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"May, ¿Quieres ser mi amigo?" es una de esas películas que nos recuerdan que el terror no siempre lleva garras de acero en una mano o una mascara en la cara. | May, ¿quieres ser mi amigo? | "May, ¿Quieres ser mi amigo?" es una de esas películas que nos recuerdan que el terror no siempre lleva garras de acero en una mano o una mascara en la cara. El terror y la locura se encuentran mucho más cerca de nosotros, de la realidad, de nuestra pacífica y hasta a veces aburrida monotonía. May funciona bajo el método: la bestia duerme dentro de nosotros. En cada uno de nosotros hay un posible psicópata y nuestra vecina la del segundo puede ocultar un oscuro pasado o una doble vida. Para ello, Lucky McKee, nos narra efectivamente una historia presuntamente cotidiana (que sin embargo, engancha desde el principio) sobre una joven muy parecida a esas otras tantas que pululan a nuestro alrededor. La rarita de la clase, la niña tímida de la tienda de comestibles, esa extraña hermana de nuestro amigo, nuestra prima la del pueblo. Es por esto que nos montamos en un tren de cercanías y no en un tren de alta velocidad con escenas más vistas que las reposiciones de "El Principe de Bell Air" y adolescentes lelos e insoportables con superávit de hormonas y déficit de neuronas. En este tren nos encontramos con personajes bien trazados y de carne y hueso. Personajes trabajados, atractivos e incluso muy atrevidos. (La compañera de May en el veterinario en donde trabaja no tiene desperdicio) Todos ellos giran en torno al personaje de May, interpretado con muchísimo mimo y talento por Angela Bettis que logra crear un personaje que se nos muestra irresistible y original. La trama es como digo muy interesante y nos sorprende por llevar un ritmo que rompe nuestras expectativas pero que nunca nos defrauda. La transformación que sufre May y la irremediable desencadenación hacia un destino sobrecogedor, sucede por culpa de toda una serie de características y acontecimientos muy bien explicados y calculadamente reconocibles que forjan y maduran la verdadera cara del terror.Esta es una película que coge carrerilla para empezar antes de donde empiezan casi todas las demás de su género, para después acabar además bastante más allá de donde se atrevería ninguna otra. En su día Todd Solondz, conocido por lograr llegar también muy lejos con sus saltos y por rehuir de los géneros habituales para inventarse los suyos propios, nos regaló "Bienvenidos a la casa de muñecas" (1996), (película anterior a su ácida y genial "Happyness" (1998) que tiene mucho que ver con esta. En ella, el señor Solondz, abordaba de forma cruda y valiente, el drama de una niña fea y traumatizada, enfrentada a la más cruda realidad. La mayor diferencia entre ellas es, por supuesto, que aquella no era una película de terror. Bueno, y al grano, que no esperéis escenas convencionales, ni gatos que se empeñan en perderse, ni sustitos efectistas, ni tampoco efectos especiales porque no hacen falta. Esta es una producción de bajo presupuesto pero además no se nota. Y no se nota, porque tiene una mucho más que correcta fotografía, una atmósfera angustiosa y embriagadora, un montaje inteligente y un final muy verdadero, y por esto mismo, aterradoramente real.Esta es una peli que merece la pena, (de notable alto para quien ahora os escribe) y es que, amigos, si "Amelie" hubiese sido una película de terror en vez de un mágico cuento, aquella dulce francesita se hubiera llamado sin duda "May". ¿Y la magia?, La magia negra, por supuesto, muy negra. | [
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El terror y la locura se encuentran mucho más cerca de nosotros, de la realidad, de nuestra pacífica y hasta a veces aburrida monotonía. | May, ¿quieres ser mi amigo? | "May, ¿Quieres ser mi amigo?" es una de esas películas que nos recuerdan que el terror no siempre lleva garras de acero en una mano o una mascara en la cara. El terror y la locura se encuentran mucho más cerca de nosotros, de la realidad, de nuestra pacífica y hasta a veces aburrida monotonía. May funciona bajo el método: la bestia duerme dentro de nosotros. En cada uno de nosotros hay un posible psicópata y nuestra vecina la del segundo puede ocultar un oscuro pasado o una doble vida. Para ello, Lucky McKee, nos narra efectivamente una historia presuntamente cotidiana (que sin embargo, engancha desde el principio) sobre una joven muy parecida a esas otras tantas que pululan a nuestro alrededor. La rarita de la clase, la niña tímida de la tienda de comestibles, esa extraña hermana de nuestro amigo, nuestra prima la del pueblo. Es por esto que nos montamos en un tren de cercanías y no en un tren de alta velocidad con escenas más vistas que las reposiciones de "El Principe de Bell Air" y adolescentes lelos e insoportables con superávit de hormonas y déficit de neuronas. En este tren nos encontramos con personajes bien trazados y de carne y hueso. Personajes trabajados, atractivos e incluso muy atrevidos. (La compañera de May en el veterinario en donde trabaja no tiene desperdicio) Todos ellos giran en torno al personaje de May, interpretado con muchísimo mimo y talento por Angela Bettis que logra crear un personaje que se nos muestra irresistible y original. La trama es como digo muy interesante y nos sorprende por llevar un ritmo que rompe nuestras expectativas pero que nunca nos defrauda. La transformación que sufre May y la irremediable desencadenación hacia un destino sobrecogedor, sucede por culpa de toda una serie de características y acontecimientos muy bien explicados y calculadamente reconocibles que forjan y maduran la verdadera cara del terror.Esta es una película que coge carrerilla para empezar antes de donde empiezan casi todas las demás de su género, para después acabar además bastante más allá de donde se atrevería ninguna otra. En su día Todd Solondz, conocido por lograr llegar también muy lejos con sus saltos y por rehuir de los géneros habituales para inventarse los suyos propios, nos regaló "Bienvenidos a la casa de muñecas" (1996), (película anterior a su ácida y genial "Happyness" (1998) que tiene mucho que ver con esta. En ella, el señor Solondz, abordaba de forma cruda y valiente, el drama de una niña fea y traumatizada, enfrentada a la más cruda realidad. La mayor diferencia entre ellas es, por supuesto, que aquella no era una película de terror. Bueno, y al grano, que no esperéis escenas convencionales, ni gatos que se empeñan en perderse, ni sustitos efectistas, ni tampoco efectos especiales porque no hacen falta. Esta es una producción de bajo presupuesto pero además no se nota. Y no se nota, porque tiene una mucho más que correcta fotografía, una atmósfera angustiosa y embriagadora, un montaje inteligente y un final muy verdadero, y por esto mismo, aterradoramente real.Esta es una peli que merece la pena, (de notable alto para quien ahora os escribe) y es que, amigos, si "Amelie" hubiese sido una película de terror en vez de un mágico cuento, aquella dulce francesita se hubiera llamado sin duda "May". ¿Y la magia?, La magia negra, por supuesto, muy negra. | [
"El",
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",",
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May funciona bajo el método: la bestia duerme dentro de nosotros. | May, ¿quieres ser mi amigo? | "May, ¿Quieres ser mi amigo?" es una de esas películas que nos recuerdan que el terror no siempre lleva garras de acero en una mano o una mascara en la cara. El terror y la locura se encuentran mucho más cerca de nosotros, de la realidad, de nuestra pacífica y hasta a veces aburrida monotonía. May funciona bajo el método: la bestia duerme dentro de nosotros. En cada uno de nosotros hay un posible psicópata y nuestra vecina la del segundo puede ocultar un oscuro pasado o una doble vida. Para ello, Lucky McKee, nos narra efectivamente una historia presuntamente cotidiana (que sin embargo, engancha desde el principio) sobre una joven muy parecida a esas otras tantas que pululan a nuestro alrededor. La rarita de la clase, la niña tímida de la tienda de comestibles, esa extraña hermana de nuestro amigo, nuestra prima la del pueblo. Es por esto que nos montamos en un tren de cercanías y no en un tren de alta velocidad con escenas más vistas que las reposiciones de "El Principe de Bell Air" y adolescentes lelos e insoportables con superávit de hormonas y déficit de neuronas. En este tren nos encontramos con personajes bien trazados y de carne y hueso. Personajes trabajados, atractivos e incluso muy atrevidos. (La compañera de May en el veterinario en donde trabaja no tiene desperdicio) Todos ellos giran en torno al personaje de May, interpretado con muchísimo mimo y talento por Angela Bettis que logra crear un personaje que se nos muestra irresistible y original. La trama es como digo muy interesante y nos sorprende por llevar un ritmo que rompe nuestras expectativas pero que nunca nos defrauda. La transformación que sufre May y la irremediable desencadenación hacia un destino sobrecogedor, sucede por culpa de toda una serie de características y acontecimientos muy bien explicados y calculadamente reconocibles que forjan y maduran la verdadera cara del terror.Esta es una película que coge carrerilla para empezar antes de donde empiezan casi todas las demás de su género, para después acabar además bastante más allá de donde se atrevería ninguna otra. En su día Todd Solondz, conocido por lograr llegar también muy lejos con sus saltos y por rehuir de los géneros habituales para inventarse los suyos propios, nos regaló "Bienvenidos a la casa de muñecas" (1996), (película anterior a su ácida y genial "Happyness" (1998) que tiene mucho que ver con esta. En ella, el señor Solondz, abordaba de forma cruda y valiente, el drama de una niña fea y traumatizada, enfrentada a la más cruda realidad. La mayor diferencia entre ellas es, por supuesto, que aquella no era una película de terror. Bueno, y al grano, que no esperéis escenas convencionales, ni gatos que se empeñan en perderse, ni sustitos efectistas, ni tampoco efectos especiales porque no hacen falta. Esta es una producción de bajo presupuesto pero además no se nota. Y no se nota, porque tiene una mucho más que correcta fotografía, una atmósfera angustiosa y embriagadora, un montaje inteligente y un final muy verdadero, y por esto mismo, aterradoramente real.Esta es una peli que merece la pena, (de notable alto para quien ahora os escribe) y es que, amigos, si "Amelie" hubiese sido una película de terror en vez de un mágico cuento, aquella dulce francesita se hubiera llamado sin duda "May". ¿Y la magia?, La magia negra, por supuesto, muy negra. | [
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En cada uno de nosotros hay un posible psicópata y nuestra vecina la del segundo puede ocultar un oscuro pasado o una doble vida. | May, ¿quieres ser mi amigo? | "May, ¿Quieres ser mi amigo?" es una de esas películas que nos recuerdan que el terror no siempre lleva garras de acero en una mano o una mascara en la cara. El terror y la locura se encuentran mucho más cerca de nosotros, de la realidad, de nuestra pacífica y hasta a veces aburrida monotonía. May funciona bajo el método: la bestia duerme dentro de nosotros. En cada uno de nosotros hay un posible psicópata y nuestra vecina la del segundo puede ocultar un oscuro pasado o una doble vida. Para ello, Lucky McKee, nos narra efectivamente una historia presuntamente cotidiana (que sin embargo, engancha desde el principio) sobre una joven muy parecida a esas otras tantas que pululan a nuestro alrededor. La rarita de la clase, la niña tímida de la tienda de comestibles, esa extraña hermana de nuestro amigo, nuestra prima la del pueblo. Es por esto que nos montamos en un tren de cercanías y no en un tren de alta velocidad con escenas más vistas que las reposiciones de "El Principe de Bell Air" y adolescentes lelos e insoportables con superávit de hormonas y déficit de neuronas. En este tren nos encontramos con personajes bien trazados y de carne y hueso. Personajes trabajados, atractivos e incluso muy atrevidos. (La compañera de May en el veterinario en donde trabaja no tiene desperdicio) Todos ellos giran en torno al personaje de May, interpretado con muchísimo mimo y talento por Angela Bettis que logra crear un personaje que se nos muestra irresistible y original. La trama es como digo muy interesante y nos sorprende por llevar un ritmo que rompe nuestras expectativas pero que nunca nos defrauda. La transformación que sufre May y la irremediable desencadenación hacia un destino sobrecogedor, sucede por culpa de toda una serie de características y acontecimientos muy bien explicados y calculadamente reconocibles que forjan y maduran la verdadera cara del terror.Esta es una película que coge carrerilla para empezar antes de donde empiezan casi todas las demás de su género, para después acabar además bastante más allá de donde se atrevería ninguna otra. En su día Todd Solondz, conocido por lograr llegar también muy lejos con sus saltos y por rehuir de los géneros habituales para inventarse los suyos propios, nos regaló "Bienvenidos a la casa de muñecas" (1996), (película anterior a su ácida y genial "Happyness" (1998) que tiene mucho que ver con esta. En ella, el señor Solondz, abordaba de forma cruda y valiente, el drama de una niña fea y traumatizada, enfrentada a la más cruda realidad. La mayor diferencia entre ellas es, por supuesto, que aquella no era una película de terror. Bueno, y al grano, que no esperéis escenas convencionales, ni gatos que se empeñan en perderse, ni sustitos efectistas, ni tampoco efectos especiales porque no hacen falta. Esta es una producción de bajo presupuesto pero además no se nota. Y no se nota, porque tiene una mucho más que correcta fotografía, una atmósfera angustiosa y embriagadora, un montaje inteligente y un final muy verdadero, y por esto mismo, aterradoramente real.Esta es una peli que merece la pena, (de notable alto para quien ahora os escribe) y es que, amigos, si "Amelie" hubiese sido una película de terror en vez de un mágico cuento, aquella dulce francesita se hubiera llamado sin duda "May". ¿Y la magia?, La magia negra, por supuesto, muy negra. | [
"En",
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"un",
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"del",
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] | 3 |
Para ello, Lucky McKee, nos narra efectivamente una historia presuntamente cotidiana (que sin embargo, engancha desde el principio) sobre una joven muy parecida a esas otras tantas que pululan a nuestro alrededor. | May, ¿quieres ser mi amigo? | "May, ¿Quieres ser mi amigo?" es una de esas películas que nos recuerdan que el terror no siempre lleva garras de acero en una mano o una mascara en la cara. El terror y la locura se encuentran mucho más cerca de nosotros, de la realidad, de nuestra pacífica y hasta a veces aburrida monotonía. May funciona bajo el método: la bestia duerme dentro de nosotros. En cada uno de nosotros hay un posible psicópata y nuestra vecina la del segundo puede ocultar un oscuro pasado o una doble vida. Para ello, Lucky McKee, nos narra efectivamente una historia presuntamente cotidiana (que sin embargo, engancha desde el principio) sobre una joven muy parecida a esas otras tantas que pululan a nuestro alrededor. La rarita de la clase, la niña tímida de la tienda de comestibles, esa extraña hermana de nuestro amigo, nuestra prima la del pueblo. Es por esto que nos montamos en un tren de cercanías y no en un tren de alta velocidad con escenas más vistas que las reposiciones de "El Principe de Bell Air" y adolescentes lelos e insoportables con superávit de hormonas y déficit de neuronas. En este tren nos encontramos con personajes bien trazados y de carne y hueso. Personajes trabajados, atractivos e incluso muy atrevidos. (La compañera de May en el veterinario en donde trabaja no tiene desperdicio) Todos ellos giran en torno al personaje de May, interpretado con muchísimo mimo y talento por Angela Bettis que logra crear un personaje que se nos muestra irresistible y original. La trama es como digo muy interesante y nos sorprende por llevar un ritmo que rompe nuestras expectativas pero que nunca nos defrauda. La transformación que sufre May y la irremediable desencadenación hacia un destino sobrecogedor, sucede por culpa de toda una serie de características y acontecimientos muy bien explicados y calculadamente reconocibles que forjan y maduran la verdadera cara del terror.Esta es una película que coge carrerilla para empezar antes de donde empiezan casi todas las demás de su género, para después acabar además bastante más allá de donde se atrevería ninguna otra. En su día Todd Solondz, conocido por lograr llegar también muy lejos con sus saltos y por rehuir de los géneros habituales para inventarse los suyos propios, nos regaló "Bienvenidos a la casa de muñecas" (1996), (película anterior a su ácida y genial "Happyness" (1998) que tiene mucho que ver con esta. En ella, el señor Solondz, abordaba de forma cruda y valiente, el drama de una niña fea y traumatizada, enfrentada a la más cruda realidad. La mayor diferencia entre ellas es, por supuesto, que aquella no era una película de terror. Bueno, y al grano, que no esperéis escenas convencionales, ni gatos que se empeñan en perderse, ni sustitos efectistas, ni tampoco efectos especiales porque no hacen falta. Esta es una producción de bajo presupuesto pero además no se nota. Y no se nota, porque tiene una mucho más que correcta fotografía, una atmósfera angustiosa y embriagadora, un montaje inteligente y un final muy verdadero, y por esto mismo, aterradoramente real.Esta es una peli que merece la pena, (de notable alto para quien ahora os escribe) y es que, amigos, si "Amelie" hubiese sido una película de terror en vez de un mágico cuento, aquella dulce francesita se hubiera llamado sin duda "May". ¿Y la magia?, La magia negra, por supuesto, muy negra. | [
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"nos",
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"alrededor",
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] | 3 |
La rarita de la clase, la niña tímida de la tienda de comestibles, esa extraña hermana de nuestro amigo, nuestra prima la del pueblo. | May, ¿quieres ser mi amigo? | "May, ¿Quieres ser mi amigo?" es una de esas películas que nos recuerdan que el terror no siempre lleva garras de acero en una mano o una mascara en la cara. El terror y la locura se encuentran mucho más cerca de nosotros, de la realidad, de nuestra pacífica y hasta a veces aburrida monotonía. May funciona bajo el método: la bestia duerme dentro de nosotros. En cada uno de nosotros hay un posible psicópata y nuestra vecina la del segundo puede ocultar un oscuro pasado o una doble vida. Para ello, Lucky McKee, nos narra efectivamente una historia presuntamente cotidiana (que sin embargo, engancha desde el principio) sobre una joven muy parecida a esas otras tantas que pululan a nuestro alrededor. La rarita de la clase, la niña tímida de la tienda de comestibles, esa extraña hermana de nuestro amigo, nuestra prima la del pueblo. Es por esto que nos montamos en un tren de cercanías y no en un tren de alta velocidad con escenas más vistas que las reposiciones de "El Principe de Bell Air" y adolescentes lelos e insoportables con superávit de hormonas y déficit de neuronas. En este tren nos encontramos con personajes bien trazados y de carne y hueso. Personajes trabajados, atractivos e incluso muy atrevidos. (La compañera de May en el veterinario en donde trabaja no tiene desperdicio) Todos ellos giran en torno al personaje de May, interpretado con muchísimo mimo y talento por Angela Bettis que logra crear un personaje que se nos muestra irresistible y original. La trama es como digo muy interesante y nos sorprende por llevar un ritmo que rompe nuestras expectativas pero que nunca nos defrauda. La transformación que sufre May y la irremediable desencadenación hacia un destino sobrecogedor, sucede por culpa de toda una serie de características y acontecimientos muy bien explicados y calculadamente reconocibles que forjan y maduran la verdadera cara del terror.Esta es una película que coge carrerilla para empezar antes de donde empiezan casi todas las demás de su género, para después acabar además bastante más allá de donde se atrevería ninguna otra. En su día Todd Solondz, conocido por lograr llegar también muy lejos con sus saltos y por rehuir de los géneros habituales para inventarse los suyos propios, nos regaló "Bienvenidos a la casa de muñecas" (1996), (película anterior a su ácida y genial "Happyness" (1998) que tiene mucho que ver con esta. En ella, el señor Solondz, abordaba de forma cruda y valiente, el drama de una niña fea y traumatizada, enfrentada a la más cruda realidad. La mayor diferencia entre ellas es, por supuesto, que aquella no era una película de terror. Bueno, y al grano, que no esperéis escenas convencionales, ni gatos que se empeñan en perderse, ni sustitos efectistas, ni tampoco efectos especiales porque no hacen falta. Esta es una producción de bajo presupuesto pero además no se nota. Y no se nota, porque tiene una mucho más que correcta fotografía, una atmósfera angustiosa y embriagadora, un montaje inteligente y un final muy verdadero, y por esto mismo, aterradoramente real.Esta es una peli que merece la pena, (de notable alto para quien ahora os escribe) y es que, amigos, si "Amelie" hubiese sido una película de terror en vez de un mágico cuento, aquella dulce francesita se hubiera llamado sin duda "May". ¿Y la magia?, La magia negra, por supuesto, muy negra. | [
"La",
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"clase",
",",
"la",
"niña",
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"de",
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"extraña",
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"nuestro",
"amigo",
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"nuestra",
"prima",
"la",
"del",
"pueblo",
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] | 3 |
Es por esto que nos montamos en un tren de cercanías y no en un tren de alta velocidad con escenas más vistas que las reposiciones de "El Principe de Bell Air" y adolescentes lelos e insoportables con superávit de hormonas y déficit de neuronas. | May, ¿quieres ser mi amigo? | "May, ¿Quieres ser mi amigo?" es una de esas películas que nos recuerdan que el terror no siempre lleva garras de acero en una mano o una mascara en la cara. El terror y la locura se encuentran mucho más cerca de nosotros, de la realidad, de nuestra pacífica y hasta a veces aburrida monotonía. May funciona bajo el método: la bestia duerme dentro de nosotros. En cada uno de nosotros hay un posible psicópata y nuestra vecina la del segundo puede ocultar un oscuro pasado o una doble vida. Para ello, Lucky McKee, nos narra efectivamente una historia presuntamente cotidiana (que sin embargo, engancha desde el principio) sobre una joven muy parecida a esas otras tantas que pululan a nuestro alrededor. La rarita de la clase, la niña tímida de la tienda de comestibles, esa extraña hermana de nuestro amigo, nuestra prima la del pueblo. Es por esto que nos montamos en un tren de cercanías y no en un tren de alta velocidad con escenas más vistas que las reposiciones de "El Principe de Bell Air" y adolescentes lelos e insoportables con superávit de hormonas y déficit de neuronas. En este tren nos encontramos con personajes bien trazados y de carne y hueso. Personajes trabajados, atractivos e incluso muy atrevidos. (La compañera de May en el veterinario en donde trabaja no tiene desperdicio) Todos ellos giran en torno al personaje de May, interpretado con muchísimo mimo y talento por Angela Bettis que logra crear un personaje que se nos muestra irresistible y original. La trama es como digo muy interesante y nos sorprende por llevar un ritmo que rompe nuestras expectativas pero que nunca nos defrauda. La transformación que sufre May y la irremediable desencadenación hacia un destino sobrecogedor, sucede por culpa de toda una serie de características y acontecimientos muy bien explicados y calculadamente reconocibles que forjan y maduran la verdadera cara del terror.Esta es una película que coge carrerilla para empezar antes de donde empiezan casi todas las demás de su género, para después acabar además bastante más allá de donde se atrevería ninguna otra. En su día Todd Solondz, conocido por lograr llegar también muy lejos con sus saltos y por rehuir de los géneros habituales para inventarse los suyos propios, nos regaló "Bienvenidos a la casa de muñecas" (1996), (película anterior a su ácida y genial "Happyness" (1998) que tiene mucho que ver con esta. En ella, el señor Solondz, abordaba de forma cruda y valiente, el drama de una niña fea y traumatizada, enfrentada a la más cruda realidad. La mayor diferencia entre ellas es, por supuesto, que aquella no era una película de terror. Bueno, y al grano, que no esperéis escenas convencionales, ni gatos que se empeñan en perderse, ni sustitos efectistas, ni tampoco efectos especiales porque no hacen falta. Esta es una producción de bajo presupuesto pero además no se nota. Y no se nota, porque tiene una mucho más que correcta fotografía, una atmósfera angustiosa y embriagadora, un montaje inteligente y un final muy verdadero, y por esto mismo, aterradoramente real.Esta es una peli que merece la pena, (de notable alto para quien ahora os escribe) y es que, amigos, si "Amelie" hubiese sido una película de terror en vez de un mágico cuento, aquella dulce francesita se hubiera llamado sin duda "May". ¿Y la magia?, La magia negra, por supuesto, muy negra. | [
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"por",
"esto",
"que",
"nos",
"montamos",
"en",
"un",
"tren",
"de",
"cercanías",
"y",
"no",
"en",
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"tren",
"de",
"alta",
"velocidad",
"con",
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"las",
"reposiciones",
"de",
"\"",
"El",
"Principe",
"de",
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"y",
"adolescentes",
"lelos",
"e",
"insoportables",
"con",
"superávit",
"de",
"hormonas",
"y",
"déficit",
"de",
"neuronas",
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En este tren nos encontramos con personajes bien trazados y de carne y hueso. | May, ¿quieres ser mi amigo? | "May, ¿Quieres ser mi amigo?" es una de esas películas que nos recuerdan que el terror no siempre lleva garras de acero en una mano o una mascara en la cara. El terror y la locura se encuentran mucho más cerca de nosotros, de la realidad, de nuestra pacífica y hasta a veces aburrida monotonía. May funciona bajo el método: la bestia duerme dentro de nosotros. En cada uno de nosotros hay un posible psicópata y nuestra vecina la del segundo puede ocultar un oscuro pasado o una doble vida. Para ello, Lucky McKee, nos narra efectivamente una historia presuntamente cotidiana (que sin embargo, engancha desde el principio) sobre una joven muy parecida a esas otras tantas que pululan a nuestro alrededor. La rarita de la clase, la niña tímida de la tienda de comestibles, esa extraña hermana de nuestro amigo, nuestra prima la del pueblo. Es por esto que nos montamos en un tren de cercanías y no en un tren de alta velocidad con escenas más vistas que las reposiciones de "El Principe de Bell Air" y adolescentes lelos e insoportables con superávit de hormonas y déficit de neuronas. En este tren nos encontramos con personajes bien trazados y de carne y hueso. Personajes trabajados, atractivos e incluso muy atrevidos. (La compañera de May en el veterinario en donde trabaja no tiene desperdicio) Todos ellos giran en torno al personaje de May, interpretado con muchísimo mimo y talento por Angela Bettis que logra crear un personaje que se nos muestra irresistible y original. La trama es como digo muy interesante y nos sorprende por llevar un ritmo que rompe nuestras expectativas pero que nunca nos defrauda. La transformación que sufre May y la irremediable desencadenación hacia un destino sobrecogedor, sucede por culpa de toda una serie de características y acontecimientos muy bien explicados y calculadamente reconocibles que forjan y maduran la verdadera cara del terror.Esta es una película que coge carrerilla para empezar antes de donde empiezan casi todas las demás de su género, para después acabar además bastante más allá de donde se atrevería ninguna otra. En su día Todd Solondz, conocido por lograr llegar también muy lejos con sus saltos y por rehuir de los géneros habituales para inventarse los suyos propios, nos regaló "Bienvenidos a la casa de muñecas" (1996), (película anterior a su ácida y genial "Happyness" (1998) que tiene mucho que ver con esta. En ella, el señor Solondz, abordaba de forma cruda y valiente, el drama de una niña fea y traumatizada, enfrentada a la más cruda realidad. La mayor diferencia entre ellas es, por supuesto, que aquella no era una película de terror. Bueno, y al grano, que no esperéis escenas convencionales, ni gatos que se empeñan en perderse, ni sustitos efectistas, ni tampoco efectos especiales porque no hacen falta. Esta es una producción de bajo presupuesto pero además no se nota. Y no se nota, porque tiene una mucho más que correcta fotografía, una atmósfera angustiosa y embriagadora, un montaje inteligente y un final muy verdadero, y por esto mismo, aterradoramente real.Esta es una peli que merece la pena, (de notable alto para quien ahora os escribe) y es que, amigos, si "Amelie" hubiese sido una película de terror en vez de un mágico cuento, aquella dulce francesita se hubiera llamado sin duda "May". ¿Y la magia?, La magia negra, por supuesto, muy negra. | [
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"."
] | 3 |
Personajes trabajados, atractivos e incluso muy atrevidos. | May, ¿quieres ser mi amigo? | "May, ¿Quieres ser mi amigo?" es una de esas películas que nos recuerdan que el terror no siempre lleva garras de acero en una mano o una mascara en la cara. El terror y la locura se encuentran mucho más cerca de nosotros, de la realidad, de nuestra pacífica y hasta a veces aburrida monotonía. May funciona bajo el método: la bestia duerme dentro de nosotros. En cada uno de nosotros hay un posible psicópata y nuestra vecina la del segundo puede ocultar un oscuro pasado o una doble vida. Para ello, Lucky McKee, nos narra efectivamente una historia presuntamente cotidiana (que sin embargo, engancha desde el principio) sobre una joven muy parecida a esas otras tantas que pululan a nuestro alrededor. La rarita de la clase, la niña tímida de la tienda de comestibles, esa extraña hermana de nuestro amigo, nuestra prima la del pueblo. Es por esto que nos montamos en un tren de cercanías y no en un tren de alta velocidad con escenas más vistas que las reposiciones de "El Principe de Bell Air" y adolescentes lelos e insoportables con superávit de hormonas y déficit de neuronas. En este tren nos encontramos con personajes bien trazados y de carne y hueso. Personajes trabajados, atractivos e incluso muy atrevidos. (La compañera de May en el veterinario en donde trabaja no tiene desperdicio) Todos ellos giran en torno al personaje de May, interpretado con muchísimo mimo y talento por Angela Bettis que logra crear un personaje que se nos muestra irresistible y original. La trama es como digo muy interesante y nos sorprende por llevar un ritmo que rompe nuestras expectativas pero que nunca nos defrauda. La transformación que sufre May y la irremediable desencadenación hacia un destino sobrecogedor, sucede por culpa de toda una serie de características y acontecimientos muy bien explicados y calculadamente reconocibles que forjan y maduran la verdadera cara del terror.Esta es una película que coge carrerilla para empezar antes de donde empiezan casi todas las demás de su género, para después acabar además bastante más allá de donde se atrevería ninguna otra. En su día Todd Solondz, conocido por lograr llegar también muy lejos con sus saltos y por rehuir de los géneros habituales para inventarse los suyos propios, nos regaló "Bienvenidos a la casa de muñecas" (1996), (película anterior a su ácida y genial "Happyness" (1998) que tiene mucho que ver con esta. En ella, el señor Solondz, abordaba de forma cruda y valiente, el drama de una niña fea y traumatizada, enfrentada a la más cruda realidad. La mayor diferencia entre ellas es, por supuesto, que aquella no era una película de terror. Bueno, y al grano, que no esperéis escenas convencionales, ni gatos que se empeñan en perderse, ni sustitos efectistas, ni tampoco efectos especiales porque no hacen falta. Esta es una producción de bajo presupuesto pero además no se nota. Y no se nota, porque tiene una mucho más que correcta fotografía, una atmósfera angustiosa y embriagadora, un montaje inteligente y un final muy verdadero, y por esto mismo, aterradoramente real.Esta es una peli que merece la pena, (de notable alto para quien ahora os escribe) y es que, amigos, si "Amelie" hubiese sido una película de terror en vez de un mágico cuento, aquella dulce francesita se hubiera llamado sin duda "May". ¿Y la magia?, La magia negra, por supuesto, muy negra. | [
"Personajes",
"trabajados",
",",
"atractivos",
"e",
"incluso",
"muy",
"atrevidos",
"."
] | 3 |
(La compañera de May en el veterinario en donde trabaja no tiene desperdicio) Todos ellos giran en torno al personaje de May, interpretado con muchísimo mimo y talento por Angela Bettis que logra crear un personaje que se nos muestra irresistible y original. | May, ¿quieres ser mi amigo? | "May, ¿Quieres ser mi amigo?" es una de esas películas que nos recuerdan que el terror no siempre lleva garras de acero en una mano o una mascara en la cara. El terror y la locura se encuentran mucho más cerca de nosotros, de la realidad, de nuestra pacífica y hasta a veces aburrida monotonía. May funciona bajo el método: la bestia duerme dentro de nosotros. En cada uno de nosotros hay un posible psicópata y nuestra vecina la del segundo puede ocultar un oscuro pasado o una doble vida. Para ello, Lucky McKee, nos narra efectivamente una historia presuntamente cotidiana (que sin embargo, engancha desde el principio) sobre una joven muy parecida a esas otras tantas que pululan a nuestro alrededor. La rarita de la clase, la niña tímida de la tienda de comestibles, esa extraña hermana de nuestro amigo, nuestra prima la del pueblo. Es por esto que nos montamos en un tren de cercanías y no en un tren de alta velocidad con escenas más vistas que las reposiciones de "El Principe de Bell Air" y adolescentes lelos e insoportables con superávit de hormonas y déficit de neuronas. En este tren nos encontramos con personajes bien trazados y de carne y hueso. Personajes trabajados, atractivos e incluso muy atrevidos. (La compañera de May en el veterinario en donde trabaja no tiene desperdicio) Todos ellos giran en torno al personaje de May, interpretado con muchísimo mimo y talento por Angela Bettis que logra crear un personaje que se nos muestra irresistible y original. La trama es como digo muy interesante y nos sorprende por llevar un ritmo que rompe nuestras expectativas pero que nunca nos defrauda. La transformación que sufre May y la irremediable desencadenación hacia un destino sobrecogedor, sucede por culpa de toda una serie de características y acontecimientos muy bien explicados y calculadamente reconocibles que forjan y maduran la verdadera cara del terror.Esta es una película que coge carrerilla para empezar antes de donde empiezan casi todas las demás de su género, para después acabar además bastante más allá de donde se atrevería ninguna otra. En su día Todd Solondz, conocido por lograr llegar también muy lejos con sus saltos y por rehuir de los géneros habituales para inventarse los suyos propios, nos regaló "Bienvenidos a la casa de muñecas" (1996), (película anterior a su ácida y genial "Happyness" (1998) que tiene mucho que ver con esta. En ella, el señor Solondz, abordaba de forma cruda y valiente, el drama de una niña fea y traumatizada, enfrentada a la más cruda realidad. La mayor diferencia entre ellas es, por supuesto, que aquella no era una película de terror. Bueno, y al grano, que no esperéis escenas convencionales, ni gatos que se empeñan en perderse, ni sustitos efectistas, ni tampoco efectos especiales porque no hacen falta. Esta es una producción de bajo presupuesto pero además no se nota. Y no se nota, porque tiene una mucho más que correcta fotografía, una atmósfera angustiosa y embriagadora, un montaje inteligente y un final muy verdadero, y por esto mismo, aterradoramente real.Esta es una peli que merece la pena, (de notable alto para quien ahora os escribe) y es que, amigos, si "Amelie" hubiese sido una película de terror en vez de un mágico cuento, aquella dulce francesita se hubiera llamado sin duda "May". ¿Y la magia?, La magia negra, por supuesto, muy negra. | [
"(",
"La",
"compañera",
"de",
"May",
"en",
"el",
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"en",
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"trabaja",
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"desperdicio",
")",
"Todos",
"ellos",
"giran",
"en",
"torno",
"al",
"personaje",
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"May",
",",
"interpretado",
"con",
"muchísimo",
"mimo",
"y",
"talento",
"por",
"Angela",
"Bettis",
"que",
"logra",
"crear",
"un",
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"que",
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"nos",
"muestra",
"irresistible",
"y",
"original",
"."
] | 3 |
La trama es como digo muy interesante y nos sorprende por llevar un ritmo que rompe nuestras expectativas pero que nunca nos defrauda. | May, ¿quieres ser mi amigo? | "May, ¿Quieres ser mi amigo?" es una de esas películas que nos recuerdan que el terror no siempre lleva garras de acero en una mano o una mascara en la cara. El terror y la locura se encuentran mucho más cerca de nosotros, de la realidad, de nuestra pacífica y hasta a veces aburrida monotonía. May funciona bajo el método: la bestia duerme dentro de nosotros. En cada uno de nosotros hay un posible psicópata y nuestra vecina la del segundo puede ocultar un oscuro pasado o una doble vida. Para ello, Lucky McKee, nos narra efectivamente una historia presuntamente cotidiana (que sin embargo, engancha desde el principio) sobre una joven muy parecida a esas otras tantas que pululan a nuestro alrededor. La rarita de la clase, la niña tímida de la tienda de comestibles, esa extraña hermana de nuestro amigo, nuestra prima la del pueblo. Es por esto que nos montamos en un tren de cercanías y no en un tren de alta velocidad con escenas más vistas que las reposiciones de "El Principe de Bell Air" y adolescentes lelos e insoportables con superávit de hormonas y déficit de neuronas. En este tren nos encontramos con personajes bien trazados y de carne y hueso. Personajes trabajados, atractivos e incluso muy atrevidos. (La compañera de May en el veterinario en donde trabaja no tiene desperdicio) Todos ellos giran en torno al personaje de May, interpretado con muchísimo mimo y talento por Angela Bettis que logra crear un personaje que se nos muestra irresistible y original. La trama es como digo muy interesante y nos sorprende por llevar un ritmo que rompe nuestras expectativas pero que nunca nos defrauda. La transformación que sufre May y la irremediable desencadenación hacia un destino sobrecogedor, sucede por culpa de toda una serie de características y acontecimientos muy bien explicados y calculadamente reconocibles que forjan y maduran la verdadera cara del terror.Esta es una película que coge carrerilla para empezar antes de donde empiezan casi todas las demás de su género, para después acabar además bastante más allá de donde se atrevería ninguna otra. En su día Todd Solondz, conocido por lograr llegar también muy lejos con sus saltos y por rehuir de los géneros habituales para inventarse los suyos propios, nos regaló "Bienvenidos a la casa de muñecas" (1996), (película anterior a su ácida y genial "Happyness" (1998) que tiene mucho que ver con esta. En ella, el señor Solondz, abordaba de forma cruda y valiente, el drama de una niña fea y traumatizada, enfrentada a la más cruda realidad. La mayor diferencia entre ellas es, por supuesto, que aquella no era una película de terror. Bueno, y al grano, que no esperéis escenas convencionales, ni gatos que se empeñan en perderse, ni sustitos efectistas, ni tampoco efectos especiales porque no hacen falta. Esta es una producción de bajo presupuesto pero además no se nota. Y no se nota, porque tiene una mucho más que correcta fotografía, una atmósfera angustiosa y embriagadora, un montaje inteligente y un final muy verdadero, y por esto mismo, aterradoramente real.Esta es una peli que merece la pena, (de notable alto para quien ahora os escribe) y es que, amigos, si "Amelie" hubiese sido una película de terror en vez de un mágico cuento, aquella dulce francesita se hubiera llamado sin duda "May". ¿Y la magia?, La magia negra, por supuesto, muy negra. | [
"La",
"trama",
"es",
"como",
"digo",
"muy",
"interesante",
"y",
"nos",
"sorprende",
"por",
"llevar",
"un",
"ritmo",
"que",
"rompe",
"nuestras",
"expectativas",
"pero",
"que",
"nunca",
"nos",
"defrauda",
"."
] | 3 |
La transformación que sufre May y la irremediable desencadenación hacia un destino sobrecogedor, sucede por culpa de toda una serie de características y acontecimientos muy bien explicados y calculadamente reconocibles que forjan y maduran la verdadera cara del terror. | May, ¿quieres ser mi amigo? | "May, ¿Quieres ser mi amigo?" es una de esas películas que nos recuerdan que el terror no siempre lleva garras de acero en una mano o una mascara en la cara. El terror y la locura se encuentran mucho más cerca de nosotros, de la realidad, de nuestra pacífica y hasta a veces aburrida monotonía. May funciona bajo el método: la bestia duerme dentro de nosotros. En cada uno de nosotros hay un posible psicópata y nuestra vecina la del segundo puede ocultar un oscuro pasado o una doble vida. Para ello, Lucky McKee, nos narra efectivamente una historia presuntamente cotidiana (que sin embargo, engancha desde el principio) sobre una joven muy parecida a esas otras tantas que pululan a nuestro alrededor. La rarita de la clase, la niña tímida de la tienda de comestibles, esa extraña hermana de nuestro amigo, nuestra prima la del pueblo. Es por esto que nos montamos en un tren de cercanías y no en un tren de alta velocidad con escenas más vistas que las reposiciones de "El Principe de Bell Air" y adolescentes lelos e insoportables con superávit de hormonas y déficit de neuronas. En este tren nos encontramos con personajes bien trazados y de carne y hueso. Personajes trabajados, atractivos e incluso muy atrevidos. (La compañera de May en el veterinario en donde trabaja no tiene desperdicio) Todos ellos giran en torno al personaje de May, interpretado con muchísimo mimo y talento por Angela Bettis que logra crear un personaje que se nos muestra irresistible y original. La trama es como digo muy interesante y nos sorprende por llevar un ritmo que rompe nuestras expectativas pero que nunca nos defrauda. La transformación que sufre May y la irremediable desencadenación hacia un destino sobrecogedor, sucede por culpa de toda una serie de características y acontecimientos muy bien explicados y calculadamente reconocibles que forjan y maduran la verdadera cara del terror.Esta es una película que coge carrerilla para empezar antes de donde empiezan casi todas las demás de su género, para después acabar además bastante más allá de donde se atrevería ninguna otra. En su día Todd Solondz, conocido por lograr llegar también muy lejos con sus saltos y por rehuir de los géneros habituales para inventarse los suyos propios, nos regaló "Bienvenidos a la casa de muñecas" (1996), (película anterior a su ácida y genial "Happyness" (1998) que tiene mucho que ver con esta. En ella, el señor Solondz, abordaba de forma cruda y valiente, el drama de una niña fea y traumatizada, enfrentada a la más cruda realidad. La mayor diferencia entre ellas es, por supuesto, que aquella no era una película de terror. Bueno, y al grano, que no esperéis escenas convencionales, ni gatos que se empeñan en perderse, ni sustitos efectistas, ni tampoco efectos especiales porque no hacen falta. Esta es una producción de bajo presupuesto pero además no se nota. Y no se nota, porque tiene una mucho más que correcta fotografía, una atmósfera angustiosa y embriagadora, un montaje inteligente y un final muy verdadero, y por esto mismo, aterradoramente real.Esta es una peli que merece la pena, (de notable alto para quien ahora os escribe) y es que, amigos, si "Amelie" hubiese sido una película de terror en vez de un mágico cuento, aquella dulce francesita se hubiera llamado sin duda "May". ¿Y la magia?, La magia negra, por supuesto, muy negra. | [
"La",
"transformación",
"que",
"sufre",
"May",
"y",
"la",
"irremediable",
"desencadenación",
"hacia",
"un",
"destino",
"sobrecogedor",
",",
"sucede",
"por",
"culpa",
"de",
"toda",
"una",
"serie",
"de",
"características",
"y",
"acontecimientos",
"muy",
"bien",
"explicados",
"y",
"calculadamente",
"reconocibles",
"que",
"forjan",
"y",
"maduran",
"la",
"verdadera",
"cara",
"del",
"terror",
"."
] | 3 |
Esta es una película que coge carrerilla para empezar antes de donde empiezan casi todas las demás de su género, para después acabar además bastante más allá de donde se atrevería ninguna otra. | May, ¿quieres ser mi amigo? | "May, ¿Quieres ser mi amigo?" es una de esas películas que nos recuerdan que el terror no siempre lleva garras de acero en una mano o una mascara en la cara. El terror y la locura se encuentran mucho más cerca de nosotros, de la realidad, de nuestra pacífica y hasta a veces aburrida monotonía. May funciona bajo el método: la bestia duerme dentro de nosotros. En cada uno de nosotros hay un posible psicópata y nuestra vecina la del segundo puede ocultar un oscuro pasado o una doble vida. Para ello, Lucky McKee, nos narra efectivamente una historia presuntamente cotidiana (que sin embargo, engancha desde el principio) sobre una joven muy parecida a esas otras tantas que pululan a nuestro alrededor. La rarita de la clase, la niña tímida de la tienda de comestibles, esa extraña hermana de nuestro amigo, nuestra prima la del pueblo. Es por esto que nos montamos en un tren de cercanías y no en un tren de alta velocidad con escenas más vistas que las reposiciones de "El Principe de Bell Air" y adolescentes lelos e insoportables con superávit de hormonas y déficit de neuronas. En este tren nos encontramos con personajes bien trazados y de carne y hueso. Personajes trabajados, atractivos e incluso muy atrevidos. (La compañera de May en el veterinario en donde trabaja no tiene desperdicio) Todos ellos giran en torno al personaje de May, interpretado con muchísimo mimo y talento por Angela Bettis que logra crear un personaje que se nos muestra irresistible y original. La trama es como digo muy interesante y nos sorprende por llevar un ritmo que rompe nuestras expectativas pero que nunca nos defrauda. La transformación que sufre May y la irremediable desencadenación hacia un destino sobrecogedor, sucede por culpa de toda una serie de características y acontecimientos muy bien explicados y calculadamente reconocibles que forjan y maduran la verdadera cara del terror.Esta es una película que coge carrerilla para empezar antes de donde empiezan casi todas las demás de su género, para después acabar además bastante más allá de donde se atrevería ninguna otra. En su día Todd Solondz, conocido por lograr llegar también muy lejos con sus saltos y por rehuir de los géneros habituales para inventarse los suyos propios, nos regaló "Bienvenidos a la casa de muñecas" (1996), (película anterior a su ácida y genial "Happyness" (1998) que tiene mucho que ver con esta. En ella, el señor Solondz, abordaba de forma cruda y valiente, el drama de una niña fea y traumatizada, enfrentada a la más cruda realidad. La mayor diferencia entre ellas es, por supuesto, que aquella no era una película de terror. Bueno, y al grano, que no esperéis escenas convencionales, ni gatos que se empeñan en perderse, ni sustitos efectistas, ni tampoco efectos especiales porque no hacen falta. Esta es una producción de bajo presupuesto pero además no se nota. Y no se nota, porque tiene una mucho más que correcta fotografía, una atmósfera angustiosa y embriagadora, un montaje inteligente y un final muy verdadero, y por esto mismo, aterradoramente real.Esta es una peli que merece la pena, (de notable alto para quien ahora os escribe) y es que, amigos, si "Amelie" hubiese sido una película de terror en vez de un mágico cuento, aquella dulce francesita se hubiera llamado sin duda "May". ¿Y la magia?, La magia negra, por supuesto, muy negra. | [
"Esta",
"es",
"una",
"película",
"que",
"coge",
"carrerilla",
"para",
"empezar",
"antes",
"de",
"donde",
"empiezan",
"casi",
"todas",
"las",
"demás",
"de",
"su",
"género",
",",
"para",
"después",
"acabar",
"además",
"bastante",
"más",
"allá",
"de",
"donde",
"se",
"atrevería",
"ninguna",
"otra",
"."
] | 3 |
En su día Todd Solondz, conocido por lograr llegar también muy lejos con sus saltos y por rehuir de los géneros habituales para inventarse los suyos propios, nos regaló "Bienvenidos a la casa de muñecas" (1996), (película anterior a su ácida y genial "Happyness" (1998) que tiene mucho que ver con esta. | May, ¿quieres ser mi amigo? | "May, ¿Quieres ser mi amigo?" es una de esas películas que nos recuerdan que el terror no siempre lleva garras de acero en una mano o una mascara en la cara. El terror y la locura se encuentran mucho más cerca de nosotros, de la realidad, de nuestra pacífica y hasta a veces aburrida monotonía. May funciona bajo el método: la bestia duerme dentro de nosotros. En cada uno de nosotros hay un posible psicópata y nuestra vecina la del segundo puede ocultar un oscuro pasado o una doble vida. Para ello, Lucky McKee, nos narra efectivamente una historia presuntamente cotidiana (que sin embargo, engancha desde el principio) sobre una joven muy parecida a esas otras tantas que pululan a nuestro alrededor. La rarita de la clase, la niña tímida de la tienda de comestibles, esa extraña hermana de nuestro amigo, nuestra prima la del pueblo. Es por esto que nos montamos en un tren de cercanías y no en un tren de alta velocidad con escenas más vistas que las reposiciones de "El Principe de Bell Air" y adolescentes lelos e insoportables con superávit de hormonas y déficit de neuronas. En este tren nos encontramos con personajes bien trazados y de carne y hueso. Personajes trabajados, atractivos e incluso muy atrevidos. (La compañera de May en el veterinario en donde trabaja no tiene desperdicio) Todos ellos giran en torno al personaje de May, interpretado con muchísimo mimo y talento por Angela Bettis que logra crear un personaje que se nos muestra irresistible y original. La trama es como digo muy interesante y nos sorprende por llevar un ritmo que rompe nuestras expectativas pero que nunca nos defrauda. La transformación que sufre May y la irremediable desencadenación hacia un destino sobrecogedor, sucede por culpa de toda una serie de características y acontecimientos muy bien explicados y calculadamente reconocibles que forjan y maduran la verdadera cara del terror.Esta es una película que coge carrerilla para empezar antes de donde empiezan casi todas las demás de su género, para después acabar además bastante más allá de donde se atrevería ninguna otra. En su día Todd Solondz, conocido por lograr llegar también muy lejos con sus saltos y por rehuir de los géneros habituales para inventarse los suyos propios, nos regaló "Bienvenidos a la casa de muñecas" (1996), (película anterior a su ácida y genial "Happyness" (1998) que tiene mucho que ver con esta. En ella, el señor Solondz, abordaba de forma cruda y valiente, el drama de una niña fea y traumatizada, enfrentada a la más cruda realidad. La mayor diferencia entre ellas es, por supuesto, que aquella no era una película de terror. Bueno, y al grano, que no esperéis escenas convencionales, ni gatos que se empeñan en perderse, ni sustitos efectistas, ni tampoco efectos especiales porque no hacen falta. Esta es una producción de bajo presupuesto pero además no se nota. Y no se nota, porque tiene una mucho más que correcta fotografía, una atmósfera angustiosa y embriagadora, un montaje inteligente y un final muy verdadero, y por esto mismo, aterradoramente real.Esta es una peli que merece la pena, (de notable alto para quien ahora os escribe) y es que, amigos, si "Amelie" hubiese sido una película de terror en vez de un mágico cuento, aquella dulce francesita se hubiera llamado sin duda "May". ¿Y la magia?, La magia negra, por supuesto, muy negra. | [
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"su",
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"Todd",
"Solondz",
",",
"conocido",
"por",
"lograr",
"llegar",
"también",
"muy",
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"los",
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",",
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"muñecas",
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"1996",
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",",
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"ácida",
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"Happyness",
"\"",
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"1998",
")",
"que",
"tiene",
"mucho",
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"con",
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"."
] | 3 |
En ella, el señor Solondz, abordaba de forma cruda y valiente, el drama de una niña fea y traumatizada, enfrentada a la más cruda realidad. | May, ¿quieres ser mi amigo? | "May, ¿Quieres ser mi amigo?" es una de esas películas que nos recuerdan que el terror no siempre lleva garras de acero en una mano o una mascara en la cara. El terror y la locura se encuentran mucho más cerca de nosotros, de la realidad, de nuestra pacífica y hasta a veces aburrida monotonía. May funciona bajo el método: la bestia duerme dentro de nosotros. En cada uno de nosotros hay un posible psicópata y nuestra vecina la del segundo puede ocultar un oscuro pasado o una doble vida. Para ello, Lucky McKee, nos narra efectivamente una historia presuntamente cotidiana (que sin embargo, engancha desde el principio) sobre una joven muy parecida a esas otras tantas que pululan a nuestro alrededor. La rarita de la clase, la niña tímida de la tienda de comestibles, esa extraña hermana de nuestro amigo, nuestra prima la del pueblo. Es por esto que nos montamos en un tren de cercanías y no en un tren de alta velocidad con escenas más vistas que las reposiciones de "El Principe de Bell Air" y adolescentes lelos e insoportables con superávit de hormonas y déficit de neuronas. En este tren nos encontramos con personajes bien trazados y de carne y hueso. Personajes trabajados, atractivos e incluso muy atrevidos. (La compañera de May en el veterinario en donde trabaja no tiene desperdicio) Todos ellos giran en torno al personaje de May, interpretado con muchísimo mimo y talento por Angela Bettis que logra crear un personaje que se nos muestra irresistible y original. La trama es como digo muy interesante y nos sorprende por llevar un ritmo que rompe nuestras expectativas pero que nunca nos defrauda. La transformación que sufre May y la irremediable desencadenación hacia un destino sobrecogedor, sucede por culpa de toda una serie de características y acontecimientos muy bien explicados y calculadamente reconocibles que forjan y maduran la verdadera cara del terror.Esta es una película que coge carrerilla para empezar antes de donde empiezan casi todas las demás de su género, para después acabar además bastante más allá de donde se atrevería ninguna otra. En su día Todd Solondz, conocido por lograr llegar también muy lejos con sus saltos y por rehuir de los géneros habituales para inventarse los suyos propios, nos regaló "Bienvenidos a la casa de muñecas" (1996), (película anterior a su ácida y genial "Happyness" (1998) que tiene mucho que ver con esta. En ella, el señor Solondz, abordaba de forma cruda y valiente, el drama de una niña fea y traumatizada, enfrentada a la más cruda realidad. La mayor diferencia entre ellas es, por supuesto, que aquella no era una película de terror. Bueno, y al grano, que no esperéis escenas convencionales, ni gatos que se empeñan en perderse, ni sustitos efectistas, ni tampoco efectos especiales porque no hacen falta. Esta es una producción de bajo presupuesto pero además no se nota. Y no se nota, porque tiene una mucho más que correcta fotografía, una atmósfera angustiosa y embriagadora, un montaje inteligente y un final muy verdadero, y por esto mismo, aterradoramente real.Esta es una peli que merece la pena, (de notable alto para quien ahora os escribe) y es que, amigos, si "Amelie" hubiese sido una película de terror en vez de un mágico cuento, aquella dulce francesita se hubiera llamado sin duda "May". ¿Y la magia?, La magia negra, por supuesto, muy negra. | [
"En",
"ella",
",",
"el",
"señor",
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",",
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"de",
"forma",
"cruda",
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",",
"el",
"drama",
"de",
"una",
"niña",
"fea",
"y",
"traumatizada",
",",
"enfrentada",
"a",
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"más",
"cruda",
"realidad",
"."
] | 3 |
La mayor diferencia entre ellas es, por supuesto, que aquella no era una película de terror. | May, ¿quieres ser mi amigo? | "May, ¿Quieres ser mi amigo?" es una de esas películas que nos recuerdan que el terror no siempre lleva garras de acero en una mano o una mascara en la cara. El terror y la locura se encuentran mucho más cerca de nosotros, de la realidad, de nuestra pacífica y hasta a veces aburrida monotonía. May funciona bajo el método: la bestia duerme dentro de nosotros. En cada uno de nosotros hay un posible psicópata y nuestra vecina la del segundo puede ocultar un oscuro pasado o una doble vida. Para ello, Lucky McKee, nos narra efectivamente una historia presuntamente cotidiana (que sin embargo, engancha desde el principio) sobre una joven muy parecida a esas otras tantas que pululan a nuestro alrededor. La rarita de la clase, la niña tímida de la tienda de comestibles, esa extraña hermana de nuestro amigo, nuestra prima la del pueblo. Es por esto que nos montamos en un tren de cercanías y no en un tren de alta velocidad con escenas más vistas que las reposiciones de "El Principe de Bell Air" y adolescentes lelos e insoportables con superávit de hormonas y déficit de neuronas. En este tren nos encontramos con personajes bien trazados y de carne y hueso. Personajes trabajados, atractivos e incluso muy atrevidos. (La compañera de May en el veterinario en donde trabaja no tiene desperdicio) Todos ellos giran en torno al personaje de May, interpretado con muchísimo mimo y talento por Angela Bettis que logra crear un personaje que se nos muestra irresistible y original. La trama es como digo muy interesante y nos sorprende por llevar un ritmo que rompe nuestras expectativas pero que nunca nos defrauda. La transformación que sufre May y la irremediable desencadenación hacia un destino sobrecogedor, sucede por culpa de toda una serie de características y acontecimientos muy bien explicados y calculadamente reconocibles que forjan y maduran la verdadera cara del terror.Esta es una película que coge carrerilla para empezar antes de donde empiezan casi todas las demás de su género, para después acabar además bastante más allá de donde se atrevería ninguna otra. En su día Todd Solondz, conocido por lograr llegar también muy lejos con sus saltos y por rehuir de los géneros habituales para inventarse los suyos propios, nos regaló "Bienvenidos a la casa de muñecas" (1996), (película anterior a su ácida y genial "Happyness" (1998) que tiene mucho que ver con esta. En ella, el señor Solondz, abordaba de forma cruda y valiente, el drama de una niña fea y traumatizada, enfrentada a la más cruda realidad. La mayor diferencia entre ellas es, por supuesto, que aquella no era una película de terror. Bueno, y al grano, que no esperéis escenas convencionales, ni gatos que se empeñan en perderse, ni sustitos efectistas, ni tampoco efectos especiales porque no hacen falta. Esta es una producción de bajo presupuesto pero además no se nota. Y no se nota, porque tiene una mucho más que correcta fotografía, una atmósfera angustiosa y embriagadora, un montaje inteligente y un final muy verdadero, y por esto mismo, aterradoramente real.Esta es una peli que merece la pena, (de notable alto para quien ahora os escribe) y es que, amigos, si "Amelie" hubiese sido una película de terror en vez de un mágico cuento, aquella dulce francesita se hubiera llamado sin duda "May". ¿Y la magia?, La magia negra, por supuesto, muy negra. | [
"La",
"mayor",
"diferencia",
"entre",
"ellas",
"es",
",",
"por",
"supuesto",
",",
"que",
"aquella",
"no",
"era",
"una",
"película",
"de",
"terror",
"."
] | 3 |
Bueno, y al grano, que no esperéis escenas convencionales, ni gatos que se empeñan en perderse, ni sustitos efectistas, ni tampoco efectos especiales porque no hacen falta. | May, ¿quieres ser mi amigo? | "May, ¿Quieres ser mi amigo?" es una de esas películas que nos recuerdan que el terror no siempre lleva garras de acero en una mano o una mascara en la cara. El terror y la locura se encuentran mucho más cerca de nosotros, de la realidad, de nuestra pacífica y hasta a veces aburrida monotonía. May funciona bajo el método: la bestia duerme dentro de nosotros. En cada uno de nosotros hay un posible psicópata y nuestra vecina la del segundo puede ocultar un oscuro pasado o una doble vida. Para ello, Lucky McKee, nos narra efectivamente una historia presuntamente cotidiana (que sin embargo, engancha desde el principio) sobre una joven muy parecida a esas otras tantas que pululan a nuestro alrededor. La rarita de la clase, la niña tímida de la tienda de comestibles, esa extraña hermana de nuestro amigo, nuestra prima la del pueblo. Es por esto que nos montamos en un tren de cercanías y no en un tren de alta velocidad con escenas más vistas que las reposiciones de "El Principe de Bell Air" y adolescentes lelos e insoportables con superávit de hormonas y déficit de neuronas. En este tren nos encontramos con personajes bien trazados y de carne y hueso. Personajes trabajados, atractivos e incluso muy atrevidos. (La compañera de May en el veterinario en donde trabaja no tiene desperdicio) Todos ellos giran en torno al personaje de May, interpretado con muchísimo mimo y talento por Angela Bettis que logra crear un personaje que se nos muestra irresistible y original. La trama es como digo muy interesante y nos sorprende por llevar un ritmo que rompe nuestras expectativas pero que nunca nos defrauda. La transformación que sufre May y la irremediable desencadenación hacia un destino sobrecogedor, sucede por culpa de toda una serie de características y acontecimientos muy bien explicados y calculadamente reconocibles que forjan y maduran la verdadera cara del terror.Esta es una película que coge carrerilla para empezar antes de donde empiezan casi todas las demás de su género, para después acabar además bastante más allá de donde se atrevería ninguna otra. En su día Todd Solondz, conocido por lograr llegar también muy lejos con sus saltos y por rehuir de los géneros habituales para inventarse los suyos propios, nos regaló "Bienvenidos a la casa de muñecas" (1996), (película anterior a su ácida y genial "Happyness" (1998) que tiene mucho que ver con esta. En ella, el señor Solondz, abordaba de forma cruda y valiente, el drama de una niña fea y traumatizada, enfrentada a la más cruda realidad. La mayor diferencia entre ellas es, por supuesto, que aquella no era una película de terror. Bueno, y al grano, que no esperéis escenas convencionales, ni gatos que se empeñan en perderse, ni sustitos efectistas, ni tampoco efectos especiales porque no hacen falta. Esta es una producción de bajo presupuesto pero además no se nota. Y no se nota, porque tiene una mucho más que correcta fotografía, una atmósfera angustiosa y embriagadora, un montaje inteligente y un final muy verdadero, y por esto mismo, aterradoramente real.Esta es una peli que merece la pena, (de notable alto para quien ahora os escribe) y es que, amigos, si "Amelie" hubiese sido una película de terror en vez de un mágico cuento, aquella dulce francesita se hubiera llamado sin duda "May". ¿Y la magia?, La magia negra, por supuesto, muy negra. | [
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Esta es una producción de bajo presupuesto pero además no se nota. | May, ¿quieres ser mi amigo? | "May, ¿Quieres ser mi amigo?" es una de esas películas que nos recuerdan que el terror no siempre lleva garras de acero en una mano o una mascara en la cara. El terror y la locura se encuentran mucho más cerca de nosotros, de la realidad, de nuestra pacífica y hasta a veces aburrida monotonía. May funciona bajo el método: la bestia duerme dentro de nosotros. En cada uno de nosotros hay un posible psicópata y nuestra vecina la del segundo puede ocultar un oscuro pasado o una doble vida. Para ello, Lucky McKee, nos narra efectivamente una historia presuntamente cotidiana (que sin embargo, engancha desde el principio) sobre una joven muy parecida a esas otras tantas que pululan a nuestro alrededor. La rarita de la clase, la niña tímida de la tienda de comestibles, esa extraña hermana de nuestro amigo, nuestra prima la del pueblo. Es por esto que nos montamos en un tren de cercanías y no en un tren de alta velocidad con escenas más vistas que las reposiciones de "El Principe de Bell Air" y adolescentes lelos e insoportables con superávit de hormonas y déficit de neuronas. En este tren nos encontramos con personajes bien trazados y de carne y hueso. Personajes trabajados, atractivos e incluso muy atrevidos. (La compañera de May en el veterinario en donde trabaja no tiene desperdicio) Todos ellos giran en torno al personaje de May, interpretado con muchísimo mimo y talento por Angela Bettis que logra crear un personaje que se nos muestra irresistible y original. La trama es como digo muy interesante y nos sorprende por llevar un ritmo que rompe nuestras expectativas pero que nunca nos defrauda. La transformación que sufre May y la irremediable desencadenación hacia un destino sobrecogedor, sucede por culpa de toda una serie de características y acontecimientos muy bien explicados y calculadamente reconocibles que forjan y maduran la verdadera cara del terror.Esta es una película que coge carrerilla para empezar antes de donde empiezan casi todas las demás de su género, para después acabar además bastante más allá de donde se atrevería ninguna otra. En su día Todd Solondz, conocido por lograr llegar también muy lejos con sus saltos y por rehuir de los géneros habituales para inventarse los suyos propios, nos regaló "Bienvenidos a la casa de muñecas" (1996), (película anterior a su ácida y genial "Happyness" (1998) que tiene mucho que ver con esta. En ella, el señor Solondz, abordaba de forma cruda y valiente, el drama de una niña fea y traumatizada, enfrentada a la más cruda realidad. La mayor diferencia entre ellas es, por supuesto, que aquella no era una película de terror. Bueno, y al grano, que no esperéis escenas convencionales, ni gatos que se empeñan en perderse, ni sustitos efectistas, ni tampoco efectos especiales porque no hacen falta. Esta es una producción de bajo presupuesto pero además no se nota. Y no se nota, porque tiene una mucho más que correcta fotografía, una atmósfera angustiosa y embriagadora, un montaje inteligente y un final muy verdadero, y por esto mismo, aterradoramente real.Esta es una peli que merece la pena, (de notable alto para quien ahora os escribe) y es que, amigos, si "Amelie" hubiese sido una película de terror en vez de un mágico cuento, aquella dulce francesita se hubiera llamado sin duda "May". ¿Y la magia?, La magia negra, por supuesto, muy negra. | [
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Y no se nota, porque tiene una mucho más que correcta fotografía, una atmósfera angustiosa y embriagadora, un montaje inteligente y un final muy verdadero, y por esto mismo, aterradoramente real. | May, ¿quieres ser mi amigo? | "May, ¿Quieres ser mi amigo?" es una de esas películas que nos recuerdan que el terror no siempre lleva garras de acero en una mano o una mascara en la cara. El terror y la locura se encuentran mucho más cerca de nosotros, de la realidad, de nuestra pacífica y hasta a veces aburrida monotonía. May funciona bajo el método: la bestia duerme dentro de nosotros. En cada uno de nosotros hay un posible psicópata y nuestra vecina la del segundo puede ocultar un oscuro pasado o una doble vida. Para ello, Lucky McKee, nos narra efectivamente una historia presuntamente cotidiana (que sin embargo, engancha desde el principio) sobre una joven muy parecida a esas otras tantas que pululan a nuestro alrededor. La rarita de la clase, la niña tímida de la tienda de comestibles, esa extraña hermana de nuestro amigo, nuestra prima la del pueblo. Es por esto que nos montamos en un tren de cercanías y no en un tren de alta velocidad con escenas más vistas que las reposiciones de "El Principe de Bell Air" y adolescentes lelos e insoportables con superávit de hormonas y déficit de neuronas. En este tren nos encontramos con personajes bien trazados y de carne y hueso. Personajes trabajados, atractivos e incluso muy atrevidos. (La compañera de May en el veterinario en donde trabaja no tiene desperdicio) Todos ellos giran en torno al personaje de May, interpretado con muchísimo mimo y talento por Angela Bettis que logra crear un personaje que se nos muestra irresistible y original. La trama es como digo muy interesante y nos sorprende por llevar un ritmo que rompe nuestras expectativas pero que nunca nos defrauda. La transformación que sufre May y la irremediable desencadenación hacia un destino sobrecogedor, sucede por culpa de toda una serie de características y acontecimientos muy bien explicados y calculadamente reconocibles que forjan y maduran la verdadera cara del terror.Esta es una película que coge carrerilla para empezar antes de donde empiezan casi todas las demás de su género, para después acabar además bastante más allá de donde se atrevería ninguna otra. En su día Todd Solondz, conocido por lograr llegar también muy lejos con sus saltos y por rehuir de los géneros habituales para inventarse los suyos propios, nos regaló "Bienvenidos a la casa de muñecas" (1996), (película anterior a su ácida y genial "Happyness" (1998) que tiene mucho que ver con esta. En ella, el señor Solondz, abordaba de forma cruda y valiente, el drama de una niña fea y traumatizada, enfrentada a la más cruda realidad. La mayor diferencia entre ellas es, por supuesto, que aquella no era una película de terror. Bueno, y al grano, que no esperéis escenas convencionales, ni gatos que se empeñan en perderse, ni sustitos efectistas, ni tampoco efectos especiales porque no hacen falta. Esta es una producción de bajo presupuesto pero además no se nota. Y no se nota, porque tiene una mucho más que correcta fotografía, una atmósfera angustiosa y embriagadora, un montaje inteligente y un final muy verdadero, y por esto mismo, aterradoramente real.Esta es una peli que merece la pena, (de notable alto para quien ahora os escribe) y es que, amigos, si "Amelie" hubiese sido una película de terror en vez de un mágico cuento, aquella dulce francesita se hubiera llamado sin duda "May". ¿Y la magia?, La magia negra, por supuesto, muy negra. | [
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Esta es una peli que merece la pena, (de notable alto para quien ahora os escribe) y es que, amigos, si "Amelie" hubiese sido una película de terror en vez de un mágico cuento, aquella dulce francesita se hubiera llamado sin duda "May". | May, ¿quieres ser mi amigo? | "May, ¿Quieres ser mi amigo?" es una de esas películas que nos recuerdan que el terror no siempre lleva garras de acero en una mano o una mascara en la cara. El terror y la locura se encuentran mucho más cerca de nosotros, de la realidad, de nuestra pacífica y hasta a veces aburrida monotonía. May funciona bajo el método: la bestia duerme dentro de nosotros. En cada uno de nosotros hay un posible psicópata y nuestra vecina la del segundo puede ocultar un oscuro pasado o una doble vida. Para ello, Lucky McKee, nos narra efectivamente una historia presuntamente cotidiana (que sin embargo, engancha desde el principio) sobre una joven muy parecida a esas otras tantas que pululan a nuestro alrededor. La rarita de la clase, la niña tímida de la tienda de comestibles, esa extraña hermana de nuestro amigo, nuestra prima la del pueblo. Es por esto que nos montamos en un tren de cercanías y no en un tren de alta velocidad con escenas más vistas que las reposiciones de "El Principe de Bell Air" y adolescentes lelos e insoportables con superávit de hormonas y déficit de neuronas. En este tren nos encontramos con personajes bien trazados y de carne y hueso. Personajes trabajados, atractivos e incluso muy atrevidos. (La compañera de May en el veterinario en donde trabaja no tiene desperdicio) Todos ellos giran en torno al personaje de May, interpretado con muchísimo mimo y talento por Angela Bettis que logra crear un personaje que se nos muestra irresistible y original. La trama es como digo muy interesante y nos sorprende por llevar un ritmo que rompe nuestras expectativas pero que nunca nos defrauda. La transformación que sufre May y la irremediable desencadenación hacia un destino sobrecogedor, sucede por culpa de toda una serie de características y acontecimientos muy bien explicados y calculadamente reconocibles que forjan y maduran la verdadera cara del terror.Esta es una película que coge carrerilla para empezar antes de donde empiezan casi todas las demás de su género, para después acabar además bastante más allá de donde se atrevería ninguna otra. En su día Todd Solondz, conocido por lograr llegar también muy lejos con sus saltos y por rehuir de los géneros habituales para inventarse los suyos propios, nos regaló "Bienvenidos a la casa de muñecas" (1996), (película anterior a su ácida y genial "Happyness" (1998) que tiene mucho que ver con esta. En ella, el señor Solondz, abordaba de forma cruda y valiente, el drama de una niña fea y traumatizada, enfrentada a la más cruda realidad. La mayor diferencia entre ellas es, por supuesto, que aquella no era una película de terror. Bueno, y al grano, que no esperéis escenas convencionales, ni gatos que se empeñan en perderse, ni sustitos efectistas, ni tampoco efectos especiales porque no hacen falta. Esta es una producción de bajo presupuesto pero además no se nota. Y no se nota, porque tiene una mucho más que correcta fotografía, una atmósfera angustiosa y embriagadora, un montaje inteligente y un final muy verdadero, y por esto mismo, aterradoramente real.Esta es una peli que merece la pena, (de notable alto para quien ahora os escribe) y es que, amigos, si "Amelie" hubiese sido una película de terror en vez de un mágico cuento, aquella dulce francesita se hubiera llamado sin duda "May". ¿Y la magia?, La magia negra, por supuesto, muy negra. | [
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¿Y la magia? | May, ¿quieres ser mi amigo? | "May, ¿Quieres ser mi amigo?" es una de esas películas que nos recuerdan que el terror no siempre lleva garras de acero en una mano o una mascara en la cara. El terror y la locura se encuentran mucho más cerca de nosotros, de la realidad, de nuestra pacífica y hasta a veces aburrida monotonía. May funciona bajo el método: la bestia duerme dentro de nosotros. En cada uno de nosotros hay un posible psicópata y nuestra vecina la del segundo puede ocultar un oscuro pasado o una doble vida. Para ello, Lucky McKee, nos narra efectivamente una historia presuntamente cotidiana (que sin embargo, engancha desde el principio) sobre una joven muy parecida a esas otras tantas que pululan a nuestro alrededor. La rarita de la clase, la niña tímida de la tienda de comestibles, esa extraña hermana de nuestro amigo, nuestra prima la del pueblo. Es por esto que nos montamos en un tren de cercanías y no en un tren de alta velocidad con escenas más vistas que las reposiciones de "El Principe de Bell Air" y adolescentes lelos e insoportables con superávit de hormonas y déficit de neuronas. En este tren nos encontramos con personajes bien trazados y de carne y hueso. Personajes trabajados, atractivos e incluso muy atrevidos. (La compañera de May en el veterinario en donde trabaja no tiene desperdicio) Todos ellos giran en torno al personaje de May, interpretado con muchísimo mimo y talento por Angela Bettis que logra crear un personaje que se nos muestra irresistible y original. La trama es como digo muy interesante y nos sorprende por llevar un ritmo que rompe nuestras expectativas pero que nunca nos defrauda. La transformación que sufre May y la irremediable desencadenación hacia un destino sobrecogedor, sucede por culpa de toda una serie de características y acontecimientos muy bien explicados y calculadamente reconocibles que forjan y maduran la verdadera cara del terror.Esta es una película que coge carrerilla para empezar antes de donde empiezan casi todas las demás de su género, para después acabar además bastante más allá de donde se atrevería ninguna otra. En su día Todd Solondz, conocido por lograr llegar también muy lejos con sus saltos y por rehuir de los géneros habituales para inventarse los suyos propios, nos regaló "Bienvenidos a la casa de muñecas" (1996), (película anterior a su ácida y genial "Happyness" (1998) que tiene mucho que ver con esta. En ella, el señor Solondz, abordaba de forma cruda y valiente, el drama de una niña fea y traumatizada, enfrentada a la más cruda realidad. La mayor diferencia entre ellas es, por supuesto, que aquella no era una película de terror. Bueno, y al grano, que no esperéis escenas convencionales, ni gatos que se empeñan en perderse, ni sustitos efectistas, ni tampoco efectos especiales porque no hacen falta. Esta es una producción de bajo presupuesto pero además no se nota. Y no se nota, porque tiene una mucho más que correcta fotografía, una atmósfera angustiosa y embriagadora, un montaje inteligente y un final muy verdadero, y por esto mismo, aterradoramente real.Esta es una peli que merece la pena, (de notable alto para quien ahora os escribe) y es que, amigos, si "Amelie" hubiese sido una película de terror en vez de un mágico cuento, aquella dulce francesita se hubiera llamado sin duda "May". ¿Y la magia?, La magia negra, por supuesto, muy negra. | [
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Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". | Cómo ponerse en la piel de un kamikaze | Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes. | [
"Es",
"todo",
"un",
"alivio",
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"ante",
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La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión. | Cómo ponerse en la piel de un kamikaze | Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes. | [
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] | 3 |
Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. | Cómo ponerse en la piel de un kamikaze | Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes. | [
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Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos. | Cómo ponerse en la piel de un kamikaze | Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes. | [
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Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. | Cómo ponerse en la piel de un kamikaze | Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes. | [
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Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. | Cómo ponerse en la piel de un kamikaze | Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes. | [
"Sólo",
"tratan",
"de",
"profundizar",
"y",
"sumergirse",
"en",
"la",
"cabeza",
"de",
"la",
"persona",
"que",
"llega",
"hasta",
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"extremos",
",",
"sea",
"por",
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"razón",
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"sea",
"."
] | 3 |
Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. | Cómo ponerse en la piel de un kamikaze | Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes. | [
"Y",
"eso",
"es",
"lo",
"que",
"persigue",
"el",
"film",
":",
"descubrir",
"el",
"motivo",
"de",
"las",
"actuaciones",
"de",
"los",
"kamikazes",
"."
] | 3 |
Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. | Cómo ponerse en la piel de un kamikaze | Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes. | [
"Aunque",
"no",
"ofrezca",
"un",
"final",
"cerrado",
"que",
"nos",
"deje",
"claro",
"el",
"por",
"qué",
"de",
"ello",
"."
] | 3 |
Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo. | Cómo ponerse en la piel de un kamikaze | Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes. | [
"Nosotros",
"tenemos",
"que",
"ser",
"capaces",
"de",
"ponernos",
"en",
"su",
"piel",
"y",
"tratar",
"de",
"entenderlo",
"."
] | 3 |
Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). | Cómo ponerse en la piel de un kamikaze | Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes. | [
"Porque",
",",
"por",
"mucho",
"que",
"algunos",
"se",
"empeñen",
"en",
"demostrar",
"lo",
"contrario",
",",
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"polémica",
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"hecho",
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"querer",
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"actuaciones",
"de",
"alguien",
",",
"sea",
"kamikaze",
",",
"violador",
"o",
"pederasta",
"(",
"por",
"el",
"cercano",
"ejemplo",
"de",
"la",
"también",
"correctísima",
"\"",
"El",
"Leñador",
"\"",
")",
"."
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Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. | Cómo ponerse en la piel de un kamikaze | Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes. | [
"Ojo",
",",
"con",
"ello",
"no",
"se",
"incluye",
"jamás",
"el",
"hecho",
"de",
"justificarlas",
"."
] | 3 |
Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo. | Cómo ponerse en la piel de un kamikaze | Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes. | [
"Creo",
"que",
"somos",
"lo",
"suficientemente",
"maduros",
"como",
"para",
"diferenciarlo",
"."
] | 3 |
Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. | Cómo ponerse en la piel de un kamikaze | Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes. | [
"Siempre",
"es",
"interesante",
"y",
"productivo",
"ponerse",
"en",
"la",
"piel",
"de",
"alguien",
",",
"intentar",
"comprenderle",
"y",
"sufrir",
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"miedos",
"y",
"sentir",
"sus",
"anhelos",
",",
"por",
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"atroz",
"que",
"sea",
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"crimen",
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"cometido",
"."
] | 3 |
Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). | Cómo ponerse en la piel de un kamikaze | Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes. | [
"Lógicamente",
",",
"y",
"tal",
"y",
"como",
"sucedió",
",",
"por",
"ejemplo",
",",
"en",
"\"",
"El",
"Hundimiento",
"\"",
",",
"no",
"todo",
"el",
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"será",
"capaz",
"de",
"ponerse",
"en",
"la",
"piel",
"de",
"un",
"monstruo",
"como",
"Hitler",
"(",
"sirva",
"como",
"paradigma",
")",
"."
] | 3 |
Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. | Cómo ponerse en la piel de un kamikaze | Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes. | [
"Muchos",
"sentirán",
"náuseas",
"con",
"sólo",
"pensarlo",
"."
] | 3 |
Y lo puedo comprender. | Cómo ponerse en la piel de un kamikaze | Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes. | [
"Y",
"lo",
"puedo",
"comprender",
"."
] | 3 |
Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. | Cómo ponerse en la piel de un kamikaze | Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes. | [
"Pero",
"a",
"una",
"persona",
"con",
"inquietudes",
"morales",
"le",
"resultará",
"muy",
"productivo",
",",
"y",
",",
"a",
"fin",
"de",
"cuentas",
",",
"y",
"aunque",
"suene",
"exagerado",
",",
"en",
"eso",
"se",
"basa",
"la",
"empatía",
"."
] | 3 |
En no hacer distinciones de ningún tipo. | Cómo ponerse en la piel de un kamikaze | Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes. | [
"En",
"no",
"hacer",
"distinciones",
"de",
"ningún",
"tipo",
"."
] | 3 |
Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. | Cómo ponerse en la piel de un kamikaze | Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes. | [
"Va",
"siendo",
"hora",
"de",
"que",
"nos",
"demos",
"cuenta",
"de",
"que",
"las",
"víctimas",
"no",
"son",
"las",
"únicas",
"protagonistas",
"."
] | 3 |
El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. | Cómo ponerse en la piel de un kamikaze | Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes. | [
"El",
"verdugo",
",",
"de",
"cierta",
"forma",
",",
"siempre",
"es",
"una",
"víctima",
"al",
"mismo",
"tiempo",
"."
] | 3 |
Sea cual sea su condena y motivo. | Cómo ponerse en la piel de un kamikaze | Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes. | [
"Sea",
"cual",
"sea",
"su",
"condena",
"y",
"motivo",
"."
] | 3 |
Habría que escarbar en su pasado. | Cómo ponerse en la piel de un kamikaze | Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes. | [
"Habría",
"que",
"escarbar",
"en",
"su",
"pasado",
"."
] | 3 |
Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. | Cómo ponerse en la piel de un kamikaze | Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes. | [
"Para",
"ganar",
"como",
"individuos",
"de",
"una",
"sociedad",
",",
"tenemos",
"que",
"entender",
"que",
"todo",
"tiene",
"un",
"por",
"qué",
"."
] | 3 |
Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita. | Cómo ponerse en la piel de un kamikaze | Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes. | [
"Y",
"nada",
"ni",
"nadie",
"puede",
"juzgar",
"la",
"vida",
"de",
"otro",
"de",
"forma",
"gratuita",
"."
] | 3 |
Y repito. | Cómo ponerse en la piel de un kamikaze | Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes. | [
"Y",
"repito",
"."
] | 3 |
Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. | Cómo ponerse en la piel de un kamikaze | Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes. | [
"Con",
"ello",
"no",
"se",
"trataría",
"de",
"justificar",
"(",
"no",
"se",
"puede",
"justificar",
"de",
"ningún",
"modo",
"la",
"brutalidad",
"de",
"ciertos",
"actos",
")",
"nada",
",",
"pero",
"tampoco",
"de",
"castigar",
",",
"ya",
"que",
"simplemente",
"lograríamos",
"el",
"efecto",
"inverso",
"."
] | 3 |
Corregir (educar) es el término más adecuado. | Cómo ponerse en la piel de un kamikaze | Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes. | [
"Corregir",
"(",
"educar",
")",
"es",
"el",
"término",
"más",
"adecuado",
"."
] | 3 |
Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. | Cómo ponerse en la piel de un kamikaze | Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes. | [
"Nunca",
",",
"desde",
"Caín",
",",
"un",
"castigo",
"ha",
"hecho",
"mejorar",
"a",
"nadie",
"ni",
"disuadirlo",
"de",
"cometer",
"un",
"crimen",
"."
] | 3 |
Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. | Cómo ponerse en la piel de un kamikaze | Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes. | [
"Tal",
"vez",
"deberíamos",
"ponernos",
"frente",
"a",
"un",
"espejo",
"y",
"observar",
"."
] | 3 |
Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad. | Cómo ponerse en la piel de un kamikaze | Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes. | [
"Sería",
"interesante",
"lo",
"que",
"llegaríamos",
"a",
"descubrir",
"si",
"miramos",
"con",
"la",
"debida",
"profundidad",
"."
] | 3 |
Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. | Cómo ponerse en la piel de un kamikaze | Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes. | [
"Lo",
"cierto",
"es",
"que",
"la",
"dirección",
"de",
"Hany",
"Abu-Assad",
"ayuda",
"mucho",
"a",
"la",
"hora",
"de",
"tratar",
"la",
"película",
"con",
"la",
"seriedad",
"y",
"objetividad",
"que",
"merece",
"."
] | 3 |
Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. | Cómo ponerse en la piel de un kamikaze | Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes. | [
"Su",
"cámara",
"es",
"lo",
"más",
"aséptica",
"posible",
",",
"simplemente",
"observa",
"y",
"sigue",
",",
"sin",
"determinar",
"ni",
"juzgar",
"."
] | 3 |
A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. | Cómo ponerse en la piel de un kamikaze | Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes. | [
"A",
"pesar",
"de",
"que",
"se",
"evidencia",
"un",
"presupuesto",
"bajísimo",
",",
"tanto",
"por",
"la",
"cámara",
"como",
"por",
"la",
"forma",
"un",
"tanto",
"hogareña",
"del",
"rodaje",
",",
"no",
"es",
"necesario",
"nada",
"más",
"."
] | 3 |
Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto. | Cómo ponerse en la piel de un kamikaze | Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes. | [
"Si",
"se",
"sabe",
"decir",
"con",
"clase",
"y",
"sutileza",
"lo",
"que",
"se",
"quiere",
"decir",
",",
"como",
"es",
"el",
"caso",
",",
"no",
"hay",
"problemas",
"es",
"ese",
"aspecto",
"."
] | 3 |
Y las interpretaciones son bastante acertadas también. | Cómo ponerse en la piel de un kamikaze | Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes. | [
"Y",
"las",
"interpretaciones",
"son",
"bastante",
"acertadas",
"también",
"."
] | 3 |
Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. | Cómo ponerse en la piel de un kamikaze | Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes. | [
"Sin",
"realizar",
"un",
"trabajo",
"que",
"llame",
"la",
"atención",
",",
"Ali",
"Suliman",
"y",
",",
"sobre",
"todo",
",",
"un",
"dubitativo",
"Kais",
"Nashef",
"sí",
"que",
"nos",
"ayudan",
"a",
"ponernos",
"en",
"su",
"difícil",
"lugar",
"."
] | 3 |
Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno. | Cómo ponerse en la piel de un kamikaze | Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes. | [
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] | 3 |
Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. | Cómo ponerse en la piel de un kamikaze | Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes. | [
"Podemos",
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"retazos",
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"sus",
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] | 3 |
Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. | Cómo ponerse en la piel de un kamikaze | Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes. | [
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",",
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Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. | Cómo ponerse en la piel de un kamikaze | Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes. | [
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"todos",
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"previsibles",
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Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos. | Cómo ponerse en la piel de un kamikaze | Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes. | [
"Pero",
"es",
"algo",
"que",
"no",
"sólo",
"les",
"puede",
"suceder",
"a",
"ellos",
"."
] | 3 |
En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. | Cómo ponerse en la piel de un kamikaze | Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes. | [
"En",
"definitiva",
",",
"todo",
"un",
"soplo",
"de",
"aire",
"fresco",
"frente",
"a",
"la",
"gran",
"mayoría",
"de",
"películas",
"que",
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"inundan",
"últimamente",
"y",
"que",
"poseen",
",",
"sin",
"intención",
"de",
"resultar",
"ofensivo",
",",
"cierto",
"carácter",
"panfletario",
"que",
"termina",
"por",
"aburrir",
"al",
"espectador",
"."
] | 3 |
No olvidemos que estamos hablando de cine. | Cómo ponerse en la piel de un kamikaze | Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes. | [
"No",
"olvidemos",
"que",
"estamos",
"hablando",
"de",
"cine",
"."
] | 3 |
Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. | Cómo ponerse en la piel de un kamikaze | Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes. | [
"Y",
",",
"personalmente",
",",
"prefiero",
"entenderlo",
"como",
"proyección",
"de",
"sentimientos",
"vitales",
"y",
"de",
"inquietudes",
"espirituales",
"."
] | 3 |
No como crítica reiterativa y obvia. | Cómo ponerse en la piel de un kamikaze | Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes. | [
"No",
"como",
"crítica",
"reiterativa",
"y",
"obvia",
"."
] | 3 |
Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego. | Cómo ponerse en la piel de un kamikaze | Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes. | [
"Prefiero",
"vivir",
"el",
"cine",
"como",
"un",
"juego",
"en",
"el",
"que",
"la",
"mente",
"y",
"el",
"espíritu",
"humanos",
"son",
"los",
"que",
"deciden",
",",
"y",
"no",
"la",
"mano",
"de",
"un",
"director",
"que",
"acaricia",
"la",
"autocomplacencia",
"y",
"única",
"alimentación",
"del",
"ego",
"."
] | 3 |
El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. | Cómo ponerse en la piel de un kamikaze | Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes. | [
"El",
"verdadero",
"valor",
"de",
"la",
"dirección",
"es",
"que",
"seamos",
"nosotros",
"los",
"que",
"tengamos",
"en",
"nuestro",
"poder",
"la",
"última",
"decisión",
"."
] | 3 |
Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. | Cómo ponerse en la piel de un kamikaze | Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes. | [
"Él",
"es",
"el",
"artesano",
"que",
"elabora",
"la",
"mimbre",
"de",
"calidad",
",",
"desarrolla",
"las",
"ideas",
"y",
"la",
"problemática",
"a",
"partir",
"de",
"la",
"cual",
"nosotros",
"somos",
"los",
"que",
"terminamos",
"de",
"enraizar",
"nuestra",
"decisión",
"y",
"nuestra",
"determinación",
"."
] | 3 |
Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. | Cómo ponerse en la piel de un kamikaze | Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes. | [
"Ya",
"que",
",",
"en",
"parte",
",",
"nosotros",
"somos",
",",
"también",
",",
"parte",
"de",
"su",
"trabajo",
"."
] | 3 |
Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar. | Cómo ponerse en la piel de un kamikaze | Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes. | [
"Somos",
"el",
"último",
"punto",
"en",
"ese",
"largo",
"recorrido",
"del",
"film",
",",
"que",
"es",
"el",
"que",
",",
"realmente",
",",
"toda",
"película",
"y",
"todo",
"creador",
"desean",
"alcanzar",
"."
] | 3 |
Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. | Cómo ponerse en la piel de un kamikaze | Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes. | [
"Ni",
"siquiera",
"nosotros",
"mismos",
"podremos",
"calificarnos",
"como",
"último",
"bastión",
",",
"ya",
"que",
"lo",
"es",
"la",
"compresión",
"y",
"la",
"reflexión",
"."
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Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. | Cómo ponerse en la piel de un kamikaze | Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes. | [
"Eso",
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"."
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Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. | Cómo ponerse en la piel de un kamikaze | Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes. | [
"Y",
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"y",
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"ello",
",",
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"desenmascara",
"duramente",
"el",
"terrorismo",
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"ninguna",
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"precisamente",
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Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente. | Cómo ponerse en la piel de un kamikaze | Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes. | [
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Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". | Cómo ponerse en la piel de un kamikaze | Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes. | [
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Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes. | Cómo ponerse en la piel de un kamikaze | Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. 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"Con",
"sus",
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"."
] | 3 |
Una fiesta llena de excesos, rubias despampanantes, musculitos por doquier, algún que otro muerto. | Silicona, esteroides, pactos demoníacos y otras basuras habituales son la base que sustentan esta aberración. De vergüenza. | Una fiesta llena de excesos, rubias despampanantes, musculitos por doquier, algún que otro muerto. nada nuevo. La alianza del mal es el nombre de este Thriller sobrenatural que narra las peripecias de unos jóvenes que para vivir a todo tren no se les ocurre otra que hacer un pacto con el demonio o alguno de sus acólitos. De verdad que no sé qué es lo que les ocurre a los guionistas de Hollywood, por qué desprecian una y otra vez al espectador y le ofrecen subproductos plagados de tópicos, sin la más mínima originalidad y que más que películas parecen odas a la silicona y los esteroides. Y lo peor es que la respuesta a la pregunta que acabo de formular está implícita en la misma: se siguen haciendo estos bodrios porque la gente sigue yendo a verlos. Es un círculo vicioso, parecido al de los programas del corazón, donde parásitos sin oficio ni beneficio se llenan los bolsillos a costa de vender basura. La alianza del mal no tiene por donde cogerla: su argumento es prácticamente inexistente e inconexo entre sus partes; de los intérpretes ya he dicho bastante, ya que cualquier parecido con un actor es mera coincidencia. Mención aparte merece el director Renny Harlin, una persona que ha dirigido títulos de cierta envergadura que se ha prestado a hacer el ridículo insultando al espectador con este bodrio que parece rodado sólo para aquellos que padezcan de idiocia. Y es que ya ni se molestan en crear unos efectos especiales decentes, que era la justificación que se utilizaba para justificar estos mamarrachos. Iba a decir que es una película típica de la clase b, pero sería un insulto para El vengador tóxico y otras similares, que al menos te hacían esbozar una sonrisa. Porque la única realidad es que La alianza del mal es un desecho cinematográfico, una insufrible sucesión de imágenes cuya única virtud es la de no durar demasiado. De vergüenza. | [
"Una",
"fiesta",
"llena",
"de",
"excesos",
",",
"rubias",
"despampanantes",
",",
"musculitos",
"por",
"doquier",
",",
"algún",
"que",
"otro",
"muerto",
"."
] | 0 |
nada nuevo. | Silicona, esteroides, pactos demoníacos y otras basuras habituales son la base que sustentan esta aberración. De vergüenza. | Una fiesta llena de excesos, rubias despampanantes, musculitos por doquier, algún que otro muerto. nada nuevo. La alianza del mal es el nombre de este Thriller sobrenatural que narra las peripecias de unos jóvenes que para vivir a todo tren no se les ocurre otra que hacer un pacto con el demonio o alguno de sus acólitos. De verdad que no sé qué es lo que les ocurre a los guionistas de Hollywood, por qué desprecian una y otra vez al espectador y le ofrecen subproductos plagados de tópicos, sin la más mínima originalidad y que más que películas parecen odas a la silicona y los esteroides. Y lo peor es que la respuesta a la pregunta que acabo de formular está implícita en la misma: se siguen haciendo estos bodrios porque la gente sigue yendo a verlos. Es un círculo vicioso, parecido al de los programas del corazón, donde parásitos sin oficio ni beneficio se llenan los bolsillos a costa de vender basura. La alianza del mal no tiene por donde cogerla: su argumento es prácticamente inexistente e inconexo entre sus partes; de los intérpretes ya he dicho bastante, ya que cualquier parecido con un actor es mera coincidencia. Mención aparte merece el director Renny Harlin, una persona que ha dirigido títulos de cierta envergadura que se ha prestado a hacer el ridículo insultando al espectador con este bodrio que parece rodado sólo para aquellos que padezcan de idiocia. Y es que ya ni se molestan en crear unos efectos especiales decentes, que era la justificación que se utilizaba para justificar estos mamarrachos. Iba a decir que es una película típica de la clase b, pero sería un insulto para El vengador tóxico y otras similares, que al menos te hacían esbozar una sonrisa. Porque la única realidad es que La alianza del mal es un desecho cinematográfico, una insufrible sucesión de imágenes cuya única virtud es la de no durar demasiado. De vergüenza. | [
"nada",
"nuevo",
"."
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La alianza del mal es el nombre de este Thriller sobrenatural que narra las peripecias de unos jóvenes que para vivir a todo tren no se les ocurre otra que hacer un pacto con el demonio o alguno de sus acólitos. | Silicona, esteroides, pactos demoníacos y otras basuras habituales son la base que sustentan esta aberración. De vergüenza. | Una fiesta llena de excesos, rubias despampanantes, musculitos por doquier, algún que otro muerto. nada nuevo. La alianza del mal es el nombre de este Thriller sobrenatural que narra las peripecias de unos jóvenes que para vivir a todo tren no se les ocurre otra que hacer un pacto con el demonio o alguno de sus acólitos. De verdad que no sé qué es lo que les ocurre a los guionistas de Hollywood, por qué desprecian una y otra vez al espectador y le ofrecen subproductos plagados de tópicos, sin la más mínima originalidad y que más que películas parecen odas a la silicona y los esteroides. Y lo peor es que la respuesta a la pregunta que acabo de formular está implícita en la misma: se siguen haciendo estos bodrios porque la gente sigue yendo a verlos. Es un círculo vicioso, parecido al de los programas del corazón, donde parásitos sin oficio ni beneficio se llenan los bolsillos a costa de vender basura. La alianza del mal no tiene por donde cogerla: su argumento es prácticamente inexistente e inconexo entre sus partes; de los intérpretes ya he dicho bastante, ya que cualquier parecido con un actor es mera coincidencia. Mención aparte merece el director Renny Harlin, una persona que ha dirigido títulos de cierta envergadura que se ha prestado a hacer el ridículo insultando al espectador con este bodrio que parece rodado sólo para aquellos que padezcan de idiocia. Y es que ya ni se molestan en crear unos efectos especiales decentes, que era la justificación que se utilizaba para justificar estos mamarrachos. Iba a decir que es una película típica de la clase b, pero sería un insulto para El vengador tóxico y otras similares, que al menos te hacían esbozar una sonrisa. Porque la única realidad es que La alianza del mal es un desecho cinematográfico, una insufrible sucesión de imágenes cuya única virtud es la de no durar demasiado. De vergüenza. | [
"La",
"alianza",
"del",
"mal",
"es",
"el",
"nombre",
"de",
"este",
"Thriller",
"sobrenatural",
"que",
"narra",
"las",
"peripecias",
"de",
"unos",
"jóvenes",
"que",
"para",
"vivir",
"a",
"todo",
"tren",
"no",
"se",
"les",
"ocurre",
"otra",
"que",
"hacer",
"un",
"pacto",
"con",
"el",
"demonio",
"o",
"alguno",
"de",
"sus",
"acólitos",
"."
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De verdad que no sé qué es lo que les ocurre a los guionistas de Hollywood, por qué desprecian una y otra vez al espectador y le ofrecen subproductos plagados de tópicos, sin la más mínima originalidad y que más que películas parecen odas a la silicona y los esteroides. | Silicona, esteroides, pactos demoníacos y otras basuras habituales son la base que sustentan esta aberración. De vergüenza. | Una fiesta llena de excesos, rubias despampanantes, musculitos por doquier, algún que otro muerto. nada nuevo. La alianza del mal es el nombre de este Thriller sobrenatural que narra las peripecias de unos jóvenes que para vivir a todo tren no se les ocurre otra que hacer un pacto con el demonio o alguno de sus acólitos. De verdad que no sé qué es lo que les ocurre a los guionistas de Hollywood, por qué desprecian una y otra vez al espectador y le ofrecen subproductos plagados de tópicos, sin la más mínima originalidad y que más que películas parecen odas a la silicona y los esteroides. Y lo peor es que la respuesta a la pregunta que acabo de formular está implícita en la misma: se siguen haciendo estos bodrios porque la gente sigue yendo a verlos. Es un círculo vicioso, parecido al de los programas del corazón, donde parásitos sin oficio ni beneficio se llenan los bolsillos a costa de vender basura. La alianza del mal no tiene por donde cogerla: su argumento es prácticamente inexistente e inconexo entre sus partes; de los intérpretes ya he dicho bastante, ya que cualquier parecido con un actor es mera coincidencia. Mención aparte merece el director Renny Harlin, una persona que ha dirigido títulos de cierta envergadura que se ha prestado a hacer el ridículo insultando al espectador con este bodrio que parece rodado sólo para aquellos que padezcan de idiocia. Y es que ya ni se molestan en crear unos efectos especiales decentes, que era la justificación que se utilizaba para justificar estos mamarrachos. Iba a decir que es una película típica de la clase b, pero sería un insulto para El vengador tóxico y otras similares, que al menos te hacían esbozar una sonrisa. Porque la única realidad es que La alianza del mal es un desecho cinematográfico, una insufrible sucesión de imágenes cuya única virtud es la de no durar demasiado. De vergüenza. | [
"De",
"verdad",
"que",
"no",
"sé",
"qué",
"es",
"lo",
"que",
"les",
"ocurre",
"a",
"los",
"guionistas",
"de",
"Hollywood",
",",
"por",
"qué",
"desprecian",
"una",
"y",
"otra",
"vez",
"al",
"espectador",
"y",
"le",
"ofrecen",
"subproductos",
"plagados",
"de",
"tópicos",
",",
"sin",
"la",
"más",
"mínima",
"originalidad",
"y",
"que",
"más",
"que",
"películas",
"parecen",
"odas",
"a",
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"esteroides",
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Y lo peor es que la respuesta a la pregunta que acabo de formular está implícita en la misma: se siguen haciendo estos bodrios porque la gente sigue yendo a verlos. | Silicona, esteroides, pactos demoníacos y otras basuras habituales son la base que sustentan esta aberración. De vergüenza. | Una fiesta llena de excesos, rubias despampanantes, musculitos por doquier, algún que otro muerto. nada nuevo. La alianza del mal es el nombre de este Thriller sobrenatural que narra las peripecias de unos jóvenes que para vivir a todo tren no se les ocurre otra que hacer un pacto con el demonio o alguno de sus acólitos. De verdad que no sé qué es lo que les ocurre a los guionistas de Hollywood, por qué desprecian una y otra vez al espectador y le ofrecen subproductos plagados de tópicos, sin la más mínima originalidad y que más que películas parecen odas a la silicona y los esteroides. Y lo peor es que la respuesta a la pregunta que acabo de formular está implícita en la misma: se siguen haciendo estos bodrios porque la gente sigue yendo a verlos. Es un círculo vicioso, parecido al de los programas del corazón, donde parásitos sin oficio ni beneficio se llenan los bolsillos a costa de vender basura. La alianza del mal no tiene por donde cogerla: su argumento es prácticamente inexistente e inconexo entre sus partes; de los intérpretes ya he dicho bastante, ya que cualquier parecido con un actor es mera coincidencia. Mención aparte merece el director Renny Harlin, una persona que ha dirigido títulos de cierta envergadura que se ha prestado a hacer el ridículo insultando al espectador con este bodrio que parece rodado sólo para aquellos que padezcan de idiocia. Y es que ya ni se molestan en crear unos efectos especiales decentes, que era la justificación que se utilizaba para justificar estos mamarrachos. Iba a decir que es una película típica de la clase b, pero sería un insulto para El vengador tóxico y otras similares, que al menos te hacían esbozar una sonrisa. Porque la única realidad es que La alianza del mal es un desecho cinematográfico, una insufrible sucesión de imágenes cuya única virtud es la de no durar demasiado. De vergüenza. | [
"Y",
"lo",
"peor",
"es",
"que",
"la",
"respuesta",
"a",
"la",
"pregunta",
"que",
"acabo",
"de",
"formular",
"está",
"implícita",
"en",
"la",
"misma",
":",
"se",
"siguen",
"haciendo",
"estos",
"bodrios",
"porque",
"la",
"gente",
"sigue",
"yendo",
"a",
"verlos",
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Es un círculo vicioso, parecido al de los programas del corazón, donde parásitos sin oficio ni beneficio se llenan los bolsillos a costa de vender basura. | Silicona, esteroides, pactos demoníacos y otras basuras habituales son la base que sustentan esta aberración. De vergüenza. | Una fiesta llena de excesos, rubias despampanantes, musculitos por doquier, algún que otro muerto. nada nuevo. La alianza del mal es el nombre de este Thriller sobrenatural que narra las peripecias de unos jóvenes que para vivir a todo tren no se les ocurre otra que hacer un pacto con el demonio o alguno de sus acólitos. De verdad que no sé qué es lo que les ocurre a los guionistas de Hollywood, por qué desprecian una y otra vez al espectador y le ofrecen subproductos plagados de tópicos, sin la más mínima originalidad y que más que películas parecen odas a la silicona y los esteroides. Y lo peor es que la respuesta a la pregunta que acabo de formular está implícita en la misma: se siguen haciendo estos bodrios porque la gente sigue yendo a verlos. Es un círculo vicioso, parecido al de los programas del corazón, donde parásitos sin oficio ni beneficio se llenan los bolsillos a costa de vender basura. La alianza del mal no tiene por donde cogerla: su argumento es prácticamente inexistente e inconexo entre sus partes; de los intérpretes ya he dicho bastante, ya que cualquier parecido con un actor es mera coincidencia. Mención aparte merece el director Renny Harlin, una persona que ha dirigido títulos de cierta envergadura que se ha prestado a hacer el ridículo insultando al espectador con este bodrio que parece rodado sólo para aquellos que padezcan de idiocia. Y es que ya ni se molestan en crear unos efectos especiales decentes, que era la justificación que se utilizaba para justificar estos mamarrachos. Iba a decir que es una película típica de la clase b, pero sería un insulto para El vengador tóxico y otras similares, que al menos te hacían esbozar una sonrisa. Porque la única realidad es que La alianza del mal es un desecho cinematográfico, una insufrible sucesión de imágenes cuya única virtud es la de no durar demasiado. De vergüenza. | [
"Es",
"un",
"círculo",
"vicioso",
",",
"parecido",
"al",
"de",
"los",
"programas",
"del",
"corazón",
",",
"donde",
"parásitos",
"sin",
"oficio",
"ni",
"beneficio",
"se",
"llenan",
"los",
"bolsillos",
"a",
"costa",
"de",
"vender",
"basura",
"."
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La alianza del mal no tiene por donde cogerla: su argumento es prácticamente inexistente e inconexo entre sus partes; de los intérpretes ya he dicho bastante, ya que cualquier parecido con un actor es mera coincidencia. | Silicona, esteroides, pactos demoníacos y otras basuras habituales son la base que sustentan esta aberración. De vergüenza. | Una fiesta llena de excesos, rubias despampanantes, musculitos por doquier, algún que otro muerto. nada nuevo. La alianza del mal es el nombre de este Thriller sobrenatural que narra las peripecias de unos jóvenes que para vivir a todo tren no se les ocurre otra que hacer un pacto con el demonio o alguno de sus acólitos. De verdad que no sé qué es lo que les ocurre a los guionistas de Hollywood, por qué desprecian una y otra vez al espectador y le ofrecen subproductos plagados de tópicos, sin la más mínima originalidad y que más que películas parecen odas a la silicona y los esteroides. Y lo peor es que la respuesta a la pregunta que acabo de formular está implícita en la misma: se siguen haciendo estos bodrios porque la gente sigue yendo a verlos. Es un círculo vicioso, parecido al de los programas del corazón, donde parásitos sin oficio ni beneficio se llenan los bolsillos a costa de vender basura. La alianza del mal no tiene por donde cogerla: su argumento es prácticamente inexistente e inconexo entre sus partes; de los intérpretes ya he dicho bastante, ya que cualquier parecido con un actor es mera coincidencia. Mención aparte merece el director Renny Harlin, una persona que ha dirigido títulos de cierta envergadura que se ha prestado a hacer el ridículo insultando al espectador con este bodrio que parece rodado sólo para aquellos que padezcan de idiocia. Y es que ya ni se molestan en crear unos efectos especiales decentes, que era la justificación que se utilizaba para justificar estos mamarrachos. Iba a decir que es una película típica de la clase b, pero sería un insulto para El vengador tóxico y otras similares, que al menos te hacían esbozar una sonrisa. Porque la única realidad es que La alianza del mal es un desecho cinematográfico, una insufrible sucesión de imágenes cuya única virtud es la de no durar demasiado. De vergüenza. | [
"La",
"alianza",
"del",
"mal",
"no",
"tiene",
"por",
"donde",
"cogerla",
":",
"su",
"argumento",
"es",
"prácticamente",
"inexistente",
"e",
"inconexo",
"entre",
"sus",
"partes",
";",
"de",
"los",
"intérpretes",
"ya",
"he",
"dicho",
"bastante",
",",
"ya",
"que",
"cualquier",
"parecido",
"con",
"un",
"actor",
"es",
"mera",
"coincidencia",
"."
] | 0 |
Mención aparte merece el director Renny Harlin, una persona que ha dirigido títulos de cierta envergadura que se ha prestado a hacer el ridículo insultando al espectador con este bodrio que parece rodado sólo para aquellos que padezcan de idiocia. | Silicona, esteroides, pactos demoníacos y otras basuras habituales son la base que sustentan esta aberración. De vergüenza. | Una fiesta llena de excesos, rubias despampanantes, musculitos por doquier, algún que otro muerto. nada nuevo. La alianza del mal es el nombre de este Thriller sobrenatural que narra las peripecias de unos jóvenes que para vivir a todo tren no se les ocurre otra que hacer un pacto con el demonio o alguno de sus acólitos. De verdad que no sé qué es lo que les ocurre a los guionistas de Hollywood, por qué desprecian una y otra vez al espectador y le ofrecen subproductos plagados de tópicos, sin la más mínima originalidad y que más que películas parecen odas a la silicona y los esteroides. Y lo peor es que la respuesta a la pregunta que acabo de formular está implícita en la misma: se siguen haciendo estos bodrios porque la gente sigue yendo a verlos. Es un círculo vicioso, parecido al de los programas del corazón, donde parásitos sin oficio ni beneficio se llenan los bolsillos a costa de vender basura. La alianza del mal no tiene por donde cogerla: su argumento es prácticamente inexistente e inconexo entre sus partes; de los intérpretes ya he dicho bastante, ya que cualquier parecido con un actor es mera coincidencia. Mención aparte merece el director Renny Harlin, una persona que ha dirigido títulos de cierta envergadura que se ha prestado a hacer el ridículo insultando al espectador con este bodrio que parece rodado sólo para aquellos que padezcan de idiocia. Y es que ya ni se molestan en crear unos efectos especiales decentes, que era la justificación que se utilizaba para justificar estos mamarrachos. Iba a decir que es una película típica de la clase b, pero sería un insulto para El vengador tóxico y otras similares, que al menos te hacían esbozar una sonrisa. Porque la única realidad es que La alianza del mal es un desecho cinematográfico, una insufrible sucesión de imágenes cuya única virtud es la de no durar demasiado. De vergüenza. | [
"Mención",
"aparte",
"merece",
"el",
"director",
"Renny",
"Harlin",
",",
"una",
"persona",
"que",
"ha",
"dirigido",
"títulos",
"de",
"cierta",
"envergadura",
"que",
"se",
"ha",
"prestado",
"a",
"hacer",
"el",
"ridículo",
"insultando",
"al",
"espectador",
"con",
"este",
"bodrio",
"que",
"parece",
"rodado",
"sólo",
"para",
"aquellos",
"que",
"padezcan",
"de",
"idiocia",
"."
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Y es que ya ni se molestan en crear unos efectos especiales decentes, que era la justificación que se utilizaba para justificar estos mamarrachos. | Silicona, esteroides, pactos demoníacos y otras basuras habituales son la base que sustentan esta aberración. De vergüenza. | Una fiesta llena de excesos, rubias despampanantes, musculitos por doquier, algún que otro muerto. nada nuevo. La alianza del mal es el nombre de este Thriller sobrenatural que narra las peripecias de unos jóvenes que para vivir a todo tren no se les ocurre otra que hacer un pacto con el demonio o alguno de sus acólitos. De verdad que no sé qué es lo que les ocurre a los guionistas de Hollywood, por qué desprecian una y otra vez al espectador y le ofrecen subproductos plagados de tópicos, sin la más mínima originalidad y que más que películas parecen odas a la silicona y los esteroides. Y lo peor es que la respuesta a la pregunta que acabo de formular está implícita en la misma: se siguen haciendo estos bodrios porque la gente sigue yendo a verlos. Es un círculo vicioso, parecido al de los programas del corazón, donde parásitos sin oficio ni beneficio se llenan los bolsillos a costa de vender basura. La alianza del mal no tiene por donde cogerla: su argumento es prácticamente inexistente e inconexo entre sus partes; de los intérpretes ya he dicho bastante, ya que cualquier parecido con un actor es mera coincidencia. Mención aparte merece el director Renny Harlin, una persona que ha dirigido títulos de cierta envergadura que se ha prestado a hacer el ridículo insultando al espectador con este bodrio que parece rodado sólo para aquellos que padezcan de idiocia. Y es que ya ni se molestan en crear unos efectos especiales decentes, que era la justificación que se utilizaba para justificar estos mamarrachos. Iba a decir que es una película típica de la clase b, pero sería un insulto para El vengador tóxico y otras similares, que al menos te hacían esbozar una sonrisa. Porque la única realidad es que La alianza del mal es un desecho cinematográfico, una insufrible sucesión de imágenes cuya única virtud es la de no durar demasiado. De vergüenza. | [
"Y",
"es",
"que",
"ya",
"ni",
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"molestan",
"en",
"crear",
"unos",
"efectos",
"especiales",
"decentes",
",",
"que",
"era",
"la",
"justificación",
"que",
"se",
"utilizaba",
"para",
"justificar",
"estos",
"mamarrachos",
"."
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Iba a decir que es una película típica de la clase b, pero sería un insulto para El vengador tóxico y otras similares, que al menos te hacían esbozar una sonrisa. | Silicona, esteroides, pactos demoníacos y otras basuras habituales son la base que sustentan esta aberración. De vergüenza. | Una fiesta llena de excesos, rubias despampanantes, musculitos por doquier, algún que otro muerto. nada nuevo. La alianza del mal es el nombre de este Thriller sobrenatural que narra las peripecias de unos jóvenes que para vivir a todo tren no se les ocurre otra que hacer un pacto con el demonio o alguno de sus acólitos. De verdad que no sé qué es lo que les ocurre a los guionistas de Hollywood, por qué desprecian una y otra vez al espectador y le ofrecen subproductos plagados de tópicos, sin la más mínima originalidad y que más que películas parecen odas a la silicona y los esteroides. Y lo peor es que la respuesta a la pregunta que acabo de formular está implícita en la misma: se siguen haciendo estos bodrios porque la gente sigue yendo a verlos. Es un círculo vicioso, parecido al de los programas del corazón, donde parásitos sin oficio ni beneficio se llenan los bolsillos a costa de vender basura. La alianza del mal no tiene por donde cogerla: su argumento es prácticamente inexistente e inconexo entre sus partes; de los intérpretes ya he dicho bastante, ya que cualquier parecido con un actor es mera coincidencia. Mención aparte merece el director Renny Harlin, una persona que ha dirigido títulos de cierta envergadura que se ha prestado a hacer el ridículo insultando al espectador con este bodrio que parece rodado sólo para aquellos que padezcan de idiocia. Y es que ya ni se molestan en crear unos efectos especiales decentes, que era la justificación que se utilizaba para justificar estos mamarrachos. Iba a decir que es una película típica de la clase b, pero sería un insulto para El vengador tóxico y otras similares, que al menos te hacían esbozar una sonrisa. Porque la única realidad es que La alianza del mal es un desecho cinematográfico, una insufrible sucesión de imágenes cuya única virtud es la de no durar demasiado. De vergüenza. | [
"Iba",
"a",
"decir",
"que",
"es",
"una",
"película",
"típica",
"de",
"la",
"clase",
"b",
",",
"pero",
"sería",
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"insulto",
"para",
"El",
"vengador",
"tóxico",
"y",
"otras",
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",",
"que",
"al",
"menos",
"te",
"hacían",
"esbozar",
"una",
"sonrisa",
"."
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Porque la única realidad es que La alianza del mal es un desecho cinematográfico, una insufrible sucesión de imágenes cuya única virtud es la de no durar demasiado. | Silicona, esteroides, pactos demoníacos y otras basuras habituales son la base que sustentan esta aberración. De vergüenza. | Una fiesta llena de excesos, rubias despampanantes, musculitos por doquier, algún que otro muerto. nada nuevo. La alianza del mal es el nombre de este Thriller sobrenatural que narra las peripecias de unos jóvenes que para vivir a todo tren no se les ocurre otra que hacer un pacto con el demonio o alguno de sus acólitos. De verdad que no sé qué es lo que les ocurre a los guionistas de Hollywood, por qué desprecian una y otra vez al espectador y le ofrecen subproductos plagados de tópicos, sin la más mínima originalidad y que más que películas parecen odas a la silicona y los esteroides. Y lo peor es que la respuesta a la pregunta que acabo de formular está implícita en la misma: se siguen haciendo estos bodrios porque la gente sigue yendo a verlos. Es un círculo vicioso, parecido al de los programas del corazón, donde parásitos sin oficio ni beneficio se llenan los bolsillos a costa de vender basura. La alianza del mal no tiene por donde cogerla: su argumento es prácticamente inexistente e inconexo entre sus partes; de los intérpretes ya he dicho bastante, ya que cualquier parecido con un actor es mera coincidencia. Mención aparte merece el director Renny Harlin, una persona que ha dirigido títulos de cierta envergadura que se ha prestado a hacer el ridículo insultando al espectador con este bodrio que parece rodado sólo para aquellos que padezcan de idiocia. Y es que ya ni se molestan en crear unos efectos especiales decentes, que era la justificación que se utilizaba para justificar estos mamarrachos. Iba a decir que es una película típica de la clase b, pero sería un insulto para El vengador tóxico y otras similares, que al menos te hacían esbozar una sonrisa. Porque la única realidad es que La alianza del mal es un desecho cinematográfico, una insufrible sucesión de imágenes cuya única virtud es la de no durar demasiado. De vergüenza. | [
"Porque",
"la",
"única",
"realidad",
"es",
"que",
"La",
"alianza",
"del",
"mal",
"es",
"un",
"desecho",
"cinematográfico",
",",
"una",
"insufrible",
"sucesión",
"de",
"imágenes",
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"única",
"virtud",
"es",
"la",
"de",
"no",
"durar",
"demasiado",
"."
] | 0 |
De vergüenza. | Silicona, esteroides, pactos demoníacos y otras basuras habituales son la base que sustentan esta aberración. De vergüenza. | Una fiesta llena de excesos, rubias despampanantes, musculitos por doquier, algún que otro muerto. nada nuevo. La alianza del mal es el nombre de este Thriller sobrenatural que narra las peripecias de unos jóvenes que para vivir a todo tren no se les ocurre otra que hacer un pacto con el demonio o alguno de sus acólitos. De verdad que no sé qué es lo que les ocurre a los guionistas de Hollywood, por qué desprecian una y otra vez al espectador y le ofrecen subproductos plagados de tópicos, sin la más mínima originalidad y que más que películas parecen odas a la silicona y los esteroides. Y lo peor es que la respuesta a la pregunta que acabo de formular está implícita en la misma: se siguen haciendo estos bodrios porque la gente sigue yendo a verlos. Es un círculo vicioso, parecido al de los programas del corazón, donde parásitos sin oficio ni beneficio se llenan los bolsillos a costa de vender basura. La alianza del mal no tiene por donde cogerla: su argumento es prácticamente inexistente e inconexo entre sus partes; de los intérpretes ya he dicho bastante, ya que cualquier parecido con un actor es mera coincidencia. Mención aparte merece el director Renny Harlin, una persona que ha dirigido títulos de cierta envergadura que se ha prestado a hacer el ridículo insultando al espectador con este bodrio que parece rodado sólo para aquellos que padezcan de idiocia. Y es que ya ni se molestan en crear unos efectos especiales decentes, que era la justificación que se utilizaba para justificar estos mamarrachos. Iba a decir que es una película típica de la clase b, pero sería un insulto para El vengador tóxico y otras similares, que al menos te hacían esbozar una sonrisa. Porque la única realidad es que La alianza del mal es un desecho cinematográfico, una insufrible sucesión de imágenes cuya única virtud es la de no durar demasiado. De vergüenza. | [
"De",
"vergüenza",
"."
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Zoom nos cuenta la historia de Jack Shepard, anteriormente conocido como el Capitán Zoom, Superhéroe que perdió sus poderes y que actualmente vive en el olvido. | Una comedia entretenida y poca cosa más para ver una tarde de domingo | Zoom nos cuenta la historia de Jack Shepard, anteriormente conocido como el Capitán Zoom, Superhéroe que perdió sus poderes y que actualmente vive en el olvido. La llegada de una amenaza para la Tierra hará que la agencia del gobierno que se ocupa de estos temas acuda a él para que entrene a un grupo de jóvenes con poderes para combatir esta amenaza.Zoom es una comedia familiar, con todo lo que eso implica, es decir, guión flojo y previsible, bromas no salidas de tono, historia amorosa de por medio y un desenlace tópico. La gracia está en que los protagonistas son jóvenes con superpoderes, una producción cargada de efectos especiales y unos cuantos guiños frikis. La película además se pasa volando ya que dura poco mas de ochenta minutos y cabe destacar su prologo en forma de dibujos de comics explicando la historia de la cual partimos en la película.Tim Allen protagoniza la cinta al lado de un envejecido Chevy Chase, que hace de doctor encargado del proyecto, un papel bastante gracioso y ridículo, pero sin duda el mejor papel es el de Courteney Cox, en la piel de una científica amante de los comics y de lo más friki. Del grupito de los cuatro niños sin duda la mas graciosa es la niña pequeña con súper fuerza y la que provocara la mayor parte de los gags debido a su poder.Una comedia entretenida y poca cosa más para ver una tarde de domingo. | [
"Zoom",
"nos",
"cuenta",
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"Superhéroe",
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La llegada de una amenaza para la Tierra hará que la agencia del gobierno que se ocupa de estos temas acuda a él para que entrene a un grupo de jóvenes con poderes para combatir esta amenaza. | Una comedia entretenida y poca cosa más para ver una tarde de domingo | Zoom nos cuenta la historia de Jack Shepard, anteriormente conocido como el Capitán Zoom, Superhéroe que perdió sus poderes y que actualmente vive en el olvido. La llegada de una amenaza para la Tierra hará que la agencia del gobierno que se ocupa de estos temas acuda a él para que entrene a un grupo de jóvenes con poderes para combatir esta amenaza.Zoom es una comedia familiar, con todo lo que eso implica, es decir, guión flojo y previsible, bromas no salidas de tono, historia amorosa de por medio y un desenlace tópico. La gracia está en que los protagonistas son jóvenes con superpoderes, una producción cargada de efectos especiales y unos cuantos guiños frikis. La película además se pasa volando ya que dura poco mas de ochenta minutos y cabe destacar su prologo en forma de dibujos de comics explicando la historia de la cual partimos en la película.Tim Allen protagoniza la cinta al lado de un envejecido Chevy Chase, que hace de doctor encargado del proyecto, un papel bastante gracioso y ridículo, pero sin duda el mejor papel es el de Courteney Cox, en la piel de una científica amante de los comics y de lo más friki. Del grupito de los cuatro niños sin duda la mas graciosa es la niña pequeña con súper fuerza y la que provocara la mayor parte de los gags debido a su poder.Una comedia entretenida y poca cosa más para ver una tarde de domingo. | [
"La",
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Zoom es una comedia familiar, con todo lo que eso implica, es decir, guión flojo y previsible, bromas no salidas de tono, historia amorosa de por medio y un desenlace tópico. | Una comedia entretenida y poca cosa más para ver una tarde de domingo | Zoom nos cuenta la historia de Jack Shepard, anteriormente conocido como el Capitán Zoom, Superhéroe que perdió sus poderes y que actualmente vive en el olvido. La llegada de una amenaza para la Tierra hará que la agencia del gobierno que se ocupa de estos temas acuda a él para que entrene a un grupo de jóvenes con poderes para combatir esta amenaza.Zoom es una comedia familiar, con todo lo que eso implica, es decir, guión flojo y previsible, bromas no salidas de tono, historia amorosa de por medio y un desenlace tópico. La gracia está en que los protagonistas son jóvenes con superpoderes, una producción cargada de efectos especiales y unos cuantos guiños frikis. La película además se pasa volando ya que dura poco mas de ochenta minutos y cabe destacar su prologo en forma de dibujos de comics explicando la historia de la cual partimos en la película.Tim Allen protagoniza la cinta al lado de un envejecido Chevy Chase, que hace de doctor encargado del proyecto, un papel bastante gracioso y ridículo, pero sin duda el mejor papel es el de Courteney Cox, en la piel de una científica amante de los comics y de lo más friki. Del grupito de los cuatro niños sin duda la mas graciosa es la niña pequeña con súper fuerza y la que provocara la mayor parte de los gags debido a su poder.Una comedia entretenida y poca cosa más para ver una tarde de domingo. | [
"Zoom",
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"tópico",
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La gracia está en que los protagonistas son jóvenes con superpoderes, una producción cargada de efectos especiales y unos cuantos guiños frikis. | Una comedia entretenida y poca cosa más para ver una tarde de domingo | Zoom nos cuenta la historia de Jack Shepard, anteriormente conocido como el Capitán Zoom, Superhéroe que perdió sus poderes y que actualmente vive en el olvido. La llegada de una amenaza para la Tierra hará que la agencia del gobierno que se ocupa de estos temas acuda a él para que entrene a un grupo de jóvenes con poderes para combatir esta amenaza.Zoom es una comedia familiar, con todo lo que eso implica, es decir, guión flojo y previsible, bromas no salidas de tono, historia amorosa de por medio y un desenlace tópico. La gracia está en que los protagonistas son jóvenes con superpoderes, una producción cargada de efectos especiales y unos cuantos guiños frikis. La película además se pasa volando ya que dura poco mas de ochenta minutos y cabe destacar su prologo en forma de dibujos de comics explicando la historia de la cual partimos en la película.Tim Allen protagoniza la cinta al lado de un envejecido Chevy Chase, que hace de doctor encargado del proyecto, un papel bastante gracioso y ridículo, pero sin duda el mejor papel es el de Courteney Cox, en la piel de una científica amante de los comics y de lo más friki. Del grupito de los cuatro niños sin duda la mas graciosa es la niña pequeña con súper fuerza y la que provocara la mayor parte de los gags debido a su poder.Una comedia entretenida y poca cosa más para ver una tarde de domingo. | [
"La",
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",",
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"efectos",
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La película además se pasa volando ya que dura poco mas de ochenta minutos y cabe destacar su prologo en forma de dibujos de comics explicando la historia de la cual partimos en la película. | Una comedia entretenida y poca cosa más para ver una tarde de domingo | Zoom nos cuenta la historia de Jack Shepard, anteriormente conocido como el Capitán Zoom, Superhéroe que perdió sus poderes y que actualmente vive en el olvido. La llegada de una amenaza para la Tierra hará que la agencia del gobierno que se ocupa de estos temas acuda a él para que entrene a un grupo de jóvenes con poderes para combatir esta amenaza.Zoom es una comedia familiar, con todo lo que eso implica, es decir, guión flojo y previsible, bromas no salidas de tono, historia amorosa de por medio y un desenlace tópico. La gracia está en que los protagonistas son jóvenes con superpoderes, una producción cargada de efectos especiales y unos cuantos guiños frikis. La película además se pasa volando ya que dura poco mas de ochenta minutos y cabe destacar su prologo en forma de dibujos de comics explicando la historia de la cual partimos en la película.Tim Allen protagoniza la cinta al lado de un envejecido Chevy Chase, que hace de doctor encargado del proyecto, un papel bastante gracioso y ridículo, pero sin duda el mejor papel es el de Courteney Cox, en la piel de una científica amante de los comics y de lo más friki. Del grupito de los cuatro niños sin duda la mas graciosa es la niña pequeña con súper fuerza y la que provocara la mayor parte de los gags debido a su poder.Una comedia entretenida y poca cosa más para ver una tarde de domingo. | [
"La",
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Tim Allen protagoniza la cinta al lado de un envejecido Chevy Chase, que hace de doctor encargado del proyecto, un papel bastante gracioso y ridículo, pero sin duda el mejor papel es el de Courteney Cox, en la piel de una científica amante de los comics y de lo más friki. | Una comedia entretenida y poca cosa más para ver una tarde de domingo | Zoom nos cuenta la historia de Jack Shepard, anteriormente conocido como el Capitán Zoom, Superhéroe que perdió sus poderes y que actualmente vive en el olvido. La llegada de una amenaza para la Tierra hará que la agencia del gobierno que se ocupa de estos temas acuda a él para que entrene a un grupo de jóvenes con poderes para combatir esta amenaza.Zoom es una comedia familiar, con todo lo que eso implica, es decir, guión flojo y previsible, bromas no salidas de tono, historia amorosa de por medio y un desenlace tópico. La gracia está en que los protagonistas son jóvenes con superpoderes, una producción cargada de efectos especiales y unos cuantos guiños frikis. La película además se pasa volando ya que dura poco mas de ochenta minutos y cabe destacar su prologo en forma de dibujos de comics explicando la historia de la cual partimos en la película.Tim Allen protagoniza la cinta al lado de un envejecido Chevy Chase, que hace de doctor encargado del proyecto, un papel bastante gracioso y ridículo, pero sin duda el mejor papel es el de Courteney Cox, en la piel de una científica amante de los comics y de lo más friki. Del grupito de los cuatro niños sin duda la mas graciosa es la niña pequeña con súper fuerza y la que provocara la mayor parte de los gags debido a su poder.Una comedia entretenida y poca cosa más para ver una tarde de domingo. | [
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Del grupito de los cuatro niños sin duda la mas graciosa es la niña pequeña con súper fuerza y la que provocara la mayor parte de los gags debido a su poder. | Una comedia entretenida y poca cosa más para ver una tarde de domingo | Zoom nos cuenta la historia de Jack Shepard, anteriormente conocido como el Capitán Zoom, Superhéroe que perdió sus poderes y que actualmente vive en el olvido. La llegada de una amenaza para la Tierra hará que la agencia del gobierno que se ocupa de estos temas acuda a él para que entrene a un grupo de jóvenes con poderes para combatir esta amenaza.Zoom es una comedia familiar, con todo lo que eso implica, es decir, guión flojo y previsible, bromas no salidas de tono, historia amorosa de por medio y un desenlace tópico. La gracia está en que los protagonistas son jóvenes con superpoderes, una producción cargada de efectos especiales y unos cuantos guiños frikis. La película además se pasa volando ya que dura poco mas de ochenta minutos y cabe destacar su prologo en forma de dibujos de comics explicando la historia de la cual partimos en la película.Tim Allen protagoniza la cinta al lado de un envejecido Chevy Chase, que hace de doctor encargado del proyecto, un papel bastante gracioso y ridículo, pero sin duda el mejor papel es el de Courteney Cox, en la piel de una científica amante de los comics y de lo más friki. Del grupito de los cuatro niños sin duda la mas graciosa es la niña pequeña con súper fuerza y la que provocara la mayor parte de los gags debido a su poder.Una comedia entretenida y poca cosa más para ver una tarde de domingo. | [
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Una comedia entretenida y poca cosa más para ver una tarde de domingo. | Una comedia entretenida y poca cosa más para ver una tarde de domingo | Zoom nos cuenta la historia de Jack Shepard, anteriormente conocido como el Capitán Zoom, Superhéroe que perdió sus poderes y que actualmente vive en el olvido. La llegada de una amenaza para la Tierra hará que la agencia del gobierno que se ocupa de estos temas acuda a él para que entrene a un grupo de jóvenes con poderes para combatir esta amenaza.Zoom es una comedia familiar, con todo lo que eso implica, es decir, guión flojo y previsible, bromas no salidas de tono, historia amorosa de por medio y un desenlace tópico. La gracia está en que los protagonistas son jóvenes con superpoderes, una producción cargada de efectos especiales y unos cuantos guiños frikis. La película además se pasa volando ya que dura poco mas de ochenta minutos y cabe destacar su prologo en forma de dibujos de comics explicando la historia de la cual partimos en la película.Tim Allen protagoniza la cinta al lado de un envejecido Chevy Chase, que hace de doctor encargado del proyecto, un papel bastante gracioso y ridículo, pero sin duda el mejor papel es el de Courteney Cox, en la piel de una científica amante de los comics y de lo más friki. Del grupito de los cuatro niños sin duda la mas graciosa es la niña pequeña con súper fuerza y la que provocara la mayor parte de los gags debido a su poder.Una comedia entretenida y poca cosa más para ver una tarde de domingo. | [
"Una",
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"poca",
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"."
] | 1 |
Luc Besson dirige esta película basada en sus propios libros en lo que se comenta será su última incursión en cine como director, aunque algunos rumores apuntan que podría volver a ponerse tras las cámaras para dirigir su secuela. | Luc Besson sabe manejar la acción, y aquí lo demuestra de nuevo manteniendo todo el film un ritmo trepidante sin apenas descanso. | Luc Besson dirige esta película basada en sus propios libros en lo que se comenta será su última incursión en cine como director, aunque algunos rumores apuntan que podría volver a ponerse tras las cámaras para dirigir su secuela. Nos cuenta esta película la historia de Arthur, un chico que vive con su abuela en una casa alejada del pueblo cuyos padres lo tienen más bien abandonado y su único consuelo es vivir fantasías gracias a los libros de viajes e inventos de su abuelo por África. Pero la tranquilidad se verá amenazada cuando descubre que debido a las deudas de la abuela por mantener la casa se verán desalojados en cuarenta y ocho horas. Arthur pondrá todo su empeño en la búsqueda de un tesoro escondido por su abuelo, pero para ello tendrá que viajar al diminuto mundo de los Minimoys.La película mezcla acción real con la acción en forma de dibujos por ordenador de forma totalmente coherente y perfectamente complementada la una por la otra. Y es precisamente en está última donde se genera toda la acción más trepidante y donde Arthur vivirá grandes aventuras, todo ello con una animación conseguida hasta el detalle y un diseño de personajes realmente logrado, se pueden apreciar cabellos y pecas muy bien perfilado en el rostro de los protagonistas y la princesa es realmente guapa, uno de los rostros femeninos más bonitos vistos en animación.Luc Besson sabe manejar la acción, y aquí lo demuestra de nuevo manteniendo todo el film un ritmo trepidante sin apenas descanso. A lo sumo podemos achacarle algún desliz de guión, sobre todo el de la cuerda de la navaja que canta bastante, pero en general mantiene un buen nivel.A pesar de estar dirigida a un público infantil, Arthur y los Minimoys es perfectamente disfrutable para cualquier edad y es sin duda uno de los film de animación del año junto a Monster House y Cars, a falta aun de ver Happy Feet. | [
"Luc",
"Besson",
"dirige",
"esta",
"película",
"basada",
"en",
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"propios",
"libros",
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"."
] | 3 |
Nos cuenta esta película la historia de Arthur, un chico que vive con su abuela en una casa alejada del pueblo cuyos padres lo tienen más bien abandonado y su único consuelo es vivir fantasías gracias a los libros de viajes e inventos de su abuelo por África. | Luc Besson sabe manejar la acción, y aquí lo demuestra de nuevo manteniendo todo el film un ritmo trepidante sin apenas descanso. | Luc Besson dirige esta película basada en sus propios libros en lo que se comenta será su última incursión en cine como director, aunque algunos rumores apuntan que podría volver a ponerse tras las cámaras para dirigir su secuela. Nos cuenta esta película la historia de Arthur, un chico que vive con su abuela en una casa alejada del pueblo cuyos padres lo tienen más bien abandonado y su único consuelo es vivir fantasías gracias a los libros de viajes e inventos de su abuelo por África. Pero la tranquilidad se verá amenazada cuando descubre que debido a las deudas de la abuela por mantener la casa se verán desalojados en cuarenta y ocho horas. Arthur pondrá todo su empeño en la búsqueda de un tesoro escondido por su abuelo, pero para ello tendrá que viajar al diminuto mundo de los Minimoys.La película mezcla acción real con la acción en forma de dibujos por ordenador de forma totalmente coherente y perfectamente complementada la una por la otra. Y es precisamente en está última donde se genera toda la acción más trepidante y donde Arthur vivirá grandes aventuras, todo ello con una animación conseguida hasta el detalle y un diseño de personajes realmente logrado, se pueden apreciar cabellos y pecas muy bien perfilado en el rostro de los protagonistas y la princesa es realmente guapa, uno de los rostros femeninos más bonitos vistos en animación.Luc Besson sabe manejar la acción, y aquí lo demuestra de nuevo manteniendo todo el film un ritmo trepidante sin apenas descanso. A lo sumo podemos achacarle algún desliz de guión, sobre todo el de la cuerda de la navaja que canta bastante, pero en general mantiene un buen nivel.A pesar de estar dirigida a un público infantil, Arthur y los Minimoys es perfectamente disfrutable para cualquier edad y es sin duda uno de los film de animación del año junto a Monster House y Cars, a falta aun de ver Happy Feet. | [
"Nos",
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