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"May, ¿Quieres ser mi amigo?" es una de esas películas que nos recuerdan que el terror no siempre lleva garras de acero en una mano o una mascara en la cara.
May, ¿quieres ser mi amigo?
"May, ¿Quieres ser mi amigo?" es una de esas películas que nos recuerdan que el terror no siempre lleva garras de acero en una mano o una mascara en la cara. El terror y la locura se encuentran mucho más cerca de nosotros, de la realidad, de nuestra pacífica y hasta a veces aburrida monotonía. May funciona bajo el método: la bestia duerme dentro de nosotros. En cada uno de nosotros hay un posible psicópata y nuestra vecina la del segundo puede ocultar un oscuro pasado o una doble vida. Para ello, Lucky McKee, nos narra efectivamente una historia presuntamente cotidiana (que sin embargo, engancha desde el principio) sobre una joven muy parecida a esas otras tantas que pululan a nuestro alrededor. La rarita de la clase, la niña tímida de la tienda de comestibles, esa extraña hermana de nuestro amigo, nuestra prima la del pueblo. Es por esto que nos montamos en un tren de cercanías y no en un tren de alta velocidad con escenas más vistas que las reposiciones de "El Principe de Bell Air" y adolescentes lelos e insoportables con superávit de hormonas y déficit de neuronas. En este tren nos encontramos con personajes bien trazados y de carne y hueso. Personajes trabajados, atractivos e incluso muy atrevidos. (La compañera de May en el veterinario en donde trabaja no tiene desperdicio) Todos ellos giran en torno al personaje de May, interpretado con muchísimo mimo y talento por Angela Bettis que logra crear un personaje que se nos muestra irresistible y original. La trama es como digo muy interesante y nos sorprende por llevar un ritmo que rompe nuestras expectativas pero que nunca nos defrauda. La transformación que sufre May y la irremediable desencadenación hacia un destino sobrecogedor, sucede por culpa de toda una serie de características y acontecimientos muy bien explicados y calculadamente reconocibles que forjan y maduran la verdadera cara del terror.Esta es una película que coge carrerilla para empezar antes de donde empiezan casi todas las demás de su género, para después acabar además bastante más allá de donde se atrevería ninguna otra. En su día Todd Solondz, conocido por lograr llegar también muy lejos con sus saltos y por rehuir de los géneros habituales para inventarse los suyos propios, nos regaló "Bienvenidos a la casa de muñecas" (1996), (película anterior a su ácida y genial "Happyness" (1998) que tiene mucho que ver con esta. En ella, el señor Solondz, abordaba de forma cruda y valiente, el drama de una niña fea y traumatizada, enfrentada a la más cruda realidad. La mayor diferencia entre ellas es, por supuesto, que aquella no era una película de terror. Bueno, y al grano, que no esperéis escenas convencionales, ni gatos que se empeñan en perderse, ni sustitos efectistas, ni tampoco efectos especiales porque no hacen falta. Esta es una producción de bajo presupuesto pero además no se nota. Y no se nota, porque tiene una mucho más que correcta fotografía, una atmósfera angustiosa y embriagadora, un montaje inteligente y un final muy verdadero, y por esto mismo, aterradoramente real.Esta es una peli que merece la pena, (de notable alto para quien ahora os escribe) y es que, amigos, si "Amelie" hubiese sido una película de terror en vez de un mágico cuento, aquella dulce francesita se hubiera llamado sin duda "May". ¿Y la magia?, La magia negra, por supuesto, muy negra.
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El terror y la locura se encuentran mucho más cerca de nosotros, de la realidad, de nuestra pacífica y hasta a veces aburrida monotonía.
May, ¿quieres ser mi amigo?
"May, ¿Quieres ser mi amigo?" es una de esas películas que nos recuerdan que el terror no siempre lleva garras de acero en una mano o una mascara en la cara. El terror y la locura se encuentran mucho más cerca de nosotros, de la realidad, de nuestra pacífica y hasta a veces aburrida monotonía. May funciona bajo el método: la bestia duerme dentro de nosotros. En cada uno de nosotros hay un posible psicópata y nuestra vecina la del segundo puede ocultar un oscuro pasado o una doble vida. Para ello, Lucky McKee, nos narra efectivamente una historia presuntamente cotidiana (que sin embargo, engancha desde el principio) sobre una joven muy parecida a esas otras tantas que pululan a nuestro alrededor. La rarita de la clase, la niña tímida de la tienda de comestibles, esa extraña hermana de nuestro amigo, nuestra prima la del pueblo. Es por esto que nos montamos en un tren de cercanías y no en un tren de alta velocidad con escenas más vistas que las reposiciones de "El Principe de Bell Air" y adolescentes lelos e insoportables con superávit de hormonas y déficit de neuronas. En este tren nos encontramos con personajes bien trazados y de carne y hueso. Personajes trabajados, atractivos e incluso muy atrevidos. (La compañera de May en el veterinario en donde trabaja no tiene desperdicio) Todos ellos giran en torno al personaje de May, interpretado con muchísimo mimo y talento por Angela Bettis que logra crear un personaje que se nos muestra irresistible y original. La trama es como digo muy interesante y nos sorprende por llevar un ritmo que rompe nuestras expectativas pero que nunca nos defrauda. La transformación que sufre May y la irremediable desencadenación hacia un destino sobrecogedor, sucede por culpa de toda una serie de características y acontecimientos muy bien explicados y calculadamente reconocibles que forjan y maduran la verdadera cara del terror.Esta es una película que coge carrerilla para empezar antes de donde empiezan casi todas las demás de su género, para después acabar además bastante más allá de donde se atrevería ninguna otra. En su día Todd Solondz, conocido por lograr llegar también muy lejos con sus saltos y por rehuir de los géneros habituales para inventarse los suyos propios, nos regaló "Bienvenidos a la casa de muñecas" (1996), (película anterior a su ácida y genial "Happyness" (1998) que tiene mucho que ver con esta. En ella, el señor Solondz, abordaba de forma cruda y valiente, el drama de una niña fea y traumatizada, enfrentada a la más cruda realidad. La mayor diferencia entre ellas es, por supuesto, que aquella no era una película de terror. Bueno, y al grano, que no esperéis escenas convencionales, ni gatos que se empeñan en perderse, ni sustitos efectistas, ni tampoco efectos especiales porque no hacen falta. Esta es una producción de bajo presupuesto pero además no se nota. Y no se nota, porque tiene una mucho más que correcta fotografía, una atmósfera angustiosa y embriagadora, un montaje inteligente y un final muy verdadero, y por esto mismo, aterradoramente real.Esta es una peli que merece la pena, (de notable alto para quien ahora os escribe) y es que, amigos, si "Amelie" hubiese sido una película de terror en vez de un mágico cuento, aquella dulce francesita se hubiera llamado sin duda "May". ¿Y la magia?, La magia negra, por supuesto, muy negra.
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May funciona bajo el método: la bestia duerme dentro de nosotros.
May, ¿quieres ser mi amigo?
"May, ¿Quieres ser mi amigo?" es una de esas películas que nos recuerdan que el terror no siempre lleva garras de acero en una mano o una mascara en la cara. El terror y la locura se encuentran mucho más cerca de nosotros, de la realidad, de nuestra pacífica y hasta a veces aburrida monotonía. May funciona bajo el método: la bestia duerme dentro de nosotros. En cada uno de nosotros hay un posible psicópata y nuestra vecina la del segundo puede ocultar un oscuro pasado o una doble vida. Para ello, Lucky McKee, nos narra efectivamente una historia presuntamente cotidiana (que sin embargo, engancha desde el principio) sobre una joven muy parecida a esas otras tantas que pululan a nuestro alrededor. La rarita de la clase, la niña tímida de la tienda de comestibles, esa extraña hermana de nuestro amigo, nuestra prima la del pueblo. Es por esto que nos montamos en un tren de cercanías y no en un tren de alta velocidad con escenas más vistas que las reposiciones de "El Principe de Bell Air" y adolescentes lelos e insoportables con superávit de hormonas y déficit de neuronas. En este tren nos encontramos con personajes bien trazados y de carne y hueso. Personajes trabajados, atractivos e incluso muy atrevidos. (La compañera de May en el veterinario en donde trabaja no tiene desperdicio) Todos ellos giran en torno al personaje de May, interpretado con muchísimo mimo y talento por Angela Bettis que logra crear un personaje que se nos muestra irresistible y original. La trama es como digo muy interesante y nos sorprende por llevar un ritmo que rompe nuestras expectativas pero que nunca nos defrauda. La transformación que sufre May y la irremediable desencadenación hacia un destino sobrecogedor, sucede por culpa de toda una serie de características y acontecimientos muy bien explicados y calculadamente reconocibles que forjan y maduran la verdadera cara del terror.Esta es una película que coge carrerilla para empezar antes de donde empiezan casi todas las demás de su género, para después acabar además bastante más allá de donde se atrevería ninguna otra. En su día Todd Solondz, conocido por lograr llegar también muy lejos con sus saltos y por rehuir de los géneros habituales para inventarse los suyos propios, nos regaló "Bienvenidos a la casa de muñecas" (1996), (película anterior a su ácida y genial "Happyness" (1998) que tiene mucho que ver con esta. En ella, el señor Solondz, abordaba de forma cruda y valiente, el drama de una niña fea y traumatizada, enfrentada a la más cruda realidad. La mayor diferencia entre ellas es, por supuesto, que aquella no era una película de terror. Bueno, y al grano, que no esperéis escenas convencionales, ni gatos que se empeñan en perderse, ni sustitos efectistas, ni tampoco efectos especiales porque no hacen falta. Esta es una producción de bajo presupuesto pero además no se nota. Y no se nota, porque tiene una mucho más que correcta fotografía, una atmósfera angustiosa y embriagadora, un montaje inteligente y un final muy verdadero, y por esto mismo, aterradoramente real.Esta es una peli que merece la pena, (de notable alto para quien ahora os escribe) y es que, amigos, si "Amelie" hubiese sido una película de terror en vez de un mágico cuento, aquella dulce francesita se hubiera llamado sin duda "May". ¿Y la magia?, La magia negra, por supuesto, muy negra.
[ "May", "funciona", "bajo", "el", "método", ":", "la", "bestia", "duerme", "dentro", "de", "nosotros", "." ]
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En cada uno de nosotros hay un posible psicópata y nuestra vecina la del segundo puede ocultar un oscuro pasado o una doble vida.
May, ¿quieres ser mi amigo?
"May, ¿Quieres ser mi amigo?" es una de esas películas que nos recuerdan que el terror no siempre lleva garras de acero en una mano o una mascara en la cara. El terror y la locura se encuentran mucho más cerca de nosotros, de la realidad, de nuestra pacífica y hasta a veces aburrida monotonía. May funciona bajo el método: la bestia duerme dentro de nosotros. En cada uno de nosotros hay un posible psicópata y nuestra vecina la del segundo puede ocultar un oscuro pasado o una doble vida. Para ello, Lucky McKee, nos narra efectivamente una historia presuntamente cotidiana (que sin embargo, engancha desde el principio) sobre una joven muy parecida a esas otras tantas que pululan a nuestro alrededor. La rarita de la clase, la niña tímida de la tienda de comestibles, esa extraña hermana de nuestro amigo, nuestra prima la del pueblo. Es por esto que nos montamos en un tren de cercanías y no en un tren de alta velocidad con escenas más vistas que las reposiciones de "El Principe de Bell Air" y adolescentes lelos e insoportables con superávit de hormonas y déficit de neuronas. En este tren nos encontramos con personajes bien trazados y de carne y hueso. Personajes trabajados, atractivos e incluso muy atrevidos. (La compañera de May en el veterinario en donde trabaja no tiene desperdicio) Todos ellos giran en torno al personaje de May, interpretado con muchísimo mimo y talento por Angela Bettis que logra crear un personaje que se nos muestra irresistible y original. La trama es como digo muy interesante y nos sorprende por llevar un ritmo que rompe nuestras expectativas pero que nunca nos defrauda. La transformación que sufre May y la irremediable desencadenación hacia un destino sobrecogedor, sucede por culpa de toda una serie de características y acontecimientos muy bien explicados y calculadamente reconocibles que forjan y maduran la verdadera cara del terror.Esta es una película que coge carrerilla para empezar antes de donde empiezan casi todas las demás de su género, para después acabar además bastante más allá de donde se atrevería ninguna otra. En su día Todd Solondz, conocido por lograr llegar también muy lejos con sus saltos y por rehuir de los géneros habituales para inventarse los suyos propios, nos regaló "Bienvenidos a la casa de muñecas" (1996), (película anterior a su ácida y genial "Happyness" (1998) que tiene mucho que ver con esta. En ella, el señor Solondz, abordaba de forma cruda y valiente, el drama de una niña fea y traumatizada, enfrentada a la más cruda realidad. La mayor diferencia entre ellas es, por supuesto, que aquella no era una película de terror. Bueno, y al grano, que no esperéis escenas convencionales, ni gatos que se empeñan en perderse, ni sustitos efectistas, ni tampoco efectos especiales porque no hacen falta. Esta es una producción de bajo presupuesto pero además no se nota. Y no se nota, porque tiene una mucho más que correcta fotografía, una atmósfera angustiosa y embriagadora, un montaje inteligente y un final muy verdadero, y por esto mismo, aterradoramente real.Esta es una peli que merece la pena, (de notable alto para quien ahora os escribe) y es que, amigos, si "Amelie" hubiese sido una película de terror en vez de un mágico cuento, aquella dulce francesita se hubiera llamado sin duda "May". ¿Y la magia?, La magia negra, por supuesto, muy negra.
[ "En", "cada", "uno", "de", "nosotros", "hay", "un", "posible", "psicópata", "y", "nuestra", "vecina", "la", "del", "segundo", "puede", "ocultar", "un", "oscuro", "pasado", "o", "una", "doble", "vida", "." ]
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Para ello, Lucky McKee, nos narra efectivamente una historia presuntamente cotidiana (que sin embargo, engancha desde el principio) sobre una joven muy parecida a esas otras tantas que pululan a nuestro alrededor.
May, ¿quieres ser mi amigo?
"May, ¿Quieres ser mi amigo?" es una de esas películas que nos recuerdan que el terror no siempre lleva garras de acero en una mano o una mascara en la cara. El terror y la locura se encuentran mucho más cerca de nosotros, de la realidad, de nuestra pacífica y hasta a veces aburrida monotonía. May funciona bajo el método: la bestia duerme dentro de nosotros. En cada uno de nosotros hay un posible psicópata y nuestra vecina la del segundo puede ocultar un oscuro pasado o una doble vida. Para ello, Lucky McKee, nos narra efectivamente una historia presuntamente cotidiana (que sin embargo, engancha desde el principio) sobre una joven muy parecida a esas otras tantas que pululan a nuestro alrededor. La rarita de la clase, la niña tímida de la tienda de comestibles, esa extraña hermana de nuestro amigo, nuestra prima la del pueblo. Es por esto que nos montamos en un tren de cercanías y no en un tren de alta velocidad con escenas más vistas que las reposiciones de "El Principe de Bell Air" y adolescentes lelos e insoportables con superávit de hormonas y déficit de neuronas. En este tren nos encontramos con personajes bien trazados y de carne y hueso. Personajes trabajados, atractivos e incluso muy atrevidos. (La compañera de May en el veterinario en donde trabaja no tiene desperdicio) Todos ellos giran en torno al personaje de May, interpretado con muchísimo mimo y talento por Angela Bettis que logra crear un personaje que se nos muestra irresistible y original. La trama es como digo muy interesante y nos sorprende por llevar un ritmo que rompe nuestras expectativas pero que nunca nos defrauda. La transformación que sufre May y la irremediable desencadenación hacia un destino sobrecogedor, sucede por culpa de toda una serie de características y acontecimientos muy bien explicados y calculadamente reconocibles que forjan y maduran la verdadera cara del terror.Esta es una película que coge carrerilla para empezar antes de donde empiezan casi todas las demás de su género, para después acabar además bastante más allá de donde se atrevería ninguna otra. En su día Todd Solondz, conocido por lograr llegar también muy lejos con sus saltos y por rehuir de los géneros habituales para inventarse los suyos propios, nos regaló "Bienvenidos a la casa de muñecas" (1996), (película anterior a su ácida y genial "Happyness" (1998) que tiene mucho que ver con esta. En ella, el señor Solondz, abordaba de forma cruda y valiente, el drama de una niña fea y traumatizada, enfrentada a la más cruda realidad. La mayor diferencia entre ellas es, por supuesto, que aquella no era una película de terror. Bueno, y al grano, que no esperéis escenas convencionales, ni gatos que se empeñan en perderse, ni sustitos efectistas, ni tampoco efectos especiales porque no hacen falta. Esta es una producción de bajo presupuesto pero además no se nota. Y no se nota, porque tiene una mucho más que correcta fotografía, una atmósfera angustiosa y embriagadora, un montaje inteligente y un final muy verdadero, y por esto mismo, aterradoramente real.Esta es una peli que merece la pena, (de notable alto para quien ahora os escribe) y es que, amigos, si "Amelie" hubiese sido una película de terror en vez de un mágico cuento, aquella dulce francesita se hubiera llamado sin duda "May". ¿Y la magia?, La magia negra, por supuesto, muy negra.
[ "Para", "ello", ",", "Lucky", "McKee", ",", "nos", "narra", "efectivamente", "una", "historia", "presuntamente", "cotidiana", "(", "que", "sin", "embargo", ",", "engancha", "desde", "el", "principio", ")", "sobre", "una", "joven", "muy", "parecida", "a", "esas", "otras", "tantas", "que", "pululan", "a", "nuestro", "alrededor", "." ]
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La rarita de la clase, la niña tímida de la tienda de comestibles, esa extraña hermana de nuestro amigo, nuestra prima la del pueblo.
May, ¿quieres ser mi amigo?
"May, ¿Quieres ser mi amigo?" es una de esas películas que nos recuerdan que el terror no siempre lleva garras de acero en una mano o una mascara en la cara. El terror y la locura se encuentran mucho más cerca de nosotros, de la realidad, de nuestra pacífica y hasta a veces aburrida monotonía. May funciona bajo el método: la bestia duerme dentro de nosotros. En cada uno de nosotros hay un posible psicópata y nuestra vecina la del segundo puede ocultar un oscuro pasado o una doble vida. Para ello, Lucky McKee, nos narra efectivamente una historia presuntamente cotidiana (que sin embargo, engancha desde el principio) sobre una joven muy parecida a esas otras tantas que pululan a nuestro alrededor. La rarita de la clase, la niña tímida de la tienda de comestibles, esa extraña hermana de nuestro amigo, nuestra prima la del pueblo. Es por esto que nos montamos en un tren de cercanías y no en un tren de alta velocidad con escenas más vistas que las reposiciones de "El Principe de Bell Air" y adolescentes lelos e insoportables con superávit de hormonas y déficit de neuronas. En este tren nos encontramos con personajes bien trazados y de carne y hueso. Personajes trabajados, atractivos e incluso muy atrevidos. (La compañera de May en el veterinario en donde trabaja no tiene desperdicio) Todos ellos giran en torno al personaje de May, interpretado con muchísimo mimo y talento por Angela Bettis que logra crear un personaje que se nos muestra irresistible y original. La trama es como digo muy interesante y nos sorprende por llevar un ritmo que rompe nuestras expectativas pero que nunca nos defrauda. La transformación que sufre May y la irremediable desencadenación hacia un destino sobrecogedor, sucede por culpa de toda una serie de características y acontecimientos muy bien explicados y calculadamente reconocibles que forjan y maduran la verdadera cara del terror.Esta es una película que coge carrerilla para empezar antes de donde empiezan casi todas las demás de su género, para después acabar además bastante más allá de donde se atrevería ninguna otra. En su día Todd Solondz, conocido por lograr llegar también muy lejos con sus saltos y por rehuir de los géneros habituales para inventarse los suyos propios, nos regaló "Bienvenidos a la casa de muñecas" (1996), (película anterior a su ácida y genial "Happyness" (1998) que tiene mucho que ver con esta. En ella, el señor Solondz, abordaba de forma cruda y valiente, el drama de una niña fea y traumatizada, enfrentada a la más cruda realidad. La mayor diferencia entre ellas es, por supuesto, que aquella no era una película de terror. Bueno, y al grano, que no esperéis escenas convencionales, ni gatos que se empeñan en perderse, ni sustitos efectistas, ni tampoco efectos especiales porque no hacen falta. Esta es una producción de bajo presupuesto pero además no se nota. Y no se nota, porque tiene una mucho más que correcta fotografía, una atmósfera angustiosa y embriagadora, un montaje inteligente y un final muy verdadero, y por esto mismo, aterradoramente real.Esta es una peli que merece la pena, (de notable alto para quien ahora os escribe) y es que, amigos, si "Amelie" hubiese sido una película de terror en vez de un mágico cuento, aquella dulce francesita se hubiera llamado sin duda "May". ¿Y la magia?, La magia negra, por supuesto, muy negra.
[ "La", "rarita", "de", "la", "clase", ",", "la", "niña", "tímida", "de", "la", "tienda", "de", "comestibles", ",", "esa", "extraña", "hermana", "de", "nuestro", "amigo", ",", "nuestra", "prima", "la", "del", "pueblo", "." ]
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Es por esto que nos montamos en un tren de cercanías y no en un tren de alta velocidad con escenas más vistas que las reposiciones de "El Principe de Bell Air" y adolescentes lelos e insoportables con superávit de hormonas y déficit de neuronas.
May, ¿quieres ser mi amigo?
"May, ¿Quieres ser mi amigo?" es una de esas películas que nos recuerdan que el terror no siempre lleva garras de acero en una mano o una mascara en la cara. El terror y la locura se encuentran mucho más cerca de nosotros, de la realidad, de nuestra pacífica y hasta a veces aburrida monotonía. May funciona bajo el método: la bestia duerme dentro de nosotros. En cada uno de nosotros hay un posible psicópata y nuestra vecina la del segundo puede ocultar un oscuro pasado o una doble vida. Para ello, Lucky McKee, nos narra efectivamente una historia presuntamente cotidiana (que sin embargo, engancha desde el principio) sobre una joven muy parecida a esas otras tantas que pululan a nuestro alrededor. La rarita de la clase, la niña tímida de la tienda de comestibles, esa extraña hermana de nuestro amigo, nuestra prima la del pueblo. Es por esto que nos montamos en un tren de cercanías y no en un tren de alta velocidad con escenas más vistas que las reposiciones de "El Principe de Bell Air" y adolescentes lelos e insoportables con superávit de hormonas y déficit de neuronas. En este tren nos encontramos con personajes bien trazados y de carne y hueso. Personajes trabajados, atractivos e incluso muy atrevidos. (La compañera de May en el veterinario en donde trabaja no tiene desperdicio) Todos ellos giran en torno al personaje de May, interpretado con muchísimo mimo y talento por Angela Bettis que logra crear un personaje que se nos muestra irresistible y original. La trama es como digo muy interesante y nos sorprende por llevar un ritmo que rompe nuestras expectativas pero que nunca nos defrauda. La transformación que sufre May y la irremediable desencadenación hacia un destino sobrecogedor, sucede por culpa de toda una serie de características y acontecimientos muy bien explicados y calculadamente reconocibles que forjan y maduran la verdadera cara del terror.Esta es una película que coge carrerilla para empezar antes de donde empiezan casi todas las demás de su género, para después acabar además bastante más allá de donde se atrevería ninguna otra. En su día Todd Solondz, conocido por lograr llegar también muy lejos con sus saltos y por rehuir de los géneros habituales para inventarse los suyos propios, nos regaló "Bienvenidos a la casa de muñecas" (1996), (película anterior a su ácida y genial "Happyness" (1998) que tiene mucho que ver con esta. En ella, el señor Solondz, abordaba de forma cruda y valiente, el drama de una niña fea y traumatizada, enfrentada a la más cruda realidad. La mayor diferencia entre ellas es, por supuesto, que aquella no era una película de terror. Bueno, y al grano, que no esperéis escenas convencionales, ni gatos que se empeñan en perderse, ni sustitos efectistas, ni tampoco efectos especiales porque no hacen falta. Esta es una producción de bajo presupuesto pero además no se nota. Y no se nota, porque tiene una mucho más que correcta fotografía, una atmósfera angustiosa y embriagadora, un montaje inteligente y un final muy verdadero, y por esto mismo, aterradoramente real.Esta es una peli que merece la pena, (de notable alto para quien ahora os escribe) y es que, amigos, si "Amelie" hubiese sido una película de terror en vez de un mágico cuento, aquella dulce francesita se hubiera llamado sin duda "May". ¿Y la magia?, La magia negra, por supuesto, muy negra.
[ "Es", "por", "esto", "que", "nos", "montamos", "en", "un", "tren", "de", "cercanías", "y", "no", "en", "un", "tren", "de", "alta", "velocidad", "con", "escenas", "más", "vistas", "que", "las", "reposiciones", "de", "\"", "El", "Principe", "de", "Bell", "Air", "\"", "y", "adolescentes", "lelos", "e", "insoportables", "con", "superávit", "de", "hormonas", "y", "déficit", "de", "neuronas", "." ]
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En este tren nos encontramos con personajes bien trazados y de carne y hueso.
May, ¿quieres ser mi amigo?
"May, ¿Quieres ser mi amigo?" es una de esas películas que nos recuerdan que el terror no siempre lleva garras de acero en una mano o una mascara en la cara. El terror y la locura se encuentran mucho más cerca de nosotros, de la realidad, de nuestra pacífica y hasta a veces aburrida monotonía. May funciona bajo el método: la bestia duerme dentro de nosotros. En cada uno de nosotros hay un posible psicópata y nuestra vecina la del segundo puede ocultar un oscuro pasado o una doble vida. Para ello, Lucky McKee, nos narra efectivamente una historia presuntamente cotidiana (que sin embargo, engancha desde el principio) sobre una joven muy parecida a esas otras tantas que pululan a nuestro alrededor. La rarita de la clase, la niña tímida de la tienda de comestibles, esa extraña hermana de nuestro amigo, nuestra prima la del pueblo. Es por esto que nos montamos en un tren de cercanías y no en un tren de alta velocidad con escenas más vistas que las reposiciones de "El Principe de Bell Air" y adolescentes lelos e insoportables con superávit de hormonas y déficit de neuronas. En este tren nos encontramos con personajes bien trazados y de carne y hueso. Personajes trabajados, atractivos e incluso muy atrevidos. (La compañera de May en el veterinario en donde trabaja no tiene desperdicio) Todos ellos giran en torno al personaje de May, interpretado con muchísimo mimo y talento por Angela Bettis que logra crear un personaje que se nos muestra irresistible y original. La trama es como digo muy interesante y nos sorprende por llevar un ritmo que rompe nuestras expectativas pero que nunca nos defrauda. La transformación que sufre May y la irremediable desencadenación hacia un destino sobrecogedor, sucede por culpa de toda una serie de características y acontecimientos muy bien explicados y calculadamente reconocibles que forjan y maduran la verdadera cara del terror.Esta es una película que coge carrerilla para empezar antes de donde empiezan casi todas las demás de su género, para después acabar además bastante más allá de donde se atrevería ninguna otra. En su día Todd Solondz, conocido por lograr llegar también muy lejos con sus saltos y por rehuir de los géneros habituales para inventarse los suyos propios, nos regaló "Bienvenidos a la casa de muñecas" (1996), (película anterior a su ácida y genial "Happyness" (1998) que tiene mucho que ver con esta. En ella, el señor Solondz, abordaba de forma cruda y valiente, el drama de una niña fea y traumatizada, enfrentada a la más cruda realidad. La mayor diferencia entre ellas es, por supuesto, que aquella no era una película de terror. Bueno, y al grano, que no esperéis escenas convencionales, ni gatos que se empeñan en perderse, ni sustitos efectistas, ni tampoco efectos especiales porque no hacen falta. Esta es una producción de bajo presupuesto pero además no se nota. Y no se nota, porque tiene una mucho más que correcta fotografía, una atmósfera angustiosa y embriagadora, un montaje inteligente y un final muy verdadero, y por esto mismo, aterradoramente real.Esta es una peli que merece la pena, (de notable alto para quien ahora os escribe) y es que, amigos, si "Amelie" hubiese sido una película de terror en vez de un mágico cuento, aquella dulce francesita se hubiera llamado sin duda "May". ¿Y la magia?, La magia negra, por supuesto, muy negra.
[ "En", "este", "tren", "nos", "encontramos", "con", "personajes", "bien", "trazados", "y", "de", "carne", "y", "hueso", "." ]
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Personajes trabajados, atractivos e incluso muy atrevidos.
May, ¿quieres ser mi amigo?
"May, ¿Quieres ser mi amigo?" es una de esas películas que nos recuerdan que el terror no siempre lleva garras de acero en una mano o una mascara en la cara. El terror y la locura se encuentran mucho más cerca de nosotros, de la realidad, de nuestra pacífica y hasta a veces aburrida monotonía. May funciona bajo el método: la bestia duerme dentro de nosotros. En cada uno de nosotros hay un posible psicópata y nuestra vecina la del segundo puede ocultar un oscuro pasado o una doble vida. Para ello, Lucky McKee, nos narra efectivamente una historia presuntamente cotidiana (que sin embargo, engancha desde el principio) sobre una joven muy parecida a esas otras tantas que pululan a nuestro alrededor. La rarita de la clase, la niña tímida de la tienda de comestibles, esa extraña hermana de nuestro amigo, nuestra prima la del pueblo. Es por esto que nos montamos en un tren de cercanías y no en un tren de alta velocidad con escenas más vistas que las reposiciones de "El Principe de Bell Air" y adolescentes lelos e insoportables con superávit de hormonas y déficit de neuronas. En este tren nos encontramos con personajes bien trazados y de carne y hueso. Personajes trabajados, atractivos e incluso muy atrevidos. (La compañera de May en el veterinario en donde trabaja no tiene desperdicio) Todos ellos giran en torno al personaje de May, interpretado con muchísimo mimo y talento por Angela Bettis que logra crear un personaje que se nos muestra irresistible y original. La trama es como digo muy interesante y nos sorprende por llevar un ritmo que rompe nuestras expectativas pero que nunca nos defrauda. La transformación que sufre May y la irremediable desencadenación hacia un destino sobrecogedor, sucede por culpa de toda una serie de características y acontecimientos muy bien explicados y calculadamente reconocibles que forjan y maduran la verdadera cara del terror.Esta es una película que coge carrerilla para empezar antes de donde empiezan casi todas las demás de su género, para después acabar además bastante más allá de donde se atrevería ninguna otra. En su día Todd Solondz, conocido por lograr llegar también muy lejos con sus saltos y por rehuir de los géneros habituales para inventarse los suyos propios, nos regaló "Bienvenidos a la casa de muñecas" (1996), (película anterior a su ácida y genial "Happyness" (1998) que tiene mucho que ver con esta. En ella, el señor Solondz, abordaba de forma cruda y valiente, el drama de una niña fea y traumatizada, enfrentada a la más cruda realidad. La mayor diferencia entre ellas es, por supuesto, que aquella no era una película de terror. Bueno, y al grano, que no esperéis escenas convencionales, ni gatos que se empeñan en perderse, ni sustitos efectistas, ni tampoco efectos especiales porque no hacen falta. Esta es una producción de bajo presupuesto pero además no se nota. Y no se nota, porque tiene una mucho más que correcta fotografía, una atmósfera angustiosa y embriagadora, un montaje inteligente y un final muy verdadero, y por esto mismo, aterradoramente real.Esta es una peli que merece la pena, (de notable alto para quien ahora os escribe) y es que, amigos, si "Amelie" hubiese sido una película de terror en vez de un mágico cuento, aquella dulce francesita se hubiera llamado sin duda "May". ¿Y la magia?, La magia negra, por supuesto, muy negra.
[ "Personajes", "trabajados", ",", "atractivos", "e", "incluso", "muy", "atrevidos", "." ]
3
(La compañera de May en el veterinario en donde trabaja no tiene desperdicio) Todos ellos giran en torno al personaje de May, interpretado con muchísimo mimo y talento por Angela Bettis que logra crear un personaje que se nos muestra irresistible y original.
May, ¿quieres ser mi amigo?
"May, ¿Quieres ser mi amigo?" es una de esas películas que nos recuerdan que el terror no siempre lleva garras de acero en una mano o una mascara en la cara. El terror y la locura se encuentran mucho más cerca de nosotros, de la realidad, de nuestra pacífica y hasta a veces aburrida monotonía. May funciona bajo el método: la bestia duerme dentro de nosotros. En cada uno de nosotros hay un posible psicópata y nuestra vecina la del segundo puede ocultar un oscuro pasado o una doble vida. Para ello, Lucky McKee, nos narra efectivamente una historia presuntamente cotidiana (que sin embargo, engancha desde el principio) sobre una joven muy parecida a esas otras tantas que pululan a nuestro alrededor. La rarita de la clase, la niña tímida de la tienda de comestibles, esa extraña hermana de nuestro amigo, nuestra prima la del pueblo. Es por esto que nos montamos en un tren de cercanías y no en un tren de alta velocidad con escenas más vistas que las reposiciones de "El Principe de Bell Air" y adolescentes lelos e insoportables con superávit de hormonas y déficit de neuronas. En este tren nos encontramos con personajes bien trazados y de carne y hueso. Personajes trabajados, atractivos e incluso muy atrevidos. (La compañera de May en el veterinario en donde trabaja no tiene desperdicio) Todos ellos giran en torno al personaje de May, interpretado con muchísimo mimo y talento por Angela Bettis que logra crear un personaje que se nos muestra irresistible y original. La trama es como digo muy interesante y nos sorprende por llevar un ritmo que rompe nuestras expectativas pero que nunca nos defrauda. La transformación que sufre May y la irremediable desencadenación hacia un destino sobrecogedor, sucede por culpa de toda una serie de características y acontecimientos muy bien explicados y calculadamente reconocibles que forjan y maduran la verdadera cara del terror.Esta es una película que coge carrerilla para empezar antes de donde empiezan casi todas las demás de su género, para después acabar además bastante más allá de donde se atrevería ninguna otra. En su día Todd Solondz, conocido por lograr llegar también muy lejos con sus saltos y por rehuir de los géneros habituales para inventarse los suyos propios, nos regaló "Bienvenidos a la casa de muñecas" (1996), (película anterior a su ácida y genial "Happyness" (1998) que tiene mucho que ver con esta. En ella, el señor Solondz, abordaba de forma cruda y valiente, el drama de una niña fea y traumatizada, enfrentada a la más cruda realidad. La mayor diferencia entre ellas es, por supuesto, que aquella no era una película de terror. Bueno, y al grano, que no esperéis escenas convencionales, ni gatos que se empeñan en perderse, ni sustitos efectistas, ni tampoco efectos especiales porque no hacen falta. Esta es una producción de bajo presupuesto pero además no se nota. Y no se nota, porque tiene una mucho más que correcta fotografía, una atmósfera angustiosa y embriagadora, un montaje inteligente y un final muy verdadero, y por esto mismo, aterradoramente real.Esta es una peli que merece la pena, (de notable alto para quien ahora os escribe) y es que, amigos, si "Amelie" hubiese sido una película de terror en vez de un mágico cuento, aquella dulce francesita se hubiera llamado sin duda "May". ¿Y la magia?, La magia negra, por supuesto, muy negra.
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La trama es como digo muy interesante y nos sorprende por llevar un ritmo que rompe nuestras expectativas pero que nunca nos defrauda.
May, ¿quieres ser mi amigo?
"May, ¿Quieres ser mi amigo?" es una de esas películas que nos recuerdan que el terror no siempre lleva garras de acero en una mano o una mascara en la cara. El terror y la locura se encuentran mucho más cerca de nosotros, de la realidad, de nuestra pacífica y hasta a veces aburrida monotonía. May funciona bajo el método: la bestia duerme dentro de nosotros. En cada uno de nosotros hay un posible psicópata y nuestra vecina la del segundo puede ocultar un oscuro pasado o una doble vida. Para ello, Lucky McKee, nos narra efectivamente una historia presuntamente cotidiana (que sin embargo, engancha desde el principio) sobre una joven muy parecida a esas otras tantas que pululan a nuestro alrededor. La rarita de la clase, la niña tímida de la tienda de comestibles, esa extraña hermana de nuestro amigo, nuestra prima la del pueblo. Es por esto que nos montamos en un tren de cercanías y no en un tren de alta velocidad con escenas más vistas que las reposiciones de "El Principe de Bell Air" y adolescentes lelos e insoportables con superávit de hormonas y déficit de neuronas. En este tren nos encontramos con personajes bien trazados y de carne y hueso. Personajes trabajados, atractivos e incluso muy atrevidos. (La compañera de May en el veterinario en donde trabaja no tiene desperdicio) Todos ellos giran en torno al personaje de May, interpretado con muchísimo mimo y talento por Angela Bettis que logra crear un personaje que se nos muestra irresistible y original. La trama es como digo muy interesante y nos sorprende por llevar un ritmo que rompe nuestras expectativas pero que nunca nos defrauda. La transformación que sufre May y la irremediable desencadenación hacia un destino sobrecogedor, sucede por culpa de toda una serie de características y acontecimientos muy bien explicados y calculadamente reconocibles que forjan y maduran la verdadera cara del terror.Esta es una película que coge carrerilla para empezar antes de donde empiezan casi todas las demás de su género, para después acabar además bastante más allá de donde se atrevería ninguna otra. En su día Todd Solondz, conocido por lograr llegar también muy lejos con sus saltos y por rehuir de los géneros habituales para inventarse los suyos propios, nos regaló "Bienvenidos a la casa de muñecas" (1996), (película anterior a su ácida y genial "Happyness" (1998) que tiene mucho que ver con esta. En ella, el señor Solondz, abordaba de forma cruda y valiente, el drama de una niña fea y traumatizada, enfrentada a la más cruda realidad. La mayor diferencia entre ellas es, por supuesto, que aquella no era una película de terror. Bueno, y al grano, que no esperéis escenas convencionales, ni gatos que se empeñan en perderse, ni sustitos efectistas, ni tampoco efectos especiales porque no hacen falta. Esta es una producción de bajo presupuesto pero además no se nota. Y no se nota, porque tiene una mucho más que correcta fotografía, una atmósfera angustiosa y embriagadora, un montaje inteligente y un final muy verdadero, y por esto mismo, aterradoramente real.Esta es una peli que merece la pena, (de notable alto para quien ahora os escribe) y es que, amigos, si "Amelie" hubiese sido una película de terror en vez de un mágico cuento, aquella dulce francesita se hubiera llamado sin duda "May". ¿Y la magia?, La magia negra, por supuesto, muy negra.
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La transformación que sufre May y la irremediable desencadenación hacia un destino sobrecogedor, sucede por culpa de toda una serie de características y acontecimientos muy bien explicados y calculadamente reconocibles que forjan y maduran la verdadera cara del terror.
May, ¿quieres ser mi amigo?
"May, ¿Quieres ser mi amigo?" es una de esas películas que nos recuerdan que el terror no siempre lleva garras de acero en una mano o una mascara en la cara. El terror y la locura se encuentran mucho más cerca de nosotros, de la realidad, de nuestra pacífica y hasta a veces aburrida monotonía. May funciona bajo el método: la bestia duerme dentro de nosotros. En cada uno de nosotros hay un posible psicópata y nuestra vecina la del segundo puede ocultar un oscuro pasado o una doble vida. Para ello, Lucky McKee, nos narra efectivamente una historia presuntamente cotidiana (que sin embargo, engancha desde el principio) sobre una joven muy parecida a esas otras tantas que pululan a nuestro alrededor. La rarita de la clase, la niña tímida de la tienda de comestibles, esa extraña hermana de nuestro amigo, nuestra prima la del pueblo. Es por esto que nos montamos en un tren de cercanías y no en un tren de alta velocidad con escenas más vistas que las reposiciones de "El Principe de Bell Air" y adolescentes lelos e insoportables con superávit de hormonas y déficit de neuronas. En este tren nos encontramos con personajes bien trazados y de carne y hueso. Personajes trabajados, atractivos e incluso muy atrevidos. (La compañera de May en el veterinario en donde trabaja no tiene desperdicio) Todos ellos giran en torno al personaje de May, interpretado con muchísimo mimo y talento por Angela Bettis que logra crear un personaje que se nos muestra irresistible y original. La trama es como digo muy interesante y nos sorprende por llevar un ritmo que rompe nuestras expectativas pero que nunca nos defrauda. La transformación que sufre May y la irremediable desencadenación hacia un destino sobrecogedor, sucede por culpa de toda una serie de características y acontecimientos muy bien explicados y calculadamente reconocibles que forjan y maduran la verdadera cara del terror.Esta es una película que coge carrerilla para empezar antes de donde empiezan casi todas las demás de su género, para después acabar además bastante más allá de donde se atrevería ninguna otra. En su día Todd Solondz, conocido por lograr llegar también muy lejos con sus saltos y por rehuir de los géneros habituales para inventarse los suyos propios, nos regaló "Bienvenidos a la casa de muñecas" (1996), (película anterior a su ácida y genial "Happyness" (1998) que tiene mucho que ver con esta. En ella, el señor Solondz, abordaba de forma cruda y valiente, el drama de una niña fea y traumatizada, enfrentada a la más cruda realidad. La mayor diferencia entre ellas es, por supuesto, que aquella no era una película de terror. Bueno, y al grano, que no esperéis escenas convencionales, ni gatos que se empeñan en perderse, ni sustitos efectistas, ni tampoco efectos especiales porque no hacen falta. Esta es una producción de bajo presupuesto pero además no se nota. Y no se nota, porque tiene una mucho más que correcta fotografía, una atmósfera angustiosa y embriagadora, un montaje inteligente y un final muy verdadero, y por esto mismo, aterradoramente real.Esta es una peli que merece la pena, (de notable alto para quien ahora os escribe) y es que, amigos, si "Amelie" hubiese sido una película de terror en vez de un mágico cuento, aquella dulce francesita se hubiera llamado sin duda "May". ¿Y la magia?, La magia negra, por supuesto, muy negra.
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Esta es una película que coge carrerilla para empezar antes de donde empiezan casi todas las demás de su género, para después acabar además bastante más allá de donde se atrevería ninguna otra.
May, ¿quieres ser mi amigo?
"May, ¿Quieres ser mi amigo?" es una de esas películas que nos recuerdan que el terror no siempre lleva garras de acero en una mano o una mascara en la cara. El terror y la locura se encuentran mucho más cerca de nosotros, de la realidad, de nuestra pacífica y hasta a veces aburrida monotonía. May funciona bajo el método: la bestia duerme dentro de nosotros. En cada uno de nosotros hay un posible psicópata y nuestra vecina la del segundo puede ocultar un oscuro pasado o una doble vida. Para ello, Lucky McKee, nos narra efectivamente una historia presuntamente cotidiana (que sin embargo, engancha desde el principio) sobre una joven muy parecida a esas otras tantas que pululan a nuestro alrededor. La rarita de la clase, la niña tímida de la tienda de comestibles, esa extraña hermana de nuestro amigo, nuestra prima la del pueblo. Es por esto que nos montamos en un tren de cercanías y no en un tren de alta velocidad con escenas más vistas que las reposiciones de "El Principe de Bell Air" y adolescentes lelos e insoportables con superávit de hormonas y déficit de neuronas. En este tren nos encontramos con personajes bien trazados y de carne y hueso. Personajes trabajados, atractivos e incluso muy atrevidos. (La compañera de May en el veterinario en donde trabaja no tiene desperdicio) Todos ellos giran en torno al personaje de May, interpretado con muchísimo mimo y talento por Angela Bettis que logra crear un personaje que se nos muestra irresistible y original. La trama es como digo muy interesante y nos sorprende por llevar un ritmo que rompe nuestras expectativas pero que nunca nos defrauda. La transformación que sufre May y la irremediable desencadenación hacia un destino sobrecogedor, sucede por culpa de toda una serie de características y acontecimientos muy bien explicados y calculadamente reconocibles que forjan y maduran la verdadera cara del terror.Esta es una película que coge carrerilla para empezar antes de donde empiezan casi todas las demás de su género, para después acabar además bastante más allá de donde se atrevería ninguna otra. En su día Todd Solondz, conocido por lograr llegar también muy lejos con sus saltos y por rehuir de los géneros habituales para inventarse los suyos propios, nos regaló "Bienvenidos a la casa de muñecas" (1996), (película anterior a su ácida y genial "Happyness" (1998) que tiene mucho que ver con esta. En ella, el señor Solondz, abordaba de forma cruda y valiente, el drama de una niña fea y traumatizada, enfrentada a la más cruda realidad. La mayor diferencia entre ellas es, por supuesto, que aquella no era una película de terror. Bueno, y al grano, que no esperéis escenas convencionales, ni gatos que se empeñan en perderse, ni sustitos efectistas, ni tampoco efectos especiales porque no hacen falta. Esta es una producción de bajo presupuesto pero además no se nota. Y no se nota, porque tiene una mucho más que correcta fotografía, una atmósfera angustiosa y embriagadora, un montaje inteligente y un final muy verdadero, y por esto mismo, aterradoramente real.Esta es una peli que merece la pena, (de notable alto para quien ahora os escribe) y es que, amigos, si "Amelie" hubiese sido una película de terror en vez de un mágico cuento, aquella dulce francesita se hubiera llamado sin duda "May". ¿Y la magia?, La magia negra, por supuesto, muy negra.
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En su día Todd Solondz, conocido por lograr llegar también muy lejos con sus saltos y por rehuir de los géneros habituales para inventarse los suyos propios, nos regaló "Bienvenidos a la casa de muñecas" (1996), (película anterior a su ácida y genial "Happyness" (1998) que tiene mucho que ver con esta.
May, ¿quieres ser mi amigo?
"May, ¿Quieres ser mi amigo?" es una de esas películas que nos recuerdan que el terror no siempre lleva garras de acero en una mano o una mascara en la cara. El terror y la locura se encuentran mucho más cerca de nosotros, de la realidad, de nuestra pacífica y hasta a veces aburrida monotonía. May funciona bajo el método: la bestia duerme dentro de nosotros. En cada uno de nosotros hay un posible psicópata y nuestra vecina la del segundo puede ocultar un oscuro pasado o una doble vida. Para ello, Lucky McKee, nos narra efectivamente una historia presuntamente cotidiana (que sin embargo, engancha desde el principio) sobre una joven muy parecida a esas otras tantas que pululan a nuestro alrededor. La rarita de la clase, la niña tímida de la tienda de comestibles, esa extraña hermana de nuestro amigo, nuestra prima la del pueblo. Es por esto que nos montamos en un tren de cercanías y no en un tren de alta velocidad con escenas más vistas que las reposiciones de "El Principe de Bell Air" y adolescentes lelos e insoportables con superávit de hormonas y déficit de neuronas. En este tren nos encontramos con personajes bien trazados y de carne y hueso. Personajes trabajados, atractivos e incluso muy atrevidos. (La compañera de May en el veterinario en donde trabaja no tiene desperdicio) Todos ellos giran en torno al personaje de May, interpretado con muchísimo mimo y talento por Angela Bettis que logra crear un personaje que se nos muestra irresistible y original. La trama es como digo muy interesante y nos sorprende por llevar un ritmo que rompe nuestras expectativas pero que nunca nos defrauda. La transformación que sufre May y la irremediable desencadenación hacia un destino sobrecogedor, sucede por culpa de toda una serie de características y acontecimientos muy bien explicados y calculadamente reconocibles que forjan y maduran la verdadera cara del terror.Esta es una película que coge carrerilla para empezar antes de donde empiezan casi todas las demás de su género, para después acabar además bastante más allá de donde se atrevería ninguna otra. En su día Todd Solondz, conocido por lograr llegar también muy lejos con sus saltos y por rehuir de los géneros habituales para inventarse los suyos propios, nos regaló "Bienvenidos a la casa de muñecas" (1996), (película anterior a su ácida y genial "Happyness" (1998) que tiene mucho que ver con esta. En ella, el señor Solondz, abordaba de forma cruda y valiente, el drama de una niña fea y traumatizada, enfrentada a la más cruda realidad. La mayor diferencia entre ellas es, por supuesto, que aquella no era una película de terror. Bueno, y al grano, que no esperéis escenas convencionales, ni gatos que se empeñan en perderse, ni sustitos efectistas, ni tampoco efectos especiales porque no hacen falta. Esta es una producción de bajo presupuesto pero además no se nota. Y no se nota, porque tiene una mucho más que correcta fotografía, una atmósfera angustiosa y embriagadora, un montaje inteligente y un final muy verdadero, y por esto mismo, aterradoramente real.Esta es una peli que merece la pena, (de notable alto para quien ahora os escribe) y es que, amigos, si "Amelie" hubiese sido una película de terror en vez de un mágico cuento, aquella dulce francesita se hubiera llamado sin duda "May". ¿Y la magia?, La magia negra, por supuesto, muy negra.
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En ella, el señor Solondz, abordaba de forma cruda y valiente, el drama de una niña fea y traumatizada, enfrentada a la más cruda realidad.
May, ¿quieres ser mi amigo?
"May, ¿Quieres ser mi amigo?" es una de esas películas que nos recuerdan que el terror no siempre lleva garras de acero en una mano o una mascara en la cara. El terror y la locura se encuentran mucho más cerca de nosotros, de la realidad, de nuestra pacífica y hasta a veces aburrida monotonía. May funciona bajo el método: la bestia duerme dentro de nosotros. En cada uno de nosotros hay un posible psicópata y nuestra vecina la del segundo puede ocultar un oscuro pasado o una doble vida. Para ello, Lucky McKee, nos narra efectivamente una historia presuntamente cotidiana (que sin embargo, engancha desde el principio) sobre una joven muy parecida a esas otras tantas que pululan a nuestro alrededor. La rarita de la clase, la niña tímida de la tienda de comestibles, esa extraña hermana de nuestro amigo, nuestra prima la del pueblo. Es por esto que nos montamos en un tren de cercanías y no en un tren de alta velocidad con escenas más vistas que las reposiciones de "El Principe de Bell Air" y adolescentes lelos e insoportables con superávit de hormonas y déficit de neuronas. En este tren nos encontramos con personajes bien trazados y de carne y hueso. Personajes trabajados, atractivos e incluso muy atrevidos. (La compañera de May en el veterinario en donde trabaja no tiene desperdicio) Todos ellos giran en torno al personaje de May, interpretado con muchísimo mimo y talento por Angela Bettis que logra crear un personaje que se nos muestra irresistible y original. La trama es como digo muy interesante y nos sorprende por llevar un ritmo que rompe nuestras expectativas pero que nunca nos defrauda. La transformación que sufre May y la irremediable desencadenación hacia un destino sobrecogedor, sucede por culpa de toda una serie de características y acontecimientos muy bien explicados y calculadamente reconocibles que forjan y maduran la verdadera cara del terror.Esta es una película que coge carrerilla para empezar antes de donde empiezan casi todas las demás de su género, para después acabar además bastante más allá de donde se atrevería ninguna otra. En su día Todd Solondz, conocido por lograr llegar también muy lejos con sus saltos y por rehuir de los géneros habituales para inventarse los suyos propios, nos regaló "Bienvenidos a la casa de muñecas" (1996), (película anterior a su ácida y genial "Happyness" (1998) que tiene mucho que ver con esta. En ella, el señor Solondz, abordaba de forma cruda y valiente, el drama de una niña fea y traumatizada, enfrentada a la más cruda realidad. La mayor diferencia entre ellas es, por supuesto, que aquella no era una película de terror. Bueno, y al grano, que no esperéis escenas convencionales, ni gatos que se empeñan en perderse, ni sustitos efectistas, ni tampoco efectos especiales porque no hacen falta. Esta es una producción de bajo presupuesto pero además no se nota. Y no se nota, porque tiene una mucho más que correcta fotografía, una atmósfera angustiosa y embriagadora, un montaje inteligente y un final muy verdadero, y por esto mismo, aterradoramente real.Esta es una peli que merece la pena, (de notable alto para quien ahora os escribe) y es que, amigos, si "Amelie" hubiese sido una película de terror en vez de un mágico cuento, aquella dulce francesita se hubiera llamado sin duda "May". ¿Y la magia?, La magia negra, por supuesto, muy negra.
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La mayor diferencia entre ellas es, por supuesto, que aquella no era una película de terror.
May, ¿quieres ser mi amigo?
"May, ¿Quieres ser mi amigo?" es una de esas películas que nos recuerdan que el terror no siempre lleva garras de acero en una mano o una mascara en la cara. El terror y la locura se encuentran mucho más cerca de nosotros, de la realidad, de nuestra pacífica y hasta a veces aburrida monotonía. May funciona bajo el método: la bestia duerme dentro de nosotros. En cada uno de nosotros hay un posible psicópata y nuestra vecina la del segundo puede ocultar un oscuro pasado o una doble vida. Para ello, Lucky McKee, nos narra efectivamente una historia presuntamente cotidiana (que sin embargo, engancha desde el principio) sobre una joven muy parecida a esas otras tantas que pululan a nuestro alrededor. La rarita de la clase, la niña tímida de la tienda de comestibles, esa extraña hermana de nuestro amigo, nuestra prima la del pueblo. Es por esto que nos montamos en un tren de cercanías y no en un tren de alta velocidad con escenas más vistas que las reposiciones de "El Principe de Bell Air" y adolescentes lelos e insoportables con superávit de hormonas y déficit de neuronas. En este tren nos encontramos con personajes bien trazados y de carne y hueso. Personajes trabajados, atractivos e incluso muy atrevidos. (La compañera de May en el veterinario en donde trabaja no tiene desperdicio) Todos ellos giran en torno al personaje de May, interpretado con muchísimo mimo y talento por Angela Bettis que logra crear un personaje que se nos muestra irresistible y original. La trama es como digo muy interesante y nos sorprende por llevar un ritmo que rompe nuestras expectativas pero que nunca nos defrauda. La transformación que sufre May y la irremediable desencadenación hacia un destino sobrecogedor, sucede por culpa de toda una serie de características y acontecimientos muy bien explicados y calculadamente reconocibles que forjan y maduran la verdadera cara del terror.Esta es una película que coge carrerilla para empezar antes de donde empiezan casi todas las demás de su género, para después acabar además bastante más allá de donde se atrevería ninguna otra. En su día Todd Solondz, conocido por lograr llegar también muy lejos con sus saltos y por rehuir de los géneros habituales para inventarse los suyos propios, nos regaló "Bienvenidos a la casa de muñecas" (1996), (película anterior a su ácida y genial "Happyness" (1998) que tiene mucho que ver con esta. En ella, el señor Solondz, abordaba de forma cruda y valiente, el drama de una niña fea y traumatizada, enfrentada a la más cruda realidad. La mayor diferencia entre ellas es, por supuesto, que aquella no era una película de terror. Bueno, y al grano, que no esperéis escenas convencionales, ni gatos que se empeñan en perderse, ni sustitos efectistas, ni tampoco efectos especiales porque no hacen falta. Esta es una producción de bajo presupuesto pero además no se nota. Y no se nota, porque tiene una mucho más que correcta fotografía, una atmósfera angustiosa y embriagadora, un montaje inteligente y un final muy verdadero, y por esto mismo, aterradoramente real.Esta es una peli que merece la pena, (de notable alto para quien ahora os escribe) y es que, amigos, si "Amelie" hubiese sido una película de terror en vez de un mágico cuento, aquella dulce francesita se hubiera llamado sin duda "May". ¿Y la magia?, La magia negra, por supuesto, muy negra.
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Bueno, y al grano, que no esperéis escenas convencionales, ni gatos que se empeñan en perderse, ni sustitos efectistas, ni tampoco efectos especiales porque no hacen falta.
May, ¿quieres ser mi amigo?
"May, ¿Quieres ser mi amigo?" es una de esas películas que nos recuerdan que el terror no siempre lleva garras de acero en una mano o una mascara en la cara. El terror y la locura se encuentran mucho más cerca de nosotros, de la realidad, de nuestra pacífica y hasta a veces aburrida monotonía. May funciona bajo el método: la bestia duerme dentro de nosotros. En cada uno de nosotros hay un posible psicópata y nuestra vecina la del segundo puede ocultar un oscuro pasado o una doble vida. Para ello, Lucky McKee, nos narra efectivamente una historia presuntamente cotidiana (que sin embargo, engancha desde el principio) sobre una joven muy parecida a esas otras tantas que pululan a nuestro alrededor. La rarita de la clase, la niña tímida de la tienda de comestibles, esa extraña hermana de nuestro amigo, nuestra prima la del pueblo. Es por esto que nos montamos en un tren de cercanías y no en un tren de alta velocidad con escenas más vistas que las reposiciones de "El Principe de Bell Air" y adolescentes lelos e insoportables con superávit de hormonas y déficit de neuronas. En este tren nos encontramos con personajes bien trazados y de carne y hueso. Personajes trabajados, atractivos e incluso muy atrevidos. (La compañera de May en el veterinario en donde trabaja no tiene desperdicio) Todos ellos giran en torno al personaje de May, interpretado con muchísimo mimo y talento por Angela Bettis que logra crear un personaje que se nos muestra irresistible y original. La trama es como digo muy interesante y nos sorprende por llevar un ritmo que rompe nuestras expectativas pero que nunca nos defrauda. La transformación que sufre May y la irremediable desencadenación hacia un destino sobrecogedor, sucede por culpa de toda una serie de características y acontecimientos muy bien explicados y calculadamente reconocibles que forjan y maduran la verdadera cara del terror.Esta es una película que coge carrerilla para empezar antes de donde empiezan casi todas las demás de su género, para después acabar además bastante más allá de donde se atrevería ninguna otra. En su día Todd Solondz, conocido por lograr llegar también muy lejos con sus saltos y por rehuir de los géneros habituales para inventarse los suyos propios, nos regaló "Bienvenidos a la casa de muñecas" (1996), (película anterior a su ácida y genial "Happyness" (1998) que tiene mucho que ver con esta. En ella, el señor Solondz, abordaba de forma cruda y valiente, el drama de una niña fea y traumatizada, enfrentada a la más cruda realidad. La mayor diferencia entre ellas es, por supuesto, que aquella no era una película de terror. Bueno, y al grano, que no esperéis escenas convencionales, ni gatos que se empeñan en perderse, ni sustitos efectistas, ni tampoco efectos especiales porque no hacen falta. Esta es una producción de bajo presupuesto pero además no se nota. Y no se nota, porque tiene una mucho más que correcta fotografía, una atmósfera angustiosa y embriagadora, un montaje inteligente y un final muy verdadero, y por esto mismo, aterradoramente real.Esta es una peli que merece la pena, (de notable alto para quien ahora os escribe) y es que, amigos, si "Amelie" hubiese sido una película de terror en vez de un mágico cuento, aquella dulce francesita se hubiera llamado sin duda "May". ¿Y la magia?, La magia negra, por supuesto, muy negra.
[ "Bueno", ",", "y", "al", "grano", ",", "que", "no", "esperéis", "escenas", "convencionales", ",", "ni", "gatos", "que", "se", "empeñan", "en", "perderse", ",", "ni", "sustitos", "efectistas", ",", "ni", "tampoco", "efectos", "especiales", "porque", "no", "hacen", "falta", "." ]
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Esta es una producción de bajo presupuesto pero además no se nota.
May, ¿quieres ser mi amigo?
"May, ¿Quieres ser mi amigo?" es una de esas películas que nos recuerdan que el terror no siempre lleva garras de acero en una mano o una mascara en la cara. El terror y la locura se encuentran mucho más cerca de nosotros, de la realidad, de nuestra pacífica y hasta a veces aburrida monotonía. May funciona bajo el método: la bestia duerme dentro de nosotros. En cada uno de nosotros hay un posible psicópata y nuestra vecina la del segundo puede ocultar un oscuro pasado o una doble vida. Para ello, Lucky McKee, nos narra efectivamente una historia presuntamente cotidiana (que sin embargo, engancha desde el principio) sobre una joven muy parecida a esas otras tantas que pululan a nuestro alrededor. La rarita de la clase, la niña tímida de la tienda de comestibles, esa extraña hermana de nuestro amigo, nuestra prima la del pueblo. Es por esto que nos montamos en un tren de cercanías y no en un tren de alta velocidad con escenas más vistas que las reposiciones de "El Principe de Bell Air" y adolescentes lelos e insoportables con superávit de hormonas y déficit de neuronas. En este tren nos encontramos con personajes bien trazados y de carne y hueso. Personajes trabajados, atractivos e incluso muy atrevidos. (La compañera de May en el veterinario en donde trabaja no tiene desperdicio) Todos ellos giran en torno al personaje de May, interpretado con muchísimo mimo y talento por Angela Bettis que logra crear un personaje que se nos muestra irresistible y original. La trama es como digo muy interesante y nos sorprende por llevar un ritmo que rompe nuestras expectativas pero que nunca nos defrauda. La transformación que sufre May y la irremediable desencadenación hacia un destino sobrecogedor, sucede por culpa de toda una serie de características y acontecimientos muy bien explicados y calculadamente reconocibles que forjan y maduran la verdadera cara del terror.Esta es una película que coge carrerilla para empezar antes de donde empiezan casi todas las demás de su género, para después acabar además bastante más allá de donde se atrevería ninguna otra. En su día Todd Solondz, conocido por lograr llegar también muy lejos con sus saltos y por rehuir de los géneros habituales para inventarse los suyos propios, nos regaló "Bienvenidos a la casa de muñecas" (1996), (película anterior a su ácida y genial "Happyness" (1998) que tiene mucho que ver con esta. En ella, el señor Solondz, abordaba de forma cruda y valiente, el drama de una niña fea y traumatizada, enfrentada a la más cruda realidad. La mayor diferencia entre ellas es, por supuesto, que aquella no era una película de terror. Bueno, y al grano, que no esperéis escenas convencionales, ni gatos que se empeñan en perderse, ni sustitos efectistas, ni tampoco efectos especiales porque no hacen falta. Esta es una producción de bajo presupuesto pero además no se nota. Y no se nota, porque tiene una mucho más que correcta fotografía, una atmósfera angustiosa y embriagadora, un montaje inteligente y un final muy verdadero, y por esto mismo, aterradoramente real.Esta es una peli que merece la pena, (de notable alto para quien ahora os escribe) y es que, amigos, si "Amelie" hubiese sido una película de terror en vez de un mágico cuento, aquella dulce francesita se hubiera llamado sin duda "May". ¿Y la magia?, La magia negra, por supuesto, muy negra.
[ "Esta", "es", "una", "producción", "de", "bajo", "presupuesto", "pero", "además", "no", "se", "nota", "." ]
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Y no se nota, porque tiene una mucho más que correcta fotografía, una atmósfera angustiosa y embriagadora, un montaje inteligente y un final muy verdadero, y por esto mismo, aterradoramente real.
May, ¿quieres ser mi amigo?
"May, ¿Quieres ser mi amigo?" es una de esas películas que nos recuerdan que el terror no siempre lleva garras de acero en una mano o una mascara en la cara. El terror y la locura se encuentran mucho más cerca de nosotros, de la realidad, de nuestra pacífica y hasta a veces aburrida monotonía. May funciona bajo el método: la bestia duerme dentro de nosotros. En cada uno de nosotros hay un posible psicópata y nuestra vecina la del segundo puede ocultar un oscuro pasado o una doble vida. Para ello, Lucky McKee, nos narra efectivamente una historia presuntamente cotidiana (que sin embargo, engancha desde el principio) sobre una joven muy parecida a esas otras tantas que pululan a nuestro alrededor. La rarita de la clase, la niña tímida de la tienda de comestibles, esa extraña hermana de nuestro amigo, nuestra prima la del pueblo. Es por esto que nos montamos en un tren de cercanías y no en un tren de alta velocidad con escenas más vistas que las reposiciones de "El Principe de Bell Air" y adolescentes lelos e insoportables con superávit de hormonas y déficit de neuronas. En este tren nos encontramos con personajes bien trazados y de carne y hueso. Personajes trabajados, atractivos e incluso muy atrevidos. (La compañera de May en el veterinario en donde trabaja no tiene desperdicio) Todos ellos giran en torno al personaje de May, interpretado con muchísimo mimo y talento por Angela Bettis que logra crear un personaje que se nos muestra irresistible y original. La trama es como digo muy interesante y nos sorprende por llevar un ritmo que rompe nuestras expectativas pero que nunca nos defrauda. La transformación que sufre May y la irremediable desencadenación hacia un destino sobrecogedor, sucede por culpa de toda una serie de características y acontecimientos muy bien explicados y calculadamente reconocibles que forjan y maduran la verdadera cara del terror.Esta es una película que coge carrerilla para empezar antes de donde empiezan casi todas las demás de su género, para después acabar además bastante más allá de donde se atrevería ninguna otra. En su día Todd Solondz, conocido por lograr llegar también muy lejos con sus saltos y por rehuir de los géneros habituales para inventarse los suyos propios, nos regaló "Bienvenidos a la casa de muñecas" (1996), (película anterior a su ácida y genial "Happyness" (1998) que tiene mucho que ver con esta. En ella, el señor Solondz, abordaba de forma cruda y valiente, el drama de una niña fea y traumatizada, enfrentada a la más cruda realidad. La mayor diferencia entre ellas es, por supuesto, que aquella no era una película de terror. Bueno, y al grano, que no esperéis escenas convencionales, ni gatos que se empeñan en perderse, ni sustitos efectistas, ni tampoco efectos especiales porque no hacen falta. Esta es una producción de bajo presupuesto pero además no se nota. Y no se nota, porque tiene una mucho más que correcta fotografía, una atmósfera angustiosa y embriagadora, un montaje inteligente y un final muy verdadero, y por esto mismo, aterradoramente real.Esta es una peli que merece la pena, (de notable alto para quien ahora os escribe) y es que, amigos, si "Amelie" hubiese sido una película de terror en vez de un mágico cuento, aquella dulce francesita se hubiera llamado sin duda "May". ¿Y la magia?, La magia negra, por supuesto, muy negra.
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Esta es una peli que merece la pena, (de notable alto para quien ahora os escribe) y es que, amigos, si "Amelie" hubiese sido una película de terror en vez de un mágico cuento, aquella dulce francesita se hubiera llamado sin duda "May".
May, ¿quieres ser mi amigo?
"May, ¿Quieres ser mi amigo?" es una de esas películas que nos recuerdan que el terror no siempre lleva garras de acero en una mano o una mascara en la cara. El terror y la locura se encuentran mucho más cerca de nosotros, de la realidad, de nuestra pacífica y hasta a veces aburrida monotonía. May funciona bajo el método: la bestia duerme dentro de nosotros. En cada uno de nosotros hay un posible psicópata y nuestra vecina la del segundo puede ocultar un oscuro pasado o una doble vida. Para ello, Lucky McKee, nos narra efectivamente una historia presuntamente cotidiana (que sin embargo, engancha desde el principio) sobre una joven muy parecida a esas otras tantas que pululan a nuestro alrededor. La rarita de la clase, la niña tímida de la tienda de comestibles, esa extraña hermana de nuestro amigo, nuestra prima la del pueblo. Es por esto que nos montamos en un tren de cercanías y no en un tren de alta velocidad con escenas más vistas que las reposiciones de "El Principe de Bell Air" y adolescentes lelos e insoportables con superávit de hormonas y déficit de neuronas. En este tren nos encontramos con personajes bien trazados y de carne y hueso. Personajes trabajados, atractivos e incluso muy atrevidos. (La compañera de May en el veterinario en donde trabaja no tiene desperdicio) Todos ellos giran en torno al personaje de May, interpretado con muchísimo mimo y talento por Angela Bettis que logra crear un personaje que se nos muestra irresistible y original. La trama es como digo muy interesante y nos sorprende por llevar un ritmo que rompe nuestras expectativas pero que nunca nos defrauda. La transformación que sufre May y la irremediable desencadenación hacia un destino sobrecogedor, sucede por culpa de toda una serie de características y acontecimientos muy bien explicados y calculadamente reconocibles que forjan y maduran la verdadera cara del terror.Esta es una película que coge carrerilla para empezar antes de donde empiezan casi todas las demás de su género, para después acabar además bastante más allá de donde se atrevería ninguna otra. En su día Todd Solondz, conocido por lograr llegar también muy lejos con sus saltos y por rehuir de los géneros habituales para inventarse los suyos propios, nos regaló "Bienvenidos a la casa de muñecas" (1996), (película anterior a su ácida y genial "Happyness" (1998) que tiene mucho que ver con esta. En ella, el señor Solondz, abordaba de forma cruda y valiente, el drama de una niña fea y traumatizada, enfrentada a la más cruda realidad. La mayor diferencia entre ellas es, por supuesto, que aquella no era una película de terror. Bueno, y al grano, que no esperéis escenas convencionales, ni gatos que se empeñan en perderse, ni sustitos efectistas, ni tampoco efectos especiales porque no hacen falta. Esta es una producción de bajo presupuesto pero además no se nota. Y no se nota, porque tiene una mucho más que correcta fotografía, una atmósfera angustiosa y embriagadora, un montaje inteligente y un final muy verdadero, y por esto mismo, aterradoramente real.Esta es una peli que merece la pena, (de notable alto para quien ahora os escribe) y es que, amigos, si "Amelie" hubiese sido una película de terror en vez de un mágico cuento, aquella dulce francesita se hubiera llamado sin duda "May". ¿Y la magia?, La magia negra, por supuesto, muy negra.
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¿Y la magia?
May, ¿quieres ser mi amigo?
"May, ¿Quieres ser mi amigo?" es una de esas películas que nos recuerdan que el terror no siempre lleva garras de acero en una mano o una mascara en la cara. El terror y la locura se encuentran mucho más cerca de nosotros, de la realidad, de nuestra pacífica y hasta a veces aburrida monotonía. May funciona bajo el método: la bestia duerme dentro de nosotros. En cada uno de nosotros hay un posible psicópata y nuestra vecina la del segundo puede ocultar un oscuro pasado o una doble vida. Para ello, Lucky McKee, nos narra efectivamente una historia presuntamente cotidiana (que sin embargo, engancha desde el principio) sobre una joven muy parecida a esas otras tantas que pululan a nuestro alrededor. La rarita de la clase, la niña tímida de la tienda de comestibles, esa extraña hermana de nuestro amigo, nuestra prima la del pueblo. Es por esto que nos montamos en un tren de cercanías y no en un tren de alta velocidad con escenas más vistas que las reposiciones de "El Principe de Bell Air" y adolescentes lelos e insoportables con superávit de hormonas y déficit de neuronas. En este tren nos encontramos con personajes bien trazados y de carne y hueso. Personajes trabajados, atractivos e incluso muy atrevidos. (La compañera de May en el veterinario en donde trabaja no tiene desperdicio) Todos ellos giran en torno al personaje de May, interpretado con muchísimo mimo y talento por Angela Bettis que logra crear un personaje que se nos muestra irresistible y original. La trama es como digo muy interesante y nos sorprende por llevar un ritmo que rompe nuestras expectativas pero que nunca nos defrauda. La transformación que sufre May y la irremediable desencadenación hacia un destino sobrecogedor, sucede por culpa de toda una serie de características y acontecimientos muy bien explicados y calculadamente reconocibles que forjan y maduran la verdadera cara del terror.Esta es una película que coge carrerilla para empezar antes de donde empiezan casi todas las demás de su género, para después acabar además bastante más allá de donde se atrevería ninguna otra. En su día Todd Solondz, conocido por lograr llegar también muy lejos con sus saltos y por rehuir de los géneros habituales para inventarse los suyos propios, nos regaló "Bienvenidos a la casa de muñecas" (1996), (película anterior a su ácida y genial "Happyness" (1998) que tiene mucho que ver con esta. En ella, el señor Solondz, abordaba de forma cruda y valiente, el drama de una niña fea y traumatizada, enfrentada a la más cruda realidad. La mayor diferencia entre ellas es, por supuesto, que aquella no era una película de terror. Bueno, y al grano, que no esperéis escenas convencionales, ni gatos que se empeñan en perderse, ni sustitos efectistas, ni tampoco efectos especiales porque no hacen falta. Esta es una producción de bajo presupuesto pero además no se nota. Y no se nota, porque tiene una mucho más que correcta fotografía, una atmósfera angustiosa y embriagadora, un montaje inteligente y un final muy verdadero, y por esto mismo, aterradoramente real.Esta es una peli que merece la pena, (de notable alto para quien ahora os escribe) y es que, amigos, si "Amelie" hubiese sido una película de terror en vez de un mágico cuento, aquella dulce francesita se hubiera llamado sin duda "May". ¿Y la magia?, La magia negra, por supuesto, muy negra.
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, La magia negra, por supuesto, muy negra.
May, ¿quieres ser mi amigo?
"May, ¿Quieres ser mi amigo?" es una de esas películas que nos recuerdan que el terror no siempre lleva garras de acero en una mano o una mascara en la cara. El terror y la locura se encuentran mucho más cerca de nosotros, de la realidad, de nuestra pacífica y hasta a veces aburrida monotonía. May funciona bajo el método: la bestia duerme dentro de nosotros. En cada uno de nosotros hay un posible psicópata y nuestra vecina la del segundo puede ocultar un oscuro pasado o una doble vida. Para ello, Lucky McKee, nos narra efectivamente una historia presuntamente cotidiana (que sin embargo, engancha desde el principio) sobre una joven muy parecida a esas otras tantas que pululan a nuestro alrededor. La rarita de la clase, la niña tímida de la tienda de comestibles, esa extraña hermana de nuestro amigo, nuestra prima la del pueblo. Es por esto que nos montamos en un tren de cercanías y no en un tren de alta velocidad con escenas más vistas que las reposiciones de "El Principe de Bell Air" y adolescentes lelos e insoportables con superávit de hormonas y déficit de neuronas. En este tren nos encontramos con personajes bien trazados y de carne y hueso. Personajes trabajados, atractivos e incluso muy atrevidos. (La compañera de May en el veterinario en donde trabaja no tiene desperdicio) Todos ellos giran en torno al personaje de May, interpretado con muchísimo mimo y talento por Angela Bettis que logra crear un personaje que se nos muestra irresistible y original. La trama es como digo muy interesante y nos sorprende por llevar un ritmo que rompe nuestras expectativas pero que nunca nos defrauda. La transformación que sufre May y la irremediable desencadenación hacia un destino sobrecogedor, sucede por culpa de toda una serie de características y acontecimientos muy bien explicados y calculadamente reconocibles que forjan y maduran la verdadera cara del terror.Esta es una película que coge carrerilla para empezar antes de donde empiezan casi todas las demás de su género, para después acabar además bastante más allá de donde se atrevería ninguna otra. En su día Todd Solondz, conocido por lograr llegar también muy lejos con sus saltos y por rehuir de los géneros habituales para inventarse los suyos propios, nos regaló "Bienvenidos a la casa de muñecas" (1996), (película anterior a su ácida y genial "Happyness" (1998) que tiene mucho que ver con esta. En ella, el señor Solondz, abordaba de forma cruda y valiente, el drama de una niña fea y traumatizada, enfrentada a la más cruda realidad. La mayor diferencia entre ellas es, por supuesto, que aquella no era una película de terror. Bueno, y al grano, que no esperéis escenas convencionales, ni gatos que se empeñan en perderse, ni sustitos efectistas, ni tampoco efectos especiales porque no hacen falta. Esta es una producción de bajo presupuesto pero además no se nota. Y no se nota, porque tiene una mucho más que correcta fotografía, una atmósfera angustiosa y embriagadora, un montaje inteligente y un final muy verdadero, y por esto mismo, aterradoramente real.Esta es una peli que merece la pena, (de notable alto para quien ahora os escribe) y es que, amigos, si "Amelie" hubiese sido una película de terror en vez de un mágico cuento, aquella dulce francesita se hubiera llamado sin duda "May". ¿Y la magia?, La magia negra, por supuesto, muy negra.
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Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now".
Cómo ponerse en la piel de un kamikaze
Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes.
[ "Es", "todo", "un", "alivio", "que", "ante", "tanta", "película", "que", "trata", "el", "tema", "palestino", "de", "una", "forma", "un", "tanto", "lineal", ",", "posicionada", "en", "algún", "bando", "y", "con", "la", "cuestión", "política", "o", "social", "como", "trasfondo", ",", "nos", "llegue", "una", "obra", "como", "\"", "Paradise", "Now", "\"", "." ]
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La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.
Cómo ponerse en la piel de un kamikaze
Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes.
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Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico.
Cómo ponerse en la piel de un kamikaze
Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes.
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Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.
Cómo ponerse en la piel de un kamikaze
Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes.
[ "Y", "ese", "es", ",", "precisamente", ",", "el", "mayor", "de", "sus", "atrevimientos", "." ]
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Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular.
Cómo ponerse en la piel de un kamikaze
Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes.
[ "Pese", "a", "que", "los", "protagonistas", "estén", "de", "acuerdo", "con", "determinadas", "posturas", "políticas", "o", "sociales", ",", "religiones", ",", "creencias", "o", "convicciones", ",", "la", "dirección", "y", "su", "desarrollo", "no", "se", "posicionan", "en", "ninguna", "postura", "en", "particular", "." ]
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Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea.
Cómo ponerse en la piel de un kamikaze
Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes.
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Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes.
Cómo ponerse en la piel de un kamikaze
Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes.
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Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello.
Cómo ponerse en la piel de un kamikaze
Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes.
[ "Aunque", "no", "ofrezca", "un", "final", "cerrado", "que", "nos", "deje", "claro", "el", "por", "qué", "de", "ello", "." ]
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Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.
Cómo ponerse en la piel de un kamikaze
Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes.
[ "Nosotros", "tenemos", "que", "ser", "capaces", "de", "ponernos", "en", "su", "piel", "y", "tratar", "de", "entenderlo", "." ]
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Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador").
Cómo ponerse en la piel de un kamikaze
Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes.
[ "Porque", ",", "por", "mucho", "que", "algunos", "se", "empeñen", "en", "demostrar", "lo", "contrario", ",", "no", "existe", "polémica", "ni", "controversia", "en", "el", "hecho", "de", "querer", "comprender", "las", "actuaciones", "de", "alguien", ",", "sea", "kamikaze", ",", "violador", "o", "pederasta", "(", "por", "el", "cercano", "ejemplo", "de", "la", "también", "correctísima", "\"", "El", "Leñador", "\"", ")", "." ]
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Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas.
Cómo ponerse en la piel de un kamikaze
Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes.
[ "Ojo", ",", "con", "ello", "no", "se", "incluye", "jamás", "el", "hecho", "de", "justificarlas", "." ]
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Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.
Cómo ponerse en la piel de un kamikaze
Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes.
[ "Creo", "que", "somos", "lo", "suficientemente", "maduros", "como", "para", "diferenciarlo", "." ]
3
Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido.
Cómo ponerse en la piel de un kamikaze
Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes.
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Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma).
Cómo ponerse en la piel de un kamikaze
Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes.
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Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo.
Cómo ponerse en la piel de un kamikaze
Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes.
[ "Muchos", "sentirán", "náuseas", "con", "sólo", "pensarlo", "." ]
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Y lo puedo comprender.
Cómo ponerse en la piel de un kamikaze
Es todo un alivio que ante tanta película que trata el tema palestino de una forma un tanto lineal, posicionada en algún bando y con la cuestión política o social como trasfondo, nos llegue una obra como "Paradise Now". La película de Hany Abu-Assad, ofrece, de la misma forma, resquicios sociales y apuntes políticos de la problemática palestina, pero lo que prima en ella es el tratamiento humano (todos aplicables no solamente a dicha ubicación, sino al resto del mundo) de la cuestión.Y es de agradecer ya que, por mucha polémica absurda que haya despertado en determinados lugares (sobre todo en la antesala de los Oscar), el film se muestra totalmente aséptico. Y ese es, precisamente, el mayor de sus atrevimientos.Pese a que los protagonistas estén de acuerdo con determinadas posturas políticas o sociales, religiones, creencias o convicciones, la dirección y su desarrollo no se posicionan en ninguna postura en particular. Sólo tratan de profundizar y sumergirse en la cabeza de la persona que llega hasta tales extremos, sea por la razón que sea. Y eso es lo que persigue el film: descubrir el motivo de las actuaciones de los kamikazes. Aunque no ofrezca un final cerrado que nos deje claro el por qué de ello. Nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en su piel y tratar de entenderlo.Porque, por mucho que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, no existe polémica ni controversia en el hecho de querer comprender las actuaciones de alguien, sea kamikaze, violador o pederasta (por el cercano ejemplo de la también correctísima "El Leñador"). Ojo, con ello no se incluye jamás el hecho de justificarlas. Creo que somos lo suficientemente maduros como para diferenciarlo.Siempre es interesante y productivo ponerse en la piel de alguien, intentar comprenderle y sufrir sus miedos y sentir sus anhelos, por muy atroz que sea el crimen que ha cometido. Lógicamente, y tal y como sucedió, por ejemplo, en "El Hundimiento", no todo el mundo será capaz de ponerse en la piel de un monstruo como Hitler (sirva como paradigma). Muchos sentirán náuseas con sólo pensarlo. Y lo puedo comprender. Pero a una persona con inquietudes morales le resultará muy productivo, y, a fin de cuentas, y aunque suene exagerado, en eso se basa la empatía. En no hacer distinciones de ningún tipo.Va siendo hora de que nos demos cuenta de que las víctimas no son las únicas protagonistas. El verdugo, de cierta forma, siempre es una víctima al mismo tiempo. Sea cual sea su condena y motivo. Habría que escarbar en su pasado.Para ganar como individuos de una sociedad, tenemos que entender que todo tiene un por qué. Y nada ni nadie puede juzgar la vida de otro de forma gratuita.Y repito. Con ello no se trataría de justificar (no se puede justificar de ningún modo la brutalidad de ciertos actos) nada, pero tampoco de castigar, ya que simplemente lograríamos el efecto inverso. Corregir (educar) es el término más adecuado. Nunca, desde Caín, un castigo ha hecho mejorar a nadie ni disuadirlo de cometer un crimen. Tal vez deberíamos ponernos frente a un espejo y observar. Sería interesante lo que llegaríamos a descubrir si miramos con la debida profundidad.Lo cierto es que la dirección de Hany Abu-Assad ayuda mucho a la hora de tratar la película con la seriedad y objetividad que merece. Su cámara es lo más aséptica posible, simplemente observa y sigue, sin determinar ni juzgar. A pesar de que se evidencia un presupuesto bajísimo, tanto por la cámara como por la forma un tanto hogareña del rodaje, no es necesario nada más. Si se sabe decir con clase y sutileza lo que se quiere decir, como es el caso, no hay problemas es ese aspecto.Y las interpretaciones son bastante acertadas también. Sin realizar un trabajo que llame la atención, Ali Suliman y, sobre todo, un dubitativo Kais Nashef sí que nos ayudan a ponernos en su difícil lugar. Y ese trabajo de contención y expresión es realmente digno.Podemos vivir, gracias a ellos, todos y cada uno de los aparentes retazos de un kamikaze, incluyendo sus creencias, su religión sectaria, su entorno familiar, social, político y educacional. Y lograremos palpar muy de cerca sus miedos, sus deseos, su sentimiento de culpa, su desasosiego y su inquietud, así como sus dudas, sus conflictos más internos, sus condicionamientos y su horripilante indecisión, que es, en esencia, génesis del mayor de los terrores. Y todos esos sentimientos confrontados degeneran en una inestabilidad emocional y descontrol de su persona que evitan que sus actos sean, a partir de ese momento, del todo previsibles. Pero es algo que no sólo les puede suceder a ellos.En definitiva, todo un soplo de aire fresco frente a la gran mayoría de películas que nos inundan últimamente y que poseen, sin intención de resultar ofensivo, cierto carácter panfletario que termina por aburrir al espectador. No olvidemos que estamos hablando de cine. Y, personalmente, prefiero entenderlo como proyección de sentimientos vitales y de inquietudes espirituales. No como crítica reiterativa y obvia.Prefiero vivir el cine como un juego en el que la mente y el espíritu humanos son los que deciden, y no la mano de un director que acaricia la autocomplacencia y única alimentación del ego.El verdadero valor de la dirección es que seamos nosotros los que tengamos en nuestro poder la última decisión. Él es el artesano que elabora la mimbre de calidad, desarrolla las ideas y la problemática a partir de la cual nosotros somos los que terminamos de enraizar nuestra decisión y nuestra determinación. Ya que, en parte, nosotros somos, también, parte de su trabajo. Somos el último punto en ese largo recorrido del film, que es el que, realmente, toda película y todo creador desean alcanzar.Ni siquiera nosotros mismos podremos calificarnos como último bastión, ya que lo es la compresión y la reflexión. Eso es, en esencia, comprender el cine como arte. Y saber que, ante todo y a pesar de ello, la película desenmascara duramente el terrorismo más que ninguna, precisamente por todo lo que he comentado anteriormente. Tira por tierra todo tipo de complejos sectarios y fanáticos que lo que hacen, simplemente, es generar locura e injusticias inútiles que no conducen más que al miedo globalizado y al deseo de alcanzar una gloria inexistente.Como reza la frase de su póster: "24 horas en la cabeza de un kamikaze". Con sus ventajas y, obviamente, sus inconvenientes.
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