claves.
El puñal,
como un rayo de sol,
incendia las terribles
hondonadas.
No me lo claves. |
Poema del cante jondo | ENCRUCIJADA | Viento del Este;
un farol
y el puñal
en el corazón.
La calle
tiene un temblor
de cuerda
en tensión,
un temblor
de enorme moscardón
Por todas partes
yo
veo el puñal
en el corazón. |
Poema del cante jondo | ¡AY! | El grito deja en el viento
una sombra de ciprés.
(Dejadme en este campo
llorando).
Todo se ha roto en el mundo.
No queda más que el silencio.
(Dejadme en este campo
llorando).
El horizonte sin luz
está mordido de hogueras.
(Ya os he dicho que me dejéis
en este campo
llorando). |
Poema del cante jondo | SORPRESA | Muerto se quedó en la calle
con un puñal en el pecho.
No la conocía nadie.
¡Cómo temblaba el farol!
Madre.
¡Cómo temblaba el farolito
de la calle!
Era madrugada. Nadie
pudo asomarse a sus ojos
abiertos al duro aire.
Que muerto se quedó en la calle
que con un puñal en el pecho
y que no lo conocía nadie. |
Poema del cante jondo | LA SOLEÁ | Vestida con mantos negros
piensa que el mundo es chiquito
y el corazón es inmenso.
Vestida con mantos negros.
Piensa que el suspiro tierno
y el grito, desaparecen
en la corriente del viento.
Vestida con mantos negros.
Se dejó el balcón abierto
y al alba por el balcón
desembocó todo el cielo.
¡Ay yayayayay,
que vestido con mantos negros! |
Poema del cante jondo | CUEVA | De la cueva salen
largos sollozos.
(Lo cárdeno
sobre lo rojo.)
El gitano evoca
países remotos.
(Torres altas y hombres
misteriosos.)
En la voz entrecortada
van sus ojos.
(Lo negro
sobre lo rojo).
Y la cueva encalada
tiembla en el oro.
(Lo blanco
sobre lo rojo.) |
Poema del cante jondo | ENCUENTRO | Ni tú ni yo estamos
en disposición
de encontrarnos.
Tú... por lo que ya sabes.
¡Yo la he querido tanto!
Sigue esa veredita.
En las manos,
tengo los agujeros
de los clavos.
¿No ves cómo me estoy
desangrando?
No mires nunca atrás,
vete despacio
y reza como yo
a San Cayetano,
que ni tú ni yo estamos
en disposición
de encontrarnos. |
Poema del cante jondo | ALBA | Campanas de Córdoba
en la madrugada.
Campanas de amanecer
en Granada.
Os sienten todas las muchachas
que lloran a la tierna
soleá enlutada.
Las muchachas,
de Andalucía la alta
y la baja.
Las niñas de España,
de pie menudo
y temblorosas faldas,
que han llenado de luces
las encrucijadas.
¡Oh, campanas de Córdoba
en la madrugada,
y oh campanas de amanecer
en Granada! |
Poema del cante jondo | ARQUEROS | Los arqueros oscuros
a Sevilla se acercan.
Guadalquivir abierto.
Anchos sombreros grises,
largas capas lentas,
¡Ay, Guadalquivir!
Vienen de los remotos
países de la pena.
Guadalquivir abierto.
Y van a un laberinto,
Amor, cristal y piedra.
¡Ay, Guadalquivir! |
Poema del cante jondo | NOCHE | Cirio, candil,
farol y luciérnaga.
La constelación
de la saeta.
Ventanitas de oro
tiemblan,
y en la aurora se mecen
cruces superpuestas.
Cirio, candil,
farol y luciérnaga. |
Poema del cante jondo | SEVILLA | Sevilla es una torre
llena de arqueros finos.
Sevilla para herir.
Córdoba para morir.
Una ciudad que acecha
largos ritmos,
y los enrosca
como laberintos.
Como tallos de parra
encendidos.
¡Sevilla para herir!
Bajo el arco del cielo,
sobre su llano limpio,
dispara la constante
saeta de su río.
¡Córdoba para morir!
Y loca de horizonte
mezcla en su vino,
lo amargo de Don Juan
y lo perfecto de Dionisio.
Sevilla para herir.
¡Siempre Sevilla para herir! |
Poema del cante jondo | PROCESION | Por la calleja vienen
extraños unicornios.
¿De qué campo,
de qué bosque mitológico?
Más cerca,
ya parecen astrónomos.
Fantásticos Merlines
y el Ecce Homo,
Durandarte encantado.
Orlando furioso |
Poema del cante jondo | PASO | Virgen con miriñaque,
virgen de la Soledad,
abierta como un inmenso
tulipán.
En tu barco de luces
vas
por la alta marea
de la ciudad,
entre saetas turbias
y estrellas de cristal.
Virgen con miriñaque
tú vas
por el río de la calle,
¡hasta el mar! |
Poema del cante jondo | SAETA | Cristo moreno
pasa
de lirio de Judea
a clavel de España.
¡Miradlo por dónde viene!
De España.
Cielo limpio y oscuro,
tierra tostada,
y cauces donde corre
muy lenta el agua.
Cristo moreno,
con las guedejas quemadas,
los pómulos salientes
y las pupilas blancas.
¡Miradlo por dónde va! |
Poema del cante jondo | BALCON | La Lola
canta saetas.
Los toreritos
la rodean
y el barberillo
desde su puerta,
sigue los ritmos
con la cabeza.
Entre la albahaca
y la hierbabuena,
la Lola canta
saetas.
La Lola aquella,
que se miraba
tanto en la alberca. |
Poema del cante jondo | MADRUGADA | Pero como el amor
los saeteros
están ciegos.
Sobre la noche verde,
las saetas
dejan rastros de lirio
caliente.
La quilla de la luna
rompe nubes moradas
y las aljabas
se llenan de rocío.
¡Ay, pero como el amor
los saeteros
están ciegos! |
Poema del cante jondo | CAMPANA
BURDON | En la torre
amarilla,
dobla una campana.
sobre el viento
amarillo,
se abren las campanadas.
En la torre
amarilla,
cesa la campana.
El viento con el polvo,
hace proras de plata. |
Poema del cante jondo | CAMINO | Cien jinetes enlutados,
¿dónde irán,
por el cielo yacente
del naranjal?
Ni a Córdoba ni a Sevilla
llegarán.
Ni a Granada la que suspira
por el mar.
Esos caballos soñolientos
los llevarán
al laberinto de las cruces,
donde tiembla el cantar.
Con siete ayes clavados,
¿dónde irán
los cien jinetes andaluces
del naranjal? |
Poema del cante jondo | LAS SEIS CUERDAS | La guitarra,
hace llorar a los sueños.
El sollozo de las almas
perdidas,
se escapa por su boca
redonda.
Y como la tarántula
teje una gran estrella
para cazar suspiros
que flotan en su negro
aljibe de madera. |
Poema del cante jondo | DANZA
EN EL HUERTO DE LA PETENERA | En la noche del huerto,
seis gitanas,
vestidas de blanco
bailan.
En la noche del huerto,
coronadas,
con rosas de papel
y biznagas.
En la noche del huerto,
sus dientes de nácar,
escriben la sombra
quemada.
Y en la noche del huerto,
sus sombras se alargan,
y llegan hasta el cielo
moradas. |
Poema del cante jondo | MUERTE DE LA PETENERA | En la casa blanca muere
la perdición de los hombres.
Cien jacas caracolean.
Sus jinetes están muertos.
Bajo las estremecidas
estrellas de los velones,
su falda de moaré tiembla
entre sus muslos de cobre.
Cien jacas caracolean.
Sus jinetes están muertos.
Largas sobres afiladas
vienen del turbio horizonte,
y el bordón de una guitarra
se rompe.
Cien jacas caracolean.
Sus jinetes están muertos. |
Poema del cante jondo | FALSETA | Ay, petenera gitana!
¡Yayay petenera!
Tu entierro no tuvo niñas
buenas.
Niñas que le dan a Cristo muerto
sus guedejas,
y llevan blancas mantillas
en las ferias.
Tu entierro fué de gente
siniestra.
Gente con el corazón
en la cabeza,
que te siguió llorando
por las callejas.
¡Ay, petenera gitana!
¡Yayay petenera! |
Poema del cante jondo | “DE PROFUNDIS" | Los cien enamorados
duermen para siempre
bajo la tierra seca,
largos caminos rojos.
Andalucía tiene
Córdoba, olivos verdes
donde poner cien cruces,
que los recuerden.
Los cien enamorados
duermen para siempre. |
Poema del cante jondo | CLAMOR | En las torres
amarillas,
doblan las campanas.
Sobre los vientos
amarillos,
se abren las campanadas.
Por un camino va
la muerte, coronada,
de azahares marchitos.
Canta y canta
una canción
en su vihuela blanca,
y canta y canta y canta.
En las torres amarillas,
cesan las campanas.
el viento con el polvo,
hacen proras de plata. |
Poema del cante jondo | LA LOLA | Bajo el naranjo lava
pañales de algodón.
Tiene verdes los ojos
y violeta la voz.
¡Ay, amor,
bajo el naranjo en flor!
El agua de la acequia
iba llena de sol,
en el olivarito
cantaba un gorrión.
¡Ay, amor,
bajo el naranjo en flor!
Luego, cuando la Lola
gaste todo el jabón,
vendrán los torerillos.
¡Ay, amor,
bajo el naranjo en flor! |
Poema del cante jondo | AMPARO | Amparo,
¡que sola estás en tu casa
vestida de blanco!
(Ecuador entre el jazmín
y el nardo).
Oyes los maravillosos
surtidores de tu patio,
y el débil trino amarillo
del canario.
Por la tarde ves temblar
los cipreses con los pájaros,
mientras bordas lentamente
letras sobre el cañamazo.
Amparo,
¡qué sola estás en tu casa
vestida de blanco!
Amparo,
¡y qué difícil decirte
yo te amo! |
Poema del cante jondo | RETRATO DE SILVERIO FRANCONETTI | Entre italiano
y flamenco,
¿cómo cantaría
aquel Silverio?
La densa miel de Italia
con el limón nuestro,
iba en el hondo llanto
del siguiriyero.
Su grito fué terrible.
Los viejos
dicen que se erizaban
los cabellos,
y se abría el azogue
de los espejos.
Pasaba por los tonos
sin romperlos,
y fué un creador
y un jardinero.
Un creador de glorietas
para el silencio.
Ahora su melodía
duerme con los ecos.
Definitiva y pura.
¡Con los últimos ecos! |
Poema del cante jondo | JUAN BREVA | Juan Breva tenía
cuerpo de gigante
y voz de niña.
Nada como su trino.
Era la misma
pena cantando
detrás de una sonrisa.
Evoca los limonares
de Málaga la dormida,
y hay en su llanto dejos
de sal marina.
Como Homero, cantó
ciego. Su voz tenía,
algo de mar sin luz
y naranja exprimida. |
Poema del cante jondo | CAFÉ CANTANTE | Lámparas de cristal
y espejos verdes.
Sobre el tablado oscuro,
la Parrala sostiene
una conversación
con la muerte.
La llama,
no viene,
y la vuelve a llamar,
las gentes
aspiran los sollozos.
Y en los espejos verdes,
largas colas de seda
se mueven. |
Poema del cante jondo | LAMENTACION DE LA MUERTE | Sobre el cielo negro,
culebrinas amarillas.
Vine a este mundo con ojos
y me voy sin ellos.
¡Señor del mayor dolor!
Y luego,
un velón y una manta
en el suelo.
Quise llegar adonde
¡Y he llegado, Dios mío!..
llegaron los buenos.
Pero luego, un velón y una manta
en el suelo.
Limoncito amarillo
limonero.
Echad los limoncitos
al viento.
¡Ya lo sabéis!.. Porque luego
un velón y una manta
en el suelo.
Sobre el cielo negro,
culebrinas amarillas. |
Poema del cante jondo | CONJURO | La mano crispada
como una Medusa
ciega el ojo doliente
del candil.
As de bastos.
Tijeras en cruz.
Sobre el humo blanco
del incienso, tiene
algo de topo y
mariposa indecisa.
As de bastos
tijeras en cruz
Aprieta un corazón
invisible, ¿la véis?
Un corazón
reflejado en el viento.
As de bastos.
Tijeras en cruz. |
Poema del cante jondo | MEMENTO | CANDO yo me muera
enterradme con mi guitarra
bajo la arena.
Cuando yo me muera
entre los naranjos
y la hierba buena.
Cuando yo me muera,
enterradme si queréis
en una veleta.
¡Cuando yo me muera! |
Poema del cante jondo | MALAGUEÑA | LA muerte
entra y sale
de la taberna.
Pasan caballos negros
y gente siniestra
por los hondos caminos
de la guitarra.
Y hay un olor a sal
y a sangre de hembra,
en los nardos febriles
de la marina.
La muerte
entra y sale,
sale y entra
la muerte
de la taberna. |
Poema del cante jondo | BARRIO DE CÓRDOBA
TOPICO NOCTURNO | EN la casa se defienden
de las estrellas.
La noche se derrumba.
Dentro hay una niña muerta
con una rosa encarnada
oculta en la cabellera.
Seis ruiseñores la lloran
en la reja.
Las gentes van suspirando
con las guitarras abiertas. |
Poema del cante jondo | BAILE | LA Carmen está bailando
por las calles de Sevilla.
Tiene blancos los cabellos
y brillantes las pupilas.
¡Niñas,
corred las cortinas!
En su cabeza se enrosca
una serpiente amarilla,
y va soñando en el baile
con galanes de otros días.
¡Niñas,
corred las cortinas!
Las calles están desiertas
y en los fondos se adivinan,
corazones andaluces
buscando viejas espinas.
¡Niñas,
corred las cortinas! |
Poema del cante jondo | ADIVINANZA DE LA GUITARRA | EN la redonda
encrucijada,
seis doncellas
bailan.
Tres de carne
y tres de plata.
Los dueños de ayer las buscan,
pero las tiene abrazadas,
un Polífemo de oro.
¡La guitarra! |
Poema del cante jondo | CANDIL | ¡OH, qué grave medita
la llama del candil!
Como un faquir indio
mira su entraña de oro
y se eclipsa soñando
atmósferas sin viento.
Cigüeña incandescente
pica desde su nido
a las sombras macizas,
y se asoma temblando
a los ojos redondos
del gitanillo muerto. |
Poema del cante jondo | CROTALO | CRÓTALO.
Crótalo.
Crótalo.
Escarabajo sonoro.
En la araña
de la mano
rizas el aire
salino,
y te ahogas en tu trino
de palo.
Crótalo.
Crótalo.
Crótalo.
Escarabajo sonoro. |
Poema del cante jondo | CHUMBERA | LAOCONTE salvaje.
¡Qué bien estás
bajo la media luna!
Múltiple pelotari.
¡Qué bien estás
amenazando al viento!
Dafne y Atis,
saben de tu dolor.
Inexplicable. |
Poema del cante jondo | PITA | PULPO petrificado.
Pones cinchas cenicientas
al vientre de los montes,
y muelas formidables
a los desfiladeros.
Pulpo petrificado. |
Poema del cante jondo | CRUZ | LA cruz.
(Punto final
del camino.)
Se mira en la acequia.
(Puntos suspensivos.) |
Poema del cante jondo | CANCION DEL GITANO APALEADO | Veinticuatro bofetadas.
Veinticinco bofetadas;
después, mi madre, a la noche,
me pondrá en papel de plata.
Guardia civil caminera,
dadme unos sorbitos de agua.
Agua con peces y barcos.
Agua, agua, agua, agua.
¡Ay mandor de los civiles
que estás arriba en tu sala!
¡No habrá pañuelos de seda
para limpiarme la cara! |
Poema del cante jondo | CANCION DE LA MADRE DEL AMARGO | Lo llevan puesto en mi sábana
mis adelfas y mi palma.
Día veintisiete de agosto
con un cuchillito de oro.
La cruz. ¡Y vamos andando!
Era moreno y amargo.
Vecinas, dadme una jarra
de azofar con limonada.
La cruz. No llorad ninguna.
El Amargo está en la luna. |
Poema del cante jondo | NOCTURNO DEL HUECO | Para ver que todo se ha ido,
para ver los huecos y los vestidos
¡dame tu guante de luna!
tu otro guante de hierba
¡amor mió!
Puede el aire arrancar los caracoles
muertos sobre el pulmón del elefante
y soplar los gusanos ateridos
de las yemas de luz o de las manzanas.
Los rostros bogan impasibles
bajo el diminuto griterío de las yerbas
y en el rincón está el pechito de la rana
turbio de corazón y mandolina.
En la gran plaza desierta
mugía la bovina cabeza recién cortada
y eran duro cristal definitivo
las formas que buscaban el giro de la sierpe.
Para ver que todo se ha ido,
dame tu mudo hueco ¡amor mío!
Nostalgia de academia y cielo triste.
¡Para ver que, todo se ha ido!
Dentro de tí, amor mío, por tu carne
¡qué silencio de trenes boca arriba!
¡cuanto brazo de momia florecido!
¡qué cielo sin salida, amor, qué cielo!
Es la piedra en el agua y es la voz en la brisa
bordes de amor que escapan de su tronco sangrante,
para que broten flores sobre los otros niños.
Basta tocar el pulso de nuestro amor presente.
Para ver que todo se ha ido.
Para ver los huecos de nubes y ríos.
Dame tus manos de laurel, amor.
¡Para ver que todo se ha ido!
Ruedan los huecos puros, por mí, por ti, en el alba
conservando las huellas de las ramas de sangre
y algún perfil de yeso tranquilo que dibuja
instantáneo dolor de luna apuntillada.
Mira formas concretas que buscan su vacío.
Perros equivocados y manzanas mordidas.
Mira el ansia, la angustia de un triste mundo fósil
que no encuentra el acento de su primer sollozo.
Cuando busco en la cama los rumores del hilo
has venido, amor mío, a cubrir mi tejado.
El hueco de una hormiga puede llenar el aire
pero tú vas gimiendo sin norte por mis ojos.
No, por mis ojos no, que ahora me enseñas
cuatro ríos ceñidos en tu brazo
en la dura barraca donde la luna prisionera
devora a un marinero delante de los niños.
Para ver que todo se ha ido,
¡amor inexpugnable, amor huido!
No, no me des tu hueco
¡que ya va por el aire el mió!
¡Ay de ti, ay de mí, de la brisa!
Para ver que todo se ha ido.
Yo.
Con el hueco blanquísimo de un caballo
crines de cenizas. Plaza pura y doblada.
Yo.
Mi hueco traspasado con las axilas rotas.
Piel seca de uva neutra y amianto de madrugada.
Toda la luz del mundo cabe dentro de un ojo.
Canta el gallo y su canto dura más que sus alas.
Yo.
Con el hueco blanquísimo de un caballo.
Rodeado de espectadores que tienen hormigas en las palabras.
En el circo del frío sin perfil mutilado.
Por los capiteles rotos de las mejillas desangradas.
Yo.
Mi hueco sin ti ciudad, sin tus muertos que comen.
Ecuestre por mi vida definitivamente anclada.
Yo.
No hay siglo nuevo ni luz reciente.
Sólo un caballo azul y una madrugada. |
Poema del cante jondo | CANCION DE LA MUERTE PEQUEÑA | PRADO mortal de lunes
y sangre bajo tierra.
Prado de sangre vieja.
Luz de ayer y mañana.
Cielo mortal de hierba.
Luz y noche de arena.
Me encontré con la muerte.
Prado mortal de tierra.
Una muerte pequeña.
El perro en el tejado.
Sola mi mano izquierda
atravesaba montes sin fin
de flores secas.
Catedral de Ceniza.
Luz y noche de arena.
Una muerte pequeña.
Una muerte y yo un hombre.
Un hombre solo, y ella
una muerte pequeña.
Prado mortal de lunas.
La niebla gime y tiembla
por detrás de la puerta.
Un hombre ¿y qué? Lo dicho.
Un hombre solo y ella.
Prado, amor, luz y arena. |
Poema del cante jondo | EL LLANTO | HE cerrado mi balcón,
porque no quiero oír el llanto,
pero por detrás de los grises muros
no se oye otra cosa que el llanto.
Hay muy pocos ángeles que canten,
hay muy pocos perros que ladren,
mil violines caben en la palma de la mano
pero el llanto es un perro inmenso,
el llanto es un violín inmenso,
las lágrimas amordazan al viento,
y no se oye otra cosa que el llanto. |
Poema del cante jondo | CANCION | SOBRE el pianísimo
del oro,
mi chopo sólo.
Sin un pájaro
loco.
Sobre el pianísimo
del oro.
El río a mis pies
corre grave y hondo,
bajo el pianísimo
del oro.
Y la tarde
sobre mis hombros
como un corderito
muerto por el lobo,
bajo el pianísimo
del oro.
Montevideo. 1934.
Día del homenaje a Barradas |
Poema del cante jondo | ROMANCE | CIPRES—
(Agua estancada)
—Chopo—
(Agua cristalina)
—Mimbre—
(Agua profunda)
—Corazón—
(Agua de pupila). |
Poema del cante jondo | LLANTO POR IGNACIO SANCHEZ MEJIA | ¡Que no quiero verla
Dile a la luna que venga,
que no quiero ver la sangre
de Ignacio sobre la arena.
¡Que no quiero verla!
La luna de par en par.
Caballo de nubes quietas,
y la plaza gris del sueño
con sauces en las barreras.
¡Que no quiero verla!
Que mi recuerdo se quema.
¡Avisad a los jazmines
con su blancura pequeña!
¡Que no quiero verla!
La vaca del viejo mundo
pasaba su triste lengua
sobre un hocico de sangres
derramadas en la arena,
y los toros de Guisando,
casi muerte y casi piedra,
mugieron como dos siglos
hartos de pisar la tierra.
No.
¡Que no quiero verla!
Por las gradas sube Ignacio
con toda su muerte a cuestas.
Buscaba el amanecer
y el amanecer no era.
Busca su perfil seguro,
y el sueño lo desorienta.
Buscaba su hermoso cuerpo
y encontró su sangre abierta.
¡No me digáis que la vea!
No quiero sentir el chorro
cada vez con menos fuerza;
ese chorro que ilumina
los tendidos y se vuelca
sobre la pana y el cuero
de muchedumbre sedienta.
¡Quién me grita que me asome!
¡No me digáis que la vea!
No se cerraron sus ojos
cuando vió los cuernos cerca
pero las madres terribles
levantaron la cabeza.
Y a través de las ganaderías,
hubo un aire de voces secretas
que gritaban a toros celestes,
mayorales de pálida niebla.
No hubo príncipe en Sevilla
que comparársele pueda,
ni espada como su espada
ni corazón tan de veras.
Como un río de leones
su maravillosa fuerza,
y como un toro de mármol
su dibujada prudencia.
Aire de Roma andaluza
le doraba la cabeza
donde su risa era un nardo
de sal y de inteligencia.
¡Qué gran torero en la plaza!
¡Qué buen serrano en la sierra!
¡Qué blando con las espinas!
¡Qué duro con las espuelas!
¡Qué tierno con el rocío!
¡Qué deslumbrante en la feria!
¡Qué tremendo con las últimas
banderillas de tiniebla!
Pero ya duerme sin fin.
Ya los musgos y la hierba
abren con dedos seguros
la flor de su calavera.
Y su sangre ya viene cantando:
cantando por marismas y praderas,
resbalando por cuernos ateridos,
vacilando sin alma por la niebla,
tropezando con miles de pezuñas
como una larga, oscura, triste lengua,
para formar un charco de agonía
junto al Guadalquivir de las estrellas.
¡Oh blanco muro de España!
¡Oh negro toro de pena!
¡Oh sangre dura de Ignacio!
¡Oh ruiseñor de sus venas!
No.
¡Que no quiero verla!
Que no hay cáliz que la contenga,
que no hay golondrinas que se la beban,
no hay escarcha de luz que la enfríe,
no hay canto ni diluvio de azucenas,
no hay cristal que la cubra de plata.
No.
¡¡Yo no quiero verla!! |
Poema del cante jondo | POEMA DE LA SIGUIRIYA GITANA | EL campo
de olivos
se abre y se cierra
como un abanico.
Sobre el olivar
hay un cielo hundido
y una lluvia oscura
de luceros fríos.
Tiembla junco y penumbra
a la orilla del río.
Se riza el aire gris.
Los olivos,
están cargados
de gritos.
Una bandada
de pájaros cautivos,
que mueven sus larguísimas
colas en lo sombrío. |
Antologia selecta | RIBERA DE 1910 | Sí, tu niñez: ya fabula de fuentes.
El tren y la mujer que llena el cielo.
Tu soledad esquiva en los hoteles
y tu mascara pura de otro signo.
Es la niñez del mar y tu silencio
donde los sabios vidrios se quebraban.
Es tu yerta ignorancia donde estuvo
mi torso limitado por el fuego.
Norma de amor te di, hombro de Apolo,
llanto con ruiseñor enajenado,
pero, pasto de ruina, te afilabas
para los breves sueños indecisos.
Pensamiento de enfrente, luz de ayer,
índices y señales del ocaso.
Tu cintura de arena sin sosiego
atiende solo rastros que no escalan
Pero yo he de buscar por los rincones
tu alma tibia sin tí que no entiende,
con el dolor de Apolo detenido
con que he roto la máscara que llevas.
Allí león, allí furia de cielo
te dejare pacer en mis mejillas,
allí caballo azul de mi locura,
pulso de nebulosa y minutero.
He de buscar las piedras de alacranes
y los vestidos de tu madre niña,
llanto de media noche y paño roto
que quito luna de la sien del muerto.
Sí, tu niñez: ya fabula de fuentes
Alma extraña de mi hueco de venas,
te he de buscar pequeña y sin raíces
¡Amor de siempre, amor, amor de nunca!
¡Oh, sí! Yo quiero ¡Amor, amor! Dejadme.
No me tapen la boca los que buscan
espigas de Saturno por la nieve
o castran animales por un cielo,
clínica y selva de la anatomía.
Amor, amor, amor. Niñez del mar.
Tu alma tibia sin tí que no entiende
Amor, amor, un vuelo de la corza
por el pecho sin fin de la blancura.
Y tu niñez, amor, y tu niñez.
El tren y la mujer que llena el cielo
Ni tú, ni yo, ni el aire, ni las hojas.
Sí, tu niñez: ya fabula de fuentes. |
Antologia selecta | AIRE DE AMOR (1) | Hay una raíz amarga
y un mundo de mil terrazas.
Ni la mano más pequeña
abre la puerta del agua.
¿Dónde vas? ¿Adónde, adónde?
Hay un cielo de mil ventanas
Batallas de abejas lívidas.
Y hay una raíz amarga.
Amarga.
Duele en la planta del pie,
el interior de la cara
y duele en el tronco fresco
de noche recién cortada.
Amor.
Enemigo mío
¡Muerde tu raíz amarga! |
Antologia selecta | ROMANCE DE LA LUNA LUNA | La luna vino a la fragua
con su polisón de nardos.
El niño la mira, mira.
El niño la está mirando.
En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
y ensena, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño.
—Huye luna, luna luna.
Si vinieran los gitanos,
harían con tu corazón
collares y anillos blancos.
—Niño, dejame que baile.
Cuando vengan los gitanos,
te encontraran sobre el yunque
con los ojillos cerrados.
—Huye, luna, luna, luna,
que ya siento sus caballos.
—Niño, dejame, no pises
mi blancor almidonado.
El jinete se acercaba
tocando el tambor del llano.
Dentro de la fragua el niño
tiene los ojos cerrados.
Por el olivar venían,
bronce y sueno, los gitanos.
Las cabezas levantadas
y los ojos entornados.
Cómo canta la zumaya,
¡ay, como canta en el árbol!
Por el cielo va la luna
con un niño de la mano.
Dentro de la fragua lloran
dando gritos, los gitanos.
El aire la vela, vela.
El aire la está velando. |
Antologia selecta | LA MONJA GITANA | Silencio de cal y mirto.
Malvas en las hierbas finas.
La monja borda alhelíes
sobre una tela pajiza.
Vuelan en la araña gris
siete pájaros del prisma.
La iglesia gruñe a lo lejos
como un oso panza arriba.
¡Qué bien borda!¡Con qué gracia!
Sobre la tela pajiza,
ella quisiera bordar
flores de su fantasía.
¡Qué girasol!¡Qué magnolia
de lentejuelas y cintas!
¡Qué azafranes y que lunas,
en el mantel de la misa!
Cinco toronjas se endulzan
en la cercana cocina.
Las cinco llagas de Cristo
Cortadas en Almería.
Por los ojos de la monja
galopan dos caballistas.
Un rumor último y sordo
le despega la camisa,
y al mirar nubes y montes
en las yertas lejanías,
se quiebra su corazón
de azúcar y yerbaluisa.
¡Oh, que llanura empinada
con veinte soles arriba!
¡Qué ríos puestos de pie
vislumbra su fantasía!
Pero sigue con sus flores,
mientras que de pie, en la brisa,
la luz juega el ajedrez
alto de la celosía. |
Antologia selecta | NOCTURNOS DE LA VENTANA | Alta va la luna.
Bajo corre el viento.
(Mis largas miradas,
exploran el cielo).
Luna sobre el agua.
Luna bajo el viento.
(Mis cortas miradas,
exploran el suelo)
Las voces de dos niñas
venían. Sin esfuerzo,
de la luna del agua,
me fuí a la del cielo.
Un brazo de la noche
entra por mi ventana.
Un gran brazo moreno
entra por mi ventana.
Sobre un cristal azul
jugaba al rio mi alma.
Los instantes heridos
por el reloj... pasaban.
Asomo la cabeza,
por mi ventana y veo
como quiere cortarla
la cuchilla del viento.
En esta guillotina
invisible, yo he puesto
las cabezas sin ojos
de todos mis deseos.
Y un olor de limón
lleno el instante inmenso,
mientras se convertía
en flor de gasa el viento.
Al estanque se le ha muerto
hoy una niña de agua.
Esta fuera del estanque,
sobre el suelo amortajada.
De la cabeza a sus muslos
un pez la cruza, llamándola.
El viento le dice “niña”,
mas no pueden despertarla.
El estanque tiene suelta
su cabellera de algas
y al aire sus grises tetas
estremecidas de ranas.
Dios te salve. Rezaremos
a Nuestra Señora de Agua
por la niña del estanque
muerta bajo las manzanas.
Yo luego pondré a su lado
dos pequeñas calabazas
para que se tenga a flote
¡ay! sobre la mar salada. |
Antologia selecta | EL PASO DE LA SIGUIRIYA | Entre mariposas negras,
va una muchacha morena
junto a una blanca serpiente
de niebla.
Tierra de luz,
cielo de tierra.
Va encadenada al temblor
de un ritmo que nunca llega;
tiene el corazón de plata
y un puñal en la diestra.
Adonde vas siguiriya
con un ritmo sin cabeza?
¿Que luna recogerá
tu dolor de cal y adelfa?
Tierra de luz,
cielo de tierra. |
Antologia selecta | LA CASADA INFIEL | Y que yo me la llevé al río
creyendo que era mozuela,
pero tenía marido.
Fué en la noche de Santiago
y casi por compromiso.
Se apagaron los faroles
y se encendieron los grillos.
En las últimas esquinas
toqué sus pechos dormidos,
y se me abrieron de pronto
como ramos de jacintos.
El almidón de su enagua
me sonaba en el oído
como una pieza de seda
rasgada por diez cuchillos.
Sin luz de plata en sus copas
los árboles han crecido
y un horizonte de perros
ladra muy lejos del río.
Pasadas las zarzamoras,
los juncos y los espinos,
bajo su mata de pelo
hice un hoyo sobre el limo.
Yo me quité la corbata.
Ella se quitó el vestido.
Yo el cinturón con revólver.
Ella sus cuatro corpiños.
Ni nardos ni caracolas
tienen el cutis tan fino,
ni los cristales con luna
relumbran con ese brillo.
Sus muslos se me escapaban
como peces sorprendidos,
la mitad llenos de lumbre,
la mitad llenos de frío.
Aquella noche corrí
el mejor de los caminos,
montado en potra de nácar
sin bridas y sin estribos.
No quiero decir, por hombre,
las cosas que ella me dijo.
La luz del entendimiento
me hace ser muy comedido.
Sucia de besos y arena
yo me la llevé del río.
Con el aire se batían
las espadas de los lirios.
Me porté como quien soy,
como un gitano legítimo.
La regalé un costurero
grande, de raso pajizo,
y no quise enamorarme
porque teniendo marido
me dijo que era mozuela
cuando la llevaba al río. |
Antologia selecta | BALADILLA DE LOS TRES RIOS | El río Guadalquivir
va entre naranjos y olivos.
Los dos ríos de Granada
bajan de la nieve al trigo.
¡Ay, amor
que se fué por el aire!
El río Guadalquivir
tiene las barbas granates.
Los dos ríos de Granada
uno llanto y otro sangre.
¡Ay, amor
que se fué y no vino!
Para los barcos de vela,
Sevilla tiene un camino;
por el agua de Granada
sólo reman los suspiros.
¡Ay, amor
que se fué y no vino!
Guadalquivir, alta torre
y viento en los naranjales.
Dauro y Genil, torrecillas
muertas sobre los estanques.
¡Ay, amor
que se fué por el aire!
¡Quien dirá que el agua lleva
un fuego fatuo de gritos!
¡Ay, amor
que se fué y no vino!
Lleva acabar, lleva olivas,
Andalucía, a tus mares.
¡Ay, amor
que se fué por el aire! |
Antologia selecta | ROMANCE DE LA PENA NEGRA | Las piquetas de los gallos
cavan buscando la aurora,
cuando por el monte obscuro
baja Soledad Montoya.
Cobre amarillo, su carne
huele a caballo y a sombra.
Yunques ahumados sus pechos,
gimen canciones redondas.
—Soledad, ¿por quién preguntas
sin compañía y a estas horas?
—Pregunte por quien pregunte,
Dime ¿a tí que se te importa?
Vengo a buscar lo que busco,
mi alegría y mi persona.
—Soledad de mis pesares,
caballo que se desboca,
al fin encuentra la mar
y se lo tragan las olas.
—No me recuerdes el mar
que la pena negra, brota
en la tierra de aceituna
bajo el rumor de las hojas.
—¡Soledad, que pena tienes!
¡Qué pena tan lastimosa!
Lloras zumo de limón
agrio de espera y de boca.
—¡Qué pena tan grande! Corro
mi casa como una loca,
mis dos trenzas por el suelo
de la cocina a la alcoba.
¡Qué pena! Me estoy poniendo
de azabache, carne y ropa.
¡Ay, mis camisas de hilo!
¡Ay, mis muslos de amapola!
—Soledad: lava tu cuerpo
con agua de las alondras,
y deja tu corazón
en paz, Soledad Montoya.
Por abajo canta el río:
volante de cielo y hojas.
Con flores de calabaza
la nueva luz se corona.
¡Oh, pena de los gitanos!
Pena limpia y siempre sola.
¡Oh, pena de cauce oculto
y madrugada remota! |
Antologia selecta | EN EL CAMINO DE SEVILLA | Antonio Torres Heredia,
hijo y nieto de Camborios,
con una vara de mimbre
va a Sevilla a ver los toros.
Moreno de verde luna
anda despacio y garboso.
Sus empavonados bucles
le brillan entre los ojos.
A la mitad del camino
corto limones redondos,
y los fué tirando al agua
hasta que la puso de oro.
Y a la mitad del camino,
bajo las ramas de un olmo,
guardia civil caminera
lo llevó codo con codo.
El día se va despacio,
la tarde colgada a un hombro,
dando una larga torera
sobre el mar y los arroyos.
Las aceitunas aguardan
la noche de Capricornio,
y una corta brisa, ecuestre,
salta los montes de plomo.
Antonio Torres Heredia,
hijo y nieto de Camborios,
viene sin vara de mimbre
entre los cinco tricornios.
—Antonio, ¿quién eres tú?
Si te llamaras Camborio,
hubieras hecho una fuente
de sangre con cinco chorros.
Ni tu eres hijo de nadie,
ni legitimo Camborio.
¡Se acabaron los gitanos
que iban por el monte solos!
Están los viejos cuchillos
tiritando bajo el polvo.
A las nueve de la noche
lo llevan al calabozo,
mientras los guardias civiles
beben limonada todos.
Y a las nueve de la noche
le cierran el calabozo,
mientras el cielo reluce
como la grupa de un potro. |
Antologia selecta | MUERTE DE ANTOÑITO EL CAMBORIO | Voces de muerte sonaron
cerca del Guadalquivir.
Voces antiguas que cercan,
voz de clavel varonil.
Les clavo sobre las botas
mordiscos de jabalí.
En la lucha daba saltos
jabonados de delfín.
Baño con sangre enemiga
su corbata carmesí,
pero eran cuatro puñales
y tuvo que sucumbir.
Cuando las estrellas clavan
rejones al agua gris,
cuando los erales suenan
verónicas de alhelí,
voces de muerte sonaron
cerca del Guadalquivir.
—Antonio Torres Heredia,
Camborio de dura crín,
moreno de verde luna,
voz de clavel varonil:
quien te ha quitado la vida
cerca del Guadalquivir?
—Mis cuatro primos Heredias
hijos de Benamejí.
Lo que en otros no envidiaban,
ya lo envidiaban en mí.
Zapatos color corinto,
medallones de marfil
y este cutis amasado
con aceituna y jazmín.
—¡Ay, Antoñito el Camborio
digno de una Emperatriz!
Acuérdate de la Virgen
porque te vas a morir.
—¡Ay, Federico García,
llama a la Guardia Civil!
Ya mi talle se ha quebrado
como caña de maíz.
Tres golpes de sangre tuvo
y se murió de perfil.
Viva moneda que nunca
se volverá a repetir.
Un ángel marchoso pone
su cabeza en un cojín.
Otros de rubor cansado
encendieron un candil.
Y cuando los cuatro primos
llegan a Benamejí,
voces de muerte cesaron
cerca del Guadalquivir. |
Antologia selecta | CANCION DEL GITANO APALEADO | Veinticuatro bofetadas.
Veinticinco bofetadas;
después, mi madre, a la noche,
me pondrá en papel de plata.
Guardia civil caminera,
dadme unos sorbitos de agua.
Agua con peces y barcos.
Agua, agua, agua, agua.
¡Ay, mandor de los civiles
que estás arriba en tu sala!
¡No habrá pañuelos de seda
para limpiarme la cara! |
Antologia selecta | PRECIOSA Y EL AIRE | Su luna de pergamino
Preciosa tocando viene,
por un anfibio sendero
de cristales y laureles.
El silencio sin estrellas,
huyendo del sonsonete,
cae donde el mar bate y canta
su noche llena de peces.
En los picos de la sierra
los carabineros duermen
guardando las blancas torres
donde viven los ingleses.
Y los gitanos del agua
levantan, por distraerse,
glorietas de caracolas
y ramas de pino verde.
Su luna de pergamino
Preciosa tocando viene.
Al verla se ha levantado
el viento que nunca duerme.
San Cristobalón desnudo,
lleno de lenguas celestes
mira a la niña tocando
una dulce gaita ausente.
—Niña, deja que levante
tu vestido para verte.
Abre en mis dedos antiguos
la rosa azul de tu vientre.
Preciosa tira el pandero
y corre sin detenerse.
El viento hombrón la persigue
con una espada caliente.
Frunce su rumor el mar.
Los olivos palidecen.
Cantan las flautas de umbría
y el liso gong de la nieve.
¡Preciosa, corre, Preciosa
que te coge el viento verde!
¡Preciosa, corre, Preciosa!
¡Miralo por donde viene!
Sátiro de estrellas bajas
con su lenguas relucientes.
Preciosa, llena de miedo,
entra en la casa que tiene
más arriba de los pinos
el cónsul de los ingleses.
Asustados por los gritos
tres carabineros vienen,
sus negras capas ceñidas
y los gorros en las sienes.
El inglés da a la gitana
un vaso de tibia leche
y una copa de ginebra
que Preciosa no se bebe.
Y mientras cuenta, llorando,
su aventura a aquella gente,
en las tejas de pizarra
el viento, furioso, muerde. |
Antologia selecta | ¡ESPAÑA! | No hagas caso de lamentos
ni de falsas emociones;
las mejores devociones
son los grandes pensamientos.
Y, puesto que, por momentos,
el mal que te hirió se agrava,
resurge, indómita y brava,
y antes de hundirte cobarde
estalla en pedazos y arde,
primero muerta que esclava. |
Antologia selecta | ROMANCE DE LA GUARDIA CIVIL ESPAÑOLA | Los caballos negros son.
Las herraduras son negras.
Sobre las capas relucen
manchas de tinta y de cera.
Tienen, por eso no lloran,
de plomo las calaveras.
Con el alma de charol
vienen por la carretera.
Jorobados y nocturnos,
por donde animan ordenan
silencios de goma obscura
y miedos de fina arena.
Pasan, si quieren pasar,
y ocultan en la cabeza
una vaga astronomía
de pistolas inconcretas.
¡Oh, ciudad de los gitanos!
En las esquinas, banderas.
La luna y la calabaza
con las guindas en conserva.
¡Oh, ciudad de los gitanos!
¿Quién te vio y no te recuerda?
Ciudad de dolor y almizcle,
con las torres de canela.
Cuando llegaba la noche
noche que noche nochera
los gitanos en sus fraguas
forjaban soles y flechas.
Un caballo malherido
llamaba a todas las puertas.
Gallos de vidrio cantaban
por Jerez de la Frontera.
El viento vuelve desnudo
la esquina de la sorpresa,
en la noche platinoche
noche que noche nochera.
La Virgen y San José
perdieron sus castañuelas
y buscan a los gitanos
para ver si las encuentran.
La Virgen viene vestida
con un traje de alcaldesa
de papel de chocolate,
con los collares de almendras,
San José mueve los brazos
bajo una capa de seda.
Detrás va Pedro Domecq
con tres sultanes de Persia.
La media luna sonaba
un éxtasis de cigüeña.
Estandartes y faroles
invaden las azoteas.
Por los espejos sollozan
bailarinas sin caderas.
Agua y sombra, sombra y agua
por Jerez de la Frontera.
¡Oh, ciudad de los gitanos!
En las esquinas, banderas.
Apaga tus verdes luces
que viene la benemérita.
¡Oh, ciudad de los gitanos!
.Quien te vio y no te recuerda?
Dejadla, lejos del mar
sin peines para sus crenchas.
Avanzan de dos en fondo
a la ciudad de la fiesta.
Un rumor de siemprevivas
invade las cartucheras.
Avanzan de dos en fondo.
Doble nocturno de tela.
El cielo, se les antoja,
una vitrina de espuelas.
La ciudad, libre de miedo,
multiplicaba sus puertas.
Cuarenta guardias civiles
entran a saco por ellas.
Los relojes se pararon,
y el coñac de las botellas
se disfrazó de Noviembre
para no infundir sospechas
Un vuelo de gritos largos
se levantó en las veletas.
Los sables cortan las brisas
que los cascos atropellan.
Por las calles de penumbra
huyen las gitanas viejas
con los caballos dormidos
y las orzas de moneda.
Por las calles empinadas
suben las capas siniestras,
dejando detrás fugaces
remolinos de tijeras.
En el portal de Belén
los gitanos se congregan.
San José, lleno de heridas,
amortaja a una doncella.
Tercos fusiles agudos
por toda la noche suenan.
La Virgen cura a los niños
con salivilla de estrella.
Pero la Guardia Civil
avanza sembrando hogueras,
donde joven y desnuda
la imaginación se quema.
Rosa la de los Camborios
gime sentada en su puerta
con sus dos pechos cortados
puestos en una bandeja.
Y otras muchas corrían
perseguidas por sus trenzas,
en un aire donde estallan
rosas de pólvora negra.
Cuando todos los tejados
eran surcos en la tierra,
el alba meció sus hombros
en largo perfil de piedra.
¡Oh, ciudad de los gitanos!
La Guardia Civil se aleja
por un túnel de silencio
mientras las llamas te cercan.
¡Oh, ciudad de los gitanos!
.Quien te vio y no te recuerda?
Que te busquen en mi frente.
Juego de luna y arena. |
Antologia selecta | MUERTO DE AMOR | —.Que es aquello que reluce
por los altos corredores?
—Cierra la puerta, hijo mío;
acaban de dar las once.
—En mis ojos, sin querer,
relumbran cuatro faroles.
—Sera que la gente aquella
estará fregando el cobre.
Ajo de agónica plata
la luna menguante, pone
cabelleras amarillas
a las amarillas torres.
La noche llama temblando
al cristal de los balcones
perseguida por los mil
perros que no la conocen,
y un olor de vino y ámbar
viene de los corredores.
Brisas de cana mojada
y rumor de viejas voces
resonaban por el arco
roto de la medianoche.
Bueyes y rosas dormían.
Solo por los corredores
las cuatro luces clamaban
con el furor de San Jorge.
Tristes mujeres del valle
bajaban su sangre de hombre,
tranquila de flor cortada
y amarga de muslo joven.
Viejas mujeres del rio
lloraban al pie del monte
un minuto intransitable
de cabelleras y nombres.
Fachadas de cal ponían
cuadrada y blanca la noche.
Serafines y gitanos
tocaban acordeones.
—Madre, cuando yo me muera
que se enteren los señores.
Pon telegramas azules
que vayan del Sur al Norte.
Siete gritos, siete sangres,
siete adormideras dobles
quebraron opacas lunas
en los obscuros salones.
Llenos de manos cortadas
y coronitas de flores,
el mar de los juramentos
resonaba no sé donde.
Y el cielo daba portazos
al brusco rumor del bosque,
mientras clamaban las luces
en los altos corredores. |
Antologia selecta | CANCION DE CUNA (2) | SUEGRA.—Nana, niño, nana
del caballo grande
que no quiso el agua.
El agua era negra
dentro de las ramas.
Cuando llega al puente
se detiene y canta.
¿Quien dirá, mi niño,
lo que tiene el agua,
con su larga cola
por su verde sala!
MUJER.—(Bajo.) Duérmete, clavel,
que el caballo no quiere beber.
SUEGRA.—Duérmete, rosal,
que el caballo se pone a llorar.
Las patas heridas,
las crines heladas,
dentro de los ojos
un puñal de plata.
Bajaban al rio.
¡Ay, como bajaban!
La sangre corría
más fuerte que el agua.
MUJER.—Duérmete, clavel,
que el caballo no quiere beber.
SUEGRA.—Duérmete, rosal,
que el caballo se pone a llorar.
MUJER.—No quiso tocar
la orilla mojada,
su belfo caliente
con moscas de plata.
A los montes duros
solo relinchaba
con el rio muerto
sobre la garganta.
¡Ay caballo grande
que no quiso el agua!
¡Ay dolor de nieve,
caballo del alba!
SUEGRA.—¡No vengas! Detente,
cierra la ventana
con rama de sueños
y sueno de ramas.
MUJER.—Mi niño se duerme.
SUEGRA.—Mi niño se calla.
MUJER.—Caballo, mi niño
tiene una almohada.
SUEGRA.—Su cuna de acero.
MUJER.—Su colcha de Holanda.
SUEGRA.—Nana, niño, nana.
MUJER.—¡Ay caballo grande
que no quiso el agua!
SUEGRA.—¡No vengas, no entres!
Vete a la montaña.
Por los valles grises
donde está la jaca.
MUJER.—(Mirando). Mi niño se duerme.
SUEGRA.—Mi niño descansa.
MUJER.—(Bajito). Duérmete, clavel
que el caballo no quiere beber.
SUEGRA.—(Levantándose y muy bajito). Duérmete, rosal,
que el caballo se pone a llorar. |
Antologia selecta | SORPRESA | Muerto se quedó en la calle
con un puñal en el pecho.
No lo conocía nadie.
¡Como temblaba el farol!
Madre.
¡Como temblaba el farolito
de la calle!
Era madrugada. Nadie
pudo asomarse a sus ojos
abiertos al duro aire.
Que muerto se quedó en la calle
con un puñal en el pecho
y que no lo conocía nadie. |
Antologia selecta | ODA AL REY DE HARLEM | Con una cuchara
le arrancaba los ojos a los cocodrilos
y golpeaba el trasero a los monos.
Con una cuchara.
Fuego de siempre dormía en los pedernales
y los escarabajos borrachos de anís
olvidaban el musgo de las aldeas.
Aquel viejo cubierto de setas
iba al sitio donde lloraban los negros
mientras crujía la cuchara del Rey
y llegaban los tanques de agua podrida.
Las rosas huían por los filos
de las últimas curvas del aire,
y en los montones de azafrán
los niños machacaban pequeñas ardillas
con un rubor de frenesí manchado.
Es preciso pasar los puentes
y llegar al rumor negro
para que el perfume de pulmón nos golpee las sienes
con su vestido de caliente pina.
Es preciso matar al rubio vendedor de aguardiente,
a todos los amigos de la manzana y de la arena
y es necesario dar con los puños cerrados
a las pequeñas judías que tiemblan llenas de burbujas,
para que el Rey de Harlem cante con su muchedumbre,
para que los cocodrilos duerman en largas filas
bajo el amianto de la luna,
para que nadie dude de la infinita belleza
denlos embudos, los ralladores,
los plumeros y las cacerolas de las cocinas.
¡Ay Harlem!!Ay Harlem!!Ay Harlem!
No hay angustia comparable a sus ojos oprimidos
a tu sangre estremecida dentro del eclipse obscuro,
a tu violencia granate sordo muda en la penumbra,
a tu gran rey prisionero con un traje de conserje.
Tenía la noche una hendidura
y quietas salamandras de marfil.
Las muchachas americanas
llevaban niños y monedas en el vientre
y los muchachos se desmayaban
en la cruz del desperezo.
Ellos son.
Ellos son los que toman whisky de plata
junto a los volcanes
y tragan pedacitos de corazón
por las heladas montañas del oso.
Aquella noche el Rey de Harlem
con una durísima cuchara
le arrancaba los ojos a los cocodrilos
y golpeaba el trasero de los monos
con una durísima cuchara.
Los negros lloraban confundidos
entre paraguas y soles de oro.
Los mulatos estiraban gomas
ansiosos de llegar al torso blanco
y el viento empanaba espejos
y quebraba las venas de los bailarines.
Negros, negros, negros, negros.
La sangre no tiene puertas
en vuestra noche boca arriba.
No hay rubor. Sangre furiosa por debajo de las pieles
viva en la espina del puñal y en el pecho de paisajes,
entre las pinzas y las retamas de la celeste luna de Cáncer.
Sangre que busca por mil caminos
muertes enharinadas y cenizas de nardos,
cielos blancos y polos donde lo negro cante.
Sangre que mira lenta con el rabo del ojo
hecha de espartos exprimidos y néctares subterráneos
sangre que oxida al alisio descuidado de una huella
y disuelve las mariposas en los cristales de la ventana.
Es la sangre que viene, que vendrá
por los tejados y azoteas, por todas partes
para quemar la clorifilia de las mujeres rubias
para gemir al pie de las camas
ante el insomnio de los lavabos
y estrellarse en una aurora de tabaco y bajo amarillo.
Hay que huir de las orillas
y encerrarse en los últimos pisos
porque el tuétano del bosque penetrara por las rendijas
para dejar en vuestra carne una leve huella de eclipse
y una falsa tristeza de guante desteñido y rosa química.
Es por el silencio sapientísimo
cuando los camareros y los cocineros
y los que limpian con la lengua
las heridas de los millonarios,
buscan al Rey por las calles
o en los ángulos del salitre.
Un viento sur de madera oblicuo en el negro fango
escupe a las barcas rotas,
y se clava de puntillas en los hombros.
Un viento sur que lleva colmillos, girasoles y alfabetos
y una pila de Volta con avispas ahogadas.
El Olivo estaba expresado
por tres gotas de tinta sobre el monóculo.
El Amor por un solo rostro impasible a flor de piedra.
Médulas y corolas componían sobre las nubes
un desierto de tallos sin una sola rosa.
Por la izquierda, por la derecha,
Por el Sur y por el Norte,
se levanta el muro impasible
para el topo y la aguja de agua.
No busquéis, negros, su grieta
para hallar la máscara infinita.
Buscad al gran Sol del Centro
hecho una pina zumbadora.
El Sol que se desliza por los bosques
seguro de no encontrar una ninfa.
El Sol que destruye números
y no ha cruzado nunca un sueño.
El tatuado Sol que baja por el rio
y muge seguido de caimanes.
Negros, negros, negros, negros.
Jamás sierpe, ni cebra, ni mula palidecieron al morir.
El leñador no sabe cuando expiran
los clamorosos árboles que corta.
Aguardar bajo la sombra de vuestro Rey despavorido
a que cicutas y cardos y ortigas turben postreras azoteas.
Entonces, negros, entonces, entonces
podréis besar con frenesí las ruedas de las bicicletas,
poner parejas de microscopios
en la curva de las ardillas
y danzar al fin sin duda mientras las flores erizadas
asesinan a vuestro Moisés casi en las manos del cielo.
Ay Harlem disfrazada!
Ay Harlem amenazada por un gentío de trajes sin cabeza!
Me llega tu rumor.
Me llega tu rumor atravesando troncos y ascensores.
A través de láminas grises
donde flotan tus automóviles cubiertos de dientes,
a través de los caballos muertos y crímenes diminutos.
A través de tu gran Rey desesperado,
cuyas barbas llegan al mar. |
Antologia selecta | DE IGNACIO SANCHEZ MEJIA | A las cinco de la tarde.
Eran las cinco en punto de la tarde.
Un niño trajo la blanca Sabana
a las cinco de la tarde.
Una espuerta de cal ya prevenida
a las cinco de la tarde.
Lo demás era muerte y solo muerte
a las cinco de la tarde.
El viento se llevó los algodones
a las cinco de la tarde.
Y el óxido sembró cristal y níquel
a las cinco de la tarde.
Ya luchan la paloma y el leopardo
a las cinco de la tarde.
Y un muslo con un asta desolada
a las cinco de la tarde.
En las esquinas grupos de silencio
a las cinco de la tarde.
¡Y el toro solo corazón arriba!
a las cinco de la tarde.
Cuando el sudor de nieve fué llegando
a las cinco de la tarde,
cuando la plaza se cubrió de yodo
a las cinco de la tarde,
la muerte puso huevos en la herida
a las cinco de la tarde.
A las cinco en punto de la tarde.
Un ataúd con ruedas es la cama
a las cinco de la tarde.
Huesos y flautas suenas en su oído
a las cinco de la tarde.
El toro ya mugía por su frente
a las cinco de la tarde.
El cuarto se irisaba de agonía
a las cinco de la tarde.
A lo lejos ya viene la gangrena
a las cinco de la tarde.
Trompa de lirio por las verdes ingles
a las cinco de la tarde.
Las heridas quemaban como soles
a las cinco de la tarde,
y el gentío rompía las ventanas
a las cinco de la tarde.
¡Ay que terribles cinco de la tarde!
¡Eran las cinco en todos los relojes!
¡Eran las cinco en sombra de la tarde! |
Antologia selecta | LA SANGRE DERRAMADA | ¡Qué no quiero verla!
Dile a la luna que venga,
que no quiero ver la sangre
de Ignacio sobre la arena.
¡Qué no quiero verla!
La luna de par en par.
Caballos de nubes quietas,
y la plaza gris del sueno
con sauces en la barrera.
¡Qué no quiero verla!
Que mi recuerdo se quema.
¡Avisad a los jazmines
con su blancura pequeña!
¡Qué no quiero verla!
La vaca del viejo mundo
pasaba su triste lengua
sobre un hocico de sangres
derramadas en la arena,
y los toros de Guisando,
casi muerte y casi piedra,
mugieron como dos siglos
hartos de pisar la tierra.
No.
¡Qué no quiero verla!
Por las gradas sube Ignacio
con toda su muerte a cuestas.
Buscaba el amanecer,
y el amanecer no era.
Busca su perfil seguro,
y el sueño lo desorienta.
Busca su hermoso cuerpo
y encontró su sangre abierta.
¡No me digáis que la vea!
No quiero sentir el chorro
cada ve? con menos fuerza;
ese chorro que ilumina
los tendidos y se vuelca
sobre la pana y el cuero
de muchedumbre sedienta.
¡Quien me grita que me asome!
¡No me digáis que la vea!
No se cerraron sus ojos
cuando vio los cuernos cerca,
pero las madres terribles
levantaron las cabezas.
Y a través de las ganaderías,
hubo un aire de voces secretas
que gritaban a toros celestes,
mayorales de pálida niebla.
No hubo príncipe en Sevilla
que comparársele pueda,
ni espada como su espada
ni corazón tan de veras.
Como un rio de leones
su maravillosa fuerza,
y como un torso de mármol
su dibujada prudencia.
Aire de Roma andaluza
le doraba la cabeza
donde su risa era un nardo
de sal y de inteligencia.
¡Qué gran torero en la plaza!
¡Qué buen serrano en la sierra!
¡Qué blando con las espigas!
¡Qué duro con las espuelas!
¡Qué tierno con el roció!
¡Qué deslumbrante en la feria!
¡Qué tremendo con las últimas
banderillas de tinieblas!
Pero ya duerme sin fin.
Ya los musgos y la hierba
abren con dedos seguros
la flor de su calavera.
Y su sangre ya viene cantando:
cantando por marismas y praderas
resbalando por cuernos ateridos,
vacilando sin alma por la niebla,
tropezando con miles de pezuñas
como una larga, obscura, triste, lengua,
para formar un charco de agonía
junto al Guadalquivir de las estrellas
¡Oh blanco muro de España!
¡Oh negro toro de pena!
¡Oh sangre dura de Ignacio!
¡Oh ruiseñor de sus venas!
No.
¡Qué no quiero verla!
Que no hay cáliz que la contenga
que no hay golondrinas que se la beban,
no hay escarcha de luz que la enfrié,
no hay canto ni diluvio de azucenas,
no hay cristal que la cubra de plata.
No.
¡! Yo no quiero verla!! |
Antologia selecta | CUERPO PRESENTE | La piedra es una frente donde los sueños gimen
sin tener agua curva ni cipreses helados.
La piedra es una espalda para llevar al tiempo
con árboles de lágrimas y cintas y planetas.
Yo he visto lluvias grises correr hacia las olas
levantando sus tiernos bracos acribillados,
para no ser cazadas por la piedra tendida
que desata sus miembros sin empapar la sangre.
Porque la piedra coge simientes y nublados,
esqueletos de alondras y lobos de penumbra;
pero no da sonidos, ni cristales, ni fuego
sino plazas y plazas y otras plazas sin muros.
Ya está sobre la piedra Ignacio el bien nacido.
Ya se acabo ¿qué pasa? Contemplad su figura;
la muerte le ha cubierto de pálidos azufres
y le ha puesto cabeza de obscuro minotauro.
Ya se acabo. La lluvia penetra por su boca.
El aire como loco deja su pecho hundido,
y el Amor, empapado con lágrimas de nieve,
se calienta en la cumbre de las ganaderías.
¿Qué dicen? Un silencio con hedores reposa.
Estamos con un cuerpo presente que se esfuma,
con una forma clara que tuvo ruiseñores
y la vemos llenarse de agujeros sin fondo.
¿Quién arruga el sudario? ¡No es verdad lo que dice!
Aquí no canta nadie, ni llora en el rincón,
ni pica las espuelas, ni espanta la serpiente;
aquí no quiero más que los ojos redondos
para ver ese campo sin posible descanso.
Yo quiero ver aquí los hombres de voz dura.
Los que doman caballos y dominan los ríos;
los hombres que les suena el esqueleto y cantan
con una boca llena de sol y pedernales.
Aquí quiero yo verlos. Delante de la piedra.
Delante de este cuerpo con las riendas quebradas.
Yo quiero que me ensenen donde está la salida
para este capitán atado por la muerte.
Yo quiero que me ensenen un llanto como un rio
que tenga dulces nieblas y profundas orillas,
para llevar el cuerpo de Ignacio y que se pierda
sin escuchar el doble resuello de los toros.
Que se pierda en la plaza redonda de la luna
que finge cuando niña doliente res inmóvil;
que se pierda en la noche sin canto de los peces
y en la maleza blanca del humo congelado.
No quiero que le tapen la cara con pañuelos
para que se acostumbre con la muerte que lleva.
Vete, Ignacio. No sientas el caliente bramido.
Duerme, vuela, reposa: ¡También se muere el mar! |
Antologia selecta | GUARDIA CIVIL
(Cuarto de banderas) | TENIENTE CORONEL.—Yo soy el teniente coronel de la Guardia Civil.
SARGENTO.—Si.
TEN. CORONEL.—Y no hay quien me desmienta.
SARGENTO.—No.
TEN. CORONEL.—Tengo tres estrellas y veinte cruces.
SARGENTO.—Si.
TEN. CORONEL.—Me ha saludado el cardenal arzobispo con sus veinticuatro borlas moradas.
SARGENTO.—Si.
TEN. CORONEL.—Yo soy el teniente. Yo soy el teniente. Yo soy el teniente coronel de la Guardia Civil.
(Romeo y Julieta, celeste, blanco y oro, se abrazan sobre el jardín de Tabaco de la caja de puros. El militar acaricia el cañón de un fusil lleno de sombra submarina. Una voz fuera)
Luna, luna, luna, luna,
del tiempo de la aceituna.
Cazorla ensena su torre
y Benamejí la oculta.
Luna, luna, luna, luna;
Un gallo canta en la luna.
Señor alcalde, sus niñas
están mirando a la luna.
TEN. CORONEL.—¿Qué pasa?
SARGENTO.—¡Un gitano!
(La mirada de mulo joven del gitanillo ensombrece y agiganta los ojirris del Teniente Coronel de la Guardia civil)
TEN. CORONEL.—Yo soy el teniente coronel de la Guardia civil.
SARGENTO.—Si.
TEN. CORONEL.—¿Tú quién eres?
GITANO.—Un gitano.
TEN. CORONEL.—¿Y que es un gitano?
GITANO.—Cualquier cosa.
TEN. CORONEL.—¿Cómo te llamas?
GITANO.—Eso.
TEN. CORONEL.—¿Qué dices?
GITANO.—Gitano.
SARGENTO.—Me lo encontré y lo he traído.
TEN. CORONEL.—¿Dónde estabas?
GITANO.—En la puente de los ríos.
TEN. CORONEL.—¿Pero de qué ríos?
GITANO.—De todos los ríos.
TEN. CORONEL.—¿Y qué hacías allí?
GITANO.—Una torre de canela.
TEN. CORONEL.—¡Sargento!
SARGENTO.—A la orden, mi teniente coronel de la Guardia civil.
GITANO.—He inventado unas alas para volar, y vuelo. Azufre y rosa en mis labios.
TEN. CORONEL.—¡Ay!
GITANO.—Aunque no necesito alas, porque vuelo sin ellas. Nubes y anillos en mi sangre.
TEN. CORONEL.—¡Ayy!
GITANO.—En Enero tengo azahar.
TEN. CORONEL.—(Retorciéndose.)!Ayyyyy!
GITANO.—Y naranjas en la nieve.
TEN. CORONEL.—¡Ayyyy, pun, pin, pam! (Cae muerto.) (El alma de tabaco y café con leche del teniente coronel de la Guardia Civil sale por la ventana).
SARGENTO.—¡Socorro!
(En el patio del cuartel, cuatro guardias civiles apalean al gitanillo). |
Antologia selecta | DE FEDERICO GARCIA LORCA | Voces: El padre, La madre, La hermana,
EL PADRE.—Madre de luto, suelta tus coronas.
LA HERMANA—La flor de ojeras, la risa de los llanos,
tus azucenas y tus amapolas,
claveles de pudor, jacintos pálidos,
y tréboles y fucsias y retamas,
y espliegos y laureles,
y hasta juncos, sarmientos y gavillas,
acres rastrojos, sápida verbena,
menta de ardor y cuasia de amargura;
y vengan estambradas
todas las trenzas de la tierra.
Madre de luto, suelta tus coronas.
LA NOVIA—Junta y apila en la silvestre tumba
los fragantes limones y naranjas,
túmulo vegetal, cerro de aromas,
la carne cristalina de las uvas,
gusto seco de nueces y castañas,
la granada vinosa,
la cidra vaporosa,
paltas y tunas y pinas de América,
y las anonas y los tamarindos,
y las lanzas del cacto mexicano...
LA GUARDIA.—Y el trueno, fruto de la carabina.
EL PADRE.—Madre de luto, suelta tus coronas
sobre la fiel desolación de España,
sacudido rosal, zarza entre lumbres.
LA NOVIA.—Inquieto jardín
que hoy mecen clamores,
ayer castas flores
en olor de abril.
EL PADRE.—Hoy cóleras negras, llamaradas rojas,
espadas de cardos, banderas de hojas,
jardín; y en las sienes y en el corazón,
tónicos de buena y mala intención.
LA HERMANA—Perdida canción
de flauta y rabel.
LA NOVIA.—Mustio girasol,
tronchado clavel.
LA HERMANA—Lo lloran los montes,
lo lloran los ríos.
LA NOVIA.—Y los de las otras,
y los ojos míos.
LA MADRE.—¡Pero tu sangre, tu secreta sangre!
¡Abel, clavel tronchado!
¡Pero tu sangre, tu secreta sangre
que revuelve la tierra y ciega el puente,
colma los surcos y amenaza el vado,
Abel, clavel tronchado!
EL PADRE.—Presente tu donde el vino se cuela,
los crótalos redoblan y las palmas,
mana la voz y la guitarra vuela;
donde la moza cesaraugustana
lanza en palillos de tambor las piernas...
LA HERMANA.—Y las espuelas de Amozoc repican,
las barbas del rebozo de la china
cosquillean el vello de la boca,
y el gaucho zapatea,
el suelo santiguado con las botas.
EL PADRE.—Hoy te lloren los pueblos,
el gitano solemne y el andaluz exacto,
el “mano” terco y bueno como el agua y el pan,
ebrio de luz el lírico huertano,
el catalán de las sagradas cóleras,
el forzudo gallego melancólico,
el dulce, hercúleo vasco,
el recio astur y el castellano santo.
LA NOVIA.—El lazador de América y el fiero mexicano.
LA HERMANA.—Matronas con los senos agitados,
vírgenes con las manos compasivas...
LA GUARDIA. —Y el trueno, fruto de la carabina.
LA MADRE.—¡Pero tu sangre, tu secreta sangre,
Abel, clavel tronchado!
EL PADRE.—Te lloren la garúa y el tornado,
el turbio meteoro,
la gota del orvallo,
la pedriza que siega las mazorcas...
LA GUARDIA.—Y el trueno, fruto de la carabina.
LA NOVIA.—Que de noche lo mataron
al caballero,
la gala de Granada,
la flor del suelo.
LA HERMANA.—En Fuentevaqueros
nació la gala:
traía cascabeles
entre las alas.
LA NOVIA.—Crezcan la mejorana,
la yerbabuena,
dalia y clavel del aire,
flores de América.
LA HERMANA—Que de noche lo enterraron
entre cuatro velas,
cuatro ángeles mudos
por centinelas.
EL PADRE.—Madre de luto, suelta tus coronas
sobre la fiel desolación de España.
Ascuas los ojos, muerte los colmillos,
bufa en fiestas de fango el jabalí de Adonis,
mientras en el torrente de picas y caballos
se oye venir el grito de los campeadores:
"Aprisa cantan los gallos
y quieren quebrar los albores
LA MADRE.—¡Pero tu sangre, tu secreta sangre!
¡Pero tu sangre, tu secreta sangre!
TODOS.—(Puños en alto)
¡Pero tu sangre, tu secreta sangre,
Abel, clavel tronchado,
colma los surcos y amenaza el vado!
¡Aprisa cantan los gallos
y quieren quebrar los albores! |
Antologia selecta | LA MADRE | ¡Ay, tu madrecita
Federico de mi alma!
Tan pequeñita de golpe
y antes
su cabeza tan alta.
Cabeza de emperadora
que no quiso ser romana
por seguir siendo española.
Cabeza, cabeza cana
que ahora se inclina hasta el suelo
para ver
como su sangre se cuaja
a! pie de un muro siniestro
en su jardín de Granada.
¡Ay, Granada!,
que le dio un hijo de gloria
del cual no le queda nada
más que versos, versos, versos
y su alma desgarrada
y más canas en el pelo
y la cabeza más gacha
y el grito punzante y hondo
¡Ay, Federico del alma!... |
Antologia selecta | EL CANTOR DE LUNA Y GITANOS | La luna fué y se oculto
Cuando el fusil apuntaba
¡No eran las balas de oro;
De acero eran las balas!
Balas de acero a un Artista
Que es el orgullo de España?
¡Balas en pecho de un hombre
Que canta a la luna clara
Allá entre los olivares
Do surge la nueva España!
¿Qué hacéis, le grita la luna
A los que!!fuego!! gritaban?
¿No veis que os mira de frente
Sin temor en su mirada?
¡Cuando sepan los gitanos
que tu voz ya no les canta
El llanto por sus mejillas
Les ahogara la garganta!
Yo no lo quiero creer
Te dieran muerte por nada;
Lo han hecho porque tu voz
Dijo las palabras claras,
De los que siendo hombres libres
Tienen cariño a su patria.
La quieren libre cual sol,
Y puras como las aguas
Que bajan cantando a coro
Si surgen de las montañas.
¡Lorca!
Cantor del dolor y la vida
De los gitanos y las madres
De estas tragedias del mundo
Habla tu “Bodas de Sangre”.
¡Luna de los mil cuchillos
De gitanería errante
Ya no tenéis en el mundo
El poeta que os cante.
Luna de las mil facetas
Con rayos de oro y plata.
Luna de los mil cuchillos
Que atraviesan mil gargantas.
Luna de los mil gitanos
Que huyen de tu luz, clara
Porque dicen los traicionas
Cuando en sus faenas andan.
¡Luna hermosa
Luna clara!
Lorca te besa los pies
Cúbrele ya con tu capa
Que no pisen sobre el
Los que al pisar siempre manchan.
¡Luna de los mil gitanos!
¡Luna de la Nueva España!
¡Quien canto para tu gloria
Fué un gitano de Granada! |
Primeras canciones | REMANSOS | Cipreses.
(Agua estancada)
Chopo.
(Agua cristalina)
Mimbre.
(Agua profunda)
Corazón.
(Agua de pupila) |
Primeras canciones | REMANSILLO | Me miré en tus ojos
pensando en tu alma.
Adelfa blanca.
Me miré en tus ojos
pensando en tu boca.
Adelfa roja.
Me miré en tus ojos.
¡Pero estabas muerta!
Adelfa negra. |
Primeras canciones | VARIACION | El remanso del aire
bajo la rama del eco.
El remanso del agua
bajo fronda de luceros.
El remanso de tu boca
bajo espesura de besos. |
Primeras canciones | REMANSO, CANCION
FINAL | Ya viene la noche.
Golpean rayos de luna
sobre el yunque de la tarde.
Ya viene la noche.
Un árbol grande se abriga
con palabras de cantares.
Ya viene la noche.
Si tú vinieras a verme
por los senderos del aire.
Ya viene la noche.
Me encontrarías llorando
bajo los álamos grandes.
¡Ay morena!
Bajo los álamos grandes. |
Primeras canciones | MEDIA LUNA | La luna va por el agua.
¡Cómo está el cielo tranquilo!
Va segando lentamente
el temblor viejo del río
mientras que una rana joven
la toma por espejito. |
Primeras canciones | CUATRO BALADAS
AMARILLAS | I
En lo alto de aquel monte
hay un arbolito verde.
Pastor que vas,
pastor que vienes.
Olivares soñolientos
bajan al llano caliente.
Pastor que vas,
pastor que vienes.
Ni ovejas blancas ni perro
ni cayado ni amor tienes.
Pastor que vas.
Como una sombra de oro
en el trigal te disuelves.
Pastor que vienes.
II
La tierra estaba
amarilla.
Orillo, orillo,
pastorcillo.
Ni luna blanca
ni estrella lucían.
Orillo, orillo,
pastorcillo.
Vendimiadora morena
corta el llanto de la viña.
Orillo, orillo,
pastorcillo.
III
Dos bueyes rojos
en el campo de oro.
Los bueyes tienen ritmo
de campanas antiguas
y ojos de pájaro.
Son para las mañanas
de niebla, y sin embargo
horadan la naranja
del aire, en el verano.
Viejos desde que nacen
no tienen amo
y recuerdan las alas
de sus costados.
Los bueyes
siempre van suspirando
por los campos de Ruht
en busca del vado,
del eterno vado,
borrachos de luceros
a rumiarse sus llantos.
Dos bueyes rojos
en el campo de oro.
IV
Sobre el cielo
de las margaritas ando.
Yo imagino esta tarde
que soy santo.
Me pusieron la luna
en la manos.
Yo la puse otra vez
en los espacios
y el Señor me premió
con la rosa y el halo.
Sobre el cielo
de las margaritas ando.
Y ahora voy
por este campo
a librar a las niñas
de galanes malos
y dar monedas de oro
a todos los muchachos.
Sobre el cielo
de las margaritas ando. |
Primeras canciones | PALIMPSESTOS | I
Ciudad.
El bosque centenario
penetra en la ciudad
pero el bosque está dentro
del mar.
Hay flechas en el aire
y guerreros que van
perdidos entre ramas
de coral.
Sobre las casas nuevas
se mueve un encinar
y tiene el cielo enormes
curvas de cristal.
II
Corredor
Por los altos corredores
se pasean dos señores
(Cielo
nuevo.
¡Cielo
azul!)
...se pasean dos señores
que antes fueron blancos monjes,
(Cielo
medio.
¡Cielo
morado!)
...se pasean dos señores
que antes fueron cazadores.
(Cielo
viejo.
¡Cielo
de oro!)
...se pasean dos señores
que antes fueron...
Noche.
III
Primera página
Fuente clara.
Cielo claro.
¡Oh, cómo se agrandan
los pájaros!
Cielo claro.
Fuente clara.
¡Oh, cómo relumbran
las naranjas!
Fuente.
Cielo.
¡Oh, cómo el trigo
es tierno!
Cielo.
Fuente.
¡Oh, cómo el trigo
es verde! |
Primeras canciones | ADAN | Arbol de sangre moja la mañana
por donde gime la recién parida.
Su voz deja cristales en la herida
y un gráfico de hueso en la ventana.
Mientras la luz que viene fija y gana
blancas metas de fábula que olvida
el tumulto de venas en la huida
hacia el turbio frescor de la manzana.
Adán sueña en la fiebre de la arcilla
un niño que se acerca galopando
por el doble latir de su mejilla.
Pero otro Adán oscuro está soñando
neutra luna de piedra sin semilla
donde el niño de luz se irá quemando. |
Primeras canciones | CLARO DE RELOJ. | Me senté
en un claro del tiempo.
Era un remanso
de silencio,
de un blanco
silencio,
anillo formidable
donde los luceros
chocaban con los doce flotantes
números negros. |
Primeras canciones | CAUTIVA | Por las ramas
indecisas
iba una doncella
que era la vida.
Por las ramas
indecisas.
Con un espejito
reflejaba el día
que era un resplandor
de su frente limpia.
Por las ramas
indecisas.
Sobre las tinieblas
andaba perdida,
llorando rocío,
del tiempo cautiva.
Por las ramas
indecisas. |
Primeras canciones | CANCION | Por las ramas del laurel
van dos palomas oscuras.
La una era el sol,
la otra la luna.
Vecinitas, les dije,
¿Dónde está mi sepultura?
En mi cola, dijo el sol.
En mi garganta, dijo la luna.
Y yo que estaba caminando
con la tierra á la cintura
vi dos águilas de mármol
y una muchacha desnuda.
La una era la otra
y la muchacha era ninguna.
Aguilitas, les dije,
¿Dónde está mi sepultura?
En mi cola, dijo el sol,
En mi garganta, dijo la luna.
Por las ramas del cerezo
vi dos palomas desnudas,
la una era la otra
y las dos eran ninguna. |